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Correo Interno Hola a todos. Continuando con nuestro Seminario “Pensamiento Político Latinoamericano y
educación”, nos proponemos analizar en la presente clase el pensamiento de Saúl
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Alejandro Taborda, un pedagogo argentino que, enlazando prácticas educativas
tradicionales con el pensamiento revolucionario cultivado al calor de la Reforma Universitaria
Escribir de 1918, significó una autentica ruptura con las matrices que guiaban la práctica educativa
mensajes Reporte de lectura y
de su tiempo. participación
Intercambios
Articular lo cultural y lo político
Foros
Cuando uno conoce las ideas del pedagogo cordobés Saúl Alejandro Taborda (1885-1944)
se encuentra con una crítica al pensamiento de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) y
Chat a la política educativa “oficial”. Podríamos creer que Taborda se monta sobre la oposición
civilización y barbarie, para hacer una apología del polo opuesto al sostenido por Sarmiento,
esto es: que Taborda construye un discurso pedagógico para enaltecer a la “barbarie”.
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Nada más erróneo. Veamos por qué.

Taborda rescata las prácticas culturales, en cierto sentido “tradicionales”, no sólo por el
hecho de enaltecerlas, o porque creyera que existe una “pureza cultural” en el pasado que
se ha perdido. Sus ideas apuntan a reconectar los elementos que el liberalismo fundacional
había disociado: las prácticas culturales populares con los procesos pedagógicos; o, en
términos político-culturales, la tradición y la revolución.

¿Y por qué esa reconexión? Taborda la hace con el propósito de vincular políticamente al
pensamiento con la vida cotidiana, ya que observa que

Un extraño apoliticismo ha hecho camino en la intelectualidad argentina. (Los intelectuales) se


clausuran en un limbo en cuyo clima lo inmediato y cotidiano carece de sentido y de
estimación. Tanto que en nuestra realidad concreta esta actitud cobra ya los pronunciados
relieves de una escisión entre el pensamiento y la vida. (Taborda, 1933: 18).

El programa de pensamiento de Saúl Taborda, en definitiva, tiene como propósito


el desarrollo de una articulación entre la cultura y lo político.

La crítica de la pedagogía oficial

Ante todo, Taborda critica los “ideales” de la pedagogía “oficial” (la pedagogía de
Sarmiento, el normalismo-positivista y el ideario del Centenario), centrados en lo que él
llama “idoneidad” y “nacionalismo”, que sirven a los intereses dominantes de la burguesía en
cada etapa (cf. Taborda, 1951, II: 45; 47; 54-56). Las grandes estrategias educativas
adoptadas por las políticas escolares argentinas, se basan en esos ideales de idoneidad y
nacionalismo, que son los impuestos por el capitalismo occidental. Al sostenerse desde los
sectores dominantes estos ideales, se escamotean las prácticas culturales, entre ellas
el hecho educativo comunal –que Taborda rastrea en la historia de las comunas argentinas.
Esos ideales están fundamentados en una pedagogía sometida a los designios del proyecto
político hegemónico, conformada por un minucioso y poderoso andamiaje institucional y por
la recurrencia de un “discurso del orden” político educativo

Educación y construcción política como


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Educación y construcción política como
herramientas de transformación social Síntesis biográfica

Continuando con la constitución de un


pensamiento alternativo a las políticas
educativas oficiales, Taborda critica
fuertemente el perfil racionalista de dichas
concepciones. Contra el optimismo
pedagógico liberal, Taborda deja en claro que
las contradicciones sociales son la médula de
las sociedades de clases, por lo que todas
sus producciones (inclusive la escolar) se Taborda nació el 2 de noviembre de 1885 en la
corresponden y reproducen ese estado de estancia paterna del interior de la provincia
cosas. En consecuencia, la educación, aislada argentina de Córdoba. Desarrolla sus estudios
de la política, no transformará la sociedad. La primarios en la Escuela Normal de Córdoba, y,
única vía que posibilita una transformación posteriormente, los secundarios en el Colegio
social es la construcción política, articulada Nacional del Oeste, de Buenos Aires,
y, con la cual, debería imaginarse una egresando finalmente del Colegio Nacional de
educación diferente, que contribuya Rosario, en 1906. Cursa sus estudios
dialécticamente a esa transformación (cf. universitarios en la carrera de Derecho, en
Taborda, 1951, II: 189). la Universidad Nacional de la Plata, durante
1908-1910, y se doctora 1913, esta vez en
En el mismo sentido, para nuestro autor, la Universidad del Litoral. Allí es nombrado
cuando Sarmiento diseñó la pedagogía profesor de Sociología en 1920, al tiempo que
“oficial” soslayó todas las manifestaciones se desempeña como abogado. En 1918
culturales y educativas anteriores (a lo que publicó su primer ensayo, Reflexiones sobre el
Taborda llama “pedagogía comunal”), pero no ideal político de América donde esbozó su
por razones específicamente educativas, sino ideario anticapitalista. La Reforma Universitaria
por motivos políticos. La obra Educación de 1918 lo encuentra como uno de sus
popular de Sarmiento (1849), refleja su principales protagonistas, junto a los jóvenes
fascinación por el ideario revolucionario Deodoro Roca, Raúl Orgaz y Carlos Astrada,
francés y por la filosofía cartesiana, de modo todos ellos sus amigos personales. En 1935
que “calcula” los modos en que, a través de funda la Revista Facundo. En 1937 intenta
la educación, se formará el tipo de hombre crear el primer Instituto Pedagógico de la
destinado a vivir y realizar una determinada provincia de Buenos Aires. En 1942 es
estructura política. Queda claro en esa obra nombrado ad-honorem para dirigir el Instituto
de Sarmiento, que lo que importa es la Pedagógico. El ejecutor de las ideas
educación del elector y la preparación de los pedagógicas de Saúl Taborda, su discípulo
hombres para el trabajo en el capitalismo (cf. Antonio Sobral, llega a asumir la presidencia
Taborda, 1951, II: 224-225). En tal sentido, del Consejo General de Educación,
rehusó considerar las cualidades de la implementando reformas que cumplen
educación comunal para reemplazarla en cabalmente con el ideario de su maestro, quien
cambio por una escuela “atiborrada de así puede ver en vida parte de su obra llevada a
ciencia hecha, medida y dosada” (Taborda, la práctica. Saúl Taborda fallece en la ciudad
1951, II: 226), por saberes envasados y de Unquillo, en su provincia natal, el 2 junio de
sometidos a la linealidad y uniformidad, que 1944.
pueden ser valiosos pero en otros contextos.
Con lo que, de paso, Taborda pone en discusión los modos de producción de los saberes
sociales transmisibles por medio de la escuela. Los saberes, para él, deberían provenir de las
culturas comunales, y no de ideologías capitalistas que se pretenden “revolucionarias” y
que refuerzan el individualismo, la utilidad y la ganancia (cf. Taborda, 1951, II: 225-226).

En esta entrevista, el Prof. Jorge Huergo esboza una síntesis del pensamiento de Saúl
Taborda:

Niñez y juventud como actores políticos: el valor pedagógico de las vivencias, el


trabajo y la sexualidad

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La concreción de la pedagogía política hegemónica se logró con la sanción y aplicación de la


Ley 1420, de 1884, una copia de la Ley de Educación del Ministro Ferry en Francia, de
notorio cuño racionalista. También se logra mediante el régimen de los programas, de modo
que, incluso antes de que nazca esos programas pueden enunciar cuáles serán las
facultades que el niño trae (cf. Taborda, 1951, II: 170). Es así que la centralidad y
supremacía de los programas anulan los términos de la realidad educativa: el niño concreto
y el educador en cuanto hombre (cfr. Taborda, 1951, II: 191). De este modo, queda
consagrado el método educativo racionalista“que prescinde de las peculiares disposiciones
de ‘cada niño’ –el niño concreto– y del sesgo propio de su fluencia vital” (Taborda, 1951, II:
171).

Taborda acoge con simpatía a las nuevas corrientes donde “todo hacer pedagógico que
quiera ser fiel a las exigencias del tiempo debe tratar a la niñez como niñez y a la juventud
como juventud” (Taborda, 1951, II: 197).

Basado en esas corrientes que acompañaron a la Reforma Universitaria de 1918, Taborda


afirma que la vivencia, junto al trabajo, son dos novedosos acentos pedagógicos de su
tiempo contra el intelectualismo.

Este video, realizado por la Secretaría de Extensión Universitaria y Cultura de la Universidad


Nacional de Entre Ríos muestra los aspectos mas relevantes del ideario y el accionar de la
Reforma Universitaria de 1918.

Otra de las cuestiones más notables respecto al proceso educativo se refiere al rescate y
reconocimiento de la sensibilidad, como así también de la sexualidad. En este caso, llama a
explorar y conocer la “erótica juvenil”, cuya significación es tan diferente a la del adulto,
antes de llenar a los jóvenes (por ignorancia de los adultos-educadores) con un inventario
de cosas propias de adultos (cf. Taborda, 1951, II: 297). Además abordó el problema de la
participación estudiantil en el gobierno escolar, como se sabe, lo que le valió la acusación
de anarquizador cuando fue Rector del Colegio Nacional (1921) de la Universidad de La Plata
(UNLP). Pero, más allá de eso, pone de relieve la articulación de política, pedagogía y
juventud en su pensamiento y acción. Vale la pena recordar estos hechos.

Como se ha dicho, cuando en 1921 es nombrado rector del Colegio Nacional de la


Universidad Nacional de La Plata emprende diversas reformas pedagógicas, tendientes a
revalorizar la personalidad del estudiante secundario. Su presencia no fue bien vista por los
sectores de derecha, pero fue recibida con entusiasmo y grandes expectativas por los
estudiantes. ¿Qué medidas se pueden destacar? Entre otras cosas, sustituyó la disciplina
patriarcal y exterior por un régimen de autocontrol y alentó la expresión artística. En esa
línea creó una Casa del Estudiante para el encuentro pleno de educadores y educandos,
con vistas a efectivizar la función social que se le reclamaba en forma creciente a la
Universidad: el anhelo de que la cultura en sus múltiples manifestaciones se vuelque en el
alma del pueblo. La Casa del Estudiante también fue concebida como el sitio donde iba a
lograrse la fusión definitiva entre estudiantes y obreros.

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Colegio Nacional de La Plata, c.1920

En marzo de 1921, Taborda aparecía asediado por diversos intereses (de docentes
tradicionales y autoritarios desplazados) y discrepancias ideológicas, especialmente por
quienes estaban al frente de la UNLP: el Dr. Carlos Melo, como presidente, y el Ing. Eduardo
Huergo, en calidad de vicepresidente, que pedían la expulsión de Taborda a quien
responsabilizaban de haber generado el caos y la anarquía en el Colegio. Pero Melo resuelve
por su cuenta clausurar el colegio y suspender al rector. La “Asociación Pro Cultura
Secundaria” –presidida por un militar– y un comité anónimo de estudiantes del Colegio
Nacional, que esgrimían la bandera de la argentinidad, denunciaron que la institución se
había convertido en un centro de perversión moral e intelectual para la juventud, pues no
se respetaban en él a los profesores y se incurría en prácticas irreverentes –como fumar y
tocar la guitarra (prácticas que incluían a Taborda); decir obscenidades; reunirse con
mujeres (recuérdese que hasta la década del 60 la mayoría de los colegios secundarios no
eran mixtos); apoyar a los obreros huelguistas, o asistir libremente a clase. En semejante
contexto, Taborda era tildado de traidor a la patria, también por sus simpatías con la
Revolución Rusa y por propagar ideas libertarias “antinacionales”.

Taborda se niega a entregar el Colegio, y desconoce la decisión de las autoridades. El 17 de


marzo de 1922, Taborda, junto con el alumnado, tomaron el edifico del Colegio para
asegurar el dictado de las clases ante la clausura impuesta por Melo. Más tarde, cuando el
Consejo Superior decide separarlo de sus funciones, Taborda se atrinchera dentro del
establecimiento con una guardia estudiantil permanente que se opone a esa medida. El Ing.
Huergo, que acababa de asumir como nuevo Presidente de la UNLP, hace efectiva la
expulsión. Para ello deriva la cuestión al Poder Judicial (lo que llamaríamos hoy judicializar
una decisión de política educativa, a fin de legitimarla), el cual resuelve rodear el Colegio,
cortarle el teléfono, la electricidad, la luz y el agua, hasta que el 20 de abril se dispone la
intervención policial que desaloja el local y detiene a los ocupantes. Además se
“secuestraría” allí material bibliográfico ('subversivo') –como el libro Páginas Rojas y la
revista libertaria Quasimodo.

Para reflexionar: los episodios narrados evidencian una fuerte tensión entre lo
“establecido” por la tradición educativa, institucionalizado en la Universidad, y
las prácticas transformadoras como las llevadas adelante por Taborda en el
Colegio Nacional de la UNLP. ¿Cómo vemos hoy esa relación? ¿Existen espacios
en las instituciones educativas para el desarrollo de los proyectos que podrían
ser denominados “innovadores”?

La educación comunal en la construcción del proyecto nacional


Más allá de estos hechos, Taborda piensa la política educativa como una política cultural
que tiene dos rasgos principales:

1. una cultura articulada con lo político (en lo comunalista y facúndico, como él lo


denomina), y
2. una percepción de los procesos históricos como permanente dialéctica entre
tradición y revolución (cf. Huergo, 2005).

En el plano de la organización del sistema educativo, y de lo que podríamos llamar hoy la


educación no formal, Taborda arremete contra las instituciones copiadas (cf. Taborda,
1951, II: 207-208), porque cargan con las contradicciones que les dieron origen, pero que
son propias de otros contextos. Precisamente lo que las instituciones y las políticas
“oficiales” pretenden soslayar, arrasar, someter, son las expresiones y las prácticas
provenientes de las comunas. La idea más fuerte, quizás, es que las comunas argentinas
“han cumplido sin solución de continuidad, antes y después de la unidad nacional, tareas
docentes auténticas y eficaces” (Taborda, 1951, II: 198). Ellas han logrado “productos
espirituales que aspiran al reconocimiento (de la) preexistencia de un determinado estilo de
vida y de una determinada manera de cumplir la voluntad docente de su respectiva cultura”
(Taborda, 1951, II: 199).

En primer lugar, Taborda sostenía que:

no sólo existió una “educación comunal” antes de la unidad nacional, sino que sigue
existiendo en el presente;
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existiendo en el presente;
en todos los casos, las prácticas culturales educativas comunales experimentan una
situación de “no-reconocimiento” y buscan continuamente el reconocimiento.
En segundo lugar,
las comunas poseen un estilo de vida;
la cultura de las comunas ha desarrollado la docencia (aunque no en el sentido
escolar). En las comunas los padres y preceptores, los vecindarios, las iglesias, las
familias y los cabildos educaban a los niños articulando su tarea con los ideales de los
círculos y los núcleos sociales comunitarios (cf. Taborda, 1951, II: 199).

La dimensión de “lo político” en el campo educativo: tradición y revolución,


sujeto y comunidad
Taborda llega a una afirmación central: todos los espacios públicos, todos los ámbitos
sociales y culturales vinculados al medio comunitario, son educativos, y son
“enseñantes”, son docentes (y tienen su propia didáctica). Taborda incluye en esos
espacios y ámbitos, acaso como uno privilegiado, a la escuela, ya que la escuela “estaba
en el alma del pueblo” (Taborda, 1951, II: 199; aunque se refiere a una escuela como
espacio público o comunidad educativa comunal, y no a la escuela copiada del sistema
francés). Por lo demás, esa escuela no es una escuela, por así decirlo, “neutral”, sino que
se articula con lo político.

Otro aspecto central del pensamiento de Saúl Taborda es el de la dialéctica


tradición/revolución. Para él, la actividad del espíritu (en un sentido histórico) supone el
juego dialéctico entre dos cuestiones:

la memoria de las relaciones ya obtenidas, la memoria que nos trae –de tradere, de donde
proviene “tradición”– esas relaciones, y la revolución, esto es, la actitud en la que el espíritu
vuelve sobre una relación adquirida y la convierte en un nuevo problema. Consiste, pues, en un
movimiento decantador que va perpetuamente de la tradición a la revolución. (Taborda, 1951, II:
228).
Las transformaciones necesitan de las raíces; es una memoria de valores para la recreación
permanente de la cultura; lo cual no supone un recorrido previsto, sino el estimular el
movimiento de la fantasía creadora (cf. Roitemburd, 1998: 164). Taborda alude al sentido
residual de la tradición, y este concepto es fundamental para comprender la proyección
transformadora de su pensamiento: La tradición no es interpretada en el sentido folclórico,
de superposición de elementos inertes del pasado en el presente, sino una tradición
considerada en su sentido histórico. Por lo tanto, solamente una estrategia política que
responde a intereses extraculturales y que, por eso mismo, soslaya la cultura, es capaz de
operar la peligrosa dislocación que significa olvidar la tradición; así como también lo es
repetirla, sin aceptar la revolución. Para Taborda, la dislocación tuvo distintas dimensiones.
En su dimensión educativa, se disoció la “revolución” educativa de las tradiciones de la
pedagogía comunal, y también de los espacios que educan por fuera de la escuela.

Para finalizar, debemos comprender que todo el desarrollo del pensamiento de Taborda
adquiere un sentido más pleno, al incorporar la cuestión de lo político. Quedará claro que es
clave en Taborda la diferenciación entre lo político de la vida popular y “la política” del
liberalismo oficial. Para él, el sentido de lo político está relacionado con las prácticas
culturales populares. En esta línea de análisis, la pedagogía tiene un acentuado sentido
político, y tiene como tarea la formación del hombre político en la vida de la comunidad (cf.
Taborda, 1951, II: 212).

Pero “la política” oficial ha implicado una despolitización de lo político en la educación, al dar
las espaldas a los espacios, a los movimientos y a las culturas de la comunidad.

Para reflexionar: ¿Cómo entiende Taborda “lo político”? Como aquello que se hunde en el
suelo nutricio de un fondo de emociones, deseos, quereres y representaciones, que es el
pueblo de carne y hueso, tan desestimado por el intelectualismo político y pedagógico
dominantes (cf. Taborda, 1936).

Les proponemos las siguientes actividades:

Escribir una breve síntesis (no más de 1200 caracteres) las ideas centrales en el
pensamiento de Saúl Taborda.

Reflexionamos acerca de las siguientes categorías

procesos pedagógicos: relación dialéctica entre tradición y revolución//pedagogía


comunal//construcción y trasmisión de saberes//sensibilidad y sexualidad//política,
pedagogía y juventud//régimen disciplinario: patriarcal vs. autocontrol

¿Puede vincularlas con situaciones de su propia trayectoria educativa? Haga una breve
descripción.
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descripción.

Compartimos en el foro:

¿Cuáles aspectos de las propuestas de Taborda podrían ser incorporados


en la práctica docente actual? ¿Por qué?
¿Cómo podemos recuperar el pensamiento de Taborda en el debate actual
acerca de juventud y participación política?

Materiales complementarios:

Texto de la Ley 1420, en Biblioteca Nacional del Maestro,


http://www.bnm.me.gov.ar/e-
recursos/medar/historia_investigacion/1880_1910/politicas_educativas/ley_1420.php,
(consultado agosto 2012)
Página oficial del Colegio Nacional “Rafael Hernández” de la Universidad Nacional de La
Plata, http://www.nacio.unlp.edu.ar/?p=rec, (consultado agosto 2012)

Los sectores medios y la reforma de educación superior a principios del siglo XX, 1:25
minutos de duración, portal Educ.ar, (consultado agosto 2012.)

Huergo, Jorge (2005), Hacia una genealogía de Comunicación/Educación, La Plata,


Ediciones de Periodismo y Comunicación.
Roitenburd, Silvia N. (1998), “Saúl Taborda: la tradición entre la memoria y el
cambio”, en Rev. Estudios, Nº 9, Córdoba, Centro de Estudios Avanzados (Universidad
Nacional de Córdoba), julio 1997-junio 1998.
Taborda, Saúl (1933), La crisis espiritual y el ideario argentino, Santa Fe, Instituto
Social de la Universidad Nacional del Litoral.
Taborda, Saúl (1936), “Comuna y federalismo”, en Revista Facundo, Año II, Nº 4,
mayo de 1936.
Taborda, Saúl (1951), Investigaciones pedagógicas, 2 vols., Córdoba, Ateneo
Filosófico de Córdoba.

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