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UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

FACULTAD DE INGENIERÍAS
PLAN DE ESTUDIOS DE INGENIERÍA DE MINAS

ADMINISTRACIÓN DE MINAS CÓDIGO: 1180702-A

DOCENTE: C.P. HENRY A. DUARTE MÁRQUEZ

ÉTICA Y MORAL EN LA ADMINISTRACIÓN

En contexto filosófico, la ética y la moral, aunque se mueven en escenarios


compartidos, tienen diferentes significados. La moral son las costumbres, normas,
tabúes y convenios establecidos por cada sociedad, mientras que la ética está
relacionada con el estudio fundamentado de los valores morales que guían el
comportamiento humano individual en la sociedad.

La moral es el conjunto de reglas que se aplican en la vida cotidiana y todos los


ciudadanos las utilizan continuamente. Estas normas guían a cada individuo,
orientando sus acciones y sus juicios sobre lo que es moral o inmoral, correcto o
incorrecto, bueno o malo. La ética es un conjunto de conocimientos derivados de
la investigación de la conducta humana al tratar de explicar las reglas morales de
manera racional, fundamentada, científica y teórica. Es una reflexión sobre la
moral. En un sentido práctico, el propósito de la ética y la moral es muy similar.
Ambas son responsables de la construcción de la base que guiará la conducta del
hombre, determinando su carácter, su altruismo y sus virtudes, y de enseñar la
mejor manera de actuar y comportarse en sociedad.

ÉTICA
La ética tiene como objeto los actos que el ser humano realiza de modo
consciente y libre (es decir, aquellos actos sobre los que ejerce de algún modo un
control racional). No se limita sólo a ver cómo se realizan esos actos, sino que
busca emitir un juicio sobre éstos, que permite determinar si un acto ha sido
éticamente bueno o éticamente malo. Ello implica establecer una distinción entre
lo que sea bueno y lo que sea malo desde el punto de vista ético, y si el bien y el
mal éticos coinciden o no con lo que serían el bien y el mal en sí.

La ética estudia el desarrollo de la libre voluntad del hombre sin perjudicar al


prójimo; es decir que ésta va encaminada hacia la realización del hombre, como
persona. La ética juega un papel importante, ya que a diferencia de muchas otras
ciencias, ésta es mucho más aplicable a nuestras vidas, debido a su contenido
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práctico-técnico, derivado de nuestras propias costumbres y de cómo nos


comportamos, siendo que la ética perfecciona las costumbres y nos ayuda a
asegurar nuestra realización como personas teniendo en cuenta qué fines vale la
pena perseguir y bajo qué condiciones vale la pena perseguirlos.

La ética, es una de las tantas ramas de la filosofía que estudia las cosas por sus
causas; se dedica al estudio de los actos humanos, pero aquellos que se realizan
por la voluntad y la libertad absoluta de la persona. Todo acto humano que no se
realice por medio de la voluntad de la persona y que esté ausente de libertad, no
ingresan en el estudio o campo de la ética.

Debido a que la ética no nos proporciona una lista o un conjunto de reglas a seguir
para cada una de las situaciones que se nos presentan en el transcurrir diario de
nuestras vidas, debemos apegarnos única y exclusivamente a las bases del actuar
ético y ser consecuentes de cómo nuestras actuaciones pueden perjudicar a los
demás, o sea, tomar en cuenta los intereses de terceros.

Pero cómo llegamos, o más bien, ¿cómo nosotros discernimos entre lo que es
correcto o incorrecto? La ética nos proporciona un número de principios
fundamentales cuya finalidad es esclarecernos este cuestionamiento:
 Principio de solidaridad: Como seres humanos de naturaleza sociable,
tenemos la obligación moral de promover el bienestar de todos los seres
humanos, y no sólo del nuestro. Hay que dejar el egocentrismo que nos
impulsa a sobresalir sin importarme el prójimo, esta actitud me trunca como
persona y conlleva a estancar mi propia realización.
 Principio de Equidad: Equidad es igualdad; mis actos deben favorecer tanto
a los demás como a mí.
 Principio de Abstención: El ser humano debe abstenerse de elegir dañar a
otro ser humano: Existe un viejo adagio que nos dice: < no hagas a los demás
lo que no te gustaría que te hiciesen >; debemos tener cierto cuidado en no
destruir la identidad de los demás aunque no sea posible medir el alcance de
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nuestros actos y de ninguna manera debemos elegir conscientemente hacer el


mal.
 Principio de eficiencia: Muchos hablamos del esfuerzo que realizamos en
aras de promover la realización humana; pero será que sí nos estamos
esforzando lo suficiente? o será que no estamos utilizando los métodos más
eficaces?, he ahí el meollo del asunto, hay que esforzarse sí, pero por usar las
herramientas más idóneas.
 Principio de la responsabilidad del papel que hay que desempeñar: No
somos responsables de todos los aspectos del bienestar humano, ya que
nuestras responsabilidades van ligadas a la capacidad, compromiso,
circunstancias y roles específicos que debemos descubrir y ponerlos al
servicio de la sociedad, esto nos da una responsabilidad prioritaria en nuestras
vidas.
 Principio de aceptación de efectos colaterales: La aceptación es un
principio que debemos cultivar en nuestro diario vivir ya que no todas nuestras
acciones son acertadas y probablemente éstas provocarán efectos colaterales
perjudiciales. Reconocer un error es el primer paso para su corrección.

MORAL

La Moral es el hecho real que encontramos en todas las sociedades; es un


conjunto de normas que se deben saber y que se transmiten de generación en
generación, evolucionan a lo largo del tiempo y poseen fuertes diferencias con
respecto a las normas de otra sociedad y de la misma sociedad en otra época
histórica; estas normas se utilizan para orientar la conducta de los integrantes de
esa sociedad.

La Moral es un conjunto de normas que una sociedad se encarga de transmitir de


generación en generación y la Ética es un conjunto de normas que un sujeto ha
esclarecido y adoptado en su propia mentalidad. La Moral tiene una base social,
es un conjunto de normas establecidas en el seno de una sociedad y como tal,
ejerce una influencia muy poderosa en la conducta de cada uno de sus
integrantes. En cambio la Ética surge como tal en la interioridad de una persona,
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como resultado de su propia reflexión y su propia elección. La Moral es un


conjunto de normas que actúan en la conducta desde el exterior o desde el
inconsciente. En cambio la Ética influye en la conducta de una persona pero
desde su misma conciencia y voluntad.

UNA ÉTICA DE LA ADMINISTRACIÓN, ¿Es necesaria? –Fragmento-

Mgtr. Mirtha Andreau de Bennato

Toda acción, toda praxis humana genera naturalmente reglas sociales que establecen cuándo y
cómo esas prácticas son correctas, y cuándo no lo son, es decir cuándo son moralmente juzgadas
como buenas y cuándo como malas. Esas normas de comportamiento acompañan a todo el obrar
del hombre, la mayoría de las veces de un modo implícito en la conciencia, de modo que si se le
pregunta a alguien por qué hizo lo que hizo, debe esforzarse para dar una explicación debido a que
ese por qué no es tan claro y no aparece con total distinción a la conciencia como otras normas y
leyes de convivencia social, que son explícitas o que constituyen el derecho positivo.

Para dar respuesta de lo que hacemos, es decir para ser verdaderamente responsables de
nuestros actos necesitamos en primer lugar deliberar, pesar los pro y los contra de nuestras
acciones y argumentar aunque más no sea en el interior de nuestra conciencia, ante nosotros
mismos, las razones por las que nos comportamos como lo hacemos. Algunas veces obramos sin
saber por qué lo hacemos, es decir no explicitamos la regla que rige ese obrar o la motivación
específica. En estos casos, para poder responder o respondernos a nosotros mismos, debemos
tematizar y analizar nuestros actos o nuestras acciones. Esa tarea que realiza todo hombre en
algún momento de su vida, es la tarea sistemática de la Ética como disciplina filosófica, tematizar
el ethos o “comportamiento”.

En este trabajo se pretende justificar la necesidad de fundar una ética de la administración


económica desde esta posición tradicional, a la que se suma la actual perspectiva, como una ética
aplicada que tiene por objeto el comportamiento del hombre respecto de la distribución de los
bienes en situaciones prácticas en las que se tiene a cargo la recaudación de las rentas y el pago de
las obligaciones públicas, tanto en el ámbito público como privado. Toda acción humana tiene una
dimensión moral. En este mismo sentido, todo acto profesional es un acto moral. La economía, ya
sea como actividad práctica o como disciplina científica no es ajena a esta dimensión y por ello ha
estado ligada a la Ética, entendida como disciplina filosófica y ha sido considerada
tradicionalmente como una ética especial.

Desde el punto de vista ético toda acción humana puede ser objeto de juicio de valor como buena
o como mala y también la praxis profesional, cuando implica conocimiento, no sólo científico, sino
saber el fin que se quiere lograr y las consecuencias que pueden desprenderse de una
determinada acción. El acto profesional es ético también porque es un acto libre, un acto que
implica la total autonomía de la persona en la toma de las decisiones aunque la realización de la
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acción prevea también la autonomía de otras personas, que son afectadas por esas decisiones. El
trabajo profesional está íntimamente ligado a los fines de la existencia personal y en orden a su
realización pero también está ligado a la existencia de la sociedad como tal. Uno de los
fundamentos básicos de la moral profesional es ser un instrumento de servicio colectivo. Por ello
en este trabajo no se pone en cuestión la necesidad de que el obrar en la administración o en el
quehacer económico en general sea objeto de análisis moral; se acepta que de hecho lo es, no
puede no serlo. Siendo la moral el cómo de una praxis, no puede haber un obrar que sea neutro,
sin normas, sin juicio moral de bueno o malo.

Todos los actos humanos están constituidos por la reflexión deliberada, la elección y la decisión
tanto respecto del fin que se pretende lograr, como de los medios que se utilizarán para lograr ese
fin. Y la bondad o maldad de esos actos está fundada en un sistema ético determinado dentro de
la Ética General.

La economía y la administración de los bienes son actividades prácticas que están presentes en el
obrar del hombre desde la aurora de las primeras comunidades humanas, por eso no escapan a la
necesidad de las reglas y la puesta en cuestión desde el punto de vista moral de esas reglas, es
decir son objeto de la Ética Normativa. Y por lo mismo están sujetas a la moralidad propia de una
época y de una cultura.

Sin embargo esta moral en el último tercio del siglo XX ha resultado insuficiente. Los enormes
cambios producidos en el último siglo han exigido a la Ética tradicional modificaciones importantes
especialmente como respuesta al desafío que el desarrollo tecno científico ha planteado al
hombre concreto y a las actividades cotidianas. Esto, entre otras razones ha dado lugar al
nacimiento de las éticas aplicadas, fundadas no sólo en un objeto de estudio específico sino en
una estructura epistemológica diferente.

Con ese espíritu nacen las modernas Éticas aplicadas. El paradigma de ellas es sin duda la Bioética.
Es una nueva disciplina que con la publicación del artículo del médico oncólogo, Von Rensselaer
Potter, The science of survival en 1970 en que utiliza por primera vez el término, y sobre todo a
partir del libro Bioethic, Bridge to the future en 1971, se ha instalado en el ámbito científico y
filosófico.

Ello ha implicado la notoria ampliación del ámbito de reflexión de la ética médica tradicional (que
es una ética especial del mismo modo que lo es la ética económica), y un creciente número de
autores, de centros de estudios, de investigaciones y de libros publicados sobre temas y
cuestiones abiertas de Bioética. Desde su origen tiene por tarea enseñar cómo usar el
conocimiento en el campo científico biológico.

Así, nacida en 1970, como ética aplicada a los comportamientos humanos en relación a la salud y a
la vida de las personas, la Bioética se ha constituido en el paradigma epistemológico de las éticas
aplicadas. Ya no se consideran los principios éticos universales y de fundamentación antropológica
o metafísica, sino que con la estructuración de cuatro principios: no maleficencia, justicia,
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autonomía y beneficencia tiene desde 1979, una estructura epistemológica diferente y también
una metodología distinta, ya que es transdisciplinar, pluralista y participativa.

En el mismo sentido desde los años ochenta la denominada ética de los negocios tiene un enorme
crecimiento, constituyéndose en una de las más importantes en este fenómeno del nacimiento de
las éticas aplicadas y separándose de la tradicional ética económica. Sin embargo su desarrollo aún
es deficiente porque no se le ha fundado en principios que la identifiquen, y quizá porque el
objeto de aplicación es limitado, ya que los negocios no constituyen la totalidad de la vida
económica.

En los años noventa comienza a desarrollarse diferenciándose la ética de los negocios la llamada
ética de la empresa, que tiene otro objeto específico de la actividad económica y está muy
próxima a la ética de las instituciones. Es en cierto sentido más abarcativa que la ética de los
negocios y se pueden establecer claras diferencias entre ellas. Aun así resultan insuficientes dada
la complejidad de la economía actual y el gran crecimiento de cuestionamientos morales que en
ella se genera desde las democracias participativas y por ello es necesario una tercera ética
aplicada al ámbito económico como es la ética de la administración.

La moderna Ética de la empresa se ajusta al paradigma de las éticas aplicadas, no se centra sobre
los recursos materiales, ni sobre los servicios sino que tiene en objeto a los recursos humanos en
razón de que la empresa es vista como una organización de grupo con intereses comunes. Las
empresas actuales tienen la necesidad desde el interior de sí mismas de mostrarse como un
modelo de realización de justicia y participación para todas las personas que trabajan en ella y
hacia el exterior, como un modelo de gestión empresarial indisolublemente relacionada con lo
social, no sólo a través de la simple prestación de bienes y servicios. La racionalidad dominante en
estos casos no es la estratégica, que trata de ordenar los medios a los fines con el fin de lograr
ganancias, sino la racionalidad dialógica para el establecimiento de metas comunes a todos sus
miembros, con fin de establecer entre ellos nexos personales y corporativos en la defensa de los
intereses.

El principio de justicia en estos casos tendría que considerar a la justicia distributiva en razón de la
distribución de las ganancias como un modo de compartir el éxito y el sentido de pertenencia de
todos los miembros de una sociedad empresarial y de allí que la repartición de las ganancias
incluyan a todos las personas miembros activos de esa empresa. En la mayor parte de los casos se
ha considerado a la distribución, ya sea como “distribución originaria” o como originalmente justa,
sea como distribución que conlleva tantas redistribuciones como sean necesarias para corregir
desigualdades o abusos. Los bienes distribuidos pueden ser materiales o no materiales en el
sentido de que incluyen a los bienes culturales, aun cuando el principio general es que la
distribución de los materiales resulta básica.

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