HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Junio 2018
“Humillaos, pues, bajo la poderosa
mano de Dios, para que él os exalte
cuando fuere tiempo” (1Pedro 5:6).
Si leemos la carta completa que
Pedro escribió a los expatriados de la
dispersión, encontraremos un común
denominador: la sujeción,
acompañada de dos palabras más
con significados semejantes, estas
son: someteos y sumisión. La
connotación que tienen cualquiera de
ellas, hoy día, es negativa. Han sido
mal utilizadas y relacionadas siempre
con desigualdad o autoritarismo.
Quizá llegue el día en que hasta nos
prohíban legalmente incluirla en
nuestro vocabulario.
Muy contrario a lo que el mundo
piensa, las encontramos en la palabra
de Dios relacionadas con ternura,
cuidado y honor. Por poner solo un
ejemplo, hagamos el ejercicio de
sustituir cualquiera de ellas por la
palabra “Humillaos”, que encabeza el
versículo central, diría así:
“Someteos, pues, bajo la poderosa
mano de Dios, para que él os exalte
cuando fuere tiempo”, o “Sumisos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios,
para que él os exalte cuando fuere
tiempo”. Lo mismo con “Sujetaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios,
…” sin olvidar que el propósito de tal
sujeción traerá exaltación futura.
Pedro, inspirado por el Espíritu,
refiere cinco figuras para hablar de la
sumisión, y ninguna es gravosa,
grosera, dañina. Así es como
encontramos a: un niño (2:2), unas
piedras (2:5), un extranjero y un
peregrino (2:11), unas ovejas (2:25) y
un vaso (3:7).
UN NIÑO. “Desead, como niños
recién nacidos, la leche espiritual no
adulterada, para que por ella crezcáis
para salvación” (2:2). ¿Qué mayor
ejemplo de dependencia podemos
encontrar? ¿No habla esto de
cuidado y protección, así como de
crecimiento y vida? El volcán de
fuego que trajo destrucción al oeste
de Guatemala el 3 de junio, dejó bajo
los escombros, cenizas y árboles a
cientos de personas que perdieron la
vida. Más de 2 millones de afectados,
3 mil desplazamientos y una
sensación de horno ardiente cuya
temperatura era de 300 grados
centígrados, apenas a 20 centímetros
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FÁCIL SUJECIÓN
bajo la superficie del suelo. Era
necesario rociar agua en el asfalto
para que no fundiera las ruedas de
los coches que servían de rescate. Y
en medio de este caos, rescatan a
una bebé de 6 meses, que, por la
pura misericordia de Dios, salió
ilesa, sonriente, en los brazos del
policía nacional civil. Una vida
“sujeta” a la mano poderosa de Dios,
para que él os exalte cuando fuere
tiempo.
UNAS PIEDRAS. “vosotros
también, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual y
sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a
Dios por medio de Jesucristo.” (2:5).
Pedro es experto en el tema. Su
nombre significa piedra. Él usa la
figura de un edificio para hablar de la
iglesia. Cuando le fue revelado en
profecía, por el mismo Señor, que él
sería la primera piedra de esa
edificación, cuyo fundamento es la
Roca, Cristo, “Él les dijo: Y vosotros,
¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo:
Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente. Entonces le respondió
Jesús: Bienaventurado eres, Simón,
hijo de Jonás, porque no te lo reveló
carne ni sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo también te
digo, que tú eres Pedro, y sobre esta
roca (Cristo) edificaré mi iglesia; y
las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella.” (Mt.16:15-
18). Pablo, en cambio, usa la figura
del cuerpo, con sus miembros, y la
cabeza, Cristo, “y él es la cabeza del
cuerpo que es la iglesia” (Col.1:18).
También encontramos al rebaño de
ovejas como figura de la iglesia, y a
su guía, el pastor, Cristo, “Yo soy el
buen pastor; el buen pastor su vida
da por las ovejas.” (Jn.10:11).
Finalmente, el Señor usa la figura de
la esposa para hablar de su pueblo
amado, la iglesia, y él como el
esposo “pues os he desposado con
Nº 42
un solo esposo, para presentaros
como una virgen pura a Cristo.” (2 Cor.
11:2).
Volviendo a Pedro, somos piedras
vivas para Dios. Una piedra en el
camino no es singular, sino común,
imperceptible; pero esa misma piedra,
apoyada sobre el único fundamento
certero y “sujeta” en perfecta armonía
a la piedra angular, que también es
Cristo, pasa de ser una simple piedra
a ser piedra viva.
UN EXTRANJERO Y UN
PEREGRINO. “Amados, yo os ruego
como a extranjeros y peregrinos, que
os abstengáis de los deseos carnales
que batallan contra el alma” (2:11).
Aunque el extranjero no vive en la
misma tierra donde nació o se crio, y el
peregrino está de paso, por lo tanto,
no echa raíces ni se establece en
ningún lugar, ambos tienen una
ciudadanía y una ley a la que estar
“sujetos”. El creyente tiene una nueva
ciudadanía, la celestial, hemos nacido
en Cristo, por eso el mundo no es
nuestro hogar, “Si fuerais del mundo,
el mundo amaría lo suyo; pero porque
no sois del mundo, antes yo os elegí
del mundo, por eso el mundo os
aborrece.” (Juan 15:19). Así también,
hay una ley que nos ordena,
“Sobrellevad los unos las cargas de
los otros, y cumplid así la ley de
Cristo.” (Gálatas 6.2).
UNAS OVEJAS. “Porque vosotros
erais como ovejas descarriadas, pero
ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo
de vuestras almas.” (2:25). Sin
pretender dar una clase de botánica,
destacaré tres aspectos fácilmente
visibles de las ovejas: (1) Frágil, ella al
lado de un león se vuelve cadáver sin
siquiera ver cómo es devorada. Pero
es que una mosca es más pequeña
que una oveja, y no tenemos la misma
sensación de fragilidad. La mosca es
hábil, rápida, busca preservar su vida.
Todo lo contrario de lo que haría una
tierna ovejita. (2) Ciega, el pobre
animalito no ve a más de 2 o 3 metros.
No distingue lo que tiene por delante,
no puede prever el peligro; y es (3)
Torpe, puesto que mientras otros
animales emiten sonidos para
espantar al enemigo o tienen gestos
agresivos de defensa, como el toro,
que embiste, o el gato que araña, o el
perro que muerde, ella los atrae con
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“Pues tus palabras son mis delicias”
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sus balidos. Ante tanta indefensión
está el pastor. Nosotros, las ovejas de
su prado, “sujetas” al Pastor de
nuestras almas.
UN VASO. “Vosotros, maridos,
igualmente, vivid con ellas
sabiamente, dando honor a la mujer
como a vaso más frágil, y como a
coherederas de la gracia de la vida,
para que vuestras oraciones no
tengan estorbo.” (3:7). El vaso es ese
objeto inanimado que por sí mismo no
es nada, no puede hacer nada para
formarse, tampoco para quebrarse,
pero que se convierte en instrumento
útil en manos de quien lo sujeta. Da
igual si es de oro o de barro, él no ha
elegido ser así. Puede llegar a ser
honroso según la honra de la persona
a la que está “sujeto”.
Estar sujetos a Dios no es gravoso
para los que somos hijos suyos y
hemos entendido que él es nuestro
S e ñ o r. M á s b i e n , s o m o s
bienaventurados por estar bajo el
cuidado y el amor de la poderosa
mano de Dios. Nuestra sumisión es
de gran estima para él. Tanto es así,
que ha prometido luego exaltar a todo
aquel que por gratitud y amor se
somete a sus preceptos, a su
persona, “Someteos, pues, a Dios”
(Santiago 4:7). ANA RUIZ
YO ESTOY CON VOSOTROS
Jeremías fue escogido por Dios para
una tarea bastante difícil, y
humanamente hablando, imposible.
La encomienda consistía en
anunciar a los moradores de
Jerusalén el juicio divino que caería
sobre ellos a causa de sus maldades.
Y como sabemos, a nadie le gusta
que le llamen la atención cuando está
obrando mal, como tampoco es
agradable confrontar a alguien por su
mal comportamiento, menos aún,
cuando a quien va dirigida la
amonestación, tiene el corazón
endurecido. “Tu maldad te castigará y
tus rebeldías te condenarán; sabe,
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pues, y ve cuán malo y amargo es el
haber dejado tú a Jehová tu Dios, y
faltar mi temor en ti, dice el Señor,
Jehová de los ejércitos.” (Jeremías
2:19). Ya Dios en su misericordia les
había dado oportunidad para que se
volviesen a él, pero ellos persistieron
en su dureza de corazón, no
atendiendo a la advertencia. “Así dijo
Dios: Paraos en los caminos, y mirad,
y preguntad por las sendas antiguas,
cuál sea el buen camino, y andad por
él, y hallaréis descanso para vuestra
alma. Mas dijeron no andaremos.
Puse también sobre vosotros
atalayas, que dijesen: Escuchad al
sonido de la trompeta. Y dijeron ellos:
No escucharemos.” (Jer. 6:16-17).
Con estas personas tuvo que lidiar
Jeremías. La situación era que
aparentaban vidas piadosas,
celebrando cultos nombrando a Dios
sólo de labios, pero sus hechos
manifestaban lo que realmente
sucedía en sus corazones, “cercano
estás tú (Dios) en su bocas pero lejos
de sus corazones” (12:2), “… Porque
he aquí que vosotros camináis cada
uno tras la imaginación de su
malvado corazón, no oyéndome a mí”
dijo Dios (16:12). Para Jeremías era
imposible llevar a cabo esta misión,
era un hombre sensible, sufría viendo
como el pueblo vivía de manera
opuesta a la voluntad de Dios. Fue
rechazado por su familia,
encarcelado varias veces, echado en
una cisterna, injuriado y aborrecido
por su nación; además de padecer las
consecuencias del pecado del
pueblo, pues la ciudad estuvo sitiada
por los babilonios dos años. Pero
Dios le sostuvo, le capacitó para tal
labor y proveyó los recursos
necesarios, le dijo: “No temas delante
de ellos, porque contigo estoy para
librarte, dice Jehová… he aquí he
puesto mis palabras en tu boca.” Y
“…pelearán contra ti, pero no te
vencerán; porque yo estoy contigo
dice Jehová para librarte.” (Jeremías
1:8,19), puesto que fue desamparado
por su familia, apresado por el rey, y
sus hombres. Y aún cuando él mismo
estuvo a punto de dejarlo todo y no
seguir, el Señor le fortaleció
recordándole que no estaba sólo “…
Porque yo estoy contigo para
guardarte y para defenderte dice
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Jehová” (Jeremías 15:20).
Finalmente, cuando la palabra de
Dios anunciada por Jeremías se
cumplió, siendo la ciudad de
Jerusalén y toda Judá conquistada
por Babilonia, la promesa a Jeremías
también se cumplió, “Y
Nabucodonosor había ordenado a
Nabuzaradán, capitán de la guardia
acerca de Jeremías, diciendo:
Tómale y vela por él, y no le hagas
mal alguno, sino harás con él como él
te dijere.” (Jeremías 38:11-14). La
promesa no es que no pasaremos por
aflicciones, estas son inevitables, ya
que son consecuencias del pecado;
sino que Dios estará con nosotros en
medio de ellas y cumplirá el propósito
que tiene para cada uno de nosotros,
si confiamos en él, para después ser
arrebatados de este mundo y así
estar con el Señor en su gloria.
Pablo también experimentó la
presencia y protección del Señor.
Estaba preso en Roma, y al
encontrarse sólo en su primera
defensa, dijo en su segunda carta a
Timoteo: “Pero el Señor estuvo a mi
lado, y me dio fuerzas, para que por
mi fuese cumplida la predicación y
que todos los gentiles oyesen.”
(4:16). Y cuando partió de este
mundo fue a reunirse con Cristo, lo
cual, para él, era muchísimo mejor.
¿Qué podemos decir de Esteban? Su
tiempo en la tierra fue corto, pero no
por eso menos importante. Dios
cumplió los planes que tenía para su
vida. Uno de los testigos de su muerte
fue un joven llamado Saulo, quien
más tarde, por la gracia de Dios, se
convertiría en el apóstol Pablo.
Esteban fue lleno del Espíritu Santo y
vio la gloria de Dios. ¡Y los cielos se
abrieron para recibirle!
Esto son sólo algunos de los muchos
ejemplos que nos presentan las
Escrituras, la veracidad de la
presencia y protección de Dios.
Nosotros también hemos recibido
una misión con la promesa de Su
presencia y protección, “Por tanto, id,
y haced discípulos a todas las
naciones… enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he
mandado; Y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin
del mundo. Amén” (Mateo 18:19-20).
DIANA ZAMBRANO
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Junio 2018
La palabra “comunión” la
entendemos muchas veces de una
manera equivocaba a lo que Dios
está diciendo, ya que le damos el
sentido únicamente de estar juntos y
pasarlo bien. No quiero decir con esto
que en un sentido no es cierto, pero la
realidad es que, si lo dejamos así, se
convierte en algo superficial y
momentáneo. Dios quiere algo más
que el mero hecho de estar juntos.
La palabra en griego es “Koinonia” de
“koinos”: “tener en común, común a
varias personas. Relación dentro de
la cual dos partes tienen alguna cosa
en común, asociación, compartir,
participar.”
Entendiendo el termino como “tener
algo en común”, encontramos esta
definición de una forma muy clara en
el libro de los Hechos, cuando se
formó la iglesia con la venida del
Espíritu Santo sobre aquellos que
habían creído en Jesucristo como su
salvador personal, dice: “Así que, los
que recibieron su palabra fueron
bautizados; y se añadieron aquel día
como tres mil personas. Y
perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con
otros,... y vendían sus propiedades y
sus bienes, y lo repartían a todos
según la necesidad de cada uno.”
(2:41, 42, 44)
Podemos decir que esta comunión se
manifiesta también en:
·Participación en el conocimiento del
Hijo de Dios (1 Corintios 1:9)
·Compartir en la conciencia de los
efectos de la sangre, esto es, la
muerte, de Cristo y de su cuerpo,
cena del Señor (1 Corintios 10:16)
·Participación en lo que se deriva del
Espíritu Santo (2 Corintios 13:14)
·Participación en los sufrimientos de
Cristo (Filipenses 3:10)
·Compartir en la vida de resurrección
en Cristo, y así de la comunión con el
Padre y el Hijo ( 1 Juan 1:3, 6-7 )
Una vez considerada la palabra
comunión en su significado, debemos
tomar en cuenta tres cosas
importantes para que esa comunión
sea real y efectiva.
Primero, nuestra comunión debe ser
vertical. Todo creyente tiene una
comunión personal con Dios que no
depende de otra cosa sino del hecho
de ser su hijo, “Nuestra comunión
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COMUNIÓN
verdaderamente es con el Padre, y
con Su Hijo Jesucristo,” (1 Juan 1:3).
Es importante tomar en cuenta este
punto, ya que es la base de toda
nuestra vida como creyentes, si no
tenemos esa relación intima con
Dios, va a ser muy difícil que
podamos tener comunión con los
demás de una manera adecuada.
Segundo, una vez que tenemos la
comunión vertical, entonces
podemos experimentar la comunión
horizontal, quiere decir con los
hermanos, dice el apóstol Juan en
su primera carta: “si decimos que
tenemos comunión con él (con
Dios), y andamos en tinieblas,
mentimos… Pero si andamos en luz,
como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros,” (1 Juan
1:6, 7).
Todo el fundamento está en nuestra
relación con Dios, por eso, no
podemos pretender estar bien con
los demás y que todo irá sobre
ruedas en nuestra relación unos con
otros, sin antes estar en intimidad
con Él, orando y leyendo su Palabra.
Estos dos recursos que nos ha dado
son para que hablemos con Él y para
que Él nos hable a nosotros, pero
muchas veces, para no decir la
mayoría de las veces, no atendemos
a lo que nos dice y, por consiguiente,
no podemos comunicarnos con Él
de forma efectiva.
Y como tercer punto, es necesario
que al cumplirse lo anterior, en el
orden correcto, entonces exige de
nosotros una separación de las
cosas que no le agradan, teniendo
en cuenta que hemos sido limpiados
con la sangre de Cristo y puestos en
un lugar de bendición. Nos dice el
apóstol, cuando escribe a su hijo en
la fe Timoteo: “Pero el fundamento
de Dios está firme, teniendo este
sello: Conoce el Señor a los que son
suyos; y: Apártese de iniquidad todo
aquel que invoca el nombre de
Cristo.” (2 Timoteo 2:19). Somos
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nueva creación en Cristo: “De modo
que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas.” (2
Corintios 5:17). Por eso Pablo nos
exhorta a andar como hijos de la luz
(Efesios 5:8).
Retomando el segundo punto
expuesto antes, ahora nos
preguntamos ¿Qué es la comunión
unos con otros? Podríamos decir que
significa “participación” y “asociación”,
ambas definen muy bien el término.
Ser cristiano implica deberes y
responsabilidades serios, tanto hacia
el Señor (1 Corintios 1:9) como hacia
su pueblo (2 Corintios 8:4).
Llevando en mente que este término
da a entender una asociación esencial
para todos los creyentes y que está
ineludiblemente ligado a la asamblea
local, podemos preguntarnos ¿Qué
cosas en común tenemos que nos
hacen estar unidos? El apóstol Pablo
nos da la respuesta en Efesios 4:4-6,
“un cuerpo, y un Espíritu, como
fuisteis también llamados en una
misma esperanza de vuestra
vocación; un Señor, una fe, un
bautismo, un Dios y Padre de todos, el
cual es sobre todos, y por todos, y en
todos.” ¡Qué maravilloso! Son todas
estas cosas descritas por Pablo las
que nos unen. Por lo que no depende
de nuestros sentimientos, emociones,
camaraderías o cualquier otro asunto
pasajero, sino en la unión que viene
de lo alto.
El verdadero concepto de comunión
nos enseña que todo depende del
único Dios, el cual es sobre todos, y
por todos, y en todos.
Ahora, ¿Qué conlleva esa comunión
unos con otros?
- Trabajo (1 Co. 15:58; Neh. 4:6).
- Amor (Jn. 13:35; Col. 1:4).
- Adoración (Jn. 4:23; 1 Cr. 29:20).
- Edificación (Ef. 4:29; Col. 3:16).
Que el Señor nos ayude a mantener
esa comunión tan necesaria con
nuestro Dios para poder estar unidos,
sintiendo una misma cosa, como los
primeros creyentes al comienzo de la
iglesia. “Y la multitud de los que
habían creído era de un corazón y un
alma; y ninguno decía ser suyo propio
nada de lo que poseía, sino que tenían
todas las cosas en común.” Hechos
4:32
JOAB CERVINI
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“Toda la Escritura es inspirada por
Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir
en justicia.” (2 Timoteo 3:16).
Me reconforta saber que la palabra de
Dios, inspirada por el mismo, no son
palabras de hombre ni sabiduría de
hombre. Es lo que la hace tan
diferente a cualquier libro. La Biblia es
tan rica en sí misma, son palabras
sabias y con esperanza, capaz de dar
aliento, paz, confianza, esperanza,
gozó, firmeza, a todo aquel que la lee
y medita en ella. Dice el versículo 12
de Hebreos 4, “Porque la palabra de
Dios es viva y eficaz” Viva, porque
ella da vida abundante a todo aquel
que cree, pues, sabiendo que viene
de Dios, es el consejo, la instrucción y
Su voluntad para todos los seres
humanos. Ella declara lo que Dios
quiere y desea para todos, es Su
testimonio, fiel y perfecto. Eficaz,
porque es verdadera, hace efecto en
nuestros corazones. Es como esa
medicina que tomamos cuando
sentimos algún tipo de dolencia
física, la tomamos porque nos la
receta el médico y confiamos que nos
aliviará.
La palabra obra en nuestra alma, nos
reconforta interiormente, nos alivia de
todas nuestras necesidades
espirituales, nos devuelve la
esperanza y la paz. Cuando
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LA PALABRA DE DIOS
acudimos a ella, descubrimos que es
mucho más, “Lámpara es a mis pies
tu palabra, y lumbrera a mi camino”,
dice el Salmo 119:105. Nos alumbra
en nuestro caminar por esta tierra, es
luz en nuestro peregrinaje, sabiendo
que el mundo está gobernado por el
príncipe de las tinieblas, ella es
nuestra guía por la senda que Dios ha
dispuesto para todo aquel que
deposita su fe en Él.
Hay otro Salmo que exalta, en cada
una de sus líneas, el valor de la
palabra de Dios, “La ley de Jehová es
perfecta, que convierte el alma; El
testimonio de Jehová es fiel, que
hace sabio al sencillo. Los
mandamientos de Jehová son rectos,
que alegran el corazón; El precepto
de Jehová es puro, que alumbra los
ojos. El temor de Jehová es limpio,
que permanece para siempre; Los
juicios de Jehová son verdad, todos
justos. Deseables son más que el oro,
y más que mucho oro afinado; Y
dulces más que miel, y que la que
destila del panal.” (Salmos 19:7-10).
¿Qué más se puede comentar de
este hermoso Salmo cuando todo
está tan claro y en un lenguaje
sencillo de entender? Lo único que
puedo decir es que el Señor nos
ayude a ser diligentes, constantes y
fieles a la hora de leerla, y sobre todo
de obedecerla; someternos a lo que
Página 4
nos declara, teniendo siempre
presente en nuestras mentes que es
palabra del Dios vivo y verdadero.
Por mi propia experiencia debo decir
que no hay nada ni nadie que me
llene de tanto gozo cuando la leo,
cuando acudo al Señor, sedienta y
con necesidad en mi corazón, él me
responde por medio de su palabra de
forma maravillosa, y también eficaz.
Sé que el Señor pone personas, de
nuestro mismo sentir en Cristo, a
nuestro alrededor para edificación
mutua, para llevar los unos las cargas
de los otros, para enseñanza, para
exhortación, pero como he dicho
antes, en un mismo sentir en Cristo,
teniendo como guía, consejera,
lumbrera y fundamento, la propia
Escritura. Nada hay que en ella no
encontremos, es quien nos revela el
pasado, presente y futuro de nuestra
existencia. Vayamos, pues, al Señor,
oigamos sus dichos, él nos
responderá con palabra viva. “La
palabra de Cristo moré en
abundancia en vosotros.” (Col.3:16).
ALEXA CASTRO
Es la Biblia para mí
santo y gran tesoro aquí;
pues contiene con verdad
la divina voluntad.
Me declara lo que soy,
de quién vine y a quién voy.
“Amados, yo os ruego
como a extranjeros y
peregrinos, que os
abstengáis de los deseos
carnales que batallan
contra el alma,”
1 Pedro 2:11
ANA RUIZ