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Aplicación de la Ley de Flagrancia nro. 27.

272 a los menores de edad

Por Juan Ignacio Acosta[1]

Entiendo oportuno comenzar mi trabajo invocando su objetivo: consiste en realizar un


exhaustivo análisis respecto a la aplicación de la nueva Ley de Flagrancia en los casos en
que los imputados sean personas menores de edad. O dicho a modo de interrogante:
¿Resulta la nueva Ley nro. 27.272 aplicable a los menores de 18 años? Claro está que el
término “aplicable” se refiere a hacerlo sin violar los Derechos Constitucionales (en
sentido amplio: Convención sobre los Derechos del Niño, Tratados Internacionales de
Derechos Humanos, etc.) de este colectivo de personas.

Mencionado esto, me veo obligado a sumergir al lector en esta nueva Ley de Flagrancia,
la cual resultó sancionada el día 7 de septiembre del año 2016, comenzó a regir el 1° de
diciembre próximo pasado y se aplica a todos los casos de personas que han adquirido su
mayoría de edad envueltas en la investigación de algún delito que cumpla con la escala
penal exigida y que hayan resultado detenidos en los términos también enunciados en
esta nueva Ley.

En el caso de menores, actualmente se aplica solo en algunos casos, dependiendo del


criterio del Fiscal, y no contamos aún con lineamientos claros respecto a su
implementación en niños, de aquí que el presente trabajo pretende analizar su posible
aplicación desde varias ópticas a los fines de proponer una solución.

Actualmente en la República Argentina rige, en materia de menores de edad, el


cuestionado Decreto Ley nro. 22.278, sancionado en el año 1980.

De la lectura de esta Ley Penal Juvenil, se desprende con claridad que el trámite
contemplado en la Ley de Flagrancia es susceptible de ser aplicado solamente en causas
cuyos imputados posean entre 16 y 17 años y que hayan cometido delitos cuyo máximo
de escala penal sea superior a dos años, ya que de lo contrario (niños de hasta 15 años
inclusive, o de 16 y 17 años imputados por delitos de menos de dos años de máxima de
escala penal) resultan inimputables y no atravesarán un proceso penal más allá de la
declaración indagatoria.
Por supuesto que la temática elegida resulta novedosa (ni siquiera ha cumplido un año la
ley), pero en honor a la verdad debo precisar que ya se ha discutido en nuestros
Tribunales, y hace escasos días (el 9 de junio del 2017) la Sala 2 de la Cámara Nacional
de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal resolvió declarar la
INCONSTITUCIONALIDAD del Art. 353 ter (cfr. Ley 27.272) en cuanto impone la
detención obligatoria de menores, por un lado, y declaró la INAPLICABILIDAD de la
Ley nro. 27.272 con relación a las personas menores de edad[2].

De todas maneras, a mi humilde entender, resulta totalmente disímil el análisis que


puedan realizar los jueces a los fines de aplicar y/o declarar inconstitucional una Ley en
el marco de un recurso de casación interpuesto por la asistencia técnica de un imputado,
al estudio que puede realizarse en un trabajo como el que me ocupa, despojado en un
todo del examen de un caso en concreto, de un hecho en particular, de votos previos
realizados por los mismos jueces, de la opinión vinculante o no del fiscal, y de la
infinidad de circunstancias que divorcian al voto de un operador judicial de las
conclusiones a las que arribaremos en una indagación doctrinaria.

Lo expuesto en el párrafo anterior se entiende mejor si tomamos en cuenta que los jueces
de casación debieron analizar el caso “para” resolver un recurso de casación, y en un
trabajo de investigación contamos con la ventaja de no estar obligados a resolver o dar
respuesta a agravios de una parte cuyo ahijado procesal tiene un interés en concreto, sino
que podemos “darnos el lujo” de analizar diferentes opciones, enfoques, puntos de vista y
supuestos, a medida que se va avanzando resolviendo los interrogantes, a los fines de
proponer una o varias soluciones.

En mi opinión, lo primero a señalar es que de una lectura detenida de la Ley nro. 27.272,
nada establece respecto a los lineamientos a seguir en caso que el imputado cuente con
menos de 18 años al momento del hecho delictivo.

Ahora bien, he aquí cinco argumentos sólidos que evidencian que, de resultar la 27.272
aplicada a menores de edad, se estaría violando sus derechos de éstos últimos.

Primer argumento: Antecedentes de Leyes de Flagrancia sancionadas en nuestro país[3]

Varios son los ejemplos que podemos citar a los fines de demostrar que en otras
jurisdicciones de nuestro país se ha implementado el régimen de flagrancia de una
manera diferente a la Ley 27.272 (mejor según mi visión), porque se aclaró
“específicamente” el alcance de la ley respecto a los niños aprehendidos en esas
circunstancias, como exige la Convención de los Derechos del Niño.
Así, en primer lugar, la Provincia de San Juan expresamente excluye a los menores de
edad del procedimiento de flagrancia:
“Artículo 12: Menores en flagrancia. El proceso de flagrancia no se aplica a menores de
edad que no hayan alcanzado los 18 años. Si en un hecho fueran aprehendidos mayores
de edad junto con aquellos, el procedimiento de flagrancia solo alcanzará a los mayores”.

Otro ejemplo lo encontramos en la provincia de Tierra del Fuego, cuyo artículo 402 bis
del Código Procesal Penal, en su segundo párrafo reza:
“…Este procedimiento no será aplicable cuando en el hecho participe un menor de 18
años de edad…”.

Misma suerte corren los menores de edad en el territorio de la provincia de La Rioja,en la


cual en el artículo 2 del Capítulo I titulado “Procedimiento para el caso de flagrancia –
Juicio Directo –“señala que:
“No procederá por el procedimiento de flagrancia cuando el asunto fuere de competencia
del Juez de Menores”.

Entonces, nada establece la Ley 27.272 respecto a Menores, en contraposición con los
ejemplos citados en los cuales se especificó textualmente en cada una de esas provincias
que no resulta aplicable a niños; siendo éste el fundamento utilizado por quienes opinan
que efectivamente resulta aplicable.

Pero quien escribe, es de la opinión que si la Convención de los Derechos del Niño exige
especificidad y especialidad en el trato hacia nuestros niños (principios con los que han
cumplido las provincias enunciadas), la falta de especificación respecto a su aplicación en
el caso de menores, debe interpretarse como un “vacío legal”, pudiendo afirmarse que la
Ley 27.272 no resulta extensible a los casos de menores de edad.

Segundo argumento:

En consonancia con el primer argumento, se ha redactado en noviembre del 2016 una


“Guía de Flagrancia” y, como aclara el propio documento, ha sido elaborada a partir de
propuestas y sugerencias recibidas por magistrados y funcionarios en las reuniones del
Plan de Capacitación de la ley de Flagrancia en el ámbito del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación.

Ahora bien, de una lectura detenida de esta Guía, nada establece respecto a personas
menores de edad.
Desde esta óptica entonces, tampoco la Ley nro. 27.272 ha contemplado el proceso de
flagrancia para el caso que el imputado sea menor de edad, porque de haber tenido
intención de que así sea, alguna mención hubiera efectuado (como lo hicieron las
provincias citadas) la mencionada Guía respecto a su tratamiento.

En un sistema jurídico respetuoso de los Derechos Humanos, como pretende ser el


nuestro, no puede tolerarse que los jueces interpreten lo que la ley no dice, y de hacerlo,
el propio Estado estaría asumiendo una actitud repudiable y condenable por los
Organismos Internacionales.

Así como inferimos que los legisladores no desearon que la Ley 27.272 resulte aplicable
a menores de edad, por la ausencia de alusión alguna respecto a ellos, entiendo que se
puede inferir también que el Poder Ejecutivo es de la opinión que esta nueva Ley no debe
ser aplicable a los niños.

Adviértase que el Ministerio de Justicia de la Nación, en lo que a esta nueva ley respecta,
dispuso diversas medidas a través de la “Subsecretaría de Relaciones Institucionales del
Poder Judicial y Asuntos Penitenciarios”, como ser:
-la conformación de “Unidades de Flagrancia”;
-incorporación de plazas, móviles y efectivos policiales a estos fines;
-capacitación brindada a magistrados y funcionarios nacionales en el manejo de
audiencias multipropósito y destrezas de litigación oral; y
-elaboración de protocolos de actuación para las fuerzas de seguridad.

Analizando una a una las medidas llevadas a cabo, nos daremos que cuenta que ninguna
de ellas contempla la posibilidad de que la ley sea aplicada en el caso de niños.

Al crear las Unidades de Flagrancia nada se estableció respecto al trato que deben
brindarle al imputado en el caso que sea menor de edad. Por otro lado, los efectivos
policiales no son agentes especializados en minoridad y, por último, los protocolos
elaborados no contemplaron nada respecto al accionar que deben desplegar las fuerzas de
seguridad al encontrarse con un imputado menor de edad.

Seguramente el punto a debatir resulta ser el subrayado, en virtud a que efectivamente se


han capacitado Jueces y Fiscales del fuero de la minoridad, pero esto no es argumento
suficiente a los fines de sostener que la nueva Ley de Flagrancia resulta extensible a
Menores.
Recordemos que la Justicia de Menores resulta ser un “fuero de atracción”, esto es, que
todos los mayores de edad que cometan delitos junto a menores resultarán juzgados por
Jueces de Menores, por ello es que resulta lógico que también éstos hayan contado con la
capacitación brindada, pero no implica que la Ley debe ser aplicada a los niños.

Tercer argumento: artículo 353 bis del C.P.P.N. previo a la sanción de la Ley 27.272.

El primer análisis en este punto consistirá en cotejar si con la aparición de esta nueva
Ley, en reemplazo del viejo artículo 353 bis, se les ha agregado o recortado Derechos a
los niños, para evaluar si efectivamente existe una violación a los Principios de
“Progresividad”[4] y “No regresividad”[5].

Adelanto mi opinión respecto a que, con la sanción de esta nueva Ley, sin dudas los niños
han quedado en un lugar más desventajoso en clara violación a los principios enunciados.
Estos principios deben ser tenidos en cuenta por los legisladores al sancionar leyes
respetando los derechos adquiridos con anterioridad, máxime en el caso de las personas
menores de edad.

El recorte en los derechos se ve materializado al vedar la “posibilidad de solicitar ser oído


en declaración indagatoria para que la causa automáticamente se rija por las reglas
comunes” (Artículo 353 bis in fine); colocando de esta manera a los imputados en una
situación menos conveniente.

Entiendo que toda persona, adulto o menor de edad, se ve afectado con lo explicitado en
el párrafo anterior, pero lo cierto es que este trabajo está destinado a los niños, por ello mi
análisis se reducirá a este colectivo de personas.

Si ahondamos en el tema, nos daremos cuenta que el término “solicitar al juez resultar
oído en declaración indagatoria” se utilizó durante todos estos años en sentido figurativo
y no eran “literalmente oídos por un Juez”, sino que resultó la opción que tenían los
encausados para que la investigación se rija por trámite ordinario. Prueba de ello, son la
infinidad de casos en los que un imputado solicitaba declaración indagatoria y en la
misma se negaba a declarar.

Entonces, ¿Con qué finalidad solicitaban la audiencia contemplada en el artículo 294 del
C.P.P.N., si a posteriori el imputado en muchos casos se negaba a declarar? Recordemos
que el traspaso del proceso al trámite común implicaba no sólo la recepción de la
declaración indagatoria al imputado, sino que luego el Juez estaba obligado a dictar un
auto de mérito, que era susceptible de ser apelado por la Defensa y/o la Fiscalía tanto en
el marco fáctico como en la calificación legal, que en definitiva habilitaba una instancia
más, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional.

Por lo expuesto, no se puede aplicar la Ley 27.272 a nuestros niños por resultar afectados
los Principios de “Progresividad” y “No regresividad”.

Cuarto argumento: Detención que contempla el artículo 353 ter de la Ley nro. 27.272.

Uno de los problemas (en mi opinión el más grave) que presenta el nuevo trámite de
Flagrancia, es que en su artículo ter establece que el detenido deberá ser trasladado ante
el Juez en el término de 24 horas, prorrogable por otras 24 horas, lo que deja entrever que
desde su detención y hasta la primera audiencia, el imputado estará privado de su
libertad, sin siquiera analizar riesgos procesales y sus condiciones personales, por más
insignificante que sea el delito cometido.

Un derecho tan fundamental como el de la libertad se viola en el mismo momento en que


se priva a alguien de la misma sin una resolución judicial previa, por lo que sin dudas la
ley 27.272 se encuentra en franca contraposición con el derecho de todo imputado a
permanecer en libertad como regla y que solo se lo prive de la misma excepcionalmente,
o como última ratio.

Lamentablemente en nuestro país nos mal acostumbramos a tomar con naturalidad la


detención de un menor edad, pero debemos modificar esa perspectiva y respetar los
Tratados Internacionales en la materia que establecen en forma clara y precisa que la
privación de libertad de un menor de edad tiene carácter excepcional y siempre debe ser
la última ratio dentro del abanico de opciones con las que cuenta el juzgador y jamás
debe aparecer como “primer recurso y sin alternativa”[6].

Queda claro que la violación al derecho de la libertad en concreto se configura por llevar
al menor ante el Juez “detenido” sin previa evaluación de providencias menos gravosas;
siendo que la detención es la “regla” en esta nueva ley y, aquí viene lo más cuestionable,
no existe la excepción. La ley no contempla la posibilidad de que el imputado se presente
ante el Juez por sus propios medios.

Resulta llamativo que los delitos contemplados en esta ley son todos aquellos “…hechos
dolosos cuya pena máxima no supere los quince años de prisión o veinte años en los
supuestos del artículo 119, cuarto párrafo, y del artículo 166, penúltimo párrafo del
Código Penal…”, lo que contempla por supuesto delitos cuya relevancia penal o lesión al
bien jurídico puede ser muy leve o casi inexistente, por ejemplo, un robo simple en grado
de tentativa cuya escala penal arranca de 15 días.
Continuando con este razonamiento, podemos afirmar que en el nuevo proceso de
flagrancia resultarán detenidas muchas personas imputadas de delitos cuya pena no
amerita un solo minuto de privación de libertad, en contraposición con lo recomendado
por todos los tratados internacionales respecto a la última ratio y proporcionalidad de la
prisión preventiva con respecto a la escala penal del delito investigado.

Entonces, he aquí otro argumento a los fines de sostener la inaplicabilidad de la nueva ley
de flagrancia para el caso de menores: la ley 22.278 no contempla la “situación de
detención”. Realizando un esfuerzo interpretativo muy grande, podemos llegar a sostener
que el artículo 1° de la ley de Menores establece que el Juez lo “…dispondrá
provisionalmente…”, pero de manera alguna podemos equiparar este último término con
la “detención” que sufrirá el imputado hasta resultar trasladado ante el Juez que establece
el artículo 353 ter de la 27.272.

Quinto argumento: Finalidad de la Ley 22.278 y finalidad de la Ley 27.272.

No caben dudas que la Ley que regule un sistema penal juvenil, en nuestro caso la
22.278, debe tener una finalidad esencialmente tuitiva y proteccional. Así lo exige tanto
la Convención de los Derechos del Niño como los demás instrumentos internacionales,
razón por la cual debemos analizar si efectivamente la Ley 27.272 cumple con aquella
exigencia para poder hacerse extensiva a menores de edad sin violentar sus derechos.

Resulta fácil asimilar el contraste respecto a la finalidad que tuvieron los legisladores al
redactar la nueva Ley de Flagrancia, que no fue otra que la de atender a la necesidad que
tenía la sociedad de que el Poder Judicial brinde respuestas más rápidas ante la comisión
de un delito, con los objetivos que debe observar una ley penal juvenil.

Mencionado el fin de la Ley 27.272, surge a todas luces que no puede convivir en un
mismo proceso penal con la 22.278, que apunta a implementar una cantidad de medidas
tuitivas al caso en concreto durante un tiempo razonable (en nuestra legislación, se habla
de un año como mínimo[7]) con el objeto que el Juez no sólo conozca con quién vive el
menor, dónde, la relación con sus familiares, si asiste al colegio, las causales que lo
llevaron a delinquir, sino que también arbitre estrategias respecto a su futuro.

Con lo señalado pretendo demostrar que el juez debe hacer lo posible (o en palabras de la
Corte Suprema “agotar todos los recursos”[8]) para que el menor de edad no cometa
nuevos delitos y su vida delictiva finiquite en esa intervención, y no castigarlo
rápidamente por el hecho cometido como la ley 27.272 pretende.
Prueba de ello es el artículo 4° de la Ley 22.278 que brinda al juez la posibilidad de
reducir la pena a la escala de la tentativa del delito investigado e incluso prescindir de
pena.

No debemos confundir, como muchas veces lo hacen los medios de comunicación y/o
personas ajenas al Fuero de la Minoridad, que nuestro Régimen Penal Juvenil no castiga
a los niños que cometen delitos, por supuesto que lo hace, solo que no es su finalidad.

Hasta aquí expuse los argumentos por los cuales no resulta aplicable la Ley nro. 27.272 al
fuero de la minoridad.

Ahora bien, si realmente ponemos el foco en nuestros niños al tomar la decisión de no


aplicar esta Ley, como segunda parte del análisis, nos vemos en la obligación de
preguntarnos: ¿No estaremos privando a los menores de edad de algún posible beneficio
previsto en esta nueva Ley de Flagrancia?

Ventajas procesales de la Ley 27.272

La ley prevé las siguientes ventajas procesales:


A)En la primera audiencia la defensa podrá solicitar las medidas de prueba que considere
pertinentes en forma oral.
B)Si el imputado solicitare la excarcelación deberá hacerlo en forma oral y el juez lo
resolverá en la misma audiencia (por supuesto que en el caso de menores de edad se
solicitará la “externación”).
C)Todas las cuestiones introducidas en la audiencia oral inicial de flagrancia deberán ser
resueltas por el juez en forma oral, inmediata y fundada.
D)Desde la audiencia oral inicial de flagrancia hasta la audiencia de clausura inclusive,
las partes podrán solicitar al juez la suspensión del juicio a prueba, o la realización de un
acuerdo de juicio abreviado. En esos casos, si mediara conformidad del fiscal y la
defensa, el juez deberá dictar un pronunciamiento al respecto en forma inmediata.

Como vemos, la ley 27.272 cuenta con beneficios para el imputado en virtud a que es, a
todas luces, más rápida en términos de tiempos procesales y ofrece algunos institutos que
en ciertos casos pueden utilizarse a favor del encausado, pero lo expuesto no implica que
efectivamente sea más conveniente.
Pues entonces, ¿hay alguna manera de saber a priori en qué casos podría resultar
beneficiado el menor y en qué casos no? La respuesta es positiva y ocurrirá si brindamos
al niño y/o a su asistencia técnica la posibilidad de optar por uno u otro trámite
(flagrancia o común) en cada caso en concreto.
A esta altura, más de un lector se habrá agarrado la cabeza por el carácter
“revolucionario” de la propuesta, pues permítanme brindarles tranquilidad recordándoles
que el viejo 353 bis in fine permitía exactamente lo mismo, la conversión del proceso
“sumarísimo” al proceso “ordinario”.

Conclusiones

Resumiendo lo hasta aquí expuesto, tenemos tres posibles caminos a seguir en los casos
en que un niño sea detenido en flagrancia:
1) Que la causa se inicie con el trámite de la Ley 27.272 y el menor de edad y/o su
Defensor puedan transformar el proceso al trámite común.
2) Que al momento de entrevistarse con su Defensor decidan, en conjunto, un trámite u
otro.
3) Que la causa se inicie con el trámite común y el menor de edad y/o su Defensor
puedan trasformar el proceso al trámite de flagrancia.
La primera opción no resulta viable por la detención automática que contempla el artículo
353 ter de la Ley 27.272, y recordemos que ha sido declarado inconstitucional por la Sala
2 de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional, en el antecedente
nro. 2435/2017 “F. J.E. o M y otros”.
Descartaría también la segunda opción teniendo en cuenta que, por un lado, sería
excesivamente dificultoso para un Juzgado acomodar en pocos minutos (luego de la
entrevista previa entre el abogado y el imputado) su agenda y su personal a los fines de
uno u otro trámite. Por otro lado, esta segunda opción es inviable en virtud de que el niño
resultará trasladado hasta el Juzgado bajo los parámetros de la ley 27.272 o bajo los del
trámite común, por lo que a la hora de mantener la entrevista con su abogado ya se tuvo
que haber decidido indefectiblemente por un trámite u otro.

Pues bien, la tercera opción resulta ser la solución que propongo para el caso que un
menor sea detenido en flagrancia. Esto es, que la causa debe iniciarse por las reglas
comunes y, sólo en caso que el niño y/o su abogado defensor consideren más conveniente
la tramitación bajo el nuevo proceso de flagrancia, se les brinde la posibilidad de optar
por este último procedimiento.

Nótese que en esta propuesta todas las causas cuyo imputado sea menor se iniciarán en el
marco del proceso ordinario y de esta manera sortearemos el problema respecto a la
constitucionalidad el artículo 353 ter (en lo que a la detención respecta), sencillamente
porque el menor no resultará detenido en esos términos en ningún caso.
De esta manera se respeta la Convención de los Derechos del Niño y otros instrumentos
internacionales, la jurisprudencia de nuestra Corte Suprema respecto al trato que deben
recibir nuestros jóvenes, las reglas procesales domésticas y el derecho de defensa en
juicio del imputado menor de edad.

Hemos visto que aún la Ley 27.272 no ha sido declarada “inconstitucional” (exceptuando
el art. 353 ter) aunque si inaplicable en el caso de menores[9], pues bien, quizás esa
prohibición de aplicarla termine perjudicando a niños que en determinadas circunstancias
podrían beneficiarse de los tiempos procesales o de la celeridad de las audiencias, así
como de la circunstancia que determinados institutos se resuelven en forma oral y en el
mismo momento en que se solicitan. En este caso (la veda total de su aplicación), una vez
más nuestros niños resultan víctimas de una rudimentaria técnica legislativa (incompleta
por omitir alusión alguna a los menores de edad) que da como resultado resoluciones
judiciales que buscan subsanar esas fallas para protegerlos; pero lo cierto es que al llevar
a cabo dicha interpretación también se los priva de varios beneficios que esa ley les
brinda.

Esto es lo que hace años se conoce como “fraude de etiquetas”, y entiendo que no
permitir el goce de los “posibles beneficios” del trámite de la Ley 27.272 en ningún caso
en los que hay niños involucrados sería incentivar esa práctica infausta; pero teniendo
siempre claro que sólo ellos y/o su defensor pueden optar por su aplicación al caso en
concreto.

Por último, la importancia de este análisis se refleja en la estadística, ya que resultan ser
aprehendidos en situación de flagrancia en el 90% de los hechos delictivos cometidos por
menores de edad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires[10].

A mayor abundamiento, me he tomado la tarea de investigar la cantidad de detenidos


mayores de edad que ingresaron a la Unidad nro. 28 (Alcaidía situada en el Palacio de
Justicia) con el trámite de flagrancia de la Ley 27.272 desde su entrada en vigencia hasta
el día 31 de julio del 2017 y a cuántos de ellos se le concedió la libertad luego de la
primera audiencia.

El número me resultó llamativo: de un total de 2.094 casos ingresados en la Unidad nro.


28 desde su entrada en vigencia el 1° de diciembre de 2016, a 1.046 de esas personas se
les concedió la libertad luego de la primera audiencia, por lo que podemos concluir que la
mitad del total de los detenidos estuvieron hasta 48 horas privados de su libertad solo en
virtud del artículo 353 ter de la Ley 27.272, si tenemos en cuenta que luego de analizarse
los riesgos procesales se resolvió su libertad.
Resulta claro que esto no es compatible con el corpus iuris de los menores de edad,
porque no podemos tolerar que, en el mejor de los escenarios, los niños resulten
detenidos hasta 48 horas antes de resultar indagados y, recién en ese momento, se
determine que la mitad de ellos estuvieron privados de su libertad en virtud de

[1] Abogado, integrante de la Defensoría General de la Nación.


[2] Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional, Sala 2, “F. J.E. o M y
otros s/legajo de casación”, 9-6-2017.
[3]Domínguez, Pablo Eduardo, “Recurso de CasaciónF. J.E. o M y otros” ante la Sala VI
de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital
Federal, 13-2-2017.
[4] Este principio implica la constante evolución, ampliación y expansión en el
reconocimiento y protección de derechos y garantías favorables al ser humano. Dicho de
otro modo, significa avanzar siempre en favor del hombre, asegurando que tanto desde un
plano normativo/positivo como político/fáctico se arbitren los medios para contrarrestar
el monopolio de la fuerza estatal, a la par en que debe enaltecerse la figura de la persona
como elemento constitutivo del Estado y no como un mero integrante de su territorio.
[5] Se podría definir como la salvaguarda que actúa ante todo eventual freno, atropello o
incluso pauperización de derechos humanos previamente adquiridos.
[6] Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional, Sala 2, “F. J.E. o M y
otros s/legajo de casación”, 9-6-2017.
[7] Ley 22.278, artículo 4°, inciso 3.
[8] Corte Suprema de Justicia de la Nación, “Maldonado, Daniel Enrique y otros”, 7-12-
2005.
[9] Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional, Sala 2, “F. J.E. o M y
otros s/legajo de casación”, 9-6-2017.
[10] Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional, Sala 3, “G., A.N.”,
conf. voto del Dr. Pablo Jantus, 4-4-2017.
Citar: elDial DC2679
Publicado el: 20/11/2018
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