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La desposesión del Estado

Los administradores planetarios van logrando desplazar al Estado social,


que se descompone, en favor de un poder de regulación que hace al
individuo único responsable de su aptitud competitiva y valioso en
función de los bienes que posee o a los que tiene acceso. Se impone pues
una redefinicion radical de lo político, de la ciudad, la nación, el mundo
(ver dossier "Soberanías" , páginas 4 a 8).

En el transcurso de los últimos veinte años, el Estado ha sido mundialmente objeto de


una redefinición restrictiva y reductiva de su rol y sus poderes. Tanto su soberanía
monetaria y militar como su capacidad de regulación de la economía, de la información
y de la comunicación, han sido disminuidas y amputadas, cuando no reducidas a
jirones1. Lo mismo ocurre con su representatividad y credibilidad: para la opinión
pública el Estado se ha transformado en un actor cada vez más débil e impotente frente
a las empresas mundiales y a los "mercados" . Los neoliberales y los conservadores no
están solos en su cruzada contra el Estado: muchos demócratas de América del Norte,
Japón e India, así como gran parte de los socialdemócratas y socialistas de Europa son
hoy sus aliados. ¿Cuáles son las causas de esta evolución, en especial en el caso de los
dirigentes que se pretenden de izquierda?

Las explicaciones más corrientes remiten en general a la "crisis" del Estado de bienestar
o Estado social (Welfare State)2 y del Estado-nación. Pero no bastan para comprender
los mecanismos de auto-desposesión del poder público puesta en práctica por los
dirigentes de la gran mayoría de los países. Las consecuencias de la mutación radical
operada en su visión de la sociedad, en la manera en que la analizan y explican, son
evidentes. El nuevo discurso se articula en torno de cinco elementos-clave: el individuo,
el mercado, la "equidad" , la empresa y el capital. En suma, una desconstrucción total de
lo "político".

El Estado de bienestar, establecido luego de la gran crisis del capitalismo financiero de


los años 1929-1932 y de la segunda guerra mundial, fue el resultado de las luchas
sociales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Representó un compromiso
entre las fuerzas del capital y del trabajo que permitió asignar los recursos disponibles y
redistribuir las ganancias de productividad de una forma más justa y solidaria. De ahí
que entre 1945 y 1975 se haya producido una disminución

de las desigualdades en los ingresos individuales y un aumento general del nivel de vida
en todos los países occidentales.

Sin embargo, desde fines de los ´60 el Estado de bienestar empezó a ser criticado
sistemáticamente. Se lo acusaba, en confusa superposición, de desresponsabilizar a los
individuos, de ineficacia, de impotencia o complicidad en el crecimiento de los déficits
públicos, de intervenir intempestivamente en la economía y de corromper la vida
pública3. Detrás de esas críticas interesadas se escondía la baja de la tasa de rendimiento
del capital desde fines de los ´60, en gran medida imputable a los efectos redistributivos
del Estado de bienestar en favor de los ingresos del trabajo. En las tres últimas décadas,
el principal objetivo de todos los conservadores y neoliberales, la motivación de su
combate contra el Estado social, fue el restablecimiento de altas tasas de rendimiento
del capital.

Más aún que la crítica "regionalista" , lo que dio fuerza y credibilidad a los argumentos
en contra de la pertinencia, utilidad y eficacia del Estado nacional es la globalización de
la economía. Con la libertad de circulación los Estados perdieron el control sobre la
moneda, reducida a una mera mercancía. La mundialización de los intercambios
comerciales, de las empresas y de las estructuras de producción restó valor al espacio
económico nacional como marco de referencia estratégico prioritario.

Desposeído del dominio sobre su territorio y su mercado, el Estado ya no tendría


demasiado para aportar en tanto sujeto y lugar de la regulación política. Esto legitimó
las medidas de liberalización que en el marco del Acuerdo General sobre las Tarifas
Aduaneras y Comerciales (GATT) y de la Organización Mundial del Comercio (OMC),
hicieron emerger en el curso de los últimos veinte años un poder mundial de regulación
sometido a los intereses de las grandes empresas privadas, con el apoyo y asentimiento
de los gobiernos más poderosos del mundo, en primer lugar el de Estados Unidos. Las
olas de desregulación y de privatización de sectores enteros de la economía de la
mayoría de los países fueron el corolario lógico de esta liberalización.

En este sentido, la política científica y tecnológica desempeñó un rol central: en lugar de


definirse sobre bases participativas y en el marco de la preocupación por el bien común,
fue instrumentada al servicio de los intereses privados de las empresas industriales,
agroalimenticias y terciarias. El derecho de propiedad intelectual fue el instrumento
clave para facilitar esta evolución, que dio como resultado la mercantilización y
privatización crecientes del conocimiento. Los sistemas educativos y de formación
fueron sometidos a los imperativos de la economía. La "nueva" sociedad que, según
dicen, representa nuestro porvenir -a saber, la "sociedad de la información" - ha sido
confiscada, con la ayuda y complicidad de los dirigentes políticos, por las grandes
empresas privadas: Microsoft, Cisco, Intel, IBM, Ericsson, Nokia, Time Warner & Walt
Disney, CNN, Bertelsmann, Murdoch, etc. Según esas empresas, la sociedad de la
información estaría creando una nueva politeia, una gobernación directa, mundial, sin
Estado.

Pero sigue sin entenderse por qué los dirigentes políticos de los países occidentales, en
particular los que se autodenominan "de izquierda" , participaron en la auto-desposesión
del Estado. Se puede adelantar una hipótesis: desde la Revolución Francesa, la izquierda
consideró a la ciencia y la tecnología como motores del progreso económico,
instrumentos de liberación de las formas de opresión, de esclavitud y de limitación de la
libertad y de los derechos humanos. Cuando hacia mediados del siglo XX sus dirigentes
se transformaron en administradores de la política y de la economía y en miembros de la
clase media acomodada, su cultura positivista los acercó a otros segmentos de las clases
dirigentes en torno de dos objetivos: la productividad y la competitividad internacional.

Las cinco ideas-fuerza


Sobre este substrato cultural y sociológico intervienen, a fines de los años 60, tres
fenómenos (entre otros) que los incitan a participar activamente en la concepción de un
nuevo relato de la sociedad y del mundo: la nueva ola de revoluciones científicas y
tecnológicas, especialmente en el campo de la automatización, la información y la
comunicación (con sus consecuencias sobre los sistemas productivos, el empleo y el
mercado de trabajo); el descenso de la tasa de rendimiento del capital en el marco de
una economía occidental desacelerada frente al ascenso de nuevos competidores
externos; la crisis cada vez más evidente en los países llamados "socialistas" en tanto
que modelo de recambio creíble.

El nuevo relato propuesto por los administradores del planeta se articula en torno de
cinco ideas-fuerza. En primer lugar, la afirmación de la primacía del individuo,
innovador, consumidor, productor. Es él, en su interacción con sus semejantes, quien
establece las reglas. Las relaciones entre individuos se basan en el principio de que cada
cual debe ser dejado en absoluta libertad para maximizar su utilidad individual,
evaluada y medida con la vara del valor monetario de los bienes y de los servicios que
cada cual posee o a los cuales tiene acceso. La sociedad se asienta sobre transacciones
económicas en las que cada individuo busca minimizar los costos y maximizar los
beneficios. La regulación social ya no es vertical, no depende de normas establecidas
desde arriba según principios "exteriores" a los individuos, sino que se vuelve
horizontal, se establece desde abajo, a través del contrato y el consenso según principios
"internos" a los individuos4.

Segundo elemento: en una situación en la que en lugar de las normas generales sólo
cuentan los procedimientos auto-definidos y cambiantes, el modelo que permite la
optimización de las transacciones es evidentemente el mercado. Se impone sobre los
otros dispositivos -cooperativas, mutuales, comunidades solidarias, Estado, gratuidad-
porque, según se lo entiende, permite encontrar entre los individuos puntos de consenso
siempre adaptables (según los precios) en materia de asignación y redistribución de
recursos. Así, la sociedad se convierte en un mercado: la "sociedad de mercado" (no ya
sólo la economía de mercado) se considera la forma "natural" de organización y
regulación de la ciudadanía.

De este modo, tercera idea-fuerza, el mercado realiza la verdadera justicia social, a


través de la "equidad" . Contrariamente al Estado de bienestar, presentado como un
factor de injusticia porque su política redistributiva penalizaría la iniciativa individual,
la "sociedad de mercado" sería profundamente justa. Al permitirle entrar en
competencia, da al individuo la posibilidad de hacerse cargo de sí mismo, de asegurar su
bienestar a partir de sus iniciativas y de su creatividad. Esta tesis se parece mucho al
pensamiento de John Rawls5 y también al de los teóricos de la "tercera vía", como
Anthony Giddens6.

La sociedad de mercado valoriza así el principio de la responsabilidad individual. Por


ejemplo, la de encontrarse desocupado: por no haberse formado adecuadamente, por
haber cometido errores en su carrera profesional, por no haber sido suficientemente
competitivo. El tránsito desde la noción del derecho al trabajo a la demostración de
"empleabilidad" muestra la amplitud del corrimiento ideológico operado por los
dirigentes de todos los bandos en el transcurso de los años 90.

En este sentido, se asigna un lugar central a la formación inicial y continua. En una


sociedad que cambia rápidamente, sólo quien se provee de herramientas apropiadas en
términos de conocimientos y capacidades de adaptación sigue siendo competitivo. El
medio para conseguirlo es la educación. En virtud del principio de equidad, un Estado
es justo si pone en práctica una política de acceso masivo a la educación. Después, es el
individuo quien tiene que ocuparse de sacarle el mejor provecho en el marco de la
competitividad escolar. Con esto, los dirigentes avalan no sólo la idea de que existen
desigualdades legítimas, resultantes particularmente del mérito y del esfuerzo
individual, sino también la de que el sistema educativo debe servir cada vez más a la
selección social.

Cuarto elemento: en la "sociedad de mercado" , la empresa privada es la organización


que asegura mejor la coordinación de las transacciones dentro de la competencia y
permite así la redistribución más justa de los costos y los beneficios sobre el mercado
mundial. Por otra parte, es la organización que supo extraer mayores ventajas de la
revolución tecnológica, transformándose en un sistema-red que funciona sobre
estructuras de decisión cada vez más horizontales, descentralizadas, que confieren
responsabilidad a cada miembro de la organización -a través del "management
participativo" - y están abiertas a los intereses de todas las partes involucradas.

Llegamos al quinto y último elemento clave del nuevo relato social: el capital está en el
origen del valor, es su medida, para todo bien y servicio material e inmaterial, incluida
la persona humana. Reducido a su calidad de "recurso humano" , el individuo deja de
tener valor si ya no es "rentable" . Esta regla vale más aún para un mecanismo de
producción, un bien o un servicio: su valor está en función de su contribución a la
rentabilidad del capital financiero. La sociedad de lo efímero, de lo descartable, de los
residuos, extrae su "legitimidad" de esta concepción.

En suma, cuando los dirigentes que se autodenominan de izquierdas dicen que en


adelante adherirán a la economía de mercado, saben pertinentemente que están jurando
fidelidad al conjunto de lo precedente, es decir a la "sociedad de mercado" . A
diferencia de algunos de sus amigos socialdemócratas, los autores del manifiesto
Europa, la tercera vía, el nuevo centro, Anthony Blair y Gerhard Schroeder, no lo
ocultan en absoluto7.

Frente a esta abdicación generalizada, la reconstrucción de lo político pasa por la


redefinición de las identidades en el nivel de esas cinco entidades espacio-temporales: la
ciudad, la región, la nación, el continente, el mundo. Estas sólo pueden configurarse a
partir de dinámicas de pertenencias -el plural se impone también aquí- para expresar la
representación de los sujetos, individuales y colectivos, portadores de intereses comunes
y divergentes. Ilustraremos esto con las dos entidades espacio-temporales más alejadas
entre sí: la ciudad y el mundo.

La ciudad está en vías de disolución, habitada por individuos nómades, temporarios,


provisorios. Elaborar una política de la ciudad consistiría en reinventar los lazos
sociales de la vida conjunta local y solidaria, promoviendo lugares de pertenencia y de
representación; en dar poder, visibilidad y legitimidad a nuevos Parlamentos urbanos, a
redes de ágora urbanas que permitan la participación de los ciudadanos a través de la
evaluación pública de las políticas, de debates organizados por nuevas redes públicas de
prensa escrita y audiovisual; en valorizar los sistemas de intercambio locales y las redes
para compartir saberes y competencias; en desarrollar nuevas cooperativas o mutuales
de crédito, de consumo, de festividades… Otra vía a explorar son las experimentaciones
en curso en el marco del proyecto europeo de "ciudades digitales" , en el que la ciudad
francesa de Parthenay participa activamente.
A nivel mundial, la urgencia de lo político puede ser satisfecha a través de la promoción
del bien común. Esto significa la salvaguarda o el restablecimiento de condiciones
vitales de existencia para miles de millones de seres humanos: aire, agua dulce, océanos,
energía solar, etc., que deben tener el estatus de bienes comunes patrimoniales de la
humanidad y ser "gobernados" como tales, es decir, a través de regulaciones públicas
mundiales. Segunda serie de políticas planetarias: la seguridad común (alimentaria,
ambiental, financiera, sanitaria), la paz, la diversidad cultural, la lucha contra los
responsables de crímenes de lesa humanidad. En este sentido, la urgencia de política se
apoya en la definición y el establecimiento de un nuevo sistema financiero y monetario
mundial y de nuevas reglas de comercio internacional.

Las propuestas no faltan, provenientes de la asociación Attac (ver págs. 22-23), del
Grupo de Copenhague, del Grupo de Lisboa, del Comité para la Anulación de la Deuda
del Tercer Mundo (CATDM), del Forum Mundial de las Alternativas o de la
Coordinación contra los clones del Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) 8.
Algunas han sido presentadas en los encuentros internacionales de París organizados
por Attac el pasado mes de junio9. Otra urgencia: la consolidación del Tribunal Penal
Internacional (TPI), símbolo de alto alcance para la creación de una conciencia moral y
política planetaria y de un "Estado" mundial de derecho.

1. Pierre de Senarclens, Mondialisation, souveraineté et théories des relations


internationales, Armand Colin, París, 1998
2. Esta noción es preferible a la de Estado-benefactor, intencionalmente peyorativa.
3. La Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) fue pionera
en el cuestionamiento de la fundamentación del Estado de bienestar.
4. La idea de la "sociedad horizontal" , de la "sociedad-red" (The Network Society)
fue una de las tesis más divulgadas de Alvin Toffler en su libro La tercera ola,
Ed. Plaza y Janés, 1980, luego en El cambio del poder, Ed Plaza y Janés, 1990.
5. Véase su obra maestra Théorie de la justice, Editions du Seuil, París, 1987.
6. Anthony Giddens, La tercera vía, Grupo Santillana, Madrid,1999.
7. José Vidal Beneyto, "La social democracia privatizada" , Le Monde
diplomatique ed. Cono Sur, julio de 1999.
8. Carlos Gabetta, "Multinacionales al poder" , Trespuntos Nº 34, Buenos Aires,
19-2-98
9. Para acceder a las conclusiones de esos encuentros consultar el sitio Internet de
Attac: http://attac.org.

Ficha documental
Autor/es Riccardo Petrella
Publicado en Edición Cono Sur
Número de
Número 2 - Agosto 1999
edición
Páginas: 1, 4, 5
Traducción Patricia Minarrieta

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