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Un antídoto llamado Mark Fisher

Aldo Perán

En enero de este año, Mark Fisher —tal vez el crítico cultural más
relevante de su generación— se suicidó. Tenía 48 años. Su condición de
intelectual melancólico era conocida por quienes seguían su blog (k-
punk.org) o sus publicaciones en The Wire o New Stateman. Para medios
como Jacobin, Fisher “le otorgó a una izquierda moribunda la sacudida
que necesitaba para despertar de la pesadilla de la complacencia
neoliberal”.
Compuesto por nueve capítulos, Realismo capitalista describe la
capacidad del modelo económico actual para apropiarse de la realidad
mediante la asignación del valor monetario, ahogando la cultura, el
trabajo y la totalidad de la esfera social. Es, para su autor, “una barrera
invisible que impide el pensamiento y la acción genuina”. Un ejemplo
que da cuenta de esta condición “aparente” en la cual el capitalismo nos
subsume sería, entre otros, el “chantaje ideológico” de iniciativas como
Live8: la idea de que individuos solidarios pueden acabar con la pobreza
sin necesidad de ninguna solución sistémica y política se ha vuelto
incuestionable.
Fisher aborda la mutación que el mercado ha desarrollado en los
últimos cuarenta años al explicar, entre otros, su atmósfera: el
sinsentido de los focus groups, la perversidad de los call centers, la
alteración de la burocracia y de una “cultura de la auditoría”.
Presentando una contundente respuesta a la advertencia realizada
por Fredric Jameson y replicada por Slavoj Žižek de que en la actualidad
resultaría más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo,
Fisher no toma posición a partir de la lógica capitalista; más bien, piensa
en estrategias contra el realismo capitalista (la “politización” de la salud
mental, terminar con el “régimen de inspecciones” que determinan el
diario vivir), de manera que las sociedades puedan confrontar —
reactivando la dimensión antagónica de la política— un modelo
económico que subordina la existencia a una realidad capaz de
reconfigurarse infinitamente. ¿De qué modo? Mediante la emergencia de
“un nuevo sujeto político (colectivo)”, a la manera del Occupy Wall
Street o los movimientos sociales de los cuales surgieron, por ejemplo,
PODEMOS o el Frente Amplio.
Fue durante el salvataje de diversos gobiernos a la crisis bancaria
de 2008 cuando, afirma el autor, el neoliberalismo se desacreditó. En
ese momento, Fisher descubrió que nada asusta más al realismo
capitalista que una supernanny marxista capaz de lograr lo que el
neoliberalismo no: entre otras estrategias, la izquierda debiera promover
una reducción masiva de la burocracia y la modificación de las formas
de control y administración de los trabajadores, devolviéndoles su
autonomía.
Fisher ofrece, en suma, una respuesta a las inquietudes y
demandas que durante la última década han surgido como expresión del
malestar social, poniendo en crisis la legitimidad, hasta entonces
incuestionable, del modelo neoliberal.

Mark Fisher, Realismo capitalista, Caja Negra Editora, 2016.


$15.000.

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