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Universidad Icesi

Facultad de Derecho y ciencias sociales

Maestría en Estudios sociales y políticos

Procesos sociopolíticos contemporáneos II

Nicolás Ulloa

19 de agosto 2018

Reflexión

Michael Trouillot: El poder del relato

Michael Trouillot fue un antropólogo e historiador haitiano. El libro Silenciando el pasado.


El poder y la producción de la historia fue su obra de mayor impacto y más significativa
para el mundo académico. La obra se publica en un momento en el que el debate
epistémico y metodológico en la disciplina historiográfica y las ciencias sociales en general
se cuestiona el lugar de enunciación de aquellos que producen el conocimiento legítimo
sobre las realidades y los procesos sociohistóricos globales. Las escuelas posmodernas,
grosso modo, sostienen que la historia y la realidad social que estudian los científicos
sociales son meros discursos y que en dicha calidad de discursos la ciencia social solo es
capaz de producir ficciones narrativas. Por otro lado, las escuelas más conservadoras, de
corte positivista, sostienen que la historia y las ciencias sociales se limitan a tomar de
manera objetiva los hechos y organizarlos de acuerdo a un método infalible. La postura de
Trouillot, esbozada en este libro, queda a medio camino entre ambos polos y resulta ser uno
de los temas centrales en su reflexión y labor investigativa materializada en dicha obra.

En primer lugar, Trouillot establece la distinción entre el proceso sociohistórico y la


narrativa que construye el ser humano acerca de ese proceso. Dicho de otro modo, una cosa
es el hecho en sí y otra el modo en que los seres humanos acceden al mismo, los recursos
de los que nos valemos para rendir cuenta de esos procesos sociales que ocurren en un
tiempo y lugar particulares. Sea como fuere, para Trouillot el hecho histórico en bruto
siempre va a tener una relación con la construcción narrativa de la historia, puesto que esta
siempre guarda un vínculo con una realidad, con algo que ocurrió en el pasado.
El problema para Trouillot ocurre en el proceso de investigación historiográfica, en
aquellos puntos intermedios en los que el problema de la interpretación deviene, asimismo,
en un problema del poder y de la acción deliberada del silencio. Efectivamente lo que
Trouillot le objeta tanto a las corrientes posmodernas más acríticas como a las corrientes
positivistas es la no visibilización y reconocimiento de los efectos del poder sobre la labor
historiográfica y las evidencias que deja la historia. Sobre ello Trouillot identifica cuatro
momentos en los que el poder aparece como decisivo en la labor historiográfica. En primer
lugar, el silencio aparece en la manera de concebir los hechos e interpretarlos en el
momento mismo en el que ocurren; es decir, si lo ocurrido no es concebible dentro de los
marcos cognitivos de referencia de los poderosos de la época, se le da al hecho una primera
negación. Luego, en el momento en el que se construyen los archivos que dejan evidencia o
testimonio acerca de lo ocurrido. Después, en el momento en el que el historiador organiza
y vincula las evidencias de una manera coherente tal que produzca una narrativa. Por
último, el poder interviene en el punto mismo en el que esa narrativa deviene en historia, es
decir, en un relato acerca del pasado que es concebido como real, lo que conecta el presente
con el pasado.

Este punto que señala Trouillot sobre los cuatro momentos en los que el poder produce el
silencio en la historia resulta, a mi juicio, de suma importancia, en la medida en que deja
entrever la compleja relación entre (1) hecho histórico, (2) interpretación del contexto y los
documentos y (3) poder. Al lugar de discusión que quiero dirigir al lector es a ese punto en
el que el hecho histórico mismo nos resulta inaccesible porque ha sido brutalmente borrado
de la historia por el poder. Para ilustrar a lo que hago referencia, presento dos ejemplos
concretos al lector.

Durante las primeras décadas del siglo XX hubo un fuerte auge del movimiento anarquista
a lo largo y ancho del globo. En el caso particular de Colombia no tuvo la misma fuerza
que tuvo en otros países de América Latina como en México, Brasil, Uruguay o Argentina.
No obstante, no se puede negar su existencia y presencia en tal territorio. Los epicentros
más fuertes del movimiento anarquista se concentraron en la costa atlántica y en la capital
del país. Para la década de los veinte, la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena,
que fue impulsado por anarquistas colombianos y catalanes, aglutinaba 64 sindicatos
(Gomez Muller, 2009). Este núcleo de sindicatos eran los más combativos y los que
impulsaron los paros y protestas que terminaron en la masacre de las bananeras. Hay
algunas evidencias, incluso, que indican que lo que hubo fue el aplastamiento de un
levantamiento insurreccional. Caso similar es el de la Comuna libertaria de Otanche que
tuvo lugar en el Magdalena Medio durante la Guerra de los Mil Días. De la mano de un
grupo de intelectuales anarquistas, una comunidad indígena se organizó de manera
autónoma y sacó de su territorio toda presencia estatal. La experiencia no duró más de unos
meses, hasta que las autoridades retomaron violentamente el control.
Ahora bien, detrás de ambos casos, reside el mismo problema: las pocas investigaciones
existentes sobre el tema no solo se deben a cómo y quién dictamina qué es digno o no de
ser estudiado por la historiografía, sino también por la falta de archivos existentes acerca
del tema. En otras palabras, hay una acción deliberada del poder que borra estos hechos de
la historia. En ese sentido, el silencio aparece en la misma interpretación de los hechos e
incluso antes. En el caso de la Masacre de las bananeras parece haber una lógica similar a la
planteada por Trouillot con relación a la Revolución haitiana: el marco de referencia en
aquella época no podía concebir una insurrección protagonizada por obreros, en su mayoría
negros y mestizos, cuyo fin consistía en destruir al Estado y construir mecanismos propios
de autogobierno. Esta visión política propia del anarquismo sobrepasa incluso la visión del
marxismo que resulta ser menos radical en su planteamiento: esto es, primero hay que ir por
la toma del poder y luego ir diluyéndolo de manera gradual. De ahí que la idea de una
insurrección con tales fines terminase en una no-existencia.

El segundo caso, a mi juicio, resulta aún más complejo, puesto que a diferencia del anterior,
supone casi que su desaparición de la historia. En el caso de la Masacre de las bananeras,
esta no pudo ser borrada de la historia, aunque su razón de ser haya sido olvidada y
distorsionada, su huella quedo grabada en la historia. Por el contrario, de la Comuna de
Otanche parecen quedar solo murmullos, débiles ecos que combaten por sobrevivir al
silencio avasallador del paso del tiempo. La experiencia de dicha comuna ni si quiera es
mencionada entre los historiadores dedicados a estudiar finales del siglo XIX y principios
del XX. Es un hecho que suele ser solamente traído a colación entre aquellos historiadores
que se han interesado por este cerrado y extraño campo de la historia política que se
pregunta por el papel del anarquismo en la historia de América Latina. En este sentido, la
Comuna de Otanche parece haber sufrido un silencio producido en un momento anterior a
los momentos identificados por Trouillot; esta parece ser borrada de la historia en el
exterminio mismo de la comuna, es decir, su no-existencia reside no en la interpretación de
los hechos, sino en el exterminio de los mismos: no hay interpretación de los hechos porque
no existe hecho a interpretar. En este caso, entonces: ¿Cómo puede el historiador acceder al
hecho histórico cuando las únicas fuentes a la mano son dos artículos de periódicos de la
época que mencionan dicho acontecimiento? Incluso, esto nos puede llevar a preguntarnos
qué tanto conocemos en realidad nuestra historia. ¿Cuántos hechos como estos no habrán
sido borrados por completo de la historia? Las respuestas que se puedan dar a dichas
preguntas siempre serán insuficientes y será la carga que siempre correrá con la producción
historiográfica. Sin embargo, este problema no debe tomarse a la ligera ni manifestarse bajo
un mero sentimiento de resignación. Todo lo contrario, es la pregunta que la historia y todo
investigador en historia deben hacerse antes y durante toda investigación.
Bibliografía

Trouillot, M. (2017). Silenciando el pasado. El poder y la producción de la historia.


Granada: Comera.

Gomez Muller, A. (2009). Anarquismo y anarcosindicalismo en América Latina. Medellín:


La Carreta.

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