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Este trabajo aborda las relaciones entre los conceptos de apoyo social tomando el marco
de la Teoría del Apego y los nuevos desarrollos de la misma que la ligan estrechamente a
las funciones de regulación emocional. Si bien durante toda la vida los seres humanos
necesitamos de otros para la supervivencia y para gozar de un “buen vivir” (Seligman,
1998), abordaremos estos temas aplicándolos específicamente a la etapa vital da la vejez.
Se entiende al Apoyo Social como ayuda emocional y/o instrumental que se deriva de la
trama social (Arias, s.f.). En el caso de los adultos mayores, el apoyo social es un tema de
gran importancia, no sólo en su carácter informal, sino también en su faz formal o
institucionalizada, como es el caso de los servicios públicos de seguridad social, salud y el
otorgamiento de subsidios a partir de políticas públicas específicas. Esto se debe a que
las características propias de esta etapa vital traen aparejadas mayores necesidades de
atención específica (Acrich, 2009). En cuanto al apoyo social informal, este consiste en
vínculos familiares y no familiares que constituyen redes personales, así como también
comunitarias. Se considera a la red de apoyo social como un elemento del apoyo social
informal. Consiste en un número restringido de relaciones, tanto familiares como extra
familiares, que brindan apoyo al individuo en situaciones problemáticas o críticas,
posibilitando enfrentarlas de manera creativa y eficaz (Arias, s.f.). Muchas investigaciones
señalan que el apoyo social es una de las mayores fuentes de bienestar psicológico para
los seres humanos (Casullo, Brenlla, Castro Solano, Cruz, Gonzalez, Maganto, Martín,
Martinez, P.; Montoya, y Morote, 2002 y Aspinwall, y Staudinger, 2007)
Carlos Sluzky propone un modelo de red social personal como interfase entre el entorno
familiar y social. El autor considera que este tipo de interacción posibilita la experiencia de
coherencia identitaria, a través del tiempo y el espacio; y funciona también como fuente
de significados que dan sentido y organizan nuestra experiencia. De esta manera, resalta
aspectos sociales de la identidad de los individuos (Acrich, 2009). Como desarrollaremos
más adelante, esto coincide con lo propuesto por la Teoría del Apego y el Interaccionismo
Simbólico, que postula que es partir del cuidado de otro considerado más apto y más
sabio que se construyen los procesos de metalización de sí mismo y los otros/el mundo
(Berger y Luckmann, 1979, Bowlby, 1997; Mikulincer & Shaver, 2009).
Las funciones globales de la red social y de cada vínculo en particular que señala Slusky
son la de compañía social, apoyo emocional, guía cognitiva y consejo, regulación y control
social, ayuda material y de servicios y acceso a nuevos servicios. La primera refiere a las
personas con las que se comparten actividades placenteras-expresivas y rutinas de la
vida cotidiana. La segunda hace referencia a las relaciones en la que predomina el
contacto emocional íntimo y empático, la confianza en la compresión y valorización de lo
que se comparta. En cuanto a la función de guía cognitiva, se refiere a las personas que
funcionan como modelos que orientan el comportamiento y la toma de decisiones. En lo
referido a la regulación social, el autor afirma que las relaciones sirven como recordatorio
de la norma social, validando o no las acciones como legítimas dentro del contexto a
través de la interacción. La función de de ayuda material y de servicios incluye tanto los
medios para satisfacer las necesidades cotidianas como las extraordinarias, por ejemplo,
las que surgen ante una enfermedad u accidente. La última función, la de acceso a
nuevos contactos, consiste en que cada relación es un posible nexo con otras personas
que al momento no forman parte de la red (Acrich, 2009).
El autor aclara que varias funciones pueden ser satisfechas por una persona y que la
adjudicación del rol de proveedor de cada función se produce al evaluar como exitoso el
desempeño de la persona en el mismo, estabilizándose con los sucesivos eventos. Esto
le da un carácter dinámico a la red, ya que pueden variar tanto las personas que la
componen pueden variar como las funciones que estás cumplen (Op Cit).
Estas provisiones coinciden ampliamente con las funciones de los vínculos de apego
propuestas por Bowlby (1997), Mikulincer y Shaver (2009), que desarrollaremos en
párrafos posteriores.
Existe un modelo que aplica el marco de la teoría del apego al estudio del apoyo social,
es modelo del Convoy, propuesto por Antonucci y Kahn (Antonucci, Birditt, y Akiyama,
2009, Gewirtz y Kurtines, 1991). Los autores proponen la metáfora de las relaciones
sociales como un convoy para resaltar su carácter dinámico en relación con el desarrollo
vital del individuo y los cambios de su medio ambiente social. La función del convoy
consiste es la de proveer ayuda y seguridad en momentos de crisis y otros momentos
significativos a lo largo de la vida, teniendo la particularidad de no aplicarse la regla de
reciprocidad de los intercambios sociales de manera inmediata, sino que funcionan a
manera de “inversión a largo plazo”. La unidad básica del convoy es la relación diádica,
ya que las relaciones de apego se establecen entre dos personas específicas, no es
intercambiable, sino que es producto de una historia vincular específica a los sujetos.
Figura 1
Este modelo sirve para definir empíricamente a las relaciones íntimas, prescindiendo de
definirlas a partir de grados de parentesco, ya que se ha hallado que estas no constituyen
necesariamente vínculos de apego, que brinden de seguridad emocional y apoyo. Muchas
veces amigos íntimos pueden cumplir estas funciones, incluso investigaciones señalan
que en situaciones de una relación marital pobre e insatisfactoria, las relaciones de
amistad con alto grado de intimidad proveen del bienestar psicológico y apoyo que en
otras situaciones suministra la relación de pareja (Antonucci, Birditt, y Akiyama, 2009)
Desde esta teoría se considera que se puede pedir apoyo de tres tipos diferentes: A) la
figura de apego puede calmar y consolar ante el malestar por su presencia física o
simbólica (fotografías, recuerdos). B) El apoyo también puede requerirse ante situaciones
en las que se necesita apoyo instrumental para superar la amenaza a la integridad física o
psicológica y c) el apoyo puede consistir en funcionar a manera de una base segura que
permita la exploración del ambiente, la búsqueda y logro de metas personales de forma
eficaz, lo que es considerado una gran fuente de crecimiento personal y autoexpansión.
Siguiendo los aportes de Bowlby (1997), los autores (Mikulincer & Shaver, 2009) afirman
que los seres humanos nacemos también con otro sistema conductual innato llamado
“sistema de cuidado”, que activa emociones como la compasión y hablidades como la
empatía ante situaciones en que percibimos a los otros en una situación de vulnerabilidad
o necesidad. Es decir, que los seres humanos poseemos la capacidad innata de brindar
protección y apoyo a otros, intentando aliviar su sufrimiento, protegerlos del peligro y
promover su crecimiento y desarrollo. De la misma manera que el sistema de apego se
activa ante situaciones que constituyen promueven el crecimiento, el sistema de cuidado
se activa cuando observamos que el otro tiene alguna dificultad que no puede enfrentar
por sí mismo o una oportunidad para la exploración o el aprendizaje y necesita de ayuda
para poder hacer uso de esa posibilidad.
La teoría del apego también identifica los principales elementos de la provisión efectiva de
apoyo, también conocida como disponibilidad de la figura de apego. Según Mikulincer y
Shaver (Op Cit), el apoyo se sustenta sobre la capacidad empática con las otras
personas, lo que permite comprender sus perspectiva y así poder encontrar la manera de
ayudarlos, reducir su sufrimiento o promover su crecimiento. Los teóricos del apego han
desarrollado sobre el concepto de empatía otras actitudes que le dan sustento: la
sensibilidad y el interés. La sensibilidad incluye la sincronización y la correcta
interpretación de las señales de malestar, preocupación o necesidad, para poder
comportarse de manera coordinada con estas conductas de búsqueda de apoyo. El
interés consiste en tener intenciones generosas, validar las necesidades y sentimientos
de la persona y el respeto por sus creencias, actitudes y valores, y ayudar al otro a
sentirse amado, comprendido y cuidado. La falta de estas dos actitudes propias del apoyo
de buena calidad o eficaz produce que quién lo requirió se sienta incomprendido, no
respetado y sienta que es una carga para sus allegados, lo que deteriora la calidad del
vínculo de apego.
Cuando una persona atraviesa experiencias repetidas de apoyo se crean y refuerzan las
redes de creencias positivas que contribuyen en gran manera a mantener la estabilidad
emocional. Estas creencias pueden agruparse en tres núcleos: el primero, las creencias
que hacen referencia a la evaluación de los problemas de la vida como manejables, lo
que permite tener una perspectiva optimista sobre los cambios y desafíos. Un segundo
nudo de creencias, sobre los preconceptos sobre la personalidad e intenciones de los
otros, que al obtener apoyo de manera eficaz y consistente se nutren los significados
acerca de la bondad y buenas intenciones del resto, reduciéndose el miedo al rechazo, la
crítica o el abuso (también denominado Modelo Positivo del Otro). Por último, c) refiere a
la autoeficacia y el autoestima, las personas que han experimentado vínculos de apego
seguro, y por lo tanto, apoyo social eficaz, se sienten valiosas, amadas y especiales,
como resultado de haber sido considerado de esta manera por sus cuidadores y pares
con los que forman relaciones de apego (Modelo Positivo de sí mismo). También logran
mantener relaciones más íntimas, de confianza, se comportan de manera prosocial más
frecuentemente y están más satisfechos en sus relaciones.
Siguiendo los aportes de Sroufe (2000), otra definición válida para el apego es
considerarlo como el mecanismo que permite la regulación diádica de las emociones.
Este investigador de psicología evolutiva, especializado en infancia, afirma con amplia
base empírica que las característicias de los distintos estilos de apego limitan las
posibilidades de regulación de las emociones de los sujetos, así como también que
calidad de emociones que estos experimentan predominantemente.
Consideramos que es un aporte interesante el detallar los procesos por los cuales
podemos adquirir, a partir del contacto con el otro, la capacidad de autorregular nuestras
emociones, sin perder la posibilidad de recurrir a los otros en momentos de necesidad.
(Mikulincer, Shaver y Pereg, 2003).
Según Rimé (2007) los eventos emocionales que desafían los significados y creencias
que tenemos sobre el mundo son los que traen como consecuencia la necesidad de
regular nuestra emociones, porque desestabilizan temporalmente las creencias sobre sí
mismo y el mundo.La regulación emocional puede definirse como el “proceso de iniciar,
mantener, modular o cambiar la ocurrencia, intensidad o duración de los estados afectivos
internos y los procesos fisiológicos, a menudo con el objetivo de alcanzar una meta"
(Thompson, 1994; p. 106).
En sus investigaciones el autor ha hallado que tanto las emociones positivas como la
negativas son compartidas socialmente por los sujetos, y que mientras la socialización de
emociones positivas trae aparejado mayores niveles de afecto positivo, bienestar
psicológico y la profundización de los vínculos; el compartir las emociones negativas no
contribuye disminuir la intensidad de la emoción experimentada o a la recuperación de la
misma y sin embargo se emprende con tanta frecuencia como la socialización de afectos
positivos (Rimé, 2007). Paradójicamente, los sujetos que participaron de las situaciones
de experimentación propuestas por el investigador informan que la experiencia fue
beneficiosa para ellos a global, cognitiva e interpersonalmente y que ayudó a aliviar sus
emociones, incluso produjo más beneficios que los predecibles por las creencias previas
de los sujetos. Esta información contradictoria motivó al estudio más profundo de estos
fenómenos.
Es sus investigaciones Rimé halló que las emociones elicitan el intercambio social no
para recuperarse del impacto que causan las emociones negativas, sino porque
indirectamente estas producen el incremento necesidades del orden del apoyo social,
cumpliendo las dinámicas interpersonales el rol instrumental de amortiguar el impacto
desestabilizador de las emociones negativas. Este planteo coincide con el propuesto por
Antonucci y Kahn (Antonucci, Birditt, y Akiyama, 2009). Este constituye la consecuencia
de la desconfirmación de expectativas y esquemas, que resulta en la vivencia de
ansiedad, inseguridad, extrañamiento y alienación. Es decir que el apoyo social no sirve
en sí como mecanismo de regulación emocional, ya que no repercute en la recuperación
del impacto emocional, pero sí sirve a los fines de satisfacer las necesidades colaterales
de la desestabilización del sí mismo de manera situacional, ya que la recuperación de la
coherencia y de la seguridad facilita luego una eficaz regulación emocional y de la
incorporación de nuevos significados.
En el desarrollo de este escrito hemos trazado una serie de relaciones tomando como
eje al apoyo social, constructo que aborda el estudio de las necesidades y provisiones
que se dan en el seno de los vínculos humanos. La Teoría del Apoyo Social
profundiza en las características estructurales de las redes de vínculos en las que los
seres humanos nos vemos inmersos en nuestra vida. La Teoría del Apego estudia la
misma temática, pero desde la perspectiva de los mecanismos psicológicos que
permiten la creación de vínculos que satisfagan las necesidades básicas de
contención y apoyo que posibilitan la supervivencia y el desarrollo psíquico saludable,
así como también su contraparte, la capacidad de nutrir a otros. La regulación
emocional, un campo emergente de investigación básica de nuestra disciplina, está
desarrollando nuevos conceptos para dar explicación a los fenómenos como la
tendencia a compartir y a buscar el apoyo de los otros ante situaciones de crisis, así
como a comprender las vicisitudes de este fenómeno en la vejez.
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