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Salud, desigualdad, y opresión femenina:

¿un llamado a la desobediencia civil?


María Graciela de Ortúzar
UNLP-CONICET-CIeFI-UNPA

Eje: Feminismos y capitalismo neoliberal: Tsunami violeta o la organización feminista de


la resistencia.

Resumen
Si en nuestra sociedad reina la desigualdad política, gracias a la concentración de las
riquezas y al uso de éstas para influenciar a la opinión pública y controlar el Estado; si el
Estado ya no protege los bienes públicos, sino sólo los intereses privados; si estos
promueven el consumo superfluo sin límites y originan el consecuente cambio climático
que hace peligrar la supervivencia del planeta; si la desigualdad económica y social
profundiza la desigualdad en salud, la opresión, la violencia, generando no sólo las
enfermedades relativas a la pobreza sino también las enfermedades mentales relativas a la
exclusión social; si los derechos humanos son vulnerados cotidianamente, peligrando la
satisfacción de necesidades urgentes y la vida de los más vulnerables; si las mujeres y
niñas mueren en los hospitales por abortos clandestinos y por no reconocerse sus derechos
incuestionables a la salud; entonces- haciendo mías las palabras de Luther King1-, planteo:
“¿debemos conformarnos con obedecer las (leyes injustas); (debemos) tratar de
enmendarlas y acatarlas hasta que hayamos triunfado, o debemos transgredirlas de
inmediato?”. De acuerdo al citado autor, “… primero debemos ser (mujeres*) y después
ciudadanas. No es conveniente cultivar tanto respeto por la ley como por lo correcto”.
Nuestro objetivo en el presente trabajo es analizar si la desobediencia civil es un camino
justificable, desde el punto de vista ético, para garantizar derechos básicos cuando estos se
encuentran en peligro.

1
La carta de la presión de Birmingham (1963) www-colombia_noviolencia.gov.co/html/carcel.htm

*He reemplazado el genérico hombres por mujeres

1
I. ¿Cómo luchar por nuestros derechos en la actual “democracia moderna”?
Nuestra democracia moderna ha sido corrompida por las
finanzas y la plutocracia, que pueden verter miles de
millones de dólares, euros, libras o lo que sea para que
partidos y políticos defiendan sus intereses. Demasiados de
nuestros políticos están corruptos... Lo primero que tenemos
que hacer es dar a conocer al mayor número de personas
posible esta corrupción sistémica. Necesitamos movimientos
políticos masivos que se comprometan a evitar estas
prácticas. Después, tenemos que limitar el gasto de los muy
ricos en elecciones y política. Sobre todo, necesitamos
movimientos de masas más fuertes con estrategias
genuinamente progresistas para derrocar al capitalismo
rentista. Están saqueando los bienes comunes y destruyendo
de manera acelerada el medio ambiente. Debemos
rebelarnos contra todo eso, y hacerlo muy pronto. (Guy
Standing)2

De acuerdo a Standing, la única forma de proteger nuestros derechos y los bienes públicos
que se encuentran en peligro es a través de la acción pública masiva, la movilización
política. Esta movilización y acción debe ser permanente, en tanto son constantes las
mentiras (fake news) que los gobernantes de turno imponen en la sociedad para avanzar en
su especulación financiera; manteniendo en la mayor desinformación al pueblo, al mismo
tiempo que desestructura la educación, la salud pública, los circuitos productivos
alternativos para sumergir en la ignorancia y en la exclusión social a los más vulnerables.
Esta movilización es, asimismo, urgente; debido a que el daño ambiental y social se torna
cada vez más alto e irreversible, demandando un límite a los deseos de ganancia de los
empresarios. Tal vez sea importante recalcar que el límite de sus ganancias debe ser la
protección de esos bienes públicos que se encuentran en peligro ante el consumismo
desmedido, las emisiones de carbono, la contaminación ambiental… Existe un límite a lo
que puede ser comercializado, y este es la necesaria protección de los bienes públicos. El
camino alternativo es el daño irreversible al medio ambiente, que no sólo pone en peligro a
las generaciones presentes y futuras, sino también las ansias de ganancias desmedidas de
los que impulsan irresponsablemente esta destrucción.3

En el momento presente asistimos al retroceso de los valores de la democracia participativa,


dando lugar a la elección de gobiernos neoconservadores de personajes neofascistas,
xenófobos; mientras se encarcelan -en nombre de la ética pero sin instancia judicial justa- a

2
Autor de “The Precariat: The New Dangerous Class” (2011), “A Precariat Charter: From Denizens to
Citizens” (2014), “The Corruption of Capitalism: Why Rentiers Thrive and Work Does Not Pay” (2016) y
“Basic Income: And How We Can Make It Happen” (2017). La traducción castellana de este último libro,
realizada por Julio Martínez-Cava, con un epílogo de David Casassas y Daniel Raventós, está editada en
Pasado y Presente, 2018.Fuente: https://temas.publico.es/precarios-del-mundo/2018/10/02/guy-standing-hace-
falta-una-revuelta-social-una-movilizacion-publica-masiva/

3
Se vende el cielo es un ejemplo de cómo los bienes comunes, pensados bienes posicionales y el estatus,
pueden ser comercializados no importando las consecuencias paradójicas del acto, lo que es de todos y es de
nadie.

2
gobernantes que han trabajado en contra de las desigualdades sociales. América Latina se
ha diferenciado históricamente del resto del mundo por el compromiso social y político de
sus pueblos en la lucha, participación y defensa de sus derechos. A pesar de haber padecido
una historia de dictaduras, impunidad y violencia de fuerzas institucionales; nuestras
Universidades, nuestro pueblo, se vuelca a las calles para luchar contra el avasallamiento de
los derechos. Mientras el Estado gendarme amenaza a maestros, a niños y adolescentes de
sectores marginales; se produce un retroceso en el respeto de los derechos de sus
ciudadanos, protegiéndose exclusivamente los bienes privados y suntuosos de unos pocos.

Dicho Estado se encuentra ausente en la defensa de los derechos humanos y de los


ciudadano. La lucha por los derechos sociales, económicos y culturales está en las calles.
Un ejemplo de ello lo constituye el movimiento social que ha adquirido mayor fuerza en
nuestro país, por su popularidad e impacto en su accionar: la marea verde feminista. Desde
las primeras marchas de Ni una menos hasta los Pañuelos verdes, la marea de jóvenes
mujeres apostadas en las puertas del Congreso, bajo la lluvia y superando el frio, se
convirtieron en protagonistas activas de sus vidas. En este camino colectivo las jóvenes
avanzaron en la lucha contra la violencia y el feminicidio y el reconocimiento social del
derecho al aborto. Si bien la ley no fue aprobada gracias al retroceso de los representantes
elegidos en estos procesos democráticos, el derecho al aborto se instaló en la sociedad de
forma irreversible.

En dicho contexto, caracterizado por un franco retroceso en los derechos humanos y un


aumento de la desigualdad económica y social; aumenta la violencia social por diferencia
de estatus, por jerarquías, por marginación social, repercutiendo especialmente en los más
vulnerables, aquellos que se encuentran en una relación de subordinación por una historia
asimétrica de poder. Esta situación coloca a la mujer en una situación límite, no sólo porque
es blanco de la violencia doméstica e institucional. No sólo por la violencia en aumento que
sufre en esta cadena de exclusión. En la mujer recae el peso del cuidado no remunerado de
los otros, agravándose la carga en época de ajuste debido a la falta de políticas sociales que
permitan derivar el cuidado de los niños, ancianos, discapacitados a instituciones públicas.
Mientras tanto, el Estado ausente, irresponsable en sus obligaciones sociales, incumple con
los derechos básicos de educación, salud, educación sexual, acceso a anticonceptivos,
acceso al aborto no punible. He aquí la tercera bandera que es necesario levantar en las
calles, el empoderamiento económico, político y cultural de las mujeres para que las
mismas puedan ejercer el derecho al autocuidado, el derecho a elegir cómo cuidar y su
propio plan de vida.

Proponemos analizar aquí cómo la desigualdad económica atraviesa la salud de las mujeres,
negándoles derechos básicos ante el ajuste económico y la ausencia de un Estado que
cumpla con sus obligaciones sociales. Frente a dicha situación, se torna vital exigir: 1-la
igualdad social y la no violencia institucional y doméstica hacia las mujeres; 2- la no
violencia en la salud pública garantizando el derecho al aborto no punible, a la educación
sexual y al aborto, como así también el respeto a las identidades; 3- el derecho al cuidado
de las mujeres.

I. Ni una menos. Igualdad social y no violencia

3
Uno de los principales rasgos de nuestra sociedad moderna, señalado por Wilkinson y
Picket en su investigación sobre la desigualdad, es la transformación del éxito material en
fracaso social. El eje del problema de la pobreza absoluta deja lugar a la pobreza relativa, es
decir a la pobreza en la calidad de las relaciones sociales, conjuntamente con la destrucción
ecológica del medio ambiente por niveles de consumo insostenibles. En dicho contexto,
los determinantes sociales principales son factores sico sociales, es decir aquellos factores
que afectan nuestra salud sólo si estamos conscientes de ellos, porque suponen sentimientos
que dañan la calidad de vida. Se vinculan con el 1-estatus social bajo y las relaciones
jerárquicas; y 2- las relaciones sociales pobres; 3- las experiencias en la niñez temprana.
Estas desigualdades se traducen diariamente como problemas de drogadicción,
alcoholismo, violencia doméstica, depresión, embarazo adolescente, déficit de atención,
problemas de comportamiento en niños, violencia en jóvenes.

En el citado estudio de Wilkinson y Picket muestran cómo la mayoría de los jóvenes


reaccionan violentamente frente a humillaciones, cuando se conjugan los siguientes
factores: -historia de chicos sin padres, o con padres con conducta antisocial, maltratadotes/
desencadenan en los jóvenes conductas masculinas rígidamente compensatorias (delitos
contra la propiedad): -acoso escolar, detonante de episodios violentos, mayor en sociedades
desiguales,- efecto persistente de la privación y la precariedad -desigualdad de renta
(asociado a homicidios y asaltos); - falta de confianza y falta vínculos sociales
comunitarios, es decir relaciones sociales débiles y vulnerabilidad sico-social. He aquí que,
a través de estudios antropológicos y sico evolutivos, es posible identificar las siguientes
tesis empíricas sobre la relación entre desigualdad y violencia. En primer lugar, el examen
empírico de la justicia criminal y de los sistemas penales muestra que los mismos han
estado funcionando sobre la base de un gran error: creer que el castigo sirve para prevenir o
inhibir la violencia, cuando en realidad el castigo en las cárceles es el estímulo más
poderoso que se conoce hasta el momento para generar violencia.

Las tasas de delitos con violencia son más bajos en sociedades cohesionadas, cuyos
residentes mantienen vínculos estrechos entre ellos y están dispuestos a trabajar. Su
desarrollo en esta familia de estatus social bajo, es decir una familia atravesada por una
posición jerárquica inferior de subordinación y relaciones débiles, sufrirá muy
probablemente la denominada reacción bicicleta, es decir será maltratado y humillado por
sus familiares o compañeros de escuela que reproducen en los más vulnerables la misma
humillación han recibo de sus superiores. Resulta claro que un niño maltratado o con
padres ausentes, sin relaciones sociales fuertes de contención, tiene altas probabilidades de
convertirse en un joven violento. Determinadas posesiones pueden hacer sentirse a las
personas más seguras de su estatus, una buena educación, una casa, un coche bonito, un
buen empleo, ropa de calidad. También la familia, amigos y colegas que las aprecian.
Somos sensibles a un mundo social que no favorece la cooperación (toxicidad social).

En las sociedades más desiguales no contamos con esos escudos protectores. La vergüenza
y la humillación se vuelven temas delicados, la competencia por el estatus se exacerba, y
hay más personas que no tienen posibilidades de mejorar socialmente. En consecuencia, las
sociedades desiguales son, por lo general, más violentas.

4
Los actos violentos son “intentos de alejar o eliminar el sentimiento de vergüenza y
humillación –un sentimiento que es doloroso y puede llegar a resultar intolerable –y
reemplazarlo por su opuesto, por el sentimiento de orgullo”. En dicho marco, la
mayoría de los actos violentos se trata de jóvenes. Y las razones de que sean jóvenes son
explicadas por la sicología evolutiva y la antropología: “los hombres jóvenes se esfuerzan
en conseguir y mantener un estatus social lo más alto posible porque de ello depende en
gran parte su éxito en la competición sexual. Los jóvenes privados de la ventaja que supone
un estatus más o menos privilegiado, que deben luchar para mantener el poco
reconocimiento que tienen, a menudo reaccionan con violencia cuando éste se ve
amenazado, mostrando un problema de adaptación sicológica a la competición sexual. Por
lo tanto, la segunda tesis, es la siguiente: (2) la violencia suele ser una respuesta a la falta
de respeto, la humillación y la pérdida de reconocimiento por los demás: y una
respuesta masculina a estos detonantes que, por lo general, son abundantes en los jóvenes
de sociedades no igualitarias por problemas de adaptación sicológica a la competición
sexual y falta de escudo protector cultural y social. Por ejemplo, un adolescente que no se
encuentra escolarizado, que su madre lo envía a robar, su padre se encuentra en la cárcel,
cualquier detonante con otro adolescente que se encuentre en mejor posición social lo hará
reaccionar violentamente. Si este adolescente posee armas, las mostrará o usará para
recuperar su poder y su orgullo. En este contexto, la intervención social temprana es
necesaria, y no así la intervención policial que sólo hará del menor una futura víctima.

II-Derechos adeudados: el aumento de muertes por no acceso a abortos no punibles

En Argentina el aborto se encuentra penalizando, a excepción de riesgo de vida de la madre


o en caso de violación. Aun en los citados casos de abortos no punibles, las mujeres de
sectores pobres son denunciadas, estigmatizadas, y criminalizadas por realizarse el aborto,
o simplemente se ven impedidas de hacerlo. Si una mujer llega a un hospital público con
complicaciones por un aborto, por ejemplo, hemorragias, puede terminar con una denuncia
penal en su contra y con una amenaza de ir presa. Poco importa si se trató de un aborto
espontáneo, punible o no punible. La violación del secreto médico es una práctica
recurrente (Alvarez y Deza, 2016). Un ejemplo de este hecho aberrante fue el de Marta,
una mujer humilde quien acudió al Hospital Público donde le diagnosticaron cáncer
maxilar. Marta se encontraba en su primer semestre de embarazo. Los médicos y directivos
se negaron a practicarle el aborto solicitado por ella para poder tratarse el cáncer. Marta y
su bebé murieron. Los médicos del hospital no cumplieron con su deber de no dañar ni de
brindarle su derecho al aborto, judicializando un caso que no era judicializable (el aborto
estaba permitido por la ley), y postergando el tratamiento que era vital para atender la salud
de Marta (violando su derecho a la salud). Si pensamos en casos de abortos naturales,
espontáneos, no podemos imaginar una judicialización de los mismos. Pero, en los sectores
pobres, las mujeres humildes son criminalizadas. Así lo demuestra una investigación sobre
las causas iniciadas por aborto en los últimos 20 años en Tucumán, Argentina. Un caso
paradigmático fue Belén, encarcelada más de dos años tras sufrir un aborto espontáneo.
Este caso es parte de un patrón que refleja un acuerdo tácito entre el sistema de salud y el

5
judicial para criminalizar a las mujeres frente a la interrupción de un embarazo, aun cuando
se trate de un hecho natural, que no configure un delito.4
De acuerdo a Alvarez y Deza, abogadas de Tucumán que analizaron las causas penales
iniciadas por aborto en la jurisdicción que corresponde a la capital tucumana y sus
alrededores entre 1992 y 2012 (605 casos), la atención sanitaria de urgencia:
“… aparece mediada por la posibilidad de la persecución penal, aun en
los casos en que no se trata siquiera de una figura tipificada en la ley de
fondo. El derecho a la salud de las mujeres se presenta como una
cuestión de suerte, de buena voluntad del personal sanitario. El Estado
no puede servirse de un hecho ilícito, como es la violación del secreto
médico, para someter a investigación a una persona, sobre todo cuando
recurre a un servicio de salud para salvar su vida o resguardar su
salud” clandestinidad de esta práctica”,
Por lo tanto, a partir de la violación del secreto profesional – y consiguiente ruptura de la
relación de confianza paciente-médico-, se procede a denunciar y penalizar a la
paciente/víctima, maltratándola, negándole su derecho a la salud, discriminando y
estigmatizando:
“La estigmatización de hallarse sometida a un proceso penal por un
aborto, que ni siquiera termina en sobreseimiento, tiene consecuencias en
diversas esferas para las mujeres, por ejemplo, no pueden obtener un
certificado de buena conducta, o bien si piden un certificado de
antecedentes penales/policiales en una solicitud de trabajo o de plan
social, surgirá el registro de la causa penal por aborto”, indicó. Además,
del temor de terminar presas. O condenadas injusta y arbitrariamente, sin
pruebas. Como Belén.” 5

4
La propia corte provincial rechazó investigar a dos médicas de la Maternidad Nuestra Señora de las
Mercedes, que depende del gobierno de Tucumán, que llamaron a la policía para denunciar a una mujer
pobre, identificada como María Magdalena, ante la sospecha de que se había provocado el aborto y dejaron
ingresar a la madrugada a la sala de partos comunitaria –donde había parturientas y sus familiares– a dos
uniformados para tomarle declaración mientras permanecía internada, acostada en una cama del hospital. Pero
antes la sometieron a un interrogatorio cargado de maltrato y le practicaron un legrado sin anestesia, según
denunció la paciente. El caso está ahora en la Corte Suprema de la Nación, que tiene en sus manos la
oportunidad de dictar un fallo ejemplar para que las y los médicos dejen de atentar contra el derecho a la salud
de las mujeres. Llama la atención las carátulas de muchas de las causas: aborto expontáneo (sic), aborto
espontáneo, aborto natural, aborto incompleto, aborto en grado de tentativa. Ninguna de esas figuras son
punibles
5
Si se toman los expedientes abiertos en el período 2008-2012, un 95 por ciento corresponde a mujeres
denunciadas por aborto propio y en las mismas se puede apreciar una falta de uniformidad para caratular los
expedientes: aborto espontáneo, aborto natural, aborto incompleto, aborto en grado de tentativa. Ninguna de
esas figuras constituye un delito. Otro hallazgo interesante fue una marcada diferencia de género en la
distribución de las causas. Del total de 76 causas iniciadas por aborto entre 2008 y 2012, 70 corresponden a
la figura de aborto auto provocado, mientras que sólo 6 se refieren a denuncias contra terceros, 4 por la
práctica de un aborto con el consentimiento de la mujer, mientras que dos fueron por abortos forzados o
provocados sin el consentimiento de la mujer. Mientras que aquellos que colaboran o facilitan el aborto a
mujeres que lo solicitan como las y los profesionales de la salud, parteras, enfermeros o curanderas, solo 4

6
Paradójicamente, la confidencialidad es violada en el hospital público donde acuden por
su vida mujeres de sectores humildes, llevando a criminalizar y a estigmatizar las mismas
cuando no hay delito (muchos son abortos no punibles). Esta confidencialidad no se viola
en las clínicas privadas, donde se practica el aborto a quienes puedan pagarlo. No
obstante, si bien la ruptura de la confidencialidad lleva a la ruptura de la “confianza” en el
sistema, queda claro que esta ruptura se produce por los dobles estándares practicados por
los profesionales de acuerdo a lo sectores e instituciones demandantes. El problema de
fondo es mayor, se trata de la negación del derecho igualitario a la atención de la salud
para los sectores más vulnerables; y esta atención no se reduce al hospital público, sino a
la satisfacción integral de las necesidades para el desarrollo de capacidades que permitan
su participación activa en la sociedad.

II. Desigualdades sociales por Estado ausente: es tiempo que protejamos el


derecho al cuidado de las mujeres
El Estado ausente de nuestros días es el Estado que oprime, enajena e impide la igualdad
de oportunidades para las mujeres, sobre las que recae el cuidado del otro. Esta demanda
se profundiza cuando no existen redes sociales e institucionales de cuidados para las
personas dependientes que necesitan mayores apoyos sociales y recursos. Estos roles,
asignados en la división sexual del trabajo, ubican en una posición subalterna a las
mujeres. De esta posición no se escapan aquellas que quieren conciliar su trabajo y el
cuidado de los otros, ante la falta de igualdad y reconocimiento en los niveles laborales
como también ante la imposibilidad de su desarrollo frente a la no ayuda externa para el
cuidado de los otros (niños, ancianos, personas con deficiencias). Esta relación es
esencialmente inequitativa para las mujeres, generando un estrés crónico en su salud.
¿Cómo cambiar esta situación de subordinación? Las alternativas propuestas versan
sobre: 1. la socialización del trabajo doméstico y del cuidado del otro con la pareja
(Mujer/varón) para poder elegir desarrollar trabajo parcial o completo y la extensión de
licencias por maternidad y paternidad (Ej. Canadá, un año de licencia a paterna o
materna); 2- las redes de ayuda, tribus, para socializar el trabajo de cuidado del otro
cuando no existen parejas o cuando la pareja es del mismo sexo o trans; 3. la
transformación de tareas domésticas en públicas, a través de la creación de instituciones
que permitan el cuidado de niños, adultos y personas con capacidades diversas (Ej:
extensión del horario escolar en escuelas públicas, mayor número de guarderías y
jardines públicos, guarderías en Universidades; Instituciones Públicas de cuidados de
mayores durante el día); 4. la creación de la renta básica o subsidio universal para que
todos puedan tener lo suficiente para pagar a las instituciones de cuidado –si no

casos han sido judicializados en los últimos cuatro años cuando se sabe que son cientos y son uno de los
eslabones más beneficiados del negocio montado gracias a la clandestinidad. Véase Álvarez, Alejandra
Iriarte y Soledad Deza, Jaque a la Reina: Salud, autonomía y libertad reproductiva en Tucumán, coedición
de Editorial Cienflores y la Universidad de Tucumán San Pablo-T. Los principales hallazgos del extenso
estudio fueron detallados en dos amicus curiae que presentó la APDH, uno ante la Corte Suprema de Nación,
por el caso de María Magdalena y otro por el caso de Belén, ante la corte tucumana, donde otras diez
organizaciones comprometidas con los derechos humanos también recurrieron a la misma figura para pedir
por su libertad. Hay jurisprudencia de la Corte Suprema ya en ese sentido (fallo Baldivieso)

7
existieran las públicas- y solventar las necesidades básicas, de modo de tener tiempo para
elegir estudiar, trabajar, crear, y desarrollarse.

De acuerdo a Pautassi, la idea del derecho al cuidado fue trascender las regulaciones de
maternidad de las asalariadas. Al ser considerado el derecho al autocuidado como un
derecho humano, es independiente de lo laboral, en tanto cada persona es portadora de
este derecho y, por lo tanto, la responsabilidad recae en el Estado. Es el Estado quien
debería promover infraestructura y políticas públicas para todos, independiente del nivel
de ingresos. Sin embargo, salvo el caso de Uruguay, el cual adaptó un Sistema Nacional
de Cuidados, no se ha insertado en la agenda pública este derecho; a pesar de las
evidencias empíricas sobre cómo éste redunda en mayor salud y bienestar para las
mujeres y niños, favoreciendo su desarrollo. Lamentablemente, el Estado se encuentra
trabajando en la dirección contraria, retrocediendo en lo que respecta a los derechos
humanos económicos y sociales6. Esta injusticia económica y social repercute
fuertemente en la salud y bienestar de las mujeres, poniendo en peligro el derecho al
autocuidado. La invisibilización de las numerosas tareas domésticas que cumplen
silenciosamente las mujeres, quienes además trabajan fuera de la casa; nos hace olvidar
que el sistema económico funciona por esta división en los roles del cuidado, que libera
fuerza de trabajo disponible. La desigualdad distribución del trabajo de cuidado genera la
desigualdad económica de género, siendo las mujeres las más perjudicadas en su calidad
de vida por la expropiación de su tiempo. De esta manera, el derecho al autocuidado de
las mujeres es vulnerado, como lo es el derecho a elegir cómo queremos cuidar debido a
la inaccesibilidad de instituciones públicas de cuidado. Según Lagarde, 7 el desafío actual
es resignificar al cuidado solidariamente, “como el conjunto de actividades y el uso de
recursos para lograr que la vida de cada persona, de cada mujer, esté basada en la
vigencia de sus derechos humanos”- Es momento que la marea verde haga del derecho al
autocuidado su nueva bandera, sumándola a la no violencia de género y al derecho al
aborto.

III-Un llamado a la desobediencia civil pacífica…

“¿Debemos conformarnos con obedecer las (leyes injustas); (debemos) tratar de


enmendarlas y acatarlas hasta que hayamos triunfado, o debemos transgredirlas de
inmediato?”. Parafraseando a Luther King, “… primero debemos ser (mujeres*) y después
ciudadanas. No es conveniente cultivar tanto respeto por la ley como por lo correcto”. En

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Uruguay está avanzado en dos cosas: cambió su régimen de licencias, creó un régimen de licencias
parentales, y comenzó a construir un sistema nacional de cuidados. Este sistema involucra cuatro elementos:
cuidado de niños en la franja de cero a tres años, cuidado de personas con discapacidad, cuidado de personas
mayores y condición de trabajo de las personas que hacen trabajo de cuidado remunerado. Este sistema de
cuidados está avanzando de manera muy lenta, porque se está enfrentando a limitaciones presupuestarias,
pero es muy impresionante cómo en Uruguay se ha incorporado el tema en la agenda de política pública, y en
la última campaña electoral todos los partidos que participaron llevaron como ejes de campaña la
consolidación del sistema nacional de cuidados
7
Lagarde, M, “Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción”, en SARE 2003 “Cuidar Cuesta:
costes y beneficios del cuidado” Emakunde

8
este sentido, y bajo el contexto de “fake” democracia descripto anteriormente, considero
que la participación activa del colectivo de las mujeres en las calles es el único camino
posible para defender nuestros derechos. Las leyes injustas son aquellas que han sido
decididas por un grupo minoritario en el poder, excluyendo del proceso a los principales
involucrados y aquellos que padecerán por el daño de no promulgarlas. La Desobediencia
civil es la infracción a la autoridad legal o política cometida abiertamente en nombre de una
causa superior o así considerada (Feinberg) Entonces, ¿se puede tener, en determinadas
circunstancias, el deber (ético) de desobedecer las leyes? Sí, cuando esta ley es injusta y
daña a las personas vulnerables.
Existe responsabilidad moral de impedir el daño a las personas y grupos vulnerables. Si, como ha
sido probado con evidencias empíricas presentadas por el Ministro de Salud actual, el no
respeto al derecho al aborto conlleva el aumento de muertes de las mujeres más indefensas,
vulnerables y pobres de nuestra sociedad, no debemos permitir que esto continúe. La
desobediencia civil es un camino justificable desde el punto de vista ético para garantizar
derechos básicos cuando estos se encuentran en peligro. No debemos permitir la violencia
del patriarcado; no debemos permitir el aislamiento y sujeción de mujeres que mantienen
un sistema productivo injusto a costa del cuidado de los otros y su postergación
permanente; no debemos permitir que nuestras mujeres mueran en nuestro país por el
retroceso de nuestros gobernantes en lo que respecta a su deber de legislar para el bienestar
de la sociedad. La desobediencia civil ha permitido salvar a los esclavos, conquistar el
derecho al voto de mujeres y minorías raciales, impedir consentir atrocidades en
investigación. La desobediencia civil en las calles constituye nuestra capacidad crítica para
decir que No, y es actualmente la única fuerza política que controlable por los que detentan
el poder político para uso personal de grupos que sólo concentran sus riquezas a costa del
daño social y ambiental irreversible.

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