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Tabaré y el discurso fundacional

Abstract:

En el siguiente ensayo emprenderemos la tarea de analizar desde un punto de vista


principalmente literario y filosófico el poema épico/lírico “Tabaré” de Juan Zorrilla de
San Martin, y cómo este se transforma en un pilar base de la construcción de la
identidad nacional. Para ello nos centraremos principalmente en el conflicto de
“civilización contra barbarie” y el peso que este tenía en los discursos fundacionales.

Juan Zorrilla de San Martin publica este clásico inmortal de la literatura en 1888 bajo la
editorial Barreiro y Ramos. Es una obra que llega en un contexto social sumamente
adecuado.

Más de uno podría objetar que el Romanticismo iba perdiendo terreno en América
latina y que fue un error recurrir a este estilo, ya que esta se encontraba en los
primeros pasos de un proceso de migración estilística al recientemente inaugurado
Modernismo, con un Rubén Darío que nos entregaría su obra maestra “Azul” también
publicada en 1888, considerada la primera obra de esta nueva corriente altamente
influenciada por la poesía francesa y que marcaría una nueva generación literaria.

Sin embargo, esto no genera conflictos en la recepción de la obra, ya que podría


decirse que Zorrilla se encuentra en el ocaso del sol romántico, pero que este no ha
tocado aun el horizonte. También podemos atribuir parte de su éxito al hecho de que
la costa atlántica de América del sur destacaba principalmente por su producción de
obras románticas.

Sin embargo, como mencionamos previamente, el valor de esta joya de la literatura


Uruguaya reside más allá de sus bellísimo recursos literarios, puesto que estos
interpretarán el rol de ornamenta o marco para la pieza central, que sería su papel
crucial en la formación de la identidad nacional y nuestro discurso fundacional.

Se convertirá en la epopeya nacional del Uruguay, y tomará un sendero similar al de


otras obras de la Iberoamérica de fines del siglo XIX como “Facundo” de Sarmiento,
pero con un ligeras discrepancias.

En palabras de Emilio Carilla:

”… En el este (La Cautiva, Martín Fierro) el indio resalta como enemigo del blanco.
Debemos esperar un tiempo hasta que surja una obra como Tabaré, de Zorrilla de San
Martín. Sin olvidar que el canto del poeta uruguayo es, esencialmente, el canto a una
raza indígena prácticamente extinguida....”.
La nación estaba dando los primeros pasos de su consolidación, pero cargando en sus
hombros el irónico peso del vacío identitario, entre nuestro pasado colonial y el
mestizaje, es difícil encontrar un sentido de pertenencia o una herencia directa. El
autor tiene algo claro: la sensibilidad es prioritaria y perteneciente únicamente a los
seres civilizados.

Eduardo Piazza aborda esta problemática del problema fundacional en su artículo “La
nación épica de Zorrilla de San Martin” (2016, Encuentros Uruguayos), en este plantea
que es una costumbre europea remontarse a un mito ya extendido, volviendo a
tiempos pasados y caballerescos (en los que aún no existía el estado) afianzando de
esta manera el sentimiento nacionalista y de pertenencia a algo trascendental con
orígenes épicos que se convertirá en orgullosa herencia de un pueblo.

Pero la América de herencia hispana no dispone de tal pasado remoto y romanatizable


con raíces en la religión que permitan legitimar la monarquía o al estado de manera
divina acorde a la visión Renán, por lo cual es necesario incluir el factor civilizado como
algo que se nos otorga desde afuera ya que no había manera de encontrarlo
naturalmente.

Aquí la teoría de la triangulación del deseo de René Girard entra en juego, ya que se
vuelve evidente que el autor pretende una sociedad católica e ilustrada, idealizada
bajo el canon español.

Es interesante como podemos también observar diversas triangulaciones, ya sea


dentro de la historia como fuera de ella y en la función que cumple (la más importante
a destacar es la diagramada, podría decirse que fue la fuerza principal que dio vida a la
epopeya).
Si pasaramos a un plano psicoanalítico, podríamos considerar la posibilidad de que
Zorrilla de San Martin se proyecte en su personaje principal, ya que el autor parece
transcribir en cierto modo la ausencia del factor materno en su infancia, otorgándole
un destino parecido al indigena, pero idealizando a las mujeres representadas en el
proceso, destilando toques edípicos.

La historia es ambientada durante el siglo XVI, época más ferviente de la conquista


española, destacan en nuestras tierras los enfrentamientos entre colonos y Charrúas.

Para dar la sensación de realismo y veracidad histórica, aparecen en el poema


alusiones históricas concretas, por ejemplo, al adelantado Juan Ortiz de Zarate. Pero
por otra parte, un detalle para nada menor es la omisión rotunda de mención alguna
con respecto a las causas de la desaparición de esta estirpe nativa, simplemente se
plantea como es que esta y su salvajismo se desvanecen bajo el nuevo amanecer de la
cultura e ilustración.

No estamos errados si afirmamos que un grosor importante de la población Charrúa


pereció frente a los españoles, pero no fueron quienes dieron fin al pueblo nómade, ya
que estos fueron participantes activos de las batallas que se librarían durante la época
libertadora. Estos factores disminuyeron considerablemente la población indígena.
Pero el golpe final del verdugo que borraría el escaso remanente del pueblo charrúa
aconteció en Salsipuedes 50 años antes de la publicación de la obra, lo cual despierta
sospechas con respecto a si es o no una apología al presunto genocidio del pueblo
Charrúa, que no lograba encontraba acomodo en esta nueva organización social con
distribuciones de tierras y caudillismo y generaba una gran inestabilidad con respecto
a los avances que se pretendían implementar en el plano cultural (en este punto me
remito únicamente a mi opinión).

Pasemos a identificar brevemente los personajes de Tabaré en profundidad:


estamos frente al hijo de una violación perpetrada a una mujer española llamada
Magdalena, superviviente de su grupo de exploradores que fue masacrado por la tribu
Charrúa bajo el mando del cacique Caracé, un ser salvaje, repugnante y despiadado.

Tabaré es un héroe romántico debido a que cumple con todas las características de
este: Es sentimental y solitario, actúa motivado por el amor a una mujer (ya sea su
madre o Luz quien le recuerda a ella), vive atrapado en el limbo de dos mundos a los
que no puede pertenecer completamente y se encuentra con un final trágico que no
merece.

Este origen genera algo diferente en Tabaré con respecto a los demás indígenas, el
autor nos quiere hacer ver que los salvajes son incapaces de sentir emociones
trascendentes y puras, lo único que conocen es la euforia al concretar placeres
carnales.

En términos hegelianos y ante la evidencia previamente establecida en su herencia de


raíces opuestas, me atrevería a decir que Tabaré es una síntesis de estos dos mundos
opuestos (el civilizado y el salvaje) que no llega a concretarse de forma satisfactoria
por el final digno de tragedia griega que enfrenta nuestro héroe, y que nos deja con un
sabor agridulce frente a la redención no legitimada de su carácter piadoso.

La obra constantemente juega con el paisaje y la naturaleza como un protagonista


principal casi a la par de Tabaré, casi que un protagonista principal, pues se establece
una íntima relación entre el mundo interior del indígena y la naturaleza virgen que lo
rodea y lo ha acunado desde la infancia.

Zorrilla de San Martín ha destacado la importancia del paisaje en su Autocrítica a


Tabaré:

"Esos personajes, que no son de carne y hueso, figuran en el poema... Todos esos
personajes lo son del drama; lo son tanto o más que don Gonzalo y que Blanca, y tanto
como el mismo Tabaré, su interlocutor".

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