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Dispositivos Clínicos para la Mediana Edad y la Vejez

ADUM – Mar del Plata 2009

Apoyo social: Relaciones con los conceptos de apego y la regulación emocional

María Florencia Giuliani

Este trabajo aborda las relaciones entre los conceptos de apoyo social tomando el marco
de la Teoría del Apego y los nuevos desarrollos de la misma que la ligan estrechamente a
las funciones de regulación emocional. Si bien durante toda la vida los seres humanos
necesitamos de otros para la supervivencia y para gozar de un “buen vivir” (Seligman,
1998), abordaremos estos temas aplicándolos específicamente a la etapa vital da la vejez.

Se entiende al Apoyo Social como ayuda emocional y/o instrumental que se deriva de la
trama social (Arias, s.f.). En el caso de los adultos mayores, el apoyo social es un tema de
gran importancia, no sólo en su carácter informal, sino también en su faz formal o
institucionalizada, como es el caso de los servicios públicos de seguridad social, salud y el
otorgamiento de subsidios a partir de políticas públicas específicas. Esto se debe a que
las características propias de esta etapa vital traen aparejadas mayores necesidades de
atención específica (Acrich, 2009). En cuanto al apoyo social informal, este consiste en
vínculos familiares y no familiares que constituyen redes personales, así como también
comunitarias. Se considera a la red de apoyo social como un elemento del apoyo social
informal. Consiste en un número restringido de relaciones, tanto familiares como extra
familiares, que brindan apoyo al individuo en situaciones problemáticas o críticas,
posibilitando enfrentarlas de manera creativa y eficaz (Arias, s.f.). Muchas investigaciones
señalan que el apoyo social es una de las mayores fuentes de bienestar psicológico para
los seres humanos (Casullo, Brenlla, Castro Solano, Cruz, Gonzalez, Maganto, Martín,
Martinez, P.; Montoya, y Morote, 2002 y Aspinwall, y Staudinger, 2007)

Carlos Sluzky propone un modelo de red social personal como interfase entre el entorno
familiar y social. El autor considera que este tipo de interacción posibilita la experiencia de
coherencia identitaria, a través del tiempo y el espacio; y funciona también como fuente
de significados que dan sentido y organizan nuestra experiencia. De esta manera, resalta
aspectos sociales de la identidad de los individuos (Acrich, 2009). Como desarrollaremos
más adelante, esto coincide con lo propuesto por la Teoría del Apego y el Interaccionismo
Simbólico, que postula que es partir del cuidado de otro considerado más apto y más
sabio que se construyen los procesos de metalización de sí mismo y los otros/el mundo
(Berger y Luckmann, 1979, Bowlby, 1997; Mikulincer & Shaver, 2009).

Las funciones globales de la red social y de cada vínculo en particular que señala Slusky
son la de compañía social, apoyo emocional, guía cognitiva y consejo, regulación y control
social, ayuda material y de servicios y acceso a nuevos servicios. La primera refiere a las
personas con las que se comparten actividades placenteras-expresivas y rutinas de la
vida cotidiana. La segunda hace referencia a las relaciones en la que predomina el
contacto emocional íntimo y empático, la confianza en la compresión y valorización de lo
que se comparta. En cuanto a la función de guía cognitiva, se refiere a las personas que
funcionan como modelos que orientan el comportamiento y la toma de decisiones. En lo
referido a la regulación social, el autor afirma que las relaciones sirven como recordatorio
de la norma social, validando o no las acciones como legítimas dentro del contexto a
través de la interacción. La función de de ayuda material y de servicios incluye tanto los
medios para satisfacer las necesidades cotidianas como las extraordinarias, por ejemplo,
las que surgen ante una enfermedad u accidente. La última función, la de acceso a
nuevos contactos, consiste en que cada relación es un posible nexo con otras personas
que al momento no forman parte de la red (Acrich, 2009).

El autor aclara que varias funciones pueden ser satisfechas por una persona y que la
adjudicación del rol de proveedor de cada función se produce al evaluar como exitoso el
desempeño de la persona en el mismo, estabilizándose con los sucesivos eventos. Esto
le da un carácter dinámico a la red, ya que pueden variar tanto las personas que la
componen pueden variar como las funciones que estás cumplen (Op Cit).

Otro aporte de importancia es el de Weiss (Op Cit), el concepto de “provisiones sociales”,


es decir, lo que las relaciones interpersonales nos suministran. La satisfacción de
necesidades psicológicas específicas a partir de esta función de las relaciones sociales
aparejado mayores niveles de bienestar psicológico (Arias, 2004). Las necesidades a las
que el autor hace referencia son:

 Apego: como sentimiento de seguridad e intimidad emociona, lograda en vínculos


de gran valor subjetivo, como la pareja o amigos o familiares íntimos.
 Integración social: A través de su inserción en grupos con los que se comparten
intereses y actividades, que pueden ser laborares, comunitarias o por vínculos
afectivos.
 Reafirmación personal: Cosiste en la validación de nuestras habilidades y roles por
parte de los otros, tanto en cuestiones de índole personal como laboral.
 Alianzas confiables: Consiste en la creencia firme de que se puede contar con
otros en cualquier situación que se requiera.
 Guía y Consejo: Son las relaciones con otros que consideramos más capaces que
nosotros y a las que podemos recurrir con confianza para resolver problemas y
tomar decisiones.
 Posibilidad de nutrir a otros: consiste en la posibilidad de cuidar y asistir a otros, de
sentir que su bienestar y supervivencia dependen de nosotros.

Estas provisiones coinciden ampliamente con las funciones de los vínculos de apego
propuestas por Bowlby (1997), Mikulincer y Shaver (2009), que desarrollaremos en
párrafos posteriores.

Existe un modelo que aplica el marco de la teoría del apego al estudio del apoyo social,
es modelo del Convoy, propuesto por Antonucci y Kahn (Antonucci, Birditt, y Akiyama,
2009, Gewirtz y Kurtines, 1991). Los autores proponen la metáfora de las relaciones
sociales como un convoy para resaltar su carácter dinámico en relación con el desarrollo
vital del individuo y los cambios de su medio ambiente social. La función del convoy
consiste es la de proveer ayuda y seguridad en momentos de crisis y otros momentos
significativos a lo largo de la vida, teniendo la particularidad de no aplicarse la regla de
reciprocidad de los intercambios sociales de manera inmediata, sino que funcionan a
manera de “inversión a largo plazo”. La unidad básica del convoy es la relación diádica,
ya que las relaciones de apego se establecen entre dos personas específicas, no es
intercambiable, sino que es producto de una historia vincular específica a los sujetos.

Con el propósito de estudiar empíricamente este constructo, los autores lo han


operacionalizado como una figura de tres círculos concéntricos, en cuyo centro se
encuentra el individuo. Los investigadores administran este instrumento e instruyen a los
sujetos para que coloquen en el círculo más interno a las personas que consideran “tan
íntimas que sería imposible imaginar a la vida sin ellos”. En el círculo intermedio se ubican
a las personas que “no son tan cercanas pero que son muy importantes” y por último, en
círculo externo, se ubica a quienes son “lo suficientemente cercanos e importantes en
nuestra vida para ser ubicados en la red” (ver Fig 1).

Figura 1

Este modelo sirve para definir empíricamente a las relaciones íntimas, prescindiendo de
definirlas a partir de grados de parentesco, ya que se ha hallado que estas no constituyen
necesariamente vínculos de apego, que brinden de seguridad emocional y apoyo. Muchas
veces amigos íntimos pueden cumplir estas funciones, incluso investigaciones señalan
que en situaciones de una relación marital pobre e insatisfactoria, las relaciones de
amistad con alto grado de intimidad proveen del bienestar psicológico y apoyo que en
otras situaciones suministra la relación de pareja (Antonucci, Birditt, y Akiyama, 2009)

Se ha hallado sistemáticamente en muestras provenientes de diversas culturas y edades


que en el círculo interno de la figura se ubican entre 3 y 5 personas, por lo que puede
hipotetizarse que el número de vínculos de apego se mantiene relativamente constante a
lo largo de toda la vida (Gewirtz y Kurtines, 1991, Kafetsios y Sideridis, 2006).
Desde la investigación en estilos de apego en adultos se han propuesto puntos de
intersección con los modelos de apoyo social, (Mikulincer & Shaver, 2009). Estos autores
aportan desarrollos desde la teoría del apego sobre las características normativas y las
diferencias individuales en cuanto a la recepción y provisión de apoyo social en la
interacción con otros.

Desde lo normativo, es decir, aquellas características universales de las relaciones de


apego, los autores afirman que los seres humanos poseemos innatamente un sistema
neurológico adquirido durante la evolución, que automáticamente activa comportamientos
con el objetivo de ganar proximidad, tanto física como simbólica, con la figura de apego.
Este sistema se pone en funcionamiento en momentos en que se vivencian emociones
como la vulnerabilidad y el desamparo, por lo que se requiere del apoyo confiable de la
figura de apego para recuperar la seguridad psicológica que permite la exploración del
medio. Estas figuras pueden ser familiares, pares, parejas e incluso símbolos, por ejemplo
figuras religiosas.

Desde esta teoría se considera que se puede pedir apoyo de tres tipos diferentes: A) la
figura de apego puede calmar y consolar ante el malestar por su presencia física o
simbólica (fotografías, recuerdos). B) El apoyo también puede requerirse ante situaciones
en las que se necesita apoyo instrumental para superar la amenaza a la integridad física o
psicológica y c) el apoyo puede consistir en funcionar a manera de una base segura que
permita la exploración del ambiente, la búsqueda y logro de metas personales de forma
eficaz, lo que es considerado una gran fuente de crecimiento personal y autoexpansión.

Siguiendo los aportes de Bowlby (1997), los autores (Mikulincer & Shaver, 2009) afirman
que los seres humanos nacemos también con otro sistema conductual innato llamado
“sistema de cuidado”, que activa emociones como la compasión y hablidades como la
empatía ante situaciones en que percibimos a los otros en una situación de vulnerabilidad
o necesidad. Es decir, que los seres humanos poseemos la capacidad innata de brindar
protección y apoyo a otros, intentando aliviar su sufrimiento, protegerlos del peligro y
promover su crecimiento y desarrollo. De la misma manera que el sistema de apego se
activa ante situaciones que constituyen promueven el crecimiento, el sistema de cuidado
se activa cuando observamos que el otro tiene alguna dificultad que no puede enfrentar
por sí mismo o una oportunidad para la exploración o el aprendizaje y necesita de ayuda
para poder hacer uso de esa posibilidad.
La teoría del apego también identifica los principales elementos de la provisión efectiva de
apoyo, también conocida como disponibilidad de la figura de apego. Según Mikulincer y
Shaver (Op Cit), el apoyo se sustenta sobre la capacidad empática con las otras
personas, lo que permite comprender sus perspectiva y así poder encontrar la manera de
ayudarlos, reducir su sufrimiento o promover su crecimiento. Los teóricos del apego han
desarrollado sobre el concepto de empatía otras actitudes que le dan sustento: la
sensibilidad y el interés. La sensibilidad incluye la sincronización y la correcta
interpretación de las señales de malestar, preocupación o necesidad, para poder
comportarse de manera coordinada con estas conductas de búsqueda de apoyo. El
interés consiste en tener intenciones generosas, validar las necesidades y sentimientos
de la persona y el respeto por sus creencias, actitudes y valores, y ayudar al otro a
sentirse amado, comprendido y cuidado. La falta de estas dos actitudes propias del apoyo
de buena calidad o eficaz produce que quién lo requirió se sienta incomprendido, no
respetado y sienta que es una carga para sus allegados, lo que deteriora la calidad del
vínculo de apego.

Cuando una persona atraviesa experiencias repetidas de apoyo se crean y refuerzan las
redes de creencias positivas que contribuyen en gran manera a mantener la estabilidad
emocional. Estas creencias pueden agruparse en tres núcleos: el primero, las creencias
que hacen referencia a la evaluación de los problemas de la vida como manejables, lo
que permite tener una perspectiva optimista sobre los cambios y desafíos. Un segundo
nudo de creencias, sobre los preconceptos sobre la personalidad e intenciones de los
otros, que al obtener apoyo de manera eficaz y consistente se nutren los significados
acerca de la bondad y buenas intenciones del resto, reduciéndose el miedo al rechazo, la
crítica o el abuso (también denominado Modelo Positivo del Otro). Por último, c) refiere a
la autoeficacia y el autoestima, las personas que han experimentado vínculos de apego
seguro, y por lo tanto, apoyo social eficaz, se sienten valiosas, amadas y especiales,
como resultado de haber sido considerado de esta manera por sus cuidadores y pares
con los que forman relaciones de apego (Modelo Positivo de sí mismo). También logran
mantener relaciones más íntimas, de confianza, se comportan de manera prosocial más
frecuentemente y están más satisfechos en sus relaciones.

Siguiendo los aportes de Sroufe (2000), otra definición válida para el apego es
considerarlo como el mecanismo que permite la regulación diádica de las emociones.
Este investigador de psicología evolutiva, especializado en infancia, afirma con amplia
base empírica que las característicias de los distintos estilos de apego limitan las
posibilidades de regulación de las emociones de los sujetos, así como también que
calidad de emociones que estos experimentan predominantemente.

Consideramos que es un aporte interesante el detallar los procesos por los cuales
podemos adquirir, a partir del contacto con el otro, la capacidad de autorregular nuestras
emociones, sin perder la posibilidad de recurrir a los otros en momentos de necesidad.
(Mikulincer, Shaver y Pereg, 2003).

La disponibilidad de la figura de apego pone en funcionamiento una secuencia de dos


pasos de desarrollo evolutivo de las estrategias de regulación emocional de base segura,
la primera es la consolidación de la corregulación emocional, y el segundo es el logro de
autorregulación, y los mecanismos psicológicos que lo posibilitan. El primer paso es la
ampliación y enriquecimiento de la estrategia primaria de apego, es decir, de la búsqueda
de proximidad y por consecuencia la posibilidad de la regulación afectiva lograda con la
ayuda de la figura de apego, de ahí denominarla corregulación. El segundo momento es
el pasaje de corregulación a la autorregulación y el establecimiento del sí mismo como la
principal agencia de estrategias de regulación de las emociones. Los mecanismos que
facilitan este pasaje son: a) la ampliación de las perspectivas y capacidades de la
persona, b) la expansión del sí mismo y c) la internalización de funciones que eran
originalmente logradas por figuras de apego.

Durante el primer año de edad, el éxito de la búsqueda de proximidad depende de la


habilidad y voluntar de los cuidadores primarios. Ante las respuestas positivas de estos,
se refuerza el uso de esta estrategia y se promueve la adquisición de nuevas habilidades
y comportamientos para hacer más efectiva la corregulación, volviéndose más flexible,
diversa en sus formas de expresión y búsqueda de apoyo más sincronizada con la
realidad. A partir del primer año de vida comienzan a diversificarse los comportamientos
de apego y se crean lo que algunos autores llaman “jerarquía de figuras de apego”.
Paulatinamente los niños van tomando un rol más activo y responsable en la
corregulación del dolor hasta convertirse, en la adolescencia, en patrones más
igualitarios y recíprocos de corregulación, siendo posible funcionar como “Base segura”
para otros y pudiendo autorregular las propias emociones.

Las estrategias seguras implican un sentimiento fuerte de dominio, agencialidad,


autodirectividad en situaciones amenazantes y estrategias de afrontamiento focalizadas
en el problema. El objetivo de estas estrategias es construir recursos para mantener la
salud mental incluso en situaciones donde no es posible recurrir a ninguna figura de
apego, por lo que es necesario el logro de las habilidades autorregulación emocional.

De esta manera queda en claro que el desarrollo de la autorregulación es posible en tanto


esté disponible una figura de apego, ya que el sentimiento de “base segura” permite la
activación de otros sistemas comportamentales, como el de cuidado, el de exploración,
etc. Es importante destacar que el logro de autorregulación no implica que no se volverá
a utilizar la corregulación, sino que se integran, ésta sigue estando disponible para ser
utilizada cuando sea necesario. Este es el mayor nivel de desarrollo de las estrategias
basadas en seguridad.

Según Rimé (2007) los eventos emocionales que desafían los significados y creencias
que tenemos sobre el mundo son los que traen como consecuencia la necesidad de
regular nuestra emociones, porque desestabilizan temporalmente las creencias sobre sí
mismo y el mundo.La regulación emocional puede definirse como el “proceso de iniciar,
mantener, modular o cambiar la ocurrencia, intensidad o duración de los estados afectivos
internos y los procesos fisiológicos, a menudo con el objetivo de alcanzar una meta"
(Thompson, 1994; p. 106).

El apego seguro permite desplegar estrategias de regulación emocional eficaz que


facilitan aliviar el malestar, matener relaciones íntimas cálidas y que brindan apoyo,
incrementar al ajuste al contexto mediante el afrontamiento constructivo y flexible. Shaver
y Mikulincer (2007) incorporan los aportes de Fredrikson (2001) al considerar que el
apego seguro permite el desarrollo de un proceso circular de ampliación y construcción
recursivo de emociones y creencias positivas en relación al sí mismo y a los otros, así
como el desarrollo de recursos cognitivos que permiten mayores niveles de salud mental
(Fredrikson, 2001, 2002, Fredrikson, Cohn, , Coffey, Pek y Finkel, 2008). Ante las
dificultades, las personas con apego seguro poseen la autoconfianza necesaria para
reconocer que no están pudiendo desarrollar acciones eficaces sin perder el sentimiento
básico de seguridad, ya que se cuenta con representaciones de los otros en las que se
los considera como disponibles para los momentos de necesidad y ayuda. Así, frente a
las situaciones problemáticas las personas con apego seguro pueden revisar críticamente
su accionar, tomar posturas más flexibles y recurrir a otros para ampliar sus perspectivas
y así poder comprender y controlar los sucesos, generando mayores sentimientos de
optimismo y calma. Así, se ve facilitada la búsqueda de apoyo en la red social, dado que
se la percibe como eficaz y dispuesta, por lo que el sujeto busca en ella apoyo emocional
y instrumental (Garrido Rojas, 2006).

Respecto de la regulación emocional, existen varias líneas de investigación muy


fructiferas en la actualidad. Una de ellas es la liderada por Bernard Rimé (2007),
investigador de la Universidad de Stanford, que aborda la dimensión interpersonal de la
regulación emocional. El autor basa su estudio tomando los aportes que hemos
desarrolado en párrafos anteriores sobre la evolución de los mecanismos de regulación
emocional.

En sus investigaciones el autor ha hallado que tanto las emociones positivas como la
negativas son compartidas socialmente por los sujetos, y que mientras la socialización de
emociones positivas trae aparejado mayores niveles de afecto positivo, bienestar
psicológico y la profundización de los vínculos; el compartir las emociones negativas no
contribuye disminuir la intensidad de la emoción experimentada o a la recuperación de la
misma y sin embargo se emprende con tanta frecuencia como la socialización de afectos
positivos (Rimé, 2007). Paradójicamente, los sujetos que participaron de las situaciones
de experimentación propuestas por el investigador informan que la experiencia fue
beneficiosa para ellos a global, cognitiva e interpersonalmente y que ayudó a aliviar sus
emociones, incluso produjo más beneficios que los predecibles por las creencias previas
de los sujetos. Esta información contradictoria motivó al estudio más profundo de estos
fenómenos.

Rimé considera que el impacto de las emociones positivas es complejo y multifacético, y


que trae aparejado un gran número de necesidades que deben ser satisfechas en el
contexto social de los individuos. Estas se clasifican en necesidades socioafectivas,
cognitivas y de actividad. Las primeras son las más relevantes para la temática que
estamos abordando, y agrupan a: a) necesidades de apaciguamiento, consuelo, amor,
cariño y contacto, b) de apoyo social y en la acción, c) de comprensión, reconocimiento,
validación e integración social y d) de apoyo, estima y reaseguramiento.

Es sus investigaciones Rimé halló que las emociones elicitan el intercambio social no
para recuperarse del impacto que causan las emociones negativas, sino porque
indirectamente estas producen el incremento necesidades del orden del apoyo social,
cumpliendo las dinámicas interpersonales el rol instrumental de amortiguar el impacto
desestabilizador de las emociones negativas. Este planteo coincide con el propuesto por
Antonucci y Kahn (Antonucci, Birditt, y Akiyama, 2009). Este constituye la consecuencia
de la desconfirmación de expectativas y esquemas, que resulta en la vivencia de
ansiedad, inseguridad, extrañamiento y alienación. Es decir que el apoyo social no sirve
en sí como mecanismo de regulación emocional, ya que no repercute en la recuperación
del impacto emocional, pero sí sirve a los fines de satisfacer las necesidades colaterales
de la desestabilización del sí mismo de manera situacional, ya que la recuperación de la
coherencia y de la seguridad facilita luego una eficaz regulación emocional y de la
incorporación de nuevos significados.

Rimé relaciona a las necesidades socioafectivas con el sistema de apego, ya que la


necesidad innata del ser humano de recibir cuidado, apoyo y guía ante las amenazas ha
sido profundamente estudiada por este marco.

En otra línea de investigaciones sobre regulación emocional es desarrollada por la


investigadora de la vejez Laura Carstensen. Ellos investigan sobre la regulación
emocional desde la perspectiva del individuo, focalizándose en aspectos cognitivos, como
la interpretación que hace el sujeto del medio y del tiempo vital disponible.
Carstensen ha elaborado la teoría de la selectividad socioemocional (Carstensen,
Isaacowitz y Charles, 1999), en la que afirma que al envejecer y tomar conciencia de
que el tiempo vital es acotado, las metas motivacionales pasan de centrarse en
la adquisición de información a focalizarse en encontrar significado a las
emociones e involucrarse en actividades que produzcan satisfacción y bienestar. La
teoría afirma que la anticipación del tiempo disponible es central los procesos de cognición
y comportamiento social, promoviendo comportamientos adaptativos. Es interesante
destacar que esta tesis ha sido corroborada en diversos grupos etáreos, y sus resultados
se han confirmado en sujetos adultos jóvenes en procesos de cambio laboral y otras
situaciones que tenían como denominador común la conciencia de que la permanencia en
un determinado lugar o grupo social iba a finalizar.
En sus estudios empíricios, Carstensen halló que con el incremento de la edad se
valoran más las metas emocionales, aumenta el compromiso con la experiencias
emocional, repercutiendo en un incremento de la capacidad de distinguir las emociones
y comprender estados emocionales básicos con mayor riqueza y complejidad,
contemplando diferentes perspectivas al mismo tiempo sin que esto produzca
malestar, es decir, lograba integrar las emociones en los procesos cognitivos (Levenson,
Carstensen, Friesen y Ekman, 1991). Todo esto hace al desarrollo de mayores
habilidades de regulación emocional.
Los resultados de sus investigaciones han aportado que las personas mayores
recuerdan y perciben en mayor proporción que los adultos jóvenes situaciones u objetos
asociados a afectos positivos por sobre los ligados a afectos negativos. También
consideran más relevantes la información emocional y valoran más que los
adultos jóvenes a las estrategias de afrontamiento focalizadas en las
emociones. Asimismo, encontró que las personas mayores tienen mayores niveles de
autorregulación, menor labilidad emocional y mayor control sobre las emociones
negativas. Las personas mayores presentan menos experiencias de afecto negativo, de
menor duración pero igual intensidad que los más jóvenes, iguales niveles de afecto
positivo y mayor control sobre sus emociones de manera global (Carstensen, Isaacowitz, y
Charles, 1999).
En un estudio en parejas jóvenes y mayores se halló que las díadas de adultos mayores
consideraban sus conflictos menor severos y disfrutaban más de pasar tiempo juntos y
compartir actividares. Afectivamente se observaron menores niveles de ira, desagrado,
beligerancia, queja, tensión y ansia de dominio sobre la discusión y era más frecuente al
expresión de afecto aún durante discusiones en las que se expresaba su descontento (Op
Cit).

Los postulados de la Teoría de la Socioselectividad Emocional (TSSE) se han


comprobado utilizando técnicas de auto reporte, evalución observacional y muestreos
experienciales. Todo confluye en indicar que la regulación emocional mejora con la edad,
al mismo tiempo que las funciones cognitiva presentan un desempeño irregular (Op Cit).
Esta teoría postula que las redes de apoyo social de los adultos mayores serán más
pequeñas que las de las personas más jóvenes, porque las primeras buscarán concentrar
su tiempo en interactuar con personas con quienes puedan compartir de un clima
emocional de mayor intimidad, que les provea validación y amor. Un estudio longuitudinal
señaló con el incremento de la edad dentro de la vejez, no se registran cambios
significativos en las redes sociales, ya que se conserva el contacto con lo que Antonucci
considera "los integrantes del primer círculo del convoy". Si bien los estudios locales
(Arias, s/f) muestran que las redes de apoyo social en nuestro contextos tienen
configuraciones muy variadas y no necesariamente dececrecen con la edad, esto puede
deberse a otros factores de orden cultural que no invalidan a la TSSE, siendo necesario
ampliar el conocimiento existente mediante nuevas investigaciones cualitativas y
cuantitativas.
Síntesis

En el desarrollo de este escrito hemos trazado una serie de relaciones tomando como
eje al apoyo social, constructo que aborda el estudio de las necesidades y provisiones
que se dan en el seno de los vínculos humanos. La Teoría del Apoyo Social
profundiza en las características estructurales de las redes de vínculos en las que los
seres humanos nos vemos inmersos en nuestra vida. La Teoría del Apego estudia la
misma temática, pero desde la perspectiva de los mecanismos psicológicos que
permiten la creación de vínculos que satisfagan las necesidades básicas de
contención y apoyo que posibilitan la supervivencia y el desarrollo psíquico saludable,
así como también su contraparte, la capacidad de nutrir a otros. La regulación
emocional, un campo emergente de investigación básica de nuestra disciplina, está
desarrollando nuevos conceptos para dar explicación a los fenómenos como la
tendencia a compartir y a buscar el apoyo de los otros ante situaciones de crisis, así
como a comprender las vicisitudes de este fenómeno en la vejez.
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