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EL CAÑONCITO DE RAMÓN CASTILLA

DESDE HUACHO-PERÚ

Una de las Tradiciones de Ricardo Palma muy conocida es la de la “Historia de un cañoncito”.


Esta historia cae a pelo con la anunciada Plenaria de la agrupación política Concertación para el
Desarrollo Regional-Lima que lidera el Ing. Nelson Chui del día viernes 15. Anunciaba esta plenaria
(cañoncito) sorpresas, lo que no se sabía como la historia la intensidad con la que dispararía
(resultados de la plenaria), como diría Ramón Castilla en el relato: “-¡Eh! Caballeros..., hacerse a
un lado..., no hay que tocarlo..., el cañoncito apunta..., no sé si la puntería es alta o baja..., está
cargado..., un día de estos hará fuego..., no hay que arriesgarse..., retírense..., no respondo de
averías...”.
En esa plenaria se darían a conocer los candidatos de Concertación para las alcaldías provinciales
y distritales así como la ratificación como candidato regional a la reelección al Ing. Chui y los
consejeros de las provincias que lo acompañarían en las elecciones de octubre de este año.
Y se anunciaba la alianza y la presencia de muchas autoridades edilicias y algunas de ellas que
van a la reelección y se aseguraba un lleno casi total porque de por medio estaban los dineros del
gobierno regional para hacer en estos meses las obras que tanto sueñan los ciudadanos de cada
una de sus jurisdicciones y en eso podían jugarse su reelección. De las autoridades provinciales se
anunciaba la presencia de Jaime Uribe alcalde de Huaral y favorecido últimamente con 9 millones
para su provincia, Romel Ullilen alcalde de Barranca, también favorecido con obras, entre otros. De
los distritales, se anunciaba la presencia de Eddie Jara de Hualmay y José Li Nonato de Végueta,
y entre los invitados especiales, a Don “Beto” Barba, posible candidato a la alcaldía de la provincia
por esa agrupación.
“¡Eh! No..., no..., está cargado..., no juguemos con armas peligrosas...” parecía decir la oposición,
preocupados por las repercusiones de tal plenaria.
Llegada la plenaria, ahora veamos quiénes de los posibles candidatos por Concertación estuvieron
presentes; una casi sorpresa, Jacinto Romero, alcalde del distrito de Huaura; Luis Rocha, alcalde
del Concejo Menor de Medio Mundo; y Rubén Fuentes Rivera, alcalde del distrito de Ámbar. De los
alcaldes de las otras provincias no llegaron ninguno ni tampoco el posible candidato por Huaura,
Don “Beto” Barba. Si estuvieron presentes, por supuesto, el posible candidato a la consejería por la
provincia, Jacobo Ávalos Dongo, Vicepresidente de la agrupación, y quien le debe suceder en el
cargo en junio al Ing. Chui, Luis Custodio Calderón, Secretario General, miembros y dirigentes de
esa agrupación política.
Como diría, entonces don Ramón Castilla: “-¡Eh! Señores..., ya hizo fuego el cañoncito..., puntería
baja..., poca pólvora..., proyectil diminuto..., ya no hay peligro..., examínenlo”.
Ahora lo que hay que reflexionar es si funcionó o no el sambenito de si me apoyas te presupuesto
obras para tu provincia y distrito o la sensatez y personalidad de cada una de las autoridades
invitadas a la plenaria o algunos están esperando mejor ocasión para participar de las ‘sanas’
intenciones de “servir al pueblo de todo corazón” y distribuir los presupuestos regionales en forma
equitativa o en obras de trascendencia regional del Presidente Regional.
Claro que este es el inicio de una serie de ‘cubileteos’ electorales que terminarán cuando se cierre
la fecha de inscripción de las listas de candidatos a cargos de elección regional y municipal, el 5 de
julio. Por el momento el cañoncito hizo fuego, su puntería fue baja, con poca pólvora y proyectil
diminuto.

Historia de un cañoncito
Hace unas semanas, mi profesora de comunicación nos encargó a mí y a unos compañeros leer esta
tradición.

A continuación les voy a dejar un breve resumen de ella. El que desee leer la tradición completa
puede hacerle click a la imagen de abajo.

Según Palma no había un peruano que conociera bien su tierra y a los hombres de su tierra como Don Ramón Castilla.
Para él la empleomanía era la tentación irresistible y el móvil de todas las acciones de los hijos de la patria. Don Ramón
iba en su primera época de gobierno. Era el día de su cumpleaños (31 de agosto de 1849) y corporaciones y particulares
fueron al Palacio a felicitar al supremo mandatario. Entonces se le acercó un joven y le obsequió un dije para reloj. Era
un microscópico cañoncito de oro. El presidente le agradeció, cortando frases de una manera peculiar muy propia de él.
Luego pidió a unos de sus ayudantes que pusiera el dije sobre la consola de su gabinete. Don Ramón se negaba a tomar
el dije en sus manos porque estaba seguro de que el cañoncito estaba cargado y no era conveniente arriesgarse. Los días
pasaron y el cañoncito permanecía sobre la consola, siendo objeto de conversación para los amigos del presidente, quien
no se cansaba de decirles: -“¡Eh! Caballeros hacerse a un lado, no hay que tocarlo, el cañoncito apunta y no sé si la
puntería es alta o baja, no hay que arriesgarse, retírense que respondo averías”.
Tantas eran las advertencias de Don Ramón, que la gente empezó a pensar que el cañoncito era algo más peligroso que
una bomba o un torpedo. Al cabo de un mes el cañoncito desapareció de la consola, para ocupar sitio entre los dijes que
adornaban la cadena del reloj de su excelencia. Por la noche el presidente dijo:“¡Eh! Señores ya hizo fuego el cañoncito,
puntería baja y poca pólvora, proyectil diminuto, ya no hay peligro, examínenlo”. Lo que había sucedido es que el que
entregó el regalo aspiraba a una modesta plaza de inspector en el resguardo de la aduana del Callao, y que Don Ramón
acababa de darle el empleo.
Esta tradición es una de mis favoritas y acaba con una moraleja en la que Palma nos dice que los
regalos que los chicos hacen a los grandes son, casi siempre, como el cañoncito de Don Ramón.
Traen entripado y puntería fija. Esto quiere decir que cuando un joven hace un regalo a alguien
mayor, es porque espera algo a cambio.

ROSA DE LIMA EN LAS TRADICIONES DE RICARDO


PALMA

Ricardo Palma dedica tres de sus tradiciones a la figura de Santa


Rosa; una cuando la adolescente Rosa está en Quive, las otras dos
pertenecen a su etapa de recogimiento en la ermita del huerto. En
estas historias se presenta a la Santa con todo el sabor criollo que le
fue tan peculiar, de esa Lima que era su patria y que ella adoraba.

Son semblanzas inspiradas en pasajes de la vida de la Santa que los


diferentes biógrafos recogen, a las cuales las envuelve el aire místico
y misterioso que Palma da a las estampas limeñas antiguas sin dejar
de lado la anécdota y los escapes tan ingeniosos y picarescos propios
del temperamento limeño.

Esquive vivir en Quive

En esta tradición de Ricardo Palma se cuenta la explicación del refrán


tan popularizado en el siglo XIX como fue: “Esquive vivir en Quive”.
Por los años en que la familia Flores Oliva residió en Quive, población
de la provincia de Canta, pasó por ahí el Arzobispo de Lima Toribio de
Mogrovejo en recorrido de evangelización, impartiendo a los fieles el
sacramento de la confirmación. Fue advertido por el por el párroco de
la poca fe en la doctrina católica de los naturales. Ya en la iglesia
encontró sólo tres niños, entre ellos una niña, Rosa. Luego de la
ceremonia salió desmoralizado de la iglesia y otros niños lo insultaron
en quechua. Santo Toribio de Mogrovejo no los bendijo, sino
murmuró: “¡Desgraciados! ¡No pasaréis de tres!”. Desde esa fecha
han sucedido en Quive innumerables calamidades por lo que ha
quedado prácticamente deshabitado, a no ser por tres familias que
han quedado. Ricardo Palma termina esta tradición señalando la falta
de cuidado de los canteños para la conservación de la casa que ocupó
Santa Rosa.

El rosal de Rosa

Este escrito de Ricardo Palma explica la presencia de las primeras


rosas en Lima. La casa de la familia de la Santa colindaba por la parte
de atrás con el hospital del Espíritu Santo, lugar donde los marinos
españoles “pagaban la chapetonada” de llegar a América (enfermaban
de terciana y disentería). Este era al principio un terreno sin finalidad
alguna hasta que Rosa lo convirtió en su “huerto y jardinillo”. De él
brotaron espontáneamente rosas a pesar de que era sabido que en el
nuevo mundo no se conocían los esas plantas: “Las rosas no se
producían en el Perú, pues según lo afirma Garcilaso en sus
Comentarios Reales , los jazmines, mosquetas, clavelinas, azucenas y
rosas no eran conocidos antes de la conquista”. Y se pusieron de
moda no sólo para embellecer sino también para curar; los médicos
encontraban propiedades medicinales en sus hojas secas. Mendiburu
asegura que las primeras rosas que hubieron en Lima fueron las de el
jardín del Espíritu Santo, confundiéndose este jardín con el de Santa
Rosa.

Se cuenta la anécdota de que el Papa Clemente IX al sentir una ligera


desconfianza de que hubiera una Santa limeña murmuró: “¿Santa? ¿Y
limeña? ¡Hum, hum! Tanto daría una lluvia de rosas”. Y rosas
perfumadas cayeron sobre la mesa.

Como colofón de esta historia se cuenta que cuando canonizaron a la


Santa las calles de Lima se adoquinaron en plata y los propietarios de
la casa donde estaba el huerto lo cedieron para hacer el santuario de
Rosa. Su rosal fue trasplantado al convento de los padres dominicos.

Los mosquitos de Santa Rosa Esta tradición cuenta la afinidad que


tenía Rosa de Lima con los animalitos de Dios. En el huerto que
habitaba la Santa se formaban pequeños pantano en los cuales habían
infinidad de mosquitos. Rosa hico un pacto con ellos: ella no los
molestaba y ellos no la molestaban. Ese pacto se cumplió e incluso
juntos alababan a Dios, ellos obedecían a Santa Rosa.

Un día la visitó una beata llamada Catalina, la cual al verse atacada


por los mosquitos de una manotada mató uno. Rosa le dijo que no los
mate y ordenó a estos bichos que no molestaran a su amiga. En
efecto, ninguno volvió a picar a la beata. En otra oportunidad se dice
que castigó a la beata Frasquita Montoya, que nunca se acercaba a la
ermita por miedo a que la picasen. Rosa mando a tres mosquitos a
que la picasen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y
así sucedió.

El remate de esta historia se refiere a un gallo que tenía Rosa y que


era su engreído “por lo extraño y hermoso de la pluma”. Un día éste
enfermó y su madre le dijo que había que matarlo. Rosa de Santa
María lo cogió y acarició diciendo: “Pollito mío, canta de prisa, pues si
no cantas te guisa”, el gallito se sacudió y soltó un sonoro “Quiquiriquí
(¡Que buen escape el que di!) Quiquiricuando (Ya voy, que me están
peinando)".

En "Tradiciones peruanas", por Ricardo Palma.


Reseña de Alex Ortiz Alcántara

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