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LA DICTADURA MILITAR EN LA EDUCACIÓN

Nota de opinión de Jorge Cardelli, Director de la Escuela Marina Vilte de CTERA, para
la Revista Canto Maestro nº 11.

La acción política de la Dictadura Militar del período 76-83 en el plano educativo también
expresa una diferencia cualitativa con respecto a las Dictaduras Militares anteriores. En un
plano más general esta diferencia está en que los elementos determinantes de la
constitución y desarrollo del proceso militar 76-83 son los objetivos de represión y
aniquilamiento del movimiento popular y la reestructuración neoliberal de la economía. Lo
común es que uno piense que la represión es parte de una estrategia general donde lo
principal en lo coyuntural está en lo político, en lo económico y en lo ideológico, aunque
finalmente sólo lo económico sea determinante. Esto no fue así en el caso de la Dictadura
Militar 76-83.

Los objetivos represivos jugaron un papel principal junto e lo económico. En todo caso los
elementos más políticos empiezan a tomar fuerza cuando la presión popular y social los
obliga a emprender la retirada. En este marco la política educativa tiene dos aspectos que
aparecen de manera entrelazada pero que a efectos del análisis es necesario distinguirlos
para luego poder integrarlos. Por un lado está la dimensión represiva en el plano
ideológico y que apuntaba a destruir todas aquellas expresiones organizativas que
trabajaban en el plano de las ideas y que tuviesen relación con enunciados ligados a los
conceptos de: liberación nacional y social, independencia económica, soberanía popular,
clase trabajadora, socialismo, autonomía nacional, justicia social, imperialismo,
monopolios, burguesía, democracia popular, cultura nacional, dependencia, etc. Desde el
55 en adelante y de manera simultanea con el desarrollo creciente del movimiento popular,
nacional, de fuerte contenido antiimperialista y con un papel protagónico del peronismo, se
fue articulando un intenso debate político e ideológico en torno a las características
estructurales de la crisis social y política de ese momento y a las alternativas de su
superación transformadora. En ese debate los conceptos arriba enunciados adquirieron un
papel hegemónico y en el objetivo de su erradicación como instrumentos del pensamiento,
la Dictadura identificaba a la educación (con particular énfasis la educación pública) y a las
diferentes formas organizativas del movimiento cultural con mas arraigo popular como las
instituciones generadoras y promotoras de los mismos. Con este fundamento la represión
a la comunidad educativa y cultural pasó a formar parte "guerra antisubversiva". Esta
subordinación de la represión ideológica a la guerra antisubversiva se comprende si
recordamos que en las argumentaciones discursivas de la Dictadura Militar , para explicar
el fuerte estado de movilización social y la creciente ingobernabilidad durante la
administración de Isabel Perdón, plantean que esto fue provocado por la agresión marxista
internacional. Recordemos que sé planteaba que el Comunismo Internacional aspiraba a
destruir la Civilización Occidental y Cristiana. Estábamos en los marcos de la confrontación
ideológica de la guerra fría. Sostenían que a través de las operaciones de penetración
ideológica las organizaciones subversivas se apoderaban de las instituciones y de la
conciencia de los dirigentes sociales y por este camino llegaban al pueblo. Luego a través
de su acción política lo llevaban a la rebelión.

Por otro lado está la dimensión mas propiamente neoliberal que implica el asentamiento de
acciones y discursos de fundamento que tienden a prefigurar la línea de avance privatista
que se desarrollará posteriormente, cuando se recupera la democracia, pero con particular
fuerza durante la década Menemista. Mas allá que en el discurso dictatorial se enunciase
la vocación de volver al "sentido esencial" que la educación tuvo en los orígenes de la
República Argentina y que luego operase como fundamento del salvajismo represivo, lo
real es que la educación privada y sus conceptos neoliberales se vio fuertemente
beneficiada por decisiones concretas de políticas de gobierno y por la enorme promoción
ideológica que recibió en detrimento de la educación pública. El argumento de que la
educación pública estaba muy "infiltrada" no sólo fue funcional a la represión interna y al
autoritarismo curricular sino también apuntaba a promover el desarrollo del mercado de la
educación.
Pablo Pineau: La educación en la última dictadura cívico-militar
en Argentina
Doctor en Educación de la Universidad de Buenos Aires y máster en Ciencias Sociales con Mención en
Educación de FLACSO, Pablo Pineau es el coautor y director del libro “El principio del Fin. Políticas y
Memorias de la educación en la última dictadura militar (1976-1983)”. Aquí analiza las estrategias de la
política educativa instrumentada por la dictadura cívico-militar entre 1976 y 1983.

Los sectores cívico-militares que ocuparon el poder en Argentina el 24 de marzo de 1976 sostenían que el país
se encontraba en crisis a causa de que la sociedad se había desbordado. Por eso se propusieron reordenarla, y
para tal no dudaron en ponerse el pomposo nombre de “Proceso de Reorganización Nacional”. Los instrumentos
utilizados formaron parte de un proyecto político basado en el estado de sitio, el terrorismo de Estado, la
prohibición del accionar de los partidos y sindicatos, la represión de la sociedad, el abuso de poder y la sumisión
de la justicia.

Ese reordenamiento político acompañó un reordenamiento económico. Se adscribió a las teorías monetaristas
de la escuela de Chicago que privilegian al sector financiero. La apertura de los mercados, el fomento de las
importaciones, la progresiva eliminación de los mecanismos clásicos de protección de la producción local y una
pauta cambiaria desfavorable se combinaron para dar como resultado un proceso de desindustrialización y
concentración económica.

Por supuesto, el registro educativo no estuvo exento de esta situación.

La Dictadura llevó a cabo políticas específicas en el sector que se propusieron modificar algunas lógicas previas
y volverlas solidarias al resto de los cambios sociales. Diversos autores han señalado algunos de los elementos
constituyentes de las políticas educativas de la época, como su carácter reactivo y autoritario (TEDESCO;
BRASLAVSKY; CARCIOFI, 1985), la militarización del sistema educativo (KAUFFMAN; DOVAL, 1997), y la
burocratización y verticalización de su estructura administrativa en aras de un mayor disciplinamiento social y la
pérdida de la especificidad pedagógica del sistema (TIRAMONTI, 1985).

La renovación cultural y pedagógica de los años 1960 y 1970 había puesto en cuestión los modelos educativos
previos provenientes del siglo XIX. Esos años vieron la aparición de nuevos fenómenos como la adscripción a
las llamadas teorías “críticas” – que iban desde Illich al reproductivismo – de docentes y pedagogos, la
expansión del psicoanálisis, el avance de la psicología social y la dinámica de grupo, de la pedagogía de la
recreación, de las nuevas concepciones de infancia, y la publicación de libros de lectura más modernos que
propiciaban la lectura comprensiva solipsista. Ya en los 1970 se produjo una mayor radicalización política
mediante la sindicalización docente, la campaña de alfabetización Campaña de Reactivación Educativa de
Adultos para la Reconstrucción (CREAR), la extensión universitaria y la difusión de la pedagogía de la
Liberación. Esta situación fue un importante abono para la Dictadura, sobre todo para quienes añoraban cierto
pasado “mítico” de un orden perdido.

Sostendremos en este escrito que la dictadura instrumentó una política educativa basada en dos estrategias.
Por un lado, la que podemos denominar la estrategia represiva, coto de los sectores más tradicionalistas, que
buscaba hacer desaparecer – con el peso que este término tuvo en esos años – a los elementos de renovación
previos presentados en el párrafo anterior, y por otro la estrategia discriminadora, coto de los sectores más
tecnocráticos, que buscaba romper los elementos presentes en la escuela pública tendientes a la
democratización social mediante la homogeneización: “una escuela única para todos sin importar las
diferencias”, y proponer un sistema educativo fuertemente fragmentado por circuitos diferenciados.

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