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TRATADO
DE LA

CRIA Y ENFERMEDADES
DEL GANADO DE CERDA

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Precio, 3 pesetas

MADRID
IMPRENTA DE LOS HIJOS DE J. A. GARCÍA

Calle de Campomanes, número 6

1886
TRATADO
DE LA

CRIA Y ENFERMEDADES
DEL GANADO DE CERDA

TTT^-Isr IDE C E E A L D A

MADRID
IMPRENTA BE LOS HIJOS DE J. A. GARCÍA

Galle de Campomanes, número 6

1886
AL HM, Sit. I). MANUEL l f f l l B I R Á N ,
MARQUÉS DE P E R A L E S .

'Tengo para mí que ninguno hizo más que


Vd. en España por importar adelantos é intro-
ducir mejoras en el ramo de ganadería.
(Bueno, mediano ó malo, que no sé bien cuál
de estos adjetivos le cuadra, tengo el honor de
ofrecerle este libro, poniéndole desde luego bajo
la protección de su ilustre nombre, en testimonio
de respetuosa simpatía.
AL LECTOR.

Hace diez años, mi afición á la agricultura me


llevó á ponerme al frente ele una granja de mi pa-
dre. Buenos deseos me animaban por cierto, y con-
tando con ellos y creyendo cosa baladí manejar
una industria agrícola, llegué al elegido para cam-
po de mis operaciones, y de decepción en decepción,
de apuro en apuro, hube de comprender que nece-
sitaba un sabio asesor primero, y aprendí por fin á
costa de no pocos sacrificios, que los libros hechos
en España, estando muy bien escritos, en su ma-
yoría resultaban caros y demasiado científicos para
los profanos; y en cuanto á los extranjeros, carísi-
mos siempre, eran deficientes; porque las obras de
agricultura que se ocupan de detalles, han de estar
en armonía con las circunstancias de las localida-
des en las cuales son aplicables sus enseñanzas.
Excitado por la derrota, busqué el asesor en el
estudio; y sin darme apenas cuenta de ello, adquirí
una biblioteca agrícola, capaz de suministrarme
los datos más precisos en el terreno de la ciencia.
Haciendo ensayos continuos, adaptando al clima de
España los conocimientos adquiridos en autores
franceses é ingleses, logré marchar con paso firme
por una senda abierta á fuerza de paciencia, y de
VI

mis notas resultaron un libro y los materiales


para otros muchos.
Concebí entonces el pensamiento de escribir un
tratado completo para uso de los ganaderos, del
cual es un ensayo este primer volumen, que encie-
rra cuantos datos pude recoger en libros y por ex-
periencia, referentes á la cria de los cerdos.
No se trata de un trabajo original; es una re-
copilación compendiosa, práctica, aplicable á Es-
paña. Solo puedo vanagloriarme, pues, de haber
logrado que mi laboriosidad, único mérito de que
presumo, me haya llevado á un objeto perseguido
con fé y entusiasmo.
Si consigo además que los resultados prácticos
de mi trabajo se traduzcan en provecho de los
agricultores españoles, me consideraré contento y
daré por bien empleados los muchísimos obstácu-
los que hube de vencer antes de lograr ver con-
vertido en libro impreso lo que comenzó siendo un
cuaderno de apuntes para mi uso.
i
PRIMERA PARTE.
T

CAPITULO PRIMERO.

Del cerdo, clasificación, cualidades, origen é historia.

E l cerdo con todas sus variedades pertenece al o r -


den de los paquidermos (de £sp.ua, piel, y izante, grueso),
género cerdo (sus de L i n ) , es tetradactilo, regular y un-
gulado; está dotado de cuarenta y cuatro dientes, doce
incisivos, cuatro caninos y veintiocho molares, d i v i d i -
dos en falsos y propiamente dichos molares; los incisi-
vos de la mandíbula inferior están inclinados hacia
adelante; los falsos molares son cortantes, y \ s otros 0

terminan en una corona tuberculosa; los caninos, m a -


yores en el macho son corvos, triangulares, cortantes
;

y se doblan sobre el hocico, sirviéndole de defensa c o n -


tra los demás animales.
E l tamaño de los cerdos es muy vario según las r a -
zas. Su pelo puede ser blanco, negro, gris ó pío, e x i s -
tiendo apenas en algunas especies.
Su aspecto es grosero y pesado; su cabeza, más ó
menos larga, según las razas, termina posteriormente
— 2 —
en una prominencia, especie de cresta occipital saliente-
y cuadrada; la pequenez de sus ojos y lo. redondo de sus
pupilas le dan un aspecto especial de estupidez; las ore-
jas, anchas en su base y terminadas en punta, son más
ó menos grandes, según las especies," llegando en al-
gunas á cubrir los ojos. Su boca es grande, y sus q u i -
jadas se mueven á impulso de dos músculos de gran
potencia. E l hocico, más ó menos largo, "3S el v e r d a d e -
ro órgano del tacto de los cerdos; tiene por base un hue-
secillo que ponen en movimiento dos musculitos coloca-
dos á ambos lados de la cara.
Las formas del tronco varían según las razas; gene-
ralmente es cilindrico, está cubierto de una piel en e x -
tremo dura y poco flexible, y se apoya sobre cuatro e x -
tremidades gruesas y fuertes, más ó menos largas, según
la especie, y terminadas por cuatro dedos comeos, de los
cuales dos, llamados pezuñas, se apoyan en el suelo. Su
cola es delgada, corta y retorcida.
La hembra tiene de 10 á 14 mamas, colocadas á lo
largo de la parte inferior del cuerpo, y divididas en pec-
torales, abdominales é inguinales.
E l estómago del cerdo es sencillo y de regular c a -
pacidad; los intestinos colon y ciego, son ondulados; el
pulmón tiene dos lóbulos, el hígado tres, la vegiga de
la hiél es oblonga, y el bazo está prolongado.
Los sentidos de los cerdos están regularmente d e s -
arrollados, distinguiéndose el olfato por su finura. Es
animal glotón por naturaleza (no obstante estar consti-
tuido para preferir la alimentación vegetal), hasta el
punto de comer carne y cuantas sustancias encuentra.,
lo que le ha valido el calificativo de omnívoro, que al-
gunos naturalistas le han aplicado.
Expresa el cerdo sus deseos por medio de gruñidos
extridentes; con ellos manifiesta la cólera, el hambre y
las demás necesidades, y llama á sus compañeros ó á
— 3 — '
sus hijos. Aunque se le califique de sucio, n o l o .es-:
gusta de la limpieza y nunca ensucia el sitio en que vive
si puede salir de él. Finalmente, su carne es buena y
sabrosa cuando es j o v e n y no se Jba reproducido, siendo
más inferior cuando viejo y después de haber criado.
El macho se llama herreteo, la hembra puerca y el
individuo á quien se privó de los órganos de la repro-
ducción p>uerco, guarro, lechon, marrano, gorrino y en
Aragón tocino.
E l género cerdo comprende infinito número de v a -
riedades, cuyo origen ha ocasionado controversias e n -
tre los naturalistas. Algunos han supuesto un solo orí-
gen á todas las razas de cerdos; dicen que descienden
del jabalí; para ellos es tan solo un cerdo en estado sal-
vaje. Nosotros, en consideración á las diferencias f u n -
damentales que entre unas y otras especies existen, los
consideramos como individuos de especie distinta, aun-
que perfectamente aptos para cruzarse y producir nue-
vos seres fecundos.
Estas diferencias han dado lugar á curiosas i n v e s -
tigaciones sobre el origen de nuestras razas domésti-
cas, en que no todos los naturalistas han convenido.
Blainville, que pasa por haber estudiado la cuestión
profundamente, asegura que ninguna diferencia de e s -
pecie existe entre el jabalí de Africa y el de la India:
ante esta afirmación surge la idea de averiguar la i m -
portancia que éste naturalista puedo dar á la diferencia
específica que existe entre los dos tipos por él estudia-
dos, consistente en no tener los dos el mismo número
de vértebras. Geofroy Saint-Hilaire dice que hay en
Oriente jabalíes distintos de los nuestros; pero que es
tan poca la importancia de sus caracteres diferenciales,
que la diversidad de estas especies está muy lejos de
ser admitida. Los dos naturalistas indicados, y con ellos
L i n k Durcan, de la Malle y otros, apoyándose tan solo
— 4 —
en documentos históricos, atribuyen á nuestros cerdos
domésticos, y aun al jabali europeo, un origen oriental,
sin preocuparse por averiguar quiénes fueron los que
en esta degeneración cambiaron de caracteres, es decir,
si fueron los cerdos los que se convirtieron en jabalíes
ó vice-versa.
M. P. Gervais en su Histoire des mamiféres, publica-
da en 1855, se permite dudar de las aseveraciones del
Geofroy Sainfc-Hilaire. Finalmente, la medicina v e t e -
rinaria se ha propuesto esclarecer este género de e s t u -
dios, y fundado en observaciones prácticas, el l a b o r i o -
so M. Samson sostiene que nuestras razas domésticas
no pueden proceder del jabalí de Europa ni menos del
de Asia, porque fuera absurdo suponer que la degenera-
ción haya podido variar las condiciones del esqueleto.
E n efecto, prescindiendo de los caracteres que d i s -
tinguen el cráneo de los cerdos del de los jabalíes de
Europa y Asia, divergencia que bastaría para hacer
desechar la idea de un origen común, de una analogía
cualquiera, se observa en la constitución de sus respec-
tivos esqueletos una diferencia, que consiste en el n ú -
mero de vértebras, mayor en unos que en otros: razón
bastante para hacer desaparecer la más ligera duda que
existiese en la mente del naturalista. E l jabalí de Euro-
pa tiene cinco vértebras lumbares con diez y siete dor-
sales: el cerdo de Asia, cuatro lumbares y quince dorsa-
les: nuestras razas domésticas tienen seis de las prime-
ras y catorce de las segundas.
Para admitir con Geofroy Saint-Hilaire y la m a -
yor parte de los naturalistas que nuestros cerdos d o -
mésticos descendían del jabalí de Asia, seria necesario
suponer que la influencia del estado doméstico habia
podido aumentarles dos vértebras lumbares, disminu-
yéndoles una dorsal; para poder convenir con Cuvier,
fuera preciso admitir que la domesticidad habia m o d i -
ficado sus formas hasta el punto de disminuir en número
de tres el de sus vértebras lumbares, aumentando en una
el de las dorsales. Como quiera que cualquiera de las
dos suposiciones seria absurda, queda demostrado que
las diferencias son prácticas y fundamentales.
Así, pues, preciso es convenir en que los cerdos siem-
pre fueron cerdos, los jabalíes siempre jabalíes, sin que
los de Asia y África tengan nada de común con unos
ni otros.
E l cerdo era conocido en los tiempos más remotos;
la Odisea y el Deuteronomio demuestran que la cria
del cerdo en el estado de domesticidad, existia hace
cuarenta y nueve siglos. La ley de Moisés coloca á este
animal en el número de los seres impuros, y prohibia á
los Israelitas el uso de su carne. Tácito fué el primero
que afirmó que esta prohibición estaba revestida de
un carácter religioso para garantizar su observancia,
pero que era tan solo una prescripción higiénica, por
considerar el continuado uso de la carne de cerdo como
origen de varias enfermedades; y muchos modernos es-
critores han creído lo mismo. Tal vez por esta misma
razón miraban los egipcios al cerdo con malos ojos, ofre-
ciéndole como víctima expiatoria y obligando á quien
le tocaba ó comia á purificarse en las aguas del Nilo.
No obstante, en Egipto habia cerdos y porqueros, que
semejantes álos parias del Indostan, formaban una clase
aparte, y á los cuales no era permitida la entrada en los
templos como si fuesen leprosos ó apestados.
Los pueblos de Italia y Grecia, por el contrario, no
solo no repugnaban el uso de la carne de cerdo, sino
que los criaban en grande escala. Eumeo poseía inmen-
sas piaras que alimentaba con bellotas: así al menos lo
dice Homero en su Odisea. Los galos también se d e d i -
caban á la cria de cerdos y enviaban gran cantidad de
salazón á los pueblos de Italia; y Polibio asegura que
— 6 —
muchos habitantes de Roma construían numerosos s a -
laderos que podían contener hasta cuatro mil hojas de-
tocino.
E n los suntuosos banquetes de ios romanos, figura-
ban en primer término la carne de jabalí y de cerdo, que
por regla general se presentaban enteros y rellenos de
tordos, hortelanos y otras aves. Servilins Rullus fué
quien primero hizo preparar así aquellos animales, y en
el tiempo de Plinio el naturalista llegaron á servirse tres
reses á la vez como primer plato, no bastando á evitar
que se estendiera esta costumbre, generalizada en
R o m a , las amonestaciones de Gaton y Juvenal, dando
lugar aquellos abusos á leyes suntuarias que los prohi-
bían.
Los germanos, después de haber penetrado en las
G-alias, utilizaron sus bosques para sustentar innumera-
bles piaras de cerdos. Algun tiempo después los Reyes
de Francia se reservaron el derecho de apacentar sus
ganados en las selvas, hasta que Clotario lo renunció
en favor de los pueblos. Carlo-Magno fomentó la cria
del ganado moreno, recomendándola en sus Capitulacio-
nes á sus Regisseurs (regidores).
Mahoma imitó á Moisés, prohibiendo á los mahome-
tanos el uso de la carne de cerdo, fundándose para ello
tal vez en las mismas razones que éste.
A fines del año 1860, Mrs. Vircouw y Kestner, se
ocuparon seriamente de la enfermedad que se conoce en
les cerdos bajo el nombre de triquinosis, á causa de los
desastres que bajo la forma endémica ó epidémica, p r o -
dujo en Alemania. E n 1866 la Francia, temiendo la i n -
vasion de tan terrible mal, obligó á los facultativos ci-
tados á estudiar la enfermedad y prescribir los medios
de evitarla, dando por resultado estas investigaciones
la formal reglamentación para la venta de la carne del
cerdo destinada al consumo público. Tal vez estas mis-
'— 7

mas razones inspiraron las prescripciones de los legis-


ladores árabe y hebreo.
No obstante, teniendo en cuenta las p r e c a c i o n e s
higiénicas que en su lugar indicaremos, quedan sin efec-
to estos peligros, y sin ellos puede dedicarse el ganadero
á esta industria, notablemente lucrativa, digna de aten-
ción por las grandes ventajas que reporta á la economía
rural y la importancia que sus productos tienen para
la alimentación del hombre.
CAPITULO II.

Distintas especies que comprende el género cerdo.—Razas salvajes.—Razas-


doméslicas.

E l género cerdo comprende un inmenso número de


variedades ó razas, ya puras, ya producidas por el cru-
zamiento, que en estado salvaje ó doméstico ocupan los
bosques ó las granjas de una gran parte de la tierra.
Sin contar las especies salvajes, que cada dia son más
raras en Europa, existen en estado doméstico multitud
de razas, debidas al cruzamiento más ó menos i n t e l i -
gente ó casual. E n Inglaterra, en que la agricultura en
el ramo de ganadería ha llegado á grande altura, puede
contarse el número ele provincias por el de razas de cer-
dos domésticos: en Francia existen también un número
casi igual al de departamentos: en España es muy corto
el número de razas puras; pero el de las cruzadas es bas-
tante grande, siendo en la mayoría de los casos punto
menos que imposible precisar el origen de algunos i n -
dividuos, producto de gran número de cruzamientos sin
objeto ó puramente casuales. No obstante, al tratar e s -
pecialmente de las razas españolas verán nuestros l e c -
tores que sus inmejorables condiciones cuando se c o n -
servan en su pureza ó se cruzan con inteligencia las
elevan á la altura de las mejores extranjeras sobre las
que generalmente tienen la ventaja de ser más sufridas,,
desarrollándose con menos cuidados. •
— 10 —
Especies salvajes.—Jabalí común (Sus scrofa. (Lin).
Tiene el tamaño de los mayores cerdos domésticos, la
cabeza grande y armada de fuertes colmillos, el cuerpo
pesado y cubierto de cerdas gruesas y herizadas, de co-
lor castaño negruzco: sus orejas son rectas y las e x -
tremidades posteriores más cortas, que las anteriores.
L a hembra es algo más pequeña que el macho: los j ó -
venes ó jahatos son raj-ados de blanco y castaño en su
primera edad y constitiryen un excelente manjar, apré-
ciadísimo por los gastrónomos. Esta especiepareceúnica
y aislada, y existe más solitaria que ninguna otra, La
hembra pare, por término medio, de ocho á quince p e -
queñuelos, que, apenas nacidos, esconde e n l o m a s oculto
de la espesura para sustraerlos á la voracidad del m a -
cho. E l jabalí es un animal feroz, valiente, intrépido: es
monógamo y vive reunido con sus hijos y su hembra,
hasta que llegados aquellos á su completo desarrollo,
abandonan su familia para formar una nueva. Habita
en los bosques de las regiones templadas de Europa,
pero no se halla en Inglaterra. Llasta una época no m u y
remota, se encontraba con mucha abundancia en E s -
paña, constituyendo su caza la diversion favorita de los
príncipes y señores; pero á medida que el terreno de
cultivo ha ido ensanchándose, se le ha destruido, para
evitar los destrozos que su voracidad ocasionaba en los
campos cultivados. H o y tan solo en Andalucía, E x t r e -
madura, G-alicia y Astriñas puede encontrarse.
Jabalí con máscara. (Sus larvatios (Zedla).—Es del
tamaño del nuestro, del que difiere por una pequeña
protuberancia que tiene á cada lado del hocico. Habita
-en Madagascar y en el Africa oriental.
Jabalí listado. (Sits vittatus (Zem).-—Tiene el t a m a -
ño de un jabato grande de Europa. Su cabeza es corta,
el hocico obtuso, sin ninguna protuberancia. Tiene los
ojos mayores que el otro jabalí de Africa (Sus verruco-
— 11 —
¿sus), la frente convada y estrecha, el pelo corto, escaso
y de color pardo oscuro. Tiene una lista blanca más ó
menos pronunciada desde la nariz hasta las mejillas;
habita en Java.
Jabalí de Africa (Sus verrucosus).—También se e n -
cuentra en Java; su tamaño es notable, y su cabeza
muy prolongada; tiene á los lados de las mejillas una
protuberancia callosa y muy saliente. Sus ojos, p e -
queños, distan uno de otro más que entre sí el hocico y
las orejas. L a frente es cóncava y cubren sus mejillas
poblados mechoncillos de cerdas. Su pelo es abundante,
negruzco, amarillento por encima y.de una tinta rojiza
por debajo.
Sene ó cerdo de los papúes. (Sus papuensis (Less)..—
Este cerdo llamado Bene por los papúes del Abra de D o -
rery es muy común en las selvas de Nueva Guinea; los
papúes conservan algunos en una especie de domestiei-
dad relativa, encerrándolos desde jóvenes; pero no tratan
de hacerles perder sus instintos feroces, que conservan en
la esclavitud. A primera vista puede confundirse con el
cerdo de Siam, cuyo aire y aspecto tiene; pero si bien se
observa, se ve claramente que son dos especies d i s t i n -
tas. E n efecto, la cabeza del rene es más corta que la
del cerdo común; los lados del hocico menos cóncavos;
-el.reborde de los alveolos destinados á alojar los c o l -
millos es ligeramente elevado, pero no proyectado hacia
fuera- como en la especie común. Su fórmula dentaria
-difiere en un todo de la del cerdo ordinario, y c o n -
siste en doce incisivos; cuatro caninos y veinte m o l a -
res, que forman un total de treinta y seis dientes. E l ta-
maño medio de esta especie es de diez y ocho á veinte
pulgadas cuando más; sus formas son esbeltas, el hocico
delgado; la mandíbula inferior más corta que la s u p e -
rior; la frente recta y no convexa como en algunos c e r -
dos; el ojo pequeño y las orejas cortas, derechas, rec—
— 12 —
tas y delgadas. E l cuerpo es redondo, las extremidades
cortas y gruesas; las pezuñas pequeñas y poco pronun-
ciadas; la cola delgada y terminada en un mechón de
cerdas.
L a piel, parda en todo el cuerpo y arrugada, d e s -
nuda y rojiza detrás de las orejas, en las mejillas y el
abdomen está cubierta de cerdas negras, blanquecinas
y rojizas. Tiene dos listas blancas sobre las ramas del
maxilar inferior. La carne de este cerdo es muy d e l i c a -
da; se alimenta con los frutos y raices que encuentra
en los bosques donde vive; y sometido á la esclavitud,,
se ceba fácilmente.
-Especies domésticas. — Razas españolas. — Casta de
cerdos extremeños.—Esta raza es de las mejores que p o -
seemos: sus individuos son de gran tamaño unos, y de
mediana talla otros; su pelo, escaso, es negro; la piel
gris; las orejas largas y caidas; el tronco cilindrico; las
extremidades finas, pero robustas, y la cola corta y del-
gada. L a abundancia de bellotas, la baratura de los
granos, la fertilidad de la tierra y la facilidad con que
las razas de aquel país se desarrollan y ceban, hacen del
ganado de cerda una fuente de riqueza en E x t r e m a -
dura. Los cerdos de aquella localidad son fuertes, v i -
gorosos, sufridos y ligeros, hasta el punto de poder tras-
ladarse á pié á largas distancias sin desmerecer. Por
esta razón pueden los ganaderos enviar sus cerdos c e -
bados ó sin cebar á todas las provincias inmediatas, y
de aquí que en todas las ferias se encuentren individuos
de esta raza. Su vigorosa constitución les permite cre-
cer y desarrollarse á muy poca costa y vivir en estado
punto menos que salvaje, donde otras razas extranjeras
y aun españolas perecerían por falta de cuidados. L o s
individuos de esta raza se desarrollan presto, se ceban
en poco tiempo, llegando á adquirir un peso fabuloso, y
producen excelentes jamones, tocino y embutidos.
— 13 —
Casta de cerdos cordobeses.—Estos cerdos son más
largos que los extremeños, su piel de color de pizarra,
;

•está casi desprovista de cerdas, pues tan solo tienen a l -


gunas en la cabeza y la punta de la cola. Tienen las
orejas cortas y tiesas, la papada muy desarrollada; sus
extremidades son tan cortas, que cuando llegan al a p o -
geo del cebamiento, apenas les permite andar el a b d o -
men, que llega al suelo. Son muy precoces, y tienen gran
tendencia á engordar, razón por la que en poco tiempo
llegan á un perfecto estado de cebamiento. Esta raza se
encuentra en Andalucía, y más especialmente en la pro-
vincia de Cádiz.
Casta de cerdos castellanos.—Más pequeños que los
de las razas anteriores, tienen los individuos de esta
casta la piel gris y cubierta de cerdas negras, claras y
cortas; el hocico largo; las orejas más pequeñas que los
extremeños y menos tiesas que los cordobeses; el lomo
forma una curva regular desde la nuca hasta los r í ñ o -
nes; tienen las extremidades cortas, y son muy inteli-
gentes, por cuya razón acostumbran en Castilla á d a r -
les libertad por la mañana para que vayan al pasto
reunidos con los de otras casas, volviendo por la tarde
á la suya sin equivocarse nunca. Se encuentra esta
raza en los pueblos de Castilla la Vieja.
Además de los tres tipos puros que acabamos de c i -
tar, existen en España gran número de variedades de
pura sangre, como la china ó llámese de orejas cortas, y
otras, fruto de la cruza de aquellos entre sí y con otros
extranjeros. E n las provincias del Norte se encuentra
la raza de cerdos jaros, término medio entre la e x t r e -
meña y la cordobesa, de gran tamaño, y> cuyo c e b a -
miento es punto menos que imposible ver conchiido.
No obstante, produce esta casta de cerdos jamones e x -
quisitos. Otra raza hay, cuyo color atigrado les da un
aspecto raro. Es parecido el tipo de estos individuos al
— 14 —
de los cordobeses, de los que difieren por ser más c o r -
tos. Finalmente, diseminados por todas las provincias^
de España existen multitud de razas cruzadas, cuya
descripción omitimos por considerarla ociosa en a t e n -
ción á que ninguno reúne condiciones bastantes á sa-
tisfacer á la conveniencia del ganadero que se dedique-
á la cria del ganado de cerda en grande escala.
Razas inglesas. — Cerdos de raza Yorhshir.—El cerdo
de Yorksliir que se cria en los Condados de York, L i n -
coln y Lancaster tienen el cuerpo largo y cilindrico,
las extremidades cortas, las orejas anchas y caídas y el
pelo blanco ó amarillento. Reconoce por origen la raza
Cumberland mejorada con la de New-Leicester. Es muy
precoz, y se ceba fácilmente.
Cerdos de raza Neio-Leicester.—-Esta raza es notable
por él precoz desarrollo de sus individuos, que en diez
meses llegan á su perfecto crecimiento. Tiene el incon-
veniente de ser las hembras poco fecundas y malos r e -
productores los machos.
Cerdos de raza Berkshir.—Esta variedad es debida
al cruzamiento de la raza del país con las razas siame-
sa y napolitana. Tiene el pelo negro, y reúne á la p r e c o -
cidad de la raza siamesa las formas de la napolitana.
Tiene el cuerpo grueso, cilindrico y medianamente l a r -
g o ; el abdomen abultado, las extremidades cortas y el
espinazo horizontal. Salvaje por naturaleza, reúne con-
diciones á propósito para criarlo por el sistema de pas-
toreo. Su carne es superior á la de los demás cerdos
ingleses.
Cerdos de raza Colesliill.—Los cerdos de esta raza,
tienen las cerdas blancas y abundantes, la cabeza p e -
queña, las extremidades cortas, el cuerpo redondo y lar-
go, el tercio posterior algo elevado, y las orejas peque-
ñas y tiesas. Es poco dócil y bastante sufrido.
Cerdos de raza Essex.—Esta raza es debida á Lord
— 15 —
Western, que á principios de siglo la obtuvo, cruzando
las puercas inglesas y los berracos napolitanos. Tienen
los cerdos Essex la cabeza pequeña, el hocico puntiagu-
do, la papada carnosa, el cuello corto, el cuerpo g r u e -
so y recto y las extremidades finas y regularmente lar-
gas. Sus hembras son muy fecundas, pero los lechonci-
llos son muy delicados y requieren gran cuidado.
Raza de cerdos Hampsliir.—Los cerdos de esta raza
tienen la cabeza corta, el hocico corto y empinado, las
orejas tiesas, el cuerpo largo, las piernas delgadas, y el
color blanco y negro. Se engordan fácilmente, pero son
indómitos, cuyo defecto se ha tratado en vano de corre-
gir cruzándolos con otras razas.
Cerdos de raza Windsor.—Llámanse así los que pro-
ceden de las propiedades del Príncipe Alberto. Esta
raza es debida al cruzamiento de las razas Y o r k - C u m -
berland, York-Bedfordsire, Jorkshire y Suffolk. Son de
tamaño pequeño, tienen el pelo blanco, se engordan con
facilidad y son muy precoces.
liazas francesas.—Haza de cerdos normandos.-—Es
esta una de las mejores razas francesas: tiene buen t a -
maño, el cuerpo largo y bien desarrollado, el espinazo
recto, las orejas grandes, anchas y caídas sobre los ojos,
las extremidades finas y largas, y las cerdas blancas, lar-
gas y abundantes. Se ceban bien; las hembras son muy
fecundas y los lechoncillos se crian sin gran cuidado.
Rasa de cerdos craonnais ó de Anjou.—Esta raza está
muy extendida en la region del Mayenne, la Sarte,
Maine y Loire, la Vandeé, les Deux-Sevres y les C h a -
rentes. Es notable por su fecundidad, tamaño y finura,
y merece ser considerado como el prototipo de la raza
que se cria en la cuenca del Loire.
Raza de cerdos de la Lorena.—Se encuentra esta raza
especialmente en los departamentos de la Meurthe y
del Mosela, y la falta de pastos hace que se desarrolle
— 16 —
c o n dificultad. No obstante, produce excelente carne. Es
raza que, mejorada cruzándola con las inglesas, p r o -
duce magníficos mestizos.
Raza de cerdos jierigour dins o'trufaros.—La energía
de su sistema muscular, perfectamente constituido y la
dureza de sus pezuñas, permiten á los individuos de esta
raza caminar muclio y deprisa: estas condiciones de re-
sistencia para la marclia y la finura de su olfato nacen
que se les emplee para buscar las trufas, por cuya razón
se les lia dado el nombre de truferos.
Raza de cerdos de la Bresse.—Se encuentraenla Bres-
se des Dombes, le Macounais, le Dauphine, etc. Los in-
dividuos que le forman tienen la piel de color de p i z a -
rra, con manclias más claras, y el pelo negro y blanco.
Es raza que tarda mucho en desarrollarse, y la carne
que producen sus individuos después de cebados es bas-
tante dura, por cuyas razones se aprecian muy poco. E s -
tos inconvenientes están compensados por la gran f e -
cundidad de las hembras y la facilidad con que se pres
tan á criar lechoncillos ajenos.
Además de las razas indicadas, existen en Francia
multitud de variedades, debidas al cruzamiento¡. cuya
descripción omitimos por considerarla inútil en a t e n -
ción á que ninguna puede llenar las condiciones nece-
sarias para el propietario, del mismo modo que las que
aquel produzca según su conveniencia.
CAPITULO III.

Elección de las razas.—Modos de mejorarlas y corregirlas.

Elección de las razas.—La elección de las razas es el


primer escollo en que tropiezan los ganaderos, y es pro-
blema difícil de resolver en la práctica, si se ban de tocar
resultados inmediatos sin experimentar desengaños tra-
ducidos en pérdidas más ó menos grandes. E n cualquier
caso, antes de decidirse por una ó más razas, es menes-
ter conocer perfectamente las circunstancias que sus
individuos requieren para su procreación y fomento
natural, ayudados por la ciencia y el arte. Teniendo
en cuenta que de la alimentación depende el desarrollo
de los animales hervíboros y que en el llano se advierte
que llegan á adquirir mayor tamaño que en los terre-
nos elevados, en igualdad de raza; si se pretende tener
ganado grande, es menester desde luego comenzar por
poner el terreno que han de ocupar en circustancias fa-
vorables, para evitar que los animales que se introduz-
can, en pocas generaciones se pongan al nivel de los in-
dígenas, si se consigue aclimatarlos.
Antes de decidirse por una raza cualquiera, es m e -
nester saber:
1." Cuál de ellas aprovechará mejor los pastos y de-
más productos aplicables á este fin.
2.° Cuáles son las cualidades del clima, suelo, e x -
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tension y calidad de los pastos, tanto en el pastoreo como
en el establo.
3.° Los mercados y fácil salida de ios productos,
medios de trasporte, etc.
4." E l capital necesario para montar la explotación
de modo que tenga la categoría de verdadero negocio.
5.° La facilidad de tener abundantes aguas en v e -
rano, que es cuando más se necesitan, y
6.° E l número de cabezas que, según las razas, pue-
de sostener la finca que se destina á esta industria.
Es indispensable la primera condición, porque si se
elige alguna raza que por una circunstancia cualquiera
no aprovecha en su totalidad los pastos que se la d e s -
tinan, podrá sostenerse menor ntimero de cabezas que
teniendo otra que los consuma. L o es la segunda, p o r -
que si las condiciones indicadas no coinciden con las
que exige el desarrollo de los individuos de una raza,
seria difícil la aclimatación, y siempre los productos
inferiores á las pretensiones del ganadero. L o es la
tercera, porque si los centros en que puede darse s a -
lida á los productos están muy distantes y los medios
de trasporte son difíciles, es preciso emplear razas cuyo
vigor las permita trasladarse á pié á los mercados sin
desmerecer. Es indispensable la, cuarta condición, por-
que no pudiendo atender á los gastos que el cuidado
de cierto número de cabezas requiere, las bajas destru-
yen las ganancias que se pudieran obtener. Finalmen
te, es menester contar con el agua indispensable para
esta clase de ganado en verano, porque careciendo, de
ella, se irrogan inmensos perjuicios ocasionados por las
enfermedades. Y es preciso calcular qué cantidad de
cabezas puede sostener la finca ó la parte que á esta
industria se destina, porque vale más criar un corto nú-
mero bien y en buenas condiciones, que obligar á v i v i r
en el mismo terreno mayor número, mal, y en circuns-
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tancias siempre perjudiciales, pues que faltos de alimen-
to, el desarrollo de los animales, así sostenidos, dejaría
mucho que desear.
Bajo un régimen de abundante alimentación, se o b -
servará desde, luego mayor desarrollo en las formas,
aumento de los productos en calidad y cantidad, y ren-
dimientos superiores por lo tanto. La preferencia que
debe darse á las razas grandes ó pequeñas no es indife-
rente. Si desde luego se eligen razas de gran tamaño,
y los medios de alimentar á sus individuos son cortos,
el ganado se deteriora y perece, especialmente en n u e s -
tro país, en que el atraso del cultivo es tan grande que
apenas se conoce el uso de los prados artificiales y en que
el ganado de todas especies se abandona á sus propias
fuerzas sin ocuparse más que de reparar pérdidas y per-
cibir productos. Las razas de mediana talla, necesitan
menor cantidad de alimentos, y si éstos son buenos, se
aclimatan fácilmente y pronto aumentan de volumen,
colocándose en relación del centro en que viven. No obs-
tante, las razas grandes colocadas en condiciones favo-
rables, y según las circunstancias, pueden ser más con-
venientes que las pequeñas. De cualquier manera, las
cualidades del suelo hacen que varíe la facilidad de sos-
tener estas razas, pues la clase de la tierra, su fertili-
dad, su altura sobre el nivel del mar, etc., hacen v a -
riar la producción y especie de plantas, cuya influencia
se deja sentir en la cria de ganados. E n cualquier caso
pueden criarse las especies grandes, aunque no e x i s -
tan prados naturales, estableciéndolos artificiales de
leguminosas, forrajeras, raíces y tubérculos, que p e r -
mitan alimentarlas en estabulación permanente, en
c u y o caso, el cebamiento rápido puede compensar los
mayores gastos que este sistema implica. Pero ha de
establecerse, como regla general, que se cria mejor en
los climas templados y húmedos en que la vegetación
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está en actividad constante porque sucediéndose unas á.
otras las cosechas según la época del crecimiento y la
abundancia de yerba, les proporciona á poca costa
abundante y suculenta comida.
E n los países templados, en que á un invierno h ú -
medo suceden una primavera y un estío muy secos, pue-
den existir todas las razas; pero es menester suplir por
medios artificiales la falta de alimentos en épocas e x -
tremas: en este caso las razas medianas y pequeñas, que
pueden sostenerse con menos gastos en las citadas épo-
cas, tienen ventajas sobre las graneles.
Si tratándose de las otras especies de ganado que ade
más déla carne deben suministrar una cantidad de fuer-
za necesaria á la agricultura, es conveniente elegir r a -
zas que en poco tiempo lleguen á su completo desarro-
llo y engorden fácilmente, tratándose del ganaelo de
cerda, cuyo tínico objeto es producir la mayor cantidad
de carne en el menor tiempo posible, es condición indis-
pensable que las razas elegidas se desarrollen pronto y
adquieran su mayor gordura en un corto intervalo. Así
pues, las más precoces y las que mayor tendencia t e n -
gan á engordar son las que debe procurarse el ganade-
ro de cerdos, siempre que sus circunstancias le permitan
colocarlas en condiciones que favorezcan estas a p t i t u -
des. E n fin, el ganadero, teniendo bien presente cuanto
llevamos dicho y después de estudiada la cuestión, e l e -
girá la raza más conveniente, debiendo no hacerse i l u -
siones exageradas ni desmayar por el mal resultado de
algun ensayo.
Mejora de las razas.—Modificar las aptitudes de los
individuos de una raza haciéndolos más apropósito para
los fines que nos proponemos, es lo que se llama mejorar..
La mejora de una raza tiene siempre un fin económico:
en el ganaelo de cerda tiende á mejorar las aptitudes de
precocidad y engorde, y en Inglaterra la inteligente me-
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jora de las razas indígenas ha producido excelentes re-
sultados que al tratar de las inglesas indicamos. E l ejer-
cicio especial de un órgano da por resultado su mayor
desarrollo: así el ejercicio de la secreción de leche en el
ganado vacuno, el de la absorción de los alimentos en
el de cerda, provocan mayor actividad en la producción
de leche y carne; pero este desarrollo especial se v e r i -
fica á costa de los demás órganos. Los zoólogos conocen
-este fenómeno con el nombre de balanceamiento orgánico,
y la zootecnia le utiliza en provecho de la industria g a -
nadera.
Siendo el objeto final de las mejoras obtener de los
animales su mayor producto, es claro que la especiali-
dad de una aptitud desarrollada á costa de las otras es
el término de la mejora de las razas de ganado de
cerda.
Las mejoras pueden hacerse por medio del c r u z a -
miento de razas de un mismo país entre sí ó con las e x -
tranjeras: por selección y por selección consanguínea. Pero
antes de emprender ningún trabajo que conduzca á
este fin, es preciso mejorar las circusntancias que rodean
á los animales que se pretende emplear, con el objeto i n -
dicado: porque si la alimentación y demás cuidados
necesarios para colocar á los individuos que se empleen
en condiciones favorables faltan, todo trabajo seria
inútil ó poco menos, porque la mejora obtenida por una
parte se veria destruida por las malas condiciones de
los productos raquíticos y endebles, cuyo desarrollo
completo seria imposible de apreciar, no pudiendo por
tanto conseguir el objeto propuesto.
Las razas se forman por la boca, dicen los ingleses; y
•aunque no aceptemos la idea en absoluto, hay que a d -
mitirla hasta cierto punto, porque si no en un todo, en
gran parte obedece al buen régimen de alimentación el
mayor desarrollo del cuerpo de los individuos, no favo-
reciéndolo menos la limpieza y buenas condiciones de los;
locales en que deben encerrarse para librarlos de las cru-
dezas de la intemperie. Sin necesidad de apelar al c r u -
zamiento, pudieran nuestras razas sobrepujar á las me-
jores extranjeras si un poco de cuidado favoreciese sus
excelentes aptitudes, empleando los adelantos de la
ciencia y abandonando la rutina, esa ruina de nuestra
ganadería.
Mejora por cruzamiento.—El cruzamiento interesa
al ganadero como medio de introducir en su ganado
condiciones especiales de otras indígenas ó extranjeras..
Para conseguir que los mestizos obtenidos se conserven,
es menester gran cuidado; porque de lo contrario vuel-
ven al tipo de sus ascendientes. Guando la cruza tiene
por objeto proporcionar á las razas indígenas c o n d i c i o -
nes especiales de otras extranjeras que no es posible acli-
matar en iguales circunstancias que aquellas, se obtie-
nen machos que cruzados con las hembras del país pro-
ducen mestizos mejorados; los mestizos vuelven á c r u -
zarse con machos de pura sangre: empleando en la ter-
cera generación mestizos de tres cuartos de sangre y
cruzándolos con machos de raza pura, se obtienen mes-
tizos que se siguen cruzando con machos de pura s a n -
gre hasta obtener el tipo deseado, reproducido entre los
mismos mestizos. L a mejora por cruzamiento origina
gastos mayores que el apareamiento de animales de la.
misma raza; pero en cambio, dirigido con inteligencia,
produce resultados que fuera imposible obtener de otra
manera.
Es imposible precisar la generación en que deba sus-
penderse la cruza, y solo el ojo esperto del ganadera
puede apreciarla, al ver si ha conseguido ó no el objeto
propuesto.
Finalmente, está demostrado que las razas exóti-
cas se aclimatan con gran dificultad ó no se aclimatan.
Los cerdos sometidos constantemente á la estabulación
no pueden vivir en el sistema de pastoreo, al paso que
los mestizos lo consiguen á la segunda ó tercera g e n e -
ración.
Mejora por selección.—La palabra misma indica que
este método consiste en emplear como reproductores
animales escogidos. Guando el fin preconcebido se r e -
duce á elevar la raza á su mayor pureza, produce exce-
lentes resultados, siempre que los cuidados de que se ro-
dee á los elegidos sean tan asiduos como merece el caso
y la inteligenciado quien dirige la mejora, bastante para
esperar sin impacientarse los resultados. Todo ganade-
ro debe emplear constantemente este sistema, único me-
dio de sostener la raza en su pureza y conservar sus
buenas condiciones, que desmerecerian abandonando la
elección de los reproductores á gente inesperta ó poco
cuidadosa. Es un becbo que no tiene réplica ni necesita
demostración, que si los padres reúnen todas las condi-
ciones apetecibles y los cuidados que les rodean son cons-
tantes, los hijos, producto de este apareamiento, reuni-
rán excelentes cualidades. Si, por el contrario, se e m -
plean como reproductores individuos raquíticos, enfer-
m o s ó deformes, racionalmente, no podrán los productos
reunir las mejores condiciones; y si á esto se añade una
alimentación mala ó poco nutritiva y la falta de cuida-
do, es claro que nada bueno se debe esperar. Finalmen-
te, escójase un puerco, cuídesele con esmero y com-
páresele después con los mismos de su edad abando-
nados á sus propias fuerzas y se observará la diferencia
que entre ellos existe. Este sistema se emplea también
con las razas procedentes del cruzamiento, siempre con
mejores resultados que otro cualquiera.
Mejora pior selección consanguínea.—Sobre las venta-
jas de este método, que consiste en el apareamiento de
animales hermanos, hay diversidad de opiniones. Magne
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atribuye la decadencia de la raza de caballos andaluces
á la consanguinidad de los reproductores; Hartman sos-
tiene que el apareamiento entre animales consanguíneos
es origen de degeneración; Huzard afirma lo contrario;
M. Samson cree y sostiene lo mismo; finalmente, D . Pe-
dro Cubilla la acepta como buena y D. Nicolás Casas,
en una nota leida ante la Academia de Ciencias, d e -
muestra las ventajas de este sistema aplicado á varias
especies de ganado, fundándose en ejemplos p r á c t i -
cos. Nosotros Hemos tenido ocasión de emplearla en el
de cerda, siempre con buenos resultados. La consan-
guinidad supone los mismos caracteres exteriores, el
mismo temperamento y aptitudes; siendo todas estas
condiciones trasmisibles por la generación, dicho se está
que si son buenas, los Lijos las reunirán todas de igual
manera que si son malas. Pues bien, si al verificar el
apareamiento entre consanguíneos se buscan estos dota-
dos de buenas condiciones, los productos no pueden m e -
nos de ser excelentes.
Esas razas inglesas, verdaderas máquinas de produ-
cir carne, son todas debidas al método que describimos;
como fiemos dicho, la práctica nos lia demostrado la
bondad del sistema; y finalmente la opinion de hombres
tan inteligentes como Huzard, Samson, Cubilla, Casas
y otros, la sanciona como excelente. Fundados en todas
estas razones, recomendamos la mejora de las razas por
el sistema de selección consanguínea.
CAPITULO IV.

Multiplicación del cerdo.—Elección de los reproductores.—Apareamiento.—


Cuidados que requieren las puercas durante la gestación, el parto y lactancia.
Cuidados que es menester emplear con los gorrinillos.—Destete.

A l tratar en el capítulo anterior de la manera de


mejorar las razas, indicamos la importancia de la b u e -
na elección de los reproductores si los resultados ban de
satisfacer al deseo natural de todo ganadero, que lia de
ser producir animales superiores cuyo,valor compense
los desembolsos y solicitudes empleados para su produc-
ción. Si los reproductores son malos, inútil es decir
que las crías lo serán también, siendo imposible c o r r e -
gir con cuidado lo que naturalmente es de mala c a -
lidad. A l hablar de la mejora por selección, dijimos que
es sistema que debe servir de base á toda industria g a -
nadera, y lo repetimos ahora: en todos los casos, los
animales que se destinan á la reproducción, deben e s -
cogerse entre lo mejor de lo mejor, para que sostenidas
en su pureza la raza ó razas que se exploten no d e g e -
neren los productos y con la degeneración venga el des-
crédito.
Los defectos sin importancia para los animales d e -
dicados al cebo, solamente la tienen, y muy grande,
para los que se emplean en la reproducción, porque en
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los primeros 110 tienen, consecuencias si no son muy g r a -
ves, mientras que en los segundos implican la d e g e n e -
ración de la raza, causa de la dedadencia de la ganade-
ría de todas especies en España.
Del macho.—Según las razas, varían notablemente
las condiciones que deben exigirse al berraco ó cerdo
dedicado á la reproducción de la especie; de modo, que
sobre sus formas exteriores nada se puede fijar detalla-
damente. Algunos prácticos, sin más conocimientos que
la rutina, fijan reglas que aplican en general, porque
desconocen las formas características de todas las razas
que no son indígenas; así vemos aconsejar que los be-
rracos tengan grandes orejas, gran tamaño, el espinazo
largo, etc., pero á la vista salta que siendo tan v a r i a -
do el tamaño, pelo, color y formas de las muclias razas
extranjeras, es errónea toda regla general.
Pero si sobre las formas exteriores nada se puede
fijar, sobre sus condiciones generales pueden darse r e -
glas fijas ó invariables. L o primero que debe exigirse
en un berraco, cualquiera que sea su raza, es que en
lo posible reúna toda la pureza de formas del tipo que
le caracteriza. Además, debe reunir á la pureza de san-
gre una constitución fuerte y robusta, buen desarrollo
del sistema muscular y gran lujuria, condición que se
aprecia desde que son pequeñitos, por la tendencia á
montar á los demás gorrinillos. Finalmente, debe p r o -
curarse que sea joven é hijo de padres reconocidos como
notablemente fecundos.
De la hembra.—Como en el macho, debe procurarse
que la, puerca tenga formas exteriores que se aproximen
al tipo característico de su raza. Debe, como aquel, ser
fuerte, vigorosa, bien constituida, é hija de madre c o -
nocidamente fecunda; debe además ser de carácter d ó -
cil y tranquilo y tener el vientre ancho y bien desarro-
llado, las caderas anchas y robustas, los ríñones aplana-
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dos, y las tetas ó mamas, largas, sanas, y en número de
diez ó doce.
Apareamiento.—Con las razas, varía la época en
que el cerdo comienza á tener aptitud para reproducir-
se: no obstante puede establecerse como regla general,
que es apto para la reproducción desde los ocbo ó n u e -
ve meses hasta los cinco años; pero á nuestro juicio no
debe juntarse con las puercas hasta que cumpla el año
ni conservarse después de los tres á cuatro, según las ra-
zas. Los berracos viejos son por lo común feroces y t e -
mibles si no se les priva de los colmillos, reuniendo
á este inconveniente el del excesivo peso, que lastima
á las hembras jóvenes cuando pertenecen á las grandes
razas.
Un solo macho puede cubrir hasta veinte puercas,
pero si por cualquier circunstancia ha de conservarse en
este empleo más tiempo del indicado, no deben entre-
gársele más de doce. E l berraco debe alimentarse e s -
pecialmente en las épocas de la monta, porque de lo con-
trario, desmerecería no reparando las cuantiosas p é r d i -
das que en este tiempo experimenta: en un solo dia no
debe cubrir más de cuatro puercas.
En España es muy frecuente llevar mezclados los
berracos con las puercas, costumbre viciosa que tiene
grandes inconvenientes, porque amén de los combates
que entre ellos libran, hiriéndose ó matándose á veces,
se cruzan á placer, perdiéndose por tanto las razas
si hay más de una, ó degenerando, porque cubren á
las hembras muy jóvenes y lastiman' á las preñadas.
L o más conveniente es, que vayan en piaras separadas
ó mejor aún que cada uno esté encerrado en local á
propósito.
A los ocho ó nueve meses son las puercas aptas para
concebir, pero no deben juntarse con el berraco hasta
haber llegado á su completo desarrollo, porque de lo
contrario, paralizado aquel por la gestación y debien-
do emplear los principios nutritivos en reparar las pér-
didas anejas al crecimiento, desmerecen las madres y
son raquíticos los hijos.
Cada puerca hace tres crias en el año, variando e n -
tre seis y quince el número de gorrinillos de cada una,
que según la época de su nacimiento toman el nombre
de yerbizos, agostones ó montaneros. No obstante, la cria
que corresponde al mes de Octubre, es siempre inferior
porque los frios, que en los países del Norte se dejan ya
sentir por esa época, ó hacen abortar á las madres ó no
dejan desarrollar á los recien nacidos. Así, pues, la épo-
ca más conveniente para entregar las hembras al b e -
rraco es aquella que consiente que los lechoncillos naz-
can coincidiendo con la venida de la primavera y el
verano, para que encontrando pastos abundantes, si el
sistema que se sigue no es el de estabulación, ó libres
de las crudezas del invierno, en caso contrario, sigan
los gorrinillos el curso de la naturaleza, cada vez más
fecunda y sonriente.
E l llenarse la boca de las puercas de una baba e s -
pesa, la tendencia á revolcarse en el lodo y montar á
sus compañeras, la laxitud de las orejas y la cola, la
hinchazón de la bulba, húmeda é irritada, indican el
celo. Hasta que estos síntomas han llegado á su apogeo,
no conviene entregarlas al berraco, porque en un p r i n -
cipio, como sus deseos venéreos son muy grandes, c a n -
san y aniquilan al macho, expelen el licor prolífico y no
se quedan preñadas ó si esto no sucede, los hijos salen
endebles y raquíticos. Llegados á su grado máximo los
síntomas del celo, se encierra á la puerca en el l u -
gar ocupado por el berraco, dejándolos solos: verifica-
da la cópula, se los separa, y si á los tres ó cuatro dias
el calor subsiste, se vuelven á encerrar juntos, r e p i -
tiendo la operación hasta que los fenómenos indicados
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hayan desaparecido. A l separar la puerca del berraco,
se la deja sola y tranquila por espacio de una ó dos ho-
ras en sitio oscuro: pasado este tiempo, puede enviarse
al campo, si se sigue el sistema de pastoreo. Antes de
entregar otra puerca al macho, es menester dejarle que
descanse, dándole agua en blanco (agua y harina de c e -
bada) y evitando que vea las puercas y se excite.
Gestación ó preñez.—Dura la gestación de las puer-
cas de ciento cuatro á ciento quince dias, á contar desde
el de la concepción ó sean íres meses, tres semanas y tres
dias. Durante este período, requieren las puercas gran-
des y asiduos cuidados para evitar el aborto, acciden-
te frecuentemente repetido entre esta clase de g a n a -
do. Pocos consejos podremos dar, porque todos se resu-
men en una sola palabra: cuidado; alimentación a d e -
cuada, ni escasa ni excesiva, que indicaremos al detalle
al tratar de ella general y particularmente; limpieza y
empleo de todos los medios que tiendan á evitar golpes,
caídas, saltos y otras mil circunstancias que determi-
nan el aborto, son las tres bases en que se funda la pa-
labra cuidado. L a alimentación escasa priva á los fetos
de las sustancias indispensables para llegar á su des-
arrollo intr a-uterino; la excesiva predispone á afeccio-
nes intestinales y gástricas, que favorecen el aborto; la
extremada debilidad dificulta el parto, y la excesiva
gordura expone á la madre á que muera al parir. Toda
la dificultad de la ganadería en este y en todos los c a -
sos, está en prevenir las necesidades futuras; durante
la preñez toda la atención debe dirigirse á evitar el
aborto, facilitar el parto y hacer de modo que la hembra
recien parida reúna las condiciones necesaidas para
criar á sus pequeñuelos sin accidentes por parte de una
ni de otros.
E l local que deben ocupar las puercas preñadas es
también circunstancia que importa tanto como la a l i -
— so —
mentación, y de que en su lugar nos ocuparemos. Los
locales sucios y estrechos, húmedos y mal ventilados,
son causa de un cincuenta por ciento de abortos, que
representa una considerable pérdida para el ganadero.
E l aire infecto, la humedad, la falta de ventilación y
los estrujones que al dormir sufren las puercas, o p r i -
midas por sus compañeras, son otros tantos agentes,
que, cuando menos, conducen á la producción de anima-
les mal criados ó deformes. ¿Compensará la pérdida
de una cria la economía de dinero y la de cuidado iguales
para diez que para cincuenta reses? Claro es que n o .
Pues no habiendo ventaja en el abandono, téngase cui-
dado.
Parto.—Ál hablar del parto en este lugar, nos refe-
rimos al caso en que la función fisiológica se verifica
naturalmente, como sucede en la inmensa mayoría de
los casos en que la puerca por sí sola efectúa tan impor-
tante función sin inconveniente ni obstáculos. Cuando
por una circunstancia cualquiera este acto presenta d i -
ficultades, sean las que quieran, su asistencia corres-
ponde al veterinario, y en su lugar indicaremos lo que
se debe hacer.
L a proximidad del momento de parir se indica en
las puercas de una manera inequívoca: desde que el ani-
mal comprende que se aproxima el instante, está i n -
quieta, se acuesta y se levanta á cada paso, su marcha
es pesada y vacilante, y al anclar se queja y gruñe á im-
pulso de los primeros dolores: la bulva se le abulta, los
hijares se retraen, la cola se pone lacia y finalmente, el
animal se hace la cama amontonando en sitio a b r i g a -
do yerba y hojarasca, si está en el campo, ó paja en un
rincón de la cochiquera, si está encerrada. E n el p r i -
mer caso, lo que procede hacer, es llevar la puerca á
la cochiquera destinada para parir, para allí asistirla, si
es preciso, y evitar que la intemperie dañe á los g o r r i n i -
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líos: si está encerrada, esperar el momento crítico. Si el
parto se presenta bien, se reduce el cuidado á evitar que
al tumbarse el animal para espeler un nuevo cochinillo,
aplaste á los ya nacidos, y acercar estos á las tetas para
que mamen, siempre halagando á la madre y dándola
alguna golosina para evitar que esta manipulación la
irrite. E n el caso de presentar dificultades esta función,
es preciso recurrir á la aplicación de remedios que i n d i -
caremos al tratar de las enfermedades del aparato gé-
nito-urinario.
Las puercas primerizas ó las que han estado mal
alimentadas acostumbran por un efecto inexplicable á
comerse á sus crias en los primeros momentos. Nosotros
nos explicamos este hecho como un efecto de la g l o t o -
nería proverbial de los cerdos; la manera de evitarlo
consiste en alimentar bien á las puercas el dia y horas
antes de comenzar el parto; y si se quiere, rociar á los
gorrinillos, á medida que van naciendo, con una disolu-
ción de acíbar ú otra sustancia amarga. Sucede á veces
que los gorrinillos nacen con los dientes largos, y en
este caso lastiman los pezones de la madre,, que se r e -
siste á darles de mamar, por el dolor que siente; enton-
ces es menester sacrificarlos ó cortarles los dientes.
Desde el momento en que se observan los primeros
síntomas del parto, es preciso colocar á la puerca en
una cochiquera espaciosa, en que pueda revolverse con
anchura y ponerla buena cama de paja ó heno, que no
tenga granos de simiente, para evitar que buscándo-
los la revuelva; entierro los gorrinillos, y se eche sobre
ellos.
Cuidados que exigen la madre y los hijos después del
parto.—Después de arrojadas las parias, no deben nacer
más lechoncillos; no obstante, nosotros hemos tenido
ocasión de ver suceder lo contrario; aunque sea raro,
de.todos modos nada cuesta esperar un poco hasta c o n -
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vencerse de que el parto lia terminado. Una vez adqui
rida esta certeza, se deja tranquila á la puerca por espa-
cio de unas horas, pasadas las cuales, se puede c o m e n -
zar á alimentarla ligera y frecuentemente, observando
si sobreviene algun accidente y si maman los g o r r i n i -
llos. Poco á poco la alimentación debe se más suculenta,
y siempre abundante y administrada con frecuencia
Durante el período de la lactancia sucede algunas v e -
ces que la secreción láctea disminuye ó desaparece de
una ó más mamas, y en este caso los gorrinillos, que
siempre maman de la misma teta que cogieron por vez
primera, perecen; cuando esto sucede, es menester coger
á los desgraciados y hacerles mamar de otra desocupa-
da. Cuando el número de gorrinillos es muy grande,
conviene á los cuatro ó seis dias de nacidos, escoger los
que más esperanzas inspiren y matar los demás ó ponér-
selos á otras puercas que tengan pocos, para evitar que
aniquilen á la madre y ellos no se crien bien, porque
vale más poco y bueno que mucho y malo.
Destete.—Seis semanas después de haber parido, vuel-
ve el celo á .manifestarse y con su aparición comienza á
disminuir la secreción láctea. Como que por esta época
los gorrinillos están ya criados, puede comenzarse el
destete de los más robustos, dejando á los otros cuatro ó
seis dias más. Para destetarlos, se separan de la madre,
de quien no mamarán más que una ó dos veces al dia,
sustituyendo la lactancia con unas gachas de leche de
vacas, cabras ú ovejas, agua y harina de cebada, muy
claras en un principio y progresivamente más espesas y
con menos leche. A los dos ó tres dias, ya no se les deja
mamar, y con frecuencia se les da el alimento indicado,
cada vez más sólido. Cuando ya comen bien, sin a c o r -
darse de la madre, si el sistema que se sigue es el p a s -
toreo, se les saca al rededor de la casa á las horas en que
la temperatura es agradable, para que se robustezcan
— 33 —
y comiencen á buscarse la comida; una ó dos semanas
después se los'divide en piaras, según las edades, apar-
tando los elegidos para berracos, que se separarán de
las hembras, para evitar que los más precoces se piquen
y estropeen, y se comienza á llevarlos al campo, hasta
que sus fuerzas les permitan reunirse á las piarás de
capones ó de puercas vacías.—Si el sistema es la esta-
bulación, después de destetados, se les lleva á los loca-
les destinados al destete.

s
CAPÍTULO V .

Diversos métodos que pueden seguirse para la cria y sostenimiento del ganado,
de cerda.—Método de pastoreo.—ídem de estabulación temporera.—ídem
de estabulación permanente.—Ventajas é inconvenientes que presenta cada
uno de estos métodos.

Según sean las circunstancias en que se halle el ga-


nadero, tales como el clima, el capital, la calidad de las
tierras, etc., puede emplearse uno de los tres métodos de
pastoreo, estabulación permanente ó temporera, siempre
unidos y rodeados de todos los adelantos y mejoras que
las circunstancias permitan. Pocos son los economistas
modernos que no acepten en uno de sus términos el sis-
tema de estabulación, más en armonía que ninguno con
los adelantos modernos y las necesidades de la a g r i -
cultura. E n el extranjero es éste último el que más en
boga está; pero como quiera que las circunstancias e s -
peciales de nuestro país, que es al que debemos limitar
nuestro estudio, hacen que esté muy poco en uso, e x -
plicaremos los tres sistemas, indicaremos sus ventajas
é inconvenientes, y conocida la regla general, podrá el
que á la industria de cerdos se dedique, emplear el que
más le convenga según los casos.
Método da pastoreo.—Este método, seguido como acos-
tumbra hacerse en. España, tiene mucho de brutal, pues
— 36 —
que para nada han influido los adelantos propios de la
época. Sin duda ninguna, si los primeros patriarcas
pudieran resucitar y ver la manera de conducir los r e -
baños por este sistema, nada estrañarían, porque nada
se hace mejor que en los primitivos tiempos. A b a n d o -
nados los animales á sus propias fuerzas, sin más ayuda
que la naturaleza, sin un pastor que los cuide á veces,
proporcionan rendimientos los años buenos y pérdidas
aquellos en que, la violencia de los frios, ó la sequía del
verano diezman las piaras por el hambre y las enferme-
dades. Bajo este punto de vista el pastoreo es un sistema
perfectamente brutal, porque está en contraposición del
orden y la economía. No obstante, en ciertos y deter-
minados países de España, en que la falta de población
deja aisladas é incultas inmensas superficies de terreno
cuya fertilidad es enorme, puede, modificado, emplearse
con ventaja. Dado caso de adoptaido, es preciso hacer de
modo que pierda algo de su brutalidad primitiva, ro-
deando el sistema de los cuidados y adelantos propios
de la civilización. Los ganados sometidos á este r é g i -
men deben desde luego no dejarse abandonados, teniendo
do pastores que los cuiden y con inteligencia los dirijan
para evitar que recorriendo todo el terreno destinado
para sostenerlos, en poco tiempo, consuman primero los
mejores pastos quedándoles los más inferiores para el
resto del año. Del modo de conseguir ésto, trataremos
en el capítulo correspondiente á la alimentación.
E l que tengan pastores que los cuiden, es también
punto importante; parece una puerilidad, y no obstante
tiene gran importancia saber las circunstancias que este
cargo necesita, circunstancias que hacen que no todos los
hombres sirvan para desempeñarlo. Como quiera que al
pastor se encomiendan intereses que la muerte puede
destruir, es preciso que el que se encarga de tan i m p o r -
tante papelsea cuidadoso, activo é inteligente; que tenga
— 37 —
afición al oficio y obedezca los mandatos de su jefe sin
impacientarse ni descargar su ira sobre los animales
que le estén encomendados. Ningún nombre debe e n -
cargarse de más de cincuenta reses, porque aun así será
excesivo el trabajo que le acasionen, dadas la i n d o c i -
lidad de los cerdos y su terquedad y glotonería.
E l ganado de cerda debe dividirse en piaras distin-
tas, en que se reúnan individuos cuyas análogas c i r -
cunstancias hermanen las necesidades de todos; así las
puercas preñadas deben ir todas juntas en una piara,
porque su estado no les permite andar deprisa y todas
necesitan con corta diferencia los mismos cuidados; los
cerdos capones, deben formar otro grupo, en que p u e -
den llevarse los berracos y gorrinillos enteros; las puer-
cas jóvenes y que aun no crian, pueden reunirse en otro;
y finalmente, los gorrinillos según las edades pueden
formar varias piaras. E l llevar los cerdos así distribui-
dos tiene por objeto evitar que riñendo las puercas j ó -
venes con las preñadas las hagan abortar; el no o b l i -
gar á los gorrinillos muy jóvenes, que en corto espacio
de terreno encuentran alimento bastante,' á andar más
de lo que sus fuerzas les permiten, y finalmente, evitar
que los berracos cubran á las puercas cuándo y cómo
quieran, si tienen ya la edad conveniente, ó se piquen si
no la tienen.
Estabulación temporera ó sistema mixto.—Como t o -
das las cosas, tiene que depender el uso de este sistema
de las circunstancias; pero en la inmensa mayoría de
los casos, reúne ventajas que lo hacen preferible al
•pastoreo y la estabulación permanente. Participando de
los otros métodos, reúne las ventajas de los dos, sin
sus inconvenientes respectivos. E n tina palabra, esta-
blece un término medio en razón directa de las c i r -
cunstancias más comunes en nuestro pais. Los ganados
sometidos á este régimen pacen en el tiempo bueno en
— 38 —
los terrenos de que la agricultura no puede sacar n i n -
gún partido, economizando alimentos debidos al trabajo
del nombre, y en los malos, cuando la naturaleza DO pro-
duce nada espontáneamente, se alimentan con los frutos
debidos á la agricultura. Sometidos constantemente los
animales al cuidado del hombre, se ven libres de los mil
y un accidentes á que en caso contrario estarían e x -
puestos, y los cuidados del amo se ven retribuidos de
una manera notable.
Estabulación permanente. —Este sistema, más en voga
que ningún otro en el extranjero, es indispensable en los
países en que la mucha población explota hasta el ú l -
timo extremo todos los terrenos, sea la que quiera su
clase. E n este caso, no habiendo medio de entregar á los
animales un palmo de tierra inculta, y siendo por otra
parte necesario criarlos, pues su gran utilidad los hace
indispensables, es menester tenerlos encerrados constan-
temente, atendiendo á su subsistencia por medios a r -
tificiales. Este sistema no es aplicable en la mayoría de
las provincias de España, en que sobra terreno inculto;
no obstante, en algunas puede tener graneles ventajas si
las circunstancias lo requieren. Supone su uso grandes
gastos, buenos locales y multitud de accesorios para que
sus productos compensen los desembolsos.
Ventajas é inconvenientes de cada uno de los sistemas
citados.-—Ál hablar del sistema de pastoreo hemos dicho
que en ciertas y determinadas ocasiones puede emplear-
se con ventaja: esta afirmación podrá hacer creer que
somos partidarios de él, contra la opinion de tocios los
economistas modernos; pero como quiera que siéndolo
demostraríamos una pequenez de aspiraciones indigna
de todo hombre amante de su país, creemos del caso ex-
plicar nuestras palabras. Tal vez nos las hayan inspira-
do consideraciones ajenas al ramo de ganadería que
nos ocupa; tal vez al decir que en ciertas y determina-
— 39 —
•das ocasiones pudiera el pastoreo emplearse con venta-
j a , nos inspiraba la dificultad que experimentamos la
inmensa mayoría de los españoles para aceptar i n n o -
vaciones propias del siglo en que vivimos, y emplear
nuestra inteligencia en mejorar los medios de producir
más y mejor. A l escribir este libro nos dirigimos á los
.ganaderos de cerdos en general; al expresarnos como
lo Hacemos Hablando del pastoreo, nos dirigimos á los
que, refractorios al progreso, multiplican sus ganados
de la manera primitiva que lo Hacían nuestros a n -
tepasados; á aquellos que porque producen de esa m a -
ñera creen inútil Hacer ninguna mejora para producir
más. Las ventajas del pastoreo están reunidas en la es-
tabulación temporera, que evita los inconvenientes ane-
jos al primer método, y creemos que entre uno-y otro la
elección no es dudosa: en una palabra, el pastoreo que
nosotros aceptamos es mía estabulación temporera i m -
perfecta y más barata á primera vista. Los animales
criados por el método primeramente descrito, acostum-
brados á la intemperie y ejercicio, pueden con más f a -
cilidad trasladarse á pié á ferias y mercados. Esta es á
nuestro entender la primera y única ventaja. E n c a m -
bio, como viven en medio de los montes, sin ver más
gente que los pastores, siendo punto menos que s a l v a -
jes; si la desgracia Hace que la epizootia se apodere de
las piaras ó una enfermedad cualquiera de uno ó más
individuos, es obra más que imposible emprender una
curación, difícil por la indocilidad de los pacientes aun
tratándose de puercos domesticados. Además, como la
alimentación tínica que se les suministra es la que n a -
turalmente producen las danesas destinadas al fomento
de esta especie de ganado, los animales perecen en cuan-
to viene un año estéril; y como los locales suelen estar
mal acondicionados, la intemperie, que ordinariamente
les robustece y Hace más vigorosos, cuando es incle—
— -10 —
mente, cuando los inviernos son excesivamente frios ti-
los calores del estío son muy fuertes, causa bajas sin
cuento. Cierto es, que esto no sucede siempre, pero con
una vez que de tiempo en tiempo suceda, las pérdidas
superarán á las ganancias anteriores, ó si no superan,,
siempre serán pérdidas. Por otro lado, ciertas razas su-
periores á las indígenas, procedentes de otros climas
distintos en todo del nuestro,, cuya importación puede
convenir al ganadero para mejorar, las que tenga, no
subsisten por este método. Finalmente, la falta de l o -
cales á propósito para cada caso y la de cuidados asiduos
son causas anualmente de pérdidas, por abortos y otros
accidentes, bastantes á mejorar las condiciones de la cria
si se reuniese en metálico el total formado por las de dos
ó tres años. Considerada la cuestión por el prisma de
la alimentación, también ofrece grandes desventajas.
Con los pastos destruidos por las pezuñas de los cerdos
que recorren los montes, se sostendrían una mitad más;
cultivando las tierras incultas que para ser buenas para
pastos han de ser fértiles, se alimentaria doble número
de cabezas. Todos estos inconvenientes se ven destrui-
dos empleando el sistema mixto, ó sea la estabulación
temporera. Criados los animales en verdadero estado de
domesticidad, pueden separarse de los otros y curarlos
cuando están enfermos sin grandes dificultades. Libres
de la intemperie en los dias malos y bien alimentados
siempre, su desarrollo es precoz y llega á su término sin
dificultades, pudiendo así evitar las bajas y abortos y
aclimatar la mayor parte de las razas extranjeras: a l i -
mentando á los animales eon productos debidos ala agri-
cultura, se sostiene mayor húmero de cabezas en el mis-
mo terreno; y haciendo que durante ciertas épocas, en
que la naturaleza todo lo fertiliza, se alimenten en aque-
llas tierras de que el hombre no puede aprovecharse, se
economiza alimento para tiempos peores.
—u —
Este sistema es á primera vista más caro; pero si
bien se mira, se verá que la economía al cabo de t i e m -
po es mayor siguiendo el método de estabulación tem-
porera que el de pastoreo.
L a estabulación permanente es ventajosísima, no
cabe la menor duda, pero tiene su verdadera aplicación
en aquellos países en que la division de la propiedad y
la población son muy grandes, y por tanto, en una cor-
ta extension de tierra es menester sostener gran núme-
ro de animales de varias especies, necesarias todas al
sustento de los hombres. E l cerdo, como ningún otro
animal, se presta á este sistema, que no carece de i n -
convenientes, unidos á sus grandes ventajas. Aunque
es amante de la libertad, se somete fácilmente á la e s -
clavitud constante, y vive contento dentro de su encie-
rro. H a y quien asegura que los cerdos sometidos á este
método y alimentados con trébol verde y habas segadas
en flor se crian más robustos que de otra manera: n o s -
otros, no obstante, creemos que á no tratarse de países
que reúnan las circunstancias que hemos indicado ó de
razas imposibles de aclimatar de otro modo, es preferible
la estabulación temporera. La falta de ejercicio en a b -
soluto es causa de enfermedades; el constante encierro
favorece la obesidad de los puercos, que para ser buenos,
deben estar predispuestos á ella, y ya hemos indicado
los inconvenientes que este estado patológico acarrea;
los berracos que no salen de la cochiquera engordan con
exceso, carecen de agilidad y son menos fecundos. F i -
nalmente, los cerdos criados por este método, son más
delicados que los que se crian por el de estabulación
temporera. De todos los sistemas de cria que hemos in-
dicado, es este el más caro, porque debiendo el animal
estar constantemente en el encierro, es menester a l i -
mentarle todo el año con productos obtenidos á fuerza
de trabajo; son precisos más locales, más personal y
— 42
— ít¿ —

más y mayores cuidados. Nosotros le creemos preferi-


ble al pastoreo, pero muy inferior al m i s t o , dadas las
circunstancias de nuestro país.
Conocidos los métodos, estudiadas sus ventajas y
sus inconvenientes, queda el ganadero en libertad de
escoger el que juzgue oportuno, pudiendo modificarle
seeun los casos y las necesidades.
CAPITULO VI.

De la alimentación en general.—Preparación de los alimentos.—Alimentos


crudos.—ídem cocidos.—ídem en fermentación.—Uso de la sal.—Distri-
bución de los alimentos.—ídem de las bebidas.—Productos que pueden
emplearse para el sostenimiento del ganado de cerda.—Alimentación en
general.

Bajo el nombre de sustancias alimenticias se cono-


cen los cuerpos susceptibles de ser modificados, una vez
ingeridos en el aparato digestivo de los animales, m e z -
clándose y combinándose de manera que, asimilados al
organismo, reparen las pérdidas que sus diversas fun-
ciones le ocasionan diariamente.
L a alimentación es un gravísimo problema, de cuya
resolución dependen los buenos resultados de cualquier
industria ganadera. Dadas las pérdidas que todo ser o r -
ganizado experimenta diariamente, es menester repo-
nerlas si se ha de sostener el justo equilibrio en que se
fundan la robustez y la salud. Si estas pérdidas no se
reparan, viene el enflaque cimiento; y si se continúa el
mismo régimen, á medida que aumenta la debilidad se
aproxima la muerte. La cantidad y calidad de los ali-
mentos es el todo en la ganadería; los alimentos c u -
yas condiciones poco nutritivas son muy grandes,
causan efectos contraproducentes: si son muy duros y
se resisten á la masticación, atraviesan enteros ó poco
menos el tubo digestivo sin dejar ningún principio n u -
— 44 —
tritivo, irritan los órganos por que atraviesan y son ex-
pulsados de la misma manera que se ingirieron en el
estómago. Las sustancias tiernas digeridas perfecta-
mente asimilan toda su parte asimilable y solo son e x -
pulsados aquellos principios no asimilables. De aquí que
con menor cantidad se obtengan mejores resultados.
Por otra parte, aunque la calidad de los alimentos sea
superior, si su cantidad no es suficiente, viene el d e s -
equilibrio, pues que no repara las pérdidas que el o r g a - ,
nismo sufrió; y con este desequilibrio continuado, a p a -
recen los inconvenientes anteriormente indicados. Si
en otros animales la alimentación escasa ocasiona el
enflaquecimiento y la disminución de fuerzas, condicio-
nes siempre desfavorables al ganadero, la falta de a l i -
mentación necesaria para sostener á los cerdos en b u e -
nas carnes ó muy gordos, según los casos, destruye por
completo el objeto de la cria. Cuando se priva de una
parte de su alimento á los animales destinados al t r a -
bajo, puede calificarse de cruel al dueño de aquellos, que
no satisface la necesidad de seres que emplean sus fuer-
zas para enriquecer á quien les niega el alimento: pero
quien prive á los cerdos de la alimentación necesaria,
merece el triste calificativo de insensato, pues que d e s -
truye su propio capital, quitando á estos animales la
única condición apetecible, que es la gordura. Por otra
parte, el desarrollo de los animales es mucbo más lento
y débil en los mal alimentados, razón por la que los
gorrinillos jóvenes que no se cuidan bien no puede e s -
perarse que valgan mucho.
Las materias alimenticias solubles son tanto más fá-
ciles de digerir cuanto mayor sea su solubilidad. L o s
alimentos están compuestos de oxígeno, hidrógeno, car-
bono, ázoe, azufre, fósforo, cloro, cal, potasa, sosa, sí-
lice, magnesia, alúmina, hierro, etc., en proporción v a -
riable según la clase. También se encuentra en los a l i -
— 45 —
méritos en proporción mayor ó menor, según sea su e s -
pecie, goma, azúcar, fécula, albúmina, gluten, gelatina,
fibrina, caseina, grasas, aceites fijos ó esenciales, r e s i -
na, etc., además de las sustancias minerales. Cada uno
de estos principios tiene un valor nutritivo y de aquí
que, según la abundancia de cada uno, convengan en
ciertos casos unos alimentos y otros en otros.
Las plantas de olor fuerte, más bien medicinales que
alimenticias, son poco nutritivas y deben emplearse
mezcladas con otros alimentos insípidos, á quienes den
olor y sabor agradables. Las de olor repugnante, viro
so, son venenosos, más ó menos narcóticas; los p r o d u c -
tos ricos en principios dulces, azucarados, son fáciles de
digerir, se asimilan en gran parte y sirven para nacer
engordar; los amargos y astringentes mezclados con otros
en quienes abunda la fécula ó el azúcar, constituyen un
excelente alimento para los animales linfáticos; los pro-
ductos ácidos, acuosos é insípidos son poco nutritivos;
finalmente los leñosos deben desecharse por las razones
ya expuestas, que creemos ocioso repetir.
Preparación de los alimentos.—En los países en que
no es grande la abundancia de alimentos, es costumbre
prepararlos de manera conveniente para hacerlos más
nutritivos. Los cerdos comen toda ó casi toda clase de
productos, y de aquí que no sea tan necesaria la p r e -
paración: no obstante, si no indispensable, es c o n v e -
niente, porque inevitablemente lo ha de ser todo lo que
tiende á aumentar las condiciones nutritivas de los ali-
mentos ó á hacerlos de más fácil digestion. Esta prác-
tica es siempre económica, pues que haciendo más n u -
tritivos los productos con que se cuenta, igual cantidad
nutre más, y la mayor gordura con menor coste s u -
pone más barato el objeto propuesto; en segundo lugar,
la fácil digestion de los alimentos evita indisposiciones
gástricas, y por ende bajas.
— 46 —
E l uso de los alimentos crudos puede ser ó no ven-
tajoso según los casos y la clase: las plantas f o r r a j e -
ras, por ejemplo, son consumidas por los cerdos cuando
están verdes, y rehusadas cuando secas. E n cambio los
tubérculos y otras raíces empleadas en crudo tienen des-
ventajas. Desde luego puede afirmarse que la comida
cocida es más fácil de digerir; y á esta ventaja une la da
poder hacerse las mezclas que según los casos sean con
venientes, cosa imposible de conseguir administrando
crudos los alimentos. Las patatas, nabos, remolachas y
demás raíces, se administran con ventaja, cocidos y ma-
chacados; en este estado se aprovecha más, porque aun-
que alguna ó algunas estén algo averiadas, la cocción
modifica sus condiciones, y revueltos con otros produc-
tos no se percibe el mal gusto, los animales las comen
mejor. Algunos autores recomiendan el uso de las pa-
tatas asadas al horno, y sin duda tiene ventaja esta
práctica, porque después de perdida el agua de vegeta-
ción se reduce el volumen, y por lo tanto, aumenta su
efecto nutritivo,.porque pueden los animales comer ma-
yor cantidad en menor volumen. Finalmente, los a l i -
mentos coriáceos, fibrosos y duros, después de cocidos
se hacen buenos, son más fáciles de digerir y pierden
la facultad de irritar el aparato digestivo, porque r e -
blandecidos no se resisten á ser masticados, y por lo
tanto pueden digerirse. Los granos ofrecen el mismo in-
conveniente que los productos leñosos ó las raíces c o -
riáceas y duras. Para administrarlos al ganado de cer-
da deben triturarse, cocerse ó remojarse. En cualquier
caso, siempre que la comida esté cocida, debe adminis-
trarse templada, y no caliente.
E n algunos países, tales como Alemania, S a b o -
y a , etc., se sigue la práctica de administrar los residuos
de la fabricación de cerveza, azúcar, etc., y los tubércu-
los y raíces en estado de fermentación. Los cerdos gus-
— 47 —
tan de esta comida, y se observan buenos resultados
empleándola. Para prepararla así, se coloca en una tina
ú otro cualquier recipiente el producto alimenticio que
se va á emplear, todo machacado y revuelto; se le mez-
cla una cantidad proporcionada de agua caliente, y h e -
cho esto se comprime y se deja fermentar por espacio de
veinte ó más horas hasta que se alcoholizan los alimen-
tos así dispuestos, conociéndose que llegaron á aquel es-
tado por el olor y el calor que desarrollan. Es m e n e s -
ter cuidar que no pasen los productos que se preparan
así del límite deseado, porque en caso contrario, si p a -
san de la fermentación alcohólica á la acética, serian
perjudiciales en vez de convenientes. La fermentación se
establece en todas las sustancias que contienen fécula,
azúcar y principios azoados que están húmedos, espues-
tos al contacto del oxígeno, y sometidos á una tempe-
ratura mayor de 10° y una humedad conveniente.
Aplicación de la sal.—El uso de la sal mezclada en
cantidad racional con los alimentos ó el agua está r e -
conocido como ventajosísimo por la mayoría de los agri-
cultores modernos. Saintelair nos dice: " E n Irlanda va-
rios de los cerdos más gordos que mataban habían c o -
mido sal y no habían exigido para su cebamiento más
que la mitad del tiempo que necesitaban para el suyo
los que no usaban este condimento. La sal obra sobre
el organismo como tónico, estimulante. La sensación
que produce gusta más á los animales que la de otros
condimentos, y consolida más que los amargos las c a r -
nes, regulariza las funciones, fortifica la economía de
los pletóricos, poniéndolos en disposición de resistir á
las causas mortíferas que produce la debilidad de los
órganos, y más especialmente las epizootias. La sal
entra en la composición de todas las partes del cuerpo y
es necesaria á la formación de los órganos, como lo son
otros elementos anteriormente indicados; y es de a d -
— 43 —

vertir que ninguna otra sustancia puede sustituirla si


se la considera como elemento nutritivo, porque el á c i -
do carbónico y sosa carbónica que abunda en el cuerpo
animal no puede atribuirse más que á la descomposición
de la sal tomada bajo una forma cualquiera. E n el s e -
men, el feto y la leche se encuentra gran cantidad de
sal, por cuya razón conviene administrarla á los berra-
cos y puercas preñadas ó que crian, y á los lechonci-
llos jóvenes, pues es necesario para la nutrición de los
músculos y huesos.)! Los animales ya adultos la necesi-
tan también para reemplazar la que se pierde en los
orines y escrementos, y con los individuos sometidos
al cebo debe emplearse del mismo modo; porque si
bien es cierto que sus efectos no son la producción de
carne, obrando como agente fortificante sostiene el ape-
tito, entona los órganos de la digestion debilitados por
la obesidad, y por lo tanto modifica las condiciones
desfavorables en que naturalmente se encuentra todo
animal á quien se saca del régimen higiénico ordinario
para hacerle experimentar los efectos de un estado con-
tra natura.
No obstante todas estas ventajas, es menester que el
uso de la sal sea moderado y racional, porque el abuso
predispone á las inflamaciones del tubo digestivo.
La cantidad de sal que debe adicionarse á la comida
ordinaria de cada cerdo, varía según la clase de la a l i -
mentación. Según la calidad de las tierras es también
mayor ó menor la cantidad de sal que sus productos en-
cierran, y de aquí que el justo medio sea difícil de apre-
ciar. Monsieur Herlincourt establece como tipo la c a n -
tidad de doce gramos diarios por cabeza. Monsieur
Hardosim de veinte á treinta para el ganado de cebo y
veinte para el que no se ceba; el Gobierno de Bélgica
fija la cantidad de veinte gramos diarios; en la frontera
de Suiza se emplean para cada cerdo treinta y tres
— 49 —
gramos diarios y en Suiza ciento cincuenta. Pero como
y a hemos dicho, depende la ración de sal de la calidad
de los alimentos, y por lo tanto del análisis de aquellos
el poder fijar una cantidad proporcional que indique la
adición, fundándose siempre en un cálculo racional. E n
las obras españolas (al menos en las que nosotros c o -
nocemos) no se encuentran datos referentes á la ración
conveniente en nuestro pais; y como quiera que en la
alimentación del ganado de cerda apenas se conoce en
España el empleo de la sal, no hemos podido adquirir
datos que nos permitan fijar un tipo exacto, consecuen-
cia del usado con ventaja en cada provincia. Nosotros
hemos empleado con buen éxito la adición de doce gra-
mos por cabeza diariamente; pero este tipo es apropiado
en paises cuyos pastos reúnen las condiciones propias
de las de tierras medianamente salitrosas que c o m u n i -
can á sus productos una cantidad de sal proporcional
al que hemos indicado. Así pues, lo repetimos; analí-
cense los productos que se empleen para la alimenta-
ción del ganado de cerda, y con arreglo á los tipos que
hemos reunido calciilese la adición necesaria y variable
según las sustancias que se empleen y la calidad de los
terrenos.
Distribución de los alimentos.—La distribución de los
alimentos está también sujeta á las circunstancias, pu-
diendo variar con aquellas. E l método empleado para
la cria, la calidad de los productos de que se dispone,
el estado de los animales, el fin á que se dedican, etc.,
son otras tantas circunstancias que es menester tener en
cuenta para determinar la ración diaria que les convie-
ne. Porque dicho se está que un cerdo, 'cuyo desarrollo
no ha llegado á su término, necesita más alimento p r o -
porcionalmente que otro ya adulto; que un animal que se
ceba ó sirve como reproductor, ha de comer más que
otro que no se dedica á este fin. Un cerdo que va al
4
— 50 —
campo y en él recoge algun alimento, necesita una r a -
ción menor que otro que está siempre encerrado en su
zahúrda. Finalmente, según sean las condiciones n u -
tritivas del producto que se emplea, puede variar n o -
tablemente la ración. E n una palabra, en la práctica
se estrellan todos los cálculos que se hacen sobre el
particular, y es lo más sencillo ensayar con cada i n d i -
viduo una ración, aumentada progresivamente hasta
adquirir la certeza de que ha satisfecho su necesidad.
¿De qué sirve fijar una cantidad determinada si el r e -
sultado ha de ser nulo? A l escribir este libro, queremos
hacer una verdadera descripción de todo cuanto se r e -
fiere á la cria del ganado moreno, y no entra en n u e s -
tro sistema hacer cálculos inútiles por lo ilusorios.
Diversos productos que pueden emplearse para el soste-
nimiento del ganado de cerdea.—La proverbial glotonería
del cerdo le hace apto para comer todo género de p r o -
ductos, así vegetales como animales. Esta propiedad le
ha valido la denominación de omnívoro que algunos
naturalistas le han aplicado; nosotros, no obstante,
creemos que su constitución, más apta para consumir
productos vegetales, gana muy poco, ó tal vez pierde,
si se la somete á un régimen alimenticio animal. No
pudiendo emplear para su entretenimiento carnes s u -
periores por su calidad, porque seria sumamente caro,
vale más emplear para sostener y cebar los cerdos los
vegetales, dejando á un lado, como poco ventajoso, el
empleo de la carne para estos mismos fines.
Según las circunstancias que rodean al ganadero,
puede variar la calidad de las sustancias aplicadas á la
alimentación de estos productivos animales, y más ade-
lante, en su correspondiente lugar, hablaremos sobre
ello; pero en cualquier caso pueden emplearse con m'a-
yor ó menor ventaja y economía los productos siguien-
tes: las hojas, tallos y raíces del trébol, la alfalfa, la-
— 51 —
algarroba, las babas, etc., bien verdes, bien mezcladas
después de secas, con otra comida, cociéndolas con
ella ó en fermentación. Toda clase de tubérculos y r a í -
ces, tales como patatas, zanahorias, nabos, r e m o l a -
chas, etc., crudas, cocidas ó mezcladas con otras sus-
tancias alimenticias. Las bellotas, castañas crudas, he-
chas pedazos ó cocidas; las castañas de Indias, hacién-
doles perder su acritud por medio de la cocción, el fru-
to del hayuco; toda clase de harinas, de trigo, cebada,
centeno, maíz, arroz, etc. Los residuos de las fábricas
•ele harina de trigo, de las de cerveza, almidón, aguar-
diente y vino (orujo de uva), aceite (cospillo), azúcar
de remolacha, etc. Toda clase de granos, tales como
t r i g o , cebada, centeno, etc., triturados ó cocidos, p o r -
que enteros no los digieren. L o s granos de habas, g u i -
santes y toda clase de frutas, no siendo acidas ó des-
agradables.
Á primera vista se comprende que de todos estos
productos son más ventajosos los más nutritivos y f á -
ciles de digerir; pero como quiera que de las circunstan-
cias depende el uso más ventajoso, sometemos al buen
criterio del criador la elección, sin recomendar n i n -
guno.
Administración de los alimentos.—Según el método
que se emplea para la cria del ganado moreno, varía el
sistema que debe seguirse para administrar á los a n i -
males su respectiva ración de alimento. Cuando se sigue
el método de pastoreo, no existe sistema ninguno, p o r -
que los animales mismos buscan su comida sin ayuda de
ningún género. Siguiendo el de estabulación, es menes-
ter dar todos los dias á cada individuo su ración corres-
pondiente. Empleando el sistema mixto, sucede uno y
otro.
E n el primer caso, toda la cuestión está reducida á
sacar diariamente el ganado, llevarle á los terrenos des-
— 52 —
tinados á su entretenimiento y dejarle comer lo que e n -
cuentre, cuidando en los meses de mucho calor de reti-
rarle á parajes frondosos, donde encuentre sombra y
agua en que bañarse y refrescarse, práctica de que gus-
tan mucho los cerdos, de suyo ardientes, ó alócales cu-
biertos, donde se resguarden del sol en las horas en
.que es más fuerte. Siempre es menester procurar que el
ganado no se salga de sus límites ordinarios, porque
de lo contrario consume las pastos buenos y deja los ma-
los, que finalmente consume acosado por el hambre,
desmereciendo, por consiguiente. E l agua en todos los
casos debe abundar en donde se tenga ganado de c e r -
da, porque sin bañarse sufre mucho acosado por los in-
sectos, de los cuales no se puede librar.
Cuando el ganado está sometido al régimen de esta-
bulación varía completamente el método que para la ad-
ministración de los alimentos debe seguirse. Encerrados
en su cochiquera constantemente, los animales criados
por este método necesitan especiales cuidados que por
sí mismos no pueden proporcionarse. A horas fijas, por
la mañana, al mediodía y por la noche, debe repartir-
se la comida, graduando la ración de cada individuo, y
teniendo en cuenta, para graduarla, su edad, estado de
gordura y fin para que se destina. Antes de llenar de
nuevo las vasijas ó comederos, deben limpiarse p e r f e c -
tamente, porque el cerdo gusta de la limpieza; la comida
cocida debe darse siempre fría, porque si está muy c a -
liente, es mal sana, se impacientan los animales, la en-
sucian y desperdician, revolviéndola, y la tragan casi
sin masticar. Cuando se emplean productos crudos, tales
como patatas, nabos, etc., deben administrarse cortados
en pedazos pequeños, para evitar que, por la prisa de c o -
merlos, quieran tragarlos enteros, y si son muy grandes
obstruyan el tubo respiratorio y se produzca la muerte
por asfixia, accidente frecuentísimo en donde se crian
— 53 —
muchos cerdos, cuando es difícil observarlos mientras
comen. Cuando los locales no tienen condiciones que
permitan á cada individuo comer independiente de los
otros ó al menos con cierta independencia, debe procu-
rarse no dar de comer á muchos á un tiempo, porque los
más débiles son víctimas de los más fuertes y glotones.
Finalmente, después de cada comida deben reconocerse
las pilas destinadas al agua, y renovarla si falta. La ra-
ción debe ser siempre moderada, sobre todo cuando se
sigue este sistema, para evitar los inconvenientes que
trae consigo la excesiva gordura de los individuos d e s -
uñados á la reproducción, pero nunca escasa, porque
tan funestos resultados puede acarrear una gordura ex-
tremada como el enflaquecimiento.
E l sistema mixto ó de estabulación temporera partici-
pa, como anteriormente eligimos, del pastoreo y la esta-
bulación. E n este caso, llevado el ganado á los prados
naturales ó artificiales que se les destinan, y encerra-
do en cercados ó empalizadas portátiles más ó menos
grandes, según el número de cabezas, consume aquel
alimento durante el dia, y según las épocas, antes de
salir y al volver del campo, se le da una cantidad de
alimento ó se le tiene encerrado, alimentándolo como
indicamos al hablar de la estabulación. Empleando este
sistema, se consigue tener el ganado en buenas carnes
siempre, con más economía que en el de estabulación y
que goce de todas las ventajas que el ejercicio propor-
ciona. Por otra parte, los animales comen la clase de
productos que su dueño desea, porque encerrados en
sus cercados correspondientes, ó no han de comer, ó si
lo hacen se consigue el objeto propuesto. L a ración en
este caso puede ser muy varia, según la abundancia
de pastos, siendo muy escasa ó ninguna en la época en
que el ganado va á los rastrojos ó los patatares en que
ya se hizo la recolección, etc.
— oi —
De todos modos, sea el que quiera el sistema que se
siga, debe cuidarse, de observar las reglas siguientes:
1.
a
Que la alimentación sea sana y no la c o n s t i t u -
yan productos averiados ó de mala calidad, que s i e m -
pre ocasionarán más pérdidas que economía.
2.
a
Que la ración sea moderada; ni escasa ni e x c e -
siva en los animales destinados á la reproducion, abun-
dante sin exageración en los que se destinen á ser ceba-
dos, y suficiente á cubrir la necesidad, en los cebones.
3.
a
Que nunca falte agua en las pilas ó vasijas des-
tinadas para el consumo de los animales.
4.a
Que la limpieza y el cuidado sean el norte de los
empleados en la asistencia de los animales.
CAPITULO VII.

Cebamiento.—Condiciones que deben reunir los animales destinados á este obje-


to.—Castración.—Alimentación y cuidados que requieren los animales so-
metidos al cebo.—Época más conveniente para emprenderlo.—Diversos me-
dios de cebamiento.—Resumen.

L a elección cíe las reses que se hayan cíe someter al


cebamiento, es cuestión importantísima, pues que de
ella depende el buen éxito de la empresa. L a primera
condición es la edad; causa primera de que en ciertos
animales no se consiga el objeto propuesto. La más
apropósito es aquella en que, habiendo llegado el a n i -
mal á su completo desarrollo, puede emplear el exceso
de alimentos que se le administran en producir una su-
perabundancia de sustancias que, interpuestas entre
las fibras, ensanchan las partes y producen una g o r -
dura exuberante. Si se dedica al cebo un animal muy
j o v e n ó muy viejo es imposible tocar estos resultados;
en el primer caso, la mayor abundancia de sustancias
asimilables tan solo servirá para producir un desarrollo
notable, porque reparadas las pérdidas propias de todo
ser que se está desarrollando, de una manera superabun-
dante, el desarrollo ha de ser mayor y más rápido; y
aunque esto sea un resultado apetecible, nunca podrá
obtenerse una gordura monstruosa, que es el verdadero
objeto propuesto. E n el segundo caso, cuando el a n i -
mal que se ceba es muy viejo, se tocan análogos resul-
— 56 —
tados á los anteriores; porque si bien es verdad que el
animal, aunque sea viejo, si está bien alimentado, puede
engordar, nunca adquirirá la gordura que uno joven, y
su carne será dura, fibrosa, de inferior calidad, y muy
opacos la grasa y tocino.
E l estado ele salud no importa menos que la j u v e n -
tud para obtener cebones de mucho peso en poco t i e m -
po; un animal afectado de una enfermedad cualquie-
ra, no puede nunca llegar á adquirir gordura análoga
al de uno sano y robusto; la falta de apetito y los d o -
lores son patrimonio de los animales enfermos; y d i -
cho se está, que sin uno y con otros nada bueno debe es-
perarse. Además de estas dos condiciones fundamenta-
les, debe procurarse que los animales que se destinen á
ser cebados muestren tendencias al engorde con solo la
alimentación ordinaria; porque es claro que si, no comien-
do todo cuanto quieran y sin los cuidados que deben r o -
dear á los cebones, engordan, su cebamiento será rápi-
do y provechoso una vez sometidos á un régimen más
nutritivo. Fuera de estas tres condiciones, nada puede
decirse que sea seguro y dé resultados prácticos, porque
con las razas varían las formas exteriores. Solo una
condición puede fijarse, además de las tres citadas, aun-
que es general, tiene poca ó ninguna importancia, pues
que con extrema facilidad puede zanjarse. Consiste esta
circunstancia en la docilidad y dulzura de carácter, c o n -
dición ventajosa, porque es más fácil manejar un a n i -
mal dócil que uno indómito, y porque siendo la quietud
circunstancia importante para el cebamiento, si hay uno
alborotador cuando se ceban muchos, revuelve á los
otros con sus gruñidos y se inquieta siempre que se tra-
te de darle ele comer. Pero como hemos dicho, esta c i r -
cunstancia es fácil de corregir; y más adelante, y en
su lugar correspondiente, indicaremos el medio de con-
seguirlo.
— 57 —
Los cerdos castrados son preferibles para el c e b o ,
porque á más de cebarse mejor y más pronto, su car-
ne es más sabrosa y delicada. No obstante, los e n t e -
ros, sea el que quiera su sexo, si por circunstancias
especiales no puede verificarse la castración, pueden
sin inconveniente someterse al cebamiento. Tal sucede
cuando las puercas y los berracos que ya no sirven para
la reproducción, y que por su edad es peligroso someter-
los á la operación de ser castrados, se dedican á este
objeto.
Sobre la época en que es preferible hacer la opera-
ción indicada, de que nos ocuparemos extensamente
más adelante, difieren muchísimo los agricultores.
Unos creen que la época más á propósito es cuando los
animales, ya adultos, se han reproducido; otros, por el
contrario, opinan que es más ventajoso practicarlo
cuando los animales maman aún, á los pocos dias-de
haberlos destetado, ó después de haber escogido los
más á propósito para la reproducción. A nuestro e n -
tender, la segunda opinion es la más acertada; porque
si bien es verdad que si se verifica la castración en los
plumeros dias antes de que los animales puedan r e -
producirse, se quita una cria que observando la p r i -
mera práctica puede conseguirse, no es menos cierto
que, hecha la operación en edad adulta, el aumento de
peligro de muerte de los animales sobrepuja á la p r o -
babilidad de que se reproduzcan. Por otra parte, el t o -
cino y carne que producen animales que se castraron
muy jóvenes, son superiores al de la carne y tocino de
los que ya se han reproducido. Esta operación, senci-
llísima en los machos, y más complicada y difícil en
las hembras, debe siempre encomendarse á manos prác-
ticas é inteligentes.
Aunque al hablar de la alimentación en el capítulo
anterior, dedicado á ella exclusivamente, dijimos b a s -
tante á nuestro entender, no creeríamos completo el
presente artículo si no añadiéramos algo sobre la que
es más apropósito para el cebamiento, abarcándolos prin-
cipios higiénicos y cuidados de que debe rodearse á los
animales que se ceban. Cualquiera de los productos que
indicamos en el capítulo anterior, puede servir para el
objeto, ya lo dijimos; pero no obtante, según el período
del cebo, ofrecen unos ú otros una ventajosa preferen-
cia. Así en el principio, cuando las fuerzas digestivas
en todo su vigor sostienen un apetito bueno y cons-
tante, puede administrarse un producto cualquiera;
porque aunque sea poco nutritivo, el buen apetito de
que goza el animal, le permite comer mucho, y por l o
tanto, la cantidad puede compensar la falta de escelen-
te calidad; pero á medida que el cebo progresa, el apeti-
to y las fuerzas digestivas disminuyen; y naturalmen-
te, ,para que el animal no desperdicie nada y engorde,
es menester progresivamente darle sustancias que en
poco volunten encierren una gran cantidad de princi-
pios asimilables.
La comida que se destine á los cerdos sometidos al
cebo, además de abundante, debe ser variada para es-
timularles á comer más y mejor, siendo preferible
siempre la fermentada ó cocida por las razones que al
tratar de la alimentación indicamos.
Mas para conseguir cerdos bien cebados, no basta
alimentarlos bien: la tranquilidad y la limpieza son
dos agentes que importan mucho. Si el ejercicio se r e -
comienda para combatir la obesidad consiguiente á una
vida sedentaria, dicho se está que ha de ser contrapro-
ducente tratándose de animales que se quiere que l l e -
guen á ella. Siendo la limpieza causa de tranquilidad,
claro es que la falta de limpieza ha de ser perjudi-
cial. E n efecto, si un animal se encierra con otros, se le
tiene suelto, ó se cuida poco de que esté limpio, ha de
— 59 —
moverse necesariamente, porque sus compañeros le mo
lestan, por su voluntad en el segundo caso, ó por las
incomodidades consiguientes á la falta de limpieza,
tales como la presencia de insectos que le m o r t i f i -
quen, etc.
Si un dia se le alimenta á una llora y otro á otra ?

llega un momento en que el animal siente fiambre, se


levanta, gruñe, se impacienta, anda de un lado á otro
de su zahúrda, devora con ansia su ración tan desea-
da, y digiere mal: y si está harto, la come en pequeñas
porciones, la revuelve y desperdicia. Por el contrario,
un cerdo á quien se administra su correspondiente r a -
ción de comida á las mismas horas, á quien se pone
una buena y limpia cama en lugar Acentuado, á una
temperatura agradable, donde no sienta ruido, y en una
palabra, reine perfecta quietud, estando, encerrado en
un sitio medianamente estrecho, reduce su vida á comer
y dormir, y naturalmente, con ese régimen, engorda
rápidamente. Si á estos cuidados se añade una buena
alimentación proporcional á las necesidades del animal
en calidad y cantidad, no puede menos de conseguirse
en poco tiempo una gordura extraordinaria, y por lo
tanto el fin propuesto.
Según el método que para el cebamiento se emplea,
puede calcularse que dos ó tres meses, ó menos tiempo
tal vez, basta para que los cebones alcancen el apogeo
de gordura, llegando esta á un grado tal, en algunas
razas, que la debilidad de las piernas les impide s o s t e -
ner el peso de un cuerpo monstruoso. Partiendo de esta
base, la estación más á propósito para comenzar el cebo
es el principio del invierno, época en que el frío permi-
te á los animales dormir mientras no comen, sin que
los mil insectos que les atormentan eu verano, les i n -
quieten é interrumpan tan conveniente reposo. Comen-
zando el cebo en la época indicada, viene á terminar
— 60 —
en los meses más crudos del año; y como en esta época
las carnes resisten sin estropearse bastante tiempo, pue-
den con menos precipitación prepararse de las infinitas
maneras que se acostumbra hacer. No obstante, en a l -
gunos pueblos hacen una matanza en verano pax-a c o -
mer la carne fresca, y en este caso es menester empren-
der el cebo en otra época que satisfaga el objeto.
Con las costumbres varía el sistema que se emplea
para cebar los cerdos. E n algunos países, en que la abun-
dancia de bellotas es muy grande, suele hacerse de una
manera bastante primitiva, conveniente tan solo c u a n -
do se carece en absoluto de otro medio mejor.
Pudiendo el dueño disponer á su antojo del fruto de
algun encinar, acostumbra dividirse el ganado que seva
á'cebar en piaras de cien cabezas, confiadas al cuidado
de dos porqueros. Se hace dormir una noche á cada pia-
ra en el sitio cuyos pastos ha de consumir en algun
tiempo, porque el ganado de cerda siempre vuelve al
sitio en que ha dormido, á menos que á la fuerza se le
obligue á ir á otro. Por la mañana, se pone uno de los
porqueros al frente de la piara y comienza á andar des-
pacio y en dirección conveniente, llamando á los ani-
males y sacudiendo con un palo las encinas para que
caiga el fruto; el otro porquero marcha detrás arreando
á los que se quedan rezagados, y en esta disposición se
da una vuelta al monte ó parte destinada á aquel n ú -
mero de cabezas. Con este paseo, repetido por espacio
de dos ó tres dias consecutivos, se acostumbran los ani-
males'al terreno que se les destina, donde encuentran
comida abundante, y ya no salen de él. Durante los
primeros dias, no conviene dejarlos comer cuanto quie-
ran, para evitar que se harten y enfermen, y para con-
seguirlo se les hace ir de un lado á otro sin consentirlos
parar; poco á poco se los deja tranquilos, hasta que y a
puedan comer á satisfacción.
— 61 —
En otras ocasiones, en vez de dejarles siempre en el
monte, se les vuelve á la casa por la noche y se les da
algun otro alimento, consistente en féculas ó grano,
durante los últimos dias. Empleado este sistema, que
no todas las razas resisten, se logra que estén cebados
hacia fines de Diciembre, pero nunca su gordura puede
llegar á la monstruosidad que se consigue cebando los
cerdos encerrados.
Teniendo locales á propósito, como indicaremes en
el próximo capítulo, es más conveniente el cebo en esta-
bulación que en libertad. Para cebar por este sistema,
se encierran en sus respectivas zahúrdas á los i n d i v i -
duos destinados al sacrificio en las condiciones que lle-
vamos dichas. Hecho esto, se les administra tres ó cua-
tro veces al dia una ración, siempre abundantísima y
á las mismas horas. Si hay alguno alborotador ó gru-
ñón, se pone en sitio aparte, ó á no ser posible, se le
administra con la comida una pequeña cantidad de opio
ó beleño. Diariamente se les limpian las camas; y si no
tienen algun corralillo ó empalizada donde puedan salir
á ensuciarse, se les saca por espacio de algunos m i n u -
tos, dos ó tres veces al dia,
Durante los primeros tiempos, se les da agua n a t u -
ral, y en los tiltimos en blanco y templada, debiendo
advertir que siempre debe ser limpia, abundante y po-
table; para conseguir lo primero, después de cada c o -
mida, se reconocen las vasijas destinadas á contenerla,
renovándola si es preciso.
Conviene observar diariamente, si comen bien y e s -
tán alegres, porque en este periodo anti-higiénieo por
excelencia de la vida de los cerdos, las enfermedades
son frecuentes, y tanto por evitar bajas cuanto por no
gastar en balde tiempo y dinero, conviene acudir opor-
tunamente á remediar las dolencias que pudieran apare-
cer. E n algunas partes se acostumbra, y algunos veteri-
— 62 —
iiarios recomiendan la práctica, sangrar á los cebones
cuando llegan á la mitad del cebamiento. Nosotros la
consideramos útil y la recomendamos, empleándola r a -
cionalmente. E n los animales muy pletóricos, que c o -
men mucho y engordan muy rápidamente, es hasta ne-
cesario, pero hecho á tontas y á locas, es perfectamente
irracional. Este sistema de cebo es más conveniente
que el hecho en libertad, porque á primera vista se
comprende que favorece más las aptitudes de los ani-
males, y por lo tanto, con menos tiempo y menor tra-
bajo se consigue toda la gordura monstruosa que en
concursos y Exposiciones tenemos ocasión de admirar á
cada paso, cosa imposible de ver realizada cebando los
cerdos en libertad. Pero téngase presente que pasada
la época racional que indica la terminación del cebo, es
inútil cuanto se haga para obtener mayor gordura.
Todas las dificultades del cebo en cualquier caso,
están resumidas en las reglas siguientes:
1.a
Elegir animales de inmejorables condiciones.
2.a
Tener cuidado y limpieza, y no economizar los
medios de favorecer la obesidad, por pueriles que p a -
rezcan.
3." No exceder los limites del cebamiento.
4.a
Evitar la suciedad.
5.a
Cuidar que las condiciones nutritivas de los ali-
mentos estén en razón inversa del apetito y fuerzas
digestivas del animal sometido al cebo.
CAPITULO VIII.

Locales que la cria de cerdos requiere.—Variedad de éstos, según el sistema de


cria y la importancia de la industria.—Locales que respectivamente requie-
ren los sistemas de pastoreo, mixto y de estabulación.—-Condiciones higiéni-
cas.—Varios utensilios necesarios para cubrir las necesidades de cada sistema.

De la manera de criar el ganado de cerda y de la im-


portancia de la industria depende la forma de los loca-
les, su extension y su mayor ó menor necesidad. Cuan-
do, como sucede en la mayor parte ele las granjas, se
tiene un corto número de cabezas destinadas á la repro-
ducción y al cebo, poco necesita hacerse para poner una
y otro en condiciones favorables, aprovechando c u a l -
quier local y modificándolo hasta hacerle servir para el
fin á que se destina. Pero desde el momento en que la
cria de cerdos se eleva á la categoría de negocio, según
el sistema que se emplee, es menester construir locales
más ó menos grandes, según los casos, y cuyas condicio-
nes varían con las circunstancias. Y esto es bien claro:
porque dicho se está que la habitación necesaria para
cien cabezas seria excesivamente grande para veinticin-
co y pequeña para doscientas. Los locales necesarios
para atender á las necesidades del ganado que consume
pastos arrendados por el método de pastoreo, es claro
qtie serán muy inferiores á los necesarios si los pastos
son propios, y aun en este caso menos numerosos que
siguiendo el régimen mixto ó de estabulación perma-
— 64 —
nente. Cuando el ganado consume pastos en dehesas
ajenas, seria un disparate invertir un capital en edifi-
car locales que, pasado el plazo del arriendo, vendrían
á ser propiedad del dueño del terreno; en este caso,
solo lo más necesario debe construirse, y mejor aiín
aprovechar otros locales si existen. Cuando por la í n -
dole del sistema tienen los animales que recorrer gran-
des distancias para buscar su alimento cotidiano, seria
también muy costoso construir locales con el esmero
que se haria cuando siempre vuelven á dormir al mis-
mo sitio. Finalmente, si se tiene á los cerdos someti-
dos á un régimen de estabulación permanente, la n e -
cesidad de los locales buenos y bien acondicionados es
mayor que cuando libres recorren el monte y solo los
ocupan por la noche.
Nada diremos de los locales cuando se trata de un
número de ganado que en sitio arrendado vive someti-
do al sistema de pastoreo; porque fuera ocioso dar l e c -
ciones de economía que están en la conciencia de todos
y que interesan al ganadero que en este caso se encuen-
tra más que á nadie, porque á él más que á ninguno le
importa no invertir su capital en gastos inútiles. De t o -
dos modos, poco ó nada puede decirse, pues que toda la
cuestión está reducida á construir corrales y cobertizos
en que puedan cobijarse las reses para librarse de la
intemperie y parir las hembras.
Pero sobre los locales que el sistema mixto y de es-
estabulacion constante requieren, nos ocuparemos todo
lo extensamente que nuestros conocimientos nos lo per-
mitan, porque de sus buenas condiciones depende el
éxito de la industria en más de una ocasión. Su c o n s -
trucción en estos dos casos debe ser esmerada; y t é n -
gase en cuenta que el esmero aquí debe traducirse por
buenas condiciones, que eviten las pérdidas que su
mala construcción implica, y no por lujo inútil y h a s -
— 65 —
ta necio. Desde luego siempre debe evitarse la a g r u -
pación de muchos individuos, y procurar que su edad,
estado de desarrollo, etc., sean análogos. Cuando la
estabulación es temporera, ó mejor aún, cuando el s i s -
tema que se sigue es una mezcla racional del p a s t o -
reo y la estabulación, como ya indicamos, pueden r e -
ducirse sus necesidades á los locales siguientes:
Un corral para las hembras vacías con un cubierto
ó grande pocilga, cerrado, pero con ventilación bas-
tante, y que permita, según la estación, moderar su
temperatura; provisto de una pila para el agua y come-
deros convenientemente dispuestos.
Otro corral destinado á las hembras preñadas, idén-
tico al anterior.
Otro que sirva para cobijar á los marranillos de des-
tete, de la misma forma y condiciones que los anterio-
res, pero subdividido interiormente por medio de pare-
des dentro del cobertizo y con empalizadas, el corral,
para que los cerdillos de cada edad no estén mezclados
con otros mayores ó más pequeños. Cada division debe
tener su pila para el agua, baja y poco profunda, y sus
respectivos comederos.
Otro destinado á los berracos, dispuesto como el an-
terior, para que no estén juntos, ó bien compuesto de
varias zahúrdas, con un pequeño corralito delante, que
les permita salir á tomar el sol.
Otro análogo al anterior, compuesto de un número
de pocilgas, proporcional al de puercas, independientes
todas, que sirva para colocar una en cada una en el
momento del parto y durante la lactancia. Cada zahúrda
debe tener de 2 á 2 5 0 en cuadro para que los a n i -
m m

males quepan cómodamente, pudiendo revolverse sin


molestar á sus pequeñuelos. E l piso de estos celdones
debe elevarse de uno á uno y medio centímetros sobre
el nivel de tierra, y estar recubierto con losas ó ladri—
5
— 66 —
líos, que, resguardando á los animales de la humedad,
permita, estando ligeramente inclinado hacia la parte
de afuera, limpiarlos fácil y cómodamente. Además,
debe cada cochiquera tener su comedero y pila para el
agua, bastante alta por la parte de afuera, para que
los gorrinillos no alcancen á ella, y por lo tanto sea
imposible que caigan dentro. La puerta, fuerte y sóli-
damente sujeta y cerrada, debe abrirse hacia la parte de
afuera y su umbral debe ser alto de veinte centímetros,
para que al salir las madres no puedan los pequeñuelos
seguirla, por impedírselo aquel obstáculo, insuperable
para ellos. Las paredes de cada zahúrda, especialmente
si hay muchas juntas, conviene que no lleguen á una
altura mayor de l 25 porque de este modo puede d e s -
m

de fuera observarse á las paridas en cualquier caso sin


necesidad de incomodarlas, y es más fácil limpiar los
locales que si están cerradas.
Por otra parte, cuando el írúrnero de zahúrdas de
este género es muy grande, un cubierto ó local cerra-
do puede servir para, todas, y menor ntrmero de p e r -
sonas puede atender á ellas cumplidamente. Este s i s -
tema hemos empleado nosotros en esta clase de l o c a -
les, siempre con buenos resultados.
Finalmente, es indispensable otro local dedicado á
servir de enfermería, desde el momento en que la indus-
tria que se explota tiene alguna importancia; y cuanto
en ella se invierta para rodearla de todas las c o n d i c i o -
nes higiénicas posibles, se verá compensado por el me-
nor número de bajas que, cuidando bien á los enfermos,
se consigue.
La construcción de este local es sencilla: se reduce
á colocar en un sitio cubierto y cerrado, pero con un
número de ventanas bastante para ventilarlo perfectá^-
mente, cuándo y como se quiera, tantas plazas cuantas
se crean necesarias, de la misma forma que las que h e -
— 67 —
mos descrito al hablar de la paridera, pero un poco mé
nos espaciosa, pues cada una no debe albergar á más
de un individuo. Cada plaza debe tener su puerta, que
abra hacia fuera, y un comedero y una pila, como las
zahúrdas citadas. E n uno de los extremos de la enfer-
mería debe haber una habitación independiente, desti-
nada al botiquín, con.una mesa en medio, que sirva para
practicar operaciones, y otro cuarto al laclo de aquella,
destinado al encargado ó enfermero.
Estos locales dan buenos resultados en la práctica
cuando se emplea el sistema mixto, ó mejor dicho, cuan-
do la estabulación no es constante en ninguna época
del año, sino que tan solo se emplean los locales en los
dias más crudos del invierno, á las horas de más calor
en el verano y por la noche siempre.
De las condiciones higiénicas de los locales destina-
dos á la industria de cerdos depende, sin duda n i n g u -
na, que los desvelos del criador de ganado moreno se
vean compensados. Cuando estas condiciones faltan,
total ó parcialmente, no debe extrañarse ver diezmados
los animales por las enfermedades, de que no pocas ve-
ces participan los que los manejan; asi pues, al c o n s -
truir un local destinado á este objeto, deben tenerse en
cuenta las siguientes advertencias, porque entrañan
verdadera importancia.
L a primera cosa que debe procurarse es una buena
orientación. Naturalmente, lo más á propósito para
todo ser que siente, es gozar de un calor moderado en
invierno y un regular fresco en verano. Pero como quie-
ra que es imposible construir ningún local (á menos que
se perdiese gran parte de él), dispuesto de modo que sus
habitaciones reúnan estas dos circunstancias, teniendo
en consideración que hay ciertas pocilgas que por su o b -
jeto requieren temperaturas particulares, tales como las
que sirven para hembras paridas, gorrinos cebones ó
— 68 —
enfermos, debe procurarse que estas reciban el sol de
mediodía, porque si bien es verdad que en verano serán
muy calientes, no lo es menos que con buena construc-
ción y cuidados puede combatirse más económicamente
el calor que el excesivo frío.
La ventilación y la limpieza son también condiciones
indispensables, sobre todo cuando los cerdos están en
estabulación permanente y tienen que respirar por fuer-
za á todas boras el aire de su pocilga, las cuales rara vez
abandonan. Para conseguir la primera, deben todos los
locales tener suficiente número de ventanas que permi-
tan en un momento dado la renovación de la atmósfera,
y que según la necesidad puedan cerrarse más ó menos
para dar paso á mayor ó menor cantidad de luz según
se quiera, pero sin que por esto haya corrientes de aire.
Los ventiladores ó claraboyas, semejante á c h i m e -
neas abiertas en el techo, son á nuestro entender e x -
celente medio de ventilación. Consisten en aberturas
prolongadas al interior del local que estableciendo una
corriente de aire al exterior renuevan constantemente
el de aquel. También son muy útiles las ventanas que
cierran de abajo arriba permaneciendo abiertas á medi-
da del deseo por medio de una cuerda con un contrapeso
en su extremo inferior. Por medio de ventanas de este
sistema, en los casos en que no conviene viento, puede
moderarse su influencia dejando abierta una pequeña
parte sin que por esto el sol y la luz dejen de penetrar
á través de los vidrios.
L a limpieza es tan importante como la ventilación,
que queda anulada en parte sin aquella. De los e x c r e -
mentos de los animales, se desprenden miasmas deleté-
reos, nocivos para hombres y animales; y si el estiér-
col se deja mucho tiempo mezclado con la paja de las
camas, viene la fermentación y cada local se convierte
en un estercolero que despide esas emanaciones que han
— 69 —
hecho que la higiene proscriba la existencia de los p u -
drideros cerca de las viviendas de los hombres. Si no
hay limpieza, de poco servirá la ventilación, que aun
tan grande como es al aire libre no impide que los e s -
tercoleros huelan mal siempre, porque su acción cons-
tante está contrarrestada por la falta de aquella. Así,
pues, diariamente ó al menos con gran frecuencia, deben
limpiarse con esmero las pocilgas, remover y mudar las
camas, y quitar todo cúmulo de inmundicias.
También debe procurarse que las zahúrdas sean an-
chas y espaciosas, más especialmente cuando sirven de
encierro al ganado durante todo el año. De su c a p a c i -
dad nada puede decirse, porque según la magnitud de
los cerdos que han de encerrar, puede ser mayor ó m e -
nor su holgura. No obstante, puede fijarse como término
medio de 2 á 2 50 en cuadro, el tamaño más ordina-
m m

riamente usado. E l suelo debe estar enladrillado ó r e -


cubierto de losas ú otro cualquier pavimento que im-
pida el paso de la humedad y consienta que los orines
corran por los conductos que los llevan al sumidero;
porque es menester tener en cuenta que á pesar de la
afición al agua que muestran los cerdos, son muy sen-
sibles á la acción de la humedad.
E n cada local en que se encierran más de veinte
cerdos, á ser posible si no hay cerca un rio ó arroyo
donde puedan bañarse en verano, debe tenerse un baño
poco profundo que sirva para aquel objeto.
E l local destinado para enfermería debe ocupar un
sitio aislado lejos de las habitaciones de hombres y
animales, y dicho se está que si para los otros locales
debe emplearse gran limpieza, este la requiere mayor y
más asidua. Finalmente, procúrese que en todo aquello
que se refiera al cuidado de tan reproductivos a n i m a -
les impere la pulcritud que debe inspirar la conducta de
todo hombre amante del progreso industrial ganadero.
CAPITULO IX.

La cria del ganado moreno considerado bajo el punto de vista comercial.—Con-


tabilidad rural aplicable al ganado de cerda.

Cria del ganado moreno considerada bajo el punto de


vista comercial.—La cria de cerdos representa un nego-
cio importantísimo, lucrativo en extremo y cuyos f a -
bulosos rendimientos se le alcanzan á cualquiera sin ne-
cesidad de esforzarse mucho; las carnes de estos útiles
animales, frescas ó saladas, constituyen una base de
la alimentación de pobres, medianos y ricos, de modo
que el gran consumo da por resultado la gran demanda
de este artículo. L a fecundidad de las puercas hace que
los productos que cada una rinde sean extraordinarios.
Las condiciones del cerdo, en general, permiten que su
alimentación cueste poco y el engorde se consiga á poca
costa; por eso en las poblaciones rurales son muy pocos
los que no tienen cuando menos un cerdo, que cebado c o n
los desperdicios de hortalizas y los residuos de la fabri-
cación del pan sirve de base á la alimentación de la f a -
milia durante todo ó la mayor parte del año, e c o n o m i -
zando otros artículos que por caros ó difíciles de a d q u i -
rir no podrían conseguirse en un despoblado ó un p u e -
— 72 —
Lio pequeño; de modo que la salida de los productos es
punto menos que cierta siempre, para el criador de
cerdos.
Pero como quiera que todo negocio tiene sus q u e -
brantos, y que cuanto más lucrativo es, mayores pueden
ser las pérdidas, el negocio de la ganadería bajo este as-
pecto tiene sus inconvenientes, y necesita mucho tacto,
gran actividad y constancia para contrarrestar los ata-
ques de la desgracia y evitar que sean más desagrada-
bles. Las epizootias, los años de mala cosecha y la ca-
restía de los productos aplicables al entretenimiento y
cebo de los cerdos son otros tantos agentes que lastiman
el capital del criador, destruyendo sus ganados con la
muerte por enfermedad, obligándole á malvender los
que por su excesivo número no puede conservar ó h a -
ciéndole sacrificarse para adquirir ios productos nece-
sarios para su sostenimiento.
Evitar en absoluto estos ataques es del todo i m p o -
sible, á menos que fuera posible saber lo que sucederá en
el porvenir; pero si no del todo, al menos en parte pue-
de el criador defenderse sabiendo manejarse con p r u -
dencia y no abandonándose ó desesperando del n e g o -
cio cuando presenta mal aspecto. Después de un año
malo, viene uno bueno; y si durante el primero se puede
conseguir evitar la total ruina, en el siguiente ó los que
sigan puede el criador recobrar lo perdido y aun ganar.
Toda la dificultad está en saber vender á. tiempo, t e -
niendo en cuenta antes de obrar así, que vale más per-
der un poco sabiendo que no ha de pasar de allí que es-
perar mejor ocasión cuando es dudosa.
L a ambición no es menos enemiga de los intereses
del ganadero que las epizootias y demás desgracias. E l
placer de ver reunidos en una sola piara muchos cerdos
gordos y hermosos, recien comprados, cuando la explo-
tación supera las fuerzas del criador, este placer, d e c i -
— 73 -
mos, no compensa el dolor de verlos morir extenuados
poco tiempo después por falta de alimento, teniendo que
malvenderlos perdiendo crédito, trabajo y provecho.
Después que un año abundante ha llenado los alma-
cenes hasta el punto de no caber en ellos los productos, 1

es tentadora laidea de emplear aquel exceso en el au—


mento del ganado, que aquel año prospera, pero que al
siguiente ó antes de su terminación, desmerece, se mue-
re ix obliga á enajenar los que la falta de prudencia
hizo adquirir. Aquellos mismos frutos, distribuidos pru-
dentemente, entre menor irúmero de animales, hubiesen
rendido un producto real que hubiérase podido emplear,
en mejorar las condiciones de la explotación, con cuya
marcha se alcanzara, por fin, la realización de las d e s -
vanecidas ilusiones. E l criador de toda clase de ganado
debe siempre tener en cuenta el precepto que indica el
antiguo adagio que dice que vale más poco y bueno que
mucho y malo.
L a mayor ó menor facilidad de expender los p r o -
ductos en la industria de ganado de cerda varía con las
circunstancias; y como ellas, puede ser muy diferente la
manera que más convenga al ganadero para sacar de
su industria el mejor partido posible. Aunque como ya
hemos dicho antes de ahora, la única aplicación del cer-
do es producir carne, porque toda otra es ilusoria; no
obstante esto, puede no convenir al ganadero enajenar
sus cerdos cebados y muertos.
L a facilidad de trasladar los productos á los centros
comerciales ó mercados, es el todo en la industria de
esta especie: las circunstancias que rodean al ganadero
influyen además muy notablemente en el modo de e x -
plotarla.
Cuando la vecindad de una población grande en
que el consumo de carne es considerable, lo permite,
lo más conveniente para el criador, contando con c a p i -
— 74 —
tal en metálico y locales á propósito, es criar todos los
cerdos ó la mayor parte, liasta que completan su d e s -
arrollo, y una vez criados, después de elegidos los repro-
ductores, cebarlos bien y destinarlos al consumo públi-
co. E l interés del capital que cada cerdo y los gastos de
su cria y cebamiento representen, es, siguiendo este sis-
tema, muy grande; pero requiere multitud de circuns-
tancias que no todos los ganaderos pueden reunir, sien-
do las primeras y más principales el capital necesario
para atender á los gastos que el cebamiento representa,
locales á propósito para elloj'· seguridad de la venta. L a
falta de cualquiera de estas circunstancias puede i n -
fluir más ó menos sobre el negocio, pero siempre será de
una manera fatal para el explotador. Sin capital en me-
tálico ó frutos bastantes para cebar bien los lechones ó
cuando los locales no reúnen condiciones ventajosas, el
cebo nunca llega á su término completo; y dicho se está
que mal cebados son más difíciles de enajenar; por otra
parte, si la alimentación no reúne las condiciones de ca-
lidad y cantidad necesarias en cada período del c e b a -
miento, cada cerdo cuesta más de engordar y se ceba
peor. Finalmente, si no se tiene seguridad de enajenar
los cerdos al terminar el cebo, se puede encontrar el pro-
pietario con una gran cantidad de cebones que en ese
estado de obesidad enfermarán; desmerecerán si no se
conservan con igual gordura; habrá de venderlos á bajo
precio si encuentra quien se los compre—porque nunca
falta quien en servicio propio explote las ajenas n e c e -
sidades—perderá tiempo y dinero, ó se quedará sin cer-
dos cebados y sin poca ni mucha utilidad, porque la
pérdida que suponen los que enfermen ó mueren, d e s -
truirá el beneficio que resulte de los que queden sanos
y vivos.
Llevar á pié los cerdos en el último período del cebo
á las ferias de poblaciones más ó menos cercanas, tiene
— 75 —
sus ventajas é inconvenientes. Tiene la ventaja que aun-
que no se vendan solo se habrá perdido el tiempo, p o r -
que de esta manera es locura llevar animales de ciertas
razas, que apenas pueden soportar la fatiga, mucho me-
nos después de haber estado encerrados en la cochiquera
largo tiempo. Los cerdos que se pueden llevar á las fe-
rias aunque haya que recorrer larga distancia, son aque-
llos que cebados con la bellota en la época de montanera,
necesitan poco para llegar á su apogeo de gordura, pero
aun están ágiles y pueden marchar fácilmente á pié.
Además de la ventaja citada, tienen las ferias las
de reunir gran número de compradores, y por lo tanto
la venta es más probable. También se consigue en las fe-
rias el crédito consiguiente á vender ó cuando menos
exhibir animales bien criados y de una raza especial y
desconocida en el país, pero de condiciones superiores.
Como quiera que el tener acreditada la bondad de los
productos vale mucho, porque aumenta la demanda, y
finalmente se venden las reses sin necesidad de exibirlas,
puede considerarse esta exhibición ante numeroso c o n -
curso como ventaja de la práctica de llevar cerdos á las
ferias.
E n contraposición de estas ventajas, presenta la
práctica indicada los inconvenientes de ser mayor el
número de accidentes que estos viages pueden ocasio-
nar, tales como la pérdida de alguna res, las enferme-
dades que la fatiga ocasiona, etc.
Por otra parte, si bien es verdad que el concurso de
mucha gente en las ferias facilita las transacciones, no
es menos cierto que cuando se presentan gran número
de vendedores se establece la competencia y es menes-
ter vender barato para dar salida á los animales ofre-
cidos.
Finalmente, como el ganadero no siempre vende
hueno sino que muchas veces vende mediano y aun malo.
— 70 —
las reses que se quedan las últimas para la venta, y que
por lo común son las peores, pueden destruir el crédito
anteriormente conseguido.
La práctica de venderlos cerdos criados ya, pero solo
en buenas carnes, es á nuestro entender más ventajosa;
porque aunque el precio que reses de esta naturaleza
pueden alcanzar, es mucho más bajo que el de las y a
gordas y en disposición, ó poco menos, de ser degolladas,
como quiera que aquellas solo han consumido lo necesa-
rio para su entretenimiento, los gastos que al comprador
ocasionaron son muy pequeños, y por lo tanto la ganan-
cia puede ser proporcionalmen te mayor. Además, los cer-
dos que se venden en estas circunstancias, si se llevan á
ferias, soportan mejor que los cebados las fatigas del ca-
mino, hagan éste á pié ó en ferro-carril; los accidentes
son menos frecuentes; si no se venden se pierden s o l a -
mente los gastos de viaje; y su salida es más fácil, p o r -
que la mayoría de los compradores quieren ganar en el
cebo lo que el ganadero gana cuando lo realiza, y por lo
tanto prefieren los cerdos que están en disposición de
ser sometidos á él, que los ya cebados. Los trasportes,
en este caso, no imposibilitan al ganadero para exhibir
cerdos de razas delicadas, cosa que, como ya hemos di-
cho, es punto menos que imposible cuando los i n d i v i -
duos de igual raza están perfectamente gordos.
También acostumbra venderse los gorrinillos algu-
nos dias después del destete: esta práctica es á n u e s -
tro entender más ventajosa que las dos citadas, cuando
el mercado está proximo y tiene lugar con frecuencia,
como sucede en algunas capitales de provincia en que
un dia de cada semana se reúne gran número de g o r r i -
nillos expuestos al público. E n este caso, el precio s u -
fre oscilaciones en razón inversa de la oferta; de modo
que á veces es preciso vender á muy bajo precio; pero
como quiera que los gorrinillos de destete nada ó muy
— 77 —
poco lian gastado-—porque lo que la madre comió d u -
rante la lactación es muy poco más de lo que hubiese
consumido estando preñada ó vacía, y si esto se r e -
parte entre ocho ó diez individuos, á poco, muy poco,
tocarán cada uno—como los gorrinillos han consumido
tan poco, cuanto por ellos se percibe es ganancia líqui-
da para el criador; y si se continúa llevando al mercado
siempre igual número de cabezas la oscilación de p r e -
cio según las épocas compensará de seguro la baja de
unos dias con el alza de otros, y al fin del año, se ha-
brá hecho un buen negocio.
E n algunas partes, este mercado es también de g o -
rrinillos muertos y ofrece iguales ó análogas circuns-
tancias que el de vivos. De este modo se venden los
más inferiores á los quince ó veinte dias de nacidos, se
saca utilidad de ellos y se deja á los mejores en c o n -
diciones de ser más robustos con la abundancia de l e -
che de las madres precisamente cuando la secreción es
más abundante, y más cantidad necesitan los peque—
fiuelos por su mayor desarrollo.
A ser posible, el ganadero debe abarcar el negocio
en toda su extension, vendiendo muertos los defectuo-
sos y raquíticos ó los que, en una palabra, no servirían
para n a d a , porque se quedaron sin madre, enfermó
ésta, ó enfermaron ellos.
Después del destete, debe deshacerse de los más i n -
feriores; castrar todos los demás, menos aquellos cuyas
buenas condiciones merecen atención y los hacen á
propósito para reproductores; debe vender de nueve á
once meses aquellos que presentan peores condiciones
para el cebamiento; y después de bien desarrollados y
cebados, debe entregar al consumo los que le queden,
cuidando, antes de empezar el cebo, de asegurar la ven-
ta—á precio, si se quiere menor que el que probable-
mente conseguiría—teniendo en cuenta que quien dijo
— 78 —
que "vale más pájaro en mano que buitre volando» dijo-
una gran verdad, porque la diferencia nunca será tan
grande si se considera la probabilidad de perder en v e z
de ganar.
Conocido por nuestros lectores el negocio del g a n a -
do de cerda, tal cual nosotros liemos podido estudiarlo,
réstanos recomendarles solamente (aunque pequemos de
pesados) que nunca se dejen arrastrar por cálculos que
por exactos que se bagan podrán ser destruidos por la
más insignificante circunstancia. La ganadería, por l o
mismo que en poco tiempo llega á triplicar el capital
que para explotarla se empleó, está sujeta á infinito
número de contingencias; tiene de tentadora y h a l a -
güeña cuanto de tentador y alaguefio tienen todos los
buenos negocios; de modo que con un poco de afición y
la imaginación demasiado viva se ven resultados tan
prácticos y tan risueños que si la epizootia ú otra d e s -
gracia los convierte en pérdidas es tan rudo el desen-
gaño, que fácilmente se abandona un negocio que solo
con prudencia y tino conduce al fin á la realización de
aquellos proyectos que la imprudencia puede trocar en
decepciones.
Contabilidad rural aplicada al ganado de cerda.—•
Cuando, como con frecuencia sucede, la industria de
cerdos no es la única que se explota sino que está rela-
cionada con la agrícola en general, forma parte del
ramo de ganadería y es considerada como un negocio
secundario dependiente de los otros á que está i n t i m a -
mente unida, la contabilidad tiene muy poco de e s p e -
cial, y está comprendida dentro de la general de la i n -
dustria agrícola que se explota. E n tal caso, todos los
libros de contabilidad de la granja referentes á los d i -
versos ramos que la componen se refunden en la g e -
neral, se refieren á ella y la constituyen de hecho a u n -
que al generalizarse varíe de forma: entonces la conta-
bilidad es complicada, porque ha de referirse á una por-
ción de ramos que por más que estén perfectamente
encadenados son de diferente índole y requieren una
combinación ingeniosa que los reúna todos de una ma-
nera clara y concisa, sin omitir nada.
Tratar de esta combinación, que permite que todos
los ramos que la agricultura abraza se encierren en los
mismos libros con claridad y concision, fuera traspasar
los límites de nuestra obra, que solo se refiere á uno de
los muchos que abraza la industria ganadera, la cual
á su vez forma parte del todo que se llama Economía
rural.
A l decir contabilidad rural aplicada á la cria de cer-
dos nos proponemos indicar la manera, á nuestro enten-
der más sencilla, de reunir todos los datos que necesita
el criador de cerdos para saber cómo y cuando quiera
qué aspecto presenta su negocio, qué ha ganado, qué
ha perdido y todos los detalles que con él se relacionan.
El método que vamos á indicar es el que nosotros h e -
mos seguido, y, tal vez sea presunción, con él nos ha
ido perfectamente.
La base de esta contabilidad la constituye un libro
diario borrador. E n este libro, en forma de simple cua-
derno de apuntes y bastante voluminoso para contener
cuando menos las operaciones de un trimestre, se e s -
cribe dia por dia todo cuanto con la industria se r e l a -
ciona, sin omitir detalle de ningún género.
Otro libro, el de Caja, está formado por dos hojas,
destinadas, la de la izquierda á recibir todos los asien-
tos referentes á salidas en metálico ó valores, y la de la
derecha á ingresos de igual índole, anotando la fecha y
el concepto en una y otra.
Otro libro completa esta sencillísima contabilidad:
está destinado al personal, y se compone de dos cuader-
nos unidos, que sirven el uno para recibir todos los
— SO —
asientos referentes á cada empleado, y á las observacio-
nes y faltas el otro. L a foliación de los dos cuadernos
se corresponde de modo que el núm. 1, por ejemplo, del
primero corresponda con el folio del segundo. I g n o -
ramos si este sistema de contabilidad agradará á n u e s -
tros lectores: si no les agrada, la obra de D . José Hi-
dalgo Tablada sobre Administración y contabilidad ru-
ral contiene cuanto al cliclio ramo se refiere, y pxiede ser-
vir de base para formar otra tal vez más conveniente
que la que nosotros indicamos.
SEGUNDA PARTE.

Nociones de farmacia de campaña y cirugía.

La distancia que á veces separa de centros de p o -


blación las granjas en que se crian en grande escala los
ganados, por una parte, y por la otra el crecido precio
que alcanzan los medicamentos más sencillos en las ofi-
cinas de farmacia, hacen indispensable que en toda finca
en donde se hace el negocio de ganadería haya un b o -
tiquín disponible á cualquier hora; en é l , medicamen-
tos en gran cantidad, pues el consumo que de ellos hace
una res enferma es muy considerable; y persona idónea,
ó al menos con suficientes conocimientos farmacéuticos,
para poder utilizar aquellas sustancias medicinales con
economía y buena preparación.
Suministrar al ganadero los datos más precisos para
llenar estas necesidades, es el objeto de esta segunda
parte de nuestro libro, y en él recopilamos todos los in-
indispensables para que sea cumplido nuestro objeto.
De esta suerte puede y debe huirse de una práctica
absurda en el fondo, pero lógica al ser aceptada por los
criadores, que viendo enfermo á un animal de precio y
no sabiendo cómo poder curarle—porque no merece la
pena de hacer un gasto de importancia, y porque no
6
— 82 —
compensaria la vida de la res las molestias de acudir á
un centro, quizás muy lejano, en donde hallar botica
desde luego optan por sacrificar al animal, le entregan
en manos de un saludador que les roba su dinero y nada
logra que la naturaleza no hubiera hecho de por sí; y
entre no hacer nada ó hacer algo al azar, le llenan
de tópicos y le atormentan inútilmente con m e d i c a -
mentos caseros más ó menos eficaces, pero seguramente
mal preparados siempre.
E n los casos en que se trata de una res de gran v a -
lor (un semental extranjero por ejemplo), lo más o p o r -
tuno seria acudir á la botica más próxima; pero aun en
este caso, si se necesita de un medicamento fácil de pre-
parar ó la oficina de farmacia estuviera muy lejana ¿á
qué perder un tiempo precioso y por qué hacer un s a -
crificio inrttil de metálico?
E n tales circunstancias, creemos tener resuelto el
problema facilitando á los ganaderos los conocimientos
que recopilamos en esta segunda parte de nuestro t r a -
tado, y á la opinion suya nos remitimos luego que em-
papados de ella se consideren capaces de satisfacer esta
necesidad en buenas condiciones y con exacta concien-
cia de lo que hacen.
CAPITULO PRIMERO.

Generalidades sobre los medicamentos.—Clasificación.—Distintos utensilios


necesarios para prepararlos con exactitud.—Del botiquín.—Recolección de
plantas y flores medicinales.—Desecación y conservación de ellas.—Prepa-
raciones farmacéuticas.

L o s medicamentos son todas aquellas sustancias ve-


getales, minerales ó animales cuya composición quími-
ca las Lace aplicables á restablecer el equilibrio del or-
ganismo, ya de una manera pasajera ya de un modo ra-
dical.
Cada medicamento está dotado de propiedades es-
peciales, aplicables según los casos, de donde se infiere,
que nada es más vicioso y erróneo que esa práctica tan
frecuente entre personas que desconocen estas p r o p i e -
dades, y que consiste en aplicar un remedio que en una
ocasión dio buenos resultados, porque estaba indicado,
á todas las enfermedades que afectan al órgano ú ó r -
ganos que otra vez curó.
Antes de prescribir un medicamento, deben c o n o -
cerse bien sus virtudes y nunca emplearlos á tontas y á
locas, sino con prudencia, estudiando anticipadamente
los efectos que La de producir, y viendo siempre de pro-
curar el que más pronto haya de destruir las causas de
la enfermedad sin resultados ulteriores.
Tan importante como el que los medicamentos estén
indicados, es que su calidad sea buena, y su preparación
— 84 —
exacta y acertada; hay algunos que por la acción del
tiempo, de la luz, la humedad ó la evaporación pierden
total ó parcialmente sus propiedades peculiares, y éstos,
como los de buena calidad mal preparados, producen
efectos débiles, tardíos, más bien perjudiciales que pro-
vechosos; y dicho se está que vale más no emplearlos,
porque cuando menos harán perder un tiempo precioso.
A l decir esto, no pretendemos preparar el terreno
para explicar un curso de farmacia, porque á más de no
ser del objeto de nuestro libro, nuestros cortísimos c o -
nocimientos nos lo impiden; ni mucho menos queremos
que se crea que nuestra pretension es decir con solo cua-
tro palabras la manera de preparar ciertos productos
que para ser útiles han de someterse á prácticas del do-
minio de la química, al alcance solamente de aquellas
personas que, tras largos años de estudio especial de
aquella ciencia, se dedican á practicarla y poseen c o -
nocimientos y aparatos que fuera una necedad exigir
en un ganadero. Nuestro objeto se reduce á indicar la
manera de preparar aquellos medicamentos del momen-
to, cuya fácil preparación está al alcance de todo el mun-
do, mientras los más importantes se piden en la botica
más próxima.
Por otra parte, la mayoría de esos medicamentos,
dificilísimos de preparar para quien no es farmacéuti-
co, tienen un valor intrínseco ó por las condiciones que
su preparación requiere, que los hace inútiles: tratán-
dose de animales que las más de las veces valen menos
que ellos, es preferible el sacrificio á los gastos que. la
posesión del medicamento supondría, y más cómodo,
seguro y económico adquirirlo en la cantidad que el
caso requiere, y ya preparado, cuando la vida del a n i -
mal enfermo interese al criador hasta el punto de c o m -
pensarle los gastos que haya de hacer para conser-
varle.
— 85 —
Otros productos hay, cuyas propiedades pueden ser
utilisimas en ciertos y determinados casos, pero que á
estas ventajas reúnen el inconveniente de descompo-
nerse al cabo de algun tiempo por la acción de la luz y
otros agentes, como anteriormente hemos indicado; es-
tos medicamentos tampoco debe el criador poseerlos, á
menos que su uso haya de ser muy frecuente, como suce-
de en casos de epizootia, porque de lo contrario, serian
costosos é inútiles. Finalmente, hay algunos que Ja ley
prohibe poseer á quien no esté autorizado para ello por
estudios especiales y propios de la carrera de farmacia.
Antes lo hemos dicho ya, y al ocuparnos de clasifi-
car las diferentes especies de medicamentos, debemos
repetirlo: según sus propiedades, varían su indicación
y efectos. Pueden ser emolientes, pectorales, calmantes,
narcóticos, antiespasmódicos, evacuantes, astringen-
tes, excitantes ó estimulantes, tónicos, sudoríficos, di-
uréticos, refrescantes ó vermífugos.
Se llaman emolientes cuando su efecto es debilitar
y dulcificar, relajando los tejidos y haciéndolos más
blandos ó disminuyendo la tenacidad de los órganos.
Son emolientes: la goma arábiga y del Senegal,
la del guindo, la tragacanto, simiente de lino, m a l v a -
bisco, malvas (hojas), borraja, violeta, tusílago, c e b a -
da, grama, regaliz, almidón, fécula de patata, aceites
de olivas, de almendras dulces y de linaza, el saúco, y
la zaragatona.
Son pectorales los emolientes citados, y especial-
mente, la brea, la trementina y la madreselva.
Se llaman calmantes aquellos medicamentos cuyo
objeto es calmar los dolores y hacer disminuir la sensi-
bilidad.
Son calmantes: el opio, la belladona, mandragora,
datura, tabaco, beleño, dulcamara, yerba mora, lobe-
lia, innato, lechuga, acónito, cicuta, ácido cianhídrico,
— 86 —
cianuro doble de Herró, cianuro de potasa, de mercu-
rio, de zinc, las almendras amargas y el laurel real.
Los antiespasmo'clicos sirven para calmar el sistema
nervioso, sobre el cual ejercen directa influencia.
Tienen propiedades antiespasmódicas: la valeria-
na, asafétida, goma, amoniaco, almizcle, alcanfor, éter,
ámbar gris, flor de tilo, flor y boja de naranjo, c o t y l e -
don umbilicus, narciso de los prados, óxido de zinc, v a -
lerianate de bismuto y subcarbonato de bismuto.
Con el nombre de evacuantes se conocen todos los
medicamentos cuyo efecto es favorecer una evacuación
cualquiera. Nosotros, en este caso, nos referimos á los
vomitivos y pur gantes, reservándonos Hablar particular-
mente de los demás.
Son vomitivos: la Hipecacuana, la poligala y el
tártaro estibiado.
Son purgantes: los aceites de crotón liglío, el de
tártago, el de ricino y el mercurial, la jalapa, acíbar,
el sulfato de potasa, el de sosa y el de magnesia.
Los axtringentes tienen la propiedad de contraer los
tejidos con que se ponen en contacto.
Son axtringentes: el tanino, nuez de agallas, cor-
teza de encina, bistorta, corteza de nuez, retama, c o r -
tezas de ingo del Brasil, creosota, Hollín, ácido fénico,
plomo, alumbre, bismuto, borax ó biborato de sosa.
Se llaman excitantes ó estimulantes los medicamen-
tos cuyas propiedades consisten en excitar ó estimular
los órganos sobre que se aplican.
Poseen estas propiedades: el anís, tomillo, a n g é l i -
ca, melisa, menta, Hisopo, salvia, manzanilla, ajenjos,
vainilla, gengibre, canela, cascarilla, corteza de W i n -
ter, nuez moscada, clavo de especia, serpentaria de
Virginia, corteza de naranja, pimienta, matico, café,
té, coca, arum tripHilum, árnica, alcobol, fósforo, Hipo-
fósfito de sosa, brea y trementina.
_ 87 —
A los medicamentos dotados de la propiedad de en-
tonar ó vigorizar los órganos debilitados, se les llama
tónicos.
Son tónicos la mayor parte de los estimulantes, de
los cuales se diferencian, porque su acción es más d u -
radera.
Son especialmente tónicos: la quina, sauce, Colom-
bo, cuassia amara, angostura, castaño de Indias, a l -
quequengi, fumaria, trébol, lúpulo, raíz de genciana,
peregil, corteza de cail, cedro ó quina del Senegal.
Son sudoríficos los medicamentos que favorecen la
traspiración. Están dotados de esta propiedad todos
los emolientes preparados por infusion, gran número
de excitantes y especialmente el guayaco, zarzaparri-
lla, china y sasafras.
Se llaman diuréticos aquellos medicamentos que sir-
ven para favorecer la secreción urinaria. Tienen esta
propiedad las bebidas frias en general, y especialmente
el nitrato de potasa, azoato de sosa, clorato de potasa,
idem de sosa, acetato de potasa, escila, espárragos, pa-
rietaria, cainca, raíz de caña, benzoato de sosa, idem
de amoniaco y chimaphila umbellata.
Se llaman refrescantes los medicamentos cuyo efecto
es atacar y destruir las irritaciones é inflamaciones.
Grozan de estas propiedades todos los emolientes, los
ácidos mezclados con el agua y los baños locales y g e -
nerales.
Son vermífugos los medicamentos que sirven para
destruir las vermes ó lombrices. Grozan de estas p r o -
piedades los purgantes fuertes, el agenjo, ajo, alcanfor,
cortezas y raíces de granado, acíbar, mercurio, a n t i -
monio, estaño, santoníco, helécho macho y hollín.
Los antielmínticos pueden ser vermicidas ó vermífu-
gos: los primeros matan las vermes; los segundos solo
las expulsan. A esta segunda division pertenecen los
purgantes, que determinando una abundante secreción
intestinal y un aumento del movimiento peristáltico,
hacen que sean expelidos.
Como quiera que la preparación de los medicamentos
ha de reducirse en el presente caso á la de aquellos que
están al alcance de todo el mundo, no son necesarios
para ella más utensilios que los indispensables para fa-
cilitar la manipulación y permitir que los productos que
el criador prepare por sí mismo estén elaborados con
precision y esmero, condiciones indispensables si se han
de obtener resultados prácticos; porque habiendo medi-
camentos cuyos efectos varían con la dosis y prepara-
ción, los defectos de la elaboración pueden ocasionar
resultados no apetecibles.
Para cubrir las necesidades del pequeño botiquín
de que luego nos ocuparemos, bastan los objetos s i -
guientes: dos morteros, uno de piedra y otro de cristal,
con mano de madera el primero y de cristal ó p o r c e l a -
na el segundo para machacar yerbas frescas y triturar
ó reducir á polvo raíces, cortezas, resinas, etc.; una
balanza de laboratorio con sus correspondientes pesas,,
para graduar la cantidad de los medicamentos; tres ó
cuatro embudos de cristal con sus respectivos soportes,
de varios tamaños; un filtro de fieltro sostenido p o r
tres cuerdeeillas con un ganchito cada una; un h o r n i -
llo; un pequeño aparato para destilar; una lamparilla
de espíritu de vino; cafeteras de varios tamaños y b o -
tellas para guardar y preparar medicamentos.
E l botiquín debe reducirse, como los utensilios que
acabamos de indicar, álos productos más indispensables
y de aplicación inmediata para atender á todas las más
precisas necesidades, porque fuera inútil poseer m e d i -
camentos que de no usarlos se deterioran con el tiempo.
Por otra parte, en su mayoría deben ser vegetales, que
son los que más se usan, porque otros preparados es pre-
— 89 —
ferible pedirlos á una farmacia, aunque deben tenerse
los más precisos y de mayor aplicación.
Los productos que constituyen el botiquin deben t e -
nerse encerrados en tarros de porcelana ó cristal con
tapón esmerilado los sólidos y en frascos cerrados del
mismo modo los líquidos, y libres unos y otros de la di-
recta influencia de la luz. L a cantidad de cada m e d i -
camento debe ser proporcionada al número de cabezas
que se exploten y á la mayor ó menor aplicación del
producto, con objeto de no desperdiciar muchos, porque
es conveniente renovarlos con frecuencia.
H é aquí los productos que debe encerrar un botiquin
provisional bien provisto.
HOJAS, F L O R E S Y R A I C E S .

Ajenjos (hojas). Encina (cortezas).


Amapolas (flores). Eléboro negro (raíces).
Altea (raíces). Genciana (raíces).
Adormideras (cabezas). Grama (raíces).
Arnica (hojas y flores). Helécho macho (raíces).
Belladona (hojas y flores). Henebro (bayas).
Camomila (flores). Linaza (simiente).
Cicuta (hojas, flores y raí- Malvas (hojas y flores).
ces). Mercurial macho (toda la
Colchico (flores y semillas). planta).
Caña (raíces). Regaliz (raíces).
Digital purpúreo (hojas y se- Saúco (flores).
millas). Valeriana (raices).
Dulcamara. Zaragatona (semillas).
MEDICAMENTOS YA PREPARADOS.

Arnica (tintura). Éter sulfúrico.


Azufre (flor de). Emético.
Acíbar. Kermes.
Alumbre. Láudano de Sidenham.
Acido cloridrico. Miel.
Alcohol de 36°. Mostaza.
Acido sulfúrico. Nitrato de potasa.
Alcanfor. Nuez vómica.
Amoniaco líquido. Opio (extracto acuoso).
Acido fénico líquido. Potasa.
Bicarbonato de sosa. Protosulfato de hierro.
Belladona (extracto de). Percloruro de hierro.
Calomelanos. Sulfato de sosa,
Cloridrato de amoniaco. ídem de cobre.
Deutosulfato de cobre. Trementina.
— 90 —
Estopa, lienzo para apositos, vendajes, c o m p r e -
sas, etc.; una espátula de hierro y otra ele madera; un
bisturí estrecho de hoja y otros más anchos; unas tije-
ras corvas, una pinza común, otra corva y un p o r t a -
cáustico, completan el botiquín.
Los productos indicados como ya "preparados, deben
adquirirse en una farmacia: los vegetales pueden, en
su mayor parte, recogerse en el mismo país en que se
explote la industria, adquiriendo los que no se crien en
él en boticas ó droguerías.
Vamos á ocuparnos de las plantas medicinales, des-
cribiendo sus propiedades y cuanto sobre ellas conoce-
mos; y de este modo creemos facilitar el medio de a d -
quirirlas en el país en época conveniente y aplicarlas
con oportunidad.
E l ajenjo nace espontáneamente en los lugares p e -
dregosos ó incultos, al lado de los caminos ó cultivado
en los jardines; florece de Julio á Setiembre, y sus hojas,
recogidas antes de la florescencia, están dotadas de pro-
piedades tónicas, febrífugas, estimulantes y vermí-
fugas.
Las amapolas crecen también espontáneamente en
los rastrojos y campos cultivados. Florecen de Junio á
Setiembre, y sus flores tienen propiedades calmantes.
La altea ó malvavisco se encuentra en los lugares hú-
medos de tierras ligeras y frescas; florece de Junio á
Setiembre, y sus raíces, que deben recogerse en este úl-
timo mes, son emolientes.
Las adormideras se cultivan en los jardines; sus cáp-
sulas ó cabezas tienen propiedades narcóticas y c a l -
mantes. Florecen de Junio á Setiembre, y debe h a c e r -
se la recolección cuando las cápsulas comienzan á p o -
nerse amarillas.
E l árnica se encuentra en los países montuosos, ele-
vados y fríos: florece en Julio, época de recoger flores
— 91 —
y hojas; en Setiembre se recogen las raíces: unas y
otras tienen propiedades resolutivas, excitantes y vul-
nerarias.
L a belladona crece naturalmente en los terrenos hú-
medos á orilla de montes espesos, y se cultiva en los
jardines: florece de Mayo á Agosto, debiendo hacerse
durante el primero la recolección de flores, la de hojas
en el segundo y en Setiembre la de raíces: todos sus pro-
ductos tienen propiedades calmantes.
L a camomila crece naturalmente en campos y p r a -
dos: deben recogerse sus flores desde Mayo á Agosto.
Las flores y tallos de esta planta están dotados de pro-
piedades tónicas, excitantes, febrífugas, antielmínticas
y antiespasmódicas.
La cicuta se encuentra en los lugares húmedos é in-
cultos; florece de Mayo á Agosto, y sus hojas y frutos
se recogen después de maduros éstos, y antes de la flo-
rescencia aquellas; unos y otras son calmantes y a n t i -
cancerosos.
E l colchico crece en los prados húmedos; florece de
Setiembre á Octubre, y sus flores, recogidas en el prime-
ro, después de maduras las simientes, y las bulbas ó ce-
bolletas que forman las raíces, recolectadas antes que
la planta florezca, están dotadas de propiedades irritan-
tes y diuréticas.
La caña crece en abundancia alrededor de acequias
y riachuelos. La recolección de sus raíces, de propieda-
des diuréticas y aperitivas, debe hacerse desde p r i m e -
ros de Diciembre á fines de Febrero.
L a digital purpúrea se encuentra en los bosques
montuosos y en terrenos secos y areniscos; florece de
Junio á A g o s t o , sus hojas y semillas tienen especial-
mente la propiedad de aminorar las palpitaciones del
corazón, y son diuréticas.
La dulcamara produce en los lugares pedregosos y
— 92 —
húmedos al lado de aguas corrientes; florece de Mayo á
Setiembre, y sus hojas y vastagos jóvenes tienen p r o -
piedades diuréticas, sudoríficas y depurativas.
Las encinas son conocidas de todo el mundo; su cor-
teza tiene propiedades astringentes y puede recogerse
en cualquier época.
E l eléboro negro crece en las montañas sub-alpinas
de Europa; florece en invierno, por cuya razón se le ha
llamado rosa de Navidad. Sus raíces tiernas están dota-
das de propiedades irritantes.
La genciana florece en Mayo Junio y Julio; sus r a í -
ces, que deben recogerse después de la caída de la hoja,
tienen propiedades tónicas, estomacales y febrífugas.
L a grama florece de Mayo á Julio; crece de una ma-
nera extraordinaria y espontáneamente en las tierras
de cultivo, y sus raíces, recogidas en cualquier época,
son refrescantes y diuréticas.
E l heleclio macho abunda en los lugares altos de las
regiones templadas; florece de Junio á Julio y sus r a í -
ces, arrancadas en cualquier época, tienen propiedades
vermífugas.
E l henebro se encuentra en abundancia en los países
fríos, donde crece naturalmente; sus hojas pueden r e c o -
gerse en cualquier época, porque, como el pino, es de
hoja perenne: hojas y fruto (bayas) son purgantes, diu-
réticos y excitantes.
La linaza (simiente de lino) es objeto de cultivo;
florece de Julio á Agosto, y su simiente, recogida en el
otoño, tiene propiedades emolientes, aperitivas y diuré-
ticas.
L a malva se encuentra en todos los sitios donde no
hay cultivo que la destruya; florece de Junio á Agosto;
sus flores son pectorales y sudoríficas y sus hojas e m o -
lientes.
E l mercurial macho crece en toda clase de terreno;
— 93 —
florece de Junio á Agosto, y está dotado de propiedades
purgantes y emolientes.
E l regaliz se cria con gran abundancia en España, y
con especialidad en la provincia de Alicante. De sus
raíces, que es lo que aprovecha la medicina, se extrae
el extracto, como la raíz, dotado de propiedades diuréti-
cas y pectorales.
E l saúco se cultiva en los jardines como árbol de
adorno; florece en primavera y está dotado de las p r o -
piedades siguientes: sus flores son emolientes; el tejido
celular que se halla detras de la primera corteza, y sus
hojas se usan como emeto catártico en casos de ascitis;
los frutos son, tomados en pequeña cantidad, sudorí-
ficos y en mayor, purgantes.
L a valeriana crece en sitios cubiertos y húmedos, al
lado de charcas y pantanos; florece de Mayo á Junio, y
sus raíces, que se recogen durante la primavera, tienen
propiedades antiespasmódicas y calmantes.
L a zaragatona crece en la mayor parte de los países
de la Europa meridional; sus simientes, del tamaño y
color de una pulga, tienen propiedades emolientes, c a l -
mantes y dulcificantes.
Recogidas las plantas en las épocas que hemos i n -
dicado, para conservar las que conviene, debe c o m e n -
zarse por secarlas; para hacer esto, cuando son flores ú
hojas, se atan en forma de guirnalda y se cuelgan en
sitio aislado y seco, ó bien se colocan sobre cañizos ti
otras superficies planas cerca de una estufa. Las raíces,
después de mondadas y limpias y secas con un paño, se
desecan, como las flores y hojas, con la estufa ó dentro
de un h o r n o ; pero es de advertir, que algunas de estas
plantas después de secas pierden sus propiedades p a r -
cial ó totalmente; tal sucede con el mercurial y la c i c u -
ta, razón por la cual deben emplearse frescas. Otras
plantas, como la zaragatona, si son muy viejas pierden
— 94 —
sus efectos curativos; por esta razón debe todos los años
renovarse el botiquin. Finalmente, la cicuta, el eléboro-
y otras encierran principios venenosos; de modo, que
deben manejarse con tiento.
Los productos medicinales que están al alcance de
un particular, y de los cuales nos hemos ocupado al ha-
blar del botiquín, y más especialmente los vegetales (la
preparación de otros requiere conocimientos y aparatos-
especiales), los vegetales , hemos dicho, pueden prepa-
rarse, según las necesidades lo exijan, por solución, in-
fusion, maceracion, digestion, decocción ó destilación.
La solución consiste en desleír en frío ó caliente, en
un líquido cualquiera, una sustancia medicinal.
L a infusion se reduce á colocar el medicamento en
una vasija, vertiendo sobre él agua hirviente en canti-
dad proporcional, tapar en seguida la vasija, y p r o l o n -
gar la infusion más ó menos tiempo según la dureza é
insolubilidad del medicamento.
La maceracion consiste en someter, en frió, á la a c -
ción de un líquido cualquiera el medicamento que se
quiere macerar, por espacio de un tiempo determinado.
L a digestion consiste en someter á la acción de un
líquido á elevada temperatura una sustancia medicinal.
Diferenciase de la maceracion en que para aquella basta
la temperatura del aire.
La decocción consiste en someter el producto m e d i -
cinal al cocimiento, hasta reducir el líquido en que se
cuece á la mitad, tercera parte, etc., según los casos.
Para preparar los medicamentos por destilación, se
emplea un alambique pequeño, cuyo uso es facilísimo.
Un líquido sometido dentro del primer cuerpo ó cu-
cúrbita del aparato, al calor del hornillo pasa en forma
de vapor al recipiente, donde se condensa. L a destila-
ción puede hacerse á fuego lento ó por medio del baño
de maría ó del de arena.
— 95 —
Se conocen con el nombre de tisanas los líquidos que
en virtud de uno de los procedimientos indicados c o n -
tienen principios medicinales, sirviendo de bebida usual
á los enfermos. Los productos medicinales que se e m -
plean en tisanas deben mondarse y limpiarse bien, para
evitar que contengan cuerpos extraños que pudieran
alterarlos, y el agua en que se preparen debe ser pura
y potable. Las tisanas se preparan por solución, i n f u -
sión, maceracion ó decocción. Por solución se preparan
todas las que se componen de gomas, melaza ó miel,
resinas solubles, etc.; por infusion, las compuestas de
flores, tojas y raíces, no coriáceas; también pueden
prepararse por digestion ó maceracion; finalmente, deben
prepararse por decocción las tisanas compuestas de r a í -
ces ó tallos duros y coriáceos, que sometidos á otro pro-
cedimiento tardarían mucho en desprenderse de sus
principios medicinales.
Las tisanas, según sean los productos de que se com-
ponen, pueden ser diuréticas, calmantes, antiespasmó-
dicas, etc.
La preparación de las bebidas medicinales consiste
en mezclar de un modo conveniente varios productos
minerales y vegetales: minerales solo ó solo vegetales.
Según los productos, varía la manera de preparar esta
clase de medicamentos; en cualquier caso la fórmula
que indicamos al tratar de cada enfermedad determina-
rá las dosis y modo de combinarlos.
Las pildoras se preparan como las bebidas -medicina-
les, reduciendo los medicamentos al estado sólido m e z -
clados con polvos de regaliz, harina, miga de pan ti otro
vehículo cualquiera cuando la preparación es muy l í -
quida.
Las cataplasmas son medicamentos que se aplican
al exterior y se componen de polvos, harinas, flores,
frutos ó pulpas reducidos al estado de gachas. Pueden
— 96 —
ser emolientes, etc., según sea la especie de productos
empleados para su composición. Las cataplasmas deben
aplicarse directamente sobre la parte enferma ó enmedio
de dos lienzos, según se quieran obtener efectos más ó
menos vivos. A esta clase pertenecen los sinapismos, que
no son más que cataplasmas escitantes. Para aplicar-
los se extiende la pasta sobre un trozo de lienzo, c u -
briéndola con otro si la aplicación no ha de ser directa,
y se sujeta sobre la parte enferma por medio de venda-
jes especiales, de que en su lugar nos ocuparemos.
Las unturas y emplastos son medicamentos que tam-
bién se aplican al exterior: las medicinas que se e m -
plean para las primeras toman el nombre de linimen-
tos, bálsamos ó pomadas; las que se usan para las s e -
gundas son por lo común ungüentos.
La preparación de unas y otras, como las bebidas me-
dicinales, puede ser muy varia y como aquellas, indica-
remos en cada caso la manera de preparar unas y otras.
La acción de la untura puede ser más ó menos p r o f u n -
da, según se friccione más ó menos tiempo y en r e l a -
ción con la absorción de la piel: los emplastos limitan
su acción á la superficie de la piel con que se ponen en
contacto.
CAPITULO II.

Seneralidadcs sobre la «cirugía veterinaria» aplicada al ganado de cerda.—


Manera de sujetar los cerdos.—Práctica de las operaciones.—Aplicación de
remedios al exterior; apositos y vendajes.—Administración de los medica-
mentos.

La cirugía veterinaria en toda su extension, en todas


sus relaciones con los animales domésticos, es ciencia
cuya importancia la Lace' digna de estudio y a t e n -
ción; y todo el que quiera ocuparse de los cuidados
que requieren los animales que á nuestro servicio exis-
ten, debe dedicarse á ella.
Para llegar á poseerla requiere estudios especiales,
y aun para practicarla como mero aficionado (permíta-
senos la frase) en servicio de nuestros propios intere-
ses, requiere conocimientos generales de anatomía des-
criptiva, anatomía patológica, y de fisiología, cuando se
trata de animales que, como el buey y el caballo, tie-
nen gran valor, y requieren, por lo tanto, una medica-
ción precisa y razonada.
Para practicar y curar, tratándose de animales de
menor interés, como son los cerdos, creemos que, si
bien con aquellos conocimientos se marcharía más s e -
guramente, puede sin ellos entrarse de lleno en el terre-
no de la práctica, y por eso omitimos preliminares que
por muy extensos que fueran siempre resultarían insu-
ficientes, á menos que, saliéndonos del objeto práctico
de nuestro libro, quisiéramos recopilar conocimientos
7
— 93 —
cuya importancia liaría que la tal recopilación se con-
virtiese tan solo en pérdida de tiempo y espacio.
La práctica de la mayor parte de las operaciones
que en los cerdos ocurren es sencilla hasta cierto punto;
vemos todos los dias los instrumentos operatorios en
manos de hombres sin conocimientos especiales, que
practican sus operaciones con seguridad y buen éxito; y
dicho se está, que si ellos las practican bien sin c o n o -
cimientos especiales, mejor podrá practicarlas quien
sepa algo más que ellos.
La cirugía veterinaria, en sus relaciones con los cer-
dos, puede dividirse en cuatro artículos: 1.° modo de
sujetar las reses; 2." práctica de las operaciones; 3.°
aplicación de los remedios al exterior; apositos y v e n -
dajes; 4.° administración de los medicamentos.
Artículo 1.°—Antes de sujetar un cerdo, dice mon-
sieur Grourdon en sus Elements de chirurgie veterinaire,
es menester cogerlo, cosa no fácil: en efecto, la indocili-
dad la terquedad de los cerdos hace un tanto difícil
apoderarse de ellos, sin lastimarlos ni lastimarse; por-
que de lo contrario, ningún animal merece que un hom-
bre se estropee, y por otra parte, si se emplean medios
violentos, puede hacerse al enfermo un nuevo daño, ó
cuando menos, aumentar el que ya tenía, no recurrien-
do á la astucia, y en tal caso valdría más abandonarle
á sus propias fuerzas.
Según los casos, puede convenir coger al cerdo por
la cabeza, por medio del cuerpo ó por las extremidades
posteriores: para cogerle por la cabeza, se sujeta á la
punta de un palo una cuerda fuerte y bastante larga, á
cuyo extremo libre se ata un lazo de alambre fino, ó de
cuerda delgada fuerte y flexible; en la parte media del
lazo se coloca un pedazo de pan ú otra golosina c u a l -
quiera. Hecho esto, se dejan tendidos en el suelo y cer-
ca, del animal cuerda y l a z o , teniendo en la mano el
— 99 —
palo, y en el momento en que el cerdo coge el cebo en-
tre las mandíbulas, se tira bacía arriba, resbala el lazo
y queda cogido el animal por la mandíbula superior, y
produciéndole daño, si tira y lo aprieta, le obliga á es-
tar quieto ó seguir al que le sujeta.
Para cogerlos por medio del cuerpo, se aprovecha el
momento de pasar por una puerta entreabierta, suje-
tándolos entre ésta y el marco.
Para cogerlos por las extremidades posteriores, se co-
loca en el suelo un tonel estrecho abierto por una de las
tapas y un poco inclinado hacia la parte cerrada; d e n -
tro del tonel se echa la comida, y en el memento en que
el cerdo entra á comer, se le coge por las patas. Cogido
el animal, se le pone un bozal de cuerda ó correa para
que no pueda morder, ó se hace uso del torcedor, que
consiste en un trozo de madera de 40 á 50 centímetros,
aplastado en una de sus extremidades, al cual va s u -
jeta un asa de cuerda en la que se encierran las dos
mandíbulas del cerdo, las cuales, dando vueltas al torce-
dor, se aprietan agarrotándose. Tiene este aparato la
ventaja de producir un dolor más ó menos vivo, según
se quiera, que obliga al animal á estar quieto. Si se
quiere hacer la operación echado el animal, se le coge
por la extremidad posterior de un lado y la oreja del
lado contrario; se le empuja hacia el sitio en que el pun-
to de apoyo falta, haciéndole caer, y ya en tierra se le
ata del modo que más convenga.
L a posición en que haya de colocarse el animal para
ser operado puede ser muy varia según la clase de ope-
ración, y al ocuparnos de cada una, indicaremos la que
convenga.
Para reconocer la boca de los cerdos, se les sujeta la
cabeza y hace abrir las mandíbulas por medio de un
palito que, introducido por uno de los lados de a q u e -
llas y por detras de los colmillos, hace fuerza de palan-
— 100 —
ca. E n este caso debe colocarse al animal en posición
supina, por ser más fácil sujetarle así la cabeza contra
el suelo.
Todos estos medios, que tienen mucho de violentos,
deben emplearse rodeándolos de las precauciones n e c e -
sarias para evitar mayores males, y rechazarse s i e m -
pre que la docilidad del animal no los haga del todo in-
dispensables.
Artículo 2."—Las operaciones que en las enfermeda-
des del ganado de cerda pueden ocurrir, son varias, y
al tratar de cada enfermedad en que son necesarias, ha-
blaremos de cada una.
E n este segundo artículo nos ocuparemos solamente
de algunas que es menester hacer á gran número de
reses en el estado de salud, y de otras cuya general
aplicación hace que estén indicadas para la mayor parte
de las enfermedades.
Pertenecen á las primeras la castración y la que los
franceses llaman hoicchment, que sirve para impedir que
los cerdos hocen. Las segundas, son la sangría y la apli-
cación de cáusticos y excitantes.
La castración es una operación quirúrgica que c o n -
siste en privar á un animal de la facultad de r e p r o d u -
cirse. E n los machos consiste en la extracción de los
testículos; en las hembras, en la extirpación de los
ovarios.
Según el sexo y la edad del individuo que se s o -
mete á la operación de que nós ocupamos, varían la
manera de practicarla y las consecuencias de ella. L a
castración de los gorrinillos es operación fácil, porque
su débil resistencia necesita poco para ser vencida, y la
vida pasiva de sus órganos genitales implica una pronta
curación. Un practicante que con una mano sujete las
extremidades de un lado, con la otra las del otro, y con
el codo la cabeza contra el pecho, manteniendo el cuer-
— 101 —
po del animal inclinado hacia adelante, basta para ven-
cer los esfuerzos del paciente. Colocado el lechoncillo
en esta posición, se hace un corte longitudinal en cada
uno de los lados del escroto que ocupan los testículos;
puestos éstos al descubierto, se los retuerce y se corta
el cordon espermático. Inmediatamente, y para evitar
la hemorragia, se echa sobre la herida un chorro de
agua fria con algunas gotas de tintura de árnica ó per-
cloruro de hierro, y queda la operación terminada.
Cuando la operación ha de practicarse en animales
ya adultos, son necesarios, mayor fuerza para sujetar-
los y más cuidados para la práctica de la operación y
curación de las heridas. Cogido el animal, se le sujeta
la boca con un bozal para evitar que muerda, y c o l o -
cado en posición supina, atadas las extremidades ante-
riores, sujeta la cabeza contra el suelo y las piernas
cada una por separado, puede comenzarse la operación,
practicable de tres modos: por torsion, por ligadura, ó
empleando el aparato que los franceses llaman casseaux.
Para practicar la castración por el primer sistema,
se escinde el escroto haciendo salir el testículo, y c o -
giendo el cordon espermático entre los dedos índice y
pulgar de una mano, se le hace girar con la otra hasta
romper las fibras del cordon. Este sistema exige gran
fuerza muscular en los dedos del operador, siendo á v e -
ces preciso sustituir éstos por pinzas que sujetan el cor-
don mientras con otras se dan vueltas al testículo. Des-
pués de esta operación se desarrolla una gran inflama-
ción en el cordon espermático y region abdominal, la
cual se hace desaparecer por medio de lociones y cata-
plasmas emolientes.
Para castrar por ligadura, se practica como en el
caso anterior una incision que deje salir el testículo, y
atando el cordon con un hilo encerado, se corta por d e -
bajo de la ligadura.
— 102 —
Cuando la operación se hace con ayuda del cassaux
(tenazas de madera como las de hierro de cocina), se
descubre el testículo como en los casos anteriores, y
cogiendo el cordon entre las dos ramas del instrumento,
se corta por debajo del epididimo (1).
E n cualquiera de los tres casos, después de hecha la
operación se someten las partes laceradas á un chorro
de agua fria con árnica, percloruro de hierro ó vinagre
fuerte.
Con frecuencia sucede que uno de los testículos ó
los dos á v e c e s , no descienden al escroto, permane-
ciendo en el abdomen. E l cordon espermático en este
caso forma un asa, descendiendo hacia la region ingui-
nal y volviendo á remontarse hacia la lumbar hasta
terminar en el testículo oculto. E n este caso es menes-
ter practicar una abertura en el costado, no siendo d i -
fícil operar de este modo, por el pequeño volumen que pol-
lo común tienen los testículos ocultos.
Mr. Magné cita los casos siguientes: "En un g o r r i -
nillo operado el dia 2 de Agosto de 1849, el testículo
que había descendido al escroto, sin epididimo, pesaba
6'1 gr., mientras que el oculto en el abdomen solo pesó
5'5 gr. En otro cerdo de cinco meses, el testículo halla-
do en el escroto pesó 188'3 gr. con epididimo, y sin él
101; el otro, oculto, pesaba 17 1 gr. con epididimo, y
!

12 8 sin él. Esta operación, aunque puede practicarse


!

con probabilidades de éxito, es peligrosa, razón por la


cual debe hacerse cuando los animales son jóvenes aún,
y mejor es no hacerla, porque la práctica nos demues-
tra que berracos privados solo del testículo que habia
en el escroto, se ceban bien y producen buena carne, y
que aquellos cuyos dos testículos permanecieron dentro

(1) Extremidad del cordon espermático terminada por un ensancha-


miento que asemeja superpuesto en la glándula.
— 103 -
del abdomen apenas tienen caracteres distintivos de sn
sexo, no apetecen las hembras, y si las cubren no las
fecundan.!)
L a castración de las hembras es operación más difí-
cil que las citadas, porque á más de la dificultad que
implica, puede tener consecuencias fatales.
Consistiendo en la extirpación de los ovarios, la
edad en que menos peligro lleva es cuando aquellos ór-
ganos no funcionan aún: es decir, desde las seis sema-
nas hasta los tres meses. No obstante, puede practicarse
en cualquiera edad, pero cuanto más vieja sea la puerca,
mayor cuidado requieren la operación y curación de la
herida.
Para practicar la castración de las hembras, se las
coloca echadas sobre el costado izquierdo; sujetas la ca-
beza contra el suelo y la boca con el bozal, y atadas las
extremidades anteriores, queda un ayudante sujetando
el tercio anterior; otro ayudante extiende hacia atrás y
sujeta las extremidades posteriores para que, estando
inmóvil la paciente, no entorpezca al operador con
desordenados movimientos, y deje libre y tirante el
lugar en que ha de practicarse la abertura por donde
se ha de operar. Dispuesto así el animal, se cortan las
cerdas del sitio en que se opera y se hace con el b i s -
turí una incision de unos cuatro centímetros de larga
en la piel, por debajo de la apófisis transversal de la
penúltima vértebra lumbar, á un centímetro del ángulo
saliente externo del hueso ilion (1): hecho esto, se prac-
tica una nueva incision debajo de la practicada en la piel
ó igual á ella, cortando los músculos abdominales y el
peritoneo (2), cuidando de esperar á que éste se despe-

(1) Corresponde a la punta ó espina ilíaca de los hombres, vulgarmente


llamada hueso de la cadera. Es el que en los caballos se llama por el vulgo
cuadril.
12) Membrana que envuelve los intestinos, vulgarmente redaño.
— 104 —
gue de los órganos á que está unido y se una al c o n -
traerse á los labios de la herida. Abierta esta herida, se
introduce por ella el índice de la mano derecha empu-
jando los intestinos hacia el diafragma (1), procurando
no lastimarlos, se busca la trompa del lado derecho de
la matriz hacia el hueso sacro (2), y se trae dulcemente
hacia afuera con el dedo doblado; en seguida se busca el
ovario, que se halla en el extremo inferior de aquel ó r -
gano, semejante á una lenteja rojiza, y una vez cogido se
retuerce hasta que, rotos sus ligamentos, queda arran-
cado, haciendo la misma operación con el otro ovario;
debe cuidarse de extirparlos perfecta y totalmente, por-
que si queda parte de ellos, conserva la puerca una débil
pero perjudicial aptitud para la propagación.
Cuando la operación se practica en animales adul-
tos se encuentran fácilmente los ovarios, que se recono-
cen sin dificultad por su grosor, dureza y granulaciones-
especiales. Es de advertir que no conviene sacar las-
dos trompas al mismo tiempo, porque es más difícil
volverlas á introducir. Concluye la operación la sutura
de la herida, debiendo cuidar el no herir algun intestino-
con la aguja.
Como consecuencia de la operación en animales-
adultos, pueden ocurrir la hemorragia, el abceso ó a g l o -
meración de pus, las hernias, y algunas veces la p e r i -
tonitis ó inflamación del peritoneo.
L a hemorragia no es por lo común peligrosa, y se
evita y ataja con chorros de agua fria, con árnica, etc.,.
como ya hemos indicado: el abceso, si en los primeros
dias no desaparece por sí solo, es menester sajarlo, c u -
rando la herida con lociones emolientes: la hernia es p e -

ti) Músculo muy grande que está por encima del vientre junto al e s t ó -
mago.
(2) Hueso que corresponde en el hombre á la cintura, por la espalda, y
que une las dos caderas.
— 105 —
ligrosísima, porque puede estrangularse: de la perito-
nitis hablaremos en otro lugar.
E l dia antes de practicar la castración en machos ó
hembras, debe adietarse al animal, dejándole sin comer
el dia que se opere, y á media dieta los dos siguientes
al de la operación.
E n las hembras debe procurarse que al hacerla no
estén preñadas ni en celo, porque aunque según la opi-
nion de algunos puede impunemente operarse en la ma-
triz de una puerca preñada, y aun extirpar una parte
de aquel órgano sin temor al aborto, los dolores y la
evacuación de sangre son, á nuestro entender, causa
muy bastante para determinarlo; por otra parte, la ocu-
pación de la matriz dificulta la operación, y , finalmen-
te, á nada conduce perder una cria.
Hasta que la herida ó heridas que se hicieron para
la castración entren en el período de cicatrización, no
conviene que los animales enfermos sufran cambios
bruscos de temperatura, razón por la que deben c o n s i -
derarse y cuidarse como á los enfermos.
Con el nombre de houclement se conoce en Francia
una operación que consiste en privar á los cerdos de la
facultad instintiva de hozar ó remover la tierra con el
hocico. Según las circunstancias, puede ser convenien-
te, perjudicial, ó necesaria: es conveniente, cuando los
cerdos salen de sus pocilgas para buscar libremente la
comida en el campo en que no hay arbolado: es n e c e -
saria , cuando pacen las piaras en sitios donde hay á r -
boles jóvenes, para evitar que hozando los cerdos d e s -
truyan las raíces: es perjudicial, cuando los cerdos no
pacen más que en rastrojos y campos de barbecho, p o r -
que evitando que hocen, no pueden arrancar la grama
y demás raíces de yerbas dañinas, ni revuelven la tie-
rra, que es una de las utilidades que el llevar los cerdos
á tales sitios reporta á la agricultura.
— 106 —
La operación que nos ocupa puede practicarse, de
tres modos: por incision en el hocico; por sección de los
músculos que lo mueven, ó por medio del aparato espe-
cial que hace que los franceses llamen houclement á esta
operación.
E l primer sistema consiste en practicar alrededor
de la extremidad del hocico gran número de incisiones,
cuidando de no herir los cartílagos para evitar la caries.
Este sistema no nos parece aceptable, porque la pronta
curación de las heridas, que necesariamente han de ser
leves, hace indispensable la frecuente repetición de la
operación, dando por resultado escamar al animal, que
con dificultad se acostumbra á que le mortifiquen.
M. Viborg aconseja el segundo sistema, más r a c i o -
nal á nuestro entender y de mejores resultados. L o s
músculos y tendones que ponen en movimiento el e x -
tremo del hocico, y que se propone el operador cortar,
están colocados á los dos lados de aquel órgano, en sen-
tido oblicuo de arriba á abajo, terminando en el e x t r e -
mo movible por un tendon de ocho ó nueve centímetros
de largo por cinco milímetros de grueso en un cerdo de
doce á diez y seis meses. Cada uno de estos tendones,
encerrado en una especie de vaina, da á la extremidad
de la geta gran movilidad y aumenta su potencia,
siendo fácil reconocerlos al tacto moviendo el hocico del
animal. La operación se reduce á sujetar al puerco, y
practicando una incision en cada lado del hocico sobre
los tendones y músculos indicados, pasar por debajo de
ellos un hilo con ayuda de una aguja y cortarlos en la
extension de un centímetro. Esta operación es preferi-
ble á la anterior, por ser más práctica en sus resultados;
pero no evita el mal radicalmente; porque si bien es
verdad que el animal pierde fuerza y movilidad en el
hocico, no es menos cierto que aún puede hozar.
E l tercer sistema consiste en atravesar el hocico del
— 107 —
•cerdo por mi aparato de hierro, que siempre que el ani-
mal quiere hozar le produce un dolor bastante fuerte
para impedírselo. E n algunos países se acostumbra á
atravesarlo junto á los orificios de la nariz y de arriba
abajo, con un alambre del grueso de una aguja de hacer
media, y de cuatro á cinco centímetros de l a r g o , t o r -
ciéndolo en forma de sortija por las dos puntas. E n
otros, se traspasa por medio de un clavo de herradura,
retorciendo la punta hacia arriba en forma de anzuelo
para que al hozar el animal se pinche. E n otros, en fin,
en las dos extremidades del alambre que hemos indica-
do, colocan dos púas en forma de punta de flecha. Pero
todos estos medios, aunque económicos y fáciles, tienen
el inconveniente de que es preciso renovar los aparati-
tos, porque con el tiempo, encallecido el sitio que o c u -
pan, llegan á no servir para nada, y que fácilmente dan
por resultado la caries del cartílago de la nariz.
L a sangría es una operación quirúrgica que consiste
en producir una evacuación de sangre abriendo una ó
varias venas, con objeto de atajar ó prevenir ciertas
enfermedades. Entre la gente del campo, es la sangría
del ganado de cerda operación tan sencilla y tan uni-
versal (permítasenos la frase), que puede decirse que
constituye la única medicación que aplican á todas las
enfermedades. Sea el que quiera el mal que aqueje al
enfermo, le cortan las orejas y la cola y le dejan que se
cure por sí solo. Creemos inútil encarecer lo vicioso de
esta práctica.
L a sangría de la yugular es punto menos que i m -
practicable en los cerdos, dadas la construcción del cue-
llo, la gordura de los tejidos, el grueso de la piel y la
dificultad de comprimir la garganta. La operación,
pues, solo es practicable en las venas auriculares y safe-
nas, en la cola, y muy difícilmente en algunas arterias.
Las venas auriculares están situadas en la parte i n -
— 103 —
terna del borde de las orejas, y su desarrollo las hace
accesibles al bisturí, aunque dan poca cantidad de san-
g r e , razón por la que es necesario repetir la operación.
Para practicarla, se sujeta al animal, y rodeando al
pabellón de la oreja una cinta, se comprime la vena,
teniendo la oreja vuelta sobre la nuca: cuando la vena
está bastante hinchada, se hace la incision, que no es
menester cerrar, porque por sí sola se detiene la e v a -
cuación de sangre.
La vena safena externa es la más á propósito para
practicar la sangría, por ser superficial y fácil de herir;,
está formada por dos ramas que se reúnen en el c o r v e -
jón, yendo á perderse entre los mrisculos por detrás del
tendon de aquel.
Para practicar la sangría en esta vena, se hace una
ligadura bastante apretada sobre el corvejón, y cuando
se marea la vena se introduce la lanceta oblicuamente,
obteniendo una considerable evacuación, que se d e t i e -
ne cuando conviene atravesando la piel de los dos lados
de la incision con una aguja ó alfiler grueso y r o d e á n -
dole un mechoncito de cerdas largas ó una hebra de hilo-
fuerte.
La sangría de la cola se practica amputando parcial
ó totalmente aquella: para detener la evacuación se ata
un hilo fuerte al derredor del extremo de la porción
no amputada.
También puede practicarse la sangría como ya hemos
dicho en algunas arterias: la más á propósito es la au-
ricular posterior. Esta arteria sube por detrás de la arti-
culación temporo-maxilar (1), llega á la base de la cuen-
ca de la oreja y se remonta á la superficie convexa que
forma el pabellón de aquella, recubierta por el músculo
cervico-auricular medio: considerando la oreja l e v a n -

(1) Llámase de esta manera la parte que media entre la sien y la m a n -


díbula.
— 109 -
tada y corno si se quisiera tapar el ojo, se dirige la a r -
teria oblicuamente bácia la punta de la oreja, conser-
vando el mismo calibre basta llegar á la tercera parte
inferior del pabellón. Para herir esta arteria, debe pro-
curarse hacerlo en su base, es decir, en el sitio en que
pasa de la convexidad de la cuenca de la oreja á la cara
externa del pabellón. La evacuación, que acostumbra
ser regularmente copiosa, se detiene por sí sola las más
de las veces; pero si así no fuese, es menester hacerlo
del mismo modo indicado para la sangría de la vena
safena.
Según las fuerzas del enfermo, su edad y la i n t e n -
sidad del mal, varía la cantidad de sangre de una s a n -
gría regular entre 300 y 600 gramos. E n las sangrías
de la cola y de las venas de pequeño calibre, acostum-
bra á dejarse salir toda la sangre que la herida.
Los cáusticos y excitantes más usados en la medicina
veterinaria que se refiere á los cerdos, son: el sedal, el
sinapismo, el vejigatorio, la aplicación de la pomada esti-
biada y las fricciones irritantes.
E l uso del sedal es una operación que consiste en in-
troducir entre los tejidos una cinta ó mecha de hilo ó
algodón empapado en un líquido irritante que produce
una irritación en un principio y una secreción purulenta
después. Para aplicarlo se enebra una punta del sedal
en el ojo abierto en la punta de una aguja, plana y e n -
corvada, se toma un pliegue ancho de piel de la parte
á que se quiere aplicar, y sostenido así el pliegue por un
ayudante, se introduce la aguja hasta atravesarlo: cuan-
do la punta de la aguja sale por el lado opuesto al que
le dio paso al entrar, se saca la punta del sedal, atando
las dos extremidades unidas. Establecida la supuración,
el tratamiento queda reducido á comprimir todos los
dias el trayecto del sedal y limpiar el pus que sale pol-
las dos aberturas de la piel.
— 110 —
E l sinapismo es una cataplasma de harina de mosta-
za, que tiene por objeto producir una revulsion sobre
el sitio á que se aplica. Esta cataplasma se prepara des-
liyendo en agua templada la mostaza y formando una
pasta espesa que se extiende sobre un lienzo; pero es de
advertir que desleida la harina con agua caliente ó v i -
nagre, se dificulta la formación del aceite acre que c o n s -
tituye la acción del sinapismo. Preparada la cataplasma,,
se aplica en el lugar conveniente sujeta con un vendaje,,
y frecuentemente se cambia de sitio para evitar que su
excesiva permanencia determine tilceras que tienen ma-
las consecuencias. Si se quiere activar la acción de este
medicamento, se fricciona antes el sitio en que va á
aplicarse, ó se incorpora á la mostaza pimienta, polvos
de euforbio, de cantáridas ó tintura de estas. A veces
conviene modificar la acción de los sinapismos por me-
dio de escarificaciones: consisten éstas en picar con la
punta del bisturí la inflamación determinada por la ca-
taplasma.
E l vejigatorio consiste en aplicar sobre una parte del
cuerpo una preparación con el objeto de conseguir una
derivación saludable. Para aplicarlo, se empieza por
cortar la extremidad de las cerdas, frotando con un c e -
pillo la parte sobre la cual se va á hacer la aplicación,
para excitar la piel: hecho esto, se toma con los dedos
cubiertos por un pedazo de badana una cantidad de un-
güento vejigatorio (1), tamaño de una nuez, y se e x -
tiende sobre la piel friccionando ligeramente y c o n t i -
nuando esta maniobra por espacio de cinco minutos. Á l
dia siguiente, la epidermis se ha levantado y se produ-

(1) El ungüento vejigatorio se compone


De Ungüento Ijasilicon 500 gr.
Cantáridas en polvo 50
Euforbio en polvo 60
Incorpérense en frió los polvos.
— Ill —
ce la formación de ampollas que segregan gran c a n t i -
dad de serosidad en un principio y pus después: cuando
esto ha sucedido, todo el cuidado se reduce á reventar
las ampollas y quitar con las tijeras y las pinzas los t r o -
zos de piel levantados, curando las llagas con cerato y
estopas. Es menester cuidar que el animal no se rasque,
porque la gangrena de la piel es accidente que con fre-
cuencia aparece después de la aplicación de excitantes
violentos.
L a pomada estibiada (1) se aplica del mismo modo
que el ungüento vejigatorio.
Las fricciones irritantes pueden hacerse con esencia
de trementina ó espliego, vinagre caliente y amoniaco
líquido. Sirven para determinar una irritación que en
algunos animales llega á producir una secreción serosa.
Su aplicación es sencilla: se reduce á friccionar la r e -
gion que convenga con un paño de lana empapado en
una de aquellas sustancias. Su acción es rápida, y por
lo tanto de uso recomendable.
Artículo 3.°—Los medicamentos aplicables al e x t e -
rior en la medicina de los cerdos pueden ser líquidos ó
sólidos.
Son líquidos el baño, las lociones, los fomentos y las
inyecciones y colirios.
E l baño puede ser local ó general, según sea la s u -
mersión de una parte del cuerpo ó de todo él. Termina-
do el baño medicinal, conviene secar la piel del i n d i v i -
duo con paños ó rodillas, operación fácil dada la dureza
y poca abundancia del pelo de los cerdos.
Las lociones consisten en pequeños lavatorios locales

(1) La pomada estibiada se compone


De Emético estibiado en polvo i gr.
Manteca de cerdo 12
M.«
— 112 —
hechos con ayuda de un paño ó esponja, empapados en
el líquido medicinal.
Los fomentos consisten en sostener sobre la parte en-
ferma la humedad de un líquido con un fin terapéutico.
Para aplicarlos se emplea un objeto poroso (paño, esto-
pa ó esponja), sujeto sobre la parte con un vendaje.
La inyección consiste en introducir entre los tejidos
un líquido con ayuda de una jeringa. Los líquidos usa-
dos en las inyecciones pueden ser medicinales ó simple-
mente agua templada, como sucede cuando tienen por
único objeto limpiar una herida ó llaga.
Los colirios líquidos son medicamentos que se a p l i -
can sobre la mucosa del ojo, y su composición puede
ser muy varia. Se aplican empapando una bola de es-
topa, que se esprime gota á gota sobre la parte enferma
ó con ayuda del cuenta-gotas.
Son medicamentos sólidos aplicables al exterior: las
cataplasmas, tinturas, emplastos y colirios solidaos.
Las cataplasmas dijimos ya que se aplicaban exten-
didas sobre lienzos y sujetas con un vendaje.
Las unturas se aplican extendiendo sobre la piel,
desembarazada de pelos é impurezas, con la mano ó con
una muñeca de trapo, el medicamento, durante el tiem-
po necesario para que se verifique la absorción: con o b -
jeto de favorecer ésta, conviene excitar la piel por me-
dio de fricciones, antes de aplicarla untura.
Los emplastos se aplican da modo análogo al de las
cataplasmas, extendiendo el ungüento sobre paños ó
badanas.
Los colirios sólidos son por lo general sales ú óxidos
de metales, que reducidos á polvo se echan sobre la mu-
cosa del ojo, metiéndolos en un cañón de pluma y s o -
plando dulcemente por él con dirección al sitio e n f e r -
mo, de modo que, saliendo el polvo con rapidez, caiga
sobre el sitio conveniente.
— 113 —
L o s vendajes más usados en las enfermedades de los
cerdos son los siguientes: para la garganta, para uno ó
los dos ojos, para el vientre y para el pecho.
E l vendaje para la garganta consiste en un trozo de
lienzo tres veces más ancho por detrás que por delante,
con cuatro cintas, una en cada ángulo, de las cuales
dos se atan por debajo de los ojos dejando libre la boca,
y otras dos en la union del cuello con la cabeza.
E l vendaje para uno ó los dos ojos censiste en una
pieza de tela de igual forma que la indicada para el ven-
daje anterior, pero con dos aberturas, por donde quepan
las orejas, provista de cuatro cintas que se atan debajo
ele la garganta unas y por detrás de la comisura de los
labios. E n la parte correspondiente al hueso occipital (1)
se hace un pliegue que lo ciñe é impide que el vendaje
se mueva. Si no se quiere cubrir más que un o j o , se
practica una abertura en el sitio que corresponde al que
se quiere dejar descubierto.
E l vendaje para el vientre, aplicable para sostener
cataplasmas, etc., consiste en un trozo de tela dos veces
más largo que ancho provisto de ocho cintas. E n la
parte media de cada uno de los lados mayores de este
paralelógramo de tela, se hace un pliegue que permite
que el vendaje se adapte á la forma del vientre: las seis
cintas que están colocadas en los lados cortos del c u a -
drilátero, sostienen el vendaje; las dos situadas en los
ángulos anteriores que sirven de pretal, impiden que se
vaya hacia atrás.
E l vendaje para el pecho consiste en una pieza de
tela cuadrada, truncada en los ángulos y prolongada
en su parte anterior para que pase entre los dos brazos.
Dos cintas, que parten de los ángulos de esta prolonga-
ción, se atan sobre el cuello, y las otras seis se reúnen

(1) Este hueso forma una punta sobre la nuca.


8
— llit —
sobre el dorso y comprimen el vendaje, que queda su-
jeto de este modo.
De los vendajes cuya aplicación no es general á.
todas las enfermedades, hablaremos en sus respectivos:
lugares.
Artículo 4."—Los medicamentos, según los casos,,
pueden administrarse bajo las formas siguientes: m e z -
clados con la comida, en forma líquida, en la de pílelo-
ras, en lavativas ó en fumigación.
Para administrarlos mezclados con la comida es ne-
cesario que se compongan de sustancias que ni huelan,
ni sepan mal, porque de lo contrario serian rehusados.
E n este caso se prepara una cantidad de harina mezcla-
da con agua, y á esta comida, que apetecen los cerdos,
se mezcla el medicamento.
Cuando este es líquido, si es una tisana cuyo sabor
no es malo, se pone en lugar de agua en el recipiente
destinado á aquella, y el cerdo la bebe sin repugnancia.
Pero si la tisana es de sabor ú olor desagradables, ó el
medicamento es de condición análoga, es menester ad-
ministrarlo por la fuerza. E n tal caso se sujeta al a n i -
mal, y en pié ó echado se le abre la boca con un palito,
como ya indicamos, y se va echando el líquido poco á
poco, para evitar que entrando en gran cantidad pueda,
producirse la asfixia al aspirar el enfermo.
Si el medicamento tiene la forma de pildoras, se a d -
ministra de igual modo que hemos indicado, dejándole
caer en el fondo de la boca y haciéndole pasar con un
poco de agua.
H a y otra especie de medicamentos cuyo objeto no
es precisamente ser ingeridos en el estómago. Nos refe-
rimos á los gargarismos, que sirven para limpiar, cau-
terizar ó bañar las partes interiores de la boca y la l a -
ringe.
Para practicarlos se le abre la boca al animal y
— 115 —
se introduce una varita ó ballena, á cuya extremidad
está un taponcito de estopa larga empapada en el l í -
quido medicinal, con el que se tocan las partes enfer-
mas. Cuando el objeto es tan solo lavar aquellas partes,
se introduce un chorro de agua natural ó templada con
ayuda de una jeringa.
La aplicación de los medicamentos bajo la forma de
lavativas es conocido de todo el mundo, y por lo tanto
creemos inútil dar explicaciones. Solo sí recomendare-
mos gran tiento para evitar que, por un movimiento
desordenado del enfermo, pueda herirse con la cánula
del instrumento el intestino recto, porque semejante ac-
cidente tiene siempre funestos resultados.
Las inyecciones en el aparato genital de las h e m -
bras se practican de igual modo que las lavativas.
La aplicación de ciertos remedios que han de e j e r -
cer su influencia en el aparato respiratorio, se practica
haciéndoles tomar á aquellos la forma gaseosa. Las f u -
migaciones pueden practicarse de dos modos, por eva-
poración ó por combustion: en el primer caso se somete
al puerco á la aspiración del vapor que se desprende
del medicamento en ebullición: en el segundo se hace
enrojecer una paleta de cocina ó una plancha de hierro
y se quema sobre ella la sustancia medicinal, haciéndole
que aspire el humo que se desprende. E n cualquiera de
los dos casos, producido el vapor ó el humo, se cierra
perfectamente la pocilga que ocupa el enfermo, el cual
necesariamente ha de respirar aquel aire saturado de
emanaciones medicinales.
PARTE TERCERA.

Descripción de las enfermedades del ganado de cerda,

C A P I T U L O I. 1

Enfermedades del apáralo respiratorio.

Las enfermedades que con más frecuencia afectan


el aparato respiratorio de los cerdos, son: la asfixia, la
coriza, la bronquitis, la perineumonía, la pleuresía, la
pleuroperineumonía, la tuberculosis ó tisis pulmonar,
la angina aguda y el crup.

ASFIXIA.

Consiste esta enfermedad en la supresión de los fe-


nómenos vitales á consecuencia de haber cesado de ma-
nera más ó menos brusca la respiración.
Síntomas.-—Pérdida absoluta de la sensibilidad, pa-
ralización de los movimientos, cesación de las funcio-
nes del aparato respiratorio, retardación de los latidos
del corazón hasta el punto de ser perceptibles apenas,
hinchazón de las venas de la cabeza y cuello, enroje-
cimiento de las membranas de los párpados, extrema
frialdad en las extremidades y orejas. La muerte sucede
á estos síntomas á los cinco ó seis minutos.
— 118 —
Causas.—Obstrucción del tubo respiratorio, i n g e s -
tion en los pulmones de líquidos ó gases no respirables,
compresión en la garganta ó pecho.
L a causa primera puede ser producida por agentes
morbosos, consecuencia de otras enfermedades, tales
como la inflamación de la lengua, la formación en la
laringe de pseudo-membranas ó membranas falsas, t u -
mores ó abscesos; por compresion.de las paredes de los
bronquios ó parálisis de los músculos que imprimen el
movimiento mecánico que constituye la respiración; por
detención en la garganta de alimentos duros y c o r i á -
ceos. Este accidente es muy frecuente, dada la glotone-
ría de los animales de que nos ocupamos.
L a segunda causa, ó sea la ingestion en los p u l -
mones de un líquido cualquiera, puede ser ocasionada
por la inmersión en el agua (accidente raro, porque los
cerdos nadan bien), ó consecuencia de la mala adminis-
tración de un medicamento líquido.
La asfixia por aspiración de gases no respirables es
rara en los cerdos, á menos que ocurra un incendio.
Por compresión se asfixian los cerdos cuando como
sucede al trasladarlos en ferro-carril se encierran m u -
chos juntos. L a falta de espacio ó el frío hace que se
opriman unos contra otros, y la compresión de las p a -
redes del tórax de los más oprimidos determina la a s -
fixia, ó la muerte por emplastecimiento de la sangre.
Tratamiento. •— Cuando la asfixia es producida por
obstrucción, si ésta es debida á un agente morboso es
menester que aquel desaparezca y en su lugar diremos
el medio de conseguirlo.
Cuando el obstáculo consiste en un pedazo de raíz
ó tubérculo, inmediatamente después de observados los
primeros síntomas, es decir, en cuanto se ve que el cer-
do se separa de los demás ó del comedero tosiendo y
manifestando síntomas de asfixia, es menester extraer
— 119 —
«1 obstáculo con la mano ó con pinzas, ó cuando menos
tratar de romperlo para que el animal lo trague.
E n el primer caso, la asfixia es el término de una
enfermedad, y solo puede prevenirse; en el segundo
puede salvarse al enfermo si se acude á tiempo.
E n los demás casos, la asfixia se presenta revestida
de todos los caracteres que liemos citado al describir los
síntomas, y es menester obrar rápida y enérgicamente.
Cuando esto sucede, el primer cuidado consiste en rea-
nimar los movimientos respiratorios y las contraccio-
nes del corazón, por medio de fricciones en seco ó con
sustancias irritantes, insuflando por la boca aire respi-
rable, estimulando las mucosas por medio de las emana-
ciones del amoniaco, administrando lavativas irritan-
tes, practicando varias sangrías abundantes, para e v i -
tar una congestion, y aplicando sinapismos en las e x -
tremidades posteriores.
La asfixia por compresión se evita no encerrando mu-
c h o s cerdos juntos; y si hay que trasladarlos de un pun-
to á otro en ferro-carril, se previene administrándoles
agua acidulada con sulfúrico á la dosis de 5 gr. por
cada litro de agua.
L a carne de los cerdos asfixiados puede comerse im-
punemente.
CORIZA.

Se llama así la inflamación de las membranas m u -


cosas que tapizan la superficie de las fosas nasales,
Síntomas.-—Tristeza, pesadez en la marcha, t e n -
dencia á frotar el hocico contra el suelo y á levantar
la cabeza abriendo la boca al aspirar, preferencia por
los alimentos líquidos y gran sed. son los primeros i n -
dicios del mal.
Cuarenta y ocho horas después se observan nuevos
fenómenos: por razón de la obstrucción de las narices,
— 120 —
ocasionada por la adherencia de abundante mucosidad.
á las membranas del aparato respiratorio, la respiración,
se hace dificilísima y la aspiración va acompañada de
un silbido especial; la secreción de las narices se hace
más espesa á medida que avanza la intensidad del mal,
hasta que se convierte en verdadero pus; las ventanas,
de la nariz y base del hocico se escorian y adquieren
cierta dureza y rubicundez; los ojos lagrimean y el en-
fermo decae y pierde fuerzas; el silbido que produce
el aire al pasar por las narices es cada vez más agudo-
y fuerte, y el animal abre la boca para respirar y se
queja con angustia, sobreviniendo probablemente la
muerte. E n doce ó quince dias se desarrollan todos los
fenómenos indicados, siendo frecuente ver que la enfer-
medad toma el carácter crónico y se hace incurable.
Cenosas.—Lo son especialmente los cambios bruscos:
de temperatura, la acción irritante de cuerpos e x t r a -
ños, sólidos, líquidos ó gaseosos, ejercida por estos m i s -
mos sobre las mucosas de las fosas nasales; la existen-
cia de llagas en dicha region ó la fractura de algun
hueso de la nariz, en cuyo caso se llama traumática.
Además de las indicadas causas puede reconocer otras
mil, ocasionadas por infinitos accidentes que es imposi-
ble enumerar.
Tratamiento.—Según el aspecto que la enfermedad
presente, debe ser más ó menos enérgico.
Cuando la poca intensidad de los síntomas hace que
la coriza pueda llamarse benigna, el uso de bebidas
templadas y sudoríficas y emolientes, la colocación del.
enfermo en local seco á una temperatura media, igual y
constante—-y si el animal estuviese con exceso g o r d o ,
la sangría—constituyen un régimen curativo bastante
á destruir el mal.
Si éste adquirió incremento y la inflamación se b i z a
extensiva á las membranas de los bronquios y pulmo—
— 121 —
lies, están indicadas las fumigaciones emolientes, el uso
de tisanas pectorales y emolientes con la adición de 3 0
centigramos á 1 gr. de emético por cada litro de agua
cocida, sangría de las orejas si el estado de gordura del
animal lo permite, fricciones con esencia de trementina
y sinapismos sobre el pecho, aplicación de la pomada
estibiada á los costados y lavativas irritantes prepara-
das con sulfato de sosa ó jabón y sal común. Cuando la
coriza es traumática, debe emplearse el mismo t r a t a -
miento para destruir la inflamación, y conseguido esto
hacer desaparecer la causa, ó sean las llagas, por medio
de inyecciones astringentes.
Frecuentemente la coriza se complica con oftalmías,
bronquitis, anginas ó neumonías, que siendo graves por
sí mismas, dicho se está que hacen más crítica la situa-
ción; en este caso, es menester combinar el tratamiento
anteriormente dicho por el que indicaremos al hablar de
cada una de aquellas enfermedades.
Las carnes de los cerdos atacados de coriza son de
calidad inferior, pero pueden comerse sin peligro siem-
pre que los animales hayan sido sacrificados antes de
que alguna complicación (como la gangrena en la trau-
mática) las haga incomestibles.

BRONQUITIS Ó CATARRO PULMONAR.

Consiste esta enfermedad en la inflamación de la


membrana que cubre los bronquios.
Síntomas.—Tristeza, tos violenta, dificultad para
respirar, produciéndose un ronquido sordo al verificar
la aspiración; pulso fuerte y desigual, calor en la piel,
abundante secreción bronquial más ó menos espesa,
disminución del apetito.
Causas.—Ocasionan la bronquitis: la estancia de los
cerdos en locales húmedos, los cambios bruscos de tem-
— 122 —
peratura, la ingestion de agua muy fria y, finalmente,
todo lo que puede determinar mía congestion en la
membrana de los bronquios.
Tratamiento.—Si la bronquitis presenta el aspecto
agudo, es menester desde luego colocar al enfermo en
lugar seco y á temperatura regularmente elevada, e m -
pleando para calmar la inflamación tisanas emolientes
templadas, fumigaciones emolientes también y alimen-
tación ligera y líquida. Si esto no basta, se bace más
enérgico el tratamiento, con aplicación de sinapismos al
pecbo y pomada estibiada á los costados; con el uso de
lavativas irritantes, preparadas con una decocción de
mercurial y la administración de las pildoras que indica
la siguiente fórmula.
Pu. Da Kermes 8gr.
Esencia de trementina 4
Bayas de enebro pulverizadas 8
Miel en proporción.
Háganse cuatro pildoras para administrar cada dos
horas una.

Cuando la bronquitis presenta el carácter crónico,


si con el tratamiento indicado no se destruye, es lo
más conveniente sacrificar al animal, cuya carne a u n -
que inferior puede consumirse.

PLEURESÍA.

Se llama así á la enfermedad producida por la infla-


mación de la pleura, membrana que tapiza la parte i n -
terna de la cavidad torácica.
Síntomas.—Calofríos, temblor general, cólicos l i g e -
ros, enfriamiento de la piel en el comienzo de la enfer-
medad.
Cuando el mal empieza á tomar incremento, a p a -
recen nuevos fenómenos, que son: tristeza, pérdida del
—• 123 —
apetito, gran dificultad para la marcha, que es pesada
y como si el animal no tuviese articulaciones; orejas
tan pronto frías como calientes, pulso débil y frecuen-
te; sequedad y calor en la boca, sed, estreñimiento,
respiración á cada momento más fatigosa y acelerada;
á intervalos tos seca y convulsiva, dolor en la region
costal al oprimirle ligeramente con la mano.
Auscultando sobre el pecho se percibe una notable
disminución del murmullo respiratorio, y aumento del
ruido traqueo bronquial.
Si desde el primer momento no se trata de atajar el
mal, todos estos síntomas aumentan progresiva, pero
rápidamente su intensidad, hasta que agotadas las
fuerzas del enfermo, sobreviene la muerte por hemorra-
gia, desorganización de la pleura ó gangrena, en un es-
pacio de dos ó cinco dias.
Causas.—-El estado pletórico, la extrema debilidad,
el excesivo frió, la humedad, los cambios bruscos de
temperatura, los golpes en las paredes del tórax, las
fracturas de las costillas; otras enfermedades de que la
pleuresía es consecuencia.
Tratamiento.—Desde la aparición de los primeros
síntomas debe alojarse al enfermo en lugar seco y abri-
g a d o , sometiéndole á una alimentación muy ligera y á
la administración de tisanas emolientes, calmantes y
templadas, á las que se añade nitrato de potasa á la
dosis de tres á diez gramos por cada dos litros de tisa-
na. Si la inflamación no cede, se usan al interior las
pildoras que indica la fórmula siguiente:
Pu. De polvos de regaliz 30 gr.
Emético 1
Miel en proporción.
Mézclese y háganse cuatro pildoras para tomar una
cada dos horas por espacio de tres dias.

A l exterior sinapismos sobre la parte interna de los


— 124 —
muslos y el pecho, lavativas irritantes preparadas con
jabón y sal común, y fricciones irritantes en las extre-
midades y costados con pomada estibiada.
Esta enfermedad es muy frecuente en animales ple-
tóricos y jóvenes que habitan países frios y húmedos,
se confunde fácilmente con la neumonía ó pulmonía en
un principio, y debe ponerse gran cuidado en evitar
este error, porque la sangría está contraindicada en
esta dolencia.
Cuando toma carácter crónico, lo mismo que cuando
se ve que adquiere incremento bastante para producir
la muerte, debe sacrificarse al enfermo para a p r o v e -
char sus carnes, comestibles siempre que la resolución
no sea la gangrena ó la completa alteración del o r g a -
nismo.
NEUMONÍA Ó PULMONÍA.

Consiste esta enfermedad en la flegmasía, inflama-


ción, de uno ó los dos pulmones.
Síntomas.—-Los fenómenos que indican la presencia
de esta enfermedad no se presentan siempre de igual
manera, razón por la que fácilmente puede confundirse.
Generalmente, al comenzar el mal, el enfermo, tris-
te y quieto en un rincón de su pocilga, tiene las orejas
lacias, apenas quiere comer, y no se mueve más que
cuando se le obliga.
A l dia siguiente los síntomas son más fáciles de
apreciar: el animal atacado de pulmonía aprieta la cola
contra las nalgas, gruñe, respira con dificultad y tose
con tos seca en un principio y arrastrando mucosidades
después; y si se le obliga á moverse, lo hace de mala
gana y tambaleándose. Otras veces, por el contrario,
no puede estar quieto, tose, vomita y parece que se va
á asfixiar.
Siempre el pulso es fuerte y frecuente, las cerdas
— 125 —
del cuerpo están erizadas, la cabeza baja y las orejas
caidas y frías: las extremidades se enfrian, y si se aus-
culta el pecho del enfermo, se observa que el murmullo
respiratorio es apenas perceptible en unas partes (las
correspondientes á las partes inflamadas) y perfecta-
mente apreciable en otras (las no inflamadas).
Si el mal no puede atajarse, la respiración se hace
anhelante, el aire espirado es muy caliente, el murmu-
llo respiratorio se extingue por instantes, sobrevienen
movimientos y temblor convulsivo, sucedidos por una
calma completa; la boca y narices del enfermo segre-
gan una mucosidad espesa, amarillenta y estriada de
sangre; las fuerzas se aniquilan, y con el aniquila-
miento viene la muerte, ocasionada por la hepatizacion
de los pulmones ó la gangrena, en el intervalo de dos á
cinco dias.
Causas.—El enfriamiento y paralización de la tras-
piración, los cambios bruscos de calor ó frió, la inges-
tion de agua muy fria cuando el animal esté acalorado,
la humedad, la aspiración de gases ó polvo irritantes,
los golpes en el pecho, la fractura de las costillas, y. en
una palabra, cuanto pueda producir la afluencia de san-
gre á los pulmones.
Tratamiento.—La primera providencia que debe to-
marse es colocar al enfermo en sitio abrigado y seco:
hecho esto, están indicadas las tisanas emolientes con
nitrato de potasa á la dosis de tres á diez gramos poi-
cada dos litros de agua; sangría de la cola y orejas, re-
petida la segunda seis ú ocho horas después de la p r i -
mera: si el mal resiste, repetición de la sangría y apli-
cación de sinapismos en la parte interna y superior de
las piernas y sobre el pecho; fricciones irritantes en las
extremidades.
Si á pesar de esto no cede la inflamación, debe a p l i -
carse sobre el costado correspondiente al pulmón infla-
— 126 —
mado, ó sobre los dos si la neumonía es doble, la po-
mada estibiada; hacer uso de lavativas irritantes p r e -
paradas con jabón y sal común, y administrar las pil-
doras que indica la fórmula siguiente:
R . De polvos de regaliz 30 gr.
Kermes 10
Miel en proporción.
Mézclese y háganse cuatro pildoras para tomar una
cada dos horas.

O esta bebida:
P¿. De Calomelanos 2 gr.
Emético 1
Nitro 3
Agua de fuente 60
Para tornarla en tres dosis con intervalos de ocho
horas por espacio de dos días.

Esta enfermedad es más frecuente en primavera y


otoño, en que la temperatura sufre cambios muy rá-
pidos.
No tratándose de animales de mucho valor, lo más
acertado es sacrificar en un principio á los enfermos de
pulmonía, porque de cien casos es segura la muerte en
setenta y cinco.

P L E U R O N E U M O N Í A .'

Esta enfermedad consiste en la inflamación simul-


tánea del pulmón y la pleura.
Síntomas.—Calofríos, respiración difícil, aire e s p i -
rado caliente en estremo, sequedad y calor en la boca,
pérdida del apetito, tendencia al decúbito y preferen-
cia por lugares frescos y sombríos, son los fenómenos
que acompañan á la aparición de la enfermedad que
nos ocupa.
Pocas horas después de haber aparecido los s í n t o -
— 127 —
mas enumerados, se agravan, y otros nuevos aparecen:
dolor en la region hipogástrica, endurecimiento del
vientre, extreñimiento, enrarecimiento de la orina,
abultamiento de los costados, enrojecimiento de las
mucosas y plenitud en el pulso.
La disminución del murmullo respiratorio en una
determinada extension del pecho y un ruido semejante
al chisporroteo de la llama de una bujía al mojarse, in-
dican la pleuroneumonía con predominación de pleiore-
sia. Guando el ruido semejante al chisporroteo se siente
solo en una parte del pecho, semejante á una respira-
ción suplementaria, predomina la neumonía.
Cuando la enfermedad toca á su término, todos los
síntomas indicados se acenttian más y más; el animal
parece que va á ahogarse, tal le es difícil respirar, y al
hacerlo se produce dentro del pecho un ruido parecido
al del agua en ebullición; finalmente, el enfermo se
tambalea y abre las piernas para no caer, y cuando ya
no le es posible sostenerse en pié, cae y viene la muerte
con la hepatizacion ó la gangrena.
Calosas.—Según la opinion más generalizada, o c a -
sionan la pleuroneumonía los mismos agentes que la
pleuresía y neumonía, y á nuestro entender es opinion
acertada la de los que tal origen sostienen, pues que la
enfermedad que nos ocupa es una combinación de las
que acabamos de indicar.
E l excesivo calor causa á veces la inflamación de la
pleura y los pulmones, y por tanto es origen de pleu-
roneumonía.
Tratamiento.—Colocado el enfermo en lugar conve-
niente, según el aspecto que la inflamación presente,
varía el tratamiento, más ó menos enérgico con arreglo
á las circunstancias.
L a dieta, tisanas sudoríficas, fricciones irritantes
en las extremidades, sinapismos sobre el pecho, y la
sangría más ó menos copiosa, según las fuerzas del
animal, constituyen los primeros recursos que deben
emplearse: si el mal no cede, debe repetirse la sangría
al día siguiente al en que se hizo la primera, ó cuando
menos seis ú ocho horas después, adicionar á las tisa-
nas sudoríficas el nitrato de potasa á la dosis de cinco
á quince gramos y el alcanfor en igual dosis, emplear
bebidas diuréticas y sedantes tales cual la que indica la
fórmula siguiente:
E . De Digital 2 gr.
Hemético 1
ISTitrato de potasa 3
Cocimiento de raiz de caña. . 1 litro
y hacer más enérgicas ^fricciones y sinapismos.
Algunos autores consideran contagiosa esta enfer-
medad, pero no hay hechos que definitivamente lo acre-
diten; no obstante, en la duda, la prudencia aconseja
el aislamiento de los enfermos de pleuroneumonía.
La gravedad de este mal es tan grande, que á no
tratarse de animales de precio debe sacrificarse al e n -
fermo en un principio, antes que la gangrena, la total
desorganización de los pulmones ó el enflaquecimiento
hagan imposible aprovechar las caimes.

TUBERCULOSIS.

Esta enfermedad, llamada vulgarmente tisis pul-


monar, es debiela á la formación de tubérculos (1) en los
pulmones.
Síntomas. — Esta grave enfermedad presenta tres

(1) Los tubérculos son productos morbosos que en su estado de completo


desarrollo se presentan bajo la forma de un cuerpo redondo, blanco, a m a r i -
llento ó negruzco, opaco, consistente, de aspecto caseoso y sin estructura
orgánica aparente. Desde su aparición hasta terminar su completo desarro-
llo, sufren varias metamorfosis, siendo la última la formación de una m a -
teria liquida y viscosa semejante al pus.
— 129 —
períodos, en que los síntomas aumentan de intensidad
con el mal, y aun varían.
Primer período. Tos seca y débil, en particular en la
madrugada de las noches de invierno: después de correr
el animal, si se ausculta sobre el pecho, se observa que
la respiración es irregular, que hay poca resonancia y
que el murmullo respiratorio está circunscrito á ciertos
sitios. No obstante, el animal come y digiere como si
estuviera sano.
Segundo período. Los accesos de tos, más ronca que
en el primer período, son más frecuentes; el animal se
queja al toser, y al verificar la inspiración lo hace ele
un modo entrecortado y como si tuviera hipo: por m e -
dio de la auscultación se oye dentro del pecho un ester-
tor grave y se nota falta de sonoridad en unos lados y
mayor resonancia en otros. E l enfermo tiene el pelo
erizado: come apenas, y enflaquece notablemente.
Tercer periodo. La dificultad para respirar llega á su
a p o g e o , y el animal apenas puede andar tres metros
sin pararse: los movimientos son largos, pesarlos y
vacilantes; el enflaquecimiento es tal, que el enfermo
parece una momia; el apetito es nulo; las funciones di-
gestivas se verifican de una manera irregular; la tos
es débil, seca y ronca, y después de cada acceso da el
enfermo muestras de dolor y fatiga ; el murmullo r e s -
piratorio, que desaparece en algunos puntos, es susti-
tuido por un estertor cavernoso; hay constantemente
fiebre, los ojos se hunden, y el animal muere por c o n -
sunción.
Causas. — L a herencia, la mala conformación del
tórax, el mal régimen alimenticio, lesiones en los p u l -
mones por golpes sobre el pecho, caídas, ó á consecuen-
cia de otras enfermedades, el uso de aguas cargadas de
fosfato ó carbonato de cal, el hacinamiento de muchos
animales en locales reducidos, húmedos ó mal ventila-
9
— 130 —
dos, los vapores amoniacales de que se impregna el aire-
en cochiqueras en las cuales no se quita el estiércol fre-
cuentemente, y, en una palabra, todo cuanto puede irri-
tar directa ó indirectamente el aparato pulmonar.
Tratamiento. — La tuberculosis es incurable en sus.
dos últimos períodos, y punto menos en el primero, r a -
zón por la que la palabra tratamiento es casi ociosa en
el presente caso. L o más acertado es sacrificar al e n -
fermo desde el momento en que se observa la presencia
de los primeros síntomas, porque aunque se pudiera
curar nunca seria radicalmente, y siempre la curación
seria demasiado cara.
H a y quien asegura que esta enfermedad, sobre todo
durante su último período, es contagiosa: nada se sabe
de cierto, pero no obstante, conviene precaver el conta-
gio por medio del aislamiento, si se ha de hacer lo que
la prudencia aconseja. Las carnes de cerdos tuberculo-
sos deben enterrarse ó ser quemadas, para evitar su
pernicioso efecto si las comen perros de guarda ú otros
cerdos.
A N G I N A AGUDA.

Se llama así á la enfermedad que consiste en la i n -


flamación de la laringe y faringe.
Síntomas.—Tristeza, marcha pesada, falta de a p e -
tito, tendencia al decúbito, dolor en la garganta, mani-
festado por gruñidos sordos y roncos del enfermo; difi-
cultad para la deglución, respiración frecuente, consti-
pación y pulso fuerte.
No deteniéndose los progresos del mal en este p r i -
mer período, aumenta la intensidad de aquellos sínto-
mas y aparecen nuevos fenómenos, que s o n : enrojeci-
miento de la conjuntiva y el blanco de los ojos, tos seca,,
ronca y violenta; tumefacción de la garganta, extensi-
va hasta el esternón y base de las orejas; enrojecimiento:
— 131 —
de la post-boca, que poco á poco va adquiriendo un co
lor violado; grandísima dificultad para la deglución;
infarto de las glándulas amígdalas, y gran fiebre.
A l cuarto día llega por lo común á su apogeo la angi-
na: la respiración es punto menos que imposible; la tos
es ronca, seca y convulsiva y á veces produce vómitos;
el animal muestra gran inquietud y abatimiento; poco á
poco aumenta la inflamación, basta que, obstruido lo
bastante el tubo respiratorio para no dar paso al aire,
viene la muerte por asfixia, ó bien, como consecuencia
de la congestion de la mucosa de la laringe y faringe,
aparece la gangrena, fácil de conocer por el color lívido
de la lengua y mucosas de la boca, post-boca y piel de
la cabeza; por el erizamiento de las cerdas, que al m e -
nor esfuerzo se arrancan; por el olor sui-generis del aire
espirado; porque las narices y boca segregan mucosi-
dades infectas; por el color plomizo de las partes blan-
cas del cuerpo, y finalmente, por los quejidos con que
el animal manifiesta los dolores que sufre.
Causas.—El estado pletórico, la humedad de los lo-
cales, la impresión del frió al pasar de un local a b r i -
gado á otro de temperatura mucho más baja, la i n g e s -
tion de bebidas muy frías estando acalorado el animal;
la ingestion de cuerpos sólidos, líquidos ó gaseosos
irritantes; en una palabra, cuanto pueda determinar la
irritación de las mucosas de la laringe y faringe.
Tratamiento.—Durante el primer período, la dieta,
las tisanas sudoríficas y emolientes tibias, una untura
de pomada alcanforada, abrigar el cuello por medio de
una bayeta caliente sujeta con el vendaje indicado para
la garganta, y si el animal es pletórico, una ligera
sangría.
Si el mal no se detiene con este sencillo tratamiento,
es menester activarlo por medio de lavativas irritantes,
cataplasmas emolientes sobre la garganta, y gargaris-
— 132 —
mos preparados con regaliz en polvo y miel, ó bien
como indica la siguiente fórmula.
Ei. De Alumbre pulverizado 50 gr.
Cocimiento de zaragatona. . . 500
Miel 100
Disuélvase el alumbre é incorpórese la miel.
Cuando á pesar de todo, la inflamación es muy agu-
da, pero sin tendencia á la formación de abscesos, el úl-
timo recurso son los sinapismos y las fricciones irri-
tantes sobre la garganta.
Si se presentasen abscesos, en seguida deben sajarse
para dar salida al p u s , antes que lleguen á interesar
las partes profundas.
Esta enfermedad es muy frecuente en los cerdos,
sobre todo en primavera y otoño, cuando son jóvenes.
Generalmente se cura durante su primer período si
no se descuida; pero si toma incremento, no debe des-
esperarse de la curación, probable en los más de los
casos.
Las carnes de cerdos atacados de angina aguda pue-
den comerse, si otras complicaciones no ban aparecido
durante la enfermedad, siempre que hayan sido s a c r i -
ficados á tiempo.
CRUP.

Se llama así á la angina membranosa; es decir, á la


inflamación de la laringe y faringe, complicada con la
formación de pséudo membranas ó membranas falsas.
Síntomas.—En un principio aparecen iguales f e n ó -
menos á los indicados en la angina aguda. Más adelante
se manifiestan los síntomas con más franqueza y clari-
dad: la tos es ronca y penosa; la respiración, difícil, pro-
duce un ronquido muy agudo; la boca segrega babas y
esputos espumosos, amarillentos con bastante abundan-
cia; la mucosa del paladar se pone roja y á veces está
— 133 —
cubierta de una película blanquecina; el animal levanta
mucbo la cabeza para respirar.
A medida que el mal aumenta, la respiración se liace
penosa, la tos es prolongada, más aguda y convulsiva,
la region maxilar se abulta, y si se observa la boca se
perciben las falsas membranas de color negruzco en la
base de la lengua y la laringe; el animal, apoyado sobre
el tercio posterior, está muy inquieto; se mueve á uno
y otro lado, y estira el cuello cuanto puede para respi-
rar, abriendo desmesuradamente la boca, con los ojos
inyectados muy abiertos, y que parece que se van á sa-
lir de sus órbitas, con la lengua fuera de color de v i o -
leta y las venas hinchadas en extremo; obstruido el
tubo respiratorio, el enfermo vacila, se debilita el pulso
y muere por asfixia.
Frecuentemente el mal puede curarse, y en tal caso
se nota que el tratamiento empleado da resultados f a -
vorables por la disminución de la intensidad de los
síntomas generales y la expulsion de las pseudo m e m -
branas mezcladas con saliva y mucosidades en forma de
láminas ó cilindros negruzcos, más ó menos grandes.
Causas.—Los cambios atmosféricos, la insalubridad
de los locales; en una palabra, las mismas que hemos
indicado como origen de la angina aguda.
Tratamiento. — Como quiera que esta enfermedad
llega á su término de una manera rápida y violenta,
rápidos y enérgicos han de ser los medios que se em-
pleen para combatirla.
E l remedio heroico en caso de crup es el cauterio,
que destruyendo la causa, aminore cuando menos los
efectos fatales de la enfermedad.
El cauterio con azotato de plata ó ácido clorhídrico,
es el que en más de una ocasión hemos empleado con
feliz; éxito. Hé aquí las fórmulas para la preparación de
"Uno y otro gargarismo.
134 —
R. De Azotato de plata 4gr.
Agua destilada 250
Disuélvase en el ap-ua destilada.
E . De Acido clorhídrico 10 g r .
Miel 30
Agua destilada.. . 150
Mézclese y agítese antes de usarlo.

Una ligera sangría, fricciones irritantes sobre la


garganta, el uso de bebidas aciduladas, vomitivos y la-
vativas irritantes, completan el tratamiento cuando no
existen abscesos: si éstos aparecen, es menester, además
sajarlos curando las heridas por medio de lociones con
vino ó cocimiento de plantas aromáticas.
1ST o tratándose de animales de precio, debe sacrifi-
carse al enfermo, si se ve que el cauterio no da resulta-
do, para evitar gastos inútiles.
CAPITULO II.

Enfermedades del aparato digestivo.

Las enfermedades propias del aparato digestivo de


los cerdos, son: la glositis aftosa, indigestion, c o n s t i -
pación, diarrea, disentería, enteritis aguda, enteritis
diarréica, enteritis disentérica, gastro-enteritis por en-
venenamiento, hepatitis, ascitis, hernias, invaginación
del intestino recto, imperforacion del ano.

GLOSITIS.

Consiste en la inflamación de la lengua.


/Síntomas. — E s t a enfermedad, muy común en los
/gorrinillos recien nacidos, comienza á manifestarse por
la formación de pequeñas ampollas en la lengua, casi
imperceptibles al formarse, que á medida que aumentan
en volumen y número se hacen confluentes, y rodeando
en forma de rosario todo el borde de la lengua, impiden
que el enfermo pueda mamar; estas vejiguillas contie-
nen una materia serosa, incolora, y al reventarse son
sustituidas por úlceras muy dolorosas.
E l gorrinillo enfermo de glositis aftosa está i n q u i e -
t o , gruñendo, manifiesta los dolores producidos por las
aftas y el hambre, da vueltas al rededor de la madre,
•coge el pezón de la mama, lo vuelve á dejar y se queja
constantemente: si en breve tiempo no se destruye la
causa que impide que el gorrinillo se alimente maman-
do, comienza la debilidad y muere por inanición.
Causas. — L a mala calidad de la leche de algunas-
hembras mal alimentadas ó enfermas, la falta de l i m -
pieza de la cama, que ensucia los pezones de la madre:
el frió, y en fin, multitud de agentes irritantes que d e -
terminan en la lengua de los gorrinillos una inflama-
ción más ó menos violenta.
Tratamiento.— E n primer lugar, deben evitarse las
causas, porque de otra suerte los efectos serian siempre
los mismos: conseguido esto, el tratamiento directo por
decir así, se reduce á cortar con unas tijeras corvas el
cordon ó rosario formado por las vejigas ó úlceras, y
cauterizar la herida con ácido sulfúrico mezclado con
agua, ó con nitrato de plata.

INDIGESTION.

Se llama así á las alteraciones que produce la d i -


gestion suspendida por una causa cualquiera.
Síntomas.—-Tristeza, inapetencia, erizamiento de
las cerdas , calofríos , vientre abultado, duro y d o l o r i -
do, espinazo encorvado, eructos frecuentes, náuseas,
ventosidades fétidas, vómitos; según los casos, diarrea
ó constipación; más ó monos fiebre, y,- según las c o m -
plicaciones, la muerte.
Cuando la indigestion es sencilla, tiene pequeñísi-
ma importancia: si es debida á una gran ocupación de
estómago, puede dar lugar á complicaciones tales cual
la enteritis diarréica ó la disentería, y en este caso
excusamos decir que es muy grave.
Caicsas.—La ingestion en el estómago de alimentos
duros, leñosos, coriáceos y pobres en principios asimi-
lables; de forrages cubiertos de rocío, muy especialmen-
te, siendo trébol ó alfalfa; de plantas acres ó n a r c ó t i -
— 137 —
cas; de aguas estancadas, cenagosas ó muy frias; de
sustancias en descomposición ó de buena calidad, pero
en gran cantidad; la impresión de frió violento en el
momento de la digestion; las carreras y sofocones d e s -
pués de una abundante comida.
Tratamiento. — Si la indigestion es ligera, la a d m i -
nistración de un vomitivo basta para nacer desapare-
cer el mal: el tártaro emético á la dosis de 20 á 30
centigramos por litro de agua, es el indicado en este
caso, completando su acción con la dieta y bebidas r e -
frescantes y lavativas preparadas con sulfato de sosa y
sal común.
Si no obstante, los síntomas persisten, porque nna
gran cantidad de sustancias no digeridas ocupa el estó-
mago, ó los intestinos excrementos que el enfermo no
puede expulsar, puede activarse el tratamiento con i n -
fusiones de camomila, anís, salvia ó café, administra-
das cada litro en cuatro veces y con intervalos de un
cuarto de hora, añadiéndoles unas gotas de éter si h a y
meteorismo; por medio de lavativas preparadas con
aceite, jabón y acíbar, á la dosis de 20 gr.; y con pur-
gantes preparados con sulfato de sosa á la dosis de 50 á
100 gr. en medio litro de leche, agua ó tisana. E l h a -
cer pasear á los enfermos activa simpáticamente este
tratamiento.
Si se presentan complicaciones con la diarrea, d i -
sentería ó constipación, se combaten como indicare-
mos al tratar de aquellas enfermedades.

CONSTIPACIÓN.

Consiste esta enfermedad en una dificultad mayor ó


m e n o r que el enfermo experimenta para expulsar los
excrementos.
/Síntomas.-—En un principio son inapreciables: más
— 13S —
adelante, la gran dificultad que el animal experimenta
para defecar y la dureza y sequedad de las materias fe-
cales, manifiestan la presencia de la enfermedad.
La constipación en sí misma es enfermedad de poca
importancia y fácil de curar; pero si se abandona, la
dureza de los excrementos puede ocasionar una infla-
mación que si es muy violenta puede acarrear fatales
consecuencias, como la gangrena del intestino, y por
tanto la muerte.
Causas.—Las causas inmediatas de este mal pueden
ser: un obstáculo mecánico; la falta de energía en los
movimientos peristálticos (1); la disminución de la s e -
creción que lubrifica los intestinos y facilita la expul-
sion de las materias fecales, ó la atonía de la membrana
musculosa déla extremidad posterior del intestino recto.
Estas causas reconocen á su vez otras, que son:
enfermedades de que ésta es consecuencia: los a l i m e n -
tos que abundan en tanino ú otros principios astrin-
gentes y la permanencia de excrementos en el recto
por tener encerrado al animal en sitio estrecho más
tiempo que de ordinario; sabido es que, si pueden, los
cerdos no ensucian el sitio donde duermen.
Tratamiento. — Cuando el mal es consecuencia de
otra enfermedad, la primera providencia debe ser d e s -
truir la causa primera, atacándola enérgicamente; con-
seguido esto, pueden emplearse los medios que á c o n t i -
nuación indicamos.
Cuando la enfermedad se presenta sin causa primera
conocida, el tratamiento más adecuado consiste en la
media dieta y las bebidas refrescantes y laxantes. Si
aun así la constipación persiste, lavativas con aceite,
j a b ó n y sal común, purgas con sulfato de sosa á la d ó -

(1) Se llama asi á las contracciones automáticas de los intestinos para


hacer que los excrementos recorran poco á poco el aparato intestin al.
— 139 —
sis de 50 á 150 gr. por litro de leche, suero, agua ó tisa-
na, según la edad del enfermo; y si á pesar de todo nada
se consigue, hacer salir las materias fecales que obstru-
y e n el orificio mecánicamente. Para conseguirlo, se
unta con aceite el índice de la mano derecha, é i n t r o -
duciéndole por el ano se encorva, y cogiendo los excre-
mentos se sacan poco á poco.
Cuando el enfermo mama aún, el tratamiento se re-
duce á purgar á la madre con el sulfato de sosa, como
hemos indicado, con lo que la leche de la puerca a d -
quiere condiciones purgantes.

D I A R R E A .

Es una enfermedad caracterizada por la evacuación


de materias fecales más líquidas que de ordinario.
Síntomas.—Cuando no es á su vez síntoma de otra
enfermedad, como las más de las veces sucede, tiene
esta afección poca importancia; va acompañada de tris-
teza, sed, inapetencia y dolores de vientre al verificar
las evacuaciones, que son frecuentes, en pequeña c a n -
tidad y líquida; enflaquecimiento rápido y gran debi-
lidad.
Cuando el enfermo es un lechoncillo, el mal es más
grave, por la debilidad del enfermo: en este caso tiene
la boca caliente, no mama, se queja mucho, hace f r e -
cuentes evacuaciones de materias amarillentas ó verdo-
sas , comienza á hinchársele el vientre, enflaquece r á -
pidamente, se enfria y la debilidad lo mata.
Causas.—En el primer caso, es decir, cuando el en-
fermo es ya adulto, la diarrea puede ser ocasionada por
otra enfermedad; por las malas condiciones de una ali-
mentación consistente en carne cruda, vegetales acres,
irritantes, poco nutritivos ó averiados; por el exceso
de sal en las comidas; por la permanencia en locales hú-
— 140 —
medos ó fríos; por la presencia de vermes en los i n t e s -
tinos; por todo lo que puede producir una irritación in-
testinal.
E n los gorrinillos generalmente es debida á la falta
ó malas condiciones de la leche de las madres y al cam-
bio brusco que experimentan sus funciones digestivas
cuando el destete se hace de una manera violenta, sin
cuidar de favorecer el éxito por medio de una a l i m e n -
tación adecuada á las débiles fuerzas de sus estómagos.
Tratamiento.—En primer lugar, en cualquier caso,
conocida que sea la causa de la alteración, debe hacerse
lo posible porque aquella desaparezca.
Tratándose de animales adultos, si la diarrea no pre-
senta más síntomas que la evacuación más frecuente y
líquida de excrementos, basta someter al enfermo á una
media dieta y dejar que la afección desaparezca por sí
misma.
Si la enfermedad aparece rodeada de los síntomas
que hemos indicado, debe someterse al enfermo á media
dieta, administrarle á todo pasto cocimiento de trigo ó
arroz, y colocarle en sitio seco y abrigado; si esto no
basta, puede recurrirse ala bebida que indica la fórmula
que sigue, poniéndola á disposición del enfermo en la
pila destinada para el agua, renovándola cuando se
acabe, y removiéndola de cuando en cuando.

E,. De Goma arábiga pulverizada.. . 150 gr.


Bicarbonato de sosa 50
Cocimiento de arroz 3 lit.

Cuando los dolores son muy grandes, se obtiene la


calma por medio de cataplasmas emolientes sobre el
vientre y lavativas astringentes laudanizadas, que por
su propiedad de contraer los tejidos con que se ponen
en contacto, producen dobles efectos. E n varias ocasio-
nes hemos empleado en diarreas rebeldes lavativas
— 141 —
•compuestas del modo que la fórmula que sigue expresa,
y el éxito lia coronado nuestros esfuerzos.
B,. De Cortezas de encina 100 gr.
Extracto acuoso de o p i o . . . . 7
Alcanfor en polvo 10
Agua 1000
Cuezanse las cortezas por espacio de diez minutos,
y añádanse el opio y el alcanfor al retirar el cocimiento.

Cuando el enfermo es un gorrinillo que aún mama,


el único medio hábil es modificar la leche de la madre
por medio de bicarbonato de sosa; para conseguirlo se
mezcla con cada comida este medicamento, con lo que
se obtiene el resultado práctico de neutralizar los á c i -
dos de la leche haciéndola más digestiva, y modificar
los jugos gástricos é intestinales del enfermo.
Esta alteración en animales adultos tiene poca i m -
portancia por sí misma, lo repetimos; pero si las causas
no desaparecen, si frecuentemente se repite, puede dar
lugar á complicaciones más ó menos graves, pero siem-
pre desagradables.
E n los gorrinillos la diarrea es un verdadero azote,
porque á veces diezma las crias de una manera p r o d i -
giosa.
DISENTERÍA.

Es una enfermedad caracterizada por la evacuación


de materias fecales líquidas, viscosas 3^ sanguinolentas.
Síntomas.—En un principio, abatimiento, tristeza,
calor en la boca, sed abrasadora, dolores de vientre,
contracciones de los músculos abdominales y del ano,
inapetencia absoluta, constantes gruñidos, tendencia al
decúbito, evacuaciones albinas estriadas de sangre, y
fiebre ligera.
Poco después los dolores son más violentos, el vien
tre se hincha, las contracciones de los músculos a b d o -
— 142 —
mínales y del ano son mayores, la fiebre se hace más
intensa, el deciibito es constante, el animal se revuel-
ca en un principio, luego las evacuaciones son casi con-
tinuas y las materias expulsadas claras, blancas y mez-
cladas con sangre coagulada; á medida que el mal avan-
za, el enfermo se debilita y va quedando insensible; poco
á poco se enfria, y después de algunos movimientos,,
convulsivos unas veces é inmóvil otras, muere.
Generalmente, si se acude á tiempo se detiene esta
enfermedad en su primer período; en el caso de seguir,
concluye con la vida del animal en dos ó tres dias ó
toma carácter crónico, en cuyo caso tarda algun tiem-
po más en producir la muerte.
Causas.—El exagerado calor que sufren los a n i m a -
les en el campo, ó en los establos mal acondicionados,
ó próximos á estanques, alboreas ó charcas que d e s p i -
den emanaciones deletéreas; el uso de alimentos caiisti-
cos, acres, averiados ó irritantes; la exposición c o n s -
tante á la intemperie; la fatiga por marchas violentas
en verano; el uso de aguas estancadas y en p u t r e f a c -
ción, y todo lo que puede debilitar el organismo, i r r i -
tando los intestinos.
Tratamiento.—Durante el primer período, el uso de
astringentes asociados al opio, la media dieta, la c o l o -
cación del enfermo en local conveniente y una media
sangría, bastan con frecuencia para detener y curar el
mal.
Pero si no obstante este tratamiento, la enfermedad
sigue su curso, es menester obrar muy enérgicamente,
porque por momentos viene la debilidad y la muerte.
Desde luego es indispensable la dieta absoluta; una m e -
dia sangría, fricciones en las extremidades con esencia
de trementina y sinapismos sobre el abdomen, c o n s t i -
tuyen el tratamiento al exterior.
A l interior cocimiento de zaragatona, puesto á dis-
— 143 —
posición del enfermo para que beba cuanto quiera: cada
dos horas dos ó cuatro cucharadas, según la edad del
enfermo, del medicamento que indica la fórmula s i -
guiente:
R . De Cortezas de encina pulverizadas. 100 gr.
Extracto acuoso de opio 7
Agua 1000
Cuezase la corteza pulverizada por espacio de media
hora, y añádase el opio.

Dos veces al dia debe administrarse la hipecacuana,


á la dosis de uno ó dos gramos, según las fuerzas del
animal.
Cuando la disentería se presenta de tina manera
muy violenta, suele atacar á muchos cerdos á la v e z :
razón por la que es un verdadero azote.
Las carnes de cerdos muertos de este mal no deben
comerse.
ENTERITIS.

Consiste en la inflamación total ó parcial de los in-


testinos.
Síntomas. — E n un principio, inapetencia y abati-
miento. Después de veinticuatro horas, carencia de ape-
tito, tristeza, tendencia á beber agua fria, calor y e n -
rojecimiento de la piel, apreciable el segundo en las
razas blancas; debilidad, tendencia al decúbito, lengua
y garganta de color violado, vientre abultado y d o l o -
rido , gruñidos cada vez más frecuentes, orina ama-
rillenta y espesa, y meteorismos intermitentes. Todos
estos fenómenos se desarrollan y llegan á su apogeo,
aumentando de intensidad progresivamente en el espa-
cio de tres ó cuatro dias, dentro de los que suelen apa-
recer las complicaciones con la disentería y la diarrea, y
pasados los cuales sobreviene la muerte por lo común.
Causas. — Los grandes calores; los alimentos i n d i -
— 144 —
gestos; el agua estancada, muy fria ó en descomposi-
ción; la falta de baño en verano; los alimentos irritan-
tes , averiados ó demasiado nutritivos; la alimenta-
ción con carne, y cuanto puede irritar los intestinos.
Tratamiento.—Dieta, sangría abundante á ser posi-
ble de la vena safena; agua de salvado acidulada con
vinagre ó sulfúrico para que el enfermo beba cuanta
quiera; inyecciones por las narices y en la garganta
con agua acidulada, y á ser posible duchas sobre el ho-
cico; lavativas de agua con aceite de linaza si hay cons-
tipación, y administración del sulfato de magnesia á la
dosis de 50 á 150 gr.
Cuando la enteritis se complica con la diarrea se
llama diarréica, y cuando es con la disentería disenté-
rica: en uno y otro caso, el tratamiento indicado para
la enteritis debe combinarse con el prescrito para aque-
llas otras complicaciones.
L a carne de animales muertos por disentería no
debe comerse.

GASTRO-ENTERITIS POR E N V E N E N A M I E N T O .

Consiste en una inflamación de la membrana mucosa


del estómago, producida por la influencia de una s u s -
tancia venenosa.
Síntomas.—Según sea la especie de veneno ingerido
en el estómago, pueden ser muy varios.
Por lo común aparecen síntomas inflamatorios : c a -
lor en la boca, insalivación abundante y á veces s a n -
guinolenta, sensación de dolor en la laringe, dolores de
estómago y vientre, cólicos violentos , evacuaciones de
materias varias por la boca y ano, enrarecimiento de
arst^rina, pulso pequeño, aniquilamiento, y frecuente-
mente una rápida muerte.
:
" Cuando el envenenamiento es debido á materias v e -
¡
— 145 —
nenosas poco activas ó ingeridas paulatinamente, la in-
flamación se presenta de una manera insidiosa y sus
•efectos son más claros á medida que avanza, si no se
destruye la causa; tal sucede con el envenenamiento
producido por la potasa que contiene el agua de jabón
con que se friegan los platos, etc., cuando, como a c o s -
tumbran en algunos lugares, se prepara la comida de los
cerdos con este líquido.
Otras veces el veneno ejerce su influencia sobre el
sistema nervioso, y en tal caso los fenómenos n e r v i o -
sos se unen a los inflamatorios y se presentan c o n v u l -
siones, etc.
Causas. — La única es la ingestion de una materia
venenosa en el tubo digestivo.
Los cerdos, que en libertad se buscan la comida en
el campo, rara vez se envenenan con productos v e g e -
tales, porque su instinto les indica el peligro que c o -
rren. E l envenenamiento por vegetales venenosos no
cabe más que en el caso de darles comida preparada ó
condimentada de antemano, porque perdidos el olor y
color de aquellos, el animal no puede notar el peligro.
Los envenenamientos más frecuentes son debidos al
uso de la salmuera, que contiene principios venenosos
muy activos, cuando, como en algunos países sucede, se
emplea para condimentar y sazonar la comida de los
cerdos.
Tan peligrosa como esta práctica, es la de usar para
preparar la comida de los cerdos calderas ó vasijas de
cobre; porque puesto en contacto con un ácido c u a l -
quiera, ó por influencia de la humedad, si se descuida
la limpieza se produce el sub-acetato de cobre (1), veneno
muy activo que produce la muerte en poco tiempo.
'Tratamiento.—Cuando no se sabe el origen ver. i<A

(1) Cardenillo.
10
— 146 —
dero del envenenamiento, la primera providencia debe
ser la administración del emético á la dosis de 40 centi-
gramos eú medio litro de agua, para que desaparezca el
constante efecto de la sustancia venenosa: quitada la
causa primordial, cosa fácil de conocer, porque los sín-
tomas pierden su violencia ó desaparecen en parte, resta
solo calmar la inflamación por medio de la dieta, el uso
de las bebidas mucilaginosas á todo pasto, las lavativas
emolientes y fomentos de igual especie sobre el vientre
y estómago, y duchas trias sobre la cabeza si aparecen
fenómenos congestivos; y si esto no basta, una sangría,
fricciones irritantes y aplicación de sinapismos en las
extremidades.
Cuando el envenenamiento es producido por la sal-
muera, la medicación más acertada consiste en la s a n -
gría de la cola y orejas, fricciones de vinagre á lo largo
de la columna vertebral, y el medicamento que indica
la fórmula siguiente, administrado en cuatro veces:

E,. De nitrato de potasa 15 gr.


Sulfato de sosa 50
Agua 1000

Si es producida la intoxicación por el subacetato de


cobre, se neutralizan sus efectos administrando en tres
veces 12 ó 15 claras de huevo, batidas y mezcladas con
un litro de agua.
Si se conoce la naturaleza de la sustancia que ha
producido el envenenamiento, después de provocado el
vómito debe aplicarse el contraveneno: he aquí una
lista de los principales venenos y sus antídotos:

VENENOS. ANTÍDOTOS.

¿rst^nico. Hidrato de peróxido de hierro.


Agua yodurada.
le Cerusa. Agua sulfurosa.
CanVjIrídas Alcanfor, láudano.
— 1-17 —
VENENOS. ANTÍDOTOS.

Cicuta Agua yodurada.


Digital Agua yodurada.
Emético.' Cocimiento de quinina.
Fstri^nina Yoduro potásico.
Jusquiana.'. Agua yodurada.
ZMinio Sulfato de sosa.
Nuez vómica ........ Yoduro potásico.
Fósforo Magnesia calcinada.
Sales de plomo! Acido sulfúrico con agua.
Setas venenosas Emético, éter sulfúrico.
Sublimado corrosivo Claras de huevo y agua.
Tabaco Agua yodurada.

HEPATITIS.

Esta enfermedad consiste en la inflamación del h í -


gado y vegiga de la hiél.
Síntomas.—Tristeza, inapetencia, fiebre, calor en la
piel, pulso duro, resecación de la boca, sed ardiente y
evacuaciones naturales, manifiestan la presencia de la
ictericia.
Poco tiempo después la sed aumenta, el apetito es
casi nulo, las digestiones difíciles; aparece diarrea ó
constipación; el animal se echa, y permanece en aque-
lla posición si no se le obliga á levantarse; las orejas
están tan pronto frías como calientes; la piel, cuando
el animal es de raza blanca, las membranas y la córnea
opaca de los ojos adquieren un color amarillento cobri-
zo; los orines son espesos, de color oscuro y olor espe-
cial, y dejan sobre el suelo sedimentos encarnados; ave-
ces se presentan vómitos biliosos; y si la diarrea es muy
violenta, la debilidad concluye con el enfermo en pocos
dias.
L a terminación más frecuente es la gangrena, la
supuración ó el estado crónico: en cualquiera de los
tres casos implica la muerte más ó menos rápida.
Causas.—Los malos tratos, el hambre, la falta de
— 148 —
cuidado en la alimentación ó contusiones sobre el c o s -
tado derecho.
Tratamiento.—La dieta, lavativas y bebidas e d u l -
corantes en nn principio: si esto no basta, aplicación
de fricciones irritantes, sinapismos y aun de pomada
estibiada sobre el costado derecho; lavativas de agua
de jabón y s i l común, y purgas con sulfato de sosa á
la dosis de 50 á 100 gr. cada dos-dias. Si con este tra-
tamiento el mal no cede, lo más acertado es no perder
el tiempo inútilmente 3^ sacrificar al enfermo para uti-
lizar su carne, que aunque de inferior calidad, puede
consumirse sin reparo.
La hepatitis crónica es incurable.

CÁLCULOS HEPÁTICOS.

Bajo este nombre se conocen ciertos cuerpos duros


y de forma irregular cuya formación es debida á la
bilis, 3 que se encuentran en el hígado de los cerdos y
r

otros anímalos domésticos.


Síntomas.—Son en la mayoría de los casos i m p o s i -
bles de apreciar en vida del animal: no obstante, á v e -
ces el desarreglo de las funciones digestivas, los m o v i -
mientos desordenados, la ausencia de apetito y el e n -
flaquecimiento, son fenómenos que proceden de la exis-
tencia de cálculos en el hígado.
Causas.—La estabulación constante y los alimentos
y bebidas abundantes en principios calcáreos.
Tratamiento.—Dada la dificultad de apreciar la pre-
sencia de esta enfermedad, es muy difícil emplear una
medicación que dé buen resultado.
L a libertad, alimentos sanos y de fácil digestion,
aguas de buena calidad, y en caso de alteraciones, como
diarrea, constipación, etc., la medicación indicada para
ellas contituyen el único tratamiento posible.
ASCITIS.

Esta enfermedad, que vulgarmente se conoce con el


nombre de hidropesía, consiste en un derrame seroso en
la cavidad del peritoneo.
Síntomas.—Disminución del apetito, dificultad para
andar, respiración fatigosa y gran abultamiento del
vientre. Auscultando en uno de los lados y dando g o l -
pes con la mano en el otro, se siente un ruido de fluc-
tuación dentro de la cavidad abdominal.
Causas.—Alteraciones del hígado, bazo ó la presen-
cia de obstáculos que se oponen á la regular circulación
venosa; vicios de secreción ó exhalación de la mucosa
peritoneal.
Tratamiento.—Por regla general la ascitis es mal de
muerte: no obstante, en determinadas ocasiones puede
convenir al ganadero sacrificar tiempo y dinero, y en
tal caso el único tratamiento posible consiste en el uso
de los diuréticos y purgantes ligeros. Hé aquí una f ó r -
mula aplicable al caso presente.

R . De Digital pulverizado 1 gr.


Scila 2
Colchico 2
Bayas de enebro en p o l v o . . . 20
Cocimiento de grama 1000
Mézclese para tomarlo en dos veces, con un inter-
valo de dos horas.

HERNIAS.

Se llaman así cierta especie de tumores formados


por los intestinos, que salen á través del peritoneo ó
por el anillo inguinal. Según aparecen en el ombligo,
el vientre ó el anillo inguinal, se llaman umbilicales,
abdominales ó inguinales.
— 150 —
Síntomas.—La presencia de un bulto, especie de tu-
mor blando, que á la presión desaparece en cualquiera
de los tres sitios indicados, ó á reces ni aquella siquiera
porque no es aparente.
Causas.—Los movimientos bruscos de los músculos
del abdomen, los esfuerzos, saltos, caidas, etc.
Tratamiento.—El único medio de curar las bernias
es la reducción.
Cuando la bernia es inguinal el medio de reducirla
es la castración: sujeto el berraco, se le suspende por
las extremidades posteriores, se escinde el escroto, se
vuelven los intestinos á su sitio, se verifica la c a s t r a -
ción con ayuda de los casscaux , y hecho asi se cierra el
el escroto con varios puntos de sutura.
La umbilical y abdominal se reducen también por
medio de la sutura, pero las dos operaciones son tan pe-
ligrosas, que vale más sacrificar al enfermo que hacerle
sufrir inútilmente la operación y después el sacrificio.

INVERSION P E L INTESTINO RECTO.

Consiste esta enfermedad en la inversion parcial ó


total del intestino, de modo que la parte interna viene
á ser externa, y viceversa.
Síntomas.-—Cuando la inversion es parcial y peque-
ña, aparece en el ano un reborde formado por el intes-
tino invertido; el enfermo hace esfuerzos expulsivos y
arroja especie de mucosidades sanguinolentas.
Cuando la parte del intestino es más grande, el re-
borde es mayor, los dolores más intensos, y unas veces
aparece la membrana intestinal, semejante á un tumor,
infiltrada, otras presenta síntomas de estrangulación y
algunas veces de gangrena: este último aspecto es la
terminación más peligrosa.
Causas.—Los esfuerzos ejercidos por el animal en
caso de gran constipación; la irritación consiguiente á
la diarrea muy violenta; la disentería; la presencia de
tumores en el recto; la meteorizacion y los esfuerzos
que hacen las hembras para expulsar el feto en casos de
parto laborioso.
Tratamiento.—Cuando la inversion es solo de una
pequeña parte del intestino, y la parte invertida no se
ha inflamado ó no existen tumores que imposibiliten la
reducción en el momento, la operación es sencilla y se
practica del modo siguiente: colocado el enfermo con
el tercio posterior más elevado que el anterior, e m p a -
pados en aceite los dedos de la mano derecha del opera-
dor y colocados juntos por las yemas y extendidos, se
empuja suavemente el intestino hacia adentro y se fa-
cilita su entrada comprimiéndolo por los bordes con la
mano izquierda; vuelto á su posición normal, se impide
que de nuevo se invierta cerrando el ano por medio de
cuatro cabitos de hilo encerado fijos por una extremidad
á la piel de las nalgas y atados en forma de cruz delante
del orificio.
Cuando el intestino invertido se ha inflamado ó
existen tumores que hacen imposible la reducción p o r -
que el volumen es grande, lo primero que debe hacerse
es destruir el obstáculo que impide la operación. Para
conseguirlo, cuando el obstáculo es la inflamación, se
hace desaparecer por medio de lociones astringentes y
escarificaciones: si esto no basta, por la cauterización
y en último caso cortando la mucosa con las tijeras. Si
el obstáculo son tumores, se destruyen por medio de la
excision; hecho esto, se practica la operación del modo
que hemos indicado.

IMPERFORACIÓN D E L ANO.

Es un accidente que no puede llamarse enfermedad,


por que consiste en una imperfección de los recien n a -
ciclos. A veces el obstáculo que obstruye el orificio es
una membrana que cubre el ano; otras están unidos sus
bordes en una extension más ó menos grande; otras
falta el recto en parte; otras, finalmente, el orificio está,
abierto en una parte cualquiera del conducto g e n i t o -
urinario y cerrado en el lugar normal.
Síntomas. — Gomo consecuencia del primer efecto-
que produce esta obstrucción, que es impedir la salida
de los excrementos primeros de los recien nacidos, el
gorrinillo que nace con esta imperfección, al dia s i -
guiente de haber nacido deja de mamar, chilla frecuen-
temente, siente fuertes dolores en el vientre, tiene fie-
bre y muere si no se le socorre.
Tratamiento.—Cuando la obstrucción es debida á la
existencia de una membrana, basta practicar una inci-
sion en cruz, hecha la cual se rasga el obstáculo empu-
jado por los excrementos; para evitar que de nuevo
aparezca, si se juntan los puntos rasgados, conviene
cortar los trozos que quedan adheridos al intestino, ó
cuando menos introducir hasta que la cicatrización i m -
posibite la formación de la membrana, un tapón de es-
topa impregnado ele manteca fresca ó aceite.
Cuando el obstáculo es la reunion de los bordes del
ano, una cicatriz indica el sitio que debiera ocupar aquel
orificio; en este caso, introducida una sonda ó el dedo-
para indicar al bisturí el punto de reunion, se hace en.
él una incision y se cura como en el caso anterior.
Si falta el intestino, la operación es más grave: en
tal caso, se introduce un trocar por el sitio correspon-
diente al ano, y se hunde hasta llegar al intestino; he-
cho así, se saca el punzón del trocar y se sustituye p o r
una sonda acanalada que se introduce hasta dentro del
intestino; en seguida se retira la cánula del trocar, y
guiado por la sonda se introduce un bisturí muy estre-
cho, sin punta ó con una bolita de metal en ella, y con
— 153 —
él se practican cuatro incisiones capaces de sustituir el
calibre del recto. Hecha la operación, se introduce un
lechino de hilas empapado en una materia grasa, que
debe impedir que los labios de las incisiones vuelvan á
juntarse.
E n las hembras faltas de ano suele el intestino
abrirse por la parte correspondiente á la vagina para
dar lugar á la salida de los excrementos; entonces es
menester hacer un ano artificial. E n este caso, se i n -
troduce por la vagina una sonda en forma de S, hacien-
do entrar una de sus puntas por el orificio anormal hasta
llegar á la parte cerrada del intestino; con un bisturí
largo y estrecho se hace una incision en el lugar que
debiera ocupar el ano, que debe cortar piel y tejido ce-
lular subcutáneo; hecho esto, se introduce el dedo í n -
dice de la mano izquierda por la herida, y se busca el
extremo de la sonda metida en el intestino; hallada
ésta, se introduce el bisturí apoyado sobre la uña del
dedo índice de la misma mano, y se perfora el intesti-
no; introducido el dedo en aquel nuevo orificio, se hace
todo lo grande que sea preciso con dedo y bisturí.
Estas dos últimas operaciones son muy difíciles de
practicar, y una y otra rara vez dan el resultado a p e -
tecido; la primera, por la dificultad de encontrar el s i -
tio preciso que ocupa el recto; la segunda, por la que
no es menor, y consiste en la cicatrización del orificio
anormal; una y otra, por la facilidad que hay de hacer
alguna herida de gravedad, debiendo manejar el bisturí
al tacto.
CAPITULO III.

Enfermedades del apáralo génito-urinario.

Las enfermedades propias del aparato génito-uri-


nario, son: el aborto ; parto laborioso; metritis ; infla-
mación de las mamas; inversion de la matriz; inversion
de la vagina; uretritis, y cálculos urinarios.

ABORTO.

Consiste en la expulsion de los fetos no viables a n -


tes del tiempo del parto natural.
Síntomas.—Cuando el aborto es fácil, apenas a p a -
recen síntomas precursores, y con la misma facilidad
que en el parto natural expulsa la puerca los fetos, re-
cobrando el perfecto estado de las funciones de la vida
en poco tiempo; en el primer mes, el aborto consiste en
el flujo de sangre. Si el aborto es laborioso, los fenóme-
nos que le preceden indican la gravedad del caso, p o r -
que los dolores son grandes, la puerca se queja, está
inquieta, se echa, se levanta, se revuelca, y finalmen-
te, expulsa los fetos con gran dificultad y en medio de
grandes dolores.
A veces, la inflamación de la matriz, su inversion
ó hemorragias, debidas á la ruptura de algun vaso san-
guíneo de aquel órgano, complican el accidents y t e r -
minan con la muerte de la parturienta.
— 15G —
Causas.—Los golpes en el vientre, los saltos, c a í -
das, la fatiga ocasionada por marchas largas y penosas^
la presión en el vientre ejercida por otros puercos cuan
do duermeu muchos en sitio estrecho, la alimentación
mal sana, el salto del berraco cuando la gestación l l e -
ga á su término, y la influencia de otras enfermedades,
de medicinas fuertes como purgantes, vomitivos, etc.;
la excesiva juventud á veces, el exceso de carnes ó la
debilidad, los cambios bruscos de temperatura, la falta
de ejercicio y cuanto puede ejercer influencia sobre la
matriz.
Tratamiento.—Una vez iniciado el aborto, es inútil
cuanto se haga por detenerle ó evitarle; de modo que
la medicación debe limitarse á ayudar á la puerca á que
lo verifique del mejor modo posible.
Cuando el accidente aparece sin fenómenos muy v i o -
lentos, lo mejor es dejar que siga su curso natural. Pero
si es muy laborioso, si se ve que la constricción del
cuello del útero contrarresta los movimientos expulsi-
vos, conviene purgar á la enferma, sangrarla de la cola
y las orejas, y adietarla si está muy gorda a d m i n i s -
trándola bebidas aciduladas con vinagre ó ácido sulfú-
rico; si se ve que aun así el cuello de la matriz no se
dilata ó lo hace lentamente, conviene activar la opera-
ción por medio de inyecciones dentro de la vagina, y
lavativas que vaciando el recto impidan que se c o m -
prima la cavidad vaginal.
Si los fetos son arrojados naturalmente, debe dejar-
se á la enferma quedos expulse, cuidando solo de obser-
var si después de la salida del último salieron también
sus correspondientes envolturas, para en el caso c o n -
trario provocar su salida por medio de los vapores de
la ruda ó el cornezuelo de centeno.
Si, por el contrario, los fetos son muy grandes, ó su
posición es tal que la expulsion es imposible, conviene
— 157 —
ayudar á la puerca, como indicaremos en caso análogo
al tratar del parto laborioso.
Cuando la hembra que aborta está muy débil, deben
administrársele tisanas preparadas con manzanilla, cafó
ii otros tónicos, y alimentarla poco á poco con sustan-
cias ele fácil digestion.
Las puercas, después del aborto, deben cuidarse c o -
mo las recien paridas.

PARTO LABORIOSO.

Cuando el parto aparece rodeado por dificultades


más ó menos peligrosas, que ponen en peligro la vida
de la madre y de los hijos, ó la de una y otros, se dice
que es laborioso.
Síntomas.—Llegado el término de la gestación, apa-
recen los síntomas precursores del parto; pero la expul-
sion de los fetos no se verifica, ó se verifica á duras pe-
nas, merced á graneles esfuerzos por parte de la madre
ó con la ayuda del hombre.
La dificultad del parto puede ser ocasionada:
Primero: por la permanencia del feto en la matriz,
porque las envolturas de la placenta no se han despren-
dido de los cotiledones.
Segundo: por atonía de la matriz.
Tercero: por el espasmo ó rigidez del cuello del
lítero.
Cuarto: por el exagerado volumen de uno ó más
fetos.
Quinto: por la posición anormal de alguno ó a l g u -
nos de ellos.
Sexto: por mala conformación de la madre ó enfer-
medades de la matriz.
E n el primer caso, la vulva está dilatada como en el
parto natural; el orificio del titero igualmente dilatado:
— 15S —
las contracciones de la matriz son fuertes y regulares;
la posición del feto es también natural: t o d o , en fin,,
parece que anuncia un parto fácil, y no obstante el feto
ó fetos no salen.
E n el segundo caso, la liembra apenas siente d o l o -
res; la matriz está atónica, y el parto es imposible sin
ayuda del hombre.
En el tercero, los síntomas precursores son iguales
á los que anuncian el parto fácil; pero no obstante los
vigorosos esfuerzos de la matriz, no se promueve el d e -
rrame de las aguas, y aunque éstas salgan, el feto no se
presenta: si se introduce el dedo por la vagina se obser-
va que el cuello del útero está contraído hasta el punto
que apenas puede pasar aquel por el orificio, la tempe-
ratura de la vagina está muy elevada, á veces se obser-
van contracciones nerviosas en los nxúsoulos de los
muslos y de la region lumbar, y el pulso está duro,,
pequeño y frecuente.
Guando el obstáculo consiste en la desproporción
del volumen del feto, los fenómenos son los mismos que
en el parto feliz, y á la simple vista se observa que es
imposible que se verifique, por fuertes que sean los e s -
fuerzos de la parturienta.
Guando la posición del feto es anormal, se dificulta
el parto, y es fácil de conocer la causa de esta dificul-
tad con solo introducir el dedo dentro de la vagina
hasta tocar el feto.
Las posiciones son múltiples, y por lo tanto sería in-
útil que tratásemos de enumerarlas: puede el feto pre-
sentarse de lado, de espaldas, etc.
Otras veces el obstáculo consiste en la mala confor-
mación de la pelvis, en cuyo caso los fenómenos que
acompañan al parto son anormales, si se exceptúa la.
expulsion de los fetos, que ni se efectúa ni puede v e r i -
ficarse.
— 159 —
Igual sucede cuando consiste en tumores en la m a -
triz, soluciones de continuidad, hernias, etc.; á veces
uno ó más fetos mueren antes del parto ó en él, cosa no
fácil de conocer, porque no siempre las hembras p r e -
sentan síntomas que manifiesten el accidente, verifi-
cándose el parto como de ordinario: no obstante, puede
presentarse algun obstáculo, y en tal caso la perma-
nencia de los fetos muertos ocasiona serios desórdenes,
que consisten en fuertes dolores cólicos, hinchazón del
vientre y la muerte en fin.
Tratamiento.—Cuando la dificultad del parto está
tasada en las circunstancias que hemos indicado en el
caso primero, lo más sencillo es dejar obrar á la n a t u -
raleza, ó cuando más administrar alguna inyección
emoliente y lavativas que desocupen el intestino recto
y eviten toda compresión.
E n el segundo caso toda la dificultad está reducida á
entonar la matriz y despertar la fuerza muscular: para
conseguirlo conviene el uso de bebidas excitantes tales
como el vino tibio, infusion de cafó, manzanilla y otras
yerbas aromáticas. Si esto no produce efecto, el corne-
zuelo de centeno en la forma siguiente:
R . De Cornezuelo de centeno 5 gr.
Vino tinto 500
Agua común 500
Hágase la infusion del cornezuelo en el vino; m é z -
clese todo y adminístrese templado.
Si la dificultad del parto es debida al espasmo del
cuello del útero, la sangría de la cola basta las más de
las veces para destruir el obstáculo. Si la dilatación se
hace esperar, las inyecciones emolientes son muy c o n -
venientes para activar la acción de la sangría. Ultima-
mente, si no obstante sangría é inyecciones la dilata-
ción no se opera, puede intentarse hacerla tínicamente
introduciendo primero un dedo untado en aceite, luego
— 160 —
clos, tres y finalmente los cuatro, cuidando de p r a c t i -
car la operación con el mayor tiento posible.
Cuando una posición anormal del feto imposibilita
su expulsion, se introduce el dedo en la vagina y cuello
del titero, se empuja al feto y se le coloca de modo que
pueda salir. Conseguido esto, con ayuda de una cuerda
ó cinta atada alrededor del cuello del feto se termina la
operación extrayéndole poco á poco, 3^ cuidando que los
esfuerzos de tracción hechos por el operador coincidan
con los expulsivos de la madre.
E n casos de exagerado vohímen de los fetos, defec-
tos de conformación en los huesos de la pelvis, enfer-
medades en la matriz y otros obstáculos, todo medio
terapéutico es inútil y solo el sacrificio debe emplearse
practicando, si se quiere, al mismo tiempo la operación
cesárea, siempre que las circunstancias permitan criar
á los gorrinillos extraídos por tal medio.
L a operación cesárea consiste en extraer los fetos á
costa de la vida de la madre.
Para practicarla se degüella á la puerca, 3^ mientras
se desangra se abre el costado como si se fuese á prac-
ticar la castración; se apartan los intestinos, se abre la
matriz con el bisturí y se extraen los gorrinillos. Toda
esta manipulación debe hacerse muy rápidamente para
que esté terminada antes de espirar la enferma. E x -
traídos los gorrinillos se les lava con agua templada, y
bien secos se les coloca en sitio bien abrigado, entregán-
dolos á una cabra ú otra hembra que los adopte y críe.
Verificado el parto, debe cuidarse bien á los peque-
ñuelos, evitando cambios bruscos de temperatura, ali-
mentos mal sanos, etc., y considerando siempre que un
parto laborioso deja de ser una función natural 3^ que
por lo tanto los accidentes después de él son más f á c i -
les y peligrosos que cuando se trata de puercas que pa-
rieron felizmente.
METRITIS.

Consiste esta enfermedad en la inflamación parcial


•ó total de las membranas de la matriz.
Síntomas.—En un principio caracteriza esta e n -
fermedad la inapetencia, sequedad en la boca, tension
y dolor en el vientre, tristeza y calofríos. E n el inter-
valo de veinticuatro á cuarenta y oclio horas aparecen
la fiebre de reacción, encogimiento de la columna v e r -
tebral, calor en la piel, constipación, enrojecimiento de
la orina, calor en las mucosas de la vagina, que segrega
mucosidades semejantes al pus: estos fenómenos van
acompañados de frecuentes y roncos quejidos, pulso pe-
queño y grande inquietud. A medida que el mal avan-
za , estos síntomas se exasperan y llegan á su mayor
intensidad, desaparece la secreción láctea, aparecen l i -
geras convulsiones en las extremidades, las evacuacio-
nes de materias albinas y de la orina son muy frecuen-
tes, la bulba entreabierta segrega una mucosidad n e -
gruzca, el vientre se hincha, á veces el útero se invierte,
la respiración se hace cada vez más penosa, y en medio
de agudos dolores, roncos quejidos y violentas convul-
siones, muere la enferma del tercero al cuarto dia des-
pués de la aparición de los primeros síntomas.
Causas.—Antes del parto producen la metritis los
golpes, caídas, abortos, los alimentos acres, las aguas
muy frias, la acción de medicamentos irritantes, como
purgas, etc.: después del parto la originan el parto l a -
borioso, la intervención de la mano del hombre cuando
ha sido necesario manipular para extraer violentamente
fetos ó envolturas; la permanencia en el útero de la
placenta y , en una palabra, todo aquello que directa
ó indirectamente puede producir la irritación de la,
matriz.
íi
— 162 —
Tratamiento.—Dieta, sangría de la safena, cataplas-
mas sobre el vientre preparadas con malvas cocidas y
algunas gotas de láudano, sinapismos en las e x t r e m i -
dades é inyecciones emolientes preparadas con c o c i -
miento de raíz de altea laudanizadas, y bebidas cal
maltes en esta forma:
R . De Raíz de altea 125 gr.
Simiente de linaza 50
Cabezas de adormidera 4
Agua común 1000
Miel en proporción.
Cuezanse la raíz, simiente y cabezas, cuélese el co
cimiento, añádase la miel, y adminístrese templado.

INFLAMACIÓN DE LAS MAMAS.

Consiste en la ingurgitación de algunas ó todas las


mamas á causa de una congestion sanguínea, una a c -
ción irritante ó una herida.
Síntomas.—En general, las mamas se ponen en un
principio duras, calientes y enrojecidas, y después se
inflaman ó hinchan con sensación de dolor al tacto,
fiebre general, alteración de la leche, que sale espesa,
á cuajarones, é hinchazón de las partes que rodean la
mama inflamada. La supuración ó la gangrena son las
dos resoluciones más frecuentes.
Causas.—La obliteración de los conductores del p e -
zón; las rozaduras y pinchazos que sufren en el campo
las puercas preñadas en sitios en que abundan cardos y
yerbas con espinas; la acumulación de leche; la p i c a -
dura de abejas y otros insectos; la acción irritante de
las emanaciones amoniacales que desprende el estiércol
cuando no se tiene limpieza en los locales ; las heridas
ocasionadas por los dientes de los gorrinillos; el aborto;
el parto; la fiebre aftosa y otra porción de enfermedades.
Tratamiento.—Cuando se puede destetar á los gorri-
— 163 —
nillos ó dárselos á otra hembra que los crie, con la
aplicación de cataplasmas emolientes sobre las mamas
inflamadas y un poco de limpieza, por medio de una
sangría ligera, la dieta y las tisanas refrescantes con
nitro á la dosis de 5 á 10 gr., y cuidando de vaciar las
mamas para que la leche no sea nuevo motivo de i r r i -
tación, desaparece la inflamación rápida y radicalmen-
te; pero si los gorrinillos siguen mamando, lo que por
un lado se avanza, por otro se destruye con la irritación
producida por la succión de los pequeñuelos, y en tal
caso es inútil todo tratamiento.
Cuando la inflamación ha llegado á producir a b s c e -
sos, es preciso sajarlos, dando salida al pus y curándolos
con agua y vino; si aparece la gangrena, es preciso ex-
tirpar la parte gangrenada, y si después de la curación
de la inflamación queda algun endurecimiento, puede
destruirse por medio de cataplasmas de cicuta ó b e l l a -
dona.
INVERSION DE L A VAGINA.

Como en la inversion del recto, la de la vagina con-


siste en la dislocación de una parte ó de todo aquel ór-
gano, de modo que la parte interna viene á ser externa
y vice-versa.
Síntomas. — A consecuencia de repetidos esfuerzos
de la puerca, sale por la abertura de la vulva un c u e r -
po redondeado ó largo, de volumen variable, rojo, y que
con el contacto del aire se ingurgita hasta no poder
volver á entrar. Unas veces se recubre de mucosidades
que concretadas, la resguardan de la influencia del aire,
hasta que disminuyendo la inflamación por sí misma, la
reducción es espontánea. Otras, expuesta á contusio-
nes, heridas y golpes, la inflamación llega á su más
alto grado, y aparece la gangrena.
Mientras la inflamación es grande, la enferma tiene
— 364 —

tendencia al decúbito, se queja á consecuencia de d o l o -


res que provocan esfuerzos expulsivos, y si la gangrena
sobreviene, la muerte es más que probable.
Causas.—El celo; la gestación ; el parto laborioso;
el uso de alimentos poco nutritivos; la irritación de
la matriz y la vagina, y especialmente la constipación
producida por la permanencia de los excrementos en el
intestino recto.
Tratamiento.—Como mientras la vagina está inver-
tida, la enferma no puede orinar, la reducción es doble-
mente urgente, y por lo tanto es menester proceder
con energía y rapidez.
Media dieta, lavativas para que desahogado el recto
no comprima la region géuito-urinaria, y si la puerca
está muy gorda una ligera sangría de la cola, constitu-
yen la medicación general; la local consiste en el uso
de lociones emolientes templadas que calmen la i n f l a -
mación y la reducción en cuanto se pueda.
Cuando es posible la reducción porque la inversion
es reciente y aun no ha habido lugar para que la infla-
mación llegue á grande altura ó se ha moderado sufi-
cientemente, el manual operatorio es sencillo: consiste
en hacer entrar la vagina empujándola suavemente con
los dedos, y una vez reducida impedir la recaída inti'o-
duciendo un palito envuelto en hilas empapadas en una
materia grasa, sujeto con un vendaje, ó cerrar hasta
cierto punto la vulva cubriendo sus labios por medio
de una especie de red ele hilo muy bien encerada sujeta
á la piel de las nalgas en el sitio más próximo al órga-
no genital. Este último procedimiento tiene la ventaja
de ciar paso á la orina por entre los espacios de los pun-
tos de sutura, siempre que el animal sienta tal necesi-
dad, mientras empleando el otro sistema es menester de
cuando en cuando sacar el aparatito que impide la i n -
version para que la enferma pueda orinar.
— 165 —
Cuando la inflamación es muy grande y no cede al
tratamiento indicado, la reducción es imposible, y en
tal caso el sacrificio de la enferma para aprovechar la
carne es indispensable. No obstante, al tratar de la re-
ducción del útero invertido , indicaremos algun otro
sistema aplicable á la de la vagina, y en tal caso el ope-
rador podrá hacer de él el uso que mejor le parezca.

INVERSION DEL ÚTERO.

Este accidente, siempre grave, merece especial cui-


dado, y consiste en la invaginación total ó parcial del
cuerpo de la matriz y á veces de uno ó sus dos cuerpos
ó ramas.
Síntomas.—Un solo síntoma, la salida del útero fue-
ra de su cavidad normal, caracteriza la enfermedad;
todos los demás fenómenos que acompañan á éste, el
más principal, son accesorios y desaparecen con él. No
obstante, la mayor ó menor gravedad del accidente de-
pende de la importancia de la parte invertida.
A veces la inversion es pequeña, y mejor que inver-
sion pudiera llamarse retroceso de la matriz; fuera el
útero de su cavidad ordinaria, retrocede hacia la vagi-
na, entre cuyos labios aparece el cuello de aquella v i s -
cera; otras, está el órgano verdaderamente invertido,
y por el cuello de él sale una parte que extrangulada
por la presión de aquél, cuelga fuera de la vulva un
trozo ele forma cilindrica encogido en su parte superior;
otras, finalmente, la inversion es total; hasta las partes
más próximas al cuello de la matriz salen por en medio
de él; el órgano está verdaderamente vuelto del revés.
E l primer caso es el menos peligroso, y la reducción
y sostenimiento de la viscera en el lugar correspon-
diente, es practicable; no obstante, la enferma está i n -
c ó m o d a , orina con dificultad, y frecuentemente hace
movimientos expulsivos semejantes á los del parto.
— 166 —
E l segundo y tercer caso son ya más graves, porque
sus consecuencias son inmediatas, y las complicaciones
aparecen con pasmosa rapidez. Como en el primer caso,
la enferma hace esfuerzos expulsivos y permanece echa-
d a , circunstancias ambas que empeoran la situación,
porque la inversion es cada vez menor y la reducción
difícil y pesada á consecuencia de los esfuerzos, y la
inflamación aumenta, porque con las suciedades de la
cama y el suelo se excitan las membranas internas del
órgano invertido y fácilmente se desgarran.
Como consecuencia de este accidente, la enferma
siente graneles dolores, mayores cada vez, razón por la
ejue sus quejidos son constantes; la viscera invertida á
medida que aumenta en volumen se enrojece más y más
y se pone más caliente y dolorida ; la enferma e x p e r i -
menta gran dificultad para expeler materias fecales y
la orina, se sacude frecuentemente y hace esfuerzos ex-
pulsivos como en el parto. Apenas puede tenerse en pié,
por cuya razón permanece echada; el pulso es pequeño,
y á ratos pex-manece inmóvil y silenciosa, para volver á
hacer más frecuentes esfuerzos y lanzar mayores q u e -
jidos. A medida que pasa tiempo, la matriz va a d q u i -
riendo mayor volumen, se infiltra, se oscurece su co-
lor y se rompe ó sobreviene la metritis ó la gangrena,
razón por que, si el mal llega á tomar incremento, la
muerte ele la enferma ocurre inevitablemente al segun-
do ó tercer dia.
Causas.—La inversion de la matriz reconoce como
origen el parto ó el aborto; naturalmente, cuando uno
y otro son laboriosos, porque en el caso contrario ya
hemos dicho que verificada la función fisiológica no han
lugar accidentes desagradables y algunas de las c a u -
sas que originan la inversion del útero.
Tratamiento. — E l único plan curativo que puede
emplearse es el que, como resultado inmediato, facilita
— 167 —
la reducción y después la desaparición de la flegmasía
consiguiente á la operación y enfermedad. De modo que
el tratamiento puede considerarse dividido en dos par-
tes, que son: primera, preparación; segunda, operación
de reducir la viscera invertida.
La primera parte del tratamiento se reduce á f a c i -
litar la segunda, poniendo el útero en condiciones de
ser reducido: para conseguirlo, cuando la puerca está
echada se recomienda aprovechar esta posición para su-
mergir la parte del útero invertido dentro de una v a -
sija llena de agua templada ú otro líquido de propieda-
des emolientes, con lo que en más de una ocasión, cuan-
do la matriz no se ha rasgado, se obtiene el resultado
de disminuir el volumen producido por la inflamación,
calma el dolor y limpia el órgano de todos los cuerpos
extraños á él adheridos: cuando la mucosa está e n d u -
recida, escarificaciones numerosas para obtener una
•evacuación que haga menos imposible la reducción y
escisiones para quitar partes gangrenadas con igual
objeto, por más que cuando hay gangrena y la inflama-
ción es muy grande, el sacrificio ahorra tiempo y c u i -
dados inútiles por ineficaces.
Puesta en esta disposición la matriz, puede p r o c e -
•oederse á la operación de reducirla. He aquí la manera
indicada por M. Viborg.
Colocada la enferma de modo que su tercio poste-
rior quede mucho más alto que el anterior, suspendida
por las piernas á ser posible, suavemente y sin esfuerzo
se van volviendo á su posición normal, primero el
•cuerpo de la matriz, si la inversion es completa, des-
pués el cuello y finalmente la vagina, cuidando de sus-
pender la operación de reducir, y limitándose á evitar
que de nuevo se monten las partes reducidas, siempre
•que el animal hace esfuerzos expulsivos; reducido el
útero, para que un esfuerzo no rasgue la matriz convie-
— 168 —
ne inyectar en ella un cocimiento astringente ó bien
agua templada acidulada con vinagre.
Concluida la operación, se evita una nueva i n v e í --

sion por medio de una sutura igual á la indicada para


la vagina, ó bien en forma de X con dos hilos e n c e r a -
dos que, partiendo de la parte superior é inferior de
la vulva se junten en el centro de ella, ó con ayuda del
pesarlo, que puede ser de caoutchouc, como el empleado
para las mujeres, ó simplemente una vegiga de cerdo
con un canutito sujeto en la parte abierta, que sirve
para una vez introducida en la vagina hincharla c e -
rrando el agujero con un hilo para poder quitar el c a -
nuto y sujetando el aparato con un vendaje á propósito..
Dada la indocilidad de los cerdos, toda esta opera-
ción es punto menos que inútil, porque los m o v i m i e n -
tos desordenados, y la dificultad de hacer que la enfer-
ma esté en posición conveniente da lugar á frecuentes
recaídas, cuando no llega el caso, bastante frecuente, de
ser imposible la reducción.

URKTRITIS.

Consiste esta enfermedad en la inflamación de la.


mucosa del canal de la uretra.
Síntomas.—Prurito en la extremidad del miembro é
inflamación de éste en los machos; extremecimiento en
las extremidades posteriores al orinar, producidos por
el escozor que ocasiona en la uretra al pasar por ella la
orina; fiebre y secreción de mucosidades purulentas qne
cuando el mal toma el carácter crónico desaparecen
para volver á aparecer de nuevo.
Causas. — Contusiones, rozamientos al rascarse, de-
seos venéreos no satisfechos, la presencia de cálculos
uretrales, la alimentación excitante y cuanto puede-
ejercer una acción irritante sobre la uretra.
Tratamiento.—Sangría ele la cola en animales muy
pletóricos, lavativas emolientes, bebidas de igual n a -
turaleza y refrescantes en abundancia, cataplasmas
emolientes laudanizadas sobre la region del miembro é
inyecciones de igual naturaleza en las hembras en un
principio: cuando el mal comienza á desaparecer, las i n -
yecciones deben ser astringentes preparadas con agua
templada y unas gotas de extracto de saturno; media
dieta y reposo.
Cuando la uretritis es ocasionada por la presencia
de cálculos uretrales, es menester la extracción de éstos
si se quiere conseguir la curación radical.

CÁLCULOS DEL A P A R A T O URINARIO.

Con este nombre se conocen ciertas concreciones se-


mejantes á piedras formadas por materias salinas que
suelen aparecer en la vejiga, la uretra, el prepucio, y
algunas veces, aunque raras, en los ríñones (1).
Síntomas.-—Cuando los cálculos son aún pequeños,
ningún síntoma hace sospechar su presencia, y cuando
ya llegan á un volumen bastante para hacer difícil la
función de la orina, presentan á primera vista fenóme-
nos análogos á los de otras enfermedades; razón por la
que en uno y otro caso es menester un examen deteni-
dísimo para apreciar la presencia de la enfermedad de
una manera cierta y palpable.
Cuando los cálculos están en la vejiga ó la uretra,
la primera cosa que hace pensar en su existencia, es la
dificultad que el animal experimenta para orinar. Cada

(1) La composición química de los cálculos del aparato urinario de los


cerdos, es la siguiente: fosfato magnésico, carbonato de cal, fosfato de cal,
sales amoniacales, restos de materias orgánicas y de emática.
Su densidad es, con corta diferencia, igual á la de los cálculos de la m i s -
ma naturaleza de otros animales: no tienen olor ni sabor marcado; son pol-
lo común insolubles, y en color, peso y volumen muy variables.
— 170 —
vez que siente esta necesidad, se le ve hacer grandes es-
fuerzos, encorvando el espinazo, abriendo las piernas y
lanzando quejidos lastimeros en un principio, y r e v o l -
cándose y estirando las piernas convulsivamente d e s -
pués, por razón de los dolores cólicos que experimenta,
hasta que el orin comienza á salir poco á poco y en muy
pequeña cantidad unas veces, ó con fuerza y como si
nada tuviera otras, según el cálculo obstruye ó no com-
pletamente el cuello de la vejiga ó el canal de la u r e -
tra. Sufriendo constantemente, el enfermo enflaquece
cada vez más, y va pasando hasta que un dia. el c o n -
ducto de la orina se obstruye por completo, y en tal
caso los síntomas que hemos indicado son más v i o l e n -
tos, y los dolores insoportables por la plenitud de la
vejiga, cuyo volumen se advierte comprimiendo la re-
gion del pubis:'llegada la enfermedad á este punto, la
muerte es inminente, porque llena la vejiga hasta más
no poder, concluye por reventarse. Guando esto o c u -
rre, una calma inmediata sucede al estado de agitación,
y poco tiempo después sobreviene la muerte.
La presencia de los cálculos de la vejiga se advierte
algunas veces introduciendo los dedos por el ano y t o -
cando aquella viscera: para observar los de la uretra
basta correr la mano á lo largo del miembro por encima
del prepucio desde la parte inferior del ano, y se nota
en el traj^ecto recorrido por el cálculo hasta donde está
éste, una tumefacción especial y el abultamiento p r o -
ducido por el cuerpo extraño en el sitio que ocupa, que
por lo común es la primera curva de la especie de S
que forma la verga de los cerdos.
Los cálculos en el prepucio tienen poca importan-
cia, á menos que su volumen sea muy grande: los c e r -
dos en quienes existen, orinan muy poco á p o c o , pero
sin grandes dolores; la terminación suele ser menos
desagradable que en los anteriores, y su presencia es
— 171 -
fácil de reconocer con solo introducir el dedo en el pr e-
pucio.
Calosas.—Son poco conocidas en general: no obstan-
te, á la vista salta que las aguas y alimentos ricos en
materias, tales como el fosfato de cal y demás sustan-
cias que componen los cálculos, pueden dejar sedimen-
tos al pasar por el canal urinario y , por lo tanto, c o n -
tribuir á la formación de aquellos.
L a permanencia de la orina en la vejiga favorece la
cristalización de las sustancias que la componen y, por
lo tanto, puede también ser origen de esta enfermedad.
Tratamiento.—Todos los medios terapéuticos que en
este caso se empleen deben conducir á la destrucción
de los cuerpos extraños causa de la enfermedad: una
alimentación líquida y bebidas diuréticas aciduladas
c o n clorhídrico, para que la orina expulsada en a b u n -
dancia arrastre los cálculos pequeños, constituyen el
único tratamiento, generalmente infructuoso, aplicable
al caso presente.
Si como por lo general sucede, estos medios no dan
resultado, es indispensable la extracción de los cálcu-
los mecánicamente. Para conseguirlo cuando están en
la vegiga, se hace una incision en la uretra en lugar
próximo al cuello de aquella, é introduciendo las pinzas
por la abertura se busca el cálculo, se coge y se saca
poco á poco; si el obstáculo está en la uretra, como en
el caso anterior, se mide el sitio en que se percibe al
tacto, y se extrae por igual procedimiento; extraído el
cálculo en los dos casos, se cierra la herida con uno ó
más puntos de sutura y se cubre con emplasto a g l u t i -
nante; cuando el obstáculo se halla en el prepucio, si
está suelto, se introducen los dedos untados de aceite
por la abertura y se extrae con ellos; si está aherido es
preciso abrir el prepucio y extraerle entonces, cuidando
de no cerrar la herida, que solo se unta con grasa, para
— 172 —
evitar que la mayor estrechez del prepucio favorezca la
formación de nuevos cálculos.
L a operación para extraer cálculos de la vejiga, no
debe intentarse más que en animales muy extenuados,,
á quienes es igual sacrificar ocho dias antes que d e s -
pués, porque no tienen nada que perder; si el enfermo
está gordo, lo mejor es sacrificarle desde luego, porque
la hemorragia, la inflamación de la vegiga, su perfora-
ción y otros mil accidentes mortales, suelen seguir á
la operación, y en tal caso los sufrimientos harian des-
merecer al enfermo, aprovechable desde luego. L a e x -
tracción de cálculos de la vejiga y el prepucio puede
practicarse siempre con probabilidades de buen éxito.

H E M A T U R I A .

Consiste esta enfermedad en la falta de equilibrio


entre el sistema arterial y venoso de la vejiga ó de los
riñones; absorbiendo menos sangre el venoso de la que
produce el arterial, resulta de este desequilibrio la plé-
tora local. También puede el orinamiento de sangre ser
consecuencia del estado varicoso de alguna parte del
aparato urinario.
Síntomas. — Disminución del apetito, irregularidad
en las digestiones, andar pesado y constipación ó d i a -
rrea en un principio. Después pulso frecuente, i n a p e -
tencia, tristeza, espinazo encorvado, calor á la presión
en él y en los riñones, pulso muy frecuente, calor en la
boca, temblores generales, aceleramiento del corazón,
gran sed, palidez en las mucosas visibles y abundante
y frecuente secreción de orinas aceitosas en un p r i n c i -
pio, sanguinolentas después y negruzcas últimamente.
A medida que la cantidad de sangre mezclada con la
orina es mayor, aumenta la debilidad del enfermo, v i e -
ne el marasmo y con él la muerte.
— 173 —
Causas.—Cambio repentino de una alimentación lí-
quida á seca, la alimentación poco nutritiva ó escasa y
todo aquello que puede determinar el empobrecimiento
de la sangre.
Tratamiento. — Alimentación nutritiva para resta-
blecer la tonicidad de los órganos y modificar la c o m -
posición de la sangre; brebajes amargos preparados con
raíz de genciana, ajenjos, achicorias, etc., y agua f e -
rruginosa.
Si hay constipación, lavativas emolientes ó purgas
ligeras con sulfato de sosa á la dosis de 25 á 50 gr., y
si diarrea, los medios que ya indicamos.
E n los casos en que se presenten complicaciones con
síntomas inflamatorios, una ligera sangría puede dar
buenos resultados, pero solo en este caso, pues que de
no ser así está contraindicada.
CAPITULO IV.

Enfermedades del sistema nervioso.

Las enfermedades del sistema nervioso de los c e r -


dos son poco conocidas, y necesitan gran práctica para
poder apreciar sus manifestaciones. Las más conocidas
y frecuentes, son: la congestion cerebral, la inflama-
ción del cerebro, la parálisis, el tétano, la epilepsia, la
rabia y la embriaguez ó borrachera.

CONGESTION CEREBRAL.

Se llama así á la acumulación de sangre en los v a -


sos sanguíneos del cerebro, terminada á veces por el de-
rrame de este líquido en la cavidad cerebral, á conse-
cuencia de la ruptura de alguno ó algunos de sus vasos.
Síntomas. — Seguir sea el ataque, fulminante ó pro-
gresivo, varían los fenómenos que acompañan á la e n -
fermedad que nos ocupa. Cuando el ataque es fulminan-
te, el animal da un chillido de angustia y cae como he-
rido por el rayo, sin más síntomas aparentes precurso-
res del accidente, y pocos minutos después muere si no
se le auxilia.
Cuando la congestion no es fulminante, va precedi-
da la muerte ele los síntomas siguientes: marcha pesada
— 176 —
y vacilante, tristeza, gran dilatación de las pupilas,
mirada fija, cabeza baja basta tocar el suelo con el
hocico, y abultamiento considerable de los vasos s a n -
guíneos subcutáneos en un principio, poco después el
animal se echa y permanece inmóvil y completamente
insensible, muriendo á poco si no se le socorre.
Causas.—La alimentación demasiado nutritiva, la
plétora-, el calor excesivo que sufren los cerdos expues-
tos al sol fuerte del verano, el enrarecimiento del aire
en los locales que no se ventilan encerrando mucho ga-
nado j u n t o , la excesiva fatiga producida pior ejercicio
violento en animales pictóricos, los golpes en el cráneo
y cuanto pueda ocasionar la aglomeración de sangre á
la cabeza.
Tratamiento.—Cuando el ataque es fulminante, la
muerte es tan rápida que no puede evitarse si no se
acude nnvy á tiempo y se obra muy enérgicamente; toda
la cuestión está en producir una evacuación sanguínea
que equilibre la cantidad de aquel líquido para evitar
el derrame; una copiosa sangría de las dos safenas y las
auriculares, duchas de agua fría sobre la cabeza y sina-
pismos sobre la parte interna de los muslos, satisfacen
la primera necesidad. Atajado el. mal, la dieta, purgas
ligeras (de 2o á 50 gr. de sulfato de sosa), lavativas
irritantes, bebidas atemperantes aciduladas con sulfú-
rico, y reposo, completan el tratamiento.
Cuando el ataque no es fulminante, notados los pri-
meros síntomas debe practicarse una regular sangría
repetida algunas horas después si se ve que el mal no
cede, los sinapismos en la parte interna de los muslos
para producir una revulsion, las lavativas irritantes y
purgas como en el caso anterior no son menos c o n v e -
nientes, y finalmente, el uso de bebidas emetizadas ó
preparadas con árnica como indican las fórmulas s i -
guientes, completan el tratamiento.
— 177 -

Bebida emetizada.

R . De Emético 1 gr.
Agua. . . 200
Mézclese para administrarlo en cuatro porciones,
una cada dos Horas.

R . De Polvos de árnica 10 gr.


Agua 250
Infúndase para administrarlo dos veces al dia.

Si á pesar de este tratamiento el mal sigue su curso,


debe sacrificarse al enfermo.

INFLAMACIÓN DEL CEREBRO.

Consiste en la flegmasía del encéfalo y las membra-


nas que lo envuelven.
Síntomas.— Difieren poco de los de la congestion ce-
rebral, y consisten en la pesadez y torpeza de los m o -
vimientos, andar pesado y vacilante, notable disminu-
ción de la sensibilidad, irregularidad de la circulación,
enrojecimiento de las mucosas de los párpados y c ó r -
nea opaca del ojo, dificultad en las evacuaciones de ori-
na y excrementos, y movimientos desordenados que ha-
cen que el enfermo parezca loco. Si la enfermedad no
se domina, viene la muerte con síntomas análogos á los
de la congestion cerebral, de quien la inflamación del
cerebro suele ser consecuencia.
Causas.—Las mismas que producen la congestion
cerebral; á veces la congestion misma.
Tratamiento. — Igual que para la congestion, a u -
mentado con la aplicación de compresas de agua muy
fria sobre la cabeza, sujetas con vendaje á propósito y
renovadas con frecuencia.
Si el mal no puede dominarse procede el sacrificio.
12
— 178 —

PARÁLISIS.

Se llama así á la abolición ó notable disminución dé-


la sensibilidad perceptora y del movimiento voluntario'
ó solo de una de estas dos facultades, en un órgano
cualquiera.
Síntomas.—Según sea la parálisis, completa, incom-
pleta, fija ó movible, varían los fenómenos que la c a -
racterizan.
Cuando es completa, es decir, cuando la abolición
de la sensibilidad ó la cesación de la contractibilidad
voluntaria es total en todos los órganos, se revela
por la absoluta imposibilidad de ejecutar todo m o v i -
miento.
Cuando es incompleta, está caracterizada por la ma-
yor ó menor dificultad en la ejecución de los movimien-
tos propios de algunos órganos.
Cuando es fija la parálisis es siempre de uno ó más
órganos, quedando libres los demás.
Cuando es movible inutiliza un órgano por algun
tiempo; deja libre éste para inutilizar otro, y así varía
su asiento sin afectar definitivamente ninguno.
Causas.—Generalmente esta enfermedad es conse-
cuencia de otras, tales como la congestion cerebral, la
inflamación del encéfalo ó de la médula espinal, etc.;
pero, no obstante, puede ser ocasionada por la Hume-
dad de los locales en que Habitaba el enfermo, por una
corriente de aire frió estando la piel en transpiración,,
como consecuencia de la vejez (caso raro entre los c e r -
dos), las contusiones, los golpes ó caídas, la exposición
á la intemperie en el invierno en épocas de aguas ó
nieves.
Tratamiento.—Consiste éste en estimular el sistema
nervioso, y especialmente el órgano ú órganos afecta-
— 179 — '
dos directamente. Purgas ligeras (sulfato de sosa á la
dosis de 40 gramos), aplicación de franelas calientes
sobre la parte ó partes paralizadas, cuando la enferme-
dad está localizada; si esto no basta, revulsivos, tales
como sinapismos, fricciones con esencia de trementina
á lo largo de la columna vertebral, y con la misma
esencia ó alcohol alcanforado sobre la parte enferma, y
colocación en local seco y templado sobre una cama
blanda y bien seca, constituyen el plan curativo cuan-
do la enfermedad es reciente. Si ha llegado á tomar el
carácter crónico, es inútil emprender ningún t r a t a -
miento, porque sobre ser probablemente infructuoso de
seguro baria enflaquecer al animal si estaba gordo, ó le
impediria engordar en el caso contrario, imposibilitan-
do el único medio que debe emplearse, que consiste en
alimentar bien al enfermo para que engorde (cosa más
fácil de conseguir que en otras ocasiones, porque la
quietud favorece el cebo) y una vez gordo, matarlo y
aprovechar sus carnes, perfectamente buenas.

TÉTANO.

Consiste en el agarrotamiento y tension involun-


taria que adquieren uno ó mas músculos, á consecuen-
cia de una influencia nerviosa.
/Síntomas.—La contracción muscular comienza ge-
neralmente por los músculos de la boca ó los del tercio
posterior. E n el primer caso, el animal experimenta
enorme dificultad para separar la mandíbula, y si al
fin lo consigue y coge algun alimento, no puede masti-
carlo. La insalivación entonces es muy abundante, y si
se observa bien al enfermo, se nota la absoluta i n m o -
vilidad de las orejas, la retracción del globo ocular, la
prominencia de la conjuntiva, y en especial del ángulo
lagrimal: poco á poco los músculos del cuello y la nuca
— 180 —
adquieren extremada dureza, su inflexibilidad es ya
apreciable, y se nace extensiva á los más inmediatos;
gana los del lomo, y se hace general: las secreciones de
la orina y excrementos son nulos, las cerdas se erizan
y parecen húmedas, la respiración se acelera y llega á
ser dificilísima, el vientre se pone d u r o , el enfermo se
tambalea y cae, y muere. Todos estos fenómenos se des-
arrollan en el intervalo de dos á tres dias.
E n el segundo caso, los síntomas son los mismos que
acabamos de indicar, con la sola diferencia que, comen-
zando el tétano por los músculos del tercio posterior, la
inflexibilidad se manifiesta en un principio por la d i f i -
cultad en el andar del enfermo, y la falta de e l a s t i c i -
dad y la dureza en los músculos y articulaciones de las
piernas, que hace que parezcan de una sola pieza. L o s
demás síntomas generales y la marcha del mal, son
idénticos á los que se presentan en el primer caso, como
y a hemos dicho.
Causas.—Cuando es espontáneo, se atribuj'C el tétano
á las impresiones muy violentas de frío, ocasionadas
por el aire, el agua, etc.
Cuando es debido á heridas, como mordeduras, roza-
duras grandes, etc., se llama traumático.
Tratamiento.—La dificultad que supone el adminis-
trar medicamentos á un animal que tiene la boca c e -
rrada, de modo que solo haciendo mucha fuerza podría
entreabrirse, raya en imposible: por otra parte, lo d u -
doso del éxito del tratamiento hace que la prudencia
aconseje sacrificar al enfermo antes que enflaquezca, en
cuyo caso se habrá ganado tiempo y dinero, porque la
carne de cerdos enfermos de tétano puede comerse i m -
punemente.
ÜSTo obstante, autorizadas opiniones aconsejan para
curarlo las lociones de ungüento de belladona á lo largo
del espinazo, las lavativas preparadas con digital, y , si
— 181 —
se puede, la administración de las pildoras que indican
las fórmulas siguientes:

E . Del Extracto de opio 2 gr.


Eegalíz en polvo 10
Miel en proporción.
Mézclese y háganse cuatro pildoras para adminis-
trar una después de la comida.

E . De la Nuez vómica 4 gr.


Valeriana 6
Alcanfor 2
Miel en proporción.
Igual preparación y uso que la anterior.

EPILEPSIA.

Es una afección cerebral caracterizada por ataques


convulsivos de duración variable, pero siempre a c o m -
pañados de absoluta privación de la sensibilidad.
Síntomas.—Antes del acceso ó ataque epiléptico, el
aspecto del enfermo revela perfecto estado de salud: de
pronto un ligero temblor comienza á agitar el cuerpo
del animal; su cabeza y cuello se mueven convulsiva-
mente; va y viene de un lado á otro, tambaleándose y
tropezando con cuantos objetos le rodean; las pupilas
se contraen notablemente, y la respiración se hace p e -
nosa; al fin se detiene; abre las piernas para no caer,
pero un movimiento convulsivo da con su cuerpo en
tierra, y una violentísima convulsion se apodera de él;
golpea el suelo violentamente con la cabeza; las extre-
midades extendidas se agitan con fuerza; el espinazo se
encorva, el enfermo pone los ojos en blanco y abre y
cierra violentamente la boca llena de una baba espu-
mosa; los músculos del cuello, del vientre y de los l a -
bios experimentan desordenadas contracciones; las
membranas visibles se ponen de color v i o l a d o ; los la
— 182 —
tidos del corazón son tumultuosos y violentos; el pulso
pequeño y la sensibilidad nula; poco á poco disminuye
la intensidad de estos fenómenos, y el enfermo queda
inmóvil por algunos segundos; á esta calma sucede otro
IT. otros ataques unas veces,, y la vuelta d é l a s f u n c i o -
nes d é l a vida otras: en el primer caso, frecuente c u a n -
do el mal es ya crónico, la muerte suele terminar uno
de los accidentes: en el segundo el enfermo da señales
de vida, poco á poco la respiración se hace regular, la
circulación se normaliza y el animal se levanta pesada-
mente, se sacude y echa á andar despacio con la cabeza
inclinada hacia el suelo, mirando á todos lados y dando
muestras de gran abatimiento.
L a duración de cada acceso es por lo común de cinco
á siete minutos.
Causas. — Una constitución linfática nerviosa, los
golpes y malos tratamientos, el espanto producido por
la presencia de una fiera, el desprendimiento de una
chispa eléctrica, etc., la irritación del encéfalo, la pre-
sencia de vermes ó lombrices en los intestinos, y , en
una palabra, todo aquello que directa ó indirectamente
puede ejercer una influencia poderosa sobre los centros
sensorios.
Tratamiento. — Cuando hay motivos para creer que
los ataques epilépticos son debidos á la presencia de
vermes en los intestinos, la enfermedad puede curarse
haciendo desaparecer las causas; para conseguirlo, se
coloca al enfermo en sitio donde no pueda lastimarse al
sufrir un ataque, y se le somete á un tratamiento a d e -
cuado, que indicaremos al tratar de las enfermedades
verminosas.
Si no hay motivos para suponer la epilepsia c o n s e -
cuencia de la tenia ú otras lombrices, lo más acertado
es sacrificar al enfermo antes que se muera ó desmerez-
ca si está gordo, y si está flaco ó es aún muy joven, en-
— 183 —
-cerrarlo en sitio á propósito y engordarlo lo antes que
•se pueda (cosa factible si se hace cuando la afección c o -
mienza á manifestarse), y matarlo después de cebado.
Algunos veterinarios recomiendan el uso de la v a -
leriana, el éter, el alcanfor, el ácido cianhídrico, el c i a -
nuro de hierro y de potasa, etc., que consideran como
otros tantos medios de curar la epilepsia por la influen-
cia que ejerce sobre el sistema nervioso; però la prácti-
ca enseña que la epilepsia en este caso es incurable y
que los tales medios solo pueden moderar la violencia
-de los ataques, siendo por lo tanto de gran importan-
cia emplearlos en la medicina de los hombres, pero per-
fectamente contraproducente en la de los animales.
Finalmente, es de advertir que por algunos se c o n -
sidera la epilepsia como enfermedad hereditaria, razón
por la que deben desecharse los reproductores que la
padezcan.
RABIA.

Se llama así una enfermedad nerviosa producida por


la inoculación del virus contenido en la baba de otros
animales atacados por ella.
Síntomas.—En un principio, durante el período de
incubación, los síntomas son apenas apreciables; más
adelante, la tristeza, la intranquilidad del animal, sus
movimientos extraños y desordenados, y la abundante
insalivación espumosa y espesa, indican que la rabia
va llegando á su apogeo; en tal caso, el síntoma carac-
terístico es la tendencia que tiene el enfermo á morder
• cuantos objetos tiene á su alcance.
Poco á poco estos fenómenos, y el último sobre todo,
se acentúan más, el animal tiene á intervalos accesos
de furor en que se agita, gruñe, muerde y destroza con
furia madera, comederos y cuanto le rodea; su respi-
ración es muy penosa, sufre convulsiones frecuentes.se-
— 184 —
guidas de una calma pasajera, se paraliza su tercio p o s -
terior y muere al fin en un ataque convulsivo ó t r a n -
quilamente en un momento de calma.
E l tiempo que tarda en desarrollarse la rabia á con-
tar desde'el dia de la inoculación, no está claramente-
determinado por nadie; quién dice que á los cuarenta
dias, quién que á los noventa; finalmente, algunos afir-
man que puede tardar en desarrollarse uno ó más años.
E l tiempo que tarda en sobrevenir la muerte á con-
tar desde la aparición del primer síntoma, varía entre-
seis y ocho dias.
Causas.—La inoculación en la sangre por una m o r -
dedura, del virus contenido en la baba de animales r a -
biosos, especialmente de los perros.
Tratamiento.—Cuanto se baga para curar la rabia
después de manifestada, es del todo inútil; el único
remedio es el cauterio de la mordedura con un hierro
candente, muy poco después de ocurrido el accidente..
E n uno y otro caso, lo más prudente es el sacrificio,,
porque ningún cerdo merece que se corra el riesgo de
ser mordido por él estando rabioso, y todos los cerdos
del orbe juntos valen cien veces menos que la vida de
un hombre.
L a carne de cerdos rabiosos puede comerse, pues que
el virus que la produce solo puede inocularse puesto en
contacto con la sangre.

E M B R I A G U E Z Ó BORRACHERA.

Consiste este accidente en un pasajero estado de d e -


lirio ó alteración de las funciones cerebrales.
Síntomas.—Según la dosis de alcohol ingerido y la
fuerza del animal, puede la borrachera ser más ó m e -
nos peligrosa.
Cuando la cantidad de alcohol no es muy grande 6
— 185 —
las fuerzas del animal son muchas, la embriaguez es un
accidente que tiene algo de grotesco y nada de peligro-
so; el animal ebrio anda despacio, tambaleándose y dan-
do traspiés hasta que cae, porque las patas no le s o s -
tienen, y duerme por espacio de algunas horas, pasa-
das las cuales se levanta en perfecto estado de salud.
Cuando la cantidad de alcohol ingerido es excesiva
ó el animal es muy débil, iguales síntomas que en el
caso anterior caracterizan la embriaguez; pero su t e r -
minación es más grave, porque frecuentemente la muer-
te sigue al sueño del borracho, á consecuencia de la
congestion del cerebro ó los pulmones ó de un derrame
sanguíneo en la cavidad de aquel ó éstos.
Causas.—La alimentación consistente en sustancias
ricas en principios alcohólicos, tales como residuos de
fábricas de aguardiente, sidra, cerveza, etc., adminis-
trados en grande abundancia, ó la ingestion de vino ú
otros líquidos alcohólicos.
Tratamiento.—Si la embriaguez no presenta s í n t o -
mas congestivos, lo más sencillo es dejar dormir al bo-
rracho, que después de la borrachera despertará en per-
fecto estado de salud; si la congestion se presenta, el
tratamiento que ya propusimos al hablar de ella es el
indicado.
•CAPITULO V.

E n f e r m e d a d e s de los o j o s .

Las enfermedades de los ojos en los cerdos tienen


poca importancia, en consideración á que la termina-
ción más fatal en todas ellas consiste en la pérdida de
la vista ó su entorpecimiento, accidente cuya gravedad
es poca dada la aplicación única que los cerdos tienen,
que es producir carne.
Las que con más frecuencia atacan al ganado de
cerda son las llagas en los párpados; el terigion y la
conjuntivitis ti oftalmía.

L L A G A S EX LOS PARPADOS.

Es enfermedad que con frecuencia padecen los c e r -


dos, y consiste en la formación de pequeñas ulceritas en
el borde ó parte interna de los párpados.
Síntomas.—A veces el borde de los párpados está
libre de las llagas; otras veces, según sea el número
de éstas, aparecen en la parte interna y bordes del pár-
pado, destruyendo los tejidos. E n cualquiera de los dos
casos el animal siente gran molestia al abrir los ojos,
que tiene más cerrados que de costumbre.
Causas.—Las picaduras de insectos, arañazos, r o -
zaduras, etc.
— 188 —
Tratamiento.—Lociones de agua fresca con unas
gotas de vinagre ó extracto de saturno para calmar la
inflamación, ó de agua y vino si hay desorganización
de los tejidos.

TER1GIOX.

Consiste esta enfermedad (que algunos llaman uña


y otros qnimosis) en la dilatación varicosa de las venas
de la conjuntiva é hipertrofia del musculito que pone
en movimiento los párpados.
.Síntomas. — Tumefacción del musculito indicado,
irritación de la conjuntiva, congestion de la córnea opa-
ca del o j o , frecuente lagrimeo y molestia á la acción de
la luz.
A veces toma el terigion carácter crónico, y en ta]
caso el lagrimal y el musculito que pone en movimiento
los párpados se ulceran ó se endurecen.
Calosas.—El rozamiento, los golpes, la introducción
dentro del ojo de cuerpos, extraños, como piedreci-
llas, etc.
Tratamiento.—Cataplasmas emolientes sostenidas
por un vendaje, sangría de la cola, dieta y reposo en
lugar oscuro.
Cuando la inflamación ha disminuido, se completa la
curación por medio de lociones astringentes de agua
fresca con extracto de saturno.
Si el mal toma carácter crónico, es menester em-
plear medios más activos: en tal caso procede el c a u t e -
rio, cuando la parte inflamada es xílcera, y la e x t i r p a -
ción de la dureza cuando se presenta ésta.
E n el primer caso la cauterización se hace con n i -
trato de plata (piedra infernal) con intervalos de dos ó'
tres dias.
Para verificar la extirpación del músculo del l a g r i -
— 189 —
mal se sujeta al enfermo, se le abren los párpados y c o -
giendo con unas pinzas finas la parte endurecida, se
corta con las tijeras corvas: si la hemorragia consi-
guiente á la operación no se detiene por sí misma, es
menester atajarla por medio de agua fria : hecha la ope-
ración, se cura la herida con lociones de agua templada
con unas gotas de extracto de saturno, y si esto no
basta, tocándola ligeramente con el nitrato de plata.

CONJUNTIVITIS.

Se llama así la inflamación aguda, crónica ó i n t e r -


mitente de la membrana conjuntiva.
Síntomas.—Enrojecimiento de los ojos, que l a g r i -
mean constantemente, arrojando mucosidades purulen-
tas; tumefacción de los párpados, que aparecen pegados
por las mucosidades después del sueño; cuando la infla-
mación de la conjuntiva es muy violenta, la córnea se
inflama y se forman en la pupila nubes que impiden la
percepción de los objetos, ó se producen úlceras, t e r i -
gion y, finalmente, la ceguera.
Causas.—Gfolpes, picaduras de insectos, el excesivo
calor, los vientos frios y fuertes, la coriza, las erupcio-
nes cutáneas ó la introducción en el ojo de cuerpos e x -
traños.
Tratamiento.—Cuando la enfermedad es debida á la
introducción en el ojo de cuerpos extraños, antes que
nada conviene la extracción de aquellos por medio de
lociones emolientes, si son pequeñísimos, como polvo,
pajitas, etc.; ó por medio de las pinzas si son chinitas,
granos de semillas, etc.
Destruida la causa, en todos los casos se calma la
irritación por medio de lociones y fomentos emolientes,
y si hay mucho dolor, con cualquiera de los m e d i c a -
mentos indicados en la fórmula siguiente:
— 190 —
R . Del Extracto de belladona 5 gr.
Agua 100
Mézclese para lociones.

R . Del Alumbre 15 gr.


Láudano de S y d e n h a m . . . . 10got.
Agua 1000
Disuelta la sal en el agua, incorpórese el láudano.
Para lociones.

Esta enfermedad aparece ordinariamente bajo la.


forma aguda, y es más frecuente en los gorrinillos q_ue
en los cerdos ya adultos.
i
CAPITULO VI.

Enfermedades del apáralo locomotor.

Las enfermedades propias del aparato locomotor de


los cerdos, son: la despeadura, el forúnculo ó divieso
interdigital, el intertrigo, la artritis, reuma articular,
esguince, lujación y fractura.

D E S P E A D U R A .

Se llama así la irritación de los tejidos subcórneos


de la pezuña, ocasionada por el desgaste ele la parte in-
ferior de ésta.
Síntomas.—-Cuando la irritación no es niuy grande,
la despeadura es un ligero accidente sin consecuencias
ulteriores, que va acompañado de los fenómenos s i -
guientes: calor y dolor en la pezuña ó pezuñas, reblan-'
decimiento de la parte inferior de aquella, cojera más
ó menos grande y á veces disminución del apetito, sed
y ligera fiebre.
Cuando á un cerdo espeado, por una circunstancia
cualquiera, se le obliga á andar largo tiempo y se con-
tinúa este ejercicio, la despeadura puede pasar de ligero
accidente á verdadera enfermedad; en tal caso, los sín-
tomas expresados indican el principio del mal; se a g r a -
van, y tras ellos la sensibilidad excesiva de la pezuña
ó pezuñas enfermas es más grande; en los tejidos que
enciérrala la caja córnea de las uñas y los que existen
entre ellas, se establece una secreción purulenta, que
por lo común da por resultado la caida de las uñas, en
cuyo caso, más probable que su regeneración es que el
animal quede cojo para siempre.
Causas.—El desgaste de la parte inferior de la p e -
zuña por el roce contra cuerpos duros; tal sucede con los
cerdos que, expuestos de feria en feria, recorren á pié,
deprisa, y sobre terrenos escabrosos ó caldeados por el
sol, largas distancias.
Tratamiento-—Cuando la despeadura no es más que
un accidente, el reposo y en todo caso baños locales
frios, á ser posible de agua corriente, y cataplasmas de
greda amasada con agua calman la irritación de los te-
jidos ; y media sangría, alimentación ligera y bebidas
refrescantes corrigen la fiebre. Pero si la irritación es
más grave, cuando inflamados los tejidos vienen á s u -
puración, el caso es más serio y por lo tanto la medica-
ción lia de ser más activa. E n tal caso, el reposo, la
dieta, purgas ligeras con sulfato de sosa á la dosis de
25 á 50 gr., cataplasmas de malvas con unas gotas de
láudano, la extirpación de las partes de uña desprendi-
das, y en caso de desprendimiento total de éstas, cata-
plasmas análogas á las indicadas, mientras se da lugar
al crecimiento de la nueva uña, constituyen la medica-
ción más adecuada, á menos que se prefiera el sacrificio.
E n un viaje tuvimos ocasión de ensayar un sistema
sencillo para precaver las consecuencias de la despea-
dura, pero requiere que el animal en quien se emplee
sea muy dócil.
Despeada una puerca, y no conviniendo á nuestros
intereses sacrificarla ni dejarla á la mitad de su viaje,
en una posada hicimos construir en un rato de d e s c a n -
so una especie de zapatos de suela que colocados en las
dos pezuñas enfermas permitieron á la res terminar las
— 193 —
cuatro jornadas que faltaban para llegar al fin de su
viaje.
L a puerca en quien empleamos los tales aparatos,
era un animal criado como un perro entre las gentes
-de una casa de labor, y por lo tanto muy d ó c i l ; de m o -
do que sin resistencia se dejó poner los zapatos indica-
dos y en todo el camino no intentó quitárselos.

FORÚNCULO INTERDIGITAL.

Con este nombre se conoce un tumor que se forma


entre las dos uñas y que merece particular atención por
•su proximidad á los ligamentos inter digitales.
Síntomas.—En un principio se manifiesta el mal por
el dolor, calor, enrojecimiento é hinchazón del espacio
comprendido entre las dos uñas, fenómenos que se h a -
cen extensivos al punto de reunion de éstas y la corona
de la pezuña; algunos dias después (dos ó tres) aparece
en el centro de la parte hinchada un tumor pequeño y
circunscrito en un principio, que poco á poco se eleva y
agranda, se abre por la parte superior y forma una
llaga que segrega un licor viscoso, sanguinolento y féti-
do; el calor y dolor aumentan entonces y el animal es
presa de una fiebre más ó menos intensa, que desapare-
ce á medida que la inflamación dismimuye y la llaga se
cicatriza, ó aumenta con la txunefaccion y profundidad
de la úlcera, que deja ver en su fondo el ligamento i n -
terdigital de color amarillento, y una ó las dos falanges
de los dedos inflamados y perforados.
Causas.-—La permanencia del estiércol en las pocil-
gas, las contusiones , la introducción de cuerpos duros
en el espacio interdigital, y cuanto puede irritar la parte.
A veces aparece el gabarro ó forúnculo en la d e c l i -
nación de las enfermedades gastro-intestinales y g é n i -
to-urinarias, atacando más de una pezuña.
Tratamiento. — Antes de emplear ningún medicá-
is
mento, es menester nacer desaparecer la causa, limpian-
do el espacio interdigital'de estiércol, tierra, etc.; He-
cho esto, y colocado el enfermo en cama seca y limpia,
si el forúnculo es aún incipiente se aplica sobre la p a r -
te inflamada una estopa empapada en agua con unas
gotas de extracto de saturno, agua sedativa ó alcohol
alcanforado (1); si la inflamación es muy violenta ya,
conviene una ligera sangría, baños locales, emolientes
ó cataplasmas de igual naturaleza, sajando el tumor
cuando el pus está formado. Á veces sucede que del
quinto al octavo dia el tumor se revienta y produce la
Haga que Hemos indicado, interesando los ligamentos.
La herida producida por el bisturí se cura con m a n t e -
ca alcanforada ó estopas empapadas en alcohol a l c a n -
forado también; la llaga que interesa los ligamentos se
ataca con el cauterio, con cáusticos, líquidos ó hierro
candente, j se cura de la misma manera que la herida
producida por el bisturí.
Este segundo caso es difícil de curar, y si llega á
presentarse es preferible el sacrificio.

INTERTRIGO.

Consiste esta enfermedad en la inflamación erisipe-


latosa en un principio y ulcerosa después, del espacio
interdigital.
Síntomas. — Cojera, separación de las dos uñas por
la inflamación del canal interdigital en medio del cual

(I) El alcohol alcanforado se prepara del modo siguiente:


R. De Alcohol de 36° 1 litro.
Alcanfor pulverizado 30 gr.
Mézclese y agítese antes de usarlo.
La preparación del agua sedativa es como indica la fórmula que á conti-
nuación se expresa:
R. De Agua i litro.
Amoniaco líquido SO gr.
Sal de cocina 00
Alcohol alcanforado '. 10
Mézclese el amoniaco liquido y el alcohol alcanforado; agítese y mézclese
todo con el agua, en que se habrá disuelto de antemano la sal.
Agítese para usarlo.
— 195 —
aparece una especie de cordon abultado y doloroso; l i -
gera fiebre y disminución del apetito en un principio;
á medida que la inflamación se va haciendo purulenta,
la fiebre crece, la piel de la parte enferma se pone lívi-
d a , y se cubre de pus espeso y de olor nauseabundo;
poco después la fiebre es mayor, más intensa la cojera,
el enfermo rehusa el alimento y se queja frecuentemente,
la piel de la parte enferma se desorganiza y se cubre de
llagas que segregan un líquido purulento y corrosivo,
siendo la más frecuente terminación del mal la carie
del ligamento interdigital, porque llega á él la ulcera-
ción, profundizando á través del tejido celular.
Causas.—-Los grandes calores, la permanencia en el
espacio interdigital del estiércol, espinas, pieclrecillas,
palos y otros cuerpos extraños.
Tratamiento.—-Antes que nada, debe destruirse la
causa, limpiando de todo cuerpo extraño el espacio i n -
terdigital por medio de baños locales de agua corriente
ó mezclada con vinagre ó extracto de saturno; hecho
esto, la aplicación de cataplasmas emolientes de m a l -
vas, malvavisco, etc., laudanizadas ó con adormideras
ó beleño, si el dolor es muy grande, da excelentes resul-
tados; cuando aparecen llagas es necesaria la excision
de las partes callosas de ellas y la cauterización por
medio del ácido clorhídrico, fénico, nitrato de plata ó
sulfato de cobre pulverizado, cubriéndolas después de
esto con una planchuela de estopa impregnada en p o -
mada alcanforada (1) y sujeta con un vendaje.
La persistencia de la cojera después de cicatrizadas
las úlceras, indica que el ligamento se ha interesado, y
por lo tanto el mal reaparecerá; en este caso, las c a t a -
plasmas de harina de linaza, malvas, malvavisco, l a u -

(1) La pomada alcanforada se prepara del modo siguiente:


R. De Manteca de cerdo 500 gr.
Alcanfor pulverizado 100
Mézclese y sométase al Joaño-maria, hasta que la mezcla sea completa.
— 196 —

danizadas ó mezcladas con adormideras ó beleño, el ré-


gimen paliativo, en fin, está indicado para sostener la
sain d del animal mientras se le prepara para matarle.

ARTRITIS.

Se llama así la inflamación de una ó más articula-


ciones.
Síntomas. — E n un principio aparece un estado f e -
bril que no deja parar al animal, que está inquieto, se
echa, se levanta y se queja á cada paso; poco después
las articulaciones se abultan y ponen dolorosas al t a c -
to, sensibles y calientes, la calentura aumenta, el e n -
fermo tiene la boca seca, rehusa el alimento, siente gran
sed y se queja cada vez más. Si este estado no puede
corregirse, el mal se hace crónico y muy difícil de c u -
rar; el enflaquecimiento es rápido y los dolores y sufri-
mientos constantes.
Causas. — La humedad de los locales, el excesivo
frió, la exposición á la intemperie en épocas lluviosas,
las contusiones, lujaciones, fracturas y un sinnúmero
de accidentes difíciles de apreciar por su poca i m p o r -
tancia á primera vista.
Tratamiento.—Cuando la artritis es aguda, la media
dieta, la colocación del enfermo en lugar seco y a b r i -
gado con cama limpia y mullida, las bebidas c a l m a n -
tes, tisanas de tila, borraja, etc., cataplasmas de b e -
lladona cocida y machacada sobre la articulación infla-
mada, una media sangría en los animales pletóricos y
el reposo, constituyen el tratamiento más adecuado.
Si la enfermedad toma carácter c r ó n i c o , el único
medio hábil para no perder el tiempo es el sacrificio.

R E U M A ARTICULAR.

Con este nombre se conoce una enfermedad caracte-


rizada por dolores continuos ó intermitentes en las ar-
ticulacion.es. Puede existir también en los músculos y
visceras; pero con esta forma aparece rara vez en los
cerdos.
Síntomas.—En un principio el animal anda con d i -
ficultad y se mueve lentamente, quejándose y g r u ñ e n -
do, más especialmente después de haber estado quieto
largo rato; algun tiempo después las articulaciones co-
mienzan á hincharse, se ponen calientes y sensibles; á
veces la parte interna de los miembros se ingurgita y
los pliegues de la piel supuran; el animal está triste;
no come casi, y tiene sed y fiebre. Finalmente, si el mal
no se resuelve favorablemente, pasa al estado crónico,
y en tal caso el animal sufre con intermitencia ataques
más ó menos fuertes; está constantemente triste, y no
engorda aunque coma bien.
Caicsas. — Según la opinion más general, el reuma
es debido á la influencia de la humedad y los cambios
bruscos de temperatura, en combinación con un estado
diatésico particular.
Tratamiento.—Si el reuma es a g u d o , la medicación
debe comenzar por rodear al enfermo de todas las c o n -
diciones higiénicas posibles, colocándole en lugar seco,
con cania blanda, ancha y á temperatura templada; h e -
cho esto, la sangría al sufrir el enfermo el primer a t a -
que, si está muy gordo; las fricciones con alcohol a l -
canforado, esencia de trementina, vinagre caliente, li-
nimento amoniacal (1) ó una untura preparada del modo
que indica la fórmula siguiente, y las tisanas refres-

(1) El linimento amoniacal se prepara del modo siguiente:


R. De Amoniaco liquido..
Aceite alcanforado.
M.e

El aceite alcanforado se prepara asi:


R. De Aceite común de olivas 1000 gr.
Alcanfor pulverizado.. 50
Disuélvase el alcanfor al baño-maria ó bajo la influencia de un dulce
calor.
— 198 —
cautes, constituyen la medicación más adecuada, a u n -
que por lo general es infructuosa.

ÍÒ. De Aceite de olivas 50 gr.


Cenizas de sarmiento 75
Mézclese hasta formar una pasta bastante blanda.

Si el reuma toma el carácter crónico, toda m e d i c a -


ción seria inútil, y por lo tanto es más ventajoso el sa-
crificio.
ESGUINCE Y LUJACIÓN.

Se llama así un accidente que consiste en la disten-


sion de los tejidos y partes blandas de una articulación,
con ó sin dislocación de los huesos que la forman.
Síntomas.—Según las circunstancias, puede el e s -
guince producir una ligera claudicación, ó una intensa
cojera si es lujación.
Cuando la distension de los tejidos y partes blandas
no es muy grande, el animal cojea, la parte distendida
se hincha, se pone sensible y dolorosa, entorpeciendo los
movimientos del miembro relajado. Si la distension es
m a y o r . mayor es la intensidad de los síntomas indi-
cados.
Cuando hay dislocación, pasando la mano á lo largo
de la articulación relajada, se observa que los huesos
no ocupan sus respectivos lugares. E n tal caso, si la
dislocación no se reduce pronto, si se abandona, ocurre
frecuentemente que los tejidos se endurecen, haciendo
imposible la reducción; y si la distension fué muy vio-
lenta, al fin aparece la gangrena de aquellos. E n el
primer caso la cojera es segura; en el segundo la muerte
es más que probable.
Causas.—Los resbalones, golpes, tropezones, toree-
duras, esfuerzos y todo movimiento violento de la a r -
ticulación.
— 199 —
Tratamiento.—Cuando no hay dislocación, si ss
•acude inmediatamente después de ocurrido el accidente
y se emplean duchas de agua fria sobre la parte, s u j e -
tándola en seguida con un vendaje apretado, probable-
mente aunque la distension haya sido muy violeiita el
mal no tiene consecuencias; pero si hay hinchazón, lo
primero es hacer que desaparezca por medio de c a t a -
plasmas y lociones emolientes laudanizadas, para una
vez rebajada aquella vendar la.parte enferma.
Si hay dislocación, nada se consigue sin que los
huesos vuelvan á su primitivo estado, y por lo tanto,
la reducción es indispensable: si el accidente es reciente
y la articulación atin no está hinchada, se sujeta al ani-
mal y con las manos ó con ayuda de una venda ancha
se obliga al hueso á volver á su sitio; hecha la r e d u c -
ción, se pone un vendaje apretado sobre la parte redu-
cida y se dan lociones de cuando en cuando con agua y
árnica ó vinagre. Cuando la articulación está ya h i n -
chada, se hace desaparecer la hinchazón y se practica
la reducción; no habiendo desaparecido aquella, no
debe hacerse esfuerzo n i n g u n o , porque produciría m a -
yor mal. Curado así el enfermo, se le coloca en sitio en
que haya de estar quieto hasta que no cojee.
Cuando tras la dislocación abandonada vino la for-
mación de una falsa articulación, puede intentarse la
destrucción de ésta por medio del linimento que indica
la fórmula siguiente, practicando la reducción en
cuanto las circunstancias lo permiten.

R . De Aceite de laurel 20 gr.


ídem alcanforado 15
Esencia de trementina 10
Amoniaco líquido 5
Mézclese todo y agítese antes de usarlo.
Para fricciones.

Después de la aplicación de este remedio, sobreviene


— 200 —
una ingurgitación ele la parte, seguida ele una erupción
vesicular y acaso de fiebre; pero una y otra desapare-
cen al cesar la acción elel medicamento.
De este modo tal vez puede conseguirse que cese la-
cojera; pero como quiera que esto no impide que el ani-
mal se cebe, no merece la pena ele emplear un remedio
que no siempre ela el resultado apetecido.
Si como consecuencia de la hemorràgia intermus-
cular viene la gangrena, la muerte es inminente.

FRACTURAS.

Con este nombre se indica la rotura ó quebranta-


miento de uno ó más huesos ó cartílagos.
Síntomas.—A la simple presión de la mano se p e r -
cibe por lo general la solución ele continuidad estable-
cida en el hueso ó cartílago, cuando están en sitio a c -
cesible á esta especie do observación: de otro modo la
cojera indica la parte rota.
Si la fractura ha interesado algun órgano i m p o r -
tante para la vida, sus lesiones suministran síntomas
imposibles de determinar por su variedad, según los
casos.
Causas.—Golpes, caídas, saltos, etc.
Tratamiento.—Si la fractura es muy gránele y el en-
fermo adulto, lo más sencillo es sacrificarlo, porque su
indocilidad y lo dudoso del éxito hacen más que a v e n -
turada la curación.
Si la fractura es sencilla y el animal joven aún, toda
la cuestión está reducida á colocar los huesos unidos
como estaban antes de fracturarse, y encerrarlos en
una especie ele caja formada con cuatro macleritas l a r -
gas, estrechas y flexibles, sujetas con un apretado ven-
elaje, si la parte fracturada lo permite: si la fractura es.
en lugar en que el medio indicado no puede aplicarse..
— 201 —
se coloca sobre ella una bizma (1). E n uno y otro caso
el absoluto reposo es indispensable.
Si liay lesiones en las visceras ó partes blandas, re-
quieren tratamiento especial, que fuera imposible p r e -
cisar, á no ser en el caso práctico.
L a reducción de las fracturas en los cerdos requiere
que sean muy jovencitos, porque siendo el reposo abso-
luto indispensable é indóciles los enfermos, solo puede
conseguirse una sujeción no violenta en animales que
apenas se mueven, ó cuya débil resistencia permite que
se les coloque en condiciones favorables á su curación.

(i) El emplasto conocido con el nombre de bizma se prepara del modo si-
guiente:
Se coloca en una olla suficiente cantidad de pez negra, que se pone á d e -
rretir, mezclándola poco á poco estopas picadas ó lana de cordero, para dar-
le consistencia: derretida la pez, se retira del fuego y se aplica caliente.
También puede aplicarse la bizma extendiendo la pez sobre un trozo de tela
y calentándola antes de aplicarla.
CAPITULO VII-

Enfermedades de la piel.

Las enfermedades de la piel observadas en el ganado


de cerda son: el.sarampión, la urticaria, la tina, el ecti-
ma, la viruela, la erisipela, la ptiriasis ó enfermedad
pedicular, la sarna y la lepra.
L a sarna y la ptiriasis, como producidas por p a r á -
sitos, deben ocupar el correspondiente lugar entre las
enfermedades ocasionadas por aquellos.
L a lepra y la viruela, por razón de su importancia,
merecen capítulos aparte.

SARAMPIÓN.

Es una afección febril caracterizada por la apari-


ción sobre la piel de pequeñas manchas rojas y a g r u -
padas.
Síntomas.— E l sarampión, como la mayor parte de
las enfermedades eruptivas, presenta tres períodos en
su desenvolvimiento, caracterizados todos por s í n t o -
mas que les son peculiares.
Durante el primer período, ó sea de incubación, son
muy difíciles de apreciar los primeros síntomas, ó no
son apreciables: cuando ya llega á notarse algun f e -
nómeno, está muy próxima la segunda fase de la enfer-
medad: en este primer período, poco tiempo antes de la
— 204 —
erupción, los síntomas más generales son los siguientes:
calofríos, piel caliente, pulso frecuente, disminución
del apetito, tristeza, t o s , vómitos biliosos, inflamación
de los párpados, secreción abundante por las narices,,
lagrimeo y gruñidos roncos. Todos estos síntomas a u -
mentan en intensidad progresivamente.
Llegados á su apogeo los fenómenos que acabamos
de indicar, la fiebre adquiere bastante intensidad, y el
hocico, las orejas, los párpados, la parte interna de las
piernas y la piel del abdomen se cubren de manchitas
rojas, pequeñas y agrupadas, que poco á poco se extien-
den hasta cubrir la mayor parte de la piel: todos estos
fenómenos constituyen el segundo período, ó sea de
erupción.
Terminado éste, la fiebre comienza á ceder, las man-
chillas se van borrando, dando lugar á pequeñas costri-
tas blancas, que poco á poco van cayendo, hasta q u e -
dar limpio el cuerpo del enfermo, en cuyo caso termina
el tercer período ó sea la descamación y con él vuelven
la salud y la alegría del enfermo.
Esta es la marcha regular del sarampión: no o b s -
tante, á veces la erupción no se verifica con tan gran
facilidad; se detiene y aumenta la fiebre, que vuelve á-
disminuir cuando aquella reaparece, y no es extraño en
este caso ver complicaciones de inflamación del cerebro,
del pulmón ó de los intestinos, en cuyo caso se dice que
el sarampión es maligno.
Causas.—Algunos creen que esta enfermedad es de-
bida á los cambios bruscos de temperatura, á las malas
condiciones de las pocilgas, etc.: nosotros creemos que
las ocasionales son desconocidas, y de las accidentales
tan solo puede admitirse el contagio.
Tratamiento.—Durante el primero y último período,
y en los tres cuando la enfermedad se presenta franca
y regularmente, toda la medicación se reduce á colocar
— 205 —
al enfermo en lugar abrigado, con poca l u z , á media
dieta y libre de corrientes de aire, administrándole á
pasto bebidas sudoríficas y pectorales, y aumentando
la ración de alimento á medida que desaparece la e n -
fermedad con la descamación.
Pero si la erupción languidece es preciso activarla
por medio de bebidas tónicas y sudoríficas, tales como
la infusion de manzanilla, flor de tila, etc., ó con el uso
del kermes y el emético á la dosis de 0'50 á 2 gramos,
y O'20 á un gramo respectivamente. Si á pesar de estos
medicamentos la erupción se estaciona, puede emplear-
se el que indica la siguiente fórmula.
Pu. De F l o r de camomila 80 gr.
ídem de tila 25
Simiente de linaza 15
Nitrato de potasa 8
Alcanfor pulverizado 2
Agua 2 lit.
Hecho el cocimiento de linaza, cuélese, y vuelto á
poner al fuego después de colado , incorpórense las flo-
res, el alcanfor y nitrato de potasa, y retirándolo de la
lumbre póngase á enfriar para administrarlo en cuatro
veces con intervalos de cuatro horas.
E n caso de complicaciones, es menester combinar el
tratamiento prescrito con los que estén indicados para
las otras enfermedades.

URTICARIA.

Se llama así una erupción cutánea semejante á la


que produciría el frotamiento de la piel con ortigas.
Síntomas.-—Generalmente se anuncia esta enferme-
dad por un estado febril, acompañado de pérdida del
apetito, náuseas, sed, abatimiento y tristeza. E n varias
partes del cuerpo aparecen especie de abones que va-
rían entre el tamaño de un guisante y el de una nuez,
— 206 —
rojizos los primeros y blanquecinos los segundos, p o r
razón de la infiltración serosa. Según los casos, la
erupción dura una ó más semanas, ó desaparece tan rá-
pidamente como lia aparecido.
Algunos cerdos la padecen todos los años, y hasta
más de una vez en cada uno.
Causas.—Son apenas conocidas: unos las atribuyen
al exceso de calor, otros á la alimentación irritante,
otros, en fin, á una predisposición particular del i n d i -
viduo.
Tratamiento.—Guando la fiebre no es muy grande
media dieta, bebidas refrescantes y temperatura t e m -
plada é igual constituyen un régimen higiénico , b a s -
tante á curar el mal.
Si el estado febril es muy violento, la sangría, el
uso de bebidas refrescantes preparadas con nitrato de
potasa, los purgantes; y si la erupción se estaciona ó
desaparece para dar lugar á una nueva, las fricciones
con esencia de trementina y alcohol alcanforado en
partes iguales, constituyen el tratamiento más ade-
cuado.
TINA.

Con este nombre se conoce una erupción pustulosa


que tiene por asiento la cabeza de los cerdos.
Síntomas.—Se anuncia esta dolencia por la presen-
cia al lado de los ojos y en otras partes de la cabeza de
unas manchitas rojas acompañadas de comezón. Poco
después aparece la erupción de pústulas del tamaño de
un cañamón, que se revientan treinta y seis ó cuarenta
y ocho horas después de haber aparecido, dejando esca-
par un líquido amarillento que se seca y forma c o s -
tras: las pústulas que salieron en los párpados las f o r -
man en ellos, y si no se evita, pegan sus bordes produ-
ciendo una ceguera mecánica.
— 207 —
Cuando la erupción es muy grande, las pústulas sa-
len apiñadas, hasta el punto de formar costras tan j u n -
tas, que ocupan casi toda la superficie de la piel: si se
intenta arrancarlas, el animal da muestras de grande
dolor.
Quince ó veinte dias después de la erupción caen
naturalmente, y la piel recobra su estado habitual.
Causas.—Algunos atribuyen la tina al esceso de
alimento; otros á la intemperie, la mala calidad de los
alimentos, la miseria 3^ la falta de limpieza.
Tratamiento.—Cuando los primeros síntomas a p a -
recen, media dieta y bebidas atemperantes; las lociones
emolientes dan excelentes resultados, una vez que han
aparecido las pústulas para limpiar el pus que segregan
al reventarse, cuidando de cubrirlas después de limpias
con pomada alcanforada. Si á pesar de esto el mal se
resiste, conviene el uso de purgas con sulfato de sosa á
la dosis de 15 á 30 gr. en los gorrinillos, y de 40 á 100
en los adultos, y en último extremo la sangría.
Cuando la tina toma el carácter crónico, no queda
más recurso que el cauterio con disoluciones de nitrato
de plata, cubriendo la pústula cauterizada con pomada
de yoduro de azufre; bebidas refrescantes á pasto; ali-
mentación fresca (tal es el forrage) y dos veces á la se-
mana purgas con sulfato de sosa. Si esto no da resul-
tado, puede abandonarse al enfermo como incurable.

EGTIMA.

Se llama así la flegmasía de los folículos sebáceos


caracterizada por una erupción pustulosa.
Síntomas.—En un principio, fiebre, abatimiento y
falta de apetito; poco después, el cuerpo del enfermo se
cubre de manchas rojas, más abundantes en el pecho y
parte interna de los miembros; algunos dias después,
— 208 —
en medio de las manchas aparecen pústulas redondea-
das y bastante grandes, que á las cuarenta y ocho h o -
ras de haber aparecido se revientan y forman costras
que al caer pocos dias después dejan manchas rojizas
primero y lívidas después ó verdaderas cicatrices.
Causas.—Son desconocidas casi totalmente: la más
aceptable es la predisposición á la flegmasía de algunos
individuos.
Tratamiento.—Ligeras sangrías, media dieta, t e m -
peratura igual, bebidas refrescantes, lociones emolien-
tes para limpiar las pristulas, y baños de igual natura-
leza alternados con los sulfurosos.

ERISIPELA.

Es una enfermedad que consiste en la inflamación


de la piel de una ó más partes del cuerpo, c a r a c t e r i z a -
da por el enrojecimiento, tumefacción y calor de la par-
te, y á veces fiebre.
Síntomas.—Esta dolencia aparece bajo una forma
benigna ó gangrenosa; en el primer caso, no tiene gran
importancia; en el segundo es gravísima.
E n el caso de ser benigna, comienza por la a p a r i -
ción de manchitas rojas que aparecen y desaparecen, y
poco á poco se extienden hasta formar una sola.
A los dos ó.tres dias, el color rojo de la piel se t o r -
na oscuro, amoratado, y la piel aparece infiltrada. E l
enfermo se entristece y rehusa la comida; tiene fiebre en
las partes en que la piel es fina; se forman vejiguillas
que se revientan y secan formando costras que caen fá-
cilmente y producen comezón; siete ú ocho días después
estas costritas y las escamillas de la epidermis caen, y
el mal termina con la vuelta de la salud. A veces en los
sitios mortificados por la erisipela, se forman abscesos
más incómodos que peligrosos.
La erisipela gangrenosa suele aparecer bajo la forma
— 209 —
epizoótica, destrozando los ganados de todo el país i n -
festado. E n este caso, se anuncia por una violenta c a -
lentura , tristeza , inmovilidad, ausencia de apetito y
tendencia á buscar sitio búmedo. A los seis ó siete dias
estos fenómenos son más sensibles; el animal enfermo
marcha con la cabeza baja, las orejas y la cola caídas,
las cerdas erizadas, dando quejidos y tambaleándose
hasta que se cae, porque las fuerzas le faltan; llegado á
este punto el mal, el enfermo vomita materias viscosas,
fétidas y oscuras; su aliento es fétido, la lengua, la
parte interna de los miembros, el vientre y todos los
puntos del cuerpo en que la piel es fina, se ponen l í v i -
dos primero y amoratados después; la sensibilidad es
casi nula, y el enfermo, agitado por un temblor g e n e -
ral, perece irremisiblemente.
Causas.—Se consideran como origen de la benigna,
los fuertes calores del verano, la exposición al sol muy
fuerte y la predisposición de la piel á irritarse.
L a gangrena se atribuye á las emanaciones m i a s -
máticas.
Tratamiento.—En casos de erisipela benigna, la c o -
locación del enfermo en sitio abrigado y seco, la s a n -
gría si está muy gordo, la dieta, las bebidas atempe-
rantes, las purgas ligeras y lavativas, las lociones y
fomentos emolientes y calmantes sobre las partes e n -
fermas, la excision de los abscesos si existen, la aplica-
ción del linimento amoniacal si hay edema, y si el mal
se resiste lociones frias con el medicamento que indica
la siguiente fórmula, constituyen el tratamiento más
conveniente.

R . De Protosulfato de hierro 60 gr.


Hojas de morera 80
Agua 2 litros.
Cuezanse las hojas por espacio de media hora: d i -
suélvase la sal de hierro y déjese enfriar.
14
— 210 —
E n casos de erisipela gangrenosa está recomendado
el uso de medicamentos antisépticos, como la genciana,
quinina, alcanfor, amoniaco, etc., en cocimiento con
vino las vegetales, y en fricciones el alcanfor y el amo-
niaco, etc.; los revulsivos en la parte interna de las
piernas, las escarificaciones, locionando las lieridas con
linimento amoniacal y amoniaco p u r o , las abluciones
frias, y en un principio la sangría y el emético á la d o -
sis de un gramo por dia en cuatro ó más porciones, son
todos medicamentos que suelen dar buenos resultados.
Los cerdos atacados por la erisipela gangrenosa de-
ben separarse de sus compañeros para evitar el c o n t a -
g i o , y después de muertos, sus carnes deben ser e n t e -
rradas para evitar accidentes siempre desagradables.
CAPITULO VIII.
(COISTTITÍTJAOION" D E L ANTERIOR.)

De la viruela en el ganado de cerda.

L a viruela es una enfermedad aguda, febril, v i r u -


lenta y contagiosa, caracterizada por la presencia de
una erupción de carácter pustuloso que sigue una mar-
cha determinada.
Esta enfermedad terrible aparece bajo la forma epi-
zoótica generalmente, y diezma los ganados de todo un
país; el cerdo la padece como la oveja, el perro y otros
animales; y como quiera que es gravísima y está í n t i -
mamente relacionada con cuestiones que interesan al
ganadero como comerciante y como ciudadano, c r e e -
mos que no está fuera de lugar dedicarla un capítulo
aparte. E n honor de la claridad y el método, tratare-
mos primero de la enfermedad en general, y conocidos
sus síntomas, causas y tratamiento, nos ocuparemos de
las demás cuestiones que con ella se rozan.
Síntomas.—La viruela presenta cinco períodos en su
desarrollo, correspondientes cada uno á un estado de la
enfermedad: durante el primero, ó sea el de incubación,
ningún fenómeno indica la presencia del mal; este perío-
do dura por término medio de seis á veinticuatro dias,
siendo por lo común más corto en igualdad de c i r c u n s -
tancias cuando la viruela es inoculada; comprende des-
— 212 —
de el momento de la incubación del virus en la e c o n o -
mía, hasta la aparición de los primeros botones.
E l segundo período, ó de invasion, se anuncia por la
presencia de fenómenos generales fáciles de apreciar:
son estos en un principio la inapetencia, abatimiento
general, tristeza, sed, calor en la piel, fiebre, respira-
ción acelerada, calofríos, dolor en los lomos á la más li-
gera presión, andar pesado y ojos legañosos; poco á poco
estos síntomas se exacerban, las cerdas se erizan, la
garganta se irrita y hace difícil la deglución, el vientre
se pone caliente y dolorido, la orina se oscurece, el en-
fermo sufre frecuentes vómitos biliosos y diarrea, se en-
frian sus extremidades, su aliento es fétido, y presa de
una especie de letargo permanece echado é inmóvil. L a
duración de este período varía de tres á seis dias.
E l tercer período, ó de erupción, sucede al de i n v a -
sion, y se manifiesta por el estado febril, una gran sen-
sibilidad en la piel, especialmente del cuello, a c o m p a -
ñada de la aparición de manchas ó puntitos rojos ( p e r -
fectamente apreciables en el ganado de piel blanca ó
manchada de negro), cuyas manchas, más perceptibles
al rededor de los ojos, orejas, y en el vientre, prepucio,
y parte interna de las extremidades, algunas veces i n -
vaden también las mucosas de los ojos y boca. A las
veinticuatro horas, el color de las manchas citadas se
hace más v i v o , su tamaño aumenta, presentan una con-
vexidad ó están aisladas, en cuyo caso se dice que la
viruela es discreta, ó agrupadas, llamándose entonces
confluente.
Tres ó cuatro dias después de la aparición de las
primeras manchitas, convertidas éstas en granos de
tamaño variable, llegan á su completo desarrollo, se
ponen duros y resistentes al tacto, y adquieren la f o r -
ma semi-esférica; la piel se entumece, siendo más s e n -
sible la tumefacción en las extremidades, que a d q u i e -
— 213 -
ren un volumen considerable; los fenómenos febriles
observados al comenzar la erupción, ceden terminada
ésta, y el enfermo siente una notable mejoría. La d u -
ración de este período varía entre cuatro y seis dias.
E l cuarto período, ó de supuración, se manifiesta
por síntomas locales y generales, suministrados los pri-
meros por las pústulas mismas, y por la fiebre secundaria
los segundos. Las pústulas, duras y resistentes al t e r -
minar el tercer período, se ablandan y ponen blanque-
cinas primero, amarillas después, y más oscuras luego
durante el cuarto; la tumefacción de la piel disminuye;
después los granos se revientan y segregan un líquido
seroso y purulento, el cual, seco por la acción del aire,
forma costras.
Durante este período, cuya duración varía entre
cuatro y seis dias, los fenómenos febriles se reprodu-
cen, y por segunda vez desaparecen al llegar las p ú s t u -
las á su completo estado de madurez.
E l quinto período, de descamación, es más que otra
cosa el principio de la convalecencia ; unas veces caen
las costras naturalmente, otras las pústulas no supuran
y desaparecen por reabsorción; finalmente, á veces las
costras se desprenden violentamente al rascarse el ani-
mal y producen ulcerillas difíciles de cerrar, las cuales
al cicatrizarse dejan hondas señales.
E n el espacio de diez ó doce dias que dura este p e -
ríodo, los síntomas generales desaparecen en absoluto
y el enfermo recobra la salud, la alegría y el apetito.
Durante el tercer período, aunque el curso de la en-
fermedad sea regular suele aparecer una erupción s e -
cundaria cuyas pústulas difieren de las primeras por su
menor tamaño y porque en el período de supuración
desaparecen sin reventarse.
Esta enfermedad por lo común es benigna: es decir,
aparece y sigue su curso natural sin más complicació-
— 214 —
nes, y termina con la perfecta curación del enfermo:
pero la incuria y las malas condiciones de los locales la
hacen mortal, porque aunque no comience con aspecto
de maligna, dan lugar á complicaciones siempre des-
agradables.
E l no cuidar á los enfermos durante el período de
descamación da lugar á las llagas que hemos indicado
y a , que cuando se forman alrededor de las orejas y
las narices suelen ocasionar la caries de los c a r t í l a -
gos de aquellos órganos; si se forman en derredor de
los o j o s , en los párpados ó en la corona de la pezuña,
dan lugar á oftalmías y artritis purulentas que respec-
tivamente causan la ceguera ó la cojera por la caida de
la caja córnea que forma las pezuñas.
Finalmente, la coriza, la bronquitis , la neumonía,
la gastro-enteritis, la diarrea ó la disentería, son otras
tantas enfermedades que, complicadas con la viruela en-
torpecen la curación y comprometen la vida del enfermo.
Causas. — L a causa de la viruela producida por la
vacunación (operación de que luego nos ocuparemos), á
cualquiera se le alcanza que es la operación misma; la
de la producida por el roce de animales sanos con otros
enfermos ó con reses que para ello sirvieron, es asimis-
mo fácil de apreciar, y hablaremos de ella también; pero
la de la viruela primitiva, por decir así, no admitiendo
como única un contagio de origen desconocido, ha dado
lugar á mil controversias entre reputados autores; unos
encuentran el origen de la viruela en las variaciones
bruscas de temperatura; otros la atribuyen á la i n g e s -
tion de alimentos cubiertos de humedad, de aguas muy
frías, etc.; nosotros creemos con Mr. Lafosse que todas
aquellas opiniones son presunciones nada más.
Pero que la viruela existe, que su desarrollo i m p l i -
ca la destrucción de nuestros ganados, y que las más
veces es debida á causa conocida, al c o n t a g i o , sobre
— 215 —
el que no hay dudas, estando todos conformes en que
puede verificarse á largas distancias, son hechos pal-
pables ; el roce directo entre animales buenos y e n -
fermos, determina la viruela , es evidente; la inocula-
ción puede verificarse por infinitos accidentes, y es
punto menos que segura cuando los cerdos sanos se acer-
can á sitios frecuentados por enfermos, ó usan comede-
ros, camas ó pastos que han usado ú ocupado éstos; en
tal caso, los citados utensilios están llenos de babas de
los enfermos, el suelo impregnado de sus excrementos
y orines, el aire, en fin, está viciado por los miasmas
que exhalan los estiércoles y los que se desprenden por
la transpiración, respiración, etc., de los enfermos; el
viento puede servir de vehículo á estos miasmas y tras-
ladarlos á largas distancias, dando lugar á la invasion
de animales sanos que ocupaban una localidad no i n -
festada, sin que haya circunstancias que expliquen el
hecho clara y palpablemente.
Tratamiento. — L a medicación recomendada para la
viruela puede sex preventiva y curativa: la primera tien-
de á evitar el mal por medio de los cuidados que la h i -
giene y la prudencia recomiendan, ó sea el aislamiento
y con ayuda del qxie la cirugía suministra ó sea la va-
cunación; la segunda comprende todos los medios t e r a -
péuticos que pueden servir para curar la viruela, una
vez determinada en un individuo.
E n qué consiste el aislamiento, es inútil explicarlo;
el menos conocedor de la higiene separaria absoluta-
mente los cerdos infestados por la viruela, sabiendo que
el roce con ellos contagiaria á los sanos. E l segundo
medio, ó sea la vacunación, está recomendado por V i -
borg, Pradel y otros veterinarios entendidos; es opera-
ción cuyos resultados la hacen importante, y vamos á
ocuparnos de ella con toda la extension que la índole de
nuestro libro permite.
— 216 —
L a viruela, según autorizadas opiniones, no infesta
individuos que ya la padecieron, ó si los ataca, es de una.
manera muy benigna; en esta base se asienta la c o n -
veniencia de la vacunación, que consiste en la inocula-
ción del virus varioloso en animales sanos para p r o d u -
cir una viruela benigna que los preserve de nuevos
ataques. Esta especie de inoculación puede p r a c t i -
carse de cinco modos, á saber: por incision en la piel,
por raspadura, por medio de mechas ó sedales, por
picadura, y finalmente, por ingestion en el aparato d i -
gestivo.
E l más usado en el ganado lanar, aplicable al de
cerda, es el que se conoce por picadura, y en atención
á que fuera salimos de los límites que nuestro libro
nos impone ocuparnos de las ventajas é inconvenientes
que cada uno de estos sistemas implica, la manera de
practicarlos, etc., indicaremos el más conveniente con
todos sus detalles, y omitiremos los demás.
Para practicar la vacunación por picadura, es m e -
nester colocar el virus varioloso en contacto con la su-
perficie absorbente de la piel, por medio de una pica-
dura subepidérmica hecha con un instrumento p u n -
zante cualquiera, siendo preferible una lanceta, á ser
posible acanalada. E l sitio más á propósito para la ope-
ración es la parte interna del muslo: para practicarla
se sujeta al animal, y colocado en posición supina, se
coge un espacio de piel entre los dedos índice y pulgar
de la mano izquierda, estirándola de modo que no forme
pliegues: hecho esto, se toma la lanceta, con c u y a
punta se coge una pequeña porción del virus que se va
á inocular, y se introduce en la piel, haciendo algunos
movimientos oscilatorios: apretando con el dedo índice
de la mano izquierda el sitio que ocupa la lanceta, se
extrae ésta limpia del pus, que deja al pasar por d e -
bajo del dedo. E l virus puede tomarse de las pústulas de-
— 217 —
un puerco vacunado ó de aparatos en que se tenga con-
servado.
Según algunos, la picadura debe practicarse dos ó-
tres veces: en este caso es menester cuidar que entre
todas exista una regular distancia, para evitar que la
inflamación que sucede á la operación sea excesiva, por
estar junta la de una incision con las otras.
Hecha la operación, la viruela que ocasiona es tan
benigna que más no puede ser, y que con un poco de
cuidado, librando al animal vacunado de los cambios
bruscos de temperatura, etc., concluye del modo más
satisfactorio; pero si no se tiene cuidado, no es raro
ver aparecer las ingurgitaciones y formación de tumo-
res gangrenosos, que en poco tiempo concluyen con la
vida del animal.
L a vacunación puede practicarse, sea la que quiera
la edad del individuo; no obstante, en los animales j ó -
venes es menos abonada á las complicaciones y malas
consecuencias. Pero si la edad importa, sin ser grave
inconveniente, lo es sin duda cualquier afección o r g á -
nica padecida por el animal que se va á vacunar; el
estado de preñez, de celo, y todo lo que coloque al
animal fuera del perfecto estado de salud, indispensa-
ble, si no se ha de correr el riesgo de que la operación
tenga malas consecuencias. Cualquiera de estos esta-
dos debe ser motivo para diferir la operación, á no ser
en un todo necesaria: las épocas más convenientes para
la operación son el otoño y la primavera.
Cuanto llevamos dicho sobre el tratamiento de la
viruela debe hacerse desde que aparece en una locali-
dad la epizootia, para prevenir el mal: pero si por des-
gracia ataca á los individuos de una ó más piaras, la
vacunación sería inútil, siendo necesario emprender un
plan curativo para combatir el mal, ya determinado.
Por regla general, puede establecerse que la higiene
— 218 —
representa el principal papel para atajar el mal, b a s -
tando por sí misma para curar la viruela benigna: a n -
tes que nada es menester que los principios de aquella
se observen estrictamente en locales, régimen a l i m e n -
ticio, etc.
Durante el primer período, como quiera que no hay
síntomas que le caractericen, nada puede hacerse.
Comenzado el segundo, conviene desde luego el a i s -
lamiento, la media dieta, la sangría en animales pictó-
ricos, bebidas preparadas'con borraja, tila, heno, etc.,
y nitrato de potasa á la dosis de ocho á diez gramos
por cada dos litros de líquido.
Si en el tercero y cuarto período la enfermedad s i -
gue su curso regular, el uso de las bebidas que hemos
indicado á todo pasto bastan, unidas á la temperatura
dulce de las pocilgas, la limpieza y demás cuidados h i -
giénicos: pero si la erupción se detiene, es menester vi-
gorizar la naturaleza para activarla, por medio de b e -
bidas tónicas preparadas con infusiones de camomila,
ajenjos, etc., en agua ó v i n o , según se quiera que su
efecto tónico sea más ó menos violento.
Cuando la irritación de la garganta, iniciada en el
período de invasion, no cede en el de erupción, se m i -
tiga con el uso de gargarismos preparados con agua y
ácido sulfúrico, ó con vinagre.
Las complicaciones con la oftalmía pueden hacer ne-
cesario el cauterio de las pústulas de los ojos: los casos
de coriza, bronquitis, artritis, neumonía, etc., requie-
ren tratamiento análogo al que indicamos al hablar de
aquellas enfermedades.
Terminada la enfermedad, es menester que se con-
tinúe cuidando al enfermo hasta su completo restable-
cimiento: la alimentación debe ser moderada y progre-
sivamente más nutritiva y abundante, á horas fijas
siempre, para evitar recaídas producidas por i n d i g e s -
— 219 —
tiones y otras dolencias, fáciles de determinar en i n d i -
viduos débiles y convalecientes; la limpieza de los l o -
cales, camas, etc., creemos inútil recomendarla.
Conocida la viruela bajo el punto de vista patológi-
co , réstanos someter al criterio de nuestros lectores
tres cuestiones importantísimas, si se atiende á sus re-
laciones con el hombre y la economía rural, origen de
encontradas opiniones, las tres y todas sin resolución
definitiva.
¿Puede la viruela trasmitirse del hombre al cerdo y
viceversa?
Sobre esta primera cuestión la opinion está dividida
en extremo: algunos, y entre ellos Mrs. R o l l y Viborg,
opinan que no es posible la trasmisión: otros autoriza-
dos autores creen lo contrario, y forman dos bandos que
sostienen tesis encontradas; pero ni unos ni otros citan
hechos ó experiencias que demuestren el principio e v i -
dentemente.
¿Los cerdos variolosos pueden contagiar las otras
especies de animales domésticos?
Algunos sostienen que el caballo y el toro no pueden
padecer esta afección; que la de las ovejas es de distinta
naturaleza; y que si bien es verdad que entre la viruela
del cerdo y las que padecen el conejo, el pavo, la oca y
la paloma, existe cierta analogía, nada prueba su iden-
tidad. Entre estos figura Mr. Lafosse que dice "que
bien pudiera suceder con el virus varioloso como con
los parásitos que ocasionan la sarna, cuya organización
exige para su desarollo condicionas especiales de cada
raza.n
Mr. R o l l sostiene lo contrario, y con él otros m u -
chos creen que es trasmisible la viruela del cerdo á
otros animales; pero como ni unos ni otros demuestran
los hechos de una manera evidente, queda la cuestión
sin resolver en definitiva.
— 220 —
¿Puede impunemente consumirse la carne de cerdos
variolosos?
Algunos autores sostienen que la carne de animales
variolosos puede comerse sin temor de que la salud se
altere, pues que tiene igual color, o l o r , sabor, consis-
tencia y demás condiciones físicas que las de los sanos:
otros, por el contrario, dicen que su olor es fétido y r e -
pugnante.
Mrs. Groguier y Arboval aseguran baberla visto
emplear en los años de 1810 y 1815 respectivamente,
sin que la salud se alterase. Finalmente, la opinion está
tan dividida, que basta hay quien sostenga que la car-
ne, en estas condiciones debiera expenderse al público,
fomentando su venta en vez de prohibirla.
E n cualquiera de las tres cuestiones nuestra opinion
vale bien poco, y por lo tanto la omitimos: no o b s t a n -
te, aconsejamos.que se trate con precaución á los en-
fermos de viruela; que se les aisle de todos los demás
animales; y con respecto á sus carnes, únicamente de-
cimos que solo impulsados por el hambre la c o m e -
ríamos.
CAPITULO IX.

Enfermedades ocasionadas por la presencia de parásitos.

La existencia de parásitos en el cerdo determina


una porción de enfermedades más ó menos graves, s e -
g ú n el número de aquellos y la parte del individuo que
las sostiene. La ptiriasis, la sarna, la bronquitis v e r m i -
nosa, la gastro-enteritis verminosa, la lepra, y la t r i -
quinosis, son las enfermedades parasitarias peculiares
del ganado de cerda.
Las cuatro primeras tienen importancia, pero por
decir así interesan al ganadero solo bajo el punto de
vista económico; las dos últimas interesan á todo el
mundo, por las fatales consecuencias á que dan lugar.
Por esta razón, aunque sin exceder los límites que la
índole de nuestro libro nos impone, trataremos de estas
dos últimas con la extension que su importancia mere-
ce, y creemos de este modo cumplir con un deber moral
advirtiendo los peligros que de ellas se desprenden é
indicando la manera de prevenirlos.

PTIRIASIS.

Con este nombre se conoce la enfermedad caracteri-


zada por la invasion de la superficie de la piel por mul-
titud de piojos conocidos científicamente bajo el n o m -
bre de haematopunus suis.
— 222 —
Síntomas.—Todos los fenómenos que acompañan la.
presencia de esta especie de parásitos, son consecuencia
de ellos mismos. L a comezón que siente el animal i n -
vadido, su tendencia á rascarse, el enflaquecimiento, la
formación de escoriaciones yrílceras, etc., no reconocen
más origen que la existencia de los parásitos, que según
su número agravan todos estos fenómenos.
Los caracteres distintivos del haematopunussuis, son:
cabeza pequeña y obtusa, segmentos medios del a b d o -
men separados unos de otros, tres pares de patas, más
largas las dos posteriores que las demás, y ojos apenas
perceptibles.
Causas.—El único y exclusivo origen de la ptiriasis
es la transmisión, bien sea de un individuo plagado á
otro limpio, ó indirectamente por la permanencia de
éste en estercoleros ó sitios en que lian dormido y se ban
revolcado cerdos llenos de piojos.
Sobre el origen de esta enfermedad se han emitido
ideas extravagantes, que la ciencia lia demostrado ser
vulgaridades. Algunos han atribuido la ptiriasis á la
condición de ciertos alimentos, ó á otras enfermedades
de que ésta era consecuencia; b o y todas esas teorías lian
caido por su base, y está admitido como único verdade-
ro origen la transmisión de uno ó más parásitos: toda
otra causa es absurda, pues que la reproducción no pue-
de verificarse sin el concurso de animales de distinto
sexo.
Tratamiento.—Se reduce la medicación de la ptiria-
sis á destruir los piojos, causa de todos los demás d e s -
órdenes: para conseguirlo, el medio más sencillo es un-
tar todo el cuerpo del enfermo con petróleo, esencia de
trementina ó bencina, agua sedativa, ó un cocimiento
de eléboro blanco y tabaco. Cuando estos medios no
bastan á destruir los parásitos, se bace uso del medica-
mento que indica la siguiente fórmula:
— 223 —
E.. De Jabón blando 100 gr.
Acido fénico liquido 30

Con esta untura se cubre el cuerpo del enfermo, y


veinticuatro boras después se le lava y seca bien, repi-
tiendo la untura.
Los preparados de mercurio y arsénico y todo lo que
por irritante puede alterar la piel, debe desecharse, para
evitar mayores males.

SARNA.

Es una enfermedad eruptiva, contagiosa, que se ex-


tiende por todo el cuerpo y que parece ser debida á la
presencia de una especie de parásitos.
Síntomas. — E n un principio se anuncia esta enfer-
medad por la presencia de pequeñas manchas rojas, ve-
siculares y escamosas, que con preferencia invaden las
extremidades, las orejas y parte interna de las piernas.
Poco á poco estas manchas aumentan en número y t a -
maño, la piel se pone escamosa, caen las cerdas y se
forman excrecencias que se reblandecen, ulceran y c u -
bren de costras amarillentas que siempre encierran pus.
Si el mal progresa, estas ulceraciones cubren todo el
cuerpo, y el enflaquecimiento y aun la muerte puede
terminar la enfermedad.
Aunque á estos fenómenos acompañan la comezón y
molestias que son consiguientes á la erupción, como
quiera que una y otras son comunes á gran número de
erupciones no debe hacerse hasta adquirir la certeza de
la existencia de la sarna.
Para llegar á adquirirla debe observarse si existe
ó no el acaro que la produce; para conseguirlo, se
expone al enfermo á los rayos del sol, y si los acaros
existen salen á la superficie de la piel, siendo f á c i -
224
les de observar con una lente fuerte. Si este medio
no puede ponerse en práctica, se arrancan váidas c o s -
tras y puestas sobre un papel negro , se someten á
una elevada temperatura; los acaros, obligados á salir
de sus escondites por el calor, se perciben como p u n -
tos blancos sobre la superficie negra del papel. E l
acaro ó sarcqfito, peculiar del ganado de cerda, es un in-
secto microscópico, cuyos caracteres son: antenas d i s -
tintos y movibles; la mandíbula superior terminada por
dos especie de gancliitos y dentada la inferior; cuerpo
redondo; las dos patas posteriores faltas de tarsos; vive
entre la dermis y la epidermis. Las hembras, dotadas
de asombrosa fecundidad, pueden poner más de un m i -
llón de huevos en tres meses, por cuya razón el mal
toma el carácter de crónico. De todos los acaros, es este
el que menos resistencia vital tiene; muere á 50 grados
de calor seco, ó por disminución de vitalidad en la piel.
Causas.—Hasta hace algun tiempo se creia que la
sarna era debida á la falta de limpieza, la exposición á
la intemperie, la debilidad constitucional, otras enfer-
medades de que el acaro era una consecuencia, etc.;
pero la práctica ha demostrado que el único origen p o -
sible es el contagio por trasmisión de los acaros ó sus
larvas, por mil accidentes que fuera prolijo enumerar.
Estos insectillos, puestos en contacto con la piel, roen
la epidermis y se introducen en ella; su fecundidad au-
menta su número, y por ende los accidentes y fenóme-
nos que determinan la enfermedad.
Tratamiento.—El tratamiento debe reducirse á des-
truir el origen de la enfermedad, que hemos dicho que
es el sarcofito y sus larvas; pero antes de emplear nin-
gún medio curativo, es menester colocar al enfermo ais-
lado de todos sus compañeros para evitar el contagio.
Hecho así, las lociones con cocimiento de t a b a c o , el
aceite empireumático, la brea, esencia de trementina,
— 225 —
•creosota, arsénico, sublimado corrosivo, fósforo, m e r -
curio, etc., son otros tantos medicamentos que sirven
para destruir el acaro y sus gérmenes; pero es menester
usar tan solo aquellos que por sus condiciones especia-
les 1 1 0 irriten la piel con exceso ó determinen una i n -
toxicación que liaga peor el remedio que la enfermedad.
Cuando la sarna desaparezca con el uso de medicamen-
tos tan suaves como el agua sedativa, el alcohol ó acei-
te alcanforados y limpieza en las camas, nada más debe
intentarse; pero si no obstante esto el mal continúa,
pueden emplearse los medicamentos que las fórmulas
siguientes indican, alternándolos con baños de agua
natural:
E,. De Eaíz de eléboro negro seca. . 250 gr.
Agua 4 litros.
Cuezase hasta reducir el líquido á sus dos terceras
partes, y empléese en lociones.
R . De Tabaco 500 gr.
Agua 3 litros.
Cuezase por espacio de una hora. Para lociones.
R . De Potasa 1 kil.
Cal viva 9
Agua 25 litros.
Para baños generales, uno cada cinco dias, alterna-
dos con fricciones de bencina. Este medicamento es
aplicable cuando el mal es inveterado.

BRONQUITIS VERMINOSA. .

Con este nombre se conoce una variedad de la bron-


quitis' caracterizada por la presencia de vermes ó gusa-
nos en los bronquios.
Síntomas.—-En un principio son análogos á los de
la bronquitis aguda; la tos es seca y continuada, y se
excita más durante la comida; la laringe está muy sen-
15
sible; el apetito disminuye; las cerdas se erizan y e l
enfermo enflaquece.
Algun tiempo después, la tos se hace más violenta,,
más frecuente y más ronca; cada acceso va acompaña-
do de movimientos convulsivos, y termina con una e s -
pecie de ataque nervioso; de modo que el enfermo se
deja caer rendido por la fatiga y se extremece c o n v u l -
sivamente; los vermes que ocupan los bronquios, impe-
lidos por la columna de aire lanzada al toser, o b s t r u -
yen la laringe, y si el mal no se ataja la asfixia conclu-
ye uno de los accesos de tos.
Todos estos fenómenos se desarrollan más ó menos
lentamente, según el número de elmintos, causa de la
enfermedad, que es grave en cualquier caso, porque
cuando no es la asfixia, la termina la consunción, no
siendo raro que aparezcan hemorragias ó inflamaciones
pulmonares que la compliquen.
Causas.—Esta enfermedad es debida á la invasion
de la region bronquial por el estrcujilo, elminto de color
blanco amarillento , cuyo volumen varía entre 16 y 25
milímetros.
E l modo de verificarse la invasion puede ser debido
á la ingestion de alimentos ó agua en que existan estos
ó sus gérmenes, depositados por otros animales e n f e r -
mos de bronquitis verminosa; ingeridos en el estómago
se reproducen y aumentan la gravedad del mal que oca-
sionan.
Tratamiento.—Antes de emprender un plan c u r a t i -
vo es menester convencerse de la existencia de los e l -
mintos , observando bien las mucosidades expulsadas
por la boca y las narices; adquirida esta certeza, el
punto de mira debe ser destruir las causas del mal y
moderar los fenómenos consecuencia de ellas.
Para lo primero se recomienda el uso de fumigacio-
nes de asafétida, trementina, brea , tabaco, alcanfor ó
— 227 —
bayas de enebro, porque su fácil administración está al
alcance de todo el mundo; pero sobre estas están las de
azufre, sulfuro de mercurio ó ácido sulfúrico, de m e j o -
res resultados, pero cuya aplicación requiere gran c u i -
dado para no producir la asfixia sometiendo al enfermo
demasiado tiempo á su acción. También puede emplear-
se el éter sulfúrico echándolo por las narices. E l aceite
empireumático, el alcanfor y el éter, mezclados con be-
bidas emolientes, tienen por fin ventajas para destruir
los elmintos sin grave riesgo de asfixia.
Para calmar la irritación consiguiente á la presencia
de tan incómodos huéspedes, para evitar las congestio-
nes pulmonares en enfermos pletóricos, y para reanimar
las fuerzas de los débiles, se recomienda respectivamen-
te el uso de bebidas emolientes, sangría y productos de
efectos tónicos. Finalmente, la temperatura agradable
de los locales, la limpieza, y la alimentación líquida,
terminan el plan curativo de la bronquitis verminosa.

« A S T ROENTERITÍS VE R MIÑOSA.

Con este nombre se conoce la inflamación del tubo


intestinal, determinada por la presencia de elmintos.
Síntomas.—Los fenómenos característicos de la gas-
troenteritis verminosa, son difíciles de apreciar en su t o -
talidad, y muy fáciles de confundir en un principio con
los de otras enfermedades gastrointestinales.
Generalmente, los desórdenes que experimenta el
individuo invadido por las lombrices es el enflaqueci-
miento, no obstante la extraordinaria hambre, que nun-
ca satisface. La perversion del apetito, las digestiones
siempre imperfectas, los desarreglos intestinales, los
excrementos tan pronto líquidos como sólidos, e n v o l -
viendo lombrices ó fragmentos de ellas, la disentería y
la diarrea, y á veces fenómenos epileptiformes, son los
síntomas que hacen sospechar fundadamente la presen-
cia de vermes en los intestinos. La terminación es por
lo general la muerte, como consecuencia de la inflama-
ción de los intestinos, por consunción ó á causa del des-
orden que en el sistema nervioso se produce.
Causas.—La vínica causa de la enfermedad que nos
ocupa es la existencia en el intestino de una de las mu-
chas especies de elmintos, entre las que figuran como
más principales el sclerastoma d&ntatum, el anear is Sicilia,
el trieocepliahis crenatus y el echinorynclius gigas, que
tiene especialmente la propiedad de producir fenómenos
epileptiformes, debidos á los dolores que ocasiona al per-
forar los intestinos.
Los caracteres zoológicos de todos estos elmintos
son conocidos; su manera de reproducirse lo es también,
pero la variedad que unos y otros presentan es muy
grande y sería prolijo y fuera del propósito de nuestro
libro estudiarlos detenidamente.
Tratamiento.—La medicación, en el caso de que nos
ocupamos, debe considerarse dividida en dos partes:
una, la más principal, que se dirige á destruir la causa
matando ó expulsando vivos los elmintos; y otra que
consiste en modificar y curar los efectos, una vez d e s -
truidas las causas. Pero como quiera que la inflamación
no puede desaparecer mientras los vermes existan, ni
da espera, porque puede producir la muerte, es menes-
ter que se hermanen medicamentos que produzcan d o -
bles efectos.
Para destruir los vermes son medicamentos á propó-
sito todos los vermífugos que ya conocen nuestros l e c -
tores; para calmar la inflamación está indicado el uso
de los emolientes: unos y otros deben administrarse en
bebidas y lavativas; si hay fenómenos nerviosos, los
antiespasmódicos son á propósito para calmarlos; final-
mente, la alimentación debe ser poca y líquida; lo más
— 229 —
conveniente es el agua en blanco, porque á la par que
alimenta, refresca.
L a siguiente fórmula da excelentes resultados, por
el doble efecto de destruir los vermes y facilitar su ex-
pulsion.
E . De Cortezas de granado 100 gr.
Escamonea 3
Agua 250
Cuezase la raíz por espacio de media hora; incorpó-
rese la escamonea y adminístrese de una sola vez.

L E P R A .

Con este nombre se conoce una enfermedad c a r a c -


terizada por la presencia de tumores que encierran una
especie de gusanos conocidos con el nombre de cisticer-
cos del tejido celular.
Esta enfermedad tiene suma importancia, por sus
fatales consecuencias, é interesa su estudio á todo g a -
nadero que quiera evitar pérdidas y desee marchar den-
tro de los límites que la justicia impone. Por esta razón
nos detendremos en su estudio más que al tratar de
otras enfermedades, aunque siempre lo hagamos con la
brevedad que la índole de nuestro libro exige.
Síntomas.-—En un principio los fenómenos que i n -
dican la presencia de la lepra son difusos por demás y
tan solo pueden hacer nacer una sospecha.
E l animal, aunque leproso, come bien, está alegre,
aparenta la más perfecta salud, pero no engorda. Este
fenómeno es peculiar de toda alteración incipiente de
la salud, y por lo tanto, no puede servir para formar
criterio en-ningún caso: para adquirir la certeza de
que la enfermedad existe, es preciso mayor claridad en
los fenómenos morbosos; y como quiera que estos no se
manifiestan ostensiblemente, se hace menester que una
observación profunda y concienzuda los descxibra.
La existencia de pequeñas vesículas trasparentes y
del tamaño de un cañamón en la base de la lengua á
los lados del frenillo, en las orejas, la conjuntiva y el
ano, son síntomas que hacen ver clara la existencia de
la enfermedad: pero la observación de estos fenómenos
requiere grande atención, porque la pequenez de las ve-
sículas las hace apenas perceptibles, y á veces no exis-
ten: porque aunque su presencia sea un síntoma de la
lepra, su ausencia no la excluye.
La sensibilidad del hocico, fácil de apreciar, porque
el animal no hoza y cuando lo intenta se queja; el e n -
ronquecimiento de la voz, la languidez y debilidad que
experimenta, la pérdida del apetito y , s o b r e t o d o , la
especie de atonía que manifiesta, permaneciendo insen-
sible aunque se le pegue, cuando en estado de salud por
dócil que sea un cerdo siempre es indómito ; y la h i n -
chazón de las espaldas, más grande cerca del cuello, que
entorpece los movimientos, son síntomas más claros,
cuya observación es fácil, y demuestra que los c i s t i c í -
reos han terminado la invasion.
Llegada ésta á su apogeo, los síntomas se suceden
con extraordinaria rapidez: la insensibilidad entonces
es absoluta; el enfermo se mueve de una manera torpe
y pesada, como si lo hiciera á costa de violentos e s -
fuerzos; el edema se apodera de las extremidades; la
base de las orejas aparece infiltrada, el brillo de los ojos
parece apagado; las mucosas de la boca adquieren un
color azulado; el pulso es desigual, pequeño y á veces
tumultuoso; el aliento huele de un modo especial, y es
imposible que se equivoque con otro olor, percibido
quizá una sola vez; la v o z es ronca; la respiración a n -
helante; si se tira de las cerdas, se arrancan sin esfuer-
zo, y dejan en su lugar una gota de sangre. Poco á p o c o
las fuerzas del enfermo se agotan; el tercio posterior se
paraliza; el vientre, las articulaciones y el abdomen se
hinchan; el cuerpo despide un olor nauseabundo, y el
enfermo muere.
Hecha la autopsia de un cerdo víctima de la lepra,
desde luego se observa la decoloración y ulceración de
las mucosas, principalmente del intestino colon; la pa-
lidez de los tejidos coloreados, la blandura de las c a r -
nes y la poquísima consistencia del tocino; pero una
observacian más profunda descubre otros desórdenes,
si se quiere de mayor importancia, porque caracterizan
la enfermedad: en efecto, si bien se observa, puede
apreciarse la infiltración del tejido celular y la existen-
cia de gran número de quistes lenticulares, contenien-
do cada uno un cisticerco. Estos fenómenos son más
claros en aquellos sitios, como la parte interna de los
muslos, en que el tejido celular es muy abundante; los
cisticercos se encuentran también en los tejidos que se-
paran los músculos, cuando éstos no ejecutan frecuen-
tes movimientos. E l hígado, de color amarillento y
bastante voluminoso, presenta puntos endurecidos: en
el pulmón, de color rojo oscuro, se observa igual fenó-
meno. Finalmente, la sangre empobrecida, encierra de
80 á 93 por 100 de serosidad, testimonio de una h i -
droemia perfectamente apreciable.
Causas.—La única causa de la lepra es la ingestion
en el organismo de los huevos de la tenia ó lombriz soli-
taria, trasformaclos en embriones libres en el intestino
y en cisticercos en los tejidos. Las condiciones antihi-
giénicas de locales, alimentación, régimen, etc., admi-
tidos antes de ahora como causas de la enfermedad que
nos ocupa, pueden cuando más ser circunstancias favo-
rables al desarrollo de la invasion. Expulsados los hue-
vos de tenia por seres infestados, mezclados con el ex-
cremento y depositados sobre los alimentos ingeridos en
el estómago de los cerdos, se origina la lepra irremisi-
blemente. De aquí que en la Lorena y la Picardía, en
cuyos países es la presencia de la tenia muy frecuente,
la lepra hace más estragos que en nuestro país y otros
departamentos de Francia, en que esta enfermedad es,
en extremo rara.
Algunos autores creen que la lepra es hereditaria, y
citan ejemplos que parece que lo acreditan. Otros, por
el contrario, creen que la trasmisión por herencia es
debida á la invasion de los fetos dentro de la matriz de
la madre leprosa, porque hasta ellos llega el germen de
la enfermedad, pero no por influencia del berraco.
Esta enfermedad, como todas las producidas por la
influencia de seres orgánicos y vivos, es más frecuente
durante la primera edad.
Tratamiento.—Puede desde luego asegurarse la
muerte del enfermo dada la inutilidad de todo plan c u -
rativo. Las experiencias hechas hasta hoy no han dado
resultados satisfactorios, 'y, por lo tanto, huelga que
nosotros pretendamos indicar remedios que desde luego
serian infructuosos. Antes de existir el mal, la limpieza
y cuidado pueden evitarlo; después de manifestado, la
impotencia de la medicación exige el sacrificio, pues si
bien es verdad que el enfermo pudiera reproducirse
sostenido por medio de la higiene, á nada conduciría
tal molestia dada la posibilidad de reproducirse el mal
con la especie.
L a carne de cerdos leprosos es muy inferior, b l a n -
ducha é insípida; no admite la sal, y su uso tiene f u -
nestísimas consecuencias, porque la ingestion de los
cisticercos que originan la lepra en el aparato d i g e s t i -
vo del hombre, es causa del desarrollo de la lombriz c o -
nocida con el nombre de solitaria (tenia solium). I n f i n i -
tos hechos lo acreditan, y entre otros el que cita m o n -
sieur Humbert de Oeuron. Dice así:
" E l 11 de Diciembre de 1854 me procuré en el mata-
dero grasa de un cerdo recientemente muerto, llena d e
cisticercos. Saqué con cuidado los gusanos, y en p r e -
sencia del profesor M. V o g t y de nuestro amigo M o u -
linié tragué catorce.
E n los primeros dias de Marzo de 1855 noté la p r e -
sencia de los tenias, y empecé á encontrar fragmentos
bastante considerables. E l profesor M. V o g t , á quien
se los enseñé, aseguró que pertenecía á la especie tenia
solium.))
E n consecuencia de lo hasta aquí expuesto, aconse-
jamos á quienes se encuentren en el caso de poseer cer-
dos leprosos, que no coman sus carnes, á ser posible, y
de ninguna manera sin que hayan sido sometidas á una
temperatura interior mayor de 80°, y que los que mue-
ran y se desechen para el consumo, sean quemados ó
enterrados, de modo que hombres menesterosos ó perros,
y otros animales de la granja, no puedan aprovecharse
de aquellos despojos, que encierran un germen de dolo-
res sin cuento, cuando no de muerte.

TRICHINOSIS.

Esta enfermedad consiste en la invasion del cuerpo


de los cerdos por un parásito conocido con el nombre
de trichina spiralis, de cuya descripción nos ocupare-
mos luego.
Toda la importancia de esta enfermedad está r e d u -
cida á las relaciones que con el hombre puede tener; r e -
laciones frecuentísimas si se atiende á los terribles y
desconsoladores accidentes á que puede dar lugar: de
ello son testimonio los ocurridos en Villar del Arzobis-
po hace bien poco tiempo, y los mil que en el extranjero
ocasionaron á que se estudiase el mal profundamente
y se determinasen todos los medios hábiles para evitar
la invasion, así en el cerdo como en el hombre.
Quien primero descubrió la trichina spiralis como
— 234 —
causa de la muerte por triquinosis, fué Zenker: hasta él
se creia que un veneno especial contenido en las carnes
de ciertos cerdos era la causa del accidente, y , así, en
Alemania se atribuía la enfermedad al veneno de cerdo.
E n Inglaterra, por los años 1832 y 1835 Hilton y
Owen estudiaron esta enfermenad; describieron el p a -
rásito y le dieron el nombre de trichina spiralis. D e s -
pués de ellos Paget, Jarre, W o o d , Heule y otros a u t o -
res publicaron Memorias sobre este azote de la h u m a -
nidad, y hacia fines del año 1860 Alemania, alarmada
por los desastres ocasionados por la trichinosis bajo las
formas epidémica y endémica, se ocupó seriamente de
su estudio, y Mrs. Virchw y Kesner hicieron impor-
tantes trabajos, qne esclarecieron la cuestión.
E n 1866 la Francia, temerosa de una invasion, hizo
que los dos módicos citados se ocupasen de estudiar el
mal y prescribieran reglas para evitarlo: y la Escuela
de Veterinaria de Alfort, asociada con los médicos fran-
ceses, se dedicó al estudio de la trichinosis, para unir
sus investigaciones á las anteriormente hechas. E n
nuestro país, la muerte de las personas que comieron de
las carnes del cerdo de Villar del Arzobispo ha sido el
primer caso ostensible de trichinosis, y ha dado origen
á que una Comisión especial se encargase del estudio de
la enfermedad.
La trichina (de n'pÇ cabello) es un animal ovíparo,
microscópico y filiforme, perteneciente á la familia de
los gusanos propiamente dichos, y auyo mayor v o l u -
men no puede pasar de dos milímetros. E l ínfimo des-
arrollo de sus órganos le hace trasparente é invisible
sin ayuda del microscopio.
L a trichina se presenta bajo tres aspectos, según el
lugar que ocupa y su estado de desarrollo: cuando está
en los músculos se llama muscular, y está encerrada en
una cápsula ó envoltura (quiste), paralizándose su des-
— 235 —
.arrollo. Si la cápsula ó quiste se revienta, la trasparen-
cia le hace imperceptible: pero si existe hace ya t i e m -
po, las sustancias calcáreas que contiene permiten que
se vea bajo la forma de un punto blanco. Según ocupa
•el intestino, su estado de desarrollo suele llamarse i n -
testinal y embrionario.
La invasion de la trichinosis es debida á la i n g e s -
tion de un número mayor ó menor de trichinas muscu-
lares en el aparato digestivo, así del hombre como de
otro animal. Una vez ingerida, la digestion destruye el
quiste ó envoltura que aprisiona al parásito, y libre
éste pasa á los intestinos, se detiene en el duodeno,
completa su desarrollo y comienza el trabajo de r e p r o -
ducción, produciendo en el intervalo de algunas s e m a -
nas de 400 á 1.000 trichinas embrionarias, la mayor
parte hembras, muriendo después de esto. Esta f e c u n -
didad explica que en un kilogramo de carne de cerdo
infestado se hayan encontrado hasta cinco millones de
parásitos.
Todas las nuevas trichinas se apoderan de las m u -
cosas intestinales, atraviesan los intestinos y, envuel-
tas en el torrente circulatorio, van á esparcirse por el
cuerpo, depositándose en los mrisculos, con preferencia
en los del diafragma, intercostales, del abdomen, de la
laringe, de las extremidades y de la cabeza, con exclu-
sion absoluta del corazón, los tendones y tejidos fibro-
sos. A l llegar á estos nmsculos se enquistan ó encierran
dentro de su envoltura, y viven en estado de muscula-
res catorce ó más años sin sufrir trasformacion nin-
guna .
Según M. Delpech, casi todos los animales pueden
contraer la trichinosis; pero el cerdo, cuya voracidad le
lleva á comer de todo, es más apto para ello.
E l topo, la rata y otra porción de animales están in-
festados: los excrementos contienen embriones que e n -
— 23G —
volvieron y arrastraron en el intestino, y los pastos que
tocan pueden contenerlas; el cerdo locóme todo, si lo en-
cuentra, y de aqiú la mayor facilidad para que sea i n -
vadido.
L a invasion en el hombre es debida á la ingestion
de carnes de cerdo crudas ó poco menos, conteniendo
trichinas.
Dada la oscuridad de los síntomas que caracterizan
la trichinosis en el cerdo, y la imposibilidad de la c u -
ración, es intitil que perdamos el tiempo en indicar f e -
nómenos comunes á otras enfermedades, y tratamiento
de seguro infructuoso. Así, pues, vamos á limitarnos á
indicar los medios de prevenir la infección en el h o m -
bre y en el cerdo.
Para evitar la invasion en el hombre no existen
más que dos medios de resultados infalibles, que son:
1." Inspección minuciosa de las carnes que se van
á comer, con ayuda del microscopio.
2." Someter estas carnes á una temperatura bastan-
te elevada para destruir las trichinas, si existen en
ellas.
E l primero de los medios citados no está al alcance-
de todo el mundo ; el microscopio necesita gran p r á c -
tica en el observador, si las observaciones han de ser
exactas.
E l segundo es facilísimo, y cualquiera puede e m -
plearle. Diversas experiencias han demostrado que, so-
metido un trozo de carne invadida por las trichinas á
una temperatura de 37 á 50°, éstas subsisten sin a l t e -
rarse; que bajo la influencia de un calor de 62 á 65° no
mueren inmediatamente, y que á la temperatura á la
cual la albúmina se coagula, es decir, bajo la influencia
de 70 á 80° de calor, perecen. Sometida, pues, la carne de
cerdo á esta última temperatura, la invasion en el hom-
bre es imposible, aunque la carne que consuma esté i n -
— 237 —
"festada. Pero, entiéndase bien, que es menester que el
calor indicado llegue á la parte interior del trozo de
carne sometido á la cocción, porque en trozos m u y
gruesos puede ser la temperatura exterior 80°, por
ejemplo, y la interior de 50, en cuyo caso nada se h a -
bría conseguido.
Una larga salazón y la fumigación caliente por e s -
pacio de veinticuatro horas destruyen también las t r i -
chinas, que resistirían una y otra si se hacen deprisa.
Por esta razón los jamones, que el comercio prepara en
poco tiempo, ofrecen menos seguridades que los que se
tienen sometidos á la acción del humo de la chimenea
tres ó cuatro meses.
La infección en el cerdo se evita por medio de c u i -
dados higiénicos: limpieza, buena alimentación vege-
tal y cuidado de cerrar todos las madrigueras de ratas
que haya en las pocilgas, para evitar que sus excremen-
tos, mezclados con la comida de los cerdos ó sus carnes
invadidas, que si pueden comen éstos, inficionen á ani-
males tan útiles, pero tan peligrosos desde este punto
de vista.
CAPITULO X.

Enfermedades de los líquidos circulatorios.

Las enfermedades de los líquidos circulatorios son


debidas al desequilibrio entre los elementos que los
componen. Son peculiares del cerdo las enfermedades
siguientes: caquexia escorbútica, fiebre aftosa, carbunclo
en todas sus manifestaciones.

C A Q U E X I A ESCORBÚTICA.

Esta enfermedad, causada por el empobrecimiento


de la sangre, está caracterizada por la inflamación de
las encías, y demás fenómenos propios del escorbuto.
Síntomas.—Desde luego, y á primera vista, se o b -
serva que los enfermos de caquexia escorbútica pierden
el apetito y tienen gran tendencia al decúbito, perma -
nociendo inmóviles y disminuyéndoseles las fuerzas. A
los pocos dias, las encías empiezan á inflamarse, se po-
nen blandas, y al menor esfuerzo sangran; los clientes
se aflojan y caen, el aliento adquiere un olor insoporta-
ble, la piel se cubre de manclias lívidas, las cerdas se
arrancan fácilmente, y sus raíces son negras; se presen-
ta la diarrea, y con ella la debilidad y la muerte.
Calesas.—La falta de ventilación délos locales, tan-
to más sensible cuanto más tiempo estén encerrados los
cerdos; la alimentación mal sana, especialmente c u a n -
do se compone de sustancias animales, y otras enfer-
medades como la lepra, etc.
Tratamiento.—El tratamiento se reduce en su m a -
yor parte á la aplicación de recursos higiénicos; h a b i -
tación ventilada, comida abundante y de buena calidad,
aguas potables, limpieza y bebidas tónicas preparadas
con ajenjos y otras yerbas amargas; gargarismos tónicos
y antisépticos para atacar la ulceración de las encías,
constituyen el régimen curativo de la caquexia e s c o r -
biítica; pero requiere paciencia y constancia si ha de
dar resultado.
E l uso de la carne de los enfermos de este mal pare-
ce que no presenta inconvenientes. según autorizadas
opiniones; nosotros, no obstante, salvas aquellas, cree-
mos que, como siempre que existe alteración del o r g a -
nismo, el consumo de estas carnes debe evitarse.

FIEBRE AFTOSA.

Esta enfermedad es eruptiva, epizoótica ó enzoótica


y está caracterizada por la presencia de flictenas que
invaden la boca, labios, espacio-interdigital, y á veces
las membranas de la nariz, laringe, bronquios y tubo
digestivo.
Síntomas. — L a marcha de la fiebre aftosa ofrece
tres períodos, caracterizados cada uno por la presencia
de fenómenos especiales que determinan el desarrollo
del mal.
E l primero de ellos presenta los síntomas s i g u i e n -
tes : tristeza, erizamiento de las cerdas, inapetencia,
enrojecimiento de las mucosas de la boca acompañado
de calor y abundante insalivación, fiebre, sed y cons-
tante decúbito. Este primer período de incubación dura
de doce á veinte horas.
E l segundo período, de erupción, está caracterizado
por la disminución ó desaparición de la fiebre y la apa-
— 241 —
ricion ele pequeñas vesículas (aftas), aisladas ó c o n -
fluentes, según los casos, del tamaño de un grano de
mijo, cubiertas por una película gris que poco á poco se
nace blanca, y llenas de un líquido claro y seroso en
un principio y opaco y espeso después. Estas vesículas
invaden, como ya bemos diebo, la membrana mucosa
de la boca y los labios, la de la nariz, laringe, los bron-
quios, el tubo digestivo y el espacio interdigital, siendo
de observar que cuando la erupción es muy viva en un
órgano, en los otros es más benigna.
E n el tercer período, de resolución, las flictenas se
revientan, las de la boca originan una abundantísima
insalivación estriada de sangre, las de las superficies
exteriores segregan un líquido purulo-sanguinolento,
que se concreta al contacto del aire, formando costras,
y unas y otras son sustituidas por llaguitas superficia-
les que á los cuatro ó cinco dias desaparecen.
Causas.—Desde los más remotos tiempos fué c o -
nocida esta enfermedad, verdadero azote de los g a n a -
dos de todas especies, y bajo la forma epizoótica ataca
á todos los individuos de una misma localidad. El h e -
cho do ser epizoótica ha dado origen á que se atribuyese
la fiebre aftosa á la mala calidad de los pastos, la expo-
sición á la intemperie y la prolongada humedad de la-
atmósfera, producida por las lluvias: en una palabra, á
toda causa de alteración del organismo.
Nosotros convenimos en que todas las circunstan-
cias citadas pueden serlo predisponentes, pero que sean
el exclusivo origen de la enfermedad, no lo creemos, por-
que hemos visto animales que en estas condiciones que
hemos indicado, no la padecieron, al paso que sin cau-
sa conocida aparece otras veces.
La fiebre aftosa es un efecto, y como quiera que no
puede existir sin causa, es menester confesar que tiene
un origen desconocido hasta hoy.
16
— 242 —
Esta enfermedad es contagiosa según algunos, y su
trasmisión es rápida y debida á la inoculación de la
baba de animales enfermos en el organismo de los sanos,
al emplear éstos comederos ó alimentos que, r e s p e c -
tivamente, aquellos usaron ó no consumieron; según
otros, este hecho es casual, fundándose esta afirmación
en hechos prácticos.
Tratamiento.—Según las circunstancias, el t r a t a -
miento puede dirigirse á prevenir la invasion por m e -
dio de la higiene, ó á atajarle, dada su existencia: en el
primer caso, todo se reduce á evitar cuanto pueda debi-
litar el organismo, predisponiéndole al mal, con el uso
de buenos alimentos, locales limpios y abrigados, etc.;
preparar al animal no invadido dándole bebidas c o m -
puestas con agua y harina de cebada, disolviendo en
ellas sal marina en pequeñas dosis ó sulfato de sosa,,
acidulándolas con vinagre ó suero, y procurando p r u -
dentemente aislar á los enfermos de modo que no p u e -
dan tener roce con los sanos, ni ellos ni nada que para
ellos sirva.
Cuando la invasion no ha podido evitarse, es m e -
nester emplear medios más activos para contrarrestarla
enfermedad y prever sus fatales consecuencias.
E n este caso, durante el primer período, debe some-
terse al enfermo á una media dieta, administrarle las
bebidas que hemos indicado ya, y lavativas emolientes,
esperando el desarrollo del mal para combatirle enérgi-
camente.
Cuando las flictenas aparecen en la boca y el espa-
cio interdigital, está recomendado el uso de lociones
emolientes, la aplicación de manteca alcanforada en
las encías y belfos, y los baños de agua con cal, cloruro
de cal, sulfato de hierro ó de cobre, ácido fénico, etc., en
las patas. Este tratamiento basta para atajar la enfer-
medad, ó cuando menos para impedir que abandone su
— 243 —
curso natural y se complique con otras afecciones, que á
no ser muy leves deben terminarse con el sacrificio para
evitar toda contingencia de contagio, ya que la c u r a -
ción es por lo menos muy difícil.
Durante el último período, el régimen alimenticio
puede ser más suculento, pero los cuidados bigiénicos
no deben abandonarse; las llaguitas que dejan las c o s -
tras, si no se cicatrizan algunas tan pronto como es de
desear, puede activarse su curación cauterizando las de
los espacios interdigitales con ácido fénico líquido, debi-
litado con agua ó una disolución ligera de sulfato de
cobre, y las de la boca con agua acidulada con vinagre.
Según opiniones autorizadas, los cerdos que p a d e -
cieron la fiebre aftosa están libres de nuevas invasiones;
no obstante, las prescripciones higiénicas que hemos
indicado nunca están demás.
M. Bouley, y con él otros muchos, sostienen que la
carne de reses atacadas por la fiebre aftosa puede c o n -
sumirse sin reparo; aquél asegura habérsela comido y
vístola comer á mucha gente por espacio de algun tiem-
po, sin que ni él ni nadie sufriese ningún accidente des-
agradable. No obstante, como quiera que cuando menos
estas carnes serán de inferior calidad, aconsejamos que,
á ser posible, no se consuman.

CARBUNCLO.

Con este nombre se conoce una enfermedad que con-


siste en una alteración especial de la sangre, caracteri-
zada á veces por la presencia de tumores gangrenosos
é inflamatorios.
Esta es contagiosa y puede el contagio verificarse
de una manera cierta, poniendo en contacto el virus con
la sangre, la superficie absorbente de la piel, ó las mem-
branas, aunque los animales sean de distinta especie, y
— 244 —
hasta tratándose del hombre: según algunos, i n d i r e c -
tamente puede también verificarse el contagio si se c o -
locan animales sanos en locales que ocuparon los enfer-
mos.
Las causas del carbunclo son apenas conocidas: se
consideran como tales las alteraciones atmosféricas, la
insalubridad de los locales y la mala calidad de los ali-
mentos; no obstante, se ha visto aparecer en países en
que estas causas no existían; lo que prueba claramente
que puede también presentarse obedeciendo á causas
desconocidas.
Conocido el carbunclo en general, vamos á estu-
diarle en todas sus manifestaciones, que son: la fiebre,
carbuncosa sin erupción, fiebre carbuncosa con erupción, el
glosantrax ó carbunclo de la lengua, la angina carbunco-
sa, y por considerarse como una de tantas, la cerda ó
cerdilla.

FIEBRE CARBUNCOSA SIN ERUPCIÓN.

Esta variedad del carbunclo, llamada por algunos


tifus carbuncoso, puede presentarse bajo la forma fulmi-
nante ó de modo menos violento.
E n el primer caso, la enfermedad se manifiesta por
la súbita pérdida del apetito, postración, laxitud, dolor
en las orejas, enrojecimiento de la conjuntiva y las mem-
branas de la garganta y boca, que por lo común se llena
ele espuma; respiración difícil, pulso pequeño, descenso
general de la temperatura de la piel, convulsiones pre-
cursoras de la aparición de manchas rojizas frias al tac-
to, más perceptibles en derredor de las orejas, en el bajo
vientre y parte interna de las piernas; parálisis del ter-
cio posterior, expulsion por el ano de materias albinas
mezcladas con sangre negruzca, de olor nauseabundo y
sui generis; y finalmente, total insensibilidad, á la cual
— 245 —
sigue la muerte: en ríos horas, y á veces en menos tiem-
po, puede desarrollarse esta enfermedad y llegar á su
término fatal.
Cuando la invasion no es fulminante, la marcha es
menos rápida, y la cohorte de síntomas que la caracte-
rizan determinan dos períodos, perfectamente apre-
ciables.
Durante el primero, cuya duración varía entre doce
y cuarenta y ocho horas, el animal se pone triste, tiene
menos apetito, su andar es tardo y perezoso, busca si-
tios retirados para echarse, tiene el pulso pequeño, los
movimientos del corazón rápidos, y la respiración es
fatigosa y acelerada. Pasado el tiempo de este primer
período, en que el mal parece estar estacionado, los sín-
tomas indicados se acentúan; las orejas, y en general
la piel, adquiere un excesivo calor y se pone sensible al
tacto, especialmente en la parte baja del vientre; el en-
fermo se queja frecuentemente y experimenta contrac-
ciones nerviosas en los miembros, las cuales le obligan
á sostenerse sobre la punta de las pezuñas; poco apoco la
piel pierde calor, la conjuntiva adquiere un color oscuro,
la lengua se pone azulada; aparece una constipación
pertinaz ó una diarrea fétida análoga á la que se obser-
va en los ataques fulminantes; algunas partes del cuer-
po se cubren de manchas análogas á las que hemos cita-
do, que poco á poco se juntan hasta cubrir totalmente
la superficie de la piel, cambiando su color rojizo por un
tinte negruzco.
A veces estas manchas, circunscritas en las orejas,
el rabo ó las extremidades, se convierten en tumores
muy sensibles en un principio, que concluyen por deter-
minar una mortificación que produce la caida de las ore-
jas , el rabo ó el sitio en que fijaron su asiento.
Finalmente, el enfermo cae postrado, inmóvil ó i n -
sensible, se interrumpe su estado de inmovilidad por
violentas convulsiones, y poco á poco se le extingue la
vida: la muerte sobreviene por lo común veinticuatro ó
cuarenta y ocho horas después de la aparición de los pri-
meros síntomas de este segundo período.
Sea ó no fulminante el ataque de esta enfermedad,
el peligro es siempre enorme; no obstante, cuando la
fiebre se resuelve formando tumores como hemos i n d i -
cado, puede abrigarse la esperanza de salvar al e n f e r -
mo, aunque nunca sin la consiguiente mutilación , que
no obsta para que una vez restablecido se cebe y sirva
para el consumo.
Tratamiento. — Si el ataque es fulminante, huelga
intentar la curación, porque la rapidez de la marcha
del mal no da tiempo para nada; no obstante la sangría
(en los animales pletóricos tan solo, porque si están dé
biles ó el ataque no es fulminante produciría efectos
funestos), la sangría, decimos, y la misma medicación
que indicaremos para los casos de fiebre no fulminan-
te, son los Tínicos medios que pueden emplearse con a l -
guna, aunque remota, probabilidad de éxito.
Cuando la enfermedad da tiempo , es decir, cuando
el ataque no es fulminante, conviene e] uso de bebidas
preparadas con ajenjo, centaura ó saúco, aciduladas con
sulfúrico ó mezcladas con alcanfor ó amoniaco; las l a -
vativas laxantes, la aplicación de sinapismos y friccio-
nes con esencia de trementina ó vinagre caliente y las
abluciones frías, dan también buenos resultados. No
obstante, por regla general, esta fiebre termina con
la muerte del enfermo en cualquiera de los dos casos.

FIEBRE CARBUNCOSA CON ERUPCIÓN.

Esta nueva variedad del carbunclo consiste en la


erupción de tumores inflamatorios y gangrenosos que
se fijan en una ó más partes del cuerpo; erupción que
á veces consiste solo en manchas carbuncosas.
— '247 —
Síntomas.—Después de aquellos síntomas generales
que acompañan toda alteración de la salud, tales como
la inapetencia, tendencia al decúbito, etc., el cerdo en-
fermo, en este caso, experimenta gran sensibilidad en la
piel, acompañada de fiebre más ó menos intensa y segui-
da por la aparición de tumores en los cuales se forman
pequeñas ampollas negras ó manchas de índole análoga
á los tumores.
La marcha de estos tumores ó manchas es fatal y
muy rápida, especialmente cuando el mal tiene c a r á c -
ter epizoótico y es muy grande el número de tumores ó
manchas; unos y otras terminan por lo común con la
gangrena, y por lo tanto con la muerte, ó se resuelven
expulsando el virus por influjo de un tratamiento a d e -
cuado.
E n cualquier caso el mal es gravísimo y requiere
actividad y rapidez en la medicación, que á pesar de
todo suele ser inútil con demasiada frecuencia.
Tratamiento.—-El tratamiento del carbunclo, c u a n -
do presenta el carácter de erupción, es con corta dife-
rencia el mismo que acabamos de indicar para la fiebre
sin erupción. A l exterior conviene el uso de los mismos
medicamentos indicados para el caso anterior; el de los
revulsivos es del mismo modo conveniente; la tínica
variante que hay que introducir en este caso, consiste
en la excision de los tumores, ó solo de la piel si la erup-
ción es de manchas, por medio de un bisturí y el c a u -
terio de las heridas con un botón de fuego, ó i n t r o d u -
ciendo en ellas sustancias irritantes como la esencia de
trementina, tintura de cantáridas, ácido fénico, etc.
Las llagas producidas por el cauterio con ácido f é -
nico ú otras sustancias irritantes, se curan espolvoreán-
dolas con polvos de quina ó carbon; las causadas por el
cauterio actual (1), se tratan de igual manera que las
(1) Hieri'o candente.
— 2-ití —
primeras y después se favorece la cicatrización de tinas?
y otras con planchuelas de pomada alcanforada.
Si á pesar de todo llega á manifestarse la gangrena,,
es preciso extirpar las partes gangrenadas curando las-
heridas como acabamos de indicar.

GLOSANTRAX.

Con este nombre se conoce el carbunclo que fija su


asiento en la lengua.
.Síntomas.—La rapidez del mal en este caso es p r o -
digiosa, especialmente cuando reviste la forma epizoó-
tica. Atacado el enfermo por una fiebre violentísima
acompañada de postración y total carencia del apetito,,
manifiesta su dolor por constantes y hondos quejidos.
A uno de los dos lados del frenillo de la lengua, en la.
extremidad anterior ó en su base, se observa la e x i s -
tencia de flictenas ó ampollitas rodeadas por una aureo-
la violada, blanquecinas en un principio y lívidas d e s -
pués, que abriéndose espontáneamente segregan un l í -
quido seroso y fétido y se convierten en úlceras a b u l -
tadas por los bordes, y de color lívido. Poco después, la
lengua se entumece, adquiriendo un volumen m o n s -
truoso, hasta el punto de no caber dentro de la boca;
se pone lívida, se estácela y cae.
Entonces la gangrena se extiende por toda la boca,
la garganta y á veces por los otros órganos del tubo di-
gestivo; sale por la boca del enfermo un líquido rojizo y
fétido, se extinguen las fuerzas del animal y viene la
muerte. Todos estos fenómenos se desarrollan y llegan
á su fatal término en el espacio de doce á diez y ocho
horas.
Tratamiento.-—Desde luego es menester aislar al en-
fermo, para evitar el contagio, y emplear gran a c t i v i -
dad para destruir el mal. Colocado el animal en lugar á.
— 249 —
propósito, se le sujeta, y cortando las flictenas ó ampo-
llas de la lengua con unas tijeras se cauterizan con amo-
niaco líquido ó ácido sulfúrico mezclado con agua.
Para evitar la tumefacción de la lengua deben
usarse los gargarismos, preparados con agua tria y v i -
nagre fuerte, que además sirven para sanear y limpiar
la boca. Si no obstante la lengua se entumece, convie-
ne practicar escarificaciones en toda su extension, d e -
jando que la sangre corra en abundancia. Si la t u m e -
facción progresa y se observan síntomas de gangrena,
debe amputarse la parte gangrenada cauterizándola
con ácido fénico, nitrato de plata, sulfato de cobre ó
potasa caustica. Finalmente, si á pesar de todo, la gan-
grena se extiende por la boca y garganta, pueden e m -
plearse los gargarismos preparados con tres partes de
cocimiento de plantas aromáticas y una de amoniaco
líquido, aunque en tal caso lo mejor es matar al enfer-
mo y evitarle así mayores sufrimientos, ya que la m e -
dicación es casi inútil.
Por regla general, la tumefacción de la lengua hace
del todo imposible la deglución, y , naturalmente, nin-
gún medicamento puede usarse al interior. Pero si por
suerte la deglución no es absolutamente i m p r a c t i c a -
ble, la bebida que indica la siguiente fórmula puede em-
plearse con probabilidades de éxito.
R . Del Clorhidrato de amoniaco.. . 4gr.
Plantas a r o m á t i c a s . . . . . . . 250
Agua común 1000
Cuezanse las plantas aromáticas por espacio de me-
dia hora, incorpórese el clorhidrato de amoniaco y ad-
minístrese en dos porciones.

A N G I N A CARBUNCOSA.

Algunos autores han confundido ésta con la angina


aguda, que resolviéndose por la gangrena de la laringe
— 250 —
concluye con la vida del enfermo. Pero si bien se ob-
servan los síntomas característicos de la variedad del
carbunclo, conocida con el nombre de angina carbun-
cosa, se ve claramente la diferencia que entre ésta y
la aguda existe.
E n efecto; en la angina aguda la gangrena se presen-
ta al quinto ó sexto día después de la aparición de los
primeros fenómenos morbosos, mientras que en la c a r -
buncosa se desarrolla de lina manera tan rápida, que
casi no da lugar á advertir la presencia del mal antes
que la gangrena se baya apoderado del enfermo. E n la
primera los órganos atacados están solo entumecidos l i -
geramente, mientras que cuando la angina es carbunco-
sa la tumefacciones enorme, y la laringe adquiere un c o -
lor negruzco. E n la angina aguda el estado general del
enfermo se reduce á la fiebre y síntomas característicos
de las afecciones de la laringe, al paso que la carbun-
cosa presenta un fenómeno suyo exclusivamente, que
consiste en cubrirse el cuerpo de tumores carbuncosos:
finalmente, las observaciones que la autopsia propor-
ciona, y que omitimos por no ser propias de nuestro li-
bro, establecen entre una y otra enfermedad diferen-
cias que no dejan lugar á duda.
Síntomas.—A primera vista puede confundirse esta
enfermedad con la angina aguda; tal analogía existe
entre los síntomas primeros que presentan una y otra:
en esta, como en aquella dolencia, el enfermo se entris-
tece, tiene tendencia al deciíbito, está inapetente, se
queja y sus gruñidos son roncos; tose, y la insalivación
abundante y la dificultad para la deglución y la t u m e -
facción exterior, manifiestan que b a y un obstáculo en
la garganta. Poco después los fenómenos se bacen más
ostensibles y determinan el mal de una manera inequí-
voca: en efecto, la tumefacción de la garganta se e x -
tiende á los encuentros y parte anterior de los brazos,
y la piel presenta un color azulado en las razas blancas
y un tinte lívido especial en las negras; las membranas
de la laringe se ponen de color de violeta; el hocico
•está caliente y el enfermo experimenta frecuentes n á u -
seas.
Si la medicación no consigue destruir el mal en su
principio, ó la incuria del criador abandona al enfermo
sin más auxilio que sus propias fuerzas, las m u c o s i -
dades segregadas por la nariz y la boca se tornan s a n -
guinolentas y fétidas, la tumefacción de la garganta
aumenta, la piel adquiere un color lívido, la respiración
es más difícil á cada momento, hasta llegar á ser impo-
sible, el enfermo cae postrado, se cubre de manchas ó
tumores carbuncosos, se enfria poco á poco y muere as-
fixiado.
Tres dias bastan para el desarrollo total de la angi-
na carbunoosa, por cuya razón requiere que el t r a t a -
miento que se adopte sea de efectos tan rápidos como la
enfermedad misma.
Causas.—Además de las indicadas al hablar del car-
bunclo en general, reconoce la angina carbuncosa, c o -
mo especiales causas, la proximidad de charcas, a l b e r -
cas ó pantanos que desprenden miasmas pútridos, la
vecindad de focos de inmundicia como estercoleros, mu-
ladares, etc., la ingestion de carnes putrefactas ó de
animales muertos de carbunclo y el uso de aguas e n -
charcadas, cenagosas ó en descomposición.
Tratamiento.—Aunque la rapidez de la marcha de
la angina carbuncosa hace casi inritil todo tratamiento,
pueden emplearse con alguna probabilidad de éxito las
bebidas aciduladas con vinagre en un principio; si sigue
su curso el mal, las preparadas con quinina ó genciana,
estimulantes y tónicas; finalmente, los vomitivos y las
tisanas estimulantes. Pero todas las bebidas deben
emplearse con tiento para no producir una nueva c o m -
— 252 —
plioacioii si al administrarlas se ingiere una parte en.
el tubo respiratorio.
La sangría está indicada en los animales muy pie—
tóldeos, además los revulsivos tales como sinapismos y
fricciones irritantes; y las lavativas de cocimiento de
plantas aromáticas y acetato de amoniaco á la dosis de
2 á 6 gramos. Ante.la dificultad de administrar bebidas
adecuadas al objeto, hemos empleado nosotros en una
ocasión el siguiente gargarismo, recomendado por m o n -
sieur V i b o r g :

E . De Infusion de ajenjos 2000 gr.


Aguardiente acidulado 400
Clorhidrato de a m o n i a c o . . . 50

E n este, como en todos los casos de carbunclo, c o n -


seguido dominar el mal, durante el período de c o n v a l e -
cencia es menester rodear al animal de asiduos cuida-
dos para que recobre las fuerzas perdidas y reconsti-
tuya su sangre empobrecida. L a alimentación debe ser
suculenta, pero moderada en la dosis, y siempre en pro-
porción de las fuerzas que el animal tenga; los locales
deberán tenerse siempre limpios, las camas se m u d a -
rán diariamente, y se procurará que el aire de las po-
cilgas sea puro, renovándolo á menudo por medio de la
ventilación. E l uso de cocimientos amargos y el de la
sal convienen más que á nadie á los convalecientes de
todas las enfermedades carbuncosas.
Sobre las carnes de los animales enfermos de c a r -
bunclo nada diremos: advirtiendo á nuestros lectores
que su consumo puede determinar el contagio ó cuando
menos serios desórdenes en el aparato digestivo, c r e e -
mos que se comprenderá la ventaja de enterrar las car-
nes de esta naturaleza, y mejor aún quemarlas para
evitar accidentes desagradables.
C E R D A Ó CERDILA.

Con este nombre se conoce una enfermedad caracte-


rizada por la introducción á través de los tejidos de la
garganta, de un grupo de cerdas de la mandíbula infe-
rior, que hundiéndose con sus raíces llegan hasta la la-
ringe y determinan una viva inflamación que dificulta
la respiración y deglución y puede producir la muerte
si con tiempo no se corrige.
Esta enfermedad se considera generalmente como
carbuncosa, y por esta razón la hemos colocado entre
las enfermedades de esta índole: no obstante, nosotros
creemos que nada tiene que ver con el carbunclo. Es
tan frecuente en el ganado de cerda, que si bien se o b -
serva en una piara de 100 cerdos, se encontrará en la
mayor parte un grupo de cerdas de una ó de las dos r a -
mas de la mandíbula inferior, dispuesto de la manera
más favorable para invaginarse y producir la enfer-
medad que nos ocupa.
A l decir que la cerda ó cerclilla no es de carácter
carbuncoso, no hablamos con referencia á otros a u t o -
res; prácticamente hemos tenido ocasión de observar la
enfermedad en más de 15 individuos; en todos hemos
encontrado análogos síntomas, y la causa mecánica era
la misma.
Síntomas.—Por regla general, hasta que la enfer-
medad llega á tomar bastante incremento; ningún sín-
toma hace sospechar la presencia del mal: el enfermo
c o m e , bebe , duerme, verifica todas sus funciones n a -
turales y engorda si está sometido al cebo, como si nada
padeciera; no obstante, s i s e le observa atentamente,
puede apreciarse entre la rama del maxilar inferior y
la traquea, debajo de la region de las parótidas. una
aglomei'aoion de cerdas invaginadas en una especie de
— 254 —
infundíbulo redondo, cuyo diámetro es cuando más
como el de la cabeza de un alfiler.
Mientras la invaginación no es muy considerable,
las cerdas aglomeradas tienen las mismas dimensiones
que las demás, y solo se diferencian de ellas por estar
reunidas, y porque la piel sobre que nacen está deprimi-
da por razón del trabajo de invaginación. Poco á poco
las cerdas se bunden en su infundíbulo basta que d e s -
aparecen por completo, en cuyo caso molestan la larin-
ge, la perforan y producen una considerable inflamación
de las mucosas de aquel órgano, que disminuyendo el
calibre de la garganta acaba por obstruirla y producir
la muerte por asfixia del enfermo.
A medida que la invaginación aumenta, el efecto
mecánico que todo cuerpo extraño produce introduci-
do en los tejidos de un órgano tan delicado como la l a -
ringe, aumenta también, determina un v i v o dolor que
hace que el enfermo pierda el apetito, se queje f r e -
cuentemente, no pueda parar un momento, y presente
fenómenos febriles; además, como una consecuencia de
la inflamación producida por la mortificación de la gar-
ganta, el animal tiene la boca caliente y llena de b a -
bas, las mucosas de la laringe y de la boca se e n r o -
jecen, y la tumefacción de la garganta es ostensible; la
respiración y deglución se hacen imposibles, y los des-
arreglos generales de las funciones de la vida como la-
diarrea, e t c . , siguen á estos fenómenos.
Si el mal no se corta de raíz con tiempo, los f e n ó -
menos citados aumentan con la inflamación de la larin-
ge, y, ó sobreviene la asfixia por la disminución y obs-
trucción total del tubo respiratorio, ó aparece la g a n -
grena en la garganta primero y en la boca después,
como consecuencia natural de la inflamación producida
en aquella.
Causas.—Según la opinion que cada autor tiene so-
— 255 —
bre la enfermedad que nos ocupa, la atribuye á causas
distintas; quién considera la cerdilla como enfermedad
carbuncosa y la nace provenir de las causas que liemos
citado como ocasionales del carbunclo; otros creen que
es producida por la intemperie, la falta de limpieza y
demás condiciones de insalubridad que rodean á los cer-
dos por lo general; nosotros las desconocemos práctica-
mente, y dadas las circunstancias especiales de la e n -
fermedad, no hemos encontrado ningún autor que cite
causas que nos satisfagan; por esta razón, creemos que
la cerdilla, como otras mil enfermedades, obedece á
causas desconocidas.
Tratamiento.—Conocida la afección, que, como se
ve, es debida á un efecto mecánico, á primera vista se
comprende que para que cese es preciso destruir la cau-
sa, para, una vez destruida, poder atajar las alteracio-
nes que produjo.
La extirpación de las cerdas invaginadas es el úni-
co medio de destruir el m a l ; extirpadas éstas, que son
el origen de la dolencia, á poca costa puede conseguir-
se la curación.
Para llegar á conseguirlo, lo primero se sujeta al
enfermo de modo que la cabeza quede inmóvil y con la
parte enferma hacia arriba; colocado así el paciente, y
sujeta la boca para que no muerda, se introduce en la
vainita ó infundíbulo que ocupan las cerdas, una sonda
delgada que se sostiene en posición vertical con la mano
izquierda; con la mano derecha armada de un bisturí
de hoja muy estrecha, se hace un corte circular alrede-
dor de la vaina ó infundíbulo, tan profundo como éste,
y cogiendo entonces cerdas y sonda se extraen unas y
otra arrastrando la parte extirpada; ó bien se ata a l -
rededor de la vaina ó infundíbulo cortado una hebra de
seda fuerte para facilitar la extracción.
La profunda herida que queda después de la o p e r a -
— 256 —
cion, se cura por medio de lociones de vino mezclado
con un cocimiento aromático cualquiera, aplicando so-
bre la llaga después de cada cura una planchuela de es-
topa cubierta de manteca fresca, sujeta con un vendaje
á propósito.
Quitada la causa, desaparecen por lo común los efec-
tos sin más medicación que las reglas de higiene á p r o -
pósito para todo convaleciente; pero si la inflamación
de la laringe persiste, se destnrye con un tratamiento
análogo al indicado para la angina aguda ó la angina
gangrenosa, si es que llega á presentarse la gangrena.
CAPITULO XI.

Accidentes más frecuentes en el ganado de cerda, golpes, caídas, quemaduras, cíe.

Cuando los cerdos se crian en la pocilga y nunca


la abandonan, como no sea para morir ó ser vendidos,
solos y encerrados en un estrecho espacio, se ven libres
de toda agresión de los individuos de otra especie, y aun
de las de sus compañeros de esclavitud; el terreno en
que viven no presenta ningún accidente, y por lo tanto,
las caldas son imposibles; las. personas que se encargan
de su asistencia no deben maltratarlos, y, naturalmen-
te, los golpes no los lastiman. Es decir, los accidentes
en el sistema de estabulación permanente son r a r í -
simos.
Pero todas estas ventajas no existen para los cerdos
que en España criamos; el sistema de pastoreo está en-
tre nosotros en todo su esplendor, y como una de t a n -
tas ventajas, tiene la de hacer aguerridos á nuestros cer-
dos á fuerza de luchar entre ellos y aun con las fieras:
les hace también fuertes y sufridos, porque las picadu-
ras de los insectos, los golpes que reciben de sus c a r i -
ñosos guardianes, y las caídas que naturalmente causa
lo quebrado de los terrenos en que se apacentan, son
más frecuentes que fuera de desear. Es decir, los a c c i -
dentes en el sistema de pastoreo son frecuentísimos.
Para este segundo caso escribimos, pues, este c a p í -
tulo, porque para el otro no merecería la pena.
17
— 25S —
Conocida la manera de curar las fracturas, l u j a c i o -
nes y dislocaciones, e t c . , réstanos estudiar las heridas
en general, las contusiones y, aunque menos frecuentes^
que las demás, las quemaduras, como otros tantos acci-
dentes que, á más de los que ya conocemos, pueden
ocurrir al ganado de cerda.
E l infinito número de circunstancias que pueden
ocasionar accidentes como los que vamos á estudiar,
hará tal vez que nuestro trabajo no sea tan completo-
como nosotros hubiéramos deseado: la índole de nuestro
libro, por otra parte, no permite que nos extendamos al
tratar de cada uno, como si él fuera un libro de V e t e -
rinaria. Así, pues, nos limitaremos á dar reglas genera-
les para todos los casos, y especiales para cada uno de
los más frecuentes.

HERIDAS.

Las heridas que el criador de cerdos tendrá quizás


necesidad de curar á los animales que explota, pueden
ser más ó menos graves, según los casos; producidas
por los hombres, por perros, lobos ú otros animales;
por picaduras de animales venenosos, y, como particula-
res enemigos de los cerdos, por las ratas.
Las heridas producidas por los hombres son poco
frecuentes; las ocasionadas por perros ó fieras lo son
más; las que jugando ó riñendo se infieren unos á otros,
son frecuentísimas: unas y otras .pueden producir la
muerte en el acto, ser de gravedad ó tan solo leves.
Cuando la herida tiene alguna importancia y deter-
mina una hemorragia, es menester proceder con a c t i -
vidad para evitar las consecuencias.
Las duchas continuadas de agua fria dan magníficos
resultados en este caso como primera providencia, espe-
cialmente si la herida no es muy profunda; después se
— 259 —
introduce en ella una sonda para apreciar su profundi-
dad; se ve si llega á interesar algun órgano importante
para la vida, en cuyo caso procede el sacrificio; y si no
es así, se dan dos ó más puntos de sutura, si es ancha,
y se cubre con una planchuela empapada en agua mez-
clada con percloruro de hierro, tintura de árnica ó v i -
nagre fuerte, sujetándola con un vendaje, y cada dos ho-
ras se empapa sin quitar el aposito, con el mismo m e -
dicamento que se emplea: en tal caso conviene someter
al enfermo á media dieta y colocarle en lugar ni frío ni
caliente, con buena cama, dejándole tranquilo.
Dos ó tres dias después de hecha la primera cura, se
levanta el aposito, se observa si la herida presenta buen
aspecto, y si es así, se cubre con una planchuela empa-
pada en pomada alcanforada ó sencillamente en m a n -
teca fresca.
• Si por acaso la herida toma carácter gangrenoso, es
menester extirpar las partes gangrenadas y cauterizarlas
con ácido fénico, curándolas del modo que llevamos i n -
dicado, después de espolvorearlas con polvos de quina ó
carbon. Hasta la completa cicatrización, debe procurar-
se que la herida esté libre del contacto del aire, para
evitar recaídas ó nuevos accidentes. Si el lugar de la he-
rida es la cabeza, debe cuidarse que la alimentación sea
líquida, para evitar todo esfuerzo, siempre perjudicial.
Cuando la herida es leve, puede tratarse de igual
manera que cuando es grave, pero nunca requiere tanto
cuidado como ésta, ni es menester hacer tantos r e m e -
dios; la limpieza basta por lo común para curarla, y la
complicación que con más frecuencia se observa tiene
poca importancia y consiste en la formación de p e q u e -
ños tumores llenos de un líquido sero-sanguinolento; en
este caso, es menester sajar los tumores, apretarlos en
todos sentidos para que arrojen el pus que encierran, y
curarlos con lociones aromáticas.
— 260 —
Siempre que haya heridas, por leves que sean, con
viene no dejarlas expuestas al aire, porque á más de
irritarse cubriéndose de polvo y demás materias irritan-
tes, con lo que la cicatrización se retarda, las moscas
depositan sus huevos sobre ellas y se forma lo que vul-
garmente se conoce con el nombre de gusanera. Si esto
sucede, es menester quitar uno por uno los gusanos, y
en seguida cubrir la llaga con pomada alcanforada.
E n las heridas producidas por los dientes ó el a g u i -
j ó n de una víbora ó un insecto venenoso, la solución de
continuidad establecida en los tejidos es lo de menos;
lo que más importa, son las consecuencias frecuente-
mente funestas déla inoculación del virus en el torrente
circulatorio.
De todos los animales venenosos, la picadura que
puede tener más funestas consecuencias para los cerdos,
es la de la víbora. E l animal mordido por ella puede
morir, ó cuando menos sufre serios desórdenes; la parte
mordida se entumece c inflama rápidamente, haciéndo-
se extensiva la tumefacción á todas las partes próximas
á la herida; el enfermo experimenta vivos dolores, v ó -
mitos, temblor general, grande abatimiento, y á veces
muere. La rapidez de estos fenómenos requiere que se
obre deprisa y sin perder tiempo.
Cuando la picadura de la víbora es reciente, pueden
evitarse casi todas sus consecuencias, haciendo sobre
ella con el bisturí una cruz ancha y profunda, apretan-
do en seguida por todas partes para que arroje gran
cantidad de sangre y ésta arrastre el veneno.
E n seguida se la somete á un chorro de agua fria y
se cauteriza con un hierro candente, un cáustico cual-
quiera y aun con amoniaco líquido.
Si ya pasó algun tiempo después de ocurrido el acci-
dente, es menester escarificar la parte hinchada para dar
salida á la serosidad que contiene, friccionando las par-
— 261 —
tes escarificarlas frecuentemente con amoniaco. A l inte-
rior pueden administrarse bebidas tónicas, como i n f u -
sion de camomila, anís, etc., mezcladas con amoniaco
también.
E l tratamiento que acabamos de indicar, es aplica-
ble á todas las picaduras de animales venenosos.
Las ratas, enemigas del hombre y de los animales,
atacan frecuentememente á los cerdos; la indolencia de
estos animales, especialmente si están muy gordos, y
la insensibilidad de sus grandes orejas y su cola, favo-
recen los ataques de aquellos animalillos, que les roen
unas y otra, produciendo heridas, aunque siempre tan
leves, que por sí mismas se curan sin necesidad de nin-
gún auxilio. E n este caso, lo mejor es evitar la presen-
cia de los huéspedes importunos, tapando todos los agu-
jeros que los alberguen, siempre que los abran, porque
después de haber leido el artículo que trata de la t r i -
quinosis, se comprenderá á primera vista que lo más gra-
ve no son las mordeduras que pueden sufrir los cerdos.

CONTUSIONES.

Estos accidentes pueden ser producidos por golpes


ó caídas: unos y otras son frecuentes en el sistema de
pastoreo, por las circunstancias especiales de los cerdos.
Su indocilidad y la terquedad que les caracteriza,
son capaces de consumir la paciencia de cualquiera más
paciente que los pastores que los gobiernan; de modo,
que las propiedades de los primeros por una parte, y la
barbaridad de los segundos por otra, hacen que, o l v i -
dándose éstos del l á t i g o , manejen la vara ó la piedra
para corregir las faltas de insubordinación de sus s u -
bordinados, dando esto lugar á contusiones siempre
graves, como causadas por un brazo robusto que hiere
intereses ajenos.
— 262 —
Las caídas no son menos frecuentes cuando las p i a -
ras de cerdos consumen los pastos de terrenos quebra-
dos: por jugar, reñir, quitarse la comida, ó porque los
porqueros les obligan á correr, se empujan unos á otros r

y fácilmente caen.
Cuando la contusion produce la ruptura de algunos
vasos sanguíneos debajo de la piel, si el derrame es
poco considerable (en cuyo caso se observa una mancha
azulada solo apreciable en las razas blancas que tienen
poco pelo y cuya piel no es muy gruesa), el accidente
tiene poca importancia, á menos que la parte que s u -
frió el .golpe corresponda á algun órgano que aquel
pudo lesionar. Atendiendo solo á la contusion, el t r a -
tamiento consiste en la aplicación de compresas de agua
fria, sola ó mezclada con árnica, extracto de saturno,
vinagre, aguardiente ó v i n o , sobre la parte enferma,
renovándolas ó empapándolas de nuevo en cuanto se
secan.
Si el golpe fué tan violento que en el lugar lastima-
do se forma un bulto, puede éste convertirse en un abs-
ceso, y en tal caso la curación es,más larga. E n el pri-
mer momento, la medicación se reducirá á aplicar com-
presas análogas á las indicadas para el caso anterior,
sobre las cuales se coloca una tablita ú otro cuerpo duro
que comprime el bulto y le reduce. Si el dolor persiste
y la inflamación es muy grande, pueden emplearse c a -
taplasmas emolientes laudanizadas. Si llega á formarse
un absceso, se emplean cataplasmas de igual índole que
las indicadas, basta que esté en disposición de sajarse;
después de sajado se cura la Lérida con la aplicación de
planchuelas de estopa cubiertas de manteca fresca.
Cuando el golpe fué tan rudo que magulló las p a r -
tes profundas, la piel está fria, la inflamación es c o n -
siderable y el caso es grave, porque puede producir la
gangrena.
— 263 —
E n este caso, el tratamiento consiste en la a p l i c a -
c i ó n de compresas empapadas en aguardiente mezclado
con j a b ó n , aguardiente alcanforado , tintura de árnica
•debilitada con agua, ó vinagre y agua. Si la gangrena
llega á manifestarse, lo más conducente es el sacri-
ficio.
Finalmente, cuando la contusion es tan fuerte que
•establece una solución de continuidad más ó menos
grande, proceden, como en los casos de herida, las duchas
de agua fria y el mismo tratamiento que para aquellas;
y si se presentan síntomas de gangrena, lociones con
líquidos tónicos, tales como el cocimiento de vino con
espliego, menta, romero ú otras plantas aromáticas, ó
•el de quina á la dosis de sesenta gramos en un litro de
agua.
QUEMADURAS.

Esta especie de accidentes es rarísima en los cerdos,


porque por regla general nunca se acercan al fuego.
.Nosotros, que por nuestra calidad de ganaderos hemos
tenido ocasión de observar la mayor parte de las que
llevamos indicadas, no hemos visto un solo caso de que-
madura en esta especie de animales.
No obstante no ser frecuentes en los cerdos, como
•quiera que son posibles, creemos que no está fuera de-
lugar que nos ocupemos de ellas.
Con la intensidad de la quemadura varían su g r a -
vedad y las consecuencias que puede tener. L o que la
ha producido influye también en sus condiciones, y la
indocilidad de los cerdos no es punto menos i m p o r t a n -
te, porque dificulta la curación y favorece todas las
complicaciones.
Cuando la quemadura es superficial y no ha llegado
•á desorganizar los tejidos, el accidente puede calificar-
.se de leve y la curación no presenta dificultades i n s u -
— 264 —
perables ni mucho menos. Si la parte quemada lo permi-
te, debe sumergirse por espacio de algun tiempo en una.
vasija llena de agua templada, que poco á poco se e n -
fria añadiéndole agua fresca; si el sitio no consiente este
procedimiento, debe someterse por largo rato á una.
ducha de agua, ni fria ni caliente. Después se cubre
la parte enferma con una compresa empapada en agua
fresca á la cual se hayan mezclado unas gotas de extrac-
to de saturno, cuidando de renovarla cuando se seca.
A l dia siguiente se pone en vez de compresa mojada un
paño seco que impida el contacto del aire, y la quema-
dura queda sin supurar.
Si la quemadura produjo ampollas, se pican con un
alfiler, cuidando de no levantar la piel; una vez vacías
las ampollas, se emplea igual procedimiento que el i n -
dicado anteriormente, duchas ó baño local y compresas
empapadas en agua fria hasta que comienza la supura-
ción: entonces se sustituyen las compresas por p l a n -
chuelas de estopa cubiertas de pomada alcanforada ó
manteca, renovadas tres veces al dia hasta la completa
curación.
Cuando la desorganización de los tejidos es muy
considerable, conviene, como en los casos anteriores, el
uso de compresas de agua fria en un principio: durante
los dos dias siguientes, se cubre la llaga con polvos de
almidón.
' Después que los dolores se han calmado, y cuan-
do la llaga se inflama, se aplican cataplasmas e m o -
lientes; dos ó tres dias después se cubre con planchue-
las de estopa cubiertas de manteca ó pomada a l c a n f o -
rada, y cuando ya forma costra basta evitar el contacto
del aire por medio de un vendaje y un paño en cuatro
ú ocho dobleces.
En cualquier caso de quemadura, la acción del aire
tiene malos resultados, por cuya razón se debe evitar á
— 265 —
toda costa: también debe procurarse que los enfermos
no se rasquen, porque si se levanta la piel ó se a r r a n -
can las costras durante el período de cicatrización (en
este período el picor es insoportable y por lo tanto los
enfermos ponen de su parte cuanto pueden para arran-
carse el vendaje), si se arrancan las costras, la curación
se retarda y á veces las llagas se hacen indolentes y di-
fíciles de curar.
E l tratamiento general en cualquier caso de h e r i -
das, contusiones ó quemaduras, debe ser adecuado al
estado del enfermo. Si hay mucha fiebre, las. bebidas
atemperantes y media dieta; si se presentan fenómenos
nerviosos, los antiespasmódicos; si las funciones diges-
tivas no se verifican regularmente, purgas ligeras; y
siempre quietud, temperatura igual y agradable, l i m -
pieza en los locales, y cuidado y actividad por parte de
los enfermeros.
ÍNDICE.

Páginas.

DEDICATORIA nt
AL LECTOR v

PRIMERA PARTE.

CAPITULO I.—Del cerdo, clasificación, cualidades, origen


é historia 1
CAPÍTULO II.—Distintas especies que comprende el gé-
nero cerdo.—Razas salvajes.—Razas domésticas.. 9
CAPÍTULO III.—Elección de las razas.—Modo de mejorar-
las y corregirlas 17
Mejora por cruzamiento 22
Mejora por selección 23
Mejora por selección consanguínea 23
CAPÍTULO IV.—Multiplicación del cerdo.—Elección de
los reproductores.—Apareamiento.—Cuidados quo
requieren las puercas durante la gestación, el par-
to y la lactancia.—Cuidados que es menester em-
plear con los gorrinillos.—Destete 25
Del macho 26
De la hembra 26
Apareamiento 27
Gestación ó preñez 29
Parto 30
Cuidados que exigen la madre y los hijos después del
parto 31
Destete 32
CAPÍTULO V.—Diversos métodos que[pueden seguirse para
la cria y sostenimiento del ganado de cerda.—Mé-
todo de pastoreo.—ídem de estabulación tempore-
ra.—ídem de estabulación permanente.—Ventajas
é inconvenientes que presenta cada uno de estos
métodos
CAPÍTULO VI.—De la alimentación en general.—Prepa-
ración de los alimentos.—Alimentos crudos.—ídem
cocidos.—ídem en fermentación.—Uso de la sal.—
Distribución de los alimentos.—ídem de las bebi-
das.—Productos que pueden emplearse para el sos-
tenimiento del ganado de cerda.—Alimentación en
general
CAPÍTULO VII. — Cebamiento. — Condicionas que deben
reunir los animales destinados á este objeto.—Cas-
tración.—Alimentación y cuidados que requieren
los animales sometidos al cebo.—Época más con-
veniente para emprenderlo.—Diversos medios de
cebamiento.—Resumen
CAPITULO VIII.—Locales que la cria de cerdos requiere.—
Variedad de éstos según el sistema de cria y la im-
portancia de la industria.—Locales que respecti-
vamente requieren los sistemas de pastoreo mixto
y de estabulación.—Condiciones higiénicas.—-Va-
rios utensilios necesarios para cubrir las necesida-
des de cada sistema
CAPÍTULO IX.—La cria del ganado moreno considerado
bajo el punto de vista comercial.—Contabilidad ru-
ral aplicable al ganado de cerda

SEGUNDA PARTE.

Nociones de farmacia de campaña y cirugía


CAPÍTULO I.—Generalidades sobre los medicamentos.—
Clasificación.—Distintos utensilios necesarios para
prepararlos con exactitud.—Del botiquin.—Reco-
lección de plantas y flores medicinales.— Deseca-
ción y conservación de ellas.—Preparaciones far-
macéuticas
CAPÍTULO II.—Generalidades sobre la "cirugía veterina-
— 269 —
Páginas.

'rían aplicada al ganado de cerda.—Manera de suje-


tar los cerdos.—Práctica de las operaciones.—Apli-
cación de remedios al exterior; apositos y venda-
jes.—Administración de los medicamentos 97

PARTE TERCERA.

Descripción de las enfermedadee del ganado de cerda.

•CAPÍTULO I.—Enfermedades del aparato respiratorio.... 117


Asfixia 117
Coriza 119
Bronquitis ó catarro pulmonar 121
Pleuresía 122
Neumonía ó pulmonía 124
Pleuroneumonía 126
Tuberculosis 128
Angina aguda. 130
Crup 132
CAPÍTULO II.—Enfermedades del aparato digestivo.—Glo-
sitis 135
Indigestion 136
Constipación 137
Diarrea 139
Disentería 141
Enteritis 143
Gastro-enteritis por envenenamiento 144
Hepatitis 147
Cálculos hepáticos 148
Ascitis. 149
Hernias 149
Inversion del intestino recto 150
Imperforacion del ano 151
CAPÍTULO III.—Enfermedades del aparato génito-urina-
rio.—Aborto , 155
Parto laborioso 157
Metritis 161
Inflamación de las mamas 162
Inversion de la vagina., 163
Inversion del útero 165
— 270 —
Páginas-,

Uretritis 1 6 8

Cálculos del aparato urinario 169


Hematuria ¿ 172
CAPÍTULO IV.—Enfermedades del sistema nervioso.'—
Congestion cerebral 175
Inflamación del cerebro 177
Parálisis 178
Tétano 179
Epilepsia 181
Habia 1 8 3

Embriaguez ó borrachera 184


CAPÍTULO V.—Enfermedades de los ojos.—Llagas en los
párpados 187
Terigion 188
Conjuntivitis 189
CAPÍTULO VI.—Enfermedades del 'aparato locomotor.—
Despeadura. 191
forúnculo interdigital 195
Intertrigo 194
Artritis 196
Eouma articular 196
Esguince y lujación 198
Fracturas 200
CAPÍTULO V I I . — Enfermedades de la piel.—Sarampión. 203
Urticaria 205
Tina 206
Ectima 207
Erisipela 208
CAPÍTULO VIII.—Continuación del anterior.—De la vi-
ruela en el ganado de cerda 211
CAPÍTULO IX.—Enfermedades ocasionadas por la presen-
cia de parásitos.—Ptiriasis 221
Sarna 223
Bronquitis verminosa 225
Gastroenteritis verminosa 227
Lepra 229
Trichinosis 233
CAPÍTULO X.—Enfermedades de los líquidos circulato-
rios.—Caquexia escorbútica 239
Fiebre aftosa 240
Carbunclo 243
— 271 —
Kginas.

Fiebre carbuncosa sin erupción 244


Fiebre carbuncosa con erupción 246
Glosantrax 248
Angina carbuncosa 249
Cerda ó cerdilla 258
CAPÍTULO XI.—Accidentes más frecuentes en el ganado
de cerda.—Golpes, caidas, quemaduras, etc 257
Heridas 258
Contusiones 261
Quemaduras 263
Vi...

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