Cánticos ¿Quién es ese que a los muertos resucita?
¿Quién es ese que su nombre quiero oír?
1.- Acerquémonos todos al altar,
que es la mesa fraterna del amor,
pues siempre que comemos de este pan
recordamos la pascua del Señor.
- Los hebreos en medio del desierto
comieron el maná; nosotros, peregrinos de
la vida, comemos este pan.
Los primeros cristianos ofrecieron
su cuerpo como trigo; nosotros, acosados
por la muerte, bebemos este vino.
- Como Cristo, hecho pan de cada día, se
ofrece en el altar; nosotros, entregados al
hermano comemos este pan.
Como el Cuerpo de Cristo es uno solo,
por todos ofrecido; nosotros, olvidando
divisiones, bebemos este vino.
2.- Por los niños que empiezan la vida,
por los hombres sin techo ni hogar,
por los pueblos que sufren la Guerra
te ofrecemos el vino y el pan.
Pan y vino sobre el altar
son ofrendas de amor.
Pan y vino serán después,
tu Cuerpo y Sangre, Señor (bis).
- Por los hombres que viven unidos,
por los hombres que buscan la paz,
por los pueblos que no te conocen
te ofrecemos el vino y el pan.
- Por aquellos a quienes queremos,
por nosotros y nuestra amistad,
por los vivos y por los difuntos
te ofrecemos el vino y el pan.
3.- ¿Quién es ese que camina por las aguas?
¿Quién es ese que a los sordos hace oír?
Es Jesús, es Jesús, Dios y hombre
que nos guía con su luz (bis).
- ¿Quién es ese que los mares obedecen?
¿Quién es ese que a los mudos hace hablar?
¿Quién es ese que da paz al alma herida
y pecados con su muerte perdonó?
- ¿Quién es ese que a nosotros ha llegado?
¿Quién es ese, Salvador y Redentor?
¿Quién es ese que su Espíritu nos deja
y transforma nuestra vida con su amor?
4.- Señor, tú eres el pan
que nos da la vida eterna (bis).
- Partimos el pan, Señor, tomamos la hostia santa;
tu muerte y resurrección en ella están renovadas.
- Tu cuerpo de salvación es precio de nuestras
almas; tu sangre de Redentor es sello de nueva
alianza.
- El signo de caridad del pueblo fiel congregado,
será tu Verbo de amor, será tu Cuerpo sagrado.
- Tu cuerpo y sangre Señor, y tu palabra divina son
prenda de nuestra unión, alegría en nuestra vida.
- Vivir por siempre en tu amor, cantar tu eterna
alabanza será por la Comunión la gloria de nuestras
almas.
- Marchamos a ti, Señor, buscamos tu faz amada,
tu Cuerpo nos da vigor, tu Verbo nos da esperanza.
5.- Gracias, por cada nuevo día.
Gracias, por cada flor que nace.
Gracias porque en tu ley renace
toda verdad.
-Gracias, por todos mis amigos.
Gracias por nuestra libertad.
Gracias porque a mis enemigos
puedo amar.
FIESTA DE LA PUERTORRIQUEÑIDAD
Es una ocasión oportuna para evocar algunos aspectos que
dieron paso a aquella extraordinaria gesta que puso a nuestra
región en el mapa. Admiramos la valentía de aquellos
hombres dirigidos por Cristóbal Colón quienes cruzaron los
mares a lugares desconocidos. Pero la historia no está
completa si no se le reconoce la gran aportación de nuestros
indios, los cuales dejaron un legado singular, muchos de los
cuales viven aún en nuestra realidad boricua. Recordamos que
llevamos sangre indígena con orgullo, sin menospreciar el
aporte cultural de España y África que nos permiten
conformar al actual jíbaro puertorriqueño. Nuestro mestizaje
tampoco se entiende sin la luz de la fe, de esa fe enraizada en
el Cristianismo y vivenciado desde la Iglesia Católica.
No solo fue sembrada en este pueblo una fe Trinitaria, sino también Mariana. Puede que
haya católicos que no sean “marianos” en sí en el aspecto devocional, pero jamás se
podrá entender el Catolicismo sin María. Ella fue la primera católica, es decir, universal,
pues fue el Padre Dios quien la hizo universal, porque universal es su Hijo Jesucristo
nacido del vientre virginal de María. Por tal motivo, nuestra Fiesta de la
Puertorriqueñidad también tiene rostro mariano. Nuestra Isla del Cordero también tiene
su Patrona bajo la advocación de Nuestra Señora de la Divina Providencia. Ella no es la
“Divina Providencia”, ella nos parió a Jesucristo quien es la Divina Providencia. Por eso
celebramos el 19 de noviembre a nuestra Patrona Nacional, porque este pueblo nació
puertorriqueño y mariano. Somos mezcla de tres razas (taína, española y africana), con
fisionomía caribeña, que vivimos en la Isla del Encanto y del Cordero, con una lengua
materna hispánica que trasciende nuestro ser latinoamericano.