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El sistema reproductor femenino (Figura 3.40) está formado por los genitales externos y
los órganos reproductores internos.
Los genitales externos femeninos son el clítoris; dos pares de labios que rodean el clítoris,
el orificio vaginal y dos grupos de glándulas, las vestibulares mayores y menores; los que
en su conjunto constituyen la vulva. Los órganos reproductores internos femeninos
consisten de un par de gónadas, los ovarios; un sistema de conductos, las tubas uterinas o
Trompas de Falopio; una cámara donde se alojan el embrión y el feto en desarrollo, el útero
y la vagina que constituye la unión entre los genitales externos e internos de la mujer y es el
órgano copulador femenino.
Las gónadas femeninas (Figura 3.41), los ovarios, se encuentran en la cavidad abdominal,
debajo de la mayoría de los órganos del sistema digestivo. Tienen forma ovalada y
aplanada, como una almendra, y miden unos 3,8 cm de largo. Cada ovario está encerrado en
una fuerte cápsula protectora, la corteza, la cual alberga un enorme número de folículos de
distintos tamaños. Un folículo consiste de un ovocito, célula que dará origen a un óvulo a
través del proceso de ovogénesis, que describiremos más adelante, rodeado por una o más
capas de células foliculares, las cuales alimentan y protegen al ovocito en desarrollo. Los
400 000 folículos que tendrá una mujer están formados al nacer; de estos solo unos cientos
serán liberados durante sus años fértiles.
Después de la pubertad, uno (o raras veces, dos o más) folículos maduran y liberan el óvulo
durante cada ciclo sexual. Las células del folículo también producen la principal hormona
sexual femenina, los estrógenos. Cuando ocurre la ovulación y el óvulo maduro es
expulsado del folículo, el tejido folicular permanece creciendo dentro del ovario hasta
formar una masa sólida llamada cuerpo lúteo. Éste secreta progesterona, la hormona del
embarazo y estrógenos adicionales. Si el huevo no es fecundado, el cuerpo lúteo degenera y
un nuevo folículo madura durante el siguiente ciclo.
La vagina (Figura 3.42) es la porción terminal del tracto reproductor femenino; exactamente
a la izquierda y a la derecha del orificio vaginal se levantan los labios menores, formando
una ranura en forma de huso. Los labios menores se componen de dos pliegues cutáneos
suaves, sin vellos, dotados de glándulas sebáceas, numerosas terminaciones nerviosas y
vasos sanguíneos, que durante la excitación sexual se llenan de sangre y dilatan, pudiendo
llegar a manifestarse en ellos cierta erección. Los labios menores determinan una región
denominada vestíbulo, que contiene, la entrada de la vagina y encima de ésta el orificio de
la uretra, (nótese que en contraste con el tracto reproductor masculino, el tracto femenino
abre por separado del sistema excretor), al nacimiento y hasta que el primer coito o alguna
actividad física vigorosa, tienen lugar, el orificio vaginal está cubierto por una fina
membrana llamada himen, la cual no tiene función conocida; en el extremo del vestíbulo se
encuentra un pequeño bulbo de tejido eréctil, el clítoris, (equivalente femenino del glande
del pene), posee dos cuerpos cavernosos y presenta abundantes terminaciones nerviosas
especializadas es uno de los puntos más sensibles a la estimulación en la respuesta sexual.
En la parte inferior de los labios menores desembocan los conductos de las glándulas
vestibulares mayores o de Bartolino, situadas a los lados de la entrada de la vagina. En el
transcurso del contacto sexual, éstas glándulas secretan un moco incoloro, que actúa como
lubricante. Dichas estructuras pueden infectarse aumentando su volumen y provocando
dolor, produciéndose un absceso que se elimina con tratamiento, en casos graves requiere
extirpación quirúrgica, esta enfermedad se conoce con el nombre de bartolinitis. Las
glándulas vestibulares menores, están situadas alrededor del orificio uretral y el clítoris,
hasta el orificio vaginal, y su secreción humedece las caras internas de los labios menores
Las glándulas mamarias (Figura 3.43) son otra importante estructura para la reproducción
de los mamíferos. Aunque no son parte del tracto reproductor en sí, constituyen un carácter
sexual secundario femenino. El aparato secretor de la glándula consiste de una serie de
alvéolos, pequeños sacos de tejido epitelial que secretan leche. El alvéolo drena en una serie
de conductos galactóforos que abren al pezón. Depósitos de tejido adiposo forman la masa
principal de la glándula mamaria de una mamífera no lactante. Durante el embarazo y el
parto las mamas aumentan de tamaño y las glándulas mamarias se vuelven activas. Las
partes secretoras de la glándula producen leche después del parto, durante el período de
tiempo conocido como lactancia, de la que hablaremos más adelante. La carencia de
estrógenos en los machos previene el desarrollo de ambos, aparato secretor y depósitos de
grasa, así que las mamas permanecen pequeñas y el pezón no está conectado a los
conductos.