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Hágase el Milagro (Ica)

| junio 20, 2014 at 3:35 pm


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 Es increíble como la fe se aferra a lo cotidiano, a lo real y se transforma


en creencia, en un apego inusual a gentes que en su vida fueron personas
comunes y que tras un accidente o una desgracia se convirtieron en íconos de
una devoción popular que va creciendo.
 Hágase el Milagro, título del episodio a estrenarse el 1ero de julio a las
10pm vía TVPERÚ (repetición: Miércoles 2 de julio a las 4pm) nos acerca a
Luquitas, Prudencio Chacaliaza, Rosita de Pachacútec y Chicho. ¿Qué los une?, la
devoción de un pueblo que los visita con frecuencia para pedirles una gracia, un
milagro.

E n la región Ica surgen estos personajes con mayor naturalidad. Recordemos a la Melchorita, a la

Beatita de Humay, por ejemplo. Costumbres llega a esta ciudad y encuentra más.
Chacaliazita:
Aquel hombre fue atropellado por un tren y de vela en vela fue armándose la costumbre y creándose
una devoción para mucha gente. Él es Prudencio Chacaliaza y tiene una pequeña capilla, a la que
acuden hombres y mujeres para pedirle una gracia. La mayoría no conoce su rostro y en ese lugar solo
existe una cruz con su nombre, pero de cariño le dicen chacaliazita. Don Víctor Grados es quien tiene
las llaves de la capillita y él se encarga de cuidar los enseres, porque asegura que siempre llegan a
robarle.
CHACALIAZITA. Es así como lo buscan y esta es la capilla en honor a Prudencio
Chacaliaza.

Luquitas:
Un encuentro con Luis Carpio nos deja encantados y sorprendidos. Estamos dentro de una capilla, al
borde la Panamericana Sur. Allí hay una cruz de metal, en la que resalta el nombre de Lucas. Luis,
devoto y cuidador, refiere que este hombre era leñador y cuando abrieron camino para la carretera
trabajó junto a otros para quitar los huarangos de los alrededores. Se subió a uno y al cortar la rama,
ésta se le incrustó en el cuerpo matándolo. Como les daba pena empezaron a dejarle una, dos, tres
velas, hasta que decidieron construir una capilla, la misma que es visitada, sobre todo, por los
pobladores del caserío San Matías y por los choferes que pasan por allí. La devoción ha llegado a tanto
que le organizan su fiesta cada 24 de junio.
AL BORDE. En la Panamericana Luis Carpio nos habla de los favores y cariños
de Luquitas.

Rosita de Pachacútec:
Julia Rosa Muñante Milos, más conocida como Rosita de Pachacútec, nació el 21 de julio de 1966 y
murió el 10 de enero de 1974. La santidad en la visión popular la alcanza porque, según cuentan, la
niña murió asesinada luego de una violación. Su casa se han convertido en santuario, llena de placas,
cartas, fotos e imágenes que le regalan por el milagro concedido. Allí, sentada cerca de la cama cuyo
letrero dice: La camita de Rosita, encontramos a la mamá que siempre te contará la historia de su hija
y hablará también del Niño Jesús que le regaló cuando la pequeña tenía dos años más o menos. Dicen
que Rosita era muy devota de ese niño y pedía siempre que los pastores o negritos (como los conocen
por esta zona), vengan en navidad a danzarle y rendirle homenaje. Este ritual se ha mantenido en el
tiempo y cada mes de enero, recordando un año más de la muerte de Rosita, llegan varias bandas o
hatajos de negritos a danzar y zapatear.
NIÑA MILAGROSA. Rosita recibe una serie de agradecimientos por sus
milagros.

IMPRESIONANTE. Es la mamá de Rosita, la niña milagrosa de Pachacútec.

Chicho:
“El día del terremoto. Apenas a una cuadra de su casa, en la esquina de Ayacucho y Nazca, una pared
se derrumbó mientras la tierra temblaba, dejando bajo los escombros el cuerpo del niño de nueve
años José Luis Tipacti Peñavásquez. Él se ha convertido en un personaje venerado por los iqueños,
quienes le atribuyen milagros”, así resume un escrito del Diario El Comercio cuando narra la historia
de este niño que aseguran es muy milagroso.
Ya sabíamos de él mucho antes, pues nos decían que varios moto taxistas incluso tienen su fotografía
como signo de protección, y que hasta una devota, conmovida por los favores recibidos, le ha
mandado a hacer una estatua que es idéntica a él, la que es cambiada regularmente pues le obsequian
polos diversos, y cuando celebra la policía le ponen el traje de policía y si festejan los bomberos,
Chicho debe lucir el traje de los hombres de rojo.

Así que estuvimos con Edith Peñavásquez, la mamá del niño, quien tiene todo un ritual establecido
cuando alguien la visita en su casa, la cual, además de la capilla habilitada en el lugar donde murió
Chicho, está dispuesta de tal manera que los devotos y devotas tienen la oportunidad de rezar y dejar,
si así lo desean, algún juguete o colaboración para que se hagan diversas actividades en el nombre del
pequeño.

HUELLAS. Detalles y creaciones alrededor de Chicho, el niño del terremoto.

La Quemadita:
Se llamaba Casimira Morón y la traían de Ocucaje a pie, pues había sufrido un accidente quemándose
todo el cuerpo. En el lugar donde ahora está su capilla, en Los Calderones, distrito de Tate; dicen que
no resistió más y murió. Como ha sucedido con los otros personajes, la pena de que haya muerto
quemada y lejos de su tierra, hizo que los pobladores de la zona le dejen velas y recen por su alma
convirtiéndose con el tiempo en alguien a quien era fácil llegar y pedirle un favor. Ahora tiene muchos
devotos y devotas, y cada 15 de octubre le organizan una fiesta. Algunos saben cómo se llama, pero la
mayoría le dice: la quemadita.
CALDERONES. Altar en homenaje a Casimira Morón, la Quemadita.

DEVOTOS. Dentro de la capilla con los devotos de la Quemadita.

Aderezamos el relato con una visita a Piscos López, en el Caserío El Limón, donde nos reciben los
pobladores y nos regalan su expresión festiva de los negritos en su gran festejo en honor a la cruz.
DANZA. Hatajo de Negritos en el Caserío El Limón.

COMPARTIR. Con los amigos en almuerzo campestre.

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