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RESULTADOS
Ver tablas y gráficas en el anexo. El 84% de los adolescentes participantes del estudio han
cometido conductas antisociales y el 12% de los participantes han efectuado conductas
delictivas. En su orden las tres conductas antisociales de mayor frecuencia son: comer en
lugares o recintos donde ciertamente está prohibido (74%), llamar a la puerta de un
desconocido y salir corriendo después (71%) y utilizar palabras ofensivas o insultos (65%).
Otras de las conductas antisociales que sobresalen en el estudio son: realizar trampas en
los exámenes (60%), llegar tarde al colegio o sitio de reunión (59%), y salir sin permiso de
la casa o la escuela (52%). Más de la mitad de los encuestados (52%) afirman haberse
peleado con otras personas ya sea de forma verbal o física; el 44% afirman que en algún
momento le han contestado mal a un superior o a una figura de autoridad, y el 43% se ha
negado de forma rotunda a realizar una tarea o actividad específica encomendada. Las 3
conductas delictivas de mayor frecuencia son: El 32% han ingresado en un club prohibido
a comprar bebidas embriagantes (32%). En segundo lugar el 23% de los encuestados
coinciden que gastan dinero frecuentemente en el juego (tragamonedas, video juegos, etc.).
Y en tercer lugar el 14% afirman que en algún momento han destrozado o dañado cosas
en lugares públicos. Las conductas delictivas más representativas efectuadas por ambos
géneros son: el pertenecer a una pandilla o grupo delictivo (7%), el 10% afirma que han
consumido drogas, el 14% afirma que han llevado un arma por si se presenta una pelea o
disputa con otras personas, y el 11% han peleado y forcejeado con un policía para lograr
escapar de él. El 12% han robado de las máquinas tragamonedas o teléfonos públicos, el
11% han robado cosas de lugares públicos o el colegio por valores superiores a 14.000
pesos colombianos; el 9% han forzado la entrada de un almacén, garaje o guardamuebles
y el 7% han robado productos de grandes almacenes o supermercados cuando estos están
abiertos al público. Frente a la función familiar los resultados obtenidos a través de
la aplicación del APGAR se logró identificar que el 30.8% de las familias tanto de
hombres como mujeres presentan una buena función familiar y el 69.2% presenta
algún tipo de disfuncionalidad. La disfunción leve representa la condición más
frecuente en esta población (39.7%), la disfunción moderada (19.2%) y la disfunción
severa (10.3%).
Al 38% no les satisface como la familia expresa afectos y responde a las emociones
de rabia, tristeza y amor; el 36% de los encuestados no están conformes en la forma
en que ellos comparten en familia el tiempo para estar juntos, los espacios en la
casa, y el dinero. El 26% de los evaluados no les satisface la participación que la
familia les brinda o permite; asimismo el 25% no está conforme como la familia
acepta y apoya los deseos de emprender nuevas actividades y el 24% no les agrada
la ayuda que recibe de su familia cuando se tiene un problema o necesidad. El 84%
han realizado más de 5 conductas antisociales, de ellos el 39% presentan una
disfunción familiar leve. El 20% evidencian una disfunción moderada y el 10%
mostró una disfunción familiar severa. El 12% de los adolescentes han realizado
conductas delictivas, el 43% presentan una disfunción familiar leve, el 16%
evidencian una disfunción moderada y el 14% tienen una disfunción severa
RESULTADOS
El presente capítulo expone las características generales de los jóvenes en las 47 ciudades
de interés y las cuatro conductas de riesgo seleccionadas. El primer apartado presenta la
distribución de la población de jóvenes según su edad y sexo, así como su condición de
ocupación. Asimismo, se indaga en algunas variables relacionadas con el hogar donde
reside el joven, tales como la presencia de figuras parentales y la escolaridad del jefe de
familia. El análisis de las variables del ámbito familiar cobra particular relevancia, ya que
inciden – directa o indirectamente – en la posibilidad de que algunos de sus hijos se
involucren en comportamientos de riesgo.26, 27, 28 Por ejemplo, el tiempo que los padres
le dedican a sus hijos, la forma de comunicación entre ellos,29 el establecimiento de reglas
de conducta30 y la manera como resuelven los conflictos intrafamiliares,31 determinan el
marco de valores bajo el cual los jóvenes toman decisiones para su propio actuar. El
segundo apartado de este capítulo presenta los resultados de las cuatro conductas de
riesgo en los jóvenes y su relación entre ellas.
Los adolescentes pueden involucrarse en situaciones que implican conductas de riesgo debido a la
falta de supervisión paterna y a las pocas alternativas escolares. Este estudio analiza la presencia de
conductas antisociales–delictivas y su posible relación con la estructura familiar, la repetición del
año escolar y el género. Participaron treinta adolescentes, 43.3% mujeres y 56.7% hombres. El 60%
repetían el año escolar. El 66.7% vivían con sus dos padres y 33.3% con sólo uno de ellos. A este
grupo le fue aplicado el cuestionario Conductas Antisociales–Delictivas, cuyos resultados revelan
que los hombres presentan un mayor número de conductas antisociales-delictivas en contraste con
las mujeres, sin ser significativa tal diferencia. Los repetidores tienen mayores puntajes en ambas
conductas. El vivir con uno o con ambos padres no mostró diferencias. Se sugiere el diseño y
aplicación de programas de prevención para los adolescentes y sus padres para fortalecer vínculos
entre ellos.
En nuestro país existe un número considerable de adolescentes que son víctimas de los problemas
de los países en desarrollo, como son la crisis económica, la escasez de empleos lícitos, predominio
de oportunidades para enrolarse en el comercio informal, la falta y mala calidad de educación, la
carencia o inadecuado acceso a los servicios públicos que favorecen un nivel de calidad y bienestar
de vida, el aumento a la propensión a ser víctima de asaltos y robos, la accesibilidad a sustancias
tóxicas, entre otros. La Organización Mundial de la Salud (World Health Organization-WHO-2011)
El Consejo Nacional para la Infancia y la Adolescencia (2010) reporta que el 22.5% de los
adolescentes entre 13 y 15 años padecen pobreza alimentaria, y 30.6% pobreza de recursos de
apoyo para su desarrollo integral. Estas condiciones pueden convertirse en una amenaza potencial
para el desarrollo de la familia, del individuo y para el desarrollo social y económico de un país (OMS,
2003).
Estos datos nos llevan a considerar el contexto en el que se desarrollan los adolescentes, dado que
presentan cambios cognitivos y psicosociales que favorecen la experimentación de situaciones
nuevas que pueden conducir a la ruptura de las normas sociales, incrementando con ello las
posibilidades de presentar conductas no adaptativas, como las conductas antisociales y las delictivas
Algunos ejemplos de estas conductas pueden ser el romper objetos de otras personas, golpear a
otros, no asistir a la escuela, tirar piedras a la gente o las casas, etc. Por otra parte, la conducta
delictiva se define como la realización de conductas en contra de las leyes de un país (Kazdin y Buela-
Casal, 1996), tales como el hurto, el vandalismo, y la venta de drogas.
El Instituto Nacional de Estadísticas de México (2013) reporta una mayor incidencia de delitos
cometidos por adolescentes entre los 14 y 17 años, siendo menor en las mujeres que en los varones.
El Consejo de Menores (2005) identifica que los hombres, con edades entre los 11 a los 17 años,
infringen más las leyes en comparación con las mujeres, observándose una mayor incidencia entre
los 15 a los 17 años. Actualmente, más adolescentes en edades tempranas se encuentran a
disposición ante la ley para un proceso judicial. Las infracciones más comunes son los robos,
participación en riñas, daños a objetos o propiedad ajena. Infracciones como el homicidio, la
portación de armas prohibidas y el abuso sexual se presentan en menor índice; sin embargo, su
tendencia de aparición ha aumentado en los últimos años, principalmente en las mujeres (Juárez,
Villatoro, Gutiérrez, Fleiz y Medina – Mora, 2005)
Menciona que actualmente los adolescentes enfrentan desafíos como la pobreza, la falta de un
grupo familiar estable, escaso acceso a la información y servicios de salud, por nombrar algunos de
ellos, y que se vuelven un obstáculo para lograr su bienestar psicológico y físico.
FUNCIONAMIENTO FAMILIAR Y CONDUCTA ANTISOCIAL EN ADOLESCENTES DE
INSTITUCIONES EDUCATIVAS ESTATALES.