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EL DELITO DE INJURIAS

José Manuel Barranco Gámez.

1
José Manuel Barranco Gámez.

Abogado.
Licenciado en Derecho.
Licenciado en Criminología.
Detective Privado.
Máster en Prevención de Riesgos Laborales
Técnico Superior en PRL de las tres Especialidades.

JUS NON IN SINGULAS PERSONAS, SED GENERALITER


CONSTITUITUR

2
INDICE

EL DELITO DE INJURIAS

I. INTRODUCCIÓN.

II. DERECHO COMPARADO.

III. DOCTRINA ESPAÑOLA.

IV. CONCEPTO.

V. BIEN JURÍDICO PROTEGIDO.


1. INTRODUCCIÓN.
2. CONCEPTO PARA LA DOCTRINA.
3. CONCEPTO PARA LA JURISPRUDENCIA.
4. REGULACIÓN NORMATIVA.

VI. ELEMENTOS OBJETIVOS.


I. INTRODUCCIÓN.
II. SUJETO ACTIVO Y PASIVO.

VII. ELEMENTOS SUBJETIVOS.

VIII. TRASCENDENCIA PENAL DE LAS IDEAS, OPINIONES O


JUICIOS DE VALOR.

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IX. GRAVEDAD DE LAS EXPRESIONES INJURIOSAS.

X. FORMAS DE APARICIÓN DEL DELITO.


I. GRADO DE EJECUCIÓN.
II. AUTORIA.

XI. CIRCUNSTANCIAS MODIFICATIVAS DE LA RESPONSABILIDAD


CRIMINAL.

XII. PENALIDAD.

XIII. DISPOSICIONES GENERALES.

XIV. LA REPARACIÓN DEL DAÑO.

XV. LA EXCEPTIO VERITATIS.

XVI. ASPECTOS PROCESALES.

XVII. EL ACTO DE CONCILIACIÓN.

XVIII. LEGITIMACIÓN.

XIX. PRESCRIPCIÓN.

XX. CONFLICTO ENTRE EL HONOR Y LA LIBERTAD DE


EXPRESIÓN E INFORMACIÓN.

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I. CUESTIONES PREVIAS.
II. ASPECTOS COMUNES A AMBAS LIBERTADES.
III. LIBERTAD DE INFORMACIÓN.
IV. LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

XXI. LA POLÉMICA CUESTIÓN DE LOS ANIMI DIFAMANDI E


INIURIANDI COMO ELEMENTO SUBJETIVO DEL INJUSTO EN
LOS DELITOS DE CALUMNIA E INJURIAS: OPINIÓN
DOCTRINAL Y JURISPRUDENCIAL AL RESPECTO.

XXII. JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO.


1. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 18 DE FEBRERO
DE 1981.
2. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 27 DE
SEPTIEMBRE DE 1978.
3. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 23 DE
DICIEMBRE DE 1989.
4. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 18 DE MARZO
DE 1992.
5. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 2 DE JUNIO DE
1986.
6. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 18 DE JUNIO DE
1986.
7. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 27 DE JUNIO DE
1986.
8. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 1 DE
DICIEMBRE DE 1986.
9. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 15 DE FEBRERO
DE 2000.

5
10. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 14 DE JULIO DE
1993.
11. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 6 DE MAYO DE
2008.
12. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 15 DE MARZO
DE 1999.
13. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 3 DE MARZO
DE 1995.
14. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 23 DE MARZO
DE 1992.
15. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 2 DE
NOVIEMBRE DE 1994.
16. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 28 DE MARZO
DE 1995.
17. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 31 DE ENERO
DE 1992.
18. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 26 DE JULIO DE
1993.
19. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 20 DE
SEPTIEMBRE DE 1993.
20. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 28 DE FEBRERO
DE 1995.
21. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 9 DE JULIO DE
1994.
22. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 12 DE MAYO DE
1987.
23. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 8 DE MAYO DE
1970.
24. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 13 DE
NOVIEMBRE DE 1970.
25. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 9 DE OCTUBRE
DE 1970.
6
26. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 22 DE MAYO DE
1970.
27. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 27 DE
OCTUBRE DE 1970.
28. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 29 DE
SEPTIEMBRE DE 1970.
29. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 13 DE MARZO
DE 1970.
30. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 9 DE MARZO
DE 1970.
31. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 15 DE ABRIL DE
1970.
32. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 7 DE MARZO
DE 1970.
33. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 6 DE JUNIO DE
1970.
34. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 31 DE MARZO
DE 1970.
35. SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 19 DE
NOVIEMBRE DE 1970

XXIII. BIBLIOGRAFÍA

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RESUMEN

Es injuria la acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona,


menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación.
Son constitutivas de delito las Injurias Graves, esta son las que, por su
naturaleza, efectos y circunstancias, sean tenidas en el concepto público por graves.
La injurias que consistan en la imputación de hechos, no se consideraran graves ,
salvo que se hayan llevado a cabo con conocimiento de su falsedad o temerario
desprecio hacia la verdad.
Tipo agravados: Injurias graves hechas con publicidad: mediante la imprenta,
radiodifusión o cualquier otro medio de eficacia semejante o Injurias hechas mediante
precio, recompensa o promesa.

El que sea acusado de injuria quedará exento de responsabilidad probando la


verdad de las imputaciones cuando éstas se dirijan contra funcionarios públicos sobre
hechos concernientes al ejercicio de sus cargos o referidos a la comisión de faltas
penales o de infracciones administrativas.

El reconocimiento y la retractación ante la autoridad judicial supone la


imposición de la pena inferior en grado.

La diferencia entre injuria y calumnia es que esta última supone la imputación


de un delito.

PALABRAS CLAVES

Acción, expresión, imputación, dignidad, estimación, menoscabo, temerario


desprecio, verdad, exceptio veritatis, reconocimiento, retractación.

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EL DELITO DE INJURIAS

I. INTRODUCCIÓN

La actual regulación procede del C. P. de 1848. En el C. P. de 1822, bajo el


epígrafe “de las calumnias, libelos infamatorios, injurias y revelación de secretos
confiados” aparecen ya, sin embargo, algunos de los rasgos más sobresalientes de la
regulaci6n actual. El legislador español desde 1848, con la única excepción del C. P.
de 1928, que introduce la difamación, describe la acción típica bajo las formas de
injurias y calumnias.

A diferencia de lo que sucede en la calumnia, el legislador español no admite


de ordinario en las injurias la prueba de la verdad. El C.P. de 1848 establecía una
excepción: cuando las injurias fueran dirigidas contra empleados públicos, sobre
hechos concernientes al ejercicio de su cargo. La regulación de la calumnia y la
injuria en el C. P. de 1848 sigue muy de cerca la del C. P. de Brasil de 1830 (arts. 229
y ss.). En .e1 C. p. de Brasil la falsedad de la imputación es elemento conceptual de la
calumnia. En la injuria, en cambio, el C. P. de Brasil de 1830 solo admite la prueba
de la verdad de las imputaciones hechas a una corporación, depositario o agente de la
autoridad pública sobre hechos u omisiones contra los deberes de sus funciones. La
excepción única del C. P. español de 1848 se mantiene en las reformas de 1850 y
1870 y en el Código de la República, de 1932. El C. P., texto refundido, de 1944
introduce una nueva excepción, que se hallaba ya en el artículo 631, 2.1 del C. P. de
1928: cuando el acusado de injurias tenga derecho a perseguir el delito imputado en
el caso del número 1 del artículo 458 (imputación de un delito perseguible a instancia
de parte) (art. 461 del C. P. 1944). El análisis de la regulación de las injurias muestra
que, salvo las excepciones del artículo 461, el honor se protege incluso frente a

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imputaciones verdaderas. Ello ha permitido sostener que la imputación verdadera de
un delito perseguible de oficio no es calumnia, pero puede ser constitutiva de injuria.

II. DERECHO COMPARADO

El estudio del Derecho comparado pone de relieve que, en la regulación de esta


materia, hay diversas respuestas legislativas. Se ha señalado que apenas existe otro
delito en que las diferencias entre las diversas legislaciones sean mayores. La
disparidad se observa, de modo particular, en el papel que juega la falsedad de la
imputación.

Así, el C. p. italiano distingue entre injuria y difamación, mientras que la


calumnia es un delito contra la administración de justicia. Para distinguir entre injuria
y difamación se atiende a la presencia (injuria, art. 594 del C. p.) o ausencia
(difamación, art. 595 del C. p.) de la persona ofendida. Respecto a la cuestión de la
exceptio veritatis el criterio del C. p. italiano coincide, en líneas generales, con e1
seguido por el C. p. español. Consiste en el rechazo inicial de la prueba de la verdad
para ser admitida ulteriormente en supuestos excepcionales específicamente
descritos. Esta técnica legislativa se ha visto sometida en los últimos tiempos a crítica
por un sector de la literatura.

En el Derecho francés, la ley sobre libertad de prensa, de 29 de julio de 1881,


en la que se tipifican estos delitos, prevé asimismo la injuria y la difamación, pero la
acción típica prohibida bajo esta denominación, no es coincidente con la del Derecho
italiano. El Derecho francés no atiende a la presencia o ausencia del ofendido, sino a
que se formule un juicio de valor, en cuyo caso puede estar presente una injuria (art.
29, párrafo 2 .0 de la Ley de Prensa), o se impute un hecho, lo que puede dar lugar a
una difamaci6n (art. 29, párrafo 1.º de la Ley de Prensa). Durante un largo periodo se
excluyó la admisión, por regla general, de la prueba de la verdad de las imputaciones.

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Sin embargo, el párrafo tercero del artículo 35 de la citada Ley sobre libertad de
prensa, introducido por O. de 6 de mayo de 1944, rompe con la situación anterior,
según la cual se admitía só1o excepcionalmente la prueba de la verdad, en atención al
interés público, y dispone que la verdad de los hechos difamatorios puede ser probada
siempre, salvo: a) que la imputad6n concierna a la villa privada de la persona; b) que
se refiera a hechos que se remontan a más de diez años; c) que la imputaci6n se
refiera a un hecho constitutivo de una infracci6n amnistiada o prescrita, o que ha
dado lugar a una condena cancelada por la rehabilitaci6n o la revisión. Se invierte,
por tanto, la relación regla-excepción, en el sentido de que lo que era excepcional,
esto es, la admisión de la prueba de la verdad, pasa a ser la regla, si bien sometida a
su vez a excepciones.

En esta misma línea se hallan los códigos penales austriaco y suizo. El C. p.


austriaco tipifica la injuria (parágrafo 115), el reproche de una acción punible
decidida ya judicialmente (parágrafo 113), y la difamación (parágrafo 111). Tras la
regulación de la difamación, dispone el número. 3 del parágrafo 111 que no se
impondrá pena si el autor demuestra que la imputación es verdadera (e incluso si cree
erróneamente que su imputación es verdadera). El parágrafo 112 establece los límites
a esta regla: no se admitirá la prueba de la verdad o de la buena fe sobre hechos que
conciernen a la vida privada o familiar, ni sobre acciones punibles solo a instancia de
un tercero.

El C. p. suizo, que distingue entre injuria, calumnia difamación, parte asimismo


de la admisión de la prueba de la verdad en la difamación. El artículo 173, 2, dispone
que el inculpado no incurrirá en ninguna pena si prueba que las manifestaciones que
ha formulado o divulgado son conformes a la verdad, o que tenía razones serias para
tenerlas de buena fe por verdaderas. El número 3 del mismo artículo establece los
límites a esta regla: no se admite la prueba de la verdad de las manifestaciones
formuladas o divulgadas sin consideración al interés público o sin otro motivo

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fundado, así, con la intención de hablar mal de otro, especialmente si hacen referencia
a la vida privada o familiar.

En el C. p. alemán es decisiva la falsedad de la imputación en la injuria. Se


refleja aquí la formula, según la cual “las verdades no son nunca injurias”. Esto se
mantiene hoy con las matizaciones. La técnica del C. p. alemán es en ultimo termino
coincidente con la del Derecho austriaco, suizo y francés, pero se aparta de ellos en la
no formulación de excepciones, en particular el límite de la vida privada, a la regla
general de admisión de la prueba de la verdad en las injurias. Las injurias solo están
presentes, a pesar de la prueba de la verdad, cuando el carácter injurioso derive de la
forma o circunstancias en que se han proferido (parágrafos 185 y 1.92). En la injuria
(parágrafo 185) la falsedad de la imputación es, según un sector de la doctrina,
elemento del tipo. El parágrafo 185 no contiene un concepto legal de injuria. Doctrina
y jurisprudencia entienden comprendido aquí, junto a las injurias reales, esto es, las
que consisten en la realización de una acción, el ataque al honor realizado con
expresiones irrespetuosas o de desprecio. Tales manifestaciones de desprecio pueden
consistir en juicios de valor o en la imputación de hechos. El C. p. alemán tipifica
además la difamación (parágrafo 186), que consiste en la afirmación o difusión de
una circunstancia de hecho idónea para despreciar o desacreditar a otro ante la
opinión pública, si el hecho afirmado no puede ser probado como cierto, y la
calumnia (parágrafo 187) en la que el sujeto imputa un hecho falso de mala fe.

El estudio comparativo de la regulación de esta materia muestra que, en el


reconocimiento legal de la prueba de la verdad, se presentan dos líneas diversas que
tienden a encontrarse. Así, en el Derecho alemán se admite la prueba de la verdad en
la injuria habiéndose sostenido incluso por un sector de la literatura que la falsedad de
la imputación es el elemento del tipo. Ello ha permitido hablar de un fanatismo hacia
la verdad. En esta situación aparecen tendencias dirigidas a establecer límites a la
admisión general de la prueba de la verdad, en especial si las imputaciones hacen
referencia a la vida privada. El Derecho francés ha seguido el proceso inverso: desde

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la no admisión de la prueba de la verdad por regla general se pasa al sistema opuesto
caracterizado por la admisión inicial, pero sometida a límites. El reconocimiento del
derecho a probar la verdad de las imputaciones supone un tránsito desde la protección
del honor formal o aparente hacia una materialización del concepto de honor. Los
códigos italiano y español no han experimentado una evolución paralela. Partiendo de
una situación análoga a la del Derecho francés no se han modificado en el mismo
sentido que este, sino que han permanecido anclados en la admisión solo excepcional
de la prueba de la verdad. Cabe advertir en este punto la diversa orientación de los
sistemas germánicos y latinos. Mientras aquellos admiten, por regla general, la
exceptio veritatis, estos se muestran reacios a su admisión. De acuerdo con ello se ha
podido afirmar que se protege en estos países (Italia y España como más
representativas) el honor aparente o formal respecto al cual es indiferente la verdad o
falsedad del hecho imputado. Tal restricción de la prueba de la verdad en los países
latinos ha sido interpretada con evidente exageración, como un desinterés por estos
hacia la verdad y hasta como un inconfesado homenaje a la hipocresía.

III. DOCTRINA ESPAÑOLA

El art. 208 CP, que intenta definir las injurias de una forma más precisa y
acorde con la CE que la anteriormente vigente, huyendo de expresiones tan vagas y
confusas como eran las de "deshonra, descrédito o menosprecio", recurre a una
terminología que pretende reflejar con mayor exactitud un concepto legal de honor
como bien jurídico protegido en estos delitos. Así pues, y, de entrada, el citado
precepto alude a la dignidad de la persona, "núcleo" esencial de una noción global y
actualizada de honor, a la vez acorde con el carácter de derecho fundamental que le
atribuye nuestra Ley Fundamental, desglosando el contenido del mismo en dos de sus
manifestaciones concretas: de una parte, la fama, que se corresponde con su concepto
público y objetivo, y, de otra, la autoestima, que se identifica con su acepción
personal y subjetiva.

13
El ordenamiento punitivo no puede encargarse de tutelar los sentimientos
ajenos, que, como tales, son eminentemente subjetivos. De ahí el error legislativo,
plasmado en la cláusula del art. 208.1 CP, de utilizar como modalidades alternativas
de lesión tanto la fama como la autoestima de la persona, si bien en un intento
posterior de corregir dicho dislate el propio precepto declara que solo habrán de
castigarse las injurias tenidas por graves en el concepto público, lo que representa un
evidente gesto de rectificación legal en el sentido de concretar que se trata de este
segundo aspecto del honor, y no de aquel primero, el que ha sido realmente tomado
en cuenta por el legislador a la hora de regular el presente delito.

La cuestión de la prueba de la verdad se plantea en las injurias que consisten en


la formulación de imputaciones. El C. p. español prevé, sin embargo, no solo injurias
verbales, sino también injurias simbólicas e injurias reales. El C. p. español
proporciona, por tanto, una noción amplia de injuria cuyos orígenes se remontan al
Derecho romano, en el que la injuria era un acto contrario a derecho. La acción
procesal de injurias comprendía numerosos supuestos concretos, entre los que se
hallan algunos que hoy se consideran delitos contra el honor. El antiguo derecho
distinguía las injurias verbales y las reales, entendiendo por estas u1timas <das que se
cometen por medio, de las manos, elevadas contra el cuerpo, violando una casa
(domicilio), o afrentando la dignidad y honestidad del prójimo>. Sin embargo, la
injuria en el Derecho romano, especialmente en los comienzos, no era propiamente
un delito contra el honor, que entendido como status dignitatis, equivalga al pleno
disfrute de los derechos civiles y, una vez alcanzado, estaba sustraído al ataque de los
particulares.

Las injurias reales aparecen previstas, junto a las injurias verbales, en Las
Partidas (Partida VII, Titulo IX, Ley I) y en el C. p. de 1882 (art. 703).

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La admisión de las injurias reales en el C. p. español se halla en la línea de los
Códigos suizo, austriaco y alemán. Se caracteriza al injuria en el C. p. suizo (artículo
177), frente a la calumnia y a la difamación, porque el ataque al honor puede
realizarse no solo mediante la palabra, la escritura, la imagen o el gesto, sino también
mediante las vías de hecho. Asimismo, el C. p. austriaco prevé las injurias
consistentes en malos tratos físicos e incluso la amenaza de malos tratos físicos si el
hecho no está castigado con pena más grave, mientras que la difamación (parágrafo
111) y el reproche de una acción punible decidida ya judicialmente (parágrafo 113) se
mantienen en el plano de la formulación de imputaciones, El C. p. alemán distingue
también entre injurias, que pueden consistir en la formulación de juicios de hecho o
de valor, o set realizadas por medio de las vías de hecho, lo que fundamenta una
agravación de la pena (parágrafo 185), y, de otra parte, difamación (parágrafo 186) y
calumnia (parágrafo 187), que consisten básicamente en la imputación de hechos
cuya verdad no puede ser probada (difamación), y de mala fe (calumnia), como antes
se puso de relieve. La Ley francesa sobre libertad de prensa sigue un criterio diverso.
Según el artículo 29 de dicha ley, la difamación consiste en la alegación o imputación
de un hecho que atente contra el honor o la consideración de la persona o de la
Corporación a la que el hecho es imputado, y la injuria es toda expresión ultrajante,
términos de desprecio o invectiva que no encierra la imputación de ningún hecho. No
se prevén, por tanto, las injurias reales consistentes en ejecutar acciones directamente
sobre el ofendido.

El Derecho italiano se orienta en este mismo sentido, si bien se admiten, las


injurias <<reales>> cometidas con actos materiales ofensivos (por ejemplo, mediante
gestos). Sin embargo, solo impropiamente puede hablarse de injurias reales en tales
supuestos. Las injurias pueden consistir en la ejecución de una acción o en una
expresión proferida. Se admite de ordinario que las injurias que consisten en la
ejecución de una acción pueden ser reales, si recaen directamente en la persona
ofendida (la bofetada es el ejemplo más característico), o simbólicas, si lo hacen
indirectamente. Las injurias simbólicas son, según esto, injurias que consisten en la
ejecución de una acción, pero ello debe entenderse limitado, en principio, a los gestos
15
en sí mismos ofensivos, que no encierran la formulación de un juicio sobre el
ofendido. Los juicios simbólicos, o sea, los formulados mediante alegorías,
caricaturas, emblemas o alusiones no manifiestos, deben considerarse, por el
contrario, expresiones proferidas. Una vinculación estricta a los términos de la ley
llevaría a negar esto, pues proferir es etimologicamente “pronunciar”, articular, echar
afuera de la boca, del latín proferre, derivado de ferre, llevar, lo cual puede no darse
en caricaturas, alegorías o alusiones (así como tampoco en injurias realizadas por
escrito y con publicidad, estimadas, sin embargo, injurias verbales consistentes, por
tanto, en una expresión proferida). Una comprensión de los términos legales no
vinculada al significado etimológico y de acuerdo con las orientaciones de la
semiótica lleva a consecuencias diversas. De conformidad con ellas, en las
expresiones proferidas a que hace referencia la ley encontrarían cabida no solo las
manifestaciones injuriosas que se pronuncien o articulen de viva voz y las realizadas
por escrito y con publicidad, sino también las que se valen de un lenguaje diverso al
hablado cuál es, por ejemplo, el use de emblemas o caricaturas, signos, o sea,
sustitutos significantes de cualquier otra cosa. Por tanto, bajo la denominación
expresión proferida se hallan no solo las injurias proferidas de viva voz y las hechas
por escrito y con publicidad, injurias verbales, sino también los juicios simbólicos,
esto es, formulados mediante alegorías, caricaturas, emblemas o alusiones no
manifiestos (injurias simbólicas).

Establecer estas distinciones posee interés en orden a delimitar la base sobre la


que puede plantearse la cuestión de la prueba de la verdad. El interés practico es, sin
embargo, diverso según que el derecho positivo admita o no de ordinario la prueba de
la verdad. Quedan fuera de esta problemática, en primer lugar, la injurias que
consisten en la ejecución de una acción, sean estas reales o simbólicas, en los
términos antes señalados. Respecto a tales injurias no sabe hablar de verdad o
falsedad. El problema de la prueba de la verdad se circunscribe, en consecuencia, a
las injurias que consisten en una expresión proferida, esto es, a las injurias verbales y
a las injurias simbólicas que comporten la formulación de un juicio. Con ello no
tenemos delimitado todavía el ámbito de las injurias en que cabe suscitar la cuestión
16
de la prueba de la verdad. Esta no se plantea, en efecto, en toda injuria que consiste
en una expresión proferida, sino que se halla limitada, en segundo lugar, a las que
consistan en un juicio de hecho. Expresión injuriosa puede ser lo tanto un juicio de
valor como un juicio de hecho pero de ordinario se entiende que de verdad y falsedad
solo puede hablarse en relación con los juicios de hecho. Y así se observa que allí
donde es admitida la prueba de la verdad se hace siempre en relación con las ofensas
que consisten en la formulación de un juicio de hecho. Así, en el derecho francés, en
la difamación que es precisamente la imputación de un hecho que atenta contra el
honor o la consideración de una persona. En el derecho español, en las hipótesis
excepcionales en que se admite la prueba de la verdad, no hay duda de que se trata de
injurias consientes en la imputación de un hecho (de un delito no perseguible de
oficio, de un hecho relativo al cargo cuando se dirige a un funcionario público). Más
restrictivo es en este punto el C. p. italiano, que exige que la imputación consista en
un hecho determinado (art. 596, párrafo tercero).

Cuestión diversa y de difícil soluci6n es decidir cuándo se está ante un juicio


de hecho y cuando ante un juicio de valor. La frontera entre los juicios de hecho y los
juicios de valor es, se ha dicho, fluctuante. Por otra parte, se observan criterios
diversos en los diferentes autores. En Italia se abre camino la tesis que entiende que
las calificaciones denigratorias que suponen la atribución de un habitus o de una
deficiencia (borracho, morfinómano, analfabeto) son indudablemente susceptibles de
prueba. Otra cuestión es que el derecho positivo cierre el paso a esta posibilidad. En
la literatura alemana se observa una orientación semejante. Se entiende, por ejemplo,
que decir de una persona que es un ladrón es tanto como decir que ha robado. A
propósito del enjuiciamiento jurídico del hecho, se distingue de los juicios de valor
los que se basan en percepciones, en la interpretación de la conducta humana y los
proporcionados por la experiencia social. Las cualificaciones denigratorias, antes
citadas, pueden estimarse, en este sentido, apreciaciones realizadas conforme a la
experiencia social y, por consiguiente, susceptibles de verificación. En sentido
diverso se orienta el derecho francés. Con relación a la difamación, que es la
alegación o imputación de un hecho, la Corte de casación ha sostenido que tal hecho,
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para constituir difamación, debe presentarse bajo la forma de una articulación precisa,
capaz de ser objeto, sin dificultad, de una prueba y de un debate contradictorio. En
defecto de tal articulación precisa se entiende que no podrá haber más que una
injuria. De acuerdo con ello se entiende que las simples cualificaciones, cualquiera
que sea su gravedad, incluso si es una cualificación extraída de un crimen o delito
(asesino, ladrón, estafador, etcétera), si no van acompañadas de la articulación de un
hecho no tienen el carácter de una difamación. Así, también en el Derecho español
para estimar presente la calumnia, o falsa imputación de un delito proseguible de
oficio, la jurisprudencia del T. S. señala que no, bastan alusiones genéricas o vagas ni
la atribución de hechos equívocos. El T. S. tiene declarado que se ha de tratar de la
atribución de hechos o supuestos de los que se deriva la realización del delito público,
y que, esta forma de atribución debe ser analizada con sumo cuidado sobre todo en
los denominados casos límites.

STS. 18 de febrero de 1981. El manifestar, ante varías personas, 3 de ellas


perfectamente identificadas, y en diversos lugares y ocasiones, que una mujer, soltera
y de buena conducta y fama, mantiene relaciones sexuales con un hombre casado,
integra injuria verbal e ilativa, de carácter difamatorio y que atenta al honor,
entendido en sentido objetivo, de la persona agraviada cuyo concepto público,
reputación, opinión y fama, forzosamente se han de condoler, no pudiéndose dudar de
la gravedad de la imputación, puesto que, en cualquier lugar de la geografía hispana,
la honestidad de la mujer, soltera o casada, es estimada y apreciada, constituyendo
vilipendio de su honorabilidad, crédito y fama, así como evidente menosprecio, el
atribuirle relaciones sexuales, siendo soltera, con un hombre casado, patentizándose
todavía más la acentuada gravedad del comportamiento referido cuando éste se
perpetró en el seno de una región y de una localidad donde son notorias tanto la
reciedumbre de las virtudes de sus pobladores como la alta estima que atribuyen a la
honestidad de sus mujeres, cuya liviandad ni se comparte ni se perdona. Que, en lo
que concierne al "animus injuriandi», ya es sabido que este elemento subjetivo del
insulto ha de detectarse inexcusablemente para que pueda entenderse cometido un
delito de injurias, pero descartando acudir, por ser sistema demasiado simplista, a la
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presunción "iuris tantum» establecida en el párrafo segundo del artículo 1 del Código
Penal , es lo cierto que el específico propósito de menospreciar y desacreditar el
ánimo de mortificar, zaherir y vilipendiar, fluye y resplandece en un escueto relato de
hechos, como lo es el de autos, en el que, pese a su parquedad descriptiva, se advierte
y trasluce claramente el porfiado propósito de agravio y ofensa del sujeto pasivo que
guió e inspiró los actos del procesado al difundir y esparcir por doquier las supuestas
relaciones íntimas con un hombre casado. Y como, además, ninguna prueba se ha
aportado, ni siquiera de carácter indiciado o conjetural, respecto a que la intención del
agente fuese otra que la reseñada o a que un "animus» diferente al “injuriandi”,
superponiéndose a éste y anulándolo, fuera el instigador y animador de los actos del
sujeto activo, procede la desestimación del único motivo del recurso sustentado en el
número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por aplicación
indebida de los artículos 457 y 458, número segundo, del Código Penal.

En este sentido se entiende que imputaciones tales con llamar ladrón a otro
podrían ser constitutivas, en su caso, de injurias, pero les falta la concreción fáctica
que reclama el delito de calumnia. Se señala a este respecto que la acción en la injuria
puede consistir tanto en la afirmación de hechos deshonrosos como en la formación
de juicios de valor. Injuria, dice, tanto el que atribuye a otro embriagarse con
frecuencia como el que dice de él que es un ladrón. La consecuencia es que las
cualificaciones denigratorias se consideran juicios de valor o a lo sumo juicios de
hechos no determinados y respecto a los cuales se entiende que no cabe hablar de
verdad o falsedad. No pueden fundamentar en ningún caso, en consecuencia, la
calumnia que reclama la falsedad de la imputación y, por tanto, la susceptibilidad del
hecho para set probado, y así, en cambio, la injuria que, por lo demás, no reclama en
nuestro derecho la falsedad de la imputación. Partiendo de esta situación se ha de
sostener que las cualificaciones deshonrantes, evoquen la realización de un delito no
son susceptibles de prueba. En el actual estado de nuestro derecho positivo, dada la
inadmisión, por regla general, de la prueba de la verdad en la injuria, constatar esto
no presenta el interés práctico que tiene en el derecho comparado. La literatura
alemana se inclina por ver en tales supuestos juicios de hecho susceptibles de prueba
19
y de que se pruebe la falsedad del hecho imputado va a depender la existencia de la
injuria. En el derecho francés, en cambio, si el hecho no es articulado de forma
precisa no es difamación, y, por tanto, no cabe probar la verdad de la imputación,
sino que dará lugar, en su caso, a una injuria.

De todo ello se deriva que, como antes se dijo, los límites entre juicios de
hecho y juicios de valor son imprecisos y que, si bien existe acuerdo en que solo los
juicios de hecho pueden ser probados, no existe acuerdo, en absoluto, sobre que debe
entenderse por tal si deben limitarse a las imputaciones de hechos determinados o
hacerse extensivos a las cualificaciones, entendidas como juicios proporcionados por
la experiencia social. Delimitado el ámbito de las injurias al que se circunscribe el
problema, de la prueba de la, verdad, esto es, las injurias que consisten en la
formulación de imputaciones o juicios de hecho mediante un lenguaje verbal (oral o
escrito) o simbólico, una profundización mayor en estos temas no posee hoy gran
interés con relación al Derecho español (por la inadmisión por regla general de la
prueba de la verdad en las injurias), a diferencia de lo que sucede en el derecho
comparado.

El criterio general de inadmisión de la prueba de la verdad en las injurias ha


permitido sostener que se protege el honor formal o aparente. Puesto que, a efectos de
la existencia del delito, carece de relevancia la verdad o falsedad de las imputaciones,
se entiende que no se protege el honor real de la persona. Esta afirmación presupone,
sin embargo, una concepción del honor que abarque el honor objetivo externo, o sea,
la buena reputación y el valor interno. A partir de aquí, la no admisión de la prueba
de la verdad permite afirmar que se protege incluso da apariencia de una buena
reputación. Sin embargo, el concepto de honor es polémico. La doctrina está lejos de
haber llegado a un acuerdo sobre el mismo. Ante las dificultades que presenta su
concreción se ha dicho que es uno de los bienes jurídicos más sutiles y, por tanto, de
más difícil protección. También se ha podido afirmar que preocupación del jurista no
debe ser tanto el logro de un concepto de honor mejor elaborado cuanto determinar

20
los límites de su protección jurídica. Sin embargo, aun partiendo de la
circunstancialidad del concepto de honor y, en conexión con ello, de las acciones
aptas para ponerlo en peligro, la delimitación de su protección jurídica presupone
necesariamente una determinada concepción del honor. Durante un amplio período de
tiempo ha predominado el criterio de ver en el honor un bien jurídico que comprende
tanto la reputación o consideración social de la persona (el conjunto de
representaciones que de ella tienen los demás) como el sentimiento y la conciencia
del propio honor (las representaciones que el sujeto tiene de sí mismo y la voluntad
de afirmar el propio valor). En este sentido se habla de un concepto factico.

El concepto típico de injurias actualmente viene recogido en el artículo 208 del


Código Penal, el cual dice expresamente que "es injuria la acción o expresión que
lesiona la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su
propia estimación. Solamente serán constitutivas de delito las injurias que, por su
naturaleza, efectos y circunstancias, sean tenidas en el concepto público por graves.
Las injurias que consistan en la imputación de hechos no se considerarán graves,
salvo cuando se hayan llevado a cabo con conocimiento de su falsedad o temerario
desprecio hacia la verdad". En esta nueva redacción, el legislador para delimitar el
concepto de injurias se centra en los objetos de la lesión que determinan la
especialidad del honor en el conjunto de los derechos fundamentales: la fama y la
autoestima.

Las injurias pueden clasificarse de conformidad con los siguientes criterios: por
la gravedad, por el objeto de imputación y por la forma de las injurias.

Por la gravedad: En la actual regulación, el legislador ha optado por prescindir


de cualquier enumeración de las injurias que se consideran graves. Actualmente se
hace referencia al concepto público. Así, "lo grave representa un momento normativo
pendiente de elaboración, para cuya concreción el texto de la ley remite al Juez a las
valoraciones que, efectivamente, realice la sociedad en su conjunto. No puede, pues, el
21
aplicador del Derecho utilizar su propio criterio ni el ámbito social en que se
desenvuelva; sino que ha valorar qué es lo que la sociedad como tal considera grave y
lo que no. De ahí la importancia de la sugerencia del Consejo General del Poder
Judicial relativa al enjuiciamiento de esos delitos por parte del Jurado".

Por el objeto de imputación: Esta clasificación es la más importante y ha


generado discusiones entre la doctrina porque divide a las injurias entre las que
implican una falaz imputación de hechos y las que implican simplemente juicios de
valor. Al realizar esta distinción debemos tener en cuenta la abundante doctrina
constitucional relativa a la diferenciación entre libertad de expresión y derecho a la
información, la cual radica entre la distinción entre hechos y opiniones. Las opiniones
y valoraciones no vienen sujetas al límite de la veracidad, sino al canon de
proporcionalidad y tampoco son susceptibles de una comprobación objetiva, por lo
que, respecto a ellas, no rige la exceptio veritatis. Además, el vigente Código Penal
refleja la posibilidad de que se puedan incardinar en la injuria imputaciones de hechos
que no sean delictivos. Así se desprende del último párrafo del artículo 208 al hacer
referencia a las injurias que consistan en la imputación de hechos sólo se considerarán
graves cuando se realicen "con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio de
la verdad".

Por la forma de las injurias: Esta tercera clasificación responde a si las injurias
se hacen con o sin publicidad.

-Las injurias sin publicidad son las que recoge el artículo 208 del Código Penal
y que es el concepto típico de injuria visto anteriormente.

-Las injurias con publicidad son las que vienen reguladas en los artículos 209 y
211 del nuevo Código Penal. Es el artículo 211 el que nos dice cuando se entiende que
existen injurias con publicidad: "La injuria se reputará hecha con publicidad cuando se
propaguen por medio de la imprenta, la radiodifusión o por cualquier otro medio de
eficacia semejante". Es decir, coinciden los supuestos en los que se entiende que
existirán injurias con publicidad con las calumnias porque el artículo 211 es una
22
disposición de aplicación común a ambas figuras delictivas contra el derecho al honor
constitucionalmente recogido. El artículo 209 recoge la penalidad.

IV. CONCEPTO

La Constitución garantiza en el artículo 18.1 el derecho al honor, a la intimidad


personal y familiar y a la propia imagen. El Tribunal Constitucional, señala que el
contenido del derecho al honor que la Constitución garantiza como derecho
fundamental en su artículo 18, apartado 1, es, sin duda, dependiente de las normas,
valores e ideas sociales vigentes en cada momento. La protección otorgada a este
derecho vendrá en su contexto más estricto, con normas penales, y en su ámbito más
extenso, por normas civiles.

Respecto a la protección penal del derecho al honor, el Título XI del Libro II


del vigente Código Penal lleva por rubrica "delitos contra el honor" y bajo la misma
se agrupan los delitos de calumnia e injuria.

El concepto legal de injuria, en sentido es "toda aquella expresión que lesiona


la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia
estimación". O lo que lo mismo "la imputación de hechos o la manifestación de
juicios de valor a través de acciones o expresiones que de cualquier modo lesionen la
dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia
estimación". En sentido amplio, se refiere una infracción contra el honor.

El art. 208 contempla dos modalidades alternativas de comisión de las injurias:


la acción y la expresión, coincidiendo la primera de ellas con la manifestación de
hechos injuriosos, a través, por ejemplo, de gestos contundentes e inequívocos, y

23
resultando equivalente la segunda a la comunicación de noticias o narración de
acontecimientos y a la emisión de ideas, opiniones o juicios de valor, todos ellos de
naturaleza grave, en el buen entendimiento de que estas dos versiones del ejercicio de
la libertad comunicativa pueden operar de forma aislada o concurrir en un mismo
supuesto, en el que al tiempo que el sujeto activo narra determinados acontecimientos
relativos a un tercero aprovecha la coyuntura para emitir ciertos juicios valorativos al
respecto, pertenecientes al ámbito de la libertad de expresión stricto sensu, que no al
de la libre información, en cuyo caso, y pese a ser veraz esta segunda, esto es, aun
habiendo sido debidamente contrastada por transmitirse sin conocimiento de su
falsedad ni manifiesto desprecio hacia la verdad, cabe no obstante la posibilidad de
calificar dichos juicios como formalmente injuriosos cuando resulten innecesarios y/o
desproporcionados con el contenido de la noticia narrada.

Se puede cometer el delito mediante la palabra o el escrito, y también a través


de caricaturas, gestos, imágenes y actitudes desdeñosas. La manifestación injuriosa
debe tener un claro contenido ofensivo o denigratorio para otra persona que
socialmente se pueda considerar que la deshonra o desacredita, es decir, se requiere
un contenido ofensivo a la dignidad de la persona. No obstante, no es suficiente con
que la expresión sea objetivamente injuriosa y el sujeto lo sepa, sino que se requiere
un ánimo especial de injuriar. En el fondo, la injuria no es más que una incitación al
rechazo social de una persona o un desprecio o vejación de la misma, lo que sólo
puede realizarse intencionalmente, con dolo. Así, acciones objetivamente injuriosas,
pero realizadas sin ánimo de injuriar, sino de bromear, criticar, narrar, etc., no son
delitos de injurias. No obstante, la concurrencia de ánimos distintos del de injuriar no
siempre desplazará a éste, sin perjuicio de que la conducta pueda resultar justificada.
Acciones que podrían considerarse injuriosas, pero que tienen una intencionalidad
meramente informativa o de crítica constructiva (animus narrandi o criticandi) o en
un contexto humorístico o festivo (animus jocandi) no constituyen delito.

24
Así lo ha declarado con frecuencia la jurisprudencia de nuestros tribunales,
recientemente avalada por cierta corriente interpretativa, que reconoce como habitual
el hecho de que ambas se entremezclen en la práctica, a veces de forma bastante
confusa, hasta el extremo de resultar casi imposible encontrar dentro de un mismo
supuesto la exposición de opiniones o la narración de hechos en estado puro, de
manera que en muchos de estos casos, como señalara la SAP de Barcelona de 9 de
octubre de 2007, que absolvió del delito de injurias a un periodista por un artículo
publicado en prensa en el que criticaba duramente ciertas actuaciones de la empresa
querellante (un importante bufete de abogados), la segunda de esas acciones sirve de
asiento a la actividad valorativa, mientras la opinión responde a unos acontecimientos
acreditados en mayor o menor medida. Sin embargo, esta confusión, por otra parte
bastante lógica, ha generado por parte de las distintas instancias judiciales la
elaboración de un elenco de criterios, encaminados a intentar esclarecerla, aunque el
resultado obtenido no siempre ha sido unánime ni todo lo satisfactorio que cabía
esperar.

La jurisprudencia ha perfilado el concepto de injurias refiriéndose a


cualesquiera expresiones o hechos concernientes a una persona que difamen o hagan
desmerecer en la consideración ajena o que afecten negativamente a su reputación y
buen nombre.

Frecuentemente la injuria es confundida con la calumnia: El delito de calumnia,


se haya constituido por la falsa imputación de un delito perseguible de oficio, por el
difamador y atribuido por éste, con intención dolosa al ofendido, quien, si el hecho
imputado fuera verdadero, podría ser perseguido por la acción pública o de oficio.
Por lo que no se puede calumniar a quien de veras realizo el delito público que se
imputa, por el contrario se injuria siempre al sujeto, por muy ciertas que sean en
realidad las expresiones lesivas para su dignidad vertidas.

25
V. BIEN JURÍDICO PROTEGIDO

1. INTRODUCCIÓN

Existe unanimidad en la Jurisprudencia en considerar que mediante los delitos


de calumnia e injuria se protege el honor de las personas. Sin embargo aparecen
posiciones dispares respecto de lo que deba entenderse por honor y que amplitud
debe darse al término personas.

Respecto al concepto de honor, no faltan definiciones, ya bien sea la del


Diccionario de la Real Academia que se refiere al mismo como la "cualidad moral
que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros
mismos" y la "plena o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las
acciones heroicas, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas del
que se la granjea", o la doble definición que otorga el Tribunal Supremo al concepto
del honor: "El concepto fáctico, objetivo o aparente que consiste en la representación
o consideración que los demás tienen de las cualidades de una persona. Está
constituido por la reputación y la fama que la persona tenga en la sociedad. Y el
concepto subjetivo e inmanente de honor que se concentra en el aspecto interior, esto
es, en la estimación que cada persona hace de sí misma. El concepto normativo de
honor se concentra en el aspecto interior, esto es, en la dignidad de la persona; en el
respeto que toda persona merece por ser persona como consecuencia del
reconocimiento de su dignidad".

En la actualidad, la doctrina mayoritaria maneja un concepto normativo-fáctico


de honor, lo que significa que se parte del concepto normativo pero se tiene en cuenta
también los aspectos exteriores, como la fama o la reputación; Lo que se trata es de
garantizar el respeto a la dignidad en el contacto social, pues, la determinación de la
medida de la lesión sólo es posible en el marco de los contactos sociales en los que se

26
pretende el respeto por la dignidad personal. Por ello, se puede afirmar que el honor
tiene un condicionamiento social.

Así pues, el honor ha de referirse a la dignidad de la persona por el hecho de


serlo, por lo que también es necesario determinar el alcance y contenido del término
persona. En esta cuestión conviene distinguir entre las personas físicas y las jurídicas.

a) La persona física. No hay duda de que cualquier persona tiene derecho al


honor y, en su caso, a la protección penal de su dignidad. Con esto quiere decirse que
el término persona abarca a todas ellas, con independencia de que sean mayores o
menores de edad. Ahora bien, ha de tratarse de una persona viva, pues, la persona
fallecida no puede ser titular del derecho al honor que es un derecho personalísimo
que se extingue con la muerte. Cuestión distinta es que la ofensa transcienda a los
herederos o descendientes, en cuyo caso, estos estarían legitimados en cuanto que,
por transcenderles, resulta afectado su honor.

b) La persona jurídica. De acuerdo a una concepción fáctica del honor, no hay


excesivos problemas para reconocer que las personas jurídicas lo tienen. Si el honor
lo reconducimos al aspecto externo del prestigio y la fama, las personas jurídicas
pueden ser merecedoras de prestigio y fama y sujeto de derecho al honor, protegido
constitucionalmente por el artículo 18.1 de la Constitución Española, regulado por la
Ley 1/1982 de 5 de mayo y por la normativa procesal de la Ley 62/1978 de 26 de
diciembre -la sección relativa a la garantía jurisdiccional penal de esta ley fue
derogada por la Ley 38/2002, de 24 de octubre, de reforma parcial de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, sobre procedimiento para el enjuiciamiento rápido- y, por
tanto, tiene legitimación activa en el proceso.

2. CONCEPTO PARA LA DOCTRINA


27
El derecho al honor no fue mencionado por ninguna de las Constituciones
españolas, anteriores a la actual de 1978, que lo consagra como derecho fundamental
en su art. 18.1 junto a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. A partir
de esta premisa, su tutela jurídica bajo la normativa vigente se lleva a cabo --aunque
no de forma exclusiva, ni tampoco necesariamente prioritaria-- por el CP a través de
los preceptos que regulan los delitos de calumnia e injurias (arts. 205 y ss.), así como
por otros cuerpos legislativos, de naturaleza extra-penal, igualmente destinados a
protegerlo, tal y como sucede con la LO 1/1982, de 5 de mayo, sobre "Protección
civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen", o
con la LO 62/1978, de 26 de diciembre, sobre "Protección jurisdiccional de los
derechos fundamentales de la persona", sin olvidar el art. 1.902 CC, relativo a la
responsabilidad extra-contractual, que, aunque excepcionalmente, también podría
llegar a invocarse, por ejemplo, por una persona jurídica, con la finalidad de solicitar
la correspondiente indemnización de los daños y perjuicios materiales y morales
sufridos como consecuencia de la vulneración de su prestigio, fama o buen nombre,
pese a que el recurso a este artículo, salvedad hecha de estos casos concretos, no sea
habitual por parte de las personas físicas, dada la existencia de la citada Ley
Orgánica, de contenido mucho más específico a tales efectos, a la que, de hecho,
suelen recurrir en la práctica un buen número de sujetos que consideran vulnerado su
honor por terceros.

La determinación del concepto de honor como bien jurídico protegido en estos


delitos (al igual que sucede en todos los demás) es una cuestión que debe resolverse
con carácter previo, dada la función sistemática que todo objeto de tutela desempeña
en la denominada Parte Especial del Derecho penal, en tanto ello nos facilitará,
siquiera en alguna medida, la labor de interpretación de los tipos de calumnia e
injurias, a la par que nos permitirá conocer el contenido y alcance de sus respectivos
injustos. No obstante, desde ahora debo ya advertir que en el caso que nos ocupa se
trata de una ardua tarea, de no fácil ni unánime solución doctrinal ni jurisprudencial,
pues nos encontramos frente a un bien jurídico de naturaleza eminentemente
28
subjetiva, tan íntimamente conectado con la personalidad de cada cual, y, al propio
tiempo, tan influenciado por los criterios valorativos culturales y sociales imperantes
según el momento histórico, que resulta bastante complejo acuñar un concepto del
mismo que satisfaga plenamente las diversas expectativas existentes al respecto. Su
carácter cambiante, relativo y circunstancial, consecuencia inevitable del dinamismo
que lo envuelve, dificulta, a su vez, una acertada descripción legal de su contenido a
efectos de tutela, la cual, en todo caso, debe huir de un exagerado casuismo
normativo, habida cuenta la normal concurrencia en su configuración de factores de
diversa índole (personal, cronológica, espacial, relacional, etc.), cuya suma global
determinan el contexto en el que su presunta vulneración se haya producido; o, dicho
de otra manera, el entorno en el que se desarrollen los hechos servirá como criterio de
valoración prioritario, aunque no exclusivo, para decidir si ante el caso concreto el
titular de este derecho merece la específica tutela que les brinda el ordenamiento
jurídico en general y el Derecho penal en particular.

Por otra parte, y como es lógico, puesto que no es ésta su función, la CE


tampoco ofrece una definición de honor, aunque, en verdad, partiendo de ciertas
premisas conceptuales mínimas, creo que en la actualidad lo realmente importante
para el jurista, al menos desde una vertiente práctica del problema, no radica tanto en
la necesidad de seguir buscando y sustentando nuevos conceptos que conlleven
alguna innovación frente a los ya existentes, por lo demás hoy plenamente
consolidados con el transcurso del tiempo --y ello, si es que queda ya algo realmente
"novedoso" que aportar al respecto--, sino más bien en el hecho de precisar, con el
mayor grado de concreción posible, donde radican y bajo qué condiciones operan los
límites a su protección jurídica en una sociedad democrática.

Históricamente, el debate sobre la elaboración de un concepto de honor ha


girado en torno a dos concepciones tradicionales: las denominadas fácticas, y las
conocidas como normativas. Las primeras se desglosan, a su vez, en una vertiente

29
objetiva, según la cual la tutela jurídico-penal no procede cuando el sujeto carezca de
fama o reputación social por no existir estimación pública de sus valores, es decir,
valoración realizada por la sociedad de los méritos que tiene o deja de tener una
persona; y otra subjetiva, conectada de manera preferente con la estimación que el
propio sujeto tenga sobre sí mismo, sin necesidad de otras exigencias añadidas.
Ninguna de estas dos vertientes, por sí sola, resulta válida a efectos de fundamentar
ese concepto, por lo que ambas deben rechazarse si se recurre a ellas de forma
individualizada y excluyente; la una, en tanto conduciría a evidentes resultados
inconstitucionales, ya que atentaría contra el principio de igualdad, entre otras
razones porque no todas las personas dispondrían del mismo grado o "cantidad" de
honor, que sería variable en su medida de reconocimiento, pudiendo algunos llegar,
incluso, a carecer de un mínimo, y la otra, también insostenible, pues al atender en
exclusiva a la percepción estrictamente personal que se tenga respecto del propio
honor se estaría colmando de subjetivismos y nimiedades el normal desarrollo de la
actividad judicial.

Con la finalidad de evitar todas estas consecuencias negativas surgen las


concepciones normativas, que conciben el honor como valor interno de la persona,
basado en su dignidad como ser humano, que lo legitima para gozar a priori de la
facultad de ser respetado por los demás y que impide su escarnecimiento y
humillación, dependiendo su contenido del comportamiento del sujeto en función de
su adecuado cumplimiento del código ético y valorativo vigente, sea éste extra-
jurídico (basado en criterios morales y sociales), sea éste de índole estrictamente
jurídica.

En relación a esta última categoría la doctrina acostumbra a distinguir entre


concepciones normativo-fácticas y concepciones estrictamente normativas. A tenor
de las primeras, todo sujeto dispone de una cantidad mínima de honor como elemento
estático, vinculado a su dignidad personal, así como de una cantidad de honor
"variable" en atención a determinados criterios fácticos, según los cuales el grado de

30
respeto manifestado a través de su propio comportamiento en el libre desarrollo de su
personalidad hacia los valores éticos dominantes (código ético) puede determinar la
eventual "reducción" del grado de tutela jurídica de su honor (elemento dinámico,
vinculado a ese libre desarrollo, así como a la asunción por el sujeto de las
consecuencias derivadas de sus acciones voluntariamente ejecutadas), lo que equivale
a compaginar el concepto social de honor con los postulados constitucionales, aunque
sin renunciar a la idea de merecimiento o de valor real del mismo, según el
comportamiento de cada uno de sus titulares (honor real o merecido), en el buen
entendimiento de que las eventuales desigualdades de trato que este planteamiento
pudiera suscitar en relación a este derecho fundamental nada tienen que ver con
criterios discriminatorios apriorísticos, basados, por ejemplo, en su estatus social,
ideología, profesión o capacidad económica, sino, simple y llanamente, en su libre
capacidad de proceder, respetuosa o no, tolerante o intolerante, hacia dichos valores
esenciales que deben imperar en una sociedad democrática, cuyo respeto debería
incumbirnos a todos los ciudadanos por igual.

Por el contrario, las concepciones estrictamente normativas reconocen idéntica


cantidad de honor a la generalidad de las personas por tratarse de un atributo
inherente a su dignidad, con independencia de cuáles sean las opciones de vida
adoptadas por ellas en relación a esos valores mencionados (protección del libre
desarrollo de la personalidad), de tal forma que su tutela penal radicaría en proteger la
libertad de cada sujeto para elegir su forma de vivir y de evolucionar frente a las
limitaciones que ciertos juicios de valor o imputaciones de hechos pudieran
representar al mostrarse de antemano idóneas para generar rechazo social.

Así pues, partiendo de un concepto fáctico o prejurídico de honor, éste debe


fundamentarse en un doble juicio: personal, de una parte, y social, de otra; personal,
como atributo propio de cualquier sujeto, con independencia, incluso, del grado de
autoestima que éste pueda tener (honor subjetivo), y social, como reconocimiento de
la valoración positiva de su fama o reputación (honor objetivo). En cambio, la tutela

31
penal de este derecho fundamental, respetuosa, como debe ser, con los postulados
constitucionales, ha de atender de forma prioritaria a su concepción normativa, que,
como ya se adelantó, bascula sobre la dignidad humana como indiscutible valor
esencial de la persona, pero que puede no obstante conjugarse con dos aspectos
inherentes a la misma: uno, de naturaleza intrínseca, que se concreta en su
autoestima, y otro, de connotaciones extrínsecas, plasmado en el reconocimiento y
reputación que la sociedad le depare, aspecto éste al que, tradicionalmente, se ha dado
en llamar heteroestima.

Conectados estos tres factores, cierto sector de la doctrina especializada apela


también a la importancia del papel participativo de la misma en la comunidad en la
que habita y en la que desarrolla su existencia, a partir de ciertos criterios éticos,
sociales y jurídicos de actuación, los cuales, a mi juicio, deberían exclusivamente
recaer sobre determinados valores esenciales, imprescindibles en una sociedad
democrática para garantizar a todos los ciudadanos una pacífica y civilizada
convivencia humana, de corte y fundamento constitucional (pluralismo, igualdad,
libertad, etc.), excluyendo de su ámbito de aplicación otros criterios de valoración,
concernientes, por ejemplo, a aspectos de índole moral, meramente secundarios, o
incluso irrelevantes a tales efectos, resultando por ello innecesarios para el normal
funcionamiento y adecuada coexistencia de los seres humanos en cualquier
democrática que se precie de serlo.

Resumiendo: el concepto jurídico-penal de honor tiene que hundir sus raíces en


la idea de dignidad de toda persona como sujeto de derecho, puesto que constituye el
núcleo determinante de su contenido, aunque desglosado en dos elementos fácticos,
que son la fama y la autoestima, como sus más elementales manifestaciones.

Desde esta óptica en particular se pueden atribuir al concepto de honor dos


aspectos complementarios: uno interno, ideal e intangible, identificado con la
dignidad inherente a todo ser humano, y otro externo, plasmado en la buena
32
reputación que la sociedad proyecta sobre el individuo en función de su forma
habitual de comportarse en la comunidad en la que se inserta; es decir, respetuosa con
un sistema de valores "mínimos y esenciales" de raigambre constitucional. La
aceptación de este sistema de valores hace posible conectar el concepto de honor con
el de "honorabilidad", siempre que el sujeto, no obstante el derecho que le acompaña
sobre el libre desarrollo de su personalidad, asuma ese código ético, necesario en toda
democracia, comportándose conforme a sus pautas y manteniendo así los niveles de
reconocimiento social e individual antes mencionados, y haciéndolo, además, de
forma real y auténtica (honor merecido), y no de manera ficticia, hipócrita o simulada
(honor aparente), ya que, al menos desde la óptica penal, su honor solo puede verse
lesionado y, en consecuencia, tutelado, cuando la conducta realizada afecte a la
reputación y autoestima merecidas, y no simplemente fingidas.

Es por ello --como analizaremos con mayor detenimiento en un momento


posterior de este texto-- que las imputaciones a otro de presuntos hechos cometidos,
sean o no de índole delictiva, deben ser siempre objetivamente falsas, pues, de lo
contrario, es decir, de no exigirse la falsedad de lo imputado como elemento objetivo
del tipo de calumnia y de injurias, la protección dispensada por el CP a través de
estos delitos recaerá sobre un derecho al honor meramente aparente, mas no real ni
auténtico, lo que constituye una falacia jurídica, pues, como sucede en todos los
órdenes de la vida, quien quiera apelar y acogerse a la tutela que el Ordenamiento
dispensa a cualquiera de los derechos de los que un sujeto sea titular, debe comenzar,
en primera instancia, por respetar el sistema jurídico vigente, preservando, a la par, y
en primera persona, dicha titularidad. De lo contrario, la pregunta que de inmediato
me asalta solo admite una respuesta, que cae por su propio peso: ¿cómo requerir de la
maquinaria jurídica una efectiva protección del honor, presuntamente vulnerado por
otro, si, de antemano, uno mismo es incapaz --o, a lo peor, le es indiferente-- de
cuidarlo y protegerlo a diario? Seamos, pues, sensatos y honestos con la sociedad en
general y con nosotros en particular. Si continuamente nos preocupamos de velar por
el buen estado de nuestro patrimonio económico, ¿cómo no hacerlo respecto de
nuestro "patrimonio moral", una de cuyas manifestaciones concretas es,
33
precisamente, el honor? Quien no es capaz de respetarse a sí mismo ni a los demás,
tampoco está legitimado para solicitar tutela jurídica alguna de este derecho, tutela
que debe en cambio brindarse a quienes día a día se comprometen a custodiarlo y
preservarlo incólume frente al resto de los ciudadanos que, en su conjunto, integran
cualquier sociedad democrática, abierta, libre y plural, comportándose de manera
respetuosa con los valores éticos y las normas imperantes en ella; normas que nos
conciernen a todos por igual, y obligación de respeto que, por descontado, lleva
inherente la tolerancia hacia los derechos y libertades ajenos, obviando de esta forma
desviar la atención hacia prejuicios e hipocresías manifestadas en esa línea, las
cuales, a mi juicio, no tendrían que recibir protección jurídica alguna, al menos desde
la perspectiva penal.

Concluyendo: si bien es cierto que todas las personas gozan a priori de la


misma "cantidad" de honor, susceptible de ser tutelada desde el punto de vista penal,
también lo es que el alcance real del grado de aplicación de la misma puede variar
según el comportamiento de cada individuo en función de los criterios fácticos ya
citados. Junto a ello, cabe igualmente reseñar el proceso de socialización al que ha de
someterse dicho concepto en un sistema democrático, en cuya virtud lo lógico es que
a efectos de su reconocimiento, y como consecuencia inmediata del principio de
igualdad, se desligue por completo de cualquier tipo de privilegio, basado en
cualidades o en méritos especiales, que serían improcedentes y estarían injustificados
en democracia.

Algún autor ha intentado dar un paso más en la labor de concreción del


contenido del honor apelando a la noción genérica de libertad como criterio más
idóneo para ello, aunque sin perder tampoco de vista las nociones de dignidad y libre
desarrollo de la personalidad, ratio esencial a este respecto. Esta teoría me parece más
sostenible de lege ferenda que de lege data, pues habría que convertir la "libertad de
decisión y actuación" en el objeto principal de tutela en perjuicio de la
"honorabilidad", que se mantendría, en todo caso, como objeto material; extremo éste

34
al que se llega cuando se afirma que la reducción de la autoestima o la fama a través
de manifestaciones de desprecio reducen las posibilidades futuras de desarrollo
personal. Sin embargo, parece obvio que esta tesis resulta incompatible con la
regulación penal vigente en materia de honor, puesto que el Código no exige en
ningún momento que las conductas calumniosas o injuriosas necesiten tener
capacidad lesiva alguna de esa libertad.

Por su parte, el CP de 1995 recogió expresamente ambas vertientes en la


definición legal de injuria del art. 208, aunque, a mi juicio, dicho precepto alude de
forma poco afortunada a la posibilidad de que se vulnere alternativamente una u otra,
cuando lo lógico habría sido requerir su lesión conjunta para poder calificar la
conducta injuriosa como penalmente relevante, ya que desde un punto de vista legal
lo trascendente no es tanto la naturaleza alternativa del atentado como el hecho de
que éste sea tenido en el concepto público por grave, debiendo, pues, comprobarse en
el caso concreto que dicha conducta ha lesionado en verdad esas dos facetas
conjuntamente, en la medida en que su afectación constituye un elemento normativo
del tipo; aparte de que esa particular configuración de la propia estima como
elemento constitutivo de una especie de tipo alternativo (atentar contra la estimación
que otro tiene de sí mismo) conduce a una injustificada y perturbadora subjetivación
del honor que resulta muy complicada --si no imposible-- de objetivar a través de la
valoración judicial realizada para su aplicación práctica al requerir ello adentrarse en
analizar aspectos que pertenecen al mundo de los propios sentimientos del sujeto y de
la consideración que tenga de su valía personal. Sinceramente, en aras de la certeza y
seguridad jurídica, me parece muy arriesgado a efectos de prueba prescindir del
requisito de la "objetividad", esencial para fundamentar la idea de justicia en un
Estado de Derecho.

Por lo demás, debe también decirse que dicha incorporación legal al texto del
citado artículo no recibió en su momento el beneplácito de la generalidad de los
autores estudiosos del tema, censurándola entonces duramente y vaticinando algunos,

35
incluso, que estos derroteros subjetivistas seguidos por la reforma de 1995 en materia
de injurias propiciarían con el paso del tiempo serios peligros de vulneración del
principio de legalidad en el sentido arriba expuesto. En cambio, en la descripción
legal de la calumnia el legislador optó por omitir toda referencia explícita a la
conculcación de ambos extremos, al parecer guiado por la idea de que, no obstante su
silencio al respecto, ese efecto se encuentra implícito en la conducta típica que
describe, consistente en "imputar a otro hechos delictivos" (art. 205 CP), sea o no
falsa dicha imputación; ambigüedad legislativa que ha generado opiniones doctrinales
y jurisprudenciales de lo más contradictorias a la hora de interpretar y dotar de
contenido al mencionado tipo penal, con la consiguiente incertidumbre --de todo
punto rechazable-- que tan variopintas valoraciones suscitan de cara a reforzar la
imprescindible seguridad jurídica.

Partiendo, pues, de la premisa, que considero imprescindible, de que el bien


jurídico penalmente protegido tiene que afectar, exclusivamente, al honor merecido o
real, reservando en todo caso para la vía civil la tutela de otros supuestos en los que el
honor aparente esté implicado, debo desde ahora advertir que la normativa vigente
sobre calumnia (art. 205 CP) e injurias, consistentes las segundas en la paralela
modalidad comisiva de imputación de hechos no delictivos (art. 208. 3 CP), no
contiene referencia alguna en sus respectivas fórmulas legales a la falsedad objetiva
como elemento del tipo, ya que el legislador de 1995, frente a la derogada regulación,
que en cambio lo requería de forma expresa, y partiendo de un concepto de este bien
jurídico, muy próximo al de honor aparente, configuró en su momento la conducta
típica a partir de la mera exigencia de dicha imputación, con independencia de que
ésta fuera verdadera o falsa, haciendo de esta forma recaer la esencia del delito en la
actitud interna del informador (periodista o no, aunque pensando, fundamentalmente,
en quien ejerce esta profesión) al incorporar como elemento imprescindible del tipo
subjetivo la denominada falsedad subjetiva, réplica legal española al criterio judicial
interpretativo de la actual malicia, cuya original procedencia en la jurisprudencia
anglosajona decidió en su día asumir nuestro TC haciéndose posteriormente eco del
mismo el resto de las instancias judiciales, con la expresa finalidad de cumplimentar
36
el contenido del requisito constitucional relativo a la veracidad informativa (art. 20.1,
CE), en particular, y todo ello a efectos de resolver el frecuente conflicto que se
origina en la práctica cuando su ejercicio colisiona con el derecho al honor.

En otras palabras: el CP de 1995, recurriendo a una técnica legislativa, a mi


juicio cuestionable, dotó de una carga exageradamente subjetiva al tipo de calumnia
del art. 205, hasta el extremo de que, desde un punto de vista estrictamente legal
(pues, doctrinalmente, la cuestión es muy discutida), lo único que realmente importa
para apreciar su concurrencia es constatar que el informador actuó con mala fe al
imputar a otro un delito, esto es, que lo hizo con conocimiento de la falsedad de lo
imputado (dolo directo) o, al menos, con manifiesto desprecio hacia su verdad (dolo
eventual, ya que, por fortuna, la imprudencia no se contempla como forma de
comisión de esta infracción) al no haber contrastado, en este segundo caso, con la
debida diligencia la información emitida.

Ello se traduce en la idea de que cualquier imputación delictiva, sea o no


objetivamente verdadera, carece de la menor trascendencia legal para negar o afirmar
que el honor del presunto afectado se ha vulnerado, puesto que el hecho de achacarle
la comisión de un delito, aunque ello sea cierto, ya constituye en sí mismo, esto es, a
priori, un comportamiento idóneo para lesionarlo jurídicamente, debiendo en
consecuencia calificarse, sin más, la conducta como integrante del tipo objetivo; y, a
mayor abundamiento, si también consta que el presunto calumniador/injuriador actuó
sin cumplir el requisito de la veracidad subjetiva (o, en expresión negativa de los arts.
205 y 208.3 CP, con inveracidad de esta índole) se habrá igualmente cumplimentado
el tipo subjetivo, pese a que, a la postre, es decir, durante la celebración del juicio, se
acredite en el correspondiente proceso la verdad objetiva de la susodicha imputación,
proferida en su momento respecto del "supuesto" calumniado, o, lo que es lo mismo,
se consiga acreditar procesalmente que éste, en realidad, cometió el delito que le fue
imputado por el acusado de calumnia (ex post).

37
Así las cosas, y para evitar en este último caso la indebida e injustificada
sanción de imputaciones delictivas que se hayan demostrado como verdaderas, el
propio legislador de 1995, tratando de evitar tan absurdo resultado, incluyó en el art.
207 CP la cláusula de la exceptio veritatis, de carácter puramente residual porque, tal
y como la concibe dicho precepto, sólo resulta aplicable a esta única y excepcional
hipótesis, lo que, por otra parte, y desde un punto de vista estrictamente legal, obliga
a calificar dicha cláusula como causa de exclusión de la pena, previa acreditación
procesal de la verdad de lo imputado, en el buen entendimiento de que tal
acreditación no debería nunca suponer una inversión de la carga de la prueba que la
haga recaer en el acusado, puesto que ello vulneraría el principio de presunción de
inocencia, a pesar incluso de que la actitud interna del informador fuera
subjetivamente reprobable al haberse comportado de manera dolosa --dolo directo o
eventual--, esto es, con conocimiento de la falsedad o manifiesto desprecio hacia la
verdad de lo proferido (tipo subjetivo).

Debe por ello advertirse que la cuestión probatoria no puede quedar reducida al
hecho de que si el acusado de calumnia o injuria no consigue demostrar la verdad de
su imputación deberá ser automáticamente condenado; muy al contrario, el derecho a
la tutela judicial efectiva admite que se incorporen al proceso penal otros medios de
prueba distintos, fundamentalmente encaminados a facilitar en esos casos dicha
demostración. De ahí la posibilidad de que el propio juez intervenga ordenando se
practiquen las que considere necesarias a tales efectos, pues puede ocurrir que el
querellado sólo haya conseguido crear sospechas fundadas sobre dicha verdad, mas
no esa verdad en sí misma al no haber podido aportar suficientes pruebas, en cuyo
caso es competencia judicial investigar este extremo para esclarecerlo, y si, pese a
ello, aún subsisten dudas acerca de la falsedad de lo imputado, deberá dictar sentencia
absolutoria.

No obstante, en contra de esta garantía procesal parece manifestarse cierto


sector de la jurisprudencia, como pone de manifiesto la contundente declaración de la

38
SAP de Barcelona, de 26 de octubre de 2007, cuando alude a la "apriorística
presunción de la falsedad de lo imputado" mientras el querellado (presunto
calumniador) no demuestre lo contrario.

De todo lo expuesto se puede concluir que a tenor de la normativa vigente la


conducta de quien así se comporta será típica, antijurídica y culpable, aunque no
podrá sancionarse penalmente, pese a producir una disminución en su fama, puesto
que el hecho de haber probado en juicio la verdad objetiva acerca de la comisión del
delito que se imputó al querellante (supuesto calumniado), aunque sea por pura suerte
o casualidad, debe ser una cuestión que interese y comprometa al Estado y a la
Administración de Justicia en orden a la persecución y castigo del mismo. De ahí la
similitud y proximidad existentes entre la calumnia y el delito de acusación y
denuncia falsas No obstante, y siguiendo el planteamiento avalado por un relevante
sector de la doctrina especializada, el concepto de honor real, que debe ser el único
susceptible de recibir protección penal, de conformidad con el principio de mínima
intervención y con la naturaleza subsidiaria del ordenamiento punitivo, repele la
sanción por esta vía de las imputaciones de hechos que sean objetivamente
verdaderos, ya que decir la verdad respecto de otro, por grave que sea lo que se diga,
no merece, en ningún caso, una respuesta jurídica de esta índole.

Dicho sector doctrinal defiende la tesis de que la falsedad objetiva debería


constituir un elemento del tipo (tipo objetivo) integrante de las citadas infracciones,
ya que, a partir de la citada concepción de honor real, nada se opone a que ambos
elementos se compaginen; más bien al contrario, pueden --y deben-- complementarse
entre sí. En este sentido, el delito de calumnia se integraría, de una parte, por la
falsedad objetiva de lo imputado (tipo objetivo), y, de otra, por la falsedad subjetiva o
actitud interna del informador (tipo subjetivo), de tal forma que la imputación de un
hecho delictivo, objetivamente verdadero, aunque su autor lo creyera falso o no lo
hubiese contrastado debidamente antes de emitirlo (falsedad subjetiva), tendría que
calificarse como atípica, pues faltaría la vertiente objetiva del tipo. De este modo

39
dejaría de ser delictiva no sólo la imputación objetivamente verdadera sino también la
que siendo objetivamente falsa, parcialmente errónea o inexacta (no en lo esencial,
pero sí en alguno de sus aspectos accidentales), se hubiera realizado al amparo del
requisito de la veracidad subjetiva, esto es, sin conocimiento de esa falsedad (dolo
directo) ni manifiesto desprecio hacia la verdad (dolo eventual) porque el informador
creyera que es verdadera al haberla contrastado previamente con la diligencia
suficiente, es decir, con datos objetivos e imparciales (por ejemplo, fuentes fidedignas
para él), en cuyo caso el error vencible de tipo concurrente determinaría la impunidad
de la conducta, ya que, como dije antes, por fortuna no está legalmente sancionada la
modalidad imprudente de comisión de este delito.

En este orden de ideas, el papel a desarrollar por la exceptio veritatis en el


proceso por calumnia o injuria carecería de autonomía como causa de exclusión de la
pena, pasando a formar parte del mismo como un elemento más de prueba junto a las
restantes, pues si la falsedad objetiva de la imputación fuera uno de los elementos
integrantes de los tipos de los arts. 205 y 208.3 CP, su ausencia, esto es, la
constatación procesal de la verdad de lo imputado, debería desencadenar su
respectiva atipicidad y no la exclusión de la penalidad del sujeto acusado.

Dicho planteamiento, que he tenido la oportunidad de defender con


anterioridad en otros contextos, no equivale en absoluto a identificar la exceptio con
una causa de atipicidad, como erróneamente me ha sido adjudicado por algún/a autor,
ya que la declaración de atipicidad, o sea, el fundamento de su causa desencadenante,
radica en la ausencia misma de falsedad objetiva, y no en la operatividad de esa
cláusula, de naturaleza probatoria y estrictamente procesal, en todo caso, la cual --
insisto--, según este planteamiento, dejaría automáticamente de operar como
circunstancia específica excluyente de la punibilidad. Claro, como es lógico, y así
sucede en los restantes procesos penales, del que éste no debería constituir una
excepción, la declaración de atipicidad se obtendrá como consecuencia de las pruebas

40
practicadas en el mismo, siempre que resulten suficientes e idóneas para demostrar
que la imputación realizada no fue falsa sino verdadera.

Todas estas cuestiones, pueden hacerse extensivas al ámbito de las injurias


graves en lo que a su concreta modalidad de "imputación de hechos" se refiere,
puesto que, en realidad, esta forma de ejecución no es sino una versión delictiva
subsidiaria de la calumnia, en tanto el autor no imputa a otro la comisión de delitos
sino la de meras faltas o hechos falsos en general, los cuales, pese a no ser
constitutivos de infracción penal, pueden no obstante atentar contra el honor de las
personas, siempre que, a tenor del art. 208.3 CP, éste proceda con conocimiento de su
falsedad o manifiesto desprecio hacia la verdad.

Por último, y sólo con referencia a la modalidad de calumnias realizadas con


manifiesto desprecio hacia la verdad, se ha defendido una tesis, bastante peculiar, a
mi juicio, y de clara inspiración germana, que apela a su naturaleza de delito de
peligro abstracto, ya que --se dice-- el art. 205 CP requiere simplemente el desarrollo
de la actividad consistente en imputar a otro la comisión de un hecho delictivo con
indiferencia hacia la verdad del contenido de esta afirmación, si bien la comprobación
de que dicha conducta se ha producido exigirá un análisis acerca del grado de
diligencia con el que se haya conducido el autor, el cual, a su vez, se corresponderá
con la simple constatación de que han concurrido los elementos propios del tipo. Así
pues, siguiendo los postulados de esta tesis, puesto que en su redacción actual éste no
requiere ninguna clase de examen ex ante sobre la idoneidad de la conducta para
llegar a poner en peligro el bien jurídico honor, sería muy conveniente y beneficioso
a efectos interpretativos que se completara su composición incluyendo de lege
ferenda en él un elemento que aludiera expresamente a la aptitud de la misma, de tal
forma que el artículo rezara de la siguiente manera: es calumnia la "imputación de un
delito con temerario desprecio hacia la verdad, realizada de forma idónea para afectar
el honor de un tercero". Solo nos faltaba esta modificación legal, por si no tuviéramos

41
ya bastante con la incertidumbre que emana de la vigente regulación penal de este
delito y del de injurias.

3. CONCEPTO PARA LA JURISPRUDENCIA

En contadas ocasiones se ha pronunciado la jurisprudencia de nuestros


tribunales en torno al concepto de honor como bien jurídico, probablemente por
entender que se trata de una labor a desarrollar de forma prioritaria por la doctrina
científica. Sin embargo, y de manera excepcional, lo ha hecho en alguna ocasión. Así,
aparte de la ya citada STC de 8 de marzo de 2004, la SAP de Málaga, de fecha 22 de
marzo de 2000, con motivo de enmarcar ese derecho fundamental en el contexto de la
LO 1/1982, de 5 de mayo, sobre protección civil del honor, la intimidad y la imagen,
y a partir de la reforma operada en ella por la LO 10/1995, que amplió la inicial
determinación negativa del ámbito garantista de la noción de honor, comprendido con
anterioridad en su texto, declaró que en la actualidad dicha noción, "conforme a la
recepción doctrinal italiana" abarca lo fáctico y lo aparente, estando determinado este
segundo aspecto por la dignidad personal, que se refleja en la "consideración de los
demás y en el sentimiento de la propia persona, tanto referible al aspecto objetivo u
externo como al subjetivo o interno"; es decir, a la "representación o consideración
que los demás tienen de las cualidades de una persona o, lo que es igual, a la
reputación y fama que la persona tenga en sociedad, y, asimismo, a la autoestima
personal".

En una línea muy similar de pensamiento, el Auto de la AP de Girona, de 20 de


noviembre de 2002, concibió este derecho, en términos generales, como una de las
"facetas de la personalidad, que contribuyen al desarrollo del individuo en libertad,
facultándole para su interacción con sus semejantes en condiciones de respeto e
igualdad, de modo que su diseño vital no se vea alterado por imputaciones o
expresiones de menosprecio de terceros, capaces de incidir en su reputación o en su
42
propia estima, entendida no en sentido subjetivo, sino por referencia a los atributos
básicos del individuo recogidos en la Constitución"; en esta línea --prosigue el Auto--
lo tutela el CP de 1995, al acoger, de un lado, un concepto de honor democrático y
generalista (de ahí la llamativa presencia de la referencia a la dignidad en su art. 208),
y al arbitrar, de otro, su específica protección permitiendo que pueda interactuar con
diferentes bienes jurídicos del mismo nivel constitucional, tan necesarios para el
desenvolvimiento del modelo de Estado democrático como del propio individuo en
condiciones de libertad y dignidad.

A propósito de estas manifestaciones jurisprudenciales, y en estrecha relación


con ciertos acontecimientos similares, recientemente ocurridos en nuestra sociedad y
ejercidos por un ex mandatario gubernamental, otro Auto, en esta ocasión de la AP de
Valencia, de fecha 19 de julio de 2004, apelando al principio de intervención mínima,
ni siquiera admitió a trámite la querella por injurias y calumnias presentada por un
oficial de policía contra un fotógrafo, quien, durante la celebración de un acto
público, le tomó una foto, que luego difundió por Internet, en la que le "regalaba con
el brazo izquierdo extendido y el dedo índice levantado, mientras los demás los tenía
retraídos, en una clara exposición de desprecio". Al sentirse perjudicado en su honor
por la publicidad de las mencionadas imágenes, así como por la emisión de ciertos
apelativos que, como consecuencia de semejante actitud, el fotógrafo le profirió a
través de ese medio, y que fueron calificados por la Sala de "tibios" y "merecidos"
por él (a saber: "inculto, incívico y maleducado"), el recurrente, en su fallido intento,
llegó incluso a invocar la LO 62/1978 sobre Protección Jurisdiccional de los
Derechos Fundamentales de la Persona, declarando a este respecto la citada
Audiencia que no puede sentirse ofendido en su honor quien lleva a cabo tal
comportamiento, máxime si se trata de alguien que al ponerse en público en una
situación indigna, y por razón de su cargo, se deshonra con ello a sí mismo, a su
profesión y a su pueblo, "perdiendo su honor, que no es más que el concepto que los
demás tienen de nuestra honra, motivo por el cual no puede después defenderlo
porque, sencillamente, lo ha perdido".

43
En total acuerdo con la decisión de fondo adoptada por este Auto, me gustaría,
no obstante, matizarla brevemente: en realidad, por muy deshonrosa que resulte
cualquier conducta del ser humano, el honor forma parte de su "patrimonio moral"
como atributo de la propia dignidad que le es inherente, razón por la que este derecho
fundamental, como tal, no llega nunca a "perderse" mientras siga vivo su titular
(sentido estático), pues, como sucede con el resto de los derechos subjetivos de la
personalidad, solo se extingue con el fallecimiento del mismo, lo que, sin embargo,
no implica reconocer su tutela a ultranza, ya que en casos como el arriba expuesto, u
otros de similar contenido, en los que el sujeto decide libremente comportarse de una
determinada forma --la que a él le parece conveniente (aspecto dinámico)--, es lógico
que se anule o disminuya considerablemente el grado de protección jurídica que
merecen el resto de las personas, quienes han optado en cambio por vivir en sociedad
de manera respetuosa con los valores esenciales imperantes, así como con los
derechos cuya titularidad ostentan los demás ciudadanos que la integran, máxime
cuando estos, a su vez, se encuentren también revestidos de rango fundamental.

4. REGULACIÓN NORMATIVA

En un principio, la norma constitucional del artículo 18.1 no fue objeto de un


desarrollo legislativo específico y la protección civil del honor sólo podía articularse
a través de los artículos 1092 y 1902 del Código Civil. La aprobación de la Ley
Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de Protección civil del derecho al honor, a la
intimidad personal y familiar y a la propia imagen, complementada por la Ley
Orgánica 2/1984, de 26 de marzo, reguladora del Derecho de Rectificación, vino a
suplir el vacío normativo, al menos en el aspecto sustantivo, pues, en el procesal, la
Ley 62/1978, de 26 de diciembre, progresivamente ampliada en su ámbito de
aplicación, ya proporcionaba una tutela específica de los derechos fundamentales, en
vía civil, contencioso-administrativa y penal.
44
Más allá de la protección civil del honor, se otorga protección penal al honor,
así, el Título XI del Libro II del Código penal agrupa los delitos contra el honor, pero,
debe indicarse que no todos los delitos contra el honor se encuentran recogidos en
este Título. En efecto, existen otros tipos delictivos que también se refieren a la
protección del honor como los artículos 490.3 y 491.1 relativos a las calumnias o
injurias al Rey (ascendientes, descendientes, etc.); el artículo 496 sobre injurias a las
Cortes Generales o a una Asamblea Legislativa de Comunidad Autónoma, o a alguna
de sus comisiones; el artículo 504 sobre calumnias o injurias al Gobierno de la
Nación, al Consejo General del Poder Judicial, al Tribunal Constitucional, al Tribunal
Supremo, o al Consejo de Gobierno o al Tribunal Superior de Justicia de una
Comunidad Autónoma; el artículo 504.2 relativo a las injurias o amenazas a los
Ejércitos, Clases o Cuerpos y Fuerzas de Seguridad; el artículo 505 respecto de las
injurias o calumnias a los miembros de las corporaciones locales; etc.

El Título XI está constituido por tres capítulos, uno dedicado a la calumnia


(artículos 205 al 207), otro a la injuria (artículos 208 al 210) y, el tercero referente a
unas disposiciones generales relativas tanto a la calumnia como a la injuria (artículos
211 al 216). Nos referiremos al tipo básico de los delitos contra el honor: la injuria,
siendo la calumnia un tipo específico de injuria.

El artículo 208 dispone: "Es injuria la acción o expresión que lesionan la


dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia
estimación. Solamente serán constitutivas de delito las injurias que, por su naturaleza,
efectos y circunstancias, sean tenidas en el concepto público por graves. Las injurias
que consistan en la imputación de hechos no se considerarán graves, salvo cuando se
hayan llevado a cabo con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la
verdad".

45
VI. ELEMENTOS OBJETIVOS

I. INTRODUCCIÓN

Suelen agrupar las legislaciones bajo el título de delitos contra el honor la


injuria y la difamación, señalando también a1gunas el delito de calumnia. Nuestros
Códigos, con la excepción del de 1928, que tipificó la difamación, solo distinguen
entre calumnia e injuria.

La modalidad delictiva de injurias consistente en la imputación de hechos se


configura legalmente en base a los mismos elementos integrantes del tipo objetivo de
calumnias, salvedad hecha de que en esta segunda infracción, de mayor entidad que
la primera, aquéllos han de ser necesariamente delictivos, limitándose así --por
exclusión-- el contenido de la injuria a otra clase de actos de menor trascendencia
jurídica, como pueden ser las infracciones administrativas.

a) La acción típica: Consiste tanto en imputar hechos como en


formular juicios de valor deshonrosos que lesiona la dignidad humana.
Puede realizarse tanto verbalmente como por escrito, o de un modo
simbólico por expresiones o manifestaciones gráficas (por ejemplo
caricaturas).

Se exige en cualquier caso que estas expresiones o


manifestaciones han de tener un significado objetiva y gravemente
ofensivo. Debe tenerse en cuenta que en esta materia la determinación de
si una acción o expresión es injuriosa ha de hacerse teniendo en cuenta
las circunstancias que rodean la acción y el uso social del lenguaje. Es
preciso conocer y examinar la expresión o el gesto teniendo en
consideración el contexto en el que se produce. En efecto, pues, el

46
artículo 208 párrafo 2 establece que "solamente serán constitutivas de
delito las injurias que, por su naturaleza, efectos y circunstancias, sean
tenidas en el concepto público por graves". Y el artículo 208 párrafo 3
concreta el criterio de la gravedad, señalando que "las injurias que
consistan en la imputación de hechos no se considerarán graves, salvo
cuando se hayan llevado a cabo con conocimiento de su falsedad o
temerario desprecio hacia la verdad".

La injuria que carezca de la cualidad de "graves" tendrá la


calificación de leves y encontraran cabida como falta de injurias del
artículo. 620.2.

b) Sujeto activo: Sujeto activo del delito de injurias puede ser


cualquier persona.

c) Sujeto pasivo: Sujeto pasivo puede ser cualquier persona,


física o moral, sin restricción alguna.

II. SUJETO ACTIVO Y PASIVO

Al igual que en la calumnia, el sujeto activo de las injurias es indiferenciado:


en principio, cualquiera puede serlo, sin necesidad de que concurra en él ningún tipo
de condición especial, ya que ambas infracciones constituyen delitos comunes. Por
tanto, esta cuestión no plantea ningún problema.

En cuanto al sujeto pasivo, hay que comenzar por descartar de su ámbito a las
personas fallecidas, en la medida en que carecen de honor susceptible de protección
jurídica, pues tratándose de un derecho subjetivo (de la personalidad), éste se
extingue obviamente con su muerte. En cambio, el art. 526 sí prevé una infracción

47
relativa a la posibilidad de atentar contra su memoria cuando alude a la falta de
respeto debido a los difuntos.

En lo que concierne a los menores de edad e incapaces, son, sin duda alguna,
titulares del derecho al honor, en los mismos términos y con idéntico alcance en que
los son el resto de las personas adultas y mentalmente capaces. Cosa distinta es que,
dada la particular situación en la que se encuentran, debida a su corta edad o
incapacidad, estén normalmente menos expuestos a sufrir los atentados injuriosos de
los que son habituales destinatarios las primeras, ya que intervienen con menor
frecuencia e intensidad que ellas en la vida social y de relación comunitaria.

En cualquier caso, debe tratarse siempre de persona concreta o determinada,


aunque no consten ni su nombre propio ni sus apellidos, pues las ofensas genéricas no
son punibles, mas no por faltar en ellas el annimus iniuriandi, como sostuvo la SAP
de Huelva de 28 de diciembre de 2007, sino porque es imprescindible a efectos
punitivos poder identificar, material y físicamente, al sujeto afectado.

Como es lógico, los criterios valorativos utilizados para determinar si existen o


no injurias son muy diferentes si las expresiones o comentarios proferidos tienen
como destinatario a un personaje público y versan sobre asuntos de esta naturaleza
que si se profieren respecto de una persona privada, que no tiene por qué soportar
injerencias en su honor cuando se aluda a asuntos relativos a su vida o a sus
relaciones familiares, los cuales, evidentemente, no son objeto de interés general. Así
lo ha declarado de forma reiterada la jurisprudencia de los tribunales.

Más problemático resulta dilucidar si se puede predicar la condición de sujeto


pasivo de unas injurias --o, en su caso, de una calumnia-- respecto de las personas
jurídicas, colectivos y otros entes supraindividuales, ya que es harto dudoso afirmar,
en términos genéricos y sin matizaciones, que, junto al resto de las personas físicas,

48
ellos pueden ser también titulares de este derecho fundamental, por lo demás
eminentemente subjetivo y personalista, cuando, en verdad, está constitucionalmente
previsto y concebido para las segundas en exclusiva, sobre todo a partir de una
noción de honor, equivalente a dignidad humana; cualidad ésta, dada su peculiar
naturaleza, de muy difícil --por no decir imposible-- traslación formal y material a
dichos entes, pese a que esta negativa no impida en cambio reconocerles capacidad de
disfrutar de crédito, prestigio y reputación social, ya que, por lo general, disponen de
un patrimonio moral y económico susceptible de ser jurídicamente tutelado, mas no
por el ordenamiento penal en concreto, como tampoco por la normativa civil,
recogida en la LO 1/1982.

No obstante lo dicho, algún autor ha establecido una previa distinción entre


personas jurídicas stricto sensu y demás entes colectivos o supraindividuales al
entender que de la misma forma que las primeras no pueden identificarse con las
personas físicas, por las razones antes alegadas, siendo por ello incapaces de ostentar
derecho alguno al honor, ya que son el resultado de una fictio iuris del Derecho
privado a efectos operativos, motivo por el que no siendo capaces de acción, tampoco
cabe reconocerles la condición de sujetos pasivos de una calumnia en virtud del
principio societas delinquere non potest, los segundos, en cambio, si no en todos los
casos, al menos en algunos de ellos, si que admiten dicha extensión, ya que sus
miembros integrantes, genuinas personas físicas, son fácilmente identificables, por lo
que cabe la posibilidad de que resulten eventualmente ofendidos a través de la
emisión de ciertas injurias que, aunque vertidas contra la propia colectividad, les
salpiquen directamente a ellos de una forma constatable (v. gr., universidades,
colegios de profesionales, centros sanitarios, etc.); afirmación que hay que defender
con más ahínco de ahora en adelante, dada la introducción en el CP por la LO 5/2010
de la responsabilidad penal de las personas jurídicas, lo que permitirá imputarles
falsamente no sólo la comisión de un hecho cualquiera sino también la de un hecho
delictivo; imputación, por tanto, constitutiva de un delito calumnia.

49
El TC, en un primer momento, declaró rotundamente y sin paliativos en su
Sentencia 107/1988, de 8 de junio, que versó sobre unos insultos proferidos a la
Judicatura como Institución, que el honor tiene en nuestra Ley Fundamental un
significado eminentemente personalista como valor referible a la persona
individualmente considerada, debiendo en cambio emplearse respecto de las
instituciones jurídicas, organismos, colectividades, etc., conceptos más adecuados,
como los de prestigio o autoridad moral.

Ulteriormente, un Auto del propio TC, de fecha 16 de junio de 1990, declaró


existente un delito de calumnia, que tuvo de nuevo como destinataria a la Judicatura,
al entender que mediante su comisión resultaron afectados los jueces en particular, ya
que conforman la citada institución, tratándose, pues, de personas individualizadas,
perfectamente identificables, cuyo honor puede lesionarse como el de las restantes
personas físicas. En esta misma línea de pensamiento se insertó la STC de 11 de
noviembre de 1991, que estimó vulnerado el derecho al honor de un colectivo, el
pueblo judío, frente a las declaraciones realizadas por un ex dirigente de las WSS, de
apellido Degrelle, que negó la verdad del Holocausto y sus dramáticas consecuencias,
aunque concretado en la persona física de la querellante, una ciudadana judía, Sra.
Friedman, que actuó en calidad de miembro integrante del mismo. Otro tanto sucedió
en el supuesto, sobre el que se pronunció la Sala 17 del Tribunal Correccional de
París en su Sentencia de 22 de marzo de 2007 y cuyo fallo recogió las coincidencias
existentes entre los dictámenes de los Jueces y la requisitoria de la Fiscalía al
absolver al Sr. Philipp Val, director de la satírica Revista laica francesa Charlie
Hebdo, en respuesta a la denuncia presentada en su día por dos asociaciones
islámicas, la "Unión de Asociaciones Islámicas de Francia (UOIF) y la "Mezquita de
París".

Pues bien, puede decirse que dicha doctrina se corresponde con la


interpretación jurisprudencial mayoritaria, sostenida por el TC sobre este extremo en
los últimos tiempos, al igual que por la de otras instancias judiciales que lo han

50
secundado. Algunos años más tarde, la cuestión se trasladó al plano procesal, como
puso de manifiesto la STS de 11 de diciembre de 1995 al aludir a la legitimación por
sustitución de las personas físicas que forman parte de un ente supraindividual,
habiendo declarado que el significado del derecho al honor ni puede ni debe excluir
de su ámbito de protección a las personas jurídicas. Aunque son escasas las
resoluciones judiciales emitidas en la última década sobre este concreto y debatido
asunto, recientemente se han pronunciado al respecto algunas Audiencias
Provinciales. Así, por ejemplo, la SAP de Santander, de 23 de enero de 2009,
admitió, sin problemas, la comisión de injurias contra ellas, si bien solo lo reconoció
a efectos procesales, debiendo en su opinión responder las personas físicas que
hicieran la imputación, quienes, de pertenecer a otro ente de similar naturaleza, serán
las que se encuentren a cargo del mismo.

Mucho más tajante se mostró la SAP de Cádiz, de 10 de noviembre de 2005, al


reconocer la condición de sujeto pasivo de injurias a las personas jurídicas en general
(en el caso de autos se trataba de una empresa de promoción inmobiliaria), negando,
por contra, dicha condición a su director y presidente, a los que calificó de meros
"afectados" por el delito; tesis ésta rechazada en cambio por la SAP de Zaragoza, de
20 de marzo de 2009, que les negó rotundamente esa posibilidad, ya que según
sostiene-- "las personas jurídicas en abstracto no tienen honor", aunque en estos casos
puede no obstante recurrirse al art. 1.902 Cc sobre responsabilidad extracontractual
para reclamar la indemnización de los daños y perjuicios morales sufridos en su
crédito, prestigio o buen nombre.

Se trata, pues, de un asunto espinoso, científicamente muy debatido, ya incluso


bajo la derogada normativa sobre injurias; asunto que, ni siquiera en la actualidad, ha
logrado alcanzar una solución unánime, ya que, al igual que sucede con las oscilantes
interpretaciones jurisprudenciales llevadas a cabo a lo largo de los años acerca del
mismo, también la doctrina se ha encontrado en fechas pasadas --como se encuentra
todavía hoy-- muy dividida en cuanto a sus respectivas opiniones. Así, mientras un

51
sector ha defendido desde antaño la idea de que el honor es un bien jurídico de
naturaleza eminentemente individual, lo que no impide su transferencia, en cierto
modo, a las agrupaciones y colectividades de las que el hombre forma parte, tengan
éstas o no personalidad jurídica, otro, en cambio, apela al criterio legal contenido en
los arts. 504 y 505 en base al que el propio CP otorga la condición de sujetos pasivos
de calumnias e injurias a ciertas corporaciones o clases determinadas del Estado, en
tanto, finalmente, algún autor ha fundamentado su argumento afirmativo en el
concepto organizativo-normativo de honor, a partir del que lo importante a tales
efectos es la capacidad participativa o de actuación del sujeto en las relaciones
sociales, capacidad que se perturba cuando desmerece su posición y desarrollo en la
misma, motivo por el que --se afirma-- pueden ostentar la condición de sujeto pasivo
tanto las personas físicas como las jurídicas, al igual que cualquier otra clase de
colectivo o agrupación, mientras participen en la vida social y de relación.

Sin embargo, existen opiniones discrepantes de las arriba mencionadas, que sin
negar a todos estos entes supraindividuales la posibilidad de que se vulnere su buena
fama y prestigio profesional y moral rechazan la posibilidad de predicar de ellos la
titularidad del honor como derecho de la personalidad, al menos no en el sentido en el
que lo protege nuestra CE al incluirlo en el título relativo a los derechos
fundamentales de la persona, como tampoco a través de la LO de 1982, que lo tutela
civilmente cuando exista una intromisión ilegítima en el mismo, si bien, como ya
hemos dicho, en tales casos queda siempre abierta la puerta para ejercitar la
denominada acción aquiliana (art. 1902 Cc) a efectos de solicitar la correspondiente
indemnización por los daños materiales y morales sufridos a través del proceso
declarativo ordinario; conclusión ésta que, por razones de congruencia legislativa,
cabe hacer extensiva a los delitos contra el honor que tipifica el CP.

Particularmente, como ya he manifestado al ocuparme en otras ocasiones de


este tema, me inclino por esta última opinión; es decir, los entes y colectivos en
general, tengan o carezcan de personalidad jurídica, no son, como tales, titulares

52
directos de un derecho fundamental, tan subjetivo y personal como es el honor, si
bien en determinados supuestos --tampoco en todos-- es posible individualizar en las
personas físicas que lo integran el atentado cometido contra este bien jurídico.

VII. ELEMENTOS SUBJETIVOS

La otra vertiente del tipo del art. 208.3 CP, también requiere que el sujeto
activo proceda con veracidad subjetiva, esto es, con conocimiento de la falsedad
(dolo directo) o manifiesto desprecio hacia la verdad de lo imputado (dolo eventual),
como ocurre, por ejemplo, según el Auto de la AP de Granada, de fecha 9 de marzo
de 2005, cuando se utiliza un "lenguaje intermedio entre la aseveración y la
sospecha". Así pues, siendo cierta la afirmación sostenida por le Auto de la AP de
Valladolid, de 15 de julio de 2005, que rechazó identificar en el ámbito de las
injurias, lo mismo que en el de las calumnias, el requisito de la "veracidad" de las
imputaciones con el de su "realidad incontrovertible", no lo es menos --y esta
apreciación resulta aplicable tanto en uno como en otro ámbito delictivo-- que sólo se
admitirán como válidas las que hayan sido debidamente contrastadas, máxime si,
además de faltar este elemento, se llevan a cabo con reiteración y a través de
cualquier medio constitutivo de publicidad, ya que, de ser así, estaremos en presencia
de un delito de injurias graves (art. 208.3 y 209 CP), en la línea en la que se inserta la
SAP de Jaén, de 30 de abril de 2008, y ello pese a que recaigan sobre asuntos y/o
personas públicas o cuya dedicación profesional o proyección pública reclamen una
mayor atención informativa, que vienen por esa razón obligadas a soportar un riesgo
superior a que su derecho al honor se pueda ver afectado por informaciones u
opiniones de interés general, que no privado.

Vienen constituido por el conocimiento y la voluntad de la acción de injuriar,


(dolo), pero es preciso además la intención especifica de injuriar el llamado " animus
injuriandi". Este ánimo constituye el nervio o elemento esencial del delito de injurias,
53
entendido como el ánimo de menospreciar, desacreditar, o deshonrar, al sujeto
pasivo, que debe mover al sujeto activo del delito, debiendo diferenciarse de otras
voluntades, ánimos o intenciones en el sujeto como la de ejercitar un derecho,
ejecutar una crítica, denunciar unos determinados hechos en un contexto concreto o
de defenderse. Respecto a este último, entendido como el ánimo de devolver una
previa injuria recibida, si bien ha sido admitida por la mayoría doctrinal su influencia
en la acción penal únicamente podría originar efectos atenuatorios, no una causa de
impunidad.

El ánimus injuriandi es la voluntad, intención o ánimo de un sujeto para


injuriar a otro con expresiones o frases que atenten contra su honor. Para la
configuración del delito de injurias es necesario que la persona que profiere
expresiones injuriosas contra determinada persona lo haga de forma voluntaria y con
ánimo de ofenderle, en caso contrario no existirá delito de injurias. Este ánimo debe
ser probado por la acusación, aunque existen determinadas palabras que por su propio
contenido social o gramatical pueden considerarse injuriosas y que expresadas de
forma pública se presume que se hizo con ese ánimo. Se trata, no obstante, de una
presunción iuris tantum; es decir, que se admite prueba en contrario por el acusado
del delito de injurias. Éste puede probar que esas expresiones, que de por sí pueden
ser injuriosas, no se hizo con esa finalidad y, por lo tanto, no había ánimo de ofender
al destinatario de las mismas.

En la mayoría de ocasiones es difícil probar ese ánimo toda vez que es una
cuestión interna del sujeto que emite expresiones injuriosas, por lo que debe inferirse
del comportamiento y manifestaciones del autor. Éste podrá probar que lo hizo en
forma de crítica o de información, pero no con la intención de atentar contra el honor
del destinatario de esas palabras o frases; a esto se le conoce como "ánimus
informandi o criticandi".

54
Sentencia de 27 de septiembre de 1978. En el difícil tema de valoración de la
injuria, a efectos de deslindar su gravedad, doctrina y «praxis» atienden de consuno
tanto al elemento ontológico como al circunstancial -presentes ambos en el artículo
458 del Código Penal , definidor de las injurias graves-, de modo que el primero va
ínsito en la propia dicción de la ofensa, según sea meramente imprecativa o más bien
ilativa o explicativa, dado que al exigir esta última un cierto cálculo o raciocinio, un
punto de intelectiva inducción, la hace, psicológicamente, más compleja que las
simples y elementales expresiones de insulto, lo que jurídicamente debe tener una
traducción valorativa de mayor entidad, tanto más si tal especie de injurias se vierten
por escrito, cuya instrumentación parece, exigir un cierto grado reflexivo a tener en
cuenta en la mentada distinción, hasta el punto de que el libelo siempre se consideró
como especie más grave en todos los ordenamientos, entre ellos el nuestro, donde las
injurias hechas por escrito y con publicidad convierten las injurias leves en delito,
según dogmática previsión» del artículo 460 del Código Penal. No obstante el criterio
general antes sentado, no debe perderse nunca en el delito de examen el elemento
circunstancial, de tal modo que es el que decide la gravedad de las injurias, según
expresa dicción del número cuarta del artículo -458 del Código punitivo, hasta el
punto de que dicha circunstancialidad puede refluir en el mismo «animus injuriandi»,
alma antijurídica y culpable de la infracción, sino para negarlo por la abierta y
contrapuesta concurrencia de otro- ánimo si al menos para paliarlo por la velada o
manifiesta oposición de «animi» distintos, tal el «retorquendi», que si bien en veces
sirve para desplazar la intención deshonorante y con ello el delito (sentencia de 10 de
abril de 1973, entre otras), en otras servirá para rebajar dicha intención en orden a
medir la gravedad de aquél; doctrina que encuentra especial aplicación cuando los
particulares acuden a los medios de comunicación social (prensa y radio como más
significativos) para solventar sus diferencias de apreciación en múltiples temas, así
ideológicos como referidos a la propia conducta y en cuyos casos los dichos, réplicas
y contrarréplicas de las partes afectadas forman un estrecho entramado que es preciso
abordar en su conjunto para la mejor valoración de la respectiva intención infamante;
como así mismo habrá de tenerse en cuenta la propia naturaleza del tema en que se
ven incursos los antagonistas, pues algunos de ellos, tal el deportivo, se ve
enormemente influido por la propia valoración, cuando no emocional reacción social
55
a través de los respectivos clubs y gestión casi siempre sometida a acerba crítica de
sus directivos; contexto sociológico el indicado que es necesario tener también muy
en cuenta para la debida interpretación jurídica de las injurias nacidas en tal caldo de
cultivo social.

A la vista de la anterior consideración es preciso reconocer el acierto de la


sentencia de instancia al calificar las injurias de leves.-siquiera producidas por escrito
y con publicidad y por ello delictivas- a las emitidas por el procesado en su carta
abierta, cuya publicidad, denegada primero en el periódico al que iba destinada como
réplica de otra del querellante, logró finalmente en tres emisoras de radio locales;
pues es lo cierto que el hecho de tratarse de una respuesta a otra carta -siquiera la
autoría de la del querellante quedara velada por la firma de su secretaria, lo que ya
indica el temor a las consecuencias-.implica un cierto grado de retorsión, si bien al
exceder ésta los límites convenientes se cae en la infracción contra el honor
perseguida, como lo demuestran los propios conceptos aplicados a la conducta del
querellante (elemento ontológico), calificándola como «propia de reptiles» y al
encuadrar la condición humana de aquél como de «bajo fondo moral»; por lo que en
trance de - graduar la gravedad de tales ¿expresiones hay que atender a todos los
antecedentes concurrentes (elemento circunstancial), de suerte que además de aquel
ingrediente retorsivo antes aludido hay que situar los hechos en el polémico ambiente
de la directiva de un club de fútbol local a cuya presidencia era candidato el
querellante, aspiración a que trató de oponerse el procesado con la aludida carta
abierta, resentido, además, por el juicio desfavorable vertido por el acusador
particular sin su misiva contra persona a la que el acusado se considera vinculado
moralmente; por lo que atendidas todas dichas circunstancias, en particular el grado
de apasionamiento que yace en tales disputas, reflejo del qué rodea la misma práctica
del fútbol como deporte multitudinario, se hace preciso ratificar la calificación de la
sentencia recurrida al encuadrar la conducta del procesado en el artículo 460 del
Código Penal, cuya indebida aplicación se postula por el motivo primero del recurso
que, por lo mismo, hay que desestimar.

56
Se plantea el interesante tema del reconocimiento del delito continuado en el de
injurias, continuación que fue aplicada en la instancia y que el recurrente niega con el
argumento básico de que las injurias se expandieron por tres medios de difusión
distintos con audiencia bien diferenciada, lo que diversifica, a su vez, la infracción;
argumento que no tiene en cuenta que el distinto medio comisivo del delito no puede
romper la continuación delictiva si tal diversidad no origina, a su vez, un cambio de
tipo delictivo, cosa que no ocurre con el aplicado artículo 460 del Código Penal en el
que se recoge como elemento integrante del tipo la publicidad, abstracción hecha de
las formas que la misma revista o los medios que sirvan para alcanzarla, concepto
unitario que, además, es descrito expresamente por el artículo 463 del propio Código;
de modo que lo único que resta es averiguar si concurren los demás elementos o
abrazaderas propios del delito continuado, en particular la unidad de culpabilidad o
dolo, no menos que la del sujeto pasivo que en el delito de injurias -por atacar bien
personal como el del honor-- adquiera particular relevancia; elementos los dos que,
sin duda, se reconocen en la conducta del procesado, toda vez que la homogeneidad
dolosa se desprende del hecho de que fuera la misma carta la que se reprodujo por las
tres emisoras radiofónicas y de que la misiva fue dirigida contra la misma persona;
por lo que se hace preciso concluir con la sentencia recurrida que estamos en
presencia de un típico delito continuado en el que la extensión de la publicidad
lograda por el culpable sólo puede servir para graduar la extensión de la pena; tesis,
por otra parte, admitida de antiguo por esta Sala (sentencias de 28 de Octubre de
1911, 3 de diciembre de 1934 y otras muchas posteriores); y que lleva a desestimar
este motivo final del recurso.

Sentencia de 23 de diciembre de 1989. El relato expresa que los artículos


periodísticos publicados por el procesado ahora recurrente lo fueron en respuesta a
otro publicado en el mismo medio informativo por el querellante con el rótulo "No se
puede mentir"; lo que evidencia, como correctamente entendió el Ministerio Fiscal en
la fase de instrucción del recurso, la precisión de degradar la infracción a la injuria
leve por escrito y con publicidad prevenida en el art. 460 del mismo cuerpo legal
sustantivo, en tanto que, como declara la Sentencia de esta Sala de 8 de marzo de
57
1984, si bien deben conceptuarse como injuriosas las frases comentadas, no deben
penarse éstas en la misma medida que si se tratara de injurias hechas sin razón ni
motivo alguno, pues es lógico que la persona que resulte ofendida por un delito de
injurias por haber dado lugar a ellas mediante actos censurables aunque no punibles,
no deba gozar de la misma protección del derecho que quienes se comportan con
corrección exquisita y sin embargo son injuriados sin causa que lo justifique; doctrina
coincidente con la sentada en la Sentencia de 27 de septiembre de 1978, por lo demás
también dictada en materia relacionada con el deporte balompédico. Debe, pues,
estimarse parcialmente el recurso.

Dispone el artículo 210 que "El acusado de injuria quedará exento de


responsabilidad probando la verdad de las imputaciones cuando éstas se dirijan contra
funcionarios públicos sobre hechos concernientes al ejercicio de sus cargos o
referidos a la comisión de faltas penales o de infracciones administrativas".

Del tenor de este precepto se deduce que cuando se trate de imputaciones


dirigidas contra funcionarios públicos sobre hechos relativos al ejercicio de su cargo
o referidos a la comisión de faltas o de infracciones administrativas, el que realizó la
imputación quedará exento de responsabilidad si prueba que la imputación es cierta.
En otras palabras, la prueba de la verdad excluye la tipicidad del hecho.

VIII. TRASCENDENCIA PENAL DE LAS IDEAS, OPINIONES O


JUICIOS DE VALOR

En cuanto a la segunda modalidad delictiva de injurias que ofrece el art. 208. 2


CP, ésta se concreta en la emisión de pensamientos, ideas o juicios de valor que
puedan vulnerar el honor de las personas. A este respecto, debemos de antemano
advertir que la indeterminación conceptual de estos términos, así como del
58
imprescindible requisito legal relativo a su gravedad, que debe acompañarlos en todo
caso, pone de relieve la naturaleza eminentemente circunstancial y valorativa de
ambos, lo que se traduce en la necesidad de enmarcarlos en el particular contexto en
el que hayan sido pronunciados, atendiendo al momento, lugar y ocasión en el que
fueron manifestados.

Se trata, pues, de elementos normativos del tipo, de difícil y compleja


concreción cuya misión queda en la práctica destinada a la discrecionalidad de jueces
y tribunales. Dicha dificultad, así como la propia ambigüedad inherente a un terreno
tan resbaladizo como el que tratamos, ha degenerado en la aparición de rotundos
cambios de opinión por parte de la doctrina jurisprudencial en general y de la del TC
en particular al recurrir a criterios interpretativos muy dispares a la hora de acometer
dicha tarea, más proclives a sembrar la duda y la inseguridad jurídica que a
homogeneizar y esclarecer el significado y específico contenido de las denominados
por ella (en particular por la del TC) frases innecesarias, desproporcionadas o
formalmente injuriosas, que, en definitiva, pueden reconducirse al concepto global de
insulto, repudiado por nuestra Constitución sin ningún tipo de excepciones; exclusión
respecto de la que no existe en cambio discrepancia judicial alguna, habiéndose
mostrado nuestros tribunales en general rotundamente contrarios a aceptar la licitud
de cualquier calificativo peyorativo y vejatorio susceptible de encuadrarse en dicho
término.

La determinación de lo que deba entenderse por "injuria formal" o "expresión


insultante" no es una cuestión baladí, ya que siendo los delitos contra el honor de
naturaleza eminentemente circunstancial y, por lo tanto, discrecional y valorativa, no
cabe elaborar catálogos generales ni apriorísticos sobre epítetos susceptibles de
integrar en términos absolutos ambos conceptos, pues, de todos es sabido, que aunque
existen ciertos vocablos de indiscutible significado peyorativo que, considerados en
abstracto y sin pasar por el tamiz de una puntual y concreta valoración, podrían, sin
más, calificarse como ofensivos para el honor de cualquier persona, éstos pueden
llegar a cambiar radicalmente de sentido si se analizan de forma individual en el
marco específico en el que fueron proferidos (contextualización), atendiendo para
59
ello no solo a su contenido o naturaleza intrínseca sino también, y de manera
prioritaria, al cúmulo de circunstancias que rodearon su emisión, tales como
relaciones personales con el ofendido, momento, ocasión, lugar y forma de
manifestarlos (circunstancialidad), ya que todos estos elementos desempeñan un
papel decisivo a efectos de que el juez o tribunal adopte una razonable y adecuada
solución al respecto.

Debe recordarse que los insultos en sentido estricto (injurias formales) no


admiten el juego de la exceptio veritatis, pues no cabe en ellos la prueba objetiva de
la verdad, como tampoco su justificación a través del ejercicio del derecho a
expresarse libremente, ya que no se trata de un ejercicio legítimo. No obstante, la
tutela del honor, que debe respetar el contenido esencial de este derecho fundamental,
habrá de ceder ante la emisión de ciertas valoraciones que al producirse en
determinados contextos (crítica política, social o institucional) recaigan sobre asuntos
de interés general para la formación de la opinión pública libre en una democracia, y
ello pese a que las ideas, juicios de valor o expresiones emitidas sean duros,
incómodos, desabridos, desagradables o, incluso, acerbos para quien los recibe, tal y
como declaró en su momento la SAP de Cádiz, de 25 de junio de 2001, ya que en
tales supuestos no es que no exista lesión alguna a ese derecho fundamental --que,
por supuesto, no existe--, al menos en el sentido objetivo en el que lo concibe el
propio art. 208 CP cuando manifiesta que solo serán constitutivas de delito las
injurias que por su naturaleza, efectos y circunstancias (contexto) sean tenidas en el
concepto público (o sea, objetivo) por graves, sino que, muy al contrario, en tales
casos el informador estará cumpliendo con su obligación constitucional de transmitir
información veraz sobre hechos de interés general para los ciudadanos, quienes, a su
vez, tienen derecho, constitucional también, a recibirla con puntualidad (art. 20.1, d);
información que irá normalmente acompañada de aportaciones valorativas personales
por parte del comunicador, las cuales, pese a la dureza que en ocasiones revistan las
expresiones o calificativos utilizados al efecto, como suele corresponder a la emisión
de opiniones críticas desfavorables que versan sobre personajes y/o asuntos públicos,
serán de todo punto legítimas mientras no sean intrínsecamente vejatorias para ellos,
60
es decir, en tanto no resulten gratuitas, carentes de fundamento, innecesarias o
desproporcionadas respecto de las ideas o valoraciones que se tratan de defender.

La SAP de Castellón, de fecha 27 de octubre de 2007, en un supuesto similar al


que acabo de relatar, condenó al acusado como autor de un delito de injurias graves
con publicidad al declarar existente en el caso de autos una acción típica y
antijurídica, incompatible con la causa de justificación de ejercicio de ese derecho, ya
que en semejantes hipótesis se rebasan los límites a dicho ejercicio decayendo
automáticamente su legitimidad, como tampoco cabe invocar en ellos la exceptio
veritatis, dada la imposibilidad, antes alegada, de probar la verdad de los
pensamientos o juicios de valor.

En parecida línea se pronunció la SAP de Ávila de 10 de noviembre de 2004,


que calificó como frases formalmente injuriosas e insultantes, igualmente
constitutivas de un delito de injurias graves con publicidad, los epítetos que durante
más de seis meses escribiera el acusado en diversos carteles que iba colocando en la
fachada del despacho profesional del letrado querellante, en los que, entre otras
lindezas, lo llamaba "corrupto, ladrón y estafador", cuya profesión era de "muy baja
estima y consideración social", no mereciendo el "derecho a pisar un Palacio de
Justicia por su torticero quehacer profesional al defender a ladrones falsificadores".

En cambio, la SAP de Barcelona de 19 de mayo de 2006 ratificó la decisión


adoptada en su día por la sentencia de instancia, que absolvió a la acusada de injurias
atendiendo a la situación (contexto temporal coetáneo) de "enemistad sobrevenida"
que mantenía como cliente del querellante (su letrado), situación que la indujo a
pronunciar contra él unas palabras "impregnadas de la indignación que le producía lo
que ella consideraba una reclamación judicial indebida y vengativa por su parte",
pues, según la citada Audiencia, "una expresión oral o escrita puede ser más o menos
lesiva al honor de un tercero en función de la existencia previa de un enfrentamiento
visceral entre sujeto activo y pasivo, ya que la credibilidad que se le otorga a las
61
imputaciones es más dudosa y matizada en base a la concurrencia de tales
circunstancias", de tal forma que "el daño moral a la imagen personal y profesional
del abogado aparece en este caso muy limitado (por no decir inexistente) ante la
objetiva constatación de que ambas partes se encontraban inmersas en la mencionada
situación de enemistad".

La generalidad de la jurisprudencia emanada de los tribunales españoles,


aunque también la procedente de la jurisdicción supranacional, se encuentra plagada
de resoluciones que niegan carácter ofensivo o vejatorio para el honor de las personas
a la emisión de ciertas opiniones y calificativos vertidos en el contexto de la crítica o
la desaprobación gubernamental, política, institucional o sindical, pues en esos casos
debe primar la libertad de expresión y de prensa. Esta ha sido la interpretación
judicial mayoritariamente seguida por los órganos judiciales españoles desde que el
TEDH dictara su famosa Sentencia de 8 de julio de 1986, relativa al caso Lingens,
pasando por su no menos emblemática Sentencia de 23 de abril de 1992, concerniente
al caso "Castells".

Esta segunda resolución, que a su vez, traía causa de la STC de España, de


fecha 12 de julio de 1982, otorgó el amparo a dicho Senador frente a la negativa de la
Sala Segunda de nuestro TS a admitir a trámite su escrito de recusación contra varios
de sus Magistrados integrantes. Esa STEDH reconoció abiertamente que la libertad
de expresión es uno de los fundamentos esenciales de una sociedad democrática, así
como una condición primordial de su progreso, siendo particularmente preciosa para
un representante del pueblo, dada la necesidad de un control estricto de las injerencias
en la libre expresión de un parlamentario de la oposición, añadiendo que la libertad
de prensa proporciona a los ciudadanos uno de los mejores medios para conocer y
juzgar las ideas y actitudes de los titulares de los poderes públicos al otorgar a los
políticos la ocasión de reflejar y comentar los sucesos de esa índole; por ello --
concluyó--, los límites de la crítica admisible son más amplios tratándose del
Gobierno que de un simple particular, o, incluso, de un hombre político, ya que en

62
democracia las acciones y omisiones de aquél deben poderse controlar no solo por los
poderes legislativo y judicial sino también por la prensa y la opinión pública.

Un ámbito especialmente delicado en la práctica en el que la libertad de


expresión puede entrar en colisión con otros interese fundamentales, sobre todo
cuando ésta se ejerce por los medios de comunicación y, en particular, por la prensa
escrita, es el relativo a la sátira, relacionada con determinadas ideologías y creencias
religiosas. Tal fue el caso enjuiciado por la Sentencia de 22 de marzo de 2007,
dictada por la Sala 17 del Tribunal Correccional de París, traída ya a colación en otro
lugar de este trabajo por su interés y carácter emblemático, que absolvió del delito de
injurias, supuestamente cometidas contra un grupo de personas en base a dichas
creencias, al director de la Revista satírica y laica francesa, Charlie Hebdo, otorgando
de esta forma prioridad a la libre expresión periodística al haber publicado en ella
unas caricaturas de Mahoma.

El fallo decretó que las viñetas en cuestión no atacaban al Islam en general sino
tan sólo a sus miembros integristas, aparte de negar al director de la citada Revista, de
contenido y finalidad eminentemente sarcásticas, la concurrencia de voluntad alguna,
encaminada a ofenderles directa y gratuitamente, no habiendo, pues, sobrepasado la
referida publicación, según la mencionada Sentencia, los límites admisibles a dicha
libertad, que, en Francia, país laico, por lo demás, goza del rango de derecho
fundamental.

IX. GRAVEDAD DE LAS EXPRESIONES INJURIOSAS

El propio CP determina que solo se consideran delictivas las injurias que sean
tenidas en el concepto público por graves, atendiendo a su naturaleza, efectos y
circunstancias (art. 208.2 CP). La opinión jurisprudencial mayoritaria, a la hora de
63
resolver esa disyuntiva típica, o, lo que es lo mismo, de apreciar dicha gravedad en
las expresiones injuriosas proferidas, recurre igualmente a los criterios relativos al
contexto y circunstancias en los que éstas han sido pronunciadas. Así lo ha expresado
en términos genéricos, entre otras tantas, la SAP de Jaén de 30 de abril de 2008,
concretando, a su vez, el Auto de la AP de Toledo, de 8 de junio de 2005, que la
delimitación de ese elemento cuantitativo depende del criterio del juzgador en
atención al concepto público vigente, el cual, al propio tiempo, se corresponde con las
reglas del sentir social, según tiempo, ética y moral del momento, junto al ámbito de
las relación personal existente entre las partes; criterio éste, por cierto, que llevó a la
SAP de Madrid, de 17 de abril de 2008, a degradar a la categoría de mera falta del art.
620.2 CP las expresiones injuriosas que se lanzaron entre sí diversos miembros de
una misma familia, atendiendo, precisamente, a la relación existente entre ellos, que
impidió que los insultos intercambiados entre unos y otros ("puta", "zorra" e "hijos de
puta") no tuvieran mayor difusión al permanecer en el ámbito familiar.

La insistencia o reiteración con la que los calificativos o frases formalmente


injuriosas se hayan proferido constituyen también un elemento de valoración judicial
a efectos de calificarlos como gravemente insultantes. Así ocurrió en el caso de autos
enjuiciado por el JP Nº 6 de Madrid, que en su Sentencia de 11 de junio de 2008, ya
citada en este texto, condenó a un conocido periodista de este país por injurias graves
con publicidad en base a su incesante repetición de epítetos, innecesariamente
ofensivos y vejatorios, dirigidos contra la persona de un determinado alcalde,
aprovechando para ello su habitual participación en el programa radiofónico del que
era asiduo tertuliano.

De igual modo, los tribunales suelen atender en la práctica a la forma a través


de la que las injurias se hayan manifestado al exterior a efectos de calificarlas como
graves. Me refiero al hecho de que se acompañen o no del requisito legal de la
publicidad, ante todo porque aunque el propio art. 209 CP ya castiga como delictivas
las previamente catalogadas de graves, sin necesidad de que se acompañen de dicho

64
requisito publicitario, lo cierto es que las sanciona con una pena inferior --tres a siete
meses-- a la que les adjudica si, además de ello, se transmiten a través de alguno de
los procedimientos que refiere el art. 211 (imprenta, radiodifusión u otro medio de
eficacia similar) --multa de seis a catorce meses--.

Ello significa que, pese a que el recurso a la publicidad como mecanismo de


propagación de las injurias no sea un elemento típico del art. 208.2 de cara a afirmar
su gravedad, pues el CP no lo exige como tal, lo que significa que éstas pueden
cometerse y, en su caso, castigarse si se llevan a cabo con privacidad, cara a cara
entre el sujeto activo y el pasivo, sin otros testigos presenciales, o, por ejemplo, en la
intimidad del hogar, o mediante un escrito o carta, personalmente dirigidos a la
víctima, lo cierto es que, como sucede en el marco de las calumnias (art. 206 CP), la
mayor difusión frente a terceros, que caracteriza la utilización de algún medio de
comunicación de masas (prensa, radio, televisión o internet) o "de eficacia similar"
(carteles, panfletos, reunión concurrida, etc.), añade un plus de gravedad a las
expresiones proferidas a través de estos medios frente a las que se emiten en privado.

A dicho alcance difamatorio, por la forma de difusión, se ha referido en


multitud de ocasiones la jurisprudencia, cual fuera el caso de la SAP de Barcelona, de
13 de septiembre de 2001, que calificó como mera falta del art. 620.2 excluyendo,
pues, el delito del art. 208, los calificativos vejatorios publicados contra la víctima en
un diario municipal de escasa trascendencia pública; o, como declarara en sentido
contrario la SAP de Granada, de 9 de marzo de 2005, que condenó en cambio al
acusado por injurias graves con publicidad al ser estas dirigidas contra funcionario
público.

X. FORMAS DE APARICIÓN DEL DELITO

I. GRADO DE EJECUCIÓN

65
En estos supuestos en particular cabe en principio la tentativa, teóricamente al
menos, cuando, por ejemplo, se utiliza un periódico para publicar un artículo de
opinión, de contenido injurioso, pero dicha publicación no tiene finalmente lugar. En
los restantes casos, es decir, si las injurias consisten en proferir insultos, directamente
y de viva voz, lo normal es que la consumación coincida con el momento de su
emisión, siendo por ello prácticamente imposible apreciar en tales hipótesis dicho
grado imperfecto de comisión.

II. AUTORIA

De cometerse las injurias y calumnias a través de medios o soportes de difusión


mecánicos habrá que estar a lo dispuesto por el art. 30 CP sobre la responsabilidad
penal escalonada o en cascada, en cuya virtud, y ante todo, no responderán
criminalmente ni los cómplices ni quienes los hubieran favorecido personal o
realmente, debiendo seguirse a tales efectos el orden excluyente que señala dicho
precepto en sus diversos apartados: en primer lugar, responderán los redactores del
texto y sus inductores; en su defecto, lo harán los directores de la publicación o
programa en el que se difundan; y, de no ser tampoco ello factible, lo harán los
directores de la empresa editora, emisora o difusora, grabadora, reproductora e
impresora.

En este sentido se ha pronunciado la jurisprudencia en diversas ocasiones al


responsabilizar criminalmente al redactor de las noticias injuriosas publicadas en
determinados periódicos, eliminando de ella a su director; misma declaración,
plasmada en la referida SJP Nº 2 de Valencia, de fecha 3 de junio de 2009, que
condenó por sendos delitos continuados de calumnias e injurias al padre de una de las
jóvenes asesinadas en Alcásser y al presunto criminólogo que lo asesoraba en sus
múltiples apariciones televisivas en el programa emitido por el Canal 9 de la
Televisión Autonómica Valenciana, absolviendo en cambio de esos delitos en
66
concepto de inductores a la presentadora y director del citado programa, quienes, sin
embargo, sí tuvieron que responder en concepto de responsabilidad civil solidaria, tal
y como dispone el art. 212 CP respecto de la persona física o jurídica propietaria del
medio informativo a través del que las calumnias y/o injurias se hayan propagado.

XI. CIRCUNSTANCIAS MODIFICATIVAS DE LA


REPSONDABILIDAD CRIMINAL

El denominado ius retorquendi o derecho de retorsión, como respuesta


injuriosa del sujeto activo a quien previamente lo insultó, cuando el ataque verbal ya
ha cesado, no constituye una modalidad específica de legítima defensa, ni completa ni
incompleta, según opinión doctrinal y jurisprudencial mayoritarias, que
personalmente comparto, motivo por el que no puede tener eficacia justificante
alguna, pues en estos supuesto se encuentran ausentes los requisitos de actualidad e
inminencia respecto de la previa agresión ilegítima, es decir, de la previa provocación
que, se supone, precedió a la retorsión. Si podría en cambio recurrirse en tales casos a
la atenuante de arrebato u obcecación, en particular cuando se profieren injurias
imprecativas, cara a cara frente a la otra parte (momento de ofuscación), a diferencia
de lo que ocurre con las ilativas, caracterizadas por su emisión premeditada,
fríamente calculada y de mayor alcance a efectos de difusión, cual es el caso de las
que se realizan por escrito o a través de cualquier medio de comunicación.

También se ha entendido por algún autor que en estas hipótesis de injurias


cruzadas nuestro CP debería introducir un precepto similar al del texto punitivo
alemán (& 199 StGB), que permite prescindir de la pena, dada la reciprocidad de las
mismas.

XII. PENALIDAD
67
El art. 209 CP, al igual que señala el art. 206 para la calumnia, agrava la pena
de las injurias graves hechas con publicidad (art. 210 CP), en cuyo caso la sanción
establecida es la de multa de seis a catorce meses respecto a las que se profieran sin la
concurrencia de dicho elemento, conminando entonces dicho precepto con la
pecuniaria de tres a siete meses; agravación lógica, ya que el hecho de propagarlas a
través de cualquier medio de difusión de los que establece el art. 211 supone un
mayor desvalor de acción y una mayor probabilidad de lesión para el honor como
bien jurídico protegido en estos delitos, ya que el dato de que el sujeto recurra a ellos
a tales efectos evidencia un propósito y una decisión premeditada por su parte (p. ej.
caso de las denominadas injurias ilativas) para conseguir que las imputaciones y/o
expresiones plasmadas en ellos alcancen el mayor grado de trascendencia pública o
de posible conocimiento por una pluralidad de personas.

Por otra parte, cabe señalar que, aunque en muy raras ocasiones, la
jurisprudencia ha decretado aplicar al condenado por injurias alguna de las
prohibiciones previstas en el art. 48, vía art. 51.1 CP, junto a la pena correspondiente.
Como excepción, así lo hizo, por ejemplo, la SAP de Salamanca, de 24 de febrero de
2006, que dictó contra la acusada una orden de alejamiento de 200 metros respecto
del lugar en el que se encontraban el injuriado, su mujer e hijos, prohibiéndole, al
propio tiempo, que tuviera comunicación alguna con ellos.

XIII DISPOSICIONES GENERALES

Se concretan en los artículos 211 al 216, en los que el Código agrupa una serie
de normas que son de aplicación tanto a las injurias como a las calumnias.
Distinguiendo:

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a) Publicidad. A tenor del artículo 211 que "la calumnia y la injuria se
reputarán hechas con publicidad cuando se propaguen por medio de la imprenta, la
radiodifusión o por cualquier otro medio de eficacia semejante".

b) Responsabilidad civil. El artículo 212 dispone que "en los casos a los que se
refiere el artículo anterior, será responsable civil solidaria la persona física o jurídica
propietaria del medio informativo a través del cual se haya propagado la calumnia o
injuria".

c) Por precio, recompensa o promesa. Conforme al artículo 213 "si la calumnia


o injuria fueren cometidas mediante precio, recompensa o promesa, los Tribunales
impondrán, además de las penas señaladas para los delitos de que se trate, la de
inhabilitación especial prevista en los artículos 42 ó 45 del presente Código, por
tiempo de seis meses a dos años".

d) La retractación. Establece el artículo 214 que "si el acusado de calumnia o


injuria reconociere ante la autoridad judicial la falsedad o falta de certeza de las
imputaciones y se retractare de ellas, el Juez o Tribunal impondrá la pena
inmediatamente inferior en grado y podrá dejar de imponer la pena de inhabilitación
que establece el artículo anterior.

El Juez o Tribunal ante quien se produjera el reconocimiento ordenará que se


entregue testimonio de retractación al ofendido y, si éste lo solicita, ordenará su
publicación en el mismo medio en que se vertió la calumnia o injuria, en espacio
idéntico o similar a aquél en que se produjo su difusión y dentro del plazo que señale
el Juez o Tribunal sentenciador".

e) Condiciones de perseguibilidad. Dispone el artículo 215 que:

69
"1. Nadie será penado por calumnia o injuria sino en virtud de querella de la
persona ofendida por el delito o de su representante legal. Se procederá de oficio
cuando la ofensa se dirija contra funcionario público, autoridad o agente de la misma
sobre hechos concernientes al ejercicio de sus cargos.

2. Nadie podrá deducir acción de calumnia o injuria vertida en juicio sin previa
licencia del Juez o Tribunal que de él conociere o hubiere conocido.

3. El culpable de calumnia o injuria quedará exento de responsabilidad criminal


mediante el perdón de la persona ofendida por el delito o de su representante legal,
sin perjuicio de lo dispuesto en el segundo párrafo del número 4 del artículo 130 de
este Código".

XIV. LA REPARACIÓN DEL DAÑO

Establece el artículo 216 que "en los delitos de calumnia o injuria se considera
que la reparación del daño comprende también la publicación o divulgación de la
sentencia condenatoria, a costa del condenado por tales delitos, en el tiempo y forma
que el Juez o Tribunal consideren más adecuado a tal fin, oídas las dos partes".

Puesto que la valoración de los daños morales ocasionados mediante la


comisión de los delitos de calumnia e injuria en orden a la cuantificación del
resarcimiento económico no puede obtenerse de una manera objetiva, la
jurisprudencia de los tribunales ha determinado su alcance atendiendo para ello a las
circunstancias concurrentes en cada caso concreto y, fundamentalmente,
considerando el grado de difusión que una y otra infracción hayan tenido, según el
medio elegido para verterlas, pues parece obvio que una mayor repercusión pública
de las mismas supone un daño moral más intenso para el perjudicado debiendo ser en
consecuencia la cantidad fijada en concepto de resarcimiento superior también. No
70
obstante, y en palabras de la SAP de Álava, de fecha 16 de abril de 2004, el
"quantum" indemnizatorio tiene necesariamente que atemperarse, ya que, no en vano,
se trata de un resarcimiento en vía penal, dirigido a evitar que la indemnización civil
revista cualquier finalidad sancionatoria al margen de lo previsto en los respectivos
tipos, evitando con ello vulnerar el principio non bis in ídem.

La jurisprudencia suele concretar la cantidad a satisfacer en concepto de


indemnización atendiendo al criterio de la publicidad o mayor propagación de la
imputación delictiva realizada; criterio éste expresamente esgrimido por la SAP de
Las Palmas, de 29 de junio de 2002, que posteriormente hizo suyo la SAP de
Barcelona, de 10 de mayo de 2007, al cifrar dicha cantidad en 12.000 euros, dada la
gran repercusión pública que en el caso de autos tuvieron los hechos calumniosos,
según esta segunda resolución, si bien la mencionada cantidad se consideró excesiva
por la SAP de Álava, en atención a los usos habitualmente practicados por las
Audiencias en casos de comisión de estos delitos a través de algún medio de
publicidad, considerando por ello más ajustada la cifra de 3.000 euros como
reparación económica del daño moral ocasionado.

En lo que hace a las injurias, la doctrina jurisprudencial suele ser unánime a la


hora de adoptar los criterios de valoración a los que recurrir a efectos de determinar la
cuantía indemnizatoria por el daño moral causado, los cuales, en general, vienen a ser
los mismos que acostumbra a utilizar a tales efectos en el ámbito de la calumnia: me
refiero, en concreto, a las circunstancias objetivas y subjetivas concurrentes en el caso
enjuiciado (circunstancialidad y contexto), cuya constatación determinará la
elevación o rebaja del "quantum" de la misma. De este modo, siguiendo las pautas
marcadas por la SAP de Jaén, de 30 de abril de 2008, dicho "quantum" se incrementa
cuando se trate de injurias consistentes en la imputación de hechos no contrastados,
es decir, graves, realizadas de forma reiterada, contra una o varias personas, por
escrito, o con evidente difusión pública, y estando, además, presente el dolo

71
específico o especial ánimo de injuriar, pues la constancia de este elemento subjetivo
del injusto constituye un plus de gravedad añadida, según dicha sentencia.

La SJP Nº 6 de Valencia, ya citada con anterioridad en este texto por su


indudable interés judicial, es, probablemente, la que ha fijado en la última década
mayor cuantía indemnizatoria en concepto de daños morales causados a víctimas de
delitos contra el honor, habiéndola cifrado en 30.000 euros, correspondientes a cada
uno de los perjudicados por las injurias vertidas contra ellos, y en 40.000 por las
calumnias que les fueron igualmente proferidas, en la medida en que, aparte de ser
dos los condenados en el caso de autos (el padre de una de las jóvenes asesinadas en
Alcásser y el supuesto criminólogo que lo asesoraba en sus intervenciones
televisivas), ambos lo fueron, respectivamente, por los delitos citados, que se
calificaron como continuados al ser proferidas las imputaciones e insultos de manera
reiterada en un medio público de gran repercusión social (un programa del Canal 9 de
la Televisión Autonómica Valenciana), y ser, además, dirigidas contra diferentes
personas (y Fiscal Jefe de dicha Comunidad, forenses y guardias civiles, implicados
en su día en la investigación del crimen de las mencionadas jóvenes).

También en 30.000 euros cifró la SJP Nº 8 de Madrid, de fecha 25 de abril de


2011, la indemnización que debían satisfacer solidariamente TVE y Telecinco al
médico, director de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Severo Ochoa de
Madrid, por admitir en sus respectivos programas televisivos ("59 segundos" y "La
noria") las graves acusaciones injuriosas que le profirió un ex portavoz del PP. A su
vez, la SAP de Madrid, de 20 de septiembre de 2007, rebajó a 10.000 euros la
indemnización por daños morales causados a la víctima como consecuencia de la
comisión de tres delitos de injurias con publicidad.

72
XV. LA EXCEPTIO VERITATIS

El estricto tenor literal del art. 210 CP limita el juego de la exceptio veritatis en
el ámbito de las injurias a dos únicos supuestos: la prueba de la verdad de las
imputaciones dirigidas contra funcionarios públicos por hechos concernientes al
ejercicio de sus cargos, así como por las faltas administrativas cometidas por ellos.
En mi opinión, esta limitación legal es improcedente por discriminatoria frente al
amplio margen de juego que dicha figura desempeña en el marco de la primera de
esas infracciones, pues, como es sabido, según el art. 207 CP, cualquier persona, en
general, puede quedar exenta de pena si prueba la verdad del hecho calumnioso
imputado; discriminación que se acrecienta si se parte de la incuestionable premisa de
que el concepto de honor real o merecido debe ser el mismo en ambos delitos y de
que la falsedad objetiva debería operar como elemento de sus respectivos tipos
penales.

A continuación examinamos si la veracidad de la imputación que se estima


injuriosa excluye la responsabilidad del presunto injuriante. Para ello debemos
distinguir dos situaciones:

Cuando la injuria se dirige a particulares; Como regla general, en este caso no


es aplicable la exceptio veritatis. Ya que la veracidad o falsedad de lo imputado
carecerá de relevancia en orden a configurar el tipo de injusto de algunas modalidades
de injurias incluidas en dicho precepto. Así ocurre respecto de imputaciones de hechos
o juicios de valor despectivos que lesionan la dignidad intrínseca de la persona (la
autoestima u honor interno) bien porque lo imputado, al constituir un juicio de valor de

carácter despectivo, no es susceptible de prueba, bien porque, con independencia de la


veracidad o no de lo imputado, se lesiona dicha dignidad intrínseca de la persona (por
ejemplo, injurias reales)". Entendemos por injurias reales, el resaltar con menosprecio
los defectos físicos de una persona -que realmente existen- o humillarla por su raza,

73
sexo o religión, con manifiesto desprecio a la dignidad de las personas, no siendo
relevante, en este caso, la veracidad de los defectos físicos o la condición del agraviado.

Cuando la injuria se dirige contra funcionarios públicos sobre hechos (y no a


juicios de valor) concernientes al ejercicio de sus cargos o referidos a la comisión de
faltas penales o de infracciones administrativas (art. 210 CP); En estos casos, el acusado
será absuelto si puede probar la veracidad de las imputaciones. Es el Estado el que tiene
interés en clarificar la participación de su funcionario en los hechos imputados". "Se
dice que en estas ocasiones en que las imputaciones afectan de uno u otro modo al buen
funcionamiento de la función pública, el Estado tiene un interés primordial en que sean
comprobadas o, por el contrario, desmentidas. De tal modo que la posible lesión del
bien jurídico honor del funcionario que la imputación pudiera conllevar, con
independencia de su falsedad o veracidad (en consideración a una pretendida defensa
del honor aparente recogida en nuestro texto legal), cede en el ámbito de la antijuricidad
ante el interés preponderante del Estado en desvelar cualquier tipo de anomalía referente
al funcionamiento de la Administración Pública".

XVI. ASPECTOS PROCESALES

La incidencia la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de Protección Civil del


Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia Imagen en la
regulación mencionada anteriormente por el Código Penal sobre los delitos contra el
honor, implicó la concesión a los perjudicados por intromisiones legitimas en su honor
que pudieran ser constitutivas de calumnia injuria de la facultad de elegir entre la vía
penal o civil.

74
Así el artículo 1.2 de Ley Orgánica 1/1982, dispone que el “carácter delictivo de
la intromisión no impedirá el recurso al procedimiento de tutela judicial previsto en el
artículo 9 de esta Ley". La jurisprudencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo ha
admitido el alcance del posible ejercicio de esta doble vía, reconociendo que la acción
civil no estaba condicionada a la acción penal cuando se trataba de delitos privados,
haciéndose especial mención del párrafo segundo del artículo 112 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, en el que se expresa que "si se ejercita sólo la civil que nace
de un delito de los que no pueden perseguirse sino en virtud de querella particular, se
considerará desde luego extinguida la acción penal".

Hay que realizar una primera aproximación mostrando las diferentes


modalidades de calumnia e injuria dentro del CP, que resumidamente pueden agruparse
en razón de su trascendencia penal según se trate de injurias graves, constitutivas de
delito e injurias leves, constitutivas de falta, que requieren para su persecución la
denuncia de la persona agraviada o de su representante legal. De otra parte deben
diferenciarse en razón del sujeto pasivo del delito, según se dirijan contra Instituciones
Públicas, autoridades y funcionarios en el ejercicio de su cargo, o se profieran contra
particulares.

1. Un primer grupo de injurias y calumnias estaría constituido por las que se


viertan contra el Rey, algunas personas de la familia real y determinada Instituciones
Públicas y funcionarios o autoridades:

A) En el art. 490.3 CP, se regulan las injurias y calumnias que se profieran


contra el Rey, ascendientes, descendientes, Reina consorte, al consorte de la Reina, al
regente o algún miembro de la regencia o al príncipe heredero de la corona en el
ejercicio de sus funciones o con motivo u ocasión de éstas.

El art. 491.1, en referencia a las mismas personas que el anterior, tipifica la


calumnia e injuria cuando no se vierte en el ejercicio de sus funciones o con motivo u
ocasión de éstas.

75
El art. 496 CP se refiere a las injurias contra las Cortes Generales o una
Asamblea Legislativa de Comunidad Autónoma hallándose en sesión, o contra alguna
de sus Comisiones en los actos públicos en que las representen.

En el art. 504 CP se regulan las calumnias e injurias vertidas contra el Gobierno


de la Nación, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el
Tribunal Supremo, Consejo de Gobierno y Tribunal Superior de Justicia de una
Comunidad Autónoma.

Finalmente, el art. 505 CP se refiere a las proferidas contra los Ejércitos, Clases
o Cuerpos y Fuerzas de seguridad.

Estas injurias y calumnias pueden ser perseguidas de oficio, sin que les sea de
aplicación las particularidades procedimentales establecidas en la LECRIM No
obstante, a las calumnias cometidas en los supuestos de los arts. 496, 504 y 505 del CP
les serán de aplicación lo prevenido con carácter general en el art. 207, eximiéndose de
toda pena el autor de las mismas si prueba el hecho criminal que hubiere imputado.

B) Junto con estos supuestos, el CP considera especialmente las calumnias o


injurias dirigidas contra funcionario público, Autoridad o agente de la misma sobre
hechos concernientes al ejercicio de sus cargos, delitos que pueden perseguirse con la
sola denuncia (art. 215.1 CP), y respecto de los que no rigen las especialidades
procedimentales de la LECRIM.

En todo caso, les sería de aplicación lo previsto en el art. 210 CP, es decir, se
eximirá de responsabilidad probando la verdad de las imputaciones («exceptio
veritatis»), en el caso de injurias, así como lo dispuesto para las calumnias en el art.
207, que exime de toda pena al que las profiera probando el hecho criminal que hubiere
imputado.

2. Un segundo grupo lo constituirían las injurias o calumnias que se viertan


contra particulares, que a su vez pueden proferirse con publicidad, entendiéndose por
tales cuando se propagan por medio de la imprenta, radiodifusión o por cualquier otro

76
medio de eficacia semejante (art. 211 CP), o sin ella, cuando no se da tal propagación. A
su vez, estas injurias o calumnias contra particulares pueden ser tanto verbales como
escritas, y es preciso también tener presentes, por las especificidades en su persecución,
las injurias o calumnias vertidas en juicio.

Aplicación de las especialidades procedimentales de la LECRIM

Las especialidades en la tramitación del procedimiento para perseguir las


calumnias e injurias contenidas en la LECRIM consisten en la exigencia de
determinados requisitos o en la práctica de ciertas diligencias adecuadas a las
modalidades de tales conductas delictivas. Básicamente consisten en;

La exigencia de querella.

El cumplimiento de determinados requisitos de admisibilidad de la querella,


como el acto de conciliación o la licencia del juez o tribunal.

Ciertas limitaciones probatorias.

La simplificación del procedimiento en los delitos de injurias o calumnias por


escrito.

La celebración de una vista en las proferidas de palabra.

Estas especialidades en el procedimiento se aplican exclusivamente en la


persecución de las calumnias o injurias proferidas contra particulares reguladas en los
arts. 205 a 216 del CP, y están motivadas por la consideración de tales delitos como
delitos privados. Se entiende que en estos casos, sólo en ellos, la comisión del delito no
afecta al interés público o social, sino única y exclusivamente al particular ofendido; por
eso no pueden perseguirse de oficio ni siquiera mediando una denuncia del agraviado,
sino que se exige la persecución iniciada por éste, constituyéndose en parte procesal
mediante la oportuna querella, y su intervención activa instando el curso de las
actuaciones.
77
La conveniencia de no dar publicidad a las manifestaciones que constituyen, o a
los hechos a que se refieran las calumnias o injurias sin la expresa y manifiesta voluntad
del injuriado o calumniado, así como la diversidad de modalidades de ejecución, con
evidente repercusión en la prueba de los hechos, llevaron al legislador a considerar que
para la persecución de un delito de esta clase el sumario debía instruirse de un modo
especial, y que, según los casos, se habían de practicar determinadas diligencias o hacer
constar determinados hechos, para que pudiera tener debida eficacia la acción
ejercitada.

De este modo se regula un procedimiento breve que, según la LECRIM, se


tramitará con carácter de urgencia y que, debido a la exigencia de determinados
requisitos, tendrá una mayor concreción desde su inicio.

No obstante, junto a la protección penal, es de hacer notar que los mismos


bienes jurídicos que se protegen en los delitos de injuria y calumnia pueden ser
amparados por otras vías, en la medida en que representan derechos fundamentales, así
como, de modo específico, a través de la protección del honor, de la intimidad personal
y familiar y de la propia imagen (Ley 1/1982, de 5 de mayo), en donde se dispone que
cuando la intromisión sea constitutiva de delito se estará a lo dispuesto en el CP, no
obstante serán de aplicables los criterios que esta ley establece para la determinación de
la responsabilidad civil derivada del delito (art. 1.2).

XVII. EL ACTO DE CONCILIACIÓN

El art. 804 LECRIM exige la presentación, junto con la querella, de la


certificación de haber celebrado el querellante acto de conciliación con el querellado, o
de haberlo intentado sin efecto. En el mismo sentido el art. 278 de la LECRIM exige la
presentación de la mencionada certificación, salvo la práctica de diligencias urgentes.

78
Esta exigencia, que supone un presupuesto de perseguibilidad, tiene su razón de
ser en el evidente propósito del legislador de evitar en todo lo posible la incoación y
substanciación de procesos por los delitos de injuria o calumnia, en razón de que con
ellos no se lesiona el interés público, sino únicamente el del particular ofendido, y en la
mayor parte de los casos obedece tanto la comisión del delito como el intento de
persecución de la conducta a movimientos o estados pasionales mudables, de los que
más adelante suelen arrepentirse los que cedieron a sus repentinos y vehementes. El acto
de conciliación es una condición de lícita procedibilidad que el Estado establece como
un medio de evitar o limitar el número de procesos, porque es más conveniente, dice el
referido autor, resolver el conflicto por un acuerdo de las partes, voluntariamente
aceptado, que la solución la otorgue un tercero, aunque éste sea un órgano jurisdiccional
revestido de todas las garantías.

El acto de conciliación se ha de realizar conforme se dispone en los arts. 460 y


siguientes de la LEC, comenzando por la presentación de una papeleta de conciliación
ante el juez de Paz o de Primera Instancia del domicilio del demandado, expresando los
nombres, profesión y domicilio de demandado y demandante y la pretensión que se
deduzca y la fecha. A continuación se citará a las partes de comparecencia, en la
comenzará el demandante exponiendo su reclamación y manifestando los fundamentos
en que la apoye. Contestará el demando lo que crea conveniente, y podrá también
exhibir cualquier documentación en que funde sus excepciones. Si no hubiera avenencia
entre ellos, el Juez procurará avenirlos; si no pudiere conseguirlo se dará el acto por
terminado sin efecto. De todo ello se extenderá la oportuna acta.

Los delitos de calumnia e injurias, a tenor de lo dispuesto en el art. 131.1 del CP,
prescriben al año, que se empezará a contar desde el día en que se haya cometido la
infracción. Se entiende cometido el delito, cuando la calumnia o injuria se emiten por
escrito, desde que la noticia se publica (STS de 18 de marzo de 1992 [RJA 2368]) o
llega a su destinatario (STS de 23 de mayo de 1989 [RJA 4241]) y, para el supuesto de
que se trate de delito continuado y permanente, desde el día en que se realizó la última
infracción, y desde que se eliminó la situación ilícita (art. 132 CP).

79
STS de 18 de marzo de 1992. Es evidente que está excluido del concepto legal
de calumnia la imputación de un delito de violación que no es de los que dan lugar a
procedimiento de oficio (artículo 458.1º del Código Penal) y que exige previa denuncia
de la persona agraviada o demás personas legitimadas para ello (artículo 443 del Código
Penal). Ciñéndonos ahora a la falsa imputación de un delito de amenazas constitutiva de
calumnia, lo primero que se exige como elemento objetivo del tipo es la imputación de
un delito. Por ello la jurisprudencia ha venido insistiendo en que no lo es la imputación
sin contenido delictivo, ni las imputaciones meramente genéricas (sentencias 19
diciembre 1983, 8 marzo 1984, 17 noviembre 1987 y otras muchas). Examinando el
artículo o entrevista en que se basa la querella, notamos en primer lugar, que en ella se
habla de un grupo de árabes sirios que tienen atemorizada a determinada zona de
Marbella, en la que está ubicado un restaurante propiedad de la querellada, a la que se
vienen dirigiendo insultos y amenazas para que abandone el negocio del cual vive.
Dentro de este grupo aparece como "presunto implicado" el querellante Benedicto, pero
sin imputarle directamente la comisión de determinados delitos y concretamente en
cuanto a las amenazas, no se especifican los actos perpetrados por dicho querellante. Y
respecto al otro querellante Rodrigo tampoco se le atribuyen actos de amenazas
concretas a fin de poder determinar su trascendencia delictiva. Ante tales antecedentes
fácticos extraídos del propio escrito publicado, solo cabría estimar las amenazas e
insultos de autos como una falta. Confirma esta tesis el hecho, también aducido por la
querellada en la entrevista, que denunciados hechos semejantes cometidos con
anterioridad al de autos, las actuaciones que se produjeron fueron pasadas por el Juez de
Instrucción al de Distrito como constitutivos de simple falta. Por lo que se refiere al otro
delito que se dice falsamente imputado por la querellada a los querellantes: la tentativa
de violación, ya hemos adelantado que había transcurrido el plazo de prescripción de
seis meses para ser perseguido, plazo computado desde el momento de la publicación de
la entrevista (10 julio 1989) al de interposición de la querella (18 octubre 1989), a tenor
de los artículos 112.6º, 113 y 114 del Código Penal. Consecuentemente, el auto de
sobreseimiento libre, basado en los citados argumentos queda indemne por este primer
motivo que debe ser desestimado. Afirma que, como aquí sucede, el acto de
conciliación no es preceptivo según el artículo 4 de la Ley 62/78 de 26 de diciembre
dada para delitos cometidos por medios de publicación mecánicos. En todo caso, aún
80
admitido que fuera necesario el acto de conciliación para interrumpir la prescripción, es
doctrina admitida con base en los artículos 1947 del Código Civil y 479 de la Ley Civil
aplicables supletoriamente al campo penal en esta materia, que si transcurren dos meses
a contar del acto de conciliación sin que se interponga la querella, no podrá ésta
producir el efecto interruptivo de la prescripción (sentencia 25 mayo 1977). Por lo
demás, la actual interpretación estrictamente penalista y de derecho sustantivo de la
prescripción, trata de emanciparla de criterios privatistas, de moto que siendo la
prescripción una causa extintiva de la responsabilidad, a los términos de la regulación
penal hemos de atenernos y si el artículo 114 del Código Penal dice que la prescripción
se interrumpirá desde que el procedimiento se dirija contra el culpable, el acto de
conciliación, si bien necesario para presentar la querella por calumnia o injuria (artículo
804 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal), se muestra ajeno al inicio del procedimiento
contra el culpable. Finalmente, en toda esta materia, es norma interpretativa consolidada
por la doctrina del Tribunal Constitucional y de esta Sala que debe actuarse con criterios
pro reo (sentencias 157/90, de 18 octubre del Tribunal Constitucional y 6 abril 1990 del
Tribunal Supremo entre otras).

STS de 23 de mayo de 1989. Así como el delito de injurias se estructura en


nuestro texto legal punitivo, con un matiz predominantemente subjetivo, como se
deduce de los términos "deshonra, descrédito o menosprecio de otras personas”, el
delito de calumnia tiene un marcado carácter objetivo, en cuanto que la esencia del
mismo, se halla constituido por la falsa imputación de un delito perseguible de oficio,
por el difamador y atribuido por éste, con intención dolosa al ofendido, quién, si el
hecho imputado fuera verdadero, podría ser perseguido por la acción pública o de
oficio. Respecto a la concurrencia del dolo, en la doctrina científica, se ha discutido si
basta el dolo genérico, o si es preciso además que concurra el específico de difamar, "
ánimus difamandi", o intención difamatoria, deducida no solamente del propio
contenido de la imputación falsaria, sino de la forma en que se realiza, y que es acogida
por la jurisprudencia de esta Sala, -cfr. Sentencias 30 Enero, 19 Abril y 24 Diciembre
1986, 4 Julio y 4 Octubre 1988-. El Tribunal Constitucional tiene declarado que aunque
los derechos y libertades fundamentales no son absolutos, sino que tienen límite como
81
acontece respecto a la libertad de expresión con lo dispuesto en el número 4º del
artículo 20 de la Constitución Española, debe tenerse en cuenta que tanto las normas de
libertad como las limitadoras, se generan en un único ordenamiento inspirado en los
mismos principios, de manera que se produce en régimen de concurrencia y no de
exclusión, de tal modo que, tanto unas como otras, vienen a ser vinculantes y actúan
recíprocamente, por lo que los límites a los derechos fundamentales han de ser
interpretados restrictivamente, y en el sentido más favorable a tales derechos, y cuando
entran en conflicto, las restricciones que del mismo pudieran derivarse, deben ser
interpretadas, de modo que el contenido fundamental del derecho de libertad de
expresión, no resulte, dada su jerarquía institucional, incorrectamente relativizado, cosa
que no ocurre en el caso de autos, puesto que el procesado pudo utilizar, e incluso tenía
la obligación de emplear, otros cauces legales, y no imputar, falsamente, la comisión de
un delito de falsedad, al hablar de " manipulación con el fin de desacreditar a la Rectora
y a su Presidente", el procesado, con un claro propósito difamatorio, lo que plasmó en la
propuesta de acuerdo de sanción de expulsión de la esposa del ofendido, socio de la
Cooperativa Vinícola Chivana, pues no puede ser un expediente instruido a un miembro
de una Cooperativa, medio impune para verter frases claramente calumniosas.

Como ha expuesto con reiteración la doctrina de esta Sala, -cfr. Sentencias 5


Febrero, 20 Julio 1988-, para la existencia del delito de injurias, se requiere la
concurrencia de dos elementos fundamentales, uno, objetivo, constituido por actos o
expresiones que tengan la suficiente potencia ofensiva para agraviar la honra y crédito
de la persona ofendida, y otro de carácter subjetivo, integrado por la intención dolosa
específica de causar con ellas un ataque a la dignidad ajena, es el elemento subjetivo del
injusto, o ánimus injuriandi, cuya concurrencia ha de deducirse de una serie de
circunstancias que afectan a tiempo, lugar, y modo, pero entre las que destacan el
sentido y significación de las frases, al menos, mientras que las restantes condiciones no
pasen a un primer plano, en detrimento del mencionado tenor literal de las expresiones -
cfr. Sentencias T. Supremo 17 Noviembre 1986-. Y ha de apreciarse, el propósito de
desprestigio, cuando la injuria se sobreentiende de la propia lectura y se transparenta de
forma meridiana de ella, lo que suele ocurrir en los escritos, que siendo fruto de mayor
82
deliberación, suponen un ánimo definido de agraviar, correspondiendo al presunto
ofensor que el móvil impulsor fue otro distinto, -cfr. Sentencia 22 Mayo y 3 Julio 1986-
.Es evidente que el expresar en la propuesta de sanción, que la conducta observada por
la expedientada, " supone una falta de rectitud de ánimo y hombría de bien y de
honradez" y " olvido de las normas de decoro personal e infracción de las reglas éticas
que impone a los asociados los estatutos de la cooperativa”, son frases con un contenido
injurioso, efectuadas en el propósito de desacreditar a la perjudicada, por lo que, la
desestimación del motivo, deviene necesariamente.

XVIII. LEGITIMACION

La remisión que se hace al Código Penal por parte de las normas que regulan el
procedimiento por los delitos de calumnia e injuria contra particulares, vuelve a
aparecer en lo que se refiere a la legitimación activa. En efecto, el art. 104 de la
LECRIM dispone que:

Las acciones penales que nacen de los delitos de estupro, calumnia e injuria,
tampoco podrán ser ejercitadas por otras personas, ni en manera distinta que las
prescritas en los respectivos artículos del Código Penal.

Por este motivo habrá que acudir al CP, cuyo art. 215 dispone que:

Nadie será penado por calumnia e injuria, sino en virtud de querella de la


persona ofendida por el delito o de su representante legal.

La exigencia de la querella privada, la conversión de estas conductas en delitos


perseguibles únicamente a instancia de parte, viene dada por el carácter privado de los
referidos delitos. Así las cosas, el requisito solamente decae en los supuestos de injurias
o calumnias vertidas contra el Rey, algunos miembros de la familia real o Instituciones
Públicas, que se consideran delitos públicos, o bien contra autoridades, funcionarios o
agentes, sobre hechos concernientes al ejercicio de sus cargos, para cuya persecución

83
basta con la denuncia de los hechos; en ambos casos no será precisa, pues, la
presentación de querella.

El ofendido

Corresponde exclusivamente al ofendido o a su representante legal la


legitimación activa para instar la persecución de los delitos de injuria o calumnia contra
particulares, con independencia del medio en que se haya vertido y de la publicidad que
haya podido merecer, así como para la persecución de las injurias o calumnias que se
viertan contra funcionarios, autoridades o agentes por hechos ajenos al ejercicio de sus
cargos, (art. 215.1 CP).

Por consecuencia de la consideración de privados, pueden querellarse por los


delitos a los que nos estamos refiriendo los extranjeros (art. 270.2 LECRIM), prestando
en su caso la fianza requerida por el art. 280 de la LECRIM.

A la vista de la nueva regulación, ha desaparecido la legitimación que el anterior


CP confería al heredero y, por sustitución, a los ascendientes, descendientes, cónyuge y
hermanos del agraviado difunto; el art. 466 del CP ya derogado disponía que «podrán
ejecutar la acción de calumnia o injuria los ascendientes, descendientes, cónyuge y
hermanos del agraviado difunto, siempre que la calumnia o injuria trascendiere a ellos,
y en todo caso el heredero».

Consiguientemente, el CP de 1995 y la regulación de la propia LECRIM


remarcan claramente el carácter privado de las injurias o calumnias contra particulares;
no cabe desde luego la acción popular, ni tampoco puede instar el curso del
procedimiento el Ministerio Fiscal. El art. 215 CP del vigente CP ha superado, en
efecto, algunos de los problemas que la anterior regulación generaba, que venían dados
por las distintas regulaciones existentes, sobre todo por lo que hacía a las legitimaciones

84
de los ascendientes, descendientes, cónyuge y hermanos del agraviado difunto, siempre
que la calumnia o injuria trascendiera a ellos, y del heredero.

Se ha suprimido ahora esta legitimación, y de ella únicamente dispone el


ofendido o su representante legal. Para el supuesto de que la ofensa no venga referida
solamente a una persona, sino que se extienda también a alguno de los parientes que
señalaba el precepto derogado, la legitimación se les otorga no por ser parientes sino por
ser ofendidos.

En todo caso, los parientes se encuentran legitimados para acudir a la vía civil,
por el procedimiento regulado por la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de protección
civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, cuyo
art. 4 dispone que:

1. El ejercicio de las acciones de protección civil del honor, la intimidad o la


imagen de una persona fallecida corresponde a quien ésta haya designado a tal efecto en
su testamento. La designación puede recaer en una persona jurídica. 2. No existiendo
designación o habiendo fallecido la persona designada, estarán legitimados para recabar
la protección el cónyuge, los descendientes, ascendientes y hermanos de la persona
afectada que viviesen al tiempo de su fallecimiento.

A falta de todos ellos se legitima al Ministerio Fiscal, siempre que no hubieran


transcurrido más de 80 años desde el fallecimiento del afectado.

En todo caso, se debe señalar ya que para el supuesto de que el agraviado acuda
al procedimiento civil, abandonando el penal, se considera extinguida la acción penal,
impidiéndose un planteamiento tardío o posterior de la querella. A este respecto dispone
el art. 112.2 de la LECRIM que:

Si se ejercitase sólo la civil que nace de un delito de los que no puede


perseguirse sino en virtud de querella particular, se considerará extinguida desde luego
la acción penal.

Las personas jurídicas


85
En cuanto a la legitimación activa de las personas jurídicas, existe y ha existido
una polémica que se fundamenta en discernir si las personas jurídicas pueden ser sujetos
pasivos del delito de injurias y calumnias, y pueden ser titulares del derecho al honor,
polémica que han abordado tanto la jurisprudencia como la doctrina, especialmente la
penal.

La jurisprudencia del Tribunal Constitucional se ha pronunciado en varias


ocasiones sobre esta cuestión, manteniendo que las personas jurídicas pueden ser
efectivamente titulares del derecho al honor, doctrina del intérprete supremo de la CE
que puede considerarse como consolidada.

En el contexto de estos asuntos de relevancia pública, es preciso tener presente


que el derecho al honor tiene en nuestra Constitución un significado personalista, en el
sentido de que el honor es un valor referible a personas individualmente consideradas,
lo cual hace inadecuado hablar de honor de las instituciones públicas o de clases
determinadas del Estado, respecto de las cuales es más correcto, desde el punto de vista
constitucional, emplear los términos de dignidad, prestigio y autoridad moral, que son
valores que merecen la protección penal que les dispense el legislador, pero que no son
exactamente identificables con el honor, consagrado en la Constitución como derecho
fundamental, y, por ello, en su ponderación frente a la libertad de expresión debe
asignárseles un nivel más débil de protección del que corresponde atribuir al derecho al
honor de las personas públicas o de relevancia pública.

No debería haber sido ajeno (se refiere a la sentencia dictada por el TS) a la
correcta ponderación constitucional de los derechos y valores en conflicto el hecho de
que las expresiones vertidas por el recurrente no tuvieron como destinatarios a personas
concretas, cuyo derecho al honor se hubiera así visto lesionado, sino que fueron
dirigidas de manera impersonal e indeterminada contra la conducta de algunos
miembros del Arma de Caballería y ni siquiera por el mero hecho de serlo, pues no lo

86
identifica en absoluto con ella, toda vez que en el citado artículo se alaba y defiende a
otro miembro de dicha arma.

La STS (1.ª) de 24 de octubre de 1988, en referencia a la «Asociación


Confederada Española de Controladores Aéreos», recoge la doctrina de la STC 107/88,
considerando que el honor es un «concepto de significado personalista». Coinciden con
ésta las SSTS (1.ª) de 9 de febrero de 1989 y 5 de octubre de 1989, esta última relativa
al Partido Socialista Obrero Español.

En todo caso, la jurisprudencia del TC entiende que respecto de las personas


jurídicas es más correcto emplear los términos de dignidad, prestigio y autoridad moral,
valores éstos que merecen la protección penal.

El derecho al honor tiene en nuestra Constitución un significado personalista, en


el sentido de que el honor es valor referible a personas individualmente consideradas, lo
cual hace inadecuado hablar del honor de las instituciones públicas o de clases
determinadas del Estado respecto de las cuales, y sin negar que en algunos casos puedan
ser titulares del derecho al honor (y así lo ha reconocido el TEDH, por ejemplo, con
respecto al «Poder Judicial»: asunto Barfod, S. 22 de febrero de 1989), es más correcto
desde el punto de vista constitucional emplear los términos de dignidad, prestigio y
autoridad moral, que son valores que merecen la protección penal que les dispense el
legislador, pero en su ponderación frente a la libertad de expresión debe asignárseles un
nivel más débil de protección del que corresponde atribuir al derecho al honor de las
personas físicas [SSTC 107/1988, 51/1989 y 121/1989].

Ahora bien, lo anterior no ha de entenderse en sentido tan radical que sólo


admita la existencia de lesión del derecho al honor constitucionalmente reconocido
cuando se trate de ataques dirigidos a persona o personas concretas e identificadas, pues
también es posible apreciar lesión del citado derecho fundamental en aquellos supuestos
en los que aun tratándose de ataques referidos a un determinado colectivo de personas
más o menos amplio, los mismos trascienden a sus miembros o componentes siempre y
cuando éstos sean identificables, como individuos, dentro de la colectividad. Dicho con

87
otros términos, el significado personalista que el derecho al honor tiene en la
Constitución no impone que los ataques o lesiones al citado derecho fundamental, para
que tengan protección constitucional, hayan de estar necesariamente perfecta y
debidamente individualizados ad personam, pues, de ser así, ello supondría tanto como
excluir radicalmente la protección del honor de la totalidad de las personas jurídicas,
incluidas las de substrato personalista y admitir, en todos los supuestos, la legitimidad
constitucional de los ataques o intromisiones en el honor de personas individualmente
consideradas, por el mero hecho de que los mismos se realicen de forma innominada,
genérica o imprecisa.

Pues bien, desde el punto de vista que ahora interesa, es manifiesto que la
doctrina penal que se ha ocupado de la condición de las personas jurídicas como sujetos
pasivos de los delitos de injurias o calumnia y, por tanto, activamente legitimadas para
la persecución de los mismos, no es unánime.

XIX. PRESCRIPCIÓN

Los delitos de calumnia e injurias prescriben al año de su comisión (art. 131. 1


in fine). La STS de 22 de noviembre de 2006 ha recordado la que viene siendo
doctrina general aplicable en esta materia en el marco de la infracciones contra el
honor, habiéndose hecho eco de la misma con posterioridad a esa fecha una serie de
resoluciones judiciales, en su mayoría dictadas por las Audiencias Provinciales,
esencialmente encaminadas a esclarecer el concepto, fundamento y criterios
aplicables a esta institución en el ámbito delictivo que nos ocupa, al señalar que tanto
para los delitos como para la falta el cómputo de la interrupción de la prescripción se
inicia a partir de la interposición de la querella o la denuncia, no pudiendo concederse
carácter interruptivo de la misma ni al acto de conciliación ni al de concesión de
licencia por parte del juez o tribunal que tuviera que otorgarla, como, finalmente,
tampoco a las dilaciones judiciales obligatorias que se hubieran producido, por lo

88
que, prescrita la falta, no cabe alegar a efectos de prescripción la interposición de
querella a causa del delito de injurias perpetrado, pues, como matiza otra STS, de
fecha 22 de noviembre de 2005, el alto tribunal viene entendiendo el concepto de
prescripción en términos extensivos pro reo, y, en la medida en que el ius puniendi se
condiciona por razones de orden público, de interés general y de política criminal,
unidas al significado y contenido del principio de intervención mínima, el transcurso
del tiempo determina la contradicción que supone aplicar un castigo, de todo punto
incompatible con los fines reparadores y socializadores de la pena.

XX. CONFLICTO ENTRE EL HONOR Y LA LIBERTAD DE


EXPRESIÓN E INFORMACIÓN

I. CUESTIONES PREVIAS

El ejercicio de las libertades públicas de expresión e información, proclamadas


como tales en el art. 20.1, a) y d) CE, suponen a veces un límite externo del derecho
al honor (art. 18.1 CE), pese a que unas y otro gocen de igual rango constitucional.
En este sentido, y desde la entrada en vigor de nuestra Ley Fundamental, el TC ha
venido declarando hasta la saciedad que, dada esa identidad jerárquica, ninguno de
esos derechos fundamentales disfruta de carácter absoluto respecto del otro, motivo
por el que ambos deben enmarcarse en una esfera de interrelación que, como es
lógico, puede derivar en inevitable conflicto a consecuencia de la naturaleza plural
del orden social y de su dinamismo, resultando, además, imposible establecer a priori
criterios genéricos de jerarquización entre ellos. No obstante, en ciertas ocasiones y
bajo determinadas condiciones el ejercicio de esas libertades públicas, pilar esencial
en una democracia, se impone frente a la tutela jurídica del honor de las personas, que
puede verse lesionado como consecuencia de ese ejercicio. En tales supuestos
corresponde a los órganos judiciales realizar una labor de ponderación entre ambos
derechos con la finalidad de determinar si, en el caso concreto, dicho ejercicio goza o
89
no de un valor preferente frente al honor, pese a que éste haya resultado vulnerado,
quedando así justificada la conducta de quien actuó bajo el amparo de esas libertades.

Lógicamente, y a partir de ese momento, la jurisprudencia del TC también se


hizo eco de esta particular colisión de derechos estableciendo en nuestro sistema
jurídico los criterios de ponderación que, a su juicio, debían dirimir el mencionado
conflicto, si bien, con posterioridad, el resto de las instancias judiciales fueron
paulatinamente aplicando en la práctica tales criterios, de la misma manera que los
asumiera la generalidad de doctrina científica.

En este orden de cosas, y partiendo de la premisa inherente al propio texto


constitucional, que distingue expresamente entre libertad de expresión [(art. 20.1 a)
CE], coincidente con la manifestación de opiniones, y libertad de información [(art.
20.1 d) CE], equivalente a la narración de hechos, dichos criterios ponderativos de
solución del conflicto pueden resumirse en tres: interés general de lo narrado;
veracidad informativa; y proporcionalidad de los juicios de valor emitidos. Aunque,
como ya indiqué en el Prólogo de esta obra, he reducido la consulta de la
correspondiente base de datos jurisprudenciales sólo a los diez últimos años, debo
resaltar que, no obstante dicha limitación, el número de sentencias recopiladas en ese
periodo de tiempo resulta realmente desbordante, motivo por el que, al menos en lo
que se refiere a esta concreta cuestión del conflicto, me ceñiré a citar grosso modo
algunas de las resoluciones pronunciadas sobre el particular.

II. ASPECTOS COMUNES A AMBAS LIBERTADES

Ante todo, y como criterio aplicable tanto a la libertad de expresión como a la


de información, el ejercicio de dichas libertades debe estar al servicio de la opinión
pública libre, indisolublemente ligada al pluralismo político, valor esencial y
requisito fundamental del buen funcionamiento del Estado democrático, de donde se

90
deduce su carácter público frente a la naturaleza individual del derecho al honor, así
como la posición preferente o el valor preponderante que ostentan en razón a su
dimensión institucional; criterio éste que guarda estrecha relación con la relevancia,
pública también, de los asuntos y personas sobre quienes recaiga el mencionado
ejercicio, pues, como ya señalara hace tiempo la STC de 12 de febrero de 1996,
pionera en la jurisprudencia española en torno a esta materia, a raíz de la doctrina
sentada por la emblemática STEDH de 8 de julio de 1986, relativa al famoso caso
Lingens versus Austria, aquéllas vienen obligadas, por razón de la función o el cargo
que desempeñan, a soportar un cierto riesgo --desde luego superior que el que
corresponde asumir a cualquier persona privada-- a que sus derechos subjetivos de la
personalidad resulten afectados a través de informaciones y/o expresiones de interés
general, sobre todo cuando corren a cargo de profesionales del periodismo, ya que así
lo requieren la idea de tolerancia y el espíritu de apertura en una sociedad
democrática, operando este dato con especial contundencia en ciertos ámbitos, como
el de la crítica política, institucional o social, en los que ambas libertades alcanzan su
máximo nivel de eficacia justificadora, pues su manifestación en dichos contextos
significa participación en el poder.

En este orden de cosas, y por lo que hace a Internet en particular como foro
público por excelencia, de todos es sabido que la Red permite consultar hoy
directamente datos e informaciones publicados por cualquier diario desde su
fundación respecto de muchas personas, lo que ha propiciado que una gran mayoría
defiendan el "derecho al olvido" de los que les perjudiquen exigiendo a los
buscadores que los borren. El problema que, a mi juicio, plantea una eventual
proclamación legal de esta "censura retroactiva" de los medios informativos en lo que
a esa solicitud de olvido respecta no afecta en realidad a los particulares, que tienen
todo el derecho del mundo a pedir la no utilización en el presente de hechos
conocidos del pasado cuya rememoración ya no les interesa, motivo por el que desean
eliminar para siempre la información de que se trate de las hemerotecas de los diarios
o de cualquier otro medio de comunicación, sino que concierne en exclusiva a los
personajes públicos, quienes por haber participado en un determinado momento
histórico en la vida social o política del país están más obligados que el resto de los

91
ciudadanos a asumir las consecuencias de sus actos, siempre que éstos sean --o hayan
sido-- de interés general y la información aportada fuera veraz, pues, como ha dicho
algún autor, la verdad, incluso en estos casos pertenecientes al pasado, quizás no
debería tener fecha de caducidad.

III. LIBERTAD DE INFORMACIÓN

Por razones obvias el requisito de la veracidad resulta únicamente aplicable a la


libertad de información, respecto de la que opera como límite interno a su ejercicio,
ya que sólo la narración o imputación de hechos admiten prueba sobre su verdad,
imposible en cambio de llevar a cabo cuando se trata de la emisión de opiniones o
juicios de valor, los cuales, por su propia naturaleza, repelen cualquier demostración
acerca de su autenticidad.

La generalidad de la doctrina especializada en la materia, así como la


desbordante jurisprudencia de los tribunales españoles pronunciada al efecto, hacen
coincidir este requisito con el específico deber de diligencia del informador, que se
traduce en su peculiar labor de comprobación de la información que transmite, previa
y debidamente contrastada con datos objetivos e imparciales (fuentes fidedignas),
siguiendo así la pauta interpretativa marcada en el año 1960 por la celebérrima
Sentencia del TS de los EEUU de América en relación al asunto New York Times
versus Sullivan; o, como en términos similares declarara la SAP de Santander de 23
de enero de 2009, siempre que se haya verificado la noticia de forma razonable,
bastando para ello con que resulte suficientemente verosímil, ya que lo que se valora
en este contexto es la actitud personal del informador ante la verdad, y no lo que el
crea sobre ella, como tampoco el contenido de la verdad misma.

92
Así pues, partiendo de la complejidad que su demostración conlleva --tarea
nada fácil de cumplimentar-- no es requisito imprescindible que conste su
autenticidad absoluta, siendo por tanto factible que se transmitan informaciones
inexactas o, incluso, erróneas (parcialmente, al menos), pues ello es consecuencia
inevitable o riesgo inherente al ejercicio de este derecho fundamental. Tales errores e
inexactitudes deben calificarse de irrelevantes, siempre y cuando se pueda constatar
que han sido contrastadas en el sentido arriba indicado, ya que, de lo contrario, es
decir, de requerirse a ultranza la verdad puntual y completa de la información
aportada estaríamos abocados a sufrir el peligro del recorte comunicativo, o, lo que es
aún peor, del más profundo silencio informativo, ambos de todo punto rechazables en
democracia, como rechazable es el ejercicio de la censura previa, que la propia CE se
encarga expresamente de prohibir [(art. 20.1 d)].

Además, tampoco puede olvidarse que, como reverso de esta moneda, los
ciudadanos gozan igualmente del legítimo derecho a recibir dicha información veraz
a través de cualquier medio de difusión [(art. 20.1 d)]. De ahí que los profesionales
del periodismo sean el vehículo institucionalizado en toda democracia para su puntual
y correcta transmisión, siendo la propia Norma Fundamental la que lo reconoce y
proclama en esos términos; derecho fundamental que sus titulares verían defraudado
si la información que reciben no se ajusta a los parámetros constitucionales de la
veracidad.

En íntima relación con la libertad de información veraz, ejercida por


profesionales del periodismo, se encuentran otros dos derechos que, según la propia
CE, también gozan de rango fundamental: la cláusula de conciencia y el secreto
profesional. Ambos, por estricto mandato constitucional [art. 20.1 d)], deberían estar
legalmente regulados, aunque en nuestro sistema jurídico todavía no dispongamos de
una LO que se encargue de establecer sus respectivos regímenes normativos, pese a
que hace un par de años se presentó en el Congreso de los Diputados una Proposición

93
de Ley sobre el "Estatuto Profesional del Periodista", que hasta la fecha no ha
cuajado definitivamente.

En este orden de cosas, debe recordarse que, al igual que sucede con otros
derechos de naturaleza similar, éstos tampoco gozan de carácter absoluto,
encontrándose de esta forma sometidos a determinados límites; es decir, el periodista
puede esgrimirlos si concurre ante un juez en calidad de testigo, pero no, en cambio,
si lo hace como imputado de un presunto delito del que cabe esperar se le declare
responsable, de igual manera que tendrá también que abstenerse de ejercitarlo frente
al deber de impedir la comisión de una infracción delictiva, así como ambos derechos
habrán de ceder cuando recaigan sobre asuntos concernientes a la defensa de la
seguridad exterior del Estado y a la vida privada de las personas.

Según las declaraciones jurisprudenciales más recientes el contenido de este


criterio ponderativo trae causa originaria de la primigenia doctrina del TC, elaborada
durante la década de los años 80, fecha a partir de la cual tomó carta de naturaleza en
nuestro sistema jurídico. Ya en esa época el alto tribunal español apelaba a la teoría
de la actual malice, de procedencia jurisprudencial anglosajona y uso recurrente por
el TS Federal Norteamericano a efectos de dirimir en la práctica similares cuestiones
conflictivas, surgidas entre el ejercicio de la libre información y el derecho al honor
de las personas; teoría que se resume en la idea de que sólo deben castigarse
penalmente las falsas imputaciones de hechos públicos cuando se realicen con
conocimiento de su falsedad o manifiesto desprecio hacia la verdad.

Pues bien, dicho criterio ponderativo fue literalmente asumido por el CP de


1995 al incorporarlo a la nueva redacción de los delitos de calumnia e injuria (ésta
segunda, en su modalidad de imputación de hechos) como expresa exigencia
subjetiva de sus respectivos tipos (arts. 205 y 208. 3 CP), por lo que su entrada en
vigor modificó sustancialmente la forma de abordar la solución del citado conflicto,
ya que si con anterioridad a la aprobación del nuevo texto punitivo dicha cuestión
94
solía resolverse en sede de antijuricidad a través de la causa de justificación de
ejercicio legítimo de un derecho (art. 20.7 CP), desde entonces, y por expresa
voluntad del legislador, ésta debía ventilarse en el ámbito de la tipicidad misma, aun
no siendo el lugar dogmáticamente más adecuado para ello, pues así lo exigía --y hoy
sigue exigiéndolo-- la estructura legal de ambos tipos penales frente a las antiguas
fórmulas que definían estos delitos bajo la derogada normativa.

Como puso de manifiesto en su día cierto sector doctrinal el legislador de 1995


fue bastante oficioso a este respecto, ya que acometió la citada reforma en unos
términos que ni la doctrina científica ni la praxis jurisprudencial habían sentido ni
reclamado hasta ese momento, en tanto el concreto objeto de debate y de solicitud de
modificación en esta materia, que venían tiempo atrás suscitando ambos sectores, no
recaía, precisamente, en las correspondientes definiciones legales sobre calumnias e
injurias sino en otros aspectos diferentes que, sin embargo, dejó de contemplar de
forma expresa (salvedad hecha de la derogación del delito de desacatos).

En verdad, la citada reforma dio lugar a resultados altamente insatisfactorios y


perturbadores, sobre todo --aunque no exclusivamente-- de cara a la aplicación
práctica de esos tipos, sin desdeñar las múltiples contradicciones dogmáticas a las que
ha abocado esa compleja e innecesaria regulación jurídica, fuente directa de las
diversas y divergentes interpretaciones doctrinales y jurisprudenciales vertidas sobre
ella desde esa fecha, con el consiguiente peligro que semejante disconformidad
valorativa conlleva para la irrenunciable seguridad jurídica, sobre todo si se parte de
la base de que la función principal de la dogmática debe ser interpretar las normas
legales vigentes a efectos de contribuir al esclarecimiento de su contenido en aras de
una mejor y más racional aplicación de las mismas por los tribunales (y es que teoría
y práctica siempre deberían ir de la mano), aunque ello no ocurra con la frecuencia
deseada.

95
Cuesta realmente entender el empeño del legislador español en trasladar al
marco legal de esas definiciones o, lo que es igual, a los respectivos tipos subjetivos
de ambos delitos, las conclusiones interpretativas alcanzadas por la jurisprudencia
desde hace más de treinta años (originariamente por el TC y, después, secundadas por
las demás instancias judiciales) en torno a la delimitación del contenido y
esclarecimiento del significado del criterio ponderativo de la veracidad de la
información como uno de los elementos necesarios para resolver en el plano de la
justificación penal, con arreglo al principio del interés preponderante, la inevitable
colisión que en todo sistema democrático surge entre el legítimo ejercicio de esa
libertad pública y el derecho al honor de las personas (art. 20. 7 CP); como tampoco
es comprensible --al menos para mí-- su afán de recurrir para configurarlos a esa
peculiar e "invertida" técnica legislativa consistente en hacer recaer su esencia en la
parte subjetiva y reducir, en cambio, hasta extremos insospechados --por no decir
nulos-- la consideración de su vertiente objetiva, cuando, como es sabido, la mayoría
de los delitos de la Parte Especial del Código se estructuran justamente al contrario,
esto es, a partir de la técnica opuesta: primero se describe el tipo objetivo y, salvo
concurrencia de algún específico elemento anímico, añadido al injusto, que debe
mencionarse de forma expresa en su vertiente subjetiva, ésta sólo se integra por el
dolo o, en su caso, la imprudencia, obviando normalmente cualquier definición de
una u otra forma de comisión.

IV. LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Sobre esta problemática cuestión, en absoluto baladí, que ha dividido desde


entonces a la opinión doctrinal y jurisprudencial mayoritarias, tendremos que volver
en un momento posterior de este trabajo. Sin embargo, en lo que ahora interesa me
limitaré a añadir que, como es lógico, el requisito de la veracidad informativa no
puede predicarse como elemento ponderativo de resolución del conflicto respecto de
la libertad de expresión, puesto que las opiniones y juicios de valor son imposibles de

96
demostrar. En su lugar opera el principio de proporcionalidad o necesidad, ambos
equivalentes a prohibición de exceso; o, lo que es lo mismo, su ejercicio ha de ser el
medio menos gravoso para manifestar la idea o el pensamiento de que se trate. Como
consecuencia de ello la jurisprudencia ha declarado hasta la saciedad que si bien
desde un punto de vista constitucional están permitidas las expresiones duras,
desagradables e, incluso, acerbas, quedan por el contrario totalmente deslegitimadas
las frases formalmente injuriosas o simplemente vejatorias que, según las
circunstancias del caso concreto (contexto), resulten innecesarias para transmitir
dicha idea o pensamiento, ya que la CE admite sin reservas la crítica peyorativa,
sobre todo si recae sobre asuntos de interés general y/o personajes públicos, pero, en
cambio, no protege ningún pretendido derecho al insulto[38]. En esta línea se inserta
la STC, ya mencionada en este texto, de fecha 26 de octubre de 2009, al otorgar el
amparo a un periodista del diario "El Mundo Balear", quien en el ejercicio de la libre
expresión supo mantenerse dentro los límites constitucionales de este derecho sin
incurrir en insulto alguno hacia el destinatario de sus opiniones, por duras que éstas
fueran.

Claro está que en la práctica son muy frecuentes los casos en los que se
combina el ejercicio de ambas libertades, expresión e información, ya que, al tiempo
que alguien narra determinados hechos, lo lógico es que también emita ciertos juicios
de valor acerca de ellos. El problema que puede suscitar este doble y coetáneo juego
de libertades públicas al recaer conjuntamente sobre un mismo asunto radica en el
peligro de que los tribunales se muestren proclives a conceder un valor predominante
a las opiniones vertidas frente a los hechos narrados, con el consiguiente riesgo que
esta inclinación conlleva en cuanto a la posibilidad de excluir de antemano la
capacidad de probar la verdad de los mismos, anteponiendo de esta forma la tutela del
derecho al honor de la persona afectada al precio de una restrictiva y mermada
interpretación del alcance de la libre información que, en casos extremos, podría
incluso rozar el recurso a cierta censura previa.

97
Este peligro se convirtió en realidad merced a dos emblemáticas Sentencias del
TC, ambas dictadas en el año 1990, pues sacrificaron injustificadamente la libertad de
información periodística a costa de salvaguardar a ultranza el honor de ciertas
personas públicas, modificando de esta forma la línea jurisprudencial, para entonces
más que consolidada por su doctrina en torno a la concreción del contenido de la
expresión frases formalmente injuriosas, por él mismo acuñada. Una de estas
resoluciones, de fecha 6 de junio, denegó el amparo a un periodista deportivo, muy
popular a la sazón, que había sido condenado a seis meses de prisión por el todavía
vigente delito de desacato, cuando en el transcurso de su programa de radio, y con
motivo de imputar verazmente la comisión de un delito continuado de apropiación
indebida al entonces presidente de la Federación Española de Fútbol, personaje
público muy conocido socialmente también, aprovechó el momento para adjudicarle
ciertos epítetos, que, en mi opinión, no pasaron de ser meramente jocosos, pero que el
alto tribunal califico en cambio de innecesarios y ofensivos para su honor, tales como
"pedrusquete, catarata, roca, fiel vasallo de Porta, e impresentable presidente" de la
mencionada Federación.

La segunda Sentencia, de 12 de noviembre del mismo año, denegó igualmente


el amparo a otro periodista del diario "El País" por haber insertado en sus páginas un
artículo que narraba el trágico accidente aéreo ocurrido en el monte Aoíz (Bilbao), en
el que perdieron la vida más de doscientas personas, al entender el fallo que los
comentarios realizados por el citado profesional sobre la problemática situación
personal que atravesaba en los últimos tiempos el piloto que capitaneaba la nave
(también fallecido en el siniestro), que cuestionaban la posible incidencia de los
mismos en la causación de dicho estrago, fueron igualmente interpretados por el TC
como innecesarios y desproporcionados para describir tan graves hechos, habiendo
así vulnerado el honor y la intimidad del comandante aeronáutico.

Consciente, pues, de la incertidumbre e indeseable inseguridad jurídica a las


que conducen tales oscilaciones valorativas la jurisprudencia penal más reciente apela

98
a la necesidad de que jueces y tribunales afronten este tipo de vicisitudes de forma
individualizada atendiendo para ello a las circunstancias en las que se haya
desarrollado cada caso concreto, huyendo en cambio de apreciaciones generalizadas
al respecto, ya que siendo el honor un derecho subjetivo, de connotaciones tan
imprecisas como relativas, la decisión de si ha sido realmente lesionado a través de
ciertas manifestaciones no debe adoptarse en base a criterios apriorísticos de
valoración sobre su presunto carácter ofensivo, pese a que, inicialmente, pudiera
hacerse esa valoración desde un punto de vista objetivo y abstracto (concepto
público), motivo por el que resulta aconsejable enmarcar el supuesto de que se trate
en su particular contexto de ejecución, pues, como recordara la SAP de Castellón, de
17 de mayo de 2005, dichos criterios interpretativos varían sustancialmente de
contenido en función del carácter privado o público de las personas y asuntos a
quiénes se dirijan, y, como es lógico en democracia, han de ser mucho más estrictos
en el primer caso que en el segundo, en el que los límites al ejercicio de la libertad de
expresión se dilatan de forma considerable, siempre en el buen entendimiento de que
esta afirmación no debe confundirse con una pretendida patente de corso por parte de
nadie para proferir infundados insultos a quienes ejercen funciones o cargos públicos
por el mero hecho de ostentarlos.

Esta declaración judicial fue ratificada por otra Sentencia, también de la AP de


Castellón, de fecha 13 de enero de 2006, que desestimó el recurso de apelación
interpuesto por el recurrente, profesor del Instituto en el que el injuriado cursaba su
estudios, al calificar de innecesario el término "corrupto" con el que describiera al
concejal de un determinado municipio, así como a su hijo, alumno de ese centro, a
consecuencia de ciertas desavenencias acaecidas entre ambos, entendiendo con buen
criterio, a mi parecer, que al no enjuiciarse en el caso de autos un asunto de interés
general sino de índole privada la libertad de expresión tenía que ceder ante la emisión
de epítetos gratuitos que, como tales, eran formalmente injuriosos.

99
A una conclusión similar llegó la AP de Madrid en su Sentencia de 3 de
septiembre de 2004 al confirmar la Resolución de instancia, que condenó al acusado
como autor de un delito de injurias graves con publicidad, absolviéndolo en cambio
del de calumnias, que también se le imputaba, por aprovechar su presencia en un
conocido programa televisivo ("Sabor a ti", de Antena 3 Televisión) para manifestar
al querellante, médico de profesión, que era un "mercenario de la medicina", que
había permitido que otros "compraran" a su perito en una causa criminal seguida
contra él. Dicha expresión, según esta Sentencia, en su acepción más vulgar,
constituyó una "imputación objetivamente afrentosa" para el buen nombre personal y
profesional del ofendido, resultando ser "completamente gratuita, innecesaria e
injustificada" en el marco de la información ofrecida. Como es obvio, la cadena
televisiva también fue condenada, aunque en concepto de responsable civil solidaria
(art. 212 CP), cual persona jurídica propietaria del medio informativo a través del que
se propagó la injuria (publicidad ex art. 211 CP), pues conociendo de antemano los
términos descalificativos y vejatorios que se iban a verter en su programa contra el
citado médico no hizo nada para impedirlo por claras razones comerciales, vinculadas
al incremento de sus índices de audiencia.

XXI. LA POLÉMICA CUESTIÓN DE LOS ANIMI DIFAMANDI E


INIURIANDI COMO ELEMENTO SUBJETIVO DEL INJUSTO EN LOS
DELITOS DE CALUMNIA E INJURIAS: OPINIÓN DOCTRINAL Y
JURISPRUDENCIAL AL RESPECTO

Cabe perfectamente la posibilidad de que en la práctica ese ánimo específico de


difamar o injuriar concurra en un mismo supuesto con otros animi de distinta
naturaleza (criticandi, informandi, narrandi o iocandi), que también tendrán que ser
valorados por el juez en ese mismo contexto a efectos de determinar si pueden
desdibujarlo, desplazarlo o, incluso, privarlo de efecto alguno. Pero es que, y a mayor
abundamiento, no creo que exista obstáculo que impida incluir el ánimo de difamar o
injuriar en el propio dolo genérico y, más concretamente, como parte integrante de su

100
aspecto volitivo por afectar a elementos de los respectivos tipos objetivos de
calumnias e injurias, que, de esta forma, se traduce en la expresión de la voluntad del
sujeto de asumir el riesgo que supone atentar contra el honor de una persona cuando
se le imputan ciertos hechos o se le dirigen determinadas opiniones o juicios de valor.
En otras palabras: el sujeto quiere realizar acciones que sabe son adecuadas para
lesionarlo, bien porque conoce que son falsas, bien porque, aún sin conocerlo
directamente, acepta la posibilidad de que lo sean, cosa que le resulta de todo punto
indiferente.

Así pues, empeñarse en requerir a toda costa este peculiar animus es totalmente
improcedente, no solo ya por las razones mencionadas sino también, y muy
especialmente, porque, como sucede con los restantes elementos de naturaleza
subjetiva y anímica, la prueba de su existencia conlleva la adopción judicial de
criterios formales, basados en la pura presunción a partir de los elementos objetivos
de la injuria o calumnia, como son el modo, la ocasión y las circunstancias de su
comisión; criterios muy próximos a la responsabilidad cuasi-objetiva, que
contribuyen, además, a invertir la carga de la prueba, pudiendo en definitiva llegar a
vulnerar el principio de presunción de inocencia. De ahí que al pronunciarse esa
corriente jurisprudencial sobre el contenido y mecanismo probatorio de los animi
difamandi e iniuriandi acostumbre a calificarlos como "implícitos" o "inherentes" a
ciertas declaraciones que, de no demostrarse la concurrencia de otros ánimos, sólo
pueden tener un significado difamante o injurioso, o los deduzca del sentido
gramatical de las expresiones proferidas y/o del resto de las circunstancias anteriores
o coetáneas concurrentes (contexto), así como la relación existente entre las partes o
el grado de reflexión invertida por el sujeto activo a la hora de manifestarlas.

A esa dificultad probatoria también responde la distinción jurisprudencial entre


injurias imprecativas, emitidas en un momento de ofuscación, en las que el ánimo de
injuriar aparece atenuado o anulado, e ilativas, a las que se atribuye una importante
carga difamatoria en base a la premeditación y frío cálculo que conllevan. Todos

101
estos criterios han sido secundados por un sin fin de resoluciones que se insertan en
esa equivocada línea interpretativa que, por los motivos alegados, no puedo
personalmente compartir, y uno de cuyos más claros y recientes exponentes lo
constituye la SAP de Álava, de 16 de abril de 2009.

Pues bien, a partir de la inicial elaboración por el TC y definitiva consolidación


doctrinal y jurisprudencial de estos criterios de resolución del conflicto que vengo
analizando entre las libertades públicas de expresión e información y el derecho al
honor (hace de ello ya más de treinta años), y hasta la entrada en vigor del CP de
1995, la práctica habitual de nuestros tribunales, avalada por la generalidad de los
autores, venía siendo la de solventar esa colisión en el plano de la justificación penal
apelando al principio del interés preponderante y, más concretamente, a la
circunstancia de ejercicio legítimo de un derecho (hoy 7ª del art. 20 CP), cuya
aplicación suponía reconocer carácter prioritario a dichas libertades públicas frente a
ese derecho subjetivo, que quedaba de esta forma desplazado a un segundo plano,
siempre, naturalmente, que en el supuesto enjuiciado se hubieran cumplimentado las
exigencias constitucionales necesarias para legitimar su ejercicio.

Sin embargo, y como ya he manifestado en un momento anterior de este texto,


puesto que el legislador de 1995 incluyó forzadamente en los correspondientes tipos
de calumnias e injurias (consistentes estas segundas en la imputación de hechos) la
doctrina del TC sobre el concepto de veracidad o conciencia subjetiva de la falsedad
al otorgar a este elemento la categoría de requisito imprescindible para su respectiva
concurrencia, puede concluirse que a partir de la entrada en vigor del nuevo CP
español, y debido a la caprichosa voluntad de aquél, la solución del citado conflicto,
tradicionalmente ubicada en el ámbito de la justificación penal (antijuricidad), se
adelanta al plano de la propia tipicidad, que no es, a mi juicio, la sede adecuada para
ventilar este asunto dentro de la teoría jurídica del delito, ya que la resolución de la
colisión entre el derecho al honor y la libertad de información siempre ha encontrado

102
--y debería hoy seguir encontrando-- perfecto acomodo en el plano de la
antijuricidad, y no en el de la tipicidad.

En otro términos, si la libertad de información ha sido rectamente ejercida por


recaer sobre cuestiones de interés general (elemento objetivo de la causa de
justificación de ejercicio legítimo de un derecho) y, además, el informador no ha
actuado ni con conocimiento de la falsedad de lo imputado ni con manifiesto
desprecio hacia la verdad (elemento subjetivo del mismo), su conducta deberá
calificarse de atípica --y no de antijurídica-- por faltar tanto el tipo objetivo, ya que la
imputación a otro de la comisión de un delito es un asunto de interés general, como el
tipo subjetivo, pues tampoco podrá incardinarse ni en el dolo directo ni en el
eventual. Y ello con independencia de que la información, objetivamente
considerada, sea cierta o incierta, ya que el legislador, desdeñando la importancia de
este dato diferencial, que, en mi opinión, tendría asimismo que valorase, ya en sede
de tipicidad, como elemento integrante de su vertiente objetiva (honor real), y
postergándolo a efectos valorativos a la fase probatoria del proceso penal en función
de la exceptio veritatis, con todos los inconvenientes que esta figura conlleva respecto
a la inversión de la carga de la prueba, decidió, en cambio, que el único hecho
penalmente relevante a efectos de lesionar el honor lo constituye la mera imputación
delictiva (calumnia) o deshonrosa (injurias), dirigida contra un tercero, con
independencia de que sea ésta verdadera o falsa (honor aparente), haciendo de este
modo recaer la esencia de ambos delitos, exclusivamente, en la actitud personal del
informador, o, lo que es lo mismo, subjetivando hasta extremos insospechados sus
respectivas estructuras típicas.

Sin embargo, esa decisión legislativa no ha afectado en absoluto a la


interpretación sustentada por nuestros tribunales. En este sentido, el propio TC
elaboró hace ya bastante tiempo --desde luego muchos años antes de que el nuevo CP
entrara en vigor-- cierta doctrina acerca de los pasos que deben seguir en la práctica
los órganos judiciales del orden penal a la hora de enjuiciar los delitos contra el

103
honor, doctrina que se ha ido paulatinamente consolidando hasta mantenerse intacta
en nuestros días, y que exige como cuestión previa o preliminar a la admisión de la
querella, así como a la aplicación del tipo penal, que el conflicto entre libertad de
información y derecho al honor, dada su dimensión constitucional, se plantee y
resuelva en el marco de la antijuricidad (causa de justificación de ejercicio legítimo
de un derecho).

En todo caso, queda claro que desde una perspectiva dogmática de la teoría
jurídica del delito existe una discordancia palmaria entre legislación y jurisprudencia
a la hora de afrontar y resolver una misma cuestión, pues mientras la primera lo
solventa, ya en sede de tipicidad, la segunda lo hace en el plano de la justificación
(extrapenal); o, lo que es igual, la práctica judicial española realiza un adelantamiento
valorativo del juicio de antijuricidad anticipándolo al de la valoración de la tipicidad
de la conducta enjuiciada al entender que las normas que tipifican los delitos contra el
honor carecen de eficacia para erigirse en cauce formal de resolución de dicho
conflicto, dada su evidente trascendencia constitucional, por lo que éste debe
resolverse examinando la eventual concurrencia de la causa de justificación
(extralegal) de ejercicio legítimo de un derecho.

No obstante esta corriente jurisprudencial mayoritaria, y en abierta


contradicción con ella, puede traerse ahora a colación, pese a representar a un sector
minoritario de la misma, la SAP de Barcelona, de 23 de mayo de 2005, que
abiertamente declara que la labor de ponderación y justificación penal "presupone" la
tipicidad, siendo, por tanto, "posterior" a ella en el contexto de la teoría del delito, y
debiendo, en todo caso, ventilarse en el "juicio oral". Dicha declaración judicial, a la
que dogmáticamente nada puede objetarse, choca frontalmente en el contexto de los
delitos que tratamos con la postura adoptada por el legislador al sustituir la verdad
objetiva por la veracidad subjetiva, asumiendo de esta forma la doctrina del TC
acerca del requisito de la "veracidad", y decantándose, de paso, por un concepto muy
próximo al de honor aparente; posicionamiento legislativo que impide aplicar los

104
criterios dogmático-penales convencionales, en tanto obliga a adelantar al ámbito de
la tipicidad cuestiones que deberían tratarse en sede de antijuricidad.

Actualmente es frecuente observar como los medios de comunicación en el


ejercicio del derecho a la libertad de expresión o de información colisionan con el
derecho al honor de personajes públicos, o personajes con notoriedad pública. ¿Cómo
debe solucionarse esta polémica? ¿Qué ocurre cuando en el ejercicio del derecho a la
libertad de expresión o de información se profieren calumnias o injurias?.

Nos encontramos ante un conflicto entre dos derechos fundamentales: el honor


(artículo. 18.1 de la Constitución) y la libertad de expresión (artículo 20.1 de la
Constitución) e información [artículo 20.1.d) Constitución española.

En realidad este problema no es íntegramente producto de la sanción de la


Constitución. La tensión entre libertad de expresión y derecho al honor ha existido ya
antes de la vigencia de la Constitución. Sin embargo, desde 1978 adquiere una
dimensión diferente que obliga a reconsiderar los marcos conceptuales tradicionales de
tratamiento del conflicto entre el bien jurídico protegido por el delito de injuria y el
derecho a la libertad de expresión. Lo nuevo de la situación proviene, en verdad, del
carácter de la libertad de expresión en el contexto de un Estado democrático. Sin
embargo, a pesar de no tratarse de un problema novedoso el conflicto de derechos
fundamentales se mantuvo, como tal, oculto para el derecho penal, en el ámbito de la
injuria, que es donde, probablemente, se plantea con mayor agudeza, como
consecuencia de la forma en que se entendió este delito en la dogmática penal.

En términos generales cabe decir que el Tribunal Supremo ha declarado que


este conflicto no puede solucionarse otorgando preferencia al derecho al honor sobre
el derecho a la libertad de expresión e información, sino que debe imponerse una
ponderación atendiendo al caso concreto, sin olvidar que el derecho a la información

105
junto con el de libre expresión, garantiza la existencia de una opinión pública y libre,
condición absolutamente necesaria para el recto ejercicio de todos los demás
derechos en los que se funda el sistema político democrático.

La dogmática del delito de injuria (art. 457 CP) se ha orientado excesivamente,

en su punto de partida, al tipo subjetivo del delito a través del elemento animus
injuriandi, estrechamente ligado a una interpretación gramatical del artículo del Código
Penal.

Esto ha tenido como consecuencia que los problemas de justificación del delito
de injuria, es decir, el problema del conflicto entre una norma que prohíbe lesionar el
honor y una autorización que permite la realización de acciones que pueden lesionarlo,
también se convirtieron, primordialmente, en cuestiones del tipo subjetivo,
concretamente, en la determinación del animus defendendi o animus criticandi. De esta
manera, la distinción entre realización del tipo objetivo y justificación, por un lado, y
entre tipo objetivo y subjetivo, por otro, quedaron sumamente relativizadas.
Particularmente en lo referente a la justificación, una aplicación consecuente de la
«teoría del animus» debería determinar que toda suposición (inclusive las erróneas y
evitables) de estar obrando justificadamente tendría que excluir el animus injuriandi y,
por tanto, que cualquier error relacionado con la justificación tendría efectos
excluyentes de la tipicidad. Una solución, como se ve, difícilmente compatible con el
Código Penal, y sólo sostenible desde una posición extrema de la teoría personal de lo
injusto.

Sin embargo, estos puntos de partida dogmáticos del delito de injuria, que en sí
mismos son altamente discutibles, no han sido seguidos ni son aplicados en forma
consecuente ni en la teoría ni en la jurisprudencia. En primer lugar, se ha sostenido que
la intención de injuriar se debía apreciar siempre «cuando resultaba claramente el valor
difamatorio de las expresiones empleadas (en relación con otras circunstancias
106
subjetivas)». Dicho de otra manera: dado el tipo objetivo se presume el tipo subjetivo,
con lo cual se invierte totalmente el punto de partida y se llega a una solución
constitucionalmente difícil de sostener. En segundo lugar, se ha pensado que, si la
conducta lesiona el honor, es decir, si es típica, no cabe alegar el derecho a la libertad de
expresión o información, pues, se aduce, estos derechos tendrían su límite objetivo en el
respeto del honor. Dicho de otra manera: aquí ya no importa el animus, sino los límites
objetivos del derecho a la libertad de expresión y de información. Estas inconsecuencias
con la teoría del animus son pragmáticamente explicables: una aplicación estricta del
punto de vista subjetivista conduciría a una peligrosa desprotección del bien jurídico
honor. Pero, paralelamente, son dogmáticamente inconsistentes. La contradicción entre
los puntos de partida dogmáticos y las deducciones que se hacen a partir de ellos, por
tanto, es tan palmaria que se impone una urgente revisión. Una dogmática que carece de
consistencia lógica no contribuye a la seguridad jurídica, sino todo lo contrario. La
cuestión de la justificación en el delito de injuria requiere, por tanto, una amplia
reelaboración dogmática de este delito.

En otras palabras: en el marco conceptual tradicional de la dogmática del delito


de injuria no es posible un tratamiento adecuado del problema de la justificación, o sea,
de las consecuencias que el conflicto entre libertad de expresión y derecho al honor
tienen en este delito, ya que la comprobación de la existencia objetiva de una causa de
justificación (autorización) sería totalmente inútil. En efecto, si se quiere salvar la
coherencia de la teoría del animus injuriandi, la creencia del autor de actuar
justificadamente tendrá que determinar ya la exclusión de dicho animus y, por tanto, de
la tipicidad, con lo cual la verificación de si el autor de la acción típica tuvo, o no, a su
favor una especial autorización legal para obrar de esa manera, no se podría plantear.

La solución recomendable, sin embargo, no consiste, a mi modo de ver, en


retornar a una aplicación estricta de la «teoría» del animus injuriandi y a la consiguiente
disolución del problema de la justificación en el correspondiente animus defendendi o,

107
en su caso, animus criticandi. Tal actitud no haría sino producir la considerable
desprotección del honor que explica la necesidad que tuvo la jurisprudencia de
introducir correcciones radicales con respecto a sus puntos de partida. Si se admitieran
la existencia de mandatos constitucionales tácitos de penalización, la interpretación de
la injuria desde el punto de vista tradicional sería, inclusive, difícilmente compatible con
la Constitución, pues dejaría la punibilidad de las lesiones dolosas del honor libradas a
que el autor haya querido o no hacer un esfuerzo de conciencia para comprobar si su
comportamiento estaba realmente prohibido.

Por otra parte, la práctica reducción del delito a la dirección de su elemento


subjetivo favorece un alto grado de manipulabilidad de la prueba en el proceso. Por
tanto, no sólo produce inseguridad para la víctima del hecho, sino también para el
supuesto autor. En un cierto sentido, la «teoría del animus» no es sino una consecuencia
específica, en el ámbito del delito de injuria, de la teoría subjetiva de la autoría (animus
auctoris) y, consecuentemente, las críticas que se formulan contra ésta por las
facilidades que otorga para la manipulación de la prueba son perfectamente extensibles
a la tradicional interpretación subjetivista del delito de injurias. Este aspecto es mucho
más preocupante si se tiene en cuenta que el Tribunal Supremo sostiene, de manera
difícilmente defendible desde el punto de vista constitucional, que «si las expresiones
son objetivamente deshonorantes es al procesado a quien corresponde la carga
probatoria de la existencia de un ánimo distinto y excluyeme de la antijuricidad»

Por tanto, no hay razones político-criminales ni dogmáticas que nos impongan


mantener el esquema tradicional subjetivista del delito de injuria. Al contrario, este
esquema se presenta como político-criminalmente inadecuado y como dogmáticamente
falso. Esta comprobación permite abordar el problema de la reconstrucción de la dogmática
del delito de injuria desde una perspectiva diferente a la tradicional.

108
Probablemente la reelaboración debería comenzar por el sentido mismo del
animus injuriandi. En la teoría es discutida, ante todo, su relación con el dolo. Mientras
para algunos «esta intención específica es un elemento subjetivo del injusto distinto del
dolo y que trasciende a él», minoritariamente se piensa, que el animus injuriandi no se
diferencia del dolo. Si se define el dolo como el conocimiento y voluntad de realización
de los elementos del tipo objetivo, no cabe duda que animus injuriandi no puede
diferenciarse del dolo: el que profiere expresiones que tienen objetivamente un sentido
lesivo del honor y sabe que lo hace, queriéndolo, habrá obrado con dolo. Para la
supuesta «intención específica de injuriar » no queda, por tanto, espacio alguno. En
consecuencia, cuando se afirma que en el caso de expresiones claramente difamatorias
debe presumirse el animus injuriandi, lo que en verdad se presume es el dolo. En efecto,
la manifestación (de palabra, o por escrito o mediante imágenes) de expresiones lesivas
del honor de otro constituyen el tipo objetivo del tipo de injuria. El conocimiento de
estos elementos y la voluntad de realizar la manifestación constituyen el dolo del tipo.
El «ánimo de injuriar» no podría consistir sino en «querer injuriar», es decir, en «querer
lesionar el honor de otro». Pero, como es evidente, todo el que sabe que sus
manifestaciones serán lesivas del honor, y quiere hacerlas, habrá querido
necesariamente lesionar el honor de otro. Consecuentemente, el ánimo de injuriar y el
dolo se superponen de una manera total y completa.

De esta manera, entonces, trasladar los problemas de la justificación a la


cuestión del animus es, en realidad, desplazarla al dolo. Para demostrarlo basta con
verificar que la problemática de la justificación no se puede disolver en la
comprobación en el tipo subjetivo de un animus defendendi o criticandi, porque estos
elementos subjetivos no se contraponen al dolo de la injuria, pues no excluyen el
conocimiento del carácter lesivo del honor de las expresiones vertidas ni la voluntad de
realizarlas. Por tanto, son totalmente ajenos a la problemática del tipo subjetivo de este
delito. Su lugar, en todo caso, estará en el aspecto subjetivo de las posibles causas de
justificación que pudieran entrar en consideración. Luego el llamado «ánimo de ejercer
el derecho a la información o a la crítica» nunca podría excluir la tipicidad, sino, en su
caso, sugerir la existencia de un error de prohibición.
109
La problemática de la justificación no debería tener en el delito de injurias
ninguna particularidad teórica que la diferencie de los demás delitos. Los problemas
especiales que pueden presentarse serán, en todo caso, cuestiones propias de la
extensión y los límites de las autorizaciones legales que fundamenten la justificación en
cada supuesto.

En este sentido adquieren una particular importancia los derechos cuyo ejercicio
puede significar, al mismo tiempo, la realización del tipo de la injuria. Entran aquí en
consideración, sobre todo, los derechos de la libertad de expresión y de información. La
cuestión de la justificación se plantea, en consecuencia, desde el punto de vista del
ejercicio de un derecho. Pero la particularidad que aquí existe está dada porque el
derecho a la libertad de expresión y de información (art. 20 CE) son derechos
fundamentales, respecto de los cuales la misma Constitución establece que tienen su
límite en el respeto a los derechos reconocidos en el título I de aquélla y «especialmente
en el derecho al honor».

El conflicto de intereses que aquí se plantea sólo puede resolverse, como es


obvio, sobre la base del principio de la ponderación de bienes. Para ello se requiere una
determinación valorativa de los intereses en juego a partir del propio sistema de valores
de la Constitución.

Estamos, por tanto, en presencia de una cuestión relativa a la interpretación de la


Constitución y no simplemente frente a un problema del Código Penal. Esto no
cambiaría ni siquiera en el caso en que un futuro Código Penal regulara expresamente la
justificación en lo referente al delito de injuria, por ejemplo, siguiendo los modelos del
§ 193 StGB alemán o del § 114 StGB austríaco. En este sentido se ha manifestado el
Tribunal Supremo alemán (BGH) en más de una oportunidad al considerar al § 193

110
StGB como una circunstancia acuñada sobre el derecho a la libertad de expresión del
artículo 5 de la Ley Fundamental alemana (11). Esta misma tesis ha sido sostenida
también por el Tribunal Constitucional alemán (BverfGE).

También en la teoría alemana se ha recogido este punto de vista sobre la base del
llamado efecto irradiante del derecho a la libertad de expresión. Así, se sostiene que «a
causa del efecto irradiante del artículo 5.1 GG (similar al art. 20 CE) en el campo de la
protección jurídico-penal del honor, también el alcance del § 193 StGB se debe
determinar a la luz de la significación del derecho fundamental de la libertad de
expresión y de prensa». En la jurisprudencia española es ilustrativa en este sentido la
sentencia del Tribunal Supremo de 2 de junio de 1986, en la que se sostiene que
«cualquiera que sea la concepción que se acepte para la fundamentación de los derechos
humanos básicos o fundamentales de la persona, del ciudadano, tales derechos ni en su
alcance ni en su jerarquía, ni en su limitabilidad, ostentan, en ninguna de las tablas
constitucionales contemporáneas, par igual significación, por lo que resulta necesario en
los supuestos de colisión eventual establecer una gradación jerárquica entre los mismo».
Asimismo, son ilustrativas las sentencias del Tribunal Constitucional números 104 y
159/86, en las que el alcance del derecho a la libertad de expresión se interpreta en
función del sentido constitucional de una opinión pública libre dentro de un Estado
democrático de Derecho.

STS de 2 de junio de 1986. El recurrente denuncia una supuesta vulneración


del precepto penal sustantivo contenido en el artículo 240 del Código Penal,
estimando que la irregular actuación académica del catedrático querellante con
relación al examen realizado en el sexto curso de la Licenciatura de Medicina por un
hijo del hoy recurrente justificaba su crítica y excluía el propósito o ánimo de injuriar;
motivo que por su importancia, y pese a haber sido ya el tema abordado por muchas
resoluciones de esta Sala, parece preciso, antes de verificar su aplicabilidad o
inaplicabilidad al concreto caso que ahora en última fase jurisdiccional se decide, de
recordar algunas premisas que sirvan para instalar la decisión en una perspectiva
111
esclarecedora. Y así: a) Existe un elemento generalmente admitido doctrinalmente,
que es el de que cualquiera que sea la concepción que se acepte -iusnaturalista,
historista o ética- para la fundamentación de 806 los derechos humanos, básicos o
fundamentales de la persona, del ciudadano, tales derechos, ni en su alcance, ni en su
jerarquía, ni en su limitabilidad, ostentan, en ninguna de las tablas constitucionales
contemporáneas, parigual significación, por lo que resulta necesario en los supuestos
de colisión eventual establecer una gradación jerárquica entre los mismos según su
importancia, partiendo en este «orden» de la idea central de su inflexión en la
dignidad de la persona y de las potencias propias de la misma: como ente aislado y
como ciudadano, que vive en sociedad. Desde esta idea central -por lo demás
elemental- la frecuente y aun casi cotidiana fricción entre los derechos fundamentales
a la libre expresión comunicada y el derecho al honor que, respectivamente,
establecen los artículos 18 y 20 del texto supremo del ordenamiento jurídico español,
hay a su vez que partir de dos elementos: 1) ambos derechos fundamentales se
inspiran y cobran su fuerza legitimadora de dos fuentes o «valores superiores»
diferentes. En tanto el derecho al honor se funda en el valor de seguridad propio de
todo Estado de Derecho, por cuanto es 1 de los derechos más íntimamente enlazados
con la idea de la dignidad humana y expresa 1 de los de carácter público subjetivo de
los que contemplan al ciudadano como individuo autónomo, libre y responsable; el de
libertad de expresión se enraíza en el también valor superior de la libertad, en los que
la persona ya no ostenta esta condición aislada de sus conciudadanos, sino que es
miembro activo de la colectividad política o estatal. 2) De ello se deduce otra
consecuencia derivada de la no polémica distinción doctrinal entre derechos
fundamentales activos y reacciónales, con su obvia distinción en orden a la
efectividad, pues mientras el derecho al honor, como reaccional que es, no puede
nunca tener un ámbito escaso de desenvolvimiento; en tanto que el de libertad de
expresión, como derecho activo, supone una esfera de actuación, siempre respetando
el contenido esencial que reconoce el artículo 53.1 de la Constitución , instalable en
el área o ámbito de lo que, desde la limitabilidad a través de la ley, se ha denominado
doctrinalmente como «escasez de ámbito». Y así, tanto el artículo 20.4 de la
Constitución establece como límite esencial al derecho de libertad de expresión el del
respeto al también fundamental al honor y los textos internacionales integrantes en
112
esta esfera de una normatividad tildable incluso a partir del artículo 10.2 de la
Constitución, como supraconstitucional establecen, como límites al derecho de
libertad de expresión el «asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los
demás» (artículo 19.3.a) del Pacto Internacional de Derechos Civiles - Políticos) o la
«protección de la reputación o de los derechos ajenos» ( artículo 10.2 del Convenio
para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales).

Desde estas premisas esenciales hay que partir para el examen del presente
motivo. Es cierto que no parece seguramente aceptable la actuación del querellante -
lo que es tema ajeno en su aprobación o censura al área competencial propia de este
órgano jurisdiccional penal- en el concreto acto académico en que se produjeron los
hechos origen de la destemplada misiva que fue causa (al ser publicada por el medio
de comunicación social) de estas actuaciones, pero incluso a partir de tal
posiblemente autoritario y seguramente irregular (artículos 5.6.1 y 6.6.2, en relación
con el 13, del Reglamento de 8 de septiembre de 1954 y D. de 5 de septiembre de
1958) comportamiento, lo cierto es que una cosa es, en la interacción de ambos
derechos, una libre expresión -o por mejor decir, difusión de opinión- crítica y otra,
absolutamente distinta y por supuesto antijurídica, la propagación a través del medio
comunicativo social de una carta que, dirigiéndose al ahora querellante en forma
vocativa, se le atribuyen negativamente, por estimar que son las propias de un
Decano de Facultad Universitaria, condiciones de «competencia, dignidad,
honorabilidad, ética profesional y humana, prudencia, veracidad, ecuanimidad,
sapiencia, responsabilidad y, en una palabra, dechado de virtudes profesionales y
morales; exento, por tanto, de todo tipo de ruindad, despotismo, cretinismo y demás
bajezas de ciertos humanos. Ironías de la vida, ¿verdad, Sr. Decano?». La elocuencia
de las expresiones entrecomilladas procedentes del relato relevaría de cualquier
precisión fundamentadora aditiva para la eliminación del ánimo justificativo crítico
pretendido como existente al articular el motivo, porque para rechazar el mismo no
hace falta acudir a la por lo demás reiteradísima doctrina de este Tribunal de casación
en orden a que si las expresiones son objetivamente deshonorantes es al procesado a
quien corresponde la carga probatoria de la existencia de un ánimo distinto y
excluyente de la antijuridicidad propia de estas figuras delictivas y que se incorporan

113
normativamente por propia naturaleza a su descripción típica, pero debe aun
resaltarse que para eliminar ese ánimo crítico o por mejor decir de «denuncia social»
canalizada a través de un medio de tal carácter el presente caso ofrece las
circunstancias siguientes: a) La profesión y preparación cultural del procesado
condenado, como profesor de Enseñanza General Básica, b) El lapso temporal
existente entre el momento en que se produjo el hecho académico, que no se trata ni
aun en esta esfera ajena de justificar, y la reacción crítica, c) El medio elegido, que,
por requerir la escritura, supone un proceso reflexivo, d) La deliberada confusión que
la misiva introduce -lo que se analizará al examinar el siguiente motivo impugnativo-
entre un acto concreto del querellante como catedrático de una asignatura o disciplina
determinada y su sobreañadida y contingente condición de Decano de la Facultad,
absolutamente ajena al incidente. Ello supone la desestimación del motivo, pues al no
poderse apreciar en lo que esta Sala, en sus sentencias de 8 de julio de 1981 y 3 de
junio de 1985 ha calificado como delicada cuestión de límites, por exceder
notoriamente el texto incriminado de las líneas propias del ánimo crítico o de
denuncia, es obvio que se debe reputar existente el difamatorio o de denigración
constitutivo de la injuria; ya que por lo demás cualquier exceso expresivo crítico
derivado de la condición de padre del supuestamente agraviado por la decisión
académica (que tiene sus propios cauces de impugnación jurídica) vendría eliminada
por su notoria condición de mayoría de edad al ser estudiante aquél del sexto curso de
la Licenciatura y con ello carente de sentido una eventual invocación -lo que por lo
demás no se ha hecho- de esta condición de padre a la luz y órbita del derecho
establecido en el artículo 27.7 de la Constitución en la esfera educativa de los hijos.

Por último, también, se ha de rechazar el tercer motivo impugnativo de fondo,


interpuesto al amparo del mismo precepto procesal que el anterior y que denuncia una
pretendida vulneración (se supone que por inaplicación) del artículo 245 del Código
Penal, en relación con el párrafo tercero del artículo 119 de dicho Código sustantivo,
pues entiende, una vez más en su lógico sentir interesado, que el destinatario actuaba
como funcionario (Catedrático) y no como Autoridad (Decano de la Facultad); ya que
si bien el incidente denunciado en el texto incriminado se refiere a una actuación
funcionarial, las expresiones injuriosas trascienden, precisamente, del hecho concreto

114
(y de ahí su antijuridicidad) y se proyectan hacia esa condición superpuesta en la
persona del querellante como Decano v como tal investido -lo que no se ha
cuestionado- de la cualidad de Autoridad, insistiendo en cuanto a la persona de aquél
en las condiciones que le inhabilitan para ostentar tal grado académico; lo que, con
desestimación de este último motivo impugnativo, determina la procedencia de
rechazar el recurso y dictar el pronunciamiento que prevé el párrafo segundo del
artículo 901 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal con todas las consecuencias
derivadas del mismo.

La cuestión de la ponderación de bienes es totalmente independiente, como es


obvio, del animus con el que pueda haber obrado el autor. Una interpretación
gramatical del texto constitucional, sin embargo, podría poner en duda la posibilidad
de una ponderación de intereses y sostener que el ejercicio de los derechos de libertad
de expresión y de información carece de capacidad para justificar la lesión del honor,
es decir, la realización del tipo de injuria. Los límites del derecho a la libertad de
expresión e información estarían dados de una manera rígida en el artículo 20.4 CE, de

tal forma que allí donde comience la lesión del honor terminaría el legítimo ejercicio del
derecho a la libertad de expresión y de información. Tal punto de vista vendría a
sostener, en realidad, que los derechos a la libertad de expresión e información tienen
menos jerarquía que el derecho al honor. Esta óptica domina en la reciente
jurisprudencia del Tribunal Supremo en esta materia. Ejemplo de ello son las sentencias
del Tribunal Supremo de 2 y 18 de junio de 1986 (con amplias referencias a la
jurisprudencia anterior), de 27 de junio de 1986 y, la de 1 de diciembre de 1986 (Rec.
2.573/84).

STS 18/6/1986. Como decía la Constitución de 1812, todos los españoles deben
ser justos y benéficos, pero quienes encarnan por definición la Justicia son los
profesionales que a ella se dedican, a quienes se les exige mayor delicadeza, dedicación
y sacrificio por ser justos, que a cualquier otro ciudadano. La Justicia, según la
expresión más sencilla que todos entienden consiste en dar a cada uno lo suyo, sin otra
115
consideración o móvil que cumplir con la Ley. Por ello cualquier reproche, imputación
o insinuación de que el Juez por consideraciones personales -cualesquiera que sean-
distintas de la Ley, se aparta del fin esencial que la sociedad la encomienda, y que él por
profesión asume, supone una ofensa grave tanto a la "autoritas" como a la "dignitas" que
la jurisdicción comporta y se incide en el delito de desacato del artículo 240 o en la falta
del artículo 570.5 .a según la gravedad de la imputación ofensiva y así lo tiene
declarado esta Sala (por citar las más modernas, sentencias de 29 de septiembre de
1981, 26 de diciembre de 1983, 20 de febrero, 8 y 9 de octubre de 1984 ). Con estos
antecedentes no puede soslayarse la calificación, indudablemente benévola, como falta,
de la conducta de los procesados, Abogados en ejercicio, que solidarizándose con un
compañero que actuaba en un procedimiento criminal dirigen escrito, por todos firmado,
en el que afirman: "que es preocupante el rigor judicial en este caso, frente a la
magnanimidad y tolerancia de aquellos otros, en que resultan implicadas personas de
ideología ultraderechista". Es decir, se está imputando al juzgador banalidad, y
favoritismo por motivaciones políticas y a continuación se concreta y personaliza:
"Especialmente por el hecho de que su procesamiento se produce tras varios meses de
haberse iniciado el procedimiento, precisamente en unos momentos de grave tensión
ciudadana, provocada por el conflicto del taxi y en que D. Juan Enrique en su calidad de
representante de la Federación de Barrios está jugando un importantísimo papel al lado
del Ayuntamiento democrático y frente a la organización sindical ultraderechista Fuerza
Nacional del Trabajo.

Las interpretaciones qué el escrito contiene, sino constituyen falsa imputación de


un delito (calumnia) o injurias graves del artículo 458 del Código Penal , al menos han
de estimarse como injurias leves que al dirigirse a una autoridad, se transforman en la
figura más liviana del desacato, castigada en el artículo 570.5.° de aquel Código.
Segundo: El ánimo de injuriar se deduce -por ser acto interno de conciencia, inasequible
a la observación directa- cuando la expresión proferida o acción ejecutada aparece
"prima facie" ofensiva y no se acredita la existencia de otro "animus" que la desvirtúe
(Sentencias de 17 de febrero y 10 de abril de 1982, 28 de febrero de 1983, 5 de marzo
de 1984, etc., etc.). Tercera No es posible admitir el "animus defendendi", pues a la
Letrada recurrente, ninguna petición le había sido denegada, ni por nadie había sido

116
ofendida, pues el Letrado que llevaba la causa era Don Claudio. Cuarto: La motivación
humanitaria podía haberse llevado a efecto por otras vías sin necesidad de poner en
entredicho la integridad profesional de los jueces o del juez interviniente en la causa.

En cuanto a la libertad de expresión en relación con el delito de injurias y en


consecuencia el desacato cuando se dirijan contra personas constituidas en "auctoritas"
o "dignitas" ya se ha manifestado esta Sala en sentencias de 12 de diciembre de 1981,
10 de abril, 3 de mayo, 30 de noviembre de 1982, 28 de enero, 5 y 7 de marzo, de junio
de 1984 y 7 de marzo de 1985 , declarando que el derecho fundamental de la libertad de
expresión no es absoluto ni constituye una carta en blanco o patente de corso para
irrumpir directa o subrepticiamente en la vida honorable, pública o privada que merecen
los ciudadanos, pues el mismo artículo 20 citado, en su apartado 4 , dispone que "Estas
libertades tienen un límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los
preceptos de las leyes que lo desarrollan y especialmente en el derecho al honor, a la
intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia". Así,
pues, se puede informar y criticar, pero sin insultar, injuriar ni calumniar a nadie. Se
trata de una cuestión de límites, que obviamente son los Tribunales, los únicos que
pueden fijar.

En definitiva, lo que la recurrente pretende con sus alegaciones en el presente


motivo, es poner de relieve las manifestaciones de arrepentimiento o retractación hecho
ante el Juzgado y la Audiencia para eliminar el "animus iniuriandi". Pero aparte de la
dificultad técnica de la validez de la retractación y su consecuencia, posible, del perdón
de la parte ofendida en un delito público de desacato, excluido por el artículo 467.4.°
del Código Penal interpretado a contrario "sensu", lo cierto es que sus manifestaciones,
retractándose del escrito, no son lo suficientemente expresivas y terminantes para
justificar de algún modo su firma, pues la concesión del perdón no se produce
automáticamente, por la simple manifestación de que no se quiso ofender. Las
intenciones humanitarias pueden llevarse a feliz término, sin necesidad de ofender, o
desautorizar a persona alguna. Después de la supresión de la circunstancia 7.ª del
artículo 9.° del Código los motivos morales, altruistas o patrióticos ni siquiera son
apreciados como atenuantes y, por tanto, menos aún como causa de justificación.

117
STS 27/6/1986. Desde el punto de vista legislativo, el artículo 242 del Código
Penal , en su actual redacción, fue introducido, en el referido cuerpo legal, merced a la
Ley Orgánica de 11 de noviembre de 1980, la cual, al propio tiempo, reformó
profundamente el Código de Justicia Militar, en el cual, tras la reforma antedicha,
subsiste el artículo 317, en el cual se sancionan las injurias a los Ejércitos o a sus
instituciones, clases, armas ó cuerpos determinados cuando el culpable fuese militar o el
hecho se produzca ante un mando en presencia de las tropas o en acuartelamiento,
recinto o lugar militar; por último, el artículo 90 del Código Penal Militar, aprobado
mediante Ley Orgánica de 9 de diciembre de 1985, sanciona al militar que, de palabra,
por escrito o por cualquier otro medio de publicidad, injurie a los Ejércitos o a
Instituciones, Armas, Clases o Cuerpos, determinados de los mismos, por su parte, la
jurisprudencia de la Sala Segunda del TS, se ha ocupado del mentado articulo 242 en las
sentencias de 14 de julio y 23 de noviembre de 1983 y en la de 16 de octubre de 1984 ,
en las cuales más que construir la estructura de la infracción se dedicó al caso sometido
a revisión casacional, estudiando el alcance y límites de la libertad de expresión, así
como la eficacia exonerante del "animus criticandi", siendo interesante recordar que los
supuestos analizados se referían a injurias proferidas por periodistas en publicaciones u
otros medios de difusión. La estructura del hecho punible analizado es la siguiente:
sujeto activo, lo puede ser cualquiera con tal de que sea imputable; sujeto pasivo, lo ha
de ser necesariamente una colectividad, determinada y al propio, tiempo
despersonalizada o indiferenciada, entre las cuales figuran los Ejércitos, bien sea en su
conjunto, bien referidas a los de Tierra, Mar o Aire, sus instituciones -v. g.- Junta de,
Jefes de Estado Mayor, Escuela Superior del Ejército, Academias Militares -armas-
Infantería, Caballería, Artillería, Ingenieros, Infantería de Marina, por ejemplo - clases-
las de tropa Generales, Jefes u Oficiales y, dentro de ellas, las compuestas por los que
ostentan el mismo grado o cuerpos determinados, lo cual, tanto puede aludir al Jurídico
Militar, al de Sanidad o al de Intervención, como, entendida, la palabra, en el sentido de
unidades, a Divisiones, Brigadas, Regimientos, etc. La dinámica comisiva o acción
puede materializarse mediante injurias, cuyo concepto se halla en el artículo 457 del
Código Penal o por medio de amenazas, entendiendo por tales el anuncio de un mal

118
futuro, posible, ilícito, determinado, dependiente de la voluntad de quien lo hace y
capaz de atemorizar o, al menos, inquietar, al destinatario ó destinatarios del mismo, si
bien, algún sector doctrinal resalta la inidoneidad de este medio operativo, el cual, como
se infiere del contenido de los; artículos 483 y siguientes del Código Penal, es
esencialmente individual y, por lo tanto, poco adecuado y apto para afectar a colectivos.
Dicha acción deberá ser dolosa, esto es, que el agente debe comprender y querer los
componentes objetivos de la infracción; y, finalmente, en lo que atañe a la penalidad, el
párrafo primero del artículo 242 impone la de prisión menor cuando las injurias o
amenazas sean graves, y el párrafo segundo del mismo, cuando las injurias o amenazas
no sean graves, dispone una pena alternativa: arresto mayor o multa de 75.000 a
150.000 pesetas. Los elementos objetivos de las injurias se encuentran especificados en
el artículo 457 del Código Penal toda expresión proferida o acción ejecutada en
deshonra, descrédito o menosprecio de otra u otras personas, pudiendo exteriorizarse las
mentadas injurias de modo verbal, escrito, real, omisivo p implícito, tendente siempre a
denigrar, ultrajar o vilipendiar a otro u otros; mientras que la gravedad de dichas
injurias, aunque dentro de una relatividad y circunstancialidad proclamadas por esta
Sala queda determinada merced a lo dispuesto en los cuatro, números el artículos 458
del mentado Código . Pues bien, en el caso de autos se trata de la inserción, publicación
y difusión en el periódico tinerfeño "Jornada", en la sección "Opinión" y en el número
correspondiente al 22 de marzo de 1982 de un artículo, redactado y antes ideado por el
acusado, titulado "La mujer del Teniente francés y los amigos del Capitán español", en
el que, en forma reflexiva, directa y consciente, se dice y escribe: "creo, Señor, que no
es hora aún de sustituir el nombre de Caballería, como pretenden el Ministro Oliart y
algunos Generales, porque hay todavía muchos semovientes en esa gloriosa Arma a la
que perteneces y también en las demás, capitán, aunque afortunadamente sea una raza a
extinguir...", añadiendo: "Recuerda, Capitán, que Caballería no es solamente el segundo
Cuerpo de soldados más antiguo del Ejército Español, sino que llamase también
caballería mayor a la mula o al caballo, y menor al borrico, así es que de caballería,
propiamente hablando, hay mucha gente todavía, Señor..." En definitiva, en el texto
periodístico dicho, sin ambages ni rodeos y aunque, más adelante, se trata de trivializar
los referido, aludiendo a otras acepciones de la palabra "caballería", se dice claramente
que, dentro del arma de Caballería y en otras, hay muchos semovientes, lo que equivale
119
semánticamente a cualquier clase de ganado -caballar, mular, asnal, bovino, ovino,
cabrío o de cerda-, lo cual, y puesto que no se refiere a los antiguos corceles o
cabalgaduras de dicha Arma, sino a los componentes humanos de la misma, significa
baldón ignominioso, desdoro y agravio para las Armas castrenses destinatarias de la
contumelia, agregando, para inri, que es aplicable al Arma de Caballería la segunda
acepción de dicha palabra, es decir, la de mulo o caballo, si se trata de caballería mayor,
o la de borrico, si se trata de caballería menor. En resumidas cuentas, en el artículo
mencionado se encuentran los requisitos objetivos de las injurias, sin que quepa dudar
acerca de su gravedad, puesto que, a la luz de los números 3.° y 4.ª del artículo 458 del
Código Penal, se trata de expresiones que, en el concepto público, se tienen por
afrentosas y que racionalmente merecen el calificativo de graves atendiendo al estado,
dignidad y circunstancias del ofensor y de la institución o Arma ofendida.

Entre los "animi" que excluyen el "animus iniuriandi", elemento subjetivo del
injusto típico de indispensable concurrencia en los delitos de injurias, figura el
denominado "animus criticandi" o propósito de criticar o censurar constructivamente el
comportamiento ajeno, pero para que dicho "animus" pueda preponderar, superponerse
y, en definitiva, eclipsar o anular al citado "animus iniuriandi" es menester, ante todo,
que el crítico, más o menos docto, e improvisado o no, proceda de un modo mesurado,
comedido, razonado y justificado, sin sustituir juicios racionales y ponderados por el
denuesto, el improperio, la invectiva o la imprecación, ya que, en el último caso, la
fiscalización, la supervisión o la crítica no serán más que antifaces o pretextos para
encubrir el verdadero y auténtico propósito subyacente de vituperio, de mofa y de
escarnio. Siendo, esto último, lo que sucede en este caso, donde un Catedrático de
Filosofía de Instituto de Segunda Enseñanza, nada versado, al parecer, en cuestiones
castrenses, no sólo ofende, veja y mortifica al Arma de Caballería y a otras Armas no
especificadas, sino que, con actitud típica y característica de estos tiempos -y que es
digna de reflexión y de meditación-, se autoerige en la personificación de las más puras
esencias constitucionales y democráticas para, gratuitamente y sin suficiente
conocimiento de causa, denostar y denigrar a otros, atribuyéndoles inmovilismo,
involución y nostalgia de tiempos y régimen pretéritos e inexorablemente caducados.
Procede, pues, la desestimación del primer motivo del recurso basado en el número 1.°

120
del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por aplicación indebida del
artículo 242 del Código Penal en relación con los artículos 457 y 458 del mismo cuerpo
legal.

La "presumptio doli" consagrada en el antiguo párrafo segundo del artículo 1 del


Código Penal , no siempre fue utilizada por este Tribunal para entender acreditado el
"animus iniuriandi", el cual, aunque emparentado con el dolo, pertenece al campo de la
tipicidad, y precisa de acreditamiento suficiente. Empero, en este caso, se trata de
injurias, proferidas por escrito y con publicidad, y por ello no es necesario acudir al
conocido adagio "quando verba sunt per se iniuriosa, animus iniuriandi praesímitur",
toda vez que si lo oral puede ser fruto de improvisación, hijo de la ira o mero desahogo
verbal, lo escrito -quod scripsit, scripsit" y "verba volant", "scripta manent"- es
forzosamente más reflexivo y meditado, pudiendo el agente sopesar y valorar el alcance
y significación de lo que su pluma elabora y redacta, percibiendo nítidamente la carga
de mortificación y vilipendió que sus expresiones van a suponer para el agraviado; con
lo cual, en este caso, basta examinar el texto supuestamente injurioso para comprobar, y
ello en lo que constituye "corpus delicti", que el propósito del agente fue, clara y
paladinamente, el; de deshonrar, desacreditar y menospreciar al Arma de Caballería y a
las demás Armas de los Ejércitos no especificadas, aunque aludidas.

El derecho de expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas, opiniones,


creencias y sentimientos, derecho innato o derecho fundamental de las personas
reconocido por las Leyes, corolario de la antigua y decimonónica libertad de
pensamiento se halla consagrada en el apartado a) del numeró 1 del artículo 20 de la
Constitución, pero en un Estado de Derecho, como lo es el español, dicho derecho no es
ni puede ser absoluto, ilimitado e incondicionado, equivaliendo a látigo restallante con
el que se fustiga y castiga a quien quiera o a cualquiera que desagrade al que ejercita él
derecho de libertad de; expresión, demostrando lo que se dice, en primer lugar, el propio
Código Penal, el cual, en el artículo 432 , castiga la proclamación y exposición de
doctrinas inmorales en los artículos 216 bis a),; 216.bis b), 268 y 566-4 .°, pues la
apología de los delitos; en los artículos 123 ; 140 y 141, los ultrajes a la Nación
española, y en el 209;-del ultrajé de los dogmas, ritos o ceremonias de confesiones
religiosas legalmente reconocidas, y, en segundo término, el propio artículo 20 de la
121
Constitución, cuyo precepto, en sus postrimerías -húmero 4 -, dice que estas libertades
tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos
de las Leyes que los desarrollan y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad,
a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia. Siendo evidente, y
no es necesario insistir en ello, que el acusado, al ejercer una pretendida libertad de
expresión, rebasó, excedió y sobrepasó los límites legales, hollando y escarneciendo el
honor castrense que tanto aprecian las Fuerzas Armadas en su integridad.

La presunción, "iuris tantum", de inocencia, Consagrada en el artículo 24 de la


Constitución, en este caso no sólo se desbarata y tambalea con la sola lectura del
periódico de autos, sino que se derrumba con estrépito, pues, tanto la participación -no
discutida por lo demás- como los elementos objetivos del delito, los componentes del
dolo y el "animus iniurandi", tienen completa prueba con sólo examinar tan genuino
acreditamiento. Los hechos psicológicos son de difícil prueba, puesto que las voliciones
y los propósitos permanecen en lo más recóndito de la mente humana, donde no es
posible penetrar, pero, en el caso analizado, lo que animaba al agente, a la vista del texto
supuestamente injurioso, es tan palmario y palpable que no se precisa de mayores
razonamientos para entender plenamente acreditado dicho extremo, siendo imperativa,
por consiguiente, la desestimación del motivo segundo del recurso, basado en el número
1 del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por infracción de los artículos 1
del Código Penal y 20 y 24 de la Constitución.

Quién es el sujeto pasivo de la infracción estudiada es cuestión que, al parecer,


atormenta e inquieta al recurrente, pero no a esta Sala, la cual, con la simple lectura de
la narración histórica de la sentencia impugnada, ha quedado enteramente informada de
que, el mentado sujeto pasivo, lo fue el Arma de Caballería, además de otras que, el
acusado, no especificó, lo que sobra para incardinar su conducta en el párrafo primero
del artículo 242 del Código Penal, procediendo; sin necesidad de mayores
razonamientos, que, siempre serían superfluos, la repulsión del tercer y último motivo
del recurso examinado; basado o sustentado en el mismo precepto adjetivo que los
anteriores, por indebida aplicación del artículo 242.1.° del Código Penal .

122
STS 1/12/1986. Tiene declarado esta Sala que el derecho de crítica o «ius
criticandi», fundado y bien intencionado, de la actividad jurisdiccional de los Tribunales
de Justicia, así como de los demás organismos o corporaciones públicas, ejercitado con
la corrección y respeto debidos a la autoridad, dignidad que debe circundar y circunda a
tales órganos del Estado, no puede considerarse delictiva por entenderse que tal crítica
constituye una actividad socialmente adecuada que contribuye a favorecer el buen
gobierno de la sociedad en la que vivimos y a la prevención y supresión de posibles
atropellos, abusos, demasías y negligencias por parte de los poderes públicos,
fortaleciendo el sentimiento democrático de libertad, convivencia y bienestar común de
los ciudadanos, formando parte del llamado derecho de expresión, reconocido en el
artículo 20 de nuestra Constitución (R. 1978, 2836 ), entre los Derechos fundamentales,
que autoriza a todos los españoles a «expresar y difundir libremente los pensamientos,
ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de
reproducción, siempre que no se olvide que, como también se declara en el mismo texto
constitucional, esta libertad tiene sus límites en el respeto a los derechos reconocidos a
los demás ciudadanos en el mismo título, en los preceptos de las leyes que lo
desarrollan y especialmente el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, por
todo lo cual hay que concluir que si bien el ejercicio de una crítica racional, honesta y
constructiva de la acción jurisdiccional o de cualquier otra pública no constituye en
principio delito; pero cuando ello no es así y el censurante, amparándose en el citado
derecho que comprende los de narración, de información o de crítica, traspasa los
límites legalmente establecidos para menospreciar, desacreditar o desprestigiar a un
Tribunal o a los Tribunales o Jueces en conjunto como clase del Estado, bajo pretexto
de enjuiciar el desempeño de su función jurisdiccional para en realidad atacarlos en su
honorabilidad, probidad y prestigio, tal conducta queda despojada de toda utilidad social
y se convierte o transforma en material y formalmente antijurídica en cuanto quebranta,
ya sin justificación alguna, el respeto y consideración debido a las instituciones y clases
del Estado, observados en toda sociedad civilizada, transgrediendo de manera flagrante
y la mayor parte de las veces con publicidad, las limitaciones establecidas en la citada
Ley fundamental en alguna de las formas o modos tipificados como delictivos en el
Código Penal, sin que tales excesos o extralimitaciones puedan ser amparados bajo la
bandera de la libertad de expresión o de crítica, porque tal libertad debe terminar y
123
termina allí donde comienza el derecho de las demás personas individuales o jurídicas a
defender su honorabilidad, dignidad y prestigio, virtudes o dotes que, por otra parte,
resulta innecesario atacar para efectuar una crítica seria, objetiva y desapasionada de las
resoluciones de dichos Tribunales, y menos para injuriar a sus componentes; sin que el
status de periodista, por muy respetable que quiera reputarse, pueda otorgar «carta
blanca» para ofender libre e impunemente el honor de las personas o el prestigio de las
instituciones públicas más allá de los linderos establecidos para los demás ciudadanos
que no ejerzan tal profesión.

Expuesto lo que antecede, no puede aceptarse la tesis del recurrente de que sus
declaraciones a un diario de esta capital no son difamatorias para una clase determinada
del Estado, sino que encierran una opinión, una fuerte crítica a un componente de la
Administración de Justicia, los Jueces, sin ningún ánimo de injuria o menosprecio,
puesto que si bien es compatible el «animus criticandi» y el ánimo ofensivo denigratorio
si la crítica no se desenvuelve en la forma anteriormente expuesta, como lo hizo el
procesado en sus declaraciones al citado diario, en él se hacen imputaciones a los Jueces
que rebasan notoriamente la crítica, como se pone de manifiesto en la declaración de
hechos proba2 de la sentencia combatida, en concreto en el párrafo último de ello, al
imputar o atribuir a la mayor parte de los Jueces su firme propósito de no hacer justicia,
lo que constituye, como lo ha calificado acertadamente la Sala sentenciadora en sus
acertados fundamentos que se dan aquí por re producidos, un delito de injurias graves a
clase determinada del Estado como es la Administración de Justicia, representada en los
Jueces, tanto en lo objetivo como en lo subjetivo, lo que conduce a la desestimación del
motivo único del recurso.

Esta forma de encarar el problema puede ofrecer reparos desde el punto de vista
del artículo 9.3 CE, en tanto éste garantiza el principio de jerarquía normativa, es decir,
en la medida en que impone al legislador ordinario también el respeto de la
Constitución como norma de rango superior. La cuestión del efecto justificante de los
derechos de opinión y de información con relación al delito de injuria debe comenzar,
124
entonces, por la Constitución y no por el Código Penal. Desde esta perspectiva la
ponderación de los intereses subyacentes bajo los derechos fundamentales en colisión
debe tomar necesariamente en cuenta el significado institucional de unos y otros en una
relación flexible, en la que el punto de partida de la interpretación debe estar dado por la
posición fundamental que ocupa la libertad de expresión en el sistema del Estado
democrático de Derecho. Esta relación flexible, como proponemos designarla, exige
tomar en cuenta el llamado efecto irradiante de los derechos fundamentales en la
interpretación de sus límites legales y constitucionales. El Tribunal Constitucional
alemán se ha expresado en esta línea tempranamente en la sentencia del famoso caso
Lüth. «Las leyes generales, dice la sentencia, deben ser interpretadas, en lo referente a
su efecto limitador del derecho fundamental, a la vista de la significación de este
derecho fundamental, de tal manera que quede salvaguardado el contenido axiológico
especial del mismo, del que se deriva necesariamente en una democracia libre la
presunción fundamental de la libertad de palabra en todos los ámbitos, pero
especialmente en la vida pública.» Y agrega la sentencia: «La relación de oposición
entre el derecho fundamental y la ley general no debe concebirse como una limitación
unilateral de la fuerza de validez del derecho fundamental por parte de la ley procesal;
por el contrario, se da un efecto recíproco, en el sentido que la ley general, según su
texto, pone límites al derecho fundamental, pero esta ley a su vez tiene que ser
interpretada a partir de la idea de la significación valorativa de este derecho
fundamental (la libertad de expresión) en un Estado libre democrático y,
consecuentemente, restringida en su efecto limitador del derecho fundamental». En su
formulación, el punto de vista del Tribunal Constitucional alemán ha sido criticado, con
razón, como un razonamiento circular; sin embargo, tiene un núcleo aprovechable: la
interpretación de los límites de derecho fundamental debe realizarse tomando en cuenta
el sistema institucional de la Constitución.

Precisamente esto último es lo que exige el artículo 53.1 CE cuando dispone que
la regulación (por tanto, también la fijación de límites, en su caso) de los derechos
fundamentales sólo tendrá lugar por ley, «que en todo caso respetará su contenido
esencial».
125
Sin embargo, la problemática que aquí se estudia no es la de establecer el límite
impuesto al derecho a la libertad de expresión por la ley que regula el delito de injuria.
En la medida en que el derecho al honor, protegido por el tipo penal de la injuria,
también es un derecho fundamental y no simplemente un bien jurídico establecido por
ley, el eventual conflicto sólo puede resolverse en el plano normativo de la
Constitución. Estamos, consecuentemente, ante una cuestión previa a la interpretación
de la ley penal: el «efecto irradiante» se producirá sobre la ley penal de una manera
doble, es decir, tanto en la determinación del tipo como en el alcance de la justificación.

En un Estado democrático de Derecho, la libertad de expresión tiene un carácter


constitutivo y una jerarquía específica cuando se trata del ejercicio del derecho a
participar en la formación de la voluntad política de la comunidad. En tales situaciones,
y bajo ciertas condiciones, que todavía es necesario esclarecer, el derecho a la libertad
de expresión e información puede tener una jerarquía superior al derecho al honor y,
consecuentemente, operar como una causa de justificación respecto de la realización del
tipo penal de la injuria. En este sentido no tiene ninguna importancia que la realización
del tipo de injuria implique siempre una lesión del honor, pues toda justificación es la
justificación de una lesión de un bien jurídico. Más aún, si no hay lesión de un bien
jurídico penalmente protegido (o al menos el comienzo de ejecución de una acción de
ataque al mismo), no cabe plantear la cuestión de la justificación. En otras palabras: una
lesión del honor puede resultar, bajo ciertas condiciones, justificada por el ejercicio de
la libertad de expresión o de información; precisamente cuando la realización del tipo
de la injuria coincida con el ejercicio del derecho a la libertad de expresión o de
información, en una de las situaciones en las que cabe reconocer a este derecho, por su
significado institucional, una posición preponderante frente al derecho al honor.

Aun cuando quizá de una forma excesivamente limitada, la idea de una


protección del honor que puede ceder ante intereses públicos superiores no es ajena a la
actual regulación del delito de injuria en el Código Penal. De otra manera, el tipo penal

126
del Código Penal, que permite la prueba de la verdad y establece en tales casos la
impunidad del hecho lesivo del honor, carecería totalmente de fundamento.

Dada la jerarquía constitucional como derecho fundamental que tiene el derecho


al honor, no cabe duda que es de superlativa importancia en la dogmática de la
justificación en el ámbito del delito de injuria la cuestión de las condiciones bajo las
cuales pueden operar el derecho a la libertad de expresión y de información como
causas de justificación. El Código Penal reconoce carácter justificante al ejercicio
legítimo de un derecho. Esta cláusula deja, sin embargo, abierto el problema de cuáles
son las condiciones respecto de la legitimidad de cada derecho ejercido en el caso
concreto. Estas dependen, en general, de las características propias del derecho ejercido.
En el caso de los derechos a la libertad de expresión y de información, esas condiciones
deberían ser las siguientes.

En primer lugar, es necesario que en el caso concreto, el derecho a la libertad de


expresión o de información aparezca, ponderadas todas las circunstancias, como
preferente frente al derecho al honor. Debe existir un interés preponderante en el
ejercicio del derecho a la libertad de expresión o de información con relación al interés
en la protección del honor. Esta preponderancia será de apreciar, sobre todo, cuando el
ejercicio del derecho a la libertad de expresión o de información tenga por objeto la
participación en la formación de opinión pública en asuntos de Estado, de la comunidad
social o de interés público en general. Ello se deriva del carácter institucional que la
opinión pública libre tiene en el Estado democrático de Derecho. Por el contrario, la
libertad de expresión y de información cederá siempre frente al derecho al honor cuando
se trate de acciones privadas del afectado que carezcan de vinculación con los asuntos
de Estado, con el interés público o con las cuestiones propias de la comunidad social.
Como es claro, la determinación de estas vinculaciones en los casos particulares puede
ser de difícil concreción.

127
El derecho a la información presupone expresamente en el artículo 20 CE la
veracidad de ésta. Es claro que la Constitución no podría proteger un derecho a
«informar» que amparara también la información falsa. Más aún, aunque la veracidad
no está expresada en el artículo 20.1, a), CE, no cabe duda que el derecho a la libertad
de expresión se limita también a la expresión de la verdad. De todos modos, la verdad
sólo puede predicarse de hechos, pero tanto el derecho de informar como el de
expresarse libremente pueden referirse a la comunicación de juicios de valor cuyo
enunciado podría afectar al honor de alguien. Los juicios de valor, por tanto, no pueden
estar sujetos a la comprobación de su «verdad», sino simplemente limitados a la
«necesidad».

La exigencia de veracidad no se puede comprender adecuadamente, sin tomar en


consideración la naturaleza del derecho a la libertad de expresión y de información
veraz. Estos derechos otorgan, en verdad, sólo una autorización de acción, que no tiene
efectos justificantes sobre el resultado mismo. En efecto, una parte considerable de la
teoría distingue actualmente en el marco de las causas de justificación entre las
autorizaciones de acción y las autorizaciones de intervención. Mientras las primeras
permiten sólo la realización de la acción, las segundas autorizan también a lesionar,
mediante la realización de la acción, un bien jurídico ajeno. La distinta configuración de
ambos supuestos repercute, en primer lugar, en el derecho de defensa del afectado: éste
puede defender el bien jurídico que resultaría lesionado cuando el autor del ataque sólo
obra amparado por una autorización de acción. Así, por ejemplo, la defensa necesaria
autoriza una intervención de los bienes jurídicos del agresor, quien no puede, por tanto,
invocar la legítima defensa para repeler la defensa del agredido. El ejercicio del derecho
de información y de la libertad de expresión, por el contrario, no excluyen el de legítima
defensa de parte del titular del honor agredido. Piénsese en el caso del que, en defensa
de su honor, se apodera de unos documentos que lo comprometen seriamente,
sustrayéndolos a un periodista que los dará a conocer en las próximas horas.

128
Por otra parte, la autorización de acción puede depender de una comprobación
adecuada al deber de los presupuestos de la autorización. En el caso del derecho a
informar y a expresar libremente las opiniones en relación a hechos concretos que
puedan afectar el honor de terceros, el ejercicio legítimo de los mismos no dependerá,
en consecuencia, de una veracidad total y objetiva de lo que se informa y expresa,
verificada ex post, sino de la realización por el autor de todas las comprobaciones
necesarias para establecer la veracidad de la información. De tal forma que quien haya
efectuado tales comprobaciones antes de actuar obrará en el ejercicio legítimo de los
derechos contenidos en el artículo 20 CE, aunque posteriormente no se pueda demostrar
la veracidad de la información o, inclusive, se pueda establecer que es inveraz. Este
punto de vista suele criticarse, pues se piensa que si la justificación depende de la
comprobación adecuada al deber, en los casos en los que el autor los haya omitido pero,
de todos modos, haya propagado una información cierta, habría que negar la
justificación. Sin embargo, tal crítica no debería prosperar en el caso concreto del
conflicto de derechos fundamentales que se manifiesta en la justificación del delito de
injurias. El autor que dice la verdad habrá ejercido, en todo caso, legítimamente el
derecho de información y de libertad de opinión. En los casos, por el contrario, en los
que ex post se compruebe que la información no es veraz o no sea posible comprobar la
veracidad, el autor podrá ser justificado, de todos modos, si obró previa comprobación
cuidadosa de las circunstancias que ex ante permitían afirmar la veracidad de la
información o de los hechos comunicados en sus manifestaciones.

Esta estructuración de los derechos a la libertad de información y de opinión


tiene, como es claro, repercusiones en el ámbito del error de prohibición. En efecto, en
el caso de un periodista que ha tomado todas las precauciones que la experiencia
profesional aconseja para cerciorarse de la veracidad de la información que quiere
publicar y llega, mediante esta ponderación ex ante, a la conclusión de que dicha
información debe tenerse por veraz, la acción de publicarla se debe considerar
justificada, aunque con posterioridad se compruebe que la veracidad no era tal, sin
entrar a tratar la cuestión del error sobre los presupuestos de la justificación. Por el
contrario, si se quisiera decidir la cuestión sobre la base de un juicio ex post, al
129
comprobarse que la información no posee veracidad habría que plantear la cuestión en
el ámbito del error de prohibición, como un supuesto de error sobre las circunstancias
objetivas de una causa de justificación.

En segundo lugar, el ejercicio legítimo de los derechos del artículo 20 CE


requiere que la realización del tipo de la injuria sea necesario para el ejercicio del
derecho a la libre expresión o a la información. Es decir, la lesión del honor será
justificada como consecuencia del ejercicio de los derechos previstos en el artículo 20.1,
a) y d), si el titular de los mismos no tenía otra forma de ejercerlos que lesionando el
honor de otro. La lesión no será necesaria cuando el autor tenía a su disposición medios
de una eficacia análoga para ejercer sus derechos. En este sentido no se debe tener por
justificada la injuria producida, por ejemplo, a una persona a la que se señala en la
prensa con nombre y apellido si ello no resultaba necesario para el ejercicio del derecho
de informar.

En tercer lugar, se requiere que la expresión de la opinión o de la información,


por su forma misma, no sea manifiestamente injuriosa (injuria formal). La expresión
lisa y llana de un juicio de valor, negativo e insultante sobre una persona, puede reunir
estas características y, consecuentemente, excluir el ejercicio del derecho a la libertad de
expresión y de información.

La cuestión del conflicto de derechos fundamentales y su incidencia en la


justificación importa, por otra parte, una considerable modificación en el marco de la
exceptio veritatis, según una interpretación conforme a la Constitución. En efecto, en la
medida en que la legitimidad del ejercicio del derecho de libertad de información o del
derecho a la libertad de opinión está condicionada por la veracidad de lo expresado, el
ámbito de aplicación del tipo penal del Código Penal se verá ampliado a situaciones que
no se encuentran contempladas en su texto. Este se limita a las imputaciones dirigidas

130
contra funcionarios públicos sobre hechos concernientes al ejercicio de su cargo y a los
supuestos previstos en el tipo del Código Penal. En lo sucesivo, cuando entre en
consideración la cuestión del ejercicio de los derechos contenidos en el artículo 20.1, a)
y d), CE, es decir, cuando se compruebe el carácter preponderante de los derechos de
información y libre opinión sobre el honor, la prueba de la falta de veracidad no sólo no
quedará fuera del proceso, sino que estará a cargo de la acusación. Consecuentemente,
la cuestión de la verdad de la imputación, en los casos en que sea preponderante el
derecho a libertad de expresión e información, no sólo será relevante cuando las
imputaciones «fueren dirigidas contra funcionarios públicos sobre hechos concernientes
al ejercicio de sus cargos», sino también cuando se refieran a personas que no ostentan
la calidad de funcionarios, como por ejemplo políticos. A la inversa, la prueba de la
verdad con los alcances despenalizadores del Código Penal no se deberá admitir cuando
se trate de hechos privados carentes de toda vinculación con los intereses de la
generalidad. Estas consecuencias se extenderán, por otra parte, al delito de desacato
cometido mediante injuria, con independencia del carácter de autoridad o de funcionario
del sujeto pasivo, por lo menos en los casos en que el autor haya obrado en el legítimo
ejercicio de los derechos previstos en el artículo 20.1, a) y d), de la CE. Las tesis
sostenidas se refieren, como se ha visto, a los derechos a la libertad de expresión y de
información y se deducen, fundamentalmente, del carácter constitutivo que estos
derechos tienen en un Estado democrático. La cuestión de si la libertad a la producción
artística, literaria, científica y técnica, art. 20.1, b), CE y la libertad de cátedra, art. 20.1,
c), CE pueden alcanzar la misma significación en el conflicto con el derecho al honor.

En todas estas sentencias el Tribunal Supremo ha entendido uniformemente que


la realización del tipo de injurias (en su caso del desacato) determina el límite del
derecho a la libertad de expresión e información. Dicho de otra manera: el Código Penal
(es decir, una ley del Parlamento) establece el límite de los derechos fundamentales
contenidos en la Constitución y decide sobre la posición preferente de unos derechos en
relación a otros. Un punto de vista semejante caracterizó a la doctrina constitucional
alemana de la época de la Constitución de Weimar. En la actualidad, sin embargo, se
piensa que ello «significaría que el legislador podría intervenir en el derecho
131
fundamental de la libertad de expresión, si y en la medida en que él, por sí, lo estime
conveniente para la protección de otro bien jurídico determinado, o formulado de una
manera más cortante que el derecho fundamental de la libertad de expresión tiene que
ceder en caso de conflicto con cualquier otro bien jurídico, por insignificante que sea.

El Tribunal Constitucional ha otorgado una mayor prevalencia a los derechos a


la libertad de expresión y a la libertad de información sobre el derecho al honor. Si
bien, para que esto ocurra somete el ejercicio de aquellos derechos al cumplimiento
de ciertos requisitos, distinguiendo así, los siguientes:

a) Para que la libertad de expresión tenga una posición preponderante que le


permita funcionar como causa de justificación, es necesario, que contribuya a la
formación de la opinión pública en asuntos de interés para la colectividad en general,
de manera que cumpla su función de garantía de aquella institución política, que es
fundamental en un Estado democrático.

b) Cuando la libertad de expresión tiene por objeto hechos, la justificación


requiere la realización por el autor de las comprobaciones necesarias para establecer
la veracidad del contenido de la declaración. El requisito de la veracidad se
cumplimenta a efectos de justificación desde que el informador cumplió
diligentemente con el deber de comprobación; si hizo las comprobaciones razonables
puede admitirse la justificación.

c) La justificación exige, que las manifestaciones o expresiones utilizadas


aparezcan como necesarias, anteriormente a su difusión, debiendo ser tenidas en
cuenta las circunstancias que rodearon el ejercicio del derecho, es decir, el contexto
en el que se produjeron las manifestaciones o expresiones. De igual forma deben ser
examinados los excesos en las expresiones utilizadas.

132
d) Como toda causa de justificación, para que produzca sus efectos, es
necesario que concurra el elemento subjetivo de la justificación. En otras palabras el
autor debe conocer que actúa en el ámbito de la justificación y, por tanto, cuando
profirió las manifestaciones o expresiones debería saber que actuaba en el ejercicio
del derecho a la libertad de expresión y que su contenido tiene por objeto unos hechos
de interés para la colectividad en general.

En cualquier caso el Tribunal Constitucional ha declarado que será preciso


distinguir claramente entre "la información de hechos y la valoración de las
conductas personales", y sobre esta base excluir del ámbito justificador de la libertad
de información, aquellas informaciones vejatorias para el honor ajeno en cuanto sean
innecesarias para el fin de formación de la opinión pública.

JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO

1-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 18 DE FEBRERO DE


1981

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que por la mencionada Audiencia se dictó sentencia, con


fecha 2Í de marzo de 1980, que contiene el siguiente: 1.° Resultando probado, y así
se declara, que en C, en fechas no bien concretadas pero "comprendidas dentro de la
primavera de 1979, el procesado Ángel . -mayor de edad, de una conducta y sin
antecedentes penales- manifestó verbalmente a varias personas, entre ellos a Rogelio.,
Tomás. y Carlos Ramón., en diversos lugares y ocasiones, que la querellante Ángeles.

133
-mayor de edad, soltera, de buena conducta y fama- mantenía relaciones sexuales con
un casado, cuyas manifestaciones perjudicaron su honorabilidad.

RESULTANDO que la referida sentencia estimó que los indicados hechos


probados eran constitutivos de un delito de injurias graves verbales, previsto y
castigado en los artículos 457, 458, número 2, y 459, párrafo segundo, del Código
Penal , siendo autor el procesado, sin la concurrencia de circunstancias modificativas
de la responsabilidad criminal, y contiene la siguiente parte dispositiva: Fallamos que
debemos condenar y condenamos a Ángel, como autor responsable de un delito de
injurias, sin la concurrencia de circunstancias, a las penas de destierro de C. y 50 kms
de radio por tiempo de seis meses y multa de 20.000 pesetas, y al pago de las costas
procesales y tasas judiciales. Declaramos la solvencia de dicho procesado, aprobando
el auto que a este fin dictó y consulta el Juzgado Instructor y por ello mandamos que
sufra la responsabilidad personal de un día de arresto sustitutorio por cada mil pesetas
o fracción que dejare de satisfacer por la referida multa.

RESULTANDO que la representación del recurrente Ángel , al amparo del


número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , alega como
único motivo infracción por aplicación indebida del artículo 457 en relación con el
número segundo del artículo 458 del Código Penal , ya que a lo largo del Resultando
de hechos probados no existía la más mínima justificación ni aun expresada en forma
indiciaría por la que se pudiera llegar a la conclusión de que el recurrente tenga
alguna clase de animadversión frente a la querellante, o cualquier motivo del que
derive un propósito, finalidad o intención de injuriar, o que las manifestaciones que
nos ocupan se vertieran en momento de ira o bien contestando a otros insultos de la
propia querellante, por lo que no siendo patente el ánimo de ofender, no cabía la
injuria, estándose todo lo más ante unos comentarios quizá social y éticamente
reprobables, pero nunca penalmente punibles; en los tiempos actuales en que la
mujer, con independencia de limitaciones territoriales, busca ansiosamente su
equiparación con el hombre a todos los niveles y fundamentalmente a los niveles
sociales, laborales y específicamente sexuales, no dejaba de resultar contradictorio
que se promoviera querella criminal por razón de los hechos que nos ocupan,
sosteniendo que imputar la existencia de relaciones sexuales con un casado por parte
134
de una mujer soltera suponía un descrédito, menosprecio o deshonra, o un vicio o una
falta de moralidad que la perjudican gravemente; y hacían hincapié en el hecho de
tratarse de una mujer soltera, porque otra cosa sería que se tratara de una casada, al
incidir en tal supuesto circunstancias totalmente ajenas a las que nos ocupan, al
existir un vínculo matrimonial que modifica totalmente los planteamientos expuestos,
como era obvio, y por otro lado, tampoco había quedado claro, en perjuicio del ahora
recurrente, en el primer Resultando de la sentencia impugnada, si las manifestaciones
se hicieron simplemente con el ánimo de narrar o relatar en forma tal que pudiera
llegar a excluir la injuria.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal se instruyó del recurso y lo impugnó


en el acto de la Vista, que ha tenido lugar en 9 de los corrientes, con asistencia
también del Letrado defensor del recurrente, que, en su correspondiente informe,
mantuvo el recurso.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que el manifestar, ante varías personas, 3 de ellas


perfectamente identificadas, y en diversos lugares y ocasiones, que una mujer, soltera
y de buena conducta y fama, mantiene relaciones sexuales con un hombre casado,
integra injuria verbal e ilativa, de carácter difamatorio y que atenta al honor,
entendido en sentido objetivo, de la persona agraviada cuyo concepto público,
reputación, opinión y fama, forzosamente se han de condoler, no pudiéndose dudar de
la gravedad de la imputación, puesto que, en cualquier lugar de la geografía hispana,
la honestidad de la mujer, soltera o casada, es estimada y apreciada, constituyendo
vilipendio de su honorabilidad, crédito y fama, así como evidente menosprecio, el
atribuirle relaciones sexuales, siendo soltera, con un hombre casado, patentizándose
todavía más la acentuada gravedad del comportamiento referido cuando éste se
perpetró en el seno de una región y de una localidad donde son notorias tanto la
reciedumbre de las virtudes de sus pobladores como la alta estima que atribuyen a la
honestidad de sus mujeres, cuya liviandad ni se comparte ni se perdona.

CONSIDERANDO que, en lo que concierne al “animus injuriandi”, ya es


sabido que este elemento subjetivo del insulto ha de detectarse inexcusablemente para

135
que pueda entenderse cometido un delito de injurias, pero descartando acudir, por ser
sistema demasiado simplista, a la presunción "iuris tantum» establecida en el párrafo
segundo del artículo 1 del Código Penal , es lo cierto que el específico propósito de
menospreciar y desacreditar el ánimo de mortificar, zaherir y vilipendiar, fluye y
resplandece en un escueto relato de hechos, como lo es el de autos, en el que, pese a
su parquedad descriptiva, se advierte y trasluce claramente el porfiado propósito de
agravio y ofensa del sujeto pasivo que guió e inspiró los actos del procesado al
difundir y esparcir por doquier las supuestas relaciones íntimas con un hombre
casado. Y como, además, ninguna prueba se ha aportado, ni siquiera de carácter
indiciado o conjetural, respecto a que la intención del agente fuese otra que la
reseñada o a que un "animus» diferente al "injuriandi”, superponiéndose a éste y
anulándolo, fuera el instigador y animador de los actos del sujeto activo, procede la
desestimación del único motivo del recurso sustentado en el número primero del
artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por aplicación indebida de los
artículos 457 y 458, número segundo, del Código Penal.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de lev, interpuesto por Ángel ., contra sentencia dictada por la
Audiencia Provincial de Z., con fecha 21 de marzo de 1980 , en causa seguida al
mismo por delito de injurias. Condenamos a dicho recurrente al pago de las costas
ocasionadas en el presente recurso y a la pérdida del depósito constituido, al que se
dará el destino que previene la ley. Comuníquese esta resolución a la mencionada
Audiencia, a los efectos legales oportunos. Así, por esta nuestra sentencia, que se
publicará en la COLECCIÓN LEGISLATIVA, con omisión de nombres propios de
personas y lugares, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.

2-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 27 DE SEPTIEMBRE


DE 1978

136
ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que por la mencionada Audiencia se dictó sentencia con fecha


30 de septiembre de 1977, que contiene el siguiente: Primero. Resultando probado, y
así se declara, que el diario «M.», de esta ciudad, publicó el día 14 de mayo de 1976
una carta, no- redactaba ni escrita, aunque sí firmada por doña C.

E. F. -Secretaria de don Rosendo .- en la que se consideraba aludido el hoy


procesado, Ildefonso , -mayor de edad, sin antecedentes penales y de buena conducta,
así como el titular de la Empresa donde trabajaba, por lo que redactó una carta
abierta, firmada con su nombre y apellidos, en contestación a aquélla, carta que al no
ser admitida para su publicación en el expresado/ periódico remitió, para su difusión,
a los Directores de las emisoras «R. C», «L. V. de C.» y «R. P. de la P.», bajo el título
«Carta abierta a don Rosendo ., presunto candidato a la presidencia del Club
Deportivo C», y que fue radiodifundida por las citadas emisoras los días 17, 18 y 19
del citado mes y año, respectivamente, y en la que, con el propósito de desacreditar al
señor G. R. ante la afición deportiva de fútbol de esta capital, se dicen, entre otras
frases, las siguientes: «Sepa usted, señor G., que los puestos eminentes son como los
riscos encumbrados de las montañas, a los que solamente pueden llegar las águilas o
los reptiles. Los medios utilizados son los característicos singulares de cada especie.»
«Quien como usted, desde la sombra, contribuye a fomentar la incertidumbre, el
desaliento o la desunión, provocando escenas indignantes que "a posteriori" aparecen
en prensa, o quien sugiere en propio beneficio, como ahora, una carta de la peor
especie e intencionalidad, delatadora del bajo fondo moral, con detrimento del
sacrificio que para C. supone el mantenimiento de esa unidad y con aviesa y
enconada actitud se intenta atomizar.» «Lamento, con todos mis respetos, doña C. E.
F., que por gratitud y sobre todo porque usted no pudo prever la trascendencia e
importancia de tal misiva, haya prestado su firma al sucio y burdo juego iniciado para
reptar a la presidencia del Club Deportivo C.» RESULTANDO que la referida
sentencia estimó que los indicados hechos probados eran constitutivos de un delito de
injurias leves, hechas por escrito y con publicidad, previsto y castigado en el artículo
460 del Código Penal ; siendo autor el procesado, sin la concurrencia de
circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, y contiene la siguiente
137
parte dispositiva: «Fallamos: I. Que debemos condenar y condenamos al procesado,
Ildefonso ., como autor responsable de un delito de injurias leves, hechas por escrito
y con publicidad, sin circunstancias, a la pena de multa de 20.000 pesetas, con arresto
sustitutorio en caso de impago -un día de privación de libertad por cada 500 pesetas
no satisfechas-, y al pago de una tercera parte de las costas procesales -incluidas las
de la acusación particular- e indemnización a don Rosendo de 20.000 pesetas.-II.
Que debemos absolver y absolvemos al procesado, Ildefonso, de los otros; dos delitos
de injurias de que le acusaba el querellante, declarando de oficio las otras dos terceras
partes de las costas procesales devengadas. Y aprobamos el auto de solvencia dictado
en el ramo correspondiente. Firme esta resolución, pasen los autos a informe del
Ministerio Fiscal, a efectos de aplicación de los beneficios del indulto del Real
Decreto de 14 de marzo de 1977.» RESULTANDO que la representación del
recurrente, acusador privado, don Rosendo, al amparo del número primero del
artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, alega los siguientes motivos:
Primero.

Infracción por no aplicación del artículo 458, números segundo, tercero y


cuarto, en relación con el artículo 459 del Código Penal , ya que él Contenido de la
carta era gravemente injurioso, porque atribuía y daba a entender vicios y faltas
graves de moralidad del recurrente contra su fama y crédito público, aludiendo
textualmente, como se recogía en el primer resultando de hechos probados de la
sentencia, a «su bajo fondo moral» y a «su sucio y burdo juego para retar a la
presidencia del Club Deportivo C»; en este último párrafo y en otro en el que se dice:
«Sepa usted, señor G., que los puestos eminentes son como los riscos encumbrados
de las montañas, a los que solamente pueden llegar las águilas o los reptiles; los
medios utilizados son las características singulares de cada especie», se insinúa y
afirmaba que el actuar del hoy recurrente era propio de reptiles; esta comparación,
cuando se refiere a una persona, no podía sino ser considerada como gravemente
afrentosa en el concepto público, cualquiera que sea la ocasión o circunstancia en que
la misma se efectúe, y en todo caso hay que considerar que se realiza para
desacreditar o menospreciar a esa persona; por lo que se refería a las circunstancias y
tiempo en que las injurias se hacen, su consideración no podía sino reafirmar el

138
carácter de graves de éstas, ya que no atenuaba, sino que agravaba su calificación el
hecho de que se profiriesen en un momento en que, estando vacante la dirección del
Club Deportivo C, el recurrente era presunto candidato a la misma, por lo que el mal
ocasionado o intentado ocasionar por la carta injuriosa escrita por el señor V., y a la
que éste dio el máximo de publicidad a su alcance era considerablemente mayor que
el que, en su caso, una carta similar hubiera podido producir al recurrente si éste, por
ejemplo, hubiera ostentado en ese momento la condición de presidente del Club.-
Segundo. Infracción por no aplicación del artículo 69 del Código Penal , en relación
con los artículos 458, números segundo, tercero y cuarto, y 459 del mismo Código ,
por haberse cometido error de derecho al calificar los hechos como un solo delito de
injurias, por cuanto los hechos recogidos en el resultando primero de la declaración
de hechos probados de la sentencia recurrida eran constitutivos de tres delitos de
injurias graves, hechas por escrito y con publicidad; en el presente caso, el descrédito
y el atentado contra el honor y la dignidad del recurrente, que implicaban las
expresiones injuriosas vertidas en la carta escrita por el procesado y propaladas por
tres emisoras de radio distintas, se produjeron entre tres colectivos de personas bien
diferenciados, ya que la audiencia de las emisoras de radio era distinta no sólo por el
enfoque y variedad de los programas, que ofrecían, sino también por el mismo
horario de emisión.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal se instruyó del recurso, no evacuando


el traslado que le fue conferido para instrucción la representación del recurrido,
Ildefonso. y señalado día para la celebración de la oportuna vista pública, ha tenido
lugar dicho acto el día 20 de los corrientes, con asistencia del Letrado del recurrente,
que sostuvo su recurso, y del Letrado del recurrido, que lo impugnó, así como del
Ministerio Fiscal, que igualmente impugnó el recurso.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que en el difícil tema de valoración de la injuria, a efectos


de deslindar su gravedad, doctrina y «praxis» atienden de consuno tanto al elemento
ontológico como al circunstancial -presentes ambos en el artículo 458 del Código
Penal , definidor de las injurias graves-, de modo que el primero va insito en la propia
dicción de la ofensa, según sea meramente imprecativa o más bien ilativa o
139
explicativa, dado que al exigir esta última un cierto cálculo o raciocinio, un punto de
intelectiva inducción, la hace, psicológicamente, más compleja que las simples y
elementales expresiones de insulto, lo que jurídicamente debe tener una traducción
valorativa de mayor entidad, tanto más si tal especie de injurias se vierten por escrito,
cuya instrumentación parece, exigir un cierto grado reflexivo a tener en cuenta en la
mentada distinción, hasta el punto de que el libelo siempre se consideró como especie
más grave en todos los ordenamientos, entre ellos el nuestro, donde las injurias
hechas por escrito y con publicidad convierten las injurias leves en delito, según
dogmática previsión» del artículo 460 del Código Penal .

CONSIDERANDO que no obstante el criterio general antes sentado, no debe


perderse nunca en el delito de examen el elemento circunstancial, de tal modo que es
el que decide la gravedad de las injurias, según expresa dicción del número cuarta del
artículo -458 del Código punitivo, hasta el punto de que dicha circunstancialidad
puede refluir en el mismo «animus iniuriandi», alma antijurídica y culpable de la
infracción, sino para negarlo por la abierta y contrapuesta concurrencia de otro-
ánimo si al menos para paliarlo por la velada o manifiesta oposición de «animi»
distintos, tal el «retorquendi», que si bien en veces sirve para desplazar la intención
deshonorante y con ello el delito ( sentencia de 10 de abril de 1973 , entre otras), en
otras servirá para rebajar dicha intención en orden a medir la gravedad de aquél;
doctrina que encuentra especial aplicación cuando los particulares acuden a los
medios de comunicación social (prensa y radio como más significativos) para
solventar sus diferencias de apreciación en múltiples temas, así ideológicos como
referidos a la propia conducta y en cuyos casos los dichos, réplicas y contrarréplicas
de las partes afectadas forman un estrecho entramado que es preciso abordar en su
conjunto para la mejor valoración de la respectiva intención infamante; como así
mismo habrá de tenerse en cuenta la propia naturaleza del tema en que se ven
incursos los antagonistas, pues algunos de ellos, tal el deportivo, se ve enormemente
influido por la propia valoración, cuando no emocional reacción social a través de los
respectivos clubs y gestión casi siempre sometida a acerba crítica de sus directivos;
contexto sociológico el indicado que es necesario tener también muy en cuenta para
la debida interpretación jurídica de las injurias nacidas en tal caldo de cultivo social.

140
CONSIDERANDO que a la vista de la anterior consideración es preciso
reconocer el acierto de la sentencia de instancia al calificar las injurias de leves.-
siquiera producidas por escrito y con publicidad y por ello delictivas- a las emitidas
por el procesado en su carta abierta, cuya publicidad, denegada primero en el
periódico al que iba destinada como réplica de otra del querellante, logró finalmente
en tres emisoras de radio locales; pues es lo cierto que el hecho de tratarse de una
respuesta a otra carta -siquiera la autoría de la del querellante quedara velada por la
firma de su secretaria, lo que ya indica el temor a las consecuencias-.implica un cierto
grado de retorsión, si bien al exceder ésta los límites convenientes se cae en la
infracción contra el honor perseguida, como lo demuestran los propios conceptos
aplicados a la conducta del querellante (elemento ontológico), calificándola como
«propia de reptiles» y al encuadrar la condición humana de aquél como de «bajo
fondo moral»; por lo que en trance de - graduar la gravedad de tales ¿expresiones hay
que atender a todos los antecedentes concurrentes (elemento circunstancial), de suerte
que además de aquel ingrediente retorsivo antes aludido hay que situar los hechos en
el polémico ambiente de la directiva de un club de fútbol local a cuya presidencia era
candidato el querellante, aspiración a que trató de oponerse el procesado con la
aludida carta abierta, resentido, además, por el juicio desfavorable vertido por el
acusador particular sin su misiva contra persona a la que el acusado se considera
vinculado moralmente; por lo que atendidas todas dichas circunstancias, en particular
el grado de apasionamiento que yace en tales disputas, reflejo del qué rodea la misma
práctica del fútbol como deporte multitudinario, se hace preciso ratificar la
calificación de la sentencia recurrida al encuadrar la conducta del procesado en el
artículo 460 del Código Penal, cuya indebida aplicación se postula por el motivo
primero del recurso que, por lo mismo, hay que desestimar.

CONSIDERANDO que el motivo segundo del recurso plantea el interesante


tema del reconocimiento del delito continuado en el de injurias, continuación que fue
aplicada en la instancia y que el recurrente niega con el argumento básico de que las
injurias se expandieron por tres medios de difusión distintos con audiencia bien
diferenciada, lo que diversifica, a su vez, la infracción; argumento que no tiene en
cuenta que el distinto medio comisivo del delito no puede romper la continuación

141
delictiva si tal diversidad no origina, a su vez, un cambio de tipo delictivo, cosa que
no ocurre con el aplicado artículo 460 del Código Penal en el que se recoge como
elemento integrante del tipo la publicidad, abstracción hecha de las formas que la
misma revista o los medios que sirvan para alcanzarla, concepto unitario que,
además, es descrito expresamente por el artículo 463 del propio Código; de modo que
lo único que resta es averiguar si concurren los demás elementos o abrazaderas
propios del delito continuado, en particular la unidad de culpabilidad o dolo, no
menos que la del sujeto pasivo que en el delito de injurias -por atacar bien personal
como el del honor-- adquiera particular relevancia; elementos los dos que, sin duda,
se reconocen en la conducta del procesado, toda vez que la homogeneidad dolosa se
desprende del hecho de que fuera la misma carta la que se reprodujo por las tres
emisoras radiofónicas y de que la misiva fue dirigida contra la misma persona; por lo
que se hace preciso concluir con la sentencia recurrida que estamos en presencia de
un típico delito continuado en el que la extensión de la publicidad lograda por el
culpable sólo puede servir para graduar la extensión de la pena; tesis, por otra parte,
admitida de antiguo por esta Sala (sentencias de 28 de Octubre de 1911 , 3 de
diciembre de 1934 y otras muchas posteriores); y que lleva a desestimar este motivo
final del recurso.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de ley, interpuesto por don Rosendo ., contra sentencia
dictada por la Audiencia Provincial de C, con fecha 30 de septiembre de 1977, en
causa seguida a, Ildefonso por delito de- injurias. Condenamos a dicho recurrente al
pago de las costas ocasionadas en el presente recurso y a la pérdida del depósito
constituido, al que se dará el destino que previene la Ley. Comuníquese esta
resolución a la mencionada Audiencia, a los efectos legales oportunos.

3-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 23 DE DICIEMBRE


DE 1989

142
DE HECHO:

Primero: El Juzgado de Instrucción núm. 4 de Huelva instruyó sumario con el


núm. 28/86 contra Enrique , y una vez concluso, lo remitió a la Audiencia Provincial
de Huelva, que con fecha 14 de marzo de 1988 dictó Sentencia que contiene el
siguiente hecho probado: Primero: Resultando probado, y así se declara, que
contestando a un artículo periodístico publicado el 28 de marzo de 1985 en el diario
"Huelva Información" por el querellante Andrés, entrenador en aquellas fechas del
Real Club Recreativo de Huelva, con el título "No se puede mentir" en el que su autor
salía al paso de ciertas afirmaciones hechas por el procesado Enrique con el
seudónimo " Chapas ", critico deportivo de Antena 3, en torno a su actuación con el
juzgador toledano, dicho procesado publicó en el mismo diario los días 4 de abril y
11 de junio del mismo año sendos artículos en los que bajo los títulos "A Touriño,
entrenador del Recreativo" y "Touriño y su ley del silencio" y referidas a éste vierte
en ellos al margen de toda crítica y en alusiones directamente personales las
siguientes frases: "Quiero contestar con verdad de hombre a las muchas falsedades de
un señor que un día dijo querer parecerse a Jesucristo"... "tiene usted la poca
vergüenza de decir"... "pensó que estaba hablando con un hombre"... "ha mentido de
la forma más cruel"... "alguien se encargó de envenenar su mente enferma"... "ha
confundido la frase "miedo a entrevistarme" con la de "dignidad de hombre", aunque
yo dudo que usted sepa que quiere decir la palabra dignidad"... "podría escribir todo
un libro sobre sus mentiras y omisiones"..., para terminar dándole un consejo "es que
se someta a un psicoanalista aunque su caso es tan especial que podría despistar al
propio Freud"; en el último de dichos artículos el procesado afirma tener pruebas de
que "algunos futbolistas han tenido que ir a casa del entrenador para recibir los
masajes de este Andrés, sabe por lo visto hacer de todo".

Segundo: La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:


Fallamos: Que debemos condenar y condenamos al acusado Enrique como autor
personalmente responsable de un delito de injurias graves hechas por escrito y con
publicidad contra la persona de Andrés sin la concurrencia de circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal a las penas de un mes y un día de arresto
mayor y multa de 30.000 pesetas o dieciséis días de arresto sustitutorio en caso de
143
impago de la misma, a las accesorias de suspensión de cargo público y derecho de
sufragio durante el tiempo de la condena, a que, en concepto de indemnización de
daños y perjuicios, abone a Andrés la cantidad de 500.000 pesetas y al pago de las
costas con inclusión de las de la acusación particular. Reclámese del Instructor la
urgente remisión de la pieza de responsabilidad civil del procesado, concluida
conforme a derecho, para acordar en ella lo procedente.

Tercero: Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


infracción de ley por el procesado Enrique , que se tuvo por anunciado, remitiéndose
a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias para su
sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y formalizándose el
recurso.

Cuarto: El recurso interpuesto por la representación del procesado Enrique se


basa en el siguiente motivo de casación: Único: Al amparo de lo dispuesto en el núm.
1.° del art. 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, alegamos infracción de ley por
aplicación indebida de lo dispuesto en el art. 457, en relación con el 458.2.° y de
doctrina legal concordante, que después se citará.

Quinto: Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto, la Sala admitió el


mismo, quedando conclusos los autos para señalamiento de vista cuando por turno
correspondiera.

Sexto: Hecho el señalamiento para la vista, se celebró la misma el día 4 de


diciembre de 1989.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

Único: Mediante un motivo, amparado en el art. 849.1.° de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal , se denuncia la vulneración por aplicación indebida de los
preceptos penales sustantivos constituidos por los arts.

457 y 458.2.° del Código Penal . El motivo, aunque no con toda la intensidad
postulada, debe prosperar.

El relato expresa que los artículos periodísticos publicados por el procesado


ahora recurrente lo fueron en respuesta a otro publicado en el mismo medio

144
informativo por el querellante con el rótulo "No se puede mentir"; lo que evidencia,
como correctamente entendió el Ministerio Fiscal en la fase de instrucción del
recurso, la precisión de degradar la infracción a la injuria leve por escrito y con
publicidad prevenida en el art. 460 del mismo cuerpo legal sustantivo, en tanto que,
como declara la Sentencia de esta Sala de 8 de marzo de 1984, si bien deben
conceptuarse como injuriosas las frases comentadas, no deben penarse éstas en la
misma medida que si se tratara de injurias hechas sin razón ni motivo alguno, pues es
lógico que la persona que resulte ofendida por un delito de injurias por haber dado
lugar a ellas mediante actos censurables aunque no punibles, no deba gozar de la
misma protección del derecho que quienes se comportan con corrección exquisita y
sin embargo son injuriados sin causa que lo justifique; doctrina coincidente con la
sentada en la Sentencia de 27 de septiembre de 1978, por lo demás también dictada
en materia relacionada con el deporte balompédico. Debe, pues, estimarse
parcialmente el recurso.

FALLO:

Que debemos declarar y declaramos haber lugar en parte al recurso de casación


por infracción de ley interpuesto por el procesado Enrique contra Sentencia dictada
por la Audiencia Provincial de Huelva, de fecha 14 de marzo de 1988 , en causa
seguida a dicho procesado. Condenamos a dicho recurrente al pago de las costas
ocasionadas en el presente recurso y a la cantidad de 750 pesetas, si viniere a mejor
fortuna, en razón de depósito no constituido. Comuníquese esta resolución a la
mencionada Audiencia a los efectos legales oportunos con devolución de la causa que
en su día remitió. ASI, por esta nuestra sentencia, que se publicará en la
COLECCIÓN LEGISLATIVA, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.-Ramón
Montero Fernández Cid.-Joaquín Delgado García.- José Antonio Martín Pallín.-
Rubricados.

Publicación: Leída y publicada ha sido la anterior sentencia por el Magistrado


Ponente Excmo. Sr. don Ramón Montero Fernández Cid, estando celebrando
audiencia pública en el día de su fecha la Sala Segunda del Tribunal Supremo, de lo
que como Secretario certifico.

145
SEGUNDA SENTENCIA En la villa de Madrid, a 23 de diciembre de 1989.

En la causa incoada por el Juzgado de Instrucción núm. 4 de Huelva, con el


núm. 28/86, y seguida ante la Audiencia Provincial de Huelva por delito de injurias
graves contra el procesado Enrique; y en cuya causa se dictó Sentencia, por la
mencionada Audiencia, con fecha 14 de marzo de 1988, que ha sido casada y anulada
por la pronunciada en el día de hoy por esta Sala Segunda del Tribunal Supremo,
integrada por los Excmos. Sres. expresados al final y bajo la Ponencia del Excmo. Sr.
don Ramón Montero Fernández Cid, hace constar lo siguiente: Antecedentes de
hecho Único: Se aceptan y dan por reproducidos los de la sentencia recurrida con
inclusión de los hechos declarados probados.

Fundamentos de Derecho Primero: Se aceptan los fundamentos 3.°, 4.° y 5.° de


la sentencia recurrida y no los dos primeros.

Segundo: Los hechos narrados como probados y según se razonó en la


precedente sentencia de casación son constitutivos de un delito de injurias leves del
art. 460 del Código Penal , procediendo la absolución del delito de injurias graves por
escrito y con publicidad, objeto de acusación.

Vistos los preceptos legales de aplicación al caso, FALLAMOS: Que debemos


absolver y absolvemos al procesado Enrique del delito de injurias graves por escrito y
con publicidad objeto de acusación y debemos condenarle y le condenamos como
autor de un delito de injurias leves por escrito y con publicidad, sin la concurrencia de
circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal a una pena de 30.000 ptas
de multa, con arresto sustitutorio caso de impago de quince días; manteniendo los
restantes pronunciamientos de la sentencia recurrida.

4-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 18 DE MARZO DE


1992

ANTECEDENTES DE HECHO:

146
1.- El Juzgado de Instrucción número 3 de Madrid instruyó sumario con el
número 18 de 1990 contra Flor y, una vez concluso, lo remitió a la Audiencia
Provincial de la mencionada capital que, con fecha doce de marzo de mil novecientos
noventa y uno, dictó Auto que contiene los siguientes:

HECHOS:

PRIMERO.- Por el Juzgado de Instrucción número 3 de Madrid, en el sumario


18/90, se acordó por auto de fecha 22 de octubre de 1990, la conclusión del sumario
sin procesamiento, remitiéndose la causa con emplazamiento de las partes a esta
Audiencia Provincial.

SEGUNDO.- Recibida la causa en este Tribunal y pasada para instrucción a las


partes, por la acusación particular, Procuradora Sra. Gómez Villalboa Mandri, se
solicitó la revocación del auto de conclusión del sumario y se dicte auto de
procesamiento por el delito de calumnias contra la procesada Flor , por el Ministerio
Fiscal, se interesó se dicte sobreseimiento libre del artículo 637-3º de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal por prescripción del supuesto delito de injurias, una vez
descartada la concurrencia del delito de calumnias.

RAZONAMIENTOS JURIDICOS.

PRIMERO.- Comenzaremos por analizar si los hechos objetos de la presente


querella pueden ser constitutivos de un delito de calumnias, requisito básico para
acordar el procesamiento de la querellada, solicitado por la Acusación Particular.

Así en relación con el tipo punible definido en el artículo 453 del Código
Penal, el Tribunal Supremo tiene declarado en reiterada doctrina de la que es
exponente la Sentencia de 4 de julio de 1988, que es condición esencial del delito de
calumnias la imputación infundada, circunstanciada y precisa de un hecho tenido
como falso por el difamador y atribuido por éste con intención dolosa y ánimo
deliberado de perjudicar al honor del calumniado "animus difamandi", insistiendo en
que no bastan unas imputaciones vagas o genéricas, siendo preciso y esencial que se
especifique el concreto hecho delictivo proseguible de oficio y que se determine con
claridad la persona a quien se atribuye.

147
SEGUNDO.- En el caso de autos de la lectura del artículo litigioso se
desprende que la querellada presentó una denuncia en la Comisaría de Policía de
Marbella por amenazas e intento de violación que fue remitida al Juzgado de
Instrucción de dicha localidad, en cuyas diligencias declaró el "presunto implicado"
Benedicto, uno de los querellantes a quien se achaca directamente, de dicho reportaje,
la comisión de tales delitos, por otra parte, el delito de violación, nunca es
perseguible de oficio, como requiere el tipo del artículo 453 del Código Penal, sino
previa denuncia de la parte ofendida artículo 443 del Código Penal, y no puede
hablarse de delito de amenazas al haber sido declaradas falta por el Juzgado de
Instrucción número 3 de Marbella, y la imputación de una falta no puede integrar
dicha infracción, por lo que no exige base objetiva, como sostienen el Ministerio
Fiscal, para configurar el delito de calumnias, no sólo respecto a dicho querellante
sino también en relación con Rodrigo , a quien se menciona casi al final del artículo
en relación con una nueva denuncia análoga a la anteriormente presentada, por
insultos y amenazas, que no pueden tener otra consideración que la de falta, el no
poderse deducir del texto que tengan carácter de delito, y por analogía con la
denuncia anteriormente presentada en la que figuraban como denunciados los dos
querellantes, cuyos hechos como ya hemos visto fueron declarados falta por el
Juzgado de Instrucción.

TERCERO.- Una vez descartada la existencia del delito de calumnias, es


preciso examinar si queda un remanente injurioso que puede integrar el tipo el
artículo 457 del Código Penal, ya que, no olvidemos, en nuestro ordenamiento
jurídico, como señala la Sentencia del Tribunal Supremo de 3 de octubre de 1989, la
injuria es el género y la calumnia la especie, sin que ello implique un cambio del
título de imputación dada la íntima vinculación entre ambas especies de delito.

Ahora bien, el Ministerio Fiscal entiende que en cualquier caso este delito
estaría prescrito, por lo que el siguiente paso consiste en determinar si ha transcurrido
el plazo de prescripción que para el delito de injurias el artículo 113 del Código Penal
fija en seis meses.

Como fecha inicial o días a que para el cómputo de dicho término hay que
tomar el día 10 de julio de 1989, fecha de aparición o publicación de la revista, la
148
querella se interpone el 15 de enero de 1990, cuando ya ha transcurrido el plazo de
prescripción.

Dicha prescripción no ha quedado interrumpida por la celebración del acto de


conciliación por las siguientes razones:

1ª) No ser preceptivo para este tipo de delitos cuando se cometen como aquí
sucede, a través de medios de publicación mecánicos (artículo 4 de la Ley 62/78 de
26 de diciembre).

2ª) Porque aunque a efectos de mera hipótesis se entendiera que el acto de


conciliación tuviera carácter interruptivo como admite la jurisprudencia respecto a los
delitos cuya presunción exige previamente su celebración, dicha doctrina condiciona
la producción de esos efectos a que la querella se interponga dentro de los dos meses
siguientes a su celebración, como establecen los artículos 1947 del Código Penal y
479 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, aplicables supletoriamente en esta materia
-Sentencia del Tribunal Supremo de 25 de mayo de 1977- condición que aquí no se
cumple pues el acto de conciliación se celebró el 16 de octubre de 1989 y la querella
se presentó el 15 de enero de 1990.

CUARTO.- Por todo lo expuesto y de conformidad con lo preceptuado en el


artículo 630 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, procede confirmar el auto de
conclusión del sumario, y acordar el sobreseimiento libre del artículo 637-31 de la
Ley de Enjuiciamiento Criminal al entender prescrito el posible delito de injurias una
vez descartada la existencia del de calumnias, como ya se analizó.

2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:

LA SALA ACUERDA.- Se confirma el auto de conclusión del sumario dictado


en la presente causa, se sobresee libremente la misma, se declaran de oficio las costas
causadas y previo registro, archívese en la Secretaría de esta Audiencia.

Notifíquese esta resolución al Ministerio Fiscal y partes personadas.

3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


infracción de Ley, por la Acusación Particular D. Benedicto Y Rodrigo que se tuvo

149
por anunciada, remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las
certificaciones necesarias para su sustanciación y resolución, formándose el
correspondiente rollo y formalizándose el recurso.

4.- Dª. Aurora Gómez Villaboa Mandri, Procuradora de los Tribunales y en


representación de la Acusación Particular, basó su recurso en los siguientes motivos
de casación.- PRIMERO.- El motivo primero, está autorizado por el artículo 849.1º
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, habiéndose infringido los artículos 453 a 456
del Código Penal.

SEGUNDO.- El motivo segundo, está autorizado por el artículo 849.2º de esta


Ley, habiéndose infringido los artículos de carácter sustantivo referidos en el párrafo
anterior.

TERCERO.- El motivo tercero, interpuesto al amparo del artículo 849.1º de


esta ley se fundamenta en la infracción del artículo 114 del Código Penal.

5.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto, la Sala admitió el


mismo, quedando conclusos los Autos para señalamiento de Fallo cuando por turno
correspondiera.

6.- Hecho el señalamiento para Fallo, se celebró la votación prevenida el día


seis de marzo de mil novecientos noventa y dos.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- Instruido sumario a virtud de querella de Benedicto y Rodrigo


dirigida contra Flor y concluso el sumario por entender el Juzgado que los hechos
relatados por la querellada en una entrevista que le hiciera la revista DIRECCION000
en su número 226 (semana del 10 al 16 de julio de 1989) no integraban los elementos
típicos de los delitos de calumnias e injurias denunciados, la Audiencia Provincial de
Madrid, previo escrito de la acusación privada en que solicitaba la revocación del
auto de conclusión del sumario y que dictara auto de procesamiento contra la
querellada, y del dictamen del Ministerio Fiscal que solicitaba el sobreseimiento libre
del artículo 637.3º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por entender, en síntesis,
que siendo dos las imputaciones que habría hecho la querellada a los querellantes:
amenazas y tentativa de violación, la primera sería la de una falta que es ajena al
150
delito de calumnias y en cuanto a la segunda habría prescrito por el transcurso del
plazo de seis meses señalado por el Código Penal para el delito de injurias, optó,
aceptando los argumentos del Fiscal, por dictar auto sobreseimiento libre del artículo
637.3º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal una vez descartado el delito de
calumnias y entender prescrito el de injurias.

Contra este auto de sobreseimiento libre interponen los querellantes recurso de


casación, por infracción de Ley fundado en los siguientes motivos:

PRIMERO.- Fundado en el número 1º del artículo 849 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal se entiende infringido por no aplicación el artículo 453 del
Código Penal, definidor del delito de calumnia que dice así: Es delito la falsa
imputación de un delito de los que dan lugar a procedimiento de oficio.

Es evidente que está excluido del concepto legal de calumnia la imputación de


un delito de violación que no es de los que dan lugar a procedimiento de oficio
(artículo 458.1º del Código Penal) y que exige previa denuncia de la persona
agraviada o demás personas legitimadas para ello (artículo 443 del Código Penal).

Ciñéndonos ahora a la falsa imputación de un delito de amenazas constitutiva


de calumnia, lo primero que se exige como elemento objetivo del tipo es la
imputación de un delito. Por ello la jurisprudencia ha venido insistiendo en que no lo
es la imputación sin contenido delictivo, ni las imputaciones meramente genéricas
(sentencias 19 diciembre 1983, 8 marzo 1984, 17 noviembre 1987 y otras muchas).

Examinando el artículo o entrevista en que se basa la querella, notamos en


primer lugar, que en ella se habla de un grupo de árabes sirios que tienen atemorizada
a determinada zona de Marbella, en la que está ubicado un restaurante propiedad de
la querellada, a la que se vienen dirigiendo insultos y amenazas para que abandone el
negocio del cual vive. Dentro de este grupo aparece como "presunto implicado" el
querellante Benedicto, pero sin imputarle directamente la comisión de determinados
delitos y concretamente en cuanto a las amenazas, no se especifican los actos
perpetrados por dicho querellante. Y respecto al otro querellante Rodrigo tampoco se
le atribuyen actos de amenazas concretas a fin de poder determinar su trascendencia
delictiva.

151
Ante tales antecedentes fácticos extraídos del propio escrito publicado, solo
cabría estimar las amenazas e insultos de autos como una falta. Confirma esta tesis el
hecho, también aducido por la querellada en la entrevista, que denunciados hechos
semejantes cometidos con anterioridad al de autos, las actuaciones que se produjeron
fueron pasadas por el Juez de Instrucción al de Distrito como constitutivos de simple
falta.

Por lo que se refiere al otro delito que se dice falsamente imputado por la
querellada a los querellantes: la tentativa de violación, ya hemos adelantado que
había transcurrido el plazo de prescripción de seis meses para ser perseguido, plazo
computado desde el momento de la publicación de la entrevista (10 julio 1989) al de
interposición de la querella (18 octubre 1989), a tenor de los artículos 112.6º, 113 y
114 del Código Penal.

Consecuentemente, el auto de sobreseimiento libre, basado en los citados


argumentos queda indemne por este primer motivo que debe ser desestimado.

SEGUNDO.- Aduce error de hecho del artículo 849.2º de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal, estimando como documentos las manifestaciones de la
querellada (folio 85 vtº del sumario), sus manifestaciones en el acto de conciliación
(folio 9 vtº) y su declaración sumarial ante el Juez (folio 107). En todos estos
"documentos" se alude por la querellada a los querellantes como autores de las
imputaciones delictivas y la veracidad de las mismas.

Aparte de que tales declaraciones son meramente testimoniales o personales,


sin el carácter de "documentos" a efectos casacionales, según doctrina constante de
esta Sala, ya hemos visto al analizar el primer motivo cual es la trascendencia de tales
manifestaciones.

Por todo ello el motivo debe ser desestimado.

TERCERO.- Este último motivo, también por infracción de Ley del artículo
849.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, entiende que no ha transcurrido el plazo
de prescripción, por haber sido interrumpido por la interposición de la demanda de
conciliación, siendo indiferente que esta demanda sea o no preceptiva, pues entonces
se estaría penalizando a quien trata de evitar un procedimiento judicial.
152
También en este punto da adecuada respuesta el auto recurrido, cuando afirma
que, como aquí sucede, el acto de conciliación no es preceptivo según el artículo 4 de
la Ley 62/78 de 26 de diciembre dada para delitos cometidos por medios de
publicación mecánicos. En todo caso, aún admitido que fuera necesario el acto de
conciliación para interrumpir la prescripción, es doctrina admitida con base en los
artículos 1947 del Código Civil y 479 de la Ley Civil aplicables supletoriamente al
campo penal en esta materia, que si transcurren dos meses a contar del acto de
conciliación sin que se interponga la querella, no podrá ésta producir el efecto
interruptivo de la prescripción (sentencia 25 mayo 1977).

Por lo demás, la actual interpretación estrictamente penalista y de derecho


sustantivo de la prescripción, trata de emanciparla de criterios privatistas, de moto
que siendo la prescripción una causa extintiva de la responsabilidad, a los términos de
la regulación penal hemos de atenernos y si el artículo 114 del Código Penal dice que
la prescripción se interrumpirá desde que el procedimiento se dirija contra el
culpable, el acto de conciliación, si bien necesario para presentar la querella por
calumnia o injuria (artículo 804 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal), se muestra
ajeno al inicio del procedimiento contra el culpable.

Finalmente, en toda esta materia, es norma interpretativa consolidada por la


doctrina del Tribunal Constitucional y de esta Sala que debe actuarse con criterios pro
reo (sentencias 157/90, de 18 octubre del Tribunal Constitucional y 6 abril 1990 del
Tribunal Supremo entre otras).

El motivo, por todo ello debe ser desestimado.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS NO HABER LUGAR AL


RECURSO DE CASACION por infracción de Ley, interpuesto por la Acusación
Particular Benedicto y Rodrigo contra Auto dictado por la Audiencia Provincial de
Madrid, de fecha doce de marzo de mil novecientos noventa y uno, en causa seguida
a Flor por delito de injurias. Condenamos a dicho recurrente al pago de las costas
ocasionadas en el presente recurso y a la pérdida del depósito en su día constituido.

153
Comuníquese esta resolución a la mencionada Audiencia a los efectos legales
oportunos con devolución de la causa que en su día remitió.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo


pronunciamos, mandamos y firmamos.

5-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 2 DE JUNIO DE 1986

ANTECEDENTES DE HECHO:

El Juzgado de Instrucción número 3 de los de Málaga, instruyó sumario con el


número 49 de 1982, y, una vez concluso, 1° elevó a la Audiencia Provincial de dicha
capital, la que dictó sentencia, con fecha 24 de enero de 1984 , que contiene el hecho
probado del tenor literal siguiente: «1.° Resultando probado y así se declara: que el
procesado Jose Antonio , mayor de edad penal y sin antecedentes penales, profesor de
Enseñanza General Básica, como consecuencia de un incidente surgido entre un hijo
suyo, que se estaba examinando el día 30 de junio de 1981 en la Facultad de
Medicina de esta ciudad de Málaga, de la asignatura de Farmacología Terapéutica, y
el profesor vigilante, y ante la decisión adoptada por ello por el entonces Decano de
la Facultad de Medicina, para cuyo cargo fue nombrado el día 1 de agosto de 1976, y
Catedrático de la misma D. Eloy, que determinó la no aprobación de dicho
examinado en la asignatura antes reseñada en la convocatoria aludida, molesto por
ello, dirigió al periódico Sur de esta ciudad de Málaga y sin haber sostenido
conversación alguna con dicho Decano, la carta publicada en el anteriormente
denominado diario en 2 de agosto de 1981 que literalmente decía: "Carta al limo. Sr.
Decano de la Facultad de Medicina de Málaga. Señor Don Eloy : Yo creía y sigo
creyendo que la máxima jerarquía de una facultad es su decano; y que a este puesto
de honor dentro del profesorado de la misma, se asignaba al catedrático digno de
merecerlo por su competencia, honorabilidad, dignidad, ética profesional y humana,
prudencia, veracidad, ecuanimidad, sapiencia, responsabilidad y, en una palabra,
dechado de virtudes profesionales y morales; exento por tanto, de todo tipo de
ruindad, despotismo, cretinismo y demás bajezas de ciertos humanos. Ironías de la
154
vida verdad, Sr. Decano? El hecho de ser catedrático del más alto estamento
académico, supone 1 de los más grandes honores dentro de la sociedad y el mundo
intelectual. Esa categoría está indudablemente, por encima de todo encono y rencilla
personal, sin que la injusta venganza incube dentro de su espíritu. Esto lo afirmo, su
actitud lo niega. Soy el padre de Mariano , alumno de sexto curso de Medicina, el
cual ha obtenido las siguientes calificaciones en el mismo: cuatro matrículas de
honor, un sobresaliente y un notable. En su asignatura -que correspondió al último de
los exámenes- no sabemos la que en conciencia le corresponde; porque su señoría,
haciendo uso o mejor dicho, abuso de su autoridad, ha plasmado una raya en la
papeleta de examen y en el acta un «no presentado». Toda la clase es testigo, y usted
no niega tener en su poder el testimonio de su presentación que es el ejercicio escrito
que le presentó en su oportuno momento el mencionado alumno. ¿A qué se debe
entonces su actitud, Sr. Decano? Usted reconocerá el daño que ha causado adrede a
su alumno, nublando su ilusión y su esperanza e hiriendo profundamente su espíritu;
así como la secuela que esto ha producido y que no sólo afecta a él, sino a sus padres,
a sus siete hermanos y a todos sus allegados. Después de esto, yo me pregunto qué
concepto tendrán los compañeros de su señoría y sus propios alumnos, porque no
olvide que el profesor juzga al alumno en la vertiente académica, mas el alumno
juzga al profesor hasta en los actos más recónditos de su personalidad; con la
diferencia de que ese juicio el profesor lo exterioriza con la papeleta de examen y el
alumno lo retiene indeleblemente impreso en su conciencia. Usted como médico sabe
que, cuando un paciente muere agotado por los años y las enfermedades, la
resignación para los suyos es tan natural como la misma muerte, pero por el
contrario, si la muerte le llega a un joven vigoroso y saludable, bien por accidente, o
lo que es peor, por asesinato, la resignación no es tan fácil para sus familiares, para
padres y hermanos. Esta resignación, la desconocemos providencialmente.
Atentamente le saluda", habiendo contestado el Sr. Eloy a dicha carta en el citado
periódico del día 13 de agosto de 1981, con otra dando explicación oportuna a la
opinión pública, sin que conste que el procesado previamente a la carta que escribió y
publicó el periódico el día 2 de agosto de 1981 sostuviese contacto alguno con el Sr.
Decano, profesores o de otra índole, tendentes al esclarecimiento y solución de los
incidentes y consecuencias de los hechos en los que se vio implicado su hijo.» La
155
referida sentencia estimó que los indicados hechos probados eran constitutivos de un
delito de desacato, previsto y castigado en el artículo 240, párrafos 1.º y 2°, inciso
primero del Código Penal , considerando autor del mismo al procesado, sin la
concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal; y
contiene el siguiente fallo: «Que debemos condenar y condenamos al procesado Jose
Antonio, como autor criminalmente responsable de un delito de desacato, sin la
concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, a las
penas de seis meses y un día de prisión menor y multa de veinte mil pesetas, con la
accesoria de sus pensión de todo cargo público, profesión, oficio y derecho de
sufragio durante el tiempo de la condena privativa de libertad, con el apremio
personal de dieciséis días, si no hiciere efectiva dicha multa en el término de cinco
audiencias, al pago de las costas procesales y al de las tasas judiciales incluidas las de
la acusación particular e indemnización de 5.000 pesetas a D. Eloy , siendo de abono
para el cumplimiento de las expresadas penas el tiempo que haya estado priva do de
libertad en la presente causa si no se le hubiese abonado en otra responsabilidad.
Remítase al Instructor el ramo de responsabilidades civiles para que se lleven a cabo
las diligencias oportunas para asegurar las mismas.» Notificada dicha sentencia a las
partes, se preparó contra la misma por Jose Antonio, recurso de casación por
infracción de ley, que se tuvo por anunciado, remitiéndose en consecuencia a esta
Sala Segunda del Tribunal Supremo, por la Audiencia de instancia las pertinentes
certificaciones para su sustanciación y resolución, en unión de las actuaciones
sumariales y rollo de Sala.

Formado en este Tribunal el correspondiente rollo, se formalizó el recurso, al


amparo de los números 1.º y 2.° del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, alegándose los siguientes motivos: Primero: Error de hecho en la
apreciación de las pruebas, que se evidenciaba de documento auténtico obrante en
autos, sin que su contenido se halle desvirtuado por otras pruebas; en el Resultando
de hechos probados al transcribirse la carta que el procesado dirige al querellante, se
acusa a éste de que «ha plasmado una raya en la papeleta de examen y en el acta un
no presentado» y la realidad o veracidad de esta imputación que el procesado hacía al
querellante, no se recogía en el relato histórico de la sentencia, cuando era evidente

156
que tal hecho estaba acreditado en autos y además tenía trascendencia para el fallo,
propugnando la rectificación de hechos probados, por vía de adición, porque en tal
circunstancia estaba el origen de los juicios de valor que en el resto de la carta el
procesado hacía, citando el escrito obrante en el rollo sin señalar número de folio por
no estar foliado de 20 de mayo de 1983, firmado por D. Eloy , Catedrático de la
asignatura de Farmacología y Terapéutica Clínicas de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Málaga. Segundo: Infracción por aplicación indebida del artículo 240
del Código Penal , por cuanto si el Catedrático actúa irregularmente dando por no
presentado a un alumno que se presentó a examen y ello origina la crítica, aunque
exaltada del padre de aquél, no podía conservar el ofendido la situación privilegiada
que su carácter o condición tenía y si además, en la carta supuestamente insultante, se
relataban con objetividad los" hechos, y éstos eran ciertos, cuya glosa merecía aquel
calificativo, desaparecía el ánimo de injuriar esencial para la presencia del delito de
desacato. Tercero: Infracción por violación del artículo 245 del Código Penal en
relación con el artículo 119, párrafo 3.° del mismo Código , motivo que planteaban
con carácter subsidiario y alternativo del anterior, pues las supuestas injurias no van
dirigidas al Decano de la Facultad de Medicina, por su actuación como tal Decano,
sino al Catedrático de la asignatura de Farmacología y Terapéutica Clínicas, por la
que se estimaba irregular actuación del mismo y si no cabía duda de la cualidad de
autoridad que ostentaba el Decano de una Facultad, no era menos cierto que el
Catedrático ostentaba sólo la cualidad de funcionario, tal como se definía en el
párrafo 3." del artículo 119 del Código Penal .

Instruido el Ministerio Fiscal del recurso, la Sala lo admitió, quedando los


autos conclusos pendientes de señalamiento de día para la vista cuando en turno
correspondiera.

Hecho el señalamiento ha tenido lugar la vista prevenida en 26 de mayo


pasado, con asistencia del Letrado D. Antonio López Portillo, defensor del recurrente,
que mantuvo el recurso y del Ministerio Fiscal, que lo impugnó en todos sus motivos.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

157
El primer motivo impugnativo se funda en una supuesta-infracción sometida en
la sentencia del Tribunal «a quo» pretendida amparar en el número 2.° del artículo
849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por omisión -siempre desde la
obviamente parciaria estimativa del recurrente- en el relato histórico de la veracidad o
inveracidad de la imputación efectuada en la carta dirigida por el procesado al
querellante y publicada en el diario «Sur» de la ciudad de Málaga de la expresión
inculpatoria para el querellante de que «ha plasmado una raya en la papeleta de
examen y en el acta no presentado». Este motivo tiene necesariamente que ser
desestimado, pues en su día debió con clara rotundidad haber sido causa de
inadmisión conforme al artículo 884 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , pues es
llano que las omisiones eventuales en el relato histórico sólo podrían haberse
denunciado con posibilidad estimativa a través del cauce rituario previsto en el
artículo 851 del mismo cuerpo legal procesal, por cuanto, aunque una muy reiterada
doctrina jurisprudencial del Tribunal Constitucional (sentencias de 9 de febrero, 6 de
mayo y 18 de octubre de 1985) y de esta misma Sala (sentencia, entre varias,, de 11
de abril de 1986) haya declarado que resulta preciso que en la admisión formal del
recurso de casación interpuesto por el condenado se adopten criterios de máxima
amplitud, en cuanto las penas limitan esenciales derechos humanos, es lo cierto
también que ello en este caso no produciría para el recurrente indefensión alguna, ya
que, de un lado, esta Sala ha establecido también, con reiteración que exime de fácil
cita pormenorizada, que el derecho fundamental a la presunción de inocencia
establecido en el artículo 24.2 de la Constitución y, de otro, la facultad de examen de
la causa previsto en el artículo 899 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal comportan
en supuestos como el que se decide la imposibilidad de que se produzca indefensión,
pues las reales o pretendidas lagunas de la narración fáctica pueden completarse no a
través de la vía procesal incorrectamente elegida, sino en el análisis de la
impugnación de fondo, al estar a la altura de los tiempos desmitificada o
desacralizada la pretendida «insularidad» del llamado anteriormente «resultando de
hechos probados», pues si es cierto que el artículo 10 de la Orden de 5 de abril de
1932 disponía que «en las injurias vertidas por medio de la prensa, en vez de
reproducir meramente las frases injuriosas, se insertará el texto íntegro del artículo o
suelto en que se hayan vertido, a fin de que la intención del procesado y el grado de la
158
injuria puedan ser apreciados a través de la totalidad del escrito», ello -por lo demás
escrupulosamente cumplido en la sentencia dictada por el Tribunal provincial de
origen- no impide que en un delito de intención cual el de desacato no se puedan y
aun deban tomar en consideración otros datos fácticos que sin estar expuestos en la
narración o en otros lugares de la sentencia recurrida obren en la causa y puedan
servir de fundamento para excluir el dolo específico propio necesariamente de esta
figura delictiva y la de su matriz normativa, en este caso constituida por el tipo de
injurias.

Ya en forma más ortodoxa desde el prisma procesal, el recurrente, al amparo


del número 1.º del artículo 849 de la referida Ley procesal, denuncia una supuesta
vulneración del precepto penal sustantivo contenido en el artículo 240 del Código
Penal , estimando que la irregular actuación académica del catedrático querellante
con relación al examen realizado en el sexto curso de la Licenciatura de Medicina por
un hijo del hoy recurrente justificaba su crítica y excluía el propósito o ánimo de
injuriar; motivo que por su importancia, y pese a haber sido ya el tema abordado por
muchas resoluciones de esta Sala, parece preciso, antes de verificar su aplicabilidad o
inaplicabilidad al concreto caso que ahora en última fase jurisdiccional se decide, de
recordar algunas premisas que sirvan para instalar la decisión en una perspectiva
esclarecedora. Y así: a) Existe un elemento generalmente admitido doctrinalmente,
que es el de que cualquiera que sea la concepción que se acepte -iusnaturalista,
historista o ética- para la fundamentación de 806 los derechos humanos, básicos o
fundamentales de la persona, del ciudadano, tales derechos, ni en su alcance, ni en su
jerarquía, ni en su limitabilidad, ostentan, en ninguna de las tablas constitucionales
contemporáneas, parigual significación, por lo que resulta necesario en los supuestos
de colisión eventual establecer una gradación jerárquica entre los mismos según su
importancia, partiendo en este «orden» de la idea central de su inflexión en la
dignidad de la persona y de las potencias propias de la misma: como ente aislado y
como ciudadano, que vive en sociedad.

b) Desde esta idea central -por lo demás elemental- la frecuente y aun casi
cotidiana fricción entre los derechos fundamentales a la libre expresión comunicada y
el derecho al honor que, respectivamente, establecen los artículos 18 y 20 del texto
159
supremo del ordenamiento jurídico español, hay a su vez que partir de dos elementos:
1) ambos derechos fundamentales se inspiran y cobran su fuerza legitimadora de dos
fuentes o «valores superiores» diferentes. En tanto el derecho al honor se funda en el
valor de seguridad propio de todo Estado de Derecho, por cuanto es 1 de los derechos
más íntimamente enlazados con la idea de la dignidad humana y expresa 1 de los de
carácter público subjetivo de los que contemplan al ciudadano como individuo
autónomo, libre y responsable; el de libertad de expresión se enraíza en el también
valor superior de la libertad, en los que la persona ya no ostenta esta condición
aislada de sus conciudadanos, sino que es miembro activo de la colectividad política
o estatal. 2) De ello se deduce otra consecuencia derivada de la no polémica
distinción doctrinal entre derechos fundamentales activos y reacciónales, con su
obvia distinción en orden a la efectividad, pues mientras el derecho al honor, como
reaccional que es, no puede nunca tener un ámbito escaso de desenvolvimiento; en
tanto que el de libertad de expresión, como derecho activo, supone una esfera de
actuación, siempre respetando el contenido esencial que reconoce el artículo 53.1 de
la Constitución , instalable en el área o ámbito de lo que, desde la limitabilidad a
través de la ley, se ha denominado doctrinalmente como «escasez de ámbito». Y así,
tanto el artículo 20.4 de la Constitución establece como límite esencial al derecho de
libertad de expresión el del respeto al también fundamental al honor y los textos
internacionales integrantes en esta esfera de una normatividad tildable incluso a partir
del artículo 10.2 de la Constitución como superconstitucional establecen como límites
al derecho de libertad de expresión el «asegurar el respeto a los derechos o a la
reputación de los demás» (artículo 19.3.a) del Pacto Internacional de Derechos
Civiles - Políticos) o la «protección de la reputación o de los derechos ajenos»
(artículo 10.2 del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales).

Desde estas premisas esenciales hay que partir para el examen del presente
motivo. Es cierto que no parece seguramente aceptable la actuación del querellante -
lo que es tema ajeno en su aprobación o censura al área competencial propia de este
órgano jurisdiccional penal- en el concreto acto académico en que se produjeron los
hechos origen de la destemplada misiva que fue causa (al ser publicada por el medio

160
de comunicación social) de estas actuaciones, pero incluso a partir de tal
posiblemente autoritario y seguramente irregular (artículos 5.6.1 y 6.6.2, en relación
con el 13, del Reglamento de 8 de septiembre de 1954 y D. de 5 de septiembre de
1958) comportamiento, lo cierto es que una cosa es, en la interacción de ambos
derechos, una libre expresión -o por mejor decir, difusión de opinión- crítica y otra,
absolutamente distinta y por supuesto antijurídica, la propagación a través del medio
comunicativo social de una carta que, dirigiéndose al ahora querellante en forma
vocativa, se le atribuyen negativamente, por estimar que son las propias de un
Decano de Facultad Universitaria, condiciones de «competencia, dignidad,
honorabilidad, ética profesional y humana, prudencia, veracidad, ecuanimidad,
sapiencia, responsabilidad y, en una palabra, dechado de virtudes profesionales y
morales; exento, por tanto, de todo tipo de ruindad, despotismo, cretinismo y demás
bajezas de ciertos humanos. Ironías de la vida, ¿verdad, Sr. Decano?». La elocuencia
de las expresiones entrecomilladas procedentes del relato relevaría de cualquier
precisión fundamentadora aditiva para la eliminación del ánimo justificativo crítico
pretendido como existente al articular el motivo, porque para rechazar el mismo no
hace falta acudir a la por lo demás reiteradísima doctrina de este Tribunal de casación
en orden a que si las expresiones son objetivamente deshonorantes es al procesado a
quien corresponde la carga probatoria de la existencia de un ánimo distinto y
excluyente de la antijuridicidad propia de estas figuras delictivas y que se incorporan
normativamente por propia naturaleza a su descripción típica, pero debe aún
resaltarse que para eliminar ese ánimo crítico o por mejor decir de «denuncia social»
canalizada a través de un medio de tal carácter el presente caso ofrece las
circunstancias siguientes: a) La profesión y preparación cultural del procesado
condenado, como profesor de Enseñanza General Básica, b) El lapso temporal
existente entre el momento en que se produjo el hecho académico, que no se trata ni
aun en esta esfera ajena de justificar, y la reacción crítica, c) El medio elegido, que,
por requerir la escritura, supone un proceso reflexivo, d) La deliberada confusión que
la misiva introduce -lo que se analizará al examinar el siguiente motivo impugnativo-
entre un acto concreto del querellante como catedrático de una asignatura o disciplina
determinada y su sobreañadida y contingente condición de Decano de la Facultad,
absolutamente ajena al incidente. Ello supone la desestimación del motivo, pues al no
161
poderse apreciar en lo que esta Sala, en sus sentencias de 8 de julio de 1981 y 3 de
junio de 1985 ha calificado como delicada cuestión de límites, por exceder
notoriamente el texto incriminado de las líneas propias del ánimo crítico o de
denuncia, es obvio que se debe reputar existente el difamatorio o de denigración
constitutivo de la injuria; ya que por lo demás cualquier exceso expresivo crítico
derivado de la condición de padre del supuestamente agraviado por la decisión
académica (que tiene sus propios cauces de impugnación jurídica) vendría eliminada
por su notoria condición de mayoría de edad al ser estudiante aquél del sexto curso de
la Licenciatura y con ello carente de sentido una eventual invocación -lo que por lo
demás no se ha hecho- de esta condición de padre a la luz y órbita del derecho
establecido en el artículo 27.7 de la Constitución en la esfera educativa de los hijos.

Por último, también, se ha de rechazar el tercer motivo impugnativo de fondo,


interpuesto al amparo del mismo precepto procesal que el anterior y que denuncia una
pretendida vulneración (se supone que por inaplicación) del artículo 245 del Código
Penal , en relación con el párrafo tercero del artículo 119 de dicho Código sustantivo ,
pues entiende, una vez más en su lógico sentir interesado, que el destinatario actuaba
como funcionario (Catedrático) y no como Autoridad (Decano de la Facultad); ya que
si bien el incidente denunciado en el texto incriminado se refiere a una actuación
funcionarial, las expresiones injuriosas trascienden, precisamente, del hecho concreto
(y de ahí su antijuridicidad) y se proyectan hacia esa condición superpuesta en la
persona del querellante como Decano v como tal investido -lo que no se ha
cuestionado- de la cualidad de Autoridad, insistiendo en cuanto a la persona de aquél
en las condiciones que le inhabilitan para ostentar tal grado académico; lo que, con
desestimación de este último motivo impugnativo, determina la procedencia de
rechazar el recurso y dictar el pronunciamiento que prevé el párrafo segundo del
artículo 901 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal con todas las consecuencias
derivadas del mismo.

FALLO:

Que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de casación por


infracción de ley, interpuesto por Jose Antonio, contra sentencia dictada por la
Audiencia Provincial de Málaga, con fecha 24 de enero de 1984, en causa seguida al
162
mismo por delito de desacato. Condenamos a dicho recurrente al pago de las costas
ocasionadas en el presente recurso y a la pérdida del depósito constituido al que se
dará el destino que previene la ley. Comuníquese esta resolución a la mencionada
Audiencia, a los efectos legales oportunos, con devolución de la causa que remitió.

ASI por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN


LEGISLATIVA, lo pronunciamos, mandamos v firmamos.- Mariano G. de Liaño.-
Francisco Soto.- Ramón Montero Fernández Cid. Rubricados.

6-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 18 DE JUNIO DE 1986

ANTECEDENTES DE HECHO:

1. El Juzgado de Instrucción número 2 de Zaragoza instruyó sumario con el


número 34 de 1981 contra María del Pilar; Jose Augusto, Cecilia y otros, y, una vez
concluso lo remitió a la Audiencia Provincial de dicha ciudad, que con fecha 31 de
octubre de 1983 dictó sentencia que contiene el siguiente hecho probado: 1.º
Resultando: Que el procesado en esta causa, Claudio , que actuaba como Abogado
defensor de don Juan Enrique , en sumario seguido contra este último con el número
25 de 1981 por el Juzgado de Instrucción número 3 de Zaragoza, concibió la idea de
crear, en beneficio de su defendido un documento colectivo de apoyo al mismo
encaminado a obtener el sobreseimiento de dicho sumario o la libertad provisional de
su patrocinado. A tal efecto, e indicando las líneas básicas relativas al formato o
estructura y contenido de dicho documento, encargó su redacción y confección a
tercera persona, que no ha sido identificada, quien confeccionó un escrito del tenor
literal siguiente: Al Juzgado: Los abajo firmantes, todos ellos Letrados en ejercicio
del Real e Ilustre Colegio de Aboga2 de Zaragoza, ante el procesamiento de don Juan
Enrique en sumario instruido por el Juzgado de Instrucción número 3 de esta capital
por supuestas injurias y calumnias a Blas Pinar, ante ese Juzgado comparecen y del
modo más procedente dicen: Primero, que todos ellos conocen a don Juan Enrique y
les consta su recta trayectoria democrática. Segundo, que el señor Juan Enrique niega
rotundamente su participación en los hechos que se le imputan. Frente a ello se
163
esgrime como prueba las declaraciones de los militantes ultraderechistas. Tercero,
que el procesamiento de don Juan Enrique por el mero testimonio, sin posibilidad de
ejercitar acción alguna de defensa, supondría un gravísimo precedente judicial, así
como la violación de cuantos textos internacionales tienden a la defensa y garantías
de los Derechos Humanos en esta materia. Cuarto, que es preocupante en rigor
judicial en este caso, frente a la magnanimidad y tolerancia de aquellos otros en que
resultan implicadas personas de ideología ultraderechista.

Especialmente por el hecho de que su procesamiento se produzca tras varios


meses de haberse iniciado el procedimiento, precisamente en unos momentos de
grave tensión ciudadana, provocado por el conflicto del taxi y en que don Juan
Enrique está jugando digo, en su calidad de representante de la Federación de
Barrios, está jugando un importantísimo papel al lado del Ayuntamiento democrático
y frente a la organización sindical ultraderechista Fuerza Nacional del Trabajo.
Quinto, que por ellos, su posible procesamiento e ingreso en prisión, supondría la
evocación de tiempos pasados en los que las cárceles se llenaban de personas
democráticas. Por todo ello. Al Juzgado suplicamos que, teniendo por presentado este
escrito se sirva admitirlo y, a su vista y previos los trámites oportunos, se sirva
acordar el libre sobreseimiento de don Juan Enrique. Es justo, I. C. de Zaragoza, a 26
de enero de 1981. Una copia fotográfica o ciclostilada de este escrito fue firmada, con
otros, por los también Letrados en ejercicio y procesados en esta causa Armando ,
Carlos Daniel, Marcos, Ernesto, Sonia, María del Pilar, Carmen, Augusto, Luis Pablo
y Luisa, y presentado en la misma fecha en el referido Juzgado instructor, que decretó
su admisión a trámite y remisión al Juzgado de Guardia, ante el que compareció dos
días más tarde el mencionado procesado Claudio , presentando otra copia mecánica y
literal del indicado escrito, firmada por él, con diverso formato pero idéntico
contenido, salvo aparecer fechado a 27 de enero de 1981, acompañada de escrito en el
que manifiesta que el de fecha 26, y por error, no había sido firmado por dicho
presentador. Todos los procesados que se relacionan son mayores de edad, de
conducta no informada y sin antecedentes penales.

2. La Audiencia de instancia estimó que los indicados hechos probados son


constitutivos de una falta contra el orden público prevista y castigada en el artículo
164
570, número 5.°, del Código Penal, siendo responsables en concepto de autores los
acusados Claudio, Armando, Carlos Daniel, Marcos, Ernesto, Sonia, María del Pilar,
Carmen, Augusto, Luis Pablo y Luisa, por haber realizado material y directamente los
hechos que la integran, sin la concurren de circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal y contiene el siguiente pronunciamiento: Fallamos: Que
debemos condenar y condenamos a los procesados Claudio , Armando, Carlos
Daniel, Marcos, Ernesto, Sonia, María del Pilar, Carmen , Augusto, Luis Pablo y
Luisa, como autores responsables de una falta contra el orden público, sin la
concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad, a las penas de dos
mil quinientas pesetas de multa y represión privada, a cada 1 de ellos, y al pago de las
costas procesales y tasas judiciales correspondientes a un juicio de faltas.

3. Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


infracción de Ley, por los procesados María del Pilar , Jose Augusto y Cecilia , que
se tuvo por anunciado, remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las
certificaciones necesarias para su sustanciación y resolución, formándose el
correspondiente rollo y formalizándose los recursos.

4. La representación de la procesada María del Pilar basa el presente recurso,


además de en otro inadmitido por auto de esta Sala de fecha 23 de enero de 1986 , en
el siguiente motivo: Primero: Por infracción de Ley basada en el referido artículo de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal 849, párrafo 1.°. Al entender que se ha producido
y cometido en la sentencia recurrida un error en la calificación de los hechos
enjuiciados, al entender la existencia con respecto a los mismos de una falta del
artículo 570, párrafo 5.° del Código Penal, entendiéndose por el Juzgado que por
parte de la procesada se había cometido el dolo necesario para la existencia de una
falta, concretamente del párrafo indicado, que viene a ser el límite mínimo del
concepto del desacato definido y establecido en el artículo 244 del Código Penal.

5. La representación del procesado Jose Augusto basa el presente recurso en el


siguiente motivo: Único: Al amparo del número 1.° del artículo 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, al haber incurrido la sentencia recurrida en infracción de
Ley por infringir los hechos declarados probados lo establecido en el artículo 570.5.º
del Código Penal y Doctrina Legal que lo desarrolla. La relación de hechos probados
165
que se contiene en el primer resultando de la sentencia recurrida, en los cuales se ha
de fundamentar el fallo y a los únicos que afecta la intangibilidad en casación de los
hechos declarados probados, se limita a poner de relieve, en tanto en cuanto a mi
representado se refiere, que el día 26 de enero de 1981 firmó una copia fotográfica o
ciclostilada de un escrito cuyas líneas básicas habían sido ideadas por otro procesado
y cuya redacción y confección corrió a cargo de una tercera persona no identificada,
escrito que el mismo día se presentó ante un Juzgado Instructor ante el que llevaba
profesionalmente un asunto quien había ideado el escrito, sin que el comportamiento
implique falta de respeto de ningún tipo que justifique el fallo que contiene la
sentencia recurrida en aplicación del número 5.° del artículo 570 del Código Penal.

6. La representación de la procesada Cecilia, basa su recurso además de en otro


inadmitido por auto de esta Sala de fecha 23 de enero de 1986, en el siguiente
motivo. Segundo: Por infracción de Ley al amparo de lo dispuesto en el apartado 1.º
del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al incurrir la sentencia
recurrida en error de derecho al calificar los hechos como constitutivos de una falta
contra el orden público al considerar que los procesados faltaron al respeto y
consideración debida a la autoridad, con violación del artículo 570.5.° del Código
Penal, por aplicación indebida.

7. El Ministerio Fiscal queda instruido del recurso y se opone a la admisión del


motivo segundo formulado por la representación de la procesada María del Pilar al
incidir en la causa de inadmisión número 6 del artículo 884 del ordenamiento
procesal penal, en relación con el artículo 874 de la misma. Del mismo modo se
opone a la admisión del motivo primero formulado por la representación de la
condenada Cecilia, al incidir en la causa de inadmisión número 4 del artículo 884 de
la Ley procesal penal. Las representaciones de los procesados no evacuaron el
traslado conferido del artículo 882 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por lo que
se las tiene por decaída.

8. Hecho el señalamiento, se celebró la vista prevenida el día 6 de los


corrientes, con la asistencia e intervención de los Letrados Don Miguel Ángel
Aragües Estragues, por Jose Augusto, Don Antonio Puertas Maller por María del

166
Pilar y Doña Margarita Pomar García por Luisa, quienes mantuvieron sus respectivos
recursos y el Ministerio Fiscal quien lo impugnó los tres recursos.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

1. El delito de desacato es un subtipo o mejor variante del delito de injuria o


calumnia cometido contra ministro, autoridad, funcionario público o agente de la
autoridad, circunstancia que determina una mayor gravedad de las penas. Como en
aquellos delitos privados aparece en el delito de desacato Un elemento material u
ontológico, constituido por las diversas conductas que la Ley castiga: expresión
proferida o acción ejecutada, en deshonra descrédito o menosprecio de una persona
(en el desacato, de alguna persona con las cualidades que se tienen dichas); un dolo
específico o elemento subjetivo del injusto caracterizado por un ánimo de ofender (en
el desacato especialmente el principio de autoridad personificado por órgano o
agentes del Estado en el cumplimiento de funciones que le son propias como tales).
Por último, la gravedad del reproche que reclama la antijuridicidad, será apreciado en
atención al principio de autoridad, circunstancias que concurran en el sujeto activo y
pasivo, y tengan la intensidad que exige la existencia del delito o de la falta; figuras
que tienen una diferencia puramente cuantitativa, y delimitable conforme a los
módulos deduci2 de las conductas castigadas en los artículos 458 y 586.1.° del
Código Penal.

2. Como decía la Constitución de 1812, todos los españoles deben ser justos y
benéficos, pero quienes encarnan por definición la Justicia son los profesionales que a
ella se dedican, a quienes se les exige mayor delicadeza, dedicación y sacrificio por
ser justos, que a cualquier otro ciudadano. La Justicia, según la expresión más
sencilla que todos entienden consiste en dar a cada uno lo suyo, sin otra
consideración o móvil que cumplir con la Ley. Por ello cualquier reproche,
imputación o insinuación de que el Juez por consideraciones personales -cualesquiera
que sean- distintas de la Ley, se aparta del fin esencial que la sociedad la encomienda,
y que él por profesión asume, supone una ofensa grave tanto a la "autoritas" como a
la "dignitas" que la jurisdicción comporta y se incide en el delito de desacato del

167
artículo 240 o en la falta del artículo 570.5 .a según la gravedad de la imputación
ofensiva y así lo tiene declarado esta Sala (por citar las más modernas, sentencias de
29 de septiembre de 1981, 26 de diciembre de 1983, 20 de febrero, 8 y 9 de octubre
de 1984). Con estos antecedentes no puede soslayarse la calificación, indudablemente
benévola, como falta, de la conducta de los procesados, Abogados en ejercicio, que
solidarizándose con un compañero que actuaba en un procedimiento criminal dirigen
escrito, por todos firmado, en el que afirman: "que es preocupante el rigor judicial en
este caso, frente a la magnanimidad y tolerancia de aquellos otros, en que resultan
implicadas personas de ideología ultraderechista". Es decir, se está imputando al
juzgador banalidad, y favoritismo por motivaciones políticas y a continuación se
concreta y personaliza: "Especialmente por el hecho de que su procesamiento se
produce tras varios meses de haberse iniciado el procedimiento, precisamente en unos
momentos de grave tensión ciudadana, provocada por el conflicto del taxi y en que D.
Juan Enrique en su calidad de representante de la Federación de Barrios está jugando
un importantísimo papel al lado del Ayuntamiento democrático y frente a la
organización sindical ultraderechista Fuerza Nacional del Trabajo".

3. La recurrente Da María del Pilar interpone un primer motivo por infracción


de Ley del artículo 849.1.º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por aplicación
indebida del artículo 570.5.º del Código Penal . El recurso no reúne los requisa tos
formales mínimos del artículo 870 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , pues
empieza alegando, "in genere", los elementos constitutivos del delito de desacato,
niega que las expresiones sean constitutivas ni siquiera de la falta leve por la que se
condena, sigue negando el "animus iniuriandi", alega el "animus defendí" para
terminar justificando el escrito por una actuación meramente humanitaria, con la
pretensión de evitar el procesamiento de D. Juan Enrique , todo ello mezclado en un
largo escrito, por lo que el motivo pudo ser inadmitido en el momento procesal
oportuno por incidir en la causa 4.ª del artículo 884 en relación con los artículos 855
y 874 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Pero aunque sea muy brevemente,
además el motivó debe ser desestimado. Primero: Porque las interpretaciones qué el
escrito contiene, sino constituyen falsa imputación de un delito (calumnia) o injurias
graves del artículo 458 del Código Penal, al menos han de estimarse como injurias

168
leves que al dirigirse a una autoridad, se transforman en la figura más liviana del
desacato, castigada en el artículo 570.5.° de aquel Código. Segundo: El ánimo de
injuriar se deduce -por ser acto interno de conciencia, inasequible a la observación
directa- cuando la expresión proferida o acción ejecutada aparece "prima facie"
ofensiva y no se acredita la existencia de otro "animus" que la desvirtúe (Sentencias
de 17 de febrero y 10 de abril de 1982, 28 de febrero de 1983, 5 de marzo de 1984,
etc., etc.). Tercera No es posible admitir el "animus defendendi", pues a la Letrada
recurrente, ninguna petición le había sido denegada, ni por nadie había sido ofendida,
pues el Letrado que llevaba la causa era Don Claudio. Cuarto: La motivación
humanitaria podía haberse llevado a efecto por otras vías sin necesidad de poner en
entredicho la integridad profesional de los jueces o del juez interviniente en la causa.

4. El procesado D, Luis Pablo formula un único motivo de casación al amparo


del artículo 849.1.° de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por aplicación indebida del
artículo 570.5.° del Código Penal. El presente motivo, como el anterior examinado,
incide en vicios formales que pudieran producir su inadmisión en el momento
procesal oportuno. Así empieza basando el motivo en el derecho fundamental de
libertad de expresión con cita del artículo 20 de la Constitución; sigue con
alegaciones sobre la posibilidad de revisar en casación el resultando de hechos,
cuando éstos son fijados en el "factum" en función de un juicio de valor que hizo el
Tribunal de instancia; niega la objetividad injuriosa de las frases que el escrito
contiene; niega la existencia del "animus iniuriandi"; desplazados por el "animus
defendendi" o el "criticandi".

Todos los argumentos mezclados y sin la separación y claridad precisas, por lo


que además de la causa de inadmisión 4.ª, incide también en la 3.ª, inciso 2.°, del
artículo 884, pues se hacen alegaciones jurídicas en notoria contradicción e
incongruencia con los hechos probados. Salvo la alegación del derecho de libertad de
expresión, nada nuevo o diferente aporta el motivo con relación a la argumentación
del anterior recurso ya examinado, por lo que los argumentos allí expuestos para su
desestimación, son válidos para el presente. En cuanto a la libertad de expresión en
relación con el delito de injurias y en consecuencia el desacato cuando se dirijan
contra personas constituidas en "auctoritas" o "dignitas" ya se ha manifestado esta
169
Sala en sentencias de 12 de diciembre de 1981, 10 de abril, 3 de mayo, 30 de
noviembre de 1982, 28 de enero, 5 y 7 de marzo, de junio de 1984 y 7 de marzo de
1985 , declarando que el derecho fundamental de la libertad de expresión no es
absoluto ni constituye una carta en blanco o patente de corso para irrumpir directa o
subrepticiamente en la vida honorable, pública o privada que merecen los ciudadanos,
pues el mismo artículo 20 citado, en su apartado 4, dispone que "Estas libertades
tienen un límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los
preceptos de las leyes que lo desarrollan y especialmente en el derecho al honor, a la
intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia". Así,
pues, se puede informar y criticar, pero sin insultar, injuriar ni calumniar a nadie. Se
trata de una cuestión de límites, que obviamente son los Tribunales, los únicos que
pueden fijar.

5. Inadmitido el primer motivo, el segundo de Da Cecilia, se interpone por


infracción de Ley del artículo 849.1.º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por
aplicación indebida del artículo 570.5.° del Código Penal .

En defensa de este motivo utiliza dos argumentaciones que ya fueron


examinadas en fundamentos jurídicos anteriores: falta de "animus iniuriandi", como
lo acreditó por sus exculpaciones ante el juzgado, y que su finalidad fue "suplicar
Clemencia en un momento político y conflictivo en la ciudad". En definitiva, lo que
la recurrente pretende con sus alegaciones en el presente motivo, es poner de relieve
las manifestaciones de arrepentimiento o retractación hecho ante el Juzgado y la
Audiencia para eliminar el "animus iniuriandi". Pero aparte de la dificultad técnica de
la validez de la retractación y su consecuencia, posible, del perdón de la parte
ofendida en un delito público de desacato, excluido por el artículo 467.4.° del Código
Penal interpretado a contrario "sensu", lo cierto es que sus manifestaciones,
retractándose del escrito, no son lo suficientemente expresivas y terminantes para
justificar de algún modo su firma, pues la concesión del perdón no se produce
automáticamente, por la simple manifestación de que no se quiso ofender. Las
intenciones humanitarias pueden llevarse a feliz término, sin necesidad de ofender, o
desautorizar a persona alguna. Después de la supresión de la circunstancia 7.ª del

170
artículo 9.° del Código los motivos morales, altruistas o patrióticos ni siquiera son
apreciados como atenuantes y, por tanto, menos aún como causa de justificación.

FALLO:

Debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de casación por


infracción de Ley, interpuesto por María del Pilar , Luis Pablo y Cecilia , contra
sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Zaragoza, con fecha 31 de octubre
de 1983, en causa seguida a los mismos por una falta contra el orden público.

Condenamos a dichos recurrentes al pago de las costas ocasionadas en el


presente recurso y a la pérdida de los depósitos constituidos, a los que se dará destino
legal. Comuníquese esta resolución a la mencionada Audiencia a los efectos legales
oportunos con devolución de la causa que en su día remitió.

7-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 27 DE JUNIO DE 1986

ANTECEDENTES DE HECHO:

El Juzgado de instrucción número 5 de Santa Cruz de Tenerife instruyó


sumario con el número 200 de 1982 contra Alonso y, una vez concluso, lo remitió a
la Audiencia Provincial de dicha capital, que con fecha 13 de enero de 1984 dictó
sentencia que contiene el siguiente hecho probado: primer resultando: probado y así
se declara: Que el procesado, Alonso , de 38 años de edad, catedrático de Filosofía,
en un Instituto de Enseñanza Media, de esta capital, siendo colaborador del diario
"Jornada", de Santa Cruz de Tenerife, donde publicaba artículos, con reflexiones
sobre la vida política, periódico dirigido al gran público no especializado en
cuestiones militares, ni filosóficas, ni literarias, ni técnicas en general, en el mes de
marzo de 1982 ideó y redactó un artículo, para ser publicado en dicho periódico, en la
sección titulada "Opinión", y así, en el número correspondiente al lunes 22 de marzo
de 1982, apareció bajo el título "La mujer del Teniente francés y los amigos del
171
Capitán español", en el que critica el trato que sus compañeros -aspirantes como él al
grado de comandante- dieron al Capitán Domingo, por haber transgredido éste no la
moral castrense, sino la bunkeriana, indicando que ahora dicho capitán está
conociendo el bunker, en plena democracia amenazada, mencionando al aislamiento a
que le sometieron. Además, al final de la segunda columna y comienzos de la tercera
de forma directa, reflexiva y consciente, escribe: "...Creo, señor, que no es hora, aún
de sustituir el nombré de Caballería, como pretenden el Ministro Oliart y algunos
Generales, porque hay muchos semovientes todavía en esta gloriosa arma a la que
perteneces y también en las demás, capitán, aunque afortunadamente sea una raza a
extinguir... Recuerda, capitán, que Caballería, no sólo es el segundo Cuerpo de
soldados más antiguo del Ejército Español, sino que llamase también caballería
mayor a la mula o al caballo, y menor al borrico, así es que de caballería,
propiamente hablando, hay mucha gente todavía, Señor..."; más adelante añade:
"llamase caballería a la porción que de los despojos tocaba a cada caballero en la
guerra y a ti, capitán, te han tocado varios." 2. La Audiencia de instancia estimó que
los indicados hechos probados constituían un delito de injurias graves al Ejército,
previsto y penado en el artículo 241-1.° del Código Penal , del que es responsable
criminalmente en concepto de autor el procesado Alonso , sin la concurrencia de
circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, y dictó el siguiente
pronunciamiento: Fallamos: Que debemos condenar y condenamos al procesado
Alonso , como autor responsable de un delito de injurias graves al ejército, sin la
concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, a la pena
de un año de prisión menor, sin accesorias y al pago de las costas procesadas.
Declaramos la solvencia de dicho procesado aprobando el auto que a este fin dictó el
Juzgado Instructor. Una vez firme esta resolución, publíquese en el diario "Jornada"
de esta capital.

3. Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


infracción de Ley, por el procesado Alonso , que se tuvo por anunciado, remitiéndose
a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias para su
sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y formalizándose el
recurso.

172
4. La representación del procesado Alonso basa su recurso en los siguientes
motivos: Primero.-Por infracción de Ley, con base en el número 1° del artículo 849
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , al haber cometido la Sala sentenciadora error
de derecho, calificando los hechos enjuiciados como constitutivos de un delito de
injurias al Ejército, sin que en los declarados probados consten los requisitos
objetivos mínimos para considerar dichas expresiones como injuriosas, con lo que se
produce la vulneración de los artículos 457 y 458 del Código Penal, que han sido
infringidos por aplicación indebida. Segundo. Por infracción de Ley, con base en el
número 1.° del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por cuanto la Sala
sentenciadora presume la existencia del "animus injiuriandi", con lo que se produce
violación, por no aplicación, del artículo 1.° del Código Penal, en su nueva redacción,
que exige la prueba del dolo, así como de los artículos 20.1 y 24 de la Constitución,
que consagra el derecho a la libertad de expresión y el principio de la presunción de
inocencia, normas sustantivas estas que deben ser observadas en la aplicación de la
Ley penal. Tercero .- Por infracción de Ley, al amparo del número 1.° del artículo
849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por cuanto la Sala sentenciadora estima
cometido un delito de injurias al Ejército, sin que ni en el Resultando de hechos
probados ni en Considerando alguno se determine o especifique cuál es el sujeto
pasivo del delito o, lo que es lo mismo, qué Institución, Cuerpo, Arma o Clase, dentro
del Ejército o las Fuerzas Armadas, ha sido ofendido, con lo que se produce la
vulneración del artículo 242-1.° del Código Penal , que ha sido infringido por
aplicación indebida.

5. Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto, la Sala admitió el


mismo, quedando conclusos los autos para señalamiento de Vista cuando por turno
correspondiera.

6. Hecho el señalamiento, se celebró la vista prevenida el día 16 de los


corrientes, con asistencia e intervención del Letrado D. Juan José Rodríguez
Martínez, defensor del recurrente, que mantuvo su recurso; y del Ministerio Fiscal,
que lo impugnó.

173
FUNDAMENTOS DE DERECHO:

Primero: Desde el punto de vista legislativo, el artículo 242 del Código Penal,
en su actual redacción, fue introducido, en el referido cuerpo legal, merced a la Ley
Orgánica de 11 de noviembre de 1980, la cual, al propio tiempo, reformó
profundamente el Código de Justicia Militar, en el cual, tras la reforma antedicha,
subsiste el artículo 317, en el cual se sancionan las injurias á los Ejércitos o a sus
instituciones, clases, armas ó cuerpos determinados cuando el culpable fuese militar o
el hecho se produzca ante un mando en presencia de las tropas o en acuartelamiento,
recinto o lugar militar; por último, el artículo 90 del Código Penal Militar, aprobado
mediante Ley Orgánica de 9 de diciembre de 1985, sanciona al militar que, de
palabra, por escrito o por cualquier otro medio de publicidad, injurie a los Ejércitos o
a Instituciones, Armas, Clases o Cuerpos, determina de los mismos por su parte, la
jurisprudencia de esta Sala se ha ocupado del mentado articulo 242 en las sentencias
de 14 de julio y 23 de noviembre de 1983 y en la de 16 de octubre de 1984, en las
cuales más que construir la estructura de la infracción se dedicó al caso sometido a
revisión casacional, estudiando el alcance y límites de la libertad de expresión, así
como la eficacia exonerante del "animus criticandi", siendo interesante recordar que
los supuestos analizados se referían a injurias proferidas por periodistas en
publicaciones u otros medios de difusión. La estructura del hecho punible analizado
es la siguiente: sujeto activo, lo puede ser cualquiera con tal de que sea imputable;
sujeto pasivo, lo ha de ser necesariamente una colectividad, determinada y al propio,
tiempo despersonalizada o indiferenciada, entre las cuales figuran los Ejércitos, bien
sea en su conjunto, bien referidas a los de Tierra, Mar o Aire, sus instituciones -v. g.-
Junta de, Jefes de Estado Mayor, Escuela Superior del Ejército, Academias Militares
-armas- Infantería, Caballería, Artillería, Ingenieros, Infantería de Marina, por
ejemplo - clases- las de tropa Generales, Jefes u Oficiales y, dentro de ellas, las
compuestas por los que ostentan el mismo grado o cuerpos determinados, lo cual,
tanto puede aludir al Jurídico Militar, al de Sanidad o al de Intervención, como,
entendida, la palabra, en el sentido de unidades, a Divisiones, Brigadas, Regimientos,
etc. La dinámica comisiva o acción puede materializarse mediante injurias, cuyo
concepto se halla en el artículo 457 del Código Penal o por medio de amenazas,

174
entendiendo por tales el anuncio de un mal futuro, posible, ilícito, determinado,
dependiente de la voluntad de quien lo hace y capaz de atemorizar o, al menos,
inquietar, al destinatario ó destinatarios del mismo, si bien, algún sector doctrinal
resalta la inidoneidad de este medio operativo, el cual, como se infiere del contenido
de los; artículos 483 y siguientes del Código Penal , es esencialmente individual y,
por lo tanto, poco adecuado y apto para afectar a colectivos. Dicha acción deberá ser
dolosa, esto es, que el agente debe comprender y querer los componentes objetivos de
la infracción; y, finalmente, en lo que atañe a la penalidad, el párrafo primero del
artículo 242 impone la de prisión menor cuando las injurias o amenazas sean graves,
y el párrafo segundo del mismo, cuando las injurias o amenazas no sean graves,
dispone una pena alternativa: arresto mayor o multa de 75.000 a 150.000 pesetas.

Segundo: Los elementos objetivos de las injurias se encuentran especificados


en el artículo 457 del Código Penal toda expresión proferida o acción ejecutada en
deshonra, descrédito o menosprecio de otra u otras personas, pudiendo exteriorizarse
las mentadas injurias de modo verbal, escrito, real, omisivo p implícito, tendente
siempre a denigrar, ultrajar o vilipendiar a otro u otros; mientras que la gravedad de
dichas injurias, aunque dentro de una relatividad y circunstancialidad proclamadas
por esta Sala queda determinada merced a lo dispuesto en los cuatro, números el
artículos 458 del mentado Código . Pues bien, en el caso de autos se trata de la
inserción, publicación y difusión en el periódico tinerfeño "Jornada", en la sección
"Opinión" y en el número correspondiente al 22 de marzo de 1982 de un artículo,
redactado y antes ideado por el acusado, titulado "La mujer del Teniente francés y los
amigos del Capitán español", en el que, en forma reflexiva, directa y consciente, se
dice y escribe: "creo, Señor, que no es hora aún de sustituir el nombre de Caballería,
como pretenden el Ministro Oliart y algunos Generales, porque hay todavía muchos
semovientes en esa gloriosa Arma a la que perteneces y también en las demás,
capitán, aunque afortunadamente sea una raza a extinguir...", añadiendo: "Recuerda,
Capitán, que Caballería no es solamente el segundo Cuerpo de soldados más antiguo
del Ejército Español, sino que llamase también caballería mayor a la mula o al
caballo, y menor al borrico, así es que de caballería, propiamente hablando, hay
mucha gente todavía, Señor..." En definitiva, en el texto periodístico dicho, sin

175
ambages ni rodeos y aunque, más adelante, se trata de trivializar los referido,
aludiendo a otras acepciones de la palabra "caballería", se dice claramente que, dentro
del arma de Caballería y en otras, hay muchos semovientes, lo que equivale
semánticamente a cualquier clase de ganado -caballar, mular, asnal, bovino, ovino,
cabrío o de cerda-, lo cual, y puesto que no se refiere a los antiguos corceles o
cabalgaduras de dicha Arma, sino a los componentes humanos de la misma, significa
baldón ignominioso, desdoro y agravio para las Armas castrenses destinatarias de la
contumelia, agregando, para inri, que es aplicable al Arma de Caballería la segunda
acepción de dicha palabra, es decir, la de mulo o caballo, si se trata de caballería
mayor, o la de borrico, si se trata de caballería menor. En resumidas cuentas, en el
artículo mencionado se encuentran los requisitos objetivos de las injurias, sin que
quepa dudar acerca de su gravedad, puesto que, a la luz de los números 3.° y 4.ª del
artículo 458 del Código Penal, se trata de expresiones que, en el concepto público, se
tienen por afrentosas y que racionalmente merecen el calificativo de graves
atendiendo al estado, dignidad y circunstancias del ofensor y de la institución o Arma
ofendida.

Tercero: Entre los "animi" que excluyen el "animus iniuriandi", elemento


subjetivo del injusto típico de indispensable concurrencia en los delitos de injurias,
figura el denominado "animus criticandi" o propósito de criticar o censurar
constructivamente el comportamiento ajeno, pero para que dicho "animus" pueda
preponderar, superponerse y, en definitiva, eclipsar o anular al citado "animus
iniuriandi" es menester, ante todo, que el crítico, más o menos docto, e improvisado o
no, proceda de un modo mesurado, comedido, razonado y justificado, sin sustituir
juicios racionales y ponderados por el denuesto, el improperio, la invectiva o la
imprecación, ya que, en el último caso, la fiscalización, la supervisión o la crítica no
serán más que antifaces o pretextos para encubrir el verdadero y auténtico propósito
subyacente de vituperio, de mofa y de escarnio. Siendo, esto último, lo que sucede en
este caso, donde un Catedrático de Filosofía de Instituto de Segunda Enseñanza, nada
versado, al parecer, en cuestiones castrenses, no sólo ofende, veja y mortifica al Arma
de Caballería y a otras Armas no especificadas, sino que, con actitud típica y
característica de estos tiempos -y que es digna de reflexión y de meditación-, se

176
autoerige en la personificación de las más puras esencias constitucionales y
democráticas para, gratuitamente y sin suficiente conocimiento de causa, denostar y
denigrar a otros, atribuyéndoles inmovilismo, involución y nostalgia de tiempos y
régimen pretéritos e inexorablemente caducados. Procede, pues, la desestimación del
primer motivo del recurso basado en el número 1.° del artículo 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal , por aplicación indebida del artículo 242 del Código Penal
en relación con los artículos 457 y 458 del mismo cuerpo legal.

Cuarto: La "presumptio doli" consagrada en el antiguo párrafo segundo del


artículo 1 del Código Penal , no siempre fue utilizada por este Tribunal para entender
acreditado el "animus iniuriandi", el cual, aunque emparentado con el dolo, pertenece
al campo de la tipicidad, y precisa de acreditamiento suficiente. Empero, en este caso,
se trata de injurias, proferidas por escrito y con publicidad, y por ello no es necesario
acudir al conocido adagio "quando verba sunt per se iniuriosa, animus iniuriandi
praesímitur", toda vez que si lo oral puede ser fruto de improvisación, hijo de la ira o
mero desahogo verbal, lo escrito -quod scripsit, scripsit" y "verba volant", "scripta
manent"- es forzosamente más reflexivo y meditado, pudiendo el agente sopesar y
valorar el alcance y significación de lo que su pluma elabora y redacta, percibiendo
nítidamente la carga de mortificación y vilipendió que sus expresiones van a suponer
para el agraviado; con lo cual, en este caso, basta examinar el texto supuestamente
injurioso para comprobar, y ello en lo que constituye "corpus delicti", que el
propósito del agente fue, clara y paladinamente, el; de deshonrar, desacreditar y
menospreciar al Arma de Caballería y a las demás Armas de los Ejércitos no
especificadas, aunque aludidas.

Quinto: El derecho de expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas,


opiniones, creencias y sentimientos, derecho innato o derecho fundamental de las
personas reconocido por las Leyes, corolario de la antigua y decimonónica libertad de
pensamiento se halla consagrada en el apartado a) del numeró 1 del artículo 20 de la
Constitución, pero en un Estado de Derecho, como lo es el español, dicho derecho no
es ni puede ser absoluto, ilimitado e incondicionado, equivaliendo a látigo restallante
con el que se fustiga y castiga a quien quiera o a cualquiera que desagrade al que
ejercita él derecho de libertad de; expresión, demostrando lo que se dice, en primer
177
lugar, el propio Código Penal, el cual, en el artículo 432 , castiga la proclamación y
exposición de doctrinas inmorales en los artículos 216 bis a),; 216.bis b), 268 y 566-
4.°, pues la apología de los delitos; en los artículos 123 ; 140 y 141, los ultrajes a la
Nación española, y en el 209;-del ultrajé de los dogmas, ritos o ceremonias de
confesiones religiosas legalmente reconocidas, y, en segundo término, el propio
artículo 20 de la Constitución, cuyo precepto, en sus postrimerías -húmero 4 -, dice
que estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este
Título, en los preceptos de las Leyes que los desarrollan y, especialmente, en el
derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y
de la infancia. Siendo evidente, y no es necesario insistir en ello, que el acusado, al
ejercer una pretendida libertad de expresión, rebasó, excedió y sobrepasó los límites
legales, hollando y escarneciendo el honor castrense que tanto aprecian las Fuerzas
Armadas en su integridad.

Sexto: La presunción, "iurois tantum", de inocencia, Consagrada en el artículo


24 de la Constitución, en este caso no sólo se desbarata y tambalea con la sola lectura
del periódico de autos, sino que se derrumba con estrépito, pues, tanto la
participación -no discutida por lo demás- como los elementos objetivos del delito, los
componentes del dolo y el "animus iniurandi", tienen completa prueba con sólo
examinar tan genuino acreditamiento. Los hechos psicológicos son de difícil prueba,
puesto que las voliciones y los propósitos permanecen en lo más recóndito de la
mente humana, donde no es posible penetrar, pero, en el caso analizado, lo que
animaba al agente, a la vista del texto supuestamente injurioso, es tan palmario y
palpable que no se precisa de mayores razonamientos para entender plenamente
acreditado dicho extremo, siendo imperativa, por consiguiente, la desestimación del
motivo segundo del recurso, basado en el número 1 del artículo 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal por infracción de los artículos 1 del Código Penal y 20 y 24
de la Constitución.

Séptimo: Quién es el sujeto pasivo de la infracción estudiada es cuestión que,


al parecer, atormenta e inquieta al recurrente, pero no a esta Sala, la cual, con la
simple lectura de la narración histórica de la sentencia impugnada, ha quedado
enteramente informada de que, el mentado sujeto pasivo, lo fue el Arma de
178
Caballería, además de otras que, el acusado, no especificó, lo que sobra para
incardinar su conducta en el párrafo primero del artículo 242 del Código Penal ,
procediendo; sin necesidad de mayores razonamientos, que, siempre serían
superfluos, la repulsión del tercer y último motivo del recurso examinado; basado o
sustentado en el mismo precepto adjetivo que los anteriores, por indebida aplicación
del artículo 242.1.° del Código Penal.

FALLO:

FALLAMOS: Que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de Ley, interpuesto por él procesado Alonso , contra
sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, de fecha 13
de enero de 1984 , en causa seguida a dicho procesado por delito de injurias graves al
Ejército. Condenamos a dicho recurrente al pago de las costas ocasionadas en el
presente recurso y a la pérdida del depósito que constituyó en su día. Comuníquese
esta resolución a la mencionada Audiencia, a los efectos legales oportunos.

8-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 1 DE DICIEMBRE DE


1986

ANTECEDENTES DE HECHO:

Primero: El Juzgado de Instrucción número 2 de los de ... instruyó sumario con


el número 2 de 1983 contra ..., y una vez concluso lo elevó a la Audiencia Provincial
de dicha capital, que con fecha 3 de abril de 1984 dictó sentencia, que contiene el
siguiente fallo: Que debemos condenar y condenamos al procesado ..., como
responsable en concepto de autor de un delito de injurias graves ya definido, sin
concurrencia de circunstancias modificativas, a la pena de un mes y un día de arresto
mayor, con sus accesorias de suspensión de cargo público y derecho de sufragio
durante el tiempo de la condena, multa de veinte mil pesetas, sin fijación de arresto
sustitutorio dada su solvencia y al pago de las costas procesales. Para el
cumplimiento de la pena se le abona todo el tiempo de prisión provisional sufrida por

179
esta causa, en su caso, lo que se acreditará en ejecución de sentencia. Y aprobamos el
auto de solvencia consultado por el Instructor.

Segundo: El referido fallo se basó en el hecho probado del tenor literal


siguiente: 1.° Resultando probado, y así se declara, que el periódico ... del día 8 de
agosto de 1982, en su página ocho, sin firma, informaba de que el objetor de
conciencia ..., procesado en esta causa, mayor de edad y sin antecedentes penales,
había sido condenado por la Audiencia Provincial de ..., con base en unas
declaraciones a determinada revista, a la pena de siete meses de prisión menor por un
delito de injurias al Ejército, y recogía, entrecomilladas, algunas manifestaciones del
procesado, reconocidas por éste como hechas por él, en el sentido de que tenía
intención de «agotar todas las vías jurídicas hasta lograr la absolución», justificaba
sus declaraciones que pretendía definir el papel de los Ejércitos a lo largo de la
historia, no se referían a ningún Ejército en concreto; aseguraba que no había ánimo
de injuriar: «es increíble que a mí me metan siete meses y que castiguen con un mes
de arresto a un capitán de ilustre apellido que llamó cerdo al Rey», para concluir
textualmente: «Esto me confirma una idea que yo tenía arraigada: hay una gran parte
de los Jueces que son realmente incorruptibles. Nada, absolutamente nada puede
obligarles a hacer justicia.» Tercero: Notificada la sentencia a las partes, se preparó
recurso de casación, y remitidas las pertinentes certificaciones al Tribunal Supremo,
se formó el rollo correspondiente, formalizándose el recurso, que se basa en el
siguiente motivo: Motivo único: Por infracción de Ley, con base en el artículo 849.1
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por estimarse, dicho sea con todos los respetos
y en términos de defensa, que la sentencia recurrida ha cometido error de Derecho al
haber aplicado indebidamente los artículos 457, 458.4, 463, párrafo primero, y 467,
párrafo tercero, del Código Penal.

Cuarto: El Ministerio Fiscal se instruyó del recurso, quedando conclusos los


autos para señalamiento de fallo cuando por «turno correspondiera.

Quinto: Hecho el señalamiento para vista se celebró la misma el día 19 de


febrero del presente año, con asistencia del Letrado D. Lorenzo Ledano Sanllorente
en representación del procesado..., que mantuvo su recurso, impugnándolo el
Ministerio Fiscal.
180
FUNDAMENTOS DE DERECHO:

Primero: Tiene declarado esta Sala que el derecho de crítica o «ius criticandi»,
fundado y bien intencionado, de la actividad jurisdiccional de los Tribunales de
Justicia, así como de los demás organismos o corporaciones públicas, ejercitado con
la corrección y respeto debidos a la autoridad, dignidad que debe circundar y circunda
a tales órganos del Estado, no puede considerarse delictiva por entenderse que tal
crítica constituye una actividad socialmente adecuada que contribuye a favorecer el
buen gobierno de la sociedad en la que vivimos y a la prevención y supresión de
posibles atropellos, abusos, demasías y negligencias por parte de los poderes
públicos, fortaleciendo el sentimiento democrático de libertad, convivencia y
bienestar común de los ciudadanos, formando parte del llamado derecho de
expresión, reconocido en el artículo 20 de nuestra Constitución (R. 1978, 2836 ),
entre los Derechos fundamentales, que autoriza a todos los españoles a «expresar y
difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el
escrito o cualquier otro medio de reproducción, siempre que no se olvide que, como
también se declara en el mismo texto constitucional, esta libertad tiene sus límites en
el respeto a los derechos reconocidos a los demás ciudadanos en el mismo título, en
los preceptos de las leyes que lo desarrollan y especialmente el derecho al honor, a la
intimidad y a la propia imagen, por todo lo cual hay que concluir que si bien el
ejercicio de una crítica racional, honesta y constructiva de la acción jurisdiccional o
de cualquier otra pública no constituye en principio delito; pero cuando ello no es así
y el censurante, amparándose en el citado derecho que comprende los de narración,
de información o de crítica, traspasa los límites legalmente establecidos para
menospreciar, desacreditar o desprestigiar a un Tribunal o a los Tribunales o Jueces
en conjunto como clase del Estado, bajo pretexto de enjuiciar el desempeño de su
función jurisdiccional para en realidad atacarlos en su honorabilidad, probidad y
prestigio, tal conducta queda despojada de toda utilidad social y se convierte o
transforma en material y formalmente antijurídica en cuanto quebranta, ya sin
justificación alguna, el respeto y consideración debido a las instituciones y clases del
Estado, observados en toda sociedad civilizada, transgrediendo de manera flagrante y
la mayor parte de las veces con publicidad, las limitaciones establecidas en la citada

181
Ley fundamental en alguna de las formas o modos tipificados como delictivos en el
Código Penal, sin que tales excesos o extralimitaciones puedan ser amparados bajo la
bandera de la libertad de expresión o de crítica, porque tal libertad debe terminar y
termina allí donde comienza el derecho de las demás personas individuales o jurídicas
a defender su honorabilidad, dignidad y prestigio, virtudes o dotes que, por otra parte,
resulta innecesario atacar para efectuar una crítica seria, objetiva y desapasionada de
las resoluciones de dichos Tribunales, y menos para injuriar a sus componentes; sin
que el status de periodista, por muy respetable que quiera reputarse, pueda otorgar
«carta blanca» para ofender libre e impunemente el honor de las personas o el
prestigio de las instituciones públicas más allá de los linderos establecidos para los
demás ciudadanos que no ejerzan tal profesión.

Segundo: Expuesto lo que antecede, no puede aceptarse la tesis del recurrente


de que sus declaraciones a un diario de esta capital no son difamatorias para una clase
determinada del Estado, sino que encierran una opinión, una fuerte crítica a un
componente de la Administración de Justicia, los Jueces, sin ningún ánimo de injuriar
o menosprecio, puesto que si bien es compatible el «animus criticandi» y el ánimo
ofensivo denigratorio si la crítica no se desenvuelve en la forma anteriormente
expuesta, como lo hizo el procesado en sus declaraciones al citado diario, en él se
hacen imputaciones a los Jueces que rebasan notoriamente la crítica, como se pone de
manifiesto en la declaración de hechos probados de la sentencia combatida, en
concreto en el párrafo último de ello, al imputar o atribuir a la mayor parte de los
Jueces su firme propósito de no hacer justicia, lo que constituye, como lo ha
calificado acertadamente la Sala sentenciadora en sus acertados fundamentos que se
dan aquí por re producidos, un delito de injurias graves a clase determinada del
Estado como es la Administración de Justicia, representada en los Jueces, tanto en lo
objetivo como en lo subjetivo, lo que conduce a la desestimación del motivo único
del recurso. De consecuencia

FALLO:

Declaramos no haber lugar al recurso de casación por infracción de ley


interpuesto por... contra sentencia dictada por la Audiencia Provincial de... con fecha
3 de abril de 1984, en causa seguida al mismo por delito de injurias. Condenamos a
182
dicho recurrente al abono de las costas ocasionadas en el presente recurso y a la
pérdida del depósito que constituyó en su día, al que se le dará el destino legal.

9-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 15 DE FEBRERO DE


2000

ANTECEDENTES DE HECHO:

PRIMERO.- El Juzgado de Instrucción número 5 de los de Palma de Mallorca,


incoó Procedimiento Abreviado con el número 297/97, contra J.C.T.F. y, una vez
concluso, lo remitió a la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca (Sección
Segunda) que, con fecha veinte de febrero de mil novecientos noventa y nueve, dictó
sentencia que contiene los siguientes Hechos Probados:

Se declara probado que el día quince de octubre de mil novecientos noventa y


seis el acusado J.C.T.F., mayor de edad (nacido el día 4 de diciembre de 1.953) y sin
antecedentes penales, realizó, como Comandante de la aeronave, el trayecto de
Sevilla a Palma de Mallorca en el vuelo de AAAAAAAA número BBBBBBBB,
llevando como pasajero a J.M.F.F., a la sazón Comandante y Jefe de Flota de la
Compañía CCCCCCCC, persona con quien el acusado había mantenido relaciones de
amistad hasta que dejaron de hablarse como consecuencia del despido del Sr. J.C.T.F.
de la Compañía CCCCCCCC.- Sabedor el acusado de que el Sr. J.M.F.F. viajaba en
una de las primeras filas, antes de emprender el vuelo, se acercó hacía el asiendo de
éste y cuando, en dirección hacia la cabina de mandos se acercaba y llegaba a su
altura la sobrecargo (que venía haciendo el recuento de pasajeros), dirigiéndose a ella
en voz alta, dijo, "mira, éste es J.M.F.F., Comandante de CCCCCCCC y jefe de Flota
de la Compañía, como verás hoy llevamos basura de pago a bordo", y, girándose en
dirección a la cabina de mandos, murmuró en voz alta "hoy hacemos un vuelo de lujo
con este tipo a bordo".- Una vez hubo despegado el avión, el acusado, con la misma
intención de desprestigiar y avergonzar a J.M.F.F., se dirigió a los pasajeros de la
aeronave diciendo: "Señores pasajeros, buenas noches, bienvenidos a bordo, excepto
el pasajero del asiendo 6-D", repitiendo el mismo mensaje en inglés.- El 19 de
183
octubre, el Sr. J.M.F.F., procedió a formular una reclamación en el Libro Oficial de
Reclamaciones de la entidad Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (A.E.N.A)
del aeropuerto de Palma, así como en las Hojas de Reclamación de la Compañía
"AAAAAAAA", poniéndoles al corriente del referido comportamiento que tuvo el
Sr. J.C.T.F.- Por los referidos hechos, el 28 de octubre de 1.996 fue sancionado el Sr.
J.C.T.F., por la Compañía "AAAAAAAA Líneas Aéreas S.A.", con siete días de
suspensión de empleo y sueldo, sanción que no fue recurrida por el Sr. J.C.T.F. y que
fue cumplida los días 16 a 22 de diciembre de 1.996.

SEGUNDO.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:

FALLAMOS: Que debemos ABSOLVER Y ABSOLVEMOS al acusado


J.C.T.F. del delito de abuso de autoridad en el mando de aeronave, que le venía
siendo imputado por el Ministerio Fiscal y por la Acusación Particular, declarando de
oficio la mitad de las costas procesales.- Que debemos CONDENAR y
CONDENAMOS al acusado J.C.T.F., como responsable de un delito de injurias
precedentemente definido, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal, a la pena de TRES MESES DE MULTA, a razón de ciento
cincuenta mil pesetas al mes (cuota diaria de 5.000 pesetas), con responsabilidad
personal subsidiaria, caso de impago derivado de insolvencia, de un día de privación
de libertad por cada dos cuotas diarias impagadas, y al pago de la mitad de las costas
procesales, incluidas en la misma proporción las de la Acusación Particular. Por vía
de responsabilidad civil abonará a José María J.M.F.F. la cantidad de trescientas mil
pesetas como indemnización de perjuicios.

TERCERO.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de


casación por infracción de Ley, por el Ministerio Fiscal, que se tuvo por anunciado,
remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias
para su sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y
formalizándose el recurso.

CUARTO.- Formado en este Tribunal el correspondiente rollo, el Ministerio


Fiscal, formalizó su recurso, alegando el motivo siguiente:

184
UNICO.- Al amparo del artículo 849.º1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
por inaplicación del artículo 51.2 de la Ley 209/1964, de 24 de diciembre Penal y
Procesal de la Navegación Aérea e indebida aplicación de los artículos 208 y 209 in
fine del Código Penal.

QUINTO.- La representación del recurrido se instruyó del recurso interpuesto,


quedando conclusos los autos para señalamiento de Fallo, cuando por turno
correspondiera.

SEXTO.- Realizado el señalamiento para Fallo, se celebraron la deliberación y


votación prevenidas el día 3 de febrero de 2000.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- El Ministerio Fiscal formula recurso de casación frente a la


sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca, Sección
Segunda, en fecha 20/2/99, que condena al hoy recurrido como autor de un delito de
injurias castigado en el C.P. común, aduciendo la infracción de ley del artículo 849.1
LECrim, cuyo contenido se endereza a denunciar la falta de aplicación del artículo
51.2 de la Ley Penal y Procesal de Navegación Aérea de 24/12/64 y consiguiente
aplicación indebida de los artículos 208 y 209 in fine C.P.

SEGUNDO.- La mencionada Ley Especial es consecuencia de las Bases para


publicar un Código de la Navegación Aérea aprobadas por la Ley de 27/12/47,
desarrolladas en una primera fase por la Ley de 21/7/60, habiendo quedado sin
regular los aspectos penal y procesal de la primera (Bases 21, 22 y 23) que
constituyen el objeto de la Ley de 1964, que también tiene como finalidad sustraer al
rigorismo de la legislación militar las actividades de la navegación aérea, con tipos
delictivos y penalidades distintas acomodadas a sus especiales características.
Posteriormente, la Ley de 26/2/72 modifica su artículo 85; el R.D.L de 21/12/78,
artículo 2º, incide en la misma modificando la pena máxima a imponer, sustituyendo
la pena de muerte conforme al mandato del artículo 15 C.E.; la Ley Orgánica 1/1986,
de 8/1, suprime la Jurisdicción Penal Aeronáutica y adecúa las penas por infracciones
aeronáuticas, derogando el Libro II, la Disposición Transitoria y las Disposiciones
finales de la Ley Penal y Procesal de Navegación Aérea de 24/12/64, el artículo 2º del

185
R.D.L. de 21/12/78 y la Disposición final cuarta de la Ley de 21/7/60; por fin, la Ley
Orgánica 10/95, de 23/11, del C.P., en su Disposición derogatoria única, apartado f,
deroga expresamente los artículos 29 y 49 de la Ley de 24/12/64 y la Disposición
Transitoria Undécima incide también en dicha Ley Especial.

TERCERO.- El preámbulo de la L.O. 1/86, ratifica la especialidad de la


legislación aeronáutica, admitiendo que la complejidad tecnológica que informa este
campo, unida a las derivaciones que la misma origina, aconseja acometer el esfuerzo
de actualización de una forma progresiva, que permita, en un plazo no excesivamente
largo, adaptar la normativa vigente a las circunstancias que rigen en la actualidad.
Todo ello determina su plena vigencia, que no autoriza al intérprete o aplicador del
derecho hacer una interpretación restrictiva por razón del momento de su
promulgación, de la misma forma que carece de consistencia añadir al tipo especial
(art. 51.2) otros elementos no previstos por el legislador (circunstancias de peligro
para la navegación o necesidad del mantenimiento de la disciplina a bordo), lo que
vulnera los principios de legalidad y seguridad jurídica (art. 25.1 C.E. y 1.1 C.P. en
relación con el 9 del mismo Texto). La rúbrica del Capítulo V, - Abuso de
autoridad..........-, Título II, Libro I, de la Ley Especial, hace referencia precisamente
al fundamento de la inclusión del tipo penal y constituye un plus de exigencia al
personal que integra la tripulación en relación con su comportamiento con el pasaje,
criminalizando incluso acciones meramente disciplinarias en el ámbito de otras
profesiones (medidas no autorizadas por Ley o Reglamento), lo que sólo puede
justificar la singularidad de la vida a bordo.

CUARTO.- La cuestión nuclear del recurso, por ello, tiene un alcance


predominantemente técnico-penal, partiendo desde luego de la obligada incolumidad
de los hechos probados. En rigor se trata de un concurso de leyes, siendo los hechos
constitutivos subsumibles aparentemente bajo dos tipos protectores del mismo bien
jurídico, el honor y dignidad de la persona, arts. 208 C.P. y 51.2 de la Ley Especial,
resolviéndose mediante la aplicación de uno sólo de ellos, que debe agotar el
contenido total del desvalor de los hechos probados.

Pues bien, el nuevo artículo 8 C.P. de 1995 es la norma atinente para resolver
los concursos de leyes, frente al antiguo artículo 68 que solo contemplaba el principio
186
de alternatividad, siendo éste ahora la cláusula de cierre a falta de aplicación de las
tres primeras reglas previstas en el artículo vigente (especialidad, subsidiariedad y
consumación o absorción).

QUINTO.- La regla 1ª del artículo 8º señala que el precepto especial se aplicará


con preferencia al general. La acción de vejar u ofender (art. 51.2 LECrim) equivale a
la de injuriar (art. 208 C.P.) de la ley general, añadiéndose como ingredientes o
elementos nuevos, fundamento de la norma especial, la condición del sujeto activo
(Comandante o individuo de la tripulación) y la circunstancia del lugar (aeronave), de
forma que la valoración íntegra del supuesto de hecho debe abarcar los elementos
previstos en la ley general y los adicionados por la ley especial. Ahora bien, la
aplicación del principio de especialidad (del que ha hecho uso esta Sala en la S. de
25/10/96 a propósito de los artículos 39 y 40 de la Ley Penal y Procesal de
Navegación Aérea, Fundamento 3º in fine) no puede entenderse desde una
perspectiva meramente abstracta o formal, sino predominantemente material, a saber,
tomando en consideración las circunstancias personales, objetivas y modales del
hecho.

SEXTO.- Proyectando lo anterior al presente caso, con independencia del lugar


de comisión, que por si solo no puede determinar una especificidad relevante, resta la
condición del condenado, Comandante, y el posible abuso o prevalimiento de ella,
como señala el Ministerio Fiscal. En la premisa histórica de la sentencia recurrida se
constata en relación con el ofendido....persona con quien el acusado había mantenido
relaciones de amistad hasta que dejaron de hablarse como consecuencia del despido
del Sr. J.C.T.F. de la Compañía CCCCCCCC. Lo anterior compromete el fundamento
sobre el que se asienta la aplicación del tipo especial, desdibujando el plus de
exigencia al que nos hemos referido más arriba, relación profesional tripulantes-
pasajeros, de forma que el desvalor de la acción se agota modalmente en el ámbito de
la relación personal entre los sujetos activo y pasivo, de forma que la relación
Comandante-pasajero en el presente caso pasa a segundo plano, habiéndose
calificado correctamente los hechos probados ex art. 208 y 209 in fine C.P., teniendo
en cuenta igualmente el principio de unidad del ordenamiento jurídico y el carácter
complementario de los tipos previstos en las Leyes Penales Especiales.
187
Por todo ello el motivo no debe ser acogido.

SEPTIMO.- Ex artículo 901.3 LECrim las costas del recurso deben ser
declaradas de oficio.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS NO HABER LUGAR,


desestimándolo, al recurso de casación por infracción de ley formulado por el
Ministerio Fiscal frente a la sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Palma
de Mallorca, Sección Segunda, en fecha 20/2/99, declarando de oficio las costas del
presente recurso.

10-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 14 DE JULIO DE


1993

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- El Juzgado de Instrucción de Redondela instruyó sumario con el número


3/91 contra Juan Enrique y, una vez concluso, lo remitió a la Audiencia Provincial de
Pontevedra que, con fecha 9 de diciembre de 1.992 dictó sentencia que contiene el
siguiente HECHO PROBADO: El día 29 de abril de 1.990, se publicó en el periódico
" DIRECCION002 " en sus páginas 26 y 27, un artículo periodístico titulado "
DIRECCION003 ", firmado por "Viriato" seudónimo que corresponde a Octavio , de
nacionalidad portuguesa y domiciliado en Plaza DIRECCION000 nº NUM000 Vila
Praia de Ancora, Portugal. En dicho artículo periodístico, dentro del epígrafe "
DIRECCION004 ", figura el siguiente párrafo "entre los nuevos capos de la droga
que faenan por aguas de la desembocadura del Miño, dos de ellos son especialmente
significativos: "Miguel" y Agustín de Monçao. Miguel es un antiguo miembro de la
policía política del régimen dictatorial de Salazar cuyo apellido es Miguel y tiene
negocios en Tui, es la cabeza visible de Agustín, un capo de Monçao que tiene su
residencia habitual en DIRECCION001 y que según fuentes a las que ha tenido
acceso este periodista trabaja con la banda de Sito Miñanco".

188
Directamente aludidos por el párrafo transcrito se sintieron Gabriel, de
nacionalidad portuguesa, con negocios en Tuy y que perteneció a la Policía
Internacional y de Defensa del Estado en aquel país, y Carlos Francisco, de
nacionalidad portuguesa natural de Monçao y residente en DIRECCION001.

El acusado Juan Enrique, es el Director del Periódico " DIRECCION002 ",


coordinando en cuanto tal, al Subdirector y Jefes de Área y teniendo la facultad de
aceptar o rechazar la publicación de cualquier artículo o colaboración. El artículo
anteriormente mencionado, seleccionado por el Jefe de Área y aceptado por el
Subdirector, no fue rechazado por el acusado, a la vista de la fiabilidad que le merecía
el autor del mismo, asiduo colaborador del periódico y especialista en el tema del
narcotráfico, la mención indirecta que se hacía de los querellantes y el lugar accesorio
que ocupaba la referencia a los mismos dentro del artículo, sin que al permitir su
publicación, hubiese sido guiado por ánimo alguno de deshonrar, desacreditar o
menospreciar a los mencionados Gabriel y Carlos Francisco, sino con la finalidad de
transmitir una información por él recibida y estimada de general interés".

2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:


FALLAMOS: Que debemos ABSOLVER y ABSOLVEMOS a Juan Enrique del
delito de injurias del que venía siendo acusado por la Procuradora Dña. MARIA
PILAR BERNALDEZ FILLOY en nombre y representación de los querellantes
Gabriel y Carlos Francisco, dejando sin efecto todas las medidas acordadas en
relación al mismo, y con declaración de oficio de las costas procesales causadas.

3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


INFRACCION DE LEY, por la representación de los querellantes, Gabriel Y Carlos
Francisco, que se tuvo por anunciado, remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal
Supremo las certificaciones necesarias para su sustanciación y resolución,
formándose el correspondiente rollo y formalizándose el recurso.

4.- La representación de los querellantes formuló su recurso de Casación en los


siguientes motivos:

189
PRIMERO.- Autorizado por el número 1º del art. 849 de la L.E.Cr. El Fallo de
la sentencia recurrida, dados los hechos que ésta declara probados, infringe los arts.
457 y 458 número 3º del C.P.

SEGUNDO.- Autorizado por el nº 1º del art. 849 de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal, pues el Fallo de la sentencia recurrida, dados los hechos que ésta declara
probados, infringe el art. 15 del C.P.

TERCERO.- Al amparo del párrafo 4º del art. 5º de la Ley Orgánica del Poder
Judicial. La sentencia infringe estos preceptos de la Constitución. Art. 18 párrafo 1) y
el art. 20, párrafo 1.d) y párrafo 4).

CUARTO.- Autorizado por el nº 1º del art. 849 de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal, la sentencia recurrida infringe el art. 459 del Código penal.

QUINTO.- Al amparo del nº 1º del art. 849 de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal. La sentencia recurrida infringe los arts. 19, 22, 101 y 104 del C. Penal.

5.- Instruido el Ministerio Fiscal y los recurridos del recurso interpuesto, la


Sala admitió el mismo, quedando conclusos los autos para señalamiento de Fallo
cuando por turno correspondiera.

6.- Hecho el oportuno señalamiento se celebró la votación prevenida el día 7 de


julio de 1.993.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- El recurso del querellante privado articula, por la vía procesal del
nº 1º del art. 849, una serie de motivos que tienen por objeto aspectos fraccionales del
"thema decidendi" de fondo, cual es la infracción, por la no aplicación a los hechos
probados de los artículos 457, 458 nº 3º y 459 C.P., y, la invocación, esta vez por la
vía del art. 5.4 L.O.P.J., del derecho fundamental consagrado en el art. 18.1 C.E., que,
junto con el del art. 20, pfº 1 d) y pfº 4º de la misma Norma fundamental, se
entienden también infringidos. La íntima conexión de las cuestiones que el recurrente
plantea por separado - sin duda para cumplir ortodoxamente lo prevenido en el art.
874 L.E.Cr., - aconseja su examen interrelacionado, sin perjuicio de la decisión

190
individualizada sobre la procedencia o no de cada uno de los motivos articulados en
este recurso.

Resumiendo a efectos metodológicos el planteamiento general de los motivos


primero, tercero y cuarto del recurso - lo que no quiere decir que se prescinda de
examinar el desarrollo más dilatado de sus argumentos - los recurrentes mantienen
que los hechos son constitutivos de un delito de injurias graves por escrito y con
publicidad, en cuanto las frases que citan - y que más adelante se explicitarán -
constituyen un atentado a su honor y son objetivamente y "per se" deshonrosas y
desacreditantes de las personas a quien se dirigen y son con ellas difamadas,
deduciéndose de ese propio contenido objetivo el "animus injuriandi" que se
encuentra ínsito en las mismas; sin que queden amparadas esas injurias por el derecho
a la información pues éste goza de posición preferente frente al derecho al honor
cuando la información es veraz , lo que no ha quedado acreditado ni se afirma en la
sentencia recurrida.

Como se ve lo que plantea el recurso en su motivo de apertura es la


concurrencia de los elementos constitutivos del delito de injurias. Elementos que
según tradicional doctrina de esta Sala son de doble naturaleza: una, objetiva,
constituido por expresiones o acciones que menoscaben, por su propio contenido y
entidad, la honra, el crédito o la dignidad de la persona a la que se dirijan o afecten; y
otro, subjetivo, integrante a la vez de un elemento subjetivo del injusto que trasciende
a la culpabilidad, que viene representado por la finalidad de la acción que ha de estar
dirigida precisamente a producir aquella lesión del honor y la dignidad de una
persona y que se conoce en la doctrina y jurisprudencia bajo la denominación de
"animus iniuriandi", que algunos fundadamente, consideran representado en la
hipótesis típica del art. 457 por la preposición "en". Este último requisito como todo
elemento interno e intencional debe inferirse del comportamiento y manifestaciones
externas del autor de la conducta (Ver, por todas, las Sentencias de 3 de junio de
1.985; 12 y 15 de febrero de 1.991 y las en ellas citadas), siendo uno de los medios
inductivos de aquel ánimo, como el recurrente alega, el propio contenido e
interpretación de las expresiones o frases que objetivamente se consideren
deshonrosas por su significado literal (Ver, p.ej., Sentencias de 29 de septiembre de
191
1.943; 6 de octubre de 1.967; 13 de marzo de 1.970; 24 de febrero de 1.973; 9 de
mayo de 1.985; 13 de marzo de 1.970; 24 de febrero de 1.973; 9 de mayo de 1.985 y
3 de diciembre de 1.986).

Bien entendido que la inferencia de tal ánimo a través de la objetividad de la


expresión, sólo puede hacerse utilizando una presunción "ad hominen" o "iuris
tantum", pues lo contrario podría conducir a la estimación de un "dolo in re ipsa", lo
que sería rechazable desde los presupuestos de la culpabilidad (Sentencia de 7 de
noviembre de 1.972) y de la propia presunción constitucional de inocencia.

Por último, hay que decir que ese elemento subjetivo del delito de injurias,
como todo elemento tendencial, de un lado, ha de quedar probado por la acusación,
aunque esa carga probatoria quede atenuada por la presunción antes citada; y, de otro,
queda excluido cuando se pruebe que la finalidad o tendencia de la acción era
diferente a la de injuriar a la persona afectada. Existen así unos peculiares "animus"
que tradicionalmente vienen considerándose como incompatibles con aquella
finalidad y, por ende, excluyentes del "animus iniuriandi" y de la consiguiente
antijuricidad típica de la conducta (Sentencias de 14 de marzo y 15 de julio de 1.988;
14 de abril y 27 de noviembre de 1.989; 12 de febrero y 12 de abril de 1.991). Entre
esos ánimos excluyentes se encuentra el "animus informandi", que por su contenido
de derecho fundamental ha adquirido una especial trascendencia a partir de la
promulgación de nuestra Constitución de 1.978 y que, por su especial incidencia en el
"thema decidendi" de este recurso, merece ser expresamente destacado.

Es a la luz de esta doctrina como debe analizarse la frase que el "factum" de la


Sentencia recoge y que los recurrentes estiman injuriosa: << Entre los nuevos capos
de la droga que faenan por aguas de la desembocadura del Miño, dos de ellos son
especialmente significativos: Miguel y Agustín de Monçao>> (sintiéndose
directamente aludidos los querellados a la vista de los demás datos identificativos
contenidos en la información publicada, identificación que la Sala "a quo" reconoce
como correcta en el Fundamento Jurídico 1º de su Sentencia). Tal frase
evidentemente afecta objetivamente a la honorabilidad de aquellos a quienes se
atribuye un comportamiento - ser "capo de la droga" - que la ley repudia y que recibe
un claro reproche ciudadano por su incidencia en la desintegración de ciertos sectores
192
sociales. Sin que, como bien alega el recurrente frente al criterio de la Sala "a quo",
pueda estimarse la interpretación como calumniosa y sí como injuriosa, dado lo
genérico y vago de tal imputación, no referida a hechos precisos tipificables como
delitos concretos (Véanse Sentencias 17 de noviembre de 1.982; 15 de julio de 1.988;
6 de febrero de 1.990 y 8 de mayo de 1.991).

Ahora bien, aunque de esa objetividad del comportamiento imputado en las


frases citadas pudiera inducirse "prima facie" el carácter injurioso de las mismas y el
ánimo de la igual naturaleza con que fueron expresadas, no puede pasarse por alto
que, como destaca la sentencia recurrida, tales expresiones forman parte de un
reportaje periodístico, de gran extensión "dirigido a informar sobre un tema objeto en
la actualidad de una grave preocupación social: el tráfico de drogas y su desarrollo en
Galicia". Por lo que se hace preciso profundizar más en el análisis de si la objetividad
de las expresiones que afectan al honor de los querellantes ha ido acompañada del
necesario complemento subjetivo del "animus iniuriandi" o si, por el contrario, tal
ánimo quedó excluido por la concurrencia de otra diferente finalidad: el ejercer el
derecho a la información que consagra el art. 20.1 ap.d) de la Constitución española.
De ser así, se daría un conflicto entre dos derechos fundamentales: el derecho al
honor garantizado en el art. 18.1 C.E. y el de comunicar o recibir libremente
información veraz por cualquier medio de difusión, reconocido y protegido en el
citado art. 20.1 d), conflicto cuya solución presenta aspectos que necesitan examen
aparte.

SEGUNDO.- El bien jurídico protegido por el delito de injurias es el honor,


que tiene reconocida su garantía a nivel constitucional en el art. 18.1 C.E. y que es un
derivado de uno de los fundamentos del orden político y la paz social recogidos en el
art. 10.1 de la "Norma normarum" y que constituyen el eje de la propia existencia de
un Estado democrático; la dignidad de la persona (Véase la Sentencia del T.C. de 11
de noviembre de 1.991).

Como todo derecho fundamental y, más aún, por su conexión el valor de la


dignidad personal, merece no sólo el respeto de los demás sino la tutela del Estado a
través de la incriminación de los actos que lo lesionen. Más aún, constituye también
un límite para otros derechos y de modo expreso y por decisión del legislador
193
constitucional, para el ejercicio del derecho a la libertad de expresión e información
libertades que "tienen su límite... especialmente, en el derecho al honor, a la
intimidad y a la propia imagen..." (Art. 20.4 C.E.).

Sin embargo el derecho a la libertad de información tiene, según el máximo


intérprete de la Constitución, un especial interés constitucional en cuanto garantiza la
formación y existencia de una opinión pública libre, garantía que reviste una especial
trascendencia, ya que, al ser una condición previa y necesaria para el ejercicio de
otros derechos inherentes al funcionamiento de un sistema democrático, se convierte,
a su vez, en uno de los pilares de una Sociedad libre y democrática. (S.T.C. 159/86,
de 12 de diciembre F.J.6º). En consecuencia el Tribunal Constitucional viene
entendiendo que las libertades del art. 20 C.E., están dotadas de una eficacia que
trasciende la que es común y propia de los derechos fundamentales, incluido el honor
y la intimidad (S.T.C. 107/88, de 8 de junio). Pero ello no puede significar una
prevalencia a ultranza del derecho a la información sobre el derecho al honor, pues
por el contrario, el reconocimiento del valor preferente del primero no significa
vaciar de contenido a los derechos fundamentales al honor o a la intimidad de las
personas, que han de sacrificarse sólo en la medida en que resulte necesario para
asegurar una información libre en una sociedad democrática ( Véase S.T.C. de 17 de
octubre de 1.991), lo que encuentra su apoyo en los arts. 19.3 del Pacto de Derechos
Civiles y Políticos de New York y el 10.2 del Convenio Europeo para la Protección
de los Derechos Humanos, suscritos por España y que deben inspirar la interpretación
de las normas relativas a los derechos fundamentales y libertades que la Constitución
reconoce (art. 10.2 C.E.), preceptos aquellos que expresamente prevén la sujeción del
derecho a la libertad de expresión e información a restricciones tendentes a asegurar
el respeto a los derechos y reputación de los demás.

En consecuencia puede decirse que los derechos reconocidos en los arts. 18 y


20 C.E. se limitan recíprocamente en un "balancing" o equilibrio que es propio de
todo régimen democrático y en el qué lo esencial es determinar los límites y
condicionamientos de la prevalencia de unos u otros. Y en lo que respecta al derecho
a la información esos límites están ya marcados por la doctrina constitucional y la de
esta Sala en los siguientes términos:
194
1º.- La distinción entre la libertad de información y la libertad de expresión o,
lo que es lo mismo y reducido al terreno de los "mas media", entre lo que es noticia y
lo que es opinión. Mientras que en lo primero, esto es, en la comunicación de noticias
e informaciones prima el derecho a difundirlas y recibirlas, cuando lo que se expone
no son hechos sino opiniones el balance se hace más exigente y el derecho al honor
adquiere otro relieve y merece una protección más acusada (Véanse Ss.T.C. 171/90 y
172/90, de 12 y 13 de noviembre respectivamente).

2º.- Que la información difundida pertenezca al ámbito de lo noticiable, esto es,


aquello que tiene interés o relevancia pública. Para lo cual es importante también
distinguir entre las personas que ejercen funciones o actividades públicas, cuyo
comportamiento tiene, por lo mismo, un interés general; y las personas que actúan en
ámbitos privados, cuyo comportamiento sólo debe interesar al público cuando
aparezcan involucradas en un hecho de trascendencia social. Siendo precisamente en
este último caso, es decir, si de personas particulares se trata, cuando las exigencias
del ejercicio de la libertad de información deben ser más estrictas al no venir aquellas
obligadas, como los personajes públicos, a tener tolerancia sobre la difusión de sus
actos privados, como reconoce la sentencia del T.E.D.H de 8 de julio de 1.986 (caso
LINGENS) (En igual sentido la S.T.S. de 18 de mayo de 1.989).

Y 3º.- Que la libertad de información que reconoce y protege el art. 20.1,d)


C.E. es la de comunicar y recibir información veraz. Veracidad que es no sólo una
condición del derecho a difundir información sino un derecho del destinatario de la
misma, que no debe ser manipulado ni engañado por el informador. Sin embargo ese
requisito de acomodación de la noticia a la verdad no puede ser interpretada y exigida
en forma absoluta, sino que ha de desarrollarse y valorarse en los terrenos de la
diligencia para adquirir la noticia y de la buena fe al difundirla. Punto éste
desarrollado por el Tribunal Constitucional diciendo que "cuando la Constitución
requiere que la información sea veraz no está tanto privando de protección a las
informaciones que puedan resultar erróneas - o sencillamente no probadas en juicio -
cuanto estableciendo un específico deber de diligencia sobre el informador, a quien se
le puede y debe exigir que lo que transmita como hechos haya sido objeto de previo
contraste con datos objetivos.
195
El ordenamiento no presta su tutela a tal conducta negligente, ni menos a la de
quien comunica como hechos simples rumores, o peor aún, meras invenciones o
insinuaciones insidiosas, pero sí ampara en su conjunto la información rectamente
obtenida y difundida, aun cuando su total exactitud sea controvertible " (S.T.C. 6/88,
de 21 de enero.

Véanse también, en análogo sentido, las Ss.T.S. de 15 de febrero y 8 de junio


de 1.989; 6 de abril y 27 de diciembre de 1.990 y 23 de febrero de 1.991).

Aplicando los anteriores requisitos a la información difundida respecto a los


querellados en el diario "DIRECCION002" del día 29 de abril de 1.990, vemos que
cumple sin duda alguna los dos primeros de ellos, pues difunde un conjunto de
hechos relacionados entre sí, que tienen un interés público por referirse a un problema
social como es el del tráfico de drogas en gran escala y que, si afecta a personas
privadas, lo hace en cuanto éstas intervienen o se relacionan con esos hechos de
interés general. Lo cuestionado en este caso por los querellantes es el cumplimiento
del último requisito señalado, esto es, la veracidad de la noticia en lo que a ellos
atañe.

Respecto a este punto ya quedó dicho que no es exigible en lo noticiable una


absoluta certeza o acomodación a la verdad libre de errores, sino sólo una actuación
diligente y de buena fe en la difusión de la información que se tiene como cierta.
Terreno en el que debe distinguirse entre la posición del que obtiene o configura la
noticia y es el autor real del texto de la información y la de aquellos otros que deben
responder de su eventual carácter ilícito penal en la forma sucesiva o en "cascada"
que establece el art. 15 C.P., como pueden ser los directores del medio en que la
información se publique. Respecto a los primeros existen una serie de reglas
profesionales de cuyo cumplimiento puede inferirse la diligencia o cuidado en
comprobar la veracidad de la noticia (corroborarla en más de una fuente, obtener si es
posible la versión del afectado, no silenciar las versiones contradictorias, etc.). En
cambio los segundos se mueven en otro ámbito, ámbito al que ha de referirse su
deber de diligencia en orden a evitar la difusión de informaciones inciertas por otros
creadas.

196
En este caso la responsabilidad del autor directo de la información y la
observancia por su parte de las normas profesionales de corroboración de la noticia
difundida respecto a los querellantes queda al margen del proceso, al no ser parte en
el mismo, ni estar sometido a una acusación, por lo que (y aunque en autos pueda
haber elementos para formar criterio, ya que en el texto del reportaje se hace
referencia a fuentes a las que tuvo acceso el periodista y en la causa se practicó
prueba que tendía a relacionar a los querellantes con un conocido, y en aquellos
momentos, judicialmente encausado narcotraficante gallego) esta Sala debe
abstenerse de pronunciarse sobre tal extremo.

En cuanto a la conducta diligente o no del Director del "DIRECCION002",


querellado en la causa, se relaciona con su responsabilidad específica en los términos
del art. 15 C.P., objeto de otro motivo de recurso y que procede examinar
específicamente.

TERCERO.- El segundo motivo del recurso denuncia, también por la vía del nº
1º del art. 849 L.E.Cr., la infracción del art. 15 C.P., no aplicado al querellado,
entendiendo que la estimación de la Sala "a quo" de actuar aquél sin ánimo alguno de
deshonrar, desacreditar o menospreciar a los querellantes, sino con la finalidad de
trasmitir la información por él recibida y estimada de general interés, es un juicio de
valor que no vincula y puede ser revisado en casación. Para combatir tal aserto del
"factum" sobre el elemento anímico del acusado, el recurso se apoya en los
argumentos, ya examinados, del carácter objetivamente injurioso de la información
objeto de la querella y en la deducción del "animus iniurandi" a través de dicho
contenido injurioso, en el que a su juicio se encuentra ínsito tal "animus".

En el relato histórico de la sentencia constan los elementos que para aplicar la


responsabilidad que a los directores de la publicación en que se inserte el texto
delictivo señala, en defecto del que realmente haya sido autor de dicho texto, el art.
15 C.P.:1º que el autor del texto aunque conocido, no está domiciliado en España, lo
que aquí se da, pues tal autor residía en Portugal, siendo además de nacionalidad
portuguesa, y 2º el acusado era el Director del periódico "DIRECCION002",
coordinando en cuanto tal al Subdirector y Jefes de Área y teniendo la facultad de
aceptar o rechazar la publicación de cualquier artículo o publicación. Siendo de
197
destacar que se cumple también, contra el criterio mantenido por la Sala "a quo", el
requisito de no ser exigible la responsabilidad del autor material ya que, siendo
nacional del país en que reside, no puede ser reclamado para responder penalmente en
España, que es la condición impuesta para la sucesión de la responsabilidad en
cascada por el art. 15 referido, que lo que pretende es que esa clase de hechos en los
que la autoría queda limitada por el juego de los arts. 13 y 15 C.P., no por ello sean
sustraídos a la jurisdicción penal española cuando el delito se cometa en el territorio o
en las condiciones en que tal jurisdicción tiene su ámbito de actuación. Sin que el
hecho de intentarse una acción penal contra aquél en el país de su residencia pueda
considerarse suficiente para excluir la concurrencia de tal condición, toda vez que se
desconoce las circunstancias y resultado de dicho intento.

Ahora bien, el que se den las condiciones legales para poder exigir la
responsabilidad penal del director del medio en que el texto se publicó no quiere decir
que tal responsabilidad exista.

Primero, porque el director, al igual que el periodista, puede quedar amparado


por la eximente 11ª del art. 8 C.P., si se acredita que ejercitó correctamente el derecho
de información; y 2º, porque tal responsabilidad, que inicialmente se configura en
nuestros Códigos históricos con tintes objetivos, no puede hoy quedar excluida del
principio de culpabilidad, ("nemo crimen sine culpa"), imperante en nuestro derecho
punitivo de un modo reforzado y expreso tras la redacción dada al art. 1º C.P. por la
reforma de 1.983.

En cuanto al primer punto, esto es, el que el acto haya sido realizado en el
ejercicio del derecho fundamental a transmitir información veraz, el deber de
diligencia de los directores de los medios periodísticos, - en especial los de cierta
entidad, profuso contenido y diaria difusión, como es el de autos - tiene que ser
valorado y exigido en el ámbito de su función y en forma acorde a como ésta es
ejercida. Función que, por su naturaleza coordinadora y el carácter de inmediatividad
y urgencia que la publicación diaria del periódico impone a la tarea de selección de
noticias y textos, ha de desarrollarse conforme al llamado "principio de confianza".
Ello quiere decir que al director del medio no le es exigible que contraste una por una
la veracidad de toda la información a publicar, exigencia que haría imposible la tarea
198
y la publicación del total de la información disponible, sino que en esa función de
seleccionar lo publicable inevitablemente ha de confiar en la fiabilidad de las noticias
o informaciones que provienen de ciertas fuentes periodísticas, a las que por
experiencia o conocimiento previo pueda atribuir condiciones de responsabilidad,
seriedad y credibilidad suficientes como para no hacer precisa una comprobación
complementaria. Entre esas fuentes están los corresponsales y los colaboradores del
periódico cuando son conocidas del director su profesionalidad y la veracidad
reiterada y habitual de las informaciones que proporcionan. Siendo de destacar
además, que la fiabilidad y veracidad de la información ha de juzgarse en su conjunto
o "totalidad" (Sentencia de 20 de abril de 1.989), sin que el director pueda entrar a
comprobar detalles aislados que en las mismas se contengan. Cumplidas estas
condiciones, el ejercicio del derecho a la información es correcto y constituye, como
dice la S.T.C. 159/1.986 "una garantía institucional de carácter subjetivo cuya
efectividad exige en principio excluir la voluntad delictiva de quien se limita a
transmitir sin más la información, aunque ésta por su contenido pueda revestir
significación penal". Conforme a este criterio, y tal como resalta la sentencia
recurrida, el reportaje de autos fue seleccionado por el Jefe de Área y aceptado por el
Subdirector del diario y no fue rechazado por el acusado a la vista de la fiabilidad que
le merecía el autor del mismo, asiduo colaborador del periódico y especialista en el
tema del narcotráfico.

A ello ha de agregarse que el conjunto del reportaje, de gran extensión (esta


Sala ha podido comprobar, examinando las actuaciones como le autoriza el art. 899
L.E.Cr., que ocupaba dos páginas del periódico a cinco columnas) era verídico y con
gran número de detalles ciertos y previamente conocidos y hasta publicados, y ya
dentro de él la referencia a los querellantes constituía un breve párrafo y tenía un
carácter accesorio. Todo lo que excluye falta de diligencia en el director acusado, al
ejercer el derecho a informar verazmente a sus lectores sobre un tema que era de
interés general. A lo que hay que agregar que, siendo verídica la información en su
conjunto, pudo pensar lógicamente que lo era también en sus detalles.

Pero es que además se hace preciso que en el comportamiento de todo acusado


de un delito pueda darse un reproche subjetivo o culpabilista, exigencia de
199
culpabilidad de la que, como quedó dicho, no están excluidas las responsabilidades
establecidas en el art. 15 (Véase por todas la Sentencia de esta Sala de 12 de febrero
de 1.990). Y, dados los hechos probados, no aparece que el acusado "hubiese sido
guiado por ánimo alguno de deshonrar, desacreditar o menospreciar a los
mencionados Gabriel y Carlos Francisco, sino con la finalidad de transmitir una
información por él recibida y estimada de interés general". Afirmación de exclusión
del "animus iniuriandi" y consiguiente elemento subjetivo del delito de injurias que,
aunque como alegan los recurrentes sea discutible en casación, resulta congruente con
el conjunto del relato histórico y con la doctrina de exclusión en principio de la
voluntad delictiva en el caso de quien lo que pretende es transmitir información,
sentada por la S.T.C. 159/86, antes citada, y ratificado por esta Sala, entre otras, en su
sentencia de 23 de febrero de 1.991. Por lo que no cabe presumir "contra reo", y
disintiendo de lo declarado probado, una intención dolosa de injuriar que tal
resultancia probada expresamente niega.

Por todo lo expuesto, los motivos primero y cuarto referentes a la infracción


por su no aplicación de los preceptos penales que definen y sancionan el delito de
injurias y penan las de naturaleza grave; segundo sobre igual infracción del art. 15
C.P.; y tercero formalizado al amparo del art.5.4 L.O.P.J. por infracción de los arts.
18 y 20 pfº 4 C.E., deben ser desestimados.

CUARTO.- Desestimados los motivos precedentes debe también decaer el


quinto motivo de este recurso, en cuanto denuncia, por la vía de la infracción de ley,
la falta de aplicación de los arts. 19, 22, 101 y 104 C.P. Siendo la responsabilidad
civil que dichos preceptos regulan una consecuencia del delito, tal responsabilidad es
improcedente si el delito del que se pretende deducir se declara, como en este caso,
inexistente. Por lo que también este quinto motivo debe ser desestimado.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS NO HABER LUGAR AL


RECURSO DE CASACION por INFRACCION DE LEY, interpuesto por la
representación de Carlos Francisco y Gabriel, contra sentencia de la Audiencia
Provincial de Pontevedra, de fecha 9 de diciembre de 1.992, que ABSOLVIO a Juan

200
Enrique del delito de injurias del que venía siendo acusado. Notifíquese esta
resolución a la mencionada Audiencia con devolución de los autos que en su día
elevó, interesando acuse de recibo.

Se condena a los recurrentes al pago de las costas de este procedimiento por


mitad, con pérdida del depósito constituido en su día.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo


pronunciamos, mandamos y firmamos.

11-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 6 DE MAYO DE 2008

ANTECEDENTES DE HECHO:

PRIMERO.- Se aceptan los antecedentes de hecho de la primera instancia,


expuestos en la sentencia recurrida.

El Juzgado de lo Penal del que dimana este rollo de Sala dictó sentencia en
cuyos hechos probados se establece que: "el día 25 de noviembre de 2004 se recogió
en el buzón de sugerencias de la Tesorería General de la Seguridad Social en Burgos,
un cuestionario sobre el servicio en el que se podía leer, escrito de puño y letra pero
de forma anónima, " Salvadora es la peor funcionaria de este Ministerio. Por favor
ábranla expediente por negligencia e incapacidad", sin que haya sido acreditado que
el acusado Sebastián sea el autor del citado escrito".

SEGUNDO.- Que la parte dispositiva de la sentencia recaída en la primera


instancia, de fecha de 5 de Noviembre de 2.007 dice literalmente: "Que debo absolver
y absuelvo al acusado Sebastián del delito de injurias del artículo 208 y 209 CP que
se le imputaba declarando las costas de oficio".

TERCERO.- Que contra dicha resolución se interpuso recurso de apelación por


Salvadora , alegando como fundamentos los que a su derecho convino, que, admitido
a trámite, se dio traslado del mismo a las partes, remitiéndose las actuaciones a la

201
Ilma. Audiencia Provincial de Burgos, turnándose de ponencia y señalándose como
fecha para examen de los autos el día 28 de Abril de 2.008.

PRIMERO.- Se consideran como probados los hechos recogidos como tales en


la sentencia recurrida y que en la presente sentencia se reproducen en su integridad.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- Que, recaída sentencia condenatoria con los pronunciamientos


recogidos en los antecedentes de hecho de la presente sentencia, se interpuso contra la
misma recurso de apelación por Salvadora, fundamentado en la concurrencia de error
en la apreciación que de las pruebas practicadas en el acto del Juicio Oral verifica la
Juzgadora de instancia.

Así señala en su escrito impugnatorio que "en el presente caso la sentencia de


instancia no ha tenido en cuenta los informes periciales del perito calígrafo judicial D.
Cipriano (folios 56 a 61) así como el Informe pericial grafoscópico realizado por el
Departamento de Documentoscopia de la Policía Científica de Burgos, que coincide
plenamente en sus conclusiones atribuyendo al acusado D. Sebastián el escrito
recogido con fecha 25 de Noviembre de 2.004 en el buzón de sugerencias de la
Tesorería General de la Seguridad Social en el cual se podía leer: " Salvadora es la
peor funcionario de este Ministerio. Por favor ábranla expediente por negligencia e
incapacidad. ".

Dice el Tribunal Supremo, en sentencia 05.11.2003, que "esta Sala ha reiterado


la eficacia de los informes realizados por los especialistas de los laboratorios oficiales
del Estado caracterizados por la condición de funcionarios públicos, sin interés en el
caso concreto, con altos niveles de especialización científica y adscritos a organismos
dotados de medios propios de las modernas técnicas de análisis, atribuyéndoles las
notas de objetividad, imparcialidad e independencia que les otorga "prima facie"
eficacia probatoria sin contradicción procesal, a no ser que las partes hubieren
manifestado su disconformidad impugnando su resultado".

La defensa del acusado ha aceptado el valor documental de citados informes ya


que no propuso como prueba pericial a practicar en el plenario la ratificación y
declaración de los peritos que los habían emitido. La jurisprudencia viene otorgando,
202
de forma constante y reiterada, fiabilidad a las pericias procedentes de órganos,
equipos, gabinetes o laboratorios oficiales integrados en la Administración, dada la
imparcialidad profesional de los peritos, sin interés en el caso concreto y con altos
niveles de especialización, dándoles el carácter de prueba documental a efectos de su
revisión. En el presente caso, tales informes no han sido impugnados expresamente
por la defensa".

Sigue sosteniendo el recurrente que "por tanto deben prevalecer los informes
del perito calígrafo judicial D. Cipriano así como el informe pericial grafoscópico
realizado por el Departamento de Documentoscopia de la Policía Científica de
Burgos, (prueba propuesta por la defensa) frente a las periciales de parte de D. Jenaro
y D. Ricardo , dado su carácter parcial. No obstante de su estudio podemos hacer las
siguientes consideraciones.

La pericial del perito calígrafo judicial D. Cipriano, hace un profuso estudio del
documento dubitado y del texto indubitado llegando a encontrar hasta 24
convergencias que determinan la autoría del acusado. El informe pericial
grafoscópico realizado por el Departamento de Documentoscopia de la Policía
Científica de Burgos, fue propuesto por el propio acusado y haciendo nuestras sus
palabras, por ser "una institución oficial de reconocido prestigio y debidamente
especializada" llega a la misma consideración de la autoría del acusado reflejando en
su informe de forma clara las coincidencias o analogías fijando de forma clara las
letras en las que aprecia tales analogías.

Por el contrario los informes de parte se basan en generalidades e imprecisiones


llamando poderosamente la atención a esta parte que el informe del perito D. Jenaro,
tal y como dice en su pág. 15, se basa en un sistema "DIRECCIONAL" que según
manifiesta es "propia de nuestro Gabinete AT. PERITACIONES" por tanto se basa
en un método que únicamente utiliza ese perito y que por tanto no está contrastado.
Igualmente el informe del perito D. Ricardo, incurre en una clara contradicción
cuando manifiesta en su pág. 22 como un elemento determinante para descartar la
autoría del acusado "los acentos y la puntuación", cuando basta la lectura del texto
dubitado para comprobar que en el mismo no hay ni un solo acento, lo que pone de
relieve su falta de rigor".
203
SEGUNDO.- La parte recurrente en apelación sostiene como argumento único
la concurrencia de error en la valoración que la Juzgadora de instancia realiza de las
pruebas practicadas en el acto del Juicio Oral, y en concreto de la pericial
contradictoria. Pruebas que, en contra de lo alegado por el recurrente, sí han sido
tenidas en cuenta por la Juzgadora "a quo" y convenientemente valoradas al decirnos
en el fundamento de derecho primero de su sentencia que "las periciales caligráficas
tampoco aportan nada de luz al asunto, ya que existen dos periciales que atribuyen la
autoría al acusado y otras dos que niegan este dato. En concreto, la pericial caligráfica
de Cipriano y de la Policía Científica de Burgos atribuyen al acusado la autoría del
escrito que figura tanto en el anverso como reverso del documento dubitado, sin
embargo la de Jenaro y Ricardo llegan a la conclusión contraria, considerando que la
escritura del anverso y del reverso del documento dubitado no fue realizada por el
acusado y que incluso fue realizada por personas distintas.

Periciales, que en el caso concreto son fundamentales y de las que depende la


existencia de un fallo condenatorio del acusado, que no puede darse al existir una
divergencia de informes y no poder descubrir por tanto la autoría del escrito, cuestión
esencial en este asunto. Ya se pronunció el Tribunal Supremo en Sentencia de 1 de
diciembre de 1989, en un asunto similar de presunto delito de injurias en los que
existían informes periciales contradictorios, exponiendo que: "la motivación de la
convicción alcanzada por el Tribunal a quo en la sentencia impugnada, por el
contrario se ajusta plenamente a las exigencias de la sana critica. En efecto, de
acuerdo con estas reglas los tribunales deben formar su convicción observando las
reglas de la lógica, los principios de la experiencia y los conocimientos científicos...la
Audiencia ha expresado con corrección y claridad que no podía deducir de informes
contradictorios entre si una conclusión segura...en consecuencia el razonamiento en el
que se apoya la sentencia no resulta objetable desde ninguna de las perspectivas que
permite el criterio racional (741 LECr.) toda vez que el Tribunal no podía llegar sobre
la base de informes técnicos que realmente se contradicen a una conclusión diferente
de la alcanzada, pues ello hubiera implicado no observar las reglas de la lógica en
construcción de la premisa que le hubiera permitido deducir la autoría de la
acusada...y en la medida que el tribunal a quo necesitaba de conocimientos técnicos

204
específicos para poder establecer los hechos probados, es evidente que debía dar
especial relevancia a las opiniones técnicas que tenía a su alcance. Bajo tales
condiciones no cabe duda que la Audiencia sin poseer tales conocimientos no podía
alcanzar seguridad allí donde los técnicos carecían manifiestamente de ella".

Dicha valoración es compartida por el Ministerio Fiscal que, si bien en un


principio mantuvo como la parte ahora apelante acusación contra Sebastián por un
delito de injurias graves, después de conocer la argumentación de la sentencia, se
opuso a la estimación del recurso de apelación formulando e interesó la confirmación
de la sentencia recaída "por sus propios hechos y fundamentos jurídicos consignados
en la misma, los cuales son totalmente conformes y ajustados al resultado de las
pruebas practicadas en el Plenario y a derecho" (folio 301).

En contra de lo sostenido por la Juzgadora de instancia, la parte apelante


considera que deben tener mayor probatorio los informes periciales del perito judicial
(conclusiones obrantes al folio 61 de las actuaciones) y del Departamento
Documentoscopia de la Policía Científica de Burgos (conclusiones obrantes al folio
136) que las de los peritos de la defensa Jenaro (conclusiones obrantes al folio 126) y
Ricardo (conclusiones obrantes al folio 158).

La doctrina jurisprudencial sobre el error en la apreciación de la prueba puede


ser sintetizada indicando que en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y del
Tribunal Supremo se establece que para enervar la presunción de inocencia es
preciso, no solo la existencia de una mínima actividad probatoria legalmente
obtenida, sino que su contenido tenga entidad suficiente para construir enlace racional
y ajustado a las reglas de la lógica deductiva entre el contenido del elemento
probatorio seleccionado para sustentar el Fallo condenatorio y la convicción a la que
llega el órgano sentenciador. La convicción de éste debe asentarse sobre una firme y
sólida base fáctica y un lógico proceso argumental para obtener, aun por las vías
indirectas de la deducción valorativa de los hechos, un juicio fundado que no rompa
con la necesaria armonía que debe presidir todo proceso deductivo (sentencia del
Tribunal Supremo de 19 de Septiembre de 1.990). Pues bien, una vez producida la
actividad probatoria de cargo ante el Tribunal Juzgador en términos de corrección
procesal, su valoración corresponde al mismo, conforme al art. 741 de la Ley de
205
Enjuiciamiento Criminal ; dar más credibilidad a un testigo que a otro o decidir sobre
la radical oposición entre denunciante y denunciado, es tarea del Juzgador de
instancia que puede ver y oír a quiénes ante él declaran (sentencia del Tribunal
Supremo de 26 de Marzo de 1.986), si bien la estimación en conciencia no ha de
entenderse o hacerse equivalente a cerrado e inabordable criterio personal e íntimo
del juez, sino a una apreciación lógica de la prueba, no exenta de pautas y directrices
de rango objetivo.

Por todo ello, la credibilidad de cuantos se manifiestan en el Juicio Oral,


incluso con un contenido distinto a lo que se expuso durante la instrucción, es función
jurisdiccional que solo compete al órgano juzgador (sentencia del Tribunal Supremo
de 3 de Noviembre y de 27 de Octubre de 1.995). Y como se ha expuesto de forma
constante constituye doctrina jurisprudencial reiterada la que señala que, cuando la
cuestión debatida por la vía del recurso de apelación como en el presente caso es la
valoración de la prueba llevada a cabo por el juez a quo en uso de las facultades que
le confieren los artículos 741 y 973 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y sobre la
base de la actividad desarrollada en el juicio, debe partirse, como principio y por
regla general, de la singular autoridad de la que goza la apreciación probatoria
realizada por el juez ante el que se ha celebrado el juicio, núcleo del proceso penal, y
en el que adquieren plena efectividad los principios de inmediación, contradicción y
oralidad, a través de los cuales se satisface la exigencia constitucional de que el
acusado sea sometido a un proceso público con todas las garantías (artículo 24.2 de la
Constitución Española), pudiendo el juzgador de instancia, desde su privilegiada y
exclusiva posición, intervenir de modo directo en la actividad probatoria y apreciar
personalmente sus resultados, así como la forma de expresarse y conducirse las
personas que en él declaran en su narración de los hechos y la razón del conocimiento
de éstos, ventajas de las que, en cambio, carece el Tribunal llamado a revisar dicha
valoración en segunda instancia. De ahí que el uso que haya hecho el juez de su
facultad de libre apreciación o apreciación en conciencia de las pruebas practicadas
en el juicio (reconocida en los artículos 741 y 973 citados) y plenamente compatible
con el derecho a la presunción de inocencia y a la tutela judicial efectiva, siempre que
tal proceso valorativo se motive o razone adecuadamente en la sentencia (sentencia

206
del Tribunal Constitucional de 17 de Diciembre de 1.985, 23 de Junio de 1.986, 13 de
Mayo de 1.987, y 2 de Julio de 1.990, entre otras), únicamente debe ser rectificado,
bien cuando en realidad sea ficticio por no existir el correspondiente soporte
probatorio, vulnerándose entonces incluso la presunción de inocencia, o bien cuando
un ponderado y detenido examen de las actuaciones ponga de relieve un manifiesto y
claro error del juzgador a quo de tal magnitud y diafanidad que haga necesaria, con
criterios objetivos y sin el riesgo de incurrir en discutibles y subjetivas
interpretaciones del componente probatorio existente en los autos, una modificación
de la realidad fáctica establecida en la resolución apelada.

Más concretamente, la jurisprudencia del Tribunal Supremo ha venido


exigiendo, a fin de acoger el error en la apreciación de las pruebas, que exista en la
narración descriptiva supuestos inexactos, que el error sea evidente, notorio y de
importancia (sentencia de 11 de Febrero de 1.994), que haya existido en la prueba un
error de significación suficiente para modificar el sentido del fallo (sentencia de 5 de
Febrero de 1.994).

Es decir, para que pueda ser acogido el error en la apreciación de las pruebas es
necesario que aparezca de modo palmario y evidente que los hechos en que se haya
fundamentado la condena carezcan de todo soporte probatorio, o que en manera
alguna pueden derivarse lógicamente del resultado de tales pruebas, no pudiendo
equipararse, como pretende la parte apelante en el presente caso, a tal error la mera
discrepancia en cuanto a la valoración de tales pruebas que ha hecho la juzgadora de
instancia en aplicación de lo prevenido en el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal .

Con respecto a la valoración de la prueba pericial el Tribunal Supremo, entre


otras muchas, en sentencia de 13 de Marzo de 2.001 señala que "esta misma Sala ha
admitido con reiteración (sentencias 834/96 de 11 de Noviembre y 158 de 20 de
Febrero, entre otras muchas), la virtualidad de la prueba pericial como
fundamentación de la pretensión de modificación del apartado fáctico de una
sentencia impugnada en casación cuando:

207
a) Existiendo un solo dictamen o varios absolutamente coincidentes, y no
disponiendo la Audiencia de otras pruebas sobre los mismos elementos fácticos, el
Tribunal haya estimado el dictamen o dictámenes coincidentes como base única de
los hechos declarados probados, pero incorporándolos a dicha declaración de un
modo incompleto, fragmentario, mutilado o contradictorio, de modo que se altere
relevantemente su sentido originario.

b) Cuando contando solamente con dicho dictamen o dictámenes coincidentes


y no concurriendo otras pruebas sobre el mismo punto fáctico, el Tribunal de
instancia haya llegado a conclusiones divergentes con las de los citados informes, sin
expresar razones que lo justifiquen.

En ambos casos cabe estimar acreditado documentalmente el error del


Tribunal. En el primero porque, asumiendo el informe, el texto documentado de éste
permite demostrar que ha sido apreciado erróneamente al incorporarlo a los hechos
probados de un modo que desvirtúa su contenido probatorio. En el segundo porque, al
apartarse del resultado único o coincidente de los dictámenes periciales, sin otras
pruebas que valorar y sin expresar razones que lo justifiquen, nos encontramos, como
dice la sentencia núm. 310/95 de 6 de Marzo, ante un "discurso o razonamiento
judicial que es contrario a las reglas de la lógica, de la experiencia o de los criterios
firmes del conocimiento científico".

En nuestra jurisprudencia menor cabe señalar la sentencia de la Audiencia


Provincial de Las Palmas de 27 de Abril de 2.001 al indicar la misma que "debe
tenerse en cuenta que en nuestro sistema procesal penal los informes periciales no
vinculan de modo absoluto al juzgador, porque -como dice el Auto del Tribunal
Constitucional núm. 868 de 1.986 - no son en sí mismos manifestaciones de una
verdad incontrovertida; la prueba pericial ha de ser valorada por el Juzgador,
atendiendo a su convicción y a los criterios de la sana crítica. Por su parte, la
jurisprudencia constante del Tribunal Supremo ha venido proclamando que los
Tribunales no están vinculados por las conclusiones de los peritos, salvo cuando éstos
se basan en leyes o reglas científicas incontrovertibles, por lo que no puede prosperar
cualquier alegación que pretenda fundamentar el error del juzgador «a quo» en las
conclusiones dispares y contradictorias de las distintas pericias médicas manejadas
208
(sentencia del Tribunal Supremo de 23 de Enero de 1.990). Es decir, que la prueba
pericial no es nunca vinculante para el juzgador. Los expertos -utilizada la expresión
en sentido general incluyendo los titulados y los no titulados- aprecian, mediante
máximas de experiencia especializadas y propias de su preparación, algún hecho o
circunstancia que el perito adquirió por el estudio o la práctica o a través de ambos
sistemas de obtención de conocimientos y que el Juez puede no tener, en razón a su
específica preparación jurídica. Los Jueces no tenemos por qué abarcar en nuestra
preparación y conocimientos todas las ramas del saber humano ni, por ello, todas
materias que pueden ser sometidas a nuestra valoración; para aclarar el significado o
valoración de ciertos hechos, hemos de acudir a los peritos que, con sus
conocimientos, nos informan en el marco de sus especialidades; el Juez lo que ha de
hacer es recoger los informes periciales y valorarlos, sacando las consecuencias
jurídicas que de ellos se derivan; por ello el perito debe describir la persona o cosa
objeto de la pericia, explicar las operaciones o exámenes verificados y fijar sus
conclusiones (artículo 478 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal ) que tiene como
destinatario el Juzgador. Por ello, el análisis detallado que se pretende por los
apelantes que se haga por el Juzgador de todas y cada una de las secuelas no puede
llevarse a cabo. En este sentido el Juez estudia el contenido del o los informes
periciales y, en su caso, las explicaciones orales, reflexiona sobre lo que se dice y,
finalmente, los hace suyos o no, o los hace parcialmente. No se trata, pues, de un
juicio de peritos, sino de una fuente de conocimientos científicos, técnicos o prácticos
que ayudan al Juez a descubrir la verdad.

Sólo cuando se trata de un solo perito o de varios que coinciden en sus


apreciaciones, si el juzgador hace suyas las premisas y consideraciones periciales y
después, sin razonarlo adecuadamente, se separa de las conclusiones, se puede atacar
en casación la valoración judicial (sentencia del Tribunal Supremo de 18 de
Diciembre de 1.991)".

Es decir, las sentencia señaladas establecen el principio de libre valoración


judicial de los informes periciales practicados en el procedimiento, pudiendo optar
por otorgar mayor credibilidad a unos sobre otros o aplicar el principio de "in dubio
pro reo" cuando sean contrarios y solo será objeto de revisión dicha valoración
209
cuando exista un único informe pericial y el Juzgador se aparte de él o cuando lo haga
suyo de forma parcial o seccionada separándose de las conclusiones establecidas en el
informe pericial o alterando de forma relevante su sentido originario.

En el presente caso la Juzgadora valora adecuadamente los informes periciales


realizados y en número de cuatro, siendo contrarios dos a dos lo que le obliga a emitir
sentencia absolutoria al mantener serias dudas sobre la autoría del escrito injurioso
que dio origen a las presentes actuaciones, pudiendo apreciarse incluso
contradicciones entre los informes que la parte apelante pretende imponer sobre los
de la defensa (por ejemplo el Sr. Garito nos dice que nos encontramos ante un claro
ejemplo de ocultamiento o auto enmascaramiento de la propia grafía, reflejada por la
lentitud de la escritura debitada y por las diferencias de tamaña, mientras que la
Policía Científica mantiene que el autor no intenta desfigurar su escritura, tiene
facilidad escritural, es espontánea y manifiesta aspectos claros de su personalidad,
además de otras varias recogidas en el escrito de impugnación que la defensa hace del
recurso formulado de contrario).

Es correcta la aplicación del principio de "in dubio pro reo" porque el juzgador
debe de tener la plena seguridad de la típica culpabilidad del que haya de ser
sancionado, pues caso de suscitársele la mínima duda acerca de ello, su obligación
consiste en decretar la absolución, y no solo por aplicación del principio in dubio pro
reo , de constante observancia por los Tribunales, sino porque también todo
ciudadano acude a juicio protegido por el derecho fundamental a la presunción de
inocencia que preconiza el último inciso del núm. 2 del artículo 24 de la Constitución
Española de imperativa aplicación por los Tribunales de acuerdo con lo dispuesto en
el artículo 53 de dicho cuerpo legal.

Así, del contenido de la Sentencia del Tribunal Supremo de 31 de Enero de


1.983 , podemos extraer que el citado principio "in dubio pro reo" no resulta
confundible con el artículo 24.2 de la Constitución, que crea a favor de los
ciudadanos el derecho a ser considerados inocentes mientras no se presente prueba
bastante para destruir dicha presunción.

210
El "in dubio pro reo" se dirige al Juzgador como norma de interpretación para
establecer que en aquellos casos en los que se ha desarrollado una actividad
probatoria normal, si las pruebas dejaren duda en el ánimo del Juzgador sobre la
existencia de la culpabilidad del acusado, deberá por humanidad y justicia
absolvérsele; con lo cual, mientras el principio de presunción de inocencia se refiere a
la existencia o no de prueba que lo desvirtúe, el "in dubio pro reo" envuelve un
problema subjetivo de valoración probatoria

La "duda" es un estado psicológico en que puede encontrarse el juzgador, ante


el que este principio le aconseja como regla moral, por humanidad y justicia, resolver
a favor del reo.

Pero este estado psicológico es algo muy interno en el ánimo del juzgador,
difícil o prácticamente imposible de controlar mediante los recursos, pues el juez
muchas veces puede tener su conciencia atormentada en ese mundo tenebroso de la
duda, pero cuando sale de ella, tanto si es para absolver como para condenar,
juzgando conforme prescribe el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
(apreciando según su conciencia las pruebas practicadas), la sentencia se reviste de
certeza jurídica (sentencia de la Audiencia Provincial de Málaga de 24 de Febrero de
2.005 ).

Ningún valor probatorio tiene, finalmente, la sola declaración de la víctima


pues la misma no es testigo presencial de la elaboración del anónimo por su autor, ni
conoce la autoría por manifestaciones realizadas por el acusado o terceras personas y
carece de cualquier conocimiento grafológico para imputar la redacción del anónimo
a Sebastián .

Por todo lo indicado debe de desestimarse el recurso de apelación interpuesto y


ahora sometido a examen.

TERCERO.- Que, desestimándose como se desestima el recurso de apelación


interpuesto por Salvadora, procede imponer a la parte recurrente las costas procesales
que se hubieren devengado en la presente apelación, en virtud de lo previsto en los
artículos 239 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y del criterio objetivo

211
del vencimiento aplicable a la interposición de recursos (artículo 901 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal).

Por todo ello, este Tribunal, administrando justicia en el nombre del Rey, dicta
el siguiente:

FALLO:

Que DEBEMOS DESESTIMAR Y DESESTIMAMOS el recurso de apelación


interpuesto por Salvadora contra la sentencia dictada por la Ilma. Sra. Magistrada-
Juez Sustituta del Juzgado de lo Penal núm. Uno de Burgos, en Procedimiento Penal
núm. 178/07 y en fecha 5 de Noviembre de 2.007, y ratificar en todos sus
pronunciamientos la referida sentencia, con imposición a la parte recurrente de las
costas procesales devengadas en la presente apelación.

Esta sentencia es firme por no caber contra ella más recurso, en su caso, que el
extraordinario de revisión. Únase testimonio literal al rollo de Sala y otro a las
diligencias de origen para su remisión y cumplimiento al Juzgado de procedencia,
que acusará recibo para constancia.

Así por esta nuestra sentencia, lo pronunciamos y firmamos.

12-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 15 DE MARZO DE


1999

ANTECEDENTES DE HECHO:

En el recurso de casación por infracción de Ley que ante Nos pende,


interpuesto por la representación de la acusada I.C.G. y EDITORIAL AAAAAAAA,
SA. como Responsable Civil Subsidiario, contra sentencia dictada por la Audiencia
Provincial de Vizcaya, Sección Primera, que condenó a dicha recurrente por delito de
injurias graves hechos con publicidad, los componentes de la Sala Segunda del
Tribunal Supremo que al margen se expresan se han constituido para la votación y

212
fallo bajo la Presidencia del Primero de los indicados y Ponencia del Excmo. Sr. D.
José Antonio Marañon Chavarri, siendo también parte el Ministerio Fiscal y como
recurrido F.A.L., representado por el Procurador Sr. D. L.P.A., y estando dichos
recurrentes representados por el Procurador Sr. D. J.L.F.R.

Primero.- El Juzgado de Instrucción número 5 de Bilbao, incoó procedimiento


abreviado con el número 175 de 1993, contra I.C.G., y una vez concluso lo remitió a
la Audiencia Provincial de Vizcaya, cuya Sección Primera, con fecha nueve de
diciembre de mil novecientos noventa y siete, dictó sentencia que contiene los
siguientes:

HECHOS PROBADOS:

UNICO: I.C.G., mayor de edad, sin antecedentes penales, como periodista


prestaba sus servicios en el periódico BBBBBBBB, propiedad de la empresa
Editorial AAAAAAAA, S.A. Conocía que F.A.L. había sido Vicerrector de
Ordenación Académica desde junio de 1990, asumiendo las funciones de Vicerrector
del Profesorado desde marzo de 1991 hasta el 1 de agosto del mismo año, sin que
tuviese en su condición de Vicerrector de forma significativa facultades para suscribir
contratos o disponer de fondos, asimismo sabía que F.A.L. había asumido
efectivamente las funciones de Rector de la Universidad del País Vasco el 5 de
septiembre de 1991, aunque su nombramiento se realizó mediante Decreto del
Gobierno Vasco 488/1991, de 10 de septiembre, y que finalizó en las referidas
funciones como consecuencia del nombramiento de Rector por Decreto del Gobierno
Vasco 595/1991, de 29 de octubre de 1991 (B.O.P.V. de 30 de octubre). Publicó en el
citado periódico el día 13 de febrero de 1993, con ocasión de un informe elaborado
por el Tribunal Vasco de Cuentas en el que se fiscalizaba la liquidación del
presupuesto para el año 1990 de la Universidad del País Vasco, en la primera página
que El ex rector de la UPV Aldecoa realizó operaciones irregulares millonarias
durante su gestión remitiendo a la página 10 en la que en titular destacado en negrita
reproduce lo anterior señalando asimismo en titulares no destacados en negrita y con
caracteres tipográficos más pequeños que El Tribunal de Cuentas vasco detecta una
"gran descontrol" de cientos de millones y Las ilegalidades de E.B. en la UPV se
extendieron a su sucesor. Se acompañaba el artículo con una fotografía en la que
213
entre otras personas estaba F.A.L. en un claustro de la Universidad. En el texto del
artículo reitera lo afirmado en titulares, reseña que F.A.L. formó parte del equipo de
E.B. y le sustituyó en funciones tras su dimisión, durante el curso 1990-1991, sin que
vuelva a referirse a F.A.L. en la exposición que hace del informe del Tribunal de
Cuentas Vasco.

Segundo.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:

FALLAMOS: Que debemos ABSOLVER Y ABSOLVEMOS a la inculpada


del delito de calumnias del que era acusada por la acusación particular, declarándose
de oficio la mitad de las costas causadas.

Que debemos CONDENAR Y CONDENAMOS a I.C.G. como autora


responsable de un delito de injurias graves hechas con publicidad, sin la concurrencia
de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal a la pena de SEIS
MESES DE MULTA, siendo la cuota diaria 4.442.- pesetas, al pago de la mitad de
las costas procesales incluidas las de la Acusación particular, así como que abone a
F.A.L. la cantidad de 1.000.000,- de pesetas como indemnización de perjuicios,
declarándose responsable civil subsidiario a la mercantil Editorial AAAAAAAA,
S.A.

Declaramos la solvencia de la condenada aprobando el auto que a este fin dictó


el Juzgado Instructor.

Tercero.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación


por infracción de Ley, por la acusada I.C.G., y EDITORIAL AAAAAAAA, S.A.
como Responsable Civil Subsidiario, que se tuvo por anunciado, remitiéndose a esta
Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias para su
sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y formalizándose el
recurso.

Cuarto.- La representación de los procesados, basa su recurso en los siguientes


MOTIVOS DE CASACION.

ÚNICO.- Por la vía del art. 849.1 de la LECrim. se denuncia infringido por
falta de aplicación del art. 113 del CP. de 1973, en relación con la disposición
transitoria primera del vigente CP.
214
Quinto.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto, apoya el motivo
único del recurso, la Sala admitió el mismo, quedando conclusos los autos para
señalamiento de Fallo cuando por turno correspondiera.

Sexto.- Hecho el señalamiento se celebró la votación prevenida el día once de


febrero de mil novecientos noventa y nueve.

Séptimo.- Se retrasó la redacción de la sentencia por la acumulación coyuntural


de trabajo del Ponente.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO: El único motivo del recurso de casación de I.C.G. y de


EDITORIAL AAAAAAAA, SA., se formula al amparo del art. 849.1º de la LECrim.,
y en él se denuncia la infracción por inaplicación indebida del art. 113 del CP. de
1973, y de la Disposición Transitoria 1ª del CP. de 1995.

Los recurrentes estiman que debió haberse declarado la prescripción del delito
de injurias atribuido a I.C.G., por haberse tardado más de seis meses en presentarse la
querella desde que el hecho injurioso tuvo lugar -el artículo ofensivo se publicó el 13
de febrero de 1993 y la querella se presentó el 21 de enero de 1994- por lo que la
prescripción tenía que haber operado por imperativo de lo dispuesto en el citado art.
113 del CP. de 1973, en su párrafo quinto, aplicable, según lo prevenido en la
Disposición Transitoria 1ª del CP. de 1995, por regir el CP. de 1973 en la fecha de los
hechos y resultar más favorable a la acusada; censurándose en el recurso el criterio de
la sentencia impugnada de considerar que para computar el tiempo de prescripción
había de tenerse en cuenta la pena correspondiente al delito de calumnia imputado en
el procedimiento, y no la del delito de injurias apreciado en la sentencia.

La intervención de la representante del Ministerio Fiscal en apoyo del recurso


ha sido de gran utilidad en la perfilación del mismo, en cuanto ha servido para el
esclarecimiento de las incidencias del proceso influyentes en la prescripción. Dicha
representante del Ministerio Público ha puesto de relieve que la querella no se
interpuso pasados seis meses desde la comisión del hecho delictivo, sino a los doce
días, el 25 de febrero de 1993, habiendo sido admitida a trámite el 1 de marzo

215
siguiente. La Sala ha comprobado que son exactas las informaciones dadas por el
Fiscal, examinando las actuaciones y concretamente, los folios 1, 11 a 24, y 25.

Da cuenta, por otra parte, el Ministerio Fiscal de que el proceso estuvo


penalizado más de un año y medio, desde la providencia del Juzgado núm. 2 de lo
Penal de Bilbao de 8 de febrero de 1995 hasta el auto del mismo Órgano Judicial de
30 de septiembre de 1996, en que se declaró incompetente. La Sala ha podido
comprobar también la exactitud de la alegación del Fiscal sobre la paralización del
proceso.

SEGUNDO: Según se declara en la sentencia de esta Sala de 9.5.97, la


prescripción significa la expresa renuncia, por parte del Estado, al derecho a juzgar,
en razón de que el tiempo transcurrido borra de alguna manera los efectos de la
infracción, siendo la prescripción una institución de carácter puramente material o de
derecho sustantivo,. que puede apreciarse en cualquier estado del procedimiento,
incluso de oficio, sin necesidad de alegación, y plantearse como cuestión nueva en el
recurso de casación.

La dilucidación por vía de casación, y por el cauce del art. 849.1º de la


LECrim., de la prescripción de un delito apreciado en sentencia exigirá las siguientes
operaciones:

La comprobación de la fecha de los hechos, cuando la causa de la prescripción


es el retraso de la dirección del procedimiento contra el culpable;

La constatación de la pena correspondiente al delito, habiendo de entenderse,


conforme a jurisprudencia consolidada, que la pena sobre la que operará la norma de
prescripción será la señalada en abstracto al delito, sin atender a las modificaciones
resultantes de grados de ejecución o participación o de circunstancias genéricas
modificativas de la responsabilidad. La infracción punitiva que se tendrá en cuenta
será la apreciada en la sentencia, y no la que haya sido objeto de querella, o de
procesamiento o de acusación. No cabe interpretar extensivamente, como se hace en
el Fundamento Quinto de la sentencia impugnada, la doctrina de esta Sala,
manifestada entre otras, en sentencias de 25.1 y 24.4.90, 27.1, 5.6, 10.9 y 20.11.91, y
1241/97 de 17.10, que entiende que perseguido un hecho como delito a lo largo del

216
proceso, su conceptuación final como mera falta en la sentencia, no implicará que
proceda aplicar los plazos prescriptivos de tal tipo leve de infracción.;

la comprobación de los datos procesales determinantes del retraso en la


iniciación de la persecución procesal de la persona luego acusada, o evidenciadores
de la paralización del proceso.

El examen por tanto de la procedencia de la prescripción en trance casacional


no puede apoyarse exclusivamente en los hechos probados, según los términos del
art. 849.1º de la LECrim., sino que se fundará también en el contenido de las
actuaciones procesales, con atención especial a las fechas de las mismas; y

Finalmente, deberá verificarse la subsunción en las normas sobre prescripción


de los datos referentes al retraso en la iniciación del proceso o a su paralización, con
apoyo en el delito apreciado en la sentencia y en la pena al mismo correspondiente.

En supuestos, como el de autos, de modificación de la normas tipificadoras de


los hechos delictivos y de las reguladoras de la prescripción, con posterioridad a la
comisión de los mismos y antes de su enjuiciamiento deberá aplicarse el conjunto de
normas de uno u otro bloque legislativo, que resulten más favorables al reo, según lo
establecido en las Disposiciones Transitorias Primera y Segunda de la LO. 10/95, de
23 de noviembre.

TERCERO: Aplicando la doctrina expuesta en el precedente Fundamento, debe


estimarse el recurso, sino con base en los datos fácticos en que se le apoyó, sí con
sustento en los que suministró la representante del Ministerio Público y pudo
comprobar la Sala, según se argumentó en el párrafo segundo del Fundamento
Primero, ya que el procedimiento estuvo paralizado más de un año, y el delito
apreciado en la sentencia era el de injurias, por lo que la prescripción del mismo
tendría lugar tanto aplicando las normas del CP. de 1973 -113, párrafo quinto, y 114
párrafo segundo-, como las del Código Penal de 1995 -131.1º párrafo quinto y 132.2º,
ap. 2-.

Y, con arreglo a las indicadas normas, hubiese operado también la prescripción,


aunque se estimase que el delito a considerar era el de calumnias.

FALLO:
217
Que debemos declarar y declaramos haber lugar al recurso de casación,
interpuesto por I.C.G. y EDITORIAL AAAAAAAA, SA. como Responsable Civil
Subsidiario, contra la sentencia dictada el 9 de diciembre de 1997, por la Sección
Primera de la Audiencia Provincial de Vizcaya en el Procedimiento Abreviado núm.
175/93, tramitado por el Juzgado de Instrucción núm. 5 de Bilbao; y en consecuencia,
debemos casar y casamos la sentencia, con declaración de oficio de las costas del
recurso.

Comuníquese esta resolución y la que seguidamente se dicta al Tribunal


Sentenciador, a los efectos procedentes, con devolución de la causa que en su día
remitió, interesándole acuse de recibo.

En la causa que en su día fue tramitada por el Juzgado de Instrucción núm. 5 de


Bilbao, y fallada posteriormente por la Audiencia Provincial de Vizcaya (Sección
Primera), y que por sentencia de casación ha sido anulada en el día de la fecha, y que
fue seguida por delito de injurias y calumnias contra I.C.G., con D.N.I. nº
CCCCCCCC, nacida el 10.2.54, hija de C. y M.D., natural de Bilbao, provincia de
Vizcaya, y domiciliada en Bilbao, sin antecedentes penales, solvente y en libertad
provisional por esta causa, siendo parte en calidad de Responsable Civil Subsidiario,
EDITORIAL AAAAAAAA, SA.: la Sala Segunda del Tribunal Supremo, integrada
por los Excmos. Sres. expresados al margen y bajo Ponencia del Excmo. Sr. D. José
Antonio Marañon Chavarri, hace constar los siguientes:

ANTECEDENTES DE HECHO

ÚNICO: Se aceptan los de la sentencia impugnada.

FUNDAMENTOS DE DERECHO

ÚNICO: Según lo argumentado en la primera sentencia, debe estimarse


prescrito el delito atribuido a I.C.G., lo que comporta su absolución del mismo, por
imperativo de lo dispuesto en el art. 112.6º del CP. de 1973, y 130.3º del CP. de
1995.

FALLO

218
Que debemos absolver y absolvemos a I.C.G., del delito de injurias de que fue
acusada, y por el que fue condenada, con declaración de oficio de las costas, y con
absolución de toda responsabilidad civil subsidiaria a EDITORIAL AAAAAAAA,
SA.

13-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 3 DE MARZO DE


1995

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- El Juzgado de Instrucción número 5 de Málaga instruyó sumario con el


número 6 de 1.992 contra Luis Carlos , y, una vez concluso, lo remitió a la Audiencia
Provincial de Málaga, Sección Tercera, que, con fecha 5 de mayo de 1.994, dictó
sentencia que contiene los siguientes Hechos Probados: Se declara probado que el día
23 de Marzo de 1.992, el procesado Luis Carlos distribuyó en distintas dependencias
de la O.N.C.E., en su sede de Alameda Principal de Málaga, un escrito en el que se
incluían referencias personalizadas a Lucio , tales como "al director de Málaga... que
participa de esa paranoia política y así no es extraño que persiga a los Trabajadores" y
antes "pretenden hacer de su cargo la instauración del derecho de pernada",
terminando el escrito con la frase "los asqueados de tanto granuja". No se ha probado
que el escrito mencionado hubiese sido leído por más de diez personas.

2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:

FALLAMOS: Que debemos CONDENAR Y CONDENAMOS al procesado


Luis Carlos , como autor criminalmente responsable de un falta de injurias, a la pena
de VEINTICINCO MIL PESETAS DE MULTA con apremio de diez días de arresto
sustitutorio si no hiciere efectiva dicha multa en el término de cinco audiencias, al
pago de las costas procesales e indemnización de CIEN MIL PESETAS a Lucio y
acredítese el estado de solvencia del acusado.

3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


infracción de ley, por el acusado Luis Carlos, que se tuvo por anunciado,

219
remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias
para su sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y
formalizándose el recurso.

4.- El recurso interpuesto por la representación del acusado Luis Carlos, lo


basó en los siguientes MOTIVOS DE CASACION:

Segundo.- Infracción de ley por inaplicación del instituto de la prescripción,


párrafo 6º del art. 113 del Código Penal y del derecho a un proceso sin dilaciones
indebidas del art. 24 de la Constitución; Tercero.- Aplicación indebida del art. 586,1º,
en relación con la inaplicación del art. 14, 16, 20, A), y 28 nº 1 de la Constitución.

5.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto la Sala admitió el


mismo, quedando conclusos los autos para señalamiento de fallo cuando por turno
correspondiera.

6.- Hecho el señalamiento para el fallo, se celebró la votación prevenida el día


23 de febrero de 1.995.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- El primer motivo del recurso, por infracción de ley y al amparo


del artículo 849,1º, de la L.E.Cr., se funda en vulneración del artículo 113, párrafo
sexto, del C.P. y del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas del artículo 24 de
la C.E. La sentencia califica los hechos como constitutivos de una falta de injurias del
artículo 586,1º, del C.P. -se expone-, y las faltas prescriben a los dos meses (artículo
113, párrafo sexto, en relación con el número 6º del artículo 112, ambos del C.P.),
considerándose la paralización del procedimiento como período computable a efectos
de prescripción (artículo 114 del C.P.). Los delitos de injurias prescriben a los seis
meses (artículo 113, párrafo quinto).

En orden a resolver la cuestión suscitada por el recurrente hay que partir de las
conclusiones siguientes: 1º) Es errónea la tesis según la cual el término propio de la
prescripción puede alcanzarse merced a la suma de los distintos tramos temporales de
paralización del procedimiento intermitentemente producidos, cuando es lo cierto que
una vez superada la interrupción, vuelve a correr de nuevo el tiempo de la
prescripción merced al inicio de un período en el que no resulta computable el tiempo
220
precedentemente discurrido. El tiempo transcurrido hasta la aparición de la causa
interruptiva se anula, debiendo comenzar a contarse el plazo nuevamente, desde su
inicio, en el momento en que aquella desaparezca (sentencias de 30 de noviembre de
1.974, 23 de julio de 1.987, 15 de enero y 28 de febrero de 1.992 y 18 de marzo de
1.993); 2º) El criterio jurisprudencial más actual estima que, cuando lo perseguido en
el procedimiento es un delito, aun cuando posteriormente la acusación pública
transforme su inicial acusación en falta, o el propio Tribunal estimase más correcta la
calificación jurídica de los hechos enjuiciados como constitutivos de una falta, es
incuestionable que sólo habrán de ser tomados en cuenta, a efectos de la prescripción,
los plazos correspondientes al delito, por exigirlo así la seguridad jurídica y el propio
principio de confianza (sentencias de 12 de diciembre de 1.979, 20 de abril de 1.990,
20 de noviembre de 1.991 y 5 de junio de 1.992).

Los hechos ocurrieron el 23 de marzo de 1.992, formulándose la demanda de


conciliación el 5 de mayo de 1.992 y teniendo lugar el acto de conciliación el 2 de
junio de 1.992. La querella se deduce el 26 de junio de 1.992, recayendo auto de
procesamiento el 4 de agosto de 1.992, siendo notificado el 24 de agosto, contra el
que se interpuso recurso de reforma y subsidiariamente de apelación, siendo
denegado el primero y admitido el segundo por Auto de 1 de octubre de 1.992,
notificado el 8 de octubre. Por proveído de 14 de octubre de 1.992 se acordó
adicionar el testimonio mandado expedir con los extremos interesados por el
querellante en escrito de 9 de octubre.

No obstante el Juzgado de Instrucción no emplazó a las partes de


comparecencia ante la Audiencia Provincial ni elevó el recurso de apelación
admitido, recayendo providencia en 29 de abril de 1.993 subsanando la omisión
padecida y adoptando referidos acuerdos, ante la solicitud del acusado en 27 de abril
de 1.993. La Audiencia resuelve el recurso planteado por Auto de 2 de julio de 1.993,
celebrándose el juicio oral el 4 de mayo de 1.994, y dictándose sentencia por la que se
condena al acusado como autor de una falta del artículo 586,1º, del Código penal. La
acusación mantuvo durante el procedimiento ser constitutivos los hechos de un delito
de injurias de los artículos 457, 458, 463 y 459 del Código Penal.

221
SEGUNDO.- Del examen de la causa aparece que si bien la mayor parte de los
interregnos de aquietamiento y paralización del procedimiento, por su cortedad
temporal, no alcanzan a cubrir el período de seis meses preciso para la prescripción
del delito de injurias, el transcurrido desde el 15 de octubre de 1.992 hasta que se
presenta el escrito de 27 de abril de 1.993 y, en consecuencia, se dicta el proveído de
29 de abril de 1.993 acordando elevar el testimonio acordado a la Audiencia y
emplazar a las partes, sobrepasa los seis meses, suponiendo en concreto 194 días. El
recurrente incurre en error al cifrar tal período temporal en 171 días. De conformidad
con lo dispuesto en los artículos 112,6º, 113, párrafo quinto, y 114 del C.P. procede
estimar el motivo y consiguientemente extinguida la responsabilidad penal del
recurrente Luis Carlos.

Ello exime del examen de las restantes alegaciones del recurso.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS HABER LUGAR AL


RECURSO DE CASACION por infracción de ley, sin entrar en el examen de los
restantes, interpuestos también por infracción de ley, por el acusado Luis Carlos; y en
su virtud, casamos y anulamos la sentencia dictada por la Audiencia Provincial de
Málaga, Sección Tercera, de fecha 5 de mayo de 1.994, en causa seguida contra el
mismo, por una falta de injurias. Se declaran de oficio las costas procesales
correspondientes a su recurso. Comuníquese esta resolución a la mencionada
Audiencia, a los efectos legales oportunos con devolución de la causa que en su día
remitió.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo


pronunciamos, mandamos y firmamos.

222
14-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 23 DE MARZO DE
1992

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- El Juzgado de Instrucción de Dos Hermanas instruyó Procedimiento


Abreviado con el número 7 de 1989, contra Carlos Jesús, y, una vez concluso, lo
remitió a la Audiencia Provincial de Sevilla, cuya Sección Cuarta con fecha treinta de
octubre de mil novecientos ochenta y nueve, dictó sentencia que contiene los
siguientes HECHOS PROBADOS: "Carlos Jesús, mayor de edad y sin antecedentes
penales, en los primeros días de la segunda quincena del mes de agosto de 1987,
encontrándose en el interior del bar Jonathan, sito en la calle Martínez Montañés,
comerciales traseros de la localidad de Dos Hermanas (Sevilla) manifestó de palabra
y en forma pública, dirigiéndose a Salvador lo siguiente "ya existe otro cornudo en el
barrio", haciendo referencia a la persona de Luis Pedro; que esta afirmación la basó
en un comentario que en concreto le había realizado Alfonso de los Monteros, el cual
al acudir días antes a un establecimiento dedicado a "citas" con personas del sexo
femenino se había llevado una sorpresa al ver que la mujer con que se había citado
era Guadalupe, esposa de Luis Pedro. Que este extremo ha sido negado por el
referido Alfonso de los Monteros habiendo reconocido Carlos Jesús haber
pronunciado la frase mencionada así como el que Guadalupe se dedicaba a la
prostitución, alegando que se lo habían contado, extremo éste que no ha quedado
acreditado".

2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:

FALLAMOS: "Que debemos condenar y condenamos a Carlos Jesús como


autor responsable de un delito de injurias graves, previsto y penado en los artículos
457, 458.2º y 459 del Código Penal, sin la concurrencia de circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal a la pena de destierro durante el plazo de
SEIS MESES Y UN DIA de la localidad de Dos Hermanas privado durante dicho
tiempo de entrar en la misma y en 30 Kms. de su extrarradio y multa de setenta mil
pesetas, ó arresto sustitutorio de un mes en caso de impago por insolvencia y a que

223
indemnice a Guadalupe en la cantidad de doscientas cincuenta mil pesetas y al pago
de las costas procesales.- Actúese la pieza de responsabilidad civil del acusado".

3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


infracción de ley, por el acusado Carlos Jesús, que se tuvo por anunciado,
remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias
para su sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y
formalizándose el recurso.

4.- La representación del acusado Carlos Jesús, basa su recurso en los


siguientes Motivos: PRIMERO.- Con base en el número segundo del artículo 849 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por existir error en la apreciación de la prueba
practicada.

SEGUNDO.- Con base en el número primero del artículo 849 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal por infracción de los artículos 457, 458 y 459 del Código
Penal, al no existir "animus injuriandi". TERCERO.- Con base en el número primero
del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal por infracción en la aplicación
pena del artículo 459 del Código Penal, al señalar la pena de destierro en vez de
arresto mayor. CUARTO.- Con base en el número primero del artículo 849 de la Ley
de Enjuiciamiento Criminal, por infracción del artículo 459 del Código Penal, al no
haber reclamado indemnización alguna la perjudicada, ni existir base documental
para su fijación.

5.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto impugnó los motivos
alegados, admitiendo la Sala dicho recurso, que quedó concluso y pendiente de
señalamiento para fallo cuando por turno correspondiese.

6.- Hecho el oportuno señalamiento para fallo, se celebró la votación prevenida


el día TRECE de Marzo del corriente año.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- El correlativo del recurso, con sede en el número 2º del artículo


849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, no debió superar el trámite de admisión
(artículo 884.4º de dicha Ley) por inobservancia de lo dispuesto en el artículo 855,
que exige, en la fase de preparación, la designación de los documentos demostrativos
224
del error en la apreciación de la prueba, limitándose a un examen crítico de los
hechos probados, impropio de la vía casacional utilizada. Procede la desestimación.

SEGUNDO.- La infracción -por aplicación indebida- de los artículos 457 y 458


del Código Penal se funda en la inexistencia de "animus injuriandi", y la falta de
publicidad -también alegada- hay que referirla, necesariamente, al artículo 459 del
mismo Texto legal, todos citados en el motivo segundo del recurso.

Sobre el primer punto, no puede cuestionarse que atribuir a una mujer


relaciones extramatrimoniales de carácter venal tiene la grave conceptuación pública
de afrentosa en todos los niveles sociales y cualquiera que sea el grado de
permisibilidad que se profese; la mera valoración objetiva, por el carácter
deshonorante de las expresiones, permite deducir el ánimo de injuriar que vertebra y
da existencia al delito, potenciado por todas las circunstancias concurrentes que
deben ponderarse -"ex iudice"- en cada caso; el acusado no se limitó a decir, con
referencia al marido de la querellante que ya existía "otro cornudo en el barrio", sino
explicó que la mujer acudía a una casa de citas dónde ejercía la prostitución.
Tampoco se advierte, o se alega, la presencia de otro ánimo excluyente del de injuriar
que fluye, naturalmente, del relato de los hechos.

Le asiste razón al recurrente respecto a la existencia de publicidad, porque el


relato - usando de una frase que podría ser predeterminante del fallo- expresa que los
conceptos injuriosos se manifestaron "de palabra y en forma pública", sin precisar si
existió el concurso de personas previsto en el artículo 463 del Código Penal, que
revelaría un deliberado propósito de que la afrenta tuviera pública difusión. Ahora
bien, la sentencia, al hacer la subsunción de los hechos en el artículo 459, no señala si
es el párrafo primero o el segundo el aplicado, y las penas impuestas (destierro y
multa) lo mismo pueden corresponder al supuesto del primer párrafo como al del
segundo, siendo alternativa el arresto mayor solamente en el primero.

Esta censurable indefinición del Tribunal sentenciador impide apreciar la


infracción legal, aunque intrascendente dado que las penas referidas están previstas
en las dos variantes del tipo.

225
Procede, en consecuencia, la desestimación del motivo segundo por infracción
de ley.

TERCERO.- Lo expuesto precedentemente puede servir de antecedente al


correlativo del recurso que reprueba la elección por la Sala de instancia de las penas
de destierro y multa. En el supuesto del párrafo segundo del artículo 459 del Código,
que sería el procedente, la alternativa no existe, y, en el caso del primer párrafo, la
opción entre las penas señaladas pertenece a la libre discrecionalidad del Tribunal de
instancia, substraída a la revisión casacional.

CUARTO.- Se alega, finalmente, señalando a tales fines el artículo 459 del


Código que no guarda coherencia alguna con esta impugnación, la improcedencia de
una reparación económica que la parte no ha solicitado, y cuyas bases no han sido
establecidas. No hay incongruencia "de re non petita" porque el escrito de
calificación de la querellante, según referencia de los antecedentes de la sentencia
recurrida, solicitó una indemnización de quinientas mil pesetas; y aunque en la
sentencia la motivación está ausente en el correspondiente fundamento, es obvio que
la base de la condena civil reside en el dolor o perjuicio moral que reconoce y
autoriza el artículo 104 del Código Penal, cuya cuantificación pertenece al ámbito de
la discrecionalidad del Juzgador de Instancia, criterio que se ha desviado en alguna
ocasión cuando la cuantía es notoriamente desproporcionada -este no es el caso- para
evitar que una excesiva laxitud pudiera favorecer o propiciar una inmoral y fácil
granjería.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS NO HABER LUGAR al


recurso de casación por infracción de ley interpuesto por el acusado Carlos Jesús ,
contra la sentencia pronunciada por la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de
Sevilla con fecha treinta de octubre de mil novecientos ochenta y nueve, sobre
injurias, condenándole en las costas del recurso y a la constitución del depósito de
setecientas cincuenta pesetas si viniere a mejor fortuna. Remítase certificación de esta
resolución a la Audiencia Provincial de su procedencia a los efectos legales
pertinentes.

226
15-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 2 DE NOVIEMBRE
DE 1994

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- El Juzgado de Instrucción número nº 15 (Penal 4) instruyó sumario con el


número ejec. 71 de 1989 causa 226/88, contra Jaime y, una vez concluso, lo remitió a
la Audiencia Provincial de Valencia que, con fecha 8 de Abril de 1.993, dictó auto
que contiene los siguientes HECHOS: PRIMERO.- Incoado expediente de
Acumulación de Condena al penado Jaime y aportadas las hojas el Registro Central
de Penados y Rebeldes aparece que fue condenado en la presente Ejecutoria 71-89 en
sentencia de fecha 29-04-89, por el delito de insultos a la pena de 4 meses arresto
mayor y por las siguientes causas: Causa 36-86 del Juzgado Instrucción 14 de
Valencia, de fecha 28-4-86, por el delito de robo con fuerza en grado tentativa a la
pena de 60.000 pesetas; Sumario 45-86 del Juzgado Instrucción 13 de Valencia
Sección 2 de Valencia, de fecha 28-2-87, por el delito de robo con fuerza a la pena de
seis meses de arresto mayor; causa 58-81 del Juzgado Instrucción 8 de Valencia,
sentencia fecha 3-4-82, por el delito de robo con fuerza en las cosas a la pena de
veinte mil pesetas de multa; Causa 172-82 del Juzgado Instrucción 6 de Valencia
dictada sentencia por la Sección 3 de Valencia de fecha 27-6-83, por el delito de robo
con fuerza en las cosas a la pena de CUATRO AÑOS DOS MESES Y UN DIA DE
PRISION MENOR; Causa 31-80 del Juzgado Instrucción 5 de Valencia dictada
sentencia en fecha 26-5-89, por el delito robo con fuerza a la pena de 30.000 pesetas;
causa 91-84 del Juzgado Instrucción 12 de Valencia, dictada sentencia con fecha 24-
12-84, por el delito de Utilización Ilegítima vehículo motor a la pena de un mes y un
día de arresto mayor; sumario 7-86 del Juzgado Instrucción 16 de Valencia, dictada
sentencia por la Sección 3 de la Audiencia de fecha 30-6-86, por el delito de robo con
fuerza a la pena de cinco años y cinco meses de prisión menor; causa 184-80 del
Juzgado Instrucción 6 de Valencia dictada Sentencia por la Sección 3 de Valencia de
fecha 18-1-82 por el delito de robo con fuerza a la pena de un año y un día de prisión

227
menor causa 44-83 del Juzgado de Instrucción 1 de Valencia dictada sentencia por
sección 1 de la Audiencia de fecha 23-6-84, por el delito de robo con violencia a la
pena de seis meses de arresto mayor; sumario 12-86 del Juzgado Instrucción 11 de
Valencia dictada sentencia por la sección 1 de la Audiencia de fecha 22-9-86, por el
delito de robo con fuerza en las cosas y casa habitada a la pena de cinco años de
prisión menor; causa 73-83 del Juzgado Instrucción 8 de Valencia, sentencia dictada
de fecha 3-4-82, por el delito de robo con fuerza en las cosas en grado de frustración
a la pena de veinte mil pesetas de multa; Causa 292-90 del Juzgado Instrucción 2 de
Valencia, sentencia 3-2-91, por el delito de conducción ilegal de vehículo de motor y
otro de omisión de placa de matrícula a la pena de veinte mil pesetas de multa por el
primero y dos penas de, multa de veinte mil pesetas por el segundo; causa 135-82 del
Juzgado Instrucción 7 de Valencia dictada sentencia por la Sección 4 de la Audiencia
de fecha 17-5-84, por el delito de robo con fuerza en las cosas en casa habitada a la
pena de cuatro años dos meses y un día de prisión menor; sumario 191-84 del
Juzgado Instrucción 4 de Valencia dictada sentencia por la sección 4 de la Audiencia
de fecha 14-11-86, por el delito de alteración de la placa de matrícula legítima de un
vehículo automóvil a la pena de dos años cuatro meses un día de prisión menor y
multa de 50.000 pesetas y por la falta de hurto a la pena de quince días de arresto
menor; causa 271-80 del Juzgado Instrucción número 3 de Valencia, sentencia de
fecha 6-2-81, por el delito de robo a la pena de veinte mil pesetas de multa.

SEGUNDO.- Conferido traslado al Ministerio Fiscal informo en el sentido que


la aplicación de la regla del artículo 70 del Código Penal no vendría a beneficiar en
ningún caso al peticionario, y por tanto dado que no es posible la acumulación de la
totalidad de las condenas impuestas al penado por la falta de conexidad temporal de
las diferentes procede a no acceder a la acumulación de condenas interesada.

2.- En atención a lo expuesto, la Sala dictó la siguiente PARTE


DISPOSITIVA: No acceder a la acumulación de las penas solicitada por el penado
Jaime por no serle beneficiosa.

3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


infracción de Ley, por el procesado Jaime, que se tuvo por anunciado, remitiéndose a
esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias para su
228
sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y formalizándose el
recurso.

4.- El recurso interpuesto por la representación del acusado, se basó en el


siguiente motivo de casación: UNICO.- Por infracción de Ley, al amparo del art.
849.1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por entender que en el Auto que se
recurre, y dados los hechos probados que lo fundamentan, se ha infringido el art. 70
regla 2ª del Código Penal.

5.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto, la Sala admitió el


mismo, quedando conclusos los autos para señalamiento de Fallo cuando por turno
correspondiera.

6.- Hecho el señalamiento para Fallo, se celebró la votación prevenida el día 25


de Octubre de 1.994.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

UNICO.- El único motivo del recurso interpuesto por el penado Jaime contra el
auto dictado en esta causa por el Juzgado de lo Penal nº 4º de Valencia se formula al
amparo del nº 1º del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y mediante él
se denuncia la infracción de lo dispuesto en el párrafo segundo del artículo 70 del
Código Penal y la desestimación del motivo procede porque es incuestionable que en
el precepto que se denuncia como violado subordina la aplicación de la limitación a
que el mismo se refiere a que los hechos objeto de enjuiciamiento en distintos
procesos hubieren podido haberlo sido en uno solo por la conexidad existente entre
los mismos, más es obvio, que tal conexidad en absoluto se puede apreciar entre los
múltiples delitos cometidos por el recurrente y que fueron objeto de los numerosos
procesos a los que se alude en la resolución recurrida, dada la total disparidad
espacio-temporal existente entre cada uno de ellos que impide el que pueda reputarse
como conexos con independencia de la mayor o menor analogía existente entre ellos
y a la que se alude por el recurrente.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS NO HABER LUGAR AL


RECURSO DE CASACION por infracción de Ley, interpuesto por Jaime, contra
229
auto dictado por la Audiencia Provincial de Valencia, de fecha 8 de Abril de 1.993,
en causa seguida contra el mismo, por delitos de insultos e injurias. Condenamos a
dicho recurrente al pago de las costas ocasionadas en el presente recurso.

Y comuníquese la presente resolución a la mencionada Audiencia a los efectos


procesales oportunos, con devolución de la causa, que en su día se remitió.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo


pronunciamos, mandamos y firmamos.

16-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 28 DE MARZO DE


1995

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- La Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria,


instruyó Procedimiento Abreviado con el núm. 4/1.994 contra Lucio y, una vez
concluso, lo remitió al Tribunal Superior de Justicia de dicha localidad que, con fecha
26 de octubre de 1.994 dictó sentencia que contiene los siguientes HECHOS
PROBADOS: " El día 26 de marzo de 1.994, acordaron trasladarse al Parque Natural
de Cabárceno un grupo de representantes municipales que tenían diferencias con la
sociedad explotadora "Cantur S.A", sobre el uso de los caminos de dicho Parque, y
encontrándose en la entrada principal hizo acto de presencia Don Lucio ,
DIRECCION000 de la Diputación Regional, que mantuvo una discusión con los
presentes, y que en un momento de la misma, dirigiéndose a Don Pedro , le dijo: "así
que tu eres el DIRECCION000 de la Junta vecinal de Cabárceno que no has hecho
más que causar problemas, llegando incluso a quitar la placa de Cabárceno y que ha
sido acusado de abusos deshonestos", contestando éste a la última imputación "yo no
he sido, está poco enterado, puesto que ha sido Pedro Miguel "...."añadiendo el
acusado"... pues eso es lo que a mí me han dicho". Siguiendo la discusión le llamó,
230
baboso, y enano". El hecho de los abusos deshonestos a que aludió el Sr. Lucio había
sido cometido hacia algún tiempo por otra persona".

2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento.

FALLAMOS Que debemos condenar y condenamos a Don Lucio como autor


penalmente responsable de un delito de injurias graves a la pena de un mes y un día
de arresto mayor con las accesorias de suspensión de derecho de sufragio durante el
tiempo de la condena y multa de 100.000 pesetas con arresto sustitutorio de un día
por cada 25.000 pesetas de multa o fracción de ellas que dejara de satisfacer por
insolvencia y al pago de las costas procesales incluyendo en ellas las ocasionadas a
instancia de la acusación particular, así como a que indemnice a Don Pedro con la
cantidad de quinientas mil pesetas.

3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


INFRACCION DE LEY por el querellado Lucio, que se tuvo por anunciado,
remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias
para su sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y
formalizándose el recurso.

4.- La representación del recurrente basó su recurso de Casación en los


siguientes motivos:

PRIMERO.- Por INFRACCION DE LEY del art. 24.2 de la Constitución


Española al amparo del artículo 5º.4º de la Ley Orgánica del Poder Judicial por
haberse quebrantado el principio de presunción de inocencia en él contenido, por ser
nula de pleno derecho la Sentencia impugnada.

SEGUNDO.- Por INFRACCION DE LEY acogido al número 1 del art.849 de


la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al haberse cometido infracción, por aplicación
indebida del artículo 457 del Código Penal en cuanto que de los hechos que se
declaran probados no puede deducirse que concurra el elemento objetivo del delito de
injurias.

TERCERO.- Por INFRACCION DE LEY, acogido al número 1º del artículo


849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al haberse cometido infracción, por
aplicación indebida del artículo 457 del Código Penal.
231
CUARTO.- Por INFRACCION DE LEY, acogido al número 1 del artículo 849
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al haberse cometido infracción, por falta de
aplicación del artículo 460 del Código Penal, en cuanto que de los hechos que se
declaran probados no puede deducirse que las expresiones efectuadas sean
constitutivas de un delito de injurias graves, sino de un delito de injurias leves.

QUINTO.- Por INFRACCION DE LEY, acogido al número 1 del artículo 849


de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al haberse cometido infracción, por aplicación
indebida del art. 463.2 del Código Penal, SEXTO.- Por INFRACCION DE LEY,
acogido al número 1 del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al
haberse cometido infracción por falta de aplicación del art. 586.1º del Código Penal.

5.- Instruido el Ministerio Fiscal y la acusación particular del recurso


interpuesto que impugnaron, la Sala admitió el mismo, quedando conclusos los autos
para señalamiento de Vista cuando por turno correspondiera.

6.- Hecho el oportuno señalamiento se celebró la Vista prevenida el día 21 de


marzo de 1.995, manteniendo el recurso el Letrado recurrente Sr. Stampa por su
compañera Dña. María Dolores (enferma) y en nombre de Don Lucio , conforme a su
escrito de formalización informando.

El Letrado recurrido Don Eduardo Garmendía Avendaño por Pedro impugnó el


recurso informando.

Por el Ministerio Fiscal se impugnó el recurso informando igualmente.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- La Sentencia impugnada condena al recurrente como autor de un


delito de injurias graves proferidas de palabra y ante un concurso de personas, de los
arts. 457, 458, 459 y 463.2º del Código Penal, a la pena mínima de un mes y un día
de arresto mayor y multa de cien mil pts. El recurso se fundamenta en seis motivos,
uno de ellos por violación de la normativa constitucional y los otros cinco por
infracción de Ley, que procede considerar separadamente.

SEGUNDO.- El primer motivo de recurso, al amparo de lo prevenido en el art.


5.4º de la Ley Orgánica del Poder Judicial, denuncia la infracción del art. 24.2 de la

232
Constitución, en relación con el 120.3, al estimar que la condena carece de
fundamento o motivación en lo que se refiere específicamente al relato fáctico, lo que
entiende ha vulnerado la presunción de inocencia del acusado.

Conforme a la reiterada doctrina de este Tribunal y del Tribunal


Constitucional, la presunción de inocencia consagrada en el art. 24.2 de la
Constitución se asienta sobre dos ideas esenciales; de un lado el principio de libre
valoración de la prueba en el proceso penal, que corresponde ejecutar a los Jueces y
Tribunales competentes por imperativo del art. 117.3 de la Constitución, y de otro
que la Sentencia condenatoria se fundamente en auténticos actos de prueba así como
que la actividad probatoria sea suficiente, para lo cual se hace necesario que la
evidencia que origine su resultado lo sea, tanto con respeto a la existencia del hecho
punible, como en lo referente a la participación que en él tuvo el acusado. En el caso
actual el hecho objeto de acusación y condena consistió en proferir determinadas
expresiones ante un numerosos concurso de personas, constando la declaración de
éstos como testigos directos en el acto del juicio oral, con las garantías propias de la
inmediación, publicidad y contradicción, habiendo prestado declaración en el juicio
más de diez testigos de cargo, que dieron una versión básicamente coincidente sobre
los hechos, recogida sustancialmente en los hechos probados. Existió, por tanto,
actividad probatoria suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia, fundada en
auténticos actos de prueba practicados en el juicio, tanto con respeto a la existencia
del hecho punible como en lo atinente a la participación en el mismo del acusado
como autor directo. En cuanto al segundo aspecto afectante a la presunción de
inocencia, la valoración judicial, su explicitación razonada es necesaria cuando se
trate de prueba indirecta, circunstancial o por indicios, o cuando existen pruebas
contradictorias que contrastar, pues el principio de libre valoración recogido en el
art.741 de la L.E.Cr., no es sinónimo de arbitrariedad sino que exige que la
convicción se forme motivadamente, con arreglo a las normas de la lógica y de la
experiencia común. Ahora bien cuando los hechos probados se fundan de forma
directa e inmediata en las declaraciones básicamente iguales que los testigos
presenciales han prestado en el juicio oral, siendo además en este caso los hechos
asumidos en lo sustancial por el acusado, la convicción del Tribunal se asienta

233
directamente en la inmediación y no es exigible de modo imprescindible motivación
expresa pues no existe ningún razonamiento deductivo que explicitar.

La motivación no es una exigencia de forma sino un imperativo respecto de la


razonabilidad de la resolución, y en el caso actual la Sentencia aparece perfectamente
razonada en lo jurídico y es absolutamente razonable en lo fáctico, al limitarse a
relatar lo que de modo coincidente han expuesto los testigos presenciales del hecho
en presencia del Tribunal, sin que sea necesario explicitar lo que es obvio. En
consecuencia el motivo debe ser rechazado pues no se ha vulnerado, en absoluto,
ningún derecho constitucional del acusado.

TERCERO.- El segundo motivo de recurso, al amparo de lo prevenido en el


art. 849.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por infracción de Ley, denuncia la
indebida aplicación del art. 457 del Código Penal por entender que no concurre el
elemento objetivo del delito de injurias, al estimar que las expresiones proferidas por
el acusado "no suponen menosprecio".

Los hechos en que se fundamenta la condena consisten básicamente en que en


una discusión pública en la entrada del Parque de Cabárceno, cuando el acusado
actuaba como DIRECCION000 de la Diputación Regional y el querellante junto a
otras personas como representante de los intereses locales, en el curso de un debate
atinente al acceso de los vecinos a los caminos que discurrían por el interior del
Parque Natural, el acusado se dirigió de modo individualizado al querellante, ante el
grupo de representantes vecinales presentes, y le imputó " así que tú eres.... el que ha
sido acusado de abusos deshonestos ", llamándole posteriormente " feo, baboso y
enano ".

Tales expresiones, absolutamente desconectadas del tema de discusión, tienen


fuerza suficiente para lesionar, dañar, herir o perjudicar la honra y el crédito de la
persona contra la que se dirigían, pues calificar a una persona de " feo, enano y
baboso " en su presencia y ante un concurso de personas e identificarle como " el que
ha sido acusado de abusos deshonestos " (lo que no era cierto), cuando en la sociedad
actual la comisión de delitos contra la libertad sexual es visto como algo

234
especialmente repugnante y despreciable, constituye objetivamente una actuación que
menosprecia y vilipendia públicamente a la persona así agraviada.

CUARTO.- El tercer motivo de recurso, también al amparo del art. 849.1º de la


Ley de Enjuiciamiento Criminal por infracción de Ley, denuncia la aplicación
indebida del mismo art. 457 del Código Penal, por entender que no concurre el
elemento subjetivo del delito de injurias. En efecto la doctrina jurisprudencial viene
distinguiendo en el delito de injurias un elemento objetivo, comprensivo de las
expresiones proferidas o acciones ejecutadas en deshonra, descrédito o menosprecio
de otras personas, fácilmente constatable por su objetividad, y otro de índole
subjetivo, acusadamente intencional, en cuanto que aquellas frases o actitudes han de
responder al propósito específico de ofender, vilipendiar, desacreditar, vejar,
menospreciar, escarnecer, etc. a la persona destinataria de ellas, "animus iniuriandi"
que representa el elemento subjetivo del injusto. Ahora bien, la doctrina de esta Sala,
ha tenido ocasión de precisar (Sentencia Sala 2ª del Tribunal Supremo de 2 de
Diciembre de 1.989, y 12 y 19 de febrero de 1.991, entre otras muchas) que
"determinados vocablos o expresiones por su propio sentido gramatical, son tan
claramente insultantes o hirientes que el ánimo específico se encuentra ínsito en ellos,
poniéndose al descubierto con la simple manifestación", lo que sucede en este caso
con las expresiones "feo, enano y baboso" que es difícil imaginar que puedan
proferirse con un ánimo distinto del de menospreciar a la persona a la que se dirigen
en público, y con la imputación a una persona de estar acusada de abusos
deshonestos, cuando no sólo es falsa sino que se efectúa absolutamente desconectada
del tema de discusión, pues al individualizar al agraviado como el sujeto pasivo de
dicha deshonrosa acusación, distinguiéndole así entre todos los presentes, la intención
de desacreditarle es manifiesta.

QUINTO.- El cuarto motivo de recurso, también por infracción de Ley y al


amparo del mismo número 1º del art. 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal,
denuncia la infracción del art. 460 del Código Penal por falta de aplicación, al estimar
que los hechos no son constitutivos de un delito de injurias graves sino de un delito
de injurias leves. En realidad se denuncia la indebida aplicación del art. 458 que es el
que califica las injurias como graves. Este precepto considera que son injurias graves;
235
1º) la imputación de un delito de los que no dan lugar a procedimiento de oficio; 2º)
la de un vicio o falta de moralidad cuyas consecuencias puedan perjudicar
considerablemente la fama, crédito o interés del agraviado; 3º) las injurias que por su
naturaleza, ocasión o circunstancias fueran tenidas en el concepto público por
afrentosas; 4º) las que racionalmente merezcan la calificación de graves, atendidas el
estado de dignidad y circunstancias del ofendido y del ofensor. Como acertadamente
señala la Sentencia impugnada, en el cuarto de sus fundamentos jurídicos, la
gravedad en este caso no sólo viene determinada por la imputación de un delito no
perseguible de oficio (nº 1º del art. 458), sino por la concurrencia de los números
segundo y tercero del citado art. 458, pues se imputa un vicio o falta de moralidad
(ser supuesto autor de unos abusos sexuales) cuyas consecuencias pueden perjudicar
gravemente la fama, crédito o interés del agraviado (nº 2 del art. 458) y se profieren
expresiones que por su naturaleza, ocasión o circunstancias son tenidas en el
concepto público por afrentosas ("feo, enano, baboso", nº 3º del art. 458), pudiendo
encajar también en el propio número cuarto ("las que racionalmente merezcan la
calificación de graves, atendidos el estado de dignidad y circunstancias del ofendido
y del ofensor"), pues no hay que olvidar que la persona que está dirigiendo al
agraviado las expresiones enjuiciadas ostenta la más alta representación de la
Comunidad Autónoma y la representación ordinaria del Estado en Cantabria (art. 16
del Estatuto de Autonomía, L.O. 8/1.981, de 30 de Diciembre), por lo que las
expresiones e imputaciones por él proferidas, precisamente por proceder de una
persona revestida de una especial dignidad, desacreditan y menosprecian más
profundamente al representante vecinal al que van dirigidas, en presencia de sus
convecinos. El motivo, por tanto, debe ser desestimado.

SEXTO.- El quinto motivo de recurso, también al amparo de lo prevenido en el


art. 849.1º de la L.E. Criminal, por infracción de Ley, denuncia la aplicación indebida
del art. 463.2º del Código Penal, por estimar que no procede aplicar la cualificación
específica de "injurias proferidas ante un concurso de personas" porque el recurrente
no buscó de propósito la presencia de numerosas personas para proferir sus
expresiones injuriosas, sino que esta presencia fue debida a causas ajenas a la
voluntad del agente. El motivo no puede ser estimado ya que la equiparación que

236
efectúa el párrafo segundo del art. 463 del Código Penal entre injurias "por escrito y
con publicidad" e injurias emitidas ante un concurso de personas, es de aplicación
tanto si se ha provocado como si se ha aprovechado la concurrencia de varias
personas para proferir en su presencia y de manera pública las injurias. El recurrente,
según los hechos probados, mantuvo en un lugar público (la entrada del Parque
Natural de Cabárceno) una discusión con los presentes, que eran un grupo de
representantes vecinales que tenían diferencias con la Sociedad Explotadora del
Parque, y profirió las expresiones injuriosas en presencia de dichos representantes
vecinales, ante un concurso de personas (aproximadamente 15 o 20, según se
concreta en el Segundo fundamento jurídico de la resolución impugnada) cuya
presencia no podía ignorar, y por tanto con plena conciencia de la repercusión pública
de sus imputaciones y agravios.

SEPTIMO.- El sexto motivo de recurso, al amparo del mismo precepto


reiteradamente citado, denuncia la falta de aplicación del art. 486.1º del Código
Penal, por estimar que el hecho debió ser calificado como falta de injurias y no como
delito. Las anteriores consideraciones nos sirven ahora de referencia para la obligada
desestimación de este motivo de recurso, pues tanto las circunstancias concurrentes
en el ofensor (investido de la máxima dignidad como DIRECCION000 de la
Comunidad Autónoma de Cantabria) y en el ofendido (un representante vecinal que
trataba, con mayor o menor acierto lo que no se discute en este caso, de defender los
intereses locales), como la gravedad de las imputaciones y la ocasión y publicidad
con que se profirieron, avalan el acierto y corrección de la Sentencia de instancia al
calificar el hecho como delictivo. Ambas partes defendían posiciones muy
respetables: el DIRECCION000 de la Comunidad, los intereses comunes de
Cantabria, los representantes municipales los intereses locales de los vecinos del
lugar. Pero cuando se sustituye la confrontación de argumentos por la descalificación
personal, absolutamente gratuita, innecesaria y desconectada del tema de discusión,
menospreciando públicamente a un ciudadano que trata humildemente de defender
los intereses de sus convecinos, desde la Autoridad que proporciona la dignidad del
relevante cargo que ocupaba el recurrente, con expresiones gravemente afrentosas, el

237
hecho trasciende la gravedad de una falta, adquiriendo la entidad que ha sido
acertadamente valorada por el Tribunal de instancia.

OCTAVO.- Procede, en consecuencia, declarar que no ha lugar al recurso


interpuesto, condenando al recurrente a las costas del mismo, conforme a lo
prevenido en el art. 901 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS NO HABER LUGAR al


recurso de Casación por INFRACCION DE LEY, interpuesto por el querellado Lucio
, contra Sentencia de la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de
Cantabria de fecha 26 de octubre de 1.994, que le condenó como autor penalmente
responsable de un delito de injurias graves, condenando a dicho acusado a las costas
de este procedimiento.

Notifíquese esta resolución al mencionado Tribunal, con devolución de los


autos que en su día remitió interesando acuse de recibo.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo


pronunciamos, mandamos y firmamos.

17-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 31 DE ENERO DE


1992

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- La Sala de lo Civil y de lo Penal del Tribunal Superior de Cantabria,


instruyó Diligencias con el nº 1/91 contra Ángel Daniel y, una vez conclusas, dictó
sentencia con fecha 20 de abril de 1991, que contiene el siguiente hecho probado:

HECHOS PROBADOS.- <<En el diario "Alerta" del día 6 de junio de 1988 se


publicó un artículo titulado "El cura párroco de Latas quiere coronar a la Virgen y
comprarle un manto nuevo", en el que se daba cuenta del proyecto de realizar la

238
coronación de la Virgen de Latas, afirmando que la corona sería de un metal precioso
y que para evitar el robo la protegerán con una caja de seguridad, habiéndose pedido
a cada vecino la cantidad de 4.000 pts. para sufragar el costo.- El autor de la
información, al margen de desvalorizar estas coronaciones y de adelantar unas
peyorativas anticipaciones de lo que sería el futuro culto en el Santuario decía
literalmente: "Un gran número de vecinos, así como el párroco de Galizano, han
criticado este proyecto que ya ha generado polémica. A la descalificación de la
propuesta del cura de Latas se suman también otros negocios poco claros llevados a
cabo por él, como es la reventa de nichos en el cementerio de Latas." "Otra cuestión
que se le imputa a este religioso y que casi todos los fieles desconocen es la
desaparición de la imagen auténtica de la Virgen de Latas. La estatuilla original,
según aseguran los vecinos que la vieron, era una talla completa de madera
policromada posiblemente románica. Sin embargo, desde hace tiempo ocupa su lugar
la cabeza de otra imagen, a la cual se añadió un cuerpo postizo de talla tosca y
reciente". "Es probable que el celo extremo le haya llevado a ocultar la verdadera
imagen por temor a posibles hurtos, aunque el párroco de Latas ha demostrado tener
una concepción patrimonial con respecto al Santuario, al conservar el archivo y
registro de la Iglesia en su propiedad en lugar de depositarlo en Santillana del Mar."
2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:

FALLAMOS.- "Que debemos absolver al acusado DON Ángel Daniel, de los


delitos de injurias graves y calumnia de que le acusaba la acusación particular así
como del de injurias leves que le imputaba la acusación pública; declarando de oficio
las costas procesales".

3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


infracción de Ley, por la acusación particular D. Germán que se tuvo por anunciado,
remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias
para su sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y
formalizándose el recurso.

4.- Formado en este Tribunal el correspondiente rollo, la representación del


recurrente formalizó el recurso, alegando los motivos siguientes: PRIMERO.- Por

239
infracción de Ley con base en el nº 2º del art. 849 de la L.E.Cr., al haberse incurrido
en error en la apreciación de la prueba, basado en documentos que obran en autos.

SEGUNDO.- Por infracción de Ley al amparo del art. 849,1º de la L.E.Cr., por
inaplicación del art. 15 del código Penal, norma de carácter sustantivo que por medio
de una interpretación imposible al amparo de su tenor literal, se deja de aplicar.

5.- Instruidas las partes del recurso interpuesto, la Sala admitió el mismo,
quedando conclusos los autos para señalamiento de Fallo cuando por turno
correspondiera.

6.- Hecho el señalamiento para Fallo, se celebró la votación prevenida el día 24


de enero de 1992.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- Con dos motivos por infracción de Ley se articula el recurso de


casación de la acusación particular, interpuesto contra la sentencia dictada por la Sala
de lo Civil y de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, en
procedimiento regulado por la Ley 7/1988 de 28 de diciembre, y seguido por los
delitos de calumnias e injurias graves contra Ángel Daniel , que absolvió al acusado
de ambos delitos aducidos por la acusación particular y de la infracción de injurias
leves, imputada por la acusación pública.

El primero de dichos motivos amparado en el nº 2º del art. 849 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal denuncia error en la apreciación de las pruebas basado en
documentos obrantes en los autos.

La pretendida equivocación del factum de la sentencia recurrida se encuentra


en el hecho probado segundo, en párrafo que literalmente dice así: <<La información
a que se hace referencia en el hecho anterior aparecía firmada por D. Claudio desde
Galizano, si bien al día siguiente y en un recuadro bajo la rúbrica fé de erratas se
rectificaba el nombre del autor y se decía que en realidad debía estar firmado por la
redacción de "Alerta", sin que conste que el acusado hubiera tenido conocimiento de
la publicación de la información, si bien en su declaración ante el Instructor se
responsabilizó de ella>>.

240
Se aducen en contra del relato expresado, las rectificaciones y explicaciones
realizadas en el periódico obrantes en la causa, la asunción de responsabilidad por el
acusado y razones de lógica que corresponden a la dirección de una publicación, la
facultad de seleccionar lo que reputa digno de imprimirse, a más de llevar el
pensamiento de la misma.

Como en las propias alegaciones en defensa del motivo se reconoce


paladinamente que no pueden configurarse como documentos a los efectos
casacionales de la vía del nº 2º del art. 849 de la Ley procesal penal, las declaraciones
sumariales del procesado por su carácter de actuaciones procesales, debe limitarse el
examen del motivo a las correcciones sobre la autoría del artículo y obrantes a los
folios 3 y 4 de la causa. En el primero de dichos folios se encuentra una hoja del
periódico "Alerta" (págs. 43 y 44) correspondiente al martes de 7 de junio de 1988,
donde aparece un recuadro intitulado "Fe de errores" que dice así: <<La información
de ayer sobre la coronación de la Virgen de Latas en Ribamontán al Mar apareció
firmada, erróneamente por Claudio, antiguo corresponsal de este periódico, cuando
en realidad debía estar firmada por ALERTA>>. Al folio 4 de los autos consta una
fotocopia parcial de una hoja del periódico correspondiente a la pág. 11 del miércoles
8 de junio de 1988 que textualmente dice así: <<RIB. AL MAR. Aclaración a la
noticia sobre la coronación de la Virgen de Latas. ALERTA. Santander. Un
involuntario error de la redacción de ALERTA hizo aparecer en la edición del lunes
de este periódico a Claudio, de Galizano, como autor de una información relacionada
con la futura coronación de la Virgen de Latas, de Somo.

En realidad, Claudio, antiguo corresponsal del periódico en Ribamontán de


Mar, está actualmente desvinculado de las tareas informativas en esta casa y nada
tiene que ver con la información titulada El cura párroco de Zatas quiere coronar a la
Virgen y comprarle un manto nuevo. La información aparecida el pasado lunes en la
página 6 de ALERTA contenía también otro error: el haber añadido a la información,
que como tal existía en la redacción, otros dos textos, uno de ellos llegado al
periódico como carta al director y otro como anuncio de los actos previstos para la
coronación de la Virgen de Latas. ALERTA lamenta estos errores y pide disculpas a

241
los lectores, y especialmente a nuestro ex compañero Claudio, por las confusiones
que se hayan podido generar por esta melé de textos".

En realidad con tales "documentos" producidos exteriormente a la causa, pero


que obran en ella, no se evidencia error ni equivocación alguna por parte del juzgador
de instancia. El párrafo cuestionado del relato de hechos probados no se ve
contradicho por tales documentos. El que no fuera el autor del artículo en cuestión el
que figuraba como corresponsal desde Galizano, que es lo que el propio periódico
desmiente, diciendo que su autor era la redacción de ALERTA, no supone que el
acusado hubiera tenido conocimiento de la publicación de tal información, aunque se
responsabilizara en su calidad de Director de la misma ante el Juez de Instrucción.
Ahora bien, para poder construir el pretendido error facti acude el recurso a señalar
las obligaciones que incumben al Director en la siguiente legislación, pero en este
motivo no es posible un trasvase de los hechos a lo jurídico, ya que el error iuris no
encuentra su ubicación en esta vía casacional utilizada, sino en la del número 1º de
dicho precepto procesal. Por tanto, el recurrente no puede, al socaire del motivo
realizar una exégesis o comentario de la vigente normativa de Prensa e Imprenta para
construir o sostener una pretendida equivocación fáctica de la sentencia. Con estos
hechos y con el dato de que el acusado era director de la publicación a la sazón no se
puede sostener un error en la sentencia porque esta afirme en su factum que no consta
que el acusado hubiera tenido conocimiento de la publicación de la información,
mucho más, cuando la sentencia, como un todo, afirma en el décimo de sus
fundamentos jurídicos <<que en todo lo actuado en la instrucción y en la prueba
practicada en el acto del juicio oral no aparece la más mínima prueba que el Sr. Ángel
Daniel tuviera conocimiento del contenido de la información, lo que no es nada
extraño si se tiene en cuenta: a) Que el día anterior a la publicación de la información
era domingo y en los días de fiesta suele quedar una pequeña redacción para
confeccionar el periódico de la que no acostumbra a formar parte el director; b)
Dentro de la estructura organizativa y funcional de un periódico no es normal que el
director se ocupe de las informaciones procedentes de los pueblos, como era el caso
del que originó este proceso>>.

242
El motivo debe ser desestimado, pues según la doctrina de esta Sala, de la que
son claro exponente las sentencias de 3 de febrero y 11 de noviembre de 1982, 5 de
junio de 1985, 30 de octubre de 1986, 21 de julio de 1988, 21 de febrero y 24 de julio
de 1989 y 24 de junio de 1991, que el error de hecho aparece condicionado por los
requisitos siguientes: a) Que exista un error de hecho en la apreciación de las pruebas
cometido por el Tribunal de instancia. b) Que dicho error se demuestre, compruebe y
patentice con documento o documentos obrantes en los autos. c) Que los referidos
documentos se encuentren incorporados a la causa y d) Que tal eficacia probatoria de
tal prueba documental no haya sido desvirtuada, desmentida o contradicha merced a
otras pruebas que obren igualmente en la causa.

A lo que debe añadirse también el elemento denominado de literosuficiencia,


que comporta que el documento o documentos citados se basten por sí mismos, sin
necesidad de acudir a otros acreditamentos de menor rango para acreditar el error de
hecho que se denuncia y que con ellos se intenta demostrar.

Pues bien, no sólo no se ha demostrado equivocación con los pretendidos


documentos, sino que ha precisado la fundamentación del motivo apoyarse en
preceptos de Derecho o en razonamientos jurídicos, porque no existe prueba alguna
que desvirtúe cuanto se expresa en el referido párrafo del relato de hechos probados.

SEGUNDO.- El siguiente motivo, también por infracción de Ley y amparado


en el nº 1º del art. 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, denuncia la inaplicación
del art. 15 del Código Penal.

Entiende el recurso que lo establecido en el art. 15 no es una responsabilidad


objetiva, absolutamente indefendible, sino una presunción de connivencia con el que
realmente es autor, presunción que viene avalada por la naturaleza de las funciones y
características del director de una publicación que la propia Ley de prensa establece
sin más.

Indica asimismo el motivo, que la sentencia de instancia hubiera debido acudir


a la proposición de una cuestión de inconstitucionalidad, conforme al art. 163 de la
Constitución Española, pero no desconocer que el Tribunal Supremo ha admitido la

243
prueba de presunciones para enervar la presunción de inocencia consagrada en el art.
24.2 del texto fundamental.

El art. 15 del Código Penal debió aplicarse sin más por el Tribunal de instancia,
tanto si el autor real del texto haya sido el acusado, como si no, por ser director de la
publicación y no aparecer el autor. El Tribunal Supremo ha aplicado dicho precepto y
tras la promulgación de la Constitución se ha modificado el Código Penal en diversas
ocasiones, pero no se ha estimado necesario modificar dicho precepto.

Tales son en síntesis los argumentos esgrimidos en el motivo, pero para dar
respuesta a las cuestiones que plantea el recurrente es preciso un breve examen del
precepto cuya inaplicación se denuncia.

El actual art. 15 y su correlativo art. 13 fueron introducidos en el texto penal de


1870 (con los ordinales 14 y 12), por incorporarse en tal Código los delitos de
imprenta, hasta entonces sancionados en leyes especiales. Limitado tal precepto a "los
delitos y faltas que se cometan por medio de la imprenta, grabado u otro medio
mecánico de publicación"; el Código de 1928 añadió la disyuntiva "o" para incluir
también la difusión en su art. 53. El texto de 1932 volvió a la fórmula de 1870 en sus
artículos 13 y 15 y la reforma de 1944 dio mayor amplitud al precepto, al añadir "la
radiodifusión u otro medio que facilite la publicidad", desapareciendo la especialidad
de las infracciones de imprenta y entrando en el más amplio concepto de los delitos
publicitarios.

Dichos preceptos aparecen establecidos bajo los principios de limitación y de


efectividad. Lo primero, en cuanto si de todos los delitos y faltas son responsables
criminalmente: los autores, cómplices y encubridores, en esta clase de infracciones
publicitarias sólo responderán criminalmente los autores, quedando excluidos
cómplices y encubridores (art. 13). Ello se explica por razones de política criminal y
para evitar que la amplitud de la responsabilidad constituyera un gravísimo obstáculo
del desarrollo de los medios de comunicación que tanta importancia han tenido en el
pasado y tienen en la actualidad en la formación cultural y desarrollo tecnológico de
una sociedad. El art. 15 previene, a pesar de lo mantenido en el art.

244
14 con carácter general, que sólo son autores de las infracciones mencionadas
en el art. 13 "los que realmente lo hayan sido del texto, escrito o estampa publicados
o difundidos", añadiéndose a continuación, en atención al principio de efectividad de
la responsabilidad, en defecto de ser conocidos los autores, no estar domiciliados en
España o estar exentos de responsabilidad criminal, conforme al art. 8º reputar
autores a los directores, en su defecto a los editores y, por último, a los impresores.
Desde siempre se ha entendido que no se consagraba aquí un caso de responsabilidad
objetiva, sino precisada de culpa por parte de los responsables principales o
subsidiarios, como se deducía de la alusión a todas las causas de exención del art. 8º,
entre las que se encontraba a la sazón el caso fortuito núm. 8º, hoy ubicado a
extramuros de las eximentes, pero transportado al capítulo I del Título I del Libro I
del Código Penal en la reforma operada por la Ley Orgánica 8/1983, de 25 de junio,
de Reforma urgente y parcial del Código Penal, que lo ha colocado en un capítulo
aplicable a todas las leyes especiales (art. 7,2) y que contiene los principios generales
sobre la culpabilidad.

La doctrina de esta Sala -sentencias de 4 de octubre y 25 de noviembre de


1988, 16 de mayo y 24 de noviembre de 1989, 12 de febrero de 1990- ha recogido
que la consagración en el art. 1º del Código Penal en la ya citada reforma de la Ley
orgánica 8/1983, del principio de culpabilidad, hace que deba extrapolarse y tenerse
presente en la interpretación de los artículos 13 y 15 del mismo cuerpo legal, a los
que otorga una connotación culpabilística, rechazándose, por consiguiente, toda
interpretación objetivista, al exigirse en todo caso el dolo o la culpa, al menos, para la
incorporación de la persona al círculo de responsables, que jamás podrán serlo por la
sola circunstancia de que el verdadero autor sea desconocido, o se halle fuera de
España, o estuviera exento de responsabilidad conforme al art. 8º del Código Penal.

No es, por tanto, suficiente, que no aparezca autor conocido del texto criminal
para hacer per se responsable criminalmente al director, sino que habrá de exigirse
para la aplicación del art. 15 una culpabilidad en el conocido subsidiario, y que ha
tenido que tener una cooperación de autoría en el hecho a título de dolo o culpa.

No consta que el acusado haya actuado como inductor, cooperador necesario o


coautor en la confección o publicación del escrito criminal, la posible responsabilidad
245
culposa nunca le constituiría en autor de un delito de injurias, ya que para tal
infracción se ha requerido siempre un animus inuiriandi y por consiguiente no es
posible la comisión imprudente.

El motivo debe ser desestimado, al haber actuado el órgano a quo con toda
corrección jurídica al seguir la doctrina jurisprudencial al respecto.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS NO HABER LUGAR AL


RECURSO DE CASACION por infracción de Ley, interpuesto por la acusación
particular, contra sentencia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria,
de fecha 20 de abril de 1991, en causa seguida a Ángel Daniel , por delito de injurias
graves y calumnias. Condenamos a dicha acusación particular al pago de las costas
ocasionadas en el presente recurso y a la pérdida del depósito que constituyó en su
día, al que se dará el destino legal oportuno.

Comuníquese esta resolución a la mencionada Audiencia a los efectos legales


oportunos con devolución de la causa que en su día remitió.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo


pronunciamos, mandamos y firmamos.

18-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 26 DE JULIO DE


1993

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- El Juzgado de Instrucción número 1 de Soria, instruyó Procedimiento


Abreviado número 8/91, contra Aurelio, y, una vez concluso, lo remitió a la
Audiencia Provincial de la misma Capital, que, con fecha diez de diciembre de mil
novecientos noventa y uno, dictó sentencia que contiene el siguiente hecho probado:
"HECHOS PROBADOS.- Aurelio, mayor de edad, sin antecedentes penales y de
profesión Editor, en el mes de Octubre de 1.989, con motivo de las elecciones a las
246
Asambleas Legislativas celebradas dicho mes, encargó, en unión de otras personas no
determinadas, a la imprenta Juárez de Cistiérniga (Valladolid) un número de
pegatinas no determinado, en las que se decía: "Carlos Antonio, ex-procurador de
Franco, Ex- independiente Ahora... en el PSOE (... Todo un camaleón de la política)
¡PROHIBIDO VOTARLE¡: Cambia de chaqueta"; de las cuales nadie se hacía
responsable, aunque el referido Aurelio en todo momento sostuvo que fue él el autor,
diciéndolo públicamente en la Emisora Antena 3 de Soria cuando las mismas estaban
siendo distribuidas.

Pocos días después distribuyó un folio suelto, del cual había reconocido
previamente a su difusión su autoría, en el cual se decía bajo el encabezamiento "De
ELECTORES SORIANOS a todos los Electores de Soria" lo siguiente: "Queridos
convecinos, amigos y compañeros; en la posibilidad de ejercitar nuestros derechos
democráticos en Soria: Somos un grupo de paisanos vuestros, de Electores como
vosotros, que nos hemos planteado la necesidad de reaccionar colectivamente ante las
constantes burlas de algunos de nuestros políticos en relación con sus problemas
electorales y con los idearios que, visiblemente, no han cumplido.- Pensamos de una
forma muy sincera, que no tenemos los ciudadanos porqué seguir soportando tal
estado de cosas, ni a tales políticos que han traicionado nuestros votos y nuestra
confianza. Por ello, y ante estas Elecciones del 29 de Octubre, hemos decidido salir a
la palestra, como el grupo de opinión que somos, y con verdadera vocación de
continuidad -de cara a todas las siguientes confrontaciones electorales- de nuestros
trabajos, siempre en beneficio de la colectividad soriana.- También pensamos, en este
orden de cosas y con entera seriedad, que los votos sorianos han venido manteniendo
en las instituciones del Estado, y generosísimamente pagados, a políticos que han
terminado demostrando su desinterés y su despego por los verdaderos intereses de
nuestra provincia. A políticos que han chaqueteado y han usado el dinero público
para el mejor engorde de sus negocios personales y particulares. Nos viene a la
cabeza, como no podía ser menor cuando abordamos tales situaciones, la
extravagante figura del hasta ahora senador por el PSOE, señor Carlos Antonio,
verdadero prototipo de las realidades que comentamos. Carlos Antonio no se ha
conformado con lo que hasta ahora ha tenido gracias al pueblo soriano, sino que

247
intenta, de nuevo, beneficiarse de nuestros votos. No debe darse cuenta de que, a
estas alturas, todos le tenemos definido ya como el paradigma de los camaleones de
la política y como un supuesto representante provincial que cada vez le presta una
menor atención a Soria.- Recordemos que, tras ser Procurador designado a dedo por
Franco, se convirtió en candidato independiente.

Y recordemos, así mismo, el hecho de que, no conforme por lo visto con la


mencionada independencia, terminó poniéndose en las manos del PSOE, partido por
el que ahora vuelve a presentarse. Todo es válido para Carlos Antonio , por lo visto,
con tal de que a dicho impresentable personaje alguien, el partido o las ideas que
sean, le garantice el poder seguir chupando de la vaca que al final resulta que
mantenemos todos nosotros.- Pero no se trata solamente de un caso de transfiguración
y camaleonismo político, sino de una situación mucho más grave: el senador Carlos
Antonio , más que defender los intereses de Soria y de los sorianos, se ha venido
dedicando estos últimos años a sus negocios particulares; ha utilizado el dinero
público, en viajes y teléfono, para dichos fines personales; en lugar de a legislar, se ha
entregado a la rentabilísima tarea de vender los Volvos que consigue traer a
inmejorables precios del extranjero; rodeado de lujo, vive, no en Soria, donde sus
electores, sino en un bonito chalet..., de Madrid; consigue que Metra-Seis, una
favorecida empresa, se beneficie ventajosamente de trabajos oficiales en Soria... Por
todo ello, y por bastantes cosas más -que nuestro colectivo ELECTORES
SORIANOS está investigando-, somos muy sinceros y honestos al afirmar que los
sorianos no debemos dejarnos engañar, una vez más, por este y por otros políticos
logreros y oportunistas, que anteponen sus intereses personales a los de la
colectividad a la que teóricamente representan; cada voto a Carlos Antonio , desde
luego, es un voto contra los intereses de nuestra provincia.. Es preciso por ello, que
las aspas en las papeletas se desvíen hacia los nombres de las personas, bien
conocidas y muy trabajadoras siempre por Soria, que sí que merecen garantías de
honradez y entrega al pueblo que les entrega su voto.- Es el mensaje inicial que, tras
nuestra constitución como grupo necesario para el mejor desarrollo de los intereses de
Soria, queremos hacer llegar, de cara a la cita del domingo 29 con las urnas, a todo el
electorado provincial.- Con el saludo, y la gratitud por vuestra atención, de:

248
ELECTORES SORIANOS.", el cual estaba rubricado por la expresión "Electores
Sorianos".-. Asimismo, en fechas 17 de octubre, 25 de octubre, 26 de octubre y 2 de
noviembre, publicó en el Periódico "Soria Semanal" diversos artículos que obran en
las actuaciones con tono crítico y entre las que se pueden entresacar las siguientes
manifestaciones que denuncia la acusación particular: "Este columnista entiende los
nervios de Carlos Antonio, que se acerca al 29-0 con el único activo ante el pueblo
soriano de haber sabido vender Volvos y colocar Metra- Seis en algunos estudios de
marketing en la provincia, pero se considerará siempre impotente, por no tener a la
vuelta de la esquina la inmunidad parlamentaria asegurada del antiguo procurador de
Franco, ahora socialista, para poder insalivar ninguna "secreción" periodística
debidamente demostrada, documentada y contrastada". "... Senador cunero, vendedor
de Volvos, Carlos Antonio ...." y "Cuando un hombre, que además es político, con lo
que la responsabilidad en teoría es mucho mayor, puesto que ha sido elegido para que
defienda los intereses, en el caso que nos ocupa de una provincia, que además cobra
mucho dinero por defender esos intereses, tanto como doce veces la pensión media de
este país, cuando además este hombre es un funcionario, por lo cual vuelve a cobrar
de los impuestos de todos, cuando este hombre, repetimos, se ocupa de asuntos
ajenos a aquellos para los que ha sido elegido y es religiosamente pagado, como es el
caso del senador Carlos Antonio , nadie ni de la derecha, centro, e incluso de su
propio partido, puede salir al paso con declaraciones que le exculpen, aunque lo
requieran compañeros en la política". " 2.- La Audiencia de instancia dictó el
siguiente pronunciamiento: "FALLAMOS .- Que debemos absolver y absolvemos a
Aurelio , del delito previsto en el artículo 165 bis a) 1, del Código Penal, del delito de
calumnias y del delito de injurias por los que venía siendo acusado por el Ministerio
Fiscal y la acusación particular, con todos los pronunciamientos favorables, dejando
sin efecto las medidas de embargo acordadas y declarando de oficio las costas
causadas.- Líbrese testimonio de los particulares a que se refiere el fundamento Sexto
de esta resolución y remítase al Ministerio Fiscal." .- 3.- Notificada la sentencia a las
partes, se preparó recurso de casación por Infracción de Ley, por el querellante D.
Carlos Antonio, que se tuvo por anunciado, remitiéndose a esta Sala Segunda del
Tribunal Supremo las certificaciones necesarias para su sustanciación y resolución,
formándose el correspondiente rollo y formalizándose el recurso.
249
4.- El recurso interpuesto por la representación del querellante D. Carlos
Antonio, se basa en los siguientes motivos de casación: POR INFRACCION DE
LEY.- MOTIVO

PRIMERO: Al amparo de lo previsto en el artículo 849, número 1 de la vigente


Ley de Enjuiciamiento Criminal toda vez que entendemos existe interpretación
errónea del artículo 165 bis a) del vigente Código Penal, lo que lleva a la no
aplicación del mismo, ya que, conforme recoge la propia sentencia recurrida, si bien
es cierto que el acusado Aurelio reconoció ante los micrófonos de Antena 3 de Soria
su autoría de las pegatinas difundidas por Soria en plena campaña electoral de las
elecciones Generales de octubre de 1989, no es menos cierto que ello se hizo después
de iniciada la distribución de tales pegatinas, cuando ya habían causado un estado de
opinión entre el pueblo soriano; anunciando, además, la posible impresión y difusión
de otro escrito, sin identificar y que, efectivamente, se difundió poco después. Tales
pegatinas y escrito carecen claramente de todo signo identificativo que permita
averiguar su autoría.- MOTIVO

SEGUNDO: Al amparo de lo establecido por el artículo 849, número 1 de la


Ley de Enjuiciamiento Criminal por interpretación errónea del artículo 453 del
Código Penal vigente en relación con los artículos 454, 69 bis, 396, 119, 401, 535,
403 y 404, todos ellos del mismo cuerpo legal antes citado, artículo 148 de la Ley
Orgánica del Régimen Electoral General y Artículos 20.1.a) y d), 2.y 4., y 24.1 de la
Constitución Española, por entender que el proceder del acusado Aurelio entra de
lleno en la tipificación del delito de calumnia de forma tal que no puede acogerse a la
protección constitucional y, por el contrario, su absolución deja al ahora recurrente
sin la tutela efectiva de sus derechos e intereses legítimos que tienen deber
constitucional de prestarle Jueces y Tribunales.- MOTIVO

TERCERO: Al amparo de lo establecido por el artículo 849, número 1 de la


Ley de Enjuiciamiento Criminal por interpretación errónea de los artículos 457, 458 y
69 bis del vigente Código penal en conexión con el artículo 148 de la Ley Electoral
General y artículos 20 y 24 de la Constitución Española, todo ello en relación parcial
con lo ya manifestado en el motivo de casación anterior y por entender gravemente
ofensivas numerosas expresiones y el propio tono general de los escritos del acusado
250
para con mi mandante.- 5.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto la
Sala admitió el mismo, quedando conclusos los Autos, para señalamiento de Fallo,
cuando por turno correspondiera.

6.- Hecho el señalamiento para Fallo, se celebró la votación prevenida el día 29


de Septiembre de 1.992.

7.- Que haciendo uso de la facultad conferida en el artículo 899 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal, con suspensión del término para dictar sentencia se acordó
interesar de la Audiencia la remisión del Sumario y Rollo de Sala correspondientes a
la causa de que dimana el recurso y, recibidos éstos se comunicaron las actuaciones al
Excmo. Sr. Magistrado Ponente D. Gregorio García Ancos, para la oportuna
resolución.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- El inicial motivo de casación interpuesto por la parte querellante


se ampara procesalmente en el número 1º del artículo 849 de la Ley de
Enjuiciamiento por pretendido error de derecho al no haberse hecho aplicación de lo
dispuesto en el artículo 165 bis a) del vigente Código Penal.

Aunque este precepto que se dice conculcado parece contener desde el punto de
vista de su interpretación literal un tipo delictivo de naturaleza puramente formal, es
decir, de los que se consuman cuando se dan los elementos objetivos que en él se
incluyen, como son el que los impresos no contengan "pie de imprenta", que no
incluyan el nombre y domicilio de su autor, la realidad es que de su interpretación
lógica y finalista se nos aparece con evidente claridad que, además de esos elementos
objetivos, ha de exigirse también el requisito subjetivo de un dolo concreto
consistente en la intención que ha de tener el agente comisor de ocultar su
personalidad, pues no puede ser otra la "ratio legis" de la norma cuando emplea el
vocablo "clandestinidad", ya que si ésta falta, bien en el ánimo del sujeto, bien en la
realidad de los hechos, mal puede hablarse de acción punible, y ello aunque no se
hiciera constar en el escrito el nombre de la imprenta que lo confeccionó o las
circunstancias personales de su autor.

251
Esto es lo que sucede en el caso concreto que nos ocupa en el que, como se
deduce de manera clara y terminante de los hechos narrados, si bien las "pegatinas"
de propaganda en cuestión carecían de esas señas de identidad, no se las puede tildar,
sin embargo, de clandestinas en cuanto que inmediatamente después de su
distribución fue su propio redactor quién reconoció públicamente su autoría a través
de un medio de comunicación de tan amplia difusión como es la radio.

Por lo brevemente expuesto, este primer motivo debe ser desestimado.

SEGUNDO.- El correlativo, con la misma base adjetiva del anterior, considera


conculcados una serie de preceptos, tanto de carácter positivo, como constitucional e
incluso procesales que para evitar repeticiones, nos remitimos al escrito de
formalización del recurso, pues la verdad es que todo se reduce a entender que la Sala
de instancia conculcó, por falta de aplicación, lo dispuesto en el artículo 453 del
Código Penal en cuanto tipifica el delito de calumnia.

Para que exista ese delito (calumnias) no basta imputar genéricamente a otra u
otras personas la realización de hechos o acciones que puedan ser constitutivas de
delito, como, por ejemplo "eres un ladrón", "te has apropiado de dinero ajeno", etc.,
sino que es necesario que esa imputación se haga de modo específico y, en todo caso,
individualizando de modo evidente las características del tipo delictivo que se achaca
al presuntamente calumniado, es decir, no bastan atribuciones inconcretas, vagas o
ambiguas, sino que las acusaciones han de recaer sobre un hecho inequívoco,
concreto y determinado, preciso en su significación y catalogables criminalmente,
pues "la falsa asignación ha de contener los elementos requeridos para la definición
del delito atribuido, según su descripción típica, aunque sin necesidad, naturalmente,
de una calificación jurídica por parte del autor". (Sentencias, entre otras, de 15 de
Julio de 1.988, 6 de Febrero de 1.990 y 8 de Mayo de 1.991).

En el caso enjuiciado, las expresiones que se contienen en los escritos que se


dicen calumniosos, o bien no entrañan un contenido delictivo, (por ejemplo,
"camaleón de la política" o "chaquetero"), o bien carecen de la concreción
tipificadora exigible (por ejemplo, "ha usado el dinero público para el mejor engorde

252
de sus negocios personales"), por lo que de forma alguna cabe hablar de la comisión
de un delito de calumnia, según se pretende.

El segundo motivo debe ser igualmente rechazado.

TERCERO.- Con la última alegación se pretende que el Tribunal de instancia


debió condenar al querellado como autor responsable de un delito de injurias de los
artículos 457 y 458 del Código Penal.

Examinados los hechos que se declaran probados en la sentencia recurrida, a


los que necesariamente nos hemos de atener dada la vía casacional que se emplea
(art. 849.1º), no cabe duda que de ellos se desprende la existencia de ciertas frases y
de algunos vocablos que se podrían considerar como afrentosos para la persona a
quienes son dirigidos. Sin embargo, estos ataques al honor deben siempre ser
medidos desde diversas perspectivas o parámetros, y en este caso, y en otros
semejantes, desde dos en concreto, desde una visión general de todo el texto escrito y
publicado y también teniendo en cuenta su finalidad y, sobre todo, la ocasión en que
se produce.

De ellos podemos concluir: a) El texto o los textos son en sí mismos en su


conjunto un tanto ofensivos, pero carecen, según entendió el Tribunal "a quo", de la
suficiente entidad como para ser incluidos en el ámbito del reproche penal. b)
Además, y sobre todo, es importante tener en cuenta las circunstancias en que las
expresiones se produjeron y su verdadera finalidad, que no fueron otras que producir
una dialéctica puramente política de intereses partidistas que pueden, eso si, tacharse
de excesivamente agrias y descalificadoras, pero que no pueden constituir, insistimos,
el tipo delictivo de las injurias.

Este último motivo debe ser desestimado.

FALLO:

Que debemos declarar y declaramos NO HABER LUGAR AL RECURSO DE


CASACION por Infracción de Ley, interpuesto por la representación de la acusación
particular, D. Carlos Antonio , contra sentencia dictada por la Audiencia Provincial
de Soria, de fecha diez de diciembre de mil novecientos noventa y uno, en causa
seguida contra el acusado Aurelio, por delito de calumnias e injurias.
253
Condenamos a dicho recurrente, al pago de las costas ocasionadas en el
presente recurso, y a la pérdida del depósito que constituyó en su día, al que se le dará
el destino legal.

Comuníquese esta resolución a la mencionada Audiencia, a los efectos legales


procedentes.

19-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 20 DE SEPTIEMBRE


DE 1993

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- El Juzgado de Instrucción número 22 de los de Madrid instruyó sumario


con el número 105/84 contra Leticia, Franco, Rita y Andrés y, una vez concluso, lo
remitió a la Audiencia Provincial de Madrid, Sección 17ª que, con fecha 10 de Marzo
de 1.992, dictó sentencia que contiene el siguiente hecho probado:

UNICO: "Que Leticia y su marido Franco, quejosos del trato que habían
recibido del personal de la Clínica "Nuevo Parque", de esta capital, en la que aquella
había ingresado por haber sufrido una rotura espontánea de bolsa uterina con pérdida
de líquido amniótico, que hacía inviable su embarazo, tras haber expulsado el feto
que portaba sin vida, dirigieron una carta al Director del Centro, el día 24 de Marzo
de 1.983, relatando pormenorizadamente la falta de atención padecida durante la
expulsión del feto. Asimismo, entraron en contacto con "Diario NUM001 " cuya
redacción decidió realizarles una entrevista, recibiendo el encargado Rita, a la sazón
estudiante de periodismo en prácticas en dicho diario.

Fruto de la entrevista fue la aparición en la página NUM000 del "Diario


NUM001", del día 31 de Marzo de 1.983, de un artículo periodístico elaborado por
Rita y firmado tanto por ella como por Andrés, que había acompañado a Rita durante
la entrevista, por ser práctica habitual en estos casos. En tal artículo se insinuaba
falsamente que la muerte del feto se había producido por una incorrecta asistencia
254
médica, al afirmar el título "La muerte de un bebé que nació sin asistencia en una
Clínica privada" y el antetítulo: "El padre, que atendió el parto, ha denunciado al Dr.
Luis Alberto ".- Contenía igualmente las siguientes, entre otras, afirmaciones: "Un
joven matrimonio ...., ha sido víctima de 'la más deplorable asistencia sanitaria que un
ciudadano amparado por la Constitución y con plenos derechos puede soportar'.
Leticia fue internada en el hospital "Nuevo Parque" debido a un parto prematuro...,
con el agravante de una rotura de bolsa uterina que arrastraba desde días anteriores.
Una extrema actitud de la matrona, que dejó solo al matrimonio, dio lugar a que en el
momento más arduo, cuando se produjo la inminencia del alumbramiento, Leticia
diese a luz con la exclusiva ayuda de su marido. Así, el feto comenzó a salir al
exterior gracias a la intervención de un marido desesperado e impotente ante la
situación." (......)" .... según testimonios del matrimonio, la estancia de la matrona fue
cortísima, pues inmediatamente se disculpó marchándose a atender a otros partos que,
según ella, se estaban produciendo en el mismo instante. Con la premura de la
situación, el joven Franco se vio obligado a llamar a alguien, ya que su mujer se
quejaba constantemente de los dolores que lo producía la inminencia del parto. A su
llamada acudió nuevamente la matrona, alegando que en la ausencia del doctor Luis
Alberto era imposible bajar a la enferma al quirófano, ya que el doctor acostumbraba
a ver a sus pacientes antes de que fueran conducidas al mismo (...) La situación de
ambos era lamentable, ya que la pronta venida del niño era incontenible e
incontrolable, con lo cual volvieron a pedir ayuda reiteradamente y sin ningún
resultado óptimo para su acuciante situación. Alrededor de las 12,50, la parturienta
comenzó a gritar en demanda de una solicitud urgente - que no venía -, pues había
llegado al límite de su aguante y el feto comenzaba a salir al exterior. Tras la
expulsión del mismo, sobrevino la llegada de la matrona, quien al ver la emergencia
optó por llevar a Leticia definitivamente al quirófano donde fue atendida por uno de
los médicos del doctor Luis Alberto, el doctor Narciso, quién se ocupó de la
extracción de la placenta.... (....) Debido a las trágicas circunstancias, la supervivencia
del niño fue escasísima, produciéndose la muerte instantes después de la extracción
del cordón umbilical. Posteriormente se personó el doctor Luis Alberto, arguyendo
que solamente había recibido un aviso - de los tres que dijo haber puesto la matrona -
y se había apresurado a acudir..." En la entradilla del reportaje se hacía constar,
255
igualmente, que el matrimonio había presentado demanda judicial contra el doctor
Luis Alberto por la responsabilidad que pudiera tener en la muerte del feto, aserción
ésta que no se ajustaba a la realidad.

Presentada la querella el 30 de Septiembre de 1.983, su tramitación paralizada


desde el 7 de Julio de 1.986, fecha de un escrito de la representación procesal de los
querellantes (folio 10 del Rollo de Sala) solicitando se señalase fecha para la vista del
recurso de apelación contra el auto de procesamiento y se proveyera un escrito
anterior de la parte, hasta el 22 de Mayo de 1.987 (folio 81 vuelto del Rollo de
Apelación del auto de procesamiento), fecha en que se notificó al Ministerio Público
una providencia de 20 de Noviembre de 1.985 recaída en el Rollo formado para
sustanciar el aludido recurso de apelación, sin que durante ese tiempo la parte
querellante instase la tramitación del recurso.

2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:

FALLAMOS: Que debemos ABSOLVER y en consecuencia, ABSOLVEMOS


a los procesados Leticia, Franco, Rita y Andrés, de los delitos de injurias que se les
imputaban, declarando de oficio las costas del proceso.

Esta sentencia no es firme. Contra ella cabe interponer recurso de casación, que
habrá de prepararse en la forma prevista por los artículos 854 y 855 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, dentro de los cinco días siguientes a su última notificación
escrita.

Notifíquese la presente resolución al Ministerio Fiscal y a las demás partes


procesales.

3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


quebrantamiento de forma e infracción de Ley, por la acusación particular de Luis
Alberto, Narciso y de Elena que se tuvieron por anunciados, remitiéndose a esta Sala
Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias para su sustanciación y
resolución, formándose el correspondiente rollo y formalizándose el recurso.

4.- El recurso interpuesto por la representación de la acusación particular de


Luis Alberto, Narciso y Elena se basa en los siguientes MOTIVOS DE CASACION:

256
Por Quebrantamiento de Forma:

PRIMERO.- Por quebrantamiento de forma del nº 1º del artículo 851 de la Ley


de Enjuiciamiento Criminal, en su primer inciso, al no expresar la sentencia clara y
terminantemente cuales son los hechos que se consideran probados, en relación con la
omisión del relato fáctico de la totalidad del texto periodístico, con infracción del art.
1º de la Orden de 5 de Abril de 1.932, que establece la obligación de insertar, en la
redacción de la sentencia, el texto íntegro del artículo o suelto.

SEGUNDO.- Por quebrantamiento de forma del nº 1º tercer inciso, del artículo


851 de la Ley Rituaria, al consignarse como hecho probado que "su tramitación - de
la querella- estuvo paralizada desde...." concepto que, por su carácter jurídico y
equivalencia a la expresión legal del artículo 114 del Código Penal de que " se
paralice" el procedimiento " implica predeterminación del fallo estimatorio de la
excepción o artículo de previo pronunciamiento de prescripción del delito.

TERCERO.- Por quebrantamiento de forma del nº 1 del art. 850 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal, por denegación de la prueba documental propuesta en
tiempo y forma" consistente en que por el fedatario público de la Sección 2ª de la
Iltma Audiencia Provincial de Madrid se certifique sobre el estado y resultado del
alarde efectuado al jubilarse el que fue Presidente de dicha Sección Iltmo. Sr. D.
Faustino MOLLINEDO y el cese de la Administración de Justicia que tramitaba los
asuntos correspondientes al Juzgado nº 22 (Mañas), todo ello referido a las fechas
comprendidas entre los meses de Julio de 1.986 y Mayo de 1.987, ambos inclusive,
con indicación de las causas con preso existentes y número de asuntos pendientes de
señalamiento en dichas fechas".

Por Infracción de Ley y de Precepto Constitucional.

CUARTO.- Por infracción de Ley, al amparo del nº 1º del artículo 849 de la


Ley de Enjuiciamiento Criminal, en relación con el art. 5º.4 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial, por vulneración del derecho fundamental a utilizar los medios de
prueba pertinentes para su defensa, artículo 24.2 de la Constitución.

QUINTO.- Por infracción de Ley, al amparo del nº 1º del artículo 849 de la Ley
Rituaria, en relación con el art. 5º.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, por
257
vulneración de los derechos fundamentales consagradas en el art. 24.1 en cuanto
reconoce el derecho a obtener la tutela judicial efectiva con proscripción de la
indefensión, y el art. 24.2 de la Carta Magna ambos, en cuanto proclama el derecho a
un proceso sin dilaciones indebidas, todo ello referido a la apreciación de
prescripción del delito de injurias.

SEXTO.- Por infracción de Ley, al amparo del nº 1º del art. 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, en relación con el art. 5º.4 L.O.P.J. por vulneración del
artículo 18.1 de la Constitución, que garantiza el derecho al honor, bien jurídico
protegido en el delito de injurias, sin que concurran las circunstancias que la doctrina
jurisprudencial exige para que este derecho fundamental ceda, en caso de conflicto o
colisión, frente al derecho de información y a la libertad de expresión, también
reconocidos como derecho fundamentales en el artículo 20.1 d) y a), respectivamente.

SEPTIMO.- Por infracción de Ley, al amparo del nº 1 del artículo 849 de la


Ley de Enjuiciamiento Criminal, por violación de los artículos 457, 458.2º y 459
todos ellos del Código Penal, preceptos penales de carácter sustantivo que han sido
indebidamente inaplicados, al igual que la doctrina Jurisprudencial que los interpreta.

OCTAVO.- Por infracción de Ley, al amparo del nº 1º del artículo 849 de la


Ley Rituaria, por violación por aplicación indebida del artículo 114 del Código Penal,
precepto penal de carácter sustantivo.

5.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto la Sala admitió el


mismo, quedando conclusos los autos para señalamiento da fallo cuando por turno
correspondiera.

6.- Hecho el señalamiento para el fallo, se celebró la votación prevenida el día


10 de Septiembre de 1.993.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- Con carácter previo alega el primer motivo del recurso, con base
en el artículo 851,1º inciso primero de la Ley de Enjuiciamiento Criminal,
quebrantamiento de forma por no expresar la sentencia clara y terminantemente los
hechos que se declaran probados. En opinión de los recurrentes no se han recogido en
los hechos probados la integridad del artículo periodístico, una carta del matrimonio
258
acusado y el contenido de unos escritos de la acusación a los que la sentencia hace
referencia.

No puede estimarse el motivo porque no se dan las circunstancias precisas


según reiterada doctrina para su admisión. El contenido de los hechos probados no
resulta oscuro ni ininteligible ni tampoco insuficiente, recogiendo todos los datos
precisos sobre los autores, fechas y contenido del artículo periodístico, no estando los
Tribunales de instancia obligados a consignar datos o circunstancias alegadas por las
parts que considere innecesarios sino solo los suficientes para aplicar la calificación
jurídica determinante del fallo (sentencia de 6 de Abril de 1.993). En consecuencia
siendo comprensible lo que se expresa en la sentencia no puede apreciarse la falta de
claridad alegada (sentencia de 27 de Marzo de 1.993).

También denuncia quebrantamiento de forma el segundo motivo de recurso,


introducido en base al artículo 851,1º, inciso tercero de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, por utilizarse, en opinión de los recurrentes, en la redacción de los hechos
probados la expresión de que la tramitación de la querella "estuvo paralizada" que
constituye concepto que implica determinación del fallo.

Básicamente tal modalidad de quebrantamiento de forma ocurre cuando se


sustituye un hecho ó serie de hechos del elemento fáctico por un concepto jurídico,
anticipándose así irrazonadamente el proceso de subsunción jurídica que ha realizarse
en momento posterior. Requiere esta infracción formal la utilización de expresiones
jurídicas definitorias de la esencia del tipo, solo asequible a juristas y no y no
utilizadas por el lenguaje común, que tengan un efecto causal del fallo y que, si
fueran suprimidas en la redacción de hechos, la dejarían sin base (sentencia de 19 de
Abril de 1.993). No es el caso de la expresión empleada "estuvo paralizada" que es
fácilmente comprensible a cualquier hispanoparlante y no requiere para ser entendida
poseer especiales conocimientos jurídicos.

Por ello también, este motivo debe ser desestimado.

Un tercer motivo se plantea en este recurso por quebrantamiento de forma al


amparo del artículo 850,1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al denegarse una
prueba documental consistente en certificación sobre el estado y resultado de un

259
alarde efectuado al jubilarse el anterior señor Presidente de la Sección de la
Audiencia que ha conocido del caso. Propuesta tal prueba y admitida en un principio,
luego fue expresamente denegada en providencia de 30 de Diciembre de 1.991 y,
aunque, dicen los recurrentes haber formalizado protesta al iniciarse el juicio oral,
reconocen no constar en el acta del mismo.

Es precisamente la falta, reconocida por los recurrentes, de este imprescindible


requisito de protesta formal y temporánea exigido por el último párrafo del artículo
855 de la Ley de Procedimental y recogido en constante jurisprudencia, que hubiera
podido determinar la inadmisión, la razón de la inviabilidad del motivo, que debe ser
desestimado.

SEGUNDO.- Tres motivos del recurso, cuarto, quinto y octavo, se utilizan al


amparo del artículo 849,1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, denunciando
infracción de Ley, refiriéndose uno a infracción por la sentencia de instancia al
apreciar la prescripción del delito, vulnerando con ello los derechos fundamentales de
tutela judicial efectiva, con proscripción de la indefensión y a un proceso sin
dilaciones indebidas, recogidos en los párrafos 1 y 2 del art. 24 de la Constitución
Española, alegando otro aplicación indebida del artículo 114 del Código Penal y
señalando el tercero, a través de del artículo 5,4 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, vulneración del derecho fundamental a utilizar los medios de prueba
pertinentes para su defensa recogido en el artículo 24.2 y conculcado al denegarse por
el Tribunal de instancia la prueba solicitada de incorporación a la causa de
certificación del alarde a que se ha referido el motivo tercero del recurso.

Reiteradamente ha declarado el Tribunal Constitucional que el sentido y


alcance que ha de darse a la prescripción como causa extintiva de la responsabilidad
penal es una cuestión de mera legalidad cuya apreciación corresponde a los
Tribunales ordinarios y no es procedente que el Tribunal Constitucional entre a
conocer de esta cuestión desde la perspectiva del derecho a la tutela judicial efectiva
(sentencia del Tribunal Constitucional 224/91, de 25 de Noviembre). Esta Sala desde
hace ya algún tiempo se ha inclinado en su doctrina a afirmar resueltamente la
naturaleza material de la prescripción en el campo penal que determina su admisión
en todo caso en que se advierta la concurrencia de sus dos presupuestos: paralización
260
del procedimiento y transcurso del lapso de tiempo legalmente establecido (sentencia
de 18 de Junio de 1.992) y ello es así aún en caso de deficiencias procesales que
hayan determinado la paralización del procedimiento (sentencia de 10 de Febrero de
1.993) siempre que en esa situación haya transcurrido el lapso de tiempo señalado por
la Ley.

Se ha comprobado en el caso presente que la causa ha estado paralizada por un


período de tiempo superior a seis meses sin que, antes de terminar ese lapso de
tiempo, se haya instado por los querellantes la continuación del trámite. Como ha
declarado la sentencia de instancia, no era posible más que admitir haberse producido
la prescripción del delito de injurias por transcurso del tiempo que establece el
artículo 113 del Código Penal sin actividad procesal, y sin que fuera preciso
distinguir cuales hubieran podido ser las causas que determinaron la detención del
trámite. No resultaba por ello pertinente la realización de una prueba tendente a
demostrar las causas de la detención del procedimiento judicial, prueba por cuya
denegación se utiliza el cuarto motivo de este recurso. Su denegación no infringe el
derecho constitucional a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, ni,
como recoge la doctrina constitucional citada, apreciar haberse producido la
prescripción, el derecho a tutela judicial efectiva a que se refiere el motivo quinto. Ni
tampoco cabe interpretar el artículo 114 del Código Penal en el sentido de que deba
aplicarse distinguiendo cuales sean las causas de paralización de procedimiento,
extremo a que se refiere el motivo octavo del recurso.

Los tres motivos, cuarto, quinto y octavo, deben ser desestimados.

TERCERO: El sexto motivo del recurso denuncia, por la vía del artículo 849,1º
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal en relación con el artículo 5º,4 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial, vulneración del artículo 18,1 de la Constitución
Española, que garantiza el derecho al honor, sin que por ello concurrieran
circunstancias de las exigidas jurisprudencialmente para que este derecho ceda ante el
derecho a la información y la libertad de expresión.

La protección del honor da fundamento a las acciones para defenderlo en caso


de delitos de calumnia e injurias, que son contemplados en el Código Penal en un

261
título común a ambos, el X del libro II, denominado "De los delitos contra el honor".
Pero es obvio, que el ejercicio de acciones penales por la supuesta comisión de
delitos no puede determinar que necesariamente los Tribunales, dicten en todo caso
sentencias condenatorias, absurdo que constituiría precisamente lo contrario a la
función de la justicia penal que se concreta en decidir, razonadamente y en base a las
pruebas practicadas, condenas o absoluciones, según las conclusiones a que en cada
caso concreto hayan llegado los juzgadores.

No cabe en el caso presente, en el que se ha comprobado la prescripción del


delito y, por ello, dictado sentencia absolutoria, afirmar que esta sentencia ha
vulnerado el principio constitucional garante del derecho al honor.

Procede pues, desestimar el motivo.

E igual suerte ha de correr el séptimo de los motivos utilizados que, al amparo


del artículo 849, 1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, alega infracción de los
artículos 457, 458,2º y 459 del Código Penal por no haber sido aplicados al caso. Es
obvio que, si la responsabilidad penal por delito ha quedado extinguida, no es
procedente aplicar los preceptos substantivos sancionadores de un delito por el que la
responsabilidad penal ha dejado de existir. Por ello también este último motivo de
recurso debe ser desestimado.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS NO HABER LUGAR AL


RECURSO DE CASACION por infracción de Ley, interpuesto por Luis Alberto ,
Narciso y Elena , contra sentencia dictada por la Sección 17ª de la Audiencia
Provincial de Madrid, de fecha 10 de Marzo de 1.992 en causa seguida por delito de
injurias en la que ejercitaban la acusación particular.

Condenamos a dicho recurrentes al pago de las costas causadas en el presente


recurso. Y comuníquese la presente resolución a la mencionada Audiencia a los
efectos procesales oportunos, con devolución de la causa que en su día remitió.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo


pronunciamos, mandamos y firmamos.

262
20-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 28 DE FEBRERO DE
1995

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- El Juzgado de Instrucción número 24 de Madrid instruyó sumario con el


número 13 de 1.991 contra Jose Ángel, y, una vez concluso, lo remitió a la Audiencia
Provincial de Madrid, Sección Sexta, que, con fecha 3 de junio de 1.994, dictó
sentencia que contiene los siguientes Hechos Probados: Que el procesado Jose Ángel,
mayor de edad, con antecedentes penales cancelables, como consecuencia de sus
malas relaciones con los querellantes Pablo y Bernardo, hermano y primo
respectivamente del procesado, con los que ha mantenido diversos procedimientos
judiciales cuyo origen se halla en el testamento hereditario dejado por su padre, el día
2 de marzo de 1.989, sobre las 19 horas y 30 minutos en el programa de radio
"DIRECCION000" emitido por "DIRECCION001", realizó entre otras, las siguientes
declaraciones, referidas a los querellantes: "Bueno, mi padre era el mayor accionista
de los DIRECCION002 , y entonces, pues dejó un testamento. En ese testamento
obligaba a que se siguiera la unidad de explotación de sus negocios, que eran:
DIRECCION003, DIRECCION004, y una sociedad que cotizaba en bolsa que se
llamaba DIRECCION005". "Entonces, efectivamente, como mi hermano era el
mayor, pues se quedó como administrador del tema".

"Y el año 1.984 finales, primero del 85, más o menos, entraron en
negociaciones con, junto con mi primo Bernardo ¿eh? que, que vamos, es un señor
que ha estado de Consejero Delegado del DIRECCION006..., y que ha salido más o
menos de ahí por una serie de problemas que ha habido con todo este tema
también,...y que ahora además está montando un Banco privado, pues con el dinero
prácticamente que me ha robado a mí. Bueno, el caso es que hicieron la operación del
siglo, vendieron en un montón de miles de millones todo esto y entre, bueno, pues mi
hermano y digamos, el Consejero Delegado del DIRECCION006, que era el Albacea
principal del tema de mi padre, pues se quedaron con el dinero...”. "Pero, vamos, que

263
lo que yo quiero decir que hasta qué punto estos sinvergüenzas, porque no tienen,
este, otro título, ¿Eh?, pues han hecho lo que han hecho ¿no?... Es decir, que siempre
el que tiene menos y el que es pobre somos los que salimos perdiendo". "Y están
acusados no de estafa, de apropiación indebida y de un montón de cosas más". "Y lo
que no puede ser es que unos señores estén viviendo a lo grande y se estén costeando
una serie de cosas con un dinero que no les pertenece...". "Pero ya no me contento
con ésto, mi padre tenía 35 parcelas en la Moraleja en el Paseo DIRECCION007 y
también lo taparon no lo pusieron en el testamento, y entre mi primo y mi hermano,
pues se han hecho el reparto. ¿Sabe usted cuanto es eso más o menos?, unos dos mil y
pico de pesetas". "Es más, he tenido una serie de molestias por parte de mi primo y de
mi hermano, etc.; me he tenido que cambiar de casa porque estaba amenazado; tengo
el teléfono secreto, y bueno ahora parece que estoy un poco más tranquilo". Todas
estas expresiones son producto de las malas relaciones que mantiene con los
querellantes y que las profirió, sin ánimo de ofender, por la obsesión que tiene por
denunciar unos hechos que considera injustos.

2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:


FALLAMOS: Que absolvemos libremente a Jose Ángel del delito de injurias graves
por escrito y con publicidad de que era acusado por el Ministerio Fiscal y la
Acusación Particular en esta causa, declarando de oficio las costas originadas en este
juicio.

3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por


quebrantamiento de forma e infracción de ley, por los querellantes Pablo y Bernardo ,
que se tuvo por anunciado, remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo
las certificaciones necesarias para su sustanciación y resolución, formándose el
correspondiente rollo y formalizándose el recurso.

4.- El recurso interpuesto por los querellantes Pablo y Bernardo , lo basó en los
siguientes MOTIVOS DE CASACION: Primero.- Quebrantamiento de forma, al
amparo del artículo 851 nº 1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, en relación a las
reglas 2ª y 4ª, primero del artículo 142 de la misma Ley, al consignar la sentencia
impugnada como hecho probado, conceptos que por su carácter jurídico impliquen la
predeterminación del fallo; Segundo.- Infracción de ley al amparo del nº 1 del
264
artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al haberse infringido por
violación (no aplicación) el artículo 457 del Código Penal, en relación al artículo 458
párrafos 2º y 3º, 459 párrafo 1º y 463 párrafo 2º, todos ellos del Código Penal;
Tercero.- Infracción de ley, al amparo del nº 1, artículo 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, al haberse infringido, por no aplicación, el nº 1 del artículo
586 del Código Penal. Este motivo se alega con carácter subsidiario al motivo
segundo.

5.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto, solicitó la inadmisión


del mismo, impugnándolo subsidiariamente, quedando conclusos los autos para
señalamiento de fallo cuando por turno correspondiera.

6.- Hecho el señalamiento para el fallo, se celebró la votación prevenida el día


17 de febrero de 1.995.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

PRIMERO.- El primer motivo del recurso, con cita del artículo 851,1º, de la
L.E.Cr., en relación con las reglas 2ª y 4ª, primero, de la L.E.Cr., atribuye a la
sentencia haber incurrido en el vicio formal de "predeterminación del fallo", al
consignar como hecho probado, conceptos que por su carácter jurídico impliquen
dicha predeterminación. El Tribunal "a quo", después de relatar las expresiones del
querellado respecto a los querellantes, dice que las profirió "sin ánimo de ofender",
teniendo en cuenta que dicha expresión es similar a "sin ánimo de injuriar" y,
constituyendo el ánimo de injuriar un elemento del tipo penal de injurias, es obvio
que la expresión del elemento del tipo en los hechos probados, predetermina el fallo.

El motivo no puede prosperar. La locución a que se alude, señalándosela como


de indebida inserción en el presupuesto fáctico, no es reproducción ni coincide con
cualquier otra de las que se vale el legislador al configurar el delito contra el honor
que nos ocupa.

Hace referencia, es cierto, al elemento subjetivo del injusto, y sería más


correcta su sede en la fundamentación jurídica de la sentencia. Ya es frecuente en el
usus fori que los Tribunales anticipen en el factum la constancia de la finalidad o
intencionalidad que movió al agente al verificar los hechos, sin perjuicio de que se
265
abunde y trate sobre ello extensamente al configurar el sustrato o fundamentos
jurídicos de la resolución adoptada. No nos hallamos ante expresión provista de carga
jurídica, de modo que sólo fuera asequible para personas versadas en la ciencia del
Derecho, antes bien, es de hechura y significación vulgar, de perfecta asequibilidad
por cualquier persona de mínima cultura. La supresión ideal de la mención
entrecomillada no afectaría al contenido y tenor del relato histórico. En este caso,
además y cual cuida de resaltar el Ministerio Fiscal, se especifica en el relato de
hechos, que el actuar del acusado estaba guiado por la obsesión de denunciar unos
hechos que considera injustos, y por tanto, aun eliminada la frase que se señala, se
comprendería el sentido de la narración (Cfr. sentencias de 23 de diciembre de 1.991,
6 de febrero de 1.992 y 19 de abril de 1.993, entre otras). El motivo ha de ser, pues,
desestimado.

SEGUNDO.- El segundo motivo, al amparo del artículo 849,1º, de la L.E.Cr.,


lo es por infracción de ley, señalándose como infringidos los artículos 457 en relación
con el 458, párrafos segundo y tercero, 459, párrafo primero y 463, párrafo segundo,
todos ellos del Código Penal. El Tribunal -se expone-, en la sentencia impugnada, ha
incurrido en infracción de ley, al no estimar que las expresiones del querellado
constituyen objetivamente injurias graves equiparadas a las realizadas por escrito y
con publicidad, y al estimar que en los hechos enjuiciados no ha existido "animus
iniuriandi", cuando en realidad sí que ha habido tal ánimo, ya que la extraordinaria
gravedad de las expresiones vertidas y el medio empleado para hacerlas públicas
indican que existió "animus iniuriandi".

En el delito de injurias, aparte de la objetividad de las expresiones proferidas o


acciones ejecutadas, con su potencia y significado ofensivo o deshonroso, ha de hacer
acto de presencia y ser captado en su justa dimensión el llamado animus iniuriandi,
elemento subjetivo del injusto o, según otros, dolo específico superpuesto al genérico,
a modo de "plus" que lo enriquece y configura, tendente a ofender, vilipendiar o
atacar la dignidad humana y el respeto social que la misma merece. El delito de
injurias, particularmente incidente sobre el patrimonio moral de las personas, viene
caracterizado por una peculiar dinámica, perfectamente imbricadas palabras,
expresiones o actos, por sí mismos lacerantes, desvalorizadores o afrentosos, con un
266
especial "animus" tendente a escarnecer o vituperar a otro, en definitiva, y siguiendo
el texto legal, obrando en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona. No
perdiendo de vista, en atención a la aludida dimensión valorativa social del honor, la
movilidad que le es ínsita, tornando fluctuantes y relativos los conceptos y criterios
que animan y presiden esta parcela jurídico-penal. Derivando de ello que, a la hora de
buscar la subsunción de una conducta en el tipo del artículo 457 del Código Penal,
haya que estar no sólo al valor de las palabras o expresiones proferidas o acciones
ejecutadas, sino que, dado el carácter eminentemente intencional de este delito, habrá
de atender y estimar las circunstancias concurrentes en cada supuesto, realizando un
ponderado y reflexivo análisis de los factores coexistentes capaces de hacer
incardinar la conducta examinada en la figura penal de la injuria o, por el contrario,
extraerla de su seno, constante la ausencia del propósito tendencial infamatorio. Otros
"animus", singularmente el "informandi" o el "criticandi", y el mismo reivindicatorio
o defensivo, pueden aparecer antepuestos y sobreestimables sobre el "iniuriandi", con
virtud eliminadora o de desplazamiento del mismo (Cfr. sentencias de 12 de mayo y 6
de junio de 1.987 y 4 de octubre de 1.988, 16 de julio de 1.990 y 21 de mayo de
1.992, entre otras). Como toda cuestión de límites -cual se expresa en las sentencias
de 3 de junio de 1.985 y 16 de julio de 1.990- la determinación de hasta dónde llega
el lícito ejercicio del derecho a la crítica y censura -así como el de informar- y cuándo
se desbordan tales límites y se incide en lo punible, es algo que presenta, en gran
número de casos, verdadera dificultad, no pudiendo establecerse reglas apriorísticas,
sino que se ha de atender a la constelación de datos y circunstancias coexistentes,
dado el relativismo del delito de injurias.

Cual recoge en elegante y acertada síntesis la sentencia de 12 de abril de 1.991,


la circunstancialidad a que se viene haciendo referencia se identifica con la serie de
condicionantes que se mueven alrededor de los hechos para calibrar la exacta medida
de los mismos una vez que, dejando aparte las expresiones proferidas como dato
objetivo del injusto penal, es preciso valorar la intención, el dolo, el pensamiento y la
idea perseguida por el presunto infractor, bien entendido que por ser un sentimiento
interno, íntimo a la propia conciencia, escapa a una directa observación; sólo a base

267
de indicios y conjeturas, suficientemente acreditados, puede conocerse el verdadero
móvil anímico que guiara al sujeto activo.

TERCERO.- Partiendo de la intangibilidad de los hechos declarados probados,


en los mismos se reflejan las malas relaciones existentes entre el inculpado y los
querellantes, hermano y primo, respectivamente, del mismo, por causa de las
diferencias surgidas con motivo de la herencia dejada por el padre del querellado y
testamento que la ordena. Han mantenido y pendían diversos procedimientos
judiciales, y en su intervención el acusado obraba impulsado "por la obsesión que
tiene por denunciar unos hechos que considera injustos".

Para la sentencia, y trayendo a colación la doctrina jurisprudencial sobre la


materia, la intención maliciosa -ánimo de injuriar- desaparece cuando el que ejecuta
los actos presuntamente injuriosos se mueve a impulsos distintos, como puede ser
criticar, informar o defender con ese procedimiento unos derechos que estima
vulnerados. Ha de resaltarse -se dice en la sentencia- que en la declaración del propio
acusado, tanto en la prestada en el acto del juicio oral, como en la fase sumarial, ha
negado en todo momento que tuviera consciencia o ánimo de ofender, y sólo de
informar sobre una situación que arrastra desde la muerte de su padre y que tiene su
origen en la partición de herencia de la que considera no se han respetado sus
derechos, lo que le ha llevado a instar diversos procedimientos judiciales originando
unas malas relaciones con los querellantes. Para la Sala estas circunstancias
produjeron tal obcecación u obsesión en el procesado que fue el motivo que le llevó,
sin consciencia del insulto, a realizar las declaraciones objeto de autos, describiendo
una situación que considera injusta y unos derechos que estima vulnerados. Hay, sin
duda, una impresión flotante de que el acusado, un tanto encerrado en las ideas
expuestas, obsesionado por la convicción de haber sido despojado de bienes que le
correspondían, todo ello con notable repercusión económica, actuó con la intención
de denunciar determinados hechos. Ello hace -cual también estima el Ministerio
Fiscal- que las palabras proferidas, objetivamente contrarias al honor, en el contexto
en que fueron emitidas, adquieran otra dimensión, y no sean tanto exponente de una
voluntad tendente a lesionar el honor de unas personas, como de defender lo que
considera sus derechos. El motivo, ha de ser, pues, desestimado. Inexistente el
268
animus iniuriandi, tampoco pueden considerarse las expresiones utilizadas y que el
factum recoge, como constitutivas de la falta del artículo 586,1º. Con lo que decae y
es desestimado el motivo tercero en el que con base en el artículo 849,1º, de la
L.E.Cr., se denuncia aplicación indebida del artículo referido.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS NO HABER LUGAR AL


RECURSO DE CASACION por quebrantamiento de forma e infracción de ley,
interpuesto por los querellantes Pablo y Bernardo, contra sentencia dictada por la
Audiencia Provincial de Madrid, Sección Sexta, de fecha 3 de junio de 1.994, en
causa seguida contra el querellado Jose Ángel, por delito de injurias graves por
escrito y con publicidad.

Condenamos a dichos recurrentes al pago de las costas ocasionadas en el


presente recurso, con pérdida del depósito que constituyeron. Y comuníquese la
presente resolución a la mencionada Audiencia a los efectos procesales oportunos,
con devolución de la causa, que en su día se remitió.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo


pronunciamos, mandamos y firmamos PUBLICACION.- Leída y publicada ha sido la
anterior sentencia por el Magistrado Ponente Excmo. Sr. D. Ramón Montero
Fernández- Cid, estando celebrando audiencia pública en el día de su fecha la Sala
Segunda del Tribunal Supremo, de lo que como Secretario certifico.

21-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 9 DE JULIO DE 1994

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- El Juzgado de Instrucción número 28 de Madrid instruyó sumario con el


número 60 de 1987 contra Francisco y, una vez concluso, lo remitió a la Audiencia
Provincial de dicha Ciudad que, con fecha 23 de octubre de 1993, dictó sentencia que
contiene los siguientes: "HECHOS PROBADOS: En la madrugada del día 6 de
269
febrero de 1.987, se suicidó el joven Germán, hecho que fue ampliamente divulgado
y comentado por diversos medios de comunicación de ámbito nacional que, en unos
términos o en otros, relacionaron la decisión de Germán con la condena como autor
de un delito de escándalo público de que había sido objeto en sentencia dictada por la
Audiencia Provincial de Badajoz el 24 de Noviembre de 1.986 y recaída en el
sumario nº 1/86 del Juzgado de Instrucción de Llerena, en el que recayó la prisión
acordada por el Juez de Instrucción de Llerena del 3 al 11 de Febrero de 1.986, a raíz
del requerimiento que el día 2 de febrero había hecho D. José, en su calidad de Juez
de Distrito de la localidad de Azuaga, para que avisaran a unos miembros de la
Policía Municipal, al observar en un establecimiento público y concurrido a Germán
y su novia en actitudes que entendió eran ofensivas para la moral pública.

El procesado Francisco, mayor de edad y sin antecedentes penales, ofuscado


ante la noticia que conoció por T.V., porque podía haberle ocurrido eso a sus hijos,
publicó en la tercera página del periódico " DIRECCION000 ", de difusión nacional y
editado por "Información y Prensa, S.A.", correspondiente al día DIRECCION001,
un artículo periodístico en el que se vierten, entre otras, las siguientes consideraciones
dirigidas a José: "Tiene una mirada entre boba, torpe y sucia, que no fija sus pupilas,
sino que las marea en un vuelo de círculos concéntricos. Hay algo de ave boba en su
semblante, y una cínica y torpe suficiencia de pueril autojustificación, de un plácido
sueño por haber aplicado la Ley con buen acuerdo, y no sentirse, en absoluto,
responsable de un brote primaveral hecho ceniza. Juez ¿Juez? ¡Juez! Acaso sea ésta la
única misión entre el gran abanico de posibilidades laborales para las que no está de
ningún modo capacitado..."".

2.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento:


"FALLAMOS. Que debemos ABSOLVER Y ABSOLVEMOS al acusado Francisco,
del delito de desacato, declarando la PRESCRIPCION del delito de injurias de que
venía acusado, con declaración de las costas de oficio.

Notifíquese esta sentencia a las partes haciéndoles saber que contra la misma
pueden interponer Recurso de Casación, ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo,
por infracción de Ley o quebrantamiento de forma, en el plazo de CINCO DIAS, a
contar desde la última notificación." 3.- Notificada la sentencia a las partes, se
270
preparó recurso de casación por quebrantamiento de forma e infracción de Ley por la
acusación particular José, que se tuvo por anunciado, remitiéndose a esta Sala
Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones necesarias para su sustanciación y
resolución, formándose el correspondiente rollo y formalizándose el recurso.

4.- La representación de la acusación particular, basa su recurso en los


siguientes MOTIVOS DE CASACION:

PRIMERO.- Al amparo de lo establecido en el artículo 851.1 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal, por haberse producido quebrantamiento de forma en la
sentencia recurrida al no recoger en su hecho probado íntegramente el artículo
periodístico que dio origen a la querella criminal interpuesta por Don José , y al que
sólo se hace referencia con carácter genérico.

SEGUNDO.- Al amparo de lo establecido en el artículo 849.1 de la LECrim.,


por vulneración de lo establecido en el artículo 114 del Código Penal.

TERCERO.- A tenor de lo establecido en el artículo 849.1 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal por vulneración de lo establecido en el artículo 244 del
Código Penal.

5.- El Ministerio Fiscal se instruyó del recurso así como la parte recurrida,
impugnando la misma el mencionado recurso. La Sala admitió el mismo, quedando
conclusos los autos para señalamiento de Vista cuando por turno correspondiera.

6.- Hecho el señalamiento, se celebró la Vista prevenida el día 28 de junio del


corriente año, con asistencia del Letrado recurrente D. Luis Fernando Lujan de Frías,
informando en apoyo de su escrito de formalización y solicita que se dicte sentencia
de acuerdo por sus pedimentos. El Letrado recurrido D. Gonzalo Casado quien
impugna los tres motivos del recurso y también el motivo segundo apoyado en este
acto por el Ministerio fiscal, quien impugna los dos restantes y, como se ha dicho
apoya el segundo de los motivos del escrito de formalización.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

271
PRIMERO.- El motivo inicial del recurso y único por quebrantamiento de
forma tiene sede procesal en el inciso primero del artículo 851-1º de la Ley de
Enjuiciamiento criminal y en él se alega la existencia del vicio sentencial de falta de
claridad del relato fáctico de la sentencia sometida a recurso por la falta de
transcripción en aquél del texto íntegro de la carta al director remitida por el acusado
y que se publicó en un diario de difusión nacional, lo que en el sentir del recurrente
incidió en una vulneración del deber de motivar la resolución exigida por el artículo
120.3, en relación con el 24, de la Constitución. Antes de examinar tal motivo
conviene recordar "in limine litis" que si bien el artículo 10 de la Orden Ministerial
de 5 de abril de 1932 no es, dada su jerarquía normativa, considerable más que como
un puro criterio orientador y no como una norma de obligada observancia, lo cierto es
que el mismo imponía la recomendación de que en los delitos de esta naturaleza se
efectuase la transcripción íntegra del texto, lo que no era otra cosa que simple
consecuencia de una copiosa doctrina jurisprudencial expresiva de la precisión en los
delitos contra el honor de atender a todas las circunstancias para enjuiciarlos
adecuadamente. Y tal necesidad de transcripción viene también impuesta por la
propia mecánica de la casación (Artículos 849-1º y 884-3º de la LECrim.) por
corriente infracción de ley: "dados los hechos declarados probados"; pues el artículo
899 de la misma no permite "integrar" los hechos.

En este sentido, la STS. de 2 de junio de 1986.

SEGUNDO.- Establecidas tales premisas conviene recordar que la falta de


claridad se eleva en ocasiones a producción de la indefensión cuya interdicción
proscribe en todo caso el artículo 24 citado de la norma suprema del ordenamiento
jurídico español, pues como recuerda nuestra STS. 1000/1994, de 31 de mayo, la
indefensión tiene lugar cuando se priva al justiciable de alguno de los instrumentos
que el ordenamiento pone a su alcance para la defensa de sus derechos (SS.TC.
145/1990, 106/1993 y 366/1993) o cuando mediante esa infracción formal se produce
un efecto material de indefensión, un menoscabo real y efectivo del derecho de
defensa (SS.TC. 149/1987, 155/1988 y 149/1993). De igual modo el TC (SS.
48/1986, 12/1987 y 140/1994, entre muchas) que se produce indefensión cuando
existe privación o minoración sustancial del derecho de defensa.
272
Y ello es lo que ocurre en casos como el presente, ya que la omisión de datos
necesariamente probados (lo que elimina la precisión de acudir a la vía impugnativa
prevista en el artículo 849-2º de la LECrim.) obtura sus posibilidades impugnativas
en un recurso extraordinario como el de casación e impide --lo que es una de las
finalidades esenciales de la exigencia constitucional de motivar: Cfr. S.TC. 55/1987,
de 13 de mayo)-- el control por parte del tribunal superior al que se encomienda la
decisión del recurso.

Esta Sala ha subrayado con insistencia que la función del relato fáctico no es
otra que la de ser un elemento esencial dentro de la estructura motivadora, o una nota
básica del sistema fundamentador y que como tal repercute sobre las restantes. Así,
entre otras muchas, en las recientes SS.TS. 1.230/1992, de 1 de junio, 2.477/1993, de
8 de noviembre, y 2.961/1993, de 30 de diciembre, hemos dicho que <<el hecho que
constituye el objeto de proceso penal es el conjunto de los requisitos mínimos que
concurren a perfilar en un plano histórico un cierto acaecer que encuentra dentro de sí
los extremos previstos en una hipótesis normativa.

Y ello indicado, es obvio que al no expresar la sentencia cómo se produjo la


actuación del querellante si como simple denunciante o si ordenó a los agentes
policiales la detención, tal omisión repercute gravemente sobre la subsunción en el
tipo penal de injuria o en el de desacato (tal confusamente tratada en la
fundamentación jurídica de la sentencia sometida a recurso), lo que entre otras cosas
sería esencial para determinar si se había producido la extinción de la responsabilidad
criminal por aplicación de la prescripción.

En consecuencia, procede la estimación de este único motivo por


quebrantamiento de forma.

FALLO:

QUE DEBEMOS DECLARAR Y DECLARAMOS HABER LUGAR AL


RECURSO DE CASACION estimando el motivo por quebrantamiento de forma,
interpuesto por la representación de la acusación particular D. José , contra sentencia
de la Audiencia Provincial de Madrid, Sección 2ª, de fecha veintitrés de octubre de
mil novecientos noventa y tres, y en su virtud, CASAMOS Y ANULAMOS dicha

273
sentencia, declarando la nulidad de la misma y que se dicte otra transcribiendo
literalmente la totalidad de la carta al director del diario y precisando la forma en que
se produjo la intervención en los hechos del querellante; declarando de oficio las
costas y con devolución del depósito en su día constituido por dicho recurrente.

22-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 12 DE MAYO DE


1987

ANTECEDENTES DE HECHO:

1.- El Juzgado de Instrucción número 7 de los de Barcelona, instruyó sumario


con el número 95 de 1.983, contra Francisco, y, una vez concluso lo remitió a la
Audiencia Provincial de dicha Capital, que con fecha 4 de junio de 1.984, dictó
sentencia que contiene el siguiente hecho probado: 1 RESULTANDO: Probado y así
se declara que el procesado Francisco, mayor de edad y sin antecedentes penales,
disponiendo por su condición de fotógrafo de un negativo con la imagen de Lorenza
que había acudido a su estudio para ser fotografiada con el fin de obtener la
renovación de su documento nacional de identidad, teniendo clara conciencia de que
con ello mancillaba el concepto público en el que era tenida aquélla en el pueblo de
Santa Cruz de Mudela, remitió a la revista "Climax" que se editaba en esta ciudad de
Barcelona, una carta manuscrita en la que describía las relaciones incestuosas que
mantenían una madre y su hijo, acompañando la fotografía de la querellante que
apareció en dicha publicación junto con la carta en fecha 6 de noviembre del año
1.978, dando a entender que Lorenza tenía contactos sexuales con su propio hijo con
el que dormía describiendo pormenorizadamente éstos, así como primer coito. La
revista en cuestión, al ser de tirada nacional fue distribuida en Santa Cruz de Mudela
donde al ser adquirida por los vecinos de la localidad se produjo el público
conocimiento de los falsos hechos que en su apariencia atribuían la autoría a la mujer,
produciendo el natural daño en su honestidad.- 2.- La Audiencia de instancia estimó
que los indicados hechos probados son constitutivos de un delito de injurias previsto
y sancionado en el artículo 459 en relación con el apartado 2 del también artículo

274
458, ambos del Código Penal vigente, siendo responsable en concepto de autor el
acusado Francisco, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal y contiene el siguiente pronunciamiento: FALLAMOS: Que
debemos condenar y condenamos a Francisco , como autor responsable de un delito
de injurias precedentemente definido, sin la concurrencia de circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal a la pena de UN MES Y UN DIA DE
ARRESTO MAYOR y multa de 50.000 pesetas con arresto sustitutorio de
veinticinco días en caso de impago, a las accesorias de suspensión de todo cargo
público, profesión, oficio y derecho de sufragio durante el tiempo de la condena y al
pago de las costas procesales, así como a que abone a Lorenza la cantidad de 500.000
pesetas como indemnización de perjuicios. Declaramos la solvencia de dicho
procesado aprobando el auto que a este fin dictó el Juzgado Instructor en el ramo
correspondiente.- 3.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de
casación por quebrantamiento de forma e infracción de Ley por el procesado
Francisco, que se tuvo por anunciado remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal
Supremo las certificaciones necesarias para su sustanciación y resolución,
formándose el correspondiente rollo y formalizándose el recurso.- 4.- La
representación del procesado Francisco, basa el presente recurso en los siguientes
motivos:

PRIMERO: Por quebrantamiento de forma se invoca al amparo del artículo 850


de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ya que la Sala sentenciadora denegó la prueba
testifical que había sido propuesta por la representación recurrente, conforme autoriza
el artículo 659 de la misma Ley, en el escrito de calificación provisional. Es motivo
de casación -dice la defensa- del número que venimos examinando, al no acceder la
Sala de Audiencia a la suspensión de las sesiones del juicio oral solicitada por la
defensa, sin haber razonado el Tribunal su negativa y sin haberse acreditado la falta
de citación de uno de los testigos. POR INFRACCION DE LEY.-

PRIMERO.- Infracción de Ley por indebida aplicación del artículo 14 del


Código Penal, de la narración fáctica de los hechos imputados al procesado, no
resulta procedente la aplicación de este precepto legal. Al final de las alegaciones la

275
defensa dice: AUTORIZA este motivo de casación, el número 1 del artículo 849 de la
Ley de Enjuiciamiento Criminal.-

SEGUNDO.- Infracción de Ley por indebida aplicación del artículo 458


número 2 del Código Penal. En la relación de hechos probados, no es de deducir los
requisitos esenciales para la existencia de este delito. Autoriza este motivo -dice al
final de las alegaciones- el número 1 del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal.-

TERCERO.- Infracción de Ley por indebida aplicación del artículo 459 del
Código Penal. Los hechos que se imputan al procesado en la sentencia que se recurre,
carecen de entidad para la aplicación de la pena que se señala, Autoriza este motivo
de casación el número 1 del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.- 5.-
El Ministerio Fiscal se instruyó del recurso, la Sala admitió el mismo, quedando
conclusos los autos para señalamiento de vista cuando por turno correspondiera.- 6.-
Hecho el señalamiento se celebró la vista prevenida el día veintiocho de abril último,
con la asistencia e intervención del Letrado del recurrente Don Andrés Dafauz Gil
quien mantuvo su recurso y el Ministerio Fiscal que impugnó todos los motivos del
recurso.-

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

Primero.- Como motivo de casación por quebrantamiento de forma, y


acogiéndose al cauce del artículo 850 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, se
denuncia haberse denegado la prueba testifical que había sido propuesta, conforme
autoriza el artículo 659 de la Ley Procesal, en el escrito de calificación provisional,
no accediendo la Sala de instancia a la suspensión de las sesiones del juicio oral ante
la incomparecencia de un testigo. Son requisitos precisos para que la denuncia
casacional pueda propiciar el reexamen o revisión acerca de la fundabilidad y
procedencia de la denegada suspensión del juicio los siguientes: 1) que la concreta
diligencia de prueba cuya práctica no se realizó, ante la prosecución del juicio, se
hubiese propuesto anteriormente en tiempo y forma oportunas; 2) que la misma haya
merecida la declaración de pertinencia del Tribunal y, por ende, estuviese
procesalmente programada su realización; 3) que ante la decisión judicial no

276
atendiendo la solicitud de suspensión se hubiese constatado formalmente la
preceptiva protesta; tratándose de prueba testifical propuesta e impracticada, han de
haberse consignado a su tiempo los extremos del interrogatorio a formular, a fin de
que el Tribunal quede debidamente informado del contenido de la prueba fallida y, de
ese modo, pueda calibrar y ponderar la importancia de las manifestaciones de los
testigos incomparecidos para el esclarecimiento y dilucidación de las cuestiones
fácticas debatidas; así lo vienen a precisar las sentencias, entre muchas, de 13 de
mayo y 26 de noviembre de 1.986, 5 de febrero y 28 de abril de 1.987. Por parte del
recurrente se dio cumplimiento a las exigencias legales puestas a su cargo, pero el
Tribunal no accedió justificadamente a la suspensión instada, atendiendo la
recomendación del artículo 801 de la Ley Procesal, que, en postura restrictiva y
cercenadora de la discrecionalidad judicial, prescribe que "no se suspenderá el juicio
por la incomparecencia de... testigos, cuando éstos hubieren declarado en el sumario
y el Tribunal se considere suficientemente informado con la prueba practicada para
formar juicio completo sobre los hechos"; el testigo Pedro declaró en el sumario, y la
pregunta que se reservaba hacer la representación del procesado era inoperante, ya
que la actuación injuriosa que le viene imputada en nada cambia por la circunstancia
de que la leve franja que oculta los ojos de la ofendida, en la fotografía publicada, la
hubiese efectuado aquél, cuando la identificación de la señora fue fácil dados los
rasgos fisonómicos de la misma y las características de la fotografía.
Contradiciéndose, de otra parte, el tenor de la pregunta con la actitud del inculpado a
lo largo del proceso, negativa de su autoría e intervención en los hechos atribuidos.
En consecuencia, ha de decretarse la inadmisión del motivo.- Segundo.- Al bien
jurídico del honor se le confiere por el hombre acusada importancia, tanto por la
consideración espiritual de que un orden racional y ético de la vida, asentando la
dignidad personal, constituye un bien natural y una conciencia de valor fuente de
satisfacción y equilibrio psíquico, como atendiendo a la valoración social estimativa
de aquel bien que, malograda, conlleva males y daños de diversa naturaleza para la
persona vilipendiada o mancillada en el buen crédito que haya de merecer a sus
semejantes. De ahí el concepto normativo-fáctico del honor que ve en el mismo un
complejo bien jurídico integrado por apreciaciones individuales e intrínsecas y por
otras de signo externo y colectivista, no olvidando la dignidad del ser humano y el
277
conjunto de valores éticos y sociales de actuación que le acompañan; el honor, en
definitiva, se halla transido de socialidad, apareciendo, en su vertiente exterior y
objetiva, como reflejo del juicio de valor de los componentes del grupo social, lo que
determina la repercusión y huella que cualquier ataque al mismo puede suponer en las
relaciones sociales. El alto sentido ético que, como sustancia o núcleo más
caracterizado, preside en todo momento la concepción del honor, como uno de los
fundamentales derechos constitucionalmente reconocidos (artículo 18.1, de la
Constitución), y la onda de consecuencialidad dañosa que derivaría de su falta de
tutela, justifican la penalización de aquellas conductas que dolosamente inciden sobre
el mismo, lastimándolo y lesionándolo en su esencia y manifestaciones. El delito de
injurias, particularmente incidente sobre el patrimonio moral de las personas, viene
caracterizado por una peculiar dinámica, perfectamente imbricadas palabras,
expresiones o actos, por sí mismos lacerantes, desvalorizadores o afrentosos, con un
especial animus tendente a escarnecer o vituperar a otro, en definitiva, y siguiendo el
texto legal, obrando en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona. No
perdiendo de vista, en atención a la aludida dimensión valorativa social del honor, la
movilidad que le es ínsita, tornando fluctuantes y relativos los conceptos y criterios
que animan y presiden esta parcela jurídico-penal. Derivando de ello que, a la hora de
buscar la subsunción de una conducta en el tipo del artículo 457 del Código Penal,
haya que atender no sólo al valor de las palabras o expresiones proferidas o acciones
ejecutadas, sino también a las circunstancias, más o menos accidentales, en que se
producen, tales lugar, tiempo, personalidad y cultura de ofensor y agraviado, así
como a las ideas, sentimientos y costumbres del agregado social en cuyo seno se
originan y desarrollan los hechos.- Tercero.- El procesado dispuso, por su condición
de fotógrafo, de un negativo de la fotografía que la querellante se hizo en su estudio
con destino a la renovación del carnet de identidad, remitiéndola a la revista Climax",
que se editaba en Barcelona, acompañada de una carta manuscrita, que el primero
confeccionó fingiendo estar redactada por la persona fotografiada, en la que se
describían detalladamente las supuestas relaciones incestuosas mantenidas entre
aquélla y su hijo, con pormenorización de los actos que las integraban. La foto y el
texto de referencia fueron divulgados por la publicación indicada, llegando a
conocimiento de los vecinos del pueblo en donde residía Lorenza, que la identificaron
278
fácilmente pese a utilizarse un nombre supuesto en la firma y aparecer su imagen con
una leve franja en los ojos, al resultar ostensibles las facciones y busto de la misma.
El animus iniuriandi queda patente en la actuación del inculpado, consciente del
gravísimo quebranto que había de originarse a la ofendida con la atribución de tan
impúdicas, vergonzosas y antinaturales relaciones, desmereciendo ante la opinión
pública y suscitando con ello las consiguientes conflictividades familiares; elemento
subjetivo del injusto, dolo específico de un delito eminentemente tendencial, referido
animus implica el propósito de ofender, vilipendiar, desacreditar, vejar, menospreciar,
escarnecer, etc., a una persona, ofreciéndose como nervio o basamento cardinal de la
infracción injuriosa. La jurisprudencia, aún renuente al reconocimiento del dolus in re
ipsa (Sentencias de 7 de noviembre de 1.972 y 10 de abril de 1.982), admite la
presunción iuris tantum de referido ánimo en supuestos en que las frases empleadas
manifiesten objetivamente y revistan en sí trascendencia difamatoria (Sentencias de
24 de junio de 1.968, 25 de junio de 1.972, 4 de abril de 1.977, 25 de mayo de 1.979,
18 de septiembre de 1.986, etc.); correspondiendo probar al agente que produjo o
realizó las acciones injuriosas su desplazamiento por otro ánimo excluyente del
injusto típico, contrarrestador o anulatorio del mismo; así entre los animi impulsores
del proceder del sujeto, capaces de eliminar, neutralizar o desplazar el iniurandi,
figuran, entre los más caracterizados, el animus criticandi, el narrandi, el informandi,
el defendendi, retorquendi o iocandi, etc. Exigente todo ello -cual destaca la
jurisprudencia- de un ponderado y reflexivo análisis de los factores y circunstancias
coexistentes, capaces de hacer incardinar la conducta examinada en la figura penal o,
por el contrario, extraerla de su seno, constante la ausencia del propósito tendencial
infamatorio. Deseo de vilipendio, en el supuesto que se enjuicia, cual destaca la
sentencia de instancia, que guiaba al autor al unir al relato confeccionado la imagen
de una mujer cuyas facciones había conseguido retener en una cámara cuando aquélla
precisó de sus servicios para renovar su documento de identidad; deseo y finalidad
del escarnecer a la ofendida, que se deriva del propio proceder del remitente y que
éste no ha desvirtuado ofreciendo que otro cualquiera se superpone o prepondera
sobre el iniuriandi de suerte que lo anule o suprima.- Cuarto.- La adscripción de la
conducta del procesado al supuesto de injurias graves previsto y tipificado en el
número 2 del artículo 458 del Código Penal, se ofrece clara e incuestionable, dada la
279
índole afrentosa y desmerecedora en el concepto público que ha de merecer un vicio
o desviación sexual cual el atribuido. Consideración que se robustece y sube de grado
tratándose de injurias de las denominadas ilativas o explicativas, que por referirse a
hechos o conductas concretas implican ya un cierto cálculo o raciocinio que,
psicológicamente, las hacen de mayor complejidad que las simples y elementales
expresiones de insulto, y que, jurídicamente, deben tener una traducción valorativa de
mayor entidad, en relación con las simplemente imprecativas; doctrina alentada en
Sentencias, entre otras, de 20 de junio de 1.973, 21 de noviembre de 1.976, 10 de
marzo y 25 de octubre de 1.977 y 29 de noviembre de 1.985. La verificación del
hecho injurioso por escrito y con publicidad, derivados de la inserción de la
fotografía y supuesta carta en la revista "Climax", reclaman, cual se ha realizado por
la sentencia de instancia, la aplicación de la penalidad a que se refiere el artículo 459
del Código. En méritos a todo lo expuesto han de decaer, mereciendo su
desestimación, los motivos que el recurrente acumula de casación por infracción de
Ley; el primero, al amparo del artículo 849, 1, por indebida aplicación del artículo 14
del Código Penal, al no resultar debidamente justificada la perpetración del delito; el
segundo, igualmente por infracción de Ley, por indebida aplicación del artículo 458,
2, del Código Penal; y el tercero, siguiendo idéntico cauce procesal, por indebida
aplicación del artículo 459 del Código Penal.-

FALLO:

Debemos declarar y declaramos NO HABER LUGAR al recurso de casación


por quebrantamiento de forma e infracción de Ley, interpuesto por Francisco, contra
sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Barcelona, con fecha 4 de junio de
1.984, en causa seguida al mismo por delito de injurias. Condenamos a dicho
recurrente al pago de las costas ocasionadas en el presente recurso y a la pérdida del
depósito constituido que se dará destino legal. Comuníquese esta resolución a la
mencionada Audiencia a los efectos legales oportunos con devolución de la causa que
en su día remitió.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo


pronunciamos, mandamos y firmamos.

280
23-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 8 DE MAYO DE 1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que el fundamento de hecho de la sentencia recurrida dice así:


Primero: Resultando probado y así se declara: Que el día 1 de marzo de 1968, sobre
las diez de la mañana, encontrándose la niña Marta en una calle de la localidad de M.
de Y, a la puerta del procesado Cosme, mayor de edad, de excelente conducta y sin
antecedentes penales, se asomó éste a la ventana y dirigiéndose a la menor la dijo
dando voces que su madre era una puta y una gran puta, lo que al ser oído por los
abuelos de la niña se asomaron a la calle e indicaron al Cosme que se callara, el que,
lejos de hacerlo así, y dirigiéndose a Inmaculada, abuela de la niña, la dijo que era
una puta y que todo lo que había traído C. (refiriéndose a Juan Carlos) de Madrid, era
robado, frases que fueron escuchadas por varias personas que en aquel momento se
hallaban en aquel lugar; por lo cual los querellantes promovieron la querella origen
de la presente causa, previo el acto de conciliación oportuno, celebrado sin avenencia,
y habiendo tenido los hechos pública resonancia y quedando notoriamente
perjudicada la fama de los ofendidos.

RESULTANDO que en la expresada sentencia se estimó que los hechos


declarados probados eran constitutivos de un delito de injurias graves, previsto y
sancionado en el artículo 458 número segundo en relación con el 459, número
segundo, ambos del Código Penal, siendo responsable en concepto de autor el
procesado, sin circunstancias, se dictó el siguiente pronunciamiento: Fallamos que
debemos condenar y condenamos al procesado Cosme como autor responsable de un
delito de injurias graves, hechas verbalmente, ya definido y sin circunstancias, a la
pena de un año de destierro, quedando privado durante este tiempo de entrar en la
localidad de M. y en un radio de treinta kilómetros de distancia a referida localidad, a
la de 10.000 pesetas de multa, con arresto sustitutorio, caso de impago de la misma, a
razón de un día de arresto por cada 200 pesetas o fracción de ellas que dejare de
281
satisfacer, al pago de las costas procesales y a que indemnice a los querellantes con la
suma de 5.000 pesetas; aprobando por sus fundamentos el auto que declara la
insolvencia del procesado que el Instructor dictó y consulta en la pieza separada de
responsabilidad civil.

RESULTANDO que el presente recurso se interpuso por la representación del


recurrente Cosme, basándose en el siguiente motivo: Único: Se invoca al amparo del
artículo 849 número primero, infracción de Ley por aplicación indebida de los
artículos 458 número segundo y 459 número segundo, ambos del Código Penal , en
cuanto se refiere al delito penado en la sentencia recurrida al considerar al procesado
como autor de un delito de injurias graves. De la relación fáctica se desprende con
claridad que, dadas las circunstancias en que fueron dichas, en la calle a una hora, las
diez de la mañana, en un pueblo, en la que hay poca afluencia de público por las
calles, y las personas que pudieron oír esas expresiones, por rara casualidad todos
parientes de los ofendidos, la intención de deshonrar no está clara, por lo tanto se
deberían haber calificado las injurias como de leves y aplicarse el artículo 586 del
Código Penal , ya que como establece la sentencia de ese Alto Tribunal de 26 de
diciembre de 1945, cuando la intención de injuriar no aparece claramente, no procede
estimarse delito por lo que procede degradarle a falta. En idéntico sentido la de 13 de
octubre de 1944.

RESULTANDO que en el trámite respectivo el Ministerio Fiscal se instruyó de


las actuaciones.

RESULTANDO que en el acto de la vista el Letrado recurrente sostuvo su


recurso, que fue impugnado por el Ministerio Fiscal.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que en un pueblo castellano donde la palabra conserva la


plenitud de su significado y expresa con netos perfiles la llaneza y verdad de los
sentimientos, la incriminación, dando voces, de la más infamante conducta femenina
a dos mujeres casadas, madre y abuela de la menor que estaba en la calle, hasta
llamar la atención de otras personas a la sazón presentes, con pública resonancia e
intentando perjuicio de la fama de las ofendidas, es un delito de injurias verbales

282
graves, patentizados la calidad del insulto y el propósito de ofender ante los vecinos,
sin la excusa de una discusión o contienda en que las palabras brotan sin moderación
o medida.

FALLO:

FALLAMOS que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de Ley interpuesto por la representación del procesado
Cosme, contra la sentencia pronunciada por la Audiencia de P., en fecha 22 de
octubre de 1968, en causa seguida al mismo por injurias, condenándole al pago de las
costas y al abono de 250 pesetas por razón de depósito dejado de constituir si
mejorase de fortuna. Comuníquese esta resolución al Tribunal sentenciador a los
efectos legales oportunos.

24-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 13 DE NOVIEMBRE


DE 1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que por la mencionada Audiencia se dictó sentencia, con


fecha 15 de febrero de 1969, que contiene el siguiente: Primero. Resultando probado,
y así se declara: Primero. Que el 24 de enero de 1967 tuvo ingreso en el Registro
General del Ministerio de Justicia un escrito suscrito por el procesado Matías el que
con motivo de un litigio, con ánimo de desprestigiar, contiene, entre otras, las
siguientes frases referentes a autoridades con jurisdicción en Arenas de San Pedro, de
la provincia de Ávila, "al señor Juez que por fin ha sentenciado en Primera Instancia,
sin declarar incompetente al Alcalde Abogado que los defiende a los demandados con
miles de artimañas torticeras, pero consentidas por el Juez y amparadas por el grupo
de componentes del Patronato, en este caso afectado gravemente (antiguo
Gobernador señor Miguel, "ya retirado misteriosamente del cargo», Presidente
(saliente) de la Diputación Provincial y Abogado del Estado, Alcalde-Abogado y
Teniente de Alcalde, entonces en funciones, que figura de demandado copropietario».

283
"Todo hace suponer que la Autoridad del mismo -se refiere al Juez- se ha
debilitado grandemente ante el favor del Alcalde-Abogado, que, con su silencio,
negocia sagazmente y desvergonzadamente sus problemas.»- Segundo. En escrito que
tuvo ingreso en la Fiscalía del Tribunal Supremo en 2 de octubre de 1967 el
procesado Matías , que en 9 de junio del mismo año había sido condenado por la
Audiencia de Ávila a la pena de un mes y un día de arresto mayor y 5.000 pesetas de
multa, por el delito de injurias a la autoridad, con ánimo de zaherir a las mismas
autoridades mencionadas en el hecho anterior consignaba "En mi escrito anterior
denunciaba la posible infidelidad del señor Juez de Primera Instancia e Instrucción
destinado en ésta por no residir en la ciudad y los motivos que podían debilitar su
personalidad aprovechados sagazmente por el Alcalde-Abogado que se vio
favorecido con una sentencia de gran importancia».

RESULTANDO que la referida sentencia estimó que los indicados hechos


probados eran constitutivos de dos delitos de injurias a la Autoridad comprendidos en
el artículo 244 del Código Penal, siendo autor el procesado, concurriendo la
circunstancia modificativa 15 del artículo 10 de dicho Código y contiene la siguiente
parte dispositiva: Fallamos que debemos condenar y condenamos al procesado
Matías como responsable en concepto de autor de dos delitos, de injurias a la
Autoridad, a las penas de un mes y un día de arresto mayor y multa de 5.000 pesetas
por arresto sustitutorio de dieciséis días, caso de impago, por el primer delito, y
cuatro meses y un día de arresto mayor y multa de 10.000 pesetas, con arresto
sustitutorio de veinticinco días, caso de impago por el segundo delito, con sus
accesorias de suspensión de todo cargo público, profesión u oficio y del derecho de
sufragio durante el tiempo de la condena. Para el cumplimiento de la pena se le abona
todo el tiempo de prisión provisional sufrida por esta causa. Y aprobamos el autor de
solvencia consultado por el Instructor.

RESULTANDO que la representación del recurrente Matías, al amparo del


número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, alega como
único motivo infracción por no aplicación del artículo 453 en concordancia del
párrafo tercero del artículo 467 del Código Penal, en cuanto se refería al segundo
delito penado en la sentencia recurrida, al considerar al, procesado como "autor de
284
dos delitos de injurias a la Autoridad» cuando realmente había cometido uno solo y
concretamente el contenido en él párrafo primero del Resultando de los hechos
probados, ya que el contenido del segundo párrafo del Resultando citado o no
constituía delito alguno o a la luz del artículo 453 que denunciaban como no aplicado,
previa la pertinente "exceptio veritatis», hubiera constituido delito de calumnia, pero
nunca de injurias a la Autoridad como erróneamente consideraba la sentencia
impugnada.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal se instruyó del recurso y lo impugnó


en el acto de la vista, que ha tenido lugar en 6 de los corrientes, con asistencia
también del Letrado del recurrente, que sostuvo el recurso.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que el motivo del recurso en el fondo articulado al amparo


del número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , por
inaplicación del artículo 453 en relación con el 467, párrafo tercero del Código Penal,
se constriñe el segundo escrito cursado por el procesado a la Fiscalía del Tribunal
Supremo en 2 de octubre de 1967 por entender que las imputaciones que en el mismo
se hacen al señor Juez de Arenas de San Pedro o no son constitutivas de delito alguno
o lo serían en todo caso de un delito de calumnia -y no de injurias a la Autoridad por
el que ha sido condenado en la instancia- con el consiguiente beneficio de la
"exceptio veritatis» prevista en el artículo 456 del Código Penal, siquiera este último
precepto no se cite por el recurrente, aunque se desprende es recogido en su
razonamiento; argumentación que, en primer lugar, se contradice, pues si el segundo
escrito viene a reiterar, aunque más brevemente, los conceptos ofensivos del primero
que dirigiera el procesado al Ministerio de Justicia meses antes, concretamente en 24
de enero de 1967, es obvio que al admitir el procesado la calificación de injurias a la
Autoridad por dicho primer escrito y aquietarse con la condena" a que el mismo diera
base, no debió impugnar solamente la segunda condena basada en un escrito
sustancialmente idéntico en su contenido, pues, en vista que en ambos casos se está
imputando a la Autoridad Judicial, aparte la infracción disciplinaria del deber de

285
residencia, un grave delito de prevaricación, al superar que dicha Autoridad falló en
un pleito con parcialidad y por motivos de inconfesable correspondencia con el
Abogado de una de las partes, de modo que en los dos supuestos estamos ante injuria
calumniosa y si se ataca el carácter delictivo del segundo con igual razón debió
impugnarse él del primero.

CONSIDERANDO que el "nomen iuris» de desacato que cobija las conductas


descritas en los artículos 240 y siguientes del Código Penal con el distinto y lógico
alcance punitivo que ofrecen según que el sujeto pasivo desacatado sea la Autoridad
o los agentes de la misma y demás funcionarios públicos, hace equivalentes en la
acción típica la calumnia, la injuria y la amenaza, puesto que el insulto se considera
como variante terminológica de la injuriado, a lo más, una injuria matizada por la
provocación, de suerte que, con referencia al caso de autos, como calumnia o como
injuria, el resultado depresivo para el principio de autoridad, bien realmente protegido
en el desacato más que la ofensa personal a quien encarna dicha autoridad, se produce
igualmente y la única diferencia que pudiera producirse en el ámbito de la "exceptio
veritatis», tampoco ofrece en el caso mayor trascendencia, pues ya con base en el
artículo 456 del Código Penal si es calumnia, ya con base en el artículo 461 del
mismo Código si es injuria, no debe olvidarse que, sin desconocer su mayor alcance
en la primera como elemento integrador del tipo, por vía negativa, se trata en todo
caso de una "exceptio», doblada de carácter procesal y que como tal debe alegarse
oportunamente en juicio; como tiene declarado esta Sala, por lo que tiene que ser
utilizada en el período de instrucción sumarial o en el plenario (sentencias 31
diciembre 1945, 6 marzo 1958) y si por acaso fue intentada la prueba en momento
procesalmente propicio y la misma fue indebidamente negada claro está que entonces
el recurso casacional utilizable no sería el de fondo, sino el de forma ( sentencia de 13
de noviembre de 1963 ), conducta procesal que no fue observada por el recurrente, de
suerte que su alusión a la calumnia y a la posible "exceptio veritatis» es puramente
platónico e inoperante en este motivo de fondo, sin olvidar que la calumnia es la
especie del género injuria, por 16 que en toda calumnia queda un remanente injurioso
bastante a fundar en él la ofensa a la Autoridad desacatada perseguida en la causa.

286
CONSIDERANDO que si bien al propugnar el recurrente "un solo” delito de
injurias en lugar de "dos” por los que ha sido condenado, no lo hace con base en los
requisitos de la continuación delictiva, sino en las razones antes examinadas que se
han rechazado, esta omisión dialéctica debe ser examinada, pues, aun no formalmente
alegada, yace en el fondo del recurso, tanto más que en alguna resolución de esta Sala
se admite la unidad delictiva del desacato en escritos distintos dirigidos a la misma
Autoridad (la citada sentencia de 13 de noviembre de 1963), unidad que, por el
contrario, se desestima en otros casos en que se trataba de hechos perfectamente,
diferenciados en él tiempo de su respectiva comisión, con acciones cumplidamente
delimitadas e individualizadas (sentencia de 24 de marzo de 1961), argumento que
cobra singular relieve en el caso cuestionado, puesto que entre los dos escritos
producidos por el procesado y dirigidos a Autoridades distintas medió un lapso de
más de ocho meses, con la notable circunstancia de que en el interregno de ambas
denuncias escritas se produjo, con fecha 9 de junio de 1967, una condena contra el
procesado por igual delito de injurias a la Autoridad, vale decir de desacato, lo que
implicaba que el procesado, al producir su segundo escrito ofensivo, no sólo tuvo que
renovar su propósito y resolución delictivas, ya incompatible con la unidad de
designio, sino que lo hizo no obstante la condena en análogo delito, lo que entraña
una actitud de rebeldía contra la norma, totalmente opuesta a aquella especial línea
psíquica de aprovechadas motivaciones ocasionales en que descansa
fundamentalmente la figura del delito continuado; por lo que también en este aspecto
debe ser desestimado el recurso interpuesto.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de ley, interpuesto por Matías contra sentencia dictada por la
Audiencia Provincial de Madrid, en causa seguida al mismo por delito de injurias a la
Autoridad, con fecha 15 de febrero de 1969. Condenamos a dicho recurrente al pago
de las costas ocasionadas en el presente recurso y a la pérdida del depósito
constituido, al que se dará el destino que previene la ley. Comuníquese esta
resolución a la referida Audiencia a los efectos legales oportunos.

287
Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN
LEGISLATIVA, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. Adolfo de Miguel.-
Francisco Casas.-Fernando Díaz Palos (rubricados).

25-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 9 DE OCTUBRE DE


1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que por la mencionada Audiencia se dictó sentencia, con


fecha 6 de diciembre de 1968, que contiene el siguiente: Primero. Resultando
probado, y así se declara, que el día 21 de enero de 1968 doña María Dolores, esposa
del hoy querellante don Andrés, fue víctima de un intento de abusos deshonestos por
parte de su convecino Pedro Jesús, apodado "Bola”, aunque el incidente trascendió en
el pueblo de V., de donde son vecinos, la ofendida y su esposo optaron por desistir
de la persecución judicial de aquel delito para evitar una mayor publicidad con el
escándalo a ella inherente; pero conocidos estos hechos por su convecino, el
procesado mayor de edad, de conducta socialmente reprochable, Sergio, que posee en
V. una tienda de comestibles y bebidas, se desplazó a S. y encargó a una imprenta de
esta capital la confección de tres carteles de 50 por 25 centímetros, cuyo texto, en
titulares de distintos tamaños, dice así: "El 2 de febrero, gran novillada en V. de T. a
cargo de la rejoneadora Laura .» (se da la circunstancia de que en el pueblo la esposa
del querellante es conocida por M.), y añadía: "Primer picador, Pedro Jesús
("Bola")» (expresiones con las que evidentemente aludía al suceso sufrido por la
esposa del denunciante "Segundo picador, PLAZA000. Evaristo). Despacho de
localidades, en la caseta del perro. Imprenta L. C». Una vez en su poder los tres
ejemplares de este cartel, cuya alusión a los hechos inicialmente reseñados no podía
ser clara, con el propósito de hacer de tales hechos motivo de burla ofensiva para el
querellante y su esposa, los exhibió a varias personas seguro de que en el pueblo se
comentaría jocosamente su texto y de que no faltarían personas que se prestasen a
colaborar en su divulgación con el propósito de hacer burla y escarnio de los

288
aludidos, incluso ante gentes que, ignorantes de los hechos motivadores del cartel,
podían sospechar que sacaban a la luz pública condescendencias o intimidades
vergonzosas. Y así el también procesado, de igual conducta y antecedentes penales
negativos que el anterior, Fernando, después de entregar al querellante un ejemplar
del reiterado cartel, como si quisiera descubrirle como amigo la tala que se le hacía,
haciéndose partícipe en ella y colaborador en los propósitos que movieron al otro
procesado al redactar y hacer imprimir estos carteles, no tuvo reparo de exhibirlos en
algunas tabernas y lugares de concurrencia pública, con menoscabo de la buena fama
y opinión que merecían los ofendidos.

RESULTANDO que la referida sentencia estimó que los indicados hechos


probados eran constitutivos de un delito de injurias graves definido en el número
tercero del artículo 458 del Código Penal y penado en el párrafo segundo del 459, en
conexión con el 463 del mismo Código, siendo autores los procesados, sin la
concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, y
contiene la siguiente parte dispositiva: "Fallamos que debemos condenar y
condenamos a los procesados Sergio y Fernando, como autores responsables del
delito de injurias graves anteriormente definido, sin la concurrencia de circunstancias
modificativas, a sendas penas de ocho meses de destierro a 25 kilómetros del pueblo
de V. ya una pena de 10.000 pesetas de multa al primero y de 5.000 pesetas al
segundo, con arresto sustitutorio, en caso de impago, de treinta y quince días
respectivamente, y al pago de las costas procesales por mitad; y que abonen
solidariamente 25.000 pesetas a los cónyuges don Andrés . Y doña María Dolores
Declaramos la solvencia de dichos Fosados, aprobando los autos que a este fin dictó
el Juzgado instructor. Y para el cumplimiento de los arrestos sustitutorios que
eventualmente se les impone les abonamos todo el tiempo que hayan estado privados
de libertad por esta causa.>> RESULTANDO que la representación del recurrente
Sergio, al amparo del número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, alega como único motivo: Infracción del artículo 458, número tercero del
Código Penal, en relación con el 459, número segundo, y el 586, número primero, del
mismo Cuerpo legal, ya que el contenido del cartel redactado por el querellado y hoy
recurrente no pasaba de ser una broma de más o menos buen gusto sobre un suceso

289
en el que precisamente lo único que se ponía de relieve era la conducta inmaculada de
la presunta injuriada, por lo que nunca podía ello ser considerado como injurias
graves, sino como una mera injuria liviana.

RESULTANDO que la representación del también recurrente Fernando al


amparo del número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal,
alega como único motivo: Infracción por aplicación indebida del número tercero del
artículo 458 y del párrafo segundo del 459, así como del 463, todos ellos del Código
Penal, por cuanto los hechos declarados probados no eran constitutivos, a su juicio,
por lo que respecta al recurrente, del delito de injuria grave definido y sancionado en
los mencionados preceptos legales, porque faltaba, por lo que respecta a él, el
requisito intencional tipificador del mismo, consistente en el ánimo de injuriar, y,
según la propia declaración de hechos probados, la finalidad perseguida por el
recurrente fue simplemente de carácter amical.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal y la representación del recurrido don


Andrés se instruyeron del recurso, y en el acto de la vista, que ha tenido lugar en 2 de
los corrientes, el Letrado de los recurrentes sostuvo los recursos, que fueron
impugnados por el Letrado del recurrido y Ministerio Fiscal.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que en cuanto al recurso interpuesto a nombre de Andrés,


basta atenerse a la resultancia probatoria de la sentencia contradicha, intangible en la
vía impugnatoria utilizada, para advertir del texto de los carteles, del propósito con el
que se ordenó su confección y se procedió a difundirlos, que sin género de duda sé
trató de atacar el honor conyugal, el buen nombre y honestidad de la ofendida con la
malévola intención, de provocar en el ambiente rural y pueblerino su desprestigio, sin
que la etiología del delito y en las finalidades torticeras que se pretendían obtener
juegue para nada la libre decisión del matrimonio ofendido de no dar estado judicial
al agravio que se dice causado a la esposa del querellante. Siendo esencia del delito
de injurias la intención de deshonrar, menospreciar o desprestigiar, y apareciendo
evidente en el caso que se contempla cae por su base la argumentación recurrente y

290
debe desestimarse por entero este recurso y confirmar el fallo contradicho, sin que los
hechos por su entidad puedan constituir la simple falta de injurias.

CONSIDERANDO que en cuanto al recurso interpuesto a nombre de


Fernando, tampoco puede e n manera alguna admitirse un lícito fin amistoso cuando
la resultancia probatoria pone de manifiesto que en perfecta solidaridad con el otro
procesado, y queriendo colaborar abiertamente a sus dolosas finalidades, no solo se
atrevió a mostrar un cartel al propio ofendido, sino que maliciosamente lo exhibió a
otras personas para dar pábulo y conocimiento de los insidiosos conceptos que en
tales carteles se contenían. Debe pues, desestimarse también este motivo y confirmar
el fallo discutido en cuanto afecta a este recurrente.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de ley interpuesto por Sergio y Fernando contra sentencia
dictada por la Audiencia Provincial de S. con fecha 6 de diciembre de 1968, en causa
seguida a los mismos por delito de injurias. Condenamos a dichos recurrentes al pago
de las costas ocasionadas en sus respectivos recursos y a la pérdida de los depósitos
constituidos por cada uno de ellos, a los que se dará destino legal. Comuníquese esta
resolución a la referida Audiencia a los efectos legales oportunos.

26-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 22 DE MAYO DE


1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que por la mencionada Audiencia se dictó sentencia, con


fecha 27 de septiembre de 1968, que contiene el siguiente: Primero: Resultando que
R. B. M., procesado en esta relación jurídica procesal penal, de profesión Abogado, al
comparecer en el Juzgado de Instrucción de esta capital, el día 8 del mes de marzo de
1968, con el fin de prestar declaración, en el sumario registrado al número 15 de
dicho año, y que se seguía en dicho Juzgado, refiriéndose al Letrado director de la

291
parte querellante en el indicado proceso, al que no conocía personalmente, y a la
sazón Decano del Ilustre Colegio de Abogados de esta provincia, cuya condición
tampoco conocía, textualmente manifestó en su declaración: "El Letrado director de
la querella engaña abiertamente y con evidente falsedad al órgano jurisdiccional, con
evidente infracción de postulados éticos y legales que se articulan en el Estatuto de la
Abogacía como deber imperioso por parte del Letrado, incurriendo en evidente estafa
procesal", lo que constituye irrespetuosas expresiones a la corrección, respecto y
cortesía que para el compañero exige la ética profesional, no estando justificado por
el hecho de que el Letrado que lo profiera se halle directamente interesado en la causa
en que dispone, aunque "in voce" en el acto del plenario y anteriormente en el de
conciliación, el procesado ha dado toda clase de explicaciones y excusas al Letrado
querellante, solicitando su perdón y que retirara la acusación, dando evidentes
pruebas de su arrepentimiento personal para dicha parte, a la que no quiso nunca
molestar ni ofender como tal Letrado.

RESULTANDO que la referida sentencia estimó que los indicados hechos


probados no constituían el delito de injurias graves que tipifican los artículos 457 y
458 del Código Penal, y contiene la siguiente parte dispositiva: Fallamos que
debemos de absolver y absolvemos al procesado en esta relación jurídica procesal
penal Blas del delito de injurias graves de que viene acusado en la misma, declarando
de oficio las costas procesales causadas, y pudiendo ser los hechos incriminados
constitutivos de una falta, remítase el sumario al Instructor, para que, por el Juzgado
competente, se proceda a la celebración del juicio de rigor, enviando a esta
superioridad testimonio literal de la resolución final que recaiga. Reclámese la pieza
de responsabilidad civil. Únase certificación de esta resolución al rollo de su razón.

RESULTANDO que la representación del recurrente don Alberto, al amparo


del número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, alega los
siguientes motivos: Primero: Infracción por falta de aplicación del artículo 457 del
Código Penal, en relación con los números segundo, tercero y cuarto del artículo 458
y con el párrafo segundo del 459 del mismo cuerpo legal, ya que las expresiones
vertidas por el procesado, ahora recurrido, tenían la innegable significación de
ofender y menospreciar gravemente el buen nombre y la fama del Letrado recurrente,
292
por cuanto que se le atribuía una conducta de por sí socialmente afrentosa y
moralmente reprochable, con las expresiones "engaña abiertamente y con evidente
falsedad al órgano jurisdiccional", "infringe evidentemente los postulados éticos y
legales que se articulan en el Estatuto de la Abogacía como deber imperioso por parte
del Letrado", e "incurre en evidente estafa procesal". Segundo: Infracción por falta de
aplicación de los números tercero y cuarto del artículo 458 del Código Penal, en
relación con el artículo 459 del mismo, ya que acreditado que constituían delito las
expresiones proferidas por el recurrido, se veía con claridad absoluta que merecían el
concepto de graves a efectos de su sanción penal, por lo cual se debía declarar haber
lugar a este segundo motivo.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal y la representación del, recurrido Blas


se instruyeron del recurso y en el acto de la vista, que ha tenido lugar en 14 de los
corrientes, el Letrado del recurrente mantuvo el recurso, que fue impugnado por el
Ministerio Fiscal y por el Letrado del recurrido.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que la declaración de hechos probados dice sucintamente


que el procesado, Abogado de profesión y vecino de M., al prestar declaración, no se
dice si como acusado o como testigo, en cierto sumario que se seguía en el Juzgado
de Instrucción de C. R., refiriéndose al Letrado de la parte querellante dijo de éste que
"engaña abiertamente y con evidente falsedad al órgano jurisdiccional, con evidente
infracción de postulados éticos y legales que se articulan en el Estatuto de la
Abogacía como deber imperioso por parte del Letrado, incurriendo en evidente estafa
procesal"; frases que manifiestamente son injuriosas para el Abogado a quien van
dirigidas, aunque no le conociera personalmente, porque si por injuria hay que
entender, con arreglo al artículo 457 del Código Penal, toda expresión proferida o
acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona, no puede
negarse que con tales palabras se ataca al honor, crédito y dignidad del Abogado
querellante, al imputarle engañar con falsedades a los Tribunales y carecer de moral
profesional, pues a eso equivale el decir que infringe los postulados éticos y legales

293
del Estatuto de la clase a que pertenece injurias graves con arreglo a los números
segundo, tercero y cuarto del artículo 458 por el contenido mismo de la imputación,
en cuanto la acusación de falta de ética en el ejercicio de la profesión puede
perjudicar considerablemente la fama, crédito e intereses del agraviado; graves
también por la condición de Abogado en el ofensor y en el ofendido, ya que aquél no
podía ignorar el alcance y significación de sus palabras y el daño que con ellas infería
a otro Abogado, lesionando su buena fama y reputación, y graves igualmente por el
lugar y circunstancias, al afectar al decoro y dignidad del Tribunal, perturbando con
improperios la augusta serenidad de la Administración de Justicia, de la que los
Abogados son sus más destacados colaboradores; sin que sirva de excusa absolutoria
la alegación de un "animus defendendi", pues aunque a veces se ha acogido en
beneficio del reo esta excepción, no sin cierta deformación del principio de legítima
defensa, en el caso contemplado no cabe tal invocación por faltar el presupuesto
necesario de la agresión ilegítima, ya que no puede calificarse de tal el ejercicio de
cualquier acción civil o penal ante los Tribunales, porque por arbitraria e injusta que
sea la pretensión que se formule, el hecho de ser deducida ante el órgano
jurisdiccional pone al demandado o querellante a cubierto de todo atropello, y ante
ese mismo órgano, y por causas procesales, se han de utilizar los medios adecuados
de defensa que nunca son los de acción directa, excusables únicamente cuando el
supuesto ataque tiene lugar en la vía pública o donde la autoridad esté imposibilitada
de intervenir; por eso en la ocasión de autos es tanto más insostenible la invocación
de esa legitimación de las injurias al observar que el querellante, que tiene su
domicilio en M., aparece declarando en C. R., lo que supone necesariamente una
citación previa y un desplazamiento de su residencia con un intervalo suficiente para
pensar y meditar sus respuestas, o sea que sin prisas ni arrebatos momentáneos pudo
ordenar su conducta para aquel momento de la declaración por lo que más bien
pudiera hablarse de acto premeditado, que no de irreflexivo; y al no haberlo
entendido así la sentencia recurrida dejó de aplicar los artículos antes citados,
haciendo viable el recurso interpuesto en sus dos motivos, donde con diversas facetas
se plantea la misma cuestión de infracción de los referidos artículos 457 y 458 del
Código Penal .

294
FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos haber lugar al recurso de


casación por infracción de Ley interpuesto por don Alberto contra sentencia dictada
por la Audiencia Provincial de C. R. Con fecha 27 de septiembre de 1968, en causa
seguida a Blas por delito de injurias, y en su virtud, casamos y anulamos dicha
sentencia, con declaración de las costas de oficio y devolución al recurrente del
depósito constituido.

Comuníquese esta resolución y la que seguidamente se dicte a la referida


Audiencia, a los efectos legales oportunos.

Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN


LEGISLATIVA, con omisión de nombres de personas y lugares, lo pronunciamos,
mandamos y firmamos.-José María González Díaz.- Jesús Riaño.-Alfredo García
Tenorio.-Rubricados.

27-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 27 DE OCTUBRE DE


1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que por la mencionada Audiencia sé dicto con fecha 15 de


marzo de 1969 la sentencia que contiene el siguiente: Primero. Resultando probado, y
así se declara, que el procesado, Mari Jose, que venía con tenacidad naciendo objeto
de difamación a los señores don Cesa , don Jose Carlos y don Eduardo , en una línea
de descrédito, que originó sendas denuncias ante diversas Juzgados de Instrucción de
esta capital, todas ellas concluidas por sobreseimiento, conducta que culminó con la
publicación en el diario de esta capital "Madrid" de fecha 14 de septiembre de 1967,
en su página 12, de una nota escrita y mandada a la citada publicación por el propio
procesado y que es del tenor literal siguiente: "Comunidad General de Propietarios de
la Colonia de Hogares. En el diario "Madrid" se publicó Edicto del Ramo Hipotecario
con fecha 24 de agosto, y en el mismo diario con fecha 30 siguiente, anuncio de
"Hogar, Sociedad Anónima". Esta Comunidad propietaria de las citadas viviendas,
hace público para general conocimiento que las escrituras públicas, hipotecas y
295
efectos de comercio que lleven la antefirma de "Hogares, S. A.", y la firma como
Consejeros de don Cesar, don Jose Carlos y don Eduardo, son nulas de pleno derecho
por falsedad, estando "sub-judice" en la jurisdicción ordinaria, Tribunal Supremo,
Ministerio de la Vivienda y Delegación de Hacienda, Madrid, 14 de septiembre de
1967. El Secretario- Administrador, Mari Jose (remitido)." La parte querellante
renunció en el acto del juicio oral a toda clase de indemnizaciones de carácter
económico.

RESULTANDO que en la expresada sentencia se estimó que los hechos que se


declaran probados eran legalmente constitutivos de un delito de injurias graves por
escrito y con publicidad comprendido en los artículos 453, número tercero , 499,
apartado primero , y 463, apartado primero, del Código Penal , siendo responsable del
mismo en concepto de autor el procesado, no habiendo concurrido circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal y contiene el siguiente pronunciamiento:
Fallamos que debemos condenar y condenamos al procesado, Mari Jose , como
responsable en concepto de autor de un delito de injurias graves, inferidas por escrito
y con publicidad, sin circunstancias, a la pena de un año de destierro a una distancia
de 25 kilómetros de Madrid, y multa de 5.000 pesetas con arresto sustitutorio de
dieciséis días caso de impago y al pago de las costas procesales. Para el cumplimiento
de la pena se le abona todo el tiempo de prisión provisional sufrida por esta causa. Y
aprobamos el auto de insolvencia consultado por el Instructor.

RESULTANDO que el presente recurso interpuesto por la representación del


procesado recurrente se apoya en los siguientes motivos de casación:...Segundo.
Amparado en el número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, infracción por aplicación indebida del artículo 458, número tercero, en
relación con los 459, apartado primero, y 465, apartado primero del Código Penal, en
relación con la jurisprudencia que cita, al no deducirse de la relación fáctica la
existencia del "animus .injuriandi", al no haber elementos intencionales.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal y la representación de la acusación se


instruyeron del recurso y en el acto de la vista lo impugnaron.

296
RESULTANDO que por auto de esta Sala de fecha 12 de mayo del corriente
año se declaró no haber lugar a la admisión primer motivo del recurso.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que el delito de injurias es esencialmente intencional y no


puede aflorar, al campo penal, según viene declarando esta Sala sin un ánimo claro y
manifiesto de lesionar patrimonio moral de otra persona dado a conocer con acciones
o expresiones que redunden en su deshonra, descrédito o menosprecio, según dice
literalmente el artículo 457 del Código Penal; de ahí la necesidad de examinar las
circunstancias de tiempo, lugar, ocasión y personas que rodean el supuesto acto
injurioso para inducir la existencia o no de aquel propósito específicamente doloso
del delito que se examina del que por eso tiene declarado también este Tribunal que
es eminentemente circunstancial; y examinando ese cúmulo de circunstancias en el
caso que motiva este recurso se observa: A) Que las supuestas injurias se vertieron en
una especie de edicto en que el procesado, como Secretario-Administrador de una
sociedad anónima, dirige al público para hacer saber que las escrituras públicas de la
sociedad que llevan las firmas de los tres Consejeros que cita son nulas de pleno
derecho por falsedad y que el asunto está sometido a la decisión de los Tribunales de
Justicia y Organismos administrativos. B) Que en dicho edicto se dice que, en el
mismo periódico donde se inserta, se publicó otro edicto por el Banco Hipotecario en
la fecha que se hace constar y otro anuncio de la misma sociedad anónima.

C) Que ese edicto-anuncio va encabezado con el epígrafe de "Comunidad


General de Propietarios de la Colonia Hogares" que es precisamente de la que es
Secretario-Administrador el inculpado y en cuyo nombre habla -con derecho o sin él,
cosa que aquí no se ha discutido- diciendo: "Esta Comunidad propietaria de las
citadas viviendas, hace público para general conocimiento que las escrituras...";
concluyéndose de estos hechos que resaltan del susodicho anuncio, que entre el
Banco Hipotecario y la citada entidad existía alguna cuestión pendiente, ya que había
mediado un edicto de aquél y un anuncio de la sociedad, y que ante esa situación el
Secretario de la Comunidad de propietarios en nombre de ella y en el mismo
periódico donde se publicaron los otros anuncios, hace saber que las escrituras son
falsas, frase que más bien revela el propósito de tranquilizar a los propietarios en el
297
procedimiento iniciado por el Banco que el de injuriar a los Consejeros de la
Comunidad, que firmaron las escrituras, ya que de haber sido este su propósito
hubiera, dicho que ellos eran los autores de la falsedad o hubiera empleado alguna
otra frase o palabra que revelara el ánimo dirimí torio por lo que hay que admitir que
la designación nominal de los Consejeros firmantes dado el contexto del escrito, no
se le puede dar más alcance que la de querer individualizar los documentos que se
suponían falsos no deshonrar a los otorgantes, dadas las circunstancias concurrentes
de que antes se ha hecho mención y de las que no puede prescindirse al examinar el
hecho de autos, procediendo en su consecuencia acoger el único motivo del recurso
admitido a trámite interpuesto por aplicación indebida de los artículo 458 y 459 del
Código Penal , que resultaron infringidos al no existir el delito de injurias del artículo
457, pues aunque al escrito en cuestión no se le diera la interpretación lógica y
racional que acaba de decirse, lo que no se puede hacer es mutilar el texto para tomar
de él solo la palabra o frase que aisladamente considerada pudiera dan contenido
delictivo, y violentando su interpretación llegar a una conclusión discrepante con él
propósito del autor y aun circunscribiendo el examen al hecho de decir que las
escrituras era falsas tampoco podía obtenerse de esa frase de un modo claro y
concluyente un "animus injuriandi", porque una falsedad puede ser, civil o criminal y
derivada de muy diversas causas, incluso algunas apuntan a los propios firmantes del
documento, y siempre cabria la duda de cuál fue la finalidad perseguida al redactar el
escrito, duda que impide hacer el pronunciamiento condenatorio que se postula por el
querellante.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos haber lugar al recurso de


casación por infracción de ley interpuesto por la representación del procesado, Mari
Jose, y en su consecuencia casamos y anulamos la sentencia dictada por la Audiencia
Provincial de Madrid, Sección Tercera, de fecha 15 de marzo de 1969, en causa
seguida al mismo por el delito de injurias graves; declaramos de oficio las costas
procesales.

Comuníquese esta resolución y la que a continuación se dicte a la mencionada


Audiencia a los efectos legales procedentes.
298
Así, por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN
LEGISLATIVA, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.-José María González
Díaz.-Ángel Escudero.-Alfredo García Tenorio (rubricados).

28-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 29 DE SEPTIEMBRE


DE 1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que el fundamento de hecho de la sentencia recurrida dice así:


Primero: Resultando probado, y así se declara, que el 14 de febrero de 1968, la joven
de dieciocho años Estíbaliz, vecina de P., calle del G. M, 6, recibió en su domicilio y
por correo una carta anónima dirigida a ella, escrita y redactada por el procesado Luis
Alberto, mayor de edad penal, de buena conducta y sin antecedentes penales, que
copiada literalmente dice así: "Palencia, 13-2-1968. Estimada amiga: Te escribe uno
de tantos que se han estado dando el filete con tu cuerpo, que por cierto está pero que
de rechupete. Mira chica, guapa no lo eres y además muy "chaparreja", lo que tienes
es una "raja" que ¡vamos!, ahora me arrepiento de no haberla degustado y sacado
todo el jugo. Además, me he enterado de que te gusta el contacto y el tacto varonil;
no sé si me explico, te lo diré de otra forma: Lo del contacto es que te gusta la
cercanía del cuerpo de un hombre, y lo del tacto es que te gusta que las manos del
hombre recorran todo tu cuerpo, desde la cabeza a los pies, pasando por los pechos y
acabando... bueno, para qué seguir con eso, tú lo sabes todo muy bien, pues lo
consientes y eso de consentirlo con todos, o mejor dicho a todos los que van, es de
una mujer poco recomendable. Por eso aprovecho para decirte que cambies de vida, y
si así no fuera te digo un anuncio que leí el otro día en el "N. de C." Se necesitan
chicas de buena presencia de cuerpo para todo servicio "B. S.", te diré que ese
periódico se edita en V. si vas creo que lo pagan bastante bien, más las propinas y lo
que saques por tu cuenta con tu cuerpo. Sé también que has estado en un
reformatorio, y eso viene a confirmar todo lo que haces. Te diré que con todos los
chicos que vas los provocas, y eso, unido a lo de meterlos en tu casa cuando estás

299
sola, pues aprovechas cuando no están tus padres y hermanos, eso te puede costar un
disgusto y lo peor del todo es que el hombre no será el responsable directo, pues
como tú sabes los hombres no somos de hierro o de madera, sino de carne y hueso.
En conclusión, abandona la vida que llevas y deja en paz al sexo varonil. Se despide
éste que te olvidará, pero te recordará besos y abrazos muy fuertes. Firma: F. J. M.-
Rubricado"; conteniendo el sobre la dirección siguiente: "Señorita Estíbaliz Calle G.
M., número 6, bajo, izquierda. P.", y en el reverso: "Rte. G. P. Calle Z., número B. B.
(V.)", pero en el sobre no aparece el matasellos de B sino el de P., de fecha 13 de
febrero de 1968, y tiene sello de una peseta.

RESULTANDO que en la expresada sentencia se estimó, que los hechos


probados constituían un delito de injurias graves de los artículos 457, 458, número
segundo, y 459, apartado segundo, del Código Penal y reputándose autor al
procesado, sin circunstancias, se dictó el siguiente pronunciamiento: Fallamos que
debemos condenar y condenamos al procesado Luis Alberto, como autor responsable
de un delito de injurias graves ya definido y sin circunstancias, a la pena de 5.000
pesetas de multa y seis meses y un día de destierro, quedando privado durante el
mismo período de tiempo de acercarse a la ciudad de P. a menor distancia de 25
kilómetros, con arresto sustitutorio en caso de impago de la multa a razón de un día
por cada 200- pesetas o fracción de ellas que deje de satisfacer, al pago de las costas
procesales y en concepto de responsabilidad civil, a que abone al representante legal
de Estíbaliz la cantidad de 15.000 pesetas, aprobando por sus fundamentos el auto de
insolvencia del encartado que el Instructor dictó y consulta en la pieza separada de
responsabilidad civil.

RESULTANDO que el presente recurso se basa en el siguiente motivo:


Fundado en el número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
por haber incidido el fallo recurrido en aplicación indebida de los artículos 457, 458,
número segundo, y 459 del Código Penal. De los hechos declarados probados se
desprende la no existencia de los requisitos necesarios a la existencia de la figura
delictiva contemplada.

RESULTANDO que en el trámite respectivo se instruyeron de las actuaciones


el Ministerio Fiscal y la representación del querellante recurrido don Ismael.
300
RESULTANDO que en el acto de la vista el Letrado recurrente mantuvo su
recurso y el Ministerio Fiscal y el Letrado recurrido lo impugnaron.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que el dolo específico del delito de injurias lo constituye el


"animus injuriandi" que se presume siempre, y es indudable su existencia cuando se
comete este delito por escrito, en atención al tiempo que el autor se toma para meditar
lo que va a expresar en forma gráfica más segura y duradera que la verbal, y si bien
se ha valido del anonimato, en carta dirigida a la persona que se pretende ofender,
ello no es obstáculo a la producción del delito, pues la publicidad en nuestro sistema
penal sólo constituye una causa específica de agravación, pero de ningún modo un
elemento componente esencial del mismo cuya falta excluya el carácter delictivo del
hecho, pues la lesión jurídica que castiga la ley no es sólo la desvalorización en el
concepto ajeno de la reputación del injuriado, sino también el ataque al concepto
propio, por lo que basta que llegue a conocimiento de éste, aunque sólo el mismo lo
conozca; por todo lo que procede rechazar el único motivo que traspasó el tamiz de la
inadmisión que cimentado en el número primero del artículo 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal , alega aplicación indebida de los artículos 457, 458,
número segundo, y 459 del Código Penal , toda vez que el procesado dirigió una carta
anónima a una joven de dieciocho años, escrita y redactada por él mismo,
atribuyéndola faltas de moral y apetencias de vicios sexuales, de tal gravedad -en el
relato constan y ello nos exime repetirlos- que produjeron el natural impacto ofensivo
en la mujer, cuyo más preciado bien es su virtud y recato sexual, que guarda y
defiende como su más precioso tesoro.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de Ley interpuesto por Luis Alberto contra la sentencia
dictada por la Audiencia de P. el 11 de enero de 1969, en causa seguida al mismo por
injurias graves, y le condenamos en las costas y al pago, si mejora de fortuna, de 250

301
pesetas por razón de depósito no constituido. Comuníquese esta resolución a la
expresada Audiencia, con devolución de las actuaciones a los efectos procedentes.

29-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 13 DE MARZO DE


1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que el fundamento de hecho de la sentencia recurrida, copiado


literalmente, dice: Primero. Resultando probado y así se declara, que el procesado
Everardo, de 60 años de edad e inscrito en el Registro Civil con el nombre de
Evaristo, por cuyos dos nombres es conocido, el cual es propietario del Bar "L. C", en
la villa de C, y encontrándose en dicho establecimiento en mediados del mes de
marzo de 1967 y cuando en el mismo entraron los serenos, hacia las 3 de la mañana
para ordenar al procesado que procediese al cierre y desalojo de la gente de dicho Bar
por ser pasada la hora de cierre, en donde además de los serenos Clemente y Pedro
Enrique y otra persona al parecer en estado de alcoholemia y sin determinar el estado
del mismo R.M. el procesado repitió varias veces que el querellante era "maricón" y
que lo podía probar, agregando que el querellante no tenía dinero para" pagar el
Palacio que había comprado y que a tal fin había tenido que prestar dinero la Vecina
de Rita, 10.000 duros, estos hechos alcanzaron difusión que sobrepasó los términos
municipales de C; el querellante es Abogado en ejercicio y profesional en otros
aspectos del Derecho.

RESULTANDO, que en la citada sentencia se estimó que los hechos que se


declaran probados en el primer Resultando de esta resolución constituyen un delito de
injurias graves previsto, y penado en los artículos 457, 458 número segundo, 459,
numero segundo y 82 del Código Penal, del referido delito es responsable
criminalmente en concepto de autor el procesado, sin circunstancias modificativas de
la responsabilidad criminal, y contiene el siguiente pronunciamiento: Fallamos que
debemos condenar y condenamos al procesado Everardo ., e inscrito en el Registro
con, el nombre de Evaristo por cuyos dos nombres es conocido como autor
302
criminalmente responsable de un delito ya definido de injurias graves, sin concurrir
circunstancias modificativas de la responsabilidad penal a la pena de seis meses y un
día de destierro que deberá cumplir no pudiendo residir en la villa de C, ni en un
radio de 25 kilómetros de dicha Villa, que es la residencia del condenado y al pago de
5.000 pesetas de multa que en caso de impago se sustituirá por arresto de 25 días de
duración, a que en concepto de indemnización civil abone 25.000 pesetas y al pago de
las costas procesales.

RESULTANDO que el presente recurso se apoya en los siguientes motivos:


Único. Lo formula al amparo de lo dispuesto en el artículo 849 causa primera de la
Ley de Enjuiciamiento Criminal; infracción de Ley, por aplicación indebida de los
artículos 457 y 458, número segundo, del Código Penal, toda vez que en los hechos
probados no consta precisión alguna sobre la intencionalidad del procesado al
formular las expresiones que se le imputan, sin que a falta de sanción sobre el
particular pueda suponerse que obró con ánimo de injurias.

RESULTANDO que el Letrado de la parte recurrente en el acto de la Vista,


mantuvo su recurso el que fue impugnado por el Ministerio Fiscal y por el Letrado de
la parte recurrida.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que uno de los más específicos y primarios derechos de la


personalidad humana, que ha de protegerse comunitaria y penalmente, es el del honor
individual de los hombres, que se fundamenta sobre principios éticos y estimaciones
sociales, que forjan su patrimonio espiritual, en el que no cabe la libre incisión, por
ajenos e injustos ataques, que arrumben el prestigio conseguido, y supongan una
fricción de valorativa, que lo lesione o desconozca, a medio de conceptos que hagan
padecer la reputación y buena fama, por el empleo de la acedia, el vejamen, la
infamia, el dicterio o la maledicencia, con intención finalísticamente dirigida a
conseguir la deshonra, descrédito o menosprecio, pues su dinámica manifestación,
genera el delito tan sencillo y acertadamente definido en el artículo 457 del Código
Penal, y que se compone formalmente de expresiones proferidas, o acciones
realizadas, que por su esencia contengan trascendencia difamatoria, dada su

303
significación semántica y gramatical, que han de deberse al deseo consciente y
querido de vulnerar el honor ajeno, por poseer el agente un "animus injuriandi", que
actúe como elemento subjetivo del injusto, y que se presume "iuris tantum" de
acuerdo con el contenido objetivo peyorativo de aquellas actitudes o palabras, por su
mismo alcance socio cultural y su común u ordinaria valoración, y que solo
desaparece si notoria y singularmente se manifiesta la presencia de otro ánimo
diferente y de prevalente condición, que anule el de infamar, poniendo todo en
relación, con las circunstancias de tiempo, lugar, ocasión, modo y personas, del
supuesto contemplado, para efectuarla apreciación relativa y de caso concreto, en
criterio axiológico judicial, en cuyo apoyo ha de utilizarse debidamente el contenido
del artículo 458 del Código Penal, que establece criterios objetivos o subjetivos de
diverso contenido, y relativos a la determinación cualitativa y alcance de la injuria,
como grave o leve.

CONSIDERANDO que el "animi" deshonorante, no tiene por qué constar


directamente expresado en los hechos probados de la sentencia, para no incurrir muy
posiblemente en empleo de conceptos jurídicos predeterminantes del fallo, debiendo
derivarse su presencia o inexistencia del objetivo relato de conducta y expresiones
acaecidas, más que de la descripción o intenciones, que han de establecerse
deductivamente en la valoración consiguiente judicial de la calificación jurídica, por
ser manifestación de un estado psicológico íntimo, que puede y debe revisarse incluso
en casación; razón que impide acoger por haber procedido correctamente la Sala de
instancia la ya infundada y preferente alegación del motivo del recurso, de que al no
constar establecida directa y expresamente en el relato fáctico la intención de injurias
en el procesado -lo que era obligado- no puede suponerse qué tuviera el ánimo
"difamandi" ya que si las expresiones pronunciadas son objetivamente deshonorantes,
debe presumirse el deseo peyorativo, a no desvirtuarse, por demostración en
contrario, a lo que para nada alude la resolución.

CONSIDERANDO que decir el procesado que el querellante era un "maricón"


y que podía probarlo, representa la imputación clara de un grave vicio, sodomítico,
incurso en el artículo 457, en relación con el número segundo del artículo 458 del
Código Penal, por la atribución infundada de desviación en la normalidad sexual, y la
304
realización del concúbito con personas del mismo Sexo, o contra el orden natural, lo
que supone en el concepto público una afrenta al crédito de masculinidad del
ofendido, pues cualquiera que sea la carga académica semántica que se da a esta
palabra, y su posible y vario empleo en lenguaje coloquial, es lo cierto, que fue
creada en los arrabales del idioma, por el pueblo llano o menos culto, para expresar
peyorativa e inequívocamente la homosexualidad, siendo de uso vulgar y común
conocimiento en su significación, que por su misma y ordinaria manifestación,
perjudica la fama y el crédito del agraviado de forma grave, por lo que la mera
presencia de tal palabra, unida a la afirmación reiterada, de que podía justificar el
aserto que contenía, indica por su significación gramatical objetiva, la presencia del
ánimo de injuriar buscado finalísticamente que no puede desconocerse, y que no se
halla contradicho en la resolución, pues concurren cuantos presupuestos antes se
expusieron, para que el delito de injurias graves existiera, y fuere reprochado
culpabilísticamente, con acierto.

CONSIDERANDO que abona además la presencia de dicha infracción toda la


circunstancialidad concurrente, sometida a la adecuada valoración judicial, de caso
concreto; puesto que el injuriante es persona de edad avanzada o con cultura de tipo
medio y de profesión industrial, hábiles en su conjunto, para poseer el dominio de sí,
y el conocimiento de la significación deshonorante de sus afirmaciones vulgares; que
lo realizó, en su establecimiento en estado normal sin causa alguna y en presencia de
dos serenos y de otra persona, que padecía alcoholemia, siendo aquellos
absolutamente capaces de su comprensión, aunque ello sucediera a las 3 de la
madrugada; que la homosexualidad imputada, lo fue repetidas veces, con la ya dicha
ampliación de que podía justificar su aseveración, demostrando un mayor apoyo, o lo
que no se quería hacer pasar como gratuita e infundada afirmación; que a su vez
agregó, que el hendido no tenía dinero, para pagar el Palacio que había comprado y
que a tal fin, había tenido que pedir dinero a una vecina hasta 10.000 duros, lo que se
agregaba, también en desdoro y menosprecio, como demostración de su ausencia de
insolvencia económica; que el menospreciado era un Abogado en ejercicio y
profesión en otros aspectos del Derecho, a quien se le intentaba causar perjuicio
cierto en su digna actividad y dedicación, y a quien por su posición indudablemente

305
se le originaba, por el de valor social que supone siempre y más para un científico
profesional del derecho, la imputación de vicio tan nefando o repudiado, en la
concepción de vida española; y que las expresiones difamantes, no dicterios, sino
imputaciones sodomíticas alcanzaron difusión que sobrepasó los términos
municipales de C, con expansión perjudicial en extremo, máxime atendiendo a dicha
profesional actividad que requiere de la adecuada reparación punitiva; por todo lo
que, es evidente la procedencia, de la inadmisión del único recurso de casación
articulado contra la sentencia, por estar ajustada a derecho la repulsa y condena de
una conducta gravemente injuriosa, que rectamente aplicó los artículos 457, 458,
número segundo y 455 párrafo segundo del Código Penal .

FALLO:

Que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de casación por


infracción de Ley, interpuesto por la representación del procesado Everardo, contra la
sentencia pronunciada por la Audiencia de O., de fecha 24 de junio de 1968, en causa
seguida contra el mismo por injurias. Condenamos al recurrente al pago de las costas
del presente recurso y a la pérdida del depósito que tiene constituido al que se dará el
destino legal. Comuníquese esta resolución al Tribunal sentenciador a los efectos
procedentes.

Así, por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN


LEGISLATIVA, con omisión de nombres propios, de personas y lugares, lo
pronunciamos, mandamos y firmamos. Adolfo de Miguel. José Espinosa. Ángel
Escudero del Corral (rubricados).

30-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 9 DE MARZO DE


1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que el fundamento de hecho de la sentencia recurrida dice así.


Primero. Resultando que al aproximarse las fiestas locales de E., de agosto de 1967,
al igual que venía haciendo en años anteriores, el Ayuntamiento acordó acotar la
plaza municipal para celebrar allí los festejos, reservando el acceso a la misma a
306
aquellas personas que previo pago de una cantidad no fija destinada a sufragar gastos,
obtuvieran las correspondientes tarjetas que habían de ser personales, nominales e
intransferibles. La recaudación de esos fondos la efectuaban los dos únicos Guardias
municipales del pueblo, quienes confeccionaban las oportunas listas de aportantes y
cuantías de aportaciones que servían de base a la expedición de las tarjetas por una
Comisión de Festejos integrada por vecinos ajenos a la administración municipal. El
querellante, don Jose Francisco efectuó por este concepto dos pagos en fechas
distintas, ambos a su nombre y por cuantía cada uno semejante a las usuales, siendo
provisto de dos tarjetas; don Jose Francisco, que ha sido Procurador en Cortes,
muchos años Alcalde y Jefe Local de F.'E. T. de E., y continúa aún con los cargos de
Concejal y Diputado provincial, se encuentra profundamente enemistado por rencillas
políticas con los actuales rectores de la vida local, hasta el punto de que tales rencillas
han motivado diversos procedimientos penales y administrativos. Con estos
antecedentes, sobre las veintiuna horas del 20 de agosto, cuando en la plaza se
celebraba una fiesta, alguien señaló al Alcalde, hoy procesado, don Rosendo, qué la
señora de Jose Francisco. se encontraba en el local sin haber obtenido tarjeta alguna,
ante lo cual el señor Rosendo, previo comprobar en unas listas que no había sido
extendido tal documento a nombre de dicha señora, doña Paloma, ordenó a los dos
guardias municipales que en razón a dicha carencia invitasen a la señora a abandonar
la plaza; los Agentes, sin señalar al Alcalde la circunstancia por ellos conocida
sobradamente de que el señor Jose Francisco había hecho dos aportaciones sucesivas
para las fiestas, se limitaron a cumplir la orden con la mayor discreción posible, hasta
el punto de que el señor Jose Francisco, qué se hallaba en la misma tertulia de doña
Paloma y próximo a ella, no tuvo conocimiento de nada hasta que la propia interesada
se lo comunicó, en cuyo momento, sin pedir explicaciones ni exhibir las dos tarjetas
que a su nombre poseía (el matrimonio no tiene hijos), ordenó a su esposa que
cumpliese lo mandado, procediendo seguidamente a enviar un coche a P. de A., a fin
de hacer venir con la mayor urgencia al Notario del distrito, funcionario que una hora
después solamente del suceso, había recogido en Acta a instancias del señor Jose
Francisco la versión que sobre él mismo hacían los acompañantes del matrimonio. La
salida de doña Paloma fue advertida Por numerosas personas que hicieron
comentarios sobre la causa que la motivaba. Hechos probados.
307
RESULTANDO que en la expresada sentencia se estimó que los hechos
declarados probados no constituían, delito alguno, por lo que se dictó el siguiente
pronunciamiento: Fallamos que debemos, absolver y absolvemos al procesado
Rosendo del delito de injurias graves a particulares de que fue acusado, declarando de
oficio las costas procesales, y se aprueba, por sus propios fundamentos, el auto de
solvencia que el Juzgado Instructor dictó y consulta en el ramo separado
correspondiente, decretándose la cancelación de la fianza prestada en el mismo.
Remítase testimonio de esta sentencia al excelentísimo señor Gobernador civil de la
provincial y a la Delegación Nacional de Justicia y Derecho.

RESULTANDO que el presente recurso se interpuso por la representación del


recurrente don Jose Francisco, basándose en el siguiente motivo: Único. Al amparo
del número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ya que la
sentencia recurrida viola por inaplicación el artículo 457 en relación con los números
3 y 4 del 458 y párrafo segundo del 459 del Código Penal vigente y la doctrina legal
que se dirá.

Entiende la parte que los hechos declarados probados en el Resultando de


hechos probados contienen todos los elementos objetivos y subjetivos para
considerarlos constitutivos de delito de injurias graves, tipificado en el artículo 457,
en relación con los números 3 y 4 del 458 del vigente Código Penal .

RESULTANDO que en el trámite respectivo el Ministerio Fiscal y la


representación del procesado recurrido, Rosendo personado en los autos, se
instruyeron de los mismos, oponiéndose el último a la admisión del recurso por darse
en su último motivo la causa tercera de inadmisión del artículo 884 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal. La representación del recurrente evacuó el traslado del
artículo 882 de la Ley Procesal Penal por medio de escrito impugnando la oposición
del recurrido.

RESULTANDO que en el acto de la vista el Letrado recurrente sostuvo su


recurso, que fue impugnado por el de la parte recurrida y por el Ministerio Fiscal.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

308
CONSIDERANDO que si el procesado, en funciones de Alcalde ordenó a los
agentes de su Autoridad que invitasen a la esposa del querellante para que
abandonara el recinto acotado de la plaza en el que se celebraban los festejos por
carecer de la tarjeta personal, nominal e intransferible que, según lo acordado, era
necesaria para penetrar en él, y ese requerimiento produjo al ser- conocido por
numerosas personas comentarios en torno a su causa, no deriva de tales hechos el
delito de injurias por el que se postula condena en el único motivo del recurso al
amparo del número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal,
porque aunque el querellante se hallaba pro fundamente enemistado con los rectores
de la vida local por motivos políticos, no puede atribuirse la acción del querellado a
venganza, ni a otro móvil ilegítimo que condujera a lesionar el honor ajeno, pues
además de que la Autoridad municipal se atuvo estrictamente a los acuerdos que se
habían adoptado es de tener en cuenta que no actuó por propia iniciativa, sino cuando
"alguien" le advirtió de la estancia indebida de la señora en aquel lugar y después de
comprobar, examinando unas listas, que carecía de la imprescindible tarjeta, e
ignorando, por otra parte, que su esposo había obtenido dos a su nombre mediante la
entrega de sendas cantidades de dinero, ya que el incumplímiento por la esposa del
recurrente de los requisitos exigidos para la entrada en el recinto reservado de la plaza
se le ofrecía evidente y a corregirle encaminó la orden, que pudo quizá quedar sin
ejecución si el impugnante hubiera hecho saber que poseía dos tarjetas y que, por
carecer de hijos, una de ellas había de corresponder a su mujer, en vez de apreciarse
inexplicablemente a ordenar a ésta que se marchara, favoreciendo de tal suerte el
advenimiento de una situación que la relación fáctica no permite entender claramente
que fuera buscada por el procesado con la malicia que requiere la figura penal, por la
que se demanda sanción, ni aunque pudiera admitirse que el sexo de la persona contra
la que fue dirigida la orden y su relieve social en el pueblo aconsejaban la utilización
de medios más discretos para haber observar lo acordado.

FALLO:

Que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de casación por


infracción de ley interpuesto por la actuación particular don Jose Francisco contra la
sentencia pronunciada por la Audiencia de B. en fecha 6 de junio de 1968, en causa
309
seguida contra Rosendo por injurias, condenándole al pago de las cestas y a la
pérdida del depósito constituido, al que se dará el destino legal. Comuníquese esta
resolución al Tribunal sentenciador a los efectos legales oportunos, con devolución
de la causa que en su día remitió.

Así, por esta nuestra sentencia, que con omisión de nombres propios de
personas y lugares se publicará en la COLECCIÓN LEGISLATIVA, lo
pronunciamos, mandamos y firmamos.-Adolfo de Miguel.-José Espinosa.-Alfredo
García Tenorio y Sanmiguel (rubricados).

31-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 15 DE ABRIL DE


1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que el fundamento de hecho de la sentencia recurrida dice:


Primero. Resultando probado y así se declara, fue el procesado Humberto de mayoría
de edad penal, buena conducta y sin antecedentes computables, que había sido socio
en la representación de determinada Sociedad de Seguros en la ciudad de S., con los
querellantes don Jesús, casado y don Gabriel, casado, disuelta por divergencias entre
los dos últimos y el primero y residentes todos ellos en dicha ciudad de S. escribió
una carta sin firma y desfigurando su letra dirigida al Gabriel, recibida por éste el día
8 de julio del pasado año 1967 en la que se estamparon las siguientes palabras y
oraciones con respecto a recimpendario "sinvergüenza" "su mujer se va a enterar de
todas las queridongas que tiene por ahí" "que le pasó con la mujer de ese que saca
tierra de G." "Le voy a poner letreros por todas las esquinas, diciéndole lo indecente
que es", "se acuerda cuando le dio con un martillo a su mujer y le dio un ataque que si
no hubiera sido por el señor Jesús se hubiera muerto"; con respecto al señor Jesús .
"el otro sinvergüenza", "...se acuerda cuando en el callejón de la casita el otro le
quería matar"; y refiriéndose a la esposa del anterior y también querellante doña Flor
"que la mujer del otro sinvergüenza es una puta y que en A. no hacía nada más que
joder". La demanda para la celebración del acto conciliatorio fue presentada el día 3
de enero del corriente año, en el Juzgado Comarcal de S.

310
RESULTANDO que en la expresada sentencia se estimó que los hechos que se
declaran probados eran legalmente constitutivos de dos delitos de injurias graves, de
los artículos 457 y 458 número segundo sancionados en el párrafo segundo del
artículo 459, todos del Código Penal, de los que era criminalmente responsable, en
concepto de autor, el procesado referido, sin circunstancias: Fallamos que debemos
condenar y condenamos al procesado Humberto, como autor responsable de dos
delitos de injurias graves, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la
responsabilidad a la pena de seis meses y un día de destierro de la ciudad de S., y a
una distancia de esta población de 25 kilómetros como mínimo en su círculo y multa
de 5.000 pesetas por cada uno de ellos. Si no satisficiese las multas dentro del plazo
legal una vez requerido al efecto, sufriría como responsabilidad personal subsidiaria-
un día de privación de libertad por cada 250 pesetas, y al pago de las costas
procesales en dos quintas partes de las costas, y pudiendo revestir una falta de injuria
liviana la expresión preferida contra el querellante señor Jesús de la que asimismo le
absolvemos del delito; y dictada sentencia, líbrese testimonio de ella juntamente con
el testimonio del escrito de querella que se remitirá al Juzgado Comarcal de S., para
la celebración del adecuado juicio de falta, si reclamase el ofendido, declarándose de
oficio la otra parte de costas. Y aprobamos el auto de solvencia parcial dictado en el
ramo correspondiente.

RESULTANDO que el presente recurso se apoya en el siguiente motivo de


casación: Único. Al amparo del número segundo del artículo 849 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, error de hecho en la apreciación de la prueba resultante de
los documentos qué cita como auténticos -certificación de la sentencia de 20 de
febrero de 1968 de la Audiencia de C - demostrativa de la equivocación del Juzgador
que le lleva a la inaplicación del artículo 71 del Código Penal.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal se instruyó del recurso y en el acto de


la Vista, lo impugnó.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que el único motivo del recurso se ampara en el número


segundo del artículo 849 de la ley procesal y presenta como documento auténtico la

311
sentencia de fecha 20 de febrero de 1968, bajo el número 32 resolviendo el sumario
28 y rollo de Sala 1.001 de 1967, dictada por el mismo Tribunal instancia que
pronunció la que se recurre, la que tuvo su origen en carta idéntica, así lo dice el
recurrente, a la que ya fue objeto de casación por delito de distinta naturaleza en el
expresado sumario número 28, y así resulta inconcuso, en tesis del motivo, que al no
haber recogido la Sala de instancia en sus premisas fácticas, condicionantes del fallo,
la existencia de tan importante hecho, la lleva a la violación de la ley por error de
hecho en la apreciación de las pruebas resultantes de documento auténtico y
consecuente inaplicación del artículo 71, del Código Penal, pues habiendo unidad de
acción y pluralidad de delitos, la Sala debió sentenciar en su momento el delito de
mayor gravedad, el de amenazas, en su grado máximo.

CONSIDERANDO que el meritado motivo ha incurrido en la causa sexta de


inadmisión del artículo 884 de la ley de Enjuiciamiento Criminal, al no haber
designado el recurrente en su escrito preparativo, en cuya falta persiste en el de
interposición, los particulares del documento auténtico que muestran el error de
hecho de la resolución impugnada, como imperativamente exige el párrafo segundo
del artículo 855 de la precitada ley, causa impediente, que en este trámite justifica
sobradamente la desestimación, según repetida doctrina de esta Sala.

CONSIDERANDO por añadidura, que la aplicación del artículo, 71 del Código


Penal requiere la existencia de un sólo hecho que constituye dos o más delitos o que
uno de ellos sea medio necesario para cometer el otro, porque en ambos casos las
individualidades punibles se funden convirtiéndose en fases diferentes de un solo
proceso delictivo, y que las penas señaladas a cada uno de ellos sean homogéneas y
de la misma naturaleza para que pueda efectuarse la adición que indica el precepto,
pues si se tratase de penas heterogéneas, una privativa de libertad en el sentido
clásico, y la otra restrictiva de esta misma libertad o sea de la facultad de elegir
residencia o limitación de derechos, siempre resultaría perjudicado el reo, toda vez
que habría que imponerle el máximo de la pena que priva de libertad, por ser la más
grave.

CONSIDERANDO que en atención a lo que expuesto queda, llegamos a la


misma conclusión desestimatoria del recurso, pues en el caso que se nos plantea, los
312
delitos son de distinta naturaleza, no siendo posible la conexidad entre ellos, ya que el
es el de amenazas, ya juzgado, y el otro, el que aquí se ventila, es el de injurias; falta
la homogeneidad en las penas, toda vez que la que corresponde al primero, es de
arresto mayor (número segundo del artículo 493 del Código Penal) y al de injurias
graves la de destierro y multa, (artículos 457 y número segundo del 458 y 459), según
las respectivas sentencias; pero es que, además, las acciones son distintas, la una
pública y puede iniciarse la causa de oficio, la otra privada y no puede perseguirse el
delito sin previa querella del ofendido, sin que pueda darse la acción popular, ni tenga
intervención el Ministerio Fiscal, por todo lo que se tramitan en distintos procesos,
sin que sea admisible la unidad procesal; y como broche final, ha de afirmarse que no
puede ser aceptada la tesis del recurrente, pues lo que se pretende, al socaire del error
de hecho, con base en documento auténtico, no es sólo la modificación del relato,
sino la revisión, además de la sentencia recurrida, de otra anterior, al parecer firme y
ejecutoria que no ha sido impugnada en el presente recurso, el cual no puede tener tan
ambiciosas repercusiones.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de ley, interpuesto, por Humberto (contra sentencia dictada
por la Audiencia de C. de fecha. 8 de agosto de 1968, en causa seguida al mismo por
el delito de injurias; condenándole al pago de las costas y a la pérdida del depósito
constituido al que se le dará el destino legal. Comuníquese esta resolución a la
mencionada Audiencia a los efectos legales.

Así, por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN


LEGISLATIVA, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.- José María González.-
José Espinosa Herrera.-Alfredo García (rubricados).

32-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 7 DE MARZO DE


1970

ANTECEDENTES DE HECHO:
313
RESULTANDO que la representación del procesado, hoy recurrente, Hugo, al
evacuar el traslado de calificación ante la Audiencia, y formular sus conclusiones
provisionales, alegó: "...Por otra parte, la acusación ha incumplido las prevenciones
contenidas en el artículo 467, párrafo tercero, del Código Penal, en relación con el
número séptimo del artículo 277 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, pues si se
tiene en cuenta que la querella se interpone por el Procurador señor Alonso Delgado,
sin poder especial para dirigir contra Hugo, lo que podría haberse suplido con la
firma de la querella por el señor Lázaro y su imprescindible ratificación posterior "de
la que se carece en autos", ha de estimarse inexistente e ineficaz tal pretendido
ejercicio de la acción penal respecto al procesado, para cuya punibilidad era necesario
el más exacto cumplimiento de las prevenciones contenidas en los textos legales
citados".

RESULTANDO que en la nota del juicio oral celebrado con fecha 21 de junio
de 1968, consta el siguiente particular: "... Lázaro dice se ratifica y ratifica la querella
y reconoce la firma y certificación ante el Notario; obrando la ratificación del escrito
de querella en los folios 69 y siguientes del sumario los que se le exhiben en el acto
del juicio oral, aunque no recordaba se ratificara en el Juzgado y supone que la
ratificación estará en el poder otorgado ante Notario, esto último lo dice a la defensa
antes de que se le exhibieran los folios 69 y siguientes del sumario." RESULTANDO
que por la referida Audiencia se dictó sentencia con fecha 24 de junio de 1968, que
contiene el siguiente. Primero. Resultando probado y así se declara que el procesado
Hugo, en su calidad de Director General de la Compañía de Seguros E. C, S. A.,
mandó publicar en el periódico de esta localidad "E. P.", en los días 28, 29 y 30 de
octubre de 1966 el siguiente anuncio: "E. C, Compañía de Seguros, participa a sus
asegurados y público en general: Primero. Que don Lázaro nunca ha sido agente
general de E. O., S. A. Segundo. Que fue destituido de agente efecto por
consideraciones sumamente graves. Tercero. Que jamás ha tomado posesión de su
agencia porque esta nunca lo fue. Cuarto. Que no está autorizado para cobrar recibos
de ninguna clase de la Compañía, de la que carece por completo de titularidad
jurídica. Quinto. Finalmente, E. O., S. A., de Seguros y Reaseguros no se
responsabiliza en absoluto de la actuación que don Lázaro pueda efectuar en nombre

314
y representación de esta Compañía." Dicho procesado es de cincuenta y un años y
carece de antecedentes penales.

RESULTANDO que la referida sentencia estimó que los indicados hechos


probados eran constitutivos de un delito de injurias graves y con publicidad, previsto
y penado en los artículos 157, 458, número tercero, y 459 del Código Penal, siendo
autor el procesado, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal y contiene la siguiente parte dispositiva: Fallamos que
debemos condenar y condenamos al procesado Hugo como autor de un delito de
injurias graves realizadas por escrito y con publicidad, sin la concurrencia de
circunstancias, a la pena de un mes y un día de arresto mayor con las accesorias de
suspensión de todo cargo público, profesión, oficio y derecho de sufragio durante el
tiempo de duración de dicha condena, y a la de 5.000 pesetas de multa, que hará
efectivas en papel de pagos al Estado con el arresto sustitutorio de quince días si por
insolvencia no satisface dicha multa totalmente, y al pago de las costas procesales,
siendo de abono para el cumplimiento de la condena impuesta todo el tiempo que
hubiere estado privado de libertad por esta causa. Reclámese del Instructor el ramo
separado de embargo, el cual, una vez recibido, pasará a informe del Ministerio Fiscal
con el fin de acordar lo procedente.

RESULTANDO que la representación del recurrente Hugo al amparo del


número tercero del artículo 851, y número primero del 849, ambos de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, alega los siguientes motivos: Por infracción de ley.
Primero: Infracción por aplicación indebida de los artículos 457, 458, número tercero
y 459, del Código Penal, a que después de una fría y desapasionada lectura del
contenido de la publicación, no se podría por menos qué reconocer la falta de
intencionalidad que se deducía de la misma, ya que en resumidas cuentas lo único
que hacía era participar a sus asegurados y público en general unos extremos de una
indudable importancia e interés para éstos y la Compañía, dadas las relaciones que las
unen; el mismo estilo gramatical de la publicación estaba evidenciando una simple
finalidad narrativa, o sea, exponer a los asegurados de "El Censo" extremos de
indudable interés para los mismos j sus oportunos efectos, no pudiendo olvidarse
tampoco en este punto que el actor de la publicación era el Director General de la
315
Compañía, y que al ordenar la publicación, estimó que no hacía sino despachar
asuntos atinentes a su cargo en la Sociedad, cumpliendo con un deber inherente a la
misión encomendada, resultando claro, por tanto, la ausencia de ese "animus
injuriandi", del que en ningún momento se podría prescindir.

Infracción por no aplicación de los artículos 113 y 1" del Código Penal, ya que
estimaban, conformes a la doctrina jurisprudencial que exponía, que por lo tanto eran
de aplicaran al caso los indicados preceptos. Por quebrantamiento de forma -Tercero.
Por no haberse resuelto sobre todos los puntos que fe ron objeto de defensa, a que
había un extremo de suma importancia, que no se resolvía en definitiva en la
sentencia, o sea, el de la falta de poder especial para ejercitar la acción por el delito
de injurias por el querellante; punto que fue objeto deja defensa, y que aparecía en el
escrito de conclusiones provisionales y que también fue objeto de alegación en el acto
del juicio oral, y también a las faltas de firma y ratificación de la querella por el
querellante, al tiempo de ejercitar su acción.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal y la representación del recurrido don


Lázaro se instruyeron del recurso; en el acto de la vista, que ha tenido lugar en 27 de
febrero último, el Letrado del recurrente, sostuvo su recurso, que fue impugnado por
el Ministerio Fiscal y Letrado del recurrido.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que entre los motivos de casación que ofrece el presente


recurso, y como en primer término los puntos de infracción de Ley, y posteriormente
los de quebrantamiento de forma, cuando lo lógico y lo normal debiera ser lo
contrario, porque si prospera un motivo de casación por forma y han de reponerse las
actuaciones para subsanar el quebrantamiento procesal, no puede entrarse en el fondo
del asunto, y en este caso concreto el obligado método impone entrar primero en la
impugnación por forma alegada según el número tercero del artículo 851 de la Ley
Procesal , referente a la falta de poder especial del querellante para ejercitar la acción,
asunto tratado en la segunda parte del Considerando primero de la sentencia
combatible, donde se expresa que existe poder especial, según aparece acreditado al
folio 14 del rollo de Sala, poder otorgado de modo especialísimo el día 28 de febrero

316
de 1968 ante el Notario de Valladolid don Iñigo Fernández, firmando el interesado la
segunda querella ampliatoria, según consta al folio 70 del sumario, poder también
ratificado en el acto del juicio oral, con lo cual es visto que él punto suscitado en este
particular fue considerado y expresamente rechazado por la sentencia recurrida.

CONSIDERANDO que entre los motivos de infracción de Ley, se precisa


primero examinar el relativo a la prescripción del delito, alegando en segundo lugar,
porque de él puede depender entrar o no en el examen del motivo primero sobre no
existencia del delito por prescripción del mismo, extremo del que se trató durante el
sumario, pues procesado ya el recurrente y antes de recibírsele indagatoria, su
representación suscitó la cuestión de la prescripción del delito (folio 109 del sumario)
a lo que la parte querellante replicó que era cuestión a tratar en el trámite del artículo
666 de la Ley Procesal, en cuyo momento se suscitó formalmente el incidente, que
previa su tramitación legal fue resuelto por Auto de 2 de mayo de 1968, desestimando
la excepción, que nuevamente se reprodujo en el plenario, tratando del extremo el
citado Considerando primero de la sentencia recurrida, en que se dice que con la
primera querella se había interrumpido la prescripción, y cuando se averiguó quién
era la persona responsable del delito, se presentó querella en forma, con lo que no
puede darse por existente el transcurso del plazo prescriptivo a tenor de las sentencias
de esta Sala de fechas 26 de octubre de 1905, 10 de octubre de 1909 y 26 de febrero
de 1952 (demostrativas de la voluntad del interesado de no querer dejar impugne el
hecho perseguido), ni antes ni después de saber concretamente quién era el autor del
mismo; lo que conduce a estimar no concurrente la excepción de que se trata, y en
consecuencia a rechazar, la causa de impugnación alegada.

CONSIDERANDO que finalmente en cuanto al auténtico fondo del asunto, lo


combate el motivo Primero suscitado, estableciendo que no hay delito por falta del
necesario "animus injunandi", puesto que aquí no se trataba sino de un "animus
narrandi", con propósito informativo, sin intención de deshonrar o menospreciar al
interesado, puesto que se decía que su destitución había obedecido a "consideraciones
sumamente graves"; argumentación rechazable, porque si se hablaba de
desestimación y de consideraciones o causas sumamente graves para ello, bien
claramente se estaba imputando al querellante unos motivos deshonestos,
317
constitutivos de delito de injurias, mucho más cuando que se trataba de un caso, que
como consta a esta Sala por otros procedimientos similares y por el mismo motivo, se
han estimado por la misma como casos de injurias graves, casos que algunos de ellos
se enumeran en la Sentencia de 5 de noviembre de 1963 , atada en la vista por el
Letrado de la parte recorrida, en la que se citan otras resoluciones afectantes a pasos
análogos, cometidos bajo la inspiración de la misma entidad contra igual ofendido en
diversos periódicos de España, hechos todos producidos en cadena; todo lo que
determina en este caso también la desestimación del recurso suscitado, con sus
consecuencias ilegales.

FALLO:

Que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de casación por


quebrantamiento de forma e infracción de ley interpuesto por Hugo ., contra sentencia
pronunciada por la Audiencia Provincial de V. con fecha 24 de junio de 196S, en
causa seguida al mismo por delito de injurias. Condenamos a dicho recurrente al pago
de las costas ocasionadas en el presente recurso y a la pérdida del depósito
constituido, al que se dará el destino legal. Comuníquese esta resolución a la
mencionada Audiencia a los efectos legales oportunos, con devolución de la causa
remitida.

Así, por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN


LEGISLATIVA, con omisión de nombres propios de personas y lugares, lo
pronunciamos, mandamos y firmamos.-Adolfo de Miguel.-Francisco Casas y Ruiz
del Árbol.-Jesús Sáez (rubricados).

33-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 6 DE JUNIO DE 1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que por la mencionada Audiencia se dictó el siguiente "Auto:


En la ciudad de B., a 17 de marzo de 1968. Resultando que en el rollo de la causa
318
número 10 de 1968 de Tusado de A instruida en virtud de querella formulada por el
Procurador don Diego Garrido García, en nombre y representador de don Franco .,
contra Santiago, al serle entregada la causa para calificación a don Eladio Salinero de
los Santos, Procurador del querellado procesado, en término hábil y sin evacuar ese
trámite formuló en artículo de previo pronunciamiento la declinatoria de jurisdicción
y se denunció defecto procesal de nulidad de actuaciones y tramitado en forma legal,
sin recibir el artículo a prueba, se señaló para la celebración de vista el día 15 del
presente mes, en la que el defensor de la parte querellada, Letrado don Carlos Suárez
Barcena de Llora, solicitó se estimase su pretensión, y por el defensor de la parte
querellante, Letrado don Jesús Bardajá López, se pidió la desestimación.
Considerando que en el presente artículo de previo pronunciamiento se hacen dos
peticiones, una declinatoria de jurisdicción, y otra de nulidad de lo actuado;
peticiones en un todo contradictorias e incongruentes, pues si se estima incompetente
a este Tribunal también lo sería para decretar la nulidad que se pretende; es decir, que
en esencia se impugna la competencia del Tribunal para conocer y fallar en el ya
abierto juicio oral, y seguidamente se solicita que, lejos de abstenerse, provea
decretando la nulidad de lo actuado en el Juzgado Instructor. Considerando que el
presente recurso no lo fundamenta la parte querellada en una infracción de tipo
procesal que le haya producido indefensión, sino que entrando en el estudio del lugar
de perfección de los delitos que se cometen por correspondencia, alega ser
competente para ello el lugar en que lo remite el destinatario, no donde se prepara o
inicia, y como el excelentísimo señor Gobernador Civil de la Provincia, que era su
destinatario, recibió el escrito en B., éste debe ser el Juzgado competente y no A.,
donde se presentó la querella. Considerando que del contenido y súplica del escrito
interponiendo el incidente de previo pronunciamiento, se aprecia que lo que en él se
pretende realmente es que se declare la nulidad de lo actuado, en virtud de lo
dispuesto en el artículo 513 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal a partir del auto del
Juzgado Instructor de fecha 5 de julio de 1968, admitiendo la querella que, según
aquel, debió ser de desestimación al no ser competente para instruirlo, previniendo a
la parte querellante para que ante el Juzgado de Instrucción de B. presentase la
querella si a su derecho interesa. Considerando que sin entrar en la cuestión, muy
discutida por la doctrina, de si el momento y trámite de los artículos de previo
319
pronunciamiento son los adecuados para formular cualquier incidente atípico de
matiz procesal, de fondo o de forma, por no ser exhaustiva sino descriptiva la
enumeración del artículo 666 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, y dando por
admitido este criterio, no podría prosperar la auténtica pretensión - anulación de
actuaciones- de la parte querencia, ya que, como tiene declarado el Tribunal
Supremo, entre otras en la sentencia de 3 de noviembre de 1967, la estimación de una
cuestión de competencia en lo penal ni anula las diligencias practicadas, imponiendo
tan sólo, como determinan los artículos 38 y 674 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, que se remitan los autos al Tribunal o Juez que se considere competente; o
sea que la competencia planteada resulta vacía e ineficaz, pues no debiendo
retroceder el curso de la causa, aunque se estimase la pretensión declinatoria, no será
factible subsanar la actuación del Juez de A-, lugar en que precisamente reside el
querellado y que, por tanto, le ha supuesto en todos los órdenes sea facilidades;
ahorro de tiempo y gastos, posibilidad de aportaciones de pruebas, etc., que si el
Instructor hubiera sido, el Juzgado de B., dado que esta Audiencia sería en todo caso
la competente para conocer y fallar en dicha causa. En consecuencia, no procede
estimar la cuestión declinatoria y nulidad de actuaciones propuesta y denunciada en el
presente incidente. Vistos los artículos citados y demás de general aplicación: La Sala
ante mí dijo: Se desestima la declinatoria de jurisdicción y la nulidad de actuaciones,
respectivamente propuesta y denunciada en el artículo de previo pronunciamiento
formulado en el rollo de la causa número diez de 1968 del Juzgado de A. por el
Procurador don Eladio Salinero de los Santos, en nombre del procesado Santiago, y
declaramos de oficio las costas procesales, que corresponden a este incidente;
dejando sin efecto la suspensión del trámite de la causa acordada por auto de esta
Sala de fecha 10 del corriente. RESULTANDO que la representación del recurrente
Santiago, al amparo del número primero del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, alega los siguientes motivos: Primero: Inaplicación del número segundo del
artículo 14 de la Ley procesal en relación con el número primero del artículo 666 de
la misma y con los artículos 3 y 453 del Código Penal, por cuanto el delito imputado
se consumó en B., por ser el lugar donde fue recibida la carta presuntamente
calumniosa; y sólo el Juzgado de B., pues, era competente para entender de la
querella, y no el de A., por tanto, debía prosperar la declinatoria de jurisdicción.
320
Segundo: Inaplicación del artículo 667 de la misma Ley , que determina que todo
artículo de previo pronunciamiento en declinatoria de jurisdicción debía plantearse
ante la Audiencia, estando la causa en trámite de calificación, motivo éste que era
complemento del anterior. Tercero: Infracción, por inaplicación, del artículo 513, en
relación con el 674, de la misma Ley y la doctrina legal que citaba, ya que procedía
que se declarase, con la incompetencia del Juzgado de A., la desestimación de la
querella por dicho Juzgado Instructor, lo que llevaría aparejada automáticamente la
nulidad de las actuaciones practicadas ante el mismo.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal se instruyó del recurso, así como la


representación del recurrido don Franco, y en el acto de la vista, que ha tenido lugar
en 26 de mayo último, el Letrado del recurrente sostuvo el recurso, que fue
impugnado por el Ministerio Fiscal y por el Letrado del recurrido.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que en los tres motivos del recurso se plantea, a la sombra


de una declinatoria de jurisdicción, una sola pretensión, la de que se anule iodo el
sumario por haberse tramitado ante Juez incompetente, sin perjuicio de que el
querellante pueda reproducir su querella, si lo considera oportuno, ante el Juez que
tenga competencia con arreglo al artículo 14 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal ; y
para ello se argumenta que persiguiéndose en el sumario un delito de calumnia
vertida en carta dirigida al Gobernador Civil de B., fue en esta ciudad donde se
cometió el delito por haberse recibido allí el escrito y producido sus efectos, y el Juez
competente para instruir el sumario era el de B., con arreglo al número segundo del
citado artículo 14, y al haberse promovido la querella ante el Juez de A., lugar de la
vecindad del querellado, este Juez debió desestimarla por falta de competencia para
conocer de ella de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 313 de dicha Ley , y al no
haberlo hecho así, resultaron infringidos esos preceptos y el recurrente fue procesado
por Juez incompetente, sin poder alegar esta incompetencia hasta el trámite de
calificación por la vía de la declinatoria de jurisdicción con arreglo al artículo 656 de
la misma ley ; razonamiento aparentemente eficaz y hábilmente manejado por la
defensa del recurrente en apoyo de la pretensión que persigue, pero carente de
consistencia, a saber: a) Porque en las declinatorias de jurisdicción lo único que se
321
discute es la competencia- del Tribunal que ha de conocer en instancia única y juicio
oral del hecho enjuiciado, no la del Juez que haya instruido el sumario, por eso el
artículo 676 dice que si el Tribunal no estimare justificada la declinatoria, "declarará
no haber lugar a ella confirmando su competencia para conocer del delito", dando a
conocer con el reflexivo "u" que lo que se discute es la competencia del Tribunal ante
el que se plantea la cuestión, competencia que en el caso de autos no se discute
porque tanto el Juzgado de A., como el de B., corresponden a la misma provincia y
los sumarios de ambos han de ser resueltos por la Audiencia Provincial de dicha
capital, no pudiéndose pretender que este Tribunal se declare incompetente para
conocer de un sumario tramitado por un Juzgado de su demarcación y por delito
cometido dentro de su provincia, porque sería vulnerar el mismo artículo 14 invocado
por el recurrente en su número tercero; declinatoria además que tampoco podría
hacerse, ni ha sido solicitada, al no decirse a favor de qué Tribunal iba a declinar el
conocimiento, que eso es lo que supone toda declinatoria, inhibirse en favor de otro,
no en dejar nula una actuación, porque precisamente esa declaración de nulidad
encierra competencia para hacerlo como sostiene acertadamente el Tribunal de
instancia; b) Porque establecida la única instancia y el juicio oral para el
conocimiento de las causas por delitos por la vigente Ley de Enjuiciamiento en virtud
de lo ordenado en la Ley de Bases de 11 de febrero de 1861, y siendo en dicho juicio
donde ha de desarrollarse con amplitud, la prueba, donde las partes deben hacer valer
en igualdad de condiciones los elementos de cargo y descargo, según se lee en la
exposición del Real Decreto de 14 de septiembre de dicho año que aprobó el proyecto
de dicha ley, el sumario no es otro, según el artículo 299 de esa ley, que el conjunto
de actuaciones encaminadas a preparar el juicio, y por tanto como medidas
provisionales no pueden afectar definitivamente a la situación de los procesados ni
producirles indefensión, tanto por ser recurribles ante la Audiencia de autos de
procesamiento, denegación de pruebas, y otros acuerdos, como por ser este Tribunal
el llamado a resolver todas las cuestiones propuestas en la sentencia que se dicte; y de
aquí también que pueda encargarse la formación del sumario a jueces especiales que
no sean del territorio donde se ha cometido el delito - artículos 303 y 304 - sin afectar
al Tribunal que con arreglo a las disposiciones legales corresponda el conocimiento
de la causa, según dispone expresamente el artículo 305; evidenciándose con ello que
322
las declinatorias de jurisdicción sólo afectan al Tribunal que ha de conocer y fallar,
no al Juez que tramitó el sumario; c) Porque es pueril suponer que el querellado pudo
ser perjudicado por un auto de procesamiento que otro Juez no hubiera dictado si
sostenía distinto criterio, porque acaba de decirse que esos autos son recurribles ante
las Audiencias, cuyo criterio al enjuiciar el hecho es el que tiene que prevalecer
coincida o no con el que provisionalmente haya formado el Instructor; sin olvidar
además que en los procedimientos por injurias y calumnias hechas por- escrito, la
actuación del Juez es mínima, pues reconocido el escrito por la persona responsable y
comprobado si hubo o no publicidad, se da por terminado el sumario previo el
procesamiento del querellado, sin más diligencias como previene el artículo 807 de la
mencionada ley; y d) Porque la afirmación que se hace en el tercer motivo del recurso
de que el artículo 674 preceptivo de remitir lo actuado a otro Tribunal al estimar la
declinatoria, no tiene aplicación en los delitos que sólo pueden perseguirse a instancia
de parte, pretendiendo por ello que se declare la nulidad de todo lo actuado, no tiene
fundamento legal alguno ni el citado artículo contiene tal limitación, pretensión
contraria también a la naturaleza de orden público que tienen las leyes procesales, y
por eso, en esos delitos privados, el perjudicado o la persona titular del derecho de
instar el procedimiento, es libre de ejercitar o no este derecho, pero una vez impetrada
en forma procesal la acción de la justicia, el cauce de la actuación de ésta se ha de
ajustar a las normas procesales establecidas, no a las que las partes quieran fijar; y en
su virtud, no pudiendo el procesado en toda clase de juicios promover cuestiones de
competencia hasta el trámite de calificación - artículo 19 número sexto de la ley
procesal - y refiriéndose la declinatoria de jurisdicción al Tribunal que ha de conocer
y fallar de la causa, competencia que no se discute por el recurrente, la pretensión
postulada en el presente recurso no puede ser acogido.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de ley interpuesto por Santiago, contra auto pronunciado por
la Audiencia Provincial de B., con fecha 17 de marzo de. 1969, que desestimo
declinatoria de jurisdicción propuesta en causa seguida a aquel por delitos de
calumnia e injurias. Condenamos a dicho recurrente al pago de las costas ocasionadas
323
en el presente recurso y a la pérdida del depósito constituido, al que se dará el destino
legal. Comuníquese esta resolución a la mencionada Audiencia a los efectos legales
oportunos.

Así, por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN


LEGISLATIVA, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. - Adolfo de Miguel. -
José María González Díaz. - José Espinosa. - Fidel de Oro. - Alfredo García. -
Rubricados.

34-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 31 DE MARZO DE


1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que el fundamento de hecho de la sentencia recurrida dice así:


Primero. Resultando probado, y así se declara, que en esta ciudad, el día 7 de
noviembre de 1967, en la calle donde viven Carmela y la procesada Yolanda, esta
última, que ya el día anterior había llamado a la primera "puta" y "cabra",
dirigiéndose de nuevo en voz alta a ella de modo que los vecinos pudieran oírla, le
dijo otra vez y repetidamente "puta", que su propio hermano (el de la procesada), "se
le había montado" y que "se le habían montado hasta los negros"; no, se ha probado
que en esta ocasión mediase discusión entre ambas, sino que la procesada se dirigió
con dichas expresiones a Carmela, que se encontraba en el balcón de su casa.

RESULTANDO que en la expresada sentencia se estimó que los hechos


declarados probados eran constitutivos de un delito de injurias graves del párrafo
segundo del artículo 458 del Código Penal , siendo responsable en concepto de autora
la procesada, sin circunstancias, se dictó el siguiente pronunciamiento: Fallamos que
debemos condenar y condenamos a Yolanda , como autora responsable del delito de
injurias graves no proferidas por escrito y con publicidad, sin la concurrencia de
circunstancias modificativas, a las penas de un año y un mes de destierro de esta
capital y en un radio de 25 kilómetros y 5.000 pesetas de multa, con arresto
sustitutorio caso de impago de quince días y al pago de las costas procesales.

324
Declarando la insolvencia de dicha procesada aprobando el auto que a este fin dictó el
Juzgado Instructor.

RESULTANDO que el presente recurso se interpuso por la representación de


la recurrente Yolanda, basándose en el siguiente motivo: Único. Amparado en el
número segundo del artículo 849 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , error de
hecho en la apreciación de la prueba, resultante de los documentos auténticos que se
señalan. La sentencia recurrida debe ser casada, toda vez que los documentos
auténticos que se señalan acreditan unos hechos relevantes, que no han sido tenidos
en cuenta por la Sala de instancia, que -por ello- ha incidido en error en la apreciación
de la prueba, al ser tales hechos trascendentes para el "fallo". El documento en que se
apoyan es la certificación expedida por el Juzgado Municipal número 2 de S. C. T.,
que obra unida al rollo de la Audiencia como prueba que había sido solicitada por la
defensa de la procesada Yolanda. La parte manifestó no considerar necesaria la
celebración de vista.

RESULTANDO que en el trámite respectivo el Ministerio Fiscal se instruyó de


las actuaciones, mostrando su conformidad con la petición del recurrente respecto a la
no celebración de vista, oponiéndose a la admisión del único motivo del recurso por
darse en el mismo la causa cuarta de inadmisión del artículo 884 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, impugnándolo por escrito.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que no pesa en la sentencia recurrida la reiteración de los


graves insultos proferidos por la procesada contra Carmela, en alta voz, para que la
oyeran las vecinas; menos expresivos pero de idéntica ofensa sobre la honra femenina
se los dirigió también el día anterior, cuando la ofendida abofeteó a la hermana de la
recurrente, después de mutuos improperios, entre estas dos últimas; el documento
certificado del Juzgado Municipal número 2 de S. C. T. prueba la condena de
Carmela en juicio de faltas por los hechos del día 6 de noviembre de 1967 y la
tensión existente entre ellas, pero si no hubo discusión alguna el día 7 y la procesada
se encaró con su vecina para atribuirla faltas de moralidad sexual con persona

325
determinada y con otros hombres, en perjuicio de la fama, la circunstancia de la
enemistad y de la riña del día anterior no excluyen el ánimo de injuriar gravemente;
por eso el motivo no merece la modificación de los hechos entre los cuales figuran
los insultos del día 6 y la repetición al día siguiente, que no fundamentan
impremeditación y ausencia de propósito.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de


casación por infracción de ley interpuesto por la representación de la procesada
Yolanda contra la sentencia pronunciada por la Audiencia de S. C. T. en fecha 23 de
agosto de 1968, en causa seguida a la misma por injurias, condenándola al pago de
las costas y al abono de 250 pesetas por razón de depósito dejado de constituir, si
mejorase de fortuna. Comuníquese esta resolución al Tribunal sentenciador a los
efectos legales oportunos, con devolución de la causa que en su día remitió.

Así, por esta nuestra sentencia, que con omisión de nombres Propios de
personas y lugares se publicará en la COLECCIÓN LEGISLATIVA, lo
pronunciamos, mandamos y firmamos.-José Espinosa.-Jesús Riaño Goiri.-Francisco
Casas (rubricados).

35-SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 19 DE NOVIEMBRE


DE 1970

ANTECEDENTES DE HECHO:

RESULTANDO que por la mencionada Audiencia, se dictó sentencia, con


fecha 27 de marzo de 1969, que contiene el siguiente: Primero. Resultando probado y
así se declara, que en el mes de enero de 1967, la procesada PM., en el pueble de G.
L. del municipio de C, le dijo a la testigo Isidro, que el señor que había comprado el
palacio de G., refiriéndose al Letrado don Luis, "la había llevado recientemente al
Juzgado, y que era un "maricón» y un "ladrón» y todos los que se aconsejaban de él
igual, y que tenía que llamárselo, pues llevaba hombres con él», y en fecha posterior,
sobre el día 5 ó 12 de marzo de 1967, la misma procesada PM., manifestó en el
mismo pueblo, a su convecina Nieves, hija de Isidro, que el señor Pedro Miguel,
326
refiriéndose nuevamente al propietario de tal inmueble, don Luis, "quería quitarle lo
que era suyo y era un sinvergüenza, un chupapleitos, un maricón y un ladrón, y que
iría con honra a la cárcel, pues defendía lo que era suyo», expresiones éstas últimas,
que fueron oídas parcialmente por la también convecina PLAZA000, que se
encontraba a pocos metros de distancia de ambas interlocutoras, sin que conste que
tales expresiones se hubieran probado por las personas que las escucharon. Entre la
procesada y el querellante don Luis existían desavenencias económicas que dieron
lugar a actuaciones judiciales en días inmediatamente anteriores, a los que se citan.
La procesada PM, posee la mediana instrucción, propia de los campesinos de medios
rurales de esa zona.

RESULTANDO que la referida sentencia estimó que los referidos hechos


probados no constituían los delitos de injurias; graves, previstos y penados en los
artículos 457, 458 y 459 del Código Penal, pudiendo, empero, constituir tales hechos
una falta, prevista en el libro tercero del indicado Código y contiene la siguiente parte
dispositiva: Fallamos que debemos absolver como absolvemos, libremente, a la
procesada PM, del delito de injurias graves, de que viene acusada, con todas sus
consecuencias legales, y pudiendo ser Constitutivos los hechos de una falta prevista
en el libro tercero del Código Penal, una vez firme, remítase al señor Juez Municipal
correspondiente, para la celebración del oportuno juicio de faltas, remitiendo en su
día, testimonio de la resolución que recaiga.

RESULTANDO que la representación del recurrente don Luis, al amparo del


número primero del artículo 849 de la Ley, de Enjuiciamiento Criminal, alega los
siguientes motivos: Primero: Infracción por el concepto de violación por no
aplicación de los artículos 457, 458 párrafos segundo tercero y 459, párrafo segundo,
todos del Código Penal y por ende, de la doctrina jurisprudencial también infringida
por inaplicación, que recogen las sentencias de esta Sala de 13 de noviembre de 1894,
9 de julio de 1921 y 5 de julio de 1935 , ya que al decir la procesada, como se recogía
en el Resultando de hechos probados de la resolución recurrida "que iría con honra a
la cárcel», ponía ella de manifiesto el conocimiento que tenía del verdadero sentido y
alcance de las palabras proferidas; es más, sabía que constituye delito su aplicación al
recurrente y sabía que podría ir a la cárcel, al proferirlas, lo cual no le importaba,
327
"pues defiende lo que es suyo», según ella misma agrega, en pretendida justificación;
y si, como es público y notorio, las palabras "maricón» y "ladrón», "sinvergüenza», y
"chupapleitos», son de vulgar conocimiento, en los términos más generales y estratos
más bajos e ignaros, no digamos en los medios rurales asturianos, donde
prácticamente no existen analfabetos, donde el nivel cultural es relativamente alto,
más aún en las zonas costeras y bien comunicadas, bien visitadas, como C., G., V...,.
el tiempo transcurrido entre la primera y la segunda vez que la querellante profirió las
frases objeto de la querella superior al mes, ponía de manifiesto, más que excitación u
obcecación suyas, premeditación y deliberado propósito de injuriar gravemente al
hoy recurrente. Segundo. Infracción de los artículos 1.69, 457, 458, párrafos segundo
y tercero y 459 párrafo segundo del Código Penal, derivada de su inaplicación al no
estañar la resolución recurrida, como debiera, la concurrencia de dos delitos de
injurias graves, por haber consumado la procesada los hechos delictuosos en diversas
fechas, en diverso lugar y ante diferentes personas.

RESULTANDO que el Ministerio Fiscal se instruyó del recurso; no evacuando


el traslado de instrucción que le fue conferido, la representación de la recurrida Pedro
Miguel y en el acto de la vista que ha tenido lugar en 10 de los corrientes, el Letrado
defensor recurrente, sostuvo el recurso, que fue apoyado por el Ministerio Fiscal e
impugnado por el Letrado de la recurrida.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

CONSIDERANDO que el primer motivo de casación, acogido como el restante


a la invocación del número primero del artículo 849 de la Ley Procesal se refiere a la
falta de aplicación de los artículos 457, 458, números segundo y tercero, y 459,
número segundo, pues las expresiones proferidas por la procesada con el empleo de
las palabras "maricón» y de "ladrón”; implican atribuir vicios repugnantes que
merman la fama del agraviado, como los vocablos de "sinvergüenza» y
"chupapleitos”, supone un propósito de desacreditar y de menospreciar al ofendido, lo
que es delictivo, sin que a ello obste como dice la sentencia recurrida la escasa
instrucción de la interesada y su obcecación producida por anteriores resentimientos
con el ofendido; argumentación que es de acoger, al ser también apoyada en el acto
de la vista por el Ministerio Fiscal, porque, en efecto, se trata de expresiones
328
gramaticalmente graves al añadir que el interesado "llevaba hombres con él”, y que
quería quedarse con lo que era de ella (la querellada), tratándose de un Abogado en
ejercicio, dichas en el ámbito pequeño de un reducido núcleo de población, que no
pueden desvalorarse a la categoría de falta por escasa instrucción de la procesada, que
aparte de tener 62 años, tiene la corriente instrucción, o sea, la necesaria para
comprender perfectamente el valor y trascendencia de sus palabras y actitudes, y sin
que quepa hablar de obcecación en ella, porque no puede aceptarse que el hecho de
haber actuado el ofendido judicialmente contra el marido de la procesada, por razón
de intereses, pueda aminorar la conducta delictiva de la misma, según la doctrina
desprendida de las sentencias de 25 de mayo de 1944 y 21 de febrero de 1966, pues
quien usa de su derecho a nadie daña, actitud en que persiste la procesada en dos
ocasiones (enero y marzo del mismo año), con lo que comete dos delitos distintos en
dos fechas diferentes, y utilizando en cada una de ellas distintas frases ofensivas para
el ofendido, lo que lleva a la aceptación también del segundo motivo del recurso.

FALLO:

Fallamos que debemos declarar y declaramos haber lugar al recurso de


casación por infracción de Ley, interpuesto por don Luis, contra sentencia dictada por
la Audiencia Provincial de O., con fecha 27 de marzo de 1969, en causa seguida a
Pedro Miguel, por delitos de injurias y en su virtud, casamos y anulamos dicha
sentencia, con declaración de las costas de oficio y devolución al recurrente del
depósito constituido.

Comuníquese esta resolución y la que seguidamente se dicte a la referida


Audiencia a los efectos legales oportunos.

Así, por esta nuestra sentencia, que se publicará en la COLECCIÓN


LEGISLATIVA, con omisión de nombres propios de personas y lugares, lo
pronunciamos, mandamos y firmamos -José María González.-José Espinosa.-
Francisco Casas y Ruiz del Árbol (rúbricados).

329
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