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FACULTAD DE INGENIERÍAS
PLAN DE ESTUDIOS DE INGENIERÍA DE MINAS
ÉTICA
La ética tiene como objeto los actos que el ser humano realiza de modo
consciente y libre (es decir, aquellos actos sobre los que ejerce de algún modo un
control racional). No se limita sólo a ver cómo se realizan esos actos, sino que
busca emitir un juicio sobre éstos, que permite determinar si un acto ha sido
éticamente bueno o éticamente malo. Ello implica establecer una distinción entre
lo que sea bueno y lo que sea malo desde el punto de vista ético, y si el bien y el
mal éticos coinciden o no con lo que serían el bien y el mal en sí.
La ética, es una de las tantas ramas de la filosofía que estudia las cosas por sus
causas; se dedica al estudio de los actos humanos, pero aquellos que se realizan
por la voluntad y la libertad absoluta de la persona. Todo acto humano que no se
realice por medio de la voluntad de la persona y que esté ausente de libertad, no
ingresan en el estudio o campo de la ética.
Debido a que la ética no nos proporciona una lista o un conjunto de reglas a seguir
para cada una de las situaciones que se nos presentan en el transcurrir diario de
nuestras vidas, debemos apegarnos única y exclusivamente a las bases del actuar
ético y ser consecuentes de cómo nuestras actuaciones pueden perjudicar a los
demás, o sea, tomar en cuenta los intereses de terceros.
Pero cómo llegamos, o más bien, ¿cómo nosotros discernimos entre lo que es
correcto o incorrecto? La ética nos proporciona un número de principios
fundamentales cuya finalidad es esclarecernos este cuestionamiento:
Principio de solidaridad: Como seres humanos de naturaleza sociable,
tenemos la obligación moral de promover el bienestar de todos los seres
humanos, y no sólo del nuestro. Hay que dejar el egocentrismo que nos
impulsa a sobresalir sin importarme el prójimo, esta actitud me trunca como
persona y conlleva a estancar mi propia realización.
Principio de Equidad: Equidad es igualdad; mis actos deben favorecer tanto
a los demás como a mí.
Principio de Abstención: El ser humano debe abstenerse de elegir dañar a
otro ser humano: Existe un viejo adagio que nos dice: < no hagas a los demás
lo que no te gustaría que te hiciesen >; debemos tener cierto cuidado en no
destruir la identidad de los demás aunque no sea posible medir el alcance de
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MORAL
Toda acción, toda praxis humana genera naturalmente reglas sociales que establecen cuándo y
cómo esas prácticas son correctas, y cuándo no lo son, es decir cuándo son moralmente juzgadas
como buenas y cuándo como malas. Esas normas de comportamiento acompañan a todo el obrar
del hombre, la mayoría de las veces de un modo implícito en la conciencia, de modo que si se le
pregunta a alguien por qué hizo lo que hizo, debe esforzarse para dar una explicación debido a que
ese por qué no es tan claro y no aparece con total distinción a la conciencia como otras normas y
leyes de convivencia social, que son explícitas o que constituyen el derecho positivo.
Para dar respuesta de lo que hacemos, es decir para ser verdaderamente responsables de
nuestros actos necesitamos en primer lugar deliberar, pesar los pro y los contra de nuestras
acciones y argumentar aunque más no sea en el interior de nuestra conciencia, ante nosotros
mismos, las razones por las que nos comportamos como lo hacemos. Algunas veces obramos sin
saber por qué lo hacemos, es decir no explicitamos la regla que rige ese obrar o la motivación
específica. En estos casos, para poder responder o respondernos a nosotros mismos, debemos
tematizar y analizar nuestros actos o nuestras acciones. Esa tarea que realiza todo hombre en
algún momento de su vida, es la tarea sistemática de la Ética como disciplina filosófica, tematizar
el ethos o “comportamiento”.
Desde el punto de vista ético toda acción humana puede ser objeto de juicio de valor como buena
o como mala y también la praxis profesional, cuando implica conocimiento, no sólo científico, sino
saber el fin que se quiere lograr y las consecuencias que pueden desprenderse de una
determinada acción. El acto profesional es ético también porque es un acto libre, un acto que
implica la total autonomía de la persona en la toma de las decisiones aunque la realización de la
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acción prevea también la autonomía de otras personas, que son afectadas por esas decisiones. El
trabajo profesional está íntimamente ligado a los fines de la existencia personal y en orden a su
realización pero también está ligado a la existencia de la sociedad como tal. Uno de los
fundamentos básicos de la moral profesional es ser un instrumento de servicio colectivo. Por ello
en este trabajo no se pone en cuestión la necesidad de que el obrar en la administración o en el
quehacer económico en general sea objeto de análisis moral; se acepta que de hecho lo es, no
puede no serlo. Siendo la moral el cómo de una praxis, no puede haber un obrar que sea neutro,
sin normas, sin juicio moral de bueno o malo.
Todos los actos humanos están constituidos por la reflexión deliberada, la elección y la decisión
tanto respecto del fin que se pretende lograr, como de los medios que se utilizarán para lograr ese
fin. Y la bondad o maldad de esos actos está fundada en un sistema ético determinado dentro de
la Ética General.
La economía y la administración de los bienes son actividades prácticas que están presentes en el
obrar del hombre desde la aurora de las primeras comunidades humanas, por eso no escapan a la
necesidad de las reglas y la puesta en cuestión desde el punto de vista moral de esas reglas, es
decir son objeto de la Ética Normativa. Y por lo mismo están sujetas a la moralidad propia de una
época y de una cultura.
Sin embargo esta moral en el último tercio del siglo XX ha resultado insuficiente. Los enormes
cambios producidos en el último siglo han exigido a la Ética tradicional modificaciones importantes
especialmente como respuesta al desafío que el desarrollo tecno científico ha planteado al
hombre concreto y a las actividades cotidianas. Esto, entre otras razones ha dado lugar al
nacimiento de las éticas aplicadas, fundadas no sólo en un objeto de estudio específico sino en
una estructura epistemológica diferente.
Con ese espíritu nacen las modernas Éticas aplicadas. El paradigma de ellas es sin duda la Bioética.
Es una nueva disciplina que con la publicación del artículo del médico oncólogo, Von Rensselaer
Potter, The science of survival en 1970 en que utiliza por primera vez el término, y sobre todo a
partir del libro Bioethic, Bridge to the future en 1971, se ha instalado en el ámbito científico y
filosófico.
Ello ha implicado la notoria ampliación del ámbito de reflexión de la ética médica tradicional (que
es una ética especial del mismo modo que lo es la ética económica), y un creciente número de
autores, de centros de estudios, de investigaciones y de libros publicados sobre temas y
cuestiones abiertas de Bioética. Desde su origen tiene por tarea enseñar cómo usar el
conocimiento en el campo científico biológico.
Así, nacida en 1970, como ética aplicada a los comportamientos humanos en relación a la salud y a
la vida de las personas, la Bioética se ha constituido en el paradigma epistemológico de las éticas
aplicadas. Ya no se consideran los principios éticos universales y de fundamentación antropológica
o metafísica, sino que con la estructuración de cuatro principios: no maleficencia, justicia,
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autonomía y beneficencia tiene desde 1979, una estructura epistemológica diferente y también
una metodología distinta, ya que es transdisciplinar, pluralista y participativa.
En el mismo sentido desde los años ochenta la denominada ética de los negocios tiene un enorme
crecimiento, constituyéndose en una de las más importantes en este fenómeno del nacimiento de
las éticas aplicadas y separándose de la tradicional ética económica. Sin embargo su desarrollo aún
es deficiente porque no se le ha fundado en principios que la identifiquen, y quizá porque el
objeto de aplicación es limitado, ya que los negocios no constituyen la totalidad de la vida
económica.
En los años noventa comienza a desarrollarse diferenciándose la ética de los negocios la llamada
ética de la empresa, que tiene otro objeto específico de la actividad económica y está muy
próxima a la ética de las instituciones. Es en cierto sentido más abarcativa que la ética de los
negocios y se pueden establecer claras diferencias entre ellas. Aun así resultan insuficientes dada
la complejidad de la economía actual y el gran crecimiento de cuestionamientos morales que en
ella se genera desde las democracias participativas y por ello es necesario una tercera ética
aplicada al ámbito económico como es la ética de la administración.
La moderna Ética de la empresa se ajusta al paradigma de las éticas aplicadas, no se centra sobre
los recursos materiales, ni sobre los servicios sino que tiene en objeto a los recursos humanos en
razón de que la empresa es vista como una organización de grupo con intereses comunes. Las
empresas actuales tienen la necesidad desde el interior de sí mismas de mostrarse como un
modelo de realización de justicia y participación para todas las personas que trabajan en ella y
hacia el exterior, como un modelo de gestión empresarial indisolublemente relacionada con lo
social, no sólo a través de la simple prestación de bienes y servicios. La racionalidad dominante en
estos casos no es la estratégica, que trata de ordenar los medios a los fines con el fin de lograr
ganancias, sino la racionalidad dialógica para el establecimiento de metas comunes a todos sus
miembros, con fin de establecer entre ellos nexos personales y corporativos en la defensa de los
intereses.
El principio de justicia en estos casos tendría que considerar a la justicia distributiva en razón de la
distribución de las ganancias como un modo de compartir el éxito y el sentido de pertenencia de
todos los miembros de una sociedad empresarial y de allí que la repartición de las ganancias
incluyan a todos las personas miembros activos de esa empresa. En la mayor parte de los casos se
ha considerado a la distribución, ya sea como “distribución originaria” o como originalmente justa,
sea como distribución que conlleva tantas redistribuciones como sean necesarias para corregir
desigualdades o abusos. Los bienes distribuidos pueden ser materiales o no materiales en el
sentido de que incluyen a los bienes culturales, aun cuando el principio general es que la
distribución de los materiales resulta básica.