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María Sofía Agavo Velázquez


María Camila Jaimes Vera
Relatoría del 27 de septiembre de 2018

La clase inicia con la lectura de la relatoría del día 20 de septiembre por parte de nuestras
compañeras Valeria Lugo y Erika Morales. A partir de dicha lectura, el profesor Ortega abre un
espacio de dudas en el cual nuestro compañero Francisco Díaz pregunta si es cierta la definición
que está plasmada en la relatoría sobre los lenguajes políticos, por lo que el profesor responde
que sí y complementa la respuesta diciendo que los lenguajes políticos son grandes elementos
usados simultáneamente por una comunidad de discurso y que, a su vez, tienen diferentes
localidades, pues no son lenguajes regionales ni locales, sino lenguajes que tienen una vigencia
que reclama cierta universalidad.
Posteriormente, el profesor concluye este espacio de dudas y respuestas al no existir más,
y comienza a comentar una introducción sobre el autor que correspondía a la sesión: Foucault.
Así, menciona que ​La arqueología del saber es un texto que nace como una respuesta para
explicar lo que estaba haciendo metodológicamente con libros anteriores como ​Historia de la
locura (​ un estudio que analiza cómo se empezó a conceptuar la locura y cómo se instauró como
un principio antagónico de la razón), ​Nacimiento de la clínica (​donde historiza la mirada de la
vida clínica) y ​Las palabras y las cosas (​un texto que reconoce cuatro saberes del mundo antiguo
para contrastarlos con cuatro saberes del mundo actual, los cuales estos últimos son saberes
disgresores, es decir, se caracterizan por significar una ruptura o discontinuidad en lugar de una
continuidad de los saberes anteriores). También menciona otro texto que es posterior, ​Vigilar y
castigar, ​y finalmente una trilogía que se llama ​Historia de la sexualidad. D ​ e esta manera, nos
dice que estos textos son discursos unificados por un objeto que, a su vez, es resultado del mismo
discurso, el cual se volvió legible y legítimo para la sociedad.
Después de esta introducción, el profesor Ortega se adentra al texto de Foucault para
comenzar a dilucidar sus principales conceptos, como ​enunciado,​ que nos dice que es la principal
unidad del discurso. Alejandro Rodríguez agrega que el enunciado puede ser entendido como
proposición desde su plano lógico y Francisco Díaz añade que no se trata de una proposición ni
de un acto de habla. Entonces, el profesor Ortega pregunta qué es entonces un enunciado, para lo
cual, Héctor Echevarría responde que se diferencia, por ejemplo, del acto de habla porque este
tiene una determinada intencionalidad, y en su nivel solo se tienen que describir las relaciones
que existen dentro de una red verbal. Desde este punto, el profesor polemiza lo que implican los
dominios de los discursos y se debate la noción de sujeto en Foucault, el cual, nos dice, es –como
el objeto- también resultado del discurso y la primacía por analizar desde este ámbito significa
una crítica radical a la soberanía del sujeto ya que pone en tela de juicio la libertad de acción de
los individuos. Francisco Díaz vuelve a preguntar y dice si entonces se trata de una crítica a la
epistemología clásica de sujeto-objeto, para lo cual, el profesor responde que sí, y de esta manera
se logra introducir a la definición de enunciado de forma más detallada. Por lo tanto, comenta
que los enunciados serán las unidades de análisis y se encontrarán en la lógica que los articula,
además de ser unidades no exclusivas de un solo dominio pues diversos enunciados pueden
actuar en diferentes órdenes discursivos. Alejandro entonces añade que no solo se trata de ver las
relaciones de un enunciado con otro dominio sino las formas de esas relaciones. Para ello, y
como resultado de una pregunta del profesor, menciona las tres formas de relaciones que
Foucault menciona: las ​directas (como la locura como objeto de Estado y de cuidado) las
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reflexivas (cuando hay un conjunto de especialistas que se adueñan de la naturaleza de ese


dominio) y las ​discursivas​​. Ante esto, Daniela Bautista expresa que no entiende las relaciones
discursivas, y Héctor Echevarría responde que estas relaciones están caracterizadas por no tener
un adentro y/o afuera, que son simplemente relaciones con otros dominios discursivos. El
profesor añade que si entendemos el enunciado como unidad básica del discurso, estos
dependeran y consolidaran en el marco del campo discursivo, además de ciertas relaciones de
poder. En pocas palabras, los enunciados nunca, nos dice, vienen con atributos previos.
Así, el enunciado se entiende más bien como una función que se da por la relación entre
los mismos enunciados, y la cual provoca dos implicaciones: primero, se elimina el problema de
la verdad, ya que no es la prioridad ni tampoco es posible dentro del análisis foucaultiano
calcular el valor de verdad -o falsedad- de los enunciados; y segundo, se elimina también la
cuestión del significado, no se busca saber qué significó cierto enunciado, o qué quiso decir
cierto autor. La búsqueda de los orígenes, las trascendencias o las influencias en este análisis se
presentan como inquietudes metafísicas que se ubican fuera y se anticipan a las propias
condiciones históricas. En pocas palabras, se elimina del análisis cuestiones como el sujeto,
origen, verdad, sentimientos verdaderos y todo aquello que se muestre como un referente central
para una interpretación. Esto último ha sido, según Foucault el entretenimiento de los llamados
historiadores de las ideas -“historiadores de pantalón corto”-.
A lo anterior, Francisco Díaz comenta que hay cierta cercanía de este método -que
descubre el valor del enunciado por su relación con otros- y el estructuralismo, a lo que el
profesor responde que se distancia, en tanto que Foucault no pretende establecer estas relaciones
como universales, es decir, estas relaciones no pretenden ser establecidas como unas reglas de
relación aplicables a distintas circunstancias. Desde esta perspectiva, entonces, las relaciones son
vacías, no tienen contenido en sí mismas. Igualmente, y ante la cruda crítica de Foucault a los
historiadores contemporáneos, Héctor Echevarría preguntó cómo Foucault sobrellevó él mismo
su propia condición de autor, a lo que el profesor responde que es una pregunta que se retomará
en la siguiente clase.
¿Cómo define entonces Foucault la verdad? - plantea el profesor- se trata sobre todo “de
un conjunto de procedimientos regulados por la producción, la ley, la repartición, la puesta en
circulación y el funcionamiento de enunciados considerados verdaderos”. Se reitera entonces que
el objetivo de este análisis es la ​descripción de un conjunto de relaciones entre enunciados que
hacen posible un régimen de verdad, y esto es lo que da pie a la historia. Se concluye la primera
parte de la sesión abordando lo que significa archivo para Foucault, el cual no preexiste al
discurso sino coexiste, pues los discursos son la totalidad del archivo, precisamente por su
concepción de que no puede existir un más allá de lo que está plasmado en los discursos.
Al retomar la sesión se resolvió el taller de la clase anterior en el que se plantearon
algunas cuestiones básicas para entender la postura de Foucault y su método. Respecto a la
primera pregunta sobre las dos escuelas históricas que precedieron al autor, la una con foco en
los grandes procesos y las continuidades, la otra en la discontinuidad, se recordó que lo que
distancia a Foucault de éstas tradiciones radica en el valor epistemológico dado al documento.
En las anteriores escuelas éste era, como punto de partida, una ​unidad problemática,​ en Foucault,
en cambio, éste se concibe, al inicio de la investigación, como ​una unidad natural. ​Es esta
primaria suposición la que permite luego iniciar el proceso de crítica negativa o deconstrucción
propio de éste método.
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A la pregunta sobre la discontinuidad como noción paradójica se responde, con ayuda de Erika
Morales, que ésta se debe a una doble determinación que entra en juego a la hora de la
investigación. La primera determinación es la del ejercicio historiográfico que precede y da
partida a la investigación, así pues es la del orden de la intencionalidad del autor. La segunda,
por otro lado, resulta de la descripción del objeto, ya iniciado el trabajo investigativo, que obliga
a establecer nuevas rupturas, a mover fronteras como producto del desarrollo mismo de este tipo
de análisis. Con lo anterior se tiene el último factor que constituye la paradoja de la
discontinuidad, ésta y el objeto de estudio nunca se dejan de especificar sino hasta el final de la
investigación. En este punto, agrega Héctor Echevarría, que incluso lo importante no es fijar un
límite sino es precisamente el surgimiento de nuevas preguntas respecto del mismo objeto de
estudio.
Finalmente, con ayuda de las intervenciones de varios compañeros, se establecen las
principales características que distinguen la historia global y la historia general. La historia
global asume una totalidad, es esta la historia de la totalidad de la experiencia humana lineal y
sobre todo que se posiciona sobre la base de unos aprioris metafísicos -según los términos de
Foucault- principalmente la idea de ser humano y el progreso. Por otro lado, la historia general
tiene el objetivo de recuperar las relaciones fundamentales para que cierto régimen de verdad
funcione. Lo más importante a este respecto, es ver que, sin embargo, Foucault no renuncia a la
posibilidad de que exista un orden general susceptible de ser descrito, es decir, a una
sistematización que permite la comprensión histórica. Con esto último terminó el seminario,
aprovecharon los últimos minutos para la solución de un nuevo taller sobre la Arqueología del
Saber. Para la siguiente clase, se quedó en retomar las dos presentaciones sobre Foucault y
continuar con la de Nietzsche.

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