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CORTEJO

FÚNEBRE
Gobierno del Estado de Sonora Cortejo Fúnebre
Sergio Pérez Torres
Lic. Claudia Pavlovich Arellano.
Gobernadora Constitucional Colección:
Mtro. Ernesto de Lucas Hopkins. Libro de autor
Secretario de Educación y Cultura
Lic. Mario Welfo Álvarez Beltrán.
Director del Instituto Sonorense de Cultura Edición:
Mtro. Josué Barrera Sarabia. Proyecto Literal
Coordinador Editorial y de Literatura del ISC Literatura y Alternativas
en Servicios Editoriales SC
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literatura@isc.gob.mx

Impreso en México ISBN:


CORTEJO
FÚNEBRE
Sergio Pérez Torres
Fantasmas que son espejos: Cortejo fúnebre, de
Sergio Pérez Torres.

Cortejo Fúnebre es una marcha de vivos que estuvieron en el mun-


do en el que usted, teniendo este libro en las manos, existe: la
convergencia entre los hombres y la ficción. Habla el poeta des-
de la lucha de Zarevich Alekséi con su sangre siempre a punto
de fugarse, desde la mente iluminada de Nicolás Tesla, desde la
conciencia fluyendo como un río de palabras de Leopoldo Bloom,
desde un cielo más allá del cielo que conoció Neil Armstrong, y
desde la secreta, terrible oscuridad de Jonás en su encierro sub-
marino y errante.
Todo en este libro es verdad.
Nada en este libro es verdad.
A diferencia del actor, el poeta usa máscaras transparentes: en-
carna personajes para internarse al mismo tiempo en la naturaleza
de la ficción y en los confines de su propia vida, de su silencio y
deseo. No los inventa porque quiere construir un mundo nuevo,
sino porque quiere descubrirse, develarse: el poeta usa la máscara
como una forma del desnudamiento.
Cada una de las voces que este libro convoca cuestiona la
creación o la lógica del universo, y las naturalezas del amor y la
existencia. Tales son, parece, las preocupaciones personales de
Sergio Pérez Torres, expresadas a través de estos avatares trans-
lúcidos.
Es verdad, y hay que decirlo, que la poesía Mexicana joven ha
recurrido últimamente, con alguna insistencia, a la escritura de li-
bros y poemas a partir del recurso de la ventriloquía lírica: hablar
desde la voz de un personaje y permitir que esta voz proporcione la
narrativa que cohesiona el libro y lo vuelve unitario, característica
tan estimada por los poetas actuales.
No me parece mal el uso repetido de un recurso. Sin embargo,
creo necesario separar la paja del trigo y señalar que, si bien algu-
nos libros han sido escritos con suma efectividad retórica (quiero
decir que han sido escritos con oficio) no todos ellos son, lo digo
como un juicio personal, el resultado de una búsqueda interna. En
estos eficaces libros decorativos, en el lugar en que el silencio debe-
ría prescindir, reina el exhibicionismo verbal.
De entre toda esa agua turbia y sospechosamente abundante
sale este libro sin mancharse, puesto que en él que es posible en-
contrar al poeta como humano y no solamente como constructor
de artificios. Las obsesiones que van de sección en sección de este
libro en el que todos los hablantes son perseguidos por los mismos
fantasmas, son el verdadero eje del texto completo, y no su forma.
El hecho de que varias preocupaciones crucen de un personaje
a otro me parece un fruto de la honestidad. Si bien cada voz es una
máscara, cada poema es un espejo en el que se miran el autor y el
lector, que son el mismo: todo lector es autor y viceversa, mientras
el momento literario sucede.
No me parece arriesgado asegurar que la lectura de Cortejo fúne-
bre equivale a convocar fantasmas y a darse cuenta, luego de haber
vivido aquella magia, de que todas las apariciones llevan el rostro
de quien las invoca.

Manuel Iris
SOBRE LA TUMBA
DEL ZARÉVICH ALEKSÉI
I

Estoy desangrándome en esta cruz de nieve,


mi corazón se derrite hasta formar una capa roja,
flores encima de la violencia en el mundo.
Sus ojos me asechan como estrellas en la noche,
la constelación del lobo escurre luz por los colmillos.

11
II

Mi infancia dibujaba corazones simétricos,


dos gotas rojas subieron al hocico de un licántropo.
El dibujo se hizo complejo: arterias, aortas.

12
III

Él era diferente,
como huir de un bosque para entrar en mí.
Sus ojos clavados como garras, colmillos
y lunas crecientes, una cuna llena de canciones.

13
IV

Él en mis sueños con un arma blanca.


Se volvía roja, luego de estar juntos.

14
V

Cualquier ramo en su florero de invierno,


casi no me queman ahora sus colmillos,
cuelgan de una cueva hacia el silencio,
brillos de mañana ante ninguna chimenea.
VI
Él podría sentir el temblor de un pájaro en mí,
volaría como los latidos de la música.
Bailé con un tiempo distinto a sus ojos,
pero había labios para no decir el beso,
sonaba a falsete encima del sol.
No vi la extensión de la sombra tras su nombre,
también evadía mirar esas palabras para el frío.

15
VII

¿Huele la sangre adentro de mis sueños?


El insomnio, ovejas negras desangrándose.
Nubes rojas de tormenta, los hijos tan rebeldes.
Mis ojos también truenan antes de dormir.
Él es otro, adentro de mi cuerpo es medianoche para él.

16
VIII

Era una ronda llena en la que pesaba la tristeza,


otros lobos aullaban distinto,
pero él llegó antes al estanque rojo,
bebió de mi agua tibia y nueva,
de ahí surgió la voz en cada pájaro.
Yo, de párpados cerrados,
él apenas con ojos en los cuales bautizarme,
me llamo como su sola posesión,
la soga de mi cuello caía,
luego mi cintura endurecida,
sus manos consumiendo ahí la ira.

17
IX

Toda la blancura de la noche,


su respiración desplomada sobre la colina.
¿Puede sentir aquella fuerza?
Su geometría fractal en llanto
suspendida en la niebla y el vaho
hasta abrir su flor entre mis manos
derritiéndose en las suyas.

18
X

Sus ojos asombran en la sombra,


me deslumbran de la lumbre.
Ya no existe la luz,
sus ojos devoran las ovejas.
¿Dónde está la tumba del pastor?
¿Resucitará para salvarme del aullido?

19
XI

Este milagro que congela y a la vez sana mi sangre


como si sus labios se posaran en mi espalda.
La constelación del lobo aúlla toda su luz,
el viento tiembla cuando pasa por las ramas,
el parque también se ha paralizado en su mirada.

20
X

Era una huella gigante,


su garra impresa en mi pecho como sangre indeleble.
Él dibujaba un hueco dentro de otro en mí.
La noche tiene sus mismos ojos,
tengo miedo de sus manos enormes como nubes negras,
en su corazón el mundo se oscurece.

21
XI

La voz quebrada debajo de los otros


porque esta casa no conoce el abandono.
Se doblan las palabras sobre sus signos
como el hielo apenas dibuja una sombra.

22
XII

Aquí no cabe un cielo para el temor.


Corro hacia la entrada,
pero una vez adentro se ha vuelto una salida.

23
XIII

Mi ciudad no era suficiente,


ni en él, ni en mis sueños.
Yo tenía un hambre feroz como su cuerpo.
El aire escapaba de mí
cuando el humo se amó entre mis pulmones.
La luna era más grande que los gases de los autos.

24
XIV

Hay días en mí en que todo atardece.


Él me desvela como si nunca más debiera ver su sol.
Cuando crece con la luna llena, su sexo es otro.
Sus ojos me asechan como estrellas en la noche.

25
XV

Él retira al sol del sueño,


acerca sus labios a la cerradura,
podría decir llave y el mundo sería suyo,
soy un crucifijo oxidado en sus ojos,
todo el mar solidificándose en Siberia,
pero también silencios hechos para echar al fuego.

26
XVI

Sus amigos también bebían así,


limpiaban sus labios como bestias luego la sangre.XVII
¿Aullará a la luna porque la noche es demasiada?
Mi miedo tirita como las estrellas que morirán primero.
¿Qué tan lejos brillan dos mil años luz?

27
XVIII

¿Por qué tiene los ojos tan grandes?


Me comerán la luz para sembrar la paz
y que sobre el silencio estallen flores diminutas.

28
XIX

Esta es mi capa roja,


este charco de sangre en que sus ojos brillan
como todas las estrellas en su estática y silencio.

29
XX

Hay un jardín cubierto por la escarcha,


al fondo las colinas donde se ahorra el amanecer.
Un valle diminuto de tanta distancia,
es mi corazón hecho silencio.
Una sábana más blanca que toda la inocencia
a donde una paloma iría a morir por sus labios.

30
XXI

El viento del norte se arroja a los árboles


como dibujando un vals sobre la nieve,
sus ojos se han hecho para quebrarse los huesos
como estas ramas ni siquiera secas,
el amor nos somete a un temblor que rima con terror.

31
XXII

Tengo frío de ver sus manos fuera de las mías.


Las líneas del parque ya se desdibujan,
pero su voz reconcentra la tinta,
la sangre nueva adquiere una forma
capaz de ennegrecer al tiempo como el llanto.

32
XXIII

Con mis manos heridas le arrojé la nieve.


Me senté sobre un castillo diminuto
como la esperanza de los que van a morir a Siberia.

33
XXIV

En la ventana escribí la palabra AYUDA.


Hice un muñeco con su nombre para decirle al oído
las cosas que no se dicen ni a solas en el cuarto.

34
XXV

La fuente congelada me inmovilizó este fuego.


Levanté otro refugio
para tanta respiración rodando hacia la luz.
Abrí la boca para que cada copo formara un beso,
pero llegaron sus dientes como estrellas fugaces.

35
XXVI

Escapo de la noche
pero él encuentra mi rastro
como el aullido del lobo halla el rostro de la luna.

36
SOBRE LA TUMBA
DE NICOLÁS TESLA
I

Él es un rayo gigante sobre la tormenta,


en mí vendrán sus horas de ira,
la forma que adopta una guitarra de metal.
Y yo, de manos abiertas, el rocío a mediodía,
me acostumbro a los disparos en las calles,
abro los ojos para que entre la violencia de su voz.
Bebo la luz en su mirada porque ver es igual a un incendio.
Cuando me apunta con los ojos encuentro mi raíz más honda.

39
II

A veces sueño con un pájaro blanco,


lleva una rama de olivo en su vuelo,
se dirige hacia ningún lugar.
El cielo se cierra en una tormenta,
los truenos devastan el sonido de las alas,
ennegrecen sus miedos y plumas.
La luz calcina toda esta inocencia.
Sobre la noche vuelta cenizas
busco lo que también él hace en mí.

40
III

Me paralicé cuando él se hizo la luz,


mis ojos no estaban listos para volver
ni para el estruendo de su voz.
Luego el tacto de esa piel endurecida,
aquella sombra de su mano sobre la mía,
el terror de su tormenta y mi tormento.
Su corriente eléctrica internándose en mi sangre
para formar los truenos rojos que llamamos venas,
ahora conozco cuál es el rostro del temor.

41
IV

¿Puede sentir este pulso incrementándose


como un rayo que cae a un árbol seco
para que recuerde los labios de la luz?
Todo el asombro de matar la sombra,
lo deslumbrante de una lumbre que se apaga,
mis ojos hechos para verme volando en cenizas.
Por un sólo momento de este incendio
del cual ya no existe ni memoria
vale la pena arder como este pino en medio del silencio.

42
V

En el principio él fue la luz,


no puede ver si era buena
o era noche o era mediodía.
La forma de trueno hizo su molde
hasta que los árboles tuvieron raíz,
su pulso de ópera vibró hacia lo más bajo.
Se hizo un silencio en la tierra y el suelo
y entonces él ocurrió aquí, en mí.
Cuando hay tormenta sé para qué tengo estas venas.

43
VI

Pero toda su potencia no cabe en mi sangre


ni en un pararrayos forjado en el exilio,
cada cielo sucede al siguiente bajo otra voz.
Si tuviera las venas tan hondas para el estruendo
yo las abriría como un amanecer entre sábanas,
las horas limpias luego de la lluvia.
Intento detener su voz entre mis manos
aunque no conozca una salida para esta fiebre,
convulsiono de ver cómo sus párpados se abren.

44
VII

Todavía recuerdo mi primera muerte,


la serpiente eléctrica mordía cada aorta,
ni un antídoto para la raíz de un dios.
Entonces lo reconocí mientras llegaba,
esa voz de trueno en un bosque de silencios,
la convulsión febril de mi cuello entre sus manos.
Por un momento olvidé que tenía piernas,
esa silla eléctrica con la furia de esta noche,
ahora sé qué forma tomará mi muerte cuando vuelva.

45
VIII

A veces hay quien en la tormenta


se refugia bajo el árbol que lo vio crecer,
pero igual es alcanzado por un rayo.
Él ha extendido su mano hacia la noche
y se ha vuelto del color de la neblina,
las palomas se posan sobre esta cruz.
Y yo, inerte de tanta espuma en este albor,
me he sacudido al besar su piel endurecida
como el corazón de un ave luego de una descarga.

46
IX

En mi niñez los demás miraban estrellas fugaces,


apretaban sus párpados y pedían un deseo,
yo me conformaba con el milagro del trueno.
Detrás de la cornisa me senté a enamorarme de la luz,
eran telarañas que se rompían con su propia potencia,
atrapaban mis ojos como presas dóciles, pero no volvían.
Pasaron años y me sucedió su voz,
reconocí al instante lo que rogué en la tormenta,
toda la furia encarnada en el rostro de algún dios.

47
X

Su ceguera es un flash en la noche


que memoriza las palabras formadas por los astros,
en sus ojos guardo las constelaciones primigenias.
En cambio yo, este polvo hecho de olvido,
no consigo ni una pista de mi propia voz
pero adivino el tamaño que alcanza en él la luz.
Alucinaciones de humo, epifanías de santos oscuros,
aquí se quiebra el poder de mis labios,
un beso del que no debí escribir antes de tiempo.

48
XI

Estallaba el mundo como en un punto final,


cada sombra se hacía aún más grande
para que el relámpago iluminara este miedo.
Olvidé los nombres para la luz,
me aferré a aquella espalda en mi naufragio,
aún así me ahogaba con su aliento cerca del mío.
Mis restos encallaron en la costa,
desperté casi virgen, casi para siempre,
amanecer luego de él es un tesoro enterrado en el pecho.

49
XII

Algunos heredan de familia su forma de morir,


mi hermana fue una sirena que amó a un rayo,
lo mordió como a un anzuelo fugaz hecho de luz.
Supongo que también vería esto en él.
¿Ella hubiera dibujado su silencio,
la forma inmóvil de un beso donde acaba el mar?
Y yo, febril porque mi suerte rima con la muerte,
miré sus labios en una noche de tormento.
Me preparo para el estruendo con que él llueve sobre el mar.

50
XIII

El día en que él nació los truenos también temblaron,


la luz de luto como el viento pasa por el cementerio
y acaricia las flores que ya han abandonando su raíz.
Pero yo, que no tengo más voz,
ni siquiera memoria de lo que él hace en mis noches,
intento abrir mis ojos a la lluvia
para ver si un trueno me lava la sal.
Él es la paz endurecida del tormento
para las palabras que se dicen sin mirar.
Me han hablado de su nombre
como si no conociera el poder del sol.
Me voy quemando, me incendio,
me duermo sobre mi propia sombra
para que el color de mi sangre
sea el testimonio de que aquí vivió la luz.

51
SOBRE LA TUMBA
DE LEOPOLD BLOOM
I

Su nombre desprende huesos negros en mis ojos


para pronunciar la voz que anuncia una lluvia distinta.
No puedo bailar en esta sala de espera,
el purgatorio donde aún no arde ni el deseo.
Falta otro vacío para sustituir su ausencia,
distintos rostros suceden alrededor casi nulos,
sombras del cristal cortado en la ventana,
apenas el tiempo en que tardó en viajar la luz.
Desde algún lugar más lejos que su lado del teléfono
él ilumina mi rostro mientras la pantalla está encendida,
viene a mi cuerpo vuelto un muelle abandonado
en que los fantasmas hacen misas invisibles.
Me repito su nombre para perdonarme por el fuego
mientras cruzo los brazos entre humo de cigarro,
la postal perfecta en que se muestra en mí la furia.
La paciencia es un estanque más hondo que el mar
en donde las horas se hunden hasta el fondo
y forman círculos concéntricos de tiro al blanco,
lo miro llegar como una flecha que rompe mi reflejo,
ya no puedo besar mis labios porque miro los suyos.

54
II

Aquí los enfermos navegan en su propia sangre,


se les ahuecan los huesos para formar un flautín,
descargan sus elegías en una lengua no escrita
de la que no hay cantos ni códices grabados en piel.
Algunas veces regresan de los muertos
y cargan en la herida un recuerdo de la guerra,
cada cicatriz es una forma que adopta la luz.
Nosotros asentimos y nos ausentamos por horas,
colocamos esqueletos negros en nuestros ojos
para traducir su forma a la voz antes del eco,
es un árbol en lo más caliente de la primavera,
mordemos nuestras propias horas con remordimiento,
detrás de las venas aprendemos el tacto del hierro,
un veneno que se antoja la furia de sus labios.
Es un arca, un bestiario medieval encarnado,
los sonidos desde el quinto día de la creación,
suena su voz y salva de toda garra, todo colmillo,
me coloco su nombre en el tambor del latido
para invocar el único refugio en esta zona salvaje,
el cuenco de dos manos que extienden ya mi salvación.

55
III

Hay un tiempo para cada cosa bajo el sol


pero lo que pasa en la noche sucede sin años,
los focos amarillentos son consuelos fugaces
pero a mí se me ilumina el rostro por seguir el suyo,
bajo las escaleras mientras incrementa mi pulso,
algo se alimenta de música hasta llegar al silencio.
También esta es la primera vez, le digo al reloj,
la avenida se hace un campo minado sólo para dos,
una marcha fúnebre y nupcial hacia la noche,
los autos forman constelaciones blancas y rojas
pero me ocupa más la unión de todos sus lunares,
esos trazos tienen las formas de lo que me falta,
coloco mis ojos como anzuelo y carnada
para ver si llega su lengua nadando en pleamar.
Somos él y yo caminando en las calles de la infancia,
otros hombres tomaron de mi mano aquí antes
pero mi sangre no era nueva por aquel entonces,
ahora esta corriente rompe su furia en mis mejillas
para enrojecer más que semáforos siempre en alto,
ya no puedo detenerme cuando escapamos del frío.

56
IV

Ha pronunciado la palabra llave en un portón,


nadie abre, no hay respuesta aquí afuera,
con la sed colocada en la orilla de los labios,
empapados de sudor como una tribu en el desierto
regresamos a las mismas calles de la infancia,
cuesta tanto capturar el tiempo entre las manos,
se nos va la luz en las casas bajo la tormenta.
Le hablo de lo que me dijeron que son los años
pero piensa que él habrá de regresar mañana
y caminará solo por el mismo lado de la acera,
se le irán más horas de las venas,
yo estaré del otro lado del silencio,
me haré un punto como los edificios a mucha distancia.
Mas no todo está perdido en el retorno,
ha pronunciado la palabra llave en un portón
con todo el oxígeno que levanta su sangre,
abrí mis oídos a su voz de trueno,
abrí los brazos por si se hace lluvia en mí,
abrí dos ojos para que no se borre su imagen,
abrí las venas para llevarlo más adentro,
y al final he abierto el latido sin freno ni reversa.

57
V

Antes de este auto donde escapamos,


ya escribía su voz sobre los mares
por si evaporándose algún canto regresara,
conocí su nombre camuflado entre la nieve
y tracé con blanco la extinción enrojecida,
para un día como hoy nací con esta sangre,
la corriente viva de la que surge el esplendor.
Inclusive antes, cuando caminamos entre rayos,
él grabó mi rostro en una piedra caliza
en la cual afilaba el contorno de su rostro,
caminé dócil como un cordero al sacrificio
tal vez sin conocer detrás de ese perfume,
yo soñé sus manos sosteniéndome la yugular,
más suave que el sereno hacia donde muere el trueno.
Y antes, mucho antes, de que tuviera sueños, sangre y rostro
algunas partículas del que aún no era mi cuerpo para darle
ya caían en forma de rocío sobre su reencarnación de roca,
pero algún sol de junio me evaporó muy lejos de su lado
y desdibujó de mi memoria dos mil amaneceres
como ahora olvido noches donde él muestra otra luna.

58
VI

No puede existir el tiempo en un lugar así,


se evapora hasta nuestra propia sed de arena,
tenemos piel encima de la sangre para esto,
ni siquiera al rompérseme los ojos descansarían de él,
la alucinación de un caballo mitológico
cuya sombra se extiende hasta la tumba del latido.
Entramos a un cielo hecho con luces de neón,
lucimos perplejos ante la gama desplegada por el frío.
¿Qué clase de voz nos habitará esta noche
para que el miedo no beba de nuestros labios
pero sí un eclipse donde encuentre la memoria?
Hablamos del valor del sol en nuestras manos,
nos repartimos las horas atadas a una cadena,
cada uno conoce cuál será su redención,
la libertad es un pájaro que ha volado muy lejos,
no tenemos alas para perseguir un sueño en el exilio,
huimos sonámbulos y desplumados de la soledad,
él toca mi espalda para recordarme el origen de la vida.

59
VII

También yo soy mi casa y él entra aquí,


se interna con la violencia del sereno entre la hierba,
mi rostro florece cuando lo muerden sus ojos,
el viento sacude mis órganos internos
como si su sangre corriera dentro de la mía,
no tengo defensa para el tamaño de su voz.
En la entrada cuenta mis conversaciones con los muertos,
quisiera leer los esqueletos negros para hablarme del sol,
se detiene frente al fuego apagado, huele un rastro,
intento poner la palabra que alimente una sonrisa,
su sal de hombre pesa sobre mis alucinaciones,
ni siquiera un sueño supera al oasis de este cuerpo.
Aún no puede recargar su sombra en mi hombro,
ni imagina que en algún lugar de mí todo es salvaje,
el resto blanco y negro, un cine mudo al que entra un ciego,
mientras tanto pronuncio su nombre muy alto,
no sea que se desteja un hilo rojo entre nosotros,
permanezco en el aire para refrescar nuestro miraje
pero no hay entrada ni salida, él jamás sale de mí.

60
VIII

Han cantado que el amor está en el aire,


escondimos la respiración hablando de bacilos,
lo cierto es que mi sangre se hace débil
al momento de su aroma dirigido en un ataque.
El suyo no podría ser un cuerpo extraño,
reconozco el contorno de cada miembro
incluso al dibujarlo sobre la regadera.
Puedo apagar la luz y encender su cuerpo
aunque jamás estemos solos él y yo,
millones de bacterias habitan en nosotros,
más miles de voces de las que estamos hechos,
pero al fin frutos de árboles muy largos
tendemos nuestras ramas al otro para formar sombra,
esta oscuridad es lo único a lo que puedo dar a luz.
¿Qué es esta fiebre que cierra de mis ojos?
Este paraíso tropical o este infierno
del que surgen mirajes en las dunas,
ya no puedo sentir ni medio cuerpo.
tal vez porque ya es completamente suyo,
quizás porque me he vuelto sólo la mitad de dos.

61
IX

Hay un camino con la duración de un destierro,


es lo que utilizan para los cuentos de terror,
se alimenta de distancias y de soledades,
cabe en una cáscara de sésamo apunto de secarse
pero crece como un árbol de dos mil años de luz.
Él está en un extremo de la sala
como si fuera un puerto para esperar la muerte,
es una tormenta este tormento,
no hay calendarios para marcar las fechas felices
y desde este cuarto sin ventanas no se mira el sol,
lo que ocurra entre nosotros será sin horóscopos
como en los amantes cuyas estrellas se cruzan
y consumen fugaces todo su cuerpo en brillar,
Me siento aquí, en este pedazo de noche,
señalo un lugar a mi lado y miro sus ojos,
la pantalla frente a los dos nos ilumina
pero algo efímero está oscureciéndose en el reloj.
¿También las manecillas penetrarán en mí
para no saber qué palabras nos sucederán después?

62
X

Este es el trago que nos bautizará en un beso,


su amargura se suma a los restos del naufragio,
con mis despojos le escribo una señal de ayuda:
Sálvame de quién sucede en mí cuando te vas.
Luego me ahogo en mis propias palabras,
en horas como estas baja la marea de mi sangre
y la isla que soy tiende a tierra seca, sin violencia,
un camino que me llevará sano, pero nunca a salvo,
dije que no hay forma para huir de sus manos,
son tan enormes que cubren este horizonte,
mis oraciones están con él en todo silencio,
en mis labios la eucaristía donde no acaba su sed.
Froto mis deseos negros con la botella vacía
pero nada surge de la evaporación del cielo,
brindamos por un lugar que inhibe la sombra,
cada gota semeja una lágrima de lo imposible,
forma música en mis ojos hechos charcos.
Trigo, malta y lúpulo nos fermentan el corazón,
a esta hora también morirá su noche vuelta luz.

63
XI

De nuevo este humo denso que une nuestros labios,


besamos el aliento de algún dios con alas de incendio,
su fuerza nos despluma los pulmones a suspiros,
libera la toxina con que algunos se encadenan,
lo que ocurra dentro de la sangre será nuestro
pero nunca será azul, ni será un sol, ni será un sueño.
Huelo a hierba enamorada del fuego,
desde un tiempo muerto siento sus ojos abrirse en mí,
me pregunto qué más me sucederá en su piel
si la memoria rota del insomnio es una jaula
y yo vivo con la fe roja entre sus manos cuando canto,
vibra un aria del tamaño de la sal en altamar,
toda la tristeza de saber que no hay destino escrito.
Lo consumo, nos consumimos en el mundo,
pasamos un secreto al otro rozándonos los dedos,
cuando él me toca crecen partituras en el aire,
el viento aúlla de terror porque intuye lo que ocurre,
un camino que mi cabello sigue con su nombre,
ahora tal vez sólo me llamó como el eco de su voz.

64
XII

Pero nadie es bello, bueno y verdadero


ni cantará en eolio acompañado de una lira,
tal vez aún pueda decir con despojos un trozo de misterio
pero no adivino la música celeste,
ni me alcanza este aliento para más que luz ceniza,
también corren vendas en lo que me queda de voz
para que el silencio no me gane su mirada.
La humildad es otra rama muy distinta a ésta,
pagar con miseria el precio de mi sangre
porque no me quedan sueños de alas abiertas,
no tengo ni un pan entre las manos
con el cual comprar un espejo roto
pero adivino en el estanque la forma de su rostro,
beso con la furia del que se despide para siempre.
Tal vez él no sabe todavía cuando grita
que hay una salida para todo ese terror,
un bosque donde aún vivimos en nuestra orfandad,
las ramas como amigas que se entregan al viento
pero se quiebran ante el primer amor,
y él, un dios que no sale de entre la hierba seca
al que ya me he rendido en cada salmo heredado del sol.

65
XIII

Hay un río largo que conduce hacia la muerte,


con un trago basta para ahogar la memoria,
intenté aferrarme a su cuello para cruzarlo a salvo,
ya que nadar es un don del pez que no elegí
por lamer el anzuelo del silencio y de sus labios.
Tal vez si mi sed no fuera la del mundo
no hubiera olvidado su cuerpo enterrado en la noche,
la resurrección de una lengua hecha de humo
con la que escribimos en el cielo cuando hay lluvia,
ojalá que su voz sea suficiente para recordarme la luz,
me habla de ciertos minutos muertos,
fragmentos de mí que no recuerdo ni en la cama,
para volver a ellos necesito todo lo que dicen del calor.
Reconstruyo mi rostro mientras me mira a los ojos,
pesa el tiempo de no contar con él más dentro,
cada inscripción es una pelea contra la pérdida
pero lo que escribo no es suficiente ante el viento,
me resigno a un fruto despojado de quietud,
una guerra tiembla en mi sangre nueva,
no renaceré del espejo después de una muerte en él.

66
XIV

Una palabra mía no bastará para sanarlo


del embrujo hecho por todos los labios en su historia
pero intento acomodar mi música y mi silencio
en una oración capaz de cicatrizar en sus pupilas,
me arrodillo ante los días en que ardió su piel,
pido por él, por mí, porque seamos nosotros,
una puerta abierta a un viaje sin reversa.
Leo lo que ha grabado la devastación del trueno,
sus pestañas tiemblan al reconocer la luz,
con sangre escribí cada músculo, cada hueso,
hay algo suyo en mí que nunca me abandona,
germina con dirección a un sol desconocido
e introduce sus raíces debajo de los muertos.
No hay nombres para lo que permanece eternamente,
cada piedra se inclina anónima con humildad,
nosotros tampoco sobreviviremos al destierro,
por eso canto, porque tengo miedo, sed y frío,
temo a quien sucede en mí cuando él no está,
deja que escarbe un pozo sin fondo en su exilio,
lejos de una noche en que jamás regrese el sol.

67
XV

Este viejo melodrama de cine mudo


muestra su escala de grises en nosotros,
todo en blanco y negro, sólo él y yo,
la zona de la que han cantado los trovadores,
un cielo donde Dios encarna en el cuerpo,
pasaremos la noche hundidos en la luz,
no podré volver a ser el mismo cuerpo antes de él.
¿Cuál será su lado en esta guerra?
Si entre más lejano de algún punto
se llega a un momento donde sólo es posible volver,
también sé que las comisuras de mis miembros
forman depresiones donde cabe su humedad,
ni la lluvia puede fertilizarme como esta voz.
Lo que ocurre de aquí a su cuerpo se llama distancia,
es un trayecto demasiado largo para volarlo,
por eso salgo de mí en este momento,
estoy abriéndome como un girasol a mediodía,
puedo sentir el trueno en su mirada,
su sereno también se quedará hundido en mí.

68
XVI

¿Para qué ha cerrado sus ojos el sol?


Aún puedo sentir ese incendio en mi sangre
atrapado entre su cuerpo y la pared,
sombra de ceguera luminosa en un eclipse,
íntimo color del viento esta madrugada,
aúlla porque tiene miedo del amanecer,
a mí también me aterra su partida.
Pero por ahora tejo este silencio,
le doy forma a tanta oscuridad,
su sombra se mezcla con la mía
y dan luz a una legión de sueños,
el mundo de cada uno de cabeza al del otro,
no podemos entender qué es la gravedad.
El ventilador entona su canción más alta,
apunto las notas hacia él para curar su fiebre,
me dice que el suelo es más seguro
pero también gira dando luz a este peligro,
toda la sal y la furia del mar descansan en mi piel.

69
XVII

El sueño es una recompensa para lo sufrido


pero soy incapaz de morir esta noche,
no puedo dejar de mirarlo al centro del cuarto,
la oscuridad lo cobija con una ternura que envidio,
mientras tanto corren los caballos de la furia
en sus párpados que pesan como placas de plomo,
debe contar el número de saltos en una cerca,
ahora mi corazón brinca aún más alto.
La pesadilla es una yegua tenebrosa
pero el insomnio es el esqueleto de un equino,
ni siquiera brilla su blancura en mis pupilas,
ni deslumbran las estrellas dentro del cemento,
lo que ocurre adentro de mis venas no es azul,
él me hiere con la quietud de un abandono.
Si su rostro no me hiciera lo que la luz a la polilla
pero yo me entrego en mi lenguaje de aire al fuego
para que sus fantasías ardan sobre un bosque
e ilumine los últimos días de los años que vendrán,
tengo miedo de cómo se desangra el amanecer sin él.

70
XVIII

Casi la derrota por este cansancio acumulado


consigo un momento fuera del tiempo,
alguna tribu debió crear un día para esto,
abro los ojos con el terror de verlo lejos,
toco su espalda para deshacer mi voz,
pronuncio su nombre sin palabra para él.
Apenas con aliento me muestra su lengua,
así debe de ser el paraíso, pienso,
hay tiempos perfectos sin título ni trama.
¿De qué trata nuestro mutismo?
Podría grabar en música este instante
pero no quedan ojos ni estrellas,
todo el fuego es acerca del silencio.
De nuevo lo miro soñar con una estepa,
los caballos corren desbocados como un aria,
la hierba impregna los sentidos, del primero al sexto
no cabe la duda de que yo también partiré,
estoy sin brújula ni rosa de los vientos,
su cuerpo es un mapa que siempre sigo en la noche.

71
XIX

Vuelo lejos, aunque siempre regrese a las heridas,


no llego a mi destino luego del estruendo en su voz,
lo que ocurra en esta sangre será al cerrar los ojos,
sueño que su cuerpo es un madero antiguo
en que se crucifican mis horas por venir,
me desangro si me mira a los ojos,
un mar rojo del que no surgen milagros,
la vida plana, el mundo redondo.
Llevo a la mesa el pan recién horneado,
con las manos lo parte como a un corazón,
sus fauces se abren de un modo imposible
como esas fallas que dividen a un continente,
yo vivo ahí, su sombra es mi ejército de guardia,
abrazo toda la oscuridad que hay en el exilio,
bajo de la cruz, me arrodillo delante de él,
bebo la gloria que acumuló en las madrugadas,
él amanece como un sol negro apunto de matarme,
yo me entrego más dócil que una presa ya cazada,
me preparo para renacer entre sus manos abiertas.

72
XX

Me desvisto como un árbol triste en otoño,


él aún sueña con un tesoro enterrado en el pecho,
me despido del silencio en esta casa de luz
sus labios secos me recuerdan qué es la sed,
escapo de una historia forjada por labios
y entro a una lluvia diminuta hecha soledad,
reconozco mi cuerpo que ahora es suyo.
Nada lavará la culpa de enamorarse así,
este bautismo parecido a su saliva
del que renazco con este nombre nuevo,
las horas que fui antes de él se van al fondo,
se hunden como los ahogados en pleamar.
Dios está mirándome tomar un baño,
no me atraviesa como estos otros párpados dormidos,
aquí recuerdo mi cuerpo en la corriente
imaginando que sus manos me curan del mundo,
no hay un exorcismo para este miedo,
lloro encima del agua porque no me queda fuego,
el incendio muerto también se desnuda en su distancia.

73
XXI

Recuerdo el momento en que escuché la voz de Dios,


luego de diez años pensé en el instante de la luz
en que un hombre concibió su ser por primera vez.
Ahora su rostro es más hermoso que cualquier paz,
no tengo retorno para la crucifixión que él fue para mí,
cada vena llora el momento de su sol coronado de espinas,
todo el veneno que me late desde que sé que existe.
Él me recuerda lo que cuentan sobre el final del mundo,
no habrá ensamble de violines ni escucharé su voz,
tampoco un fantasma con el mal de ese otro cuerpo
se me aparecerá para despedirme de esta piel,
si algo amé alguna vez fue la forma de sus labios,
el beso que se consumió en el árbol del silencio
donde me han prometido que hará raíz todo el olvido.
Si solamente la quietud que muestra ahora
despertara para desgarrar mis manos rotas
yo lo haría un desierto luminoso y nuevo,
no habría luna suficiente para inventar la noche
pero aún quedan estrellas en la ventana
y temo que ya no despierte antes que amanezca.

74
XXII

Yo bebí las mentiras de las manos de mis padres,


me dijeron que si lo hacía bien habría recompensa.
Lo reconocí al instante de hacer todo lo debido,
dormí al filo del sueño de los justos
para que mi premio fuera una sangre más carmesí,
el mundo se hizo áspero como trueno hecho raíz.
El amor debía ser igual luego de cada lección,
dulce, falso, rosa, como caramelo de cereza, así de duro.
Él puso sus manos en mi frente como una estrella,
me acosté a su lado para que sus brazos me rodearan
como una armadura contra la violencia del mundo.
¿Esto es la felicidad, este fuego calcinador de huesos
que me pulveriza el tiempo antes y el tiempo después?
Acaricié sus músculos como a una guitarra nueva,
esta melodía omitió notas, los silencios formaron olas duras,
del tamaño de la soledad de Dios los viernes en la noche,
ya no me quedan fuerzas para combatir su sangre,
lo dejo entrar, lo dejo venir dentro de mí, lo dejo partir
como al nacer aprendí cómo sería cada respiración,
como en mi niñez dejé ir al globo rojo que latía entre mis manos.

75
XXIII

Como una muralla hecha por el tiempo


las montañas cubren las paredes de mi casa,
ahí nos escondemos, el piso más abajo,
él acerca su piel a mi sed de pez marino,
su calor se expande como ántrax,
respiro de su hombro para no olvidar el terror
y lo beso con la furia de las olas en las rocas.
Ya no puedo creer que exista el tiempo,
me anclo en el momento de este eclipse,
la sangre enrojece el color de sus mejillas,
mi respiración se vuelve una flauta rota,
podría incendiar adentro a los hombres antes de él,
ninguno con la fuerza de sus labios gruesos.
Pienso en las hojas que se desprenden para morir,
así yo me retiro para secarme por completo,
no recuerdo a quienes fui previo a su nombre,
la devastación comienza con un barco hundido,
él encuentra mi rostro al término de esta fuerza,
renazco en su sonrisa cuando ocultamos el aliento,
la muerte entre nosotros será como escuchar un eco.

76
XXIV

Nos vamos de este mundo que no existe,


mi casa que es mi cuerpo y ahora es suyo,
estoy tan lejos de mí que no me reconozco.
Ni con sueños ni con años se quedaría aquí,
este lugar donde los cadáveres se incendian
y su canción culmina la historia de la soledad.
Rueda el mundo en estas llantas,
esa negrura me recuerda lo que era la noche
pero el amanecer me ciega ahora,
saber que de esta vida no me iré triunfante
y que de la muerte no me iré con él.
El auto se detiene para despedirnos,
unimos nuestras manos por última vez,
me aferro a la gravedad con que me atrae su cuerpo.
Podría llorar toda la luz de la mañana
si no hubiera conocido qué es esta humedad,
su piel estrangulando todas mis horas,
la ternura de un beso ahogado en un reloj de arena
y este sol capaz de congelar nuestro abandono.

77
SOBRE LA TUMBA
DE NEIL ARMSTRONG
I

Todas las estrellas son fugaces,


su duración atada a los ojos quiebra la luz.
Y él, amarrado al viaje de sus propios años,
rompe con un silencio impuesto por la negrura,
hay una senda larga en estos pedazos de mundo,
su imantación nos oprime el pecho
como si algo más grande jalara de nosotros.
¿Qué más le ocurrirá encima del sol?
Abajo las cosas siguen su curso,
las águilas reposan sus alas con humildad,
mientras él se eleva aquí adentro
sin la ley que muestre cuando hay que caer,
todo lo que evapora la humedad de mis ojos.

80
II

Su cuerpo pierde peso en el espacio,


se aleja hasta volverlo ni siquiera un punto
pero reconozco ese modo de estar
con la fe del que reza a la noche abierta,
él me ha dejado una sombra muy grande
en la que mis ojos tejen días con sus manos
como las estrellas se desbordan en una tela negra.

81
III

Cierro los ojos para recomponer al mundo,


él está lejos, la cara imposible de un satélite,
el misterio de no mirar morir el amor,
si supiera sostener la palabra exilio en los labios
miraría la llegada del rocío esta madrugada,
todo recién bañado por una lluvia de arena
pero el sueño quiebra lágrimas y besos,
lo que han dicho que regresará del cielo.

82
IV

Él me habla de una luna en el color de mi sangre,


lugares que combinarían con mis ojos
porque nunca amanece ni caen los soles cerca,
tanto silencio me paraliza la quijada
pero sonrió porque traza otras constelaciones
con palabras luminosas como la caridad.

83
V

Pero no quiero ir allá, sin trueno ni nevada,


para tomarnos de la mano en plena oscuridad.
¿Sería una venda para todo el cuerpo?
¿Allá descansaría el alma de las momias?
Imagino una pirámide que apunta hacia ningún lugar,
es la dirección de mi sangre despuntando aquí,
donde tampoco crecen árboles de sombra
pero sí pegan las estaciones, la marea
y el ciclo de estos astros de neón
que miran sin piedad la cuenta de lo que espero.

84
VI

Lo imagino pendiendo de la nave,


un cordón umbilical de madrastra,
la oscuridad acunando su cuerpo,
casi nada entre su propio imán.
Y yo, desde mi piel abierta al cielo,
extiendo mi mano sin brújulas ni mapas,
confío en que la noche una mi piel a la suya,
este hilo rojo y a la vez invisible
por el que corre un final en la canción de mi sangre
y atraviesa astros, polvo, sueños, soledades,
para encontrar su pulso cada vez más lento, menos mío.

85
VII

Ningún reloj me enseñará cómo debo latir.


¿Podrá escuchar este tambor en mí por él,
años luz de lo que llaman vida,
doblándose en el ápice de un hoyo negro,
para iniciar la guerra que se llevará a cabo en los labios?

86
VIII

A veces salgo en sueños hasta donde duerme,


sin termómetro atado a la epidermis
ni una brújula al cerrar los párpados,
la oscuridad es la misma para todos,
sus dos mil años de luz y algo más,
la forma de crucifijo que adopta en la cama,
podría desangrarme si llevara mis venas
o beber de él hasta derramarlo en el vacío,
una Vía Láctea más dulce que está voz,
nuevas estrellas brillarían desde esa muerte
para que los amantes se besaran debajo,
chicos solitarios inventarían formas al azar
y otros les atribuirían el hilo rojo de su destino.

87
IX

Siempre es de noche en su corazón,


no sé si mi nombre habita ingrávido ahí,
si hay eclipses que muevan una marea roja
pero lato más rápido que un concierto para tambor,
mis ojos se abren lentamente como el cierre de un telón,
no sé si él también visita estas sombras,
este cuarto con claro de luna,
este cuarto menguante.

88
X

La nave llega a un planeta inexplorado,


suspiros en su sed de saber qué hay más lejos,
se desnuda sin preocuparse por qué astros lo miran,
reemplaza ese oxígeno engendrado sin raíz
por un traje blanco que impide ver su rostro.
¿Qué más ocurre allá en balde
donde no atardece ni hay verano?
¿Toda el agua viva que lo habita
no levanta su tristeza hecha olas y sal
porque le falta todo el mar para no morir?
¿Le bastaría volver a la playa en una balsa
para que en la arena inunde su deseo?
¿No querrá morir aquí a mi lado,
que nos sepulten juntos tomados de las manos,
encima de la tierra de los padres de sus padres
y del polvo que también ya son los míos?
Mientras sueña, nombra y viaja a las estrellas
elevo una veladora hacia el cielo por él.

89
XI

Algunos cuentan en un calendario de lunas


y otros acumulan lo que dura la jornada,
dan vueltas hasta caer ebrios en sí mismos,
un soplo a la vela del pastel cada año,
arrancar las hojas para abrir y cerrar los ojos
como se va la infancia en hacer una ronda.
¿Recordará aún las baladas que caían de fondo?
Bajé el volumen para escuchar su voz,
luego la estática de la estación,
dicen que es la música de las estrellas,
los satélites traducen su lenguaje luminoso
pero ahora él se conduce a oscuras sin gravedad,
cada vaso con agua es un bautismo
del cuál sale sin nombre, sin lugar de origen.
Abajo, o tal vez arriba, si lo mira de cabeza,
hay una lágrima enorme llamada océano
donde se levantó la vida para arrastrarse en él,
en un pedazo apenas habitado hay un muelle,
camino sobre maderos que crujen como otoño
aunque ya inició el verano en este hemisferio.
¿Él también se acordará de mí?

90
LA TUMBA DE JONÁS
I

Echar palabras como anzuelos


para que los labios no beban su vacío,
habría que coserlos con hilo rojo
hasta no volverse el silencio de un pez.

92
II

¿Qué es esta marea que late en mi sangre?


Mata como una plaga antigua
olvidada por las dunas de yeso.
Había un océano en este desierto,
la voz también tiene silencios así,
en que se evapora toda luz.
Los peces besan un anzuelo fugaz
pero es la sombra la que los desgarra.
Yo he visto su rostro al amanecer,
al anochecer, a mediodía, a medianoche,
podría morir incluso sin alguna hora,
con la certeza de que ya no tengo tiempo.

93
III

Cuento las noches antes de su voz


porque todas las después son una misma,
no consigo el sueño de los justos,
mis deseos caminan en agua salada,
parecen guiarse por el curso de los astros,
no tengo su suerte de profecía vieja.
Dentro de este mamífero marino llamado amor
le digo a Dios que olvidaré ese otro nombre
pero no puede escucharme detrás del latido de ballena.
¿Volveré a nacer de algún vientre?
¿Seré dado a luz sobre una ola más triste
o seré dado a la oscuridad de su cabello?
Esta caja torácica me salva de la libertad,
el color de su inocencia me recuerda a mis huesos,
ahora sé que moriré en una tormenta blanca,
tal vez yo también salga de mi propia piel.

94
IV

En el largo camino de la espuma


donde un deseo encarna y surge del fondo
también se ahogan llantos de tanto azul.
Los amantes entran en marea alta,
su sangre se eleva con la luna llena,
es este hierro al que le aúlla la luz
para eclipsar el rugido de olas al romperse.
Se besan, deslizan sus manos en el otro cuerpo,
en la saliva llevan toda la sal de la tristeza,
ahí los peces copulan en silencio,
no lloran a sus muertos arrastrados al coral,
es un cementerio para amarse con hondura.
Mientras tanto me siento a esperar aquí,
bajo la respiración de este animal enorme,
de nuevo habito un cuerpo que no es mío,
no siento la corriente que arrastró mi sangre,
otra orilla en él tal vez ya es imposible.

95
V

Me quedo inmóvil en el hambre de esta ballena,


aquí no existe el día ni la noche,
tampoco la esperanza de verlo bajo otra luz.
Sucedo como una profecía nunca dicha
que morirá en su propio silencio.
¿Para esto escapé de la palabra destino?
¿Es esto el amor también,
un milagro que divide al corazón en dos,
parte como un barco en medio de un mar muerto
durante esta tormenta de la que no es posible volver?
Ojalá pudiera creer en el naufragio,
en ninguna botella flotará mi último mensaje,
me beberá una sed monstruosa, mayor que yo.
Tal vez en un puerto muy lejano,
quizás en otro cuerpo, algún día él se despedirá de mí.

96
VI

Ni siquiera alcanzo un silencio,


el latido de la ballena retumba en el mío,
lo obliga a moverse con su corriente eléctrica.
¿Un segundo corazón
será para un rompimiento gigante?
No es posible acostumbrarse aquí,
suena al inicio de una guerra.
¿Por qué los pulmones de este animal
volvieron al mar después de conocer el aire?
¿Buscó la sal más negra
para nunca regresar al sueño a solas?
Al menos aquí puedo descansar de su nombre,
esta percusión me salva de todo salmo,
incluso de cerrar los ojos.
Aquí siempre es de noche,
cuando la bestia traga estrellas marinas
recompongo nuevas constelaciones,
en mi muerte lenta juego a que me ahoga Dios.

97
VII

Había un puerto en que crujían los pasos,


despedirse era un acto mitológico
para contarle mentiras a los niños tristes,
pero nadie volvía luego de embarcarse,
no eran las sirenas aladas debajo de un farol,
ni la tormenta que ahoga a los navíos,
sí todas las veces que rompía una botella
donde pedí por ayuda sin un mapa hacia mí.
Ahora estoy a salvo de mi profecía autocumplida,
las sirenas cantan sus luces de muerte, de emergencia,
su partitura es un mar rojo, un mar de sangre
como si con arco él rasgara en mí un violín.
El corazón de la ballena acompaña al himno en Do mayor,
ni siquiera recuerdo la oración que dicen los enfermos
pero ya nada puede arrebatarme de esta paz feroz.

98
VIII

Tal vez lo que llamamos mar


es una lágrima viva de Dios,
nadie nunca nada sobre toda tristeza,
el sabor a sal nos recuerda nuestra sed,
estar a solas ante ningún espejo,
no sé lo que suceda en la superficie o en la orilla.
A veces lloro toda la noche
pero la noche no tiene final aquí,
el lenguaje de las ballenas
es también una elegía interminable.
Recuerdo un nombre impronunciable,
tal vez era del tamaño de un rey muerto,
su sombra abarcaba el porvenir,
sus besos sabían a los labios del silencio.
Pero ahora no pasan ni pesan aquellas cosas,
este animal me salva de ahogarme en otro sudor,
no pega el salitre de su espalda en mis pupilas,
ni me llegan noticias de los que van de luna de miel
y hacen el amor al atardecer en una playa virgen.
Nadie. Nunca. Nada.

99
IX

Aquí no me alcanzan los millones de lenguas del mar,


levantan la sal para su muerte y su resurrección,
en la espuma llevan toda la rabia del origen,
lamen sin remordimiento a los trasatlánticos
igual que a los niños que nadan cerca de la orilla.
A veces una de sus lenguas se eleva monstruosa,
incluso más alta que la primera misa en latín,
ciudades enteras, familias de uno solo o ninguno.
Porque Dios sabe que la lengua de ese hombre es peor,
una onceava plaga enmascarada de ternura,
miente, besa, bebe la espuma de mi vino,
dice cosas como lo prometo y para siempre,
auxilia en la fonación de un trueno para el fin del mundo.
Su voz me corona de espinas, penetra en mi costado,
incluso en silencio forma un teatro de sombras
donde las pesadillas actúan como sueños húmedos,
al final siempre aplaudo mi propio final y no termina.

100
ÍNDICE

Sobre la tumba del zarévich Alekséi 9

Sobre la tumba de Nicolás Tesla 37

Sobre la tumba de Leopold Bloom 53

Sobre la tumba de Neil Armstrong 79

L a tumba de Jonás 91
Cortejo Fúnebre de Sergio Pérez Torres,
se terminó de imprimir en septiembre de 2017, en
los talleres de Literatura y Alternativas en Servicios
Editoriales. En su composición se
utilizaron los tipos Berkeley LT Book 10.5, 14 y 18.

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