Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
EL CAMINO DE JESUS
ES TAMBIEN EL CAMINO DEL DISCIPULO
LECTURA CONTINUADA
GUÍA DE LECTURA
• Proclamación de Mc 8,31-38.
31Y empezó a explicarles que el Hijo del Hombre tenía que padecer
mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
letrados, sufrir la muerte y después de tres días resucitar.
32Les hablaba con franqueza. Pero Pedro se lo llevó aparte y se puso
a reprenderlo.
33Mas él se volvió y, viendo a los discípulos, reprendió a Pedro: —
34Y llamando a la gente con los discípulos, les dijo: —El que quiera
seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y me siga.
35El que quiera salvar su vida, la perderá; quien la pierda por mí y por
Oramos
En este momento vamos a hablarle a Jesús de nuestro deseo
de seguirle, aunque por ello nos toque cargar con su cruz.
Podemos expresar nuestro anhelo de caminar detrás de Él y
adoptar la actitud del discípulo que sigue a su Maestro.
• Comenzamos leyendo una vez más Mc 8,31-38.
• Guardamos unos minutos de silencio en los que
reflexionamos sobre las palabras de Jesús. Tal vez éstas nos
hayan resultado un poco duras, porque aún tenemos poca fe.
Nuestra oración podría ser:
• Cada uno puede hacer propia esta oración y decirla con sus
propias palabras, añadiendo para qué necesita que aumente
su fe.
2. PARA PROFUNDIZAR
El camino de la cruz
El camino de Jesús
La mayor parte de la actividad de Jesús tuvo lugar en Galilea. Fue allí
donde anunció la llegada del reinado de Dios, donde reunió a un grupo
de discípulos, donde pronunció sus parábolas, y donde realizó la mayor
parte de sus signos. Al cabo de un cierto tiempo decidió ir con sus
discípulos a Jerusalén, para anunciar también allí la buena noticia que
había proclamado en Galilea. Jesús no volvió de aquel viaje. Las
autoridades judías y romanas le dieron muerte, porque su mensaje
resultaba molesto.
Con el paso del tiempo sus discípulos recordaron aquel viaje y cómo
en todo el recorrido fue descubriendo Jesús lo que el Padre quería
de Él. Todavía en la víspera de su pasión, cuando se puso a orar en
el huerto de Getsemaní, le pidió que “apartara de Él la copa de
amargura” (Mc 14,36). Fue en aquella oración donde finalmente
comprendió que el Padre quería manifestarnos a través de su entrega
un amor sin medida.