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SEDIENTOS

DE WAJDI MOUAWAD
con la colaboración de Benoît Vermeulen

TRADUCCIÓN
HUMBERTO PÉREZ MORTERA
humberto_rod@yahoo.com

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Para Eric Champoux,
amistad fiel
en todo momento

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PERSONAJES

BOON

MURDOCH

NORUEGA

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1. MURDOCH

Miércoles 6 de febrero de 1991.


Día de San Gastón.
7:30 a.m.
Murdoch se despierta hablando.

MURDOCH: No sé que está pasando, ni desde cuando, ni porque, ni la razón, pero


todo el tiempo sueño cosas extrañas, innombrables, incontables, inimaginables. ¡Me
siento invadido por una necesidad de espacio y de mucho aire! ¡Comería helado sólo
para calmar el calor de esta desazón tan aguda! ¡El mundo está completamente de
cabeza; cuando hablamos del mundo ya no hablamos de este mundo! Cada que me
encuentro con un amigo de mi padre o mi madre, me preguntan: “¿Cómo va la
escuela?” ¡A la chingada! ¿Qué no hay más cosas que la escuela? ¿No habrá alguien,
en algún lugar, que fuera tan amable de explicarme las verdaderas razones que empujan
a los amigos de mis padres a estar tan preocupados por la escuela? ¡Estoy convencido
que cómo ellos no saben que decir a alguien tan joven per porque creen que sería bueno
establecer una conversación con él, no encuentran nada mejor que utilizar ese tema tan
original que es la maldita escuela! “¿Así que cómo va la escuela?” Yo, en cambio, les
pregunto, como va esa neurosis, ¡Chingada! ¡Pero eso no es lo que más me caga! No
me callaré, es mi derecho a hablar, a expresarme, a decir cosas, ¡Articularlas y decirlas!
¡Mi derecho! ¡Me llamo Silvio Murdoch y hablar es parte de mis derechos! El adjetivo
posesivo mis no está colocado ahí de manera inocente, ¡Carajo! ¡Estoy completamente
desilusionado! ¡Siento el futuro como mi tumba! No me callaré, ¡Todavía tengo cosas
que decir y expresar! ¡Todos ustedes ven la televisión tanto como quieren! Nadie está
ahí para decirles: “¡Deja de ver la tele!” La tele nunca les dice “¡Cállate!” ¿Por qué
yo? No me voy a vestir, ¡Me voy a quedar en calzones! Son las siete de la mañana,
carajo, y la tele ya está prendida, ¡Chingada! ¡Chingada madre! ¡Creo que ustedes
están completamente intoxicados por un remedo de conductora cultural que vive en la
pinche sala de cada casa! Digo lo que pienso “pinche sala” y la reina de esa pinche sala
de la chingada es una conductora que les dice cuando llorar cuando no llorar cuando reír
cuando no reír cuando rezar, ¡Todo eso para que ella les pueda decir que comprar! ¡Para
eso está ahí esa conductora! ¡Estoy seguro que su nombre es Con y su apellido
Ductora! ¡La pinche Ductora! Ustedes están unidos para siempre con esa Con Ductora
y ella los esclaviza, los consumatiza, los farmatiza, los comercializa, los aurrerariza,
todo junto, ¡Chingada! Ustedes son Wal-Martirisé hasta el tuétano, ¡chingada!
McDonalizé hasta el tuétano de la carne de vaca 100% muerta, ¡mierda de la mierda!
¿Qué es eso de “cuida tu vocabulario, no hables así delante de tu madre”? ¡Pero si esa

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es mi lengua materna! ¡La utilizo porque quiero! Prefiero utilizar mi vocabulario
destroy antes que dejarme guiar por una tele que va a terminar por resecarme y partirme
el culo por tanto mecerme! ¡Estoy a punto de explotar! ¡Y ustedes se lo merecen! ¡Me
levanté con el pie caníbal y van a tener que aguantarlo todo! ¡No me voy a callar,
ustedes son mis padres y lo menos que puedo hacer es ponerlos en guardia! ¡Yo no me
voy a rebajar apoyando sus debilidades sociales! ¡Yo soy alguien que tiene una
opinión! ¡Ustedes viven como si fueran parte de un club tipo cliente frecuente! ¡Si hay
rebajas, saltan y van a llenar su estómago! La Con Ductora les mete sus mensajes, ella
les dice: “Lo más importante es el alto rendimiento” y, treinta segundos más tarde, ella
les habla de “mantener la presión a tope”! ¿Lo pueden creer? ¿Es posible luchar contra
eso? Cuando todo el mundo te dice: “Uno está bien, pero mejor dos”. En serio. “Mejor
dos” ¿Dos qué, chingada? ¡Mierda! Yo no voy a hablar ese lenguaje, déjenme decirles
que si eso continúa, desde aquí voy a hacerle conocer el flujo y el reflujo de mis vísceras
a la pinche tele, ¡Chingada madre! Ellos llegan así, así, rectos como estacas, para decir,
así como así, muy normal, que ¡“detrás del dinero hay personas”! ¿Qué es eso de
“detrás del dinero”?, ¿Dónde es eso?, ¿Detrás del dinero?, ¿Ese “detrás del dinero” es
un sitio en particular? ¿Por quién nos toman, carajo? ¿Qué carajos nos quieren decir,
chingada madre? ¿Qué el dinero tiene sentimientos? ¡Váyanse a la chingada! ¡No me
callaré! “Lo más importante es el alto rendimiento.” Siempre el rendimiento siempre el
rendimiento siempre el rendimiento siempre el rendimiento. ¡No hay mal que por bien
no venga! Siempre el rendimiento. Sean prudentes y no lo olviden: lo mejor es viajar
en el metro. Eso no es vida, por dios, no se hagan pendejos, no me callaré, ¡Chingada!

Murdoch habla.

2. Noruega

Muro. Puerta. Padres. Hombre.

MADRE: Noruega no sale de su cuarto.


Encerrada desde hace tres días bajo triple llave,
ella ya no habla, ya no come.

PADRE: Ya no sabemos que hacer porque ya lo intentamos todo.

MADRE: Primero tocamos a su puerta: “¿Noruega, Noruega?”


Nada.
Pensamos en una pena de amor,

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una pena profunda y terrible de la cuál uno no quiere ni hablar.

PADRE: De la cuál uno no quiere hablar, mucho menos con sus padres.
Lo entendemos.

MADRE: Ella tenía que salir.


Así que nos enojamos, la amenazamos, la regañamos, lloramos.
Y a cada instante nos inquietábamos más, hasta que
volvimos a hablarle suavemente, pero nada…
Y Noruega no salió de su cuarto,
encerrada desde hace tres días bajo triple llave.

PADRE: Le preguntamos:
“Noruega, Noruega, ¿No quieres comer nada? ¿Beber nada?”
Sin respuesta.

MADRE: “¿Qué es lo que quieres que hagamos? Vamos a hablar, discutir.”


¡Pero nada! ¡Silencio, silencio!

PADRE: ¡Eso se volvió insoportable!


¡Llegó la noche, y silencio, silencio!
Así que nos apanicamos y tratamos de romper la puerta.
¡Cuando la sierra empezó a oírse, escuchamos gritar a Noruega!

MADRE: ¡Dios mío!

PADRE: Sus gritos eran horribles.

MADRE: … como si vinieran del fin del mundo,


así que nosotros también nos pusimos a gritar: “¡Noruega! ¡Noruega!”

PADRE: Continuamos gritando mientras continuamos rompiendo la puerta,


pero mientras más la rompíamos, más aumentaban los gritos,
y, volviéndose cada vez más horribles,
terminamos por entender que éramos nosotros quiénes provocábamos esos lamentos:
¡Noruega no quería que entráramos a su cuarto!

MADRE: Así que nos quedamos parados frente a su puerta sin saber que hacer.

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PADRE: Todo el día le hablamos.
¡Su silencio era ensordecedor!

MADRE: ¡La noche llegó!


Ella no había comido nada, bebido nada.
Así que le dejamos una botella de agua y comida.
Le dijimos: “Hay comida frente a tu puerta,
nos vamos a la cocina.”

PADRE: Esperamos en la cocina.


De pronto oímos que la puerta se abría un instante pero se cerraba inmediatamente
después.
De regreso en el pasillo,
en lugar del agua y de la comida,
encontramos esta hoja de papel
sobre la cuál estaba escrito su nombre:
Señor Clemente Boltansky.

MADRE: Es por eso que a mitad de la noche le hablamos.


Pero usted no estaba ahí, se había ido de viaje de negocios, nos dijeron más tarde.
Se lo dijimos a Noruega, pero Noruega volvió a escribir su nombre ayer y hoy.
Ella no quería a nadie más que a usted.
Estamos tan contentos de verlo al fin, señor Boltansky.
Lo esperamos tanto.
Noruega nos ha hablado tanto de usted.

PADRE: Ella nos dijo que usted enseña matemáticas


como un caballero enseña el arte de la espada.
Ella nos ha dicho varias veces que si todos los profesores
enseñaran sus materias
como usted enseña las matemáticas,
el mundo estaría mucho mejor.
Ella lo quiere tanto.

MADRE: Señor Boltansky,


Noruega lo necesita.
Aquí está escrito, sobre los papeles en los que ella ha escrito su nombre varias veces.

Ella le pasa los papeles al señor Boltansky.

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3. Boon

En el presente.
Boon dobla los papeles dados por la madre.

BOON: Primero precisemos que yo no soy el señor Boltansky, yo soy el que actúa al
señor Boltansky. Me llamo Paul-Émile Beauregard-Nouveau. Pero para abreviarlo,
contraemos Beauregard-Nouveau, y tenemos Boon. Como Daniel. Y tampoco soy
actor profesional, soy antropólogo judicial. De hecho, debería decir “¡Era!” En
noviembre del 2005, hace un año, decidí tomar un año sabático. Ese año está a punto de
terminar e ignoro aún que haré: retomar mi trabajo u olvidarme de todo y volver a
empezar… no lo sé… a veces eso me angustia… Lo siento, discúlpenme… me estoy
desviando…

Entonces. ¿Qué come un antropólogo judicial en invierno?

Supongamos que ustedes decidieron ir de picnic a alguna parte a las orillas del río de las
Praderas, en bola, o en pareja, o completamente solos, o como sea, bueno, llegaron ahí,
a la orilla del río y, para enfriar la botella de vino, de cerveza o de lo que sea, la
colgaron en un cordón para sumergirla al fondo del agua. Prepararon su snack, todo en
orden, y después decidieron sacar su botella. Pero en lugar de sacar sólo la botella,
sacaron también, de paso, la cabeza de un cadáver que se atoró accidentalmente en su
Modelo al sacarla a la superficie. Una hermosa cabeza de cadáver azulosa, sin labios,
sin ojos, sin nada humano excepto el miedo que les inspira: ustedes vivos, teniendo ahí,
frente a los ojos, la muerte mirándolos de frente. Eso hecha a perder el picnic, pero
como son valientes, salen gritando y terminan por llamar a alguien que llama a la
policía. La policía llega y dos días después por fin logran sacar el cadáver completo a la
superficie, pero está tan estropeado por el agua, estropeado por el tiempo, que no se
puede siquiera saber donde es el arriba y donde el abajo, donde la espalda y donde el
rostro; no es más que un montón de piel completamente deforme, absolutamente
irreconocible.

Es en ese momento en el cuál se llama a los servicios de un antropólogo judicial. Aquél


que va a lograr la identificación porque esa identificación no es posible a primera vista.
Pero si un cuerpo es irreconocible, ¿Qué hacer para reconocerlo? ¿Cómo hacerle para
saber las causas de su muerte? ¿Cómo hacerle para saber su nombre? Gracias a la
dentadura ya es posible saber si se tiene a un niño, un adolescente, un adulto o un viejo.
Uno puede saber el sexo por el tamaño de la pelvis. ¿Pero cuándo no hay ningún

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diente? ¿Ni pelvis? ¿Qué hacer? Dentro del cráneo, había alguien. Alguien que tenía
sueños. ¡Alguien que lloró, amó, alguien que le tenía miedo a la muerte! ¿Dónde está
ese personaje? El antropólogo judicial es aquél que intenta resolver ese enigma.

¿Por qué escogí esta carrera? Buena pregunta. Cuándo tenía su edad, yo era del tipo de
gente que no tenía los pies en la tierra, volaba, soñaba… Me trataban de “poeta” y eso
no era muy agradable… por lo menos para mi madre, que era muy realista y lo
suficientemente práctica para espantarme todo eso que ella llamaba con desprecio mi
“universo poético”…. Ella me despertaba… sin embargo… en lo que se refería a
“poeta”, digamos que aunque yo era más bien tímido, lo cuál era cierto, secretamente
soñaba con volverme un escritor, soñaba con darle vida a personajes, inventar un mundo
para hacer visible lo que no existía… Finalmente, me volví antropólogo judicial, y en
lugar de hacer visible lo que no existe, yo hago visible lo que ya no existe. Es una cosa
insignificante, pero esa insignificancia puede cambiar el curso de toda una vida… La
prueba, frente a ustedes…. fue Noruega, de cierta manera, quién me obligó a hacer este
espectáculo para contarles nuestra historia y, la de Silvio Murdoch…

Ahora, ¿Por qué yo, el soñador, escogí esta carrera que exige contacto con lo real,
pragmatismo absoluto y un pensamiento organizado y objetivo? Digamos, para
simplificar, que yo destacaba en la escuela, incluso a pesar de mí, gracias a Jean-René,
mi hermano mayor, que se fugaba todos los días. Súbitamente yo quedaba atrapado
para hacer sus tareas en su lugar, porque mi madre, siempre ella, no quería que
reprobara sus clases. Así, a fuerza de hacer sus tareas y las mías, terminé por destacar
en la escuela.

Pero quizá esa no sea la razón. A veces pienso que yo escogí esta carrera para poder
por fin estar tranquilo: un muerto no es demasiado molesto. Bastante seguido tenía que
pegar los pedazos entre mi hermano y mi madre, entre mi madre y mi padre, entre mi
padre y mi hermano, tan seguido que creo que por eso escogí una carrera donde todo el
mundo ya está muerto. ¡Eso es menos cansado! Pensándolo bien, no escogí nada,
tengo la impresión de que dejé que los otros escogieran por mí. Eso fue más fácil. Y
funcionó bien, viví tranquilamente hasta el año pasado cuando este trabajo, de golpe, le
dio un giro muy particular a mi vida.

Hace poco más de un año, recibí una llamada para ir a la orilla del Lago San Lorenzo.
Un buzo acababa de encontrar, en el fondo del agua, dos cuerpos que, debido al tiempo
que llevaban unidos, sus cadáveres se habían fundido uno en el otro.

Aquí está la foto. Así los encontramos.

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Llevamos a esos extraños amorosos a la morgue donde los primeros análisis se llevaron
a cabo: aparentemente, dada la morfología general de los cuerpos, se trataba de un
hombre y de una mujer ahogados en el río, por lo menos hace 15 años, si no es que más.
Empecé por separar los dos cuerpos uno del otro. Pude establecer su edad al momento
de la muerte: 18 años. De raza blanca. Muertos hace 15 años, sin duda en el invierno,
porque los pulmones guardaban partículas de hielo. Ninguna huella de violencia
exterior: nada de balas, nada de cuchilladas, ni sobredosis, ni de jeringas en la piel,
nada. El rostro completamente irreconocible. Al principio nos concentramos en la
identidad del joven, cuyo rostro parecía más reconocible que el de la joven. Los
servicios policíacos emitieron una ficha de todos los adolescentes desaparecidos, hacía
15 años, de la edad de 17 años. Para mi desgracia, tuvimos suerte, hubo un solo
nombre, Silvio Murdoch. Desaparecido el miércoles 6 de febrero de 1991, día de San
Gastón.

4. Metafísica de los camiones públicos

Miércoles 6 de febrero de 1991.


Día de San Gastón.
8:07 a.m.
Parada de autobús.

MURDOCH: ¡No es una parada de autobús interesante la que está aquí, sólo está
ubicada frente a los edificios! ¡No se puede decir que sea un lugar “bello”! En
resumen aunque siempre podamos girar el cuello a la derecha, a la izquierda, nunca
habrá nada que ver que valga la pena. Encuentro eso sádico. Realmente sádico. ¿Por
qué se tarda el camión? El mundo se acumula en la parada, estamos aquí como tontos.
Yo no sé porque todas las mañanas me debo levantar para ir a esperar el camión si es
sólo para subirme, ir a la escuela, regresar de la escuela, dormirme, despertarme para
regresar aquí y esperarlo otra vez. ¿Entienden? Cómo si nada hubiera pasado. Como si
sólo diéramos vueltas. Como si regresáramos al mismo cruce de caminos pero llegando
tarde, cuando ya no hay tiempo que perder. ¡Seguimos buscando y de pronto “crac”!
¡Nos encontramos aquí esperando al pinche camión! ¡Ojalá pudiéramos hacer las cosas
sólo una vez, una sola vez, sin necesidad de volverlas a hacer! ¿Usted, señora, se
imagina esa felicidad? El hecho de haber esperado el camión una sola vez, eso es la
gloria: algo que haga que usted ya no lo espere. Algo que haga que cuando usted llegue
a la parada, el camión llegue inmediatamente. Esa sería una gran ventaja. Una vez le
causa dolor de cabeza, después ya no, está arreglado, está hecho. ¡Pero para las cosas
divertidas, es cierto, eso puedo resultar triste! Es cierto que si ya has hecho el amor una

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vez, ya no lo harás otra vez, ya que ya lo hiciste, ¡Eso es gacho! ¡Pero pienso que eso
puede ser corregido! ¡Para poder volver a hacer algo divertido, a cambio se tendrá que
hacer algo aburrido! Del tipo: ¡Quieres volver a hacer el amor, muy bien, tendrás que ir
a esperar el camión! ¡Dando y dando! ¡Quizá sea el camión que te conduzca a la casa
de tu chica! ¡Hay tantas soluciones! ¡Pero aquí parece como si no hubiera ninguna
solución! ¿Cuántas veces al día uno repite el mismo asunto? ¡Usted come, tiene
hambre, vuelve a comer otra vez tiene hambre otra vez otra vez come otra vez otra vez
tiene hambre otra vez otra vez otra vez come otra vez otra vez otra vez tiene hambre
otra vez otra vez otra vez otra vez come otra vez otra vez otra vez otra vez tiene hambre
y así es con todo! Siempre habrá una “otra vez” de más que lo hará sentir como si
estuviera fuera del juego! ¡Me siento como tetanizado desde el interior, como si dentro
de mí hubiera un joven que juega con una superpelota que rebota por todos lados!
¡Como si, desde esta mañana, ya no fuera completamente yo! Que hay otro joven, un
joven completamente diferente, que se me parece mucho, que se llama Murdoch y que
por el azar más grande, decidió venir a vivir dentro de mi cuerpo. ¡Esto es
cabronamente extraño! ¡Pero no he tomado sustancias químicas desde por lo menos 12
horas! ¡Y no creo que la masturbación afecte en algo! Pero regresando al tema, más el
camión se tarda en llegar, menos sé porque me levanté esta mañana. ¿Usted señora,
usted sabe porqué se despertó esta mañana? ¿No? Pues yo creo que el chofer del
camión, esta mañana, él se dijo en su cabeza: “Carajo, ¿porqué me desperté esta
mañana?” Y cómo la respuesta no fue muy clara, él decidió quedarse acostado. ¿Se da
cuenta, señora, que si todos los choferes de camión del mundo se preguntaran al mismo
tiempo: “¿Por qué me levanto todas las mañana?” habría un caos en la ciudad? ¿Qué
le diría usted? “No, levántese, venga a hablarnos de algo, no se preocupe, vamos,
hágalo por usted y así se sentirá mejor” ¿Qué le gustaría decirle?: “El trayecto de la
ruta 121 no es para siempre: Cavendish, Place-Vertu, Hocquart, Duguay, Saint-Laurent,
Alexis-Nihon, Marlatt, Cardinal, Sainte-Crois, Ahuntsic, Saint-Michel, Sauvé, ¡Diez
veces al día, ida y vuelta!” ¡Yo creo que eso ya pasó! ¡El chofer de la 121 acaba de
tomar consciencia de su vida y decidió mandar todo a la chingada! ¡Muy bien! ¡Así
debe ser! ¡Casi podría decir que estoy decepcionado!

5. La belleza: trabajos prácticos

BOON: Ese día, más exactamente la noche del miércoles 6 de febrero de 1991, día de
San Gastón, Silvio Murdoch desapareció sin avisar.

¡El día de San Gastón, Murdoch, se levantó y comenzó a hablar sin parar desde la
mañana hasta su desaparición! ¡Imposible hacerlo callar! Y entonces, quince años más
tarde acababa de reencontrarlo. Ahí estaba, acostado sobre la cama metálica de la

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morgue, sin rostro, en brazos de una joven desconocida. ¡No entendía nada! Sin
embargo no puedo decir que Silvio Murdoch fuese mi amigo, era un vecino, no
vivíamos muy lejos uno del otro. El estaba en la misma clase que Jean-René, mi
hermano mayor. Las únicas veces que le hablé a Murdoch, fueron cuando mi hermano
llevaba a cabo una de sus fugas. Le hablaba a casa de Murdoch y le decía: “Ya se fue
mi hermano, una fuga más.” Entonces él me pasaba las tareas que había que hacer y
colgábamos. Eso era todo. No lo podía creer. Tenía un cadáver frente a mí, aquél al
cuál mi trabajo como antropólogo judicial me había permitido agregarle un nombre, y
ese nombre, el de Murdoch, había hecho resurgir también el de otro cadáver: el mío, el
del adolescente que fui. Reencuentros extraños que no solamente me llevaron hacia mí,
sino que me llevaron hasta el momento preciso de mi adolescencia cuando yo realmente
creí que me volvería un escritor, todo eso debido a la tarea que tuve que hacer a nombre
de mi hermano, Jean-René. Sucedió una semana antes de la desaparición de Murdoch,
el miércoles 28 de enero de 1991, día de Santa Martina. Hablé a casa de Murdoch. (Al
teléfono.) Murdoch, soy yo, Boon. Ya no está mi hermano, ya se fugó. ¿Tienes las
tareas que hay que hacer?

MURDOCH: No es exactamente una tarea, al contrario, ¡Es un montón de mierda!


Escucha: “Utilizando un aparato que les permita grabar audio y video…”, así estaba
dispuesto, porque ellos pensaban que eso haría las cosas más interesante. Ellos piensan
que gracias a la tecnología vamos a hacer con más ganas nuestras tareas. ¡Piensan que
la tecnología pertenece a la juventud y por eso la utilizan para todo! ¡Si supieran!
“Utilizando un aparato audiovisual entrevisten gente de su colonia…” porque ellos
piensan que la gente de nuestra colonia representa a toda la gente del mundo y que toda
esa gente espera que los adolescentes vayan a hacerles preguntas para una encuesta…
¡Carajo! “… encuesten a la gente de su colonia con el fin de conocer mejor su
percepción de la belleza y saquen ustedes sus propias conclusiones en forma de ¡Texto
teatral!”

BOON. ¡Carajo! ¿Su propia percepción de la belleza?

MURDOCH: Sí. En forma de texto teatral.

BOON: ¡La belleza! ¿Cómo quieres hablar de eso que no conoces?

MURDOCH: Pues tu hermano tiene toda la confianza depositada en ti. El me dijo:


“yo no pierdo el tiempo con eso, no hago tonterías, chingada. Yo me fugaré una semana
si así lo siento, voy a dejar que Boon se haga cargo de todo, además el escribe bien, él lo
va a hacer, ¡Y le saldrá bien!”

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BOON: ¿El dijo eso?

MURDOCH: El me dijo que tú eras el mejor de todos los escritores que él había leído.

BOON: ¡Pero si él casi no ha leído nada!

MURDOCH: ¡No te preocupes, si él lo dijo es que él así lo piensa!

BOON: ¡Colgué! ¡Si él así lo dijo es que así lo piensa! ¡Increíble! ¡Mi hermano
mayor confiaba en mí! ¡Y pensaba que hacía bien las cosas! ¡Fue increíble! ¡Siempre
veneré a mi hermano mayor! Todo mi infortunio se debía a que yo estaba convencido
de que lo decepcionaba, y de pronto el día de Santa Martina, me vine a enterar que a mi
hermano ¡Le encantaba lo que yo escribía! ¡Ese día colgué pensando como le haría para
estar a la altura de la confianza que mi hermano mayor me tenía, pero fue gracias a la
admiración secreta que yo le tenía, lo reconozco, lo que me dio alas esa mañana! ¡Iba a
escribir una obra de teatro que cambiaría el mundo, pondría en ello todo mi talento! Mi
hermano estaría orgulloso de mí. Tendría que empezar por interrogar a la gente de la
colonia. Encontré los cassettes. ¡Y empecé! (Fotos y grabaciones que no arrojan
ningún dato relevante.)
Muy bien. Como no había nadie que me dijera que era hermoso según su punto de
vista, opté por voltear la pregunta y preguntar a la gente que encontraba feo. Pensé que
eso sería más simple. Sí, en serio, eso tenía que ser más simple.
(Fotos y grabaciones que arrojan datos menos relevantes.)
Después de hacer eso… No me quedó de otra que inventarlo todo. Sacarlo de mí… De
mi cabeza, de mi corazón, de mi alma, o de lo que fuera que estuviera dentro de mí, de
mi famoso “universo poético”.

6. El señor Clemente Boltansky

Muro. Puerta. Padres. Boltansky.

MADRE: Noruega, ya está aquí el señor Boltansky.

PADRE: Aceptó venir.

SEÑOR BOLTANSKY: Buenos días, Noruega, soy yo, el señor Boltansky. (Silencio.)
Noruega,
vamos a comer.

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Tus padres se van a ir.
Voy a quedarme solo.
Y si tú lo quieres,
me dirás lo que quieres que yo haga.
(Los padres se retiran.)
Noruega, estoy solo.
Ahora me lo puedes contar.

La llave de la puerta gira.. Dudando, el señor Boltansky abre, entra y cierra la puerta
detrás de él.

7. Sobre el fundamento ético de la lectura en los transportes públicos.

Miércoles 6 de febrero de 1991.


Día de San Gastón.
8:12 a.m.
En el camión.

MURDOCH: ¡No hay diferencias! Es decir, no hay diferencias notables entre lo que
pasa en mi cabeza y lo que pasa en la cabeza de cada persona presente en el camión. Es
decir, uno baja en Sauvé, el otro desciende en Acadie, muy bien, ¿y después qué?
¿Podemos llamar a eso una diferencia? ¿Señora, qué es lo que lee? ¿Por qué lee eso?
¿Es porque el trayecto en autobús es demasiado largo o quizá es porque hay algo en esa
novela que realmente, pero realmente, quiero decir realmente realmente realmente
realmente realmente realmente es importante? ¡Vamos a hablar sobre eso chingada!
¡Le hice una pregunta importante! ¡A ver tú, geniecillo, no porque tengas un hábito vas
a estar menos perdido que yo! ¡Le estoy preguntando a la señora si ella lee para
desaburrirse durante el trayecto porque se le hace demasiado largo o si esa novela le
está cambiando la vida! ¡Lo digo porque cuando voy a la escuela me encuentro con un
montón de profes que quieren decirme lo mal que hablo y que por lo tanto debería leer
para educarme! ¡Muy bien, de acuerdo! ¡Educarme: no hay pedo! ¡El conocimiento:
no hay pedo! ¡Chido! ¡Sólo quisiera saber para que me va a servir eso! ¿Me va a
servir para ya no estar aburrido? ¡Hey, no ahogemos al pescado, diciendo que me calle!
No me callaré, pueden avisarle a todos los choferes de camión del mundo, no me callaré
y además le haré la pregunta una vez más señora, la pregunta, y sepa de una vez que
apreciaré muchísimo una respuesta: ¿usted lee su novela para desaburrirse del trayecto
demasiado largo o porque hay algo ahí, en las palabras, entra las líneas, con tanta
belleza que usted por fin se puede imaginar nunca más perdida? ¿Quieren que los deje
tranquilos? Muy bien, pero antes de eso les voy a decir lo que pienso, les voy a decir

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como lo pienso: la señora ha llegado a un punto en su vida en el cuál ya no se soporta,
¡ya ni siquiera puede pasar un cuarto de hora sin estar desaburriéndose de ella misma!
¡Esa es la verdad! ¡Se los digo como lo pienso porque aquí, en el camión, no hay
realmente, realmente, realmente diferencias, diferencias notables entre todos nosotros!
¿Para que sirve dar esta vuelta si al final del día pasaremos la noche sentados frente a la
televisión escuchando a una pinche conductora que nos dice que es lo bello y que vale
la pena comprar? Ey, señor, a usted realmente le falta imaginación: ¡Pedirme que me
calle! ¿No se le ocurre otra manera de decirme que me calle? ¡Ponerme el puño frente
a la cara! ¡Eso es estar programado, señor, seguro se puede decir que usted fue a la
escuela! ¡Carajo! ¿Hay alguien aquí que tenga otra idea para lograr cumplir sus metas,
para lograr la calma y el silencio que no llegará porque les juro que no llegará a pesar de
lo que dicen en la tele: “Uno está bien, dos es mejor”. ¡Y como nadie nos dice porque
dos es mejor, bueno, entonces yo sigo, carajo! No señora: ¡Suplicar no va a cambiar
nada! ¡Es mi derecho! ¡Hablo! ¡No le pego a nadie! ¡No le robo a nadie! ¡No miento
porque digo sin parar todo lo que pienso mientras que avanza este pinche camión que
tendré que tomar mañana otra vez! No me callaré. Porque puedo encontrar todo en esta
ciudad, incluso un amigo. Sólo con ir a la farmacia: ¡Pido dos botellas de alcohol y un
amigo! En una bolsa, por favor, voy a pagar con tarjeta de crédito, ¡Carajo! ¡Pero no!
¡Que no! ¡Ese es mi derecho! ¡Y pueden decir que tuvieron suerte porque ahí está mi
parada, voy a bajar, pero mañana voy a empezar otra vez porque no hay razón que me
detenga! Mañana, en el camión de las 8:07 a.m. de la línea 121, en la estación Place
Côte Vertu, me voy a subir, y si hay un santo que lea una novela para desaburrirse, ¡él
me va a escuchar! ¡Bajo, pero volveré a subir! ¡No me calló, sólo voy a llevar mi
desesperanza a otro lado! Buenos días a todo el mundo y no lo olviden: tomen el
metro, es mejor, ¡bola de cabrones!

8. Construcción de personaje

BOON: Me pasé la semana escribiendo. Todo el universo se calmó, y extrañamente, de


un momento al otro, supe lo que quería hacer. ¡Un personaje me vino a la mente, una
situación, todo parecía fácil, estaba que no cabía en mí! Había escogido hablar de la
belleza de una manera muy instintiva. Un poco como en un sueño: una niña se encierra
en su cuarto y se niega a salir. Tuve la impresión que eso describía perfectamente lo
que me molestaba del mundo. Veía a la gente de mi colonia y encontraba a todo el
mundo triste y asustado. Veía mi calle, la tienda de la esquina, las construcciones, y las
cosas me parecían diferentes, las vi bajo una nueva óptica y tuve la impresión que había
tanta fealdad a nuestro alrededor que eso nos daba ganas de desaparecer. Fue esa visión
la que hizo nacer a mi personaje. ¡Una niña! ¡Que llamé Noruega! ¡Escribí todo tipo
de cosas sobre ella, pero no pude terminar, porque no lograba encontrar realmente su

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dolor, su debilidad! Es como si Noruega, mi personaje, se mantuviera escondida en el
fondo de mi ser, así como ella se mantenía escondida detrás de la puerta, y que
necesitaba ayuda para salir.

9. Aquello que no se cuenta

Muro. Puerta. Padres. Boltansky sale del cuarto de Noruega.

PADRE: ¿Habló con ella?

MADRE: ¿Le dijo lo que tenía?

SEÑOR BOLTANSKY: Hablar no era necesario.


Me bastó con mirarla.

MADRE: ¿Qué vio?

SEÑOR BOLTANSKY: ¡Eso no se dice!


¡Es imposible decirlo!
Pero lo que les puedo afirmar,
es que si yo estuviera en el lugar de Noruega,
si cada uno de nosotros estuviera en el lugar de Noruega,
hubiéramos actuado de la misma manera.

PADRE: ¿Qué pasó?

SEÑOR BOLTANSKY: Entré y cerré la puerta detrás de mí.


Noruega no estaba a la vista.
Su cuarto estaba sumido en la penumbra.
Un pavor profundo se instaló en mi ser.
Quise llamarla:
“¡Noruega, Noruega!”
Pero no salió nada.
Ningún sonido.
Como si mis pulmones,
mis cuerdas vocales,
mi garganta y mi saliva
estuvieran espantadas por aquello que había ahí y que aún era invisible.
Un instante después,

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sin darme cuenta,
se abrieron las gruesas cortinas
detrás de las cuáles estaba ella hecha bolita,
Noruega se me apareció.
¡Vi su mirada!
Creo que permanecimos así, uno enfrente del otro, una eternidad.
Creo que ella se dio buena cuenta que yo no lograba pronunciar ni una palabra,
y creo que eso fue lo que hizo que ella me tuviera confianza.
Creo que mi estado le probó que estaba con ella,
que ya entendía antes de comprender.
A continuación ella se me acercó.
Cada paso era como un tesoro descubierto y arrancado del fondo del mar.
Y,
cuando ella se encontraba a dos pasos de mí,
me lo enseñó.
Y vi.
Y debo decir que en toda mi vida nunca había visto algo así de frágil.
Cerré los ojos, los volví a abrir, le hice una señal de que entendía.
Después me di la vuelta.
Salí lentamente,
y volví a cerrar la puerta tras de mí.

PADRE: ¿Qué es lo que vio?

SEÑOR BOLTANSKY: Eso no se dice.


O por lo menos no me siento con el derecho de decírselos.
Eso le corresponde a Noruega.
Y para eso,
es necesario darle tiempo.
Eso es lo que ella más necesita,
tiempo.

10. Metáfora

BOON: ¡Lo había encontrado sin encontrarlo! La salida de Noruega sería mi tarea
sobre la belleza. Mi tarea sería ese momento exacto en el que ella saldría de su cuarto y
le diría al mundo entero su verdad implacable. Así veríamos, viendo la tragedia de
Noruega, los estragos de un mundo sin belleza. ¡Veríamos sus consecuencias! ¡Eso
sería una metáfora de la gente de mi colonia! Mi problema era, a la vez, simple y

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complejo: yo no sabía cuál era, precisamente, esa verdad implacable, no había
encontrado concretamente mi metáfora. No sabía lo que le había pasado a Noruega, y
mientras no encontrara lo que le impedía salir de su cuarto, yo no podría escribir su
salida. Y estaba presionado porque llegaba el día de la presentación. Y no lo podía
escribir. Estaba bloqueado, no encontraba lo que le había pasado a mi personaje y
mientras más buscaba menos encontraba y mientras menos encontraba más me
paniqueaba. Todas mis ideas de metáforas me parecían planas, aburridas y no lo
suficientemente interesantes, lo suficientemente reales… Se podría decir que la idea se
escondía en el fondo de mí y que yo no lograba descubrirla… hasta que encontré a
Murdoch.

11. Distintas maneras de atentar contra los días (ventajas e inconvenientes)

Miércoles 6 de febrero de 1991.


Día de San Gastón.
8:22 a.m.
La zona de casilleros..

MURDOCH: Estoy seguro que el suicidio no es una solución pero entonces ¿cuál es la
solución? Digo suicidio, pero lo digo así como así, no lo tengo programado, no tengo
un horario preciso en relación a un puente o al metro, pero por lo menos es una
solución. Parece que una cuerda es demasiado horrible si fallas y que decir de las
ruedas de un tren… Bueno, hablo por hablar, seguro, pero tú, Boon, ¿Para ti cuál sería la
manera? ¿Ahogarse, cortarse las venas o una caja de medicinas controladas? ¿Piensas
que estoy muy denso esta mañana? Pero siempre soy muy clavado, y más aún hoy que
me decidí a quitar el pie del freno y a decirlo todo. No sé si es por andar pensando tanto
en esa tarea, en que decir sobre la belleza, pero la noche anterior, soñando, llegué a la
conclusión que era el momento justo para vaciar mi interior. Un poco como los
japoneses: te clavas una espada en el vientre, dos golpes, de derecha a izquierda, de
arriba abajo, y todo lo que tienes en las tripas te sale de un solo jalón y caes con los ojos
por delante. Con tranquilidad, saboreando el sentimiento de vacío y de calma que se
adueña de ti. Claro que puedes hacer un ruido mientras te ejecutas. Algo japonés, del
tipo: “Houuuuu yamazaky.” Pero como no conozco la técnica perfectamente, decidí
proceder a la inversa: vaciarme por la vía oral. Eso me permite, mientras tanto,
encontrar otra solución, una solución para darle un poco de sentido a todo esto.
¡Sentido, sentido, carajo! Tú te preguntas si todo esto tiene sentido ¿o no? Cuando ves
caer la nieve, seguro que no hay sentido. ¡Pero la vida, carajo, no es como la nieve, o
en mi caso yo prefiero calentar la mía bajo el sol porque así toda se funde y no queda
casi nada! Eso es lo que pienso y te lo cuento como lo pienso. Si hoy no hay una señal,

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algo, no importa qué, una mariposa, una mosca, una ardilla que haga el trabajo, que
venga a decirme que quizá haya una solución, entonces me voy a hacer un Japonés,
¡Van a ver! ¡Créeme! ¿Tú crees que porque vamos al curso de geografía, me voy a
callar? ¡Crees que eso será suficiente! ¿Crees que voy a encontrar una razón para
existir porque un prof de geografía me va a decir que cierre la boca? ¿Piensas que vas a
ser un adolescente toda la vida y que toda tu vida vas a pasarla haciendo la tarea de tu
hermano mayor que no deja de escaparse? ¡Pues claro que no! ¡Claro que no! ¡Hay en
alguna parte, en el futuro, una pinche casita bien bonita con un pinche jardín bien
cortado y un garage con un gran coche que te espera, a ti y al perezoso de tu hermano
mayor! ¿Boon, hiciste esa pinche encuesta sobre la belleza con la gente de nuestra
colonia? ¿No te parece que es bastante fea? ¿No lo crees? Eso es lo que te espera, que
nos espera a todos, Boon: ¡Una gran televisión y una Con Doctora que nos va a felicitar
a todos todas las noches que merezcamos la felicidad! ¡Y así no tendremos nada que
decir, nada más que callarnos! ¡Pero no me callaré, carajo, no me callaré, no me callaré,
carajo!

12. Escupitajo

BOON: Lo ví irse. ¡En cinco minutos él me había inyectado una dosis tal de rebeldía
y de rabia que me sentí imbuido de una sed de amor, de sentido, de razón de ser, de
ternura, una sed infinita! Una sed que me hacía entender que este mundo magnífico,
unido a la infancia que llevaba dentro de mí, estaba a punto de morir por tanta dureza.
De golpe las cosas me parecían clarísimas. La gente de mi colonia, aquellos a los que
tenía que entrevistar, se parecían a mí, amábamos la vida y la belleza estaba a la puerta
de todos. Sin embargo, como esa belleza no era alimentada, se transformaba en algo
horrible y esa cosa horrible nos gruñía desde el interior. ¡Entendí que mientras más
intentábamos vivir sin belleza, más la belleza nos afeaba! ¡Lo vi claramente, así que
pensando en Noruega, entendí la metáfora! Me senté, me apoyé en mi casillero, y pasé
la mañana escribiendo sin ir a mis clases. Noruega, por fin, estaba ahí; sentada a mi
lado en el gran silencio de una escuela. El texto salió de corrido. Incluso ahora, sé que
sin ese instante en el que Murdoch me contaminó de esa insaciable sed del infinito,
jamás habría escrito como escribí, jamás Noruega se hubiera acercado a mí. Jamás
habría podido conocer esa exaltación enloquecedora que iluminó mi adolescencia.
La presentación de mi trabajo sobre la belleza tuvo lugar hacia el final del día. Mi
hermano había regresado de su fuga. El quiso hacer creer que él era el autor de lo que
yo había escrito, pero contra lo que se pudiera pensar, esa voluntad de apropiarse
totalmente de mi talento me hacía realmente feliz. ¡Esa era la prueba de la importancia
que él le daba a mis habilidades de escritor! ¡Tenía miles de ideas de textos para
escribir, novelas llenaban mi cabeza, ya me veía ganando el premio Nobel de literatura!

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Pero para que no hubiera confusión sobre la identidad del autor, no asistí a la
presentación. Esperé en la casa, con una angustia insoportable. ¡Cuando mi hermano
regresó, me fui sobre él para escuchar su felicidad, ver su orgullo, para que me pudiera
contar! Pero en lugar de cumplidos él me escupió. En la cara. Mi hermano me
escupió. No sé porqué. Me detuve. ¡Me dijo todos los nombres horribles posibles,
cosas horribles, gordo, maricón, cabrón de mierda, hijo de la chingada y otras
expresiones del tipo que iban desde pendejo hasta hijo de tu puta madre! Los otros
alumnos se rieron cuando Noruega apareció, les pareció extraño, nerd, sabelotodo,
maricón y pendejo. Y como ellos creían que era mi hermano quién había escrito eso, se
rieron de él. ¡Mi hermano hubiera querido parecer alguien fuerte, intocable! Pero no lo
era, era pequeño, delgado y hasta un poco agresivo, pero yo pensaba que él era valiente,
además de que era mi hermano mayor… siempre estaremos unidos a un hermano mayor
cuando la vida nos hace hermanos menores.
Sale.

13. Reforma de la educación al estilo destroy


Miércoles 6 de febrero de 1991.
Día de San Gastón.
8:50 a.m.
Clase de geografía.

MURDOCH: Sé que usted tiene un programa que seguir y que usted está aquí para
enseñarnos, educarnos. ¡Lo sé, lo sé muy bien, pero le puedo asegurar, señor, que
de todo lo que usted nos dice no quedará casi nada! ¡Usted no controla nada, señor!
¡Estoy aquí para decirle que usted no controla nada sobre lo que transmite y eso
parece valerle madres! ¡Sí, dije madres! ¿Eso lo enoja? Carajo. ¿Siempre es
necesario decir groserías para hacerse oír en este país de apestosos de mierda?
¿Necesariamente hay que decir “pendejo o cabrón o puto o pedazo de pedo” para
que se interesen en uno? ¿Qué importa eso? ¡Estoy aquí, de pie, para iluminar a
mis compañeros frente a lo absurdo de nuestra existencia y a usted lo único que le
interesa, profesor, es cuando decimos la palabra “madres” o “chingada madre”!
¡Déjeme asegurarle que usted nos enseña la indiferencia en la indiferencia de las
palabras! ¡Señor, intente verme un instante no como un pinche adolescente que no
quiere saber nada, sino como alguien que duda tanto como usted! ¡Escúcheme,
señor! Cuando me levanté esta mañana entendí que las cosas, todas las cosas que
tienen sentido para mí, estaban muertas. ¡No sé si eso es algo que usted pueda
entender, señor, no sé si eso es algo que usted ya experimentó, pero es friqueante
ver, que de un día para otro, la mecánica del mundo que durante mucho tiempo era
mágica ya no lo es! No sé que es lo que está pasando. ¡Ya no lo sé! ¿Es que sirve

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para algo “entender”? ¿Es que sirve para algo “saber”? Es chistoso saber que la
capital de Islandia es Reykiavik, Lomé la capital de Togo y Ouagadougou la capital
de Burkina Faso, y que cuando llueve en Montreal hace calor en Borneo. ¡Seguro
que es útil! ¿Pero para que sirve todo eso si no logro calmar mi rabia? ¿Qué puedo
hacer? ¿Qué puedo hacer para sentir que estoy vivo y que no soy una máquina?
¿Cómo explica usted que esta mañana, viendo mi mochila, tuve la impresión que mi
mochila tenía más esperanzas que yo? ¿Cómo explicar que mientras más crezco,
menos tengo la impresión de estar vivo? ¿Señor, que quiere decir eso, estar vivo?

14. Entierro

BOON: ¿Qué hacer para borrar un escupitajo? Primero me lavé la cara con agua, pero
el escupitajo seguía ahí, no se iba. Siempre iba a estar ahí. Entre mi hermano y yo, a
partir de entonces siempre iba a haber un escupitajo en la cara. Así que como no había
nada más que hacer, me decidí que la mejor manera de borrarlo todo era morir. Así que
esa noche, la misma noche que Murdoch murió, fui yo quién se fugó. Una fuga para
poder por fin morir de una buena vez por todas. Caminé al lado de la montaña, ahí
donde vivía mi amigo Mark Green, con quién había competido en los campeonatos
estatales de badminton, los cuáles habíamos perdido, hacía dos años. La iglesia estaba
abierta. Entré. Era ese famoso miércoles 6 de febrero de 1991, día de San Gastón.
Eran las 7:30 p.m. En la iglesia, al fondo, había un hombre que estaba de rodillas frente
a dos palos puestos uno sobre el otro para formar algo que parecía una gran +, y era
sobre esa + que había un joven pegado con tres clavos, completamente desnudo,
excepto un taparrabos sobre los muslos.
(En la iglesia.)
Disculpe, ¿es posible hablar con el encargado del lugar?
Ah, sí, no lo sabía.
Entonces usted es el padre de la parroquia.
Sí, sí.
De hecho fue Mark quién me contó que un fin de semana…
Mark Green.
El vino aquí por su abuelo…
Sí, sí.
Ese mismo, el señor Green, sí.
Sí, está muerto.
No, no, no lo conocía, conozco a Mark, por la escuela, somos pareja en el badminton.
¡Sí, es muy buena onda! Adoraba a su abuelo. Estuvo preocupado por él toda una
semana, y después, mientras Mark me contaba eso, le llegó la muerte a su abuelo. Mark
me contó sobre la ceremonia de la muerte de su abuelo, y, bueno… hablando de

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ceremonia, ¿sería posible de… no sé como decirlo… de llevar una a cabo?
¿Una qué?
Una muerte como la del abuelo de Mark. ¿Se le puede encargar una muerte para
alguien? Una muerte, para decir que uno está muerto.
Para celebrar.
Sí. Es un amigo.
Y está muerto.
Mmh… hoy. Hoy se murió. Sí, en serio, tengo ganas de celebrarlo a mi manera…
hacerle una ceremonia…
¿Lo podemos hacer ahora?
¿En serio?
Sí….
¿Su nombre?
Paul-Emile Beauregard-Nouveau, pero para abreviar todos lo llamábamos Boon.
Sí, Boon.
Sí, como Daniel, pero Boon no es su nombre. Es su apodo.
Preferiría que lo llamáramos Boon, porque así era como me gustaba llamarlo.
¡Accidente! ¡Accidente de coche!
Sí. Murió hoy.
Quisiera prender una vela.
Tenía 17 años, así que, no sé si eso le molesta, quisiera prender 17 velas…
No, no traigo dinero… pero…
Me haré cargo de su basura o trapearé su pasillo…
Muy bien gracias.
¿Ahora repito todo lo que usted diga?...
¿Todo?...
Muy bien, muy bien. Empiece.
¿En el nombre del Padre, del Hijo y de quién?
Muy bien. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Boon está muerto.
El permanecerá vivo en Dios
y en la memoria de sus amigos.
Jesucristo,
recibe favorablemente a Boon.
Recibe su alma
y haz que encuentre reposo.
¿Yo? Mi nombre… eh… ¡Cris! ¡Cristian!
Ayúdale a pasar a Cris esta prueba.
Jesucristo, haz que Cris encuentre la felicidad en la pena y el duelo.

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Amén.
¡Boon está muerto!

Salí de la iglesia sospechosamente ligero. Esa noche, me maté y me enterré


discretamente, a mi manera, manteniéndome vivo porque no quería desaparecer.
Amaba tanto la vida. No quería morir completamente, sólo enterrar una parte de mí.
Muy pequeña, que se llamaba escritura. Decidí que nunca más escribiría… Murdoch
había gritado que había que tomar la palabra, atreverse… era muy difícil…yo quería
vivir con la gente, así que decidí hacer lo que ellos querían que hiciera, decidí que sería
otra persona. Un niño modelo. Me volví antropólogo judicial. Olvidé todo sobre la
belleza, olvidé a Noruega y la metáfora, olvidé a la gente de la colonia que ve como la
belleza en ellos se transforma en fealdad, perdido, olvidé todo eso.

15. Afirmación obsesiva de carácter neurótico

Miércoles 6 de febrero de 1991.


Día de San Gastón.
10:30 a.m.
Oficina del director.

MURDOCH: No sé. No sé, no sé. No sé. No sé. No sé, no sé. No sé, no sé. No sé,
no sé. No sé. No sé. No sé, no sé. ¡No sé! No sé nada. No sé. Está en su derecho,
usted es el director de la escuela, el jefe, el patrón, el propietario, cómo quiera llamarlo,
no lo sé. No lo sé. No sé nada, ¡No hay nadie que pueda ayudarme a saberlo! ¡No sé
nada! ¡Realmente no sé nada! No sé. No sé, no sé. No sé. No sé. No sé, no sé. ¡No
sé! No, no me detendré, aunque sé que eso puede ser insoportable para el director de
una escuela, el jefe, el patrón, el propietario, como quiera que se llame, aquél que está a
la cabeza de una oficina de conocimientos y sabiduría, enterarse que uno de sus obreros
le escupe a la cara y ad vital aeternam, que no sabe nada, pero la verdad, si usted la
quiere saber, se la voy a decir: soy jefe sindical de todos los obreros que son llevados a
la fuerza a esta fábrica del saber y, como usted es el director de la escuela, el jefe, el
patrón, el propietario, el nombre que usted quiera, el capataz de la oficina, me vale
madres escupirle en la cara esta verdad insoportable: ¡No sé! No sé nada. No sé. ¡No
sé! ¡No sé nada nada nada nada! No sé absolutamente nada, regístreme, escúlqueme,
inspeccióneme, analíceme, y encontrará el vacío absoluto: ¡todo el conocimiento del
mundo entero reunido en mi cerebro no podrá ayudarme y no me impedirá repetirle que
no sé! No sé nada: n.s.n. N.S.N. NSNNSNNSNNSNNSNNSN: NO SÉ NADA. No sé
no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé
no sé no sé no sé no sé. No sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no

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sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé. No sé no sé no sé no sé no sé
no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé.
No sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé
no sé no sé no sé no sé no sé. No sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no
sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé no sé.

Locura.

16. Testimonio

BOON: A veces creo que escogí esta carrera sólo por una cosa: identificar a Murdoch
el día que fueron a sacarlo del fondo del agua. Ahora que está hecho, ya no encuentro la
razón para continuar, pero todavía me quedan dos cosas por entender: ¿Por qué
Murdoch murió y por qué, ese día, no se callaba? ¿Por qué? Regresando al trabajo, si
había tenido éxito al identificar el cuerpo del joven, no lograba nada con el de la chica
unida a Murdoch. En los documentos que la policía me dio una vez que identificaron el
cuerpo, estaban los testimonios de toda la gente que se cruzó con él ese día… Nadie
mencionó a una chica de la cuál él estuviera enamorado. Todo el trabajo de
antropología no me sirvió para nada. El cuerpo era extraño, mostraba anomalías que no
tenían que ver con todo el tiempo que había pasado bajo el agua. Releí atentamente
todo el archivo y me encontré el testimonio de mi hermano… Todavía no lo creo.
Escúchenlo: “Fui a buscar a Murdoch a la oficina del director… el director estaba
desesperado, ya no sabía que hacer… Murdoch lloraba sin parar… Yo quería llevármelo
a su casa, pero él quería ver el ejercicio sobre la belleza en forma de obra de teatro que
debíamos haber hecho cada quién… Después de cada ejercicio, él se reía y se burlaba y
gritaba: ¡Pero si es hermosa, la belleza! Hasta que llegó mi ejercicio… La verdad es
que… Fue mi hermano quién lo había hecho… de cualquier manera, fue super
humillante, todo el mundo se rió y se burló de mí, súbitamente, viendo la tarea de mi
hermano, se calló. Cuando la chica se clavó el cuchillo en el vientre para por fin salir
del problema, todo el mundo gritó, pero él no dijo nada, y cuando terminé, él se levantó,
y gritó que él entendía… extraño… Gritó: Noruega, yo te llevaré conmigo hasta el fin
de mis días… Gritó como si fuera verdad, como si él se dirigiera al personaje y salió
corriendo. Fue la última vez que lo ví…”

Releyendo el testimonio, volví a sacar el famoso ejercicio que había escrito, esa
metáfora de la belleza sobre la gente de la colonia y las consecuencias que esa belleza
puede provocar. Todo me regresó en una fracción de segundo. Me reencontré con
Noruega, mi personaje, releí todo atentamente para intentar comprender lo que pudo
haber afectado a Murdoch de esa manera.

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17. La monstruosidad

Teatro improvisado.

UN PROFESOR: Ejercicio sobre la belleza número 12. Escrito por el alumno Jean-
René Beauregard-Nouveau. El texto se titula “¡Vivir sin belleza ensucia la belleza!”

La puerta del cuarto de Noruega se abre.


Noruega aparece con un enorme cuchillo de cocina en la mano.

NORUEGA:

Yo…
Yo…
Yo…

¡Catástrofe. Catástrofe!

No sé de dónde vino.
Me quedé dormida una noche, y a la mañana ya estaba ahí.

Yo…
Yo…
Yo…

¡Catástrofe! ¡Catástrofe!

Un monstruo.
Había un monstruo.
Un monstruo.

No lo ví inmediatamente.
sino más tarde,
saliendo de mi cama,
al verme al espejo.
Al principio,
era muy extraño,
como una palidez,

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y súbitamente lo ví…

Lo ví.

Un monstruo.
Un monstruo en mi vientre.
El había vuelto mi piel transparente,
mi piel era como una fina capa transparente.
Viéndome, vi mi interior,
incluyendo mis órganos y mi sangre.
Todo lo que se movía,
circulaba,
palpitaba,
existía,
esa máquina que soy yo.
Y en medio de todo eso,
lo ví,
gordito como un feto entre mis órganos,
un pulpo asqueroso.
No tenía voz para gritar,
para chillar,
¡para nada de nada!

¡Catástrofe! ¡Catástrofe!

Acurrucado horriblemente en el fondo de mi vientre,


¡cerca de mi sexo!
Lo vi, al pulpo, abrir un ojo y verme.
Cómo en un sueño, ¡quise gritar “mamá”!
Quise gritar,
pero fue como si ya no tuviera más madre,
más padre,
más nada.
Como si, súbitamente, entendiera todo
lo muy sola que estaba en mi vida.

Pensé que soñaba.


Escondí mi vientre.
Me senté en el piso

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varios minutos y esperé.
Me decía: ¡No es posible! ¡Eso no puede existir! Uno no puede tener el vientre
transparente! No podemos tener un pulpo en el vientre! ¿De dónde pudo haber venido
este pulpo? ¡Aún no he hecho el amor ni una sola vez, no puedo estar embarazada, ni
nada por el estilo! ¡Así que no puede ser posible! ¡Un pulpo en un vientre transparente,
esto tiene que ser un sueño! O quizá es que vamos a morir o que ya estamos muertos.
Me dije que eso era sólo un sueño,
que no era nada.
Me repetí eso a toda velocidad,
las rodillas en el pecho
y los brazos agarrando las rodillas,
todo eso para proteger mi vientre.
Me dije que nada de eso podía estar pasando, que me despertaría, que todo sería normal,
y que además tendría que apurarme, porque el reloj de mi cuarto indicaba que ya iba
retrasado.
Oí que mi madre me llamada: “¡Noruega, Noruega!” Pero yo no respondí nada, no
podía sacar ni un sonido. Primero había que levantarse.

Así que me levanté, y lentamente,


cerré los ojos
temblando.
Dejé ir mis brazos
para ver una vez más mi vientre.
Y lentamente,
como si la lentitud fuera a borrar el horror,
abrí los ojos y me miré en el espejo.
El todavía estaba ahí.
¡Catástrofe! ¡Catástrofe! ¡Pensé!
Y no pude evitar soltar un grito,
y ponerme a llorar
como si mi vida se hubiera acabado.
Y tomé conciencia de mi juventud,
y sentí,
creo,
lo que debe sentir un soldado de veinte años
en el instante en el que un disparo toca su costado,
y comprende que va a morir
justo ahora que tenía tanto tiempo por delante para vivir.
Sentí

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el desperdicio.
Abrí los ojos y él todavía estaba ahí:
lo ví,
en mi vientre transparente,
el pulpo, con sus ocho tentáculos, vueltos hacia mí.
Sentí en mi vientre sus movimientos,
y ví nuevamente su ojo abrirse y cerrarse.

Pensé que era el espejo.


Así que bajé la cabeza y ví mi vientre,
y ahí seguía la transparencia.

Tuve tanto miedo que me desmayé,


y pensé que moriría.

Durante cuatro días me quedé encerrada,


porque no encontraba ninguna razón para salir ni para vivir.

Mis padres intentaron romper la puerta,


pero cada vez un grito de muerte salía de mí para detenerlos.

Entonces reflexioné.
Me dije que en el fondo todo eso era completamente normal.
Que era la fealdad que anidaba en el fondo de mí.
Todo el mundo, un día o el otro,
se despertará con la fealdad en el fondo de uno,
la fealdad bajo una forma diferente,
un pulpo o una rata o una serpiente en su vientre transparente.
Y después uno se acostumbrará,
y nos acostumbraremos a vivir con esa monstruosidad en nosotros.

Me dije que todos los adultos con los que me cruzaba probablemente tenían ese horror
bajo su transparencia y que vivían con él. Cuando estuve segura de esa idea, me pude
calmar y poder tomar una decisión.

No quiero.
No puedo.
No viviré con esta monstruosidad en mí toda mi vida.
No la aceptaré.

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No me daré por vencida.

Fue la niña en mí quién tuvo miedo y que se desmayó.


Normal.
La infancia le tiene miedo a la oscuridad desde tiempos inmemorables.
Pero ahora
ya no soy una niña y puedo escoger por mí.
Y por mí, no quiero vivir con esta fealdad.

Así que, una vez tomada la decisión,


me sentí capaz de salir.

Mucha gente acepta vivir con esa fealdad,


algunos la rechazan.
Yo también,
Yo la rechazo.

(Noruega enseña su vientre. Es transparente. Vemos al pulpo en su vientre. Con el


cuchillo, corta su vientre. El agua y la sangre fluyen. Mete su mano y saca al
monstruo.)

Cuando la infancia toca el fin de los tiempos,


ella estará para siempre atrapada en la oscuridad.
Y yo quiero la belleza
por mucho tiempo, mucho tiempo, mucho tiempo, mucho tiempo, mucho tiempo,
mucho tiempo, mucho tiempo…

18. Los sedientos

BOON: Estaba sentado en mi laboratorio, en un rincón de la morgue con el cuerpo de


Murdoch y la desconocida que habíamos encontrado unida a él. ¿Quién podría ser?
Una idea loca me llegó… ¡Emocionado, hice una ligera incisión al nivel del abdomen y
lo ví! ¡Empecé a temblar de pies a cabeza! ¡Su vientre había sido perforado con la
ayuda de un cuchillo y algo había sido sacado de ahí! ¡Era inverosímil, sin embargo así
era! Era tan sorprendente como imposible: ¡Noruega! ¡Noruega! Murdoch tenía entre
sus brazos al personaje ficticio que yo había inventado. ¡El se aferraba a ella como uno
se aferra a los sueños que nos salvan de la vida! ¿Por qué moriste? ¿Por qué moriste?
¡Catástrofe! ¡Catástrofe! Pensé y ese pensamiento, sin duda, hizo que se moviera la
mano de Noruega, abrió los ojos y, en un instante, encontré su forma de antes. Como en

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ese día luminoso en el cuál ella había venido a sentarse a mi lado cerca de los casilleros
de la escuela.

NORUEGA: Boon, creí que ya no te acordarías de mí.

BOON: Hice todo para olvidarte.

NORUEGA: El no me soltó hasta llegar al río. Estaba sediento. ¡Me hablaba sin
parar! Decía: “Noruega, tú y yo, somos unos sedientos, ven, vamos al gran lago.” Se
puso sus patines y empezó a patinar, repitiendo una y otra vez: “¡Respira, respira,
Noruega!” Y el hielo se rompió, haciendo pedazos la línea de su vida. Nos aferramos
uno al otro, como si el corazón de uno estuviera en el del otro: personaje real, personaje
ficticio.

BOON: Nunca lo habría creído…

NORUEGA: Te equivocaste.

BOON: Murdoch está muerto.

NORUEGA: Murdoch está muerto porque ya no había nada en lo que él pudiera creer.

BOON: ¿Qué puedo hacer ahora?

NORUEGA: ¡Puedes hacerlo todo! Cuenta. Cuenta la sed de Murdoch, cuenta la sed
de Noruega, cuenta la sed de Boon.

BOON: No sé.

NORUEGA: Sí, sí sabes. ¡Pero no te atreves!

BOON: Todo eso se acabó…

NORUEGA: ¡No! El escupitajo sigue ahí, en tu mejilla, Boon.

BOON: Es demasiado tarde.

NORUEGA: Si piensas que es demasiado tarde, entonces será cierto que la belleza se
ensució gracias a la fealdad. Tú ahora eres feo.

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BOON: ¡Noruega! Ella se había ido. Me quedé mucho tiempo en silencio. Sabía lo
que tenía que hacer. Todo, una vez más, se había aclarado. Había amanecido. Tomé el
teléfono.
(Al teléfono.)
Bueno, Jean-René, soy yo, Boon, tu hermano.
Sí, sé que es temprano.
Son las 6 de la mañana.
Lo sé.
No, no pasa nada grave.
Sólo te hablaba porque sí.
No, no es cierto.
¿Te acuerdas del día que me escupiste?
No, no te lo digo por eso… Sé que todos somos bastante estúpidos cuando somos
jóvenes, pero… no fue nada grave… no, no… escucha… quiero decirte que se fue. Sí.
El escupitajo por fin se fue.
Escucha, quiero decirte algo que nunca había tenido ganas de decirte.
Pero por razones que sería muy largo explicarte,
de pronto me dieron ganas de hablarte para decírtelo.
Escucha, es muy sencillo, pero al mismo tiempo,
y no sé porque,
me tomó treinta años poder decírtelo.
Así que ahí va.
Tú y yo somos muy diferentes.
Pero a pesar de esas diferencias,
tú eres mi hermano,
y yo estaré aquí por siempre para ayudarte si lo necesitas.
También me di cuenta que te quiero mucho.
Si murieras, sufriría mucho.
¡Mucho!
Eso es.
Todo.
Discúlpame por haberte molestado.
Besa a tus hijos por mí.
Te quiero.
(Cuelga.)
Retomé el archivo de Murdoch. Arreglé su cuerpo como debía hacerse. Con mucho
cuidado. Le puse la ropa de aquella época que sus padres habían guardado. Limpié el
laboratorio y ordené todo, y al final marqué “Asunto concluido”, y pudimos entregar el

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cuerpo de Murdoch a sus padres. Fue enterrado de manera sencilla en un cementerio no
muy lejos del Boulevard Metropolitano.

MURDOCH: No muy lejos, ustedes me enterraron justo al lado de la parada del 121,
¡no mamen! Voy a ver pasar el autobús por toda la eternidad, carajo… Sádicos, ustedes
son unos sádicos, carajo…

BOON: Estoy seguro que lo oí gruñir. A veces voy a sentarme sobre su tumba, y dejo
flores. Noruega y yo seguido nos encontramos ahí y le cuento historias que quiero
escribir. Sobre su tumba, hice plantar un árbol. Un chêne (no sé que tipo de árbol es)
de 17 años. La primavera pasada ya habían florecido tantas hojas en sus ramas que se
podría decir que miles y miles de palabras colgaban ahí, esperando el otoño para
caernos encima. Sonreí. Murdoch no dejará de hablar, eso ténganlo por seguro.

Fin.

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Sinopsis:

Cuando Boon, un antropólogo judicial, reconoce el cadáver de un antiguo compañero de


escuela, Silvio Murdoch, adolescente destroy, desaparecido misteriosamente en 1991, su
memoria lo hace viajar hasta los momentos en los cuáles pudo haber sucedido la
desgraciada. Sin embargo “este viaje” va a cambiar la vida de Boon para siempre, ya
que la muerte de “ese camarada” tendrá su origen en la infancia, un lugar dónde se
mezclaron, de manera incompresnsible las aguas de la realidad con la ficción.

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