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El fotógrafo mexicano Felipe Oliveros cuenta historias que surgen de un imaginario

que se origina en la región de los Tuxtlas, un lugar exuberante y lleno de misticismo.


La fotografía le permite explorar sus raíces, su identidad; esto lo ha llevado por los
caminos de la música tradicional y los mitos que la comunidad recrea en torno a
ella; y hoy, comparte con Revista Nomade su trabajo documental La Danza de los
Líceres.

El jaguar es importante a lo largo y ancho de todas las culturas


mesoamericanas. Forma parte de la cosmogonía y la cosmovisión de estos pueblos.
El felino más grande de América es conocido como corazón del monte, señor de la
lluvia, también es relacionado con el inframundo y la fertilidad de la tierra. Símbolo
de poder.

Los ritos alrededor del jaguar, en cualquiera de las culturas mesoamericanas,


representan el imaginario simbólico de este felino. Cada pueblo representa a su
manera las ideas o creencias fundamentales, el concepto y la representación de
fuerzas que están más allá del control del hombre. Siempre nos ha encantado
pensar que hay fuerzas más poderosas que nosotros.

Aún en tiempos "modernos", el jaguar evoca intensas emociones humanas.


Aquí en el sur de Veracruz, en Santiago Tuxtla, tenemos la fortuna de contar con
una tradición o representación del jaguar que se ha mantenido vigente, a pesar del
cambio generacional y del inevitable paso del tiempo. Se trata de "La danza del
lícer" o "los líceres".

Esta danza quizá en algún momento formó parte de algún tipo de ritual
olmeca, para venerar al jaguar, para pedir las lluvias, que servirían para cosechar el
maíz, sustento de nuestra gente. Los saberes y el simbolismo prehispánico se
fueron diluyendo con el paso del tiempo, con la evolución cultural y la llegada de los
españoles. Y es que es muy obvio, pues esta tradición tiene sincretismos, los líceres
salen a danzar a las calles durante el 13 de junio, día de San Antonio; también el 24
de junio, día de San Juan y concluye el 29 día de San Pedro y San Pablo.

De rito prehispánico a sentido lúdico


El traje de lícer se compone de dos piezas; es una especie de mameluco y
una capucha que cubre la cara, y que en los extremos lleva dos puntas, simulando
las orejas del jaguar. Los líceres pueden vestirse de muchos colores, últimamente
muchos optan por ir a comprar telas de estampado felino. En su mano llevan una
soga, que algunos dicen que podría ser para simular la cola del jaguar, pues a
veces la colocan en la espalda.

Ahora los líceres salen a las calles a jugar con la gente, principalmente con
los niños. Los cargan y los giran. Durante los días de danza, el pueblo se vuelve
alegre, sin importar el contexto social tan difícil en el que vivimos ahora. Al menos
durante algunas horas.

Esta es una tradición bastante arraigada entre la población de Santiago


Tuxtla, todos tenemos recuerdos de ella. Todos alguna vez fuimos atrapados por los
líceres, todos alguna vez nos hemos puesto el traje para salir a danzar. A todos
nuestra abuela nos ha cocido un traje, todos esperamos que caiga la primera lluvia
de junio para decir: "Ahora sí, ya huele a Lícer".

Es importante esta tradición entre la población de Santiago Tuxtla pues logra


vincular de alguna forma a los habitantes. Los hermana, y también es común ver a
familias unidas. El papá, llevando a su hijo a su primer recorrido de lícer. Y no solo
eso, durante muchos años, los hombres eran los únicos que portaban el traje.
Ahora, esta tradición es inclusiva, y la mujer también juega un papel en la danza.

Es muy importante transmitirle a las nuevas generaciones este sentido de


identidad, hablar sobre el origen, el por qué de nuestras tradiciones. Es la mejor
herencia, vale más que el dinero.

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