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Si no aman las plantas no amarán el ave, Cuerpos hermosos, dueños del secreto celeste
no sabrán de música, de rimas, de amor. De la dicha lograda. Mas si el tuyo no es éste,
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave Si todo se repite, ¡calla, triste criatura!
¡Setenta balcones y ninguna flor!
Alfonsina Storni
Baldomero Fernández Moreno.
Los amantes Mía Se nos ha muerto un sueñoñ
Ved en sombras el cuarto, y en el lecho Mía: así te llamas. Carpintero, haz un féretro pequeño
desnudos, sonrosados, rozagantes, ¿Qué más harmonía? de madera olorosa,
el ruido vivo de los dos amantes Mía: luz del día; se nos ha muerto un sueño,
boca con boca y pecho contra pecho. mía: rosas, llamas. algo que era entre el pájaro y la rosa.
Fue su vida exterior tan imprecisa
Se hace más apretado el mundo estrecho, ¡Qué aroma derramas que sólo se lo vio cuando asomaba
bailotean los dedos delirantes, en el alma mía a! trémulo perfil de una sonrisa
suspéndese el aliento unos instantes… si sé que me amas! o al tono de la voz que lo nombraba...
y he aquí el mundo sexual deshecho. ¡Oh Mía! ¡Oh Mía! Mas qué te importa el nombre, carpintero,
era un sueño de amor, tu mano clave,
Un desorden de sábanas y almohadas, Tu sexo fundiste pronto las tablas olorosas, quiero
dos pálidas cabezas despeinadas, con mi sexo fuerte, enterrar hondo el sueño flor y ave.
una suelta palabra indiferente, fundiendo dos bronces. ¡Al compás del martillo suena un canto!
un poco de hambre, un poco de tristeza, Yo triste, tú triste... «No vayas al campo santo,
un infantil deseo de pureza ¿No has de ser entonces porque los sueños de amor
y un vago olor cualquiera en el ambiente. mía hasta la muerte? no mueren, se muda en llanto
su forma de ave y de flor».
Baldomero Fernández Moreno. Rubén Darío
Conrado Nalé Roxlo (1898-1971)
Epitafio para un poeta
Antonio Machado
Canción de la muerte
Ven y tu ardiente cabeza
Débil mortal no te asuste entre mis manos reposa;
mi oscuridad ni mi nombre; tu sueño, madre amorosa;
en mi seno encuentra el hombre eterno regalaré;
un término a su pesar. ven y yace para siempre
Yo, compasiva, te ofrezco en blanca cama mullida,
lejos del mundo un asilo, donde el silencio convida
donde a mi sombra tranquilo al reposo y al no ser.
para siempre duerma en paz.
Deja que inquieten al hombre
Isla yo soy del reposo que loco al mundo se lanza;
en medio el mar de la vida, mentiras de la esperanza,
y el marinero allí olvida recuerdos del bien que huyó;
la tormenta que pasó; mentiras son sus amores,
allí convidan al sueño mentiras son sus victorias,
aguas puras sin murmullo, y son mentiras sus glorias,
allí se duerme al arrullo y mentira su ilusión.
de una brisa sin rumor.
Cierre mi mano piadosa
Soy melancólico sauce tus ojos al blanco sueño,
que su ramaje doliente y empape suave beleño
inclina sobre la frente tus lágrimas de dolor.
que arrugara el padecer, Yo calmaré tu quebranto
y aduerme al hombre, y sus sienes y tus dolientes gemidos,
con fresco jugo rocía apagando los latidos
mientras el ala sombría de tu herido corazón.
bate el olvido sobre él.
José de Espronceda
Soy la virgen misteriosa
de los últimos amores,
y ofrezco un lecho de flores,
sin espina ni dolor,
y amante doy mi cariño
sin vanidad ni falsía;
no doy placer ni alegría,
más es eterno mi amor.
En mi la ciencia enmudece,
en mi concluye la duda
y árida, clara, desnuda,
enseño yo la verdad;
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.
A un ruiseñor A un ruiseñor
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A un ruiseñor A un ruiseñor
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Martín Fierro Ser artista
José Hernández (1834-1886) Jorge Eduardo Eielson. (1924-2006)
Boceto inconcluso
Edelmira Agustini
Nada reemplaza a pensar
Luis Pescetti
Al amor (fragmento) Despedida tipo 2
Luis Pescetti
Niño se pregunta sobre antes y nuevo
La luna, la luna…
la miro y no sé
si nos vimos antes
o es la primera vez.
Tu cara, tu cara…
la estudio pensando,
por que te conozco
y no se de cuando.
No todo lo nuevo
es desconocido,
de pronto algo tiene
sabor repetido.
Bien no me acuerdo
Pero estoy seguro
que ya hubo un antes
y estuvimos juntos.
Luis Pescetti
Canción a una muchacha muerta
Vicente Aleixandre
Ven, siempre ven (fragmento) Estampas japonesas
No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente, Cuatro bellezas tiene el año,
las huellas de unos besos, Cuatro bellezas como tú,
ese resplandor que aun de día se siente si te acercas, Que me enumera el bonzo extraño
ese resplandor contagioso que me queda en las manos, Con su puntero de bambú.
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una Es la primera, al desperezo
dura vida de lucero. De un amor todavía leve,
No quiero que vivas en mí como vive la luz, La temprana flor del cerezo
con ese ya aislamiento de estrella que se une con su luz, Que se mezcla a la última nieve.
a quien el amor se niega a través del espacio
duro y azul que separa y no une, La segunda es el sol del estío,
donde cada lucero inaccesible Que en el kaki de fuego y miel,
es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza. Pinta al amante desvarío
La soledad destella en el mundo sin amor. La mordedura dulce y cruel.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil, Cuando el amor se acendra en lloro
donde el hombre no puede encontrar su descanso, Y el otoño agobia la rama,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado. La tercera es la luna de oro
Sobre el lejano Fuziyama.
Vicente Aleixandre
Y la belleza del invierno
Es el frío, el frío sutil
Que refugia en mi pecho tierno
Tus lentas manos de marfil.
y en tanto que el cabello, que en la vena yo, porque voy sin otra compañía,
del oro se escogió, con vuelo presto sino la que me hace el desatino,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto, ella, porque la lleve aquel que vino
el viento mueve, esparce y desordena: a hacerla decir más que querría.
Rosa divina, que en gentil cultura Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
Eres con tu fragante sutileza como en tu rostro y tus acciones vía
Magisterio purpúreo en la belleza, que con palabras no te persuadía,
Enseñanza nevada a la hermosura. que el corazón me vieses deseaba.
De tu caduco ser das mustias señas! con sombras necias, con indicios vanos:
Con que con docta muerte y necia vida, pues ya en líquido humor viste y tocaste
Viviendo engañas y muriendo enseñas. mi corazón deshecho entre tus manos.
Antonio Machado
El fuerte lazo Amor
Juana de Ibarborou
Romance la canoa y el río Pájaro azul
Charles Bukowski
La pura verdad Los pies fríos ¿por qué grita esa mujer?
¿por qué grita?
Si ustedes lo permiten, Alicia se acuesta ¿por qué grita esa mujer?
prefiero seguir viviendo. con los pies muy fríos. andá a saber
Después de todo y de pensarlo bien, no Ni bolsa de goma esa mujer ¿por qué grita?
tengo ni tarro de vidrio. andá a saber
motivos para quejarme o protestar: Nada. mirá que flores bonitas
siempre he vivido en la gloria: nada Fríos. ¿por qué grita?
importante me ha faltado. El Conejo Blanco, jacintos margaritas
Es cierto que nunca quise imposibles; enam- su mejor amigo, ¿por qué?
orado le da unos patucos ¿por qué qué?
de las cosas de este mundo con inconsciencia blancos y amarillos. ¿por qué grita esa mujer?
y dolor Allicia se duerme ¿y esa mujer?
y miedo y apremio. sin decir ni pío. ¿y esa mujer?
Muy de cerca he conocido la imperdonable (Sentada en la rama vaya a saber
alegría; tuve más alta del pino, estará loca esa mujer
sueños espantosos y buenos amores, ligeros la luna contempla mirá mirá los espejitos
y culpables. su rostro dormido) ¿será por su corcel?
Me avergüenza verme cubierto de preten- andá a saber
siones; una gallina torpe, Carlos Murciano ¿y dónde oíste
melancólica, débil, poco interesante, Sonséense la palabra corcel?
un abanico de plumas que el viento despre- Para un instante, es un secreto esa mujer
cia, cruel y torpe, ¿por qué grita?
caminito que el tiempo ha borrado. vivimos; mirá las margaritas
Los impulsos mordieron mi juventud y parados en la sed la mujer
ahora, sin y en el castigo. espejitos
darme cuenta, voy iniciando Vivimos hermanados pajaritas
una madurez equilibrada, capaz de enlo- al último sonido, que no cantan
quecer a a la pena singular ¿por qué grita?
cualquiera o aburrir de golpe. del que no vuelan
Mis errores han sido olvidados definitiva- más cercano. ¿por qué grita?
mente; mi Buscando un corazón que no estorban
memoria ha muerto y se queja Con sangre de otro la mujer
con otros dioses varados en el sueño y los cuerpo, y esa mujer
malos sentimientos. gastamos nuestras armas ¿y estaba loca mujer?
sueño a sueño hasta Ya no grita
Francisco Urondo llegar. (¿te acordás de esa mujer?)
Y una noche de campanas
y cerzas perdidas, Susana Thénon
el lodo nos sonríe
y...
terminó el andar.
Para un instante vivimos
(uno sin par)
y, a veces lo perdemos.
Laura Devetach