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ELENA G.

DE WHITE Y LA CULTURA

ABSTRACTO

La palabra “cultura” se lee con cierta frecuencia en los escritos de Elena


G. de White, con su antiguo significado de cultivo o desarrollo. Mas en sus
extensos textos pueden advertirse ciertos rasgos de la actitud de la autora
hacia la cultura prevaleciente. Ella puede aceptar o rechazar sus
manifestaciones, no por criterios de la propia cultura, sino por principios que la
trascienden y que emanan de la revelación. El presente ensayo da una mirada
somera a la interacción entre el pensamiento de Elena G. de White y la cultura
en tres áreas sensibles para el adventismo: la educación, la recreación y el
arreglo personal.

Daniel Oscar Plenc

Elena G. de White usó a menudo la palabra “cultura” en sus escritos,1 en


su sentido clásico de “cultivo”, como metáfora del desarrollo, el mejoramiento,
el ejercicio o la educación.2 Del mismo modo, la palabra “cultura” aparece en
los títulos de algunos capítulos de sus libros.3 En su tiempo la sociología y la
antropología eran disciplinas demasiado nuevas como para que la autora las
asociara con el concepto moderno de cultura.
De cualquier modo, resultan de interés algunas definiciones más
recientes, como la que se expresa en la Declaración Universal sobre la
Diversidad Cultural de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura, 1998), según la cual, “la cultura debe ser
considerara como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales,
intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y
que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras
de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.4
Porque, en este sentido, aún sin usar el término “cultura”, Elena G. de White
expresó su pensamiento acerca de ciertos rasgos culturales de su tiempo.5
Podría decirse que la autora advierte contra los procesos inadecuados
de aculturación (asimilación o incorporación de elementos culturales ajenos) y
deculturación (pérdida de elementos de la propia cultura), mientras acepta la
inculturación (inserción del mensaje en culturas particulares) y la
contextualización (adecuación de elementos, como el lenguaje, de acuerdo con
el entorno cultural en la entrega del mensaje) en la vivencia cristiana y misional.
Su postura es, a manudo, contracultural (opositora a normas, valores y
principios establecidos) y otras veces contextual (consciente de la necesidad
de una adaptación que haga comprensible el mensaje en un entorno
determinado). Los tópicos seleccionados para este trabajo ilustrarán la
perspectiva de la autora respecto de la cultura.
Las publicaciones adventistas más conocidas (por lo menos en nuestra
región) han divulgado poquísimas reflexiones sobre el cristianismo ante la
cultura, o acerca de la visión de Elena G. de White respecto de la cultura.6 Se
justifica, entonces, un ensayo que aborde las menciones que la autora ha
hecho del concepto de cultura, así como algunas sugerencias sobre su
posición respecto de la cultura en relación con ciertas áreas sensibles al
pensamiento adventista, como la educación, la recreación y el arreglo personal.

Concepto y valoración de la cultura

Cultura en diversas áreas

Elena G. de White vincula su idea de cultura con el desarrollo de


diferentes dimensiones de la persona humana. Así, por ejemplo, habla de: “la
cultura mental y moral”,7 “la cultura del alma”,8 “la cultura de la mente y del
corazón”,9 “la cultura espiritual”,10 la “cultura religiosa”,11 “la cultura moral,
intelectual y física”,12 “la cultura […] de la vida práctica”,13 “la cultura de los
modales”,14 “la cultura […] de la vida doméstica”,15 “la educación manual”,16 “la
cultura física”,17 y de “la cultura vocal”.18 Para ella, la “cultura” es multi-
dimensional e integral con un objetivo claro y trascendente.

Posibilidades y limitaciones de la cultura

1.- Actitud positiva hacia la cultura, dentro de su esfera propia.


La visión de Elena G. de White sobre la cultura es generalmente
positiva, sin embargo la considera insuficiente para el logro de los ideales más
elevados de la vida cristiana. Así lo indica en una declaración citada con
frecuencia: “La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo
humano, todos tienen su propia esfera, pero no tienen poder para salvarnos.
Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden
cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida”.19

2.- La cultura como medio para la excelencia en el servicio y la evangelización.


En esencia, la autora ve las bondades de la cultura como capacitación
para el servicio humanitario y evangelizador. Dice textualmente: “Los que
trabajan para beneficiar a otros trabajan en unión con los ángeles celestiales
[...] La más alta educación, la cultura más verdadera, el servicio más exaltado
que puedan gozar los seres humanos en este mundo, son suyos”. 20 Para un
servicio tal, toda preparación es bienvenida. “Dios desea que aprovechemos
toda oportunidad de prepararnos para su obra [...]”.21 Se habla de la utilidad de
la cultura de “la vida práctica” de los jóvenes que serán misioneros
transculturales.22
La autora no solo aprecia la educación y la cultura, sino que la estimula.
“No queremos restringir la educación, ni tener en poco la cultura y la disciplina
mental. Dios quiere que seamos estudiantes mientras permanezcamos en el
mundo. Debemos aprovechar toda oportunidad de adquirir cultura”. 23 Se anima
a buscar “la cultura más elevada de la mente y el alma”.24 En este sentido la
cultura es un poder para el bien: “Los padres aún no comprenden el asombroso
poder de la cultura cristiana”.25 Es interesante, además, como el servicio
realizado por amor incrementa la cultura de las habilidades del propio servidor.
“Por el servicio abnegado obtenemos la más elevada cultura de toda
facultad”.26
La señora White apreciaba la cultura, porque ella capacitaba para hacer
mejor la obra de Dios. “Necesitamos hombres y mujeres jóvenes que tengan
una alta cultura intelectual, a fin de que puedan hacer la mejor obra para el
Señor”.27

3.- En algunos casos, el acento se coloca en la cultura mental elevada y


permanente.
Dice: “Dios no nos ha dado las facultades racionales para que
permanezcan ociosas, ni para que las pervirtamos en la prosecución de fines
terrenales y mezquinos, sino para que sean desarrolladas hasta lo sumo,
refinadas, ennoblecidas y empleadas en hacer progresar los intereses de su
reino”.28 “No piensen nunca que ya han aprendido bastante, y que pueden cejar
en sus esfuerzos. La mente cultivada es la medida del hombre. Vuestra
educación debe proseguir durante toda la vida; cada día deben aprender algo y
poner en práctica el conocimiento adquirido”.29

4.- Elena G. de White estimula la educación intencional de obreros para las


diferentes áreas de labor eclesial.
Habla de servidores cultivados para diversos ministerios: “Necesitamos,
en nuestros sanatorios, en la obra misionera médica, en las oficinas de
publicación, en las asociaciones de los diversos estados y en el campo en
general, una clase de jóvenes bien disciplinada y culta.30 “Los médicos,
administradores, parteras y auxiliares debieran ser personas de cultura y
experiencia”.31 “Necesitamos más cultura, refinamiento y nobleza de alma en
nuestros obreros”.32

5.- Hay un rechazo a cualquier idea de asociar la humildad con la falta de


cultura.
Elena G. de White no entendía la humildad de esa manera. Dice:
“Muchos han considerado que la ignorancia y la falta de cultura son una señal
de humildad. Tales personas están engañadas en lo que constituye la
verdadera humildad y la mansedumbre del cristiano”.33 Señala que el propio
Jesús se preocupó por la cultura de sus discípulos. “El Salvador no
menospreciaba la educación; porque, cuando está regida por el amor de Dios y
consagrada a su servicio, la cultura intelectual es una bendición”. 34 Y esa
concepción rindió sus frutos evidentes. “Cuando los discípulos terminaron su
período de preparación con el Salvador, no eran ya ignorantes y sin cultura;
habían llegado a ser como él en mente y carácter, y los hombres se dieron
cuenta de que habían estado con Jesús”.35

6.- Al mismo tiempo que se reconoce el valor de la cultura en el servicio de


Dios, se aclara que el éxito depende más de los factores espirituales y
actitudinales que de los culturales.
Dicho concepto se ilustra en la siguiente declaración:
El que trabaja para Dios debe emplear las más altas energías
mentales y morales con que la naturaleza, la cultura y la gracia de
Dios le han dotado; pero el éxito será proporcional al grado de
consagración y abnegación con que haga su obra, más bien que con
sus dotes naturales o adquiridas.36

Principios orientadores

Es útil intentar extraer los grandes principios que subyacen tras las
múltiples alusiones a la idea de “cultura” en el pensamiento de Elena G. de
White. Se ofrecen aquí, por tanto, algunas sugerencias preliminares al
respecto.

1.- El principio de la preponderancia de la virtud y de la moral por sobre


la cultura. La cultura es un don de Dios, siempre que no sustituya la piedad.
Dice la autora: “Considerados en sí mismos, el talento y la cultura son dones de
Dios; pero cuando se emplean para sustituir la piedad, cuando en lugar de
atraer al alma a Dios la alejan de él, entonces se convierten en una maldición y
un lazo”.37 La autora subordina la cultura intelectual a la moral. “Los niños
necesitan grandemente la debida educación, a fin de poder ser útiles en el
mundo. Pero cualquier esfuerzo que ensalce la cultura intelectual por encima
de la moral, va descaminado”.38 Ambas cosas son importantes: “Dad a vuestros
hijos cultura intelectual y preparación moral”.39 Se favorece la idea de una
cultura santificada. “La cultura superior de la mente, si está santificada por el
amor y el temor de Dios, recibe su completa aprobación”.40
2.- La Biblia como fundamento cultural. Para Elena G. de White, la Biblia
es la única fuente segura de cultura intelectual. “Toda la Biblia es una
revelación de la gloria de Dios en Cristo. Recibida, creída y obedecida, es el
gran instrumento en la transformación del carácter. Es el único medio seguro
de cultura intelectual”.41 Añade: “La Biblia es el mejor libro del mundo para dar
cultura intelectual. Su estudio ejercita la mente, fortalece la memoria y aguza el
intelecto más que el estudio de todos los temas abarcados por la filosofía
humana”.42
3.- El principio teleológico de utilidad. En la obra de Elena G. de White, la
cultura no es un fin en sí misma, sino un medio para el logro de un objetivo
humanitario y misionológico. Se lee textualmente: “La cultura en todos los
puntos de la vida práctica hará a nuestros jóvenes útiles después que salgan
de la escuela para ir a países extranjeros”.43
4.- El principio de la integralidad y de la jerarquización. Elena G. de
White es contracultural cada vez que se subordina lo físico y lo moral a lo
intelectual, y no duda en criticar el sistema educativo.
Aunque reconocemos agradecidos las crecientes facilidades
con que contamos, no debemos cerrar los ojos ante los defectos del
actual sistema de educación. En el ávido esfuerzo por alcanzar una
cultura intelectual, se ha descuidado tanto la disciplina física como la
moral. Muchos jóvenes salen de las instituciones de enseñanza con
las costumbres degradadas y las facultades físicas debilitadas, sin
ningún conocimiento de la vida práctica y poca fuerza para cumplir
los deberes de ella.44

En oposición a cualquier concepto cultural prevaleciente, en especial en el


área de la educación, Elena de White destaca el valor del desarrollo físico y de
las habilidades manuales. Su concepto antropológico monista la lleva a
defender una educación integral, aún contra hábitos y costumbres sociales en
boga. Escribe: “La cultura moral, intelectual y física debería combinarse a fin de
producir hombres y mujeres bien desarrollados y equilibrados […] Los hábitos y
las costumbres de la sociedad que sigue la moda no deberían regular su curso
de acción”.45
5.- El criterio de la inclusión de los dos sexos en el acceso a la cultura y
en la preparación para el servicio. Queda claro en el pensamiento de Elena G.
de White el desafío hacia una cultura de excelencia para ambos sexos. Dice:
“Necesitamos jóvenes de uno y otro sexo que por tener alta cultura intelectual
sean idóneos para hacer la mejor obra para el Señor”.46
6.- El principio de la evangelización contextualizada sin claudicación de
los principios del evangelio. Apunta Elena G. de White que la evangelización de
las clases altas no justifica la adopción de estilos culturales incompatibles con
la sencillez del mensaje.
Muchos se figuran que para alcanzar a las clases altas, hay
que adoptar un modo de vivir y un método de trabajo adecuado a los
gustos desdeñosos de ellas. Consideran de suma importancia cierta
apariencia de fortuna, los costosos edificios, trajes y atavíos, el
ambiente imponente, la conformidad con las costumbres mundanas
y la urbanidad artificiosa de las clases altas, así como su cultura
clásica y lenguaje refinado. Esto es un error. El modo mundano de
proceder para alcanzar las clases altas no es el modo de proceder
de Dios. Lo que surtirá efecto en esta tarea es la presentación del
Evangelio de Cristo de un modo consecuente y abnegado.47

7.- El criterio de una cultura cristiana ungida por el Espíritu Santo.


Asegura Elena G. de White que la internalización de una cultura cristiana es
obra del Espíritu Santo. “El Espíritu Santo establecerá la cultura cristiana en
cada corazón”.48

Cultura y educación

En esencia, Elena G. de White usa la expresión cultura como sinónimo


de educación.49 Nada mejor, por tanto, que mirar rápidamente algunas ideas de
la autora sobre el área educativa, en el contexto de la cultura educativa de la
época.

1.- La familia como el ámbito de trasmisión de una cultura de excelencia.


Ese es el mejor ambiente para el desarrollo de la cultura y para el
accionar parental como actor cultural. Elena G de White destaca en especial el
rol de la madre. “La esposa debe tener cultura mental y buenos modales, a fin
de estar capacitada para educar debidamente a los hijos que le sean dados”.50
Ésta es una buena decisión: “Debo dedicar tiempo a la cultura personal, a mi
preparación y a mi educación en los principios rectos”.51 Entonces vienen los
esfuerzos en la trasmisión integral de la cultura. Dice: “Dad a vuestros hijos
cultura intelectual y preparación moral”.52 “Los niños necesitan que se haga en
su favor un esfuerzo más decidido con respecto a la cultura religiosa”. 53
2.- Viene luego la vocación docente y el papel de las instituciones educativas
como agentes de cultura.
Los maestros cristianos son llamados a una búsqueda de altos niveles
culturales y espirituales.
Cuanto más conocimiento verdadero tenga, tanto mejor hará
su obra. El aula de clase no es lugar para hacer una obra superficial.
Ningún maestro que se satisfaga con un conocimiento superficial
alcanzará un alto grado de eficiencia. Pero no basta que el maestro
posea capacidad natural y cultura intelectual. Estas cosas son
indispensables, pero sin una idoneidad espiritual para el trabajo, no
está preparado para dedicarse a él. Debe ver en todo alumno la obra
de Dios, un candidato para honores inmortales. Debe procurar
educar, preparar y disciplinar de tal manera a los jóvenes, que cada
uno de ellos pueda alcanzar la alta norma de excelencia a la cual
Dios los llama.54

Cuando la educación no es integral, con una inclusión clara de la cultura


moral, espiritual y religiosa, la institución se convierte en instrumento del mal.
La autora lo consideraba de esa manera:
[…] una realidad terrible […] el que en tantas escuelas y
colegios adonde se manda a la juventud para recibir cultura y
disciplina intelectual, prevalezcan influencias que deforman el
carácter, distraen el espíritu del objeto verdadero de la vida y
pervierten la moralidad. Mediante el trato con personas sin religión,
amigas de los placeres y depravadas, muchos jóvenes pierden su
sencillez y pureza, su fe en Dios, y el espíritu de abnegación que
padres y madres cristianos fomentaron y conservaron en ellos por
medio de instrucciones cuidadosas y fervorosas oraciones.55

Por esa razón, la autora instó al Colegio de Battle Creek a la búsqueda


de la mayor excelencia cultural y moral. “Dios quiere que el colegio en Battle
Creek llegue a una más elevada norma de cultura intelectual y moral que
cualquier otra institución de su tipo en nuestro país”.56
Hay además un llamado a la excelencia como capacitación para el
servicio en campos e instituciones eclesiales.57
3.- Debe insistirse con el concepto de la integralidad de la cultura y la
orientación de la misma al servicio y a la vida práctica.
No se subestima la cultura intelectual y moral, sino que se apunta a una
educación integral y práctica, volcada al desarrollo de todo el ser y a la
preparación para la vida y para el servicio. Dice Elena de White: “Nuestros hijos
tal vez no ingresen en la universidad, pero pueden obtener una preparación en
aquellos ramos esenciales que apliquen después a un uso práctico y que darán
cultura a la mente y ejercicio a sus facultades”.58
La educación manual merece más atención de la que se le ha
prestado. Se deberían establecer escuelas que, además de la
cultura mental y moral superior, provean las mejores facilidades
posibles para el desarrollo físico y la educación industrial. Se debería
enseñar agricultura, industrias—tantos oficios útiles como sea
posible—, economía doméstica, conocimientos culinarios, costura,
confección de ropa higiénica, tratamientos a enfermos, y otras cosas
parecidas.59
Hay un acento marcado en la cultura del cuerpo. Puede notarse la
insistencia de la autora: “No se debe permitir a los estudiantes que abarquen
tantos estudios que no tengan tiempo para la cultura física”.60 “La cultura física
es una parte esencial de todo buen método de educación”.61 Ese cultivo de la
dimensión física del educando se inicia antes de la edad escolar, en la familia.
“El lugar donde debe empezar la cultura física es el hogar durante la niñez”.62
La propuesta educativa de Elena G. de White integra los aspectos
morales, intelectuales y físicos.63 Dice: “Dad a vuestros hijos cultura intelectual
y preparación moral”.64 Esa idea recurrente de un desarrollo armonioso y
equilibrado es consistente en su concepto educativo. “En el ávido esfuerzo por
alcanzar una cultura intelectual, se ha descuidado tanto la disciplina física
como la moral”.65 “Se necesita algo más que cultura intelectual. La educación
no es completa a menos que el cuerpo, la mente y el corazón se desarrollen
armoniosamente”.66 “La cultura moral, intelectual y física debe combinarse a fin
de tener hombres y mujeres bien desarrollados y equilibrados”.67
4.- Cultura y educación en los escritos de Elena G. de White, un esfuerzo de
síntesis.68
La autora no se conformó a los moldes educacionales de la cultura de su
tiempo. Su propuesta es transformadora, con énfasis en principios, a veces,
contraculturales. Elena G. de White enseñó, por ejemplo, que la verdadera
educación: (1) enseña una religión bíblica, (2) abarca al hombre en todo su ser
y toda su existencia, (3) no olvida la orientación práctica, (4) procura una vida
de utilidad y de servicio, (5) no se limita a las normas seculares, (6) contribuye
a la formación espiritual, (7) es una responsabilidad compartida por los padres,
los maestros y los miembros de la iglesia, (8) debiera direccionarse a las
verdaderas necesidades de los estudiantes, (9) requiere un sistema educativo
propio, (10) prepara misioneros y obreros denominacionales, (11) es de
elevada calidad, (12) debiera iniciarse con materias instrumentales, (13) apunta
al desarrollo laboral, personal y sobre todo del carácter, (14) incluye la oratoria
y el cultivo de la voz, (15) prefiere un entorno rural para los colegios adventistas
con internado, (16) sustituye las diversiones mundanas por el trabajo útil, la
recreación y el ejercicio saludable, (17) brinda entrenamiento laboral y
proporciona un oficio, (18) es dirigida por maestros académicamente sólidos al
mismo tiempo que cristianos prácticos poseedores de espíritu misionero, (19)
dirigida por docentes cristianos, como verdaderos ministros, (20) se
compromete con los principios de salud, (21) utiliza la Biblia como el principal
libro de texto en todos los niveles, (22) es el desarrollo armonioso de todas las
facultades humanas colocadas al servicio de Dios.69 Lo que es especial acerca
de la contribución de Elena de White a la reforma educativa es que la colocó
dentro del concepto de salvación total.70

Cultura y recreación

Los libros de Elena G. de White muestran varios capítulos y secciones


dedicados al tema de la recreación y la diversión, muchas veces presentados
en contextos educativos.71 ¿En qué sentidos estas orientaciones tocan
cuestiones relativas a la cultura de la época?

1.- La recreación propuesta por Elena G. de White tiene una intensión que
supera la mera búsqueda de placer por medio de la diversión.
Véase el contraste conceptual establecido por la autora: “Hay una
diferencia entre recreación y diversión. La recreación, cuando responde a su
nombre, re-creación, tiende a fortalecer y reparar”.72 En este caso se busca el
refrigerio y el fortalecimiento de todas las facultades para las responsabilidades
de la vida.
2.- Contra cualquier tendencia hacia el ascetismo lúdico, Elena G. de White
creía en la utilidad de una gran variedad de actividades recreativas.
A pesar del trasfondo puritano del período victoriano arraigado en la
Nueva Inglaterra, puede notarse su apertura hacia actividades como la
gimnasia, los juegos, los deportes, el ejercicio (en especial al aire libre), la
celebración de días festivos y las excursiones al campo.73
3.- No se trata, sin embargo, de una aceptación indiscriminada de actividades
recreacionales.
La reacción negativa de Elena G. de White hacia ciertas prácticas
deportivas en la última etapa de su vida se levantó con el auge social del
atletismo y la participación de los estudiantes del Colegio de Battle Creek en
competencias con otros colegios de Michigan en los años 1890. Cuando las
competencias atléticas intercolegiales se convirtieron en el centro de atención,
la autora dio su nota de advertencia y precaución.74 Los excesos en los
deportes y las prácticas atléticas, cuando absorben mucho tiempo, apartan de
los deberes académicos, prácticos y religiosos, enseñan contravalores y
exponen a los estudiantes a influencias sociales negativas, se rechazan,
aunque la cultura del momento las recomendara. Ciertos deportes violentos o
juegos por dinero se descartan totalmente. La lista ilustrativa podría ser
extensa: fútbol americano, boxeo, bailes, fiestas de placer, juegos de naipes,
salones de villar, teatro, carreras de caballos, ajedrez, etc.75
Lo importante para Elena G. de White no era la tendencia socio-cultural
prevaleciente, sino los principios rectores para la toma de decisiones en el
campo recreacional (como en otros ámbitos de la vida), principios como: (1) la
temperancia y el cuidado de la salud, (2) la administración del tiempo y de los
recursos, (3) el cuidado de los valores espirituales, morales y religiosos, (4) el
fortalecimiento intelectual y emocional, (5) el impacto de las influencias
sociales, (6) el desarrollos de valores del carácter y (7) la aceptación de los
consejos de la Biblia.76

Cultura y apariencia personal

Varios segmentos y capítulos de los libros de Elena G. de White tratan el


tópico de la vestimenta y el arreglo personal.77 ¿Pueden desprenderse de ellos
algunas reflexiones sobre el papel de la cultura en la vida de los creyentes?
Parece claro que la autora no ignoraba las tendencias culturales relativas al
arreglo personal, sino que las miraba a la luz de ciertos principios que
consideraba más significativos. Se enumeran aquí algunos de esos principios
guiadores en la elección de la vestimenta.

1.- El principio del valor simbólico de la vestimenta como representación del


carácter.
Dice Elena de White: “Se juzga el carácter de una persona por el estilo
de su vestimenta”.78
2.- El criterio de las cualidades positivas que han de buscarse y de las
características negativas que han de evitarse.
Elena G. de White menciona algunas cualidades positivas, entre otras,
para la elección el arreglo personal: pertinencia, pureza, modestia, sencillez,
prolijidad, etc.79 Dice: “En su vestimenta evitan lo superfluo y ostentoso, pero su
ropa es prolija, modesta, no llamativa y es llevada con orden y gusto”. 80 “Cristo
nos enseña cuál es la belleza que el cielo aprecia, la gracia modesta, la
sencillez, la pureza, la corrección […]”.81 Señala entonces algunas
características que deben evitarse: orgullo, amor a la ostentación, descuido,
suciedad, etc.82
3.- El principio de la economía del tiempo y de los recursos que se dedican al
aspecto exterior.
La autora lamenta el empleo excesivo de tiempo y dinero para el arreglo
personal.83 Dice: “El dinero es un depósito que Dios nos ha confiado. No es
nuestro para gastarlo en la complacencia del orgullo o la ambición”. 84
“Practicad la economía en lo que gastáis en ropa”.85 “La abnegación en el vestir
es parte de nuestro deber cristiano. El vestir sencillamente y abstenerse de
ostentar joyas y adornos de toda clase está de acuerdo con nuestra fe”. 86 Al
hablar de economía no se refiere a ropa de mala calidad: “Es correcto comprar
buen material y pagar una buena hechura. Esto es economía”.87
4.- El principio de la independencia de la moda y del equilibrio entre los
extremos.
El ideal propuesto consiste en no ser siervos irrestrictos de la moda, ni
opositores incondicionales. La autora invita a los jóvenes a no dejarse guiar por
“la tendencia a vestir de acuerdo con la moda”.88 “Pero la Palabra de Dios no
sanciona el hacer cambios en el atavío meramente por seguir la moda, con el
fin de conformarse al mundo”.89 Ha de optarse por la independencia y el
equilibrio.
Los cristianos no deberían afanarse por vestir de un modo tan
distinto al del mundo que lleguen a ser objeto de todas las miradas
[…]. En cambio, deberían manifestar una noble independencia y
valor moral para ser rectos, aunque todo el mundo difiera de ellos. Si
el mundo introduce una moda modesta, conveniente y sana, que
está de acuerdo con la Biblia, no cambiará nuestra relación con Dios
o con el mundo el adoptar tal estilo de vestimenta. Los cristianos
deberían seguir a Cristo y conformar su vestuario con la Palabra de
Dios. Deberían evitar los extremos.90

5.- El principio de la conformidad con la Biblia.


Así lo dice Elena G. de White: “Los cristianos deberían seguir a Cristo y
conformar su vestuario con la Palabra de Dios”.91 “Las palabras de la Escritura
acerca de la indumentaria deben ser consideradas cuidadosamente”.92 “Estudie
cada uno las claras enseñanzas de las Escrituras en cuanto a la sencillez y la
sobriedad en el vestido […]”.93 “En todos los asuntos de la indumentaria,
debemos ser estrictamente cuidadosos y seguir muy de cerca las reglas
bíblicas”.94
Los textos más citados por la autora sobre este tema son: 1 Timoteo 2:9,
10 y 1 Pedro 3:3, 4.95 Dice sobre el primero:
La Biblia nos enseña la modestia en el vestir [...] Este pasaje prohíbe
la ostentación en el vestir, los colores chillones, los adornos
profusos. Todo medio destinado a llamar atención hacia la persona
así vestida, o a despertar la admiración, queda excluido de la
modesta indumentaria impuesta por la Palabra de Dios.96

Continúa en el mismo tenor: “El apóstol dio indicaciones muy explícitas


acerca de este punto […]. Aquí el Señor, por su apóstol, habla expresamente
en contra de que se lleve oro”.97 Sobre los dos textos se lee: “Se me indicaron
los siguientes pasajes. Dijo el ángel: ‘Han de instruir al pueblo de Dios’ (1
Timoteo 2:9, 10) […] (1 Pedro 3:3-5) […]”.98
6.- El criterio de la calidad, el buen gusto, la gracia y la belleza natural.
Elena G. de White es clara en este punto. “Pero nuestra indumentaria, si
bien modesta y sencilla, debe ser de buena calidad, de colores decentes y
apropiada para el uso. Deberíamos escogerla por su durabilidad más bien que
para la ostentación. Debe proporcionarnos abrigo y protección adecuada”. 99
“Vístanse nuestras hermanas sencillamente, como muchas lo hacen, que el
vestido sea de material bueno y durable, apropiado para esta edad y que la
cuestión del vestido no llene la mente”.100 “La ropa debe tener la donosura, la
belleza y las cualidades propias de la sencillez natural. Cristo nos ha prevenido
contra el orgullo de la vida, pero no contra su gracia y su belleza natural”.101
7.- El principio de la salud y de la higiene.
Escribió la autora: “Nuestra ropa debe ser limpia. El desaseo en el vestir
es contrario a la salud, y por lo tanto perjudicial para el cuerpo y el espíritu”. 102
“En todo sentido debemos vestir conforme a la higiene”.103 “Sigan las
costumbres en el vestido mientras estén de acuerdo con los principios de
salud”.104 El estilo de vestimenta de moda tenían entonces varias desventajas:
(1) eran largos y pesados, (2) “barrían” el suelo, (3) apretaban la cintura con el
uso del corsé, (4) recargaban las caderas, (5) eran incómodos, impedían
movimientos y eran poco saludables. Acerca de la vestimenta saludable, hay
orientaciones específicas: (1) vestidos holgados que favorezcan la circulación
sanguínea y la respiración, (2) extremidades protegidas del frío y la humedad,
(3) ropa que no comprima el cuerpo, (4) vestidos que no arrastren en el
suelo.105
8.- El principio de la preservación de la identidad sexual.
Elena de White no concordó con la tendencia “unisex”, como la que
exhibía la llamada “reforma de la vestimenta” o “traje norteamericano”.106 “Dios
no quiere que su pueblo adopte el así llamado traje de la reforma”. 107 “Estas
imitan al sexo opuesto tan de cerca como les sea posible”.108
9.- La necesidad de una reforma en la manera de vestir.
La autora es clara en señalarla. “Hermanas mías, se necesita entre
nosotras una reforma en el vestido. Hay varios errores en el estilo actual de
vestir femenino”.109
10.- El principio de la propia conciencia y de la imposibilidad de un estilo
universal.
A Elena G. de White se le revelaron algunos principios, no un modelo
específico de vestimenta. La autora declara taxativamente: “Dios no quiere que
nadie sea conciencia para otros”.110 “Debéis estar convencidos en vuestra
conciencia”.111 “No se me ha dado un estilo preciso como la norma exacta para
guiar a todos en su vestimenta”.112
Se advierte en Elena G. de White una defensa de criterios de elección
que superan ampliamente los de la cultura en boga y se concentran en los
propósitos últimos de la vida humana guiada por el conocimiento de Dios y de
su voluntad revelada.

Conclusión

Elena G. de White no hace planteos teóricos sobre la cultura social como


criterio para las elecciones de los cristianos en los diversos aspectos de su
realidad humana. Más bien plantea la necesidad de la cultura integral de las
facultades personales puestas al servicio de Dios. En la muestra de sus
principios relativos a la educación, la recreación y el arreglo personal puede
verse: (a) su interés por el cultivo de la persona humana en su totalidad, (b) su
llamado a la excelencia personal, familiar y eclesial en la prosecución de su
misión de servicio y salvación, (c) la necesidad de administrar sabiamente los
dones y recursos dados por el Señor, (d) la adopción de una actitud
independiente hacia los reclamos de las tendencias sociales y culturales, (e) la
recomendación de que el único fundamento seguro para la toma de decisiones
se encuentra en la Palabra de Dios.

1 El CD Escritos de Elena G. de White (Ellen G. White Estate, Inc., 2011) contiene 321 registros
de la palabra “cultura” (www.ellenwhite.org). El índice de escritos de Elena G. de White registra
más de 40 referencias al concepto de cultura. Board of Trustees of the Ellen G. White Estate,
Comprehensive Index to the Writings of Ellen G. White (Mountain View, California: Pacific Press
Publishing Association, 1962), 1:744. El índice de artículos da cuenta de cuatro artículos de la
autora sobre la cultura. Ellen G. White Estate, Subject Index to the Ellen G. White Periodical
Articles (Washington, D. C.: Review and Herald Publishing Association, 1977).
2 Desde la antigüedad clásica se utilizó esta metáfora agrícola del cultivo de los campos para

describir la cultivación del alma o la mente. “El término cultura proviene del latín cultus que a su
vez deriva de la voz colere que significa cuidado del campo o del ganado”. “Cultura”, en
Wikipedia, la enciclopedia libre, https://es.wikipedia.org/wiki/Cultura (acceso 24 de agosto de
2016).
3 Véanse, por ejemplo, los siguientes capítulos: “Cultura física”, Elena G. de White, Consejos

sobre la salud (Boise, Idaho: Asociación Publicadora Interamericana, 1989), 186-189; “Cultura
moral e intelectual”, White, Consejos sobre la salud, 253-257; “La cultura mental y espiritual”,
White, La educación (Boise, Idaho: Asociación Publicadora Interamericana, 2009), 111-114;
“Cultura moral e intelectual”, White, Testimonios para la iglesia (Boise, Idaho: Asociación
Publicadora Interamericana, 2007): 4:537-541; y la sección “La cultura física”, White, La
educación, 175-200.
4 “Cultura”, en Wikipedia.
5 La celebrada definición de Edward B. Tylor (1871) afirma que la cultura es: “[...] aquel todo

complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las
costumbres, y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre”. Ibíb.
6 Véase, por ejemplo: Humberto M. Rasi, “El cristiano ante la cultura. ¿Debemos amar u odiar

al mundo?”, Diálogo universitario 7, Nº 2 (1995): 5-8; Pablo M. Claverie, “El hombre y su cultura
a la luz de la revelación”, Revista adventista, enero 2003, 24-27; Carlos A. Steger, “El cristiano
y la cultura”, Revista adventista, septiembre 2007, 2-3. La enciclopedia de Elena G. de White
no tiene una entrada sobre la cultura. Denis Fortin, Jerry Moon, eds., The Ellen G. White
Encyclopedia (Hagerstown, Maryland: Review and Herald Publishing Association, 2013).
7 White, Consejos para los maestros (Mountain View, California: Pacific Press Publishing

Association, 1971), 276. Se habla también de “la cultura de la mente y del espíritu”. White,
Consejos sobre la salud, 178.
8 White, Consejos para los maestros, 104; White, Conducción del niño (Mountain View,

California: Pacific Press Publishing Association, 1964), 466; White, Consejos sobre la obra de
la Escuela Sabática (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1992), 20; White,
Joyas de los testimonios (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2004), 2:383.
9 White, Consejos para la iglesia (Boise, Idaho: Asociación Publicadora Interamericana, 1991),

514.
10 White, Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, 126. Se hace mención también de “la

cultura espiritual personal”. White, Joyas de los testimonios, 2:186. La autora alude a “la cultura
del espíritu”. White, Mensajes para los jóvenes (Boise, Idaho: Asociación Publicadora
Interamericana, 2008), 244.
11 White, Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, 178; White, Joyas de los testimonios,

2:564.
12 White, Consejos para los maestros, 277. Se alude también a la “cultura física, mental y

moral”. White, La educación cristiana (Mountain View, California: Publicaciones


Interamericanas, 1975), 99.
13 Ibíd., 297.
14 Ibíd., 302.
15 White, Carta 5, 1884, citada en: White, Conducción del niño, 70.
16 White, La educación, 213-214.
17 Ibíd., 194.
18 White, Conducción del niño, 343; White, La educación, 194, 195. Un ejemplo de tales

declaraciones: “En toda nuestra obra ministerial, debe dedicarse a la cultura de la voz más
atención de la que se le presta”. White, Obreros evangélicos (Buenos Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana, 1997), 89.
19 White, El camino a Cristo (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association,

1993), 18.
20 White, Obreros evangélicos, 532.
21 White, El colportor evangélico (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1999),

215.
22 White, Consejos para los maestros, 297.
23 Ibíd., 410, 411.
24 White, The Review and Herald, 15 de septiembre de 1891, citado en White, Conducción del

niño, 29.
25 White, The Signs of the Times, 3 de abril de 1901, citado en White, Conducción del niño, 68.

26 White, Consejos para los maestros, 32.

27 White, La educación cristiana, 116; White, Joyas de los testimonios, 2:465.


28 White, El colportor evangélico, 215.
29 Ibíd., 216.
30 Ibíd., 42.
31 White, Consejos sobre la salud 254.
32 White, Joyas de los testimonios, 2:230.
33 White, Consejos sobre la salud 257.
34 White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, California: Pacific Press Publishing

Association, 1955), 214. Un pensamiento muy similar: “Jesús no despreciaba la educación. La


cultura superior de la mente, si está santificada por el amor y el temor de Dios, recibe su
completa aprobación”. White, Mensajes para los jóvenes, 118.
35 White, El Deseado de todas las gentes, 215.
36 Ibíd., 493.
37 White, El conflicto de los siglos (Boise, Idaho: Asociación Publicadora Interamericana, 2007),

499.
38 White, Consejos para los maestros, 83.

39 Ibíd., 124.
40 White, Mensajes para los jóvenes, 118.
41 White, Joyas de los testimonios (Mountain View, California: Pacific Press Publishing

Association, 1971), 1:606.


42 White, Obreros evangélicos, 105.
43 White, Consejos para los maestros, 297.
44 White, La educación cristiana, 379.
45 Ibíd., 36.
46 White, Joyas de los testimonios, 2:465.
47 White, El ministerio de curación (Mountain View, California: Pacific Press Publishing

Association, 1959), 164.


48 White, A fin de conocerle (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association,

2008), 198.
49 White, Manuscrito 9, 1893, citado en Conducción del niño, 172.
50 White, El hogar cristiano (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), 74.
51 Ibíd., 159.
52 Ibíd., 484.
53 White, Joyas de los testimonios, 2:564.
54 White, Consejos para los maestros, 218.
55 White, Conducción del niño, 308.

56 White, Testimonies for the Church (Mountain View, California: Pacific Press Publishing

Association, 1881), 4:425; White, Mente, carácter y personalidad (Boise, Idaho: Asociación
Publicadora Interamericana, 2007), 1:358.
57 White, La educación cristiana, 441.
58 Ibid., 38.
59 White, La educación, 213, 214.
60 White, La educación cristiana, 289.
61 Ibíd., 292.
62 Ibíd.
63 Ibíd., 36.

64 Ibíd., 131.
65 White, La educación cristiana, 379.
66 White, El ministerio de curación, 310.

67 White, Consejos para los maestros, 277.


68 En 1872 se dio el primer paso en el establecimiento de un sistema de instituciones

educativas adventistas. Desde sus comienzos, Elena de White proveyó orientaciones


inspiradas que constituyen una verdadera filosofía de la educación. Más de veinte de sus libros
y numerosos artículos hacen alguna referencia a este importante tema. Muchas cartas fueron
enviadas por la autora a directivos y docentes de las escuelas adventistas. Parte de esta
profusa instrucción se volcó en tres libros dedicados enteramente a la educación cristiana: La
educación, La educación cristiana, y Consejos para los maestros, padres y alumnos acerca de
la educación cristiana. Solo en estos tres volúmenes se encuentran más de mil trescientas
páginas saturadas de consejos oportunos y perdurables. Es evidente que promovió una
verdadera transformación en los conceptos educativos tradicionales. Ver: Daniel Oscar Plenc,
“La educación cristiana”, Revista adventista, septiembre 2007, 12.
69 Un desarrollo más amplio de estos temas puede encontrarse en la obra de E. M.

Cadwallader, Filosofía básica de la educación adventista, trad. Silvia S. de Roscher, 3 vols.


(Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina: Centro de Investigación White, 1993).
70 George R. Knight, Myths in Adventism (Washington DC: Review and Herald Publishing

Association, 1985), 34-36.


71 Ejemplos de secciones dedicadas al tema de la recreación y la diversión: “La recreación”,

White, La educación, 187-192; “La recreación”, White, Consejos para los maestros, 302-339
[Véase también White, La educación cristiana, capítulos 48-53 y White, Testimonies for the
Church, 4:648-653]; “La recreación”, White, Consejos para la iglesia, 285-295; “Recreación y
solaz”, White, El hogar cristiano, 447-482; “La recreación y la diversión”, White, Mensajes para
los jóvenes, 257-284; “La recreación entre los cristianos”, White, Testimonios para la iglesia
(Boise, Idaho: Asociación Publicadora Interamericana, 2003): 1:450-455; “La recreación
cristiana”, White, Testimonios para la iglesia (Boise, Idaho: Asociación Publicadora
Interamericana, 1996): 2:518-525 [White, Joyas de los testimonios, 1:279-281]). Véase:
“Recreation and Amusements”, Seventh-Day Adventist Encyclopedia, ed. Don F. Neuffer
(Washington, D.C.: Review and Herald, 1976), 1185-1189.
72 White, La educación, 187.
73 Ibíd., 189, 194, 249; White, Consejos para los maestros, 81, 317, 318, 327, 330-332,
74 Véase: Benjamin McArthur, “Games and Sports”, The Ellen G. White Encyclopedia, 831-834.
75 White, La educación, 189, 190; White, Consejos sobre la salud, 186; White, Consejos para

los maestros, 309-312, 316-318, 322, 323, 327, 330, 335; White, El hogar cristiano, 468, 469;
White, Consejos para la iglesia, 293; White, Mensajes para los jóvenes, 279-281.
76 White, Consejos para los maestros, 306, 317, 318, 321, 326, 337, 338; White, Consejos para

la iglesia, 288, 293; White, El hogar cristiano, 447, 454, 456, 459, 466; White, Mensajes para
los jóvenes, 258; White, Consejos para la iglesia, 290; White, Consejos sobre la salud, 186-
189, 632.
77 Secciones: “La vestimenta y los adornos”, White, Mensajes para los jóvenes, 244-255; “El
atavío adecuado”, White, Conducción del niño, 387-410. Capítulos: “La sencillez en el vestir”,
White, Joyas de los testimonios, 1:592-601 (“La sencillez en el vestir”, White, Testimonios para
la iglesia, 4:621-640); “La reforma en la manera de vestir”, White, Testimonios para la iglesia,
1:402-410; “La reforma en el vestir”, White, Testimonios para la iglesia, 1:455-459; “Los
modales y la vestimenta de los ministros”, White, Testimonios para la iglesia, 2:539-547.
78 White, La educación, 248. Un concepto similar: “La apariencia exterior es frecuentemente un

índice de lo que es la mente […]”. White, Mensajes para los jóvenes, 245. Ver también: White,
The Review and Herald, 30 de enero de 1900, citado en White, Conducción del niño, 387;
White, The Review and Herald, 17 de noviembre de 1904, citado en White, Mensajes para los
jóvenes, 250; White, Conducción del niño, 388.
79 White, Mensajes para los jóvenes, 245, 247, 249, 250; White, La educación, 248.
80 White, Mensajes para los jóvenes, 247. Otra similar: “Nuestra apariencia en todo respecto

debe caracterizarse por la prolijidad, la modestia y la pureza”. Ibíd., 253.


81 White, El ministerio de curación, 221.
82 White, Mensajes para los jóvenes, 245, 246, 247, 250.
83 Ibíd., 244, 251, 252.
84 Ibíd., 248.
85 White, Manuscrito 24, 1904, citado en White, Conducción del niño, 395.
86 White, Joyas de los testimonios, 1:350, 351.
87 White, Conducción del niño, 394.
88 White, Mensajes para los jóvenes, 246.
89 Ibíd., 253.
90 White, The Review and Herald, 30 de enero de 1900, citado en White, Mensajes para los

jóvenes, 247. Ver también: White, Conducción del niño, 388.


91 White, The Review and Herald, 30 de enero de 1900, citado en White, Mensajes para los

jóvenes, 247.
92 White, Joyas de los testimonios, 2:393, 394.
93 White, Conducción del niño, 403,
94 White, Joyas de los testimonios, 2:202. Ver: White, Conducción del niño, 405.
95 White, Mensajes para los jóvenes, 244, 247-251; White, Joyas de los testimonios, 1:598.
96 White, Mensajes para los jóvenes, 248.
97 White, Joyas de los testimonios, 1:593.
98 White, Conducción del niño, 390.
99 White, Mensajes para los jóvenes, 248.
100 White, Manuscrito 167, 1897, citado en White, Conducción del niño, 388. Ver también:

White, The Review and Herald, 23 de enero de 1900, citado en White, Conducción del niño,
389; White, Health Reformer, citado en White, Conducción del niño, 394.
101 White, Consejos para los maestros, 287, 288.
102 White, Mensajes para los jóvenes, 248.
103 Ibíd., 249.
104 White, Manuscrito 167, 1897, citado en White, Conducción del niño, 388.
105 White, Christian Temperance and Bible Hygiene, 89, 90, citado en White: Conducción del

niño, 400, 401; White, El ministerio de curación, 296.


106 White: Conducción del niño, 401. Véase: Dores Eugene Robinson, The Story of Our Health

Message: The Origen, Character, and Development of Health Education in the Seventh-day
Adventist Church (Nashville, Tenn.: Southern Publishing Association, 1943).
107 White, Testimonios para la iglesia, 1:402.
108 White, Mensajes selectos (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association,

1967), 2:542.
109 Introducción al sexto y último artículo acerca de “Diseases and Its Causes” [Las

enfermedades y sus causas], en la serie titulada Health, or, How to Live (Battle Creek, Mich.:
Steam Press, 1865).
110 White: Conducción del niño, 403.
111 White, The Review and Herald, 10 de mayo de 1892, citado en White: Conducción del niño,

404.
112 White, Carta 19, 1897, citada en White: Conducción del niño, 393.

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