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Isín
Los reyes de Isín, la dinastía instaurada por Ishbi-Erra (2017-1985 a.
C) a expensas del último rey de Ur, asumieron desde un principio la herencia
del imperio desaparecido, como demuestran las titulaturas reales que
adoptaron y la reconstrucción de la antigua capital, devastada por los
elamitas que fueron expulsados de ella en el 1998 a. C, apenas seis años
después de su conquista. Además de Nippur, que había caído muy pronto en
sus manos, el reino de Isín comprendía también otros dos centros religiosos
importantes, como eran Eridu y Uruk. Kish, sin embargo, permaneció como
capital de un pequeño reino independiente.
Restablecieron las relaciones comerciales con Dilmun, mientras que
las ciudades eran fortificadas para defenderse de las incursiones de los
nómadas amorreos. Casi la totalidad de las grandes obras de la literatura
sumeria halladas en Ur y Nippur fcueron redactadas durante este periodo, al
igual que la Lista Real sumeria. Todos ellos constituyen signos claros de una
cierta recuperación tras la crisis anterior, asi como del deseo de los reyes
de Isín de asimilarse a las dinastías sumerias, cuyos orígenes se remontaban
a los inicios mismos de la historia.
Larsa
3. Assur
El nacimiento de Asiria
Sede de gobernadores acadios y sumerios, Assur se había convertido
en la sede de una dinastía local inaugurada en los comienzos del siglo XX a. C.
por un tal Puzur-Assur, cuyos reyes llevaban nombres acadios. Se producía
así, al socaire de la desparición del Imperio de UR, el nacimiento de Asiria, un
pequeño reino que contaba con la posesión del fértil triángulo agrícola
formado por las tierras que se extienden entre el Zab superior y el Tigris,
con Nínive como su centro más importante, y más al sur, y en zona árida,
con la favorable posición de Assur de cara al tránsito de mercancías.
Las relaciones con los poderes locales.- Las relaciones entre los
asirios y los poderes locales que garantizaban su protección se establecían
de forma contractual, cada vez que un nuevo rey era entronizado,
plasmándose en un tratado recíproco bajo juramento solemne. La presencia
lejana de Asiria reforzaba el prestigio y la seguridad de los comerciantes del
karum . Dada la fragmentación política del país, en el que los textos asirios
nombran más de treinta ciudades, la diplomacia era intensa y frecuente. Los
tratados y sus estipulaciones debían ser renovados cada vez que un nuevo
rey accedía al trono, si una ciudad y su palacio quedaban sometidas a la
hegemonía de un centro más poderoso, o si un determinado palacio ponía
dificultades particulares, circunstancias que exigían una reconfiguración de
las relaciones.
4. Mari
El reino de Mari, sobre el curso medio del Eúfrates y en una región que
era frontera natural entre la llanura mesopotámica y las áridas tierras
occidentales, controlando el paso entre Mesopotamia y la Siria
septentrional, se habia convertido en intermediario privilegiado de las
caravanas de comerciantes y extendía su influencia sobre la región del
Habur.
La organización tribal
El clan -gayum- era la unidad económica y social por debajo de la tribu.
Cuando habitaban en aldeas o villas, los pastores semi-nómadas se
agrupaban en barrios específicos destinados a cada uno de los clanes en que
se dividía la tribu presentes en el asentamiento, de tal forma que algunas de
estas localidades contaban sólo con unos pocos barrios, mientras que otras
podían contener más de treinta. Los haneos, por ejemplo, se hallaban
integrados en ocho o nueve clanes cuyos miembros se consideraban
hermanos, de acuerdo a la más genuina tradición tribal. Por debajo existían
los bit abim, unidades menores, probablemente linajes. Los benjamitas y los
suteos constituían una confederación tribal. Cinco eran las tribus que
integraban la confederación benjamita y tres o cuatro las de los suteos.
Yamhad
Durante un tiempo las ciudades, amuralladas y provistas de su
correspondiente palacio, se mantuvieron en un contexto políticamente
fragmentado, en el que las tendencias unificadoras sólo hicieron su aparición
en el curso del siglo XVIII a. C., cuando buena parte del norte de Siria quedó
situada bajo la hegemonía del reino de Yamhad con capital en Alepo. Pronto,
los reyes de la recientemente instaurada dinastía amorrea en Mari habrían
de transformase en sus adversarios. La disputa por el control del acceso a
los bosques de las montañas occidentales y a la costa mediterránea, donde
florecía un importante comercio, parece haber sido una de las causas que
desató el enfrentamiento.
“Rey del Universo”.- En Mari, gobernada desde entonces por uno de los
hijos de Shanshi-Adad, se frenó la expansión de Asiria en dirección a la
costa, mientras que fue el reino de Eshnunna quien contuvo su avance en
dirección opuesta., actuando también como obstáculo de las ambiciones
elamitas. En los territorios situados más allá del Tigris la supremacía de
Asiria fue disputada tan sólo por los montañeses del Zagros. Shamshi-Adad,
que tomó el jactancioso título de "rey del universo", tenía en su poder ambos
ríos y había reunido bejo un sólo poder, con capital en Shubat-Enlil, todo el
norte de Mesopotamia, reactivando asimismo la presencia de los
comerciantes asirios en los karu de Anatolia. Sus dos hijos gobernaban con
desigual fortuna las tierras de su gran reino. Mientras que Ishme-Dagán
consolidaba con sus armas las fonteras orientales, combatiendo a las
poblaciones establecidas a los pies delk Zagros, Iasmah-Adad gobernaba
indolentemente desde Mari toda la parte occidental, en donde los principados
de Siria, como Karkemish o Qatna, se mostraban por lo general amistosos, a
excepción de Yamhad, y las tribus seminómadas dispuestas en ocasiones a
colaborar, como los haneos, a rehuir toda colaboración como los benjamitas,
o abiertamente hostiles, como los suteos.
El despegue de Babilonia
Fue también un amorreo, de nombre Sumuabum (1894-1881 a. C.),
quien a comienzos del siglo XIX a. C. instauró una dinastía independiente en la
ciudad de Babilonia, probable antigua colonia sumeria y sede más tarde de un
ensi -gobernador- durante el dominio acadio y el Imperio de Ur. Sus
sucesores ampliaron sus dominios hasta situarla en un plano de igualdad en
la correlación de fuerzas presente en el mapa geopolítico de la época. El
primero de ellos, Sumulailu, protegió la ciudad con murallas y derrotó a la
vecina ciudad de Kish, enemiga natural del nuevo estado, sometiendo
también a Sippar y Kazallu. Su hijo Sabum levantó el templo del Esagila,
santuario del dios local Marduk, que habría de alcanzar en el futuro una fama
extraordinaria. Un nuevo poder había surgido al norte de Kish, mientras
Asiria dominaba la mesopotamia septentrional y extendía su comercio por
Irán y Anatolia.
La legislación
Como siempre la legislación constituye un buen reflejo de la vida
económica y social. Justicia -kittum - y rectitud -mesharum -, hijos ambos
del dios solar Shamash -juez que mantenía la ley y la justicia, y que
castigaba los actos perversos, incluyendo la mala conducta social, en su
papel de tutor de la ética social y personal- representaban para las gentes
la ley que los dioses habían concedido a la sociedad a través de la persona
del rey, convertido en legislador máximo. La garantía divina era el
fundamento de la ética, al estar la sociedad integrada en el orden cósmico,
constituyendo una unidad con la naturaleza y los mismos dioses.
Guerra y diplomacia
Con algunas exepciones, como la expansión asiria protagonizada por
Shanshi-Adad, los tonos desafiantes quedaban relegados del lenguaje
diplomático y su lugar era ocupado por alianzas que se basaban en
compromisos de colaboración y amistad, con intercambio de embajadores y
regalos. Tal fue la política empleada por Hammurabi con Zimri-Lin de Mari,
que había recuperado su trono gracias al ocaso de Asiria, y, en menor
medida, con Rim-Sin de Larsa, práctica por lo demás habitual en su época.
Una diplomacia que no hacía, sino aguardar el desgaste y la debilidad del
aquel del que ahora se proclamaba aliado y amigo. Llegado el momento la
diplomacia era sustituida por la acción militar y el antiguo aliado pasaba a
convertirse en enemigo. Tales eran las reglas del juevo, y Hammurabi supo
utilizarlas con una habilidad extraordinaria.
2. El imperio de Hammurabi
Tiempo de espera
Durante veinte años, en los que la situación permaneció políticamente
estable, Hammurabi se mantuvo atento a sus fronteras, ocupado en
reorganizar su reino. Estrechó los lazos con Zimri-Lim (1780-1758 a. C.) de
Mari, su principal aliado, y con el reino de Yamhad, a fin de asegurarse el
frente occidental ante un eventual ofensiva de Eshnunna, manteniendo por
otro lado una coexistencia formal con Rim-Sin de Larsa, que aunque aún
preservaba una independencia formal, no era sino un aliado subordinado a su
ahora poderoso vecino. Hammurabi fue un gran constructor en la mejor
tradición de los reyes precedentes. Levantó templos y fortificaciones y
realizó grandes obras de irrigación, como el gran canal destinado a
proporcionar agua a Nippur, Eridu, Ur, Larsa, Uruk e Isin, en un intento de
contener el declive y la despoblación que padecían estas ciudades.
Conquista de Mesopotamia
Fue en los últimos años de su reinado, cuando Hammurabi, convertido
en el principal protagonista sobre la escana política, decidió poner término a
la conquista de Mesopotamia. Una vez abiertas las hostilidades, el flanco
N.E. fue asegurado con una victoria sobre una coalición integrada por
Eshnunna, Asiria, Gutium, Malgium y Elam. Inmediatamente después Larsa,
regida por un Rim-Sin agotado por una prolongada vejez, fue conquistada y
anexionada, convirtiéndose el rey de Babilonia en "Señor de Sumer y Akkad",
como especifica la titulatura del trigésimo primer año de su reinado. Antes
de atacar Larsa, cuyo asedio duró varios meses, el rey de Babilonia había
llegado a un acuerdo circunstancial con Eshnunna. A la postre, parece que su
táctica favorita consistió en dejar debilitarse a sus adversarios sin
malgastar sus propias fuerzas en espera del momento más oportuno a sus
intereses. Más que a su genio militar, que no brilló con más fuerza que el de
sus contemporáneos, fue a su talento de político hábil y maniobrero y a su
capacidad diplomatica a los que se debe la construcción y consolidación de
su imperio. Al año siguiente Hammurabi, aprovechando los efectos
devastadores de una inundación, conquistaba y se anexionaba Eshnunna, su
poderoso rival durante los años precedentes, lo que había forzado una
política de equilibrio entre ambos. Luego derrotó a las tropas Mari, que
terminó siendo destruida en el 1753 a. C., tras una rebelión de su antiguo
aliado Zimri-Lim.
Ultimas campañas
La guerra reanudada contra Asiria no pusó fin, sin embargo, a la
independencia del reino septentrional, que permaneció libre, aunque aislado y
obligado a reconocer nominalmente la supremacía de Babilonia. Dando una
vez más ´purebas de su profundo conocimiento de la situación, Hammurabi
renunció a ampliar sus conquistas hacia Occidente, donde las tribus hurritas
habían establecido pequeños principados bajo la dirección de una aristocracia
indo-aria, cuyos ecos amenazadores encontramos ya en los archivos del
palacio de Mari, por lo que pudo disfrutar de paz y estabilidad política el final
de su reinado. La práctica totalidad de Mesopotamia, a excepción de los
territorios asirios, se hallaban unificados bajo un sólo poder centralizado por
vez primera en más de dos siglos desde los tiempos del Imperio de Ur.
La realeza paleobabilónica
Si la situación política, con la fragmentación característica hasta los
últimos años del reinado de Hammurabi, había impuesto un nuevo equilibrio y
otra forma de hacer las cosas, en el plano social el aumento de las
desigualdades y de la presión sobre los más humildes, situó en primer
término la figura del rey como dispensador de justicia, protector de los
débiles frente a los poderosos mediante los edictos de mesharum -justicia-,
que solían proclamarse cada comienzo de reinado.
El sistema administrativo
La administración en tiempos de Hammurabi no difiería en lo esencial
de la de los periodos precedentes, aunque su escala había aumentado y
algunos cargos habían perdido toda su anterior importancia con la aprición
de otros nuevos al frente de antiguos cometidos. Tal ocurrió con el ensi,
cuyo rango llegó a ser muy inferior al del shassukkum , como se llamaba
ahora "al jefe del catastro", que se ocupaba de presidir el registro de los
campos y de los graneros destinados al abastecimiento de los trabajadores.
En algunos casos el término de ensi volvió a designar al príncipe de una
ciudad independiente tras el hundimiento del poder centralizado de Ur, pero
en la época de Hammurabi se utilizaba para denominar a una especie de
feudatario del palacio, lo que es claro síntoma de su desvalorización.
Existía, heredada de épocas anteriores, una cierta semejanza entre la
administración del palacio, la de un templo o la de una determinada provincia.
Por otra parte, cada conquistador de turno, y Hammurabi no fue una
excepción, adoptaba la administración local de las ciudades conquistadas,
sustituyendo solamente los cargos más importantes.
Los kasitas
En el exterior, una incursión elamita no tuvo mayores consecuencias,
pero una nueva amenaza venía a ensombrecer el horizonte. Tribus kasitas
procedentes del E., a las que Samsu-iluma hubo de hacer frente en el noveno
año de su reinado, avanzaron siguiendo el valle del Diyala. Los kasitas
hablaban una lengua que no era semítica ni indoeuropea y que no tenía
conexión con el sumerio, el hurrita o cualquiera de las otras lenguas
conocidas de Cercano Oriente. Se desconoce con exactitud su lugar de
origen, que en algunas ocasiones se pretende situar en el sudoeste de Irán y
en otras en los Zagros. Aunque fueron rechazadas, lograron infiltrarse en la
llanura, donde algunos grupos consiguieron asentarse dedicándose al trabajo
agrícola, mientras otros se organizaban en bandas armadas que se daban al
pillaje. En la dirección opuesta, el dominio sobre el Eufrates medio y el "país
alto" tampoco estaba asegurado, como muestra la actividad militar en
aquellos lugares y que el reino de Hana controlara gran parte de la región.
Guerra e independencia
Los reyes de Isín y luego los de Larsa, habían guerreado, como sus
predecesores acadios y sumerio, contra Susa y Anshan, pero los elamitas
se habían mentenido independientes y prósperos bajo los reinados de
Indattu-In-Shishinak I y sus sucesores Tan-Ruhuratir y Indattu II. En tal
contexto se había producido un acercamiento diplomatico al reino de
Eshnunna, interesado también en contrarrestar la presión política y militar
de los reinos mesopotámicos.
Luego Gungunum de Larsa había conquistado la región de Susa
ocasionando la desaparición de la dinastía de Shimashki, que fue sustituida
por una línea de sukkal-mah o “Grandes Regentes”, inaugurada por un tal
Eparti, que controlaba todo Elam, desde Susa a Anshan y a la zona
montañosa que la circunda por el norte. Desde entonces los elamitas
mantuvieron tratos diplomáticos y comerciales con Mari y con la más lejana
Qatna, en la Siria meridional., mientras que las relaciones con Eshnunn se
tornaron difíciles, dada su proximidad y las ambiciones elamitas sobre el
Zagros.
La confederación elamita
La estructura política de Elam se caracterizaba, contrariamente a lo
que era común en Mesopotamia, por su naturaleza confederal. Eparti había
utilizado el título de “Rey de Anshan y Susa”, que subrayaba sus intenciones
de independencia política. Fue divinizado en vida, copiando algo que ya habían
hecho los reyes acadios, los soberanos de Ur y algunos de los monarcas de
Isín. Su hijo, Shilkhakha, retomó el titulo de “Gran Regente” y su hermana se
hizo cargo del gobierno de Susa. Sus descendientes siguieron gobernando la
ciudad con el título de “hijos de la hermana de Shilkhakha” que se incorporó
desde entonces a la nomenclatura oficial. El epicentro de la confederación
elamita se había desplazado hacia el Este, pero continuó existiendo un
interés político, militar y cultural por Mesopotamia.
1. Indoeuropeos y hurritas
Los hititas
Los primeros en llegar al Cercano Oriente fueron los hititas, que
engloban varias familias afines como los luvitas, nesitas y palaitas, y que
según los documentos asirios encontramos ya instalados en Anatolia en el
curso del siglo XX a.C. Parece que los luvitas irrumpieron violentamente
desde los Balcanes en el Asia Menor en torno al 2200, causando en gran
medida la destrucción de las culturas locales, mientras que los otros dos
grupos llegarían, desde el E. y por el Cáucaso, dos o tres siglos más tarde y
de forma menos violenta, asentándose en la parte oriental de Anatolia y en
la altiplanicie central respectivamente. Los luvitas, tras destruir algunos
asentamientos importantes de la Anatolia occidental y meridional, como
Troya II, Beycelsultán y Tarso, se instalaron finalmente en el sur del país, y
con el tiempo inventaron su propia escritura, el hitita jeroglífico, que se
compone de dibujos fácilmente reconocibles y de signos geométricos,
totalmente distinta de la escritura cuneiforme de Mesopotamia o Siria y
también de los jeroglíficos egipcios y cretenses. La utilizarán a partir del
siglo XV para realizar inscripciones en grandes bloques de piedra y en los
sellos.
Los indo-arios
Poblaciones indo-arias que se habían escindido mucho antes del grupo
indoeuropeo de los iranios, y procedentes de las riberas del Volga,
avanzaron hacia el 1900 a. C rodeando el mar Caspio por el Norte y el Este,
para asentarse, al S.E. del mismo, en la llanura de Gurgán. Posteriormente,
en una fecha que no podemos precisar, y expulsados probablemente por los
nómadas de la región, se pusieron de nuevo en marcha, desplazándose unos
hasta alcanzar el norte de Mesopotamia y Siria, donde se mezclaron con las
poblaciones hurritas y semitas, mientras otros tomaban la dirección
opuesta, llegando finalmente a la India. Aquellos indoarios occidentales, a los
que durante mucho tiempo se atribuyó erroneamente la introducción del
caballo y del carro militar en el Cercano Oriente, tomaron parte activa en la
configuración de una estructura política que, sobre la base del reino de
Hurri, habría de terminar cristalizando algún tiempo después en el imperio de
Mitanni.
Los hurritas
Los hurritas constituían una población que hablaba una lengua
aglutinante emparentada con las del Cáucaso, por lo que se les ha
considerado en ocasiones procedentes de aquella región, y en otras
próximos a los indoeuropeos, aunque hoy sabemos que forman parte de los
subtratos étnicos más antiguos de Mesopotamia. Si bien llegaron a utilizar
algunas palabras de este origen, resultado probable de su posterior unión
con grupos de indo-arios, habitaban, al menos desde comienzos del tercer
milenio, el territorio comprendido por la llanura de Armenia y el arco que
forman los contrafuertes del Tauro y el piedemonte de los Zagros
septentrionales, con una fuerte penetración en el norte de Siria y la
Mesopotamia septentrional. Con el tiempo adoptaron la escritura cuneiforme
y la lengua acadia, reservando la suya a la vida religiosa.
Encontramos menciones a los hurritas en Ebla, en cuyo calendario dos
meses tienen nombres de dioses de este pueblo, así como entre los acadios
y los sumerios de la 3ª Dinastía de Ur que ya tuvieron que combatirles. Las
más antiguas inscripciones hurritas, las de los reyes de Urkish y Navar, en
el alto Habur y Tigris, proceden asimismo del periodo acadio. En el siglo XVIII
los documentos procedentes de Mari y de Alalah nos muestran la existencia
de una veintena de pequeños reinos hurritas repartidos por la Mesopotamia
septentrional y una docena de ciudades en el norte de Siria gobernadas por
ellos.
Hattusil I
Hattusil I (1650-1620 a. C.) se convirtió de esta forma en el primer
soberano de un reino hitita unificado que controlaba la Anatolia central, pero
cuya unidad permaneció siempre en precario. La puesta en práctica de una
política de control y coerción, realizada en gran parte por medio del
matrimonio de los reyes vencedores con las princesas de los vencidos y de
la imposición de sus hijos como gobernadores y regentes de las ciudades
conquistadas, tuvo una gran incidencia en el incremento de la inestabilidad,
de por sí garantizada por la existencia de una poderosa nobleza militar no
muy dispuesta a renunciar del todo a sus prerrogativas frente al poder del
monarca, al reunir en la corte central a miembros de las diversas familias
reales sometidas. Aquel sistema favoreció la perpetuación en el seno del
palacio de la competencia por el poder, en forma de intrigas, disputas y
frecuentes usurpaciones, elementos que habrían de caracterizar buena
parte de la historia del reino hitita, confiriéndole una debilidad estructural
casi permanente.
Mursil I
El reinado de Mursil I, que se inicia en el 1620 a. C., marca el punto
más alto de la expansión hitita, con la victoria alcanzada, gracias a la ayuda
prestada por el rey de Hana, sobre el reino sirio de Yamhad, que fue
destruido. Desde aquel momento los hititas se convirtieron en el poder
regional más importante del Cercano Oriente. Mientras tanto las poblaciones
hurritas eran unificadas bajo la dirección de una aristocracia militar, en
parte de origen de origen indo-ario, en un estructura política más extensa y
de rasgos “feudalizantes” que conocemos con el nombre de Mitanni. La
misma Asiria comenzaba a verse afectada por la expansión hurrita,
incrementando así la decadencia iniciada tras la muerte de Ishme-Dagán,
agravada además por una serie de conflictos dinásticos. Aún más al sur, en
Babilonia, es bastante poco lo que se sabe del reinado de Ammi-saduqa
(1646-1626 a. C.), a excepción de su famoso edicto que nos proporciona un
cuadro de la organización administrativa de su reino, en el que se confirma
la continuidad de la situación precedente. Fue con su sucesor, Samsu-ditana
(1625-1595 a. C.) cuando la amenza, sin duda inesperada, se cernió sobre
una Babilonia que, aunque firme en sus fronteras desde tiempo atrás, se
encontraba muy debilitada por la recesión económica, la despoblación y la
degradación social de parte de su población.
La expansión hurrita
El protagonismo hitita en la escena política y militar, aunque de
importantes consecuencias históricas, fue pronto puesto en entredicho por
la vigorosa expansión de los hurritas. En la Mesopotamia septentrional las
poblaciones hurritas habían sido unificadas en una sola entidad política, el
reino de Hurri, que dará luego lugar al imperio de Mitanni. Su expansión
militar se explica en parte por la incorporación de técnicas y tácticas
nuevas, unidas a la difusión del carro de combate tirado por caballos, y por
la ocupación del vacío político que había propiciado la desaparición del reino
de Yamhad, al perder bien pronto los hititas el control de las tierras
situadas al sur del Tauro.
4. El apogeo de mitanni
¿Epoca oscura?
La historia interna de Mitanni es muy mal conocida, debido
fundamentalmente a que su capital, Wassuganni, permanece aún inexplorada
arqueológicamente, lo que nos priva de la documentación de los archivos del
palacio y los templos. Sabemos mucho más, sin embargo, de las relaciones
que mantuvo con los reinos sometidos de Alepo, Mukish, Qadesh, Kizzuwatna
y Asiria, y con las potencias exteriores, como Egipto. No hubo, por otra
parte, ruptura ni discontinuidad con la época precedente, por lo que la
supuesta "edad oscura" a comienzos del siglo XVI a. C. atribuida muchas
veces a una oleada de conquistadores extranjeros de la que no existe traza
alguna, no parece haber sido otra cosa que la consecuencia de un descenso
notable en la cantidad de documentos de la época que nos han llegado,
debido en parte a que las reorganizaciones políticas que dieron lugar a la
aparición de los nuevos Estados, como Mitanni y la Babilonia kasita,
supusieron en un primer momento la reintroducción de los procedimientos
administrativos. El declive de Hatti y Asiria contribuyen a explicar también
este silencio de los archivos de sus palacios.
La cuestión indo-aria.- Como hemos dicho, no existen pruebas de una
oleada de invasores indo-arios a comienzos de este periodo, como se ha
supuesto muy a menudo. Bien por el contrario, parece que, junto con la
difusión del caballo y el carro de dos ruedas con fines militares, se produjo
también la de las palabras de índole técnica relacionadas con su uso, así
como el gusto por una onomástica de sabor indo-ario, elementos todos ellos
que no eran recientes, sino que desde unos cuatro siglos atrás habían sido
introducidos en el Cercano Oriente por gentes indoeuropeas desde Anatolia y
el Asia Central, aprovechando el vacío político y demográfico que había
caracterizado el paso del tercer al segundo milenio a. C.
La resistencia hitita
En el país de Hatti, el debilitado reino hitita se debatía entre las
discordias palaciegas, las usurpaciones del trono y las amenazas externas,
que unas veces procedían del norte, como las incursiones de los gasga, y
otras de Arzawa y Kizzuwatna, asi como del propio Mitanni. Durante más de
medio siglo los miembros de la nobleza se disputaron sangrientamente el
poder. Tras la muerte de Ammuna, dos familas principescas fueron
exterminadas antes de que un tal Huzziya lograra aporerarse del poder.
Los h a p i r u
El complejo panorama de intereses políticos y económicos en conexión
con las alianzas y rivalidades locales y externas todavía contaba con un
ingrediente más, acentuando la conflictividad de las disputas políticas.
Poblaciones seminómadas recorrían los espacios situados entre los
territorios controlados por las ciudades. Aquellos merodeadores eran los
hapiru, mezcla de pastores nómadas y forajidos, perseguidos y gentes
humildes de las ciudades que habían huido a estas zonas sin control para
escapar de la cada vez más insoportable presión tributaria y laboral a que
los palacios les sometían.
Las bandas de hapiru acechaban las caravanas comerciales y se
contrataban como mercenarios, participando de esta forma en los
conflictos que enfrentaban a los poderes locales. En ocasiones atacaban a
las ciudades, con o sin la complacencia de algún otro reino o principado rival,
y en época de Amenofis IV -Akhenaton-, coincidiendo con un debilitamiento
de la dominación egipcia en la zona, llegaron incluso a apoderarse de algunos
centros importantes, como Gezer, Askalón y Lakish.
6. La evolución socio-económica
La situación interna
La presencia de la dinastía kasita en el trono de Babilonia no supuso en
modo alguno una ruptura, ni cultural, ni política, ni ideológica, con la tradición
anterior. Restaurado el orden interno, los reyes kasitas adoptaron muy
pronto la civilización de raíces sumerio-acadias de la Mesopotamia centro-
meridional, así como los rasgos y las prácticas de gobierno característicos
de su realeza. Pese a las crecientes dificultades, el complejo sistema de
irrigación agrícola fue cuidadosamente conservado, lo que requería
continuas obras para su mantenimiento. Se construyeron y reconstruyeron
templos y palacios, destacando en este sentido, en el primer tercio del siglo
XIV a. C., la enorme actividad de Kurigalzu I, quien erigió una nueva capital,
Dur-Kurigalzu, y el territorio del país fue protegido con obras de
fortificación contra posibles ataques del exterior, si bien la diplomacia
constituyó la mejor arma de Babilonia en el terreno de las relaciones
internacionales.
La constatación de que más allá de los confines del mundo existe otra
realidad política y militar equiparable en fuerzas y medios, junto con la
difusión de un nuevo tipo de armamento táctico, el carro tirado por caballos,
introdujo una nueva noción de las relaciones internacionales, de la guerra y
de la frontera que vino, sino a sustituir enteramente, si a sobreponerse a la
vieja y difundida idea del dominio universal.
El carro de guerra
El carro ligero de dos ruedas estaba concebido para portar un auriga
y un combatiente, armado comunmente con arco y jabalina, y su difusión fue
facilitada en gran medida por la utilización del caballo. Partiendo de los
modelos originales con ruedas de cuatro o seis radios y tirados por dos
caballos, fue evolucionando hacia carros menos ligeros pero más
resistentes, con ruedas provistas de llantas de ocho radios y una caja más
sólida que se desplazará progresivamente hacia la parte delantera del eje y
que acoge un tercer pasajero, un escudero que acompañaba a los otros dos
combatientes. De dos se pasará a tres y cuatro caballos en el tiro. El
aumento de peso de los carros, a medida que se iban haciendo más macizos,
acrecentó su capacidad de choque en perjuicio de la velocidad. En este
sentido reemplazaban a la caballería moderna, ya que el desconocimiento del
estribo impedía a las tropas montadas realizar cargas a toda velocidad
contra los carros, la caballería enemiga e incluso la infantería pesada.
Nuevas tácticas m i l i t a r e s
La introducción de los carros como arma táctica alteró la forma de
combatir, reemplazando las batallas en campo abierto y las sencillas
maniobras que se limitaban a hacer intervenir las alas por expediciones
veloces que acabaron por trasladar la lucha junto a las murallas. La
presencia del ariete, que se generalizó también durante este mismo periodo,
habría de contribuir eficazmente en la guerra de asedio. Los carros podían
ser utilizados igualmente para reforzar, con su vigilancia, las operaciones de
sitio y asalto e, incluso, para proceder a cercar una fortaleza. También una
salida de carros podía desbaratar el cerco enemigo.
El renacimiento asirio
El reinado de Assur-uballit (1363-1328 a. C.) señala el comienzo de
este renacimiento asirio. Este monarca se autoproclamó "gran rey",
rompiendo la vieja tradición de "los vicarios de Assur" -titulatura que desde
siempre habían tomado los reyes asirios-, como una vez ya hiciera Shamshi
Adad I al nombrarse a si mismo "rey del universo”, y trataba en su
correspondencia, no sin ciertas pretensiones, de "hermano" al faraón
Amenofis IV, tratamiento reservado a los soberanos de las grandes
potencias. En el plano de la política internacional intervino en las discordias
que habían estallado en Mitanni tras la muerte de Tushrata, se anexionó
algunos territorios limítrofes que habían formado parte de aquel imperio y
terció incluso en los asuntos internos de Babilonia. Una de sus hijas se había
casado con el kasita Burnaburiash II. Sin duda el yerno de Assur-uballit
recelaba del poder alcanzado por este, ya que en una carta dirigida al faraón
Amenofis IV había intentado impedir el comercio y la regularización de las
relaciones entre Asiria y Egipto. El asesinato de su nieto a manos de los
babilonios, impulsó a Assur-uballit a actuar, penetrando en Babilonia e
imponiendo en su trono otro rey, al que creía adicto.
Tukulti-Ninurta I
Las conquitas asirias alcanzaron su apogeo con Tukulti-Ninurta I
(1243-1207 a. C.) hijo y sucesor de Salmanasar. Este monarca llevó a cabo
una serie de campañas contra Elam, Hana y Rapiju, y expediciones a los
montes de Ahlam, situados al oeste del Eufrates. También guerreó contra
los paises del alto Tigris, atacando el reino de Alzi y penetrando en el país de
Nairi, en torno al lago Van, donde se estaban poniendo los cimientos del
futuro poderío de Urartu. En el curso de esta campaña, Tukulti-NInurta I
cruzó el Eufrates, adentrándose en territorio hitita, y tomó prisioneros en
la orilla occidental del gran río, lo que provocó un incidente diplomático y el
aumento de la tension entre Asiria y Hatti que procuraba por todos los
medios cerrarle el acceso a Siria.
La dinastía de Isín
El dominio elamita sobre la Mesopotamia meridional fue, con todo,
efímero. En torno a Isín y a la figura de un tal Marduk-kabit-akheshu (1154-
1140 a. C. ) se organizó un nuevo poder dinástico que en apenas tres
décadas hizo resurgir a Babilonia de la derrota, y que alcanzó su apogeo con
la llegada al trono de Nabucodonosor I (1126-1105 a. C.). Babilonia tomó
entonces la iniciativa atacando Asiria, que se mantuvo a la defensiva, y
penetrando en Elam, que, tras un primer fracaso, fue sometido a saqueo.
Entre los tesoros que fueron llevados a Babilonia figuraba la estatua del dios
Marduk, recuperada con gran pompa, lo que confirió a Nabucodonosor una
aureola de gloria. De esta forma Babilonia, englobando la Mesopotamia
centro-meridional, se convertía una vez más en un peligroso rival para Asiria
que, superados sus problemas internos, y rechazados los ataques
procedentes del exterior, reemprendía la política de expansión militar y de
conquistas.
Tiglat-Pilaser I
La recuperación de Asiria culminó con el reinado Tiglat-Pilaser I (1114-
1076 a. C.). Este monarca, uno de los mñas grandes reyes asirios de todos
los tiempos, hizo frente con increíble energía a las multiples amenazas qae
se cernían sobre su reino. Derrotó primero a los mushki, que desde el norte
habían franqueado el Tauro y avanzaban por el valle del Tigris hacia Nínive.
Luego se internó en Armenia, llegando hasta el norte del Lago Van, deseando
porteger sus fronteras septentrionales. Contuvo a los lulubitas y a los qutu
del Zagros y en el curso de varias campañas rechazó a los arameos, tribus
de nómadas semitas, al otro lado del Eufrates.
Guerra y conquista de Babilonia.- En su frontera meridional, luchó
finalmente contra el rey de babilonia, Marduk-nadin-ahhe, que había
penetrado hasta el Zab inferior, y se había apoderado de Ekallatum, plaza
situada sobre el Tigris, no lejos de Assur. La respuesta asiria no se hizo
esperar. Las tropas de Tigalt-Pilaser I se apoderaron de gran parte Babilonia
y tomaron al asalto la propia capital, que fue sometida a saqueo e
incendiada. Asiria era de nuevo, como un siglo y medio atrás en época de
Tukulti- Ninurta I, un gran reino con pretensiones imperiales que controlaba
la mayor parte del territorio mesopotámico. Sus dominios se extendían
también en dirección a los paises occidentales y el Mediterráneo, donde
Tiglat-Pilaser I impuso tributo a las ciudades fenicias de Biblos, Sidón y
Arwad. Pero entonces, hambrunas catastróficas asolaron Mesopotamia y
los "nómadas de las tiendas", los arameos procedentes del desierto
occidental invadieron el país acuciados por el hambre y la necesidad. Sus
sucesores no fueron capeces de contener tal avalancha y Asiria perdió
todas sus conquistas anteriores.
1. El imperio hitita
La escritura alfabética
Fue en un contexto como este, donde los templos y palacios no
poseían la dimensión ni la tradición de la cultura del escriba de Mesopotamia,
donde finalmente y en el transcurso de los siglos XVI y XV a. C. hizo su
aparición un nuevo sistema de escritura, el alfabético, que se basaba en el
valor unívoco de los signos. Que allí se realizaron diversos intentos de
conseguir un sistema de escritura más ágil parece probado por el hecho de
haber sido encontrado en Ugarit y algunos otros sitios una especie de
alfabeto cuneiforme que estuvo en uso durante la segunda mitad del
segundo milenio.
La escritura alfabética, en la que tal vez Egipto pudo haber ejercido
cierta influencia con una especie de alfabeto que los egipcios ya poseían
para escribir los nombres extranjeros, se concretó en el sistema del
alfabeto lineal cananeo, el más antiguo de todos los alfabetos orientales, y
supuso la utilización de signos con un valor fonético dado para formar las
sílabas de una palabra. El resultado implicaba una disminución drástica del
número de signos necesarios y la posibilidad de utilizar soportes distintos a
la arcilla, el cuero o el papiro, para escribir. Consecuencia, en realidad, de
una profundización del análisis fonético y de las exigencias de un método de
escritura más ágil en un medio predominantemente comercial como era
aquel, la escritura alfabética conoció una vigorosa expansión durante el
primer milenio vinculada a lenguas como el fenicio, el hebreo o el arameo.
La lealtad al monarca
En un ambiente como aquel el problema principal no era otro que el de
la lealtad. Lealtad de un rey a otro y lealtad de los funcionarios y militares
hacia su rey. Los grandes reyes, que utilizaban entre ellos el calificativo de
"hermanos", en el reconocimiento de que la suya era una relación horizontal,
entre iguales, al margen de su carácter pacífico o conflictivo, exigían la
fidelidad de los pequeños reyes y príncipes en una relación vertical, similar a
la que mantienen con sus funcionarios, que no tenía contrapartida. Si el gran
rey ayudaba a un rey menos poderoso, era por su propio interés en el
complejo juego político en el que se hallaba inmerso, en el que el rey
tributario no era más que otra pieza de la estrategia del gran soberano.
El eclipse de Babilonia
En Babilonia la dinastía de Isín se había derrumbado en medio del caos
imperante y usurpadores arameos ocuparon el poder, pero tampoco
consiguieron mantenerse en él por mucho tiempo. Algo después, los intentos
de restauración surguieron del meridional País del Mar, donde ya se habían
refugiado los últimos reductos de la resistencia kasita, pero lo cierto es que
hasta finales del siglo X a. C. no puede hablarse propiamente de una cierta
continuidad dinástica. Durante todo este periodo el desorden y la
desorganización se enseñorearon del país, sucediéndose las hambrunas
sobre el fondo de destrucción causado por los nómadas. Varias dinastías,
prácticamente desconocidas para nosostros, se sucedieron rapidamente y
los cortos reinados de aquellos monarcas efímeros sugieren una acusada
degradación de la autoridad central. En varias ocasiones el akitu o Festival
del Año Nuevo no pudo celebrase dada la imposibilidad de celebrar los ritos
extramuros o de de recorrer la distancia entre Babilonia y Borsippa. La
misma falta de documentos reflea el caos administrativo y la ausencia de un
poder estable. Por fín la situación parece restablecerse después de casi dos
siglos de desórdenes en los que, tan sólo en unas pocas ocasiones, algunos
personajes enérgicos, como un tal Simbar-Shipak (1026-1009) de origen
kasita y primer rey de la denominada Segunda Dinástía del País del Mar, o
Eulmash-shakin-shumi (1005-989) y Nubu-mukim-apli (979-944), parecen
haber sido capaces de imponer su autoridar y ejercer el gobierno.
Asiria
La recuperación de Asiria, que se había derrumbado tras el reinado de
Tiglat-Pilaser I, desbordada por los arameos y la crisis económica y
demográfica, no se produjo hasta mediados del siglo X a. C, pero durante un
tiempo los esfuerzos destinados a la preservación de sus territorios
originarios, en guerra casi permanente con los arameos y los pùeblos de las
montañas septentrionales y orientales, absorvieron todos sus recursos y la
atención de sus monarcas. Bajo el reinado de un tal Assur-bel-kala (1974-
1057) los arameos habían llegado ya hasta el Tigris alcanzando incluso los
alrededores de Assur. No obstante, la mayor parte de sus contingentes no
habían cruzado aún el Eufrates. Cincuenta años después ya habían
franqueado el gran rio y se habían establecido en todo el valle del Habur.
Algo después llegaron hasta las proximidades de Nínive. Los intentos de
Assur-dan II (934-912) para expulsarles no tuvieron mucho éxito y aún a
comienzos del reinado de Adad-Ninari II era patente su precariedad
territorial, una franja a lo largo de la ribera izquierda del Tigris, de unos 150
km de largo y con un máximo de 80 en su parte más ancha. Además, según
algunas las inscripciones reales conservadas, la miseria y la hambruna se
habían enseñoreado del país, obligando a parte de su población a emigrar con
el consentimiento de la autoridad regia. Las principales vías de comunicación
se hallaban cortadas y en manos de enemigos. Pero ni Asuur ni Nínive habían
sido tomadas, y los reyes asirios, aunque en ocasiones se lo disputaran, no
dejaron de sentarse en su trono durante todo este periodo. A pesar de
todas las vicisitudes adversas, terriblemente debilitada y rodeada de
enemigos, Asiria había resistido.