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1
José Manuel Barranco Gámez.
Abogado.
Licenciado en Derecho.
Licenciado en Criminología.
Detective Privado.
Máster en Prevención de Riesgos Laborales
Técnico Superior en PRL de las tres Especialidades.
2
INDICE
EL DELITO DE INJURIAS
I. INTRODUCCIÓN.
IV. CONCEPTO.
3
IX. GRAVEDAD DE LAS EXPRESIONES INJURIOSAS.
XII. PENALIDAD.
XVIII. LEGITIMACIÓN.
XIX. PRESCRIPCIÓN.
4
I. CUESTIONES PREVIAS.
II. ASPECTOS COMUNES A AMBAS LIBERTADES.
III. LIBERTAD DE INFORMACIÓN.
IV. LIBERTAD DE EXPRESIÓN.
5
10. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 14 DE JULIO DE
1993.
11. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 6 DE MAYO DE
2008.
12. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 15 DE MARZO
DE 1999.
13. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 3 DE MARZO
DE 1995.
14. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 23 DE MARZO
DE 1992.
15. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 2 DE
NOVIEMBRE DE 1994.
16. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 28 DE MARZO
DE 1995.
17. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 31 DE ENERO
DE 1992.
18. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 26 DE JULIO DE
1993.
19. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 20 DE
SEPTIEMBRE DE 1993.
20. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 28 DE FEBRERO
DE 1995.
21. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 9 DE JULIO DE
1994.
22. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 12 DE MAYO DE
1987.
23. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 8 DE MAYO DE
1970.
24. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 13 DE
NOVIEMBRE DE 1970.
25. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 9 DE OCTUBRE
DE 1970.
6
26. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 22 DE MAYO DE
1970.
27. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 27 DE
OCTUBRE DE 1970.
28. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 29 DE
SEPTIEMBRE DE 1970.
29. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 13 DE MARZO
DE 1970.
30. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 9 DE MARZO
DE 1970.
31. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 15 DE ABRIL DE
1970.
32. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 7 DE MARZO
DE 1970.
33. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 6 DE JUNIO DE
1970.
34. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 31 DE MARZO
DE 1970.
35. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 19 DE
NOVIEMBRE DE 1970
XXIII. BIBLIOGRAFÍA
7
RESUMEN
PALABRAS CLAVES
8
EL DELITO DE INJURIAS
I. INTRODUCCIÓN
9
imputaciones verdaderas. Ello ha permitido sostener que la imputación verdadera de
un delito perseguible de oficio no es calumnia, pero puede ser constitutiva de injuria.
10
Sin embargo, el párrafo tercero del artículo 35 de la citada Ley sobre libertad de
prensa, introducido por O. de 6 de mayo de 1944, rompe con la situación anterior,
según la cual se admitía só1o excepcionalmente la prueba de la verdad, en atención al
interés público, y dispone que la verdad de los hechos difamatorios puede ser probada
siempre, salvo: a) que la imputad6n concierna a la villa privada de la persona; b) que
se refiera a hechos que se remontan a más de diez años; c) que la imputaci6n se
refiera a un hecho constitutivo de una infracci6n amnistiada o prescrita, o que ha
dado lugar a una condena cancelada por la rehabilitaci6n o la revisión. Se invierte,
por tanto, la relación regla-excepción, en el sentido de que lo que era excepcional,
esto es, la admisión de la prueba de la verdad, pasa a ser la regla, si bien sometida a
su vez a excepciones.
11
fundado, así, con la intención de hablar mal de otro, especialmente si hacen referencia
a la vida privada o familiar.
12
la no admisión de la prueba de la verdad por regla general se pasa al sistema opuesto
caracterizado por la admisión inicial, pero sometida a límites. El reconocimiento del
derecho a probar la verdad de las imputaciones supone un tránsito desde la protección
del honor formal o aparente hacia una materialización del concepto de honor. Los
códigos italiano y español no han experimentado una evolución paralela. Partiendo de
una situación análoga a la del Derecho francés no se han modificado en el mismo
sentido que este, sino que han permanecido anclados en la admisión solo excepcional
de la prueba de la verdad. Cabe advertir en este punto la diversa orientación de los
sistemas germánicos y latinos. Mientras aquellos admiten, por regla general, la
exceptio veritatis, estos se muestran reacios a su admisión. De acuerdo con ello se ha
podido afirmar que se protege en estos países (Italia y España como más
representativas) el honor aparente o formal respecto al cual es indiferente la verdad o
falsedad del hecho imputado. Tal restricción de la prueba de la verdad en los países
latinos ha sido interpretada con evidente exageración, como un desinterés por estos
hacia la verdad y hasta como un inconfesado homenaje a la hipocresía.
El art. 208 CP, que intenta definir las injurias de una forma más precisa y
acorde con la CE que la anteriormente vigente, huyendo de expresiones tan vagas y
confusas como eran las de "deshonra, descrédito o menosprecio", recurre a una
terminología que pretende reflejar con mayor exactitud un concepto legal de honor
como bien jurídico protegido en estos delitos. Así pues, y, de entrada, el citado
precepto alude a la dignidad de la persona, "núcleo" esencial de una noción global y
actualizada de honor, a la vez acorde con el carácter de derecho fundamental que le
atribuye nuestra Ley Fundamental, desglosando el contenido del mismo en dos de sus
manifestaciones concretas: de una parte, la fama, que se corresponde con su concepto
público y objetivo, y, de otra, la autoestima, que se identifica con su acepción
personal y subjetiva.
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El ordenamiento punitivo no puede encargarse de tutelar los sentimientos
ajenos, que, como tales, son eminentemente subjetivos. De ahí el error legislativo,
plasmado en la cláusula del art. 208.1 CP, de utilizar como modalidades alternativas
de lesión tanto la fama como la autoestima de la persona, si bien en un intento
posterior de corregir dicho dislate el propio precepto declara que solo habrán de
castigarse las injurias tenidas por graves en el concepto público, lo que representa un
evidente gesto de rectificación legal en el sentido de concretar que se trata de este
segundo aspecto del honor, y no de aquel primero, el que ha sido realmente tomado
en cuenta por el legislador a la hora de regular el presente delito.
Las injurias reales aparecen previstas, junto a las injurias verbales, en Las
Partidas (Partida VII, Titulo IX, Ley I) y en el C. p. de 1882 (art. 703).
14
La admisión de las injurias reales en el C. p. español se halla en la línea de los
Códigos suizo, austriaco y alemán. Se caracteriza al injuria en el C. p. suizo (artículo
177), frente a la calumnia y a la difamación, porque el ataque al honor puede
realizarse no solo mediante la palabra, la escritura, la imagen o el gesto, sino también
mediante las vías de hecho. Asimismo, el C. p. austriaco prevé las injurias
consistentes en malos tratos físicos e incluso la amenaza de malos tratos físicos si el
hecho no está castigado con pena más grave, mientras que la difamación (parágrafo
111) y el reproche de una acción punible decidida ya judicialmente (parágrafo 113) se
mantienen en el plano de la formulación de imputaciones, El C. p. alemán distingue
también entre injurias, que pueden consistir en la formulación de juicios de hecho o
de valor, o set realizadas por medio de las vías de hecho, lo que fundamenta una
agravación de la pena (parágrafo 185), y, de otra parte, difamación (parágrafo 186) y
calumnia (parágrafo 187), que consisten básicamente en la imputación de hechos
cuya verdad no puede ser probada (difamación), y de mala fe (calumnia), como antes
se puso de relieve. La Ley francesa sobre libertad de prensa sigue un criterio diverso.
Según el artículo 29 de dicha ley, la difamación consiste en la alegación o imputación
de un hecho que atente contra el honor o la consideración de la persona o de la
Corporación a la que el hecho es imputado, y la injuria es toda expresión ultrajante,
términos de desprecio o invectiva que no encierra la imputación de ningún hecho. No
se prevén, por tanto, las injurias reales consistentes en ejecutar acciones directamente
sobre el ofendido.
En este sentido se entiende que imputaciones tales con llamar ladrón a otro
podrían ser constitutivas, en su caso, de injurias, pero les falta la concreción fáctica
que reclama el delito de calumnia. Se señala a este respecto que la acción en la injuria
puede consistir tanto en la afirmación de hechos deshonrosos como en la formación
de juicios de valor. Injuria, dice, tanto el que atribuye a otro embriagarse con
frecuencia como el que dice de él que es un ladrón. La consecuencia es que las
cualificaciones denigratorias se consideran juicios de valor o a lo sumo juicios de
hechos no determinados y respecto a los cuales se entiende que no cabe hablar de
verdad o falsedad. No pueden fundamentar en ningún caso, en consecuencia, la
calumnia que reclama la falsedad de la imputación y, por tanto, la susceptibilidad del
hecho para set probado, y así, en cambio, la injuria que, por lo demás, no reclama en
nuestro derecho la falsedad de la imputación. Partiendo de esta situación se ha de
sostener que las cualificaciones deshonrantes, evoquen la realización de un delito no
son susceptibles de prueba. En el actual estado de nuestro derecho positivo, dada la
inadmisión, por regla general, de la prueba de la verdad en la injuria, constatar esto
no presenta el interés práctico que tiene en el derecho comparado. La literatura
alemana se inclina por ver en tales supuestos juicios de hecho susceptibles de prueba
19
y de que se pruebe la falsedad del hecho imputado va a depender la existencia de la
injuria. En el derecho francés, en cambio, si el hecho no es articulado de forma
precisa no es difamación, y, por tanto, no cabe probar la verdad de la imputación,
sino que dará lugar, en su caso, a una injuria.
De todo ello se deriva que, como antes se dijo, los límites entre juicios de
hecho y juicios de valor son imprecisos y que, si bien existe acuerdo en que solo los
juicios de hecho pueden ser probados, no existe acuerdo, en absoluto, sobre que debe
entenderse por tal si deben limitarse a las imputaciones de hechos determinados o
hacerse extensivos a las cualificaciones, entendidas como juicios proporcionados por
la experiencia social. Delimitado el ámbito de las injurias al que se circunscribe el
problema, de la prueba de la, verdad, esto es, las injurias que consisten en la
formulación de imputaciones o juicios de hecho mediante un lenguaje verbal (oral o
escrito) o simbólico, una profundización mayor en estos temas no posee hoy gran
interés con relación al Derecho español (por la inadmisión por regla general de la
prueba de la verdad en las injurias), a diferencia de lo que sucede en el derecho
comparado.
20
los límites de su protección jurídica. Sin embargo, aun partiendo de la
circunstancialidad del concepto de honor y, en conexión con ello, de las acciones
aptas para ponerlo en peligro, la delimitación de su protección jurídica presupone
necesariamente una determinada concepción del honor. Durante un amplio período de
tiempo ha predominado el criterio de ver en el honor un bien jurídico que comprende
tanto la reputación o consideración social de la persona (el conjunto de
representaciones que de ella tienen los demás) como el sentimiento y la conciencia
del propio honor (las representaciones que el sujeto tiene de sí mismo y la voluntad
de afirmar el propio valor). En este sentido se habla de un concepto factico.
Las injurias pueden clasificarse de conformidad con los siguientes criterios: por
la gravedad, por el objeto de imputación y por la forma de las injurias.
Por la forma de las injurias: Esta tercera clasificación responde a si las injurias
se hacen con o sin publicidad.
-Las injurias sin publicidad son las que recoge el artículo 208 del Código Penal
y que es el concepto típico de injuria visto anteriormente.
-Las injurias con publicidad son las que vienen reguladas en los artículos 209 y
211 del nuevo Código Penal. Es el artículo 211 el que nos dice cuando se entiende que
existen injurias con publicidad: "La injuria se reputará hecha con publicidad cuando se
propaguen por medio de la imprenta, la radiodifusión o por cualquier otro medio de
eficacia semejante". Es decir, coinciden los supuestos en los que se entiende que
existirán injurias con publicidad con las calumnias porque el artículo 211 es una
22
disposición de aplicación común a ambas figuras delictivas contra el derecho al honor
constitucionalmente recogido. El artículo 209 recoge la penalidad.
IV. CONCEPTO
23
resultando equivalente la segunda a la comunicación de noticias o narración de
acontecimientos y a la emisión de ideas, opiniones o juicios de valor, todos ellos de
naturaleza grave, en el buen entendimiento de que estas dos versiones del ejercicio de
la libertad comunicativa pueden operar de forma aislada o concurrir en un mismo
supuesto, en el que al tiempo que el sujeto activo narra determinados acontecimientos
relativos a un tercero aprovecha la coyuntura para emitir ciertos juicios valorativos al
respecto, pertenecientes al ámbito de la libertad de expresión stricto sensu, que no al
de la libre información, en cuyo caso, y pese a ser veraz esta segunda, esto es, aun
habiendo sido debidamente contrastada por transmitirse sin conocimiento de su
falsedad ni manifiesto desprecio hacia la verdad, cabe no obstante la posibilidad de
calificar dichos juicios como formalmente injuriosos cuando resulten innecesarios y/o
desproporcionados con el contenido de la noticia narrada.
24
Así lo ha declarado con frecuencia la jurisprudencia de nuestros tribunales,
recientemente avalada por cierta corriente interpretativa, que reconoce como habitual
el hecho de que ambas se entremezclen en la práctica, a veces de forma bastante
confusa, hasta el extremo de resultar casi imposible encontrar dentro de un mismo
supuesto la exposición de opiniones o la narración de hechos en estado puro, de
manera que en muchos de estos casos, como señalara la SAP de Barcelona de 9 de
octubre de 2007, que absolvió del delito de injurias a un periodista por un artículo
publicado en prensa en el que criticaba duramente ciertas actuaciones de la empresa
querellante (un importante bufete de abogados), la segunda de esas acciones sirve de
asiento a la actividad valorativa, mientras la opinión responde a unos acontecimientos
acreditados en mayor o menor medida. Sin embargo, esta confusión, por otra parte
bastante lógica, ha generado por parte de las distintas instancias judiciales la
elaboración de un elenco de criterios, encaminados a intentar esclarecerla, aunque el
resultado obtenido no siempre ha sido unánime ni todo lo satisfactorio que cabía
esperar.
25
V. BIEN JURÍDICO PROTEGIDO
1. INTRODUCCIÓN
26
pretende el respeto por la dignidad personal. Por ello, se puede afirmar que el honor
tiene un condicionamiento social.
29
objetiva, según la cual la tutela jurídico-penal no procede cuando el sujeto carezca de
fama o reputación social por no existir estimación pública de sus valores, es decir,
valoración realizada por la sociedad de los méritos que tiene o deja de tener una
persona; y otra subjetiva, conectada de manera preferente con la estimación que el
propio sujeto tenga sobre sí mismo, sin necesidad de otras exigencias añadidas.
Ninguna de estas dos vertientes, por sí sola, resulta válida a efectos de fundamentar
ese concepto, por lo que ambas deben rechazarse si se recurre a ellas de forma
individualizada y excluyente; la una, en tanto conduciría a evidentes resultados
inconstitucionales, ya que atentaría contra el principio de igualdad, entre otras
razones porque no todas las personas dispondrían del mismo grado o "cantidad" de
honor, que sería variable en su medida de reconocimiento, pudiendo algunos llegar,
incluso, a carecer de un mínimo, y la otra, también insostenible, pues al atender en
exclusiva a la percepción estrictamente personal que se tenga respecto del propio
honor se estaría colmando de subjetivismos y nimiedades el normal desarrollo de la
actividad judicial.
30
respeto manifestado a través de su propio comportamiento en el libre desarrollo de su
personalidad hacia los valores éticos dominantes (código ético) puede determinar la
eventual "reducción" del grado de tutela jurídica de su honor (elemento dinámico,
vinculado a ese libre desarrollo, así como a la asunción por el sujeto de las
consecuencias derivadas de sus acciones voluntariamente ejecutadas), lo que equivale
a compaginar el concepto social de honor con los postulados constitucionales, aunque
sin renunciar a la idea de merecimiento o de valor real del mismo, según el
comportamiento de cada uno de sus titulares (honor real o merecido), en el buen
entendimiento de que las eventuales desigualdades de trato que este planteamiento
pudiera suscitar en relación a este derecho fundamental nada tienen que ver con
criterios discriminatorios apriorísticos, basados, por ejemplo, en su estatus social,
ideología, profesión o capacidad económica, sino, simple y llanamente, en su libre
capacidad de proceder, respetuosa o no, tolerante o intolerante, hacia dichos valores
esenciales que deben imperar en una sociedad democrática, cuyo respeto debería
incumbirnos a todos los ciudadanos por igual.
31
penal de este derecho fundamental, respetuosa, como debe ser, con los postulados
constitucionales, ha de atender de forma prioritaria a su concepción normativa, que,
como ya se adelantó, bascula sobre la dignidad humana como indiscutible valor
esencial de la persona, pero que puede no obstante conjugarse con dos aspectos
inherentes a la misma: uno, de naturaleza intrínseca, que se concreta en su
autoestima, y otro, de connotaciones extrínsecas, plasmado en el reconocimiento y
reputación que la sociedad le depare, aspecto éste al que, tradicionalmente, se ha dado
en llamar heteroestima.
34
al que se llega cuando se afirma que la reducción de la autoestima o la fama a través
de manifestaciones de desprecio reducen las posibilidades futuras de desarrollo
personal. Sin embargo, parece obvio que esta tesis resulta incompatible con la
regulación penal vigente en materia de honor, puesto que el Código no exige en
ningún momento que las conductas calumniosas o injuriosas necesiten tener
capacidad lesiva alguna de esa libertad.
Por lo demás, debe también decirse que dicha incorporación legal al texto del
citado artículo no recibió en su momento el beneplácito de la generalidad de los
autores estudiosos del tema, censurándola entonces duramente y vaticinando algunos,
35
incluso, que estos derroteros subjetivistas seguidos por la reforma de 1995 en materia
de injurias propiciarían con el paso del tiempo serios peligros de vulneración del
principio de legalidad en el sentido arriba expuesto. En cambio, en la descripción
legal de la calumnia el legislador optó por omitir toda referencia explícita a la
conculcación de ambos extremos, al parecer guiado por la idea de que, no obstante su
silencio al respecto, ese efecto se encuentra implícito en la conducta típica que
describe, consistente en "imputar a otro hechos delictivos" (art. 205 CP), sea o no
falsa dicha imputación; ambigüedad legislativa que ha generado opiniones doctrinales
y jurisprudenciales de lo más contradictorias a la hora de interpretar y dotar de
contenido al mencionado tipo penal, con la consiguiente incertidumbre --de todo
punto rechazable-- que tan variopintas valoraciones suscitan de cara a reforzar la
imprescindible seguridad jurídica.
37
Así las cosas, y para evitar en este último caso la indebida e injustificada
sanción de imputaciones delictivas que se hayan demostrado como verdaderas, el
propio legislador de 1995, tratando de evitar tan absurdo resultado, incluyó en el art.
207 CP la cláusula de la exceptio veritatis, de carácter puramente residual porque, tal
y como la concibe dicho precepto, sólo resulta aplicable a esta única y excepcional
hipótesis, lo que, por otra parte, y desde un punto de vista estrictamente legal, obliga
a calificar dicha cláusula como causa de exclusión de la pena, previa acreditación
procesal de la verdad de lo imputado, en el buen entendimiento de que tal
acreditación no debería nunca suponer una inversión de la carga de la prueba que la
haga recaer en el acusado, puesto que ello vulneraría el principio de presunción de
inocencia, a pesar incluso de que la actitud interna del informador fuera
subjetivamente reprobable al haberse comportado de manera dolosa --dolo directo o
eventual--, esto es, con conocimiento de la falsedad o manifiesto desprecio hacia la
verdad de lo proferido (tipo subjetivo).
Debe por ello advertirse que la cuestión probatoria no puede quedar reducida al
hecho de que si el acusado de calumnia o injuria no consigue demostrar la verdad de
su imputación deberá ser automáticamente condenado; muy al contrario, el derecho a
la tutela judicial efectiva admite que se incorporen al proceso penal otros medios de
prueba distintos, fundamentalmente encaminados a facilitar en esos casos dicha
demostración. De ahí la posibilidad de que el propio juez intervenga ordenando se
practiquen las que considere necesarias a tales efectos, pues puede ocurrir que el
querellado sólo haya conseguido crear sospechas fundadas sobre dicha verdad, mas
no esa verdad en sí misma al no haber podido aportar suficientes pruebas, en cuyo
caso es competencia judicial investigar este extremo para esclarecerlo, y si, pese a
ello, aún subsisten dudas acerca de la falsedad de lo imputado, deberá dictar sentencia
absolutoria.
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SAP de Barcelona, de 26 de octubre de 2007, cuando alude a la "apriorística
presunción de la falsedad de lo imputado" mientras el querellado (presunto
calumniador) no demuestre lo contrario.
39
dejaría de ser delictiva no sólo la imputación objetivamente verdadera sino también la
que siendo objetivamente falsa, parcialmente errónea o inexacta (no en lo esencial,
pero sí en alguno de sus aspectos accidentales), se hubiera realizado al amparo del
requisito de la veracidad subjetiva, esto es, sin conocimiento de esa falsedad (dolo
directo) ni manifiesto desprecio hacia la verdad (dolo eventual) porque el informador
creyera que es verdadera al haberla contrastado previamente con la diligencia
suficiente, es decir, con datos objetivos e imparciales (por ejemplo, fuentes fidedignas
para él), en cuyo caso el error vencible de tipo concurrente determinaría la impunidad
de la conducta, ya que, como dije antes, por fortuna no está legalmente sancionada la
modalidad imprudente de comisión de este delito.
40
practicadas en el mismo, siempre que resulten suficientes e idóneas para demostrar
que la imputación realizada no fue falsa sino verdadera.
41
ya bastante con la incertidumbre que emana de la vigente regulación penal de este
delito y del de injurias.
43
En total acuerdo con la decisión de fondo adoptada por este Auto, me gustaría,
no obstante, matizarla brevemente: en realidad, por muy deshonrosa que resulte
cualquier conducta del ser humano, el honor forma parte de su "patrimonio moral"
como atributo de la propia dignidad que le es inherente, razón por la que este derecho
fundamental, como tal, no llega nunca a "perderse" mientras siga vivo su titular
(sentido estático), pues, como sucede con el resto de los derechos subjetivos de la
personalidad, solo se extingue con el fallecimiento del mismo, lo que, sin embargo,
no implica reconocer su tutela a ultranza, ya que en casos como el arriba expuesto, u
otros de similar contenido, en los que el sujeto decide libremente comportarse de una
determinada forma --la que a él le parece conveniente (aspecto dinámico)--, es lógico
que se anule o disminuya considerablemente el grado de protección jurídica que
merecen el resto de las personas, quienes han optado en cambio por vivir en sociedad
de manera respetuosa con los valores esenciales imperantes, así como con los
derechos cuya titularidad ostentan los demás ciudadanos que la integran, máxime
cuando estos, a su vez, se encuentren también revestidos de rango fundamental.
4. REGULACIÓN NORMATIVA
45
VI. ELEMENTOS OBJETIVOS
I. INTRODUCCIÓN
46
artículo 208 párrafo 2 establece que "solamente serán constitutivas de
delito las injurias que, por su naturaleza, efectos y circunstancias, sean
tenidas en el concepto público por graves". Y el artículo 208 párrafo 3
concreta el criterio de la gravedad, señalando que "las injurias que
consistan en la imputación de hechos no se considerarán graves, salvo
cuando se hayan llevado a cabo con conocimiento de su falsedad o
temerario desprecio hacia la verdad".
En cuanto al sujeto pasivo, hay que comenzar por descartar de su ámbito a las
personas fallecidas, en la medida en que carecen de honor susceptible de protección
jurídica, pues tratándose de un derecho subjetivo (de la personalidad), éste se
extingue obviamente con su muerte. En cambio, el art. 526 sí prevé una infracción
47
relativa a la posibilidad de atentar contra su memoria cuando alude a la falta de
respeto debido a los difuntos.
En lo que concierne a los menores de edad e incapaces, son, sin duda alguna,
titulares del derecho al honor, en los mismos términos y con idéntico alcance en que
los son el resto de las personas adultas y mentalmente capaces. Cosa distinta es que,
dada la particular situación en la que se encuentran, debida a su corta edad o
incapacidad, estén normalmente menos expuestos a sufrir los atentados injuriosos de
los que son habituales destinatarios las primeras, ya que intervienen con menor
frecuencia e intensidad que ellas en la vida social y de relación comunitaria.
48
ellos pueden ser también titulares de este derecho fundamental, por lo demás
eminentemente subjetivo y personalista, cuando, en verdad, está constitucionalmente
previsto y concebido para las segundas en exclusiva, sobre todo a partir de una
noción de honor, equivalente a dignidad humana; cualidad ésta, dada su peculiar
naturaleza, de muy difícil --por no decir imposible-- traslación formal y material a
dichos entes, pese a que esta negativa no impida en cambio reconocerles capacidad de
disfrutar de crédito, prestigio y reputación social, ya que, por lo general, disponen de
un patrimonio moral y económico susceptible de ser jurídicamente tutelado, mas no
por el ordenamiento penal en concreto, como tampoco por la normativa civil,
recogida en la LO 1/1982.
49
El TC, en un primer momento, declaró rotundamente y sin paliativos en su
Sentencia 107/1988, de 8 de junio, que versó sobre unos insultos proferidos a la
Judicatura como Institución, que el honor tiene en nuestra Ley Fundamental un
significado eminentemente personalista como valor referible a la persona
individualmente considerada, debiendo en cambio emplearse respecto de las
instituciones jurídicas, organismos, colectividades, etc., conceptos más adecuados,
como los de prestigio o autoridad moral.
50
secundado. Algunos años más tarde, la cuestión se trasladó al plano procesal, como
puso de manifiesto la STS de 11 de diciembre de 1995 al aludir a la legitimación por
sustitución de las personas físicas que forman parte de un ente supraindividual,
habiendo declarado que el significado del derecho al honor ni puede ni debe excluir
de su ámbito de protección a las personas jurídicas. Aunque son escasas las
resoluciones judiciales emitidas en la última década sobre este concreto y debatido
asunto, recientemente se han pronunciado al respecto algunas Audiencias
Provinciales. Así, por ejemplo, la SAP de Santander, de 23 de enero de 2009,
admitió, sin problemas, la comisión de injurias contra ellas, si bien solo lo reconoció
a efectos procesales, debiendo en su opinión responder las personas físicas que
hicieran la imputación, quienes, de pertenecer a otro ente de similar naturaleza, serán
las que se encuentren a cargo del mismo.
51
sector ha defendido desde antaño la idea de que el honor es un bien jurídico de
naturaleza eminentemente individual, lo que no impide su transferencia, en cierto
modo, a las agrupaciones y colectividades de las que el hombre forma parte, tengan
éstas o no personalidad jurídica, otro, en cambio, apela al criterio legal contenido en
los arts. 504 y 505 en base al que el propio CP otorga la condición de sujetos pasivos
de calumnias e injurias a ciertas corporaciones o clases determinadas del Estado, en
tanto, finalmente, algún autor ha fundamentado su argumento afirmativo en el
concepto organizativo-normativo de honor, a partir del que lo importante a tales
efectos es la capacidad participativa o de actuación del sujeto en las relaciones
sociales, capacidad que se perturba cuando desmerece su posición y desarrollo en la
misma, motivo por el que --se afirma-- pueden ostentar la condición de sujeto pasivo
tanto las personas físicas como las jurídicas, al igual que cualquier otra clase de
colectivo o agrupación, mientras participen en la vida social y de relación.
Sin embargo, existen opiniones discrepantes de las arriba mencionadas, que sin
negar a todos estos entes supraindividuales la posibilidad de que se vulnere su buena
fama y prestigio profesional y moral rechazan la posibilidad de predicar de ellos la
titularidad del honor como derecho de la personalidad, al menos no en el sentido en el
que lo protege nuestra CE al incluirlo en el título relativo a los derechos
fundamentales de la persona, como tampoco a través de la LO de 1982, que lo tutela
civilmente cuando exista una intromisión ilegítima en el mismo, si bien, como ya
hemos dicho, en tales casos queda siempre abierta la puerta para ejercitar la
denominada acción aquiliana (art. 1902 Cc) a efectos de solicitar la correspondiente
indemnización por los daños materiales y morales sufridos a través del proceso
declarativo ordinario; conclusión ésta que, por razones de congruencia legislativa,
cabe hacer extensiva a los delitos contra el honor que tipifica el CP.
52
directos de un derecho fundamental, tan subjetivo y personal como es el honor, si
bien en determinados supuestos --tampoco en todos-- es posible individualizar en las
personas físicas que lo integran el atentado cometido contra este bien jurídico.
La otra vertiente del tipo del art. 208.3 CP, también requiere que el sujeto
activo proceda con veracidad subjetiva, esto es, con conocimiento de la falsedad
(dolo directo) o manifiesto desprecio hacia la verdad de lo imputado (dolo eventual),
como ocurre, por ejemplo, según el Auto de la AP de Granada, de fecha 9 de marzo
de 2005, cuando se utiliza un "lenguaje intermedio entre la aseveración y la
sospecha". Así pues, siendo cierta la afirmación sostenida por le Auto de la AP de
Valladolid, de 15 de julio de 2005, que rechazó identificar en el ámbito de las
injurias, lo mismo que en el de las calumnias, el requisito de la "veracidad" de las
imputaciones con el de su "realidad incontrovertible", no lo es menos --y esta
apreciación resulta aplicable tanto en uno como en otro ámbito delictivo-- que sólo se
admitirán como válidas las que hayan sido debidamente contrastadas, máxime si,
además de faltar este elemento, se llevan a cabo con reiteración y a través de
cualquier medio constitutivo de publicidad, ya que, de ser así, estaremos en presencia
de un delito de injurias graves (art. 208.3 y 209 CP), en la línea en la que se inserta la
SAP de Jaén, de 30 de abril de 2008, y ello pese a que recaigan sobre asuntos y/o
personas públicas o cuya dedicación profesional o proyección pública reclamen una
mayor atención informativa, que vienen por esa razón obligadas a soportar un riesgo
superior a que su derecho al honor se pueda ver afectado por informaciones u
opiniones de interés general, que no privado.
En la mayoría de ocasiones es difícil probar ese ánimo toda vez que es una
cuestión interna del sujeto que emite expresiones injuriosas, por lo que debe inferirse
del comportamiento y manifestaciones del autor. Éste podrá probar que lo hizo en
forma de crítica o de información, pero no con la intención de atentar contra el honor
del destinatario de esas palabras o frases; a esto se le conoce como "ánimus
informandi o criticandi".
54
Sentencia de 27 de septiembre de 1978. En el difícil tema de valoración de la
injuria, a efectos de deslindar su gravedad, doctrina y «praxis» atienden de consuno
tanto al elemento ontológico como al circunstancial -presentes ambos en el artículo
458 del Código Penal , definidor de las injurias graves-, de modo que el primero va
ínsito en la propia dicción de la ofensa, según sea meramente imprecativa o más bien
ilativa o explicativa, dado que al exigir esta última un cierto cálculo o raciocinio, un
punto de intelectiva inducción, la hace, psicológicamente, más compleja que las
simples y elementales expresiones de insulto, lo que jurídicamente debe tener una
traducción valorativa de mayor entidad, tanto más si tal especie de injurias se vierten
por escrito, cuya instrumentación parece, exigir un cierto grado reflexivo a tener en
cuenta en la mentada distinción, hasta el punto de que el libelo siempre se consideró
como especie más grave en todos los ordenamientos, entre ellos el nuestro, donde las
injurias hechas por escrito y con publicidad convierten las injurias leves en delito,
según dogmática previsión» del artículo 460 del Código Penal. No obstante el criterio
general antes sentado, no debe perderse nunca en el delito de examen el elemento
circunstancial, de tal modo que es el que decide la gravedad de las injurias, según
expresa dicción del número cuarta del artículo -458 del Código punitivo, hasta el
punto de que dicha circunstancialidad puede refluir en el mismo «animus injuriandi»,
alma antijurídica y culpable de la infracción, sino para negarlo por la abierta y
contrapuesta concurrencia de otro- ánimo si al menos para paliarlo por la velada o
manifiesta oposición de «animi» distintos, tal el «retorquendi», que si bien en veces
sirve para desplazar la intención deshonorante y con ello el delito (sentencia de 10 de
abril de 1973, entre otras), en otras servirá para rebajar dicha intención en orden a
medir la gravedad de aquél; doctrina que encuentra especial aplicación cuando los
particulares acuden a los medios de comunicación social (prensa y radio como más
significativos) para solventar sus diferencias de apreciación en múltiples temas, así
ideológicos como referidos a la propia conducta y en cuyos casos los dichos, réplicas
y contrarréplicas de las partes afectadas forman un estrecho entramado que es preciso
abordar en su conjunto para la mejor valoración de la respectiva intención infamante;
como así mismo habrá de tenerse en cuenta la propia naturaleza del tema en que se
ven incursos los antagonistas, pues algunos de ellos, tal el deportivo, se ve
enormemente influido por la propia valoración, cuando no emocional reacción social
55
a través de los respectivos clubs y gestión casi siempre sometida a acerba crítica de
sus directivos; contexto sociológico el indicado que es necesario tener también muy
en cuenta para la debida interpretación jurídica de las injurias nacidas en tal caldo de
cultivo social.
56
Se plantea el interesante tema del reconocimiento del delito continuado en el de
injurias, continuación que fue aplicada en la instancia y que el recurrente niega con el
argumento básico de que las injurias se expandieron por tres medios de difusión
distintos con audiencia bien diferenciada, lo que diversifica, a su vez, la infracción;
argumento que no tiene en cuenta que el distinto medio comisivo del delito no puede
romper la continuación delictiva si tal diversidad no origina, a su vez, un cambio de
tipo delictivo, cosa que no ocurre con el aplicado artículo 460 del Código Penal en el
que se recoge como elemento integrante del tipo la publicidad, abstracción hecha de
las formas que la misma revista o los medios que sirvan para alcanzarla, concepto
unitario que, además, es descrito expresamente por el artículo 463 del propio Código;
de modo que lo único que resta es averiguar si concurren los demás elementos o
abrazaderas propios del delito continuado, en particular la unidad de culpabilidad o
dolo, no menos que la del sujeto pasivo que en el delito de injurias -por atacar bien
personal como el del honor-- adquiera particular relevancia; elementos los dos que,
sin duda, se reconocen en la conducta del procesado, toda vez que la homogeneidad
dolosa se desprende del hecho de que fuera la misma carta la que se reprodujo por las
tres emisoras radiofónicas y de que la misiva fue dirigida contra la misma persona;
por lo que se hace preciso concluir con la sentencia recurrida que estamos en
presencia de un típico delito continuado en el que la extensión de la publicidad
lograda por el culpable sólo puede servir para graduar la extensión de la pena; tesis,
por otra parte, admitida de antiguo por esta Sala (sentencias de 28 de Octubre de
1911, 3 de diciembre de 1934 y otras muchas posteriores); y que lleva a desestimar
este motivo final del recurso.
62
democracia las acciones y omisiones de aquél deben poderse controlar no solo por los
poderes legislativo y judicial sino también por la prensa y la opinión pública.
El fallo decretó que las viñetas en cuestión no atacaban al Islam en general sino
tan sólo a sus miembros integristas, aparte de negar al director de la citada Revista, de
contenido y finalidad eminentemente sarcásticas, la concurrencia de voluntad alguna,
encaminada a ofenderles directa y gratuitamente, no habiendo, pues, sobrepasado la
referida publicación, según la mencionada Sentencia, los límites admisibles a dicha
libertad, que, en Francia, país laico, por lo demás, goza del rango de derecho
fundamental.
El propio CP determina que solo se consideran delictivas las injurias que sean
tenidas en el concepto público por graves, atendiendo a su naturaleza, efectos y
circunstancias (art. 208.2 CP). La opinión jurisprudencial mayoritaria, a la hora de
63
resolver esa disyuntiva típica, o, lo que es lo mismo, de apreciar dicha gravedad en
las expresiones injuriosas proferidas, recurre igualmente a los criterios relativos al
contexto y circunstancias en los que éstas han sido pronunciadas. Así lo ha expresado
en términos genéricos, entre otras tantas, la SAP de Jaén de 30 de abril de 2008,
concretando, a su vez, el Auto de la AP de Toledo, de 8 de junio de 2005, que la
delimitación de ese elemento cuantitativo depende del criterio del juzgador en
atención al concepto público vigente, el cual, al propio tiempo, se corresponde con las
reglas del sentir social, según tiempo, ética y moral del momento, junto al ámbito de
las relación personal existente entre las partes; criterio éste, por cierto, que llevó a la
SAP de Madrid, de 17 de abril de 2008, a degradar a la categoría de mera falta del art.
620.2 CP las expresiones injuriosas que se lanzaron entre sí diversos miembros de
una misma familia, atendiendo, precisamente, a la relación existente entre ellos, que
impidió que los insultos intercambiados entre unos y otros ("puta", "zorra" e "hijos de
puta") no tuvieran mayor difusión al permanecer en el ámbito familiar.
64
requisito publicitario, lo cierto es que las sanciona con una pena inferior --tres a siete
meses-- a la que les adjudica si, además de ello, se transmiten a través de alguno de
los procedimientos que refiere el art. 211 (imprenta, radiodifusión u otro medio de
eficacia similar) --multa de seis a catorce meses--.
I. GRADO DE EJECUCIÓN
65
En estos supuestos en particular cabe en principio la tentativa, teóricamente al
menos, cuando, por ejemplo, se utiliza un periódico para publicar un artículo de
opinión, de contenido injurioso, pero dicha publicación no tiene finalmente lugar. En
los restantes casos, es decir, si las injurias consisten en proferir insultos, directamente
y de viva voz, lo normal es que la consumación coincida con el momento de su
emisión, siendo por ello prácticamente imposible apreciar en tales hipótesis dicho
grado imperfecto de comisión.
II. AUTORIA
XII. PENALIDAD
67
El art. 209 CP, al igual que señala el art. 206 para la calumnia, agrava la pena
de las injurias graves hechas con publicidad (art. 210 CP), en cuyo caso la sanción
establecida es la de multa de seis a catorce meses respecto a las que se profieran sin la
concurrencia de dicho elemento, conminando entonces dicho precepto con la
pecuniaria de tres a siete meses; agravación lógica, ya que el hecho de propagarlas a
través de cualquier medio de difusión de los que establece el art. 211 supone un
mayor desvalor de acción y una mayor probabilidad de lesión para el honor como
bien jurídico protegido en estos delitos, ya que el dato de que el sujeto recurra a ellos
a tales efectos evidencia un propósito y una decisión premeditada por su parte (p. ej.
caso de las denominadas injurias ilativas) para conseguir que las imputaciones y/o
expresiones plasmadas en ellos alcancen el mayor grado de trascendencia pública o
de posible conocimiento por una pluralidad de personas.
Por otra parte, cabe señalar que, aunque en muy raras ocasiones, la
jurisprudencia ha decretado aplicar al condenado por injurias alguna de las
prohibiciones previstas en el art. 48, vía art. 51.1 CP, junto a la pena correspondiente.
Como excepción, así lo hizo, por ejemplo, la SAP de Salamanca, de 24 de febrero de
2006, que dictó contra la acusada una orden de alejamiento de 200 metros respecto
del lugar en el que se encontraban el injuriado, su mujer e hijos, prohibiéndole, al
propio tiempo, que tuviera comunicación alguna con ellos.
Se concretan en los artículos 211 al 216, en los que el Código agrupa una serie
de normas que son de aplicación tanto a las injurias como a las calumnias.
Distinguiendo:
68
a) Publicidad. A tenor del artículo 211 que "la calumnia y la injuria se
reputarán hechas con publicidad cuando se propaguen por medio de la imprenta, la
radiodifusión o por cualquier otro medio de eficacia semejante".
b) Responsabilidad civil. El artículo 212 dispone que "en los casos a los que se
refiere el artículo anterior, será responsable civil solidaria la persona física o jurídica
propietaria del medio informativo a través del cual se haya propagado la calumnia o
injuria".
69
"1. Nadie será penado por calumnia o injuria sino en virtud de querella de la
persona ofendida por el delito o de su representante legal. Se procederá de oficio
cuando la ofensa se dirija contra funcionario público, autoridad o agente de la misma
sobre hechos concernientes al ejercicio de sus cargos.
2. Nadie podrá deducir acción de calumnia o injuria vertida en juicio sin previa
licencia del Juez o Tribunal que de él conociere o hubiere conocido.
Establece el artículo 216 que "en los delitos de calumnia o injuria se considera
que la reparación del daño comprende también la publicación o divulgación de la
sentencia condenatoria, a costa del condenado por tales delitos, en el tiempo y forma
que el Juez o Tribunal consideren más adecuado a tal fin, oídas las dos partes".
71
específico o especial ánimo de injuriar, pues la constancia de este elemento subjetivo
del injusto constituye un plus de gravedad añadida, según dicha sentencia.
72
XV. LA EXCEPTIO VERITATIS
El estricto tenor literal del art. 210 CP limita el juego de la exceptio veritatis en
el ámbito de las injurias a dos únicos supuestos: la prueba de la verdad de las
imputaciones dirigidas contra funcionarios públicos por hechos concernientes al
ejercicio de sus cargos, así como por las faltas administrativas cometidas por ellos.
En mi opinión, esta limitación legal es improcedente por discriminatoria frente al
amplio margen de juego que dicha figura desempeña en el marco de la primera de
esas infracciones, pues, como es sabido, según el art. 207 CP, cualquier persona, en
general, puede quedar exenta de pena si prueba la verdad del hecho calumnioso
imputado; discriminación que se acrecienta si se parte de la incuestionable premisa de
que el concepto de honor real o merecido debe ser el mismo en ambos delitos y de
que la falsedad objetiva debería operar como elemento de sus respectivos tipos
penales.
73
sexo o religión, con manifiesto desprecio a la dignidad de las personas, no siendo
relevante, en este caso, la veracidad de los defectos físicos o la condición del agraviado.
74
Así el artículo 1.2 de Ley Orgánica 1/1982, dispone que el “carácter delictivo de
la intromisión no impedirá el recurso al procedimiento de tutela judicial previsto en el
artículo 9 de esta Ley". La jurisprudencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo ha
admitido el alcance del posible ejercicio de esta doble vía, reconociendo que la acción
civil no estaba condicionada a la acción penal cuando se trataba de delitos privados,
haciéndose especial mención del párrafo segundo del artículo 112 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, en el que se expresa que "si se ejercita sólo la civil que nace
de un delito de los que no pueden perseguirse sino en virtud de querella particular, se
considerará desde luego extinguida la acción penal".
75
El art. 496 CP se refiere a las injurias contra las Cortes Generales o una
Asamblea Legislativa de Comunidad Autónoma hallándose en sesión, o contra alguna
de sus Comisiones en los actos públicos en que las representen.
Finalmente, el art. 505 CP se refiere a las proferidas contra los Ejércitos, Clases
o Cuerpos y Fuerzas de seguridad.
Estas injurias y calumnias pueden ser perseguidas de oficio, sin que les sea de
aplicación las particularidades procedimentales establecidas en la LECRIM No
obstante, a las calumnias cometidas en los supuestos de los arts. 496, 504 y 505 del CP
les serán de aplicación lo prevenido con carácter general en el art. 207, eximiéndose de
toda pena el autor de las mismas si prueba el hecho criminal que hubiere imputado.
En todo caso, les sería de aplicación lo previsto en el art. 210 CP, es decir, se
eximirá de responsabilidad probando la verdad de las imputaciones («exceptio
veritatis»), en el caso de injurias, así como lo dispuesto para las calumnias en el art.
207, que exime de toda pena al que las profiera probando el hecho criminal que hubiere
imputado.
76
medio de eficacia semejante (art. 211 CP), o sin ella, cuando no se da tal propagación. A
su vez, estas injurias o calumnias contra particulares pueden ser tanto verbales como
escritas, y es preciso también tener presentes, por las especificidades en su persecución,
las injurias o calumnias vertidas en juicio.
La exigencia de querella.
78
Esta exigencia, que supone un presupuesto de perseguibilidad, tiene su razón de
ser en el evidente propósito del legislador de evitar en todo lo posible la incoación y
substanciación de procesos por los delitos de injuria o calumnia, en razón de que con
ellos no se lesiona el interés público, sino únicamente el del particular ofendido, y en la
mayor parte de los casos obedece tanto la comisión del delito como el intento de
persecución de la conducta a movimientos o estados pasionales mudables, de los que
más adelante suelen arrepentirse los que cedieron a sus repentinos y vehementes. El acto
de conciliación es una condición de lícita procedibilidad que el Estado establece como
un medio de evitar o limitar el número de procesos, porque es más conveniente, dice el
referido autor, resolver el conflicto por un acuerdo de las partes, voluntariamente
aceptado, que la solución la otorgue un tercero, aunque éste sea un órgano jurisdiccional
revestido de todas las garantías.
Los delitos de calumnia e injurias, a tenor de lo dispuesto en el art. 131.1 del CP,
prescriben al año, que se empezará a contar desde el día en que se haya cometido la
infracción. Se entiende cometido el delito, cuando la calumnia o injuria se emiten por
escrito, desde que la noticia se publica (STS de 18 de marzo de 1992 [RJA 2368]) o
llega a su destinatario (STS de 23 de mayo de 1989 [RJA 4241]) y, para el supuesto de
que se trate de delito continuado y permanente, desde el día en que se realizó la última
infracción, y desde que se eliminó la situación ilícita (art. 132 CP).
79
STS de 18 de marzo de 1992. Es evidente que está excluido del concepto legal
de calumnia la imputación de un delito de violación que no es de los que dan lugar a
procedimiento de oficio (artículo 458.1º del Código Penal) y que exige previa denuncia
de la persona agraviada o demás personas legitimadas para ello (artículo 443 del Código
Penal). Ciñéndonos ahora a la falsa imputación de un delito de amenazas constitutiva de
calumnia, lo primero que se exige como elemento objetivo del tipo es la imputación de
un delito. Por ello la jurisprudencia ha venido insistiendo en que no lo es la imputación
sin contenido delictivo, ni las imputaciones meramente genéricas (sentencias 19
diciembre 1983, 8 marzo 1984, 17 noviembre 1987 y otras muchas). Examinando el
artículo o entrevista en que se basa la querella, notamos en primer lugar, que en ella se
habla de un grupo de árabes sirios que tienen atemorizada a determinada zona de
Marbella, en la que está ubicado un restaurante propiedad de la querellada, a la que se
vienen dirigiendo insultos y amenazas para que abandone el negocio del cual vive.
Dentro de este grupo aparece como "presunto implicado" el querellante Benedicto, pero
sin imputarle directamente la comisión de determinados delitos y concretamente en
cuanto a las amenazas, no se especifican los actos perpetrados por dicho querellante. Y
respecto al otro querellante Rodrigo tampoco se le atribuyen actos de amenazas
concretas a fin de poder determinar su trascendencia delictiva. Ante tales antecedentes
fácticos extraídos del propio escrito publicado, solo cabría estimar las amenazas e
insultos de autos como una falta. Confirma esta tesis el hecho, también aducido por la
querellada en la entrevista, que denunciados hechos semejantes cometidos con
anterioridad al de autos, las actuaciones que se produjeron fueron pasadas por el Juez de
Instrucción al de Distrito como constitutivos de simple falta. Por lo que se refiere al otro
delito que se dice falsamente imputado por la querellada a los querellantes: la tentativa
de violación, ya hemos adelantado que había transcurrido el plazo de prescripción de
seis meses para ser perseguido, plazo computado desde el momento de la publicación de
la entrevista (10 julio 1989) al de interposición de la querella (18 octubre 1989), a tenor
de los artículos 112.6º, 113 y 114 del Código Penal. Consecuentemente, el auto de
sobreseimiento libre, basado en los citados argumentos queda indemne por este primer
motivo que debe ser desestimado. Afirma que, como aquí sucede, el acto de
conciliación no es preceptivo según el artículo 4 de la Ley 62/78 de 26 de diciembre
dada para delitos cometidos por medios de publicación mecánicos. En todo caso, aún
80
admitido que fuera necesario el acto de conciliación para interrumpir la prescripción, es
doctrina admitida con base en los artículos 1947 del Código Civil y 479 de la Ley Civil
aplicables supletoriamente al campo penal en esta materia, que si transcurren dos meses
a contar del acto de conciliación sin que se interponga la querella, no podrá ésta
producir el efecto interruptivo de la prescripción (sentencia 25 mayo 1977). Por lo
demás, la actual interpretación estrictamente penalista y de derecho sustantivo de la
prescripción, trata de emanciparla de criterios privatistas, de moto que siendo la
prescripción una causa extintiva de la responsabilidad, a los términos de la regulación
penal hemos de atenernos y si el artículo 114 del Código Penal dice que la prescripción
se interrumpirá desde que el procedimiento se dirija contra el culpable, el acto de
conciliación, si bien necesario para presentar la querella por calumnia o injuria (artículo
804 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal), se muestra ajeno al inicio del procedimiento
contra el culpable. Finalmente, en toda esta materia, es norma interpretativa consolidada
por la doctrina del Tribunal Constitucional y de esta Sala que debe actuarse con criterios
pro reo (sentencias 157/90, de 18 octubre del Tribunal Constitucional y 6 abril 1990 del
Tribunal Supremo entre otras).
XVIII. LEGITIMACION
La remisión que se hace al Código Penal por parte de las normas que regulan el
procedimiento por los delitos de calumnia e injuria contra particulares, vuelve a
aparecer en lo que se refiere a la legitimación activa. En efecto, el art. 104 de la
LECRIM dispone que:
Las acciones penales que nacen de los delitos de estupro, calumnia e injuria,
tampoco podrán ser ejercitadas por otras personas, ni en manera distinta que las
prescritas en los respectivos artículos del Código Penal.
Por este motivo habrá que acudir al CP, cuyo art. 215 dispone que:
83
basta con la denuncia de los hechos; en ambos casos no será precisa, pues, la
presentación de querella.
El ofendido
84
de los ascendientes, descendientes, cónyuge y hermanos del agraviado difunto, siempre
que la calumnia o injuria trascendiera a ellos, y del heredero.
En todo caso, los parientes se encuentran legitimados para acudir a la vía civil,
por el procedimiento regulado por la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de protección
civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, cuyo
art. 4 dispone que:
En todo caso, se debe señalar ya que para el supuesto de que el agraviado acuda
al procedimiento civil, abandonando el penal, se considera extinguida la acción penal,
impidiéndose un planteamiento tardío o posterior de la querella. A este respecto dispone
el art. 112.2 de la LECRIM que:
No debería haber sido ajeno (se refiere a la sentencia dictada por el TS) a la
correcta ponderación constitucional de los derechos y valores en conflicto el hecho de
que las expresiones vertidas por el recurrente no tuvieron como destinatarios a personas
concretas, cuyo derecho al honor se hubiera así visto lesionado, sino que fueron
dirigidas de manera impersonal e indeterminada contra la conducta de algunos
miembros del Arma de Caballería y ni siquiera por el mero hecho de serlo, pues no lo
86
identifica en absoluto con ella, toda vez que en el citado artículo se alaba y defiende a
otro miembro de dicha arma.
87
otros términos, el significado personalista que el derecho al honor tiene en la
Constitución no impone que los ataques o lesiones al citado derecho fundamental, para
que tengan protección constitucional, hayan de estar necesariamente perfecta y
debidamente individualizados ad personam, pues, de ser así, ello supondría tanto como
excluir radicalmente la protección del honor de la totalidad de las personas jurídicas,
incluidas las de substrato personalista y admitir, en todos los supuestos, la legitimidad
constitucional de los ataques o intromisiones en el honor de personas individualmente
consideradas, por el mero hecho de que los mismos se realicen de forma innominada,
genérica o imprecisa.
Pues bien, desde el punto de vista que ahora interesa, es manifiesto que la
doctrina penal que se ha ocupado de la condición de las personas jurídicas como sujetos
pasivos de los delitos de injurias o calumnia y, por tanto, activamente legitimadas para
la persecución de los mismos, no es unánime.
XIX. PRESCRIPCIÓN
88
que, prescrita la falta, no cabe alegar a efectos de prescripción la interposición de
querella a causa del delito de injurias perpetrado, pues, como matiza otra STS, de
fecha 22 de noviembre de 2005, el alto tribunal viene entendiendo el concepto de
prescripción en términos extensivos pro reo, y, en la medida en que el ius puniendi se
condiciona por razones de orden público, de interés general y de política criminal,
unidas al significado y contenido del principio de intervención mínima, el transcurso
del tiempo determina la contradicción que supone aplicar un castigo, de todo punto
incompatible con los fines reparadores y socializadores de la pena.
I. CUESTIONES PREVIAS
90
deduce su carácter público frente a la naturaleza individual del derecho al honor, así
como la posición preferente o el valor preponderante que ostentan en razón a su
dimensión institucional; criterio éste que guarda estrecha relación con la relevancia,
pública también, de los asuntos y personas sobre quienes recaiga el mencionado
ejercicio, pues, como ya señalara hace tiempo la STC de 12 de febrero de 1996,
pionera en la jurisprudencia española en torno a esta materia, a raíz de la doctrina
sentada por la emblemática STEDH de 8 de julio de 1986, relativa al famoso caso
Lingens versus Austria, aquéllas vienen obligadas, por razón de la función o el cargo
que desempeñan, a soportar un cierto riesgo --desde luego superior que el que
corresponde asumir a cualquier persona privada-- a que sus derechos subjetivos de la
personalidad resulten afectados a través de informaciones y/o expresiones de interés
general, sobre todo cuando corren a cargo de profesionales del periodismo, ya que así
lo requieren la idea de tolerancia y el espíritu de apertura en una sociedad
democrática, operando este dato con especial contundencia en ciertos ámbitos, como
el de la crítica política, institucional o social, en los que ambas libertades alcanzan su
máximo nivel de eficacia justificadora, pues su manifestación en dichos contextos
significa participación en el poder.
En este orden de cosas, y por lo que hace a Internet en particular como foro
público por excelencia, de todos es sabido que la Red permite consultar hoy
directamente datos e informaciones publicados por cualquier diario desde su
fundación respecto de muchas personas, lo que ha propiciado que una gran mayoría
defiendan el "derecho al olvido" de los que les perjudiquen exigiendo a los
buscadores que los borren. El problema que, a mi juicio, plantea una eventual
proclamación legal de esta "censura retroactiva" de los medios informativos en lo que
a esa solicitud de olvido respecta no afecta en realidad a los particulares, que tienen
todo el derecho del mundo a pedir la no utilización en el presente de hechos
conocidos del pasado cuya rememoración ya no les interesa, motivo por el que desean
eliminar para siempre la información de que se trate de las hemerotecas de los diarios
o de cualquier otro medio de comunicación, sino que concierne en exclusiva a los
personajes públicos, quienes por haber participado en un determinado momento
histórico en la vida social o política del país están más obligados que el resto de los
91
ciudadanos a asumir las consecuencias de sus actos, siempre que éstos sean --o hayan
sido-- de interés general y la información aportada fuera veraz, pues, como ha dicho
algún autor, la verdad, incluso en estos casos pertenecientes al pasado, quizás no
debería tener fecha de caducidad.
92
Así pues, partiendo de la complejidad que su demostración conlleva --tarea
nada fácil de cumplimentar-- no es requisito imprescindible que conste su
autenticidad absoluta, siendo por tanto factible que se transmitan informaciones
inexactas o, incluso, erróneas (parcialmente, al menos), pues ello es consecuencia
inevitable o riesgo inherente al ejercicio de este derecho fundamental. Tales errores e
inexactitudes deben calificarse de irrelevantes, siempre y cuando se pueda constatar
que han sido contrastadas en el sentido arriba indicado, ya que, de lo contrario, es
decir, de requerirse a ultranza la verdad puntual y completa de la información
aportada estaríamos abocados a sufrir el peligro del recorte comunicativo, o, lo que es
aún peor, del más profundo silencio informativo, ambos de todo punto rechazables en
democracia, como rechazable es el ejercicio de la censura previa, que la propia CE se
encarga expresamente de prohibir [(art. 20.1 d)].
Además, tampoco puede olvidarse que, como reverso de esta moneda, los
ciudadanos gozan igualmente del legítimo derecho a recibir dicha información veraz
a través de cualquier medio de difusión [(art. 20.1 d)]. De ahí que los profesionales
del periodismo sean el vehículo institucionalizado en toda democracia para su puntual
y correcta transmisión, siendo la propia Norma Fundamental la que lo reconoce y
proclama en esos términos; derecho fundamental que sus titulares verían defraudado
si la información que reciben no se ajusta a los parámetros constitucionales de la
veracidad.
93
de Ley sobre el "Estatuto Profesional del Periodista", que hasta la fecha no ha
cuajado definitivamente.
En este orden de cosas, debe recordarse que, al igual que sucede con otros
derechos de naturaleza similar, éstos tampoco gozan de carácter absoluto,
encontrándose de esta forma sometidos a determinados límites; es decir, el periodista
puede esgrimirlos si concurre ante un juez en calidad de testigo, pero no, en cambio,
si lo hace como imputado de un presunto delito del que cabe esperar se le declare
responsable, de igual manera que tendrá también que abstenerse de ejercitarlo frente
al deber de impedir la comisión de una infracción delictiva, así como ambos derechos
habrán de ceder cuando recaigan sobre asuntos concernientes a la defensa de la
seguridad exterior del Estado y a la vida privada de las personas.
95
Cuesta realmente entender el empeño del legislador español en trasladar al
marco legal de esas definiciones o, lo que es igual, a los respectivos tipos subjetivos
de ambos delitos, las conclusiones interpretativas alcanzadas por la jurisprudencia
desde hace más de treinta años (originariamente por el TC y, después, secundadas por
las demás instancias judiciales) en torno a la delimitación del contenido y
esclarecimiento del significado del criterio ponderativo de la veracidad de la
información como uno de los elementos necesarios para resolver en el plano de la
justificación penal, con arreglo al principio del interés preponderante, la inevitable
colisión que en todo sistema democrático surge entre el legítimo ejercicio de esa
libertad pública y el derecho al honor de las personas (art. 20. 7 CP); como tampoco
es comprensible --al menos para mí-- su afán de recurrir para configurarlos a esa
peculiar e "invertida" técnica legislativa consistente en hacer recaer su esencia en la
parte subjetiva y reducir, en cambio, hasta extremos insospechados --por no decir
nulos-- la consideración de su vertiente objetiva, cuando, como es sabido, la mayoría
de los delitos de la Parte Especial del Código se estructuran justamente al contrario,
esto es, a partir de la técnica opuesta: primero se describe el tipo objetivo y, salvo
concurrencia de algún específico elemento anímico, añadido al injusto, que debe
mencionarse de forma expresa en su vertiente subjetiva, ésta sólo se integra por el
dolo o, en su caso, la imprudencia, obviando normalmente cualquier definición de
una u otra forma de comisión.
96
demostrar. En su lugar opera el principio de proporcionalidad o necesidad, ambos
equivalentes a prohibición de exceso; o, lo que es lo mismo, su ejercicio ha de ser el
medio menos gravoso para manifestar la idea o el pensamiento de que se trate. Como
consecuencia de ello la jurisprudencia ha declarado hasta la saciedad que si bien
desde un punto de vista constitucional están permitidas las expresiones duras,
desagradables e, incluso, acerbas, quedan por el contrario totalmente deslegitimadas
las frases formalmente injuriosas o simplemente vejatorias que, según las
circunstancias del caso concreto (contexto), resulten innecesarias para transmitir
dicha idea o pensamiento, ya que la CE admite sin reservas la crítica peyorativa,
sobre todo si recae sobre asuntos de interés general y/o personajes públicos, pero, en
cambio, no protege ningún pretendido derecho al insulto[38]. En esta línea se inserta
la STC, ya mencionada en este texto, de fecha 26 de octubre de 2009, al otorgar el
amparo a un periodista del diario "El Mundo Balear", quien en el ejercicio de la libre
expresión supo mantenerse dentro los límites constitucionales de este derecho sin
incurrir en insulto alguno hacia el destinatario de sus opiniones, por duras que éstas
fueran.
Claro está que en la práctica son muy frecuentes los casos en los que se
combina el ejercicio de ambas libertades, expresión e información, ya que, al tiempo
que alguien narra determinados hechos, lo lógico es que también emita ciertos juicios
de valor acerca de ellos. El problema que puede suscitar este doble y coetáneo juego
de libertades públicas al recaer conjuntamente sobre un mismo asunto radica en el
peligro de que los tribunales se muestren proclives a conceder un valor predominante
a las opiniones vertidas frente a los hechos narrados, con el consiguiente riesgo que
esta inclinación conlleva en cuanto a la posibilidad de excluir de antemano la
capacidad de probar la verdad de los mismos, anteponiendo de esta forma la tutela del
derecho al honor de la persona afectada al precio de una restrictiva y mermada
interpretación del alcance de la libre información que, en casos extremos, podría
incluso rozar el recurso a cierta censura previa.
97
Este peligro se convirtió en realidad merced a dos emblemáticas Sentencias del
TC, ambas dictadas en el año 1990, pues sacrificaron injustificadamente la libertad de
información periodística a costa de salvaguardar a ultranza el honor de ciertas
personas públicas, modificando de esta forma la línea jurisprudencial, para entonces
más que consolidada por su doctrina en torno a la concreción del contenido de la
expresión frases formalmente injuriosas, por él mismo acuñada. Una de estas
resoluciones, de fecha 6 de junio, denegó el amparo a un periodista deportivo, muy
popular a la sazón, que había sido condenado a seis meses de prisión por el todavía
vigente delito de desacato, cuando en el transcurso de su programa de radio, y con
motivo de imputar verazmente la comisión de un delito continuado de apropiación
indebida al entonces presidente de la Federación Española de Fútbol, personaje
público muy conocido socialmente también, aprovechó el momento para adjudicarle
ciertos epítetos, que, en mi opinión, no pasaron de ser meramente jocosos, pero que el
alto tribunal califico en cambio de innecesarios y ofensivos para su honor, tales como
"pedrusquete, catarata, roca, fiel vasallo de Porta, e impresentable presidente" de la
mencionada Federación.
98
a la necesidad de que jueces y tribunales afronten este tipo de vicisitudes de forma
individualizada atendiendo para ello a las circunstancias en las que se haya
desarrollado cada caso concreto, huyendo en cambio de apreciaciones generalizadas
al respecto, ya que siendo el honor un derecho subjetivo, de connotaciones tan
imprecisas como relativas, la decisión de si ha sido realmente lesionado a través de
ciertas manifestaciones no debe adoptarse en base a criterios apriorísticos de
valoración sobre su presunto carácter ofensivo, pese a que, inicialmente, pudiera
hacerse esa valoración desde un punto de vista objetivo y abstracto (concepto
público), motivo por el que resulta aconsejable enmarcar el supuesto de que se trate
en su particular contexto de ejecución, pues, como recordara la SAP de Castellón, de
17 de mayo de 2005, dichos criterios interpretativos varían sustancialmente de
contenido en función del carácter privado o público de las personas y asuntos a
quiénes se dirijan, y, como es lógico en democracia, han de ser mucho más estrictos
en el primer caso que en el segundo, en el que los límites al ejercicio de la libertad de
expresión se dilatan de forma considerable, siempre en el buen entendimiento de que
esta afirmación no debe confundirse con una pretendida patente de corso por parte de
nadie para proferir infundados insultos a quienes ejercen funciones o cargos públicos
por el mero hecho de ostentarlos.
99
A una conclusión similar llegó la AP de Madrid en su Sentencia de 3 de
septiembre de 2004 al confirmar la Resolución de instancia, que condenó al acusado
como autor de un delito de injurias graves con publicidad, absolviéndolo en cambio
del de calumnias, que también se le imputaba, por aprovechar su presencia en un
conocido programa televisivo ("Sabor a ti", de Antena 3 Televisión) para manifestar
al querellante, médico de profesión, que era un "mercenario de la medicina", que
había permitido que otros "compraran" a su perito en una causa criminal seguida
contra él. Dicha expresión, según esta Sentencia, en su acepción más vulgar,
constituyó una "imputación objetivamente afrentosa" para el buen nombre personal y
profesional del ofendido, resultando ser "completamente gratuita, innecesaria e
injustificada" en el marco de la información ofrecida. Como es obvio, la cadena
televisiva también fue condenada, aunque en concepto de responsable civil solidaria
(art. 212 CP), cual persona jurídica propietaria del medio informativo a través del que
se propagó la injuria (publicidad ex art. 211 CP), pues conociendo de antemano los
términos descalificativos y vejatorios que se iban a verter en su programa contra el
citado médico no hizo nada para impedirlo por claras razones comerciales, vinculadas
al incremento de sus índices de audiencia.
100
aspecto volitivo por afectar a elementos de los respectivos tipos objetivos de
calumnias e injurias, que, de esta forma, se traduce en la expresión de la voluntad del
sujeto de asumir el riesgo que supone atentar contra el honor de una persona cuando
se le imputan ciertos hechos o se le dirigen determinadas opiniones o juicios de valor.
En otras palabras: el sujeto quiere realizar acciones que sabe son adecuadas para
lesionarlo, bien porque conoce que son falsas, bien porque, aún sin conocerlo
directamente, acepta la posibilidad de que lo sean, cosa que le resulta de todo punto
indiferente.
Así pues, empeñarse en requerir a toda costa este peculiar animus es totalmente
improcedente, no solo ya por las razones mencionadas sino también, y muy
especialmente, porque, como sucede con los restantes elementos de naturaleza
subjetiva y anímica, la prueba de su existencia conlleva la adopción judicial de
criterios formales, basados en la pura presunción a partir de los elementos objetivos
de la injuria o calumnia, como son el modo, la ocasión y las circunstancias de su
comisión; criterios muy próximos a la responsabilidad cuasi-objetiva, que
contribuyen, además, a invertir la carga de la prueba, pudiendo en definitiva llegar a
vulnerar el principio de presunción de inocencia. De ahí que al pronunciarse esa
corriente jurisprudencial sobre el contenido y mecanismo probatorio de los animi
difamandi e iniuriandi acostumbre a calificarlos como "implícitos" o "inherentes" a
ciertas declaraciones que, de no demostrarse la concurrencia de otros ánimos, sólo
pueden tener un significado difamante o injurioso, o los deduzca del sentido
gramatical de las expresiones proferidas y/o del resto de las circunstancias anteriores
o coetáneas concurrentes (contexto), así como la relación existente entre las partes o
el grado de reflexión invertida por el sujeto activo a la hora de manifestarlas.
101
estos criterios han sido secundados por un sin fin de resoluciones que se insertan en
esa equivocada línea interpretativa que, por los motivos alegados, no puedo
personalmente compartir, y uno de cuyos más claros y recientes exponentes lo
constituye la SAP de Álava, de 16 de abril de 2009.
102
--y debería hoy seguir encontrando-- perfecto acomodo en el plano de la
antijuricidad, y no en el de la tipicidad.
103
honor, doctrina que se ha ido paulatinamente consolidando hasta mantenerse intacta
en nuestros días, y que exige como cuestión previa o preliminar a la admisión de la
querella, así como a la aplicación del tipo penal, que el conflicto entre libertad de
información y derecho al honor, dada su dimensión constitucional, se plantee y
resuelva en el marco de la antijuricidad (causa de justificación de ejercicio legítimo
de un derecho).
En todo caso, queda claro que desde una perspectiva dogmática de la teoría
jurídica del delito existe una discordancia palmaria entre legislación y jurisprudencia
a la hora de afrontar y resolver una misma cuestión, pues mientras la primera lo
solventa, ya en sede de tipicidad, la segunda lo hace en el plano de la justificación
(extrapenal); o, lo que es igual, la práctica judicial española realiza un adelantamiento
valorativo del juicio de antijuricidad anticipándolo al de la valoración de la tipicidad
de la conducta enjuiciada al entender que las normas que tipifican los delitos contra el
honor carecen de eficacia para erigirse en cauce formal de resolución de dicho
conflicto, dada su evidente trascendencia constitucional, por lo que éste debe
resolverse examinando la eventual concurrencia de la causa de justificación
(extralegal) de ejercicio legítimo de un derecho.
104
criterios dogmático-penales convencionales, en tanto obliga a adelantar al ámbito de
la tipicidad cuestiones que deberían tratarse en sede de antijuricidad.
105
junto con el de libre expresión, garantiza la existencia de una opinión pública y libre,
condición absolutamente necesaria para el recto ejercicio de todos los demás
derechos en los que se funda el sistema político democrático.
en su punto de partida, al tipo subjetivo del delito a través del elemento animus
injuriandi, estrechamente ligado a una interpretación gramatical del artículo del Código
Penal.
Esto ha tenido como consecuencia que los problemas de justificación del delito
de injuria, es decir, el problema del conflicto entre una norma que prohíbe lesionar el
honor y una autorización que permite la realización de acciones que pueden lesionarlo,
también se convirtieron, primordialmente, en cuestiones del tipo subjetivo,
concretamente, en la determinación del animus defendendi o animus criticandi. De esta
manera, la distinción entre realización del tipo objetivo y justificación, por un lado, y
entre tipo objetivo y subjetivo, por otro, quedaron sumamente relativizadas.
Particularmente en lo referente a la justificación, una aplicación consecuente de la
«teoría del animus» debería determinar que toda suposición (inclusive las erróneas y
evitables) de estar obrando justificadamente tendría que excluir el animus injuriandi y,
por tanto, que cualquier error relacionado con la justificación tendría efectos
excluyentes de la tipicidad. Una solución, como se ve, difícilmente compatible con el
Código Penal, y sólo sostenible desde una posición extrema de la teoría personal de lo
injusto.
Sin embargo, estos puntos de partida dogmáticos del delito de injuria, que en sí
mismos son altamente discutibles, no han sido seguidos ni son aplicados en forma
consecuente ni en la teoría ni en la jurisprudencia. En primer lugar, se ha sostenido que
la intención de injuriar se debía apreciar siempre «cuando resultaba claramente el valor
difamatorio de las expresiones empleadas (en relación con otras circunstancias
106
subjetivas)». Dicho de otra manera: dado el tipo objetivo se presume el tipo subjetivo,
con lo cual se invierte totalmente el punto de partida y se llega a una solución
constitucionalmente difícil de sostener. En segundo lugar, se ha pensado que, si la
conducta lesiona el honor, es decir, si es típica, no cabe alegar el derecho a la libertad de
expresión o información, pues, se aduce, estos derechos tendrían su límite objetivo en el
respeto del honor. Dicho de otra manera: aquí ya no importa el animus, sino los límites
objetivos del derecho a la libertad de expresión y de información. Estas inconsecuencias
con la teoría del animus son pragmáticamente explicables: una aplicación estricta del
punto de vista subjetivista conduciría a una peligrosa desprotección del bien jurídico
honor. Pero, paralelamente, son dogmáticamente inconsistentes. La contradicción entre
los puntos de partida dogmáticos y las deducciones que se hacen a partir de ellos, por
tanto, es tan palmaria que se impone una urgente revisión. Una dogmática que carece de
consistencia lógica no contribuye a la seguridad jurídica, sino todo lo contrario. La
cuestión de la justificación en el delito de injuria requiere, por tanto, una amplia
reelaboración dogmática de este delito.
107
en su caso, animus criticandi. Tal actitud no haría sino producir la considerable
desprotección del honor que explica la necesidad que tuvo la jurisprudencia de
introducir correcciones radicales con respecto a sus puntos de partida. Si se admitieran
la existencia de mandatos constitucionales tácitos de penalización, la interpretación de
la injuria desde el punto de vista tradicional sería, inclusive, difícilmente compatible con
la Constitución, pues dejaría la punibilidad de las lesiones dolosas del honor libradas a
que el autor haya querido o no hacer un esfuerzo de conciencia para comprobar si su
comportamiento estaba realmente prohibido.
108
Probablemente la reelaboración debería comenzar por el sentido mismo del
animus injuriandi. En la teoría es discutida, ante todo, su relación con el dolo. Mientras
para algunos «esta intención específica es un elemento subjetivo del injusto distinto del
dolo y que trasciende a él», minoritariamente se piensa, que el animus injuriandi no se
diferencia del dolo. Si se define el dolo como el conocimiento y voluntad de realización
de los elementos del tipo objetivo, no cabe duda que animus injuriandi no puede
diferenciarse del dolo: el que profiere expresiones que tienen objetivamente un sentido
lesivo del honor y sabe que lo hace, queriéndolo, habrá obrado con dolo. Para la
supuesta «intención específica de injuriar » no queda, por tanto, espacio alguno. En
consecuencia, cuando se afirma que en el caso de expresiones claramente difamatorias
debe presumirse el animus injuriandi, lo que en verdad se presume es el dolo. En efecto,
la manifestación (de palabra, o por escrito o mediante imágenes) de expresiones lesivas
del honor de otro constituyen el tipo objetivo del tipo de injuria. El conocimiento de
estos elementos y la voluntad de realizar la manifestación constituyen el dolo del tipo.
El «ánimo de injuriar» no podría consistir sino en «querer injuriar», es decir, en «querer
lesionar el honor de otro». Pero, como es evidente, todo el que sabe que sus
manifestaciones serán lesivas del honor, y quiere hacerlas, habrá querido
necesariamente lesionar el honor de otro. Consecuentemente, el ánimo de injuriar y el
dolo se superponen de una manera total y completa.
En este sentido adquieren una particular importancia los derechos cuyo ejercicio
puede significar, al mismo tiempo, la realización del tipo de la injuria. Entran aquí en
consideración, sobre todo, los derechos de la libertad de expresión y de información. La
cuestión de la justificación se plantea, en consecuencia, desde el punto de vista del
ejercicio de un derecho. Pero la particularidad que aquí existe está dada porque el
derecho a la libertad de expresión y de información (art. 20 CE) son derechos
fundamentales, respecto de los cuales la misma Constitución establece que tienen su
límite en el respeto a los derechos reconocidos en el título I de aquélla y «especialmente
en el derecho al honor».
110
StGB como una circunstancia acuñada sobre el derecho a la libertad de expresión del
artículo 5 de la Ley Fundamental alemana (11). Esta misma tesis ha sido sostenida
también por el Tribunal Constitucional alemán (BverfGE).
También en la teoría alemana se ha recogido este punto de vista sobre la base del
llamado efecto irradiante del derecho a la libertad de expresión. Así, se sostiene que «a
causa del efecto irradiante del artículo 5.1 GG (similar al art. 20 CE) en el campo de la
protección jurídico-penal del honor, también el alcance del § 193 StGB se debe
determinar a la luz de la significación del derecho fundamental de la libertad de
expresión y de prensa». En la jurisprudencia española es ilustrativa en este sentido la
sentencia del Tribunal Supremo de 2 de junio de 1986, en la que se sostiene que
«cualquiera que sea la concepción que se acepte para la fundamentación de los derechos
humanos básicos o fundamentales de la persona, del ciudadano, tales derechos ni en su
alcance ni en su jerarquía, ni en su limitabilidad, ostentan, en ninguna de las tablas
constitucionales contemporáneas, par igual significación, por lo que resulta necesario en
los supuestos de colisión eventual establecer una gradación jerárquica entre los mismo».
Asimismo, son ilustrativas las sentencias del Tribunal Constitucional números 104 y
159/86, en las que el alcance del derecho a la libertad de expresión se interpreta en
función del sentido constitucional de una opinión pública libre dentro de un Estado
democrático de Derecho.
Desde estas premisas esenciales hay que partir para el examen del presente
motivo. Es cierto que no parece seguramente aceptable la actuación del querellante -
lo que es tema ajeno en su aprobación o censura al área competencial propia de este
órgano jurisdiccional penal- en el concreto acto académico en que se produjeron los
hechos origen de la destemplada misiva que fue causa (al ser publicada por el medio
de comunicación social) de estas actuaciones, pero incluso a partir de tal
posiblemente autoritario y seguramente irregular (artículos 5.6.1 y 6.6.2, en relación
con el 13, del Reglamento de 8 de septiembre de 1954 y D. de 5 de septiembre de
1958) comportamiento, lo cierto es que una cosa es, en la interacción de ambos
derechos, una libre expresión -o por mejor decir, difusión de opinión- crítica y otra,
absolutamente distinta y por supuesto antijurídica, la propagación a través del medio
comunicativo social de una carta que, dirigiéndose al ahora querellante en forma
vocativa, se le atribuyen negativamente, por estimar que son las propias de un
Decano de Facultad Universitaria, condiciones de «competencia, dignidad,
honorabilidad, ética profesional y humana, prudencia, veracidad, ecuanimidad,
sapiencia, responsabilidad y, en una palabra, dechado de virtudes profesionales y
morales; exento, por tanto, de todo tipo de ruindad, despotismo, cretinismo y demás
bajezas de ciertos humanos. Ironías de la vida, ¿verdad, Sr. Decano?». La elocuencia
de las expresiones entrecomilladas procedentes del relato relevaría de cualquier
precisión fundamentadora aditiva para la eliminación del ánimo justificativo crítico
pretendido como existente al articular el motivo, porque para rechazar el mismo no
hace falta acudir a la por lo demás reiteradísima doctrina de este Tribunal de casación
en orden a que si las expresiones son objetivamente deshonorantes es al procesado a
quien corresponde la carga probatoria de la existencia de un ánimo distinto y
excluyente de la antijuridicidad propia de estas figuras delictivas y que se incorporan
113
normativamente por propia naturaleza a su descripción típica, pero debe aun
resaltarse que para eliminar ese ánimo crítico o por mejor decir de «denuncia social»
canalizada a través de un medio de tal carácter el presente caso ofrece las
circunstancias siguientes: a) La profesión y preparación cultural del procesado
condenado, como profesor de Enseñanza General Básica, b) El lapso temporal
existente entre el momento en que se produjo el hecho académico, que no se trata ni
aun en esta esfera ajena de justificar, y la reacción crítica, c) El medio elegido, que,
por requerir la escritura, supone un proceso reflexivo, d) La deliberada confusión que
la misiva introduce -lo que se analizará al examinar el siguiente motivo impugnativo-
entre un acto concreto del querellante como catedrático de una asignatura o disciplina
determinada y su sobreañadida y contingente condición de Decano de la Facultad,
absolutamente ajena al incidente. Ello supone la desestimación del motivo, pues al no
poderse apreciar en lo que esta Sala, en sus sentencias de 8 de julio de 1981 y 3 de
junio de 1985 ha calificado como delicada cuestión de límites, por exceder
notoriamente el texto incriminado de las líneas propias del ánimo crítico o de
denuncia, es obvio que se debe reputar existente el difamatorio o de denigración
constitutivo de la injuria; ya que por lo demás cualquier exceso expresivo crítico
derivado de la condición de padre del supuestamente agraviado por la decisión
académica (que tiene sus propios cauces de impugnación jurídica) vendría eliminada
por su notoria condición de mayoría de edad al ser estudiante aquél del sexto curso de
la Licenciatura y con ello carente de sentido una eventual invocación -lo que por lo
demás no se ha hecho- de esta condición de padre a la luz y órbita del derecho
establecido en el artículo 27.7 de la Constitución en la esfera educativa de los hijos.
114
(y de ahí su antijuridicidad) y se proyectan hacia esa condición superpuesta en la
persona del querellante como Decano v como tal investido -lo que no se ha
cuestionado- de la cualidad de Autoridad, insistiendo en cuanto a la persona de aquél
en las condiciones que le inhabilitan para ostentar tal grado académico; lo que, con
desestimación de este último motivo impugnativo, determina la procedencia de
rechazar el recurso y dictar el pronunciamiento que prevé el párrafo segundo del
artículo 901 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal con todas las consecuencias
derivadas del mismo.
tal forma que allí donde comience la lesión del honor terminaría el legítimo ejercicio del
derecho a la libertad de expresión y de información. Tal punto de vista vendría a
sostener, en realidad, que los derechos a la libertad de expresión e información tienen
menos jerarquía que el derecho al honor. Esta óptica domina en la reciente
jurisprudencia del Tribunal Supremo en esta materia. Ejemplo de ello son las sentencias
del Tribunal Supremo de 2 y 18 de junio de 1986 (con amplias referencias a la
jurisprudencia anterior), de 27 de junio de 1986 y, la de 1 de diciembre de 1986 (Rec.
2.573/84).
STS 18/6/1986. Como decía la Constitución de 1812, todos los españoles deben
ser justos y benéficos, pero quienes encarnan por definición la Justicia son los
profesionales que a ella se dedican, a quienes se les exige mayor delicadeza, dedicación
y sacrificio por ser justos, que a cualquier otro ciudadano. La Justicia, según la
expresión más sencilla que todos entienden consiste en dar a cada uno lo suyo, sin otra
115
consideración o móvil que cumplir con la Ley. Por ello cualquier reproche, imputación
o insinuación de que el Juez por consideraciones personales -cualesquiera que sean-
distintas de la Ley, se aparta del fin esencial que la sociedad la encomienda, y que él por
profesión asume, supone una ofensa grave tanto a la "autoritas" como a la "dignitas" que
la jurisdicción comporta y se incide en el delito de desacato del artículo 240 o en la falta
del artículo 570.5 .a según la gravedad de la imputación ofensiva y así lo tiene
declarado esta Sala (por citar las más modernas, sentencias de 29 de septiembre de
1981, 26 de diciembre de 1983, 20 de febrero, 8 y 9 de octubre de 1984 ). Con estos
antecedentes no puede soslayarse la calificación, indudablemente benévola, como falta,
de la conducta de los procesados, Abogados en ejercicio, que solidarizándose con un
compañero que actuaba en un procedimiento criminal dirigen escrito, por todos firmado,
en el que afirman: "que es preocupante el rigor judicial en este caso, frente a la
magnanimidad y tolerancia de aquellos otros, en que resultan implicadas personas de
ideología ultraderechista". Es decir, se está imputando al juzgador banalidad, y
favoritismo por motivaciones políticas y a continuación se concreta y personaliza:
"Especialmente por el hecho de que su procesamiento se produce tras varios meses de
haberse iniciado el procedimiento, precisamente en unos momentos de grave tensión
ciudadana, provocada por el conflicto del taxi y en que D. Juan Enrique en su calidad de
representante de la Federación de Barrios está jugando un importantísimo papel al lado
del Ayuntamiento democrático y frente a la organización sindical ultraderechista Fuerza
Nacional del Trabajo.
116
ofendida, pues el Letrado que llevaba la causa era Don Claudio. Cuarto: La motivación
humanitaria podía haberse llevado a efecto por otras vías sin necesidad de poner en
entredicho la integridad profesional de los jueces o del juez interviniente en la causa.
117
STS 27/6/1986. Desde el punto de vista legislativo, el artículo 242 del Código
Penal , en su actual redacción, fue introducido, en el referido cuerpo legal, merced a la
Ley Orgánica de 11 de noviembre de 1980, la cual, al propio tiempo, reformó
profundamente el Código de Justicia Militar, en el cual, tras la reforma antedicha,
subsiste el artículo 317, en el cual se sancionan las injurias a los Ejércitos o a sus
instituciones, clases, armas ó cuerpos determinados cuando el culpable fuese militar o el
hecho se produzca ante un mando en presencia de las tropas o en acuartelamiento,
recinto o lugar militar; por último, el artículo 90 del Código Penal Militar, aprobado
mediante Ley Orgánica de 9 de diciembre de 1985, sanciona al militar que, de palabra,
por escrito o por cualquier otro medio de publicidad, injurie a los Ejércitos o a
Instituciones, Armas, Clases o Cuerpos, determinados de los mismos, por su parte, la
jurisprudencia de la Sala Segunda del TS, se ha ocupado del mentado articulo 242 en las
sentencias de 14 de julio y 23 de noviembre de 1983 y en la de 16 de octubre de 1984 ,
en las cuales más que construir la estructura de la infracción se dedicó al caso sometido
a revisión casacional, estudiando el alcance y límites de la libertad de expresión, así
como la eficacia exonerante del "animus criticandi", siendo interesante recordar que los
supuestos analizados se referían a injurias proferidas por periodistas en publicaciones u
otros medios de difusión. La estructura del hecho punible analizado es la siguiente:
sujeto activo, lo puede ser cualquiera con tal de que sea imputable; sujeto pasivo, lo ha
de ser necesariamente una colectividad, determinada y al propio, tiempo
despersonalizada o indiferenciada, entre las cuales figuran los Ejércitos, bien sea en su
conjunto, bien referidas a los de Tierra, Mar o Aire, sus instituciones -v. g.- Junta de,
Jefes de Estado Mayor, Escuela Superior del Ejército, Academias Militares -armas-
Infantería, Caballería, Artillería, Ingenieros, Infantería de Marina, por ejemplo - clases-
las de tropa Generales, Jefes u Oficiales y, dentro de ellas, las compuestas por los que
ostentan el mismo grado o cuerpos determinados, lo cual, tanto puede aludir al Jurídico
Militar, al de Sanidad o al de Intervención, como, entendida, la palabra, en el sentido de
unidades, a Divisiones, Brigadas, Regimientos, etc. La dinámica comisiva o acción
puede materializarse mediante injurias, cuyo concepto se halla en el artículo 457 del
Código Penal o por medio de amenazas, entendiendo por tales el anuncio de un mal
118
futuro, posible, ilícito, determinado, dependiente de la voluntad de quien lo hace y
capaz de atemorizar o, al menos, inquietar, al destinatario ó destinatarios del mismo, si
bien, algún sector doctrinal resalta la inidoneidad de este medio operativo, el cual, como
se infiere del contenido de los; artículos 483 y siguientes del Código Penal, es
esencialmente individual y, por lo tanto, poco adecuado y apto para afectar a colectivos.
Dicha acción deberá ser dolosa, esto es, que el agente debe comprender y querer los
componentes objetivos de la infracción; y, finalmente, en lo que atañe a la penalidad, el
párrafo primero del artículo 242 impone la de prisión menor cuando las injurias o
amenazas sean graves, y el párrafo segundo del mismo, cuando las injurias o amenazas
no sean graves, dispone una pena alternativa: arresto mayor o multa de 75.000 a
150.000 pesetas. Los elementos objetivos de las injurias se encuentran especificados en
el artículo 457 del Código Penal toda expresión proferida o acción ejecutada en
deshonra, descrédito o menosprecio de otra u otras personas, pudiendo exteriorizarse las
mentadas injurias de modo verbal, escrito, real, omisivo p implícito, tendente siempre a
denigrar, ultrajar o vilipendiar a otro u otros; mientras que la gravedad de dichas
injurias, aunque dentro de una relatividad y circunstancialidad proclamadas por esta
Sala queda determinada merced a lo dispuesto en los cuatro, números el artículos 458
del mentado Código . Pues bien, en el caso de autos se trata de la inserción, publicación
y difusión en el periódico tinerfeño "Jornada", en la sección "Opinión" y en el número
correspondiente al 22 de marzo de 1982 de un artículo, redactado y antes ideado por el
acusado, titulado "La mujer del Teniente francés y los amigos del Capitán español", en
el que, en forma reflexiva, directa y consciente, se dice y escribe: "creo, Señor, que no
es hora aún de sustituir el nombre de Caballería, como pretenden el Ministro Oliart y
algunos Generales, porque hay todavía muchos semovientes en esa gloriosa Arma a la
que perteneces y también en las demás, capitán, aunque afortunadamente sea una raza a
extinguir...", añadiendo: "Recuerda, Capitán, que Caballería no es solamente el segundo
Cuerpo de soldados más antiguo del Ejército Español, sino que llamase también
caballería mayor a la mula o al caballo, y menor al borrico, así es que de caballería,
propiamente hablando, hay mucha gente todavía, Señor..." En definitiva, en el texto
periodístico dicho, sin ambages ni rodeos y aunque, más adelante, se trata de trivializar
los referido, aludiendo a otras acepciones de la palabra "caballería", se dice claramente
que, dentro del arma de Caballería y en otras, hay muchos semovientes, lo que equivale
119
semánticamente a cualquier clase de ganado -caballar, mular, asnal, bovino, ovino,
cabrío o de cerda-, lo cual, y puesto que no se refiere a los antiguos corceles o
cabalgaduras de dicha Arma, sino a los componentes humanos de la misma, significa
baldón ignominioso, desdoro y agravio para las Armas castrenses destinatarias de la
contumelia, agregando, para inri, que es aplicable al Arma de Caballería la segunda
acepción de dicha palabra, es decir, la de mulo o caballo, si se trata de caballería mayor,
o la de borrico, si se trata de caballería menor. En resumidas cuentas, en el artículo
mencionado se encuentran los requisitos objetivos de las injurias, sin que quepa dudar
acerca de su gravedad, puesto que, a la luz de los números 3.° y 4.ª del artículo 458 del
Código Penal, se trata de expresiones que, en el concepto público, se tienen por
afrentosas y que racionalmente merecen el calificativo de graves atendiendo al estado,
dignidad y circunstancias del ofensor y de la institución o Arma ofendida.
Entre los "animi" que excluyen el "animus iniuriandi", elemento subjetivo del
injusto típico de indispensable concurrencia en los delitos de injurias, figura el
denominado "animus criticandi" o propósito de criticar o censurar constructivamente el
comportamiento ajeno, pero para que dicho "animus" pueda preponderar, superponerse
y, en definitiva, eclipsar o anular al citado "animus iniuriandi" es menester, ante todo,
que el crítico, más o menos docto, e improvisado o no, proceda de un modo mesurado,
comedido, razonado y justificado, sin sustituir juicios racionales y ponderados por el
denuesto, el improperio, la invectiva o la imprecación, ya que, en el último caso, la
fiscalización, la supervisión o la crítica no serán más que antifaces o pretextos para
encubrir el verdadero y auténtico propósito subyacente de vituperio, de mofa y de
escarnio. Siendo, esto último, lo que sucede en este caso, donde un Catedrático de
Filosofía de Instituto de Segunda Enseñanza, nada versado, al parecer, en cuestiones
castrenses, no sólo ofende, veja y mortifica al Arma de Caballería y a otras Armas no
especificadas, sino que, con actitud típica y característica de estos tiempos -y que es
digna de reflexión y de meditación-, se autoerige en la personificación de las más puras
esencias constitucionales y democráticas para, gratuitamente y sin suficiente
conocimiento de causa, denostar y denigrar a otros, atribuyéndoles inmovilismo,
involución y nostalgia de tiempos y régimen pretéritos e inexorablemente caducados.
Procede, pues, la desestimación del primer motivo del recurso basado en el número 1.°
120
del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por aplicación indebida del
artículo 242 del Código Penal en relación con los artículos 457 y 458 del mismo cuerpo
legal.
122
STS 1/12/1986. Tiene declarado esta Sala que el derecho de crítica o «ius
criticandi», fundado y bien intencionado, de la actividad jurisdiccional de los Tribunales
de Justicia, así como de los demás organismos o corporaciones públicas, ejercitado con
la corrección y respeto debidos a la autoridad, dignidad que debe circundar y circunda a
tales órganos del Estado, no puede considerarse delictiva por entenderse que tal crítica
constituye una actividad socialmente adecuada que contribuye a favorecer el buen
gobierno de la sociedad en la que vivimos y a la prevención y supresión de posibles
atropellos, abusos, demasías y negligencias por parte de los poderes públicos,
fortaleciendo el sentimiento democrático de libertad, convivencia y bienestar común de
los ciudadanos, formando parte del llamado derecho de expresión, reconocido en el
artículo 20 de nuestra Constitución (R. 1978, 2836 ), entre los Derechos fundamentales,
que autoriza a todos los españoles a «expresar y difundir libremente los pensamientos,
ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de
reproducción, siempre que no se olvide que, como también se declara en el mismo texto
constitucional, esta libertad tiene sus límites en el respeto a los derechos reconocidos a
los demás ciudadanos en el mismo título, en los preceptos de las leyes que lo
desarrollan y especialmente el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, por
todo lo cual hay que concluir que si bien el ejercicio de una crítica racional, honesta y
constructiva de la acción jurisdiccional o de cualquier otra pública no constituye en
principio delito; pero cuando ello no es así y el censurante, amparándose en el citado
derecho que comprende los de narración, de información o de crítica, traspasa los
límites legalmente establecidos para menospreciar, desacreditar o desprestigiar a un
Tribunal o a los Tribunales o Jueces en conjunto como clase del Estado, bajo pretexto
de enjuiciar el desempeño de su función jurisdiccional para en realidad atacarlos en su
honorabilidad, probidad y prestigio, tal conducta queda despojada de toda utilidad social
y se convierte o transforma en material y formalmente antijurídica en cuanto quebranta,
ya sin justificación alguna, el respeto y consideración debido a las instituciones y clases
del Estado, observados en toda sociedad civilizada, transgrediendo de manera flagrante
y la mayor parte de las veces con publicidad, las limitaciones establecidas en la citada
Ley fundamental en alguna de las formas o modos tipificados como delictivos en el
Código Penal, sin que tales excesos o extralimitaciones puedan ser amparados bajo la
bandera de la libertad de expresión o de crítica, porque tal libertad debe terminar y
123
termina allí donde comienza el derecho de las demás personas individuales o jurídicas a
defender su honorabilidad, dignidad y prestigio, virtudes o dotes que, por otra parte,
resulta innecesario atacar para efectuar una crítica seria, objetiva y desapasionada de las
resoluciones de dichos Tribunales, y menos para injuriar a sus componentes; sin que el
status de periodista, por muy respetable que quiera reputarse, pueda otorgar «carta
blanca» para ofender libre e impunemente el honor de las personas o el prestigio de las
instituciones públicas más allá de los linderos establecidos para los demás ciudadanos
que no ejerzan tal profesión.
Expuesto lo que antecede, no puede aceptarse la tesis del recurrente de que sus
declaraciones a un diario de esta capital no son difamatorias para una clase determinada
del Estado, sino que encierran una opinión, una fuerte crítica a un componente de la
Administración de Justicia, los Jueces, sin ningún ánimo de injuria o menosprecio,
puesto que si bien es compatible el «animus criticandi» y el ánimo ofensivo denigratorio
si la crítica no se desenvuelve en la forma anteriormente expuesta, como lo hizo el
procesado en sus declaraciones al citado diario, en él se hacen imputaciones a los Jueces
que rebasan notoriamente la crítica, como se pone de manifiesto en la declaración de
hechos proba2 de la sentencia combatida, en concreto en el párrafo último de ello, al
imputar o atribuir a la mayor parte de los Jueces su firme propósito de no hacer justicia,
lo que constituye, como lo ha calificado acertadamente la Sala sentenciadora en sus
acertados fundamentos que se dan aquí por re producidos, un delito de injurias graves a
clase determinada del Estado como es la Administración de Justicia, representada en los
Jueces, tanto en lo objetivo como en lo subjetivo, lo que conduce a la desestimación del
motivo único del recurso.
Esta forma de encarar el problema puede ofrecer reparos desde el punto de vista
del artículo 9.3 CE, en tanto éste garantiza el principio de jerarquía normativa, es decir,
en la medida en que impone al legislador ordinario también el respeto de la
Constitución como norma de rango superior. La cuestión del efecto justificante de los
derechos de opinión y de información con relación al delito de injuria debe comenzar,
124
entonces, por la Constitución y no por el Código Penal. Desde esta perspectiva la
ponderación de los intereses subyacentes bajo los derechos fundamentales en colisión
debe tomar necesariamente en cuenta el significado institucional de unos y otros en una
relación flexible, en la que el punto de partida de la interpretación debe estar dado por la
posición fundamental que ocupa la libertad de expresión en el sistema del Estado
democrático de Derecho. Esta relación flexible, como proponemos designarla, exige
tomar en cuenta el llamado efecto irradiante de los derechos fundamentales en la
interpretación de sus límites legales y constitucionales. El Tribunal Constitucional
alemán se ha expresado en esta línea tempranamente en la sentencia del famoso caso
Lüth. «Las leyes generales, dice la sentencia, deben ser interpretadas, en lo referente a
su efecto limitador del derecho fundamental, a la vista de la significación de este
derecho fundamental, de tal manera que quede salvaguardado el contenido axiológico
especial del mismo, del que se deriva necesariamente en una democracia libre la
presunción fundamental de la libertad de palabra en todos los ámbitos, pero
especialmente en la vida pública.» Y agrega la sentencia: «La relación de oposición
entre el derecho fundamental y la ley general no debe concebirse como una limitación
unilateral de la fuerza de validez del derecho fundamental por parte de la ley procesal;
por el contrario, se da un efecto recíproco, en el sentido que la ley general, según su
texto, pone límites al derecho fundamental, pero esta ley a su vez tiene que ser
interpretada a partir de la idea de la significación valorativa de este derecho
fundamental (la libertad de expresión) en un Estado libre democrático y,
consecuentemente, restringida en su efecto limitador del derecho fundamental». En su
formulación, el punto de vista del Tribunal Constitucional alemán ha sido criticado, con
razón, como un razonamiento circular; sin embargo, tiene un núcleo aprovechable: la
interpretación de los límites de derecho fundamental debe realizarse tomando en cuenta
el sistema institucional de la Constitución.
Precisamente esto último es lo que exige el artículo 53.1 CE cuando dispone que
la regulación (por tanto, también la fijación de límites, en su caso) de los derechos
fundamentales sólo tendrá lugar por ley, «que en todo caso respetará su contenido
esencial».
125
Sin embargo, la problemática que aquí se estudia no es la de establecer el límite
impuesto al derecho a la libertad de expresión por la ley que regula el delito de injuria.
En la medida en que el derecho al honor, protegido por el tipo penal de la injuria,
también es un derecho fundamental y no simplemente un bien jurídico establecido por
ley, el eventual conflicto sólo puede resolverse en el plano normativo de la
Constitución. Estamos, consecuentemente, ante una cuestión previa a la interpretación
de la ley penal: el «efecto irradiante» se producirá sobre la ley penal de una manera
doble, es decir, tanto en la determinación del tipo como en el alcance de la justificación.
126
del Código Penal, que permite la prueba de la verdad y establece en tales casos la
impunidad del hecho lesivo del honor, carecería totalmente de fundamento.
127
El derecho a la información presupone expresamente en el artículo 20 CE la
veracidad de ésta. Es claro que la Constitución no podría proteger un derecho a
«informar» que amparara también la información falsa. Más aún, aunque la veracidad
no está expresada en el artículo 20.1, a), CE, no cabe duda que el derecho a la libertad
de expresión se limita también a la expresión de la verdad. De todos modos, la verdad
sólo puede predicarse de hechos, pero tanto el derecho de informar como el de
expresarse libremente pueden referirse a la comunicación de juicios de valor cuyo
enunciado podría afectar al honor de alguien. Los juicios de valor, por tanto, no pueden
estar sujetos a la comprobación de su «verdad», sino simplemente limitados a la
«necesidad».
128
Por otra parte, la autorización de acción puede depender de una comprobación
adecuada al deber de los presupuestos de la autorización. En el caso del derecho a
informar y a expresar libremente las opiniones en relación a hechos concretos que
puedan afectar el honor de terceros, el ejercicio legítimo de los mismos no dependerá,
en consecuencia, de una veracidad total y objetiva de lo que se informa y expresa,
verificada ex post, sino de la realización por el autor de todas las comprobaciones
necesarias para establecer la veracidad de la información. De tal forma que quien haya
efectuado tales comprobaciones antes de actuar obrará en el ejercicio legítimo de los
derechos contenidos en el artículo 20 CE, aunque posteriormente no se pueda demostrar
la veracidad de la información o, inclusive, se pueda establecer que es inveraz. Este
punto de vista suele criticarse, pues se piensa que si la justificación depende de la
comprobación adecuada al deber, en los casos en los que el autor los haya omitido pero,
de todos modos, haya propagado una información cierta, habría que negar la
justificación. Sin embargo, tal crítica no debería prosperar en el caso concreto del
conflicto de derechos fundamentales que se manifiesta en la justificación del delito de
injurias. El autor que dice la verdad habrá ejercido, en todo caso, legítimamente el
derecho de información y de libertad de opinión. En los casos, por el contrario, en los
que ex post se compruebe que la información no es veraz o no sea posible comprobar la
veracidad, el autor podrá ser justificado, de todos modos, si obró previa comprobación
cuidadosa de las circunstancias que ex ante permitían afirmar la veracidad de la
información o de los hechos comunicados en sus manifestaciones.
130
contra funcionarios públicos sobre hechos concernientes al ejercicio de su cargo y a los
supuestos previstos en el tipo del Código Penal. En lo sucesivo, cuando entre en
consideración la cuestión del ejercicio de los derechos contenidos en el artículo 20.1, a)
y d), CE, es decir, cuando se compruebe el carácter preponderante de los derechos de
información y libre opinión sobre el honor, la prueba de la falta de veracidad no sólo no
quedará fuera del proceso, sino que estará a cargo de la acusación. Consecuentemente,
la cuestión de la verdad de la imputación, en los casos en que sea preponderante el
derecho a libertad de expresión e información, no sólo será relevante cuando las
imputaciones «fueren dirigidas contra funcionarios públicos sobre hechos concernientes
al ejercicio de sus cargos», sino también cuando se refieran a personas que no ostentan
la calidad de funcionarios, como por ejemplo políticos. A la inversa, la prueba de la
verdad con los alcances despenalizadores del Código Penal no se deberá admitir cuando
se trate de hechos privados carentes de toda vinculación con los intereses de la
generalidad. Estas consecuencias se extenderán, por otra parte, al delito de desacato
cometido mediante injuria, con independencia del carácter de autoridad o de funcionario
del sujeto pasivo, por lo menos en los casos en que el autor haya obrado en el legítimo
ejercicio de los derechos previstos en el artículo 20.1, a) y d), de la CE. Las tesis
sostenidas se refieren, como se ha visto, a los derechos a la libertad de expresión y de
información y se deducen, fundamentalmente, del carácter constitutivo que estos
derechos tienen en un Estado democrático. La cuestión de si la libertad a la producción
artística, literaria, científica y técnica, art. 20.1, b), CE y la libertad de cátedra, art. 20.1,
c), CE pueden alcanzar la misma significación en el conflicto con el derecho al honor.
132
d) Como toda causa de justificación, para que produzca sus efectos, es
necesario que concurra el elemento subjetivo de la justificación. En otras palabras el
autor debe conocer que actúa en el ámbito de la justificación y, por tanto, cuando
profirió las manifestaciones o expresiones debería saber que actuaba en el ejercicio
del derecho a la libertad de expresión y que su contenido tiene por objeto unos hechos
de interés para la colectividad en general.
ANTECEDENTES DE HECHO:
133
-mayor de edad, soltera, de buena conducta y fama- mantenía relaciones sexuales con
un casado, cuyas manifestaciones perjudicaron su honorabilidad.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
135
que pueda entenderse cometido un delito de injurias, pero descartando acudir, por ser
sistema demasiado simplista, a la presunción "iuris tantum» establecida en el párrafo
segundo del artículo 1 del Código Penal , es lo cierto que el específico propósito de
menospreciar y desacreditar el ánimo de mortificar, zaherir y vilipendiar, fluye y
resplandece en un escueto relato de hechos, como lo es el de autos, en el que, pese a
su parquedad descriptiva, se advierte y trasluce claramente el porfiado propósito de
agravio y ofensa del sujeto pasivo que guió e inspiró los actos del procesado al
difundir y esparcir por doquier las supuestas relaciones íntimas con un hombre
casado. Y como, además, ninguna prueba se ha aportado, ni siquiera de carácter
indiciado o conjetural, respecto a que la intención del agente fuese otra que la
reseñada o a que un "animus» diferente al "injuriandi”, superponiéndose a éste y
anulándolo, fuera el instigador y animador de los actos del sujeto activo, procede la
desestimación del único motivo del recurso sustentado en el número primero del
artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por aplicación indebida de los
artículos 457 y 458, número segundo, del Código Penal.
FALLO:
136
ANTECEDENTES DE HECHO:
138
carácter de graves de éstas, ya que no atenuaba, sino que agravaba su calificación el
hecho de que se profiriesen en un momento en que, estando vacante la dirección del
Club Deportivo C, el recurrente era presunto candidato a la misma, por lo que el mal
ocasionado o intentado ocasionar por la carta injuriosa escrita por el señor V., y a la
que éste dio el máximo de publicidad a su alcance era considerablemente mayor que
el que, en su caso, una carta similar hubiera podido producir al recurrente si éste, por
ejemplo, hubiera ostentado en ese momento la condición de presidente del Club.-
Segundo. Infracción por no aplicación del artículo 69 del Código Penal , en relación
con los artículos 458, números segundo, tercero y cuarto, y 459 del mismo Código ,
por haberse cometido error de derecho al calificar los hechos como un solo delito de
injurias, por cuanto los hechos recogidos en el resultando primero de la declaración
de hechos probados de la sentencia recurrida eran constitutivos de tres delitos de
injurias graves, hechas por escrito y con publicidad; en el presente caso, el descrédito
y el atentado contra el honor y la dignidad del recurrente, que implicaban las
expresiones injuriosas vertidas en la carta escrita por el procesado y propaladas por
tres emisoras de radio distintas, se produjeron entre tres colectivos de personas bien
diferenciados, ya que la audiencia de las emisoras de radio era distinta no sólo por el
enfoque y variedad de los programas, que ofrecían, sino también por el mismo
horario de emisión.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
140
CONSIDERANDO que a la vista de la anterior consideración es preciso
reconocer el acierto de la sentencia de instancia al calificar las injurias de leves.-
siquiera producidas por escrito y con publicidad y por ello delictivas- a las emitidas
por el procesado en su carta abierta, cuya publicidad, denegada primero en el
periódico al que iba destinada como réplica de otra del querellante, logró finalmente
en tres emisoras de radio locales; pues es lo cierto que el hecho de tratarse de una
respuesta a otra carta -siquiera la autoría de la del querellante quedara velada por la
firma de su secretaria, lo que ya indica el temor a las consecuencias-.implica un cierto
grado de retorsión, si bien al exceder ésta los límites convenientes se cae en la
infracción contra el honor perseguida, como lo demuestran los propios conceptos
aplicados a la conducta del querellante (elemento ontológico), calificándola como
«propia de reptiles» y al encuadrar la condición humana de aquél como de «bajo
fondo moral»; por lo que en trance de - graduar la gravedad de tales ¿expresiones hay
que atender a todos los antecedentes concurrentes (elemento circunstancial), de suerte
que además de aquel ingrediente retorsivo antes aludido hay que situar los hechos en
el polémico ambiente de la directiva de un club de fútbol local a cuya presidencia era
candidato el querellante, aspiración a que trató de oponerse el procesado con la
aludida carta abierta, resentido, además, por el juicio desfavorable vertido por el
acusador particular sin su misiva contra persona a la que el acusado se considera
vinculado moralmente; por lo que atendidas todas dichas circunstancias, en particular
el grado de apasionamiento que yace en tales disputas, reflejo del qué rodea la misma
práctica del fútbol como deporte multitudinario, se hace preciso ratificar la
calificación de la sentencia recurrida al encuadrar la conducta del procesado en el
artículo 460 del Código Penal, cuya indebida aplicación se postula por el motivo
primero del recurso que, por lo mismo, hay que desestimar.
141
delictiva si tal diversidad no origina, a su vez, un cambio de tipo delictivo, cosa que
no ocurre con el aplicado artículo 460 del Código Penal en el que se recoge como
elemento integrante del tipo la publicidad, abstracción hecha de las formas que la
misma revista o los medios que sirvan para alcanzarla, concepto unitario que,
además, es descrito expresamente por el artículo 463 del propio Código; de modo que
lo único que resta es averiguar si concurren los demás elementos o abrazaderas
propios del delito continuado, en particular la unidad de culpabilidad o dolo, no
menos que la del sujeto pasivo que en el delito de injurias -por atacar bien personal
como el del honor-- adquiera particular relevancia; elementos los dos que, sin duda,
se reconocen en la conducta del procesado, toda vez que la homogeneidad dolosa se
desprende del hecho de que fuera la misma carta la que se reprodujo por las tres
emisoras radiofónicas y de que la misiva fue dirigida contra la misma persona; por lo
que se hace preciso concluir con la sentencia recurrida que estamos en presencia de
un típico delito continuado en el que la extensión de la publicidad lograda por el
culpable sólo puede servir para graduar la extensión de la pena; tesis, por otra parte,
admitida de antiguo por esta Sala (sentencias de 28 de Octubre de 1911 , 3 de
diciembre de 1934 y otras muchas posteriores); y que lleva a desestimar este motivo
final del recurso.
FALLO:
142
DE HECHO:
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
457 y 458.2.° del Código Penal . El motivo, aunque no con toda la intensidad
postulada, debe prosperar.
144
informativo por el querellante con el rótulo "No se puede mentir"; lo que evidencia,
como correctamente entendió el Ministerio Fiscal en la fase de instrucción del
recurso, la precisión de degradar la infracción a la injuria leve por escrito y con
publicidad prevenida en el art. 460 del mismo cuerpo legal sustantivo, en tanto que,
como declara la Sentencia de esta Sala de 8 de marzo de 1984, si bien deben
conceptuarse como injuriosas las frases comentadas, no deben penarse éstas en la
misma medida que si se tratara de injurias hechas sin razón ni motivo alguno, pues es
lógico que la persona que resulte ofendida por un delito de injurias por haber dado
lugar a ellas mediante actos censurables aunque no punibles, no deba gozar de la
misma protección del derecho que quienes se comportan con corrección exquisita y
sin embargo son injuriados sin causa que lo justifique; doctrina coincidente con la
sentada en la Sentencia de 27 de septiembre de 1978, por lo demás también dictada
en materia relacionada con el deporte balompédico. Debe, pues, estimarse
parcialmente el recurso.
FALLO:
145
SEGUNDA SENTENCIA En la villa de Madrid, a 23 de diciembre de 1989.
ANTECEDENTES DE HECHO:
146
1.- El Juzgado de Instrucción número 3 de Madrid instruyó sumario con el
número 18 de 1990 contra Flor y, una vez concluso, lo remitió a la Audiencia
Provincial de la mencionada capital que, con fecha doce de marzo de mil novecientos
noventa y uno, dictó Auto que contiene los siguientes:
HECHOS:
RAZONAMIENTOS JURIDICOS.
Así en relación con el tipo punible definido en el artículo 453 del Código
Penal, el Tribunal Supremo tiene declarado en reiterada doctrina de la que es
exponente la Sentencia de 4 de julio de 1988, que es condición esencial del delito de
calumnias la imputación infundada, circunstanciada y precisa de un hecho tenido
como falso por el difamador y atribuido por éste con intención dolosa y ánimo
deliberado de perjudicar al honor del calumniado "animus difamandi", insistiendo en
que no bastan unas imputaciones vagas o genéricas, siendo preciso y esencial que se
especifique el concreto hecho delictivo proseguible de oficio y que se determine con
claridad la persona a quien se atribuye.
147
SEGUNDO.- En el caso de autos de la lectura del artículo litigioso se
desprende que la querellada presentó una denuncia en la Comisaría de Policía de
Marbella por amenazas e intento de violación que fue remitida al Juzgado de
Instrucción de dicha localidad, en cuyas diligencias declaró el "presunto implicado"
Benedicto, uno de los querellantes a quien se achaca directamente, de dicho reportaje,
la comisión de tales delitos, por otra parte, el delito de violación, nunca es
perseguible de oficio, como requiere el tipo del artículo 453 del Código Penal, sino
previa denuncia de la parte ofendida artículo 443 del Código Penal, y no puede
hablarse de delito de amenazas al haber sido declaradas falta por el Juzgado de
Instrucción número 3 de Marbella, y la imputación de una falta no puede integrar
dicha infracción, por lo que no exige base objetiva, como sostienen el Ministerio
Fiscal, para configurar el delito de calumnias, no sólo respecto a dicho querellante
sino también en relación con Rodrigo , a quien se menciona casi al final del artículo
en relación con una nueva denuncia análoga a la anteriormente presentada, por
insultos y amenazas, que no pueden tener otra consideración que la de falta, el no
poderse deducir del texto que tengan carácter de delito, y por analogía con la
denuncia anteriormente presentada en la que figuraban como denunciados los dos
querellantes, cuyos hechos como ya hemos visto fueron declarados falta por el
Juzgado de Instrucción.
Ahora bien, el Ministerio Fiscal entiende que en cualquier caso este delito
estaría prescrito, por lo que el siguiente paso consiste en determinar si ha transcurrido
el plazo de prescripción que para el delito de injurias el artículo 113 del Código Penal
fija en seis meses.
Como fecha inicial o días a que para el cómputo de dicho término hay que
tomar el día 10 de julio de 1989, fecha de aparición o publicación de la revista, la
148
querella se interpone el 15 de enero de 1990, cuando ya ha transcurrido el plazo de
prescripción.
1ª) No ser preceptivo para este tipo de delitos cuando se cometen como aquí
sucede, a través de medios de publicación mecánicos (artículo 4 de la Ley 62/78 de
26 de diciembre).
149
por anunciada, remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las
certificaciones necesarias para su sustanciación y resolución, formándose el
correspondiente rollo y formalizándose el recurso.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
151
Ante tales antecedentes fácticos extraídos del propio escrito publicado, solo
cabría estimar las amenazas e insultos de autos como una falta. Confirma esta tesis el
hecho, también aducido por la querellada en la entrevista, que denunciados hechos
semejantes cometidos con anterioridad al de autos, las actuaciones que se produjeron
fueron pasadas por el Juez de Instrucción al de Distrito como constitutivos de simple
falta.
Por lo que se refiere al otro delito que se dice falsamente imputado por la
querellada a los querellantes: la tentativa de violación, ya hemos adelantado que
había transcurrido el plazo de prescripción de seis meses para ser perseguido, plazo
computado desde el momento de la publicación de la entrevista (10 julio 1989) al de
interposición de la querella (18 octubre 1989), a tenor de los artículos 112.6º, 113 y
114 del Código Penal.
TERCERO.- Este último motivo, también por infracción de Ley del artículo
849.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, entiende que no ha transcurrido el plazo
de prescripción, por haber sido interrumpido por la interposición de la demanda de
conciliación, siendo indiferente que esta demanda sea o no preceptiva, pues entonces
se estaría penalizando a quien trata de evitar un procedimiento judicial.
152
También en este punto da adecuada respuesta el auto recurrido, cuando afirma
que, como aquí sucede, el acto de conciliación no es preceptivo según el artículo 4 de
la Ley 62/78 de 26 de diciembre dada para delitos cometidos por medios de
publicación mecánicos. En todo caso, aún admitido que fuera necesario el acto de
conciliación para interrumpir la prescripción, es doctrina admitida con base en los
artículos 1947 del Código Civil y 479 de la Ley Civil aplicables supletoriamente al
campo penal en esta materia, que si transcurren dos meses a contar del acto de
conciliación sin que se interponga la querella, no podrá ésta producir el efecto
interruptivo de la prescripción (sentencia 25 mayo 1977).
FALLO:
153
Comuníquese esta resolución a la mencionada Audiencia a los efectos legales
oportunos con devolución de la causa que en su día remitió.
ANTECEDENTES DE HECHO:
156
que tal hecho estaba acreditado en autos y además tenía trascendencia para el fallo,
propugnando la rectificación de hechos probados, por vía de adición, porque en tal
circunstancia estaba el origen de los juicios de valor que en el resto de la carta el
procesado hacía, citando el escrito obrante en el rollo sin señalar número de folio por
no estar foliado de 20 de mayo de 1983, firmado por D. Eloy , Catedrático de la
asignatura de Farmacología y Terapéutica Clínicas de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Málaga. Segundo: Infracción por aplicación indebida del artículo 240
del Código Penal , por cuanto si el Catedrático actúa irregularmente dando por no
presentado a un alumno que se presentó a examen y ello origina la crítica, aunque
exaltada del padre de aquél, no podía conservar el ofendido la situación privilegiada
que su carácter o condición tenía y si además, en la carta supuestamente insultante, se
relataban con objetividad los" hechos, y éstos eran ciertos, cuya glosa merecía aquel
calificativo, desaparecía el ánimo de injuriar esencial para la presencia del delito de
desacato. Tercero: Infracción por violación del artículo 245 del Código Penal en
relación con el artículo 119, párrafo 3.° del mismo Código , motivo que planteaban
con carácter subsidiario y alternativo del anterior, pues las supuestas injurias no van
dirigidas al Decano de la Facultad de Medicina, por su actuación como tal Decano,
sino al Catedrático de la asignatura de Farmacología y Terapéutica Clínicas, por la
que se estimaba irregular actuación del mismo y si no cabía duda de la cualidad de
autoridad que ostentaba el Decano de una Facultad, no era menos cierto que el
Catedrático ostentaba sólo la cualidad de funcionario, tal como se definía en el
párrafo 3." del artículo 119 del Código Penal .
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
157
El primer motivo impugnativo se funda en una supuesta-infracción sometida en
la sentencia del Tribunal «a quo» pretendida amparar en el número 2.° del artículo
849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por omisión -siempre desde la
obviamente parciaria estimativa del recurrente- en el relato histórico de la veracidad o
inveracidad de la imputación efectuada en la carta dirigida por el procesado al
querellante y publicada en el diario «Sur» de la ciudad de Málaga de la expresión
inculpatoria para el querellante de que «ha plasmado una raya en la papeleta de
examen y en el acta no presentado». Este motivo tiene necesariamente que ser
desestimado, pues en su día debió con clara rotundidad haber sido causa de
inadmisión conforme al artículo 884 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , pues es
llano que las omisiones eventuales en el relato histórico sólo podrían haberse
denunciado con posibilidad estimativa a través del cauce rituario previsto en el
artículo 851 del mismo cuerpo legal procesal, por cuanto, aunque una muy reiterada
doctrina jurisprudencial del Tribunal Constitucional (sentencias de 9 de febrero, 6 de
mayo y 18 de octubre de 1985) y de esta misma Sala (sentencia, entre varias,, de 11
de abril de 1986) haya declarado que resulta preciso que en la admisión formal del
recurso de casación interpuesto por el condenado se adopten criterios de máxima
amplitud, en cuanto las penas limitan esenciales derechos humanos, es lo cierto
también que ello en este caso no produciría para el recurrente indefensión alguna, ya
que, de un lado, esta Sala ha establecido también, con reiteración que exime de fácil
cita pormenorizada, que el derecho fundamental a la presunción de inocencia
establecido en el artículo 24.2 de la Constitución y, de otro, la facultad de examen de
la causa previsto en el artículo 899 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal comportan
en supuestos como el que se decide la imposibilidad de que se produzca indefensión,
pues las reales o pretendidas lagunas de la narración fáctica pueden completarse no a
través de la vía procesal incorrectamente elegida, sino en el análisis de la
impugnación de fondo, al estar a la altura de los tiempos desmitificada o
desacralizada la pretendida «insularidad» del llamado anteriormente «resultando de
hechos probados», pues si es cierto que el artículo 10 de la Orden de 5 de abril de
1932 disponía que «en las injurias vertidas por medio de la prensa, en vez de
reproducir meramente las frases injuriosas, se insertará el texto íntegro del artículo o
suelto en que se hayan vertido, a fin de que la intención del procesado y el grado de la
158
injuria puedan ser apreciados a través de la totalidad del escrito», ello -por lo demás
escrupulosamente cumplido en la sentencia dictada por el Tribunal provincial de
origen- no impide que en un delito de intención cual el de desacato no se puedan y
aun deban tomar en consideración otros datos fácticos que sin estar expuestos en la
narración o en otros lugares de la sentencia recurrida obren en la causa y puedan
servir de fundamento para excluir el dolo específico propio necesariamente de esta
figura delictiva y la de su matriz normativa, en este caso constituida por el tipo de
injurias.
b) Desde esta idea central -por lo demás elemental- la frecuente y aun casi
cotidiana fricción entre los derechos fundamentales a la libre expresión comunicada y
el derecho al honor que, respectivamente, establecen los artículos 18 y 20 del texto
159
supremo del ordenamiento jurídico español, hay a su vez que partir de dos elementos:
1) ambos derechos fundamentales se inspiran y cobran su fuerza legitimadora de dos
fuentes o «valores superiores» diferentes. En tanto el derecho al honor se funda en el
valor de seguridad propio de todo Estado de Derecho, por cuanto es 1 de los derechos
más íntimamente enlazados con la idea de la dignidad humana y expresa 1 de los de
carácter público subjetivo de los que contemplan al ciudadano como individuo
autónomo, libre y responsable; el de libertad de expresión se enraíza en el también
valor superior de la libertad, en los que la persona ya no ostenta esta condición
aislada de sus conciudadanos, sino que es miembro activo de la colectividad política
o estatal. 2) De ello se deduce otra consecuencia derivada de la no polémica
distinción doctrinal entre derechos fundamentales activos y reacciónales, con su
obvia distinción en orden a la efectividad, pues mientras el derecho al honor, como
reaccional que es, no puede nunca tener un ámbito escaso de desenvolvimiento; en
tanto que el de libertad de expresión, como derecho activo, supone una esfera de
actuación, siempre respetando el contenido esencial que reconoce el artículo 53.1 de
la Constitución , instalable en el área o ámbito de lo que, desde la limitabilidad a
través de la ley, se ha denominado doctrinalmente como «escasez de ámbito». Y así,
tanto el artículo 20.4 de la Constitución establece como límite esencial al derecho de
libertad de expresión el del respeto al también fundamental al honor y los textos
internacionales integrantes en esta esfera de una normatividad tildable incluso a partir
del artículo 10.2 de la Constitución como superconstitucional establecen como límites
al derecho de libertad de expresión el «asegurar el respeto a los derechos o a la
reputación de los demás» (artículo 19.3.a) del Pacto Internacional de Derechos
Civiles - Políticos) o la «protección de la reputación o de los derechos ajenos»
(artículo 10.2 del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales).
Desde estas premisas esenciales hay que partir para el examen del presente
motivo. Es cierto que no parece seguramente aceptable la actuación del querellante -
lo que es tema ajeno en su aprobación o censura al área competencial propia de este
órgano jurisdiccional penal- en el concreto acto académico en que se produjeron los
hechos origen de la destemplada misiva que fue causa (al ser publicada por el medio
160
de comunicación social) de estas actuaciones, pero incluso a partir de tal
posiblemente autoritario y seguramente irregular (artículos 5.6.1 y 6.6.2, en relación
con el 13, del Reglamento de 8 de septiembre de 1954 y D. de 5 de septiembre de
1958) comportamiento, lo cierto es que una cosa es, en la interacción de ambos
derechos, una libre expresión -o por mejor decir, difusión de opinión- crítica y otra,
absolutamente distinta y por supuesto antijurídica, la propagación a través del medio
comunicativo social de una carta que, dirigiéndose al ahora querellante en forma
vocativa, se le atribuyen negativamente, por estimar que son las propias de un
Decano de Facultad Universitaria, condiciones de «competencia, dignidad,
honorabilidad, ética profesional y humana, prudencia, veracidad, ecuanimidad,
sapiencia, responsabilidad y, en una palabra, dechado de virtudes profesionales y
morales; exento, por tanto, de todo tipo de ruindad, despotismo, cretinismo y demás
bajezas de ciertos humanos. Ironías de la vida, ¿verdad, Sr. Decano?». La elocuencia
de las expresiones entrecomilladas procedentes del relato relevaría de cualquier
precisión fundamentadora aditiva para la eliminación del ánimo justificativo crítico
pretendido como existente al articular el motivo, porque para rechazar el mismo no
hace falta acudir a la por lo demás reiteradísima doctrina de este Tribunal de casación
en orden a que si las expresiones son objetivamente deshonorantes es al procesado a
quien corresponde la carga probatoria de la existencia de un ánimo distinto y
excluyente de la antijuridicidad propia de estas figuras delictivas y que se incorporan
normativamente por propia naturaleza a su descripción típica, pero debe aún
resaltarse que para eliminar ese ánimo crítico o por mejor decir de «denuncia social»
canalizada a través de un medio de tal carácter el presente caso ofrece las
circunstancias siguientes: a) La profesión y preparación cultural del procesado
condenado, como profesor de Enseñanza General Básica, b) El lapso temporal
existente entre el momento en que se produjo el hecho académico, que no se trata ni
aun en esta esfera ajena de justificar, y la reacción crítica, c) El medio elegido, que,
por requerir la escritura, supone un proceso reflexivo, d) La deliberada confusión que
la misiva introduce -lo que se analizará al examinar el siguiente motivo impugnativo-
entre un acto concreto del querellante como catedrático de una asignatura o disciplina
determinada y su sobreañadida y contingente condición de Decano de la Facultad,
absolutamente ajena al incidente. Ello supone la desestimación del motivo, pues al no
161
poderse apreciar en lo que esta Sala, en sus sentencias de 8 de julio de 1981 y 3 de
junio de 1985 ha calificado como delicada cuestión de límites, por exceder
notoriamente el texto incriminado de las líneas propias del ánimo crítico o de
denuncia, es obvio que se debe reputar existente el difamatorio o de denigración
constitutivo de la injuria; ya que por lo demás cualquier exceso expresivo crítico
derivado de la condición de padre del supuestamente agraviado por la decisión
académica (que tiene sus propios cauces de impugnación jurídica) vendría eliminada
por su notoria condición de mayoría de edad al ser estudiante aquél del sexto curso de
la Licenciatura y con ello carente de sentido una eventual invocación -lo que por lo
demás no se ha hecho- de esta condición de padre a la luz y órbita del derecho
establecido en el artículo 27.7 de la Constitución en la esfera educativa de los hijos.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
166
Pilar y Doña Margarita Pomar García por Luisa, quienes mantuvieron sus respectivos
recursos y el Ministerio Fiscal quien lo impugnó los tres recursos.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
2. Como decía la Constitución de 1812, todos los españoles deben ser justos y
benéficos, pero quienes encarnan por definición la Justicia son los profesionales que a
ella se dedican, a quienes se les exige mayor delicadeza, dedicación y sacrificio por
ser justos, que a cualquier otro ciudadano. La Justicia, según la expresión más
sencilla que todos entienden consiste en dar a cada uno lo suyo, sin otra
consideración o móvil que cumplir con la Ley. Por ello cualquier reproche,
imputación o insinuación de que el Juez por consideraciones personales -cualesquiera
que sean- distintas de la Ley, se aparta del fin esencial que la sociedad la encomienda,
y que él por profesión asume, supone una ofensa grave tanto a la "autoritas" como a
la "dignitas" que la jurisdicción comporta y se incide en el delito de desacato del
167
artículo 240 o en la falta del artículo 570.5 .a según la gravedad de la imputación
ofensiva y así lo tiene declarado esta Sala (por citar las más modernas, sentencias de
29 de septiembre de 1981, 26 de diciembre de 1983, 20 de febrero, 8 y 9 de octubre
de 1984). Con estos antecedentes no puede soslayarse la calificación, indudablemente
benévola, como falta, de la conducta de los procesados, Abogados en ejercicio, que
solidarizándose con un compañero que actuaba en un procedimiento criminal dirigen
escrito, por todos firmado, en el que afirman: "que es preocupante el rigor judicial en
este caso, frente a la magnanimidad y tolerancia de aquellos otros, en que resultan
implicadas personas de ideología ultraderechista". Es decir, se está imputando al
juzgador banalidad, y favoritismo por motivaciones políticas y a continuación se
concreta y personaliza: "Especialmente por el hecho de que su procesamiento se
produce tras varios meses de haberse iniciado el procedimiento, precisamente en unos
momentos de grave tensión ciudadana, provocada por el conflicto del taxi y en que D.
Juan Enrique en su calidad de representante de la Federación de Barrios está jugando
un importantísimo papel al lado del Ayuntamiento democrático y frente a la
organización sindical ultraderechista Fuerza Nacional del Trabajo".
168
leves que al dirigirse a una autoridad, se transforman en la figura más liviana del
desacato, castigada en el artículo 570.5.° de aquel Código. Segundo: El ánimo de
injuriar se deduce -por ser acto interno de conciencia, inasequible a la observación
directa- cuando la expresión proferida o acción ejecutada aparece "prima facie"
ofensiva y no se acredita la existencia de otro "animus" que la desvirtúe (Sentencias
de 17 de febrero y 10 de abril de 1982, 28 de febrero de 1983, 5 de marzo de 1984,
etc., etc.). Tercera No es posible admitir el "animus defendendi", pues a la Letrada
recurrente, ninguna petición le había sido denegada, ni por nadie había sido ofendida,
pues el Letrado que llevaba la causa era Don Claudio. Cuarto: La motivación
humanitaria podía haberse llevado a efecto por otras vías sin necesidad de poner en
entredicho la integridad profesional de los jueces o del juez interviniente en la causa.
170
artículo 9.° del Código los motivos morales, altruistas o patrióticos ni siquiera son
apreciados como atenuantes y, por tanto, menos aún como causa de justificación.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
172
4. La representación del procesado Alonso basa su recurso en los siguientes
motivos: Primero.-Por infracción de Ley, con base en el número 1° del artículo 849
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , al haber cometido la Sala sentenciadora error
de derecho, calificando los hechos enjuiciados como constitutivos de un delito de
injurias al Ejército, sin que en los declarados probados consten los requisitos
objetivos mínimos para considerar dichas expresiones como injuriosas, con lo que se
produce la vulneración de los artículos 457 y 458 del Código Penal, que han sido
infringidos por aplicación indebida. Segundo. Por infracción de Ley, con base en el
número 1.° del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por cuanto la Sala
sentenciadora presume la existencia del "animus injiuriandi", con lo que se produce
violación, por no aplicación, del artículo 1.° del Código Penal, en su nueva redacción,
que exige la prueba del dolo, así como de los artículos 20.1 y 24 de la Constitución,
que consagra el derecho a la libertad de expresión y el principio de la presunción de
inocencia, normas sustantivas estas que deben ser observadas en la aplicación de la
Ley penal. Tercero .- Por infracción de Ley, al amparo del número 1.° del artículo
849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por cuanto la Sala sentenciadora estima
cometido un delito de injurias al Ejército, sin que ni en el Resultando de hechos
probados ni en Considerando alguno se determine o especifique cuál es el sujeto
pasivo del delito o, lo que es lo mismo, qué Institución, Cuerpo, Arma o Clase, dentro
del Ejército o las Fuerzas Armadas, ha sido ofendido, con lo que se produce la
vulneración del artículo 242-1.° del Código Penal , que ha sido infringido por
aplicación indebida.
173
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
Primero: Desde el punto de vista legislativo, el artículo 242 del Código Penal,
en su actual redacción, fue introducido, en el referido cuerpo legal, merced a la Ley
Orgánica de 11 de noviembre de 1980, la cual, al propio tiempo, reformó
profundamente el Código de Justicia Militar, en el cual, tras la reforma antedicha,
subsiste el artículo 317, en el cual se sancionan las injurias á los Ejércitos o a sus
instituciones, clases, armas ó cuerpos determinados cuando el culpable fuese militar o
el hecho se produzca ante un mando en presencia de las tropas o en acuartelamiento,
recinto o lugar militar; por último, el artículo 90 del Código Penal Militar, aprobado
mediante Ley Orgánica de 9 de diciembre de 1985, sanciona al militar que, de
palabra, por escrito o por cualquier otro medio de publicidad, injurie a los Ejércitos o
a Instituciones, Armas, Clases o Cuerpos, determina de los mismos por su parte, la
jurisprudencia de esta Sala se ha ocupado del mentado articulo 242 en las sentencias
de 14 de julio y 23 de noviembre de 1983 y en la de 16 de octubre de 1984, en las
cuales más que construir la estructura de la infracción se dedicó al caso sometido a
revisión casacional, estudiando el alcance y límites de la libertad de expresión, así
como la eficacia exonerante del "animus criticandi", siendo interesante recordar que
los supuestos analizados se referían a injurias proferidas por periodistas en
publicaciones u otros medios de difusión. La estructura del hecho punible analizado
es la siguiente: sujeto activo, lo puede ser cualquiera con tal de que sea imputable;
sujeto pasivo, lo ha de ser necesariamente una colectividad, determinada y al propio,
tiempo despersonalizada o indiferenciada, entre las cuales figuran los Ejércitos, bien
sea en su conjunto, bien referidas a los de Tierra, Mar o Aire, sus instituciones -v. g.-
Junta de, Jefes de Estado Mayor, Escuela Superior del Ejército, Academias Militares
-armas- Infantería, Caballería, Artillería, Ingenieros, Infantería de Marina, por
ejemplo - clases- las de tropa Generales, Jefes u Oficiales y, dentro de ellas, las
compuestas por los que ostentan el mismo grado o cuerpos determinados, lo cual,
tanto puede aludir al Jurídico Militar, al de Sanidad o al de Intervención, como,
entendida, la palabra, en el sentido de unidades, a Divisiones, Brigadas, Regimientos,
etc. La dinámica comisiva o acción puede materializarse mediante injurias, cuyo
concepto se halla en el artículo 457 del Código Penal o por medio de amenazas,
174
entendiendo por tales el anuncio de un mal futuro, posible, ilícito, determinado,
dependiente de la voluntad de quien lo hace y capaz de atemorizar o, al menos,
inquietar, al destinatario ó destinatarios del mismo, si bien, algún sector doctrinal
resalta la inidoneidad de este medio operativo, el cual, como se infiere del contenido
de los; artículos 483 y siguientes del Código Penal , es esencialmente individual y,
por lo tanto, poco adecuado y apto para afectar a colectivos. Dicha acción deberá ser
dolosa, esto es, que el agente debe comprender y querer los componentes objetivos de
la infracción; y, finalmente, en lo que atañe a la penalidad, el párrafo primero del
artículo 242 impone la de prisión menor cuando las injurias o amenazas sean graves,
y el párrafo segundo del mismo, cuando las injurias o amenazas no sean graves,
dispone una pena alternativa: arresto mayor o multa de 75.000 a 150.000 pesetas.
175
ambages ni rodeos y aunque, más adelante, se trata de trivializar los referido,
aludiendo a otras acepciones de la palabra "caballería", se dice claramente que, dentro
del arma de Caballería y en otras, hay muchos semovientes, lo que equivale
semánticamente a cualquier clase de ganado -caballar, mular, asnal, bovino, ovino,
cabrío o de cerda-, lo cual, y puesto que no se refiere a los antiguos corceles o
cabalgaduras de dicha Arma, sino a los componentes humanos de la misma, significa
baldón ignominioso, desdoro y agravio para las Armas castrenses destinatarias de la
contumelia, agregando, para inri, que es aplicable al Arma de Caballería la segunda
acepción de dicha palabra, es decir, la de mulo o caballo, si se trata de caballería
mayor, o la de borrico, si se trata de caballería menor. En resumidas cuentas, en el
artículo mencionado se encuentran los requisitos objetivos de las injurias, sin que
quepa dudar acerca de su gravedad, puesto que, a la luz de los números 3.° y 4.ª del
artículo 458 del Código Penal, se trata de expresiones que, en el concepto público, se
tienen por afrentosas y que racionalmente merecen el calificativo de graves
atendiendo al estado, dignidad y circunstancias del ofensor y de la institución o Arma
ofendida.
176
autoerige en la personificación de las más puras esencias constitucionales y
democráticas para, gratuitamente y sin suficiente conocimiento de causa, denostar y
denigrar a otros, atribuyéndoles inmovilismo, involución y nostalgia de tiempos y
régimen pretéritos e inexorablemente caducados. Procede, pues, la desestimación del
primer motivo del recurso basado en el número 1.° del artículo 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal , por aplicación indebida del artículo 242 del Código Penal
en relación con los artículos 457 y 458 del mismo cuerpo legal.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
179
esta causa, en su caso, lo que se acreditará en ejecución de sentencia. Y aprobamos el
auto de solvencia consultado por el Instructor.
Primero: Tiene declarado esta Sala que el derecho de crítica o «ius criticandi»,
fundado y bien intencionado, de la actividad jurisdiccional de los Tribunales de
Justicia, así como de los demás organismos o corporaciones públicas, ejercitado con
la corrección y respeto debidos a la autoridad, dignidad que debe circundar y circunda
a tales órganos del Estado, no puede considerarse delictiva por entenderse que tal
crítica constituye una actividad socialmente adecuada que contribuye a favorecer el
buen gobierno de la sociedad en la que vivimos y a la prevención y supresión de
posibles atropellos, abusos, demasías y negligencias por parte de los poderes
públicos, fortaleciendo el sentimiento democrático de libertad, convivencia y
bienestar común de los ciudadanos, formando parte del llamado derecho de
expresión, reconocido en el artículo 20 de nuestra Constitución (R. 1978, 2836 ),
entre los Derechos fundamentales, que autoriza a todos los españoles a «expresar y
difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el
escrito o cualquier otro medio de reproducción, siempre que no se olvide que, como
también se declara en el mismo texto constitucional, esta libertad tiene sus límites en
el respeto a los derechos reconocidos a los demás ciudadanos en el mismo título, en
los preceptos de las leyes que lo desarrollan y especialmente el derecho al honor, a la
intimidad y a la propia imagen, por todo lo cual hay que concluir que si bien el
ejercicio de una crítica racional, honesta y constructiva de la acción jurisdiccional o
de cualquier otra pública no constituye en principio delito; pero cuando ello no es así
y el censurante, amparándose en el citado derecho que comprende los de narración,
de información o de crítica, traspasa los límites legalmente establecidos para
menospreciar, desacreditar o desprestigiar a un Tribunal o a los Tribunales o Jueces
en conjunto como clase del Estado, bajo pretexto de enjuiciar el desempeño de su
función jurisdiccional para en realidad atacarlos en su honorabilidad, probidad y
prestigio, tal conducta queda despojada de toda utilidad social y se convierte o
transforma en material y formalmente antijurídica en cuanto quebranta, ya sin
justificación alguna, el respeto y consideración debido a las instituciones y clases del
Estado, observados en toda sociedad civilizada, transgrediendo de manera flagrante y
la mayor parte de las veces con publicidad, las limitaciones establecidas en la citada
181
Ley fundamental en alguna de las formas o modos tipificados como delictivos en el
Código Penal, sin que tales excesos o extralimitaciones puedan ser amparados bajo la
bandera de la libertad de expresión o de crítica, porque tal libertad debe terminar y
termina allí donde comienza el derecho de las demás personas individuales o jurídicas
a defender su honorabilidad, dignidad y prestigio, virtudes o dotes que, por otra parte,
resulta innecesario atacar para efectuar una crítica seria, objetiva y desapasionada de
las resoluciones de dichos Tribunales, y menos para injuriar a sus componentes; sin
que el status de periodista, por muy respetable que quiera reputarse, pueda otorgar
«carta blanca» para ofender libre e impunemente el honor de las personas o el
prestigio de las instituciones públicas más allá de los linderos establecidos para los
demás ciudadanos que no ejerzan tal profesión.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
184
UNICO.- Al amparo del artículo 849.º1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
por inaplicación del artículo 51.2 de la Ley 209/1964, de 24 de diciembre Penal y
Procesal de la Navegación Aérea e indebida aplicación de los artículos 208 y 209 in
fine del Código Penal.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
185
R.D.L. de 21/12/78 y la Disposición final cuarta de la Ley de 21/7/60; por fin, la Ley
Orgánica 10/95, de 23/11, del C.P., en su Disposición derogatoria única, apartado f,
deroga expresamente los artículos 29 y 49 de la Ley de 24/12/64 y la Disposición
Transitoria Undécima incide también en dicha Ley Especial.
Pues bien, el nuevo artículo 8 C.P. de 1995 es la norma atinente para resolver
los concursos de leyes, frente al antiguo artículo 68 que solo contemplaba el principio
186
de alternatividad, siendo éste ahora la cláusula de cierre a falta de aplicación de las
tres primeras reglas previstas en el artículo vigente (especialidad, subsidiariedad y
consumación o absorción).
SEPTIMO.- Ex artículo 901.3 LECrim las costas del recurso deben ser
declaradas de oficio.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
188
Directamente aludidos por el párrafo transcrito se sintieron Gabriel, de
nacionalidad portuguesa, con negocios en Tuy y que perteneció a la Policía
Internacional y de Defensa del Estado en aquel país, y Carlos Francisco, de
nacionalidad portuguesa natural de Monçao y residente en DIRECCION001.
189
PRIMERO.- Autorizado por el número 1º del art. 849 de la L.E.Cr. El Fallo de
la sentencia recurrida, dados los hechos que ésta declara probados, infringe los arts.
457 y 458 número 3º del C.P.
TERCERO.- Al amparo del párrafo 4º del art. 5º de la Ley Orgánica del Poder
Judicial. La sentencia infringe estos preceptos de la Constitución. Art. 18 párrafo 1) y
el art. 20, párrafo 1.d) y párrafo 4).
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
PRIMERO.- El recurso del querellante privado articula, por la vía procesal del
nº 1º del art. 849, una serie de motivos que tienen por objeto aspectos fraccionales del
"thema decidendi" de fondo, cual es la infracción, por la no aplicación a los hechos
probados de los artículos 457, 458 nº 3º y 459 C.P., y, la invocación, esta vez por la
vía del art. 5.4 L.O.P.J., del derecho fundamental consagrado en el art. 18.1 C.E., que,
junto con el del art. 20, pfº 1 d) y pfº 4º de la misma Norma fundamental, se
entienden también infringidos. La íntima conexión de las cuestiones que el recurrente
plantea por separado - sin duda para cumplir ortodoxamente lo prevenido en el art.
874 L.E.Cr., - aconseja su examen interrelacionado, sin perjuicio de la decisión
190
individualizada sobre la procedencia o no de cada uno de los motivos articulados en
este recurso.
Por último, hay que decir que ese elemento subjetivo del delito de injurias,
como todo elemento tendencial, de un lado, ha de quedar probado por la acusación,
aunque esa carga probatoria quede atenuada por la presunción antes citada; y, de otro,
queda excluido cuando se pruebe que la finalidad o tendencia de la acción era
diferente a la de injuriar a la persona afectada. Existen así unos peculiares "animus"
que tradicionalmente vienen considerándose como incompatibles con aquella
finalidad y, por ende, excluyentes del "animus iniuriandi" y de la consiguiente
antijuricidad típica de la conducta (Sentencias de 14 de marzo y 15 de julio de 1.988;
14 de abril y 27 de noviembre de 1.989; 12 de febrero y 12 de abril de 1.991). Entre
esos ánimos excluyentes se encuentra el "animus informandi", que por su contenido
de derecho fundamental ha adquirido una especial trascendencia a partir de la
promulgación de nuestra Constitución de 1.978 y que, por su especial incidencia en el
"thema decidendi" de este recurso, merece ser expresamente destacado.
196
En este caso la responsabilidad del autor directo de la información y la
observancia por su parte de las normas profesionales de corroboración de la noticia
difundida respecto a los querellantes queda al margen del proceso, al no ser parte en
el mismo, ni estar sometido a una acusación, por lo que (y aunque en autos pueda
haber elementos para formar criterio, ya que en el texto del reportaje se hace
referencia a fuentes a las que tuvo acceso el periodista y en la causa se practicó
prueba que tendía a relacionar a los querellantes con un conocido, y en aquellos
momentos, judicialmente encausado narcotraficante gallego) esta Sala debe
abstenerse de pronunciarse sobre tal extremo.
TERCERO.- El segundo motivo del recurso denuncia, también por la vía del nº
1º del art. 849 L.E.Cr., la infracción del art. 15 C.P., no aplicado al querellado,
entendiendo que la estimación de la Sala "a quo" de actuar aquél sin ánimo alguno de
deshonrar, desacreditar o menospreciar a los querellantes, sino con la finalidad de
trasmitir la información por él recibida y estimada de general interés, es un juicio de
valor que no vincula y puede ser revisado en casación. Para combatir tal aserto del
"factum" sobre el elemento anímico del acusado, el recurso se apoya en los
argumentos, ya examinados, del carácter objetivamente injurioso de la información
objeto de la querella y en la deducción del "animus iniurandi" a través de dicho
contenido injurioso, en el que a su juicio se encuentra ínsito tal "animus".
Ahora bien, el que se den las condiciones legales para poder exigir la
responsabilidad penal del director del medio en que el texto se publicó no quiere decir
que tal responsabilidad exista.
En cuanto al primer punto, esto es, el que el acto haya sido realizado en el
ejercicio del derecho fundamental a transmitir información veraz, el deber de
diligencia de los directores de los medios periodísticos, - en especial los de cierta
entidad, profuso contenido y diaria difusión, como es el de autos - tiene que ser
valorado y exigido en el ámbito de su función y en forma acorde a como ésta es
ejercida. Función que, por su naturaleza coordinadora y el carácter de inmediatividad
y urgencia que la publicación diaria del periódico impone a la tarea de selección de
noticias y textos, ha de desarrollarse conforme al llamado "principio de confianza".
Ello quiere decir que al director del medio no le es exigible que contraste una por una
la veracidad de toda la información a publicar, exigencia que haría imposible la tarea
198
y la publicación del total de la información disponible, sino que en esa función de
seleccionar lo publicable inevitablemente ha de confiar en la fiabilidad de las noticias
o informaciones que provienen de ciertas fuentes periodísticas, a las que por
experiencia o conocimiento previo pueda atribuir condiciones de responsabilidad,
seriedad y credibilidad suficientes como para no hacer precisa una comprobación
complementaria. Entre esas fuentes están los corresponsales y los colaboradores del
periódico cuando son conocidas del director su profesionalidad y la veracidad
reiterada y habitual de las informaciones que proporcionan. Siendo de destacar
además, que la fiabilidad y veracidad de la información ha de juzgarse en su conjunto
o "totalidad" (Sentencia de 20 de abril de 1.989), sin que el director pueda entrar a
comprobar detalles aislados que en las mismas se contengan. Cumplidas estas
condiciones, el ejercicio del derecho a la información es correcto y constituye, como
dice la S.T.C. 159/1.986 "una garantía institucional de carácter subjetivo cuya
efectividad exige en principio excluir la voluntad delictiva de quien se limita a
transmitir sin más la información, aunque ésta por su contenido pueda revestir
significación penal". Conforme a este criterio, y tal como resalta la sentencia
recurrida, el reportaje de autos fue seleccionado por el Jefe de Área y aceptado por el
Subdirector del diario y no fue rechazado por el acusado a la vista de la fiabilidad que
le merecía el autor del mismo, asiduo colaborador del periódico y especialista en el
tema del narcotráfico.
FALLO:
200
Enrique del delito de injurias del que venía siendo acusado. Notifíquese esta
resolución a la mencionada Audiencia con devolución de los autos que en su día
elevó, interesando acuse de recibo.
ANTECEDENTES DE HECHO:
El Juzgado de lo Penal del que dimana este rollo de Sala dictó sentencia en
cuyos hechos probados se establece que: "el día 25 de noviembre de 2004 se recogió
en el buzón de sugerencias de la Tesorería General de la Seguridad Social en Burgos,
un cuestionario sobre el servicio en el que se podía leer, escrito de puño y letra pero
de forma anónima, " Salvadora es la peor funcionaria de este Ministerio. Por favor
ábranla expediente por negligencia e incapacidad", sin que haya sido acreditado que
el acusado Sebastián sea el autor del citado escrito".
201
Ilma. Audiencia Provincial de Burgos, turnándose de ponencia y señalándose como
fecha para examen de los autos el día 28 de Abril de 2.008.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
Sigue sosteniendo el recurrente que "por tanto deben prevalecer los informes
del perito calígrafo judicial D. Cipriano así como el informe pericial grafoscópico
realizado por el Departamento de Documentoscopia de la Policía Científica de
Burgos, (prueba propuesta por la defensa) frente a las periciales de parte de D. Jenaro
y D. Ricardo , dado su carácter parcial. No obstante de su estudio podemos hacer las
siguientes consideraciones.
La pericial del perito calígrafo judicial D. Cipriano, hace un profuso estudio del
documento dubitado y del texto indubitado llegando a encontrar hasta 24
convergencias que determinan la autoría del acusado. El informe pericial
grafoscópico realizado por el Departamento de Documentoscopia de la Policía
Científica de Burgos, fue propuesto por el propio acusado y haciendo nuestras sus
palabras, por ser "una institución oficial de reconocido prestigio y debidamente
especializada" llega a la misma consideración de la autoría del acusado reflejando en
su informe de forma clara las coincidencias o analogías fijando de forma clara las
letras en las que aprecia tales analogías.
204
específicos para poder establecer los hechos probados, es evidente que debía dar
especial relevancia a las opiniones técnicas que tenía a su alcance. Bajo tales
condiciones no cabe duda que la Audiencia sin poseer tales conocimientos no podía
alcanzar seguridad allí donde los técnicos carecían manifiestamente de ella".
206
del Tribunal Constitucional de 17 de Diciembre de 1.985, 23 de Junio de 1.986, 13 de
Mayo de 1.987, y 2 de Julio de 1.990, entre otras), únicamente debe ser rectificado,
bien cuando en realidad sea ficticio por no existir el correspondiente soporte
probatorio, vulnerándose entonces incluso la presunción de inocencia, o bien cuando
un ponderado y detenido examen de las actuaciones ponga de relieve un manifiesto y
claro error del juzgador a quo de tal magnitud y diafanidad que haga necesaria, con
criterios objetivos y sin el riesgo de incurrir en discutibles y subjetivas
interpretaciones del componente probatorio existente en los autos, una modificación
de la realidad fáctica establecida en la resolución apelada.
Es decir, para que pueda ser acogido el error en la apreciación de las pruebas es
necesario que aparezca de modo palmario y evidente que los hechos en que se haya
fundamentado la condena carezcan de todo soporte probatorio, o que en manera
alguna pueden derivarse lógicamente del resultado de tales pruebas, no pudiendo
equipararse, como pretende la parte apelante en el presente caso, a tal error la mera
discrepancia en cuanto a la valoración de tales pruebas que ha hecho la juzgadora de
instancia en aplicación de lo prevenido en el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal .
207
a) Existiendo un solo dictamen o varios absolutamente coincidentes, y no
disponiendo la Audiencia de otras pruebas sobre los mismos elementos fácticos, el
Tribunal haya estimado el dictamen o dictámenes coincidentes como base única de
los hechos declarados probados, pero incorporándolos a dicha declaración de un
modo incompleto, fragmentario, mutilado o contradictorio, de modo que se altere
relevantemente su sentido originario.
Es correcta la aplicación del principio de "in dubio pro reo" porque el juzgador
debe de tener la plena seguridad de la típica culpabilidad del que haya de ser
sancionado, pues caso de suscitársele la mínima duda acerca de ello, su obligación
consiste en decretar la absolución, y no solo por aplicación del principio in dubio pro
reo , de constante observancia por los Tribunales, sino porque también todo
ciudadano acude a juicio protegido por el derecho fundamental a la presunción de
inocencia que preconiza el último inciso del núm. 2 del artículo 24 de la Constitución
Española de imperativa aplicación por los Tribunales de acuerdo con lo dispuesto en
el artículo 53 de dicho cuerpo legal.
210
El "in dubio pro reo" se dirige al Juzgador como norma de interpretación para
establecer que en aquellos casos en los que se ha desarrollado una actividad
probatoria normal, si las pruebas dejaren duda en el ánimo del Juzgador sobre la
existencia de la culpabilidad del acusado, deberá por humanidad y justicia
absolvérsele; con lo cual, mientras el principio de presunción de inocencia se refiere a
la existencia o no de prueba que lo desvirtúe, el "in dubio pro reo" envuelve un
problema subjetivo de valoración probatoria
Pero este estado psicológico es algo muy interno en el ánimo del juzgador,
difícil o prácticamente imposible de controlar mediante los recursos, pues el juez
muchas veces puede tener su conciencia atormentada en ese mundo tenebroso de la
duda, pero cuando sale de ella, tanto si es para absolver como para condenar,
juzgando conforme prescribe el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
(apreciando según su conciencia las pruebas practicadas), la sentencia se reviste de
certeza jurídica (sentencia de la Audiencia Provincial de Málaga de 24 de Febrero de
2.005 ).
211
del vencimiento aplicable a la interposición de recursos (artículo 901 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal).
Por todo ello, este Tribunal, administrando justicia en el nombre del Rey, dicta
el siguiente:
FALLO:
Esta sentencia es firme por no caber contra ella más recurso, en su caso, que el
extraordinario de revisión. Únase testimonio literal al rollo de Sala y otro a las
diligencias de origen para su remisión y cumplimiento al Juzgado de procedencia,
que acusará recibo para constancia.
ANTECEDENTES DE HECHO:
212
fallo bajo la Presidencia del Primero de los indicados y Ponencia del Excmo. Sr. D.
José Antonio Marañon Chavarri, siendo también parte el Ministerio Fiscal y como
recurrido F.A.L., representado por el Procurador Sr. D. L.P.A., y estando dichos
recurrentes representados por el Procurador Sr. D. J.L.F.R.
HECHOS PROBADOS:
ÚNICO.- Por la vía del art. 849.1 de la LECrim. se denuncia infringido por
falta de aplicación del art. 113 del CP. de 1973, en relación con la disposición
transitoria primera del vigente CP.
214
Quinto.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto, apoya el motivo
único del recurso, la Sala admitió el mismo, quedando conclusos los autos para
señalamiento de Fallo cuando por turno correspondiera.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
Los recurrentes estiman que debió haberse declarado la prescripción del delito
de injurias atribuido a I.C.G., por haberse tardado más de seis meses en presentarse la
querella desde que el hecho injurioso tuvo lugar -el artículo ofensivo se publicó el 13
de febrero de 1993 y la querella se presentó el 21 de enero de 1994- por lo que la
prescripción tenía que haber operado por imperativo de lo dispuesto en el citado art.
113 del CP. de 1973, en su párrafo quinto, aplicable, según lo prevenido en la
Disposición Transitoria 1ª del CP. de 1995, por regir el CP. de 1973 en la fecha de los
hechos y resultar más favorable a la acusada; censurándose en el recurso el criterio de
la sentencia impugnada de considerar que para computar el tiempo de prescripción
había de tenerse en cuenta la pena correspondiente al delito de calumnia imputado en
el procedimiento, y no la del delito de injurias apreciado en la sentencia.
215
siguiente. La Sala ha comprobado que son exactas las informaciones dadas por el
Fiscal, examinando las actuaciones y concretamente, los folios 1, 11 a 24, y 25.
216
proceso, su conceptuación final como mera falta en la sentencia, no implicará que
proceda aplicar los plazos prescriptivos de tal tipo leve de infracción.;
FALLO:
217
Que debemos declarar y declaramos haber lugar al recurso de casación,
interpuesto por I.C.G. y EDITORIAL AAAAAAAA, SA. como Responsable Civil
Subsidiario, contra la sentencia dictada el 9 de diciembre de 1997, por la Sección
Primera de la Audiencia Provincial de Vizcaya en el Procedimiento Abreviado núm.
175/93, tramitado por el Juzgado de Instrucción núm. 5 de Bilbao; y en consecuencia,
debemos casar y casamos la sentencia, con declaración de oficio de las costas del
recurso.
ANTECEDENTES DE HECHO
FUNDAMENTOS DE DERECHO
FALLO
218
Que debemos absolver y absolvemos a I.C.G., del delito de injurias de que fue
acusada, y por el que fue condenada, con declaración de oficio de las costas, y con
absolución de toda responsabilidad civil subsidiaria a EDITORIAL AAAAAAAA,
SA.
ANTECEDENTES DE HECHO:
219
remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias
para su sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y
formalizándose el recurso.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
En orden a resolver la cuestión suscitada por el recurrente hay que partir de las
conclusiones siguientes: 1º) Es errónea la tesis según la cual el término propio de la
prescripción puede alcanzarse merced a la suma de los distintos tramos temporales de
paralización del procedimiento intermitentemente producidos, cuando es lo cierto que
una vez superada la interrupción, vuelve a correr de nuevo el tiempo de la
prescripción merced al inicio de un período en el que no resulta computable el tiempo
220
precedentemente discurrido. El tiempo transcurrido hasta la aparición de la causa
interruptiva se anula, debiendo comenzar a contarse el plazo nuevamente, desde su
inicio, en el momento en que aquella desaparezca (sentencias de 30 de noviembre de
1.974, 23 de julio de 1.987, 15 de enero y 28 de febrero de 1.992 y 18 de marzo de
1.993); 2º) El criterio jurisprudencial más actual estima que, cuando lo perseguido en
el procedimiento es un delito, aun cuando posteriormente la acusación pública
transforme su inicial acusación en falta, o el propio Tribunal estimase más correcta la
calificación jurídica de los hechos enjuiciados como constitutivos de una falta, es
incuestionable que sólo habrán de ser tomados en cuenta, a efectos de la prescripción,
los plazos correspondientes al delito, por exigirlo así la seguridad jurídica y el propio
principio de confianza (sentencias de 12 de diciembre de 1.979, 20 de abril de 1.990,
20 de noviembre de 1.991 y 5 de junio de 1.992).
221
SEGUNDO.- Del examen de la causa aparece que si bien la mayor parte de los
interregnos de aquietamiento y paralización del procedimiento, por su cortedad
temporal, no alcanzan a cubrir el período de seis meses preciso para la prescripción
del delito de injurias, el transcurrido desde el 15 de octubre de 1.992 hasta que se
presenta el escrito de 27 de abril de 1.993 y, en consecuencia, se dicta el proveído de
29 de abril de 1.993 acordando elevar el testimonio acordado a la Audiencia y
emplazar a las partes, sobrepasa los seis meses, suponiendo en concreto 194 días. El
recurrente incurre en error al cifrar tal período temporal en 171 días. De conformidad
con lo dispuesto en los artículos 112,6º, 113, párrafo quinto, y 114 del C.P. procede
estimar el motivo y consiguientemente extinguida la responsabilidad penal del
recurrente Luis Carlos.
FALLO:
222
14-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 23 DE MARZO DE
1992
ANTECEDENTES DE HECHO:
223
indemnice a Guadalupe en la cantidad de doscientas cincuenta mil pesetas y al pago
de las costas procesales.- Actúese la pieza de responsabilidad civil del acusado".
5.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto impugnó los motivos
alegados, admitiendo la Sala dicho recurso, que quedó concluso y pendiente de
señalamiento para fallo cuando por turno correspondiese.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
225
Procede, en consecuencia, la desestimación del motivo segundo por infracción
de ley.
FALLO:
226
15-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 2 DE NOVIEMBRE
DE 1994
ANTECEDENTES DE HECHO:
227
menor causa 44-83 del Juzgado de Instrucción 1 de Valencia dictada sentencia por
sección 1 de la Audiencia de fecha 23-6-84, por el delito de robo con violencia a la
pena de seis meses de arresto mayor; sumario 12-86 del Juzgado Instrucción 11 de
Valencia dictada sentencia por la sección 1 de la Audiencia de fecha 22-9-86, por el
delito de robo con fuerza en las cosas y casa habitada a la pena de cinco años de
prisión menor; causa 73-83 del Juzgado Instrucción 8 de Valencia, sentencia dictada
de fecha 3-4-82, por el delito de robo con fuerza en las cosas en grado de frustración
a la pena de veinte mil pesetas de multa; Causa 292-90 del Juzgado Instrucción 2 de
Valencia, sentencia 3-2-91, por el delito de conducción ilegal de vehículo de motor y
otro de omisión de placa de matrícula a la pena de veinte mil pesetas de multa por el
primero y dos penas de, multa de veinte mil pesetas por el segundo; causa 135-82 del
Juzgado Instrucción 7 de Valencia dictada sentencia por la Sección 4 de la Audiencia
de fecha 17-5-84, por el delito de robo con fuerza en las cosas en casa habitada a la
pena de cuatro años dos meses y un día de prisión menor; sumario 191-84 del
Juzgado Instrucción 4 de Valencia dictada sentencia por la sección 4 de la Audiencia
de fecha 14-11-86, por el delito de alteración de la placa de matrícula legítima de un
vehículo automóvil a la pena de dos años cuatro meses un día de prisión menor y
multa de 50.000 pesetas y por la falta de hurto a la pena de quince días de arresto
menor; causa 271-80 del Juzgado Instrucción número 3 de Valencia, sentencia de
fecha 6-2-81, por el delito de robo a la pena de veinte mil pesetas de multa.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
UNICO.- El único motivo del recurso interpuesto por el penado Jaime contra el
auto dictado en esta causa por el Juzgado de lo Penal nº 4º de Valencia se formula al
amparo del nº 1º del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y mediante él
se denuncia la infracción de lo dispuesto en el párrafo segundo del artículo 70 del
Código Penal y la desestimación del motivo procede porque es incuestionable que en
el precepto que se denuncia como violado subordina la aplicación de la limitación a
que el mismo se refiere a que los hechos objeto de enjuiciamiento en distintos
procesos hubieren podido haberlo sido en uno solo por la conexidad existente entre
los mismos, más es obvio, que tal conexidad en absoluto se puede apreciar entre los
múltiples delitos cometidos por el recurrente y que fueron objeto de los numerosos
procesos a los que se alude en la resolución recurrida, dada la total disparidad
espacio-temporal existente entre cada uno de ellos que impide el que pueda reputarse
como conexos con independencia de la mayor o menor analogía existente entre ellos
y a la que se alude por el recurrente.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
232
Constitución, en relación con el 120.3, al estimar que la condena carece de
fundamento o motivación en lo que se refiere específicamente al relato fáctico, lo que
entiende ha vulnerado la presunción de inocencia del acusado.
233
directamente en la inmediación y no es exigible de modo imprescindible motivación
expresa pues no existe ningún razonamiento deductivo que explicitar.
234
especialmente repugnante y despreciable, constituye objetivamente una actuación que
menosprecia y vilipendia públicamente a la persona así agraviada.
236
efectúa el párrafo segundo del art. 463 del Código Penal entre injurias "por escrito y
con publicidad" e injurias emitidas ante un concurso de personas, es de aplicación
tanto si se ha provocado como si se ha aprovechado la concurrencia de varias
personas para proferir en su presencia y de manera pública las injurias. El recurrente,
según los hechos probados, mantuvo en un lugar público (la entrada del Parque
Natural de Cabárceno) una discusión con los presentes, que eran un grupo de
representantes vecinales que tenían diferencias con la Sociedad Explotadora del
Parque, y profirió las expresiones injuriosas en presencia de dichos representantes
vecinales, ante un concurso de personas (aproximadamente 15 o 20, según se
concreta en el Segundo fundamento jurídico de la resolución impugnada) cuya
presencia no podía ignorar, y por tanto con plena conciencia de la repercusión pública
de sus imputaciones y agravios.
237
hecho trasciende la gravedad de una falta, adquiriendo la entidad que ha sido
acertadamente valorada por el Tribunal de instancia.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
238
coronación de la Virgen de Latas, afirmando que la corona sería de un metal precioso
y que para evitar el robo la protegerán con una caja de seguridad, habiéndose pedido
a cada vecino la cantidad de 4.000 pts. para sufragar el costo.- El autor de la
información, al margen de desvalorizar estas coronaciones y de adelantar unas
peyorativas anticipaciones de lo que sería el futuro culto en el Santuario decía
literalmente: "Un gran número de vecinos, así como el párroco de Galizano, han
criticado este proyecto que ya ha generado polémica. A la descalificación de la
propuesta del cura de Latas se suman también otros negocios poco claros llevados a
cabo por él, como es la reventa de nichos en el cementerio de Latas." "Otra cuestión
que se le imputa a este religioso y que casi todos los fieles desconocen es la
desaparición de la imagen auténtica de la Virgen de Latas. La estatuilla original,
según aseguran los vecinos que la vieron, era una talla completa de madera
policromada posiblemente románica. Sin embargo, desde hace tiempo ocupa su lugar
la cabeza de otra imagen, a la cual se añadió un cuerpo postizo de talla tosca y
reciente". "Es probable que el celo extremo le haya llevado a ocultar la verdadera
imagen por temor a posibles hurtos, aunque el párroco de Latas ha demostrado tener
una concepción patrimonial con respecto al Santuario, al conservar el archivo y
registro de la Iglesia en su propiedad en lugar de depositarlo en Santillana del Mar."
2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:
239
infracción de Ley con base en el nº 2º del art. 849 de la L.E.Cr., al haberse incurrido
en error en la apreciación de la prueba, basado en documentos que obran en autos.
SEGUNDO.- Por infracción de Ley al amparo del art. 849,1º de la L.E.Cr., por
inaplicación del art. 15 del código Penal, norma de carácter sustantivo que por medio
de una interpretación imposible al amparo de su tenor literal, se deja de aplicar.
5.- Instruidas las partes del recurso interpuesto, la Sala admitió el mismo,
quedando conclusos los autos para señalamiento de Fallo cuando por turno
correspondiera.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
240
Se aducen en contra del relato expresado, las rectificaciones y explicaciones
realizadas en el periódico obrantes en la causa, la asunción de responsabilidad por el
acusado y razones de lógica que corresponden a la dirección de una publicación, la
facultad de seleccionar lo que reputa digno de imprimirse, a más de llevar el
pensamiento de la misma.
241
los lectores, y especialmente a nuestro ex compañero Claudio, por las confusiones
que se hayan podido generar por esta melé de textos".
242
El motivo debe ser desestimado, pues según la doctrina de esta Sala, de la que
son claro exponente las sentencias de 3 de febrero y 11 de noviembre de 1982, 5 de
junio de 1985, 30 de octubre de 1986, 21 de julio de 1988, 21 de febrero y 24 de julio
de 1989 y 24 de junio de 1991, que el error de hecho aparece condicionado por los
requisitos siguientes: a) Que exista un error de hecho en la apreciación de las pruebas
cometido por el Tribunal de instancia. b) Que dicho error se demuestre, compruebe y
patentice con documento o documentos obrantes en los autos. c) Que los referidos
documentos se encuentren incorporados a la causa y d) Que tal eficacia probatoria de
tal prueba documental no haya sido desvirtuada, desmentida o contradicha merced a
otras pruebas que obren igualmente en la causa.
243
prueba de presunciones para enervar la presunción de inocencia consagrada en el art.
24.2 del texto fundamental.
El art. 15 del Código Penal debió aplicarse sin más por el Tribunal de instancia,
tanto si el autor real del texto haya sido el acusado, como si no, por ser director de la
publicación y no aparecer el autor. El Tribunal Supremo ha aplicado dicho precepto y
tras la promulgación de la Constitución se ha modificado el Código Penal en diversas
ocasiones, pero no se ha estimado necesario modificar dicho precepto.
Tales son en síntesis los argumentos esgrimidos en el motivo, pero para dar
respuesta a las cuestiones que plantea el recurrente es preciso un breve examen del
precepto cuya inaplicación se denuncia.
244
14 con carácter general, que sólo son autores de las infracciones mencionadas
en el art. 13 "los que realmente lo hayan sido del texto, escrito o estampa publicados
o difundidos", añadiéndose a continuación, en atención al principio de efectividad de
la responsabilidad, en defecto de ser conocidos los autores, no estar domiciliados en
España o estar exentos de responsabilidad criminal, conforme al art. 8º reputar
autores a los directores, en su defecto a los editores y, por último, a los impresores.
Desde siempre se ha entendido que no se consagraba aquí un caso de responsabilidad
objetiva, sino precisada de culpa por parte de los responsables principales o
subsidiarios, como se deducía de la alusión a todas las causas de exención del art. 8º,
entre las que se encontraba a la sazón el caso fortuito núm. 8º, hoy ubicado a
extramuros de las eximentes, pero transportado al capítulo I del Título I del Libro I
del Código Penal en la reforma operada por la Ley Orgánica 8/1983, de 25 de junio,
de Reforma urgente y parcial del Código Penal, que lo ha colocado en un capítulo
aplicable a todas las leyes especiales (art. 7,2) y que contiene los principios generales
sobre la culpabilidad.
No es, por tanto, suficiente, que no aparezca autor conocido del texto criminal
para hacer per se responsable criminalmente al director, sino que habrá de exigirse
para la aplicación del art. 15 una culpabilidad en el conocido subsidiario, y que ha
tenido que tener una cooperación de autoría en el hecho a título de dolo o culpa.
El motivo debe ser desestimado, al haber actuado el órgano a quo con toda
corrección jurídica al seguir la doctrina jurisprudencial al respecto.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
Pocos días después distribuyó un folio suelto, del cual había reconocido
previamente a su difusión su autoría, en el cual se decía bajo el encabezamiento "De
ELECTORES SORIANOS a todos los Electores de Soria" lo siguiente: "Queridos
convecinos, amigos y compañeros; en la posibilidad de ejercitar nuestros derechos
democráticos en Soria: Somos un grupo de paisanos vuestros, de Electores como
vosotros, que nos hemos planteado la necesidad de reaccionar colectivamente ante las
constantes burlas de algunos de nuestros políticos en relación con sus problemas
electorales y con los idearios que, visiblemente, no han cumplido.- Pensamos de una
forma muy sincera, que no tenemos los ciudadanos porqué seguir soportando tal
estado de cosas, ni a tales políticos que han traicionado nuestros votos y nuestra
confianza. Por ello, y ante estas Elecciones del 29 de Octubre, hemos decidido salir a
la palestra, como el grupo de opinión que somos, y con verdadera vocación de
continuidad -de cara a todas las siguientes confrontaciones electorales- de nuestros
trabajos, siempre en beneficio de la colectividad soriana.- También pensamos, en este
orden de cosas y con entera seriedad, que los votos sorianos han venido manteniendo
en las instituciones del Estado, y generosísimamente pagados, a políticos que han
terminado demostrando su desinterés y su despego por los verdaderos intereses de
nuestra provincia. A políticos que han chaqueteado y han usado el dinero público
para el mejor engorde de sus negocios personales y particulares. Nos viene a la
cabeza, como no podía ser menor cuando abordamos tales situaciones, la
extravagante figura del hasta ahora senador por el PSOE, señor Carlos Antonio,
verdadero prototipo de las realidades que comentamos. Carlos Antonio no se ha
conformado con lo que hasta ahora ha tenido gracias al pueblo soriano, sino que
247
intenta, de nuevo, beneficiarse de nuestros votos. No debe darse cuenta de que, a
estas alturas, todos le tenemos definido ya como el paradigma de los camaleones de
la política y como un supuesto representante provincial que cada vez le presta una
menor atención a Soria.- Recordemos que, tras ser Procurador designado a dedo por
Franco, se convirtió en candidato independiente.
248
ELECTORES SORIANOS.", el cual estaba rubricado por la expresión "Electores
Sorianos".-. Asimismo, en fechas 17 de octubre, 25 de octubre, 26 de octubre y 2 de
noviembre, publicó en el Periódico "Soria Semanal" diversos artículos que obran en
las actuaciones con tono crítico y entre las que se pueden entresacar las siguientes
manifestaciones que denuncia la acusación particular: "Este columnista entiende los
nervios de Carlos Antonio, que se acerca al 29-0 con el único activo ante el pueblo
soriano de haber sabido vender Volvos y colocar Metra- Seis en algunos estudios de
marketing en la provincia, pero se considerará siempre impotente, por no tener a la
vuelta de la esquina la inmunidad parlamentaria asegurada del antiguo procurador de
Franco, ahora socialista, para poder insalivar ninguna "secreción" periodística
debidamente demostrada, documentada y contrastada". "... Senador cunero, vendedor
de Volvos, Carlos Antonio ...." y "Cuando un hombre, que además es político, con lo
que la responsabilidad en teoría es mucho mayor, puesto que ha sido elegido para que
defienda los intereses, en el caso que nos ocupa de una provincia, que además cobra
mucho dinero por defender esos intereses, tanto como doce veces la pensión media de
este país, cuando además este hombre es un funcionario, por lo cual vuelve a cobrar
de los impuestos de todos, cuando este hombre, repetimos, se ocupa de asuntos
ajenos a aquellos para los que ha sido elegido y es religiosamente pagado, como es el
caso del senador Carlos Antonio , nadie ni de la derecha, centro, e incluso de su
propio partido, puede salir al paso con declaraciones que le exculpen, aunque lo
requieran compañeros en la política". " 2.- La Audiencia de instancia dictó el
siguiente pronunciamiento: "FALLAMOS .- Que debemos absolver y absolvemos a
Aurelio , del delito previsto en el artículo 165 bis a) 1, del Código Penal, del delito de
calumnias y del delito de injurias por los que venía siendo acusado por el Ministerio
Fiscal y la acusación particular, con todos los pronunciamientos favorables, dejando
sin efecto las medidas de embargo acordadas y declarando de oficio las costas
causadas.- Líbrese testimonio de los particulares a que se refiere el fundamento Sexto
de esta resolución y remítase al Ministerio Fiscal." .- 3.- Notificada la sentencia a las
partes, se preparó recurso de casación por Infracción de Ley, por el querellante D.
Carlos Antonio, que se tuvo por anunciado, remitiéndose a esta Sala Segunda del
Tribunal Supremo las certificaciones necesarias para su sustanciación y resolución,
formándose el correspondiente rollo y formalizándose el recurso.
249
4.- El recurso interpuesto por la representación del querellante D. Carlos
Antonio, se basa en los siguientes motivos de casación: POR INFRACCION DE
LEY.- MOTIVO
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
Aunque este precepto que se dice conculcado parece contener desde el punto de
vista de su interpretación literal un tipo delictivo de naturaleza puramente formal, es
decir, de los que se consuman cuando se dan los elementos objetivos que en él se
incluyen, como son el que los impresos no contengan "pie de imprenta", que no
incluyan el nombre y domicilio de su autor, la realidad es que de su interpretación
lógica y finalista se nos aparece con evidente claridad que, además de esos elementos
objetivos, ha de exigirse también el requisito subjetivo de un dolo concreto
consistente en la intención que ha de tener el agente comisor de ocultar su
personalidad, pues no puede ser otra la "ratio legis" de la norma cuando emplea el
vocablo "clandestinidad", ya que si ésta falta, bien en el ánimo del sujeto, bien en la
realidad de los hechos, mal puede hablarse de acción punible, y ello aunque no se
hiciera constar en el escrito el nombre de la imprenta que lo confeccionó o las
circunstancias personales de su autor.
251
Esto es lo que sucede en el caso concreto que nos ocupa en el que, como se
deduce de manera clara y terminante de los hechos narrados, si bien las "pegatinas"
de propaganda en cuestión carecían de esas señas de identidad, no se las puede tildar,
sin embargo, de clandestinas en cuanto que inmediatamente después de su
distribución fue su propio redactor quién reconoció públicamente su autoría a través
de un medio de comunicación de tan amplia difusión como es la radio.
Para que exista ese delito (calumnias) no basta imputar genéricamente a otra u
otras personas la realización de hechos o acciones que puedan ser constitutivas de
delito, como, por ejemplo "eres un ladrón", "te has apropiado de dinero ajeno", etc.,
sino que es necesario que esa imputación se haga de modo específico y, en todo caso,
individualizando de modo evidente las características del tipo delictivo que se achaca
al presuntamente calumniado, es decir, no bastan atribuciones inconcretas, vagas o
ambiguas, sino que las acusaciones han de recaer sobre un hecho inequívoco,
concreto y determinado, preciso en su significación y catalogables criminalmente,
pues "la falsa asignación ha de contener los elementos requeridos para la definición
del delito atribuido, según su descripción típica, aunque sin necesidad, naturalmente,
de una calificación jurídica por parte del autor". (Sentencias, entre otras, de 15 de
Julio de 1.988, 6 de Febrero de 1.990 y 8 de Mayo de 1.991).
252
de sus negocios personales"), por lo que de forma alguna cabe hablar de la comisión
de un delito de calumnia, según se pretende.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
UNICO: "Que Leticia y su marido Franco, quejosos del trato que habían
recibido del personal de la Clínica "Nuevo Parque", de esta capital, en la que aquella
había ingresado por haber sufrido una rotura espontánea de bolsa uterina con pérdida
de líquido amniótico, que hacía inviable su embarazo, tras haber expulsado el feto
que portaba sin vida, dirigieron una carta al Director del Centro, el día 24 de Marzo
de 1.983, relatando pormenorizadamente la falta de atención padecida durante la
expulsión del feto. Asimismo, entraron en contacto con "Diario NUM001 " cuya
redacción decidió realizarles una entrevista, recibiendo el encargado Rita, a la sazón
estudiante de periodismo en prácticas en dicho diario.
Esta sentencia no es firme. Contra ella cabe interponer recurso de casación, que
habrá de prepararse en la forma prevista por los artículos 854 y 855 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, dentro de los cinco días siguientes a su última notificación
escrita.
256
Por Quebrantamiento de Forma:
QUINTO.- Por infracción de Ley, al amparo del nº 1º del artículo 849 de la Ley
Rituaria, en relación con el art. 5º.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, por
257
vulneración de los derechos fundamentales consagradas en el art. 24.1 en cuanto
reconoce el derecho a obtener la tutela judicial efectiva con proscripción de la
indefensión, y el art. 24.2 de la Carta Magna ambos, en cuanto proclama el derecho a
un proceso sin dilaciones indebidas, todo ello referido a la apreciación de
prescripción del delito de injurias.
SEXTO.- Por infracción de Ley, al amparo del nº 1º del art. 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, en relación con el art. 5º.4 L.O.P.J. por vulneración del
artículo 18.1 de la Constitución, que garantiza el derecho al honor, bien jurídico
protegido en el delito de injurias, sin que concurran las circunstancias que la doctrina
jurisprudencial exige para que este derecho fundamental ceda, en caso de conflicto o
colisión, frente al derecho de información y a la libertad de expresión, también
reconocidos como derecho fundamentales en el artículo 20.1 d) y a), respectivamente.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
PRIMERO.- Con carácter previo alega el primer motivo del recurso, con base
en el artículo 851,1º inciso primero de la Ley de Enjuiciamiento Criminal,
quebrantamiento de forma por no expresar la sentencia clara y terminantemente los
hechos que se declaran probados. En opinión de los recurrentes no se han recogido en
los hechos probados la integridad del artículo periodístico, una carta del matrimonio
258
acusado y el contenido de unos escritos de la acusación a los que la sentencia hace
referencia.
259
alarde efectuado al jubilarse el anterior señor Presidente de la Sección de la
Audiencia que ha conocido del caso. Propuesta tal prueba y admitida en un principio,
luego fue expresamente denegada en providencia de 30 de Diciembre de 1.991 y,
aunque, dicen los recurrentes haber formalizado protesta al iniciarse el juicio oral,
reconocen no constar en el acta del mismo.
TERCERO: El sexto motivo del recurso denuncia, por la vía del artículo 849,1º
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal en relación con el artículo 5º,4 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial, vulneración del artículo 18,1 de la Constitución
Española, que garantiza el derecho al honor, sin que por ello concurrieran
circunstancias de las exigidas jurisprudencialmente para que este derecho ceda ante el
derecho a la información y la libertad de expresión.
261
título común a ambos, el X del libro II, denominado "De los delitos contra el honor".
Pero es obvio, que el ejercicio de acciones penales por la supuesta comisión de
delitos no puede determinar que necesariamente los Tribunales, dicten en todo caso
sentencias condenatorias, absurdo que constituiría precisamente lo contrario a la
función de la justicia penal que se concreta en decidir, razonadamente y en base a las
pruebas practicadas, condenas o absoluciones, según las conclusiones a que en cada
caso concreto hayan llegado los juzgadores.
FALLO:
262
20-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 28 DE FEBRERO DE
1995
ANTECEDENTES DE HECHO:
"Y el año 1.984 finales, primero del 85, más o menos, entraron en
negociaciones con, junto con mi primo Bernardo ¿eh? que, que vamos, es un señor
que ha estado de Consejero Delegado del DIRECCION006..., y que ha salido más o
menos de ahí por una serie de problemas que ha habido con todo este tema
también,...y que ahora además está montando un Banco privado, pues con el dinero
prácticamente que me ha robado a mí. Bueno, el caso es que hicieron la operación del
siglo, vendieron en un montón de miles de millones todo esto y entre, bueno, pues mi
hermano y digamos, el Consejero Delegado del DIRECCION006, que era el Albacea
principal del tema de mi padre, pues se quedaron con el dinero...”. "Pero, vamos, que
263
lo que yo quiero decir que hasta qué punto estos sinvergüenzas, porque no tienen,
este, otro título, ¿Eh?, pues han hecho lo que han hecho ¿no?... Es decir, que siempre
el que tiene menos y el que es pobre somos los que salimos perdiendo". "Y están
acusados no de estafa, de apropiación indebida y de un montón de cosas más". "Y lo
que no puede ser es que unos señores estén viviendo a lo grande y se estén costeando
una serie de cosas con un dinero que no les pertenece...". "Pero ya no me contento
con ésto, mi padre tenía 35 parcelas en la Moraleja en el Paseo DIRECCION007 y
también lo taparon no lo pusieron en el testamento, y entre mi primo y mi hermano,
pues se han hecho el reparto. ¿Sabe usted cuanto es eso más o menos?, unos dos mil y
pico de pesetas". "Es más, he tenido una serie de molestias por parte de mi primo y de
mi hermano, etc.; me he tenido que cambiar de casa porque estaba amenazado; tengo
el teléfono secreto, y bueno ahora parece que estoy un poco más tranquilo". Todas
estas expresiones son producto de las malas relaciones que mantiene con los
querellantes y que las profirió, sin ánimo de ofender, por la obsesión que tiene por
denunciar unos hechos que considera injustos.
4.- El recurso interpuesto por los querellantes Pablo y Bernardo , lo basó en los
siguientes MOTIVOS DE CASACION: Primero.- Quebrantamiento de forma, al
amparo del artículo 851 nº 1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, en relación a las
reglas 2ª y 4ª, primero del artículo 142 de la misma Ley, al consignar la sentencia
impugnada como hecho probado, conceptos que por su carácter jurídico impliquen la
predeterminación del fallo; Segundo.- Infracción de ley al amparo del nº 1 del
264
artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al haberse infringido por
violación (no aplicación) el artículo 457 del Código Penal, en relación al artículo 458
párrafos 2º y 3º, 459 párrafo 1º y 463 párrafo 2º, todos ellos del Código Penal;
Tercero.- Infracción de ley, al amparo del nº 1, artículo 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, al haberse infringido, por no aplicación, el nº 1 del artículo
586 del Código Penal. Este motivo se alega con carácter subsidiario al motivo
segundo.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
PRIMERO.- El primer motivo del recurso, con cita del artículo 851,1º, de la
L.E.Cr., en relación con las reglas 2ª y 4ª, primero, de la L.E.Cr., atribuye a la
sentencia haber incurrido en el vicio formal de "predeterminación del fallo", al
consignar como hecho probado, conceptos que por su carácter jurídico impliquen
dicha predeterminación. El Tribunal "a quo", después de relatar las expresiones del
querellado respecto a los querellantes, dice que las profirió "sin ánimo de ofender",
teniendo en cuenta que dicha expresión es similar a "sin ánimo de injuriar" y,
constituyendo el ánimo de injuriar un elemento del tipo penal de injurias, es obvio
que la expresión del elemento del tipo en los hechos probados, predetermina el fallo.
267
de indicios y conjeturas, suficientemente acreditados, puede conocerse el verdadero
móvil anímico que guiara al sujeto activo.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
Notifíquese esta sentencia a las partes haciéndoles saber que contra la misma
pueden interponer Recurso de Casación, ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo,
por infracción de Ley o quebrantamiento de forma, en el plazo de CINCO DIAS, a
contar desde la última notificación." 3.- Notificada la sentencia a las partes, se
270
preparó recurso de casación por quebrantamiento de forma e infracción de Ley por la
acusación particular José, que se tuvo por anunciado, remitiéndose a esta Sala
Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias para su sustanciación y
resolución, formándose el correspondiente rollo y formalizándose el recurso.
5.- El Ministerio Fiscal se instruyó del recurso así como la parte recurrida,
impugnando la misma el mencionado recurso. La Sala admitió el mismo, quedando
conclusos los autos para señalamiento de Vista cuando por turno correspondiera.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
271
PRIMERO.- El motivo inicial del recurso y único por quebrantamiento de
forma tiene sede procesal en el inciso primero del artículo 851-1º de la Ley de
Enjuiciamiento criminal y en él se alega la existencia del vicio sentencial de falta de
claridad del relato fáctico de la sentencia sometida a recurso por la falta de
transcripción en aquél del texto íntegro de la carta al director remitida por el acusado
y que se publicó en un diario de difusión nacional, lo que en el sentir del recurrente
incidió en una vulneración del deber de motivar la resolución exigida por el artículo
120.3, en relación con el 24, de la Constitución. Antes de examinar tal motivo
conviene recordar "in limine litis" que si bien el artículo 10 de la Orden Ministerial
de 5 de abril de 1932 no es, dada su jerarquía normativa, considerable más que como
un puro criterio orientador y no como una norma de obligada observancia, lo cierto es
que el mismo imponía la recomendación de que en los delitos de esta naturaleza se
efectuase la transcripción íntegra del texto, lo que no era otra cosa que simple
consecuencia de una copiosa doctrina jurisprudencial expresiva de la precisión en los
delitos contra el honor de atender a todas las circunstancias para enjuiciarlos
adecuadamente. Y tal necesidad de transcripción viene también impuesta por la
propia mecánica de la casación (Artículos 849-1º y 884-3º de la LECrim.) por
corriente infracción de ley: "dados los hechos declarados probados"; pues el artículo
899 de la misma no permite "integrar" los hechos.
Esta Sala ha subrayado con insistencia que la función del relato fáctico no es
otra que la de ser un elemento esencial dentro de la estructura motivadora, o una nota
básica del sistema fundamentador y que como tal repercute sobre las restantes. Así,
entre otras muchas, en las recientes SS.TS. 1.230/1992, de 1 de junio, 2.477/1993, de
8 de noviembre, y 2.961/1993, de 30 de diciembre, hemos dicho que <<el hecho que
constituye el objeto de proceso penal es el conjunto de los requisitos mínimos que
concurren a perfilar en un plano histórico un cierto acaecer que encuentra dentro de sí
los extremos previstos en una hipótesis normativa.
FALLO:
273
sentencia, declarando la nulidad de la misma y que se dicte otra transcribiendo
literalmente la totalidad de la carta al director del diario y precisando la forma en que
se produjo la intervención en los hechos del querellante; declarando de oficio las
costas y con devolución del depósito en su día constituido por dicho recurrente.
ANTECEDENTES DE HECHO:
274
458, ambos del Código Penal vigente, siendo responsable en concepto de autor el
acusado Francisco, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal y contiene el siguiente pronunciamiento: FALLAMOS: Que
debemos condenar y condenamos a Francisco , como autor responsable de un delito
de injurias precedentemente definido, sin la concurrencia de circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal a la pena de UN MES Y UN DIA DE
ARRESTO MAYOR y multa de 50.000 pesetas con arresto sustitutorio de
veinticinco días en caso de impago, a las accesorias de suspensión de todo cargo
público, profesión, oficio y derecho de sufragio durante el tiempo de la condena y al
pago de las costas procesales, así como a que abone a Lorenza la cantidad de 500.000
pesetas como indemnización de perjuicios. Declaramos la solvencia de dicho
procesado aprobando el auto que a este fin dictó el Juzgado Instructor en el ramo
correspondiente.- 3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de
casación por quebrantamiento de forma e infracción de Ley por el procesado
Francisco, que se tuvo por anunciado remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal
Supremo las certificaciones necesarias para su sustanciación y resolución,
formándose el correspondiente rollo y formalizándose el recurso.- 4.- La
representación del procesado Francisco, basa el presente recurso en los siguientes
motivos:
275
defensa dice: AUTORIZA este motivo de casación, el número 1 del artículo 849 de la
Ley de Enjuiciamiento Criminal.-
TERCERO.- Infracción de Ley por indebida aplicación del artículo 459 del
Código Penal. Los hechos que se imputan al procesado en la sentencia que se recurre,
carecen de entidad para la aplicación de la pena que se señala, Autoriza este motivo
de casación el número 1 del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.- 5.-
El Ministerio Fiscal se instruyó del recurso, la Sala admitió el mismo, quedando
conclusos los autos para señalamiento de vista cuando por turno correspondiera.- 6.-
Hecho el señalamiento se celebró la vista prevenida el día veintiocho de abril último,
con la asistencia e intervención del Letrado del recurrente Don Andrés Dafauz Gil
quien mantuvo su recurso y el Ministerio Fiscal que impugnó todos los motivos del
recurso.-
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
276
atendiendo la solicitud de suspensión se hubiese constatado formalmente la
preceptiva protesta; tratándose de prueba testifical propuesta e impracticada, han de
haberse consignado a su tiempo los extremos del interrogatorio a formular, a fin de
que el Tribunal quede debidamente informado del contenido de la prueba fallida y, de
ese modo, pueda calibrar y ponderar la importancia de las manifestaciones de los
testigos incomparecidos para el esclarecimiento y dilucidación de las cuestiones
fácticas debatidas; así lo vienen a precisar las sentencias, entre muchas, de 13 de
mayo y 26 de noviembre de 1.986, 5 de febrero y 28 de abril de 1.987. Por parte del
recurrente se dio cumplimiento a las exigencias legales puestas a su cargo, pero el
Tribunal no accedió justificadamente a la suspensión instada, atendiendo la
recomendación del artículo 801 de la Ley Procesal, que, en postura restrictiva y
cercenadora de la discrecionalidad judicial, prescribe que "no se suspenderá el juicio
por la incomparecencia de... testigos, cuando éstos hubieren declarado en el sumario
y el Tribunal se considere suficientemente informado con la prueba practicada para
formar juicio completo sobre los hechos"; el testigo Pedro declaró en el sumario, y la
pregunta que se reservaba hacer la representación del procesado era inoperante, ya
que la actuación injuriosa que le viene imputada en nada cambia por la circunstancia
de que la leve franja que oculta los ojos de la ofendida, en la fotografía publicada, la
hubiese efectuado aquél, cuando la identificación de la señora fue fácil dados los
rasgos fisonómicos de la misma y las características de la fotografía.
Contradiciéndose, de otra parte, el tenor de la pregunta con la actitud del inculpado a
lo largo del proceso, negativa de su autoría e intervención en los hechos atribuidos.
En consecuencia, ha de decretarse la inadmisión del motivo.- Segundo.- Al bien
jurídico del honor se le confiere por el hombre acusada importancia, tanto por la
consideración espiritual de que un orden racional y ético de la vida, asentando la
dignidad personal, constituye un bien natural y una conciencia de valor fuente de
satisfacción y equilibrio psíquico, como atendiendo a la valoración social estimativa
de aquel bien que, malograda, conlleva males y daños de diversa naturaleza para la
persona vilipendiada o mancillada en el buen crédito que haya de merecer a sus
semejantes. De ahí el concepto normativo-fáctico del honor que ve en el mismo un
complejo bien jurídico integrado por apreciaciones individuales e intrínsecas y por
otras de signo externo y colectivista, no olvidando la dignidad del ser humano y el
277
conjunto de valores éticos y sociales de actuación que le acompañan; el honor, en
definitiva, se halla transido de socialidad, apareciendo, en su vertiente exterior y
objetiva, como reflejo del juicio de valor de los componentes del grupo social, lo que
determina la repercusión y huella que cualquier ataque al mismo puede suponer en las
relaciones sociales. El alto sentido ético que, como sustancia o núcleo más
caracterizado, preside en todo momento la concepción del honor, como uno de los
fundamentales derechos constitucionalmente reconocidos (artículo 18.1, de la
Constitución), y la onda de consecuencialidad dañosa que derivaría de su falta de
tutela, justifican la penalización de aquellas conductas que dolosamente inciden sobre
el mismo, lastimándolo y lesionándolo en su esencia y manifestaciones. El delito de
injurias, particularmente incidente sobre el patrimonio moral de las personas, viene
caracterizado por una peculiar dinámica, perfectamente imbricadas palabras,
expresiones o actos, por sí mismos lacerantes, desvalorizadores o afrentosos, con un
especial animus tendente a escarnecer o vituperar a otro, en definitiva, y siguiendo el
texto legal, obrando en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona. No
perdiendo de vista, en atención a la aludida dimensión valorativa social del honor, la
movilidad que le es ínsita, tornando fluctuantes y relativos los conceptos y criterios
que animan y presiden esta parcela jurídico-penal. Derivando de ello que, a la hora de
buscar la subsunción de una conducta en el tipo del artículo 457 del Código Penal,
haya que atender no sólo al valor de las palabras o expresiones proferidas o acciones
ejecutadas, sino también a las circunstancias, más o menos accidentales, en que se
producen, tales lugar, tiempo, personalidad y cultura de ofensor y agraviado, así
como a las ideas, sentimientos y costumbres del agregado social en cuyo seno se
originan y desarrollan los hechos.- Tercero.- El procesado dispuso, por su condición
de fotógrafo, de un negativo de la fotografía que la querellante se hizo en su estudio
con destino a la renovación del carnet de identidad, remitiéndola a la revista Climax",
que se editaba en Barcelona, acompañada de una carta manuscrita, que el primero
confeccionó fingiendo estar redactada por la persona fotografiada, en la que se
describían detalladamente las supuestas relaciones incestuosas mantenidas entre
aquélla y su hijo, con pormenorización de los actos que las integraban. La foto y el
texto de referencia fueron divulgados por la publicación indicada, llegando a
conocimiento de los vecinos del pueblo en donde residía Lorenza, que la identificaron
278
fácilmente pese a utilizarse un nombre supuesto en la firma y aparecer su imagen con
una leve franja en los ojos, al resultar ostensibles las facciones y busto de la misma.
El animus iniuriandi queda patente en la actuación del inculpado, consciente del
gravísimo quebranto que había de originarse a la ofendida con la atribución de tan
impúdicas, vergonzosas y antinaturales relaciones, desmereciendo ante la opinión
pública y suscitando con ello las consiguientes conflictividades familiares; elemento
subjetivo del injusto, dolo específico de un delito eminentemente tendencial, referido
animus implica el propósito de ofender, vilipendiar, desacreditar, vejar, menospreciar,
escarnecer, etc., a una persona, ofreciéndose como nervio o basamento cardinal de la
infracción injuriosa. La jurisprudencia, aún renuente al reconocimiento del dolus in re
ipsa (Sentencias de 7 de noviembre de 1.972 y 10 de abril de 1.982), admite la
presunción iuris tantum de referido ánimo en supuestos en que las frases empleadas
manifiesten objetivamente y revistan en sí trascendencia difamatoria (Sentencias de
24 de junio de 1.968, 25 de junio de 1.972, 4 de abril de 1.977, 25 de mayo de 1.979,
18 de septiembre de 1.986, etc.); correspondiendo probar al agente que produjo o
realizó las acciones injuriosas su desplazamiento por otro ánimo excluyente del
injusto típico, contrarrestador o anulatorio del mismo; así entre los animi impulsores
del proceder del sujeto, capaces de eliminar, neutralizar o desplazar el iniurandi,
figuran, entre los más caracterizados, el animus criticandi, el narrandi, el informandi,
el defendendi, retorquendi o iocandi, etc. Exigente todo ello -cual destaca la
jurisprudencia- de un ponderado y reflexivo análisis de los factores y circunstancias
coexistentes, capaces de hacer incardinar la conducta examinada en la figura penal o,
por el contrario, extraerla de su seno, constante la ausencia del propósito tendencial
infamatorio. Deseo de vilipendio, en el supuesto que se enjuicia, cual destaca la
sentencia de instancia, que guiaba al autor al unir al relato confeccionado la imagen
de una mujer cuyas facciones había conseguido retener en una cámara cuando aquélla
precisó de sus servicios para renovar su documento de identidad; deseo y finalidad
del escarnecer a la ofendida, que se deriva del propio proceder del remitente y que
éste no ha desvirtuado ofreciendo que otro cualquiera se superpone o prepondera
sobre el iniuriandi de suerte que lo anule o suprima.- Cuarto.- La adscripción de la
conducta del procesado al supuesto de injurias graves previsto y tipificado en el
número 2 del artículo 458 del Código Penal, se ofrece clara e incuestionable, dada la
279
índole afrentosa y desmerecedora en el concepto público que ha de merecer un vicio
o desviación sexual cual el atribuido. Consideración que se robustece y sube de grado
tratándose de injurias de las denominadas ilativas o explicativas, que por referirse a
hechos o conductas concretas implican ya un cierto cálculo o raciocinio que,
psicológicamente, las hacen de mayor complejidad que las simples y elementales
expresiones de insulto, y que, jurídicamente, deben tener una traducción valorativa de
mayor entidad, en relación con las simplemente imprecativas; doctrina alentada en
Sentencias, entre otras, de 20 de junio de 1.973, 21 de noviembre de 1.976, 10 de
marzo y 25 de octubre de 1.977 y 29 de noviembre de 1.985. La verificación del
hecho injurioso por escrito y con publicidad, derivados de la inserción de la
fotografía y supuesta carta en la revista "Climax", reclaman, cual se ha realizado por
la sentencia de instancia, la aplicación de la penalidad a que se refiere el artículo 459
del Código. En méritos a todo lo expuesto han de decaer, mereciendo su
desestimación, los motivos que el recurrente acumula de casación por infracción de
Ley; el primero, al amparo del artículo 849, 1, por indebida aplicación del artículo 14
del Código Penal, al no resultar debidamente justificada la perpetración del delito; el
segundo, igualmente por infracción de Ley, por indebida aplicación del artículo 458,
2, del Código Penal; y el tercero, siguiendo idéntico cauce procesal, por indebida
aplicación del artículo 459 del Código Penal.-
FALLO:
280
23-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 8 DE MAYO DE 1970
ANTECEDENTES DE HECHO:
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
282
graves, patentizados la calidad del insulto y el propósito de ofender ante los vecinos,
sin la excusa de una discusión o contienda en que las palabras brotan sin moderación
o medida.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
283
"Todo hace suponer que la Autoridad del mismo -se refiere al Juez- se ha
debilitado grandemente ante el favor del Alcalde-Abogado, que, con su silencio,
negocia sagazmente y desvergonzadamente sus problemas.»- Segundo. En escrito que
tuvo ingreso en la Fiscalía del Tribunal Supremo en 2 de octubre de 1967 el
procesado Matías , que en 9 de junio del mismo año había sido condenado por la
Audiencia de Ávila a la pena de un mes y un día de arresto mayor y 5.000 pesetas de
multa, por el delito de injurias a la autoridad, con ánimo de zaherir a las mismas
autoridades mencionadas en el hecho anterior consignaba "En mi escrito anterior
denunciaba la posible infidelidad del señor Juez de Primera Instancia e Instrucción
destinado en ésta por no residir en la ciudad y los motivos que podían debilitar su
personalidad aprovechados sagazmente por el Alcalde-Abogado que se vio
favorecido con una sentencia de gran importancia».
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
285
residencia, un grave delito de prevaricación, al superar que dicha Autoridad falló en
un pleito con parcialidad y por motivos de inconfesable correspondencia con el
Abogado de una de las partes, de modo que en los dos supuestos estamos ante injuria
calumniosa y si se ataca el carácter delictivo del segundo con igual razón debió
impugnarse él del primero.
286
CONSIDERANDO que si bien al propugnar el recurrente "un solo” delito de
injurias en lugar de "dos” por los que ha sido condenado, no lo hace con base en los
requisitos de la continuación delictiva, sino en las razones antes examinadas que se
han rechazado, esta omisión dialéctica debe ser examinada, pues, aun no formalmente
alegada, yace en el fondo del recurso, tanto más que en alguna resolución de esta Sala
se admite la unidad delictiva del desacato en escritos distintos dirigidos a la misma
Autoridad (la citada sentencia de 13 de noviembre de 1963), unidad que, por el
contrario, se desestima en otros casos en que se trataba de hechos perfectamente,
diferenciados en él tiempo de su respectiva comisión, con acciones cumplidamente
delimitadas e individualizadas (sentencia de 24 de marzo de 1961), argumento que
cobra singular relieve en el caso cuestionado, puesto que entre los dos escritos
producidos por el procesado y dirigidos a Autoridades distintas medió un lapso de
más de ocho meses, con la notable circunstancia de que en el interregno de ambas
denuncias escritas se produjo, con fecha 9 de junio de 1967, una condena contra el
procesado por igual delito de injurias a la Autoridad, vale decir de desacato, lo que
implicaba que el procesado, al producir su segundo escrito ofensivo, no sólo tuvo que
renovar su propósito y resolución delictivas, ya incompatible con la unidad de
designio, sino que lo hizo no obstante la condena en análogo delito, lo que entraña
una actitud de rebeldía contra la norma, totalmente opuesta a aquella especial línea
psíquica de aprovechadas motivaciones ocasionales en que descansa
fundamentalmente la figura del delito continuado; por lo que también en este aspecto
debe ser desestimado el recurso interpuesto.
FALLO:
287
Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN
LEGISLATIVA, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. Adolfo de Miguel.-
Francisco Casas.-Fernando Díaz Palos (rubricados).
ANTECEDENTES DE HECHO:
288
aludidos, incluso ante gentes que, ignorantes de los hechos motivadores del cartel,
podían sospechar que sacaban a la luz pública condescendencias o intimidades
vergonzosas. Y así el también procesado, de igual conducta y antecedentes penales
negativos que el anterior, Fernando, después de entregar al querellante un ejemplar
del reiterado cartel, como si quisiera descubrirle como amigo la tala que se le hacía,
haciéndose partícipe en ella y colaborador en los propósitos que movieron al otro
procesado al redactar y hacer imprimir estos carteles, no tuvo reparo de exhibirlos en
algunas tabernas y lugares de concurrencia pública, con menoscabo de la buena fama
y opinión que merecían los ofendidos.
289
en el que precisamente lo único que se ponía de relieve era la conducta inmaculada de
la presunta injuriada, por lo que nunca podía ello ser considerado como injurias
graves, sino como una mera injuria liviana.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
290
debe desestimarse por entero este recurso y confirmar el fallo contradicho, sin que los
hechos por su entidad puedan constituir la simple falta de injurias.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
291
parte querellante en el indicado proceso, al que no conocía personalmente, y a la
sazón Decano del Ilustre Colegio de Abogados de esta provincia, cuya condición
tampoco conocía, textualmente manifestó en su declaración: "El Letrado director de
la querella engaña abiertamente y con evidente falsedad al órgano jurisdiccional, con
evidente infracción de postulados éticos y legales que se articulan en el Estatuto de la
Abogacía como deber imperioso por parte del Letrado, incurriendo en evidente estafa
procesal", lo que constituye irrespetuosas expresiones a la corrección, respecto y
cortesía que para el compañero exige la ética profesional, no estando justificado por
el hecho de que el Letrado que lo profiera se halle directamente interesado en la causa
en que dispone, aunque "in voce" en el acto del plenario y anteriormente en el de
conciliación, el procesado ha dado toda clase de explicaciones y excusas al Letrado
querellante, solicitando su perdón y que retirara la acusación, dando evidentes
pruebas de su arrepentimiento personal para dicha parte, a la que no quiso nunca
molestar ni ofender como tal Letrado.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
293
del Estatuto de la clase a que pertenece injurias graves con arreglo a los números
segundo, tercero y cuarto del artículo 458 por el contenido mismo de la imputación,
en cuanto la acusación de falta de ética en el ejercicio de la profesión puede
perjudicar considerablemente la fama, crédito e intereses del agraviado; graves
también por la condición de Abogado en el ofensor y en el ofendido, ya que aquél no
podía ignorar el alcance y significación de sus palabras y el daño que con ellas infería
a otro Abogado, lesionando su buena fama y reputación, y graves igualmente por el
lugar y circunstancias, al afectar al decoro y dignidad del Tribunal, perturbando con
improperios la augusta serenidad de la Administración de Justicia, de la que los
Abogados son sus más destacados colaboradores; sin que sirva de excusa absolutoria
la alegación de un "animus defendendi", pues aunque a veces se ha acogido en
beneficio del reo esta excepción, no sin cierta deformación del principio de legítima
defensa, en el caso contemplado no cabe tal invocación por faltar el presupuesto
necesario de la agresión ilegítima, ya que no puede calificarse de tal el ejercicio de
cualquier acción civil o penal ante los Tribunales, porque por arbitraria e injusta que
sea la pretensión que se formule, el hecho de ser deducida ante el órgano
jurisdiccional pone al demandado o querellante a cubierto de todo atropello, y ante
ese mismo órgano, y por causas procesales, se han de utilizar los medios adecuados
de defensa que nunca son los de acción directa, excusables únicamente cuando el
supuesto ataque tiene lugar en la vía pública o donde la autoridad esté imposibilitada
de intervenir; por eso en la ocasión de autos es tanto más insostenible la invocación
de esa legitimación de las injurias al observar que el querellante, que tiene su
domicilio en M., aparece declarando en C. R., lo que supone necesariamente una
citación previa y un desplazamiento de su residencia con un intervalo suficiente para
pensar y meditar sus respuestas, o sea que sin prisas ni arrebatos momentáneos pudo
ordenar su conducta para aquel momento de la declaración por lo que más bien
pudiera hablarse de acto premeditado, que no de irreflexivo; y al no haberlo
entendido así la sentencia recurrida dejó de aplicar los artículos antes citados,
haciendo viable el recurso interpuesto en sus dos motivos, donde con diversas facetas
se plantea la misma cuestión de infracción de los referidos artículos 457 y 458 del
Código Penal .
294
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
296
RESULTANDO que por auto de esta Sala de fecha 12 de mayo del corriente
año se declaró no haber lugar a la admisión primer motivo del recurso.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
299
sola, pues aprovechas cuando no están tus padres y hermanos, eso te puede costar un
disgusto y lo peor del todo es que el hombre no será el responsable directo, pues
como tú sabes los hombres no somos de hierro o de madera, sino de carne y hueso.
En conclusión, abandona la vida que llevas y deja en paz al sexo varonil. Se despide
éste que te olvidará, pero te recordará besos y abrazos muy fuertes. Firma: F. J. M.-
Rubricado"; conteniendo el sobre la dirección siguiente: "Señorita Estíbaliz Calle G.
M., número 6, bajo, izquierda. P.", y en el reverso: "Rte. G. P. Calle Z., número B. B.
(V.)", pero en el sobre no aparece el matasellos de B sino el de P., de fecha 13 de
febrero de 1968, y tiene sello de una peseta.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
FALLO:
301
pesetas por razón de depósito no constituido. Comuníquese esta resolución a la
expresada Audiencia, con devolución de las actuaciones a los efectos procedentes.
ANTECEDENTES DE HECHO:
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
303
significación semántica y gramatical, que han de deberse al deseo consciente y
querido de vulnerar el honor ajeno, por poseer el agente un "animus injuriandi", que
actúe como elemento subjetivo del injusto, y que se presume "iuris tantum" de
acuerdo con el contenido objetivo peyorativo de aquellas actitudes o palabras, por su
mismo alcance socio cultural y su común u ordinaria valoración, y que solo
desaparece si notoria y singularmente se manifiesta la presencia de otro ánimo
diferente y de prevalente condición, que anule el de infamar, poniendo todo en
relación, con las circunstancias de tiempo, lugar, ocasión, modo y personas, del
supuesto contemplado, para efectuarla apreciación relativa y de caso concreto, en
criterio axiológico judicial, en cuyo apoyo ha de utilizarse debidamente el contenido
del artículo 458 del Código Penal, que establece criterios objetivos o subjetivos de
diverso contenido, y relativos a la determinación cualitativa y alcance de la injuria,
como grave o leve.
305
se le originaba, por el de valor social que supone siempre y más para un científico
profesional del derecho, la imputación de vicio tan nefando o repudiado, en la
concepción de vida española; y que las expresiones difamantes, no dicterios, sino
imputaciones sodomíticas alcanzaron difusión que sobrepasó los términos
municipales de C, con expansión perjudicial en extremo, máxime atendiendo a dicha
profesional actividad que requiere de la adecuada reparación punitiva; por todo lo
que, es evidente la procedencia, de la inadmisión del único recurso de casación
articulado contra la sentencia, por estar ajustada a derecho la repulsa y condena de
una conducta gravemente injuriosa, que rectamente aplicó los artículos 457, 458,
número segundo y 455 párrafo segundo del Código Penal .
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
308
CONSIDERANDO que si el procesado, en funciones de Alcalde ordenó a los
agentes de su Autoridad que invitasen a la esposa del querellante para que
abandonara el recinto acotado de la plaza en el que se celebraban los festejos por
carecer de la tarjeta personal, nominal e intransferible que, según lo acordado, era
necesaria para penetrar en él, y ese requerimiento produjo al ser- conocido por
numerosas personas comentarios en torno a su causa, no deriva de tales hechos el
delito de injurias por el que se postula condena en el único motivo del recurso al
amparo del número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal,
porque aunque el querellante se hallaba pro fundamente enemistado con los rectores
de la vida local por motivos políticos, no puede atribuirse la acción del querellado a
venganza, ni a otro móvil ilegítimo que condujera a lesionar el honor ajeno, pues
además de que la Autoridad municipal se atuvo estrictamente a los acuerdos que se
habían adoptado es de tener en cuenta que no actuó por propia iniciativa, sino cuando
"alguien" le advirtió de la estancia indebida de la señora en aquel lugar y después de
comprobar, examinando unas listas, que carecía de la imprescindible tarjeta, e
ignorando, por otra parte, que su esposo había obtenido dos a su nombre mediante la
entrega de sendas cantidades de dinero, ya que el incumplímiento por la esposa del
recurrente de los requisitos exigidos para la entrada en el recinto reservado de la plaza
se le ofrecía evidente y a corregirle encaminó la orden, que pudo quizá quedar sin
ejecución si el impugnante hubiera hecho saber que poseía dos tarjetas y que, por
carecer de hijos, una de ellas había de corresponder a su mujer, en vez de apreciarse
inexplicablemente a ordenar a ésta que se marchara, favoreciendo de tal suerte el
advenimiento de una situación que la relación fáctica no permite entender claramente
que fuera buscada por el procesado con la malicia que requiere la figura penal, por la
que se demanda sanción, ni aunque pudiera admitirse que el sexo de la persona contra
la que fue dirigida la orden y su relieve social en el pueblo aconsejaban la utilización
de medios más discretos para haber observar lo acordado.
FALLO:
Así, por esta nuestra sentencia, que con omisión de nombres propios de
personas y lugares se publicará en la COLECCIÓN LEGISLATIVA, lo
pronunciamos, mandamos y firmamos.-Adolfo de Miguel.-José Espinosa.-Alfredo
García Tenorio y Sanmiguel (rubricados).
ANTECEDENTES DE HECHO:
310
RESULTANDO que en la expresada sentencia se estimó que los hechos que se
declaran probados eran legalmente constitutivos de dos delitos de injurias graves, de
los artículos 457 y 458 número segundo sancionados en el párrafo segundo del
artículo 459, todos del Código Penal, de los que era criminalmente responsable, en
concepto de autor, el procesado referido, sin circunstancias: Fallamos que debemos
condenar y condenamos al procesado Humberto, como autor responsable de dos
delitos de injurias graves, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la
responsabilidad a la pena de seis meses y un día de destierro de la ciudad de S., y a
una distancia de esta población de 25 kilómetros como mínimo en su círculo y multa
de 5.000 pesetas por cada uno de ellos. Si no satisficiese las multas dentro del plazo
legal una vez requerido al efecto, sufriría como responsabilidad personal subsidiaria-
un día de privación de libertad por cada 250 pesetas, y al pago de las costas
procesales en dos quintas partes de las costas, y pudiendo revestir una falta de injuria
liviana la expresión preferida contra el querellante señor Jesús de la que asimismo le
absolvemos del delito; y dictada sentencia, líbrese testimonio de ella juntamente con
el testimonio del escrito de querella que se remitirá al Juzgado Comarcal de S., para
la celebración del adecuado juicio de falta, si reclamase el ofendido, declarándose de
oficio la otra parte de costas. Y aprobamos el auto de solvencia parcial dictado en el
ramo correspondiente.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
311
sentencia de fecha 20 de febrero de 1968, bajo el número 32 resolviendo el sumario
28 y rollo de Sala 1.001 de 1967, dictada por el mismo Tribunal instancia que
pronunció la que se recurre, la que tuvo su origen en carta idéntica, así lo dice el
recurrente, a la que ya fue objeto de casación por delito de distinta naturaleza en el
expresado sumario número 28, y así resulta inconcuso, en tesis del motivo, que al no
haber recogido la Sala de instancia en sus premisas fácticas, condicionantes del fallo,
la existencia de tan importante hecho, la lleva a la violación de la ley por error de
hecho en la apreciación de las pruebas resultantes de documento auténtico y
consecuente inaplicación del artículo 71, del Código Penal, pues habiendo unidad de
acción y pluralidad de delitos, la Sala debió sentenciar en su momento el delito de
mayor gravedad, el de amenazas, en su grado máximo.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
313
RESULTANDO que la representación del procesado, hoy recurrente, Hugo, al
evacuar el traslado de calificación ante la Audiencia, y formular sus conclusiones
provisionales, alegó: "...Por otra parte, la acusación ha incumplido las prevenciones
contenidas en el artículo 467, párrafo tercero, del Código Penal, en relación con el
número séptimo del artículo 277 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, pues si se
tiene en cuenta que la querella se interpone por el Procurador señor Alonso Delgado,
sin poder especial para dirigir contra Hugo, lo que podría haberse suplido con la
firma de la querella por el señor Lázaro y su imprescindible ratificación posterior "de
la que se carece en autos", ha de estimarse inexistente e ineficaz tal pretendido
ejercicio de la acción penal respecto al procesado, para cuya punibilidad era necesario
el más exacto cumplimiento de las prevenciones contenidas en los textos legales
citados".
RESULTANDO que en la nota del juicio oral celebrado con fecha 21 de junio
de 1968, consta el siguiente particular: "... Lázaro dice se ratifica y ratifica la querella
y reconoce la firma y certificación ante el Notario; obrando la ratificación del escrito
de querella en los folios 69 y siguientes del sumario los que se le exhiben en el acto
del juicio oral, aunque no recordaba se ratificara en el Juzgado y supone que la
ratificación estará en el poder otorgado ante Notario, esto último lo dice a la defensa
antes de que se le exhibieran los folios 69 y siguientes del sumario." RESULTANDO
que por la referida Audiencia se dictó sentencia con fecha 24 de junio de 1968, que
contiene el siguiente. Primero. Resultando probado y así se declara que el procesado
Hugo, en su calidad de Director General de la Compañía de Seguros E. C, S. A.,
mandó publicar en el periódico de esta localidad "E. P.", en los días 28, 29 y 30 de
octubre de 1966 el siguiente anuncio: "E. C, Compañía de Seguros, participa a sus
asegurados y público en general: Primero. Que don Lázaro nunca ha sido agente
general de E. O., S. A. Segundo. Que fue destituido de agente efecto por
consideraciones sumamente graves. Tercero. Que jamás ha tomado posesión de su
agencia porque esta nunca lo fue. Cuarto. Que no está autorizado para cobrar recibos
de ninguna clase de la Compañía, de la que carece por completo de titularidad
jurídica. Quinto. Finalmente, E. O., S. A., de Seguros y Reaseguros no se
responsabiliza en absoluto de la actuación que don Lázaro pueda efectuar en nombre
314
y representación de esta Compañía." Dicho procesado es de cincuenta y un años y
carece de antecedentes penales.
Infracción por no aplicación de los artículos 113 y 1" del Código Penal, ya que
estimaban, conformes a la doctrina jurisprudencial que exponía, que por lo tanto eran
de aplicaran al caso los indicados preceptos. Por quebrantamiento de forma -Tercero.
Por no haberse resuelto sobre todos los puntos que fe ron objeto de defensa, a que
había un extremo de suma importancia, que no se resolvía en definitiva en la
sentencia, o sea, el de la falta de poder especial para ejercitar la acción por el delito
de injurias por el querellante; punto que fue objeto deja defensa, y que aparecía en el
escrito de conclusiones provisionales y que también fue objeto de alegación en el acto
del juicio oral, y también a las faltas de firma y ratificación de la querella por el
querellante, al tiempo de ejercitar su acción.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
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de 1968 ante el Notario de Valladolid don Iñigo Fernández, firmando el interesado la
segunda querella ampliatoria, según consta al folio 70 del sumario, poder también
ratificado en el acto del juicio oral, con lo cual es visto que él punto suscitado en este
particular fue considerado y expresamente rechazado por la sentencia recurrida.
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
FALLO:
ANTECEDENTES DE HECHO:
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Declarando la insolvencia de dicha procesada aprobando el auto que a este fin dictó el
Juzgado Instructor.
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
325
determinada y con otros hombres, en perjuicio de la fama, la circunstancia de la
enemistad y de la riña del día anterior no excluyen el ánimo de injuriar gravemente;
por eso el motivo no merece la modificación de los hechos entre los cuales figuran
los insultos del día 6 y la repetición al día siguiente, que no fundamentan
impremeditación y ausencia de propósito.
FALLO:
Así, por esta nuestra sentencia, que con omisión de nombres Propios de
personas y lugares se publicará en la COLECCIÓN LEGISLATIVA, lo
pronunciamos, mandamos y firmamos.-José Espinosa.-Jesús Riaño Goiri.-Francisco
Casas (rubricados).
ANTECEDENTES DE HECHO:
FUNDAMENTOS DE DERECHO:
FALLO:
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BIBLIOGRAFÍA
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