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Ensayo:

Sobre la Enseñanza de la Filosofía en la escuela secundaria

El presente trabajo intentará acercarnos a las cuestiones generales que


inciden a la hora de conceptualizar la enseñanza de la Filosofía en las escuelas
secundarias. Teniendo en cuenta básicamente tres cuestiones: por un lado, la
relación que existe entre los contenidos en filosofía y los contenidos
curriculares; por otro, la cuestión del tiempo en el desarrollo de los planes de
estudios; y por último, lo pertinente a la cuestión de los roles del estudiante y el
docente dentro de una clase de filosofía.

Para comenzar, e intentando contextualizar, es menester mencionar que las


escuelas secundarias de hoy en día están atravesando una crisis en la capacidad
que tienen de contener a los estudiantes dentro de las aulas, de atender de manera
eficiente a sus intereses. Es un desafío que está tomando hoy la educación, sobre
todo en nivel secundario. Una de las razones, ya conocida desde hace muchos
años, es el desfasaje temporal que se suscita: respecto de los avances que se dan
en la sociedad en general; cambios a los que la escuela siempre va unos pasos
atrás. Entonces la tarea recae en cómo atendemos desde las planificaciones a este
desfasaje, para lograr de alguna manera el interés y la motivación en los
adolescentes y jóvenes dentro del aula.
Dicho esto, es importante tener en cuenta a la hora de pensar de qué manera
podemos organizar una clase de filosofía. Puesto que de ello dependerá el “desde
dónde” pensemos la clase y sobre todo “para quiénes”.
Siguiendo esta línea de análisis, es importante considerar que la cultura de la
imagen ha tomado un lugar preponderante, sobre todo en la cultura juvenil. Lo que
puede significar un obstáculo o un beneficio a la hora de plantear actividades
áulicas. Ya que puede servirnos de nexo entre lo que pretendemos abordar en clase
y los intereses propios de los estudiantes. Ellos decodifican mejor una imagen antes
que un texto escrito. Deducen mucho más rápido a partir de ellas las conclusiones
de su pensamiento.
Personalmente adscribo a la utilización de la imagen como recurso áulico de
modo que se motive a los estudiantes a participar desde sus experiencias en la
clase de filosofía.

Como decía al comienzo, voy a analizar de manera general la cuestión de los


contenidos en la clase de filosofía. Para ello me situaré en el contexto provincial en
educación.
Hoy en día, sobre todo en nuestra provincia, se está advirtiendo una intención
de eliminar ciertos espacios de reflexión, como el de filosofía. Un síntoma de esto
es la eliminación del profesorado en Filosofía en toda la provincia.
Pero lo que nos compete en este análisis tiene que ver directamente con la
incidencia que tienen estas decisiones gubernamentales dentro del aula misma. El
hecho de que se estén reduciendo las cargas horarias de las materias afines a la
filosofía, no es un dato menor a la hora de pensar en la enseñanza de nuestra área.
Porque es un factor que modifica nuestros planes de estudios y las planificaciones
áulicas, desde ya.
Hemos visto a lo largo de estos últimos años cómo los contenidos incluidos en
la “caja curricular” variaron debido a estos cambios. Lo que implica que la calidad
de la enseñanza en esta área haya sido alterada. Pues es cierto que no importa la
cantidad de horas que tengamos para desarrollar nuestros planes, sino la calidad y
la intensidad de los mismos; hay ciertos temas que consideramos esenciales para
la formación integral del estudiante que no podrán ser trabajadas de manera
profunda o adecuada, ni tampoco en el tiempo que se merecen esas cuestiones.
Por lo demás, es importante tener en cuenta a la hora de abordar los
contenidos de la materia sigo la línea de enseñanza de la filosofía que pondera la
intención de aprender a filosofar más que aprender filosofías o historia de las ideas;
concepciones que podemos atribuirlas al propio filósofo Immanuel Kant. Así como
también contemplar las críticas que le hacen respecto de la posibilidad que tienen
los filósofos de enseñar; ya que estas advierte que la tarea docente no es afín a la
del filósofo, porque le significa una pérdida de tiempo y le impide desarrollar su
filosofía de manera auténtica y con todo su potencial, ya que deberá atender a los
cuestionamientos de los estudiantes, y perdiendo esfuerzos en hacer entendible sus
ideas a principiantes en el área.
Cuestión con la que no acuerdo, porque creo que un filósofo puede enriquecer
su filosofía en el desarrollo de una clase, siendo que sus alumnos pueden aportar a
la reflexión de diversas cuestiones que quizá el docente no contempla en la soledad.
Aquí también es necesario decir que la metodología a implementar en el aula
de filosofía puede ser la que sostiene Selma Wassermann: el estudio de casos.
Puesto que ésta permite abordar desde diversas aristas un caso “X”, poniendo en
juego los saberes previos de los estudiantes, inclusive esos que por arraigados que
están son difíciles de cambiar (en el caso que así lo requiera) y permitiendo trabajar
nuevos contenidos. El estudio de casos es uno de los que más atrae la atención y
motiva a los estudiantes para trabajos posteriores.
Asimismo, es importante tener en cuenta que es una metodología que requiere
todo un estudio previo (diagnóstico) de las condiciones en las que se desarrollarán
las clases: por ejemplo material disponible, recursos, intereses de los estudiantes,
etc. Lo que no significa que sea una metodología imposible de aplicar.
Además, hay que tener en cuenta también que lo ideal para esta metodología,
y sobre todo tratándose del espacio de filosofía, es que el momento de la discusión
o el debate es el de mayor importancia y de destacado espacio temporal, es decir,
que según la autora antes citada, es menester que se dedique el tiempo necesario
a este punto, porque es allí donde los estudiantes ponen en juego todo su potencial
a la hora de argumentar, de recordar saberes previos, de incorporar nuevas
concepciones a sus estructuras cognoscitivas, etc.

Algo que pertenece más a mi análisis es el hecho de que esta metodología es


compatible y quizá complementaria con otra propuesta por García – García.
Quienes sostienen que la investigación en el aula es una buena herramienta de
trabajo, donde el estudiante obtiene un rol activo fundamental para el desarrollo de
sus capacidades, y además, atiende directamente a los intereses de los estudiantes;
ya que ellos elegirán qué investigar respecto de los temas que trabajados en clase.
En esta metodología, el estudiante adquiere un conjunto de habilidades desde el
momento mismo de la detección de un problema, en la construcción del mismo, en
las formulaciones de hipótesis de resolución, la reestructuración de las
concepciones previas, etc. De esta manera, el estudiante es el encargado de la
construcción de los conocimientos, más que el reproductor de los conocimientos
que le son dados en el aula. Lo que significa que adquiere con ello un rol activo,
siguiendo una línea trabajada por Freire, quien sostiene que lo interesante que
puede suceder dentro del aula es que los estudiantes aprendan a crear
conocimientos, antes que a reproducirlos. Teniendo en cuenta también que los
conocimientos siempre son provisorios, convirtiéndose en verdades parciales o
modos de interpretar la realidad que priman temporalmente; hasta que surja uno
que los contradiga o evidencie sus errores.

Un punto importantísimo en el método de estudio de casos es el rol que el


docente cumple. Como decía al introducir en este trabajo, justamente este es uno
de los tres ejes sobre los que voy a trabajar: el rol del docente y del estudiante.
En el estudio de casos, el docente no deber tomar partida en el debate, es
decir, no debe (o debe tratar de no hacerlo) dar su postura, no porque no fuera
importante, sino para no condicionar los argumentos o las conclusiones a las que
puedan llegar los estudiantes en los debates. El docente, en esta metodología, más
que nada debe resaltar las cuestiones que vayan surgiendo del debate, remarcando
lo que cada estudiante aporte, dándole orden lógico (por llamarlo de alguna
manera), y haciéndolo público para toda la clase.
Respecto del rol docente, es importantísimo para mí reconocer que hay una
cuestión que viene siendo discutida hace tiempo y tiene que ver con la concepción
misma de la “enseñanza”, puesto que ello significa que el docente es quien deja
“señas” para que otro las siga, una especie de guía que va diciendo cuáles son los
caminos a recorrer dentro del aula. Lo que dejaría, claramente, al estudiante en un
rol pasivo; en tanto que sólo debe seguir las señales que el docente va dejándole.
Dentro de esta nueva corriente crítica de la educación, lo ideal es que el
docente pase a formar parte de la clase como uno más de los tantos que están ahí
para aprender. Es difícil imaginarnos en principio este rol. Pero es fantástica la
experiencia de sentir que con cada momento de la clase vamos aprendiendo todos,
tanto los estudiantes como los docentes.
Tal es así que el rol docente se estaría transformando en uno de acompañante
de aprendizajes del estudiante. Donde este último asumirá un rol protagónico en
este proceso.
Otro punto de análisis respecto del docente y su rol, tiene estrecha relación
con la actitud que toma el mismo delante de los estudiantes, puesto que esto va a
determinar cuál va a ser la predisposición que tengan ellos a participar del proceso
de aprendizaje. Nosotros debemos asumir un rol tal que contagie entusiasmo,
interés por los temas a desarrollar, curiosidad, respeto hacia las opiniones de los
demás, etc. Todos aquellos valores que hagan del aula un lugar propicio para
cumplir con los objetivos que nos planteamos más arriba.

El tercer eje que pretendo trabajar en este escrito es el del tiempo que
destinamos al desarrollo de los planes de estudio respecto de la importancia que
ellos revisten en el proceso de formación de personas íntegras.
Al respecto, podemos decir que el tiempo que se nos destina para trabajar la
materia es en la mayoría de los casos escaso. Por lo que debemos poner mucha
energía en planificar acorde a ello, para sacarle provecho al espacio escueto que
nos asignan y no dejar de tener clases realmente ricas en cuanto a contenidos, de
todo tipo.
Si bien este último punto, el del tiempo, parece no tener demasiada incidencia,
es claro que la tiene. Porque de él dependerá el nivel de profundidad que podremos
asignarle a los temas que pretendamos trabajar en el aula. Asimismo, también es
importante tener en cuenta que los estudiantes pueden apoderarse del tiempo de
las clases, lo que debe ser previsto a la hora de planificar, puesto que es en ese
momento, cuando los estudiantes se apoderan de la clase, donde salen las mejores
producciones, los mejores “textos áulicos”.

Cabe destacar que lo expuesto en el presente trabajo es sólo una


aproximación a las cuestiones que considero de relevancia para comenzar a pensar
lo que pretenderemos lograr en una clase de filosofía, sobre todo tendiendo a lograr
los objetivos específicos de la materia.

Escobar Bello, Mariano S.

Prof. en Filosofía

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