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28 de septiembre de 2018
¿En qué casos usar la “e”? ¿En qué casos usar la “x”? ¿De qué da cuenta el uso del
“lenguaje inclusivo”? ¿Da cuenta del tipo de auditorio que estoy suponiendo o de las
presencias de los cuerpos que están efectivamente allí presentes? ¿Cuál es el sentido de
desmontar el binarismo de género cuando entre el auditorio no hay personas trans o género
fluido? ¿Es solo para quedarme tranquila con mi conciencia bienpensante tolerante de la
diversidad? ¿O nos vamos a hacer cargo del efecto del nombrar que ejercemos como
sujetxs que tomamos la palabra? ¿Contemplaremos cómo quieren ser nombradas las
personas que tenemos delante?
Más adelante, tanto desde el activismo intersex como el trans pincharon el uso del @ –y el
de la barra– por mantener el binarismo de género y sostener los esencialismos biológicos,
lo cual no contempla estas existencias. Corrían los años 2000. Así, el * (asterisco) fue
promovido por el activismo de las personas trans e intersex. En la escena local esa irrupción
está estrechamente vinculada a Mauro Cabral, activista intersex, de la organización GATE.
Criar la lengua del desacato, siguiendo a la maestra Valeria Flores, implica fugarse de las
normas establecidas, de un lenguaje que nos ha violentado sistemáticamente en su vocación
totalizadora y universalizante. En ese sentido no deberíamos pretender normalizarlo,
docilizarlo. Mauro Cabral en un poema publicado en “Interdicciones” donde abogaba por el
uso del asterisco terminaba diciendo:
“El asterisco no se impone./De todas las cosas,/Esa./Esa es la que más nos gusta.”
Cabe preguntarnos ¿en qué medida el uso compulsivo de la “e” no vuelve a estabilizar algo
que viene siendo sacudido? El modo progresivo en que la “e” se instituye, en algunas
aulas en ocasiones es incómodo y en otras es, bien al contrario, lo “esperable”.
Entrar al aula y preguntarle a lxs estudiantes cómo quieren ser nombradxs. Preguntar por el
marcador de género, concretamente: pronombres. ¿Con qué pronombres se identifican las
personas que integran el alumnado de ese lugar, en ese momento? Así, cada unx de lxs
estudiantes se nombra, y en ese gesto nos corremos de posiciones autoritarias en tanto
docentes para que la afirmación esté en manos de ellxs. De Dean Spade, activista trans
estadounidense, tomo esta propuesta y otra más: no pasar lista ni leer la lista en voz alta
hasta que lxs estudiantes se nombren. Algunxs elegirán sobrenombres, otrxs quizás no
quieran usar el nombre que consta en sus DNI, por obsoleto para sus vidas. El gesto fértil
radica en poner a lx docente en posición de escucha, oír lo que la otra personas tiene para
decir de sí y salirnos de los supuestos universales de un lenguaje sexista, androcéntrico y
heteronormado.
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