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Staupitz, apoyado por el general y por los agustinos de la provincia de Colonia, pensó en

llevar adelante sus planes, pero en el verano de 1511 la discordia entre los frailes de una y otra
tendencias tomó mayores proporciones.
El vicario general, ante la obstinada resistencia de los siete conventos, y especialmente del de
Nuremberg, que pensaba en último término apelar al papa, inició una política de
contemporización o por lo menos de diálogo. Para eso se entrevistó en julio de aquel año con
Simón Kaiser y otros representantes de los siete conventos en la ciudad de Jena para
tranquilizarlos, dándoles garantías de que la Congregación de la Observancia no había de sufrir
nada, ni en el espíritu ni en los privilegios, con la unión o agregación de la provincia sajona; el
vicario general no sería elegido por el capítulo provincial, sino solamente por el capítulo de la
Congregación, y automáticamente sería confirmado por la suprema autoridad de la Orden; ese
mismo vicario sería nombrado provincial de Sajonia por el prior general. Dentro de dos meses
deberían dar la respuesta. Staupitz ya no proponía la unión jurídica perfecta o la fusión de las dos
corporaciones, sino la unión personal del cargo de vicario y de provincial, manteniéndose
independientes las dos corporaciones.
Fray Simón Kaiser con los suyos y Fr. Juan Nathin con la mayoría de Erfurt, tras larga
deliberación y examen, optaron por no rendirse y persistir en la oposición. Esta tozudez de los
que luchaban bajo la bandera de la Observancia le pareció a Lutero pura soberbia, y desde aquel
momento los abandonó para pasarse al campamento de Staupitz, aceptando los artículos de Jena.
A fines de 1511, Staupitz se trasladó a Nuremberg a fin de negociar con sus adversarios. Estos
propusieron que se congregase un capítulo de solos los conventos reformados, en el que se
resolverían pacíficamente todas las cuestiones disputadas; si en dicho capítulo no se conseguía el
fin apetecido, entonces se debería escoger en territorio alemán un juez imparcial o árbitro que
dictaminase conforme a razón y justicia. Esta propuesta no podía satisfacerle mucho a Staupitz,
pues era un modo de limitar su autoridad; pero como los contrarios estaban dispuestos incluso a
apelar al papa, que tal vez desaprobase los procedimientos jurídicos del vicario, juzgó que
convenía ceder. Pero antes envió a Roma a Fr. Juan de Malinas para que informase de todo al
general.
Ignoramos lo que Egidio de Viterbo aconsejó a Fr. Juan de Malinas, el cual, a su regreso, se
entrevistó en Salzburg con Staupitz, que allí invernaba, el 25 de febrero de 1512. El vicario no
dudó ya en abandonar sus propósitos unionistas y convocó el capítulo de la Congregación —sin
participación alguna de los frailes de la provincia— para el 5 de mayo de 1512 en Colonia.
Aquel capítulo coloniense significó la victoria de los siete conventos, porque Fr. Juan Staupitz,
que era más hábil para los manejos diplomáticos que fuerte para la acometida frontal, determinó
renunciar a sus ambiciosos planes unionistas y volver a la situación primitiva. En cambio, tuvo la
satisfacción de ser confirmado por los capitulares en su cargo de vicario general de la
Congregación, y el rico monasterio de Nuremberg, satisfecho y agradecido, le hizo un préstamo
de 200 florines al 5 por 100 para que cubriese los gastos de las pasadas negociaciones.
Además, el vicario pudo distribuir algunos cargos importantes entre sus amigos. Prior de
Nuremberg nombró a Fr. Nicolás Besler, que últimamente le había acompañado en sus viajes de
visita a Holanda, Brabante, Westfalia y Sajonia. Y subprior de Wittenberg nada menos que a Fr.
Martín Lutero, que se hallaba presente en el capítulo, como diremos en seguida.

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