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INTRODUCCIÓN

BIOGRÁFICA Y CRÍTICA

1. REVISIÓN CRÍTICA DE LA LLAMADA NOVELA CORTESANA


Perseguir una definición coherente de la novela espa-
ñola que inauguró, con su extraordinario hacer, Miguel de
Cervantes equivale a tropezar aquí y allá con unos crite-
rios anclados en la sobrevaloración estética del autor de
las Novelas Ejemplares. Un no disimulado rubor y hasta
palinodias de justificación arqueológica acompañan los co-
mentarios de quienes (como Cayetano Rosell) ejercen oca-
sionalmente de editores:
Bien, como algunos creen, porque el rigor de la censura
amedrantase a los más, y no dejase tratar a los restantes
sino asuntos estériles o vulgares, o porque la manía del
culteranismo que tanto había comenzado a influir en el
estilo hiciera desatender la parte esencial y estética de las
composiciones; bien porque la exagerada aceptación conce-
dida a la novela picaresca a los que podían emplearse en
géneros más útiles y fecundos, o, en fin, porque la litera-
tura toda se hallaba resumida en el teatro, es lo cierto que
el número de las obras no guarda analogía, generalmente
hablando, con su mérito...1
En vano buscamos una consideración objetiva de los
supuestos seguidores de Cervantes y, en aras de este reduc-
1 "Noticia de las obras y autores que se incluyen en este tomo",
Novelistas posteriores a Cervantes, BAE, XVIII, Madrid, 1851,
página VI. Los subrayados son míos.

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10 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 11
cionismo, se llega, en el caso de veteranos manuales, a Novelas ve "surgiendo de improviso como el sol de verdad
situar la mayor parte de su producción en la picaresca, cla- y de poesía entre tanta confusión y tanta niebla". 4
sificación difícilmente soportada por nuestros autores que Ya en 1926 Edwin B. Place cuestiona por vez primera
si en algún momento se acercan a la misma (lo veremos en la absoluta vinculación de la narrativa breve española con
Ardid de la pobreza o en El Picaro Amante) será en sus la italiana, pues en tanto que ésta se desarrolla como gé-
aspectos más pragmáticos. Piénsese en autores como Manuel nero autónomo, aquella se imbrica con interferencias di-
de Montoliu y Togores que llega incluso a sorprenderse de dácticas, satíricas, pastoriles y picarescas. En consecuen
la inexistencia en la literatura castellana "de un género de cia, "había que estudiar la novela corta como género de
novela aristocrática, culta, cortesana, de carácter realista fuentes complejas y de formas muy diversas".5 Los tra-
que tenga una importancia igual o aproximada a la de la no- bajos posteriores de Caroline B. Bourland 6 suponían, una
vela picaresca." 2 Es curioso que esta miopía plantee la cues- sistematización del material; un rastreo de los precedentes
tión en términos que nos incumben especialmente, a saber, y del alcance real de la influencia cervantina, situando por
la novela como algo más que un hecho estético, como un vez primera la narrativa española en la ideología moral
hecho social o, incluso, una necesidad social de determina- y ética de la época y apuntando, en esta línea, a un cos-
da clase. Que ésta sea una aristocracia que pretende una tumbrismo centrípeto o nacional. A este inventario de ma-
reconstrucción arqueológica de su poder o una clase incier- teriales añade, por fin, un mínimo vector teórico el acadé-
ta que busca sitio en la estructura social es algo que vere- mico Agustín González de Amezúa. Para éste nos encon-
mos más adelante. tramos ante un género retrasado históricamente cuyo "ger-
Otro grupo de críticos comienza a usar el término no- men lejano y perdido" 7 se encuentra en La Celestina; así,
vela corta (prestando atención sobre todo a los posibles la novela cortesana será un hecho novelístico esperado y
orígenes o préstamos italianos) o bien novela cortesana pospuesto constantemente por la aparición de otros, más
(intentando una definición de simbiosis picaresco-costum- propicios a la estructura sociopolítica del momento. Según
brista). Ambas tendencias aportan a la historia crítica de esto, la movilidad de la sociedad había engendrado el in-
esta novela un criterio de formalización en géneros. Ya fatigable peregrinar de los héroes de la caballería; la no-
desde George M. Ticknor 3 se intuye un tipo de ficción vela pastoril —quietud, vagar y petrarquismo en prosa—
en prosa aclimatado en España con fuentes comunes (y ma- representaba la antítesis de este dinámico marco social.
tices diferenciales) tanto respecto de los cuentos a la ma-
nera oriental como de la escuela de Boccaccio, y, desde 4 Orígenes de la novela, Madrid, CSIC, 1962, t. III, pp. 4-217.
luego, imitador de las formas tradicionales de la narrativa Cita de la p. 216. Menéndez Pelayo hace patente su entusiasmo
española. Menéndez y Pelayo construirá así la infraestruc- por la entonces recién aparecida tesis doctoral de Caroline B.
tura o andamiaje de datos necesarios para avizorar este Bourland, "Boccaccio and the Decameron in" Castilian and Catalán
doble origen de la novela corta del siglo xvn, si bien no Literature", RHi, t. XII, 1905, pp. 1-232.
5 Manual elemental de Novelística Española. Bosquejo histórico
accede más allá de la cuña estética de Cervantes cuyas de la novela corta y el cuento durante el Siglo de Oro con tablas
cronológico-descriptivas de la novelística desde los or
ta 1700, Madrid, Victoriano Suárez, 1926.
2 Literatura castellana, Barcelona, Cervantes, 1937, cap. VII, 6 Aparte de la op. cit. en n. 4, vid. The Short Story in Spain
páginas 344-345. in the Seventeenth Century, Northampton, Smith College, 1927.
3 History of Spanish Literature, Londres, Murray, 1849. Trad. 7 "Formación y elementos de la novela cortesana", Opúsculos his-
cast. con adiciones y notas críticas de Pascual Gayangos y Enrique tórico-literarios, Madrid, RAE, 1951, t. I, pp. 194-279. Cf. pp. 200
Vedia, Madrid, 1851, t. III, cap. XXXVI, pp. 330-358. y siguiente.
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Pero todo ello, junto con la sátira picaresca que se añadirá productiva en su efectividad estética.11 Partiendo de las
luego, provocará una reacción literaria que predispondrá estructuras cervantinas, Pfandl define el género como la
al novelista a la observación de la realidad una vez que manipulación de un suceso fragmentario, acotado de la reali-
ésta —con la paz de Felipe III— sea, de nuevo, un medio dad circundante por su carácter extraordinario (lo que pro-
novelable. 8 Por mi parte añadiré que ese posible retraso pende a la clásica acumulación de acontecimientos, como
en su aparición determinará, en el punto de vista de los se verá). Por otra parte, especifica caracteres aparienciales
autores, el sello contrarreformista, que condicionará su vi- como: 1° Concentración en su desarrollo (estrecho espa-
sión del mundo. Por lo demás, los planteamientos de Ame- cio de acción e incluso de tiempo); 2° Incapacidad, como
zúa obedecen a cierta rigidez. Enjuicia con excesiva unila- consecuencia, para ofrecer una construcción progresiva y
teralidad la función de la Corte como ancho mar de tinta compacta del personaje; 3.° La atención del narrador se
"donde los inquisidores de almas, los novelistas ávidos de desplaza bifocalmente desde la forma del sucederse los
realismo y de verdad, mojarán sus plumas". 9 Además, al acontecimientos hasta el desenlace o momento resolutivo
situar el declive o-fragmentación de esta novela sobre 1635 del conflicto. 4° La fundamentación del género en fuentes
(muerte de Jerónimo de Salas Barbadillo), no observa la orales ("No es tanto una novela para ser leída como para
persistencia evidente del género hasta finales de siglo. De- ser contada y escuchada en alegre tertulia"), 12 con lo que
limitar una fecha en este sentido sería aceptar simplemente
una cantidad indicial de saturación de mercado. Lo que
Amezúa no contempla es la posibilidad del cambio de fun- 11 Algunas de las novelas recogidas en este volumen se ofrecen
ción de una estructura, cuya esclerosis formal será difícil como ejemplo de esta tendencia de corte romántico, pasional y,
por qué no decirlo, truculento (cf. Los efectos de la fuerza o Los
de trasgredir ya en la segunda mitad del siglo xvn. hermanos amantes). Se abre aquí un interesante campo para la
Al tiempo que Amezúa "academizaba" oficialmente el investigación en profundidad de la influencia de novelistas italia-
género, Ludwig Pfandl 10 delimitaba, dentro de la maraña nos que plantean una evolución y cambio de función del género
novelística poscervantina, una tipología que él denomina "novella" respecto al modelo boccaciano. Nos referimos a la va-
loración de la retórica y de la pura peripecia de los Hecatommithi
novela corta romántica y que se manifiesta como la más de Giraldi Cinthio (1565) o el deslizamiento emocional de Matteo
Bandello (ca. 1485-1562) hacia las situaciones trágicas y espeluz-
nantes, ambigüedad erótica, tentación escabrosa. Hace tiempo in-
8 No olvidemos en este sentido el evidente diletantismo del gé- tuí, y es otro de los temas pendientes de estudio, la vinculación
nero desde el Renacimiento, que caracteriza así J. B. Avalle Arce: de esta novela del Cinquecento con las novelas cortas francesas que
"Una breve ojeada a la historia literaria del momento produce una subrayan una peculiar visión de lo erótico (Cent nouvelles nouvel-
respetable y significativa lista de novelas epistolares, dialogadas, les, 1462) y tienden a una profundización psicológica (Margarita de
en primera o tercera persona, en cuanto a la forma: sentimenta- Navarra y su Heptameron, 1540-1549), por no hablar de las refun-
les, históricas, caballerescas, moriscas, pseudobizantinas, etc., en diciones bandellianas de Belleforest o de Pierre Boaistuau. Cf. es-
cuanto a la materia. Hay una desorientación ambiental —caracte- tudio crítico y ed. de sus Histoires tragiques, por Richard A. Carr,
rística poco estudiada del Renacimiento— que impide que cuaje París, 1977.
el género novela" (La novela pastoril española, Madrid, Istmo, 12 Op. cit., p. 273. Atendamos al soporte teórico y de artificio del
1974, pp. 42-43, n. 15). marco narrativo que afectará a varias de las novelas aquí incluidas,
9 Op. cit., p. 217. Lo que no obsta para que Amezúa intuya el además de llevarnos inevitablemente al recuerdo de las posibilida-
concepto de Corte como eje o condicionamiento de una propuesta des comediescas y teatralizadas del arte de narrar, según indicara
de literatura eminentemente ciudadana, en un momento de progre- (recordando la distinción ciceroniana) la fina socarronería del cer-
sivo deterioro del medio rural. vantino Cipión en El coloquio de los perros: "...que los cuentos
10 Historia de la literatura nacional española de la Edad de Oro, unos encierran y tienen la gracia en ellos mismos; otros, en el modo
Barcelona, Sucesores de J. Gili, 1933, cap. IX, pp. 330-404. de contarlos; quiero decir que algunos hay que aunque se cuen-
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se advierte de la posibilidad de un marco boccacciano que, la apreciación semiológica del concepto). Así, María del
en algunos casos podrá derivar a la interpolación, dentro Pilar Palomo 16 salta de un estudio meramente temático al
de la trama general de los diversos relatos, de una novela intento de determinar una estructura generalizable a los
que se desarrolla entre los personajes encargados de las diversos modos de disposición del material narrativo (yux-
diversas narraciones. 13 Los estudiosos que le siguieron in- tapositivo, coordinativo, sintagmático).17 Personalmente no
sisten en esta idea de "novela de novelas" que, al decir me interesa, sin embargo, la determinación de la novela
de Joaquín del Val 14 debe innegables paralelos a la come- cortesana como signo abstracto y aislado,18 sino la incor-
dia de capa y espada y a unas fuentes literarias que habrían
de remontarse a la metafísica amorosa de neoplatonismo
renacentista. Todo ello hilvanado con un afán moralizador 16 La novela cortesana (forma y estructura), Barcelona, Planeta,
—en ocasiones inoportuno o forzado— y con la hinchazón Universidad de Málaga, 1976.
17 El modo yuxtapositivo sería el propio de la cuentística medie-
retórica. val, los "exemplos", o de las novelas de estructura abierta que pue-
En esta línea citaremos finalmente el Saggio sulla Biblio- den prolongarse en su marco hasta el infinito, incluso usando de
grafía Critica della novela spagnuola seicentesca de Gio- artificios formales tópicos como la tertulia (Tardes apacibles, de
vanna Formichi 15 que presta su atención a las causas de Castillo Solórzano) o el viaje (El pasajero, de Suárez de Figueroa).
Artificios alternativos serán asimismo el diálogo didáctico del tipo
la producción masiva de novela corta en la época y, al Diálogos de apacible entretenimiento, de Gaspar Lucas Hidalgo, o
hacer referencia a la literatura de consumo, abre una pers- la Guía y Avisos de Forasteros que vienen a la Corte, de Antonio
pectiva sociológica que saca a la investigación del impasse Liñán y Verdugo. O bien la ausencia de artificio ensartador como
sería el caso del Patrañuelo, de Timoneda. El modo coordinativo
del largo peregrinar por diversos filones arguméntales. supone una narración extensa en donde el usual sistema de mar-
Criterios más recientes sobre la novela cortesana pola- co + narraciones se sustituye por unas acciones coordinativas inser-
rizan su interés en la pura textualidad o inmanencia frente tas en una trama general (por ejemplo, Los Cigarrales de Toledo,
al texto, desde un punto de vista endógeno y gramatical (en de Tirso de Molina). El modo sintagmático supone la subordina-
ción de las historias a la trama, apoyando o determinando la acción
que la desarrolla, de acuerdo con una funcionalidad proselitista
ten sin preámbulos y ornamentos de palabras, dan contento; otros o contrarreformista (por ejemplo, Deleitar aprovechando, del mis-
hay que es menester vestirlos de palabras, y con demostraciones mo Tirso).
del rostro y de las manos y con mudar la voz se hacen algo de 18 Ya que aceptamos la perspectiva semiótica en la obra de arte
nonada, y de flojos y desmayados se vuelven agudos y gustosos." (literatura) con carácter de signo, y pese a las reconsideraciones
13 Serán los casos de Los dos soles de Toledo, La fantasma de a las que la cuestión ha sido sometida, acepto como operativa en
Valencia, La industria vence desdenes y Ardid de la pobreza. algunos casos la noción de dicho signo como mensaje (vid. F. Rossi-
14 "La novela española del siglo xvn", Historia general de las Landi, "Programación social y comunicación", en Semiología y
literaturas hispánicas, Barcelona, 1953, t. III, pp. XIV-LXXX. praxis, Barcelona, 1973, y el volumen colectivo La literatura como
15 Lavori Ispanistici, serie III, Messina-Florencia, 1973, pp. 1-105. signo, Madrid, Playor, 1981). Pero teniendo en cuenta las limita-
Podría considerarse con anterioridad el trabajo de Madeleine W. Ni- ciones de tal acepción (al neutralizar las dimensiones sociales e
chols, "A Study in the Golden Age", aparecido en Estudios hispá- históricas que conforman la novela corta del seiscientos) me inclino
nicos. Homenaje a Archer M. Huntington, Wellesley-Mass., 1952, por un enfoque pragmático (de acuerdo con Charles S. Peirce y
páginas 457-476, que recurre al eje referencial social-costumbrista Charles Morris) definiendo el signo no "en términos de entidades
con los testimonios de Céspedes, Lope de Vega, Juan de Pina o y relaciones, sitio abordando la tarea de descubrir las condiciones
María de Zayas. El eje picaresco fue ya delimitado por A. Val- necesarias para que cualquier hecho, objeto o situación funcione
buena Prat al considerar la novela cortesana como producto de la como signo a través de los conceptos de interpretante y contexto
desintegración del género picaresco, con un carácter híbrido entre produciéndose la significación como un proceso social". Si Muka-
el realismo y la idealización aristocrática. Cf. su Prólogo a Novela rovsky ("La dénomination poétique et la fonction esthétique de la
picaresca española, Madrid, Aguilar, 1943, p. XVI b. langue", Actes du 4em. Congrés International des Linguistes, Co-
16 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 17
poración de unos datos (cimentados en autores sintomáticos
y marginados) que posibiliten la definición de ese signo 2. SOBRE LA TRADICIÓN, LA PRECEPTIVA Y EL GÉNERO DE
no sólo en función de su ser específico formal y semántico, NOVELA CORTA DEL SIGLO XVII. HACIA UNA LITERA-
sino también en el sentido conferido por la sociedad que lo TURA DE CONSUMO.
produce y que se trasmuta en usuaria (lectores) que lo em-
plea con diverso grado de consciencia. De ahí que haya de Se ha dicho que una novela no enlaza sólo con el con-
observar una posición crítica, finalmente, que implica cri- texto histórico que la produce, sino que responde sobre
terios de formalización funcional, para determinar un en- todo a las leyes del género a que. pertenece y a las exigen-
foque exógeno, es decir: partir del texto para atender a cias de su propio discurso retórico. Es evidente que los
su función en el entorno. En este sentido Walter Pabst 19 autores de novela corta aceptan tácitamente una tradición
concreta el problema en la antinomia de la ejemplaridad vs. resumida en Cervantes y unos cánones (aunque sean sus-
entretenimiento, expresada en la contradicción entre proe- ceptibles de remodelación) previamente concebidos. Habría
mio y narratio, y tratando de separar la máscara teórica y quizá que retroceder, desde este nudo gordiano, hacia tres
moral de la literatura. En esta línea, y acentuando el inte- vectores conformantes de un triángulo de orígenes: a) La
rés por la función ideológica y social del marco narrativo, literatura oral; b) El cuento o narración breve de aureola
Jenaro Talens 20 especifica, finalmente, en qué dimensión didáctica, y c) El amplio concepto de literatura mora-
la novela corta del xvn representa una involución y no una lizadora que cuaja en España desde la Edad Media y que
renovación de la narrativa propuesta por Cervantes. Recor- prefigura no pocos rasgos de la novela que estudiamos:
demos, junto con Werner Kraus, 21 que se veía el origen de representación convencional del mundo y de las clases
la novela en un género bajo, al margen del humanismo, si sociales, conducta del personaje determinada por arqueti-
bien como expresión de una posible ideología progresista. pos, suspense orientado hacia lo esperado más que hacia
Pero, en lo que a la mayor parte de los autores de novela lo previsible.22
corta se refiere, vamos a ver cómo prevalecen criterios de El primer vector repercute en el rasgo formalizador del
expansión en otro sentido. marco narrativo de influencia boccacciana. Pero también
deben reconocerse como precursores paralelos don Juan
Manuel o Juan Timoneda. Por lo que concierne al segun-
penhague, 1938, pp. 98-104, y en Poétique, 3, 1970, pp. 392-398, do vector, el cuento habrá de considerarse un núcleo epi-
pudo completar las tres funciones fundamentales que Karl Bühler sódico, mínimo y generador de un espacio narrativo más
concedía al signo lingüístico —representación, expresión y apela-
ción— con una cuarta (la estética) que reconocía la autonomía del amplio, espacio que será ocupado por el movimiento de
signo literario, la novela cortesana consolida una quinta función unos personajes con entidad dramática multiplicadora. De
—la evasionista—. Lógico, por tanto, que sea el usuario-lector aquí que parezca acertado el origen propuesto por Ludwing
el que cierre, con su función consumista, la explicación total de Pfandl para la novela corta: la anécdota (entendida como
un signo del que conoce el código (entre otras cosas porque él
mismo lo dicta). Esto ayuda a entender el deterioro de estructuras la forma más primitiva de narración) consistente en "la
progresivamente desemantizadas (argumentos-crucigrama, estereoti- descripcion.de un acontecimiento notable que el narrador
pación en las reacciones y caracterización del personaje, etc.). ha vivido o que ha oído relatar después de sucedido a un
19 La novela corta en la teoría y en la creación literaria, Ma- testigo de vista", añadiendo que "en España el cultivo de
drid, Gredos, 1972.
20 La escritura como teatralidad, Valencia, Universidad, 1977,
páginas 123-181. 22 Cf. W. Kromer, Formas de ta narración breve en las litera-
21 Studien und Aufsatze, Berlín, 1959, pp. 93-94. turas románicas hasta 1700, Madrid, Gredos, 1979, pp. 86 y ss.
18 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 19
la anécdota caracteriza [...] la larga tradición desde el Porque Patrañuelo deriva de patraña, y patraña no es
gran arte idealista de la novela hasta la pequeña labor rea- otra cosa sino una fengida traza, tan lindamente amplifica-
lista de la novela corta [...] hasta el mundo amable, en- da y compuesta, que parece que trae alguna aparencia de
tretenido, burgués y corriente de la historia corta, para la verdad. Y así, semejantes marañas las intitula mi lengua
cual no sólo faltaba todavía la forma sino hasta el nom- natural valenciana, Rondalles, y la toscana: Novelas, que
bre". 23 Esta experiencia oral del relato podrá adoptar una quiere decir: "Tú, trabajador, pues no velas, yo te desve-
forma culta, casi aristocrática, como un elemento más de laré con algunos graciosos y asesados cuentos, con tal que
la función o formación ideal del cortesano. Así deben en- los sepas contar como aquí van relatados... 26
tenderse los dichos ingeniosos, las bromas o burlas y la "ur-
bana e piacevole narrazione continuata... quasi che Tanno Posteriormente algunos autores determinarán la oralidad
racconti una novella..." que defiende Baltasar de Castiglio- del cuento en contraposición con la transmisión escrita
ne (1478-1529) en su Cortegiano (1528) o Lucas Gracián (culta) del género novela. Tal, Rodríguez Lobo en su
Dantisco en su Galateo Español (1593) 24 que dedica un Corte na aldeia (1619): "Esta diferencia me parece que
capítulo a teorizar sobre las novelas y cuentos e introduce se debe hacer de los cuentos y de las historias, que aqué-
como ejemplo de buen contar la "Novela del Gran Soldán, llos piden más palabras que éstos y dan mayor lugar al
con los amores de la linda Axa y el Príncipe de Ñapóles". ornato y concierto de las razones, llevándolos de manera
También una forma mixta entre erudita y popular sub- que vayan aficionando el deseo de los oyentes, y los cuen-
yace: la de Pero Mexia y su Silva de varia lección, la lite- tos no quieren tanta retórica, porque lo principal en que
ratura apotegmática de Juan de Mal Lara, Rufo o Ambro- consisten está en la gracia del que habla y en la que tiene
sio de Salazar. Y, por fin, los primeros esbozos teóricos de suyo la cosa que se cuenta". O Suárez de Figueroa en
debidos a Timoneda y su Patrañuelo (1565), que va a El Pasajero: "Por novelas al uso entiendo ciertas patrañas
constituir la escisión, pero también de algún modo la o consejas propias del brasero en tiempo de frío que, en
constitución mixta de la oralidad y la narración discur- suma, vienen a ser unas bien compuestas fábulas, unas
siva escrita en un género lábil, al que Máxime Chevalier artificiosas mentiras... Las novelas, tomadas con el rigor
define no simplemente como una novela que se lee en una que se debe, es una composición ingeniosísima, cuyo ejem-
tertulia, sino como "una novela en la que el lector reco- plo obliga a imitación o escarmiento. No ha de ser simple
noce un cuento de tradición oral, folklórica: son cuentos ni desnuda, sino mañosa y vestida de sentencias, documen-
novelados": 25 tos y todo lo demás que puede ministrar la prudente filo-
23 Op. cit., pp. 330 y 331.
24 "Procure el gentilhombre que se pone a contar algún cuento XVHe. siécles), Bourdeaux, Publications de l'Institut d'Etudes Ibe-
o fábula, que sea tal, que no tenga palabras deshonestas, ni cosas riques, s. a., vol. I, p. 102. Máxime Chevalier acaba así recono-
suzias ni tan puercas que puedan causar asco a quien le oye, pues ciendo cierta aproximación entre el cuento oral y la novela corta
se puede decir por rodeos y términos limpios y honestos, sin que de algún modo había desestimado en obras anteriores como
nombrar claramente cosas semejantes, especialmente si en el audi- Cuentecillos tradicionales en la España del Siglo de Oro, Madrid,
torio huviesse mugeres, porque allí se deue tener más tiento, y ser Gredos, 1975, y Folklore y literatura: el cuento oral en el Siglo de
la maraña del tal cuento clara, y con tal artificio que vaya ceban- Oro, Barcelona, Crítica, 1978 (pp. 101 y ss.). Alan S. Soons, en
do el gusto, hasta que con el remate y paradero de la novela, que- Haz y envés del cuento risible en el Siglo de Oro, Londres, Tame-
den satisfechos y sin duda", ed. M. Morreale, RAE, 1968, p. 155. sis Books, 1976, encontrará casos concretos de vinculación como
25 "Sur les notions de conté et de nouvelle au siécle d'Or", Tra- el de la novela de Andrés Prado, Ardid de la pobreza. Cf. n. 44
ditions populaires et diffusión de la Culture en Espagne (XVIe.- de dicha obra en esta edición.
26 Ed. de Rafael Ferreres, Madrid, Castalia, 1971, p. 41.
20 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 21
sofía".27 Ya sabemos, pues, en qué andaba pensando Lope los que en España podemos recabar testimonio literario
cuando en sus Novelas a Mareta Leonarda protestaba (para en la Disciplina clericalis de Pedro Alfonso (1110) o en la
minimizar, de paso, a Cervantes) "que en tiempos menos obra de don Juan Manuel) ofrecerán características recu-
cultos que los de ahora llamaban a las novelas cuentos". 28 perables luego por nuestra novela posterior, desde el apo-
De cualquier modo, sería menester profundizar en el in- yo didáctico en autoridades, hasta la protesta de veracidad,
ventario y estudio de los materiales narrativos que suponen pasando por la lógica y simplicidad de la historia, los per-
ya el eslabón previo a Cervantes. Sería el caso de narra- sonajes sometidos a la ley de los prototipos sin una psique
ciones como las del manuscrito descubierto por José Ma- desmarcada. Los nova añadirán la predilección por el tra-
nuel Blecua Perdices acerca de Pedro de Salazar,29 que tamiento de lo extraordinario, el enriquecimiento psíquico
enmarca diez relatos de tono italianizante (bandelliano) en del personaje o la habilidad para el suspense. Según Pabst,
el tópico del "homo facundus in via pro viatio est", es de- sin embargo, el prestigio moralizante del exemplum acaba-
cir, un rey visigótico (Errigo) que, acompañado de cortesa- rá imponiéndose en la tradición teórica de la novela corta
nos y amigos, emprende un viaje a Granada por motivos española:
de salud, requiere "oyr algunos gustosos y apazibles, por-
que para el camino no ay pasatiempo más aparejado ni En España no había objeto alguno, ni concepto o idea,
más consumidor del trabajo". Observemos que van con- ni tampoco tradición que comprendiese exactamente a una
formándose así alternativas de estructuración: el viaje, pero novela. Pero había la larga tradición del ejemplo; la tradi-
también el sarao de Carnestolendas en los Diálogos de ción de la historia producto de la libre invención [...] la
apacible entretenimiento de Gaspar Lucas Hidalgo (1605) tradición del cuento que ofrecía enseñanzas provechosas
o la reunión nocturna en las Noches de Invierno de An- tomadas del mundo de lo inverosímil; la tradición del diá-
logo situado en la pantomima y en la narración [...] te-
tonio de Eslava (1609). Sobre el contenido misceláneo rrenos estos vecinos de las novelas italianas pero nunca un
de todas las obras mencionadas late la connotación mora- equivalente exacto de éstas. El instante del encuentro entre
lizadora que conduce a la tercera de las fuentes. De las los productos italianos y las costumbres expresivas españo-
diversas formas precursoras de la narrativa corta en la las es de un interés y un atractivo históricos excepciona-
Edad Media (el milagro, el lai, el fabliau), Walter Pabst les. 30
considera que el posible arranque de la novelística de la
que poseemos testimonio serían los exempla y los nova. Creemos que ese instante cristaliza en la novela del seis-
Con una función didáctica vinculante, los primeros ten- cientos español, que funde las tradiciones didáctico-ges-
drían un objetivo religioso, de ilustración sermonaría, los tuales del Medioevo con el impulso imaginativo de la fies-
segundos, con un objetivo trovadoresco, bascularía hacia ta y con la función socio-intelectual de la reunión en el
el terreno profano, abiertamente erótico. Los exempla (de crisol productivo de la nunca abandonada literatura oral.
Pluralidad intencional de estilos y voces, cercana a lo que
Ed. de A. Rodríguez Marín, Madrid, Renacimiento, 1913, p. 55.
llamaría después Mijáil Bakhtine carnavalización litera
27
28 Sobre la relación polémica entre Lope y Cervantes acerca del ria. 31 Un problema distinto será observar el funcionamien-
tema, vid. Marina Scordilis Brownlee, The Poetics of Literary Theo-
ry. Lope de Vega's Novelas a Marcia Leonarda and their Cervan-
tine Context, Madrid, Porrúa Turanzas, 1981. 30 Op. cit, p. 211.
29 Da noticia de ello en "Notas para la historia de la novela en 31 Cf. La poétique de Dostoievski, París, Du Seuil, 1970, p. 159
España", Sherta Philologica F. Lázaro Carreter, Madrid, Cátedra, y ss., y su trabajo "Epopée et román", en L'étude du román: ques
1983, t. II, pp. 91-95. • tions de métodologie, 1973.
22 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 23
to de ese material ya compilado como género, su dinámica de los textos: el caso de Lope y sus célebres aseveraciones
de desgaste, su manipulación por los autores posteriores a en La desdicha por la honra35 encerrarían el concepto de
Cervantes. novela dentro de un modo de ensayo crítico o ejercicio
Respecto al problema del género y la preceptiva, en lo intelectual. Un género, en cualquier caso, constituido por
que a novela corta se refiere, sería pertinente recordar ese unos niveles dominantes que lo definen: herencia tradi-
principio diferenciador entre lo que algún crítico ha lla- cional de lo medieval e italianizante, inspiración próxima
mado poéticas escritas y poéticas no escritas, es decir, pre- en un entorno que le confiere un vago costumbrismo, ni-
ceptivas tradicionales aceptadas explícitamente por el na- veles arguméntales que propenden al enredo, inspiración
rrador y por el consenso de un público conocedor también en esquemas novelísticos filtrados por el gusto del públi-
de estas reglas, y preceptivas no formuladas sino com- co, etc. 36 y, al mismo tiempo, por una suerte de instru-
puestas por un archipiélago de afirmaciones de los propios mentación ideológica que es más que evidente en la inten-
autores sin un principio teorizador específico o desarro- ción moralizadora (muchas veces cuestionable) y la tenden-
llado. Distinción que, según Renato Poggioli32 podría apli- ciosidad acrítica. No en vano se ha recordado el término
carse especialmente a los siglos xvi y xvn, período que novela cortesana como derivado no sólo del concepto bam-
hace posible, por un lado, el renacimiento de las clasifi- balinesco de Corte (carpa de un circo social o simple feti-
caciones aristotélicas o neoaristotélicás, y, por otro, una che cultural) sino también de un sentido autoritario. 37 El
nueva conciencia del existir humano, menesterosa de mol- dirigismo cultural austríaco,38 palmariamente demostrado
des o géneros también nuevos. Además, según observa por José Antonio Maravall 39 impregna algunas de estas
Avalle Arce, "el género constriñe y restringe al artista,
pero éste, al debatirse en busca de expresión sin trabas, 35 "Que tienen las novelas los mismos preceptos que las come-
cambia, de modo más o menos profundo, el contorno que dias, cuyo fin es haber dado su autor contento y gusto al pueblo,
lo oprime". 33 He aquí un campo que acaso merezca aunque se ahorque el arte." "Que en este género de escritura ha de
pesquisa: ver cuál era el compromiso real de la preceptiva haber una oficina de cuanto se viniere a la pluma, sin disgusto
oficial sobre la novela, a la que, desde las páginas de la de los oídos, aunque sea de los preceptos. Porque ya de cosas
Philosophia Antigua Poética del Pinciano se vinculaba a altas, ya de humildes, ya de episodios y paréntesis, ya de historias,
ya de fábulas, ya de reprehensiones y ejemplos, ya de versos y lu-
la épica, diferenciándola de la epopeya tradicional por es- gares de autores pienso valerme...", Novelas a Marcia Leonarda,
tar gestada en la pura ficción, tomando como arquetipos ed. de Francisco Rico, Madrid, Alianza, 1968, p. 74. Cf. Cándido
a Heliodoro y Aquiles Tacio. Pero mientras que en Italia Ayllón, "Sobre Cervantes y Lope: la novella", Romanische Fors-
se proclamaba (en productiva polémica) la libertad de la chungen, 1963, pp. 273-288.
35 Serían los elementos que justificarían a la novela corta como
novela, en nuestro país se intentaba hacerla depender de género, tal como es entendido éste por María Corti en "I generi
leyes más estrictas.34 La novela corta se entendió como letterari in prospectiva semiologica", Strumenti Critici, febrero
un fenómeno fluctuante y contradictorio, objeto de teori- 1972, p. 5: "el luoco dove un'opera entra in una complessa rete
zación en marginalia y prólogos o, incluso, en el interior di relazioni con altre opere".
37 Respecto a las matizaciones terminológicas (novela, novela
corta, novela- cortesana) ya me explayé en otro lugar. La última
32 Cf. Renato Poggioli, "Poetics and Metrics", Comparative Lite- revisión crítica sobre el significado del término la realiza M. Isa-
ratures, Chapel Hill, 1959, I, pp. 192-204. bel Román, "Más sobre el concepto de novela cortesana", Revista
33 La novela pastoril española, Madrid, Istmo, 1974, p. 36. de Literatura, Madrid, 1981, t. XLIII, núm. 85, pp. 141-146.
34 Cf. A. Duran, "Teoría y práctica de la novela en España du- 38 La Casa de Austria.
rante el Siglo de Oro", Teoría de la novela, Madrid, SGEL, 1976, 39 La cultura del Barroco: análisis de una estructura histórica,
páginas 55-91. Barcelona, Ariel, 1975.
24 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 25
novelas y a sus autores, quienes ocasionalmente llegan a nante. Lo cierto es que, pese a ello, la orientación estética
militar en un movimiento institucionalizado de reforma de esta literatura hace pensar en el público que en el Siglo
moral y conservadurismo ideológico.40 Así, Francisco de de Oro se llamaba, sin empacho, vulgo, máxime si se pien-
Lugo y Dávila, considerado el autor de los primeros rudi- sa, como lo hace Edward C. Riley,42 que éste representaba
mentos teóricos de esta forma de narrativa, galvaniza su en la época algo semejante a lo que el burgués fue para
Proemio al lector con la utilidad y el halago a la curiosi- el escritor del siglo xix: la definitiva toma de conciencia del
dad del lector: «"Que no es otra cosa la república que poder de persuasión sobre un público que no se reducía
un teatro donde siempre están representados admirables ya a unos cuantos eruditos y cortesanos. De este modo la
sucesos, útiles los unos para seguirlos, útiles los otros para novela asumirá las ensoñaciones colectivas o la_ banaliza-
huirlos y aborrecerlos. Esta causa (lector) me dio ánimo ción escapista pero, al mismo tiempo, como se ve' en la
de poner a tus ojos la representación popular de este tea- colección aquí editada, distiende la mixtificación acercán-
tro, valiéndome para acertar de las reglas y doctrina de dose a la mediana y baja nobleza, un grupo social que po-
Santo Tomás (Epis. I, ad. Timo., cap. 4, lib. 2), cuyas sibilita la lectura de su decadencia y autorrescate cotidiano
palabras incluyen, a mi juicio, todo lo esencial y curioso en el espej amiento de un espacio novelado llamado a ser
de esta materia. "La fábula (dice) según el filósofo, es paradigma de una incipiente literatura de consumo, de
compuesta de lo admirable, y fueron inventadas al prin- mercado. Ello explicará, claro, la petrificación de módulos
cipio, como dice el filósofo en su Poética, porque la inten- y estructuras que identifican la literatura popular (pliego
ción de los hombres era inducir y mover para adquirir de cordel, folletín, novela por entregas). No en vano ya
las virtudes y evitar los vicios..."».41 De ahí que defienda Walter Pabst diferenciaba trabajosamente a los novelliere
sus relatos como "representaciones verosímiles y próximas de los buhoneros y mercanchifles de novedades. 43
a la verdad y algunas de ellas verdades, y éstas, nacidas El punctum estriba, precisamente, en la difusa definición
de lo admirable". del grupo social que usa de esta novela. Si en numerosas
Lo cierto es que la novela corta se constituye en un sig- ocasiones se ha puesto de manifiesto la homogeneidad
no literario sometido a dos fuerzas manipuladoras: la del ideológica inconmovible a partir de la aristocracia domi-
usuario-autor, identificado (bien que a veces contradicto- nante en el siglo xvn, no es menos cierto que existen ele-
riamente) con una ideología del absolutos tridentinos, y mentos de hipótesis44 sobre una burguesía, si tal puede
la del usuario-lector, siempre identificado con el tópico de denominarse el comportamiento de una nobleza media de
discreto y que convierte a la novela, de algún modo, en carácter esencialmente católico-español que respondía a las
alternativa del teatro como expresión de la ideología domi- condiciones objetivas de la contrarreforma y que actuó
con una mentalidad burguesa frente a principios como el
poder del dinero, la conciencia de progreso histórico, el
40 Como Jerónimo Salas Barbadillo en la segunda parte de El espíritu de lucro de las actividades comerciales que pro-
caballero puntual (1619) y Matías de los Reyes con El Curial del cura hacer compatibles con la hidalguía y una preocupa-
Parnaso (1623). Vid. Ruth L. Kennedy, "The Madrid of 1617-
1625: certain aspects of social, moral and educational reform",
Estudios hispánicos. Homenaje a Archer M. Hungtington, Welles-
ley College, 1952, pp. 275-309. 42 Teoría de la novela en Cervantes, Madrid, Taurus, 1971, pá-
41 Teatro Popular. Novelas Morales para mostrar los géneros de gina 180.
vida del pueblo, y afectos, costumbres, y passiones del ánimo, con « Op. cit., p. 36.
aprovechamiento para todas personas, Madrid, 1622, Ed. de E. Co- 44 Cf. E. Tierno Galván, La novela picaresca y otros escritos,
tarelo y Morí, Madrid, 1906, p. 14. Madrid, Tecnos, 1974, pp. 69-74.
26 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 27
ción vital por la apariencia y competencia (la lectura de quejas de amor. Por todo ello —deduce Riley49— Cer-
La industria vence desdenes es sintomática al respecto).45 vantes señala las peores cualidades (pero ¿por qué las
En este sentido lleva razón Giovanna Formichi al señalar peores?) que en todo tiempo ha poseído la literatura es-
que "la preminenza deirinteresse economico-sociale porta crita para las masas: violencia, erotismo y sentimentalis-
ad una soluzione edonistica della narrativa postcervanti- mo. Pues bien: tres componentes que, como vamos a ver,
na". 46 Como consecuencia encontraremos esa repetición integran la densa y apasionante trama de la novela que
estereotipada que la posteridad de lectores sentirá cruel- estudiamos.
mente, aunque pasara desapercibido para los contempo-
ráneos. Producto de cultura kitsch, tal como lo redefine
Maravall, es una "repetición standarizada de géneros, pre- 3. INTERCADENCIAS DE LA CALENTURA DE AMOR
sentando una tendencia al conservadurismo social y respon-
diendo a un consumo manipulado". 47 La ambigüedad, po- Hace tiempo que intuyo en el juego cultural y en la se-
siblemente consciente, de los autores que desde una ideo- mántica literaria del siglo xvn, desde el teatro a la expre-
logía discreta produce una literatura para novelero vulgo, sión narrativa, un doble desplazamiento y un contrabalan-
es así eficaz para encontrar en su producción los patrones ceo de las teorías y, por decirlo de algún modo, de los
de formas literarias maleables y consumistas. Sin plegarnos patrones de conducta. Para el hombre barroco un compor-
al pesimismo positivista de Menéndez Pelayo que, eviden- tamiento o un gesto cultural era siempre portador de una
ciando el mayor éxito de público de Dumas que Balzac o demanda de teoría que lo justificara: así, una cierta forma
Merimée, dictaminaba que "la novela como arte es para de andar de puntillas en el resbaladizo compromiso políti-
muy pocos; la novela como entretenimiento está al alcan- co-social, promovió en no poca medida las premisas pre-
ce de todo el mundo, y es un goce lícito y humano, aunque nietzcheanas de Gracián (por poner un ejemplo tópico
de orden muy inferior",48 recordemos la visión lúcida de pero válido). Al mismo tiempo, en el terreno de la prác-
Miguel de Cervantes, excepcional intérprete de la recep- tica de las pasiones sustentada por la creación poética, esa
ción de la narrativa en su época, que, al evocar la lectura misma demanda de la teoría, del dogma o del modelo sufre
oral de los viejos libros de caballería en la venta, ejempli- un lento desplazamiento hacia la relectura por parte de los
fica su fascinación sobre tres tipos de lectores: el ventero escritores, aunque éstos, en primera instancia, asuman los
se ve arrastrado por los furibundos golpes de los caballe- condicionamientos culturales previos para su cuestiona-
ros; Maritornes es seducida por las escenas en que la dama miento posterior. Sucede en el Barroco de modo palmario
abraza a su amante debajo de unos naranjos; la hija del lo que refería Michael Foucault respecto a la duplicación
ventero gusta de escuchar las lamentaciones y lacrimosas empírico-trascendental del hombre. 50 La razón histórica y
compleja de la coincidencia en el espesor cultural de un
siglo de, por una parte, la "cogitado" cartesiana y, por
45 También José Antonio Maravall (Poder, honor y élites en el
otra, el abundamiento en la desconfianza de las ideas
siglo XVII, Madrid, Siglo XXI, 1979, pp. 251 y ss.) intenta de- exentas puestas en solfa por una suerte de relativismo de
finir "una nueva clase intermediaria". la experiencia pragmática, del cambio de lugar, de la in-
46 Lavori Ispanistici, serie III, Universitá degli Studi di Firen-
ze, p. 43.
47 La cultura del Barroco, p. 182. Op. cit., p. 163.
49
48 Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, Madrid,
CSIC, 1949, p. 348. 50 Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias
humanas, Siglo XXI, 1978, p. 313.
28 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 29
estabilidad, sirve de referente a la inquietud que produce, Sin fatiga podríamos convenir que este parlamento de
en la lectura de las novelas amorosas del siglo xvn la un amante constituye una fractura nítida de la episteme
contradicción entre la transparente ideología/teoría que las del amor en el siglo xvn: el conjunto de gestos/signos
conduce y el efectivo comportamiento de los personajes, —más o menos hiperbolizados, ¿qué cabía esperar del Ba-
convulsionados bien por la rebeldía ante aquella teoría rroco?— que cuajan la cultura amorosa, las reglas que
impuesta, bien por la manera de asumir, apropiarse y borrar permiten pensar y hablar al sujeto, en este caso protago-
los límites de la misma, haciéndola desplomarse frente a nista de la novela corta amorosa.53 Con ello parece claro
la experiencia cotidiana de la pasión. Y bien es cierto que, que el tema pudo plantearse en una doble articulación: la
frente a ello, los ecos y la escritura de Platón, de Ficino, individual-pasional y la vinculante con un axioma de tópi-
del Capellán Andrés, de León Hebreo, de Equínola, de co de época; primero, desde luego, de género: a través de
Bembo, de Castiglione, tan gozosamente reconocidos por éste el sujeto accede al discurso amoroso, y ya sabemos
el erudito, acaban siendo absorbidos en el horizonte si- que el lenguaje concedido al amor en la coyuntura tempo-
lencioso de lo que se da, en la extensión arenosa de lo no ral que referimos es la estructura narrativo-argumental que
pensado. Cuando Francesco Alberoni anota que "el ena- hacía afirmar a Daniel Huet, ya en 1670, que "se llamaba
moramiento de alguna manera ya está prefigurado por la propiamente novelas las ficciones de aventuras amorosas
cultura y por una disposición del ánimo",51 nos estimula escritas en prosa con arte, para el placer y la instrucción
a pensar en él como un producto cultural, el resultado de de los lectores". En segundo lugar y tomando ventaja, por
una elaboración y de un cierto tipo de experiencia. De su capacidad de amplificación textual sobre el teatro, una
algún modo es justo lo que leemos, por ejemplo, en El vinculación social, puesto que las ocho novelitas aquí in-
envidioso castigado de Juan Pérez de Montalbán: cluidas aportan excelentes mecanismos para introducir ca-
O veneno sabroso que entretienes y matas! Oh tormento tegorizaciones y procesos crítico-sociales diversos. La in-
apazible que regalas y ofendes! Oh favorable llaga que in- cardinación del estudio de la novela amorosa con el quie-
jurias y lisongeas! o enfermedad alegre, que deleytas y eno- bro, como he dicho más arriba, de la norma de la cultura
jas! o sospechoso fuego, que abrasas y no consumes! o heredada, bebida en la lectura y en los tratados ad hoc
dulce tiranía que mandas y no enfadas! Y en suma trage- se medirá sobre todo por la capacidad emotiva, exhibicio-
dia común que mientes a los principios y siempre te espe- nista y teatral de los protagonistas. Y así, en la misma
ran desdichados fines. Para mi tengo que no ay estado libre novela de Montalbán antes reseñada se dice:
de tus ingratitudes ni seguro de tus pesares, porque si dos
uiven juntos y se aborrecen qué infierno? Si el vno ama y ... que las mugeres principales primero que llegan a descu-
el otro oluida qué desesperación? Si entrambos se aman y brir su voluntad, lloran, disimulan y se resisten, hasta que
no se gozan qué pesadumbre? Si se gozan y el amor por de- ya el amor como va creciendo ni cabe en el pecho, ni se
masiado se pasa a zeloso qué inquietud? Si se quieren y contenta con los ojos. Sabe Dios lo que he peleado con mi
están ausentes qué desdicha? Y en fin quando nada falte vergüenza, pero en fin pudo más conmigo la voluntad que
de contento y comodidad (que no suele ser muy fácil) aquel
temor de que ha de perderse, qué disgusto? 52
53 Uso el término episteme al modo de Lotman o de Foucault:
51 Innamoramento e amore, 1979. Cito por la ed. en cast, Mé-
como una metasemiótica de la cultura, la actitud que una comu-
xico, Gedisa, 1984, p. 67. nidad cultural (en este caso la España barroca, sobre todo aquella
52 Sucesos y prodigios de amor (vid. Noticia bibliográfica). Cit.
parte que consumía la novela amorosa) adopta con relación a sus
por ed. de Coimbra, 1656, pp. 147-148. propios signos. Cf. A. J. Greimas y J. Courtes, Semiótica, Ma-
drid, Gredos, 1979, p. 149.
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 31
30
el recato, que este de vencerse a si misma, y mas en cosas ble propiedad, lo lúdico y la arqueología feudalizante del
que llegan al alma, es agradable para leído, pero dificultoso vasallaje cortesano, aspecto éste puesto de relieve des-
para executado... (Op. y loe. cit., p. 137). de C. S. Lewis 56 hasta, más recientemente, J. E. Ruiz Do-
ménec.57 Así será un hilo conductor en nuestros autores
Pero ¿qué era lo leído? ¿Qué acogía la panoplia de expresiones como "proponiendo no desistir de servirla" o
motivos con los que levantar el edificio de la cultura o "Don Jorge le paseaba la calle y servía". No es de extra-
kinésica amorosa del siglo xvn? Otis H. Green resumió, ñar que la victoria final del amante se narre en los si-
con acierto, la ideología del amor cortesano y, con igual guientes términos en la novela de Luis de Guevara, 58 Los
pertinencia, estableció su línea de continuidad hasta la hermanos amantes: "Estas y otras razones le supo decir
Edad de Oro. 54 Claro que no resulta convincente que este con tanto acierto que como si fueran balas flaqueó el ho-
amor cortés, desarrollado desde el siglo xi, supusiera real- menaje de la constancia de Elisa a su poderosa batería, y
mente la reacción contra el culto de los valores masculinos señalándole para fin de sus amantes desvelos la siguiente
en el que se había fundado la cultura europea. Poco im- noche tremoló de don Fernando el estandarte sobre la des-
porta al caso: se trataría de la recepción de un amor exi- mantelada fortaleza..." Por otra parte, la reiteración del
mido (aunque no independiente) de los presupuestos pla- topos del locus amoens, espacio favorecedor del proceso
tónicos, divorciado —teóricamente— de la posesión física amoroso: los vergeles nocturnos de Los dos soles de Tole-
(aunque basado en el deseo de alcanzarla), y practicado do o El picaro amante, el cigarral de La industria vence
aristocráticamente como fuente de virtud. Tal filosofía del desdenes, la Fuente del Engaño en La fantasma de Valen-
amor alcanzará con el tiempo los signos de una cultura cia o el interesante excurso bucólico-pastoril de Los her-
t escrita que propende a sentar las bases de un juego social-
mente elegante, disponiéndose como una suerte de modelo manos amantes.
de conducta de caballeros y damas, sobre todo a través Opera en el origen de toda esta cultura amorosa un es-
de la lectura de libros de caballerías, cuando no de los tado naciente platónico cuyo desarrollo filosófico, como es
Cancioneros amorosos. El insinuante erotismo de los tro- sabido, comprende y se corresponde con el diálogo El
vadores, a veces desvelado con dislates de pura evidencia Banquete. Para nuestro propósito es fundamental el dis-
(el juego amoroso, la desnudez, la pregnante sensualidad curso de Erixímaco, defensor de la síntesis, moderada,
de la contemplación de la amada) 55 constituye el motivo del amor que patrocinan, respectivamente, la Afrodita
de avance de esta cultura escrita, como idees recues, mar- Pandemo y la Afrodita Urana. El primero es "vulgar y
cas de actuación, gestemas heredados. Tomemos como obra al azar. Este es el amor con que aman los hombres
ejemplo, por un lado, el lenguaje que enhebra, con nota-
56 The Allegory of Love, 1936. Trad. cast. La alegoría del amor.
54 España y la tradición occidental, Madrid, Gredos, 1969, I, Estudio de la tradición medieval, Buenos Aires, Eudeba, 1969.
51 El juego del amor como re-presentación del mundo en An-
página 94: "El adjetivo cortesano [...] ha de interpretarse en un drés el Capellán, Barcelona, Universidad Autónoma, 1980.
sentido amplio, abarcando toda la gama del amor caballeresco 58 Nada sabemos sobre este autor que pueda dar base a conje-
e idealista, derivado del "puro" amor de los trovadores —fins' turas biográficas. Sólo deducimos de los preliminares de sus Inter-
amors—, tal como se desarrolló y evolucionó bajo la influencia cadencias de la calentura de amor (vid. Noticia bibliográfica) que
del cristianismo y de la filosofía platónica, hasta culminar en la era "natural de Segura". El topónimo puede orientar el origen de
erótica convencional de la Edad de Oro española..." Guevara a Jaén (Segura de la Sierra), o Guipúzcoa (Segura) o la
55 Cf. los ejemplos que aporta Jesús Menéndez Peláez, Nueva
visión del amor cortés, Oviedo, Universidad, 1980, pp. 110 y ss. misma comarca costera alicantino-murciana.
32 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 33
viles [...] pues tan sólo atienden a la satisfacción de su Amor, no te llame amor
deseo". 59 Y es hombre vil, se añade, "aquel enamorado el que no te corresponde,
que ama más el cuerpo que el alma". 60 El segundo pues que no hay materia adonde
muestra su predilección por lo que es, por naturaleza, imprima forma el favor.
más fuerte y tiene mayor entendimiento, y en él "se orde- Naturaleza, en rigor,
na a los amantes perseguir y a los amados esquivar, orga- conservó tantas edades
correspondiendo amistades;
nizando el amoroso certamen", ya que "se tiene por des- que no hay animal perfecto
honor el dejarse conquistar prontamente". 61 La mediati- si no asiste a su conceto
zación del conocimiento y la búsqueda de la belleza (o la unión de dos voluntades.64
bien moral) proyectará las bases de cristianización de
León Hebreo 62 que, al dirimir la escisión entre la pura La dolorosa escisión barroca entre lo intelectual y lo
belleza corpórea (y, por ende, el amor) y la espiritual 63 y sensible rompe con esta armonía. De León Hebreo se
la diversificación del amor en natural (atracción por los aprende "que es necesario que el conocimiento preceda
cuerpos inanimados), sensitivo (instinto animal) y racio- al amor, y que ninguna cosa cae bajo nuestro entendi-
nal/ voluntario reconoce, sin embargo, que "siempre en miento si antes no tiene ser efectivo, por ser el entendi-
el amor más excelente concurren los inferiores y por eso miento un espejo o imagen de las cosas reales". El despla-
en el hombre se dan las tres especies de amor", porque zamiento hacia la ladera mística de la sensualidad amo-
Amor (como dirá Tirsi, en La Galatea de Cervantes) es rosa pasa precisamente por la perspectiva dilemática del
padre del deseo. Es un estado, decía, naciente, unifica- amor vs. conocimiento. El padre Tomás de Jesús escribía
dor, que reconoce aún el despegue optimista del Siglo de en 1684: "...unum per intellectus operationem [...] Alte-
Oro, como una fuerza cosmogónica, gran artífice consti- rum per amoris affectium, oculo videlicet intellectus clau-
tutivo, al decir de fray Malón de Chaide, "de lo que allí so...". 65 Por el contrario, el conflicto pasional del no dis-
estaba sin talle ni hermosura"; o, en textos barrocos más cernimiento, del no saber, inaugura esta actitud bifronte
tardíos, como el de Lope de Vega, exaltador del amor co- y dramatizada del amor barroco. Tal posicionamiento vie-
rrespondido, como epicentro armónico de la Naturaleza: ne bellamente rubricado en el Emblema XXXI de los
Emblemata Amorum, escriturado en el lema "Amans, qui
cupit scit, quid sapiat, non vicet". 66 El amante, que sabe
59 Platón, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1977, trad. cast. lo que desea, no ve, sin embargo, lo que sabe. Los segu-
de A. Rodríguez Huesear, p. 569 b.
60 Ibid., p. 571 a.
64 Ed. Francisco Rico, Madrid, Cátedra," 1981, p. 103.
61 Ibid., pp. 571 a-571 b. 65 "Via brevis et plana orationis mentalis", Opera Omnia, II,
62 Diálogos de amor, trad. cast. del Inca Garcilaso de la Vega, página 58 b. Cit. por Daniel de Pablo, Amor y conocimiento en
1591. Vid. ed. de. E. J u l i a Martínez, Madrid, Victorina Suárez, la vida mística, Madrid, FUE, 1979. Añádase el ejemplo tomado
1949, 2 vols. de C. P. Philippus a SS. Trinitate, Summa Theologiae mysticae,
63 Clásica distinción maniquea que salpicará los textos del Si- dis. proem. ast. 4, "... quod est prorsus impossibile [...] dari
glo de Oro. Léese en el acta de una de las sesiones de la Acade- actum amoris in volúntate absque praeeri cognitione intellectus...",
mia los Nocturnos valenciana: "...porque aunque tiene / ham- op. y loe. cit.
briento el cuerpo satisface el alma / que con este alimento se 66 Otto Vaenius. Amorum / Emblemata / Figuris Aeniis Incisa /
mantiene / y no el que en libertad perpetua calma / contento y sa- Stvdio Othonis Vaeni, Antverpiae. Venalia apud Auctorem /
tisfecho se entretiene / siguiendo el apetito que le asalta / como M.DC.IIX. Ed. fac. N. York, Garland Publishing, 1979, pp. 60-61.
animal que la razón le falta..."
34 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 35
ros caminos de la teoría, los tranquilizadores signos es- el síntoma cultural (tema que me parece fundamental en
critos de una cultura platónica o la arqueología de gestos el entendimiento de la cultura barroca) de la derrota, co-
amorosos recibidos muestran las grietas de una crisis de yuntural, pero derrota al cabo de Platón. La cuestión plan-
mentalidad que se verifica también en la extensión de teada en el Banquete (y que, sin duda, deja su impronta
esta forma de ser humanos. Y si esto es así, ¿cómo es en la saga de textos agustinianos) de que "es más bello
que, aparentemente, el ideal romántico que se instala en amar a las claras que en secreto y, sobre todo, amar a los
la novela del siglo xvn, como norma general, es precisa- más nobles y mejores, aunque sean menos bellos que
mente la sustitución de un código amoroso basado en la otros" 70 está sobreseída, aunque se sublimen sus directri-
libertad de los amantes por el ritual final feliz del matri- ces morales en ocasionales tratados de preceptiva. La no-
monio? 67 Hay unas razones de uso social del signo lite- vela que estudiamos, problematizada en multitud de refle-
rario novela corta amorosa por parte de un determinado jos y matices arguméntales, halla su base en una motiva-
sector que explicaría tal acomodación burguesa y domés- ción prerromántica hacia el amor vivido como secreto y
tica: sobre ello me extendí en anteriores apartados y vol- como transgresión.
veré más adelante. Pero hay también un signo de recesión Si aceptamos, con Alberoni, el amor o el eros como
o plegamiento a normas tranquilizadoras, de pragmatismo alternativa orgánica de una relación estructurada y, lo que
aristotélico, diríamos, que pretende borrar un origen his- es más importante, como una reestructuración radical del
tórico de no sujeción a una razón de pensamiento, como mundo social en el que nos insertamos y que es una parte
advertía el Capellán Andrés, al afirmar la disposición de orgánica de nosotros, entenderemos el comportamiento
los amantes a la cohabitación amorosa de sus sentimientos atormentado de los principales protagonistas de la novela
sin necesidad de presión normativa matrimonial: "Nam amorosa barroca: individuos reestructurados orgánicamen-
amantes sibi invicem gratis omnia largiuntur nullius ne- te en la fuerza naciente del eros, pero una fuerza que, pese
cessitatis ratione cogente..."68 Y también, un deseo de a su retórica omnipotencia y falaz tensión igualadora, no
dejar rodar la trama de la novela al albur de la tragedia. puede remodelar la estructura social —de crisis, de pre-
Desde luego hay (otra vez asistimos a la necesidad de sión— que lo envuelve, la cual, en mucha medida, le dicta
explicar históricamente una serie literaria) unas razones de
vinculación a la consolidación de un género. Anoto de un lenguaje y unos modelos de comportamiento ético y
Otis H. Green: "En los géneros no líricos, como novela gestual (kinésico): relación conflictivá en la que asoma el
y drama, debido a la necesidad de desarrollo progresivo origen .de las espectaculares muestras exhibicionistas del
de la trama y de una trayectoria que conduzca a un des* dislate amoroso en el siglo xvn. Pero, además, si en la
enlace feliz o trágico, se hizo necesario el paso del amor relación amorosa —entendida como fuerza restructurado-
puro al amor mixto, en el que se satisfacen plenamente ra— el objeto del eros aparece como algo "no ambiva-
las ansias y tormentos y en que el único miedo de la pa- lente en el que coinciden deber y placer, en el que se ex-
reja es que los descubran..." 69 Pero yo observo también tingue toda alienación",71 el cometido trágico de los hé-
roes de estas novelas se evidencia en la imposibilidad de
67 Punto que, para Otis H. Green, constituye la diferencia más la anulación-de fronteras entre aquellos dos conceptos. La
significativa entre la novela española y el código del "amour cour-
tois", op. cit., p. 199.
sociedad difícilmente soporta una alternativa liberadora de
68 De Amore, ed. Amadeo Pagés, Castellón de la Plana, 1930,
estructuras aunque provenga de una (¿inocente?) ideólo-
página 89. go Ed. cit., p. 570 b.
69 Op. cit., p. 101. 71 Francesco Alberoni, op. cit., p. 28.
36 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 37
gía amorosa. La cuidada inserción, por parte del narrador, venciones explícitas como en La fantasma de Valencia:
de lo que podríamos llamar el eros moralizado no es más "Mi novela advierte a los enamorados cuan ilícita cosa es
que un indicio. Sea por medio del recurso a íopoi como gozar sus ocasiones por medios que sean en daño del pró-
la inconstancia de la fortuna en Los dos soles de Toledo: jimo" 74 o en Los hermanos amantes: "...este caso que
"Pero como en el terrestre globo los gustos son veloces y se casa con Águeda Vita y Matarrubia y, establecido en Madrid,
no suceden siempre prósperos, presto se les enturbió su participa activamente en la vida literaria, vinculándose a la Acade-
contento, presto el sereno cielo de sus conformes deseos mia Selvaje (1612-1614) y a la Academia de Mendoza (1622-1623),
se obscureció de nubes..."; 72 o la fugacidad del tiempo donde alterna con poetas como Pantaleón de Ribera, y en la Aca-
en Los efectos de la fuerza: "... obediente a la razón ad- demia Burlesca de 1637. En 1631 publicó el curioso opúsculo Dis-
mitiese su consejo, sin el cual usurpa el nombre de Amor curso político sobre estas palabras: A fee de hombre de bien (Ma-
drid, Imprenta Real) que denota ya cierto grado de intervencio-
toda afición, pues a ésta califica la pretensión del bien; y nismo en la moral política del siglo, lo que culmina'rá con la
no lo es solamente la hermosura, que desvanece en pocos creación de una "Compañía de Jesús, Joseph y María del Desem-
años, como suele fresca rosa a la calor estiva, sino las peño" (ms. 18.722-12 BNM), aventura económica para salvar la
virtudes que las perfecciona el tiempo y la nobleza que hacienda regia, llamada a un rápido fracaso. El rocambolesco epi-
se acrisola en las manos del mismo...". 73 Sea en inter- sodio (de 1647), junto con otros mil pormenores literarios y filo-
sóficos, empedrarán La Dama Beata (Madrid, Pablo del Val, 1655).
Su muerte debió ser posterior a 1660, en que escribe el ms. citado
72 En Varios effetos de amor en cinco novelas exemplares, Lis- del Archivo de Fano. La crítica no se ha molestado en profun-
boa, 1631 (vid. la Noticia bibliográfica). Sobre su autor, Alonso dizar en un novelista sumamente interesante como Camerino,
de Alcalá y Herrera, apenas conocemos filiación, si no es su na- denostado por un modo de hacer narrativo que asume con pres-
cimiento y estancia en la capital portuguesa, como se lee en los teza toda la tradición pluriargumental de los experimentos nove-
preliminares de la obra. Merece recuerdo su ingenio o paciencia lísticos anteriores, desde lo pastoril a lo picaresco, pasando por la
que hubo de aplicar en la confección de una novela sobre el amor reconstrucción historicista y las rememoraciones caballerescas. Evi-
en la que, como en la presente, prescindiera, por mor del artificio dente conocedor de las fuentes italianas, denota un suelto despar-
y de la dificultad, del uso de la letra a. pajo en el uso del castellano que se acomoda tanto al ágil ritmo
73 En Novelas amorosas, Madrid, 1624. Su autor, José Camerino, de El picaro amante como al exceso cultista de Los efectos de
notorio polígrafo que lo mismo ejerce de extravagante y patriótico la fuerza. No dudo en hacer mío el elogio que le brinda Gonzá-
arbitrista que de algo más que hábil narrador, mereció monográ- lez de Amezúa: "Camerino, a quien ilustra aquel profundo sen-
ficamente mi atención en el libro Novela corta marginada..., pá- tido de la naturaleza, encerrada en oscuras e inextricables selvas,
ginas 23-36. Allí reconstruí someramente su devenir biográfico a que se estremecen e iluminan fugazmente al correr de los sátiros
partir de Ezio Levi, "Un episodio sconosciuto nella storia della y de las ninfas, con un sabor clásico, con un ambiente pagano ra-
novella spagnuola", BRAE, XXI, 1934, pp. 687-736, y del ms. que rísimo en la literatura castellana" (op. cit., p. 271).
exhumé del Archivo di Stato (Fano, Italia), Serie Registri, vol. 12, 74 En Tardes entretenidas, Madrid, 1625. Su autor, Alonso del
ce. 1642-1742, "Giuseppe Camerino e suo modo di spendere carte Castillo Solórzano, fue un más que prolífico escritor en el género
invece di denari". Nuestro autor nace en Fano (Umbría) muy que nos ocupa e incluso en piezas teatrales. Federico Ruiz Mor-
probablemente al declinar del siglo xvi. En 1624 Lope de Vega le cuende, en su ed. de La garduña de Sevilla y anzuelo de las
saluda en un soneto preliminar a sus Novelas amorosas como bolsas (Madrid, Espasa-Calpe, 1942), así como Richard F. Glenn y
"de tierna edad y con prudencia cana". De acuerdo con el ms. 4162 Francis G. Very en Sala de recreación, Hispanófila, Chapell Hill,
de la BNM, "Origine dell'antica et nobile famiglia de Camerini 1977, resumen el más interesante perfil biográfico del escritor:
nella cittá di Camerino", los miembros de la familia tendían a nacido en 1584 en Tordesillas, de familia acomodada, se especula
engrosar los oficios eclesiásticos del Vaticano. Uno de ellos —Pie- sobre su formación universitaria en Salamanca, interrumpida por
tro Camerino—, al acompañar al cardenal Borghese en su viaje la crisis económica familiar subsiguiente a la muerte de su padre
a España de 1594, cuelga los hábitos y se queda, dando origen a en 1597. Sobre 1619 se traslada con su mujer e hijos a Madrid, lo
la presencia del apellido en España, siempre vinculado, como que marca sus primeros escarceos literarios y sus contactos con la
decía, a los cargos próximos a la nunciatura papal. José Camerino Academia de Madrid, encabezada por Francisco de Medrano
38 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 59

presento a los ojos del mundo (trágico, como acontece en reflexiona en Los hermanos amantes— cuando hace nave-
todos los que son efecto de un desatinado amor)..."; gar en popa en el mar de los desatinos al alma, extingue
"...no digo que fuera tan hermosa Elisa, pero pareció- la luz de todo buen entendimiento." Para Sebastián (Los
selo a don Fernando, que hay mucha diferencia —y más efectos de la fuerza) "la razón tenía quejas de la presu-
en el amor— de ser a parecer...". Pero frente a esta retó- rosa sujeción de la voluntad". De ahí que el denso pere-
rica, otra, de mentís: la del eros triunfante que hace emer- grinar de los amantes sea, en estos textos, un accidentado
ger la extremosidad del sentimiento y la construcción dile- encuentro con la transgresión fundamentada en el dilema
mática del conflicto en el sentido de la tragedia. "Este amor vs. razón, amor vs. amistad y, desde luego, amor vs.
poderoso rapaz —dice el protagonista de La fantasma de honor. Gerardo —marido de Casandra en La mayor con-
Valencia— ha triunfado de mí, cautivado mi libertad y fusión—75 acaba "anteponiendo la obligación de sü ho-
sujetado mi albedrío." "El viento de la voluntad —se nor a la fuerza de su deseo". Y la diletante Beatriz en La
industria vence desdenes"16 concluye: "Muera yo a manos
(1617-1622), así como su arrimo al mecenazgo de nobles y élite
intelectual. Aparece como gentilhombre de cámara del conde de
Benavente y, posteriormente, de don Juan de Zúñiga Requesens 75 En Sucesos y prodigios de amor (Madrid, 1624), de Juan Pérez
y Pimentel, y maestresala del marqués de los Vélez y de Molina de Montalbán. El novelista y dramaturgo, admirador y cercano dis-
(don Luis Fajardo de Requesens, al que acompañará a Valencia cípulo de Lope de Vega, su mentor, nace en Madrid en 1602, de pa-
cuando éste sea nombrado virrey de la misma en 1628). Ya en 1623 dre de origen hebreo aunque librero del rey. Se doctora por la
había vendido un título nobiliario concedido por el rey en aten- Universidad de Alcalá en 1620 cuando ya había estrenado, con no-
ción a sus méritos literarios. Su vida, de este modo, parece mar- table precocidad, su comedia Morir y disimular. En 1625 llega al
cada por el signo de la estrechez económica y del necesario servi- doctorado en teología y a la ordenación sacerdotal, para acabar en
cio a los nobles. En 1631 pasa a Zaragoza, de nuevo al servicio el cargo de notario de la Inquisición (dicho esto con redoble irónico
del virrey (don Pedro Fajardo Zúñiga). Allí ven la luz Las aven- por lo que luego se leerá de La mayor confusión). La muerte de
turas del Bachiller Trapaza (1637) y Sala de Recreación (1649). Lope en 1635 parece marcar el comienzo de su declinar no sólo li-
En la ciudad del Ebro conoce a María de Zayas, a quien alaba terario, sino mental: muere loco el 25 de junio de 1638. Cf. la recen-
sin ambages en La garduña de Sevilla (1642). Se cree que su sión de su producción dramática que hace Cayetano Alberto de la
muerte acaeció sobre 1648, tras acompañar a su señor como em- Barrera en su Catálogo Bibliográfico y Biográfico del Teatro
bajador a Roma. En su producción narrativa Castillo pulsa todos español, Madrid, 1860, pp. 264a-268b. Además de su poema Orfeo
los ejes arguméntales, desde el picaresco a lo puramente corte- en lengua castellana (1624), ofrece en su Para todos. Exemplos mo-
sano, bien en colecciones (además de las citadas, Jornadas ale- rales humanos y divinos (1632) la clásica miscelánea de novelas
gres, Madrid, 1626; Tiempo de regocijo y Carnestolendas de Ma- (Al cabo de los años mil, El palacio encantado, El piadoso ban-
drid, 1627; La huerta de Valencia, 1629; Las harpías en Madrid dolero), comedias y discursos acerca de la milicia y la oratoria;
y coche de las estafas, 1631; Noches de placer, 1631; Fiestas del obra desigual y con un tantico de pedantería que no perdonó
jardín, 1634; Los alivios de Casandra, 1640, y La Quinta de Lau- el mordaz Quevedo. Su obra biográfica Vida y Purgatorio de San
ra, 1649), bien en el género de novela larga (Escarmientos de Patricio (1627) parece fuente de la pieza teatral calderoniana del
amor moralizados, 1628; Lisardo enamorado, 1629, y Los aman- mismo título publicada en 1636, como ha estudiado Maria Grazia
tes andaluces, 1633). Trata lo picaresco con cierta fortuna en Profeti en Paradigma y desviación; Lope, Calderón y un tem
La niña de los embustes, Teresa de Manzanares, 1632. Como barroco: El Purgatorio de San Patricio, Barcelona, Planeta, 1976.
dramaturgo, aparte de la diáspora de comedias y entremeses inser- 76 En Navidades de Madrid y noches entretenidas (Madrid,
tas en las colecciones (vid., por cierto, el estudio de M. Fernán- 1663), de doña Mariana de Carvajal (o Carabajal) y Saavedra,
dez Nieto, "El entremés como capítulo de novela: Castillo Solór- "émula inhábil de doña María de Zayas" y "autora de novela
zano", El teatro menor en España a partir del siglo XVI, Madrid, casera, familiar, zonza y prosaica", según Amezúa (op. cit., p. 277),
CSIC, 1983, pp. 189-201), en donde muestra una inclinación a lo no debió ser leída con buenos ojos por el académico que se cansó
artificioso y a la comedia de magia, escribió el auto sacramental El del género, como él mismo confiesa, sobre 1635. Saludada con en-
fuego dado al cielo (1667, ms. BNM). tusiasmo por L. Pfandl, sólo por oponerla a los excesos "lúbricos
40 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 41
de mi dolor y no mueran en mí mis obligaciones." La tratando de conjugar —como veremos— es la discreta
prudente doña Mariana de Carvajal, narradora de fina unión de lo positivo y ostentoso nobiliar con una nueva
sensibilidad y más que agudo pragmatismo calificará la clase destinada no mucho más tarde a configurarse como
actitud de nuestra heroína como "una valiente pero necia sujeto de una novela más o menos doméstica o burguesa.
resolución", conveniente, claro, para el espejismo amoroso Y es que, de alguna manera, el despliegue cronológico
del desarrollo argumental del relato, cuando lo que se está de los ocho relatos que analizo suponen una progresiva
conflagración de una teoría del amor que se atomiza desde
de la Zayas", la escritora no es, en mi opinión, ni la cursi madre la perspectiva desengañada del encuadre de casuística mo-
de familia que bosqueja éste ni la discípula desaventajada de María ral del argumento quasi-picaresco a la transgresión, pa-
de Zayas que predicaba don Agustín. Su noticia biográfica debe sando por la tellus stabilita de la solución preburguesa.
construirse a partir de la documentación aportada por Manuel La primera de las novelas de la saga picaresca, El picaro
Serrano y Sanz en su Apuntes para una Biblioteca de Escritoras
Españolas desde el año 1401 al 1833, Madrid, Rivadeneyra, 1903, amante de José Camerino, no ofrece, desde luego, un
t. I, pp. 263a-244a: nace en Jaén a comienzos del siglo xvn, pa- paradigma amoroso "sub especie picaresca". Ni detecta-
sando a residir pronto a Granada, en donde casó con el alcalde mos el cambalache erótico del Lazarillo, ni el eros se en-
de hijosdalgo don Baltasar Velázquez hacia 1635. Al ser nombra- cuentra cercado por murallas de sentencias, como en el
do su marido del Consejo de Hacienda se trasladan a Madrid, Guzmán, cuyo protagonista, nacido casi para recibir can-
donde, fuera por los tiempos difíciles, fuera por la numerosa prole
(tres hijos y seis hijas figuran en el testamento de don Baltasar), tonadas y esquinazos femeniles, no duda, siendo mendigo
cundieron los. apuros económicos. Todo ello se desprende de las (como Vireno en Ardid de la pobreza de Andrés de Prado)
informaciones hechas al recibir el hábito de Santiago su hijo don "codiciar mujeres de rasgos angélicos". Tampoco se obser-
Rodrigo Velázquez de Carvajal, como también la noticia de que va esa suerte de relación sadomasoquista de la que, como
tras enviudar en 1656 suplica al rey una pensión de 200 ducados.
Murió probablemente sobre 1664. Los pormenores familiares po- en el caso de los valientes y coimas, de estirpe jacaril, se
drá contrastarlos el lector con el croquis social que con singular desprende una compleja ternura, por cuanto (y la escena
puntualidad aboceta nuestra autora de la nobleza venida a menos
de Andalucía y Toledo. Sólo por ello, además de la certera sen-
cervantina entre el Repolido y la Cariharta pudiera ser
sibilidad por la intuición pasional y psicológica en las relaciones ejemplo) al cruento latigazo sucede la caricia.77 Ni si-
de los personajes, la soltura en los diálogos, el giro festivo e iró- quiera podemos esperar la proclama de Estebanillo Gon-
nico, merecería un análisis detenido. Mi amigo Francisco Roma zález que defiende los usos de Flandes "donde con la
dio carpetazo hace años, en nuestro Departamento de Literatura mayor llaneza y sencillez del mundo se apalpa, se besa
de Valencia, a una tesis que prometía ser brillante sobre la nove- y se galantea sin sobresaltos de celos ni temores de seme-
lista. Junto a esta necesidad de espejamiento de una clase en deca-
dencia que busca, como veremos, un acomodo burgués a su pro- jantes borrascas". A la materia picaresca de dos estudian-
blemática social, sus novelas son cómodo campo para detalles cos- tes "gorrones, enfarsantes, lacayos y fulleros" barloven-
tumbristas, pero sin renunciar a excursos pseudopastoriles como teando hasta la corte vallisoletana, para después acudir a
en La Venus de Ferrara, donde se desarrolla una trama de fingi- Sevilla como patria de mercaderes en trance de comprar
mientos y cruces de identidad dignos de lo que en el siglo si- nobleza, únese un adecuado final feliz que, con tener resa-
guiente calificarán los franceses, en homenaje al delicioso Mari-
vaux, de marivaudage; pero también en la exaltación caballeresca bios moralizantes, quiebra la lógica del texto picaresco
del héroe, como en El amante venturoso o de la mujer varonil que requería, y así sucede en el Buscón, un desvelamiento
en Amar sin saber a quién, por no hablar de la amable y atre- final del burlador en busca de matrimonio ventajoso me-
vida versión burlesca de la Fábula de Dafne y Apolo (op. cit.,
folios 124-128). En el prólogo de la colección hace mención a "un
libro de doce comedias" que parece compuso, pero del que, por 77 Cf. T. Hanrahan, El amor en la novela picaresca española,
desgracia, no nos ha llegado más noticia. La Haya, 1977.
42 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 43
diante la usurpación de identidad. 78 Dentro de la utópica escritura bajo la cual se lanza el optimista "Armindez tuvo
falacia democratizadora del amor ("Que el niño vengati- lugar de campear caballero en la Corte como se había
vo/suele igualar los montes y los valles"), Armindez se fingido en Sevilla", en un paréntesis social ciertamente
prenda de doña Leonor "hija de un grueso mercader que utópico. No en vano, para desviar la atención de este con-
en aquel año había pasado a las Indias", y para ello pone ciliatorio final, las ediciones que suceden a la de 1624 se
en solfa a su modo, mediante el teatralizado comporta- subtitulan espúreamente El picaro amante y escarmiento
miento de quien oculta una noble posición, el tópico de de mujeres, enfatizando el castigo del arribismo mercanti-
la nobleza encubierta, publicando calidad "en su talle y lista. El pseudo Nobeti Ponchi y Oya Marsac, mendaz
acciones". A la familia de mercaderes, arribistas de título, editor de la colección en 1736 pondrá las cosas otra vez
los dedos se le hacen huéspedes con el que alojan —bajo en su sitio, al ofrecer un final en el que se acentúa el
el hábito de criado— en su indiana mansión: "Vuestras compromiso burgués rescatando para el happy ending al
acciones —dirá doña Leonor— dieron seguro indicio de coautor de la farsa, el amigo Vriango. 81
la nobleza que tenéis".79 Así, el Camerino tan sangrante- Sin duda Ardid de la pobreza y astucias de Vireno82 res-
mente expeditivo de Los efectos de la fuerza hace honor ponderá más al modelo esperado: sus inquilinos constitu-
a su ascendencia italiana y a su pragmático sentido econó- yen un círculo de marginados con abolengo delincuencial
mico de aventurado arbitrista que desea desempeñar la co- de baja estofa: un borracho soldado fanfarrón, el cochero
rona, y posibilita una lectura alternativa del determinismo terceril paseado otrora por la Inquisición, un licenciado
hereditario de la picaresca que obligaba a un derrumba- poetastro, villancista de ciegos y burlado protector de una
miento de la farsa.80 La imagen literaria de una movilidad supuesta viuda con hijas doncellas cuyos entretenimientos
social (que posibilita, según Cavillac, el que La Geneste "no eran muy lícitos"; las tres, junto con Olimpa, encu-
asimile a la órbita francesa un texto ideológicamente aris- biertas rameras asentadas y "primas de la música de Cu-
tocratizante como El Buscón de Quevedo) viene promo- pido", 83 imponen un marco misógino y amargo para el
vida, pues, por una aparente —y efectiva— trama amorosa,
78 Cf. el interesante artículo de Cécile Cavillac, "El picaro aman- 81 Vid. n. 19 de la novela.
te de José Camerino et L'aventurier Buscón de la Geneste: étude 82 En Meriendas del ingenio y entretenimientos del gusto (Zara-
d'un cas de méditation littéraire", Revue de Littérature Comparée, goza, 1663). Andrés de Prado, seguntino (de Sigüenza) y no sagun-
47, 1973, pp. 399-411. En el estudio se pone de manifiesto la tino como recogen erróneamente autores como Cayetano Rosell, es
evidente influencia de Camerino sobre La Geneste al objeto de su autor. Cf. Juan Catalina García López, Biblioteca de escritores
adaptar a la mentalidad francesa un texto como el de Quevedo de la provincia de Guadalajara (Y bibliografía de la misma hasta el
en L'Aventurier Buscón. Histoire facecieuse de 1633, al que se da siglo XIX), Madrid, Rivadeneyra, 1899, p. 439. Intuyo en él una
una solución burguesa. El nombre de la protagonista (Rozele) función aneja a lo eclesiástico, pero todo 4o que he podido averi-
parece inspirado en la Rosila de Camerino, por no hablar del guar se desprende de citas circunstanciales extraídas de la monu-
título del último capítulo de la obra francesa: "Buscón faite con- mental obra de fray Toribio de Mingüella, Historia de la diócesis
fidence avec un des Comediens & s'en vont ensemble á Seville. de Sigüenza y de sus obispos, Madrid, 1913, p. 570. Vid. Juan
II devient amoureux de la filie d'un marchand fort riche. lis en- Sanz y Díaz, "Dos escritores alcarreños del siglo xvi (sic)", Ars,
trent pour serviteurs domestiques chez elle. Les admirables feintes, número 9, 1958, pp. 54-55, y mi Novela corta marginada..., pági-
desguisements et subtiles inventions dont Buscón se sert pour nas 41-42.
obliger cette filie á l'aymer; & enfin son mariage avec elle: qui 83 También en La fantasma de Valencia, de Castillo Solórzano,
est une agreable histoire" (ed. cit., p. 315). asoma, con la discreción que el caso requiere, la figura de la mu-
79 Cf. n. 3 de la novela. jer de casa llana, pues don Gonzalo confiesa "me llevaban a di-
80 Cf. art. cit. en n. 78. vertir a casas de algunas mujeres". Doña Estefanía, que "bailaba
con grande desenfado", acabará en su propia posada, donde reme-
44 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 45
devenir de Vireno —tan hábil defraudador de nobles dera nobleza califica mi dueño con las muchas que tiene
como bisoño en la estrategia amatoria—. La reflexión se- la suya". Este sentido de la virtus y un sentido palma-
nequista final del "omnia mea mecum porto" y el segui- riamente pragmático de la nobleza segundona o venida a
miento de la norma de la poética picaresca de prometer menos vuelve a leerse en La fantasma de Valencia (cuota
una segunda parte, con su definitivo destierro del espacio de pseudomagia y ribetes nigrománticos tan cara a la folle-
novelado, parecen evidenciar la tonalidad opaca y escép- tinesca gama argumental del género que nos ocupa). Como
tica de la trama amorosa, y la inadecuación del comporta- sucederá en otras novelas, Castillo desvía hacia un meca-
miento literalmente cortesano de Vireno en su despliegue nismo moral de advertencia la ruina económica del sector
de gestos de galanteo con las exigencias de un género (el social que él, por experiencia, conoce: la baja nobleza.
picaresco), que ya en 1663 se siente como definitivamente Don Juan ha visto dilapidado su dinero en mujeres y en
rescatado para la aventura descomprometida con el con- el juego, con lo que se impone una retirada estratégica al
texto social. medio rural desde el urbano para volver posteriormente
Camerino vuelve otra vez contra el arribismo mercanti- a Valencia y Madrid, como espacios polarizadores de la
lista en Los efectos de la fuerza. Los amores de Sebastián, acción. Don Gonzalo Perafán de Rivera, que ve el cielo
de noble estirpe, y Estrella, hija del más rico mercader de abierto para ganar fama a través del resquicio de movili-
Lisboa, se acogen a la vieja tradición romántica de la tru- dad social de la milicia ("camino por donde tantos por
culencia y el romance de ciego. La historia de la monja sus animosas hazañas han venido a valer y ser estimados
que rompe sus votos para seguir a su amante es tratada de sus reyes"), hace gala de un preciso sentido pragmático
con apasionada retórica y magnificación que consigue mo- al confesar ver templada su pena amorosa ante la herencia
mentos de arrebatado interés, para culminar en la catártica de un mayorazgo, aunque ello sea a costa de la muerte de
escena de los enamorados devorados por las fieras de una su hermano. Y al no dudar, para no poner en peligro la
isla desierta, no sin antes dejar testimonio escrito de su ventajosa herencia de su amada, en convertirse en la gro-
desventura sobre las duras rocas de los acantilados. Bien tesca careta de un fantasma que salta tejados. La sustitu-
es cierto que toda esta epidermis estética oculta la sola- ción del cortesano ritual de la escala en la ventana y el
pada condena de la clase mercantil portuguesa; el padre nocturno desvelo musical por la industriosa y eficaz trama
de Estrella concentra toda la riqueza en su hijo Francisco de opereta de la fantasma son, cuanto menos, síntoma de
(no es otro el motivo de que su hija sea llevada al claus- la extensión de una cierta ideologización del mundo basada
tro monjil) "porque con ellas pensaba dorar su nacimiento en el deseo de constituir en protagonistas a personajes que
de manera que le acreditase noble con todos" [...]. "Y a duras penas disciernen entre una escala de valores im-
ya lo intentaba con el ordinario principio del don, tan afa- puesta por una mentalidad prepotente, estamental y aris-
ble que con todo se acompaña." La fundación artificial de tocrática, y la suya propia, basada en una reivindicación
un mayorazgo, estableciendo una competencia de élite y mediatizada por el interés económico en donde, sin dema-
de clase apunta a la intolerancia social que se vislumbra siado empacho, el amor puede ser también un valor de
por debajo de las protestas de Sebastián que, acusado cambio. Ello-sucede incluso en novelas de refinado am-
de "pretender cosa que no conviene a la naturaleza de biente cortesano y festivo como Los dos soles de Toledo,
su linaje", responde que "si en la virtud está la verda- con un don Lope "nobilísimo por su estirpe" y "rico y
poderoso respecto de lo mucho que heredó de sus proge-
mora el caballero "que más desenvueltamente que en la suya mos- nitores en censos y un vínculo de dos mil escudos...",
tró sus habilidades "\ disputadísimo por la competencia amorosa de Nise y de
46 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 47
Mitilene; unido finalmente con la última, terminarán aca- pidiese su parecer, le dijo: "Muchos me han pedido limos-
parando las haciendas de sus respectivos rivales, Nise y na en muy elegante latín: sepa vuestro hijo pintar, y po-
don Gregorio; este último, incluso, habiendo desestimado drá darla; pues si algún tiempo se viere pobre, le servirá
la dote de su prometida, "condición y punto muy conve- de oro; y si rico, de esmalte.
nibles" —nos dirá el autor— "y en estos tiempos poco La imbricación del valor fiduciario o de ejercicio pro-
pedido de los novios". 84 fesional con renta económica en la consideración enalte-
Pero el instinto burgués que tratamos de percibir, llega cedora, nobiliar, del arte de la pintura es, en el xvn, una
a su ejemplo más característico en la novela La industria cuestión polémica a la par que objeto de enconados pane-
vence desdenes de Mariana de Carvajal, paradigma iniciá- gíricos. En otro lugar, y para otro objeto, he recordado el
tico de uno de los recursos de ascenso progresivamente so- Memorial dado a los profesores de pintura por Calderón
focados por la reacción conservadora de las fuerzas socia- en 1677, 87 testigo excepcional de una querella, síntoma
les en el Barroco: la cultura 85 o el ejercicio de un arte li- del trabajoso paso del artesano al rango de artista, como
beral. Don Fernando de Medrano, noble venido a menos, muy bien ha explicado Julián Gallego.88 Dice así el dra-
dará estudios de música a su hija Jacinta, "pues no tenía maturgo en el citado documento:
dote igual a su calidad" y su primogénito don Pedro, al
tiempo que se licencia en Teología, no duda en instruirse Nada pone en más alto predicamento a la Pintura, y a
en el arte de la pintura con tan nítido interés económico sus Profesores, que la amiga desunión en que siempre se
que asombraría si la época no ofreciera muestras de espe- han mantenido, y conservado, sin hacer nunca Cuerpo de
cial sensibilización por el tema. No tiene desperdicio para Comunidad aparte, ni tener Examinadores, juntas ni Ca-
el asunto que aquí desarrollo, el ejemplo traído por Juan bildos; pues si tal vez han hecho algún servicio a su Rei,
Rufo en uno de sus Apotegmas: 86 ha sido con protesta del Donativo voluntario, y aun ese
concedido por algunos particulares, sin general poder de
Desde muy niño mostraba inclinación a pintar cierto todos, como consta de no haber nombrado entre sí Repar-
hijo de un amigo suyo que, aunque era hombre honrado, tidores, tanto por no haber tenido necesidad de ellos, quan-
no le sobraba hacienda. Pues como estuviese en duda si le to por la imposibilidad que hubiera en ajustar la igualdad
dejaría seguir aquel arte, o le haría estudiar latinidad, y le de los repartimientos, con la desigualdad de las pinturas
[...] Porque si se les repartiera considerable precio al que,
a costa de sus estudios, adquirió caudales, y se les reser-
84 Como desmentido a la repentista conjetura de L. Pfandl sobre vara por pobre al que por falta hizo vulgar el egercicio,
esta clase "pseudo-burguesa", "la menos nacional del pueblo espa- fuera gravar aciertos, y tolerar errores, [...] y más a vista
ñol en el Barroco" (vid. Cultura y costumbres del pueblo español de las leyes que dan por, libres a .los eminentes en sus
en los siglos XVI y XVII. Introducción al estudio del Siglo de
Oro, Barcelona, Araluce, 1929, p. 109). Cf. José A. Maravall Ca-
Artes, de capitales penas; y hai lei que ordena, que el
sesnoves, "La estimación social del poder del dinero", Estado que labrare en agena posesión, deje a su dueño lo fabrica-
moderno y mentalidad social, Madrid, Revista de Occidente, 1972, do, o lo sembrado en ella; y luego la misma lei dispone
volumen II, pp. 90-94, y "La incipiente aparición de la figura del
burgués y su problemática presencia en España", ibid., pági- 87 Cf. E. Rodríguez y A. Tordera, "Calderón entre la pintura y
nas 130-136. la escena: descartando borradores", La escritura como espejo de
85 Cf. otra vez J. Antonio Maravall, "La cultura como vía de palacio, Kassel, Ed. Reichenberger, 1985, pp. 15 y ss. Cito el Me-
ascensión social de los burgueses", op. y loe. cit., pp. 160-163. morial según la ed. de F. Calvo Serraller, en Teoría de la pin-
86 Los seiscientos apotegmas (1596), ed. de Alberto Blecua, Ma- tura del Siglo de Oro, Madrid, Cátedra, 1981, p. 545.
drid, Espasa-Calpe, 1972, p. 158, núm. 446. 88 El pintor, de artesano a artista, Granada, Universidad, 1976.
48 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 49
que si la posesión fuese una tabla, en que diestro Pintor para que su hermana, con acrecentada dote, efectúe un
hubiese egecutado algún diseño de estimable valor, en ese ventajoso matrimonio, y acumula una pequeña fortuna
caso ceda la tabla a la Pintura, quedando la pintura para ("Razón es pagar al pintor" —dirá el cardenal Zapata)
el Pintor, y el precio de la tabla para el dueño: con que que, si no lo ennoblece directamente, posibilitará un feliz
si la misma lei que en común obliga a todos, privilegia en enlace de su sobrino y heredero, don Jacinto, para el que
particular a la Pintura; bastante conseqüencia deja a las se constituye en descarado casamentero, buscándole dama
demás, para que la miren como esenta, y traten como no- "entre sus hijas de confesión". Comienza entonces en la
ble. Y habilidad, que a diversión de mayores cuidados, novela ese extraño y sintomático espejamiento edípico
aprendes Reyes, no puede quedar villana para nadie. de don Pedro (gemelo de su hermana Jacinta): manda
Se trataría, en fin, de mostrar la pintura no como arte que Jacinto entre en Toledo "de noche, y sin vestidos,
mecánica (no desdeña don Pedro el trabajo de pintor de porque no gustaba que supieran su venida hasta adornar-
retratos o realizar frescos monumentales para obsequio del le a su gusto". Una vez frente a él, recupera la imago
cardenal Zapata), sino mental (según la expresión de Leo- fraterna: "El deseo me has quitado de ver a tu madre:
nardo de Vinci), 89 ejecutado por hombres libres y no servi- no he visto cosa más parecida", y no duda en darle las
les que fundamentalmente aspiran a no pagar impuestos galas apetecidas para su contemplación: "Como le halló
pero que mantienen una posición clara al respecto de sus vestido, le m and ó que se paseara." Lo social queda sumer-
emolumentos. El gesto de esta familia andaluza es plena- gido en la trama erótica con el conflicto subsiguiente a la
mente preburgués y explica los indicios depositados por la elección de Beatriz de Almeyda como objeto del enlace:
Carvajal en su novela no sólo respecto a la minuciosa aten- ella también es pobre y doña Mariana no tiene empacho
ción prestada al vestuario sino a la fascinación en la re- en describirla, junto a su madre, "bordando casullas y
acreación de interiores de extrema ostentación, lo cual estáotrasteres
cosas" (la novelista, me temo, sabía de estos menes-
salvadores de la economía doméstica). Pero eso sí,
ya presente en el marco introductorio de las novelas: desciende de un hábito de Santiago. El final del relato se
... y mando que aderezaran una sala, que caía al jardín, presiente como irremediable. Pero contrasta, sin duda, este
adornándola de turquesadas alfombras, almohadas y sillas descenso a la cotidianidad social la alta temperatura lite-
bordadas, ricas y costosas láminas, varias pinturas, lustro- raria, la sorprendente mixtificación del tratamiento inicial
sos y grandes escritorios: dos braseros de plata, colmados del enamoramiento: don Jacinto se prenda de doña Beatriz
de menudo y bien encendidos errax, cercados de olorosos ex auditu (vid. n. 13 de la novela), a partir de lo cual se
y ambarinos pomos; prevenidas luces que a sus encendidos despliega un complicado ejercicio (tan retórico como su-
visos, arrojauan las ricas alhajas cambiantes tornasoles... gestivo) de cierto psicologismo, pero de fresquísimo len-
(fol. 5. ed. cit.). guaje, que no retrocede en los insinuantes comentarios de
pederasta contemplación de don Pedro y sus amigos des-
El comportamiento del industrioso don Pedro (erudito lumhrados por la belleza del joven galán "frente al que
canónigo y pintor) se explica así como un género de estra- los caballeros se han de arrinconar", razón por la cual
tegia de sutil arribismo: renuncia a su escaso mayorazgo don Jacinto se siente obligado a una vindicación masculi-
na: "Adviértole que soy muy hombre y me precio de serlo
para servirle...". El conflicto amoroso se disuelve en una
89 Vid. los nuevos testimonios aportados por Juan J. Martín suerte de disquisición de conveniencias económicas que
González en El artista en la sociedad española del siglo XVII, decaería en interés sin la preciosa asistencia de un tercer
Madrid, Cátedra, 1984, pp. 77 y ss.
50 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 51
elemento: el desparpajo (casi procaz para la época) de la las reglas, explícita una íntima violencia que da sentido
viuda doña Leonor. La solución de la novela no será así, a la enajenación trágica de algunos relatos, los cuales se
en buena lógica, de cariz puramente burgués. La "calidad" elevan así, otra vez, por encima de la alegre sensualidad
de doña Beatriz desbordará, en última instancia, los bue- o del solaz hogareño de las teorías, y, por supuesto, mar-
nos dineros de doña Leonor. Hay valores trascendentes (la cando una liberación de las formas ideales del amor y del
aureola de un título o la discreción de una dama) por enci- sexo. No me preocupa la consideración del carácter de
ma de intereses pecuniarios. Las reacciones gestuales, arre- unión sagrada 92 que puede leerse en los incestos —bien
batadas, de doña Beatriz son, no obstante, particularmente arquetípicos— que aparecen en La mayor confusión y
bellas: rasgar los papeles del amante, el arrebato de sus Los hermanos amantes, sino su utilización en el rigor pa-
reacciones ("Enfadóse tanto que tropezó con unas chinelas sional y el cierto desplazamiento de la norma en el seno
que traía"), la palidez del semblante de don Jacinto en su de la propia transgresión. Desde luego Juan Pérez de Mon-
primer contacto corporal con su amada al tomarle las ma- talbán recogió el argumento de La mayor confusión en
nos, el "copioso sudor" y la "encubierta cólera" de Beatriz fuentes anteriores, la mayor parte ya reseñadas por Caro-
ante la ofrenda de un clavel a su amado por la rival, esto line B. Bourland o Víctor Dixon. 93 Añado que en una de
es, praxis cotidiana y no exceso retórico teorizante y pla- las historias amorosas que cuenta Partenio de Nicea {Ero-
tónico. Aquí el gesto revela más que el lenguaje literario: tika pathemata, ca. 20 a. C), la madre de Periandro de
el pellizco de doña Leonor al joven es notoriamente expre- Corinto engaña a éste haciéndole creer que es otra mujer
sivo, lo mismo que el ademán displiciente de doña Beatriz quien le visita y cuando él la reconoce ella le impide, con
arrojando a los pies de su amado (es su especialidad) la su poder demoníaco, la expiación. Pero el asunto que más
pera bergamota que le había ofrecido como nuevo y manso cercanamente pudo inspirar al Licenciado es la novela
Polifemo buscando vituallas en su zurrón para la ninfa cuarta de la tercera jornada de las Cento Novelle de San-
Galatea. sovino: Madona Lisabetta vedova rinuassa, del figliuolo
Y es que el amor en la novela corta aparece, como ya s'innamora, ilquale d'una fanciulla sementé della madre
dije, en su fase emergente y no en la cotidiana. De ahí fieremente innamorato, con lei trouar credendosi, con la
que la disposición pasional hacia el conflicto sea la domi- madre si giace, et ne nasce una figlia, dellaquale il figliuo-
nante. Como dice Denis de Rougemont,90 en la ficción lo fratello, padre e marito ne deviene (Venecia, 1571,
literaria el obstáculo es un artificio para construir una f. 58 r). O la historia análoga de la novela XXX del Hep-
historia de amor dotada de sentido. La sublimación de este tamerón de Marguerite de Navarre, de Bandello (novel-
principio, que es artístico, pero que también —y por lo le XXXV) o de los Hecatomminithi de Giraldi Cintio
que se refiere especialmente al siglo xvn— es sociohistó- (V, 3) que corrían en castellano desde 1590.94 Seamos
rico, 91 lleva al eros a un umbral en el que el amor tras-
ciende o desborda las estructuras, invade el territorio de
92 Cf. Robert Stein, Incest and Human Love, Baltimore, 1974,
página 38.
93 "La mayor confusión", Hispanófila, 1958, núm. 3, pp. 19-20.
90 L'amore et l'occidente, cit. por F. Alberoni, op. cit., p. 25. 94 Transcribo, para el lector interesado, el resto de la fortuna
91 Léase en Sandra M. Foa, Feminismo y narrativa. Estudio del literaria del tema, tal como lo describe Víctor Dixon: "El inglés
tema, y las técnicas de María de Zayas y Sotomayor, Valencia, Horace Walpole, al dramatizarla un siglo más tarde en su tra-
Albatros, 1979, p. 94: "Un rasgo característico de una etapa de gedia The Mysterious Mother [1768] creía seguir una anécdota
crisis es que el amor se reduce a violencia, lujuria, apetito desen- relativa al arzobispo Tilloston [...]. Lutero la contó como ocu-
frenado, perversión." rrida a Erfurt (Sajonia) y existían epitafios al joven matrimonio
52 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 53
justos: el hecho mismo del incesto entre Casandra y su mayor confusión como "monstruosa y hedionda", y a su
hijo ocasiona más polvareda en críticos contemporáneos autor de "plumífero libidinoso y degenerado". Poco aten-
que en los de allende el Barroco. Quevedo, que no tuvo dió a la pía aprobación del Maestro Sebastián de Mesa y
piedad en lo que a satirizar a Montalbán se refiere, solem- del mismísimo Lope (a quien, precisamente, está dedicada
niza más en la Perinola lo farragoso del estilo que tamaña la novela): "No tiene cosa alguna en todo su discurso
extralimitación moral: que disuene a nuestra Fé ni a las buenas costumbres: el
estilo es elegante, sentencioso y grave, con muchos avisos
Las novelas [...] no son ni fábulas, ni consejas, ni no- y reprehensiones para todas edades, y donde particular-
velas, ni si-velas, ni candiles, con ser tan sucias. No tienen mente puede ver como en espejo muchos discretos exem-
ni pies ni cabeza [...] El lenguaje, de cansado, jadea, los plos la corta experiencia de los tiernos años". Y concluye
discursos son tahona, que muelen como bestia; no cuento Amezúa contundente: "A pesar del vasto conocimiento que
las impropiedades, porque son tantas como los dislates; el
suceso, si así le tiene el autor, no acabará en bien; y para tuvo don Juan Valera de la literatura clásica castellana,
agraciarlos más, los hizo tan largos como pesados con poco no conoció estas novelas de Montalbán, pues, de otro
temor y reverencia de los que imprimió el ingeniosísimo modo, no habría dejado de referirse a ella (sic) cuando
Miguel de Cervantes.95 defiende a las demás españolas de los siglos xvi y xvn
de la tacha de naturalistas; y hasta quién sabe si la hu-
"La literatura edificante de la época —escribe Francis- biera emparejado con las nauseabundas y groseras de Du-
co Márquez Villanueva— se despacha a su gusto en ma- ranty, Bonnetain, Lemonier y otros malos discípulos y
teria de estupros y excesos sexuales, que a nadie escanda- secuaces de Zola, que con tanta gracia y razón sacó a
lizaban en aquellas calendas y traían sin cuidado al Santo la vergüenza en su primoroso Arte de escribir novelas"
Oficio". 96 No así a don Agustín González de Amezúa que, (op. y loe. cit., pp. XIX-XX).
en su edición de las novelas, se revela eximio catequista Desde mi óptica, y por encima de toda morbosidad,
al denunciar en los ocho relatos "una conjugación recal- debe atenderse al profundo sentido trágico y romántico
citrante del verbo gozar en la tercera acepción que da a de un Montalbán llamado, por cierto, a acabar con la
esta voz nuestro Diccionario académico",97 y califica La mente sumergida en Ta locura: "No le valieron —dice de
en varias poblaciones de Francia. Uno de ellos fue visto por Julio
Casandra— medicinas ni diligencias contra la fuerza de
Iñíguez de Medrano [...]; lo cita, con su explicación, en la Silua su destino". Ahora bien, desde luego no es ésta primera
curiosa [1583]: 'Ci gist la filie, ci gist le pere, / Ci gist la seur, parte del relato la que conllevará la sucesiva serie de mu-
ci gist le frere, / Ci gist le femme, & le mari / Et si ny a que taciones y mutilaciones impuestas por el índice que se
deux corps ici...' [...]. En 1923 A. M. Espinosa dio a conocer una anotan en las correspondientes variantes. Ya me he refe-
versión popular, recogida en Llanuces, Asturias", p. 19. No debe rido más arriba a cierta desviación del paradigma por
olvidarse tampoco (pues no lo citaba Dixon) la comedia de Juan
de Matos Fragoso, El marido de su madre, de mediados del si- parte de Montalbán en relación al tratamiento arquetípico
glo xvn, sobre la leyenda de San Gregorio, según el texto de la del incesto madre/hijo. En éste, la oposición a la concep-
Vie du Pape Grégoire, h. 1190. ción poética de Ta pareja y la función seductora que ordi-
95 Obras festivas, ed. P. Jauralde Pou, Madrid, Castalia, 1981, nariamente corresponde a la mujer, conducen a un fracaso
páginas 192-193. de la relación e incluso a una solución cómica. Tampoco
96 Op. cit., p. 144.
97 Le ahorro al lector la inevitable curiosidad por la búsqueda: se verifica la ecuación moralística de la anagnórisis vs. in-
"Conocer carnalmente a una mujer." Era presumible. La cita es cesto consumado. Nótese que el climax trágico pivota
de la ed. de los Sucesos y prodigios, de 1949, p. XV. precisamente en este deslizamiento hacia una solución de
54 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 55
conciencia plena de la trasgresión que pasa por el con- gracianesca, nadie sabe de la trasgresión, ergo, ésta no
cepto, clásico ya en el psicoanálisis y en la filosofía esté- existe. Claro que la argumentación casuística puede ser
tica de lo siniestro, es decir, aquella suerte de espanto que más compleja; la solución —luterana, según Dixon— re-
afecta las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás, viste simbólicamente un modo sutil de la ceguera edípica:
según Sigmund Freud 98 o, de acuerdo con Eugenio Trías, amans non videt quod scit, dijimos. Y "la voluntad nace
lo que es condición y límite, lo que debe estar presente sin ojos", dice Casandra refiriéndose a su inmoderado de-
bajo forma de ausencia y no puede ser desvelado.99 La seo. Henos, pues, frente a un discreto y mordaz escollo
carta postuma de Casandra —tan cruel como inútil, cuan- a lo que el lector pausiblemente esperaba (quizá la censu-
do el doble incesto ya se ha consumado— enfrenta a don ra también, y de ahí que forzara a un final alternativo con
Félix con los dos polos de la tragedia: la revelación de lo la muerte real del protagonista incapaz de superar la zona
siniestro familiar oculto en el pasado y, por otro lado, su oscura de la revelación de lo siniestro), pero que no es
actualización en una especie de retorno de lo semejante, más que una relectura de la calderoniana epistemología
de espejamiento de su doble, al descubrir estar casado con del honor: "Porque no sepan que sé / que sabes flaquezas
su hija y hermana. Por momentos don Félix parece el bo- mías...". Y, sobre todo, una vuelta hacia el camino más
ceto de un gigantesco personaje trágico: por desgracia se allá del mito: como si Montalbán hubiera formado o to-
queda en eso, un proyecto. Galán de novela, en fin, no mado como modelo no el catártico Edipo de Sófocles,
supera el esquema bifronte en el que se mueven los per- que se arranca los ojos (testigos de la terrible anagnórisis
sonajes masculinos de las distintas novelas: una síntesis de una culpa construida en la retaguardia de su destino),
tormentosa, a menudo atrabiliaria, no pocas veces alejada sino el Edipo homérico (1200 a. C.) que, dando vado al re-
de nuestra sensibilidad y con dos modelos literarios: el mordimiento, se reencuentra con su realidad, soporta lo
cortesano y puntual Amadís y el vendaval erótico donjua- terrible y reina, feliz, durante muchos años.
nesco de su hermano Galaor.100 Este punto climático es, La prueba de que la verdadera subversión de la nove-
sin duda, conscientemente artístico. Un efecto de inmer- lita de Montalbán residía en un final anticonvencional
sión en la confusión proviniente de un amor caecus des- desde el punto de vista de la moral dogmática es que Los
vanecido. La consiguiente actuación de don Félix —en hermanos amantes ofrecen, con ventaja, el mismo tenor de
la primitiva redacción montalbaniana de la novela, se en- truculencia y paroxismo en esta trasgresión amorosa. El
tiende— es lo verdaderamente subversivo y al tiempo, si incesto, esta vez doble, de Elisa con sus dos hermanos, agra-
bien se mira, lo más ajustado al mito. Nótese que don vado por el hecho de que la revelación de lo siniestro no
Félix persigue el consejo de gentes graves y eclesiásticos implica, en el momento en que Elisa reconoce, con las
hasta que llega, casualmente, a un jesuíta (vid. n. 22 de primeras luces del día, que yace junto al cuerpo de don
la novela). Su consejo será una masiva aplicación del có- Fernando, el esperado rechazo, sino que con apasionada
digo prudencialista y de cínica y honesta disimulación resolución expone una antianagnórisis moral'. "Ya que es
hecho, por vida de tus ojos que no me pesa [...] Pues
quiere que así. vivamos, vaya. Que pues ha sucedido lo
98 Obras completas, Madrid, Ciencia Nueva, 1977, p. 2484. más, bien puede pasar por lo que es menos". El final,
99 Lo bello y lo siniestro, Barcelona, Seix Barral, 1983, p. 17. sin embargo, sólidamente anclado en los mecanismos pu-
100 Como el inolvidable don Juan calderoniano de No hay cosa nitivos de la superestructura moral coactiva, no ofrece
como callar: "Si por dama, cosa es llana / que a mí lo mismo lugar a dudas, y el Santo Oficio, en este caso, dióse por
me inclina / angosta una vizcaína, / que ancha una castellana...",
Ed. de A. Valbuena Briones, Madrid, Espasa-Calpe, 1973, p. 164. satisfecho. La infeliz Elisa es otro interesantísimo perso-
56 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 57
naje, hábilmente construido por Guevara a base de depu- Elisa muestre su entusiasmo por recibir, a causa de
rados tópicos barrocos en torno a la belleza narcisista: ello, la herencia del mayorazgo. El pragmatismo, otra vez,
"tan amante de sí propia —la describe— que venía a pasa por lo económico. La joven es, sin duda, el personaje
tener, tal vez, celos de si mesma". Víctima de la culpabili- más logrado y crece en dimensión trágica a medida que,
dad innata de la hermosura (recuérdese la sentencia de envuelta en el laberinto del doble incesto, maldice su pre-
Tertuliano inscrita en el tendencioso discurso del narra- ñez en una terrible e inconsciente premonición de su muer-
dor), hay una implícita presuposición de la distinción to- te. 103 En segundo lugar, don Fernando, que sólo ocasio-
mista,-traída no sin cierta fuerza, desde la teoría plató- nalmente sale de su esquematismo y eso en los momentos
nica, errtre la bondad y la belleza, contaminada ésta por de emulsión lírica, expresando el conflicto no sólo de lo
factoreWe apetito sensual.101 La pasión incestuosa de don vedado sino de la usurpación de identidad (la de' don
Fernando (para más inri en estado eclesiástico), como más Pedro Ponce, el otro, cuya alteridad es asumida para se-
tarde la de don Baltasar, el bastardo, pasa así por la con- ducir a Elisa): "No vivo de lo que siento / ni lo que pa-
dena moral de las evidentes insinuaciones sensuales que dezco lloro, / ni me entiendo ni me ignoro, / sólo sé que
afloran en la novela: el arrebato visual de don Fernando quiero bien / y que quiero bien a quien / cuando mía,
(con la advertencia de que "en el camino del amor quien ajena adoro". El eros de la trasgresión fluctúa así entre
cierra los ojos no tropieza y tropieza quien los abre") o la superación del nous o conocimiento y la vigilancia de la
el estremecimiento de su contacto físico con el objeto del conciencia del territorio prohibido. No es extraño que
deseo: "Fué el tocarle la mano para don Fernando lo aparezca, en medio del asunto, un intento de reconduc-
mesmo que agotar el que bebe veneno toda la ponzoña del ción del "mal nacido amor" al excurso pastoril como me-
vaso". canismo —literario— de restablecer el ordo rectus moral,
Tuvo sin duda Luis de Guevara a mano fuentes diver- la evasión armónica de lo platónico, cuando don Fernan-
sas para un motivo por lo demás tan trillado,102 pero le do, para olvidar a Elisa "tan por su mal mirada", acude a
presta especificidad los indicios vertidos sobre la familia, "la música dulce de los diestros pajarillos, la vista de los
"hijos de padres judaizantes" y "no muy escrupulosos en retorcidos y frondosos árboles, la corriente apacible de un
la honra", incluso en el hecho de que don Fernando tome músico arroyuelo, que por lisonjear algunas flores, hacía
los hábitos para obtener prebendas económicas y de que carreras por el prado como jinete galán". En este locus

101 "... quod objectum movens appetitum est bonum apprenhen- ios «Tal vez deseaba que fuera víbora lo que alimentaba en sus
sum. Quod autem in ipsa apprehensione apparet decorum, accipitur entrañas, que antes de salir se las partiera y quedara sin vida."
ut conveniens et bonum" (Swntna, 2, 2.a, q. 145, art. 2). "Ita quod El emblema Patris ofensio, filiorum ultio, de Hernando de Soto
bonum dicatur id quod simpliciter complacet appetitui; pulchrum (Emblemas moralizados, Madrid, 1599, ed. de C. Bravo Villasante,
autem dicatur id cuius ipsa apprehensio placet..." Madrid, FUE, 1983, p. 6), representa precisamente a la víbora
102 Cayetano Alberto de la Barrera, en su Catálogo, pp. 506-507, autoaniquilándose por sus crías, que, así, vengan a su padre,
cita la obra de Fernando de Zarate y Castronovo, Los hermanos según fuentes de Plinio (Naturalis Historia, lib. 10, cap. 62) y,
amantes y piedad por fuerza, escrita a mediados del siglo xvn explícitamente, Claudio Eliano, en Historia de los animales, lib. I,
y editada en el tomo Comedias escogidas de diferentes libros de 24, ed. de J. M. Díaz-Regañón López, Madrid, Gredos, 1984, t. I,
los más célebres e insignes poetas, Bruselas, 1704. P. D. Rogers página 86. En última instancia Eliano refuta la leyenda, proveniente
y F. A. Lapuente, en Diccionario de seudónimos literarios, Madrid, de Herodoto (ed. cit., lib. XV, 16, t. II, p. 233). Pero la imagen
Gredos, 1977, p. 477, identifican a Zarate como Antonio Henrí- empleada por el. novelista es poderosamente convincente para
quez Gómez (muerto ca. 1660), dramático y prosista imitador de expresar el horror de la escena de los hermanos destrozando pos-
Quevedo y autor de comedias históricas y de enredo. teriormente con crueldad el cuerpo de Elisa.
58 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 59
amoens ve junto a una fuente "entre el corriente vidrio Confusos "de una misma atrocidad", "ignoraban lo que
de ella una hermosa zagaleja que se quejaba a sus inquie- les había sucedido porque hay cosas que, aunque se miran,
tos cristales de que su hermosura no bastaba a enamorar no se creen". Sin embargo, la sombra o fantasma de un
un ingrato pastor, causa de sus ansias [...] unos ojos cadáver destrozado por un barco en los arrecifes, acaba
verdes de otra pastora, más venturosa, no más bella, con sus vidas de horror y de miedo, se dice. Un final
se los hurtaron y a él los sentidos, cosa que le hacía dar patético y represivo, envuelto en la estética tremendista
gritos por aquellas selvas, aunque en parte, con el empleo del castigo, pero que, como en el caso de Los efectos de
que pensaba hacer de otro pastor, si no tan galán como la fuerza logran la temperatura romántica más alta del
su perdido zagal, más amante de sus donaires, mitigaba conjunto de los relatos.
su llanto..." La escena, presenciada por el atribulado Lejos de una cristianización progresiva del Eros en
galán, hace que, de inmediato, regrese a la ciudad "donde Agape, el gesto estético del amor en estas novelas se basa
quiso enamorarse de su prima Estela: mas amor que tiene en un discurso pasional, en una afirmación del careo
el particular gobierno suyo en la tiranía, ni deja a los que deseo vs. posesión, dilema y no ecuación platónica, como
quieren enamorarse ni a los que no quieren permite que ya señalaba el Banquete: "Luego éste y cualquier otro
no se enamoren". El amor es pasión general, pero el ver- que siente deseo, desea lo que no tiene a su disposición y
dadero amor, el buen amor, se halla —según el género tan no está presente, lo que él no es y aquello de que carece.
bien estudiado por Avalle Arce— 104 entre pastores, y es ¿No son éstas o cosas semejantes el objeto del deseo y del
propio de su incontaminada Arcadia, de sus pastorales amor? (op. cit., p. 582 b). Eso sí, del objeto del amor
pechos, penetrados —según Cervantes— de saber filosó- como posesión constante de lo bueno 105 hay un traslado al
fico, de sentido trascendente donde, aquí sí, va implícita plano erótico en el que la sublimación literaria del deseo
la facultad cognoscitiva y el discernimiento moral de la lo convierte en un deseo enajenante, en una res inmmo-
belleza. La inscripción arcádica de Cervantes en el dis- derata que se instituye en el verdadero placer, pero tam-
curso de la Edad de Oro de este tema vendrían a reforzar bién en el síntoma de la desesperada concepción del amor:
este mismo intento, en 1685, de integrar al personaje pre- "Aquellas cosas que amamos —dice Fernando de Herre-
rromántico en un estadio amoroso anejo a la utopía: ra— engendran en nosotros un cierto placer, y este placer
"Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas engendra dentro de nuestra ánima un movimiento, que se
en trenza y en cabello [...] Entonces se decoraban los llama deseo".106 Y, sin embargo, Cervantes, en el Libro IV
concetos amorosos del alma simple y sencillamente [...] de su Galatea, se queja de que el mal del amante es que-
las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, rer gozar eternamente de la amada, pues "no están en ma-
por dondequiera, sola y señora, sin temer que la ajena
desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su per-
dición nacía de su gusto y propia voluntad" (Quijote, 105 Los seguidores de la estética platonizante, como León He-
1,11). breo, discriminarán así el amor como "afecto voluntario de gozar
con unión la cosa estimada por buena", del brutal apetito: "Lo
El desvelamiento de lo siniestro es, para don Baltasar que se ama primero se desea, y después que la cosa deseada es
y don Fernando, no el hecho del incesto sino el estupor habida, entra el amor y cesa el deseo; y el amor es de las cosas
de verse encadenados a un espejo culpable de pasión. que tienen ser, el deseo es propio de los que no tienen ser" (Dia-
loghi d'Amore, 1502, cito por Menéndez Pelayo, Historia de las
ideas estéticas en España, Madrid, CSIC, 1974, t. I, pp. 492-493).
104 La novela pastoril española, Madrid, Istmo, 1974, pp. 238 106 Anotaciones a la Égloga II de Garcilaso, ed. de A. Gallego
y siguientes. Morell, Madrid, Gredos, 1972, pp. 514-515.
60 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 61
nos del hombre gozar cumplidamente cosa que está fuera dad a partir del siglo xm. 108 Las referencias, como era
de él". El propio Juan Rufo recuerda en sus Apotegmas: de esperar, menudean en las novelas de mayor exaltación:
"... su fuego no templado al modo común sino a lo tira-
Dijo a un galán ansioso y desvelado por cierto martelono" y "... es poca comparación decir que su pecho desafia-
que no tenía discurso entero el que no moderaba su afi- ba los ardores del Etna" (Los hermanos amantes), o bien,
ción con un descuento infalible de pensar que aquello mis-
las más que expresivas alusiones de Los efectos de la
mo que pretende no es lo que se le representa. Preguntadofuerza: "Con haber Estrella dejado sin fuerzas al niño
por qué, dijo: que el objeto de la vista es mayor de cerca,
y el del deseo, mayor cuanto más lejos (Ed. cit., p. 18).alado, para acrecentar más su fuego, juzgó frío el corazón
y helada el alma a vista de los incendios que ostentaba su
Mateo Alemán, en su turbulenta historia de Dorido y querido...". Por lo que, tras abandonar el convento en
Clorinia, incluida en el Guzmán de Alfarache (I, Lib. III, compañía de Sebastián, "no pudo el cielo apagar el amo-
cap. 10) anota: "Cuanto más me ha sido defendido, más roso fuego con un mar de agua que arrojó sobre ellos en
ha crecido el deseo: que siempre la privación engendra el el camino".
apetito". Lejos de una fácil consideración moralista de Por razones similares es casi preceptivo el paso de las
esta disyunción posesión vs. cese del deseo, pienso que lágrimas, acometimiento pasional que afecta a los aman-
es la base del azar trágico que preside el eros: 107 "Amor tes puesto que, al decir de Vaenius del amor "sunt lacry-
sin la posesión es muerte del alma" (Los hermanos aman- mae testes",109 y ello en todos los circunloquios posibles
tes); "No son ya mis pensamientos efímeros de un deseo, de la manierista filigrana del estilo: "Presentando en cris-
sino salamandrias eternas de la posesión..." (id.); "En tal las cartas de creencia que en favor de la lengua en-
trompa llegaron el conocimiento del amor, el admitirle, viaba el corazón" (Los efectos de la fuerza); "... por veces
regalarle con favores, y sepultar a la esperanza y deseos lloró tierno, fogoso y líquido vidrio..." (Los dos soles de
en la pretendida posesión" (El picaro amante). Toledo); "... ojos tiernos, húmedos, llorosos y en perennes
Todo lo cual lleva a un acrecentado exhibicionismo del fuentes convertidos...", etc. Pero quizá el gesto más es-
sentimiento alimentado y conducido en símbolos o en tran- pectacular sea el que coadyuva a reforzar una teoría de
ces de actuación. Naturalmente no es accidental que la la tristeza y de la melancolía amorosas. "Languor enim
pasión amorosa sensual se muestre bajo la insistente recu- significat laesionem quandum languentis. Sed amor causat
rrencia de la imagen del fuego, ancestralmente referida a
la lujuria (y sólo cristianizada como atributo de la cari-
108 Cf. Guy de Tervarent, Attributs et symboles dans l'Art pro-
fane, 1450-1600, Généve, 197&, col. 183-1B4. Como correlato, la
107 Calderón, en la citada comedia No hay cosa como callar, exaltada retórica puede ser huella de esa alegoría: "Abrásase el
usa el tópico con ribetes cínicos para caracterizar a su don Juan: corazón, ¿qué mucho que exhale el humo de la pena por el res-
"Una pregunta hacer quiero. / Esa dama que adoráis, / ¿poseéis piradero de la boca?" (Cristóbal Suárez de Figueroa, El pasagero,
o deseáis? / [•••] / ¿Por qué pensáis que Macías / enamorado ed. cit., p. 158).
murió? / Porque nunca consiguió..." (ed. cit., pp. 164-166). El 109 Emblema* XCV, op. y loe. cit. En el grabado el corazón de
tema alcanza asimismo a la literatura apotegmática de Rufo: "Vino Cupido se ha convertido en alambique que, movido por el fuego
a propósito el tratarse del menosprecio en que se tiene todo lo interior, hace que sus suspiros se transformen en lágrimas. Dice
que se posee, por mucho precio que cueste el deseallo, y dijo que Céspedes, en La constante cordobesa: "Lleno de pasión [don
el humano apetito es como niño, que llora por haber a las manos DiegoJ reventó en mujeriles lágrimas parte del fuego que le
cuanto vee, y, en teniéndolo en ellas, lo rompe o lo arroja" (ed. abrasaba el pecho; mas no el llorar, en casos de tan irremediable
cit., p. 19). amor, es injuria, afrenta de los hombres" (ed. cit., p. 185).
62 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 63
languorem", había dicho Santo Tomás,110 y ya en 1610 melancolía: una la tópica, de pasión pasiva, sumida en la
Jacques Ferrand descendiendo de la sublimación poética imitación literaria del amante cortés. Es el modo que en-
a la praxis patológica había publicado en Toulouse un contramos en Elisa en Los hermanos amantes: "Y como
Traite de l'essence et guérison de l'amour ou de la mélan-es calentura de amor, de no salir a la boca, en breve se
colie érotique estableciendo los principios que alimentarán sintió mal"; Nise en Los dos soles de Toledo: "... enfer-
todas las reflexiones científico-filosóficas sobre la enfer- mó, siendo sólo un intrínseco y vehemente incendio, pro-
medad de amor. Así, Cristóforo de la Vega (Opera Omnia, cedido de lo refino de un bien querer, desatendido de su
Lugduni, 1626, cap. XVII, "De iis qui amore insaniunt"); objeto, y sin ánimo de recíproco tributo" o Don Jacinto
en La industria vence desdenes, que da lugar a la tiernísi-
Amoris affectus, animi motus est & ipsius conflictatio, ma escena de su amada dándole a comer pechuga de ave,
cuius naturam generationem nos in oratione de amore pu- mientras todos temen "que se muera de melancolía". La
blice habita patefacimus late. Est enim amor animi solici- segunda forma obedece a una rebeldía pragmática que
tudo perpetua, & cura pertinax, spei, timoris, tristitie, & lleva, no a una locura de tradición estética o literaria, sino
laetitia plena; haec vero cum diu perseverat, cerebrum ex- a una estrategia de astucia, una locura a lo Basilio (por
siccat, & hominum engiliat, delirare cogit, omnia praeter rememorar una de las formas de enajenación cervantinas),
unum amatum odio prosequi, oculi excavantur, nec tamen que revela una pasión activa, en absoluto autoaniquilado-
lachrimas fundunt, voluptati pleni appatent, et palpebras
continenter movent, pallet etiam facies: fiunt enim [...] ra. Dice un personaje de La constante cordobesa, de Gon-
decolorati, et insomnes, gráciles quoque... 111 zalo de Céspedes, intentar "no dejarme morir como aman-
te cortés, sino quitársela [su amada] por fuerza a quien
Bajo este despliegue de morbidez y autoabandono es fácil se le opusiese" (ed. cit., p. 197). Son los casos de Luisa
hacer aparecer la teoría freudiana del duelo y la melan- en La fantasma de Valencia, "voyeur" privilegiada de las
colía, 1,2 instalándose los amantes, desposeídos del objeto flaquezas de su amado con Estefanía y que progresiva-
erótico, en el empobrecimiento de su yo, en la lenta auto- mente logra su favor, el trueque de vestidos en prisión de
aniquilación que supone la alternancia cíclica de pasiva la prudente Mitilene en Los dos soles de Toledo y la per-
melancolía y de locura activa, estados crepusculares del fecta puesta en escena, hilando la trampa "con cuidadoso
desengaño amoroso. Entiendo, sin embargo, que la trama descuido" de Vriango y Armindez en El picaro amante.
barroca filtra dos tipos bien diferentes de impostura de Bien es cierto que, ocasionalmente, se reivindica en las
novelas la locura selvática, orlandesca, de la extrema alie-
nación (Sebastián en Los efectos de la fuerza comete "lo-
110 Summa, 1-2, q. 28, art. 5.
curas que escandalizan a toda Lisboa" o Don Jacinto que,
111 Como Carlos García en La desordenada codicia de los bie- antes de reconducir sus enojos a la industria del fingido
nes ajenos: "Esta enfermedad de amor la ponen los médicos entre desprecio, "faltó poco para perder el sentido"), pero las
las pasiones melancólicas en las cuales va el doliente creyendo
lo que no es, y figurándose mil fantasmas y visiones, que no más de las veces se trata de reconvertir la locura en algo
tienen otro fundamento que su imaginación depravada, la cual urbano o, dicho de otro modo, una pasión amorosa cuyo
hace el mesmo efecto en los enamorados, dándoles una impresión desbordamiento se reconduce a un cauce literario como.la
de celos, otra de privanza, haciendo de nada un gran monte: novela más allegado a la verosimilitud, y que por tratarse
todo lo cual nace del ardiente deseo que tienen de poseer lo que
tanto aman; pero persuadir esto a quien no lo ha probado, es de un medio más operativo para constituir una determi-
tomar agua en un amero y poner puertas al mundo" (ed. Madrid, nada cultura, disciplina un lenguaje, sea de actuaciones
Fontamara, 1982, p. 92).
112 Obras completas, ed. cit., pp. 2091-2100.
(lo que he intentado ya alguna vez denominar kinésica
64 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 65
amorosa), ya de prestaciones escritas (poemas, excrecen- Y como en el más escolar ejercicio de retórica barroca
cias líricas, papeles o billetes). De nuevo la emblemática, del oxímoron, privado de las tranquilizadoras teorías que
como uno de los lenguajes integradores de la logosfera del convertían al eros en objeto de especulación filosófica, el
Barroco, nos ofrece las máximas de estos principios (el hombre del siglo xvn lo descubre como espejo de contra-
del gesto y el de la palabra-retórica): "Quid sentiam os- dicción, estado naciente de vitalismo y, sin embargo, pul-
tendere malim quam loqui" —dice Vaenius en el Emble- sión de la discordia y de la muerte.
ma XXIV: mejor mostrar el sentimiento que hablarlo, ya
que "Os cordis secreta revelat" (Emblema XXV). Pero,
al mismo tiempo, como veremos en el punto siguiente, 4. RETÓRICA DEL DISCURSO Y TÉCNICA NARRATIVA
"Amor facit esse disertum" (Amor inclina a la elocuencia).
Estoy persuadida de que hay de algún modo en el per- Leemos en Lugo y Dávila: "Cuanto al adorno, he pro-
sonaje de estas novelas —transmitido desde el discurso curado romper la lengua en varias frases; ejecutando
ideológico del autor— la conciencia de este desdoblamien- cuanto abraza la Retórica y Oratoria, los Tropos, las Fi-
to del principio amoroso entre un haz de gestos convencio- guras, así de las sentencias como de las palabras, en la
nalizados, exentos del envés de la pasión sentida como variedad de estilos que enseñan Cicerón, Quintiliano y los
problemática. La frivola (y de tristes destinos) Casandra demás autores" (ed. cit., p. 15). Entendiendo cada una de
marca con claridad esta diferenciación: "Lo que entre los las novelas editadas como un texto que integra conjunta-
dos ha pasado ha sido sólo un entretenimiento honesto, mente operaciones de sentido en el enunciado y en la
fundado no en voluntad que os tuviese, sino en agradecer enunciación, bueno será hacer una reflexión final sobre
lo que os debía, pues por escucharos dos o tres veces en los materiales lingüísticos con los que se producen. En
una reja no hice escritura de quereros". Lo que no obsta anteriores trabajos sobre el tema enunciaba una sobreva-
para que, cuando acecha la pasión, se reconozca: "El fuego loración sofocante de los elementos estructuralmente acce-
de su amor, que aunque estaba suspendido, no estaba sorios o catalíticos sobre los nudos de progreso en la ac-
muerto, volvió a dar nuevo aliento a las calientes ceni- ción. En un reciente estudio, Luisa López-Grigera 114 se-
zas...". Como todo absoluto, el amor determina un estado ñala estas disgresiones retóricas de la decadente prosa del
límite para el hombre barroco, un ámbito en el que surge Siglo de Oro como una invasión de la narrativa por parte
el drama y la epifanía de lo irracional a causa de la difi- del mundo comentado, esto es, del escolio satírico-moral,
cultad de lograr el acomodo entre el oráculo literario que argumento erudito, etc., todo ello para explicar la perple-
facilita el existir teatralizado que apetecía la época y el jidad de José F. Montesinos cuando se preguntaba el por
lado oscuro de la pasión que, entonces como ahora, nos qué de "la boga de un estilo de prosa, el menos apto para
somete a un periplo de perplejidades, a una exploración la narración y el diálogo que pueda imaginarse".115 No va-
de los distintos modos de sentir o transgredir esa suerte mos a negar que la lectura de la novela corta del xvn
de narcisismo con que ya Platón prefiguraba el amor: exige paciencia. Entendamos, sin embargo, para echar
"Está, pues, enamorado, pero no comprende de qué; y ni mano de la .comprensión, que los textos novelísticos que
sabe lo que le ocurre ni puede explicarlo [...] no puede
alegar ninguna razón, y no se da cuenta de que, como en 114 "En torno a la descripción en la prosa de los Siglos de Oro",
un espejo, se ve a sí mismo en su amante". 113 Homenaje a José Manuel Blecua, Madrid, Gredos, 1983, pági-
nas 347-357.
115 Introducción a una historia de la novela en España en el
113 Pedro, Obras completas, ed. cit., p. 869b. siglo XIX, Madrid, Castalia, 1960 (3. a ed.), p. 2.
66 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 67
aquí se ofrecen se conciben de manera mixta, no sólo des- técnica que llama tradicionalmente la preceptiva eviden-
de presupuestos de teorías poéticas aristotélicas (unidad tia, es decir, el intento verbal que procura dar a las accio-
de acción, concepto de imitatio, etc.), sino desde presu- nes corporeidad captable por los sentidos. Es la clave de
puestos generados por la preceptiva retórica. A las razones la no poca emotividad de los soliloquios amorosos, la cier-
apuntadas por López-Grigera, hay que añadir un acen- ta dramatización que lleva a los amantes a imaginar que
drado servilismo a la topística culterana que priva de in- tienen delante el objeto de sus quejas como Diana en La
mediatez al discurso y ello por un apego excesivo al trata- mayor confusión, respecto a la supuesta infidelidad de Don
miento del decoro, en unos personajes que, si en su com- Félix con cambios sucesivos de tercera a segunda persona
portamiento habitual hemos visto insinúan signos de supe- interrogativa: "Paréceme que si él estuviera aquí me res-
ración del elitismo aristócrata, en el lenguaje no superan pondiera que no por gozar un hombre de otros brazos,
la ficción idealista tan coherente con sus excelentes dotes deja de amar al dueño principal. Pero dijérale yo que
físicas, intelectuales y morales. La hipérbole en lo mitoló- mentía [...] Confieso que he tenido mucha culpa en ha-
gico o en la obsesiva adjetivación evadida a lo sublime de berte creído; pero ¿por qué no te había de creer...?".
los retratos femeninos son un ejemplo de lo que digo y La ordenación del material narrativo apenas ofrece so-
contribuyen, en gran medida, al sentido estático del dis- bresaltos: la linealidad sin riesgos impera en la mayoría
curso. Ocasionalmente lo peregrino (o lo extravagante) de las novelas. Sale de la tónica general el inicio in medias
nos ayuda a soportar el sofocante despliegue retórico. Me res de La fantasma de Valencia o las prolepsis continuas
refiero a la curiosa novela Los dos soles de Toledo, en-
sombrecida a causa del uso prohibido de la a: allí, la nariz en este mismo relato: "...esto supe después de su boca
de la amada llega a nombrarse "retrete de olor en exce- en correspondencia más continua y asentada como ade-
lente proporción de relieve hecho". En vano los autores lante veréis..." o "... esto notó mucho doña Luisa (según
prometen moderación en los excesos, pese a que Lope abo- me dijo después)...", que denotan a Castillo Solórzano
gue en la censura a las novelas de Montalbán para que "los como un hábil narrador empeñado en cierto puntillismo de
libros bueluan por la honra de la lengua castellana, tan verosimilitud (vid. n. 1 4 de la novela). Este mecanismo
ofendida en la prosa de vozes y locuciones violentas". adquiere un interesante rango dramático-suspensivo en Los
Consecuencia de todo ello es, en primer lugar, la fre- hermanos amantes: "Mas de los efectos echaremos de ver
cuencia con que el autor alarga extremadamente el arran- que no era ignorancia sino malicia lo que movía...";
que de la acción o deja, tópicamente, para el final una "Esto oía el hermano con harto gusto por lo que se ve-
secuela moralizante; en algún momento he llamado a esta rá...".
técnica disfuncionalidad semántica de la secuencia cero, Estos supuestos imitadores de Cervantes se muestran in-
expansiones temporales o espaciales (como disgresión des- capaces de hilvanar con fortuna el diálogo en el relato.
criptiva del marco de la acción); y esto de nuevo hemos Sólo en la aislada sobriedad del estilo ligero de la Car-
de conectarlo con la desmedida contaminación de la des- vajal en La industria vence desdenes se echa de ver el
criptio de retóricos y predicadores. 1,6 En segundo lugar, la lenguaje coloquial, que no renuncia a la galanura y al
chiste. La escena de la negra Antonia bañando al delica-
116 Miguel de Salinas, en su Retórica de 1541, dedicaba precisa-
dísimo don Jacinto en una tina tiene su más expresivo re-
mente sendos capítulos a "De la narración o pintura del lugar" mate en las palabras de aquella: "jHi de puta qué blanco
y "De la narración o pintura del tiempo", cf. Luisa López-Grigera, es el mocico! ¡Parece la mano de la negra mosca en le-
op. cit., p. 352. che!".
INTRODUCCIÓN 69
68 INTRODUCCIÓN
En cuanto a la construcción del narrador y su inter- páginas tan sometidas, todo hay que decirlo, a las direc-
vención en el relato, disponiendo un cierto tipo de pers- trices de la norma moral, de la preceptiva poética y del
pectiva o modalización, encontramos en las novelas di- propio gusto de un público por vez primera netamente
versas disponibilidades. La irrupción subjetiva del autor consumista. Si, a pesar de todo, algunos fragmentos con-
como glosador moral bajo la máscara del relator es evidente servan para nosotros todavía el interés emotivo, la invita-
en Los hermanos amantes, con tendenciosa directriz inter- ción gozosa al suspense de la aventura, y por qué no de-
pretativa hacia el lector: "Mas no haga caso de eso que cirlo, la ambigua atracción del más lujoso folletín, habrá
de su ejemplo puede sacar"; "Dejémoslos en este estado, que pensar, por estricta justicia, que aquellos escritores de
que ya bajaba la roja espada de la justicia..."; "Dejémos- segunda fila hicieron, a su modo, un pequeño trecho de la
los así, que la inocencia los librará sin duda", por no ha- historia total de la novela en el siglo xvn que, como ya
blar de los constantes apostrofes dirigidos a Elisa. Más in- he dicho alguna vez, todavía está pendiente de hacerse.
teresantes son las intervenciones por las que el narrador EVANGELINA RODRÍGUEZ CUADROS
se persona, distanciándose, de la materia narrada, con ob-
jeto de facilitar la verosimilitud en la transcripción de un
subtexto (billete, poema, etc.). Elegiré ejemplos de Los dos
soles de Toledo de Ayala: "Referiré ... un soneto que le
envió entre el primer billete, porque le copió cierto culto
por lo que contiene de curioso...", "Y si referirlo pue-
do [el poema] es porque después Mitilene—según dicen—
pidiéndoselos, hizo que con el buril o sutil cincel de un
curioso punzón de su estuche en lo liso de cinco o seis
presumidos y conjuntos olmos se esculpiesen; y yo mismo
dellos los copié, y son éstos...". Disgresiones que sólo con-
tadas veces está dispuesto a reconocer el narrador: "Aun-
que os canse habéis de perdonarme, que también os lo he
de referir por ser el último..." (Castillo Solórzano en La
fantasma de Valencia). El distanciamiento irónico del na-
rrador aparece sólo en el contexto burlesco de Ardid de la
pobreza de Andrés de Prado: "No espere el lector que
diga que nuestro Licenciado les dio de merendar a estas
damas, aunque me oiga decir que las regalaba con estos
platos compuestos".
Junto a las innegables demasías de la exuberancia re-
tórica, estos leves apuntes de la intervención del narrador,
se me antojan una prueba de que el taller de la madura-
ción novelística ya es irreversible. El arte del relato, su
progresivo espesamiento artístico y crítico que tan brillan-
temente comenzara Miguel de Cervantes transmigra discre-
tamente, pero con eficacia imparable, a lo largo de estas

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