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Editori al Univ ersidad d~ Antioqu ia

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Este texto es resultado de ~n proceso de investigación cuyo análisis se aveht-"úrá a
dar una interpretación antropológica del fenómeno de la muerte violenta en
Colombia. Es una reflexión sobre los aspectos subjetivos culturales de la violencia y
no sobre sus causas escrucrurales, que intenta caracterizar las formas de producción
Muertes violéntas 1.
J'~

· de la muerte violenta, a sus víctimas y victimarios, y las lógicas y 'racionalidades' La teatralización del exceso
que subyacen a ella. La interpretación camina por "la vía del exceso": exceso de
. muertes, de. cargas simbólicas en su ejecución, de formas simbólicas para
'•
nombrarla y de ricos para tramitarla. "La pregunta acerca del significado y los Elsa Blair
efectos que este exceso podría tener sobre la sociedad sirvió de base para pensar.la
relación culrura~;-iolencia". La autora hace una comparación con la viole11~ia en
otras latitudes y deja claro que no es un fenómeno exclusivamente colombiano. "·_¡
Pero en Colombia existe la evidencia de falta de elaboración de duelos por tantas
1
vidas perdidas junto con herid~ abiertas en la memor~a y el recuerdo colectivo.
As!, la violencia acrual seda una reedición de otras violencias, de una violencia

1
presente en la memoria colectiva;·y sólo la elaboración de esos duelos le pe~mitirá a 1
1
la sociedad colombiana resignificar su pasado para darle cabida a un nuevo pa~to 1

social en el que la violencia no se~ el eje estrucrurante o desestructurante de su vida : 1


social. Mum~s violentas hace aportes novedosos para la interpretación de la
situación de violencia en Colombia, al tiempo que deja abiertos interrogantes para
- futuras investigaciones en un tema tan difícil de abarcar.·
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ISBN ,56-~55·&16-5
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Muertes violentas
La teatralización del exceso
Muertes Violentas
La teatralización del exceso

Elsa Blair

Antropología
Instituto de Estudios Regionales -Iner-
Editorial Universidad de Antioquia
Colección Antropología
© Elsa BlairTrujillo Contenido
© Editorial Universidad de Antioquia
©INER
ISBN: 958-655-818-5

Primera edición: febrero de 2005


Diseño de cubierta: Sandra María Arango
Ilustración de cubierta: Enrique Jaramillo, En memoria, 1990. Instalación de dimen-
siones variables. Tomado de Arte y violencia en Colombia desde 1948, Bogotá, Museo de
Agradecimientos .................................................................................. . Xlll
Arte Moderno de Bogotá, Norma, 1999, p. 142.
Diagramación: Luz Elena Ochoa Vélez
Presentación ........................................................................................ .. XV
Impresión y terminación: Imprenta Universidad de Antioquia
Introducción ....................................................................................... .. XVll
Impreso y hecho en Colombia 1Printed and made in Colombia
La puesta en escena de la muerte violenta .................................... .. XXV
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier
propósito, sin la autorización escrita de la Editorial Universidad de Antioquia
Primera parte
La significación del exceso
Editorial Universidad de Antioquia
Teléfono: (574) 210 50 10. Telefax: (574) 210 50 12
1-a desmesura de los colombianos ..................................................... .. 3
E-mail: mercadeo@editorialudea.com
Introducción: El hiperbolismo de la violencia ............................... .. 3
Página web: www.editmialudea.com
El exceso de violencia y su invisibilidad ........................................ .. 5
Apartado 1226. Medellín. Colombia
Cultura-violencia: trazos de un debate .......................................... .. 10
Los entramados de significación del exceso .................................. .. 14
INER -Insdtuto de Estudios Regionales-
El símbolo ................................................................................ .. 15
Teléfono: (574) 210 56 99. Telefax: (574) 211 06 96
La trama ................................................................................... . 17
La escena .................................................................................. . 17
Imprenta Universidad de Antioquia
La inflación del símbolo o su negación ......................................... . 20
Teléfono: (574) 210 53 30. Telefax: (574) 210 53 32
E-mail: imprenta@quimbaya.udea.edu.co
Segunda parte
306.9 La escenificación de la muerte. Actos, símbolos y significaciones
B635
El exceso en el escenario de lo político: muertes en combate,
Blair, Elsa María masacres y asesinatos selectivos ................................................... . 27
Muertes violentas : la teatralización del exceso 1 Introducción: La muerte y la política ............................................ .. 27
Elsa Bl~ir.- Medellín: Editorial Universidad Muertes en combate: la guerra como escenario ............................ .. 31
de Antioquia, 2004. El combate: una mirada desde la antropología forense .......... .. 33
245 p. • (Colección Antropología) Las masacres: la crueldad extrema y el exceso ................................ 39
Los símbolos del exceso ........................................................... .. 41
ISBN 958-655-818-5 El horror sobre los cuerpos ..................................................... .. 43
Incluye bibliografia e índice analítico. La crueldad en otras latitudes ................................................. .. 51
La masacre: el exceso en estado puro ...................................... . 52
¿continuidad o "memorias de sangre"? ................................... . 56
Los asesinatos selectivos ................................................................ .. 61
Vlll IX

Los asesinatos políticos ............................................................ .. 62 El cementerio: un lugar de memoria ............................................... .. 129


Los magnicidios, o las muertes "significativas" ........................ . 63 El cementerio San Pedro .......................................................... .. 130
De los muertos significativos a la historia de los insignificantes: La "vida" en el cementerio ....................................................... .. 130
la tras-escena del exceso ........................................................ . 69 La iconografía de las tumbas ..................................................... .. 135
El sentido de los rituales y los cultos funerarios ........................ .. 141
La complacencia en el exceso: muertes violentas de jóvenes De las formas de simbolización de la muerte .................................. .. 146
en el conflicto urbano ................................................................... . 74 La estética de la muerte ............................................................ .. 146
Introducción ................................................................................... . 74 Las narrativas de la muerte: lo que el cielo no perdona
Los protagonistas del conflicto y la muerte .................................... . 76 y orras historias ................................................................... . 172
Del "no nacimos pa' semilla" al "más bien uno quiere formar La virgen de los sicarios y Rosario Tijeras: nuevas narrativas ....... .. 178
una familia, tener un futuro" ............................................ .. 76 La muerte en la poesía ............................................................ .. 181
"Al que pillemos matando, lo matarnos" ................................. .. 79 La música y la muerte .............................................................. .. 182
"Para mí, matar gratis era pecado" .......................................... . 81 Las formas de tramitación de la muerte ......................................... . 189
Paramilitarismo y delincuencia: guerra a muerte .................... . 82 El duelo ................................................................................... .. 191
La ciudad, territorio de violencia y muerte, y sus jóvenes La memoria .............................................................................. . 197
habitantes ................................................................................. . 83
La ciudad: territorio donde la muerte se produce o el lugar Conclusión ........................................·................................................... . 205
de su ejecución ................................................................... . 85
La ciudad: territorio codificado. Una "topografía Bibliografía ......................................................................................... ,. 207
de la muerte" ...................................................................... . 87
La ciudad: territorio significado o dotado de sentido ............. . 93 Índice analítico .................................................................................... . 223
Prácticas funerarias: una etnografía ............................................... . 97
El funeral: una fiesta ............................................................... .. 100
Conjugando el crimen y los rezos ............................................ . 103

El exceso codificado en la exclusión social: muertes anónimas,


amenazas y desapariciones .. ... .... .. .. ..... .. ........ ...... ........ .... ......... ... .. 106
Introducción: Las muertes anónimas .............................................. 106
Las muertes sociales o muertes in visibilizadas ........... .... ... .... ..... .......... 107
Los NN: de la tumba identificada al anonimato
de una fosa común ............. ............. ... ... ... .... .. ... .... .............. 109
En la frontera de la muerte: los amenazados ..... ............................. 112
"Tiene una hora para abandonar el país" .. .......... .... ... .............. 114
"Había unas cinmenta personas en esa lista de muerte" ......... 115
El desarraigo como forma de muerte a través del exilio ........ ... 116
Los desaparecidos: noche y niebla ....................................... ........... 117

Tercera parte
La codificación del dolor: ritualización, simbolización
y tramitación de la muerte

Ritualización, simbolización y tramitación de la muerte .................. 123


Introducción ...................... ................ .............................................. 123
La ritualización ..... ._......................................................................... 124
Sin la muerte, nuestro país no daría señales de vida. Y no es una paradoja. Ha.v
incluso un marcado impudor que nos incita a hacer de la muerte una consigna
patria. Lo confirman las instancias rnásfúnebres de ese inmenso mausoleo que
llamamos historia pero también las horas más graves de la imaginacián y el arte.
De la poesía. Entre nosotros la muerte es un huésped incómodo aunque esperado,
hoy corno ayer, día tras día en cada una de las habitaciones de la casa. De esa casa
grande donde caben por igual la afrenta pública _V la rencilla privada, el rencory el
odio y ese cainisrno meticulosamente cultivado que los notarios de la ignomimia
llaman Violencia. Por ello no debe sorprendernos el estigma que como un heraldo
nos precede en todos los caminos del mundo. Y no es para menos, pues incluso nos
las hemos ingeniado para desmentir el aserto de quienes ingenuamente creían que
la muerte es el acto de un solo personaje. La verdad es que nos hemos esforzado al
máximo en demostrar que la muerte es una orgía colectiva, un coral de frenesí
democrático, sin exclusiones ni egoísmos. Si es cierto que la poesía "debe ser hecha
por todos, no por uno" nu'estro sentido de la camaradería nos ha convertido en
poetas de la muerte. Por eso entre nosotros el fratricidio es el único contrato social
que hemos firmado y ratificado una y otra vez. Es un destino trágico que como un
inquietante espectro se graba por igual en los ojos de un niño y en el vientre sin
expectativas de una mujer grávida. Siempre ha sido así. Bastan dos evocaciones
para confirmar cómo la dialéctica del odio y la muerte por encima de todos los
expedientes y prontuarios de la impunidad, es el principio móvil de nuestra vida
civil, además entre esas dos er1ocaciones median exactamente cuatrocientos años, es
decir, la triste cronología que como un sudario se extiende desde los primeros
crímenes que conmovieron a nuestro país hasta los que a diario nos ponen de
manifiesto que el huroo de la serpiente durante tanto tiempo incubado acaba de
quebrarse. Una cronología que es la de la lenta pero minuciosa e incontenible
masacre que nos agobia desde las páginas poco compadecidas de un libro llamado
El carnero hasta la conjunción fúnebre de matices negros y grises de La violencia
ese cuadro en cuyo horizonte una mujer mutilada yace agobiada
por el silencio de la muerte

R. H. Moreno Durán
La violencia, dos veces pintada.
El oidor y el cóndor
Agradecimientos

Este texto no hubiera podido escribirse sin el concurso de muchas perso-


nas que desde distintos lugares pusieron su palabra en él.
A N atalia Quiceno y Cristina Agudelo por su acompañamiento aca-
démico en el proceso de elaboración de la investigación. Sus aportes es-
tuvieron siernpre presentes a la hora de las mejores discusiones.
También encontré la palabra sabia y generosa de varios profesores
que no puedo dejar de nombrar: Carlos Mario Perea, profesor e investi-
gador del Iepri de la Universidad Nacional en Bogotá, evaluador del
informe de investigación, y quien con su aguda crítica me obligó a 'ma-
durar' muchas de las reflexiones que se encontrarán aquí.
Gracias al profesor Alfredo de los Ríos, por su interés en la reflexión
y su interlocución académica en algunos momenlos del proceso
investigativo.
A los profesores Luz Stella Castañeda e Ignacio Henao, por su gene-
rosidad al ofrecerme testimonios, que estaban impregnados de muerte,
utilizados en su investigación sobre el par.Zache.
Al profesor Augusto Escobar, por su colaboración en el apartado so-
bre literatura colombiana de la violencia.
A Marta Inés Villa y Amparo Sánchez, investigadoras de la Corpora-
ción Región por su interlocución académica en las primeras búsquedas
de la investigación.
A Luz María Londoño, por el apoyo en la revisión final del texto
previo a su publicación. Y a Cristina Agudelo, quien colaboró además en
la revisión y corrección del texto.
A mis compañeros(as) del Iner, sorprendidos pero -en la mayoría
de los casos- respetuosos con mis "esotéricas" investigaciones.
Finalmente quiero agradecer a Juan Carlos Márquez, el editor, quien
desarrolló un paciente y minucioso trabajo sobre el texto con el que, sin
duda, ha ganado calidad.
A todos ellos mis reconocimientos por sus aportes. Lo que, sin embar-
go, no los compromete en los resultados.

Elsa Blair
Medellín, agosto de 2004
Presentación

El verdadero aporte de la antropología contemporánea consiste en plantear


preguntas inteligentes y en ensamblar y poner en relación diversos aspectos de u.na
realidad heterogénea; en tal contexto, pretender concluir, explicar o probar algo no
de_¡a de ser u.na ilusión

María Victoria Uribe ·

La escritura de este texto ha sido.un proceso muy interesante que toca


con la práctica investigativa misma y con los procesos de producción de
conocimiento, que no siempre -o más bien casi nunca- coinciden con
los tiempos institucionales en los que dichos procesos se enmarcan. Den-
tro de los límites del tiempo previsto para la investigación, 1 se hizo un
informe de 300 páginas con varios anexos: un archivo iconográfico con
70 fotografías tomadas en distintos cementerios, más un ejercicio de sis-
tematización de información de discursos extractados de revistas, que
pretendía mostrar la manera como los medios de comunicación, en este
caso escritos, asumían y divulgaban las muertes violentas en el país. 2
Siete meses después, luego de una coyuntura particular y de la madu-
ración de ideas que habían quedado sin 'amarrar', pero que se sostenían
en el convencimiento de la riqueza del material allí consignado, nos en-
frascamos de nuevo en la aventura de 'ponerle palabras' al fenómeno
recurrente de la muerte violenta, y de diseñarle un marco interpretativo
que fuera más allá del conteo de muertos, y del 'reguero' de cadáveres
por toda la geografía nacional, 3 y lo dejara leer desde sus dimensiones

Antropóloga" Actualmente es directora del Instituto Colombiano de Antropología e Historia.


Fue una investigación financiada por el Comité de Investigaciones (CODI) de la Universidad
de Antioquia en convocatoria de menor cuantía, es decir, de un ailo de duración
Por no ser analistas de medios no fue posible para nosotros ahondar mucho más en este análisis"
Creemos, sin embargo, que el material sistematizado le sería muy útil a un analista de medios o
de discursos, para desentrai'iar las tramas sobre la muerte que se tejen en las narrati\·as produ-
cidas por esta sociedad.
3 Véase María Victoria Uribe, "Desde los márgenes de la cultura", en: Arte y violencia en Colombia
desde 1948, Bogotá, Museo de Arte Moderno, Editorial Norma, 1999, p. 286.
xvi

sirr~bólicas. Buscamos así ~as mejores palabras, palabras capaces de cons- Introducción
u~:ur entramados de sentido, o lo que es lo mismo, tramas de significa-
oon, para trata~ de entender un fenómeno que, sin duda, sigue exigien-
do nuestros meJores esfuerzos para ser desentrañado.
. La tarea a la cual nos dimos en el proceso de investigación, y que
mt~ntaremos presentar de la mejor manera, fue tratar de aprehender las
a_c~wnes de muerte desde una perspectiva que sobrepasa la dimensión
fisica de la ~nuerte y se a.de~,tra en su.s contenidos simbólicos. Comparti-
mos .a plemtud _la ap~eoao~n de .Chfford Geertz, en el sentido de que
~onstde:ar l~s di.menswnes simbólicas de la acción social-arte, religión,
La violencia en Colombia -y la muerte como expresión extrema de esa
tdeologta, CienCia, ley, moral, sentido común- no es apartarse de los violencia- rebasa con mucho las estadísticas sobre hechos violentos y
problemas existencial~s de la vida p~ra ir a parar a algún ámbito empíri- recuento de cadáveres, es decir, sobre la muerte en su dimensión física.
co de f~rmas desprovistas de emoctón, es, por el contrario, sumergirse La violencia se convierte en un fenómeno que las ciencias sociales deben
en mediO de tales problemas. 4 El propósito es, entonces, hacer una lectu- interpretar en el ámbito de los referentes simbólicos y de sus componen-
ra interpretativa que nos permita interrogar desde esta dimensión el sen- tes imaginarios. En efecto, además de su dimensión flsica, fi·uto de una
1
tido, o lo que llamamos con Geertz las tramas de significación, de todas esas violencia sobre los cuerpos, del "orden de la evidencia", la muerte vio-
muertes. lenta tiene otras dimensiones simbólicas que deben ser interpretadas.
Hacerlo exige, sin duda, "una mirada oblicua, desde los márgenes para
El texto que ahora .se pr~sen~~ es el resultado de dos procesos: el pri-
mero, un proyecto de mvesugaoon desarrollado entre 2000 y 2001 en el no caer en el espectáculo obsceno de la muerte y/o de la violencia".~ Esta
marco del Grupo de Investigación Cultura, Violencia y Territorio del INER lectura desde los márgenes nos llevó por caminos de las formas de sim-
d~ la Univer~idad de Antioquia; el segundo, un momento posterior de
bolización y de representación de la muerte, esto es, las formas con las
remterpretaoón -mucho más analítica- de los resultados de la investi- cuales --en el terreno simbólico- los colombianos estamos enfrentando
~ac~ón .. Por obvias razones, el primero estaba amarrado a tiempos la muerte y tramitando el dolor.
mstttuoonales; el segundo, aun cuando de cierta manera también lo es- Interrogarse por las significaciones que desde la pespectiva antro-
taba, fue, con todo, más abierto y libre. pológica tiene la violencia, sigue siendo una tarea de primer orden y un
Para llevar a cabo la investigación, la labor de las dos auxiliares, en asunto de difícil resolución. Al creer, corno María Victoria Uribe, que
pretender explicarla es por momentos sólo una ilusión, y que la tarea de
e.se mo~ent? estudiant~s d~ Antropologí~ ~e la Universidad de Antioquia,
fue de vital trnportanoa. Cada una partiCipó de manera decidida en su la antropología es más bien la de formular preguntas inteligentes al res-
gestión, ~esde distintos intereses de estudio y estilos de trabajo. El proce- pecto, 3 lo que hacemos en este trabajo es sugerir una lectura interpretativa
so postenor en el que se lograron ligar analíticamente los cabos sueltos a partir de la definición de un campo de problemas, desde donde se pue-
que por el tiempo no pudieron atarse durante la investigación, fue eÍ de, a juicio nuestro, interrogarla "inteligentemente". Estos problemas son
resultado de un trabajo mucho más solitario, corno todo proceso de escri- fenómenos sociales complejos que están en relación directa con la violen-
tura, que de todos modos no hubiera sido posible sin los resultados colec- cia, y cuyos contenidos o dimensiones simbólicas no son muy visibles aun-
que sí muy importantes, y se expresan mediante la mise en scene del acto
tivos. Mi ~eco~~ci!fliento para las dos antropólogas comprometidas con
este trabajo: Cnstma Agudelo y N atalia Quiceno. violento o, más precisamente, de la muerte violenta; nos preguntamos
por, al menos, algunas de sus "tramas de significación". Este concepto,
Elsa Blair
Medellín, septiembre de 2002
Roland Marshal, "Le temps de la violence et de l'identité", en: Caries d'identilé, París, Fondation
National de Sciences Politiques, 1994
María Victoria Uribe, "Desde los márgenes de la cultura", en: Arte .v violencia en Colombia desde
1948, Bogotá, Museo de Arte Moderno, Editorial Norma, 1999, p. 285.
4 Clifford Geertz, La interpretación de las wlturas, Barcelona, Gedisa, 1997, p. 40. !bid.
XVlll XIX

tomado de Clifford Geertz, a pesar de ser pretensioso es fecundo, y coin- muertes violentas. Para lograr entonces, en términos de Zulaika, 6 "re-
cide con la apreciación de Castill~jo sobre el sentido de todas esas muertes crear los contextos de significación" en los cuales estas muertes violentas
porque, efectivamente, creemos que "no sólo existe [en la violencia co- se producen.
lombiana] un cruce de balas, sino un cruce de sentidos y roles dentro de El trabajo consta de cinco capítulos distribuidos en tres partes. La
un sistema de significados [y que] la muerte es [. ..}producto de un intercam- primera parte, titulada La significación del exceso, de un solo capítulo,
bio de sentidos y de símbolos". 4 recoge las reflexiones más teóricas -el símbolo, la trama, la escena-
.Este trab~o tiene sus antecedentes. Por una parte, una reflexión que con las cuales se hace el análisis y la reflexión sobre el exceso. Este presu-
puso en evidencia la sobredimensión de lo político en el análisis de la puesto es el que nos sirve de base para introducir toda la reflexió?. En
violencia y, en consecuencia, la necesidad de interrogar el fenómeno des- efecto, es por "la vía del exceso" por donde va a marchar nuestra Inter-
de otros ámbitos. Por otra parte, una reflexión desde el terreno de la pretación sobre las tramas de significación de la muerte violenta. La mu_erte
cultura sobre los aspectos subjetivos de la violencia, ya no sobre sus cau- en Colombia es excesiva, no sólo por la cantidad de muertos produodos
sas estructurales. por esta sociedad, sino por lo excesivo de la carga simbólica inscrita en las
La literatura antropológica, de corte más universal, provee una serie maneras utilizadas para ejecutarla, y de las formas simbólicas (el lengua-
de herramientas analíticas para este fenómeno y de casos ilustrativos so- je, el arte, la imagen) para nombrarla y para narrarla. Y es, finalmente
bre él. De hecho, ella ha sido la fuente de buena parte de la indagación. excesiva, en los ritos funerarios que utiliza para tramitada, ritos que ter-
No obstante, la violencia colombiana no ha sido interrogada -más que minan por agotar la eficacia simbólica que los asiste al volverse cotidia-
marginalmente- en el terreno de la cultura. Pensamos que la pregunta nos, esto es, al hacer de algo extraordinario una práctica rutinaria. 7 El
por la muerte, en vez de la violencia, podría ayudarnos a desentrañar capítulo recoge también algunos trazos del debate, no siempre bien plan-
ciertos "circuitos culturales" donde ella se produce, y también los sistemas teado y nunca resuelto, sobre la relación que existiría entre cultura y vio-
culturales que sostienen esa producción de muertes violentas. El análisis se lencia. El tema de la cultura ligado a la violencia, todos lo sabemos, es
hace a partir de las reflexiones de algunos autores -los que tímidamente suficientemente complejo y 'oscuro', pero concebimos la investigación
introducen la variable cultural en el análisis de la violencia-, con la inten- como el privilegio de "no contentarse con ostentar destrezas habituales
ción de llevarlas más lejos. sino dirigirse al estudio de problemas lo suficientemente oscuros como
Quizá para no generar discusiones innecesarias, sea preciso decir que para poder descubrir algo". 8
trabajamos con la concepción de cultura que anima los trabajos de Clifford La segunda parte, titulada La escenificación de la muerte. Actos, sím-
Geertz, concebida como "la trama de símbolos con la que interactúan signi- bolos y significaciones, es la más extensa, y está conformada por tres
ficativamente los seres humanos". 5 capítulos que constituyen el corpus del trabajo. En ella se aborda el análi-
El análisis tradicional de la violencia se ha hecho sobre diferentes sis propiamente dicho de las modalidades de muerte violenta en el país y
modalidades o formas de violencia. La muerte en sí misma, como ya lo sus tramas de significación. Por el buen soporte de literatura de corte so-
dijimos, no ha sido directamente interrogada. En este trab~o lo hace- ciológico y político sobre la violencia, se parte de las muertes relacionadas
mos, pero, por lo pronto, y a falta de otras herramientas analíticas, a con lo político, o sea, las muertes en combate y las masacres (capítulo 2), y
partir de las diversas modalidades en que ha sido clasificada la violencia. se continúa hacia otras que son ubicadas en "lo social", para llegar a las
¿Qué tipo de muerte se produce en cada una de ellas? Intentamos carac- muertes anónimas (capítulo 4), pasando por las muertes de jóvenes (ca-
terizar todas aquellas formas de producción de la muerte violenta; carac- pítulo 3), en el marco de los conflictos urbanos que mezclan, la mayoría
terizar también las víctimas y los victimarios, y las lógicas o "racionalidades" de las veces de manera muy confusa, violencias políticas con violencias
que parecen sostener cada una de estas muertes, con el fin de interrogar sociales y no políticas.
con mayor profundidad las otras dimensiones que dan el sentido a las

6 Joseba Zulaika, 1íolencia vasca. Metáfora y sacra11tenlo, Madrid, Editorial Nerea, 1990.
1

7 Aunque por lo general la eficacia se le ha atribuido a todo rito, no todos los ritos son eficaces o
4 Alejandro Castillejo, Poética de lo otro. Antropología de la !fitena, la soledad y el exilio inlemo en no siempre la conseiVan. Al respecto véase Maree! Mauss, "El rito", en: Lo sagrado y lo profano,
Colombia, Bogotá, Icanh, Ministerio de Cultura, Colciencias, 2000, p. 23. Obras I, Barcelona, Barra! Editores, 1970.
5 CliiTord Geertz, La inte1pretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1997. 8 C. Geertz, Op cit., p. 88
XX XXI

Cada uno de los tres capítulos de esta segunda parte se inicia con una su mayoría fruto del conflicto político armado, y que involucran corno sus
reflexión, más de carácter sociológico, que ayuda a contextualizar el mar~ principales víctimas generalmente a los campesinos. Algo se ha dicho
co social, cul_tural y político donde se producen estas muertes violentas, sobre esta modalidad de ejecución de la muerte, respecto de su dimen-
lo que los sociólogos llamamos los escenarios; porque si no se contextualizan, sión simbólica y la puesta en escena de rituales de muerte, que cumplen
asumirían un carácter bastante patológico. Con todo, no es un análisis eficazmente con la producción de terror en las poblaciones. En efecto, es
sociológico sobre la guerra o sobre el conflicto político armado. Sin em- por esta vía que la muerte se deja interrogar desde sus dimensiones sim-
bargo, ?_ebe leerse te~iendo presente que en Colombia el eje de la con- bólicas a partir de su ejecución misma, del mismo acto de matar, expresa-
frontacwn es el conflicto armado, y que toda la interacción social está do la mayoría de las veces en la violencia ejercida sobre los cuerpos. Cuer-
actualmente atravesada por él. pos que son, a su vez, vehículos de representación y de significación. En
Si bien es claro que no todas las muertes violentas -y ni siquiera la este sentido, cobra mucha fuerza la reflexión que pone en relación direc-
mayoría- son producidas por el conflicto armado, esto es, en combate o ta la violencia con el cuerpo y que, al parecer, había sido abordada por la
fruto directo de la violencia política, también es cierto que muchas de antropología en el estudio de los ritos o del fenómeno del sacrificio. Los
ellas son efecto, directo o indirecto, de la confrontación bélica. Sería difí- estudios al respecto, en el caso colombiano, son de María Victoria Uribe,
cil para la sociedad colombiana poder explicar esas muertes sin alusión Alba Nubia Rodríguez, y en menor medida Alberto Valencia y Alejandro
muy directa a este "estado de guerra" latente y cuasi permanente. Ade- Castillejo. Este último, apoyado en Feldrnan, dice que en lo que concierne
más, como se deja ver en la introducción del primer capítulo, existe una a la violencia es preciso mirar el cuerpo corno un texto: "el muerto no dice
estr_e~ha r~lación -aún no muy evidente en el país- entre la muerte y la nada, es puesto a hablar a través de su descuartizamiento[ ... ] las formas de
pohuca. Sm embargo, es necesario ser muy cuidadosos con la caracteri- la muerte son, en última instancia, formas de silenciar a una persona que
zación de esos efectos. Mal formulados podrían convertirse en 'velos' corno tal es portadora de algún sentido" .10 Por último, interrogarnos en
para la comprensión del problema. Como dice Geertz "[... ]hay numero- este capítulo los asesinatos selectivos. que clasificamos en tres categorías: ase-
sas maneras de oscurecer una verdad evidente". Pero, ¿cómo formular sinatos políticos, magnicidios y muertes por "limpieza social".
~sos efectos, sin caer en lo que Alejandro Castillejo llama el eufemismo El capítulo 3, titulado "La complacencia en el exceso: las muertes de
mventa?o ~orlos académicos para pulir la corrugosa superficie de nues- jóvenes en el conflicto urbano", se detiene en los jóvenes. Ellos han sido,
tro terntono? en esta última violencia, de los actores más vulnerables en su condición
En ese sentido, se ha hecho aquí el esfuerzo por combinar dos cosas: de víctimas o de victimarios. El marco de producción de estas muertes es,
la prime!·a, el ejercicio analítico de releer una literatura vieja, susceptible sín duda, la violencia urbana, que en este caso nos sirve de contexto. Lo
de ser mterrogada de una manera nueva, 9 es decir, se trata de que hacernos a partir de la literatura sobre ella, es re-interrogar los testi-
recontextulizar alguna parte de la literatura sobre la violencia -la que monios y los análisis indagando sobre la muerte y sus significaciones.
más se aproxime a la dimensión simbólica- desde la muerte violenta Nos preguntamos por los efectos de este exceso en los jóvenes en térmi-
como acto significativo. La segunda, el seguimiento a la literatura nos de las significaciones culturales y de las consecuencias políticas y so-
antropológica más novedosa en relación con la violencia; se apela, sobre ciales que se derivan de esta 'familiaridad' con la muerte violenta. Ella se
todo, a los nuevos enfoques y estrategias metodológicas para lograr re- refleja en cada testimonio, y está cifrada en lenguajes y códigos que ha-
plantear la que, creemos, ha sido hasta ahora una relación mal planteada blan de una presencia inminente de la muerte en la cotidianidad de sus
entre cultura y violencia. vidas, que por cotidiana y excesiva copa espacios de significación y con-
En el capítulo 2 nos preguntamos por las muertes violentas de las tribuye a la construcción de sus referentes de sentido. La hipótesis
guerras, las muertes en combate, pero buscando una mirada diferente, interpretativa que elaborarnos, sobre lo que considerarnos es el entrama-
para lo cual acudimos a la antropología forense que ofrece nuevos enfo- do de significaciones simbólicas que los jóvenes producen en esa relación
ques para pensar el problema. Luego nos detenernos en las masacres, en muerte-ciudad, se despliega en tres dimensiones: la primera, la ciudad
como el territorio donde se origina esta muerte joven, es decir~ la ciudad

9 Gonzalo Sánchez, "Los estudios sobre la violencia: balance y perspectivas", en: Gonzalo Sánchez
y Ricardo Peñaranda, comps., Pasado.~ presente de la violencia en Colo11!bilt, Bogotá, Fondo Editorial
Cerec, 1986. \0 A. Castillejo, Op. cit., p. 24.
xxii xxiii

es el espacio físico "de producción de la muerte violenta". La segunda, es El capítulo 5, que constituye la tercera parte, es bastante más comple-
la relativa a la demarcación y "codificación del territorio" a partir de jo porque en él se indagan las formas de ritualización, simbolización y
referentes absolutamente 'tanáticos' que marcan la ciudad. Y la tercera tramitación de la muerte violenta que estamos utilizando los colombia-
dimensión es la de la ciudad como el lugar donde "la muerte se signifi- nos frente a este exceso de muerte. Es también, desde el punto de vista
ca", es decir, se inscribe en un marco de representación que le da sentido, de la teoría, el más antropológico. Se divide en tres partes: en primer
con el cual los jóvenes 'vivencian' sus experiencias y expresan sus mane- lugar, interrogamos las construcciones simbólicas presentes en ritos, cul-
ras de habitar la ciudad. tos y prácticas funerarias, en un apartado que hem~s lla~ado. "L~ ritua-
El capítulo 4, que cierra la segunda parte, está dedicado a las muertes lización de la muerte". La indagación se enfoca en diCha ntuahzaCión, en
anónimas, y se titula "El exceso codificado en la exclusión social: muertes las prácticas y los ritos funerarios que se llevan a cabo en los cementerios
anónimas, amenazas y desapariciones''. La razón que nos asiste es la ne- o en torno a los muertos, y hacemos una descripción etnográfica de la
cesidad de 'visibilizar' todas esas muertes oscurecidas por el conflicto ar- iconografía de las tumbas.
mado, o que éste desdibuja, y que tienen no sólo enorme presencia en la En segundo lugar, indagamos por lo que en el ámbito de lo simbólico
sociedad, sino que además tocan fibras muy sensibles del 't~jido social'; identificamos como construcciones imaginarias (imágenes artísticas u otras
ocurren contra seres anónimos, desconocidos, des-identificados, que mue- formas narrativas) de la violencia y de la muerte, y que podemos llamar
ren en altísima proporción. Son las "muertes anónimas" que 'engordan' la "estética de la muerte". Se elabora un ensayo sobre la relación arte-
las cifras estadísticas y que, a juzgar por el grueso de la literatura sobre muerte-violencia, como una propuesta interpretativa sobre la simbolización
violencia en el país, no han suscitado mayor atención del Estado, ni de de la muerte en el país, desde la violencia de los años cincuenta hasta la
los medios~ ni de los analistas de la violencia, ni del país en general. actual, que ha tenido en el arte una de sus mayores expresiones. El ensayo
También aquí abordaremos el fenómeno de los indigentes y "margina- se inicia con una mirada al arte universal más antiguo, relacionado con el
les", lo que, por oposición a los magnicidios, hemos llamado las muertes tema de la muerte. Hasta donde nos fue posible, hicimos una indagación
"insignificantes", en la forma de "limpieza social". Tratamos, pues, de sobre otras narrativas de la violencia: obras de literatura y otras formas
caracterizarlas y contextualizarlas con el fin de visibilizarlas en el trabajo, estéticas, como la música popular, que en algunos géneros se halla impreg-
para lo cual acudimos a identificar algunas de ellas; muertes que, cuando nada de muerte. Aquí, lo que se ha logrado es sólo una aproximación a una
aparecen en prensa, son una nota al margen sin la mayor importancia. problemática, como la de la relación muerte-arte-violencia, que tiene mu-
Aunque sabemos que este tipo de acciones se producen en otros lugares, cho por explorar. Con todo, encontramos sugerente la propuesta plantea-
en el caso colombiano se re-significan lo suficiente como para ameritar ser da en esta investigación, la cual abre caminos para inquirir esta relación.
interrogadas en este contexto, en este estado generalizado de violencia. En tercer lu<Tar, incursiona en dos maneras de 'tramitación' de la
La última parte del capítulo trata acerca de los amenazados y los des- o . . ., .
muerte: el duelo y la memona. El pnmero, como const.ruccwn necesana
aparecidos. Tanto en un<? como en otro caso la muerte ha estado presen- tanto en lo individual como en lo colectivo ante la pérdida de vidas hu-
te, si bien no como dimensión física en un cadáver, al menos sí en sus manas. Señalamos la importancia de la elaboración del duelo mediante
dimensiones simbólicas. Para los amenazados-exiliados, una permanen- un componente que trasciende la dimensión íntima, esto es, el psiquismo
cia en el país en su condición de amenazados habría, sin duda, significa- de los sujetos para ubicarse en lo social. Esta inscripción responde a la
do su sentencia de muerte y, de cualquier manera, el exilio es a todas necesidad de "un registro público de tramitación de la muerte" .12 O, en
luces una forma de muerte, y no precisamente metafórica. En el caso de otras palabras, constituye una forma de "poner el dolor de~ otro ~n la
los desaparecidos, creemos que lo más próximo a esta condición es la escena pública" .1$ Lo que hemos encontrado allí es una henda abierta.
muerte. Con estos actores, y en sus respectivos escenarios, se hace una El segundo modo de tramitación es la memoria, como clave en la elabo-
elaboración interpretativa que los testimonios ayudan a ilustrar, 11 y que ración de la muerte y parte fundamental del recuerdo a los muertos. La
podemos considerar como una descripción analítica. memoria se asume desde una reflexión reciente que enfrenta a las so-

11 Los testimonios han sido tomados de algunos de los textos referenciados sobre violencia urba- 12 Fabiana Rousseaux y Lía Santacruz, "De la escena pública a la tramitación íntima del duelo",
na, otros del trab~jo de investigación "El parlache'', de Luz Stella Castañeda y .José Ignacio 2000 (s. i.).
Henao, y algunos fueron cedidos por la Corporación Región. 13 Doris Salcedo, citada por M. V Uribe, Op. cit., p. 284.
XXIV
XXV

ciedades en guerra a gran¿es d~saflos frente a su dolor y su sufrimiento escritura del texto, sin un apoyo teórico y metodológico en la obra de
en el terr~?~ de su supervivenCia moral. ¿olvidar, perdonar, recordar? Geertz o, más precisamente, en sus conceptualizaciones. En este esfuer-
. El anahs1s se desarrolla como una "puesta en escena" de la muerte zo lograrnos una interpretación cuya estrategia de análisis amerita ser
viole~~~· d~sde su ejecución h.asta el nivel más abstracto, el de su repre- explicada.
sentauon, mdagando, al comienzo, por los escenarios donde se produ-
:e~ esta.s mu~rtes que son, en esencia, los 'lugares' de su ejecución (esta
ultima, Identificada como acto I). Posteriormente, se identifican los sím- La puesta en escena de la muerte violenta
bolos presentes en cada una de ellas, y se incursiona en los escenarios
donde se representa (acto u) esta escenificación, que consta de tres mo- Las tramas de significación, en el sentido geertziano, son pos.ibles de
mentos: la interpretación, la divulgación y la ritualización. Ambos el acto reconstruir a través de un seguimiento al fenómeno que se estudia y que,
y su representación, constituyen los elementos con los cuales s~ teje la en este caso concreto, implica un acto mediante el cual se ejecuta la muer-
trama y se construye su significado. te. La manera de ejecutar esa muerte daba, entonces, la primera pista en
La refle~ión teórica pa:a el análisis se alimentó del trabajo de mu- la interpretación de sus significaciones. Sin embargo, el acto trascendía
cho:.~ntropologos, en particular de la obra de Clifford Geertz. Como ya el momento mismo de su ejecución en términos de significaciones, lo
lo duimos, el co~cepto central en este trab~o, el de tramas de significación, cual nos convenció de que debíamos interrogarlo en lo que identificarnos
es de ~eer.tz, al Igual que el marco teórico que lo sustenta. También sus como "otros momentos", a la manera de dramas puestos en escena en los
aproximaCiones a conceptos como símbolo y cultura. Esta última es en que intervenían otros actores, y c0n ellos nuevas significaciones. Dicho
s~s términos, básicamente interpretativa y, vale la pena resaltarlo,' no de otro modo, si queríamos reconstruir sus tramas de significación no
tiene nada que ver con la cultura entendida como una esencia 0 como sólo debía ser mirado el acto de 'ejecutar' la muerte (acto 1), sino rambién
una 'segunda naturaleza', que sería, por lo demás, inmodificable. la manera de 'representarla' (acto u).
De la_ ~isma maner:a hicimos nuestra, para el análisis, su concepción El acto de matar al otro fue clasificado para su análisis en dos grandes
metodologiCa del trabaJo. etnográfico. Hay que reconocer que fuimos poco momentos: la ejecución y la representación. La ejecución corresponde al
ortodoxos en la estrategia metodológica utilizada, pues en el desarrollo acto mismo en bruto (mucho más físico), y la represemación a las diferen-
del proyecto combina~os técni~~s y método~ de investigación, apelamos tes maneras del pensamiento de elaborar el acto (más abstracto).
a formas o f~~ntes de mforman~n como la h.teratura, la crónica, el poe- Si bien el primer acto, la ejecución, se efectuaba en un solo instante,
~~· ~te., e hiCimos uso de matenales ya publicados, pero absolutamente el segundo acto era desarrollado en una secuencia de tres escenas: a) la
med1tos, frente a la pregunta por la muerte, y de materiales y testimonios interpretación que se hacía de la muerte desde distintos lugares y con dis-
que aún no han sido publicados. tintas voces; b) la divulgación, donde el acto debía ser pensado a través de
Hacer ~tnog~afía, dice Geertz, ~s hacer lo que hacen los que hacen los medios -o las herramientas- con que cuenta la sociedad para divul-
a~tr:opologia sonal: establecer relaCiones, seleccionar informantes, trans- garlo y, e) la ritualización, a través de las formas rituales empleadas en la
c~·Ibi.r textos, traz~r ~apas del área, llevar un diario, etc., pero estas son sociedad para afrontarla. Estos tres momentos o escenas suponían for-
tecmc~s y pr~ced1m~entos, y ~llos no definen la empresa. Lo que la defi- mas de representación de la muerte y como tales eran portadores de
n_e. es. Cierto t~po ~~ e:~uerzo m~electual': una ~specul~ción elaborada en significaciones. Cada uno implicaba también la utilización de distintos
t.~~ mm os de .d~scnpoon densa '. cl~~amente diferenCiada de la 'descrip- medios d~ construcción y de expresión de símbolos y con ello de significa-
oon superfioal: porgue la descnpo.on densa es descripción interpretativa dos y significaciones. 1:»
de 1? 9~e se esta .hanendo, .Y e~ta diferencia define el objeto de la etno- Adicionalmente, y a partir de los procesos de pensamiento con los
grafia. No se d10, pues, nmgun paso, sobre todo en el análisis y en la cuales se construyen las formas simbólicas, el acto de ejecución y repre-
sentación de la muerte va en una secuencia que parte de lo más concreto

14 ~a descripción et1~ográfic~ presenta. tres rasgos característicos: 1) es interpretativa; 2) Jo que


mterpreta es el fluJo del discurso sooal, y 3) la interpretación consiste en tratar de rescatar "lo 15 Entendemos por símbolo un objeto que representa algo difereme de sí mismo; por si111bobzacióu
dicho"en ese discurso de sus ocasiones perecederas, y fijarlo en términos susceptibles de con- el pmceso de puesta en escena de esos símbolos y. finalmente, por siguificarión una constmcción
sulta. C Geenz, Op. czL, p. 32.
o reconstrucción teórica que interpreta esa puesta en escena de símbolos.
XXVI XXVII

(la ~jecución del acto), a lo más abstracto (su elaboración y procesamien- eran producto de determinados escenarios, sino que contribuían a cons-
to). Así, la ejecución es el acto en bruto; la interpretación es la primera tnlirlos.
respuesta a él (la reacción); la divulgación ya implica un proceso de co- Son cuatro momentos, ya lo dijimos, para un mismo acto, pero cuya
municación, que supone alguna elaboración más o menos alejada (más significación desborda el niv.el de la ~jecución y .s,e const:uye y :;presa
mediatizada) del acto bruto y, finalmente, la ritualización, que debería también en los otros tres mveles: la mterpretaoon, la divulgacwn y la
ser, al menos en teoría, el proceso más abstracto mediante el cual la ela- ritualización, esto es, en la representación de la muerte. Todos ellos ape-
boración del acto cumpliera su papel simbolizador. lan a distintas tramas discursivas y hacen uso de diferentes símbolos e
En primer lugar, era necesario para el análisis reconstruir el contexto imágenes, para con ellos construir finalmente sus significaciones.
de la ~jecución, y ello pasaba por reconocer victimarios, armas utilizadas, Curiosamente -o no tan curiosamente_:. el fenómeno pensado en
formas de ejecución y su carácter individual o colectivo. Luego de este esta secuencia del acto puso de presente nuevamente el exceso y la des-
reconocimiento podríamos reconstruir el escenario del drama, identifi- mesura, en la cantidad de muertes ejecutadas, en la carga simbólica de su
car los símbolos en él presentes y, a partir de ellos, empezar a esbozar las ejecución (manipulación sobre los cuerp~s) y en la 'teatraliz~ción' las ?e
primeras interpretaciones sobre sus significaciones o, lo que es lo mismo, formas de divulgación (imágenes, lengti~JeS de guerra y de vwlenoa). El
sobre las formas simbólicas desplegadas en él. acto violento permea otros espacios de la vida social y asume no pocas
En segundo lugar, la representación de la muerte cubría tres momen- veces el carácter de espectáculo. La muerte violenta es, pues, desde su
tos o escenas. Primero, su interpretación por parte de las víctimas, los ejecución hasta su divulgación, dramatizada y te~trali~ad~ _hasta el exce-
victimarios, las autoridades gubernamentales yjudiciales y otros sectores so. ¿Qué pasa con el último moment?, el de la ntuah~acwn? Enc?ntra-
sociales, que daba también nuevas pistas sobre las significaciones reales o mos que es igualmente excesivo. El nto ~parece excesivo por el numero
supuestas de ese acto. Un seguimiento al discurso nos convenció de que de entierros, con una grave consecuencia respecto de los procesos de
no sólo era posible identificar las interpretaciones sobre los 'móviles' rea- elaboración de esas muertes: se vuelve rutina lo que como rito debería
les o sospechados de la acción, sino también sobre las razones, temores y ser del orden de lo extraordinario, perdiendo así su eficacia simbólica.
lenguajes que le eran atribuidos a fin de racionalizarla. Esta primera La pregunta de fondo sobre el significado y los efectos que podía
reacción podía documentarse a través de diversas fuentes que, a su vez, tener sobre la sociedad ese exceso, ya no sólo en la 'cantidad' de los muertos
constituían mecanismos de expresión de distintos sectores sociales, ya sino también en la 'calidad' de las muertes, fue en esencia una 'excusa'
fuera mediante el discurso o la imagen. para pensar la relación entre cultura y. viole~cia. Responderla ~os ha
Segundo, la divulgación de esas muertes por los medios de comuni- permitido decir algunas cosas sobre la viOlencia colombiana y, mas con-
cación. En un seguimiento a las noticias de televisión y prensa y, en gene- cretamente, sobre las significaciones simbólicas expresadas, en este caso,
ral, al manejo de los medios, se pudo documentar la manera como cada en la muerte violenta.
uno de ellos presentaba el acto: ¿a quién se atribuía?, ¿cómo se 'leía'?, Con respecto a las limitaciones del trabajo, vale la pena mencionar
¿cómo se interpretaba y difundía cada una de esas muertes? Otra manera dos fenómenos que la antropología permite ab~rdar ~ que nos re~ultan
un poco más elaborada de divulgación eran las crónicas, los report~es, la muy importantes para seguir interrogando la viOlencia en esta dimen-
literatura y, finalmente, los pocos trab~jos académicos sobre la muerte. sión, pero que no logramos tratar en esta investigación. Son ellos el tema
El tercer y último momento, la ritualización, de ese segundo acto, del sacrificio y, ligado a él, el simbolismo de la sangre. Igualmente~ s~lv?
remite a lo más evidente y tradicional en relación con la muerte: los ri- por algunos brochazos, queda en 1~ som?_ra el problema de _la reh?IO~I­
tuales funerarios puestos en práctica frente al exceso de muerte y que dad y la violencia, porque por su d1menswn y naturaleza sena en SI mis-
expresan formas de vivenciarla y de afrontarla en distintos sectores socia- mo objeto de una respectiva investigación.
les. El seguimiento a este último momento fue muy interesante. Estába- No hicimos conclusiones. La razón, como se podrá ver en el texto, es
mos frente a prácticas funerarias implementadas en diferentes cemente- 'prestada' de Thomas. 1c' Sin duda, para conclui.r algo: hará ~alta _i~vesti­
rios de la ciudad, pero había otras 'formas de expresión' tal vez menos gar todavía mucho más en el terreno de las d1menswnes simbohcas (y
evidentes, menos asociadas 'tradicionalmente' con la muerte y menos
fúnebres que también la simbolizaban, y constituían lo que llamamos otras
narrativas de la muerte que expresaban maneras de asumirla o al menos 16 Louis-Vincent Thomas, Antropología de la mue1te, México, FCE, 1993 (primera edición en francés
de simbolizarla (artísticas, literarias, musicales, etc.). Todas ellas no sólo de 1975).
xxviii

culturales) de la violencia, pero pueden sugerirse desde ya -y ése es el


resultado de este trabajo- vías de indagación un poco más problema-
rizadas y mejor delimitadas. La reflexión respecto a la muerte violenta a
partir de nuevos enfoques arroja muchas luces para pensar el fenómeno
desde sus dimensiones simbólicas, "más allá del reguero de cadáveres
por toda la geografía nacional y del conteo obsceno de los muertos"Y
Para terminar, debo decir que estoy convencida, como Alejandro Castille-
jo, de que"[ ... ] No importa cuánto ahondemos en esas dimensiones de
la guerra, en eoSas interpretaciones de los actos de otros seres humanos,
siempre habrá algo que se salga de nuestras manos en tanto investigado-
res, siempre habrá un 'indecible'". 18 Primera parte
La significación del exceso

17 M" V Uribe, Op" cit


18 A Castillejo, Op. cit, p. 16.
La desmesura de los colombianos

Introducción:
El hiperbolismo de la violencia

La desmesura de los colombianos -como alguna vez lo dijera García


Márquez- parece ser algo más que un recurso literario o una expresión
estética. 1 A juzgar por las cifras de la muerte, ella es también un dato
demográfico. 2 La sociedad colombiana actual, en un acto de absoluta
irreverencia con la muerte, ha traspasado todos los límites y las cifras
posibles, y también en la muerte "ha caído en el exceso".
A este propósito, un autor de nombre Juan Molina Molina escribe
uno de los mejores bosquejos "sobre la embriaguez por la exageración"
de dos magos de las artes, como García Márquez y Fernando Botero. 3
Pero ¿de dónde les viene -se pregunta- esta embriaguez por la exage-
ración? Para explicarlo se apoya no sólo en las influencias estéticas de

Gabriel García Márquez, Por ttn país al alcance de los niños, informe de la que se conoció como la
"comisión de sabios" a la Misión sobre Ciencia y Tecnología en Colombia, publicado posterior-
mente por la Personería de Medellín, Medellín, 1997.
2 Las cifras al respecto son elocuentes. Veamos sólo algunos datos: para 1992 el informe de
Amnistía Internacional sobre Colombia reportaba que "comparativamente Colombia presen-
ta la más alta tasa de asesinatos de todo el mundo". Esta tiene un aumento del 4% anual.
Entre los hombres adultos el asesinato es la principal causa de muerte. Las estadísticas arro-
jan para el año 1992 la cifra total de 28.237 delitos de asesinato, 102 de los cuales fueron
casos en los que cuatro o más personas padecieron a la vez la muerte violenta y que por ello se
enaientran registrados bajo la categoría de masacres. Peter Waldmann, "La cotidianización
de la violencia en Colombia", Análisis Político, N.o 32, Bogotá, Iepri, Universidad Nacional,
p. 35. Según cifras del mismo Waldmann, en 1992, de cada 100.000 habitantes 85 tuvieron
una muerte violenta. La cifra es escandalosa en comparación con la sociedad alemana
donde se producen 1,5 asesinatos u homicidios por cada 100.000 habitantes. Según un
estudio más reciente de Planeación Nacional, la tasa de homicidios en el país durante el
período 1990-1998 registró 76 homicidios por cada 100.000 habitantes. Véase Planeación &
Desarrollo, 30 (3), jul.-sept., 1999, p. 89.
3 J. Molina Molina, "García Márquez y Botero. La hipérbole de la hipérbole", Magazín Domini-
cal, El Espectador; N. 0 805, 18 de octubre de 1998, pp. 16-19. El artículo trata sobre la desmesura
de estos dos artistas como recurso "de la provincia colombiana".
4 1Muertes violentas
La desmesura de los colombianos 15

ambos artistas, sino en su 'ser de colombianos', el país de la desmesura.


Según el autor, "ambos parten de la perspectiva de la subjetividad popu- que concierne a la violencia col?mbiana? ¿No hay en ella un ingreso
lar, donde lo 'real' tiende a hinchar el hacer literario y/o plástico. Ambos excesivo en lo real que la vuelve Improbable? Es ~so.~~~ vez lo q~e. suce-
recogen los rumores que se suspenden por encima de los tejados de la de con el lenguaje cuando -en palabra~ de un l:~gmsta- ellext,co de
provincia colombiana". 4 la violencia [urbana] usa vocablos inofensivos y c~si mg~nuo~ como man -
Si bien en una primera instancia el hiperbolismo intensifica el cuerpo dar saludes a san Pedro', que ocultan la f~erza Ilocucwnana d~ ~at.ar6
real, tiene también la capacidad de negarlo, y en esa refutación crea los _¿¡o real hecho improbable?-, de la rmsma forma 9ue deCir b~tlar
mundos improbables. Ciertamente, al proyectar las propiedades del cuer- entre la vida y la muerte' camufla la gravedad de agomzar por motivos
po en un nivel de excepcionalidad, rompe las nociones de lo verosímil rio naturales. 7 •

para entrar en el orden de lo imaginario. La inflación del contorno es La realidad de la violencia en el país se niega todos los días como st
inseparable de la sustracción: ocurriera en otra parte, o peor aún, como si estuvier~ ocurriendo sólo en
los dominios de lo imaginario. 8 Su exceso la vuelve Improbable. ~orque
también la ~iolencia "al proyectar sus propiedades_[ ... ] en un mvel de
El imaginario de Botero quebranta el principio de la contradicción: sus cuerpos son
excepcionalidad rompe las nociones de lo verosírml para entrar en el
más grandes y pequeii.os a la vez. Los cuerpos crecen en la medida en que se empe-
queii.ecen los orificios. Así las prostitutas en el juego incongrueme se desmienten; la
orden de lo imaginario", y también en ella. "la in?~ción del. conto~o es
casi invisible matica de vellos o los diminutos senos, las vuelven su opuesto: son
inseparable de la sustracción". A<;í, en la misma log1ca del hiperbohsmo,
impúberes[ ... ] En las telas la voluminosidad de las mujeres se mitiga en la ternura
al exagerarse en la realidad ella se niega. 9
de los pequeños orificios (puticas vírgenes).
El exceso de violencia y su invisibilidad
Mientras en la obra de García Márquez,
Cada pueblo [.. .] ama su propia fonna de violencia
[... ]proliferan los seres desproporcionados[ ... ] el padre Ángel era grande, sanguí-
C. Geeru
neo con una apacible figura de buey manso. César Montero era monumental y no
cabía en los espejos [... ] [su obra] está determinada por la cantidad, esto es, por el
procedimiento acumulativo de la exageración que, en el tiempo y en el espacio, La hipótesis interpretativa que vamos a des~rroll~:· a co~1tinuación ~~que
contorna la excepcionalidad de los personajes. La Mama Grande desde el nombre: en cada uno de los cuatro momentos -la ejecucwn, la mterpretacwn, la
"María del Rosario Castaii.eda y Montero" con su físico modelado en masas de grasa divulgación y la ritualización- 10 en los cuales la muerte. viole~ta se eje-
y carne que vivió hasta los noventa y dos años, son hiperbólicos. Cuerpo enfermo cuta (acto 1) y se representa (acto u) está presente un~ sene ~I_mb~los a ?e
con nalgas y tetas improbables, que hasta el "sonoro eructo" con el que encontró la partir de los cuales es posible c:on~t~ir. ~ reconstruir las ~tgmhcacwnes
muene es excesivo." del acto, esto es, las tramas de sigmhcacwn de la muerte violenta. To~os
esos símbolos expresan el exceso, aunque ~e distin~as maneras. Las s~g­
El artículo de Molina es lo suficientemente extenso para ilustrar estas nificaciones que son posibles de reconstrmr a partir de este exceso ne-
formas del juego de ambos artistas entre la desmesura de lo real y la
negación en el imaginario, pero estos dos ejemplos resultan muy ilus-
trativos para lo que queremos mostrar.
¿pero será sólo en el arte, en la literatura, en la plástica? ¿No hay
una fascinación igual por la exageración en las acciones violentas? ¿No 6 Víctor Villa Mejía, "El léxico de la muerte", en: Pre-Owpaciones, Medellín, Extensión Cultural,
está presente también este exceso, y con demasiada frecuencia, en lo Seduca, colección Autores Antioqueños, 1991.
!bid., p. 71. . d 1
8 Vale la pena anotar que lo imaginario aquí tiene la connotación de lo "no real", cas1 que e o
que habita en la fantasía.
lbíd. 9 J. Molina Molina, Op. cit. . .
/bid 10 Fueron construidos analíticamente en la investigación para hacer la lectura mterpretauva que
proponemos.
6 1Muertes violentas La desmesura de los colombianos 17

nen, como en la crónica literaria que acabamos de citar, una lógica 11 en Al hacer una lectura interpretativa del fenómeno que nos permitiera
la cual el exceso sobre lo real tiene también la capacidad de negarlo. 12 desentrañar las tramas de significación de la muerte violenta, nos encon-
Esta lógica explicaría las actitudes de la mayoría de colombianos -las tramos con el exceso en sus múltiples formas. Con él las reconstruimos
más' de las veces·- con relación al exceso de violencia en el país; lo que para concluir que no sólo en el arte sino también desde la muerte Colom-
muchas veces llamamos indolencia no ofrece una explicación a la indife- bia es "el país de la desmesura".
rencia y a la distancia frente al drama que nos sucede tan cerca pero que La primera constatación del exceso está sin duda en las cifras. Un
al parecer no vemos. Parecería que, efectivamente, en esta 'lógica' el ex- país varias veces clasificado como el más violento del mundo, con cifras
ceso de muertes violentas las vuelve improbables. Es la misma argumen- de homicidios que sobrepasan, con mucho, los índices de los países veci-
tación que encontramos en De Souza Santos cuando afirma que un "ex- nos y en general de la región 16 y una presencia sistemática de la muerte
ceso de realidad se parece a una falta de realidad"; 13 y también en el violenta ·en la cotidianidad de la sociedad, en todos los espacios físicos y
análisis lingüístico que dice que "la violencia en Colombia es portadora de la vida social, que atraviesa todas las instituciones, vulnera a todos los
de un exceso de significados, lo que la vuelve un omniagente con caracte- sectores sociales, e incursiona en todos los lugares, en fin, excesiva. Algo
rísticas de sujeto gramatical, lógico y psicológico que todo lo hace [y] por así como lo que podríamos llamar una "ausencia de días sin muertos" Y
eso no hace nada. Esta 's~jet.ización' de la violencia impide ver al verda- Vale la pena anotar el comentario de Castill~jo en este sentido: "Los des-
dero agente del acto violento". 14 Con todo, la mejor expresión de esta plazados y los muertos no pasan de ser cifras preocupantes en un país
inmersión de la violencia en el terreno de lo improbable -expresada en que no sabe qué hacer con ellos. En ambos casos son muchos".
esta invisibilidad- la trae Castillejo al constatar la distancia que existe en Ahora bien, más allá de las cifras de muertos, el exceso también se
este país entre el discurso y la experiencia vivida de la guerra. expresa en la manera como la muerte se produce. En efecto, y sólo como
intuición inicial, pensamos que la muerte no significa lo mismo si se trata
Esto resulta tan cotidiano que incluso ya circula un discurso que sigue neutralizando de un asesinato 'limpio', 18 a la muerte cometida con sevicia y alevosía.
la cercanía de la guerra. Es como si nuestra sociedad se negara a sentir la guerra Tampoco es igual la que termina en el acto de la muerte física a la que se
'encima', a suponer que eso es aún un problema de seres que habitan otros mundos. Porque acompaña de mutilaciones sobre el cuerpo y es, de alguna manera, mensa-
lo que sentimos cuando hablamos desprevenidamente en la calle con el transeúnte jera de terror, y más significativa desde sus dimensiones simbólicas que
desconocido o cuando revisamos los periódicos o las imágenes televisivas es una tran- físicas, es decir, desde el exceso, mediante una acción sobrecargada de
quilidad ciega que nos dice que en Colombia lo que se vive es el 'efecto' del 'conflicto significaciones expresadas en las formas de ejecución de la muerte: no un
armado'[ ... ] Con el tiempo lo único que hemos logrado es normalizar la muerte, balazo sino veinte; un cuerpo no sólo muerto sino muerto y mutilado, etc.
asignarle una culpabilidad al cadáver y seguir reforzando el presupuesto de la dis- Si bien sobre los 'motivos' o las 'razones' de las muertes se han dado
tancia.15 múltiples explicaciones, particularmente para las muertes que a primera
vista revisten un carácter político, para el exceso las razones explicativas
son de otro orden, poco explorado en el análisis de la violencia, que toca
ll Compartimos la apreciación de ClifTord Geertz en el sentido de que la palabra 'lógica' en el directamente con los entramados simbólicos sobre los que se tejen las
análisis cultural es una palabra traicionera. C. Geertz, Op. ciL, p. 333. acciones violentas. 19 Esta indagación por los entramados simbólicos de
12 J. Molina Molina, op. cit., p. 16. la muerte violenta nos permite, entonces, incursionar en el ámbito de las
13 De Souza Santos, habla de "un exceso de realidad que se parece a una falta de realidad", citado
por Luis Fernando Barón y Mónica Valencia, "Medios, audiencias y conflicto armado. Repre-
sentaciones sociales en comunidades de interpretación y medios informativos", Controversia,
0
N. 178, Bogotá, Cinep, may., 2001, pp. 43-8L 16 Ibíd., p. 24.
14 Víctor Villa Mejía, "Las violentologías", en: Polifonía de la violencia en Antioquia: Una visión desde la 17 Es una expresión de Carlos Mario Perea en un trabajo sobre jóvenes de pandillas en Bogotá,
sociolingiiística abductiva, Bogotá, lcfes, Ministerio de Educación Nacional, 2000, pp. 125-126. "Un ruedo significa respeto y poder", ponencia presentada al Seminario Nacional de Investiga-
15 Alejandro Castillt:jo, Poética de lo otro. Antropología de lo gue1Ta, la soledad y el exilio intemo eu dores sobre Conflicto, Violencia y Paz, Bogotá, Cinep-Colciencias, dic. de 2000 (s. i.).
Colombia, Bogotá, Ministerio de Cultura, Icanh, Colciencias, 2000, pp. 17-18 (los resaltados son 18 Aunque resulte un tanto cruel planteado de esta forma, sólo queremos diferenciarla del asesi-
nuestros). Esta invisibilidad de la muerte la constata de nuevo incluso con los desplazados. Al nato acompañado de mutilaciones y manipulaciones sobre el cuerpo, que van más allá de la
referirse a los múltiples testimonios que recogió en su investigación sobre el desplazamiento muerte física.
señala "cómo la gente intentaba constantemente hacer ausente algo como la muerte que estaba 19 La muerte es, en efecto, producto de un intercambio de sentidos y de símbolos. Véase A Casti-
tan presente". llejo, Op. cit., p. 18.
8 1Muertes violentas In desmesu:m de los colombianos 19

~ráct~cas culturales qu.e, sustentan su exceso. ~n otras palabras, hace po- ese escenario y ese espectador. O, ¿cuántas de las masacres no son produ-
Sible Ilustrar una rel.aoon para n~sotros muy Importante pero, paradóji- cidas más que para desterrar a las víctimas, para desterrar a través del
ca~~n,te, muy cuestwna?a en ~a literatura sobre el tema: la relación que terror a quienes son espectadores de ellas? ¿cuántas son las acciones vio-
ex1st1na entre cultura y vwlenoa. Este terreno es poco menos que vedado lentas que se dan en función de un tercero, en este caso, el espectador? 23
en. ~1, análisis ?e
la violenc~a en el país, 20 parec.ería que desde allí no Este papel del escenario y del espectador ha sido saCiificado en el
análisis a favor del actor, como si éste y su acción tuvieran alguna signifi-
qms1eramos mirarnos. Efectivamente, la muerte vwlenta puede ser en el
acto de ejec~ción (1) una acción de algunos pocos, pero deja de serlo a la cación por fuera del escenario y de los espectadores que, en este caso
hora de la mterpretación sobre sus significaciones (II), y nos compromete concreto, serían los contextos sociales, políticos y culturales de produc-
a. todos. Y los entramados de sentido o las significaciones de las muertes ción de las muertes violentas y de la representación que nos hacemos
vwlentas, valga decirlo, sólo es posible reconstruirlos en el intercambio sobre ellas. Pero ése no es más que el terreno de la cultura, donde se
entre ambos momentos, es decir, en el diálogo o en el intercambio entre producen las muertes violentas y donde ellas se representan. Esta podría
una y otra esfera, entre la acción y la representación, entre el acto y la ser la razón ·por la cual poco o nada hemos mirado lo cultural al abordar
l~ctur~ ~ue hacemos de él, 21 entre los ejecutantes y los espectadores de la el estudío de la violencia.
ejecuoon, esto es, entre el actor y su contexto. ¿No es éste, acaso, el En efecto, salvo excepciones, el análisis de la violencia en el país ha
mismo circuito por el que circula la cultura? Como lo plantea Zulaika: 'asumido sólo de manera marginal el problema de la cultura, 24 porque se
rechaza el postulado según el cual ésta tendría algo que decir en el fenó-
meno de la violencia, y en esta perspectiva, para los autores la cultura
Un antropólogo que analice la violencia [política] ha de procurar recrear los contex-
sería precisamente lo opuesto. 25 La tesis que queremos sostener aquí es
tos de significación y actuación en que estas actividades violentas se llevan a cabo y
justamente la contraria: que la cultura no sólo no es lo opuesto a li vio-
son entendidas por la sociedad más extensa. Los sucesos violentos en sí mismos
lencia, sino que esta última asume formas de la cultura en una sociedad.
determinan únicamente el fondo sobre el cual el etnógrafo intenta reconstruir como
El caso de las muertes violentas en el país, producidas en las dos últimas
si se tratara de una tragedia homérica, las condiciones en que los actores y su auditorio se
décadas del siglo xx, y sus entramados culturales nos permitirán ilustrar
crean mutuamente :v se convierten en definitivas cuentas en un dilema recíproco. 22
esta tesis.
Por eso la indagación en el ámbito de la muerte violenta intenta lle-
Quizá valga la pena precisar esta reflexión en términos de la lectura nar los vacíos en el análisis de la violencia en relación con sus dimensio-
que amplios sectores en el país han hecho acerca del acto violento como nes culturales, 26 y generar nuevos puntos de reflexión al respecto. Una
fruto de la acción de los 'malos', mientras siguen creyendo en aquello de sociedad también se define, en términos culturales, por su relación con la
que 'los buenos somos más'. La lectura que hacemos de la muerte violen-
ta precisamente permite mostrar que esos 'buenos' somos, al mismo tiem-
po, ~l teatro y los espectadores de una acción -violenta- que sólo se 23 Véase Elsa Blair, "El espectámlo del dolor, el sufrimiento y la crueldad", Controversia, N. 178,
0

stgmfica en nosotros, con nosotros y, no pocas veces, por nosotros: por


Bogotá, Cinep, may.. 2001.
24 Creemos que en lo que hace a la producción académica sobre la violencia en Colombia, sólo a
partir de 1994 se empezó a pensar al contrario, esto es, a permitir introducir elementos mltu-
rales en su análisis, v eso sucedió con la inupción de nuevas problemáticas que exigieron aná-
20 De esta manera la reflexión antropológica sobre la muerte -en el contexto de la violencia lisis que concedieran espacio a otras dimensiones no sólo políticas lin provecto de investiga-
colombiana- respondía a la necesidad de interrogar esta última desde otros ámbitos, que ha- ción titulado "Las tramas culturales de la(s) violencia(s)", nos permitió confirmar esta apreciación.
bían quedado un poco al margen del análisis en la literatura sobre el tema. La muerte se apare- Véase Elsa Blair, Alejandro Pimienta y Santiago Górnez. Informe final de investigación, Banco
cía como la posibilidad de darle contenido a una violencia que, después de muchos años, asu- de la República, lner, agosto de 2003.
mía múltiples rostros y ninguno a la vez. Era como etérea, volátil, inaprehensible. La muerte, 25 Gabriel Restrepo, "En la búsqueda de una política", en: lmágmes y reflexiones de la cultura en
e~ cambio, en su evidencia -un cuerpo muerto- tenia forma. Y ese cuerpo aunque carente de
Colombia. Regiones. ciudades _v violmcia, memorias del Foro Nacional para, con, por; sobre, de
v1da, al menos sí tenía historia, memoria, significado. cultura, Bogotá, Cokultura,julio de 1990, pp. 77-87.
21 La interpretación la hacemos con Jos capitales simbólicos de que disponemos, como Jo veremos 26 Al respecto se ha dismtido mucho (y no todas las discusiones son femndas, algunas incluso son
repetidamente en el análisis. bastante inútiles) sobre Jo que es o no es mltura y su incidencia o no en la violencia. Mi opinión
22 Joseba Zulaika, Violmcia vasca. Metáfora y sacramento, Madrid, Editorial Nerea, 1990, p. 14 (los al respecto es que, pese a la enorme producción sobre el tema de la violencia, en lo que tiene
resaltados son nuestros). que ver con su relación con la cultura está todo por hacer.
1O1Mu~rtes violentas la desmesura de los colombianos 1 ll

muerte: cómo ocurre, se recibe y se simboliza. En síntesis, por la manera apreciación según la cual en tanto no logremos coger la violencia y ~e­
de ejecutarla y de representarla. terla en una multitud de dispositivos de la cultura, capaces de produor-
Sin duda, las modalidades de la muerte son uno de esos fenómenos nos una significación sobre esa experiencia. cole.cti~a, v.a~os a est~r nece-
sociales con enormes implicaciones desde lo cultural. La manera como la sariamente entrampados en la expenenc1a mdtvtdual, d1fusa y
muerte se produce está en estrecha relación con las concepciones acerca fragmentaria de la muerte.
de la vida y el mundo de los seres humanos en las diferentes culturas. Los artículos de Uribe Tobón son de los pocos trabctios en el país que
"U na alltura también se define por las formas de matar o de morir que tienen la clara intención de hacer una reflexión que permite poner en
una sociedad segrega" Y Más allá de esta intuición inicial -la muerte relación el problema de la violencia y de la muerte con la cultura. En
ligada a la cultura en este contexto de violencia-, la literatura "Cultura, cultura de la violencia y violentología", se propone hacer una
antropológica sobre el tema no deja dudas sobre la naturaleza 'cultural' reflexión teórica con el fin de desarrollar sus ideas sobre lo que es o no es
que asumen las formas de la muerte, tanto en su :ejecw~ión como en su cultura y a partir de ahí sugiere un enfoque para abordar con él el estu-
representación. Ambas dejan ver los entramados .simbóhcos .-o cultura- dio de la violencia colombiana. Por su parte, en "Nuestra cultura de la
les- a partir de los cuales se ~jecuta, se lee, se divulga y se mterpreta la muerte" trata de explorar, desde la muerte, ese vasto escenario colom-
muerte violenta. Como objeto de estudio es, pues, algo así como una biano de la cultura de la violencia.
'disculpa' para examinar la relación, que creemos necesaria y fundamen- El autor sostiene, sin ninguna ambigüedad, la existencia en Colombia
tal en los nuevos enfoques de análisis de la violencia, entre la cultura (por de un culto a la muerte y a los símbolos de la violencia, que él resume en
la vía de los contenidos simbólicos) y la violencia. una "cultura de la muerte" de la cuál todos somos culpables, porque "no se
Esta reflexión sobre la muerte en este contexto específico -Colom- necesita ser un sicario para pertenecer a la gran congregación"30 -la obra
bia a finales del siglo xx- nos llevó a precisar aún más las preguntas de y sus escenarios-. Apoyado sobre todo en la concepción semiótica de cul-
fondo: ¿cómo abordar desde una "perspectiva sirnbólica" 28 el análisis de tura desarrollada por Geertz, que da enorme valor a "esos símbolos que los
la violencia en el país (expresada en el fenómeno excesivo de las muertes miembros de una misma cultura comparten, crean y recrean en una trama
violentas)? Y una vez hechos el análisis e interpretación de esa significa- sin fin", él toma partido por esta teoría de la cultura. 31
ción, ¿cómo lograr establecer la relación entre cultura y violencia?
Los miembros de una misma cultura vivimos en un universo de símbolos públicos,
Cultura-violencia: trazos de un debate creados por nosotros mismos y por ello con una historia, símbolos que arrastran
consigo significados implícitos o explícitos comprendidos total o parcialmente se-
Sabemos que la relación cultura-violencia es un tema difícil y con enor- gún sea que compartamos o no los códigos mentales que sirven para interpretarlos.
mes implicaciones en el terreno político, por eso hemos ~ratado de hacer En la medida en que esos códigos nunca se reparten de manera uniforme en todo el
un análisis riguroso y de expresarlo con palabras prensas, que logren tejido social [... ) tendremos un verdadero laberinto de redes que conforman una
evitar equívocos y malas interpretaciones. Para desarrollarlo nos hemos jerarquía estratificada de estructuras significativas. 32
apoyado, además de los trabajos de Clifford Geertz, en las conceptua-
lizaciones sobre la cultura en relación con la violencia de Carlos Alberto
Uribe Tobón, y Carlos Mario Perea. 29 Compartimos con este último su lidad y pertinencia. Lo menciono para no comprometer al autor con reflexiones que quizá él ya
haya replanteado posteriormente, aunque no conozcamos algo en ese sentido. Carlos Mario
Perea, Porque la sangre es espíritu, Bogotá, Iepri-Aguilar, 1996. Estas conceptualizaciones sobre la
cultura -las de ambos autores- están basadas en la obra de ClifTord Geertz.
27 J, P. Sartre, citado por Erving GofTman, Asiles. Études su; la condition socia/e des uwlades mentaux,
París, Les Éditions de Minuit, 1968. 30 También para diferenciarse de quienes "no creen en absoluto en la existencia de una cultura de
28 Llamamos perspectiva simbólica aquella que interroga el fenómeno de la violencia (en este caso, la violencia en Colombia, y ni siquiera en que la sociedad sea la responsable de todas las con-
de la muerte violenta) desde sus referentes de smtido o sus significaciones. ductas criminales y comportamientos violentos que campean en nuestro medio. Para estos últi-
29 Carlos Alberto Uribe Tobón, "Cultura, cultura de la violencia y violentología", Revista de Antropo- mos el problema es de responsabilidades individuales. Como quien dice, un sicario es un sica-
rio y punto y como tal debe caerle todo el peso de la ley sin rehabilitaciones que valgan". C. A.
logía y Arqueología, 6 (2), Universidad de los Andes, Bogotá, 1990; y "Nuestra cultura de la muer-
Uribe, "Cultura, cultura de la violencia y violentología", p. 86.
te", Texto v Contexto, N, 13, Universidad de los Andes, Bogotá, ene.-abr., 198K Ambos artículos
0

31 lbúl., p. 92.
son, desd~ cierta perspectiva, bastante 'viejos' pero, a nuestro modo de ver, de una enonne actua-
32 Jbíd.
La desmesura de los colombianos 1 13
12 1Muertes violentas

Es sabido que el debate en torno al problema de la cultura en relación


Comparte con Geertz que la cultura es un documento que hay que con la violencia no es un asunto menor, y aún se necesitarán mucho tra-
aprender a leer, un documento que sólo en ocasiones salta a la vista, bc:üo y reflexión en esa dirección. Por eso queremos aportar algunos ele-
sobre todo durante aquellos 'dramas' o rituales que buscan darle sentido mentos nuevos a partir de afirmaciones de un autor alemán, Wolfgang
a la experiencia o desatan yjustifican la acción social. Este autor cuestio- Sofsky, g¡ que nos resultan muy útiles al respecto, pese a que su estudio es
na con fuerza la concepción de la cultura como una esencia y, por el sustancialmente ajeno a la realidad colombiana.
contrario, plantea cómo la cultura es artificial en cuanto es creada y re- Sofsky introduce también en su análisis unos elementos que pueden
creada todos los días por los miembros de una sociedad. Aunque sea vista ser importantes en este debate. Para ilustrar sus afirmaciones en torno a
como el estado natural de las cosas, 33 como efecto de la transmisión y de la cultura como instrumento para enfrentar la muerte, el autor replantea
la reproducción cultural. aquel supuesto saber de la cultura como lo opuesto a la violencia (¿civili-
Uribe Tobón plantea además la necesidad de avanzar en el análisis zación o barbarie?), 38 para mostrar cómo la cultura, en ese empeño por
cultural del país que, en el sentido antropológico del término cultura, alejar la muerte, se vuelve cada vez más mortífera, más violenta. 39 Esto le
está en su infancia. 34 En esta perspectiva, dice: permite concluir que la cultura no es una especie de "estadio de desarro-
llo civilizado" al que accederían los pueblos y las sociedades: violencia y
Quizá podamos entender lo que significó y significa ser colombiano. Entonces co- cultura -dice- están imbricadas la una en la otra de manera muy diver-
menzaremos a ver cómo en nuestra historia y en nuestro presente se han ido constru· sa, y lejos de modelar el género humano en el sentido del progreso mo-
yendo y destruyendo esas redes culturales, esas jerarquías estratificadas de estructuras ral, la cultura multiplica el potencial de violencia. En el corazón mismo
significativas. Luego podremos alumbrar cómo lo simbólico, lo ritual, lo representa- de la cultura se sitúa la producción de armas. La tecnología de las armas
do, se nutren de, a la vez que afectan, lo estructural, lo económico, lo político. Y así no es producto accesorio de la cultura, ya que cultura y violencia se con-
podremos entender que nuestra cultura no es un demiurgo que nos acogota)' que nos hace hacer lo dicionan mutuarnente. 40 La creatividad humana no se reduce a inventar
que hacemos porque no tenemos más remedio, al igual que entenderemos que como la cultura es nuevos medios de producción, también de destrucción.
nuestro p1'0pio producto, lo podremos modificar cuando en últimas nos resolvamos. 35 La fe en la civilización es un mito eurocéntrico a través del cual la
modernidad se adora a sí misma. Los 'civilizados' están lejos de ser tan
En el segundo artículo, sobre la cultura de la muerte, el autor se inte- dulces y dóciles como se quieren ver ellos mismos. fvlasacrar hombres en
rroga ampliamente sobre cuestiones como las siguientes: ¿por qué nues- gran número no es un privilegio de épocas antiguas. No hay que hacer
tra fascinación con la muerte? ¿cuáles son los motivos culturales que mucho esfuerzo para constatado en los conflictos recientes en el mundo.
impiden la resolución de nuestros conflictos dentro de ciertas reglas y "La violencia siempre está ahí, lo que cambia son los lugares, los momen-
según ciertos rituales, que no impliquen necesariamente el derramamiento tos, la eficacia técnica, el cuadro institucional y el sentido que pretende
de sangre? ¿Qué nos lleva a querer eliminar, corno actores sociales y por legitimarla". 41 Pero también están -agregaríamos nosotros- las tran-
métodos violentos, toda la diversidad de nuestro país, sea esta ecológica, sacciones que por intermedio de la cultura -léase los sistemas cultura-
étnica, cultural, social o ideológica? 36

cultural, de los símbolos que expresan este último, a la vez que también motivan nuestros más
33 lbúL, p. 93. Al respecto véase también sobre la "naturalización" de la mltura a Marc Augé, El íntimos impulsos. Y estos son precisamente los símbolos de la muerte. Allí se reproducen, en
sentido de los otros, Barcelona, Paidós, 1996. suma, los textos mlturales con los males construimos nuestra propia historia.
34 Como ya se mencionó, los artímlos son de diez años atrás. No obstante a nuestro juicio, el 37 El libro fue escTito originalmente en alemán y fue traducido al francés, en 1996, con el título
análisis cultural en el país en relación con la violencia continúa en su infancia. Traité de la violence, París, Gallimard, 1998.
35 lbíd., p. 96 (los resaltados son nuestros). 38 Valdría la pena retomar en el debate académico nacional el asunto de la oposición entre civili·
36 En su reflexión cuenta, anecdóticamente, la selección que se hizo, en un festival poético, de los zación y barbarie. El texto de Sofsky reseñado es muy ilustrativo de lo que podríamos llamar "la
versos preferidos por los colombianos y que resultaron ganadores. Estos fueron en su orden: La naturaleza violenta de la cultura" en Occidente, para replantear, o al menos obligarnos a repen·
canción de la vida profimda de Porfirio Barba Jacob, Noctumo de José Asunción Silva y Las flores sar; esa relación cultura-violencia en el análisis de la violencia colombiana.
negras de julio Flórez. Tres poemas, dice Uribe, en los que al final triunfa Thánatos. Los autores, 39 Véase W. Sofsky, Op. cil, especialmente el capítulo titulado "Cultura y violencia".
tres seres atormentados por la sexualidad, los sentidos, las pasiones, la culpa y la muerte. Esta 40 JbúL, p. 195.
anotación que parece bastante anecdótica, no lo es tanto. Detrás de la selección, dice el autor; 41 Jbúi., p. 200 (los resaltados son nuestros).
actúan resortes muy importantes de nuestro ser como conglomerado social, de nuestro ethos
14 1Muertes violentas
Lll desmesura de los colombianos 1 15

les- hacen las sociedades en determinados momentos de su historia,


con su propia violencia. entramados de sig-nificación, es decir, de sentido del exceso de la muerte
Quizá aceptando que la cultura no es una entidad (concepción esencialista violenta en el paí~, que se construyen a partir.?e los símbolos, las tram~s
de la cultura) y que además no es equiparable al nivel de 'civilización' de que se tejen con ellos y la escena donde son ~ejtdos. Hare~os una aproxi-
una sociedad, esto es, a un estadio determinado de desarrollo, podríamos mación a cada una de esas categorías para situar la reflexwn que aborda-
reconsiderar las relaciones entre a1ltura y violencia, que no es más que remos a continuación.
identificar las maneras como las sociedades transan en términos simbóli-
cos e históricos con su propia violencia. El símbolo
Para no d~jar lugar a equívocos y a falsas interpretaciones, concluya-
mos: no creemos que la violencia sea patrimonio colombiano (la La palabra símbolo, como la cultura, es de difícil definición. Podr~a d~si~­
conflictividad actual de muchas latitudes, sin ir más hacia el pasado, ha nar algo diferente de él mismo (por ejemplo, las n~bes negras.senan mdJ-
mostrado ser tanto o más violenta), tampoco que sea eterna, ni que cons- cio de lluvia). Puede ser también un signo convenoonal (por ejemplo, una
tituya una esencia. Tampoco creemos que la cultura pueda asociarse a la bandera blanca indicaría rendición y una bandera roja peligro). En otros
'civilización' (por oposición a la barbarie) que, por otra parte, no sería un casos, se usa el término para "designar cualquier oqjeto, acto, hecho, cua ..
estadio de desarrollo o progreso que una vez alcanzado anularía la vio- lidad o relación que sirva como vehículo de una concepción -la concep-
lencia; pero sí sostenemos que es un asunto de cultura la(s) manera(s)
ción es el 'significado' del símbolo-" .44 , .•
como una sociedad, en determinado momento de su historia negocia, Es éste el sentido que seguiremos .en el anahs1s. Interpretaremos a
tramita o PADECE su propia violencia, a través de sus actos, sus símbo- partir de los actos, hechos, cualidades o relaciones -d~l símbolo y sus
los, sus sentidos y sus significaciones.
concepciones- el significado que les subyace a esas ~coones y co~cep­
ciones en un contexto social, cultural y político determmado: la sooedad
Los entramados de significación del exceso colombiana actual.
De acuerdo con Geertz, ellos son símbolos, o por lo menos elementos
Apoyados en alguna literatura más de corte teórico sobre el símbolo42 y simbólicos, porque "son formulaciones tang~bles de ideas, abs.tracciones
los "imaginarios sociales" desde el punto de vista de "el actor con sus de la experiencia fijadas en formas perceptibles, representaCiones con-
máscaras, sus sueños, sus representaciones" 43 y otra literatura de corte cretas de ideas, de ·actitudes, de juicios, de anhelos o de creencias". De
antropológico, intentamos asir las categorías analíticas a partir de las manera que emprender el estudio de la actividad cultural, de la cual el
cuales se ha de emprender la búsqueda y la reconstrucción de esas signi- simbolismo constituye el contenido positivo, no es, pues, abandonar el
ficaciones. Nos encontramos con el concepto de "tramas de significa- análisis social por una platónica caverna de sombras, o penetrar en un
ción" de Clifford Geertz, de enorme utilidad para nuestros propósitos. mundo mentalista de psicología introspectiva. Los actos culturales (la
También en el terreno antropológico nos fue muy útil la oqra .Metáfora y construcción, aprehensión y utilización de las formas simból.icas) ~on he~
sacramento, del antropólogo vasco Joseba Zulaika. chos sociales como cualquier otro, tan públicos como el matnmomo y tan
Adicionalmente, nos basamos en literatura sociológica, la mayoría observables como la agricultura. 45 Sin embargo, no son exactamente lo
sobre el conflicto político armado y los contextos de producción de la mismo. La dimensión simbólica de los hechos sociales se abstrae de ellos
violencia, pero también de corte teórico, como es el caso de Balandier y teóricamente como totalidades empíricas.
su texto El poder en escena, donde pudimos observar cómo se tejen las En cuanto a las estructuras culturales, es decir, a los sistemas de sím-
acciones y las representaciones del acto, y aproximarnos a un lengu~je bolos o complejos de símbolos, el rasgo que tiene aquí principal impor-
capaz de transmitir su escenificación. tancia es el hecho de ser fuentes "extrínsecas" de información. "Por ex-
Con el apoyo teórico de estos autores reconstruimos entonces los trínsecas entiendo -dice Geertz- que a diferencia de los genes están

42 Claude Riviere, Les liturgies politi.ques, París, PUF, 1988.


43 Bronislaw Baczko, Les imaginaires sociaux. Mémoires et espoirs collectifs, París, Payot, 1984. 44 C. Geenz, Op. cit., p. 90
45 Ibíd
16 /M 1urtes violentas La desmesma tÚ los colombianos/! 7

fuera de las fronteras del organismo individual y se encuentran en el mundo <.:ultural es (o debería ser) hacer conjetura~ sobre signi~cacione~, estima,~las
intn'Subjetivo de común comprensión en el que nacen todos los individuos y llegar a conclusiones explicativas a partir de las meJores conjeturas. St se
humanos y en el que desarrollan sus diferentes trayectorias, y al que de- acepta el postulado según el cual la naturaleza de. lo ~~ltural ha de busc~r­
jan 'detrás de sí al morir". 46 se en las experiencias de individuos y grupos de mdividuos cuando, gma-
Si los símbolos son estrategias para captar situaciones, entonces nece- dos por los símbolos, perciben, sienten, juzgan y obran, 50 el esfue~o nues-
sitarnos prestar mayor atención a la manera como las personas definen tro es conjeturar las significaciones que los sustentan a part1: de la
las situaciones y como llegan a acuerdos con ellas.4' Aunque este arreglo identificación de ciertos símbolos puestos en obra en la muerte viOlenta.
sea la violencia. La posibilidad en este trabajo es la de i?entificar lo.s símbolos [de la muer-
Ahora bien, comprender el concepto de símbolo en Geertz exige cono- te] interactuando en contextos susceptibles de ser mterpretados.
cer también su concepción acerca de la cultura, donde estos símbolos se
insertan y significan, y conocer sus presupuestos sobre lo que es el análisis La trama
cultural. La intención es mostrar que ni la cultura es esa 'entidad' constitu-
tiva e inmutable, ni la signi:icación de los actos sociales como acción simbó- La conducta humana es acción simbólica, es decir; significa algo. La cul-
lica es asumo menm~ El esfuerzo se centra en entender el nivel de significa- tura no está en la cabeza de alguien, y aunque no es física no es una
ciones de la violencia, más allá de los hechos concretos (materiales).
entidad oculta, es pública. Y es pública porque la significación lo es. Aho-
Pensamos con Geertz que la cultura no es una entidad, algo a lo que ra bien, las significaciones sólo pueden almacenarse, según Gee:tz, en
puedan atribuirse de manera casual acontecimientos, modos de conducta, símbolos: una cruz, una media luna, etc. El análisis cultural consiste en
instituciones o procesos sociales: la cultura es un contexto dentro del cual
desentraüar las estructuras de significación, en lo cual se asemeja a la ~rític.a
pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, literaria, ven determinar su campo social y su alcance. Porgue el etnografo
~ens.a. La cultura denota un esquema históricamente transmitido de signi-
escribe y '¡o hace a través d:I ensayo: el es~uerzo ~e dirig~ a captar ~stn:c­
ficaciOnes representadas en símbolos, un sistema de concepciones que se
turas conceptuales complejas para despues exphc~rlas, yues la sigmfi-
heredan y expresan en formas simbólicas por medios con los cuales los
cación se limita a expresar algo de una manera obhcua y figurada que no
hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitu-
puede enunciarse directa y literalmente. Es por esto que ~l ensayo es el
des frente a la vida. La cultura es, entonces, el conjunto de "estructuras de
género natural para presentar interpretaciones culturales.:J2 . _ _,
significación socialmente establecidas en virtud de las cuales la gente hace
Hacemos el análisis cultural en términos de tramas de szgnificacwn
cosas", lo que no quiere decir que sea un fenómeno psicológico (el espíritu,
convencidos de que llegamos a ser seres humanos, individuos guiados
la personalidad o la estructura cognitiva de alguien). De allí que para in-
por esquemas culturales, por sistemas de significación históricamente
terpretar lo que hace la gente, ayude la familiaridad con el universo imagi-
creados en virtud de los cuales formamos, ordenamos, sustentamos, y
nativo en el cual los actos de esas gentes son signos. El esfuerzo, apoyándo-
dirigimos nuestras vidas. 53 Así, la reconstrucci~n analítica o i~terpret~tiva
nos en la antropología, es contribuir para ampliar, en el mejor de los casos,
de las tramas de significación de la muerte vwlenta se hara a partir de
el universo del discurso humano, o para trazar la curva de un discurso
un trabajo etnográfico en el doble sentido de Geert~: como técnica. en el
social y fijarlo en una forma susceptible de ser examinada. La cultura,
uso de las herramientas etnográficas y como tarea mtelectual de mter-
entonces, como concepto semiótico, es entendida como "sistemas en pretación.
interacción de signos interpretables", que Geertz llamaría sírnbolos. 48
A diferencia de quienes creen que la antropología o el análisis cultural
son út.ilespara pensar a! 'otro', genéricamente hablando, para Geertz pue- La escena
den eJercitarse en la misma cultura de la cual forman parte. 49 El análisis
Hacer un análisis desde la perspectiva simbólica exige, como lo plantea

46 lbúl., p. 91 (los resaltados son nuestros).


50 lbid., p. 32.
47 lbíd., p 129.
51 !bid., pp. 24-32.
48 lbíd., pp. 26-31"
52 lbíd., p. 36
49 lbíd., p. 28, nota al pie de página.
53 !bid., p. 57 .
18 1Muertes violentas
La desmesura de los colombianos 1 19

Geertz, "tratar de mantener el anális-is de las formas simbólicas lo más no estudiado de lo que permanece en el caso de ciencias más capaces de
estrechamente ligado a los hechos sociales concretos, al mundo público entregarse a la abstracción imaginativa. Pero a este respecto es preciso
de la vida común y tratar de organizar el análisis de manera tal que las tener en cuenta que:
conexiones entre formulaciones teóricas e interpretaciones no quedaran
oscurecidas con apelaciones a ciencias oscuras ". 54 Esto nos obliga a
contextualizar todas esas muertes violentas como "hechos sociales concre- Entre la corriente de acontecimientos que constituyen la vida política yla trama de creen-
tos", para ahondar después en sus significaciones. cias que forman una cultura, es dificil hallar un término medio: por un lado todo parece
En nuestro caso, tanto en la materialidad del espacio como en sus un conjunto de sorpresas; por otro, un vasto conjunto geométrico de juicios enuncia-
significaciones, se trata de las muertes violentas ocurridas en Colombia dos. Lo que une semejante caos de incidentes a un cosmos de sentimientos y creencias es extrema-
en el transcurso de las dos últimas décadas. Una sociedad literalmente damente oscuro y más oscuro aún es el intento de fónnularlo. Por encima de todo, el
intento de relacionar política y cultura necesita una concepción menos expectante de la
atravesada por un conflicto político armado de grandes dimensiones,
primera y una concepción menos estética de la segunda. 56
donde las distintas formas de la muerte violenta ocurren en espacios so-
ciales concretos diversos. Las zonas rurales son el espacio privilegiado
del conflicto político armado y, en esa medida, el lugar de producción de Todo el quid de un enfoque semiótico 57 de cultura es lograr acceso al
muertes en combate o masacres. Las ciudades, por su parte, son el esce- mundo conceptual de nuestros stüetos (sus estructuras de significación),
nario de las muertes de jóvenes o de muchos de los asesinatos políticos de suerte que podamos conversar con ellos, en el sentido amplio del
ocurridos en estos años. También allí acontecen las muertes conocidas término. Semejante concepción sobre la manera como funciona la teoría
como 'limpieza social' y múltiples asesinatos anónimos. en una ciencia interpretativa, sugiere que la distinción que se da en las
Contextualizamos la producción de las muertes para poder analizar ciencias experimentales o de observación, entre descripción y explica-
su entramado de significaciones desde esta perspectivá simbólica. La es- ción, en nuestro caso se presenta como una distinción aún más relativa
cena es, sin embargo, más que el espacio físico -lugar, espacio social, entre 'inscripción' (descripción densa) y 'especificación' (diagnóstico); entre
territorio-- como contexto material donde se producen esas muertes. Es establecer la significación que determinadas acciones sociales tienen para
un espacio menos material y tangible, es significado, esto es, delineado sus actores y enunciar, lo más explícitamente que podamos, lo que el
por las significaciones que se le atribuyen y por el sistema de relaciones conocimiento así alcanzado muestra sobre la sociedad a la cual se refiere
que se establecen entre los actores-sujetos y los espacios habitados; más y, más allá de ella, sobre la vida social como tal.
aún, por el cruce entre ellos. Son relaciones establecidas con el propio En resumen, lo que encontrará el lector en este trabajo es un ensayo
contexto y con sistemas de acción y de representación de quienes habitan que busca desentrañar --quizá deberíamos decir interpretm; en el mejor
dichos espacios. sentido geertziano- símbolos, concepciones, sentidos, esto es, algunas
Mantenernos cerca de los datos sociales concretos nos permite evitar tramas de significación de la muerte violenta en el país. Tramas que para
el que, para Geertz, es el vicio dominante de los análisis interpretativos: nosotros son expresiones culturales de la sociedad en la cual están inser-
la tendencia a resistir la articulación conceptual y a escapar así a los mo- tas, y que les provee su significación en el intercambio entre la acción y la
dos sistemáticos de evaluación; 55 aunque haya que admitir que existe representación de la acción.
una serie de características de la interpretación cultural que hacen el
desarrollo teórico mucho más difícil de lo que suele ser en otras discipli-
nas. De ahí la necesidad de que la teoría permanezca más cerca del terre-

56 Jbíd., p. 262.
57 La semiótica o semiología es la disciplina que estudia todas las variedades posibles del signo.
54 lbíd., p. 39.
Véase Umberto Eco, Le signe. Histoire et analyse d'un concept, París, É.ditions Labor, 1988. En
55 No hay razón alguna para que la estructura conceptual de una interpretación sea menos
palabras de Tobón: "El objeto de la semiótica vendría dado no solamente por el estudio de los
formulable y por tanto menos susceptible de sujetarse a cánones explícitos de validación, que la
diversos sistemas de signos, humanos y no humanos, sino también por el estudio de la facultad
de una observación biológica o la de un experimento físico, salvo la de que los términos en que
semiótica que pem1ite crear esos sistemas de símbolos". Véase Rogelio Tobón, "La inflación del
pueden hacerse esas formulaciones son casi inexistentes o faltan por completo. Véase C. Geertz,
símbolo como decadencia de la cultura", Coloquios Lingüísticos, N.o 4, Círculo Lingüístico de
Op. cit., p. 35.
Medellín. abr., 1991, pp. 24-36.
20 /Muertes violentas
La desmesura de los colombianos / 21

La inflación del símbolo o su negación5s nombrarla. Es esa negación la que hace posible seguir pensando, como
lo señalaba Castillejo, que lo que estamos viviendo en este país es el "efec-
Exceso (del latín excessus): parte que excede o pasa más allá de la medida to" del "conflicto armado", mientras la guerra se nos vino encima.
o regl~. (1 Lo que sale en cualquier línea de los límites de lo ordinario 0 A partir de esta reflexión, vamos a terminar este capítulo con algo
d~ lo hcito. 1/Aquello en que una cosa excede a otra.// Abuso delito 0 que consideramos concluyente en la argumentación desarrollada frente a
c:Imen. 11 En derecho: e~tralimitación de las facultades o dere~ho ejer- los efectos de este exceso de violencia en la sociedad. Se trata de lo que
Cido fuera del procedimiento legal_59 Tobón, apoyado en Jacques Derrida, llama "la inflación del símbolo". 62
En ~alquier caso, ~así lo utilizan todas las disciplinas sociales a las Con base en el contenido de la palabra 'inflación' que en sí misma es un
9ue ~cudimos e~ e.sta ~usq/ueda, el exce~o es concebido como aquello que exceso -el de la emisión de billetes y capitales-- el autor explica la ma-
so~repasa los lmntes . Y .este es el sentido que efectivamente le daremos nera corno el proceso inflacionario desencadena dos consecuencias inevi-
~qm. Todas las connotaciOnes de la palabra exceso en esas disciplinas tables: el alza de precios y a la vez la depreciación o devaluación de la
tienen que ver con el desborde y la transgresión de los límites. moneda. Con la devaluación disminuye el valor legal de la moneda, lo
Con todo y este/ a~uerdo sobre el contenido de la palabra exceso, la cual obliga a una redefinición de la unidad monetaria, sea con el oro, la
naturale~a.de es~s limites, sus fronteras y sus implicaciones son evidente- plata u otra moneda extranjera. De todos modos, lo que ocurre es una
mente ~Ist~ntas SI se trata. de fenómenos que se suceden en ámbitos como pérdida. "El exceso de moneda puede llevar incluso a la desaparición de
el economiCo, el. norm~tivo, el psicológico o el social, 0 los afectan. Sin la misma". Su abundancia es una falsa abundancia, pues no significa que
e~1~ar~o, estas. diferenCias no han ameritado ninguna reflexión desde las con ella se puedan adquirir más cdsas. La inflación señala, entonces, una
discip~mas sociales que abordan el término en el sentido ya indicado,6o riqueza aparente y simultáneamente una pobreza real. En el sentido
pero sm desarr~llarlo conceptualmente. Tal parece que lo mismo sucede etimológico -continúa el autor-la palabra inflación es muy elocuente:
c?n la palabra sunbolo,. que ante su complejidad preferimos refugiarnos inflare en latín significa inflar soplando, hinchar. En un sentido tigurado
com?damente en el remo de los sobreentendidos.6 1 Sin duda esta au- el término inflación equivale a engreimiento, vanidad, hinchazón, exage-
senct~ /de una c?~ceptuali~ación sobre el exceso limita los alcar;ces de la ración, etc.
r~flexwn, pu~s c:com? exphcar que las tramas de significación de la muerte La economía tiene índices para medir la inflación, pero también la
v.wl~nta e~ Colombia se anuden en el exceso si no sabemos lo que éste lingüística, y es lo que hace el autor al identificar esos índices: traslada
stgmfica? El exceso parece s~r, en todo caso, la condición de posibilidad el problema de la inflación a las palabras, donde se encuentra un fun-
de ~uchas cosas e~ ~?lombta, pero, paradójicamente, es también la ne- cionamiento similar al de la economía. Cuatro son los índices que identi-
gacwn de esa condtoon. fica de esta inflación de la palabra: 1) el exceso de significado; 2) el exce-
Más que un desarr?llo conceptual en apariencia inexistente, lo que so de las habladurías; 3) la proliferación de los discursos mentirosos, y 4)
encont.ra~os en esta ~~squeda es una explicación ~el exceso que adquie- la negación misma del símbolo.
re u~ sigmficado partiCular en este trab~o. La explicación está elaborada El "exceso de significado" alude al hecho de que hay signos que no
magtstralmen.t~ por un lingüista y, justo por tratarse del exceso examina- expresan simplemente una riqueza semántica, sino que aparecen "recar-
do e.n un ~~áhsis desde la semiótica, nos brinda respuestas para el proce- gados con un peso abrumador de significados". Para Tobón es como si se
so htpe.rbohco que se genera con el exceso de símbolos, y que nos permi- borraran todas las fronteras, no existieran las diferencias o se disimula-
te, adiC~onal~ente, rr!ostrar có~o este exce.so de símbolos y significaciones ran desde la interpretación. Son algo así corno palabras "comodines",
de la vwlenoa estana produoendo también su negación: no queremos que parecen soportar todos los significados y sirven para expresar todas
las ideas y los sentimientos. Las palabras se van entonces desgastando y
con ese desgaste van perdiendo todo significado. Que algo similar ocurra
58 El concepto es tomado de K Tobón, Op. cit., p. 27. con la violencia -al menos en Colombia- ya lo anotó otro lingüista,
59 Rea~ ~cademia E.s~aliola, Diccionario de la Lengua Española, 22 ed., Madrid, Espasa 1992, p. 930. quien apela a la misma figura de la inflación para explicar el exceso de
60 La u?1ca exce~non que encontram_os, y más en su utilización que en una conceptualización
prop1amen~e diCha, es en Marc Auge, Los no-lugares, espacios dfl anonimato. Una antropología de la
sobremodemzdad, Barcelona, Gedisa, l 995.
61 R. Tobón, Op. cit., p. 26.
62 lbúl., p. 30.
22 1Muertes violentas
ln desmesura de los colombianos 123

sig~~fi.cados de .la vio~encia colo~bi~na. Esto le permite afirmar en su


anahsts q~~ la vw!enoa en esta sujettzación "lo hace todo (y] por eso no der comunicativo. 57 La violencia es mucha, es excesiva, y muchos son los
h.ace n~~a , y sostten~ q~e las nuevas formas en que se clasifica ·-violen- símbolos que la nombran pero ellos en su exceso no comunican.
e~~ pohtica,. ur~ana,. :tmca- no h~cen m~s que coadyuvar a la atomiza- Para terminar entonces podríamos decir que en la misma lógica del
Cion. de la s1gmficacwn, que hace Imperativa la des-sujetización de la vio- hiperbolismo que hemos venido desarrollando aquí, como señala Molina,
lenCia para controlar el exceso de significados y "saber quién dispara a si bien "en una primera instancia se intensifica lo real, él tiene también la
quién". 63 capacidad de negarlo, y en esa refutación crea los mundos improbables.
Con respecto al segundo índice de la inflación, el "exceso de las ha- La inflación del contorno es inseparable de la sustracción", 68 y en la mis-
~ladurías", Tobón sostiene que se ~rata de algo así como una peste colec- ma lógica de la inflación del símbolo se produce la "negación del mismo, lo
tiva donde se habla mucho, demasiado. Es una especie de compulsión de que no es más que la negación de las estructuras comunicativas". 69
la palabra, que finalmente en su exceso no dice nada. Hablar se vuelve El exceso en los símbolos y de los símbÓlos termina por provocar una
una especie de "actividad viciosa", donde el 'hablador' no cuida el conte- negación del mismo exceso. En la violencia, a un nivel de excepcionalidad
nido, ni la forma, ni las consecuencias de la palabra. Así, el exceso de como el que padecemos en Colombia, provoca la negación de la violen-
habladurías lo que está señalando es no sólo una carencia, sino un estado cia, su sustracción: es como si no estuviera ocurriendo o, peor aún, como
de llenura, de torpeza y de embnltecimiento.64 si ella ocurriera en otra parte. Su exceso la vuelve improbable. Y la infla-
La "proliferación de los discursos mentirosos", tercer índice de la in- ción del símbolo en la violencia hace que lo que está acaeciendo en la
flación de la palabra es, pues, una especie de institución social con la cual r~alidad no ocurra en la palabra y, en consecuencia, no se nombre, se
entra en crisis 1~ credibilidad del. s~s-no. ~a desconfianza empieza a impe- megue.
rar como una VIr~ud, como co~di~IOn misma para poder seguir viviendo,
en tanto las relaciOnes comumcativas se hacen cada vez más distantes. El
artificio del disimulo y de la desinformación llega a extremos verdadera-
mente asombro.sos. E~ la "denegación" misma. La mentira no es más que
una forma de vwlenoa a través de la cual se consigue la dominación del
otro; cuando la mentira deja de ser eficaz, se recurre a la violencia directa
o a formas. dis~ursivas vacías que equivalen a la negación de las estructu-
ras comumcauvas, o lo que para Villa es "la fractura del símbolo".65
, Fina~,mente, el cuarto índice de esta inflación, "la negación misma del
stmbolo , .es ~u p~nt~.extremo,.ya que es el estallido del símbolo, su grado
cero, su ehmmac~on. ~.as ~:laCI~nes ya no se hallan mediatizadas por nin-
guna forma de Simbohzacwn, smo que se pasa a las formas de violencia
66
directa". . El ~t:o s~ convierte en víctima, pero ya no de un lenguaje 0 de
un ge~to s1mbohco smo de un gruñido agresivo, aunque parezca conservar
todav1a el ~co de 1~ pala?ra. El exceso de palabras, de signos y de significa-
dos, es. deCir: la exist~nCia de est~s índices de inflación, produce unas for-
mas di~cu~sivas vaCias que eqmvalen a la negación de las estructuras
~omumc~tJvas. Todo lo que se dice es aparentemente verdadero pero
mcomumcante. Cuando se produce la ruptura simbólica se pierde el po-

W V. Villa Mejía, Polifonío. de la violencia en Antioquia, p. 125.


¡;.¡ R. Tobón, Op. cit., p. 32.
¡;;, V. Villa Mejía, Polifonía de la violencia en Antioquia, p. 128. 67 /bíd.
lili R. Tobón, Op. cit., p. 33.
68 J. Molina Molina, "La hipérbole de la hipérbole", p. 18.
69 R. Tobón. Op. cit., p. 33
Segu~da parte
La escenificación de la muerte .
Actos, símbolos y significaciones
El exceso en el escenario de lo político:
muertes en combate, masacres
y asesinatos selectivos

Introducción:
La muerte y la política

Esta segunda parte estará divida en tres capítulos. La razón no es, en nin-
gún caso, de orden teórico, sino por su extensión, ya que hacer esta esce-
nificación de la muerte en un solo capítulo habría sido excesivamente lar-
go. Sin embargo tal división fue posible dadas las diferencias que pudimos
establecer entre unas y otras muertes: las muertes en combate, las masacres,
los asesinatos selectivos. De todas formas, la interrogación en los tres capí-
tulos es la misma y esa es la razón para que se titule así toda la segunda par-
te y sólo en los títulos de los capítulos se haga la diferenciación respectiva.
Iniciaremos con las muertes más directamente ligadas al conflicto
político armado: las que ocurren en combate y las masacres. Y al final del
capítulo abordaremos las muertes selectivas de dirigentes políticos, los
magnicidios y las muertes por 'limpieza social'. Estas tres últimas son, en
su mayoría, de carácter político, pero no necesariamente relacionadas
con el conflicto armado.
Los efectos del conflicto político armado en Colombia son, sin duda,
muchos y de muy distintos órdenes. Profundizar en estas dinámicas de la
guerra es una tarea de primer orden que ya llevan a cabo los "violentó-
logos", en algunos casos de manera muy lúcida, y que nos desviaría de
nuestros propósitos iniciales. El conflicto político se ha venido recrude-
ciendo en los últimos años hasta el punto de convertirse hoy en el centro
del debate sobre el presente y el futuro del país. En él, en lo que respecta
a nuestra indagación, se producen cientos de muertes de manera violen-
ta en combates, masacres, asesinatos selectivos, etc., pero también en
acciones terroristas. 1

Como lo señalan los teóricos de la muerte cuando hablan de sociedades mortíferas en alto
28 1Afuertes violentas El exceso en el escennrio de lo políiU:o 129

Con todo, el análisis de este conflicto se ha hecho -quizá en corres- humanos en el planeta aprende, incorpora y obedece exitosamente las normas so-
pondencia con la concepción estrecha de lo político y de lo publico que ciales del no matarás.''
hemos tenido en Colombia- desde la sociología y la ciencia política,
pero ignorando las implicaciones culturales de lo político. En este senti- Es así como las sociedades "modernas" (con Estado) crean la figura
do, admitiendo el carácter político que revisten esas muertes y más allá del monopolio de la fuerza en manos del Estado, a través de sus fuerzas
de las razones en este ámbito, nos interesa interrogar los entramados de armadas, como el único ente autorizado para ejercer las funciones repre-
significación fruto de las construcciones culturales que las sostienen, por- sivas en la sociedad, incluida la muerte en defensa de la institucionalidad
que a diferencia de una concepción errónea que separa la cultura de lo l~gítimamente constituida. Cuerpo armado que debe ser sometido a pro-
político, creemos con Geertz que la cultura no es un campo ajeno a la cesos de socialización bastante complicados, justamente para quebrar esa
política sino que, más bien, la política de un país refleja el sentido de su inhibición de matar, que se desarrollan dentro de instituciones totales, 6
cultura. 2 Esto es, unir política y cultura desde la reflexión sobre la muer- así llamadas por su carácter y por la función tan específica que cumplen,
te. Incluso en las muertes violentas que no parecen políticas su relación y que poseen una serie de características que les garantizan el ~wrmal
es estrecha dada su dimensión pública. cumplimiento de sus propósitos: espacios cerrados, muros o reJaS _que
Siguiendo esta línea de análisis, nos sorprendería constatar la relación separan el mundo de los recluidos (en este caso militares) de los civiles,
estrecha entre la muerte y la política si atendemos a Weber cuando dice: control total del recluido por parte de la institución, actividades comple:
"El destino político común, las luchas políticas comunes a vida y muerte tamente reguladas, y sistemas est4blecidos de castigos y recompensas.'
forman comunidades basadas en el recuerdo las cuales son con frecuen- Ejemplos de estas instituciones totales son, además de los cuarteles o las
cia más sólidas que los vínculos basados en la comunidad de cultura, de guarniciones militares, los conventos, los hospitales psiquiátricos y las
lengua o de origen( ... ] Es lo único que caracteriza decisivamente la 'conciencia cárceles.
de la nacionalidad"'. 3 Un autor italiano 8 retoma la apreciación de Weber y desarrolla su
El pacto social, cualquiera sea la forma que tome, se caracteriza, al argumentación en esta misma línea, para mostrar la estrecha relación
menos en las sociedades occidentales, "por el mantenimiento de la pro- entre la muerte y la política y cómo, además de las transformaciones
hibición de matar al otro". 4 Como lo señala con mucha precisión Pe ter producidas en los sistemas e imágenes de la muerte en las sociedades
Gleichmann modernas, esta relación se encuentra hoy sacudida por las crisis de los
sistemas políticos y la presencia excesiva de la muerte violenta. La evolu-
[... ]sigue siendo incierto cómo se logra que las personas realmente adquieran indivi- ción de la comunidad política una vez constituida, dice, tiende siempre
dualmente sus inhibiciones a matar, un saber que corresponde al conocimiento so- hacia "la monopolización del uso de la fuerza legítima", es decir, hacia la
bre procesos socio y psicogenéticos. De todas maneras, la gran mayoría de los seres represión completa de la violencia privada y hacia la afirmación del apa-
rato político coercitivo, visto como el aparato represivo más fuerte y como
el legítimo. Este uso exclusivo de la fuerza física (que es el medio caracte-
rístico del poder político) es, en últimas, "el poder de dar la muerte". 9
gTado, ese carácter de mortíferas no es explicable por la naturaleza biológica del hombre, ni
por la voluntad de los dioses, sino fruto de los "falsos órdenes" de las sociedades humanas.
Véase: Trinh Van Thao, La mort aL~ourd'hui (bajo la dirección de Louis-Vincent Tbomas, Bemard
Ronsset y Trinh Van Thao). París, Centre Universitaire de Racherdre Sociologique d'amiens,
Editions Anthropos, 1977. lbíd., p. 81.
ClifTord Geenz, La interpretación de las wlturas, Barcelona, Gedisa, 1997. Esto es una pista abier· 6 Véase Erving Goffman,Asiles É"tudes mr la condition sociále desmalades menúwx, París, Les Éditions
ta para la investigación de las implicaciones culturales de esas violencias, entendidas como de Minuit, 1968
propiamente políticas o exclusivamente políticas. Véase Elsa Blair, "La socialización institucional o la vida clandestina de una institución públi·
3 Max Weber, Etonmnín y sociedad Esbozo de sociologúi comprensiva, México, FCE, pp. 662-663. Esta ca", en. Conflicto armado y militares en Colombia. Cultos, simbolos e imaginarios, Medellín, Universi-
referencia se la debo a Íngrid Johana Bolívar~ politóloga de la Universidad de los Andes e dad de Antioquia, Cinep, 1999, pp 160-175.
investigadora del Cinep (los resaltados son nuestros). Antonio Costabile, "La politique et la mort: phénomenes sociaux et catégories analytiques··, en:
Peter Gleichmann, "¿Son capaces los seres humanos de dejar de matarse mutuamente?", en: L'Hmnme el la Societé, Revue Internationale de Recherches et de Syntheses en Sciences Sociales,
Vera Weiler; comp., Figmariones en proceso, Bogotá, Universidad Nacional, UIS, Fundación So- N. 119, Parü, 1996.
0

cial, 1998, pp. 75-100 9 !bid., p 9.


El exceso en el escenario de lo político 131
3O1Muertes violentas

El pacto social sobre el cual se apoya la sociedad, incluso la más de- Estado moderno y, después, garantizando su persistencia. La muerte,
mocrática, se funda siempre sobre la transferencia de la violencia legíti- según Weber, es fundamental para el poder político en dos niveles: ella
ma de "lo privado a lo público" y no sobre su abolición. El uso de la fuerza está en la base del poder pues es la forma extrema de violencia, pero
y la amenaza de quien la detenta es uno de los fundamentos de la políti- también es importante como elemento de cohesión nacional. En efecto,
ca, ya que el consenso no es suficiente para dar estabilidad y duración a
los sistemas políticos. Se hace necesario, entonces, que existan sistemas [... ]nada une más a un país y a su pueblo que la memoria de los "destinos comunes"
coercitivos basados en el uso de la fuerza o, en todo caso, en la amenaza fmjados por el sacrificio de la vida o la disponibilidad a ese sacrificio de parte de los
de usarla. La muerte violenta en las sociedades actuales ha puesto de fundadores de la comunidad. La crisis profunda de los sistemas políticos coincide,
nuevo e~ el centro de la vida política el problema del uso de la fuerza o con frecuencia, con el debilitamiento/agotamientÓ de la fuerza unificadora de los
de la amenaza de muerte. 10 "padres de la patria", es decir, de personajes carismáticos provistos de una vasta
En tanto hecho social, la muerte es una realidad históricamente de- legitimación política, que nace de su disponibilidad notoria a dar la vida por fines
terminada. En efecto, su imagen en cada sociedad está en correlación colectivos de libertad, de independencia nacional y de justicia sociaL 13
con lo social: las relaciones, la comunicación, los códigos lingüísticos, las
definiciones colectivas de los valores últimos. Todavía hoy es un hecho En el caso colombiano, estamos ante la generalización de esa capaci-
social, aunque como efecto de las transformaciones inducidas por la dad de disponer de la vida del otro, en sectores civiles no entrenados
modernización no lo sea con las mismas dimensiones propias de socieda- "militarmente" y por fuera de los marcos legalmente constituidos para
des tradicionales, en las que se consideraba un hecho social total, como ello, con sus correspondientes efectos sociales. No hay monopolio de la
lo ha mostrado la antropología, es decir, que implicaba por completo a violencia, este 'derecho' a matar al otro por fuera del Estado es 'legitima-
toda la comunidad. i 1 Lo que es interesante resaltar es que la moderni- do' desde diferentes sectores sociales y ejecutado por diversos grupos ar-
dad ha fragilizado el sentido de la vida (y de la muerte), proceso que se mados (aunque ilegales) y por sujetos individualmente considerados, y se
ha visto agudizado en las crisis recientes, cuando el ser humano está más está produciendo en una magnitud mayor a la que un sistema político
enfrentado al peligro de muerte. puede tolerar. Frente a esta constatación podemos hablar, sin lugar a
La relación entre política y muerte sigue siendo fundamental incluso equívocos, de una sociedad con niveles excesivos y desregulados de muerte
en las sociedades modernas. La clave del asunto es que allí -con respecto violenta, donde el exceso está dado no sólo por la cantidad del fenómeno
a sociedades no desarrolladas o con regímenes no democráticos propios sino también por los circuitos sociales, es decir, por las esferas institu-
de sociedades tradicionales- estas relaciones tienden a desplazarse del cionales e informales de la vida social involucradas tanto en términos de
poder de dar la muerte y de matar (que persiste en los :nomen_t?s de cri.sis su producción como también, y sobre todo, de su legitimación. Cuando
aguda, o amenaza interna o externa), al poder de realizar pohtiCas naCio- cualquiera tiene el poder de disponer de la vida de otro, se quiebra (o
nales, regionales y locales cuyo propósito es defender la vida y retardar la desaparece) la 'legitimidad' (weberiana) de la comunidad política, y hay
muerte: salud, defensa, políticas económicas, etc. 12 Si bien ~n situaciones amenaza y peligro constantes de muerte con las respectivas implicaciones
normales esta relación entre política y muerte (la lucha política y cultural) sociales y culturales. Si -como lo vimos anteriormente- la cultura es
tiene énfasis en la muerte natural o biológica, en momentos de guerra o sólo un medio para contrarrestar o enfrentar el miedo a la muerte, ¿cuá-
frente al uso de atentados terroristas se concentra en la muerte violenta. les son los efectos culturales de una amenaza permanente de muerte que
Es importante resaltar --continúa el autor- cómo en la teoría no puede ser conjurada?
weberiana sobre la comunidad política la muerte está ligada no sólo al
momento de la coerción, sino también al de la legitimación. La muerte,
en efecto, se presenta como un fenómeno importante en dos dimensio- ·Muertes en combate: la guerra como escenario
nes cruciales del proceso político: primero, llevando a la construcción del
Las muertes en combate o resultado de la confrontación política son in-

10 lbíd.
11 lbíd. 13 lbíd., p. 18.
12 Ibíd., p. 15.
32 /Muertes violentas El exceso en el escenario de lo polílico / 33

calculables en el conflicto armado colombiano, que ya supera los 40 años. Como lo han mostrado muchas experiencias históricas en otras lati-
Hoy la confrontación armada directa es a 'tres bandas': guerrillas, parami- tudes, 18 la paz en un país que atraviesa por situaciones trau~n~~icas de
litares, militares. Sobre los militares, las guerrillas y, más recientemente, conflicto armado o de guerra está también marcada por la pos1b1hdad de
los paramilitares como actores de la guerra hay muchos trabajos en el darle lugar en la memoria y el recuerdo al dolor y al sufrimiento por cada
país, 14 también sobre las dinámicas de la guerra y sus efectos o manifes- uno de sus muertos. La memoria, el olvido, la justicia y el perdón no son
taciones.15 No hay duda que la guerra en Colombia ha merecido innu- categorías abstractas inventadas por los académicos para contar de otra
merables trabajos. Pero son muy pocos los que en el marco de la guerra se manera la violencia. Ellas surgen de las ciencias sociales, pero para con-
preguntan por la muerte, por el asunto humano del dolor y el sufrimiento tar el dolor de los seres y las sociedades en situaciones de guerra y II_l~s­
que ella acarrea y por sus consecuencias sobre las poblaciones. Menos trar el problema moral al que se enfrentan al querer buscar la. re~onoha­
aún se encuentran estudios que se interroguen por el nivel de significa- ción después de la guerra. En Colombia no bastan las negonanones de
ciones simbólicas y los efectos que pudieran tener las muertes en comba- paz, el cese al fuego, el abandono de hostilidades mientras no se em-
te, o sus posibilidades de simbolización, o la elaboración de los duelos 16 prenda una tarea de reconstrucción moral de las víctimas de la guerra, Y
por los muertos y, en consecuencia, las posibilidades de reconciliación de . . l<l
ella pasa por conocer entonces su dolor y su su fnm1ento. ·
la sociedad. Es esta dimensión del conflicto armado la que queremos
interrogar aquí.
El combate: una mirada desde la antropología forense
Pese a la duración de una guerra como la colombiana, o quizá a causa
de ella, hemos sido demasiado insensibles a testimonios como este:
En función del conflicto armado colombiano y como un hecho reciente
ha empezado a desarrollarse en el país la antropología forense. Por una
A su lado reposaban dos bolsas negras que dejaban escapar un olor nauseabundo y
parte, se vienen formando profesionales que contribuyan a hacer menos
una fila de gusanos de la muerte. Eran dos soldados que habían sido rescatados de las
manos de la manigua[ ... ] entre los árboles se escondía una tumba a medio tapar. De la
doloroso este conflicto en la medida en que su trabajo por momentos
tierra brotaban el seno y media cara de una guerrillera que no pasaba de los 16 años.
constituye la última esperanza "para encontrar a las víctimas, devolver el
[... ]Llegó el viernes y ni el ejército ni la Cruz Roja habían podido ingresar a la
nombre a los muertos y la tranquilidad a sus familias".'lo Por otra. parte,
zona a recuperar el primer cadáver. La selva era un cementerio con muertos pero se producen aportes teóricos para la reflexión sobre la muerte vwlenta
sin tumbas. Los cuerpos permanecían entre la maleza y la manigua amenazaba de- en el país.
vorarlos.1í La degradación y descomposición del conflicto tienen para nosotros
un interés particular en este sentido, no sólo en términos de compren¿er
la profundización del sufrimiento a través de la crueldad extrema, smo
también en el deterioro mismo de las condiciones del conf1icto en lo que
tiene que ver con los muertos y el tratamiento de los cadáveres. En última
14 Francisco Leal, El oficio de la guerra, Bogotá, Tercer Mundo, lepri 1994. Adolfo León Atehortúa instancia, en lo referente a los procesos posibles y necesarios para elabo-
y Humberto Vélez, Estado y Fuerzas Armadas en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo, Universidad
rar estas muertes y sanar las heridas por la pérdida, con miras a una
Javeriana de Cali, 1994. Patricia Pinzón de Lewis, El ejército y las elecciones, Bogotá, Cerec, 1994.
Elsa Blair, Las Fuerzas Armadas. una mirada civil, Bogotá, Cinep, I 993, Y también de E. Blair; eventual y futura reconciliación de la sociedad.
Conflicto annado y militares en Colombia. Cultos, símbolos e imaginarios, Medellín, Universidad de La reflexión desde la antropología forense es importante además
Antioquia, Cinep, 1999, entre otros. porque en el marco de este trabajo importan la forma de la muerte y las
15 Sobre este punto existen varios artículos de María Teresa Uribe aparecidos en la revista del tramas de significación que la rodean, la dimensión física en la que se
Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia: "Antioquia eutre la guerra y la
paz", Estudios Políticos, N. lO, ene.-jun., 1997; "Las soberanías en vilo en un contexto de guerra
0

y paz", Estudios Politicos, N. 13, jul.-dic., 1998; "Notas para la conceptualización del despla-
0

zamiento forzado en Colombia", Estudios Politicos N.o 17, jul.-dic., 2000, entre otros. 18 T Todorov, Op . cit.
16 Los debates a los que actualmente asisten sociedades en situaciones de posguerra tienen que 19 Els<~ Blair, "La dimensión social del duelo o del registro público de tramitación de la muerte",
ver con esta problemática de elaboración de las muertes violentas y con los duelos sociales. en: lvlemorias del segnudo enc11entro inle7disciplinar sobre atención eu duelo, Medellín, Cátedra Fer-
Véase Tzvetan Todorov, "Después del horror la memoria y el olvido", Como de la UNESCO, 52 nando Zambrano, febrero, 2002.
(12), París, 1999. 20 Claudia Delgado Aguada, "La aplicación de la antropología forense dentro del Derecho lnter·
17 Tomado de Alirio Bustos, La ley del monte, Bogotá, Intermedio Editores, 1999. nacional Humanitario'', Nova & 11!tera, N." 39, Bogotá, Esap, abr.-jun., 2000.
34 1Muertes violentas El exceso en el escenario de lo político 135

produce y la manera como afecta a las poblaciones el trato a los cadáve- artículo ya citado: "[ ... ]se encuentran soldados, guerrilleros y miembros
res, más que el conflicto mismo (por ejemplo, los efectos que ejerce sobre de las autodefensas que han muerto como producto directo del conflicto.
las comunidades, en sus propios entornos de vida, la presencia física de En algunos casos, los cuerpos se descomponen rápidamente o se encuen-
los muertos insepultos); e importan también sus dimensiones más sim- tran bastante destrozados y en el momento de su hallazgo se tornan muy
bólicas, que permiten interrogar el modo de elaborar y de tramitar esas difíciles de recuperar e identificar." 24
muertes, cuyos efectos en lapoblación son, en términos de Castillejo, Los alcances de la antropología forense van más allá de lo técnico, su
'inimaginables'. 21 reflexión no se reduce a mencionar el hecho de devolverle al muerto su
Un artículo reciente acerca de la aplicación de la antropología forense nombre, su historia y su pertenencia a un grupo y por tanto su dignidad,
ilustra muchas situaciones de la guerra, 22 que dan cuenta de las "for- sino que trabaja el problema que viven los más· afectados por este hecho:
mas de la muerte" y sus múltiples efectos sobre las poblaciones civiles y las familias, a quienes se les niega el derecho de recibir un cuerpo para
sobre los mismos combatientes, y adquiere para nosotros particular im- darle sepultura; la población civil en general, y los mismos combatientes.
portancia. La reflexión, entonces, subraya la necesidad de conservar la dignidad
Generalmente, cuando se habla del conflicto armado se toca el tema humana, el respeto a la persona y a su identidad, más allá de la muerte
de las formas de combatir, lo que se puede o no se puede hacer con los orgánica de un cuerpo, abandonado a la intemperie o inhumado en fosas
heridos, de no incluir a la población civil, etc., pero rara vez se habla comunes, y que no puede ser encontrado, rescatado e identificado
del respeto a los muertos. Esto es algo significativo, porque si bien pa- fehacientemente. 25
rece un asunto menor en relación con los vivos, buena parte de lo que
debería ser el tratamiento del conflicto pasa por un decoroso y digno
trato a los muertos. 23 El trato al cadáver tiene que ver no sólo con trato [... ]aunque algunos artículos de los convenios hablan sobre las normas humanita-
digno en señal de respeto a las familias, sino que existen además otros rias mínimas del tratamiento a las personas muertas como consecuencia del conflic-
efectos no menos importantes, por ejemplo con relación al duelo, pues, to armado, estas son las más olvidadas, lo que hace pensar que en Colombia al
perder la vida simultáneamente se perdiera la dignidad, el respeto yjunto con ellos
con todo y lo necesario que resvlta, tanto en lo individual como en lo
el derecho al reconocimiento de la personalidad Jurídica o el derecho a la identidad. 26
colectivo, es posible hacerlo solamente bajo condición de tener un ca-
dáver (algunos son tan manipulados que ni siquiera existe un cuerpo),
pero además poder sepultarlo, que su sepultura pueda ser referente Hay otro asunto de esta situación de guerra, que nos resulta funda-
para sus familias, es decir, saber dónde está. En este aspecto el conflicto mental más allá de la muerte misma y del tratamiento dado a los cadáve-
armado colombiano es deplorable, porque desde todo punto de vista el res. Se trata de las implicaciones relacionadas con los efectos que la muerte
manejo de los cadáveres de las víctimas de la guerra riñe con los míni- produce sobre las poblaciones. Es el caso, por ejemplo, de los cadáveres
mos presupuestos de la dignidad humana. Como lo señala la autora del insepultos ya que"[ ... ] para la población civil en general, el encontrar un
cuerpo insepulto o fosas comunes en sitios clandestinos no sólo constitu-
ye un problema de salud pública, sino que además antropológicamente
21 Al~jandro Castillejo
Poética de lo otro. Antropología de la guerra, la soledad y el exilio interno en
resquebraja su entorno social respecto a los límites entre el mundo de los
Colombia, Bogotá, Icanh, Colciencias, Ministerio de Cultura, 2000. vivos y el de los muertos". 27
22 C. Delgado Aguada, Op. cit. A estas situaciones bastante traumáticas de la guerra, se suman las
23 Buena parte de la legislación internacional (DH·l) -y esto lo conocemos menos cuando muertes en cautiverio de personas secuestradas, hecho que también hace
invocamos el DIH- alude al tratamiento de los cadáveres. El Convenio de Ginebra exhorta a
las partes del conflicto a que velen por el enterramiento honroso de los muertos y, en lo
posible, a llevar a cabo los rituales religiosos de acuerdo con las creencias de quien murió. A
marcar, atender, agrupar y respetar las tumbas de manera que siempre puedan ser encontra- 24 C. Delgado Aguada, Op. cit., p. 61.
das (Art. 17 del Convenio de Ginebra). Para efectos de la recuperación de los cuerpos, éstos 25 Estas constataciones, hechas sobre el terreno mismo de los acontecimientos por antropólogos
no deben ser incinerados, salvo por razones sanitarias. Para proteger el derecho de las forenses, confirman la real dificultad de contabilizar las cifras de muertes violentas en el país.
familias a conocer la suerte de sus miembros, el Protocolo I adicional de 1977 legisla en su 26 C. Delgado Aguacía, op. cit., p. 60 (los resaltados son nuestros).
sección III que 'l .. ] las partes en conflicto deben facilitar la búsqueda de los desaparecidos y 27 C. Steiner, Análisis de Antígona, 1987, recalca la importancia simbólica, tanto para !as instancias
si ellos se encuentran muertos deben permitir y colaborar con la recuperación e identifica- de lo público como para las de lo privado, de sepultar a los muertos, citado por C. Delgado
ción del cuerpo lo más pronto posible". Véase C. Delgado Aguada, Op. cit., p. 65. Aguada, Op. cit., p. 60,
36/ Muerles violentas El exceso en el escenario tÚ lo polílico / 37

parte de la degradación del conflicto. Estas muertes ponen a las familias anterior es una transgresión de las normas básicas de la guerra y del
en la incertidumbre de que uno de sus miembros esté "desaparecido", 28 tratamiento a los caídos en ella.
incertidumbre que se torna más difícil cuando los autores del hecho, en
algunos casos, asumen la responsabilidad del secuestro, pero no asumen
la responsabilidad de la muerte y, ante la eventualidad, la silencian. [... ]los cuerpos llegan incompletos y descontextualizados, haciendo la individuali-
zación mucho más difícil y demorada. Así mismo, los restos de cuerpos destrozados
por bombas y armas de alto poder llegan mezclados y bastante fragmentados, ya
Muchas veces los secuestrados fallecen en los lejanos lugares de cautiverio o en las que [su] levantamiento no se efectúa con las técnicas básicas necesarias( ... ] A esto se
fuertes jornadas de desplazamiento que efectúan junto a sus captores. Sus cuerpos le suma el hecho de la gran cantidad de merpos para identificar producto de la
son dejados en la superficie o enterrados en sitios distantes e inhóspitos donde es violencia social, lo que hace el trabajo forense estatal aún más demoradoY
muy difícil su recuperación. A esto se le suma el hecho de que los grupos combatien-
tes no vuelven a tener ningún contacto con las familias de las víctimas y por lo tanto
la incertidumbre de ellas sobre la integridad de su ser querido pennanece de mane- En el DIH se legisla sobre el trato a los caídos en combate: en los
ra indefinida. 29 convenios de Ginebra (12 de agosto de l 949), en el Protocolo li adicional
de 1977 y, de manera muy especial, en el Protocolo l adicional del mismo
año. Se han establecido
Con relación a las masacres y a los efectos traumáticos de la pérdida,
hay que agregar que en algunos casos, inmediatamente después de su eje-
cución, los sobrevivientes son obligados a abandonar las poblaciones que [... ]normas claras para el tratamiento de los muertos producto del conflicto armado
habitan y se les niega la posibilidad de recoger a sus muertos, a lo cual hay (... ] [El primero] para aliviar la suerte que corren los heridos y los enfermos de las
que añadir que la identificación y la recuperación de los cuerpos se dificul- fuerzas armadas en campaüa plasma en los artímlos 15, 16 y 17 el trato humanita-
tan indefinidamente o se hacen imposibles por efecto de las manipulacio- rio hacia los cuerpos sin vida. Establece la búsqueda y el embalaje de merpos para
nes que los victimarios efectúan sobre los cadáveres, con el fin de borrar las evitar el pillaje, [facilitar] la identificación pronta y eficaz de los NN, el diagnóstico
de la causa del fallecimiento, el embalaje de los objetos que permitan la identifica-
evidencias de los crímenes y la identidad de las personas.
ción de la víctima y una inhumación honrosa de acuerdo con los rituales religiosos
Esta prohibición, impuesta por quienes ejecutan la masacre, pone en
del muerto. 32
evidencia la dificultad de la ritualización (y en ese sentido de elaboración
y simbolización) por la muerte del ser querido, porque no existe un 'lu-
gar' flsico dónde rendir homenaJe al muerto, ni siquiera un lugar simbó- Y es aquí donde la antropología forense hace su mayor aporte, porque
lico. A partir de esta ausencia de 'lugares', nos atrevemos a nombrar estos pone énfasis en la necesidad del respeto a la legislación internacional so-
casos de muertos insepultos como de "no-lugares", abusando un poco bre las guerras, en lo que concierne a los muertos y al tratamiento de los
del sentido dado por Augé al concepto. 30 cadáveres, y señala la enonne responsabilidad que les asiste a los actores
Cuando la recuperación de los cuerpos es posible, en muchas ocasio- en conflicto en el manejo de las situaciones de la guerra. Las partes en
nes se ve entorpecida por otros factores que no permiten su identifica- conflicto deben garantizar que a los caídos en combate no se les mutilará,
ción, ya sea porque los cadáveres se encuentren en un avanzado estado no se les borrará el rostro por ningún medio, que los cuerpos se preserva-
de descomposición o estén incinerados, mutilados o esqueletizados. Lo rán para permitir su identificación, realizar el análisis de sus restos y deter-
minar huellas de tortura o de tratos crueles o degradantes y posibles cau-
sas de muerte, y para que sus familias puedan reclamarlos.
En su función, la antropología forense es más que una ciencia que se
apoya en la antropología flsica para el análisis y la interpretación de res-
28 La condición incierta de "ni vivo, ni muerto: desaparecido", inhibe todos los procesos de elabo-
ración simbólica al impedir procesos como el del duelo. F. Rousseaux y L Santacruz, "De la
tos óseos humanos, y se convierte en una herramienta para aquellos gru-
escena públi,a a la tramitación íntima del duelo", (s. i.), 2000, las autoras son dos psicoanalistas pos que buscan y exigen que se "juegue limpio" en el conflicto amtado,
argentinas, quienes amablemente cedieron el texto para esta investigación.
29 C. Delgado Aguada, Op. cit., p. 6 L
30 En efecto, Marc Augé nombra con esa noción los lugares del anonimato. Véase M. Augé, Los no- 31 C Delgado Aguacía, Op. cit., p. 62.
lHgares. Espacios del anonimato, Barcelona, Gedisa, 1998.
32 lbíd, pp. 64-65.
38 1Muertes violentas El exceso en el escenario de lo político 139

que se respete el DIH y a las comisiones que investigan y hacen reco- Pasé la noche despierta apretando entre mis manos un ruarzo, regalo de Afranio,
nocimiento, teniendo en cuenta las normas del Comité Internacional de invadida de imágenes en blanco y negro sobre vida y muerte. Al amanecer había
la Cruz Roja (CICR) y aplicando los protocolos que brinden garantías a tomado una decisión. Me acompañaba una fuerza extraila como surgida de mis
los combatientes. propias cenizas. El dolor me exigía convocar la vida para exorcizar la muerte que
En la guerra irregular que vive Colombia debería garantizarse mínima- me tenía harta, para salir del círculo de sangre que rodeaba al país desde hacía
mente que los cuerpos retornen a sus familiares y allegados, que se les dé tanto tiempo y que continuaba sobre nosotros. Por primera vez quería ver el rostro
sepultura de acuerdo con sus creencias, y que tengan un nombre para de la muerte para poder encontrar la vida. Asistir al velorio de Afranio, Horario y
identificarlos. entender su ausencia, vivir el luto a fondo, no dejar en el aire este nuevo dolor para
Pero en Colombia la situación a este respecto es lamentable, y en que se hiciera eterno.
muchas ocasiones, antes que apoyar el trabajo realizado por los antropó- Busqué a Iván como cómplice para realizar el ritual. Fuimos a la Casa Gaitán
logos, los actores armados ponen en tela de juicio su imparcialidad. En donde lo velaron. Entre la multitud encontré a sus hijos, a La Chacha -su mujer
cualquier caso, se debe subrayar la importancia de guardar respeto por la más permanente- a sus viejos, a nuestros amigos, a la gente del pueblo, su gente
identidad y la historia de las víctimas, que los cuerpos no se conviertan [... ]Cuando logré acercarme lo miré despacio con miedo de afrontar por primera
en objetos susceptibles de ser abandonados, pues, aunque muertos, si- vez su silencio. Y luego le hablé. -Afra viejo. Aquí estoy. Te voy a llorar[ ... ] porque
guen perteneciendo a un grupo familiar y social específico. si no entierro contigo esta tristeza y a todos mis muertos no sepulws me muero-.
Ahora bien, respecto de los muertos en combate y con relación a la Allí, a los pies del féretro me sentí más serena( ... ) nos juntamos los viejos amigos, la
simbolización y significación de la muerte el problema más grande parece familia, los paisanos, sus mujeres y las amigas para acompañarlo hasta que nos pasa-
estar en la esfera de su ritualización, es decir, en la imposibilidad de elabo- ra a todos, incluido él, el asombro de su muerte y la aceptáramos. Entonces Afranio
rar el duelo por parte de los parientes próximos. En la experiencia colom- podría irse, tranquilo, más allá de la vida. ~ 3

biana, sólo una parte de las víctimas es objeto de ritos fúnebres y de proce-
sos de elaboración social y simbólica de su muerte. Las masacres: la crueldad extrema y el exceso
Otro aspecto relacionado con la muerte en combate es el de los com-
batientes como víctimas del dolor. También ellos necesitan procesos de
Los seres humanos son incapaces de abolir la muerte, pero no existen razones por
elaboración de sus duelos, aunque podría pensarse que por su condición las que no puedan abolir las matanzas mutuas
misma de combatientes estén más preparados para enfrentar el dolor y
la muerte. No obstante, pese a su preparación física y mental para el Norbert Elias
combate y para la muerte, la experiencia es igualmente dolorosa. Una ex
guerrillera decía al respecto: "Ninguno de nosotros pensaba en quepo-
Por una curiosa paradoja, el hombre, este animal que ha sublimado y trascendido
díamos abandonar la sede de la embajada vivos y sin los compañeros. La
magnificamente la muerte, es el que masacra con el más perfecto refinamiento y la
consigna de vencer o morir condicionaba nuestra existencia, la interiori-
más crnel despreocupación a las especies vivientes y a la suya propia
zamos realmente, asumimos la posibilidad de morir, sabiendo que la cosa
más real y bella era vivir". 3:1 L.-V. Thomas
A pesar de aceptar la muerte propia de manera 'fría', la de los com-
pañeros siempre será dolorosa, y también en estos casos se impone la
necesidad del duelo y de ritualizar el dolor. Veamos otro testimonio muy La sociedad colombiana ha conocido en esta última violencia una moda-
significativo de esta ex combatiente, frente a la muerte de Mranio Parra, lidad de muerte, la masacre, que involucra menos a los combatientes y
ambos eran militantes del M-19: más a la población civil, pese a ser producto directo de la confrontación
armada. Ella afecta de manera directa a sectores civiles no involucrados
en el conflicto, rasgo que por lo demás parece caracterizar las "nuevas

33 María Eugenia Vásquez, ex militante del M-19. El testimonio fue cedido por la autora y publi-
cado después por el Ministerio de Cultura bajo el título Bitácora de una militancia, Bogotá, 1998,
p. 219. 34 Ibíd., pp. 423424.
40 1Muertes violentas El exceso en el escenario de lo políiico 141

guerras en el ámbito mundial", 35 en acciones que no son resultado de contra La Nación por los hechos y el Juzgado 17 de Instrucción Penal Militar asu-
ninguna confrontación, son ataques mortales de actores armados contra mió la investigación correspondiente. 40
poblaciones inermes de civiles desarmados. Ante esta modalidad de vio-
lencia, algunos autores cuestionan el concepto de guerra para referir los Bajo esta modalidad de muerte violenta crecieron sensiblemente las
conflictos recientes en el mundo. Según ellos, este tipo de acciones no cifras de la violencia en el país. Aun cuando un número exacto de masacres
corresponden precisamente a una guerra, en tanto no existe más que un es un dato muy difícil de obtener, un estudio -sin duda el más completo
bando armado contra poblaciones desarmadas. 36 En los mismos térmi- ":1 respecto-- reporta una cifra de 1.228 masacres entre el 1." de enero de
nos se refería Eric Lair, 37 en un artículo reciente sobre el terror como la 1980 y el 31 de diciembre de 1993. 41 El dato que registran los autores es
más utilizada estrategia de guerra, ante la imposibilidad de caracterizar bien significativo en cuanto a la magnitud del fenómeno, sobre todo si
el conflicto colombiano como una guerra civil. tenemos en cuenta que esta modalidad se ha incrementado notablemen-
En términos de Sofsky, las masacres pueden ser definidas como: "una te en los años posteriores a dicho estudio.
violencia colectiva contra gentes sin defensa, que no pueden ni huir ni
oponer resistencia o corno una acción excesiva donde la violencia disfruta
de una libertad absoluta". 38 Ensayada desde los años ochenta como mo- Los símbolos del exceso
dalidad de la violencia política, la masacre ha sido, por esta vía, la estra-
tegia más utilizada por los grupos armados para atentar contra diversos En términos de sus significaciones, encontramos que la masacre, con res-
grupos de población. Aunque en el caso colombiano, a los paramilitares pecto a la ejecucíón misma de la muerte, es portadora de un grado exce-
se les atribuye la mayoría de víctimas de las masacres, a esa forma macabra sivo de violencia porque conlleva niveles de crueldad y de sufrimiento
de asesinato también han apelado los grupos guerrilleros, los asociados a la mutilación y la manipulación de los cuerpos. En efecto, el
narcotraficantes, e incluso el ejército. En las ciudades las masacres han cuerpo es el símbolo de inscripción del horror, mediante mensajes cifra-
sido también dirigidas contra grupos de jóvenes. 39 dos, en esta forma de asesinar.
La masacre está inscrita en un contexto social, cultural y político de-
Miembros del Ejército Nacional, adscritos a la III Brigada ejemtaron a seis personas terminado y, en esa medida, sólo puede explicarse desde ahí, es decir,
que viajaban en un carro particular por la carretera a Buenaventura. En el kilóme- desde una perspectiva social y cultural, con todo y la sevicia que presenta
tro 28, jurisdicción del municipio de Da gua, los militares habían instalado un retén y que, hay que decirlo, no es exclusiva de la violencia colombiana. Por su
y dispararon contra el automóvil y una motocicleta en los que se movilizaban bs mismo carácter, estas problemáticas tocan con aspectos emocionales de
víctimas. La versión dada por los militares a los medios de comunicación indica que los seres humanos que bien podrían confundirse con razones de índole
las víctimas "eran delincuentes que no atendieron la orden de Pare y que dispararon individual, es decir, psicológicas. 42 En términos generales, es lo quepo-
contra Jos militares". Sin embargo no se hallaron indicios de que las personas porta- dríamos llamar una rnuerte socíal. 43 Esta acción criminal en sí misma ge-
ran armas y sus familiares señalaron que todos eran personas honestas y reconoci- nera ciertas dinámicas que la psicología social y la antropología nos ayu-
das en la ciudad de Cali. Los familiares de las víctimas entablaron una demanda

40 Masacre registrada el H de febrero de 1998 en el departamento del Valle. "Panorama de dere-


chos humanos y violencia política" (Banco de datos de Derechos Humanos y violencia política,
35 Mary Kaldor; Las nuevas guerras. Violencia organiuula en la era global, Barcelona, 'lilsquets Edito- Cinep y Justicia y Paz), Noche y Niebla, N."' 7 y 8, ene.-jun., 1998, pp. 40-41
res, 2001. También Peter Waldmann y Fernando Reinares, Sociedades en g?terra civil. Conjlúto> 41 M. V. Uribe y T Vásquez. Op czt. La con fiabilidad de dichas cifras está dada por el registro
violentos de Europa y América Latina, Barcelona, Paidós, 1999. pormenorizado de cada una en un documento anexo (Banco de datos) que acompai'la la publi-
36 P. Waldmann y F. Reinares, Op. cit, p. 13. cación.
37 Eríc La ir, "El terror, recurso estratégico de los actores armados: reflexiones en torno al conflicto 42 Sin duda hay casos de muertes violentas donde factores psicológicos están en la raíz misma del
colombiano", Análisis Político, N. 37, Bogotá, Iepri, Universidad Nacional, may.-ago, 1999.
0
acto violento, como el típico ''asesino en serie". No es de este tipo de casos del que nos ocupa-
38 Wolfgang Sofsky, Traité de la violence, París, Gallimard, 1988, p. 158 (el resaltado es nuestro). mos aquL
39 María Victoria Uribe y Teófilo Vásquez, Enterrar y callar. Las masacres en Colombia, 1980-1993, 43 Ajuzgar por la literatura sobre la muerte, es preciso diferenciarla de la muerte social en la que
vol. 1, Bogotá, Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, Fundación Terre algún miembro de una colectividad (por lo general como castigo) es privado de la relación con
des Hommes, !995. sus semejantes y literalmente excluido o marginado.
42 1J'vl uerles violentas El exceso en el escenario de lo político 143

dan a explicar, en tanto los elementos puestos en juego en su ejecución 2:00p.m., las amenazaron diciéndoles: "[que] nos iban dizque a amarrar y que nos
no son factores de orden patológico (o psicológico) en lo individual, sino iban a matar, y que nos iban a botar ahí que porque éramos las mujeres de los gue-
características que son fruto de condiciones sociales específicas y cuya rrilleros [... ] que nos iban dizque a quitar los niños, que se los iban a llevar ellos".
significación, en todo caso, sólo puede ser social. Por ejemplo, la euforia, Finalmente, los paramilitares dijeron a los campesinos: "[que] nos fuéramos a bus-
la alteración de ciertas conductas en actos colectivos como una acción car la vida de ellos, que nos fuéramos en contrario, que porque ellos nos daban plata
propia de una masa, la ebriedad de la sangre y sus efectos, 44 el miedo, [... )Y nos dijeron que triste desplazado que se encuentre por aquí, lo matamos". Les
etc. Un testimonio de una masacre reciente d~ja ver la manera como advirtieron que "[no fueran] a decir nada acá, que ellos eran paramilitares. Y si nos
éstas suceden: preguntaban por qué se devolvieron, digan que fue porque les dio pereza[ ... ] por-
que si no, pues sabemos y si ustedes dicen algo, los·matamos [... ]".45
Paramilitares realizaron un bloqueo de vías, entre las 9:00 a. m. y las 2:00 p. m., en
un sitio aledaño a las fincas La Olla y La Esmeralda, ubicadas sobre la vía que comu- .El horror sobre los cuerpos
nica la Inspección de Policía Pavarandó (en Mutatá, Antioquia) y el corregimiento
Llano Rico (en Riosucio, Chocó) y ~jecutaron a seis campesinos. El sitio en mención
Los mensajes dejados luego de la ejecución de la masacre no se agotan
está ubicado a 20 minutos del asentamiento de campesinos desplazados de Pavarandó,
en los códigos cifrados sobre el espacio fzsico geográfico donde ella sucede,
en cuyas inmediaciones se encuentra una base militar. El grupo paramilitar era co-
sino que, en otro acto de profunda significación, continúan sobre los cuer-
mandado por un hombre de estatura b'-tia, contextura gruesa, tez blanca, y por otro
pos, que se vuelven un 'lugar', 'escena~io' de eje:uci_ón d~l ritual violento.
hombre encapuchado de tez negra conocido como 'Chapore', quien iba señalando a
las víctimas, acusándolas de ser milicianos. Durante la acción, los ·paramilitares de-
Y el cuerpo, como se sabe, está cubierto de stgmficaoones culturales.
tuvieron a los campesinos y colonos que transitaban por esta vía, en su mayoría "Las personas que están en la lista 46 son trasladadas hast~ el lugar de la
pertenecientes a las comunidades desplazadas, asentadas en Pavarandó, a quienes masacre y allí son amarradas e interrogadas: algunas son hberadas poste-
bajo amenazas separaron en dos grupos."[ ... ] Las mujeres se sientan acá y los hom- riormente y las demás serán asesinadas. Muchas de ellas son degolladas
bres vienen para acá". Y nos colocaron por allá sentadas, en el suelo. Y nos decían: y a otras se les abre el vientre y se le desocupa para que no floten cuando
"a ustedes las vamos a matar y a los niños nos los llevamos noliotros". Posteriormen- sean lanzadas al río" Y
te, con lista en mano y luego de ser señalados por el hombre de tez negra que se
hallaba encapuchado, sacaron del grupo a varios campesinos y hacia la l :00 p. m. se El cuerpo como vehículo de representación
los llevaron a un sitio enmontado en donde los torturaron y ejecutaron de varios
impactos de arma de fuego. [Según] un testimonio "lo cogían con aerosol, y eso
prendía y se lo ponían así, y decía: 'ay hermano, no me queme, no me queme', y lo El cuerpo es un objeto social, dotado de historicidad como la sociedad y
cogían por el pelo y lo jalaban así". la cultura de las cuales depende. Pero es también un objeto 'privado',
Otro testimonio afirma: "A unos los quemaban, los teuían ahí amarrados en el esto es fruto de una experiencia directa y personal en el ámbito de lo
suelo, los quemaban con un coso que tenía candela y les ponían ahí, así, como un vivido, producto de una historia singular, fuente de sensación y de men-
desodorante, y los quemaban". Luego sacaron del grupo a varias m~jeres jóvenes, a sajes algunas veces incomunicables. 48
quienes sometieron a tratos indignos e insultos, practicándoles requisas en sus par-
tes íntimas y haciéndoles quitar la ropa. Luz Estella Oquendo, de 25 años, fue acusa-
da de colaborar con la guerrilla, la sacaron del grupo, la amarraron, la tiraron al
piso y se la llevaron junto con las otras víctimas, y luego la \jecutaron. AJohn Jairo 45 Se trata de una masacre ocurrida en Mutatá, Urabá, departamento de Antioquia, el 23 febre·
Tordecillas y a Clímaco Serpa, de 22 y 45 años respectivamente, los sacaron por la ro de 1998 "Panorama de derechos humanos y violencia política" (Banco de datos de Dere-
fuerza del grupo de campesinos, y en presencia de sus familiares los amarraron, y chos Humanos y violencia política, Cinep y Justicia y Paz), Noche y Niebla N."' 7 y 8, ene.-jun.,
1998, p. 26.
se los llevaron a un sitio enmantado, en donde los torturaron y ejecutaron. Duran- 46 Las listas de muerte se usaron hace unos ai'los en la ciudad. Hoy son de nuevo un mecanismo de
te la detención, a las mujeres y sus niños, que fueron dejados en libertad hacia las los victimarios asociado generalmente a la ejecución de las masacres en las áreas rurales.
47 María Victoria Uribe, "Desde los márgenes de la cultura··, en: A1te y violencia en Colombia desde
1948, Bogotá, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Editorial Norma, 1999, p. 279
48 Denise Jodelet, "La représentation du corps, ses enjeux privés et sociaux'', en: J. Hainard }'
44 W Sofsky, Op. cit., pp. 157 y ss.
R. Kaehr, eds .. Le cmps en jeu, Neuchatel, Suiza, Musée d"ethnographie, 1983, p. 127.
44 1lvluertes violentas El exceso en el escenario de lo polítú:o 145

Para el etnólogo, una sociedad "se dice" en lo que ella hace de] cuer- vos en los niños, que son procesos de manejo del cuerpo. En efecto, al
P_ü Y. a los cuerpos. L~s funciones y los usos que le son conferidos, y las niño se lo considera como inacabado, más próximo a la animalidad que
tecmcas, reglamentaCiones y saberes que le conciernen son tratados como al ser humano, como si fuera necesario acabar de construirlo. Hay que
formas en las cuales se descifran las visiones del hombre y del mundo;49 enseñarlo a sostenerse en pie, no en cuatro patas que es lo propio de la
~en términ~s de _Hé~itier, 5~ las representaci_ones del cuerpo son expre- animalidad. La función de la educación es separarlo de lo "natural", re-
siOnes de un Imagmano sooal, de un orden simbólico y de una identidad presentado en la madre, mediante la acción socializadora y civilizadora
de grupo. Según Boltansky, 51 para los sociólogos el cuerpo es expresión encarnada en el padre como símbolo de la <.llltura. Conscientemente o
de determinismos sociales; para Bourdieu, 52 portador de las huellas de no, el cuerpo es la base de la educación primera, intermediario entre
las estructuras fundamentales de un grupo. Para unos y otros es, en todo naturaleza y cultura, lugar de pasaje y de asociación; es, por excelencia,
caso, un producto dotado de sentido. 53 Si admitimos estas consideracio- el lugar sobre el cual se anclan los simbolismos, sobre el cual están
nes sobre el cuerpo, adquiere particular interés lo que la sociedad colom- enraizados los rituales. 5¡ Cuerpo en juego y juegos del cuerpo devienen,
biana esté diciendo sobre ella misma en ese manejo grotesco que se hace pues, instrumentos de una lectura de las condiciones societales de su
de los cuerpos en los actos de violencia. producción y de su puesta en escena. 58
. En t?da.s las cu~turas el cuerpo es, pues, vehk11lo de representación,
signo y significante. ' 4 Ya se trate del cuerpo vivo o del cuerpo muerto. Con
Los usos sociales del cuerpo: contra la desnudez
respecto al cuerpo vivo, se lo decora, manipula, marca, interroga y, a través
de esas marcas, habla de él y de los otros, o calla y entonces simboliza. El
cuerpo es superficie de inscripción y es emisor, portador y productor de Al exponer la manera como la cultura modela los cuerpos y los hábitos de
signos. Contribuye, según Augé, a codificar materialmente la memoria vestirse (s'habiller), France Borel plantea que el cuerpo desnudo es casi
social; el cuerpo es portador de la memoria social. Constituye la superficie intolerable, y lo social se ha impuesto negando esta desnudez. 59 "La piel
sobre la cual los hombres inscriben y marcan, y no significa -continúa en su desnudez no tiene ninguna existencia posible[ ... ] La carne en esta-
Augé- más que aquello que los hombres le hacen significar. do bruto parece tan intolerable corno amenazante [... ] El organismo no
. En términos de Berthelot, 55 dentro de todas las culturas el cuerpo es es viable más que vestido de artificios". 60 Borel muestra, con algunos
objeto y soporte de representaciones y de prácticas particulares. Es funda- ejemplos, cómo todas las culturas han moldeado esas maneras específi-
m~ntal~ente si~no: puede ser a la v:z señal, signo, símbolo e índice y es, al cas de "vestir" el cuerpo en determinados contextos simbólicos, donde,
mismo tiempo, mstrumento y espaoo de comunicación y de significación. sin embargo, lo común es el rechazo a la desnudez o a la ausencia de
El uso semiológico del cuerpo es exhibido o reprimido, según el caso. signos sobre él, algunos de los cuales son "marcados directamente en él
Como hace ya mucho tiempo lo señalara Mauss, 56 el cuerpo es la como los tatuajes" y por esta vía se lo cubre de significaciones. Que sea
"bisagra" entre naturaleza y cultura, así lo indican los procesos educati- por razones de orden estético, erótico, higiénico o médico eso no cambia
la costumbre de hacerlo; en todo caso, lo que permanece es la transfor-
mación de las apariencias. El cuerpo, en cada contexto, es como una
49 Fran\OÍse Loux, Sagesses du corps: la santé el la maladie dans les proverbes fran~aises, París, Maisonneuve
plastilina que se pliega dócilmente a las voluntades y los deseos sociales.
Larose, 1978, citado por D.Jodelet, Op. ciL., p. 127. El es, pues, un objeto social.
50 Fran¡;"Oise Héritier, "Symbolique de l'inceste et de sa prohibition", en: M. Izard v P. Srnith, La
fonction syrnbolique, París, Gallimard, 1979. '
51 Luc Boltansky, "Les usages sociaux du corps", Annales, 26 ( 1), París, pp. 205-233.
52 Pierre Bourdieu, Le sens pratique, París, Ed. de Minuit, 1980. 57 lbíd, p. l4L
53 D. Jodelet, Op. cit., p. 127. 58 J-M Berthelot, Op. cit., p.l7.
54 Marc Augé, "Corps marqué, corps masqué", en: J. Hainard y R. Kaehr; eds., Le corps en jeu, 59 France Borel, "I.:imaginaire a fleur de peau", Cahim fnlemaliouaux de Simbolisme. N°' 59-61,
Neuchatel, Suiza, Musée d'ethnographie, 1983, p. 84. l\·lons, Bélgica, CIEPHUM, Université de Mons. 1988, p. 65" El verbos'lwbiller significa literal-
55 Jean-Michel Berthelot, "Le corps contemporain: figures et structures de la corporéité", Recherches mente 'vestirse'. Sin embargo, la connotación dada por la autora en este articulo es más amplia,
Sociologiques, París, Université de la Sorbonne, 1998/ !, pp. 7-18. en tanto alude no solamente al vestido sino también a todos los signos (taruajes, eones, acceso-
56 Citado por F Loux, "Du travail a la mort: le corps et ses enjeux dans la société fran<;aise rios, etc.) que se hacen sobre los cuerpos por obra de la cultura. Es todo aquello que la cultura le
traditionnelle", en: J. Hainard y R. Kaehr, eds., Le corps en jeu, Neuchatel, Suiza, Musée impone al cuerpo para contrarrestar su desnudez asumida como del orden de la naturaleza
d'ethnographie, 1983. 60 /bid
461 Muertes viol1!7!tas
El exceso en el escenario de lo político 147

Otro motivo para este habillement es también la diferenciación con el


y, más recientes, la sociología, la antropología y ~a historia, 66 pero no el
animal. El cuerpo absolutamente desnudo se considera como animal, del
cuerpo muerto, es decir, el cadáver. En est~ senudo resaltamo~ un texto
orden de la naturaleza, y se presta a la confusión del hombre con la bestia,
de L.-V Thomas, 67 y basados en este autor, mtentaremos ap~oximarnos a
miéntras que el "cuerpo decorado y vestido, tatuado o mutilado exhibe
algunas representaciones o significaciones del cadáver en diferentes cul-
ostensiblemente su humanidad y su integración a un grupo constituido". 61
turas.
Es, entonces, por el rechazo categórico a la desnudez que el ser humano se
¿será posible desentrañar un rango_ de_ sign~ficaciones de la muerte
distingue de la naturaleza, lo éual instaura un corte radical entre lo biológi-
violenta haciendo un seguimiento de las sigmficacwnes d_el cuerpo muert?,
co y una conquista de orden cultural. Las instancias sociales exigen que el
por las 'marcas' que la violencia deja sobre él? ¿Es pos1ble que un cada-
cuerpo abandone su "salvajismo", a cualquier costo, incluido el del dolor,
la presión y la inconformidad. ver, portador de signos, 'hable'? La~ pre~nta?, c~eemos, son bastante
pertinentes, en tanto interroga~ las vwlenoas ejercidas sobre el cuerp? y
Ahora bien, las modificaciones corporales no son obra de un solo
a través de él. No se pretende, m mucho menos, agotar las r~prese~tacw­
individuo, "la cultura es pública porque la significación lo es, 62 ellas de-
nes culturales del cadáver, sino hacer notar de qué manera el es objeto de
penden de la colectividad, que tiene un consenso secreto al respecto. Más
allá de las diferencias y opciones, lo que permanece es la transformación innumerables significaciones, porque el cuerpo muer~o es 'l_u~ar do?de
ocurren las violencias' y, como tal, es probable que la vwle~oa ha~le en
de las apariencias. Con la cultura, la desnudez integral ofrecida por el
los actos ~jercidos sobre los cuerpos, que se exprese en un lenguaJe cor-
nacimiento no permanece. El ser humano pone su marca sobre el ser
humano. En fin, "el cuerpo no es un producto de la naturaleza sino más poral'. . .,
El cadáver es también objeto de construcCión y representacwn de cul-
bien de la cultura". 6:' Mediante la mutilación, la deformación y la puesta
tos, símbolos y rituales, que dejan ver la relación establecida con la muer-
en obra de artificios, el ser humano intenta, deliberadamente, corres-
te en muchas culturas y las dimensiones simbólicas de las c~ales se cubre.
ponder a un esquema ideal, a una especie de ima~~n mental, que de
modo misterioso sostiene la mayor parte de las actividades corporales. Buena parte de las significaciones culturales de la mu~rte tienen que ver
con el tratamiento de los cuerpos muertos, en cuyo ongen parecen estar
Se ha demostrado que una transformación, aun la menor, en el cuerpo
entraña un trastocamiento de las percepciones y es lo que Paul Shilder prácticas de higiene y temo~es de _cont_aminación, ?on ritos purificadores,
(un psicoanalista austriaco) ha bautizado la "imagen del cuerpo". 64 El dice Thomas se trata de Cierta ntuahdad defensiva por el temor a la
hábito, contrariamente a! proverbio, dice Bore!, sí hace al monje. Y como contaminaciÓn. La putrefacción se revela insoport_able, porq~e significa
señala otro autor, en ningún otro caso el cuerpo es tan portador de signos impureza y disolución del ser, los ritos logran dommarla paroalmente al
como cuando la muerte lo convierte en un cadáver. La muerte es la últi- llevarla del plano real al simbólico. 68 . .,

ma interrogación. 65 Las características señaladas por Thomas sobre la contammaoon dan


cuenta también del rechazo que genera la misma palabra cadáv~r. Los acon-
tecimientos de la vida se narran por lo general en forma senolla, con ex-
El lenguaje y los signos de la violencia sobre el cuerpo cepción de la muerte, para la cual utilizam~.s siempre térm,~n~s rebusc_ados
y metafóricos para nombrarla, tales como se ha apagado , el gran arbol
En la relación que se hace dentro de las ciencias entre violencia y muerte, ha caído", etc. 69 ·

la violencia aparece nombrada de mil formas, mas no la muerte. Asimis- Desde el punto de vista antropológico, ~~~ o~erpos fragme,nt~dos han
mo, el cuerpo, como objeto de estudio, ha sido ampliamente abordado sorprendido incluso a los arqueól?gos, fam1har~z~dos con muluple_s_ cul-
por varias disciplinas, como la medicina (anatomía, fisiología, patología) turas. En el caso del antiguo Egipto y sus practiCas de exhumacwn o

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61 Ibíd., pp. 66-67. 66 En cuanto a la historia, véase Jacques Le Goff, Fragmentos para una historia del cuer~o, Madrid,
62 C. Geertz, La interpretación de las culturas, p. 26. Taurus, 1990. En el terreno de la antropología, existen reflexiones muy actuales: Vanos autores,
63 F. Borel, Op. cit., p. 67. Cue1po, diferencias y desigualdades, Bogotá, Ces, Universidad N~cion~l •. 2000.
64 Jbíd. 67 Louis-Vincent Thomas, El cadáver. De la biologia a la antropologza, MexiCO, FCE, 1989.
65 M. Augé, Op. cit., p. 83. 68 Íd., Riles de mort, pour la paix des vivants, París, Fayard, 1985, p. 17 5.
69 lbíd., p. 79.
48 1Muertes violentas El exceso en el escenario de lo político 149

inhumación de cuerpos desmembrados, un egiptólogo explicaba este tra- macabra como se perpetraron los crímenes de doce comerciantes utili-
tamiento de los cadáveres como una manera de "impedir el retorno del zando para ello una molosierra: "Lo que pasó después está contad~ en
difunto al mundo de los vivos"/ 0 mientras algunos antropólogos recono- detalle en el expediente, es decir, cuando secuestramos. a los comerCI.an-
cen como costumbre que los cadáveres de santos o de monarcas fueran a tes en su viaje a Medellín y la forma como los descuartizamos y los tira-
veces dispersados para reforzar el poder que emanaba de ellos. mos al río. Por eso nunca aparecieron los cadáveres. Yo me declaré culpa-
En todas las culturas pueden encontrarse significaciones del cadáver, ble de esa masacre porque yo la dirigí". 74 .
que no necesariamente están en relación con la violencia, no obstante, La crueldad ejercida sobre los cuerpos y generadora d~ t~rro~, o?Jeto
nos interesa indagar por una dimensión de ésta: la que hace de los cuer- de desplazamientos masivos y demás, no es, con ~odo: la ~mea s-~~mfica­
pos mensajeros de terror al cubrirlos de significaciones, que si bien tienen ción de esta forma de violencia. Además de sus ImplicaciOnes fiSicas, la
una expresión física en la violencia que se ejerce sobre ellos, tienen ade- violencia sobre los cuerpos tiene efectos que se dejan sentir en otra di-
más una dimensión simbólica, expresada a través de un cadáver mutila- mensión emocionalmente mucho más agresiva: la que los cosifica y a
do o fragmentado. En efecto, cuando la muerte física no basta sino que partir de ahí puede manipularlos. . .
sobre el cuerpo se ejecutan "otras muertes", el victimario deja mensajes. Sin duda, es preciso indagar con mayor profundidad en .este tipo de
Desde la misma "significación del acto criminal" que va mucho más allá prácticas y sus significaciones, aunque pocos, hay e.sfuerzo~ mteresa?tes
de la muerte (flsica) -por ejemplo mutilaciones posteriores a la muer- en el país en este sentido. En primer lugar, los trabaJOS ya bten cono.Cidos
te- y entra en otras dimensiones que pasan por los efectos del terror de María Victoria Uribe, aunque los desarrollados en esta perspectiva se
sobre las poblaciones (esencia del suplicio en algunos casos). refieren a la violencia de los años éincuenta. Sin embargo, a partir de allí
Otra razón de la mutilación sobre los cuerpos, bastante más próxima a ha escrito y publicado algunos artículos sobre la -~iolencia actual.. ~lla
lo que estamos estudiando, es la vehiculización de la crueldad: la utiliza- toma como base la reflexión de Begoña Aretxaga'J acerca de la utiliza-
ción del cuerpo como escenario para la producción de dolor y sufrimiento, ción del cuerpo por parte de los presos del IRA en I.rlanda ~el N~rte, y
como emisor de signos de muerte y de violencia; también de terror. "El analiza el cuerpo como un texto. De hecho, sus alusiOnes mas reCientes
cuerpo es sólo aquello que los hombres le hacen significar". 71 ' . 76
han sido sobre el cuerpo corno texto po l Itico.
En el análisis antropológico de la violencia el cuerpo constituye un Intentando responder la pregunta de por qué el cuerpo reviste esta
vehículo de representación, y si admitirnos que lo es en todas las culturas importancia en la ejecución de la violencia, la investigadora Alba Rodríguez
podemos concluir que, en el caso de la violencia colombiana, el cuerpo retoma a Bryan Turner para explicar que esto es así porque el cuerpo es
no sólo es el lugar de ejecución del ritual violento, 7'2 sino también el
'lugar', no tan físico, en el cual se tejen algunas significaciones de la muerte
violenta. Las manipulaciones sobre los cuerpos de las víctimas resultan
74 Testimonio de Alonso de jesús Baquero, paramilitar conocido como el Negro Vladimir, responsa-
las más significativas en este sentido, estimulan las impresiones físicas y ble de múltiples masacres en el país. Hoy está condenado a treinta años de cárceL Semana, N.o
visuales y ponen el cuerpo a distancia para hacer de él un objeto y un 793, julio de 1997. Véase además la entrevista realizada por Alba Nubia Rodriguez, "Delitos
espectáculo. 73 atroces", en: Memorias del/ Congreso lntemacional sobre violencia social, violencia familiar: una ClteS-
Desde el punto de vista psicoanalítico, la unidad corporal es la que tión de derechos humanos, Manizales, Universidad de Caldas, Icbf: 1999. .
constituye el sujeto: una imagen del cuerpo que llega a través de otro. Su 75 Begoña Aretxaga, Shattering silence. Wornen, nationalism, and política! subjer.tivity in Northemlreland,
Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1997.
fragmentación, por oposición, es el horror, lo siniestro, lo irrepresentable, 76 En una conferencia dictada en la Universidad Nacional de Medellín, retomaba su análisis de
lo innombrable. las masacres de los cincuenta y pensaba la violencia reciente desde esta dimensión interrogán-
Un victimario entrevistado por la revista Semana, cuenta la forma dose por los "decires" del cuerpo como texto: la estl\lctura corporal que los campesinos le
asignaban al cuerpo y el tratamiento que le daban en consecuencia
Otros estudios se interrogan por esta dimensión, entre ellos el trabajo de Alba Nubia
Rodríguez de la Universidad del Valle publicado con el título "Los delitos atroces"; igualmente,
un trabajo inédito bastante interesante, "La violencia y la memoria colectiva" del profesor Al-
70 Citado por L-V Thomas, El cadáver. De la biología a la antropología, p. 312.
berto Valencia de la Universidad del Valle; asimismo, Alejandro Castillejo en su trabajo sobre
71 M. Augé, Corps marqué, corps masqué, p. 79.
desplazamiento interno en Colombia, donde plantea que el cuerpo en un contexto de violencia
72 Elsa Blair, "Memorias e identidades colectivas: d~afíos de la violencia", Estudios Políticos, N.· 12,
se transforma en un símbolo en medio de una red de sentidos configurados socialmente, basa-
Medellin, Universidad de Amioquia, 1998
do en Al len Feldman, Fomwlious of violence The narmtive of the body. Poliiicallerror in Nmthem
73 F. Borel, Op. cit., p. 68
heland, Chicago, University of Chicago Press, 1991.
50 1Muertes violentas El exCPso en el escenario tklo políüco 151

el que da presencialidad social, y ante el agotamiento de escenarios simbó- mostruoso del acto es que se ~jecute sobre un ser humano, sobre todo si
licos de expresividad, la necesidad que existiría de hacer del cuerpo y de se practica con tortura o suplicio. Los animales, por su parte, por 'bes-
su tratamiento una forma de transmitir mensajes que impacten, que de- tias' que sean, no son capaces de estos actos de crueldad. Es el ser huma-
jen 'huellas indelebles, y poder así comunicar y simbólicamente cuestio- no el único (animal) capaz de la práctica sistemática de la crueldad sobre
nar, sub.vertir o terminar con un orden establecido. 77 "El muerto no dice sus semejantes. Al referirse a este aspecto, vV. Sofsky señala como un
nada, es puesto a hablar a tr~vés de su descuartizamiento". 78 error creer que la "deshumanización es la condición para las prácticas de
Una segunda razón, que a nuestro juicio llega incluso más hondo y más crueldad [... ] creer que las atrocidades humanas exigen la deshumanización
allá de la explicación por la presencialidad social, es la aportada por el del otro". 84
analista alemán W. Sofsky, para quien el "cuerpo es el centro constitutivo Ahora bien, a partir de las implicaciones "culturales que tiene la vio-
del sujeto". 79 Esto explicaría el ataque del cual es objeto en la violencia. lencia, prácticas como la crueldad, las torturas y las atrocidades sólo son
Quizá el afán de invisibilizm; de des-ident~ficar a las víctimas aclare par- significativas en un contexto cultural determinado, como lo veremos en se-
cialmente la ejecución de las mutilaciones sobre los cuerpos, ya sea los que guida.
son desmembrados o los que "desocupan para que no floten en el río". Su
desaparición o su imposibilidad de reconocimiento incrementan el miste-
rio y son, de hecho, una garantía de impunidad. 80 Pero otras mutilaciones La crueldad en otras latitudes
no se aclaran de este modo, como los cuerpos degollados, que en el análi-
sis señalan un cambio profundo de la morfología humana, 81 cuyo propósi- Diversos estudios sobre la conflictividad contemporánea, basados en
to parecería ser deshumanizar y animalizar a la víctima. los conflictos étnicos que se han venido presentapdo en diferentes luga-
En efecto, se habla siempre de un acto de naturaleza animal o del res del mundo (en particular en Europa y Africa), proveen casos
grado de 'animalización' cuando se quiere dar razón del acto violento ilustrativos sobre la manipulación de los cuerpos como herramienta de
mismo, ya sea en cuanto a la víctima o al victimario. En el primer caso, se terror y las significaciones culturales de estas prácticas. En efecto, los
le atribuye esa condición a la víctima: previamente a la ejecución es pre- conflictos étnicos actuales en el mundo moderno han dado muestras de
ciso degradarla, animalizada. En el segundo caso, cuando la 'animalidad' una gran crueldad en el ejercicio de la violencia. En la literatura recien-
se le atribuye al victimario, se dice que es una bestia capaz de cometer ese te se encuentran elementos ilustrativos muy sugerentes para pensar,
tipo de actos en otro que es su semejante. 'Bestia' o 'bestialidad' son expre- con las debidas precisiones, el problema colombiano. Varios trabajos de
siones utilizadas para hacer referencia a este grado de ejercicio de la historiadores y antropólogos franceses nos servirán de guía en esta in-
crueldad. 82 dagación. En uno de ellos, sobre el conflicto en la ex Yugoslavia, 85 la
Al respecto, y a diferencia de esta apreciación tan extendida, pensa- autora analiza el problema de la utilización y el sinsentido de la cruel-
mos que es al contrario, que es el carácter humano, y no animal, el que dad, y le da particular significación a un tipo de crueldad que ella deno-
marca el sentido o el significado del acto de crueldad. 83 Matar a un ani- mina "crueldad de proximidad". "La proximidad entre enemigos per-
mal no tendría que ser algo 'significativo' en esta cultura; el carácter tenecientes al mismo tejido social o nacional permite saber sobre el
otro, sus costumbres, sus espacios de lo sagrado, sus preferencias, y ello
ayuda a escoger el mejor suplicio, el más preciso en cuanto a su objeti-
77 A. N. Rodríguez, Op. cit., p. 304. vo. La proximidad afectiva supone un conocimiento aun más profundo
78 A. Castillejo, Op. cit., p. 24.
79 W. Sofsky, Op. cit., p. 60.
de ese otro, de sus fallas, de sus puntos sensibles''.
80 Michael Taussig, Un gigante en convulsiones, Barcelona, Gedisa, 1995, p. 32. La utilización de la crueldad entre seres cercanos hace más agudo el
81 María Victoria Uribe, "El modelo chulavitas vs tipacoques en Colombia", en: Las guerras civiles
desde 1830 y su proyección en el siglo xx, Bogotá, Memorias de la 11 Cátedra anual de historia
Ernesto Restrepo Tirado, Museo Nacional de Colombia, 1998.
82 Por ejemplo, Luis Alfredo Garavito, asesino de niños, quien confesó haber asesinado a 140 niños
entre 1992 y 1999, apareció en la portada de la revista Semana N.• 913 de! J.• de noviembre de 84 \\'. Sofsky, Op. cit., p. 162.
1999, con el titular "La bestia". 85 Véronique Nahoum-Grappe, "[usage politique de la cruauté: I.:épuration ethnique (ex
83 Esta valiosa apreciación la hizo una de las estudiantes auxiliares de investigación del proyecto, Yougoslavie, 1991-1995)" en: F. Héritier, De la violence, París, Editions Odilejacob, 1996,
Cristina Agudelo, en una de las tantas discusiones que sostuvimos a lo largo del trab~jo. pp. 263-323.
52 1Muertes violentas Ef exceso en el escenario de lo político 153

dolor. Ese "ver sufrir", más que el dolor y más que la muerte, se agrava que creemos es preciso rastrear en el caso colombiano, nos detendremos
por los lazos de proximidad. 86 en algunas de las características que el analista alemán Wolfgang Sofsky
Se vuelve a señalar el uso de la crueldad en un artículo que significa- le atribuye a una masacre, 91 particularmente aquellas que pueden hacer-
tivamente se llama "Crueldad deliberada y lógicas de odio", 87 un análisis se extensivas a las masacres colombianas de este último período de la
sobre el caso africano, concretamente sobre la confrontación entre hutus violencia.
y tutsis en 1994. La autora toma como base el reporte de la Comisión de
Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, donde se afirma que la cam-
paña de exterminio de la etnia tutsi había sido una acción premeditada y . El exceso: entre la sed de sangre y la saciedad
organizada, lo que permitía calificar esas masacres como genocidios, se-
gún la reglamentación de la convención internacional de 1948. De acuer- La naturaleza de la masacre es el exceso, 92 que sumado a otras caracterís-
do con los testimonios de sobrevivientes, médicos, periodistas y organiza- ticas hace de ella un macabro ritual de ejecución de la muerte. Algunas
ciones de derechos humanos, "durante el genocidio estuvo omnipresente de ellas, que resultan sustanciales para reflexionar sobre el fenómeno de
la intención de infligir sufrimientos extremos a las víctimas". 88 Frente a la masacre en el caso colombiano, tienen que ver con los tiempos de la
esta constatación, la autora se pregunta si las atrocidades cometidas en masacre; otras con el cuerpo, tanto de la víctima como del victimario, y
Ruanda eran esenciales al proyecto genocida: ¿cuáles lógicas de odio y otras, estrechamente ligadas al Yictimario, con componentes antropoló-
cuáles determinantes históricas y políticas hicieron posible tanta cruel- gicos como "la sed de sangre y la saciedad".
dad? y ¿por qué el sufrimiento se vuelve un fin en sí mismo?, y al hacerlo En lo que concierne a los propósitos, Sofsky muestra cómo, a diferen-
recoge el estudio de Primo Levi sobre el genocidio nazi para retomar el cia del combate o de la persecución, donde se busca la victoria o la captu-
problema de la crueldad cincuenta años después en la Europa contem- ra, en la masacre el objetivo es "la destrucción total, aunque de entrada
poránea. Levi señala cómo "el enemigo no solamente debería morir sino no tiene ningún propósito más allá de ella misma: es la violencia en esta-
que debía hacerlo con suplicio". 89 Otro ejemplo de esta crueldad de proxi- do puro, nada más". Sin embargo, es posible que quienes las dirigen
midad, en otro contexto cultural, basada en el conocimiento del 'otro' (de persigan objetivos por esos medios, corno producir miedo o terror~ o 'le-
la víctima) en el momento de infligir suplicio, nos lo presenta Fawaz N. gitimar' un estado de cosas; su ejecución puede ser por venganza, ene-
1raboulsi: "Es así como atentar contra el ird (el honor madre-hermana- mistad o simple capricho. Esto es así porque rara. vez esta 'instrumen-
hija) constituye la 'herida simbólica' suprema de la violencia verbal para talización' cumple una función en el desarrollo de la violencia, cualesquiera
los libaneses". 90 ~ean los objetivos que persiga la masacre. La argumentación en este sen-
tido apunta a señalar que el comportamiento de los asesinos en una ma-
La masacre: el exceso en estado puro ~acre es siempre el mismo -por eso pasa por encima de los 'motivos'
invocados-, sea al servicio de un señor de la guerra, de una potencia de
f.JCupación o de un tirano. Así, el autor habla de "la uniformidad de la
La literatura actual y de corte antropológico sobre la violencia ayuda al lnasacre, que no tiene que ver con los objetivos sino con la dinámica
esclarecimiento de las significaciones de esta violencia que riñe con los misma en que ella se desarrolla, que es universal". 9 ~ Muchas veces, guíe-
códigos y regulaciones propias de los conflictos, y deja ver que acciones hes ejecutan una masacre no se acuerdan siquiera de las intenciones que
corno las masacres apuntan es a la destrucción total.
los han llevado a la acción, el "exceso colectivo" corta los propósitos polí-
Con el propósito de agregar al análisis los elementos antropológicos licos o sociales, la violencia misma (su ebriedad) es la que determina el
acontecimiento.
En estas condiciones, dice So[sky, para comprender la práctica y el
86 lbúL, P- 305_ desarrollo de la masacre hay que remitirse a "la manera como es perpe-
87 Claudíne Vida!, "Le génocide des rwandais tutsi: cruauté délibérée et logiques de ha'ine", en:
F Héritier, De la violence, PP- 325-366_
88 lbúl, p 328.
89 Primo Levi, Les naufragés et les rescapés Quarante ans apres Auschwitz, París, Gallimard, 1989,
p 119 91 w Sofskv. op_ cit, PP- 155\ SS.
92 lbíd,p-169
90 Fawaz N. Traboulsi, "Rituales de la violencia", El Viejo Topo, No 80, Barcelona, die, 1994_
93 !bid ' p 159
54 1Muertes violentas El exceso en el escenario de lo polüico 155

trada y no a los propósitos a los que dice apuntar" .94 Esto debe tenerse sión de sangre son permitidos, hay deleite en la angustia de la víctima, en
en cuenta, porque a partir de ahí se determinan las características mis- el exceso. 96
mas de la masacre y se explican componentes como "la libertad absoluta A la variedad de los ritmos y de los lugares se suma la diversidad de
de la violencia". No se trata sólo de destruir 'cosas', sino también a la los actos de violencia, todo está permitido, y ello explica el exceso, por
gente, y eso 'autoriza' esa libertad. Es la destrucción como un fin en sí ~jemplo vaciar completamente el cargador, aun cuando se sabe que la
misma, no la reconstrucción, ni hacer tabla rasa para un recomenzar. Por víctima está muerta hace rato; el exceso busca la proximidad del otro. En
esa razón la masacre no tolera sobrevivientes que puedan contar lo que este punto, el autor señala su diferencia con los planteamientos acerca de
sucedió. Es un trabajo de eliminación radical, es una extirpación, con la la deshumanización o de la distancia necesaria con el otro. No. El asesino
cual "cultura y sociedad son reducidas a la nada". 95 Lo que importa es la trabaja "a mano" y de cerca, quiere ver el cuerpo que sangra y los ojos
experiencia de la propia fuena, demostrar que se es capaz de todo. llenos de miedo, por eso su arma preferida en la masacre es el cuchillo; la
Las masacres surgen en esta última violencia como un estado poste- masacre es una orgía sangrante Y¡ El autor explica estos rasgos de atroci-
rior a otras formas de la guerra, cuando se amplían sus límites, lo cual se dad a partir de dos componentes: el placer de "ver sufrir" al otro y la
expresa en la degradación del conflicto y en la ejecución de formas de sensualidad del propio victimario. Respecto a esto último plantea que el
muerte cada vez más macabras. En este sentido podríamos decir que a cuchillo le procura una sensación táctil y directa, así la violencia incide
medida que el conflicto se va degradando se necesita más del exceso. sobre su cuerpo, sus músculos y sus manos, tiene una consistencia corpo-
ral y una evidencia física.
Después de esto, el cuerpo de 'la víctima queda destrozado: 98 la ma-
El tiempo y el espacio de la masacre: las coordenadas del exceso sacre no busca eliminar sin dejar rastro, por el contrario, busca desfigu-
rar y mutilar el cuerpo humano. He ahí una interpretación antropológica
Para que las pasiones puedan desplegarse con libertad hay necesidad de de la mutilación de los cadáveres -no se trata de una 'salvajería' colom-
lugares cerrados, algunos lo son geográficamente, si no, ellos se encar- biana incomprensible-. Pese a que encontramos una explicación de es-
gan de tender el cerco. Una vez circunscrito el teatro de la violencia, las tas atrocidades en la frialdad, es la pasión la que las anima. Además,
víctimas son sometidas a todas las atrocidades. Para ello hace falta un ellos no están obligados a disimular, su acción está a la vista de todo el
segundo elemento, central en el desarrollo de la masacre: el tiempo. Se mundo a diferencia de la tortura que es clandestina. Es la teatralidad del
requiere tiempo para explorar todos los rincones y escondrijos. La ma- exceso. La masacre es una acción pública que escapa a la vigilancia y a la
sacre no tiene futuro inmediato, únicamente la duración del presente, y moral socialesY9
ahí también se diferencia del combate o la persecución. Para terminar, es preciso resaltar otro aspecto en el texto de Sofsky,
Para Sofsky, sería más fácil matar rápidamente a las víctimas y aban- donde se quiebra lo que desarrollamos antes sobre la inhibición a matar.
donarse a la ebriedad de la destrucción, sin embargo, no sucede así, pues, En la masacre, los victimarios no tienen miedo, vergüenza, ni culpas, no
como la tortura, "la masacre quiere frenar el tiempo, prolongar la ago- existe ninguna presión sobre ellos. No obstante, no es una locura furiosa,
nía, diversificar la violencia". Una muerte rápida pondría·fin a lama- tiene sus momentos de delirio y de exaltación histérica, pero el asesino
sacre _¿a la fiesta?-, de ahí la necesidad de inventar siempre nuevas no golpea con furor ciego. "Es la alegría salvaje de la desinhibición ili-
atrocidades, como violaciones, robos, suplicios. "Con ellos el tiempo de mitada".100 Una sensación de libertad. La condición humana es metamor-
la masacre se prolonga. Es el exceso regocijándose". foseada, se suprime la distancia con relación a sí mismo -ese fardo que
Después del ataque por sorpresa, sus autores no tienen prisa; así, aplasta al ser humano.
conscientes de su superioridad, pasan casa por casa, pieza por pieza, Una característica en particula1~ la de la permanencia de "una natu-
hacen pausas, interrumpen la acción, reposan entre una y otra muerte,
pero cuando es necesario aceleran la acción. A veces, mientras la ejecu-
tan, sus autores comen o beben. Todos los medios de prolongar la efu- 96 IbírL, pp. 159-161.
9í lbíd., p. 162.
98 Jbíd., p. 163. El autor hace descripciones que no viene al caso repetir aquí pero que, ele alguna
manera. las hemos "visto" muv de cerca en las masacres colombianas.
94 Ibíd., p. 158. 99 Ibíd., p. 164.
95 Ibíd. 100 Ibíd., p 1G5
56 /Muertes violentas El exceso en el escenario de lo político / 57

raleza siempre idéntica en la masacre", cuestiona la pertinencia de las Durante la Violencia, las masacres adquirieron ciertas características
explicaciones que se han dado acerca de este fenómeno en el caso de la que fueron desarrolladas en forma exhaustiva en la literatura. 104 Algunas
violencia colombiana. N o hay duda que detrás de los desplazamientos de pueden tener relación con las masacres actuales, ya sea por sus similitu-
las poblaciones y demás existían motivos económicos o intereses en jue- des en cuanto a las víctimas o por las características mismas, pero sobre
go, pero que ellos sean la razón fundamental de la acción violenta es, todo por sus componentes simbólicos, tanto en aquella época como aho-
cuando menos, una explicación reductora del fenómeno que ignora o ra. En efecto, al entrar en el análisis desde una perspectiva simbólica
deja de lado razones de orden más antropológico, pero presentes en una estamos obligados a interrogar las masacres ocurridas en otros momen-
acción violenta de esa naturaleza. tos de la historia de este país. Como lo señala Donny Meertens refirién-
Llevando al extremo la argumentación, esta ausencia de interpreta- dose a las de los años cincuenta:
ciones insinúa lo lejos que estamos de la comprensión de los procesos
violentos en el país, y la necesidad de otras miradas sobre un fenómeno En esas masacres, las mujeres no eran simplemente víctimas por afladidura sino que
de semejante complejidad. Al ampliar el panorama, se hace evidente que su muerte vi~lenta y frecuentemente su violación, tortura y mutilación cuando esta-
estos actos han ocurrido en otros lados y en otras épocas históricas, lo ban embarazadas cumplía un fuerte papel simbólico [... ] El útero se vio afectado por un
cual permite relativizar el 'salvajismo' de los colombianos, pero siendo corte que se practicaba con las mujeres embarazadas, por medio del cual se extraía
más rigurosos en el análisis y menos facilistas; no dejar de lado otros el feto y se localizaba por fuera, sobre el vientre de la madre. 10"
componentes que son importantes en el fenómeno violento, aunque sean
menos 'visibles'.
Esta afirmación de los contenidos simbólicos de esa violencia sobre los
cuerpos, en el caso concreto de las mujeres, la corrobora Alberto Valencia
¿continuidad o "memorias de sangre"? 101 cuando dice que "el cuerpo de la mujer era el objetivo y el fin mismo de la
lucha". 106
Sucedidas tanto en la violencia de los años cincuenta como en la actual, También la antropóloga María Victoria Uribe ha trabajado esta mo-
las masacres han merecido algunos análisis de corte antropológico. Su dalidad de muerte desde la perspectiva que la interrogamos acá: su sen-
misma naturaleza las hace susceptibles de esta explicación, por tanto sus tido y su significación simbólica. 10¡ Con respecto a la forma más o menos
características no pueden ser pensadas más que por la vía antropológica. invariable como se ejecuta la masacre, ella dice:
Como hemos visto, las masacres presentan rasgos que obligan a interro-
gar la condición humana misma y se inscriben en un episodio de "ebrie- En un espacio determinado unos extraflos vestidos con prendas militares ejecutan a
dad colectiva" 102 difícil de analizar. un número variable de personas que se encuentran desarmadas y son sorprendidas
Es necesario resaltar que, más que el hecho de la muerte de un grupo sin que puedan defenderse. Se trata de un espacio de interacción que se configura a
de personas, esta modalidad está asociada a un sinnúmero de símbolos y panir del momento en que confluyen en él las personas que van a hacer parte de la
de significaciones culturales. Más allá de la muerte, el mensaje; con la matanza colectiva. No se trata de un espacio vacío. Por el contrario, se trata de un
muerte, la destrucción, pero no sólo de vidas sino de espacios significa-
dos, de memorias compartidas, de referentes comunitarios, de significa-
ciones sociales. No en vano para la masacre se escoge generalmente un 104 Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, La f'iolencia en Colom·
lugar importante en la vida de la población, ya sea por ser espacio coti- bio. . Estudio de un proceso social, Bogotá, Círculo de Lectores, 1988; María Victoria Uribe, "Ma-
diano de actividades vitales o un referente para la comunidad. 103 tar, rematar v contramatar. Las masacTes de la Violencia en el Tolima 1948-1964 ", Controver-
sia, N."' 159-160, Bogotá, Cinep, 1990; Donny Meenens, >'Víctimas v sobrevivientes de la guerra:
tres miradas de género", en: Myriam Jimeno S. v otros, Las violencias, inclusión creciente, Bogotá,
CES, Universidad Nacional, 1998; Alberto Valencia, ULa violencia v la paranoia en las memo-
101 El concepto es tomado de Karina Perelli, "Fear, hope and disenchantment in Argentina", en: rias de un suboficial del ejército de Colombia" (ponencia presentada al \'111 Congreso Nacional
Johnatan Boyarin, Remapping memory, University of Minnesota, 1994, y será retomado para el de Antropología, Bogotá, 1997), Controvmia, N. 178, Bogotá, Cinep, 200 l, pp. 1O1-128.
0

análisis en el capítulo 5 cuando trabajemos el duelo y la memoria. l05 Germán Guzmán Campos, O. Fals Borda y E. Umafia Luna, La Violencia en Colombia. Estu.dío de
102 En el sentido de la guerra como fiesta, véase al respecto Estanislao Zuleta, "De la guerra", en: 1m proceso social, citados por Donny Meenens, Op. cit., p. 239 (los resaltados son nuestros).
Sobre la idealizació-n en la vida personal y colectiva y otros ensayos, Bogotá, Editorial Printer (s.f.), p. 78. 106 A. Valencia, Op. cit.
103 M. V. Uribe, "Desde los márgenes de la cultura", p. 278. 107 Remitimos a su trab~o Matar; rematar y contramatar. Las masaa·es de la Violencia en el Tolima".
U
58 1Muertes violentas El exceso en el escenario de lo políiico 159

espacio donde viven y coexisten seres humanos de una manera natural, un espacio de zas colectivas e indiscriminadas, en las que el cuerpo del adversario se
intimidad y cercanía lleno de significaciones culturales, de prácticas cotidianas, de memorias descuartiza como fin primordial; se prolonga la muerte en el tiempo para
compartidas, un espacio que va a ser dislocado y a saltar en pedazos desde el momen- hacer sufrir a la víctima que debe ser consciente de su propia destruc-
to en que irrumpan en él individuos desconocidos y armados. 108 ción; se privilegia la búsqueda de significantes relacionados con la sexua-
lidad y la reproducción; hay ensañamiento sobre los cadáveres; el insulto
En lo que concierne a los dos últimos períodos de la violencia, 109 el que acompaña indispensablemente el acto; la fantasía que agrega di-
cuerpo ha sido el instrumento por excelencia del terror. El conflicto ac- mensiones nuevas a los hechos reales, y comportamientos que se desdo-
tual, aunque con otros orígenes y otras connotaciones, se ha expresado blan. "Y todo ello orientado a convertir el crimen en un espectáculo, en
también en términos de crueldad: pareciera que matar no basta, sino que un lengu~je y en una forma de comunicación". 112
es preciso lacerar el cuerpo. En la violencia actual también hay formas diferentes de hacer la gue-
rra. Las acciones violentas de cada uno de los grupos armados terminan
En Colombia la violencia política de los años 50 implicó y aún implica la produc-
por caracterizarlos porque llega a identificárseles a través de esas prácti-
ción, intercambio y consumo ideológico de cuerpos y la utilización de éstos como
cas (es el caso de los secuestros, o las llamadas "pescas milagrosas" que
textos de terror con un gran poder de aniquilamiento del tejido social[ ... ] llevan a cabo las guerrillas). En sentido contrario, al darles estas acciones
Montones de cuerpos mutilados, incinerados y decapitados colocados en fila tanta identidad a los grupos, en función de la guerra emplean tácticas
unos tras otros o apilados en volquetas que ~jercían funciones de carros fúnebres[ ... ] del otro, del enemigo, para confundir a las víctimas, las autoridades y, en
La objetivación del cuerpo se lograba al desmembrarlo y someterlo a procesos general, a la opinión pública, pero· sobre todo para minar la credibilidad
de reordenamiento de sus partes mediante los eones efectuados con machete, ope- del adversario. 1t:~ Además porque, como lo plantea Castillejo al hablar
ración que lo convertía en un objeto de terror que tenía la capacidad de expulsar a de la ambigüedad y la confusión categorial en la guerra, la "ambigüedad,
los sobrevivientes de la zona [... ]. 110 tanto de los generadores de la muerte como de los muertos mismos, es
una condición del terror". 114 Al respecto decía Carlos Alberto Uribe que,
a veces, son más protagónicos el terror o el miedo por el efecto que pro-
El grado de significaciones de la violencia ejercida sobre los cuerpos ducen en los espectadores que el mismo acto de la muerte, que la misma
tiene otras implicaciones que identifican a sus autores. En los años cin- consumación del terror. 115 El terror, mediante la manipulación sobre los
cuenta, las muertes eran producidas en forma diferente según se tratara cuerpos, como instrumento de la lucha no fue patrimonio sólo de la vio-
de unos u otros victimarios: lencia de los años cincuenta, las masacres actuales también lo han utiliza-
do, aunque en menor proporción.
Cada fracción política se especi-alizó en hacer determinados cortes a los cuerpos de Otro aspecto de las dimensiones simbólicas de la violencia a través de
tal manera que si eran cortes de franela se podía deducir que sus autores había sido los cuerpos es el que tiene que ver con el uso de símbolos sobre ellos, y que,
chulavitas o conservadores, si eran cortes de mica o decapitados correspondían a los en este caso, está asociado a la violencia política, y concretamente a las
liberales y si eran de corbata, sus autores seguramente eran pájaros del Valle del masacres de campesinos. Entre las características presentes en las masacres
Cauca. 111 el uso de los uniformes "camuflados", ha sido el símbolo de la indiferen~
ciación de los actores armados, su uso los des-identifica. Ellos son verdade-
Sobre las características de los crímenes en aquellos años, el trab~o ros "iconos de terror". "Esos seres portadores del terror y vestidos como
de Alberto Valencia aporta una buena descripción sobre las grandes matan- camuflados encarnan una confusión de representaciones que da lugar a

112 A. Valencia, "La violencia y la memoria colectiva", en: Alberto Valencia, comp., Exclusión social.~
108 M. V. Uribe, "Desde los márgenes de la cultura", p. 278. constmcción de lo público en Colombia, Bogotá, Cidse, Cerec, 2001
109 Podríamos hablar hoy de dos grandes períodos de violencia en el país: el período conocido 113 En este sentido, un ejemplo que resulta ilustrativo es el testimonio del negro Vladi11tir hablan-
como la Violencia (1945-1965 ), y el período actual, que comenzó en la década de los ochenta do de la masacre de los empleados judiciales en la Rochela, Santander. Véase revista Semana
(1980-2000). 0
N. 793, Bogotá,juL, 1997.
1!0 M. V. Uribe, "El modelo chulavitas vs tipacoques en Colombia'', pp. 215-216. 114 A. Castillt:jo, Poética de lo otro, p. 38.
111 /bíd.,p.215. 115 Carlos A Uribe, "Nuestra cultura de la muerte", Texto y Contexto, N. 13, Bogotá, abr., 1988, p. 64.
0
60 1Muertes UÚJientas El exceso en el escenario de lo político 161

dobles casi perfectos del modelo militar, en sus actuaciones buscan pa- identidad de quien la protagoniza -el victimario-. Bien valdría la pena
recerse a otros, vestirse como otros, ser casi lo mismo que esos otros explorar también sus dimensiones simbólicas en la literatura antropológica
pero diferentes. 116 Los uniformes 'militares' -camuflados- que em- que trab'Úa la cuestión de la máscara y su simbolismo. Su significación
plean los diferentes grupos am1ados generan muchos interrogantes sobre podría estar dentro de lo que Borelllama "el cuerpo vestido de artificio"; 118
las significaciones efectivas que tiene su uso indíscriminado por parte de o dentro de los rituales que se acompañan de gestos y prácticas corporales.
todos los actores. María Victoria Uribe habla de "mimesis", para aludir A este respecto Berthelot recuerda los uniformes negros de los SS, los bra-
a la imitación que hacen unos de otros, lo cual es evidentemente una zaletes con la ouz garuada y el saludo con la mano tendida. 119
mirada sugerente. Sin embargo, se pregunta por las formas de la alte- Frente a los testimonios recogidos de las masacres de los años cin-
ridad en esta relación entre ejecutores y víctimas: ¿quién es realmente y cuenta y los de las masacres actuales, ¿podemos aún pensar que no existe
qué significa el 'otro'? Pero además de los interrogantes relacionados continuidad entre una y otra violencia? ¿creemos posible explicar este
con la alteridad, que podrían dar cuenta de las 'motivaciones' reales en largo recorrido de muertes violentas y su permanencia como un asunto
la ejecución de este tipo de muerte, el uso "mimético" de los uniformes coyuntural eri este país? ¿Acaso no exist~ la memoria? Esto nos remite
genera otros, sobre un aspecto que nos interesa mucho: el problema de también a preguntarnos por los 'hilos' culturales con los cuales este país
la identidad, para indagarla no sólo desde las víctimas, como se ha ha tejido sus historias de muerte. Pensamos que sí existe continuidad
hecho tradicionalmente, sino, y sobre todo, desde los victimarios. Algo entre una y otra violencia y compartimos lo que sostiene María Victoria
que, por lo demás, no puede asumirse por separado en su naturaleza Uribe al respecto: "Parecería que muchos de los cortes sobre los cuerpos
misma (su imagen en espejo), como es la des-identificación, la concep- que se suceden en la violencia actüal se hicieran en el propósito reiterati-
ción del 'otro', el enemigo que hay que matar pero de quien se usa vo de traer hasta el presente los contenidos simbólicos del pasado, de ía
aquello que lo identifica: su uniforme. Lo que existe allí es una relación violencia de mediados de siglo" .120
muy ambigua con el otro, el enemigo, en términos de identidad, por- Este asunto, de manera muy dolorosa, vuelve a poner de presente lo
que ése que se 'odia' es a la vez quien define la identidad 'propia'. que a nuestro juicio no son más que 're-ediciones' 121 de las heridas abier-
La masacre del Salado (Sucre) es bien ilustrativa de esta modalidad: tas de la Violencia. Si algo distinguió ese período aciago en la historia
colombiana fue el exceso, nombrado comúnmente como barbarie en no
pocos análisis, y traerlo aquí a la confrontación, cincuenta años después,
P. ¿y más o menos cómo estaban vestidos?
constituye un hecho bastante significativo.
R. Así de soldados, y tenían como unos brazaletes negrus que decían autodefensas
P. ¿usted escuchó algún diálogo entre ellos, oía órdenes, cuál era el que más
mandaba? Los asesinatos selectivos
R. No, [... ] Mataban una persona y a los 5 minutos mataban al otro, tomaban
trago mientras mataban. El que llorara era mueno, nadie tenía derecho a ver sus Esta modalidad de ejecución de la muerte se caracteriza por la selección
muertos ni a llorar, lo hicieron apenas ellos se fueron. Cuando llegó el ejército le dijo
minuciosa de las víctimas, en el país la han practicado los diversos acto-
a la gente que no saliera para el monte porque no respondían por ellos. Ellos vestían
res armados y ha sido parte de la acción de violencias "no organizadas".
igual que el ejército, las botas, las armas, mi esposa me dijo que todo era exacto.
En esta modalidad caben todos los asesinatos dirigidos contra opositores
Pintaron las paredes, violaron mujeres. Había gente muerta de 40, 50, 70 años, y
políticos y dirigentes sindicales y gremiales que simpatizaban con movi'-
jovencitos los que matarun, a mi tía la matarun de 55 años( ... ] a mi esposa y a otras les
mientos de izquierda; también contra personajes de la vida política o
dijeron: malparidas, no las matamos por los nii'los (.. .j.l 1i
pertenecientes a sectores o instituciones con alguna injerencia en la so-

Otro rasgo en la misma dirección es el uso de capuchas durante la


acción, que más que un 'instrumento' de protección, serviría para cubrir la 118 F. Borel, 'Timaginaire a fleur de peau", p. 65.
119 J.-M. Berthelot, "Le corps comemporain: figures et structures de la corporéité'', p. 16,
120 M. V. Uribe, "Desde los márgenes de la cultura", p. 283.
116 M. V Uribe, "Desde los márgenes de la mltura'', p. 282. 121 Utilizamos el término re-edición para aludir a "volver sobre lo mismo" o a "escarbar" sobre la
117 La masacre del Salado (Sucre) ocurrió en mayo de 2000. La entrevista fue cedida para esta herida siempre abierta. Ello puede equipararse a lo que, desde el psicoanálisis, se asume como
investigación por T Vásquez, de la oficina de DD.HH. del Cinep. el "retorno" de lo reprimido, o de lo que no ha podido elaborarse.
62 1Muertes violentas El exceso en el escenario de lo políiico 163

ciedad, con lo cual sus muertes han tenido carácter de magnicidios. Fi- Y cuando lo matan hay cierto recuerdo muy emocionado relacionado con esos ámbi-
nalmente, se inscriben en esta categoría de asesinatos selectivos las muertes tos digamos humanos de la violencia. En el momento en que le están haciendo una
por "limpieza social". misa en la Catedral y esa catedral estaba colmada de militantes de la UP con todos
Aunque las razones de algunos magnicidios estuvieron más licradas al esos cantos funebres, con los coros, con el discurso del sacerdote y con ese incienso que
narcotráfico, en defensa de sus intereses, tanto aquellos como las ~uertes se iba levantando [... ] parecía como una nave a punto de elevarse por el dolor (un
por "limpi.eza social" .reviste~ un carácter político. Los primeros, porque sobrecogimiento colectivo impresionante) porque en las catedrales el eco es como una
no todos tienen el mismo ongen, y en el país han ocurrido magnicidios profanación permanente de la conciencia. La palabra penetra en lo más hondo del
c?n fines. claramente políticos; y en cuanto a las segundas, porque la lim- ser, esencialmente como sentimiento sin que haya relación religiosa alguna. 123
pieza social obedece a ciertas concepciones -políticas- del orden social.
Las ubicamos separadamente sólo para diferenciarlas en su especificidad. Los magnicidios o las muertes "significativas"
Los asesinatos se cometen vía directa~ ejecutados por sicarios o me-
diante atentados con bombas, en ocasiones contra personalidades políti-
cas durante sus desplazamientos en las grandes ciudades, lo que ante la El Diccionario Planeta de la Lengua Española define el magnicidio como:
sorpresa y la confusión facilita la fuga de los autores. No obstante se "un atentado contra la vida de un jefe de Estado o contra la de una per-
sucedieron casos impensables por la imposibilidad de la fuga, como el sona relevante de algún gobierno". El magnicidio en el país, como mu-
asesinato de Carlos Pizarro León-Gómez, el 26 de abril de 1990, en un chas otras muertes ha sucedido en exceso. Al menos no conocemos otro
avión de Avianca en pleno vuelo que se dirigía a Barran quilla, o el asesi- país donde hayan sido asesinados. tres candidatos presidenciales en una
nato de Bernardo Jaramillo, el 22 de marzo del mismo año en el Aero- sola contienda electoral. 124
puerto El Dorado de Bogotá. De esta racha de asesinatos de personajes públicos, el primero que
parece recordar el país fue el del ministro de justicia, Rodrigo Lara Bonilla,
el 30 de abril de 1984. Las mafias del narcotráfico empezaban en esa
Los asesinatos políticos época a dar "pasos de animal grande" en su camino de intimidación, que
terminaría literalmente con el sacrificio de personajes políticos o de fun-
Desde hace tiempo el asesinato político se convirtió en una táctica utili- cionarios de la rama jurisdiccional, a causa de acciones o políticas contro-
zada por diferentes sectores sociales y políticos en Colombia. Como vertidas e inadmisibles para los victimarios. En 1989 sería Luis Carlos
problemática ha sido una de las más trabajadas por la academia y de- Galán, firme aspirante a la presidencia de la República en las elecciones
nunciada por los organismos de derechos humanos. En esta categoría de 1990 y quien había desempeñado importantes cargos en gobiernos
ubicamos los asesinatos contra varios dirigentes de izquierda como Jai- anteriores. Al asesinato de Galán (diez años después aún no esclarecido)
me Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, 122 al igual que le sucederían otras muertes, aunque no precisamente de candidatos a
contra innumerables sindicalistas y defensores de los derechos huma- jefe de Estado ni de gobernantes, sí de personajes de la vida pública con
nos. El mayor número de víctimas de este tipo de asesinato, dirigido presencia y reconocimiento sociales.
contra una organización política en particular, ocurrió sin duda en esta Algunos magnicidios han sido, entre otros, los del ministro de justicia
última violencia contra la Unión Patriótica, organización surgida de los Lara Bonilla ( 1984), Luis Carlos Galán ( 1989) y Jaime Garzón (1999). 125
acuerdos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las Farc en El asesinato de Garzón, de los más recientes, generó las más fuertes reac-
1984. En el curso de sólo algunos años, desde su fundación como orga- ciones en el país, y pareció convertirse en un símbolo que convocó el
nización en 1986 a 2000, fueron asesinados más de mil de sus militan-
tes. Hablando de la muerte de Jaime Pardo Leal, producida el 11 de
octubre de 1987, decía Arturo Ala pe:
123 Entrevista con el escritor colombiano Arturo Alape, en Mauricio Galindo Caballero y Jorge
Valencia Cuéllar, Encame propia. Ocho violentólogos cuentan m experiencia como víctimas de la viole11·
cia, Bogotá, Intermedio Editores, 1999, p. 202,
124 En efecto, esa fue la situación en Colombia en las elecciones de 1990, donde murieron asesina-
122 Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo eran dirigentes de la Unión Patriótica, y Carlos Pizarro dos Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro y Bemardo Jaramillo.
León-Gómez fue comandante general del M-19 y gestor de la reincorporación del grupo gue- 125 Luis Carlos Galán era además senador por el Nuevo Liberalismo; Jaime Garzón era periodista
rrillero a la vida civiL y humorista de gran reconocimiento nacional.
64 1M!U!rtes violenias
El exceso en el escenario de lo política 165

dolor de unos y de otros. En el magnicidio, en 1995, del varias veces ro que asumía la responsabilidad del otro, aun sabiendo que de este mo?o
candidato a }a presidencia por el Partido Conse1vador e importante figu- tal vez heredaba una condena. Hasta ahí había esperanza pues el nto
ra política, Alvaro Gómez Hurtado, más que razones políticas mediaron seguía su circularidad, sin embargo, ésta va a quebrarse un poco más
razones aún más oscuras, tal vez para "silenciar" otros actos cometidos. tarde con el asesinato de Garzón.
La periodista Laura Restrepo, en un informe especial sobre los En efecto, ¿quién heredó, en este caso, la misión de ayudar a las fami-
magnicidios de Luis Carlos Galán, Bernardo J aramillo y Carlos Pizarro, lias de los secuestrados?, ¿quién heredó el "interés de convertirse en el
habla de un "rito circular" que se dio, o se da, alrededor de estas muer- catalizador de la paz"?, 130 ¿quién heredó la valentía de "buscar la paz a
tes. Con respecto a estos tres personajes, la autora menciona que a pesar través del humor, una manera amable de conseguir el objetivo de la paz"?
de las amenazas de muerte "los tres enfrentaban el hecho sin algarabía". Al parecer, no hay una cabeza visible que asuma la~ funci~mes soci~les
En el caso de Luis Carlos Galán, resalta que él nunca quiso hablar de su que llevaba a cabo Garzón, y con esto se ha roto la Circulandad del nto.
muerte; Bernardo Jaramillo, a quien le habían asesinado a 1.044 de sus Lo cierto es q)le los cuatro personajes que hemos referido hasta aquí se
compañeros, "y sabiendo que el blanco principal era él su mayor deseo caracterizaron por su lucha incansable por conseguir la paz. Su pecado
era [... ] caminar sin esco] ta [... ] comer( se) un he lado en la calle y sentar( se) fue declararse en desacuerdo con los actores armados (y en algunas oca-
en el banco de un parque [... ]"; Pizarro soñaba con vivir en un Estado siones, declararles la guerra), lo que trunca la posibilidad de paz en el
donde reinara la democracia. "En otras latitudes -continúa la autora- país, sean ellos narcotráficantes, guerrillas o autodefensas. Y aunque en
los políticos amenazados recurren al exilio, a] retiro, a la clandestinidad. su momento se podía presumir por amenazas previas quiénes habían
Aquí no; la muerte es uno de los gajes del oficio". 126 sido los autores de determinado ·magnicidio, al ser señalados por los
El caso de Jaime Garzón es similar en muchos aspectos. Por su labor medios de comunicación nunca reivindicaban el hecho y, en la mayoría
como mediador en el conflicto armado y po_r ser crítico de todos los fren- de los casos, enviaron comunicados eximiéndose de la responsabilidad.
tes se había hecho a no pocos enemigos: "[El] creía que nada malo podía En el caso de Galán, se 'sabía' que los extraditables, en cabeza de
pasarle porque llevaba 1Oaños denunciando lo denunciable y lo no tan Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, eran los más beneficiados
denunciable sin mayores problemas" .12¡ Pero en el último año se había con su muerte, porque el candidato era partidario de la extradición. 131
sentido en más peligro que nunca y, sin embargo, permaneció en el país. Pero en una entrevista Pablo Escobar no se responsabiliza ni responsabiliza
Dos días antes de su muerte, almorzando con los familiares de un secues- a los extraditables del hecho. Simplemente dice que a Galán lo mataron
trado, "les contó de las amenazas, en broma, y les repitió en varias opor- los mismos que mataron a Pizarro y a J aramillo. 132
tunidades: 'Es que yo tengo vida hasta el sábado. El sábado ya no existo"', Vale la pena recordar que cuando ocurrió el magnicidio de Bernardo
porque se tranquilizaba a sí mismo, a pesar de las all}enazas de las autode- Jaramillo Ossa, el general Maza Márquez responsabilizó a Pablo Escobar, 133
fensas, diciendo "quien nada debe nada teme". El había mostrado su éste envió una carta al presidente de la UP, Diego Montaña Cuéllar, refi-
resignación al responderle a uno de sus seres queridos, cuando éste le riéndole que él no tenía ningún interés en asesinar a quien había declara-
dijo que no valía la pena morir por este país: "respondió con una frase do no estar de acuerdo con la extradición. Pablo Escobar citó en su comu-
lapidaria: 'lo que va a pasar, pasa'". 128 nicado una declaración que J aramillo había dado ~ la revista Cror~os don?e
Luego de la muerte de los candidatos Galán,Jaramillo y Pizarro, "[ ... ] decía: "Ahora todo se lo achacan a Pablo Escobar: El va a ser el chivo expia-
siguió, sin dilaciones, la transmisión del cargo. El general Maza comenta: torio de todas las bellaquerías que se han hecho en el país en los últimos
'cuando uno cae, inmediatamente aparece otro que pone la cara por él. años. Aquí hay altas personalidades del Estado que están comprometidas
Para mí eso es valor. Es señal de que la guerra se puede ganar"'. 129 Como con los grupos paramilitares y tienen que responderle al país por los crí-
Jo expresa Laura Restrepo, citando las palabras del entonces director del menes que han cometido". 1:14 Además, Escobar decía tenerle estimación
DAS (Departamento Administrativo de Seguridad), quedaba un herede-

130 Semana, N. 0 903, Bogotá, 23 de agosto de 1999, p. 30"


126 Laura Restrepo, "La herencia de los héroes", Semana, N. 420, 22 de mayo, Bogotá, 1990,
0
131 Véase "Así matamos a Galán", Semana, N.0 752, Bogotá, octubre de 1996, pp. 32-40.
pp. 49-57. 132 "Escobar habla sobre los magnicidios", Se11tana, N. 0 481, Bogotá, 23 de julio de 1991, pp. 22-25.
0
127 "El sábado ya no existo", Semana, N. 903, Bogotá, 23 de agosto de 1999, pp. 28-30. 133 Véase el informe especiai"¿Quién mató ajaramillo?", Semana, N"o 412, Bogotá, 2í de marzo de
128 lbúl., p. 30. 1990, pp" 25-28>
129 L. Restrepo, Op. cit, p. 51. 134 Ibíd., p. n.
El exceso en el escenario M lo político/ 67
66 / Muerles violentas
Este asesinato se inscribe en el orden de magnicidios que han con-
a J aramillo, y con ello logró que los ojos acusadores se posaran en otr~s mocionado inmensamente al país, aunque no se trataba de un candidato
posibles autores. Con este precedente, y al afirm~r que a los tres los .h.abia a la presidencia como los anteriores. Como lo expresa una caricatura
matado la misma organización, Escobar logra qmtarse la responsabilidad publicada casi un año después de la muerte de Garzón, en la que apare-
de la autoría intelectual de la muerte de los otros dos. cen cuatro lápidas, tres de las cuales tienen nombre: Luis Carlos Galán,
En la misma entrevista Escobar habla de otros magnicidios. Sobre el Jorge Eliécer Gaitán y Jaime Garzón. De la lápida en blanco, ubicada
del director de El Espectador, Guillermo Cano, dice que la causa fue u~ antes de la de Garzón, sale un texto con la frase ''Aquí sobran los líde-
titular del diario, luego que Virgilio Barco autorizara ,la Ley de extra?.I- res".139
ción, que decía "'Se les aguó la fiesta a los mafiosos. Ent~nces -duo La viñeta es una muestra del dolor y del sentimiento de impotencia
Escobar- supongo que eso generó dolor en algunos extraditables, Y, tal ante una realidad impuesta, cuya materialización son todas estas muertes
vez por eso vino la muerte de Cano. Todo eso, supongo yo, genero la absurdas. El caricaturista ha escogido los n<;>mbres de person~jes ase~ina­
lucha militar contra la extradición". 135 Se refirió al homicidio del general dos, quienes de alguna manera son los más recordados, pero sin olvidar
Waldemar Franklin Quintero diciendo que "fue reivindicado por 'los dejarles un espacio significativo a los que fueron asesinados en los lapsos
extraditables'. Pero aparte de eso, lo que no se debe decir nunca es que transcurridos entre la muerte de uno y otro: de Gaitán a Galán y de
Franklin fue un oficial honesto. Él metió en un calabozo a mi esposa y a Galán a Garzón-"[ ... ] somos mortalmente buenos para la rima", 140 dice
mi hijo que tenía 10 años, y a mi niña de cuatro años le impidió que se con ironía un escrito de protesta por el acto de violencia que acabó con la
tomara su tetero durante 14 horas en el calabozo". 136 Mencionemos que, vida de Garzón-. No es extraño, entonces, que estos personajes aparez-
en el informe, Escobar habló de "los extraditables" como algo ajeno a él, can uno junto al otro, en un cementerio que parece ser la representación
dando la impresión de que los hechos de esta organización no tenían que de un sentimiento colectivo que indica que, por ahora, las esperanzas de
ver directamente con él. un cambio positivo para el país han muerto. Ellos, en todo el sentido de
En conclusión, nadie se hace directamente responsable de un magni·· la expresión, han sido
cidio. Como lo dijo César Gaviria T~jillo: "En todas partes del mundo~
los actos terroristas son reivindicados. Tienen un fin político y por tanto
[... ]igualados por la muerte. Esta borra los recelos y rompe las desconfianzas entre
tienen una autoría. Aquí no, aquí quieren imponer un plan de desestabi-
los seguidores del uno y de los otros [... ]yamalgama el significado de sus vidas. Como en
lización de la democracia con un carácter muy silvestre, con un interés este país los hechos van a velocidad supersónica, mientras el discurso político avan-
principal, que es que [sic] la gente se confunda" ..137 • ,
za a paso de mula, esta afinidad post mortem todavía no encuentra palabras para ser
Muchas tal vez demasiadas veces, los colombianos hemos visto como
el país ente~o, en una macabra "topografía de la muerte", se convierte
"una gran sala de velación". La muerte de líderes, y el dolor por su per-
:n explicada, no se traduce en una alianza y un programa. Pero se expresa en símbolos
y en gestos, y se siente latir como el potencial amplio y democrático del futuro. 141

dida, que encarnan el de~eo colectivo de l?grar la paz,. han hec~o que
Así, los significados de las vidas de estos personajes y sus hechos to-
ésta sea una esperanza lejana.· Es una reahdad que se Impone sm que
man mucha relevancia. En Garzón, resalta que haya sido capaz de inter-
exista, por el momento, algo que pueda cambiarla. Por la muerte. de
pretar el sentimiento de muchos con respecto a varios temas álgidos de la
Jaime Garzón, que afligió tanto al país e hizo que se escucharan los gntos
vida nacional, y de expresarlo, mediante sus personajes.
de "iN o más!", tampoco hay responsables conocidos. Se repite la pregun-
ta "¿quién mató a ... ?" para todos los que han muerto tratando de llevar
'
a cabo su compromiso de conseguir . la paz y respetar 1a VI"d a. 138 La vida de Jaime Garzón era una suerte de suma de todas las vidas del país. Por ello,
su muerte sacudió por igual al presidente y ex presidentes de la República y socieda-

135 "Escobar habla sobre los magnicidios", Semana, N.o 481, 23 de julio de 1991.
139 La caricatura apareció el sábado l. o de julio de 2000 en el periódico El Mundo, Medellín, en su
136 lbíd.
sección editorial.
137 L. Restrepo, "La herencia de los héroes", p. 57. .
140 Ana María Cano, "Garzón está por verse", Periódico La Hoja de Medellín, N.o 176, 25 de agosto de
138 Este texto, en su última parte, sobre la "circularidad del rito", forma parte de una tesis de grado
1999, p. 12.
titulada 'Tema del traidor y del héroe", de Cristina Agudelo, ¡;studiante de antropología y
141 L. Restrepo, Op. cit., p. 50 (los resaltados son nuestros).
auxiliar de este proyecto, 2002.
68 1Muertes violentas El exceso en el escenario de lo político 169

des nacionales e internacionales de promoción de la democracia y la dignidad huma- su sanción no fueron ciertos [... ]Garzón era un enamorado del diálogo. Murió
na; a los congresistas, la Iglesia, a embajadores y a cientos de miles de hombres y pensando que ese era el camino hacia la paz[ ... ]. 143
mujeres de todas las condiciones sociales que veían en él la posibilidad de rescatar la
alegría de un país golpeado por el desencanto y la violencia. 142
Con respecto a la significación que adquieren los lugares a partir de la
muerte, en este caso concreto de los magnicidios, Laura Restrepo nos lo
¿Quién fue este personaje cuya muerte no sólo causó dolor sino que recuerda magistralmente:
provocó protestas en todo el territorio nacional? Un artículo de la revista
Semana sintetiza lo que fue su vida, haciendo énfasis en aquellos aspectos
La muerte que acompaña a la actividad política, le cambió el sentido a los lugares
que fmjaron su personalidad y que le dieron, de alguna manera, el reco-
familiares. El capitolio donde Galán, Jaramillo y Pizarra debían estar sentados en
nocimiento de los colombianos. escaños se convirtió en funeraria y los acogió estirados en ataúdes. El aeropuerto y la
plaza pública se volvieron 'altares de sacrificio'. Desde el cementerio se lanzaron las nue-
Garzón vivió de afan. Rápido. Como si supiera que el tiempo no le iba a alcanzar. vas candidaturas: allí acudían los periodistas para enterarse del reemplazo del re-
Tal vez, por eso, cuando tenía poco más de tres años, ya sabía leer. Su mamá le cién caído. Los velorios y los entierros, que duraron varios días y congregaron muche-
enseñó a formar palabras y frases en su humilde casa de La Perseverancia. Cuando dumbres por todo el país, se convirtieron en la forma de movilización masiva de los
sus profesoras se percataron de semejante adelanto lo pusieron de ejemplo ante los colombianos. 144
demás niños. Él lo gozó. El pequeüo Jaime mostró un voraz apetito de sabiduría
que mantuvo intacto durante sus 39 ai'tos de vida. Estudió derecho en la Nacional,
De los muertos significativos a la historia
ciencias políticas en laJaveriana, adelantó estudios de física y matemáticas. Siempre
con la intención de explicarse lo fundamental. Sin embargo, los libros y la academia
de los insignificantes: 145 la tras-escena del exceso
no pudieron darle razón de los mendigos que se atravesaban en su camino todos los
días, del hambre que percibía a su alrededor, de la soberbia de los poderosos, de las Existe otra trama, otro hilo que hace de las significaciones sociales justi-
injusticias. Corría el ai'to de 1978, acababa de cumplir los 18 años y en la Nacional ficaciones de la muerte, y no precisamente por parte de los victimarios.
hizo contacto con un guerrillero del ELN. Garzón pensó entonces que la solución El contexto social, cultural y político produce determinadas víctimas y
podría estar en el monte y se incorporó al frente José Solano Sepúlveda. Pocos días determinados victimarios y condiciona las características de las muertes
después llegó al sur de Bolívar a la serranía de San Lucas. Su destreza para el mane- violentas, esto es particularmente claro en una modalidad de la violen-
jo de las armas era nula. Su desempei'to como estratega militar, un desastre. Enton- cia: la llamada "limpieza social". Esta modalidad de asesinatos contra
ces Garzón se convirtió en una especie de inocente y despistado trovador guerrille- personas indigentes ha llegado a ser una práctica social bastante extendi-
ro. Una noche, viendo televisión en un cambuche en compañía de Gabino, pasó la da y una macabra forma de la violencia. 146 Sus víctimas son, en efecto,
serie infantil Heidi.Jaime empeló a cantar "abuelito dime tú ... " Eljefe guerrillero seres marginados de sectores o estratos bajos de la población que en ra-
se quedó mirándolo y le dijo: "[ ... ] lo que pasa es que usted se cree la nii'ta de los zón de sus condiciones de marginalidad portan el estigma de 'desviados'
montes". Desde ese entonces su nombre de combate fue Heidi. Nunca participó en o 'peligrosos', lo que contribuye, desde la óptica de algunos sectores so-
operaciones militares y la misión más importante que cumplió fue cuidar el dinero ciales, a justificar su exterminio.
del grupo. La plata estaba enterrada y su trabajo consistía en sacarla a asolear dos El término 'limpieza' -que con toda razón ha sido.socialmente re-
veces al día para evitar que. los billetes se pudrieran por la humedad. Durante esas chazado y utilizado entre comillq.s-'- supone una 'suciedad' de la que poco
semanas en el monte entendió que el asunto no se resolvía echando plomo. Después se habla y que, no obstante, constituye el fundamento a partir del cual
de cuatro meses se retiró de la guerrilla, dejó claros sus motivos y regresó a La
Perseverancia. Fue nombrado alcalde del Sumapaz por el entonces alcalde Pastrana
y destituido por él. El día de su asesinato debía posesionarse simbólicamente y reci-
bir la indemnización del caso, porque aüos después se comprobó que los motivos de 143 Tomado de: Álvaro Carda, "Garzón el libertario", Semana, N.O 902, Bogotá, 16 de agosto de
1999, p. 28.
144 L Restrepo, Op. cit., p. 52 (los resaltados son nuestros).
145 Es un juego de palabras construido a partir de expresiones de Martín Barbero, "los muertos
significativos" y Michael Taussig, "la historia de los insignificantes".
142 El Colombiano, Medellín, 14 de agosto de 1999, p. 3A 146 Carlos Eduardo Rojas, La violencia llamo.da "limpieza social", Bogotá, Cinep, 1996.
70 1Muertes uiolenlas El exceso en el escenario de lo político 171

estos seres son estigmatizados, excluidos y asesinados. 147 Sin embargo, hay sonas p~r ~ño, y ya se ~abía amp~iado de manera considerable la gama
que subrayarlo, esta práctica de 'exterminio' tiene una larga historia y de sus viCtimas: drogadictos, habttantes de la calle, delincuentes comu-
una abrumadora actualidad en otras latitudes, lo cual obliga a relativizar nes, recicladores, mendigos e indigentes y enfermos mentales. 152
su ímplementación en la violencia colombiana y a darle al análisis un
carácter comparativo que reviste gran importancia. No se trata, por su- Los escuadrones de la muerte
puesto, de justificarla o de darle razones, sino de ubicarla donde debe
estar. Tal vez así dejaremos cÍe creer que la violencia es patrimonio co-
lombiano, o que ella es imposible de explicar por sui géneris. En cuanto a los victimarios de esta macabra forma de la muerte se han
Como lo señala Fran~oise Héritier, "la obligación de limpieza se en- Conocido genéricamente como "escuadrones de la muerte". Sin e~barrro
ninguno de ellos constituye un gn1po claramente identificable. Más allá d~
0

cuentra diversamente agenciada en sistemas ideológicos masivamente


difundidos" .148 Toma como ejemplo la exterminación de los judíos, don- sus móviles, que parecen evidentes para eliminar seres 'indeseables' desde
de aparece con más claridad, dice la autora, el tema del nettoyage [limpie- esa "lógica exterminadora", 153 nos interesa también resaltar el fenómeno a
za] y la purificación obsesiva. En efecto, no existe mucha diferencia entre partir.d:-Ias fo:m~s en que se produce la muerte y, sobre todo, hacer notar
decir que "el antisemitismo es como el desembarazarse de los piojos. No la destd~a y la mdtferencia sociales al respecto, pues, es justamente sobre
es una cuestión de filosofía es un asunto de limpieza", 149 como se hacía estas últimas características que se teje su entramado de significaciones.
en el documento de Nuremberg, o decir, como lo afirmaba un diario de La posibilidad de realizar asesinatos en serie, como los que se han
Cali, que "la ciudad necesita urgentemente un tratamiento aséptico[ ... ] presentado ~n elJ?aís en los últimos años contra este tipo de personas,
para erradicar focos de actividad criminal para 'purificar el ambiente' y supon.e la.existen~ta.de una gran red de apoyo logístico, por ejemplo, de
'limpiar el centro"'. 150 orgamzacwnes cnmmales -o institucionales, como en el caso de la poli-
En Colombia¡ esta modalidad de asesinato surge a finales de la déca- cía- que .respa~den 'técnicamente' la .acción de estos escuadrones, al igual
d.~ de los setenta y se formaliz,~ durante los años ochenta, con la apari-
que la ex1ste_noa de soportes finanoeros y, sobre todo, ideológicos. En
oon de unos grupos llamados escuadrones de la muerte". El objetivo al efecto, valdna la pena preguntarnos: ¿a qué lógica social y cultural res-
crearse este tipo de organizaciones fue eliminar todo lo que, de acuerdo ponden e.stas muertes? ¿Qué racionalidad les subyace? ¿cuál puede ser
con s~s términos, constituía la "escoria de la sociedad". Empezaron por la mentalidad de una población capaz de ejecutar sistemáticamente esta
erradiCar personas categorízadas -desde ciertas concepciones de la prá~ti~a sobre sus.con.géneres? ¿cuáles son, desde el punto de vista antro-
moral- como ladrones, atracadores y viciosos. pologiCo, las motivaciOnes que la sostienen?
Según uno de los autores que más ha trabajado el tema en el país, la . Este método de asesinar, en lugar de combatir la delincuencia, cons-
llamada "limpieza social" es un fenómeno fundamentalmente urbano, tl.tuye o~ra f~rma más de delincuencia. El problema radica en que los
pues cerca del 80% de sus muertes ocurren en las ciudades. Se trata de viCtimanos ejerce? es.ta acción en nombre de la moral y las buenas cos-
tu~bres y la aut~JUSttfican como un modo de hacer justicia de manera
u.~a pr~c.ti~a sistemática de asesinato, cúnperíodos de auge y disminu-
Cion, dmg1da contra un espectro específico de personas, qlle tienen en pnvada ante l~ ineficienci/a ?el Estado, y maximizan los aspectos censu-
c?~ún su pertenencia a sectores sociales marginados. 151 Sus primeras
rables o ne~at1vos de sus viCtimas construyendo estereotipos en los que se
v1ctn~as; a fines de los años setenta, fueron grupos de homosexuales y
las persomfica como el 'mal', al tiempo que se muestran a sí mismos
prostitutas, muertos en hechos un tanto aislados, pero para la década de como seres. 'bondados~s', representantes del 'bien' . 154 Lo cierto es que
los noventa esta modalidad cobraba la vida de más de cuatrocientas per- esta modalidad de asesmar se constituyó, para la década de los ochenta
en Colombia, en una forma muy organizada para matar y no rechazada
por algunos sectores ele la sociedad.
147 Según datos del Instituto de Medicina Legal, para el año 2001 se reportaban hasta el mes de
octubre 3.500 casos, en su mayoría indigentes. El Espectador, 2! de octubre de 2001, p. 1B.
148 Fran~oise Héritier, "Les matrices de l'intolerance et de la violence", en: F. Héritier, De la
violence 11, París, Editions Odile Jacob, 1999, p. 337. 152 !bid., p. 25.
149 Dorumento de Nuremberg N." 5574, citado por F. Héritier, Op. cit., p. 338. 153 Dani~l J onah Goldhagen, Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el holocausto,
150 M. Taussig, Un gigante en convulsiones, p. 43. Madnd, Taurus, 1997.
151 C. E. Rojas, Op. cit., p. 23. 154 C. E. Rojas, Op. cit., p. 47.
72 1Muertes violentas El exceso en el escenario de lo político 173

En una sociedad con niveles tan altos de violencia y de impunidad, hablantes populares que desempeñan papeles protagónicos en el amplio
este tipo de prácticas adquirieron sus propias formas y sus propias vícti- espectro de la violencia urbana" . 160
mas. De homosexuales y travestis o drogadictos, sentenciados desde cier- Sin ser lingüistas, lo cual escapa a nuestro análisis, nos atrevemos a
ta concepción del orden social y la moralidad, se pasó a ampliar cada vez plantear que esta aceptacíón en el lenguaje es una forma de aceptación de
más el espectro de víctimas. Según Rojas, 155 los denunciantes de esta la práctica misma. Convertir la práctica del 'paseo' en una referencia de
práctica establecieron que no sólo existían escuadrones con el propósito muerte tiene mucha similitud con aquella de "mandar saludes a san
de 'eliminar' atracadores o antisociales. Ellos identificaban tres clases de Pedro", analizada por un lingüista como la negación de la fuerza
escuadrones: uno, parapolicial, dedicado al exterminio de ladrones, ilocucionaria de matar. En la manera como se utilizan, ambas tienen la
atracadores y secuestradores; otro, organizado por la mafia para elimi- potencialidad de negar la fuerza del acto (a o real hecho improbable?). Tam-
nar a jueces, policías, testigos y todos aquellos que se opusieran a sus bién en este caso se niega su realidad, como si sólo ocurriera en los
actividades, y, el último, organizado y anunciado públicamente por la dominios del imaginario.
"Asociación Pro-Defensa de Medellín", dirigido contra delincuentes y con- Así, la "limpieza social" es definida por Rojas como una modalidad
tra funcionarios estatales que no cumplieran con su deber. 156 de violencia que se caracteriza tanto por las cualidades de sus víctimas,
Esta modalidad de muerte se fue generalizando en las principales como por los lugares donde se presenta y se reproduce; por la intencio-
ciudades del país, y fue reconocida por sus procedimientos específicos así nalidad y las motivaciones de los victimarios; por las formas como se
como por los métodos empleados para deshacerse de los cadáveres; algo realiza, y por los mecanismos empleados para su legitimación. Todo lo
así como una impronta para sus crímenes. La aparición de un cadáver en cual le confiere un alto contenido ideológico y simbólico que trasciende
un sitio determinado, con las manos atadas y un balazo certero en la lo particular del hecho para convertirse en una política de tratamiento
cabeza era la prueba, sin temor a estar equivocados, de la acción de uno de la marginalidad, la indigencia y la delincuencia, a la vez que de condicio-
de estos 'escuadrones de la muerte'. 157 En las ciudades, los sitios donde las namiento y control sociales. 161
víctimas eran abandonadas se fueron identificando fácilmente y constitu-
yeron un referente de lugar codificado por el terror. En Medellín, la carre-
tera a las Palmas, el sector de El Poblado, la autopista Medellín-Bogotá y
las vías antiguas hacia los municipios de Guame y Rionegro llegarían a
servir, como las inmediaciones de la Villa Olímpica de Pereira, de
'botaderos' de cadáveres de presuntos o reales delincuentes. 158
En el caso de Medellín, a esta práctica se la denominó el paseo, térmi-
no con el que se nombraba la costumbre 'paisa' de pasear los fines de
semana en sitios cercanos a la ciudad, y esta denominación entró a circu-
lar en los usos cotidianos del lenguaje de los antioqueños sin importar, al
parecer, que algo tan ligado a ciertas costumbres y hábitos de los pobla-
dores de Medellín se convirtiera ahora en sinónimo de muerte. 159 Víctor
Villa dice al respecto que "se trata de vocablos apropiados por aquellos

155 /bid., p. 17.


156 Práctica que no ha sido para nada ajena a las implementadas tradicionalmente por la sociedad
antioqueña en su lucha por ejercer el control sociaL Véase Ana María Jaramillo, El espejo 1!1npa-
ñado, Medellín, Corporación Región, 1998.
157 Esta modalidad fue reconocida así en ciudades como Pereira, Medellin, Bogotá y Cali. Si bien
en estos años se ha presentado en todo el territorio nacional, parece haber sido más fuerte en
Cali. 160 Víctor Villa, Fblifónía de la violencia en Antioquia Vzsión desde la sociolíngiiístíca abductiva, Bogotá,
158 C. E. Rojas, op. cit., p. 93. lcfes, 2000, p. 139"
159 !bid., p. 16. 161 C. Rojas, op. cit., p. 89.
In complacencia en el exceso ... / 75

La complacencia en el exceso: muertes grupos de población joven, como también lo son la desacralización de la
muerte misma y de los espacios donde ella se re-crea. Eso sí, nos referimos
violentas de jóvenes en el conflicto a jóvenes citadinos y urbanizados. 4 La tercera razón tiene que ver con que
los jóvenes son, en cualquier sociedad, su sueño de futuro y, en el caso colom-
urbano biano, su cercanía con la muerte tiene efectos sobre la sociedad que segura-
mente aún no hemos visto, no sólo en términos de comprometer con sus
muertes ese futuro, sino en términos de significaciones culturales y conse-
áiencias políticas y sociales derivadas de esta 'familiaridad' con la muerte
violenta, familiaridad que se refl~ja en cada unó de los testimonios, cifrada
en lenguajes y códigos que hablan de una presencia inminente de la muer-
te en la cotidianidad de sus vidas. Cotidianamente y en exceso, la presen-
cia de la muerte copa espacios de significación y contribuye a la construc-
Introducción ción de referentes de sentido en los jóvenes. "En donde yo vivo la noche es
joven pero la muerte también. Por aquí los jóvenes mueren como orquí-
deas que nunca florecen y eso es muy triste. Me parece que todo anda mal,
Al abordar el tema de la muerte violenta en Co1ombia fue necesario dete-
no soy tan estúpido como para pensar que todo va bien cuando muere un
nerse con atención en la población joven. Varias son las razones: la pri-
joven casi todos los días por el sector de Manrique". 5
mera es que, de alguna manera, ellos han sido en esta última violencia 1
¿cómo piensan, sienten y viven los jóvenes este exceso de muerte?
uno de los grupos más vulnerables, quizá el que mayor víctimas ha apor-
¿Es posible identificar elementos y reconstruir mecanismos mediante los
tado a esas cifras macabras, 2 al tiempo que su participación es predomi-
cuales los jóvenes 'dibujan' con sus propios símbolos de muerte la ciu-
nante en condición de victimarios. En segundo lugar, a través de estos
dad? ¿cuáles son las significaciones y los efectos de un entramado cultu-
jóvenes y de sus prácticas, se hacen más evidentes los cambios produci-
ral tan impregnado de muerte? ¿cuál es el papel que la muerte y sus
dos en la sociedad colombiana con relación a la muerte, expresados par-
representaciones tienen en los jóvenes y en sus maneras de habitar la
ticularmente en los ritos y cultos funerarios que hablan de la manera de
ciudad? ¿cómo, y a partir de qué, construyen sus significaciones? La base
asumirla y de ritualizarla. El desapego y la 'fiesta', una cierta aceptación
de esta reflexión es el conflicto urbano en Medellín. Allí se hace inteligi-
y el fatalismo, que por momentos es deseo de muerte, 3 son típicos de
ble nuestra reflexión sobre la muerte violenta en los jóvenes, a partir de
las relaciones que ellos establecen con la ciudad, el espacio físico y signi-
ficado del cual forman parte.
Nos referimos a la violencia producida entre los años ochenta y noventa del siglo xx y que Al caracterizar estas y otras muertes nos apoyamos en alguna literatu-
transita, peligrosamente, por los primeros años del siglo xxL ra sobre el tema -en este caso sobre violencia urbana-, 6 la cual nos
2 En el grupo de población joven, entre quince y veintiún años, el homicidio es la segunda causa
de muerte en la mitad de los países de la región. Colombia está a la cabeza, con relación a
ayudó a trazar el escenario de acción de los jóvenes -la ciudad- pero
América Latina, con una tasa de 80 homicidios por cada 100.000 habitantes. Como referencia resaltando aquellos espacios o lugares que permitían 'visualizar' de una
comparativa digamos que esa proporción en Brasil es de 24,6 por cada 100.000 habitantes, en
Panamá de 22,9, en Perú de 11,5 y en los Estados Unidos de 8. Véase Óscar Useche, "Coordena-
das para trazar un mapa de la violencia urbana en Colombia", Nova & Velera, N. 36, Bogotá,
0

Esap, ago.-sep., 1999, p. JI. 4 Vale la pena anotar que cuando se habla de violencia juvenil en este trabajo se trata, casi siem-
En Medellín, la situación con respecto a los jóvenes es menos alentadora. En los años ochenta, pre, de violencia urbana. Las víctimas y victimarios son jóvenes habitantes de la ciudad. En las
del total de homicidios ocurridos, el 37,8% fueron de jóvenes entre los quince y veinticuatro zonas rurales hay también actores de violenciajóvenes, en su mayoría menores, pertenecientes
años, y en los años noventa, el 44,5%. Según las mismas cifras, este porcentaje se fue a diferentes grupos armados (guerrillas y paramilitares), aunque las cifras son altísimas con
incrementando progresivamente al punto de acercarse al 50%, entre 1994 y 1996, respecto del relación a la normatividad que prohíbe los menores en la guerra, son mínimas respecto de la
total de homicidios ocurridos en la ciudad. Véase William F. Pérez y otros, "Violencia homicida violencia juvenil en las ciudades.
en Medellín", Medellín, Uníversidad de Antioquia, Iustituto de Estudios Políticos, (s. i.) 1997. 5 Testimonio tomado de la investigación "El parlache", cedido por los autores, Luz Stella Castañeda
3 "La muerte es lo más sobrado que hay", dice unjoven de una banda mientras otro se refiere a y José Ignacio Henao.
ella como un premio. En: Alonso Salazar, No nacimos pa 'semilla, Medellín, Corporación Región, 6 La reflexión en este terreno es amplía por ser un tema bastante explorado actualmente. Selec-
1990, p. 26. cionamos algunos trabajos por su pertinencia en el enfoque, sobre todo por la inclusión de
76 1Muertes violentas La complacencia en el exceso"". 177

manera más clara su relación con la muerte. Esta precisión es importante de la muerte violenta en la década de los noventa, vale la pena detenerse
en la medida en que sabemos que las prácticas y discursos ligados a estas un poco en el fenómeno del sicariato que tuvo su época de auge en los
muertes violentas coexisten con dist-ursos y prácticas más vitales en la ciu- años ochenta. Si bien el panorama del conf1icto urbano se modifica
dad. Es obvio que la ciudad se significa también desde otros lugares, por sustancialmente en estos últimos años, fue por esta vía que la relación
ejemplo el espacio abierto, por oposición al encierro de la escuela y la jóvenes-muerte violenta se hizo más visible. Ha sido posible contrastar tam-
familia, como lugares donde se aprende. Sólo nos interesa resaltar la ciu- bién un aspecto que ha ido apareciendo en este trabajo y resulta bien
dad significada desde la muerte. 7 A partir de ahí, y siguiendo la línea sugerente: el de las significaciones de la vida -y la muerte- que tienen
analítica empleada en toda la investigación, intentamos elaborar una in- estos jóvenes y que, a juzgar por los testimonios, parece haber cambiado
terpretación sobre las(s) trama(s) de significación que se construyen a tra- sustancialmente de una década a otra. En términos del conflicto urbano,
vés de la relación que, cotidianamente, establecen los jóvenes con la muer- se pasó de un fenómeno a otro (del sicariato a las milicias o las bandas), 8
te violenta. Primero se expondrán a grandes rasgüs las características del y en términos de la percepción sobre la muerte se pasó del no nacimos pa'
conflicto urbano en Medellín, partiL-ularmente en lo que respecta a los semilla, al más bien uno quiere formar una familia, tener un futuro. Como lo
jóvenes; luego, abordaremos el análisis desde sus referentes de sentido y expresa uno de los testimonios recogidos:
significación, y, finalmente, nos detendremos en sus prácticas funerarias.
Uno empieza a ver las trayectorias de la vida, aprender a pensar, como la madurez,
Los protagonistas del conflicto y la muerte como el en sí por qué vivir; porque uno ames decía: no, hay que conseguir plata, dejar
a la cucha bien y pues que me maten, que me peguen un tiro, si mi cucha está bien[ ... ]
pero uno ya después empieza a ver y a aferrarse a la vida y a dishutar del paseo;
En el conflicto urbano, las prácticas y los discursos con los cuales los empezar a cogerle, como a aferrarse, uno empieza a pensar: bueno, estoy aquí y que
jóvenes construyen sus tramas de significación se pueden encontrar en ahorita me maten, iqué piedra, hombe! Uno que dice que en esta vida es más lo malo
tres grupos: sicarios, milicianos y bandas. Aun cuando no es posible perio- que lo bueno que le toca a uno y mentira que uno también pasa más bacano. Uno
dizar con mucha exactitud el fenómeno, se sabe que los sicarios predomi- empieza a ver las expectativas, el cansancio de las armas, de tanta violencia a toda
naron en los años ochenta, mientras los milicianos y las bandas lo hicie- hora, más bien uno quiere fonnar una familia, tener un futuro [.. V
ron en los años noventa. Todos ellos establecieron una estrecha relación
con la muerte.
En efecto, el surgimiento del sicario lígado al narcotráfico 10 fue ma··
gistralmente descrito en el libro No nacimos pa' semilla. 11 Fue, sin duda, el
Del "no nacimos pa' semilla" al "más bien uno quiere formar tráfico de drogas el proceso que generó este fenómeno sicarial y, a partir
una familia, tener un futuro" de él, se evidenciaron en estos muchachos ciertos estilos de vida, 12 prác-
ticas culturales ligadas a la muerte, ritos, religiosidad, etc., todo lo t-ual
Aunque la pretensión de la investigación ha sido la de abordar el asunto llevó a ubicar al joven como un actor más del conf1icto. 13 Como lo señala-

algunos elementos culturales que -confrontándolos con los testimonios- nos permitieran 8 El sicario como 'personaje' sigue existiendo no sólo en Medellín sino también en otras ciuda-
explorar el problema de las significaciones: Ana María Jaramillo, Marta Inés Villa y Ramiro des, lo que desapareció fue el "sicariato" organizado como fenómeno social ligado al narcotráfico.
Ceballos, En la encmcijada. El Medellín de los noventa, Medellín, Corporación Región, Municipio 9 Testimonio cedido por Corporación Región. Entrevista con habitante de la Comuna centro
de Medellín, 1998; Carlos Mario Perea, "La sola vida te enseña" Subjetividad y autonomía de- oriental, octubre de 1996
pendiente", en: Umbrales, cambios culturales, desafios nacionales yjuventud, Medellín, Corporación 1O La revista Semana reseña como el primer sicario al que mató a Rodrigo Lara Bonilla, milústro de
Región, 2000; Pilar Riaño, "La memoria viva de las muertes: lugares e identidades juveniles en Justicia, en 1984.
0
Medellín", Análisis Político, N. 41, Bogotá, Iepri, Universidad Nacional de Colombia, 2000. 11 A. Salazar, No nacimos pa'semilla
También de la misma autora, "La piel de la memoria. Barrio Antioquia: pasado, presente y 12 Elsa Blair, "Le trafic de drogue: de la proposition delictueuse au stvle de vie", en: La violence e11
0
futuro", Nova & Velera, N. 36, Bogotá, Esap, ago.-sep., 1999; Óscar Useche, "Coordenadas para Colombie. Le défi anx idées refues, París, FPH, 1994, p . 48.
trazar un mapa de la violencia urbana en Colombia", entre otros. 13 Aunque hay que admitir que fue por esta vía que el joven logró hacerse un sujeto para ser
Remitimos al lector interesado al trabajo de C. M. Perea, "La sola vida te enseña. Subjetividad y pensado en las políticas públicas. Porque -y esa es otra cara del problema- es también por la
autonomía dependiente"" vía de la violencia y casi siempre de la muerte que los dirigemes en este país miran lo que no
78 / Muerles violentas In cornplacencio. en el exceso ... / 79

ron en su momento dos investigadores del tema del sicariato, 14 muchos "La muerte es lo más sobrado que hay. Cuando yo me muera a mí me
jóvenes asumieron la costumbre de la muerte; fue normal ver matar y morir. gustaría verme ahí para reírme de mí mismo" .18
Además las personas vinculadas a diversos tipos de bandas repiten con Como acertadamente lo señalaban otros autores, en estos jóvenes existe
cierta uniformidad frases y expresiones donde se menosprecia la muerte y un profundo escepticismo que, sumado a lo riesgoso de su actividad,
se acepta como algo que ha de llegar rápida e inevitablemente. De esa hace conscientes a los jóvenes pandilleros de que su vida es efímera: sa-
época recogemos estas voces que se pronuncian sobre ella: ben que van a morir y no les importa vivir poco pero bien, es su filosofía,
que responde a la disyuntiva de tenerlo todo o nada, incluso la vida, "o la
Yo ya tengo trece muertos encima, trece a los que yo les he dado, porque cuando voy gozo o me matan", que es lo mismo que decir "no importa a1ánto se vive
en gallada no cuento esos muertos como míos. Si me muero ya, me muero con amor. sino cómo" .19
Al fin de cuentas la muerte es el negocio, porque hacemos otros trabajos pero los princi- En los años noventa se produce un desplazamiento de la violencia sicarial
pales son matar por encargo. A nosotros nos busca gente de todas partes: de la cárcel hacia la violencia producida por milicianos y bandas, que aún no ha sido
Bellavista, del Poblado, de Itagüí, personas que no se quieren banderiar y lo contra- suficientemente est.udiada. 20 Esta vez el narcotráfico y el sicariato ceden el
tan a uno pa' cazar mlebras. El cliente que nos contrate, yo analizo que sea serio, lugar a los milicianos y bandas lo cual cambia el panorama de la violencia
bien con el pago, Cobramos dependiendo de la persona que sea. Si es un duro se urbana en Medellín. Buena parte de las dinámicas violentas continúan
pide por lo alto. Es que uno está arriesgando la vida, la libertad y el fierro. Si toca pero toman otra dirección: los jóvenes que las protagonizan siguen "mar-
salir de la ciudad a darle a un pesado, cobramos por ahí tres millones. Aquí en la ciudad lo cando el territorio" a partir de referentes de violencia y de muerte, pero
menos es medio millón. No nos importa a quién hay que darle, el caso es que hay que ahora lo hacen desde otros lugares· y con otras significaciones. Su relación
acostarlo. 15 con la muerte ha modificado sus temporalidades, eso parece insinuarlo el
cambio de la inmediatez y la indiferencia con la vida al apego a ella.
La primera vez que maté sentí como la sensación. Un pelao nos sapió y tocó matarlo. Yo
lo maté normalmente hasta con rabia. Sin embargo, me sentí como maluco y me achanté '~l que pillemos matando, lo matamos"
todo el día. Eso fue todo. Lo m~jor es matar por razones, matar mando alguien se la
cometa a uno. Así se siente que la muerte asfixia y hay que matar por desquite. De
resto así porque sí tampoco. El segundo.fiu un muchacho que maté por una novia que yo
Los años noventa vieron un panorama diferente al de los ochenta. En
tenía.[ ... ] cuando a uno lo convidan a matar ya es un progreso [... ). 16
Medellín el conflicto urbano no desaparece sino que asume nuevas for-
mas: esta vez los protagonistas son los milicianos, las bandas, los grupos
de autodefensa comunitaria. 21 Las milicias empiezan su actividad a fines
Yo recuerdo mucho la primera vez que me tocó matar: yo había herido personas pero no de la década de los ochenta, con un proceso de gestación bastante com-
había visto los ojos de la muerte. Fue en Copacabana, un pueblo cercano a Medellín. Un plejo que obedeció a múltiples factores, entre ellos principalmente, la
día por la mañana estábamos robando e!l- una casafinca y sin saber de dónde se nos apareció el llegada de comandos urbanos de movimientos de izquierda y el aumento
celador. Yo estaba detrás de un muro, a sus espaldas, asomé la cabeza y de puro susto le metí Los de la delincuencia, esta última en estrecha relación con las bandas y el
seis tiros del tambor. El hombre quedó frito de una. Eso fue duro, pa' qué le miento, fue mu_v
duro. Estuve quince días que no podía comer porque veía el muerto hasta en la sopa [... ]pero
después fue fácil. Uno aprende a matar sin que eso le moleste el sueño.li 18 Testimonio de un joven del barrio Guadalupe, Comuna nororiental de Medellín, en: A. Salazar
y A. M.Jaramillo, Op. cit., pp. 141-142.
19 Diego Bedoya y Julio Jaramillo, De la barra a la banda. Estudio analüico de la violencio.jnvenil en
Medellín, 2.• ed., Medellín, Editorial El Propio Bolsillo, 1991. De los mismos muchachos decía
han visto de otra manera, y los jóvenes comenzaron efectivamente a ser sujetos de políticas Víctor Gaviria en un reportaje, mientras rodaba su película Rodrigo D, no futuro, que ellos sen-
públicas en la medida en que aumentaron los muertos. tían mucha curiosidad por la muerte. Para ellos el mejor lugar es estar muertos. Lo piensan
14 Alonso Salazar y Ana MaríaJaramillo, Las s1tbmlturas del narcotráfico, Bogotá, Corporación Re· como un valor: "el mejor parche es estar muerto. Estar vivo no es la vida". Juan José Hoyos,
gión, Cinep, 1992. Sentir que es un soplo la vida, Medellín, Universidad de Antioquia, 1994.
15 A. Salazar, No nacimos pa' semilla, p. 30. 20 Aunque sí existe un libro que da buena cuenta de ese desplazamiento, véase A. M.Jaramillo, M
16 Tomado de Adolfo Atehortúa, José Joaquín Bayona y Alba Nubia Rodríguez, Sueños de inclmión. l. Villa y R. Ceballos, En la encmcijada. Conflicto ."Y cultura poítica en el Medellín de los noventa,
Las violencias en Cali, arios 80, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Cinep, 1998, pp. 153-154. Medellín, Corporación Región, Alcaldía de Medellín, 1998.
17 A. Salazar, No nacimos pa' semilla, p. 26 (los resaltados son nuestros). 21 lbíd.
80 1Muertes violentas La complacencia e'n el exceso ... 181

narcotráfico. Las milicias surgen entonces con el objetivo de crear meca- El debilitamiento que ocurre en la organización miliciana da pie en-
nismos de seguridad en los barrios que se ven azotados por la delincuen- tonces para que las milicias de los años noventa y aun las de hoy tengan
cia, y este control sui géneris del "orden público" ha estado, a todas luces, características un poco diferentes a las iniciales. En consecuencia, las
ligado con la práctica de la muerte, toda vez que las personas condena- milicias cada vez fueron sufriendo un proceso de desintegr·ación y frag-
das por estos grupos entraban a engrosar las estadísticas de muertes vio- mentación:
lentas en la ciudad.
Un proceso de subdivisión creciente que involucra tanto a las milicias que se
Las milicias también son depositarias de la experiencia de las bandas de delincuencia
reinsertaron como a las agrupaciones que permanecieron al margen de este proce-
común con arraigo en la zona nororiental y que cumplían con la función de proteger
so. Ello se da como consecuencia de disputas internas que responden a muy diversos
los barrios. Se conocen además antecedentes de vengadores anónimos, empresarios
motivos; entre ellos sobresalen la lucha por el control de territorios, los liderazgos y
independientes de limpieza social, algunos de los cuales engrosarán las milicias o se
el tipo de,alianzas a establecer con otros actores armados[ ... ] de conformidad con lo
volverán gestores de nuevos grupos o sucursales milicianas. 22
anterior tenemos hoy gran diversidad y heterogeneidad tanto en las denominacio-
nes de los grupos como en los niveles de rechazo o aceptación que encuentran entre
Pero los jóvenes no estaban solos. Y las tramas de significación se constru-
los pobladores. A pesar de la resistencia de cada grupo a identificarse con otros en la
yen en la red de relaciones que conforman los 'universos' habitados por ideología que defienden o en la naturaleza que se atribuyen, entre todos circulan
ellos. El proyecto miliciano en sus inicios fue ejercer justicia por su propia discursos y prácticas similares. 24
mano, práctica aprendida sin duda de pobladores menos jóvenes acostum-
brados a no creer en el Estado ni en la ley, que generó un proceso muy
complicado pues fue aprobada altamente por distintos sectores de pobla- "Para mí, matar gratis era pecado"
ción, habitantes de los barrios, que otorgaban cierta legitimidad a los
milicianos en razón de la 'seguridad' que conseguían para el barrio al 'ajus- Las bandas de delincuencia común operaban en la ciudad desde la déca-
ticiar' delincuentes y drogadictos. Esta aceptación legitima asimismo accio- da de los sesenta, aunque el fenómeno de las bandas juveniles se conso-
nes delia1enciales, aunque se cubra con dis(ursos de "defensa barrial". En lida en la década de los ochenta. Su cuna estuvo en el auge del narcotráfico,
efecto, estas operaciones de 'limpieza' de los grupos de milicianos contra el cual se convirtió en un agente de demanda de cierto tipo de servicios
delincuentes y drogadictos eran menos públicas, pero conocidas (iy acep- que estos grupos de jóvenes empezélron a ofrecer. Se produjo así una
tadas!) en los barrios. La manera de anunciar su llegada y su 'dominio' mezcla de delincuencia juvenil y narcotráfico, que dio lugar a la genera-
sobre un territorio se daba a partir de la circulación de listas 'negras' con lización del sicariato y a la transformación de muchas barras y galladas
los nombres de las personas sentenciadas a muerte. juveniles en empresas del crimen altamente dotadas y especializadas. 25
Sin embargo, en estas dinámicas de guerra estos actores no fueron Pero su relación con la muerte era tan cercana como la de los sicarios. Así
ajenos a la delincuencia, pues lo que no hacían en su barrio lo hacían se expresa un muchacho de una de esas bandas:
fuera de él, y empezaron a tener problemas dentro de los grupos, que
comienzan, entonces, a desarticularse y a delinquir de la misma manera Me acuerdo del pecoso, un varón, uno de los duros de por aquí que no se le arruga-
que las bandas y los delincuentes contra los que actuaban. Cayeron en el ba a nada. Füe el último en partir: Como era tan osado y tenía tantos muñecos encima
exceso, y la reacción de ótros sectores no se hizo esperar. He aquí el le habían montado la perseguidora todos: los capuchos, los feos, los de la banda de
testimonio de un joven de un barrio afectado por este tipo de acciones: abajo. Era un concurso a ver quién lo tumbaba primero. Él se mantenía enfierrado con
"Vamos a hacer la paz en el barrio, al que pillemos matando, lo matamos, o una tola lo más de bacana. Decía que cuando le llegara la hora no se iba solo. Así fue. 26
sea están haciendo paz matando, al que pillemos fumando marihuana lo mata-
mos, estamos haciendo paz matando, quitando el vicio, matando, o sea se
Con la proliferación de las bandas dedicadas a estas actividades, se
escudan en una gran realidad como es la vida home, eso es pecado[ ... ]". 23

22 lbúl., p. 62. 24 A. M. Jaramillo, M. L Villa y R. Ceballos, Op. cit., p. 84.


25 lbúl., p. 58.
23 Testimonio cedido por Corporación Región, entrevista con jóvenes del barrio Santa Mariana,
septiembre de 1996 (los resaltados son nuestros). 26 Testimonio que hace pane del archivo de la investigación "El parlache'", cedido por los autores.
82 1Muertes violentas La complacencw en el exceso ... 183

generaron rivalidades y competencias que agudizaron el conflicto en la urbanas de ciertos sectores y su relación con la violencia, y en particu-
ciudad e incrementaron el número de muertes fruto de la violencia. Se lar con la muerte. Veamos algunos testimonios tomados de la ciudad
hicieron más frecuentes los incidentes entre unas y otras, lo cual originó de Bogotá:
múltiples enfrentamientos y la subsecuente fragmentación que ha con-
vertido el fenómeno de bandas en un problema de contornos difusos Habían [sic] muchas muertes, eso un sábado aparecían siete en diferentes partes del
debido a los constantes cambios en su composiciónY Hoy en día, sin barrio.
embargo, como fenómeno no tiene la misma naturaleza sicarial ni la mis- Se acababan de familia a familia. De noche era la plomacera y al otro día apare-
ma notoriedad que tuvieron las bandas del narcotráfico. cían los cuerpos. .
Por una mirada lo matan a uno. Muchas veces he tenido que bajar la cabeza en
Paramilitarismo y delincuencia: guerra a muerte un bus, [porque] no falta el marico que se enamora de uno.
Empezaron a echar bala y todos al suelo, uno siente la muerte encima, pero de
lo mismo joven se siente uno hasta contento.
Para los últimos años, la cara del conflicto urbano vuelve a cambiar. El A esos pelaos en cualquier momento llega otro y los mata, estar pendiente de
conflicto político armado se inserta en las ciudades y lo hace a través de las que si uno está ahí en ese grupo tiene que estar alerta de que no lo vayan a rnatar. 30
bandas o de la delincuencia organizada. El paramilitarismo hace presencia
en las ciudades nuevamente con los jóvenes como actores de bandas
delicuenciales al servicio de estos grupos. El caso más significativo hace Los recuerdos de los día..' de muchas muertes salpican la memoria colee-
unos años ha sido la relación entre Carlos Castaño, jefe paramilitar, y la tiva. El oficio fatal se puede cumplir con facilidad a la vuelta de la esqui-
banda La Terraza, quienes después de haber establecido "alianzas estraté- na envuelto en la más variada cantidad de eventos. Sus motivaciones
gicas" se enfrascaron en una guerra a muerte, porque si algo se ha visto en pueden agruparse en el dominio territorial y la venganza. De cualquier
este conflicto colombiano es la fragilidad de las alianzas. Es la precariedad forma estos pandilleros -dice Perea- "se complacen en el exceso".
de las "imágenes del enemigo", en tanto a éste se lo define en razón de los
dominios siempre transitorios y frágiles sobre los territorios y, sobre todo, La ciudad, territorio de violencia y muerte, y sus jóvenes
articulados a una dinámica, la del dinero, que criminaliza y degrada las habitantes
acciones de la guerra apostándole al m~jor postor. Este fenómeno reciente
no ha sido todavía objeto de un estudio a profundidad, circulan más los
El pasado martes 21 de enero habría pasado sin pena ni gloria como uno de esos
rumores y las crónicas periodísticas al respecto 28 señalando el cruce entre
días de enero que empiezan tei'tidos de verde y terminan con un aguacero bíblico,
paramilitares y bandas delicuenciales, que trabajos serios sobre el tema.
sino fuera por una cifra asombrosa en esta tierra de bárbaros. Los pocos que escu-
Para el caso que nos ocupa, la muerte violenta, las manifestaciones del
charon la cifra sonrieron, por supuesto, pero su asombro no pasó de ser como aquel
conflicto y hasta sus protagonistas cambian, mientras sigue existiendo el
que los asalta cuando les cuentan una curiosidad, una anécdota. Otros, la transmitie-
mismo denominador común: una estreclw relación de los jóvenes con la muerte. ron como un simple rumor, como una de esas cosas simpáticas que a veces le cuen-
Aun cuando los testimonios hasta aquí reseñados y las modalidades de tan a uno en la calle. En los noticieros la noticia se deshizo entre titulares de emer·
acción violenta en las que están involucrados los jóvenes -sicariato, mili- gencia económica y paro de la justicia. En alguno incluso la usaron como una coletilla
cias, bandas- corresponden a la dinámica específica del conflicto urbano de una información larga y tediosa sobre un paro. Como con la intención de provo-
en Medellín, el panorama con todo y sus especificidades, algunas de ellas car aunque fuera al final de la retahíla de pliego de peticiones y negociaciones in-
bien trabajadas por los expertos en el tema, no es muy distinto en el caso conclusas una sonrisa al malencarado televidente. Según la información de la poli·
bogotano. Trab'!jos recientes, como los del Observatorio de Cultura Urba-
na en Bogotá o los de algunos otros autores, 29 dejan ver las dinámicas
"Los del margen: entre el parche y los planteros. Bandas", Seminario Ciudad y Conflicto, po·
nencia, Medellín, Corporación Región, (s. i.}, 1998; Carlos Mario Perea, "La sola vida te ense·
27 A. Jaramillo, M. L Villa y R. Ceballos, Op. cit. ña. Subjetividad y autonomía dependiente"; Íd., "Un ruedo significa respeto y poder. Pandillas
28 Revista Semana, "Nosotros matamos a Garzón", Bogotá, 2001. y violencia en Bogotá", Seminario de Cinep, ponencia, Bogotá, (s. i.), 4, 5 y 6 de dic., 2000.
29 Ó. Useche, "Coordenadas para trazar un mapa de la violencia urbana en Colombia"; A. Salazar, 30 C. M. Perea, "Un ruedo significa respeto y poder", pp. 10·11.
84 1Muertes violentas La complacencia en el exceso ... 185

cía metropolitana el martes 21, que nunca deberíamos olvidar, no ocurrió ui un


lombiana han sido, sin duda, la población más vulnerable a la indefini-
asesinato en Medellín, una ciudad acostumbrada a contar a sus muertos por decenas
ción que parece caracterizar al "ser urbano de nuestras ciudades que no
cada día. Eso quiere decir que ninguna bala dio en el blanco, que ningún joven se
ha acabado de definirse y por ellas transitan pobladores en plena meta-
desangró en una esquina, que ninguna mujer lloró a su esposo, que nadie -el mar-
morfosis entre el pueblo ruralizado, el arrabal al que le cantaban los
tes- juró venganza y eso que parece tan accidental tan cercano al producto de una
tangos, el barrio de la ciudad industrial y el nómada de la ciudad glo-
sobreposición planetaria o algo así tan traído de los cabellos no produjo aquí ni
bal".34 Con todo este escenario, el conflicto político armado colombiano
calor ni frío. A los noticieros nacionales -tan interesados en Antioquia ruando bro-
no ha dejado mucho margen para formular los problemas más apremian-
tan reinas o produce muertos- no les pareció gracia que por primera vez en décadas en
Med.ellín no se cometiera un asesinato. A nadie le interesó provocarnos una sonrisa. Sé tés de la violencia urbana.
que es una ilusión sentarnos a esperar congratulaciones en este país de escépticos La hipótesis interpretativa que construimos sobre lo que considera-
extremos, de pesimistas suicidas. Sé que es tontería llenarnos de esperanza en una mos es el entramado de significaciones simbólicas que los jóvenes produ-
ciu~ad que hoy no dio un muerto porque mañana dará veinte. Pero permítanme
cen en esa r~lación muerte-ciudad se despliega en tres dimensiones: en
denr que fue grato saber que es posible un día cero en esta carrera asesina. 31 primer lugar, la ciudad como el territorio donde se produce esta muerte
joven, es decir, la ciudad es el espacio físico de pmducción de la muerte
violenta por parte de estos jóvenes. 33 En segundo lugar la demarcación y
Es impo:tante repetir que la muerte violenta de jóvenes es un fenó- codificación del territorio, nombrar y dibujar la ciudad, a partir de referen-
meno esenCialmente urbano, porque las significaciones urbanas son las tes absolutamente tanáticos y, por último, la ciudad como el lugar donde
que permiten reconstruir el entramado de símbolos con los cuales estos la muerte se significa, es decir, se inscribe en un marco de representación
jóvenes construyen la significación del acto mismo de ejecución de la que le da sentido, y con el cual los jóvenes vivencian sus experiencias y
muerte y su representación. En ello inciden profundamente muchos ele- expresan sus maneras de habitarla. :16
mentos que han sido nombrados por los especialistas como los nuevos Con base en el interés que nos anima para efectos de este trabajo
"consum?s cultural~s" a los 9ue acceden los jóvenes hoy. 32 sobre la muerte, la ciudad es: 1) el lugar donde la muerte violenta se
Las oudades latmoamencanas albergan las más variadas formas de produce; 2) donde la muerte se codifica: demarca territorios y se ritualiza
violencia asociadas generalmente con las dificultades en la construcción (cementerios, lugares de culto, nominación y referentes topográficos de
de ciud.adanía. ~on ~ug~re.s d~ ¿esarraigo, de pobreza y de exclusión. En muerte); 3) donde la muerte se significa, esto es, se dota de sentido y de signi-
ell.as ex1st~ u~a terntonahzaoon o geografía de las violencias" 33 que deli- ficación (ceremonias, símbolos y sentidos) expresados en discursos y prácti-
mita terntonos, for~as de ocupación y uso de ciertos espacios que ha- cas.
blan de un~ p~rcepCió~ generalizada de inseguridad, miedo y descon-
fianza, q~~ mota a la busqueda de espacios privados al tiempo que crea
las condiciOnes para la producción y reproducción de las violencias las La ciudad: territorio donde la muerte se produce o el lugar
cuales terminan siendo formas de significación producidas por' los de su ejecución
entramados de la cultura.
En estas dos últimas décadas, los habitantes jóvenes de la ciudad co- El espacio urbano se ha convertido en la instancia predominante para la
vida en el mundo globalizado de hoy. En lo que concierne al mundo
urbano latinoamericano pocas cosas están completamente definidas, más
31 0
Patricia Nieto, La Hoja Metm, N. 47, Medellín, 27 de ene.-2 de feb., 1997 (los resaltados son bien se hallan en plena ebulllición y en una transición donde cada ciudad
nuestros). vive, a su manera, la producción material y simbólica de esos cambios. En
32 Véanse: Germán Muñoz, "Consumos culturales y nuevas sensibilidades", en: Vzviendo a toda.
Jóvenes, terri~orios C?tlturales .v nuevas sensibilidades, Bogotá, Diuc, Universidad Central, Siglo del
Hombre Editores, 1998, pp. 173-240; José Fernando Serrano, ''Somos el extremo de las cosas o
pistas para comprender culturas juveniles hoy", en: Viviendo a toda. Jóvenes, territorios mlturales ~ 34 lbúl., p. 8
nuevas sensibil~dades, pp. 2~ 1-260, y de~ mismo autor~ "La cotidianidad del exceso: experienci;s 35 El contexto en el que ocuTTen estas muertes está configurado por la presencia de uno u otro
y :epresentaCiones de la v10lenoa en Jóvenes urbanos", seminario La configuración social del actor armado, que responde sin embargo a lógicas y dinámicas diferentes para producir estas
~Jedo, Medellín, Corporación Región (s. i.), agosto de 2001. muertes violentas
33 O. Useche, Op. cit., p. 6. 36 Este sentido es equiparable a lo que Useche llama los "entramados de la cultura en medio de los
cuales se cocinan los significados de la vida y las raíces de la violencia". Ó. Useche, op. cit., p. 6.
86 1Muertes violentas La complacencia en el exceso ... 187

el caso colombiano, una violencia cotidiana y difusa ha ido copando sus En un contexto de múltiples violencias, el miedo se vuelve parte del
conglomerados urbanos. La ciudad está llena de temporalidades, ritmos imaginario en tanto la geografía de la violencia delimita territorios y
y velocidades por donde transitan las relaciones de vida y los ínterregnos determina las formas de ocupación o de tránsito de ciertas zonas. La
de la muerteY Una epidemiología del horror acecha en ellas, y en esta ciudad es, en este sentido, el "territorio donde se dibujan las geografías
multiplicidad de violencias las interacciones cotidianas se convirtieron del conflicto y del delito" .41
en rituales y prácticas fundadas sobre la violencia.
La producción de muertes violentas, expresada en la tasa de homicidios, La ciudad: territorio codificado. Una "topografía
se da en un contexto de múltiples violencias urbanas. Baste decir que entre de la muerte''
ellas encontramos desde la acción delinruencial (y sus formas: robos, asaltos,
secuestros, homicidios pasionales, violencia sexual, ajustes de cuentas, etc.)
Cuando la pelea está casada, el sólo hecho de poner pies en territorio ~jeno
hasta la violencia más claramente política (generalmente milicias urbanas
es el equivalente a una condena de muerte. Una condena que puede
articuladas a las guerrillas) que, sin embargo, pasan por una amplísima gama
apücarse también por motivos como el desafio a enfrentar fuerzas, la rivalidad en
de otras violencias: la agenciada por el narcotráfico, con características
los negocios, la maldad hecha a un parcero o la simple pasión emocional produci-
delicuenciales pero específicas de él, la de las bandas barriales, de las
da por la lucha. En este momento ya se rrwta por rabia y plaw; generándose una
autodefensas comunitarias, etc. Aunque no todos, muchos de estos episo-
cadena de venganzas por cada rnuerlo o herido de lado y lado 42
dios violentos tienen como desenlace la muerte. Muertes que, en la mayoría
de los casos, terminan siendo sólo datos en esa mezcla difusa de conflictos
cotidianos y violencias no organizadas o con fines políticos, que invisibiliza las Varios son los mecanismos mediante los cuales los jóvenes codifican el
circunstancias y las razones de la muerte. 38 Las violencias difusas de territorio y construyen referentes simbólicos a partir de la muerte. Ellos
Medellín bien podrían equipararse a las descritas en un estudio sobre las emergen en sus prácticas y en sus discursos cotidianos a través de un
lengu~je tanático, de la música y los ritos funerarios.
pandillas en el suroriente bogotano, 39 donde, según el autor, "las calles y
sus tramas cotidianas escenifican pequeñas guerras de pavimento". 40 Un indicador de la codificación del territorio a partir de la muerte se
da a través de la creación de referentes simbólicos sobre los espacios físi-
cos de las ciudades escritos en lenguajes de muerte. La codificación del
territorio, o "nuestra accidentada topografía de la muerte" como alguna
37 lbúl., pp. 6-8. vez la nombró un antropólogo, 43 designa maneras de nombrar o referenciar
38 Óscar Useche anota que en el 47% de Jos casos, de un estudio en Bogotá, no se contó con la muerte inscritas en los lugares o los escenarios donde ella se produce,
información sobre las circunstancias de la muerte. Lo que aún no ha sido trabajado, y sin em- es decir, donde han sido cometidos los asesinatos, lugares que quedan
bargo reviste una particular significación, es el hecho de que este desconocimiento de las razo-
nes y circunstancias de la muerte imposibilita la elaboración y tramitación de los duelos con Jos
como referentes físicos en los barrios, en sus esquinas y en las avenidas
efectos correspondientes en los individuos y la sociedad. op. cit., p. 12. de las grandes ciudades.
39 Est~s pandillas (llamadas parches por ellos mismos) están conformadas por jóvenes de sexo mas- Algunos autores han resaltado esta manera de codificar el discurso
culmo entre trece y dieciocho años y son agrupaciones donde se impone lo violento. En ellas el como si toda la ciudad fuera un inmenso graffiti. 44 Pilar Riaño, por su
robo, el vicio y la violencia son llevadas al extremo, de hecho en el caso de estos jóvenes el vicio
constituye un ingrediente de los atracos callejeros y consumirlo da sentido de pertenencia. Su
parte, hace la misma apreciación sobre la demarcación del territorio con
actividad delictiva varía considerablemente de unas a otras, pero el robo más o menos sofistica- referentes de muerte:
do es rasgo común a todas. Carlos Mario Perea, "Un ruedo significa respeto y poder. Pandillas
y violencias en Bogotá", Seminario Nacional de Investigadores sobre Conflicto, Violencia y Paz,
ponencia, Cinep, Colciencias (s. i.), diciembre de 2000.
40 Esta violencia, distribuida emre violencia organizada y confrontación difusa, representa el75%
del total de homicidios en el país sin que sea posible establecer, a partir de las estadísticas, las
diferencias entre una y otra. Mientras sólo el 15% restante es atribuible a causas políticas. Véase 41 Ó. Useche, op. cit., p. 6.
C. M. Perea, "Un ruedo significa respeto y poder". 42 D. Bedoya yJ.Jaramillo, De la barra a la banda, p, 105,
0
43 Carlos Alberto Uribe Tobón, "Nuestra cultura de la muerte", Texto y Contexto, N. 13, Bogotá,
Cifras más recientes reportaban 3.700 homicidios en Medellín entre enero y octubre del
año 2000. El mismo informe de la Policía Nacional señala entre las causas más comunes de Jos Universidad de los Andes, 1990.
44 María Teresa Salcedo, "Escritura y territorialidad en la cultura de la calle", en: María Victoria
asesinatos los relacionados con hurto de vehículos, venganzas personales y disputas territoria-
Uribe y Eduardo Restrepo, eds., Antropologías transeúntes, Bogotá, Icanh, 2000, pp. 153-190.
les en los barrios. El Colombiano, noviembre de 2000, Medellín.
88 1Muertes violentas
Úl complocencia en el exceso ... 189

Es precisamente con referencias de lugar y territorio que los jóvenes de Medellín


pueden describir de manera tangible la presencia de las violencias en sus vidas.
a la exclusión y a la marginalidad de que son objeto por parte de una
"Aquí o allá" están los lugares y las historias de muerte, las marcas de las violencias en los
sociedad que los ha relegado de su entorno.
espacios sociales, en las heridas y marcas inscritas en sus cuerpos, en los territorios que Son varios los mecanismos lingüísticos que ponen en evidencia el
controlan las bandas, las milicias o los militares y en las extensas áreas por las que no uso -excesivo además- de un lenguaje de muerte por parte de estos
se puede o no se debe circular. 45 jóvenes (véase la tabla 3.1). Por ejemplo, mediante la paronimia, en la
cual no sólo se da el juego fónético-fonológico, sino el semántico. Un
ejemplo muy ilustrativo es el de plomonía (muerte a balazos), donde se
El discurso de muerte: símbolo del exceso combinan las palabras plomo y pulmonía. Asimismo, el proceso de
resemantización 48 que se realiza a través de la metáfora, por ejemplo
El lenguaje constituye otro mecanismo, quizá el más importante, de codi- cantante (delator), 49 cargar la lápida en el cuello (estar amenazado de
~icación del territorio utilizado por estos jóvenes. Muerte es una palabra muerte). Igualmente a través de la metonimia, como en verde (policía)
mvocad~ en su. '~uevo' lenguaje, por la cercanía y proximidad que tiene por el color del uniforme, fierro (revólver), por el material del que está
con su vida cotidiana. Ya sea que se trate de la muerte propia o ajena, ella hecho, o marcar calavera (estar amenazado de muerte), por la transfor-
es una 'realidad' bastante cercana (y familiar) a su entorno más inmedia- mación del cuerpo después de la muerte.
to, y esto necesariamente los ha llevado a nombrarla y a enfrentarla de Este dialecto ha servido, pues, para nombrar la muerte, y es la razón
otra manera. El título del célebre libro No nacimos pa' semilla es un ilustra- por la que nos interesa resaltarlo aquí. Según la misma investigación,
tivo ejemplo de una actitud ante la muerte que no deja dudas sobre la existen en él 73 expresiones ligadas directamente con la muerte. La in-
precariedad y lo efímero de la vida en estos muchachos. vestigación de Víctor Villa, por su parte, después de una minuciosa selec-
Algunas de las construcciones lingüísticas para designar la muerte, ción lingüística, registró 49 formas de nombrarla (véase la tabla 3.2).
qu~ empl.ean J?venes de sectore~ p~_pulares de M~dellín, han sido objeto El siguiente es un ejemplo de la manera como usan los jóvenes estos
de mvestiganon por parte de hngutstas colombtanos que muestran los mecanismos lingüísticos -extractado de uno de los testimonios recogi-
mecanismos técnicos mediante los cuales se construye este lenguaje y, dos en la investigación:
con ello, dejan ver la estrecha relación existente entre la violencia juvenil
y ellenguaje. 46 A partir de estos mecanismos lingüísticos surge todo un Era un jueves por la tarde, se montó en una calima con el parcero dizque a dar un vu.eltón,
lenguaje, nombrado como el parlache, 4¡ que da cuenta del dialecto social cuando el i'terito ese le dijo que era que iban por muñeco le dierou calosfríos por el
que se desarrolla en los sectores populares de Medellín, como respuesta cuerpo, se puso nervioso pero era a lo que iba, sacó la tola y cogió de quieto al man
contra un muro y lo tronó, sintió un cosquilleo tremendo en la mano. Pero ya hoy no
le tiembla la mano para darle a ningún man. Por eso es el varón, el duro y el calidoso. 30

45 Para ilustrar señala una serie de talleres realizados con jóvenes de las comunas nororiental y
noroccidental de Medellín. J> Riaño, "La memoria viva de las muertes. Lugares e identidades La música: otro código teñido de muerte
juveniles en Medellín", p. 25 (los resaltados son nuestros).
46 Varios trabajos merecen reseñarse en este tema: Luz Stella Castañeda yJosé Ignacio Henao, "El
parlache, una variedad del hab1a de los jóvenes de las comunas populares de Medellín", en: La música es otro de los escenarios en los que fue posible explorar la
María Cristina Martínez, comp., Diswrso, proceso y significación. Estudios de análisis del diswrso, relación que los jóvenes establecen con la muerte. Mediante la música,
Cali, Editorial Universidad del Valle, julio de 199i; L S. Castañeda y J. L Henao, El parlache,
Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2002; Víctor Villa, "El léxico de la muerte", en:
Pre-ocupaciones, Medellín, Seduca, Colección Autores Antioqueños, 1991, y del mismo autor,
Polifonía de lo violencia en Antioq¡úa. Una visión desde la lingüística abductma, Bogotá, Icfes, 2000. 48 Entendemos por resemo.ntización el proceso mediante el mal se resignifican las palabras, esto es,
4i Los autores cueman que el nombre de parloche, utilizado para designar esta variedad lingüísti- se les da un nuevo sentido, diferente del que ellas tenían
ca, fue seleccionado, entre otros posibles, por su significación y su sonoridad mando hacían la 49 Algunas otras metáforas alusivas a la muerte son rescatadas por Villa en su intento por explicar
investigación, fue propuesto por un estudiame habitante de un barrio popular. Con todo y su la asociación de "cultura paisa" con esta producción de muertes violentas v con sus respectivos
cercanía analítica, el profesor Villa prefiere hablar de juegos lingüísticos, más que de lenguaje usos del lenguaje. Es el caso de mwieco, tmúlo y paseo, tres formas muy familiares a la lúdica paisa
propiamente dicho, juegos donde las palabras significan en función del uso que tienen en ellos. que son resig,¡zficados en el muerto, las dos primeras, y en dar la muerte, la última . V. Villa,
V. Villa, Polifonía de la -violencia, p. 139. PolifonÚl de la violencia en Antioquia, p 138.
50 Testimonio tomado de la investigación "El parlache", cedido por los autores,
90 1Muertes violentas La complacencia en el exceso ... 191

Tabla 3.1 Procesos lingüísticos de formación del parlache Tabla 3.2 Formas de nombrar la muerte
-
Mecanismos lingüísticos Ejemplos Acostar Despegar de es!e planeta Marcar calavera
-
Adición de fonemas Buséfalo (bus) Arreglar el caminao Empacar para la funeraria Marcar cruces
Supresión de fonemas Ñalada; (puñalada); ñero: (compañero) B~ar Enviar (~e una pa'l cementerio) Mascar
Cambiando fonemas que cumplen De género, para lograr un Boletiar Fumigar Oler a formol
una función morfemática sentido metafórico: rosco (homosexual) Borrar del mapa Ganarse la vida con el índice Perder el año
que es una deformación de la palabra
rosca Cargar lápida Haber (alguien) de cruces Poner la cruz de ceniza
en el cuello
Inversión silábica lleca (calle); ofri (frío); bezaca
(cabeza); misaca (camisa) Cascar Hacer el tren Quebrar
--- Cazar Irse a averiguar a qué huele Ser chulo
La fusión de significantes y significados Metrallín (metralleta y Medellín)
de dos palabras para formar una nueva la eternidad
-----
Préstamos de palabras a otras lenguas, Ansorris (1 am sorry) Cortar de raíz Irse de paseo por el cementerio Sonar
especialmente el inglés, españoliz.ándolas Curar del mal Irse para la otra galaxia Tirar al piso
La onomatopeya Tilín . tilín (campanero) de la existencia
· - - - - - - - - - f-· .

Utilizando prefijos Re-pasta; re-cuca Dar chuzo Levantar Tostar


Utilizando nombres de personas
·----------------
Roberto (robo);justiniano Guez) Dar dedo Limpiar Tumbar
por semejanza fonética Dar en la cabeza Llevar Traquetiar
-- -
Por paronimia Vzentos o maletas (bien o mal) Dejar de funeraria Mandar a la otra ribera Volver muñeco
-
Plomonía (plomo y pulmonía) Descansar Mandar de viaje
Despachar Mandar saludes a san Pedro
Fuente: adaptado de Luz Stella Castañeda yJosé Ignacio Henao, "El parlache: una varie-
dad del habla de los jóvenes de las comunas populares de Medellín", en: María Cristina
Fuente: Víctor Villa Mejía, "El léxico de la muerte", Pre-ocupaciones, Medellín, Seduca,
Martínez, comp., Discurso, proceso :v significación. Estudios de análisis del discurso, Cali, Edito-
Colección Autores Antioqueños, 1991.
rial Universidad del Valle, 1997, pp. 20-30.

dos y veloces [... ] integrando de manera dramática ritmo, muerte y consumo


los jóvenes parecían poder manifestar algo en relación con la muerte, lo [. ..}pues la red interpersonal que se produce se anuda de cama la propia muerte
que ésta les significaba o, en toqo caso, la posibilidad de expresarse al o al homicidio". 52
respecto. Esto es importante entenderlo en el contexto de lo que la músi- Dos canciones populares bastante evocadas por los jóvenes permiten
ca representa para este grupo de población: un medio de socialización ilustrar esta relación lenguaje~jóvenes-rnuerte. Aunque ambas canciones
donde se define su manera de crear y construir identidades (aunque cam- responden más bien a problemáticas de los adultos de los sectores popu-
biantes y transitorias). "La música ha demostrado ser la empatía estética lares y medios que a intereses de los jóvenes, éstos se 'apropian' de ellas
más importante para una juventud que se ha reencontrado con el len- en una resignificación de la muerte. La primera, es una canción titulada
guaje del cuerpo, territorio y símbolo de los anhelos de liberación sexual Nadie es eterno en el mundo, de un género popularmente conocido como
y social". 51 O corno lo señalaba Luis Carlos Restrepo: "La cercanía de la "música de despecho". Cruz de madera, pertenece a los llamados "corri-
muerte y su posibilidad real emergen como componentes necesarios y dos prohibidos" que también tienen origen en un sector de población
hasta deseables de intensas exploraciones rítmicas o de consumos atrevi- adulta pero que son apropiados y resignificados por los jóvenes.

51 Óscar Useche, "En busca de nuevos lugares de enunciación de lo juvenil", Nova & Vetera, N. 32,
0
52 Luis Carlos Restrepo, "Ritmos y consumos", en: Umbrales, cambios wlturales, desafios nacionales y
Bogotá, Esap,jul.-sep., 1998, pp. 48-62. juventud, Medellín, Corporación Región, febrero de 2000 (los subrayados son nuestros).
92 / lHuertes violentas La complo.cencÚl en el exceso ... / 93

N a die es eterno en el mundo Cruz de madera esté vivo. 55 Por su parte, el punk representa las problemáticas de los jóve-
nes en sus afanes contestatarios, su inconformidad con la vida y su escep-
Nadie es eterno en el mundo ni tenien- Cuando al panteón ya me lleven no quie- ticismo, razón por la cual también lo prefieren.
do un corazón/ que tanto siente y suspi- ro llanto de nadie/ sólo que me estén can-
ra por la vida y el amor./ Todo lo aca- tando la música que más me agrade./ El La ciudad: territorio significado o dotado de sentido
ban los años, dime qué te llevas tú,/ si luto llévenlo dentro, teñido con buena
con el tiempo no quedan ni la tumba ni sangre./ Este mundo es muy chiquito y
la cruz./ Cuando ustedes me estén des- yo lo estuve rodando/ por eso quiero me Estos símbolos, como el lenguaje y la música, impregnados de muerte,
pidiendo con el último adiós de este lleven con una banda tocando,/ canten, los jóvenes los expresan a través de sus discursos y sus prácticas urbanas,
rnundo,/ no lloren que nadie es eterno,/ no lloren, muchachos, que yo lo he de constituyen el universo simbólico en medio del cual habitan y viven la
nadie vuelve del sueño profundo./ Su- estar gozando/ y si al correr de los años ciudad, y son utilizados para construir las tramas de significación 56 con
frirás, llorarás mientras te acostumbres mi tumba está abandonada y aquella las que recubren sus vivencias. Para tod<?s los jóvenes en general, su expe-
a perder,/ después te resignarás cuan(lo cruz de madera va la encuentren destro- riencia de vida está ligada a la búsqueda de identidad y reconocimento.
ya no me vuelvas a ver./ Adiós a los que wda,/rernarque~ las iniciales de aque- También en este caso, de los jóvenes de sectores populares en Medellín,
se quedan,/ siempre les hice cantar,/ suer- lla cruz olvidada,/ junten la tierra y no sus búsquedas se tejen en torno a ellos. El problema es que al hallarse
te que el amor es mucho,/:ya no hay tiem- olviden que el que muere ya no es nada./ inmersos en una dinámica de múltiples violencias, la identidad y el reco-
po de llorar./ No lloren por el que mue- Adiós sinceros amigos bendiciones de mi nocimiento social están ligados de manera directa y cercana a la muerte,
re que para siempre se va,/ teman por madre,/ adiós, tan lindas mujeres, adiós, y en estos contextos construyen sus entramados de sentido. Adicional-
los que se queden si los pueden ayudar. hermosos lugares,/ adiós y brinden, se- mente, ellos apelan a otros aspectos en la construcción de referentes de
ñores, ya terminaron mis males. significación que no son muy típicos de este grupo de población, como
la memoria y el recuerdo, :ii o incluso el miedo, ligados también directa-
mente a sus experiencias de muerte propias y ajenas. En el caso de estos
Dentro de estas reapropiaciones musicales otras músicas populares jóvenes de los barrios populares, sus referentes, en la mayoría de los
adquieren sentido y se resignifican en los jóvenes. La expresión "me lleva casos, son construidos y significados desde la muerte y el exceso.
él o me lo llevo yo" que adquirió mucha fama por el vallenato La gota fría,
que interpreta Carlos Vives, se ha empleado también para hacer alusión a
la muerte, y significaría algo así como "me mata él o lo mato yo", porque
El reconocimiento social
los dos no cabemos en este planeta. El origen de la canción, sin embargo,
se remonta al 945, compuesta por Guillermo Buitrago, un famoso compo- Cuando el narcotráfico entró en escena, en los años ochenta, constituyó
sitor e intérprete de música popular parrandera. 53 Se mezclan así lo que para los jóvenes de las bandas no sólo una opción de 'empleo' sino tam-
serían rezagos pueblerinos y rasgos marcadamente citadinos y urbanos. bién la posibilidad de obtener un 'reconocimiento social', deseado por
Otras expresiones musicales más recientes como la salsa, el punk y el ellos a causa de la exclusión social de la que eran objeto. En el caso del
rap, también constituyen formas preferidas por estos jóvenes para ex- sicariato, este reconocimiento es buscado en los 'callejones' de la muerte,
presar su mirada sobre la sociedad, y están ligadas también a escenarios
de muerte. La salsa es la predilecta de las bandas en estos sectores, ella
refleja el tono festivo pero a la vez trágico que les dan a sus vidas. Algunas
de las letras con mayor aceptación pregonan vivir el presente pues el 55 Este es el mensaje de algunas de esas canciones:
Hay que gozar de todos los plo.ceres
futuro no existe, la muerte es algo natural y nada traumático que llega en cuándo uno ua a morir nadie lo sabe
cualquier momento, 54 por eso lo importante es gozar la vida mientras se como la t•ida es c'Oita yo la 1tivo
y gow con el vino.~ las 1111~eres.
56 Es equiparable a lo que Perea llama lo.s tranws de sentido tejidas a partir de los discursos sobre lo. ciudad.
Véase C M. Perea, "Un ruedo significa respeto y poder".
53 Véase V Villa, Polifonía de lo. violencÚl en Antioquifl, p. 131. 57 La memoria se clava en los "lugares" y se convierte en factor estabilizador y de pertenencia en
54 D. Bedoya y J. Jaramillo, Op. cit., p. 73. medio de las múltiples violencias. Pilar Riaño, Op. cit., pp. 23-39.
94 1Muertes ~olentas La complacencia en el exceso ... 195

a través de ella, lo cual, sin embargo, es legitimado socialmente en la vitales de muchos de ellos. De acuerdo con el autor, esto hace parte del
acción y en la palabra. No hay que olvidar que quienes la ofrecen y quie- proceso de afirmación del s1~jeto en un contexto marcado por ciertas
nes la ejecutan se refieren a ella como un empleo, era el típico acto de elaboraciones de las relaciones de género asociadas con hacerse respetar,
matar por dinero. Las víctimas, como ya lo ha mostrado profusamente la ser duro, probar ante otros y mantener protegido un cierto entorno perso-
literatura, podrían ser rivales en los negocios, por tener cuentas pen- nal -"que no se metan conmigo". 60
dientes, los delatores de algún hecho delictivo, víctimas indiscriminadas La ciudad también se significa desde la embriaguez del poder expresa-
como medida de presión, etc. Lo cierto es que para la época las acciones do en la posesión y el dominio sobre un territorio. 51 Las violencias ope-
sicariales les daban cierto estatus de 'duros' a los jóvenes, condición que ran como una fuerza desplazadora que territorializa, desdib~ja y trans-
por supuesto les otorgaba poder, es decir, al reconocimiento se agregaba forma los lazos de significado de los individüos con los lugares. 62 Más
el poder, como lo muestra este ejemplo de un joven refiriéndose a una significativo aún que el hecho de marcar la ciudad desde la posesión del
banda llamada Los Magníficos: territorio, lo que se hace mediante la violencia y casi siempre mediante la
muerte, es que los jóvenes estén constmyendo y definiendo sus identida-
(... ]Ya ellos eran como los ídolos, que aquel es el que más brinca, que aquel es el que des a partir de estas mismas expresiones.
más brinca y así, y ya a lo último, pues, de todas formas uno estudiaba por allá y ellos El sentido del "nosotros" no se construye ni mediante el reconocimien-
hablaban con uno, porque de todas formas, así la comunicación se daba. Yo me to por vía de la negación o la autoafirmación frente al otro, ni mediante
acuerdo que le decían a uno, ¿sabe qué, hombre? En esta vida, mate el primero _'V tenga procesos de diferenciación cultural construidos desde lo contrac"Ultural
un h~jo, y ya con eso se inmortaliza. 58 o la diferenciación estilística. El nosotros y el sentido de diferenciación
tienden a generarse desde los procesos de marcar territorio y el poder del con-
A juzgar por otros estudios, el fenómeno del reconocimiento y del trol territorial más que desde la alteridad o la constmcción de estilos pro-
pios.63
'estatus' alcanzados con acciones de muerte se extiende a jóvenes de
sectores populares en otras ciudades. Su relación con la muerte es, sin Esa significación de la ciudad desde el poder que confieren las armas,
duda, significativa. Así se deja ver en esta apreciación sobre el fenóme- se deja ver en otro testimonio. También aquí todos sabemos que con el
no en Bogotá, hecha por Carlos Mario Perea. Numerosas narraciones se arma viene la muerte y se lleva a más de uno pero, como si fuera necesario,
interrumpían para descubrir las cicatrices de una cuchillada mortal, lo silencian: "Sabe que si me vienen a sonar aquí, aquí me dejan, pero con
una caída brutal o una bala asesina, como lo sintetiza la soberbia frase: el animal que tengo me llevo a más de uno, sabe que yo no me voy solo". 64
"La violencia aquí es de todo a todo".
La memoria y el recuerdo de los muertos
Las historias de enfrentamientos y sangre plagan los testimonios pandilleros. Se
narran con vehemencia salpicadas. de un tufillo heroico, atravesadas de cortante Los jóvenes pobladores de los barrios populares construyen también un
frialdad. Los episodios se suceden unos a otros, sin hilación como trOfeos de caza. t~jido muy importante de relaciones en torno a sus muertos, actores cen-
Parecería que el cuerpo empieza a ser escenario para codificar pero también para trales de una historia subyacente. 65 La muerte es, en efecto, el eje estructu~
significar esa cercanía con la muerte. Quien tiene tatuados en su cuerpo los araña- rante de muchos de sus relatos. Esos relatos son muy significativos res-
zos de la muerte experimenta gran orgullo. 59 pecto al lugar que oa1pan los muertos y la muerte en la memoria y el
recuerdo. La simbología de estos recuerdos descansa en la evocación del
Otro autor muestra también en el caso de los jóvenes de barrios po-
pulares cómo el acto de pelear ocupa un lugar significativo en los relatos
60 J. F. Serrano, "La cotidianidad del exceso".
61 A. M. Jaramillo, M. l. Villa y R. Ceballos, Op. ciL
62 P Riaño, "La memoria viva de las muertes. Lugares e identidades juveniles en Medellín", Aná-
0
lisis Político, N. 41, sep.-dic., 2000, Iepri, Universidad Nacional, pp. 23-39.
58 Testimonio cedido por la Corporación Región, entrevista realizada en el barrio Santander, oc- 63 lbúl., p. 38 .
tubre de 1996 (los resaltados son nuestros). 64 Testimonio tomado de la investigación "El parlache", de L. S. Castañeda yJ.l. Henao.
59 C. M. Perea, "Un ruedo significa respeto y poder". 65 P Riaño, "La memoria viva de las muertes", p. 27.
96 1Muertes violentas La complacencia en el exceso ... 197

cuerpo ausente. Los muertos se convierten en un referente de los modos hablaba de todo, tenía ganas de llorar, correr, gritar, echármele encima, en fin, miles
de habitar el aquí y el ahora para estos grupos de jóvenes. La presencia de cosas pasaron por mi cabeza, yo sentí a la muerte en mi espalda, esa gonorrea era
del recuerdo de quienes ya no están activa un dispositivo de identidad cagado de la risa y por supuesto yo del miedo, me dijo: tírese al piso. Yo inmediata-
que no se agota en el nosotros ni en el otro, sino en las posibilidades de mente me encomendé a Dios y yo le seguía hablando cosas. 71
construir lo que Riaño llama "comunidades de memoria", 66 donde los
otros miembros de esa comunidad son precisamente los ausentes. "Las Esta significación del espacio desde el miedo por la presencia recu-
memorias de experiencias significativas están marcadas y pausadas por r_rente de la muerte encuentra expresión también en una crónica sobre la
la profunda sensación de pérdida por aquellos que se han ido[ ... ] tam- ciudad [de Bogotá] de los expertos Juan Carlos Pérgolis y Olga Alexandra
bién con frecuencia los graffitis en las paredes plasman y mantienen el Rebolledo, donde cuentan que interrogando a algunos jóvenes y niños
recuerdo de la persona, del amigo muerto". 67 sobre los imaginarios que se van construyendo de la ciudad descubrieron
Que la memoria de los muertos constituye un referente importante en Bogotá la presencia de "tres ciudades": la ciudad soñada, la ciudad de
para estos jóvenes lo muestran también otros autores. Los muertos de la miedo y la ciudad real.
calle pasan a ser parte de las historias de los parches, empastres y similares.
Ellos son casi un elemento mítico en las dinámicas urbanas que van tTeando
una "geografía del dolor", porque los puntos donde han caído los ami- Hace muchos años un primo mío murió, me lo mataron, en esos días vivía solo; vine, me
gos, los miembros del parche, quedan marcados en la memoria de quie- encontré con mi mamá y quedé feliz (Henry ll años) (relato de la ciudad soñada)
nes les sobreviven. 68 [... ] Y secuestraron a dos recolectores y mataron a ocho campesinos y la familia de
Carlos estaba preocupada porque su mujer había tenido un niño, estaba recién alum-
brada pero lo mataron a Carlos (Diana, 11 años, relatos de la ciudad del miedo)[ ... ]
El espacio significado desde el miedo Le decían el Gallero y vendía droga y armas .'V lo mataron (Yuris, 12 años, relato de la
ciudad real) [... ]No quiero acordarme porque no creíamos nada, estábamos solos,
El espacio también se significa desde el miedo. Esto es lo que expresa un daba miedo (Darío, 8 años, relatos de la ciudad del miedo). 72
joven de diecisiete años: "Los parees sienten miedo, miedo de que los
vean con un tipo raro en este barrio, miedo de no volver a ver a los El miedo unifica los fragmentos de las historias e iguala las tres ciuda-
parceros, ni acabar con la traga. 1engo diecisiete años y lo único que des, porque el miedo es la semejanza que avecina lugares y experiencias.
tengo es miedo [... ] los parceros tenemos miedo". 69 Ante esa realidad, es inevitable la preocupación por la identidad urbana
Miedo de morir por supuesto. Adicionalmente, ya sabemos que "el futura cuando sus habitantes lleven en el imaginario el binomio ciudad-
miedo puede inducir al ataque. Recurrir a la violencia es anticiparse a un miedo y lo proyecten en sus prácticas con el territorio. 73 Lo que no des-
ataque del otro". 70 O como dice un muchacho que se salvó de que lo cubren o no dicen los investigadores en su crónica, pero que claramente
mataran las milicias cuando llegó la policía: lo dejan ver todos los relatos, es que ese miedo tiene la forma y el lengua-
je de la muerte. El exceso de muerte está, sin duda, presente en sus
(... ]después del diálogo con el miliciano llega un muchacho joven sarco, yo lo conocía cuerpos, en sus discursos, en sus vidas.
muy bien porque era el que. siempre inataba a la gente, y al decirme usted es el tal
Remo vamos pa'llí, a mí se me enfrío todo y me dirigió hacia una calle más oscura y Prácticas funerarias: una etnografía
desolada aliado de la manga, diciéndome constantemente que me iba a matar, yo le

Hay aún otro momento en el cual este exceso adquiere toda su expre-

66 /bid., p. 32.
67 Ibíd., p. 27.
68 M. T Salcedo, "Escritura y terTitorialidad en la cultura de la calle" 71 Testimonio cedido por la Corporación Región.
69 Testimonio tomado del archivo de la investigación "El parlache" 72 "Ciudad soñada, ciudad de miedo, ciudad real", Magazín Dominical, N. 806, El Espectador,
0

70 Myriam Jimeno, "Amor y miedo en las experiencias de violencia", en: Las violencias: inclwión Bogotá, 25 de octubre de 1998, p. 17.
creciente, Bogotá, Ces, Universidad Nacional, 1998, p. 326. 73 IbúL
98 1Muertes violentas La complacencia en el exceso ... 199

sión por parte de los jóvenes. Se trata de las formas que toman los rar o atestiguar contra los mismos compañeros, robar droga o dinero de
procesos de ritualización de la muerte, observadas en las prácticas fu- la misma banda, etc.), se suprimen todos los ritos que se llevan a cabo
nerarias que se desarrollan en los cementerios (y otros lugares) por los para los demás miembros 'dignos' de la banda que hayan caído. El muer-
amigos y parceros muertos. El exceso no se condensa aquí en un solo to sale del barrio sin mayores homenajes. Al velorio sólo asisten los fami-
símbolo -también en esto los jóvenes son excesivos-, sino que está en lia:es y amigos de los familiares. En el cementerio, pisotean las flores y
el ruerpo, en el cadáver, y además en las prácticas del cementerio y en la qmebran los floreros, y antes de que se seque el sellamiento de la lápida
fiesta, en fin, en el rito. No es nada irrelevante que también en lo urbano se le ponen frases como "ahí estás bueno, H. P.". En ocasiones la familia
contemporáneo haya un predominio del exceso. 74 tiene que optar por poner un nombre falso en la lápida para evitar que se
Si algo se ha notado en esta violencia de los últimos años en Colom- roben el cuerpo con el fin de 'rematarlo'. ·
bia son las modificaciones que han introducido los jóvenes en las prácti- . Aunque en estos ritos funerarios permanecen algunas prácticas cató-
cas funerarias. En ellos encontramos una forma 'nueva' de llevar a cabo licas, no son los jóvenes quienes las realizan, por ejemplo los novenarios
los rituales de muerte y de rendir culto a los difuntos, respetando sus y las misas n que llevan a cabo los mayores. En el cementerio San Pedro
imaginarios, que combina las creenoas y prácticas de los abuelos y los las ~.isas son casi iguales. Cambia su duración si son pagadas por los
padres con lo urbano y lo moderno. Descubrimos nuevos ritos, en los que famthares, pero la estructura es rígida y la Iglesia en general se resiste a
se introduce la música, la fiesta, 75 las fotos con el muerto, el homenaje al los cambios introducidos recientemente. Los mariachis, por ejemplo, se
amigo sacándolo del ataúd, etc. permiten si los dolientes quieren música, pero su actuación debe ser fue-
Vamos a ilustrar, con base en la observación etnográfica realizada, lo ra de la iglesia, espacio que para' los curas católicos representa la más
que llevan a cabo en estos espacios y prácticas algunos grupos de jóvenes elevada valoración de la sacralidad. Así, los elementos profanos sólo son
en Medellín, generalmente de barrios populares y, en algunos casos, de posibles por fuera de él.
municipios del área metropolitana. La presencia de los jóvenes es fuerte, pues, en el velorio y en el fune-
Lo que parece haberse producido es una desacralización del rito fime- ral donde se arman verdaderas fiestas. Su presencia en los cementerios,
rario. Al respecto, en un trabajo sobre el tema, 76 se señala que por esa vivos o muertos, se ha incrementado considerablemente. En una crónica
desacralización de la muerte los sicarios asesinados son despedidos con sobre el cementerio San Pedro puede leerse:
música que ya la víctima había seleccionado antes de morir, y se suceden
varios homenajes póstumos que varían según los ritos de cada banda: sa- Cuando a Medellín le va mal, a los cementerios les va bien. Es la ley de esta ciudad,
car al difunto del féretro, colocarle medallas, pasearlo por el barrio, etc. ley que nunca tuvo tanta vigencia como en 1992, año en el que el número de muer-
Los nuevos elementos que se incorporan a las prácticas funerarias, tos desbordó todas las previsiones, incluso las de los cementerios. El San Pedro, por
como la música popular, o el acto de llevar el féretro en hombros desde el ejemplo, que para ese momento ya se había consolidado como el principal terminal
barrio al cementerio, el esfuerzo por cumplir las exigencias del muerto de la violencia, no dio abasto. Se acabaron sus bóvedas disponibles, algo que jamás
-aunque en vida hubieran parecido locas- son, sin duda, formas que había sucedido en sus 150 aüos de historia, los que irónicamente cumplió aquel
estos grupos de jóvenes manejan para expresar las percepciones de la terrible año. Sus directivas tuvieron entonces que terminar de construir a las volandas
vida y la muerte. También existen prácticas fúnebres que se utilizan para 450 bóvedas de una nueva galería y aun así se vieron a gatas para suplir la demanda.
castigar o maltratar al muerto. En efecto, cuando muere un transgresor Y no era para menos: aquella fue la época en que hirvió por su frente más crudo la
-o lo que en ellengu~e popular se conoce como torcido- en la banda, guerra que Pablo Escobar tras su fuga de la Catedral le declaró al Estado, con su
es decir, en caso de que éste haya cometido una falta grave (como dispa- piüata de bombas indiscriminadas y su aparato de secuestros selectivos y asesinatos

74 Marc Augé, Los no-lugares, espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Barcelo- 77 En ru~nt~ a las misas que preceden al funeral hay también un cambio, que al parecer depende
na, Gedisa, 1998. del cnteno de los sacerdotes. En Copacabana, por ejemplo, la misa se hace casi siempre en la
75 Por ejemplo, es muy común en el cementerio San Pedro de Medellín que los ritos funerarios iglesia del parque. En cierta época un párroco asignado a este municipio extendía la duración
estén acompañados de música, ya sea con agrupaciones llevadas para tal efecto o de "equipos de la misa una hora si se trataba de una persona importante del municipio, a la que se elogiaba
de sonido" que alguien carga mientras se desarrolla la ceremonia. Sobre la fiesta ampliaremos y se recordaban sus rualidades. Cuando se trataba de un integrante de bandas, parece que no
más adelante. había mucho qué decir. La misa duraba máximo quince minutos. Dato obtenido, durante la
76 D. Bedoya y JJaramillo, Op. cit., pp. 130-131. investigación, por Cristina Agudelo, auxiliar de investigación del proyecto.
100 1M11.frles viclmtas La carnplacencia en el exceso ... / 1Ol

por encargo. Pero así y todo fueron muchos más los muertos que arrojó sobre los En este contexto, la fiesta es también el tiempo de la desmesura: "Es por
cementerios la guerra territorial que también por aquel entonces obraban a su suer- lo que el exceso es algo que caracteriza a la fiesta, el derro:he, la ~la_y la
te y al margen de los titulares de prensa las milicias y bandas de las comunas popu- borrachera son signos de que estarnos ubicados en un uen~po d1st1~to
lares. Un botón basta de muestra. De cáda diez personas inhumadas aquel año ocho [ ••• ]".
82
La mesura parece no tener cabida en ella. Las ernocwnes se In-
lo fueron por violencia, en su mayoría parceros y hacanes que no llevaban vivos ni tensifican, se desbordan. El carnaval, la fiesta y, en este caso, el funeral,
los veinte años. 78 cumplen una función:"[ ... ] una gran masa de ho~bres y muJeres hacien-
do parte de un carnaval que los retrata y los hace mconfund1bles en todo
El funeral: una fiesta e1 mundo: [que] los identifica". 83 En ambos, en el carnaval y en los fun~­
rales que vivimos hoy, se da una permisividad que se expresa e~ las acti-
tudes. Otros teóricos también han reparado en el carácter festivo de la
Un seguimiento a estos procesos en la ciudad de Medellín nos permite muerte como rito de paso: "Las fiestas que solemnizan un acontecimien-
decir que la ritualización de la muerte, en este contexto de violencia, se to de la existencia: el nacimiento, la iniciación, el matrimonio, las exe-
asemeja al tiempo de la fiesta o del carnaval en la concepción que le da quias [... ] son actos colectivos por los que una sociedad responde a las
Josefina Roma:"[ ... ) es un tiempo fuera de tiempo, como si todas las leyes imposiciones ineludibles de la naturaleza (el sexo, la muerte) y procura
hicieran un paréntesis para entrar en terreno sagrado". 79 El tiempo de la liberar al ser humano del miedo individual". 84
fiesta ofrece, en efecto, cierto gr·ado de permisividad, y esto parece ser lo Llama la atención el exceso -como contexto de significación- en
que Ot'Urre en los entierros de los jóvenes hoy, al menos de los barrios estos jóvenes cuando sabemos que todos los elementos que entran ~n el
populares de Medellín y de otros municipios del Valle de Aburrá. rito funerario tienen una intencionalidad, transmiten un mensaje al
En los funerales el exceso está permitido. Fumar marihuana durante el vecino, al amigo muerto. El rito funerario toma la forma de un sistema
cortejo, exhibir las armas, salir de los escondites. En tiempo normal, es- de comunicación en el cual ciertos símbolos están empleados para trans-
tos actos no son tolerados en los barrios, y estos mismos actores se res- mitir información. 83 Todo ello simbolizando una especie de acercamiento
guardan para hacerlo, para no banderiar8° el barrio y que éste siga siendo a ese momento último de cada ser vivo, donde esta forma de comunica-
su lugar. Hay una reunión alrededor de una persona que más bien parece ción es la manifestación de la muerte domada por el nto, el ritual y el
un agasajo. Todo parece distinto; incluso las personas están predispues- gesto.
tas para la alegría a pesar del triste acontecimiento, para comer y beber La llegada del muerto al cementerio es un acto solemne. Se traspasa el
en exceso, bailar, gritar y desentenderse de las labores diarias. Es como si umbral del sitio en el cual ese ser, que ha sido objeto de homenajes y que
hubiera en ella una exhortación explícita para transgredir la norma y ha convocado a su grupo, se quedará definitivamente aliado de los muer-
desconocer las imposiciones cotidianas. 81 tos. Al hacerlo, adquiere otra posición en el grupo, será el protector y
confidente de los suyos. El cortejo recorre, en medio de sonidos diversos,
las vías principales del cementerio encabezado por un grupo de mujeres
bellas, como una metáfora de la vida y sus placeres, con pequeños ramos
78 Ricardo Aricapa, "La ciudad de los muertos", en: Medellín es así. Crónicas y reportajes, Medellín,
Universidad de Antioquia, 1998, p. 143.
de flores artificiales, y unos caballeros muy elegantes con los ramos origi-
79 Josefina Roma, AntropoltJgía culi!.tral: la fosta, Barcelona, Península, 1997, p. 209. nales. Atrás, la gran comitiva.
80 Banderiar significa poner en tela de juicio la seguridad o la tranquilidad del barrio. Estigmati- El siguiente testimonio narra lo que sucedió durante el entierro de un
zarlo como un baiTio "caliente".
81 Otro relato de la manera como se sucede este rito en un barrio popular, fue elaborado por
Cristina Agudelo, auxiliar de investigación del proyecto. Desde que el cortejo abandona la sala
de velación, la iglesia, el barrio o la casa, comienza un desfile o bien en hombros de los más
cercanos o se fonna una caravana de autos de lujo que lo acompañarán hasta el cementerio; en
el caso de conductores de buses o de taxis asesinados, la caravana estará constituida por estos 82 J. Roma, Op cil., p. 209
vehículos portando cimas moradas en su parte delantera, los pitos forman un coro lastimero 83 Sergio Al ves Texeira, "El País del Carnaval", El Correo de la Unesco, N. o 12, die, 1989, p. 38 .
mientras recorren las calles, provocando el cierre de vías, la consabida congestión y una actitud 84 Jean Duvignaud, "El tiempo de la fiesta", El Correo de la Unesco, N.o 12, die, 1989, p. ll.
comprensiva en el transeúnte. En las muen es de jóvenes, los amigos hacen presencia con su 85 Juan A. Barcelo, "Elementos para una teoría de la muerte y de los riws funerarios", en: Boletín
algarabía y sus muestras de dolor; el barrio está convocado al menos a salir a las puertas, venta- de artíwlos de revistas de Antropología, N. 0 24, Medellín, Biblioteca Central Universidad de
nas y balcones para ver por última vez al que vieron crecer y morir. Amioquia, 1995, p 13
l 02 11'vfuertes violentas La complacencia. en el exceso... 1 103

líder de una banda en un barrio 'caliente' de un municipio del Valle de la mamá: su hijo no quería que lo lloraran, además él era el cuarto de la familia
Aburrá. 86 muerto de esa forma. Los parceros de XXX lloraron y bebieron hasta perderse.
La balacera se hizo más frecuente; un herido en el cementerio, la música a todo
volumen. El féretro en la bóveda. iSáquenlo, no lo dejen ahí!, gritaba la hermana.
Nadie lo creyó posible nunca, pero un día, en una noche, las balas lo alcanzaron. La
Gente alrededor controlándola. El sepulturero empezó a cubrir la bóveda con ce-
noticia se regó rápidamente por todo el municipio, ya que XXX era un personaje
mento, los mariachis tocaron la eterna canción de Dario Gómez; cuando terminó, el
famoso al que muchos le guardaban, más que respeto, miedo.
tiempo del carnaval expiró también y cada uno volvió a sus cosas o a su escondite.
En el velorio aparecieron todos los que formaban parte de la banda, incluso los
Todos menos la mamá, que ya había hablado con el sepulturero para trasladar el
que se habían ido a esconder a Niquía. Ese día hacía mucho <:alor y el barrio fue
cuerpo. Ella tenía miedo de que los enemigos lo sacaJL~n para rematarlo.
invadido por muchachos en motocicletas que entraban y salían como si fuera su
La tumba real de XXX tiene otro nombre. Él perdió todo con la muerte, inclu-
casa. El ambiente se tornó tenso, sobre todo para quienes no hacíamos parte de la
so su temido nombre. Cuando los parceros van al cementerio y dan tres golpes a la
familia o los amigos del muerto.
lápida para anunciarse, ignoran que están visitando a otro que ocupa su lugar, para
La canción de Darío Gómez "Nadie es eterno en el mundo", se repitió desde la
defenderlo del ataque de aquellos que podrían aprovecharse de su vulnerabilidad.
hora en que se supo de la muerte, hasta la hora del entierro. No faltaron las cancio-
nes que en vida XXX había pedido (exigido) que le pusieran cuando él no estuviera,
porque no desconocía que ya estaba condenado, que ya estaba "viviendo horas ex- Conjugando el crimen y los rezos 81
tras" o "marcando calavera", como solía decir. Una de ellas, la que más pidieron en
el barrio en una época los que sabían o sospechaban que no les quedaba mucho
Para mí nunca hubo contradicción alguna en el hecho de que pudiera matar y
tiempo, fue Los desaparecidos de Rubén Blades.
rezar al mismo tiempo 88
Ala hora de llevar el cadáver al cementerio, el desfile del cortejo fúnebre pare-
cía más el desfile de un carnaval: los familiares al frente, la mamá de los XXX enca-
El c~rácte~ religioso que asumían ciertas prácticas, íntimamente ligadas a
bezando el desfile, cargando uno de los pesados ramos. Los amigos después, cada
la vtolenCia, fue particularmente claro en los jóvenes; las prácticas reli~
uno exhibiendo sus alhajas, sus chaquetas de cuero. La inmensa grabadora al hom-
giosas invadieron sus espacios. En el caso concreto de Medellín, en la
bro, a todo volumen:
violencia de los sicarios se deja ver su presencia, aunque al parecer 'here~
Nadie es eterno en el mundo/ ni teniendo un corazón[...¡
No me lloren que nadie es eterno/ nadie vuelve del sueño profundo[...]
dada' del narcotráfico en una mezcla entre rasgos de la religión católica y
Varios de ellos llevan el féretro en hombros ya que la gente del barrio entra al
el ethos narco. 89
cementerio cargada por sus amigos: nunca, jamás, dentro del carro de la funeraria. . E~ un trabajo desarrollado a más de 14.000 kilómetros de aquí, una
(El cementerio no está muy lejos del barrio, pero hay que bajar una calle muy empi- mvesttgadora francesa, Céline Durand, intenta descifrar ese mundo narco
nada, y subir otro caminito estrecho, también muy empinado.) o traqu~t~ ~:sde la perspectiva de las prácticas religiosas. Una búsqueda
De la placa deportiva del barrio "El Recreo", eterno enemigo del barrio "Las que se IniCio en España y concluyó con cuatro años de estadía en Medellín,
Vegas", empezaron a hacer disparos al aire. Muchos gritaban desde allá: Ahí va el que bastó para comprender que la violencia juvenil 'sicaria', asociada al tráfi-
tenía pacto con el diablo. Otro: Ahí se los vamos matando de a uno, hijuep ... Otro más: iQue co y al consumo de drogas tenía claros tintes religiosos. Era, por decir lo
viva XXX! Pero en el infierno. Ellos estaban felices de haberse bajado al-hasta ese día-
intocable e inmortal XXX.
Los del cortejo no se dejaron apabullar y sacaron sus armas para hacer varios 87 Este apartado estaba destinado a ser parte de esta investigación. En efecto, aún antes de empe·
disparos al aire. Esta vez no se inhibieron para mostrarlas en el barrio, y para pasar zar y como fruto de reflexiones previas, se vislumbraba una estrecha relación entre la violencia
fumando marihuana o bazuco sin importarles que la gente observara. (En un día colombiana y la naturaleza o el carácter religiosos de ciertas prácticas violentas. Esta investiga-
c~ón podía ser el hilo que nos permitiera desamarrar la trama en este terreno. Sin embargo. y
normal siempre se resguardan).
~m qu~ fu~ra para nada previsible, nos desbordó. La temática, tan vasta y compleja, amerita una
En el cementerio, no faltaron los mariachis, los desmayos de las m~jeres de mvesugactón específicamente sobre esta relación religión-violencia cuyo eje -y eso aparece
XXX, las peleas entre ellas, disputándose el derecho de estar ahí. Ni una lágrima de bastante más claro después de esta investigación- bien podría ser la muerte.
88 Testimonio tomado de Marta Lucía Correa y Elizabeth Cristina Ortega, "La religiosidad y la ley
en ~1 fe~ómeno del.sicariato y las bandas juveniles en el Valle de Aburrá", tesis de psicología,
86 Razones de seguridad obligaron a omltar la identidad del personaje en cuestión. El relato fue Umverstdad de Anttoquia, 1999.
también elaborado por Cristina Agudelo. 89 A. Salazar, No nacimos pa' semilÚl, Medellín, Corporación Región, Cinep, 1990.
104 1Muertes violentas La complacencia en el exceso ... 1 105

menos, inexplicable para una extranjera que estos jóvenes conjugaran Una investigación reciente realizada en Bogotá, y que tiene el mérito
tan magistralmente el crimen y los rezos. Hablando de dos novelas sobre de involucrar jóvenes de diferentes estratos sociales, no sólo los de los
el tema --Rosario Tijeras de Jorge Franco y La virgen de los sicarios de barrios populares, se refiere al fenómeno religioso en ellos en estos tér-
Fernando Vallejo- , dice que en ambas aparece la sociedad permisiva y mmos:
la relación entre religión y sicariato expresada en el uso de escapularios,
el agua bendita para las balas con las que cometerán los crímenes, los La vivencia de lo religioso en los jóvenes viene en buena parte del imaginario mági-
rezos y las iglesias llenas de jóvenes que saldrán de ahí perdonados. 90 No en co religioso tradicional que heredan de sus padres y sus contextos culturales, más
vano dos refranes muy populares entre estos jóvenes dicen: "El que peca cercanos a lo tradicional, lo rural y al catolicismo popular[ ... ] La suya es una religio-
y reza, empata" y "Mata, que Dios perdona". sidad llena de mag1a y brujeria, de culto a los santos y espíritus; a pesar de conside-
La literatura que abordó el fenómeno del sicariato reparó fácilmente rar ellos mismos esas ideas y prácticas como cosas de sus abuelos y padres, aparecen
en la ejecución de estas prácticas religiosas por parte de los jóvenes. Lla- en sus relatos de manera significativa y se admite con frecuencia la posibilidad de su
maba la atención el uso de elementos religiosos ligados a sus prácticas existencia. ~ro lo religioso tradicional también se viene alterando de manera acele-
criminales. Pero lo que no se evidenció en ella fue que la religión en Co- rada en los últimos años por efecto de los temas dela nueva era, el orientalismo y el
lombia (concretamente el cristianismo) ha tenido una postura ética ambi- esoterismo. Así, los jóvenes narran junto a sus experiencias con lo religioso tradicio-
gua frente a ciertas actividades delictivas. 91 nal la práctica de técnicas orientales, el conocimiento de los chacras, el manejo de
Con todo y el uso de estas prácticas, el sentimiento religioso no es muy las energías del cuerpo y del univers?, y otras prácticas más, que llevan a la forma-
claro en los jóvenes. Por momentos, es sólo una instrumentalización: los ción de religiones cada vez más personales, móviles y adaptables. 94
rezos y el agua bendita para las balas son más expresión de un rito --como
rezar un talismán a modo de protección- que expresión de un fervor
religioso, 92 aun cuando sí se encuentra en ellos esa mentalidad mágica
que constituye el sentimiento religioso. En otros casos, es la franca utili-
zación, como lo dejan ver Bedoya y Jaramillo. El sicario sabe que en el
'mercado' en el cual está inmerso hay mucha oferta: si él no mata a quien
le asignan, otro lo hará. Es mejor asegurar los pesos que imbuirse en
consideraciones éticas: si le pagan por matar a alguien es porque ese
alguien tiene que ser un 'faltón'. Además, entre los más religiosos cabe
aquí una consideración de la índole "al tipo se le llegó la hora. Dios ya
quería llevárselo. Yo sólo soy un instrumento". 93

90 Céline Durand, "Compte Rendu", París, DEA, (s. i.) 2000, (los resaltados son nuestros)
91 La Iglesia ha sido históricamente en Colombia permisiva con ciertas conductas no muy legíti-
mas si ello beneficiaba sus intereses en un momento dado. En los años recientes lo ha sido con
el narcotráfico, cuando solucionaba por esa vía los problemas económicos de las iglesias o de los
párrocos,
92 Aunque, como lo mencionamos antes, esta temática no pudo ser abordada con la profundidad
que se requería, es posible pensar que esa relación crimen-rezos-muerte tan fuerte en los sicarios
en los años ochenta se ha diluido en estos grupos dejóvenes protagonistas del conflicto urbano
más reciente de los años noventa, al menos en Medellín. Ajuzgar por los testimonios encontra-
dos, ni parecen tener esa misma familiaridad con la muerte, ni mucho menos una relación de 94 J. F. Serrano, Op cit. En la investigación de Serrano, la mayoría de los jóvenes eran hijos de
naturaleza religiosa con el crimen como la de los sicarios, De todos modos eso no desvirtúa la migrantes rurales, lo cual los relacionaba con tradiciones culturales muy antiguas que, dice
naturaleza "religiosa" que creemos asumen muchas de las prácticas violentas en el país. Lo que Serrano, tienen en lo religioso su mavor fuente de conservación. Con todas estas nuevas expe-
por ahora es sólo una hipótesis, riencias vividas en la ciudad los jóvenes reelaboran sw historias vitales con respecto a la violencia y las
93 D. Bedoya yJ. Jaramillo, Op. át., p. 127 inscriben en un nuevo orden de signifzcación.
El exceso codifuado en la exclmión sociaL / 1O7

El exceso codificado en la exclusión cos forenses que contribuyeran con sus diagnósticos a esclarecer miles de
crímenes y, eventualmente, a romper la impunidad existente.
social: muertes anónimas, amenazas Con todo y eso, las cifras son aterradoras: según datos de medicina
legal, sólo en Medellín en los primeros seis meses del año 2000 se repor-
y desapariciones taron 254 NN, de los cuales 223 eran hombres y 31 mujeres.-3

. Las muertes sociales o muertes invisibilizadas

Fuera de todo contexto político, e inscritas en lo que con alguna ambi-


güedad se ha llamado 'lo social', las muertes violentas por:razones que
sólo cabe clasificar como 'no políticas' no son menores. 4 De una u otra
manera también han sido una práctica recurrente durante estos años
Introducción:
recientes, resultado de procesos sociales bastante más complejos que ra-
Las muertes anónimas zones de orden "patológico". Lo que quizá las diferencia de muertes si-
milares en otros países es el marco de confrontación política o, más bien,
Sólo la tierra que recibe los cuerpos sabrá con certeza cuántos colombia- de violencia generalizada, que las minimiza o, peor aún, las "invisibiliza"
nos yacen en ella. Es incalculable el número de personas muertas, asesi- en tanto con ellas no se ponen en juego relaciones de poder, intereses
nadas en extrañas circunstancias y nunca identificadas. El hallazgo de económicos, hegemonías políticas o dominios sobre los territorios y las
fosas comunes en diferentes partes del territorio nacional durante esta poblaciones. Sin embargo, esta práctica sigue cobrando innumerables
última violencia ha sido un fenómeno recurrente, y toda la imputación víctimas.
que se hace generalmente es a gn1pos armados que tienen presencia en Las violencias sucedidas en el ámbito de lo que ha dado en llamarse,
esas zonas, y no siempre es posible establecer siquiera esta aclaración no sabemos si con mucha precisión, 'lo privado' -por oposición a lo
dada la confluencia de distintos grupos armados en una misma zona, a público-, y frente a las c:uales no parece haber "políticas públicas" ni se
causa de victorias y derrotas militares, como para saber a quién imputar- diseña alguna estrategia de contención, son sólo un dato más en las cifras
le la autoría de tan macabros hallazgos. Las investigaciones no son pro- mal contadas de mortalidad y en los registros de la impunidad en este
metedoras en la mayoría de los casos, y aun cuando se han ido poniendo contexto de confrontación armada. Es aquí donde debería tener lugar
en práctica diversas técnicas, los resultados no son alentadores. esa categoría abstracta del monopolio de las armas por parte del Estado,
Resulta paradójico que pese a la enorme importancia de contar con Y.lajust~cia correspondiente. Que no se haga ·:justicia por la propia mano"
s1~ serJuzg~do por ello. Los ejemplos conocidos, ya sea porque los me-
una ciencia como la medicina forense, en este país de guerras, muertes y
crímenes atroces, hace sólo poco tiempo se graduaron los primeros médi- dws los registran o porque su magnitud trasciende la intimidad de las
cos especialistas en la materia. 1 Ese retraso, con relación a la necesidad familias, son apenas una mínima parte de estas muertes. Cuando son
fácilmente atribuible a la escasez de recursos en el país, también habla d~ registradas, la mayoría de las veces en forma anónima, sólo ocupan un
la indolencia y de la impunidad como problema político y social, frente al espacio a modo de "sucesos breves".
fenómeno de la muerte (y de la muerte violenta). 2 Hemos necesitado dos ~qu~ cabe t~~bién lo que se conoce como "~justes de cuentas", que
décadas de la más aguda violencia para evidenciar que hacían falta médi- en termmos teoncos son vendettas o venganzas, popularizadas y utilizadas

nada, pese a los alarmantes índices de violencia. Esa indolencia y la escasa respuesta de la
1 El Tiempo, Bogotá, 16 de abril de 2000. sociedad frente a los crímenes atroces ameritaría, a mi juicio, una investigación.
2 Algunas veces me han reprochado afirmaciones como ésta, que hablan de la indol~ncia social. El Colombiano, Medellín, 20 de agosto de 2000, p. l.
Para contrarrestarla, me mencionan las marchas y demás "manifestaciones colectivas" contra la 4 .Medicina legal reporta cifras de 8.000 cadáveres entre 199i y 200 l, de los cuales 6.000 no
violencia, pero aún pienso que la cotidianidad de la vida sigue en este país como si no pasara habían sido identificados. El Espectador, 21 de octubre de 200l,·p. lB.
108 / Muertes violentas El exceso codificado en la exclusión sociaL.. / 109

sobre todo por el narcotráfico contra miembros de la organización que Los NN: de la tumba identificada al anonimato
pierd~n la confian.za de sus j_efes' y s_on sospechosos de traición, y que de una Josa común
han stdo reproduodas despues por dtversos grupos armados. Aparecen
como la razón de múltiples asesinatos no esclarecidos, y justamente por
El nombre propio -señalaba Goethe- es un traje que perfectamente ajustado nos
ello dan margen para que "todo sea posible". Los "motivos invocados"
cubre como la piel y que no podemos rasgar; ni maltratar sin herimos
para la ejecución de esta forma de muerte son innumerables, como son
muchos los grupos armados que la emplean. Con diferentes denomina- Juan Molina Molina
ciones, pueden encontrarse desde ·~usticiamientos' hechos al interior de
los grupos armados, como guerrillas o 'paras', hasta el típico "ajuste de
c~entas", bastante utilizado por el narcotráfico, pero pasando por otro El primero de abril del año pasado un cuerpo sin vida bajó por las aguas del río
t~po 'más inco~fesable' ~e ej~cuciones practicadas, por ejemplo, por mi- Cauca. A la altura de la población de Marsella, en el norte del Valle del Cauca dos
litares contra lideres de Izqmerda, o por la guerrilla contra 'delatores' o campesinos lo rescatamn y lo llevaron al anfiteatro del pueblo. Estaba irreconoci-
'traidores'. ble. Las extremidades superiores habían sido mutiladas, su cráneo destrozado y su
rostro desfigurado. Durante una semana permaneció en el anfiteatro a la espera de
Finalmente, y en una proporción tal vez un poco menor que las otras
que alguien lo reconociera pero nadie se hizo presente. Entonces fue enterrado en
modalidades, aparecen aquellas muertes que engrosarían la lista de las
una fosa común bajo la sigla NN .6
muertes anónimas o de los NN, y que quizá no habrían trascendido a la
opinión pública, al dominio de lo público, de no ser por la crudeza o lo
espeluznante de la ejecución o por lo banal de sus 'razones'. Sin entrar Esta es la historia de múltiples muertes en este país. Como ése, exis-
en detalle sobre est~ modalidad, ilustraremos algunos casos que en su ten incontables casos. Su destino: una fosa común, el anonimato, la sole-
momento fueron registrados por la prensa. Como lo hemos planteado, el dad y el abandono. Su situación es la que presentan los miles de muertos
propósito es mostrar el exceso, no ya en lo que concierne al número mismo del cementerio Universal en Medellín, conocido como "el cementerio de
de muertes violentas, que como sabemos son muchas, sino al exceso de los NN":
muerte ligado a la cobertura de los espacios de la vida social y política,
donde ella es un 'recurso' para dirimir las diferencias, una manera de Una hilera interminable de cruces blancas de cemento están atiborradas en un pe-
enfrentar el conflicto: apelando al acto mismo de ejecución de la muerte queño lote donde funciona el cementerio Universal, localizado en la parte baja de
sin mediación posible, sin ninguna instancia legítima a la cual apelar, la comuna nomriental de Medellín. La mayoría de ellas no tiene nombre ni fechas.
ningún miedo ni inhibición al matar. Sólo unas cuantas están identificadas con un número hecho a mano y con pintura
Con relación a la impunidad, existen trabajos de abogados y defen- negra. Las demás, cerca de 3.000, están abandonadas [... J a esos muertos se les llama
sores de derechos humanos que dan cuenta de la magnitud del fenóme- NN y la mayoría son jóvenes entre los 14 y los 18 años que encontraron la muerte a
no. Lo que aquí nos interesa resaltar es el caso de Medellín (para el que boca de jarro.¡
conta~os con dat?s) y en lo que r~specta a la muerte violenta. Según un
estudiO del Instituto de EstudiOs Políticos de la Universidad de
Antioquia, 5 en el período comprendido entre 1986 y 1996, en el mo-
Los NN y la identidad
~ento del levantamiento del cadáver la identificación del autor fue posi-
tiva en el 4,55% de los casos y negativa en el 95,45% de ellos, es decir, Un aspecto en particular llama la atención respecto de las muertes anó-
que de 44.813 homicidios sólo en 2.041 casos se obtuvo información nimas o de desconocidos: la significación de las fosas comunes con rela-
sobre la autoría del crimen. ción al problema de la identidad. En últimas, lo que tienen en común es
justamente que son personas sin identidad. ¿Qué significación puede te-
ner en términos sociales, y qué implicaciones simbólicas, la muerte de un

5 William Fredy Pérez y otros, "Violencia homicida en Medellín'", informe de investigación, 6 "¿Quiénes son los NN.;", infom1e especial, Semana, 22 de diciembre de 1992, pp. 62-6:>.
Medellín, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, 1997 (s. i.), p. 293. lbíd., p. 65.
El exceso codificado en La exclusión sociaL.. i lll
ll O/ AJ uertes violentas

ser in-identificable? ¿cuál es la perspectiva que puede ser explorada fren- Este desconocimiento imposibilita enormemente el duelo. El vacío
te a este fenómeno? ¿sólo la dimensión física de un cuerpo sin identidad, con relación al momento y las circunstancias de la muerte actúa como
que no habla de sí mismo puesto que si no es identificado no está cubier- inhibidor de la reelaboración simbólica. De alguna manera, ante el vacío
t? d: signi~caciones? ¿o, acaso, la dimensión imaginaria de un cuerpo se crea una especie de "agujero en la existencia", sin un sentido que "per-
sm vtda y sm nombre que desata toda suerte de 'fantasías', algunas inclu- mita inscribir la muerte del otro en un registro que haga posible la trami-
so bastante patológicas? ¿cuál podría ser en este caso la dimensión sim- tación de la muerte". 10 ¿cómo va a ser posible en estas circunstancias
bólica de la muerte? elaborar el duelo?
Las preguntas cobran pertinencia cuando una de las razones de esta
falta de identidad -o de identificación- de los muertos es la mutila- Las muertes por terrorismo
ción de los cadáveres. O cuando a la ineficacia de los instrumentos téc-
nicos para llevar a cabo esta labor de identificación se suman la desidia
Una modalidad en la que se incrementa más ese carácter anónimo de la
y la corrupción, que no sólo toleran (o auspician) esta práctica sino que
muerte es el terrorismo. Y no sólo porque no se llegue a identificar a las
perm,iten, con es~s 'identi~ades arrebatadas', que quien quiera 'desapa-
víctimas, sino porque, como puede afectar a cualquiera, se desdibuja la
recer de los registros ofioales obtenga una nueva identidad por sólo
posibilidad de clarificar las circunstancias o la intencionalidad del hecho.
al~?os pesos. Sem~jante panorama explica lo que dijera un experto
Aunque no tenemos datos que constaten la magnitud en la cual el fenó-
cnmmólogo, al hablar de esta situación: "Colombia es un cementerio
meno se ha presentado, de esta modalidad han sido víctimas mortales
donde la mayoría de sus muertos ni siquiera tiene nombre". 8
muchas personas de muy diversos sectores en el país, porque las cifras
son incalculables.
Otro anonimato: el desconocimiento de las circunstancias Durante los últimos veinte años, esta modalidad ha sido implementada
de la muerte por diferentes grupos, en muchas ocasiones, como el caso de las organi-
zaciones del narcotráfico en los años noventa, para hacer exigencias, pre-
Al anonimato de los seres sin identidad se suma otra particularidad de la siones e intimidaciones al Estado o a los grupos que les son opuestos. Es
violencia en Colombia, que vuelve dramático ese paso de la vida a la decir gue los victim~rios tienen una intencionalidad, no actúan por azar,
muerte, y que tiene que ver con el desconocimienr.o de las circunstancias y ~ed1ante el terronsmo envían un mens~e a un destinatario específico,
en las cuales la muerte se produce. En la investigación reseñada por Óscar qmen seguramente sabrá leer esos códigos del terror.
Useche, 9 se plantea que en el47% de los casos de muertes registradas en Desde los años ochenta y parte de los noventa, con Pablo Escobar a la
Bogotá en el año 1997, "no se contó con información sobre las circuns- cabeza de las organizaciones del narcotráfico, y en particular de la orga-
tancias de la muerte". Un montón de seres humanos muertos en desconoci- nización que se autodenominó en su momento Los Extraditables, varias
das circunstancias y por tanto sin aclarar las razones, la mayoría de las ciudades colombianas vieron literalmente 'volar', con las explosiones de
cuales pueden ser las más banales, y cuyas familias jamás sabrán cómo, ni bombas de altísimo poder, muchas de sus construcciones, y con ellas a
por qué encontraron la muerte. El dato no deja de ser precario (sólo un muchas personas que, en su mayoría, estaban al margen de la problemá-
año y sólo en Bogotá), pero todos los colombianos sabemos que aun sin tica en cuestión. En estos casos se sabía cuál era la intencionalidad y
datos para corroborarlo las cifras pueden ser muy superiores. cuáles los responsables, salvo excepciones, ya que ellos mismos emitían
comunicados en los que se atribuían estos crímenes. Otros actos terroris-
tas de este mismo estilo no fueron tan claramente identificables.
Aunque esta modalidad se ha reducido sensiblemente en los últimos
8 El problema de la violencia no siempre supone la muerte, y en relación con la identidad no se
años, no ha desaparecido del todo. De hecho, uno de los últimos actos de
agota en las muertes anónimas o en los NN. Sin querer entrar en un problema tan complejo
como el desplazamiento forzado, sí queremos señalar la ligazón estrecha entre esta manifesta-
terrorismo ocurridos en el país, específicamente en Medellín, fue la ex-
ción de la violencia y el problema de la identidad. Aunque el tema ha ameritado algunos deba-
tes, el asunto no termina de estar claro, creemos que vale la pena tener en cuenta esa relación
~ interrogarla en un análisis sobre el fenómeno del desplazamiento.
9 Osear Useche, "Coordenadas para trazar un mapa de la violencia urbana en Colombia", Nova 10 Fabiana Rousseaux y Lía Santa Cruz, "De la escena pública a la tramitación íntima del duelo",
& J;étera, N .0 36, Esap, Bogotá, ago.-sep., 1999, p. 12. archivo personal (s. i.).
112 1Muertes violenúzs El exceso codifzcado en la exclusión sociaL. 1 113

plosión de una bomba en el Centro Comercial El Tesoro, a principios de ellos a exiliarse, y si bien el exilio ha impedido la mayoría de las ejecucio-
200 l. Hasta ahora no se sabe muy bien quiénes fueron los autores intelec- nes de esta modalidad, también es cierto que de haber pennanecido en el
tuales del hecho, pero según los medios de comunicación "el artefacto" fue país nadie duda que las cifras sobre muertes violentas en Colombia ha-
puesto por dos personas que, al parecer, fueron asesinadas días después. brían aumentado. También en este caso es muy difícil acertar con las esta-
Este acto terrorista fue el último acaecido mientras elaborábamos este dísticas. Si salen 'huyéndole' a la muerte, no serán ellos precisamente quie-
texto. Después se han cometido muchos más en la ciudad y en el país nes dejen las 'huellas' para ser rastreados. El exilio es, a todas luces, una
pero por fuera del marco de duración de este trabajo. Llama la atención forma de muerte, y no precisamente como metáfora. Si la muerte es au-
el tratamiento que los medios le dieron a este acto, poniendo mayor én- sencia, si la muerte es ruptura de lazos, si la muerte es separación, si la
fasis en las pérdidas económicas que sufrió el centro comercial. ¿Qué son muerte es distancia, el exilio es una forma de muerte, y violenta por su-
diez muertos frente a miles de millones de pesos en pérdidas? La puesto. Oigamos Jo que decía Alfredo Molano al respecto desde su exilio:
banalización y la invisibilización de la muerte encontraron en este hecho
su expresión superlativa.
No me confesé el exilio hasta mando una tarde gris del invierno del año pasado
abrí la puerta del sitio que sería mi refugio [... ] sentí un golpe de soledad y de
En la frontera de la muerte: 11 los amenazados silencio que -me cuesta trabajo escribirlo- hizo flaquear las convicciones que
había defendido[ ... ] Barcelona estaba llena de sol en aquellos primeros días de aba-
timiento. La primavera reventaba en.cada rama de cada árbol, pero a mí me dolía la
Hay una experiencia definitiva hacia los años 86 y 87 Clw.ndo comenté a sentir
vida. Regresar al piso -que poco a poco comencé a vivir como una cueva- sin
muy de seguido la muerte de los amigos, de los comparieros {. ..}y cómo la muerte de
haber hablado con nadie, sin haber encontrado una mirada conocida y sabiendo
cada uno de ellos significaba también una muerte personal [.. .} cómo la muerte de
que el teléfono no sonaría y que el timbre tampoco, se volvió una triste rutina [... ]
tantos lo Llenaba a uno de tanta culpa, porque uno se sentía como un sobreviviente
He tratado de no adquirir nada, de no comprar nada, y de no hacerle promesas a
[...}y después del 87 vendrá una experiencia que para mí seria también mu:v
nadie para no perder la libertad de volver en el instante en que de mi patria la
traumática: toda la época del exilio que en algún sentido es seguir viviendo desde
muerte alce el vuelo. 14
lejos la tierra, una experiencia humana muy dificil de vivir

Arturo Alape 12 En efecto, la lista de estos 'amenazados' que han abandonado el país
a raíz de estas famosas condenas ha ido creciendo con el tiempo. Amena-
Otro de los rostros macabros que ha asumido la muerte en este país es el zas localizadas en sectores específicos que cambian, al parecer, según las
de los "amenazados de muerte". Aunque en sentido estricto no pueden coyunturas; coyunturas que a su vez van identificando y transformando
incluirse en los mismos términos que otras muertes, que comportan una el (los) enemigo(s), real( es) o imaginario(s) de los grupos armados y otras
dimensión física muy real, sí creemos que vale la pena hacerlo desde otra 'fuerzas oscuras'. De políticos a periodistas, de periodistas a sindicalistas,
dimensión: la de las maneras menos fisicas de la muerte (aunque no por de sindicalistas a intelectuales, aunque pasando por una gama amplia de
eso menos reales), y de las formas de vivenciarlas o intentar tramitadas, 'condenados a muerte': jueces, líderes de izquierda, miembros de orga-
dentro de este exceso de muerte en nuestra sociedad. En efecto, existen en nizaciones de derechos humanos, sacerdotes, maestros, periodistas,
esta última violencia casos de colombianos "en la frontera de la muerte", académicos, etc. Estas amenazas cobran toda su significación frente a los
amenazados por quienes embrutecidos por la violencia han perdido toda precedentes de quienes, por distintas razones, no abandonaron el país,
capacidad de comprender, 13 estas amenazas han conducido a muchos de pues la lista de asesinados, previamente amenazados, también ha crecido
de modo considerable en estos últimos años.
Entre los amenazados, los académicos de la Universidad Nacional
11 El título es "prestado" de un artículo de Piedad Bonnett, "La guerra y la cultura o la cultura de
en Bogotá no han sido la excepción. Por el contrario, en los últimos
la guerra", Magazín Dominical, N. 0 789, El Espectadm; Bogotá, 1998, pp. 11-14.
12 El testimonio es recogido en el libro de Mauricio Galindo Caballero yJorge Valencia Cuéllar; E11
m me propia: ocho violentólogos wenlan Sll5 experiencias COTTW víctimas de la violencia, Bogotá, lnterme ..
dio Editores, 1999, p. 196. 14 Alh·edo Molano, "Exilio y soledades", documento enviado por correo electrónico elide febre-
13 P. Bonnett, Op. át, p. 12. ro de 2001 (sin más datos).
l i 4 / Muertes violentas El exceso codificado en la exclusión social... / 115

años -desde 1995- se ha visto aumentar la lista de profesores en el de derechos humanos, deportistas con algún poder económico, perso-
exterior. 15 Este exilio recuerda otra coyuntura no menos brutal a fines de najes del mundo del espectáallo y un grupo significativo de académicos,
los años ochenta, cuando fueron asesinados varios profesores, esta vez de reconocidos por sus análisis del conflicto, engrosan hoy la lista de los "ame-
la Universidad de Antioquia: el doctor Héctor Abad Gómez, Leonardo nazados de muerte".
Betancur, Pedro Luis Valencia, Luis Fernando Vélez. Coyuntura que se
revivió (re-editada en la mente de los universitarios) en la misma univer- "Había unas cincuenta personas en esa lista de muerte" 17
sidad con el asesinato del profesor Hernán Henao, director del Iner, el 4
de mayo de 1999, y un poco después en septiembre del mismo año con el
asesinato de otro catedrático, Jesús Antonio Bejarano, en los predios de Una de las modalidades utilizadas por los victimarios para esta suerte
la Universidad Nacional en Bogotá. Sin olvidar, por supuesto, el salvaje de condenas es la aparición de las llamadas "listas negras", que pode-
asesinato de otro profesor, esta vez de la Universidad Pedagógica en Bo- mos encontrar en diferentes momentos de la historia reciente del país.
gotá, Darío Betancur, cuyos restos, literalmente 'restos', permitieron su Algunas de ellas sólo circularon en el rumor, pero el rumor, ya lo sabe-
identificación muchos meses después de su desaparición. mos, es un mecanismo poderoso de difusión y un arma poderosa en la
guerra psicológica, y puede ser contundente si se la emplea en el mo-
mento preciso. 18 En efecto, un aspecto interesante del rumor es que
"Tiene una hora para abandonar el país" aunque la transmisión en cadena que lo caracteriza parta de un hecho
real, en el camino se va distorsionando. Y nacen así deformaciones y
Las cifras de amenazados en el país son también incalculables, toda vez mentiras que recorren los mismos caminos del rumor, donde el miedo
que uno de los primeros efectos de estas amenazas es el miedo y éste hace frágil una situación social.
evita la denuncia al tiempo que impone el silencio. Si hace unos años la
amenaza de muerte venía de sectores claramente reconocibles, hoy ya no El rumor, al conectar una lógica posible con el acontecimiento, tiene base para ser
se sabe de dónde vienen las balas. En esta vorágine de violencia(s) todos aceptado, pues se da dentro de una buena disposición para creer. Así, la base para
pescan en río revuelto. Los analistas intentan mantener los límites de las que un rumor crezca es que [el hecho que se narra] sea posible, no obstante al per-
violencias 'explicables'. Por la vía de la amenaza han salido del país desde manecer el grupo social alterado muchas cosas imposibles pueden parecer total-
person~es del espectáculo hasta ... la intelligentsia. mente posibles. 19
Muchas de estas amenazas 16 son atribuidas a Carlos Castaño, quien
ha sido no pocas veces el autor -y él mismo lo ha reconocido-. Algu-
nas de ellas concretadas en retenciones, otras retenciones con "final Esto ha ocurrido en el país con las famosas listas negras. Aunque nunca
feliz" y otras en desapariciones. Un caso de alguna trascendencia en la fueron muy 'reales', en el sentido de existir más allá del rumor y pocos
opinión pública fue el de los investigadores del IPC en Medellín. Las tenían verdadero acceso a ellas, ya que sólo circulaba la información y el
muertes, en cambio, con iguales orígenes, gozan de total silencio. Sigue rumor, el país vio caer en estos años miles y miles de personas que 'engro-
siendo una problemática actual: periodistas, senadores, sindicalistas, saban' esas listas de muerte: políticos, jueces, periodistas, profesores. Casi
aparecen en el exilio forzado, huyendo de las amenazas de los nadie las ha visto, pero todos sabemos que existen y que en cualquier mo-
paramilitares. Periodistas, opositores políticos, sindicalistas, defensores mento pueden volver a 'circular', es decir, el miedo sigue ahí, sean ellas
reales o imaginarias. El uso de esas formas macabras de comunicación
también constituye un símbolo de muerte, puesto que son mensajeras del

15 Con una de las primeras salidas del país por parte del prestigioso abogado y académico de la
Universidad Nacional, Hernando Valencia Villa, estudioso del derecho de la guerra y encarga- 17 Se trata de una afirmación extraída del libro de Michel Taussig, Un gigante en convulsiones,
do en los últimos años de la Procuraduría para los Derechos Humanos. Véase: "Los intelectua- Barcelona, Gedisa, 1995"
les también se van", La Revista, El Espectadm; Bogotá, lO septiembre de 2000. 18 Armando Silva, "El cartel de Medellín y sus fantasmas. La coca como cartel, como frontera y
A esa lista se suman Jaime Zuluaga, lván Orozco y Eduardo Pizarro, este último después de un otros imaginarios más", en: Rosalía Winocur, coord., Juan Pablos, ed., Culturas políticas a fin de
atentado contra su vida en diciembre de 1999, y debe agregarse Alfredo Molano, Jbíd., p. 18. siglo, México, Flacso, 1997.
16 Véase La Revista, El Espectadm; 18 de febrero de 2001. 19 Jbíd., p. 96.
El exceso codificado en la exclwión social ... /117
116/ Mnerles violentas

emociones, ni practicar sus rituales funerarios, ni celebrar la vida que


terror. Las listas de la muerte siguen transmitiendo el mismo mensaje
tuvieron los difuntos, ni despedirlos de este mundo, no pueden resolver
aniquilador de los 'panfletos' amenazantes de los años cincuenta.
el trauma que les produce la muerte, ni finalmente aceptarla". 22
Estas listas se utilizaron en los años ochenta en asesinatos selectivos
en las ciudades. Más recientemente han sido un mecanismo utilizado por
los grupos armados (por lo general paramilitares) que llevan a cabo Los desaparecidos: noche y niebla
masacres de campesinos, llegan con listas en la mano y basta que la vícti-
ma .haga parte de ellas para ser ejecutada, sin más. Un testimonio recogí~ Noche que encubre, enmascara y aterra y niebla que distrae y confunde
do luego de una masacre deja ver este fenómeno: "Yo traté de salvarle la desdibvjarulo la verdad. Noche que siembra amargura y odio y niebla que duele :v
vida a él y a varias personas pero con resultados negativos [... ] pero ya silencia
estaba en la lista y no había nada qué hacer, pues ellos venían dizque a
hacer una limpieza". 20 Noche y Niebla

El desarraigo como forma de muerte a través del exilio También merecen atención en este trabajo los desaparecidos, y~ sea .como
hom~naje o como un intento ?e
d~rles una voz a esos se~es si!,e~oad?s:
perdidos en la sombra o perdidos en la noche y en. la mebla . Qmza
La problemática del exilio por razones políticas, que se inicia en América sea impertinente incluir esta cat~goría en un traba)o sobre la muerte;
Latina en los países del Cono Sur en la época de las dictaduras, genera muchos son los desaparecidos jamás declarados ofic~a_lmente muertos, Y
unos años después consideraciones en torno a ella como fenómeno social, sin duda también muchas las esperanzas de sus familiares de saberlos o
cultural y político de grandes dimensiones. Algunas disciplinas sociales se imaginarlos vivos. Sin embargo, la condición más próxima de los desapa-
han encargado de jalonar la reflexión. Es el caso de dos psicoanalistas recidos es la muerte.
argentinos, León y Rebeca Grimbert, ellos mismos migran tes y exiliados, Muchos de ellos no encuentran eco en las páginas de los periódicos,
quienes han escrito una excelente reflexión sobre el tema. 21 En efecto, el ni siquiera en los casos donde se ~ree haber hallado algún d~s~parecid~
exilio tiene una dimensión que vale la pena relacionar con la muerte: la 'prestigioso', y solamente son registrados como casos esporadicos en la
de la separación. En el caso colombiano el tema es otra vez objeto de la intimidad de las familias.
crónica periodística. Muchos han sido los casos reportados y también los El drama de los desaparecidos salta a la luz pública en América Lat~na
que no se reportan, y muchas las historias que aún no se han contado. De en el período de las dictaduras latinoamericanas del Co~o S~r en los anos
esta manera también los colombianos hemos asistido a esta forma de muerte setenta. Los chilenos y los argentinos tienen una larga h1stona al respecto.
que recorre diversos continentes cubierta con una enorme nostalgia. En El carácter de violencia política de esos desaparecidos se trasladó a Colom-
remotos lugares del mundo, y en. muy disímiles circunstancias, se en- bia en estas últimas dos décadas. No imputables tan claramente -o de
cuentran exiliados gran cantidad de colombianos. manera exclusiva- a los militares como en el resto de países latinoamerica-
Las condenas para estos exiliados no se agotan en ellos solamente. nos, las cifras sin embargo son aterradoras. 24 La violencia política convir-
Muchos son obligados a partir con las familias que, sólo en el mejor de tió la desaparición forzada en fenómeno social de gran magmtuci
los casos, llegan a reunirse de nuevo y a rehacer su vida en otra parte; en
tanto otras sufren la fragmentación y la disolución de los vínculos fami-
liares y no son pocos los casos en que la muerte los golpea a distancia, 22 Patricia Tovar, "Memorias de la violencia: viudas y huérfanos en Colombia", ponencia pres~n­
impidiendo toda elaboración del duelo. Familiares muertos que no se tada a la v cátedra Ernesto Resn·epo Tirado, Éx.odo, patriinonio e identidad, Bogotá, Museo Nano-
pueden acompañar~ enterrar o visitar en los cementerios. Sobre este punto na] de Colombia, diciembre de 2000 (s. i.).
23 Noche r Niebla es el título de una publicación de la organización Justicia Y Paz que publican
dice Patricia Tovar: "Cuando las personas no pueden exteriorizar sus desde .1996 en convenio con el Cinep; quizá sea el más detallado informe estadístico sobre la
situación de Jos derechos humanos en el país
24 Los datos más reóentes sobre desaparecidos aportados por Medicina Legal hablan de 6.000 ca-
dáveres sin identificar en Jos últimos años, esto es, desde 1997 hasta 2002, Véase: "El drama
20 Maria Victoria Uribe, "Desde los márgenes de la cultura", en: Arte y violencia en Colombia desde de los desaparecidos en Colombia. Tras el rastro de un NN", El Espectador, 21 de octubre
1948, Bogotá, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Norma, 1999, p. 282. de 2001, p lB.
21 León y Rebeca Grimbert, Aicoanálisis de la migración y del exilio, Madrid, Alianza, 1984.
i 18 1Muerles violentas El exceso codificado en la exclusión sociaL 1 119

Y no son sólo los desaparecidos por causas políticas, ya que el fenó- El segundo aspecto que nos interesa resaltar -y que será abordado
meno es bastante más amplio: cálculos y estadísticas incompletos; cir- con mayor profundidad en el capítulo 5- es la dificultad de aceptar la
cunstancias desconocidas en las que la muerte se produce, y desidia y pérdida del ser querido en esta forma sui géneris de muerte, .Y poder,
falta de recursos de las instituciones y personas a quienes les compete. cumplida esta condición, elaborar el duelo. En efecto, como ha sido cons-
Con todo, es cierto que la magnitud del fenómeno ha llevado a mejorar tatado por varios analistas, 27 la posibilidad de elaboración del d~el~ ~omo
sensiblemente las técnicas de recolección de información y los procedi- fenómeno necesario frente a la muerte, tanto en el terreno md1v1dual
mientos de identificación de los cadáveres. También los familiares de las como en el colectivo, tiene una enorme dificultad en ausencia de un ca-
víctimas han contribuido al avance en este terreno creando, en 1995, la dáver para sepultar y ritualizar. Parecería que la "presencia física" de un
Red Nacional de Desaparecidos. Nuevamente afirmamos que sólo la tie- cadáver, una tumba, o un lugar de referencia fuera la condición sine qua
rra que recibe los cuerpos tendrá la certeza de cuántos y quiénes son los non de esta aceptación. Si bien existen trabajos recientes que cuestionan
colombianos muertos en esta última violencia. esta tesis, 28 lo más aceptado en la literatura sobre el tema es que esta
Dos son los aspectos para considerar aquí. El primero, la práctica de ausencia dificulta enormemente la labor del duelo. Como lo señalan dos
la desaparición como otra -un tanto sui géneris- forma de muerte. El psicoanalistas argentinas frente a los desaparecidos: "Mientras la verifi-
segundo, es el problema del duelo en esta forma macabra de desapare- cación de la muerte permite al concluir el trabajo de duelo la recupera-
cer, de borrar sin dejar huellas; es como la agonía, como una muerte ción simbólica del objeto perdido, la desaparición produce en el psiquismo
lenta. Con respecto al primero, en el caso colombiano existen diferencias efectos distintos, pues no permite ningún tipo de inscripción". 29
sustanciales con lo ocurrido en los países del Cono Sur. La desaparición, Desde distintas perspectivas --<:ontinúan las autoras- se ha destaca-
si bien ha sido una práctica efectuada por los militares contra lo que do el efecto altamente traumático que el acontecimiento de la desapari-
consideran las bases sociales de la subversión, ha sido también utilizada ción tuvo para la su~jetividad de los afectados por la represión política.
por otros actores armados que, como los paramilitares, encuentran en Creemos, sin embargo, que la especificidad de "los duelos por las des-
ella una forma de 'borrar' literalmente las huellas y garantizar así la im- apariciones fonadas responde, justamente, a que el registro que los atra-
punidad del hecho. Incluso se ha llegado a prácticas aún más monstruo- viesa excede lo traumático para quedar incluido dentro del orden de lo
sas, cuando en el intento por barrer todo rastro se descuartizan los cuer- siniestro". Todo lo siniestro es traumático, pero no todo lo traumático es
pos, facilitando así su desaparición. O se practican toda suerte de siniestro. Retomando a Freud, las autoras destacan cómo el mecanismo
manipulaciones sobre los cadáveres con el mismo propósito. Por ~jem­ psíquico dispone de distintos modos de tramitación del trauma. "Los
plo, 'vaciarlos' para que no floten una vez lanzados al río; o descuartizados, traumas psíquicos pueden ser tramitados por vía de reacción -a través
como lo deja ver el testimonio ya registrado del negro Vladimir: "[ ... ] de la acción, la palabra, el llanto-- o bien mediante el procesamiento
descuartizamos los cuerpos. Por eso no encontraron los cadáveres". 25 asociativo del pensar". 30 El trauma es una impresión, una marca que,
Una muestra de la agonía que este fenómeno produce son estas pala- más allá de lo que tiene de inasimilable, puede tomar retroactivamente
bras de María Eugenia Vásquez, frente a la desaparición de una de sus valor de símbolo, aunque en su origen haya escapado a la simbolización. 31
compañeras militantes: Esta ubicación en un escenario impreciso entre la vida y la muerte, este
lugar de vivo-muerto del desaparecido, esta incertidumbre, produce el
Nada más monstruoso que las desapariciones para quienes las sobrevivimos. A veces efecto de lo siniestro. Lo siniestro está ligado a lo macabro, a lo no creí-
pedía a gritos la muerte como un alivio para ella, porque la imaginaba torturada.
Deseaba que apareciera el cadáver para ponerle punto final al dolor de su madre.
Pero no d~jaba de implorarle a la vida una oportunidad para encontrarla viva como
27 F. Rousseaux y L. Santa Cruz., "De la escena pública a la tramitación íntima del duelo".
si nada hubiera pasado. Frente a las desapariciones no hay alivio posible, la incerti- 28 Entre ellos una tesis de la maestría en psicoanálisis de la Universidad de Antioquia que, aunque
dumbre cobra sus víctimas[ ... ] muchas veces he visto a alguien que se parece a Bea- no compartimos, presenta una reflexión interesante al respecto, véase Victoria Díaz Facio Lin-
triz y el corazón me engatí.a pensando que puede ser ella. 26 ce, Del dolor al duelo, Departamento de Psicoanálisis, Universidad de Antioquia, 2000.
29 F Rousseaux y L. Santa Cruz, Op. cit.
30 Sigmund Freud, "Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos: comunicación pre-
liminar", 37, citado por F. Rousseaux y L. Santa Cruz, Op. cit.
25 Semana, N. o 793, Bogotá, julio de 1997. 31 Jacques Lacan, Seminario VII, La ética del psicoanálisis (diciembre de 1959), citado por E
26 María Eugenia Vásquez, Bitácora de una militancia, Bogotá, Ministetio de Cultura, 200 l. Rousseaux y L. Santa Cruz, Op. cit.
120 /Muertes violentas

ble, a lo incierto; y es en lo siniestro donde el horror se presentifica. El


horror no se puede medir~ es del orden de lo inconmensurable, de lo que
carece de común medida y de toda proporción. "El horror [... ], es lo
imposible de mediatizar, es algo frente a lo cual las palabras se detienen.
Lo que es del orden del horror resiste la asimilación a la función
significante, es lo irreductible a la simbolización". 32
Un caso que, en sentido estricto, no es de desaparición, ha sido sin
embargo convertido en un símbolo de esta forma macabra de la violen-
cia. Re-editando el movimiento de las Madres de la Plaza de Mayo en
Argentina, un grupo de madres y esposas de los soldados y policías 'se- Tercera parte
cuestrados' por las Farc han convertido en todo un ritual la 'peregrina-
ción' a la iglesia de la Candelaria en Medellín todos los miércoles a me-
La codificación del dolor:
diodía, símbolo de su protesta y de su esperanza de volverlos a ver. 33 ritualización, simbolización
y tramitación de la muerte

32 J Lacan, Seminario 11, Resúmenes de 1954-1955, citado por F. Rousseaux y L. Santa Cruz, Op. cit
33 Semana, N. 0 926, Bogotá, enero de 2000.
Ritualización, simbolización
y tramitación de la muerte

Introducción

El símbolo, en palabras de Cassirer, no sólo es "un acceso a la naturaleza


del hombre", 1 sino que adquiere también, a diferencia del animal que
responde instintivamente sin elaboración simbólica alguna, una particu-
lar significación cuando se trata de la muerte, como lo ha mostrado la
antropología. Para poder enfrentarla, todas las culturas y civilizaciones
han buscado y puesto en práctica formas de ritualización, simbolización y
tramitación de la muerte.
En la primera, la ritualización, abordamos una serie de prácticas fune-
rarias y sus significaciones. Mediante ellas, una sociedad expresa su ima-
gen sobre ella misma y construye a través de estos ritos (y los símbolos
que los acompañan) muchos de sus referentes de sentido y significacio-
nes con relación a la muerte pero también a la vida. Los ritos constituyen,
por lo demás, una forma privilegiada universalmente extendida, quizá la
forma privilegiada por excelencia, de ritualización de la muerte.
La segunda, la simbolización, se expresa a modo de imágenes a través
de otros lenguajes o apela a lo que podríamos llamar otras tramas discur-
sivas: el arte, la pintura, la literatura, etc. Es un nivel de representación
bastante más abstracto conformado por expresiones artísticas que mani-
fiestan la muerte y la violencia de otras maneras. Son modos diferentes
de contar el dolor y que, con Sofsky, hemos llamado la estética de la
muerte. Este nivel de representaciones de la muerte es bien importante
entre otras cosas porque, como lo señala Sofsky, 2 cuando se trata de inte-
rrogar el sufrimiento es fácil caer en la representación gráfica; ella es,
pues, en este ámbito, casi una necesidad expresiva.
Finalmente, la tercera, la tramitación de la muerte, la abordamos a
partir de dos procesos: el duelo y la memoria.

1 Ernst Cassirer, Essais sur l'homme, París, Éditions de Minuit, 1975, p. 41.
2 Wolfgang Sofsky, Trailé de la violence, París, Gallimard, 1996, p. 60.
12 4 / Muertes violentas Ril1wlización, simbolización y tramitación de la muerte / 12 5

La ritualización paliar las faltas reintegrando la muerte en la vida. El cuerpo muerto lejos de ser una
nada, en tamo que objeto socio-cultural, deviene el soporte positivo de un culto que
El hombre es el único animal que entierra a sus muertos sirve a los viviemes. Por la vía de los ritos y de las creencias, las prácticas funerarias
tienden, en efecto, a conjurar y a reparar el desorden que la intrusión de la muerte
L.-V: Thomas ha provocado. Ellas constituyen, de alguna manera, una tentativa desesperada de
paliar la muerte, de sobrepasarla, en suma, de negarla. 5
La función del rito es con exactitud la de sustituir en forma simbólica al cadáver
por un cuerpo, a la cosa por un ser
Su urgencia trasciende, pues, las barreras culturales, para hacerse
L. -V: Thomas necesaria en todas las culturas. Como lo plantea Thomas, para introdu-
cir la dimensión absolutamente humana de esta práctica, "el hombre es
'Toda ceremonia fúnebre es, :va creo, una manera de domesticar La muerte, de el único animl:ll que entierra a sus muertos", 6 mientras que los animales
ayudar a los seres humanos a mirar la muerte de frente en este aspecto se caracterizan por la indiferencia o el canibalismo. 7 Res-
catando este carácter universal del rito funerario, Thomas señala que,
Jack Goody
salvo en casos de guerras, epidemias o grandes traumatismos sociales, no
existe sociedad humana que no rodee a sus muertos de un ceremonial
La costumbre de enterrar a los muertos y de utilizar para ello toda una funerario, por elemental que sea .. Es en sí mismo una señal de respeto,
serie de símbolos, cultos y ritos funerarios:~ ha sido, corno se puede ilustrar en tanto el cadáver es tratado corno una persona y no corno un objeto.
históricamente, una práctica en todas las culturas. El rito funerario, dice Los ritos y prácticas funerarias constituyen una forma de simbolización
Louis-Vincent 'Thornas, responde a una exigencia universal y coincide con de la muerte. Lo que varía son las fom1as y significaciones según las cultu-
la aparición misma de la hurnanidad. 4 Pero, ¿por qué se entierra a los ras, pero el rito de sepultar a los muertos se ha mantenido desde siempre,
muertos? Existen razones no solamente físicas -de higiene y salud públi- cualquiera haya sido a lo largo de los siglos la actitud frente a la muerte. La
cas frente a la descomposición de los cadáveres--, sino también de índole existencia del rito aparece corno "una clara señal de hurnanización". 8 Cohen
cultural, más del orden de lo simbólico y que, sin embargo, repercuten en Salarna señala cómo "mucho antes de encontrar el nombre de la muerte
los modos de enterrar a los muertos en las distintas sociedades. De hecho el hombre reconoció la muerte a través del rito". 9 El culto a los muertos
estos usos dicen mucho sobre la sociedad en la cual se practican. La razón cumple importantes funciones sociales de solidaridad frente al duelo y
fundamental del miedo a la muerte y en consecuencia de la existencia del de cohesión social de los sobrevivientes frente a sus muertos mediante la
ritual funerario parece estar condensada en el párrafo siguiente: participación colectiva en rituales fúnebres, corno han sido, por ejemplo,
los banquetes funerarios o las celebraciones en los días dedicados a hon-
El cadáver produce miedo pues los síntomas que anuncian la destrucción de la carne rar su memoria. El culto cumple, igualmente, funciones psicológicas de
reenvían a una imagen insostenible de destrucción de la persona y de desagregación tranquilización frente a la ruptura definitiva y al dolor que implica la muerte
del grupo. Para persistir dentro del ser después de este reencuentro con la pérdida de los seres queridos, en él se encuentra no sólo la esperanza de un
y la nada, el imaginario se dedica a construir una simbólica más confortable a fin de reencuentro sino un excelente mecanismo para mitigar el dolor, mante-
niendo el vínculo con los que ya murieron. 10

3 Sobre el ritual, sus diversas conceptualizaciones y su uso en la antropología sugerimos el ensayo


de Edmund Leach publicado por la Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales dirigida por 5 !bid., pp. 119-120 .
David Sills, tomo 9, Madrid, AguiJar, 1976. Pese a las divergencias en las conceptualizaciones del 6 IbúL, p. 120.
término no parece haber, en la literatura antropológica, ninguna dificultad para caracterizar y 7 Ibíd., p. 116.
conceptualizar el rito cuando se trata del rito funerario y para admitir sus componentes simbóli- 8 Fabiana Rousseaux y Ua Santa Cruz, "De la escena pública a la tramitación íntima del duelo",
cos. También fue consultado frente al rito (particularmente los ritos funerarios), Jean-Hugues archivo personal (s. i.).
Déchaux, Le smwenir des morts. Essais mr le lien de fúiation, París, PUF; 1997. 9 Mauricio Cohen Salama, "lionbas anónimas. lnjonne sobre la identificación de restos de uícliuws de la
4 Datos antropológicos certifican la existencia de sepulturas en el paleolítico medio (-1 00.000 a represión ilegal, Buenos Aires, Equipo Argentino de Antropología Forense, Catálogos Editora,
-35.000 ai'ios) que demuestran que el hombre de Neanderthal inhumaba sus muertos. Véase: 1992,p.15.
Louis-Vincent Thomas, Rite5 de morl pota la paix des vivants, París, Fayard, 1985, p. 117. lO Eugenia Villa Pos se, Muerte, cultos y cementerios, Bogotá, Disloque, 1993, p. 87.
12 6 1Mttert~s violentas Ritualización, simbolización y tramitación de la muerte 1 127

Sin embargo, es más que eso: muchas de las funciones que los ritos símbolos verdaderos en un reino más allá de la muerte: en el cielo de Dios. Así,
cumplen tienen que ver más con los vivos que con los muertos; más con por un lado, el dualismo vida/muerte produce una alienación premoderna que sólo
la angustia individual y colectiva de la muerte que con el muerto mismo. permite ver un "más allá" intangible y espiritual y por otro, una enajenación mo-
Entre las funciones y finalidades de los ritos funerarios están, en su sen- derna que sólo muestra un "más acá" palpable y material. Para el fanatismo reli-
tido manifiesto, hacerse cargo del muerto dándole un lugar que sea a la gioso, la vida en la tierra no es significativa sino a través de la muerte que es la vía
vez benéfico para el grupo, y hacerse cargo de los sobrevivientes marca- para la vida eterna, mientras que para el fanatismo positivista el sentido de la vida
dos por la pérdida movilizando a su alrededor a la comunidad y regla- sólo es posible si se niega la realidad de la muerte. 15
mentando el duelo. En los dos casos, dice Thomas, se trata de dominar la
muerte en su forma efectiva en lo que concierne al muerto, y en "su Se d~ja ver, pues, que en el sistema de ·pensamiento propio de la
equivalente simbólico en lo que concierne a los dolientes" . 11 Pero, en modernidad y la posmodernidad, a la muerte se le quita el estatus del
sentido latente, el ritual no tiene en cuenta más que un soto destinatario: que gozaba tm la premodernidad, es decir como parte trascendental del
el hombre vivo, individuo o comunidad. Su función principal es la de curar destino de los seres humanos. Lo que se pretende en el tiempo actual es
o prevenir, función que reviste distintas caras según la sociedad: demostrar la superioridad de los seres humanos con respecto a ella, tra-
desculpabilizar, reconfortar, revitalizar. Así, el ritual de muerte sería, en tando de engañarla, de hacerla retroceder mediante los avances científi-
definitiva, un ritual de vida. 12 cos aplicados a la medicina, 'garantizando' la longevidad.
Los funerales son ante todo un ritual de despedida; liturgia por su Pero a pesar de todos estos avances y de que se trate de 'ignorar' la
comportamiento altamente simbólico; terapia por la codificación del dolor, muerte, el sida ha aparecido en la sociedad occidental vulnerando la su-
y reglas normativas cuya finalidad es preparar al muerto para su nuevo premacía de la medicina sobre la muerte, y ha contribuido al debate re-
destino. En los funerales, y por .ellos, el muerto no termina de morir. ciente y al interés por la muerte. Otro factor que ha venido a ampliar el
Entonces los vivos ya no están enteramente del lado de la vida, para que debate es el surgimiento de los llamados "cuidados paliativos", que en
el difunto no esté enteramente del lado de la muerte. 13 este proceso de medicalización de la muerte buscan fundamentalmente
Con la modernización de las sociedades la importancia de la muerte hacerle frente en forma digna, desarrollando técnicas como la tanatología,
se reduce, ella se oculta y se vive en la intimidad de las familias, se silen- con la cual se pretende que las personas no sufran los dolores de la muer·
cia. Esto se incrementa en los últimos tiempos, los de la posmodernidad, te propia, ni tengan que sufrir con la muerte de los seres queridos. Le
ya que los presupuestos en los que se funda suponen un cambio de senti- tanatología está definida como "el estudio de la muerte como fenómenc
do con respecto al nexo vida-muerte: 14 cultural multidimensional. Pero, restringida al área de la medicina, e~
aquella disciplina que se encarga de la atención clínica, terapéutica (con
En el fondo de la ruptura posmoderna se encuentra un rechazo radical -más trol de síntomas como el dolor, el vómito, la asfixia, entre otros), psicoló
inconsciente que consciente- a la concepción mecanicista de la vida y de la muer- gica y familiar de los enfermos incurables en estados terminales y de lo
te, que rige la modernidad. La existencia de una oposición absol1;1ta entre vida y asesoría·a sus parientes". 16
muerte empobrece a ambas y genera, en los diversos modelos de pensamiento, el La meclicalización de la muerte ha desatado, para algunos autores
reconocimiento a una y la exclusión de la otra. Es así como el discurso racionalista una serie de "efectos perversos", tales como duelos mal elaborados ;
positivista despoja la dimensión de la muerte de cualquier significado, símbolo o dramas sin resolver por cuanto las personas no asumen ellas mismas L
valor racional y espiritual; la muerte es entendida como una nada, imposible de muerte o los procesos de morir de sus seres queridos, sino que dejan a
ser pensada. Mientras que, en el otro extremo, el discurso religioso ortodoxo cris- moribundo en las manos de personal "capacitado y especializado" que,
tiano le quita todo valor trascendente a la vida en la tierra y sitúa los valores y en la mayoría de los casos, no tiene lazos de afectividad con él. Un
proceso vivido por las sociedades occidentales desarrolladas, respecto Zt
los ritos fúnebres y su significación con relación al duelo, nos resultó
ll L.-V Thomas, Op. cit., p. 121.
12 Ibíd.
13 L.-V. Thomas, El cadáver. De la biologúz a la antropología, México, FCE, 1989.
14 Orlando M~jía Rivera, La muerte y SltS símbolos. Muerte, tecnocracía y posmodemidad, Medellín, 15 lbíd.
Editorial Universidad de Antioquía, 1999, p. 115. 16 lbíd., p. 170.
12 8 1M uertes violentas Ritualiwción, simbolización y tramitación de la muerte 1 129

particularmente importante: es el rescate de los ritos y la palabra des- no se sustrae a estas prácticas civilizadas y modernas. También aquí se
pués de algunos años de excesiva medicalización y profesionalización han introducido esos cambios y se ha ido secularizando el rito funerario.
de ~a muerte, para evitar esos "duelos patológicos". Hoy, incluso en las Lo que estamos interrogando ~n este trabajo no es tanto la diferencia o,
soc1~dades alta~ent~ industrializadas y tecnificadas, se admite que es más bien, la especificidad con relación a los cambios en las prácticas fu-
preCiso hablar, ntuahzar, romper con el silencio de la muerte. Las so- nerarias que parecen darse con la modernidad en todas las sociedades.
ciedades le apuestan hoy a la búsqueda de una re-ritualiwción de la muerte. La pregunta es con respecto a la posibilidad o no de simbolización de
La pregunta que se hacen los teóricos al respecto es cómo re-introducir muertes de naturaleza o carácter violentos. ¿Qué pasa con los cultos, sím-
la muerte y el duelo en la escena social. "El rito protege; ofreciendo una bolos y ritos en la muerte violenta? ¿Qué pasa en una sociedad -en el
forma instituida, él canaliza el dolor ahorrándole al individuo una fuer- aspecto simbólico-- cuando hay exceso de muerte, duelos inconclusos y
te implicación personal"Y exceso de ritos funerarios? Si los ritos son un medio de conjurar la muerte,
. Una de las condiciones para la aceptación de la pérdida, en lo simbó- podríamos indagar qué dice esta sociedad con el exceso de muertes y, en
lico, es enterrar al muerto. Ello permite lo que en términos más genera- consecuencia, lo que significa el exceso de ritos funerarios.
les llamamos la elaboración del duelo. No hacerlo, por el contrario, inhibe
los procesos de elaboración de esta(s) pérdida(s) y genera traumatismos
individuales y colectivos que van a expresarse de múltiples maneras, a El cementerio: un lugar de memoria
veces perversas, en el campo de lo social. Para poder elaborar el duelo el
sujeto necesita enterrar a sus muertos, para satisfacer lo que se llama "la Decir que el cementerio es un 'lugar de memoria' es decir que es un espacio
memoria del muerto", con todo lo que implica de movimiento simbólico: esencialmente simbólico
"la intervención total, masiva, desde el infierno hasta el cielo, de todo el
jue9o simbólico". 18 Pero, ¿qué es lo que se simboliza?, ¿a qué o a quién se Jean-Hugues Déchaux
le rmde culto?, ¿qué es lo que se ritualiza?
Pese a los cambios, los rituales nunca han desaparecido. Aunque en ]a Sin ninguna duda los cementerios son el lugar por excelencia del culto a
actualidad sí se han banalizado, como lo veremos más adelante, ellos no los muertos, es decir, son lugares de memoria donde se construyen y se
mueren totalmente. Lo que pasa es que han adquirido formas nuevas en recrean símbolos alrededor de los muertos para que nunca dejen de per-
las sociedades modernas, donde la religiosidad de los actos funerarios se tenecer a un entorno social determinado; para que no mueran en la
asume de manera más interior, más íntima. memona.
A la familia se le atribuye una importancia vital en el plano simbólico Los cementerios constituyen lo que llamaríamos una cultura material de
del rito funerario. Esto es así (y lo recogeremos después en la reflexión la muerte, 20 que va desde el mismo tratamiento del cadáver (su preparación
sobre la memoria) por la significación de la muerte para los seres humanos y vestido) hasta la tumba con la lápida y sus decorados. En este proceso se
en relación con el parentesco, o lo que los especialistas llaman "el lazo de hallan reunidas las esperanzas, los miedos y las angustias de los dolientes.
filiación". En efecto, "la inscripción (la pertenencia) a una familia contri- Son sitios mágicos y sagrados, razón por la cual adquieren el carácter de
buye más que cualquier otra experiencia social a contener y a atenuar la lugares tabúes. Cuando un ser humano fallece, en torno al cadáver se tejen
angustia de la muerte. El lazo de filiación se encuentra investido de una creencias y se sustentan esperanzas, se le ama y se le teme.
cominuidad vital muy arcáica, pero que permite reemplazar el destino En el cementerio convergen las diferencias sociales que se presentan
individual por un conjunto más vasto en términos de la continuidad". 19 en los grupos humanos. Aun cuando en sus orígenes fuera pensado para
Colombia, inserta en la cultura occidental y modernizada a su modo, ser utilizado sólo por las élites, hay una relativa libertad para que estas
diferencias compartan un mismo espacio. 21 ·

1i Jean-Hugues Déchaux, Michel Hanus y Frédéric Jésu, "Comment les fimlilles entourent ses
morts", Esprit, N. 0 247, París, 1998, p. 94. 20 E. Villa Posse, Op. cit., p. 86.
18 Jacques Lacan, El deseo y su interpretación, Seminario VI, 29 de abril de 1959, citado por F. 21 Una interesante crónica sobre el origen de los cementerios colombianos, conCTetamente en
Rousseaux y L. Santa Cruz, Op. cit. Santafé de Bogotá en la época colonial, se encuentra en Martín E. Vargas y Silvia Cogollos, "La
19 J.-H. Déchaux, Le souvenir desmorts, p. 94. teología de la muerte: una visión española del fenómeno durante los siglos XVI-XVIII", en: Jaime
130 /Muertes violentas Riiualización, simbolización y tramitación de la muerte / 131

El cementerio San Pedro de Parques Cementerios de Latinoamérica. La arquitecta Catalina


Velásquez Parra, directora del Museo el Cementerio San Pedro y de la
Red de Museos de Antioquia, cuenta cómo se logró llevar a cabo este
En la búsqueda de información etnográfica para la investigación visita- proceso que incluyó además la estructuración del proyecto de planeación
mos algunos cementerios: San Pedro, Campos de Paz y Jardines y desarrollo del cementerio, en 1999:
Montesacro. Este último, valga la aclaración, porque allí se halla la tumba
de Pablo Escobar y por lo que en su momento suscitó su entierro, tam-
Este[ ... ] proyecto surge desde 1996 ruando la Fundación decide reuear su historia
bién por la significación que aún mantiene su tumba. Por razones de
a través de una lectura del espacio, teniendo como antecedentes, el proceso de fim-
seguridad (pues según la información que nos fue dada parecía un riesgo
dación, ampliación y consolidación del lugar. En él proyecto se evaluó y analizó el
innecesario que no había que correr), no pudimos visitar el cementerio
estado de la construcción para reconocer los diferentes períodos en los males hubo
Universal, el de las fosas comunes, de los seres anónimos (el de los NN),
intervención. Con esta periodización se rescataron valores importantes que si bien
que hubiera sido muy importante por lo que representa en este contexto
no se desconocían, no eran premisas sobre las cuales se hacía la lectura del lugar.
de violencia.
Para reruperar la infraestructura cargada de rualidades estéticas era necesario bus-
Para desarrollar este apartado nos detendremos en el cementerio San
car mecanismos de protección que permitieran que fueran desrubiertos los testimo-
Pedro, el más importante de Medellín en cuanto a que recoge buena nios que tácitamente se encontraban en ella, se eligió la declaratoria como patrimo-
parte de la historia en lo que tiene que ver con rituales y prácticas fune- nio de la nación que obligaba por ley a crear un plan de protección y, además, en
rarias, particularmente de los jóvenes. Pese a haber sido fundado por y busca de dinami?,ar dicho proceso, se buscó el reconocimiento del cementerio como
para la élite antioqueña en 1842, "en la misma época en que [la élite] museo, entendiendo que el concepto de museo va más allá del simple coleccionismo.
invertía en compras de tierras para la colonización y formaba las prime- Ambos proyectos obligaron a la Fundación a planear su desarrollo, teniendo en
ras sociedades por acciones para la explotación minera", 22 y llamado "la menta que la nueva condición le permitirá actuar como entidad cultural, io que
ciudad de mármol", pero conocido popularmente como "el cementerio significa que es necesario para su funcionamiento como cementerio y museo la crea-
de los ricos"; 2':1 se fue convirtiendo en lo que un periodista denominó el ción de nuevos espacios. 25
"cementerio de la comuna nororiental", 24 a causa de la inhumación allí de
buena parte de los jóvenes sacrificados en la ciudad en estos últimos
años, y pertenecientes a esa comuna, cuya cercanía al cementerio signifi- Recorriendo el San Pedro es posible encontrar, en un primer momen-
có el acceso más fácil a él. to, la zona central con sus esculturas y mausoleos, donde se encuentra el
llamado Parque de las Esculturas. En efecto, cuenta con estructuras en
bronce, mármol y piedra, de maestros escultores como Carvajal, Bernar-
La "vida" en el cementerio do Vieco y Marco Tobón Mejía. Dos de esas esculturas son muy significa-
tivas por su historia y las implicaciones que después tuvieron.
El cementerio de San Pedro ha sido declarado "bien cultural de carácter Una de ellas es el mausoleo de José María Amador, hijo de Carlos
nacional" y ha sido llamado "Monumental Campo Santo San Pedro". Hoy Coriolano Amador. 26 El muchacho murió a los veinticuatro años de edad,
forma parte de la Red de Museos de Antioquia y de la recién creada Red a finales del siglo XIX. Es un monumento en mármol que consiste de un
obelisco sobre una plataforma que termina en escalas, en las cuales repo-
sa la escultura de una mujer, vestida a la usanza de la época, que llora
Humberto Borja, ed., Inquisición, muerte.'\' sexualidad en la Nueva Graruula, Bogotá, Ariel, C~ja,
1996. En ella se narra su origen a partir del traslado de los muertos que tradicionalmente se
enterraban en las iglesias y que, en razón ya de la cantidad y argumentando asuntos de higiene
y salud pública, debía hacerse en un lugar exclusivo para ellos. De ahí surgen los cementerios 25 Catalina Velásquez, "Otra mirada al cementerio de San Pedro'', ponencia presentada en el
pese a las resistencias católicas. marco del Primer Encuentro Andino de Valoración y Gest.ión de Cementerios Patrimoniales,
22 Roben Brew, citado por Gloria Mercedes Arango, La mentalidad religiosa en Antioquia, Medellín, Museo de Antioquia, Medellín, 1.0 al 4 de noviembre ele 2000.
Universidad Nacional de Colombia, 1993. 26 De quien se sabe que era uno de los hombres más ricos de la Villa de la Candelaria, administró
23 El de los pobres era el San Lorenzo que se intentó convertir en patrimonio nacional para evitar las minas de El Zancudo (herencia de su esposa), trajo el primer automóvil a Antioquia, y era
su destrucción por parte de algunos urbanizadores de la ciudad. dueño del palacio arzobispal que está ubicado en la Avenida La Playa, junto a la Clínica Soma.
24 Ricardo Aricapa, Medellín es así, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1999. La calle Amador de Medellín debe su nombre a este personaje.
13 2 / Afuerles violentas
Ritualimción, sirnbolimción y tramitación de la muerle /133

desconsoladamente. En la parte final del obelisco puede leerse el nombre


del muchacho, la fecha de su nacimiento y la de su muerte y más abajo una jóvenes que han caído por causa de. la violencia: A~nque la ~uerte de
inscripción que dice: "Su madre que confía en Dios consolador" (véase la este muchacho, ocurrida a fines del siglo XIX, no significara lo m~smo que
figura 5.1 ). Por lo anterior, la obra se conoce popularmente dentro del las muertes de los jóvenes de hoy, este mausoleo se ha convert.I.do en el
cementerio como "La madre que confía en Dios consolador". Este monu- símbolo de muchas de las madres que lloran la muerte de sus hu os y .que
mento fue encargado por Coriolano Amador al señor Hermenegildo ven representada en la obra la intensidad de su dolor. Por esto se realizan
Vivolotti, quien importaba las obras desde Pietra Santa, Italia, según el oraciones en el mausoleo. Uno puede ver de cuando en cuando a una
modelo que el solicitante escogiera de un catálogo que él mostraba a sus mujer sola o a un grupo de mujeres con e~ libro de oraciones en la man~
clientes para tal efecto. Se desconoce quién fue el autor de la obra. y un rosario, recitando sus rezos en voz baJa. La mano .d.e la escultura casi
Alrededor de este mausoleo los visitantes y usuarios del cementerio siempre tiene una flor artificial o natural que los VISitantes le ponen,
han tejido varias historias. Una de ellas dice que la m~er a los pies del saltando la reja que la protege, principalmente en el día el~ la madre.
obelisco representa a la madre de José María Amador, que habría muerto La otra obra significativa es la escultura en bronce conooda coT?? Las
de un infarto estando en esa posición, en ese mismo sítio, por el dolor tres Marias obra del maestro Bernardo Vieco. Pertenece a la familia de
que le causó la muerte de su hijo. Otros van más allá argumentando que Pedro Est;ada, 2¡ quien tenía una muy alta valoración por las artes cine-
la mujer que se encuentra ahí es la misma Lorenza Uribe, madre de José matogr·áficas, aspecto que el escultor toma en cuenta para hacer su obra
María, a quien el dolor petrificó dándole esa forma. que representa una secuencia fílmica. En efecto, es el aspecto de una
Como lo mencionamos anteriormente, el cementerio San Pedro, como misma mujer para las tres Marías, lo que hace creer a la gente que ellas
otros cementerios de Antioquia, ha tenido que recibir a muchos de los tienen un movimiento cíclico (véase la figura 5.2). 28 Es muy común ve~
cómo la gente pone diversos objetos en la mano de la primera figura, casi
siempre flores o monedas, aunque también se pueden encontrar l~s pa-
pelitos de las llamadas "cadenas de las ánimas", que exhort~n a qmenes
encuentren uno a repetir este procedimiento las veces que d1ga el pape-
lito, para que las ánimas cumplan los favores pedidos. En caso de no
hacerlo, la persona se arriesga a que le pase algo malo, en el P:~r de los
casos, o simplemente a que las ánimas nunca es~m:hen sus p~t1~1~nes.
De su época de gloria -segunda mitad del siglo XIX y pnnCIJ:lOS. del
xx-, el cementerio San Pedro alberga buena parte de los pers~naJeS Ilus-
tres de la ciudad como Manuel Uribe Angel (historiador y médi~O ), Pedro
Justo Berrío (gobernador de Antioquia), Carlos E. Res trepo (pres1dent~ de
la República), Luis López de Mesa (escritor), Jorge Isaacs (escntor
vallecaucano, autor de la novela María, quien también fue gobernador de
Antioquia), entre otros, de cuyos mausoleos ha?laremos más adelante;
Es posible establecer un paralelo entre cmdades con:o Mede~lu~ ,Y
Bogotá a partir de ciertas prácticas y usos de sus cementenos. Las Slmlh-
tudes a este respecto entre el Cementerio Central en Bogotá y el San
Pedro en Medellín, y Jardines del Recuerdo en Bogotá con Campos de
Paz en Medellín son a simple vista eviden~es.

27 La familia fue la constructora del Palacio Egipcio en el barrio Prado de Medellín.


28 Esto ha generado también la creación popular de una leyenda según la cual en el mes de
Figura 5.1 La madre que confía en Dios consolador noviembre las tres salen juntas a pasear por el cementerio, como cuando el animero de algunos
pueblos saca a pasear a las ánimas. La diferencia aquí es que ellas tienen la famltad de hacerlo
sin guía y en cualquier tiempo.
134 /Muertes violentas Ritu.aliwción, simboliz.aciÓ11 y tramitaáÓ11 de la muerte/ 135

Marías, y a cuyos pies se puede observar un tulipán marchito, que al


parecer es la representación de una niña integrante de esta familia, que
murió a muy corta edad.
Las "tumbas significativas" lo son por razones de prestigio de los per-
sonajes inhumados. La diferencia está en que la significación de las tum-
bas en el caso de Medellín va más allá del prestigio socialmente reconoci-
do de algunos personajes. Es decir, está marcada por otros 'valores' o
réferentes de prestigio, no corno en el ejemplo de Barbero acerca de Leo
Siegfred Kopp, fundador de una de las más grandes empresas de cerveza
y uno de los hombres más ricos del país, y quien se ha convertido en el
abogado de quienes tienen problemas económicos. 31

La iconografía de las tumbas

Haciendo un recorrido más detenido por las galerías del cementerio San
Pedro, resalta de manera muy particular la expresión popular del culto a
los muertos refl~jada en la iconografía de las tumbas, aspecto que ad-
quiere relevancia porque es una muestra fehaciente de la relación de los
vivos con sus muertos, por cuanto la tumba"[ ... ] es el objeto que permite
darle un lugar al muerto, materializando su presencia". 32
~diferencia de otros cementerios, el San Pedro se hace cargo de pro-
Figura 5.2 Las tres Marías. Obra del escultor Bernardo Vieco. porciOnar la lápida cuyo costo está incluido en el alquiler de las tumbas,
aunque no se prohíbe que las personas traigan lápidas de otras partes.
~odas l.as lápidas suministradas por el cementerio son de mármol gris y
A semejanza de lo que muestra Martín Barbero en el Cementerio
Central de Bogotá, 29 también en San Pedro existen las llamadas "tumbas tienen mscntos, con letra cursiva negra, el nombre del difunto y la fecha
significativas". Por ejemplo, las tumbas con esculturas en mármoles ita- de su muerte.
lianos esculpidas por el artista antioqueño Marco Tobón Mejía ·--como La versatilidad en los adornos de las tumbas corre por cuenta de la
las de Jorge lsaacs y Pedro Justo Berrío-, o las traídas directamente famili.a o los allegados del muerto, quienes llenan las lápidas de color con
des~e Pietra San~a, como la de su fundador Pedro Uribe y Restrepo (co-
. la vanedad de flores que llegan al cementerio, y con objetos e imágenes
q~e van a hablar de la personalidad que tenía el difunto, de sus gustos y
noClda como El Angel del Silencio) o la de la familia Ospina Vásquez. Otras
tumbas combinan mármol y bronce, como es el caso de los mausoleos de disgustos, de las relaciones que sostenía con sus seres queridos o con sus
enem~gos. Las lápida~, .así cubiertas de cantidad de flores y símbolos que
la familia Bedout, 30 ornamentados con las esculturas del maestro Ber-
nardo Vi eco,. como el Ángel ~uardián; la. de la familia Moreno S., en cuya combman figuras rehgwsas con otras que podríamos llamar 'profanas',
parteyosterwr aparece una mterpretaClón que el artista hace de La Pietá aunque no dejen ver el nombre inscrito en ellas, no hacen a los muertos
de Miguel Angel, y la de la familia Estrada, a la que ya nos referimos, en seres anónimos, por el contrario, expresan que esa persona muerta aún
cuya parte superior aparecen tres mujeres que representan a las tres es parte de una familia, de un equipo deportivo, o de una universidad,
por ejemplo. Es decir, que aún pertenece a un grupo particular de perso-
nas que lo identifican y reconocen como tal.

29 Jesús Martín Barbero, "Cementerios y jardines para muertos", Magazín Dominical, N.o 106, El
Espectador; 7 de abril de 1985, Bogotá, pp. 4-5.
31 Jesús Martín Barbero, Op. cit., p. 4.
30 La familia Bedout manejó por mucho tiempo la industria editorial en Antioquia.
32 J.-H. Déchaux, M. Hanus y F.Jésu, Op. cit., p. 89.
136 1Mnertes violentas Ritualización, simboliwción y tramitación de la muerte 1 13 7

No se puede decir que esta iconografía se halle en una galería espe- po del que se era hincha. 33 Estos adornos se pueden conseguir fácilmen-
cífica, o que sea exclusiva del cementerio San Pedro. Los adornos, los te a la entrada del cementerio, en casetas o 'tiendecitas' que se especiali-
juguetes, los símbolos de los equipos de fútbol que acompañan al muerto zan en proveer a los visitantes este tipo de objetos con los que ellos expre-
están un poco por todas partes. No menos importantes son las figuras san sus sentimientos a la persona muerta.
autoadhesivas del Divino Niño, la Virgen del Carmen y el Corazón de Si el muerto era un conductor, se emplea la figura autoadhesiva de la
Jesús, que comparten su lugar con un grupo de rock, y los equipos de Virgen del Carmen, rodeada de camiones, buses, motocicletas; o cuando
fútbol Medellín y Nacional, la foto del muerto en colores o fotocopia en la persona ha fallecido en un accidente de motocicleta, se pega en la
blanco y negro de una fotografía, y la tarjeta de cumpleaños o de aniver- parte inferior una motocicleta de juguete, como una marca distintiva, y si
sario (véase la figura 5.3). el espacio lo permite, este juguete se pone dentro de la vitrina; si se trata
de un niño, juguetes, como muñecas y carritos, o las calcomanías de per-
son~es de caricatura -corno "Piolín"- son la representación de lasco-
sas que él debió disfrutar en vida, y son todos símbolos al parecer de
enorme significación para la persona muerta.
Como un esfuerzo por inmortalizar la semblanza de quien se ha ido,
en varias lápidas aparece la fotografía del difunto. Las fotografías mues-
tran a la persona cuando estaba viva, en ocasiones posando para, la cáma-
ra~ en otras se la ve desprevenida ·realizando labores cotidianas. No tan
comunes, pero igualmente significativas, son las que muestran a la per-
sona en cama, tal vez padeciendo la enfermedad que produjo su muerte.
Pero a veces no es suficiente con poner la fotografía para preservar el
recuerdo, y por eso muchos elementos se combinan para dar a conocer a
la persona que allí se encuentra. El nombre es muy importante y en oca-
siones se resalta con cintas doradas, o se ponen calcomanías con el apodo
con el que se le llamaba cariñosamente (véase la figura 5.4).
Algunas tumbas son espacios que se asemejan bastante bien a las vi-
trinas de los almacenes. Es decir, que hay un espacio entre el sellarniento
de la tumba, con su respectiva lápida, y la parte exterior al nivel de las
demás tumbas, en donde se pone una especie de puerta de vidrio (a
veces con marco de madera o aluminio) que deja ver los objetos ubica-
dos cuidadosamente en su interior. En la galería San Lorenzo se hallan
por los menos tres tumbas con estas características, en las qu~ se ve la
foto de la persona, un vaso de agua, algunos santos, etc. Una de las más
significativas es la de una señora, cuyo hijo la visita diariamente. Se
pueden ver flores artificiales de color lila, un corazón en tela con una
Figura 5.3 Bóveda adornada con estampas inscripción para una madre y en el centro la fotografía de la señora
sonriendo; también varios santos y un crucifijo. Pero lo que la hace es-
pecial es que aparece el esmalte con el que la señora se pintaba; hilo,
aguja y botones con los que cosía, y algunos granos de arroz, maíz, frijol
Parte de esa expresividad popular que invade las tumbas nuevas son
los adornos que, a estas alturas, presentan cierta homogeneización por el
comercio. Por ejemplo, corazones elaborados en tela y adornados con
dedicatorias en letras doradas, cintas con mensajes 'para toda ocasión', 33 Las cintas pueden tener mensajes como el siguiente: "Negro, hoy quisiera estar contigo para
celebrar este amor tan grande, pero como la distancia nos separa, quise enviarte esta tarjeta
tarjetas musicales, láminas autoadhesivas del santo predilecto o del equi-
para expresane lo mucho que te amo" (galería San Lorenzo)
138 1Muertes violentas
Ritualizacióu, si111bolimción y tramitación de la muerte 1 139

Figura 5.4 Apodos del muerto


Figura 5.5 Mausoleo de los Muñoz Mosquera

y lentejas. El vaso de agua se observa siempre a la izquierda, y su conteni-


do, según los trabajadores del cementerio, es ingerido diariamente por los hermanos. Otros elementos que aparecen son una mesa con mantel y
el hijo de la señora. una repisa con individuales en donde reposan las fotografías. Hay tam-
En el caso particular de los jóvenes, la música es un elemento que se bién una lámpara de bacarat, que ya no funciona.
hace presente en las galerías, con tarjetas que suenan hasta agotar la En torno al mausoleo de los Muñoz Mosquera se han tejido varios
u
pt'1 ~· 34 n mausoleo, el de los hermanos Muñoz Mosquera, lugar- mitos, uno de los cuales refiere que laJamilia premia con dinero a quie-
tementes de Pablo Escobar, tenía música día y noche. Hoy en día cuenta nes encuentren orando en ella y que también pagan un celador que cuida
con una batería de carro, que hace que la música se active mientras la las tumbas día y noche. Aunque esto no se dé en la realidad, la gente cree
batería aún esté cargada, y se puede activar desde un botón rojo afuera esta 'historia' y muchos se aventuran para ver si obtienen algo. Lo que sí
de! J?ausoleo, por tanto son los visitantes los que se encargan de que la se puede observar frecuentemente es que algunos de sus visitantes intro-
mustca no se detenga, aunque la batería se descargue en poco tiempo ducen en el mausoleo las colillas de las loterías con el fin ele ganar en los
(véase la figura 5.5). Hacemos referencia a este mausoleo porque forma sorteos, y en tiempo de campaña electoral, como en las elecciones ele
parte de esa expresividad popular, ya que comparte elementos con mu- alcaldes y gobernadores (en el segundo semestre de 2000), la gente había
chas de las lápidas, como las fotografías en portarretratos de cada uno de depositado calendarios y volantes de uno de los candidatos a la alcaldía
ele Medellín.
Este mausoleo es otra de las tumbas significativas y muestra que, a
diferencia del caso bogotano y en correspondencia con la familiaridad
34 En las tarjetas musicales es posible escuchar fragmentos de melodías como "Canción para Elisa", popular con la mafia, estas tumbas en Medellín son de este tipo. La tum-
"El himno de la alegría", "Cumpleaños feliz", en Navidad se escuchan villancicos.
ba es visitada por jóvenes para quienes dichos 'person~jes' son un refe-
Ritualización, sirnboliUlción y tramitación de In mu.erte 1 141
140 1Muertes violentas

rente de valentía y coraje, y se han convertido en una especie de modelo El sentido de los rituales y los cultos funerarios
para imitar; "esos manes eran unos tesos", dicen los jóvenes. Este mauso-
leo ha generado varios mitos o leyendas, y por su parafernalia es una Yo no te pude hacer un monumento
expresión bien popular del culto a la muerte. Igual cosa sucede con la de mármol con inscripciones a colores.
tumba de Pablo Escobar~ con relación al carácter de tumba significativa, Pero a tu final morada vengo atento,
aunque esta se halla en el cementerio Jardines Montesacro. dejando una flor silvestre .'1 mil amores
En el caso de Medellín, llama la atención la especificidad en cuanto
Fragmento de una canción de Cheo Feliciano
a los jóvenes muertos y a ciertas prácticas juveniles desarrolladas en el
c~menterio. Este ha sido también, por momentos, un teatro de opera-
nones para la "guerra" (no conocemos de un fenómeno igual en otras Siguiendo a Déchaux, 3¡ podemos encontrar los elementos característicos
ciudades del país). Fueron una costumbre, en los años noventa (hasta de un ritual que se cumplen muy bien en el ritual funerario. Ellos son:
1_997), los ataques entre bandas en los entierros de sus amigos. 35 A par- 1) Un espacio escénico, es decir, un decorado que contiene objetos/símbo-
ttr. ~e esa ép~ca hub_o u~ esfuerzo insti ~ucional por recuperar la tran-
los inmobiliarios, ya sea porque tienen un valor emblemático o porque
qmhdad y la neutrahdad del cementeno, que se concretó en la contra- cumplen una función sagrada. 2) Una estructura temporal, porque el rito
tación de empresas privadas de seguridad que han impedido desde se desarrolla siguiendo una asociación de etapas o secuencias muy bien
entonces esta práctica. distribuidas de acciones y de palabras. 3) Un cierto número de actores jugan-
Sobre el cementerio San Pedro, el periodista Ricardo Aricapa afirma: do un rol específico. En él hay distintos agentes entre humanos y divinos,
estos últimos investidos de un poder que los pone en relación con la
divinidad. El sentido del rito supone las interacciones entre los protagonis-
Se puede decir que es el cementerio propio de la comuna nororíental, donde se pre- tas del drama y el consenso que los une. 4) Finalmente, una organización de
fiere a cualquier otro. Tanto es así que en 1992, durante la aguda escasez de bóvedas símbolos. "El rito es inconcebible sin una organización de símbolos que a la
no fueron pocas las familias que decidieron prolongar sus velorios hasta tres y cuatro
vez esconden y muestran, leyendo en términos concretos v metafóricos lo
días con la esperanza de que en ese lapso se desocupara alguna. Tal preferencia la
que es misterioso e inexpresable. Esta simbólica está en relación estrecha
explica en parte la cercanía del cementerio a esa comuna y el que el alquiler de una
con nuestras pulsiones y nuestros fantasmas primordiales". 38
tumba por cuatro años resulta allí relativamente favorable pero también la estructura
A estas cuatro características habría que agregarles una más que defi-
de sus galerías: en bóvedas de pared. Es un hecho probado que a las clases populares
ne la especificidad del rito: "la eficacia simbólica", 39 en la que el cuerpo
[... ]les gusta más inhumar en bóveda que en tierra. Tal vez porque en la bóveda les
cumple un papel muy importante, en tanto buena parte de ella está dada
resulta más fácil satisfacer la necesidad de mantener una comunicación directa y per-
por la disposición de los actores que intervienen en el rito mediante con-
manente con sus muertos. En todo caso el San Pedro ya está irremediablemente mar-
tactos corporales, movimientos de conjunto, cánticos repetitivos, etc., que
cado por el espíritu irreverente de la comuna. Es epicentro de un curioso y pintoresco
folklor funerario repleto de mitos, fetiches, y recursos recordatorios salidos de todo
exaltan las convicciones y suscitan la impresión --muy corporal- de co-
contexto sin igual en la ciudad y tal vez en el mundo entero; sobre todo cuando se munión fusional. Adicionalmente, los actos rituales tienen un efecto catár-
trata de un duro, sea miliciano o jefe de banda. 36 tico, al ser expresión liberadora de angustias y modo de resolución de
dramas y conflictos.
Un seguimiento a la significación que tendrían los cultos en los ce-
menterios permite interrogarse sobre aspectos que normalmente no se
interrogan. Una inquietud nos asaltó rápidamente: dos cultos y las ofren-
das se hacen para 'alimentar' a los muertos o para 'alimentar' a los vivos?
¿cuál es la relación que se establece entre los vivos y el muerto? ¿Qué es

35 Véase El Colombiano, 6 de enero de 1993, p. 9A . En esta página se relata en unas pocas líneas el
atentado con armas de fuego a unas personas que salían de un sepelio en el cementerio San
Pedro, en el que un joven murió y otro quedó herido. Los autores del ataque fueron supuestos 3i J.-H. Déchaux, Le souvenir des rnorts. Essais sur le lien de filiation.
integrantes de una banda de delincuentes, que dispararon desde un vehículo. 38 lbúi., p. 14
36 R. Aricapa, J'vfedellín es así, p. 146. 39 !bíd.
142 /Muertes violentas Rilualízación, simbolización y tramitación de la muerte/ 143

lo que dejan los vivos en el cementerio y qué es lo que se llevan después mento de limpieza, aunque más breve que el de embellecimiento, es bas-
de una visita? Las preguntas cobran significación en la dimensión simbó- tante importante, ya que es una manera de reparar simbólicamente esa
lica de la práctica de visitar a los muertos, y esta dimensión puede ser un n1ptura que representa la muerte. La limpieza no tiene utilidad sino en el
valioso instrumento para identificar esos componentes o referentes de plano simbólico como un acto de piedad. 42 Recordemos lo que dice Eugenia
sentido que nos interesan. Villa Posse sobre la función de los ritos: "Los comportamientos y actitudes
En primer lugar, una observación nos llamó mucho la atención: la cer- en los cementerios ponen de presente cómo a pesar de la creencia en la
teza de que el culto a los muertos tiene una cara oculta, por no ser la más existencia de un lugar más allá de esta vida donde están los muertos --lo
visible, que da a entender que la visita al cementerio es más importante ó1al prácticamente los saca de este mundo-- las gentes sienten la presen-
para la 'tranquilidad' de los vivos que para el 'descanso' de los muertos. cia real de sus muertos en los sitios donde estos han sido enterrados" .43
Esto es posible dado el carácter ambiguo (y misterioso) de los ritos, los La visita y el arreglo de la tumba buscan no dejar solo al muerto, acom-
cuales se presentan"[ ... ) generalmente como conductas oscuras y enigmá- pañarlo en su última morada mientras se logra el efecto catártico de la
ticas. Una buena parte de su compl~jidad está en la relación entre los actos persona que lo realiza. La reflexión de esta autora permite igualmente
y sus sentidos. El rito articula acciones y palabras, gestos y representacio- responder las inquietudes que teníamos con respecto a la significación
nes, sin embargo, no hay una correspondencia evidente de unas a otras". 40 del rito en términos de la tranquilidad del doliente. En efecto, las perso-
Muchos de los rituales de muerte que vimos en Jos cementerios visita- nas no van al cementerio con la única intención de visitar a los muertos,
dos cumplen las características mencionadas, y la evidencia de esto la como un acto generoso, sino también de actualizar la comunicación o el
hallamos tanto en el ritual como en la visita periódica a la tumba que 'puente' que la tumba permite establecer entre la vida y la muerte. De
incluye, en los casos que observamos, la limpieza de la lápida, los floreros este modo las cartas, tarjetas, esquelas y adornos tienen sentido en tanto
y jardineras, la previa selección de las flores para elaborar el arreglo y de el doliente cree que el muerto podrá 'leerlas' e incluso complacerse con
los adornos complementarios, como cintas, esquelas, fotos, tarjetas, la las flores, así confía en que en un futuro pasará lo mismo con él, y que hay un
figura del santo predilecto, etc. 41 En efecto, esta práctica no es para nada más allá al cual ir cuando llegue el momento.
improvisada, ya que además del escenario para la decoración goza de un Es evidente la importancia que la tumba tiene para las personas que
tiempo específico, y exige cierto rol por parte de quien la realiza -por han sufrido la muerte de sus seres queridos. Con ella y su culto se desata,
ejemplo la cercanía socialmente reconocida al muerto--· y una intencio- pues, un compl~jo intercambio. 44 Con su cuidado demuestran que no
nalidad manifiesta que se apoya en símbolos tales como los objetos que abandonan a quienes están en el cementerio, lo cual no d~ja de ser tam-
se utilizan para adornar. bién una manera de no abandonarse a sí mismos o de evitar ser abando-
Posteriormente, estos objetos/símbolos se acomodan en la tumba de nados en el futuro; es demostrar que el muerto sigue vivo, que más bien
una forma estética, sin ningún esbozo o plano elaborado con antelación ha viajado o se ha ido y que hay una esperanza de reencuentro entre
sino a partir de la creatividad del pariente o amigo. Las flores artificiales ellos. Es, en última instancia, admitir que el muerto sigue siendo parte
se mezclan con las naturales y con las cintas, las fotos y demás arreglos, y de un entorno afectivo que lo reconoce como suyo. "La función funeraria
la tumba se convierte en un 'altar' familiar. Así, tienen lugar dos tipos de · de la sepultura es el reconocimiento del muerto[ ... ] es darle al muerto su
culto a los muertos: el colectivo, que incluye a los muertos de todos -las lugar sin negarlo y, para hacerlo, separarlo de los vivos. Con el culto a las
ánimas del purgatorio-, y el individual, que incluye a los muertos próxi- tumbas, la sepultura y, en consecuencia, el cementerio han llegado a con-
mos -los familiares o amigos-. Podemos decir entonces que este ritual vertirse en el espacio privilegiado del recuerdo a los muertos" .45 Todo lo
se lleva a cabo cumpliendo lo que según Déchaux serían los tres momen- anterior tiene un sentido y una intencionalidad determinados por la re-
tos del rito: la limpieza, la disposición de las flores y el recogimiento. El
embellecimiento de la tumba, dice Déchaux, es el corazón del rito. El mo-
42 J.-H. Déchaux, Op. cit, pp 79-82.
43 E. Villa Posse, Op. cit., p. 87.
40 Ibíd., p. 59. 44 Como lo selialó Luis Carlos Restrepo: "Nuestra vida depende en gran parte del tipo de pacto
41 En el cementerio se visita no necesariamente la tumba, se visita al amigo, al familiar, se va a su que establezcamos con los muertos; prólogo al libro de Orlando Mejía Rivera, La muerte y sus
"casa" y la visita se anuncia con tres golpes en la lápida. En esta visita se comparte el vino o la símbolos. Muerte, tecnocracia)' posmodemidad
marihuana y se escenifica la vida del barrio en el espacio de la galería. 45 J.-H. Déchaux, Op. cit., p. 89.
144 /Muertes violentas
Rilualiwción, simboliwción y lramilación de la muerle /145

lación de los deudos con sus muertos, lo cual legitima la importancia de


te" "Benditas ánimas para que a Helena Salcedo Garzón todo lo malo
la función simbólica de los ritos en el cementerio.
que quiere hacernos se le devuelva" "Benditas ánimas que ellos no se
En el recorrido que hicimos por los cementerios indagando por las
metan en lo de la separación". 49
prácticas funerarias pudimos constatar, ligada a estas prácticas y cultos,
la existencia de tres aspectos sustanciales desde el punto de vista de la
simbolización y la significación de la muerte expresados a partir del in- La sacralización de los espacios fúnebres
tercambio que se da, a través de los ritos, entre los vivos y los muertos. El
primer aspecto es la atribución de un poder 'milagroso' que se corres- El segundo aspecto tiene que ver con el carácte~ religioso y sagrado ~tri­
ponde con una idealización del muerto; el segundo, incluso con los cam- buido a los lugares donde estas prácticas se realizan, y que son la residen-
bios introducidos por la modernidad, es lo que podríamos llamar la cons- cia de los muertos. En efecto, las actitudes que se asumen en ellos son de
trucción de un escenario 'religioso' apto para este tipo de prácticas, y el silencio y recogimiento, propias de los lugares ?e oración. Cas~ tod~s
tercer aspecto es cierta creencia en la continuidad -léase: la inmortali- estos sitios en el caso colombiano han sido bendeodos por la Iglesia cato-
dad-, que puede visualizarse en la relación entre estos cultos y prácticas lica y declarados camposantos 50 y aceptados como tales por l.a mayoría d.e
con la memoria y el recuerdo.
la población. No obstante, en ellos confluyen otras expresiOnes de reli-
giosidad popular que si bien no riñen con los principios eclesiásticos del
La "fuerza rnágica" de los rnuertos en los vivos catolicismo, son mucho menos institucionalizadas y asumen otras vías de
expresión cultural, más asociadas con contenidos mágico-religiosos. Sin
embargo, todas hacen de estos lugares un espaci~ sagrado. .
La mayor parte de los rituales que los seres humanos han llevado a cabo
Pese a esto, y como lo mencionamos antes, a JUzgar por la literatura
en los cementerios se han sustentado en la idea de que los muertos si-
sobre los cambios en los ritos funerarios de países europeos, el carácter
guen viviendo de alguna forma, tanto aquí como en la otra vida. 46 Con
de espacio sagrado y religioso de connotaciones cristianas se ha perdido
relación al cementerio San Lorenzo, se supo que muchos jóvenes cargan
un poco corno efecto de la modernización, pr?duciéndose así lo q.ue
la foto de algún amigo muerto con el fin de que los proteja. Así, en el caso
podríamos llamar una desacralización del espaciO cuyas transformaciO-
que nos ocupa, los jóvenes en Medellín, el parcero nunca abandona al
nes se pueden observar en las prácticas sociales. También estos proce-
grupo, al contrario, sigue a su lado con más fuerza.
sos se han operado en Colombia; y en el caso de los jóvenes tienen una
Sí la función social de los ritos es expresar y manifestar la fuerza de los
especificidad que da cuenta más bien de la 'paganización' o 'ca.rna-
lazos sociales, 4í éstos se acentúan con la muerte porque la persona muerta
valización' que ha adquirido el rito funerario. Ahora, antes que el silen-
adquiere, por lo menos en la conciencia de los que quedan, una omnipre-
cio y el recogimiento, la gente escucha música 'popular' en los cemente-
sencia y una omnipotencia que también existen en la cotidianidad, pero
rios, como mariachis o música de 'despecho'.
que se refuerzan en el espacio del cementerio. Esto explicaría la imagen
o la representación que convierte a los muertos en una especie de 'pro-
tectores', a quienes se les solicitan 'favores' y 'gracias' como lo muestran La rnernoria a los rnuertos
algunos autores. "En los cementerios se recoge una especie de 'fuerza
mágica' que sirve para lograr un alivio mágico de los problemas de des- Un tercer aspecto que se puede visualizar en términos de significantes o
empleo, la pobreza, los fracasos en el amor, y la hechicería". 48 Algunas de referentes de sentido en las prácticas funerarias tiene que ver con la con-
las peticiones escritas encontradas en el Cementerio Central en Bogotá, tinuidad de la existencia, 'garantizada' gracias a la filiación y la pertenen-
y que ilustran esta "fuerza mágica" de los muertos, son de este tipo: "Ben- cia a un grupo que se actualiza por medio de la memoria y el re~uerdo.
ditas ánimas ayúdenos a mi madre y a mí para sacar los proyectos adelan- Se trata de una dimensión del rito a los muertos que -en témunos de

46 E. Villa Posse, Op. cit., p. 87 .


47 J.-H. Déchaux, Op ál., p. 59. 49 Alejandro TorTes, "La hora de los fieles difuntos", Magazín Dominical, N. 807, El Espectadm;
0

48 Michel Taussig, Un gigante en convulsiones, Barcelona, Gedisa, 1995, p. 45. noviembre de 1998.
50 E. Villa Posse, Op. cit., pp 86-87.
146 1Muertes violentas Ritualización, sirnbolzzación y tramitación de la muerte 1 14 7

pertenencias. y de continuidad de la existencia- es equiparable el indivi- se han aproximado a este tema, y es lo que abordaremos en las páginas
duo Y. la sooedad, esto es, en la memoria individual y en la memoria siguientes.
colectiva. El recuerdo de los muertos permite probar su pertenencia a la El arte y en general las expresiones artísticas son reflejo de una socie-
humanidad viviente y mortal y conduce a pensar que la muerte es cosa dad, de la relación o de las relaciones que esa sociedad establece consigo
nat.ur~l contra la cual ~s inútil r~be~arse, también remite a los orígenes y misma a través de diferentes procesos o fenómenos sociales, y expresan
acentua las pertenencias y las fihaoones. La creencia en la permanencia formas más sutiles y menos aprehensibles desde la razón pero bastante
de un grupo que dota al sujeto de un sostén existencial le permite en- significativas. U no de estos fenómenos sociales que encuentra expresión
fr:ntar el vértigo de la individualización, ~ 1 es decir, de la soledad y el en el arte es la muerte.
mtedo a est~r solo, a ser solo. El cementeno es, pues, el lugar donde la ¿cómo y por qué relacionar arte, muerte y violencia? 53 ¿Es posible
gente expenmenta la sensación de una presencia de los muertos, esto es ligar esas expresiones? ¿cuáles son los límites éticos que debe tener la
un "lugar de memoria". Esto Jo trataremos en este mismo capítulo u~ representación de la violencia? ¿se puede hacer del dolor y el sufrimien-
poco más adelante. to humanos un 'objeto' de arte, una 'obra'? Sin duda son muchos los aspec-
tos que estas preguntas obligan a considerar y hará falta mucho más tra-
bajo en esta dirección para responderlas satisfactoriamente. Sin embargo,
De las formas de simbolización de la muerte es obvio que estas expresiones son una forma de representación de la
violencia, que deben considerarse si se quiere realmente dar cuenta de
La estética de la muerte ella. Como lo señala Thomas con mucha propiedad, ya se trate de ideali-
zación (se ha dicho que la obra de arte es un equilibrio fuera del tiempo),
de purificación (se trata de exorcizar sus pulsiones de muerte o de liberar-
La estética de la muerte nos introduce en pleno corazón de este ámbito imaginario
se de sus angustias), de presentificación (de buscar hacer presente en el
que, en una perspectiva diferente, el antropólogo
pensamiento las catástrofes o la muerte de los hombres) o solamente del
encontrará necesariamente; :v al igual que la antropología
arte por el arte (bella muerte, bella representación de la muerte), poco
la estética encuentra la dialéctica eterna de los intercambios vida-muerte
importa, con tal que la muerte pueda expresarse bajo todas las formas de
Louis-Vincent Thomas armonía. 54 De ahí la importancia de al menos una aproximación a la
pintura colombiana sobre la muerte. Adicionalmente, para el caso de la
muerte violenta, esta aproximación desde el arte también es de interés
Tratar de precisar la dimensión más imaginaria de la muerte no fue tarea
porque cuando se trata de interrogar el dolor y el sufrimiento es fácil
fácil. Su asociación con el juego de imágenes que a modo de 'fantasías' se
caer en la representación gráfica. 55 Esta última es, pues, en este terreno,
produce~ en la mente humana requiere un acercamiento fino y riguroso.
casi una necesidad expresiva.
Pero las Imág~nes trascienden la psiquis donde se producen; se expre-
Siguiendo algunos trabajos sobre este tema en el país, hay en el arte, en
san, se comumcan, probablemente no a través de formas verbales como
el decir de algunos antropólogos, un esfuerzo por "reinstalar el sufrimien-
la palabra, pero sí de otras modalidades narrativas que tejen su 'discurso'
to de otros en la esfera pública", 56 y eso constituyó una primera respuesta
de otra manera. Una de ellas es el arte, sin duda una de las vetas más
a las preguntas que nos hacíamos al respecto. Era la intencionalidad que
fecundas de exploración sobre la representación de la muerte. Como lo
dejaba ver el arte de Doris Salcedo. El análisis de María Victoria Uribe
señala Tho.mas~ de m?dos diferentes según los lugares y las épocas, la
sobre el t.rab~jo de Salcedo nos muestra que la artista se aproxima al
muerte ha I~spirado siempre a los artistas: muy especialmente a poetas,
escultores,. pmtores y músicos, mientras que el cine y el teatro de hoy le
deben vanas de sus obras maestras. 52 Diversas manifestaciones del arte
53 Museo de Arte Moderno de Bogotá, Arte y violencin en Colombia desde 1948, Bogotá, Editorial
Norma, 1999.
54 L-V Thomas,Antropología de la muerte, p. 187.
51 .J.-H. Déchaux, Op. cit., pp. 28i y ss. 55 W. Sofsky, Traité de la violen ce.
52 L_.-v Thomas, "De_I~ representado a la re~resentación. La muerte en imágenes", en: Antropolo- 56 María Victoria Uribe, "Desde los márgenes de la cultura", en: A1te 'V violencin en Colo111bia desde
gw de la muerte, MexiCo, FCE, 1983, p. !81 (la primera edición francesa es de 1975). 1948, Bogotá, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Norma, 1999, 284. p:
148 1Muertes vinlentas
Ritualización, simbolización y tramitación de la muerte 1 149

fenómeno de la violencia desde sus orillas, desde el borde mismo, por- de esas formas de empezar a acercarse a ella, para llenarla de ~ímbolos
que considera que la riqueza y la complejidad se hallan en los márgenes por los que podamos asirla, es el arte. En efecto, la muerte_ ha s1do tema
y no en el hecho violento explícito. Es lo que Uribe llama bellamente obligado de gran parte de la producción artística _mundial, y aparec.e
"una mirada oblicua que busque evitar a toda costa el espectáculo obsce- personificada, entre otras muchas formas, como la directora de lo.s de~ti­
no de la violencia". si nos humanos, o como una atmósfera en la que se desarrollan histonas
Hablaremos, en primer lugar, de la pintura, para el caso concreto de particulares de los individuos.
la imagen de la muerte relacionada con estas formas de representación. En el arte son muchas las temáticas que se han tratado en torno a ella.
Podemos destacar algunas como la fatalidad, el sufrimiento y el dolor
La estética de la destrucción: la pintura y su relación con la muerte58 humanos, en escenas de la guerra, del lecho de muerte o como parte del
universo de percepciones personales del ~rtista . Aparecen element?s como
la oscuridad, que tal vez representa la mcerttdumbre que se teje sobre
La muerte es una circunstancia que todos los seres humanos experimen-
ella, y la claridad, que podría ser la representación de la esperanza de
tamos. Pero es la muerte del otro la única que nos ofrece la posibilidad de
que la muerte traiga consigo un efecto liberador. . .,
un acercamiento reflexivo a ella, pues en nuestra sociedad es imposible
La dualidad vida-muerte, los funerales, el cuerpo en descomposiCIOn,
pensar en la propia muerte. En todo caso, la muerte representa el hecho
la guerra y la violencia, entre otros, van a ser temáticas que encontrare-
de que las pérdidas que se sufren son irreparables y definitivas, y por ello
mos en las obras de muchos pintores del mundo a los que la muerte los
causan sentimientos de intenso dolor. Por esta razón entenderla, asimi-
ha rozado o golpeado fuertemente. Nuestro interés central en este apar-
larla o siquiera imaginarla no es una labor tan fácil.
tado es analizar el caso del arte colombiano cuando ha dado cuenta de la
La comunicación con los otros se ve afectada, momentánea o definiti-
muerte. En una sociedad tan golpeada por la muerte violenta, como
vamente por la muerte, al punto que ni siquiera somos capaces de ver-
Colombia, el arte no puede ser impermeable y, en cierto modo, tllrnple
balizar los sentimientos que ella nos produce. La cotidianidad se rompe,
una función importante a la hora de interpretar los procesos sociales que
y quien acaba de enfrentarse con la pérdida de una persona querida que-
se gestan en diferentes épocas. Así, vale la pena pasear un. poco por la
da sumido en una soledad que parece infranqueable, porque en nuestra
historia del arte, y mirar aquellas obras donde la muerte ha sido protago-
sociedad lo común es que la muerte esté apartada de la vida diaria y de la
nista, presentándonos una valiosa gama de símbolos que resultan fu~da­
relación que tenemos con las personas cercanas, aunque vivamos un ex-
mentales a la hora de entender ciertos procesos creativos de acercamien-
ceso de ella.
to a un tema tan complejo como el que tratamos aquí.
Sea cual sea la forma como se presente, es un hecho que los indivi-
duos e incluso las sociedades enteras buscan mecanismos que les permi-
tan reponerse, es decir, asimilar las pérdidas y elaborar los duelos. Cuan- La pintura europea y su relación con la muerte
do esto no se logra o se evita, como al parecer es el caso de Colombia,
obviamente las personas siguen con sus vidas, pero otro tipo de procesos Al hacer una revisión de las etapas más tempranas del arte en la cultura
afectan su cotidianidad y su relación con el mundo. occidental, nos encontramos con que la muerte y el hecho religioso han
Se hace necesario explorar otras maneras de ingresar al reino de la caminado juntos. En lo religioso, la muerte ha tenido una significativa
muerte, para darnos la oportunidad de pensarla y reelaborarla, máxime elaboración que el arte pictórico no ha dejado pasar de largo. El cuerpo
cuando se dificulta exteriorizar los sentimientos que nos ha causado. Una de Jesucristo muerto es un ejemplo de ello, pero no se han dejado por
fuera temas como el cielo o el infierno, o la personificación de la muerte
misma como un aniquilador terrorífico e implacable. Tomamos la etapa
del Renacimiento (entre los siglos XIV, xv y xvi), 59 para realizar una mues-
5í IbúL, p. 285.
58 Este apartado sobre pintura, muerte y violencia ha sido elaborado por Cristina Agudelo,
antropóloga y auxiliar de investigación del proyecto, para incluir en este informe. Por conside-
rar que había logrado una buena calidad como ensayo sobre el tema, fue recogido casi en su 59 Si bien este período es bastante extenso y de una riqueza incalculable, hemos escogido sólo
totalidad, salvo por algunas anotaciones. El título "La estética de la destrucción", es tomado del algunas obras representativas del tema que nos interesa. Las temáticas del Renacimiento no se
libro Traité de la. violence del analista alemán Wolfgang Sofsky. limitan sólo a la muerte, pues abundan los temas religiosos e históricos
150 1M1te1Ús violentas
Ritualización, simbolizacúín y tramitación de la muerte 1 151
1
tra explicativa de lo dicho anteriormente, eligiendo obras cuyas escenas 1
Continuando con esta pequeña revisión de obras del Renacimiento,
dan a la muerte una participación protagónica. llama la atención un cuadro de Pieter Bruegel, 63 cuyo título es El triunfo
. El r~co_rrido se inicia con la obra Cristo muerto, de Andrea Mantegna, 1 de la muerte. Aunque podemos observar en el cuadro una cantidad in-
pmtor Italiano (1431-1506), 60 en la que Cristo aparece en una posición mensa de cadáveres desperdigados por el suelo, entre ellos los de un
tal que podemos ~;r al mismo tiempo su rostro y las plantas de sus pies. monarca, varias mujeres, hombres y niños, etc., y personas aún vivas pero
Aunque la expres10n del rostro hace parecer que Cristo está dormido, no agonizantes, la muerte no está latente en ellos sino que tiene vida propia.
no~ queda duda de su muerte gracias a los colores del cuerpo. A la iz- 1 La muerte es un ejército completo que se dedica a quitar la vida, horrori-
qmerda del lecho de muerte, dos mujeres lloran. 1
¡ zando a los vivos: "El conjunto de cadáveres, esqueletos e instrumentos
Otra de l~s obras que llama la atención es la titulada Llanto por Cristo f de tortura expuestos por Bruegel, resulta escalofriante" .64
muerto o Entzerro de Cristo del pintor Correggio, también italiano (ca. Es la muerte una figura esquelética con guadaña, que monta a caballo
1489-1534):
o que va a pie, y que principalmente se muestra desnuda. Es implacable,
1
En esta obra aparecen, junto a Cristo muerto, la Virgen y las santas María Cleofás,
¡
t
ya que no distingue a sus víctimas por oficios, géneros o edades. Los
rostros de quienes agonizan se ven horrorizados. Indiferentes a la muer-
¡
Marta y Magdalena. Al fondo, descendiendo por la escalera, se halla José de Arimatea f te, los animales carroñeros hacen su agosto, hay cuervos, moscas, fieras.
[... ).El patetismo de la escena es indudable y proviene tanto del dolor que se refl~ja en ! Un famélico perro come del cadáver de un niño en brazos de su madre
los rostros de las figuras representadas como en el tono oscuro de los colores emplea- muerta. El miedo a la muerte es sólo humano, los animales aparecen
dos. Los puntos de luz se concentran principalmente en el cuerpo de Cristo, y por lo t como simples espectadores y beneficiarios de la situación.
que éste presenta una tonalidad muy peculiar que refleja la laxitud del mismo.BJ Pero la muerte avisa su presencia, a pesar de lo macabro de las imáge-
nes. En la parte superior izquierda de la obra dos esqueletos, representa-
_A_unque el intenso sufrimiento de las mujeres se ve incrementado por ciones de ella, tocan las campanas. La absoluta vulnerabilidad de las per-
1~ hv1dez de _sus rostros, ésta no llega a confundirse nunca con la impre-
1 sonas ante ella, sumado al conocimiento de su presencia, dota a los rostros,
1 tanto de vivos como de muertos, de una expresión de horror tal que el
SIOnante pahdez del cuerpo muerto de Cristo o con la expresión misma
de su rostro. espectador no puede dejar de sentirse involucrado en el tema de la obra.
En las obras reseñadas se nota un conocimiento v un estudio exhaus- La atmósfera de terror logra sacar a la muerte de la aparente placidez
tivo del cadáver por parte del artista, que se puede ¿orroborar en la dis- que se maneja en las obras donde el tema es Cristo muerto. Ella no sólo
posición de las manos, en las facciones y en los colores usados en las protagoniza el caos. Ella es el caos ante el cual todos sucumben. 65
composicion~~- Así la m~erte _tiene su mayor presencia en el cuerpo, y Esta figura de la muerte huesuda --representación que no es exclusi-
toda la atencwn a ella se tmpnme en ese momento en que la vida aban- va de Bruegel- y dotada de un instrumento filoso, también podemos
dona los cuerpos dejándolos sin color ni calor. encontrarla en obras artísticas de varias sociedades, convirtiéndose en un
Otro elemento que resalta en estas obras es la aparición de lo femeni- icono donde se resalta la implacabilidad de la muerte y su certero gol-
n?, que se presenta como un soporte para ese difícil momento. Lo feme- pe.66 "En tanto parte menos perecedera del cuerpo, el esqueleto y los
nm~ es lo que está más cerca del cuerpo muerto, 62 acompañando a quien huesos son los símbolos que en varias culturas representan la muerte y a
~a sido alca~zado por la muerte. Sobre lo femenino recae la responsabi- las deidades del mundo de los muertos". 67
lidad de sufnr y llorar la pérdida que ha ocasionado la muerte. Tenemos
ya dos puntos importantes para el análisis de las formas en las que ésta va
apareciendo, y son el cuerpo muerto y el elemento femenino. 63 Conocido como Bruegel El Vzejo, nacido aproximadamente entre los aiios 1525-1530.
64 El gran arte en la pintura, p. 450.
65 lbíd. No hay que olvidar que esta obra está inspirada en los efectos de una peste vivida en
60 El gran arte en la pintnra, voL 2, Barcelona, Salvat Editores, 1989, p. 323. Europa en el siglo XVI.
61 lbíl, p. 416. 66 No queremos desconocer que también las culturas indígenas han representado la muerte de
62 Nótese que en la segunda pintura reseiiada, aparece el elemento masculino, representado en manera similar. Cabe anotar que en etapas contemporáneas del arte latinoamericano, por to-
mar un ~jemplo más cercano, la muerte ha sido retratada así por los artistas mexicanos José
José de Arimatea, casi que por fuera de la escena donde aparece Cristo muerto. No tiene cerca-
nía real con el cuerpo, aunque se vea acercándose. Guadalupe Posada y Diego Rivera, entre otros; también por la colombiana Débora Arango.
67 Stanislav Grof, El libro de los muertos, Madrid, Editorial Debate, 1994, p. 35.
15 2 1Muertes t~olenlas Ritualización, simbolización _vtramitación de la muerte 1 153

Una última obra tomada del Renacimiento es La subida al Empíreo, 68 psíquicos' por su vin<:ulación a la psicología de la naturaleza y por el ritmo
del Bosco (nacido entre 1450-1455, muerto en 1516), la cual hace parte pictórico con que se expresa. La inmensa mayoría de la obra M?~ch, ?e
de una composición que consta de cuatro tablas: gira en ton1o al símbolo y a la alegoría de los temas que ouzan Ideolog¡ca-
.
mente sus representaciOnes: e1amor y la muerte ".7?-
Con Edvard Munch el tema de la muerte deja el lugar del cuerpo y las
[... )que en corúunto se denominan Visiones del más allá, y es quizá la más asombrosa
visiones del más allá, condicionadas por lo religioso, para darle cabida a
de todas las composiciones [del Bosco). En esta pintura las almas puede decirse que
la propia experiencia del artista. Una de las obras de este autor que más
son absorbidas por el cilindro luminoso de la parte superior. Las calidades cromácicas
llama la atención es La danza de la vida (1899-1900), 73 donde representa
y lumínicas logradas por el Bosco proporcionan al espectador la sensación de ha-
llarse ante una auténtica fantasmagoría, más que ante una pintura. 59
a la vida y a la muerte como mujeres idénticas. La vida, a la izquierda,
está vestida de blanco y esboza una sonrisa; la muerte, a la derecha, está
vestida de negro, y su expresión es rígida e inflexible, pero ~ranquila.
En esta obra la muerte deja de ser representada exclusivamente en el Alrededor hay un baile, y las figuras humanas parecen fundirse entre
cuerpo muerto o como un personaje terrorífico. Aquí la muerte es un ellas. De alguna manera es una muerte más familiar, y nos recuerda ~as
paso a otra vida, a un reino de luz. Recordemos que en la religión cristía- obras renacentistas donde aparece Cristo muerto en compañía de muJe-
na sólo los justos obtienen la vida eterna, mientras que a los injustos les res que lloran. En la obra de Munch, !=Omo en la de Bruegel, la muerte es
espera un reino de oscuridad, donde deberán purgar sus pecados. una presencia viva, que no aterroriza, sino que ocurre naturalmente, no
Con la reseña de la obra anterior termina nuestro pasaje por el Rena- es una evocación o una compañía, ·sino una materialización de ella como
cimiento, donde la muerte surge aliada al hecho religioso, como una mujer. Debernos resaltar que la muerte que Munch pinta es femeni-
castigadora o como esperanza de vida eterna. Continuaremos con la re- na, natural y casi amable.
seña de otras obras que también se han impregnado de estos temas, te- Llama la atención cómo la vivencia personal condiciona la elabora-
niendo presente que el arte no ha dejado nunca de retratar la muerte. En ción creativa que hace el artista, ya que"[ ... ] la enfermedad y la muerte
orden cronológico, otras etapas del arte son el barroco (siglo XVII y parte ensombrecieron su infancia y su adolescencia. Tenía 5 años cuando falle-
del xvm), el neoclasicismo (siglo xvm), el romanticismo (siglo XIX), el rea- ció su madre de tuberculosis, y 14 cuando murió su hermana Sophie [... ]
lismo, etc., y en todas ellas los artistas, de una u otra forma, han llevado Munch escribiría más tarde: 'la enfermedad, la locura y la muerte son los
a sus pinturas esta temática. ángeles negros que han velado mí cuna y me han acompañado toda mi
Los artistas van llenando sus obras de vivencias personales y van des- vida'. 74
ligando la muerte del hecho religioso. En etapas más recientes del arte, Los primeros acercamientos que tuvo el pintor con la muerte fueron
como el impresionismo (finales del siglo XIX y comienzos del xx)/ 0 se ve los decesos de las dos mujeres más importantes en su vida. Para Munch la
ligada a otros aspectos. Uno de los artistas más representativos de esta muerte fue siempre una cruda experiencia que debió subjetivar y
época es Edvard Munch en cuyas obras existe una visión diferente de la reelaborar por medio de sus obras, es tal vez esta experiencia la que lo
muerte:í 1 "[a Munch] se le ha denominado también 'pintor de los estados hace darle a la muerte una figura femenina.
La imagen de lo femenino, entonces, es clave en el desarrollo de las
temáticas que Munch plasma en sus obras, y otorga esta figura no sólo a
la muerte, sino también a la vida y al amor mortífero. Ejemplo de esta
68 Empíreo: hace referencia al cielo, morada de Dios, los ángeles v los bienaventurados. relació~1 del amor y la muerte o el amor mortífero son sus obras El beso
69 El gra11 wte en lo pmtura, p. 460 (1897), que hace parte de la serie titulada El friso de la vida, donde lo
70 Impresionismo: "Es estrictamente una escuela pictórica que se da en Francia. El impresionismo,
más que una escuela en sentido estricto, es una actitud común de detemünados artistas ante una
masculino es succionado por lo femenino que es la figura más pequeña;
serie de problemas pictóricos considerados por ellos esenciales''. Surge en el siglo XIX como reac-
ción al realismo. Se puede encontrar más infonnación en: Historia del Arte, Barcelona, Editorial
Espasa Calpe S. A., 1999, p. 1080. Otra bibliografia alusiva: Eva Di Stefano, Elnnpresionismo y los
72 "Del impresionismo al simbolismo. Edvard Munch", en: El gran arte en la pintura, vol. 5, Barce-
ininos de la pintura moderna. Mwuh, Madrid, Editorial Planeta de Agostini, 1999; "Del impresionismo
al simbolismo··, en: El gran arte en la pmtwa, voL 5, Barcelona, Salvar Editores, S. A., I 987. lona, Salvat Editores S. A., 1987, p. 119L
71 Munch nació en L0ten, Noruega, el12 de diciembre de 1863 y murió en Eckely en 1944. Véase 73 Ibíd., p. 1I 96.
E. Di Stefano, El zmpresúmismo y los imcios de la pintura modema. Munch, pp. 52-59. 74 Ibíd.., p. 119 L
154 / Mnertes violentas Ritualización, simbolización y tramitación de la muerte / 15 5

y Vampiresa (1893-1894), donde logra"[ ... ] mostrar a la m~jer como ase- La impresión que nos produce contemplar una obra de arte, la sensaci~n que nos
sina eterna del hombre. La obsesión con la idea de lo femenino como proporciona ver organizado espiritualmente el mundo a través de una pu~~ura que
fatal aparece en la composición de este cuadro en una poderosa evoca- capta la angustia desesperada de los seres a causa de una bárbara destruwo~, todo
ción al terror masculino ante la sexualidad de la m~jer". 75 eso junto es la materia prima con la cual se ha elaborado la naturaleza emmente-
Permítasenos traer la definición de simbolismo de Andrés Ortiz-Osés: mente estética de esa tela emblemática llamada Guernica. ¡s
"El simbolismo, en efecto, es como un vaciamiento cuasi femenino de la
realidad literal, compacta y masculina: ese vaciamiento de la realidad Esta obra fue pintada en 193 7, en el contexto de la s.egunda Gu~rra
respecto a su literalidad, la desdogmatiza y abre cóncavamente a una Mundial, y la inspiraci_ón nace en el ~~aque .que los avwnes de l~Itl~¿
audición cuasi musical [... ]". 76
efectúan contra Guermca, una poblaoon vasca, y su efecto postenor. ·
Así, en las obras de Munch la muerte se feminiza, haciendo de ella La muerte aparece implícita en la atmósfera causada por el ataque. Una
un personaje que permanece en el contexto de lo familiar. Es el caso descripción de esta obra, cuya gama de colores va del blanco al negro,
específico del cuadro titulado La danza de la vida, donde la muerte se dice que:
presenta en un contexto festivo. Los danzantes que se funden entre
ellos parecen ferninizarse también. La pareja del centro, por ejemplo,
Esta composición alegórica se ha convertido en una de las obras más represemati~~s
muestra cómo lo femenino va absorbiendo lo masculino, haciéndolo
de todo el arte del siglo xx. Picasso parece atenerse a la clásica recomendaCión
parte de sí mismo. Casi todas las mujeres están a la derecha, dirección
cuatrocentista, al no situar en su gran pintura más de nueve figuras -humanas y
que en el cuadro es dominada por la muerte. Aquí la muerte no es animales-, de las cuales cuatro corresponden a una mujer, [otra] a un niño, otra a
agresiva. Ella es parte importante del cuadro, al que le da equilibrio. La un guerrero y las restantes a un caballo, un toro y un ave. Han sido muchas las
escena se fundamenta, pues, en la feminidad y en la igualdad de la vida interpretaciones que se han efectuado en torno al mural. Como síntesis cabe pla~­
y de la muerte, que no es un elemento que transmita terror sino la tear que el cuadro de Picasso responde a esa cuestión que afecta a toda la humam-
sensación de ser ella dueña de la mitad de la escena. Munch muestra a la dad, y que no es otra que el sentido inherente a la muerte. 80
muerte-mujer, según se percibe al observar sus obras, no como la
aniquiladora de lo masculino, sino como aquella que incorpora lo mascu-
En esta obra la muerte es la gran igualadora que recae en lo femeni-
lino en sí misma para "desdogmatizarlo", en términos de Ortiz-Osés.
no, lo masculino y lo animal, desfragmentándolos. La expresión de los
Es de la muerte natural de la que hemos estado hablando hasta aho-
rostros (tanto animales como humanos) hace pensar en la muerte como
ra. La muerte que llega con la enfermedad y que, en cierto modo, avisa
un otro terrorífiro que no avisa su llegada, que se sale del contexto de lo
de su proximidad; ella es un proceso contenido en la vida. Munch, por
familiar. Es algo que viene de afuera, por tanto es una muerte dada por
ejemplo, muestra una percepción del tema de la muerte, según su parti-
cularidad individual. el enemigo y que no tiene lugar en la cotidianidad:
Pero cuando se trata de la muerte afectando a un grupo social entero,
es decir, cuando es violenta, su representación cambia totalmente. Con el El Guernica nació del dolor y la ira convertidos en desgarradora acusaci~n contra la
77
cubismo y Pablo Picasso llega otra representación de la muerte que tentativa totalitaria de instaurar una sociedad donde se niega la esencia del hombre,
incluye la experiencia personal, atravesada por el sufrimiento de una su diferencia, su alteridad. La lámpara, el caballo, el minotauro, los cuerpos adoloridos,
colectividad: la madre desesperada por el dolor, la casa en llamas, todo lo que emblemáticamente
capta esta pintura, expresa nuestra tragedia más íntima, denunciando toda potencia
que se levante para destruir al individuo y a la sociedad. Pero Guernica es arte. En él
Picasso logra pintar la emoción: el dolor, la hostilidad, la rabia y la impotencia a las
que puede llegar 'la bestia' humana en sus más miserables creaciones. 81
75 Jbíd., p. 1195.
76 Andrés Ortiz-Osés, "Presentación", en: K. Kerenyi y otros, Arquetipos .v símbolos colectivos. El círw-
lo Eranos, Barcelona, Amhropos, 1994, pp. 11-12. 78 0
Fabio Giralda Isaza, "Guernica", Magazín Dominical, N. 729, El Espectador, julio de 1998, pp. 8-9,
7i "Movimiento artístico en pintura y esrulmra, surgido en Francia entre 1907 y 1914. Desempe- 79 "Picasso", en: El gran arte en la pintura, vol. 6, Barcelona, Salvat Editores, 1987, p 1270
liaron una función decisiva en su formación. Picasso y Braque". Tomado de: Gran Diccionario 80 Jbíd., p. 1273.
Enciclopédico Zamora, Barcelona, 2000. 81 F. Giraldo Isaza, Op. cit., p. 9.
156/ Muerles violentas Rit1U1lización, simbolización y tramitación de la muerle / 15 7

En la cita anterior se deja explícita la universalidad de la obra en cuan- Dice, además, que no sólo la belleza era una de las características que
to expresa el gran sufrimiento que trae la muerte cuando es causada por debía poseer el arte (desde sus etapas clásica y neoclásica), sino que tam-
el.hombre, por "la bestia humana", y que no le permite presentarse a sí bién se lo podía definir como un emblema de la verdad moral, lo cual
misma en un momento que no represente traumatismos irreparables. significaba que no poseía ninguna autonomía y que, además, "era conce-
Por eso la muerte pierde esa posibilidad de ser personificada, pierde su bido como una alegoría, como una expresión figurada que escondía, tras
figura femenina y se masculiniza con ese efecto bélico que muestra la su forma sensible, un sentido ético. Pero en ambos casos, tanto en la
destiucción de lo que alcanza. Porque la muerte ha atacado a una colec- interpretación moral como en la teórica, el arte no poseía valor indepen-
tividad sin previo aviso, es decir, mediante la violencia, es que ha causado diente".8:~
una conmoción tan grande, y el dolor que trae consigo parece no aban- Cassirer no deja por fuera la relación existente entre el arte y el len-
donar, ni con el tiempo, a la sociedad víctima de tal hecho, y hace que ese guaje, y dice que ambos se mueven en dos dimensiones, la objetividad Y
dolor trascienda a otras sociedades que se identifican con él. la subjetividad, de las cuales ninguno de los dos se puede desprender
. El Guernica presenta un cambio en las imágenes que se habían mane- aunque sean más subjetivos que objetivos, o viceversa. Argumenta que en
Jado acerca de la muerte, ya no es algo que se pueda pensar con calma, la objetividad ambos son imitación -de sonidos y de cosas exteriore~,
sin? 9u~ limita la percepción acerca de ella a un evento que rompe la respectivamente-, lo cual es muy importante en las etapas de aprendi-
cotid1amdad. Lo más grave es la posibilidad de resarcir el daño causado, zaje. La objetividad, agrega, supone mera reproducción, y por eso la
la cual se ve oscurecida definitivamente, y lo que el arte hace, en ese caso, creatividad representaba un problema, ya que "en lugar de descubrir las
es dar un testimonio del desasosiego que la violencia deja a su paso. cosas en su verdadera naturaleza, (el artista debería] falsifica[r] su aspec-
Cuand~ el arte toe~ temas como el de la violencia da lugar a grandes to", 84 pero muchos filósofos van a refutar estas teorías.
controversias que mamfiestan el desagrado de los espectadores y de quie- Según Cassirer, en la primera mitad del siglo XIX, Rousseau es uno
nes se dan a sí mismos el derecho de calificarlo. Y esto sucede porque de los filósofos que rechazan la anterior idea, y se va en contra de las
mu~hos pretenden que el arte sólo represente pasajes más agradables de tradiciones clásica y neoclásica que concebían el arte sólo como imita-
la vtda de los seres humanos y no aquello que se quiere esconder, como es ción de la belleza de la naturaleza, ya que para Rousseau el arte debía
el caso de lo violento. dejar de reproducir el mundo empírico, para llegar a llenarse de una
Hace falta un tipo de reflexión que le permita al espectador desligar gran cantidad de emociones y pasiones. A esto se le llamó "arte caracte-
el arte de su noción particular de belleza para que pueda ver reelaboradas rístico", idea que fue apoyada en Alemania por Goethe, quien además
las problemáticas que lo afectan directa o indirectamente, es decir, para defendía el hecho de que aunque se estuviera tratando en el arte el
que tenga la oportunidad de verse reflejado en el arte. Aunque la discu- mundo interior del artista, esto no necesariamente dejaba por fuera la
sión sobre la autonomía del arte con respecto a lo bello ha tomado varios objetividad. Cassirer agrega que el arte no debe tener un único rasgo
siglos a los teóricos, aún hoy se sigue presentando la duda sobre si el arte decisivo, ya que en sí mismo compila muchas emociones, es decir, lo
debe dejarse permear por los aspectos de la vida, como el de la violencia, subjetivo. Y sí bien la emoción representada es una parte muy impor-
o esconderlos y ofrecer una visión mejorada de las sociedades. tante de la obra artística no hay que descuidar"[ ... ] el proceso construc-
Para Ernst Cassirer, uno de los problemas más importantes de la filo- tivo, que es un requisito previo, tanto de la producción como de la con-
sofla ha sido demostrar que el arte no tiene que ser tan sólo una expre- templación de la obra de arte. No es cierto que cada gesto sea una obra
sión de la belleza o que simplemente deba imitar la realidad: "La belleza es de arte, como tampoco cada interjección es un acto de lenguaje[ .. .]. El
part.e de la humana experiencia( ... ]. Sin embargo, en la historia del pen- factor 'propósito' es tan necesario para la expresión verbal como para
sanuento filosófico el fenómeno de la belleza se ha manifestado como la artística". s:,
un.a de las mayores .paradojas [... ]. Fue Kant en su Critica del juicio, el Por esta vía, el autor nos da una definición de arte teniendo en cuenta
pnmero en proporcionar una prueba clara y convincente de la autono-
mía del arte". 82
83 Ibíd., pp. 206-207.
84 Ibíd., p. 208. Según lo explica Cassirer; fue Aristóteles quien introdujo esta idea al decir que el
artista debe mejorar el modelo que toma de la naturaleza, no imitarlo
82 Emst Cassirer; Antropologín. filosófica, Bogotá, FCE, 1996, p. 206 85 lbíd., p. 213
15 8 1Muertes violentas Ritualiwción, símboliwción .v tramilación de la muerte 1 159

esa autonomía de la que debería gozar, por fuera de los cánones morales denaba la cotidianidad, hasta el extremo de vetar ciertas obras o denigrar a
Yde belleza y de su imitación: "Lo mismo que las demás formas simbóli- los artistas. Tiene que pasar mucho tiempo y manifestarse muchas defen-
cas, ta?Jpoco es el arte mera reproducción de una realidad acabada, dada. sas de aquellos que conciben el arte por fuera de "lo bello", 90 para que las
Constituye ~na de las vías que nos conducen a una visión objetiva de las obras, al igual que los artistas, obtengan su debido reconocimiento.
cosas ~e la vida humana. No es una imitación, sino un descubrimiento de Durante la Violencia, los artistas se sensibilizan con el dolor que los
la reahdad". 86 toca de cerca, y no evitan que en sus procesos creativos se registre esta
~assirer le da mucha importancia a la relación existente entre el len- situación por lo que internamente les producía. Podemos adelantar que
guaJe Yel. arte. Pero l~s di[erencia, e i?cluye la ciencia, al decir que tanto la producción artística nacional goza, desde esa época hasta hoy, de una
el lenguaje como la CienCia son abreviaturas de la realidad, en tanto "el amplísima muestra de obras que interpretan la gran conmoción causada
arte [es] una intensificación de la realidad". 87 por la violencia. .
E~plica cómo ciencia y lenguaje implican procesos de "abstracción", en Un ejemplo vivo de lo que acabamos de señalar es la obra de la pinto-
~ambw el arte ~s un continuo proceso de "concreción", porque "[el arte] no ra antioqueña Débora Arango, quien generó gran polémica desde el ini-
mdaga las cuahdades o causas de las cosas sino que nos ofrece la intuición cio de su carrera, y enfrentó las duras críticas de sus colegas y el veto
de sus formas. Tampoco es esto, en modo alguno, una mera repetición de impuesto por quienes se dan a sí mismos el derecho de calificar la sensi-
algo que ya teníamos antes". Al decir de Cassirer, lo que se nos ofrece con bilidad artística, siempre a la luz de la ética y la moral.
el arte "[ ... ]es 1~ fisionomía individual y momentánea del paisaJe; trata de Ricardo Sánchez, en un artículo escrito en 1999 sobre la artista, se
expresar la at.mosfera d~ las cos~s, el juego de luces y sombras". 88 pregunta cómo veían a Débora Arángo sus contemporáneos y cómo la ve
Para Cass1rer un artista refleJa en sus obras su visión particular de las la gente de final de siglo. Destaca su importancia en la historia del arte
colo~biano, aunque se la ~xclu.Ya, en muchos casos, de las obras que
c?sas, al p~~tenecer a. un contexto histórico y geográfico específico, que si
bien co~diCwna esta mterpretación, no la limita a la mera imitación de lo recopilan y comentan esa h1stona. Sánchez argumenta que el hecho de
que soCialmente se conciba como bello. Obras como Guemica reabren que la artista pinte desnudos, siendo mujer, dota a su obra de una signi-
esta discusión y dividen .a los crí~icos e? sus ~piniones: están los que no ficación distinta y más especial, porque "[ ... ] es lo femenino viendo lo
;1
toleran qu~ arte se deje seduCir por lo feo , y que registre el dolor de femenino desnudo". 91
~na poblacwn entera; y están aquellos que defienden el derecho del ar- El auto~ ~etoma el hecho de que a pesar de obtener el apoyo del
tista para mostrar ese juego de luces y sombras que causa un evento en ton~~~ m1~1stro de cultura Jorge Eliécer Gaitán, quien le organizó una
altamente traumático. Con el paso del tiempo, claro, se da un consenso expos1c10n, esta fue clausurada por el presidente Laureano Gómez, "como
entr~ los críticos, y al adquirir Picasso tanta fuerza en la historia del arte ?ueño de la moral, la tra~ición, el orden, los valores [... ]", 92 pero paradó-
del siglo xx se cierran las discusiones en torno al carácter -artístico 0 JICamente la censura le dw más fuerza a Débora Arango como artista. Lo
no---.- de sus obras. que el autor quiere resaltar es la tenacidad con la que la artista defendió
la ~tilización del desnudo, una de las temáticas prohibidas para la época,
al Igual que las que tenían que ver con la política, o con temas como la
'í1quí no cabe el arte": 89 el arte colombiano en el contexto prostitución, que se pretendía sacarlos de la cotidianidad. Sostiene ql.le
de la muerte y la violencia más que la figura, Débora Arango pinta la expresión. ·

El cas? colombiano ha est~do n:-no de estas discusiones. La polémica


resurgta cada vez que un artista pmtaba la forma como la violencia desor- 90 Al poner entre comillas la expresión "lo bello", nos referimos a que cada sociedad define Jos
cánones que han de distinguir Jo que es bello de lo que no lo es. En el arte podemos corroborar
que ~i bien en cierta época se dude de las calidades estéticas de una obra, es posible que, por su
prop1~ peso, la obra y .el artista se reivindiquen. En Colombia, por ejemplo, la moralidad que se
86 lbíd., p. 214. maneJa en las respectivas épocas casi le otorga una significación distinta cada vez a las obras
87 lbíd. (dándoles carácter de pecaminoso, morboso o indebido), que se quiebra fácilmente cuando es
88 Jbíd., p. 216. cuestionada por otro tipo de racionalidad en la que no intervienen los preceptos de la moralidad.
89 Título de la ob~~ de Antonio Caro (1972). Di~ujo sobre papel en el que aparece un gran "Aquí 91 El escrito se titula "Débora Arango", en: http://urww.banrep.gov.cop!blaavirtu.al/boletil/bol41/boll.
no cabe el arte sobre los nombres de las VICtlmas de varias masacres, en: Arte y violencia en 92 Jbíd.
Colombia desde 1948, pp. 115-116.
160 /Muertes violentas
RitualiZLlción, simboliZLlción y tramitación de la muerte / 161

El tratamiento que Débora Arango les da a los temas políticos, según


materia de arte era precisamente la reproducción de la naturaleza. Pero
Sánchez, difiere de la crítica social, y cita ejemplos para sustentar que su
ella, a pesar de todos los problemas que ya se había ganado, siguió dán-
obra es "testimonial alegórica" y "satírica". Hoy abundan los ensayos que
dole gran énfasis a lo social. . .
defienden a la artista y el sentido de su obra, cuando en su tiempo, como
Ella abre la posibilidad de que los artistas colombianos ~e at~ev1eran a
lo exponen varios autores, lo que abundaban eran las críticas, los insultos
pintar lo que tenían internamente, lo que, por supu:sto, Imphcaba.una
y las divisiones entre los periodistas, quienes sostenían acaloradas discu-
percepción particular de lo externo, de lo cual haCia parte la reahda~
siones en su defensa o en su contra. Pero ¿quién es Débora Arango y por
qué causó tanta controversia en su medio? social. Con respecto a esto, Londoño resalta que Débora Arango casi
siempre pintó intuitivamente, ya que en la mayoría de los _casos no tu~o
Débora Ar·ango nació en Medellín en 1907. Siguiendo a Santiago
la oportunidad de visitar los lugares y las personas que haCia protagoms-
Londoño Vélez, podemos saber que inició sus estudios de pintura en el
tas de sus obras. Estaba atenta a lo que alcanzaba a ver de lejos, para
colegio María Auxiliadora con una hermana italiana. Posteriormente tomó
elaborar las escenas de sus pinturas.
clases con el pintor Eladio Vélez, recién llegado de Europa. Luego ingre-
Como el caso que reseñábamos de Edvard Munch, a Débora A:ango
só al grupo de alumnas de Pedro Nel Gómez en el Instituto de Bellas
también la van a afectar sus experiencias personales de acercamientos
Artes, con quienes realizó una exposición en 193 7 en la que presentó
tempranos con la muerte. Resumimos aquí las más relevantes, relatadas
veintiuna acuarelas. A propósito, el periodista José Mejía y Mejía (Pepe
por Santiago Londoño: 95 la presen~ia de dos calaveras que s~s her~_anos,
Mexía) escribió dos artículos en El Colombzano, destacando que en estas estudiantes de medicina, habían puesto cerca del baño de mmerswn, es
obras de la artista se pasaba de la imitación a la interpretación, y daba
uno de sus recuerdos infantiles; en su niñez contrajo paludismo debido a
una definición de esta última: "La interpretación [... ] es volver a ver; o
la insalubridad del manejo de las aguas para el consumo en Medellín. El
volver a pensar a través de nuestro temperamento. Es poner la inteligen-
médico que la atendió dudó que la niña s.e criara, .Y ella e~c~chó cua~do
cia a manera de un filtro para que pase, cernida, la visión del mundo". 93
él les decía esto a sus padres, quienes deCiden enviarla a vivir a un chma
La obra de Débora Arango fue censurada, armando la más grande
más apto para su recuperación; muerte de su abu.e_la pa~erna, senta~a en
polémica del arte antioqueño, aquella de la que nos hablaba Cassirer; su mecedora; muerte de una de sus tías, que muno calcmada despues de
sobre si el arte debía imitar a la naturaleza o interpretarla. Su maestro
que una lámpara de petróleo con la _que iluminaba la imagen de un san-
Eladio Vélez fue quien más promovió esta censura. Se dio así un enfren- to, se volteara incendiándolo todo. 96
tamiento entre
Desde muy niña los temas sociales que vislu~nbraban arbitrarieda~es la
impactaron mucho. El mismo autor recoge vanos recuerdos de la artista:
[ ... ]un arte 'reproductivo' de la realidad, con otro que se calificaba de 'interpretativo'.
Pero el asunto adquirió pronto color político. La prensa liberal de la ciudad se ali-
neó con los defensores [quienes se autodenominaron 'pedronelistas'] y los periódi- Cuando las personas que madrugaban a misa tenían que cuidarse de un grupo de
cos conservadores con los atacantes [eladistas] [... ). jóvenes de la alta sociedad, que asustaban y agredían físicamente a quien pudieran
En su defensa Débora Arango expresó, con respecto a la moralidad de sus acorralar.
obras, en 1939, que: "el arte, como manifestación de cultura, nada tiene que ver con El maltrato que la policía practicaba contra[ ... ] las mujeres de bares y cantinas.
los códigos de moraL El arte no es amoral ni inmoral. Sencillamente no intercepta Cuando alguna era detenida, la arrastraban a la fuena por la calle en medio de
ningún postulado ético".9-l gritos y la subían a empellones a un carro de bestias. Nunca vio que ese u·ato, que en
la época no se le daba ni a un animal, lo tuviera la fuena pública con los hombres, y
Fueron muchos los reproches que tuvo que soportar la artista contra desde entonces adquirió una especial animadversión por la injusticia y la desigual-
su obra y contra sí misma en los años siguientes, ya que, según Santiago dad, con que la sociedad trataba a las mujeres. 9;
Londoño, en la época en que ella empezó a ser noticia, lo mejor visto en

95 Esto hace parte de la biografía de Santiago Londoi'io sobre la pintora, apoyándose en entrevis-
tas con ella. El libro e~: l>Pbora Amngo, vida de pintora, Bogotá, Ministerio de Cultura, República
93 Santiago Londoño Vélez, "Débora Arango, la pintura como vida", en: Débora Amngo. El arte de la
de Colombia, 1997.
irreverencia, Medellín, Secretaría de Educación y Cultura, 1996, pp. 9-14.
94 /búl.,pp.I0-11. 96 lbíd., p. 26.
97 lbúl., pp. 22-26.
162 1Muertes violentas Ritualización, simbolización y tramitación de la m1terte 1 163

En cuanto a las obras que tocan el tema de la muerte y la violencia,


que son las que más nos interesan, muchas de ellas fueron inspiradas por
los hechos que se dieron en El bogotazo.

Conmovida por los sucesos trágicos del 9 de abril de 1948 tras el asesinato de Gaitán,
pinta un conjunto de obras que dan agudo testimonio de la época de violencia que
vivió el país, con lo cual su arte inicia una nueva etapa marcada por la sátira política,
en la que se observan ciertas influencias del expresionismo. Obras como Masacre del
9 de abril, pintada durante la transmisión radial de los acontecimientos, La salida de
Laureano, El tren de lt1 muerte, Las fuerzas que derrocaron a Rojas, El cementerio de la Chus-
ma o Mi cabeza, Melgar, La República, hacen referencia a episodios políticos concretos
y son la reacción de la artista a una realidad violenta y convulsionada. Surgen nuevos
elementos que cumplen una función simbólica en la imagen pictórica: animales
feroces, batracios, militares, armas, sangre, multitudes, gallinazos, calaveras. La pin-
tura se torna áspera, feísta. 98

Es muy sugerente la palabra con la que termina esta cita, y que


retomaremos: feísta. Aparece este término para definir las obras que re-
tratan la muerte y la violencia. Débora Arango plasma en sus obras aque-
llo feo que no se cuenta en la historia que nos enseñan en los colegios,
porque, precisamente, de eso no debió quedar ningún recuerdo. El retra-
to de la violencia, entonces, va a diferir de esa visión agradable que se
supone propia del arte, y nos va a cuestionar y a involucrar en la obra
impidiéndonos ser espectadores pasivos.
Si bien la obra de Débora Arango está llena de valiosas representacio-
nes de la muerte y la violencia, es preciso elegir una pequeña muestra
que nos permita continuar explorando estas temáticas. La primera obra
que resulta interesante tomar es la titulada 1\llaternidad y Violencia (véase
la figura 5.6):

(... ]la pintura donde alcanzó la máxima expresión el propósito rle denuncia social
[... ], un óleo de gran formato, donde el personaje único es una escuálida mujer
embarazada y semidesnuda por la pobreza, que acuna en sus brazos a un recién
nacido, mientras que en el suelo quedan un casco militar y un fusil, los otros restos
materiales de la guerra. La desolación y el desamparo reinan en esta dramática
imagen que no oculta la conmiseración del artista por lo que Goya llamó "los
desastres de la guerra", y que guarda ecos de ciertas obras de José Clemente
Orozco.m'
---------------------------·---------------------------
Figura 5.6 Oébora Arango
Maternidad y violencias. f. Óleo sobre lienzo. 22,5 x 96 cm. Colección
0
Museo de Arte Moderno de Medellín. Registro legal N. 7760,Bien de Interés
98 Jbíd., p. 13.
99 Jbíd., p. 130. El autor desconoce la fecha de elaboración de la obra. Cultural de Carácter Nacional.
164 1M uertes violentas Ritualiwción, simbo/iuuión y tramilanón de la uuw/e 1 165

No es el tema explícito de la muerte lo que encontramos en la obra


anterior. Pero nos deja la impresión del paso de una muerte externa y
brutal, reflejada en los sufrimientos posteriores de los que han sobrevivido
a sus estragos. Aunque hay una mujer en la obra, ésta no nos da la sensa-
ción de que la muerte tenga un halo de feminidad. Nos habla de una
muerte bruta, 100 que aniquila lo femenino y le quita la posibilidad de sua-
vizar la escena o al menos de pensarla con menos repulsión. No hay pala-
bras. Sólo una impotencia tal que nos causa escalofríos.
La muerte empieza a masculinizarse. El elemento masculino aparece
y su presencia denota fuerza y agresividad con forma de casco militar y
fusiles. No hay que olvidar que la actividad militar ha sido tradicional-
mente masculina en todas las sociedades. 101 Incluso cuando las mtueres
ingresan al ejército tienen de alguna manera que masculinizarse: usar
unifórmes iguales a los de los hombres, cargar pesadas armas, y llevar a
cabo ejercicios para darle a su cuerpo la fuerza que por años, en nuestra
sociedad occidental, se ha supuesto como característica de los hombres.
Es el aniquilamiento del sentido femenino, natural y hnniliar de la muer-
te, que se explicita en el dolor de aquella madre con su hijo, quien se
resigna y no replica. Es decir, a la que se le niega la palabra. 10 ~
Reseñamos otra obra, donde la muerte no aparece como un efecto de
la devastación, como en la anterior~ sino que se presenta como un perso-
naje con vida propia haciendo alusión al icono de la muerte huesuda:
(véase la figura 5.7): "En la acuarela La Danza, varios esqueletos con an-
torchas y trajes de monje llevan en procesión a la muerte, cuyo cráneo
tiene un halo como en las imágenes religiosas; con esta tremenda pintu-
ra, la artista parece referirse a una suerte de idolatría de la muerte que
llegó a imperar en la época". 103

l 00 Brutal o irracional, si se quiere. Pero no podemos olvidar que el crimen, o dar muerte mediante
violencia a los semejantes, es una característica eminentemente humana y por ende altamente
racionaL
Los animales, como es sabido, no asesinan a sus congéneres ni se ensañan con ellos. Si se
quiere profundizar en el tema véase. Margarita Valencia, "Los términos de la guerra", Revista El
Malpensante, N. 20, feb.-mar., 2000, pp. 80-81. La autora ofrece, además, una bibliografía muy
0

completa sobre el tema.


101 Esta es la historia que nos han contado, pero esta 'verdad' ha empezado a quebrarse, pues, la
nueva historiografía rescata la presencia de las mujeres en las guerras, incluso en calidad de
combatientes. Elsa Blair y Yoana Nieto, "Las mujeres en la guerra: una historia por contar", el
0
artículo se incluirá en Revista Universidad de Antíoquia N. 277, sep., 2004
102 A este respecto vale la pena mencionar el análisis que hace C. Geertz en Bali, Indonesia, sobre
la riúa de gallos, donde 1os gallos son el "arma" con la cual se enfrentan, una prolongación del Figura 5.7 Débora Arango
cuerpo masculino en tanto son "símbolos masculinos por excelencia". Su análisis involucra La danza. s. f. Acuarela. 56 x 38 cm. Colección Museo de Arte Moderno de
símbolo (armas), cuerpo, concepción masculina (armas y guerra masculina) Véase Clifford 0
Medellín. Registro legal N. 7700 Bien de Interés Cultural de Carácter
Geertz, La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1997, p. 34 3.
103 Santiago Londotio Vélez, Débora rlwngo, vida de pinlma, p. 206 Nacional.
Ritnalización, simbolización y tramitación de la muerte 1167
166 1Muertes violentas

no deja ninguna posibilidad de vislumbrar algo familiar o amable en la


~omo lo dice la cita, es notable el culto por la muerte, y la artista lo
ad.vterte en el exceso de muertos producido por la violencia que empieza muerte:
a If!Iperar desde los cincuenta. También aquí puede evidenciarse su
masculinización, pues aunque a este icono de la muerte huesuda, tan En el óleo Tren de la muerte [... ] hay una elaboración típicamente expresionista; en el
familiar para nosotros por siglos, se le ha logrado dar un aspectO real- interior del vagón sobresalen los rostros deformes y exagerados, el techo está pinta-
mente femenino, 104 en esta obra aparece masculinizado en sus trajes y do con colores de incendio y el piso sin carrilera con rojo sangre y sombras negras;
gestos. Así, esta muerte no permite la festividad, ya que representa un es de noche y la luna se suma a una estela blanquecina que d~ja el humo de la
rito macabro y ególatra en torno a sí misma. Ella forma el caos donde y chimenea en el firmamento, mientras en las paredes del tren las manos de los asesi-
cuando quiere, sin ningún aviso previo, al contrario de aquella que pinta- nos han d~jado también su roja huella. 106 •

ra Bruegel en el Renacimiento y que observamos al comenzar este apar-


tado. La sensación que causa esta obra es la impresión máxima del horror.
U na de las obras de Débora Arango donde se explicita cómo esta Es la imposibilidad total de poner en palabras el dolor que allí se repre-
presencia de la muerte extraña y violenta desconfigura la estructura so- senta. La muerte es omnipresente y deja su roja huella en el contenedor
cial, es Masacre 9 de abril: de cadáveres. Intuimos que la muerte, como se relata en varios testimo-
nios de los episodios de la Violencia, ha sido causada por hombres que se
[... ][en la que se] condensa de manera magistral el violento episodio (el asesinato de ocupan permanentemente en quitar la vida de las maneras más crueles
Jorge Eliécer Gaitán], que despertó la ira popular. Aparecen simbolizados, no sólo posibles. El que no estén presentes los victimarios da una idea de esa
el caos que siguió al crimen, sino los distintos actores que se vieron involucrados en omnipresencia activa de la muerte.
los acontecimientos posteriores. Se trata, literalmente, de un retrato hablado, pues Pero no fue sólo Débora Arango quien pintó la Violencia. Aquí se
la pintura fue inspirada y elaborada durante las transmisiones radiales de los he- referencia con más énfasis por ser ella una mujer que advierte con sus
chos( ... ]. Una chusma enardecida de ojos desorbitados se ha tomado una iglesia; a obras la masculinización de la muerte, por ser, como lo dijo Ricardo
la derecha, curas y monjas se ponen a salvo. Al lado opuesto, con un fondo de lla- Sánchez, "lo femenino viendo lo femenino desnudo", y nosotros agrega-
mas, un soldado atraviesa con la bayoneta a uno de los exaltados. Más abajo, el ríamos que también ella representa lo femenino viendo lo femenino des-
cadáver del asesino de Gaitán es arrastrado por la calle. En el centro, el político aparecer~ aniquilado y reemplazado por lo masculino. Otros artistas co-
muerto es llevado en alto en una camilla rodeada por las improvisadas armas de los lombianos también pintaron la conmoción horrorífica de la época de la
manifestantes. Entretanto, en la torre de la iglesia, una mujer de vida alegre, soste- Violencia. En un escrito alusivo al tema que examinamos, la pregunta
nida por un monje, toca dos campanas. 105 inicial es sobre las razones que han llevado a varios artistas colombianos
a abordar temas violentos en sus obras. Esta cuestión remite al autor a
Ya en esta obra, los hombres contienen la muerte en sí mismos; son dos aspectos inseparables: "Uno es el elemento histórico que empuja al
ellos los hacedores del caos que preside la muerte. No sólo son asesinos, artista a tratar un tema que a la postre puede resultar controvertido por
sino que parecen ser, cada uno, una pequeña parte de la muerte que se quienes no comparten su enfoque, el otro es el lenguaje y la técnica que
ha dividido sin perder un ápice de su poder aniquilador y que arranca la ese mismo artista juzga apropiado utilizar'' . 10 ¡
vida de los otros casi como si tuviera derecho y obligación de hacerlo. El primer aspecto es producto de la violencia política en tanto el otro
Tomamos una última obra de l~ artista para demostrar que ese exceso ya varía, ya que está sujeto a los conceptos artísticos que dependen, a su vez,
de las individualidades y las épocas. Los dos aspectos anteriores, que
según el autor deben tomarse como una unidad, fundamentan que arte y
política no sean excluyentes.
104 Un ~jemplo de esta feminización de la muerte huesuda puede observarse en las obras del
pintor mexicano del siglo xrx, José Guadal upe Posada. Una de ellas lleva por título La Calavera
Catrina, donde se la muestra con vestido y sombrero de mujer, figura que es reproducida por
106 lbíd., p, 168.
Diego Rivera en su obra Sue1io de una tarde dominical en la Alameda Central. Véase por ejemplo, 107 Álvaro Medina, "Testimonio histórico en el MAM de Bogotá. Sensibilidad ante la violencia", El
"Maestros de la pintura americana, Diego Rivera", en: El gran arte en la pintura, vol. 6, p. 1446.
Tiempo, 23 de mayo de 1999, p. 6.
105 S. Londoño Vélez, Débora Arango, vida de pintora, p. 167.
168 /Muertes violentas Ritu.aliwción, simbolización y tramitación de la muerte/ 169

En el artículo se incluye la reseña de cuatro artistas colombianos que netra en su vientre. Pero también maternidad de la 'madre-tierra', de la madre-mar, de
son los primeros en usar los temas políticos y de la violencia en sus obras. la madre-naturaleza que recibe en su seno al muerto-niño. Las inmensas analogías
Son ellos Alejandro Obregón, Alipio Jaramillo, Marco Ospina y Débora maternales que envuelven al muerto se irán extendiendo y amplificando a medida que
Arango, quienes dejan que sus obras den testimonio de El bogotazo: "[ ... ] las sociedades se vayan fúando en el solar de una madre patria[ ... ) y a medida también
con los episodios de los días 9 y 1O de abril de 1948, el fenómeno de la que se vayan penetrando en la idea de que el muerto reposa en el seno de la vida
Violencia entró a ser una constante temática de la cultura colombiana". 108 elemental; se extenderán en el seno de la idea de muerte renacimiento, se mezclarán
De la descripción de algunas obras hecha por el autor, resaltamos las con otras concepciones de la muene, y formarán incluso el núcleo de una nueva con-
siguientes, que corresponden a un cuadro de Alipio J aramillo y a uno de cepción. La muerte-maternal se desarrollará con fuerza propia. 111
Alejandro Obregón, respectivamente:
¿Pero quién ha parido toda esta violencia que se retrata en las obras?
[En el] cuadro [de Alipio Jaramillo] 9 de abril [se destaca] la original manera de dividir ¿Qué madre acoge en su seno al que la devora sin saciarse? La violencia
en dos el espacio de la metrópolis tomada por la turbamulta armada, que gira sobre es masculina y por ende la muerte se masculiniza. Es corno si hubiera dos
sí misma sin orden ni concierto. Llaman la atención los hombres de saco y corbata muertes; una femenina, maternal y plácida, y otra masculina, arrasadora
aferTados a sus fusiles, el reguero de cadáveres que pisotean en el afán de avanzar los y horrorífica. La masculina ha desplazado a la femenina. Es la muerte
propios camaradas, el uso de machetes y picos a falta de armas de fuego y la presencia que mata a la muerte. Es decir, una concepción que se impone brusca-
de una mujer muerta en estado de gravidez, vago preludio al cuadro que Obregón mente sobre otra que ya estaba establecida y que era más efectiva porque
pintaría 14 años después con el título Violencia. 109 no rompía con la cotidianidad ni dividía en mil pedazos a los individuos,
tanto en su integridad física corno mental.
En las creaciones de los artistas nacionales que realizan sus obras des~
"[ ... ]Lo que vio y sintió Obregón en medio de la multitud enfurecida, quedó plasma-
de 1948 hasta hoy, esta masculinización de la muerte se impone (véase la
do en Masacre dell Ode abril. El dramático asunto [... ] está resuelto con la figura de un
figura 5.8). En las más recientes manifestaciones del arte pictórico co-
bebé gateando sobre la madre muerta, cuyo cuerpo yace rodeado de cadáveres
mutilados" .110 lombiano, aparecen elementos como botas militares, fusiles y machetes,
hombres disparando, cadáveres y cuerpos mutilados desperdigados por
todos lados, que traen en sí mismos las imágenes de quienes son víctimas
Retomamos estas dos obras porque en ellas aparece de nuevo lo fe- de la violencia y también de quienes se han hecho victimarios.
menino aniquilado, pero el mensaje es más cruento, más irnpactante. La imagen de la muerte que está presentando el arte colombiano co-
Aquí no sólo se extermina ese elemento femenino del que la muerte go- rresponde a la manera corno la concebimos hoy. La muerte viene de afue-
zaba, quitándole toda posibilidad de ver en ella una faceta de amabili- ra, violenta y fulminante, al punto que, en muchos casos, no deja siquiera
dad. Lo que se presenta es el máximo sentimiento de impotencia que un tllerpo para que los deudos realicen los rituales de enterramiento, de
llegamos a sentir quienes estarnos atrapados en este mundo violento, ya paso a otra vida. Lo que hace el arte es, precisamente, llevar a cabo proce-
que la violencia no ofrece ninguna alternativa. La violencia arrasa cual- sos creativos a partir de lo que queda, de lo vivo que aún guarda esperan-
quier esperanza de renacer con la muerte, aspecto que se representa con zas. Es el caso de la obra de Patricia Bravo, Lo que quedó (1995 ), 112 en la cual
las mujeres muertas en los cuadros. En el primero, una mujer embaraza- recupera los fragmentos de objetos que cuentan vidas, después de las bom-
da en la que se trunca la vida aún antes de que comience; y en el segun- bas de otra violencia -la del narcotráfico-. En otra de sus obras, Mata
do, una madre que es obligada a abandonar a su hijo, quien seguramente que Dios perdona, la artista registra sobre un fondo sanguinolento los nom-
morirá sin amparo. bres de 4.675 personas muertas en un año en Medellín por causas violen-
tas (véase la figura 5.9).
El renacimiento del muerto -dice Édgar Morin- se efectúa a través de una mater- Para terminar, se hace necesario resaltar que tenernos la obligación
nidad de la madre-mujer; propiamente dicha, cuando el antepasado-embrión pe-

108 IbuL, p. 7. 111 Édgar Morin, El hombre y la muerte, Barcelona, Editorial Kairós, 1994, pp. 126-127.
109 lbH 112 Mauricio Becerra, "Reseña sobre la exposición de arte v violencia en Colombia desde 1948", El
110 lbíd. Tie111po, 23 de mayo de 1999, pp. 1OB-11 B.
170 1Muertes violentas Rituali:ación, sinzbolzwción y tramitación de la muerte 1 171

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Moderno de Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1999, p. 137. ¡¡: Lt
172 /Muertes violentas
Ritualiw.ción, simboliw.ción _"/tramitación de la muerte/ 173

moral de seguir tratando de reelaborar las pérdidas que sufrimos a diario que han ensayado escritores de todas las culturas. La muerte ha invadi-
con el propósito de"[ ... ] buscarle una nueva dimensión al horror, sacarlo do la literatura colombiana. ¿se representó la muerte con el nombre de la
de l_a tragedia cotidiana para darle un punto de apoyo hacia la reflexión, violencia;¡ ¿cómo se habló de la muerte en la literatura? Es lo que preten-
hacia la pena. Convertirlo en arte( ... ] hacerlo nuestro, fatigarlo, hundir- demos d~sarrollar en seguida. Este apartado debe ~er leído teniend? pr~­
lo, desapareced o, conversado". 113
sente el siguiente texto que, a modo de epígrafe, mtroduce la temauca.
Salvo excepciones, como la referencia a la obra reciente de Patricia
Bravo, toda la reflexión precedente se remite fundamentalmente a la vio-
lencia de los años cincuenta. Creemos, sin embargo, que se trata de una Un golpe seco en la coronilla cilidad para nombrar la realidad
r~uestr~ bastante significativa de esa manera de simbolizar la muerte y la resida la esencia de la literatura. Una
VIOlenCia en el país a través de la pintura. Aunque el deseo hubiera sido superabundancia de palabras, com?
poder visualizar lo que pasaba en el arte más reciente, en relación con la Tal vez no exista un paisaje más me- ocurre con el testimonio de un testi-
~iolencia y_la muerte, este deseo se vio 'truncado' por el poco tiempo para morable y más significativo en la go falso, tiende más a despertar sos-
I~dag~r mas en ella, y en part~ porque lo que nos encontramos no supimos historia de la literatura que aquel pechas que a limpiar la imagen del
como mterpretarlo. Nos refenmos a lo que parece ser una 'realidad' en el en que un estudiante pobre descar- acusado. La confesión escueta de
arte ~olombiano actual: pintar directamente con la sangre. Terminando ga un hacha sobre la cabeza de una Dostoievsky no resulta in~erior a l~
este mforme, un testimonio nos confronta a formas nuevas de expresión vieja usurera. El crimen mismo, brutalidad del suceso mismo. As1
artística de la rr~uerte. Se trata de trabajos realizados con materiales corpo- además de las circunstancias qu~ como un homicidio puede cometer-
rales como la pmtura con sangre y con cenizas humanas. 114 Si bien la pin- desencadena la acción, ha ejercido lo cualquiera, sin antecedentes pe-
tura con s_angre humana nos horrorizó en el momento en que lo supimos, un influjo inusitado sobre aquellas nales ni inclinaciones asesinas, cual-
nos emociOnó leer el testimonio de la artista Catherine de Luca. 115 Ella es disciplinas que abordan temas quiera podría también ser escritor;
capaz de producir obras de arte con las cenizas de una persona muerta (y como la conducta humana, el su- pero b~o una condición: la de no
conocida) en un acto de "sublimación" de la muerte. Si es una pintura, se perhombre, la justicia, la relación hacer literatura.
cuelga en el mismo lugar donde reposaban las cenizas, es la "traducción entre la culpa y la norma, entre El más elaborado artificio litera-
estética del otro más allá de la presencia física", logrando darle un lugar otros. Pero lo sorprendente en este rio consiste en que una sucesión de
físi~o, y "es la presencia del otro más allá del lenguaje a través del signo. 116 pasaje -lejos de la ética y lejos del palabras no parezca literatura.
Qmzá sea esta una nueva veta de exploración que se abre en relación con derecho- reside en la simplicidad Cuando Dostoievsky impasible acla··
las formas de simbolización de la muerte. del autor para narrar los sucesos. raque "el hacha la tocó en la mi~~a
Escribe Dostoievsky: "Acabó de sa- coronilla, lo que en parte se debw a
car el hacha, la levantó con ambas la escasa estatura de la vieja", ¿qué
Las narrativas de la muerte: lo que el cielo no perdona manos sin apenas darse cuenta de existe en ello de literario? ¿por qué
y otras historias lo que hacía, y casi sin esfuerzo, considerar este pasaje como ficción?
como quien dice maquinalmente, la La frialdad de Dostoievsky puede
La literatura ha sido otra forma artística de representación de la muerte dejó caer de lomo sobre la cabeza". horrorizar, pero un desborde de con-
Resulta contradictorio que este miseración habría generado un re··
momento crucial se narre con tal chazo del lector. Diderot lo expresó
economía de lenguaje, con una sen- a la perfección al adoptar com? di-
113 Pedro Manuel Alvarado, "Violencia, arte y política", Magazín Dominical, N. 0 843, El Espectad01;
1 1 de julio de 1999, p. 12. cillez sólo comparable, quizá a visa: ."Si quieres verme llorar, pnme-
114 Giovanni Ramírez, estudiante de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia (en entre- aquella a la que acudió Cervantes ro te tiene que doler a ti". Como con-
vista realizada para la investigación), decía: "la apuesta es ya no por la representación de la para relatar la muerte de Don Qui- secuencia de un procedimiento
violencia, sino por la violencia misma".
jote: "Entre compasiones y lágTimas estético encubierto, se lleva al lector
115 El testimonio titulado "Un témoignage insolit: le mort comme object d'art", ha sido publicado
de los que allí se hallaron, dio su a padecer la emoción que el escri-
en: Nouvelles ido/es, nouve/les crdtes. Derives de la sacralité, bajo la dirección de Claude Riviere et
Albert Piette, París, l: Harmattan, I 998. espíritu: quiero decir que se murió". tor, en apariencia, suprime del tex-
116 Ibíd Es probable que en esa aparente fa- to. El verdadero narrador, pues, es-
l 74 1Muertes violentas
Riinalización, simbolización y tramitación de la m1te1te 1 175

cribe "casi sin esforzarse, como quien literario, la muerte de Don Quijote
dice, maquinalmente". El golpe en hacha, prefirió el lomo, y en vez de "AJena Ivanova lanzó un grito, pero
podría dar origen a una inagotable
la coronilla, en realidad, lo recibe el la profusión de sangre, se decidió muy débil, y se desplomó". Eso es
saga. (Compárese, en apoyo de esta todo. m
lector, puesto que no existen pala- por el golpe seco en la coronilla:
tesis, lo que significa la muerte de
bras que amortigüen el impacto. Virgilio para un alemán).
Vladimir N abokov, por ejemplo, La ostentación literaria de mu- Por largo que parezca, el texto da cuenta de un asunto que el autor
pas.ó por encima de esta página sin chos escritores latinoamericanos, en asocia exclusivamente a la literatura, que nombra como la "histeria eru-
darse cuenta de que estaba escrita. opinión de Julio Ramón Ribeyro, dita", y que abunda en la literatura sobre la muerte violenta en Colom-
proviene del complejo de proceder bia. Probablemente no todo lo encontrado en este terreno sea literatura
II de regiones periféricas y subdesa- aunque lo parezca o sus autores lo crean, pero nos referimos a esas for-
Un inmoderado despliegue de pa- rrolladas que crean en el escritor el mas narrativas que 'cuentan' la muerte en forma novelada o artística, y
labras y de procedimientos forma- temor de ser tomado por inculto. Es- algunas veces hasta macabra y grotesca.
les habría dilatado la acción narra- te complejo lo asemeja -según sus Para nosotros, en efecto, un problema siempre presente, desde el prin-
tiva y, además, habría enrarecido el palabras- al "atuendo que el in- cipio de la investigación, tenía que ver con el tratamiento que debíamos
ambiente de la novela, en detrimen- migrante africano o el arrabalero hacer del tema. Por lo duro y lo crudo podría ser tratado de manera
to del instante decisivo. De ahí que parisién lucen los domingos para morbosa, obscena y casi 'pornográfica'. La pregunta era cómo hablar de
una fórmula exacta para caracteri- pasearse por los grandes bouleva- la muerte violenta, el crimen, el ad.o criminal, el asesinato, el homicidio,
zar una buena narración podría ser res". Esta pedantería literaria se ca- de lo cual teníamos que hablar, sin caer en un manejo torpe y grotesco.
aquella que expresara la relación di- racteriza por exhibir todos los lu- ¿Era posible lograr un lenguaje fino para describir esas realidades? ¿sería-
rectamente proporcional que se jos, adornos y abalorios al mismo mos capaces de producir un discurso apropiado para tal efecto? Creemos
presenta entre la cantidad de suce- tiempo, en una suerte de "histeria que el texto anterior nos da la respuesta. También el texto académico
sos y el número de palabras reque- erudita" (la expresión pertenece a debe ser sensible a la fuerza de las palabras. Como lo señalamos en la
rido para dar cuenta de ellos. Los Huysmans) que torna más ridícu- presentación, la apuesta fue entonces a la simplicidad, a la economía del
llamados procesadores de palabras, los los resultados. El soporte de esta lenguaje, en fin, a ser capaces de seleccionar "en vez del filo del hacha, su
instrumentos tan fractuosos y que literatura, por supuesto, es un lec- lomo y en vez de la profusión de sangre, el golpe seco en la coronilla".
han permitido aumentar el núme- tor seudoculto que mide los alcan- Contar la muerte, narrarla a partir de un lenguaje fino, no tiene para
ro de páginas de tantas obras ac- ces literarios por su aparente difi- nada la pretensión de ocultar la muerte, o de negarla o disfrazarla. Es
tuales, podrían prestar este servi- cultad (el número de las palabras, mirarla de costado, "desde los márgenes", al poder nombrarla en un
cio. Y es que de cierta época para el tamaño de los párrafos, la exten- lenguaje que nos permita situarnos frente a ella como seres humanos.
acá -especialmente en Latinoamé- sión de los volúmenes), pero tam- En los años cincuenta, la novela aparece como la forma por excelen-
rica- se ha impuesto la creencia bién por la transparencia de los sím- cia de expresión (literaria) de la Violencia. Una obra es Cóndores no entie-
de que tener estilo se identifica con bolos y por la muchedumbre de las rran todos los días, de Gustavo Álvarez Gardeazábal, que basa su trama en
el malabarismo verbal o con el cre- citas y de las alusiones librescas. la violencia de esta época específica aunque haya sido escrita poste-
cimiento feraz de la fronda lin- En Dostoievsky. en cambio, nada riormene; sin embargo, no todas tuvieron el mismo despliegue y publici-
güística. Este tropicalismo -cele- de trucos para conmover, nada de dad. Lo que el cielo no perdona, escrita por un sacerdote antioqueño en
brado por profesores y estudiantes los esperados gritos y aullidos, por 1954, cuando aún no se desvanecía la Violencia, es una prueba palpable
de universidades europeas y ame- más que "una polifonía de voces in- de la serie de novelas, más bien de testimonios, que intentaron contar la
ricanas- termina aquí, en ciertas dependientes", según expresión de Violencia de otra manera. Estas obras fueron prohibidas en los años cin-
novelas, por acostar a Rodión Ro- Mijail Bajtin, pareciera vincularlo a
manovich Raskolnikov con AJena la desmesura tropical. Y la prueba
Ivanova y convierte el hacha en un de su austeridad se evidencia en
símbolo fálico. Para el tropicalismo 117 Jaime Alberto Vélez, "Un golpe seco en la coronilla", El Malpensanle, N. 0 20, feb.-mar., 2000, pp.
que, aunque pudo utilizar el filo del
48-49. Jaime Alberto Vélez fue profesor de literatura de la Universidad de Antioquia, hasta su
muerte ocurrida en el 2003.
l 76 1Muertes violentas Ritualízación, simbolización y tramitació-n de la m1te1te 1 177

cuenta y clasificadas en las listas negras de la literatura prohibida. 118 Las conductor va tramando la vida de los personajes insertos en las d_inámi-
obras testimoniales se caracterizan por ser más una acusación, 119 por lo cas de la violencia, más que presentar actos concret~s. Un ~e~sonaje pue-
que se entiende que hayan sido vetadas. Quien escribe denuncia los atro- de ser causante de actos violentos con un claro matiZ partidista, pero no
pellos que sufre un grupo político de parte del grupo político opuesto. se toma en la obra por ese único motivo. De c~ert? .modo, su historia de
Son escritos de personas que no conocen el oficio literario, pero que han vida es un elemento para entender por qué el mdrv1duo se ha configura·-
sido testigos de los hechos que describen; evidencian un exacerbado in- do de tal manera. 121
terés por describir en detalle las torturas, las formas de causar la muerte Para mostrarlo, Augusto Escobar cita el ejemplo del Capitán, un pe:-
y de morir. Los escritores arman sus historias dando su testimonio de lo soncye de la obra de Arturo Echeverry, l'v1area de :atas. Este personaje
que vivieron y sufrieron. En muchos casos se pretende justificar la violen- lucha por acabar con los liberales, a quienes considera detractores del
cia desde la perspectiva de quien la sufre, y la causa se expone sólo en orden del Estado y de la moral. Pero él es un homosexual, y s~be que su
caso de que tuviera que defenderse. El que presenta los hechos se halla condición no es reconocida socialmente, y hace parte de una mmona que
en la posición del bueno, del que es atropellado: contra él se cometen la sociedad margina, pero que busca reconocimiento. Su situación 1~ ge-
toda clase de atrocidades, y por tal motivo se ve obligado a convertirse nera angustia, la que, a su vez, le prod_uce el deseo de matar a qUlei~es
también en victimario. considera inmorales y, por ende, margmados. Con est?s. he~tws de vio-
Las categorías bueno y malo son muy importantes en estos testimo- lencia, que son muestras de poder, el personaje cree re1vmdtcarse con la
nios y se manejan como verdades absolutas, ya que los personajes son sociedad. 122
portadores de bondad o maldad infinitas. Es decir, los que sufren son Un rasgo muy característico de este género literario propiamente
siempre los buenos, y los que hacen sufrir, los enemigos, son los malos. dicho es la presencia de un narrador que va contando lo que suce?e.
N o se hace una reelaboración de los hechos, antes bien, logran producir Como conclusión, siguiendo a Escobar, podemos establecer u~a dlf:-
más violencia. rencia muy importante entre lo testimoni~l y lo artístico. El _testtmomo
Otro tipo de escritos que han tratado acerca de la problemática en reproduce la sevicia, la tortura, el hecho vwlen~o; en .este genero ~o se
cuestión, no menos perseguidos, son las crónicas. Muy ligadas a los testi- tienen en cuenta los diversos matices de la vwlenua. En cambw, lo
monios, y también a veces reeditadas como novelas, presentan un relato, artístico, presente en lo literario, se sale de lo escuet? y ~o descriptivo,
en general escrito por un periodista, de alguien que ha sido testigo de la de la acusación y la denuncia, y deja a un lado los prejurcws morales de
violencia o que la ha vivido. También son importantes las categorías de la bondad y la maldad. . . .
bondad y maldad, pues el protagonista es igualmente bueno o malo, Lo dicho hasta aquí no es razón para de~er~tar la~ memonas o testi-
según la filiación política de quien presente los hechos. La crónica se monios que se sucedieron por todo el ternto.no n~cwnal durante esta
caracteriza por mostrar la extrema crueldad del enemigo, viciada por la época. Hoy llamados historias de vida, los testimomos narran o cue?tan
interpretación de quien la sufre o se indigna por ella. 120 la Violencia desde experiencias particulares pero con una buena dosis de
El género literario, propiamente definido, se diferencia de los testi- realismo social. En este género cabe destacar la obra .'0rpazo, l~ ?tr~ cara
monios y las crónicas porque trasciende la descripción y la acusación, que de la violencia, escrita por el sargento Buitrago, un mthtar del ejeroto de
son el eje de éstos. Los escritores son conocedores del oficio literario, las Colombia. .
categorías de bondad y ~aldad no son el centro de la historia de los ¿Quiénes fueron los autores de estas 'memorias' y por qué_ las .escn-
personajes, ya que hay una reelaboración de la situación violenta. La bieron? ¿Qué se puede concluir de lo que logró hace_rse en el am~Ito de
atmósfera en la que se desarrollan los hechos es un elemento que toma la representación de un fenómeno como la ~uerte_ violenta sucedida en
mucha relevancia en la narración, la cual presenta una historia cuyo hilo estos años? Hasta donde conocemos, el mejor registro que se ha hecho
sobre la literatura relacionada con la Violencia es el elaborado por el
profesor de literatura de la Universidad de Antioquia, Augusto Escobar.
118 Recientemente algunos de estos textos han sido reeditados por la editorial Planeta, bajo el
título Colección Lista Negra, haciendo alusión a la forma como se les catalogaba en la época.
119 Entrevista realizada por Cristina Agudelo a Augusto Escobar, profesor de literatura de la Uni-
versidad de Antioquia, el día 14 de agosto de 2000, en Medellín. 121 lbíd.
120 lbíd. 122 lltíd.
178 1Muertes violentas Ritu.aliwción, simboliwción y tramitación de la muerte 1 179

A través de sus textos y en conversaciones directas pudimos ampliar nues- colombiana en la década de los noventa, cuyo objeto principal es mos-
tra reflexión al respecto. El inventario de las novelas escritas en ese perío- trar la problemática de violencia como cada autor la percibe, así: 125
do aciago es obra del profesor Escobar. 123 La marginalidad. En la literatura colombiana, desde el asesi~ato ?e
Jorge Eliécer Gaitán, han proliferado los textos que relatan las h1stonas
La virgen de los sicarios y Rosario Tijeras: nuevas narrativas de miles de desplazados por diversas causas. Para. los año~ ~ov~nta, el
libro No nacimos pa' semilla, de Alonso Salazar, descnbe la coudmmdad de
personas que han sido desplazadas y marginadas, y que habitan la p~rife­
Como a Rosario le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso, ria del casco urbano de Medellín, pero más concretamente la de los Jóve-
confundió el dolor del amor con el de la muerte 124 nes, "que el Estado colombiano se ha negado a mirar y considerar". Montoya
compara la ciudad que presenta Salazar con la distribución espacial de
Otra cuestión es la literatura en lo que hace a la violencia más reciente. las ciudades del medioevo, en las que se destinaban partes específicas
Pese al epígrafe de este apartado, que pertenece a una novela, en el para los excluidos de entonces; la ciudad de Salazar tiene también m~­
momento actual la forma más frecuente para narrar la violencia parece cho de metrópolis "porque en ella[ ... ] actúan fuerzas de una moderm·
ser la crónica. Existen, sin duda, otras formas narrativas donde se refle- dad que en América Latina es despiadada (la publicidad, el consumo y el
jan la muerte y la violencia: medios de comunicación masivos, testimo- comercio de la droga, el nihilismo)".
nios, etc. Las preguntas que nos hacíamos eran acerca de qué había Las hablas mochas. Estos textos no sólo cuentan una historia, sino que
pasado en la narrativa colombiana con la popular 'novela' de la época usan "el lenguaje popular" con el que sus personajes se expresan. Esta
de la Violencia, y por qué al parecer no se encontraba una profusión tan tendencia de plasmar la forma de hablar de las personas fue iniciada por
grande de obras literarias que contaran la violencia más reciente; o tal Tomás Carrasquilla ( 1848-1940), que usaba "un lenguaje castizo [... ) de
vez existan pero no tengan la difusión (y la cobertura) de las obras ya los campesinos de la Ant.ioquia de entonces''. Más adelante también Ma-
'clásicas' de la Violencia. Las razones que ameritarían darse podrían ser nuel Mejía Vallejo y su obra Aire de Tango, quien "trataba así de darle
de orden técnico, o razones de orden cultural. Tal vez resulte más fácil forma verbal a un sector marginal de la ciudad", el de Guayaquil. Para los
escribir una crónica que una novela, y también sea más fácil publicar años noventa, se menciona a José Libardo Porras, con Historias de la cárcel
una crónica que una novela, ¿pero cuál es el punto aquí que explica la de Bella vista ( 1997), pero advierte que "estos cuentos no se estructuran,
diferencia? en rigor, a partir de la presencia del habla popular". Al contrario sucede
¿cuál ha sido la razón de esa proliferación de publicaciones (crónicas con El camino del Caimán, de Javier Echeverry Restrepo (1996), sobre la
periodísticas)? Quizá los colombianos asistimos a otras formas de narra- realidad de Urabá, que sí se estructura con base en las hablas populares.
ción de la violencia. ¿Qué cambia, al cambiar en la sociedad estas formas El autor se pregunta si cualquier lector podría leer y entender una novela
narrativas? ¿corresponden a cierto desarrollo técnico o de la imagen? que hace uso del "habla popular", y responde citando a Echeverry Res trepo
¿cuál es el lugar que ocupa la muerte en ellas? ¿f.n qué medida se dilu- a1ando dice que "esas hablas son una suerte de lenguas-energías y como
yen en algo de carácter difuso corno la violencia? Las razones posibles tal tal tienen un sedimento virtual preciso y la literatura puede hablar, aun-
vez no tengan nada que ver con la violencia, aun ~sí nos interesaba inte- que sea por un momento, en esas lenguas de frontera".
rrogar las formas a través de las cuales se representa la muerte violenta La diatriba. Según el Pequeño Larousse es una "crítica violenta". Toma
-narrada, contada, mostrada, simbolizada-, más allá de los asuntos como ejemplo La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo, quien cuestio-
técnicos involucrados, e indagar por las narrativas existentes y sus efec- na, insulta, degrada todas las instituciones sociales que son causa de la
tos en términos de la eficacia simbólica de estos mecanismos, que igual problemática. Para Pablo Montoya, la visión que ofrece Vallt:jo da mejor
podríamos llamar de "tramitación de la muerte". cuenta de la realidad, ya que muestra una sociedad corroída totalmente,
Pablo Montoya presenta tres tendencias que caracterizan la literatura

0
123 Augusto Escobar, "La Violencia: ¿.generadora de una tradición literaria?", Gaceta, N. 37, 125 Pablo Montoya, "La representación de la violencia en la reciente literatura colombiana", texto
Colcultura, Bogotá, dic., 1996. presentado en el VI Coloquio lntemacional del CRICCAL de la Universidad de la Sorbonne
124 Jorge Franco Ramos, Rosario Tijeras, Bogotá, Norma, 1999. Nouvelle París III, Les nouveaux realismes en Amérique l.atine depuis 1980, París, 15 de mayo de 1998.
Ritualiw.áón, simboliz.ación y tramitación de !.a muerte/ 181
180 /Muertes violentas
bien te, etc., y donde intervienen la guerrilla de las FARC, el ejército y los
en vez de una versión "complaciente, parcial y hasta maniquea [... ] he·- paramilitares.
cha por García Márquez en su Noticia de un secuestro".
Lo que se puede afirmar es la presencia en este tipo de literatura
sobre violencia de un género específico, la narrativa testimonial, basado La muerte en la poesía
exclusivamente en historias o relatos de vida. Lucía Ortiz caracteriza este
género después de presentar su revisión de varios autores que desde lo La poesía colombiana del siglo xx en muchos casos no se ha int.eresado
teórico han dado a conocer sus definiciones y sus discusiones del térmi- en mostrar la visión de nuestra realidad, y los poetas han prefendo bus-
no. Ella afirma que "en la mayoría de los casos estas historias personales car de ella su máxima expresión, pero teniendo en cuenta los cánones
se han dado a conocer gracias a que un 'intermediario letrado', es decir, estéticos, pues su interés ha estado en lo que podría llamarse la poesía
un periodista, sociólogo o antropólogo, ha decidido transcribir -en unos absoluta; sin embargo, podemos decir que se encuentran algunas ~xcep­
casos directamente, en otros indirectamente- el relato contado oralmente ciones. Con relación a la poesía también se observa algún maneJO .del
por la persona afectada" . 126 tema de la muerte. Sobresalen algunos poetas, como los siguientes: Car-
El principio básico de este género es darle expresión a los asuntos los Castro Saavedra, Rogelio Echavarría, José Manuel Ar·ango, Juan Ma-
que han afectado a aquellos que no han tenido una voz en el mundo nuel Roca y María Mercedes Carranza. De los anteriores sólo los dos
moderno. Son escritos en los cuales, a partir de relatos, se 'noveliza' el primeros escribieron su obra antes de 1974. Carlos Cas~ro Saavedra, en
sufrimiento, al"[ ... ] combinar el testimonio y lo documental con elemen- algunos de sus poemas expresó el dolor ante la muerte vi_ol~nta, como _en
tos líterarios como representación de la realidad vivida por el país". Dos Fusiles y Lucervs, José Antonio Galán, Camuzo de la patrza, Escrzto en el mjz~r­
ejemplos donde se usa este estilo narrativo son la obra de Olga Behar, no, donde el autor"( ... ] logra darnos la visión ele una realidad convulsiO-
Noches de humo (1989), sobre el enfrentamiento del M-19 y el ejército en nada a través del lenguaje metafórico" . 127
el Palacio de Justicia en 1985, y la de Mary Daza Orozco, Los muertos no se En la obra de Rogelio Echavarría se destaca El transeúnte (1964). "El
cuentan así, sobre los enfrentamientos entre paramilitares y guerrilleros lirismo en estos poemas [hace] parte de una voz colectiva, con la cual se
que han afectado a los habitantes del Urabá antioqueño. oyen reflexiones en torno a temas de esta mitad de! siglo como guerra,
El propósito de estas obras es denunciar~ por parte de quien narra la libertad, armisticio, entre otras. Así escribe para rechazar el acto de un
historia, una realidad que hasta hace poco estaba silenciada, es decir, sin terrorista o también la violencía de un viaje en bus, con atraco inclui-
ningún tipo de publicación, y podrían catalogarse, dice la autora, como do" . 128 En El transeúnte aparece lo cotidiano, lo urbano, con la visión del
"ficciones documentales". Destaca otros trab~os que hacen parte de este hombre atrapado "sorprendido en la trampa de ciudad". .
género, por ejemplo, de carácter periodístico, La bruja. Coca, política y En la poesía más reciente sobresale la de José Manuel Arango, .qwen
demonio, de Germán Castro Caicedo ( 1994): "Aquí mediante la transcrip- escribe concretamente sobre la ciudad de Medellín. El poeta escnbe su
ción del relato de Amanda, se destapa todo el proceso de simbiosis de obra, Poemas reunidos ( 1997), sobre muchos rincones de la ciudad, asu-
políticos con el narcotráfico del departamento de Antioquia"; El pelaíto miendo la vivencia y la cotidianidad como el encuentro con la vida diaria.
que no duró nada (1990), de Víctor Gaviria, y No nacimos pa' semilla (1990), Logra plasmar en sus poemas las situaciones mediadas por la violencia
de Alonso Salazar, sobre relatos de sicarios. Otros relatos de carácter más que ha vivido Medellín durante los últimos veinticinco años. Como muestra
sociológico, son los de Alfredo Molano: Los años del tropel. Crónicas de la de ello, su poema, Ay y es de nuevo mañana:
violencia (1991 ), Siguiendo el corte: relatos de guerras y de tierras (1989) y
Ay y es de nuevo mañana
Trochas y fusiles (1994). Este último trata el tema de la violencia de los
Tibia v azul
años sesenta y denuncia el desplazamiento de indígenas, la explotación
El qu~ está señalando
de trabajadores, el crimen indiscriminado, la destrucción del medio am·-
(en la lista hay una cntz después de su nombre)

127 Alonso Aristizábal, "La literatura colombiana ante el conjuro (poesía y novela de la violencia en
126 Lucía Ortiz, "Narrativa testimonial en Colombia.: Alfredo Molano, Alonso Salazar, Sandra Colombia)", en: Arte y violencia en Colombia desde 1948, p 186
Afi.mador", en: ivlaría Mercedes Jara millo, Betty Osorio y Ángela L Robledo, comps . , Literatwa 128 /bid
.v cultura narrativa colombiana del siglo xx, vol. 2, Bogotá, Ministerio de Cultura, 2000, p. 341.
Ritualiwción, simboliwción y lmmztación de la muerte/ 183
182 /Muertes violentas

presiones bastante más populares que, por ejemplo, la pintura, y menos


liviano todavía
para iniciados o élites, como la música popular en este caso. Inicialmen-
va por las calles
te, la música no aparecía en el proyecto como una forma de expresión
Trae la calavera llena de sueños
'artística' de la muerte, pero frente a la evidencia de que sí lo era y que,
Limpio recién peinado
además, algunas músicas populares estaban impregnadas de muerte, nos
va a sus negocios
convencimos de incluirla en el análisis. La música ha hecho parte de los
Cuando el asunto se despache un nombre
ritos y prácticas funerarias en casi todas las culturas. Lo que encontramos
se tachará
novedoso es la desacralización que se ha operado con la música escucha-
por ahora va por las calles. 129
da en estos ritos. Intentaremos, a partir de ahí; una interpretación de los
En cuanto a la poesía de Juan Manuel Roca, sobresalen dos de sus contenidos y los significados de dichas manifestaciones.
obras, Luna de ciegos ( 1991) y Farmacia del ángel. La primera de estas manifestaciones dentro de la música fue el rap,
como expresión de los jóvenes de barrios populares. Presentamos una
Juan Manuel Roca afronta la ciudad como espacio de la violencia cotidiana en la
canción que 'ilustra lo que afirmamos, que aunque no es de un grupo de
cual se encuentra inmerso el poeta. Éste aparece como símbolo de los otros en me-
rap colombiano, sabemos que ésta se escucha en velorios y en entierros y
dio de las calles, y su sufrimiento es la muestra de lo que sufren muchos. Aquí se da
también en algunas actividades no funerarias como fiestas y 'hebetas' o
la violencia personal, a manera de neurosis, de quien debe afrontar la realidad ace- en los 'parches':
chante. Por lo mismo esta se asocia con la noche. 130
Recuerdos 131
por Vico C.
La música y la muerte
He aquí mi presencia, pues he prometi- Te falta la sonrisa que dibuja tu
Mejor sería que la música y las palabras reemplawran la artillería do que venía a verte carisma te siento muy fría, tus labios
aunque estuviera afligido. resecos, inútil te ves y sin faltarte al
Alonso Salazar respeto. Pero no importa, te amo como
Cogistes [sic} el camino de la separa-
ción y tú no sabes cómo eso afectó mi eres y nunca seniiré lo mismo con
Entre el rap, la salsa, el punk y los "corridos prohibidos" corazón. otras mujeres. Dios me creó para
Dios mío, ayúdame y nunca permitas quererte a ti.
La idea inicial en este terreno de la representación o de las imágenes de la que mi alma se destroce con esta Yo maldigo el momento en que te
muerte, era buscar expresiones de dramas desgarradores, como la pintu- visita. perdí,
ra y la literatura y otras formas artísticas, que 'contaran' la muerte de otra Mi mujer no me escucha estando ahí y esta pérdida es indudablemente
manera, es decir, vías diferentes de acercarse al dolor y 'expresarlo'. Se acostada, no me mira, no me abraza, eterna.
trata de un llamado a identificar esas formas de apropiación de la reali- no rne dice nada. Quisiera inventarme una luz moder-
dad, de representación de la muerte a la que asistíamos los colombianos, Culpa tengo yo por no cumplir con na que alumbTe el camino de la
que la re-crean y permiten no pocas veces un acercamiento menos desga- mis promesas, haciéndote pasar felicidad
rrador al drama de esta sociedad. Entonces, estas vías narrativas son una muchos días de tristezas.
manera de simbolizar -a través del arte- dramas que necesitaban ser
expresados, y han encontrado en él un medio posible de hacerlo. Sin
131 Aunque la temática de esta canción trata particularmente de un suicidio, algunos fragmentos
embargo, durante el desarrollo de la investigación nos topamos con ex-
que presentamos de ella se acomodan al sentimiento de quienes sufren la muerte de sus
"parceros" o de las mujeres que pierden a sus compañeros.
Citado por lván Darío Cano Ospina, "El rock, una posibilidad cultural para construir iden-
tidad", Instituto de Estudios Regionales (lner), Facultad de Artes, Universidad de Antioquia,
129 José Manuel Arango, Poemas, Colección de Autores Antioqueli.os, N. 0 62, Medellín, Seduca, ponencia presentada al Encuentro para la Promoción y Difusión del Patrimonio Folclórico de
1991, citado por A. Aristizábal, Op. cit. los países Andinos, Canagena, 8 al 14 de octubre de 2000.
130 lbúL, p. 189.
184/ Muertes violentas
Riluali::ación, simboliwción y tramilación de la muerte /185

Por qué no me di cuenta que yo porque sinceramente no acepto la ción se convirtieron en los dictadores de la moral y las "buenas costumbres" y que
actuaba muy mal, realidad. segaron la vida de cantidad de jóvenes sólo por el hecho de ser roqueroS. 132
ahora el remordimiento me quiere Un ser humano no es capaz de
matar. aguantar con este peso.
[. . .] Yo sufro me remuerdo y lloro en La presencia de esta modalidad m~sica~ no fue exclusiva Medellín. ?e
Pero yo lucho para cuando pueda exceso. Un grupo de investigadores de la Umvers1dad Central, haoe~_do un se-
sentir y sé que es imposible pero voy a Si crees que exagero, pues lo hago por guimiento a través del rock a los consumos cult~rales de los JOvenes en
seguir mis sentimientos. Bocrotá encontraron como de absoluta relevanCia el tema de la muerte,
ti, porque demuestro lo que tú signifi- . o , ' . . . . ' 133
Hoy se inclinan a tu vida mañana cas para mí. lo cual los llevo postenormente a desarrollar la mvest1gacwn.
buscaré un camino a la salida, pues [. ..} La siguiente canción tuvo enorme aceptación en los años ~chenta: y
esto me encierm en un círculo vicioso era escuchada en los entierros de jóvenes. Aunque hoy es mas com~n
Luego escuché a todo el mundo decir
que me aparta de lo que pudo ser tan que por mí la vida te ibas a destruir: dedicarla a través de programas de emisoras donde la ?e~te llama y diCe
hermoso. al aire sus mensajes, aún se usa para expresar los sentimientos de dolor
Yo no creí te ignoré y te falté como un
Coro perro. que causa la muerte violenta de los amigos, por lo general la perso_na
Me acuerdo cuando te entregaste a habla del difunto elogiando sus cualidades y lo mucho que se le extrana:
Y mírate ahora, mañana es tu entierro.
mí. Me acuerdo cómo me aferraba yo M elida en tu caja sin poderte mover,
a ti. Me acuerdo los dos soñando en Al otro lado del silencio
todos te lloran y me culpan sin poder
una noche de pasión. No me escuchas, por Ángeles del Infierno
comprender pues fui un perro, pues
no me miras. Se remuerde mi corazón. no tenía los ojos muy abiertos.
Cerré los ojos por un instante, y te veo a ti.
Mi amor, perdóname aunque hayas
Te noto bien pálida no eres la misma, muerto. Palabras que nunca he olvidado y rne hacen sentir,
Sueños que nunca llegarán a hacerse realidad.
Tu nombre escrito en una pared
El rock: otra forma de expresión musical teñida de muerte Con el tiempo hablará.
Qué hay amigo, al otro lado del silencio. .
Sueños que nunca llegarán a hacerse realzdad.
Hasta finales de los años setenta, según un rockero de Medellín, los in- Tu nombre escrito en una pared
tentos por hacer rock fueron muy pocos y aislados, pero los cambios tec- Con el tiempo hablará.
nológicos, la era de la televisión a color y el video trajeron una gran
apertura. Los años ochenta fueron más pródigos, pero un nuevo fenó- Canciones que recuerdan lugares, suenan para ti.
meno invadió la ciudad: la violencia, fruto del narcotráfico y de diferen- Imágenes que no se han borrado de un pasado feliz [. ..}
tes procesos políticos y sociales. El gánster norteamericano pasó a ser el Sueños que nunca llegarán a hacerse realidad.
sicario criollo, un modelo par~ imitar por la juventud. Las motos, las
armas y la muerte se convirtieron en símbolos de opulencia y poder, mu- La salsa le canta a la muerte
chos se enriquecieron de la noche a la mañana y en los cordones de po-
breza y miseria de los barrios populares surgieron numerosas bandas de
También en la salsa encontramos un modo de expresión de este escepti-
delincuencia, de personas que pretendían escalar rápidamente una posi-
cismo de los jóvenes frente a la vida, la salsa refleja el tono festivo y a la
ción y lograr una mejor forma de vida. La sociedad entera tambaleó ante
la nueva cultura de la muerte: vez trágico que los jóvenes dan a sus vidas. Algunas letras con mayor

Fue la época de los sicarios, del terror, ahí vimos morir a casi todos nuestros amigos,
sobre todo los que estaban en la mitad del fuego entre las balas de los policías y los 132 Ibía.
sicarios (y otros gmpos llamados "de limpieza social"), que en un arranque de devo- 133 Véase José Fernando Serrano, "Concepciones de vida Y muerte en jóvenes urbanos", proyecto
de imestigación, Bogotá, Fundación Universidad Central, 1999.
186 1Muertes violentas Ritualización, simboliwriórz y tramitación de In muerte 1 18 7

aceptación pregonan vivir bien el presente, pues el mañana no existe, y la Esas son las cosas que te da la vida ...
muerte llega en cualquier momento, es algo natural y nada traumático. Te cascan los tambos, pobre porqueria ...
En síntesis, la vida y la muerte son completamente intrascendentes. 134 Toma mi conse.Jo y lograrás salida:
Tiempo pa matar de Willie Colón es expresión musical del mismo fenóme- No te desanimes ... imátale!
no que encontró gran acogida entre estos muchachos. Veamos: [. ..] iDeben morir, deben morir!
. Gaviria, en medio de la conversación dice que son bandas [musicales]
Por las tardes no lwy nada, salgo a Por el machismo, tiempo pa matar: formadas por pelados de los barrios que crecieron en el heavy metal y en
buscar mis panas, nos paramos en la Contra el comunismo, tiempo pa matar: el punk oyendo emisoras como Veracruz Estéreo. El metal y el punk en
esquina y no lwy nada por la avenida. Salen como nobles soldados vuelven Medellín son tendencias musicales distintas, contrarias, pero no signifi-
Uzmos a dar una vuelta, un serrucho agrios y mutilados, tiempo pa' matar; can delincuencia. Ellas expresan nada más las pasiones, las rabias, las
para la botella, nos sentamos en la con heroísmo tumbar el racismo, experiencias y las frustraciones de todos estos muchachos. Sus nombres
escalera y cantamos canciones vi~jas. tiempo pa' matar; total pa nada sz al se dejan oír como una jaculatoria: Amén, Profanación, No, Los mutan tes,
Ay mama abuela, tiempo pa matar regreso todo está igual. No me[. ..} que NN, Los podridos, Mierda, Peye, Los castrados, Las pestes.
Avemaría morena, tiempo pa matar te sacudo, ni me analices por un
Mataron al negro bembón y sólo por embudo, estoy llegando a la linea y ni
un maní. .Juegues conmigo, J' mtra, la sangre se Los llamados corridos prohibidos
A Dolores la pachanguera el charlatán me está subiendo oye lo que te estoy
le dio una pela diciendo. A matar ratas combatió a En esa búsqueda de la 'musicalidad' de la muerte y ya no tan ligado a los
No encuentro la llave de la casa de tiros, d~ja salir lo negativo. F,sperando jóvenes sino a los adultos, encontramos además los popularmente llama-
Mm·cela. el momento preciso y ahora es dos corridos prohibidos, escuchados también por sectores populares que
Fernando el[. ..] Juan está muerto, cuando es. narran la violencia y la muerte a su manera. Los temas de estos corridos
Manuel trabaja, Quimbo está preso. No pierdas tiempo pidiendo permiso, son las noticias de prensa, radio o televisión, pero contadas por quienes
·No fumamos ya marihuana. dale y túmbame. viven esas realidades; son "noticias con música". Sobre los corridos vale
Toro y Carmen, ésta no se la pierde Esperando el momento preciso y ahora la pena llamar la atención sobre sus letras, la música (robada general-
nadie, otro invita que están pasando, es cuando ves. mente a las rancheras, que ya sabemos son de extracción muy popular),
para Vietnam solicitando. las imágenes que acompañan los discos compactos que contienen estos
temas, etc. Muchas de las letras narran los dramas desgarradores de es-
Pero hubo además otras expresiones de la música íntimamente liga- tas maneras de matar y de ser muertos, que han desatado las múltiples
das a la muerte. Juan José Hoyos relata a partir de una conversación violencias en el país ..Algunas de ellas cuentan historias de narcotraficantes,
con el escritor y cineasta Víctor Gaviria 135 sobre otras historias locas de mientras otras describen la guerra entre las Convivir 137 y la guerrilla.
bandas de punk y heavy metal con guitarras y baterías "hechizas", 136 for- La música vallenata -dice el autor de La ley del monte- se convirtió
madas por muchachos místicos, poetas y pobres que vivían en casas en verdadera 'artillería pesada' de las Convivir para combatir a las gue-
colgadas de las laderas de la ciudad: había más de veinte bandas de rrillas de las FARC y el ELN. Al son de acordeones, caja y guacharacas
punk y heavy metal regadas por las calles de todos esos barrios pobres de una voz lastimera interpreta historias de masacres, secuestros y niños
Medellín. Hasta Ramiro Meneses, uno de los actores que Gaviria en- mutilados por minas quiebrapatas, escritas por campesinos de la zona de
contró mediante avisos para la realización de la película Rodrigo D. No Urabá. 138 Una recopilación de diez canciones en un casete que, según el
Futuro, tenía una banda en su propio barrio, llamada Los mutantes. De
ellos se escucha una voz que grita con furia:
137 Las Convivir eran organizaciones civiles de seguridad privada impulsadas en el país para com-
batir los grupos guerrilleros.
134 D. Bedoya y J. Jaramil!o, Op. cit., p. 74. 138 A Bustos, "Guerra musical", en: La ley de/monte, Bogotá, Intermedio Editores, 1999, pp. 171-
135 Juan José Hoyos, Sentir que es un soplo la vida, Medellín, Universidad de Antioquia, 1994. 190. Canciones como Urabá manirizada, Mi finquita, Vamos Colombia, Drama de niñez, Mal·
136 "Hechizas" se refiere a objetos de fabricación casera como armas o herramiemas. dita quiebrapatas y Narcobandoleros.
188 /Muertes violentas
Ritufllización, szmboli::o.cióu y tramitación de la rnuerle /189

autor~ fue calificada por el presidente de las Convivir Carlos A. Díaz,


como "la historia de una región que logró vencer a una guerrilla que que al cabo estas son las cosas que se tampoco tierra sagrada, que me
sembró de cruces una tierra de hombres buenos", tiene en su carátula el hicieron pa 'gozar: entierren en la sierra con leones
título, "Resucitando la paz, sepultando la violencia", con la réplica de un de mi manada.
cementerio. En las tumbas se leen epitafios como: ELN asesinos; Farc Cruz de marihuana Que esa cruz de marihuana la
descansen en paz; ELN hasta nunca; Farc matones del pueblo. También rieguen finos licores, 7 días a la
las .guerrillas tienen canciones similares. Refiriéndose a ellas, Alonso Cuando me muera levanten semana, y que me toquen mis sones,
Salazar dice que muchos de los temas de las Farc podrían servir a las una cruz de marihuana, con la música norteña, a_~, toquen mis
Convivir cambiando el nombre del enemigo y viceversa. El cuadro es el con diez botellas de vino y cien canciones
mismo: rostros de desconcierto, caseríos de p'tia y tierras heridas. Y en el barajas clavadas. Que mi memoria la escriban con
fondo, más allá de las causas de cada bando, estas canciones revelan el al fin que júe mi destino, llanto de amapola, y que con bala se
espíritu guerrero que se ha acentuado en el alma de muchos colombia- andar por las sendas malas. diga la fama de mí pistola, p~ra
nos hasta convertirse para nuestra desgracia en una forma de vida. "Me- En mi caja de la esquina, mis galloj e11 mi tierra, la sierra fue
jor sería que la música no sirviera para multiplicar la confrontación vio- metrallas de te.wro, gocé todito en la nuestra gloria.
lenta sino para reemplazarla: no estaría mal una guerra de acordeones vida, jo_yas, mujeres)' oro, .'Yo SOJ' Sobre mz tumba levanten una cruz de
en un estadio abarrotado, para caer en cuenta que nos estamos matando narcotraficante de la rifa po-r el marihuana, no quiero llanto ni rezo
a nombre de los mismos ideales. Mejor sería que la música y las palabras polvo. tampoco tzerra sagrada, que rne
reemplazaran la artillería". 139 Sobre rm tumba levanten una cntz de· entzerren en la sierm con leones de mi
Los que siguen son algunos ejemplos. rnmihuana, no quiero llanto ni rezos manada.

Corrido poTque aquí si no traes arma, cual-


quier zorrillo te mea.
Soy del cartel de las calles, 'V no me Otra forma de expresión musical que liga la muerte con la música
Tengo muchas amistades, que no rne está, como ya lo señalábamos, en las canciones que se ~ntonan en los
as;sto de nada, . hacen quedar mal,
para hacer pacas de billetes, yo no entierros ven la manera como ellas hacen parte de los ntuales funera-
ocupo toneladas,
tengo las puertas abiertas porque yo rios. En particular, Darío Gómez, un cantante que se escuc~a muc~o
no soy ~jal,
con un poco de perico .'Va trazgo la en Medellín, con temas como Nadie es eterno en el mundo; o de El charnto
del cielo le caen las hojas al que nace Negro, con La tierra encima:
bolsa hinchada. pa'tamal.
Yo me la paso en el carro recornendo Cuando estaba prisionero ya de mí no
la ciudad, Cuando 'VO me muera no quiero que lloren.
se acordaban, Hagan ~na fiesta con cohetes y flores.
con un beeper en la bolsa y también pero vieron que era gallo y que mi
mi celular, Que se szrva vino y que traigan mariachis
bolsa _yo daba. para que me canten mis propias canciones.
no más digan cuánta quieren y al Ahora me dicen valiente le tengo una
instante la tendrán. carne asada.
Traigo una súperfa;ada, más vale Soy del cartel de las calles y vénganse Las formas de tramitación de la muerte
que me la crean, a cotorrear,
no presume de rnU)' bravo yo le atoro que penco es lo que sobra si no vamos
a lo que sea, Cumulo las sociedades atraviesan por períodos prolongados de violencia y conflicto
a traeT más, intenso, durante los cuales las posibihdades de elaboración del duelo son mínimas,
estas angustias, rabias y venganzas colectivas se convie1ten en un sedimento
emooona/.1' social que alnnenta sus acciones)' respuestas mientras perpetúa el
1?9 Alonso Sal azar, La cola dellaga 1to. Drogas y uarcotráfico eu la sociedad colombiana, Medellín, Corpo- accionar vwlento ¡· rea(inna las ideologías que le sustentan
ración Región, Provecto Enlace. Ministerio de Comunicaciones, 1998
Pilar Riaii.o
Ritualización, simbolización y tramitación de la muerte / 191
190 /Muertes violentas

podríamos decir que sólo la posibilidad de elaborar esos duelos arrebata-


Dos aspectos cqbran relevancia con relación a esta excesiva presencia de
dos le permitirá a la sociedad colombiana saldar las cuentas con ese pa-
la muerte violenta en el país: el duelo y la memoria. El duelo, como
sado violento, resignificarlo y darle cabida a un nuevo pacto social donde
proceso social necesario frente a la pérdida de seres queridos, tanto en lo
la violencia no sea el ~je estructurante o desestructurante de la vida so-
individual como en lo colectivo; y la memoria, como el mecanismo que
cial, como lo ha sido en su pasado y en su presente. Mientras esto no se
permite mediante el recuerdo (y el olvido) reactivar esa presencia que da
logre, la violencia seguirá llegando cada cierto tiempo con "nuevos ropa-
continuidad a la existencia de los seres y de las sociedades. U nos y otras
jes" a mostrar esa herida abierta, que no cierra sin un proceso de elabo-
necesitan enterrar a sus muertos y reconstruir o resignificar su ausencia,
ración, sin una adecuada simbolización o tramitación de la muerte y de la
desde un lugar donde sea posible la continuidad de la existencia, es de-
violencia.
cir, desde un lugar no fracturado por la violencia. Es lo que Pi era Aulagnier
Ese 'retorno' de la violencia "habla de lo que aún no halla una repre-
nombró como "el momento reparador de las ausencias". 140
sentación que permit~ inscribir el acto criminal en un registro posible de
Este proceso, que en el psicoanálisis se conoce como "elaboración o
representación y tramitación de la muerte", 143 que, en términos de Pécaut
trabajo de duelo", es posible hacerlo a condición de construir y elaborar
-menos psicoanalíticos·-, no es más que la posibilidad de inscribir el
simbólicamente los mecanismos a partir de los cuales sea posible la acep-
dolor y la experiencia de violencia en "un relato colectivo que le dé sen-
tación de esa pérdida y su inscripción en un relato que le dé sentido. El
tido" .144
trabajo de duelo está hecho de un movimiento incesante de ida y vuelta
entre la negación de la muerte, en tanto que es la nada, y la aceptación
del deceso. 141 El duelo
Las formas de escenificación de la muerte que ilustramos en la segun-
da parte, tienen todas ellas elementos o componentes que obstaculizan Para iniciar, partamos de una definición del duelo dada por dos psicoana-
los procesos de simbolización que serían necesarios para la elaboración listas argentinas con base en la concepción freudiana.
de las pérdidas. Algunas desde el acto mismo de ejecución de la muerte
y otras desde procesos posteriores al acto de matar, pero todas a causa de
la naturaleza violenta de esa muerte y, en consecuencia, de las caracterís- El duelo es una reacción afectiva que se produce ante la muerte de un ser querido,
ticas que ella asume. su pérdida real, e incluye tanto el afecto penoso del dolor y sus expresiones, que
La evidencia empírica de esta dificultad de elaboración junto con surge del examen de realidad y que le permite al sujeto acceder a la certeza de la
las heridas abiertas en la memoria y el recuerdo, nos han permitido in- muerte, como los ritos sociales funerarios, que es el modo en que lo público está
presente en el duelo. 145
tuir que esta violencia actual bien podría ser la reedición de aconteci-
mientos del pasado igualmente violentos que no han encontrado for-
mas de elaboración y de tramitación del dolor. La memoria colectiva de Para poder elaborar el duelo el sujeto necesita enterrar a sus muertos
la sociedad colombiana sería pues lo que Karina Perelli llamó una "me- con el fin de satisfacer eso que se llama "la memoria del muerto". Par-
moria de sangre, esto es, una memoria que crece de una experiencia de tiendo de esta consideración, las autoras hacen un análisis muy intere-
miedo, privación, dolor y pérdida al extremo, hasta el punto de que se sante sobre la imposibilidad de elaboración del duelo en el caso de los
vuelve el factor preponderante del pasado" . 142 Es la violencia presente desaparecidos. Aun cuando referido siempre al caso argentino, algunas
en la memoria colectiva, que explicaría la dificultad de construcción de de sus consideraciones sobre este proceso y la condición misma del des-
otras memorias, capaces de darle continuidad a la vida de la sociedad des- aparecido en el caso colombiano, permiten extraer algunas de estas re-
de un lugar distinto a la violencia. Si la hipótesis planteada es correcta, flexiones.
Este trabajo ayuda a entender los procesos bastante complejos pero

140 Piera Aulagnier, "Nacimiento de un cuerpo, origen de una historia", en: Luis Hornstein y otros,
Cue1po, historia, interpretación, Buenos Aires, Paídós, 1994, pp. 117-170.
143 F. Rousseaux y L. Santa Cruz, "De la escena pública a la tramitación íntima del duelo".
141 J-H. Déchaux, Le souvenir des 1n01ts. Essais surle lien de filiation, p. 46.
144 Daniel Pécaut, "Pasado, presente y futuro de la violencia" ,Análisis Político N. o 30, lepri, Universidad
142 Karina Perelli, "Memoria de sangre. Fear, hope and disenchantment in Argentina", en:
Nacional, Bogotá, ene.-abr., 1997, pp. 3-36.
Johnatan Boyarin, ed., Remapping utemOI)'· The politics oftime spaces, Minneapolis, University of
145 F. Rousseaux y L. Santa Cruz, op. cit.
Mínnesota, 1994.
192 / lvluerits violentas
Ritualización, simbolización y tramiúzción de la muerte f 193
necesario~ q~e.supone (y exige) esta elaboración en los sujetos, tanto en
el plano t~diVtd~al como en el colectivo, ante la pérdida real de los La tramitación del dolor en el caso colombiano
seres quendos. Sm embargo, su mérito consiste en que más allá de la
elaboración psicoanalítica (por lo demás bastante compleja de estos En el caso colombiano, y pese a la poca reflexión sobre la muerte que ya
procesos y que por lo general se agota en la clínica, es decir en casos hemos mencionado, algunos trabajos que se acercaron al problema de la
individuales), las autoras introducen en el análisis un elem~nto para violencia desde el dolor y el drama humano que ella supone, se toparon
nosotro~ f~ndament~l, cual es la necesidad del registro público de un con el problema del duelo y su importancia en el terreno social. Sin em-
acontecimiento considerado siempre individual y privado, para mos- bargo, expresan que lo que hay frente a la violencia es. una pr?funda
trar cómo "esa inscripción pública es condición misma del proceso de herida y que es esencial la elaboración de esos duelos. Pilar Riano, por
elaboraci.ón subjetiva del duelo". 146 Y se halla en los ritos, pero también ejemplo, se interroga por las identidades juveniles atravesadas ~or la
en otro tipo de actos públicos y colectivos. Sin ese referente simbólico muerte y deja ver la necesidad de elaboración de esas pérdidas. D1ce:
de lo. público el sujeto individualmente considerado no logra procesos
efectrvos de elaboración. Las autoras lo ilustran, para el caso argentino,
[... )las heridas y marcas que la violencia y la muerte han dejado en la comunidad no
~on l_as Rondas de. las Madres de la Plaza de Mayo y la prescripción
han tenido espacios para su elaboración o procesamiento[ ... ] Su propósito resonaba
JUrídica de aceptación de la categoría de "desaparecido", que no es más
a todo lo largo y ancho de una ciudad donde la memoria se reverencia, donde las
que la sanción l~gal (léase: el reconocimiento social) de esa condición,
pérdidas también son parte de la historia colectiva, donde la necesidad de elaborar
con .los home?aJes, Jas placas recordatorias y los reclamos de justicia,
los duelos se hace una tarea urgente.J 50
todas la~ mamfestaCI~nes que logran, pues, una inscripción y un regis-
tr? pú?hcos. El trabaJO de elaboración "del duelo requiere de una no-
rrunactón que es un acto simbólico, un acto de nombramiento que De la misma manera, si esas pérdidas no se elaboran, entonces
instaura un sentido". 14 i
La categoría de "desaparecido" como construcción social ha conse- El dolor individual y colectivo acerca de experiencias pasadas que no es "elaborado''
guid~ man~ener viva la memoria y la demanda de justicia, y persiste por- termina manifestándose a través de pesadillas, desórdenes mentales, odios y actos
que stgue sm encontrar una significación que alcance a cubrir la herida de venganza [... ). Así como la no elaboración del duelo a escala individual puede
que se abrió en el corpus social. Y ese retorno habla "de lo que aún no tener repercusiones sociales, psicológicas y emocionales, a nivel grupal las conse-
halla una representación que permita inscribir el acto criminal en un cuencias pueden alimentar angustias, impotencia o rabias colectivas que al carecer
registro posible de representación y tramitación de la muerte".I48 de medios de expresión terminan canalizándose o en la memoria repetitiva y no
El culto a los muertos responde, entonces, a la necesidad de contener procesada de la venganza, en la internalización del odio y/o en la construcción de
el caos que surgiría si las relaciones entre los vivos y los muertos no fue- ideologías del exterminio o en la autodestrucción. 151
ran organizadas y simbolizadas. Es también un mecanismo para enfren-
tar las experiencias traumáticas ligadas a la muerte: "La elaboración del La pregunta que nos hacíamos era si la sociedad colombiana log:raba
duelo permite al individuo darles sentido a sus experiencias traumáticas ante todas esas muertes violentas tramitar su dolor o si, por el contrano, el
y r~crear sus rec~erdos de forma que le permitan vivir y continuar su carácter violento de esas muertes dificultaba su elaboración. Si la res··
acciOnar: Es el mismo papel que cumple la elaboración del duelo a nivel puesta era la primera opción, las dudas que surgían eran, entonces, acer-
de las sociedades o los grupos humanos" .14 9 ca de cuáles eran los mecanismos mediante los cuales la sociedad y los
sujetos estaban elaborando este exceso de muerte, tal vez tramitando su
dolor, de qué manera, o a partir de qué procesos. Si la respuesta era la
segunda opción, cuáles serían, entonces, los efectos sociales de esa no
elaboración. A diferencia de la muerte natural, qué podía incidir en la
146 I&úL
147 I&úL
148 Ibúl
149 Pilar Riaño, "La piel de la memoria. Barrio Antioquia: pasado, presente y futuro", Nova &
0
J!étera, N. 36, Bogotá, Esap, pp. 79-85. 150 lbíd., pp 84-85.
151 Jbúl.
194 1Muertes violentas R1tualización, simbolización y tramitación de la muerte 1 195

escasa capacidad 'tranquilizadora' o simbólica del duelo normal, o en la Otras veces es la existencia del cuerpo insepulto, la gente huye sin poder
fran~:a imposibilidad de elaborar el duelo, y de qué manera y en qué hacer una sepultura. En el caso afortunado de poder enterrar a sus muer-
me~hda esas formas de simbolización de la muerte que encontramos re- tos, las sepulturas quedan abandonadas y el lugar del duelo se reduce a
presentaban una elaboración acabada y con la suficiente 'eficacia simbó- una especie de "no-lugar", donde no es posible la práctica del recuerdo
lica' para la tramitación del dolor. por la dificultad para regresar a hacer presencia ante esa tumba.
La pr~mera razón para estos interrogantes es que la muerte violenta En el caso de la desaparición, lo que imposibilita la elaboración del
es repentma, llega casi sin avisar. En esa medida, todos los procesos que duelo desde el acto mismo es la inexistencia de un cuerpo para sepultar
podrían servir de 'antesala' y de preparación a la ausencia y a la pérdida (no hay cadáver) y, adicionalmente, sitúa al doliente en un lugar incier-
-como en el caso de una muerte por enfermedad, prevista, esperada-le to (no hay cuerpo ni vivo ni muerto), que deja en suspenso el momento
son arrebatados al doliente. Este aspecto no parece ser sólo una caracte- del duelo.
rísti<:a circunstancial de la muerte violenta, también insinúa efectos signi- Igual sucede con las muertes anónimas, esa gran cantidad de muertes
ficativos en el plano de la elaboración individual y social: la culpa se que se producen en el país y en las que ni siquiera se llega a saber de
agrava, los victimar~os se buscan, se genera venganza, son rasgos que la quién se trata. ¿Dónde construir una tumba? ¿con qué nombre? ¿cómo
muerte natural no tiene y que van más allá del dolor inicial, e inhiben la elaborar esas pérdidas?
elaboración y reproducen, sin duda, la violencia. Si estos son los efectos Otra de las características de la muerte violenta que más parece hacer
de la m~erte ~iolenta, entonces la retaliación y la venganza serán la con- inviable el duelo es la del desconocimiento absoluto de las causas o de las
secuenCia obligada de este predominio en el país. circunstancias de esa muerte. 1:¡4 Este vacío produce en los seres vivos esta
Los ritos y las prácticas funerarias, las conmemoraciones, el recuerdo, imposibilidad y ese vacío es resignificado desde una ausencia difícil de
todos ellos son, de alguna manera, "formas de reinstalar el sufrimiento de llenar, creando un "agujero en la existencia" .155
otros en la esfera pública", 152 que permiten elaborar un registro colectivo Desde esta perspectiva, en la que no parece lograrse efectivos y eficaces
d; repres:ntación Y.tramitación del dolor. Sin embargo, una mayor cerca- procesos de simbolización de la muerte, somos una sociedad enfrentada a
ma al fenomeno deja ver que no todas las formas de muerte violenta que la presencia de innumerables muertos, algunos de ellos formalmente ente-
enco~tram?s hacen posible esta tramitación de la muerte; algunas de ellas rrados pero realmente insepultos, como alguna vez lo seii.aló Luis Carlos
permiten Cierta s~m~oliz~~ión que, sin embargo, no es suficiente para al- Res trepo.
canzar una eficaCia stmbohca capaz de sanar y cerrar las heridas. Pero hay otras muertes donde al parecer existe la posibilidad de ela-
borar esos duelos, en este terreno de la ritualización. Se trata de los ase-
sinatos de personajes. La necesidad de elaborar esos duelos es pública, más
Muertos ''formalmente enterrados pero realmente insepultos" 153
allá de los procesos psíquicos individuales al interior de sus familias, dado
el prestigio social o reconocimiento público de las víctimas y su repre-
Si tomamos como base la contextualización de las muertes desarrollada sentatividad. Las conmemoraciones, el entierro, las 'marchas' de protes-
en la segun~~ parte -sobre la escenificación de la muerte- y la pone- ta y de rechazo son un registro público que en medio del dolor le da
mos en relacwn con los procesos y formas necesarios de elaboración sim- sentido a la muerte y permite su tramitación, aunque sea parcialmente.
bólica, p~demos decir que algunas de estas formas de ejecución de la Estos actos han sido una alternativa de ritualizar muchos de los asesi-
muerte dtficultan un proceso de elaboración simbólica desde el mismo natos políticos actuales, pues, aunque el duelo en sus efectos psíquicos es
momento del acto, desde su ejecución. un proceso privado, requiere para elaborarse de una inscripción públi-
La masacre, por ejemplo, en muchos de los casos con el descuarti- ca.15li Y es lo que parece lograrse -insuficiente aún- en el caso de estos
zamiento de los cuerpos, no deja ni. siquiera un cuerpo para sepultar. asesinatos, cuya posibilidad de simbolización está dada en la significa-
ción y el registro públicos de los muertos. Una muestra de ello es lo que

152 M. V. Uribe, "Desde los márgenes de la cultura", p. 286. Esta afinnación, por lo demás funda·
men~al en _el país hoy ~rente a tanto dolor y tanta muerte, la hace la autora a partir de las
cons1deraoones de Dons Salcedo respecto del arte con relación a la violencia. 154 O. Useche, "Coordenadas para trazar un mapa de la violencia", Op cit., p 12.
153 Luis Carlos Restrepo, "Prólogo", en: Orlando Mejía, La muerte _"V sus símbolos. Mue 1te, tecnocracÚJ 155 F. Rousseaux y L Santa Cmz, Op. ciL
y posmodernidad, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1999. 156 lbíd.
196 /Muertes violentas Ritualiwcíón, simbo!iwciúrl y tramitación de la muerle / 197

se ha presentado en el país con muchos de estos asesinatos, un ejemplo ción de la revista Semana, que es bastante significativo de diferentes as-
reciente fue la "velación pública" del periodista] aime Garzón, en plena pectos abordados por esta investigaci?n:.,
Plaza de Bolívar de Bogotá. a) El espacio concedido en la pubhcaoon al tema de la mu~rte que de
Recordemos que el duelo es también, " [... ] un proceso que tiene lu- alguna manera se correspondería con el exceso de muertes viOlentas en
gar en la esfera de lo individual pero además en lo social y cultural. A el país. ., . .
través de rituales (religiosos, familiares), eventos colectivos (marchas, fu- b) La topografía de la muerte, que tambte~ se deJ~ ver en la pubh~a-
nerales), espacios lúdicos (fiestas, carnavales) o conmemoraciones (mo- ción, al mostrar cómo los "lugares" de los asesmatos tienden a convertir-
numentos) los grupos humanos enfrentan sus experiencias dolorosas y se en referentes en la memoria y el recuerdo.
resignifican sus vivencias de pérdida y trauma". 15 ¡ e) La omnipresencia de la muerte en las imágenes, y en las palabras.
Otra manera de ritualización de la muerte que hemos encontrado es Un ejemplo ilustrativo muy sintomático de lo 9ue p~r m?J?entos se
la modalidad que llamamos la muerte joven. En ella todos los procesos de vuelve una imposibilidad de la palabra como mecamsmo sunbohco, es to-
ritualización que los jóvenes han desarrollado frente a sus amigos o her- mado de un informe de la misma revista:
manos muertos les han permitido exorcizar o conjurar la muerte y el
dolor. Cabe, entonces, preguntarse si ellos han contribuido al cambio de
Con el asesinato de Luis Carlos Galán muchos se preguntan cómo llegamos a esto.
actitud frente a la muerte en los jóvenes de los años recientes, con rela-
Cuando mataron a Rodrigo Lara Bonilla la redacción de Semana escogió como títu-
ción a la actitud asumida por los jóvenes en años anteriores.
lo de carátula "Muerte anunciada". Cuando asesinaron a Guillermo Cano el enca-
bezado fue "iDe pie!". Cuando le llegó el turno a Jaime Pardo el título fue "Al país se
El acto de "ponerle palabras" a la muerte lo llevó el diablo", y cuando José Antequera cayó y Ernesto Samper fue herido las
palabras escogidas fueron "Carajo, no más". El viernes 18 de agosto, a las 11:30 de
la noche, cuando tocaba tomar la decisión sobre el encabezado de la carárnla del
Más allá de los ritos y las prácticas funerarias propiamente dichas, la
asesinato de Luis Carlos Galán los mismos periodistas no pudiemn encontrar palabras·
palabra, el símbolo por excelencia del hamo sapiens, es otro de los meca-
Había un sentimiento de frustración que no se podía expres::tr. Por lo tanto se deci·
nismos a través de los cuales las sociedades buscan la simbolización de
dió publicar sobre la foto del líder desaparecido su nombre y las fechas de nacimien-
la muerte. Por esa razón nos interesaba interrogar las formas narrati-
to y muerte .158
vas, maneras de nombrarla y de narrarla, el lugar de la palabra en
relación con la muerte. En este terreno, los testimonios y los medios de
comunicación, los textos literarios y musicales fueron herramientas de enor-
me valor. La memoria
Los testimonios permitieron identificar maneras de nombrar la muer-
te, actitudes frente a ella expresadas en el lenguaje y, sin duda, muchos A través de los recuerdos el hombre no hace más que reconstruir el pasado
efectos de su presencia en la cotidianidad. Con respecto a los medios de a partir del presente
comunicación y más allá de las críticas que se les puede hacer ellos son,
sin duda, formas de representación social, maneras de decir, contar realida- Maurice Halbwachs
des y narrar, en un lenguaje específico y con un discurso que da cuenta de
muchas de las representaciones sociales que circulan en la sociedad. Va- Asociado al duelo se halla presente otro mecanismo frente a la muerte: la
mos a sugerir algunos elementos interpretativos en esta dirección, aun- memoria. El individuo no está jamás solo cuando recuerda, dice Déchaux,
que teniendo presente que es necesario un análisis más profundo con para significar que la memoria es un proceso social, pues, es en tanto
participación de comunicadores y analistas de medios en el país. miembro de un grupo social que el individuo recuerda.':ifJ Los grupos
Con este objetivo hicimos un ejercicio interpretativo con la publica-

!58 Semana, N. 0 381,22-28 de agosto de 1989


!57 P. Riaño, "La piel de la memoria", p. 83. 159 J-H. Déchaux, Le souvemr des morts. Essais m r fp lien de filia/ion, p. 12
198 /Muertes violentas Ritualizacíón, simbolización .v tramitación de la mnerle / 199

de~tro de los cuales cada uno es llevado a vivir sirven de soportes, o el parentesco y la consanguinidad, en una palabra, de la pertenencia de
meJor, de "marcos a la memoria". 160 Por el contrario la amnesia o el los sujetos y de las sociedades. 162
olvido de un período de la vida significa perder el cont;cto con aquellos Su expresión más universal es la conmemoración del día de los muer-
que· lo rodeaban entonces. tos, fiesta que no es más que una celebración ritualizada de la memoria
~o pro~io de toda memoria es ser simbólica, es decir, operar por de los difuntos. Si toda memoria es simbólica, entonces el simbolismo
medw d~ _stmbolos, ella expresa un estado del espíritu, una situación, que porta el rea1erdo de los muertos da acceso, dice Déchaux, a un ima-
una relacwn, una pertenencia o incluso una esencia inherente al gru- ginario de la memoria de los muertos. Es preciso saber cuáles son las
161
po. La memoria es ella misma un universo simbólico. razones que empujan al individuo a no olvidarse de los muertos. Tal vez
recordamos para transmitir, o para sostener un deseo de continuidad.
La memoria a los muertos No sabemos en qué medida recordar a los muertos exprese una forma de
pertenencia, ni su significación en términos sociales. ¿por qué, pues, y
cómo recordamos a nuestros muertos?
Cada asesinato aleve, cada masacre,
Históricamente, la irn1pción de la muerte es percibida como mani-
deberían ser compensadas
festación de un desorden. Los ritos son, entonces, una respuesta al des-
con un monumento, una obra de arte, una palabra
orden. A través de los ritos, y la comunicación social que les subyace, los
o un poema que mantuvieran viva la memoria .sobre esas fuerzas
s~jetos regeneran y reafirman simbólicamente el orden social, y es esta
que quisieron aplastar una vida
condición la que atenúa la pena de los dolientes, pues los ritos hacen la
Luis Carlos Restrepo muerte aceptable. Con ellos los muertos no salen totalmente de la esfera
de los intercambios simbólicos de los vivos, y responden al deseo 'angus-
tioso' de localizarlos. Sin ritual, los muertos llegarían a ser amenazantes,
Cada objeto, cada amigo, cada odio o cada amor son meula imbricada de presente J
la no realización del rito o su fracaso engendran los muertos 'persecutores',
memoria, de carnalidad y recuerdo, de vida y muerte que se perpetúan en la trama
es decir, las malas muertes. 163
de los símbolos
El culto a los muertos es la base de la perpetuación en la memoria de
Luis Carlos Restrepo esas historias compartidas, es la manera de re-crear esas ausencias, de
reubicar a quienes por un momento al menos cambian su naturaleza: los
muertos quedan vivos en la memoria y el recuerdo de los sobrevivientes.
¿cómo acordarse para olvídar?

F. Traboulsi Los muertos en la memoria colectiva

¿~ómo ~ por qu_é se recuerda? Es una pregunta que deben responder la Uno de estos aspectos que nos interesaba mirar del culto o el rito a los
pstcologta, la sooología y la filosofía desde los aspectos cognitivos y afectivos muertos era el que tenía que ver con la(s) memoria(s) individual(es) y
del ser. Pero cómo y por qué se recuerda a los muertos, sobre todo a colectiva(s). La literatura sobre memoria colectiva asigna, en efecto, un
quienes han sido víctimas de la violencia, tiene otras implicaciones que papel preponderante al recuerdo de los muertos. 164
pueden ser pensadas desde otras ciencias.
El recuerdo a los muertos es una parte fundamental de la memoria
colectiva de una sociedad, y al estudiar la manera como los sujetos re-
cuerdan a sus muertos es posible identificar el simbolismo de la filiación, 162 /bíd., p.l5.
163 lbíd., p. 35. Según el autor estas malas muertes vendrían a sumarse a aquellas muertes para
quienes todo manejo y dominio ritual es imposible en razón del horror imbormble, de su deceso. Por ejem·
plo la muerte violenta.
164 El recuerdo a los muertos no es siempre una práctica consentida en la sociedad. Por momentos
160 Maurice Halbwachs, Les cadres sociaux de la mémoire, París, AJbin Michel, 1925. es tortura, como lo plantea L-V: Thomas: "para el hombre moderno los muertos no están jamás
161 J.-H. Déchaux, Op. cit., p. 18. en su sitio, siguen obsesionando el inconsciente de los vivos que tratan de olvidarlos y el
200 /Muertes violentas Rilllaliwción, símboliwáóu .'1 tramitación de la muerte/ 201

Tres investigadores de reconocido prestigio en el país desde diferen- Frente Nacional fue a la par con la negación radical de la responsabilidad de estas
tes perspectivas se han preguntado por el problema de la violencia y la élites ante lo que acababa de pasar. Así lo demuestran las reacciones violentas ante
muerte en la memoria colectiva de la sociedad. Gonzalo Sánchez, por la publicación del libro de M. G. Guzmán, O. Fals Borda, y E. Umaña como el
rechazo a tomar en cuenta la humillación de las clases populares [... ] es hora de
ejemplo, desde la reflexión por la continuidad o no de la violencia que
que la memoria y el imaginario de la violencia cedan el paso a la constitución de
remitiría, en última instancia, a su presencia en la memoria colectiva de
una historia colectiva en la que puedan ellos tener lugar. A todos los países les
la sociedad, 165 decía en un seminario acerca de la pregunta por la memo-
llega tarde o temprano el problema de afrontar la parte "vergonzosa" de su "pasa-
ria teñida de violencia:
do que no pasa" (E. Conan, Y. Rousso, Vicky, un passé qui ne passe pas, París, Fayard,
1994) y se puede constatar que las manifestaciones simbólicas de arrepentimiento
Vean, pues, ustedes: por más que hubiéramos querido evitarlo, en este país el tema están por todas partes a la orden del día. La Colombia oficial no lo ha hecho
de la memoria está indisociablemente ligado al de la guerra[ ... ] Hay una memoria recono- todavía[ ... ] Es un juego en el terreno de lo simbólico. Pero la democracia supone
cida como celebración y exaltación del pasado, la de los monumentos, los mauso- tales actos simbólicos. 168
leos, los afiches, los templos y las conmernoraciones, pero hay también otra que sólo
reconocemos como trauma, como duelo, como desagravio, memoria de ausencias,
Debemos concluir, entonces, que es preciso escribir colectivamente
de vacíos. Es el duelo suspendido por el desaparecido o el secuestrado, el duelo no
consumado por los cadáveres insepultos, la memoria mutilada del desplazado al
una versión de ese pasado y comenzar así una lectura del presente. Es lo
que le arrebatan su pasado, el sentido de su experiencia personal y su pertenencia
que, desde la literatura, decía Roberto Burgos Cantor, refiriéndose a las
colectiva para irse arrojado a un no-lugar en el cual no puede dejar adivinar su ciudades colombianas que no dicen mucho a la memoria. No resuelven la
identidad, y su historia. 166 nostalgia, y su origen se parece a su propia deformidad y refleja la mez-·
quina idea de lo público que hemos tenido. Como estamos insatisfechos
con nuestro pasado preferimos arrasar su sobrevivencia que asumir los
Por su parte, Daniel Pécaut interroga este aspecto en la presencia costos de captar, corregir y expiar vergüenzas. 169
reiterada de la violencia de los años cincuenta en los testimonios de Un tercer investigador que se ha interrogado en este sentido es Car-
algunas víctimas de la violencia actual. Aunque Pécaut se ha resistido a los Mario Perea, quien analiza el hecho de que la sociedad colombiana ~o
aceptar la continuidad entre ambas violencias, reconoce la presencia de haya podido reciclar la violencia y darle otro sentido, resimboliwr la VIO-
dicha continuidad al menos en el imaginario de las víctimas. "No se lencia. A diferencia de muchos otros países donde la violencia se resignifica
puede desestimar -dice-la convicción de la mayoría de los colombia- en rituales-espectáculo en los que exponen a los muertos o levantan efigies
nos de que existen también continuidades" .16 ¡ Insiste, además, en la au- a los héroes, y hacen público el sufrimiento convirtiéndolo en danza ri-
sencia de una narrativa común que pueda en el terreno simbólico tual-festiva, el dolor se recicla, se celebra y se entierra, mientras
resignificar ese pasado, asumiendo de él su parte "vergonzosa". Dice
Pécaut:
en Colombia el lugar simbólico de la violencia es otro. Ella no se entierra, no se
recicla, sino que permanece hasta los días presentes cimentando el orden político:
Colombia paga actualmente un precio por la manera como sus élites pretendie- ningún discurso ha podido prescindir de su mención. Y a pesar de su permanente
ron arreglar el problema de la violencia de los años cincuenta. La transacción del presencia no se presta a la simbolización de algún acto del origen a partir del cual se
pueda simbolizar un momento de ruptura con el acontecer nacionaL ¿cómo dar
cuenca de una omnímoda violencia que no logra ser re-simbolizada? 1¡ 0
rechazo al diálogo hace a los difumas más crueles y sobre todo más presentes". Véase L.-V.
Thomas,Antropologiadela 11!Ue1te, París, FCE, 1975, pp. 7-18.
165 Gonzalo Sánchez, Guerra y política en la sociedad colombiana, Bogotá, El Áncora, 1991.
Los interrogantes profundos y aún sin respuesta satisfactoria de estos
166 Íd, "Museo, memoria y nación", en: Memorias del simposio intemacional y IV cátedra anual de histo-
ria Eme5lo Restrepo Tirado, noviembre de 1999, Bogotá, Museo Nacional de Colombia, Ministe-
rio de Cultura, PNUD, Iepri, lcanh, 2000, pp. 22-29 (los resaltados son nuestros) 168 !bid., p. 216.
167 Daniel Pécaut, "Estrategias de paz en un contexto de diversidad de actores y factores de violen- 169 Roberto Burgos Cantor, "La ciudad revisitada", Magazín Dominical, N. 806, El Espectad01; Bo-
0

cia", en: Francisco Leal, ed., Los l.aberintos de la g¡1ena, Bogotá, Tercer Mundo, Universidad de gotá, 25 de octubre de 1998.
los Andes, 1999 170 Carlos Mario Perea, Porque la sangre es espín/u, Bogotá. Aguilar; lepri, 1996.
202 /Muertes violmtas Ritualización, simbolización y tramitación de la muerte/ 203

tres autores, y el libro de Jean-Hugues Déchaux, Le souvenir des rnorts, precio de la pertenencia" .174 Esta autora viene planteándose el problema
nos han permitido ahondar un poco en una reflexión que, sin embargo, del sufrimiento desde la sociología y la antropología. En efecto, aunque
sabemos requiere un análisis con mucha más profundidad del que pode- no había sido un fenómeno que abordaran las ciencias sociales, reciente-
mos desarrollar ahora. mente empieza a abrirse paso en la reflexión teórica el problema del
Este trabajo del antropólogo francés responde a una inquietud nues- sufrimiento. Esta reflexión deja ver que el dolor y el sufrimiento no sur-
tra forjada en las visitas a los cementerios, que en el culto y en la prác- gen, así no más, de las contingencias de la vida, también pueden ser
tica de visitar a los muertos parecía 'alimentarse' más el 'vivo' que el experiencias creadas y distribuidas de forma activa por el propio orden
muerto. En efecto, hacerlo garantiza la 'continuidad' de la existencia. social. El sufrimiento tiene una doble naturaleza: a) su capacidad para
Es una prueba de inmortalidad en la que la sociedad necesita creer, más moldear a los seres humanos como miembros morales de una sociedad, y
allá del recuerdo y más allá del muerto mismo y su significación, en lo b) su malignidad, revelada en el dolor que se inflige a los individuos en
que la memoria a los muertos significa en términos de continuidad de nombre de los grandes proyectos de la sociedad. 175
la existencia. 171 Pero si lo que hay en la memoria de la sociedad es dolor y sangre,
heridas abiertas de un pasado "vergonzoso" y no reconocido, no asumido
El dolor en la memoria en términos sociales, es necesario rescatar del olvido nuestros muertos y
significar su ausencia desde un lugar distinto a la violencia.

Sólo lo que duele permanece en la memoria.


Rescatar nombres e historizar ausencias
]. B. Metz
Es pues inhumana la propuesta de olvidar
Si bien nos parece muy bella la aproximación que desde el arte hace
Doris Salcedo, refiriéndose a lo que ella llama "una memoria del dolor", J. B. Metz
que haría falta en el país "como otro fenómeno a operar en la memoria
con tanta muerte", 172 y desde donde el arte podría intervenir, en tanto es El llamado entonces a cerrar heridas y a cerrar filas en torno a nuestros
"en ese momento que la memoria se colectiviza y es precisamente allí que muertos (de la violencia) tiene espacios y tiempos, supone un trabajo de
el arte puede aportar elementos que se le escapan al discurso", 173 para elaboración colectiva que recupere la memoria. Sobre este particular
nosotros, en Colombia sí existe una memoria del dolor. Lo que Karina retomamos algunas reflexiones que resultan bien logradas. Se trata de un
Perelli llama una memoria de sangre, pero frente a la cuat y por efecto artículo donde la autora Beatriz Res trepo, apoyada en el trabajo del filó-
mismo de ese dolor, lo que se impone es el olvido. Olvido que parecería sofo alemán J ohannes Baptist Metz, hace un llamado a la sociedad con-
inscribirse, según Veena Das, en el hecho de que "una sociedad debe tra el debilitamiento de la memoria colectiva e intenta encontrarle un
ocultarse a sí misma el sufrimiento que se impone a los individuos como sentido a estas muertes. Dice:

Este texto quiere, ante el debilitamiento de la memoria colectiva y la fragilidad de


los recuerdos, decir una palabra a favor de nuestros muertos y desaparecidos, los
miles de hombres, mujeres y niños víctimas de muertes inesperadas e inexplicables,
171 .J .-H Déchaux, Le souvenir des morts. Essais sur le lien de filiation. La estructura misma del libro individuales o colectivas, anónimas e insensatas y reclamar para ellos la justicia a la
deja ver una forma de relación con la memoria y sus implicaciones. Está dividido en tres partes,
muy significativas en términos teóricos: "conmemorar", "acordarse", "afiliarse" (o pertenecer)
Deja ver la relación entre muerte y memorias colectivas y la significación que tendrían los
muertos para la con.stmcción de esas memorias, pues el recuerdo de los muertos es el mecanismo 174 Veena Das, "Souffrances, théodicées, pratiques disciplinaires, récuperations", Revue Jnternationale
por excelencia de construcción de las memorias colectivas en cualquier sociedad. des Sciences Sociales, N.o 154, Unesco, París, dic., 1997. Aun cuando, como lo señala la autora, las
172 Karina Perelli, Op. cit ciencias sociales corren el peligro de imitar el silencio que la sociedad mantiene frente a ese
173 Entrevista del antropólogo Santiago Villaveces con la artista Doris Salcedo y publicada en: Ma- sufrimiento.
ría Victoria Uribe, "Desde los márgenes de la cultura", p. 285. 175 Jbúl., p. 612.
204 /Muertes violentns

que tienen derecho; que les dé satisfacción y dote de sentido su muerte al reconocerla
no sólo como un hecho siniestro e inmerecido, sino también como un símbolo cuyo
significado nos toca desentrañar a nosotros los vivos. 176 Conclusión
Sumando la razón a la historia y la memoria, Metz, según la autora,
desarrolla su argumentación contra la racionalidad moderna "muda e
impotente frente al sufrimiento" y sin cabida para las "víctimas de la
historia". Propone entonces una razón que no olvide. La memoria sería
para Metz la mediación entre razón e historia, pues sin la memoria del
sufrimiento el futuro deviene cada vez más frágil, sin el recuerdo de la
injusticia ésta se repite en el presente. La memoria es el recuerdo moral En la página 6:!6 de su obra Antropología de la m~er:e dice Tho~~s: "Nu~s_t~o
del sufrimiento ajeno. trabajo queda inconcluso. Tanto por lo.s dommws que abarco e~ anah.sis
La tarea es, entonces, construir una cultura del recuerdo hecha de soli- como por la insuficiencia de éste, ~ste libro n~ ag?~o toda~ las dimensiO-
daridad; construir una cultura de la memoria que mantenga vivo el re- nes de su tema y ni siquiera nos dw u~a exphcaoo.n sufio.ente. ~r; t~.~es
cuerdo de tantos muertos víctimas de la violencia, como acontecimiento condiciones -se pregunta- ¿para que puede servir una concluswn ..
histórico, tal vez el más importante y significativo de nuestra historia
como Nación,"[ ... ] sólo en el marco de una cultura de la memoria podre-
mos recuperar del olvido a tantas víctimas inocentes para hacer de su
muerte un acontecimiento histórico". 177
Pero, y en este punto es muy aguda la autora, nosotros [los colom-
bianos] no hemos comprendido la fuerza política de la memoria del
sufrimiento, hemos desperdiciado su potencial al reducir al ámbito de
lo privado -del duelo personal-lo que debiera ser piedra de escándalo
colectivo -de duelo público--. Hemos sido avaros en símbolos de vida
colectiva para cm~urar y derrotar el olvido. Es la tarea que en otros tér-
minos señalaba Gonzalo Sánchez, al decir: "lo que viene tiene que ser,
pues, una perspectiva reparadora del pasado cuya materialización, por
supuesto [... ] debe asumirse corno tarea colectiva". 178

176 Beatriz Restrepo, 'justicia a los muertos (o un alegato a favor del recuerdo moral)",'Et Colombia-
no, 26 de noviembre de 2000.
177 lbíd., p. 8.
178 G. Sánchez, Op. cit., p. 29.
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Índice analítico

A musicales, 187
narcotráfico, del, 82
Acción(es)
representa¿ión de la, 19 e
social, xvi, 12, 45
Cadáver(es), xv, xvii, xxii, xxviíi, 6,
terroristas, 27
32-37, 46-49, 59, 72, 98, 102, 107,
violentas, 4, 7, 9, 59
108, 117-119, 124-126, 129, 150, 151,
Análisis
167-169, 195, 200
~ultural, 6, 12, 16, 17
identificación de los, 118
mterpretativos, 18
v. t. Antropología forense;
social, 15
Identidad
Antropología, xv-xviii, xx, xxiv, xxvii, 6,
mutilación de los, 55, 110
10, 1~2~3~33,3~37,41,47,4~
significaciones del, 47, 48
57, 66, 98, 100, 101, 123·126, 146,
v. t. Cuerpo(s)
147, 156, 200, 203
Carnaval v. Fiesta
forense, xx, 33-35, 37
Cementerio(s), xv, xxiii xxvi 39 67 69
social, xxiv
Armas, producción de, 13
i u6, '
85, 91, 98-IOO, 102, '103, 10,'
125, 129-138, 140-146, 162, 188, 202
Arte
Central, 133, 134, 144
autonomía del, 156
San Pedro, 98, 99, 130-133, 135,
característico, 15 7
136, 140
colombiano, 149, 158, 172
Universal, 109, 130
historia del, 149, 158, 159
v. t. Memoria, lugar(es) de
Asesinato(s), xxi, 3, 7, 18, 27, 40, 61-63,
Ciencía(s)
65, 67-71, 84, 87, 99, 108, 114, 116,
experimentales, 19
162, 166, 175, 179, 195, 197, 198
interpretativa, 19
limpio, 7
sociales, xvii, 33, 203
político, 62
Ciudad
selectivo, xxi, 27, 62, 99, 116
miedo, del, 97
11• t. Limpieza social; Magnicidios
real, 97
serie, en, 41, 71
significación de la, 95
Autodefensa v. Paramilitares
soñada, 97
B v. t. Conflicto(s), urbano(s);
Violencia(s), urbana(s)
Bandas
Civilización
delincuencia común, de, 80, 81
barbarie, y, 13
juveniles, 81, 103
fe en la, 13
2241 Muertes violentas
Índice analítico 1 225

Comunidad(es), 6, 28, 29, 31, 34, 42, 56, entramados de la, 84, 85
96, 126, 193 Escena, xix, xxi, xxiii-xxv, 14, 15, 17, 18, Colombia, en, 32
muerte, de la, 10-12, 59, 87, 184
política, 29-31 36, 45, 69, 93, 111, 119, 125, 128, 150, dinámicas de la, 27, 32
política y, 19, 28, 30
·legitimidad de la, 31 recuerdo, del, 204 154, 164, 191 muertes violentas de la v. Muerte(s)
Conflicto(s), xix, xxi, xxii, 6, 7, 12-14, 18, Escenario(s), xx, xxii, xxiv, xxvi, xxvii, 9, violenta(s)
teoría simbólica de la, 11
21, 27-29, 32-35, 37, 39, 40, 51, 52, violencia, de la, 10, ll 11, 18, 27, 31, 43, 48, 50, 75, 85, 87, psicológica, 115
54, 58, 64, 74-77, 79, 82, 83, 86, 108, 89, 92, 94, 119, 142, 144 víctimas de la, 33, 34
violencia, y v. Violencia(s), cultura y
115, 141, 189 político, de lo, 27 v. t. Conflicto(s)
am1ado, xx, xxii, 6, 21, 29, 32-35, 37, 64 D ~spacio significado, 96 GueiTilla(s), 32, 42, 59, 65, 68, 75, 86,
degradación del, 36, 54 Especificación, 19 108, 181, 187
Delincuencia, 71, 73, 80-82, 184, 187
étnicos, 51 Estado
común, 80, 81 H
político, xxi, 14, 18, 27, 82, 85 juvenil, 81 ineficiencia del, 71
protagonistas del, 76, 104 moderno, 31 Heavy, 186, 187
Derecho Internacional Humanitario v.
v. t. Ejército; Guerrilla(s): DIH Estética v. t. Música; Punk
Narcotráfico; Paramilitares destrucción, de la, 148 Hiperbolismo, 3-5, 23
Derechos Humanos, 40, 41, 43, 49, 52,
urbano(s), xix, 74 muerte, de la v. Muerte(s), estética de la violencia, de la v. Violencia(s),
62, 113, 114, 117
v. L GuerTa(s) v. t. Arte hiperbolismo de la
defensores de, 108, 115
Crueldad, 9, 33, 39, 41, 48-52, 58, 176 Etnografia, xxiv, 97
Desaparecido(s), xxii, 21, 34, 36, 50, 102,
proximidad, de, 51, 52 Exceso, xix, xxi-xxiii, xxvi, xxvii, 3-7,
111, 114, 117-120, 128, 191, 192, 195,
Cubismo, 154 20-23, 27, 31, 39, 52-55, 61, 63, 69, Iconografia, xxiii, 135, 136
197, 200, 203
Cuerpo(s), xvii, xxi, xxvii, 4, 7, 8, 29, 32, categoría de, 192 75, 80. 83, 84, 88, 93, 95, 97, 100, 101, tumbas, de las, 135
34-38, 41, 43, 44-51, 53, 55, 57-59, 61, Desaparición v. Desaparecido(s) 106,108,112,129,148,166,174,184, Identidad, 35, 36, 38, 44, 59, 60, 96, 97,
83, 88, 89, 94, 96, 97, 99, 103, 105, Descripción 193, 197 102, 109, 110, 117, 183, 200
106, 109, 110, 118, 124, 125, 141, densa, xxiv, 19 colectivo, 53 derecho a la, 35
149-153, 155, 164, 168, 169, 190, superficial, xxiv complacencia en el, xxi, 74 Impresionismo, 152, 153
194, 195 muerte(s), de v. Muerte(s), exceso de Impunidad, xi, 50, 72, 106-108, 118
Desmesura v. Exceso
fragmentados, 47 Diagnóstico, 19, 37 realidad, de, 6 Inflación
horror sobre los, 43 DIH, 33, 34, 37, 38 reflexión sobre el, xix palabra, de la, 21, 22
identidad, sin, 11 O sentido del, 15 símbolo del, 19, 20, 21, 23
Divulgación, xxiv-xxvii, 5
muerto, 8, 44, 47, 125, 150, 152 significación del, xix, l, 14 Interpretación cultural, 18
Dolor, xvii, xxiii, 9, 32, 33, 38, 39, 46, 48,
significaciones del, 4 7 entramados de, 14, 15
52, 63, 64, 66-68, 96, 100, 118, 119, J
uso semiológico del, 44 significados, de, 6, 22
123, 125, 127, 128, 132, 133, 147-150,
usos sociales del, 45 símbolos del, 41 Jóvenes, xxi, 7, 40, 42, 74-90, 92-101,
155, 156, 158, 159, 164, 167, 178, 181,
violencia sobre el, 46 violencia, de v. Violencia(s), exceso de 104, 105, 109, 130, 133, 138-140, 144,
182, 185, 190, 191, 193-196, 201-203
v. t. Cadáver( es) v. t. Hiperbolismo; Inflación 145, 161, 179, 183, 185, 187, 196
codificación del, 121, 126
Culto(s) Exilio, xviii, xxii, 6, 34, 64, 112-114, 116 muertes de, xix, xxi, 18, 100
geografia del, 96
funerario(s), 74 v. t. Bandas, juveniles; Conflicto(s),
Duelo, xxiii, 33, 34, 36, 38, 56, 111, 118, F
muerte, a la v. Muerte(s), culto a la urbano(s)
119, 123, 125-128, 190-197,200,204
muertos, a los v. Muerto(s), culto a los Fiesta(s), 54, 56, 66, 74,98-103, 183, 189,
elaboración del, xxiii, 116, 119, 128, L
sentido de los, 141 196, 199
189, 191-193, 195
v. t. Cementerio(s); Memoria; Rito(s) trabajo de, 119, 190 tiempo de la, 100, 101 Lenguaje
funerario( s) Fratricidio, xi corporal, 47
v. t. Muerte(s), tramitación de la
Cuhura, xv-xx, xxiv, xxvii, 6, 8-17, 19, muerte, de v. Muerte(s), lenguaje de
E G
28, 31, 34,38,43-46,50, 54, 56, v. t.. Parlache
58-61' 79, 82, 87' 89, 96, ll2, 116, Genocidio(s), 52 Limpieza social
Eficacia simbólica, xix, xxvii, 141, 178, 194
118, 128, 147, 149, 159, 161, 168, 180, nazi, 52 muertes por v. Muerte(s), limpieza
Entramados de sentido v. Significación,
184, 194, 200, 202, 204 tramas de Guerra(s) social, por, xxiii
actores de la, 32 Listas negras, 115, 176
226 1M uertes violentas Índice analítico 1 22i

Literatura, xiii, xviii-xxiv, xxvi, 4, 8, 10, combate, en, 38 significación de la, xix, 5, 7, 17, 19, R
1~. 41, 51, 52, 57, 61, 75, 94, 104, 119, culto a la, 11, 140 20,38,47,48,128
123, 124, 145, 172-~82, 199, 201 cultura de la v. Cultura, muerte, de la Rap, 92, 182, 183
tramas de significación de la, 5, 7,
wlombiana, xiii, 173, 179, 181 cultura material de la, 129 v.l. Música
17,19,20
violencia, sobre, xxii, 180 desacralización de la, 75, 98 Recuerdo, xxiii, 28, 63, 78, 96, 133, 137,
v. t. Asesinato(s); Violencia(s) política(s)
v. t. Arte; Estética; Narrativa(s) dimensión física de la, xvi 143, 146, 162, 190, 194, 195, 198, 199,
Muerto(s),
dimensión simbólica de la, 11 O 202, 204
M culto a los, 125, 129, 135, 142, 192, 199
discurso de, 88 Religión, xvi, 103, 104, 152
v. t. Rito(s), funerario(s)
Magnicidios, xxi, xxii, 27, 62-67, 69 ejecución de la, xxi, 7, 53, 61, 84, 108, Rito(s), xix, xxi, xxiii, xxvii, 12, 38, 39,
memoria a los, 145, 198, 202
v. t. Violencia(s) política(s) 190, 194 43,47,48, 53,64-66,74,77, 87, 98,
v. t. Cementerio(s)
Masacre(s), xi, xix, xx, 3, 9, 18, 27, 36, escenificación de la, xix, 25, 27, 190, 99, 101, 104, 120, 123-129, 141-145,
recuerdo a los, xxiii, 143, 199
39-41, 43, 49, 52-57, 59-61, 116, 158, 194 166, 183, 191, 192, 194, 196, 199, 201
respeto a los, 34
162, 166, 168, 187, 194, 198 escuadrones de la, 70-72 función de los, 143
trato a los, 34
aüos cincuenta, de los, 61 v. i. Muene(s), Limpieza social, por
funerario(s), xix, xxiii, xxvi, 76, 87, 98,
Música, xxiii, 87, 89, 92, 93, 98, 99, 103,
colombianas, 53, 55 estética de la, xxiii, 123, 146 99, 101, 123-126, 128-130, 144,
138, 145, 182, 183, 186, 187, 189
uniformidad de la, 53 exceso de, xxiii, xxvi, 6, 75, 97, 108, 145, 183, 194, 196
muerte, y la, 182
Memoria, xxiii, 8, 31··33, 44, 49, 56, 59, 112, 129, 193, 197 desacralización del, 98
v. t. Heavy; Punk; Rap; Rock
61, 76, 83, 88, 93, 95, 123, 125, 128, feminización de la, 166 momentos del, 142
129, 144, 145, 189-193, 196-204 física, 7, 48 N sentido del, 141
colectiva, 49, 59, 83, 146, 190, formas de la, xxi, 1O, 18, 34 v. t. Muerte, rituales de; Ritualización
Narcotráfico, 62, 77-81, 86, 93, 103, 104,
198-200, 203 jóvenes, de v Jóvenes, muerte(s) de Ritual v. Rito(s)
108, 111, 169, 180, 184, 188
comunidades de, 96 lenguaje de, 89 Ritualización, xxiii-xxvii, 5, 36, 38, 98,
bandas del v. Bandas, narcotráfico, del
individual, 146 limpieza social, por, 27, 62 100, 121, 123, 124, 128, 195, 196
mafias del, 63
Iugar(es) de, 129, 146 lista de v. Listas negras muerte, de la v. Muerte(s), ritualización
v. t. Conflicto(s) urbano(s); Sicariato,
v. t. Muerto(s), memoria a los masculinización de la, 167, 169 de la
Narrativa(s), xv, xxiii, xxvi, 146, 172,
recuerdo, y el, 33, 93, 95, 144, 145, medicalización de la, 127 Rock, 136, 183-185
174, 175, 178, 180, 182, 196, 200
190, 197, 199 miedo a la, 31, 124, 151 v. t. Música
testimonial, 180
sangre, de, 190, 202 música y v. Música, muerte, y La NN v. Muerte(s), anónimas S
social, 44 natural, 30, 154, 193, 194
Miedo, 31, 39, 42, 53, 55, 59, 84, 87, 93, política, la, y la, xx, 27-29 p Salsa, 92, 182, 185
96, 97, 101-103, 108, 114, 115, 124, representación de la, 146, 147, 154, v. t. Música
Paramilitares, 32, 35, 40, 42, 43, 60, 64,
146, 151, 190 172, 182 Semiótica, 11, 19, 20
65, 75, 82, 86, 116, 118, 180, 181
ciudad del v. Ciudad, miedo, del rituales de, xxi, 98, 142 Sicariato, 77-79, 81, 82, 93, 103, 104
amenazas de los, 114
individual, 1O1 ritualización de la, xxiii, 98, 100, 123, v. t. Conflicto(s) urbano(s);
Paramilitarismo, 82
muerte, a la v. Muerte(s), miedo a la 128, 196 Narcotráfico; Sicarios
Parlache, xiii, xxii, 75, 81, 88, 89, 95, 96
Miliciano(s), 42, 76, 79, 80, 96, 140 significativas v. Magnicidios Sicarios, 62, 76, 81, 98, 103, 104,
Pintura, 109, 123, 148-152, 153, 155,
proyecto, 80 simbolización de la, xxiii, 125, 146, 178-180, 184
160, 162, 166, 172, 182
v. t. Conflicto(s) urbano(s); Milicias 172, 194-196 v. t. Conflicto(s) urbano(s); Delincuen-
colombiana, 147
Milicias, 77; 79-82, 86, 88, 96, 100 social(es), 41, 107 cia; Narcotráfico; Sicariato
europea, 149
Modernidad, 13, 30, 126, 127, 129, tramitación de la, xxiii, 33, 111, 121, Significación
v. t. Arte
144, 179 123, 178, 189, 191, 192, 194, 195 estructuras de, 16, 17, 19
Poesía, xi, 181, 182
Muerte(s) violenta(s) exceso, del v. Exceso, significación del
v. t. Literatura
acciones de, xvi, 94 entramados simbólicos de la, 7 muerte(s) violenta(s), de la v. Muerte(s),
Prácticas funerarias v. Rito(s), funerario(s)
anónimas, xix, xxii, 3 7, 106-110, 117, guerras, de las, xx violenta(s), significación( es) de la
Punk,92, 182,187
130, 187, 195 modalidad de, 41 tramas de, xvi, xvii, xix, xxiv, xxv, 14,
v. t. Heavy; Música
circunstancias de la, 86, 11 O, 111 producción de la, xviii, xxii, 85 17, 1~ 2~ 33, 76,80,93
Colombia, en, xix puesta en escena de la, xxv v. t. Espacio significado
228 1Muertes vioúntas

Simbolismo, xxvii, 15, 61, 152-154, Violencia(s)


198, 199 análisis de la, xviii, 7, 9, lO, 13
Simboli?:ación, xvii, xxiii, xxv, 22, 32, 36, tradicional, xviii
38, 119, 121, 123, 125, 129, 144, 146, afios cincuenta, de los, xxiii, 49, 56, 59,
172, 190, 191, 194-196, 201 172, 200
Símbolo(s), xviii, xix, xxiv-xxvii, 5, 7, 11, Colombia, en, xv, xvii, xviii, xx, xxvii,
13-17, 19-23, 25, 29, 32, 41, 44, 45, 3, 5, 6, 8, 9, 11, 22, 41, 43, 48, 56,
47,49, 56, 59,63, 67, 75,84,85,88, 57, 70, 103, 110, 116, 147, 158,
90, 93, 98, 101, 115, ll9, 120, 123, 169, 181
124, 126, 129, 133, 135-137, 141-143, colombiana v. Violencia(s), Colombia, en
149, 151, 153, 154, 164, 174, 182, 184, cultura de la v. Cultura, violencia, de la
194, 196, 198, 204 cultura y, xix, xx, xxvii, 8, 10, 13, 14
exceso, del v. Exceso, símbolos, de des-sujetización de la, 22
fractura del, 22 exceso de, 5, 6, 21
inflación del v. Inflación, símbolo, del, geografía de las, 84
19-21, 23 hiperbolismo de la, 3
negación del, 23 juvenil, 75, 79, 88, 103
públicos, 11 léxico de la, 5
sistemas de, 15, 19 literatura sobre v_ Literatura, violencia,
trama de, xviii sobre
violencia, de la v. Violencia(s), símbolos monopolio de la, 31
de la nanativas de la, xxiii
T negación de la, 23
política(s), xix, xx, 22, 40, 41, 43, 58,
Tanatología, 127 59, 117, 167
Territorio, codificación del, xxii, 85, 87, 88 sicarial, 79
Tiempo, desmesura, de la, 1O1 símbolos de la, 11
Tumbas sociales, xix
iconografía de las, xxiii, 135 urbana(s), xxi, xxii, 73-76, 79, 82, 85,
significativas, 134, 135, 139 86, 110
V
Vida
ritual de, 126
sentido de la, 30, 127

Se terminó de imprimir
en la Imprenta Universidad de Antioquia
en el mes de febrero de 2005

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