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Jaime Lavín
Universidad de Chile
Javiera Mahana
Universidad de Chile
Cristhian Saavedra
Universidad de Chile
Resumen
En este artículo, aspiramos a realizar un análisis crítico de los determinantes culturales que están a la base
de la emergencia del actual interés por el trauma. En primer lugar, nos interesa abordar la pregunta por si
nuestra época puede calificarse como multiplicadora de acontecimientos traumatizantes, o si más bien se
trataría de una merma en los recursos protectores del sujeto contemporáneo. Nos serviremos del concepto de
experiencia en contraposición al de acontecimiento, para dar cuenta del lugar del trauma en la cultura.
Intentaremos sentar las coordenadas básicas que permitan situar la conceptualización de lo traumático en la
actualidad, para finalmente poner en tensión dicha conceptualización con la desarrollada por el
psicoanálisis.
Abstract
In this article, we aspire to elaborate a critical analysis of the cultural determinants that are to the base of the
irruption of the current interest about trauma. First, we want to approach the question about if our time can
be qualified like the cause of several traumatic events, or if rather it would be a question of a decrease in the
protective resources of the contemporary subject. We will use the concept of experience in contraposition to
that of event, to justify the place of the trauma in the culture. We will try to sit the basic coordinates that
allow to place the conceptualization of the traumatic thing at present, finally to put in tension the above
mentioned conceptualization with the developed one for the psychoanalysis.
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I. Introducción
Asistimos a un interés creciente por el asunto del trauma y su tratamiento. Tal interés
resulta evidente al constatar la proliferación de la literatura concerniente al tema (Soler, C.
1998, Laurent, 2001, Belaga, 2005), la que va desde el asunto diagnóstico – con la primacía
de la lectura biológica reflejada en el diagnóstico de Trastorno por Estrés Post-Traumático
de los manuales de clasificación estadísticos- hasta lo que concierne a la dimensión política
y social del trauma, traducido en el interés del Estado por ubicarse en el lugar “reparador”
de los traumatismos a causa de la guerra, las catástrofes naturales, el terrorismo y la
violencia sexual.
En este análisis, entenderemos por actual lo que se ha llamado modernidad tardía o
postmodernidad.
Consideramos relevante realizar el análisis de los determinantes socioculturales del lugar de
lo traumático en lo actual, dado que ese lugar, ese discurso, tiene incidencias directas en la
práctica clínica.
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Recordemos que ya desde el “Proyecto”, Freud había planteado que el “aparato psíquico”
se rige por el principio del placer, es decir, por la tendencia de la actividad psíquica a evitar
el displacer el que está correlacionado con el aumento de las cantidades de excitación. El
placer estaría ligado a la descarga de dichas cantidades.
Al ubicar la “compulsión de la repetición” más allá del principio del placer, la está
ubicando como una tendencia más primitiva y elemental que el principio del placer que
sustituye. Por lo tanto, “el sueño traumático estaría en otro plano que el del principio del
placer y la realización de deseos”. (Insúa, pág.41).
En este momento del desarrollo de la obra de Freud, el acontecimiento traumático se
conceptualiza como la falla en la protección contra los estímulos, contra las grandes
excitaciones que desbordan el aparato. Freud distingue entre angustia, miedo y susto. La
angustia, es la expectación que prepara ante situaciones de peligro. En el miedo, a
diferencia de la angustia, se tiene un objeto determinado y el susto se conceptualiza como la
“invasión brusca, inesperada” Por lo tanto, la angustia protege ante el susto. El
acontecimiento traumático queda caracterizado por el factor sorpresa (no hay angustia
anticipatoria) y por la rotura de la protección contras las excitaciones.
En “Más allá del principio del placer” Freud (1920), plantearía que el aparato psíquico se
vería en la obligación de llevar a cabo la labor de ligar los montos de excitación, de tal
forma que resulte posible habilitarlo para la descarga futura. Lo traumático tiene la facultad
de interrumpir la ligazón que permite funcionar al principio del placer, poniendo a prueba
con ello la integridad y supervivencia del organismo.
Recapitulemos: Después que Freud abandona la teoría de la seducción, la sexualidad misma
se transforma en traumática. En este punto tenemos una concepción del trauma ligada al
fantasma, al Edipo, bajo la égida del principio del placer, ámbito en el cual el sujeto puede
responder a la angustia con síntomas. Cuando se trata del trauma ligado al más allá del
principio del placer (después de 1920), éste no tiene que ver con la construcción
fantasmática, sino se trata de un trauma que se relaciona con algún acontecimiento en el
que el factor sorpresa arrasa al sujeto y a sus posibilidades de ligar la cantidad de excitación
y energía.
Desde esta perspectiva, se puede suponer que el trauma, bajo la primacía de la Pulsión de
Muerte, adquiere un carácter de efracción, al modo de una efracción que afectaría al
“aparato psíquico” y a la posibilidad de simbolizar. Esto remite a pensar en algo que
desorganiza, que no puede ser elaborado ni puesto en palabras, lugar en que la noción de
trauma colinda con la amenaza de fragmentación psicótica. Así entendido, el trauma rompe
con la tradición, con el archivo (así como lo entiende J. Derrida), con la memoria.
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externo, tarea más importante incluso que la recepción de estos. La amenaza proveniente de
esa energía, “es la amenaza de shocks (…) a teoría psicoanalítica trata de explicar la
naturaleza de los shocks traumáticos ‘por la ruptura de la protección contra los estímulos’”.
(Benjamin, 1939)
A partir de los aportes de Freud, Benjamin argumenta que la transformación de la
experiencia del hombre contemporáneo se traduce en que para éste la experiencia ha
derivado en una “para la cual la recepción de shocks se ha convertido en regla” (Benjamin,
1939). Se trata de los shocks que forman parte de la cotidianeidad de sociedades marcadas
por la presencia de la “multitud y la máquina”, lo que guarda relación con la vida en
grandes ciudades y el automatismo exhibido por las conductas humanas, en respuesta a
dichos shocks de la Modernidad. La tecnología en este sentido, juega un rol fundamental en
la transformación de la cultura moderna, puesto que con la intrusión de las nuevas técnicas,
logra incluso modificar las expresiones artísticas en las cuales previamente se advertía de
manera tan vívida la experiencia.
La consecuencia de estas transformaciones sería “una toma de conciencia rápida, una
defensa frente al impacto, pues hay un flujo incesante de excitaciones que ponen a prueba
la tolerancia de los sujetos”, ya que “cuanto más normal y corriente resulta el registro de
shocks por parte de la conciencia menos deberá temer un efecto traumático por parte de
estos” (Echevarría, 1998). Esto se produce al precio de “esterilizar la conciencia para la
experiencia, lo característico del shock es no dejar huellas, quedar disuelto en la conciencia
en la medida que es tolerado por ella” (Echevarría, 1998, pág. 136).
Si bien el análisis benjaminiano se centra en los inicios del siglo XX, no podemos dejar de
considerar la actualidad de su planteamiento. En algún sentido, la transformación de la
época asociada a lo que podría calificarse como la “Civilización del shock” se ha
acrecentado hacia límites insospechados. Nos interesa ahora describir dicho
acrecentamiento, que ha llevado desde la Civilización del shock a la del trauma.
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IV. Discusión
Intentando formular una delimitación conceptual del trauma, la cual se vuelve necesaria a
partir del uso indiscriminado del término sobre todo en discursos diferentes, podemos
dilucidar algunos rasgos elementales sobre los cuales existe un cierto grado de aceptación,
y otros que pudiendo resultar menos consensuados, parecen de todos modos tener validez
desde la clínica.
Un primer grupo de características estaría dado por, el factor sorpresa que suele acompañar
al trauma, y que supone un estado de pasividad y vulnerabilidad no sólo para el aparato
psíquico, sino que para todo el organismo, amenazando o comprometiendo a cabalidad la
integridad y la supervivencia del mismo. Es decir, el individuo se vería enfrentado a un
estímulo que hace una aparición repentina, cuyo impacto resulta inevitable, puesto que se
ve forzado a intentar incorporarlo a su experiencia. La colisión inminente con dicho
estímulo hace patente para el individuo el riesgo de verse seriamente afectado, o inclusive
de morir a costa del mismo. Esto por lo general tiene un efecto desarticulador sobre el
aparato anímico, e impide su quehacer habitual. A tal grupo de elementos podríamos
llamarle “condiciones previas al trauma”, ya que en su gran mayoría corresponden al
contexto inmediatamente anterior a la irrupción de lo traumático. Sin embargo, cabe
precisar, que lo sorpresivo del evento no constituye por sí solo algo traumático, si no que
más bien cobra sentido en función de las particularidades del sujeto. En otras palabras, el
trauma siempre es el producto del entramado entre cualidades de lo interno y el suceso que
desde lo ajeno pone a prueba.
Entre las restantes cualidades del trauma encontramos, aquellas que versan específicamente
sobre las alteraciones generadas a causa de aquél, al interior del aparato psíquico, como la
suspensión de la capacidad de tramitación de los estímulos provenientes desde el exterior,
la interrupción de la simbolización al resultar imposible poner en palabras lo padecido, o la
alteración de gran parte de las funciones psíquicas.
Respecto de la pregunta acerca de nuestra época como potencial multiplicadora de
acontecimientos traumáticos, consideramos lo siguiente. No se trataría del aumento de
incidentes adversos en la actualidad, puesto que violencia y catástrofes han acompañado a
la humanidad desde siempre. Pensamos que la comprensión de los sucesos acontecidos,
desde el paradigma de la ciencia conlleva rotular como trauma todo aquello que escapa a la
lógica de la programación. Desde el paradigma inmunitario se abordaría con una lógica
científica biológica lo relativo a lo subjetivo, a lo humano, generando una sensación de
peligro e inseguridad. En este contexto, se entienden las denominaciones de “Civilización
del Trauma” o “Escándalo del trauma” como reflejo de un paradigma que opera a la base.
En este sentido, cabe preguntarse por el contexto histórico en que se localiza un posible
acontecimiento traumático. ¿Qué es lo que determina que un suceso devenga traumático
para un sujeto y para otro no? Para responder esta pregunta es necesario hacer mención al
concepto de experiencia. Es posible pensar que en la actualidad se rompe con la
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No es difícil encontrar nexos entre dicha idea acerca del psicoanálisis y los planteamientos
de autores pertenecientes a la filosofía política, en cuanto relación constitutiva entre trauma,
violencia y civilización. Esto queda claramente ilustrado en los mitos fundacionales de
ciertas culturas, en las cuales el trauma del asesinato inaugura el orden social tales como el
asesinato de Caín, la lucha fraticida entre Rómulo y Remo, el padre devorado
canibalísticamente por la horda original.
Desarrollar dichos argumentos dadas su riqueza y complejidad, amerita un espacio propio,
por lo que en esta ocasión, y ciñéndonos a lo propuesto en un principio, nos contentamos
simplemente con apuntar los tópicos en cuestión y con alcanzar ciertos avances
conceptuales en relación los temas que hemos intentado abordar.
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Bibliografía
Benjamin, W. (1998). El Narrador en Para una crítica de la Violencia y Otros Ensayos. Iluminaciones
IV. Madrid: Taurus.
Freud, S. (1895). Proyecto de Psicología. Obras Completas, Volumen I. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer. Obras Completas, Volumen XVIII. Buenos Aires:
Amorrortu.
Rabinovich, N. (2005). El Nombre Del Padre. Articulación entre la letra, la ley y el goce. Buenos
Aires: Homo Sapiens.
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