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expresiones y de servicios.

Se exigía así la condición de “federal de opinión” o, en su defecto, la


de “federal de servicios y de bienes”. Los jueces de paz también estaban sujetos a este tipo de
chequeos ideológicos. El estado resista al tratar de imponer un disfraz, un léxico y un ritual
adecuados al federalismo, dejaba un amplio margen para que la sociedad misma definiera en
la práctica qué individuos eran realmente federales. Dejaba abierta una brecha entre la
enunciación y las prácticas que afirmaban tal enunciación, involucrando a la sociedad en el
proceso de sustanciación de la evidencia. Entre los vecinos, la ropa, el lenguaje cotidiano, las
contribuciones a la guerra y las prácticas de reclutamiento servían a la vez para establecer
diferencias y medir opiniones. La

ropa

constituía el primer elemento de diferenciación en la vida cotidiana. El uso mandatario de la


divisa y el cintillo, la forma de vestir del paisano y, para algunos, el privilegio de usar bigote y
galones, conformaron el estilo, la fisonomía y la cromática del federalismo. De igual forma, los
periódicos federales contribuyeron a construir, a partir de la ropa, una división tajante entre
unitarios y federales. A la diferencia entre dos bandos antagónicos se superponía un afán
igualitario, nivelador, que privilegiaba el modo de vida del campo sobre el de la ciudad y las
actividades rurales sobre el comercio. El federalismo resista se apropió así de la forma de
vestir campesina, le dio colores políticos y la usó como un elemento d nivelación y
diferenciación a nivel ideológico y social. Aunque parte importante de la cultura política del
federalismo, esta forma de expresión no servía en la práctica para distinguir partidarios de
opositores. Es por ello que esta forma de expresión, aunque monitoreada por las autoridades,
raramente era comparada con otras expresiones de adhesión: las opiniones, los servicios y las
contribuciones. Las

expresiones

de los ciudadanos parecían más importantes a la hora de distinguir entre unitarios y federales.
El ser federal de opinión requería que la comunidad recordara que el sujeto había expresado
claramente por la causa federal. Lo que se requería de la población era que no emitiese
opiniones unitarias; esto requería del estado un monitoreo constante de un conjunto de
expresiones verbales. Rumores de los vecinos acerca de expresiones vertidas, reales o
supuestas, podían afectar la suerte de cualquier ciudadano. Expresiones en otro contexto
inocentes se transformaban en “evidencia” de adhesión al enemigo. En un régimen de
prácticas políticas que privilegiaban la verbalización, el silencio servía para identificar
oponentes. Sólo a los alienados y a los ebrios se les permitía estos exabruptos verbales. En
tanto la política no establecía diferencias entre los espacios públicos y privados, la
conversación de todos los días constituía una de las principales arenas de la contienda. Las

contribuciones

a la guerra o a otras acciones en apoyo de la “Santa causa” también constituyeron una


muestra de adhesión federal. La más corriente de las contribuciones consistía en caballos,
yeguas y reses para el consumo del ejército. Estos “auxilios” se tomaban primero de las
estancias embargadas, pero, cuando los ganados de éstas escaseaban, se debía repartir la
carga de estas contribuciones entre los vecinos. Otras formas de donaciones a la causa federal
también eran frecuentes. Vecinos de pequeña o gran fortuna devolvían los recibos por
ganados entregados al ejército, pagaban los impuestos y tasas luego de haber sido exentos de
ellos, o simplemente aportaban dinero en suscripciones públicas con el destino explícito de
financiar la guerra contra los unitarios. Algunos de estos donativos tomaban la forma de un
voluntarismo impositivo: los vecinos contribuían el monto exacto de las desgravaciones y
exenciones de impuestos con que habían sido favorecidos. Donar dinero a la guerra –o
invertirlo en fiestas para celebrar victorias federales- eran formas de expresar “júbilo” por las
decisiones del gobierno. La popularidad de estas colectas fue en aumento con las victorias
federales. En el terreno de los hechos, la lealtad al Federalismo y a Rosas se comprobaba con

servicios

: transporte de ganado, cuidado de caballadas, partidas para la aprehensión de delincuentes,


servicio de cantones y armarse en defensa dela Federación. Como con los “auxilios” esta forma
de expresión federal dejaba bastante margen a la desigualdad social. En la medida que “servir
a la causa federal” significaba diferentes compromisos para distintos sectores sociales, su
utilidad como medida de adhesión era variable. La manera inequitativa como se asignaban
estos servicios minaba la legitimidad del “sistema federal”, creando discusiones acerca de lo
que significaba servir a la causa. Aquellos que habían prestado servicios “mecánicos” sentían
que habían cumplido con la causa federal. Los comandantes militares y jueces de paz no
compartían esta idea; tampoco los veteranos que habían dejado buenos años de su vida
peleando en las campañas de Cuyo, Entre Ríos, Córdoba o la Banda Oriental. También existió
un importante intercambio escritural entre Rosas y la comunidad política, especialmente en
aquellos casos en que los particulares debieron probar su condición federal para salvaguardar
sus vidas e intereses. Además de los casos judiciales en donde desustanciaban acusaciones de
ser unitario, y de los interrogatorios de los prisioneros de guerra, hubo un caudal de
“peticiones” dirigidas al gobernador que trataban de exaltar la condición federal del
peticionarte o morigerar su condición de opositor al régimen.

Tibias y entusiastas adhesiones

Las adhesiones al régimen federal parecen ordenarse en un continuo de tonalidades o


intensidades, que va desde la adicción al Dictador hasta la indiferencia o mera tolerancia. En
un extremo estaban manifestaciones de intensa adhesión, rayanas en la obsecuencia o el
fanatismo. En el otro extremo de este continuo se encontrarían las adhesiones tibias, aquellas
que parecían condicionadas a ciertas contraprestaciones del estado, o que se basaban en
donaciones de bienes sin un “pronunciamiento” en voz y persona por la causa federal. Evaluar
el grado de adhesión de los diversos sectores de la sociedad rural al Federalismo no es tarea
fácil. Principalmente el Federalismo admitió como legítimas diversas formas de identidad
federal y diversa expresiones de adhesión partidaria que sumaron en ambigüedad la noción
misma de “ser federal”. Algunos indicadores sobre el uso de las divisas federales, sobre
quienes realizaban las donaciones, y sobre el cumplimiento de las leyes de reclutamiento
brindan una medida aproximada de la existencia de resistencias al un animismo y, sobre todo,
de tensiones en cuanto a la legitimidad de los requerimientos del régimen.

a) Ropa e insignias
. Una muestra de presos remitidos a Santos Lugares entre 1831 y 1852 nos permite una
primera aproximación a la cuestión del cumplimiento a las prescripciones federales en materia
de vestido e insignias. Sus resultados muestran la peculiar renuencia de los habitantes pobres
de la campaña al “orden de apariencias” prescripto por el dictador. Entre los arrestados, el
grado de cumplimiento con este requisito varía en relación a las ocupaciones, la raza, y la
educación.

b) Donaciones

. Quienes más contribuían a la causa federal no eran precisamente los grandes terratenientes.
Contrariando la prédica liberal posterior a Caseros, las suscripciones de los vecinos eran en su
mayoría voluntarias. Los donantes, por lo que puede inferirse a partir de las listas, no eran por
lo general acaudalados estancieros; eran más bien postillones, pequeños criadores, viudas de
veteranos federales, o dependientes cuya relación con el sistema federal estaba basada tanto
en afinidades ideológicas como en la defensa de intereses económicos. La importancia de los
pequeños propietarios para el orden resista no puede ser minimizada. La adhesión de este
grupo social, aunque motivada principalmente por afinidades ideológicas, no era totalmente
desinteresada. Su acumulación de capital había sido rápida, en parte gracias a la Paz Resista.

c) Servicios militares.

Tal vez la mejor medida de la adhesión de los paisanos pobres a la causa federal sea el grado
en que éstos cumplían con sus obligaciones militares. La deserción o el esconderse de las
partidas reclutadoras figuraban entre los delitos más frecuentes del período. La evidencia,
aunque fragmentaria, refuerza la creencia de que las adhesiones federales no fueron ni
“unánimes “ni “entusiastas”. Fueron más bien adhesiones “tibias, condicionadas al
cumplimiento de ciertas promesas por parte del aparato judicial-militar. Es claro que Rosas
trató de cubrir estas expectativas al menos en parte, otorgando a los soldados medallas y
premios en ganado tierras. Pero las promesas incumplidas fueron más en proporción y,
consecuentemente, el entusiasmo de los paisanos pobres por prestar servicios de guerra
disminuyó con el tiempo. Examinados en su conjunto, estos indicadores parecen sugerir que, si
bien el régimen fue apoyado por los sectores subalternos de la campaña, este apoyo no fue
todo lo intenso y activo que la historiografía revisionista creyó. En el continuo entre una
identificación ideológico-política superficial y una profunda, aquella de los vecinos-propietarios
parece la más intensa. Algunos de estos pequeños productores, los que llegaron a posiciones
de poder en las comunidades locales fueron sin duda los federales más entusiastas. Se unían a
ellos, en las celebraciones públicas, un grupo de vecinos que gustaba llamarse “federales
netos” que expresaban sus simpatías condonaciones de bienes, voces y servicios. El resto de la
población de las comunidades ejercía formas menos activas de expresión política: vestían a lo
federal, no se pronunciaban por la Unidad, contribuían “servicios pasivos” y, ocasionalmente,
asistían a bailes, procesiones, y fiestas patrias.

Excluidos participantes

Los unitarios y las mujeres representaban la otra cara del federalismo. Los unitarios porque sus
gradaciones o clasificaciones evidenciaban la ambigüedad de la definición del federalismo; las
mujeres porque su participación activa en el terreno de los hechos, negada en el terreno del
derecho, resaltaba las desigualdades del federalismo. A pesar de estar excluidas de la
comunidad política con derecho a voto, las mujeres constituyeron un soporte fundamental del
régimen resista. Ellas participaron de manera activa en las colectas de fondos y ganado para
“conclusión de la guerra”, ocuparon los primeros lugares en las procesiones o marchas con que
los pueblos celebraban las victorias de las fuerzas federales, y tuvieron un papel clave en la
circulación de información acerca de las amenazas al régimen. Este activismo cívico fue negado
por el régimen resista en el terreno de la ciudadanía. Desde el punto de vista de las
autoridades del régimen, las expresiones federales de las mujeres sirvieron más bien para
definir las identidades políticas de sus esposos. De forma similar se estructuraron las
identidades políticas y sociales de los otros grandes excluidos, los unitarios. Su exclusión,
también debida a razones ideológicas, necesitó la creación de similares ficciones. Como los
federales, los “unitarios” también se clasificaron por gradaciones y tipos de adhesión. Hubo así
“unitarios de opinión”, “unitarios empecinados”, y “unitarios pacíficos”. La existencia de
distintas gradaciones de unitarios muestra la inseguridad del régimen acerca de quién
constituía un verdadero opositor. Siendo las afiliaciones tan tenues –un producto de la misma
práctica política que asociaba adhesiones con la apariencia, los dichos y las contribuciones-
existía siempre el peligro que un buen federal se pasase a la Unidad. Las narraciones de la
experiencia militar de los paisanos muestran además la fragilidad de las adhesiones en el
terreno de los “hechos”. Es común que algunos presos unitarios relaten experiencias en el
bando federal y viceversa. Este temor al cambio de bando era compartido por ambos partidos
o ejércitos, indicando así una coincidencia en la baja intensidad de las adhesiones políticas de
los paisanos.

Conclusiones

Trabajos recientes han señalado la importancia de las formas de la política n el proceso de


constitución del estado nacional. En esta línea el ensayo ha intentado contribuir a este
desarrollo. La existencia de diferentes modalidades de “ser federal” y las desigualdades
implicadas en esta diversidad sirven para modificar nuestra comprensión del apoyo al
federalismo resista. Primero, porque al desplazar el terreno de la política hacia las prácticas
cotidianas el entendimiento se acerca un poco más a lo que debió ser la política como al

vivieron los habitantes de la campaña bonaerense. Segundo, porque al divorciar el discurso del
régimen de las formas prácticas en que la mayoría de los actores sociales expresaban sus
“adhesiones”, tenemos una manera de asir la verdadera popularidad del régimen. Tercero,
porque al plantear la existencia de diversas formas de adhesión federal deja entrever la
naturaleza ambigua y contestada del propio federalismo. Si las identidades políticas podían ser
más o menos intensas, distintos agentes sociales responderían de diferente manera al llamado
de la “Causa Federal”. Ésta no demandaba identidades políticas profundas de toda la
población, sólo de aquellos servidores públicos que debían aplicar la ley y movilizar apoyo para
la guerra. La gradación de adhesiones e identidades federales no significa que los actores
sociales no debatieran y lucharan para defender su federalismo. Muy por el contrario, la
separación entre discurso oficial y prácticas cotidianas, así como las tensiones en el propio
significado de “ser federal”, crearon reales conflictos que aparecen cargados de indignación y
de reclamos. El federalismo, al tiempo que sostenía un ideario de nación orgánica, igualitaria y
republicana mostraba en sus prácticas las diferencias entre vecinos y transeúntes, entre
soldados de línea y milicianos, entre “federales de bolsillo” y “federales de servicio”. El
régimen contribuyó a acentuar estas desigualdades, “clasificando” a los habitantes de acuerdo
a su apariencia y distribuyendo en forma inequitativa el peso del servicio de armas. Así,
aquellos que vivieron el federalismo resista, pudieron contraponer al discurso oficial de
igualitarismo y un animismo la realidad de las diferencias sociales. La adhesión federal variaba
con la condición económica y social del individuo. La apariencia federal y las contribuciones
parecían suficientes para definir el federalismo de algunos. Para otros, largos años de servicio
militar resultaban escasos para el mismo fin.

[Ricardo Salvatore, ““Expresiones federales”: formas políticas del federalismo resista”, en


Noemí Goldman – Ricardo Salvatore(compiladores),

Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema

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