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Desde el principio debemos aclarar un argumento fundamental: suelo y materia orgánica constituyen
un binomio indisociable o, lo que es lo mismo, no puede hablarse de suelo sin hacer alusión a la
materia orgánica. En caso contrario estaremos refiriéndonos a un sustrato litológico, roca
disgregada, etc., pero nunca a un suelo. Sirva este argumento para enlazar con la siguiente
consideración: de la biocenosis edáfica solamente las algas, algunos grupos de bacterias y unas
pocas especies de protozoos, son capaces de utilizar la luz como fuente energética en los procesos
de síntesis protoplasmática. De ello se infiere que la capacidad autotrófica en el medio edáfico es
muy limitada y la producción autóctona de energía solamente podría mantener una pequeña porción
de la biomasa que contiene.
En efecto, la comunidad biótica del suelo en general y la mayoría de las poblaciones en particular
dependen, directa o indirectamente, de los aportes del subsistema epigeo que se incorporan en
forma de necromasa (materia orgánica en su primer estadío), de la que los organismos del suelo
capitalizan la materia y energía que necesitan. En pertinente sincronismo, esos organismos activan
los procesos de remineralización de nutrientes, completando la circulación de los mismos dentro de
lo que ha venido en denominarse Ciclos de la materia. En el camino aparecen compuestos de
neoformación, inmovilizados temporalmente en el protoplasma de la biocenosis edáfica pero que,
tarde o temprano; se incorporarán al mismo proceso de descomposición.
En una reciente aportación de Salvador González Carcedo (Salva) ya se mencionaba que la mayor
parte de las transformaciones de las moléculas orgánicas transcurre en la solución del suelo. En
efecto, muchos de los compuestos orgánicos son insolubles en agua, por lo que resultan difícilmente
accesibles a los ataques enzimáticos intracelulares de los microorganismos. En ese escenario entran
en juego las enzimas extracelulares o exobiónticas, denominadas así por J. Skujins, uno de los
pioneros en los estudios sobre enzimología del suelo. Hasta el momento se han ensayado más de
setenta actividades de enzimas extracelulares del suelo, pero es sólo cuestión de tiempo que nuevos
ensayos hagan aumentar considerablemente la lista. Las transformaciones en el suelo de los
componentes orgánicos no se realizan exclusivamente por procesos enzimáticos, sino que también
tienen lugar procesos abióticos, aunque mucho más minoritarios. La “ventaja” de los procesos
enzimaticos reside en su capacidad de proporcionar a los microorganismos la energía que se libera
al final de la reacción (Fig. 2).
Proteasa
Rompen las proteínas
Amilasa
Rompen los carbohidratos
Lipasa
Rompen los aceites
Celulasa
Rompen la celulosa
Ureasa
Rompen la urea
Exoenzimas
Son excretadas sobre las grandes moléculas para producir su ruptura. Las exoenzimas
tiene cargas eléctricas positivas por lo que pueden quedar retenidas en las arcillas o ácidos
húmicos con lo cual pierden su funcionalidad.
β-Glucosidasa.