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La batalla de Lepanto fue la última gran batalla de galeras del Mediterráneo, la

flota combinada de las potencias cristianas occidentales derrotó a la flota turca


gracias a una artillería superior y a unos combatientes mejor armados. Las
pérdidas de los turcos fueron tan grandes que su poderío naval nunca llegó a
recularse.

Datos de la batalla de Lepanto


Quiénes: Felipe II de España y el papa Pío V constituyeron la Liga Santa para
combatir a los turcos otomanos hijo el sultán Selim II. La flota de la Liga estaba
bajo el mando de don Juan de Austria (1545-1576), mientras que al frente de los
turcos iba Alí Bajá (m. 1751).
Por qué: El Imperio turco otomano representaba una mortal amenaza para Italia
y para el resto de Europa.
Resultado: El cañoneo cristiano aplastó a la flota otomana, quebrando el poderío
naval turco en el Mediterráneo.
Cómo: Lepanto fue la mayor victoria naval de la cristiandad contra los
musulmanes y la última batalla naval disputada exclusivamente con galeras
propulsadas a remo.
Dónde: En el golfo de Patras, en la costa occidental de Grecia; toma su nombre
del puerto de Lepanto (Naupaktos).
Cuándo: 7 de octubre del 1571.

Formación de la Liga santa


El último bastión veneciano, Famagusta, cayó el 1 de agosto de 1571, y los
turcos masacraron a la población y asesinaron al comandante veneciano,
Marcantonio Bragadino, quien fue despellejado vivo y su piel rellenada de
paja. En respuesta a la amenaza turca, España, la Santa Sede, Venecia,
Génova y Malta habían formado la Liga Santa el 25 de mayo de 1571 y
movilizaron sus fuerais navales combinadas para la guerra. Solo la grave
amenaza de Oriente podía haber obligado a Venecia a aliarse con sus enemigos
jurados, Génova y España, y a aceptar a un español, don Juan de Austria, como
gran almirante de la flota combinada. Juan tenía 26 años y era hermanastro
ilegítimo del rey Felipe II de España.
Don Juan de Austria

Traslado de la flota turca a Lepanto


Como si deseara incrementar tales temores, el sultán Selim II ordenó a su
almirante (Kapudan Bajá) Alí Bajá que trasladara su flota de 274 naves (220-230
galeras) al puerto resguardado y fortificado de Lepanto. Alí Bajá envió a su
comandante más temido, el dey de Argel Uluch Alí, a atacar la costa italiana
y las avanzadas venecianas en el Adriático. Uluch Alí era un italiano renegado
de Calabria que odiaba a los cristianos, con una inquina desusada incluso en un
turco genuino como Alí Bajá.

Unión de las flotas de la liga


Se decidió, por tanto, que la Liga, o flota combinada, se reuniera en Mesina en
agosto de 1571. Los primeros en llegar fueron los malteses (con tres galeras),
cuyos caballeros eran enemigos jurados de los turcos, y que ya habían derrotado
a los – infieles- en su isla nativa en 1556. Estaban bajo el mando del almirante
papal Marcantonio Colonna, quien guardaba un rencor personal a los turcos
desde que saquearan su hacienda familiar años antes.

Las flotas
Desde la Antigüedad, las batallas navales en el Mediterráneo habían sido
disputadas entre naves de guerra propulsadas a remo, las galeras. Estas eran
largas naves de líneas puras con poco calado, dotadas de velas, aunque
propulsadas en combate por filas de remos, accionados por esclavos o por
prisioneros de guerra que estaban esposados a sus remos y se hundían con su
galera si esta se iba a pique en combate.
La flota combinada
La flota combinada era la flota de galeras más grande y avanzada que jamás
había combatido en el Mediterráneo, y sus comandantes habían introducido
una serie de innovaciones que habrían de obtener una devastadora victoria
en Lepanto. Una era la de confiar en la artillería y, como consecuencia, las naves
cristianas habían retirado la roda reforzada de la proa de sus cascos. Otra era la
introducción de redes de abordaje para dificultar que los turcos pudieran
abordarles. Además, la flota contaba con seis galeazas pesadas venecianas, cada
una de las cuales llevaba 50 cañones pesados y unos 500 arcabuceros. Estas
plataformas flotantes de artillería se enfrentarían a la primera arremetida de los
turcos y mitigarían su ataque.
Don Juan, que había salido de Barcelona el 20 de julio con 47 galeras españolas,
llegó a Génova para recoger al escuadrón de Doria seis días después. Este
contingente combinado hispanogenovés llegó a Mesina el 23 de agosto, a donde
los venecianos, bajo el mando de Sebastián Veniero, habían llegado ya el 23 de
julio con unas 100 naves. Por desgracia, estas galeras estaban mal tripuladas y
mantenidas, y Veniero, quien odiaba a los españoles como arribistas
presuntuosos y arrogantes, apretó los dientes y aceptó, de mala gana, a 4.000
soldados españoles a bordo de sus galeras. Estos resultarían realmente necesarios
para proteger sus naves o abordar las galeras del enemigo.

Composición de las flotas


La flota combinada era un espectáculo impresionante con más de 200
galeras y 22 grandes veleros, tripulados por 43.000 remeros y casi 13.000
marineros. Lo más importante es que los cristianos llevaban numerosas
tropas a bordo: un total de 28.000. De estas, 7.000 eran mercenarios
alemanes y 6.000 italianos, aunque las tropas mejor equipadas, fuertemente
blindadas, experimentadas y disciplinadas, eran los 10.000 españoles. Estas
tropas serían las que inclinarían la balanza del lado cristiano durante la batalla
que se avecinaba contra los turcos. La flota otomana en Lepanto tampoco era
nada desdeñable. Constaba de casi 300 naves (dos tercios, galeras); sin embargo,
andaba escasa de tropas (solo 25.000), y estas estaban mal equipadas y blindadas
en comparación con los temibles españoles. Esta deficiencia, unida a la falta de
artillería, resultaría fatal para los turcos.
Batalla de Lepanto

Consejos de guerra
La flota combinada bajo el mando de don Juan arribó al puerto de Corfú el 27 de
septiembre. La isla había sido recientemente asaltada y saqueada por los turcos, y
su estado mostraba lo que podría ocurrirle a Italia si los turcos llegasen a alcanzar
sus desprotegidas costas. Al día siguiente llegaron nuevas de que la flota enemiga
estaba anclada en el puerto de Lepanto.
Ambos bandos celebraron consejos de guerra. El almirante genovés, Gian
Andrea Doria, instó al hostil don Juan a que no se arriesgara a trabar una
batalla abierta. Los colegas de Doria no compartían su derrotismo: Colonna y el
almirante español, don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, animaron a
Juan a atacar. En Lepanto, la mayoría de los comandantes de Alí Bajá
aconsejaron igualmente prudencia, porque creían que la flota combinada
era fuerte y que sus tripulaciones y soldados estaban sedientos de venganza
después de lo ocurrido en Chipre. Solo Hassán Bajá de Argel creía que los
turcos eran más fuertes y derrotarían fácilmente a los despreciables y cobardes
«infieles».

Disposiciones
El 5 de octubre la flota de la Liga zarpó del puerto de Viscando, con niebla y
vientos fuertes que no prometían nada bueno. Evidentemente, si la estación
avanzaba, la meteorología empeoraría tanto que no habría posibilidad de disputar
una batalla de galeras en mares tranquilos.

División de las flotas


Juan dividió su flota en tres divisiones y decidió disputar la batalla que se
avecinaba en una línea. La flota veneciana, con 64 galeras, estaba a la
izquierda con Antonio y Ambrosio Bragadino al mando de las dos galeazas,
que quebrarían el ataque turco con una lluvia de fuego. A la derecha estaban los
genoveses bajo el mando de Doria, que tenía una serie de subordinados muy
distinguidos. Al mando de tres galeras había un inglés, sir Thomas Stukeley;
Alejandro Famesio (el duque de Parma) mandaba su propio contingente de
tropas, en número de 200; mientras que a bordo de la galera española Marquesa
iba un joven voluntario libresco, de nombre Miguel de Cervantes. Nadie lo
sabía entonces, pero sería el autor del Quijote. La división de reserva (30
galeras) estaba bajo el mando del marqués de Santa Cruz, quien intervendría
para reforzar las líneas cristianas dondequiera que surgiese la mayor amenaza de
una penetración turca. Esto dejaba a don Juan con 64 naves en el centro,
encabezadas por su propia capitana, la Real, una galera construida tres años antes
de pino catalán, elaboradamente dorada y tallada con murales.

La división central
La división central estaba repartida entre la izquierda, bajo el mando del gruñón
septuagenario veneciano Sebastián Veniero, y la derecha, bajo el mando de
Colonna, con sus naves papales y maltesas.
Durante la noche del 5/6 de octubre, Alí Bajá trasladó a su flota desde Lepanto
hasta el golfo de Patras, mientras don Juan les decía a quienes, como Doria,
todavía deseaban evitar una batalla, que la hora de combatir había llegado
finalmente.

Mapa de la Batalla de
Lepanto
El día de la batalla de Lepanto
La mañana de ese domingo 7 de octubre se dijo misa con especial solemnidad a
bordo de las naves cristianas. La flota de la Liga se deslizó a lo largo de la costa
norte del golfo de Patras; procedente del este, la flota de Alí Bajá sumaba 274
naves, de las cuales poco más de 200 eran galeras. Uluch Alí instó a Alí Bajá a
evitar una batalla, pero fue apartado por el presuntuoso Kapudan, quien afirmó
que las órdenes del sultán estaban claras: buscar y destruir al enemigo donde se
hallara. Ondeando en la capitana de Alí estaba la bandera verde del Profeta, que
garantizaría la victoria contra los «infieles».

Preparación a flota de los turcos para la batalla


Las naves turcas estaban llenas de los sones de una fogosa música marcial y del
estruendo de trompetas, címbalos, tambores y flautas.
Los turcos estaban formados en una enorme media luna, que se extendía
desde una costa hasta la otra; era por tanto, 1 km más larga que la línea de
combate cristiana. Alí utilizaría esto para tratar de flanquear y envolver a la línea
cristiana. A bordo de su imponente capitana, la Sultana, Alí estaba al mando del
centro turco, con 92 galeras, mientras que Mehmed Siroco, con sus 56 galeras
egipcias, trataba de flanquear a los venecianos acercando sus naves a la costa
todo lo posible. Uluch Alí, a la izquierda, con 63 galeras argelinas y turcas, se
enfrentaba a su antiguo adversario Doria, a quien estaba seguro de derrotar
también esta vez.

Preparación de la flota de la liga para la batalla


En contraste, en las naves cristianas reinaba un total y solemne silencio. Se
afilaban las espadas, se engrasaban las cubiertas para dificultar el abordaje y los
armeros cortaban los grilletes de los pies de los esclavos de las galeras: fueron
liberados y se les entregaron armas. No sonó un solo disparo mientras las
galeazas eran remolcadas a su posición, media milla por delante de la línea
principal de la flota. Don Juan, en una fragata, recorrió a remo la línea de la flota
y animó a sus hombres a luchar hasta la muerte.

La división central
Cuando cambió el viento, los cristianos lo tomaron como un signo de que Dios
estaba de su lado ese día, y la Real disparó un cañonazo directamente a la
Sultana, una señal de que podía comenzar el combate. De hecho, ya había
comenzado cuando las naves turcas que pasaban junto a las galeazas fueron
destrozadas a cañonazos; algunas incluso se fueron a pique o quedaron tan
dañadas por el fuego mortal de los arcabuces y cañones que no podían avanzar.

Abordaje de las flotas turcas


Juan había dado órdenes de que no se abriera fuego hasta que los turcos no
estuvieran a boca de jarro, y las dotaciones cristianas disparaban tres
andanadas por cada una de los turcos. Sus disparos alcanzaban la línea de
flotación con devastadores resultados, mientras que los turcos tiraban alto,
alcanzando solo la jarcia o fallando el tiro por completo.
La roda de la Sultana se estrelló contra el castillo de proa de la Real mientras se
arrojaban ganchos de abordaje por ambos lados. Los jenízaros se vieron
frustrados por las redes de abordaje que permitían a las tropas españolas y sardas
de la Real invadir la cubierta de la galera turca. El brutal combate cuerpo a
cuerpo fluctuó en la cubierta de un lado a otro.

Muerte de Alí Bajá


Don Juan fue herido en una pierna mientras que Alí fue alcanzado en la
cabeza por una hala de arcabuz. Antes de que pudiera incorporarse, un
soldado español le cortó la cabeza y la enarboló en una pica. La moral turca
se derrumbó a la vista de la cabeza de su gran almirante muerto, y hacia las 14.00
la Sultana se había rendido. El centro turco había sido derrotado.

Embarcación en la Batalla de Lepanto

La izquierda
Los colegas de don Juan a ambos lados, no obstante, no lo estaban teniendo tan
fácil. Las naves de Siroco superaban en número a las venecianas, y la
capitana de su almirante, Agustino Barbarigo, fue atacada simultáneamente
por ocho galeras egipcias. Barbarigo fue herido, y entregó el mando a su
segundo, Federico Nani, quien fue abatido a su vez. Sin embargo los
individualistas italianos no le dieron importancia, y continuaron combatiendo
pese a todo. Unas seis galeras venecianas fueron hundidas y parecía que los
egipcios iban a cañar, cuando los esclavos cristianos de sus galeras se
rebelaron. Siroco fue muerto en combate cuerpo a cuerpo y su cabeza fue
cortada y exhibida. Los egipcios, como los turcos en el centro, quedaron
totalmente desmoralizados y muchos huyeron a la costa, donde fueron
perseguidos por sus enemigos, que los abatieron antes de que escaparan tierra
adentro. Veniero, de 75 años, dio ejemplo de bravura a sus hombres, dictándoles
que era un día glorioso para morir en combate.

La derecha
Más al sur, el combate no iba tan bien para los cristianos, y podía incluso haber
comprometido su victoria, gracias al derrotismo de Doria. Este tenía un interés
particular, como lo tenían sus colegas genoveses, en no perder sus galeras en una
batalla, y el comandante genovés actuó en consecuencia. Doria esperaba superar
tácticamente a Uluch Alí sin tener que combatir seriamente. Sin embargo, Uluch,
le había leído el pensamiento a su enemigo y extendió su línea (tenía muchas más
naves que Doria) aún más cerca de la costa de Moren, hasta que Doria hubo
estirado su flota hasta el límite absoluto. Don Juan había visto lo que estaba
ocurriendo, y envió órdenes a Doria de que dejara de extender su línea hacia el
sur, pues en caso contrario abriría una brecha entre su flota y la principal.

Avance de la flota de Uluch


Doria (como Uluch) era arrogante y no atendía las órdenes de hombres que
consideraba menos inteligentes que el mismo, así que hizo caso omiso de la
advertencia de don Juan. Uluch pudo explotar la superior velocidad de sus
galeras corsarias, dar la vuelta a su nave y después llenar el espacio de 1.000 m
que se había abierto. Antes de que Santa Cruz o el propio Juan pudieran taponar
la brecha, Uluch tomó la iniciativa y la explotó para obtener ventaja a corto
plazo. Si el sanguinario Selim, el Borrachín. no había de cercenarle la cabeza
cuando regresara a Constantinopla, Uluch necesitaba una prueba de -victoria».
Atacó tres galeras maltesas, que llevaban a 90 caballeros a bordo, con siete de las
suyas, concentrándose en su buque insignia, la Capitana, bajo el mando del
capitán Pietro Giustiani, mientras el resto de su escuadrón (16 naves) atacaba a
ocho galeras bajo el mando de don Juan de Cardona. Cardona perdió a 450 de sus
500 efectivos españoles y en dos naves, la San Giovanni y la Piamontese (ambas
cedidas por el duque de Saboya a España), no quedó vivo un solo
defensor. Uluch tomó Finalmente la Capitana, pero el capitán Ojeda (de la
Guzmana) la volvió a capturar. Ojeda halló que solo quedaban tres hombres
vivos, entre ellos Giustiani, y que 30 caballeros de Malta se habían llevado
consigo al otro mundo a 300 turcos y argelinos.

Secuelas
Uluch escapó con una bandera maltesa, aunque sus 13 galeras eran todo lo que
quedaba de la antes orgullosa flota otomana. A las 16.00, la batalla había
terminado. Don Juan nunca censuró públicamente a Doria por su conducta y
errores, y Felipe II fue capaz, tal vez, de disculpar a su almirante; sin embargo,
el papa, ciego de furia, dejó claro que el genovés no debía poner los pies en
Roma nunca más, so pena de ser colgado como un perro. Fue una completa
victoria cristiana, aunque con un precio elevado. La Liga perdió a 7.000 hombres
y 12 galeras, pero habían liberado a 12.000 galeotes cristianos. Solo 10.000
turcos sobrevivieron a la batalla, en la que perdieron 25.000 hombres y 180
galeras. Los turcos tardarían años en recuperarse, y Europa estaba segura; por
ahora.

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