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Eclesiología Bíblica
I. Introducción:
Juan XXIII, al clausurar el primer período del Concilio Ecuménico Vaticano II, señaló
brevemente que la formación de dicho concilio fue para que la Iglesia, «consolidada en la
fe, confirmada en la esperanza, más ardiente en la caridad, reflorezca con un nuevo y
juvenil vigor; defendida por santas instituciones, sea más enérgica y libre para propagar el
Reino de Cristo»1. Realmente no había un problema doctrinal serio que combatir, no había
surgido alguna herejía o corriente en específico que atentara profundamente contra los
dogmas de fe. Lo que sí acontecía en ese momento era una auténtica crisis de identidad en
el hombre, y parece que esto llevo a una crisis de identidad en la Iglesia. Por tanto, en este
concilio, la Iglesia intentó realizar un acto de interiorización sobre sí misma a fin de
conocerse mejor, para poder definirse mejor y así, poder realizar la misión que le fue
encomendada con una voluntad fortalecida.
En esta reflexión a la que se ha aludido, la Iglesia fue discerniendo, entre otras
cosas, su carácter de misterio. Es cierto que la Iglesia está ubicada en la historia, pero
también hay que afirmar que trasciende a esta misma historia. «Solamente con los ojos de
la fe se puede ver al mismo tiempo en esta realidad visible una realidad espiritual, portadora
de vida divina»2.
Y en su afirmarse como misterio, se fue afianzando una concepción de la Iglesia
como «sacramento universal de salvación». Esta función salvífica que realiza la Iglesia día
con día no está separada del misterio de Jesucristo, ya que «el Señor Jesús, único salvador,
no estableció una simple comunidad de discípulos, sino que constituyó a la Iglesia como
misterio salvífico»3. Es necesario reconocer los diversos puntos que la Iglesia quiere
expresar de sí misma al calificarse como «sacramento universal de salvación». Con la
intención de lograr este cometido, se seguirá el método teológico, y así, se descubrirá la
reflexión que ha realizado la Iglesia respecto a su relevancia en la salvación de los hombres.
1
Discurso de S.S. Juan XXIII en la clausura de la primera sesión conciliar (8 de diciembre de 1962): AAS 55
(1963) 35.
2
Catecismo de la Iglesia Católica, 770.
3
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración Dominus Iesus, sobre la unicidad y la
universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, (6 de agosto de 2000): AAS 92 (2000) 51, 16.
2
II. Contenido:
a. Antiguo Testamento
Y no sólo se quedó en una promesa, sino que Yahvé realmente liberó a su pueblo de
la esclavitud en Egipto y le redimió, cumpliendo las promesas que había hecho en antiguo a
los patriarcas (cf. Dt 7,8). Esta liberación del pueblo de Israel implica una elección de
Yahvé. Él ha elegido a Israel para propiedad suya (cf. Dt 10,15; 14,2). El motivo de esta
predilección de Yahvé por Israel, es el amor que el mismo Yahvé tiene por el pueblo que ha
elegido (cf. Dt 7,6-7).
El pueblo de Israel es reconocido como el pueblo elegido por Dios, para cumplir
una función específica: una auténtica «función salvífica dirigida al mundo y a la
humanidad»4. El papel de Israel es ser un signo iluminador. En él debe brillar la acción
salvífica de Dios (cf. Is 60,1-3). «Por su elección, Israel debe ser el signo de la reunión
futura de todas las naciones (cf. Is 2,2-5; Mi 4,1-4)»5. Por tanto, Israel no es sólo receptor
de esta acción salutífera, más bien debe ser una fuente de bendición para todos los pueblos
(cf. Gn 12,3). «Por ello Israel es ya desde el principio el mediador salvífico universal: Dios
realiza la salvación del mundo no sólo para con Israel y en Israel, sino también a través de
Israel»6. Aquí se puede dar a Israel la misma descripción que se da a la Iglesia:
«sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo
el género humano»7.
4
AA.VV., Mysterium Salutis: Manual de Teología como Historia de la Salvación. Vol IV - I, Ediciones
Cristiandad, Madrid 1973, p. 77.
5
Catecismo de la Iglesia Católica, 762.
6
AA.VV., Mysterium Salutis: Manual de Teología como Historia de la Salvación. Vol IV - I, p. 78.
7
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia, 1.
3
Se puede decir que Israel es instrumento de Dios gracias a que el mismo Yahvé le
llama su «siervo», a quien él escoge y emplea con un encargo en específico (cf. Is 41,8-9;
43,10). Por tanto, Israel no se limita a ser signo o instrumento salvífico pasivo, sino que
toma un papel muy activo en el plan salvífico de Dios. Esta mediación salvífica se da de
tres maneras: es mediador regio (cf. Is 55,4), mediador profético (cf. Is 42,16) y mediador
sacerdotal (cf. Éx 19,5-6).
Es entonces que se reconoce que la salvación ofrecida por Dios no se limita a Israel,
ya que «donde se trata de Israel, se trata también de la salvación del mundo. No podía ser
de otra manera, toda vez que el creador de Israel es al mismo tiempo el creador del
mundo»8. Esta salvación divina abarca todos los pueblos, es auténticamente universal (cf. Is
2,2-4; 19,25; 46,22-25; Zac 8,23).
b. Nuevo Testamento
8
AA.VV., Mysterium Salutis: Manual de Teología como Historia de la Salvación. Vol IV - I, p. 80.
9
CORDOVILLA, Ángel (Ed.), La lógica de la fe: Manual de Teología Dogmática, Universidad Pontificia
Comillas, Madrid 2013, p. 417.
10
Ibidem, p. 419.
11
Ibidem, p. 469.
4
El servicio es notorio en los evangelios en principalmente tres pasajes: el lavatorio
de pies (Jn 13,12-17), el diálogo del servicio en la cena pascual (Lc 22,24-27), y el diálogo
de Jesús con Zebedeo (Mc 10,42-45). Estos textos muestran el servicio de Cristo como la
actitud existencial total de dar la vida en rescate por muchos según la misión que le fue
encomendada por el Padre. Así como Cristo «realizó la obra de la redención en pobreza y
persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de
comunicar los frutos de la salvación a los hombres»12 (cf. Flp 2,6; 2Cor 8,9).
En las cartas paulinas se habla del pueblo de Dios citando el Antiguo Testamento.
Con esto no se trata de equiparar a la Iglesia con el Israel de la antigua alianza. Hay una
relación entre Israel y la Iglesia en virtud de la acción constante de Dios hacia su pueblo
elegido (1Cor 10,1-13). «Los israelitas y los creyentes en Jesús constituyen el pueblo de
Dios en razón de la misma acción de Dios»13. Esta relación entre Israel y la Iglesia es un
tema relevante en Rom 9–11. Los paganos, que no eran pueblo de Dios, han logrado serlo
(cf. Rom 9,25-26). No significa que Israel haya perdido su elección, sino que se trata de
decir que los hijos de Dios son los miembros del pueblo compuesto por judíos y gentiles, ya
que Dios les llama sin distinción a ser partícipes de la salvación en Jesucristo, ya que «no
hay otra fuente de vida y de salvación (cf. Col 2,19)»14. Es entonces que se pasa de una
relación Israel-Iglesia a una relación Cristo-Iglesia, la cual utiliza la metáfora del cuerpo-
cabeza y la analogía de la relación esposo-esposa para afirmar que la Iglesia es la esposa de
Cristo, siendo la destinataria de la acción salvífica de Cristo en el pasado y en el presente
(cf. Ef 5,22-33).
c. Padres de la Iglesia
Para los primeros cristianos, Dios creó el mundo en orden a la Iglesia, en orden a la
participación de su vida divina, a la cual se invita a todos los hombres mediante el mismo
Cristo. Para ellos, la Iglesia es la verdadera finalidad de todo lo que existe (cf. San
Epifanio, Panarion, 1, 1, 5, Haereses 2, 4). Ya lo decía uno de los Padres de la Iglesia: «así
como la voluntad de Dios es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación de
los hombres y se llama Iglesia» (Clemente de Alejandría, Paedagogus 1, 6).
12
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia, 1.
13
CORDOVILLA, Ángel (Ed.), La lógica de la fe: Manual de Teología Dogmática, p. 433.
14
Ibidem, p. 435.
5
Hay una figura de la Iglesia que es particularmente usada en la época de los Padres,
y es la de la nave que pasea por el mar del mundo. Esta imagen pretende demostrar que en
la Iglesia, en medio del diluvio del mundo, «obtiene la salvación, la seguridad y el auxilio;
que ella es el arca de la salvación, sin la cual ésta no existe en absoluto»15. Es una imagen
predilecta por autores como Cipriano de Cartago, que, al relacionarla con el arca de Noé,
afirma que la Iglesia es Iglesia de los pecadores, bajo la expresión simbólica de un arca que
alberga también animales impuros, «pero al mismo tiempo es la única Iglesia de los
salvados, a los que sólo en el seno del arca se les otorga la gracia de la salvación»16.
d. Magisterio de la Iglesia
15
AA.VV., Mysterium Salutis: Manual de Teología como Historia de la Salvación. Vol IV - I, p. 80.
16
Ibid.
17
CORDOVILLA, Ángel (Ed.), La lógica de la fe: Manual de Teología Dogmática, p. 473.
18
Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia, 1.
19
Cf. Ibidem, 48.
20
Cf. Ibidem, 1.
21
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto Ad Gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, 2.
6
Al ser sacramento de salvación, la Iglesia transmite la salvación querida por Dios
para los hombres: es sacramento de la unidad que salva22. Ya la fórmula del concilio que
señala a la Iglesia como «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de
todo el género humano»23 es, si se quiere ver así, una descripción del concepto de reino de
Dios, es decir, «signo sacramental del reinado de Dios». Por lo tanto, la definición de
Iglesia como «sacramento universal de salvación» tiene una gran implicación escatológica:
la Iglesia se encuentra bajo el signo de la salvación ya manifestada, pero todavía no
consumada.
Ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios «es el primer fin de la
Iglesia»24, y como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Cristo se sirve de la
Iglesia «como de instrumento de la redención universal»25. Es el «sacramento universal de
salvación» por medio del cual Cristo «manifiesta y al mismo tiempo realiza el misterio del
amor de Dios al hombre»26.
III. Conclusión:
22
Cf. CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium 9, 48; Ad Gentes 1.
23
CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium, 1.
24
Catecismo de la Iglesia Católica, 775.
25
CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium, 9.
26
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo
actual, 45.
7
IV. Bibliografía:
AA.VV., Mysterium Salutis: Manual de Teología como Historia de la Salvación. Vol IV - I,
Ediciones Cristiandad, Madrid 1973.
BUENO DE LA FUENTE, Eloy, Eclesiología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1998.
Catecismo de la Iglesia Católica.