HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Agosto 2018
Dios es conocido como un Dios de
misericordia y gracia. A las personas
a menudo les resulta difícil
comprender la misericordia, ya que
tendemos a actuar diciendo "me la
vas a pagar" y "espero que recibas lo
que se mereces." Muchos han
desarrollado una naturaleza crítica
muy dura y desean que otros sufran lo
mismo que les ha ocurrido a ellos, y
más.
Para entender lo que es misericordia,
miraremos Lucas 10:30-37. Jesús
usa una parábola para responder la
pregunta que le hace el intérprete de
la ley acerca de quién es el prójimo:
“Respondiendo Jesús, dijo: Un
hombre descendía de Jerusalén a
Jericó, y cayó en manos de ladrones,
los cuales le despojaron; e hiriéndole,
se fueron, dejándole medio muerto.
Aconteció que descendió un
sacerdote por aquel camino, y
viéndole, pasó de largo. Asimismo un
levita, llegando cerca de aquel lugar,
y viéndole, pasó de largo. Pero un
samaritano, que iba de camino, vino
cerca de él, y viéndole, fue movido a
misericordia;...”
El sacerdote y el levita se negaron a
ayudar al viajero medio muerto, más
no así el samaritano que no puedo ser
indiferente, más bien, le tuvo
compasión; le mostró misericordia y
le ayudó. Así que, misericordia es
tener compasión de alguien; ayudar
por amor sin esperar algo a cambio. Y
nuestro Dios es rico en esto. “Pero
Dios, que es rico en misericordia, por
su gran amor con que nos amó, aun
estando nosotros muertos en
pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia sois salvos), y
juntamente con Él nos resucitó, y
asimismo nos hizo sentar en los
lugares celestiales con Cristo Jesús”
(Efesios 2:4-6)
Lo que nos dio salvación no fue
nuestro esfuerzo ni lo que pudimos
haber hecho, sino la gracia, el amor y
la misericordia de Dios. Como aquel
al que los ladrones dejaron medio
muerto, así estábamos nosotros,
muertos en delitos y pecados. La
religión, la filosofía y todo lo que el
hombre quiera hacer, no pueden
ayudarnos ni sanar nuestra herida.
Sin embargo, Dios es misericordioso
hasta con los peores ofensores,
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MISERICORDIA DE DIOS
pecadores, y transgresores de la ley.
Esto significa que, aunque él conoce
nuestra culpabilidad, no siempre
ordena el castigo merecido.
Romanos 3:23-24 dice: “...todos
pecaron y están destituidos de la
gloria de Dios, siendo justificados
gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en
Cristo Jesús.” Todos somos
pecadores y no cumplimos con los
estándares de justicia que Dios
desea que tengamos. Pero, por Su
misericordia y gracia, proveyó una
manera para que nuestros pecados
fueran perdonados, mediante la
obra de Jesucristo y por supuesto
nuestra rendición ante tal sacrificio,
aunque no lo merezcamos. Junto
con la gracia (regalo gratis del
perdón de Dios, aunque no hemos
hecho nada para merecerlo), se nos
otorga misericordia, porque nos
ama y sólo nos pide que aceptemos
a Su Hijo por fe.
Por lo tanto, el Dios de toda
misericordia nos pide lo siguiente:
“Oh hombre, él te ha declarado lo
que es bueno. ¿Y qué pide Jehová
de ti? Solamente hacer justicia, y
hacer misericordia, y humillarte ante
tu Dios.” (Miqueas 6:8). Estas
palabras están dirigidas a todos
nosotros. A usted y a mí se nos está
ofreciendo misericordia por igual. Él
nos ha mostrado lo que es bueno y
responde lo que se requiere de
nosotros. Miqueas le pregunta a
Dios “¿Qué Dios como tú, que
perdona la maldad y olvida el
pecado del remanente de su
heredad? No retuvo para siempre su
enojo, porque se deleita en
misericordia.” (Miqueas 7:18).
Podemos contemplar en este pasaje
cómo Dios disfruta el ser
misericordioso, y todavía otorga
misericordia hoy.
Nº 43
Existen muchas referencias acerca de
la misericordia de Dios por toda la
Biblia. La misericordia de Dios es
inagotable y la encontramos por todas
las edades, hasta el presente.
Lo maravilloso de Dios es que ofrece
el perdón aun cuando conoce nuestra
culpabilidad. Pablo presenta una
buena ilustración de esto en Efesios
2:1-10. “Y él os dio vida a vosotros,
cuando estabais muertos en vuestros
delitos y pecados, en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo
la corriente de este mundo, conforme
al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora opera en los hijos
de desobediencia. Entre los cuales
también todos nosotros vivimos en
otro tiempo en los deseos de nuestra
carne, haciendo la voluntad de la
carne y de los pensamientos. Y
éramos por naturaleza hijos de ira, lo
mismo que los demás. Pero Dios, que
es rico en misericordia, por su gran
amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio
vida juntamente con Cristo por gracia
sois salvos Y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar
en los lugares celestiales con Cristo
Jesús, para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas
para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe...”
“Bendito el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que según su
grande misericordia nos hizo renacer
para una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo de los
muertos”. (1 Pedro 1:3).
“Más Dios muestra Su amor para con
nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros”
(Romanos 5:8)
Estábamos muertos, y Dios, lleno de
amor, misericordia y compasión,
extendió su mano y nos vivificó. A
pesar de ser indignos nos hizo dignos,
aunque éramos pecadores nos hizo
justos., aunque éramos sus enemigos
nos reconcilió con él, aunque
estábamos en el reino de oscuridad
nos trasladó al reino de Su amado
Hijo. Ciertamente, qué grande es SU
gracia, amor, y MISERICORDIA para
cada uno de nosotros.
JOAB CERVINI
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“Prosigo a la meta, al premio del
supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús.” (Filipenses 3:14)
En el momento en que decidimos
atender al llamado y emprender
nuestra carrera en el Señor, ya nada
debería detenernos. Deberíamos
tener muy claro nuestras
convicciones, prioridades, estar
confiados y seguros en que el Señor
cumplirá su palabra cuando dijo: “Yo
estaré con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo.” (Mateo
28:20). No hay lugar a dudas que el
Señor cumplirá, pues él es fiel a su
palabra y sus promesas.
Emprender esta carrera requiere de
disposición, sometimiento voluntario.
Si en nosotros está el deseo sincero
de hacerlo, el Señor hará lo que a él le
corresponde. Es un trabajo arduo que
requiere esfuerzo, dedicación,
preparación, tiempo; pero no
olvidemos que él es quien produce en
nosotros el querer como el hacer, por
su buena voluntad (Fil.2:13). No es
nuestra la iniciativa, no es nuestro el
poder. El Señor obrará de maneras
maravillosas con la disposición que
haya en nuestro corazón.
Es obvio que tendremos dificultades,
pero si sabemos estar realmente en
el Señor, dándole a él el lugar que
desea y merece, conociéndole cada
vez más en esa relación que él desea
tener, será él quien ande delante
nuestra, despejando el camino,
quitando todas aquellas cosas que
puedan ser de estorbo en nuestro
andar diario con él.
PROSIGO
Sabemos que es una carrera de
fondo y tenemos un enemigo que nos
acecha e intentará alejarnos de
nuestra meta. Por eso debemos estar
bien Preparados, para que cuando
llegue la prueba y/o la tentación,
salgamos victoriosos y con deseo de
continuar la carrera. Igual que un
atleta profesional requiere de una
preparación exhaustiva, dedicando
todo su tiempo y esfuerzo, así mismo
debemos prepararnos nosotros,
dándolo todo para correr hacia la
meta. De esa buena preparación
depende que nos levantamos cada
día dispuestos a seguir adelante, sin
mirar atrás, y correr de forma
Responsable delante del Señor, para
su gloria y testimonio de las persona
que tenemos a nuestro alrededor.
Este compromiso nos hace ser
conscientes de nuestras obligaciones
y actuar conforme a ellas, esto nos
lleva a tomar decisiones importantes
y asumir las consecuencias de las
mismas, teniendo siempre presente
que daremos cuenta a Dios por ello.
Nuestro Dios es un Dios de Orden,
por lo tanto, eso mismos demandará
de nosotros, orden en todos los
aspectos de nuestra vida, y cuánto
más en las espirituales. No se correr
de otra manera sin que esto traiga
consecuencias negativas para
nosotros y para las personas que
tenemos a nuestro alrededor. Por eso
debemos pedir al Señor Sabiduría,
para actuar con sensatez, prudencia
y acierto. Cuando el rey Salomón
emprendió su carrera, fue lo primero
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que le pidió al Señor y él se lo
concedió. No olvidemos hasta dónde
llevó Dios a Salomón; de esa manera
puede obrar en nosotros, de forma
portentosa, cuando dependemos
totalmente de él. Dios puede hacer de
nosotros personas Íntegras de mente
y corazón, ser fieles a los valores y
principios que el Señor ha ido
enseñándonos por su palabra. Esto
tiene que ver con honradez, respeto
por los demás, corrección,
responsabilidad, lealtad, etc.
Cuando el Señor transforma nuestra
vida de esta manera, podemos correr
con Gozo la carrera, este es el fruto
que infunde el Espíritu Santo en
nuestros corazones cuando
decidimos seguir a Cristo, el gozo nos
permite estar siempre en paz, en
armonía con el Señor, no importa las
circunstancias. El resultado de una
buena preparación, el ser
responsables, el hacer todo con
orden, pidiendo al Señor sabiduría,
integridad, nos lleva a andar el
camino con gozo en el corazón y el
alma. Toda la vida del creyente
debería ser de Olor grato al Señor.
Que Dios nos ayude para que,
cuando llegue el momento, podamos
decir como el apóstol Pablo, en la
segunda carta a Timoteo (4:7-8): “He
peleado la buena batalla, he acabado
la carrera, he guardado la fe. Por lo
demás, me está guardada la corona
de justicia, la cual me dará el Señor,
juez justo, en aquel día; y no sólo a
mí, sino también a todos los que
aman su venida.” ALEXA CASTRO

“El temor de Jehová es el principio de la

sabiduría, y el conocimiento del Santísimo
es la inteligencia... Adquiere sabiduría,
adquiere inteligencia... no la dejes, y ella te
guardará; ámala, y te conservará.
Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría;
y sobre todas tus posesiones adquiere
inteligencia... porque mejor es la sabiduría
que las piedras preciosas; y todo cuanto se
puede desear, no es de compararse con ella”
Proverbios de Salomón
ANA RUIZ

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“Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones
delante de Dios en todo oración y
ruego, con acción de gracias” Fil.4:6.
En realidad, este versículo no
necesita explicación, está clarísimo,
lo difícil es ponerlo en práctica. Y
somos expertos en aconsejar a los
demás, pero cuando tenemos que
aplicarlo a nosotros mismos no lo
hacemos. He aquí, la necesidad que,
como creyentes permanezcamos
juntos, exhortándonos. Cristo nos ha
unido en el Espíritu, y nuestra
responsabilidad es guardar esta
unidad (Efesios 4:3), porque cuando
estamos juntos, somos de bendición
los unos a los otros. Llama la atención
que este versículo lo encontramos en
una carta que fue escrita por Pablo,
desde la prisión (1:13), es decir, en
medio de tribulación. Podía estar
quejándose, pero no, sus palabras
más bien fueron: “Regocijaos en el
Señor siempre. Otra vez digo:
¡Regocijaos! vuestra gentileza sea
conocida de todos los hombres. El
Señor está cerca.” (4:4). Nos instruye
a ser amables, y observamos su gozo
y descanso estando en prisión
injustamente, pero con su mirada en
la venida de nuestro Señor. La
experiencia de la vida de Pablo ha
quedado registrada para que nos
demos cuenta que el Señor es quien
sustenta y nos da paz para continuar,
no permite que las olas nos arrastren
al fondo del mar, sino que nos
mantiene a flote hasta que pasa la
tormenta, conduciéndonos,
finalmente, a la orilla para estar a
salvo.
¿Sabes? Tenemos el gran privilegio
de presentarle todo cuanto nos
sucede, las dudas que tenemos, los
estudios que nos gustaría hacer, el
trabajo que necesito, el lugar donde
estoy viviendo, y un largo, etc. Más
debemos reconocer, que en muchas
ocasiones no hacemos uso de esta
gran bendición, y por consiguiente
nos afanamos y angustiamos
queriendo solucionar las cosas por
nuestra propia cuenta. “Fíate de
Jehová de todo tu corazón, y no te
apoyes en tu propia prudencia.
Reconócelo en todos tus caminos, y
él enderezará tus veredas. No seas
sabio en tu propia opinión”
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DESCANSA EN LA
VOLUNTAD DE DIOS
(Proverbios 3:5-7). A veces Dios es
“el último en enterarse” de nuestra
situación. Pensando que no es
necesario hablar con él, porque lo
sabe todo. Pero no funciona así,
cuando acudimos a él estamos
reconociendo que nada podemos
hacer por nosotros mismos, sino que
dependemos de él. Su iniciativa de
salvarnos no fue para que vivamos
por nuestra cuenta, sino para que
estuviésemos cerca de él en íntima
comunión, “Más su comunión íntima
es con los justos” (Proverbios 3:32).
Gracias a la obra de Cristo en la
cruz, y por la fe en él, Dios nos ve
justos (Romanos 5:1). El Señor está
anhelando escucharte, que abras tu
corazón y le expreses tu necesidad,
tus deseos, tus ruegos por otros, tus
alegrías, tu agradecimiento e incluso
tu clamor. “Los ojos de Jehová están
sobre los justos y atentos sus oídos
al clamor de ellos” (Salmo 34:15).
¡Qué descanso para nuestra alma
cuando descargamos en él, todo lo
que sentimos y lo que sucede a
nuestro alrededor! Pablo sabía lo
que estaba diciendo, puesto que, a
través de sus experiencias, aprendió
a depender de él. Dios usa la vida de
otros que quieren honrarle para
mostrarnos su poder y nos reafirma
cuando vemos ese poder operando
en nuestra propia vida.
Pablo era un hombre de carne y
hueso, igual que nosotros, más con
un corazón rendido a la voluntad de
su Señor. Cuando escribía esta
carta, con seguridad recordaba
todas aquellas ocasiones en las que
el Señor le guardó, le libró, le animó,
le sustentó y le consoló. En su tercer
viaje, por revelación del Espíritu,
sabía que le esperaba gran
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tribulación, y más adelante, estado en
casa de Felipe el evangelista, a través
de un profeta, se le dijo que en
Jerusalén los judíos le entregarían en
manos de los gentiles. Y aunque los
hermanos le rogaron para que no
subiera a Jerusalén, respondió “¿Qué
hacéis llorando y quebrantándome el
corazón? Porque yo estoy dispuesto
no sólo a estar atado, mas aun a morir
por el nombre del Señor Jesús” (Hch.
21:13). ¡Qué firmeza! Sin duda que su
estrecha relación con el Señor
resultaba en obedecerle y confiar que
aquello era la voluntad de Dios para
su vida. Y se cumplió lo que se le
había dicho “…unos judíos Asia, al
verle en el templo, alborotaron a toda
la multitud y le echaron mano… y
procurando ellos matarle, se le aviso
al tribuno… y cuando ellos vieron al
tribuno y a los soldados dejaron de
golpear a Pablo.” (Hechos 21:26-3).
Pero Pablo no estaba sólo, “A la noche
siguiente se le presentó el Señor y le
dijo: Ten ánimo…” (Hechos 23:11).
El apóstol no partió de este mundo sin
que antes se cumpliera el plan que
Dios diseñó para su vida ¿Realmente
le hemos confiado toda nuestra vida a
Dios?, quiero decir ¿nos hemos
sometido totalmente a lo que desea
para nosotros? Diariamente tenemos
que luchar con negarnos a cumplir
nuestros propios deseos y dejarnos
en sus manos, reconociendo con
humildad que sus planes son mejores
que los nuestros. Somos suyos, y no
nuestros. Todo lo que tenemos y
podemos ser, es gracias a él. Los que
estábamos perdidos y condenados
por toda la eternidad éramos
nosotros, pero Cristo por su gracia nos
rescató y hemos recibido una nueva
vida. Entonces ¿Cómo no confiar en
Cristo? No hay mayor manifestación
de amor que la suya, entregando su
vida por nosotros en la cruz
(Filipenses 2:5-11).
Que el Señor nos ayude a que cada
día nos dejemos en sus manos,
presentando todas las cosas delante
de él, cualquiera sea la circunstancia
que estemos viviendo, porque
entonces: “La paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo
Jesús.” (4:7).
DIANA ZAMBRANO
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Agosto 2018
La sabiduría sana que Dios da a los
rectos es lazo al cuello, corona en la
cabeza, senda llana, salud al cuerpo,
tesoro que enriquece, fruto para vida.
Salomón la pidió cuando le fue
entregado el trono, pero la mamaba
desde su niñez. Lo declara así
cuando dice: “Porque yo también fui
hijo de mi padre, delicado y único
delante de mi madre” (Proverbios
4:3). No nació con ella, sino que le fue
enseñada. Recibió el consejo desde
su juventud, lo entendió y lo
consideró de alto valor, tanto, que fue
su petición cuando le tocó gobernar al
pueblo de Dios, un pueblo grande en
número y duro de corazón. Además,
Salomón llevaba sobre sí la enorme
responsabilidad de ser hijo de su
padre, David, el rey amado, conforme
al corazón de Dios. El listón estaba
alto, pero contaba con todos los
medios, los puentes y los caminos
para alcanzarlo; fue instruido en el
temor de Jehová, asignado por el
mismo Dios del cielo como heredero
de la corona y todo el pueblo le tenía
en gran estima.
En los tiempos de juventud, Salomón
supo qué pedir para liderizar la nación
de Israel. Tuvo delante todas las
posibilidades para escoger: riquezas,
fama, poder, victoria, la aprobación
del Todopoderoso; y su corazón se
inclinó a escoger sabiduría. ¡Claro
que Dios estaba con él! Salomón
sabía lo que pedía, la había
escuchado desde pequeño, la vio en
la vida de su padre, por lo tanto, la
deseó.
Cuán importante es la instrucción
dada a un tierno corazón, uno que
teniendo pocos años de vida es
blando para aprender, confiar, creer.
Son los buenos tiempos para llenar el
archivo de información, para tejer la
red del amor, la humildad, la bondad,
el esfuerzo y sacrificio, para tallar
sobre el corazón la sana enseñanza.
¿El resultado? “Salomón amó a
Jehová, andando en los estatutos de
su padre David” (1Reyes 3:3).
El joven rey también vio el obrar de su
padre, quien anduvo delante de Dios
en verdad, en justicia, y con rectitud
de corazón (v.6). El ejemplo es mejor
maestro que las palabras, y Salomón
tenía en su repertorio ambas cosas,
porque David pecó, es verdad, pero
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SANA SABIDURÍA
BIBLIA
siempre se acercó a Dios con
arrepentimiento genuino para recibir
el perdón, y así, darle la gloria a quien
la merece. Esto también fue visto por
el futuro rey, y cómo no, tocó su
corazón como testimonio de una vida
de dependencia y obediencia.
Las maravillas que Jehová hacía con
Israel, por manos de David, impactó
su alma. Ese Dios Poderoso, Santo y
cumplidor de su Palabra, había
prometido, en su misericordia, una
descendencia real. Para él, el más
grande regalo, nada más y nada
menos que una copia del reinado
exitoso de su padre: Una nación
numerosa, un reino que se extendía
con firmeza cada vez más, y el resto,
rendidos a ellos, un pueblo que tenía
como Dios, al verdadero, al Dios de
Abraham, Isaac y Jacob.
La guindilla del pastel fue la petición
de Salomón: “Ahora pues, Jehová
Dios mío, tú me has puesto a mí tu
siervo por rey en lugar de David mi
padre; y yo soy joven, y no sé cómo
entrar ni salir. Y tu siervo está en
medio de tu pueblo al cual tú
escogiste; un pueblo grande, que no
se puede contar ni numerar por su
multitud. Da, pues, a tu siervo
corazón entendido para juzgar a tu
pueblo, y para discernir entre lo
bueno y lo malo; porque ¿quién podrá
gobernar este tu pueblo tan grande?
Y agradó delante del Señor que
Salomón pidiese esto. Y le dijo Dios:
Porque has demandado esto, y no
pediste para ti muchos días, ni
pediste para ti riquezas, ni pediste la
vida de tus enemigos, sino que
demandaste para ti inteligencia para
oír juicio, he aquí lo he hecho
conforme a tus palabras; he aquí que
te he dado corazón sabio y entendido,
tanto que no ha habido antes de ti otro
como tú, ni después de ti se levantará
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otro como tú. Y aun también te he
dado las cosas que no pediste,
riquezas y gloria, de tal manera que
entre los reyes ninguno haya como tú
en todos tus días. Y si anduvieres en
mis caminos, guardando mis
estatutos y mis mandamientos, como
anduvo David tu padre, yo alargaré
tus días. Cuando Salomón despertó,
vio que era sueño; y vino a Jerusalén,
y se presentó delante del arca del
pacto de Jehová, y sacrificó
holocaustos y ofreció sacrificios de
paz, e hizo también banquete a todos
sus siervos.” (1Reyes 3:7-15).
“El principio de la sabiduría es el
temor de Jehová”, eso dice el rey más
sabio sobre la tierra y de todos los
tiempos, en el principio de sus
proverbios (1:7). Nadie mejor que él
para explicar que esta sabiduría no
se alcanza en la edad escolar, en las
aulas de las universidades, ni
siquiera en las más costosas, no es
un privilegio que pertenece a la
realeza, a los ricos, a los guapos y
altos, y negada a los demás.
Para Salomón no era sabiduría el
conocimiento, la información o la
cultura general; la resolución de
cálculos matemáticos, físicos o
químicos no le tachó de sabio. No fue
una investigación científica o la
experiencia personal lo que le llevó al
reconocimiento general; sino su
mirada puesta en los cielos, su
corazón inclinado a Dios, sus oídos
abiertos para atender consejo, sus
ojos como testigos del buen hacer,
sus pies y sus manos dispuestos para
la obediencia. Dios quiso sujetar a
Salomón y él se dejó sostener. ¡Qué
gran sabiduría hay en los pequeños
detalles!
“He aquí, tú amas la verdad en lo
íntimo, y en lo secreto me has hecho
comprender sabiduría.” Salmo 51:6
“Enséñanos de tal modo a contar
nuestros días, que traigamos al
corazón sabiduría.” Salmo 90:12
“Haciendo estar atento tu oído a la
sabiduría; si inclinares tu corazón a la
prudencia,... Porque Jehová da la
sabiduría, y de su boca viene el
conocimiento y la inteligencia. El
provee de sana sabiduría a los
rectos; es escudo a los que caminan
rectamente.” Proverbios 2:2,6,7
ANA RUIZ