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EL ETERNAUTA

Y OTROS CUENTOS
DE CIENCIA FICCIÓN

por
HÉCTOR GERMÁN ÜESTERHELD
4 JUAN SASTURAIN

ELERNAUTA 11. Otira vez con SOLANO Ló­ Hasta que en el número 6, de
PEZ, para la revista SKORPIO, de EDICIONES
abril de 1962, el navegante del
RécoRD. La publicación de los epi­ porvenir cambiaba el tono y el ar­
sodios prácticamente coincidió gumento para narrar la continui­
con su secuestro y trágica des­ dad de su propia aventura, lo que
aparición a manos de los represo­ había sucedido después de haber
res de la dictadura en 1977. ido a recalar al Continuum 3 al
La historieta lo sobrevivió bastardamen­
te: MANOS más o menos ANÓNIMAS fue­ accionar la máquina que lo salvó,
ron responsables de una ulterior conti­ al altísimo costo de separarlo de
nuación -conocida como EL ETERNAUTA su mujer y de su hija. Ayudado
///- producida primordialmente para el por el mano, JUAN VUELVE EN su
mercado italiano, donde la revista L 'E­ BUSCA AL TIEMPO Y ESPACIO DEL
TERNAUTA tuvo larga y auspiciosa vida
BUENOS AIRES QUE ABANDONÓ, Y LA
hasta avanzados los ochenta. AVENTURA PROSIGUE.
Mientras el personaje crecía y sigue cre­ EL DESARROLLO DE ESTA CONTI­
ciendo hasta convertirse, en la actualidad, NUACIÓN GENUINA DE EL ETERNAUTA
en uno de los pocos mitos genuinos de la INICIAL SE PROLONGÓ -EN EXTENSOS
cultura argentina en el siglo XX, la versión CAPÍTULOS ILUSTRADOS SUCESIVA­
novelada de su historia ha quedado como la MENTE POR SCHIAFFINO, LOBO, FAH­
frustración de un proyecto nunca realizado. RER, MUÑOZ, DURAÑOfl!A, SPADARI Y
Así, la novela de EL ETERNAUTA no OTROS- HASTA EL NUMERO 15, DE
existe. Sólo tenemos esto. FEBRERO DE 1963, CUANDO LA REVIS­
TA SE INTERRUMPIÓ, dejando la historia
2. QUE ES ESTO inconclusa.
Esta es la primera vez que se publica
A fines de 1961, cerrado el ciclo glorioso desde entonces. Nunca fue retomada ni
de FRONTERA, 0ESTERHELD creó un nuevo existen datos que permitan suponer el desa­
medio aventurero, un magazine de cien­ rrollo ulterior de las aventuras, ya que cuan­
cia ficción para Editorial Ramírez que do Oesterheld volvió sobre Juan Salvo, eran
combinaba información científica con otras las historias que deseaba contar. Sin
historietas, relatos y cuentos del género. embargo, caben algunas reflexiones sobre
Y lo bautizó EL ETERNAUTA, aprovechando este texto singular.
la popularidad de su personaje más fa­
moso. 3. LA LUCHA CONTINUA
A partir del 4to número de la
"REVISTA EL ETERNAUTA ", el viajero Un aspecto evidente es su inorganicidad,
del tiempo se convirtió en vehícu­ el aire arrebatado de su concepción. La his­
toria salta sin transición de un clima a otro,
lo y pretexto para el relato de su­ de una circunstancia a otra. Quema etapas,
cesos históricos ilustrados, a la modifica los ritmos sobre la marcha, pasa de
manera del ERNIE PIKE de "BATA­ las pormenores a las elipsis y suele plantear
LLAS INOLVIDABLES". Juan Salvo se situaciones que apenas quedan en eso, sin
corporiza ante el guionista en la situación desarrollarse en todas sus posibilidades.
clásica del comienzo de relato y le narraba Como si fuera un borrador apresuradamente
- testigo inconcebible- un suceso habi­ difundido en el que están, embrionariamente
tualmente desmesurado y terrible: primero planteadas, las líneas de un relato que se va
pensando a sí mismo mientras crece.
Pompeya, después Hiroshima...
fJVTROOUCCIÓIV: "EL ETERIVAUTA: TRES VECES SALVO" 5

Hay por lo menos 4 secuencias: Desde el origen -auténtico "bautismo"


del que sale "salvo" un nuevo Juan- la his­
),o, la 1 ra abarca las aventuras en El Ti­
toria se plantea en términos crudos de vio­
gre hasta el encuentro con Favalli"'
lencia e indeterminación. El protagonista no
),o, la 2da, el con1acto con las tropas del va a ninguna parte sino que, solo, busca a
Capitán Timer, y los breves enfren­ ti�ntas entre 1� confusión y el equívoco: por
tamientos con el enemigo hasta la primera vez, vive la dura ley de la selva que
partida hacia el norte; Favalli pronosticara en la historia original
como único marco de referencia y pauta de
),o, la 3ra es la experiencia de la llegada
relación entre los sobrevivientes.
y el ataque a la ciudad de Nueva
El Tigre es precisamente un lugar selvá­
York que tennina con la caída de
Salvo y Favalli como prisioneros en tico de señales confusas donde para Juan
manos del enemigo; y Salvo, que "sabe", nada tiene sentido ni es
lo que parece ser: sucesivamente, encuentra
),o, la 4ta e inconclusa, el salto al espacio a Bartomelli, a Amelia y el Bocha, a la mi­
exterior y el conocimiento de una sión de "La Cruz" -falsa salida (¿simbóli­
nueva perspectiva, un nuevo y horro­ ca?) encarnada en un loco, el Capitán Ro­
roso marco galáctico para la guerra. ca- termina huyendo de y matando a otros
hombres: a tiros a uno, ahogando al segun­
. , Como en la historia original, aquí tam­ do y con un cuchillo a un tercero, en breve
b1en hay un movimiento de lo particular a lo
general, de lo conocido a lo desconocido ' lapso.
que se corresponde con un traslado físico: El equívoco de la no discriminación entre
de El Tigre a Nueva York y de ahí al espacio "amigos·: y "enemigos" persiste en la larga
exterior. secuencia de contacto con Favalli en el heli­
En la aventura primera, ese itinerario que cóptero: no saber contra quién ni por qué se
empezaba con la salida de la casa iba reve­ lucha. En este sentido, todo el primer tramo
l de la historia -incluso el "crucer" en acción
lando pausada y horrorosamente, las carac­
t�rístic�� de la tragedia. Primero su amplia que intercepta los cohetes intercontinenta­
d1mens1on y luego su sentido -la invasión les- no enriquece el planteo original de EL
ErERNAUTA sino que es "más de lo mismo" '
extraterrestre-. Después, ya en el contexto '

d� la luch� contra el invasor, el desplaza­ solo que exacerbado por la crudeza de la


miento hacia el Centro iba, paulatinamente, violencia y la velocidad de los sucesos.
revelando los sucesivos rostros del enemigo: El contacto con la misión norteamericana
"cascarudos", "gurbos", "manos", "hombres equivale -en términos estructurales- a la
robot", todos al servicio de los esquivos irrupción de las fuerzas organizadas del
"Ellos". Después, la derrota y la huida tan Ejército que recogían a los sobrevivientes
costosa. aislados en la primera parte: apertura a otra
El Juan Salvo que regresa a la Tierra, dimensión de la lucha e información más
sabe..La narración lo devuelve al tiempo y amplia sobre los alcances de la invasión. Sin
espacio que abandonó en el momento de �mb�rgo, en este caso, el problema para el
entrar en la nave o máquina de tiempo del 1nteres del relato, es que no hay revelacio­
"Ello" que le sirve para escapar. Viene a nes que el lector comparta con Salvo y Fa­
buscar a Elena y Martita y, una vez más, no valli sino mera información complementaria.
la� encontrará. El e·spiral de la guerra y la La expectativa crece con el traslado a
busqueda del conocimiento lo alejan cada Nueva York. Pero no dura nada. Práctica­
vez más del proyecto individual. Además, mente con ellos llega el ataque y la destruc­
ese Juan Salvo es otro, moldeado por la ex­ ción de la ciudad. Otra vez la salvación mi­
periencia y endurecido por la frecuentación lagrosa por aislamiento-el ascensor hermé­
de la muerte. tico-y la huida en inferioridad de condicio­
nes que prefigura el final de la historia origi­
nal.
6 JUAN SASTURAIN

Sólo la cuarta e inconclusa secuencia las características de esa modalidad de fic­


abre la historia hacia una nueva dimensión. ción, y podrían ser transcriptos en secuencia
La larga escena final, con los quinientos dibujada (historieta) prácticamente sin modi­
sobrevivientes humanos ante el "mano" ficación.
que les explica cómo son las cosas en el Y esto es válido, sobre todo, para EL
Universo (Ellos y Enemigos se disputan ETERNAUTA, donde prolifera la acción vertigi­
todo... ) y cuál es su posibilidad de sobre­ nosa por sobre todo com1ponente narrativo.
vivir en él, es de lo más rico de la historia En cuanto a las historias en sí, el irregu­
y nos devuelve al mejor Oesterheld. lar "RETORNO" vierte en pocas páginas una
EN ESAS LÍNEAS DE DIÁLOGO ES­ buena historia, material! narrativo que sin
TÁN PREFIGURADAS LAS CUESTIONES duda pedía un desarrollo más moroso y
QUE OCUPARÁN EL CENTRO DE LOS pausado: parece el argU1mento de una nove­
PLANTEOS ÉTICO-POLÍTICOS DEL AU­ la condensado, con moraleja, mensaje y to­
TOR EN EL FUTURO, Y DE LAS OBRAS do.
DE FICCIÓN QUE LOS EJEMPLIFICARÁN, "PARIA ESPACIAL" -cuya trama desarro­
DE EL ETERNAUTA DE BRECCIA EN EL lló más de una vez, con variantes- retoma
'69 A LA GUERRA DE LOS ANTARTES Y el tema del sacrificio individual, que se reite­
EL ETERNAUTA II EN LOS '70. ra en "UN HOMBRE COMúN": Rainer Lomas y
La historia se interrumpe, precisamente, Robert Foss se entregan para salvar a la
cuando más prometía... Tierra en un caso, a Norteamérica -en el
contexto de la Guerra Fría- en el otro.
4. CONTAR EN IMAGENES "UN PLANETA... PLANETA... PLANETA...
,,
juega con el "planeta trampa" dentro de la
Los cuentos que acompañan al inconclu­ variante original de la seducción del ocio y la
so "EL ETERNAUTA" en esta edición tienen contemplación de la belleza: la historia tiene
distinto origen. Cuatro de ellos aparecieron más resonancias -monstruos "polípteros"
también en la "REVISTA EL ETERNAUTA11: incluidos-- que la simpleza de su trama ha­
"RETORNO", en el número 4: "UN HOMBRE ría suponer.
COMúN", en el 5, y "PARIA ESPACIAL" y "UN
PLANETA••• " en el número 6. Todos ellos 5. LA ARTESANIA LITERARIA
comparten con el relato más extenso un rit­
mo narrativa casi oral y la recurrencia al pre­ Diferente es el caso de los otros cuentos
sente histórico o la omisión del verbo en las que completan el volumen. Los dos más ex
descripciones de las escenas de acción, lo tensos- "EL ÁRBOL DE LA BUENA MUERTE" y
que les da cierto aire telegráfico. Una carac­ "UNA MUERTE" - se publicaron en 1965 en
terística común a los relatos de guerra de la los dos únicos números de GÉMINIS, revista
misma época incluidos en la serie BATALLAS de relatos de ciencia ficción que se proveía
INOLVIDABLES, de ERNIE PIKE. mayoritariamente de material narrativo de la
En mayor o menor medida, todos ellos, norteamericana GALAXY. La publicación, di­
también, padecen de cierta desprolijidad ex­ rigida por OESTERHELD y con tapas de
presiva, probable resultado del apuro y la BRECCIA, no incluía historietas, y estaba más
falta de una cuidada corrección. Más aún: en cerca de las clásicas MÁs ALLÁ o M1NOTAU­
algunos casos parecen-como sucede con Ro, que de su intento anterior con la "REVIS­
la continuación de EL ETERNAUTA- la mera TA EL ETERNAUTA". Buenos autores del gé­
trascripción de una NARRACIÓN ORAL nero y calidad literaria definían el medio, que
GRABADA. Osterheld, un autor tan dúctil no pudo hacer pie en el mercado.
como prolífico, solía desarrollar ante el En ese contexto, los dos cuentos de
magnetófono los guiones de sus historie­ Oesterheld no desentonan. Por el contrarío.
tas, cuadro a cuadro, con descripciones El bradburiano "EL ÁRBOL DE LA INICUA MUER­
de imagen y diálogos. Es indudable que TE"y -sobre todo- el inolvidable "UNA
extensos tramos de estos relatos tiene todas MUERTE" con su conmovedora vuelta de
/JVTROOUCCIÓIV: "EL ETERIVAUTA: TRES VECES SALVO" 7

tuerca al lema del contacto con extraterres­


tres, son de lo mejor y más acabado del au­
tor en el género. Precisamente, lo que hace
a su excelencia es el gesto elusivo, la pers­
pectiva limitada que restringe la información
del lector: estamos en la antítesis de la ima­
gen historietística y las armas son genuina­
mente literarias.
Finalmente, los brevísimos textos re­
unidos bajo el título genérico de "SON­
DAS" son los únicos que se publicaron di­
rectamente en libro y significaron de al­
gún modo el "reconocimiento" literario
de Oesterheld. Aparecieron en la antología
Los ARGENTINOS EN LA LUNA, editada por DE
LA FLOR en 1968, junto a relatos de los prin­
cipales autores nacionales. Se trata, real­
mente, de pequeñas obras maestras, mara­
villas de concisión sostenidas por un diestro
manejo de la perspectiva y el punto de vista
al servicio de la sorpresa y la paradoja.
En síntesis: este volumen reúne un con­
junto de relatos heterogéneos en su factura,
en la naturaleza de los medios que los al­
bergaron, en el estilo y las formas. Sirven de
muestreo ejemplar de la producción de Oes­
terheld durante los años '60. Algunos po­
seen el valor de un rescate semidocumental
que ilumina zonas poco conocidas de la
producción del autor, como es el caso de la
continuación de El Eternauta; otros reve­
lan su destreza de narrador dotado de ima­
ginación y estilo, capaz de lograr piezas
maestras de impecable factura, invitadas
obligadas a cualquier antología rigurosa del
género, como son esas breves "SoNDAs" o
"UNA MUERTE".
En todo caso, el maravilloso narrador
siempre tiene para contamos una historia
que no podremos olvidar.
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9

EL ETERNAUTA

1962-1968
Un crujido en la silla del otro lado del
EL ETERNAUTA escritorio. Alcé los ojos y ahí estaba, otra
Y OTROS CUENTOS vez.
DE CIENCIA-FICCIÓN El Eternauta, mirándome con esos ojos
que habían visto tanto.
porH.G.OESTERHELD Durante un largo rato se quedó ahí, mi­
rando sin ver el tintero, los libros, los pa­
peles desordenados sobre el escritorio.
-Te conté de Hiroshima... -dijo y
apoyó la cabeza ya blanca sobre la ma­
no-. Te conté de Pompeya...
Hizo una pausa, me miró sin verme; de
pronto sonrió.
-Ni yo mismo sé por qué te hablo de
todo eso... -y la voz le venía de quién
sabe qué eternidad de espanto, de quién
sabe qué inmensidad de dolor y angus­
tia-. Quizá te hablo de todo esto para bo­
rrar con otro horror el horror que trato de
olvidar. Mientras cuento vuelvo a vivir lo
que cuento... Y si hablo de Hiroshima, si
hablo de Pompeya, olvido el horror máxi­
mo que me tocó vivir. ¿ Qué fue Pompeya,
qué fue Hiroshima al lado de Buenos Aires
arrasado por la nevada?
Volvió a callar. En el cuarto vecino, al­
guna de mis hijitas se revolvió en la cama.
Me estremecí. ¡Qué desnudos estamos en
el mundo, qué blanco fácil somos!
10 HÉCTOR GERMÁN ÜESTERHELD

-Ya te conté... -el Eternauta vacilaba alejó rozando el agua. Seguí nadando. El
en reanudar su relato- cómo me separé corazón me latió con renovado ímpetu. Y
de Elena y de Martita. Ya te conté cómo, no era por el frío del agua. Era la golon­
buscándolas, quedé perdido en el espacio drina lo que me reanimaba...
y en el tiempo... Lo que no te conté toda­ La golondrina, las rojas flores del cei­
vía es cómo siguió la invasión de los Ellos. ba, significaban que todo vivía en aquel
-¿Cómo? -lo interrumpí-. ¿Sabes lugar, que estaba en una zona donde no
acaso cómo terminó la invasión? había caído la nevada mortal. Un lugar
-Por supuesto que lo sé... donde no hacían falla los trajes espacia­
Los ojos se le redondearon de espanto les, donde se podía mirar el cielo azul y
y por un momento creí que iba a gritar. hasta había olor a madreselvas en el ai­
-Por supuesto que lo sé ... -repitió-. re...
Yo volví a la Tierra poco después de que Un dedo del pie se me endureció;
tratara de escapar metiéndome con Elena comprendí que empezaba a acalambrar­
y Martita en la cosmonave de los Ellos... me. Me di cuenta de que me estaba exte­
Yo se lo pedí, y el Mano me ayudó a vol­ nuando y no podría seguir en el agua mu­
ver. Fue él quien me llevó a una extraña cho más. Lo mejor sería nadar cuanto an­
gruta abierta en la roca, una gruta con pa­ tes hacia la orilla.
redes de cristal con luces extrañas que Redoblé el vigor de las brazadas. Me
saltaban de una pared a la otra. Era como fui quedando sin aliento pero avancé
estar en el centro de un endiablado fuego apreciablemente; dejé la parte donde la
cruzado de ametralladoras luminosas que corriente era más fuerte y me encontré por
no hacían daño, que no hacían más que fin cerca de la orilla. Me dejé llevar hasta
encandilar, aturdir con tanto destello mul­ un muelle que penetraba varios metros en
ticolor. Allí creo que me desvanecí. Re­ el río, me tomé de uno de los troncos que
cuerdo sólo el rostro del Mano, iluminado lo sostenían y, aliviado, traté de normali­
por los destellos que le irisaban los cabe­ zar el ritmo de la respiración.
llos, mirándome con ojos que sonreían Dejé el tronco, pasé a otro y casi me
tristes. Sí, debí desvanecerme. Y la gruta enredé en el hilo de un espinel. Fue ab­
de los cristales deb1ió ser otra máquina del surdo, pero se me antojó un disparate que
tiempo. alguien hubiera tendido un espinel... Sin
embargo, nada era más natural que aque­
Cuando volví en mí, cuando volví a ser llas pequeñas boyas de corcho pintadas
dueño de mis sentidos, me encontré en el de blanco y de rojo que subían y bajaban
lugar menos esperado: estaba en el agua, por el oleaje.
nadando. Un agua bastante fría, color ma­ Por fin pude asirme a la escalera. Tan­
rrón. Un río ancho aunque no demasiado, teé con los pies buscando el primer esca­
pero muy caudaloso. Sauces en las orillas, lón. Estaba roto. Traté de encaramarme, y
un árbol de flores rojas: seguro que un recién entonces me di cuenta hasta qué
ceibo. punto estaba fatigado."Tranquilo, Juan...
Orillas familiares, muy familiares... ¿Qué apuro tienes?", traté de serenarme.
Comprendí en seguida que eso era el Ti­ "Descansa un poco, ya te vendrán las
gre. Y cuando reconocí un chalet supe que fuerzas para subir".
estaba en el río Capitán, no lejos del re­ Para distraerme del cansancio miré el
creo "Tres Bocas". río. Un paisaje familiar, que me recordaba
La corriente era fuerte. Yo había deja­ tantos domingos de remo, tantas madru­
do de luchar contra ella y me dejaba lle­ gadas de pesca recorriendo algún espinel
var, nadaba oblicuamente hacia la orilla tendido durante la noche entre los jun­
con los sauces verdes y los ceibas de flo­ cos...
res rojas... Una "golondrina de agua" me Allá enfrente había otro muelle con un
pasó por delante, con chirrido leve, y se letrero, uno de esos pequeños carteles de
EL ETERNAUTA Y OTROS CUENTOS DE CIEIVCIA-FICCIÓIV 11

casi patético optimismo: "Los tres ami- -La verdad es que no sé lo que pa­
gos " ... sa ... -dijo el hombre perplejo, meneando
Un ruido fuerte, casi sobre mi cabeza. la cabeza-. No termino de entender na­
Y otro más, en seguida. da... Fui en bote hasta el Tigre, pero no
Miré, y allá arriba, sobre el muelle, lo llegué al Lujan: al entrar al arroyo del
vi: un hombre vestido con campera, sin Gambado lo encontré totalmente bloquea­
afeitar, de edad indefinible, corpulento. Me do por botes atravesados, algunos medio
miraba con ojos serios, como pensando si volcados: todos con los ocupantes muer­
convenía salvarme o si era preferible de­ tos, cubiertos por una sustancia blanque­
jarme llevar por la corriente. cina... La misma sustancia estaba en las
De pronto se decidió: bajó los escalo­ plantas, en todas partes. Todo parecía
nes, haciendo mover el maderamen, y me muerto, como quemado por una gran he­
tendió la mano. lada ...
Me dejé ayudar. No estaba tan cansa­ Ya sabía lo que era aquello: quería de­
do después de todo y pude subir bastante cir que la nevada de la muerte había lle­
bien. Pero fue bueno sentir aquel brazo gado hasta poco más al sur del Tigre. Era
que se estiraba en mi ayuda... posible que el resto del Delta se hubiera
Ya los dos arriba del muelle, el hombre salvado.
se presentó: -¿Y usted? -sobrresaltado, descubrí
-Soy Pedro Bartomelli... que el hombre me miraba con ojos entre­
-Juan Salvo -repliqué, estrechándole cerrados, cargados de recelo-. ¿Tiene
la mano ancha y inerte, algo callosa-. armas usted?
Suerte que me ayudó a subir, amigo - -No... -y entreabrí los brazos como
empecé a tiritar por el frío, traté de mo­ invitándolo a registrarme.
verme para hacer escurrir el agua-. Me De todos modos, aunque hubiera teni­
cansé nadando contra la corriente, casi do algún arma de muy poco me hubiera
me había quedado sin fuerzas para subir. podido servir, empapado como estaba.­
-La verdad que tuvo suerte. Lo vi de ¿De dónde viene? -Pedro Bartomelli si­
casualidad; por un momento me pareció guió mirándome con mirada llena de sos­
que era un tronco... Me acerqué pensando pecha.
que estaría estorbando el espinel. Fue por ¿Cómo contestarle? Ni yo mismo lo
eso que lo vi. sabía. Hice un gesto vago hacia Buenos
-¿ Usted sabe algo de lo que pasa? - Aires. Traté de inventar una excusa:
dije no bien me recobré. Es que ríe pronto -Estaba en una canoa... Me distraje,
volvía a recordarlo tocio: la nevada de la se me volcó...
muerte, la invasión de los Ellos, la enorme -Venga, no se preocupe más... -dijo
desolación tendida como un invisible pero finalmente.
abominable sudario sobre todo Buenos Ai­ Después el hombre rió, me palmeó con
res, los combates contra los Gurbos, mi fuerza y empezamos a caminar hacia la
desesperado reencuentro con Martita y casa pintada de rojo, con techo de cinc a
con Elena, la carrera hacia el interior, los dos aguas, construida sobre pilotes de
hombres-robots persiguiéndonos... Recor­ madera.
dé a Favalli, a los demás amigos, todos ya
convertidos en hombres robot... Es curio­ Era un chalet parecido a muchos
so, pero en aquel momento no recordé pa­ otros... La isla misma era igual a tantas
ra nada mi entrada a la cosmonave de los otras que yo conociera... Tan parecida a la
Ellos ni el encuentro con el Mano, allá en "Alicia", la isla donde pasé algunos de los
su planeta... Sin embargo, me parecía lo días más dichosos de mi vida... Por un
más natural haber aparecido de pronto momento me pareció estar viendo a los
allí, nadando en medio de un brazo del amigos, trabajando con palas junto a un
Paraná... gran fuego -demasiado grande, como
12 HÉCTOR GERMÁN ÜESTERHELD

siempre-para el asado que debíamos Aturdido, con la cabeza que me que­


preparar... maba, me di vuelta, medio cayendo contra
Pero el frío, los músculos acalambra­ los cajones. Pero ya Pedro Bartomelli le­
dos y el cuerpo que tiritaba me recordaron vantaba el brazo para repetir el golpe, me
por qué estaba allí. Duele, a veces, volver miraba enloquecido de rabia.
al presente. No sé qué hice, pero el hierro me silbó
Ya estábamos muy cerca de la casa junto al oído, se estrelló contra uno de los
cuando se abrió una puerta. Allí, en una cajones. Hubo ruido de maderas rotas.
especie de balcón, apareció una mujer. Traté de asirle el brazo, forcejeé, traté de
Joven -no tendría más de veinticinco darle un rodillazo pero la cabeza se me
años-, de pulóver y vaqueros, con un iba: estaba completamente "groggy". El
rostro que en otro tiempo habría sido qui­ hombre me sacudió, me empujó a un lado,
zá dulce y alegre pero ahora estaba tran­ y no pude seguir sujetándolo.
sido. No había lágrimas en él, pero cuan­ Como en una pesadilla, lo vi que volvía
do se ha llorado mucho, ahí quedan las a alzar la barreta. Ahora no tenía escapa­
marcas. AJ lado, medio escondido, se le toria: me tenía prácticamente "clavado"
apretaba un chico con el pelo rubio que le contra los cajones.
caía hasta los ojos. Alcé la mano, en inútil ademán de de­
-¡Adentro! ¡Ya te dije que adentro! fensa...
Pedro Bartomelli pareció ladrar la or­ La detonación pareció estallarme de­
den. Fue un grito tan súbito que me hizo ntro del cráneo.
sobresaltar. Debí mirarlo sorprendido, Por un instante creí que era el hierro
porque me sonrió: que me había golpeado pero no: había si­
-Venga, amigo Salvo. Buscaremos un do un balazo disparado a un par de me­
poco de vino bajo lla casa. Ahí lo guardo, tros.
para que esté más fresco. Celebraremos Pedro Bartomelli, enderezándose, tra­
el encuentro... taba de volverse. Finalmente el brazo ar­
Me agaché para pasar entre los pila­ mado con la barreta se abatió y el hierro
res: había allí las consabidas cañas de cayó con ruido sordo sobre el piso de tie­
pescar, algunos cajones vacíos, canastos rra. Después las rodillas de Pedro Barto­
de mimbre desvencijados, latas, botellas melli se aflojaron y se derrumbó hecho un
vacías... ovillo.
-¿ Dónde está el vino? -pregunté, Allí quedó, con una mano moviéndose
por decir algo; la verdad es que no tenía espasmódicamente, en saludo absurdo...
ningún deseo de beber. Era algo caliente Entonces la vi: allí estaba la mujer, con
lo que yo necesitaba. la pistola humeante en la mano. Me apun­
-Debajo de esa pila de cajones vacíos taba a mí...
-me explicó el otro, señalando a un la- -Pero... -dije cuando creí que ya me
do-. Lo guardo allí, así nadie me lo en­ disparaba.
cuentra. -No se preocupe... -bajó el arma, se
Me incliné, traté de apartar el cajón va­ pasó la mano cansada por el rostro-. En­
cío de más abajo. Hice un esfuerzo, la pila tre él y yo no había nada... Llegué hace
era mucho más pesada de lo que parecía, menos de una hora en un bote y prometió
apenas lo moví. ayudarme; a mí y a Bocha... ¡Pero era un
Fue entonces cuando vi una sombra monstruo!
que se movía detrás de mí. No sé por qué, Con un estremecimiento, la mujer miró
pero me encogí. a un lado, hacia el cuerpo caído, y retro­
Y eso me salvó: el tremendo golpe da­ cedió como si el muerto pudiera hacerle
do con la barreta de hierro no me dio de algo todavía.
lleno en el cráneo porque el hombro amor­ -Allí... -y señaló hacia una espesura
tiguó parte del impacto que pudo ser fatal. de plantas de hojas anchas-. Allí, en esa

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