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f,sPAñtrA, ELIRoPA
YT.LMT]NDO DT, I.]LrM
(1500-1800)

Georg Wezeler, Atlr¿s sostiene Ia e.sfera ctrmilar, ca. 1530, a partir cle un cartón
atribuido a Bernard van Orley. Originariamente creado para el rev de Porttrgal,
este tapiz pasó a fornrar parte de- la colección cle los reyes de Esparla, qtrienes,
como soberanos de trn irnperio de ultramal hicieron su-va la irnagen de Atlas
soportando la carsa del rnundo. (Palacio Real, Madricl @ Patrimonio Nacional)

taurus historia
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Título original: Spain, Europe and tht Witler Worltl. 150().1800, publicado por Yale ÍNDICE
University Pre5s
C> 200Qhn Elliott
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C De esta edición: (.
Santillana Ediciones Gen~rales, S. L., 2010
Torrclaguna, 60. 28043 Madrid (
Teléfono 9174490 60
Telefax 91 744 92 24
(
www.taurus.santillana.es (
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C.Oordinación de la versión española: Marta Balcells yjuan Carlos Bayo
{
Agradecin1ientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 {
Lista de ilustraciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
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PRIMERA PARTE: EUROPA (
{
I. Una Europa de monarquías compuestas ............ . 29
II. Aprendiendo del enemigo: Inglaterra y Espai1a (
Imagen de cubierra: Georg Weieler, Atlas sostiene la esfera armilar, Palacio Real, Madrid
C Patrimonio Nacional en la edad moderna ............................ . 55 (
ID. La crisis general en retrospectiva: un debate (
in tern1i11able .•................................. 87
IV. Una sociedad no revolucionaria: (
·' Castilla en la '.dé.cada de 1640 .................. .' ~ . ~ 113 (
~uropa después de la Paz de Westfalia .............. . 133 (
ISBN: 978-84-306-0780-8
Dep. Legal: M-53018-2009
Printed in Spain- Impreso en España SEGUNDA PARTE: UN MUNDO DE ULT~~\~ l
l
VI. La apropiación de territorios de ultramar l
por las potencias europeas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
VII. Engailo y desengaño: España y las Indias. . . . . . . . . . . . . I 79
l
Queda prohibida, salvo excepción
prcvisia en la ley, CUlllquler fonna VIII. Inglaterra y España en América: colonizadores r-~
de reproducción, diltrlbudón,
comunicación pública y uansfonnación
de esta obra sin conw con la autorización
y colonizados. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201 l'
IX. Rey y patria en el mundo hispánico................. 231 (l )
de los titulares de la propiedad intelectual.
La infracción de los derechos. mencionados X. !\fondos parecidos, mundos distintos . . . . . . . . . . . . . . . 255
puede ser conslitutiva de delho contra
XI. ¿Empezando de nuevo? El ocaso ele los imperios l'
la propiedad Intelectual
(;;irtS. 270 y sgts. Código Penal). en las Américas británica y espaüola . . . . . . . . . . . . . . . . 277
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TERCERA rARTE: EL MUNDO DEL ARTE
)
1
l XII. El Mediterráneo de El Greco: el encuentro
) de civilizaciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303
l
) XIII. La sociedad cortesana en la Europa el siglo xvu:
Madrid, Bruselas, Londres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327
)
XIV. Apariencia y realidad en la Espaiia de Velázquez . . . . . . 355
,)
) Índice analítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ~81

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) Ajonathan Brown
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EsPAÑA, EUROPA Y l!L MUNDO DE ULTRAMAR P1u::FAC10


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literaria2• En el presente libro, una excepción los trabajos previamen- sobre la historia de Espaii.a en la primera mitad del siglo XVII (la Espa-
te publicados, unas veces en inglés y otras en castellano, es la primera
de las Conferencias Dacre, un ciclo anual dedicado a su memoria," que
ña del conde-duque de Olivares), tenía el campo prácticamente para
mí solo. Los problemas que implicaba la invesúgación eran de enver-
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pronuncié en Oxford en octubre de 2007•. He decidido mantenerla gadura, pero también lo eran las posibilidades.
en su forma original por estar estrechamente felacionada con algunas
de las principales preocupaciones de Trevor-Roper y haber sido inspi-
rada al menos en parte por su obra (véase capítulo II). Al responder
El medio siglo transcurrido desde entonces ha conocido una u-ans-
formación asombrosa. La transición española a la democracia a me-
diados ele la década de 1970 se vio acompañada por la aparición
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su propia pregunta, argumentaba que ccensayos [ ... ]de tiempo, pro-
fundidad y tema tan diversos sólo pueden soportar la reimpresión si
lafilosofia del autor les confiere una unidad subyacente». En el pre-
de una nueva hornada ele historiadores que viajaban al extranjero
con una frecuencia impensable para la generación de la Guerra Civil
y se füaron como objetivo ponerse al día respecto a las tendencias do-
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sente caso, no sé ha8ta qué punto se puede decir que estos trabajos minantes en la historiografia internacional. La expansión de las uni-
expresan una filosofia subyacente, si es que la hay. La medida en que versidades, posible gracias a una economía renovada y floreciente, hizo
posean unidad.s~ debe a que se derivan de mi .ocupación con algunos que proliferaran las investigaciones. A consecuencia de esta. evolución,
temas que me ha~ atraído durante mucho tiempo y a que reflejan lo la historiografía española compite hoy en igualdad de condiciones i
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que espero sea una yisión unificada de los modos en que esos temas se con la ele otros países y sus representantes comparten las actitudes, las '- f
relacionan entre síy con el proceso histórico como un todo. Aparte perspectivas y el lenguaje de una comunidad histórica internacional f
de _ell.o, todos lo~·ensay~s procuran presentar mis reflexiones y los re- donde se han integrado por completo.
sultados de mis investigaciones en forma que sea accesible a lectores
que quizá no. comp~ mis intereses especializados.
Aunque los estudios reunidos en este volumen van mucho más allá
La transformación ele la historiografia española ha implicado na-
turalmente la transfom1ación del papel que los estudiosos extranjeros
pueden esperar tener al escribir una historia que no es la propia.
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de España, su historia, sobre todo durante la edad moderna, ha segui-
do ·siendo el foco de mis intereses. Como expliqué en España, y su
Muchos de éstos, conocidos en Espa11a como hispanistas en general,
han hecho en el transcurso de los ail.os contribuciones impresionan- \. '
mundo (1.500-1700), mi afición por el lugar y su civilizació1i nació como
fruto de un viaje de seis semanas en las vacaciones de verano de 1950,
durante el cual un grupo de estudiantes de licenciatura de Cambrid-
tes a la comprensión y el conocimiento de la lite1-atura, la historia y el
arte hispánicos, y sin duda seguirán haciéndolo en los mi.os venideros~
Sin embargo, el número de investigaciones emprendidas en la actua-
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ge recorrimos la península Ibérica'. Bajo las secuelas de la Guerra lidad por los estudiosos espa1i.oles y su voluntad de volver la espalda
Civil, a pesar de los esfuerzos de un puñado de excelentes historiado-
res que trabajaban aislados en condiciones muy difíciles, la historio-
a la preocupación tradicional de sus predecesores por lo que perci-
bían como cela diferencia» o ccel problema» de España han hecho que \.
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grafia española estaba atrasada según criterios internacionales y los la era de los hispanistas haya tocado en verdad a su fin. Ya no hay ne- \. ~
ricos archi_vos ~el país se hall~ban relativamente sin t::xplotar. Fernand cesidad ele acudir a investigadores extranjeros para llenar lagunas de
Braudel, en su hito La lvléditerranée et le monde méditerranéen al'é/1oque
de Philifrpe JI [El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Fe-
lipe 11), p~blicado por primera vez en 1949, había revelado algo de los
conocimiento, ni de proponer interpretaciones generadas por los
últimos desarrollos en el ámbito internacional. Los esmdiosos espa-
ñoles son perfectamente capaces de hacerlo por sí mismos.
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tesoros que esperaban a ser desenterrados, pero por aquel entonces ..... Ha siclo un placer y un privilegio presenciar, y vivir para contar, ese
había pocos investigadores sobre el terreno. Así pues, cuando a prin- .·.~.; proceso_ de transformación, un proceso que ha dejado su huella en la
cipios de la década de 1950 emprendí en los archivos mis pesquisas ·ri:
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selección y tratamiento de los temas estudiados en este libro. Sin em-
bargo, sigo estando agradecido a la experiencia formativa de esos ' 4'
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años tempranos en que vastas extensiones del pasado espa1iol aún (~
2 H. R 'Il-evor-Roper, HistoricalEssays, Londres, 1957, p. v. estaban relativamente por explorar. En aquel entonces, el ~·eto con- ( j
• Véase n~ta de los traductores al principio del cap. 2 de este libro. sistía en abrirse paso a través de las barreras de interpretaciones tra-
S J. H. Elhou, Spain and its World, p. ix [España y su mundo ( 1500-1700), p. 11]. t ~

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.), F.'il'AÑA, E11Ro1•A ,. t:1. Ml'Nno uE u1:rR.utAJl

dicionales y conseguir otras nuevas que alcanzaran eco tanto en la


PREFACIO

lipe 11 }'los Austrias que.le sucedieron fue la mayor monarquía com-


J, España cerrada de Franco como en un mundo exterior que tenía un puesta de Occidente, constituida por un complejo de reinos y provin-

,.,
J, conjunto distinto de intereses históricos, además de una visión a me-·
nudo distorsionada de España y su historia.
Esa distorsión provenía de un sentido largamente arraigado del
cias en la península Ibérica y el resto de Europa, además de los ·
dominios americanos, «el Imperio de las Indias» (capítulo IX). F...spa-
ti.a también formaba parte de una comunidad atlántica en desarrollo
)) excepcionalismo español. Aunque parte de él estaba inspirado en el que inicialmente ella misma había creado en gran parte, al tomada
romanticismo decimonónico, en gran medida era de cosecha propia, iniciativa en capturar, subyugar y colonizar extensas regiones de te-
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fmto en particular de ia desesperación del país ante lo que se percibía
como la constante incapacidad de España para llevar a cabo la transi-
ción a la modernidad lograda largo tiempo atrás por los demás estados
nacionales. Con una hábil inversión, el régimen del general Franco
rritorio al otro lado del océano (capítulo VI). El mundo europeo en
que España tenía un papel protagonista y el de ultramar que trataba ·
de incorporar a su esfera de influencia son dos de los explorados
desde distintas perspectivas en estos ensayos. España, Europa y las
)' reinterpretó el fracaso como si fuera un éxito. Sólo Espa11a había lo- Américas eran comunidades entrelazadas y sus historias no deberían ·
~ grado resistir la tentación de sucumbir a los cantos de sirena del libe- mantene1 se separadas.
ralismo y el ateísmo para mantenerse fiel a los valores eternos que La büsqueda de conexiones es parte esencial de la empresa histo-
)
tradicionalmente se había esforzado en defender. El régimen, pues, riográfica y también un modo de contrarrestar el e?'cepcionalismo
:. se enorgullecía de proclamar que ccEspa11a es diferente». De hecho,
todos los países se ven a sí mismos como excepcionales de algú11 modo,
que emponzrnia la escritura sobre historia nacional. Una red de rela-
ciones (diplomáticas, religiosas, comerciales y personales) enlazaba
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pero el excepcionalismo español, utilizado como recurso para explicar territorió:; y gentes en la Europa de la edad moderna, trascendiendo
la desviación de Espaila, para bien o para mal, respecto al camino to- fronteras y salvando límites políticos e ideológicos. Tambien se exten-
) mado por otras sociedades occidentales, estaba firmemente au·inche- día a través del Atlántico a medida que las comunidades colonizadoras
rado en la época en que comencé por primera vez a investigar en los se establecían y maduraban en la~ Américas e intentaban definir su
) archivos peninsulares. Los resultados de esas indagaciones,jun to a mis lugar en el m1mdo (capítulo X). La cultura de la imprenta, ~n rápido
) amplias lecturas sobre historia británica y europea para mi docencia desarrollo, hizo a los europeos más conscientes los unos de los otros
) universitaria, me convencieron de que en reaJidad la España del si- y también de los países más allá de los confines de la cristiandad. Los
glo xvn guardaba muchas afinidades con otros estados del continente. príncipes y estadistas seguían cada vez más de cerca las actividades de
) Al examinar aspectos de su pasado, ya fuera en libros o en artículos, sus rivales y con temporáneos y no dudaban en copiarse mutuamente
J he tratado constantemente de situarlos, donde resultaba adecuado, métodos y pr;icticas cuando convenía a sus propios fines. En el mun-
dentro del contexto más amplio del mundo occidental. do altamente competitivo del sistema de estados europeo en desarro-
) Este emperi.o me ha hecho reflexionar sobre la naturaleza ele la llo, la imi1 ación resultaba natural, sobre todo entre aquellos que se
) historia nacional y la mejor manera de abordarla. A pesar de los es- sentían en situación de relativa desventaja. Así pues, aprender del
) fuerzos de muchos historiadores por tratarlas como tales, ninguna enemigo, como indica mi tratamiento de las relaciones anglo-espa-
nación es una isla•. La España de la edad moderna formaba parte de 1i.olas (capítulo II), se convirtió en un rasgo de la vida internacional.
:t. una comunidad europea que era un mosaico de entidades políticas La predisposición a imitar a los vecinos y rivales cobró aún mayor


}
que iban desde ciudades-estado y repúblicas hasta monarquías com-
puestas supranacionales, tema de uno de los ensayos de este libro
(capítulo 1). De hecho, la monarquía hispánica gobcrnadci por Fe-
vigor por el hecho de que la imprenta hizo posible que nuevas doc-
trinas e ideas, como la filosofia 1;eoestoica de justo Lipsio o las teorías
de Giovanni Botero sobre la naturaleza del poder y la conservación
) de los estados, encontraran público por toda Europa y moldearan las
) actitudes de toda una generación, independientemente de su afilia-
• Alusión a las palabras No man is cm i.tlmid, •Ninglin hombre es una isla .. , ele la ción nacional o religiosa. Las clases diligentes del continente, inspi-
l. Meditaciñn X\'11 del poeta y predicador inglésjohn Don ne ( l 5 72-1631), casi proverbia-
les en el mundo anglófono.
radac; por un mismo le~do clásico y cristiano y sujetas.a un conjunto
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• EsPAÑA. EUROl'A Y EL MUNIJO DE ULTRAt.lA.R PkEFACIO
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común de influencias, operaban dentro de un contexto intelectual
que compartían. En consecuencia, sus actitudes y reaccione~, así como
través del tiempo y el espacio y las limitadas a sociedades con un mar-
co geográfico y cronológico más o menos similar vie.ne dictada por el
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las políticas que adoptaban, tendían a seguir líneas en general simi- tipo de cuestiones planteadas. ·Los investigadores de las ciencias so-
lares. Aunqu~ la ~uropa posterior a la Paz de Westfalia, surgida ele los ciales pueden tender a favorecer las primeras y los historiadores las (
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trastornos de mediados del siglo XVII, continu~ba siendo un continen- últimas, pero ambas elecciones poseen validez dentro de sus propios ( (
te dividido en muchos aspectos, también tenía muchos rasgos comu- términos de referencia.
nes (capítulo V). No sólo las élites, sin embargo, estaban expuestas al En cualquier caso, sea cual fuere la decisión, sobre toda tentativa ' (
impacto de información e ideas nuevas. ¿Hasta qué punto fueron esos de comparación se cierne el peligro de que la búsqueda de similintdes ,_ (
trastornos de mediada la centuria, hoy denominados en conjunto «la lleve a subestimar las discrepancias. En todo trabajo contrastivo, la
(
crisis general del siglo XVII» (capítulos III y IV), el resultado ele un identificación de diferencias es al menos tan imporcante como el
virus revolucionario que se propagaba por todo el continente y crea- descubrimiento de semejanzas. La constatación de que en muchos (
ba focos de infección a los que ningún grupo social era inmune? aspectos Espai1a no era tan diferente de otros estados europeos como ~ (
Si trazar conexiones puede contribuir a ac~bar con el excepciona- se suponía tradicionalmente ha contribuido a devolverla a la corrien-
lismo al que ian propensa a sucumbir es la escritura de historia nacio- te principal de la historia e historiografía occidentales, con claros ~(
nal, realizar comparaciones puede desempeñar una función pareci- beneficios para nuestra comprensión del pasado no sólo del país sino ~ (
da". En fecha tan lejana como 1928, Marc Bloch hizo un elocuente también del continente. Con todo, dejar borrosas las diferencias pue- '- (
llamamiento a favor de una historia comparada de las sociedades de llevar a tanta distorsión como exagerarlas con un énfasis excesivo
e,µropeas&. Desde e.nto.nces, los historiadores se han mostrado más en el carácter excepcional de la experiencia nacional. En aproxima- '(
irÍclinados a alabar las virtudes de la historia comparada que a culti- ciones recientes a la historia de España, se corre el riesgo de que el - (
varla. Su vacilación, aunque lamentable, no deja de ser comprensible. péndulo oscile demasiado lejos hacia el otro extremo. Después de 1..,
La escritura de historia co~parada presenta numerosos problemas, todo, Ja Espaüa del siglo XVI fue tínica entre los estados de la Europa {
·.,,.
tanto técnicos como conceptuales6 • Hay que dominar una bibliografia occidental en tener dentro de sus fronteras una numerosa minoría (
inmensa y en rápidQ crecimiento, no sólo de una sociedad o estado, étnica en su mayor parte sin asimilar, la cual, a pesar de su conversión
j
sino de dos o más. El material publicado es inevitablemente desigual nominal al cristianismo, continuaba aferrada a su fe y costumbres is- ~ (
1
en calidad y profundidad, lo que complica la tarea de realizar compa- lámicas tradicionales. También era única en la posesión de un ilnpe.;. (
raciones .que se hallen libres de prejuicios y distorsiones. Ta.mpoco lio de ultramar poblado por millones de habitantes indígenas con sus
(
resulta siempre daro qué unidades es mejor seleccionar para fines propios sist~mas de creencias y formas de organización social; un -~
comparativos, si bien es de suponer que la alternativa entre las com- imperio, además, donde se descubrieron el oro y la plata tan codicia- ~ (_
paraciones en términos generales que se extienden ampliamente a dos por los europeos en cantidades q.ue excedían sus sueños más
( (_
desmedidos, pero que demasiado a menudo se convirtió en escoria a

Véase mi National and Compamtive History: An Inaugural ú.ctun! Delivmd before tlie
ojo de los mismos espa11oles (capítulo VII). Estas diferencias por sí
solas tuvieron profundas consecuencias para el gobierno y la sociedad
" (.
4 (. {
University of Oxford on 1OMay 1991, Oxford, Clarendon Press, 1991. La cantidad de de España y contribuyeron decisivamente a que el país se adentrara
alusiones circunstanciales de esta lección inaugural la hace poco adecuada para su
reproducción en este volumen, pero he retomado algunos de sus argumentos al es-
en la edad moderna por una senda distinta al camino seguido por los e '-
estados vecinos.
cribir este prefacio. .
5 Marc Bloch •Pour une histoire comparée des sociétés européennes .. , RntUe de La identificación de diferencias no es suficiente por sí misma. Una ' l--
synthese historique.' 46 (1928). pp. 15-30 [•A favor de una histoaia comparada de las vez establec;idas, tanto las semejanzas como las disimilitudes han de
socied~des europeas .. , en Marc Bloch, Historia e historiadores, trad. Francisco Javier ' l
González García, Madrid Akal 1999]. Por un desafornmado lapsus, la fecha aparece ser explicadas. L'l perspectiva comparada, al llevar de la identificación t l
incorrectamente como 1Q25 e~ el texto publicado de mi lección inaugural. a la búsqueda de interpretaciones, es un valioso instrumento para
6 Véase George M~Frederickson, .. comparative History», en Michael I<ammen t~
·poner a prueba las hipótesis al uso, formular otras nuevas y derribar
(ed.), ThtPast Bejore Us, lthaca (Nueva York), 1980, cap. 19.

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• suposiciones tradicionales que pueden estar hondamente arrnigadas ta que me trasladé al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton

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en la idea que una sociedad tiene de sí misma 7• Se trata de un enfoque en 1973. La pltjanza de la historia del arte e~ Princeton fue un acica-.
) J
que aparece en muchos de los ensayos de este libro. Inspiró mi tenta- te y me hizo c:úmprcnd~r la importancia de ace.rcaríne'al pasado a
')
tiva de estudiar en paralelo las carreras de los dos estadistas que diri- través de .ms imágenes así como, más convencionalmente, a través de

} )
} ' gieron las fortunas de Francia y España en las décadas de 1620y1630,
el cardenal Richclieu y el conde-duque de Olivares rcspectivamenteR,
la palabra esci'ita.
Tuve la fortuna de vivir en el vecindario del mayor· experto en Veláz-
·,) ., y en tiempos más recientes me llevó a emprender una comparnción
sistemática a gran escala ele Jos imperios español y británico en Amé-
quez de Estados Unidos,Jonathan Brown. Después de muchas gratas
conversaciones sobre distintos aspectos del arte y la histona del arte
.) ... rica, para el cual sinrió de prueba el artículo incluido en este volumen en ]a España del siglo XVII, ambos decidimos emprender un proyecto
sobre colonizadores y colonizados (capítulo VIIl) 9 • Me gustaría pen- en colaboraci<ln que nos permitiría aunar nuestras respectivas com-
J "\ sar que este trabajo estableció una relación más estrecha entre un petencias. Escogimos como tema el Buen Retiro, el palacio de recreo
t cuarteto de mundos (el europeo y el americano, el espaiiol y el britá- construido por el conde-duque de Olivares para el rey Felipe IV en
} nico) demasiado a menudo compartimentados, sin minimizar al mis- las afueras de Madrid en la década de 1630. El libro resultante, Un pa-.
mo tiempo las numerosas diferencias entre ellos. En el capítulo XI, lacio /Jara el Yf!)'.' el Buen Reti~o y la corte de Feli/Je IV'º, fue una. tentativa
) sobre el eclipse del imperio en las Américas espailola y británica, in- de producir una <<historia total», que abarcara tanto el palacio en sí

'
tento identificar algunas de estas divergencias y buscar explicaciones como el contexto, en su.sentido más amplio, en que fue edificado y
para eIJas. usado. Comprendía el estudio no sólo de la economía y la política de
')
· Si estos ensayos exploran aspectos de estos cuatro mundos, a la vez la construcción palaciega, sino también del mecenazgo y la cultura
• > parecidos y diferentes, también abordan otro que me ha interesado de la corte, así como de las relaciones de los artistas y hombres de
) ~. durante mucho tiempo: eJ del arte. Mi primera visita al Museo del letras con la corona, las clases dirigentes y la sociedad de la que for-
Prado en el verano de 1950 fue una revelación, sobre todo porque maban parte.
) abrió mis ojos a Ja grandeza de Vclázquez. Ya en una fase temprana Desde la publicación de ese libro, la historia del arte ha ampliado
) de mis investigaciones me di cuenta de que el arte y la cultura eran enormemente su territorio y la contextualización de las vidas y las
parte integral de la historia que quería contar, pues el periodo que ha obras de los artistas se ha hecho habitual. En consecuencia, se me ha
)
sido considerado tradicionalmente como el de la decadencia de Es- pedido que cont1ibuya a los catálogos de cierto número de importan-
) '" paña es también conocido como la edad de oro de sus artes creativas. tes exposiciones internacionales. En todas las ocasiones se me solici-
) ''\
'
No era fácil, sin embargo, ver cómo se podía alcanzar Ja integración taba una explicación accesible del entorno cultural, político y social
de est:'ls dos caras tan diferentes del siglo XVII hispánico. La naturale- en que el artisr.a vivía y trabajaba, una explicación que enriqueci~ra
') za exacta de la relación entre los logros culturales de una sociedad y

,, ' ·. ~
la compre·1sión y la apreciación por parte del público de las obras
) su ventura (o desventura) política y económica siempre ha sido escu- ~~ exhibidas. Tres de esas contribuciones a catálogos se reimprim~n en
'• rridiza y el problema no había ocupado seriamente mi atención has- t;
este volumen: dos para sendas exposiciones celebradas en la National
·.:.1
Gallery ele Londres (capítulos XII y XIV) y la otra para una en el Mu-
) ) ..::.· ·~

7 ... ·.. seo del Prado (capítulo XIII). Aunque ninguna tiene pretensiones
\ Sobre el método comparado como instnnnento para poner a prueba hipótesis,
) véase William H. Scwcll,Jr., .. ~(are Bloch and the Logic of Comparativc Hisro1-y ... flis· de origina!idad, todas ellas tratttn de reunir e integrar información
tory and 17ieory, 6 ( l 967), pp. 208-218. que se halla a menudo inconexa.
_} 8 J. H. Elliott, Rir.l1f'litm ,,nrl Olfoarcs, Cambridge, Cambridge Univcrsit}' Prcss,

.;r
1984, rcimpr. 1991 [ Rid,,/if'1t y Olivares, tr.icl. Rafael Sánchez Mantero, Barcelona,
) Crítica, 1984, reimpr. 2002). ·' .:~ .•·
9 J. H. Elliott, E111/1ires oftlie Atlmitir. World: Britai11 nud Spain in Amcrira, 1492·1830, 10
} jonathan Brown yJohn ·H. Elliolt, A Pal.tic,. Jora Kiug: The Bum Rttiro and the
New Haven (Connccticut) }'Londres, Yalc Univcrsity Press, 2006 [Imperios rkl mundo ·:~} Cortrt of Pliili1-· N, New Haven (Connecticut) )'Londres, Yale University Press, 1980;
·) atlántico: Espmia y Gmn Bl'f'lmia. en A mérim ( 1492-1830), trad. lldarta Balee lb, Madrid, ';~4,
. .'
~,.
cdn. rev. yam >liada 2003 [ Uu /mlaéiopari.ulrey. El Bur.nRr.timy la cortú!eFeüpeIV, trad.
Taurus, 2006). Vicenle Lleó ~,María Luisa Balseiro, Madrid, Taurus, 2003). '.
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Esl'AÑA, EUROl'A Y El. !>IUNOC> DE ULTRMWt
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Si hay un motivo conductor en los ensayos de este yolumen, espe- (
ro que se eºncuentre en mi aspiración a relacionar y comparar. En lo:;
últimos años, la proliferación de investigaciones combinada con un '(
PRIMERA PARTE
grado excesivo de especialización ha conducido a menudo a una re- '(
ducción en los enfoques y a un nivel de concentración en las minucias
(
que hacen dificil apreciar las relaciones con el panorama más amplio.
Aún más recientemente, y al menos en parte como reacción, se nos (
han ofrecido estudios macrohistóricos que recorre1 t de forma emo-
cionante, aunque vertiginosa, continentes y pueblos a costa de algo
f
de esa nitidez que sólo se puede obtener con reconocimientos más (
cercanos al suel.o~ Espero haber c;onseguido en estos ensayos cieno (
equilibrio entre ambas aproximaciones al abordar problemas que:
creo de importancia e interés general y al mism~ tiempo anclarlos e~1 (
EUROPA
contextos históricos específicos conformados por el Liempo y el espa- ~ (
cio. El distfoguidó históriador francés Emmanuel Lé Roy Ladurie \..
qasificó una vezJos historiadores en paracaidistas y cazadores de uu- {
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fas~ 1. Me gustaría pensar en este volumen como en la obra de un pa-
ra~aidista con uriás cuan.tas trufas en su mochila. \.
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, 11 Cuando le pedí a Ladurie Ja referencia hace algunos años, no pudo recorclai'-
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la, pero me afirmó que podía citarle con segu1idad (e.arta al autor~ -l de mayo d: 1999) ..
Se trata del contraste entre Jos paracaidistas que realizan una banda en vastas areas de
territorio, como los sold~dos franceses en Argelia en torno a 1960, y los buscadores
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de trufas que sacan a la luz tesoros enterrados.
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CAPÍTULO 1

~" VNA EUROPA DE MONARQUÍAS COMPUESTAS


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E1 concepto de Europa implica unidad. La realidad de Europa, es-
pecialmente tal como se ha desarrollado en los últimos quinientos
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~ años más o menos, revela un grado acusado de desu_nión, derivado


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del establecimiento de lo que ha llegado a considerarse el rasgo ca-
racterístico dt· la organización política europea en contraste con la
de otras civilizaciones: un sistema competitivo de estados-nación te-
rritoriales y soberanos. «Hacia 1300 -escribió Joseph Strayer en un
libro pequeño pero muy perspicaz- resultaba evidente que laformá
política dominante en la Europa occidental iba a ser el estado sobe-
.. ·>
rano: el Imperio universal nunca había sido más que un sueño; la
Iglesia universal se veía forzada a admitir que la defensa del estado
)
individual tenía prioridad sobre las libertades eclesiásticas y las rei;.
) vindicaciones de la cristi'andad. La lealtad al estado era más fuerte
) que cualquier otra y estaba adoptando para algunas personas (en su
mayoría funcionarios gubernamentales) ciertas connotaciones de
) patriotismo» 1 •
t Aquí tenemos en fase embrionaria los temas que componen el
programa de Ja mayor parte de la escritura de la historia· en los si-
t glos XIX y xx sobre el dev¡enir político de la Europa moderna y con-
} temporánea: el derrumbamiento de cualquier perspectiva de unidad

'·:.
europea basada en el dominio de un ((Impetio universal» o una «Igle-
sia universal», seguido por el fr¡icaso predeterminado de todos los
intentos ulteriores de alcanzar tal unidad por medio de uno u otro de
J estos dos elementos, y el largo, lento y a menudo tortuoso proceso por
j)
) 1 Joseph S1rar1~r. Ori the MP-die11al Origins o/t/11: Modem Stat'-, Princeton (Nueva jer-
sey), Princctoo Univcrsity Prcss, 1970 [Sohrt1 los orígn1e.f medieunles del Estado moderno,
j
::t·:' trad. Horado \'á;:que7. Rial, Barcelona, Ariel, 1981]. p. 57.
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EsPAÑA, EUROPA\' EL MUNDO l>E ULTRAMAR llNA EUROl'1\ IJt: MONARl.,!UÍAS CUMPUl::!>'l;\S
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el cual algunos estados soberanos independientes lograron definir. desde un sector inesperado poco después de la Segunda Guerra Muri- ~ f
sus fronteras territotiales (1~ente a sus Vf!cinos e imponer una autoridad dial, cuando Fernand Braudel argumentó en 1949 que, con la reacti- lo. (
centralizada sob~e sus poblaciones súbditas, mientras que al mis1no \'adón económica de los siglos xv y XVI, la coyuntura pasó a ser «con-
tiempo proporcion~ban un foco de l.ealtad a través del establecimien- sistentemente favorable a los estados grandes o muy grandes, a los ·,. (
to de un consenso nacional que trascendía las lhltades locales. ''supercstac.lus" que hoy se vuelven a considerar como la pauta parad ,_ (
Como resultadp de este proceso, una Europa que en 1500 estaba futuro, del mismo modo que parecieron serlo brevemente a princi-
compuesta de ccunas quinientas unidades políticas más o menos it1Cle- pios del siglo XVIII, cuando Rusia se expandía bajo Pedro el Grande y (
pendientes» se había transformado hacia 1900 en una Europa de
~<aproximadamente veinticinco» 2 , entre las cuales se consideraban las
se proyectaba una unión dinástica como mínimo entre la Francia de
Luis XIV y la Espm1a de Felipe V»".
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más fuertes aquellas que habían conseguido el mayor grado de in te-
'-- (
La idea de Braudel de que la historia es favorable o desfavorable
.gración como esta.dos~nacipnes con todas las de la ley. Todavía sobre- alternativamente a extensas formaciones políticas no parece haber ·~ (
vivían anomalías. (~o}?re todo la monarquía austro-húngara), pero su
condición de tal~s. quedó ampliamente confirmada por los aconteci-
estimulado muchas investigaciones entre los historiadores económi-
cos y políticos, acaso por la dificultad inherente de cakular el tamailo ""~ (
mientos del catacli~mo que fue la Primera Guerra Mundial. El subsi- óptimo ele una unidad territorial en un momento histórico dado. ,-· (
guiente triunfq. dei «principio de nacionalidad» en el Tratado de Ver- Tampoco las implicaciones de la recuperación de la idea imperial por ·'"" {
s~lles.de 19195 p~eció ratificar el estado-nación como la culminación parte de Carlos V, sobre cuya importancia insistió Frances Yates, pa-
lógica, y de hecho .nec~s~a, de mil años de historia europea. recen haber sido aceptadas del todo por los historiadores del pensa- ~ {
. ·tpocas diferen.tes. conllevan perspectivas diferentes. Lo que pare- miento político5 • Las ideas sobre el estado territorial soberano siguen ·- (
cía lógico, neces.ario y hasta deseable a finales del siglo XIX parece siendo el principal foco de atención en las visiones de conjunto sobre ~ (
menos lógico y necesario, y un tanto menos deseable, desde nuestra la teoría política de la edad moderna, a expensas de otras u·adiciones '-,. {
p~vilegiadaatalayadé principios del XXI. El desarrollo, por una parte, que se ocupaban de formas alternativas de organización política des-
de organizaciones económicas y políticas multinacionales y, por otra, \.
pués consideradas anacrónicas en una Europa que había vuelto las
el resurgimiento tanto de nacionalidades «Suprimidas» COlUO de iden- ( (
espaldas a la monarquía universa}ri y había subsumido sus particula-
.tidades locales y regionales medio sumergidas han ejercido presiones rismos locales en estados-nación unitarios. ( {
simultáneas sobre el estado-nación desde arriba y desde abajo. Estos Entre estas formas alternativas de organización política, una que ((
dos procesos, sin duda relacionados de formas que habrán de diJuci-
qar futuras generaciones de historiadores, han de acabar por poner
en tela de juicio las interpretaciones al uso de la historia europea,
ha suscitado especial interés en los últimos a11os ha sido el «estado
compuesto» 7• Este interés debe ciertamente algo a la preocupación '{
( (
concebida ~esde ,el punto de vista de un avance inexorable hacia un .
sistema de estados-nación soberanos. " Fernand Brauclel, la Médite1ra11ée et le monde méditcrranim al'époque de Pliilippe ll, ((
2 vols. París, A. Colin, 1949 [El iHediterráneo y el mundo mediterráneo m la época de Felipe

'"
Este proceso de reinterpr~tación histórica implica claramente una IJ, u-ad. Mario Monteforte Toledo y Wenceslao Roces, 2 vals., México, Fondo ele Cul-
nueva evaluación de intentos más tempranos de organizar entidades . tura Económica, 1980], p. 508. .
( (
5
políticas supranacionales. A decir verdad, uno de tales intentos, el Frances Yates, «Charles V and the Idea of Empire .. , en su Astraea: Tlle I111peti<1l
Tlleme iti tlie Si:-:temtli Ctmtury, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1975, p. 1.
imperio de Carlos V en el siglo XVI, obtuvo una aprobación a medias 6
Para un estudio ctcl tema de la monarquía universal, véase Fr.111z Bosbad1, Mr,. '{
11m"C:liia Universa/is. Ein politisclier Leitbeg,.iffderJrül11m New.eit, Cotinga, Vandenhoeck & ~~
Ruprecht, 1988.
·2 Charles Tilly, -Reflections on the History of European State-Making.. en Charles
7
•Estado compuesto" (composite state) fue el término usado por H. G. Koenigs- •l
Tilly (ed.), TheFonnation o/NationalStates in WesternEurope, Princeton (Nuevajersey)',

.,·~
berger en 1975 en su lección de inauguración de la cátedr-.i de historia en el King's
Princeton University Press, 1975, p. 15. · · · · · College de Londres: H. G. Koenigsberger, .. nominium regale or Dominium politicum et
5 Eric Hobsbawm, Nations and Nationalism since 1780, Cambridge, Cambridge regale», en su Politicians and Vfrtuosi: Essays on Early Modem History, Londres, Hamble-
University Press, 1990, p ..J.31 [Naciones y nacionalismo desde 1780, trad.Jordi Beltran,
Barcelona, Critica, 1992, p. 142].
don Press, 1986. Conrad Russell, al aplicar el concepto a la historia británica, prefiere
hablar de u reinos mlíltiples .. (mu/tiple kingdoms): véase, por ejemplo, Conr.td Russell,
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\l, UNA EuRqr,\ OF. MONARQUIAs COMl'llf.sTA.<;

·, ~. F-<;l'AÑA, f.llROrA V F.I. MllNllO DE ULTRAMAM

era todavía esencialmente ~01npuesto se limitaba a agregar un com-


'.,) ~ actual eur<;>pea por la unión federal y confederal, a medida que na-
ponente más a aquellos que ya estaban puestos en su lugar.
J> , cionalidades enterradas vuelven a aflorar a la superficie para reclamar Si la Europa del siglo xvt era una Europa de estados compúestos,
su lugar al sol8 , pero también refleja ~n reconocimiento histórico.cada
en coexistencia con una mfríada de unidades territori~es yjurisdic-
'},
,) vez mayor de la verdad en que se basa la afirmación de Koenigsberger
de que cela mayoría de los estados del periodo moderno fueron esta-
dos compuestos, los cuales focluían más de un país bajo el dominio
cionales más pequefias que guardaban celosamente su estatus inde-
pendiente, resulta necesario evaluar su historia desde este punto de
vista más que desde la perspectiva de la agmpación de estados-nación
)7 de un solo soberano». Koenigsberger clasifica estos estados en dos
unitarios que llegaría a ser más tarde. Es bastante fácil suponer que
1)) categorías: en primer lugar, los estados compuestos separados entre
el estado compuesto de la edad moderna no fue más que una parada
sí por otros estados o por el mar, como la monarquía de los Habsbur-
:t :. go espa11oles, la monarquía de los Hohenzollern de Brandeburgo-
intermedia y obligada en elcmnino que llevaba a la estatalidad unita-
) ~) ria, pero no debería darse por sentado que a caballo entre los siglos XV
Prusia o la corona inglesa con su dominio sobre Irlanda; en segundo
y XVI éste era/ª el destino final del trayecto.
)> lugar, los estados compuestos contiguos, como Inglaterra y Gales,
La creación en la Europa occidental medieval de alguna8 unidades
Piamonte y Saboya o Polonia y Lituania9 •
~ En el periodo de la edad moderna sobre el que escribe Koenigs-
políticas amplias (Francia, Inglaterra, Castilla) que lograron construir
y mantener un aparato administrativo relativamente fuerte y que se
) berger, algunos estados compuestos, como Borgoña y la Unión de apoyaban en cierto sentido de la unidad colectiva, a la vez que lo fomen-

,
) Kalmar escandinava, ya se habían disuelto o estaban a punto de ha-
cerlo, mientras que otros, como el Sacro Imperio Romano, luchaban
por su supervivencia. Por otro lado, fueron los sucesores imperiales
taban, apuntaba ciertamente en una dirección unitaria con firmeza.
No obstante, la ambición dinástica, deiivada de un sentido de la familia
y el patrimonio hondamente arraigado en Europa, estaba por encima
••) de Carlos V, provenientes de la rama austriaca de Jos Habsburgo,
quienes iban a formar con sus propios reinos heredados y tierras pa-
de las tendencias unitarias y amenazaba constantemente~ por su conti-
nua búsqueda de nuevas adquisiciones territoriales, con disolver la
trimoniales un estado cuyo carácter compuesto perduraría hasta su
cohesi6u inte~·na que se estaba alcanza.ndo con tanto trabajó~
) final. Aunque algunos estados modernos eran claramente más com-
Para unos monarcas preocupados por el engrandecimiento, fa
puestos que otros, el mosaico de pays d 'élections y f1ays d 'étals en la
) creación de estarlos compuestos parecía ún camino fácil y natural
Francia de los Valois y de los Barbones es recordatorio de un proceso
) hacia adelante. Nuevas adquisiciones territoriales significaban un
histórico que se volvería a repetir cuando Luis XIII unió formalmen-
;¡, prestigio real;:adn y en potencia nuevas y valiosas fuentes de riquéza.
te el principado de Béarn a Francia en 1620 1º. Un estado cuyo carácter
)
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Todavía se preciaban más si poseían las ventajas adicionales de la
contigüidad y lo que se conocía como ccconformidad».jacobo VI (de

.. TM. Comes o/ the E11glitli Civil mir, Oxford, Oxford University Pre.u, 1990, p. 27. Más re-
cicntemente John Morrill, con el argumento rle que .. 1a noción de monarquía com-
Escocia) y 1 (de Inglaterra e Irlanda) usáría el argumento de la con-
tigüidad para fortalecer su razonamiento a favor de la union de las
) puesta tiene una connotación clcmasiado estable e institucional .. , se ha decantado por coronas de Inglaterra y Escocia 11 • También se consideraba más fácil
la poco elegante •aglomeración dinástica• ( dyna.tlic agglomerale), para comunicar mejor mantener la nueva unión donde había marcadas similitudes di lingua,
) la sensación de .. cuán inestable era el compuesto en evolución». Véasejohn Morrill,
... Uneasy lies the Hcad that Wears the Crown". Dyna.o;tic crises in Tndor and Stewart. di costumi e di ordini, cede lengua, de costumbres y de instituciones»,
} Britain 1504-1746•, The Stenton Lecture, University of Reading, 2005, pp. 10-11. como Maquiavelo observaba e~ El principe1 2• Francesco Guicdardíni
8 Véase, por ejemplo, la referencia a desarrollos europeos contemporáneos en el abundaba.en la misma opinión al referirse a la conformitaque hacía
j prefacio a Mark Greengrasi; (cd.), C.cmqut.St and Coalesr.r.nce: Tlu~Slio/1ingoftlleState in
) Early Mndr.rn E11m/1'-• Londres, Eclward Arnold, 1991, una colección de ensaros que
presenta estudios de fusión, o intentos de fusión, entre unidades políticai; mayores y 11 Véase Brian P. l .cvack, Tlie Forma( ion o/th8 Brilisli Stnte: England, Scotland, and th4
~ menores en la Europa moderna. Union, 1603-1707, Oxford, Clarendon Press, 1987, p. fi.
9 Koenigsbergcr, ccDnminitwi regale or Dnminirun politicum el wga/e.. , p. l 2. 12 Nicollo Machi:wclli, ll Principt', ed. Luigi Firpo, Turín, Einaudi, 1972, cap. 3
) 10 Para una explicación sucinta de los acontecimientos de 1620, véase Christian [existen diversas 1raclucciones españolas, entre ellas Nicolás Maquiavclo·, El prinape,
Desplat, oeLouis XIII and the Un ion oí Béarn to France•, en Greengrass (ecL), Con- trad. Helena Puigdnmencch, Madrid. Tecnos, 1988; también Cátedra, 1997].
i quest and Coolesr.enr.e.
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y liL MUNDO DE ui;rRAMAA UNA EUJlOl'A 1>1:: MONARl,,!Ulti CllMl'lJESTAS ..\.. (
EsPAÑA, EUROl'1\

del recién conquistado reino de Navarra una adquisición tan exce- se esperaba del rey, y de hecho se le imponía éomo obligación, que
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lente pa~ Fernando.el Católico 1:1. Sin embargo, fa contigüidad y la mantuviese e] estatus e identidad distintivos ele cada tÚ10 de ellos. · ~ (
conformidad no llevaban necesariamente por sí mismas a la unión Es Le segundo método de unión poseía ciertas ventajas claras tanto
~ (
integral. La Navarra española siguió siendo en muchos aspectos un para gobernantes como para gobernados en las circunstancias de Ja
reino aparte y no. conoció transformaciones c1e envergadura en sus Europa moderna, por más que Francis Bacon abundara en sus insu- .;_:_ (
leyes, costumbres e instituciones tradicionales hasta ~841. . · ficiencias posteriormente en A BrieJDiscourse Touching the Flappy Union ·,!: (
. Según el jurista español del siglo xvujuan de Solorzano Pereua, o/the Kingdoms o/England and Scotland1 6 [«Breve discurso sobre la feliz
había dos maneras en que un territorio recién adquirido podía unir- unión de los reinos de Inglaterra y Escocia»]. De las dos recomenda- ·-- f
se a los otros dominios de un rey. Una de ellas era la unión ccacceso- ciones ofrecidas por Maquiavelo en sus lacónicos consejos sobre el ·, f
ria», por la cu'alun r~in.o o provincia al~untarse con otro pasaba a tratamiento que hay que dar a ]as repúblicas conquistadas, cca1n1inar-
( f
c9nsiderarsejutjclicamente como parte mtegral suya, de modo. que las)) o si no cdr allí a habitar personalmente», Ja primera resultaba
sús habitantes disfrutaban de los mismos derechos y quedaban stuetos desventajosa y la segunda impracticable. No obstante, también pro- (.(
a las mismas.leyes. El ejemplo más destacado.de este tipo de unión ponía d':jar a los estados conquistados «vivir con sus leyes, exigiéiido- ( {
dentro dela monarquía hispánica lo proporcionan las Indias españo- les un tributo e instaurando un régimen oligárquico que os los con-
:J~, qu~ fuero~i~corporadasjurídicamente a la c~rona de Castilla.
La incorporación de Gales a Inglaterra por med10 de las llamadas
Acw de Unión (.U~ion4cts) de 1536y1543 también podría conside-
serve amigos» 17 • Este método era la consecuencia Jógica de la unión
aeque principalitery fue empleado con considerable éxito por los Aus-
trias en el transcurso del siglo XVI para mantener unida su inmensa
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rarse una unión accesoria. monarquía hispánica. ;

. · Además había, según Solórzano, la forma de unión conocida como . \• La mayor ventaja de la unión aeque principaliterera que, al garanti- ~. (
asqueprincipaliter, bajo la cual los reinos constitu~entes c~n~nuaban zar la supervivencia de las instituciones y leyes tradicionales, hacía i... (
.. después de su unión siendo tratados como enudade.s .d1st~ntas, de más llevadera a los habitantes la clase de transferencia territorial que
· modo que conservaban sus propias leyes, fueros y pnv1leg1os. «Los era inherente al juego dinástico internacional. No hay dtida de que a
menudo se producía inicialmente un considerable resemimienco al
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reinos se han de regir, y gobernar-escribe Solórzano-,.como si el (
rey que los tienejuntos,·10 fuera solamente de cad~ u~o ~e.ellos,,1-1. eucontrarse subordinados a un soberano «extranjero ... Sin embargo,
La mayoría de los reinos y provincias d: la mon~rqma 111~p~~1ca }~\.ra­ la promesa del soberano de observar las leyes, usos)' costumbn~s tra- {
gón, Valencia, el principado de Cataluna, los re~nos de S1~1ha y Na_?o- dicionales podía mitigar las molestias de estas transacciones dinásLicas {
les y las diferentes provincias de los Países BaJOS) enca.iaban .ma~ o y ayudar a reconciliar a las élites con el cambio de se11ores. El respeto
menos dentro de esta segunda categoría 16• En todos estos terntonos de las costumbres y leyes tradicionales suponía en particular la per- .l
\,

petuación de asambleas e instituciones representativas. Dado que los ( l


soberanos del siglo XVI estaban habituados en general a crabajar con
---;;-Francesco Guicciardini, Legur.io11e diSpagna, Pisa, 1825,.pp. 61-62 (carta XVI, 17
tales organismos, no se trataba en sí de un obstáculo insuperable, ¿l
de septiembre de 1512). . . . ·,
14 Juan de Solórzano y Pereira, Obras posthumas, Madnd, 1776•. pp. 188-18_9:Juan aunque con el tiempo podía acarrear complicaciones, como sucedió { (
de Solórzano y Pereira, Poütica indiana, Madrid, 1647, reed. Madnd, C~~pama l~b~- {. (_
. · d p bl'icaciones 1930 libro IV, cap. 19, § 37. Véase tambaenj. H. Elh-
roamencana
The Revolt eo/ theu Catalans: A ' Study· ' in the Decline
· of Spaan· 15 98-1640, Ca~ b 11··d ge,
ott, 'd U . 'ty Press 1963 p. 8 [la rebelión de los catalanes. Un est11dw sobre !a
16 Francis Bacon, ·A Brief Discourse Touching the Happy Un ion of che King- ( l-
Cambn geJ . Es·h
mven1 • • • · M d 'd s· ¡ · doms of Eugland and Scotlancl», en Tlle Wcnks ofFrmu:is Bacon, ed.James Spedding, 14
_J_ •
dec~"ªª ut: rana ,.,
- (111:98-1640) trad. Rafael Sanchez Mantero, a n , 1g o XXI,
'
. FJ · d Ayal 'deaspulíticas de juan •
deSolónano, ~ '11 p bl' .·
JeVl a, u acanones vols., Londres, Longman, 1857-1874, X, p. 96. el
1977 ' P· 141 ' . aVJer e a, '' . 946 5 17 .. Qzwntlo quelli stati clie s 'acquistano, come edello, sono consueti a viven! con le loro
de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de SeV1lla, 1 • cap. · . • · . e~
. 1s El reino de Nápoles era en cierto 111 odo una anomalía, pues ~onsutma ~·u te de leggi: e in liberta, " voledi limere;· ci sono tre mocli: el primo, ruinar/e,- l 'altro, mularvi lld llbitare
la herencia aragonesa medieval, pero tarnbién había sido conqmstado en uen~pos pmotialmtmle; el terzo, lasciarle vivere con le s11a legge, tratmdone una pensione e crta1lduvi 't {
más recientes a Jos franceses. En la pr~ctica era clasificado dentro de la categuna de clre1Uu unu slato di poclii che le le conservi110 amicJie,., Machiavelli, //Príncipe [Maquiavelo,
El ¡11i11dpi:], cap. 5. t(
aeque principalittr.
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)' EsrA:Í:A, 1-:UKUI',\ \' t:I. MUNllO llE u1:rn,\MAK
UNA EUKOl'A DE MONAJU,¿UfAS CllMl'UESTA.'i

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con la unión de las coronas de Castilla y Aragón. Las restricciones de ¿Qué instrumento¡ estaban al alcance para conseguirlo? La coacción
) las instituciones tradicionales sobre la realeza crai1 mucho más fuertes tuvo su papel en el establecimiento de ciertas uniones modernas,
en los territorios aragoneses que en la Castilla del siglo XVI, tanto que como la de Portugal con Castilla'en 1580, pero el mantenimiento de

,,t,
para una corona acostumbrada a una relativa libertad de acción en un ejército de ocupación era no sólo un asunto costoso, como descu- -
una parte de sus dominios llegó a hacerse difícil aceptar que sus po- brieron en Irlanda los ingleses, sino que además podía ir en contra
deres eran considerablemente limitados en otra. La disparidad entre de la misma política de integración que trataba de seguir la corona,~
los dos sistemas constitucionales también favorecía los roces entre las como se dieron cuenta los austriacos hacia finales del siglo XVII con
)) partes constituyentes de la.unión cuando la expresión llegó a ser una sus intentos de poner Hung1ia bajo el control real 20 :
creciente dispa1idad entre sus respectivas contribuciones fiscales. La Excluida una presencia militar más o menos permanente, las po-
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~
dificultad para extraer subsidios de las cortes de la corona de Aragón
convenció lógicamente a los monarcas para dirigirse cada vez más a
menudo a las cortes de Castilla en busca de ayuda financiera, que
sibilidades se reducían a la creación de nuevos órganos institucionales
en el nivel superior de gobierno y al uso del patronazgo para conse-
guir y conservar la lealtad de las viejas élites políticas y administrativas.
) ·-. resultaban más dóciles a la dirección real. Los castellanos llegaron a Dado que el absentismo real era una característica in·evitable de las
sentirse molestos por la mayor carga fiscal que se les pedía soportar,
~ :. monarquías compuestas, era probable que el primer y más importan-
mientras que los aragoneses, catalanes y valencianos se quejaban de te cambio que había de experimentar un reino o provincia puesto en
t~ la frecuencia cada vez meno: con que se convocaban sus cortes y te- unión con otro más poderoso era la partida de la corte, Ja pérdida de
}" mían que sus constituciones estaban siendo subvertidas en silencio. la condición de capital de su ciudad principal y la sustitución del
A pesar de todo, la alternativa, que consistía en reducir los reinos monarca por un virrey o gobernador. Ningún virrey podía compensar
) ·~
recién unidos al estatus de provincias conquistadas, era demasiado del todo la ausencia del monarca en las sociedades altamente presen-
) arriesgada para ser contemplada por la mayoría de los soberanos del ciales de la Europa moderna. No obstante, la solución española de
) siglo XVI. Pocos diiigentes de la edad moderna estuvieron tan bien situa- nombrar un consejo de representantes nativos para asistir a:l rey con-
dos como Manuel Filiberto de Saboya, quien, tras recuperar sus tenito- tribuyó en ciei·ta medida a paliar el problema, al proporcionar un
) rios devastados por la guerra en 1559, se encontró en posición de co- canal a través de 1cual se podían expresar las opiniones y agravios lo-
)"' menzar la construcción de un estado saboyano casi desde cero y legó a cales en la corte y utilizar el conocimiento local en la deterrilil)acion

,.,
)~
sus sucesores una tradición burocrática centralizadora que haría ele
Saboya-Piamonte un estado excepcionalmente integrado, al menos para
lo habitual en la Europa moderna 18• En general parecía más seguro, a
de las directrices políticas. A un nivel superior, un consejo de estado
(compuesto mayoritariamente, pero no siempre exclusivamente~ por·
consejeros castellaúos) quedaba en reserva como 'un instrunien.to
la hora de tomar posesión de un nuevo reino o provincia que funciona- nominal al menns para las decisiones definitivas sobre la líµea gene-
)
ba razonablemente, aceptar el statu quoy mantener la maquinaria· en ral y para la coordinación a la luz de los intereses de la monarquía
) marcha. Algunas innovaciones institucionales podían ser factibles, como hispánica en su conjunto. En la monarquía británica del siglo XVÍI un
) la creación de un Consejo Colateral en el reino espailol de Nápoles 19 , consejo de estado era algo que brillaba por su ausencia. Los pri.vy
pero era primordial evitar la alienación de la élite de la provincia con la councils o cons~jos asesores de Escocia y de Irlanda operaban en
} introducción de demasiados cambios excesivamente pronto. Edimburgo y en Dublín, respectivamente, en lugar de en la corte, y
J Por otro lado, cierto grado inicial de integración era necesario si
l"i
nijacobo 1 ni Carlos 1 procuraro~ crear un consejo para toda Gran
} el monarca pretendía tomar control efectivo de su nuevo territorio. ...., Bretaiia21 •
·."'...
) : '.)'):
18 Para un breve resumen sobre el destino del Piamonte y sus instituciones repre-
) sentativa.'I, \'éasc H. G. KoenigsberJ<cr, .. The ltalian Parliaments from their 01igins to 20
.John P. Spielman, úopnld! o/Austria, New Bnanswick (Nuevajersey), Rutgers
the Enct of the Eighteenth Ccntury•, en su Politirinns m1d Virtuosi, pp. 54-59. University PreM 1977, pp. 67y132. ·
j 19 E.o;toy agradecido a Giovanni Muto de la Universidad de Milán por sus 01ienta- 21
Levack, /oonnation of tlr~ Britisli State, p. 61; Conrad Russell, TM Fallo/ the BritiJh ·,
ciones sobre los asuntos de Nápnles. Mnnarr:liw.s 1637-1642, Oxford, Oxford Univcrsity Press, 1991, p. 30. " ·,
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UNA f.UROl'A llt: MONARf.!lJIA.'i COMl'llF.S'li\S (. (
sentisca y habían aprendido a acomodarse a esta inevitable realidad, ,. (
En los .nivel~s inferiores de la administración la concepción patr>
monial de los cargos e~la Europa moderna hacía difícil sustituir a los no siempre desdichada, incluso antes de la unión de las coronas. · .¡ (
A cambio de un cierto abandono benévolo, las élites ]ocales disfru- !
funcionarios existentes por otros que pudieran ser considerados más
taban de un grado de aut.ogobierno que les dejába sin ninguna nece-
1
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leales al nuevo i;égimen. Además, bien podía haber ·estrictas reglas
constitucionales que gobernaban los nombralnientos, como ocurría sidad urgente de cuestionar el statu quo. En otras palabras, las monar- ((
en partes de la monarquía hispánica. En la corona de Aragón las leyes quías compuestas estaban construidas sobre un contrato mutuo entre
la corona y la clase diligente de sus diferentes provincias, que confería
{. <
y constituciones prohibían la designación de funcionarios no nativos ( f
y regulaban el tamaño de la burocracia. También en Sicilia los cargos incluso a las uniones más artificiales y arbitrarias una cierta estabilidad
seculares estaban reservados a los natura.les de la isla22 • En la I calia y resistencia. Si a partir de aquí el monarca fomentaba, especialmen- ~ {
continental la corona tenía más margen de maniobra y fue posible la il. te entre la alta nobleza de sus diferentes reinos, un sentimiento de
infiltración de funcionarios espafloles en la administración de 'Milán lealtad personal a la dinastía, que superase las fronteras provinciales, f
~ (
1
y Nápoles. Con todo, aquí, al igual que en todas partes, no había al- las probabilidades de estabilidad aumentaban todavía más. Esto era
ternativa a una fuerte dependencia de las élites provinciales, cuya algo que Carlos V procuró conseguir cuando abrió las puertas de la ¡'-' (

· lealtad sólo se podía conseguir y conservar median ce el patronazgo. orden borgoñona del Toisón de Oro a los aristócratas de los diversos 11
,, (
.Esto daba a su vez a las élites provinciales, como la de Nápoles23 , una -~~·~
reinos de su monarquía compuesta. Fue algo que también lograron 11
influencia sustancial, que podía utilizarse por un lado para ejercer ·:~l.'
los Habsburgo austiiacos del siglo XVII a una escala mucho más esplén- -(
presión sobre la coron~ y por otro para ampliar sil dominio social y dida y sistemática por medio del desarrollo de una espectacular cul-
tura conesana 25 • (
económico sobre sus propias comunidades.
Esto indica cierta fragilidad respecto a las monarqtúas compuestas, ·~t:: Era más fácil generar un sentimiento de lealtad a un monarca tras- :(
la cual obliga a plantear preguntas acerca de su viabilidad a largo pla-
..zo. No cabe la más niínima duda de que para todas ellas el absentismo
cendente que a una comunidad más amplia creada por la unión polí-
tica, aunque sin duda ayudaba que la entidad tuviera un nombre acep- : (
rearconstituía un grave problema estructural, que ni siquiera el vigor table. Los monarcas que unieron las coronas de Castilla y Aragón '..
~
(
trataron ele resucitar vagos recuerdos de una Hispania romana o visi-
itinerante de aquel viajero incansable que fue Carlos V pudo resolver .~ (
del todo. Ahora bien, las constantes quejas de los ca~alanes y aragone- gótica con el fin de proponer un foco de lealtad potencialmente más .......
amplio bajo la forma de una «España» históricamente restaurada. Pero (
s~s del siglo XVI de que se veían piivados de la luz del sol24 , aun siendo ·....
la Union in Name, o (<Unión de nombre», como la llamaba Bacon 20 , no
seguramente expresión de un sentimiento legítimo de agravio, pue-
era fácil de alcanzar. Para algunos escoceses del siglo XVII, la palabra
.. l
den también ser consideradas útiles estrategias pa:m obtener mC:is de
.· aquello que apetecían. A los catalanes, al fin y al cabo, como miembros Britain, ((Gran Bretaii.a», poseía todavía connotaciones negativas27 • ~ l
de uha confederación ·medieval, no les era desconocida la realeza ab- Una asociación más estrecha, especialmente si con11evaba benefi- / (
cios económicos o de otro tipo, podía contribuir a fomentar esta leal-
tad más amplia, como sucedió entre los escoceses en el siglo XVIII. Tam-
"" l
(
bién podía contar la magnética atracción ejercida sobre las noblezas ~· ( ..
H. G. Koenigsberger, Tht Govemment of Sicily unckr Philip ll o/ Spain: A St mly in
22
the Practice o/Empire, Londres, Staples Pr~ss, 1951 [existe versión española de la edn. '
el
rev., La práctica dtl imperio, trad. Graciela Soriano, Madrid, Alianza, 1989], pp. 4 7-48. 25 Véase Robertj. W. Evans, TheMakingoftlleHabsburgMonarclly, 15'0-1700, Ox-
2! Rosario Villari, La rivolta antispagtrola a Napoli: le origini ( 1585-1647), Bari, La~
terza, 1967 [La revuelta antit$pañola en NrJpoles. Los orígenes (1585-1647), trad. Fernan-
ford, Oxford University Press/Clarendon Press, 1979, esp. pp. 152-154 [l.<1 morum¡ufrz
delos Habl'but-gv, 1550-1700, Barcdona, Labor, 1989, esp. pp. 131-132). '~·
do Sánchez Dragó, Madrid, Alianza, 197g]. La medida en que la vieja nobleza conser-
. vó su dominio después de la revuelta napolilana de 1647-1tl48 c:s a(m tema de
-·discusión. Véase especialmente Pier Luigi Rovito, ocLa rivoluzione costituzionale a Na-
26 Bacon, .. BriefDiscourse .. , p. 96 .

, 27 Véase Roger A. Mason, .. scotching the Brut: Poli tics, History and National
e '"
G{
Myth in Sixtcenth-Ce111ury Britain,,, en Roger A. Mason (ed.), Swtumtl ami Et1glmul,
poli (1647-1648)•, Rivistti Storica Jtalian<I• 98 (1986), pp. 367-462. No obstante, las éli-
·~
1286-1815, Eclimburgo,John Donald, 1987. Estoy agradecido ajohn Robertson por
tes provinciales, que incluían un nutricio número de togati, también dispusieron de
esta referencia y también por sus útilc:s comentarios a un primer borrador de este
amplias oportunidades para ejercer ¡11 f1uencia política.
24 ElJiott, Revoll oftlle Catalmis, pp. 12-14 [La rebelión de los catalanes, pp. 17-18].
ensayo. tt
~
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,,, 1 ,.

l J UNA EUROl'A llE MONAAQUWi COMrUE.\TAS


E.o;l'i\ÑA, J::IJROl'A \' t:I. MUNOO O~ ULTRAMAR
i, Los cambios religiosos del siglo XVI sumaron un nuevo componen-
'}) locales por la cultura y la lengua de una corte dominante: en fecha tan
Le, extremadamente delicado, a aquel conjunto de elementos (geo-
temprana como 1495 un aristócrata aragonés que traducía un libro
) ) gráficos, históricos, institucionales y, eri algunos casos, lingüísticos)
del catalán al castellano se r~fería a este último como el idioma de
que contribuyó a constituir el sentido colectivo de la identidad de
) ~ «nuestra Hyspa1fa,,2s. Con todo, «España», aun siendo capaz ele des- . :•1 ..
una provincia con relación a la comunidad más amplia del estado.
), pertar lealtad en determinados contextos, continuó lejana en compa-
compuesto y al territorio dominante dentro de él. El protestantismo
ración con lac; realidades más inmediatas ele Castilla y de Arngón.
}· Ahora bien, el sentido de identidad que una comunidad tiene ele
agudizó el sentido de identidad distintiva de unos Países Bajos siem-
pre conscientes de las diferencias que los separaban de España, del
} '. sí misma no es ni estático ni uniforme29 • La fuerte lealtad a la comu-
mismo modo que lo hizo el catolicismo entre una población irlande-
nidad natal (la pal1iadel siglo XVI)~ no era incompatible de por sí con
) sa sometida al rlominio inglés protestante. Así pues, las presiones
la ampliación de la lealtad a una comunidad mayor, con tal de que las
desde el centro para conseguir la conformidad religiosa tendían a
~ ventajas de la unión política pudieran ser consideradas, al menos por
provocar reacciones explosivas en comunidades que, por una razón
) grupos influyentes de la sociedad, de más peso que las desventajas.
u otra, sufrían Y" la sensación de que sus identidades corrían peligro ..
Aun así, la estabilidad y las perspectivas de supervivencia de las mo-
) Cuando se producía el estallido, los rebeldes podían albergar la
narquías compuestas del. siglo XVI, basadas en una aceptación mutua
esperanza de aprovechar la nueva red internacional de.alianzas con-
t y tácita de las partes contratantes, serían puestas en peligro por el
rumbo tomado por algunos acontecimientos en el transcurso de la
fesionales para obtener ayuda exterior. En esto los gobernantes de
t estados compuestos muy extendidos eran extremadamente vulnera-

,.
centuria. En potencia, el más alarmante fue la división religiosa de
bles, pues las provincias alejadas bajo control imperfecto (como los
t Europa, que enfrentó a los súbditos tanto contra el monarca como
Países Bajos e Irlanda) ofrecían oportunidades tentadoras para la
entre sí. Si bien los grandes cambios religiosos del siglo constituyeron
intervención extranjera. ' · · ·
una amenaza para todos los tipos de entidad política, los estados com-
Las consecuencias de la nueva dinámica religiosa del siglo XVI no se·

"
)
)
puestos más extensos estuvieron especialmente expuestos, aun cuan-
do la comunidad polaco-lituana, fortalecida por la Unión de Lublin
en 1569 y fundamentada en un alto grado de consenso entre la aris-
tocracia, capeó con éxito el temporal. La conciencia de este peligro
limitaban a las provincias periféricas ansiosas por conservar sus identi-
d~des distintivas frente a las presiones del centro. Castilla e Inglaterra,
estados ambos que constituían el núcleo de monarquías comp4estas,
avivaron sus propias identidades distintivas durante los trastornos reli-
) alentó a los Habsburgo austriacos de finales del siglo XVI en su bí1s~
giosos del siglo XVI y desarrollaron un sentido agudo y combativo de su
) queda cada vez más desesperada de una solución ecuménica a los
lugar excepciona 1en los designios providenciales de Dios. Al contribuir
problemas de la división religiosa, un remedio que no sólo reuniera
) a definir su propia posición en el mundo, su agresivo nacionalismo
a una cristiandad escindida, sino que también salvara su propio patri-
religioso tuvo un impacto inevitable sobre las relaciones en el interior
) monio de una desintegración irreversible.
de las monarquías compuest;as de las que formaban parte. LaS resp~n­
) sabilidades extraordinarias conllevaban privilegios extraordinarios. Los
28 Citado en Alain Milhnn, C'.olón .v su mentalidad mesiánica m el ambienlf'Jrmici.u:a!
castellanos, escribía un catalán en 1557, "valen ser tan absoluts, i tenen
) nisla ,..spmio~ Valladolid. Casa-Museo de Colón, 1983, p. 14.
29 Para una esLimulante discusión sobre el carácter polifacético ele un sentido de
les coses propies en tan, i les estranyes en tan poc que sembla que són
} identidad en el proceso ele construcción de estado en Europa, ''éasc Petcr Sahlins, clls sois vinguts del cel i que la resta, deis homes és lo que és eixit ~e la
Bormdmícs: Thc 1\.fal1ing ofFra11r~ nnd Spain in ti~ P)•rmir.cs, Berkeley (California), Uni· terra» («quieren ser tan absolutos, y tienen sus propias cosas en tanto,
) versity of C..alifornia Press, 1959 [Fnmteres i identilnts. Lafor111aciód"Es/mn.va iFrrmfa a la
Cmltmya, sf'gk.t xm-x1x, trad. carnlanajordi Argenté, Vic, Eumo, 1993]. esp. pp. 110. y las ajenas en tan poco, que parece que ellos han venido del cielo y que
J 113. el resto de los hombres es lo que ha salido de la tierra» )!1 1•
j 30 Véase J. H. Ellioll, .. Rcvolution ami Continuity in Early Modcrn Europe•, en
Past a11dP,"tSenl, 42 ( 1969), pp. 35-56, rcimpr. en Spnin and its World, 150().1700, Nc\v ·
) Haven (Connecticut) y Londres, 1989 [ ·Revolnc!ón y continuidad en la ~uropa mo- 31 Cristofol Desp11ig, citado en Elliott, Reuoú ofthe Cnlalaus, p. 13 [La 1?/Jelión de los
~erna•, en España y srt mundt1 ( 1500.1700), trnd. Angel Rivero Rodrí~cz y Xavicr Gil: catalanes, p. 16] .
) Pujol, Madrid, Taurus, 2007}. cap. 5.
)
. 41
} 40
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EsPAÑA, EUROPA Y EL MUNUO DE ULTRAMAR UN..\ EUl(OPA llE MONARQUÍAS t:tlMPUt:S"li\S


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El sentido de autoimportancia creció, tanto en Castilla como en menoscabo de sus libertades escudriliaban cada movimiento de los '- ('
Inglaterra, con la adquisición de un imperio de ultramai; una indica- funcionarios reales que pudiera interpretarse como una violación de (
ción adicional de favor divino. Los castellanos, al conquistar las Indias sus leyes y reforzaban sus defensas constitucionales dondequiera que
y reservarse los beneficios para sí mismos, aumentaron enormemen• les fuera posible. No es casualidad que el famoso júramento de lealtad
·~
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te su propia riqueza y poder con relación a los'otros reinos y provin- aragonés .. medieval», con su rotunda fórmula ccSi no; no», fuera en (
cias de la monarquía hispánica. También los ingleses, al hacerse con realidad una invención de mediados del siglo XVI :1-1. Los juristas de
(
sus colonias americanas, ensancharon la distancia que les separaba
de los escoceses y los irlandeses. Los reyes de Escocia habían intenta-
Aragón, como los ele otras partes de Europa'5 , estaban muy ocupados
con el redescubrimiento o invención de constituciones yleyes tradi- :I \. {
do anteriormente oponerse a las demandas inglesas de una corona
;
'1:'
(" cionales. Las alteraciones de Zaragoza en 1591 fueron la revuelta de :/ I· ~
(
imp~rial con la.adopción de una propia52 ; en el siglo xvu, a medida ·} .. una élite dirigente, o una sección de ella, que buscó y encontró la ¡1
que la idea de «imperio» llegó a incluir la posesión de dominios de
.'
justificación para su resistencia a la corona en la defensa de sus justas :~ , f
ultramar, los proyectos de colonización escoceses en el Nuevo Mundo (pero no siempre jusramente interpretadas) libertades aragonesas. i
'.\ ... (
podían servir para reforzar la demanda del «imperio» en su nuevo y La respuesta de Felipe II ante este levantamiento se enmarcó en
más moderno sen.tido. En general, el imperialismo y la monarquía un comedimiento que sin duda debía algo a su prudencia natural, ~ \.
(
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compuesta no hacían buenas migas. La posesión de un imperio de reafirmada por la experiencia de la rebelión de los Países Bajos en la ;j {
;~
\lltramar por una parte de una unión animaba a pensar en ténninos década de 1560, pero que también parece expresar las actitudes mo- (
1<
de· dominación y subord~nación de un modo que iba contra la entera rales y din<isricas que gobernaban la visión del mundo tradicional en
cól)cepción de una monarquía compt testa unida aeque principaliter''. los Habsburgo. A pesar de las suposiciones contemporáneas y posee- {
·Allí donde uria parte componente de una monarquía compuesta riores en sentido contrario, el reino de Aragón, aun despojado de 11 -
e
no sólo es evidentemente superior a las otras en poder y recursos, sino algunos de sus privilegios y acuerdos institucionales, retuvo su carác- \,
además se comporta como que lo es, las otras partes tendrán la sen- ter esencialmente contractual y constitucionalista51i. Unos pocos años !l ~
(
sación natural de que sus identidades se hallan bajo una amenaza anees una predisposición similar a aceptar los arreglos institucionales !f (
~
,
1 e;,,_
cada vez mayor. Es lo que sucedió en la monarquía hispánica en el y constitucionales existentes había sido el fundamento de la política
(
.siglo XVI y principios del XVII, cuando con relación a Castilla se vieron
eri una creciente desventaja los demás reinos y provincias. La preocu-
de Felipe 11 para la unión entre Castilla y Portugal. Según el tradicio-
nal estilo de los Habsburgo, esta unión de coronas en 1580 fue otra
¡'
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"
(
pación aumentó por los comentarios amenazantes o despectivos de unión dinástica, aeque principaliter, cuidadosamente concebida para i1,

castellanos en altas instancias y por el reforzado control castellano garantizar la supervivencia de la identidad diferente de Portugal, así ·=
"-
l
· sobre la administración después de que en 15_61 la c:orte se establecie- como la de su impeiio. La única medida específicamente integradora rl ~. l
fue la abolición de puestos aduaneros entre los dos reinos, un intento !1
ra definitivamente en Madrid. Las necesidades financieras de un rey ;¡ l
que tendía a ser visto cada vez más como exclusivamente castellano de unión arancelaria que fue abandonado en 159237 • I¡
eran también fuente de creciente inqui~tud. Incluso donde, como en .J (_
:~
la corona de Aragón, la existenfia de asambleas e instituciones repre- !J

\.
(
sentativas actuaba como un freno eficaz sobre las nuevas iniciativas "' Véase Ralph A. Giesey, lf not, tiot: The Oath o/ tlie Aragonese 1md tlie Le~ndary i ,.
Laws o/Sobmt'be, Princeton (Nuevajersey), Princeton University Press, 1968. \. l
fiscales, había una desconfianza generalizada y comprensible sobre 55 Vé~e Donald R. Kelley, Foundations o/ Modeni Historical Sc/10/m-sliip: Language,
.f l,
las intenciones de Madrid a largo plazo. Los reinos que temían el Law anti Hist~ry in tite Frencli Renaissmice, Nueva York, Columbia University Press, :i {
1970.
!IG Sob1:e la supe1vivencia del constitucionalismo aragonés, véase Xavier Gil Pttiol, ,.!I ( l
ccL1S cortes de Aragón en la edad moderna: comparación y reevaluación .. , Revista de
l
s2 Estoy agradecido a David Stevenson por sus orientaciones sobre este punto.
ss Compárese con la equipar&\ción c:ntre italianos e indios realizada por un mi nis- ·
tro de Felipe 11, citado en Koenigsberger, Government ofSicily [La práctica del i111p1:1io],
p.48.
· las Cortes Generales, 22 (1991), pp. 79-119.
37 Para una breve visión de conjunto sobre la unión durante seseuta años entre

Castilla y Portugal, véase J. H. Elliott, .. The Spanish Monarchy aud the Kingdom of
Portugal, 1580-1640 .. , en Greenb'Tass (ecl.), Co11quesl anti coa/esce11ce.

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) EsrAÑA, EUKOl'A ,. E.L MllNUO DE. ULTRAMAR

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.' r)

)
Es significativo que sir Henry Savile, al considerar en 1604 en su
análisis de los proyectos dejacobo 1 para la unión angloescocesa una
serie de ejemplos históricos (Lituania y Polonia, Noruega y Suecia,
Aragón y Castilla, Bretafia y Francia, y España y la Inglaterra de María
y separación de corazones» 43 , en sus grandes proyectos reformistas de
la década de 1620, que incluían una unión más estrecha por medio
de la defensa mutua. La unión de corazones (la «unión de amor» de
Jacobo I)"" sería el resultado ~.atura! de la Unión de A.rnlas45 •.

}~ '
,
)

1
Tudor), seleccionara Ja unión entre Castilla y Portugal como «en mi
opinión la más parecida a la nuestra» 38 • Aunque a duras penas fuera
Imbuidos de la doctrina de justo Lipsio sobre el estado ordenado y
disciplinado (donde la unidad de religión se consideraba indispensable
para el mantenimiento de la cohesión política y social), los gobernantes
el tipo de unión perfecta al que aspirabajacobo I, una unión dinás-
del siglo xvu utilizaban el discurso de la unión en todas partes"6 • No
~ )
tica, aeque principaliter, que conservaba las identidades distintas de los
obstante, Lipsio también había advertido contra un excesivo celo en la
t .! 1 reinos juntados, seguía siendo la forma de unión más fácil de conse-
in traducción de cam bios47 • A pesar de ello, hacia la década de 1620 se
guir, y su medida integracionista de mayor alcance (la abolición de
) ) aprecian entre estos gobernantes indicios de una creciente impaciencia
barreras aduaneras) resultó ser tan imposible de mantener en el caso
) con el sistema de unión aequefmndpalitery su corolario de unificación
escocés como en el portugués'9 • 1• ·..
por métodos lentos y pragmáticos. Había llegado al poder una nuew
) La prueba de la realeza a partir de entonces, yJacoho 1 fue lo bas- ·..~~
......... " ·. generación de estadistas con un alto concepto de la prerrogativa real y
tante sabio para comprenderlo, era buscar cualquier oportunidad para ·~

) ) _.,. r:· una menor tolerancia que la de sus predecesores respecto~ una diver-
inducir a los dos reinos en unión hacia una mayor uniformidad (en .•: sidad vista como un obstáculo a un gobierno eficaz. Las actividades de ·
) ) legislación, religión y gobierno), mientras que se trabajaba, por enci-
los estados mayorita1iamente protestantes en las tierras patrimoniales

,.:.
}
ma de todo, para suprimir la hostilidad mutua que acompañaba a toda
unión de estados independientes. Esta misma política pragmática sería
seguida por Luis XIII en la unión de Béarn con Francia en 1620 º y
concordaba en gran medida con el pensamiento contemporáneo ela-
4
austriacas, que culminaron en 1618-1620 con la revuelta de Bohemia,
reafirmaron a ojos de Fernando II y sus consejeros la importancia fun-
damental de la unidad religiosa para la supervivencia de su propio es- ·
tado compuesto. Aunque una vez aplastada la revuelta se permitió a
borado dentro, y acerca, de la monarquía hispánica. Teóricos como
} Bohemia conservar cierto grado de su anterior autonomía48 ,·la búsque:.
Giovanni Botero, Tommaso Campanella y Baltasar Álamos de Barrien-
da de uniformidad en las creencias y prácticas religiosas parecía una
} tos dedicaron muchos esfuerzos al problema de cómo conservar una
concomitancia natural del ejercicio apropiado del poder del príncipe
monarquía compuesta y prepararon abundantes propuestas, tales
} como los matrimonios mixtos entre las noblezas y una distribución
(según pensaba también Carlos I Estuardo respecto a Escocia).
_) equitativa de los cargos, que conducirían a una '~usta correspondencia
} y amistad» entre los pueblos de España y les haría posible «familiari- H ,\ltmnrin/eJ y,wrl<u dt!l ComleDur¡tte ele Olivares: ed.J. H. Elliott y José F. de la

zarse los unos con los otros»" 1• Esta idea de «familiarizar>)"2 a los pue- Peiia, 2 vols., Madri.d, Alfaguara, 197R-l 981, I, p. l 87. .
"" ·lntroduct·on·• ajacobean U11ion, ed. Gallowdy y Levack, p. xli (•union of
) blos de la monarquía hispánica entre sí sería retomada por el conde- love .. ). . . .· .
) )
duque de Olivares, con el fin de acabar con lo que llamaba la «sequedad 45 Sobre la Unic>n ele Armas, véase J. H. Elliott, Tlv Count-Duke o/ Olivares: The
Statesrnan in an Ag-! o/ Dt!cli7zt, New Haven (Connecticut) y Londres, Yate University
j Prcss, 1986 [El cnndP-d 1tque de Olivares. El /1olitico en una época de decadencia, trad. Te6filo
de Lozoya, Barcelona. Crítica, 1990], cap. 7. ·
,) ss Sir Henry Savile, .. Historicall Collections .. , rcimpr. en 711t Jacobean Uni<m: Six " 6 .. Por lo tanto, ésta es mi opinión inalterable: que en un reino se ha de 9bservar
Tracts o/ 1604, ed. Bruce R. Galloway y Brian P. Lev-dck, Eclimburgo, Scottish History una sola religión"• lusti Li/1si politir.oru m .fi11e r.ipi/Lt doctri11ae libri sex, Leiden, 1589, IV, 3.
} Society, 1985, p. 229 . Citado en Mark M<1rfnrd, ·Stoics and Nl'O.doics: Rubens mzd tlu~ Cirr.k o/Lipsius, Princeton
.s9 Levack, Fonnotion o/ t/il! JJritish Statl!, p. 148. La reciprocidad comercial entre (Nucvajersey), Princeton University Pressi 1991, p. 108.
J ) Inglaterra y Escocia, introducida en 1604, tuvo que ser abandonada en 1611. ' 47 Gerhard Ocstrcich, Ntostoicis111 mld tlze Early Mndern Stali', trad. inglesa David
40 Desplat, «Louis XIII and the Un ion of Béam to France•. McLintock, Cambridge, Camb1idge llniversity Prcss, 1982, p. 182.
~) 4l Tommaso Canipanella, A Discourst! 1our.hing tlie S/mnisll M011nrcliy, Lonrlres, 48 Véanse Evans, Habsbttrg Monardiy [La monarquía de los Hn/lsburgo], cap. 6, y R.J.
1654, p. 125 [existe versión española comparativamente reciente de /JI! mnnnrr.hia
,J )
hi.sfmuicn <liJctmm: Tommaso Campanella, La mnnarquia hispánico, trad. Primitivo Ma-
W. Evans, ..The Habsburg Monarchyand Bohemia, 1526-1848•, en Grcengrass (ed.),
Conqrust a11d Cnnk!Jr.1mre, cap .. 7. Esto.y agradecido al Prof. Evans pot sus comentarios a
riño, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982) ~
J )
·
-12 Elliott, Revnlt "fflv. (',atalm1s, p. ~04, n. 2. [/A TPbelión cklo.t catnlnnts, p.183, ·n. 48]. ·
.. este y otros argumc·ntos expuestos el) este ensayo .

. } ..',
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) 44 •.

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EsPAÑA, EUROl'A Y EL MUNOO DE ULTRAMAR ÜNA EUROl'A UE MONARUUÍAS COMl'UESTAS ·,•. {
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Por e1~cima de todo, la guerra y la depresión económica parecían


~·!

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.. :..
Las monarquías compuestas basadas en una dúctil unión dinástica, \ (
reforzar los argumentos a favor de la concentración del poder. Había aeque print:ipaliter, sólo podían tener esperanzas de sobrevivir si los
que movilizar recursos, dirigir la actividad económica y aumentar los sistemas de patronazgo se mantenían en funcionamiento meticulosa-
.. f
']í'
ingresos de la corona para pagar los gastos de defensa. Todo ello mente y si ambas partes se atenían a las reglas básicas establecidas en ' f
convertía un supe1ior grado de unión en la ord'en del día. Para Michel el acuerdo original de unión. En ambos aspectos los gobiernos de \'• ( .'

de Marillac, canciller de Francia bajo ~uis XIII, y probablemente Felipe IV y Carlos l habían fracasado desastrosamente. Habían trazado,
también para el cardenal Richelieu (al menos hasta que le parecieron :···~ por razones buenas o malas, programas políticos dictados por una
(f
entrar dudas en la década de 1630) 49 , hacía falta ampliar el sistema de serie de prioridades que tenía más sentido en Madrid y Londres que (
..
·.:;.¡.·· 111
\'-

los pays d'élections a los pays d'états. Para Olivares, siempre listo con su .:, :: en Lisboa y Edimburgo, respectivamente. Luego, al no mantener ~ (
~orism'o Multa:regna, sed una lex, «Muchos reinos, pero una ley» 50 , la abiertas líneas adecuadas de comunicación y patronazgo, se habían
diversidad legal e institucional de los reinos de la monarquía hispá- visto privados del conocimiento local necesario para evitar errores de '- {
nica representaba un impedimento intolerable para sus planes de ejecución desastrosos. Una vez cometidos esos errores, el número de t, (
potenciar al máximo los recursos y conseguir la cooperación militar op~iones quedó reducido a dos: o bien la retirada, o bien una unión t.

entre aquellos que era esencial para la supervivencia. de conquista e integración al estilo de Bohemia, en la que se imponía ~ (
Las medidas en dirección a una estructura estatal más unitaria, con la fuerza de las armas un grado mayor o menor de uniformidad . ~ (
.e:on la unión concebida primordialmente en términos de uniformi- En sus relaciones con Escocia, Carlos 1se vio obligado a una humi- i,_ (
dad. de religión, leyes e impuestos,justificaban la advertencia profe- llante retirada, mientras que el posterior intento de Cromwell de una
rii)a por Bacon de que «el apresuramiento forzado perturba el tra- unión integracionista por Ja fuerza, concebida para producir la con- (
bajo y no lo despacha» 61 • Al dar la impresión de desafiar a los reinos formidad legal y religiosa entre los reinos británicos, no logró sobre-
~ (
y provincias periféricos en su punto más sensible, su sentido de iden- vivir a su propio régimen. Es más: destruyó cualquier futura perspec- '
tidad distintiva, tales pasos desencadenaban movimientos contrarre- tiva de una clase de unión tan completa al reforzar precisamente el " (
volucionarios, sobre todo en las monarquías británica e hispánica.
El conde de Bedford, por ejemplo, se mostró consciente.de los para-
sentido ele identidades separadas de escoceses e irlandeses que
Cromwell se había afanado en erradicar a toda costa53 • En la penínsu-
'e
•,_
lelos entre las revueltas de Escocia y Pormgal 52 • Éstos, naturalmente, la Ibérica, Castilla, el estado núcleo, también resultó ser igualmente ('
no eran del todo exactos. La religión, aunque desempeiló su parte incapaz ele imponer una solución integradora permanente por la {
en la rebelión de Portugal (así como en la contemporánea de Cata- fuerza de las armas y los resultados fueron semejantes. Cataluña, des-
luña contra el gobierno de Olivares), no estaba en disputa como en pués de doce ai1os de separación, reanudó su lealcad, pero con los f
Escocia. No obstante, la revuelta de los escoceses contra el gobierno mismos derechos constitucionales que antes del conflicto. Portugal,

f
de Carlos 1 fue algo más que un mero conflicto religioso. Fue en con la ayuda en distintos momentos ele franceses, holandeses e ingle- {
esencia un levantamiento para defender la integiidad de una comu- ses, resistió veintiocho afias de guerra hasta alcanzar su independen-
nidad histórica, hasta cierto punto idealizada, que se sentía en peli- cia definitiva respecto de Castilla. En ambos casos, el sentido colecti- ~- (
gro de muerte por las acciones de un socio más poderoso, con el que vo de una identidad distinta se había reforzado por las experiencias
~ t
había estado unida con cierta molestia en tiempos recientes. En este
aspecto fundamental guardaba un estrecho parecido con la rebelión ~(
portuguesa. 55
H. R. Trevor-Roper, .. The Uni9n of Britain in the Sevemeemh Century.. , en su ((
Rtligion, tite &fonllation a11d Social Clumge, and Othe1· Essays, Londres, Macmillan, 1967
[ uLa Unión de Gran Bretaña en el siglo XVII», en Religión, reforma y cambio social y olros ((
49 Véase R.J. K.necht, fflchelieu, Londres, Longman, 1991, pp. 139-141, para un

panorama breve y equilib~do del debate sobre las intenciones ele Richelieu.
50 Elliott, Count-Duke o/ Olivares, p. 197 [El conth-duque de Oliuares, p. 232].
SI Bacon, ·BriefiDiscourse•, p. 98.
ensayos, trad. Estrella Oliv.in yJoaquín Vidal, Barcelona,Argos-VergarJ, 1985], p. 464.
Por otra parte, como me ha indicado John Robertson, la •Conquista .. cromwelliana
facilitó en algunos aspectos la posterior unión de las coronas, sobre todo al eliminar
lasjuiisdicciones hereditarias independientes de la alta nobleza y alentar un ambien-
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&2 Russell, Fallo/ the British Monarthies, p. 240. te donde los escoceses podrían reevaluar los argumentos pare\ la unión. ((
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EsrAÑA, EUROl'A V f.I. MUNDO OE Ul.TRAMAR UNA EuRorA m: MONARQUIAs COMPllFSli\S
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y recuerdos compartidos de la opresión castellana y la lucha por la memorias, tuvo mejores res~tltados en algunas provincias ·que en otras. eunuomd
l 't supervivencia. : · En el Flandes b<tjo dominio francés parece haber sido contraprodu- ~~A 6t

~) El desastroso fracaso del experimento de Oliva~es para una integra- cente hasta que la ocupación anglo-holandesa de 1708-1713 demostró
(j
ción más estrecha de los reinos y provincias de la península Ibérica
parecía justificar la sabiduría del planteamiento tradicional de los
a los habitantes que las alternativas eran peores57 • En la región pire-
naica de la Cerdañ·a, adquirida con el tratado de paz de 1659, se
1 n.8n1.1od
Ol:>~d~
tl Habsburgo sobre los derechos y privilegios provinciales. Res.ulta sig- impuso la uniformidad política y administrativa, pero las medidas de J Sd l?Jq"eq
f••·
() nificativo que una generación más joven formada en la escuela de asimilación cultural y lingüística (aplicadas, como mucho, tímida- Udp0~
Olivares (figuras como el obispo juan de Palafox y el diplomático y mente) serían abandonadas tras la Guerra de Sucesión espaji.ola q p-ep!U
() hombre de letras Diego Saavedra Fajardo) insistiera ahora en el reco- de 1701-1713!1ª, 1 "E!:'.>U;JS~

(} nocimiento de la diversidad como condición necesaria del buen go-


bierno. Si Dios _:_según argumentaban- había creado provincias que
El relativo grado de unidad nacional alcanzado por la Francia de
Luis XIV ofrecía un acusado contraste con el carácter marcadamente
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·-epO:>Sfil:
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eran naturalmente diferentes las unas de las otras, era importante compuesto de sus rivales, Gfa~ Bretaña, las Provincias Unidas cielos lOll?llnl
) que las leyes por las que eran gobernadas se ajustaran a su carácter Países Bajos y las monarquías española y austriaca. Lás presiones para [;:J.l l?I U;J
distintivoM. Ac;í pues, el argumento basado en la naturaleza, que había ..... ::, la unificación, pues, volvían otra vez a aumentar, como en la década UlU;J OU
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sido utilizado en pro de la unión por Bacon a principios del siglo XVII, de 1620. El primer soberano en reaccionar, aunque con todas las 1 U;:J SO{dl
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J era ahora empleado a mediados de la centuria a favor de la aceptación ambigüedades "inculadas tanto a su tradición de Habsburgo como a 1i
i puo:>ra
de la diversidad por parte de los teóricos españoles. las exigenciac; bélicas opuestas de Francia por un lado y el imperio j
') :opn¡oA
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Con todo, la continua diversidad comenzaba a parecer un costoso
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otoma!lo por.otrn, fue el emperador Leopoldo I de Austria59 • ~uando ~ !P p-epp
') lujo en un sistema de estados competitivo donde el más poderoso de Hungría fue reconquistada a los turcos entre 1684y1689, un grupo
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i LI!AO.IdÁ
de presión ejerció influencia para que fuera tratada, al igual que '30- .
) ellos, Francia, era también el más unido. La Francia del siglo XVII
_compartía en la práctica muchos de los problemas de las monarquías hernia en la década de 1620, como un reino conquistado. Sin embar- l
i u Áof-eq
·od-ei?µ
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más evidentemente compuestas. Sin embargo, una vez se hubo res- go, los magnates y la pequeña nobleza terrateniente eran.demasiado dp·p~
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) taurado la unidad religiosa y la corona hubo superado los trastornos fuertes, y la administración irq.perial demasiado débil, para poderse t~
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1 -e1 uaD.
1) de mediados de siglo, estaba bien situada para atar más corto al centro suprimir fácilmente lac; libertaqes magiares tradicionales; la rebelión ( s-e1
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a las provincias perifélicas. Gran parte de este proceso de unificación de Rákóczi en 1703-1711, en defensa de esas libertades, re·calcó el >'e ;J.llUd
) nacional fue alcanzado mediante el hábil uso del patronazgo, como mensaje de que a los húnga~os había que tratarlos con cuidado .. ·
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) en Languedoc"5 , pero Luis XIV adoptó en su tratamiento de las pro- Ni el gobierno de Carlos 11 de Inglaterra ni el de Carlos 11 de Espa- [;:,_¡ 'e:>JU
vincias recién adquiridas una línea consdente de afrancesamiento ña, ambos perseguidos por recuerdos de la década de 1640, estaban l'
t l!Sl~A~
) político, administrativo y cultural. «Con el fin de afianzar mis conquis- en posición de tomar medidas más que indirectas para una uiilón n:tás cnsµo~
'} tas con una unión más estrecha a mis territorios ya existentes», escri- estrecha de suc; desunidos reinos, si bien la revuelta de Sicilia eri 1674- r'v4 so¡
_) bió en sus memorias, «intenté establecer en ellas las costumbres 1678 ofreció a la corona española una oportunidad para .re~~cir)os >.re.QU:)
francesas» 56 • Esta política, nunca tan sistemática como sugieren sus privilegios de Mesina60 • Haría falta el ascenso al trono español de la C;>!qWtn
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lJ;JAUO:>
J 5'I Diego Saavcclra F~jarclo, Emprr.sns /mlílirtlJ. ldeti de 1m J11'i11ri/1f! /10/ítir.o-r.ri.ftiano, I
ed. Quintín Aldea Vaquero, 2 vols., Madrid, Editora Nacional, 1976, 11, p. 614 (em- 57
·Alaiú Lotth, •Louis XIVand Flanders•, en Greengras.4¡ (ed.), ConquatamlCoa- )S;JJ~U!
) presa 61 );Juan ele Palafox y Mf.'ndo1.a, ~Juicio interior y secreto de la monarquía para lescence, cap. 5. . . )W;Jnb
) mí solo•, apéndice a José María.Jover, .. sobre los conceptos de Monarquía y nación .
58
Sahlins, Bouwfaric.~ [Fl'DntmsJ. pp. qS-123. l?ZJOj;JJ
511
en el pensamiento político espailol del siglo xvn .. , Ctuzdemos de Historia de fa/Jaiin, 1'3 Véase Spielman, úopoldl, cap. 6; Evans, HahsburgMonardiy [La monarquía de/os
HabsburgoJ, cap. 7. · .10d
b (1950), pp. 138-150. . .
55 Véase William Beik, A/Jsoluti.ott and Sncict_v in Sevcnte.n1th-Cmt11ry Fn;znr.e: Stat,.Prmlt!Í'
r
60
.Sobre el trasfondo de estos disturbios sicilianos, véase Luis Antonio Ribot Gar- ~
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-~ mulProvi11rialA1it1«.rar.y in /.nngul'ánc, Cambriclge, Cambridge University Prcss. 1985 ... _¡ cía, Ln revrie/ta a111;.,.,¡m1iola tm Mesi11a: cmuru y antecedmtes ( 1591-1674), Valladolid,
56 Citado en Sahlins, Bomrdmir.s [Fronlerr.t), p. 117. · Publicaciones de la l'nil'ersidad de Valladolid, 1982.
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dinastía borbónica en 1700 y el subsiguiente rechazo de los catalanes, vincias de la corona de Aragón. No obs~~nte, incluso aquí las medidas
aragoneses y valencianos a aceptar su legitimidad para crear una si- de unificación, que incluían la eliminación de viejas instituciones y la ('
tuación en la que la abolición de los arreglos constitucionales tradi- abolición de barreras aduaneras, no lo abarcaban todo. Los catalanes, @'
cionales de la corona de Aragón pudi.era volver a ser conte~1plada . !~· pese a su destacado papel en la rebelión, conservaron su legislación
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-.;:·: ~ civil y la mayor parte de la penal, mientras que el uso obligatorio de
seriamente por Madrid. .1 ·.

En Escocia Carlos II recurrió a las bien probadas técnicas de patro- ·l·; la lengua casteJJana se limitó al mundo de los actos administrativos y la f'
nazgo, tan ·efi~azm.ente empleadas por su abuelo Jacobo VI y 1, pero correspondencia oficial62.
(
no podía ava~~r más lejos6 '. Como en España, el C<?.nflicto dimístico A pesar de talc~s supervivencias, y en parte a causa de ellas, durante
iba a propo.rcionar e'n Gran Bretaña el catalizador para nuevos pasos los dos siglos siguientes habría una tendencia acelerada en Europa a f'
hacia la unific_ación. La necesidad de proteger la R~volución Glorio- la creación de estados-nación unitarios. La monarquía compuesta, en ('
sa y el acuerd~ protestante de 1688-1689, y la conti.nua preocu~~ción cambio, parecía débil y anodina. Sus debilidades eran obvias y de
por la segurid~d nacional en tiempo de guerra, mientras la umon d~ hecho se han enfatizado mucho en estudios recientes: los inevitables \, f'
las coronas segwa incompleta, se combinar~n para crear las condi- resentimientos por el absentismo real, el reparto de cargos y la exclu- f
ciones en qué podía volver a debatirse en serio una base más sólida sión de los mercados inte1iores y coloniales, las dificultades que aca-
" (
para la unión'aílglo-escocesa. Irlanda, en su condición de reino re- rreaba asegurar una distribución equitativa de los costes de la guerra
conquistado asarigreyfuego, se quedó como un asunto diferente. y la defensa, el problema de la diversidad religiosa en reinos que de- (
. Dadas las enormes diferencias en su equilibrio de fuerzas interno bían lealtad a un solo monarca, y el peligro de intervención extranje- (
y su situación: lnternadonal, no es sorprend_ente que las tres m.onar- ra cuando se acumulaban los agraviosª"·
quí~ compuestas ~e Europa (la austriaca, la espruiola yla b1fainica) Aun con todas estas debilidades, las monarquías compuestas de los f
se reorganízaran de formas muy difer.entes. Aun así, esta reordena- siglos XVI y XVII mostraron una notable capacidad de resistencia y su- (
ción ,general, que ocunió entre 1707 y 1716, sirvió en todos los ca.sos pervivencia. Llama la atención que, durante el periodo que transcu-
{
para vincular más
estrechamente entre sí a las p~rtes componentes. rrió entre la disolución de la Unión de Ka.lmar escandinava en 1523
La solución ·austriaca de 1711 fue realizar un pacto con los húngaros, y el establecimiento de la unión anglo-escocesa de 1707, sólo tuvieran (
la Paz de Szaunár, i>or la cual se garantizaban la continuación de la éxito tres secesiones de monarquías compuestas: la de las provincias
septentrionales de los Países Bajos respecto de España, la de Suecia
{
diversidad rel.igiosa y la supervivencia de la constitución magiar a
cambio de que reconocieran la sucesión hereditaria por la línea mas- respecto de Polonia, con la renuncia de la lealtad a Segismundo III (
ctilina de los Habsburgo. Quedaba así abierto el camino pa1'a la Mo- en 1599, y la de Portugal respecto de España en 1640. {
.narquía Dual de 1867. En 1707 también Íos ingleses había~ llegado a . ¿Cómo se mantuvieron durante tanto tiempo uniones tan artificia-
·un· acuerdo por el éual los ·escoceses, como los magiares, conservaban les en su origen y tan poco trabadas en su articulación? La contigüi- l
sus propias leyes e identidad religiosa~ S~n emb~go, con e~ ins~lito, dad, como afirmaban los contemporáneos, era evidentemente de {
establecimiento de una unión parlamentaria y con sus medidas para ayuda, pero resultó insuficiente para mantener a Portugal dentro de la
fomentar la unificación económica, la unión anglo-escocesa iba mu1 /. monarquía hispánica. La «Conformidad», sin duda, también contri- l
cho más lejos que la Paz de Szatmár en la creación de ~n estado c?~e- ,:J! buía, pero se trata de un término vago y ambiguo: ¿acaso tenía Escocia l.
,!.•
sivo y unitario. . · · . · : ·· ·K li { (.
La solución más integracionista de las tres fue fa adopta.da p9r \·' r. "'T.--.
~.· • 62 Sobre los decretos de Nueva Planta en Aragón y Valencia, véase Henry Kamen, ·

.
.
Madrid. Su victoria sobre los rebeldes de Aragón, Valencia y Ca.caluña:. \'- '. t T,~u Waro/Succasion in Spai11, 1700-1715, Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1969 [La 'l
le había dado carta bÍanca, y los decretos de Nueva Planta de 170~- -> ;¿ guma de Sucesión en España (1700-1715), trad. Enrique de Obregón, Barcelona, Grijal- ~
1716 suprimieron para siempre los regímenes distintivos de las pr<t ~ -:.':. bo; 1974], caps. 12-13; sobre los de Cataluña, véasejoan Mercader i Riba, Felip Vi
. .
,,¡ I
¡ ~\· r¡;ptalunya, Barcelona, Edicions 62, 1985 (2! edn) .
~· ~.,; 65. Véase Conrad Russell, ·The British problem and che English Civil War.. , His-
'-
Trevor-Roper, :union of Britain .. [ .. 1...a Unión de Gran Bretaña•]. P· 466. ; tory, 72 (1986), pp. 395-415 . 4~
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F-'iPAÑt\, EurmPA " EL MUNflO llE Ul.TRAMAK UNA EUROrA l>E MONAAQUIAs C'.OMl'UFSTAS

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(otro miembro de una unión contigua) más conformidad con Ingla- emergencia. Las fuerzas de 4n reino podían utilizarse para sofocar
terra que Portugal con Espat'la? ¿Era inevitable la permanencia de la disturbios en otro: las reservas militares y financieras de Castilla: ayu-
unión de Escocia con Inglaterra de un modo que la de Portugal con· daron a Felipe II a mantener·el control sobre Nápoles y Aragón, las
España no lo era? Se diría que cuesta trabajo creerlo. de Inglaterra permitieron a l<;>s Tudor persistir en sus costosos inten-
Si consideramos el carácter general de la Europa moderna, con su tos de. reforzar su dominio en Irlanda y los Habsburgo austriacos
profundo respeto por las estmctu1!1s corporat,ivas Y.Pºr los derechos, pudieron hacer uso de sus tierras patrimoniales para continuar ejer- ·
ciendo presión sobre los magi~res~ Las monarquías múltiples ofrecían
1
privilegios y costumbres tradicionales, la unión de provincias entre sí 1
j
'

aeque jnincipaliterparece encajar bien con las necesidades de los tiem- múltiples oportunidades además de múltiples limitaciones.
pos. La misma falta de rigidez de la asociación era en cierto sentido La prueba de la calidad ~e los estadistas entre los gobernantes de
su mayor fuerza. Permitía un alto grado de autogobierne local conti- la edad moderna se cifraba. eq si eran capaces de darse cuenta de las
nuado en un periodo en que los monarcas simplemente no se halla- oportunidades al tiempo que seguían siendo conscientes de las limi-
ban en posición de someter reinos y provincias periféricos a un estric- taciones. Formas de unión que en el siglo XVI parecían ba5tante ade-
to control real. Al mismo tiempo, garantizaba a las élites provinciales cuadas comenzaban a parecer inadecuadas a principios del XVII. No
el disfmte prolongado ele sus privilegios existentes, combinado con obstante, las presiones ejercidas por el aparato del estado para lograr
los beneficios potenciales que se derivaran de su participación en una una unión más perfecta (concebida de manera convencional en tér-
asociación más amplia. minos de conformidad legal, institucional y cultural con el modelo
El punto hasta el que tales beneficios se materializaron en realidad proporcionado por el miembro dominante de la asociación) tan sóló
varió de una unión a otra y de un periodo a otro. En cuanto a seguri- se1vían para reforzar el sentido de identidad distinta entre los pueblos
dad militar y provecho económico, lasventajas para Portugal de su amenazados con la absorción. Esto a su vez planteaba la posibilidad
unión con Castilla parecían mucho mayores a la generación de 1580 de recurrir a medidas más drásticas, incluida la conquista abierta y el
que a la de 1640. Las esperanzas depositadas por las élites provinciales traslado masivo de poblaciones. Sir William Petty, inspector gen~ral
en un aumento de las oportunidades económicas y un continuo fhtjo de Irlanda, propuso un intercambio de habitantes a gran ·escal~·entre
de cargos y honores se vieron defraudadas demasiado a 1nenudo, pero Inglaterra e Irlanda, y los comisionados de Leopoldo 1 en el gobierno
los atractivos de la corte y de una cultura rival dominante las podían de Hungría recomendaron un trato preferencial para los alemanes
convertir en cómplices vol untados en Ja perpetuación de una unión en la repoblación de tierras tomadas a los turcos, con el fin de templar
de la que todavía esperaban cosas mejores. Las presiones para Ja per- la rebelde sangre húngara con la leal raza germánicaM. ·
petuación, de hecho, podían proceder en igual o mayor medida de El estado fiscal-militar dieciochesco, con más poder a su disposi-
las élites provinciales que del gobierno central. Incluso si llegara el ción que su predecesor del siglo XVII, tenía también más que ofrecer
desengaño, como a menudo s~cedía, ¿a qué otra parte iban a ac.udir?. en términos de empleo y oportunidades económicas. Con todo, las
Como las provincias septentrionales de los Países Bajos descubrieron• m~narquías «ilustradas» del siglo XVIII siguieron siendo esencialmen-
durante los primeros aiios de su lucha contra España, los movimient~s te compuestas; allí donde se buscó mayor integración, continuó sien-
secesionista5 que terminaban en alguna forma de.república eran mi-t do dificil de alcanzar, como descubrió el emperadorJosé 11 a su propia
radas con recelo en el mundo monárquico de la Europa moderna.! costa. El súbito surgimiento del nacionalismo a caballo entre lo.s si-
Una de las razones del éxho de la revuelta lusitana fue que Portugal, glos XVIII y XIX daría un mayor impuJso a la creación del estado-nación
en la persona del duque de Braganza, tenía un rey potencialmente unitario que el sumado por· los decretos reales y las acciones de los
legítimo a la espera. . . .·; burócratas a lo largo de muchas décadas. En ese mismo momento,
En la medida en que la perpetuación de estas union~s depen~f~ irónicamente, los inicios del movimiento roniántico dotaban a la di-
·i
también del demento disuasivo.de la coacción, los soberanos de los

reinos múltiple~ poseían una ventaja sobre los de reinos simples por 64
~. Perceval-MaxweJI, .. 1rela11d and the Monarchy in the Early Stuart Multiple
los recursos adicionales cielos. que se podían senrir en los casos q;~· Kingdom•, Hiftoricnl.foumnl. 34 (19!11), p. 295; Spielman, ún/Jo/.dl, pp.139-140.

'53 •.
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· EsPAÑA. EUllOl'A Y EL MUNDO DI:: ULTRAMAR
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. versidad étnica y.nacl.<:>nal de una nueva aura de legitimidad al propor-
cionarle fundamentos his.tpricos, lin.güísticos y literarios más firmes.
Por consiguiente, en el es~do unitario, igual que en su predecesor, las
CAPÍTULO II
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1,
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relaciones de las r.egiones y provincias componentes tanto entre sí


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APRENDIENDO DEL ENEMIGO:
como con el ntjsmo es.tad,o implicarían oscila~iones complejas e ince- INGLATERRA Y ESPAÑA EN LA EDAD MODERNA
)
santes en la balan~ de las lealtades, unas oscilaciones basadas en ir': )
cálculos políti~os, realidades económicas y actitudes culturales cam- '.•,.
)
biantes. ·!'f:
Ahora que las insuficiencias de esa creación del siglo XLX, el estado- }
nación.integrado, están quedand.o a su vez penosamente al descubier- )
to y la unióri aeque prindpalitervuelve a ser la orden del día, la monarquía i 1111
compuesta de los siglos XVI y XVII puede comenzar a comprenderse )
como lo que· fue.: ~o simplemente como un insatisfactorio preludio a El 29 ele diciembre de 1956 Hugh Trevor-Roper me escribió para )
la construcción de una forma más eficaz y permanente de asociación decirme que había cancelado su prevista visita a España: «Tenía la ;:! r
f _. }
política, sino como uno de los varios intentos de reconciliar, desde el in tendón de ir -escribía- en relación con el tema que había esco- .;: '

punto de vista de las necesidades y posibilidades contemporáneas, las gido para las Conferencias Ford, las cuales había supuesto confiada- !·, '. )
aspiraciones op~es.tas d.e unidad y diversidad que han seguido siendo mente que me iban a pedir que diera». Sin embargo, el consejo rector, ;..~r! '
,:¡e
1 }
unaconstante de la histo1ia europea. Como tal, la monarquía compues- que procedía de manera misteriosa (como sin duda lo hace todavía),
ta conoció éxitos y fracasos. Es probab1e que hasta la unión más perfec- tomó otra decisión. «Así pues, ahora -me escribía Trevor-Roper-, lil•l.
'1.
\
(.
)
ta, después de todo, tenga sus imperfecciones en un mundo donde en vez de proseguir con mis frustradas investigaciones, estoy maqui- '1

-por citar el razonamiénto del obispo Palafox tras la catástrofe ele los nando mi venganza». Aunque su nombramiento como Regius Pmfessor
::
( }
planes de Oli~es para la unión de España- en Valencia crecen na- de Historia Moderna en Oxford seis meses después le proporcionó . )
'-
ranjas pero no castañas, mientras que en Vizcaya crecen castañas pero su desquite contra los medievalistas que impidieron su elección para
J
no naranjas, y aSÍ es como creó las tierras Dios65 • las Conferencias Ford, es de lamentar que las dejara sin escribir ni
pronunciar. El mundo se vio privado de lo que habría siclo un brillan- :
J
te panorama de las relaciones anglo-españolas entre 1604 y 1660. ( J
Cuando fui honrado por el consejo rector de la Funda~ión Dacre con '
la invitación a inaugurar el ciclo anual de Conferencias Dacre, me \ }
pareció apropiado escoger un tema relacionado con el de esas otras }
jamás dictadas por Trevor-Roper, por más que no se pueda subsanar
su ausencia. Con ello, rindo homenaje no sólo al mayor autor de en-
' )
sayos históricos de mi época, sino también a un hombre al que siem- J
pre estaré agradecido por la amabiJidad y generosidad que mostró a }
., ~· un joven historiador en los inicios de su carrera académica• .
.1
.1 ,. • Hugh Trevor-Roper (1914-2003) escribió ensayos históricos sobre una gran
variedad d.e temas. Su investigación de la muerte de Hitler le ganó fama mundial,
4Cl 'j
'1i1
pero también realizó destacadas contribuciones al estudio de la edad moderna britá- ( }
nica. En 1979 se le concedió el titulo de lord Dacre o barón Oacre de Glanton. Las
'.f Conferencias Ford (Ford Lectures) son un prestigioso ciclo de conferencias sobre his- ( J
,, toria británica, instituido en honor de james Ford (1779-1851), que es pronunciado
65 Palafox y Mehdoza, •Juicio inte1ior .. , pp. 145-146. '··~· 'cada año en la Universidad de Oxford por un dist.inguido especialisra en la materia. ( }
j
~
~
,)
) f..'il'AÑA, EllKI ll'A ,. l'.l. MUNDO OE u1:rKAt.tAJl MRENl•IENllU DEI. t:NUflC«): INGU.TEAAA V WAÑA EN LA EllAP MODERNA

.) Hugh Trevor-Roperviajó por primera vez a Espa1ia en 1951 (cinco Este ensayo dice menos sobre Gondomar de. lo que Trevor-Roper
) años antes de la carta que me enviaría) y escribió a Bemard Berenson hubiera dicho y elude en gran parte la actividad diplomática entre la

)
que el país visitado había llegado a tomar en sus sentimientos cccasi, . España de los Austrias y la Inglaterra de Jos Estuardos, que es de supo- i ·v
aunque no del todo», el lugar hasta entonces ocupado por Italia. Quedó ner habría sido el foco de atención de sus conferencias. Todavía care;,
) profundamente impresionado por «el vacío dorado, infinito, elevado y cemos de una desciipción completa de esas turbulentas relaciones, sólo
maravilloso de la meseta castellana» y por «la gra11itasclásica de hasta el comprensibles si se tiene.en cuenta el anterior contexto de enfrenta-
) más mísero labrador espailol» 1, El país, según escribió, le fascinaba y, miento entre la Espa1ia de Felipe JI y la Inglaterra de Isabel I durante
) como historiador, también lo hacía su pasado. Mienúas se preparaba Jas últimas décadas del siglo XVI 3 • Gondomar, en una de sus cartas,
para visitar el monumental Archivo General de Simancas en la provincia recordaba que Carlos V solía decir: «Guerra con toda la tierra y paz '··
}
de Valladolid en verano de 1953, escribió a Berenson: «¡Qué maravillo- con Inglaterra»". En los años inmediatamente posteriores a la muerte
J sos temas históricos hay en E.'ipaila! Ojalá hubiera historiadores para de María Tudor en 1558, la tradicional amistad anglo-española se des-
explotarlos» 2 • Siempre atento a las similitudes y diferencias entre Espa- moronaba a ojos vistas y, por los años de 1580, a pesar de la natural

'
j
)
ña y otras sociedades contemporáneas, estaba persuadido de que el
conocimiento de la historia hispánica era esencial para comprender
desarrollos en la Europa de la edad moderna como un todo, una con-
prudencia de los dos monarcas, la grieta entre ambos.países se estaba
convirtiendo en un abismo. El fracaso de Felipe II en cela Empresa- de
Inglaterra» en 1588 fue seguido por 16 años de guerra abierta, la cual =¡·
vicción reforzada por su admiración hacia Femand Braudel y su obra sólo terminaría en 1604, después de su muerte y la de Isabel I. ·
)
El Mediletráneo y el mundo mediterráneo en. la época de Feli/1e IL No es extraiio, Los acontecimientos de los reinados de María Tudor e Isabel I iban
} pues, que impartiera regularmente un curso de licenciatura sobre Es- a enturbiar todo lo que sucedió más tarde. Iban a crear imágenes
) paña y Europa en el siglo XVI; sus Conferencias Ford, dedicadas al si- recíprocas que persistirían hasta el siglo xx y que quizá todavía no sé : .1:

glo XVII, hubieran sido un desarrollo lógico de algunos de los temas hayan desvanecido del todo incluso hoy en día. En ambos páíses, el
) tratados en esas clases. Si hubieran llegado a ser pronunciadas, sospecho conflicto religioso agudizó el sentimiento de identidad nacional y ... ,
) que habría hecho hincapié en las actividades del famoso embajador contribuyó a formar ideas del otro que cobraron la rigidez de estereo- ' ~t·
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español en la corte dejacobo I, el conde de Gondomar.·una vez me tipos. Inglaterra se identificaba ahora con orgullo con la causa pro-
t pidió que intentara hallarle una rara publicación relacionada con el testante. Al mismo tiempo, entraba en la conciencia española como
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influyente diplomático, y leyó los cuatro volúmenes publicados de su una nación de herejes. Esta i~agen negativa de los ingleses se vio ;¡~
) correspondencia con tanto detenimiento como para redactar una lista alimentada por las noticias de persecuciones difundidas por los exi- :'j~-
mecanografiada de correcciones. En ella identificaba persom~jes de la liados católicos refugiados en España5 • En 1588 eljesuita Pedro de fl!
) corte dejacobo I que recibían pensiones de los españoles y aparecíari Ribadeneyra, quien había estado en Londres en la época de la muer-
t sólo bajo seudónimo; al mismo tiempo, se1ialaba que julio César no era te de María Tudor, ofreció a los lectores españoles en su Historia ecle-

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un alias (según suponía, no ilógicamente, el editor español), sino que
se trataba nada menos que de sirjulius Caesar, el JHa.sterofthe RoU.s, un
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puesto clave en la cancillería y la magistratura de Inglaten-a. 3
He proporcionado un resumen de esas relaciones bajo el título •A Troubled
Relationship: Spain and Great Britain,.1604-1655 .. , enjonathan Brown yjohn Elliott
) ·r (eds.), The Sale o/ the Century: A rtistic Relations betwten Spriin rmd Great Britain, 1604-
; '1
J Algunas de las universidades británicas Uadicionales cuentan con c<iledra.o; creadas por .:·
1655, New Haven (Connecticut) y Londre1, Yale University Press, 2002, pp. 17-38
[•Una relación ag:.tacla: Espaiia y Gran Bretaña, 1604-1655•, trad. MaríaLuisaBalsei- ;·~.
} la corona. El puesto de Rtgius Proft.ssor o/ Modem History en Oxford al que se alude en , .:··:·. '. ro, en La almnnedr. del s;gto. Relaciotlt'.s artísticas ent~ Espmia y Gran Bretaña, 16()4-1655,
este párrnfo data de 1724 y puede ser ocupado, y a menudo lo ha siclo, por medievalis- " :; · ,Madrid, Museo N~cional del Prado, 2002, pp. 17-38].
) tas (Historia Moderna se utiliza aquí simplemente como ténnino opuesto a Hisloria ~-~ ·. t\ .. 4 Cornspondn1cia njir:ial de Don Diego Sannimto de Acuña, Conde de Gondomar, ed.
Antigua). Sobre las Conferencias Dacrc (Dnr.re letturt.f}, véao;e el Prefacio de este libr<>'. ' Duque de Alba et C'.l., en Doetmumtos inéditos para la historia de E.fpmia, 4 vols., Madrid,
) 1 i..l'ttr.rsfrom Oxfrml: Huglt 1rcvnr-R.o/Jer to Benuml Bcnmson, ecl. Richard Davenport:. · '· J'ipograffa de Archh•os, J 936-1945, IJ, pp. 102-103.
5
Hines, Londres, Weidenfeld ancl Nicolson, 2006, pp. 72-73 (25 de septic1~1bre ele 1951):_' ';-; · ,.. , Véase Albert J. Loomie, T/1t S/itmish Elizabtthans: Tl1t Englisli .Exiks al lhe Court o/
J 2 /bid., p. 122 (9 de agoslo de 1953). : " ~· ~:;. ·Pliilipll, Nueva York, Fordham University Prcss, 1963. ,i,

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· EsPAÑA, EUROPA Y EL MUNDO lJE Ul:l"RAMAR. :


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siástica del Cisma del mno de Inglaterra un gráfico relato de los orígenes súbditos y suscitó una nueva oleada de sen.timi~nto·ai~tlespañoJ que (
y el desa:rrollo C:Ie la reforma protestante: «Un reino noble, rico, pode-· impulsó a Inglaterra a cinco años de guerra contra España en 1625H.
roso [... ] que solía ser un paraíso de deleites[ ... ]'hecho una cueva de Durante la década de l630, Jos intentos de Carlos I de Inglaterra de
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bestias fieras, un refugio de traidores, un puerto de corsarios, una reforzar los lazos entre ambos países contribuyeron a acentuar el dis- •J (
espelunca de ~~drones, una madriguera de s'erpien tes» 6• tanciamiento entre él y sus súbditos. Veinte años d~spués, ~uando •1;;
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Los ingleses, por su parte, pagaron con la misma moneda. Fue en Cromwell lanzó en 1655, al estilo isabelino, su Western Design ....:...un J (
la segunda mitad del siglo.XVI cuando la Leyenda Negra del fanatismo
y la crueldad españoles quedó grabada en la conciencia nacional in-
plan para la política exterior occidental con una expedición contra
el Caribe español-, se sirvió de un profundo caudal de hostilidad
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glesa. Esta tenebrosa imagen de España se vio exacerbada por ciertos hacia un país sobre el que todavía se consideraba que aspiraba a Ja H
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elementos adicionales: los recuerdos desgraciados del reinado de monarquía universal 9 • «Pues, en verdad -decía CromweJJ en su fa- '11
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María Tudor, las noticias de las atrocidades perpetradas por el duque moso discurso e.le apertura del Parlámento en septiembre de 1656- ·j:
:1 ~.
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de Alba y sus.tropas en los Países Bajos, las historias sobre la Inquisi- vuestro gran enemigo es el Español... Es un enemigo natural, t~l por ~ l
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ción española que no paraban de circular por la Europa protestante, naturaleza» to. ...r
los relatos del exterminio de los pueblos indígenas de América (a los Sin embargo, hay otra cara, aunque menos conocida, de la historia (
que añadió credibilidad la publicación en 1583 de la primera versión de las relaciones anglo-españolas en la edad moderna. Como poder {
t
inglesa de la Brevísima relaci.ón de la destruición de las Indias de fray Bar- dominante de Europa, Espat1a era una fuente de fascinación hipno-
tolomé delas.Casas), y los rumores espeluznantes sobre Felipe II y su tizadora para otros estados del continente. Aunque su hegemonía ,¡j (
corte atribuid?S al ex secretario del rey Antonio Pérez, quien en 1593 política no se veía acompañada por la cultural, firmemente basada en ·¡.·, (
encontró refugio en Inglaterra por algún tiempo7 • Italia, su influencia en este plano (expresada en la lengua, la moda,
Las iniágenes negativas de Inglaterra y de España crearon un clima la literatura, el teatro y los tratados devotos) estaba muy extendida y 'll
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en la opinión.pública en ambos países que complicó y obstaculizó a veces era profunda. Isabel I, lord Burghley y sir Robert Cecil domi- (
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cada tentativa oficial de acercamiento durante las décadas que siguie- naban el español; es posible que el segundo, fascinado por el país y (
¡.:i:
ron al tratado de paz anglo-español de 1604. El conde de Gondomar, su literatura, poseyera la mayor colección privada de libros españoles ~.: ~·
'que desplegaba todo su extraordinario talento diplomático para pro-. en la Inglaterra isabelina: 56 títulos 11 • A partir del decenio de 1590 se . 1¡ (
mover una alianza dinástica, fue el hombre más· odiado de Londres
:·1
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.· d1:1fante el reinado dejacobo 1, como nos recuerd~ el espectacular ,,j
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éxito teatral de A Game at Chess [«Una partida de ajedrez»] de Thomas 8 \.

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Sobre el fracasado enlace y sus consecuencias, véanse: Thomas Cogswell, Tlie
Middleton en 1624. La perspectiva de un matrimonio entre Carlos:, (
BlessedRevolution: English Politics and the Comingof War, 1621·1624, Cambridge, Cam- ~
· el príncipe de Gales, y la hermana de Felipe IV, la infanta María, era bridge Univcrsity Press, 1989; Brown y Elliott, La almoneda del siglu. Glyn Redworth, (_
. contemplada C<?n pro~nda desconfianza en España; cuando Carlos The Prit1ce and the Infanta: The Cultural Politics o/ the Spanish Matcll, New Ha ven (Con· (
necticut), Yale University Press, 2003 [El Príncipe y la Infanta. Una /1oda real.frustrada,
regresó de su desastroso viaje a Madrid sin una novia en otoño de trad. Óscar Recio, Madrid, Taurus, 2004]; Alexander Samson (ed.), The Spatiish { l
1623 su retorno fue motivo de locas celebraciones entre sus futuros Match: Princ:e Charles'sjfJumey to Mad1id, 1623, Aldershot, Ashgate, 2006. I'. (
, . . . 1:1 9 \
Véase a modo de ejemplo Benjamin Worsley, The Advocate [ .. EJ abogado .. ], de
.
-;-;edro de Ribadancyra. S.I., Historias de la ContrarTtfonna, Madrid, Biblioleca ,d~ :.¿
. .• ¡ 1652, citado en Steven C. A. Pincus, P1Vtestatitism and Patriotism: ltleologies mzd the Ma·
Mng o/ E11glish Foreign Policy, 16.5()..1668, Cambridge, Cambridge University Press,

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·
Autores Cristianos, 1945, p. 1196. . . ..
7 Véase William S. Maltby, The Black Legend in England: The Development o/ Ant~· , ~·
··. . .~·. 1996, p. 48: ~El plan de Espafüt es alcanzar la monarquía universal de Ja cristian·
dad». ¡! '
t-
Spanish Sentiment 1558·1660, Ourham (Carolina del Norte)', Ouke Universil)' Press, i:l. ·. ~o T/ie ·~"1iti1zgs ami Speec/1es of Oliver Cro_mwell. ed. Wilbur Cortez Abbott, 4 vols., I·
r, ~
" ·1971 [La Leyenda.Negra m Jnglatm'a· Desarrollo del sentimiento anti·hispánicó, l 5.58·1660, ·:: ·~ l937-1947, Cambridge (Massachuseus), Prentice Hall, 1937-1947; reimpr. Oxford,
1!
' {
· _trad. Juan José U trilla, ~éxico, Fondo de Cultura Económica, 1982). Para un es~di~ }
de conjunto sobre la imagen de España en la edad moderna entre los extrnnJero~. -;
· véase J. N. Hillgarth,.The Mirror o/ Spain, 1500.1700: The Fo11nation o/ a Myth, ~n ·~ .
· Arbor (Michigan), University ofMichigan Press, 2000. · · .:\ .~
.Oxford University Press, 1988, IV, p. 261.
11
Gustav Ungerer, «The Print.ing ofSpanish Books in Elizabethan England•, Tite
Library, Serie V, 20 (1965), pp. l 77-229. Véase el Apéndice 11 para la lista de los títulos
españoles de la colección de Burghley.
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F.'irAÑA, EUROl'A Y EL MUNDO DE lllXRAMAR ArRY.NlllENl>O Uf.L ENEMllOO: INGl.An:KRA y F.srAÑA EN l.A El>Al> MOl>EKNA

.(,
puso de moda aprender la lengua 12 y se comenzaron a publicar útiles reanudación e.e las relaciones c;:omerciales hizo volver a los niércade- 1

guías, como A Dictionarie in Spanish and English [«Un diccionario de · res ingleses a la Península. Con 'todo, España, con sus dificiles·condi- ~
español e inglés»] dejohn Minsheu en 1599, su A. Spanish Grammar ciones para viajar, sus horribles posadas y, sobre todo, sus riesgos reli-
[«Una gramática española»] y los Pleasant and Delightful Dialogues giosos nunca llegó a formar parte del grand. tour, el itinei"atjo etiropeo·
[ «Agradabl~s y deliciosos diálogos»] en español e inglésts. que se consideraba esencial ·en Inglaterra para completar la educa-
Para aquellos que carecían de la inclinación o la capacidad de leer ción de los jóvenes de las cl~es pudientes 16• ·
obras en el idioma original, un aluvión de traducciones del español Sin embargo, la llegada inesperada a Madrid de Carlos, el príncipe
aparecieron en las décadas iniciales del siglo XVII, encabezado por la de Gales, en la pdmavera de 1623 añadió toda una nueva dimensión
versión de la primerá parte de Don Quijote a cargo de Thomas Shelton a las relaciones no sólo políticas·sino también culturales entre España
en 1612, siete años después de la publicación del libro en Madrid. e Inglaterra. Sus casi seis Jl?.eses en Madrid iniciaron al príncjpe en ·
A pesar de las diferencias religiosas, la literatura devota hispana encon- una corte, y en una cultura cortesana, muy diferentes al d~or«;ien ·pa-
tró lectores ingleses, yJohn Don ne y Richard Crashaw figuraron entre laciego de su padrejacobo I. Asu acceso al trono en 1625;los inten- - •'
,¡.

quienes buscaron in~piración en los místicos españoles. Donne escri- tos de Carlos I de introducir una mayor gravedad y decoro ·en ehi~ ... ¡ ··'
~ 1

bió sobre su biblioteca que encontraba allí «más autores de esa nación y etiqueta de la corte inglesa parec~n reflejar la fuerte imp~e~~~n qüe . ~ .'!.

que de cualquier otra» 14• En cuanto a la indumentaria, el negro espa- le causó su contacto con los complicados protocolos dela cdri:e·:de · .. ·"
ñol llegó a ser considerado el colmo de la elegancia. «He oído -es- Felipe IV, meticulosamente concebidos para mantener al rey a dis-
cribía Francis Bacon en 1616--que en España (una nación solemne; tancia17. Además, su descubrimiento de la extraordinaria colección
a la que desearía que pudiéramos imitar en esto) se permite a actores real española de pinturas, con sus magníficos Tizianos y otros gran-
y cortesanos la vanidad de ricos y costosos ropajes, pero que se le veda eles maestros venecianos, agudizó su propia afición por el árte·y con-
a hombres discretos y matronas bajo pena de infamia» 15 • Dado que tribuyó a convertirle en uno de los mayores coleccionistas eri,tre ~os ·l'.
sus palabras estaban dirigidas al futuro duque de Buckingham, caye- príncipes del siglo xvn 18 . También pudo ver con sus propios ojos El
ron sin duda en saco roto. Escorial, que visitó con Felipe·IV en la primera etapa de ·su viaje de
Este interés por Espafia no se veía reforzado en general por un regreso. El Escorial había ejercicio fascinación durante largo ~empo en _
conocimiento de primera mano del país. Pocos ingleses, aparte de los las capitales de Europa. Lord Bürghley poseía un notable dibujo del
exiliados católicos, viajaron a la Península durante los años de guerra edificio en proceso de construc;:ción durante la década de 1570, aiio't:ado'
abierta bajo Isabel 1, pero con la vuelta a la paz en 1604 la situación. con sq propia mano como «La casa del rey de España» (.fig. 1) 19, Cuan-
cambió. Un buen número de cortesanos tuvieron su primer contacto
directo, no siempre bienvenido, con el país en 1605, cuando el conde
16
de Nottingham viajó con un séquito de quinientos acompañantes a Véasejohn Stoyc, Engl.isli Tra11e/lers Abroad, 1604-1667: Their Injluena.0:.Engl.isli
Valladolid para ratificar el tratado de paz, y en los años posteriores la Sor.iety and Politics, Londrcs,J onathan Cape, 1952, edn. rev. New H.aven (Cónnccticut)
y Londres, Yale Unin!rsity Pres.o;, 1989, caps. 10 y 11. La visita de la delegación de Not-
tingham se describe en pp. 233-240.
.. . 17 Kevin Sharpe, Thc Personal Rule o/ Charles l, New Haven (Connecticut) y
12 Gmtav Ungerer, Anglo-Spanish Relalions in Tttdor Literalw-e, Berna, Francke, Londres, Vale University Press, 1992. pp. 216-219. Sobre la cultura cortesana españo-
1956, pp. 168-171. . la, véase J. H. Elliott, S/min mrd its Wt1rld, 1500-1700, New Havcn (Connecticut) y Lon-
· 15 Hillgarth, Mirroro/Spni1i, pp. 449-451. Una edición facsímil dejohn Minsheu, dres, 1989 [Espmia )'su mundo (1500-1700), ttad. Ángel Rivero Rodríguez y Xavier Gil 1··

A Dictionarie in S/Ja11ish and Etiglis/i, füe publicada con Ün breve estudió preliminar Pujol, Madrid, Taurus, 2007], cap. 7 .
. " ~ Véase Brown y Elliott (eds.) .. la almoneda del siglo;Jonathan Brown, K.ings and
1
por Ja Universidad de Málaga en 2000.
14
Citado por Ungerer, •The Printing ofSpanish Books•, p. 182, n. 2; véase tam- . Connoisseurs: Colú.r.tiug Arl in Seventcr.nt/1-Century Europe, New Havcn (Connecticut) y
bién Peter Russell, •English Seve~teenth-Century lnterprctations ofSpanish Litera- Londres, 1995 [El triunfo tk la /Jintum. S(Jbre el coleccionismo corle.fano m el siglo XVII, trad.
ture•, Atlante. 1 (1953), pp. 65-77; R. V. Voung, /Ucliard Cráshaw and lhtSpanish Goldeñ María Luisa Balseiro. Madrid, Nerea, 1995], cap. l. .
A~, New Haven (Connectkut) y Londres~ Vale Uriiversity ~ress, 1982.. . .. · 19 George Kubler', Buildingtliefücoria~ Princcton (Nucvajen;ey), Princeton Uni-
15 Tlie Works o/ Francis Bnr.on, ed. James Spedding, 14 vols.•. I..ond~es, Longman,: versity Press, 1982, p. 21 [la obm del Efcoria~ trad. Femando Villaverde, Madrid,
1857-1874, XIII, p. 23 (car:ta dr: Georgc Villiers). · Alia01.a, 1983], p. 21. Para una discusión del dibujo y su autoría, véase ~edro Navas-

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Esl'AÑA, EUROPA\' EL MUNOO DE u1:rRAMAR
.-\l'RENIJIENIJll 111::1. t::Nt:t.llGO: IN(;l.ATEIU<A \" ESl't\Nt\ EN l.A 1::0.\U M<JllEkNA. (
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Ftgura 1. An6nimo,.ElEscor4zl en construcción (Hatfield House, Herúordshire). (
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do Carlos 1 pensó en reconstruir el palacio de Whitehall, parece haber (
tenido en mente ~J. Escorial en gran medida. En sus días de cautiverio.
en el castillo de Calisbrook se le podía ver absorto en los tres volúme- (
nes de comentarios deJuan Bautista Villalpando sobre el profeta Eze- (
quiel, con sus ilustraciones para la reconstrucción del Templo de
(
Salomón enjerusalén, considerado entonces el modelo para el mo-
nasterio-palacio de Felipe 11 (fig. 2)2º. {
La influencia española en el compor~mien_to y .las actitudes de
tl
Carlos 1 es un ejemplo, a un nivel muy elevaqo, de unos víncu.los cul-
tuíales entre Inglaterra y España cuya diversidad y riqueza todavía l
·están por explorar del todo. Además, la historia de las relaciones, l
tanto culturales como políticas, merece ser situada en el contexto más
am¡:>lio, tan relevante hoy como lo era en los siglos XVI y XVII, de las t
l
cués Palacio, .cLa obra como espectáculo: el dibltjo Hatfield .. , en Las Casas Reales. El ' t:-
Palacio, IV Centenario del Monasterio de El Escorial, Madrid, Comunidad de Madrid,
1986, pp. 55-67. .
't
20 Véase Roy Strong, Britannia Triumphans: lnigo]ones, Rubms and WliitehallPalace; ( (.
Londres, Thames and Hudson, 1980, pp. 56-63. Aunque la idea de un palacio según
el modelo salomónico podría haberse sugerido durante el reinado de Jacobo I y (t
habér sido adoptada por lpigojones, parece lógico suponer que la ~mpresión que la
visita a El Escorial causó en Carlos diera un nuevo impulso al proyecto.
Figura 2. Alzado del Te111plo de Salomón.
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APRE.NDIENllO l>f.1.1'.NF.MIC.O: INc:~~\fP:tRA \' EsrAÑA EN IJ\ El>Al> MOLl&RNA
1,) EsrAÑA, EUROl'A \" t:l. MUNllO llf. Ul.TRAMAR

¡) lanzó su gran plan para una vinculación más estrecha entre los.diver-
reacciones inevitablemente ambivalentes de los estados menores ant~
.trm=" sos reinos y provincias de la monarquía hispánica con una llamada a
) el poder hegemónico. Entre las décadas de 1550y1650, Espatia, con
sus enormes recursos militares y financieros, ejercía la hegemonía, ..•,... la Unión -de Armas, concebida para asegurar que todas las partes
,) aunque a veces precariamente, sobre el mundo occidental. La res- ... ;~ .•
acudieran en ayuda de cualquier otra que fuera atacada. Dos años
t
después, el secretario Cake siguió el ejemplo espafiol. Tras observar 1
) puesta de quienes se sienten bajo la amenaza, o la presión, de un es-
desarrollos similares en el Sacro Imperio Romano y Francia, notaba
tado que posee un poder aplastante y se supone motivado por una
) que cccon su reciente unipn o asociación los españoles han vinculado
ambición de dominio global va con facilidad de la desconfianza y la ... r .
·1·
.,; '
,) ~. todas sus distantes provincias para la defensa mutua y son capaces así
sospecha a Ja abierta hostilidad. Al mismo tiempo, es probable que el ..
'

..-.~,·
de reclutar grandes fuerzas para extender su monarquía tanto por
,) antagonismo se vea acompai1ado por cierta admiración, tefüda de
mar como por tierra. Mi propuesta, por tanto, es aprender sabiamen-
envidia. ¿Qué se puede aprender del enemigo, si es que tiene algo que
J ensefiar?
te de nuestros enemigos». Después de comentar la conveniencia de
una asociación más estrecha entre las potencias protestantes de Eu- .
) Inglaterra, al igual que Espafia, era una de fas monarquías com-
puestas de Europa, y todavía lo sería más con la unión dinástica con ropa, proseguía: ccCon todo, nuestra unión interna es la que más nos
j Escocia en 160321 • Era lógico que, en el debate sobre la forma que Ja importa y, ao;í pues, Su Majestad teng-a el gusto de considerar si·no es
necesario, por las mismas razones de estado tomadas en cu~nta por
t unión debería adoptar después del ascenso al trono dejacobo VI de
los españoles.juntar sus tres reinos en una unión y obligación estric-
) Escocia y I de Inglaterra, los participantes recurrieran al ejemplo
ta entre sí para su defensa mutua cuando cualquiera de ellos fuere


espafiol. En A B1iefDi.5coursc Tou.ching the Happy Union ofthe Kingdoms .1,¡
atacado, cada uno aportando tal proporción de caballería, infantería
o/England and Sr.otland [«Breve discurso sobre la feliz unión de los
y flota como se juzgue proporcionalmente adecuada» 25.
) reinos de Inglaterra y Escocia»], sir Francis Bacon observaba: «El
destino de España fue que se unieran diversos reinos peninsulares En la monarquía hispánica los planes para una Unión de Armas
) (con la excepcióri'de Portugal) en una época no muy distante, y en
condujeron a la formación de una fuerza expedicionaria conjunta
) nuestros propios tiempos incorporarse al resto también el de Portu- castellano-portuguesa para recobrar Brasil de los holandeses, y en
Gran Bretaiia, a la creación del regimiento escocés del conde de Mor- . ._!
) gal, el último en oponerse» 22 • Consideraba que las formaS de unión
ton. También llevaron a negociar infructuosamente con los terrate- ·

• incluían cela unión de nombre», lengua, leyes, costumbres y cargos, y


notaba, bajo «la unión de nombre» que «el nombre común de Espa-
ña ha sido sin duda un medio específico para la mejor unión y agluti-
nientes ingleses católicos de Irlanda concesiones reales a cambio de
contribuciones, y a los igualmente fallidos intentos de Olivares para

' )
nación de los diversos reinos de Castilla, Aragón, Granada, Navarra.,
Valencia, Catalufia yel resto, que últimamente comprende Portugal» 3,
2
asegurarse la cooperación militar de la corona de Aragón. En ambas
monarquías, los esfuerzos de la corona por avanzar hacia una unión
más perfecta resultarían al final peligrosamente contraproducentes.·

'
Sir Henry Savile, por su parte, seilalabá la unión entre Castilla y Por-
tugal de 1580 en particular como cela más parecida a la nuestra en mi Ni Carlos 1 ni Olivares tomaron bastante en serio la sagaz advertencia
) ele Bacon de que «un apresuramie~lto forzado perturba la labor en
opinión» 24 •
) Llegado el momento, tanto la unión anglo-escocesa como la de vez de despacharla,.21;.
Portt1gal con Castilla estuvieron lejos de ser perfe~tas, según se con- La preocupación por la solidez de los lazos que ataban los dispares
J reinos y° provincias era una caracterís,tica propia de la vida de las
sideraba en Londres y Madrid. En 1625 el conde-duque de Olivares
} monarquías compuestas en la Europa de la edad moderna. Tal in-

,
J

)
21
22
Véase más arriba, cap. 1.
Spedding (ed.), Works ofFrnnr.is Baron, X, pp. 90-99, en p. 92.
23 /bid., p. 97.
. 1.
25 Sobre la Unión de Armas, véase J.~· Elliott, Tlie Couut-Duke o/Olivares: The

Statcsma11 iu an Agf. o/ Drclinr., New Havcn (Connecticut) y Londres, Yale University


Prc!is, J 986 [El condc-dttr¡uc de OüvarP.s. El político en_ una ;por.a df. dumlencia, trad. Teófilo
24 •Historical Collections•, rcinipr. en 11iejar.obr.nu U11io11: Six 1i"rzcts o/ 1604, ed.
de Lozora. Barcelona, Crítica, 1990), cap. 7.. ,
Bnace R. Gallowar y Briém P. Lcvack, Eclimburgu, Scottish History Suciety, 1985, p.
) 2r. Spedding (ccl.), H'orks n/Fra11cif B(!ron, X, p. 98.

}
229. Ci1aclo más arriba, cap. 1. n. :Ht ·

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A1•1u::N111•:N110 llf.1.1:'.NEMlt;o: INCl.ATEltltt\ V Esl'AÑA EN u EllAIJ MODIHtNA (
EsPAÑA, EUROl'A ,. El. ~IUNlJO DE ULTRAMAR

(
quietud, que se iba a intensificar durante la primera mitad del si- conflicto abierto, empezó a encontrar su público ·~1 mensctie de Eden
glo XVII, ha de ser relacionada con otro debate más amplio que tenía sobre la convenienéia de ia expansión en ultramar. Durante esa déca-· (
lugar en aquella misma época: el de la grandeza y durabilidad de los da, mientras las actividades corsarias en el Caribe eran seguidas por (
estados y las fuentes de su poder. Los términos de este debate, aso- empresas colonizadoras en Terranova y cerca de la costa de Carolina,
ciado en particular a dos pensadores a caballo elitre los siglos XVI y :-..V'II, Richard l-fakluyt el joven retomó el asunto donde Eden lo había de- f
Giovanni Botero y Tommaso Campan ella, habían sido confonnados jado, y se embarcó de por vida en una campaña de pe~suasión p~ra (
y hasta cierto punto fijados por la ascensión de España a su posición que Inglaterra imitara el ejemplo español y tomara en sus manos el
descino imperial que le correspondfa2!1, · · (
de dominio y sus supuestas ambiciones de monarquía universal.
¿Cómo había alcanzado España tal posición de preeminencia abru- A consecuencia de los esfuerzos de Hakluyt y otros, hacia 1607, año {
llladóra·? ¿Cómo se podía poner freno a sus ambiciones globales? de Ja fundación enjamestown del primer asentamiento permanente {
¿Qué podíé:ln aprender otros de los logros, rde los fracasos, españo- britcí.nico en e] continente norteamericano, una considerable canti-
dad de información estaba disponible para los lectores ingleses inte- '(
les? Se trataba de preguntas que, a medida que Inglaterra avanzaba
hacia su enfrentamiento con la España de Felipe JI en la segunda resados en las empresas españolas de conquista y colonización del (
mitad del siglo XVI, iban preocupando cada vez más a la clase dh;gen- Nuevo fylundo. Es significativo que, cuando la Brevísima relación de la
destruición de las Indias de fray Bartolomé de las Casas apareció en in-
(
~ ~~ . .
gl~s en 1583, el título fuera cambiado a Tlie Spanisli Colonie [«La colo- (
. La posesión de un imperio de ultramar, rico en ~e~ales preciosos,
a
hho España distinta de.sus rivales europeos. Ya en}.a década de 1550 nia espatiola»]. Aquel mismo año, sir George Peckham, uniqestacado
promotor de los viajes de sir Humph1~ey Gilbert, podía listar las Déca-
(
elmatrimonio de Maria Tudor había vuelto a despertar el interés por
España y había ·animado a uno o dos súbditos de .F~lipe y María a das de Pedro Mártir de Anglería, así como las respectivas historias de (
observar con más detalle la empresa transatlántica h~~pánica. En 1558, Gómara y Zárate sobre las conquistas de México y de Pérú, como (
aprovechando las"estrechas relaciones anglo-esp~ñqlas en ese mo- «existentes en lengua inglesa». «Por C7llo deseo de corazó.n -prose-
guía- q'ue al verlo Dios todopoderoso, con su misericordia infinita, (
mento, el piloto. principal de la Compañía de Mosco'?a, Stephen Bo-
rough, obtuvo permiso para visitar la Casa de Contratación en SeYilla se com1'.>lazca por fin en despertar a algunos de nuestrqs eminentes (
y quedó muy impresionado por la instmcción sistem~~i~a que recibían compatriotas de la pesada modord en la que durante tanto tiempo
han estado sumidos, de modo que ahora no tengamos que sufrir el
{
los marinos españoles en las técnicas de navegac~ó_n. q.uiso que una
enseñanza similar fuera impartida a los navegant:~s :de su país (un temblar· por falta de mantenimiento» 30 • La perseverancia y la dete1mi- {
~ecto que sería retomado más tarde por Richard ~akluyt) y en 15.61 nación ~ran necesarias si Inglaterra. h.abía de emular a Espail.a en la
fundación de un imperio colonial. · \ l
Richard Eden, a instancias de Borough, tradttjo para los lectores in-
Fue sobre codo en el círculo de sir Walter-Raleigh dond~ se abra- (_
gleses el Breve compendio de la esfera)' del arte de navegar, el manual pu-
zó con mayor fervor el sueño de un imperio inglés según el modeio
blicado por Martín Cortés en Sevilla diez años atrás~ ~
7

hispánico. El mismo Raleigh podría haber fracasado en su büsque-
l
Por medio de estas y otras traducciones Eden tr~.to de proporc10 ·
nar información para sus compatdotas sobre las ac.tividades en ultra-
da ele El Dorado, pero sus desgracias personales no em·pmiaban su l
28
mar de los.españoles y animarles a seguir sus pasos • Aun así,. sólo l
2!l Para una visión ele conjumo reciente de los escritos y la carrera de Hakluyt,
en la década de 1580, cuando España e Inglaterra avanzaban hacia un l--
véase Pe ter C. Mancall, H<lkluyt's Promise: An Eliz.abethan s Obsessiou for an E11glisli A111e-
rica, New Ha\'.en (Connecticut) y Londres, Yafo University Press, 2007.Jonathan Hart,
Representing tl1e Neiu Worltl: the Englisli a11d Fmich Use o/the Example o/Spain, Nueva York
l
. 27 David Waters, The Arlo/ Navigalio" in E11gland in Elir.a~eth~n and Early Stuai:t
1lmu, Londres, Hollis and Carter, 1958, pp. 103-106; véase Apenchce 16 sobr~ los es~
y Basingstoke, Palgrave y St. Martín 's Press, 2001, es un l'uil compendio de las referen- ~
cias inglesas y francesas al ejemplo español en la colonización de ultramar.
fuerzos de Hakluyt para establecer ,m puesto de profesor d~ navegación e~ · 90 Richard Hakluyt, The Principall Navigations Voiages and Discoveries o/ tite English
\
Londres. · ¡ H' ifE gl' ., Nation (facsímil de la edición de 1589), 2 vols., Cambridge, Cambtidge University
. 28 Véasejohn ParkC!', Book.s 10 Build an Empirt: A Bibliographrr.a astory o •n l.Sfl
Ovme~ ]nterests to 1620, Ámsterdam, N. Israel, 1965, cap. 4.
Press / Hakluyt Society, 1965, 11, p. 704. i1 \
l
,--,
\_)
l) E.'il'AÑA, EUROPA Y EJ. MUNDO DE Ul.TR.\MAR ArRF.Nlllf.NllO OY.L ENF-"llGO: INGl.An:RRA V Esl'AÑA EN l..A EO.\n MODERNA

,) entusias~o por la causa. En su History of the World [«Historia del y concentrar a los colonos en ciudades y villas. En una carta al goberna- ¡.
) mundo»], escrita cuando se cernían sobre él las tinieblas, este ene- dor y el consejo de la colonia. la Compañía insistía en que los poblad(>. · 1;
migo declarado de España escribió un mensaje para sus compatrio- res. en lugar de dispersarse a lo largo de las orillas del Chesapeake,
) '.\'
• 1
tas que se puede leer en retrospectiva como su legado final: «No deberían permanecer juntos con el fin de 1defenderse mejor de los
} puedo abstenerme de alabar la paciente virtud de los espafioles: ataques indios: ''Tal es la manera más adecuada y eficaz de·proceder
') raramente o nunca se encuentra que ninguna nación haya sopor- con las nuevas colonizaciones; aparte de los antiguos, el ejeniplo de
tado tantas desventuras y miserias como ellos en sus descubrimien- los espafioles en las Indias Occidentales es buena ilustración de elló»".
' "t tos de las Indias; sin embargo, per~everando. en sus empresas con Aunque la Ieee {mera evident.e.P.ara l9s oficiales de la Compañía, no
.) una constancia invencible, han anexionado ctsu reino tantas buenas lo resultaba tanto para los com-nizadores de Virginia. Según ellos ha-
provincias como para enterrar los recuerdos de todos los peligros bía mejores maneras, aunque m;ás brutales, de ocuparse de la amena-
1
1
) pasados» 31 •
1
za india: «Nuestra primera tarea-escribía el gobernador sir Francis
··.¡·f
'
)
Raleigh escribió estas palabras hacia 1610, cuando el reciente asen-
tamiento dejamestown se tambaleaba y estaba a punto de seguir el
desastrado camino de la empresa de la isla Roanoke. La constancia y
-

....
::¡
'.°·

~··
Wyatt- es expulsar a los salvaje·s,,s...
La expulsión (hoy conocida como limpieza étnica) era un mecanis-
moque ya se había aplicado en la .Plantación del Ulster. Fue también
:t Ja perseverancia hispánica~ como modelo para los pioneros ingleses un recurso adoptado a escala masiva en la península Ibérica, de donde
) iban a ser de hecho un continuo estribillo en la temprana empresa unos 300.000 moriscos fueron deportados entre 1609y1614~ Sirjohn
de colonización británica. Aunque Hakluyt y otros habían introduci- Davies, al propt~gnar la expulsión de los c<antiguos» terratenientes ir- i.~)
) do un fuerte componente comercial en sus propuestas de expansión landeses en una carta a sir Robert Cecil en noviembre de 1610, se refe-
) en ultramar, los primeros colonizadores de Virginia, y del modo más ría expresamente no sólo a lac; prácticas de antaño en el imperio r9ma-
) evidente el cnpitánjohn Smith, se veían a sí mismos en el p~pel de no y en la misma lrlanda, sino también a los acontecimientos reden tes

,
conquistadores espalioles. Se trataba de un papel que exigía coraje y o en curso en Espafüi: «Los españoles han expulsado últimamente á
) resolución frente a la adversidad. Después de la Gran Masacre de 1622, todos los moriscos de Granada a la costa de Berberia, sin proporcionar-
en la que unos 400 de los 1.240 pobladores ingleses murieron a manos les nuevos asentamientos allí» 35 • Sin embargo, al principio parecía ha-
de los indios, Edward Waterhouse, un oficial de la Compañía de Vir- ber otras maneras, menos dráSticas, de ocuparse de las poblacio~es
) ginia, publicó un tratado en el que recurría al ejemplo español para indígenas, incluido{' los nativos irlandeses. Sir Henry Sidney, LordDf!JiU- ·
) reagrupar a colonos e inversores en un momento de desánimo: ccDado ty de Irlanda· en la década ele 1560, había pasado en España tres años
que el Español (segtín vemos) ha pasado por muchos más peligros en como legado de María Tudor y bien pudiera haber tenido en tD:ente el
) sus colonias, y por muchas más dificultades de las que jamás hemos Nuevo Mundo cuando trazó sus planes para la colonización del .Ulster.
t tenido nosotros, del mismo modo y con mayor razón no debemos de- Si los españole~ podían domar y civilizar a los bárbaros aztecás~· ¿no
) sistir, pues, al considerar lo que ha ocurrido, sino más bien prestarnos
a proceder con valor y constancia» 32 •
) A ojos de los oficiales de la Compaiiía en Londres, la masacre de l. 1
3
Virginia de 1622 subrayaba la necesidad de seguir el ejemplo español Citado en J. H. Elliott, Em/1i1'l'.\ nf t/11' Atlnnlic World: Britain and Spain in America,
) 3
1492-18)0, New Haven (Conncctic11t) y Londres, Yale University Press, 2006, p. 42
¡:
} [lmj1erios d.e~ mrmdo o.//dntico: Esj1aña J Gran Brettzña en América ( 1492-1830), trad. Marta ,i:l
Balcells. Madrid, Ta11rus, 2006, p. 81 ]. :·!.
J SI Sir Walter Ralcigh, Hi.dnry• of tlie World, en 'file Wotlu o/Sir Walter Rnlegh, Kt., ed. , 4
3 Citado illid. p. 85 [p. 143].
3 Hirtorical 1'rn«fJ by Sirjo/in Dtmies, Atlnrn~ General, DubJín, William Portcr, 1787!
Willi:un Oldys y Thomas Birch, Oxforcl, Clarenclon Prcss, 1829, VI, pp. 113-11 1!. .:· · 5
} 32 Edward Waterh.ouse, ¡\ Dr.dnration oftl1tSlaltoftlie Colon.Y midAJfain'.s in l'iiWnla
pp. 283-284. Véa'ie.J:me H. Ohlmeyer. -;uCivilizing ofthose Rude Partes": C.Olonization
( 1622). cdn. facsímil, Amsterchlm y Nueva York, Theatrum Orbis Terrnrum y Da Capo within Btitain ancl Irclancl, 1580s-16 IOs .. , en Tlie Oxford HiJtory o/tlie BrilisliEmpitt, ed.
1

} Pres.o;, 1970, p. 31. Véao;(' también sir William Alexandcr, Au E11co11ragr.meni to OJ/onit.s, Wm. Roger Louis et el., 5 vols., Oxfon 1,= Okford University Press, 1998, 1, pp. 135-137.
Londres, 1624 [ccln. facsímil, Ámsterclam y Nueva York, Theatnun Orhis Terrarum y • Representan!<' del rey yjefe del poder ejecutivo irlandés, cargo homólogo del .
} Da Capo Pres.o;, 19ll8l. p. 8, para palabras con un propósito simihtr. · "! virrey en la Espa11a e',. la misma época.
}
) flH fü)
•.
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Esi'AÑA, EUROl'A Y El. MUNDO DE ULTÍv.MAR
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Af'IU'.NIJIENl111 llEL ENF.J\llGU; INliLATEKKA \' Est•AÑA l:'.N LA EUAD MOUl.;t(NA
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podrían hacer lo mismo los ingleses con ios bárbarós i~landeses?~ü Re-
sultó, sin embargo, que los irlandeses se avenían menos que los aztecas
a que les imp~ieran las bendiciones de la civilizaciqiv
~1
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1 ·~
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.. ":
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Los ingleses, a pesar de su optimismo inicial.sobre la docilidad de los
nativos norteamericanos; encontraron más fácil expulsar o marginar·
a los indios que incorporarlos (como habían in ten cado hacer los es-
'
(
(
Enfrentados primero a los irlandeses y despu~s a los indígenas ...~ pañoles) dentro del marco social y religioso de las sociedades colo- (
americanos, los ingleses no podían por menos' que expresar su admi- ... niales en proceso de construcción .
ración, a regañadientes, ante al logro espru1ol de «reducir» a sus súbdi- Los espai1oles, a diferencia de los ingleses, consiguieron convertir a '(
tos indios a la civilidad y el cristianismo37 , incluso si era bajo una forma los indios en una mano de obra sumisa. La prueba ele su éxito podía
de cristianismó llena de supersticiones papistas. Al mismo tiempo, las
historias de atrocidades que denunciaban Las Casas y otros les hacían
ser conscientes de la brutalidad de los métodos empleados. «El espa- !W!
verse en la continua corriente de plata que afluía a Sevilla desde las
minas de México y Pe1ú, la cual se consideraba ele manera convencional
como la füente del poder impelial hispánico. Sir Benjarnin Rudyard se {
'(

l
.,...
ñol-escribía Richard Eburne en su A Plain Pathway to Plantations unió a una larga cola de comentaristas cuando observó en la Cámara •(
[«Un camino llano a las plantaciones»]- ha civilizado razonablemen- de los Comunes en 1624: «Son sus minas en las Indias Occidentales las
te, y quizá hµbiera podido hacerlo mejor ele no haber tiranizado canto, •, (
que suministran combustible a su inmenso y ambicioso deseo de mo- :¡
~ l
a gentes mucho ~ás salvajes y bestiales» que cualquiera de aquéllas en :e! narquí~ universal>1 40 • La conciencia de la dependencia hispana de la ~ (
las colonias biitánicas38 • placa americana había inspirado en el reinado de Isabel varios proyec-
Los defensores tempranos de la colonización británica del Nuevo tes ele ataque contra las Indias Occidentales y las tlotas de plata, pero f f(
Mundo esperaban evi~ la b1:malidad al estilo espa11ol, a la cual atri- también planteaba interrogantes sobre la extensión y profundidad del (
b:uían·el desru;f!e,demográfico que afectaba a los pueblos indígenas
de l~América hispánica. Robertjohnston observaba que «el honor de
poder de Madrid si alguna vez se viera privado de tales tesoros. Hakluyt,
aun siendo un temprano defensor de la colonización comercial, en la
:illlll (
un rey consisie~c:n la muchedumbre de sus súbditos» y exhortaba en que los ingleses se volcarían por defecto al no lograr encontrar metales {
NovaBritanniaa·sw compatriotas para que convirtieran «no como preciosos en Nórteamérica" 1, también era partida1io de un asalto a las
(
·en las IIldias Occi4entales.a punta de espada y disparo de mosquete, posesiones espailolas en el Nuevo Muncio. En su Discourse o/ Western
asesinando tantos millones ele indios desnudos, como cuentan sus Planting[ «Discurso sobre la colonización occidental»] de 1584 afirma- (
historias, sino por me4iosj~stos y caritativos, apropiados a nuestro ba que «Cualquier hombre razonable que conociera la esterilidad, de- (
carácter inglés,.s9, Por desgracia, el carácter inglés no estuvo a la altura solación y falta de hombres en España [... ] debe reconocer por necesi-
dela tarea. En una fase temprana, tanto en Virginia como en Nueva dad que tienen fuerzas muy escasas allí. Las provincias qu~ posee son {
Inglaterra, las relaciones con la población indígena se deterioraron. de hecho muchas, pero más desnudas que nunca lo estuvo ningún (
imperio desde la creación del mundo[ ... ] Su poder y grandeza no es
tal como podría parecer a primera vista»":l. . (_
S6 Véas~ Nicholas Canny, The Eliz.abetha11 Conquest ofirela.~d: A Pattei11 Estal>lished, En realidad, el poder militar de España seguía siendo formidable, {
156'-1576, Hassocks (Sussex), Harvester Press, 1976, pp. 66, 12~ y: 133-134 sobre lapo-
sible influencia de la colonización española en Sidney y otros ~n ~us planes Pª"' el so- como podían confümar los soldados ingleses que prestaban servicio
metimiento y la colonización de Irlanda. También David Beers Quinn, 1'ht Elizabetha11s
l
and tlit Irish, lthaca (Nueva York), Comell U niversity Press, 1966, pp. 106-107.
97 Véase.Elliott. Empim. pp. 11 y 66 [Imperios, pp. 39 y 116] sobre «reducir al pue-
.
40
Leo Francis Stock, Proceedings and Debates of the Britisli Parliaments Respecting
l
blo salvaje a la cñsrlandad y la civilidad». Véase tam~ién p. 72 [p. 124] sobre la incó- North America ( JS42-l 7.54 ), 5 vols., Washington (DC), Camegie Institution of Wash-
ington, 1924-1941, 1, p. 62 (19 de mayo de 1624).
l
moda pregunta de William Strachey de si .. acaso tenemos nosótros menos medios, ,
espfritus más débiles o una caridad más f1ia, o una religión má~ vergonzosa .. c1ue les _\
41
Sobre la comercialización de la colonización inglesa, véase Carole Shammas, l-
impedía emular tos logros españoles en la conversión de indjos. . · · •English Commercial Development and American Colonization, 1560-1620.. , en Tlie
ss Richard Ebume, A Plain Patl1way to Plantations (1624), ed. Louis B. Wright, Westward Entetprise: Englisll 1lctivities i-n Ireland, tlie Atlantic and A merica 148(). J650, ed. K. R. l
lthaca (Nueva Yol'.\t), Cornell University Press; 1962, p. 56. '· · · .• , Andrews, N. P. Canny y P. E. Hair, Liverpool, Liverpool University Press, 1978, cap. 8.
S9 Robertjohnston, Nova Sritamiia (1609), en Peter Force, Tracts and Other Pa-
42
Tlle Origintll Writings and Correspondence ofth11Wo Richard Hakluyts, ed. E. G. R. \
pen, Relating Principall1 to the Origin, Settlement, and Progrtss ofilie Colonies in North Amn'· Taylor, 2ª serie, 2 vols. (76-77), Londres, Hakluyt Society, 1935, vol. 77, p. 251 (•The
ica, 1vols., Washington (DC), Peter Force, 1836-1846, 1, mím.' 6, p. 14. Discourse ofWestem Planting», cap. 8). l
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EsrAÑA, EUROPA y EL MUNDO 1>1:: lll:J'RAMAR APRt:NllllNDO DEL l!NU.llGO: INGU.TEKllA \' E.•WAÑA EN IA F.OAU MODERNA
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en los Países Bajos. Con retraso, en la última década del siglo XVI, los nadonales. Los holandeses, al retar con éxito el aplastante poderío
) tratados militares españoles, en su lengua original o traducidos, em- español, también habían desafiado la opinión imperante. Sin recursos :1
}
pezaron a causar un vivo interés en Inglaterra. Sir George Carey lega- natürales evidentes más allá de la iniciativa y el trabajo duro de sus
:j
. ]) ~
ría cuatro de esos manuales, todos en espatiol, a la Biblioteca Bodleia- habitantes, un pequeño estado, según parecía, podía no s9lo defen- l¡
'~
},
na de Oxford·13 • Al mismo tiempo, por otra parte, el optimismo
generado por la derrota de la Armada Invencible en 1588 y los reveses
derse contra la mayor potencia del planeta, sino que además había
encontrado las llaves que abrirían nuevas e insospechadas fuentes de
sufridos por España en los últimos afios del reinado de Felipe II con- riqueza.
'~ \
tribuyeron a reforzar la sensación de su vulnerabilidad y a inspirar la ·El éxito de los holandeses contribuyó a un debate cada vez más
')' esperanza de que los días de hegemonía hispánica estaban tocando amplio sobre los metales preciosos y el equilibrio entre comercio,
·,
}, a su fin. Sir Henry Wotton, en su Tlze Estate of Christendom [«El estado imperio de ultramar y tamaño de la población. Giovanni Botero, en •/

de la cristiandad,,], daba razones para pensar que ((no hay que temer en su muy influyen te Della mgfon di stato [ce De la razón de estado»] de 1589, ¡'
i.,

'
t
)
gran medida su poder, ni excede su riqueza en mucho a la hacienda
de Su Majestad y otros príncipes» 44 . Los que, como sir Walter Raleigh,
se oponían a cualquier negociación de paz con Espaiia, tendían na-
turalmente a resaltar, y de hecho exagerar, la debilidad del adversario
había ayude- do a divulgar la qoción de que la baja densidad demográ- ·
fica era una fuente de debilidad para España. No obstante, también
argumentaba, de forma no demasiado convincente, que un imperio
disperso era tan seguro y duradero como uno compacto, y que el es-
:¡.

p
,.
e
't
)
en la esperanza de poder librar un golpe decisivo contra una potencia
descrita por Wotton como «nuestro enemigo declarado y morta1>, 4s,
«El imperio español -escribía Raleigh en los primeros afios del rei-
pañol, ccque podría parecer por lo demás desperdigado inmaneja.:
ble», debería ser considerado «unido y compacto» porque así era
man tenido por su poder marítimo48 • La potencia naval estaba llegan-
'I•
·¡.,,1
;!J'
nado dejacobo 1-ha quedado enormemente sacudido y ha empe- do a ser considerada como la clave de la supervivencia y el éxito.
)
)
)
zado en los últimos ai1os a declinar[ ... ]. Y por lo común, un~1 vez que
las grandes monarquías empiezan a declinar en lo más mínimo, poco
después se sigue su disipación,,46. ·
Francis Bacon, al examinar los argumentos a favor de la guerra, man-
tenía, al contrario que Botero, que el carácter disperso del imperio
español lo hacía vulnerable y que la opinión general era que la8 flotas
!
Hablando de <<declinación» (una palabra que los mis1úos comen- combinadas de Inglaterra y ia~ Provincias Unidas podían vencerlo en
) taristas españoles estaban comenzando a utilizar en este preciso mo:. el mar. ce Si es así --escribía-, los eslabones de la cadena con la que
mento al analizar los problemas a los que se enfrentaba su patria)-1 7, sostienen su grandeza se desvanecen»-t9,
)
Raleigh, estimulado por las lecdones de la historia, situaba a España El humillante fracaso británico en la guerra anglo.:espáñola
} en el discurso acostumbrado de trayec.tona imperial. Los imperios se de 1625-1630 dejó claro qu.e Bacon, como otros antes que él, había
) levantaban y caían; así pues, ¿qué iba a impedir a la nación inglesa, si
actuaba con resolución, tomar el relevo que ahora soltaba la desfalle- ,,1
) ciente mano española y lanzarse con ánimo a la carrera que llevaba a •
18
Giovanni Botero, 17ie &aso11 ofSta te, trnd. inglesa de P.J. y D. P. Walcy, Londres, ::
Routledgc & Kegan Pí\ul, 1956, pp. 143-146y 11-12 [La obrade GiovanniBotero Della i
} un imperio mundial? 'ragion di Stnto, libri dil'ri. Con trt libri blle cause della grnndazn de/le citta (Venecia, 1589)
Aunque los términos de tal discurso habían sido definidos con fue tr.tducida por Antonio de Herrera al castellano por mandato <Je Feiipe 11 con el i
) !'.
referencia al destino de la Roma imperial, la debilidad de España título Diez. libros de la rm.ón de estado. Con tres libros ch las camas de la grandeza, y f!WK"ift- ¡

J también llegaría a analizarse con relación a las ideas internacional~s


ciencia de la.s ci:1dades, de luan Botero (Madrid, 1593). Se ha publicado un facsímil de la
reedición de 1613 de esta traducción a carso del Servicio de Publicaciones del Sena-
¡'

:.
J en desarrollo sobre las verdaderas fuentes del poder y la prosperidad do, Madrid,"2001. Existe además una traducción moderna parcial: Giownni Botero,
¡·
T..a razón de r.stado y otms escritos, e.d. Manuel García Pelayo y trad. Luciana de,Stefano,
} Caracas, Inslituto de Estudios Políticos/ Universidad Central de Venezuela¡ 1962).
43 Ungerer, Anglo-SpnniJh Relatiori.s, pp. 60-67. -1 9 Spedding (ed.), Works o/Franris Bacon, ·Considera1ions Touching ·a .1/far With
} -14 Sir Henry Wuuon, The State o/ Clnistendom., Londres, l 657, p. 110. Spain» ( 1624). XIV, pp. 498-499. Sobre ~l contexto político en que ~acon ·se volvió
r.
} 45 /bid., p. 2. partidario de la guerra contra E.<ipaila, véas~ Noel Malcc?Jm, Reason of~talt, Propagan-
"" .. A Discoursc Touching a War with Spain», en Ralcigh, Wo11ts, Vlll, 8, p. 309. ·¡ da, ·a11d thr. Thirl_l' }'Í!m:J · Wa,r: A 11 Unk~o111,n 1Tamlation lry 'J'liomas Hobbes, OXford, Cl~rcn­
) .¡; Véase ElliotL, S/min mid iLf World, p. 248 [fü/mñn .Y srt mundo, p. 308]. : don Press, 2007, pp. R2-83.
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Esl'AÑI\, EUKOl'A V t:I. MUNDO IJJ:: u1:rKAt.IAJ( r\l'Kf.NOIL:Nno Uf.I. f.Nt;t.11i;u: INta.\Tf.KIV\ \' Es1•AÑA f.N '·' 1m,\ll Mulll'.KN:\ (
d~ Indias para la administración ele las colun:ias de la A1üérica britá- · (
subestimado Ja c~pacidad de recuperación española y sobrestimado
la potencia naval ~nglesa y la posibilidad de una acción conjunta con uica, aunque pensó necesario explicar y defender su eleccit>n del (
los holandeses. A pesar de las rebeliones de 1640, que parecían ame- modelo que se debía copiar: «Aquí se podría objetar -escribía-
(
nazara la mona~·quía hispánica con un dcsmoronamielllo inminente, qut~ los espaüoles no constituyen muy buenas paulas a seguir en
en las discusiones en Londres sobre la polítka que debía seguirse con- ninguna forma o plan de gobierno; a lo cual se podría contcscar que (
cualquiera que considere las leyes e instituciones políticas ele Espa-
tinuaba rondando el fantasma de las ambiciones de Madrid a lamo-
narquía universal: es significativo que el tratado De mon~rc:hia hispanica i1a, las encontrará tan bien ideadas y ordenadas con tallla destreza y <
[«De la monarquía· española»] de Tommaso Campanella, escri.to en pruclc::ncia como probablemente en cualquier país del mundo, de (
la creencia de que España era el instmmento elegido por Dios para el modo que los errores que se observa cometer a h.\ gente de vez en. (
imperio universal, apareciera por primera vez en _trad ncción ingle~'~ en i' cuando no proceden de planes malos y equivocados, sino de una eje-
i: {
1653 50 • En realidad, el decepcionant~ resultado del WestentDesign de cución poco firme, rehtjada y negligente de las disposiciones de sus
Cromwell de .1655. mosu·ó que Espaüa todavía conse1vc1.ba la capacidad consejos>> 53 • (
de defender sidmperio de las Indias, pero ~n el transcurso de la déca- En general, sin embargo, la imagen inglesa de Espm1a a partir de
(
da de 1660 se hizo cada vez más evidente que los días de su hegemonía .J finales ele siglo XVII fue profundamente negativa. Para Slingsby Bethel,
europea habían acabado. Los temores ingleses a proyectos de monar- que escribía en 1680, «Espai1a [ ... ]es una clara muestra de que el mal (
quía universal se transferirían ahora de la España de Felipe IV a la gobierno, al tolerar todo tipo de fraudes y descuidar el interés de la (
Francia de Luis XIV y en 1663, al embarcarse en su 1nisión a Lisboa y uación, puede abatir los reinos más poderosos y echar por tierra su
honor» 5-1. En su condición de entonces, España pasó a ser una terrible (
Madrid, sir Richard Fanshaw recibió instrucciones de dejar claro a Jos
ministros espai1oles que «la monarquía española ha caído en una gran advertencia)' prnporcionó un útil contraejemplo para quienes tenían (
declinación, sobre todo en su potencia marítima,.!>•, Para Algernon sus propios planes. El recurso a casos extranjeros constituía, después
de todo, un procedimiento útil para criticar los dt!ft::ctos reales o ima- (
Sidney, que escribía aproximadamente por aquel mismo momento,
«el vasto poder de España, que en estos últimos treinta a11os ha hecho ginados de la propia sociedad. Para Algernon Sidney, Espaiia propor- (.
temblar al mundo, es ahora como el cadáver de una res sin sangre ni cionaba la prueba de las nefastas consecuencias del gobierno monár-
(
aliento, de modo que todos esperan su descomposición>•l'>2 • quico sin controles. Inglaterra, seg(m argumentaba, también podía
A partir de entonces, la imagen de Espai1a como una nación en quedar abatida por «príncipes débiles y tiránicos y sus malvados (_
decadencia irreversible comenzó a fijarse tan firmemente en la ima- ministros,,!o 5 • Para William Petyt, el autor de Britannia Lcmguens, un (
ginación inglesa como la anterior, ya caduca, de gnrn potencia en discurso sobre d comercio publicado en 1680, el caso espailol confir-
maba la importancia de la tolerancia religiosa para alcanzar la pros- (
camino a la monarquía universal. Con el cambio de imagen, \·ino
un cambio de actitud sobre las lecciones por aprender. Durante un peridad nacional: «Tenemos el ejemplo de Espmi.a, cuyas crueldades {
siglo, los logros de España habían sido tan impresionantes y supo- execrables e inexorables hacia los disidentes han contribuido princi-
palmente a la actual pobreza y debilidad de la mlción,,:. ;.
1 {
der tan imponente que proporcionaron un modelo como mínim9
para la imitación selectiva, sobre todo respecto a In <.·onstrucción del Como indican las palabras de Petyt, el caso espailol proporcionaba (_
imperio de ultramar inglés. Todavía al final del siglo XVII, cuando la una batería de ejemplos particulannente útil para quienes participaban
l
Espai1á de Carlos 11 se había convertido en sinónimo de desgobie~-
110, Charles Davenant proponía un órgano equivalente al Consejo l--
53 .. 011 lhc Planlaliun Tdtde», en 1'l1t: Pulilical aml l;ommerdal H'11rks uf Ch.arles

Pincus, Protestanlism tindPatrioti.sm, pp. 184-185.


!>O
!>lOriginal Letters of his Ext;ellenty Sir Rit:hard Famlmw tl111i11g ltis Emba.ssies in .\~min
and Porluga~ Londres, 1701, p. 5. ,. · · · · · .
D'Avm<ml, ed. sir Charles Whilworlh, 5 vols., Londres, 1771, 11, clisrnrso 3, pp. 30-31.
5-1
5r.

Slingsby Bc:thel, Tl1e /tlÚresl ofP1i111xs """ Stales, Londres, Hi80, p. 75.
Siclncy, Cmirt IHflxims, p. 79.'
\\'illiam PcL)'t, Brilun'nia Languens üra Discours"'ifTdule, Londres; 1680, en A S1:lt't"l
C:ulle1:tiun of Ear(y fü1glislt Tmcts ml Cummeru, ccl. John Ramsay McC11lluch; Lo11clrcs,
'"'-
52 Algemon Sid_ney, Court Maxims, ed. Hans W. Blom, Eco Hai1sma Muliery Ron-
aldJansen, Cambridge, Cambridgt· llnin·rsiiy Press, 1996, p. 78. Political Economy Club, 1856. l
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1-:..1•,\ÑA t.N l..\ t'.IMU l\IOllF.RNA
f;;_'il'l\NA, El•RCJrA \' t:I. MUNIJO ut: Ul:TRAMAR Al'Rf.l"lllt:NIHl lll'.I. t.:NUlf(;ll! INt:IATERRA \'

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la humildad a corto plazo como base de orgullo a largo plazo. Después minamos los tres siglos de historia europea que van de 1500 a 1800,
<I\' de instar a que Inglaterra observara el ejemplo español de coloniza- podemos decir que fne en general un periodo de progreso>>, El pro-

.,,
)> , ción de ultramar para «espoleamos», proseguía con qúe «los ingleses
son los mejores imitadores y pronto superan a sus maestros» 8;.
Una buena disposición para iniitar p'resupone lógicamente la exis-
greso, argumentaba, no fú'e suave ni uniforme, pero en este ensayo
su principal preocupación era buscar una explicación de las razones
por las cuales el liderazgo económico e intelectual de los países me-
}\
tencia de algo digno de imilai~se. Respecto a este punto, había varias diterráneos en el Renacimiento pasó a las naciones septentrionales ·
()) posibilidadés al alcance de los europeos de la edad n1oderna. Una de en la Ilustración. ccAsí como en el primer periodo las naciones septen-
\
ellas era volver la mirada al pasado: al cristianismo primitivo para la trionales buscaban ideas en el Mediterráneo, en el segundo las medi-
) : refonna de la Iglesia y a la antigua Grecia y Roma para modelos tanto terráneas volvían sus miradas al norte», escribía90 • La historia de las
~~ de organización social y política como de esplendor cultural. Así, el relaciones anglo-espaiiolas proporciona un buen ejemplo de este pro-
\
republicanismo clásico proporcionaría un modelo para los filósofos de ceso: en el siglo XVI, Inglaterra buscaba ideas en España; hacia finales
)t .
la política clel"siglo xv11, la organización de los ejérd tos romanos del XVIII, Espai"la las buscaba en Inglaterra.
t daría la pauta para los tratadistas militares y comandantes, y la Roma Creo que esta voluntad de volver la mirada hacia otras partes pro-
1}J imperial serviría de ejemplo para los conquistadores y oficiales espa1io- porciona 11na clave del progreso que Trevor-Roper consideraba una
les que se cmb;arcaron en la construcción de un imperio en Américallll. de las características generales de la Europa de la edad .moderna. En
J Otra posibilidad era dirigir la mirada en busca de modelos no al el contexto internacional altamente competitivo de esos siglos críti-
) pasado sino al presente. Estambul ofrecía un punto de referencia cos, ningún estado podía permitirse por mucho tiempo el lttjo de
obvio, pero la transposición de algunos de los rasgos más admirados ignorar los logros de sus rivales con mayor éxito. A medida que se
t del imperio otomano, como su disciplina milita.r, a un entorno cris- clcsarrolla°Jan criterios nuevos y más sofisticados para evaluar el poder
t tiano planteaba prohlcmas evidéntes. Los príncipes europeos habrían y la riqueza nacional, se hacía más importante examinar la conducta y
} encontrado difícil llevar al campo de batalla ~jércitos de soldados los recursos de otros estados y sociedades con el fin de evitar quedar-
abstemios según el modelo musulmán. La propia Europa contempo- se atrás. En consecuencia, sociedades todavía imbuidas congénita-
t. ránea tenía mucho que ofrecer, sobre todo por su prociigiosa varie-


mente de una prnfunda desconfianza hacia lo nuevo se vieron forza-
dad. Bajo la unidad superficial de la cristiandad había un continente das a considerar la necesidad de cambios.
dividido, fragmentado en entidades políticas rivales, desgarrado por La con°:iencia de los otros (abrumadoramente ((otros» del Viejo
t confesiones opuestas y atomizado por la diversidad étnica, nacional Mundo ha;ta que la expansión de Europa hizo entrar en juego «otros»
~ y social. Tal variedad abría perspectivas para la comparación y, por de un mundo 1rnís extenso) fue, por tanto, un elemento esencial en
) tanto, para la imitación. el proceso por el cual la civilización europea cambió y evolucionó
Una de las preocupaciones de Hugh Trevor-Roper era la cuestión en lugar de mantenerse estática. Como muestra la historia de la agi-
~ de cómo y por qué las sociedades se hacen dinámicas en ciertos mo- tada relación enlre Espa1ia e Inglaterra en la edad moderna, la con-
) mentos de su historia. Es un tema que aborrló directamente en uno ciencia del otro podía verse afectada por altas dosis de ignorancia y
t de sus ensayos más brillantes, «Religion, the Reformation and Social
Change» [ << Religi<)n, reforma y cambio social»], publicado por pri-
distorsionada por ilnc:lgenes negativas y los m<is burdos estereotipos.
Aun así, el e::jemplo de cómo hacer las cosa~ y cómo no hacerlas estaba
)
mera vc7. en 19fi3R!l. Este escrito comienza con la afirmaci<Jn «Si exa- a la vista ele quien tuviera ojos y qpisiera usarlos. Otro asunto, natu-
} ralmente, es pas<lr de la observación a la acción. No obstante, la expe-
j riencia del pasado hace pensar que incluso una superpotencia puede
H
7
Rohert.fohnston, Th11Nn11l.~f"<~/ Vfrgillt'fl (l()J~). en forcl·, 'fr<lcls, 1, p. HI.
Dm•ici A. L11pher, llcmums ;,, n Nmu IVnrld: C/11.uiral Modr.l~;,, Si:dr1•11th-Cr.11t1try
aprender algo de sus enemigos.
j AA
S/m11iJh Amnir.u, Ann Arhnr (l\fü:higa11), Univcrsity of Michigan Prcss, 200:t
J R!l Reimpn•so en H. R. Trc\'or-Ropcr, Religion. thr U~{mwatinu <md Sorinl Clumgf.,
mu/ Otltn· fast1)'S, Lo11ctrcs. :\facmilhm, l 9Cl7 [ IMip;i<fo, rr¡;,n11a y mmbio S(ldrtl y otros 1m-

'
)
snyos, lrad. Estrt'll:t Olh"<in y.Joaquín Vicia), flarcclo11a, Ar~os-Vcrgara, HlR5]. cap. l. !lO /bid., I'· 2.

V• c.• 1 QI"':
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CAPÍTULO 111
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LA CRISIS GENERAL EN RETROSPECTIVA: ·~
• 1 (
UN DEBATE INTERMINABLE
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Hace unos cincuenta af1os, Eric Hobsb~wm publicó e~ la ~-evista (
Past aml Present ( 1954) un artículo que iba a desencadenar una de las ~1
{
grandes controversias historiográficas de la segunda mitad del si- 't.;,! (
glo xx: el debate sobre. «la crisis general del siglo XVII». Fue una dis-
cusión que determinó la perspectiva de toda una generación de his- if {
toriadores sobre la Europa del siglo XVII y, en realidad, sobre el
desarrollo de Europa durante la edad moderna en general. Fue ob-
jeto de una revisión crítica en fecha tan lejana como 1975 por parte
!¡.1 (
{
de:: Theodore K. Rabb en el capítulo inicial de The Strnggle for Stability
in Earl)' Alodem Europe [«La lucha por la estabilidad en la Europa mo-
1¡ (
derna»] y 1m\s recientemente por Francesco Benigno en su esmdio ¡ (
de conjnn to Esptjos de la rez1olución, de 1999. Ha sido incluido en varias
1f (
selecciones de artículos, en particular en Crisis en Eurupa ( 1560-1660),
preparada por Trevor As ton ( 1965), y más tarde en Tlw General Crisis
!: (
oftheSl~11mteenth Century [«La crisis general del siglo XVII»], a cargo de {
Geoffrey Parker y Leslie Smith, publicada por primera vez en 1978 y
de la que salió una nueva edición, con contribuciones adicionales, en
fecha tan reciente como 1997.
ilf (
{
El mundo ha cambiado mucho desde aquellos dramáticos días de
(
.. 1l las décadas de 1950 y 1960 en que historiadores de la talla de Hobs-
bawm, Hugh Trevor-Roper, Lawrence Stone y Roland Mousnier ver-
1
{
tían su tinta, y a veces su sangre, en una serie de encuentros que no 111
desmerecían, en pasión y duración, de la propia Guerra de los Trein-
l
,, ta Ailos. Tal vez se le permita a un superviviente de aquellas batallas t
hoy lc;:janas ·una obse1vación preliminar sobre su carácter, que puede l
sorprender algo a las posteriores generaciones de historiadores que /JI
las sometan a un serio análisis retrospectivo: el debate, aunque dura-
mente disputado, era muy agradable.
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, E.'il'AÑA, EUROPA\' 1::1. MUNl>O m: u1:r1tAMAR

diferentes», comenzaba, con una afirmación que se queda corta, la


recensión 12•
;11
l_.\ C:Rl~t>; rn-:Nf.R.\I. t:N RF.TR• ISPt:f:TIVA: UN l>F.llATt: lNTf.RMINABl.E

argumentó con garra que la crisis general fue «una crisis no de una
constitución ni de un sistema de producción, sino del Estado o, más
(f ~ Recayó sobre mí abrir la sesión de la tarde del simposio londinen- bien, de su relación con la sociedad» 16• Un aspecto fundamental de
(f , se de Past and Present de 1957 exponiendo brevemente lac; conclusio- esta crisis era el crecimiento desmesurado y difícilmente sostenible
nes generales de mi investigación sobre las causas de la revuelta de :;: de las cortes principescas. ·
(f ) Catalui1a de 1640, que aparecería en forma ele libro sólo en 1963. Mi Una de las debilidades de la tesis de Hobsbawm aplicada a las re-

{
(
'' intervención fue seguida por una ponencia de Brian Manning sobre
el estallido de la Guerra Civil inglesa, que enfatizaba «el papel de los
movimientos de masas campesina'i y urbanas en la cristalización de la
..,,-~.. ·
voluciones de mediados de siglo era que, incluso si se aceptaba la
existencia de una crisis económica generalizada, no había una expli-
cación sobre el mecanismo que la convertía en actividades revolucio-
(f ., situación política y la precipitación de acontecimientos críticos» 1 ~: narias. Al de~plazar la atención a la estructi.tra del estado y su relación
([ .,.\ Aunque la inclusión de la comunicación de Manning por parte de los con la sociedad, Trevor-Roper ofrecía de hecho tal explicación de
organizadores del simposio representaba un claro intento por su par- manera que conservaba elementos importantes de la teoría de una
( -.
te de incorporar el pasado británico al marco europeo comparativo crisis económica general. «La depresión de la década de 1620-ar-
{ que Hobsbawm proponía, es evidente que todos los comentarios re- gumentaba-·-es qui1.di no menos importante, como momento crucial,
cogidos sobre elJa se limitaron exclusivamente a desa1Tollos internos que la depresión ele 1929: aunque fue una quiebra económica tem-
{
ingleses, con un ((consenso general desfavorable a la opinión de Tre- poral, marcó un cambio político duradero» 17 • Enfrentados· a los costes
(f ) vor-Roper de que [la pequeila nobleza terrateniente] formaba una en aumento del aparato del estado, los gobiernos respondieron en-
{ ,._ clase en decadencia» 14 • Inglaterra, según los indicios, era todavía tregándose, con mayor fortuna unos que otros, a las reformas. En
una isla historiográfica. Hoy, unos cuarenta afias después,Jonathan Inglaterra, la incompetencia de los Estuardos significó que no hubo
( Scott insiste en sus ~ngl.1md's Trouhles [«Los problemas de Inglaterra»] ((ninguna revolución previa como tal, ninguna reforma parcial como
( en recuperar el contexto europeo para los desarrollos políticos ingle- tah•. En consecuencia, el «país», definido como todos aquellos que se
( ses del siglo xv11 15• Clío, por lo que parece, es una musa flemática. · oponían a un ((aparato de burocracia parac;itaria abmmador, opresivo·
Había un historiador, pese a todo, que era muy consciente de la y expansionista», se levantó exasperado contra ((la corte más intran- '•

( ) necesidad de situar los traslornos británicos de mediados del siglo XVII sigente de todas y la derribó violentamente» 18•
(( ~ dentro de un contexto europeo más amplio de agitación revolucio- La cosa se ponía emocionante. Trevor-Roper había elaboradcruna ·
( .,,\ naria: se trataba de Trevor-Roper, el gran ausente del simposio. Fue tesis extremadamente ingeniosa, argumentada con su típico brío y
dos ailos más tarde cuando Past andPresent (en cuyo comité editorial¡ con gran riqueza de detalles ilustrativos. Pero ¿era su tesis correcta?
( una vez abandonada la pretensión de ser una «revista de historia cien:· Media docena de historiadores (británicos, europeos y un norteame-
( tífica», habíamos entrado Lawrence Stone, Trevor Astan y yo mismo) ricano,Jack Hexter) fueron invitados por Past andPresenta emitir un
publicó el brillante artículo de Trevor-Roper que, al presentar una juicio crítico sobre ella; sus comentarios, publicados en 1960, contri-
( ) tesis alternativa, iba a dar un nuevo impulso al debate. En este ensayó', buyeron en gran medida a ampliar e internacionalizar el debate 19 •
( ) Recuerdo que Trevor-Roper me comentó luego que le habíamos de-
( ; 12
Maurice Ashley, Tlie Goldm r.tml"ry: /foro/'': J5 98-1715, Londres, Wcidcnfe} J'
1

and Nicolsnn, Hl<i9; Henry l<anH'n, TJi,. fmn C'.1mt11ry: Sor.ifll <:Jumge ili l~1tm/1r J550- 16 H. R. Trevor-Ropcr, ·Th(' General ~risis of the Scventeenth Century•, etl
<{ ' 1660, Londres, Wcidenfcld ancl Nicolson, 1971 [ElsiglodeMmn. Cmnbinsorialm'Ell- Aston (ed.), C1isi.s iu E11m/Jr [ Clifi.s tll fütro/m], p. 9!l.
ropn 1550-1660, trad. María Luisa Balseiro, Madrid; Alianza, 1977]; Theodore K:
l Rabb, «EarJy Modern Europe from Above and Bel<w; .. ,joumal of Modern History, 4~
17 !bid.
' 18 Jbid., pp. 94-95. . . ·
t - (1973), pp. 456--162.
13
. 19 Roland Mousnier,J. H. Elliott, Lawrencc Stonc, H. R. Trevor-Roper, E. H.
•Seventecnth-Ccntury Revolutions .. , pp. 69-70. Kossumnn, F. .. ;. Hobsbawm y.J. H. Hexter, •Discussion o(H. R. Trevor-Roper, "The
t. ) 14
15
lhirl., p. 71.
General Crisis of the Sevenlc.!cnth Ccntury",., Pa.ft nnd Present, 18 (1960), PP· ~12.
.Jonathan Scott. E11gla11d's Trouble.s: Sevtmt.eentli-rnztury Enl{lith Political bi.stability Desafortunada y, creo. equivocadamente, sólo mis comentarios y los de Mousnier fue-
~ ~.
in Emv/11~nn Cnnttxt, Cambridge, Cambridge Univen;ity Pres.o¡, 2000. ron incluidos en C,ifi\ in Eum/J'- [ Cri.si.f en Europa], a cargo <le Aston.
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..,.,,
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1
ESPAÑA, EUKt>rA \' ~:L MUNDO D~ Ul.TRMW{

jado escapar sin-apenas castigarlo. Mi opiriión; en cambio, era que


L\ cm:;1s Gl::Nl::KAI. EN 1t~:-rttos1'1::cnv.\: l'N nEli.·HE

importancia de examinar los objetivos y:las aspiraciones ele los gobier-


mrnK~llNAlli.t:

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abrimos una brecha en su barco por debajo de la línea de flotación.
Lo que había hecho en realidad era transponer a la Europa continen- ·
nos ccnrrales, que bien pudieran resultar más .. revolucionarios" que
las fuerzas de la revolución producidas por las presiones económicas ·I.
¡I
i;
j:
~
tal una explicación basada en el enfrentamiento emre corte y país que y sociales originach1s desde abajo. ¡: )
había propuesto originalmente para dar ~uenta de la Guerra Civil Llegué a tal conclusión tras haber estudiado la política del conde-
inglesa. E. H. Kossmann, Roland Mousnier y yo mismo pe1mibamos duque e.le Olivares en las décadas de 1620-16:\0 y la reacción explosiva
11 )
que, incluso si la explicación fuera correcta para Inglaterra, la •malo- que provocó en Catalmia. En La rebelión de los catalanes intenté mostrar f' }
gía no funcionaría en nuestras regiones europeas, respectivamente cómo las presiones y los costes de la guerra obligaron a Olivares y su ¡J: }
los Países Bajos, Francia y Espa11a. La definición de Trevor-Roper ele gobierno en Ma<lric.l a idear medidas que movilizaran los recursos de
corte planteaba, por ejemplo, graves dificultades. Si los cargos oficia:- una monarquía hispánica y un imperio integrado por territorios muy
)
les eran parte de la corte, ¿cómo se explicaba su participación en la dispersos, cada uno con sus propias leyes, instituciones y arreglos
;ll )
Fronda? Tampoco estábamos convencidos de que los gastos de la corte c.:onsticudonales clisúntivos, es decir~ lo que después comenzaríamos
ascendiesen a nada comparable a la carga impuesta sobre las socieda-
)
a denominar «monarquía compuesta». Cataluña, y lo mismo Portugal,
des del siglo XVII por los costes de la guerra. estaba le::jos de cargar con una corte desmesurada y, en comparación )
Creo que demostramos estar en lo cierto. También creo, y creía con Castilla, era una sociedad gravada con pocos impuestos y con una }
entonces, que Trevor-Roper, incluso si discrep~ba con Hobsbawm, burocracia muy reducida de oficiales reales. A pesar de ello, fue en
· argumentaba de hecho dentro de los mismos términos de referencia. Cataluña, no en Castilla, donde estalló la revuelta. Al buscar posibles }
Para ambos dos, a su propia manera, los trastornos de mediados de explicaciones, quedé impresionado por el importante papel que en )
siglo eran fundamentalmente revueltas «Sociales», ele algún modo el modo de pensar ele los catalanes del siglo xvu desempeñaba la idea
más profundas que otros tipos de desorden, y había que buscar sus de la /1iitria como comunidad fundada en elementos compartidos:
}
causas y su explicación en el fondo de la estructura de la sociedad. Mi espacio, recuerdos, experiencias históricas, leyes e instituciones, y }
propia opinión, tal como expuse en el libro La rebelión de los catalanes, pautas clt:: vida y conducta.
publicado en 1963, y después en una conferencia inaugural leída en
)
En retrospectiva, pienso que esta idea de la importancia tanto de
el King's College de Londres en 1968, titulada «Revolucion ancl Con- la plttlia (la cual explicaría con mayor detalle en mi conferencia de 1968) )
1
tinuity in Early Modern Europe», era que tales supQsiciones no debe- como del modo en que se cpnvirtió en el punto de encuentro para la ;.
)
!
rían darse p'or sentadas y que podría haber razones para comenzar resistencia contra las demandas del gobierno central, empeñado en !
no con la sociedad, sino con el estado 20 • Esto no excluye, como es introducir cambios fiscales, administrativos y constitucionales, fue mi
1.
)
natural, la necesidad de análisis de las sociedades en rebelión, del tipo contribución 1m1s úcil al debate sobre la crisis general. Apuntaba la f )
que intenté realizar en mi estudio sobre las relaciones entre el prin- necesidad de observar con más detenimiento no sólo el estado del .I:
}
cipado de Cataluña y Madrid. Sin embargo, hay que pensar en la siglo XVII como entidad política transformadora, sino también la re- l
sistencia a las innovaciones del estado por parte de las comunidades }
.· ~ bajo presión. Esta oposición, que se remontaba a un pasado distante
2u J. H. Elliou, TM Reuult of lile Gatalans: A Slwly iu lile Decline of Sptli11 1598-1640, }
en busca ele argumentos, tendía a expresarse con fórmulas conserva-
Cambridge, Cambridge University Pn:ss, 1963, reimpr. 1984 [Lll rebelión de los cata~ )
/mies. U11 estudio sobre la decadencia de Es¡uuia (1598-1640), tmd. Rafad Sánchez Mante- doras, aunque las conu-arrevoluciones en nombre de leyes y libertades
8'
ro, Madrid, Siglo XXI, 1977; Lfl revolta catalana, 1598-1640. U111•studisoúre la demde1lcia históricas puedan tener Ciertamente consecuencias innovadoras y I''
~ '
~ )
d'Espcmya, trad. catalana.Josep V<1llvt:rdl1, Barcelona, Vkens-Vin:s, 1966); .. Rt·volution revolucionarias,.como de hecho ilustra claramente la rebelión de los
and Continuily in Early Modern Emope•., P<ist and Presenl, '42 (l 9ti9), pp. 35-56, re~ l )
impr. en J. H. Elliott, spaiu anti its \\'orltl, 1500-1700, New Haven (Connec1icut) y
Países fütjos en el siglo XVI. 1
Londres, 1989 ( ·llevoluC~ón y continuidad en la Europa moderna .. , en A"spaña y su Pienso que esta formulación contribuyó a concentrar la atención ~
i t 1
mu11tlo ( 1500-1700), trad. Angel Riwro Rodríguez y Xavier Gil 1'1~jol, Madti<l, 1~iurus; en el punto neces&t'rio en esta fase de la discusión: en las intenciones
2007], cap. 5, Yeq Geotfrey Parker y Lesley M. Smith (eds.), TJ1e (;e11r.ral Cliúf oftke ~ Q J
del estado y la resistencia a él. A su vez, esto indicaba la necesidad de
Sevmtmith Ce11lrt'), 2• edil., Londres, Routlcdge, 1997, cap. 2.
l t ~
f" 1

f
{ ,,
4)

f_o;rAÑA, EuROl'A Y t:I. l\IUNllO 111:: u1:r1CAMAR l..A CRISIS GENERAi. f.N ltl-;J'ROSl'l::CflVA: UN Of.BATE INTERMINABLE

{ ~
(f
,,,,,
, estudios. monográficos sobre rebeliones específicas y sus orígenes, del
tipo intentado por mí en La rebelión de /.os catalanes o por Rosario Villari
tuló, con cierto optimismo, «The Crisis of the Scventeenth C~ntury:
A FarewelJ?,,25 [«¿Adiós a la clisis del siglo xvn?»]. Los modelos estáticos

{
{ )
' en su libro sobre los orígenes de la revuelta napolitana de 1647-1648,
publicado cuatro años más tarde en 196721 . El ambiente era propicio
presuponen sociedades cuyo estado nom1al es de equilibrio, el cual de
vez en cuando puede verse fatalmente perturbado bajo la presión

{ ., a tal empresa. La década de 1960, marcada ella misma por la protesta


y la revuelta, fue un periodo en que, sobre todo en el mundo anglo-
sajón, los estudiosos de Jas ciencias sociales como Chalmersjohnso~
de las circunstancias. Como nota Koenigsberger, este enfoque no tiene
en cuenta el carácter inherentemente inestable de las sociedades eu-
ropeas de la edad moderna, siempre propensas a alborotos y revueltas.
( ~
prestaron gran atención a la tipología de las revoluciones, y los histo- Esta mala interpretación, como indiqué en mi conferencia de 1968
{ ) riadores no tardaron en adoptar sus intereses22 . En 1967-1968 Robert «Revolución y continuidad», forma parte de un enfoque de los procesos
Forster yJack P. Grcene organizaron en la Universidadjohns Hopkins revolucionarios que toma la Revolución Francesa, o más bien una in-
( "' un ciclo de conferencias titulado Revoluciones y rebeliones de la Europa terpretación determinada de ella, como paradigma para los movimien"'.
{ -. moderna 23 • Las rebeliones escogidas no se limitaban a la década de tos de siglos anteriores. Sin embargo; las sociedades de la edad moder-
{ 1640 (incluían la revuelta de los Países Bajos y la sublevación ele Pu- na estaban c!structuradas no tanto horizontal como verticalmente.
( gachov), pero tres de los cinco conferenciantes (Mousnier, Stone yyo Como yo mbmo escribí, «no se puede esperar que una sociedad agru;.
mismo) éramos también participantes en el debate sobre la crisis pada en corporaciones, dividida en órdenes y vinculada verticalmente
( .\
general. En su contribución sobre la Revolución Inglesa, Lawrence por fuertes lazos de parentesco y clientelaje se comporte de la misma
( Stonc intentó introducir a Chalmersjohnson en su amílisis de los manera que una sociedad dividida en clases» 26 •
{ orígenes identificando por su parte condiciones previas a largo plazo; En vista de la inherente inestabilidad de las sociedades de la edad
precipitantes a medio plazo y desencadenantes a corto plazo para la moderna, apenas pueden considerarse motivo de sorpresa las re-
( - revuelta2 -1. vueltas frecuentes. A causa de ello, se debe cuestionar el presunto
( En el volumen resultante Jos editores lucharon vivamente para ela- carácter (mico de la aglomeración de revoluciones de 1640 y, con
borar un sistema de clasificación para nuestras diversas revueltas y re- él, todo el concepto de crisis general del siglo XVII. Por las fech~s en
(
·voluciones, pero el intento, me temo, estaba condenado al fracaso. Se que leí mi conferencia inaugural de 1968 había acabado precisa-
( ..... hicieron muchos esfuerzos para llegar a un marco general, pero lo qué mente de escribir un libro sobre la historia europea en la segünda
sobre todo impresionaba era la variación más que la similitud de las mitad del siglo XVI, La Europa. dividida ( 1559-1598), y me llamó la
( ' diferentes rebeliones. Los modelos tenían, y tienen, una forma aburri .. atención cuando lo escribía el elevado número de revueltas ocurri-
( ~ da de derrumbarse ante una mirada analítica. ¿Es realmente posible; das en la década i nidal de ese periodo. Llegué a contar siete en to-
{ por ejemplo, trazar una distinción nítida entre condiciones previas y tal. Esto me llevó a añadir una ir~nica nota a pie de página ~n la que
precipitantes? Además, los modelos eran en esencia estáticos, como decía que parecíamos enfrentarnos a «una crisis general de la déca-
(
observaiía después H. G. Koenigsberger en una de las má5 agudas e~á­ da de 1560» 27 y en mi conferencia llevé la broma algo más·lejoi;.
{ ~ luaciones del debate sobre la crisis general, un ensayo de 1986 que ti.;. Nadie, lame.nto decir, ha aceptado mi desafío de estudiar las revuel- .,
( ) . ,i :;r! tas de 1560 como grupo, pero, al insistir en las continuidades sub-
( ...
-- . . :fl\
21
Rosario Villari, / ..11 rivolta rmtis/mg11oui n NajJOli: /P. origi11i (1585-16./ 7), Bari,, L;l-
ter1.a, 1967 [ tn rr.uur.ltn m1tirs/m1ioú1 tm Nrí/mle.t. l .nrnrigrm.l'.f (1585-1647), trnd. Fcmail~
( do Sánchez Drngó, Madrid, Aliam.a, 1979]. : .. , rl 25 H. G. Kocnigshr:rgcr, ,;fhe Crisis of the ' Sr.ventcenth Century: A Farewell?•, ell
22
Chalmcrs.Jnhnson, R1molutiutz aud tlU!SocialS)•sl.e111., Stanford (California);Stan- . su Politirimu n11d Virtuosi: füsa_y.f 011 Early M.odcm Histnry, Londres, Hambledon Pres5.
( forrl University Pre~. 19ll':I. · '"l,"T :; 1986, cap. 7.
''3 R b F ,.,,. ' 26 J. H. Elliott, ,.(RC'volution and Continuity in Early Moclern Europe•, en Elliott,
( •· o ert •orstcr y.Jack P. Green e, l'rr.co11ditimu of /let1olutio11. in /~'nrl_v MofÜ!n!. Eu·. · :~
m/1r., BflltimorC' (Marylancl),.Johns Hopkins Uni\'ersity Prcss, 1970 [/ltr(lolur.ione.f y·rr.be- S/Jain and its World, p. !19 [«Revolución.y continuidad en la Europa moderna•, en Es~
( ) lione.t de In Euro/m modtmin, trad. Blanca Paredes I..arrucea, Madrid, Alianza, 1978}.w·r /mña y su mundo, p. 13:\ J.
24
Lawrcncc Stone, .. The English Re\'olution», en Forster y GreellC (eds.). Plr(.on~ ·:·.•
27
john H. J;:lliott, EuropeDivided,1559-1598, Lo.1drcs, Collins, 1968 [La Euro/Ja di- ¡.

t ) ditinus o.fRcv,,/utirm [ Rn1,,furir111es .v ,.,J11dim1t'.r], p. 65. vidida (1559-1598), lrad. RafaelSánchez Mantero, Bar<:clona, Crítica, 2002], p. 107.

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L~ c~i~1~ l;t-:Nt:KAJ. t:N IU.'I KllSl'~Grl\';\~ UN 111::11.~n-:
EsPAÑA, EUKOl'A \' t:l. MUÑllu m: u1:1R.V.L.\R INTf.R.\llN.\Hl.t:
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yacentes en la Europa de la edad moderna, espero haber pi.anteado )'en difr~reme medida,,:n. Creo que todavía hoy, creinca ailos más tarde, }
algunas dudas sobre el significado, y quizá incluso la existencia, de sería ampliamente aceptada l"al formulación. Incluso la República Ho-
una crisis general en el siglo XVII. landesa atravesó sus dificultades econ6micas, comoJonathan Israel nos
-l
No era el único en pensar así. Precisamente por aquellas fechas ha recordado en su monumental estudio sobre ella: «El comercio de }
un potente ataque contra toda la iniciativa ftte lanzado desde Lenin- ultramar holandés había caído en recesión (1621-1632). [... ]En térmi- )
grado por Alexandra Lublinskaya. En los capítulos iniciales ele su nos generales, el periodo 1621-1647 fue de crecimiento vacilante; los
libro French Absolutism: The Crucial Phase, 1620-1629 [<<El absolutismo
francés: la fase crucial, 1620-1629»], al cual Cambridge University
reveses en el comercio europeo fueron compensados, por una parte,
por la demanda en Alemania y los Países Bajos meridionales de provi- ·
m }
)
Press me pidió contribuir con un prólogq, Lublinskaya abrió fuego siones de todo tipo suministradas por los holandeses y, por otra parte,
)
sobre cada uno de nosotros por turnos. El impacto iba a producir por las ganancias del comercio colonial» 32 • :11:
estragos generalizados. «lncl uir bajo la denominación genérica de Después de examinar )as pruebas, Steensgaard desarrolló una nue- }
"revolución" -escribía-fenómenos en esencia tan distintos como va etapa de su argumento al indicar que, visto el aumento ele los costes )
la revolución burguesa inglesa, la restauración de la independencia de protección provocado por Ja Guerra de los Treinta A11os, la crisis
portuguesa, las revueltas de Nápoles contra el góbierno espai1ol y, del siglo XVII fue •cuna crisis de distribución, no de producción». )
finalmente, la compleja red de diferentes movimientos llamada la .cCualquier intento-escribía-de comprender la crisis económica }
Fronda es testimonio, ante todo y sobre todo, de que el mismo con- del siglo XVII sin tomar en consideración la distribución de ingresos
cepto de "revolución,, está siendo utilizado sin rigor científico» 28 • que tuvo lugar a lo largo del sector público está condenada al )
En cuanto a la crisis económica, «las dificultades encontradas eran fracaso,,:i:i. Una de las grandes virtudes de su argumento, al menos i-111 }
de un tipo especial y no proporcionan base para la discusión de una para los historiadores de las revoluciones de mediados de siglo, es que
}
"crisis del capitalismo" en el siglo XVII» 29 • Eso iba por Hobsbawm: la situaba al estado en el centro de atención y con ello seilaló el meca-
inapr~nsible crisis que tanto buscaba se había desvanecido en el nismo que relacionaba las crisis económicas con las políticas. Lo que )
aire. encontramos durante este periodo es, según la formulación de Steens- }
Pero ¿de verdad se había esfumado? Es cierto que el ca.so de la gaard, un «absolutismo dinámico» (una expresión quizá menos acep-
República Holandesa en particular ha sido siempre difícil de encajar table hoy que hace treinta años), el cual cc\folaba con su polílica fiscal )
en el panorama de una crisis general, ya sea económica o política~ las leyes consuetudinarias}' amenazaba con perturbar el equilibrio }
Kossmann había señalado los proble'inas en su contribución al debate social o con pdvar a partes de la población de sus medios de sustelllo».
sobre Trevor-Roper (omiúdá a mi parecer equivocaclamen te de la an- Su conclusión era lo que yo había querido exponer desde el principio
)
tología de Trevor Astan) y, en techa tan temprana como 1964, Ivo SchOf~ del debate, aunque quizá no lo hubiera expresado tan.contundeiue- )
fer había planteado la pregunta cc¿Coincidió la edad de oro holandesa mente: ccl.as seis revoluciones contemporáneas tan sólo pueden con-
}
con un periodo de crisis?» 5º. En un artículo publicado en 1970, que me siderarse como unidad si las rebautizamos "las seis reacciones
sigue pareciendo uno de los tratamientos más inteligentes sobre los contemporáneas"»s~. }
tesúmonios de presunta crisis económica en el siglo xvu, Niels Steens- Fueran las revuelcas específicas de 1640 reacciones, revoluciones

gaard argumentó que cela crisis del siglo XVII no fue un retroceso uni- o algo intermedio, a principios de la década de 1970 estaba bastante
versal, sino que [... ] afectó a diversos sectores en diferentes momt'ntos claro que era necesario un estudio más detenido si se había de avan- }
\ j

Brian Pearce, Cambridge. Cambridge University Press, 1997, p. 101.


29 !bici., p. 329.
.l~

28 A. D. Lublinskaya, Frencl11\bsolp.tism: The Crucial Plmse, 1620-1629, t1<1d. i11glesá

( .1/,
31 Niels St~ensgaarcl, "The Seventeenth-Cenrnry Crisis .. , en Parker y Smith (c:cls.),
General C1isis, p. 44. · ·
52 Jonathan Israel, The Dutcli Re/mhlic: lts Rise, Greatness and Fal/, U77-llJ06, Ox-
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'
so Mousnier et al., .. Discussion of H. R. Trevor-Roper,,, pp. 8-l l; Ivo Schoffer-1
.. Oid Holland's Golden Age Coincide with a Period of Crisis?.;, c::n Pa1'ker y Smith
ford, Clarendon Press,-1995, p. 610. ·
3:1 Steensgaard, "Sewmeent.h-Cenmry Crisis», pp. 44-45 . • J
(eds.), General Crisis1 pp. 87-107. :14 !bid., p. 47.
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zar, y que lo ideal sería que tuviera lugar dentro de un marco compa- . Su perspectiva histórica más larga era la perspectiva de un antesy
( ) rativo. Se trata de una observación hecha por Lloyd Moote en un va- un después, con especial énfasis en este último. El gran antes fue la edad
{ lioso juicio crítico sobre el debate, publicado en 1973; donde además de la reforma, en particular las tres primera~ décadas del siglo Xvi,·
{ '' inLentaba relacionarlo con las recientes teorías de la revolución y si-
tuar los trastornos de la década de 1640 en el contexto más amplio de
una fase de trastornos sísmicos que transformaron para siempre la faz
de Europa. El desf1ués se localiza en los años posteriores a 1660, un
~
t( ,"
... los levantamientos europeos desde la revuelta de los Países Bajos has-
ta la Revolución Francesa 35 • Perez Zagorin realizó un intento en esta
dirección en su Remteltas y revoluciones en la Edad Moderna de 1982,
periodo quej. H. Plumb había caracterizado recientemente como
señalado por la consecución gradual de la estabilidad política en In-
glaterra!l8. De una manera más bien poco diferenciada, Roland Mous-
f ~ donde trató valientemente de clasificar los diversos trastornos de los nier había descrito el conjunto del siglo XVII como una edad de crisis,
t( .... siglos xv1 y xvn segt·m categorías generales tales como revoluciones, paralelamente a la cual corría la «lutte contra la crise>», también sin
rebeliones y guerras civiles revolucionarias, pero la escala era quizá determinar temporalmente, aunque acabada co·n una especie de
( "'.
demasiado general y las explicaciones sobre las revueltas demasiado equilibrio alcanzado en ¡ 715s9 • La cronología de Rabb es más precisa,
{ - esquemáticas para permitir la comparación detallada que habían pe- con tensiones que crecen hasta puntos críticos en el segundo terci~
( dido Lloyd Moote y otros3i;. del siglo XVII y crisis resueltas con éxito en las siguientes décadas. Esto
Supongo que es demasiado cierto que todo debate tiende a ago- me parece un marco cronológico más útil y satisfactori9 que el pro-
( ·~
tarse con voces de queja que piden más trabajos, y a este respecto la porcionado por Mousnier; además, llama debidamente la atención
{ discusión sobre la crisis general no fue ninguna excepción. A princi- sobre la necesidad de examinar de cerca no sólo las cau~as sino tam-
( "
"" ¡
pios de la década de 1970 un debate que había comenzado en la de 1950
estaba perdiendo impulso, lo que no es de sorprender. No obstante;
bién las consecuencias de los trastornos de la década de 1640. Parece
haber algo en los historiadores que les hace más propensos al estudio
( - es justo se11alar que, además de exponer algunas significativas bolsas de las causas que de las consecuencias, por lo cual resulta saludable
{ de ignorancia en nuestro conocimiento de la historia económica y el llamamiento de Rabb.
política del siglo XVII, centró la atención en problemas históricos de Rabb no sólo ~larga la perspectiva sobre las revoluciones de me-
(
gran importancia que después se han negado a abandonar la escena. diados de siglo, sino que también la amplía, de forma que recuerda
( "\ Éstos fueron definidos y explorados con elegancia por T. K. Rabb en otra vez a!\'. ousnier, al insistir en las características y manifestacion~s
The Struggle Jor Stability en 1975. Después de resumir el debate sobre culturales de la crisis y su resolución. Se trata de un avance arriesgado
l ~.

la crisis general, comentaba que «uno no puede escapar a la impre- y valiente, e inevitablemente algunos resultados iban a ser dudosos.
( sión de que algo de gran importancia tuvo lugar realmente hacia el «La búsqueda de autoridad y certidumbre», que considera fundamen-
( segundo tercio del siglo XVU» 37 , una afirmación con la que me encuen- tal en la empresa del siglo XVII, era en sí misma ambigua y vacilante y
tro de acuerdo a pesar de cualquier observación que haya realizado los testimonios proporcionados por las artes pueden apuntar en mu- .
(
sobre las continuidades subyacentes del periodo. El valor específico chas direcciones, como era consciente el propio Rabb40• Su interpre-
~ ~
.. de la contribución de Rabb está, en mi opinión, en su empeilo de si- tación de determinadas pinturas es· discutible, pero no se puede dejar
( tuar ese «algo de gran importancia)> en una perspectiva histórica más de admirar su resolución de relacionar los argumentos sobre la crisis
{
'
~
larga y amplia. · · .., económica y política con las inquietudes estéticas e intelectuales de
•.'·, la Europa barroca. Nunca acabar~mos de comprender del todo los
l -:
3
~ A. Lloyd Moote, • The Preconclitions of Revolution in Early l\fodcrn Europc;
{ Did They Really Exist?», Canadian]ournal o/ History, 8 ( 1973), pp. 207-234. ·•
38
J. H. Plumb, The Growth o/ Political Stability in En.gland, 1675-1725, LÓndres,
36 Perez Zagorin, Rc/Jl'lf and Ruler.f, 1500-1660, 2 vols., Cambridge, Cambridge Mácmillan, J967. ·
( '
39 Roland Mousn ier, ú.s Xl'le et X17/e Siicles, 2ª edn. rev., París, Presses Universitai-

t· .
University Pres.e;, 1982 [Revur.llas y reunlru:im~~ en la Edad Modenzn, trad. Alfredo Alvar
Ezquerra, 2vols., Madrid, Cátedra, 1985).. . ·' :"'.'\ rcs de France, 1967 [tos siglos Xl'l.y XVII, trad. y rev.Juan Reglá, Barcelona, Destino,
37 Theodore K. Rabb, The Struggk for Stability in Ea.rly Modern Europc, Oxford·y 1981], pp. 208y276. . ;
<i l "'\ Nueva York, Oxíord University Prcss, 1975, pp. 27-28. ·
40
Rabb, 'lllt!Stru¡;gleforStability, pp. 107y 123.

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EliPAÑ,\, EUKUI',\ y 1::1. MUNllO l>F. u1:rRAMAJ<


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trastornos de mediados de siglo sin hacer un sedo intento de penetrar Civil inglesa. Su punto de vista enfocaba el problema planteado por · l
en el modo de pensar tanto de quienes defendían la autoridad esta- los diversos reinos e.le Inglaterra, Irlanda y Escocia, todos los cuales
blecida como de quienes se oponían a ella. debían lealtad a Carlos l. En The Causes of the füiglish Civil War [«Las ~
Al mismo tiempo, The Struggle for Stability puede ser vista como el pre- causas de la guerra civil inglesa».], Russell escribe: ((La hipótesis de }
sagio de un alejamiento respecto del u-atamierlto relativamente preciso que el problema de los reinos múltiples fue una de las causas princi- l.
)
de la crisis de mediados del siglo XVII que había caracterizado la mayor pales de inestabilidad británica encaja perfectamente si se la conside- '
parte del debate. Esto podría reflejar en parte una sensación de que la ra en un contexto europeo»-1:l. }
discusión, tal como había sido fommlada hasta entonces, era más bien Aunque .TlzeFall of the B1ilish Monarchies, 1637-1642 [((La caída de )
lenta y no estaba llevando a ninguna parte, pero también con-espondía las monarquías británicas, 1637".'1642»] de Russell se halle relaciona-
..al clima historiográfico cambiante de la década de 1970: la reacción do s61o débilmente con los acontecimientos contemporáneos en el !
)
contra Femand Braudel estaba cobrando fuerza, la con'elación de fuer- conrinente europeo, situar la rebelión inglesa en el comexto británi- :·
1 )
.:. . !
zas de los Annal&rse estaba desplazando de la historia social y económica co imis amplio formado por los tres reinos contribuyó, en mi opinión,
)
a la historia de las mentalités, el detenninismo histótico se batía en retira- a mamener una conciencia tal vez precaria en el ámbito ele los histo-
da a medida que avanzaba la recuperación de lo contingente y lo indivi- riadores e.le habla inglesa de que el problema de la simulcaneidad, )
dual, la historia política se reinventaba, el arte narrativo renacía (para planteado tanto por l'vlerriman en su Six ContemjJuraneous Revolutions )
asombro de Lawrence Stone) >'los revisionistas empezaron con la de- [«Seis revoluciones contemponineas»] como por el debate sobre la
construcción sistemática de todo lo que pensábamos que sabíamos y crisis general, no podía ser igno1-ado del todo o rechazado sumaria- }
comprendíamos antes de que aparecieran sus brigadas de demolición. mente como la idea sin base real de algunos historiadores <.1ue tendían }
Tal ambiente era poco propicio para la teoría de la crisis general, a ver crisis por todas partes como refü:;jo ele las preocupaciones de su
o de hecho para cualquier otra teoría. Los vínculos, u presuntos \'Íncu- propia épuca-1:1. Tales preocupaciones influyeron ciertamente en Me- }
los, entre economía y política se habían roto y lo ·que antes se consi- rriman cuando publicó su libro en 1938. Como él mismo explica, al )
deraban grandes revoluciones quedó reducido con harta facilidad a escribirlo tenía en mente no sólo las revoluciones simullfü1eas de 1848,
)
la contingencia de acontecimientos cotidianos. Aun así, no todo se sino también la revolución bolchevique y su impacto contemporfü1eo.
perdió en este periodo de desolación. En particular, tuve la felicidad Esto ayuda a comprender tanto su elección de tema como su enfoque )
de comprobar que, a fin de cuentas, no había escrito en vano La rebe- general. Merriman dedica mucho espacio a lo que llama ((corrientes }
lión de los catalanes. Conrad Russell, en su estudio sobre la Guerra Civil cruzadas», las conexiones transnacionales entre rebeldes y los int.ei1-
inglesa, había retomado de mi obra la idea de moi1arquía compuesta, tos de imervención de un estado en los trastornos internos de otro )
aunque la expresión sólo aparecería más tarde (fue inventada, creo, (algo que parece haber sido inspirado en particular por la interven- )
por Koenigsberger, aunque él parezca pensar que la inventé yo) 11 • Mi ción de potencias extranjeras en la Guerra Civil espa1iola)-1". Por otra
libro había tratado de demostrar el impacto sobre la sociedad catala- parte, este libro puso de manifiesto que los misnios contemporáüeos }
na del absentismo real, que había surgido necesariamente de la sobe- de los acontecimic::ntos eran muy conscit:ntes de vivir en un pedodo de )
ranía del rey de España sobre tantos reinos y provincias diferentes, conmociones y trastornos fuera de lo común. En otras palabras, el
)
todos ellos con sus propias leyes e instituciones. Esta idea demostró problema de las revoluciones contemporáneas lo fue para los coetá- '
ser cmci~l para el tratamiento de Russell de los orígenes de la Guerra neos mucho antes de serlo pai·a los historiadores. ~. j
f
41 Véase la \lersión publicada de la con_ferencia inaugura~ <~e cátedra di! Ko~n~gs­ -12 Conrnd Russdl, T/ie Catms of tlie Euglish Civil War, Oxford, Oxfor<l UnivcrsiLy
berger en el Ki11g's CoJlege de Londres, leida en 1975, uDomm1um n:gale or Doumumn
politicum et regale-, en Po/ilicians and Virtuos~ p. 12, donde explica que ula mayoría de
los estados de la edad modema fueron estados compüestos»; tambiénJ. H. Elliott, •A
Euro pe of Compo~ite.Monarchies .. , Past and Presmt, 137 ( 1992). pp. 48-71, induido
Press, l H90, p. 29.
43
Conracl Russdl, 'J'/u:Fallufllir.Britisli Mmum:liies 1637-16./2, Oxford, Oxforcl
Universil}' Prcss, 1~>91.
-1-1 Véase la conclusión de R. B. M1!1Timan, Si.-: Co11tempormieous Revo/utions, Ox-
'
J
}
en el presente volumen ,;orno cap. 1. forcl, Ch1rcndon Pn·ss, 1938, esp. pp. 215-216.
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(1 .J
f:' ESPAÑA, J::UROl'A Y El. MtJNllO IJE lll:l'KAMAR
l..A CRISIS GENt:KAJ. EN RY.TROSl'l!GrJVA: UN llt:llATE INTl'.RMINAlll.E

( ; La conciencia contemporánea ya había sido observada desde las vecinos, como ilustra la reacción de Richelieu a las revueltas de 1640

,,,
@")) etapas más tempranas del debate sobre la crisis general. Trcvor-Roper .
mencionó las palabras de un predicador inglés en 1643, «estos días
en Cataluila y Portugal. Según yo mismo indiqué en mi conferencia
«~evolución y continuicla~» y Koenigsberger repitió en su. «Farewell»
a la crisis del siglo xvu, las revoluciones de mediada la centuria no

,,,
son días de temblores», y yo mismo cité en el simposio londinense
f,') de 1957 la observación de Olivares, transmitida por el embajador en pueden tratarse simplemente como fenómenos independientes, en
Madrid, de que «Si los reyes no miran por sí mismos, no van a quedar particular por lo que hace a su desarrollo y resultados49 • Al llegar a
este punto, el amllisis social.guarda silencio y un conocimiento de la
~
f )
' más que algunos reyes en pocos años» 45. Desde la década de 1950
hemos aprendido mucho tanto sobre la recopilación de noticias y las
publicaciones periódicas en la Europa moderna como sobre las redes
política interior d~ja de ser suficiente. Del mismo modo que el estudio
de las relaciones internacionales es fundamental para entender el
por medio de las cuales se difundía la información-1 6 , La sed de saber impulso recibido por la nueva fiscalidad real de las décadas de 1620
( "' qué estaba ocurriendo en otras partes era enorme.Jonathan Scott y 1630, también lo es para comprender el desenlace de las revolucio-
{ escribe sobre Inglaterra que tan sólo en la década de 1622 a 1632 nes que esa política de impuestos desencadenó.
( llegaron a circular 600.000 corantosº 47 • Debe de haber ya disponible De loan terior se deduce que la discusión sobre Ja crisis general es,
bastante información sobre corantosy boleLines como para hacer po- o al menos debería ser, un reproche constante al tratamiento aislacio-
(
sible un estudio general y sistemático que trate tanto la difusión por n ista de las historias nacionales. Es un debate que apunta, aunque sea
( ) toda Europa de información relativa a las revueltas como la rapidez imperfectamente, el potencial enriquecedor de un enfoque paneu-
{ ""i con que llegaban las últimas noticias, ya fueran comunicadas con ropeo que exige llevar a cabo conexiones y comparaciones. Estas se
impresos o enviadas con la correspondencia p1ivada, como las cartas deberían efectuar, a mi parecer, no sólo entre las propias sociedades
( de René Augier desde París a Giles Greene, un miembro del comité revolucionarias, sino también entre ellas y las sociedades donde no
( parlamentario inglés de asuntos exteriores, informándole de Ja evo- ocurrieron revoluciones. En fecha tan lejana como 1957, en el sim-
lución de los acontecimientos en Nápoles en 1647"8 • posio de Pn.st ami Present, Lawrence Stone planteó el problema de la
(
La difusión por toda Europa de infonnación sobre la insurrección inexistencia de revoluciones en aquellas sociedades donde par~cían
( ) catalana, el ascenso y caída meteó1icos de Mac;aniello en Nápoles en 1647 darse todas las condiciones previas necesarias50 • Su llainamiento ape-
( '\ y la ejecución de Carlos 1 en Inglaterra nos devuelve otra vez a las nas ha encontrado eco, que yo sepa, aunque por mi parte haya llevado
preguntas de Merriman sobre la propagación del virus revolucionario a.cabo un intento de analizar las razo~es para la ausencia de revolu-
( "\
y el impacto de las noticias de las revueltas sobre las decisiones de los ción en uno de los casos más notables de sociedad no revolucionaria,
{ gobiernos. Los informes de disturbios internos eran una invitación la Castilla de la década de 1640, en un ensayo, in~luido en el presente
permanente para que Jos estadistas pescaran en el río revuelto de sus libro como capítulo IV, que apareció originalmente en un volumen
ti de homenaje a René Pillorget, uno de los principales estud~osos de la
{ tipología de las revueltas del sigl9 XVIl 51 •
5
H. R. Tre\'or-Roper, .. Gcnt'ral Crisis .. , p. !l9; .. scv<·1itccnth-Ce111urr Rcvol~~~·
¿Dónd~ estamos, pues, y adónde hemos de ir? Como he indicado,
-1
{ tions .. , Pa.st rrnd Prrsmt, 13 ( 1958), p. 65.
6
" Véa.o;e por ejemplo Paul Arbla.<1ter, .. current-Affairs Publishing in the l-labsburg muchos de los retos planteados por el debate, como la comparación
{ ~
Nctherlancls, 1620-1660, in Cnmparative European Pcrspectivc•, lesis dncloml, Uni~ entre las sociedades revolucionarias y las que no lo fueron, esperan
{ "\ vc111idad de Oxíord, 1999¡ Brcndnn Dooler y Sabrina Baron (ecls.), 11it PolilirJ nf !11/or¡
mation inEar~.,·ModrmErm¡pr, Londres, Routledge, 2001.
( • Los r.orrmloJ eran hojas sueltas que recopilaban noticia.<; extraídas de periódi-
49 Elliott, Spain mul ils Worúl [&paña y .su mundo], cap. 11; Kocnigsberger, Politi-
cos extranjeros. Fueron 1011 holandeses quienes des<urollaron la práctica gn1cias a su
(' venl<!josa posición geográfica y comercial. El Courantc rtyl ltalim, DuyLsip7Ult, &c., pio- cians and llirtuosi, 1()7.
50 Lawrence SLone, .. scventecnlh-Century Revolutions•, Past and Present, 13
nero ele tales publicaciones, comen1.ó a ap;.trecer semanalmente en Amsterdam en'
( J(jJ 8. (1958), p. 65.
7 51 J. H. El.ljolt, .. ¡\ Non-Revolulionary Soc,iety: Castile in the 1640s•, enJean de
<l \ ) -1 Scott, Engúmd'.s 1lnub/es, p. 100.
48
, ;.1
Rosario Villari, Elogio della d;simulm.ionr.. La lotta j11Jlitir.a nr.l Scir.culo, Rorpa y. Vigcrie (ed.) l~ludes d'/iic;tnire euro/Jime. /vftlangts offt'rls ti René elS!fUZnne Pil/,orgel, An~
l ) Bari, Laterza, 1987. · •I gcrs, Prcsscs JnivcrsitaiJ:es f:l'Angers, 1990, pp. 253-267.
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EsrAÑA, EllkOl'A y El. MUNDO 1n: Ul.TKAMAll
l
todavía a quieµ lo~ acepte; además, las historias de. casos específicos opuesto. Los historiadores de la meteorología hao estado explicm~clo }
merecen.estudios n:i~.detenidos. Sin embargo, lo que se l)a convertido a quien quisiera escucharles que hubo un deterioro ge~eral del chma
---)
en un viejo probl~ma histórico no puede, o deberla, tratarse con viejos en el siglo xvn, con una caída de las temperaturas que relacionan con
métodos. Las mentalités de los historiadores han cambiado desde las fluctuaciones de las manchas solares y un dranuhico incremento de )
décadas de 1950y196Q, para bien y para mal,'f las perspectivas y datos la actividad voldnica5·1• Así pues, se asoma ante nosotros la posibilidad )
nuevos que han swgido desde aquellos estimulantes decenios tienen de otro debate, esta vez sobre la crisis global del siglo xv11. Esperamos
1
que incorporarse ~e algún modo en los términos d~ la discusión.
Por lo que J:lac~ a la crisis económica de Hobsbawm, seguramente
ya ha pasaqo el ~empo en que los historiadores podían referirse a una
con impaciencia los hallazgos de Gcoffrey Parker a medida que con-
tinúa con sus infatigables pesquisas ~obre los disturbiqs sociales y po-
líticos en el lejano oriente, aunque tengo la incómoda sensación ele 1
'
}

economía «europea». Desde las primeras etapas del debate se hizo que, si el clima y la revolución se sit1fan en próxima conjunción, pue- l
evidente.que había enonnes cliferenci':iS e~ el ritmo y el alcance de la de producirse un gran acaloramiento sin un corresp.ondiente aumen- 1 )
recesión, incl~.so donde ésta podía demostrarse, y que la depresipn
de una región,podía ~mplicar el crecimient~ de otra. El caso mejor
to en la recogida ele resultados.
De:;jemos por el momento el destino del mundo a otros y volvamos
i )
documentado y más C<?nvincente de crisis económica a escala europea
sigue siendo el de los añc;>s 1619-1622 estudiado por el tristemente
a Europa, en particular a los años de 1640 y los desafios a los que, me
parece, nos enfrentamos al relacionar los trastornos de esa década
l )
}
desaparecido Ruggiero Romano, pero dos décadas lo separan de las con los intereses y preocupaciones de la hisLOriografia actual. A modo
i;evoluciones de.1640 y, de cualquier modo, la naturaleza del vínculo de conclusión, intentaré esbozar brevemente dos o tres éireas donde )
-~~qe depresión ec;onómica y trastornos sociales y políticos sigue es-
'.tarido tan poco clara como siempre52 • Romano, a pesar de mantener
los desarrollos de los últimos años me hacen pensar que es necesaria
la reexaminación y profundización de los temas en los que tradicio- ·
. )
nalmente se ha centrado el debate. t )
la tesis de un descenso en la actividad productiva en la Europa del
. t,
.si~~o XVII (con.las excepciones cualitativa y cuantitativa de Inglaterra En primer lugar, hemos aprendido mucho más sobre la realeza y )
· ·· y c.uaiititativa de los Países füüos), cambió de opinión sobre el desa- su proyección en la Europa de la edad moderna de lo que sabíamos t-
t )
·'rrollo económico de la América hispánica, cuyos metales preciosos cuando se emprendió la discusión en la década de 1950. Los estudio- ¡
. estaban tan estrechamente relacionados con las vicisitudes fiscales y sos de la historia política se hallan probablemente más inclinados en )
:económicas d.e los estados europeos. La tesis del libro de Romano la actualidad que hace media centuria a prestar atención al carácter ·Í:
1 )
·Coyunturas opuestas~ publicado originalmente en 1992, es que el si~ sagrado de la realeza en el siglo XVII. Ciertamente, la corte principes- ",.
. f¡ )
glo XVII, si bien de crisis económica para Europa, fue un periodo de ca, tal como es descrita por los contribuidores a un volumen reciente
·~
crecimiento para la América ibérica-como tienden ahora a sostener sobre las cortes europeas, presenta todos los rasgos de una institución )
. los.especialistas en historia colonial-, a pesar de los indicios de tras- cuasi-religiosa, donde las liturgias de la capilla real y la etiqueta de la
corte son complementarias y se refuerzan mutuamente55 • La exalta- • 1 }
tornos y reveses temporales53 •
En una época en que la tónica dominante ha sido hacia la decons-
.. }
trucción de las crisis económicas y políticas del siglo xvu, resulta iró- :.
s-t Vé;.lse Ceoffrey Parker y Leslcy M. Smith, .. Jmrocluction• en Parker y Smith )
nico que al menos en un área la tendencia haya sido en el sentido (éds.), Gem:rnl Crisis, pp. 1-31; William S. Atwell, ..A Seventeenth-Century "General .
11 ( )
Crisis" in East Asia?•., en Parkcr y Smith (eds.), General Crisis, pp. 253-254;John A.
Eddy, ,. The "Maunder Minimum": Sunspots and Climate in the Reign of Louis XIV», is j
52 Ruggiero Romano, .. Between the Sixteenth and Sevenceenth Centuries:
The Economic Crisis of 1619-22» (1962), en Parker y Smith (eds.), General Crisis,
pp. 153-205.
59 Ruggiero Romano, Conjonctw.,,s oppusées. La .. crise» du XVI/e siecle en Ewv¡1e et en
en Parker y Smith (eds.), Geneml C1isis, pp. 264-298. ·
. 55 Paul Kléber Monod, Tlie Pmuer of Kings: Monarchy and Religion in Europe, 1589-
1715 New Haven (Connecticut) y Londres, Yale University Press, 1999 [El poder de
los ,.,;es: uumarqttÍll y religión en Europa, 1589-.1715, ~rad. Jest!s Izquierdo M~rtín, Ma~
1
'
¡ •J 4 j

Amtriqtu ibérü¡tu, Cincbni. Oroz, 1992 (Coyunturas opuestas. La crisis del siglo XVII eu Eu- drid, Alianza, 2001] ;John Adamson (ed.), T/ie Princely Courts ofEurope: Ritual,. Poli-
ropa e HispanoaméJica, México, Colegio de México y Fondo de Cultura Económica;·
1993]. Sobre las e>tcepcic.,nes inglesa y holandesa, véase p. 91.
tics aml Culture wuler tite Ant:im Regime, l 500-1700 (Londres, Weiclenfeld and Ni-
cholson, 1999).
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( '' EsrAÑA, l::UROPA y EL MUNDO Of.. ULTRAMAR

ción consciente de la realeza sagrada en las décadas iniciales del si-


LA CRIMS GENERAi. t.:N RETROSPEC..,lVA: UN OEBAlE INTERMINABLE

aceptados y contribuyó a preparar el terreno para las protes~ abier-


f( '.) glo XVII puede considerarse una reafirmación de las suposiciones tas de la década de 1640. Sin embargo, a pesar de la creencia de Oli-
{ ) tradicionales sobre la necesidad humana de tomar'cómo modelo lo vares de que «si los reyes no miran por sí mismos, no van a quedar más
divino. Sin embargo, esa misma reafirmación exige explicación. Aun- que algunos reyes en pocos años», la medida en que esta disconfor-
( ) que refleje en parte la importancia conferida a realzar la autoridad de midad estaba volviendo a la población contra la institución de lamo-
'
(
".)
"' ·"
la corona corno reacción a los desórdenes civiles·y religiosos del si-
glo xv1, también parece responder·a la necesidad sentida por los go-
biernos del siglo xvu de desplegar toda la panoplia del poder real para
narquía en sí misma sigue estando poco clara. En los últimos años, los
historiadores de la teoría política han dado un nuevo impulso.al es-
tudio de la tradición republicana en la Europa de la edad moderna y
( "'
>' movilizar más eficazmente los recursos de sus sociedades en una épo- sus hallazgos deben incorporarse a la historia de las revoluciones de
(f ~. ca en que se veían arrastrados a los conflictos internacionales de la mediados del siglo xvn 60 • Desde luego, es posible que hayamos subes.:.
Guerra de los Treinta Alias. timado la parte desempeñada por el pensamiento republicano en las
( "" La panoplia del poder incluía la imaginería de la realeza. Hoy revoluciones, quizá porque sólo en Inglaterra y Nápoles parece haber
~ todos somos conscientes de la amplia utilización que hicieron de tenido un impacto significativo. Podríamos habernos engañado con
( las ceremonias, las representaciones visuales y el teatro corte~ano los la disimulación del siglo XVII y haber subvalorado el vigor de los idea-
tC ....
monarcas de la edad moderna para proyectar la gloria y los triunfos les republionos. La supervivencia de repúblicas en una Europa pre-
~ -~· dominantemente monárquica y la incorporación triunfante a sus filas
de sus rlinastías. Sin duda, tales recursos podían contribuir a mitigar
tC ~ las funestas consecuencias de una realeza ausente, hasta tan lejos de las provincias rebeldes de los Países Bajos septentrionales propor-
~ '
( "\ como en los virreinatos de Nueva España y Perú5 ~. Por otra parte, es cionaban ciertamente un modelo de vida y funcionamiento de un
fácil sobreestimar su eficacia, como me parece que le ocurrió aj osé sistema de organización polít~ca alternativo y aparentemente viable.
{ '
Antonio Maravall en La cultura del Barroca57 • En su elegante librito Con todo, trasladar ese modelo de estados pequeños a otros _mayores
( :-- Elogi.o della dissimulaz.ione [«Elogio del disimulo»], de 1987, Rosario planteaba problemas, en particular en cuanto a la participación po-
( .., Villari llamó la atención sobre la importancia de la disimulación en pular en el ejercicio del poder, pues tendía a desencadenar temores
.. ,
la vida y pensamiento del siglo xvn y la manera en que ayúdó a crear inveterados de la nación política a la ley del populachoª1. . ·
( : un espacio para el movimiento y la innovación en sociedades que·se La lealtad al monarca permanecía firmemente arraigada en estas
( ' encontraban constreilidas por el pesado aparato del poder estatal 58 J sociedades y para arrancarla era necesaria una poderosa combina-
Por su parte, los historiadores de la literatura y del teatro han descu- ción de circmstancias, ya fuera en.Cataluña, Inglaterra p Nápoles.
fI "' bierto ambigüedades e intenciones subversivas en obras de autores Sin embargo, en unos tiempos en que la opinión pública estaba en-
( como Calderón, que inicialmente daban la apariencia de hallarse contrando :ou voz y había de ser tomada en consideración cada vez
( totalmente identificados con las directrices de la corte y la conserva~ más por los reyes y sus ministros, el mismo realce de la majestad en
ción del statu quo"9 • un intento de maximizar el pod.er contribuyó a aislar a la corte y
([ .) No hay duda de que en estas sociedades monárquicas había una
( ) fuerte vena de crítica y disensión, la cual subvertía los puntos de vista
. 00 J. G. A. Pocock. Tlie MfU:hinvellian Mommt: Florentmr. Poütical Thoughl and the
l "\ .. ·,
'•'\f
Atlantic &publican Tmdition, Princelon (Nuevajersey), Princeton Univcrsity Press,
1,l ;
1975; Quentin Skinner, Tite Foun<latio11.s ofM~dern.Political '/7io11ght, 2 vals., Cambridge,
t '· 56
Véase Víclor Míngucz Cornclles, los "')'t.S di.ttantes. lmágmeJ b.l Jmdl!r en el MbiiiA . _/,.
. ;,,'~j·
Cambridge Universily Press, 1978; Da,·id Wootton, Rr./JUblicanism, Liberty, and Commer-
viminn~ C'.ru;tcllón de la Plana, Universilatjaume 1, 1995. Véase más abajo, pp. 241-242: .. ~ cial Society, 1649-1776, Stanford ( Califomia), Stanford Un iversity Press, 1994; Martin
t 57
José Antonio Maravall, La cullura del Barrar.o: análisis <k tma estmctum lzistóTitli; .{ van Gelder y Q• 1en tin Skim_1er ( e.ds.), Repuhlicanisni: A Sliart!d European Heritagt, 2 vohi.,
( Barcelona, Ariel, 1975, yj. H. Elliou, ccConcerto Barocco .. , en Neru 1'cn1i Rroir.wofÍJook.f, . · €ambridge, Cambridge Univer5ity Press, 2002.
34:6 (~) ele abril de 1987) [reseña ele la versión inglei;a]. · ~ ·'rA 61
H. G. I«:>enigsberger, .. Rcpublicanism, Monarchism, and Liberty», en C. G.
( ~ 58 Villari, Elngio della dissimulaz.ione, p. 17.
59
·..... h Gibbs, Robert Orcsko y H. M. Scott (eds.), Royal and &jJU/Jlican Sovtreignty in Early
Margaret Rich Greer, Tlie Pin.y nfPower: "'~ytlu1wgiral Court Drmna.f of Calderññ'dr. Modern Europe. E.uay.f i11 memory of/l'.'lfl'hild Hatum, Cambridge, Cambridge Univcrsity
t ? ln Barra, Princet<ln (Nueva.Jersey), Princeton University Pres.o¡, 1991. · · .. : • Prcss, 1997, cap. l. . . · · ·
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Esi'AÑA, EUROl'A Y El. MUNDO OE lll:l'RAMAR
}
alienar 4e la corona.elementos significativos de la nación política. majestad de la realeza y su deber hacia sus monarcas; parece además }
En este sentido, como mínimo, la dicotomía de Trevor:-Roper entre haberse fundado en una doctrina neoestoica que insistía en la disci-.
corte y país todavía ha de tenerse en cuenta, ya sea c11 Inglaterra o en plina, el orden y la autoridad, una filosofía cuya importancia en la -J
el continente. Las máscaras de la corte de Carlos 1 y las festividades formación de las actitudes de las élites europeas de principios ~el si- . )
de Felipe IV en su palacio del Buen Retiro frearon al menos entre glo XVII se ha hecho en los últimos años cada vez más evidente 65 •
)
los mismos soberanos ilusiones de poder y armonía derivados de su Al mismo tiempo, con el fin de al~anzar sus objetivos, los validos
propio gobierno benévolo, imaginaciones que les protegían de las se vieron obligados a recurrir a redes de parentesco y sistemas de l
desagradables real.idades del desobediente mundo de fuera ele los clientela, aspecto que ha siclo tema de estudio detallado en las últimas }
muros de palaeio62. Inevitablemente, estas celebraciones de majestad décadas61;. Esto a su vez alienaba a los mie1'nbros de la nación política
provocaban quejas generalizadas sobre la extravagancia real en tiem- que se veían excluidos del círculo mágico de los cargos e influencias . )
pos de guerra y penuria. Incluso en el caso de las selectas audiencias y odginó tanto comentarios sombríos sobre súbditos demasiado po- )
a las que estaban destinadas, las opulentas representaciones de la derosos como la corrupción que acompa11a al ejercicio sin traba_s del
realeza triunfante, ya fuera en el teatro o en la imaginería visual; poder personal. Aun cuando despertaran una oposición generalizada, )
tendían demasiado a menudo a provocar más escepticismo que ~d­ los validos prestaban paradójicamente un servicio inestimable almo- }
miryición reverencial entre quienes estaba'n al tanto de lo que pasaba narca al actuar como pararrayos que desviaban la ira que de otro
}
entre bastidores6s. modo podría haber caído en la persona del rey.
¡
Una creciente descc;mfianza en las décadas de 1620 y 1630 no pudo Desde la perspectiva general del siglo XVII, por tanto, las revolucio- ~: : }
por menos que socavar la capacidad de la corona para reunir apoyos nes de mediada la centuria pueden considemrse, al menos en parte, }
cuando llegó la crisis. Con todo, el impacto a largo plazo sobre la como una reacción a la política, el comportamiento y la misma exis-
misma monarquía parecía mitigarse con la existencia de otra institu~ tenc.ia ele validos, privados y favoritos que parecían usurpar las fun- ~· !
)
.ción cuya importancia se ha precisado con mayor claridad en los. úlr ciones del soberano. Su destitución del cargo y la decisióri expresa de ;,i '·

\.
)
timos años: los validos o primeros ministros favoritos del monarca. Su algunos monarcas (Felipe IV, Luis XIV, el emperador Leopoldo 1) ele ¡:·!
estudio como fenómeno europeo fue el tema de un congreso en gobernar en el futuro por sí mismos contribuyeron a reducir las ten- }
•'
¡

Oxford en 1999 cuyas actas fueron luego publicadas y traducidas eón siones y crear las condiciones propicias para alcanzar la estabilidad )
\
el título El mundo de los validofi-1• Hubo validos de muchos tipos en la en la Europa de finales del siglo XVII, las cuales constituyen el tema de ·;·'·
,. { )
Europa de la primera mitad del siglo XVII y su impacto en la polítiéay The Struggle for Stability in Early Modern Europe de Theodore Rabb. ~: .

en la sociedad fue' profundo. , . •\". Los aspectos resumidos pueden proporcionar algunas pistas e in- ... }
(
Validos inflexibles como Ricli.elieu y Olivares no cejaron hasta im,. dicios sobre las posibles direcciones que pueden tomar los nuevos : )
I' {
poner proyectos fiscales y militares que hicieron que se acumulara.un · enfoques sobre ula crisis general» del siglo XVII. No tengo ninguna ll
resentimiento amplio y profundo, echando leña; al fuego de la re be:- :·f . duda de que resultan deseables y necesarios. Cualesquiera que fueran ,!. ~ )
;!I•~
lión. Su falta de escrúpulos se derivaba de un se~1tido exaltado de:la ·F · los defectos del planteamiento original del debate sobre la crisis ge- ·... }
:~1" ;. neral, sus participantes identificaron una serie ele cuestiones sobre la
íl
"· J
6~ Kevi·n Sharpe, 171ePtrsonalRuleoJClmrles /, New Haven (Connecticm) y Lonclte!, '~.
\'ale University pre8', l 992;Jonathan Brown yJohn H. Elliott, ..\ Pn.lar.e j'Or a Ki11gi 'lflle ~
Buna Retiro tmd 1111 Courl o/P!iiliplV. New Haven (Connecticut) y Londres, Yate Univc'~"
65 Véase, por ejemplo, Gerhard Oestreich, Neostuir:ism <md 1'1111 Ellrly Mudem State,
Cambridge, Cambridge Uniwrsity Press, 1982, y Pctcr N. Miller, Peirrst:'.d~11111pe: Lt•m-ri-
it \.

(
}

sity Press, 1980; edl\. rev. y ampliada 2003 [Un palacio para el Te)': el Buen Retiro)' ld.Córte· ing aml Virt11e iu the Sev1mteenlh Ctmtury, New Haven (Connecticut) )' Lonclrc::s, Y<tlc 'I J
11
chFelipeN, trad. Vicente Lleó y María Luisa Balseiro, Madrid,Taurus,2003]. ..>~;¡-¡~ University Press, 2000. ::. ( j
65 J. H. Elliott, .. p wer and Propaganda in the Spain of Philip JV.,, en Spai11
0 ana(A, !'. 66 Sharon Kettering, Patrons, Brokers, and Clients in Seveuleenth-Ceutury Fra11u: Giji- "11
giving aud Patronage in Early Modern Frailee, Oxford, Oxford Universit)' Press, 1986; H
World [.&paña y S1l mundo], cap. 8. . ··• '..i;. Q j
64 J. H. Elliott'y L; W. B. Brockliss (eds.), Tlu World o/ tlie Favourite, New Háv~íl. ,¡¡I

r.. Antonio Fe ros, Ki11gsliip and Favoritism in tite S/1ain o/Pllilip 111, l 5 98-1621, Cambridge,
(Connectic~u) y Londres, Yale University Press, 1999 [El mundo de los valido.\, ira<t; Cambridge University Press, 2000 [El cluque ch Lemia. Realeza y privfl1lz.a en la Elpaña ele 1¡; J
jesús Albores y Eva Rodríguez Halffter, ?-.faclrid, Tau rus, 1999]. •• 1'J~ 1 i. Felij1e 111, Madrid, Marcial Po ns, 2002].

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{)9 E.srt\ÑA, EUROl'A y f.l. MUNUO Uf. t•l:l'MM.IAR

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~,,
interacción de la política, la economía, la sociedad y la cultura que
son fundamentales para nuestra comprensión no sólo del siglo XVI1,
sino de la Europa de la edad moderna en general. Como siempre,
.
CAPÍTULO

UNA SOCIEDAD NO REVOLUCIONARIA:.,


IV

f1)
todavía hay espacio para una investigación más detallada de las causas CASTILLA EN LA DÉCADA DE 1640
{,i)
( ,·, y consecuencias de revueltas y revoluciones específicas. No obstante,
espero por lo menos que los historiadores que se ocupen en ese de-
bate logren demostrar las posibilidades, así como las dificultades,
(;' de tratar el tema a una escala europea y enfocar los acontecimientos
' ..
(,,
)
nacionales dentro de un marco comparativo internacional más am,.
plio. Con todos sus defectos, los historiadores de aquella generación,
a diferencia de algunos de sus sucesores, no tenían miedo de plan-
(
{
"
~
tearse grandes preguntas y pintar con enérgicos trazos sobre un lien-
zo de amplias dimensiones. Es lo que necesitamos hoy más que cual- E 1gran debate histórico de las décadas de 1950 y 1~60 sobre la lla-
{ quier otra cosa67, mada «Crisis general del siglo XVII» condujo a importantes e intere~
san tes intentos de comparar los distintos movimientos revolucionarios
{ ocurridos en Europa a mediados de siglo y a elaborar uria: tipología
( de la revolución'. Una faceta sorprendente del debate, sin embargo,
es que las comparaciones han sido siempre revolucionarias, en el
( )
. '' sentido de que un movimiento de protesta ha sido comparado con
( ) otro, a lo largo del tiempo o del espacio. Lo que hasta ahora se echa
{ ) . '~ ' de menos en la discusión es un intento de comparar sociedades qÚe
no se rebelaron con aquellas que sí lo hicieron 2 • Una compax:ación
( J entre sociedades revolucionarias y no revolucionarias, que en la su- ', .1,1·
( ) perficie parecen hallarse sometidas a parecidas presiones «revoluci9-
( ., ; 1 '.. " \
narias», quizá nos permita identificar con mayor precisión algunas de
{ ,. las condiciones esenciales para la rebelión. Frente a esto puede ar-
güirse con.razón que establecer comparaciones válidas entre socieda-
( des revolucionarias es ya bastante dificil como para embarcarse en
({ ~. una comparación de las revolucionarias con las que no lo fueron.
, . '111!~ .'. Pero diferencias manifiestas pueden a veces ser más reveladoras que
{ ) . ' .. ~ ,, ;
, similituder. superficiales. Y los escépticos acerca del estudio de la no
{ 1 '; ,.,,, .revolución no deberían olvidar que Sherlock Holmes no perdió por
~~mpleto su tjempo cuando se percató de que el perro no ladró en la
{ ) ··~·
. !"·.: ... noche:'
t ·'· ........ ,)'
·~~·
,•,
~
':¡
{ 67
Otra prueba ele que se trata de un debate inten~1inable la propo~ciona·la-C~·vat .:' ;.:: .,1 •.Véase más arriha, cap. 111. .
luación 1mis reciente, publicada tres años después de la mía: ·Thc General Crisis of ~ ~ ~ .. ; "· 2 Para un intento de este tipo, empero, véase J. G. C~sey, TlieKingdom o/Valencia
l' the Seventecnth Century Revisitecl», AHR Forum, American Histnricnl Revieru;' 113 _'.; ( . in :tlie Seventl'r.trtli umtury, Cambridge, Cambridge University ~ress, 19'19 [El reino tk
l)) (2008), pp. 1029-1099. El Fomm indica que los historiadores están comcnzando·a . Valencia en el siglo .Y.VII, tracl ..Juan faci Lacasta, Madrid, Siglo XXI, 1983], que intenta
reconsiderar. la 1coría de la crisis del siglo XVII desde una perspectiva con\paratiV-l ~ explicar la ausencia en 1640 de una ccrebeli6n de los valencianos» comparable a la de
l'"' glob;il adem<\s de europea. Acaso se vttelV"d al tra7.o fuert.e. · ".·. '''. ·:·, \ ~~'. sus vecinos catal:mc!.<;.

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EsPAÑA, EUKUl'A V El. MllNllO llE lll;i'RAt.tAR ~O .KEVOl.UCIONAIUA: CASTllJ.A ~N l.-\ ll~C.AllA llt: 1640
ÚNA SOCll::llAD
J
Durante la década revolucionaria de 1640. hubo rebelión y.revolu- belión subsiguiente. Las posibles razones de la ausencia de la solleva- }
ción en las tres grandes monarquías occidentales: la brfainica, la fran- zioneesperada constituyen el tema de este ensayo. Lamentablemente,
cesa y la española. Pero mientras los movimieotos revolucionarios en
_)
sabemos tan poco sobre Castilla en la década de 1640, y en particular ;,

las Islas Británicas y en Francia sacudieron el corazón mismo de. la en los ailos posteriores a la caída del poder del conde-duque. ele Oli- )
monarquía, incluidas.las propias capitales, lo~ de la península Ibétjca vares en enero de 1643, que un análisis pormenorizado de la coyun- )
h
quedaron confinados en las regiones perifélicas-Catalutia, Portugal tura política, social y económica queda de momento descartado. Por _:¡
,, }
y, en forma muy modificada, Andalucía-3, y dejaron su base interi9r, lo tanto, cualquier conclusión será probablemente muy especulativa. ;

Castilla, prácticamente ilesa. ¿A qué debió Castilla verse libre de esta Pero extrapolar a partir de sucesos coetáneos en Francia e Inglaterra )
epidemia de alcance europeo? Mirando retro~pectivamente a la In- puede ayudar a identificar ciertos aspectos del orden sociopolítico
glaterra o a la Francia de inicios ele la década de 1640 desde la a talaya )
castel1ano que merecen investigarse como posibles explicaciones de
de fines de la ~isma, solemos decir con.naturalidad, gracias a nuestro su quietud política. Y como corolario, la ausencia de revolución en )
conocimiento ~e lo que sucedió a continuación, que estas sociedaqe~ Castilla puede a su vez ayudar a destacar aspectos particulares de las ....
)
se encontraban ya en una situación pre1Tevo.lucio11aria. Diría1'Ílos lo escenas francesa e inglesa.
mismo de Castilla en aquellos momentos si a continuación hubiera Una comparación del estado de Francia y España al inicio de la )
sucumbido a su 'propia versión de la Fronda o de la Guerra Civil in- década de 1640 los encuentra en una situación en ténninos generales )
glesa. De modo parecido, con la ventaja de la retrovisión, no resulta- similar5 • Los dos países estaban involucrados a fondo en una guerra
d~ dificil completar una lista impresionante de ipotivos de desean-. larga y agotadora, una guerra en la que, desde 1639-1640, los franceses )
t.ento social y politico castellaúo y presentarlos adecuadamente como. iban imponiéndose poco a poco. Ambos países habían estado some- }
«precondiciones de la revolución». El único problema en este caso es tidos, durante casi dos décadas, a regímenes autoriau;os finnemente
que no hubo revolución. Contra toda expectativa «racional», el perro controlados por un ministro principal, en quien sus monarcas pare-
}
no. ladró en la noche: cían depositar una confianza inquebrantable. Estos regímenes se vie- }
Hay datos de tales expectativas en un despacho escrito en cifra al ron obligados por las exigencias ele la guerra a embarcarse en un fis-
Senado veneciano por el embajador de Venecia Madrid en abdl.
de 1642. Describiendo la miseria y pobreza del país, el estado desastro-~
so de la mone(ja de vellón y la denuncia pública contra el gobierno
desde los púlpitos, observó que, «no sin razón», se temía alguna solleva.-
en calismo casi obsesivo. A ambos lados de los Pirineos los gastos del
estado se habían incrementado espectacularmente desde la década
de 1620, y para hacerles frente la corona se había visto abocada a es-
'
)
}
tablecer nuevos impuestos y a recurrir a multitud de expedientes fis-
z.ione'. Sin embargo, no se materializó ninguna sublevación. En otra~. cales que habían infringido o acabado con los derechos y exenciones .. )
I

palabras, si hemos de hacer caso al embajador veneciano, tenemos lo, , u-adicionales de los grupos privilegiados de la sociedad. Para Inglate- }
que los contemporáneos veían como precondiciones, pero sin la re;-¡ rra, a diferencia de Francia y Espmi.a, gran parte de la década de 1630
·,'l había sido una época de paz. Pero los costes de la guerra durante la i J
década de 1620 y los de la manutención de una flota durante la déca- ~ }
' Para Cataluña, véase J. H. Elliou, Tlie &volt oftlie Catalans: A Study in tlie lJecli1J4 ';· da de 1630 habían lanzado al gobierno a nuevas fórmulas financieras ,i
o/Spain 1598-1640, Cambridge, Cambridge University Press, 1963, reimpr. 198~ l{f; ·'. ·
l
j }
que, como en Francia y España, eran objeto de agrias protestas, y la ~~;
rebelión de loscatalanes. Un estudio sobre la decadmcia de España (1.5 98 -1640), trad. Rafael '·:¡, }
Sánchez Mantero, Madrid, Siglo XXI, 1977; la 1-evolta catalmw, 1598-1640. Uu estutli· .~ " confrontación militar entre el gobierno de Carlos 1 y los escoceses al 1¡ ~

..~:i
sobre la decadencia d'Espanya, trad. catala~~Josep Vallverd~, Barcel_?•~a, Vicens-Vives, ;~ 1 final de la década llevó a la corona al mismo tipo de crisis económica )
1966]; para los antecedentes ~e la rcvolucmn P.onuguesa, vea:ie Amomo M. Hespan ha.- ·•
Vísperas clel Leviatán. /nstitue1ones y f1oder politico (Portugal, siglo XVJJ), trad. Femandq.~·:
Jesús Bouza Álvarez, Madrid, Taums, 1989, yJean-Frederic Schaub, Le Port11gal aw..:i
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que amenazaba con aplastar a los gobiernos de Luis XIII y Felipe IV. •!
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temps du comu-dtled'Olivfl1U (1621-1640), Madrid, Casa de Velázq uez, 200 l; para And~:1":· . 1 f J
lucía, A. Domil\guez Qrtiz, Alleraciones andaluzas, Madrid, Narcea, 1973. · · · ..•ua ~· 5 J. H. Elliott, Richelieu and Olivares, Cambridge, Cambridge University Press, .¡
4
Archivio t:li Srato, Venecia, Spagna, filza 77, carta de Niccolo Sagrado, 16.~~_..:· · 1984, pp. 144-145 [Richelieu y Olivares, u-ad. Rafael Sánchez Mantero, Barcelona, Críti- ;'J 4 j
abril de 1642. • .·JJ1i .: ca, 1984, pp. 189-191). J
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El hundimiento del gobierno personal de Carlos 1 y la ejecución


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UNA l>OCIU>AD NO REVOl.UCIONARIA: C\sTILU t:N V. llf.C'.ADA DE

---contrariamente al fracaso de Olivares- aplastar rebeliones provin-


1640

~ ) del conde de Strafford -el hombre de hierro que, con un monarca ciales potencialmente pelig~.osas antes de que pudieran asentarse y
(f menos desconfiado, hubiera podido ser su cardenal Richelicuo su extenderse.·Para 1642, la.disiclencia en NormandíayPérigord'había

( ) ' conde-duque de Olivares- mostraron vivamente lo qne podía succ-


derle a un régimen que se había alejado tanto de sectores amplios de
siclo silenciada, m ienu·as que en la península !bélica las revoluciones
de Catalrnia }r Portugal había~ echado raíces y crecido:

({ ' la nación política que éstos no quisieron correr en su ayuda cuando Aunque los enemigos aristoeráticos del cardenal siguieron repre-

{
( )
' se encontró ante una emergencia. Un problema comparable de ale~
jamiento afectaba a los regímenes de Rkhelieu y Olivares al inicio de
la década. Ambos ministros eran objeto de intenso odio y vilipendio
sentando una amenaza constante, parece que logró contener la opo-
sición de los oficiales·mediante su habilidad política y su capacidad
de compromiso 7• Consiguió asimismo estabilizar la moneda, taiea en
como encamaciones visibles de lo que era mayoritariamente enten- la que Olivares también fracasó. Lo's últimos meses del conde-duque
~ )
dido como gobierno tiránico. A lo largo de casi veinte años, con la en el podenranscurrieron en un clima de profunda depresión eco-
{ ) ayuda de un grupo leal de confidentes y secuaces, habían utilizado nómica y amplios temores· de inquietudes sociales tras la drástica de-
~ : la autoridad de sus respectivos regios señores para lanzar a sus países flación a que su gobierno recurrió en septiembre de 1642, en· un es-
{ por el camino de la guerra total. En el proceso habían pisoteado de- fuerzo por atajar la inflación de los precios de vellon 8 • En Frarida, en·
rechos y sensibilidades tanto personales como corporativas, y no es de cambio, la gran operación monetaria de 1640-1641 estab!liió la libra
{ extraüar que se vieran rodeados de enemigos. El pueblo llano se mos- tornesa, y la fuerza y solvencia de la moneda francesa ibari a propor-
({ '} traba hosco o abiertamente hostil; las élites tradicionales y las filas de cionar un importante elemento de estabilidad durante la otros efec- a
la burocracia se habían ido apartando a causa de la erosión de sus tos volátil situación creada por el fallecimien~o de Richelie~ en di-.
({: )
privilegios y de la intromisión en sus esferas de influencia por parte ciembre de 1642 y de Luis XIII en la primavera siguiente9•
{ ) de las créatures o hechuras de los dos ministros; y de la alta aristocracia Median te una combinación de habilidad y suerte, Richelieu aguan-
({ ) se consiguió la enemistad, tanto en Francia como en España, por el tó el dique de contención de las fuerzas de la contrarrevolución. Su
trato desdeñoso que les dispensaba un ministro todopoderoso y por muerte comportó una reducción inmediata de las presiones antes de
( ·~
la clara voluntad de éste de excluirla de lo que consideraba era su que pudieran volver a formarse en un nuevo reinado y ~on~a un
( ' prerrogativa natural de ofrecer consejo al rey.
En semejante situación ambos ministros eran muy vulnerables, y lo
nuevo primer ministro. En España, por el contrario, durante el invier:
no de 1642-i643 engullirían asu rival Olivares, que abandonó palacio
(
sabían. Uno y otro se encontraron con un incipiente movimiento con~ hacia el exilio doméstico el 23 de.enero d~ 1643, después de que
{ trarrevolucioi1ario desde dentro de la nación política contra los cam- Felipe IV le concediera permiso oficial para retirarse del cargo. Dado
( bios revolucionarios en los campos de administración, hacienda y su balance de fracaso y derrota a lo largo de los últimos tres años, bien
polílica con los que se acabó asociando a sus regímenes. Para sobrevi- podemos preguntarnos cómo no cayó antes y-ya que el rey daba
(
vir, los dos dependían total y absolutamente del continuado apoyo dé tantas muestras de no querer prescindir de sus servicios- en circuns-
( ~ su rey, y hay indicios en 1642, durante la conspiración de Cinq-Mars; tancias más violen tas. ·
1

~ )
de que el apoyo de Luis XIII a Richelieu estaba flaqueando. 6 Pero en En las Islas Británicas, la caída del gobierno personal de Carlos 1 r

otros aspectos la posición subyacente del cardenal en 1642 aparece se produjo por una conjmtción de fuerzas de oposición en el centro
{ ' como bastante más favorable que la ele su rival.espailol. Francia podía
1

({ ' estar hastiada de la guerra, pero por lo menos la marea bélica se había
7 A. Lloyd Mootc, '/71r. RPlmil o/theJrulgcs: TI~ Parlrmr.111 nfPnris and ll1e Fronde. 164J-
( vuelto a su favor. El prestigio que conllevaba la victoria proporciono:~
1652, Princeton (Nue\'Cljerse)'), Princeton Unive111ity Pres.o;, 1971, p. 63.
Richelieu una fortaleza para hacer frente a sus enemigos domésticos 8 Antonio Oornínguez Ortiz, Política y Hacienda de Felipe N, Madrid, Editorial de
l con la que su lival español ya no podía contar. También había logrado Derecho Fimmciero, 1960, pp. 262-263. . . :
51 Véanse Richard Ronney, 171eKi11g'sDebts: FinariceandPoliticsinFrana, 1589-1661,
l ,'Í 'J. Oxford, Oxford Unh·l"'rsity Prcss, 1981, p. 170, y René Pillorget, Ú.f Mouvtm41'ts insur-
{ 6 /bid.. pp. 147-l<IR [pp. 193-Í95). 1 , .,
mtiomuls ch Pnroenc~ entre 15 96 et 17U, París, Éditions A. Pédone, 1975, pp. 486-487.

l 111~ 117
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Esl'AÑA, EUIU.ll'A V !::J. MUNDO DE ULTRAMAR
)
y en la periferia. Fue la rebelión escocesa lo que permitió a los t ne-

'
cirse nu\s.de veinte conspiraciones e insurrecciones aristocráticas 13 •
migos ingleses del régimen hacerse con la iniciativa política y, gracias Por el contrario, en Castilla, que se libró de las guerras de religión del
a su connivencia con los líderes de esa rebelión, arrancarle al rey las. siglo XVI, la corona había logrado domesticar a su nobleza. Durante -l
concesiones que exigían 10• ¿Hubiera podido la rebelión de Cataluña la década de 1630, los enemigos de Olivares en las filas de la aristocra- ~
ser utilizada por 19s enemigos del conde-dul¡ue en Madrid para efec~ cia estaban malhumorados, o bien se dedicaban a inofensivas discu- }
tos similares? Hay datos de cierta simpatía en Castilla hacia el levan- siones clandestinas, como las que tenían lugar en la casa madrilefia
tamiento catalán contra el gobierno de Olivares.y l,ay datos también, del duque de Medinaceli 1". Entre estos nobles el sentido de lealtad al )
en las fases iniciales de la rebelión, de contactos entre ciertos aristó- monarca estaba profundamente arraigado, y su objetivo principal era }
cratas castellanos disgustados y los rebeldes 11 • Pero el tipo de coordi- abrirle los ojos a lo que. estaba pasando a su alrededor. Esto debía
nación habida en lás Islas Británicas entre las fuerzas de oposición hacerse sin que se enemistara con ellos y, por lo tanto, sin correr el
)
periféri<;as y c~ntrales .era impracticable en la Espa11a de los primeros liesgo de hipotecar sus propias perspectivas de futuro. )
años de la década de 1640. En efecto, los portugueses se habían Un posible marco para el derrocamiento del régimen de Olivares )
puesto ellos mismos al margen al reemplaz~r a Felipe IV por un mo- pudo haber sido la aplicación de una intensa presión aristocrática
narca propio. Aunque esto dio estímulos a ese equivocado noble sobre el rey, en combinación con una insurrección popular en )
andaluz, el duque .de Medina-Sidonia, a complacerse en una insen- Madrid. Pero no hubo tal insurrección, ni entonces ni después, en la )
sata conspiración por su cuenta en 1641, no podía plantearse una década en momentos de serias presiones. En este particular, Madrid
·.asociación entre la oposición cortesana a Olivares y un «tirano» 1 ~ que ofrece un llamativo contraste con París. El hecho de que fuera una )
_había usurpa~o el trono de Portugal. Los catalanes, por su parte, capital relativamente reciente y artificial, habitada por cortesanos y )
pronto se' echaron ·en brazos de los franceses, y desde ese momento burócratas, y ele cuya población una parte significativa se ocupaba ele
toda confabulación entre los disidentes de Madrid y los líderes de la satisfacer las necesidades de la corte, explica en buena medida su )
re.belión catalana olerla a traición. Además de esto, la cuestión reli- aparente pasividad. Era también una villa bien vigilada, con su cente- j
giosa, tan decisiva en el desarrollo de los acontedmientos de Ingla- nar de alguaciles de corte bajo la supervisión de la Sala ele Alcaldes de
}
terra, estaba completamente ausente en España. Al intentar innova~ Casa)' Corte 15 • Pero, a falta de un estudio de historia urban~ que se
dones religiosas que afrentaron a significativos sectores de opinión ocupe de su policía, su abastecimiento y su estructura profesional y )
entre sus súbditos, tarito ingleses como escoceses, Carlos logró que social, no puede haber una explicación satisfactoiia de por qué esca- }
las fuerzas de oposición se solidifica~an alrededor de una cuestión pó de las turbulencias de un París y un Londres en aquella década 16•
. que rebasaba las fronteras entre reinos y trascendía agravios locales }
y sectoriales. J
· Los ~nemigos de Olivares se semían muy frustrados por la renuenr 13 Rolancl Mousnier, .. La Fmncia da Richelicu a Mazzarino: le rivolte contadine»,
en La Storia, 5 vols., Turín, UTET, 1987, V, p. 274. )
cia del rey a destituirlo, pero el problema que se les planteaba ~J.:-a ·." 14 J. H. Elliott, Tite Cuunt·Duke uf Olivares: Tlie Stalts11ia11 ill an Age o/Decline, New
cómo forzar la mano de Felipe. De entre las opc~ones posibles, la in~ .'::· Haven (Connecticut) y Londres, Yate University Press, 1986, p. 557 [El conde-tlufJ1le ele 1
surrección armada era la menos atractiva y la m~\s impensable: En Olivares. El político en mur época de decadencia, trad. Teófilo ele Lozoyn, Barcelona, Críti-
)
Francia, el uso de la violencia para lograr fines políticos constituía ~na: ca, 1990, p. 543]. .
15 José Delt:ilo y Piiiuela, Súlo Mmfrid es corte. (la rn/>ilul dt tlos m1mclos bttjo Feli-
continu·a faceta de la vida nacional: entre 1602y1674 iban a produ~ pe IV), Madrid, Espasa-Calpe; 1942, pp. 142-145; Enrique Villalba Pérez, Ltt administra-
.))
ción de la justicia penfll m Castilla y en la corte a comiem.os del siglo .Y.\'11, Madrid, Actas,

~onrad Russell,
Oxford Univergit}'Press, 1971,·pp. 329-330. · . ·
;~lLt
fhe Crisis of Parlia111mts: English History, 1509-1660, Oxfor~~{ .
:.·11:1'\1.··
1993, 2.~ parte.
16 David R. Ringrose, Madrid and the Spanish Economy, 1560-1850, Berkeley y Los
Ángeks, University of California Press, 1.983, p. 89 [Madrid y la economía esptiñola,
1560-1850, trad. Alfonso Crespo Arana y Angel Bahamonde, Madrid, Alianza, 1985, '
t
'
J
-~
11 Elliott, 'J'he Revolt, ¡>P· 453 y 460 [La rebelión, pp. 401 y 433]. -~ pp. 111-114), aporta algunas cifras sobre la estructura ocupacional de Madrid en el
12
J. H. Elliott y José f'. de la Peña, Memoriales y cartas del Conde Duque de Olivi1Tii~1 • siglo xvu,pero se interesa más por los siglos siguientes. El estudio de la oligarquía 4 J
2 vols., Madrid,Alfaguani.1978-1981, ll, p. 236 (aCargosc:oíllra el Conde Duque,_)'tl•.'. municipal ele Maclricl por Mauro Hemández, A la sombra ele 1<1 coro11a. Poder focal y oli-
4
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~ 1
f) ESPAÑA, EUl(()l'A V f.I. MUNl>O Uf. ULfRAMAR UNA SI •C:llmAD NO IU'.\'Ol.lf<.:IONARJA: <..:Asl IU.A t:N l.A ot.CAJ.lA Dt: 1640

f) 3 Sin recurrir a la violencia, fuera aristocrática o popular, el ímico lo de su abuelo, Felipe 11, y no según el de su padre, Felipe III, al que
f
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(1
1
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modo de. asegurarse la caída de Olivares era tramar un golpe ele esta-
do en palacio. Esto es de hecho lo que ocurrió en el invierno de 1642-
1643, cuando la combinación de la protesta concertada por los gran-
des y la defección de miembros clave de la conexión familiar de
se le recriminaba «haber fiado el peso de su monarquía a otros hom-
bres». En otrás palabras, los grandes·exigían la abolición del gobierno .
por medio de un favorito.
Según entendían, un regreso ala realeza personal al modo de
{
{
'., Olivares, preocupados por su propio futuro en una época postoliva-
rista, dejaron al rey sin otra elección que prescindir de los servicios
Felipe II comportaba un regreso a un estilo de realeza que seguía las
formas debidas, unas formas que habían sido violadas por la conduc-

(
(
l ' de su ministro 17 • No podía sorprender que en Espai1a, como en Fran-
cia, la desaparición del autoritario primer ministro prodttjera una
disminución inmediata de tensiones. Dado que se había convertido
..
·
ta arbitraria del conde-duque, en detrimento sobre todo de la vieja
nobleza. Los nobles habían visto devaluarse su estatus a causa de exi-
gencias fiscales arbitrarias, encarcelamientos injustos, venta de títulos
{
{
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"')
en un hábito atribuir a su mal consejo y gobierno tiránico todos los
males que afligían al cuerpo político, era natural suponer que, una
vez fuera, los males también desaparecerían. La Espaila del siglo xvn
y privilegios, y adquisición de un· poder y riqueza intolerables por
ministros y oficiales letrado's, Jos cuales habían acabado pareciéndose
a los grandes del siglo xv, mientras que los grandes·d~l momento eran
( --., era una sociedad que, por su literatura política y religiosa, y particu- tratados cdmo oficiales del siglo XV. Ésta era una vieja queja áristoc~­
larmente por su teatro, estaba condicionada a mirar al monarca para tica en Castilla y en otras partes, pero el folleto no revela l~ profundas
( " la solución de sus problemas. Por consiguiente, cuando Felipe anun- divisiones entre noblesse d 'épée y nohlesse de robe existen tes en la Francia
( .,,., ció, para delicia de sus súbditos, que iba a tomar las riendas del go- de Richelieu y Mazarino. El auténtico blanco del ataqtie de los gran-
bierno en sus propias manos y que iba a ser su propio primer minis- des eran los nuevos ministros, los confidentes y seguidores del cond~­
{ ') tro18, levaritó de modo natural muchas esperanzas de una época cluque, y la contrarrevolución por la que abogaba el folleto de Mena
~ nueva y más feliz. era una contrarrevolución contra prácticas administrativas recient~s
{ "
.•'
Un cambio revolucionario, o así lo parecía, había sido alcanzado más que contra todo el orden burocrático. De hecho, era este. orden .
(
") sin recurrir a la revolución. Los agravios y aspiraciones que habían el que los oponentes del conde-duque querían ver restaur~do. Su
contribuido a provocar ese cambio encontraron expresión en un fo- exigencia propugnaba un retorno a los vi~jos e idealizados tiempos,
( '\ lleto impreso que contenía una serie de acusaciones contra el minis- cuando Jo!; asuntos eran llevados por ministros cualificados q~e
,, tro caído y que corría por la corte a las pocas"semanas de la caída del actuaban a través de los canales burocráticos apropiados. Esto'signi-
ti: conde-duque 19 • Este folleto, escrito por Andrés de Mena -un ex ofi; ficaba la restauración del gobierno conciliar efectivo, en lugar del
{ cial real muy relacionado con uno de los nobles desafectos a Olivares, gobierno por juntas creadas con carácter especial, la odiada marca
{ el duque de Béjar-, era en gran medida un catálogo de los pecados distintiva del régimen de Olivares. Además, los ministros tampoco
del conde-duque por omisión y por comisión, pero el catálogo estaba debían ser forasteros, o_tra característica de los días de Olivares que
{ informado por una filosofía política subyacente que puede ser descri;.: había provocado amargo resentimiento.
{ \ ta como profundamente tradicionalista. En su base se encontraba lé\ En efecto, los nobles estaban librando las batallas de los burócratas
exigencia de que Felipe IV debía ser un auténtico rey, según el mode~ por ellos, por cuanto la jerarquía profesional de los letrados, con su
l )
:·'·'.' cursus honorum cuidadosamente graduado, se había visto tan atrope-
{
({
"
....
garquia urbana (Mfld1"id, 1606-1808), Madrid, Siglo XXI, 19H5, indica algunas de las·:
!~ •. ~\ llada como los grandes por la práctica del conde-duque de apartar de
y
los consejos asuntos importantes llevarlos a las nuevasjuntas. Estas
maneras en que la proximidad y la dependencia respecto a la corte limitaba la eapaf juntas estaban copadas por sw; propias criaturas, de las cuales algunas,
{ ciclad de la villa para desarrollar su propio espacio social y restringía su margen pai:a
., la acción independiente. . , .. d. :;. como el historiador boloñés Virgilio Malvezzi, no eran siquiera caste-
{ 1 17
Para la caída de Olivares, véase Elliou, The Count-Duke, pp. 640-651 [El contk- llanas. La jerarquía profesional de los letrados no hubiera tenido di-
duqru, pp. 619-629], aunque perduran aún muého$ misterios: , , ,,,, 1
~ ) IS /bid., p. 651 (p. 629). . . . ·I:·'.;.
ficultad en suscribir la forma de gobierno en la época postolivarista
19
Elliou y De la Peña, Me7~oriak.f )' ca1·tri.f, 11, doc._ XXa.
re.clamada )Or Mena y sus amigos. Nobles y ietrad~s reaccionab~n por .
(i ::• rr ' • • .• , ••'_ • ' • 1 •'

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EspAJilA, EUROPA Y EL MUNDO DE lJl:rRMIAR

igual al~ prácticas de los ailos de Olivares, exigiendo la restauración


:;a,
~·:~ UN..\ SOt:IW.-'fl NO IU:VOLUClllNARIA: C\.o;ru.t.\ EN l.A t>kAllA 111::

respecto del sobrino de) conde-duque, don Lliis de Haro, que iba a
lfi-10
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)
J
de una monarquía esencialmente consultiva, dirigida por un rey que heredar (pero que se cuidaría de no lucir) el título de su tío' de con- __)
se ocupara en sus papeles, eligiera como ministros a «hombres bien de-duque de Olivares. Si una forma modificada de gobierno por fa-
vistos y amados del pueblo» 2º y tomara sus.propias decisiones a la luz vorito volvió al cabo a Madrid en el periodo posterior a Olivares,
'
'
de las consultas que le enviaban sus consejo~. Se trataba de un progra- también lo hicieron varios de los más impopulares aspectos de su
ma constitucionalista, dentro de la tradición const.itucionalista caste- régimen. De modo gradual y sigiloso, las jumas y los extranjeros hi- )
llana, que por.iía pocos·Iímites institucionales a l~s prácticas de la cieron su reaparición 23 •
realeza, pero que esperaba que fuera su mamen te sensible a la ley Cambio y, sin embargo, falta de cambio parecían estar, pues, a la )
divina y humana, y a las pretensiones legítimas de súbditos leales de
que sus agravios fueran atendidos y ellos tomados en serio cuando
prestaban consejo a su monarca.
Este prograina conjunto, aristocrático y letrado, para la con trarre- 'j
orden del día en la Espai1a posterior a Olivares; La sensación de de-
sengafio era profunda, pero e) régimen en Madrid, pese a encontrarse
con numerosas crisis -disturbios en la ciudad de Valencia en 1646-
1647, una nueva bancarrota real en 1647, rebeliones en Nápoles y
,
J

)
volución en 1643 quería hacer retroceder.el reloj a una idealizada Sicilia en 1647-1648, la conspiración del duque de Hijar en 1_648 y una
)
época anterior a Olivares. Pero ¿hasta qué pun.to tuvo éxito? El rey
daba todas las muestras de querer gobernar por sí mismo, y hubo un j··1i~·{ sede de sublevaciones urbanas en Andalucía entre 1647 y 1652-, no
tuvo que habérselas con un tipo de desafío generalizado a su autori- )
desmantelamiento inmediato de esa muy detestable característica del dad que sumió a Francia en el caos entre 1648 y 1652. }
.. r~gimen de Olivares:.el gobierno por juntas21 • Además, una o dos de Razón principal de ello puede estribar en un área de la psicología
·. lás figuras más vinculadas al ministro caído fueron destituidas, aun- colectiva que los historiadores aún no han empezado a penetrar. To- )
_que, en la superficie por lo menos, es la continuidad más que el davía no han ideado formas para medir la lealtad; y la lealtad de una }
cambio lo que ante todo llama la atención en los af10s posteriores a «CastilJa fiel y domesticada, llena de un respeto religioso a la autori-
. Olivares. Esto fue lo que vino a decir el embajador de Módena cuan- dad real» contrasta fuertemente con la naturaleza díscola de Catalu- }
do en septiembre de1643 observó que «el nuevo gobierno sigue los 11a, Portugal y Vizcaya:!... Si Castilla era, en efecto, inusua)mente leal, )
mismos preceptos que él conde-duque, pero sin su rigor». 112 En el todavía es preciso explicar por qué fue así. La lealtad, después de
todo, puede ser entusiasta o de mala gana, y puede simplemente estar
)
.campo de la política éxterior la continuidad era más notable. A pesar
del inmenso hastío por la guerra sentido en Castilla, se tardarían aún enraizada por la fuerza de la costumbre. Pue~e también verse fomen- )
· dnco años en cdncluir la paz con los holandeses, mfontras que la tada por las circunstancias, y es muy posible que el simple hecho de )
guerra con Francia iba a continuar durante otros.dieciséis. Pero hubo rebeliones en tantos territorios que debían obediencia a su rey con".'
asimismo una impresionante continuidad de hombres y de medidas.· tribuyera a reforzar entre los castellanos, por vía de reacción, su pro- )
Aunque varios de los nobles que más se habían opuesto a Olivares pia imagen de pueblo cuya fidelidad no desfallecía. )
regresaron a la corte, y aunque uno o dos de los familiares de éste
sufrieron un eclipse por lo menos temporal, resulló claro, cuando el )
23 l. A. A. Thompson, .. The Government of Spain in Lhe Reign of Philip 1v.. , en
humo de la batalla se hubo disipado, que las cotas decisivas del poder¡
su Croum m1d CtJrtt:s: Guvernmiml, lnstit11liu11s anti Reprr:se11latiou ill Eady-Alotlem Castile,
1
seguían_ en manos de miembros de la misma conexión familiar Guz-
Aldershot, Variorum, 1993), q1p. 4, p. 59 [ .. Et rdm1do ele Felipe ¡y.,, en La ctisis de la )
mán-Haro-Zúñiga que las había tomado en 1621 con el advenimierlJ hegemonía esjJmiola. Siglo .\17/, en José Andrés Gallego (ecl.), Hist(ilitl general de 1'.'spaña y
to de Olivares. Nada subrayaba mejor esta continuidad que la crel América, Madrid, Rialp, Hl86, vol. VIII, p. 477].
24 Domínguez Oniz, Altemcio111~s. p. 20. Después ele la publicación original de
J
ciente dependencia del rey, a pesar de todas sus buenas intencionesL j
este ensayo en 1990, Ruth Mackay ha investigado con proyecho la cuesti(>n de la
lealtad y obediencia popular en '/11e U111its o/ Rtryal Autliolity: Resistam:e cmd Obedience
in Sevenlee111/i~Cent11ry Castile, Cambridge, Cambridge University Press, 1999 (Los limi-
20
21
22
lbid., p. 244.
Elliott, 'l'he Cou.nt,Duke, p. 653 [El comle-duque, pp. 630-631 ],
Elliott, '1'he Count-Duke, pp. 664-666 [El conde-duque. pp. 653].
tes de la a1lluridad real. Rel'istencia y obediencia m lll Cllslilla del siglo XVII, trad. Mauro
H. Benítez, Valladolid, Consejería de Cultura y Turismo· Junta de Castilla y León,
2007].
11
:

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( .,
ESl'i\ÑA, EUltOl'A Y t:L MUNUO DE lJl.TRMIAR UNA SOClf.l)¡\ll NO REVOl.UC:IONi\RIA: CAsTll.IA EN IA Df.CAIJA UE 1640
f@" ')
La lealtad también puede mantenerse por miedo y fuerza, pero sido menos aguda y las fluctuaciones de cosechas menos bruscas que
f ) uno de los aspectos más sorprendentes de la Castilla del siglo XVII, al en Andalucía211 • Aunque desde la caída de Olivares no se establecieron
comparársela con Francia, es la falta de instrumentos poderosos de nuevos impuestos29 , las éárgas fisrnles eran rnuy·protestadas~·en p~rte
{ ) represión. El gobierno en Madrid no tenía fuerzas efectivas para ha- al menos por estat tan inequitativamente distribuidas, tanto eritre
@" )
( , cer frente a emergencias, toda vez que los dos o tres mil hombres que
integraban las Guardas de Castilla parecen haber sido en gran parte
inoperantes25 • Requería bastante tiempo reunir un ejército en la Pe-
..
clases sociales como entre una localidad y otra; pero los· desafios im-
portan tes al régimen de Haro tendrían que proceder de filas de·
las clases altas y, en marcado contraste con Francia, un desrlío tal no
fas
( ~ nínsula para sofocar una rebelión, como Olivares hubo de comprobar se materializó.' ·
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a su pesar con ocasión de la rebelión de Cataluña. Podría parecer que Por qué esto fue así viene "en parte sugerido por el carácter de la
{ la ausencia ele fuerzas de emergencia dejaba a Madrid en estado muy Fronda. Con un trasfondo general de inquietudes rurales y urbanas,
vulnerable, y sin embargo los propios hechos iban a demostrar que las clases altas en Francia aprovecharon la oportunidad creada por.
@: \ una fuerza tal no era necesaria. Las rebeliones urbanas de Andalucía una crisis :le autoiidad en el gobierno central para satis~acer una serie
{ a finales de la década acabaron sencillamente sin más, sin necesidad de demandas individuales y corporativas. La crisis de ~utoridad la
( de recurrir a la represión, y bien pudo ser que la misma ausencia de precipitaron los agudos problema5 hacendísticos que acosaban a la co-
fuerzas represivas ayudara a mantener bajo el nivel de violencia en la rona francesa en 1647-1648 y los intentos de los gobernai:ites por
{ sociedad castellana del siglo xvn, toda vez que la violencia engendra resolverlos. Pero su origen estaba en los problemas constitucionales.
{ violencia. y políticos propios de una minoría de edad real, en unos años en que
Incluso en la esfera local el grado de desorden era limitado. A lo las presiones de la guerra eran implacables y en que el poder era
(
largo del siglo xvu hubo en Castilla y Andalucía una notable falta de t;jercido para la reina regente Ana de Austria por un favorito extran-
{ agitaciones en el campo. Aunque se producía una continua enajena- jero muy odiado, el cardenal Mazarino, que aún contaba con lama-
( ción de tierras y derechos jurisdiccionales por parte de una corona quinaria administrativa de Richelieu a su disposición ..
en aprietos económicos, a los compradores les fue difícil imponer Frente al importante desbaratamiento del sistema político francés
( nuevas y pesada5 exigencias a unos campesinos que sfempre podían provocado por el fallecimiento de Luis XIII debe situarse la conti-
( sacar provecho de la escasez de población rural trasladándose a otra nuidad de la realeza en España durante la década de 1640. Al ~obre­
( parte. A veces, como en el valle de Lozoya en 1646, un señor que in• vivir, y a diferencia de su cuñado francés, Felipe IV ofreció en su
tentó aplicar mano dura pagó su intransigencia con su vida, pero se! persona un elemento vital ele continuidad y estabilidad en tiempos
{ m~jantes estallidos ele violencia fueron raros 26 • Las sublevaciones potencialmente turbulentos. No hubo minorías de edad reales que
{ urbanas andaluzas, aunque preocupantes, fueron espontáneas perd provocaran intrincadas cuestiones sobre distribución de poder, y la
breves ebulliciones de cólera popular contra los agentes del gobiernq muerte en 1646 del príncipe heredero Baltasar Carlos supuso una
{
central, recaudadores de impuestos, corregidores y comisarios espe- amenaza a largo plazo para la supervivencia de la dinastía, más que
( ciales de uno u otro tipo 27 • Carecían de programa coherente, recibie- una crisis inmediata. Como resultado, no hubo pretexto constitucio-
{ ron escaso apoyo de los sectores intermedios de la sociedad urbana y, nal para organizar un asalto al sistema. La clave del poder radicaba,
por razones que a(m deben explorarse, no se extendieron a las ciudaf como sie1upre, ·en conseguir la atención del rey. Aquí la creciente
( des castellanas, donde las exigencias fiscales seguían siendo altas, perQ influencia de don Luis de Haro representaba un obstáculo potencial.
t donde la presión poblacional sobre abastecimientos parece haber Pero 1-faro no era Olivares. La nueva situación fue bien descrita por
el cortesano Matfas de Novoa en su diario al escribir que «no se cono-
( ··"".t
,, c;ía enteramente medianero o valido ni de potestad entré él príncipe
{ 25 Domínguez Ortiz, Mtrmdn1tf..f, pp. 21-22. · ,.~
:zi; Angel Carda Sanz. !Jf'.srmnl/n .v crisi.s del m1tiguo rfigil~um m Crulilln In Vitjn, Ma:.
t dricl, Akal, l 97i, pp. 270-271: Domí11hl1.1ez Ortiz, Altemr.io111•.s, pp. 137-138. : '1 28 !bid., p. 32.
Th~mpson, .. Governmc111ofSpainn 1•p.60 [«El reinado·,,, p. 483].

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2 ; Domíngucz Ortiz, t\ltr.mr.ionr..f, p. 155. · ·:i" 2
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y los pret.endientes. Sólo D. Luis de Haro [ ... ] poseía una privanza


moderada, severa yun poder limitado»so. Don Luis era afable en sus
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·. ~ <.:ancesión ele plenos poderes~ 2 •
Estas disputas reflejaban la ira y la
frustración crecientes de las oligarquías municipales por las exigen-·
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tratos con la aristocracia cuando Olivares había sido abrasivo, y el das y expedientes fiscales de la corona; tales como la recención del j

descontento aristocrático volvió a canalizarse a través de disputas en- pago de intereses de losjuros,.que afectaba direccamente al bienestar )
tre facciones palaciegas. ' de las élites urbanas. La corona, por tanto, se enfrentaba en 1646-1647
En el vacío creado por la debilidad de la autorfdad real en Francia, a la posibilidad de un serio choque con los patriciados urbanos en un
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los parlements, y en especial el de París, fueron capaces de establecer mamen to en que caminaba hacia la bancarrota y con las cortes reuni- }
una posició.n para sí mismos, lo cual, en las circunstancias de 1648, das. Pern de nuevo las cortes manifestaron su debilidad fundamenml )
creaba el potencial para un cambio revolucionario. Si el potencial :10 cuando se les pusieron delante unos ministros decididos y con todos
fue al final materializado fue debido en parte a que el Parlement de los recursos del patronazgo regio a su disposición. El año 1647, con )
París, a diferencia de la Cámara de los Comunes inglesa, no logró su combinación de altos precios de grano, alteraciones urbanas en )
presentarse de modo convincente como un foco alternativo de lealtad Andalucía y la suspensión de pagos a los banqueros reales en octubre,
)
que tras~endi.era intereses sectoriales. Las cortes de Castilla, aunque fue un arfo excepcionalmence difícil para el gobierno de Madrid.
nominalmente ~stab_an en posición de hablar a nivel nacional de un Pero, con las cortes ya disueltas, pudo maniobrar un acuerdo con las )
modo en que el Parlement de París no podía, adolecían de otras limio:- ciudades, al tiempo que contenía inquietudes populares en las ciuda- )
taciones que dismiriuían seriamente su eficacia como órgano de pro- des andaluzas mediante oporrunas concesiones respecto a impuestos
~esta. En los años iniclales del siglo xvn habían logrado obtener la sobre alimentos básicos, y atendía las quejas de los patriciados urba- · )
.1!'
~uñciente influencia hacendística sobre la corona por medio de su nos con el restablecimiento del pago de intereses de los juros y la r }
control sobre ·el nuevo impuesto de los millones como para pod~~ rescisión del impopular impuesto de 1642 sobre la propiedad~". i·
actuar como foco de oposición constitucionalista91 • Pero incluso eni Las cortes de Castilla, por lo tanto, al no hacer de las preocupacio- li }
tonces su capacidad de acción estuvo limitada por su reducido tam~ nes y descontentos específicos de las oligarquías urbanas un amplio ~: )
:,·~...
ño y lo estrecho de su representación, restringida5 como habían que- programa reformista que las colocara en posición de· enfrentamiento
directo con el régimen, siguieron un camino muy dis~nto al que tomó
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dado a los procuradores de dieciocho ciudades, los ella.les solía~ !)
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actuar ante todo comojJo~tavoces de sus respectivas oligarquías mili el Parlement de París en 1647-1648. En Francia, el impulso tras tal )
.nicipales. Sus alas habían sido sujetadas un poco más por Olivares, programa procedía de los agravios acumulados de una clase de ofi- )
que logró insistir en que los procuradores fueran enviados a Madriq ciales que había visto su influencia y autoridad contin"uamente mina-
con plenos poderes de sus ayuntamientos. ·: ··1q ., 1 das por las actividades de una clase alternativa de intendentes, y que )
La batalla, empero, no estaba ganada por la corona para siempre1 : después se encontró con su control hereditario sobre los cargos ame- )
y la apertura de las primeras cortes después de Olivares en 1646>s~. :~· nazado por la resuelta interferencia de Particelli d'Héniery mediante
1•etras6 por disputas entre la corona y las ciudades a propósito de1la ;· la acción del droit anm1.el 34 • Sobre este particular, la situación castella- )
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s::w.; ,:. na sencillamente no podía compararse. A diferencia del Parlement de j' j
. ...1,,'!f •.: P~rís, las cortes no eran un foro de la clase de los que ocupaban
}
so Matias de Novoa, ccHistoria de Felipe JV,., en Colección de documentos in~d~tos;.
· uá:JQ'i '. cargos, y aunque los minisu·os y oficiales castellanos tenían sus propios 1
para la hist<Jria de España, Madrid, 1886•. vol. 86, p. 391. D_on.Luis d~ Haro y stis _rlÍ_é'{f-';
dos de gobierno son el tema de una tesis doctoral, todavia sm publicar, defendida ea·
Oxford por AJistair Malcolm, ccOon Luis de Haro and the Political Elite of th~.~p}\ii
32
Jago, «Habsburg Absolutism .. , p. 223.
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nish Monarchy in the Mid-Seventeenth Century" (1999). .
51 Para las cortes castellanas del siglo XVII, véase Charlesjago, «Habsburg Absólu::
>·~l .
i:" .=... 54 El grado en que el programa del Parlement f!ra auténtica'mente t·eformista en
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,i c\Janto que opuesto a una defensa de los intereses corporativos sigue siendo objelo

'
tism and the Cortes of castile .. , Americati Hist<JricalRevierv, 86 (1981 ), pp. 307-326, e f:\
:. de debate. Véanse Moote, Tite Revoll of llu:jutlges, y Richard Bonney, .. La Fronde des

l
A. A. Thomps1ln ·CroWfl and Cortes in Castile, 1590-1665 .. , Parliament, Estatenntl
Repmentation, ~ Ú982-), pp. 29-45, reimpr. en Croum and Cortes, cap. 6 [ .. La Corona~~ -._:officiers: mouvf!ment réfonnisre ou rébellion corpor.iúste?•, A.'Vllesiicle, 145 (1984),
~,;¡ pp. 323-340.
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las Cortes de Castilla, 1590-1665 .. , Revista de las Cortes Genera/es, 8 (1986), pp. 8-·12]¡;~t
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E.•WAÑA. EUROPA \' t:I. MUNDO DE Ul.l'ltAMAR UNA SOl':tf.l>AD NO llt;VOl.lll':tONAIUA: CA.•ffllJ..\ F.N l.\ DECi\l>A DE 1640

motivos de queja, como la media annatasobre los salarios, no les ame- debilitadas por las medidas.de. Olivares contrarias a ellas y que la co-
@" •) nazaba la aparición de una nueva burocracia administrativa. Igual~ rona había hecho el útil descubrimiento de que podía sortearlas por

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mente, nunca habían tenido derecho a una transmisión hereditaria
de] cargo, aunque esto no había impedido la formación de dinastías
de letrados con ventajas internas a la hora de efectuarse nombramien-
tosjudiciaJes y administrativos 3!i.
completo establc.ciendo negociaciones directas con cada uno de los
ayuntamientos 38• A resultas de este descubrimiento, las cortes como
institución fueron reduci~ndose a algo marginal en la vida castellana
y, aunque su muerte no estaba aún asegurada, quedó marcado el ca-
~ Cualquiera que füese el alcance de las aspiraciones reformistas del .· mino que las llevaría a desaparecer de escena después de 1665.
Pa.rlement de París, sus exigencias desencadenaron lo que de hecho La ocasión, la justificación y un foro institucional adecuado para
t constituyó una lucha por el poder en un reino donde el accidente de Ja protesta.revolucionaria: todo esto faltaba en Ja Castilla de después
t una minoría real había abierto inesperadas oportunidades para todo
tipo de intereses sectoriales y corporativos, con objeto de hacer retro-
. ~·
ele Olivares. Esto no significa que algún gran levantamiento, de la
escala de la Fronda, estuviera fuera de toda posibilidad. Afin de cuen-
~ ceder los límites de la autoridad monárquica que tan enérgicamente .... 4; tas, no es mfs concluyen le proporcionar, con visión retrospectiva, una
{ habían sido extendidos bajo el gobierno de Richelieu. Había suficien- lista de razones más o menos plausibles sobre la imposibilidad de la
{ tes ambigüedades constitucionales acerca de la disposición del poder revolución que de razones sobre su inevitabilidad una vez ha ocurri-
durante una minoría real en Francia como para proporcionar a esos do. Revolución o no revolución, en toda interpretación. explicativa
@: intereses sectoriales una legitimación por lo menos artificiosa para su siempre debe quedar espacio para el papel de la personalidad, la
{ asalto al gobierno de la regencia. A ninguna filosofía legitimadora de psicología colectiva, la gestión política y la pura conjunción de suce..:
( este tipo hubiera podido recurrir un movimiento de oposición en Ja sos. Pero, dada la supervivencia de Felipe IV, la balanza de probabili-
Cao;tilla de Ja década de 1640, en la que la principal reclamación se.; dad. parece marcadamente inclinada en contra de una revolución en
( guía siendo, como siempre, que el rey gobernara personalmente. la Castilla de la década de 1640 tras la caída de Olivares, y quizá e~
{ Potencialment~, Ja mejorjustificación disponible para la oposición mejor de todos los argumentos favorables a esta suposición sea que
en Castilla se hallaba en la teoría del contrato. Aunque había conoci- una revolución del tipo que más probabilidades tenía de· ocurrir en
( do una especie de resurgimiento en la Castilla de prindpios ele sigló1 la Castilla de mediados del siglo XVII ya había, de hecho, ocurrido.
{ y encontrado expresión en la oposición constitucionalista encabeza~ Esta afirmación se entiende mejor si miramos de nuevo a la Fron-
{ da por Lisón y Biedma y sus amigos en las cortes de inicios de la dé-, da y la vemos como la confusa reacción de una confusa sociedad en
cada de 162036 , no alcanzó una institucionalización efectiva comó sí• un periodo en que el apai:ato del estado se había arrogado poderes.
í sucedió en Catalufia, donde la rebelión de 1640 fue justificada por· extraordinarios y aplicado exigencias sin precedentes sobre la pobla-
{ los representantes elegidos del pueblo con el argumento de que ei: ción, en pos de la victoria en la guerra. En su parte m,ás profunda, fue
rey había roto las condiciones de su relación contractual con sus va:.~ Lma reacción anti-Richelieu, pero que ~e demor.ó casi sei~ años des-:-.
{
sallos catalanes y que por este motivo el contrato había terminado'') pués de que el propio Richelieu estuviera muerto y ei:i.terrado! El fa-
( En los primeros a11os de oposición a Olivares, las cortes de Castilla' llecimiento del cardenal, las incerticlumbres subsigui~ntes a un cam-
( mostraron no ser lo suficientemente fuertes y resueltas como para' bio de monarca y la inminente esperanza en una paz victoriosa
lograr establecer sobre bases sólidas la idea de una relación contrae:.• contribuyernn a posponer el eventual día de echar cuentas, que pudo
t tual firme entre rey y reino. Aún hubo menos oportunidades de 19~ ser tanto más explosivo cuanto largo habfa sido el tiempo de espera.
t grarlo durante la década de 1640, una vez que las cortes habían sido Fragmentada como estaba por agu~~ divisiones sec~oriale~, dado qm~.
distintos grupos competían en defensa de sus respectivos intereses.
~
35 ~orporativos, la oposición estuvo al fin de acuerdo en reclamar un
{· Janine Fayard, /J.s Mcmbres du Con.seil tk Castilk ci l'époque modemr. ( 1621-1746), "·
Ginebra y París, Droz, 1979 [los miemlnvs del Om.sejorb! Castilla ( 1621-1746), trad. Rúfi-" r.egreso a] estado «ordinario» de cosas, por distintas que fueran las
'· ~:h
t na Rodríguez Sanz, Madrid, Siglo XXI, 1982], 2• parte. . . .
36
.
Elliott, 17ie Cnunt-Dul1r., pp. 109-11 O [El con~uqut. pp. 126-128]. " 1!•'
{ 7
:1 Elliott, Tite RevoU, p. 549 [La re/lrlió11, pp.
484]. 'f'f 38 Thomps~n; ." ( :row11 a1~d C<;>rtcs~ l ~La. e.oro.na y. la.~ cortes!'], pp: 41-42.
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maneras con que esta palabra se interpretara en diferentes sec.tores ciales potencialmente peligrosas tenía más por ganai- que por perder
de la sociedad, frente al asentamiento «extraordinario» del poder del prestando su apoyo al régimen de don Luis de Haro. En Francia, en -}
estados9 • cambio, Richelieu había muerto, pero no había caído, y el mandato
El mismo regreso a la forma de gobierno ordinaria, o acostumbra-
da, se había pedido en España en 1642-1643 por los oponentes de
Olivares. Alcanzaron su objetivo inmediato obteniendo su destitu-
de su sucesor elegido, Mazadno, era un recordatorio constante de
este hecho.
En 16•'18 las fuerzas ele oposición en la élite política francesa pre-
pararon su equivalente al ataque espa1i.ol de 1643 al sistema de go-
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ción. Pero también alcanzaron, con contratiempos y cambios, su ob-
jetivo, mucho más importante a largo plazo, de detener el movimiento bierno ·~extraordinario». El resultado del ataque, sin embargo, fue )
hacia la concentración de poderes extraordinarios en manos de la muy dislinto. El sistema de Richelieu, aunque impopular, no estaba )
corona con que se identificaba al conde-duque y a su régimen. El desacreditado, en particular gracias a su continuada capacidad de
obtener éxitos militares en la guerra con España. Esto, a su vez, au- )
conde-duque siempre se había visto a sí mismo metido en una lucha
a vida o muerte con los «poderosos»,·las fuerzas oligárquicas de la mentó la capacidad de la corona para resistir. Yal encontrar resisten- )
sociedad castellana que poco a poco erosionaban la autoridad de la co- cia, el ataque de la oposición tomó un giro violemo, sólo para acabar
)
rona"°. Los poderosos eran la alta nobleza y los seii.ores locales, los arrapado en las contracorrientes de antagonismos sociales e intereses
oligarcas municipales y los burócratas letrados, miembros de una red sectoriales rivales que inevitablemente entraron en acción cuando las )
de intereses familiares y sistemas de clientelismo que constantemen- fuerzas de la oposición no consiguieron establecer sobre base consen- )
y
.Ú: se ramificaba que paulatinamente consolidaba su poder e iniluenr suada una legitimidad decisiva para sus acciones. Con el final oficial •,

)
cia en la esfera local y en la nacional. Vistos retrospectivamente, los de la minoría real desapareció toda pretensión de legitimidad, y el
sucesos de 1642-1643 resultaron ser un moment«;> decisivo en las for- ataque se hundió en la derrota. Correspondió después a la monarquía )
tunas de aquéllos. Olivares no sólo había caído, sino que había que~ de Luis XIV construir un nuevo equilibrio de fuerzas sobre la base de
un sistema de orden que superara y aboliera la distinción entre siste- )
dado desacreditado, y la revolución desde arriba que había procura. .
do aplicar quedó desacreditada con él. Cierto que \'arios aspectos del mas de gobierno ordinarios y extraordinarios,. 1• )
régimen de Olivares sobrevivieron o regresaron, como laS juntas. Pero Pudo haber siclo, pues, lo muy completo del fracaso de Olivares lo
)
la atmósfera política era profundamente distinta en la época postoli- que impidió un levantamiento violento en la Castilla de la década
varista. El impulso reformista había desaparecido del gobierno, y.el de 1640. Había tan extendida unanimidad acerca de cu<in poco de- )
poder era compartido por grupos aristocráticos rivales y una jerarquía seable era repetir las experiencias de los años de Olivares que no )
de letrados que gobernaba mediante un conglomerado de consejos ... aparecieron divisiones en el seno de la nación política para provocar
tra~icionales. El carácter global de este sistem~ de poder compartido ~1 un conflicto violento. En lugar de ello, se reunió alrededor de la co- }
era tal que satisfacía los intereses de los poderosos. En esencia, 1643 ...ra: rona el calor del statu quo restaurado. A este respecto, Espafia se dife- }
les había dado lo que querían, y las fuerzas de la contrarrevoluciórr·:
habían ganado. ·- ,.u ':f'
No había necesidad, por lo tanto, de que la élite castellana lanzarcq
más desafíos contra el gobierno en los años inmediatamente poste~/
renciaba de Inglaterra, donde las innovaciones introducidas en reli-
' gión y política por el gobierno de· Carlos I estaban asociadas tan de
cerca con el propio rey que se cuestionó el papel de la corona. Fueron
los desacuerdos resultantes acerca de los debidos alcance y límites del
,
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poder real lo que finalmente llevó a la nación política al enfrenta- HI \ j)


riores a Olivares. Había otros modos para, con menor grado de com;:·
frontación, asegurarse lo que quería, y en tiempo de inquietudes:S&~ . . miento y ayudó a precipitar una guerra civil. · }
. ; i1úbi,~ , Sin embargo, e irónicamente, Castilla pudo a la larga haber salido }
·t•Q~ p'erdiendo, más que ganando, de fa p·asividad con que respondió a los
. "'.•"J.~
s9 Para la distinción entre gobierno ordinario y extraordinario, véase Robdi O~
cimon y Christian,Jouhaud, .. La Fronde en mouvement: le dévdoppement de la c~se'
politique entre l64s~t 1652•., XVI!esiec/e, 145 (1984), pp. 304-322, esp. p. 308. . "".~
,.o Elliott, Thecount·Dttke, pp. 410, 514-516 [Elconck-dttqtte, pp. 408, 504-505). >.:.f
retos de la década de 1640. En Francia, a resultas del colapso de la

"1 Descimon yjouhaud, uLa Fronde en mouvement», p. 320.


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f ) F.srAÑA, Eu1mrA" F.I. Mt•Nnn m: tra;rRAMAR

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' Fronda, la iniciativa política pasó a la corona y Luis XIV se encontró CAPÍTULO V
en posición de completar lo que quería de la revolución política y
{ administrativa iniciada por Richelieu. En Inglaterra, como consecuen• EUROPA DESPUÉS QE LA PAZ DE WESTFALIA
{ cia de la ejecución de Carlos l, la iniciativa pasó a la nación política','
( que desde 1660 estaba en gran medida reunida nuevamente alrede· ·
dor de una monarquía restaurada pero limitada. Las mismas limita·
( ciones de esta monarquía restaurada ayudaron a crear un dima en
( que el poder ejecutivo pudo ser expandido y utilizado durante la sel
gunda mitad del siglo XVII para algo que era ampliamente percibido
{ como el interés nacional. En España, por el contrario, el poder mo·
( nárquico siguió sin restricciones institucionales,'pero la iniciativa
política pasó a las fuerzas de dentro de la sociedad que habían cierro:
{
(
tado a Olivares. Corona y poderosos, por consiguiente, coexistieron La Paz de W~stfalia ha quedado grabada en la mem01ia colectiva de
sobre la base de una dependencia mutua que excluía cambios inna. Europa como la que puso fin a un conflicto europeo más devastador
( vadores. Como fuerza potcncialmantc capaz de provocar cambios, fa que cualquier otro antes del siglo xx. Voltaire, en El siglo de Luis XIV,
corona quedó inmovilizada por el peso muerto de los poderosos] describe «la célebre paz de Westfalia» como un tratado «qüe sirvió de
( Ellos, a su vez, dependían hasta tal punto de la corona para cargos~· base a todos los tratados del porvenir». En otras palabras, esta paz
( favores y concesiones que les protegieran de los tiempos económicá: seilaló el inicio de un nuevb orden internacional en el cual el sistema
{· mente difíciles, que no tuvieron ni el deseo ni la capacidad de em.: europeo de estados iha a ser regulado en lo sucesivo según una serie
prender nuevos caminos 42 • El resultado fue medio siglo de estanca~ de acuerdos polílicos forjados a mediados del siglo XVII y aceptados
( miento e inercia, que contrastaba fuertemente con el dinamismo de por las principales potencias europeas. Entre estos acuerdos figura·
{ la Francia y la Inglaterra contemponínea~. El precio de Ja rcvoluciórt ban la aceptación internacional de la soberanía de la República Ha.
bien pudo ser alto, pero quizá el precio de la no revo.lución lo' fue· landesa y de la Confederación Suiza y, algo de la máxima importancia,
(
incluso más. el establecimiento de una constitución para el Sacro Imperio Roma·
{ no. En efecto, el acuerdo de paz apartó el espectro de una monarquía
{ universal Habsburgo que había atemorizado a Europa durante largo
tiempo, y confirmó el carácter del Imperio como una confederación
{ laxa de unidades independientes, que procurarían resolver sus dife.
{ • '~f;(J... ~l·.
:1 ·r 'rendas mediante una serie de elaborados procedimientos constitu-
--- r·•rt'!r·f··..;1 ·donales sin 1~e.currir a la guerra•.
l 42
Pé\r.t la mutua clcpcndcncia entre corona y noblc.•7.a, segtín iha dcsarro1lá~~?~fi·'-~
}'élen la primera mitnd del siglo XVII, véanse Charles.Jago, ccThe Inílnence ofDeblo1(':~
~ the Relations hctween Crown anrl Alistocracy in Seventccnth-Century Castilc·;>;~~ :~
1 Voltaire, Lesitdl'(k l.ouis XN, ell. René Gros, 2 vols., París, Garnier, 1947 [El siglo
nomir. History Retlicw, 26 (1973), pp. 218-236; l. J. A. Thmnpson, mirand Gouem1nmtnf't
{ lle I.ttis XJY, trad. Nélida Orfila Reynal, México, Fondo de Cultura Económica, 1954) 1
Habslmrg_ S!miu •. ~ 560-1620, l:on<lres, Athl~nc Prcss, _1976 [ Guma ~ decad~nr.ia'. '?f1.~i¡fi ;~
{ n11 _v rulm111ulmr.10n en la füfuma dr. lo.f A11st11aJ, 1560-1620, trad.Jord1 Bchrnn, Barcc;I~ '; 1; p. 66, en c;tp. 6 ( «C<~tte célebre paix de Vestphalie [ ... ] clevcnu pour l'avenir la base
na, Crítica, l 9R l l, cap. 5; Ignacio Atien1.a Hernánde7., Ari.ttór.racin, /1oder .Y riqu;,¡.n 'd{I~ ~; de tous les tr.útés• ). En los tíltimos a11os se lia debatido mucho, especialmente entré

'
España moderna. La casa de 0.mna, siglns X\'·XIX, Madrid, Siglo XXI, 1987, pp: 53-5'1.14,i', ¡;;: .Jos estudiosos del derecho)' los hi11toriadores de las relaciones internacionales, acerca'
continua dependencia de la nobleza respecto de la corona sugiere la clcbi\idi\9tc;\~1J ~ •de la Paz de Wesúafüi en tanto que hito que marci la aparición de un nuevo orden
t término •refeudalización• scglin es comúnmente aplicado a la España del sigl.o x_v¡1. 2 f. ·internacional, en el cual los estados' eran aceptados como soberanos y las relaciones
( Véase A. Domínguez Ortiz, ~Algunas consideraciones sobre la refeudalizac'lóíht~l f:: .entre ellos llegaban a 11er reguladas por el naciente derecho internacional. En reali-
siglo xvu .. , en Mária del Can nen Iglesiai;, Carlos Moya y Luis Rodríguez Zúi\iga ·('CdS:)~ ~\ $d, Wesúalia f;\tede ser vista como un paso más en l.~ codific~ción de un proceso, en
( llommnjr. ajosr A ulonio Mflrrmnll, 3 \'Ols., Madrid, Centro <le Inve11tigaciones So'ciológi~':';:. ,;·" los campos tanto d.e la soberanía estatal como del desarrollo de normas para la regu.
cas, 198!l, l. pp. 499-507. · ~ !' ·.-/ m•e
: laci~n de las r~l~cio111~s estatah;s,, venía ev~l4cion~m~lo desde hacla largos siglos y
¡~.
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Esl'AÑA, EUROl'A Y t:L MUNUO Ol: Ul.'fRAAIAR EUROPA m:sl'Ut.S U•: u PAZ UE \Vt;.';TfALIA
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Esta visión de los efectos de Westfalia, generalmente favorable,fue
cuestionada por primera vez por Friedrich Rühs en 1815, pero sólo
iba a ser puesta seriamente en entredicho durante el periodo com-
habían disfrutado por lo menos hasta el 1 de enero de 1624, fecha
que fu~ finalmente convenida tras enconadas negociaciones. ·
No es de extrafiar que,. poco a poco, los protestantes incluyeran el
\. }
'
)
prendido entre finales delsiglo XIX y 1945, años en los que naciona- aniversario de Ja paz en su lista de conmemoraciones anuales5• En l.. )
listas alemanes arguyeron que el tratado de·pctz había impedido est~­ septiembre de 1748 la ciudad de Hamburgo,juntamente con otros
blecer una unidad alemana y había condenado a Alemania a dos estados y ciudades, decidió conmemorar e) primer centenario de '
\,
}
siglos de impotencia, en beneficio de Francia~. Per.o la creación de la
República Federal Alemana tras la Segunda Guerra Mundial repre-
sentó una reversión a los principios de 1648, y esto, a su vez, conuibu-
yó a ~eVitalizar la reputación de la Paz de Westfalia. Hoy en día suele
Westfalia. Se celebraron servicios religiosos especiales en todas las
iglesias, se interpretó un oratorio de Georg Philipp Telemann en
la iglesia de San Pedro y se compuso una oración adecuadamente co-
medida, la cual pedía a Dios que se apiadara no sólo de los protestantes
)
)
'
ser vista en gran medida como lo era en época de Voltaire y de Rous- sino también de todos los cristianos y celebraba la Paz de Westfalia )
seau, es decir, como un hito que marcó los inicios de una orclénación como el fin del conflicto religioso y el inicio de la paz y Ja prosperidad ~
nueva y más racional del sistema europeo de estados. de Hamburgo 4 • •
)
(
En el corazón de esta reordenación se hallaba, por supuesto, el Así pues, en Jos mundos de la política y de la religión los acuerdos ~
)
reconocimiento de ciertas realidades tanto religiosas como políticas. de \Vestfalia eran visLOs, al cabo de un siglo de ser firmados, como un \..
}
Con variantes grados de reticencia, la diversidad confesional de Ale- punto de inflexión para Alemania y Europa. A ojos del siglo XVIII, el
mania y de la cristiand~d fue aceptada en Westfalin como un hecho problema del Imperio se había solucionado. El imperio de la ley, así "· )
de la vida. Inocehc,io X, a quien Velázquez iba a pintar en toda su in- como un sistema cuidadosamente negociado de contrapesos y equi- }
quieta obstinaéión al año siguiente del congreso de paz, se vio redu- librios, había reemplazado la anarquía y violencia de una época bár- \...

cido a protestas impotentes contra un acuerdo que el emperador y bara, al tiempo que las garantías de libertad para minorías religiosas ...
}
las principales pote.ncias europeas habían i:iegociado sin recurrir a la y un grado de tolerancia habían puesto punto final a los agrios con-
( }
mediación papal y que iba a disminuir la influencia vaticana en las flictos sectarios del pasado. La Europa de las Luces volvía su mirada
tierras de Centroeuropa. Los acuerdos de paz contra los cuales Ino- hacia estos logros con satisfacción, como signos claros del progreso •'
\.
)

'
cencio tronó en vano reafirmaron la libertad religfosa concedida a de la civilización eurnpea a lo largo de un siglo. Generaciones futuras, (
los luteranos en 1555,"al tiempo que extendieron el beneficio de esos por su parte, han venido a ratificar el veredicto. )
Itlismos derechos a los calvinistas y a las minorías religiosas que los Pero ¿hasta qué punto, podemos preguntar, respondía este vere- (
dicto a las realidades históricas? El propio Imperio fue disuelto en )
't
·¡

..
1
1806 y el siglo xx iba a ver guerras mucho más devastadoras que las }
todaVi'a estaba lejos de haberse completado en 1648. Para una refutnción concisa del que asohlron el continente entre las décadas de 1620y1640. Además,
supuesto •Cambio de paradigma .. de 1648, véase Stéphane Beaulac, ·The Westph~­ estas guerras, al igual que la ele los Treinta Años, se originaron en esas ( }
Jian Legal Onhodoxy- Myth or Reali ty? .. , Jcmrnal o/ the History o/J11tmwtional Law,_ 2
(2000), pp.148-177.
mismas partes de Europa cuyos problemas quisieron resolver los ne- ..· }
2 Martin Heckel, Deutschland im ko1tfessionellen Zeitalter, Gotinga, Vandenhoeck &
.l
gociadores en Münstery Osnabriick. Es cierto, naturalmente, que de "' _)
Ruprecht, 1983, pp. 208-209; Geoffrey Parker (ed.), The Tliirty Years' War, 2~ edn., .
Londres y Nueva York, Routledgc, 1997, pp. 192-19.3 [La guerra ele los tnfinta años, thl4•· •J.
ningún acuerdo de paz, por muy inteligentemente que haya sido
' ~
'e '
concebido, puede esperarse que vaya a durar para siempre. Pero,
Daniel Romero Álvarez Madrid, Visor, 2004]. Para Rühs y los planes trazados du~q~ .:.•
te el Tercer Reich para ~ambiar ~es siglos-de historia europea en!ª proyectada co~: ~'. incluso si tomamos una visión más limitada y no salimos de las cele-
memoración del tercer centenano de la paz en 1948, véase el catalogo de la expos~; ::
ción, nº 1253 a 1256, y el ensayo de Heinz Duchhardt, ccThe Peace of Westfalia as Li~ :-'
de Mémoirein Gennany and France•, en IOaus Bussmann y Heinz Schilling, eds., 164H; ::·
~ar and Peace in Etcrope; 3 vols., Münster/Osnabrúc~, _Wes~l~sches Landcsm.use~ ;· :s Etienne Franpis, .. ne l'uniformité :i la tolerancc: confession et société urbaine
•• J 1
für Kunst und Kulturgeschichte Münster, 1998, 1: Politics, Refigaon, Lm11 and Soaety, pp. :·;
4'1-47 [·La Paz de \Vesú'alia como lieu de mémoireen Alcmama y Europa,., trad. O: a,t.. X
ballero y P. Molas, l>edralbes. Revista tl'Historia Moderna. 19 (1999), PP· 147-155]. · .. d :
en Allemagne, 1650-1800H, Annales, 37 (1982), pp. 783-800, esp. p. 789.
" Joachin~ Whaley, /Migious To/emlion and Social Cliange in Htlmburg, 1529-1819,
Cambridge, Cambridge University Press, 1985, p. 194. •• J
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f EsPAl;JA, EUROPA Y EL MUNOO Of. Ul.TllAMAR EUMOl'A OESl'l'~.S DF. LA PAZ OE WE.'>IFAl.IA

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braciones de su primer centenario, es difícil no cuestionar algunas de de la paz fue endurecer en muchos aspectos lac; division.es religiosas,
f las asunciones más fáciles acerca de los benignos efectos del acuerdo más que suavizarlasª. El resultado de Westfalia fue sancionar la terri-
@' de Westfalia. t01ialización de credos, si bien los acuerdos aseguraron la superviven-
En primer lugar, el acuerdo no afectó a la guerra entre España y cia de una Sajonia protestante cuando su casa gobernante se convirtió
f Francia, que continuaría hasta 1659 (una segunda guerra de treinta al catolicismo a finales del siglo XVII. Experimentos ecuménicos, como
( años), y tampoco puso fin a Jas hostilidades entre las potencias bálti- los del Elector Palatino Carlos Luis, se saldarían con un fracaso estre-
{ cas. Aunque e] espectro de la monarquía universal Habsburgo pudo pitoso, pero en unos pocos estados y ciudades, especialmente en la
haber sido conjurado, pronto iba a ser sustituido por el de una Euro- Alemania meridional, se alcanzó la coexistencia religiosa sobre la base
{ pa dominada por la Francia del ambicioso Luis XIV. Entre 1600 y 1650 de una auténtica paridad, en función de la cual protestan tes y c~tóli­
t( sólo hubo un ailo del calendario sin ninguna guerra entre estados cos compartían en pie de igualdad los cargos. Pero una tolerancia
europeos: 1610. En la segunda mitad del siglo, hubo seis (1669-1671 religiosa real apenas apareció en tierras alemanas antes de finales del
( y 1680-1682), pero la civilización europea fue y siguió siendo una ci- siglo XVIII, y la exclusión religiosa siguió caracterizando la vida confe-
{ vilización militar, cuyo estado natural era la guerra5 • El tamaño de los sional de la mayoría de las ciudades del Imperio. Parecidamente, los
ejércitos era apreciablemente mayor en la segunda mitad del siglo judíos siguieron siendo objeto de duras discriminaciones; como siem;.
~
que en la primera, proliferaron las guerras en una escalada hasta la pre lo habían sido.
{ guerra global europea de Sucesión española entre 1701y1713 y es Con tocio: aunque el panorama religioso e internacional séguía ·
( quizá sintomático del carácter beJicoso de la civilización europea que siendo sombrío después de 1648, esto no significa que no se produ-
( un buen número de príncipes de finales del siglo XVII gustara de ves- jeran importante!'i cambios en la estela de los acuerdos de Westfalia.
tir uniforme militar y se hiciera retratar de esa guisa6 • La guerra siguió Uno de los n~ás notables fue la aparición de un nuevo sentido colec-
( siendo expuesta de ]as dos maneras (alegórica y documental) en que tivo de la pro~Jia Europa. El despliegue de periódicos y gacetas duran-
{ lo había sido durante Ja primera parte del siglo. te el transcurso de la guerra había ayudado a desarrollar uná Visión ·
Si Westfalia no logró traer una paz duradera a Europa, también paneuropea de los acontecimientos coetáneos. La Nieuwe Tijding_hen
{ tuvo menos éxito de lo que a veces se dice en curar las pasiones reJi:. de Abraham Verhoeven, las diversas gacetas holandesas e italianas y
( giosas de la época. La revocación del Edicto de Nantes por Luis XIV la Gazette francesa de Théophraste Renaudot dependían, todas ellas,
en 1685 es prueba de que la época de la persecución religiosa estaba de una red ae contactos e informadores esparcida a lo a~cho 'del·

'
(
(
aún lejos de su final, si bien la inclusión de Alsacia en los acuerdos de
Westfalia significó que por lo menos los protestantes alsacianos s·e
vieron a salvo del destino de sus hermanos franceses 7 • Pero se ha ar-
continente, y sus esfuerzos combinados pusieron los cimientos de un
público europeo informado y de una opinión pública también euro-
pea e informada. Ésta era la opinión pública a la que Richelieu ape-
gumentado persuasivamente que incluso en el Imperio el resultado• laba en su poco logrado drama alegórico, titulado significativamente
l Europe, en el ct1al Vrancion llega al rescate de una Europa a.punto de
( 11:( ser raptada por lbere9 • Esta nueva Europa de estados soberanos no
5
acabó de un plumazo con la vieja cristiandad, la cual iba aún a cono-
't
George N. Clark, Thc S1mmlecntli Century, 2ª ecln., Oxíord, 1950, p. 98. Sobre·
Europa como una •civili7.ación militar .. , véase su War mul Society fo tht Se11eulttmlh Gen-. cer momentos de recuperación, especialmente en tiempos de ame-
tury, Cambridge, Cambridge University Pres.~, 1958, p. 1O. • , , .. ·~
6
Michacl Roberts, füsays in Swedish Hi.dory, Londres, Weidcnfeld & Nicolson,
naza exterior, como sucedió durante el sitio turco de Viena en 1683.

' 1967, cap. 10 (•The military revolution•); Geoffrey Parker, TIU! Military Rn10ltition: De hecho; la ausencia de una tal amefiaza durante las décadas de 1620
Military binovation and 111'- Ritr. '!f the We.st, 1500-1800, Cambridge, Cambridge Univer-· y 1630, cuando los turcos estaban ocupados en su frontera con Persia,
l sity Press, 1988 [La rev(Jlttción militar. bznovar.ión militar .v a/1ogeo de Occidente (1500-
1800), Madrid, Alianza, 2002], pp. 43-44. Sobre los monarcas en unifom1e, véase RO: ·:
<t berts, Essay.r i11 Swt'dish History, p. 206. ,..... · !
l 7 Warren Candlcr Scovillc, Th..e Pmrr.11tion nf Huguenots and Frr.ncli Er.onomic Deuel- . ·. ·:, 8 Véase Fram;oiS, ·•De J'uniformité ala tolérance ...
opment, 1680-1720, Berkeley y Los Ángeles (California), University ofCalifomia Press · ' 9 Europe. Ct·: 11idie liéroü¡tu, París, J643. Véase también Léopold Lacour, .füche~
{ 1960, p. 5, n. 11. .. o:;) · .;,; dramaturge et ses. ,:(l/la/Jcmitlfurs, París, Librairie OllendorfT, 1925, parte 3, cap. 4.
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EsPAÑA, EUROPA y El. MUNDO DE ULTRAMAR EllROl'A l>ESPUEs IJE l.A PAZ DE WESTFALIA

jugó un p~pel importante en conformar el carácter y curso de la gue- nuevos ricos que habían ganado sus dineros en la guerra: financieros,
rra civil europea· durante esas mismas·décadas y, de este modo, en empresarios militares, comandantes del ejército y ministros y oficiales
fortalecer la visión secular de una Europa de estados soberanos. Pero c:on acceso privilegiado al patronazgo real. Muchos de estos persona-
si la idea de Europa coexistía con la de la cristiandad, como sucedía jes, a su vez, utilizaron parte de su nueva riqueza para promover un
en la mente de Richelieu,.era Europa la que ¿staba imponiéndose a eslilo de vicia que tuvo consecuencias significativas para las artes; Fi-
finales del siglo xvn 1º. nancieros como B<uthélemy 1-Ierwarth, por ejemplo, conlrihuyeron
Hay razones poderosas para argüir que la Europa que nació ele las de manera importan le al desarrollo urbanístico del París ele mediados
décadas centrales del ·siglo XVII era una Europa transformada, pero de siglo 11 • Comandantes militares como el marqués de Leganés en
debemos te11:er una visión más amplia que la de los puros tratados de España y el mariscal de Créquy en Francia reunieron impresionantes
paz si queremos entender lo que estaba sucediendo. Es de suponer colecciones ele pinturas 12.
que la transformación no se derivó tanto de los acuerdos de paz como Tales manifestaciones de riqueza no hicieron sino agravar las ten-
del carácter e inten~idad qel conflicto que los hizo necesarios. . siones sociales ya existentes. Las poblaciones urbanas, exprimidas
Durante dos o más décadas, grandes partes de la Europa continen.- por los recaudadores de impuestos, encontraron blancos adecua-
\
tal habían sido sometidas a tensiones muy intensas impuestas por un dos para su odio en aquellos que sacaban provecho de la guerra y en
guerrear más o meno~ continuo. Incluso las poblaciones que no esta- los oficiales reales enriquecidos. Miembros de la vieja nobleza y ele
.ban directamente afectadas por los tránsitos militares ni por la des- la clase dirigente tradicional se resentían de verse orillados por mi- \.
truc.cióp fisica provocac;la por el conflicto habían sentido el impacto nistros ele clase social baja aupados hacía poco. Todos estos resen-
de la guerra en sus casas, cuando los recaudadores de impuestos lla~ timientos políticos y sociales culminaron en los levantamientos re~.
maban a sus puertas y los sargentos reclutadores se llevaban a padres \'olucionarios que sacudieron la Europa continental a lo largo de la
e hijos. Al mismo tiempo, estas mismas exigencias de la guerra habían década ele 1640.
puesto a prueba ha8ta el límite las capacidades administrativas y polí~ Las causas de estos levantamientos han sido objeto de un prolon-
ticas del estado de .inicios del siglo xvu. Los gobiernos luchaba1i eq gado debate histórico, pero no pueden ser comprendidas sin tomar
todas partes por movili~r los recursos requeridos para la fin&nciación en consideración las tensiones impuestas sobre la sociedad y sobre la '-
de ejércitos y flotas. De cara a una gestión más eficaz de la guerra, estó ... estructura del estado por un periodo de guerra intensa y prolon-
~xigió frecuentemente la concentración de poderes en manos d~ gada 13• Las revueltas y disturbios continentales de la década de 1640 \.
u·nos pocos personajes elegidos, en particular ministros-privados fueron en gran parte una respuesta a las presiones generadas por el (
éomo Richelieu y blivares, quienes, a su vez, confiaban en la lealtaq. ·~· recrecido intervencionismo del estado moderno, .en sus esfuerzos (
de un pequeño grupo de funcionarios para asegurar que las exigen;.; por hacer frente a los desafíos presentados por las éxigencias de la
cias' de la corona fuesen obedecidas. Los esfuerzos de estos gobemállt. guerra. En este sentido, pueden ser vistos como movimientos contra- \.
tes comportaron la infracción, a gran escala, de derechos y privilegios;,~ ·rrevolucionarios frente a las actividades innovadoras del estado, si (.
corporativos, al exigir ayuda económica y militar a instituciones, grui); bien la contrarrevolución quería restaurar una armonía política y ..
pos sociales, regiones y provincias que hasta entonces habían disfI:µ,&{
\.
tado de un número relativo de exenciones ante las exigencias deµ'.;¡c (
. ~
11 G. Depping, .. Banhélemy Henvanh. Un banquier protestant en France au dix-
estado. (

exigencias del estado se mezclaron con la irrupción de un grupó:4ei


··,';f •
Las tensiones sociales y políticas creadas por estas incrementacf:v ·
sepcieme siecle .. , Revue Historique, 10 (1879), pp. 285-338, y 11 (1880), pp. 63-80; Pie-
rre Francastel, •Versailles et l'architecture urbaine au XVIIe siecJe .. , Annales, 10
(1955), pp. 465-479.
1, .
<
.1( ' . 12 Mary Crawford Volk, •New Light on a Seventeenth-Cencury Collector: the
Marquis of Leganés .. , Tlu Art Bulletin, 62 (1980), pp. 256-268;Jean-Claude Boyer e G
10
··~~·,

Para la aparición de la idea de Europa, véase Denys Hay, Europe: Tlie emerpn~
o/ an idea, Edimburgo,.Edinburgh Universicy Press, 1957, que, no obstante, no die
·rsabelle Volf, ·Romea París: les tableaux du maréchal de Créquy (1638) .. , Revue de
. ./i1rt, 79 (1988), pp. 22-41.
IS Sobre el debate histórico en torno a los trastornos de mediados ele siglo, véase
,.
••
gran cosa sobre el siftto XVII. más arriba, cap. 3.


("
f
( ) EuRorA nF.c;rut." OE l.A PAZ ni:. WESlTALIA

~ social imaginada, más que la que realmente· había existido, ya que finales de siglo se beneficiaron del.deseo de las clases acqmo~adas
{ dificilmente se puede decir que lac; sociedades de la Europa moderna de que se restaurara el orde·n y el bue~ gobierno. Pero también tu-
{ vivieran una situación de equilibrio antes de la Guerra de los Treinta vieron que hacer concesiones a esas mismas-clases para alcanzar un
Años 14• Pero estas alteraciones, si bien obligaron. al estado interven- acomodo que resultase mutUamente satisfactorio. . . ·.. . .: ..
({ cionista a ponerse temporalmente a la defensiva, también liberaron una de las más significa'tivas ~e esas concesiones fue el abandono
( fuerzas políticas y sociales que asustaron a las clases propietarias y, al por muchos gobernantes de la práctica del ministro-privado, ~ c~­
cabo ele cierto tiempo, fuese en Cataluña, Nápoles o en la Francia de
·. racterística de inicios del siglo XVII. Un rasgo llamativo de.la ;Europa
{
la Fronda, las empttjaron de nuevo a su lealtad tradicional para con de la Guerra de los Treinta Años había sido el dominio dfministros
{ la corona, la cual parecía ofrecer la m~jor garantía ele estabilidad y que parecían todopoderosos,' cúyo poder se basaba en ganar y retener·
( orden. el favor del príncipe, un dorltii:ifo vívidamente sugeric:Io por labilpo-
Como por reacción, pues, a las condiciones de anarquía o scmi- ncnle presencia del conde-duqne de Olivares justo detrás de ~elipe. IV
~ anarquía que por un momento amenazaron con anegar grandes áreas en el gran cuadro de Juan B~utista Maíno, La recuper_ación deBahía de
( de la Europa de mediados del siglo XVII, el clima psicológico del pe- Todos los Santos, para el Salon de ~einos en el: nuevo pala~ió del B~en
t{ riodo posterior a Westfalia se caracterizó por un ansia de nueva csta- Retiro en Madrid (fig. 3)1 7 • Los movimientos revolucionarios de la dé-
bilidad 15. Aunque un creciente hastío ante tanta guerra pudo jugar cada de 1640 habían sido, por lo menos en parte, una reacc~~n contra.
( su papel en animar a los artistas-un Rubens o un Callot- a subrayar este dominio. Cuando Olivares cayó del poder en 1643, Felipe'IV~~­
{ los horrores de la guerra y, en contraste, las bendiciones de la paz 16, ció qtie en el n.turo iba a gobernar por sí mismo~~· Aunque nunca~~ori­
...,
no parece que tuviera mucha repercusión en la conducta real de los siguió hacerlo, don LuiS· de Haro, que negoció la Paz de los Pirineo~:S:on
{ estados de finales de siglo, los cuales mostraron estar tan dispuestos el cardenal Mélzarino, no llegó a alcanzar' tanto poder coniÓ"su ·tío! el
{ como sus predecesores a inicios del mismo a tomar las armas en la conde-duque. En 1661, a la muerte de Ma7.arino, el joven Luis XIV sor-
{ persecución de ambiciones territoriales y dinásticas. Pero sí pudo prendió al mundo al rechazar poner en su lugar, como se esperaba, a
haber ayudado a la aparición de uno de los hechos políticos funda- Nicolas Fouquet y a~umciar que también él procurada en el fu.tura go-
{ mentales de la Europa de finales del siglo xvn: la tendencia creciente bernar por sí mismo 19. Cuatro años después, a la muerte del príncipe
( del estado a hacerse con el monopolio de la fuerza. Ferdinand Portia, el emperador Leopoldo 1 hizo un anuncio parecido.
{ Le roi seul a droit de glaive («Sólo el rey tiene derecho de espada»). La época del ministro-privado estaba oficialmente clausurada20•
Éste iba a convertirse en un tema central de la segunda mitad del siglo,
( conforme los monarcas intentaban domeñar aquellos elementos en
( sus estados que poseían el potencial de desencadenar las fuerzas de la 17 Para los validos del siglo xvn, véansej. H. Elliotty L. W. B. Brockliss (eds.), TM
anarquía, y al mismo tiempo obtener un control personal más estrecho WorlduftlleFavort."le, NC'w Ha\'en (Connecticut) y Londres, Yale UniversityPress, 1999
( sobre sus ejércitos, esas grandes maquinarias militares que, como (El mundo <lit lo.r validos, trad. Jesús Alborés y Eva Rodríguez Halffte1·, Madrid •. Ta\lrus,
1999], yJ. H. Elliott, Ridielieri and OlivaTf..f, Cambridge, Cambridge University Press,
~ muestra la carrera de Albrecht von Wallenstein, se habían hecho dé- ·1984 [Riclielieuy ,//iuarrs, trad. Rafael Sánchez Mantero, Barcelona, Crítica; 1984).
( masiaclo formidables para ser d~jadas en manos de condotieros. En Véanse también más ardba pp. 109-J 11 y 115-117.
sus intentos por afinnar su monopolio de la fuerza, los príncipes de IR J. H. Elliot , Tlie C.ount·Dtúte o/ Olivam: Tlie Staiesmnn foª" Age ofpecüne, New

~ ' l"J'
Haven (Connectkut) y Londres, Vale University Press, 1986, p. 651 [El comle-duque de
Olivares. El político m m11t época de decmlrnr.ia, tra¡I. Teófilo de Lozo)'a, Barcelona, Críti-
{ ¡
1 ....
Cíl, 1990, p. 629). . 1
1
" Véase Hehnm G. Koenigsberger, ,;fhc Crisis of the Sevcnteenth Centuiy: . • 19 Para el caso Ifour¡uet, véase Marc Fumaroli, u Pocte el le Roi.Jenn de la Fontaint

l A Farewcll?", en su l'olitir.inn.f atid Virtuosi: Es.fn:vs in Early Modem History, Londres, ::.! ·. en son siede, París, Éclitions de Fallois, J997, cap. 4.
0
·
Hamhledon Prcss, 1986, p. 165. d ~ .: :·:·~' 20 Para el denrrollo de los acol1te cimientos en el imperio, véasejean Bérenger,
{ 15
Sobre el tema de la estabilidad en Europa a finales d~I siglo xvu, vém1e Theodd- ..... aThe Demise of the Minii;rcr-Favo.ürite, ora Political .Moclcl at Ousk: the Austrian
( re K. Rabb, T/ie Strtt¡{glf. for Stnbility in Enrly Modern Europe, Oxford y Nueva Yo·r~:;. ·: 'J Ca.'>c•, en Elliott }' Brockliss (eds.), TI~ World oftlieFavou.rite ["La supresión del minis-
Oxford University Pres.'I, 1975. · · r:. -~~... tro-favorito, o el cn:púsrnlo de un mo~elo político: el caso ausuiaco•, en El mundo de
16 Véase ibid., pp. 12~125. Véa.'I~ mi'lS ah;tio, lig. 17. ..:.•a "•"~•
(\ losvalidos),cap. lfi ;.

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[:;pAÑA_ EUROPA YEl. MUNDO OE ULTRAMAR J1 EUROPA UESl'UÉS IJE l.A PAZ m: WY.s'l'f'Al.IA }
:-f ideal preeminente y cubiió con un barniz de civilidad las luchas por el l

poder y el juego de ÍJitereses qtt'e caracterizaban la vida dentro y máS )
allí de la corte. Éste era el mündo eil el que el Orácitlode Bahasar Gra-
}
cián, publicado por prin1era vez en 1653, se convirtió en uri manual
necesario, un botiquín de supervivencia para el cortesano en las artes }
esencialmente cortesanas de la disimulación y el engaño22 • )
Pero las cortes, pese a que proporcionaban evidentes oportunida-
des a los monarcas para imponerse sobre sus noblezas, deben ser )
vistas más bien como espacios donde los intereses de la corona y las )
aristocracias se entrecruzaban en beneficio mutuo 23 • Incluso los lla-
mados estados ccabsolutistas» de finales del siglo XVII, empezando por }
la misma Francia de Luis XIV, dependían de una relación estrecha )
entre el rey y las élites dirigentes tradicionales, una relación que fue
)
reordenada y revitalizada tras las conmociones políticas de los años
centrales del siglo. Corona y noblezas siguieron siendo mutuamen- )
te dependientes, pero el equilibrio entre ellas variaba inevitable- )
mente de un estado a otro, reflejando tradiciones nacionales y el
éxito de cada uno de los monarcas en combinar sus funciones como )
administradores, dirigentes ceremoniales y dispensadores de patro- }
nazgo. Entre los dirigentes de finales del siglo XVII, Luis XIV mostró
Figura 3.J~ l\autista Maíno, La recuperaci6n de Bahía de Todos los Santos. ser particulam1ente hábil en combinar estas tres funciones, del mismo }
modo que había mostrado serlo también en utilizar a los artistas y a )
Esto tuvo consecuencias importantes; no sólo para el mundo de la los hombres de le eras para proyectar su imagen real 2"'.
pQU'tica, sino también para el del arte. Richelieu, Mazarino, el mismo La proyección del esplendor y gloria del Roí Soleil, o «rey sol», por I
Fouquet, habían utilizado sus influencias y riquezas para ejercer un toda Europa era un reflejo del cambio en el equilibrio de poderes )
mecenazgo cultural de gran prodigalidad. Su desapaiición reforzó el }
papel del monarca como patrón supremo de las· artes y consolidó la
posición de la corte monárquica como centro ejemplar y árbitro del 22 Para la influencia de G1·acián en la Elll'opa de finales del siglo XVII, véase
)
gusto. La parce final dél siglo XVII iba a ser preeminentemente la época ÜLLo Brunner, Adeliges La udlebtm 1rnd eut'()piiisclier Geist, Salzburgo, Ono l\·füller, 1949,
pp. 130-13!J.
}
de la sociedad cortesana, una sociedad cortesana que Norbert Elias nos 2 ' Ronald C. Asch, .. Jntroduction: Coun and Household from the Fiftec:nth to
ha enseñado a ver como una poderosa fuerza del proceso civilizador2 1 ~ )

',
Lhe Sc:venteenth Cemuric:s .. , en Ronald G. Asch y Adolf M. Birke ( ecls.), Pri1lces, Pa"
Elias tomó como su modelo la corte de Luis XIV y presentó la corte tronage and tite Nobility: Tlie Cuurt at tite Begiuni11g o/ tlie Mudem Age, c. 1450-1650, Ox-
ford, Oxford University Prcss, 1991 ;Jeroen Duindam, Mytlis ofPuwer: NUl~t,.t Elias a11d
monárquica como un instnimen to para la domesticación de la noble.:.
tlie Em-ly Modem Court, trad. inglesa Lorri S. Granger y Gerard T. l\foran, Amsterdarn,
za que co"utribuyó a la gradual reducción de la violencia en la Euró~q Amsterdam University Prcss, 1995, cap. 4.
posterior a Westfalia. La cultura y el ceremonial cortesanos jugaron, 2"' Para Luis XIV y su relación con las clases dirigentes tradicionales, véase espe- j
sin duda, su papel en refrenar las pasiones. Politesse se convirtió en el cialmente William Bc:ik, Absollltism and Socitty i11 Seuenteentli-Century France: Stcite Poruer
I\~ fmd Provincial Aristocracy iti La~guedoc, Cambridge, Cambridge University Press, 1985. j
Para las evoluciones t!n otros estados europeos, véase la panorámica en John Miller
•.!f .. (ed.), Absolutism fo Sevimtemtli-Ceutury Europe, Londres, Macmillan, 1990. Para la pro- j
21 Norbert Eltas, Dit hOfischt Gmllschaft, Darmsta~t/Neuwiecl, Suhrkamp, 1969. yección ele la imagen de Luis XIV, véase Pe ter Burke, Tlie Fabl'ication ofLouis XIV, New
[La socitdad cortesQ.na, erad. Guillermo Hir.tra, México, Fondo de Cu hura Económica; Haven y Londres, Yale Universily Press 1992 [La fabricación de Lui.f Xl\~ tra<l. Manuel J
1982]. .,\ S;íenz ele Hen~clia, Madrid, Nerea, 1995]. )
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Esa•AÑA, EUROI~\ V t;I. MUNUO 1n: UL1'RMIAk EURUl'h l\ESPUat_c. llE LI\ PAZ l>t: Wf$l"Fl\l.ll\

europeos que Westfalia trajo consigo, pero la hegemonía cultural no triaca comparable al estado francés, esta cultura cortesana común se
iba acompañada de modo automático por la hegemonía política y hizo aún más crucial como factor unificador ele lo que era en la Fran-
militar, y en este caso iba rezagada. La imagen del sol había sido pre- cia ele Luis XIV. Como centro de una nobleza internacional, la corte
viamente aplicada al tío de Luis, el «Rey Planeta», Felipe IV de Es- ,• ,.. ·
de Viena, más aún que la de Versalles, ligaba al príncipe y a la aristo-
paña25, y en el encuentro entre tío y sobrino en la isla delos Faisanes cracia en una relación mutua que se basaba en la aceptación de una
···~, ..
en 1660 para ratificar la Paz de los Pirineos, la riqueza ceremonial de :\ serie de ideales poi fticos, religiosos y culturales. La nobleza; a su vez,
la corte española edipsó a la de Luis 26• Los franceses, además, no transmitía esos ideales a sus tierras de origen. A través del arte y la
contaron con un Velázquez que dispusiera la decoración de su pa- arquitectura, de la literatura y la música----especialmente la ópera-,
bellón en la isla. Tras 1665 la frágil figura de Carlos II no era rival, ni la corte de Viena fomentó la difusión por tierras de Europa central y
en lo simbólico ni en lo político, para el vigoroso joven Luis XIV, pero oriental de una civilización barroca compartida, haciendo de sí misma
el estilo de realeza de Luis debía mucho más al ceremonial español . ~ ,• un polo alternativo a la corte de Versalles28 •
de lo que él pudo estar dispuesto a admitir27 • Pese a todos sus rasgos católicos, esta cultura barroca se derramó
Los lazos tradicionalme!lte estrechos entre Madrid y Viena hicie- por entre las sociedades protestantes. Se ha sugerido, por ejemplo,
ron que las influencias españolas fueran asimismo intensas en la cor- que los luteranos de Augsburgo, que eran mayoría a finales del si-
te de otro de los beneficiarios de los acuerdos de paz, los Habsburgo glo XVII, se apropiaron de algunos de los motivos y métodos de sus ri-
austriacos, que compartían la inclinación de sus primos espa11oles por vales católicos, precisamente para afirmar de modo más intenso su
un estilo de gobierno cuyas características ptincipales eran la gravitas identidad protestante. Sus iglesias adquirieron algo del exuberante
y la pietas. Dado que Westfalia les privó de toda nueva posibilidad de esplendor de las iglesias católicas coetáneas, al tiempo que s~ festivi-
imponer su voluntad sobre el Imperio, Fernando III y Leopoldo I se dades conmemorativas revestían una vistosidad más asociada común-
dedicaron a consolidar su autoridad en sus dominios patrimoniales mente con los días de fiesta católicos 29 • Pero, en general, todavía dis- ·
y en el reino conquistado de Bohemia. Era una autoridad que descan- ponemos de poca información precisa sobre el grado en que las
saba en gran medida en la sanci6n divina, y su proyección se encon- afiliaciones religiosas influyeron en las sensibilidades estéti.~~' p~r
traba íntimamente vinculada a la difusión de las doctrinas y valores t:jemplo en el terreno de la compra o encargo de obras de arte. En tin
de la contrarreforma. artículo sobre .la posesión de cuadros en Metz durante el siglo XVII,
En manos de Fernando y particularmente en las de Leopoldo, la Philip Benedict utilizó Ja información contenida en inventarios reda~­
corte imperial se convirtió en un instrumento vital para la creación tados en 1645-1647 y 1667-1672 para.mostrar que había contrastes
de una cultura política y religiosa que trascendía fronteras nacionales significativos, así como similitudes, entre el gusto católico y el protes-
y que contribuyó grandemente a inculcar un sentido de lealtad a la tan te. El número de cuadros propiedad de protestantes y católicos de
dinastía entre poblaciones multiétnicas. A falta de un «estado» auSJ una misma das~ social era aproximadamente el mismo, pero, como
.. ;~1 era de esperar, los cuadros de tema religioso eran menos abundantes.
en los hogares p~otestantes,' donde constituían el 27 por ciento de ~t~
25
.Jonathan Brown y.John H. F.lliott, A Pnlnce Jora King: 1'/1e Bum Retiro mul th'e
. "'" total de obras d~ arte, en contraste. con el 61 por ciento en los hogares
Court o/ Philip IV, New Haven (Connecticul) y Londres, Yate Univcrsity Prcss, 1980;.
edu. rcv. Y. ampliada 2003, p. 40 [Un /1nlnr.io /mm rl rey. fü Bur.n Urliro y la rorlt! dr. Feli/ie
IV, tr.tcl. Vicente Ll<'ó )'María Luisa Balseirü, Mad1id, TaunL'>, 2003, p. 42).
.
26
.Jonathan Urown, Vrlñ:.qur.z: Pnfoter nnd Courtir.r, New Ha ven (Connecticut} y
.· ·'·:.l
:?R RobertJ. W. E'·<111s, T/u: MaltÍ1lg n.f t/ie f/&bs/Jurg Monmrli;v, 1550-1700, Oxford,
".i
i
Londres, Yate Univcrsity Pres.'>, 1986, p. 24H [ Vt!lrízq111!1., /1intor y r.orlr.smw, tracl. Fcrnail· Oxforcl University ercss/Clarendon Prcss, 1979, esp. pp. 152-154 [La monarquía del.os !'
do Viltavercle Lamia, Madrid, Alianza, 2000, pp. 249-250). · ; ·1~ Habsbrtrgo, 1550-1700, Harcelona, Labor, 1989, esp. pp. 131-132), y Victor L. Tapié, !'
27
Burke, Fnlnir.ntion of Louis XIV[Lafnbrir.nción rk Lu;s Xfl.1, pp. 183-184. Para·tcts Enroque et Classici.mie, París, Pion, J957 [Barroco y Clasir.iJmo, trad. Susanajakfalvi, Ma·
ambivalentes relaciones fnmcoespafiolas durante el periodo, véase.Jcan-Frédérk · . drid, Cátedra, 1978], libro 3, cap. 1, para el barroco en la Europa central y oriental.
Schaub, La Frnnce C.f/mgn.o/P.. J~s m.ci1u-.s hi.t/mniqu.rs de l'n/J.~oluti.rnie/m.11f<1~t.. Paris, ~euil; Véase ta.r:nbién Duindam, Alyths o/ Powr.r, pp. 126-133, para una comparación entre 1
1

2003 [La Fmnciri t~/}(l1inln. l.as mírr.s '1is/m11as rlelnb:mluti.nnofrqncé.~. trad. AJicia Marté>- Viena y Versaltes. . . . . ..
rell, Maclricl, Marcial Pons, 2004]. . . ,,.,;;• 29
Frani;ois, •De 1'1111ifonnité a l~_toléranc.e•, p. 7~9.

14~ 145 :I
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EsPAÑA, EUROl'A Y El. MUNOO DE Ul.TRAMAK


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EUKOl'1\ llESPLJÉS DE l..\ PAZ ut: WE.'l'rFAl.IA

católicos. Por contra, los hugonotes poseían más cuadros de géne.ro sociedad cerrada, caracterizada por la uniformidad en religión y por
y de tema histórico y mitológico que sus vecinos católicos. No es de el monopolio.del poder en el príncipe. )
extrañar que los hogares católicos estuvieran llenos de imágenes És~'l no era una lección que muchos reyes de la Europa de finales
devocionales, entre las cuales la Virgen, los santos, la Crucifixión}' San- dd siglo XVII estuvieran preparados para aprender, si bien el éxito de )
to Entierro y la Magdalena eran las que gozabatt de mayor popularidad. los holandeses debió, sin duda, de hacerles conscientes de la correla- )
Los cuadros religiosos en casas de hugonotes, en cambio, describían ción entre prospeliclad y poder. Pero situar en las agendas del gobiemo,
episodios bíblicos, con un 37 por ciento sobre temas del Antiguo Testa- y entre sus primeros puntos, medidas a largo plazo para el fomento de )
mento, frente a tan sólo el 6 por ciento en los hogares católicos!IO. la prosperidad exigía un reajuste, a veces doloroso, de las pri01idades )
La información de inventados en una ciudad religiosamente mixi tradicionales, relegando los objetivos del fiscalismo y el confesiona-
ta no proporciona una base suficientemente sólida para generaliza- lismo a un segundo lugar. Por este motivo los abogados de la refom1a
)
ciones amplias sobre el carácter de la civilización europea a finales económica encontraron a menudo dificil que se aceptara su mensaje. )
del siglo XVII. Pero en su sentido más general, parece razonable ver la En Alemania, por ejemplo, los cameralistas, que defendían medidas '· )
Paz de Westfalfa como un factor que endurec~ó y perpetuó la división populacionistas y de otro tipo destinadas a fomentar la recuperación
entre una Európa protestante y una Europa católica que había surgi,.. y el crecimiento económicos, se vieron envueltos en un arduo con- )
do a lo largo-del siglo XVI. En uno de sus ensayos, ~ugh ~revor-Roper flicto con los fiscalistas 32 • En otras sociedades las consideraciones )
habla de cela unión fatal de la iglesia de la contrarreforma con el esta- confesionales y los prejuicios inveterados fueron también un obs-
do. monárquico»s1. En la Europa posterior a Westfalia parece haberse táculo evidente para el avance económico. Su continuada fuerza se )
qado.una acentuación apreciable de las diferencias entre las socieda- puso de manifiesto en la legislación antijudía que cubrió la Europa }
des que se plegaron a esta «unión fatal» y las que tantearon embarcar- cent mi después de 1648 y que alcanzó un clímax en 1669-70, cuando
}
se por el rumbo alternativo que habían inaugurc:i.do los holandeses: Leopoldo 1 expulsó a los judíos de Viena y la Baja Austria.
.4 creciente prosperidad de la República Holandesa, así como la de:: Pero el emperador, presionado a un mismo tiempo por el imperio )
.la Inglaterra posterior a su Guerra Civil, ofrecía uria llamativa prueba otomano y por la Francia de Luis XIV, hubo pronto de aceptar que )
de que un cierto grado de libertad política y religiosa no era neces~­ no podía prescindir así como así de los servicios de los judíos y se vio
riameme contrario al éxito, incluso al éxito segú~:lo entendían unos obligado a hacer concesiones que paulatinamente llevaron a su )
estados monárquicos obsesionados con la necesi~ad de maximizar;Sti readmisión. Otros gobernmites fueron mis rápidos que Leopoldo en )
'poder. En la Europa anterior a la Guerra de los Treinta Años se ace¡r . leer las se11ales económicas. En su determinación por reparar los es-
taba por lo general que la desunión religiosa significaba la quieb~a .. tragos de la guerra en sus tierras, el Elector Palatino Carlos Luis y el }
del estado. Pero la supervivencia de los holandeses en su prolongada ~;...
.confrontación con la mayor potencia de Europa había hecho vcr.1,10 •.'.
sólo que esto no era axiomático ni mucho menos, sino además que i.
Gran Elector Federico Guillermo de Brandeburgo-Prusia hicieron
frente al antisemitismo de sus súbditos y promovieron activamente la
readmisión de las comunidadesjudías3'. Federico Guillermo siguió
' )
j
una sociedad relativamente abierta, que estaba ~ispuesta a acep~ :·~­ medidas similares cuando la revocación del Edicto de Nantes arrojó
una diversidad de credos y que alcanzaba sus decisiones políticas m§ :· una oleada de refugiados hugonotes por Europa34 • Por lo menos en )
diante la discusión en el seno de asambleas represelitativas, podía de :l · - algunos estados, las ventajas económicas fueron vistas al cabo como t
hecho tener una mayor capacidad de resistencia y adaptación que ~ri~ ;. más importantes que la uniformidad de credos. )
i }
-- ·-.~f.~t··
so Philip Bcrtedict, ·Towards the Comparative Study of the Popular Markce.fo\-~
32 Ingomar Bog, cc.Me::rcantilism in Genuany», en Donald C. Coleman (ed.), &:vi- j
Art: Thc Ownership of Paintings in Seventeenth-Century Mecz .. , Past aHd Presnil;tlPJJ¡,:
(1985), pp. 100-117. . . : it.?t-¡M~.
Sl Hugh R. T\-evor-Roper, Religion, tht Reformation a~d S~a/ Change, and Otl1er,'Bf-.~ ·
sirms in Merrantilism, Londres, Mechuen, 1969, p. 176. ·
: . . 33 Jonathan Isrdel, Europeanjerury in the Age o/ Mm:antilism, 1550-1750, Oxford,
,Clarendon Press, 1985, pp. 146-152 [La juderia europea en la era del mercantilismo, 1550-
'
( )
says, Londres, M'\cmillan, 1967 [Religión, refonna y cambio s1Jaal y otros ensayos, tm~• ~:'.
trella Oliván y]o~quín Vidal, Barcelona, Argos-Vergara, 1985). P· '10. ' · . :t·
1750, trad. Pepa Linares, Madrid, Cátedra, 1992, pp. 17()..182].
34 Scoville, Perseetttirm o/ Htt1J1te1wts, p. 125.
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Aunque los imperativos económicos pudieron haber empezado, perfección a las aspiraciones de los que buscaban extraer orden del
(.i en cierta medida, a atemperar los vientos de la pasión religiosa en la . caos. La noción de un universo cons.truido y mantenidp en .mqvimien-
{1 Europa posterior a Wcstfalia, también contribuyeron a agudizar las to por un ·Gran Relqjero y ·basado en leyes matemáticam!!nt~ cognos-
rivalidades internacionales, pues los estados competían por ventajas ..... cibles -noción que en su formu~ación más plen~ podía ~ncontrarse
(: comerciales sobre sus vecinos1 en un mundo en el que todavía se en los P1incipiti de Isaac Newton (1686-1687)-.ofrecía una nueva.
{ concebía la riqueza como algo severamente limitado. Siendo las con- confianza en qüe cada problema podría en última instancia ser sol u-:
sideraciones comerciales cada vez más importan tes en las guerras donado por un esfuerzo de la voluntad y por la aplicacióI?- de la razón
f 1
europeas de finales del siglo XVII, el objetivo último de los estados era a los asuntos humanos. Los resultados de este punto de ~ista iban a
( la maximalización de su poder. Para alcanzarlo pensaron en una or- verse no sólo en los nuevos descubrimientos astronómicos de)os años
( ganización más racional de sus recursos, proceso que obligó a desa- de Boyle y Huygens, sino también en los grandes sistemas filosóficos
rrollar la burocracia y a aportar una nueva precisi<)n a las tareas gu- de Spinoza, Hobbes y Leibniz38•
( bernativas, a través, por ejemplo, de la estadística o lo que sir William Con la llegada de los constructores de sistemas, Europa ingresaba
{ Pett:y llamó «aritmética política». en la época de la pre-Ilustración, una época en la que los discursos
{ Este nuevo entusiasmo por la aplicación ele las matemáticas y la tradicionales-el de la bn~jería, por ejemplo-coexistían incómo-
razón a la organi1..ació11 del estados!'> reflejaba el cambio más profundo damente, tanto en la esfera individual como en la colectiva, con el
{ de todo~ los que ocurrieron en Europa durante las décadas centrales nuevo discurso de la razón3!'. Pero hay durante estas décadas posterio-
( y finales del siglo xvu: la gran transformación intelectual que pode- res a Westfalia suficientes indicadores de cambio ·como para sugerir
mos describir como el triunfo de los constructores ele sistemas. Una que una nueva Europa estaba en fase de construcción. Era una Euro-
{ Europa que había experimentado e) trauma del colapso nacional e pa caracterizada por un mayor grado de orden y estabilidad. En el
({ internacional era una Europa que ansiaba nuevas certidumbres. La ámbito interior, los estados lograron afirmar su monopolio de poder
( ola de escepticismo que creció a finales del siglo XVI e inicios del xvn sobre aquellos sectores de la sociedad cuyo descontento había provo-
dio pie a una vmiedacl de respuestas por parte de aquellos que querían cado las revueltas y disLurbios de la década de 1640. Com·o resultado,
( at~jar sus efec&os destruct.ivos'.\1', y Madn Mersenne en pai·ticular quiso la violencia fue amansada y. en consecuencia, una cierta calma des-

'
demostrar la existencia de un tipo de conocimiento que no podía ser cendió sohrc la vicia política de fronteras adentro. En el ámbito.inter-
cuestionado. Pero la variante cie Mersenne de escepticismo construc- nacional.<-. 1sistema de estados europeo era tan competitivo y belico-
(
tivo fue insuficiente para satisfacer las necesidades de su época~ 7 •• so como siempre, pern durante la época ele Luis XIV se empezaron a
~ Ésta era, después de todo, una época que se había acostumbrado al aplicar cie.-tas contenciones en la conducción de la guerra que ten-
{ movimiento preciso y ordenado de los relojes. Tnles máquinas del dían a moderar su violencia·io, en tanto que los principios mecani-
tiempo, con ese sentido que transmitían de un movimiento regula- cistas que, según se pensaba, gobernaban el funcionamiento del uni-
{ do por una ley exacta y cognoscible, compendiaban la precisión, verso fueron aplicados a la escena diplomática para producir los
( equilibrio y control que el siglo XVII reclamaba. A diferencia del reajustes necesarios que aseguraran y mantuvieran un equilibrio de
escepticismo de Mersenne, el mecanicismo cartesiano, que empe-
(
zaba por la duda pero acababa en la certidumbre, respondía a la
38 Véase Rudolf W. Meycr, uilmiz rintl dii! eum/1iiüche Ordnungskrise, Hamburgo,
(
1-lansischcr Gildc11\'erlag, 1948 [leibnitz a.tul tlic Sn1mlem1li-Centriry Revolutio11, trad.
( inglesa]. P. Stcrn, C:ambriclgc, Bowes & Bowes, 1952], para un intento de rclacion~r
35 Para una cxposiciün ele csl<l cuestión en la Francia de Luis XIV. no siempre la constmcción de ~istcmas filosóficos de finales del siglo XVII con los otros problemas
l convincente, véase J. E. King, Scitmr.I! anrl Rn.timialism in the Govr.mmr.nl nf l.oui.f XIV, de la época. ·
166/-1683, Baltimore (Marylancl),.Johns Hopkins Pre~. 1949. · ,;, 39 Pam un panorama titil de 1'rabajos recientes sobre la historia de Ja bntjería,
~ 36 Véase especialmente Richard H. Popkin, The Histnry n.fSr.epticismfmm Emsmus
véase jonath:tn Barry, Marianne Hester y Gareth Robcrts. (eds.), Witclicrafl. in Eatly
( ta Dr.sr.art.es, Asscn, Van Gorcum & Comp .. 1960 í La Mstnriri del esre/1tir.ismn dr.~dr Em.rn1n Modcm Eumpr., Cambridge, Camb1idge University Pres.o;, 1996.
liastn Spinouz, trad.Juanjoi>é Utailla, México, Fondo de Cultura Económica, 1983]. · "º John U. Nef. Wnr aml Hmnmi Progress, Cambridge (Massachüsetts), Harvard
( s7 Robert I.cnohle, M,.,:,rmrenu In nni.uanredu 111ir.m1i.ulfl', París, Vrin, HJ.13. University Press, rn:;o, pp. 155-157. .

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EsPAÑA, EUROl'A V EL MUNDO DE Ul:J'~

poderes e~tre estados rivales. Sobre todo, una república europea de


las letras, que salvaba las fronteras confesionales yse veía favorecida
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por las academias y por la difusión de periódicos, se hallaba en fase SEGUNDA PARTE }
de formación, y con ella la creación de una nueva comunidad del
espíritu y de las artes. ' ·
)
.En qué medida la Paz de Westfalia fue responsable de los cambios )
psicológicos, políticos y sociales de finales del siglo XVII es tema abier-
to a la discusión. Pero el vasto esfuerzo diplomátiCo que finalmente
)
alumbró los acuerdos de paz de 1648 puede considerarse de modo )
apropiado como u~a respuesta a un colapso gen~ral europeo, que )
provocó terribles sufrimientos y un agudo hastío de guerra entre los
ghlp,os populares y dejó a las élites políticas a la búsqueda de una )
fórmula que impidiera una vuelta a los horrores de la Guerra de los UN MUNDO DE ULTRAMAR )
Treinta Años. Su búsqueda fue vacilante e insegura ysuftió numerosos
reveses. Pero por'lo.menos había dado los primeros pasos, aún poco )
.resueltos, por el largo y tortuoso camino que podía llevar, un día, a :al. )
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una Europa unida por ~1 comercio y los modales. ¡,•· }
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( LA APÍtOPIACIÓN DE TERRITORIOS DE ULTRAMAR
( POR LAS POTENCIAS EUROPEAS

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CONDICIONES PREVIAS
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( «E 1 establecimiento de ~olonias europeas en Améric~ y las An-


tillas no nació de la necesidad», escribió con famosas palabras
( Adarn Smith 1• Una extensa bibliografía se ha acumulado en torno
( al trasfondo europeo de los viajes oceánicos de descubrimiento: t

(
sobre las motivaciones, la tecnología y les métodos que hicieron
posible a los europeos traspasar los confines de su espacio tradicio-
nal y, con el tiempo, abarcar el globo. Muchas de las publicaciones,
!
t
~
sin embargo, han tendido a ignorar la distinción trazada por Smith
ent1:e el «proyecto de comercio» que, según él, llevó a los europeos
a las Indias C rie11 tales, y el «proyecto de conquista» que produjo
el establecimiento de los españoles y más tarde de otros europeos
I¡¡! 1
1
en las Arnéricas2 • En su lugar, ha habido una tendencia a subsumir en !
un solo proceso, concebido como «expansión de ultramar» o «im-
perialismo», toda una serie de actividades europeas durante la edad
moderna, las cuales, por un lado, iban del comercio a la conquis- . ,
ta sin solución de continuidad y, por otro, no siempre o por nece-

¡
'i
sidad se apoyaban, e incluso podían llegar a resultar incompatibles
\. entre sí.
,, Hay razones sólidas para esta tendencia a agmpar actividades que
t.
Adam Smith lmll<'; conveniente sepapr. Basta con considerar la ex- 1
pedición de llernán Cortés a la costa de México en 1519, que co-
(
1 Adain Smith, T/1r. We11llli o/Nations, ed. Eclwin Cannan, 2 vols., rcimpr. Londres,
\ 1

Mcthucn, 1961, 1[,p. t18 {lnvcstigar.ióu sobre la nalumlez.a y ttULfa de la riquez.a de las na-
(__ 1 ciones, ed. Edwin e;annan, trad. Gabriel Franco, México, Fondo de Cultura Económi-
ca, reimpr. 1990] (libro IV, cetp. 7, parte
1
1).
l 2 /bid., p. 75. .
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EsPAÑA, EUROPA Y l'J. MUNDO DE Ul.TRAMAR · l.\ APltOl'IAGlllN UE TERRJTOltlOS oi,: Ul.1"RMIAR POR U.S l'OTENCIAS EUKOl'EAS
)

cías para una conquista territorial a gran escala. Los portugueses y 'ºs ante todo pensada para atraer por igual a los elementos militares y J
españoles.iban a descubrir por tumos que las sociedades musulmanas mercantiles de la Espa1l.a de la recién terminada Reconquisca. Colón
J
del Magreb eran demasiado ricas, sofisticadas y populosas para pres- ofrecía diversas perspectivas de riqueza, tanto por el botín como por
tarse a una conquista fácil; todo lo que pudieron obtener fue un~ seiie el comercio y el desarrollo; y todo esto, además, como pronto se hizo )
de puntos de apoyo, que comenzó en 1415 co'n Ceuta en Marmecos evidente, en un mundo que no parecía haber oído hablarjamás de la fe \, ·-:)
y se extendió gradualmente durante las siguientes dé.cadas por la cristiana, a diferencia del musulmán, y era por tanto propicio a la evan-
costa de África. Se trataba de fuertes, factorías y presidios o puestos gelización. Esto no sólo era un importante incentivo para la interven- "')
fronterizos, que podían servir de base para la rapiiia, el comercio º·
establecer conexión con el tráfico de oro y esclavos del interior de
África15: Este esquema se iba a repetir cuando los portugueses pasaron
dón de la Iglesia)' la corona castellana, sino que además hacía posible
asegurarse la autorización papal requedda para la conquista (bajo cier-
cas condiciones específicas) de sociedades infieles que la tradición me-
:'
)

a Asia. Desviados hacia el este por las nuevas y brillantes posibilidades dieval de derecho canónico había llegado a reconocer como entidades )
del comercio indio y asiático, pudieron utilizar su stiperior tecnología viables con sus propios derechos legítimos a la propiedad y la sobera- ·0
náutica y artillería para tomar ventaja inicial y ~nsartar un imperio de nfa 1:1. En la cristiandad de finales del siglo xv no había condición previa
bases dispersas desde la costa occidental de África a las Malucas. No mc.1s obligatoria que ésta para apoderarse de territorios de ultramar. \)
obstante, fracasaron en lugares cruciales, como Adé n, y la India iba a ¡
···•
Cuando Cortés desembarcó en la costa oriental de México en 1519, ")
i.
resultar ·tan poco favorable como el norte de África a la penetración muchos de los rasgos característicos de la sociedad castelJana de la Re-
in.tE;tj.ory la conquista en gran escala. La Popeliniere, al intentar ana- conquista ya se habían reproducido al otro lado del Atlántico: la ra- 1 ')
1
~ en ·1582 su fracaso, io atribuyó no a una falta de voluntad ( volonte}, ,· piila, el pillaje, la esclavización y la explotáción bajo el signo de la )
sino de potencia (puissance). Los portugueses se viero.n enfrentados a cruz, en un nuevo mundo caribeño con una frontera móvil. No obs-
estados poderosos y bien consolidados y a sociedades altamente civi- tante, también había otro elemento de la Reconquista mucho menos )
lizadas que pronto aprenderían a imitar sus métodos militares; así manifiesto en las Antillas: el asentamiento y la colonización. A pesar )
· p:Ues, llegaron a la conclusión de que en palabras de La Popeliniere, de los esfuerzos de la corona española, por medio de su gobernador
la partida no valía la vela ( «lejeu ne valait pas la chandelle») rn. Poco Nicolás de Ovando, para estabilizar la sociedad de La Espailola con 1
1.
"'~ )
1
i
han añadido los análisis· posteriores a este diagnóstico del siglo XVI. la fundación de ciudades y el repartimiento de los habitantes indíge- 1
\,
)
También los españoles fueron desviados del norte de África, pero nas a los colonos a cambio de su instrucción y conversión 1!.1, el descen- )
.por el mundo muy diferente de América. Aquí, según decía Cristóbal so catastrófico de la población nativa y las noticias de oro y botín dis- \

Colón al informar sobre su primer viaje de 1492, había perspectiva de ponibles más al oeste dejaron a la sociedad antillana en un estado de ( )
ctOro sin cuento», ruibarbo y canela, especiería y algodón, además de continuo cambio, a medida que los aventureros se desplazaban de una )
\'
· esclavos cede los idólatras» 17• Se trata de una lista de lo más deseable; isla a otra y después al continente en busca de riquezas fáciles. Se
trataba menos de una apropiación de territorio que de su devastación ( )
15 Andrew C. Hess, TheForgotten Frontier: A History ofthiSixternth Century lb'ero-Afr;-
por bandas de merodeadores. )
\.
can Frontin', Chicago (lllinois), University of Chicago Press, 1978. esp. cap. 3; ~e~nand «Quien no poblare, no hará buena conquista, y no conquistando la
Braudel, •Les Espagnols et l'Afrique du Nord de 1492 a 1577.. , en Revue afncame, ~? tierra, no se convertirá la gente: así que.la máxima del conquistador ha ( )
( 1928), pp. 1-84-233 y 351-428 (también en Fernand B~~mdel, En torno al Mediterráneo,
de ser poblar» 2º. Esta máxima expresaba el modo de pensar de Cortés; ( J
trad. Agustín López y Maria Tabuyo, Barcelona, Pa1d6s, 1997, pp. 41-100]; E. W.
Bovill, The Goldm 'JTtuk of the Moors: West African Kingdoms in the Fourteenth Cmtury,
Oxford, Oxford University Press, 1958. .
16 La Popclinicre, Lts 1fois Mo11des, pp. 51-53. Para un panorama vahoso y actna.1-
zado de las actividadt?s portuguesas en ultramar•. véase Francisco Bethe_ncourt y Dio~o
·. 18 James Muldoon, Pupes, Lmvycrs, a11d bifidels: Tl1e Clwrch ami the Non-Christian
Wudd 1250-1550, Filadelfia (Pensilvania), University of Pennsylvania Press, 1979.
'e )
j)
Ramada Curto (eds.), Portuguese Ocea11ic Expansron, 1400-1800, Cambridge, Cam bnd- 19
Ursula Lmnb, Frey Nicolás tle Ova11do, gobemador de las Indias ( 1501-1509), Ma- 4 j)
ge University Press, ~007. . . . · · · drid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1956.
17 Cristóbal Col6n,_Textos y documentos completos, ed. Consuelo Varela, 2ª ed. m1mef{- °
2
Francisco López <le Gómara, Historia gmeral de las l11dias, Madrid, Imprenta de 4 f
tada, Madrid, Alianza, 1992, .. carta a Luis Sant;ingel .. (15 de febrero de 1493), p. 225. la Real Academia de la Histo1ia, 1852, p. 181.
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CAPÍTULO VI
lf
f LA APfrOPIACIÓN DE TERRITORIOS DE ULTRAMAR
({ POR LAS POTENCIAS EUROPEAS

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(
CONDICIONES PREVIAS
(
{ «El establecimiento de colonias europeas en Amériq1 y las An-
tillas no nació de la necesidad», escribió con famosas palabras
( Adam Smilh 1• Una extensa bibliografía se ha acumulado en torno
{ al trasfondo europeo de los viajes oceánicos de descubrimiento:
sobre las motivaciones, la tecnología y les métodos que hicieron
{ posible a los europeos traspasar los confines de su espacio tradicio-
( nal y, con el tiempo, abarcar el globo. Muchas de las publicaciones,
( sin embargo, han tendido a ignorar la distinción trazada por Smith
enu:e el ccproyecto de comercio» que, segím él, llevó a los europeos
{ a las Indias C rie11tales, y el «proyecto de conquista» que produjo
{ el establecimiento de los españoles y más tarde de otros europeos
( en las Américas2 • En su lugar, ha habido una tendencia a subsumir en
un solo proceso, concebido como «expansión de ultramar» o «im-
( perialismo», toda una serie de actividades europeas durante la eda<:l

,,
{ moderna, las cuales, por un lado, iban del comercio a la conquis-
ta sin solución de continuidad y, por otro, no siempre o por nece-
sidad se apoyaban, e incluso podían llegar a resultar incompatibles
1

{ entre sí.
(i Hay razones sólidas para esta tendencia a agrupar actividades que 1
t.
Adam Smith lmll«J conveniente sepapr. Basta con considerar la ex- 1
{1 pedición de llernán Cortés a la costa de México en 1519, que co-
{1
1 Adam SmiLh, 111r Wenltli nf Nations, ed. Eclwin Cannan, 2 vols., reimpr. Londres,
l' Mcthucn, 1961, J(, p. t18 [lnvcJtigar.ión Jobrc la naturaleza y musa de la riqueza delas na-
~-, ciones, ed. Edwin c:annan, trad. Gabriel Franco, México, Fondo de Cultura Económi-

,,
{I ca, reimpr. 1990] (libro IV, cap. 7, parte
2 /bid., p. 75. .
1
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EsPAÑA, EURoP:\ Y El. MUNDO UE Ul.TRAAIAlt

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l.A r\l'RúrlAC:IÓN OF. 'fERKITURlllS UE UU'RAMAR 1-0ll l.\.S l'OlENCl.~S HIROl'~J\S
l
menzó a1:1torizada como expedición de.«rescate,, (cambio o trueque)
.
indica la discusión sobre los costes de protección del comercio de ul- l
y acabó transformada por su comandante en expedición de conql'is- \ ~
tramar4, que tal combinación fuera d método de operación más be- _}
ta, para apreciar la delgadez de la línea que separa ambas formas de :. ~ neficioso económicamente para aquellos que la adoptaron. A duras :1
)
actividad. Los intentos de clasificación tienden, pues, a parecer arti- penas se puede considerar el imperio portugués de la India como un
.
~~·

.~1
ficiales y habrían resultado en gran parte incbmprensibles a muchos brillante ejemplo de las ventajas del uso de la fuerza sobre la compe-
de.los europeos del siglo XVl que se lanzaron al océano en busca de ~ tenciá comercial pacífica5. ~ }
ganancia. A pesar de ello, dista de ser evidente por qué tanta actividad ...( Así pues, ¿a qué impulsos obedecían los europeos de la edad mo- ·~
europea en el resto del mundo hubo de adoptar la forma particular
.
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~··:

derna cuando decidieron arriesgar, en palabras de ese fino observa- t: ' }


de la captura y colonización de los territorios d~ otros pueblos. El dor francés del siglo XVI que fue Lancelot de La Popeliniere, «SUS )
mismo Adam Smith parece haber quedado algo perplejo: «no na~ió vidas, sus posesiones, su honor y su conciencia p'1ra molestar la bue-
. ·de la necesidad,,, A medida que desarrollaban la destreza, la expe- na vida ele quienes, como hermanos que habitaban con nosotros en )
'-:~
riencia y la audacia para realizar viajes oceánicos de larga distancia, .,./' la gran casa del mundo, tan sólo pedían vivir el resto de sus días en paz )
los europeos de los siglos xv y XVI se enfrent~ron a una serie de posi- y contento>•? 6 • Según Adam Smith, al comparar las primeras colonias
bilidades en su acercamiento a las otras civilizacic_mes con que entra- europeas con las establecidas por Grecia y Roma, aquéllas, a diferen- )
ban en contacto. Estas opciones podrían resumirse básicamente en cia de éstas, no se derivaban de una ce necesidad irresistible, o utilidad .. )
comercio, rapiña y conquista con asentamiento, o en.una combinación clara y evidente,, 7 • Para él, la «necesidad irresistible» parece haberse
d~ ~as tres. De estas posibilidades, la menos seguida en la edad media definido por el exceso de población; a este respecto, aunque puedan
}
había sido la de conquista y asentamiento más allá de los confines de haberse dado situaciones locales (como en las tierras de la orden de }
Europa. Los estados cruzados de oriente medio,junto con Islandia Santiago en la Exu·emadura del siglo XV) 8 , donde la limitación de opor-
}
y Groenlandia, marcaron el alcance de la expansión europea medieval wnidades en el país de origen alentara sue11os de conquista y colo-
en.ultramar antes del asentamiento portugués en Madeira y las Azores nización en los nuevos territorios de ultramar, una Europa que se )
y la conquista española de las Canarias en el siglo xv. A este respecto, estaba recuperando lentamente de la catástrofe demográfica del )
la apropiación europea a gran escala de territorios de ultramar cons- siglo XIV no tenía ninguna gran obligación de exportar a sus habi-
tituyó una fase nueva y distintiva de la relación del viejo continente tantes. La situación cambió lentamente, a medida que se compen- )
con el resto del mundo 3• . ; saron las pérdidas demográficas y la población de Europa volvió otra }
Por tanto, los antecedentes medievales de la conquista y asenta- vez a ejercer fuerte presión sobre los recursos disponibles. La Ingla- ...

miento en ultramar son limitados, aunque hubo algunos preccden:- terra de a caballo entre los siglos XVI y XVII parece haber sido la
}
_tes internos importan tés dentro del mismo continente: el movimien¡ primera sociedad donde se vinculó la promoción de la colonización J
to colonizador en la Europa central y oriental, las actividades de la de ultramar con afirmaciones de superpoblación en el país de ori-
)
Gran Compañía catalana en la Grecia del siglo XIV y, sobre todo, el pro-:-
longado proceso de la Reconquista frente al Islam en la península ._ )
Ibérica, en parte conquista y en parte colonización. No obstante 1 "' Véanse los ensayos ele Frederick C. Lane reunidos i:n la tc::rccrn parte: de su \~u­ )
aunque existan precedentes, apenas parecen suficientes por sí mis- ice atid lfistory, Baltimore (Maryland) ,Johns Hopkins University Press, 1~166, y los ce>a
mos para fundamentar la combinación de conquista y empresa ec<h
mentarios ele Niels Steensgaard, Tite Asilln Tradl! Revolutio11 o/ the Sei1mteentl1 Century: )
The East Indi<i Companies and the Decli11e o/ the Camvan Trade, Chicago (Illinois) y
nómica que iba a convertirse en un rasgo tan dominante de las relaj Londres, Chicago Univcrsity Prcss, 1973, pp. 16-21. J
'
5 M. N. Pearsou, .c'fhe Portuguese in India .. , T/1e New Cambridge I Jistot)' oflnclia,
ciones de los europeos con otros pueblos. Tampoco está claro, com_<:

.
Cambridge, Cambridge University Press, 1987, 1, 1, pp. 74-75.
6 Lancelot Voisin, sieur ele la Popdiniere, Les Trois Mtnuks, París, 1582, p. 38.
(
l rf ~, Lill
'1
7 Smith, Wealtl1 o/ Natioris [La rique:.a ele las uaciones], 11, p. 68.
. s Sobre este punta, véase J. R. S. Phillips, TluMedievalExpau.sion o/Europe, Oxford 1 :; 8 Mario Góngora, .. Régimen seilorial y rural en la Extremadura de la Orden de 4 '
Oxford University Pr~ss, 1988 [La expansión medieval de Europa, México, Fondo .de ~;j Sanúago en .el momento de la emigración a lndias»,]a/1rbuc/1/ifr Gescl1icl1te van Staat, }
Cultura Económica, trad. Rafael Lassaletta, 1994), pp. 25+255. · 11¡ Wirtscliaft und Gesellscliaft Lateinamerikas, 2 (1965), pp. 1-29.
4 j
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f E.'il'AÑA, ~:u1tol't\ y El. Ml1Nl>O llt: u1:rRAMAR L\ .\l'RorlAI IÓN llf. Tt:RRITllRJ()>; Of. ULTKAMAR roR l .. \.'i r<fff.NCIAS f.UR!ll'El\S

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gen 9 , pero sólo en las décadas posteriores a 1760, cuando se trans- la continuación de la Reconquista a través del estrecho de Gibraltar
(
forman todas las proporciones de la migración europea aAmérica 10; en el siglo xv y principios del XVI era la continuación natural de un
f, comienza la ocupación ele tierras de ultramar a parecer verdadera- ·,,
1·-·
proceso ya bien experimentado, una prolongación que parecía sobre
{ mente una ccnecesidad irresistible» derivada de un gran aumento de todo necesaria en vista del resurgimiento del mundo musulmán a
la población en Europa. medida que los turcos otomanos proseguían con su avance inexora-
f. Parece, por tanto, que deberíamos buscar causas más allá de la ble. La ampliadón del margen de maniobra de los europeos gracias
( presión demográfica para explicar por qué los estados europeos de a su desarrollo de las artes de la" navegación creaba por primera vez, a
la edad moderna decidieron apoderarse de territorios de ultramar.. fina.les del siglo xv, la posibilidad de hacer una guerrasagrada·a esca-
{
Tampoco deberíamos esperar necesariamente encontrar esa ce utilidad la global, flanqueando al Islam por el océano Índico y Ac;ia.
( clara y evidente» que Adai)1 Smith buscaba en vano como motivo para La Reconquista también había inculcado a los castellanos y portu-
( el establecimiento inicial de las colonias europeas, aunque bien pu- gueses ciertos rnpuestos aceréa del carácter y del tratamiento adecua-
diera haber más de eso de lo que estaba dispuesto a admitir. La ocul do de la riqueia, la tierra y los pueblos extranjeros. Como se podía
{ pación por los portugueses de las islas del Atlántico en el siglo xv es- esperar de sociedades dedicadas durante siglos a una gue~ra a lo lar- 1
l
( tuvo causada en gran medida por un deseo de aument~r el área que go ele una frontera móvil, la riqueza se concebía fundame11:~me~te
tenían disponible para el cultivo ele cereales y calla de azúcar 11 • Con b~jo la forma u11nsportable de oro y botín. La tierra era con~iderada
(
todo, la apropiación de territorios tuvo una complicada variedad de en términos ele se1iorío y los pueblos extranjeros como vasallos, escla-:
{J motivos, derivados en parte de las aspiraciones y predisposiciones que vos y conversos 12• Estas actitudes, que no estaban limitadas a nobles e
{l se habían desarrollado durante la edad media en Europa, en particu! hidalgos, coexistían con otras más calculadoras hacia el comercio, la '1
lar la mediterránea, y en parte de circunstancias locales de los mismos ganancia y el mejoramiento, las cuales se podían encontrar eri Jos
{) territorios de ultramar. .;•i centros comerciales y maríti1:'!1os de Portugal, Andalucía.y la España
1
{i Una ojeada al mapa del mundo en 1800 hace pensar que la mayor mediterránea}; del norte, reforzadas a finales de la edad media por
(1 porción ele lbs territorios de ultramar en manos europeas recayó en la afluencia ele mercaderes y capital italiano, y más específicamente
lo que se podría llamar las tres «sociedades de conquista;, de la Etir~ genovés, a la península Ibédca 1 :t~ A veces, la tensión entre.ambos con-
({ )
pa tarclomedieval y del siglo XVI: Portugal, Espaila e Inglaterra. Por- juntos de actitudes alcanzab.a el punto de ruptura; así, un factor o
( tugal y España habían forjado muchas de sus características y aspira=: agente comisionado veneciano protestaba sobre el viaje de Pedro.
dones sociales durante su larga guerra contra el Islam. Esta guerra les · Álvares Cabral en l 500 con destino a la India: ccSi quieres comerciar, 1
( 1
había dado un enemigo tradicional y hereditario, el mundo musul~. ;. 1 :;~~ no debes robar los barcos ele los competidores» 14 • No obstante, las f
{· mán, contra el cual se medían; en respuesta a él, habían desarrollaaq: :} aspiraciones comerciales de Europa a finales del siglo xv (la necesidad i
{ una tradición cruzada y bélica que se mantenía viva por la proxirriidaél "f .~l apremiante de mer.ales preciosos,.el hambre de especias, el deseó de . P.

{1
de los moros en el norte de África, aun cuando había desaparecido el d adquüir nuevos territorios para~el desarrollo de plantaciones de caña !
f1:
peligro musulmán dentro ele la misma península Ihérica. Por tantó; ··S"· .de azúcar) crearon como míriimo una unión de intereses provisional
(l ; ~-. t~.:· '~~. ·que permitió al mercader y al soldado cooperar en sus empresas y
p
~
·'; '1···~·,\:'lt !it . 'hablar el mismo lenguaje enérgico. · :~
(l 9
C:f. Richard Hakluyt, .;nw Discourse of\Alestern Planting" ( 1584), en The oriii!i~/ ~
nnl w,.iting.t mul Corrr.t/mntlr1u:r ~{tlir. '/iun Riduml l/nl1l11yls, cd. E. G. R. Taylor, 2 1 seJ:ie~··;;.
::·. Sin embargo las condiciones, primero en el norte de África y des- .i
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(1
(1
2 vols. (76-77), Londr<'s, Hakluyt Socicty. 1935, vol. 77, p. 234: •hemos crecido hasiá .1··
ser más populosos qm· mmca a111cs, de modo que hay ahor<t tantos de cada· arte y ~:.ti
ciencia, que ap~nns pueden vivir uno junto orro; mejor dicho, están listos ailtes'a col·,:•·
merse el uno al orro... n· 1 1 :· .:.
pués en las tierras a orillas del océano Íhdico, resultaron poco propi-

; ,.
12
Véase Pedro Cornminas, El m1ti111iento b. riqueza en Castilla. Madrid, Publicacio-
. ,
~

JO Benmrd Bailyn, Vnyngr.1:~ totli.11 West: ¡\ Pn.uagr in tlu~ l't•n/1ling o/Amerir.a nn 'tl1~E_vt_:~ nes de la Residenci l de E.,tuclianl<'s, 1917.
'l) oflhi! Reuolutimi, Nueva York, Knopf. H>86, p. 24. . ! :• •~: 11 ~~ ,·.
13
Charles Vcrlindl·n. Tlle /lrgimii,,gs o/Mod1m1 Colm1iz.ntim1, tr.1d. inglesa \\•onne
11
Vitorino Magalhacs Goclinho, A r.connmia dos descolni111mtos/1enrit¡uinos,·;Lisboa1~
l) ·....' ...th~~(~:i
Frcccero, Ithaca (l\"ucva York) )'Londres, Cornell Univeri;ity Press, 1970. •
' ~:· • M Citado por Stcensgaard, Tl1r. Asi1~n 7iridJ Rnlt1liuimi, p. 84.

')l1 Sá da Costa, 1962, p. 81.

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EsPAÑA, EUROPA V lil. MUNDO DE ULTRAMAR .· 1--\ APll.Ot'IACIUN Ut: TEAAffORIOS DE Ul.lltAMAK t'OR LIS t'OTt:NCIAS t:UKOt't:AS
l
das para una conquista territorial a gran escala. Los portugueses y ~os ante todo pensada para atraer por igual a los elementos militares y }
españoles.iban a descubrir por turnos que las sociedades musulmanas mercantiles de la Espa11a de la recién tem1inada Reconquista. Colón
_}
del Magreb eran demasiado ricas, sofisticadas y populosas para pres- ofrecía diversas perspectivas de riqueza, tanto por el botín como por
tarse a una conquista fácil; todo lo que pudieron obtener fue una sede el comercio y el desarrollo; y codo esto, además, como pronto se hizo )
de puntos de apoyo, que comenzó en 1415 co'n Ceuta en Marruecos evidente, en un mundo que no parecía haber oído hablarjamás de la fe
y se extendió gradualmente durante las siguientes dé.cadas por la cristiana, a diferencia del musulmán, y era por tanto propicio a la evan-
" ~
costa de África. Se trataba de fuertes, factorías y presidios o puestos .;:
gelización. Esto no sólo era un importante incentivo para la interven-
.. )
fronterizos, que podían servir de base para la rapii'la, el comercio º· ción de la Iglesia y la corona castellana, sino que además hacía posible )
establecer conexión con el tráfico de oro y esclavos del interior de asegurarse la autorización papal requetida para la conquista (bajo cier-
África15: Este esquema se iba a repetir cuando los portugueses pasaron tas condiciones específicas) de sociedades infieles que la tradición me-
)
a Asia. Desviados hacia el este por las nuevas y brillantes posibilidades dieval de derecho canónico había llegado a reconocer como entidades )
del comercio indio y asiático, pudieron utilizar su supe1ior tecnología viables con sus propios derechos legítimos a la propiedad y la sobera- )
náutica y artillería para tomar ventaja inicial y ~nsartar un imperio de nía is. En la cristiandad de finales del siglo xv no había condición previa
bases dispersas desde la costa occidental de África a las Malucas. No 1mis obligatoria que ésta para apoderarse de territorios ele ultramar. )
obstante, fracasaron en lugares cruciales, como Adén, y la India iba a Cuando Cortés desembarcó en la costa oriental de México en 1519, )
resultar tan poco favorable como el norte de África a la penetración muchos de los rasgos característicos de la sociedad castellana de la Re-
in.t~i?-or y la conquista en gran escala. La Popeliniere, al intentar ana- conquista ya se habían reproducido al otro lado del Atlántico: la ra- )
~ en 1582 sufracaso, io atribuyó no a una falta de voluntad ( volonte}, pi11a, el pillaje, la esclavización y la explotación bajo el signo de la )
sino de potencia (puissance). Los portugueses se viero·n enfrentados a cruz, en un nuevo mundo caribeño con una frontera móvil. No obs-
estados poderosos y bien consolidados y a sociedades altamente civi- tante, también había otro elemento de la Reconquista mucho menos
}
lizadas que pronto aprenderían a imitar sus métodos militares; así manifiesto en las Antillas: el asentamiento y la colonización. A pesar l.. }
· p:ues, llegaron a la conclusión de que en palabras de La Popeliniere, de los esfuerzos de la corona española, por medio de su gobernador
la partida no valía la vela (cele jeu ne valait pas la chandelle») rn. Poco Nicolás de Ovando, para estabilizar la sociedad de La Espafiola con ~ }
han añadido los análisis-posteriores a este diagnóstico del siglo XVI. la fundación de ciudades y el repartimiento de los habitantes indíge- \,
·)
Tumbién los españoles fueron desviados del norte de África, pero nas a los colonos a cambio de su instrucción y conversió11 1u, el descen-
.por el mundo muy diferente de América. Aquí, según decía Cristóbal so catastrófico de la población nativa y las noticias de oro y botín dis-
\ }
Coi6n al informar sobre su primer viaje de 1492, había perspectiva de ponibles más al oeste dejaron a la sociedad antillana en un es cado de ( }
ccoro sin cuento», ruibarbo y canela, especiería y algodón, además de continuo cambio, a medida que los aventureros se desplazaban de una \ }
esclavos cede los idólatras» 17. Se trata de una lista de lo más deseable; isla a otra y después al continente en busca de riquezas fáciles. Se
trataba menos de una apropiación de territorio que de su devastación ( J
15 Andrew C. Hess, TheForgotten Frrmtier: A History oftht Sixtet'nth C.entury lb'ero-Afri·
por bandas de merodeadores. ( J
can Frontier, Chicago (Illinois), University of Chicago Press, 1978, esp. cap. 3; Fernand «Quien no poblare, no hará buena conquista, y no conquistando la
Braudel, •Les Espagnols et l'Afrique du Nord de 1492a1577•, en Revue africaine, q~ tierra, no se convertirá la gente: así que.la máxima del eonquistador ha
( j
(1928), pp.184-233 y 351-428 [también en Fernand B~udel, En torno al Mediterl'dneo, ele ser poblar» 20 • Esta máxima expresaba el modo de pensar de Cortés;
trad. Agustín López y Maria Tabuyo, Barcelona, Paidós, 1997, pp. 41-100]; E. W. ' j
Bovill, The Golden 7Ttuk o/ tlie Moors: West African Kingdoms in tite Fourteenth Cmtury, ( j
Oxford, Oxford University Press, 1958. . .
16 La Popeliniere, Lts 7rois Mondes, pp. 51-53. Para un panorama valioso y acma.i-
zado de las actividadts portuguesas en uhramar, véase Francisco Bethencourt y Diogo
18
James Muldoon, Pupes, Lawycrs, and ltifidels: The Clum:h aml tite No11-Cliristian
Wurld 1250-1550, Filadelfia (Pensilvania), University of Pennsylvania Press, 1979.
4 J
19 Ursula Lamb, Frey Nicolás de Ovando, gobeniador de las Indias ( 1501-1.509), Ma-
Ramada Curto (eds.), Pcmuguese Oceanic Expansion, 1400-1800, Cambridge, Cam brir,1-

44 ')
ge University Press, ~007. . . · ' · · • · drid, Ccmsejo Superior de Investigaciones Científicas, 1956.
17 Cristóbal Colán,.Textos y cJ«umnztos completos, ed. Consuelo Varela, 2ª ed, aum~­ :1o Francisco López c..le Gómara, Historia general de las bidias, Madrid, Imprenta de
tada, Madrid, Alian~. 1992, .. carta a Luis San1ángeJ,, (15 de febrero de 1493), p. 225. la Real Academia de la Historia, 1852, p. 181.
f. J
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( E..o;1•,\Ñ.\, EuROl'A v El. MUNl>O m: ut:rRAMAR L\ Al'ROl'IAI .IÓN Uf. TERRl"fOIUO'ó DE ua:ntAMAR l'OR l.AS l't>lt:NCIAS t:UROl'!AS

(,
a causa de su conocimiento directo de la destrucción de las Antillas, sobre sus rivales. Por esta razón, era probable que la riqueza recién
tl estaba decidido a evitar que se repitiera la historia cuando el imperio hallada en las Indias desencadenara nuevos episodios de disputa, ade-
f mexica de Moctezuma cayó en sus manos. La dispersión ele los con- más de intentos de emulación. Al promover los viajes de exploración,
quistadores por el continente prosiguió, sobre todo a medida que co- los mismos Fernando e Isabel estaban dando en parte una respuesta
{ menzaban a filtrarse noticias de las fabulosas riquezas de Perú, que.ya a los éxitos en ultramar del rey de Portugal, Manuel 1, autoproclamado
@' eran un mito por la década de 1520, antes de que se hicieran realidad ccseñor de las conquistas, navegación y comercio de Etiopía, Arabia,
definitivamente con la conquista por Francisco Pizarro en la rlécada Pcrsia e India» 22 • Mientras los españoles cerraban su puño sobre las
f de 153021 • Con todo, dos características del mundo hispánico en ex• Indias, los portugtieses respondían por la década de 1530 con rápidos·
{ pansión en el continente americano conu·ibuyeron a asegurar que los preparativos para la toma de posesión de· Brasil, donde la población· i
( españoles someterían partes sustanciales de él a una ce buena conquis- indígena resultó estar menos dispuesta a ser subyugada y explotada i
ta», según interpretaba Cortés esas palabras. La primera ele ellas era la que la de México y los Andes. Con la medida de dividir·e1 territorio en
~ presencia de grandes poblaciones sedentarias, sobre todo en la mese• catorce capitar.ías (en quince fraqjas de tierras) a cargo de doce dona-
{ ta central de México y en la altiplanicie de los Andes. La segunda fue tá1ios, que habían ele asentarse y desarrollar el país a su propia costa 1l.
( la aparición de cantidades importantes de artefactos de oro y plata;
seguida por el descubrimiento en ambas regiones de yacimientos de
bajo el sistema de cultivo obligatorio o se.nnaria ya aplicado en las islas
at1ánticas23 , la corona portuguesa esperaba salvar los recurs~s de Bra- ¡
( plata excepcionalmente ricos en las décadas de 1540 y 1550. sil, en potencia o en acto, de caer en manos de sus rivales europeos. · !
{ Para los castellanos y andaluces que habitaban mentalmente-el Las rivalidades dinásticas y nacionales del viejo continente, por
(
mundo de la Reconquista, poblaciones infieles susceptibles de.se{' tanto, ya operaban por las décadas de mediados del siglo XVI escl~u­ 1
subyugadas significaban también almas que salvar y cuerpos para su· lando la ocupación de nuevos pedazos de territorio en ultramar, bien
( f
ministrar trabajo y tributos. Por su parte, el oro y la plata indicaban la fuera para proporcionar protección adicional a aquellas regi~nes ya
{ presencia de minas que podían producir un fltyo continuq de metales tomadas, bien para servir como garantía contra la pérdida de f'.utu~
(
preciosos para la corona espaai.ola y riqueza sin precedentes para per- posesiones potenciales. Por lo que hace al último ejemplo mencio~_a­ 1
sonas individuales. En consecuencia, se llegó a considerar que la aprc>.- do, el palo Brasil podía atraer inmediatament.e a otros. pred~dores
{ piación del continente americano (o adquisición de un c<imperio'dc europeos, en especial Francia 24, pero siempre había la esper"-nza d~
las Indias») justificaba la inversión de hombres, dinero y recursos 1
que se descubriera oro y, aunque este sueño en particular habría i
f nacionales a una escala que hubiera sido impensable sin la perspec~ de tardar casi doscientos años en hacerse realidad, el desarrollo c\e .
( tiva no sólo de una prosperidad instantánea, sino también de rendit grandes plantaciones de azúcar, altamente rentable, en ~l fértjl litoral i
{ mientos continuos a largo plazo. Esta inversión, como la Reconquista
del sur de España contra los musulmanes, resultó atractiva por difci .
atlántico de Brasil iba a constituir hacia principios del siglo xyu una
recompensa especialmente valiosa. Desde lclS primeras etap~ de su
l
/t rentes razones a los diversos sectores de la sociedad castellana (corot. ;· ·
na, Iglesia, hidalgos, mercaderes, labradores y artesanos). Así pu_es; ·: /
expansión en ultramar, los portugueses y españoles habían tomado
posesión formal de suelo extranjero en nombre de sus respectivos
la apropiación de la América central y meridional pudo adoptar la · monarcas25 • Ahora, a medida que las rivalidades del Viejq Mundo se
~
forma de empresa colectiva, llevada a cabo, como la Reconquis'ta .....~;
( lo había sido, bajo la supervisión reguladora de un rey a quien pe~e- ·.. 1
(( necía el seii.orío ültimo de las tierras recién conquistadas. ··
~~
22
'
Steensgaarcl, 1'111' .1sian Trade R111olution, p. 84.
La corona espaiiola operaba dentro del marco ele un sistema euro- .. \ · · . 23 Verlinden, Begi11ni11gs o/Moden1 Colnnisation, p. 220.
-{
peo de estados altamente competitivo, donde cualquieracumu~~~i9h ~}~·! · 24 Charle11-André.Julien, LesDf.'1 1tt.~ de l'expatJ.Sion et de la colonisationftanfaise.f (XVe- .
1
Xl'luiick.s), París, Presses Universitáirés de France, 1947, cap11. 2 y 4.. .
t de poder y riqueza por parte de uno tenía repercusiones inmediata,s · . .~ .\. · 25 Cf. Cortés en Veracruz, quieh .. tomó posesión de toda aquella tierra con la ¡:
(1 . ·· . ·· . · ·.. · ',;.~1ir•:,·j demás por descubrir, en nombre del en1perador don Carlos, rey de Castilla•, en.Fran- . 1:
cisco López de Gómara, /,,a cmu¡uifta._d'- México, ed.José Lui~ ele Roja.'I, Madrid, Dastin,
~ 21 Antoncllo Gcrbi, /l MÍlo drl Prni, Milán, Franc~ Angdi, Í 988,.pp. 24-26.'l· ,~.~ -"f 2000, p. 99.
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EsPAÑA, EllllUl'A Y l::L MUNDO l>E ULTRAMAR

trasladaban al Nuevo Mundo y otros soberanos europeos, comenzan:-


L\ Al'KOl'l,\l'.hJN lll:: Tl::RlllTUKIUS UI:: ULrnAMAll l'OR l.\S l'lYl1::NCIAS EUKUl'l:'..-\.S

de <<plantaciones,, y «Colonias» de inmigrantes ingleses y escoceses,


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do por Francisco I; se negaban a reconocer la validez del c:irbitraje que se oc.:upaba un país que ya era propiedad legítima ele la corona.
papal sobre las tierras recién descubiertas por los monarcas de Ja
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Lajustificación del asentamiento en áreas previamente no conquis-
·.
península Ibérica, se llegó poco a p9co al ente{lclimiento de que el tadas se buscó en el argumento de la utilidad de las tierras, pues pa- ) ~

derecho a la posesión exclusiva se había de tlasar en el establecimien:- · recía erróneo que el buen suelo irlandés quedara sin cultivar28 • Si a " }
tofijo y pennanente26 • De esta forma, la apropiación y ocupación del esto se aiiade que se suponía que los irlandeses eran a todos los efec- " I

territorio se convirtió en una condición sine qua non para la activi~ad tos prácticamente paganos y se juzgaba necesario, en palabras de la
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de ultramar d~ las sociedades europeas, bien fundamentada en su reina Isabel, «hacer entrar en la civilidad a esa nación bárbara y gro- 4
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conciencia territotial altamente desarrollada. .¡ sera»29, resulta claro que una batería de argumentos ya estaba en po-
A pesar de toda su actividad en Brasil y más tarde en las Antillas.y )
sición para la posteriorjustificación de la apropiación y colonización
Canadá, los franceses iban a ser participantes tardíos y no especia_l:- de tierras en Norteamérica. Tampoco es una coincidencia que varios de )
mente exitosos (antes del siglo XIX) en el proceso de reparto y ocupa- los pioneros que promovieron los primeros proyectos de asentamien- )
ción de grandes áreas del mundo no europeQ. Las divisiones religiosas to británico en América (sir Humphrey Gilbert, sir Walter Raleigh,
y ~os trastornos c;:iviles de la Francia delsiglo XVI fueron sin duda un Ralph Lane) estuvieran estrechamente relacionados con los planes )
obstáculo para l.ina empresa de ultramar sostenida y eficaz en las de'." de plantaciones en Irlanda. Esta isla sirvió de útil laborato1io para los )
cisivas etapas iniciales de la partida. Los ingleses, pese a comenzar más ingleses, como Andalucía para los espafioles, para el experimento de
·tarde, iban a resultar más hábiles. Una razón importante para ello desarrollar las ideas y técnicas que harían posible el subsiguiente es- )
_pudo ser que los ingleses, a diferencia de los franceses pero al igual tablecimiento de un imperio de ultramar. }
·que los españoles y portugl.Íeses, eran también una «sociedad ele con~ Aunque el primer asentamiento pennanente británico en el con- \..
qwsta» cuando se embarcaron en la empresa de ultramar. La tierra tinente americano, el dejamestown en 1607, fue realizado bajo los
)
elegida para la conqwsta, en contraste con la mitad sur de la penínr
sula Ibérica, iba a ser una isla vecina, no parte del continente, y. eJ
auspicios de una compañía de accionistas, sería un error interpretar
esta circunstancia como una orientación exclusivamente mercantil
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pueblo a ser subyugado no estaba formado por musulm·anes, sino por
)
en la nueva empresa. Al igual que los intentos dirigidos por la casa \:
católicos gaélicos. Con todo·, hay indicios de que la conquista de ,fr, bancaria alemana de los Welser para conquistar y explotar Venezuela )
landa en el siglo XVI fue un útil preludio, y quizá incluso una condj: en las décadas de 1530 y 1540so, los esfuerzos de la Compaf1ía ·de Vir- )
· ción previa necesaria, para el subsiguiente éxito en la ocupación d.e ginia se caracterizaban por una mezcla de motivos e intereses: la sed ~j
territorios de ultramar27 • ·;1,·!d de metales preciosos, el deseo de comerciar con los indígenas, las ~
)
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La corona inglesa pensaba que había establecido su derecho sobr~ ' posibilidades de rapiña y los vagos planes de colonización 31 • En ambos ~

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la mayor parte de Irlanda como resultado de la ofensiva normanda··. casos había' deseo de ganancias rápidas y en ambos casos las com-
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de los siglos XII y XIII. Por más que después los nativos irlandeses \lU; : :. )
hieran recuperado la posesión de gran parte del país, se daba . pQf):
supuesto en el siglo XVI, al proponerse planes para el establecimientQ ·>
pa11.ías fracasaron. Como en Irlanda, había un fuerte componente
conquistador en el asentamiento dejamestown. Al igual que en la
América espafiola, muchos de los primeros coloni.zadores eran aven-
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26 Julien, LesDébuts, p. 114. ·: . ;"~ 28 Canny, The Elhabl!lhan Cn11quest, pp. 118-119. ¡¡

21 El tema de la conquisca y col?nización d~ Irlanda c~mu prel~dio a la c?loniza:-_( 29 lbid., p. 121. . fi


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ción de América, expuesto por David Beers Qumn, Tht Elu.abtth~ns and the lmh,· I~~:'­
ca (Nueva York), Comell University Press, 1966, esp. cap. 9, ha sido desmTollado:p:<>t~ ~
so Juan Friede, Los Welseren la conquista de Vmezuela, Caracas y MadJid, Eclime, 1961
SI Weslcy Frank Craven, Dis.folrttion o/the Virginia Company: Tlie Failurt! o/ a Colonial
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Nicholas Canny, lbbre todo en Tht Eli:.abtthan Conquut o/Inland: A Pattem Establühtd;~ Experiment, Nueva York, Oxford University Press, 1932, p. 29. Para trab~uos recientes I' j
1'65-1576, Hassocks (Sussex), Harvester Press, 1976, y Kingdu111 and Colony:.Jrtlimd~ sobre los primeros años de Virginia, véase Peter C. Mancall, The Atlmitic World t111d . if
tht Atlantic World .l.56/)-1800, Balúmore (Maryland) y Londres,Johns Hopkins Univ.eir. Virginia, 155,0-1624, Chapel Hill (Carolina del Norte), Universiry of North Carolina }
sity Press, 1988. · · ;l(ti;t Prcss, 2007.
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E.'ir,\.'ÍIA, EUROrA y f.I. MUNOO 1.n: ULTRAMAR l.A Al'ROrl.\CIÓN UE TERRITORIO.'i DE ULTRAMAR POR LAS POTt:NCJA.'i EUROPEAS
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tureros que soilaban con hallar oro y plata, detestaban el trabajo ru- puritanas de Nueva Inglaterra) frenados por una estricta disciplina
f 1
tinario y esperaban vivir de los trabajos y tributos de la población social que durante un tiempo sorprendentemente largo logró conte-
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servil indígena. Sin embargo, los indios que encontraron, a diferencia
de los del México central y los Andes, no resultaron una mano de
obra útiJ. El asentamiento de Virginia se salvó por el desarrollo de un
ner las presiones generadas tanto por la inmigración como por un
crecimiento demográfico natural y excepcionalmente vigoroso55 • Sólo ·
a finales del siglo xvm, y con la llegada de la independencia, se abriría
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1;
~¡ cultivo, el tabaco, en el que no iban ·a usarse indios, sino primero finalmente una brecha en las fronteras y una marea migratoria avan- ¡:
(1 trabajadores ingleses bajo contrato de servidumbre y después esclavos zó hacia el oeste a través de los mÓntesApalaches para tomar y colo-· 1·
1
1
africanos. nizar las tierras del in tefior. 1
(. 1
El cambio de perspectivas de la colonia también transformó inevi- La diferencia entre los modos español y británico de apoderarse
í
( tablemente la actitud de los colonos respecto a las tierras y sus habi- del te.rritorio indio puede derivarse en cierta medida de diferencias,
tantes indígenas. Ahora que el suelo se había hecho deseable, su ad- como mínimo de énfasis, en sus respectivas actitudes hacia la tierra.
i
t quisición a lo largo de las riberas del río James se convirtió en ol~jetivo A pesar de sus pretensiones· altisonailtes, ambos países díerón mues-
1
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principal de los colonos. Como en Irlanda, esto significaba el desarro- tras de incertidumbre inicial acerca de sus derechos sobre lá tierra en l
( llo de una «empalizada», la cual hacia 1633 incluía unas 120.000 las Américas. Cortés ideó una transferencia «voluntaria·» del título
hectáreas de tierra libres de derechos por parte de los indígenas 52 : imperial de Moctezuma al emperador Carlos V; a obvia im!taci6n del
(
De hecho, se había establecido una frontera con los nativos que, a precedente español, el capitá'n Christopher Newport, siguiendo las
( pesar de intentos esporádicos de mantenerla y ele garantizar los dere- instrucciones de la Compañía de Virginia, «coronó» a un reació «em-
{. chos de los indios sobre las tierras más allá de ella, retrocedería cons- perador» Powhatan como vasallo dejacobo 1 en 1608!4• A pesar de
tantemente ante la presión del crecimiento demográfico de la comu- ello, los españoles. dejando de lado las delicadezas legales y la autori-
{ nidad colonizadora y la insaciable sed de tierras para la plantación y zación papal, llegaron pronto a considerar las Indias como una «con-
( el cultivo del tabaco. quista» de la corona de Castilla, lo que daba derecho a és.ta, al menos
La experiencia de Virginia indica, y la de los asentamientos britá- en teoría, a disponer libremente de la tierra. Por su parte, la c9rona

''
nicos en Nueva Inglaterra confirma, que había importantes diferen- inglesa, ignorando con despreocupación cualquier derecho indio
cias entre los modos británico y espa11ol de apropiarse de territorio previo, concedió a la Compañía de la Bahía de Massachusetts el dere- .
( en las Amélicas. Los espa1i.oles, al llegar, encontraban alg(m pretexto cho a «tener y retener, conservar, poseer y disfrutar todas y cada una
para «conquistar» vastas regiones de territorio y hacían profundas de las cosas antedichas: continente, tierras, territorios, islas, hereda-
( incursiones en el interior, para después ocupar lentamente ]as zonas des y predios, mares, aguas, pesquerías» 55 •
t conquistadas mediante la fundación de ciudades y asentamientos. Lo~
británicos, por su parte, tendían a establecer una base, asentarse en
t una franja costera o ribercila relativamente eslrecha y después, poco
33 Véase, por ejemplo, Philip Grevcn, Four Generations: Populatipn, l.And, andFam-

~> a poco, hacer retroceder las fronteras y, con ellas, a los indios. Este
ily in Colonial Ando11n¡ Mll..uaclntJett.~. Ithaca, Nueva York, Comell University Press,
1970. Para comparaciones adicionales entre las colonizaciones española e inglesa de
{ proceso podía ser muchas veces muy lento, como ocurrió en Nueva América, véase más abajo, cap. 8, yJ. H. Elliott, Empim o/ tlie Atlantic World: Britain and
Inglaterra y las colonias centrales·. Durante generaciones, los colonos Sfmin in Anrerica, 1492-1830, New Haven (C.onnecticut) y Londrei;, Yale University
t estuvieron pegados al litoral atlántico, en parte retenidos por la geo- Press, 2006 [Imperios del mundo atlánticn: Es/101ia y Gran Bretmi<l en América (1492-JBJO),
!i
trad. Marta Balcells, Madrid, Taums, 2006], µarte l.
t grafia y el miedo a los indios y en parle (como mínimo en las colonias 34 Sobre Cortés, véase J. H. Elliott, .. Cortés, Velázquez and Charles V•, en Hmaán
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{ Cortés: Lettmfrom Me.'l\ico, ed. y trad. inglesaA.nthony Pagden ( 1971), reimpr. rev., New !
Haven (Connecticut) y Londres, Yate University Press, 1986, pp. xxvii-xxviii; sobre i
1
<{ 32 Wesley Fran k Cra\'Cll, .. Jndian Policy in Early Virginia», Willinm mid Mnry Quar- Newport, véase Philip L. Barbour (ed.), Tlie Compkte Works o/ Captainjohn Smith, 3 .i
J
terly, 31 serie, 1 (1944), pp. 65-82: '· i:'·\ vals., Chapel Hill (C:1rolina del No'rl.e), University of North Carolina Press, 1986, I, p. · .i
( • En inglés, Midd/,. C.ol01ries, denominación utilizada para agrupar las coloniaS 237. ;
: /¡
correspondientes a los actuales estados de Nueva York, NueV'ct.Jcrsey, Pensilvaniáy , 35 Citado por Wi 11 iam Cronon, Clianges in the Land: lndia11s, .Go/onists, and th8 Ecol-
( Delaware. 1'! . ogy ofNew E11gla11d, N 11cva York, Hill aqd Wahg, 2003, p. 71 .
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Con todo, para ambas potencias co!onizadoras quedaba una enes-: rabies incidentes 39 • La tendencia general, no obstante, fue que la co- )
tión acuciante, bien formulada por Robert Gray eQ ~u A Good Speed to rona concediera simplemente grandes extensiones de tierra a los _}
Virginia (ceViento en popa hacia Virginia»): «La pri~1e111 objeción es colonos, sobre la base tanto de sus presuntos derechos de soberanía
con qué derechó '?justifica«;ión podemos entrar en las tierras de esos como de la suposición de que una tierra dejada sin vallar y sin cultivar )
salvajes, despojarles ~e su legítima h~rencia y clsentarnos en sus luga-
res, sin habernos provocado o hecho ningún mal» 36 • La corona espa-
no podía estar siendo usada como era debido. La apropiación del 't
suelo indígena, pues, se llegó a justificar en términos de una doctrina
ñola, aunque ansiosa por impedir el desarrollo d~ una aristocracia
', )
de «mejoramiento», una palabra que iba a ser ampliamente utilizada
feudal en las Indias, no tenía ningún reparo en ejercer sus derechos en los asentamientos británicos en la América continental y en las )
de conquista al reco~perisar ios servicios de quienes la habían llevado Antillas durante los siglos XVII y xvm 40 • A'ií se estableció el contraste
)
a cabo con conc.esiones de tierras. Al mismo tiempo. reconocía tam- con el ccyermo» (wilclerness) que los colonos habían encontrado a su
bién derechos indígenas anteriores. Influida por conceptos del dere- llegada: «llegaron a un yermo -escribía William Penn-, pero no se ~ )
cho romano sob~e la propiedad del suelo, trazó una distinción entre podía aceptar que lo dejaran así»"1. \ )
las tierras usadas . de hecho por las comunidades indias para la pro- Al recurrir al discurso del mejoramiento, los colonos británicos (ya
ducción y aquell~ que estaban desocupadas, las cuales repartió entre ~ )
fueran granjeros en Nueva Inglaterra, cultivadores de tabaco en Vir-
los españoles57 • Sin·embargo, una vez distribuido el suelo libre (y ginia o plantadores de caña de azúcar en el Caribe) ele hecho estaban \ )
grandes extensiones llegaron a estar disponibles al disminuir Ja po- ucilizando parajuslificar su ocupación de territorio indio ameiicano
blación. indígena }'ser reagrupadas las comunidades indias bajo las un tém1ino que iba ganando terreno continuamente en la Inglaterra
)
órdenes de sus gobernantes europeos), se tendió a olvidar la distin~ prdndustrial y expresaba una perspectiva sobre los recursos marcada }
ción.entre propiedad y uso, a pesar de los esfuerzos virreinales para por la acumulación y el desarrollo. Es difícil determinar en qué medi-
}
asegurarse de qúe la tierra asignada a los colonos fuera confiscada en da los españoles de América compartían tal punto de vista. Como
caso de no ser explótada sin dilaciónss. mostró Hernán Cortés con su plantación de caña de azúcar en Cuer- }
En la América británica se trazó una distinción similar entre pro:- navaca y sus planes para el comercio en el Pacífico, había un fuerte )
piedad y uso de la tierra, con consecuencias que, dado él modo de componente empresarial entre al menos algunos de los conquistado-
vida de los nativos en grandes regiones de Norteamérica, fueron to7 res)' primeros colonizadores-1~. López de Cámara escribía con aproba- i, )
davía más perjudiciales para los derechos indios que en Méxicoiy ción en 1552 sobre la medida en que los colonos españoles habían
Perú. Los colonos ingleses no lograron comprender la concepción «mejorado" La Espaüola y Nueva España, mientras que Gonzalo Fer-
\ )
indígena de la propiedad basada no en la tierra, sino en Jo que se nández de Ovieclo refería con orgullo que «ningún ingenio destos )
encontraba sobre ella en las diferentes estaciones del a11o. Por cons;__ hallamos en estas Indias, y que por nuestras manos e industria se han 1 }.
\
guiente, ocuparon suelo c¡ue a sus qjos, pero no a los de los indios,,se: .'::·
había dejado vergonzosamente sin aprovechar y, ~uando en vez:.~~j~
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tomar tierras indias las pagaban, los malentendidos mutuos sobre.Jq:<: 39 Cronon, Clumges in 1/u: Lan<I, pp. 65-69. ( )
que realmente se estaba comprando y vendiendo llevaron a innume\}~ .¡o lbitl., pp. 77-78, yJack P. Green e, Pursuits o/Happiness: Tht Sucfril lleut!lopmml of
( )
· ·..-;:\a Early Modt!m Britisli Colrmies and the Formation o/Motlem Cttltttrt!, Chapel Hill (Carolina ....
..lt del Norte) y Londres, University of North Carolina Press, l 988, pp. 1~7-198 . ( }
56 Citado por Craven, aindian Policy in Early Virginia•, p. 65. . · · í·~j "
1
Citado por Michael Zuckerman, ·ldentity in British America: Unease in
S'l Woodro"! Borah,justice by ~nsumn~e: T~e General !ndia.n Co1trt o/ ColoniaUvl#iM,
Berkeley y Los Angeles (California), Umversny of Cahfom1a ~ress, 1983 [Elju:~
Eden .. , en Nicholas Canny y Anthony Pagden (eds.), Colo1lial ldentity i11 tlze Allmztic
World, 1500-1800, Princccon (Nueva jersey), Princeton University Press, 1987,
( J
General tk Indios m laNueua.España, uad.Juanjosé U trilla, M~xico, Fondo de Cult 1 p.133.

.-12 Véase France V. Scholes, ·The Spanish Conqueror as a Business l\fon: A Chap-
GJ
Económica, 1985), pp. 38-39. · ·· 1 l~~·
SS Fran~ois Ch~¡e·l La ¡ormation des grands domaines au Mexique: 1irre et ·socíl.i ;~ ter in the Hisrory of Fernando Cortes .. , New Mexico Quarterly, 28 ( 1958), pp. l ·29, y 4 j
a,ux XVI,.XVIJuiec~. Parí~, Institut d'erhnologie, 1952 [Lafonnt1ci6?1 d4 los latifun_8~i. .. Ward Ban·eu, Tho S11gar Httciendn o/tlie Marqueses tkl Valle, Minneapolis (Minnesota),
en México: haciendas 'J soeiedad en los siglos XVI, XVII y XVIJJ,.3ª edn. rev. yamnentada, tra.d: University of Minnf!sota Press, 1970 [La hacienda m.11carera de los 11ia1·quP-St!s riel Vallt!, 4 j
1535-1910, trad. Stella Mastrangelo, México, Siglo XXI, 1977].
Antonio Alatorre, l\iéxico, Fondo de Cultura Económica, 1999]. p. 178. ·
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f: E.wAÑA, CIJROl'A y EL MUNOO m: ULTRAMAR LA ArROl'IACll ÍN DE TERJUTORIOS DE UJ.1'RAMAR POR LAS rOTENCIAS EUROPEAS

f fecho en tan hrcve tiempo»~\ Con todo, no está claro si los espatioles claramente un papel crucial en 'el establecimiento de la dominación
f compartíai1 Ja concepción inglesa del Nuevo Mundo como ccyermo» a europea, sobre todo en los estadios iniciales del proceso cuando se
( Ja espera de ser desarroUado y, en caso de no hacerlo, si la divergencia disfrutaba todavía de la ventaja de la sorpresa45 • El poder marítiino rio
se dedvaba de actitudes distintas hacia la riqueza en ambas sociedades sólo facilitó el primer establecimiento de ba8es portuguesas en Asia,
~ de origen o del hecho de que habían llegado a Américas diferenles: sino que también permitió a los españoles tanto asegurarse un com-·
( La América espaiiola, con sus minas de plata y sus poblaciones indias · pleto control sobre la capital azteca de Tenochtitlán, al dominar el
( numerosas y sedentarias, era una América diferente y esto contribuye lago Texcoco con sus bergantines, como destruir el imperio de Ata-
sin duda a explicar enfoques opuestos sobre la ocupación de las tierras h ual pa en la altiplanicie andina ·al hacer pasar a sus hombres y provi-
{ indias. Mientras que los ingleses, si habían de justificar la retención de siones a través de un océano que los incas consideraban una barrera
(( sus colonias americanac; como inversiones a largo plazo (dado lo dece¡r infranqueable 46 • De modo parecido, sería el control del mar lo que i
l.
cionante de las recompensas a corto plazo), no tenían otra opción que permitiría a los europeos en los siglos XVII y XVIII mantener y extender !¡
f desa~Tollar los recursos de un continente por lo visto virgen con su pro- sus cabezas de puente en Asia y dominar el comercio local por medio
. Í·
( pio trabajo o el de Jos esclavos africanos importados, la principal pre- del recurso al terror y la fuerza. f1
( ocupación de los españoles era explotar sus ricos yacimientos de mine- También en tierra una tecnología militar superior daba a los euro- ~
¡ ..
rales, ademác; de la mano de obra y los tribulos de sus pueblos indígenas. peos importantes ventajas iniciales, sobre todo cuando se combinaba
{ Esto hacía que la ocupación material de la tierra, una vez formalmente con la utilización del caballo-17• El uso de la caballería ofrecía todas las ~ ..
( conquistada, no fuera una prioridad absoluta ni para la corona ni para ven t<:tjas de la sorpresa en las Américas, donde se trataba de un animal
sus colonizadores. Para ambos por igual, lo fundamentalmente nece- desconocido, y también permitió a los portugueses realizar conquistas
(
sario era la dominación no tanto del suelo tomo de sus habitantes. Esta en India y volver a rnpturar G<?a al beneficiarse de la escasez local de
( exigencia implicaba métodos y ritmos para todo el proceso de conquis-. monturas en regiones que dependían para su aprovisionamiento ;
~ ..
( ta diferentes de aquellos que caracterizarían la posterior expansión1 de Persia y Arabia-1 11 • Con todo, la superioridad europea en tecnología ,.Y.
inglesa en Norteamérica. Al mismo tiempo, ambas sociedades se en- militar, y equina, pronto comenzó a tener una importancia menor en 111;
( frentarían a muchos de los mismos problemas, y para solucionarlos· l~ Indias Orientales e incluso las Occidentales. En Asia, que ya formaba
s
!.
( adoptarían muchas de las mismas técnicas, las cuales también serían parte de la cultura ele la pólvora, la mera proporción numérica tendi~
aplicadas por los europeos, con mayor o menor éxito, cuando intenta~
t ron adueñarse de territorios en otras partes del mundo de ultramani
i; Véase Cario M. Cipolla, Gun.s an~l Sails in tire Early Phase o/European Expansion,
4
( ·,1·•
1400·1700, Londres, Collins, 1965 [Cati.onesy velas en la primera/mi dela expansión eu-
EJECUCIÓN . ; ···f

' .!..
ropea 1400-1700, trad. Gonzalo Pontón, Barcelona, Ariel, 1967]. Sobre la atenta pon- S;!

Hacia 1800, los europeos se habían asegurado el control sobre el 35 ... deración por los europeos del coste y Jos factores operacionales al decidirse por el
( por ciento del total de la superficie teJTestre del globoH. El desarrollo~. ,g hierro forjado, el bronce o el hierro colado, véase especiahncntejohn F. Guilmartin .~l
Jr., ..The Cannon ofthe Bataviaand the Sacramento: Early Modero Cannon Founcling
( en la Europa renacentista del barco de vela con artillería desempe·fi~; ..~ Reconsidered•, lnteñialinnal.fournal ó/Naulical Arcliaeology and Underwallr Exploration, "
¡~

i\1"'( :: ~~· 11 (1982), pp. 133-144.

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.... ,,~,, )'~. 46
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{ -t J. H. Elliott, ·nu Old World mul tlie New, l 492-1650, Cambridge, Cambridge UhÍ~ ..~}
3
versity ofTexas Press, 1956, y George Kubler, •The Quechua in the Colonial World•,
versity Press, 1970, p. 78 [El VU;jo Mundo y el Nuevo, 1492-1650, trad. Rafael Sánchez. ;;·j enjulian Steward (ed.). Handbnok nf Soutli Ammcan Jndian.s, Washington (DC), US
Mantero, Madrid, AJianza, 1972, p. 107]. · · · • .,,,~hif:(:i.1} Govcrnment Pnnting Office, 1946, 11, pp. 380-381.
44
Geoffrey Parker, 77~ Military Revolutinn. Miütary lnnovatio.n and the Rise óf thi.>. ~, 7
• -1 Véase Parker, The Military Revolution [La nroolución militar], cap. 4, para un ex-
( West, 1500-1800, Cambridge, Cambridge University Press, 1988 [La rcvolución 1nililar.~:.~~ celente panorama sobre el poder militar europeo y CJ mundo no europeo; sobre las
( Las innovaciones militar?S y el a/101:'-o <k Océidente, 1500-/ 800, trad. AJberto Piris,'Barce-~.·; armas europeas e indígf"nas en América, véase AJberto Mario Salas, IAs armas de la
lona, Crítica, 1990], p. 117, que cita a Danie~ R. Head.rick, Tlie.1bols o/Empire:Technot.7! '; conqtdsta d1 Amirica, Buenos Aires, Emecé, 1950.
( ogy and European l111/1erialúm in tlie Nineteenlll Century, Oxford, Oxford Univer.sity-Presst.; ~ · · :49 G. V. Scammell, .. lndigenous Assistance in the Establishment of Portuguese
1981 [/..os in.stn.tmentos del im/1erio. Tewolngia. e imjleriali.nno europeo en el siglo XIX,jaV:ic'Jf; :';-. Power in the Indian Ocemt•, enjohn ,Correia-Afonso, S. .J. (ed.), Ttul.o-Portu'gutse His-
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..\ ·~
tory: Sourca andProblems; Bombay, Oxfor~ Univenity Prcss, 1981, pp. 166-167. .it.
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EsPAÑA, [UROPA Y EL MUNUO DE ULTRMIAR
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a imponerse después de la sorpresa inicial de la llegad~ de los portugue- , /Jt.' Los dos grandes imperios cayeron con demasiada rapidez y no
ses. La pobfación de Portugal apenas alcanzaba ~n millón de habitantes; tuvieron tiempo de adaptarse al desconocido estilo de guerra y a la j
a finales del siglo XVI, el imperio mogol de la India tenía en sus ejércitos ·J! nueva tecnología, pero los indios d~ lbs márgenes de las posesiones )
ese número de hombres como mínimo, muchos de ellos equipados con españolas y los de Norteamérica fueron otro cantar. Décadas ele dificil
mosquetes49. Los indios adoptarán rápidamente el armamento occiden- coexistencia y de continua exposición a las influencias europeas hi- }
{
tal y tan sólo hacia mediados del siglo XVIII, cuando una segunda revolu- cieron posible que al menos algunas tribus llegaran a conocer de
ción militar dio a los europeos una artillería de campai1a ligera y relati- cerca los métodos bélicos de los intrusos y adquirieran armas suyas
"' )
'"
1- )
vamente poco costosa~ fueron éstos capaces de tomar de nuevo la por medio del comercio, tal como habían hecho los pueblos de Asia.
iniciativa y avanzar con eficacia hacia el interior del subcontinente50 • En Chile, por ejemplo, los araucanos se convirtieron en formidables - )
Más al este, los chirios, con sus propias annas de fuego, y los japoneses, oponentes de los españoles al incorporar el caballo a sus ejércitos
)
que habían impottadó y copiado cañones europeos en el siglo XVI, desde finales de la década de 1560, adaptar la silla de montar a sus
·poseían culturas militares y máquinas de guerra que los convertían en propias necesidades y alargar sus picas para responder a las cargas de ~ )
formidables adversarios en potencia para los europeos, muchos de los
cuales estaban en ~alquier caso más interesados en el comercio que
cahallería53 • Por otra parte, los chichimecac; de la frontera septentrio-
nal española en México mostraron una capacidad parecida de adap-
:
~
)
en la conquista en regiones tan lejanas de sus países de otigen 51 • tación, los indios de las grandes lhmuras se equiparon al estilo euro- )
Aunque la distancia tecnológica que separaba a ~os europeos de peo y se transformaron en una cultura ecuestre, y las tribus del norte )
otros pueblos era.mucho mayor en América que el1 Asia, un to'tal como los pequot y los iroqueses adoptaron las armas de fuego y se
de i;nenos de setecientos españoles, con una fuerza combinada de 18· dedicaron a formas de guerra de guerrillas que a su vez forzaron la }
,..
cañones y 83 caballos,· a duras penas hubiera podido ·derrocar los aculturación militar de los invasores54 • : 1·1•
- }
imperios aztecas e inca, con sus muchos millones de habitantes, si no En las Américas tanto del norte como del sur, pues, el proceso de
}
h~.bieran podido.echar mano de otras muchas ven~jas aparte de la· apropiación de tierras se hizo más lento, o incluso se detuvo, por la
mera superioridad de ,sus instrumentos. El efecto sorpresa de los ca-. resistencia de pueblos dispersos, que utilizaron el intervalo temporal . )
bailas y los cañones, aunque poderoso al principio, tendía a desga~.,.-· antes de que los europeos se entrometieran seriamente en sus terri- 'L

.tarse, y para aztecas e inc~ era probablemente menos dificil adaptar¡ torios para familiarizarse con los nuevos métodos de guerra e idear ( )
se a tales innovaciones que al estilo de guerra de los recién llegados, , respuestas adecuadas. No se había dado un tiempo comparable a los { )
con objetivos muy distintos a aquéllos de las hostilidades a las que· · ~"\ grandes imperios sedentarios de los aztecas y los incas, que además se
( )
estaban acostumbrados. Mientras que los europeos luchaban par~ ;~~
coi;iquistar y matar, los aztecas luchaban para tomar cautivos, y lo.s. /~ ~. )
escrupulosos rituales que gobernaban sus formas de combate y las deJ.:~i !;!!Álvaro Jara, Guerre 111 soL'iété tlU Chili. Essai tle sociologie coloriiale, lrnd. Jacques La-
:~ }
faye, París, lnstitut des Hautes Études de l'Amérique Latine, 1961 [vc:1~ión original
lo~ ~neas colocaron a ambos en s~ria desventaja en sus primero~rft .·· publicada posteriom1ente con el tímlo Guerm y sociedad en Cliilr.: l<t tmnsfunt1ación de lc1
cnttcos encuentros con l_os conqu1stadores!l2 • "!}#. \ guerra de Arauco y la esclcwitucl <le los indios, Santiago de Chile, Editorial Universitaria,
'.;. )
.i t l'i' 1971]. cap. 3. ( )
1 <i M Philip Wayne Powdl, Soldiers, Imlians and Silvcr: Tite Northward Advmtee ofNew
Parker, The Military.Reuolution [Ltirevolución mililar], p. 129. ;1 ~·" Spai11, 1.5.50-1600, Berkeley (California), University of Califomia Press, 1952; Edward
f9
50 Philip D. Cuttin, Cross-Cultural Trade in World History, Cambridge, Cambridg~~\ H. Spicer, Cycles of Conquest: The lmpact ofSpain, Mexico, and tlie United States cm tite Jndi- ' J
University Press, 1984, pp. 230-231. · ·. ' · :1 ~ ans of the Soutliwest, 1.533-1960, 1\1cson (Arizona), Universityof Arizona Press, 1962;
5 1 Sobre el origen europeo y no europeo de la artillería asiática, véase Charles ~ David Weber, Bárbaros: Spm1iards and iheir Savages in the Age ofEnlightment, New Haven ' j
Boxer, ..Asian Potentates and European Artillery in the l 6th-18th Centuries•,: en sq (.Connecticut) y Londres, Yale University Press, 2005 [Bárbaros. Los. españoles y stls sal-
- .J

.,
Por.tugue.se Conquest and Commm:e in Soutliem Asia, 1.500-1700, Londres, Varionun '· vajes en la era de la Ilustración, trad. Alejandra Chaparro y Luis Noriega, Barcelona,
1985, cap. 7. . . ·"·~•t\ •' Crítica, 2007] ¡ Francisjennings, Tlie Invasion ofA111erica: lndiaiu~ Colonialism, and t/11:
52 Sobre la concepción azteca de la guerra, véase Inga Clenclinnen, •The C6st·c. Cwit u/Conquest, Chapel Hill (Carolina del No'rte), University ofNorth Carolina Press, 44 'j
Courage in Aztec Sociel}i .... Past and Present, 107 ( 1985), 44-89; sobre los incas, ·véas l 975;Jill Lepore,. The Nmne of War: King Philip '.s War and the Origins ofA merican ldentity,
Kubler, cThe Quechua•, en Handbook oJSouth Amnican Jndians, ed; Steward, II, p:38Q, Nueva York, Alfred A. Knopf. 1998.

'")
{
f
( E.'il'AJi:A, l::lJROrA \'EL MUNUO llf. u1:JRAMAR LA Af'ROl'l.\CIÜN Uf. TERJUTORIOS DI!. Ul.J"RAMAR POR f¿\S POTENCIAS 1!.UROPF.AS

~ vieron perjudicados por el mismo hec~o de su alto grado de organi- blederon habían quedado escasamente pobladas; además, las epide-
() zación. Como imperios centralizados, resultaban particularmente mias continuaron reduciendó el número de indios nort~americanos
débiles a Ja estrategia aplicada sucesivamente por, Cortés y Pizarra de hasta bien entrado el siglo XVIII. Si' se puede considerar, a partir de una
(
capturar al emperador y así dejar sin cabeza Ja estructura imperial. extrapolación de la5 cifras para el México central, que la pobla~ión
(1 También eran vulnerables por el resentimiento acumulado por los indígena de las Américas en
conjunto sufrió una caída del orden del
.·.
~ pueblos que habían subyugado durante el proceso de extender sus 90 por ciento en el siglo que siguió a su primer contacto con los euro-
dominios. Por consiguiente, la conquista de México y Perú fue testi- peos, se hace mucho más cónfprensible la relativa facilidad con que
(J monio del talento político de los españoles al menos tanto como de éstos fueron capílces de apoderarse d'e .tan vastas áreas.de territorio57 •
{ su destreza militar. Al explotar las divisiones internas de ambos impe- Las ventajas biológicas de que disfrutaban los europeos en Améri-
rios, Cortés y Pizarra convirtieron invasiones europeas de poca enver- ca, por el contrario, se vieron cambiadas por claras pérdidas en sus
~ '•
relaciones con Asia. Al compartir las mismas enfermedades pandémi-
gadura en levantamientos nativos en gran escala orquestados en su
( propio beneficio, y conquistaron vastas áreas de territorio con lo que cas, los asiáticos no estuvieron expuestos a efectos letales masivos por
{ eran en realidad operaciones combinadas españolas e indígenas. En el contacto con europeos; en cambio, era más que probable que éstos
Asia los portugueses hicieron un uso comparable de la colaboración sucumbieran a los efectos nocivos de un clima y unas condiciones
{ extrañas a ellos. Un alto índice de mortalidad era endémico a las.
aborigen, pero con resultados menos espectaculares55 • Este tipo de
{ maquinación política alcanzaba su grado máximo de eficacia en lu: empresas europeas en África y Asia, y la sangría de recursos humanos,
{ gares como México y Perú, en los cuales los europeos se veían enfren- en especial p~ra un país con una población tan pequeña como·la de
tados a estmcturas estatales grandes e inflexibles. Resultó mucho más Portugal, tiene que haber llegado con el tiempo a funcionar como un
(1 difícil de emplear, y con resultados de mucho menor alcance, cuando factor inhibitorio a la hora de apoderarse de todavía más territorios.
(1 los adversarios eran alianzas de pequeños estados o agrupaciones La apropiación y mantenimiento de éstos implicaba costes quepo-
tribales, como en Yucatán, sin un centro formal de dominación que dían ser estimados al menos aproximadamente, incluso cuandO'no ·
{' impusiera una lealtad a regañadientess6, se prestaban a cálculos precisos; además, resultaba probable; como
( La biología, sin embargo, tuvo un papel mayor que cúalquier es- indican las discusiones llenas ele ansiedad de los arbitristas españoles
( fuerzo consciente de los intrusos e invasores europeos en socavar la del siglo XVII sof?re el impacto de la emigración a las lndiasss, que
resistencia ele los pueblos indígenas de América y despejar Jas tierras Jlegara un momento al hacer balance del imperio en que no pudieri.n
( para su ocupación. El impacto de las enfermedades traídas por los ser completamente ignorados los costes demográficos de la empresa
(1 recién llegados fue devastador para unos pueblos que habían vivido de ultramar para el centro metropolitano.
(1. aislados de las plagas y enfermedades que se habían hecho endémicas Tal balance, por muy improvisado y aproximado que fuera, C<?men-
en el conjunto continental euroasiático. La viruela minó la resistencia de zó a hacerse desde los mismos principios de la empresa europea de
( los guerreros aztecas que defendían Tenochtitlán contra las fueria~
(' de Cortés y la conquista espailola de la América central y del sur {tt~
acompañada, y seguida, de una catástrofe demográfica. Los inglése~· 57
El trab~jo pionero en el análisis estadístico de la América española de Sherbur-
~'
llegaron a una Norteamérica donde las enfermedades europeas ya I~~ . ne F. Cook y Wooclrow Borah ha sido reunido convenientemente en los tres volúme-
~

,,,,
nes ele sus &rlys fo Po/11tlotion History, nerkeley /Los Ángeles (California) y Londres,
1 ·. habían precedido, por lo que muchas de las áreas en las que se e$~.. · University of California Press, 1971-J 979 [Ensayos sobrt liistoria de la población, trad.
(\ ' Clementina Zamora, 3 vols., México, Siglo XXI, 1977-1980]. Sobre la polémica pro-
:.;.~ .:.~ \'Ocada por sus mltodos y conclusionés, véase más abajo, cap. 8, n. 61. No ex~le un
Scammell, .. Jndigenous Assistance•, en Correia-Afonso (ed.), lndo-Portugfúls~· ..;·,:~
55

,,
trabajo de compl~jidad comparabl~ sobre Norteamérica, para la cual se dispone de
'
H zsrory, cap. 11. · · ·:·_.' ... ,~e' ··: ·:••
?f.: escasos indicios relaúvos al tamaño de.su población én la época de Ja intriisión euro-
Ralph L. Rors, Tlui Jndimr Bn.ckgrotmd o/ Colonial Yucat1sn, Washington (DC): · ~~¡
56
pea. Véasejennings, 'l'lie lnvasio11 ofA1;1erico, cap. 2. . . ' .. .. ..
Carncgie Institution of Washington, 1943; Inga Clendinnen, Ambivalenl CmlqüéJiii ! '.~ ,
58
Véase, por ejemplo, Pedro Fernández Navarrete, Conservación tk .'"'l!'.ª''l"Ías

,,,.,
~\
Maya and .\'lmriiard in Yucatan, 1517-1570, Cambridge, Cambridge University
1987. .

17'}
' .. ·!li~~ i.
PreS's:
·:··¡ (1626), discurso VUI. Sobre las refl~xiones enEspañ~ de las co~s~cuencias para ella
de la adquisición de su imperio america·110,
! .
más
véél.$e . abajo, cap. 7.

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Esl>AÑA, EUROl'A V EL MUNDO DI:: UL'l"RAMAR L\ Al'KOl'L\UliN 111:: ..-i::1uuToiuus ui:: u1:ntAAIAR ruK l.AS ruTi::Nc.:1,~ ¡.;'uko1•1:J\S
'
)
)

'
ultramar. Las expediciones de descubrimiento y conquista exigíai:i a lo largo de la fron Lera septentrional del vin·einato de Nueva España,
importantes inversiones iniciales, ya fueran por el estado, por persq- un lug·ar donde una ulterior expansión ten-itorial ofrecía pocas espe-
nas individuales o por ambos. La expectativa, y la intención, era que ranzas ele ganancia. Tales zonasfronterizas, que exigían el estableci- 'J
la conquista y el imperio se autofinanciasen pronto: fue en función miento de guarniciones.y puestos defensivos, imponían pesadas car- )
de tales esperanzas que las dinastías reinantes'en Portugal y Espalia . gas financieras que se habían de deducir de los ingresos asegurados )
estuvieran dispuestas a reunir préstamos y desempeliar un pape] d_i- por las regiones más lucrativas del virreinato 61 • Esto iba a resultar uha
recto en Ja finan~iadón de las primeras etapas de la empresa de uluf:t- pauta común en las empresas de ultramar de la Europa de la edad
1)
mar, antes de tener cualquier idea clara de los rendimientos que se moderna cada vez que implicaban la adquisición de territOJio. Por )
· podían esperar de su inversión. Tan pronto como se hizo ev~dente otra parte, la adquisición por la fuerza tenía beneficios que no eran
)
que se podían prever suculentas ganancias en Asia y América, los necesariamente a corto plazo, como puede verse en el Asia meridional
banqueros y mercaderes peninsulares y extranjeros (genoveses, flo- portuguesa. Los cálculos aproximados preparados por el Estado da )
rentinos y alemanes) intervinieron y asumieron la mayor parte ele la India en la década de 1630 indican que la corona obtenía como mí- ·~ )
responsabilidad financiera. A partir de entone.es y a medida que los nimo un ~n por ciento de sus ingresos de sus posesiones en tierra,
primeros asentamientos de ultramar se arraigaban, se hizo posible
movilizar localmente una proporción de recursos en aumento para
frente a un 47 por ciento de sus actividades comerciales marítimas.
Además, en comparación con los fluctuantes derechos de aduana, las .' )
)
ulteriores expediciones de conquista, como ocurrió en la América rentas derivadas del suelo ofrecían una bienvenida estabilidad62 • Con
española. En este caso, los inversores en las expediciones formaron
:1·:
·~ ~
todo, aquí, como en otras partes, los costes de la defensa no sólo eran }
·:: 1_

. sus propias compañ~as privadas, como la montada entre Pizarra y , . ~a •. •


onerosos, sino que asimismo tendían a crecer a medida que se reagru- )
Almagro para emprender la conquista de Perú59, paban las fuerzas locales y aparecían en escena rivales europeos.
)
La inversión privada, por tanto, exigía dividendos relativamente Por más que los aventureros y clérigos de la península Ibérica con-
rápidos y este requisito tuvo un impacto decisivo en el carácter de la tinuaran proponiendo a finales del siglo XVI ambiciosas expediciones }
empresa de ultramar europea, con largo alcance al determinar tanto ele conquista en el sureste asiático63 , una conciencia cada vez más )
el carácter de la colonización como los límites de la exparisión terri- sombría de los costes del impe1io para la corona contribuyó a ahogar
_torial60. En el sigl_o.XVI resultó prácticamente imposible, por ejemplo, en la cuna tales proyectos. Quizá la coacción no era, a fin de cuentas,
' )
obtener los fondos necesarios para una guerra contra los chichimeca5 el modo más rentable de realizar comercio con el exterior. En pala- )
59 Sobre los portugueses, véase G. V. Scammell, T_he World Enrompllssed: Tlie Firsl
bras de George Cokayne después de.una visita a las Mo.lucas, «el co-
mercio hecho a la fuerza no ofrece beneficios» 64 • Actuar según esta
máxima, sin embargo, era más fácil para las corporaciones puramen-
~ 1)
,,
,,
· European MaritimeEmpires, c.800-1650, Berkeley y Los Angeles (California), Universi~
ty of California Press, p. 264; sobre los españoles en las Indias, véanse Ma1io Góngo- te mercantiJes que para los gobiernos sujetos a las múltiples y encon-
ra, Studies in the Colonial Hislory of Spa11üli America, trad. inglesa Richard Southt:rn, tradas presiones de eclesiásticos y militares, burócratas y mercaderes,
Cambridge, Cambridge University Press, 1975 [Esludios sobre la historia colonial de
Hispanoamérica, trad. Gonzalo Rojas Sánc:hez y Marcia Da\~es Carrasco, Santiago de·
todos los cuales procuraban obtener tanto protección del estado y
Chile, Editorial Universitaria, 1998], pp. 5-16, y Hermann Kell~nbenz, .. Die Fiuan- privilegios especiales como decisiones favorables para sus propios
zierung der spanischcn Entdeckungen», en Vierleljahrschrift der So:.ial-und WirlscJwfts- proyectos particuJares. Al introducirse en las relaciones comerciales
geschichte, 69 (1982), pp. 158-181. La compañía de Pizarro y Almagro, junto con el ya existentes y tomar como criterio la rentabilidad en vez ele la «Victo- ~

,,
controvertido papel de Remando de Luque, un sacerdote con mentalidad empresa-
rial, es objeto de estudio enjames Lockhart, TheMm o/Cajamarrn. A Social and JJio-
;
. J
graphical Study of t/1e Rrst Conquerors of Perú, Austin (Texas) y Londres, Universitr of
Texas Press, 1972 [Los dt Cajamarca. U11 estudio sodal y biogrdftco de los primeros conqitis- 61 Powell, Soldiers, IT1dians 011d Silver, esp. cap. 7. \
tadom de Perú, trad. M;\riana Mould de Pease, 2 vols., Lima, Milla Batres,1986-1987], 62 Véase Anthony Disney, ..The Portuguese Eínpire in India, c. 1550-1650 .. , en
(
Correia-Afunso (ed.), /11cla-PortugtteseHistory, cap. JO, pp. 150-151.

~ '
pp. 70-?S. . ·
~ Cf. D. W. MeinifC, TheShapingofA111erica: A Geograp~ical.Perspective on .500 }éars tiS Boxer, .. fortuguese and Spa.nish Projects for the Conques! of Southeasr Asia,

of History, New Haven (Cgnnecticut) y Londres, Yale Umvers1ty Press, 1986, l, pp .. 7 1580-1600•, eo su Portttgut!Se Couquest mid Co111merr:e, cap. 3.
y 35. ,¡. i;.¡ Ci rado por Steensgmtrd, T/1e Asilln Ttade Revolution, p. 1~3.
e j)
~
)
(
f .
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.., ~.'; ':

( EsPAÑA, ELIROl'A Y f.I. MUNOO DE lll:fMMAR l..A Al'ROrl \t;IÜN llt: TEltRJTORIOS llE Ut.:tllAMAR POR t.AS l'OTF.NCIA'i t:URUPEAS

(f ria o conquista»6.\ tales corporaciones, con sus limitados objetivos ción con los gobcrnan tes de la República Holandesa y que la Compa-
económicos, estaban mejor colocadas pára romper el tipo de atadurac; i\ía de las Indias Orientales inglesa, con su independencia de las i~sti­
f que impedían la libertad de manioI:>ra~e.los estados-nación con preo- tuciones políticas existentes68 , proporciona mejor piedra de toque. Sin
lf cupaciones territoriales. embargo, aunque muchos de los directores ele esta Compañía lucha-
~ Esto parece cierto a! menos_ en teoría, y las actividades de las Com- ron iirmemente para evitar que incurriera en el tipo de costes de pro-
pañías de las Indias 01ientales holandesa e inglesa hacen pensar que, tección militar que tanto abrumaban a portugueses y holandeses, tam-
(
como mínimo hasta cierto punto, también fue.verdad en la práctica. bién se vieron al final luchando por una causa perdida. Las vicisitudes
{ No obstante, del mismo modo que las cuestiones de rentabilidad te- de esta Compm1ía, de hecho, proporcionan un paradigma de los dile-
{ nían su manera de introducirse en las perspectivas estatales sobre la mas· que implicaba intentar aislar el comercio de la conquista69 •
empresa de ultramar, las compañías creadas con escrituras de consti- :Los directores de la Compaf1ía inglesa en el siglo XVII esperaban
( tución reales o gubername1.Hales también se vieron incapaces de li- sin duda asegurarse una existepcia relativamente sin problemas al
{ brarse de las preocupaciones territoriales normalmente a'iociadas a concentrarse en actividades comerciales en regiones como Carnatic
{ los estados. Esto se hizo especialmente evidente en el caso de los ho- y Bengala, donde los rivales europeos no ofrecían una fuerte compe:-
landeses, llegados con retraso al experimento imperial. Su Compañía tencia y los estados indios nativos eran débiles70 • A pesar de ello, como
( de las Indias Occidentales fue concebida desde el principio como un les había ocurrido antes a Jos portugueses y los holandeses,Jlegaron
( instrumento para romper el monopolio ibérico en las Américas y a depender para su comercio de la presencia de asentamientos forti-
pronto se vio involucrada en una larga campaña, en último término ficados defendibles desde el mar. Éstos, al igual que en ambos prece-
{ frustrada, para conquistar y colonizar Brasil66 • En Asia, el principal clente.s, resultaron ser al mismo tiempo ventajas ydesventaja8: ventajas
( escenario de los intereses holandeses en ultramar, la Compallía Ho- porque, en caso de desórdenes localesyataques, ofrecían pro~ección
( landesa de las Indias Orientales (VOC), descubrió rápidamente que, a los ciudadanos ingleses y los mercaderes con quienes comerciaban;
como los portugueses, necesitaba centros de almacenaje, factorías y desventajas, porque los costes de defensa locales podían absorber y
( bases para proteger sus vías marítimas, lo cual implicaba a su vez ob- . ~t:: desviar una parte a veces sustancial de los beneficios derivados de las
1

( tener concesiones, de grado o por fuerza, de los soberanos nativos y, operaciones comerciales. Esto, a su vez, intensificó la búsqueda de
(
en algunos casos, como sucedió en las Malucas, la conquista abierta, ·l fuentes alternativas de ingresos, con la consecuencia de que el cobro
ya fuera a los portµgueses o a débiles potentados locales. Como argu- de impuestos locales se hizo una parte cada vez más importante de las
{ mentaba en 1614Jan Pietersz~on Coen, el futuro fundador de Bata- :.. J:;, actividades de lá Compaiiía de fas Indias Orientales inglesa.
( via, «el comercio no puede ser mantenido sin guerra, ni la guerra sin Por más que se esforzaran los directores de la Compañía en Lon-
comercio» 67 • Los directores podían intentar frenarle desde la metró- J. dres para que sus agentes en la India evitaran involucrarse en asuntos
( poli, pero ni entonces ni más avanzado el siglo logró Ja VOC resistir locales, tal política había dejado por completo de ser realista hacia
{ a las tentaciones de conquista y colonización en la que habían caído mediados del siglo XVJII dados Jos cambios en d mismo subcontinerite71 •
{ otros pueblos europeos dedicados a la empresa de ultramar. EJ establecimiento de asentamientos franceses en la zona de activida-
Se podría argumentar, naturalmente, que la VOC se vio. de algtín des de la Compmiía significó que no podía escapar a verse envuelta
( modo contaminada desde sus primeros años por su estrecha asoc;:ia~
t GR Steensgaa rd .• y¡,, A.timi Trade Rrvolution, Jll 120.
{
65
R1id., p. 137. Para la discusión de vatias per~pectivas sobre el comercio europeo li«J Véé!ns·e en p trtin1lar K. N. Chaudhuri, Tite 1radiug Worltl o/A.Jia and theBnglisli
de larga di11tancia y Ja.o; compañia-; mercantiles en la edad moderna, véani;e los dos volú- Easl brtlia Com/mnJ, 16ó0-J 760, Cambridge, Cambridge University Pres.-;, 1978, cap. 6,
{ menei; colectivos editados por.James D. Tracy, Tll~ Rúe nJMerrhnnt Em/JirtJ. Long Distance y l. Bnice Watson, .. fortifications and the "Idea" ofForce in Early English East India
Tmdein tlieI''Arly Modr.m World 1350-1750, Cambridge, Cambridge Univcrsity Pres.-;, 1990, Company ~elations with India,,, Past flndPrr.se11l, 88 (1980), pp. 70-87.
~I y Tl1e Political Economy o/ Merduml Em/Jirr.s: Stnte Power and Wor/4 Trade, 1150-1750, Cam: 70
Parker, Tlie Militmy Revolutimi, p. 133. ¡·
,,t bridge, C'.ambtidge University Pres.o;, 1991, que contienen muchos materiales útiles.
66 C. R. Boxer, Tlll!Dutcli in Bmr.il, 1624-1654, Oxford, C!arendon Press 1957,'
67
0
Ci Lado en Parkcr, The Mililnry Rr.uolllli011 [la m1olur.Mn niilitar], p ..132.
71 Véase P.J. Marshall, Bengal: Tlit! /Jritish Bridgfltelld, Eastem India 1740-1828, en
Tlie New Ca111bridgr HMory o/ India, 11, 2, Cambridge, Cambridge U~ivcrsity Press,
l !187, p. 3. .. ~ . ' ' ' . .' . ' l
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• EsPAÑA, EUROPA V J::l. MUNDO DE ULTRAMAR


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en un conflicto anglo-francés cada vez más global. Por otra parte,,el ·CAPíTULo VII )
ava~ce hacia el norte de los inarathas sacudió tÓda la región y ocasiQ-
nó serios dañosi las áreas ricas y productivas de Bengala occidental. }
ENGAÑO Y DESENGAÑO: ESPAÑA Y LAS INDIAS
Además, el empeoramiento de las condiciones políticas y económicas \ }
obligó cada vez más a los agentes a intervenit localmente, ya fuera
)
para proteger o intimidar a los clientes de la zona o para salvaguardar
los i.ntereses de la Compafüa. Con un gran ejército que.había qtle )
pagar, la Compañía de las Indias Orientales inglesa necesitaba recur- )
sos todavía mayores, que sólo podían obtenerse asegurándose la ce-
sión ele ·más territorio: El tratado de 1765 con el emperador mogol )
de la India, que dio a la Compafüa el control efectivo sobre la rica )
región de Bengala, no fue más que la consecuencia lógica de un •
proc;:eso por·el que la corpóración se había yisto progresivamente ' )
En su Historia de la invención de las Indias, esciita en la década de 1520, \;
arrastrada a un cenagru indio del cual sus directores no deben de haber el humanista español Hernán Pérez de Oliva nos cu~nta que Colón )
visto manera alguna de escapar. Por la década de 1780 se decía que la «partió de Espafia a mezclar el mundo y a dar a aquellas tierras estra- \.
}
Compañía poseía un «deseo voraz» de suelo y territotios, y hacia fina- fias forma de la nuestra» 1• En estas pocas pero vívidas palabras pode-
les de la década de 1790 el gobernador general, Richard Wellesley, mos ver cómo se despliega ante nosotros la historia de cinco siglos de
}
af}nnaba con la conquis'ta los derechos británicos sobre la lndia7".i. expansión europea en ultramar y de imperialismo, que ci~rtamente )
.Este proceso· parece característico de toda la empresa de ultramar lograron «mezclar el mundo>>, aunque al «dar forma de la nuestra» los
de los europeos en la edad moderna: cada paso adelante creaba un }
resulraclos fueron más bien menos satisfactorios. Pérez de Oliva nos
nuevo trastorno que restaba solidez al suelo bajo sus pies y hacía más narra una historia de imperialismo europeo, durante largo tiempo )
dificil echarse atrás. La imagen, sin embargo, no deja de ser parcial. uno de los temas históricos preferidos, pero en general el impacto del )
Estos europeos-que estaban dispuestos a arriesgar, en palabras de imperio sobre los pueblos sometidos y las consecuencias de los imen-
La Popeliniere, «SUS vidas, sus posesiones, su honor y su conciencia»' tos por parte del poder imperial de moldearlos a su imagen han inte- }
para perturbar.la paz del mundo- no eran víctimas pasivas de un resado más a los historiadores que la repercusión de la experiencia )
fenómeno natural. Tampoco fueron sus fallos debidos a la mera eje., imperial sobre los mismos centros metropolitanos. La repercusión
cución. Antes bien, éstos estaban implícitos en las mismas condiciones )
de un imperio, el de las Indias, sobre la España peninsular es el tema de
previas e ideas preconcebidas que los lanzaron a ultramar. Consumi-: este ensayo. )
dos por la codicia de ganancias, impulsados por un acuciante impe~ No se trata, ciertamente, de un asunto nuevo. En particular, esta-
rativo territorial que les hacía aplicar naturalmente los conceptos de
imperio y soberanía a las relaciones no sólo entre ellos sino también
con naciones de otros continentes, arrogantes y cada vez más seguros
de sí mismos en sus actitudes hacia los pueblos no cristianos del mun-
mos bien informados de muchas de las consecuencias materiales y
económicas del imperio para España, como nos recuerdan enseguida
los nombres de EarlJ. Hamilton y Pierre Chaunu 2 • No es fácil, por el
contrario, hacerse una impresión de las consecuencias psicológicas
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do, fueron incapaces de observar o conserv~r una distinción entre la e ideológicas del imperio: qué significó la posesión de un imperio de ¿ }
dedicación a las actividades comerciales y el ejercicio del poder~ ~.í ultramar para los españoles de los siglos XVI y xvn y cómo conformó 1· }
(
pues, si se vieron. arrastrados a un cenagai, fueron a él con los ojos
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1
medio abiertos y <!llos mismos lo habían creado. :;· 1 ~
Hernán Pérez de Oliva, Historia de la invenci6n de las Indias, ed.Joséjuan Arrom,
~ •~
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Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1965.
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2
Earlj. Hamilton, American "lh!asure and the Price Revolution in Spain, 1501-1650,
72 C. A. Bayly, lnd¡9n Society and the Making o/ the British Empire,en The New Cam.; \ Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 1934; Pierre y Hugueue J
bridge History ofIndia, lJ, I, Cambridge, Cambridge University Prc::ss, 1988, p. 79 y 8IH: j Chaunu,.Sroilleet l'Atla11tique, 1504-1650, 8 vols., París, Armand, 1955-1959.

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( E.\P,\N.\, 1~1 IKOI',\ \' t:I. MllNllO llf. lll:l'IL\Mt\lt EN1;AÑI 1 Y IJf.'IENGAÑO! Jo:.'iPAÑI\ \' l.A.'i INIHAS

( sus respuestas al mundo que les rodeaba. El tema, por su propia mundo»\ Esta visión de una sociedad alternativa, lejana pero no
( naturaleza, es difícil de aprehender y, sin duda, los futuros historia- del todo imposible de alcanzar, .debe de haberse inculcado en la
( dores de Gran Brctaila durante Jos siglos XIX y xx se encontrarán con mente de todo español del siglo, ofreciendo la perspectiva, por
las mismas dificultades a Jas que ahora se enfrentan los estudiosos remota que fuera, de una vida mejor en un mundo ~ás allá de los
(, de Ja Espai1a de los Austrias. El principal problema consiste en dis- mares.
f cernir hasta qué punto las ttctitudes mentales que podemos percibir En Exit, Vt1i:c1? and Lnyalt.y, Albert Hirsch man esbozó tres opciones
entre los castellanos y andaluces de lo que se podría definir, en tér- para el ciudadano-consumidor contemporáneo que resultan igual-
(
minos generales, r.omo la edad del barroco son de hecho atribuibles mente aplicables a los súbditos de los monarc<1s europeos de la edad
{ a la experiencia del imperio y hasta qué punto son totalmente inde- moderna 6 . Los castellanos tenían la posibilidad de salir, o emigrar, y
( pendie111es de ella. A veces podemos barruntar que la relación es la ~jercieron c~n n(nnero ca~la vez mayor: probablemente se embarca-
estrecha, pero es poco prob;1blc por lo general que nuestras intui- ron por m1o hacia las lnclias 2.500 en el siglo XVI y 4.000 en la primera
{ cicmes se presten a la verificación. Sin embargo, si nos negamos a mitad del XVII 7 • La mera existencia de esta opción debe de haber ayu-
( plantear cualquier conexión causal directa sobre la base de la ausen- dado a reducir Jos riesgos de la voz, la protesta social y política, y, por
cia de pruebas documentales firmes, podríamos perfectamente ser tanto, haber contribuido al alto grado de quietud y conformidad po-
f culpables de falta de imaginación, que a su vez lleva a una distorsión lítica que parece una característica tan marcada de la Castilla de la
@: histórica no menos grave que dar por sentado que la posesión del edad moderna después del derrumbamiento de la revuelta comune-
( imperio fue el elemento decisivo en la formación de la mentalidad ra en 152 J. La salida se podía hacer con facilidad, «con tanta facilidad
barroca. como se va el 1.abrador de su aldea a la villa», escribía el gran historia-
( La imagen popular de los virreinatos de México y Perú era de dorjesuitajosé de Acosta en 15908 • Se podía comprar un pasaje a las
( tierras de riquezas inagotables y oportunidades ilimitadas. Se trata Indias sin licencia, nos dice un contemporáneo, «de la misma mane-
( de una imagen que aportaron la llegada anual de las ilotas de plata ra que se compra y ben de el pan y carne assí en San Lúcar, Cádiz y
a Sevilla con regularidad, las remesas en metálico enviadas desde el Sevilla [... ] y a veinte y cinco ducados y a veinte se conciertan con eJlos
( Nuevo Mundo para construir capillas familiares con sus retablos de [lós'capitanes. maestres, y pilotos] y pasan quantos quieren» 9 , Como
t plata labrada y el estilo de vida suntuoso de Jos llamados ccindianos» término ck comparación. un buen peón de albaliil ganaba en el
o «peruleros», los emigrantes que habían hecho fortuna en las Indias
t y volvían para ostentar su riqueza en las ciudades del sur de España.
t Tal imagen también fue difundida por las cartas que los colonizado- 5 Ibirl., cmla J 73.
( res enviaban a los parientes que se habían quedado en casa. En 6 Alberl O. Hírschman, E:dt, \/oire, m1d Loyfllty: Rr'.tfJmHr.t ln Decline in Firm.s, Orgnni-
1559, por ejemplo, un emigrante llamado Antonio Pérez escribía uzliori.f; anri Stnlf's, Princeton (Nul'va.Jerscy), Plinceton Uni\'ersity Press, 1970 [Salida.
( desde Puebla, en México, a su hermano en Albuquerque,. en Espaiia: voz)' lealtad. R1 . fjJw~rtns czl deterioro rie empresas, organi.zodones y estad.os, trad. Eduardo L.
Suárez, México, Fondo ele Cultura Económica, 1977 (la traducción del título es mu)'
t «Acá no nos hace falta el dinero, y por su carta veo Ja gran necesidad literal y al dii;cutir el libro de Hirschman se ha preferido a veces traducir exit como
que tiene»:\ «Después que \ enimos a esta tierra-escribía Diego de
1
.. renuncia" y tinict!Como «denuncia» o «protesta .. )].
( 7
Para estaclí~1ic;1s sobre la emigración, véanse Woo<lrow Borah, •The mixing of
Pastrana a su hUo en 1571- nos han ido y va muy bien, loado Nues- ~·
( populations .. , y Mag1ms Mürner, .. spanish migration to the New World prior Lo 1800 .. ,
tro Señor, porque en ella después que venimos habemos ganado en Frccli. Chi<tpclli (ecl), Firsl lmflgcs nfAmeficn: The lm/mct nftlie New World on tl1e Old,
muy largo de comer»~. cc/\nimados -escribe Sebastián Pliego a su
t hermano- porque a buena tierra venís, la m~jor que hay en el
2 \'ols., Bcrkcl<·>· )' f .os Angeles, l'niversity of California Press, 1976, IJ, pp. 707-722 y
737-782, respccth·amellle; Lambi1;11 Nicolás Sánchez-Albornoz, «The Popul~tion of 1
i
{ Spanish Colonial :\merica •., en T/11! Cambridge Hirt01:v o/ I.ntin Anierica, Cambridge,
Cambridge Univcrsity Press, 1984. II, cap. 1.
ti R José de Acos1;1, H~ftorin nalimil y moral de la.s Indins, ecl. ele Edmundo O'Gonnan, f
:i 1-:nriq11e Que, Cartas /JrÍ1lf1<L11s r/r.r.111igm11t1•s n /ntli<u, Sc\'illa, Co11sc;jería de Ct~hu- México, Fondo ck Cultura Económica, 1962, p. 49. . J
( nt, 1988, carla ·153. ' 9
Rodrigo de Vivero, D1t}fl/J011 et du bori gouven11muml de l'Espagne et des bules, ed. y
<l ·1 /bid .• carta l fiO. trad.Julicttc Monl1eig, París, SEVPEN, 1972, p. 93. ·

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EsPAÑA, EUKuPA Y El. MUNDO l>f. Ul:fRAMAK ENC:AÑO y ut:.~f.Nl-:AÑI 1: F.•il'AÑ.\ \' l.\S INlll.\S l
Madrid del siglo XVII algo menos de un ducado al día tu. Aun cuando La imagen del globo fue una tentacióncon'stante, aunque engat1osa, ~
tengamos uriá idea razonable de la imagen popular de las Indir.s y a pensar que el mundo era pequeño en vez de vasco, así como unido }
podamos ver cómo el Nuevo !\fondo representaba al menos una opor- en vez de dividido. Como escribía eJ Inca Garcilaso de la Vega, «no hay
tunidad para los habitantes de Castilla y Andalucía, la repercusión de m~1s que un mundo, yaunque llarirnmos Mundo Viejo y Mundo Nuevo,
l
la posesión de las Indias sobre la opinión culfa y la forma en que afec- ~;t~: es por haberse descubierto aquél nuevamente para nosotros, y no. }
taba a las políticas y acciones del gobierno necesitan un análisis más porque sean dos, sino todo uno» 13 • )
detallado del que hasta ahora han recibido. En este punto será nece- Si el mundo era pequeño, y uno en potencia, se lo podía evidente-
}
sario establecer cómo las actitudes y las imágenes cambiaron con el menLe someter a conquista y control, tal como daba a entender Ber-
tiempo, y también cómo variaron según el punto de vista del especta- nardo de Vargas Machuca cuando ilustró su .Milicia y descripción de las )
dor. En el estado actual de nuestros conocimientos no se puede más Indias de 1599 con un grabado en el que se Je veía sosteniendo un )
que proponer una o dos hipótesis generales. compás sobre un globo terráqueo y el siguiente lema debajo: «A Ja
La opinión culta española del siglo XVI se vio enfrentada al doble espada y el comp¡is / Iviás y me:is y más y más>> (fig. 4). El hombre, y más )
desafio de situar el imperio espat10l tanto en el espacio como en el en particular el castellano, estaba en posición de dominar el globo. )
tiempo, es decir, comprenderlo geográfica e históricamente. Esto Apenas podía sorprender que Gonzalo Femández de Oviedo; cuando
se hizo de una forma que con tribuiría a determinar las respuestas y se puso a escribir su Histaria general y natural de las Indias en las décadas )
reacciones a medida que las relaciones con las Indias oscilaban b'!jo de 1520 y 1530 en Santo Domingo en La Española, describiera con )
la presión de los acontecimientos. Por lo que hacía a las cuestiones de orguJio a Carlos V como «Emperador del universo» 1·1• El águila ele los
}
espacio, el círculo de humanistas en torno a Carlos V parece haber Habsburgo, con sus alas extendidas sobre la esfera terrestre, simboli-
desarrollado una i~agen enormemente poderosa co.n el emblema del zaba gr.Uicamente España y el poder imperial concebido en ténninos )
emperador en el que las columnas de Hércules enmarcaban un globo globales y creaba expectativas de dominación sin límites. La misma }
terráqueo, una imagen que se grabó de manera indeleble en las men- imagen se transmitía también con las columnas de Hércules, al trans-
tes de generaciones de españoles. Tomemos para comenzar el globo, formar su antiguo mensaje de limitación y confinamiento en otro )
coronado por un águila romana de una cabeza o el águila de los Habs- nuevo de posibiJiclades sin resuicciones mediante el orgulloso lema )
burgo con dos cabezas, un emblema que se repite en las dependencias 1 Plus Ultra. Tal mensaje expresaba una visión del mundo nueva, más
del emperador en laAlhambra y después en su nuevo palacio de Gra- expansiva)' mucho más optimista 1!1. )
nadau. El mundo visto como un globo, con sus continentes, incluida La novedad de esta visión se extendía además del espacio al tiem- )
la recién descubierta América, estrechamente tul.idos dentro del al- po. AJ penetrar mucho más allá de las columnas de Hércules y esta-
cance de un estrecho compás, debe de haber contribuido mucho a blecer su dominio sobre pueblós desconocidos de tierras hasta enton- J
reducir a una escala humana distancias previameúte inconcebibles. ces ignotas, los castellanos y andaluces sobrepasaron en gran medida J
En 1566 Carlos de Borja, el hijo de san Francisco de Borja, escribía los logros de todos cuantos les habían precedido, corno Hemán Pérez )
para agradecer a su padre el regalo de una esfera: «Antes de verla no de Oliva explicaba con orgullo: «Hércules queriendo andar el mundo,
me había dado cuenta de lo pequeilo que es el mundo», le decfa 1:i. en Gibraltar 1)uso fin, que fue fin a todos nuestros antepassados, por )
}
13
Cardlaso dt> l;i Vcg¡1, Primem parte de los comr.11tmios t't!ilÚ:s dt' lm i11c11s, 1:11 Obras
lo Jonathan Brown yJohn H. Elliou, :i Palace Jora Ki11g: Tlle Buen Retiro anti the
Court o/ PhilipIV. edn. rev. y ampliada, New Haven (Connecticu1) y Londres, Y:1le r.ompleta.r del !11m Gan:ilm" de la Vi:ga, cd. Carmdo Sáenz de Samu Maria, Bibliotec~t de ~
Aururc:s Espa1iulc:s, 13~-135, l\faclricl, Atlas, HJ60-HJ65, vol. 1:.13, p. 7 (libro J, cap. 1).
University Press, 2003, p. 97 [Un palacio /Jara t!l rey: el Buen Retiro y la corle de Felipe IV,
Gonzalo Fc:rn;indt>z ele Ovieclu, Histu1·it1 ge111:ml .Y naiurul de' las /ntlias, c:c.I. Jost~
1
,'
trad. Vicente Lle() y María Luisa Balsdro, Madrid, Taurus, 2003, pp. 96-97). . H
11 Earl E. Roselllhal, ThePalauufCliades \!in Granada, Princetun (Nueva.Jerst>y),
~rinccton Univcrsity Prcss, 1985 [El jmltJcio de Carlos V en Granada, trad. Pilar Vázquez
Alvarez, Madrid, -ÓJianza, 1988], pp. 252 y 257-258. · . 1 . · ..
12 Fran<;ois de Dainville, La Giograpliie des httmanislt!S, París, Beauchesne, J9-10,
Pérez cll· Tuclda liucsu, Bibliurccél de Autores Espaf1ulc:s, J J 7-1:l1, Madrid, :\1h1s,
1959, vol. J J 7, p. J1i5 (libro v,' cap. 8).
l!I Earl E. Rosenthal, .. Plus Ultr:1, Non Plus Ultra, ancl the Columnar Dc::vki: of
· Empt:ror Charles V"• ju1mwl uf //¡e Warbwg mul C:uurlauld ltlstil1tlt~J. 3-l (1971), pp.
!
p. 92, n. 3. •: 204-228.
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t( ~;_'il',\NA, EUKOl'A V l'.I. MUNllU l>t: t•J;l'l(,\M,\R
1 EN1;,\Ño \ J>f-'il::.Nt;,\Ño: Es1•AÑA Y tAs INlllAS

f miedo que tuvieron a) océano [ ... ].Agora ya passó sus columnas el !I puso el pie por primera vez en las Antillas y tomó posesión en nombre
@' gran poder de nuestros Príncipes, y manifestó tierras y gentes sin fin, de los rey~s FC'rnando e Isabel, la empresa de Indias había sido inter-
( que de nosotros tomar<in Religión, leyes y lengua. Estas serán siempre
r pretada como parte de los designios providenciales del Señor. A la

.. l
obedientes a Espar1a, que por madre tcrnán de todo el bien, que de !
( ;
agora adelante uvieren. Assí que el peso del mundo, y la conservación
f de las gentes a esta tierra acuesta» 16• Este desplazamiento del centro de ..
·
gravedad del mundo (y Pérez ele Oliva no deja en sus lectores ninguna
{
duda ele que considera su ciudad natal de Córdoba el nuevo centro ~··· ..

{ de un mundo que se había agrandado por su dimensic>n transatlánLic:a • • • \ 4 ' ·~

{ en expansión) era un fen<Jmeno que se había de situar en el marco de ,1


l' > ·::~·.. ':~

un proceso histólico general. Para ello, había un concepto convenien- ·:\~~:,l~:t
{ te y disponible en forma de la lmnslntio imperii.
.fl ;·:;:~!

( La tmnslatio imjH?tÜ era una idea que apareció por primera vez en ,\¡

( la historiografía de la Roma imperial, como explicación del proceso


por el cual la supremacía pasaba de un pueblo a otro, y se había in-
( corporado a la historiografía medieval occidental por medio delco-
{ menlario de san Jerónimo al Libro de Daniel. En el siglo XII, Ouo de
(
Freising la había vinculado a otra idea popular del periodo, el movi-
miento de la historia de oriente a occiclente 17 • Fue bajo esta forma en
1
.1

~
( que Pérez de Oliva se la apropió para intentar interpretar los dramá-
( ticos acontecimientos que habían ocurrido durante su vida. «Al prin-

i
cipio del mundo fue el Se11orío en oriente, después más abaxo en la
{ Asia. Después lo uvicron Persas y Caldeos: de ay vino a Egypto, de ay
( a Grecia, y después a Italia, postrero a Francia. Agora ele grado en
grado viniendo al occidente pareció en Espafia, y ha avicio crecimien-
( ~'"$'·
to en pocos días tan grande, que esperamos ver su cumplimiento. Sin
( partir ya de aquí, do lo ataja el mar, y será tan bien guardado, que no
{ pueda huyr» 1H. ¡Cu;in equivocado estaba! Ofros estaban esperando
para retomar el tema. por no decir el relevo, como nos recuerda el ...
t
• .fH'1
····;,:.... :
obispo Berkeley: «Hacia Occidente toma su camino el curso del Im-
(
. :..: f r ·~ ¡. r · ": o · · :.
perio» (hasta que, naturalmente, se detuvo por fin en California). 11
~t .//la Ly~~aJ.~t.W'/j/J~p; . , . . ;~.·-·~. ·:\·~;::'.::<
(
{'
Espafia, por tanto, asumió su lugar en un proceso histórico y divi-
no, el movimicmo lrncia poniente del imperio, que ahora alcanzaba
su se11alado final con la conr¡uista y colonización castellana de las
•~· :;Afu~·
'·'
m~i .. mas. ~tad. ;.~1:.:~·
.:~ f: ·· . · ·" , • · ... .•.: "
:·;~··.~::~.:
• ·' r;.:~.!:o:~I

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(
nuevas tierras más aJlá de los mares. Desde el momento en que Colón

1
'; Hcrnán Pérc1. de Oliva, /.os obms, Córdobtt, 1586, fT. 1:~3v-134.
':¡: ·~···-·=::~:. . .~~=:::::"! c.·':;· ;.~i.: '.;\ .
17
.John M. Headley, L1tthrr'.~ \lirw nf Clnm:li llütmy, Ncw Ha\'Cn (Connec:ticul) y
(' Londres, Yale Univcrsity Pn:ss, 19()3, pp. 240-242. · Figura·:. Fmntispicio de l\ernardo de Vargas l\fachuca, Milicia y desr.ripr.ió11
1
~ ·, ~ Pércz de Oli\'a, /.ns obm.~. f. J34. de. las lmlias (Madrid, 1599).

ti 1'-l I IUI"':'
('
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EsPAÑA, l::UKOl'A V t:I. MUNOO DE Ul:rlCAl>tAR ENG:\ÑO \' Ot:!IENl:Arilo: Es1•AflA v '-'-' IN~IA.'i l
}
creencia de que España y sus monarcas eran favorecidos de manera de Matienzo en su Gobierno del Perú en 1567, «para que no quedase
única por Dios contribuían la atmósfera triunfalista de la corte de los esta geille bárbara perpetuamente olvidada, antes ftiese enseilada en _}
Reyes Católicos al aproximarse el victorioso fin de la Reconquista)' la policía humana ) les· fuese ffredicüclo su santo Eva11gelio ... »:1:i.
1
}
quedar restaurada la unidad de la España visigótica, las esperanzas Todo imperio necesita una ideología y ur1á razón de ser, y el de
mesiánicas centradas en la figura ele Fernándo el Católico y el mile- Castilla no fue ninguna excepción. La visión mesiánica o providencia- 1 l
narismo franciscano que anticipaba con ·ilusión la conversión del lista de la misión imperial de Espaiia fue una fuente ele orgullo y solaz, i
¡
}
mundo como un preludio a su final1 9 • ade1m1s de una legitimación del dominio castellano. Para fray Juan de
}
La adquisición de un imperio en las Indias que parecía milagrosa Salazar, un benedictino cuya muy providencialista Pulitica es/mfwlase
y el mismo carácter de las tierras recién conquistadas confinnab~m la publicó en 1619, «es el pueblo espai1ol semejante al hebreo en lo que :¡
1

)
interpretación providencialista de la historia española y llegaron a ser es ser pueblo ck Dios», y carecía de dudas, siguienclo la tradición de ,.il
elementos importantes en el desarrollo de la conciencia nacional Pérez de Oliva casi un siglo anees, respecto a que .. 1a Monarquía espa-
l
castellana·en el siglo XVI. Estos nuevos territorios ofrecían, o nsí lo 1iola durará por muchos siglos y que será la última,, 2-1. }
11
parecía, riquezas incalculables en forma de oro y plata y además mi- En retrospectiva, con nuestra aguda conciencia de los problemas ! )
1
llones de almas que atraer a la fe. En un famoso pasaje del relato de que se le acumulaban a Espai1a a caballo entre los siglos XVI y XVII, resul-
su cuarto y último viaje en 1502-1504, Colón escribía: ccEl oro es exce- ta fücil rechazar esta clase de pensamiento proviclencialista· como de )
lentísimo, del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene hace cuanto escasa importancia. Sin embargo, sería un error ignorarJo. Se había )
quiere en el mundo»2º. ccNo da aquella tierra pan -escribiría a su vez inculcado profundamente en la clase dirigente castellana dúrante
}
Pérez de Oliva-, no da vino, mas oro da mucho, en que el Se1~orío varias generaciones, proporcionando una sensación de superioridad
consiste» 21 . natural que parece haber sido un rasgo duradero de los gobernantes )
El proceso providencial también se manifestaba en la supuesta del imperio. Creó una disposición de ánimo que podría haber infh\i- )
coincidencia ~ntre las fechas de nacimiento de Martín Lutero y Her- do sutilmente en las relaciones de los oficiales castellanos con los
nán Cortés. En ~l preciso momento en que millones de almas se per- otros pueblos de España y los súbditos italianos de los Austrias 25 , ori- )
dían en el este a.manos de luteranos y turcos, un número mucho ginando quejas de que los castellanos se comportaban pensando que )
mayor de seres humanos, hasta entonces sumidos en las tinieblas y «són ells sois vinguts del cel i que la resta deis homes és lo que és eixit
privados de la luz del Evangelio, pasaban a dominio español en occi- de la rerra» («sólo ellos han venido del cielo y el resto de los hombres }
. dente 22 . Se había encomendado a Castilla, en este momento culmi- es lo que ha salido de la tierra>~ )!!ti, )
nante de la historia universal, una misión sagrada: la conversión y En contraposición a esta tradición heredada de confianza en la
misión imperial ele Castilla por designación divina, hay que situar una
)
civilización de los pueblos ele las Indias. Era el plan providencia 1del
Señor que las Indias fueran conquistadas ·por Espaiia, escribía.} uan tradición alternativa de clesengai1o con el imperio que comenzó en )
)
19 Sobre estas tradiciones diversas y su fusión en la mente ele Colón, véase Alain
y
Milhou, Colón su flitntaiiddd rnesitfoica m el arnbienteJranciscanistu españo~ Valladolid,
23 J11a11 ele Mi1tienzo, Gobienw del Pení (1567), ed. Guillermo Lohmann Villena, }
París y.Lima, lnstitut Fran~ais el 'Études Andines, J967, p. 13.
Casa-Museo de Colón·, 1983. ·
20 Cristóbal Colón, Textos y documentos completos, ed. Consudo Vardn, 2ª ecl. au-
24
Fray.Juan de Salaz~u~ P(J/ítiCfl es/mño/a (1619), ed. Migud Ht"rrero García, Ma- ~
mentada, Madrid, Alianza, 1992, p. 497. Para una interpretación de este pasajt> y su drid, lnsti11110 ele Estudios Políticos, 1945, pp. 88 y 199.
enigmática continuación de que el oro lleva las almas al paraíso, vénse Milhou, Colón,
5
:i Sobre ht cqui\'alencia trazada poi' un oficial entre italianos e i11dios, véase H. J
G. Koe11igsbt"rger, "El arte cle gobierno ele Felipe IJ .. , Revista de Oaitle11te, 107 ( IH72),
cap. 4.
21 · Pérez de Oliva, Las obras, f. I 35v. . p. 138. . .
J
26
Véase J. H. Elliuu, T/1e Revolt oftl1e Catalans: A Study in t/111Deditie o/S/mi11 J.598-
22 Véasejuhn Lcddy Phelan, _TJ1~ Milúmnial Kingdom o/tite Fmncisccms in t/11• Nt!W
World, 2• edn. rev,, Berkeley y Los Angeles (California), Univcrsi 1y of California Press, 1640, Cmnbriclgt:, Cambridge Univcrsity Press, 1963 [La rebelión de los r.atala11es: un es-
J
1970 [El reino milenario tk los Jrancismnos m el Nuevo Mundo, trad. Josefina Vázquez de tzulio sobre lt11/,.aulmdt1 de Espiuia (15 98-1640), trad. Rafael Sánchez Man tero, Madrid,
Siglo XXI, l l.J77; Ltt rnmlta catalana, 1598-16-10: tm estudi sobre la decmlimda d'.Es/mnya,
J
Knautl1, México, Unjversidad Nacio11al Autónoma de México, 1972), p. 32, co11 cita
de Gerónimo de Mendieta. trad. ca1alanajoscp Vall\'erdlí, Barcelona, Vic:ens-Vives, 1966], p. 13. )
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( " EW.\NA, fa11u11',\ \' 1::1. MUNllO m: l'l;["RA/\IAK

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una etapa relativamente Lemprana de la experiencia americana, pero cadencia y caída del imperio romano con la molicie y corrupción
(' que sólo cobró ímpetu de verdad a principios del siglo XVII. El villano causadas por la excesiva opulencia. Dados los paralelos con Roma que
f., del Danubio, publicado en 1529 por el franciscano Antonio ele Gueva- . habían acompai1ado el surgimiento del imperio español e~ el si-
~ .," ra, nos recuerda que desde los primeros allos de la conquista del
Nuevo Mundo hubo una corriente persistente de críticas hacia la
glo XVI, resultaba inevitable que su trayectoria presente y futura se
viera sometida a intentos parecidos de comparación. En el prefacio
f ., conducta y los motivos ele los conquistadores. En este relato, que pasó a su Memorial de 1558, Luis Ortiz, un contador de la real hacienda, ·
a la corriente principal de la literatura europea y resurgió en su forma describió cómo, llegado el momento, «Cl pueblo romano y otros im-
( ' más famosa en las Fábulrucle La Fontaine, Guevara usa claramente el perios» se abandonaron a celos deleites y ociosidad, codicia y otros
f discurso del campesino del Danubio ante el senado romano para vicios, que fueron causa de su destrucción, como de ello largamente
( enviar un mensaje a Mts propios compatriotas. Aunque en la versión las historias antiguas nos enseñan, de donde nacieron las calamidades
impresa el villano tiene una barba larga y espesa, mientras que en la que han padecido y estas mismas padecerán todas las provincias don-
( manuscrita era lampiI1o como un indio, los lectores a duras penas de estos 1m les están» 29 • El tratado que seguía era una amonestación
( habrán podido d~jar de advertir los paralelos entre los romanos y ellos a los espaiioles para que evitaran la tentación de sucumbir al funesto
( mismos: «yo no sé qué locura que le tomó a Roma de enviar a conquis- ciclo de riqlieza-ociosidad-vicio-decadencia que había destruido al
tar Germania. Porque, si lo hizo con cobdicia de sus tesoros, sin com- imperio romano·IO.
(( paración fue más el dinero que se gastó en conquistarla}' agora se Las advertencias a los castellanos implícitas en esta tradición mo-
( gasta en sustentarla, que no lo que renta ni rentan\ por muchos años ralista y ejempliJicadas por el destino de Roma se vieron reforzadas
Germania>• 27 • Si bien la repentina lluvia de oro y plata de las Indias en Ja segunda miLad del siglo XVJ por )as reflexiones de quienes, como
{
acalló por algún tiempo a aquéllos inclina dos a poner en tela de juicio Tomás de l\'1ercado, habían observado y estudiado el funcionamien-
{ las ven~jas prácticas del imperio, tan sólo aiiadió motivo de inquietud lo del mercado ~mericano y e) impacto de la plata indiana en los ni-.
{ para aquellos que estaban preocupados por sus consecuencias mora- veles de los precios en Castilla y Andalucía. Los que operaban el sis-
les adversas. En la codicia que caracterizaba líl conquista y explotación Lema, escribió, «dest.myen ambas repúblicas, a Espali.a y a las Indiasn 31 •
{ del Nuevo l\1lu11do, cn11clenada rotundamente hasta por el mismo La sofisticación <le hts Leo rías monetarias ele la escuela de Salamanca,
{ Colóni11, la intensa tradición moralista de la Castilla del siglo XVI en- con su descubrimiento de la correlación entre la abundancia de me-
contró un ol~jetivo primordial de ataque. La rapacidad, profetizó tales preciosos y la inflación, confirió a las prédicas generalizadas del
(
Guevara, sería la destrucción de Espaila. elemento moralista de la sociedad castellana un grado de precisión
{ Las razones de los moralistas contra la codicia, estimuladas por la científica que hacía su pronóstico sobre el futuro de Espafia todavía
( dominación espailola ele las Indias, eran tanto más significativas al más alarmante. Hacia finales del siglo XVI se abría paso la dolorosa
situarlas, al igual que la visión providencialista del imperio, dentro de conciencia de que, por razones tanto morales como práct~cas, lapo-

'
~
(
un marco de referencia histórico. Había en el pensamiento europeo
una inveterada corre.;pondencia entre riquezas y decadencia moral,
y una tradición en la historiografía occidental, que se remontaba a
sesión de riquezas era el camino más rápido a la mise1fa.Justo Lipsio,
que observaba la situación desde los Países Bajos, explicó en una
carta de 1603 a un amigo español la ironía qne ahora comenzaba a
los propios historiadores romanos (sobre todo Salustio, a menudo apreciarse como implícita en la herencia imperial hispánica: «Venci-

''
citado por los escritores españoles), relacionaba en particular la d~-:: do por vosotros, c>s ha vencido a su vez, el Nuevo Mundo y ha agotado
'
.r
( 27
Antonio de Gucvarn, .. fü Villmw dr.l Dnuuhio., :V olros.fmg1'1r.ntn.f, ccl. Américo 29
Memorialdr.l conlmlor Luis Ortir. a F'-lifJe 11 (Valladolid, J mano de 1558), ed.José
Castro, Princeto'.1 (Nueva.Jersey), Uni\'ersity of Princeton Pres.-;, 1945, p. 8; Augilstin l.arraz, Madrid, Jnstituto ele Espafü1. Hl70, p. 25.

'
<i
(i
Redonrto, A11tomo d.e G11.r.1.1nrn ( 14807-1545) r.l l'fapngn.e d.e smi tn11p.f. De la cnnii!re ef.fi"CiiOe
auxoe1111rr..t/mlitir:r>-momlc.t, Ginebra, Droz, H>7fi, pp. f,61-690.
2
H Véase, por t:iemplo, el l .ibm m/>indor dtl Cri.ftñbnl Cnl?n, ed. Antonio Rumcu de
Armas, 2 vols., Madrid, Tci;timonio, l !189, Ir. pp. 478 y 53!l.
· .,.,,,,

. , ... 1,
30 Pierre Vilar, Crtu:imirnto .Y dt!.tmml/o. Ecnnomf<i r. hislori11. RPjlexiories sobre el ca.to,._,.
/mño~ trad. Gon1.alo ;\n<'s r.I nlii, fü\rcclona, Aricl, l 9~i4, p. 198. . . :
31 Tomás de Mcl"<"aclo, Suma. de tratos y conlratn.f, cd. Nicolás Sánchez-Albomoz, ~
mli;,, Madrid, 1nstitutn ele f·~"tuclios Fiscalei;~ Hl77, 1, p. 208.

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U~l::Nl:.\ÑO:
EsPAÑA, EUKOl'A \' t:I. MUNDO 01:: u1:rRAMAR ENl:Ai'Íll y E..'il'AlÍJA y IJ\S INIJIAS
~
o debilitado.vue~tro antiguo vigor. Nunca han llevado otro fruto las Había paradojas por todas partes. La abundancia de las Indias, que }
riquezas>> 52 • ·1.,\ debería haber hecho prosperar a la metrópoli, no había enriquecido _}
Le corr~spond~~ al~ genera~ión de principios del siglo xv11 exa- más que a sus enemigos. España, como se solía decir, se había conver-
minar hasta el fondo tal iro.nía. Se trataba de l)ombres que habían cido en .. las Indias de Europa,, 3!>. En vez de quedarse en la Península )
vh.;do las derrotas y de.c~pciones de los últimps años de Felipe 11, que eu beneficio de la economía, la plata simplemente se había escurrido )
habían sido testigos de la bancarrota de 1597 y que habían experi- de ella a través de los conductos establecidos por los genoveses y otros
)
mentado la hambruna y la plaga con que se había inaugurado el mercaderes extranjeros. Para detener Ja hem01Tagia, Luis Valle de la
nuevo reinado de Felipe III en 1598. Era la generación de los llama- Cerda propuso su famoso plan para la creación de un sistema banca- }
dos «arbitristas», los moralistas y planificadores de la economía que rio nacional. «Indias sin Erarios, y con usuras, no es otro sino ruyno )
trataban de diagnosticar y prescribir remedios para los muchos ma- de nuestra grandeza y de la antigua Magestad de Espaiia, pues no
les del cuerpo político español. Todas las paradojas de este terrible sirve de otra cosa aquel desentrañar la tierra, y convertir las aguas ele )
momento quedaron plasmadas en el famoso tratado para la restau- esa mar del Sur, en baxeles cargados de oro y plata, que de dar mate- )
ración de España que escribió en 1600 Martí~ González de Cellori- ria y fuerc;as a nuestros enemigos», escribía en 1600:36. .
go, quizá el más inteligente de todos los economistas de la España No era sólo la pérdida de p1ata en beneficio de sus enemigos lo que }
del siglo XVII. En 'la secció'n titulada ((De cómo la república de Espa:. dcbiJitaba a España. Los escritos de Giovanni Botero habían dado }
ña de su gran riqueza, ha sacado suma pobreza», pronunciaba el amplia difusión a la idea de que una población numerosa ern la clave
del poder nacional y a partir de finales del siglo XVI hubo una crecien-
)
siguiente juicio sobre las consecuencias para España de su imperio
~ericano: «Ha puesto tanto los ojos nuestra Espafia en la contrata- ce sensación de que España, en comparación con otros estados euro- }
ción de las Indias, donde les viene el oro, y la plata, que ha dex~1do peos, estaba subpoblada. En el mismo momento, pues, en que los }
la comunicación de los Reynos sus vezinos: y si todo el oro y plata promotores ingleses, siguiendo los pasos de Richard Hakluyt37 , pre-
que sus naturales en el Nuevo Mundo han hallado, y van descubrien- sentaban la empresa colonial en América cqmo la respuesta al pro- )
do, le entrase no la harían tan rica, tan poderosa, como sin ello ella blema ele la ~uperpoblación, los espai1oles habían llegado a consi- )
sería» 55 • derar Jas Indias como responsables de privar a Castilla de su m~is
Este tema paradójica de la pobreza a pesar de las riquezas, y la preciada posesión: sus gentes 3:1. :1 }
debilidad a pesar del poder, encontró resonancia en uno tras otro de En un fasci~nante pasaje ele su Historia general de Espatw,Juan de )
los teóricos preocupados por el füturo de la España imperial, ansiosos
por impedir que sucumbiera al mismo proceso de decadencia que
había destruido antes el imperio romano. La sociedad castellana,
Mariana resume los sentimientos ambivalentes ele su generación, la
de la Espaila de Felipe IIl a p1incipios del siglo xvu, sobre la expeden-
cia de las Indias: ((De la conquista toda de las In~ias han resultado
provechos y dai1os. Por lo menos las fuerzas flaquean por la mucha
i

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)

según era descrita por el famoso historiadorJuan de Mariana y otros )


contemporáneos, había llegado a desarrollar una adicción a con ti~ gente que sale y por estar tan derramadas; el sustemo que la tierra nos
nuas inyecciones de plata de las Indias y, mientras tanto, había perdh daba, y no mal con sus frutos, ya todos los años le esperamos en gran )
do la voluntad de trabajo; así pues, «la ociosidad es causa del vicio de... }
la luxuria, y destruydora de lm peri os», como recordaba en 1614 as~ 7· 35

'
Pierre Vitar, Crecimiento y desarrollo, p. 192.
lectores el jesuita Pedro de Guzmán 34 • ·~.L~: :· SG Luis Valle de la Cerda, Desempeíio tlel patrimonio de Su Mugestad, ~fadrid, 1600,
f. 157v.
57 Rich&ml HaklÚyt, "The Discourse of Western Planting" ( 1584), c::n The Origiual
J
ll2 Epistola1io dt ]1'sto Lipsio y los españoles ( 15 77·1606), ed. Alejandro Ramírez; ~' :i: Writings ancl Com:spo11de11ce o/ tlie Truo Richard Hakluyts, ed.. E. G. R. Taylo.-, 2• serie, }
<trid, Castalia, 1966, P. 374. · ' · i.~..f.': 2 vols. (7f>-77), Londres, Hakluyt Society, i935;vol. 77, p. 234.
33 Marún Gonzdlez de Ccllorigo, Ale11wrial dt la politica 11ecesaticl y títil 1~stauraci~;.: •
58
Pedro Fernándt:z ele Navarrt:lt:, Conservación de monarquías, Madrid, I 62ü, dis- J
'' lll rep1íblica de Espatfo, Valladolid, 1600, f. l 5v. -... oi\ > curso VIII ( ccLa segunda c~rnsa de la despoblación de Castilla ha sido la muchedum-
·
bre dt: colonias que ele alh\ salen para poblar el nuevo mundo hallado y conquis1:iclo j
ll-I Pedro de Gu#ln~n, Bienes de el honesto trabajo y daños de la ociosidad, Madrid,
por los c::spai1oks,.).
161-1, f. 69. •.. ~ '.
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(1
( .., Esr. ,,;:,,, ELrtto1•,, ,. F.l. f.llJNI><> l>f. u1;n~,\MAK EN1 :.\NI) y OfSt.NGA.ÑO: Esl'AÑA \" l.AS INlllAS

( parte de los vientos y de las olas del mar; el príncipe más necesidades un capítulo: «Que el mucho dinero no sustenta los estados ni está en
( que antes, por acudir forzosamente a tantas partes; la gente muelle el Ja riqueza de ellos»" 3 • ¿Dónde, pues, se podía hallar la verdadera
por el mucho regalo en comidas y trajes» 39 • riqueza? Fundamentalmente, en el trabajo duro y la productividad
~/
Una diversidad de respuestas era posible ant.e los dilemas expresa- de los habitantes de un país, que habrían de dedicarse a las manufac-
( ) dos en este dictamen de Mariana. La más simple, y negativa, era la turas, el comercio y la agricultura. Este tema iba a resonar una yotra
xenofobia. Resultaba fácil, o facilísimo, culpar a otros, en particular vez durante las tres décadas siguientes, a medida que los arbitristas y
f ' a los genoveses y los holandeses, de las desgracias de España. Hubo memorialistas se exp1'1yaban en la necesidad de desarrollar los recur-
{ en el país a lo largo de todo el siglo XVII un fuerte elemento de hosli- sos naturales de la Península c·n vez de sucumbir al brillo del oro y la
(. lidad hacia los extranjeros. A mediados de la centuria, el memorialis- plata de la'i Indias, descritos por uno de ellos, Miguel Caxa d~ Leruela,
ta Francisco Martínez de Mar.a no hacía más que resumir una opinión como parecidos a un ((tesoro ele duendes, y que el mismo viento que
f mny arraigada y extendida cuando escribía que «el comercio que lo trae lo lleva» H. Para algunos, como el mismo Caxa de Leruela, se de-
( asentó Espai1a con las Indias fue el más felidsimo que jamás se ha beiía dar p1ioridad al ganado lanar. Las minas de oro y plata de las Indias
( visto» y proseguía con el argumento de que «aquesta felicidad destru- se agotaban rápid;.11nente, pero el vellocino de oro de las ovejas españo-
yó y usurpó para sí Génova» cuando obtuvo de Carlos V el derecho a las no se extinguíél 15• Otros pedían ayuda urgente para los labradores.
( comerciar libremente con Ca'itilla y, acto seguido, procedió a mostrar Sin embargo. por más que fueran portavoces de diferent~s intereses
{ su gratitud explotando su posición p1ivilegiada para sus propios inte- y grupos de presión, estaban unidos en su preocupación por lo que
( reses egoístas-1 11 • llamaban la «restauración de España» mediante la toma de medidas
Este tipo de xenofobia daría pttianza al movimiento proteccionista que aumentaran su productividad.
{ castellano de la década de 1620 y encontraría una salida destructiva en Esto significabn, de hecho, cambiar las costumbres de sus compa-
( la campaña, que alcanzó su punto crítico a finales de la década ele 1630; triotas, pues a fin de cuentas el defecto no estaba en las Indias, sino
para excluir a los mercaderes portugueses de las posiciones de promi- en los mismos espafio)es. A pesar de titular uno de sus capítulos «La
{ nencia que se habfan ganado en la vida económica ele la América pobre1.a de Espa1ia ha resultado del descubrimiento de .las Indias
{ espailola y la península Ihérica41 • Sin embargo, aunque la paradoja Occidentales», Sancho de Moneada continuaba el texto matizando
{ imperial tendió a reforzar los prejuicios de los castellanos contra el tan rotunda afirmación con una explicación sobre el estado de su
mundo exterior, también tuvo el efecto más saludable de persuadir patria: «El daii.o de ella no puede atribuirse al dicho descubrimiento,
( al menos a unos pocos de ellos para que pusieran en tela clejuicio los porque las Indias él ntcs han sido muy útiles, pues sólo han dado su oro
{ supuestos previos tradicionales sobre la relación de los metales pre.; y plata, mernderías muy provechosas, han gastado las de España, y
( ciosos con la prosperidad nacional. · ·' los frutos qUr:: sobraban. Pero es llano que el dailo ha resultado de
Los sentimientos ant.imetalistas ya visibles en el Memorial ele Lui~ ellas, por no hab<:'r usado bieu de la prosperidad en España» 46 • En
( Ortiz ele 1558-12 se hicieron insoslayables a principios del siglo xvn,-a
{ medida que Gonzálcz de Ccllorigo y sus contemporáneos batallahair 43
Gon7.ále7. de Cdlorigo. Ml'morial, f. 22. Para una discusión adicional de este
con el problema de la naturaleza de la verdadera riqueza. La esencia debate sobre la 11a1urnlc1.a de la riqueza, véa.'e Michel Cavillac, Gueux et Marr:hands
({ del tratado de Ccllol"igo quedó captada en su encabezamiento pará dmis k Gu::.mrín de Alfamcl1e ( J599-160·1). Romnu jJir.are.f'Jtll! rl mcntalité bc1urgeoise dmu
l'Es/1agne du Sirdl'fl'Or. Burdeos. Ui1h·<·rsité de Bordeaux, 1983 [Pícaros y 1nncaderes en
{1 el Guz.m1Í1l de A(fnmche. Rr;fnn11ismo burgués y meytnlidad nri.stomitica en la Es/mña del Siglo
(1 :,:r J dr Oro, ecln. re\'. y condensada, trnd.J11an M. Azpitartc Almagro, Granada, Universi- ¡.
:l!I Juan de t\faria11a, flülmingeurrnl tk l ...Jfm1in, ccl. Francisco Pi y Margall, Bibfü.1te- dad de Granada. 1994 l. pp. 263-268. !
(\ ca ele Autores E.'J>éllioles, :tO-:·H, Madrid, Ribadencyra, l8G4-18i2, vol. 31, p. 245 (libro 4
. : · "' Miguel Caxa de Lcrue]a, Restau roción de /.a abmuianria de España, ed. Jean Paul ,.li
XXVI, cap. :-l). .¡,,, r: Le Flem, Madrid, Insti1 uto ele Estudios Fiscales, 1975, p. 32.
(' 40
Mr.mminks \' di.st:m:m.f dr. Frmu:i.~m MflrtÍ11n. dr. Afnla, ed. Go11zé1lo Ancs, Madrid; ..... A5 Diego de Colmenares, 1-fütoria dl'/a in.signe ciudad de Stgmii.ri y comperulio b. los histo-
Moneda y Créclitr;, 1!lil, p. 147. . '.,. :n"l rin.s dr. Crutilla, Scgovia, Academia el~ Hi!;toria y Arte de San Quirce, 1969-1974, I, p. 316.
li
~'l f
·ll Cf. .José Pclliccr, El r.tm1P.rdo imj1rdidn, Madrid, 1640. ..¡,,.,}\.!. ·' 46 Sancho ele Moneada, La re.staumción política tk fapmia. ed. Jean Vilar, Madrid,
-1!! Vi lar, C:rrrimi,.nlo )' dr..wmnllo, p. 1!l5. f ' .. , Instituto ele Esturlios Fi~cales, p. J 42.
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Es1•AÑA, E1•1101•Á \' i.1~ MUNDO Í.lE u1:rRAMAR · ENGAÑO\' l>ESENfl.\Ñn: Es1•AÑA \' 1,\S INDIA.~ l
otras palabras, lo que había que cambiar era un fa.lso sistema de valo- Aunque la sensación ele desencanto que surgía del contraste entre
l
res. El deseo de transfonnar la psicología nacional de Castilla convir- apariencia y i'ealidad era 'inherente a la cultura deÍ barroco, resulta j
tió a los reformistas de la economía en moralistas, que denunciaban difícil evitar la impresión de que para los españoles del siglo XVII se l
el pecado de la· ociosidad y predicaban el valor del trabajo duro y la vio reforzada en gran niedida por la experiencia de las Indias. Antes
símbolo de liquezas sin límite~ ahora ofrecían una.imagen inuy pode-
)
sobriedad. '
N!J era, sin embargo, una lección fácil de aprender. La repugnan- rosa (de hecho, tal vez la· más poderosa eri'tre todas bs disponibles, }
cia contra los falsos valores presuntamente inculcados por la pose- después de la misma muerte) de la vanitasde las esperanzas humanas }
sión de las Indias se convertía sin apenas notarlo en asco a las mismas y la futilidad última de la bfüqueda de oro y pláta. Francisco de Que-
Indias. No todos habrían estado de acuerdo con el parecer del doctor vedo, por ejemplo, extntjo una conclusión adecuada al escribir en su )
en El passagero de Cristóbal Suáre~ de Figueroa, cuando opinaba que Vida de 1Warco Bruto (1631) que t<es mejor y más.cerca ser Indias que }
celas Indias, para mí, no sé qué se tienen de malo, que hasta su nom~ buscarlas»"' 1•
bre aborrezco»"7, pero.no es fácil escapar a la impresión de que las Con todo, sería ·tma simplificación excesiva, y grn\'e, pensar que )
Indias, como principal proveedor de lo que Luis de Góngora llamó nos enfrentamos en un momento dado, situado en algtín punto ele )
«metales hom~cidas» en sus Soledades*8, se habían convertido en una las décadas iniciales del siglo XVII, con una transición de una evalua-
fuente de profundo desencanto para muchos castellanos cultos'. Tal ción positiva a otra negativa sobre las consecuencias del imperio por }
desengaño encontró una ele sus expresiones más autorizadas y sor- parre de los españoles cultos. Por el contrario, la fascinación de la )
prendentes en una .observación reaHzada por d conde-duque de Espafü1 barroca radica en la misma coexistencia ele dos puntos ele
}
Olivares al tratar asuntos alemanes en el consejo de estado en sep- vista opuestos, uno resueltamente esperanzado y otro pesimista. San-
tiembre de 1631: «las grandes conquistas [ ... ] han puesto esta Mo- cho de Moneada indicó tal coexistencia en La restauración política de }
narquía en tan miserable estado que se puede decir con gran funda- 1:.spmia, en 1619, al escribir que «a muchos parece eLerna la Monar- )
mento que fuera más po<lerosa si hubiera menos aquel Nuevo quía de España por su grandeza. Pero mucho se habla de su peligro
Mundo>)-19 , en todas parteS•> 52 • Mi en tras Quevedo lamentaba los efectos del des- )
Es dificil pensar que el conde-duque llegara a expresar tal parecer cubrimiento de las Indias, Lope de Vega seguía representando Amé- J
si no hubiera reflejado una opinión de moda y muy extendida. Un rica en los viejos términos simplistas de la tierra del oro}' la plata y
retratando una Espai1a victoriosa y excepcionalmente bendecida por }
organisnio bien calificado, el Almirantazgo de los países septentrio¡
nales, una corporación mercantil creada para el comercio con el nor~ Dios~:i. Y mi en tras González ele Cellorigo y Sancho de Moneada in ten- )
te de Europa, había hecho comentarios igual de punzantes én una taban concienciar a sus contemporáneos respecto al falso sistema de
)
carta de 1627 al rey donde se contrastaba la miseria entonces iinpe.: valores que los tesoros de las Indias habían introducido en España,
rante en España con la felicidad y prosperidad anterior al descubri- frayjua11 de Salazar felicitaba a sus compauiotas por tener un imperio )
miento de las Indias5º. Aunque los mercaderes de Flandes tenían in-
tereses propios específicos que promover, está claro que el discurso
de la desilusión enconttaba resonancia en la corl~ de Felipe IV. · .. ;.
(<donde hay tanta abundancia de minas de plata y oro [ ... ] que como
perennes fuentes, bañando de continuo a España, la entretienen y
conservan coú todos sus estados adherentes y dependientes ele ella
,
~

47 Cristóbal Suárez de Figueroa, El passagero, ed. Francisco Rodríguez Marín; Má~


.,,il
,\'1
.\·,
en un verdor y frescura continua» 54 . Esta imagen de Ja eterna fuente
fue tan persisten te como seductora en sus funestas consecuencias . ,,
)

drid, Renacimiento, 1913, p. 147. · · ;;,J1 5 1 Francisco de Quevedo, Obras Cf?mpletas. Prosa, ed. Felicidad Buendía, Madiid,
48 ·So1e<lad primera•, v. 419, en TI~ Solitudes o/Don Luis de Góngora, ed. y trad ..
inglesa Edwa1·d M. Wilson, Cambridge, Cambridge Univt:rsity Press, 1965. .: ! ·~J.· Aguilar, 1966, p. 825. ~ j
49 Archivo General de Simanc~ts, Estado, legajo 2332, consuha, 7 de septiembre .. : · !'t2 .Moneada, Rl'slrwmció1t política, p. 96.
de 1631. ' • ' i>1H
1
~s Marcos A: Morínigo, América tm ~l teat1V de Lofle de Vega, Buenos Aires, Rcvisla de 4 ,
50 Antonio Domínguez Ortiz, .. El Almirantazgo de los pe1íses scptenuioualéS y la Filología Hispánica/ Instituto de Filología, 1946.
política econúmica de Felipe JV .. , Hispania, 7 (1947), pp. ~72-290. · oil 54 Salazar, Política t'.t/uuio/a, p. l S:t 4 )
j

'
EW.\ÑA, EUKOl'A" f.I. MUNllO l>t: Ul:l'ltAMAK 1-:Nt;Arilc 1 v 1>l'.'il'.N<";AÑO: EsrA:i. \ " IAS 1NI llA.'i

En 1636 el cmb~jador inglés en Madrid, al evaluar las perspectivas ele estaba en manos ele Dios y no de los hombres. Esto significaba que no
guerra, expresaba el parecer de que los gobernantes esp<lt1oles creían podía hab:!r retirada del imperio, ni un abandono formal de sus pues-
que (<su manantial de oro, que, como el aqun. /Jemnnis de .ivlarcial, vic- · tos de avanzada más vu)n·erables. A consecuencia de este modo de
ne de las Indias, los mantendn.l frescos aquí cuando Francia se haya pensar, lo que hoy conocemos como teoría del dominó se convirtió
secado por completo,,r·:.. en un artículo de fe. El conde-duque de Olivares lo explicó claramen-
A~í pues, parece que encontramos en la Espaiia del siglo XVll dos te en 1635,justo antes de estallar la guerra contra Francia: «Los peli- ·
actitudes opuestas ante el poderío espailol y el imperio de las Indias, gros primeros y más fundados amenazan a Milán, a Flandes y a Ale-
que representan los límites ~entro de los que se movían las opiniones mania. Cualquiera destos golpes es mortal para esta monarquía, y tal
bien fundamentadas: en uno de los extremos se halla la creencia que si llega a suceder golpe grande en cualquiera destas partes, lo
continuada en la misión providencial de la monarquía hispánica y el restante de la monarquía seguirá, pues a lo de Alemania seguirá Italia
imperio espa1iol, c¡ue esperaba su triunfo pese a la adversiclad tempo- y Flandes, a Flandes las Indias, a Milán el reino de Nápoles y el de
ral; en el otro, hay un pesimismo cada vez mayor sobre las perspectivas SiciJia»r.6 •
de Espa1ia a largo plazo, agudizado por los paralelos con la decaden- El debate, por tanto, se llegó a centrar en los medios más que en
cia y caída de Roma y, en consecuencia, propenso en cualquier mo- los fines. Habfa halcones, que eran partidarios de ataques preventivos
mento a sumirse en el fatalismo. Si es razonable pensar que había una contra los enemigos de España incluso a riesgo de exten9er conflictos
tensión continua entre triunfalismo y fatalismo, tal hipótesis nos po- internacionales, y palomas, que estaban ansiosas por no debilitar Es-
dría ayudar a comprender mc;:jor tanto la mentalidad colectiva de los paña comprometiendo demasiado sus recursos y preferían esperar a
hombres que gobernaron Espaila bajo Felipe III y Felipe IV como la ver el curso de los acontecimientos. Siri embargo, a pesar del des-
clase ele procesos mentales que determinaron sus prioridades y dieron acuerdo en cuanto a los métodos, el objetivo universalmente acepta-
lugar a las decisiones que tomaron. do era la con.'iernación de la monarquía hispánica. Esto colocaba una
No se trata, hatm•almentc, <le insinuar f)lle los miembros del con- pesada carga sobre los hombros de la clase dirigente española, fomen-
st;jo de estado podían dividirse nítidamente en «Lriunfalistns» y «fa- tando una mentalidad conservadora y defensiva que paree~ haber
talistas», aunque ciertos consejeros individuales podrían merecer. sido una característica de la élite gobernante en los centros del impe-
tales etiquetas. En los primeros afies del reinado de Felipe IV, por rio. Al fin y al cabo, la posesión del imperio tendía a ser vista como
t:iemplo, don Pedro de Toledo, que poseía una visión exaltada de la una misión sagrada y, por tanto, como una responsabilidad imponen-
capacidad militar de España, era una especie de triunfalista, mientras te y extraordinaria. Esta actitud es propensa a producir rigidez mental
que don Baltasar de Zúiiiga, un diplomático que admiraba a Mo'n- y miedo a la innovaci6n, y la clase dirigente de la España del siglo >..\TJJ
taignc y.Justo Lipsio, era proclive al fatalismo. Su sobrino, el conde- no fue una excrpción a est~ respecto. Era poco probable que la jerar-
duquc de Olivares, podría acaso ser descrito como un fatalista con quía ele cons~jeros y ministros que gobernaba el imperio, legalista y
momentos triunfalistas. A partir de este choque de actitudes contra- dada a lajurisprudenda, tomara iniciativas que lo pusieran en riesgo.
dictorias se formó una especie de consenso, que tomaba como punto Aun cuando Espa1ia parece poco coml'm por su desconfianza hacia
de partida la idea ele conservación, pero con rejJUtación. Si la herencia la novedad, incluso según l'Js parámetros del siglo XVII, esta actitud
imperial de Castilla había sido decretada celestialmente, le incumbía podría estar relacionada con la posesión de un imperio de ultramar,
a cada generación mantener ese legado y transmitirlo a la próxima, con todo el peso cp 1e acarrea de bag'!ie ideológico.
previa aceptación de que la disposición final de los acontecimientos A pesar de todo, la pura lógica' de los acontecimientos de las pri-
meras décadas del siglo XVII conspiraba para obligar a una reacia
.. ;¡ ...,,, clase dirigente a cierto grado de cambio e innovación, aunque sólo
!i!l J. 1-1. Elliotl,
111r <:ni111l-D11/u: tJ{OlitJnres: 111r. Stnle.rnum i11 mi AgP- '?l/Jer.line."Ncw ·"
H;wcn (Conncc1icn1) y Londres, Vale Univer~ity Pres.~. 198fi, pp. 520-521 ·[El éondt- j
tlm¡ur. dr. Olitmn~s. fü /mlitir.n r.,, rwn if¡mr.a de demdr.m:ia, trad. Teófllo ele Lomya, Barcclól ,:~. 56
J. H. E!lioll, J~l r:tmdr-duq11r. rlt· Olivares y in. llrnmdn dr. Felipe[/, Valladolid, Univcr•
na, Gr!jalbo t\'lonclaclori, lmlH, p. 572]. · ~. :~ sidad de Valblolicl. 1~n7. p. ni.
·,I
1 º':
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Esi'AÑA, EUKUl'A V El. MllNIJO l>E u1:rKAtttAR

fuera por_que de lo contrario la tarea 4e cons.eroacióH amenazaba con


convertirse en inmanejable. Eslaba cada vez más claro que los costes
• ENt~"·Ño \' UESF.NGAÑo: Es1•i1.ÑA v l.AS JN111AS

"El rel~jamiento a que· Castilla había sucumbido podía atribuirse


direccamente a los efectos corruptores del imperio. G;lrcilaso de la
1
1
l
,
j
de la defensa imperial, tanto en el Viejo Mundo como en el Nuevo, Vega había escrito en su Historfo general del Perú: ce Los que miran con
estaban colocando cargas insoportables sobre los hombros de una
real hacienda empobrecida; además, esto suc~día precisament~ nmn-
do los beneficios más palpables del impeiio, en forma de las remesas
provenientes de América, estaban comenzando a disminuir clra1mhi-
otros ctios que los comunes las riquezas que el Perú ha enviado al
Mundo Viejo y derramándolas por todo él, dicen que antes le han
da1iado que aprovechado, porque dicen que las riquezas comúnmen-
te, ames son causa de vicios que de virtudes; porque a sus poseedores
'l
)
..¡
camente. Un descenso en los ingresos de las Indias de dos millones ... los inclinan a la soberbia, a la ambición, a la gula y lujuria, y que los )
de ducados anuales al principio del reinado de Felipe III a menos de hombres criándo.sc con cantos regalos, como hoy tienen, salen afemi- )
un millón en sus últimos años proporciona una confirmación elo- nados, inútiles parad gobierno de la paz, y mucho más para el de la
cuente del argumento de que había que hacer algo, el cual se oía aho- guerra .. '' 7 • A (~jos de sus nuevos gobernantes, la Castilla que habían }
ra por todas partes (las cortes, los arbitristas y sectores de la misma ad- hcrcdac.ln de Fdipe Ill erí..l vivo testimonio de lo acertado de este )
ministración real). Fue esta convicción, cada -yez más difundida éntre diagnóstico. No había duda de que había caído víctima del mal que
los entendidos de la sociedad castellana, lo que con ui buyó a llevar a t~n había rmuado al imperio romano. )
'
régimen reformista al poder en 1621. Para invertir el proceso y clecener la enfermedad, era fundamencal . ~.
)
~os dos puntales maestros del programa de este régimen reformis- volver a la moralidad y las virtudes de la era preimperial. Algunos ai1os
ta de Zúñiga y Olivares fueron la restauración de la deshecha econo- anees, Quevedo había proporcionado un texto a Jos hombres del nue-
}
mía castellana y una organización más racional dd plan de defensa vo régimen al escribir en LaEspmia defen"dida: ccPues si bajamos los ojos }
imperial, pensada para repartir su carga más equitativamente entre a las costumbres ele los buenos hombres ele Castilla, de quinientos y
)
los diversos reinos y provincias de la monarquía. En este aspecto, de cuatrocientos atios a esta parte, ¡qué sanidad, qué vinucl y qué
como en otros muchos del programa, el nuevo régimen se inspiraba verdad veremos, que no imitamos ni heredamos, contentándonos con )
profundamente en los escritos de los arbitristas del reinado de Fe- lo menos, que es el nombre! [ ... ] pobres, conquistamos riquezas aje- )
. lipe III. No obstante, detrás del programa de reforma fücal y econó- nas; ricos, las mismas riquezas nos conquistan» 511 • Esto era lo que Cas-
mica, concebido para canservar la monarquía y el imperio, había ün tilla necesitaba para volver a ser grande otra vez: austeridad, trabajo }
fondo moralista, también compartido por muchos arbitristas, qtu: C<1si duro, las virtudes militares de la lealtad, la integridad y la valentía. )
podría ser descrito como antiimperialista por estar suscitado, al m~, Casi se podría decir que fue una especie de fundamentalismo caste-
nos en parte, por la sensación predominante de desilusión con las llano Jo que proporcionó el impulso para el programa reformista del )
consecuencias del imperio. : .•• régimen de Olivares, una nostalgia de una Castilla medieval idealiza- )
El régimen de Olivares pedía una profunda re gen e ración moral d.~ ., da antes de que la victoria trajera consigo riquezas, y éstas a su vez la
)
Castilla como compañera indispensable de la renovación económica ..j' corrupción.
a la que se había entregado. El programa de regeneración moral fu.e .:~ Así pues, las ideas reformistas desarrolladas por los escritores en j
provocado por un clima de repugnancia contra el rel<yamiento ge~.e.i;. ,. ¡~ el reinado de Felipe Ill y aclopladas como medidas gubernamentales )
ralizado del gobierno y la sociedad durante el reinado que acababa,d~ .J' oficiales bajo Felipe IV, destinadas a aumentar Ja productividad y res-
terminar: Por medio de una especie de limpieza general, que llevad~.. •· taurar la moralidad, pueden ser consideradas, según la perspectiva \ j
al régimen de Olivares a imponer nueva legis.ación suntuaria, cer:w,) propuesta aquí, como un intento de hallar un camino intermedio ¡-:
{ )
burdeles y hacer más estricta la censura de libros y comedias, se esp.er ,Y
raba coaccionar-a Dios para que volviera a mirar otra vez favorablc1 nentJ 57 Garcilaso ele la Vega, Seguntla jJtfflt! ele los commlnrios reales de lt1s iuais, en Obras
e 1
te a su pueblo elegido de Castilla. Pues, ¿qué otra explicación podí~~} completas dl!l Inca Garcilaso ck la Vegft, ed. Cannelo Sáenz ele Santa María. Biblioteca ele
Autores Españoles, 132-135, Madrid, Atlas, 1960-1965, vol. 13•1, p. 21i (libro 11, f
tener las Presentes calamidades,.si no eran debidas a los pecados dé .
cap. 7). 4 'j
una naciór1 que, rnmo los hijos de Israel, se había descarriado?
~
58 Quevedo, Obms rom/1/1'/as. Prosa, pp. 523-524.
• JI
~
(1
(,
(1 1-:.<il'AÑA, ~llROl'A \' l'.I. MUNUO llt: lJl;rR,\MAR

{ entre los extremos irreflexivos del triunfalismo yfa desilusión, ambos CAPÍTULO VIII
( de Jos cuales, de diferente manera, amenazaban a Espalla con e] de-
sastre. Tanto el triunfalismo como la desilusión parecen haber sido
f; estimulados por la experiencia imperial espafi.ola. Ésta fue tan dra-
INGLATERRA y ESPAÑA EN AMÉIUCA:
COLONIZAD.ORES Y COLONIZADOS
{1 mática, y tan abrumadora por sus consecuencias, que no resulta sor-
f prendente que la atmósfera de la sociedad castellana de la era del
barroco oscilase bruscamente entre momentos de exaltación r deses-
{
peración profunda. Tampoco asombra que la propia clase de movi-
f 1 miento reformista que se desarrolló como respuesta a estos vaivenes
(1 de ánimo estuviera también fuertemente influida por Ja experiencia
imperial, ya que trataba de volver a una era anterior con el fin de re-
{ sucitar las virtudes que en un principio habían dado a Cast.ilJa su im-
~ perio y la habían seii.alado como elegida por el Seilor. Con todo, la U no de los placeres ele Ja investigación histórica consiste en el hallaz-
nostalgia por un pasado preimperial era en sí un Lipo de ilusión. En go de relaciones inverosímiles. A primera vista, parece que no podría
( .•i.
las circunstancias del siglo XVII ya no se podía volver atrás. Sin duda, haber nadie más distante de la Amélica española que Beda ~l Venera-
··~:
( como decía Quevedo, «es mejor y más cerca ser Indias que buscarla5». ble, el gran eren is ta de la Inglaterra anglosajona. Ocurre, sin embargo,
ia1-:.
(1 Pero tal vez ser Indias mientras se poseían las Indias era pedir lo que Beda cmzó el Atlántico en el siglo XVI, aunque lo hizo en una nave
imposible. · espa1iola en lugar de una inglesa. Al menos en espíritu, era compañe-
(1
ro de viaje de fray Bartolomé de las Casas, el <cApóstol de los indios»,
{1 quien cuenta a los lectores de su Apol.ogP.tú:a historia que, según Beda, el
{1 papa san Gregorio Magno no despreciaba a los ingleses y escoceses a
pesar de sus costumbres brutales y depravadas, sino que envió a san
( Agustín para que los convirtiese. Las Casas explicaba que Beda en
{ persona «tradttjo las artes liberales en la lengua inglesa» con el fin de
eliminar de sus compatriotas el estigma de la barbarie 1• El mensaje
(
de Las Casas e;;taba daro: una vez se hubiera acabado su larga noche
{ ,!' en las tiniebla::, los habitantes indígenas de América serían no menos
.. , capaces que los a11Liguos britanos de ocupar el lugar que les corres-
(
pondía por derecho propio entre los pueblos civilizados del mundo.
( .... " Las alusiones a Beda en los escritos de Las Casas-o en los de José
( de Acosta, otro espmiol preocupado por la evangelización de Améri-
.¡,, ca-2 indican en parte Ja inttincada interacción que se desarrolló entre
{ r·
r :;
Inglaterra y Espm1a cuando se embarcaron en la conquista y coloniza-
(' ,.,,..
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ción del Nuevo Mundo. Aunque sus im,Perios americanos evoluciona-
{1 ':J ron bajo condiciones muy diferentes y tuvieron rasgos distintivos, se
,,...
(' -·. t ~ •
1
Frny Bar1olo1111: de las Cas<ts. A/Jolngf.lica Jiistm·irz .wmaria, ed. Edmundo
t ····¡,• O'Gorman, 2 vn)i;,, México, Pornía, 1!167, 11, pp. 633 y 638.
2 Véase José de Acosta, Historia natural)' moral de ln.t Indias, ed. Edmundo
J'!"/:
(' ne·._
'. O'Gorman, 2~ ccltt., i\Jéxico y Bue.nos Aires, Fondo ele Cultura Económica, 1962, ::11
(' p. 228. ,,,
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Es1•AJilA, EUKOI'.\ \' ll. MUNllO 01:: u1:rKAMAK INt:l.ATrnlt.\ ,. EwA~A l'.N :\Jl1E.1t11:·\: i:u1.uN1l,\hUKl'~'i v c0111N17.Anos }
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enfrentaron a ciertos problemas connu~es y, ~I tratar de resolverlos, canos, pero se piensa que el número de dios al este del Misisipí ron- i l
hubo momentos en que la expeaiencia pasada o prest·n.te de una S(;cie- daba los 150.000ü.
¡ ~
El conlraste entre un 56 por ciento y un 6 por ciento de población
¡
dad se convirtió en un punto de referencia significativo para la ou:a 3 • }
Hubo puntos tanto de semejanza como ele contraste en los modos india subraya la profunda diferencia de carácter entre las sociedades
en que españoles e ingleses respondieron a algunos de los desafíos a coloniales que habían surgido en las Américas británica y espa11ola ij )
los que se enfrentaron, en particular al que representó el encuentro en vísperas de la independencia. En su composición racial, así como en ! :· )
con los pobladores indígenas de las tierras en las que habían hecho muchos otros aspectos, eran mundos muy diferentes. No obstante,
cómo llegaron a ser tan diferentes merece análisis. En su ensayo OJ
.·· }
incursión. Poco después de que las colonias británicas hubieran al-
canzado la independencia, Henry Knox, el ministro de guerra esta-
dounidense, notó el contraste entre el tratamiento dt los indios por
National Clwracters [«Sobre los caracteres nacionales»], David Hume
esc:ribil): .. Una· nación seguirá el mismo conjunto de costumbres y se
'i
l.
~. }

l1 )
parte de ingleses y españoles: .. Es triste pensar-escribía al presiden- adherir~'i a ellas por tnclo el globo, así como a las mismas leyes y lengua.
te Washington en 1794- que nuestros modos de población han sido Las cohmius espmiolas, inglesas, francesas y holandesas son loe.las dis- l
1
)
más destructivos para los nativos indios que l~ conducta de los con- tfoguiblcs incluso entre los trópic:os>> 7 • Henry Knox, al distinguir entre 1
)
quistadores de México y Perú. La prueba es la completa erradicación el destino de los indios noneameiicanos y los de la América hispáni- li
ca, hallaba la explicación en el contraste entre lo que llamaba los .~ )
de casi todos los indios de las partes más populosas de la Unión. Algún ...~· ! '\,

futuro historiador podrá indicar las causas de esta destrucción ele la «modos de población» ele españoles e ingleses. Este ensayo intenta )
raza humana con negros colores» 4 • . explorar la diferencia entre esos «modos de población» y considerar
Knox realizaba esta observación sobre las consecuencias de la co- la medida en que la herencia cultural de los colonizadores pudo ser )
'\,

lonización hispánica y británica de las A.mélicas en una época en que responsable de ella. }
la población indígena de la América española, devastada en el s.i- Cuando los espai'loles, y después los ingleses, cruzaron d Atlántico
para asentarse en América, sus nuevas sociedades coloniales no se
}
glo XVI por las enfermedades europeas y el trauma de la conquista y
colonización, comenzaba a moslrar señales inequívocas de recupera- eslablecían en el vacío. Al contrario, se fundaban en un suelo que )
ción demográfica. En 1789, cinco a11os antes del comentario de Knox usaban u ocupaban (y a veces con gran densidad) pueblos que en }
sobre «la completa erradicación» de los indios de la América británi- bastantes casos habían estado allí desde hacía muchos siglos. Esto
ca, las colonias americanas de Espm'\a contaban con ocho millones ele suscitó inmediatamente una incómoda cuestión, planteada concisa-
mente por Robert Gray cuando escribió en su A Good S/nted to \!irgiuia
" )
indios y uno de mestizos dentro de una población total calculada en ~ )
catorce millones de habitantes5 • La población total de la Norteamé- [ c<Viento en popa hada Virginia», 1609]: «La ptimera objeción es por
rica británica en 1770 era 2.283.000 habitantes, de los cuales 1.816.000 qué derecho o justificación podemos e·ntrar en las tierras de 'esos ( )
eran blancos y 467.000 negros. Es significativo que las estadístiq1s salvajes, despojarles de su legítima herencia y asentarnos en sus luga- ( )
contemporáneas no incluyeran cifras aparte para los nativos ameri- res, sin habernos provocado o hecho ningún mal» 11 •
\. }
,;! J

r .. }
3 Para un estudio compamtivo m:\s exlenso sobre los imperios espai"iol y britfü1ico 6 Johnj. McCuskcr y Russdl R. Menard, Tlit! Eco11omy ufBrítisli .-\ m~rica, J60i-J 789, ¡'
en América, para el cual este ensayo fue una investigación preliminar, véas~ J. ·.H". Chapd Hill (Carolina dd Norte), Univcrsity of Nonh Carolina Prcss, 1985, p. 54; ( ~
Elliott, Empin!s ofthe Atlantic World: Biitain and Spain in A merica, 1492-1830, Ncw Haven
(Connccticut) y Londres, Vale University Press, 2006 [Impel'ius tld 1111111do atlántiru: Esfm-
James Merrcll, "~The Customes uf our Countrey": lndians ancl Coluuists in E.arly
Americ<l .. , en Benrnrd Bailyn y Philip Morg•m (ecls.), Slrcmge,.s Withiu the Realm: Cul-
tural Margitu uf tl1e Fint JJritisll Empiii•, Chapel Hill (Carolina dd Nll1W), U11iversity of
r
j: \. .
tia y Gran Bretmill en América ( 1492-1830), trad. Marta Balcells, l\laclricl, Taurus, 2006].
North Carolina Pn:ss, 1~191.
,
1. ( )
" Citado en Richard White, 'fhr. Mitltlle Grouml: India11s, Empires, at1tl l&p11blics i11 r
7 David Hume, .. of National Characters», en sus ~says: Mural, /'u/itical mul Lite-
the Gre<ll Lahes &gicm, 1650-1815, Cambridge, Cambridge University Press, l 9tl l. t }
~ e'
5
Véase la Té\bla 1 en Richard Morse::, "The Urban Development of Colonhil Span• rary, Oxford, Clarenclon Press, 1963 [·De los caracteres 111.lcionalcs•., t:I\ l!st:l'itos impfos
ish Ame1ica .. , en The Cambridge Histo1y ofLati11 America, ed. L. Belhell, Cambriclgl·, C;un- .Y cmtirfeligiusos, tracl.José Luis Tasset, Madrid, Akal, 2005, pp. 97-J08].

.'
blidge University Pre~. 1984, ll [ .. EJ clcsanollo urbano de la Hispanoaméiica colonial";
11 M&ís arriba, p. lti6. Citado en Wesley Frank Craven, .. 1ndia11 Policy in Earlr Vi1:.. :~
en Hist01ia dt.'1méJica Latina, trad. Á11gcls Suh\, Barce1ona, Crític.l, 1990, 1111, p. :-i9. ginia .. , William r111tl M111y Q1wrt~rly, 3! st'rie, 1 ( 1YH). c:n p. 65.
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1:o)
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¡.:-;rM.:.\, Et 'Kili'.\ \' i-:1. MllNno 11t: 111:rnM•t.\K ! 'le ;1.ATl:KK-\ \' 1-:'ll'A~ .\ FN AMf.KIC:A: t.:OLONl1.AOOIU:s Y COl.ONIZAl>OS

'( f éxito de las expediciones a las Américas. «Los españoles nunca pros-
Fueron los cspaiioles los primeros que tuvieron que lidiar con el ;~:,..

( espinoso problema de Ja legitimidad de su apropiación de las tierras peraron ni prevalecieron sino donde se asentaron», discurría el pre-
americanas. AJ principio, la fundamentaron como donación papal y, facio a la traducción de las relaciones dejacques Cartier sobre sus
(f viajes al Canadá publicada en 1580 porjohn Florio, un miembro del
aunque el examen crítico del teólogo Francisco de Vitoria y sus cole-
( gas escohísticos plantearía con el transcurso del tiempo graves cues- círculo de Hakluyt•~.
( tiones sobre e) derecho del papado para disponer de lugares no cris- Aunque Jos colonizadores ingleses, en sus encuentros con los in.,.
tianos, la responsabilidad conferida por el papa a los gobernantes de dios, nunca llt:!garon a tanLo como a producir un equivalente anglica-
( Espaii.a de llevar )as bendiciones del clistianismo a los pueblos de Amé- nizado del requerimiento (el tristemente famoso documento leído a
( rica, sumidos en las tinieblas, tendría siempre una importancia básica los indios irna.ándoles a Ja sumisión sobre el cual Las Casas no sabía si
en la empresa espaiiola de las Indias. La conquista era una condición reír o llorar). Robertjoh11son, en su sermón de 1609 ante la·Compa·
@:
previa para la con\'crsión, o al menos así se suponía, y la conquista t"lía de Virginia, titulado NovaBritannia, parece haber pensado en un
( eficaz ciepcndía del asentamiento en eJ territorio!'. documento similar, aunque más benévolo, para uso de los coloniza-
( Es evidente que la autorizélci<>n papal no era una opción al alcance dores de Jamcstown. «Y por lo que hace a desplazar a los salvajes
<le los ingleses cuando se tuvieron que cnfre111ar a idénticos proble- .1(.. -d!jo ante su congregadón-, no tenemos tal intención: nuestra
@: intromis•ón <.'ll sus posesi,mes redundaní en su mayor beneficio, y de
mas de conciencia. aunque la tónica general del argumento basado
( en la donación papal se podía adaptar f;kilmcnte a las circunstancias manera alguna en su daiio, a menos que como animales sin freno se
británicas, lal como hizo Richard Hakluyt: «Actualmenlc los reyes y lo provoquen ellos mismos. Tenemos el plan de proclamar y hacer
{
reinas de Inglaterra tienen el título de Defensores de la Fe, y por tal saber a todos por medio de algún acto público que nuestra llegada
( título pienso que est<Ín encargados no sólo de mantener y proteger la allí es para asentarnos en su país, pero no para desplazarlos y erradi-··
( fe de Cristo, sino de propagar y extender Ja misma» 1º. Así pues, Ingla- carios, sino para llevarlos de su vil condición a otra mucho mejor:
terra, Jo mismo c¡ue España, cobraba una misión providencial en Amé- primero, re~pecto de Dios, el Creador, yJesucristo, su Redentor si
{ ~a;

quieren creer en Él; y segundo, respecto de las bendiciones terrena-


rica, una misión concebida, por ejemplo por Christopher Carleill
( en 1583, en términos de «reducir el pueblo salv<~jc al ·cristianismo y la les, de las que ahora no hacen buen uso, sino de bruta manera como
( civilidad» 11 • animales, con la promesa de defenderles contra todos los enemigos
Los promotores de las empresas de ultramar en la Inglaterra isa- públicos y privados» 14 •
(
(
belina se habían leído a Pedro M:írtir de Anglcría, a Francisco López
de Gómara y a Agustín de Záratc 12 , y tenían ante sus ~jos eJ modelo de
...
: ..1, .,
' ,
'ó"a'll .
Aunque Jos ingleses, al considerar el asentamiento en esas tierras
y la conversión de la población nativa al cristianismo y la civilidad,
..:~( tenían ante sí el modelo, tanto positivo como negativo, de los espatio-
colonizacic'ln espai1ol cuando se embarcaron en su propio intenw
~ .t:r
,;
les, no eran rle ningún modo inexpertos en las artes de la coloniz~­
de establecer un imperio en las Indias. La emigración y el asentamien.:.
( to sistemático, como pronto comprenderían, eran esenciales para el ción. La Inglaterra de los Tudor, después de todo, estaba fundando
( asentamientos y manteniendo subyugada una población extraña en
su reino)' colonia de Irlanda, del mismo modo que Castilla, antes de
( !l Cf. las palabras de Francisco Lópcz de Gómara: •Quien no pobl,.re, no haní embarcarse en la conquista de las Indias, había estado asentándose
buena conquista, y no conc1uistando la tierra, no se co1wenirá la gente: así que la
~ máxima ctel conquistador ha de ser poblar ... H;.s1nrin gm,.m{ d1: lns hufin.f, l\fadrid, Im~
en tierrns recién conquistadas y estableciendo su dominio sobre una
prenta de la Real Acarlcmi<1 ele la Historia, 1R52, citHdo más arriba, p. 1!l9. "·' población extraña en el antiguóreino musulmán de Granada. Tanto
~ '° Richard Hilkluyt, .:fhc Discourse ofWes1ern Planting .. ( 1584), en T!ll' Origi11al
t W,-iting.s m1d <:orrrJjm11d,.,,rr. of lhr Twn für.luml HnJrht.vl.s, ed. E. G. R. Taylor, 2• scrie·,·2
vols. (76-i7), Londres, l·f;tkl11y1 Socicty, 193!>, vol. 77, p. 215. 1' Cil,·clo l'n .fohn Parke~. /Jooks lo 81til1L au J::111f1irt!: :\ Bi/Jliographical History of f.11g·
( 11
ThP. M>,l't1grJ anr/ Cnlrmir.iug RntP.1f1risrs f!f Sir f/m11plu·ry Gilbr.rt, ed. D. B. Qninn, Ush Oversr.as /11/nrsLs tn 1620, Amsterdam, N. Israel, 196!1, p. 105.
Hakluyt Socicty, 1940. 2. 1 serie, vols. 83-84. Lonclrcs,1940, JI. p. 361. .... • 14 Peter force, 1im:ls m.1d Ot/ler Pa/1crs, R.el<lli11g /'rim:i/mlly lo tite Origin, .')ettlem~nl,
( 12
Véase la relación ele sir George Pcckham de sus propias fuent<"s en Quinn, Vo- a11d Progrefs o/ tl1e ColoniP.J in /\'ortli America, 4 vols., Washington (OC), 183&1846, 1,
.l""K".f <fSir H11111phrr:i• Gillwrt, JI, p. 448-449. ·· · núm. 6, p. 13.
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EsrAÑA, EUKUl'A V f.L MUNllO 01:: u1:nwtAR

Espail.a como Inglaterra, por decirlo de otro modo, pueden conside-


IN1 ;i .An:KKA \" E.srAÑA EN AM~'.KIG.\: <.:111.oNiZ.\1>11iu:.., \"et 11.0N11.\1111s

un tema siempre delicado. A mediados del siglo xv1, un oficial espailol


''
l
rarse con motivo potencias protocoloniales incluso antes de que en- en Perú,.JuaJl de .~fatienzo, se mostraba más tolerante que muchos
viaran colonizadores a las Indias. En ambos casos <:'S de esperar que de sus compatriotas sobre la costumbre andina de llevar los cabellos _}
su anterior experiencia europea marcara sus respuestas frente a los
pueblos de las Américas, pero hasta el mombuo carecemos de un
largos: «Esto algunos lo tien.en por malo; mas yo no hallo inconve-
niente que los traigan, si no es por la limpieza» 21 • La argumentación
"( }
)
análisis exhaustivo y sistemático de las formas en que las instituciones contra el pelo largo en el mundo angloamericano sería expresada con (
y actitudes que habían dado forma a la conquista y colonización de mayor contundencia porJohn Bulwer a mediados del siglo XVII, cuan- ,.. )
Andalucía e Irlanda, respectivamente, influyeran en el proceso de co- do criticó tal práctica tanto entre los irlandeses como entre los indios, \.
}
lonización de América•r>. . a quienes condenaba por «mmca cortarse ni arreglarse el cabello,
Basta, sin embargo, con echar un vistazo a las Cartas de relaciú11 de como si asintieran a entrar en una alianza más estrecha con los ani- )
Hernán Cortés para darse cuenta de cómo los conquistadores tendían males de lo que jamás quiso la naturaleza>,:.i~. )
instintivamente a equiparar a Jos mexicas con los moros: se describen I .a civilidad era lo primero que se necesitaba si se había de concha- '-<..

como mezquitas los templos aztecas 16 , se trazan comparaciones f"ntre cir a estas gentes al cristianismo, pues los católicos gaélicos eran con- )
(
Tlaxcala y Granada (favorables a la primera) 11 y se pinta a los mexic;~s sickrados tan paganos como los indios americanos:.!:\ Así pues, la ex".' ir.· )
\
cuando luchan como perros rabiosos, como se acostumbraba a hacer tirpación de la barbarie se convirtió en una justificación para la
dominadón e inchtjo a los ingleses}' españoles a verse a sí mismos ( )
con los musulmanes 18• De manera parecida, los ingleses tenían ten-
dencia a equiparar indios e irlandeses. «Los nativos de Nueva Ingla- como sucesores y herederos ele los romanos del Imperio y como por- )
terra -escribía Thomas Morton- están acostumbrados a construir tadores ele parecidos beneficios a los pueblos sometidos:.!~. El obispo }
sus casas de manera muy parecida a los irlandeses salvajes» 19 • Scg~n ·~ Diego de Landa, en su Relación de las cosas de Yucatcín, escribe cómo los
notaba Hugh Peter en 1646, «los irlandeses salvajes y los indios no se indios disponen ahora de moneda española y herramientas y se les )
diferencian mucho»20. han ense1iado artes mecánicas, gracias a lo cual «Viven sin compara-
.. )
¿Cómo influyeron estos paralelos en la práctica colonial? Una po-
blación extraña, ya fuera irlandesa, morisca o hÚlia, ern vista b&1sica-
ción con l'llas más como hombres,_:i:.. Al explicar Jos hendidos que
los indios podían esperar de la llegada de Jos ingleses, Robt·nJohnson . )
mente como inferior, pnes carecía de ciertos aspectos esenciales de traza r·n su Nova Bril<wnia una analogía, parecida a la hecha por Las }
la civilidad, tal como ponían de manifiesto indicios tan reveladores "·
~~
)
como su estado de vestimenta o desnudez y la longilud de su cabello,
• !
:.!I Juan dt: Ma1icnw, Gobierno tld Perú ( 1567), t:cl. Guillt:nno l.oh111a1111 Villcna, '( )
París y Lima, lnstitu t Fran~ais d' Étudt:s Andines, 1967, p. 80.
:.!:.! Véase.James A.xtcll, '/11e hivasio11 Wit/iin: Tlie Contesto/Cultures in Colo11it1l Nortli
<
15 De todos modos, véanse Antonio Garrido Aranda, Morisws e indios. Prece1lentel
hispánicos de la evangelización en Méxic(J, México, Universidad Nacional Autónoma· ~'1
México, 1980, y Mercedes García-Arem1l, .. Moriscos e indios. Para un estudio con~p~~
rado de métodos de conquista y evangdización .. , C/&ronica Nova, 20 ( 1992), pp. 153!
A111erica, Nueva York y Oxforcl, Oxford University Press, p. 175.
23 Nichuh1s Canny, T/1e Eliza/Jetlwn C011quest uf /relmid: A Ptlttem Estt1blislml, 1565-
1576, Hassocks (Sussex) y Nueva York, 1-larvester, 1976, p. 125.
24 Sobrt: iugl~ses y romanos, véanse Mulcloon, ..The lndian as lrishman .. y Karen
(
..
" J
1
'
)

175. Sobre Irlanda, véase James Muldoon, u The Indian as Irishman•, Essex Imtituu Kupperman, Settliug witlt tlie lmlimu: The Meeti11g o/E11glish and ludian Cultures in A111er-
Historical Collections, 111 (1975), pp. 267-289. Contrariament~. Alden T. Vaugh,ap~ . ica, 158U-16-IO, Totowa (Nuevajersey), Rowman and Liulefidd, 1980, p. 113. Sobre la '- J
.. Early English Paradign15 for New World Natives•, Procttdings of the American A11litJ!'<J.• " América espai1ola y el modelo romano, véase el admirable estudio de David A. Lu- (
rittn Socitty, 102 (1992), pp. 33-67, se muestra escéptico sobre el papel de Jrh1~ciá pher, ~omam in a Neru World: Classir.al Models iti Sixttmth-Century Spmrisll Amer'ica, Ann J
como modelo forrnativ() en la colonización británica de América. · "·l Arbor (Michi~an), Univt:rsit)' of Michigan Press, 2003. El tema imperial romano en la (
16
Hernán Cortés, Cartas y documentos, ed. Mario Hernández Sánchez-Barba:,I América espmiola en su expresión arquitectónica es analizado por Valerie Fraser, Tite J
México, l>om'ía, 1963, P. 25. · .. Arcliitecture of Conque.si: Buil1li11g i11 t/ie ViCl!IV)'lllty o/ Peni, 1535-1635, Cambridge, Cam- o }
bridge Uni\'ersity Press, 1990.


17
!bid., p. 45. t
18 !bid., p. 159. 25 T/w Maya: Diego de /.mula~ i\ccount o/ tlle Affairs o/ Yucatán, ed. y trad. A. R. Pag-
.
19 Thomas Morton. NewE11glish Cmwan (1632), en Force, Tmcts, Il, núm. 5, p: 19::
·h.\",•
den, Chicago,J. Philip O'Hara, 1975, p. 163 [existen varias ediciones del texto espa-
j
2º Citado en H. C. l>orter, The fownstant Savage: England a11d lile North 1lml'lican :·, ñol, p. t.:i· Diego de L-.nda, Relación 1/e lt1s cosas de Yucatán, ed. Miguel Rivera Dorado, t )
lnclian 1500-1660, Londres, Duckwonh, 1979, p. 203. -:.i1r" ·,
J~·...;
L,s Rozas (Madrid). Das1i11, 2002].
~;

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( E.'il't\Nh, EtJNUl'A y f.I. MtlNUO IJE Ul.TRAMl\lt IN1a.\l't.:RMA \' Es1•AÑA t:N :\MtKIV\: cm.1>N1í'..i.1101tF.s v c:oLONIL\llOS

f Casas en su lectura de Beda, entre la condición ele los britanos antes indias 2!J. Sir: embargo, la preocupación de los colonos por el honor
( y después de la llegada ele los romanos, cccomparando nuestra presen- de su linaje, supuestamente. hizo que pronto sólo los colonos más
f te felicidad con nuestras anteriores antiguas miserias, por las que pobres contrajeran matrimonios con indígenas 30• Por otra parte, un
habríamos seguido siendo hasta hoy britanos pobres, desnudos y sal- mercader de la ciudad de México informaba en una carta de 1571 a
f Vétjes, si.Julio César con sus legiones romanas, o algún otro, no hubie- un sobrino suyo en España que estaba felizmente casado con una
f ra preparado el terreno para domesticarnos y civilizarnos,,:11;. Con nntjer india y m1adía: <cY aunque allá os parecerá cosa recia en haber-
( todo, hubo diferencias importantes entre los modos español y britá- me casado con india, acá no se pierde honra ninguna, porque es una
nico de abordar la cuestión de estos pueblos indígenas y no está claro nación la de los indios tenida en mucho» 31 • Esto podría no ser más
{ hasta qué punto deberían atribuirse a los antecedentes coloniales en que el in temo de un individuo de presentar su propia conducta desde
( Europa. el mejor ángulo posible, pero. aunque no todos los colonos espa11.oles
En panicular, existe una diferencia crítica enu·e las actitudes espa- mostraran tanto entusiasmo en contraer matrimonio con mujeres
( ñolas e inglesas hacia el matrimonio mixto)' la cohabitación. Isabel y indias, no tenían ningt."m escrúpulo en tomarlas como amantes. Es
( Fernando, los Reyes Católicos, mandaron en sus instrucciones de 1503 más, como mínimo en las primeras fases de la colonización, antes de
{ a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Espailola. que pro- que proliferase su número, muchos de los nitios mestizos nacidos
curase ccque algunos cristianos se casen con algunas nlltieres indias, y de tales uniones fueron reconocidos por sus padres espafloles. .
~ las mt!jercs cristianas con algunos indios, porque los unos e los otros A pesar del ejemplo de Pocahontas, hija del jefe indio Powhatan y
l se comuniquen y ensctien, para ser doctrinados en las cosas de nues- casada con el colonizador inglésjohn Rolfe, los matrimonios mixtos
tra Santa Fe Católica. y asímismo, como labren sus heredades y en- en la América británica eran prácticame11te inexistentes: no haycons-
(
tiendan en sus haciendéls, y se hagan los dichos indios e indias hom- Lancia de ningún matrimonio legal entre ingleses e indígenas en Mas-
( bres y nnueres de rnzón» 2 ;. En 1526 los franciscanos ele México sachusetts entre 1630 y J 67ff12 • Robert Beverley deplora esta situación
( escribieron al emperndor Carlos V en un sentido sem~jante, instando en su Hislot)' and Present Stat.e of l'irgi.nia [ ccl-Iistoria y estado presente
't&\
en pro de la conversión a ccque el un pueblo y el otro se juntase, cris- ele Virginia», 1705], con palabras que recuerdan las de los francisca-

'
(
(
tiano e infiel, y contrajesen unos con otros matrimonio, como ya se
comienza a hacer» 211 •
Aunque en las Indias cspailolas el matrimonio interracial se auto-
rizó oficialmente y en ciertos momentos, como indican estas citas, se
.......
nos de México en 1526: «El matrimonio mixto había sido ciertamen-
te el método recomendado muy a menudo al principio por los indios,
que lo proponían con frecuencia como una prueba segura de que los

~ estimuló decididamente, sigue sin estar claro hasta qué punto se 9


!l Peggy K. Liss. J\Jr.xit:o uudr.rS/Jaiu, 1521-1556: Socifl)' nud lhe Origi11.s ofNalionality,

t practicó. Al principio cierto n(unero de conquistadores y encomen- Chicago (lllinois) }'Londres, Univer:;ity of Chicago Prcss, 1975 [ Origenes de la naciona-

,,
(
deros se casaron con hUas ele la alta nobleza mexica e inca, y en 1534
veinte de los ochenta colonizadores varones de Puebla tenían esposa~

.....
~
litlncl mexicana ( 1521-1556 ). La fon11Q.f ión ck una m1eva .mcir.dad, trad. Agustín Bárcena,
México, Fondo de Culturn Económica, 1986], p. 136.
!lo MornC'r, Race /l lixtmr. [Lll mar.la de razas], pp. 37 y 26.
31
Enrique Ouc, Cartas privadas de emigra11tr.s n b1dins, Sevilla, Consejería de Cul-
tura, 1988, p. 61 .
~' 26 Force, Tmct.t, 1, mim. Ci, p. 14. i··,• 32
n"
A.xtell, lnvaJinn Witliiu, p. 304; Mulcloon, ..Thc lnclian as Jrishman,,, p. 284;
(\ 27
Ríe ha rrl Konc t7.ke, Co/m:ión de dnr.m11r.ntos /mm la historia dr. l.tt formaciá11 social tk y véanse en particular los dos panoramas sobre las actitudes hacia el matrimonio
His/1n11oamérica, 1493-18JO, 5 \'ols., Madrid, Consejo Superior ele Invcstigacione~ mixto, en Virginia )' Nueva lnglatctra reSJ*Ctivamentc, publicados por David D.
{\ Cienríficas, Madrid, 1953-1958, I, cloc. 9, pp. 12-13; véase también Magnus Morn'cr', Smits, «"Abominable Mixture": lbward thc Repudiation of Anglo-lndian Intermar-
Race Mixtum i11 //u~ History• <?f Latín Amerim, Boston (Massachusetts), Littlc, Brown and riage in Seventeenrh-CentmT Virginia .. , Virginia Magazine o/ History and Biograpliy, 95
{' Company, 1967 [Ln mrz.cla deraz.me1i la liütoriadeAmérir.aLatina, trad.jorge Piatigor- (1987), pp. 157-192, r •"We Are Not to Grow Wild": Scvenreenth-Century New Eng-
sky, Buenos Aires. P<tidós. Hl6n], p. 2G. ·· ·,.,~r land's Rcpudiation of Anglo-lnclian lntermaniagc .. , Ameriran lndian Culture and Re-
t 2
fl .. Carta colcc1iva de los franciscanos de México al Emperador», 1 de sepliem- scarclijourna~ 11 (1987), pp. 1-32. Esroy agmdecido al Dr. Kcnneth Milis por llamar
(1 bre de 1526, en fray Toribio ele Bcnavcnlc o Motolinía, Memoriales o libro de ltu cosa.nk mi atención sobre estos artículos. También lo estoy al Dr. ClifTord Potter por su ama-
la Nruma l~fmria .v dr los unl1tmlrs de r.lla, cd. Edmundo O'Gonnan, México, Univcrsí~ hilidacl al reco1;ilarml' información sobre la legislación y la pnictica en la Norteamé-
(' dad N;lcional Au16noma ele Mt~xico, IH71. p. 42H. .:¡ ,,. 1 rica británicél. ·

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EsPANA, EUROPA\' Et. MUNUO DE ULTRAMAR INi:1 ....n:1m.... \' .l::sl'AÑ.... t.:N AA1ÉRJC\: co10Nll'.Al>ORES \' co1.0NIZ..\Pos l
ingleses no era1~ sus amigos si lo rechazaban. Y no p)Jcdo evitar pensar bién predisponerles al tipo de ineslizétje cultural que llegaría a ser un ~
que hubiera tenid~ f~lices consecuenci_as para ese pueblo si se hub~e­ rasgo tan llamativo ele Ja sociedad colonial de Nueva Espai1a y·Perú'7• j
ra aceptado tal propuesta, pues la animadversión de los indios, que. A pesar de los Estatutos de Kilkenny; en realidad hubo muchos
tengo por causa de la mayor parte de los saqueos y. as~sinatos qu~ han.
cometido, se hubiera prevenido totalmente pbr tal medio y en qm-
secuencia se hubiera ~vitado el derramamiento de sangre que abun-
mauimonios anglo-irlandeses 58 , lo que hace dificil saber si las actitu-
des hacia el matrimonio mixto adquiridas en Irlanda tuvieron conse-
cuencias prácticas en la conducta social de los ingleses. En cualquier \.
'
}
~

dó por los dos bandos; [ ... ] la coloni.a, en vez de esas pérdidas hu- caso, cuando se llega a la cohabitación, hay indicios ele pautas de '- )
manas por am})os lados, habría crecido en niños para su beneficio;, conducta entre Jos colonizadores ingleses que resultan difíciles de ex-
[... ]y, con toda probabilidad, muchos, si no la mayoría, de los indios plicar si no se toman en cuenta actitudes culturales previas.
\, )
se habrían cpnvertido a la cristiandad por este suave método,,ss. ..
, :, Aunque es probable que hubiera un grado considerable de coha- )
La colonización de Irlanda ofrecía un precedente para el rechazo biración clandestina en Ja América briLánica, no fue ni inucho menos
del mau·imonio con la población nativa. Los Estatutos de Kilkenny Jo bastante como para producir el tipo de sociedad mestiza que estaba }
(1366) habían prohibido el matrimonio o la .cohabitación con los surgiendo en la América hispánica hacia el siglo XVII. En la América )
·' -íll·i
irlandeses, bajo la creencia de que los matlimonios mixtos tentarían 4
británica parece que hubo, casi desde el principio, una corriente de ,, )
al cónyuge inglés a caer en las degeneradas costumbres irlandesas'... ~-·; opinión contra el amancebamiento con las nativas. Sir Walter Raleigh
En la España medieval la religión,' más que la cultura y el origen étni- informa con orgullo sobre una ele sus expediciones que, a diferencia )
co, era la línea divisoria entre los mundos hispánico y musulmán, y de los conquistadores espai1oles, ninguno de sus hombres en ningu-
técnicamente las bar:reras contra el matrimonio mixto podían supe- na ocasión ha puesto las manos sobre una nuuer india 39 • En caso de )
rarse con la conversión al cristianismo35 • ser verdad, su conducta les separaba un abismo de los espailoles que )
Por más que los castellanos del siglo xv libraran guerras contra los remontaron e] río Paraguay en la década de 1530, quienes, al ofrecer-
mu~ulmanes, sus propias vidas estaban impregnadas de influencias les los indios sus hUas, decidieron termioar su viaje y asenta1:se allí ~- )
andalusíes. Sus casas, sus muebles, sus vestiduras y sus gustos culinatios para fundar lo que llegaría a ser la ciudad de Asuncióll'1º. Dada Ja es- )
estaban todos marcados por la huella de una vida transcúrrida en la· casez de 1m~jeres inglesas en Virginia (Jos hombres excedían a las )
estrecha proximidad de una población musulmana que poseía una mujeres en una proporción de seis a uno entre Jos emigrantes de
pericia técnica y artística deslumbrantes6 • Aunque los espafi.oles del. Londres a Chesapeake a mediados de la década de 1630)·11 }'el des- )
siglo XVI llegaron a despreciar a la población m01isca que pennant'ció c:quilibrio generalizado entre ambos sexos por todas ]as colonias, esta )
en la Península después de temlinar la Reconquista, la larga experien-
cia medieval de coexistencia con una sociedad que sólo a duras penas \ }
podía ser considerada como inferior culturalmente a la propia pudo.. :f? Véase C..armen Bern:mcl y Serge Gruzinski, Hisloire du Nouverm Monde, 2 vols., }
París, Fayarcl, HJ91-19Y3, U, Les métissages, 1550-1640 [Historia del Nuev0Mu11do, 2 vals.,
hacer más fácil a los españoles llegados a las Indias contemplar la p~ rrad. María Amonia Neira Bigorra, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, IJ, }
sibilidad de matrimonios interraciaks, al me.nos cuando el estatus Los tlll!Stiz.aje.t ( 1550.1640)].
social del cónyuge indígena era lo bastante elevado. Ello pudo tam+ :ni Art Cosgrove, «Marriage in Medieval IrclancJ,., en Maniage in Jrelllnd, ed. Art ·~ j

,
Cosgrove, Dublín, College Press, 1985, p. 35. Estoy agradecido al Dr. To by Bamard por
.. l~i< llamar mi atención sobre este artículo. 'Pcllllbién lo estoy al Prof. Nicholas Canny por ~ }
ss Robert Beverley, The History and Present State of Virgi11ia, ed. Louis B. Wrightl · · sus consejos sobre la cuestión del mauimonio mixto en Irlanda char.mte siglo xvu. \
Chapel Hill (Carolina del Norte), UniversityofNorth Carolina Press, 1947, p; 38:·";~. :l!l Véase Nicholas Canny y Anthony Pagden, Colonial ldentity in tlie Atlantic World,
34 Muldoon, .. n1e Indianas Irishman .. , p. 284; Smits, ,."We Are Not to Gro~ ;.; 1500-1800, Princeron (Nuevajersey), Princeton University Press, 1987, pp. 145-146.
~ 0 Véase un informe de un jesuita anónimo de 1620 cit<tclo en 17le Cm11bridge His·
Wi1d"•, PP· 6-7. ·•::1-J :•'·
35 Tho1nas F. Glick, /slamic and Christian Spain in the h.arly Middle Age.s, Princt:ton , tory ofLatin :\merica, lI f Hütorill de A mélica Latina, III]. p. 89.
'( Jj
(Nueva jersey), PrinC~ton University Press, 1979 [ Cristiatios y mitsulmanes en la l:!..Sj>a~a .·::j ~• Tlmcl \A.'. Tare y Da\'icl L. Ammerman, Tlie Chesapeake i11 theSeuenteeutll Centttry,
medieval (711-1250), trad. Pi1ar Aguirre, María Luz López YVíctor Navarro, Madri.~ ~!~ Nueva York, W. W. Norton, 1979. No obstante, casi la rnitad de los inmigrantes ele 4 .,

,
Alianza, 1991]. p. 166. • . . ·1lúl.~J; Nueva Inglaterra en la década ele 1630 eran nntieres. Cf. Virginia D~John Anderson,
56 Véase García ¡\t·enal, a Moriscos e indios». PP· 155-156. ... lf~ }~";. Ntw E11gla11d'l Gmemlion, Cambridge, Cambridge Univcrsity Press, 1991, p. 21. 4 ~

"\
(1
f 1

( Ko;1•A:i:A. l·:uRol'A Y t:I. M1JN1>0 m: VI.TRAMAR lr-a.LHEl(R:\ \' E...\l'AÑA t::-J AMf.IUCJ\: COLONIZAllOl(l~\\'c;Ol.ONIZAllOS

{-
renuencia a tomar amantes indias apunta a un distanciamic11to de tandas, apenas puede sorprender que los espaiioles de la metrópoli
(1 mayor envergadura respecto de los habitantes indígenas que diferen- llegaran a considerar que sus primos criollos se habían echado a per-
der en el lánguido entorno americano y que los mestizos deberían ser
f cia a los ingleses no s«jlo de los cspaii.oles, sino de lOdos los demás
coloniz.aclores europeos del Nuevo Mundo. vistos como herederos de las peores características de cada una de las
(
L'ls rawnes para esa resistencia no están en absoluto claras. En un razas de que descendían.
f mundo donde el color ele la piel solía creerse determinado por el gra- Las noticias de los efectos de la mezcla de razas en las colonias cs-
{ do de exposición al sol, el color de los indios (descrito por.Juan López paliolas al ctro lado del Atlántico les llegaron a los ingleses antes de
de Velasco en 1574 como ,<membrillo cocho» y por William Strachey que comemaran a emigrar a América 47 y sólo pueden habe.r reforzado
{1 a p1incipios del siglo XVII como parecido a "un membrillo remojado» )·12 sus temores de <]lle aquellos que se transplanlaran al Nuevo Mundo
(. no parece habcrsejuzgado un grave impedimento. 11tmpoco se con- correrían los mismos riesgos de la degeneración cultural q~1e ya había
sideraba a las m1üeres indias como poco atractivas físicamente, aunque sorprendido a demasiados ele sus compatriotas tras asentarse entre
(
el estatus social influía en la determinación de las reacciones sobre el los salv~jes irlandeses. Así pues, no es de extra1iar que el sentido ele
( a~pecto femeni110· 1:'. L'l gran línea divisoria no era racial, sino cultural. misión pro"idencial en la promoción de las tempranas empresas co-
( Los ingleses, a diferencia de los espai'i.oles, parecen haber co11sicleraclo loniales se viern acompaliado de una machacona insistencia en que
la cohabitación con los indígenas como procli\'C a sumirles otra vez en a los que siguieran el ~jemplo de Abraham en salir por Sl! propio pie
{ un mundo <le degeneración cultural del que habían logrado escapar del país "hacia la tierra que os mostraré» se les instara firmemente
( proviclendalmen te y no sería de extraii.ar que esta idea füera, al menos a mantenerse aparte. ,<Así pues, los descendientes de Abraham deben
en parte, un legado de sus experiencias en Irlanda. mantener~e entre los suyos-obse1Vc1ba William Sy.monds en su sermón
(
El miedo a la degeneración parece haber estado profundamente de 1609 a los aventureros y colonizadores de Virginia-. No pueden
1( an<iigado entre los colonizadores inglescs4 '. En algunos aspectos pue- ni casarse ni darse en matrimonio a los paganos, que no están circun-
(· de considerarse como parte de una tradición europea común sobre ......... cidados [ ... ].El quebrantamiento de esta regla puede romperle la cris-
JJ.;· ma a todo huen fin de este vi<tje»-IB .
el impacto en el temperamento del clima y el cntorno 45 • Cuando Co- . ;_,~;
(( En Nueva Inglaterra, el sentido que tenían los puritanos de sí mis-
lón le dUo a la reina Isabel que, a causa de la pluviosidad ele las Indias,
( los <írboles de La Esp<uiola echaban raíces poco profundm;, la respues- mos como ruehlo elegido reforzó naturalmente los instintos segre- ¡:
( ta de ella fue: «En esa tierra, clonclc los <írboles no se arraigan, poca gacionistas del< is colonizadores y los convirti<'> en críticos acérrimos

{
verdad y menos constancia habrá en los homhres»'16 • En tales circuns- de los desviacionistas como Thomas Mort.on, cuyo asentamiento de
~fa-re Mount era desde el punto de vista de ellos escandalosamente
l1
1
{ hospitalario con los indios"!1• Ahora bien, los colonizadores de Virgi-
·l:l Juan L1ipcz ele Vch1sco, (;1m1.rr1~fía )' df'sr.1if1cinu univei:~rll ""las Indias, cd . .Justo nia, incluso .;in la filosofía coherente ele un <'Israel en Nueva Inglate-
t Zaragoza, ~fadrid, Forranct, 18H4, p. 27; \\'cslcy Fnrnk Cravcn, Wltitf., R1~d. ""'' nlnch: rra•, quejusrificara su separación de las tribus indias «cananeas»!m, ya 1
17tt! Sr.i,,mtrmtli-Cr.11lm)' Virgininn, Charlottcsville (Virginia), Uni\'crsil)' l'rcs11 of Vir·
~ ginia, 19il. p. ~9.
habían comenz;ido tras la masacre de 1622 a dar expresión material fj
15 Smils, .. "We Are Not to Grow Wilct" .. , pp. !l-6; Kuppcrman, SrUlingwith thl' buli- a sus instintos sf'gregacionistas. Hacia 1633 habían establecido una ¡!

''
t
mis, p. 37.
"" Sobre el lema de la dcgcncrnción en la Nttc\'a lnglalerrn coluni<1l, \'éasc.Johll
Can u p. Out nj thr l Viftlr.nrf'.u: Tlir. Hmrr¡{l'llrf' n.f fW A mrrimu ldmti(\' i11 Cnlm1ial Nm11 Eng-
lmul, Miclcllc1own {Connc<"tkur). \Vcslt~yan llni\'crsity Press, lmlO.
• «empalizada» (olra herenci;-i ele Irlanda) ele unos diez kilómetros de
longitud, detrás de la cual vhfan en 120.000 hectáreas libres de dere-
'
rl
11
i;
ii
~r. Véase Marian.J. Toolcy, .. noclin and the "fodieval Theory of Clima le", Sf1r.r.u- V
t· lum, ~8 (1953), pp. fi 1h~3; Can u p. Out n.f llir Wi/J.e.mr.u, pp. 10· 11; J<arcn Orcfahl Kup- 4i SmiLo;, .. MAbrnnitrnble Mixture",., p. 162.
¡I

{' pt·rman, .. Thc Puzzle of the American Climale in the F.arly Colonial Perind», A111r.ri- ·IK Véase Alexan<ler Brown. 11zl' Getrf.sis nf the U11ile1l S111tl'.f, ~ vols., Londres, Hcin- l
cni;mn, 1890, 1, clor. LXXXVI, pp. ~87 y 290. .. f

,.
m11 fli.\111riml U1'tli1·11 1 ( l!J82). pp. 121;2.12HH.
·fli Fernánclcz de Ü\'icdo, citado en Antoncllo ( ;<.~rbi, La disfm/11 del Nurun Almuln: ·l!l Sobre las rcarcipnes ante la actividad de Morton, \'é;1se Canup, Oul o/ tlze Wil·
(' tlemt'ss, pp. JO!iss.
Hi.~tm1a ,¡,. unn pnlh11im. 1750-1 'JOO, trad. Anlonio Alalorrc, ~1éxirn. Fonclo ele Cultura ·
Econ{imica, l!JH~. p. :\7. roo Con rcf<·rc11C'ia a esta analogía, véase Canup. Out o.f tli,. W;!dr.mess, pp. 79-80,
(
•l••• 'l' 'l
11
('
)
'
}
}

Esl'AÑA~ EUKOl'A V 1::1. MUNIJO llF. ULTKAMAA

ch os indios51 . D~ hecho, los virginianos habían u-azado una línea fron-


lNlil_\TUUt,\ \' i-:Sl'AÑA .EN AMERICA: l:Ol.UNIZAOURl::S V CULONll.-\llOS

Lo que estaba naciendo era una frontera según el modelo de la


'
}
)
teriza52 y la existencia de Lal frontera indica la más importante quizá empalizada irlandesa, aunque, como ésta, resultó en la práctica mu-
j
de todas las diferencias entre las actitudes de los colonizadores britá- cho m~1s porosa de lo que se suele suponer56 • ¿Fue esta frontera de
nicos y españoles ante las sociedades indígenas de América. exclusión lo que los ingleses deseaban y esperaban establecer o lo que )
\
También había fronteras en la América espafiola (a lo largo del rk· se desarrolló simplemente como consecuencia del carácter de lapo- )
Biobío en Chile, por ejemplo, y en el norte de México). Sin embargo, blación indígené\ y las condiciones locales? Los indicios parecen se-
se trataba de frop.teras trazadas a regañadientes y, según se esperaba, ilalar en ambas direcciones .. }
provisionalmente en aquellas regiones donde había resultado impo- En la América británica no existía a la llegada de lqs europeos )
sible subyugar a indiÓ.s que se habían mostrado diestros para la n·sis- ninguna sociedad comparable en concentraci6n de autoridad a los
)
tencia (como los araucanos en Chile y los chichimecas en México). imperios de los mexica y los incas (excepto quizá, y en medida limita-
Como colonizadores, los espaiioles se dispersaron por el espacio, cu- da, el «impelio1• de Powhatan)57 • Se ha selialado a menudo lo mucho )
briendo VflStas áreas y fundando aquí y allá una ciudad para establecer que esta concentración de autoridad por sí misma contribuyó a faci- )
su presencia en un mundo indio que los rodeaba y casi los sumergía. litar la conquista por parte ele los espailoles. Las capturas de Mocte-
Su mundo era uno cuyas fronteras se pueden describir más adecua- zuma y Amhualpa dejaron a sus respectivos imperios en posición ~u· )
damente como «fronteras de inclusión», en el sentido de que en cier- mameme vulnerable. En aquellas regiones como el Yucat;.í.n, donde )
to modo se extendía la· expectativa o la invitación de participar en la la amoricbel estaba dispersa, el proceso de conquista fue:: enormemen-
vida de la sociedad que se hallaba en proceso de creación a los pue- Le más difícil y prolongado. Al tomar de los m.exica y los incas extensas )
blos indígenas que habitaban dentro de sus confines':1. áreas ele territorio que contenían poblaciones sedentarias y subyuga- )
·..
Después de que hubieran fracasado los primeros y frágiles intentos das, junto con un aparato administrativo para la recaudación de tri-
de coexistencia, la frontera en la América btitánica se convirtió, por butos y la organización de las obras públicas que todavía funcionaba \
}
el contrario, en una frontera de exclusión, a medida que los coloni- razonablemente, los espmioles estaban bien situados para reci·ear en )
zadores ingleses despejaban territorios para sí mismos a expensas de las Indias el cipo ele sociedadjerárquica basada en el se1iorío y el va- }
los indios, a quienes empujaban hacia los márgenes . .e Nuestra prime- sallaje al que estaban acostumbrados en su país de origen.
ra tarea -escribía sir Francis Wyatt, gobernador de Virginia, poco En comparación, las poblaciones indígenas de las áreas coloniza- )
después ele la masacre de 1622- es expulsar a los salvajes para ganar das al principio por los ingleses resultaron avenirse mucho menos a }
pastos y dejar el campo libre con el fin de aumentar reses, cerdos, un con trol disciplinado. Los primeros proyectos en Virginia para la ·~
etcétera, lo cual nos va a compensar con creces, pues es infinitamen- recaudación de tríbulos de los jefes tribales y para la prestación ele )
te mejor no tener entre nosotros a paganos (quienes en el mejor de servicios laborales regulares según el modelo del Caribe espaiiol, )
los casos eran como una espina clavada) que estar en paz y en alianza México y Perú!'>H no tardaron en irse a pique por la I'.esistencia de los
con ellos» 54 . Esto distaba mucho del elevado ideal proclamado para indios de Powhatan y por su manifiesta falta de idoneidad para el tipo I
Virginia por William Crashaw en 1609: «siendo el principal y alto fin de trabajos que hubieran permitido a los i~1gleses llevar la vida de J
la implantación de una iglesia y comunidad inglesa y, por consiguien- se11ores a la que creían tener derecho. Los designios de la Providen-
)
te, la conv~rsión de los paganos,,r.r.. cia, por lo que parecía, eran inescrutables: a los españoles les había
}
r.1 Véase Craven, uli1dian Policy in Early Virginia», y 1mis nrriha, p. 164. j
r.2 Bailyn y Morgan, Strangerswithin lhl!&alm, p. 118. !>li Cf. FrandsJeunings, TheAmbigitous ltvquoisEmpire: Tltt! Covemmt C.:lwiu Cunji:Je.
ss Sobre la ocfrontera de inclusión», véase Magnus Momer, ·The Colonization of mtiou oflmlitm T1ibes witli English Colo11ies, Nueva York y Londres, Nortou, J984, quien,
aunque se1iala las diferencias entre las diversas fronteras en Norteamérica, llega a
I
Norrland by Settlers dlllfog the Nineteenth Century in Broader Perspective», Sc11ruli- ~·
navian]ournal of His/ory, 7 (1982), pp. :~15-337. · · · hablar en este contexto de una .. fromera de inclusión ... ¡: j
57
r..¡ .. Leuer of Sil° Fr1mcis Wyatt, Govc:rnor ofVirginia. 1621-1626•, William mit! Wikomb E. Washburn, The lmlim1i111l'u1e1ica, Nueva York, Harpcr & Row, l Y75, ¡

• 'J
\:
Mary Quarterly, 2.• serie,.6 (1926), pp. 114-121, en p. ll8. , · · •, p. .Jü.
55 Brown, GenesiS OJ'l/ie Unitetl Statel, 1, doc. CXX, p. 366. 58 Cra\'e11, ulnclian Policy in Early Virginia .. , p. 70.
1
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f E.<;l'AÑA, E11ROl'A Y F.I. MUNllll ()F. Ul:I'RAMAK 1 JI ;1.A f t;RR,\ \' i':WAÑ,\ t:N 1\Mf.RICA: COl.ONlll.AJlllRt$ \' CI 111 tNIZAJmS

f gran migracic'm puritana de la década de H>30 1i 2 • La consiguiente im-


destinado minas de plaL'l e indios a los que se podía domesticar, co-
( brar impuestos y utilizar en beneficio público; a los ingleses, en c<tm- presión ele un país vacío se vio reforzada por los modos indios de uso
(. bio, no les había asignado ni una cosa ni la otra. de la tierra, tan ~je nos a los conceptos europeos de propiedad y culti- 1
Una vez superada la decepción inicial, la reacción de los ingleses vo que los pri:ueros colonizadores encontraron natural que grandes
(
~
fue hacer ele la necesidad virtud. Sus indios, a diferencia de los de los
espai1olcs, podían resultar inadecuados como potencial mano de
extensiones de lo que les parecían eriales y bosques vírgenes fuesen
suyas para apropiárselas6 \ Los ingleses, por tanto, tuvieron la sensa-
¡I
obra, pero también eran mucho menos numerosos. La catástrofe ción ele haber llegado a un «yermo» (wildern.ess), un concepto que no
f demognHica que seguía de cerca a los espa11.oles había alcanzado parece estar presente en la literatura de la colonización española. 1
(, Norteamérica antes de que llegaran los colonizadores ingleses en El yermo tenía sus horrores, pero estaba allí para ser dominado64 •
f cantidades significativas5!l, con la consecuencia de que éstos se encon- Presentaba tanto nna dura prueba como una excelente oportunidad,
/11
( traron con tierras mucho menos pobladas que un siglo antes. Se ha y la literatura promocional concebida para atraer colonos a la Amé-
calculado en alrededor de un millón el número de indios que se de- rica inglesa dio gran importancia a la abundancia de tierras. Para los
( bían de hallar al este del río Misisipí en vísperas de los asentamientos puritanos, que IJ<~gaban a d·ar al yermo un significado redentor6s, el
{ permanentes británicos''º· A esta cifra hay que contraponer cálculos hecho de que este país hubiera sido evacuado de sus ocupantes origi-
aproximados de cinco a quince o hasta veinticinco millones en el narios por la propagación de enfermedades era prueba evidente de
( rviéxico central y nueve millones en Perú antes de comenzar la con- los designios providenciales de Dios. Él, asegurójohn Win.throp, «ha-
( quista espa1'lolar.1. bía confirmado con este acto nuestro derecho a este lugar»oo. t
í'''

{ Mientras que en algunas regiones (como las marismas de Virginia, El capit<1njohn Smith, en sus Advertisement.r;Jorthe Unexperi.enced t
i
la Nueva York central y occidental o el área fronteriza entre Carolina Planters o.f New Euglrm.d or A ny Wh.ere [ «Cons~jos para los colonos sin
( del Sur y Georgia) los indios todavía tenían una presencia lo suficien- experiencia de Nueva Inglaterra o de cualquier lugar», I 631], trazaba Í¡

{· temente densa como para representar un obstáculo para el asenta- un nítido contraste entre la proporción de colonizadores y coloniza- f¡
¡¡u•
miento europeo, en otras no se hallaban sino escasos y dispersos. En dos en las Américas británica e hispánica. Después de observar que ,,
( Nueva Inglaterra, por ejemplo, los colonizadores excedieron prácti- en las Antilla~ un puñado de españoles había «sojuzgado millones de j'
¡l
(

( camente desde el principio a los nativos americanos, miles de los cua- habitantes, de~ modo que han despoblado tanto los países que han 1

( les habían sido abatidos por una epidemia de viruela en vísperas de la conquistado que se alegran de poder comprar negros en África»,
proseguía explicando que, a pesar de ellos, «hay por cada cuatro o
{ cinco espai1oles naturales doscientos o trescientos indios y negros,
r>!I Francis.Jennings, Tltr. /nvasion of A11tt!1ica: bulians, C:olo11iali.n11, tmd tltr. Cn11t .of
{ Conq11ett. Chapel Hill, Uni\'crsity of North Carolina Press, Hl75. · mientras que en Virginia y Nueva Inglaterra hay más ingleses que
r;o James ~forrell, .. "The CusLOmes of our Countrey",. en Bailrn y Morgan (cds:}:, salv~jes que puedan reunirse para atacarles o pe1:judicarles». Desde
{ Strtmgers Withi11 llu• RMlm, p. 122. .·¡
fil Las cle\'adas cifras para las poblaciones precolombinas de las Amé1 icas P~°:'
l puestas por Shcrburn<" F. Cook )' '.Voodrow Borah en sus diversas publicaciones y
62
{ t?osleriormcnle recogidas en sus EsJn:vs in Po/mlntion 1-listory, 3 vols., Berkeley.y Los T. H. Brc:cn, .. creative Adaptations: Peoplcs and Cultures .. , en.Jack P. Grecne
An~eles (California) y Londres. Univcrsity of California Press, 1971-1979 [J.::nsn.yos r.J. R. Polc (ccls. ·,, Culo11ial British America, Baltimore (Maryland} y Londres,johns
t .w/Jrr. historia,¡,, la població11, trad. Clementina Zamora, 3 \'Ols., México, Siglo XXI, 1977-
1~180] han sir.lo impugnadas con firmes argumc111ns y conlimían siendo tema de con-
Hnpkins Univcrs1tr l'rcss, 198,1; T. H. Breen, l'urilmu and A.d11mturcrs, Oxford, 1980,
pp. 75-76. , i;

' i; William Cronon, Cha11ge.f in thP Lmul: lndirms, Coloni.\ü, rmd t/iP. Ecology oJ New
3
siderable debate. Véanse.J.-N. Biraben, uLa population de l'Amérique pn!-colom-
bienne .. , en Confarncin /ntm1ntinna/.r. [sic]. El Poblamimto di! ln.t t\mérir.n.t, \-hnr.ntz, lfogúmd, Nueva fork, 1-Iill and Wang, l!J83.
(' 18-23 mayo 1992, París, lnstit.ut National d'Étudcs Démographiques, 199~; Hugh 64
Cf. la afirmación de William Pmn de que a habían llegado a un yenno" (wiúl.er-
(1 Thomas, Thr. Conques/ o.f MP.-cir.o, Londres, Hutchinson, 1993 [Ln conquista dr. México, nf..u}, pero que"ºº <"ra apropiado que lo dejaran seguir así .. , citada por Michael
Lracl. Víctor Alba y C. Bounc.', Barcelona, Planeta, 1994), apéndice 1; y Linda A. New~ Zuckcrman en Cannr y Padgen (cds. ), Cnlonial/d.entity, p. 133.
« 1
son, .. The Dcmographic Collapsc of Nath•e Peoplcs of the Americas, 1492-1650,., en'
Wanvick Bray (ed.}, '171f.Mtl!linv1/Two Worlds: Euro/1taml theAmcriws, 1492-1650, Pre>.
65
Avihu Zak< i, E.,·i/,. and Ki1igdo111: History and Apor.nZ\•jJst? fo tire Pmilm~ Migraliou ttJ
Amr.rica, Camblidge, C:amhriclge Unh·ersity Press, 1992, p. 145.
66
(" cccclings of the British Acacl<'lll)'. 81, Oxforci, Oxforcl Universily Prf"ss, 1993. Cronon, Clia11gr.t in tl1e Lnnd. p. 90.
jíl .
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EsPAÑA, EUKUI'.-\ Y El. MUNDO OE ULTRAMAR
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su punto de vista, e~ta ~ituación presentaba ventajas evidentes para Si se hubiera producido en la América británica, como ocurrió en l
los ingleses: «Es mucho mejor ayudar a poblar un país que despoblar- el sur, una rápida conquista inicial de la población indígena, es de }
lo y después repoblarlo». A pesar de todo, continuaba, «allí había suponer que las relaciones entre las dos comunidades se habrían
indios en tan grandes mul.titudes que los españoles no tuvieron otro desarrollado de formas más próximas a las encontradas en la América }
remedio, rriie.ntras que a los nuestros, tan pdcos y tan dispersos, no hisp;inica. Tal como fue,.el enfoque inglés de la colonización (con el )
cuesta nada obligarlos en breve tiempo al trabajo y la obecliencia» 67 • establecimiento e.le .comunidades ele colonos autárquicas 09 y la eva-
Una de las ironías de este pasaje escrito por Smith es que, en me-
)
cuación de indios del territorio y su.expulsión al ou-o lado de períme-
nos de cincuenta años, los virginianos recurrirían con entusiasmo al tros defendidos por fuertes y fortines) tendió a multiplicar los pro- }
procedimiento españ.ol de importar esclavos africanos con el objt!tivo blemas de seguridad a que se .enfrentaban los asentamientos. En
)
de solventar su déficit de mano de obra. También se equivocaba en particular, este estilo de colonización ciaba a las cribus indias fuera del
su opinión de qúe los ingleses tenían ventaja en cuanto a la domesti- perímeLro el tiempo para hacer grandes reajustes polí1icos y econó- )
cación de los indios. Fueron Jos españoles, no los británicos, quienes micos aute la presencia de los europeos y, sobre todo, para acultunw- )
«en breve tiempo» redujeron a sus indios «al. trabajo y obediencia», se a los estilos de guerra europeos en sus hábitats del bosque, tan
al menos en extensas regiones de la América central, Nueva Granada misteriosos y amenazadores para los colopos. )
y los Andes. El mundo indio de Espaila (con la excepción de algunos En los márgenes del imperio americano de Espaiia tuvo lugar un }
de sus márgenes como la Guayana, donde los caribes del Orinoco proceso similar de aculturación mpitar entre las tribus indias no sub-
podían llamar en su ayuda a los holandeses} 68 era tanto literal como yugadas como los apaches. Hubo tiempos y lugares en que ello plan- )
metafóricamente un mundo desarmado. En Norteamérica, en cam- teó ague.los problemas a las autoridades españolas, y durante genera- }
bio, cualquier esfuerzo hecho por las autoridades o colonos biitánicos ciones la guerra araucana en Chile representó. una grave sangría de ,: }
de negar-armas a los indios estaba en gran medida condenado étl fra- recursos humanos y materiales para Espa11a. Sin embargo, los espa- i:
caso de antemano, pues había comerciantes franceses y holandeses 11oles lograron desarrollar respuestas a este problema en las áreas )
dispuestos a suministrárselas. fronterizas, las cuales, aunque no uniformemente sacisfactorias, hi- )
Aunque los indios de la América hispánica tenían sus propias es- cieron de la presencia de pueblos indios insumisos más allá de los lí-
trategias de resistenciarla rebelión abierta fue infrecuente una vez mites del imperio una preocupación menos acuciante para los virrei- 1¡· )
acabada la era de la conquista y su alcance fue limitado antes del gran nacos americanos durante gran parte del periodo colonial que para
levantamiento andino acaudillado por Túpac An1am II en 1780-1781. las colonias británicas. Tan sólo en el siglo XVIII, con la respuesra cada.
~ J
En la América británica, por el contrario, hubo grandes masacres de vez más organizada y enérgica de los indios fronterizos a la continua J
colonos virginianos en 1622 y de nuevo en 1644, mientras que la re- expansi6n de Nueva Espai1a en el norte, llegó a constituir la defensa )
laúva paz que descendió sobre Nueva Inglaterra tras la Guerra Pequot de las regiones limítrofes desde el golfo de México a Texas un proble-
ma militar a gran escala para las amoridades espa11olas 70 •
)
de 1636-1637 tuvo un final sangriento en la década de 1670 con la
Guerra del Rey Felipe. Estos y otros enfrentamientos menores crearon Hacia fiuales del siglo XVII, por el contr(\rio, los ingleses ya se ha- )
entre los colonizadores ingleses una imagen del indio «traicionero» bían creado un m~evo problema indio al alentar de hecho a los pue-
que les hizo albergar una profunda desconfianza}' sospecha ele sus
vecinos indios y todavía agravó más una relación que había sido ines- Gcorge M. Fredrickso1~. Wl&ite Suprema,y: A Co111parative Study ;,, American and
".1

1:
'
J
,
ti!I
table desde el pri11cipio. Soutli ..1ftiam History, Oxford, Oxford University Press, 1981, pp. 17 y 58. f.
70 Véanse David.J. Weber, TheSpanishFrrmtierinNortl1A111a'ica, 1513-1821, Nc:w t '· j
Haven y Londres, Yale University Pre.ss, 1992 [Lafront~ra espmioifl en A111é1ica del Norte, ~ \
67 trnd.Jorge Ferreiro, México, Fondo de Cultura Económica, 2000). c~1p. 8, y su Bár- 1:
The Complete W4rks of Captai11Joh11 S111ith, ed. Philip L. Barbour, 3 vols., Chapel )•

•'
Hill (Carolina del Norte), University ofNorth Carolina Press; Hl86, 111, pp. 29j-294: baros: S/mnianls mid 111eir Savagl!s in tlie A.ge ofEnUghttmmml, New Have11 ( Connecticut) ~ j
68 Véase Manuel Lucena Giralda, Laboratorio tropical. La 1·>..pedición de límites al y Londres, Yale Univcrsity Press, 2005 [Btírbmos. Los españoles y sus .mluajes en la em de la l';·
Orinoco, 1750-J 767, Citracas, Monte Ávila y Consejo Superior de Investigaciones Cien- /luslmtión, trad. Alt>ja11dn1 Chitparro y Luis A. Noriega, Barcelona, Crítica, 2UU7] j
tíficas, 1991, p. 45. • sobre el abanico ele reacciones espai\olas ante los puc:blos no subyugados. 11:
~1 ' •
j
1
f
f · E..o;r'ANA. 1-:UKOP,\ \' t:l. Ml'llOl>O l>t: tJl:ntMIAK INl;(.-\H:IUtA y Esl'A~A t:N At.tt'.RJ<:A: COl.ONf;f.AIJOIU~'i \' COJ.CINIZAllOS
l.ONIZADOS
1

(
Las viejas acritudes segregacionistas continuaron tan fuertes como
1

blos nativos en los márgenes de sus colonias a reconstituir sus entida- llización implicó la
{ des políticas en su esfuerzo para mantener a raya a los intrusos. Estas siempre. tstados a la s~ciedad

,,
(º entidades políticas, a su vez, se convirtieron en una fuerza a tener en
cuenta, en especial cuando Norteamérica 11egó a ser un escenario
de conflicto entre potencias europeas rivales. La cooperación india
Los espaiio)es de las frattjas fronterizas del imperio se las arregla-
ron en ~l transcurso de Jos siglos XVII y xvm para desarrollar el tipo de
estrategias para crear y extender un terreno intermedio que seguía
1

bgráficas incidieron
pa república de los
( resultaba esencial tanto para fines de defensa como para abdr el ca- esquivando'' los ingleses. Estas fra1~jas fronterizas, como en todas )rimeros años de la
( mino hacia el interior del continente 7 •, )'esta dependencia de los in- partes, ~ran regiones duras y violentas, donde se ignoraban o suspen- indios como poten-
gleses respecto a unos indios de los que tenían a Ja vez necesidad y dían las reglas habiluales. La esclavitud india, por ejemplo, prohibida ~ci.mien tos de plata
{ desconfianza dio a los iroqueses y otros pueblos del este de Nortea- en Jas Leyes Nuevas de 1542, se permitía en los territorios limítrofes .i~'ldos muchos más
(, mérica una formidable influencia sobre los colonos. como Chile}' Nuevo México, donde los espa1iolesjuzgaban que esta-
•erú. Otros fueron
A pesar ele todos sus trat.os con los indios a lo largo de las fronteras ban librando una guerrajusta75 • Sin embargo, los soldados espa11oles
( tto como trabajado-
de sus colonias, los ingleses tuvieron dificultades para desarrollar y que guarnecían los presidios o fortalezas fronterizas y encontraban
~riolla. Encima de
~ cultivar lo que Richard White ha denominado «el terreno interme- cierta co:npensación en prender esclavos para el servicio doméstico
limen te el carácter
( dio», ese mundo donde las fronteras étnicas entre europeos e indíge- en estos pueslos de avanzada del impe1io, por lo demás ing111:tos, tam- 1cmnbía a las olea-
nas se fundían y amalgamaban y donde los franceses llegaron a insra- bién tomaban esposas y amantes indias. Al hacerlo, p1:opagaban una structuras sociales
( larse con co111odidt1cl en Canadán. Había, como es natural, numerosos población biológicamente mixta, Jos ocupantes naturales del terreno do por una mano
{ ejemplos de colonizadores brit<foicos que habían vivido entre los in- intermedio. Los habitantes nominalmente españoles dei reino de Nue- as se vieron arras-
dios, a menudo como prisioneros, y habían llegado así a conocer sus vo México, fundado en 1598, fueron descritos en la ,década de 1630 y se debilitó toda-
{ costumbres; de hecho, no parece haber un auténtico equivalente es- como «mestizos, mulatos y zambohijos» (término este para la prole
( pailol de la narrativa de cautiverio inglesa''· Sin embargo, a pesar del de africanos e indios) y, dado que se trata de una región que recibió lraron dificil o im-
{ conocimiento muchas veces íntimo que proporcionaba la cautividad pocos inmigrantes de la península Ibérica, Ja descripción ~s sin duda lano de obra para

~
{
y de los frecuentes contactos entre los colonos y mercaderes británi- correcraili.
' ·n ten tos de esc.la-
cos y los indios locales, e) mundo de población inglés que surgió al En busca de soluciones para sus problemas fronterizos, los espa- ios del siglo xvm
t oeste de los momes Apalaches en Ja década de 1760 permaneció 1ioles recurrieron a instrnmentos tanto civiles como religiosos 77 • El . todos los esclavos
( obstinadamente separado y desdeiioso ele sus vecinos algonquinos 74 • campamento minero y el presidio llevaron indios hispanizados a las rginia rechazó el
zonas frontcrizas 7H y contribuyeron a difundir influencias culturales su necesidad de
{ espailolas entre los pueblos indios aún no sometidos bajo control rir a trabajadores
t 71
.fcnnings. ;\111big11m1.f lmr¡1wi.~. p. 3f)i; Rirharcl R.John11on, «Thc Search for fl
lJ:mhk· ludian: An Aspci.:r of rhe Ocfl-nsc of Colonial Ncw Englancl .. ,jnwwtl of Au~ri­
espafiol. Al mismo tiempo, las mis~ones establecidas por las diversas l o bien que seguir
( am Hi.tlm)', 64 ( 1977), pp. 1)23-651. es ybritánicos de
1

7
:! White, 111e Middle Gmmuf. Véase la In1ruducción, p. x, rcspcclo al uso de esta Como ha indica-
{ exprl'sión por partr ele \.\1hilt'. 75
Rmn6n A. Gutiérrc7., Wlwije.ms Cnme, tllr Corn Alatlun:~ Went Away: Marnngr., de convertir a los
73
Sobre los cautivos hriL;í.nicos en Norteamérica, véase Linrla Collcy, Cnptivcs: S1::cunli~y nn,/ Pm1•,.,. in Nr.w Mr.xim, 1500-1846, Stanforcl (California), Sta1úord Univer-
( sity Pres.o;, 1!J9 I f <:11a11d0Jwi.f llr.gñ, las mad,.es dr.l mmi. sr.fur.mll. Matrimonio, sexualidad y
el hecho de que
/Jritnin, Empirr mul the WmM, /60fl-1850, Londres, Cape, 2002, parte 2. Sobre los cau- {r.,¡
( tivos espaiiolcs, ,·éase Susan l\.l. Socolow, .. spanish Captives in lndian Societies: Cultu- /mdere11 Nunm ¡\/,:.\·irtJ, 1500-1846. tracl ..Jnlio Colc>n G<Jmcz, México, Fondo de Cultura establecieron los ·¡
ral ContaCL') along the Argcntine Frontic:r, 1600-1835», Hispn.nir-Amrrirrm Hütrwiml Eco11ómic;•. 199:q, p. )59. Las mismas ~glas fueron aplicadas a los prisioneros de ti dad suficiente 1

~ Rr11irw, 72 ( 1992), pp. 73-99, y Fernando Operé. llistmins dr. ln.fmn/P.rn. m r.n11tivr.rin ro gue1-r.t indios por los colonos británicos ele Caroliníl del Sur en eJ siglo XVIII; véase bién refleja cier- :¡1
..
lnAmhim 1Lüpri11im, Buenos /\in•s, F'oncfo ele Cultura Econ(1mica. 2001. Para 1111 c;jcm- fü1ilyn y Morgan. ccls., Slmngr.r.f within 1!1f. l~a/111.
{ plo aislmlo ele 11arrati\·a cspariola de <·a111iverin, ,.«;ase Francisco N1íric7. ele Pinc-da y 7n Vé;1.o;e l.111h.,1n~7.. 1V/11•u.fr.ws Cnmr. [ Cunntlo.fr..uh llr.,l{ñj, p. 103. eral con su ten-
B<1sc111ián, (.'r1111ir1r.rio.frlh, Sa111i;1go ele· Chil<'. Imprenta cid Ferrocarril, 18113, sobre sti 77
Edwéircl H. Spict•r, q•dP.f ofC.rmr¡ur..st: 77ie l111par/ 1~{Spflin, Mexico, mul lile Uniln/
ti cautividad entre los indios araucanos <le Chile en 1()29 [entre las eclkin11es má~ re- St11/1•s 1111/ndim1.f11f l/ir..''fo11t/w1r.tl, 1533-1960, Tucson. Uni\'crsit.y ofAri7.ona Pres..,, 196~.
1
dcntcs, se puede mem·ionar la de .Mario Ferrcccio Poclt"stá y R<1issa l<or<f i Riq11clme, partr 2. . . .

'
) , Slmngers willliri llu
2 vols., Santia~o ele C:hilr, Rll ., 2001 ]. iH Guillermo Céspedes cid Castillo, Ammü:11 /lis/uíuir:a (1492-1898), Barcelona.

( i4 l\'hirc. 111f'Mirld/r(;m1111d, pp. 31!l-:iJ7. Lahor, 1!m:~. p. 1~;,.

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EsPAÑA, Eu1u ll'A '{ 1::1. MUNOO OE u1:1"KMlAR IN1:J.\Tt:RRA y ESPAÑA t:N At.11:'.RJCA! C:OLONl"L-\DORl::S y C:Ol.ONl'l.AllUS
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parecen ser
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)
dencia a empujar a los indios a los márgenes de los '1sentamien~os hispánica continuaron considerando a la corona coil10 su protectora ~1

coloniales. Era más fácil mantener el control sobre una población especial hasta el final, que un gran nún1ero de comunidades lograron 'li) ,·io, las divisio- _)
africana importada que se hallaba a miJlares de kilómetros de sus aferrarse a sus tierras a pesar de los intentos crfollcis.de arrebat•1rselas ··~ ~icamenLe un )
lugares de origen que sob.re la población a~uericana nativa que pose~a y que el funcionamiemo del sistema les dio un margen de maniobra ~ la Iglesia de

un profundo con~cimiento del mundo libre' de los bosques, todavia que les permitió mantener su identidad colectiva a lo largo de todos ~~ anglicano en }
los siglos coloniales. • :lil) montar y sos- )
tan peligrosamente cercano93 •
Mientras que, a pesar de la existencia de los llamados «asentami~n­ Era naturalmente un sistema donde su estatus de subordinación ·os protestan-
tos indios»u.a, la verdadera «repí1blica de los indios» en la América se daba por supuesto. Considerados originalmente como bárbaros,
:) :anadá como )
britc"\nka se hallaba fuera de las áreas de colonización europea. en la pasaron a ser vistos -pese a los esfüerzos de Las Casas}' sus colegas- ¡
)q eran adaptar )
América hispánica se encontraba situada realmente dentro de los como deficientes en algunos aspectos relativos a la capacidad racional 1
¡. -') ón indígena. )
confines de la sociedad colonial. Como tal, se veía expuesta a incon- y por tanto con necesidad de estrecha supervisión.Jurídicamente se 1era obstacu-
tables presiones sociales, culturales y económicas, que representaban les clasificó como miserabiles y por consiguiente requerían protección ti~ respecto a la )
legal especial~". Se trataba de una actitud paternalista y en la práctica 1 · ceremonial
una continua amenaza a su integridad y supervivencia continuada.
A medida que descendían las cifras de la población indígena, la co- el consenso desarrollado por las autoridades tanto civiles como reli-
(
\.
·~ )rtna de cris- )
giosas en el transcurso del siglo XVI fue que su «natural por ser muy ·n) s indios a su )
munidad coloniZadora de los criollos se veía reforzada por la llegada (.

de n~evos inmigrantes de España. Al mismo tiempo, una población bajo y muy inperfecto» justificaba que se les tratara como niños y que tt~ por más que }
mestiza en rápido cre~imiento trataba de hacerse un lugar para ella se les casrigara cuando erraban 98 • ctrina de los


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misma dentro del mundo en desarrollo de la sociedad colonial. También los americanos ingleses llegaron a adoptar esca actitud ·¡
Los indios, aunque maltratados y explotados, no se hallaban en protectora y habhaban de los indios, al igual que lo hncían los espm1o- p~ ·as fav01itas, )
modo alguno completamente indefensos ante la opresión. En muchas lcs, como «nuestros hermanos menores»!l9 • Sin embargo, en la Amé- en laAméri-
.) giosas) obs- }
partes de la América española aprendieron las artes de lo que se ha rica bric;:lnica el paternalismo no se veía acompaliado del mismo
llamado ccadaptación resistente» 95 , a menudo con resultados notables. grado de protección hacia estos niI1os díscolos. Incluso en Nueva In- e~ nizadores y )
No obstante, también se ha de reconocer que fueron beneficiarios glaterra, donde las relaciones entre los colonos y los nacivos americ:111os ,) ·j )
de una cultura política-hispánica en la que ahora se veían incorpora- fueron relativamente armoniosas durante las cuatro décadas que si- tdores pare- 41.

dos de mala gana. Desde los principios de la colonización hasta la guieron al fin de la Guerra Pcquot1110, los derechos legales de que éstos ~1.a ·sultaran de )
llegada de la independencia para las posesiones americanas de Espa· disfnnaban inicialmente se estaban menoscabando ya ames de que la 111) an por pro- )
ña tres siglos más tarde, la corona espaf1ola sostuvo coherentemente Guerra del Rey Felipe de 1675-1676 llevara al desmantelamiemo de sus utismos de
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que tenía una especial obligación de velar por los intereses de sus juzgados y a un brusco incremento de la legislación antiiudia 101 •
vasallos indio~. Para cumplir con esta obligación se desarrolló con los La corona británica cuvo una presencia mucho menos eficaz que :i·~ ·llegarían a )
año& un amplio cuerpo de legislación con el fin de proteger a los in- la espai1ola en el Nuevo Mundo. Por tanto, cuanta protección se les ni prensión
proporcionó a los nativos americanos tuvo que venir de los mismos
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}
dios!lli, Hubo inevitablemente grandes divergencias entre la intención
y la realidad, pero la verdad sigue siendo que los indios de la Améric~ gobiernos coloniales y, aunque se realizaron esfuerzos (como en Vir- ·.~ arde todas )
ginia en 1662) 10 ~ para asegurar una distribución equitativa de las tie- ización en
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95 Frederickson, WhiteSuprema9•, PP· 56-58. \ )
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\ }
9-1 Bailyn y Margan (eds.), Stranger.s withiu the Realm, p. 119. 1
97 T. Vaughan,
95 Stevej. Stern (ed.), Resistance, Rebellio11, m1d Consciousnels in the A?1dea11 Peasa·~i! /bid., p. 80. ..')
World, JBth to 20th Centuries, Madison (Wisconsin), University of Wisconsm Press, 19~7
[Resistencia, rebelión y conciencia camjJP.sina m los Andes, siglos XVTll al xx, trad. Ca_rlos lvan
98 José Antonio Llaguno, La personalidad jurídica del indio y el 111 C.011cilio Provincial
Mexicano ( 1585), México, Porrúa, 1983, p. 195. 'e ..)
Jll, 1979 (l."

!l Signijica11c11
4 1
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••IV-'
99 Kupperman, S11ttling with the lndians, p. 170.
Degregori y Sandra Patow de Derteano, Lima, Instituto de Estudios Peru•mos, 1990] • .,

p.9. .
100 Breen, Puritcms and Adventurers, p. 76. !. Press, 1969, ' , t j
Sobre est\\ legisJación en México, véase el esmdio exhaustivo de Borah,jttslice
101 BailynyMorgan (eds.),StrangerswitliintheRealrn,pp.144146. .'!
96
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102 Cra\'ell, .. Jnclian l'olicy in Early Virginia .. , p. 80.
by Jnsura11ce [El}1u.gudo General de Jntliol]. ·'
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f EW.\ÑA, Et•IU ll'A \' ¡.:(, MUNIJO l)f. IJl.TRAMAK ll'GL\l'F.llAA \' l•:.¡l'ANA F.N :\Mf.RICA: 1:01.0NIZAl>lllU.<; \' 1.01.0NIZADOS

(
Nueva España y Perü, no puede caber ninguna sobre el entusiasmo y ríos espatioles. Inevitablemente, pues, la cristianización implicó la
( la entrega que lo impulsó hacia adelante, al menos en las fases inicia- hispanización o asimilación cultural de los conquistados a la soci~dad
( les de la empresa colonial. de los conquistadores. . ·
La dedicación de la primera generación de frailes en las Indias Las exigencias económicas y las presiones demográficas incidieron
( inspiró un notable intento de comprender el carácter y las costumbres también negativamente en la conservación de una república de los
f[ de los pueblos indígenas a los que procuraban convertir. La América indios relativamente incontaminada. Desde los primeros años de la
colonial británica no ofrece nada comparable a las grandes investiga- conquista y la colonización, existía demanda de indios como poten-
{
ciones etnográficas de un Toribio Motolinía, un Bartolomé de las cial mano de obra. A medida que se descubrían yacimientos de plata
( Casas o un Bernardino de Sahagún. Aunque, como los observadores y se desarrollaba la economía minera, fueron rcclu~dos muchos más
{ ingleses de la sociedad indígena, estos observadores espaiioles atri- para trabajar en las minas de Nueva Espatia y Perú. Otros fueron
buían rápidamente las pr~kticas que no aprobaban a las maquinacio- atraídos a un mundo urbano en rápido crecimiento como trabajado-
{ nes del diablo (que acechaba el Nuevo Mundo ya fuera espatiol o res doméstic:os o artesanos al servicio de la élite criolla. Encima de
( británico) 1111, parecen mucho más inclinados que ellos a aceptar el todo, la catá-;trofo demográfica transformó radicalmente el carácter
( carácter de la civilización india y hacer un esfuerzo por comprender- de la sociedad india. A medida que Ja población sucumbía a las olea-
la en sus propios términos. das de epidemias europeas, se disolvían las vi~jas estructuras sociales
( Básicmnentc este esfuerzo fue motivado por su deseo de llevar a y la corona y los colonos se encontraron compitiendo por una mano
{ los indios al redil cristiano, pero también podría reflejar la insistencia ele obra en disminución. Con ello miles de indígenas se vieron arras-
del pensamiento escolástico espati.ol del siglo XVI en la viabilidad de 1rt\Clos inexorablemente al mundo de los europeos y se debilitó toda-
( las sociedades no cristimrns y el derecho de sus gentes, a pesar de sus vía más la república de los indios.
( graves deficiencias, a vivir sus propias vidas. El result.1do de este plan- En comparación, Jas colonias británicas encontraron dificil o im-
teamiento fue la aceptaci6n, al menos en principio, de la existencia posible transformar a la población indígena en mano de obra para
{
continuada bajo la soberanía espaiiola de una «república de los in- sus economías en desarrollo. Se realizaron algunos intentos de escla-
( dios». Las instrucciones de 1530 a los gobernadores provinciales esti- vizar a los indios, y en un momento dado de principios del siglo XVIII
( pulaban que los buenos usos y costumbres ele los indios deberían éstos llegaron a constituir alrededor de un tercio de todos los esclélvos
conservarse en la medida en que no fuesen contrarios a la religión ~:··~' dt~ Carolina del Sur!l 1• Sin embargo, desde 1659 Virginia rechazó el
( '

cristiana~K>. En realidad, habría que incorporar, pero no integrar, a los uso de los indios como esclarns 92 y para solventar su necesidad de
{ indios en la nueva sociedad colonial en desarrollo. mano de obn los colonos tuvieron o bien que recurrir a trabajadores
( Mantener este objetivo resultó imposible. El ideal de cristianiza- bc-üo contrato de servidumbre entre los inmigrantes o bien que seguir
ción abarcaba tantas costumbres y prácticas sociales, como las rclacioT- el camino adoptado por los colonizadores españoles ybritánicos de
( nadas con el matrimonio o las concepciones de la decencia, que no las Antillas y adquirir esclavos africanos importados. Como ha indica-
t se pudo separar la conversión de los indios al cristianismo del ideal do George Frcderickson, este abandono del intento de convertir a los
de reducirlos a la «policía», es decir, la civilidad definida según crite.. indios en fuei·za laboral posiblemente refl~ja en parte el hecho de que j_

t las regiones relativamente poco pobladas donde se establecieron los


( ll!l Sobre el diablo en J¡¡ América cspailola, véase Fernando Cervantes, 7111~ /Jr.t1il in
'' ingleses no p Jdían suministrar manq ele obra en cantidad suficiente
1
1
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t thr Nt'111 World: Tltr lm/mrl of /Jir1bnfüm in New SJmín, New Havcn (Connec:ticul) y para las necesidades de los colonizadores, pero también refleja cier-
Lunclres, Yalc Univcri;itr Pres.o;, l 9B4 [El dinbln del Numm Mu11do. El ;m/mr.tn dd dinbolis-
::1
tamente el modelo ~e colonización británico en general con su ten- !
ti 1110 n lramF.r de In rolrmizat:irfo de fli.t/1a11orm1titic<1, trad. Nicolc d'Amonville, Barcelona,
Herder, 1996]. :,.,
( °9 Citado en \Voodrow Horah,jrtslir.r. Ú)' /11.mrmia: Tlie Gmwml hulirm Court o/ Colo-

n fo/ Ml'xim rmd tlir. /.r.~nl Aidr.~ of tlir. HnlfR11nl, B«:>rke!er y Los Ángeles (Cc.11ifornia); !•I Frcderickso11, H7titeSu/m:mm:;•, p. 56; Bailyn y Morgan (cfk), Stmngers witlifo lhe
( University of Californi&1 Press, l 9A3, p. :\4 í n.fuzgmio Gmeml dr. /lldioJ en lo Nur.ua Es/>n¡ Ur.alm, p. J37.
( rifl, tr.1cl ..Juan.Jos<- Utrilla, Mbdco, Fonflo de Cultura Econúmirn, 1985]. !¡l! Cr.wen, .. Jndi:m Polky in Earl)' Virginia•. p. 79.

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EsPAÑA, EUKI ll't\ V El. MUNUO DE Ul:rKAMAR INt:J,\Tl:'.ltR." V E.'ll'AÑA l::N AM[KJCA: C:lll.ONIZAOOKl:'.S Y COLONIZ.\.UU~ ~

hispánica continuaron considerando a la corona c01110 su protectora


l
dencia a empttjar a los indios a los márgenes de lqs asentamientos
coloniales. Era más fácil mantener el control sobre una población especial hasta el final, que un gran núrhero de comimidades lograron }
africana importada que se hallaba a millares de kilómetros de sus aferrarse a sus tierras a pesar de Jos intentos crfollóúJe arrebatárselas }
lugares de origen que sob.re la población a~nericana nativa que poseía y que el funcionamiento del sistema les dio un margen de maniobra
)
un profundo con~cimiento del mundo libn!de los bosques, todavía que les permitió mantener su identidad colectiva a lo largo de todos
tan peligrosamente cercano9 3, . los siglos coloniales. )
Mientras que, a pesar de la existencia de los llamados «asentamien- Era naturalmente un sistema donde su estatus de subordinación )
tos indios,, 9-1, la verdadera ((república de los indios» en la América se ciaba por supuesto. Considerados originalmente como bárbaros.
britc"\nica se hallaba fuera de las áreas de colonización europea, en la pasaron a ser vistos -pese a los esfüerzos de Las Casas y sus colegas- )
como deficientes en algunos aspectos relativos a la capacidad racional
l
América hispánica se encontraba situada realmente dentro de los 1
}
confines de la sociedad colonial. Como tal, se veía expuesta a incon-
tables presiones sociales, culturales y económicas, que representaban
y por tamo con necesidad de estrecha supervisión.Jurídicamente se
les clasificó como miserabilesy por consiguiente requerían protección
l }
una continua amenaza a su integridad y supervivencia continuada. legal especial!17 • Se trataba de una actitud paternaJista y en la práctica t¡ l. )
(
el consenso desarrollado por las autoridades tanto civiles como reli- r
A medida que descendían las cifras de la población indígena, la co-
mun~dad coloniZéldora de los criollos se veía reforzada por la llegada giosas en el transcurso del siglo XVI fue que su ((natural por ser muy l ~ )
l.

de nuevos inmigrantes de España. Al mismo tiempo, una población bajo y muy inpertecto» justificaba que se les tratara como niños y que )
mestiza en rápido crecimiento trataba de hacerse un lugar para ella se les castigara cuando erraban 98 • I' }
misma dentro del mundo en desarrollo de la sociedad colonial. También los americanos ingleses llegaron a adoptar esta actitud ;¡
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Los indios, aunque maltratados y explotados, no se hallaban en prolectorn y habl•tban de los indios, al igual que Jo hacían los espmio- }
modo alguno completamente indefensos ante la opresión. En muchas les, como ((nuestros hermanos menores» 9!1. Sin embargo, en la Amé- }
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partes de la América española aprendieron las artes de lo que se ha rica brit<inica el paternalismo no se veía acompaliado del mismo
llamado «adaptación resistente» 95 , a menudo con resultados notables. grado de protección hacia estos niños díscolos. Incluso en Nueva In- )
No obstante, también se ha de reconocer que fueron beneficiarios glaterra. donde las relaciones entre los colonos y los nativos americanos )
de una cultura política-hispánica en la que ahora se vefan incorpora- fueron relativamente armoniosas durante las cuatro décadas que si-
guieron al fin ele la Guerra Pcquotrn°, los derechos legales ele que éstos }
dos de mala gana. Desde los principios de la colonización basca la
llegada de la independencia para las posesiones americanas de Espa- disfrumban inicia] mente se escaban menoscabando ya ames de que la )
ña tres siglos más tarde, la corona espa11ola sostuvo coherentemente Guerra del Rey Felipe de 1675-1676 lleV"dl"a al desmantelamiento de sus
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que tenía una especial obligación de velar por los intereses de sus juzgados y a un brusco incremento de la legislación antii11diaw 1•
vasallos i~dio~. Para cumplir con esta obligación se desarrolló con los La corona bricánica tuvo una presencia mucho menos eficaz que )
año~ un amplio cuerpo de legislación con el fin de proteger a los in- la espa1iola en el Nuevo tvlunclo. Por tanto, cuanta protección se les )
dios!lti, Hubo inevitablemente grandc:s divergencias entre la intención proporcionó a los nativos americanos tuvo que venir de los mismos
y la realidad, pero la verdad sigue siendo que los indios de la América gobiernos coloniales y, aunque se realizaron esfuerzos (como en Vir:. )
ginia en 1662) iu~ para asegurar una distribución equitativa de hls tie- 1
95 Frederickson, Whitt Sup"111acy, pp. 56-58. t J
9"' Bailyn y Margan (eds.), Strangers within the Realm, p. 119.
95 Stevej. Stern (ed.), Resistance, Rtbellio11, atid Conscious11e.ss in theAndea11 l'easa~it
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/bid., p. 80. t )
Worúl, 1Bth to 20tli Centuries, Madison (Wisconsin), University of Wisconsin Press, 1987 José Antonio Llaguno, La personalidad jurídica del itidio y el fil Concilio Provindal
[Rtsistmciq, rebelión.)! conciencia cmn/11'.sinn en los Andes, siglos XVIII at XX, trad. Ca.rh is lván Mexicano ( 1585), México, Pornía, 1983, p. 195.
99 Kupp~nnan, Settlingwith tlie lndians, p. 170.
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Degregori y Sandtª Patow de Oerteauo, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1990],
1oo Breen, Pttritans and Adve11lurers, p. 76.
p.9.
96 Sobre esta Je1tisjación en México, véase el estudio exhau~tivo de Borah,jttstice IOI Bailyn y Morgan (eds.), Stra11gers witliin the Realm, pp. 144-146. ' j
1o2 Cr;m:n, .. Jnclian l'olicy in Eé1rly Virginia•, p. 80.
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rras y salvaguardar los derechos indios, la rebelión de Nathaniel Ba- hacia los indios la América colonial espaf10la fue inclusivista y la bri-
( con en 1675-1676 indicó lo limitado que era su margen de maniobra tánica t:xclusivista, tenemos que ftiarnos en las condiciones metropo-
(, cuando los colonos tenían ansias de tierras. No fue fácil persuadir a litanas así como en las locales americanas para explicarlo. Al reflexio-
( Jos miembros de las asambleas coloniales para que acltrnscn contra nar, a la luz ele la comparación entre ambos, sobre las direcciones tan
Jos deseos de sus congéneres y, cuando la corona proclamó en 1 76:-\ difercnles lmmtdas por estos dos mundos coloniales, resulta difícil no
( su determinación de proteger a Jos indios en sus posesiones territo- quedar impresionado por el miedo casi obsesivo al peligro de dege-
rialcslfl\ era ya demasiado tarde y su compromiso estaba lejos de ser neracién cultural entre los colonizadores ingleses del siglo XVII. De
f algún modo. a pesar de todas sus valientes palabras, parecen haber
total""'·
f Visto en retrospectiva el panorama de dos o más siglos de coloni- carecido de la confianza que demostraron Jos espafioles en la supe-
( zación hispch1ica y británica en las Américas, resulta difícil discrepar rioridad de su propia religión y cultura. Si este diagnóstico es correc-
del «triste pensar» de Henry Knox según el cual los modos de pobla- to, las razones de su inseguridad deben ser investigadas. En cualquier
~
ción británicos fueron «más destructivos para los nativos indios que la caso, hay ya bastantes indicios que hacen pensar que en algún punto
( conducta de los conquistadores de México y Perú». Hubo una tenden- del argumcn to, y no por primera vez, la cuestión de Irlanda merece
{ cia persistente en las colonias inglesas a considerar a los indígenas no tener su lugar.
como propios sino como extraños y a tratarlos en consecuencia. 'Wi-
( lliam Penn parece haber sido una excepción con su deseo de integrar
{ a los indios en la vida de su nueva colonia, y es significativo que fuera
{ uno de los escasos colonizadores ingleses que realizó un serio esfuer-
zo para comprender los usos}' costumbres de los nativos'º;·
{ Los españoles, por otro lado, aunque no menos convencidos que
{ los ingleses sobre su propia superioridad cultural, encontraron en la
nueva sociedad que estaban creando un lugar para los indios, por
(
humilde que fuera. En cierto sentido, el estilo expansivo de su proce-
f so colonizador y el gran número de indios que puso b~jojurisdicción
( española no les d<:ió otra alternativa. También contribuyó a la inte-
gración de Ja población indígena en el mundo hispánico la rapidez
( con que se acomodaron a Ja cultura de los conquistadores muchos
( indios, especialmente en las regiones densamente pobladas del Méxi-
co central y Perú. Al mismo tiempo, el carácter estratificado y fuerte-
(
mente corporativo de la sociedad hispánica tal como se reprodtüo en
l ultramar fue en sí mismo un importante factor de apoyo, pues permi-
( tió mantener a las comunidades indiaC\ cierta apariencia de una iden- ·
tidad colecti\'a.mient.ras les concedía algunos derechos dentro de la ¡
t. estructura de la sociedad colonial en su conjunto.
~I En palabras de David Hume, «el mismo co1~junto de costumbres»
( siguió a ingleses y castellanos a través del Atlántico. Si en su actitud

(
{\ lll:l Jennings, h111tuim11fAmr1im. p. 3fi.
1114
Whitc, The Middlr. (;mmul, p. ::\08.
t\ IO!'> Jennings, Ambip;urms lmr¡uois, pp. 238 y 242.
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CAPÍTULO IX )
~_)
REY Y PATRIA EN EL MUNDO HISPÁNICO
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)
)
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E1 mundo hispánico de los sigJos XVI, XVII y XVIII e~·a un.mundo de
múJtipJes lealtades. Lazos de parentesco y de obligación ligaban al
)
individuo y su famiJia inmediata a la familia extensa, más numerosa, )
y sus representantes más destacados. Estas redes familiares se entre- )
Jazaban y solapaban con redes de patronazgo y dientela en ]as que se
·" esperaba que la lealtad fuera recompensada con favores y mercedes. }
Cuando el duque y la duquesa de Cardona, protectores del letrado y }
diarista catalánjeroni Ptüacles, rindieron su primera visita a su pobJa-
ción de Castelló d'Empúries enjulio de 1628, éste compuso un poema )
~~.
encnmiást.ico de bienvenida: «De ver mis se11ores / cumpli.óse el de- )
.Jt: seo; / alegro les veo/ y espero favores» 1• Eran Jos sentimientos de una
sociedad que vivía en un permanente estado de expectativa: la expec- }
~~;¡ .
·•ll" tativa, demasiado a menudo defraudada, de que la Jeahad recibiría Ja )
recompensa merecida.
La lealtad al patrón, real o supuesto, coexistía con la lealtad a las
asociaciones corporativas a las que el individuo pudiera estar afiliado
(gremios y cofradías, instituciones civiles y eclesiásticas) en una socie-
1)
,
)
dad estructurada como un conglomerado ele corporacione.s, todas
con sus propios t:statutos y privilegios. Más allá de estas le'altades cor- ~
porativas se enconu·aba, además, la lealtad a la comunidad, en primer
lugar a la comunidad local, pero también a comunidades más amplias

en las que se compartía en mayor o menor grado un espacio común, J
experiencia histórica o puntos ele referencia. ~ J
Abarcando, al menos en teoría, todas estas numerosas lealtades
estaba la lealtad suprema: la lealtad debida por los súbditos asumo- t -'
e }
1 Dietari 1kjero11i P11jades, ed.Josep M. Casas Homs, 4 vols., Barcelona, Fundació
• J
Salvador Vives Cas:ljuana, 1976, IV, pp.143-144. 4 j)
j
(
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( "\ ~:s1•,\:i:.·\, ~:llKI 11'.\ Y t.I. MllNll< 1 llf. u1;rKAMr\K Ra· r l'ATIUA l::N t:L MUNDO l llSf>,\N1c;o

f
(
narca. En su condición de más alto representante de Dios sobre la
tierra, el monarca era el guardián y garante del o'rden en una sociedad
1 Si éste era el eterno dilema de la monarquía moderna, resultaba
especialmente agudo en la espafiola, la primera «monarquía univer-
( jerárquica que, en la medida de lo humanamente posible, se espera- sal» de Europa: de dos a tres semanas para que los mensajes de Bru-
ba que fuera fiel imitación del divino. En el pttlpito y en las tablac;, en selas llegasen a .t-.fadrid, de tres a ocho meses para que una cédula real
( tratados de teoría política.y en las artes visuales, el rey cm presentado firmada por Felipe 11 llegase a su virrey en Nueva España, quizá hasta
( constantemente como «una sem~janza de Dios, que administra y go- dos a11os para que el intercambio de mensajes hiciera el viaje de ida
vierna todas las cosas», según escribió Gregorio López Madera citan- y vuelta entre Madrid y Lima. ¿No era la distancia, como Geoffrey
( Parker se pregunta sobre Felipe II, su «enemigo número uno»?5 Du-
do a Plutarco 2 • La concepción de la monarquía en estas diversas for-
( mas de represcni.ación era paterna lista en esencia, con el soberano rante tres siglos los dirigentes de la monarquía española se vieron
( como padre severo, pero que vela por sus pueblos, los gobierna y obligados a encontrar un camino para rodear o atajar tales problemas
administra imparcialmentejusticia, a imitación del Padre divino que logísticos, que inevitablemente obstaculizaban la ejecución eficaz de
( rige el cielo y la tierra. Era, pues, del todo apropiado que Felipe IV, la política regia. A pesar de todo, la monarquía sobrevivió, aunque
( en un emotivo llamamiento a Jos catalanes en las cortes de 1626, se con bajas a lo largo del camino: las provincias del norte de los Países
dirigiera a ellos como «hijos»:\, B~jos a finales del siglo XVI, Portugal en 1640 (después de sesenta afias
( de unión), y Flandes y los tenitorios italianos como resultado de tra-
Los hijos, sin embargo, son propensos a la desobediencia, y una de
~ las artes que todo monarca debía aprender era cómo mantener la tados internacionales derivados del cambio de dinastía en 1700.
( lealtad a su real persona. En El p1incipe en la guerra y en la paz, publica- ,~{
Se pueden proponer varias explicaciones a esta capacidad de la
do en el ailo de las lealtades vacilantes, 1640, Vicente Mut advertía monarquía espa11ola para e\·itar la fragmentación y superar tantos
( que «la lealtad es un mantenimiento delicado; y el mantenimiento no desafíos internos y externos a los que tuvo que hacer frente 6• A pesar
( se ha de quitar de las manos» 4 • En toda sociedad monárquica de la de sus limitaciones, la fuerza coercitiva desempeiló su papel, aunque
Europa moderna existía siempre un delicado equilibrio quemante- el poderío militar espai1ol, por muy impresionante que pareciera a
{
ner entre la necesidad de afirmar la autoridad regia y los peligros de los ojos contemporáneos, siguió siendo pequeño con relación a la
( adoptar medidas que pudieran alienar el afecto de los stíbditos hacia vastedad de la monarquía y se hallaba concentrado en gran parte en
( sus gobernantes. Todo dirigente, por tanto, era como un funfünbulo c1 Milanesado y los Países Bajos. Con todo. la conciencia de que, tarde
que andaba sobre una cuerda floja en un ejercicio de equilibrio entre o temprano, el rey podía ejercer un poder arrollador servía como
( obvia disuasión contra el estallido de revueltas. Tampoco escapaba a
«rigor» y «blandura», un mímero más difícil todavía en una época en
( que los problemas logísticos y las limitaciones prácticas en la aplica- los ojos de los súbditos del rey que el poder de su señor también tenía
( ción del poder real restringían la capacidad de la corona de sojuzgar ventajas en un nmndo hostil. El hecho de que durante gran parte de
Ja resistencia por la fuerza de las armas. los siglos XVI)' xvn el re)' de España dispusiera de mayores recursos
( fiscales y militares que cualquier otro soberano ofrecía un aliciente a
( la5 unidades menores de la monarquía para permanecer detrás de su
2 Gregorio Lc."ipcz Madcrn, Exr.clencirLt de la mon<lrqttín y rr.1•110 dr. t:tpmiri, Madrid; amplio escudo proteclor. Era poco probable que Nápoles y Sicilia
<i l ()25, fol. ·1v. 1! füeran a caer en la tentación ele romper sus vínculos de lealtad mien-
3 Citado cnj. H. Elliou, "/11e Rt~o/.l of tite ('..ata/mu: 11 Stru~y iu thc Dcc/i11r. nJSptzin,
( tras los turcos estuvieran a la ofensiv,a en el Mediterráneo. Miembros
1598-1640, Cambridge, Cambridge University Press, 1963, rcimpr. 1984, p. 230 [fJti
~ rebelión r1" los catnlmrr.t. Un i!tlltdio snbrr. la di~r.ndP.nr.ia di! E.tpañn ( 1598-1640), tr.tci. Rafael
Sánchez Mantero, Madrid, Siglo XXI, 1977, p. 206; La mm/Jn cata/mlfl, 1598-1640. Un
( esludi .tobre la declldimdn d'EJpauya, trad . .Joscp Vallverdú, Barcelona, Viccns-Vives,, 5 Geoffrey Parke1. Tlie Gm11dStrotegy o/Philip //, New Ha ven (Connecticut) y Lon-
H.166, reimpr. Crítica, 19R9, p. 219]. . . dres, 1998 {/..n c:ran t.\lrategin de Felip1• //,trad. José Luis Gil Aristu, Madrid, Alianµ,
ti 4 Girado en .Juan E. Gdah<'rt, .. sr.uz.a rumore. El u;insito de Ca-;rilla por d tiempo 1998], cap. 2.
6 Véase J. H. Elliutl, «A Forn.mla for Surviv"cll: thc Spanish Monarchy and E1npi-
de las seis rcvol udoncs con tcm poráncas", en fü ¡1oder m Eumpn y A mérir.n: milo.t, lt~1icos
~ y realidnb.s, cd. Ernesto García Fermíndez, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2001, rc•, J 7" Congresr. Jntcmncional de Cimcias Históricas, 2 vols., M<tdrid, Comité lntem:tt•O-
p. 119. nal des Sciences Historiques, J9~l2, St·cción cronolélgica, 11, pp. 722-726.

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EsPAÑ.A, EUROl'A Y U. MUNDO Dt: ULTRAMAR. Rl-Y\' 1·.ÚKIA t:N El. .MuNuo 111s1•..\N11:t1 }
influyentes de la élite portuguesa en 1580 creían :-;equivocadamente, Rec:ojJilación. clt! las leyes de Indias separada es una prueba clara de la J
según se demostró- que las posesiones ultrarnarinas estarían más manera en que un corpus legal se había desarrollado como respuesta _)
seguras ante ataques enemigos si podían acudir a los recursos de un a las circunstancias específicas de América9 • En realidad, ni siquiera
)
rey de Castilla que también era rey de Portugal. esta iniciativa fue suficiente para satisfacer las demandas locales.
Con todo, la amenaza, y en algunos caso! la esperanza, de la in ter- En 1685, cinco alias después de salir a la luz la Recopilación, el virrei- }
vención de las fuerzas armadas era sólo uno de los muchos elementos nato ele Perü respondió con la publicación de su propia Reco/Jilación }
que contribuían a mantener unida esta dispersa monarquía en contra provincial, que contenía ordenanzas virreinales desde los días del vi-
de los desafios del tiempo y el espacio. Si hubiera que proponer una rrey don Francisco de Toledo en adelante 10 • A todos los efectos prác- }
única explicación general para la supervivencia de la monarquía es- ticos, la monarquía había llegado a ser gobernada a ambos lados del )
pañola, se.hallaría probablemente en el paulatino desarrollo de una Atlántico «como si el Rey que los tienejuntos, lo fuera solamente ele cada
comunidad de intereses (culturales y económicos, ideológicos y sec- uno de ellos». }
toriales) que.mantenían unido el núcleo de la mouarquía y sus pai'tes La aceplación de la diversidad inherente de la monarquía por )
componentes. La formación de tal comuniqad de intereses se produ- quienes la gobernaron durante Ja ma)'Or parte de su existencia -una
jo a pes~r de, y a causa de, una estructura constitutiva que, al menos diversidad reflejada en la enorme variedad de sus leyes e institucio-
)
superficialmente, parece la fórmula perfecta para la fragmemación nes- reforzó la importancia de los pocos elementos internos que )
política. favorecían su unidad. En el centro, naturalmente, se hallaba el mo- }
En tanto que «monarquía compuesta» -por utilizar la expresión narca, el rey que era a la vez rey de cada uno y rey de todos: un monar-
hoy corriente entre los historiadores de la' Europa moderna-7 , el ca sagrado elevado y fortalecido por umt religión que era también }
mejor resumen del principio que inspiraba el gobiernó ele la monar- ':! patrimonio común de todos sus numerosos súbditos. Asu disposición }
quía española es la conocida fórmula enunciada por juan de Solór- estaba un complejo aparato burocrático dotado de ministros y fun-
zano y Pereira en su Política indiana (1647): «los Reynos se han de cionarios, muchos ele ellos, aunque no todos, letrados con formación )
regir, y govem.ar, como si el Rey que los úenejuntos, lo füer.t solamen- uni\'ersitaria. Estos hombres encaraban su trabajo con una visión muy )
te de cada uno de ~llos» 8 • Esca fórmula tenía su origen en el hecho legalista de las lareas de gobierno}' tenían una clara conciencia ele la
histórico de que la mayor parte de los reinos y provincias constituyen- necesidad de sostener y exaltar la autoridad real 11 • )
tes de la monarquía se habían integrado en ella por medio de una Nos hace mucha falta una biografía coJecLiva de estos servidores J
unión dinástica qaj<;> la cual tenían el derecho de conservar sus leyes, de la monarquía, un tratamiento prosopográfi.co en la línea del es-
)
fueros y privilegios tradicionales. Aunque es verdad que algunas par- tudio de Janine Fayard sobre los consejeros de Castil1a, pero de
tes de la n~on~quí3: 97en particular Navam1, las Indias y (según sos- mayor alcance}' envergadura que esa valiosa obra 1:.!. En especial, }
tendrían algunos) Nápoles- eran ~erritorios conquistados y por tan.i sería ·de gran interés seguir ]as carreras de quienes se desplazaron
to jurídicamente an~xionados en vez de. unidos en igualdad de
J
condiciones, cada uno de ellos llegó en la p~ctica a disfmtar de una }
9
forma de tratamiento diferenciada, determinada en mayor o menpr Véase José Manuel Pérez Prendes, L11monarquía indiana y el estado de tlereclia, j
grado por las circunstancias locales. Si las Indias, como conquista de Valencia, Asociución Francisco López de Gónmra, 1989, pp. 174-181.

Castilla,· eran gobernadas fundamentalmente de acuerdo con la·ley


10 Ruggiero Romano, Conjoncturrs opposies. La .. ,:rise.. du }(VJ/e siecle en Europtt et en
)
A111t:1iq11e ibétique, Ginel>nl, Droz, 1992 [Coyunturas opttestas. Lll e1isis cM siglo X\'11 m Eu-
castellana, la i:iecesidad a finales del siglo xvu de llevar a cabo una ropa e l-fü/H111om11é,.;ra, México, Colegio de México y Fondo de Cultura Económica,
1993), p. 187.
1
11 Véase Richard L. Kag-.tn, Sttttle11ts aml Society i11 ttirly Modem S/min, Baltirnore j
7 Véase]. H. Ellit>tt, «A Europe of Cumposite Monarchies .. , Past and Presrnt, 137· (Marylancl) y Lonclres,.Johns Hopkins University Press, 1974 [ U11ivmidad y soc:i11dad en
(1992), pp. 48-71 (.•\Jna Europa de monarquías c;o1~1puestas .. , reimpreso como.capí• laEspmia 111odema, 1racl. LuisToharia, f>.fadrid, Tecnos, 1981J. . . }
I:.! Janine Fayarcl, Les Afo11brf!s du Conseil de Castille al'i!poque modeme ( 1621-17-16),
tulo l del presente v()lumen). · . · · · ·. ·
11 Juan de Solórl~no y Pereyra, Polít.ica ind~ana, l!b. IV, c:ap. XIX, 39 1. Biblioteca de Ginebra y París, Droz, l 979 [ Lol· miembros del Consejo de Castilla (1621-1746), rrad. Rufi-
4 }
Autores Españoles, Vl)l, CCLIV. Madrid, Arlas, 1972, p: 301, citado m;is ;1rriba, p. 34.·• na Rodrig11c:2 Sanz, Madrid, Siglo XXI, 1982]. f )
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( ) EWANA, i':IJl((ll'A r t:I. Ml!Nl>O m: m:ntAMAlt R1:v Y l',\TillA EN F.I. MtJNllf) lll~l'ÁNICO

() ~ de una parte a otra de la monarquía, ya fuera comu virreyes o como iodos con el propósito de influir en las decisiones de los consejos de
( ... oidores de las audiencias. Está, por ejemplo, don Pedro ele la Gasea, Madrid mediante una intensa presión en la corte .
(J consc:jcro de la Inquisicic>n y visitador del reino de Valencia antes L1 monarquía. por lo tanto, puede ser vista como un vastq comple-
de ser enviado por Carlos V al Perú para acabar con la rebelión pi- jo de grupos de presión e intereses, todos en rivalidad entre sí por la _
( zarrista, o don.Juan de Mendoza y Luna, tercer marqués de Montes- atención y el favor del monar<"a. Estos intereses tendían a acumularse
{ claros, asistente ele SevilJa en 1600, virrey de Nueva España de 1603 con el tiempo, trabando grupos y regiones dispares en lo que era en
a 1606 y del Perú de 1606 a 1615, más tarde consejero de Estado, la realidad un sistema global, capaz de ofrecer beneficios sustanciales
(
Hacienda y Aragón ~n Madrid 1!i. ¿Qué imagen tenían tales hombres a quienes se encontrasen en posición de sacar partido. Por esta razón,
f de la monarquía? ¿Y hasta qué punto la veían como una unidad es importante no exagerar la dicotomía entre el centro y la periferia
coherente a consecuencia de sus experiencias a ambos lados del como falla de desgarramiento en la estructura de la monarquía espa-
f Atlántico? ilola 1.r.. Un noble napolitano o el propietario de una hacienda en
( Consejeros y ministros como ellos contribuían a mantener unida Nueva Espatia que estuvieran bien relacionados podían aprovechar
{ una monarquía fragmentada. Lo mismo hacían muchos otros sübdi- sus contacto:•, y las necesidades acuciantes de la corona, para negociar
tos del rey en diferentes esferas ele la sociedad: los soldados de los vent'1jas económicas y sociales para sí, si sabían jugar sus cartas con
(
tercios castellanos que estaban estacionados en el Milanesaclo y eran buena mano y tenían un poco de suerte. Esto significaba que, si bien
( ele pronto enviados a "poner una pica en Flandes», los miembros de había mucho que separaba el centro y la periferia, también había
{ las órdenes religiosas que se habían afanado sin mucho éxito por mucho que los unía, y aunque los lazos eran a menudo invisibles e
convertir a los moriscos de Granada y se marchaban a evangelizar a inlangibles, no dejaban de constituir una fuerte atadura.
( Nueva Espaila o el Perú, los mercaderes dedicados al comercio entre Sin embargo, estaba implicado más que el mero interés personal
( Amberes y Sevilla y entre Sevilla y Veracruz, y aquellos miles de emi- o sectorial, a pesar de toda su importancia para mantener unida
grantes que cruzaron el Atlántico para lograr una vida mejor y que una monarquía fragmentada y dispar. En todos los dominios del rey
(
trataban de permanecer en contacto lo mejor que podían con sus de España se hallaba hondamente arraigado el concepto orgánico de
( parientes que se habían quedado en Castilla o Extremadura. Estas realeza: el concepto de que el rey y su pueblo constituían conjun-
( gentes, por tomar prestado el gráfico título de una reciente colección tamente un ·:ucrpo político, donde cada parte era esencial par~ su
de cartas transatlánticas, constituían «el hilo que une)) 14 • La monar- correcto funcionamiento, pero cuya cabeza era el monarca. La leal-
( quía estaba entrecosida por redes de gmpos de parentesco y contactos tad era componente esencial ele tal concepto: la lealtad a un sobera-
l personales, todos los cuales contribuían a articularla y mantenerla no que a su\ ez cuidaba con benevolencia ele la prosperidad de sus
( unida. De estas redes surgieron grupos con intereses específicos; sübditos.
Resulta imposible comprender la supervivencia de la monarquía
( sin tener en cuenta esta lealtad profunda e instintiva hacia la persona
13
Véanse Tcocloro l·fampc Mari ínt•z. Do11 Pr.dm ti.e úz Gnscn. Su obra ¡)l}/ílic111·11 EsjJa-
( 1in y A méricn, Lima, Pontifiriu Unh·crsiclad Católirn del Perú, 1989, y Antonio Herrera del monarca, guardada casi uuiversalmente por tanto tiempo como
Casado. El gobimto ame1ir.rmo rlr.l marqur..s tlr. .'W011tl'scll1ms, Guadalajara (Espaiia), Insti- era posible, a pesar de todas las indicaciones de que hubiera fracasa-
( tución Provincial de Cultura .. Marqués ele Santillana .. , 1990. 1 .'
14 Rocío S;inchcz Rubio e Jsabel Testón Ntí1iez, J:.'l hilo qur. unr.. Lm rr.laci011f'J cpi.sto- do en su dcb·~r hacia sus súbditos. La sublevación de los Países Bajos
(' larrs en el viryo y r.l nuerlfJ m1mdo (.s;g/ns Xl'l-.\1'111), Mérida, Uni\'ersiclad de Extrcmadura, comenzó en 1566, pero sólo en 15~1 Guillermo el Taciturno y los
t\ 1999. Véanse también Jda Alunan, TmnJnilm1tic Tics in thr. SJ1anü/1 Em/1frc. JJrilmr.gn;
S/min mrd Pur.bln, Mrxim, 156()./620, Stanford (California), Stanfor<l Uni\'ersity PreS.~',
rebeldes holandeses al~juraron formalmente de su fidelidad a Fe-
lipe II. La muchedumbre de las calles de Barcelona en 1640 gritaba
l 2000, )'dos estudios dedicados a la emigr.tción de la loCélliclacl extremeña ele Tn!iillo:
n·c·r-
Ida Altnmn, Emigrrmts a11d .for.ir.lv: Extrr.mntlurn mu/ Amerim in llze Si:drmt/1 O.ntu71•, ·¡
(' keley y Lo~ Ángeles (California), Univeñ;i1y of California Press, 1989 [EmigrnnÍf'.f y\r~ ·¡
ciednd. E.\'/rnnndum y Amhirn ru el siglo .'\l'I, trad. Nellie Manso de Ztíftiga. Madrid, 15 Como tm·e tt:ndcncia a ha~cr, por ejemplo, en mi btipr.rial S/1ai11, 1~69-1716,
(' Alianza, 1H92], y Gregario Salinero, Une Vi/le miro dettx 111011rlcs. Trt~jilln d'F..f/Jnf!:11C et lr..t Londres, 1ª erl. Edward Arnnld, ;Hl6:': reimpr. Pcnguin, 2006 [Ln España imperial,
{' bu/rJ "" X'v1r sir.dr, Madrid, Casa de Vclázr¡11c;r., 200(). 1469-1716, tracl.Joan ;\farfany, Barcelona, Vicens-Vivc:s, 1~ ecl. 1~65, ~cimpr. 2005].
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EsPAÑA, EUROI'.\ \'El. MUNl>O l>E Ul.TRAAIAR . RI:'.\' \º l'AllUA t:N l:'.1. MUNllU lllSl'ÁNICU J
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c<Visca el Reí i muiren traidorsl» ( cc¡Viva el re)' y mueran los traidores!») 16• otros teóricos de la política contemporáúeos:!0 • En otros reinos, con1o
El duque de Arcos, virrey de Nápoles, informaba ~n 1647.de quela en la corona de A.ragón, escaba formulado y atesorado ei1 un conjun- e)
multitud «verdaderamente ha mostrado una firme lealtad y amor al to de leyes especiales y protegido por instituciones tales como la Di- 1}
servicio de V. Magd. sacando sus retratos de las mismas casas que han putaci6 de Catalm1a o·etjusticia Mayor de Aragón. La 11amraleza del
quemado, abatiéndole sus vanderas y dicienllo siempre viva el Rey y pacto constitucional resultan te quedaba expresada en un 1i1e;n01ial y ,)
viva España» 17 , Esta lealtad instintiva se podía encontrar en todos los discurso catalán de 1622: ce Entre V.M. y sus vasallos hay una obligación }
estratos de la sociedad. En 1730 los rebeldes mestizos de Cochabam- recíproca, por lo cual como ellos deben servir y obedecer a V.M.
ba en el ·Perú lanzaban el grito que se oía tradicionalme1Úe durante como a su Rey y Sefior, debe también V.M. guardarles sus leyes y }
los disturbios en cualquier rincón de la monarquía: «Viva el Rey, mue- privilcgios»21. }
ra el mal gobiernol» 18 . Que éste fuera el grito universal de los suble- Tal fórmula legitimaba la resistencia y, como último recurso, la
vados es prueba de la persistencia en los dominios del rey de España rebelión, y también cruzó el Atlántico, a pesar de la negativa de Fer- J
de la conveniente ilusión de que los responsables de los actos de in- nando e Isabel a permitir que se establecieran cortes en sus reinos ele }
justicia eran los malos consejeros)' los malos ministros, y de que si el las Indias. La idea de un convenio era inherente a las capitnlaciones }
rey.fuera informado adecuadamente de lo que sus subordinados es- hechas primero con.Colón y después con otros jefes de las expedicio-
taban haciendo en su nombre, intervendría de inmediato para reme- nes de conquista, incluso si eran oficialmente presentadas como )
diar los agravios.. «mercedes» otorgadas por el monarca22 • La coincidencia entre la re- )
La vieja fórmula vasca y castellana, ccObedezco pero no cumplo», vue1ta de los comuneros en Castilla y Ja conquista de México por
que cruzó incólume el Atlántico para iniciar una nueva vida en las Hcrmi11 CorLés dio un impulso adicional, y tal vez decisivo, al traslado <}
Indias, servía para el mismo objetivo de preservar a la vez la aparien- ele ideas con tractualistas del Vi~jo al Nuevo Mundo 23 • Cortés y otros }
cia de lealtad del súbdito y la imagen del rey19 • El supuesto previo de conquis1adores eminentes estaban familiarizados con las Siete Partidas
y los principios políticos que las inspiraban 2", los cuales, procedentes
)
estas fórmulas e ilusiones era que la relación entre el rey y el pueblo
no estaba gµi~da sólo por los términos de la relación natural entre el - .. de Aristóteles a través de santo Tom<1s de Aquino, iban a ser reformu- )
padre y sus hijos, sil)o también, en muchos casos, por los·de un pacto
l.
lados en el plano teórico para los espaiioles del siglo XVI por los pen-
}
mutuamente acordado.-En algunas partes de la monarquía~ en espe- sadores neocomiscas de la Escuela de Salamanca. De acuerdo con
cial en Castilla, este convenio era eu esencia tácito, aunque la tradi- estas premisas el príncipe y los s(1bditos formaban junios un corpus 1)
ción pactista y constitucionalista castellana perduró durante los si- )
glos XVI y XVII. Lo hizo a pesar ele la tendencia de Madrid hacia el
autoritarismo regio y las d~ficiencias de las Cortes castellanas, r en-
)
:!O Véase por ~jemplo Charlesjago, «Taxarion and political culture in Castilt:,
contró su expresión manifiesta en los escritos de Juan de Mariana y 1590-1640 .. , en Richard L. Kagan y Geuffrey Parker (t:cls.), S/Jlliu, Euru/1et1ncl tlu: .-\.ll<m- j
tic World: E'ssu)'S i11 J/unuttr ufjolm J-1. Elliott, Cmnbridgc, Cambridge Uni\•ersity Press,
;,
l ~l~l5 [ceTributos y cultur.\ política en Castilla, 1590-1640 .. , en España, Eumpá y el 111w1do )
atlántico. Homcmlje ajolm 11. Ellioll, trad. Lucía Blasco Mayor y María Condor, Ma<laid,
16 Elliutt, Revolt oj the catalmis, p. •129 [La revolta ttltaltma, p. •J 11]. J Marcial Pons, 2001]. cap. 2.
21 Citado cm Elliou, Ueuoll ofthe Clllalrms, p. 45 [Lll ri•bclión ele los cala/alles, p. 45; La
i
17 Rosario Villari, Perilreo perl<lpalrit1. Lafedeltlz nelSeice11to, Roma y Bari, Latcr;l
1994, pp. 150-151 (el duque de Arcos al rey Felipe IV, 15 de julio de 1647). . :· rn.1ullll rntrtlallfi, p. 40]. : J
ª
1 Scarlett O'Phelan Godoy, Rebellions rmd Revolts in Eiglúee11th Ce11tury. Pcr11 (ind
211 Sobrt! las características contractuales de las capitulaciones, véanse Milagros
\ J
Upper Peru, Colonia y Viena, Bóhlau, 1985 [Un siglD de rebelio11es antiro/oni<lles. Perú 'J del Vas .Mingo, Las t:a/1itttlaciones ele lntlitis ai el siglo XVI, M~drid, CuhurJ Hisp<inica,
Bolivia, 1700-1783, tuzco, Centro dt: Estudios Rurales Andinos «Bartolomé de l.a~ 1986, cap. 4, y Alfonso García-Gallo, Los origenes españoles de lcu iustitucio11es ameticwws,
Casas•, 1988]. p. 76. . . · Madrid, Academia de Jurisprudencia y Legislación, 1987, pp. 714-74 J ( .. EJ pacúsmo í J
19 Sobre esta fótmula de acatamiento sin aplicación, véanst: Bartolomé Clavero, en el reinó de Ca'stilla y su proyección en ~érica•).
23
.Véase Manuel Giménez Fún~índe'z, Hemán Cortés y su rr:uoltu:ió11 cumwiera en ltt ~ J
Derecho de los reinos, Sevilla, Universidad ~e Sevilla, 1980, pp .. 125-130; Benjamín Gon- ·
zálezAlonso, .cLafól'mula "Obedézcase, pero no se cumpla" en el derecho castellano Ntteva Espmia, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1948.
:.M Víctor Frankl, ccHt:rnán Cortés y la tradición de las Siete Partidas ... , Reuista de
• 1 1

de la Baja Edad Media ..J Anuario de Historia delDmchoEspañol, 50 {1980), pp. 469-48~1
Pérez Prendes, La mtmarqu(a indiana, pp. 167-168. "· • Historiatlctlmérica, 53-54 (1962), pp. 9-74. • J
j
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( "' EsrANA, EuttorA \' t:1. ML'Nllo m: ut:rRAMAR R•:n· l'ATRI\ EN t:L t.ll'NOO 1u~r.\N11:0

({ ) mysticum, concebido para permitir a sus miembros llevar una buena existían en e) marco institucional. EJ sistema ele consejos y el estable-
( ) vida dentro de Ja comunidad en conformidad con sus respectivas cimiento de virreinatos, gobernaciones y audiencias de una parte a
posiciones sociales, bajo la dirección benevoJente de un monarca que,
{ ~ otra de la monarquía contribuían a mantener la ilusión de que el rey
siguiendo Jos dictados ele su conciencia, goberrÍaba de acuerdo con en persona estaba presente en cada uno de sus reinos y en persona se
( ) la ley natural y divina. Se esperaba que el príncipe no cayera en la ti- ocupaba de sus pmhlemas y necesid~des.
({ ranía, mientras que por su parte Jos súbditos debían servirle, obede- En este sentido, el gobierno de las Indias no era diferente de los
cerle y aconsejarle lo mc;:jor que podían. de Nápoles y Sicilia, los cua]es, tras e] establecimiento ele la corte en

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A medida que los conquistadores se transfonnaban en pobladores,
no se mostraban más inclinados a abandonar estos principios, y la
relación contractual que les servía de expresión, ele lo que estaban a
.Madrid, no . ban a ver a sus monarcas nunca más. Casi lo mismo se
puede decir de la propia península Ibérica, <laude las visitas regias a
CataJmia y Valencia serían pocas y espaciadas. Fuera de la corona de
abandonar su relación natural con el ahora distante padre regio. Aun- Castilla, el gobierno real era uu gobierno absentista ejercido a distan-
{ que solicitaban en vano el establecimiento de cortes o alguna forma cia. No obstante, en lo que se. refiere a las Indias Ja mera esca]a de las
{ de asamblea representativa, su fracaso no excluía el uso de otros foros, distancias ocasionaba desafíos de una magnitud sin paralelo en Eu-
como el cabildo, para dar voz a agravios colectivos 25 • Aunque la ausen- ropa. Siempre existía la posibilidad de que FeJipe II o uno de sus su-
(
cia de asambleas representativas iba a proyectar una sombra alargada cesores fuera en persona a visi1ar sus posesiones en Italia o los Países
{ sobre la historia de la América española, se desarrolló poco a poco un Bc~jos, y de hecho Felipe IV expresó su intención de hacerlo en 162927,
( coajunto de regJas no escritas que eran bien entendidas por ambas Sin embargo. e] ejercicio de Ja realeza persona] en ]as Indias estaba
partes de] contrato. La experiencia de las Leyes Nuevas y la rebeJión descartado desde e] principio. No cabía ni la más remota posibilidad
( pizarrista sirvió de saludable advertencia tanto a la corona como a Jos de que un monarca cruzara el Atlántico para ver a sus súbditos de las
( pobladores. Sobre la base de la desgraciada experiencia construyeron Indias y atender en persona a su gobierno.
( juntos por medio de un compromiso mutuo, aunque no reconocido, En lo que se 1diere a la administración, el absentismo real en las
un sistema estatal patrimonial para el imperio espariol de las Indias Indias estaba contrarrestado por la compleja estructura institucional
( que cumplía su propósito de preservar un grado razonable de estabiz. que la corona logn; imponer en los virreinatos americanos y el mayor
( lidad social y política a través de enormes distancias y a lo largo de margen de maniobra ele que disfrutaba como consecuencia de la
vastos territorios a miles de kilómetros de Madrid26 • • ··•
faJta de aquellas instituciones representativas que tendían a estorbar
(
En un sistema de gobierno patrimoniaJ el absentismo real presen- la afirmación de su poder en los territorios europeos. Esto hacía po-
{ ta un problema perpetuo. Mientras que Carlos V hizo cuanto pudo sible, al meno:; en teoría, que e] soberano desplegase en su gobierno
( para contrarrestar sus repercusiones políticas por medio de viajes de América aquel '<poderío real absoluto» que los juristas de la coro-
constantes, y a menudo frenéticos, de un reino a otro de su impefió na habían defendido en Castilla desde el siglo xv 2R. También podía·
( europeo, e] establecimiento permanente del rey y la corte en Macirfq ·¡
acudir, por medio del Patronato Real, al apoyo y a los recursos de Jo
{ bajo FcJipe 11 puso fin a la era de la monarquía itinerante y destacó que era en la pnktica una Iglesia estatal, sin riesgos de interferencia
todavía más la importancia de mecanismos compensatorios. Éstos Yá por parte de los nuncios papales.
(
.. ,·tt·• El valioso refuerzo del poder real que suministraba una Iglesia
l •I subordinada se veía acompaiiado por,un despliegue impresioname !,!
{ '.?!i Guillermo Lohma1111 Vi llena, .. 1..as Corles en Jn<lias•., J\mwrio de lfülol'iri'dri'D'e- ele símbo]os de lll<!jcstad. Víctor Mínguez, en Los reyes distantes, nos
redw fü/mriol, 18 (1947). pp. 65.'.t-662; WooclrowBorah, .. Rcpresentati\'c lnstitutioú's'in ·
t thc Spanish Empirc in thc Sixtccnth Century ... 17lr. Ammr.as, 12 ( 1956), pp. 246-257.,
2r. Sobre el ci;taclo patrimonial en las lndh\s, véase especialmente Mario Góngora¡ 27
t 1:. J. H. Elliolt ''José F. de la Pe1ia, Mrmmi<1ks y cartas del rn11de-duq1u de Olivares, 2
Studies ;,, tlir. C:olnnial Hittory of ·Vmuisli A mP-rir.n. Camhriclge, Cambridge Univctsil)• vols., Ma<ldd, Alfaguara, l978-HJ81, 11, cloc. iv.
Pres.o;, 1975 [Estudios sobre la hütmia r.olouinl d" Hispnnomnhica, trad. GonzalO)~oja'.11 .. 28
( Sánchez y Marcia Dawci; Carrasco¡ Santiago ele Chile, Editorial Universitaria; 1998), :, ;::
· Luis Sánc:hr1.,Ages1a, .. El "po<;lerío real absoluto" en el tcsramento de 1554•, en
Crzrl.o.r V. Home11ajr dn In l!niversidatl de Gmuada, Gnurnda, Uni,·ersidacl de Granada,

~
{ cap. 3. · .... 1•1\\ .~ . 1958, pp. 439-460.

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Esl'AÑA, EuiuwA \' 1::1. t.iuÑno oi:: u1:rRA1>1AR
REY\' PATRIA. EN 1::1. MllNl>O HISl'ÁNIO > l
describe algunos vívidos ejemplos de las formas en que las im1ígenes
zas demro de la monarquía, debilitando t~rrito1:ios como Nápoles y l
de la realeza se ostentaban en Nueva Espai1a29: esplendorosas cortes _}
sobre lodo c'asrilla, que carecían de ¿óliclas defensas in:>titucionales
virreinales que imitaban a distancia la corte real de Madrid, la osten-
contra la fisc<Ílidad real. Ei1 términos sociales, fortalecieron a aquellos }
tación de las entradas de los virreyes en l_as villas y ciudades en la ruta
grupos de.la sociedad que podían sacar panido de las necesidades de
de Veracruz a México, la pompa y el boato de fas ceremonias para )
la corona, a aqúellos «enemigos de la patria, los poderosos de los
celebrar las noticias de nacimientos, bodas y funerales reales. Todas lug·arcs, }~los perve1~sos ministros de \i. Majd. i~1feriores,,, tan dura-
estas representaciones públicas y ceremoniosas de majestad indican
}
mente denunciados por el conde-duque de Olivares en 1637'1. El
cómo la realeza invisible se había elevado al rango de arte sublime en
result<ldo fue el afianzamiento de las fuerzas de la oligarquía a ambos "' )
la monarquía española. Lo que no resulta del todo claro, y merece ser lados del Atlántico durante el siglo XVII. Aunque la consolidación de )
investigado, es si existía una correlación enu·e el esplendor del cere- las oligarquías representaría a largo plazo un grave debilitamiento
monial y la distancia con Madrid. La corte presidida por el virrey de }
de la corona y su autoridad, a corto plázo tuvo el paradójico efecto
España en Nápoles era ciertamente más esplendorosa que las cortes
de los virreyes de Cataluña y Valenciaso, pero ¿era su esplendor eclip-
de fonalecer los lazos que ligaban las élites provinciales a Madrid. La ~ )
nobleza de N:.ípoles, por ejemplo, se mostró casi unif~nnemente hos- ' )
sado por las aún más distantes cortes virreinales de México y Lima? til a la revuelta napolitana del 647-1648:12 • ¿Por qué volverse contra
Con todo, ni siquiera el ceremonial más sofisticado podía ocultar )
una corona que había hecho tanto por afianzar su ascendencia local
por completo las tensiones latentes en la monarquía compuesta de la y regional?
· Casa de Austria. Ésta no era un sistema estático, sino sometido a pre-
)
Los constantes esfuerzos de la corona por movilizar con 1~rnyor
siones constantes para cambiar y adaptarse a un mundo en transfor- eficacia los recursos financieros y humanos de sus dominios introdu- }
mación. El principal motor de cambio a lo largo de toda la monarquía jeron inevitablemente tensiones en su relación, sobre todo cuando, }
fue la fiscalidad real. Los onerosos gastos en que incurría la corona, como sucedió durante el gobierno de Olivares, se sospechó, y con
con sus esfuerzos por defender sus dominios en varios continentes y }
razón, que la corona quería reescribir los términos del aéuerdo para
seguir una serie de directrices cuyos costos guardaban escasa relación reforzar su propia autoridad. Si el monarca faltaba a sus obligaciones }
con los recursos que podía movilizar, provocaron una·cadena inter- contractuales y se comportaba no como rey, sino como tirano, aque-
minable de medidas fiscales concebidas para aliviar sus agudos pro- )
llos reinos y provincias cuyos convenios consLitucionales estaban ba-
blemas financieros. La introducción de nuevos impuestos e inventivos sados en nociones de contrato podían declararlo cancelado en casos )
expedientes fiscales, la enajenación de propiedades de la corona, y extremos, como en Cataluña en 1640. Sin embargo, esto presuponía
la venta dé cargos y honores fueron todas medidas que tuvieron pro-
)
la existencia de un foco de lealtad alternativo. Este foco alternativo
fundas implicaciones constitucionales, económicas y sociales en la era Ja patria: «Non s'ha da osservare Ja fede a tiranni, ma alla PaLria» )
monarquía en general. En términos económicos, contribuyeron du-
rante el curso de los siglos xv1 y XVII al cambio del equilibrio de fuer-
(<<No se ha de observar la fe a los tiranos, sino a la patria•>), declaraba J
el autor de m1 Disc:01~oescrito en Nápoles en.1647=~:1.
)
En propiedad, naturalmente, la patria era una entidad const..ituida
--- por el rey y el pueblo unidos, con el rey como caput co11111mnitatis"', y )
29 Víctor Mínguez Cornelles, Lus nrye.\ tlislanles. Imágenes d,.[ poder en el mmulo virrei-
na~ CasteUó de la Plana, Universitatjaume 1, 1995. \. )
so Sobre Nápoles, véase Carlos José Hernández Sánche1., Caslilla y Nti/mles en el
siglo XVI. El vfrrey Pedro de Toledo, Salamanca, Junta de Casti11a y León, 199•1, rnp. 6, y 31
Elliott y De la Pei1a, Memoliales y Cflrtru, IJ, doc. xiv, p. 171. l.j
sobre México, Alejandro Cañeque, The King's Living lmage: The Cttllure ami /'olilics o/ 3
Véase Rosario Villari, .. Rivoluzioni periferiche e declino dc:lla Monarchia di
Viceregal Power in Colonia/Me>."Íco, Nueva York y Londres, Rou1ledge, 200'1. P;1ra algu-
2
Spagna .. , en La aisis hispánica tic 1640, Cumlcmos tle JJisloriá Alutlenw, 11' ( 1991). t j
nas valiosas reflexiones sobre las cortes virreinales y su diversidad, véase X;1vier Gil pp. 11-19 [ "R~volucioncs peliféricas y declive de la monarquía espailoJa .. , en 1640:
Pujol, ·Una CltJtura cortesana provincial. Patria, comunicacit>n y lenguaje en la M~ ltt monarquía hisptinicfl en crisis, Barcelona, Crítica, 1992, pp. 169-182 J.
Q j
narquía Hispáhica ele los Austrias,., en Monarquía, imperio y pueblos en la Es/Jtllirt moder- 33 Villari, Pcr il 1'11 o p1:r la patria, p. 34.
na, ed. Pablo li'ernán.dez Albaladejc~ . .ricias de la N Reunión Cimlijica de la Asoáaci.:in de
·
4 j)
3.j A.nioni Simo11 i Tarrés, l!"l.f cnigens ideologics de ltt revolució t:atalww de 1640, Bar-
Hislorill Mo1len1a, Alicante, Universidad ele Alicante, 1997, pp. 225-257. 1 cdona, P11l>licacio11s de l'Abaclia ele: Montserrat, 1999, p. 279. 6 j
j

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f ~ l·:~l'l\N/\, EUIUJl'A \' t:I. Ml.;NllO llf. lll.IRAM1\K Rt:\ y l'AI Rli\ 1!.N f.I. MtJNl>O l llSl'ANIC ;o

( ·~..~ en estos términos convencionales pensaba Olivares cuandn denun- ha examinado la naturaleza del patriotismo t:n la Valencia moderna,
( ) ciaba a los «enemigos ele la patria)> en 1637. En estos términos también mientras que l. A. A. Thnmpson ha explorado los obstáculos contra
( /) tendía a pensar todavía la mayoría del pueblo, incluso cuando estaba la evobción del concepto de patria como comunidad nacional en
siendo arrasLrado por la marca revolucionaria como en Catalmi.a du- Castill<:it!.
( ~ rante la primavera y verano de 1640. No se consideraba que la lealtad La patria era una comunidad tan imaginada como idealizada.
( ) al rey estuviera en contradicción con la lealtad a la patria:'\ y se juzga- Como comunidad, era para empezar local: el lugar donde uno había
ba a los malos ministros y magistrados ce traidores» a ambos. Sin em- nacido o vivido siempre ..Jeroni Pujacles, por ejemplo, hablaba de «la
( ) bargo, muy brevemente en Barcelona durante el otor1o e invierno de mia patria i rnra ciutat de Barcelona>) ( ccmi patria y querida ciudad de
{ ) aquel.aiio y ele nuevo en Nápoles durante 1647-1648, comenzó a con- Barcelona» ):I!'. Pero para él era también la comunidad más amplia
( ·~ cebirse la antes impensable idea ele una patria sin rey, a medida que de aquellos nacidos y educados en el principado de Cataluña, que
los dirigentes de la rebelión se volvían, como posible solución ele sus compartían una misma dedicación a las leyes ·y libertades ganadas
t ~.
problemas, hacia un sistema republicano de gobierno, como el dis- durante siglos ele lucha contra opresores autóctonos y enemigos ex-
( frutado por Suiza, Venecia o la Repüblica Holandesa, otra sociedad tranjeros. Los conceptos de nacionalidad, bas~dos en lengi.ta y etni-
( que había desafiado al rey ele Espaii.a, y lo había hecho con éxito. cidad comunes, no eMaban claramente definidos y carecían de la
Si bien los sentimientos republicanos eran, y seguirían siendo. resonancia que iban a alcanzar con la llegada del movimiento román-
( poco comunes en las sociedades profundamente monárquicas de Ja tico en ~re los siglos xvm y XIX, pero esto no significa'que no existiera
( monarquía espaiiola, las presiones ~jercidas por Madrid contribuye- un fuerte sentimiento de identidad colectiva. Por ejemplo, los habi-
ron a reforzar y ahondar la noci6n ele patria como comunidad terri- Lantes del principado de Cataluña. como los de otros reinos y pro-
( torial e histórica, cuyos intereses fundamentales no eran necesaria- vincia5 ele la monarqufri, gustaban de pensar .en sí mismos como
{ mente compatibJes con aquellos del aparato estatal que pretendía morach>res de un país bendecido de bienes y bello como ninguno, y
( estar llevando a cabo los deseos del monarca. Desde que ltace muchos compttrtían no sólo leyes e instituciones, sino recuerdos colectivos.
alios llamara la atención sobre la importancia del concepto de /1alria Las virtudes que veían ejemplificadas en su comÚnidad podían ser
{ para la mentalidad de los catalanes del siglo xvu:lii, las nociones de exageradas, v sus tradiciones a menudo inventadas,' pero los siglos de
( patria y patriotismo han recibido una creciente atención por parte convivencia habían alentado un comprensible orgullo en sus logros
{ de los historiadores de la monarquía espaiiola y de la Europa moder- creativos. Su percepción de sí mismos no se veía afectada por su dis-
na en general, estimulada, al menos en parte, por las recientes discu- tancia de lvfoclrid. Se ·ha observado que la posición de los territorios
{ siones sobre los orígenes del nacionalismo moderno y por la descrip- italiano~ ele España, aparentemente periférica respecto a la metrópoli,
{ ción de las naciones como «connmidacles imaginadas•) por parte de no provocó sentimientos de inferioridad, pues, por lo que a ellos se
Be11edictAnclerson:l7 • En los ültimos ailos, por ~jemplo,.James Casey refería, eran el centro, y con los romanos como ancestros no eran
{ inferiores a naclie-1 11 •
( :I!'• Luis R. \.ortcgucrn, For lhe Cn111111on Gnod: Pn/mlnr />olitfrs i11 /Jmuln1u1, 1580- ~I·:"
Los habi1antes de las po.sesiones italianas de la corona o de los
16-10, lt.haca (Nueva York) y Londrc>s, 2002 [ Pr.r al /u} romti. /,n ¡10/ílim fm/mlar n Bnrrelo- reinos ibéricos habían tenido muchos siglos para desarrollar su sen-

'
(
{
na, 1580-1640, trnd. ca1alanajes1ís Villanueva Lc'>pc7., Vic, fü11no, 200r>J, p. l!l!t
:uj Ellioll, Ur.unlt nf thr Cntalm1.f, pp. 42-43 lL" irbrlití11 dr. lm wtalmu'.~. pp. 42-t~; /,a
mrnlla cntfllm1n, pp. 38-10].
:47 Beneclicl Anrlcrson, /111n1:..ri11r.d Cm1m11mif.fos: Rrj1n:tü111.t m1 thr. 01iw11 mul Spmul n.f
timiento de identidad colectiva y articular su propia visión de la patria.

Natio11nlis111, Londres y Nuc\'a York, Verso, 1983 [ Comzmidndrs imaKiunrlns. Rrflr.,.:imM.t 3t1 Véase K&1gan y Parker, S/Jain, Eu1v/>e a11d lli.e .Allrmtic World [Es/>mia, Europa .Y el
{ sobre el origen.\• /n difusióu rlr.l nncimwli.rnw, trad. Eduardo L. S11;ire7., Méxko, Fondo rlc mundo atlántico). caps. 5 y 7. ·
Cultura Económica, 1993; Co1111milnls imaginmlrs. RPjle."\ioru sobre 1'01iKl'll i ltt /11npngar.ió :i!l Citado en Elliou, RevolJ n.f llie Crno/ans p. 42 [La rt!helión tk.los catalatrr.s, p. 43; /.a
l dr.l uarirmali.rnlf'. trad. valenciana Maria Ángels Giméne7., Valencia, Universital el<~ Va- rcvolta r.malmw, p. 38] .
lencia, 2005 ). Véase también Eric Hobshawm, Nr1lio1is ami Natiomtli.rnt .ti11rt! J 7HO, .¡o Mir~ille Pe)'tavin, .. E.o;pa1ioles e italianos en Sicilia, Nápoles y Milán durante lo~
t Cambridge, Cambridge Univcrsity l'res!I, 1990 [ Nar.ionr.s _v 1wcin11ali.uno tlcJ1le 1780, .siglos XVI y XVJI ... en Ln monarquía es/1añola. Gru/m.f politir.o.t locales anle la corte de Madrid,
t tra<l ..Jor<li l\cltr;in, íl<lrcdona, Crilka. Hl92]. Rclacion•:s, 7:l, México, El Colegio de Michoacán, 19U8, pp. 88-90.

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EsPAJi!A, EUllUl'A Y EL MUNDO DI:: ULTl<AMAK


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Rn· Y PATRIA f.N EL MUNDO tllSPÁNICO
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Sin duda era una concepción elitista en muchos aspectos, y.su fragi-
lidad como fuerza unificadora quedó al descubierto con las revueltas
las leyes y derechos de que disfrutaban los súbditos castellanos del rey. l
.Muy pronto esta entidad po'Jítica, fundada -o así se creía- en un 1_}
del siglo XVII en Cataluña y Nápoles al dirigir los .campesinos y los contrato, iba a adquirir, como sus equivalentes.del Viejo Mundo, una
artesanos su ira contra sus propias élites. Sin embargo, esto no signi- dimensión histórica y geognifica. En 1604 Bernardo de Balbuena l
fica que no les moviera la leallad a la patria~ Las clases altas de la so- cantaba en su Gmndez.a me.'.:icana las bellezas de la ciudad de México
ciedad catalana podían manipular las constituciones de Cataluña en
su propio interés, pero ello no impedía a los artesanos de Barcelona
que le había visto crecer y de los campos que la rodeaban. En 1630
fray Buenaventura de Salinas exaltaba las gloiias del Perú, sus riquezas '
)
verse a sí mismos como miembros de una comunidad de hombres
libres y, por tanto, calificados para disfmtar de derechos históricos·11 •
La amarga división social no anulaba por sí misma todo el sentido de
una comunidad ideal, ni.siquiera entre los menos privilegiados y los
y su clima, en términos que se hacían eco de los publicistas pattióticos
contemporáneos de los reinos ibéricos. «En fin -escribía-, todos se
hallan en esta Lima[ ... ] con satisfación y gusto, teniéndola en Jugar
de pat1fa» 45 • El orgullo del lugar-un lugar bendecido por Dios como
, ~

desposeídos.
En las sociedades del Viejo Mundo la idea de la patria, alimentada
por los ·ideales .de la antigüedad clásica transmitidos por los huma-
nistas, había tenido largo tiempo para arraigar"':l, pero ¿qué ocurría
ningún otro- iba a ser la piedra angular del edificio cada vez más
complc:jo del patriotismo criollo.
Tocia vía quedaba el problema ele la localización exacta de la patria
)
)
'
en el espacio. ¿Cuáles eran su extensión y límites territoriales? Las }
con las sociedades del Nuevo Mundo que estaban en proceso ele lol
sociedades cid Vi~jo Mundo ya poseían por entonces fronteras bien
formación? En las lejanas orillas del Atlántico la noción de patria definidas; las del Nuevo l'vlundo, en cambio, estaban aún en proceso J
tenía que empezar desde cero, pero a pesar de ello se desarrolló con de definición. Los dos virreinatos ele Nueva Espafia y del Perú eran
rapidez.u. Desde el momento en qt~e Hemán Cortés deseníbarcó en
}
sencillamente demasiado vastos y diversos para constituir un foco de
las costas de México y transformo su fuerza expedicionaria en una lealtad instintivo: las patrias de un Balbuena o un Salinas eran esen- }
comunidad urbana formalmente constituida, la Villa Rica ele Vera cialmente la ciudad de México y Lima, cuyas áreas de influencia se }
Cruz, una nueva patria comenzó a ser tanto inventada como imagi- extendían hacia lejan~s horizontes. No es extrafio, por tanto, que
nada. Esta comunidad imaginada iba aser construida sobre los agra- )
patriotismos locales y regionales comenzaran a desarrollarse en las
vios de los conquistadores y sus descendientes, que creían que no Indias. Las municipalidades, y poco a poco también las áreas jurisdic- J
habían recibido la~ mercedes a las que sus propios servicios y los de cionales más amplias de audiencias y gobernaciones, llegaron a pro-
sus antepasados les hacían acreedores y miraban :hacia el monarca }
porcionarles un marco territorial. En el Quito del siglo XVII un fun-
esperando reparación"'"· .. cic.>nario ciiollo ele Lima estaba}'ª lan expuesto a ser considerado un }
La patria en el Nuevo Mundo iba así a adquirir, al menos en las forastero como 1111 funcionario llegado de Madrid"'6•
mentes d~ los pobladores, una firme base constitucional, en este caso Más problemático iba a resultar dotar a las patrias cid Nuevo Mun-
J
··d
do con una dimensión histórica que con una dimensión geográfica, J
aunque sólo fuem porque las sociedades criollas fueran de creación )
41 Véase Corteguera, For the Co111111011 Good [Peral bé conuí). Sobre Nápol~s. \léase tan reciente. Con todo, también esto iba a lograrse a su debido mo-
Villari, Per il re o perla patria.
42 Véase, por ejemplo, Xavier Gil Pujul, ·Ciudadanía, patria y humanismo cívico.
en el Aragón foral: Juan Costa•, .Mmrnsc,.its, 19 (2001), pp. 81-101.
4S Sobre el desarrollo del patrioúsmo criollo, véase espe'cialmente Da\'id Bra7 .
:11 u mento, en primer lugar insertándolas en una historia divina y provi-
dencialista. La leyenda de que santo Tomás había dirigido una misión
en el Nuevo Mundo apuntaba a un proceso de evangelización ame-
'
}
j
ding, TheFirst America. The Spanish Monan:hy, Creole Patriots a11<l tlie Liberal Stalr., 1492-. ·'.:
1867, Cambridge, Cambridge Uni\'ersity Press, 1991 [Orbe buliano. De la 1mmarquía .) ·
cat6lica a la "'fmblica criolla, 1492-1867, tr.id.Juanjosé U trilla, México, Fondo de Cul:! .';!:
t~ra Econó.mica, 1991]. Véase tarÍl bién Bernard Lavallé; Las /hvmesas ambigwis: Cri0:. :'~ f
lli.smo colonial m los Anda, Lima, Pontificia Universidad Católil·a del Perú, l 9H3. · ,• :1, : ...
45
Fray Bu~navc11tura de·~alinás y Córdova, Memorial tle las 1-Iisturias del Nut:t10
\.'J
Mwuiu l'ini, Lima, Unjversidad Mayo1: dt! San Marcos, 1957, p. 2'16.
-~ Véans~. por ~emplo, las qut!jas de Baltasar Dorantes de Carr.mza, Sumaria.in:: s!- "
6
PihH" Puncl· l.dva, Ct:rleztts mite la i11certidtm1bre. Elile .''I rnbildu de Quito e11 rl • 'J
laaon de las C()sas de /a Nueva España, México, Porrúa, 1987, pp. 203-204. hx : ( siglo XI'//, Q11i1n, Abya-Yala, J 998, p. 19().
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rior a la llegada de las órdenes. El lugar providencial de México en la


1
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lh:Y\ l'ATRIA EN t:L MUNDO lllSl':Í.NIC:O

Lamente decididos a no ser indios, su ansiosa búsqueda de una iden·


f ) historia sagrada iba a ser confirmado satisfactoriamente a su debido tidad colectiva iba a acarrearles diversas contorsiones intelectuales
tiempo con la aparición de la Virgen de Guadalupe, que en el si· para modelar una imagen conveniente de sí misnios49 • Aun así, la
f ~ g1o XVII iba a asumir su posición de patrona y símbolo <le la Nueva imagen no paraba de chocar contra realidades desagradables. A me-
{ ) España criolla 47 • En cuanto al virreinato del Perú, un posible camino dida que se desarrollaban las nuevas sociedades coloniales y aume~­
( 1 fue indicado por el Inca Garcilaso de la Vega, al describir a sus ante· taba el elemento mestizo de la población, se hacía menos fácil esta·
pasados maternos adoradores del sol como los precursores del Perú blecer quién era español y quién no lo era. La creciente obsesión con
( ~ cristiano al que los espaiioles habían aportado el inestimable conoci· la denominación }'la diferenciación de castas era en sí misma un in·
{ ! ~ miento del único Dios verdadero. No obstante, en 1671 Perú consi· tento fútil y desesperado por preservar distinciones que ya se estaban
guió su propia patro11a (el primer santo nacido en las Indias) con la haciendo borrosas. Al mismo tiempo, mientra'i nuevas generaciones
{ ' canonización de Isabel Flores de Oliva como santa Rosa de Lima, de criollos co11tinuaban insistiendo, con mayor estridencia si cabe, en
{ proclamada por el papa Clemente X como ccpatrona universal y prin· su identidad cspailola511 , sus estilos de vida estaban cesando de pare-
( cipal de tocia la América y dominios de España» 48 • cerse en muchos aspectos a los de sus primos metropolitanos 51 • No es
Existían obvios problemas, no obstante, para las élites criollas res· del todo sorprendente quP los peninsulares recién llegados tuvieran
( pecto a la incorporación de las sociedades indígenas en su percepción tendencia a mirar por encima del hombro a los criollos como si hu-
( de patria. En Ja concepción corporativa de la monarquía, la «repúbli· bieran degenerado en el medio americano y se hubieran con.tamina·
( ca de los indios» podía reivindicar su propio espacio distintivo, tan do de las características indeseables de Ja población indígena entre
legítimo como el de la «república de los cspatioles>>. Sin embargo, la que transcurrían sus vidas.
{ para los criollos que se enorgullecían de ser espaii.olcs, los orígenes y El res··1ltado del constante desprecio por parte de los españoles
{ la inferioridad natural de los indios constituía una barrera insupera· metropolitanos iba a refon~ar no sólo la insistencia de los criollos en
ble para su inclusión dentro de la patria. Por consiguiente, en su de- su abolengo ibérico, sino también su deseo ele identificación con el
( terminación de guardar las distancias con sus poblaciones indígenas, mundo americano que habían hecho propio. Si todavía no eran «ame·
( los criollos se vieron obligados a desarrolJar su propia forma distinti- iicanos». aJ menos se estaban transfonnando en "espailoles americanos»,
( va de patriotismo, más jerárquica y 1mís exclusivista que su equivalen· un término que utilizarían para sí mismos a finales del siglo xvm:•2•
te en la Espai1a metropolitana. Con es1.e paulatino proceso de transformación se prodttjo una aper-
{ Las condiciones locales de las Indias, sin embargo, estaban cam· lllra hacia el mundo anterior a la conquista, que ya se estaba alejando
( biando,. y así también las ideas de los crioJJos sobre sí mismos. Como con rapidez hacia el pasado remoto. Si bien los indios vivos permane·
espat1oles que ya no eran del todo espailoles pero que estaban resuel· cían en les márgenes de la patria, el camino estaba abierto al menos
{
(
47 Francisco de la l\faza, El guodrzltt/mnirnw 111rxir.m10, México, Fondo de Cult~1·;.~
-1!1 Véase.Jorge Cafüzarcs-Esguerra, «New World, New Stars: Patriotic Astrology
{ Económica, 195~;.J;.lC'JllCl' 1..-.fayc, Qur.tznlr.ñrzJI el Gumlnlu/'f'. /...n fnrmntiou dr In rnn.tr.iti1'· and the hm·11tio11 oí Jnclié111 tlnd Crcole Bodies in Colo11i<1I Spanish America, 1600-
ce 11atimuzl.e flll Mr.xique, París, Gallima1·d, 1H74 [ Qur.tzrzlr.ñfltl :v Guntlabt/u~. abümn dr. r.on'- 1650,,, Amrrim11 lliJtoricnl Rroir.w, 104 (199~J), pp. 329-349, reimpreso en su Naturr.,
t rt>ptns. f.o Jornwr.itín tlr. 111 r.nndrncin mu:innnl m Méxiro, trad. Guadalupe Ida Vi tale.y Em/Jim ª"'' .Vntúm: l:.:Yjllomtimu nJ tl11i /ílflnry o/ Sd,.nr.c in thr. /11erian World, Stanford
Fulgcndo Ll>pcz Vidartc, ~léxico, Fondo de Cultura Económica, 1977, rcimpr. 2002]; (California). Stanf<>rcl Uni\•crsity Press, 2006: David Brarling, '/'he 01igins of Mt>Xic1m
{ David Brading, Mt!xicnn Plwr.nix: Our Lflrl)' t~f r.umlrz/u/Jr, /m11¡!,1? mul Trnditimi flrmu "¡.¡;,~ Natimuúi.m1, •:a111b1 iclge-, Cambtidgc Unive1rsity Press, 1n8!i [Los origtme.s del nacionofümo
( Cent1111e.s, Camhridge, Cambridge Univcrsi1y Press, 2001 [L11 Vfrg-tm dr. G1wdnluj1r.. /mn'- mexicmw, tr.:d. Solcrlacl Loacza Grave, México, Era, 1980], y TlieFirst1hneriw [Orbe
geu y tradir.Mn, trad. Aura Lt'\'}' y Aurclio Major, México, Tmm1l', 2002). Indiano]; y v~ase m;ís ab~jo, cap. 10.
{ 48 Carlos Daniel Valcárcel, .. concepto de la historia en los Comeutario.t 1"Crz/Jt.sy r.n · 50 Lavallé, Lns prome.rn.r mnbiguns, p. 21.
51
la HiJtmin (~11r.ml d.rl l'r.ni", Nue.uns E.flmlio.t snbrr. rl hzm Garr.i/aso dr. llz ~ga. Lima, Cen~ Véase Solangc Albcrrn, ú.s l-:Spag110/s d1ms le Mt>xi1¡11er.olonial. Hi.stoire d'une acrul-
l tro de Estudios Histórico-Militares del Pcní, 1955, pp. 123-13ñ; Bracling, 1ñr.FiTSt turation, París, Armanct Colin1 l 9!12 [Del grzclw/n'n <1l crio/ln. O de cómo los e.spmioles tle
Ammir.a [ Orbr. Indiano], c;tp. 12. Sobre san ter Rosa de Lima, véase Ramón Mi'úica Pirii- México dr.jnnm tú sedn, México, El Colegio de México, 1992]. ·
{ lla, Ro.ta limen.si.t. iWiflir.n, /10/itim r. ir:nnngrnfín m tomn a la /mtmna de Auumr.n., 2•·ed., 52
Guillermo Cé11pedcs del ·castillo, Amhica hlrpii11ica, .J492-1898, Barceloné\.
México, Fondo ele Cultura Económita, 2005. ·: ~·, 1 1 Labor, 1983, p. 40 l.
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EsrM.IA, EuKOl'A V EL MUNUO UE UL1'1<1UIA¡t . 'lb:V \' PATKIA F.N El. MUNDO lllSP..\NIC:O
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para la ~ncorporación retrospectiva en ella de.los que estaba1~ mu~.rtos politana. El advenimiento de los Barbones y la imposición de los de- l
y no suponían i~fogún peligro. Para indignfición del virrey Pal~fox,
en el siglo XVII la.ciudad de México, volviendo sps,espaldas al escudo
de armas concedido por Carlos V, comenzó a ~domar sus edificios cap
uno que exhibía el águila y la serpiente de'los mexica 53 • En 1680 Si-
cretos de Nueva Planta en la corona de Aragón marcaron con
comundencia, tanto en la teoría como en la práctica, el fin en la pe-
nínsula Ibérica de la monarquía compuesta que la nueva dinastía
había heredado de la Casa de Ausu·ia. Aunque Navarra y las provincias
,
._}

}
güenza y Góngora proyectó su famoso arco triunfal para la entraqa del vascas conservaran todavía sus fueros e instituciones tradicionales, la
nuevo virrey, eón sus estatuas de los doce emperadores mexica desde victoria de Felipe V sobre la Corona de Aragón se11aló "d triunfo de )
la fundación de Tenochtitlán en 132754 • En el Perú de finales del si- la Espaf1a vertical sobre la España horizontal de los Austrias» 57 • La )
glo XVII y del siglo XVIII, las fiestas en que los incas eran representados nueva Espa11a metropolitana, una «Espafta vertical», iba a ser, o al
con todo su traje ceremonial ayudaban a alimentar las visiones de.una menos tal era el propósito, un estado uniforme y centralizado, donde )
utopía andina entre criollos, mestizos e indios por igual5s. · no hubiera barreras institucionales, legales o eclesiásticas para el ejer- · )
Hacia el siglo XVIII, por lo tanto, las patrias c1iollas de Nueva Espaila cicio de la voluntad soberana del rey y donde la lealt.ad a las patrias
)
y el Pení habían adquirido pasados idealizados o legendarios que les individuales iba a estar encajada dentro de la lealtad inclt1siva a Espa-
otorgaban una réspetabilidad comparable, al menos.a sus propios iia como estado-nación. )
ojos, a la de las patrias de los dominios europeos del rey ele Espatia. Tarde o temprano esta nueva concepción de la monarquía tenía )
Las divisiones étnicas podían hacer estas patrias Lodavía 1mis frágiles que crnzar el Atl;:\ntico. Existían demasiadas fuerzas, a ambos lados del
que las de los territorios europeos, donde las agudas divisiones socia- océano, oriemaclas hacia el cambio. Impresionados por los beneficios )
les subvertían a menudo el ideal de comunidad, pero las sociedades que los imperios ultramarinos de Gran Bretafta y la República Holan-
que se estaban formando en la América española habían alcanzado desa habían proporcionado a sus respectivas metrópolis, los ministros
'J
un sentimiento de identidad colectiva suficiente para proporcionar un y funcionarios de Madrid no abrigaban dudas sobre la validez de los J
foco potencial de lealtad alternativa en momentos en que se hacía ·::t' argumentos de José del Campillo en favor de lo que llamaba un «ntte- }
tirante la relación entre el rey y los súbditos. Tal tensión iba a agudi- \~ vo método» de gobierno de las Indias •e para que tan rica posesión nos
zarse en la segunda mitad del siglo XVIII con la imposición por parte dé vent&-tjas»~ti. Es señal de su cambio de acritud que los ministros co- )
de Madrid de un sistemático programa de reformas. menzaran a usar bi:tjo Caí-los III, al menos entre ellos mismos, la palabra }
El drama representado en las Indias a finales cid siglo XVIII, un dra-
. cccolonias'' para lo que hasta entonces había sido conocido como los
}
ma cuyo clímax fue la crisis de los primeros años de 1780 con la insu- «reinos» ele lndias5!1. La misma terminología indica en qué medida la
rrección de los comuneros de Nueva Granada y la rebelión de Túpac burocracia de 1vladiid había vuelto sus espaldas a las fonnas de pensar )
Arnaru en el Pení56, puede ser contemplado como una versión ame- asociadas con la monarquía compuesta de los Austrias. )
ricana diferida del que ya se había escenificado en la España metro- No era sólo cuestión de hacer las Indias más provechosas a la Es-
pai1a metropolitana. Con la rápida escalada en los gastos de defensa )
para los territorios ultramarinos, los argumentos en favor de una re- )
ss Enrique Florescano, La bandera me~"Írn1ia. Breve historia de su fumiw:iú11 .r simbolis- forma fiscal radical en los virreinatos americanos se estaban haciendo
mo, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 48. · J
S4 Cárlos de Sigüenz.a y Góngora, TlieattV de virtudes políticas (México, 11380), en
}

'
sus Obras históricas, ed.José Rojas Carcidueñas, México, Porrúa, 1983, pp. 2~5-3ól.
55 Karine Perissat, ccLos inc11s representados (Lima -siglo XVIII): ¿supervivencia.o 57 Según la terminología acufiacla por Ricardo Cm·cía C<írcel, Felipe Vy los l!spmio-
renacimiento?•, Revista de lnditis, 60 (2000), pp. 62~49. Sobre la utopía amlina, Al- ks. Una visión pi:tifétim delprobii.'111a de España, Barcelona, Plaza &Janés, 2002, p. 114.
\
berto Flores.Galindo, Buscando un inca. Identidad y utopía en los Andes, Lima, Horizon- . 58 .José del Campillo y Cossío, Nuevo sistema de gobiemo económico para la ;l.111érica, ( j
te, 1988, cap. l. ed. ~lanuelBallestt::ros Gaibrois, Ovieaó, Cn.ipo Editorial-Asturiano, 1993, p. 63.
56 So~re la crisls de la década de 1780, véase J. H. Elliott, E111pires o/ tlw Atlantic 59 Guillenno Céspedes cid Castillo, Ensayos sobre los m1ios crutella11os de IHclias, Ma·

World: Britt1in ª>td Spt;iin in Amn'ica, i4!;2·1830, New Haven (Connccticut) y Londres, drid, Academia dt' la Historia, 1999, p. 300; Antonio Almino, •Some Reflections on ' j
Vale Universicy l>ress, 2006, pp. 35~~368 [Imperios de! mu~do atlántico: España y Gmn Brt- · Spanish Amelican Constitutional and Political History.. , lti11emrio, 19 ( 1995), pp. 26- ~ j
tmia en América (1492-1830), trad. Marta Balcells, Mad1id, Taums, 2006, pp. [116-536)'. . 43, en p. 37.
4 1
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f ~ Rt:Y ,. l't\ nuA t:N t:I. ~ll:N111J 111sr.\l.;11.11

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librio entre re~· y patria. En ausencia de un rey, el poder volvió al
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abrumadores. Sin embargo, era difícil ver cómo una reforma profun-
( da podría ser introducida eficazmente en sociedades que en la prác- pueblo y las juntas formadas en el Nuevo Mundo se vieron a sí mismas
( tica habían caído en manos de las élites criollas. Estas élites habían como igua1es a la ce nación» española en su lucha contra los franceses6:l,
sacado partido de la debilidad de la corona en el siglo XVII }'a princi- Los diputados americanos en las Cortes d<' Cácliz no llegaron a la
{
pios del X\'111 para comprar p11cstos.i11diciales y administrativos. Ha- Península con aspiraciones de independencia, sino cori esperanzas
f bían logrado adcmfü; esrahlcccr una complicidad con los agentes del en la restauraC'i1)n de una mcmarquía compuesta en que los reinos de
gobierno que actuaba en beneficio mutuo. El resultado ele su acuerdo las Indias fueran miembros plenos e iguales. Sus esperanzas se iban a
f tácito era gue los oficiales reales, en lugar de ser agentes y ~jecut.ores \'er amargamente defraudadas. Los liberales resultaron ser los here-
{ eficaces del gobierno c:cn tral, tendían a adoptar el papel de interme- deros no de la .. Espairn horizontal» de la Casa ele Austria, sino de la
~ diarios ei1tre las élites y Madl"id 1i4 1• "Espaiia vertic<1l» de los burócratas dieciochescos, y los criollos des-
Como correspondía a los últimos graneles supervivientes de lamo- cubrieron para "ll desilusión que estaban destinados a ser los súbditos
{
narquía compuesta de los Austrias, los reinos de las Indias respondían coloniales de u11 estado-nación español 1i1.
{ a la decisión de los Borbones de poner en orden su casa americana En tales circt mstancias, no es extraño que las élites de las Indias se
({ echando mano de las armas defensivas tradicionalmente empleadas volvieran hacia d rcpublican ismo, un republicanismo que yuxtaponía
en los reinos y provincias de la monarquía compuesta cuando se veían en una combinación incómoda el patriotismo criollo que se había
( atacados. De forma instintiva las éJites criollas buscaron un contra- desarrollado en el curso de los tres siglos precedentes y el republica-
( peso a Madi-id en la patria, una entidad que era ahora mucho más rica nismo virtuoso~' clasicista de la Francia y las colonias británicas de
emocional y conceptualmente que cien mios antes. Su respuesta es- Norteamérica de finales del siglo xvm, con su rechazo de los derechos
(
taba caracterizada además por un creciente resentimiento hacia la históricos en nombre de la libertad y los derechos naturales del hom-
( madre patria que empt!jaba cada vez 1mis a las élites a afirmar el com- bre'':". Ent1'e 1810 y 1830 el republicanismo iba a triunfar sobre la
( ponente americano de s11 identidad dualm. Con todo, su lealta<l hacia monarquía, y 1'1s patrias criollas se iban a embarcar en un proceso
el monarca permanecía intacta. La devoción a la patria era todavía lento y vacilan te de transfonnación en estados-nación. La monarquía

'
{
(
compatible, como en tantas revueltas de la monarquía compuesta de
los Ausufas, con la fidelidad al ideal de la monarquía universal firme-
mente fundamentada en la realeza natural y contractual. En este caso,
¡ .. espaiiola, en cuanto monarquía universal, había expirado finalmen-
te, víctima de lo~ ataques combinados del racionalismo, el liheralismo
y el nacionalismo de nuevo cuño; en cuanto monarquía compuesta,
y por tHtima vez, su fe estaba justificada. A los movimientos de protes- lambién había tocado a su fin. Habrían ele transcurrir casi dos siglos
{ ta y rebelión de las décadas de 1770 y 1780 se les puso fin con el tipo antes de que la Constitución de 1978 para la nueva España democrá-
{ de concesiones mutuas que tan a menudo habfon salvado en el borde tica lograra su restauración.
del abismo a la monarquía cspai'lola en los días en que estaba gober-
(
nada por la Casa de Austria62 • ·1
G:l McFarl;me, .. Jclenlity. Enlightenmcnt and Polirical Disscnr .. , p. 329. Véase ntiis
( Fueron, naturalmente, los acontecimientos de 1808 y la crisis cons7 alntio, pp. 2R~ 290.
( titucional que provocaron lo que rompió fatalmente el delicado equil tH Timoth)' Anna, S/mi11 mul llie l.ou of Amerim, Lincoln (Nebraska), University of
Nebraska Prcss, 19~:\ [Es/miia y lrt mdejumdeucia dr. ¡\ mérfra, trad. Mercedes e Ismael
t tío Véase Horst Pictsrhmann, .. ¡\ctores localci; y c·I poder n·nrrnl. La herencia co-
Pizarro, ~léxico, Fondo ele Cultura I~conómica, 1986), p. íl4.
r,,,I\ David Braclin~~ ... El patriotismo criol)(l y la naci1)11 mexicana», en David A. Bra-
l lon ial }'el cai;o de f\.f éxico,,, Rrlarinm!.t, 73 ( J 998), pp. 51-t't-l. cling r.l fil., Cinm 111imdas lniffínirm n In historia de llltí.'\:irn, lra<I. Laura Emilia Pacheco )'
i;i Anthony McFarlanc, .. 1clcntity, Enlightcnmenl and Political Disscnt in Laté Jordi Doce, M.éxico. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2000, p. 9H; An-
t Colonial Spanish Amerirn ... ·frnn.wr.tiom of tlie H.o_wzl Historiral Socir.ty, o• serir:,'VJII thony Pagden, S/mni\/1 !111p1•rinlitm rmd tlie Politiral b11a¡{brfltüm: Stttdies in Eumptmi a11d
(1998). pp. 309-335. Véase cs¡wdahncnrc p. 320. .' ''"' S/mnifli-Auwrit'a11 Soriul m1d Politiml 171t'l11)', 1513-1830, Ncw Haven (Conncclicut) y
l 12
; John l.erldy Phelan. 71M Pmplr. rmrl thr. K;ng: 111r C:nmunr.m Umml111;,m h1 Ci1lnm~ Londres, Yale Uni.'·c·rsil}' Prcss, J 990 [El impelinliww r.s/Jmiol v la imagi11acirí11 polílir.a.
( bia, l 7HJ, Madison (Wisconsin). University ofWisconi;in Prcss, 1978, pp. 239-240·'[1~ E\ludios sobrr.11•·1ría .mrial y /mlílicn cumpea e ltis/Jfmoam.c1icmw ( J.5 /J-183?), fraci. Soledad
/1111•hlo)' rl rry•. /,a rnm/11r.irín mm1111rm r.n Colombia ( l 781 ), trad. Hcrnando Vetlcncia Gdel~ Silió, Barcelona, Pla11eta, IHfll ], cap. G ( .. Thc Encl of Empire: Simón Bolívar ancl the
l kcl, Bogotá, C;irloi; Valc·nda, 1!181 J. · · r:t l.ihernl Rcp111Jlic•) l ·· l~I Cinal ch•I imperio: Simdn Bolí\...tr ~·la reptihlica liber.il• ).

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.CAPÍTULO X l
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MUNDOS PARECIDOS, MUNDOS DISTINTOS
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U na tensión continua ha caracterizado Ja relación entre Eu~opa y


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América: la tensión entre la presunción de la semejanza y el recono7' \. }
cimiento de la diferencia. Por una parte, los europeos han concebido ;,. 1)
en el curso de los siglos el que bautizaron como «Nuevo Mundo»
como una prolongación del suyo propio. En consecuencia, los pro- 1)
cesos por los que imaginaron, colonizaron y organizaron este mundo 1}
americano se desarrollaron a partir dd supuesto de que debía, y po-
}
día, obedecer a los modelos y expectativas europeos. Si en un princi-
pio, como argumentabajohn Locke, «todo d mundo era América», ~:}
no existía ninguna razón por la que la propia América no hubiera de
transformarse a imagen de Europa mediante las técnicas y los recursos
e)
superiores y el trabajo duro de los que procedían de ésta. Por otra
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\.
)
parte, ya desde los primeros días había una incómoda conciencia de ( }
que América no era exactamente otra Europa, ni siquiera una Europa
en potencia, de que era en cierto modo, y por alguna razón, diferen- ~ }
Lc. En olras palabras: que América era, y seguramente iba a seguir )
siendo, América.
¿Cómo reaccionaron los espaiioles ante la incipiente y frecuente-
)
mente molesta toma de conciencia de que América era diferente, en )
tanto que pioneros de su conquista y colonizacióÍ1? ¿Cóino explicaban
}
la diferencia y qué trataron de hacer al respecto? ¿Y cuáles fueron las
implicaciones de su respuesta para el desarrollo tanto ele las relacio- " J
..i. nes de Espai1a con las Indias como de Ja sociedad colonial americana? \ j
. . . ,!. Éstas son cuestiones muy amplias yhan sido abordadas con frecuencia,
.
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,, de una fonna u otra, desde diversos ángulos. A pesar de ello, en nuestra ' J
actual fase de conocimiento se pueden dar argumentos a favor ele • J
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intentar proseguir coil el asunto de la semejanza supuesta y de la dife-
rencia percibida (o no) durante los tres siglos de la dominación espa-
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f f.~l',\~A. Et11m1•,, Y t:1. ~1l1Noo nt: 1.11:r1tAMAK MUNllOS l'ARt:<:ll>OS, MUNDOS DISTINTOS

@: que el más con\'e11iente nombre para esta dicha tierra era llamarse la
ilola. Se trnta de un tema que reaparece constantemente, si bien ma-
f nifestándose con diferentes variaciones, durante toda la épuca Nueva España del mar Océano» 2 • Resulta también llamativo que, re-
( colonial: se inicia con el reconocimiento y la subyugación ele las nue- curriendo de nuevo a la experiencia de su tierra ~atal, describa los
vas tierras y sus gentes, después vuelve a emerger a medida que se va templos de México como ((mezquitas», tal como losjerónimos que

"
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(
estableciendo la sociedad colonial, y finalmente acaba con recrimi-
nación y malentendidos mutuos que tendrían consecuencias revolu-
cionarias tanto para Espmia como para América.
gobernaban La Española habían descrito en 1517 a los indios como
"estos nloros»3.
Sin embargo, los indios no eran «moros». Ni eran, como Colón
En mi libro El viP;jn y d nzuruo mwulo intenté trazar el proceso por el había se1i.alado en su primer viaje, •<negros como en Guinea» 4• Del
~ que los europeos procuraron comprender y asimilar en su conciencia mismo modo, no había hallado «hombres mostrudos» y, al no poder
( los pais<~jes y las gentes ele lo que era, segün su perspectiva, una región hacerlo, había abierto el camino para que fueran asumidos por los
desconocida de la Ticrra 1• Mi argumento consistía básicamente en europeos como parte de la humanidad. Aunque la aceptación no fue
( inmediata, y sólo recibiría el sello de la autoridad con la declaración
que los europeos, como todos los que se enfrentan a lo desacostum-
( brado, lo hicieron forzosamente mediante los principios de organi- de Pablo III en Sublimis Deusen 1537 de que celos indios eran verda-
zación que habían dado forma a sus propios mundos mentales. Esto deramente hombres», la causa a favor de su racionalidad se vio refor-
(
significa pasar lugares y pueblos extrai1os a través de una especie de zada en gran medida por el descubrimiento de las civiljzaciones de
{ molde conceptual, de modo que puedan ser encajados en categorías México y Perú. No obstante, Gonzalo Fernández de Oviedo, cuya
( preexistentes sin afectar ni a la forma ni a la estructura del mismo experiencia se hallaba limitada al área caribeña, no dudaba en clasi-
molde. La estructura del molde conceptual de los europeos de finales ficar incluso a los indios de La Española (a quienes había observado
( del siglo xv y del XVI había sido determinada por la yuxtaposición e de cerca) como seres humanos racionales y los describía de nuevo
{ interacción de la tradición judeocristiana y la herencia de la antigüe- tomando las normas europeas como referencia: «la gente de esta isla
( dad grecolatina. Al poner los ojos por primera vez en el Nuevo ivlun- es de estatura menor que la ele España comúnmente, y de color loros
clo de América, Colón y sus sucesores inmediatos lo vieron sobre la claros [ ... ].Tienen las frentes anchas y los cabellos negros y muy lla-
( base de las expectativas derivadas de imágenes bíblicas y clásicas, am- nos, y ninguna harba ni pelos en ninguna parte de la persona» 5• En
( plificada por un caudal de información (y desinformación) geográ- lo que se refería a sus capacidades mentales, existían-desde el pun-
fica y etnológica procedente de los relatos de viajes y el conocimiento to de vista de Ovieclo- diversos grados de racionalidad, pero en
(
de primera mano -a veces próximo, a veces distante- de aquellos cualquier caso estos pueblos de las Indias eran miembros de la raza
( pueblos de fuera ele Europa y la cristiandad que hasta entonces se humana.
( habían situado en su órbita. " Según Oviedo, el medio americano era nuevo y extraño, pero los
El resultado inevitable de este proceso de situar lo desconocido pueblos que lo habit~ban podían identificarse como humanos y,
( dentro de la gama de lo conocido fue borrar diferencias y encontrar en consecuencia, también resultaban comparables a los del resto del
( scm~janzas donde no existían apenas o en absoluto. Un ejemplo clá~ mundo. La misma insistencia en la novedad del medio natural de las
sico de este proceso se puede hallar al final de la segunda carta-rela:. Indias y, en co1Hraste, la humanidad fundamental de sus habitantes
ti ci<ln de I-lern;1n Cortés desde México, en la que escribe: "Por lo qué
( yo he visto y comprendido cerca de la similitud que toda esta tierra ,
t( tiene a Esparia, así en la fertilidad como en la grandeza y fríos que en 2 Hcm;ín Cortt;s, Carla.~ 1· dnwmrnlns, ed. l\faril1 Hcrminclez Sánchez-Barba, Méxi-
ella hace, y en otras muchas cosas que la equiparan a ella, me pareció co, Pornía, 1%3, p. 1J.t. ·
t :\ Envin Waltcr l'alm, Lns monumentos arquilectóu;rn.f de l.riEfjJmiola, 2 vols., Ciudad
( !I
·"
•F
Tnyillo, Sdx y Barral, 1955, \•ol. l, p. 18.
.
4
Cristríbal Col1in, Tc.tlns y·rio01111umtos com/Jletos, ecl. Coni;uelo Varela, MadritJ,
1 .John H. Ellinu, T/11' Old World mul tltr. Nr.rv, Cambridge, Cambridge Univcrsilj Alianza, 1992 (2ª c<l.), p. 224 (carta a Luis de Santángcl, 15 de febrero de 1493).
( Prci;s, 19i0, reimpr. 19!12 ; J~l 11irjo .l' cl uwn•o .mundn, 1492·1650, trad. Rafüd S;\nch<i~ 5
Gonzalo Fermindez Oviedo, Sm11ario dr. la nfltuml lli.floria de las lnditu, ed . .Jo~é

'
Mantero, Madrid, Alianz;i, 1!li2, rdmpr. 2000]. Mi rancla, Mc;xko, Fondo ele Cultura Económica, l 950, p. !l I.

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Esl'AÑA, EltKOI'.-' \'El. MUNDO DE ULTRAMAR


t\lllNnos rAJU:CIDOS, MUNDOS UIS'llr-tl'US
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)
indígenas se repite en Francisco López de Gómara, quien,-a dife-
renda de Óviedo- no tenía experiencia d~ primera mano sobre el
en una fase temprana del descubrimiento y la colonización que per- l
mitiera llegar a comprender el carácter nuevo y distinto de América. }
Nuevo Mundo, pero había aprendido mucho acerca ele él a través de Incluso lo auténticamente nuevo podía verse desprovisto de mucha ele

'
su estrecha relación con Hernán Cortés. En la dedicatoria a Carlos V su punzante novedad con el hallazgo de algún punto de referencia
de la primera parte de la Historia general de lbs Indias (1552), Gómara denu·o de la herencia ctistiana y clásica de Europa11, así como la rhisma di-
afirma que se justifica por sí mismo q~1e el Nuevo Mundo sea califica-
)
versidad podía ser presentada como rasgo integrante del gran plan
do como tal «por ser todas sus cosas diferentísimas de las del nuestro. divino. Un buen ejemplo de la incapacidad para ponerse a la aln1ra del )
Los animales en general, aunque son pocos en especie, son de otra reto planteado por el carácter distintivo de América se halla en la obra )
manera; los peces del agua, las aves del aire, los árboles, frutas, yerbas escrita hacia 1570 por Tomás López Medel De los tres elnnmtos. Tratado
y gra11o de la tierra, que no es pequeña consideración del Creador, )
sobre la naturnll'Z.a y el hombre del nuevo mund<P.
siendo los elementos una misma cosa allá y acá». «Empero-prosi- Humanista en ciert~ medida, López Medel se había educado en la )
gue-los hombres son como nosotros, fuera del color; que ele otra U niversidacl de Sevilla antes de pasar a Alcalá de Henares para estudiar
manera bestias y monstruos serían, y no vendrían como vienen, de )
derecho canónico. Estuvo en las Indias de 1550 a 1562, sin1endo como
Adán» 6• oidor primero en la Audiencia de los Confines de Guatemala y después .. )
El principio cristiano fundamental de la singularidad de la Crea- en la del Nuevo Reino de Granada en Santa Fe de Bogotá. Su tratado ' )
ción y el linaje común de la raza humana quedaba así preservado. Sin De los tres elementos, que no apareció impreso hasta una fecha tan tardía
embargo, habría sid~ más dificil de mantener si la civilización euro- como 1990, es una descripción del Nuevo Mundo americano, al que )
pea no hubiera absorbido ya el concepto de una divm;idacl esencial se aproxima con cierto candor, como puede esperarse del título, por )
dentro de un marco general de unidad. Enfren taclo a la novedad de medio del aire, el agua y la tierra (esta última incluye sus habitances).
las extrañas fauna y flora americanas, Gómara podía recurrir en úhi- López .Meclel se encuentra claramente fascinado por la diferencia de
}
mo término a la admiración ante la variedad y fertilidad infinitas ele América, sobre la que hace frecuentes comentarios, pero se demuestra }
la Creación divina. Oviedo reaccionaba de modo semejante: "Quan- del t.oclo incapaz de hallar explicaciones para ella. Al hablar, por ejem-
to son más varias y diferentes -escribía- tanto es más hermosa la }
plo, rlt' la ausencia de trigo en América antes de la llegada de los espa-
natura,,~. Las diferencias fisicas y culturales más evidentes e inmedia- rioles, escribe «que en todo puso Naturaleza tanto discrimen entre el \. )
tas entre los pueblos de América y los del resto dd mundo conocido mundo de acá)' aquél que no sir~ aclmir~ción lo considera un enten-
suscitaban una respuesta comparable. Los orígeues de la diversidad \.. )
dimiemo discurriendo por ello». De manera parecida, cuando trata
humana podían remontarse al arca de Noé y la torre de Babel. Todo
esto hacía más fácil a los observadores europeos de América asumir
de la inexistencia en las Indias de tan tos animales -caballos, elefantes, " }
camellos- que se encontraban en los demás continentes, no puede )
la existencia de diferencias significativas entre los pueblos de la Tierra
respecto a apariencia y costumbres, y también ayudaba a amortiguar
el impacto de la novedad de este extra11o Nuevo Mundo.
hallar ninguna explicación, aparte de que quizá la Naturaleza se esta-
ba conteniendo para que pudieran ser introducidos allí todos a la vez
a cont.i11uación de la llegada de los europeosw.
~. '
)
Así pues, tanto la naturaleza como el hombre americanos se intro- En lo que respecta al medio ambiente, sólo' quizá con José ele Acos-
ducían en un molde mental europeo preexisteme quizá con una fa- ta, ya muy a finales del siglo xvr, se encuentra un intento profundo y
~ )
cilidad excesiva como para provocar un esfuerzo intelectual profundo sistemático ele aprehender la extra11eza del mundo americano. Oviedo, .. j

6
Frantisco López de Gomara, Pri111era y segunda parte di~ la historia ge11,.raL de las
Indias, Bibliotec~~ de Autores Españoles, 22, Madrid, Rivadencyra, 1858, p. 156.
7 Citado en /\Juonello Gerbi, La natura. dellt Indie Nove. Da Cristo/oro Colombo a
'.
__
11
\'é¡ise Michad T. Ryan, ·Assimilating New Worlds in the Six_teenrh and Sc:_ve11-
teemh Ccnturics .. , CumpamiiveSit~dieJ;hiSucietyandHistury, 23 (1981), pp. 519-538, en
p.524. . .
1;
'oe '1 j
¡·
Gomalo FemándeJ cte Oviedo, Milán y Napoles, Ricciardi, 1975 [La naturaleza de las Jn- 9
Tomás López Medcl, De los tm e/emenios. Tratado sobre la naturalez.a y el /wmbre <lel
<lias nuevas. De Cri~t6bal Colón a Gonzalo Fernán~ez. de Oviedo, tra~. Antonio Alatorre, F • j
nuevo mmuln, ecl. Berta Ares Queija, Mad1id, Alianza, 1990. '!
JO /bid., J>J>· 155 }' J 38. ·l
México, Fondo de Cultura Económica, 1978], p. 270. f
:11 t ,
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( ' E.'il'AÑA, EUKOl'A y El. MllNllll DE Ut.TRMIAK Mrnmos l'ARf.ClllOS, MlfNl>OS OISTINTOS
(
aunque clai·amentc consciente de la «novedad» del Nuevo rvlundo 11 , nio, porque no todos somos de una misma naturaleza» 14 • Este signifi-
~ había sido esencialmente un observador y un cronista a la manera de cativo reconocimiento de que «no todos somos de una misma natu-
Plinio el Vi~jo, a menudo confundido por su incapacidad de compren- raleza» iba a _ser un arma de doble filo. Por un lado, podía dar pie
f (y de hecho lo hizo) a una investigación concienzuda por parte de los
der, pero que equiparaba lo conocido con lo desconocido siempre que
{ era posible. Acosta, por el contrario, se esforzaba tanto por compren- frailes sobre por qué algunos pueblos de las América5 parecían mej~r
f der como por explicar. A veces tenía una conciencia aguda de la dife- dispuestos que otros a aceptar 1a5 verdades del evangelio cristiano y
rencia entre América y Europa: «Tiene también cuasi cuanla tierra yo adaplarse a las normas cristianas de conducta, estimulándolos así a
~ he visto en Indias, vecindad de sierras altas por un cabo o por otro, y aunar el «ingenio» a la <<fuerza» en sus campa11as evangeliza<loras.
( algunas veces por todas partes. Tanto es esto, que muchas veces d~je Por olra parte, abría la posibilidad de trazar una tajante línea diviso-
( allá que deseaba verme en parte donde tocio el horizonte se tenninase ria, con los espaiioles y su descendencia a un lado, y al otro los pueblos
con el cielo y tierra tendida, como en España en mil campos se ve, pero indígenas que podían.agruparse indiscriminadamente bajo el nom-
( jamás me acuerdo haber visto en Indias tal vista ni en isla5 ni en tierra bre genérico de «indios» y considerarse en ciertos aspectos como
( firme, aunque anduve bien más ele setecientas leguas en largo» 12 • No deficientes por «naturaleza». Las doctrinas aristotélicas de la esclavi-
se encuentran aquí Jos parecidos superficiales entre Espaila y Nueva tud natural podían adoptarse entonces para justificar su tratamiento
(
Espar1a que Cortés descubre con tanta facilidad, y si Acosta halla algu- como pueblos inferiores.
l no busca una razón para él: «La licrra que más se parece a Espa1ia y a La asombrosa diversidad de los pueblos del Nuevo Mundo se había
( las clcnuís regiones de fa1ropa en tocias las Indias Occidentales es el hecho cvide11te desde el momento en que Cortés y_ sus seguidores
reino de Chile, el cual sale de la regla de esas otras tierras, por ser fue- habían puesto pie en Ja América continental. Resultó obvio para ellos
( gue los pueblos del Yucat<in y del valle de México ofrecían un grado
ra de la Tórrida y Trópico ele Capricornio su asiento» 1='.
{ La descripción y clasificación del medio natural americano era un de «policía» superior a cualesquiera otros que hubieran encontrarlo
{ reto intelectual para quienes, como Acosta, se preocupaban por las los españoles en el curso ele sus descubrimientos. Enfrentados a una
disparidades existentes entre lo que veían con sus prnpios C!ios y lo que variedad.de lenguas extraordinada, la primera generación de frailes
( les había enseilado la cosmografía tradicional. Con todo, carecía de la se encontró cara a cara con la diversidad esencial de los pueblos asig-
( urgencia y la inmediatez del desafío que constituía la naturaleza de los nados a su cuidado. Sus investigaciones históricas sobre las antiguac;
habitantes de estas nuevas tierras. Estas gentes representaban un pro- costumbres y tradiciones de sus rebaños sólo sirvieron para reforzar
{
blema práctico inmediato. Después de haber sido subyugados, tenían la percepción de la diversidad indígena. Esta percepción, a su vez, les
{ que ser convertidos y gobernados según formas que los debían adaptar ·~~.: animaría a clasificar los pueblos de las Américas según su nivel de
{ a h1s normas y expectativas europeas y cristianas. Pronto, en cuanto el barbarie o cfrilización. Las Casas, sin d~jar de argumentar obsesiva-
primer momento de entusiasmo hubo pasado, se hizo evidente que mcntc a favor de la humanidad y la racionalidad de todos los pueblos
( ello no era tan fácil como en un principio se había previsto. de las Amérirns, trazaba con cuidado distinciones entre ellos al inten-
( Ya en los primeros días de la colonización de La Espa1iola, fray tar definí!· el significado <ld término «bárbaro» 15 • En los últimos años
( Ramón Pané había observado que algunos de los habitantes indíge- del siglo 1 alcs <listinciones animarían a Acosta a proponer su escala
nas aceptaban la conversión al cristianismo con docilidad, mientras evolutiva ele h1 civi1ización 16.
( que otros no. Con éstos, escribía, ((hay necesidad de füerza y ele inge• Si bien la in hcrentc divcrsida<J de los pueblos de América sugería
~ a los observadores m~is sé11siblcs una diversidad en los modos de aproxi-

t 11 Anlholl)' P~1gdcn, 1~·11m/1ra11 fü1rmmtr1:f witli lile Ncw WnrúL:firmi Ur.no.iunnre tn

Rnmmtticimi. Ncw Ha\•cn ( Cormccticut) y Londres, Yalt- Univcr:>ity Prcss, 1993, p. 58.' 1-1 Frar Ramú11 Pan~. /Mncitíu nccrca dr /fl$ mitigiir.d"'lr..f de /o.f indios, ed . .José.Juan
t 12 José ele Acosla, /fütmin 11atumly 111oml dr. In.\ fodins, ccl. Eclmunclo O'Gon11a11; Arrom, México, Siglo XXI, 1974, p. 55.
15
{ 2• c-dn .. México r Buenos Aires, Fondo de Cultur:t Económica, 1%2, p. 126 (lih. 3, Fray Bartnlomé de las Casas, A/1olngrticn ltistoria sianaria, ed. Ednmnclo
cap. l!I). O'Gorm;in, 2 vols., México, Pprnia, 1967, ll, pp. ()~7-618.
( I:\ /bid .. pp. l~0-1:-\1 (lih. :~. r~1p. 22). lli Hi.~Lnl'in 11m1trfll)' 11111r11~ pp. 323-324 (lil>. 7, cáp. 3).

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EsJ'AÑA, EUROl'.o\ Y EL MUNDO t>E Ull'RML\R' l\lliNllU!> l'AJU.;c:mos, MUNDUS DISTINTOS
)
mación ~ellos a la luz de su~ respectivas.situaciones locales, h)s presio-. en una tute.la casi ind~finida para gentes que,· en el mejor de los casos, l
nes que emanaban tanto de la misma España .c.01~0 de las sociec.~ades eran poco más que niños.
}
coloniales _en desarrollo producían una fuerte tendencia hacia la re- Exactamente en el mismo momento, por tanto, en el que la mez-
i.. )
ducción de esta heterogénea población indígena a una unifonnidad cla progresiva de sangre indígena y española estaba creando una
al menos noml.nal. La misma empresa de crislianizarlos e inducirlqs a
adoptar las normas de conducta europeas rendía a empttjarlos ne~e­
sariamerÍte en una di.rección uniforme: Al mismo tiempo, los cambios
nueva raza de mestizos, las distinciones entre los descendientes de
espat)oles .y los clasificados como indios se ihan haciendo más este-
reotipadas y trazando de una manera más tajante. El propósito de
(
\
'
)
sociales y demográficos, la política laboral y fiscal de la corona, y Jas elevar a éstos a los niveles españoles de civilización era, según se llegó }
reacciones de los mismos pueblos indígenas a la draméhica transfor- a creer, un.a empresa condenada a.l fracaso. ¿Por qué, sin embargo,
mación de sus Vidas a medida que emigraban a las ciudades y entraban había de ser así? ¿Qué era lo que impedía a los indios transformarse
)
en la órbita de la comunidad colonia), tenían el efecto de boi-rar algu- l'l1 espaúoles? )
nas de las viejas distinciones y reforzar la imagen típica del indio. Uua explicación posible era lo sobrenatural. El diablo estaba al
)
A principios del siglo XVII el dominico fray Gregario García podía es- acecho en América y retenía a los indios en su servidumbre. Sin em-
cribir: ccQuien hubiera tratado los Indios del Pirú, y Nueva Espaúa, bargo, había evidentes diferencias tanto fisicas co~10 psicológicas en- )
hallará que reducidos a su natural y costumbres, todo es un Inclio» 17 • tre la población indígena y los espa1ioles y sus descendientes nacidos ~ )
Conforme avanzaba el siglo XVI, esta imagen se fue haciendo cada en América, que pedían-y recibían- una explicación «natural». L'l
'- )
vez más negativa en su evaluación del carácter indio y de sus perspec- diferencia más obviamente inmediata era sin duda el color de la piel,
tivas de mejoramiento. La evangelización no parecía haber ido 1mís cal como había seilalado Gómara. Aunque la negairud poseía una serie }
allá de la superficie demasiado a inenudo. Tal como el jesuita Barto- de connotaciones negativas en el pensamienco europeo del siglo XVI,
lomé Hernández escribió a juan de Ovando en 1572: ,,De los indios y en particular se había llegado a a'iociar esu·echamente a la maldición )
..
puede creer vs c~ 1que por la mayor parte se están como los moros bíblica de Cam, d color de los indios, descrito tanto por López Medel }
de Granada, y que los más a todos sólo "tienen el nombre de chaistiano como porjuan López ele Velasco como «ele membrillo cocho»:io, no
)
y las ceremonias exteriores, y que imetiom1ente no tienen concepto los condenaba de por sí a una condición de inferioridad namral.
de las cosas de nuestrá fe, y lo peor es que no tienen pía afecc.:ión a En realidad, para López Medel, «los que están apartados de los ~ )
ellas, sino que todo lo que hazen lo hazen cumplidos o por miedo que trópicos poco difieren de nosotros en el color. Y gentes y naciones hay .·. )
~
no les castiguen»•ª. Como resultado surgió un consenso creciente muchas harto blancas, y lo serían más, sino que aquellas gentes, todos
tanto entre los religiosos y los oficiales españoles como entre los crio- ellos y ellas desde su niñez hasta que mueren, se crían por aquellos ( )
llos (quienes tenían sus propias y buenas razones para minimizar la campos,,:1 1• En l:.~ medida en que su color era considerado como .el ( J
capacidad de la población indígena) en que, según ·palabras de Alon- resultado de la exposición a los rayos de un sol ardiente, apenas re-
so de la Vera Cruz, «incluso los más sobresalientes entre ellos si son presen taba un motivo para la discriminación. No todos, sin embargo, i. j
comparados con nuestros españoles se les encuentra deficientes en estaban satisfechos con la explicación tradicional de las diferencias ,. J
muchos aspectos»l 9 • Esto sugería que la respuesta ªI?ropiada consistía de color. Para Gómara, al tratar del color de los indios, «este color es
por naturaleza, no por desnudez como pensaban muchos». Dado que ' J
los pueblos que habitaban en las mismas latitudes eran de diferentes \ J
11 Gregario García, Origen de los iutlios del Nuevo Mundo e /11dias OcciclentaleJ, Valen- colores, «es opinión que va en los hombres, y no en la tierra>~. «Que (\. J
bien puede ser, aunque todos seamos nacidos de Adán y Eva», prose-

..
cia,_ 1607, p. lo9 (hay edición moderna, ecl. C. Baciero et al., Madrid, Consejo Supe-
rior de Investfgaciones Científicas, 2005). -- -, ·~ ,- . - · ·· • j
1•8 Anton¡ de Egaña, ..1..a visión humanística del indio americano en los primeros
0
Jesuitas peru<tnos (1568-1576)», Analer.la Gl'egorimia, 70 (191>4), pp. 291-306, en p. 302,
19 CitadQ cnj. H. Elli~tt, Sptiin and its World, 1500-1700,.New Have1.1 (Cc•nnecti- 20
)
López Mcdel, lJe los tres elemtmtos, p. 204;Juan López de Velasco, Geograjia :v
cut) ~Londres, 1989t pp. 52-53 [Espmia y su mundo ( 1500-1700), trad. Angd Rivero descripr:i1íll universal de las Indias, ed.Justo Zaragoza, Madrid, Fortanct, 1894, p. 27. )
Rodrtguez Y){avier Gil Pttjol, Madrid, Taurus, 2007, p. 81J. :.!I López Medd, /Je los tres elementos, p. 204.
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( ~ E.wAli:A, i::u1101•A ,·u. MuNuo 111:: ut.lll-\MAll MuNuos 1·.uu:cmos, Ml!Noos 111s111'rns

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guía, si bien veía en ello menos una causa de preocupación que un necesidad de introducir variables culturales con el fin de explicar las
( motivo para admirarse de la divina «omnipotencia y sabiduría en tan obvias diferencias entre las costumbres de los distintos pueblos que
f diversa variedad de colores que tienen los hombres» 22 • Una vez más vivían en similares condiciones climáticas. También era mitigado de
la aceptación ele la diversidad había acudido al rescate. vez en cuando por la ct~eenda de que el mismo cfüna podía.ser alte-
{
En el siglo X\1, al menos, era el cristianismo y la civilidad, antes que rado por intervención divina. Oviedo, por ejemplo, argumentaba que
( el color, lo que diferenciaba principalmente al español del indio a los el tiempo había mejorado y los huracanes habían ce.sado desde que
( ojos del primero. Al tratar de explicar por qué ostensiblemente la el Santísimo Sac·ramento había sido instalado en las iglesias y monas-
mayoría de los indios no lograba adaptarse a las normas espmiolas en terio~ de Santo Domingo en la isla de La Espaiiola26 • A pesar de todo,
{ ninguno de ambos aspectos, se recurría cada vez más, a medida que la t~oría, por más que rudimentaria, no dejaba de ser un arma a la
{ avanzaba el siglo XVI, a una teoría de carácter esencialmente detenni- espera de ser emputiada, y desde mediados del siglo XVI iba a tener
nista. Era la teoría clilmhica, según la esbozó Bodin en particular en cada vez mayor influencia al moldear los juicios de los españoles no
@'.
su Methodus adJncilem hüt01iamm cognitionem ( 1565) y que conoció una sólo sobre íos indios, sino también sobre el níunero creciente de co-
( amplia difusión a partir de finales del siglo XVI gracias a lac; Ri!lazioni lonos de origen español nacidos en las Indias.
{ universa.ti de Giovanni Botero, en extremo influyentes. Como <::iemplo de las consecuencias en potencia devastadoras de
La teoría del clima como explicación de la diversidad de la natu- la teoría climátka de cara a una evaluación negativa de l9s indios y su
{ raleza humana no era ciertamente nada nuevo 23 • Existía una vigorosa capacidad para el cristianismo y la civilidad, o «policía», se pueden
( tradición clásica y medieval que explicaba la diversidad humanaba- aducir las palabras escritas en 1569 a san Francisco de Borja por un
( sándose en las ideas de Hipócrates y Galeno sobre la interacción de jesuita, el padre Luis López. Éste era pesimista en cuanto a las pers-
constcfaciones, clima y temperamento. De esta tradición echaba pectivas de conversión auténtica, en parte debido a la conducta de los
{ mano Isabel la Católica cuando pronunció su famosa réplica a Colón
·.•'llt:
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mismos espatioles, quienes consideraban a los indios no hQmbres sino
1( . al ser informada de que las raíces de los árboles en la isla de La Espa- hestias, pero t..·m1bién debido a la inconst.:·mcia india: «gente facilísima
tiola no eran profundas: ((En esa tierra, donde los árboles no se arrai- de creer)' más fü.cil para volver atrás, inconstantísimos,"vicio que a
(·· gail, poca verdad y menos constancia habrá en los hombres>~ 21 • También lodos los que nacen en esta tierra es natural [ ... ].El cielo, de suyo, está
l' Las Casas recurría a la teoría ambiental, si bien como era previsible la en esta tierra influyendo cuatro vicios principalmente en todo género
interpretaba exactamente al revés que la reina, cuando argumentaba de gentes, que es sensualidad, avaricia, soberbia, y inestabilidad en
(
que la zona climática en la que estaba situada La Espaiiola la hacía un los que nacen en ella»2 7•
{ lugar ideal para el desarrollo de la mente humana y por tanto para la En lo que se refería a la fisiología de los indios, durante las siguien-
t( racionalidad de sus habitantes indígenas25 • tes décadas tal doctrina se petrificó en dogma. La humedad natural
El determinismo inherente a la teoría climática como explicación de las Indiéls, una parte del mundo que se percibía cada vez más como
t de la conducta humana se veía moderaclo en cierta medida por la dominada por constelaciones negativas 28 , había debilitado a los indios
(1 y los había convertido en flemáticos por temperamento. Esto a su vez
{' podía ser u1ilizaclo parajustificar sistemas de trabajo coercitivos.Juan
22
López de Gé11nara, Historia general de /nJ Indias, pp. 289-290. .. ¡ de Solórzano, por ejemplo, argumentaba en su influyente Política
( 23 Véase Marianj. Tooley, .. Bodin and Lhc Medic\'al Theory of Climalc», Specu~
lmn, 28 (1953), pp. 64-.<33. ·
{~ 2
" Gonzalo Fernándcz de Oviedo, Hi.flm1n gtmeml -'' natural de. las Indias, 5 vols.!
26
Biblioteca ele Autores Espatiolcs, 117-121, .Madrid, Atlas, 1959, 1, p. 91. Citado máS Fern;indez de Ü\icdo, Historingeneraly uatural, I, p. 147.
(· arriba, p. 212. 27
Citado ':n Egaña, •La visión humanística•, pp. 301-302.
2
( ~ Las Casas, Ajml.ogética lii.fltnifl sttmmin, I, p. 115 y ss.; Authony Pagden, '/11e Fall of 28
Por ~jemplo, para Acosta, según cita jorge Cañi7.arcs-Esguerra, ecNew World,
Nntuml Man: 11ie t\ mtrir.au bulirm mid tlit 011gi1u of Compnmtfoe Etlmolof!J', Cambridge; New Stars: Patriotic Astrology and the lnvention of Indian and Creole Bodies in O>-
l Cambridge Univcrsity Press, 1986 [Lo r.aídn del liom/J,-e natrmil. El indio mnmr.mio y los
orígenes de la r.t1wlo¡;a r.om/mmtfofl, trad. Belén Urrutia Domínguez, Madrid, Alianza~-
lonial Spanish America, 1600-1650», AmericanHi'itnricalReuir.w, 104 (1999), pp. 33.(18,
en p. 45, reimpreso c·n su Nalure, Em/1irl'! and Nation: Ex/1lomtinns ofl.M Hi.Jlory ófScitti<:e
(' 1988J, pp. 137-13~1. in tlie llmimr H'o1M, S1anforcl (California), Stanford Univcrsity Prcss, 2006, cap. 4.
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indianaqu'e «~~Legislador, que es atento, y pmqeQte, deb.e vatj~r sus tienen mucho aviso, a pocos años anclados de su llegada a esta tierra l
mandátos según las Regiones, a cuyo govierno los encamina'~· Éste se hacen otros; y esto pienso que lo hace el clima, o constelaciones de -)
era el motivo por el que .los gobernantes de los aztecas y ele losipcas, esca tierrn» 3 ~. Las palabras que esc1ibía en 1612 el dominico Juan de la
)
ante individuos que eran «flojos en gran manera>~, los movilizaron
para grandes obras públicas, y por esa misrlia causa resultaba razona-
ble que_ los españoles· e~igieran trab~jos forzados de ellos~. .
Puente confirmaban una actitud ya típica entre los espailoles penin-
sulares: «Inflüye el cielo de la América inconstancia, lascivia y ménti-
ra: vicios de los indios y la constelación los hará propios de los espa-
'}
(
}
Esté determinismo ambiental era una mala noticia para los indios, ñoles que allá se criaron y nacieron» 53 •
pero también lo era para los criollos, como pronto se iba a poder
.. )
A.sí pues, los criollos se veían ahora abocados a un agudo dilema.
observar. Gracias a Ja obra de Bemard Lavallé y otros sabemos que la Por una parte, se encontraban contentos al ver la ínfima opinión que )
palabra criollo, usada primero para los negros nacidos en las Indias, se tenían ele los indios confirmada por la creciente boga de explicacio-
comenzó a aplicar por la década de 1560 no sólo a negros, mestizos y nes medioambientales. Sin embargo, al mismo tiempo se hallaban
)
mulatos, sino también a los hijos y nietos nacidos en América de pro- desesperadamente ansiosos por evitar ser metidos en el mismo saco . )
genitores españoles. Los oficiales peninsulares que llegaban a las In- que ellos por parte de los espaiioles peninsulares, quienes ya estaban
dias a mediados del siglo XVI comenzaban a trazar difere11cias entre tratando de menospreciarlos y privarles de los cargos y honores que ~ )
ellos mismos ylos españoles nacidos en América en detrimento de les correspondían por derecho como descendientes de los conquis- ~- )
estos últimos. Según el gobernador provisional de Pe1ú, Lope García tadores y primeros pobladores de las Indias. l
}
de Castro, estos criol_los de pura ascendencia española eran, aunque Es de suponer que el dilema de los criollos se debió de agudizar
españoles, españoles «decaídos»: «la gente de esta tierra es otra que .:·, aún más por la circunstancia de que fhe precisamente por esta época, }
la de antes,,so. ¿Qué otra causa podía tener esta decadencia -una '• en el cambio ele los siglos XVI y XVII, cuando comenzaron a desarrollar }
decadencia tanto fisica como moral- sino el medio americano, au- su propio concepto de una pacria distintiva-el «paraíso mexicano»
nado a la vida fácil y regalada de los descendiences de los conquista- de Bernardo de Balbuena, por ejemplo-. ¿Cómo podían reconciliar )
·:.c._

dores que se habían criado y hecho adultos en el Nuevo Mundo? sus propias afirmaciones hiperbólicas acerca de las glorias de su pa- }
Ya en una fecha tan temprana como 1574Juan López de \.'elasco, raíso terrenal con el estigma paceme de los efectos corruptores de ese
en su Geografia y de.scripdón universal de las Indias, había argumeritado mismo edén e11 aquellos que tenían la fortuna de habitarlo? '· )
que los criollos que habían nacido y vivido en América habfan llegado· La respuesta, en la medida en que se pudo encontrar una, radicaba l. )
a ser «como indios» a causa de la influencia del clima31 • Por estos en la combinación de la explicación climática y el concepto aristoté-
mismos años, fray Bernardino de Sahagún escribió las siguientes pa- lico de naturaleza. En su famoso Examen de ingenios de 1575, Juan
\. )
labras en el libro X de su Historia general de las cosas de Nueva Espmia: Huarte de San.Juan, qúien tenía mucho que decir sobre la relación " )
«Y no me maravillo tanto de las tachas y dislates de los naturales de entre dima y carácter, trata de moscrar a través de Aristóteles que la
\,;. j
esta tierra, porque los españoles que en ella habitan, y mucho más los «naturaleza no es otra cosa rmís que el temperamento ele las cuatro
que en ella nacen, cobran estas malas inclinaciones; los que en ella · cualidades primeras [éalor, frialdad, humedad y sequedad], y que éste " }
nacen, muy al propio de los indios, en el aspecto parecen españole~
y en las .condiciones no lo son; los que son naturales espai1oles; si no 32fr41y Bernardino de Sahag1ín, Histotifl gn1eml ,/,:las c:usfls "" N111.'t•a Espwifl, ecl.
Ángel María Garibay, 4 vols., 2• edn., México, Pomía, 1969, 111, lib. 10, cap. 27,
( }
\., '
p. H>O. ( )
29 juan de Sol6rzano y Pereira, Política indiana, 5 vols., Biblioteca de:: Autores Es· 3:i Fray juan de la Puente, Tomo primero de lt' conveniencia de las du.\· mu11arquias cató-
pañqles, vals. 252·~56, Madrid 1 Allas,-1972, 1, pp. 174-177.. ~ licas, Madrid, 1612, lib. 2, cap. 35, p. 363, nota al nmrgen.También diado por D.. A. t )
so Bernard Lª\rallé, Las promtsas m11big11as. Criollismo colonilll m los Antles, Lima, Bracling, ThiFirst Ametiw. T/1e S¡mnish .Munard1y, Cn:ole Paúiols ami tlle Libeml Slate,
e J

Pontificia Univerllidad Católica dd f>erú, 1993, pp. 17-18 {Lope García de Castro al 1492-186 7, Cainbriclgt:, Cambridge University Press, l 9Yl [Orbe /ntliww. De la 111u11tll"
presidente del Co11sejo de Indias, 4 de abril de 1567). . - . .. · .. , .1 quía wtólica a fo rep1íbliá1 c:·iiolla, 1492-1867, trad.juanjosé U trilla, .México, Fondo dt: )
51 Joan-Pau :Rl1biés, aNew Worlds and Renaissance Ethnology», History andAn·. Cultura Económica, 1991 J, p. 298, y Cariizares-Esguerra, ccNcw World, Nt:w S1ars•,
thropolugy, 6 (1993), pp. 157-197, en p. 189, n. 10. p. •fü. • J
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( E.W,\N,\, 1':l 1 ROl'A Y 1::1. MllNllO llt: lll:l'KAMAR l\hJNOO~ rAREClllOS, MUNllOS l>ISTIN ros

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es el maestro que enr.e11a a las ánimas como han de <?brar»:H. No está telación, y del mismo Lempcramento que gozan los Indios». Según el
f claro si las ideas de Huarte de San.Juan ejercieron influencia sobre las r médico al que consultó, era posible que, con el paso del tiempo, los
(, de) médico espalloljuan de Cárdenas, quien publicó sus Prnbl.emas y criollos dejaran en realidad de ser velludos. Por otro lado, también· se
secretos maravill.osos de la'i Indias en 1591 en la ciudad de México 3s. El podía argumentar que, dado que Espa11a era más templada y estaba
(
caso es que en esta obra, ingeniosa aunque a menudo rebuscada, más alejada de la zona tórrida que Cartago. los españoles eran más
{ Cárdenas argumentaba entre otras cosas que los indios poseían ·por pilosos que los cartagineses y corrían por tanto menos peligro de·
{. naturaleza rnrn constitución flemática. Los espaf10Jes, en cambio, eran perder sus barbas. Además de ello, <<la templanza y virtud que los es-
de temperamento sanguíneo en esencia y si se establecían en las Indias pa11oles nacidos en las Indias heredaron de sus padres y abuelos, la
{ cualquier rasgo de aquel humor desarrollado por ellos y sus descen- van conservando con buenas comidas y manjares, conio son camero,
( dientes era puramente accidental. En consecuencia, y a pesar del im- gaIJina, gallipa\'o, y buena vaca, pan y vino, y otros manjares de sustan-
( pacto del medio, la naturaleza original seguía siendo predominante. cia, quale~ los Indios desde su principio no acostumbraron a comer»so.
De vuelta en Espat1a, el dominico Gregario García, que había pa- En otras palabms, la gastronomía contrarrestaba el clim~.
{ sado nueve atios en Pení, también trató de comprender los efectos del A partir de la obras de Cárdenas y García, y de la polémica que
{ clima sobre las características físicas y psicológicas en el Libro 11 de su generaron, los escritores criollos del siglo XVII como Buenaventura de
01igen de los indios del mumo mundo. En esta obra examina la hipótesis Salinas y Córdova, Antonio León Pinelo y Antonio de CaJancha elabo-
{ de que los indios fueran originariamente cartagineses que habían raron un conjunto de teorías con el fin de defender a los criollos de
f atravesado el Atlántico en una de sus expediciones comerciales. No las calumnias medioambientales que pretendían distinguirlos de los
( obstante, una de las ol~eciones contra esta teoría, con la que arma un espa11oles peninsulares, rechv.ando aquellos aspectos de su argumen-
lío tremendo, era por qué los indios contemporáneos eran barbilam- ·-1:
tación que los equiparaban con los indios.Jorge Cafüzares Esguerra
{1 piilos y carecían en general de vello. Una posibilidad, que considera ~
ha trazado el desarrollo de estas teorías y no hay necesidad de repetir
I(> largo y tendido, era que Jos descendientes de estos primerns coloni- su exposición aquP7• Básicamente, según explica, los escriton~s criollos
zadores cartagineses poco a poco dejaran de ser peludos, «por la vir- :~.
del siglo xvn inventaron un discurso de racismo científico quesean-
{· tud, influencia y constelación ele aquel ayre y cielo, y temperamento ticipaba al elaborado por los europeos a finales del siglo XVIII y en el XIX,
(· de aquella tierra». Explica que la mayor parte de las 1nclias se halla pero que 110 tendría ningún futuro en el vi~jo continente porque es-
( debajo de la wna tórrida y es por tanto cálida. ••Este calor que allí rc- taba fundamentado en ideas aristotélicas, galénicas e hipocráticas que
yna, y el ayre de arp1clla región inmutado del Sol que rodea y ce1·ca los ya estaban siendo desacreditadas en la Europa del siglo XVII. La natu-
( cuerpos de los Indios, consumen de tal manera el humor, o vapor raleza había hecho los cuerpos y la fisionomía ele los indios irrevoca-
{ excrementicio [... J ele que se hazen los pelos de la barba, que a penas blemente distintos de aquellos de pura ascendencia española, mien-
clcxa material de que se hagan, y assí salen pocos, o ningunos». tras que cualquier diferencia fisica o temperamental de los españoles
t Sin embargo, como el mismo García se1ialaba, existe una posible nacidos en Amfrica con .los peninsulares era puramente accidental,
(1 objeción a esta teoría: «si fuera verdadera, y cierta la causa que avernos e incluso de hecho podía representar una mejora del original.
(\ dacio, porque los Indios no tienen barbas, hiziera el mismo cfeto en Aun dentro de su propio planteamiento, estos escritores criollos
los hijos de los Espa11oles que nacen en aquella región, a quien llaman tenían ciertas dificultades para atar cabos sueltos. Estaba, por ejem-
{)
criollos: los quales gozan del mismo cielo, de un mismo ayre, y cons- plo, el problema de los criollos a:namantados por nodrizas indias.
{1 ¿Acaso su leche no transmitía a las criaturas aquellos «defectos y cos-
(' tumbres perversos» que eran congénitos en los indios? 38 Pero si hacia
-1 .Juan Huarte de San.Juan, 1~:"amr.r1 de ingmins /mm las r.iPncins, ecl. Rodrigo Sani,
3

2vols., Machid, Imprenta La Rafa, 1930, l, p. 113. ·


{' 35
Eslá clocumcntaclo que un ejemplar del Exnmm de ingenios llegc> a las Indias
(· con la flota de 158:-\. Véflst• Carlos Albrrto Gom.cllez S;ínchc7., Ln.f 1mmd.o.f drllibm. Me- !\tiGarcfa, Origrn de lm indins drl Nuevo M.u11du, lih. 2, c;lp. 5, pp. 149-154.
47
dios de d[{tLfiñ11 dr In wltum nrridn1t11l en. l<u lndifls de ln.t .riglns X\'l _l' X\'11, Sevilla, Uni\'ersi- : Cmii1.arcs-E.,g11crra, •New World, New Stars•.
t· clíld de Sevilla, l 99H, p. 21 ti. :IX Véase ·~avalle?. Prom~{fl.'i ambiguas, p. 48.

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Esl'AÑA, Eu1m1·A "i,:1. M1iN110 oi,: u1:rRM1AR


)
el siglo ~u los criollos habían logrado establecer a propia satisfac- su estado allí y «creen que las Indias serán como un reino de Portugal o l
ción la disparidad inna~ entre ellos y los indios, habían fracasado en de Navarra» 41 • Con todo, lo más probable era que al llegar por prime- )
su otra empresa: la de convencer a los españoles peninsulares de que ra vez a las Indias los españoles que las conocían sólo de oídas se lle-
no eran menos auténticamente españoles que los nacidos y criados varan una sorpresa, y cada vez mayor a medida que la nueva sociedad )
en la metrópo~i. ' colonial comenzaba a surgir de las ruinas del mundo anterior a la ..... )
,..
Es de notar que los colonos ingleses de Norteamérica luchaban conquista.Juan de Palafox escribió unas reveladoras palabras en una ~
simultáneamente contra la misma imagen negati\'a y se veían consu- carta a Felipe IV en 1642: «Yo creí que sabía algo de las Indias con ... ~·
}
\:,.
midos por las mismas ansiedades. Como los espa1i.oles, llegaron a haber servido a Vuestra Majestad en ese Consejo [de las Indias] trece )
América con las habituales suposiciones sobre el impacto climático a1i.os, pero aseguro a Vuestra Majestad que es diferentísimo verlo que ·... )
sobre el temperamento y la constancia del clima en cualquier latitud leerlo»·1:1.
determinada59 • El descubrimiento de que el invierno norteamericano No eran únicamente los paisajes y las estrellas, o incluso los mis- }
era mucho más frío que el europeo planteó algunas cuestiones difí- mos indios, lo que diferenciaba el Nuevo Mundo del Vi~jo: era tam- )
ciles, pero no parece haber hecho mella en las ideas establecidas. En bién la mezcla de razas y el carácter y comportamiento de los que en ;
.. )
un sem1ón pre~icado en Boston en 1689, Cotton Mather hablaba en la emergente sociedad de castas se hallaban establecidos con fli1úeza
~
tono ominoso de cela falta de educación demasiado generalizada enu·e en la cima de lajerarquía social. Algunos de ellos, que pret~-ndían )
la generación que ahora crece, que si no se previene nos va a exponer pasar por espalioles, no lo eran de modo manifiestq, a causa de la (
de forma gradual pero rápida a ese observado tipo de degeneración .' presencia de sangre india en sus venas. En Paraguay, por ejemplo, )
.._
criolla que deprava a los vástagos de los europeos más nobles y respe- según nos hace saber una cédula de Felipe IV citada por Lava~lé, «es }
tables cuando se trasplantan a A.mérica,,-1°. El medio americano y ade- costumbre de inmemorial tiempo a esta parte en aquellas provincias
el ser los hijos de españoles, aunque habidos en indias, tratados como
)
más la proximidad a los indios se.consideraban casi universalmente
como una amenaza para las normas y valores europeos. españoles»o1:J. Y no se trataba sólo de una cuestión de mestizaje, asu- }
~
Para los espa1ioles de la metrópoli, y para los peninsulares que mido u ocultado. Estas gentes, comprendidas las de ascendencia im- . )
cruzaban el Atlántico para ocupar los puestos que los criollos consi- pohna, habían adoptado como propias costumbres indias, se ::llimen- '·
deraban suyos por derécho propio y eran motejados por éstos como taban de comida india, saciaban su sed con bebida~ indias e incluso, )
«gachupines», las Indias eran diferentes, y cada vez más. El mero he- como eu México, tomaban ba1ios de vapor al modo indio, en abierto )
cho de la distancia entre España y A.mélica-la duración y los pl·ligros contraste seguramente con el masivo rechazo en la Espaiia metropo-
)
del viaje entre ambas-desempeñaba sin duda su parte al acentuar
el sentido de diferencia entre los dos mundos, si bien Oviedo se di-
litana, fuera de algunas partes de Andalucía, de los hábitos de lim-
pieza moros+•. Aquí se hállaba, sin duda, la prueba palpable de la
i
~
$
)
vierte bu_rlándose de aquellos ••indoctos oyentes» que nunca habíah degeneración que se apoderó de los españoles al asentarse en las
Indias. i .... )
ll9 Karen Ordahl Kupperman, «The Puzzle of the American Ctimate in the Early ·- }
Colonial Period•, American Historical Review ( 1982), pp. 1262-1289. 1
•: }
"º Fernández de Oviedo, Historia general y tit1tim1~ IV, pp. 299-300. 1 \.

i--~
Couon Mather, •Election Sermon ( 1689)•, en The Wall ami the Garrlefl: Selu:ted ·ll
42 Citado en Cayetana Álvarez éle Tolc:do, Politics ami Refonn in SJmin cmd New
Massachusitts Election Smnons 1670-1775, ed. A. W. Plumstead, Minneapotis (Minne-
sota), University of Minnesota Press, 1968, p. 137. Alguna forma u otra de la palabra Spai11: Tlu Lije m1d Tltouglit ofjum1 d1: Palufox, 1600-1659, Oxford, Clarendon Prc:ss,
( 1
~
criollo había entrado en la lengua inglesa hacia principios del siglo XVII, pero parece 200'1 [Política y reforma ni España y Nuevll A"spaña. Vida y ptmsm11itmto ele }mm de Pulafux
(1600-1659), trncl. Mana Balcells y juan Carlos Bayó, Madrid, Centro de Estudios Eu-
~ \ 1
que sólo en la década de 1680 los oficiales ingleses, o los inn)igrantes recién llegados, ~:
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empezaron a apHcar el término creole a sus compatriotas naddos en el Caribe y el ropa Hisp:lnicay Marcial PonsLde pró)(ima pl)blicad§n], p._ 154 (carta de Palafox al
continente a.lllericano, o est"blecidos allí desde hacía mucho tiempo. Como en los rey, ;.ibril de: 1642). · · li
primeros año¡¡ de la j\Jllérica española, también podía designar a los negros nacidos 4!1 Lavallé, Pm111c.ms ambigmis, p. 47.
~ ~ j)
en Am~rica. V~ase enrole Shammas, .. Engtish-Bom and Creole Elites in 1\im-of-the- "'" Sohmge Al berro, Les Espagnols dans h Mexique colonial. Histoire el 'tme rlCcttllttra·
Cenmry Virgi11ia .. , ewThad W. Tate ancl David S. Arnmerman ( eds.), The Chesapeahe in tion, París, Annand Col in, 1992 [Del gacl1upín al criollo. O de cómo los espmioles de J\Jéxico G
theSeventeenth Cmtury. Nueva York y Londres, W. W. Norton, 1979, pp. 274-291'i. tlejaron dt• ~a/o, México, El Colegio de México, 1992], pp. 39-51.
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EsrA='rA. f.111to1°A r l·.I. MllN1Jo 1w u1:rKAMAK

Las reacciones de los peninsulares cuando veían las Indias por sí yo,,•x. Era un testimonio gráfico del poder transformador de las In-
mismos son perfectamente comprensibles, aun si a menudo tendían dias que con tantas molestias intentarían negar los criollos de los si-
a exagerar las diferencias entre ellos mismos y los criollos en función glos XVII y XVIII.
de sus propios propósitos. La sociedad colonial,junto con los crioJlos Con todo, la vehemente insistencia en su hispanidad iba cogida de
que Ja dominaban, csLaba divergiendo en muchos aspectos de la so- la mano con una creciente exaltación criolla de la patria: una·patria
ciedad metropolitana durante el curso del siglo XVJI y por doquier se mexicana o peruana idealizada, dotada de su propia historia distinti-.
hallaban sc11ales de csle proceso. Incluso la lengua hablada por los va y fuertemente cargada de resonancias mesiánicas y providencialis-
criollos llegó a parecer adornada y recargada en exceso al ser compa- tas49. Los c1iollos estaban tomando posesión mentalmente del espacio
rada con las normas de la metrópoli"s. americano y apropiándose para sí mismos ele su pasado, presente y
La reacci6n de los criollos al persistente menosprecio de su carác- futuro. Al hac:erlo, se vieron forzados conforme avanzaba el siglo XVIII
ter y estilo de vida por parte de los espailoles y gachupines fue, como a defenderse a sí mismos con creciente vigor contra un doble ataque:
es sabido, insistir cada vez con mayor estridencia no sólo en sus dere- por un lado, la agresión de los intelectuales europeos al mundo en
chos como descendientes de quienes habían conquistado las tierras, que vivían y, por otro, el asalto político de la corona española bajo la
sino también en su hispanidad esencial e inalienable. Rechazando el nueva dinastía borbónica a la posición que habían afianzado para sí
nombre de c1:iollos, exigieron que les correspondiera ser conocidos mismos en el estratificado mundo corporativo de la monarquía es-
simpleme1Úe;COmo españoles·lli. ccSomos espafiolcs», escribía Baltasar pallola.
Dorantes ele Carranza en su Sumaria relación de las cosns de la Nueva Como A.ntonello Gerbi mostró hace casi medio siglo, el viejo tema ·
füpaña de 1604, conmovedora expresión de la sensación que tenían de la diferencia de América recibió una nueva inyección de vida a
los criollos de haber siclo traicionados. ce Somos espaúoles, y de aqueJla cargo del conde de Buffon en su Histoire naturelle, générale et particuliere
cosecha y gobierno de España, y ele tan gran rey y soberano se11or, que ele 1749-1778. que dio una credibilidad insidiosa a la tesis de la infe-
habíamos de ser gobernados por sus leyes, según fuero de Castilla, rioridad del medio americano. Montesquieu ya había dado una nue-
pues las leyes han de ser iguales>>'"· va aura de respetabilidad a la teoría del determinismo climático, y un
Así pues, los criollos insistían en la semejanza mientras que los elemento de la argumentación de Buffon acerca de la excepcionali-
espailoles de la metrópoli enfatizaban cada vez más la diferencia. dad americana era la humedad del medio ambierÍteM>. La difusión de
No sería descabellado sospechar gue la estridencia de Ja respuesta las ideas de Buffon a través de la Europa de la Ilustración tuvo conse-
criolla estaba acentuada por la inseguridad derivada de Ja percepción cuencias tlilminantes. Su ataque contra el Nuevo Mundo y las misera-
al menos subconsciente de que en realidad ya no eran exactamente bles especies c¡ue producía obligó a los escritores criollos yjesuitas
como sus parientes españoles. Uno de los inmigranles a las Indias en expatriados (como también a Thomasjefferson) 51 a exaltar las virtu-
aquella fase temprana plasmó en palabras esta idea al escribir en 1584 des americanas aún más, en un momento en el que el grueso de la
a su primo en Espaiia que al volver a casa ceno será lo que antes era; opinión ilustrada estaba tan inclinado a despreciarlas 52 • ccSi ~amos
porque iré rnn otro que los que me conocieron digan que no soy
411
Cartas jufrmla.f de r.migranle.f a biditLf, ed. Enrique Otte, Sevilla, Consejería de
Cultura/ .Junta ele Andalucía, Hl88, p. 508 (carla 571 ).
4 ·l!I Lmrallé, l'm11ll'sru nm/JiKt1nJ, p. 122; Brading, 77u First A mrrica [Orbe Indiano],
r. /bid .. p. 119; Nicholas Cann}' y Anr.hony Pagclcn (eds.). Cnlm1ia/ Jdr.11titv in th't!
A tlnntfr H~rld, J500· / 800, Pri nceton ( Nucva.Jersl•)'). Pri nce1 on Univcrsi tr Pres;, 1987, esp. caps. 1-~ y 1i: y véase m:is arriba, pp ~46-248.
pp. 88-89. r.o Antoncllo Gcrbi, l.fl rlüjmln. dtl Nttot'" 1vlo11dn, 2ª ed., Milán y Napoles, Ricciardi,
46
Lavallé, Pmmr..f<U ambiguns, p. 21. De forma similar. parece que los \irginianos 1983 [ Ln. dHf1Ult1 d!!l Nut!IJo Mmulo. Historia de una /10/émicn, 1750-1900, trad. Antonio
no se referían a sí mismos como r.rro/eJ, con la excepción de un uso irónico por parte AlaLmTc, M ~xko. Fondo de Culture\ Económica, 1982]. p. 47.
ele William Byrcl 111, sino que empicaban rwtiveo \lirgirlim1 (Carole Shammas, .. 1-:11-
51
Thor•H\Sjc:ll'en;on, Notes ou llieSta~ofVirgiuia, cd. William Peden, Chapel Hill
glish-Born ami Creolc Elites .. , pp. 284-285, n. 21 ). (Carolina cl::l Norte) y Londres, University of North Carolina Press, esp. pp. 59-65.
52 Véas<~ Gerbi, La tlisfmlfl, ~· Brading, Tlit..First Ammim [Orbe Jndia110], c3ps. 19 ·
47
Baltaimr Donmlcs de C:uran7.a, Summin ,-c/nrióu dr. la~ m.wis de In Nm:u<i E.~fmiin,
M~xico, Porrlia, 1987, p. 203. ,.20.

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Es1•AÑA, EUIWl'A \' t:L MUNDO DE ULTRAMAR
~IUNllUS l'ARJ::CllJUS, MUNllUS lllSTIN'l'US

crédito a Buffon -escribía el exiliado jesuita ~la\'ijero en s~1 vigoras~


defensa, Historia antigua de México ( !'779)--:-, l~ América es un país
Sin embargo, este discurso ·de uniformidad se vio rebajado persis-
Len tememe por el discurso de diferencia simultáneo, a medida que
'
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)
enteramente nuevo, apenas salido de bajo las agüas que lo habían el semi do distintivo de identida~ (o identidades) se hacía más fuerce
anegado[ ... ] tierra infeliz, bajo un "cielo avaro", en la cual todos los b::uo el impacto de las reformas borbónicas. ¿Eran Espa11a y las Indias }
animales del Antiguo continente han degerterado, y los propios de su una tmica y misma entidad o eran más diferentes que semejantes? He •.
)
clima son pequeños, deformes, débiles y privados de armas para su de- aqui la cuestión que había preocupado a las mentes ele ambos lados
\. )
fensa''· Enfrentado a las generalizaciones de Buffon, no encontraba del ALlántico desde el mismo momento en que los españoles se habían
dificultades para demostrar que existían muchos climas diferentes en establecido en las Indias. Fue una pregunta que provocó respuestas )
el Nuevo Mundo, del mismo modo que contenía muchos pueblos distintas y contradictorias en momentos diferentes. Aun así, se resistió
diferentes, con sus propias características distinúvas5'. a desaparecer. )
Simultáneamente las sociedades criollas se vieron a sí mis1nas bajo En 1770 Francisco Antonio Lorenzana, arzobispo de México, dio )
el ataque cada vez más intenso de la corona espaiiola que sencía que la siguieme respuesta desde el punto de vista de un español: "Dos
las Indias se le estaban escapando de las m~nos. Los criollos no sólo Mundos ha puesto Dios en las Manos de Nuestro Católico Monarca, '" )
(
se habían aprovechado de las debilidades de la metrópoli para infil- )'el Nuevo no se parece a el Viejo, ni en el clima, ni en las costum· )
trarse en un número cada vez mayor en puestos administrativos de bres, ni en los naturales; tiene otro cuerpo de leyes, otro consejo
't

alto nivel en las Indias, sino que a los ojos de Madrid también se esta- )
para gobernar; mas siempre con el fin de asemejarlos: En la Espaila
. ban distanciando emocionalmente de la madre patria al exaltar las Vieja sólo se reconoce una casta de hombres, en la Nueva muchas, y }
superiores cualidades distintivas de sus propias. patrias chicas. diferentes»5 5 • )
El nuevo concepto de estado implícito en el intento borbónico de Por lo que se refiere a los mismos criollos, la respuesta definitiva
recuperar el controi sobre el imperio de las Indias fue visto por las. al pertinaz problema de la diferencia o semejanza llegaría en 1815. ·..._
)
comunidades c:;riollas como una traición a los principios contractuales En su ~cCarta de.Jamaica», Simón Bolívar dejaría bien claro que los )
fundamentales sobre los que las sociedades de virreinato se habían habitantes del Nuevo Mundo no eran españoles. Ni siquiera, como
establecido y según los cuales habían sido gobernadas d uraiue los qos algunos de ellos habían intentado llamarse a sí mismos, eran espmioles "'
11..
}
siglos de la Casa de Austria. En su lucha ~oiltra Madrid, por consi- amerim1ws. AnLes bien, eran ame1~canos, ni más ni menosw. )
\..
guiente se vieron a sí mismos como los guardianes auténticos_ de la
comunidad hispánica, defendiendo los ideales}' prácticas constitu· l.,,
)
cionales tradicionales y los valores patrimoniales españoles contra )
aquellos que desde la metrópoli tan injustificadamente deseaban de-
)
rrocarlos. En otras palabras: eran más españoles aún que los mism.os
españoles. Los colonos británicos norteamericanos, al tener que en- )
frentarse tras la Guerra de los Siete Años con presiones comparables }
de la metrópoli, reaccionaron ele manera parecida, y se vieron a sí :.:. De la introducción, s.p., de Francisco Antonio Lorenzana, Histuria de lci Nwnm
mismos como los verdaderos defenseres de las libertades inglesas l!"sjJ(uia r..\o'ila por .m esdarecido 1:011quislculor Hcnufo Col'lés, l'vléxicu, 1770, cit<iclo por J
llona l~uzcw, New Wur/d Orders. Cnsta Paillting nnd Colunial Llllin Amr.dt:a, Nuc:va York,
tradiciónales5". Americas Socic:ty Art Gallery, 1996, p. 108. l.
~
j
!íli Simón Bolívar, ce Carta ele Jamaica .. , en Escritos del libertadQT, 22 vols., Caracas,
j
55 Francisco Jnvier Clavijero, Historia antigua de Méxicu ( 1779), ed. P. Mariano
Cuevas 2ª edn. MExico Porrúa, 1958-1959, vol. IV, pp. 79, 93-94,,189. ·,
Socic:dacl Bolivariana de Venezuela, 1972, vol. VIII, pp. 222-248 (véase p. c:j. p. 232:
.. siendo nosotros ameiicanos por nacimiento .. ). Alexancler von Humboldt ya había
obsávaclo -que .. 1os criolfos prcfiáen que-·se les llame americanoS; y desde la paz de
'
\ )
5-1 Véase J. '1-1. Ellio~t, Empirts o/ the Atlantic World: B~tai~ and Spain in 1hneri~a, Versalles, y especialmc:nte después de 1789, se les oye decir muchas veces con orgullo: ~ j

•,
1492-1830, New rll\ven (Connecúcut) y Londres,_Yale Umvers1ty Press, 2006 [lmpenos "Yo no soy espe1rio/; soy mnericmw"; palabras que descubren los síntomrui de un antiguo
dtl mundo ntlántico: f;spaña y Oran Bretaña m Aménca (14 92-1830), trad. Marta Balee lis, resentimiento .. (Alejandro de Humboldt, EnS<lJO político sobl'r el reino de la Nuroa Espa· ~ i
Madrid, Taums, 2Ü06], caps. 1Oy 11. ria, c:d. Vito Alessio Roblc:s, 4 vols., México, Pedro Robrc:clo, 1941, en vol. U, p. 118).

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( CAPÍTULO XI
( ¿EMPEZANDO DE NUEVO? EL OCASO DE LOS IMPERIOS
{ EN LAS .AMÉRICAS BRITÁNICA Y ESPAÑOIA.
{
(
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(
(
( Durante las íJtimas décadas del siglo xvm y Jas iniciales del XIX, viejos
( imperios conocieron su ocaso, otros nuevos surgieron, y los estados-
nación soberanos salieron a plena luz del día. Tanto Gmn Bretaña
(
como Espa11C1 perdieron sus respectivos imperios americanos casi.
{ por completo: Gran Breta1ia, entre I 776 y I 783, con la excepción del
Canad~ y las Antillas; Espmfa, entre 1810y1825, con la excepción de
{
Cuba, Puerto Rico y el remoto enclave en el Pacífico de la5 Filipinas.
( ~:~; Los cincuenta aiios que transcurrieron entre la rebelión de las colo-
{ .
, . ~ nia'i británicas y la culminación de los movimientos de emancipación
(
hispanoamericanos presenciaron cambios trascendentales no sólo en i
(
el Nuevo Mundo, donde también Portugal perdió su imperio tras
la declar~ción :le independencia de Brasil en 1822, sino también en
;
{

el viejo continente. La Revolución Francesa y las ambiciosas tentativas . ~¡


(
de Napoleón JHra crear un nuevo imperio europeo en el mismo mo- ,;

( mento del ocaso imperial en las Américas desataron poderosas fuerzás


( ,. (políticas, sÓciales, económicas e ideológicas) que estremecieron el
mundo occidental durante dos generaciones.
{ La interacción entre los acontecimientos de Europa y las Américas
{ }'el continuo intercambio de información e ideas entre ambos lados
{ del Atlántic<? han ocupado durante largo tiempo a los historiadores•,
' \
~i
~ ,
( ·1·•,.
• Escc ensayo fue prcp;uarlo originalmente como ponencia para un coloqui?
sohrc ccl\foclelos imperiales en t'l 111undo rlc la eclacl moderna" celebrado en la Clark
{ Library ele Los Án:..;clcs en abril cli: 2007. Deseo expresar mi agrnclecimiento a sus or-
'·1 ganizadores, Anthon)' Pagel.en y Sanjay S11brahmanyam, por permitirme publicarlo
(Í_' '··' en este \'O)umen r a Eric Foner por sus comen talios a un borrador posterior.
...... 1 Véase en especial. sobre el periodo anterior a 1800, R. R. Palmer, TluAgeofthe ·
i Dmwr.mtir Rn"'lutim1, 2 vols., Princt>lon (Nueva Jersey), Princt!lorl University Press,
Hl!lH-1%4.
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Es1•AÑA, EUROl'A y EL MUND0°l>E ULTllAMAR ¿EMl'EZ."NOO DE NUEVu? EL OCASO UE J.OS lllll'ERJUS t:N LAS .-\t.ntrul;,\s l\KIT•.\Nll:A y t::.'iPA.~UI...\ }
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y el na<;:imiento de una nueva <<historia atlántica,, ha dado un nuevo Aunque en ambos casos los acontecimientos de la década de 1770 }
impulso a estos temas 2; Sin embargo, aun sin soslayar el contexto at- e inicios de la de 1780 pueden ser caracterizados justamente como _}
lántico de los acontecimientos sucedidos en las Américas, el propósi- crisis del imperio, también podrían ser descritos como crisis de la
}
to de este ensayo es centrar la mirada más ·específicamente en el oca- monarquía compuesta. El imperio mundial levancado por los Habs-
so de los imperios español y británico t!n el nuevo continente y sus burgo españoles en el siglo XVI era, en términos constitucionales, una ~
consecuencias. Hubo importantes diferencias, y también similitudes, monarquía compuesta, que consistía en la aglomeración de distintos )
en los respectivos procesos de ocaso imperial, así como las había ha- reinos y territorios, algunos de los cuales fueron adquiridos por he-
bido en el mismo carácter ele ambos imperios 5 • Esas diferencias con- rencia y otros por conquista. En tal entidad política, el rey ae todos )
tribuyeron en gran parte a dictar las distintas respuestas de las dos era también el rey de cada uno, y las distintas partes que componían }
potencias imperiales ante la pérdida de sus posesiones de ultramar, la monarquía diferían ampliamente en su relación con el monarca,
del mismo modo que también tuvieron su papel a la hora de moldear según las condiciones y circunstancias bajo las cuales habían pasado }
el carácter de los nuevos estados construidos en América sobre las a formar parte de sus dominios. Durante casi dos siglos la.rüonarquía )
ruinas del imperio. de :.imbito mundial espai1ola fue una estructura relativamente poco
rígida, pero con el advenimiento de la dinastía borbónica en 1700 la
)
Tanto e~ la Amérka británica como en la española la crisis del
imperio se vio precipitada por los programas de reforma iniciados situación dio un vuelco. Se introdttjo un sistema de gobierno mucho }
por los gobiernos de Londres y Madrid, respectivamente, tras el final imis cenu-alizado y autoritario, lo cual tuvo consecuencias no sólo para )
de la Guerra de lo~ Siete Años en 1763. Los gravosos costes de la guerra la propia Espmi.a sino también para sus posesiones en América; don-
y defensa imperial forzaron a ambas administraciones a reconsiderar de las élites criollas habían aprovechado los aprietos fiscales de la )
la relación entre la metrópoli y sus posesiones de ultramar. Las medi- corona, cada vez mayores, para hacerse con· poder e influencia a nivel )
das fiscales que nacieron de este proceso de revalo1ización condt!,je- local. Cuando la corona trató de recobrar su autoridad en el transcur-
ron en los dos casos a la rebelión. Cuatro años después de que las so del siglo XVIII, se vieron relegadas a la condición de meras «colonias,, )
colonias norteamericanas proclamaran su independencia de Gran unas comunidades que habían llegado a concebirse a sí mismas con )
Bretaña, la revuelta contra las reformas introducidas por el gobierno orgullo como reinos diferenciados dentro de una monarquía com-
de Carlos III de España se extendió como un reguero de pólvora por puesta (los reinos de Nueva Espaila, Perú y Quito, por ejemplo) y, J
los Andes y Nueva Granada, la actual Colombia. En palabras de como tales, con derecho a disfrutar de igual estatus que los reinos de )
Alexandervon Humboldt: «La gran rebelión de 1781 estuvo ·a punto la Espáiia p'eninsular. Las revueltas de principios de la década de 1780
de arrebatar al rey de Espaiia toda la región montañosa del Perú en fueron, al menos en parte, una reacció.n a lo que se percibía como
J
el mismo momento en que Gran Bretaii.a estal:ia perdiendo casi todas una disminución de estatus y, aunque finalmente fueran sofocadas, )
sus colonias en el contineme americano» 4 .Al.fihal, las colonias britá- las élites criollas siguieron aferrándose a la idea de una monarquía }
nicas se independizaron, pero la rebeliqn ~~.so.focada en la América compuesta en la cual participaban en pie de igu~ldad y tenían sus

,'
española, donde habría de transcurrir otra generación antes de que propios derechos distintivos. ·
llegara la emancipación. Desde el siglo XVI también Inglaterra había constituido una mo- ~
narquía compuesta, aunque la británica habrfa de evolucionar de
manera distinta a la espa1iola. Mientras que Espaiia se movió desde
2 Para un panorama de la bibliografia sobre la historia atJántica, véase Bernard principios del siglo XVIII en una dirección autorharia, la Revolución J
Bailyn, AtlatUic History: Concepts tmd Cuntours, Camb1idge (Massachuseus) y Londres, Gloriosa de 1688 había establecido la soberanía del rey en el parla-
Harvard Universliy Pre.SS, 2005~ - · · ·· . -
j
--menro y la Unión de 1707 dio a los escoceses rejJresentación parla-
s Para una extensa comparación entre ambos imperios y su ·caída, vé<1st' mi libro
Empires ofth11At1antic World. Britain andSpain inA111erica, 1492-1830, New Ha\'cn (Con- mentaria en \·Vcstminster como compensación a la desaparición de J
neclicut) Y1..ondres, Vale University Press, 2006 [Imperios del mundo atlti11Úcu. ·&pmill y su propio parlamelllo en Edimburgo. El resulcaclo fue un nuevo fe- )
Gran Bretañc¡ en América ( 1492-1830), trad. Marta Balcelis, Madrid, Taurus, 21J06J. nómeno en la historia de las monarquías compuestas: una monarquía
4 Citado ibid., p. 355 [p. 518]. j
)
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Es1•NilA, l::UROl't\ ,. t.L MllNllO UF. u1.rRAMt\k ¿E.Ml'F.í'..ANllll nt: Nlll::\'O? E.1. 0<.\.-.0 l>I:: tos IMl'l::RIOS t:N l.\S At.t~Rlr.All llRITÁNIC.A y ESPAJilo~
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compuesta parlamentaria donde la soberanía recaía en el rey en el :1
{ sus equivalentes mexicanos o peruanos, de las colonias norteameri-
~
parlamento. Sin embargo, Irlanda y las colonias norteamericanas que- canas como .. reinos» separados dentro de los dominios del'monarca 7 •
( daron al margen de esta unión parlamentaria y mantuvieron sus pro- i1
Sin embargo, cuando se hizo evidente que.Jorge III en persona estaba
i
pias asambleas electas!.,_ La consiguiente asimetría era en potencia una
(
(
causa de conflicto constitucional, que se hizo realidad en la década 1 decidido a ver la rebelión aplastada por la fuerza de las armas, se hizo
imposible dar marcha atrás. Para muchos norteamericanos, aunque
de 1760 cuando un parlamento de Wcstminster donde los territorios de ninguna manera todos, se habían roto los (tltimos vínculos ele·
{ norteamericanos no estaban representados comenzó a legislar nuevas i lealtad. En 1776, al declarar simultáneamente su independencia y
medidas fiscales sin su consentimiento. En las esferas donde la sobe- j calegoría de estado, la nueva república norteamericana dio un salto
{ ranía se concebía como indivisible, como en la mentalidad de la clase en el vacío, de consecuencias incalculables tanto para el resto del
f
( dirigente política ele Gran Bretaña, existía poco o ningún margen ?;
¡·
hemisferio como para el mundo en general 11 •
para el compromiso, como revela el hecho de que incluso un amigo 1i Era natural que el gobierno británico recurriera inicialmente a Ja
f de las colonias como \.\1illiam Pill observara en l 7GG que cccuanclu dos fuerza con h1 idea ele rcs1aurar la lealtad de las colonias a la corona,
~
{
{
países están ligados, como Inglaten-a y sus colonias, sin formar un solo
cuerpo, ha de gobernar uno necesariamente; el mayor ha ele dirigir
al menor» 6 • En el momento álgido de la crisis ele la Stam/J Acto Ley del
1l aunque siempre con la esperanza de que los colonos acabaran acep-
tando restablecer el vínculo por propia voluntad. Lo que resulta sor-
prendente, en cambio, es la relativa rapidez con que el gobierno im-
Timbre (que gravaba con un impuesto los documentos legales, libros, perial tomó la resolución de dejar la lucha y abandonar las colonias
( periódicos y otros productos de papel), Benjamin Franklin dio vueltas continentales a su propio destino. La tenacidad de la resistencia nor-
(
(
a la idea de una unión que incorporara las colonias e Inglaterra según
el modelo escocés, pero acabó decidiendo que ya era demasiado tar-
de. Para entonces, la suerte estaba echada y la comunidad atlántica
británica se movía inexorablemente en dirección a una guerra civil
1~
•I
teamericana, aunada a la intervención de Francia y España en el con-
flicto, tuvo li'>gicamente un peso sustancial en la decisión de soltar
amarras y echar velas. No obstante, también operaban otras conside-
( j'~: raciones. En algunos ambientes se habían albergado durante muého
que había de terminar con la victoria de un bando u otro. •?. tiempo serias eludas acerca del valor para Gran Bretaña de su imperio
{ Los colonos vieron al principio esa guerra como uila lucha por la amedcano, y un cierto distanciamiento psicológico de las colonias
conservación de sus libertades inglesas, que consideraban amenaza-
t das por un parlamento tiránico que había degenerado en una corn1p-
continentales respecto al país de origen podría haberse llegado a
producir incluso antes dr.l estallido de la revuelta!!. Además, Gran
( ción sin remedio. Como participantes en una monarquía compuesta Bretaña estm·o dividida en cuanto a las opiniones sobre la respuesta
{ británica que cruzaba el Atlántico, reivindicaban igualdad de estatus adecuada ante la rebelión y nunca mostró un compromiso total con
y tratamiento respecto a sus primos ingleses, del mismo modo que lo
.: hacían las élites criollas ele Nueva Espaila y Pcrt"1 respecto a sus primos
la guerra. Por su parte el gobierno, nada más verse enfrentado a una
formidable coalición extra1tjera, decidió que la prioridad fundamen-
( espailoles. Pocos colonos norteamericanos pensaban en la indepen- tal era la conservación de las Antillas británicas y cruzó los dedos es-
dencia antes del estallido de las hostilidades en 1775 y la mayoría se
l habría contentado sin eluda con volver a la situación anterior a 1763,
perando que también fuera posible salvar del naufragio Quebec y
Nueva Escocia. Más allá de tales consideraciones inmediatas, había
( un periodo en que se habían alegrado de pertenecer al imperio bri-
0

también nacientes perspectivas de un imperio alternativo, y todavía


( tánico de los hombres libres. Pero hacia piincipios de la década de 1770 mns provechoso, en Oriente, co910 compensación ante la previsible
el concepto de imperio britfü1ico comenzaba a ponerse rancio. S~
~ última esperanza estaba en el rey. En 1775.John Adams, aun recha:.
7
~ zando el concepto de imperio británico, podía hablar todavía, como. P.J. Manh;ill, 11ie Malli11gr111d Umnakingof Em/lirrJ: /Jritain, llldia, and Amerirn.
c. 1750-1783, Oxforcl, Oxford Univcrsity Press, 2005, p. 176.
( R Sobre el 'iignificado ele la a'\ociación expresada <'n 1776 entre independencia}'
categoría ele ei.1.aclo, véase Davido\rmitage, Tlu:Declamtio11 nf lm/ejJendencr, Cambridge.
~ 5
6
Véase ibid., pp. 317-318 [p. 466-467]. Ma.i;saclmselLo;, Har\'ard U11i\'ersi1y Press, 2007.
Citado ihid.. p. 318 [p. 467]. 9
Véase M< rshall, Mnki11gnnd Unmalting, pp. 359-3110.

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EsPAÑA, EUROPÁ Y 1':1. MUNDO DE ULTRAMAR
¿EMP~ZANDO DI:: NUt:\'O? El. OCASO D•: l.OS IMl'J::RIOS 1-:N l •.\S AMEIUCAS llRIT:\NIC'.A \' t:Sl'AÑOl.A
l
pérdida del imperio en Occidente. «Estoy entusiasmado con la India l
se negoció finalme1~te un tracaclo comercial entre ambas naciones en
-escribía en 1781 John Robinson, ministro de economía de lord
1794, cuando favoreció a Gran Bretaila, y en términos que Je conve- J
North-, la cual considero como la salvación y la riqueza, grandeza y
nían mucho más que a Josjóven~s Estados Unidos 1:1. )
gloria de nuestro país»lº. · .
Gracias~ una hegemonía naval, sólo esporádicamente interrum- )
España, a diferencia de Gran Bretaña', no tenía ningún imperio
pida,}' a su rápido crecimiento como potencia industrial, Gran Bre-
alternativo evidente en perspectiva. Su misma supervivencia como )
taña consiguió sobrevivir razonablemente bien a la pérdida de sus tre-
potencia europea de primera magnitud dependía de la placa y de los
ce colonias, pese a las concesiones hechas a los pau·iotas irlandeses en )
impuestos que afluían desde sus posesiones americanas. Por eso, cuan-
un momento de máxima debilidad a principios de Ja década de 1780H.
do se encontró amenazada con la pérdida parcial o total de esas pose- }
Sin embargo, en las décadas que siguieron hizo mucho más que so-
siones, primero con las revueltas de principios de la década de 1780 y
bre\'ivir a Ja pérdida. A medida que luchaba hacia Ja victoria en las )
más tarde en la segunda década del siglo XIX, su reacción natural fue
Guerras Napoleónicas, Gran Bretaii.a conseguía refundir su imperio ·''
no sólo luchar, sino además hacerlo hasta el último momento e incluso
con un molde que prometía ser\'ir mejor a los intereses de la metró- }
más allá. Su resignación a la pérdida de la .mayor parte de su im pedo
poli que el \'iejo. Según escribía Adam Smich en 1776, el imperio )
de ultramar seria uri proceso largo y doloroso, si bien la conservación de
bifo'inico había existido hasta ese momento «sólo en la imaginación));
Filipinas y el dramático desaiTollo de Cuba y Puerto Rico como colonias )
Gran Breta1i.a no poseía un imperio, sino sólo «el pro}'ecto de un
azucareras le permitirían reinventarse posteriormellte como potencia 15
)
imperio» • Había llegado el momento de convertir ese proyecto en
imperial y aferrarse ~ tal estatus hasta el fin del siglo XIX 11• realidad.
La adaptación de Gran Bretaña a la pérdida de las u·ece colonias 1 }
Los colonos norteamericanos}' los patriotas irlandeses habían aca- t
se hizo más .suave por la naturaleza de la relación económica con la I· )
riciado la idea de una monarquía compuesta basada en la igualdad
nueva república norteamericana. La emancipación no implicó una de estmus entre las partes componenres. L'l separación de las colonias f
reducción in~ediata de su dependencia respecto a las manufacturas }
norteamericanas había significado el final de tal sue11o. Su desapari-
británicas, mientras que el mercado hispanoamericano, inmensamen- ción se vio certificada por la UnionAct, o Ley de la Unión, de 1801, l )
te provechoso .de cara a los productos europeos, había' caído desde .t
segtín el modelo escocés, que despojaba a Irlanda de su propio par- .f )
hacía mue.ha tiemp6 en manos de Francia y Gran Bretaña, los rivales lamento independiente. El futuro no era una monarquía compuesta, [
de España, a pesar de las medidas proteccionistas impuestas por Ma- t )
ni una comunidad atlántica de miembros iguales, sino un imperio
drid. Desde un punto de vista financiero, por tanto, Gran Bretaña, a
diferencia de España, podía afrontar la pérdida de sus colonias con
global administrado centralmente, aun cuando se permitiera que ii }
tuvieran su debido lugar en él asambleas representativas, como en el ;
cierto grado de ecuanimidad, pues su control del mercado norteame~
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caso de Canaclá 16 • Aunque, en su calidad de imperio de un estado- ii
ricano seguía estando en gran parte fuera de discusión. Económica":' l!r1 J
nación enfáticamente inglés 17, estuviera comprometido con Jos prin-
mente, Gran Bretaña seguía teniendo la sartén por el mango, y era cipios tradicionalés ingleses, tales como. la libertad, el imperio de la ~
consciente de ello. Las órdenes del consejo en la década de 1780, al ley y la primacía del comercio, estaría sttjeto a partir de entonces a un
1 J
imponer trabas prohibitivas al comerc;io estadounidense con Jos tel'
rritorios británicos, hicieron más dificil a los exportadores norteame-
gobierno imperial más interesado que en tiempos anteriores en el i j
intento de dictar los términos en que sus súbditos habían de desarro- J
rican~s vender sus mercancías en Gra,n Bretaña y las Antillas 12 y. sólo

1
° Citado ibid., p. 368.
11
-
Sobre el imperio decimonónico español, véase josep M. Fradercl, Colonias para
desp1iés de un imperio, Barcelona, Bellatcrra, 2005. ·
13
Stanley Elkins y Eric McKitrick, TheAge ofFederalism.: TheE'ilr(v .-1melican Repub-.
lic,-1.788-1800, Nueva York y Oxford, Oxford Universify.Press, 1993, pp. 396-414.
1-1 Marshall, Malci11ga11d Umnalcing, pp. 370-372.
1
~ Cicado en Elliou, Empires, p. 407 [Imperios, p. 591 J.
.
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j
12
Cathy D. Matson y Peter S. Onuf, A Union o/ biteresls: Political ami Economic 16
Marshall, Malcingrmd Um11aki11g, pp. 373-379. )
Thought in RetJolutionaryAmerica, Lawrence (Kansas)·, University Press ofKansas. 1990', 17
Chiistopher A. Bayly, 1111/Jerial Meri<lian: The Btitislt Em/1ire mul tite World, J 780-
pp. 44-45. 1830, Londres y Nueva York, Longman, 1989. /,
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(~ llar sus actividades. El hecho de que. como sucedía en la India, un La unión establecida en 1777 por los Artículos de la Confederación
({ _: número creciente <le esos súbditos no fuera de origen brit<\nico, y la se acabó revelando como altamente precaria. Como Turgot explicaba
consideración de que necesitaban un nivel de civilización que sólo los en 1778, cela gran desigualdad.que hoy existe, y es probable que au-
{~
brit.:í.nicos podían transmitir, reforzaron inevitablemente la tendencia mente, entre los diferentes estados es una circunstancia muy adversa»
{) hacia el control por parte de la metrópoli. para Ja eslabilidad de la unión~º. Para cuando se convocó la Conven-
{ Los británicos se vieron obligados por la pérdida de sus colonias ción Constitucional en 1787. Ias presiones y tensiones a que estaba
norteamericanas a reconstruir su proyecto imperial con materiales sometida la nueva reptíblica eran tales que se hablaba de unos Estados
{º Unidos divididos en tres o más confederaciones separadas21 • Los de-
tanto viejos como nuevos. Pero ¿<]né sucedió con sus antiguas colo-
{ nias, de repente enfrentadas al desafío de trazar su propio camino en sacuerdos sobre Ja cuestión de las tierras del oeste, el problema de la
un mundo de estaclos-naci6n e imperios? Los recién creados Estados esclaviLud, la regulación de la economía y el pcipel de la república en
('
Unidos emprendieron su curso independiente b~jo la bandera ele la el orden internacional esta han desgarrando la fü1gil unión. Al esbozar
{ innovación. «Esté\ en nuestro poder-escribió Tom Painc con pala- una constituci<>n,.Jm~es Madison y sus colegas tuvieron que reconci-
{ b1·as memorables- comenzar de nuevo el mundo» 111• La nueva repü- liar de algün modo las aspiraciones de un fortalecido gobierno nacio-
blirn estaba a favor del rechazo del pasado, un pcisado identificado nal con las tendencias particularistas ele los estados. El brillante ejer-
( con una Europa demasiado propensa a sucumbir al poder arbitrario cicio de equilibrismo que fue el resultado de sus esfuerzos se logró
{ y construida sobre privilegios corporativos y la desigualdad de estatus. sólo gracias a u na serie de compromisos, incluido un arreglo sobre la
Había llegado el momento de crear, en el ambiente más propicio del polémica cuesiión de la esclavitud que fue lo bastante sólido para
( posponer, aunque no para evitar, la ruptura de la unión.
Nuevo Mundo, otra forma de comunidad que encamara los elevados ·~

( ideales de la Ilustrnci6n proclamados con las palabras resonantes de .!, A pesar de todo, los compromisos que dieron a Estados Unidos su
( la Declaración de lndcpc11dencia. Constitución y los convirtieron en un estado soberano también les
En realidad, como es bien sabido, los fundadores de la nación nor- dc:jaron un res1 >iro de unos setenta ali os vital para transformar el es-
( teamericana se inspiraron profundamente en lo vi~jo para crear lo tado en una nación. Esta nación embrionaria era un fenómeno ver-
( nuevo. Estaban imbuidos de las ideas inglesas de libertad e imperio de "!- daderamente nuevo, aunque inspirado en temas y aspiraciones tradi.:.
·¡
la ley, y su ideal siguió siendo el mixto y equilibrado sistema constitu- cionales. Los hombres que escribieron el borrador de Ja Constitución
( cional inglés, pero con la extirpación de aquellos defectos que lo ha- lograron hacer realidad el viejo suefio de los colonos de participar
{ bían hecho propenso a su subversión por parte de un poder incontro- ···"·:e, plc:namcllle y en pie de igualdad en una monarquía compuesta al
lado, ejercido o bien por el monarca en persona o bien por cJ rey en crear una rcpühlica compuesta, una auténtica federación de estados
(
el parlame111.o. El reto al que se enfrentaban los fundadores de la na- en Ja cual todos podían participar equitativamente a la vez que depo-
{ ción norteamericana era desafiar la opinión predominante, formula- sitaban alguno:- de sus poderes en un gobierno nacional en pro del 1
{
(
da por Montesquieu, de que sólo en los estados pequeiios podían
co11servarse los valores y las libertades de una repúblicam. ¿Cómo iba
a ser posible foijar una república coherente y duradera, y con perspev.
bien común. En Jos albores de la era de la soberanía popular procla-
mada por la Re\'o]ución Francesa, los Estados Unidos se mostraron
fieles tanto a SU!' propios principios fundacionales como a la época al .~il
l
( tivas de expansión a escala continental, a partir de Lrcce estados con
inclinaciones independentistas, cada uno con sus propias lealtades y
., ~

:!O Citado en Marson y Onuf, A U11ion ef/nlr.rests, p. 55 (de Richard Price, ~Obser·
(
fornrns de gobierno, además de su propia asamblea representativa? \'ations on lhe l1•1pnrtancc of the American Revolution», 1785. en Rir.lmrdPrireand flit! J
•'í
{ Etliir.al Fountlatwns nf tllr. A mmrmi Rroolution, ccl. 8ernard Peach, Durham, Carolina
:·~
~ "' del Norte, Dukc Uuivcrsity Press, Hl79, pp. 177-224, en p. 221 n.).
21
Mar.o;un y01111f: A Union llf/nlr.rtsLf, p. 83. Sobre los peligros que amena1.aban la ;:·t
supervivencia de hl 1111ión y lo.'\ dcbalc~s que conchtieron a la creación de la Constitución,
).'~
HI Thmmts Paine, Cm1mio11 Seuse, cd. Isaac Kranmick, Harmondsworth, Penguin, ·
t 1!l86 [El .fmtido común .Y olro.f f'.frritos, ecl. y trad. Ramón Soriano y Enrique Bocardo.; discilarla para salvaJ.!llardarla, \'éasc especialmente, entre obnts más recientes, David
(\ Madrid, Tecnos, l ~190], p. 120. C. Hendrickson. Prate Pm:I: T/1" Lnst Worlrl of tlit Ammr.ati Fo1tntlinK- Lawrence (Kansao;), 1i
¡·i1
19
Elliott, f111J1irrs, p. 3411 [ lmjmios. pp. 506-507]. y las fuentes allí citadas. ·~ llnivcrsity Pres.o; of hansas, 2003.
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garantizar que la sanción final del ejercicio del poder residía en el menees dejefferson y sus colegas virginianos, ese imperio, al cual l
pueblo, aunque la definición de qué era «el pueblo>> continuara sien- n u nea habían dejado de sentirse orgullosos de pertenece1~ hab~a sido _)
do problemática. A pesar de los temores profundos y continuados siempre un tanto idealizado. Lo habían concebido en términos de
sobre la supervivencia de la unión, esta fónnula suministró el cemen- }
una asociación de pueblos libres, unidos en la defensa de ideales e
to que mantuvo unido en pie el edificiofederal. intereses comunes, hasta que la política adoptada por Jorge 111 pro- )
Aun si se tiene en cuenta el inmenso talento de los redactores de dttio la desilusión. Se trataba de la visión imperial que Edmund Burke
la Constitución, !1ay que reconocer que la forja de una sola nación a }
pareció suscribir cuando pronunció su célebre discurso en pro de Ja
partir de estádos distintos se vio favorecida enonnemen te por la bue- conciliación con las colonias norteamericanas en marzo de 1775. Des- )
na fortuna. La nueva república tuvo la suerte ele encontrar, en la pués de elogiar el contemporizador sistema espailol como el más
persona de George Washington, un héroe nacional cuya integridad
j)
apropiado para el gobierno de un «imperio extenso y separado»,
y virtudes cívi~as lo convertían en un candidato universalmente acep- prosiguió caracterizando el imperio, en opÓsición al reino o estado }
table como pri.mer presidente. También tuvo buenaventura la repú- singular, como (<la agregación de muchos estados be.tia una jefatura )
blica en el momento de su nacimiento ..Las guerras revolucionarias común, ya sea esta jefatura a cargo de un monarca o de m:ia república
y napoleónicas. desviaron la atención de los gobiernos europeos, de responsable» 2"'. En otras palabras, se trataba de una estructura com- )
modo que se impidió una interferencia en los asuntos internos de los puesta y en esencia federal, cuya supervivencia dependía del enten- )
Estados Unidos yse hizo posible la compra de Luisiana, tan impor- dimiemo y respeto mutuo entre sus partes constitutivas. ·
tante para el futuro crecimiento de éstos. Su estatus de país neutral )
La consagración de este ideal federal en la Constitución de 1787,
les proporcionó la oportunidad, que no dejaron escapar, de expandir concebido primordialmente en términos de igualdad y estim·a mu- }
su comercio ~e ultramar y emprender con seguridad en sí mismos el tuas, hizo posible quejefferson concibiera la nueva república como
camino que llevaba a la prosperidad nacional. Como Jefferson había
}
un imperio, aunque desprovisto de sus connotaciones europeas y
previsto, la colonización del interior podía transformarse en un pro- hegemónicas. Difería del impe1io de Jorge 111 en que era republicano, }
yecto de auténtica ~onstrucción nacional, incluso si a veces les pare- no monárquico, y también en que estaría auténticamente fundado
. cía a los cargos políticos que podía llegar a hacer pedazos la nueva en el .e principio federativo». Se trataba de un imperio sin la ·~efatura
J
nación22 • com(m» de la que Burke había hablado. El principio federativo per- }
La nación quejefferson y Madison se habían propuesto edificar mitiría que la nación creciera por acumulación a partir de una base )
pretendía ser una entidad que no se paredera en 1mda al estado fiscal- de igualdad entre todos los estados que se habían sumado en unión~.m.
militar europeo dieciochesco, el cual les repugnaba23 • Con todo, al Así pues, cuando la nueva república compuesta de los Estados Unidos J
volver sus espaldas al modelo europeo, parece a primera vista irónico se lanzó a la ardua empresa de su expansión conrinental,Jefferson J
quejefferson, al trazar su visión de la futura nación en términos im- pudo otorgarle la l~gitimidad de una misión imperial. · .
periales, recurriera al Viejo Mundo en su intento de crear una nueva La guerra anglo-estadounidense de 1812, al conjurar el espectro ~
América. Los Estados Unidos, tal como los concebía, no iban a ser una de una reconquista imperial por parte de Gran Breta1ia, reforzó el }
mera nación, sino un imperio: un «imperio de la libertad>>, expresión
que ~e remontaba al «imperio d~ los hombres libres» británico. En l~ J
:N The lV1itittgs and S/Jeec/u:s o/Ed1111md Burlte, ecl. Paul Langford, 9 vols., Oxford, '}
Clarendon Press, 1966, III, pp. 125 y 132,. Véase Henclrickson, Peace Pacl, p. 101, y
...,..:-·· también pp. 22-23 sobre las ideas dieciochescas en tomo al federalismo. J
25
22 Véase james E. LewisJr., T/1e American Union and tlie Prvblem o/ Neigl1bourhood) «¿Quién puede limitar la medida en que el principio federativo puede operar
178.3-1829, Cllapel Hill (Carolina del Norte) y Lóndres, University ofNorth Carolina __ efectivamente?», citado_del segundo discurso de_Loma de_posesión dejefferson por . j)
Press, 1998. . Peter S. Onuf,jcjfers.on,'s Empirr:: Tlie Language ofA111ericm1 Natio11/wod, Charlottesville
25
S~bre la opinión de Madison acerca del estado fiscal-militar, comparada·con:la (Virginia) y Londres, Univer~ity Pre~s ofVirginia, 2000, p. 1. La vocación imperial de J
de Hamilton, véase Gordon S. Wood, .. Js There a ':James ~fadi~on .Problem"?•,"eil' los nuevos Estados Unidos se declarnba en fecha tau temprnna como 1778. Véase
Da~d ~ºrnerslcy (ed.), Liberty m1d American Experimce in t/it' Eighteenth Century, Iridii Charles S. Maier, Among Empires: A111erican Ascnidancy and its Pretlecessurs, Cambridge J
anapohs Ondiana), Liberty Fund, 2006, pp. 425-447. . ·; · ' (Massachusetts), Harvard University Press, 2006, p. l.
J
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F.'il'i\NA, Eu1to1•,\ ,. t.1. Mt•Nuo m: u1:rKA~!"" ~¡.;t.11'1'.l'.ANOO llt: Nllt:\'o? F.I. O<:A."0 ut: l.US IMl'l::RllJ.'I EN l.AS Ar.tt'.IUl:AS lllUTÁNICA V ESl'AÑO~
f '
( sentimiento de orgullo nacional de la nueva república en expansión. así en un expc~rimento constitucional de primera magnitud en cir-
( Al mismo tiempo, muy lejos hacia el sur, las comunidades que forma- cunstancias que a duras penas podrían haber sido menos propicias.
ban el imperio americano de España estaban a punto de embarcarse La mayor parte de la propia España estaba para entonces en manos
f ' en su propio \~aje a la categoría de estado, pero en circunstancias muy del invasor francés, mientras que la América española se hallaba en
( ~ diferentes a las que se habían enfrentado las colonias continentales un estado de agitación. ·
británicas en las décadas de 1780 y 1790. Aunque la Declaración de Desde el principio, los territo'rios americanos se implicaron pro-
(
Independencia estadounidense y la Revolución Francesa inspiraron fundamente en el experimento constitucional. Sus representantes
{' a un puiiado de radicales, especialmente en Venezuela, la idea de fueron llamados a participar en las Cortes, aunque desde el Inicio
emancipación respecto al gobierno de Madrid, Espaii.a perdería su había descon1cnto en los territorios americanos sobre el número de
f imperio americano como resultado no de las presiones de la periferia, delegados qut· se les habían asignado con relación al tamaño de sus
{ sino del colapso del centro. poblaciones. Aun así, sus representantes llegaron a Cádiz animados
( La invasión por Napoleón de la península Ibérica en 1808 y la ab- por la esperanza de hacer realidad el viejo sueño criollo d~ participar
dicación forzosa de los Borbones espai\oles originaron a ambos lados en una auténtica monarquía compuesta que abarcara el Atlántico y

'
{
(
del Atlántico hispánico un vacío de poder que se esforzaron por llenar
unos súbditos que se veían slibitamente despqjados de su monarca
legítimo. Según la tradición constitucional castellana, cuando la rea-
les diera iguales derechos que a Jos reinos peninsulares. El artículo
primero de Ja ( :onstitución de 1812 parecía plasmar su esperanza: ((La
Nación espaiit.>]a es la reunión de todos los españoles de ambos
leza caía en crisis, la soberanía revertía en el pueblo. Tanto en Espaiia hemisferios» 2;. Un imperio. en efecto, se disolvía para ser sustituido
( como en América, se juzgó que este principio constitucional sancio- por una ünica nación que abarcaba dos continentes y qu~ habría de
( naba la creación de juntas que eran de carácter mc1s o menos popuJis.;. estar basada en la igualdad de representación en la asamblea nacional
ta y pretendían t:iercer la autoridad en nombre del depuesto Fernan·- y en la igualdad de derechos.
{ do VII. En este punto, Ja teoría constitucionalista tradicior\al confluía Pero una gran discrepancia entre teoría y pn.ictica iba a producir-
{ con el concepto revolucionario de soberanfa popular para quedar se. A pesar de sus buenas razones a favor de los principios liberales,
sumergida en él. A medida que las tropas francesas ocupaban prácti- los diputados españoles a las Cortes, donde eran apla5tante mayoría,
(
camente toda Espaiia, el mundo hispánico se vio atrapado en un gran eran en muchos aspectos herederos de las ideas borbónicas de una
{ debate, similar al desalado en Francia por el estallido de la revolución, nación unitaria más que de una monarquía pluralista y, pese a su alti-
{ acerca de la última fuente de autoridad, los elementos cu11stitutivos sonante retárica sobre la igualdad, continuaban pensando en térmi-
del carácter de nación )'el derecho de representaciún 21;. nos de subordinación provincial 28 • Desde el principio exhibieron una
{ Con Jos liberales en auge, la.Junta Central convocó Cortes en Cá- arrogancia hacia América que había de alienar a quienes querían
{ diz en 181 O para concebir una nueva constitución. El primer acto de atraer. Espaila tenía una población de unos diez millones de habitan-
la nueva asamblea legislativa fue proclamar el principio revoluciona- tes, frente a los quince o dieciséis ri1i11ones de la América española29,
(
rio de la soberanía de la nación. La Constitución cuyo esbozo em- y el comprensible temor de los diputados peninsulares de verse des-
( prendieron las Cortes de Cádiz pretendía consagrar en Espaúa y sus bordados por lus americanos les llevó a manipulaciones electorales
posesiones de ultramar los ideales liberales encarnados en las revo.:. disefiada'> para reducir el pc~so de la representación americana. Por
l luciones cstaclouniclcnse y francesa, evitando los extremos del repu- más que la nacii>n espaii.ola fuera definida en la Constitución como
l blicanismo al eslilo francés para transformar Espafia en una mom~r­ «la reunión de lodos los cspaiioles de ambos hemisferios» -una de-
t quía constirucional según el modelo británico. Tras un siglo de
gobierno borbónico autoritario, el mundo hispfü1ico se embarcab'l
t ;.:
.,,..._..;
27
La co11.flit11ri1i1t di! Crídiz ( 1812), cd. Antonio Fcrnánclcz García, Madrid, Casta-
lia, 2002, p. 89.

'
28
Véase F. X. Guerra, «El ocas<, de la monarquía hispánic:a: revolución y desinte-
'.!li Antonio Annino y Frall(;ois-X;l\'icr Guerra (cds.), /nvrnlmuln In 1111r.iá11. //Jerol gración•, en Annino )'Guerra (eds.), lnvmlandO la nación, p. 129. ·
( mnhiw, Ji~lo .'\IX, Méx:iro. Fondo ele Cultura Económica. 2003, p. 134. ·' 211
Elliou, Em/n11•.s, p. 379 lfmpr.rio.f, p. 551].

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finición que en principio abarcaba no sólo a criollos, sino también a El resultado era pre~ecible. La resistencia se ~ndureció, el conti-
indios, mestizos, castaS pardas y n~gros libres-:-, los derechos de plena nente se sumergió en una guerra civil entre rebeldes y realistas y ni J
ciudadanía de aquellos con ascendencia africana se fueron red u cien~ siquiera el retomo al gobierno constitucional con la revolución libe- }
do a medida que se desarrollaba el documentoso. Se contaba con que ral de 1820 logró salvar la situación. En 182~ las.Cortes espaiiolas,
}
el efecto de este proceso sería producir un'ci. paridad relativa entr.e las vueltas a convocar, trataron ele resucitar una propuesta presentada
representaciones peninsular y americana en los futuros encuentros originalmente en 1783 por el conde de Aran da a favor de la división }
del imperio atlántico español en tres reinos separados, cada uno de
de las Cortes, aunque nadie tenía una idea clara del tama1io <.le las
poblaciones implicadas.
En general, los diputados peninsulares mostraron poco conoci-
miento de la Am~rica española y escasa comprensión hacia sus legíti-
ellos gobernado por un príncipe de la casa real. Igual que una pro-
puesta bastante parecida que hizo lord Shelburne para la América
británica en 1782, llegaba demasiado tarde 32. Un territorio americano
'
)
)
mas demandas y, como había sucedido con la América británica co- tras otro había proclamado ya su independencia o estaba a punto de
hacerlo. Los reinos más antiguos y sólidamente establecidos, Nueva )
lonial, la discriminación económica en particular siguió siendo
motivo de queja por el lado americano. Los mercaderes de Cádiz, que Espaifa y Perú, estuvieron entre los últimos en marchar: México se )
ejercían una poderosa influencia sobre las Cortes, estaban decididos declaró independiente en 1821 y Perú en 1824. Para Hispanoamérica,
)
a mantener su posición dominante en la organización del comercio la edad del imperio se había acabado y la edad de la construcción del
transatlántico, una ~etenninación que significaba una subordinación estado y la nación estaba a punto de comenzar. Miencras que las colo- )
continuada de los territ~rios ameiicanos al control económico.de la nias rebeldes de la América británica habían conseguido, pese a las }
dificultades, levantar un estado nacional sobre las ruinas impedales,
metrópoli. .. : )
A pesar de todos sus defectos, la nueva Constitución de 1812 fue el imperio de la América española se fragmentó en diecisiete estados
ampliamente aclamada en muchas partes de la América española; diferemes. En todos ellos la creación de las instituciones propias de )
que experimentaba ahora la novedad de elecciones a escala masiva un estado y el desarrollo de un sentimiento de identidad nacional se
revelaron incluso más problemáticas de lo que habían sido en las }
para las nuevas instituciones creadas por ella y para los ayun tamien..
tos que habían sido previamente corporaciones más o ºmenos cerra~ antiguas coloni'1s británicas. ¿Por qué hubo de ser así? . }
das' 1• Sin embargo, por el tiempo en que este extraordinario experi~ Si comparamos las trayectorias divergentes que siguieron a la in-
)
mento liberal se desarrollaba, el desencanto hacia las deliberacion~s dependencia en las Américas británica y espaiiola, una primera y
de las Cortes ya ~abía incrementado el número de hispanoamerica- obvia indicaci6n sobre sus experiencias contradictorias es la enorme )
nos que se inclinaban por seguir el ejemplo norteamericano de indfT diferencia en la envergadura entre ambos imperios en el_ momento )
pendencia en vez del discurso d~ la unidad e igualdad dentro de. una de su disolución. La superficie del imperio espa11ol ele las Indias era
de unos trece millones de kilómetros cuadrados, en contraste con }
sola nación española. La monarquía restaurada de Fernando VII coffi¡ .
pletó la labor tjue l~ Cortc:s ~e Cád_iz h~bían coi:nenzado sin proponérr los 824.000 de las colonias continentales británica~33 • Una vez supri-
J
selo. El regreso del Deseado fue seguido por su disolución de las Cqrt.e~ mido el control de la metrópoli, no había ninguna posibilidad de
)
en primavera de 181 ~_y la restauración del absolutismo borbónico. En :.\ mantener íntegra esta inmensa área como uná sola unidad. Epo, na-
una tentativa de recobrar su imperio american~ }'volver a llenad~..;,:'.{
vacías arcas del tesóro, Fernando se lanzó a sofocar los movimien tos.d~ \i;
emancipación que habían brotado por todo el continente. .··~l~ i;~ ·
turalmente, no eliminó las aspfraciones de unidad, por no decir de
pleno imperio, sobre al menos vastas regiones. Simón Bolívar, con su
proyecto de una Gran Colombia que se extendiera de Venezuela a Chi-
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Jai~~ E. Rodríguez O., 11ie Jmle/1endmc~ o/ Spanisli ~~nmca,.~ambridge, ?,i!h en lucha», en Annino y Guerra (eds.), lnventandola nación, p. 218; sobre:: Jas propues- ·I

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tas de Aranda y Shelburne, Elliott, Empires, p. 367 [Imperios, pp. 535-536].
bndge Um\.ersicy Press, 1998 [ L<t independmcia <k la espanola, trad .. j
Abelardo ~macho,México, Fondo ele Cultura Econ6m1ca, 2005], pp. 9'1-10.i. • ~
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ss Elliott, Empirl's, p. 331 [Imperios, p. 485].
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( finición que en principio abarcaba no sólo a criollos, sino también a
EJ resu1tado era predecible. La resistencia se endureció, el conti-
{ indios, meslizos, castas pardas y negros libres-, los derechos de plena
nente se sumergió en una guerra civil entre rebeldes y realistas y ni
ciudadanía de aquellos con ascendencia africana se fueron reducien-
{, siquiera el retorno al gobierno constitucional con la· revoluci~n libe~
do a medida que se desarrollaba el documento 30 • Se contaba con que
{. ral de 1820 logró salvar la situación. En 1821 las Cortes españolas,
el efecto de este proceso sería producir una paridad relativa elllre las
vueltas a convocar, trataron de resucitar una propuesta presentada
{ representaciones peninsular y amcric<lna en los futuros encuentros
originalment\! en 1783 por el conde de Aranda a favor de la división .
de las Cortes, aunque nadie tenía una idea clara del tamaffo de las
f poblaciones implicadCls.
del imperio atlántico espaii.ol en tres reinos separados, cada uno de
ellos gobernado por un príncipe de la casa real. Igual que una pro-
( En gener;il, los diputados peninsulares mostraron poco conoci-
puesta bastan te parecida que hizo lord Shelbume para la América
miento de la América cspa1iola y escasa comprensión hacia sus legíti-
t: / briL<inica en 178~. llegaba demasiado tarcle~2 • Un territorio americano
mas demandas y, como había sucedido con la América británica co-
( tras otro había proclamado ya su independencia o estaba a punto de
lonial, la discriminílci6n económica en particular siguió siendo
hacerlo. Los reinos más antiguos y sólidamente estab]ecidos, Nueva
( motivo de qu~ja por el lado americano. Los mercaderes de Cádiz, que
Espalia y Perú, estuvieron entre los últimos en marchar: México se
ejercían una poderosa influencia sobre las Cortes, estaban decididos
( declaró independiente en 1821 y Pcn:i en 1824. Para Hispanoari1érica,
a mantener su posición dominante en la organización del comercio
Ja edad del imperio se había acabado y la edad de la consrrucción del
{ transatlántico, una determinación que significaba una subordinación
estado y la nación estaba a punto de comenzar. Mientras que las colo-
continuada ele los terrilorios americanos al control económico de la
{ metrópoli.
nias rebeldes ele la América británica habían conseguido, pese a las
( dificultades, levantar un estado nacional sobre las ruinas imperiales,
A pesar ele todos sus c;lefectos, la nueva Constitución de 1812 fue
el imperio de la América espa1iola se fragmentó en diecisiete estados
ampliamenle aclamada en muchas partes de la América espailola,
l que experimenlaba ahorn la novedad de elecciones a escala masiva
diferentes. En todos ellos la creación de las instituciones propias de
{ un estado y el desarrollo de un sentimiento de identidad nacional se
para las nuevas inslituciones creadas por ella y para los ayuntamien-
revelaron incluso méls problc1míticas de lo que habían sido en las
( tos que habían siclo previamente corporaciones más o menos ccrra-
antiguas colonias britélnicas. ¿Por qué hubo de ser así?
das31. Sin embargo, por el tiempo en que este extraordinario experi-
( mento liberal se desarrollaba, el desencanto hacia las deliberaciones
Si comparamos las trayectorias divergentes que siguieron a la in-
dependencia l n las Américas británica y espailola, una primera y
( de las Cortes ya había incrementado el número de hispanoamerica-
obvia indicación sobre sus experiencia-; contradictorias es Ja enorme
nos que se inclinaban por seguir el ejemplo norteamericano de inde-
{ diferencia en la envergadura entre ambos imperios en el momento
pendencia en vez del discurso de la unidad e igualdad dentro de una
{ ..... ¡' de su disolución. La superficie del imperio cspai1ol de las Indias era
sola nación espa1iola. La monarquía restaurada ele Fernando VII com-
'¡fij!, de unos trece millones de kilómetros cuadrados, en contraste con
( pletó la labor que las Cortes de Cádiz habían comenzado sin proponér-
~v: Jos 824.000 de las co1onias continentales británicas 33• Una vez supri-
selo. El regreso del Deseado fue seguido por su disolución de las Cortes •·
t en primavera de 1814 y la restauración del absolutismo borbónico. En ·.i:11.:· mido el control de la metrópoli, no había ninguna posibilidad de
mantener íntegra está inmensa área como una sola unidad. Ello, na-
( una tentativa de recobrar su imperio americano y volver a llenar las
turalmente, no eliminó las aspiraciones de unidad, por no decir de
vacías arcas del tesoro, Fernando se lanzó a sofocar los movimiemos de
{ pleno imperio, sobre al menos vastascegiones. Simón Bolívar, con su
emancipación que habían brotado por todo el continente.
( proyecto de una Gran Colombia que se extendiera de Venezuela a Chi-

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:\O /bid., p. 38.r; [p. !l!)8).
Sobre Ja pro¡:uesta de las Corte~ ele 1821, véase Antonio Annino, .. soberanías
2
(· =' 1 Jaime E. Rorlrígut!~ O., '/71r. ludr/1mulr1lf:r f!fS/umish Aumir.a, Camhricl~t". Cam- :\

bridge University Prcss, 1998 [/.n inde/1rndr11áa de la Ammr.a r..f(iañola, trad ..Miguel en lucha•., en Anni110 y Guerra (ccls.), htvmlmido la nació11, p. 218; sobre las propues-

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Ahclardo Canmchu, l\·féxico, Fondo ele Cullllra Económica, 200fi], pp. 94-103.

290
33 Aranda y She!lmrnc, Elliott, Em/Jin.s, p. 367 [Imperios, pp. 535-536].
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Elliott, EmjJim, p. 331 [ l111¡1erins, p. 485 J.

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EsPAÑA, EUROPA Y El. MUNDO DE ULTRAMAR l
~endenci.a. Este patri?.tismo local y re~onal adquiriría nuevos y más }
le, intentó en váno mantener ligadas en una unión federal pem1ancn- neos mauces en las decadas iniciales del siglo x1x, a medida que fue-
te extensas unidades territoriales que ya se estaban disolviendo en }
r?n ab.razadas con entusiasmo en América las ideas europeas de na-
estados independientes~ En el virreinato de Nueva E~paña se p1~ocla- ·. c1onahdad: ata~iadas con los atuendos de moda del romanticismo. :}
mó en 1821 un imperio bajo un ex comandante reahsta, Agustm de ~as te~s10nes entre las diferentes patdas fueron exacerbadas por
Iturbide, pero dos añ.os después se desplomó; fu~ ~ustit~1i~o por una las 1~ce~·udumb1:~s sobre los límites exactos de las antiguas unidades
)
república federal mexicana, _de la cual se. desgajo ~?enea Cen~1:al terr~~onales.es.pan~las, un problema agravado por la reciente reorcle-
)
para crear las Provincias Unidas del Centro de Amenca, una umon nac~on admm~strauva de los últimos Borbones que había creado nue-
que más tarde se dividi_ría en cinco na~iones ind~pend.ien~es!l-•, De
)
vas areas de chsputa. Además, en una civilización en esencia urbaua
manera parecida, Buenos Aires, la capital del anuguo ~'m:~mato de como la ele la América cspatiola, las ciudades de provincia instinciva- }
La Plata y de la nueva república de Argentina, no c?11S1gu10 reten.er mente se m~lestaban por el predominio de las capitales como México )
Paraguay, Uruguay ní ~olivia 3 !l. En la Améri;a espanola, pues~ los m~ }' Bue1.1~>s Aires y se .oponían a sus pretensiones de ser portavoces <le"
tentos de unión federal a gran escala, segun el modelo de Estados )
la n:1c101~ ~n SL~ cm~Jllllt~. El col~pso de la autoridad sobre gran parte·
Unidos, se revelaron en grai1 parte <lel continente insuficientes para del 11npe110 cho a esas villas y cmdades un grado de autonomía sin )
impedir una fra~~ntación en unidades política~ meno1:e~s •
5

precedente, al cual estuvieron poc:;o dispuestas a renunciar cuando )


Aunque parte de la explicación de la tenden~1a .co~gemta a la es- comenzó el proceso de constmcción del estado.
cisión del antiguo imp~rio americano de Espan~ re~1~e en su ~1era Por añadidura, la mera duración y ferocidad de las hostilidades )
magnitud, otra parte también se halla 7n la orgam~ac1on_r el ca.~cter entre. patriotas y ~ealistas en comparación con la Guerra de Indepen- }
del difunto imperio. D.esp':1és de tres siglos de go~1crno 1mp:nal, las dencia estadounidense favoreció la aparición de caudillos con sus
divisiones territoriales introducidas por los espanoles se habian con- fuertes bases regionales propias y extensas redes de clientela:ss. Una )
solidado e intensa5 lealtades locales se habían.desarrollado. Estas leal- vez derrocados los espai1oles, los frágiles estados nacidos de las ruinas }
tades tendían a centrarse en primer lugar en villas y ciudades indivi- d~J impe1io resultaban demasiado propensos a caer a merced de cau-
duales, pero irradiaban m~s allá, aunque con intensida~ de~re~i~nte; dillos locales o regionales con veleidades de dirigentes nacionales. La
)
hacia los límites exteriores· de las regiones adminisuc1uvas,Jud1ciales co~1secuenci·ª· in e.vi table fue la militarización de la política y la consi- }
y fiscales a las que peÍtenécía~s1 • El con~i~i~nte sentimi7nto de pauia ~1e1~te deb1htac1ó1~ <le las nacientes instituciones de los estados re-
en lo que había llegado a ser una muluphc1dad d: pamas i:arece ha.,. )
c1en, independizados: En tales circunstancias, un caudillo victorioso·
ber estado más hondamente arraigado en la Ame nea espanola de lo · podia present~rse a .si mismo como la única persona capaz de restau- }
que había estado en las col~ni_as británicas en el momento de la in de~.,. rar el ?rden e 1~duc~r a sociedades atomizadas a aglutinarse en torno )

~Rodrigu~z, /ndepmdence o/Spani.slt A111erica. p. 210;Jurd•m•~ Dym, From Soverdlr!}


Villages to Nationtzl States: City, State and Federation in Central A 111enet1, 1759-18.39, AllW¡
'~. a un cierto senudo de n~cionalidad. Los caudillos habían demostrado
su va.lar como héroes en el enfrenta~iento contra España. Ahora, a
medida que Jos nuevos estado~ entraban en .conflicto con sus vecinos •
}
uer ue (Nuevo México), University of N.ew Mexico Press, 20?6.
q s~ Jeremy Adelman, Sovereignty tmd Revulution in t!ie Jbenan .-Wantu:, Prmcecon
'j ) princecon University Prcss, 2006, pp. 261-263.
. .

;.1 ~
a .c~~sa de las fro~teras y la distribuc.ión del legado fiscal españot:su,
dmgieron los senumientos nacionalistas generados durante las luchas .
(N us~va ersey ' p d
Anthony ag en, LNflJJ
w --'· oifAll tl1t1 Worltl: Jdeologies ofEmpfre ¡,, Spain, Brilain "?4 •
d u l U · 't p ss1 ,
por la emancipación de España contra enemigos más cercanos. J
F 150().c 1800 New Haven (Cunnecticut) y Lon res, ia e 111vers1 ~ re , > }
1~~lS~ore.s todo ;l mundo. Jdtologías del imperio'!' España, Inglaterra~ Frllneta ~i ~¡ .i
k
· lo d M Dolors G·tllart Iglesias, Barcelona, Penmsula, 19J7], _ 38 Véasejohn Lynch, Caudillos in SpanisliAmmca 1800-1850. Oxfiurd .CI· ·• d )
sag s XVI, XVII., X.V/11, era . . • Press, 1992 [C'fltl('1·1cUS .ucn .on
p.196. •· ·1 · ·e··'.'.
1 •
en Hrspanoamérii:a, '
1800-1850 trad. Martín Ras 5k'•111 e
57 Sobre el clesarrollo del senúdo de ptttria.en la .Arnenca espano a, vea~e esp • ,·

'
Madrid, Mapfre, I 993]. ' lllm.m,
cialmente David Brading, The Fírst America. The Span_ish h!onarchy, ~rtole patnots,. "nd;. !19 v·
. e:lsc Regan.a
. G.rafe. . y María Ale)~ndrcl Irigoin, «The Spanish Empire and its
the Liberal state, 119~J 867, Cambridge, Cambridge Umvers1ty Press, 1~91 [ ~rbe bi~u~no~ . Le!~ª~Y· Fiscal. Rcd1str1buuun and Pohucal Conflict in Colonial and PüsL-Colonial )
De la nonarquítJCnt licati la nfllíblica criolla,. }49~·1861, trad.JuanJnse Utnlla, Mex1co~·:: Sp.m1sh Amenca .. ,Jcmnml ~{Dlubal llistmy, 1 (2006), pp. 241-267.
1 6
Fondo de Cultura Económica, 1991 ), y mas arriba, cap. 9. · 1
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r
(.
~> E'I""'''· El11tol'... \' t'.I. Ml'N1>11 ut; u1:11t.\M,\1t •
¿ F:Mi'f.1J\NIJt) OE ~· • •tTr l? F.1. 0( :,\,'i() l>t 1.ns IMl'lRJOS F.N l.AS AMt'.111<: \S ílR1T,\N1c,\ \' F.'il'AÑOIJ\
( .. Los nacientes Estados Unidos Lambién habían sufrido serias dis-
<1uc Lambién significaba, al menos hasta que Jos tíllimos Barbones
(~ putas sobre las antiguas fronteras coloniales, pero su estructura ícdc-
crearon las nuevas unidades administrativas ele las intendencias, que
ral, con su tendencia implícita a favorecer el compromiso en la reso-
(~ no existía ningún cuerpo intermedio en el equivalente del nivel pro-
lución de conflictos, contribuyó a solventar tales contenciosos sin el
vincial para cubrir el espació entre los ayuntamientos y las institucio-
~> recurso a la guerra fratricida. Al mismo tiempo, los temores a los nes del gobierno reaJ·m.
(i trastornos sociales y a la caída en la anarquía, desencadenados por
No es sorprendente, por tanto, que las ciudades y los gobiernos
acontecimientos como la rebelión de Shay en 1786, convencieron a
f i
las élites de los estados ele la necesidad de dejar a un lado sus diferen-
municipales trataran de salvar el vacío con reivindicaciones de auto-
ridad sobre exte11sas áreas de territorio. Al obrar así, entraron en
(. cias y apoyar la idea ele un gobierno cen u·al lo suficientemente fuerte
inevitable conflicto con otras ciudades igualmente determinadas a
( para mantener la paz. Como se ha mencionado, las probabilidades
establecer sus propias pretensiones. La existencia de asambleas re-
de estabilidad se vieron incrementadas además por la circunstancia
presentativas a nivel provincial durante el periodo colonial podría
~ de que la relativa brevedad de la Guerra de Independencia estado-
haber contribuido a mediar en t.a:Ies disputas internas y también ha-
.: unidense originó menores posibilidades que en las colonias espa11o-
las, donde imperaba tradicionalmente el patronazgo y la clientela,
~:1·

·.ii1L,•
bría estimulado la práctica de 1>uscar el consenso. Esto a su vez habría
( para la aparición de caudillos con partidarios locales fuertemente
facilitado más tarde el log·ro de acuerdos a nivel nacional e incluso
regional. Dadas l;is circunstancias, cada ciudad actuaba por cuenta
( organizados. Todavía más importante quizás, la militarización de la
propia, resistiendo tanto a las demandas de las poblaciones rivales
sociedad civil no se veía favorecida por la tradición de republicanismo
( como a Jos inte:ltos de los débiles gobiernos centrales para establecer
clásico que se había inculcado en las élites coloniales norteamerica-
( la soberanía nacional sobre el territorio en su conjunto. La lucha
nas. Como demostró a las claras su rotundo rechazo de la conspira-
entre ciudades y villas en disputa por la preeminencia degeneraba
( ción de Newburgh, en la que oficiales desafectos del Ejército Conti-
demasiado a menudo en una guerra civil que amenazaba a los frágiles

,.,.-
(~
nental se dirigieron a él para tratar de asegurarse su apoyo de cara a
un posible golpe de est.ado, George Washington era la personificación
de la virtud republicana. Incluso si hubiera tenido tal inclinación, la
arraigada desconfianza a los e:jércitos permanentes en el mundo an-
estados con la disolución, aunque en algunas regiones la indepen-
dencia municiFal podía facilitar, del mismo modo que obstaculizar,
la tarea de formación del estado. En América Central, por ejemplo,
gloamericano le habría hecho difícil, por no decir imposible, tomar el vacío creado por el colapso de las instituciones de gobierno virrei-
nal dc:jó a las municipalidades menores en busca de un árbitro que
( el camino que más tarde seguirían un Bolívar o un Iturbide.
mediara en sus disputas internas y externas, de modo que se dirigie-
( Pero el patriotismo con tendencia congénita a la escisión y la mi-
ron por instinto a los nuevos gobiernos estatales para que asumieran
litarización de la sociedad no eran los únicos problemas que compli-
~ el papel que antes habían desempeñado los agentes de la corona 4 J.
caban el nacimiento ele los nuevos estados hispanoamericanos. La
Con harta frecuencia, sin embargo, el resultado del conflicto entre la
( Constitución ele 1812 llcvó instituciones representativas a la América
espa¡:1ola, pero éstas llegaron demasiado tarde. Al contrario que en la hondamente arraigada sobermiía municipal y una soberanía nacional
~ América colonial brilfü1ka, las posibilidades de participación en el que los gobiernos centrales se.,revelaban incapaces de imponer era
una especie de federalismo por defecto.
( proceso político, incluso para la élite criolla, eran muy limitadas y a
fin de cuentas se reducían en gran parte a negociar y regatear con la~ Finalmente, el proceso de construcción del estado fue obstaculi-
~ autoridades reales, una práctica a la que ésta se aficionó. Mientras que zado en el antiguo imperio espat1ol por la estructura social y étnica
( cada colonia británica había tenido su propia asamblea reprcsc11tati.: de las sociedade~ que acababan de alcanzar la independencia. Las
va, la corona cspailola se había opuesto desde el principio a la trans"." posesiones de ultramar espaiiola~. como la propin Espailn, eran socie-

'
(
fercncia ele Cortes o asambleas representativas a América. Su ausencia..
no sólo privaba a la élite y amplios sectores ele la población de opor-
p. l !14. «El ocaso de la 111om1rq11ía .. , en Aimino y Guerra (c<ls.), Inventando la
·IO Guerra,
<i tunidades ele ganar experiencia en las artes del autogobierno, s!~1p. nflriri11,
-ll Véase Dym, Soureign l'illt1¡:t~.s lnNntimuúStn1;.s, cap. 8.

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EsPAÑA, EUkUl'A \' El. MlJNUO DE Ul.TJt,~\IAk
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4
dadesjerárquicas y corporativas ~. Durante el petiod~ c~l~nial, las
oligarquías criollas habían aprovechado las debilida~es de la co.r~na
nica, mucho mayor que la de los reciemes Estados Unidos, con su l
fündamemal línea divisoria énLre blancos y negros. H~1bía más opor- ·-}
y su crónica falta de.fondos para consolidar su dominio social y eco~
tunidades de éxito en las emidades políticas más antiguas dentro del
nómico, al cual no estuvieron dispuestas a renunciar cuando llegó la )
imperio cspaiiol, como México, Perú y ChÚc, que en las nuevas uni-
emancipación. A pesar de que hubo de hecho'una'movilidad social
dades administrativas creadas en el siglo xvm, como los virreinatos de )
considerable durante el periodo colonial, y de que desde los primeros
Nueva Granada y Río de la Plata, que habían dispuesto de menos
tiempos de la colonización se había iniciado un p~oceso de mestiz~~je )
tiempo para desarrollar cierto sentido de identidad colectiva. Con
entre gentes de ascendencia europea, indígena y africana, las divisio- todo, la diversidad étnica, la fuerza prolongada de las corporaciones )
nes sociales habían tendido a endurecerse con el tiempo siguie~do tradicional~s y de los vínculos entre los poderosos y su cJientela, la
pautas raciales. . . , }
supremacía de las ciudades y la debilidad ele las inslituciones políticas
Durante los años de dominio espatl.ol, la Iglesia y la corona habmn tras la eliminación de] gobierno rea] fueron factores que en su con- }
procurado integrar, con cierto éxito, todos los diversos elen:entos de junto hicieron la conslrucción del estado y la nación una tarea aún
la sociedad bajo sus amplios mantos, pero el colapso del gobierno rt:'al )
más ardua ele lo que había resultado en Estados Unidos. La inestabi-
hizo aflorar viejas tensiones sociales y étnicas y privó a las comunida- lidad era crónica en Jos primeros a11os de las nuevas repúblicas inde- )
des indígenas de su protector natural contra la depredación de sus pencliences. Como observójohn Quincy Adams: «Sus gobiernos son )
tien-as. Al mismo tiempo, ningún grupo racial dejó de sentir los vien- como sombrns chinesca'i; aparecen en el escenario y se desvauecen e.orno
tos de cambio que soplaban por todo el hemisferio, los cuales traían las imágenes de los descendientes de Banquo en Macbetl1>•~·•. )
consigo nuevas ideas de nacionalidad y derechos de répresentación. Las nuevas repúblicas, aún inestables políticamente y empobreci- }
Los experimentos constitucionales de la década posterior~ ~808, que das por gue1-n1s in tes tinas, se vieron además ohlig"<ldas a funcionar en
ue·gaban inmediatamente después de las reformas ~orbomcas, pi:o- }
un clima econ6mico mucho menos benigno del que habían tenido
dujeron profundas transformaciones en todos los i~ivdes de la socie- los Estados Unidos cuando avanzaron en el camino para llegar a ser }
dad. El antiguo sistema binario con separación entre «república ele una nación. Es cieno que·se vieron aligeradas de las cargas fiscales
los españoles» y ccrepública de Jos indios» se había desplomado de he~ )
que implicaba costear la metrópoli, así como de las restricciones co-
cho. Las nuevas leyes electorales ampliaron largamente el: cuerpo men:iales impuestas por el monopolio imperial. A estos beneficios, )
político y criollos, mestizos, indios y pardos competían a~ora por un no obstante, hay que contraponer la disolución de Ja extensa unión )
lugar en los gobiernos de las municipalidades que se acababan de monelaria y aduanera que en otro tiempo ·había sido d imperio ame-
unificar, los ayuntamientos constitucionales. Los recién emancipados, ricano de España y las dificultades para encontrar sus propios huecos
)
con derecho al voto, no tardaron en aprender el nuevo discurso de en el mercado de una economía global cuyas mejores posiciones es- )
los derechos individuales y la soberanía popular. En México los indí- taban ocupadas por los británicos, con unos 'mercaderes norteameri-
genas, que constituí~ el treinta por ciento de toda la población, re-:- )
canos cada vez más seguros de sí mismos pisándoles los talones-is.
currieron a las nuevas doctrinas constitucionales para defender sus No existe una ley histórica de evolución del imperio al estado-na- }
tierras y sus derechos, que describían como inherentes a una nacic)n ción que ofrezca la inevitabilidad que se daba por supuesta en las
mexicana que se remontaba a tiempos anteriores a la conquista·15 • }
explicaciones corriemcs en Jos siglos XIX y xx, en que se consideraba
En tales. circunstancias, nunca iba a ser fácil moldear estados .y. j
naciones con cohesión a partir de entidades con tanta diversidad ét~

-12 Sobre el corporativism~ en Nueva EsP.a1ia, vé?se Annick Lempé~iere, E11trr:. ·


+1
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5
Ci lado en Lcwis, 1'l11~ tl mnicwi Uniun atul tite Pwblem ufNeigllbuurlwutl, p. 162.
Parn una redenlc visicín de c01~ju11to sobre las difcrcnccs evahütcio11cs el<· las
c?nsccuc11cias ccom)mic:1s ele la.e::mandp<1ción para las naciones de Hisp:moamc!r'ica,
'
j

. et ce'-Ro'1, la •111.J.
n1ru bl' t. Mexaco, XVl~XJ~siecles, Pans,
...ru iqu
45 Antonio Annino,.•Pucblos, liberalismo y nación en
Guerra, Inventando la nació11, PP· 414-421.
. Les Belles-Lettres,
M• ·
ex1co•, en
2004.· .; .
An
nmu,r,
ve~se el ~ap .. 13, a c~rgo de Leand~o Prados de la Escosurn, de Tlie Cambridge J~'amumic
Hi.ftory ~/l..11/m r\mem:a, vol. J, cd. Vu:tor Buhne::1:..'fhomas, Jolm H. CoaL'IWonl 1 y Roberio
Com:s Conde, Cmnbridgc, Cambridge University Pre~. 2006. Véase t;unbién Adel-
ma11, Suuereignt_y tmd Reuuircticm, pp. 34H-355.
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lf "" f~o¡l'AÑA, ELIROl'A ,. '"· MtlNl>O llE lll:mAMAR •
¿Et.11•t:l'o1,NllO •.••: NlºI \H? i-:1. rn:,\SO 11~ 1 os IMl't:1t1os F.N lo1\S 1\\11'.Kl<~\.'i lllU rANIC:A y ESPAÑOi.\
( ~ el estado-1)ación como Ja culminación lógica de mil m1os ele historia lismo y el nacionalismo. 'Por dc:sgracia, fue un experimento malogra-
( ''I europea 46• Lo que se observa en el mundo occidental a finales de siglo do por Ja miopía, d egoísmo y la política reaccionaria de la monarquía
XVIII y principios del XIX es más bien un proceso de reconfiguración
f ~ rcsumrada. Duró el tiempo suficiente, sin embargo, para asegm-ar que
política a escala masiva, a medida que viejos imperios se adaptaban a el liberalismo tuviera un lugarjunto al nacionalismo en la Hispano-
(" desafíos desconocidos en el pasado, nacían nuevos imperios y se cons- américa independiente del siglo XIX.
tmían o reconstruían con dolor estados a partir de ruinas imperiales.
( Esta América era, y siguió ~dendo, una América vulnerable. Era
¿Estaba la respuesta en la creación ele estados-nación, de unidades
( vulnerable por el hecho de que el liberalismo, al alinearse con el fe-
compuestas más extensas o, como en el caso de los Estados Unidos,
deralismo, rediuo las oportunidades para la creación de autoridades
{ en una combinación de ambas modalidades? En la medida en que la
centrales con fuerza suficiente para imponerse a las nuevas unidades
creación de estados-nación parecía presentar el único camino hacia
( ·~ lcrriloriales que poseían poco o ningtín semido ele la identidad na-
adelante tras haber fracasado los planes de Bolívar para una confede-
cional y estaban divididas por confliclos sociales}' étnicos 47 • Y era
( ración a gran escala, la transición del imperio a un estado-nación
vulnerable a las fuerzas del orden econ6mico inrcrnacionaJ y también
{ viable se reveló más tensa y prolongada en los territorios de la Améri-
a las presiones que emanaban de la nueva y poderosa nación angló-
ca espaii.ola que en los continentales de la América brit.:inica, aunque
( fona que surgía en la mitad septentrional del hemisferio.
incluso en éstos se necesitarían muchas décadas, y aun quizá una
En Ja guerra entre Estados Unidos y México de 1846-1848, éste
{ guerra civil, para que quedara establecido un sentido permanente de
perdió la mitad de su territorio a manos de aquél. Cincuenta aiios
nación.
{ después Estados Unidos, exhibiendo un intervencionismo cada vez
Parte de la explicación. como he apuntado, reside en elementos
más enérgico en lo~ asuntos hispanoamericanos, rompió las hostili-
( del legado imperial espa1iol. El momento y el contexto también fue-
d<tcles contra Espa11;i y la despc~ó de sus tíltimos territmios americanos
ron cmciales, no obstante, y plantean la cuestión de si Ja u-ansfom1ación
f del imperio americano de Espa1ia en diecisiete estados-nación inde-
con la ocupación de Cuba y la roma de posesión ele Puerto Rico y
Filipi11as. La g11erra de 1fü.18 resultó Lraum<itica para España, que tar-
f pendientes fue en sí llll proceso histórico predeterminado. En 1808, :'· daría gran parle del nuevo siglo '~n asumir la pérdida definitiva de su
cuando las tropas de Napoleón im·adieron Espaiia, tan sólo una di-
( imperio. Desp<~jMlo de la mayor pa~te de sus posesiones imperiales
minuta minoría ele americanos espm1oles pensaban en la emancipa-
( en 1111a época en q11c sus rivales europeos estaban consolidando o
ción. En la América espa11ola, como en la brit.éli1ica, el sentido de
adquiriendo sus propios imperios, el país pase) por grandes dificulta-
{ nación siguió, más que precedió, a la obtención de la independencia.
des para reinventarse como estado-nación. Entre tanto, Jos victoriosos
Por tradición la lealtad a la corona estaba muy arraigada entre los
t súbditos americanos del rey y de hecho se vio reforzada por el derro-
Estados Unidos se IC111zaban sin ,·ergüenza, y sin saberlo todavía del
todo, al camino que les IIcvaría de estado-nación a imperio global.
t camiento de la monarquía borbónica.
( Al intentar transformar Espaila y su imperio americano en una sola
nación gobernada por tma monarquía constitucional. las Cortes de
t. Cádiz se embarcaron en 1111 experimento constitucional con un po-
t tencial inmenso, pero no reali7.aclo. Se trataba ele un cxpcrimcnlo
que al menos abría la posibilidad de un camino para ir de un imperio
{
dirigido centralmente a una nación ele pueblos atlánticos represen-
{ tada por una sola asamblea parlamentaria. De csle modo combinaba
dos de las más poderosas corrientes idcol6gicas de la época, el libera-;
l 17
( \'
.
Para una csti11111la111l· discusión soh1;e los problemas dt' la <·onstrucción del cs-
.u; Véase, más n·cientcnu·ntc, .Jcremy Adchmm, «Ali Agc of Imperial Revolú~ l:u.lo rn las 1111e\cts reptihlicas ihcroamcrir·anas, \'rase Miguel Ángd Ct'nleno, B/onrl
{ tions .. , t\mnir.nn Hi.~tmiml /lrr1ir111, 113 (2008), pp. 319-340. ' ... mu/ /Jt'/Jt: l·for nnd t/1,. Natirm-Stalr in l.atinA melim, U nivcrsity Park ( Pe11silvania), Penn-
syl\':111 ia Slate Uni\'ersity l'ri·ss, 2002. ·
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. CAPéTULO

Et MEDITERRÁNEO DE EL GRECO:
XII

{ EL ENCUENTRO: DE CMUZACIONES
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( Ei mundo mediterráneo deÍ si.glo XVI (el mundo de El Greco) era
( un mundo donde tres civilizac~ones convivían, se relacionaban y cho-
caban: el occidente latino, el oriente ortodoxo griego y el Islam. Por
(
su condición de cretense, y por tanto súbdito de la república de Ve-
( necia, Doménikos Theotokópouios, conocido como El Greco (1541-
~,·
( 1614), pertenecía tanto a la cristi;:tndad latina como a la oriental grie-
ga. Él y su generación pasaron ht mayor parte de sus vidas a la sombra
( del enfrentamiento entre Ja cristiandad y el Islam.
( A más de un mes ele navegación desde Venecia•, Creta (colonia
suya desde 1211) era en el siglo XVI una avanzada expuesta en un
{
Mediterráneo oriental dominado por el imperio otomano desde su
( capital en Estambul. Los habitantes ortodoxos griegos, pertenecientes
t al imperio bizantino hasta que la isla pasó a manos de los venecianos,
habían seguido mirando a Constantinopla como pat1fa espiritual has-
{ ta que cayó en poder de los turcos en 1453. Aferrados tenazmente a
( su cultura griega frente al represivo régimen veneciano, los cretenses
organizaron insurrecciones periódicas contra él y resistieron sus in-
(
tentos de imponerles las medidas que en 1439 había acordado el Con-
~ cilio de Florencia para acabar coil el cisma entre las Iglesias de Roma y
( Constantinopla. Hacia finales del siglo xv, sin embargo, fa amenaza
creciente de los turcos comenzaría a obligar a Venecia a replantear las
t directrices de su política, incluida la r,eligiosa, hacia una resentida
~ población colonial.

l 1 El tiempo «nom1al» de navcg-.ición desde la capital de la i111a, Candía, era 33 días


l en el siglo XVI. Véase Fem:mcl Braudel, 771" (vhl~terra11emi and tlM MP.rlitermnenn Worúl in
lile Agr ofPliilip //, 2 vols., 1rad. inglesa Sian Re}tnolds, Londres, Collins, 1972-1973 [El
~ Meditemíneo y el mmulo 1i1editmrá.1Mo en /a qmr.a de Feli/1e 11, 2 vols., trad. Mario Monteforte
Toledo y Wences!ao Roces. México, Fondo de Cultura Económica, 1976], I, p. 362.
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E1. !\.h:11rn:1t1ti\NE0 UF. EL Gl(t:co: t:1. t:Ncu..:11mm m: 1:1v11.1zAt:IONl-:s }
Si bien los cainpesii1os, que malvivían de cultivar un suelo pedre-
. ~a; ortodoxa griega, pero hacia mediados del siglo XVI la política reu'gio- ~
goso, seguían oponiéndose implacablemente a sus se11ores feudales sa más rehtjada de Venecia había disipado muchas de las viejas _tensio- --}
venecianos, al menos en las ciudades la separación otrora tajante nes entre los cultos giicgo y romano. En el nuevo clima má~ tolerante
entre colonizadores y colonizados estaba comenzando paulatinamen- de coexistencia religiosa, los creyentes de cada confesión visitaban a
}
te a difuminarse. Los matrimonios mixtos en todos ' los niveles de la menudo las iglesias de la otra, mientras que ambas comunidades par- }
sociedad habían acercado a ambas comunidades y la clase dirigente
veneciana, que había aceptado a la antigua nobleza cretense entre
sus filas, comenzaba a asimilar la lengua, indumentaria y costumbres
'·~•:. ticipaban en las incontables procesiones que animaban la vida en las
calles de Candía y otras poblaciones de la isla, al celebrar su devoción
compartida a la Virgen María y a san Francisco 4 •
:
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)
)
¡'
griegas. Otro puente entre ambas religiones lo proporcionaba el icono \ )
La vida urbana llegó a reflejar la nueva prosperidad de una isla que portátil. Los talleres cretenses de finales del siglo xv y principios
se beneficiaba cada vez más de su participación en d imperio comer- del xv1 prosperaban con el floreciente comercio de estas imágenes )
cial y marítimo en expansión de Venecia, gradas a la exportaci6n de sagradas, destinadas tanto al mercado interno como a la exportación )
aceite de oliva, sal y pasas y a su condición de escala para los barcos a Venecia y al Mediterráneo oriental. Por entonces había surgido una
venecianos. Las familias cretenses enviaban a sus hUos a estudiar a la escuela cretense, bien diferenciada, de pintura de iconos, que produ- )
;,
Universidad de Padua, en la Venecia continental, y la vida cultural. de cía obras de un carácter híbrido, en las que las tradiciones bizantinas )
la isla comenzaba a responder a las brisas renacentistas que soplaban (fig. 5) se modificaban por in.fluencias occidentales traídas a la isla
desde la metrópoli, las cuales, a su vez, debían mucho a los refugiados por pinturas y grabados venecianos y artistas que regresaban a ella
}
griegos que habían escapado hacia occidente después de la caída de 5
(fig. 6) • Un evidente talento artístico permitió a Doménikos Theo- )
Constantinopla. Los edificios y plazas al estilo veneciano comenzaban tokópoulos entrar como aprendiz en el taller de un pintor de iconos
a cambiar la fisonomía de las viejas ciudades bizantinas y sobre todo )
local y hacia 1563 ya era conocido públicamente como un maestro en
la de la capital de lá isla, Candía .Oa actual lráklion), que hacia finales el arte de pintar iconos y tablas al temple. En esta etapa de su carrera, )
de la edad media había dado su nombre a la isla en su totalidad. Poco y para alguien con sus ambiciones, un traslado de la sociedad provin-
a poco, a caballo entre los siglos xv y XVI, el oriente griego y el occi- ~ }
ciana de Creta a la metrópoli cultural de Venecia ofrecía atractivos
dente latino se estabañ. añialgamando para crear una cultura di.stin· irresistibles. Muchos de sus compatriotas habían dado el mismo paso \
/ )
tiva véneto-cretensé. antes que él, fascinados por las mayores oportunidades económicas }
Fue en la ciudad de Candía (así llamada por El Khandak, la zaqja y sociales que ofrecía la ciudad que se enorgullecía de ser la «reina
defensiva excavada ·por los ára.]Jes durante su ocupación de Creta del Adriático», Ja capital de un gran imperio marítimo.
}
durante los siglos X y XI) donde en 1541 nació Doménikos Theotokó- Cuando El Greco se trasladó a Venecia en 1567, probableménte a }
poulos, vástago de una de ésas familias locales que habían prospt!rado través de sus contactos familiares en la ciudad, se encontró no sólo
a consecuencia de sus servicios al estado veneciano. Su padre, Gt.~or· ame una herencia de abrumadora belleza visual y arquitectónica, sino J
gios Theotokópoulos, era un recaudador de impuestos con intereses
I)avales y comerciales, y su hermano mayor Manoussos seguiría al
lde11Lil_v ami 1hm.ifor111ntim1 f\'ersit>n espaf10la, f..I Gwco. Identidad)' tm11.ifon11t1fió11 J, M~­
'
}

'
principio los pasos de su progenitor:•. Se piensa que la familia fue
' .J' clrid, Museo Thysst'n-Bumc111isza, 19H9, pp. 45-46. Sobre las fortunas y aclversiclaclt:!s
de su hermano, véase Nikolaus M. Panayotakis, .. Manoussos thc Pírate, 1571-1572 .. ,
\
-- :,1\1
en Nicos HacUinicolaou (ed.), .é'/ Gn:co in ltaly a11d ltalian Art. Proceedings of /he lntmw- 1 l j
:l Sobre la socit!dacl y cultura cretenses de este periodo, véase en especial David " lional Sym/Josium. Rctliy11111u11, Crr:te, 22-24 September 1995, Rethymnon: Univcrsity of ¡·
Hohon (ecl.), LitemturP and Sociely i11 Uc11ai.ssmu:e Crelt, Cambiiclgc:, Cambridge Uni~ Cretc, l 9Y9, pp. 17-21.
4
~ --J
versity Press, HJ91. ::;
~ A pesar de trabaj<ls exha~stivos en los t'1ltimos años, se ha enconU<tclo muy poca ··;/
C:liryssan Maltt:!ZOll, .. TJie Historical and Social Contex1 .. , t!ll Hulton, Litera/we
mzd Societ)'. pp. 33 y 44. e }
ilüormación sobre la fitmilia de El Greco o sus primel'Os años. Véase el artículo de ·,'". ~ Véase Marht Constantoudaki-Kitromilidcs, .. cretan Painting <luring thc xv IS j
José Álvarez Lopera, ..1'Jie Construction of a Painter: A ~enmry ofS~arc~1~ng ~br arl~. :_)'. , and XVI Ccnturies .. , en El Grecu: ldentity m1d Trwisfumwtio11 [El Gn:ro. Identidad y Lmns-
( J~n1uu·üí111. pp. 83-93.
Interprc~·ting El Greco .. , para el catálu~o preparado bajo su com·chm1ncm l~l lirecd: · ~-
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E..WANA. EllKOl'A y u. MUNDO llf. u1:rRAMAK •
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Figura 5. Angclos Akotantos, La Virgim Kmriiotis.w
( (l\fo-.eo Bizamino }'Cristiano, Atenas). Figura 6. Atribuido a Nikolaos T.c;afouris, Ln Vr'ryrni "Mndre d,Un Co11solaz.io11e,.,
)' snti Frrmcisr.o 1/e .thú (Museo ílizantino )'Cristiano, Atcnac;),
41
también con la presencia de artistas vivos cuyo estilo estaba muy ale.-
l jada ele los pintores de iconos cretenses, con sus figuras cuidadosa- res maestros en vida, Tiziano yTintorettb, iban a tener una influencia
1
( mente modeladas sobre brillantes trasfondos dorados. Durante sus transformadora sobre su obrar.. Esos tres ailos de estancia en Venecia,
tres aiios en Venecia, donde parece haber trabajado y estudiado por' tan fructíferos para el desarrollo personal de El Greco, fueron en ¡·
(
cuenta propia, asimiló gradualmente las lecciones que se podían
t aprender de los artistas del Renacimiento veneciano sobre color, pers-
,; Fernando Marías, Grrm. /Jiogrn/1llied'u11 ¡1ei1ltreextmvagm1f, trad. francesa Marie-
Hélene Collinot, París. t\dam Biro. Hl~l7 [versióit original, El Grern, biogrtJfia de rm
{ pectiva y la técnica de pintura al óleo. En particular, dos de los mayó_.
/1i11tor~xtmvngrmll', Madrid, Nerca, 19!'7], pp. 62-73.
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EsPAÑA, EuRorA y t:I. MUNDO DE Ul.TKAMAR
Et. Mwrn:tut.\Ni::o ui:: E1. Gtu:co: 1::1. ENCLrJ-:NrHu OE <:iv11.iz...uuN•:s }
cambio pai:a la república y su iniperio años de crisis i~1minente, en la )
ciana para seguir un rumbo ~ntre Jos dos. Sin embargo, en 1565 Ja
cual"se acabaría hundiendo fatalmente su familia en Creta. ···.
flota turca puso sitio a Malta. El levantamiento final del asedio J a con- -}
Con una poblici6~ de unos 170.000 habitantes7, l.a ciud~d de~~~ • • ,,. .

tmuac1on_ de .la l~e~ada d': la marina espm~ola, dejó claro que sólo Ja
necia había adqu~rido su p~osperidad y levantado su imperio mant1-
mo gracias a una hábil explotación de su posi¿ión·geográfica como:
punto de encuentro y centro de intercambio entre. el oriente griego.·.
monar~urn !11span~ca tema la capacidad y los recursos para proteger
el Medtterraneo central contra los ataques otomanos. Tras haber fra.
casado en Malta, los turcos, b~jo su nuevo sultán Selim II, habían de
'J··
)
y el occidente latinoª. Había sobrevivi~o tant? a la aper~ura por l?s '. buscar tarde o temprano venganza en otro lugar, y las colonias vene- \
portugueses cie una nueva ru~ para el comercu:~ de especias con As~ª. ; )
cianas de Chipre yCreta eran los objetivos más obvios para una escua-
como ala sustitudóri delimperio bizantino por el oto~ano. ~erv1a.'
dra asaltante. Después de treinta afias de paz, Jos venecianos aún se }
a los intereses turcosº tanto como a los venecianos asegurar la circu:..-_
aferraban a la esperanza de que sus propios tenitorios eran inmunes
ladón de mercancías/pero l.os otomanos se habían transformado en · )
·a ata~1ues!', f~~ro en julio de 1570 las fuerzas turcas invadieron Chipre
una formidable pótenciá naval que plan.teaba una a~~enaza de gra~ .~ Ypus1er~n s1uo a Famagusta. En Espaila, en esos momentos, donjuan )
envergadura a las tierras cristianas y a las rutas manumas.del Me~1.~~. de Austria se encontraba en las etapas finales del aplastamiento de la
terráneo oriental y <;.en~. La tendencia ·general de la d1.plomac~R~~1 )
revuelta de los moliscos granadinos, después de casi dos a1ios de des- (
veneciana era proteger1os intereses territoriales y comerciales de la:~;¡ piadada guerra de guerrillas en las Alpujarras. )
república manteniéndose en buenos térmi~os con el sultán otoma·:~~ (
El papa Pío V, el más austero de los sumos pontífices de la Contra- }
no·, Solimán I el M~íñco y, a su muerte en 1566, con su sucesor ~°'i rreforma, consideró que había llegado la hora de hacer realidad su
Selim II. .. . .~ ·j )
su.e1~0, largamente acarici~do, de organizar una alianza de potencias
Hácia mediados.del siglo XVI Venecia, a pesar de mantener un.~t\ cnstianas contra las fuerzas del Islam. En su esfuerzo por salvar Fama- }
flota considerable· se iiabfa convertido en una enana en un mund?:i gusta, la república veneciana dejó de lado sus objeciones a un enfren-
, . .. l . -~
mediterráneo dorni~adó por dos gigantes enfrentados: tema a este·,!~ )
~mien to 1~1ilitar contra el i~pelio otomano y a una alianza con Espa- \
un imperio otom~~_.en expansión y al oeste la monarquí~ esp.añol~W na. Despues de prolongadas negociaciones, el 20 de mayo de 1571 se )
con su imperio, cuy~. gobierno pasó en 1!?56 ~e Carlos V~ Fehp~ m~~
\

acordó fo~·métr una Liga Santa. Según los ~énninos de las. capitulacio- )
Ambos imperios, tanto et español co~o el otomano, habian sufn~~.'~ nes, Espana, Venecia y el papado unirían sus fuerzas en una campaña
amargas experiencias que todavía estaba~ lejos de haber~e b?rradoi contra los turcos, a Ja cual España contribuiría con la mitad ele Jos J
de· sus memorias. La présencia de los moriscos.en el suelo 1bén~o.e~;, fondos, tropas )' barcos, los venecianos con un tercio y el papa con un
un constante recordatorio de los siglos <;le hostilidad entre la·cnstiati7") . sexto. )
dad y el Islam. La herencia de odio religioso era exa..cerbada por eJJ · ~or aquel entonces El Greco había estado en Roma ya durante )
conflicto de intereses a lo largo de la costa de Berben~ y por las con- vanos meses. Había llegado allí en otoño de 1570, trayendo consigo
tinuas esc~~muzas en el mar y por toda la ribera deJ Mediterráneo,
pues los turcos y sus aliados norteafricanos atacaban los ~arcos Y_asal-
taban las poblaciones de los crist~anos, a lo que los corsarios espanoles
obras que había pintado en Venecia. Impresionado por su talen to, el
célebre miniaturista croata Giulio Clovio lo recomendó al cardenal
Alejandro Farnesio (1520-1~89), el rico y culto nieto del papa Pablo IJI
')
i
e italianos les pagaban con la misma moneda. . .
A medida que los dos imperios avanzaban hacia un enfren~anuen-: \ )
· · se hizo necpsaria toda la habilidad de la diplomacia vene-' !I Braudel, Tl~e Meditemmemi (El Alediterráneo], 11, parte 3, proporciona un rdato
to d ec1s1vo, 'r , i:i extenso de los 0~·1genes y la fonuación de la Liga Sama del 20 de mayo de 1571 y el \ j
<i~·:mce del ~onflu:to hacia su desenlace en Lepantu en octubre de.J571, cpmo Útm- ¡·
IJ1en l~ace l\.cnneth M. Seuo11, Tlie Pap"'Y and tite Leuanl, J 204-157J, 4 vols., Fihlclelfia
¡ ( ·~
(Pt:ns1lvania), 198•1, American Philosuphical Socit:ty, 1976-l!J84, IV, caps. 19-~·l. Par¡¡
¡
~rian Pullan, RichandPouri11 Re1tai.ua11ce Verilee: Th11Sociallmtitutiu11s11J"C11tlui·: un resumen del cnfremamicnto entre los imperios e.spmiol y utoma110, siu1adu en u 1
1
J
licStatt, to 1620, O>tford Blackwell, 1971. p. 289. . . . · . ·,
11 William H. McNell, Venice: Tite J-Ji11ge ofEmvpe, 1081-1797, Clucago (l1111101s)I~
contexto europeo general, véase J. H. Elliou, Europe Divided, 1559-1598, ~· cdn.,
11 1
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Oxfor<l, Blackwell, 2000 [La Ewvpa dividida ( 1.5.59-1598), trad. Rafael Sánchcz Mame-
Londres, U nivcrsi I}' uf Chicago Press, 1!174. ro, Barcelona, Crírica, 20021. esp. c~1p. (i, t J
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( 1-~,rAÑ,\, E111tnr.\ ,. ft. Ml.IN11111>F. 1•1:r1t,\M:\U ,
Et. M1111r1-:uu,\N•:n 11.: F.I. GRF.r.o: F.I. F.NC:UF.NTRu m. c:rv11.11.Ar.10Nf.-;

@" ' y el mayor mecenas de artistas y hombres de letras de la época'º· El peticiones de impuestos y ayüdas financieras a la rica Iglesia española.
f \ Palacio Farnesio, donde El Greco recibió al principio alojamiento, El embajador espaliol en la, S~nta Sede, pues, era una figura.domi-
{ '\ había sido completado por :Miguel Ángel, quien también realizó am- nante en la vida ele la ciudad, <;:"on su distribución de pensiones a. los
plias reformas. Aunque el gran arquitecto, escultorypintor.~orentino cardenales, entre ellos Farnesio, .para asegurarse a la muerte de cada
{) había muerto seis a11os atrás, era imposible para El Greco ignorar su papa la elección de un nuevo sumo pontífice favorable a los intereses
f poderosa presencia cuando caminaba por las calles o visitaba San . de Madrid. Aunque F~lipe 11 seguía líneas políticas que según su
Pedro o cualquier otra de las iglesias de la ciudad. El cardenal Farne- modo de ver redundaban in\rariablemente en beneficio de la Iglesia,
( ) sio, protector y benefactor de los jesuitas_, para quienes constru.yó la su sistema de clientela prude~t~mente dirigido estaba concebido para
( '\ iglesia del Gesu, transmitió los valores e intereses del humamsn~~ mantener al papado en el lugar:que le correspondía.
( .°'.
renacentista a la era más dogmática de la Contrarreforma y favorec10 A principios del verano de 1571 España, el papado y los habitual-
en sus gustos artísticos "l;lna armoniosa combinación de lo viejo y lo mente recalcitrantes venecianos se habían unido por fin en contra
4[ , nuevo. Al entrar en contacto con el círculo intelectual del cardenal, de un enemigo común. Ya estaban en marcha preparativos masivos
f encabezado por su bibliotecario, el humanista Fulvio Orsini, El Greco y el 7 de octubre las escuadr~s aliadas combinadas, bajo el mando
se volvió a encontrar otra vez en un ambiente ecléctico donde se en- supremo de don Juan de Austria, encontraron y derrotaron a la flota
{ conu·aban y mezclaban varios mundos, en este caso los del humanis- otomana en las aguas griegas de Lepan to (actualmente Nafpaktos),
{ mo renacentista, la antigüedad pagana y la espiritualidad contrarre- en el golfo de Corinto. Fue un triunfo extraordinario para las fuerzas
formista católica, según quedó definida por los decretos promulgado~ cristianas. De la armada otomana, compuesta por unos 300 barcos,

por el Concilio de Tren to a su término en 1563. _ fueron capturél.dos 127 por las fuerzas de la Liga Santa y los turcos
(' El círculo Farnesio era muy frecuentado por los espanoles, cuya perdieron 30.000 hombres, mientras que las pérdidas cristianas fue-
{ presencia en Roma, muy nutrida y cada vez mayor, era uno de sus ron de enu·e 15 y 20 buques y quizá 8.000 bajas 12 • En Venecia, adonde
rasgos más llamativos a finales del siglo XVI. En 1582 se calculab<i que las noticias de la victoria llegaron el 19 de oc_tubre, el dogo y la seño-
( había 30.000 españoles: clérigos, abogados y m~rcacleres, además de ría se dirigieron inmediatamente a San Ma1 cos, donde se cantó la
{: artesanos y escribanos para cubrir sus diversas necesidades. Si la cifra misa con el Te Deum laudanms. En Roma, donde se recibió la nueva
es correcta, significaría que representaban más de un cuarto de su el 2~ de octubre, un Pío V eufórico y sus cardenales di~ron gracias
( población aproximada de 115.000 habitantes11 • La influencia espafiola, en San Pedro y se levantaron en las calles arcos triunfales con los
( de hecho, lo impregnaba todo en la Roma del papado contrarrefor- nombres de Felipe TI, el papa yVeneda 13• A medida que la noticiase
mista. Había un constante ir y venir entre Madrid y la corte papal.
f Felipe II, al igual que Carlos V antes que él, necesitaba un papado
difundió por Europa, se repitió el júbilo por todas partes, y en Tole-
{ do, ~onde se cel~~n> otra vez un Te Deum en la gran catedral, Felipe 11
dócil que apoyase sus intereses globales y aprobase sus incesantes doto una proces1on anual para conmemorar la victoria a perpetuidad .
t . :·.; .
(fig. 7)M,

t· Aunque el impacto psicológico del triunfo fue enorme y produjo


10 Sobre El Grcc:o en Ronm, ''éase Lioncllo Puppi, ·El Greco in Italy ancl ltalian·
Art .. , en Álvarcz Lo pera ( ccl.), El Grcro: ldmtit_v mrd Tr·~1i.~for111ntim1 [El ~:rr.ro. lrltmti'f"d
una inmensa sensadón de alivio en una cristiai:idad que se había sen-
t
t
v trnn.ifont1nciá11], pp. 95-103. Sobre el card~tml Fnrnesm y r;u círculo, veanse Fer.lene?.
Zcri, Pitturn. r. Conlrmifonnn. /,' .. rzrte sr.nzn le111¡10 .. ,¡; Scipio11r. ria Gnrln, Turín, Einaud1,
.
... • La batall.a )' s11s·c?nsc~ue1.1~ias son bie1{ descritas por.John F. Guilmartin,.Jr.,
I 95i, y Ciare Robcrlson, ..,¡[ (;rrm Cnrrlinalr.··: A/r..unnclo Fn.rnr.sr, l'~trn11 o.f tllt :~ rtJ, !'1cw
~tm/mwd~r nnd ~alll!)•s: 01nng111g 7r.d111ollJg)' nnd Mt.dill>nmmm Wnrfml! al St.a in the J6tli
f Ha\'Cll (Connec:1ic111) y Lonclrrs, \'ale linh•crsity Prcss,_ 1992. Vcasc: 1ambu.·11 Ciare
(.A'.'11!~:')" ~mbnclgc, C:ªlll!Jricfge Unh·crsity Press, 1974, pp. 221-2!>2.
Robertson, .. EJ Greco, Fulvio Orsini ami Giulio Clovio•, en Nicos Hadjinicolaou ~l
(' Greco o/Cmte. Procr.r.ding.{ o/thl' /11trrnational Symposium (lraklion, Crrte, 1990), Hcraklion~
~~ase Setton, ?~ic 1 a/inry mid tht. Lt11nnt, IV, pp. 1060-1063, sobre el impacto de
t:1s not1cms en Venena y la corte papal; \"éc.t'ic Dandelct, .\~uinifli R"me [La Roma es/Ja-
Demos Eraklciou, 1995, pp. 215-227. . . ·~·· nolaJ, p. 70, sobre lao; cclt'hraciones en Roma.
( 11 Thomas.James Danclelet, Sjumifll Rome, 1500-1700, Ncw H~·cn (Conncc:Uct~t~ 1
• " G1:egorio de Andn:s: Hr.lmiftns del /Jenncimimto en 1oúdo. EL cn/Júta r.retmse Anto-
{ y Londres, Yale Univcrsity Prcss, 2001 [Li Roma Rspnñoln, 1500-1100, trad. Lara V1la·.
mo Calo.unas, Toledo, lnsrituto Provindal de Investigaciones y E.-.tudios Toledanos,
Tomas, Barcelona, Crítica, 2002), p. 120. :1 1999, p. 67.
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Esl1AÑA 1 l::UltOl'A \' t:I. MlJNUU 111:: ULTHAAtAlt
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tido durante mucho tiempo asediada por él Islam, los ac911tecimicn- }
tos subsiguientes fueron una triste decepción en muchos aspectos. --}
Pío Vy donjuan de Austria fantaseaban una cruzada que hubiera
contemplado volar las banderas cristianas sobre las torres de Estambul
)
yJerusalén. Los copistas giiegos, engolfados en ~s códices en Espaüa, )
soñaban con la liberación de su patria de manos de lus turcos 15 •. Siri
)
embargo, los venecianos sólo estaban interesados por el destino de
Chipre, que entregaron finalmente a los turcos en 1573 a cambio de )
paz, y la atención de España se vio desviada del Mediterráneo por la
lucha contnl los holandeses. Para Felipe 11, el reto dd Islam estaba
~
empezando a tomar un 11:1gar secundario frente al desafío protest~m­ }
te proveniente de los Países Bajos, Inglaterra y Francia. Por su pane, }
el imperio otomano se vio cada vez más absorbido por la evolución
de 16s acontecimientos en el frente persa. En
consecuencia, los dos )
imperios comenzaron a retirarse de la lucha y la gran guerra del )
Mediterráneo se fue reduciendo a uu empate caracterizado por ata-
)
ques corsarios y refriegas. navales a pequeña escala.
Los sueños de hombres de menor rango que el papa y donjuan de )
Austria también se vieron transformados en desilusión. Entre ellos se! )
hallaba el hermano mayor de El Greco, Manoussos, qlle en octubre
de 1571, tras la victoria de Lepan to, llegó a Venecia para pedir cuatro }
galeras armadas y lanzar ataques con trci las rutas marítimas turcas. Su }
empresa, sin embargo, se fue a pique cuando cometió el error de
asaltar un buque mercante que resultó estar navegando bctio bandera
}
de Ragusa y transportando provisiones para la flota veneciana. Arres~ ~
tado por las autoridades venecianas e incapaz de pagar sus deudas )
durante un periodo de depresión en la isla de Creta, se vio obligado
a vender todas sus propiedades. Años más tarde~ se reuniría con SlJ. )
hermano menor en Toledo, donde moriría en I 6041ll.
En Roma las cosas apenas le iban mejor a El Greco. Defraudado
J
Figur.t 7. Tizia1.1<>, FrlijJe 11, 1/es¡mis dt: In victfJrill ~le Ú'''m~o o'i"ct: ,., · .1
con el mecenazgo de Famesio 17, en 1572 logró la admisión en el gre- / I • :1, .1 1..• .
" pn11c1re ftfm renumdo (Musco del Pr.tdo, Madrid).
r • '.J'~ •• Clt!tO 1
mio de pintores, la Academia de San Lucas, que le permitía establecer )
su propio estudio, pero no consiguió obtener encargos mayores y s':1 8
nar su camino' • Una vez más, decidió probar su suerte en otra parte,
temperamento irritable y opiniones extravagante~ no ayud~ron a ali~:-· esta vez con el mecenas real de Tiziano Felipe JI de Espa 1-1a E · · ·
d 1 77 ,
e 5 se le podía encontrar ya en Madrid.
. ' ' · JnJun10
. Es probabl~ que esperara unirse a l_?s artistas italianos que estaban
'
)
j
15 /bid., p. 66. . l siendo contratados para trabéyar Jlara Felipe nen Ja decora · ~ d 1
La historia es contada por Panayutakis, .. Ma~oussos the Pirme•, en HacUinit:o-
· 1 · , c10n e j
11; monasteno-pa ac10 de El Escorial, cuya primera piedra se había pues-
laou (ed.),ElGncoin/taly.pp.19-21. .· · , • . j
11 Puppi, ocEI Greco.t:n Italia .. , en Alvarez Lopera (ed.), l!l Gri-cu: ldentrty an4
Trrmsformation [ 1'.'l (;rrco. /llmtidatl .Y tm11.~/ármadó11], p. l 03.
18
f Marías, Gl't!t:U [El Gn·co], p. 117. j)
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f,)
f ) F...rAÑt., Eu1mrA \' t:I. t.ll•Noo 1>F. lll.TRAMAR ,
E1. l\ll urr1-:RRÁNt:o UF. E1. GRt'..":"'>: F.I. F.NC:Uf.NTRn UF. c1v11.11,\CIONF.o;
( )
to catorce afias antes, en 1563 Ahora había comenzado el trabajo
19•

(,) para la gran basílica en el centro del conjunto monumental y toda


( ~ una serie de retablos iban a ser necesarios para las capillas y altares 20 •
La primera actividad documentada de El Greco, sin embargo, fue en
{ \,
Toledo, y allí iba a permanecer. A pesar de todos· sus esfuerzos, nunca ...: .
( alcanzaría el favor del rey. En la Adoración del Santísimo Nombre de.Jesús,
al parecer pintada en conmemoración de Lepanto, retrató a Felipe 11

'
(,
(1
en oración, junto a sus aliados de. la Liga Santa, el papa y el dogo
(fig. 8) 21 • Aunque finalmente consiguió obtener un encargo para El
Escorial, su Martirio de Jan Mamicio (fig. 9) no logró ajustarse a las
ideas tridentina5 de decoro religioso y fue juzgado inapropiado para
{ la basílica. No volvería a recibir ningún otro encargo real 22 •
( Fracasada la búsqueda de empleo en El Escorial o en la corte ·de
Madrid, El Greco tenía que confonnarse por el momento con Toledo,
( la ciudad que en 1561 había salido perdiendo frente a Madrid cuando
( Felipe 11 decidió que los inconvenientes de una c._orte itinerante eran
demasiado grandes y que había llegado la hora de encontrar una
f · ubicación permanente }Jara la sede del gobierno. Entre otras dcsvcn~
(· tajas, Toledo, colgada en lo alto sobre el río Tajo, era una ciudad de
{ calles estrechas y empinadas y ofrecía pocas posibilidades de expan-
sión (fig. 1ops. · . ' :

(: Todo indica que El Greco fue a Toledo a consecuencia de la amis- ...


(· tad que había trabado en Roma con Luis de Castilla, que había estado
próximo al círculo de Fai·nesio a su llegada a la ciudad en 15701M. Luis,
(
{
19
José Manuel Pita Andracle, .. El Greco in Spain•., .en Álvarez Lopera (ccl.), El
{ Grr.co: Jámlily mul Trmisformati<m [El Greco. ldmtidad )' trmuforninción]. pp. 131·163, en
p. 131. Véase más arriba, p. 62, fig. 1.
( 20
Rosemaric Mulcahy, T/11' Dr.romtion o/the Royal Ba.silica o/El Escorial, Cambridge,
Cambridge University Press, 1994 [ ..A In nulyorglorin ddJios .Y el ney ... La dl:coraciñn dda
{ Rral Bnsmcn d~l Monasterio de El Escorin~ trarl. Consuelo Luca de Tena, Pal rimonio
Nacional, 19fl2].
{· 21 Sohre el trasfondo iconogn\fico de esta pintura, ysu interpr<'tación, véase David
( Davii; (cd.), fü G1rm, Lonclrt>ll, National Galle11•, 2003, entrada de cati\logo 11(1111. 22 .. Figura 8, El Gn·co,. \domrióu ""' nom/Jrr. rlt!jr.t1i.t (MonasteritJ de El E.'icoii~I ·
22
M11lcahy, Tlrn Dr.1:oratio11 [ .. A la 11wyor gloria .. ], p. 65. Existe una considerable bi- ··1 Machid). '
{ hliogr.ifía sobre la reacción clC'sfavorable del rey ante esta obra. ..
,
23
Varias posibles ra7..0l1CS para la selección de Machid por Felipe JI se disrnLen en (

h!!o ilegítimo de do1~ Diego de Castilla, deán del cabildo de la catedral


t Alfredo Ah'<tr Ezc¡ucrra, Ff.lif't //, la Corl'-y Mndi-id tu 1561, Madiid, Cons~jo Supl·rior de
el~ Tole~o, estaba bien situado par:! obtener encargos en su ciudad
Investigaciones Científica<;, 1985. .,
t :" Sobre el traslado de El Greco a Toledo, véanse Pita Andracle, .. Et Greco in Spain•, n~tal pa1~a El Greco. Con el tiempo, don Diego le JJidió "l
en Alvarez Lopcra (ed.). El Grr.ro: ldmtitym1d Tran.~fm111alinn [ElGrrm. Jdmtidtu/.y tmn:ifmwn- P111t·1se F'E ., 1· ,' . . . no so o que
( dñnJ, p. 134,yjon:nhan Bnm11, "El Grecoand Toledo .. , en.Jonathan Brown (ccl.). EIGrrcn
' .,, xpo .w tu!< ,rzsto para la :-;acristía de Ja catedral (fig. 11) -en
nj'/nll'rúJ, Tol~do (Ohio), Tnleclo l\f11scum oí Art; 1986 l .. El Greco yTolccto .. , en/~"/Grrrob. el cu~! El Greco ya <'Slaba trab~janclo a }Jrincipios de 1577- .
{' Tn/P1lo, trad. Angel ~lillán y Carlota Sdunidt, Mitrhicl, Aliam.a, 1982], rnp. 2, pp. 94-95.
tamb1en l 1· . . . , sino
oc 10 ienz<h pa1a el retablo ma)'Or'-·; los dos ·Ita
.t res latera1es
·
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EsPAÑA, EUKOl'A \' lc:I. MUNl>U Ult Ut;l"KMIAK E1. M1::111TEkKÁNt:o llf. E1. GkE1:0: El. t.:Ncut:NTJm m: c1v11.1Z.-\CIONt:s l
)
de una nueva iglesia que· se h~bía de construfr parad conv~n~o de sobre todo en el norte de Europa, donde los rebeldes protestantes
Santo Domi.ngo el~tiguo. Éstos serían los primeros encargos de una holandeses estaban consolidando sus posiciones y la Inglaterra isabe- -l
carrera española que iba a ver al artista trabajando en Toledo duran~ lina estaba demostrando ser una potencia formidable y cada vez más )
te el resto de sus díasts. · agresiva en alta mar.
)
Por más que hubiera conocido a espaiioles t!n Roma, n~da podía Castilla, el corazón de la monarquía hispánica y su imperio, se veía
preparar del todo a E~ Greco.para la España de Felipe 11, un país a sí misma como la nación elegida por Dios y la campeona de Su cau- )
donde los artista8·aún eran mirados por encima del hombro como sa. Para conservar el favor divino, no obstante, la ortodoxia religiosa }
meros artesanos. Su f~rmadón había sido cretense e italiana, y resul- había de ser impecable. Felipe II no tardó en anunciar que aceptaba
ta ~ignificativo que se le llamara en España. con el gentilicio en su los decretos tridentinos y se hicieron enérgicos esfuerzos para elevar }
forma italiana, «Greco» (un nombre por el que llegó a ser conocido el nivel educativo de los clérigos, mejorar la moral y la conciencia )
en Italia), en lugar dé la; española, que hubiera sido «El Griego>»"
f


t
l
espiritual de los legos y normalizar las prácticas devotas para que se
ajustaran a los nuevos criterios. Las órdenes religiosas iban a ser ins- }
como podría habers·e esperado una vez establecido en Castilla. El
registro parroqui~ de Santo Tomé en Toledo recoge su ~uerte eQ. tmmentos activos en esta reforma católica, mientras una entrometida )
16¡4 con el nombr.e «Dominico Greco» 26, pero él mismo, incluso en Inquisición censuraba los libros en busca de cualquier expresión de \
proposiciones heréticas y mantenía una red de delatores a la caza )
sus úlrlmos añosairmaba todavía sus pinturas con letra gdega cursi-
va o bien con sus iniciales o bien por entero como «Doménikos Theo~ de la más mínima pista de desviación religiosa2!I, · )
tokópoulos». Aunque h~cia 1582 había aprendido·el suficiente es7 · La confianza espiritual, pues, se vio acompañada por una menta-
}
lidad profundamente defensiva que descubría enemigos a c;ada paso.
pañol como para ac.tuar como intérprete en un caso ante la
Inquisición en ei·qu~ estaba ii:nplicado un compatriota griego acu~
sado de prácticas.islámicas27, en cierto modo seguiría siendo, en E~­
paña como en otras partes, un forastero, un natural de Candía hasta:
·AJ principio del reinado de Felipe II se habían identificado y erradi-
cado céluh1s «luteranas» en Valladolid y Sevilla. Nadie estaba a salvo,
ni siquiera el primado de Espafia. En 1558 el arzobispo de Toledo, el "
,
)

}
el final. l , • · .
religioso dominico Bartolomé de Carranza, fue arrestado por la In- l..
La España de la cÍécadade 1570 se regodeaba todavía con 19s pos~ quisición b¡tjo acusación de divulgar herejías con un libro de Comen- ( j
tres de Lepan to y Felipe II't!ra el monarca más poderoso de la cristian• tmios sobre el catecismo. La ortodoxia de Carranza fue defendida ante
el tribunal del Santo Oficio por un distinguido grupo de partidarios, ~
}
dad. En 1580, con la extinción de la línea real a1:1tóctona, el reino d~
Portugal se añadiría a sus dominios, y los dos imperios ibéricos s~ entre ellos rlon Diego de Casti11a. Éste lo calificó como «excelente \
)
prelado» y, durante la larga prisión del arzobispo, quedó a su cargo
extendieron rodeando el globo. Inmensas ~antidades de plata afluía?
a Sevilla cada aiio desde los virreinatos de Nueva España y Perú y, a en efecto la catedral,.como deán suyo que era. En 1576, un año antes
. )
los nervios9s ojos de sus enemigos y precarios alia~os, la España d~ de que El Greco llegara a Toledo, Carranza murió en Roma; había \ )
Felipe II se encontraba en camino hacia la monarquía universal • ~i~
28 abjurado de dieciséis proposiciones sospechosas, pero no pudo volver )
a su sede~º. En ausencia de arzobispo se demoró la causa de la reforma ·.
embargo, los problemas se le estaban acumulando al rey prudente,
eclesiástica en la archidiócesis y le cupo al sucesor de Carranza, el 1, 1
inquisidor general Gaspar de Quiroga, seguir adelante con la tarea ~ }
~obre el enc~1rgo de Santo Domingo d Antiguo, veáse. Richarc~ G. ~lann, El de aplicar l~ Contrarreforma durante ün arzobispado que se prolon-
Greco aml his Patrons: 1'hree Major Projecls, Cambridge, Cambridge U1~1\·ers1ty Prc.ss, \ j
1986 [El Grt~co y sus patronos. Tres grandes pw.vectos, trad. Isabel Bels111cle, Madn~\

••' '
Akal, 1994]. cap. l. i' 2'J Para una visión sucinta y actualizada de la Iglesia y la política religiosa en Espa·
~6 Andr;ade, .. El Greco in Spain•, p. 162. - · ·
27 Andrés, HeknisttA, p. 101. . . ·
ña durante este periodo, véase Helen RawliQgs, Clmrr:h, Religion and Socit!ly fo Et1rly j
Modero Spain, Basingstoke, Palgr.tve, 2002.
211 Un panorama ge•ietal de España durante este penado se pue~e encontra1 en
J. H. ~lliott, JmperialS/Jªin, 1469-1716, Londres, EdwardArnold, 19h3; r~lmpr. ~en~
30 joll~ Ignacio Tellechc&i Jel ígorns, El arw!Jispo Cammza y su liempu, 2 vol s., Madrid, jj
guin, 2002 f La España i>tiperia~ 1469-1716, trud . .J. Marfany, Barcelona, V1cens-Vl\·e~,
~005].
Gu¡¡~larrama, Hl68, I, p. 80, y Mann, El Greco and lii.t Palro11s [El Greco ,Y .ws /mlmno.rJ,
pp. fi-8.
• j
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El. MI lllTERRÁNEO m: El. GRECO: EL ENCUENTRO m: C.l\'11.li'.ACIONF.S
f_.;1•,\N,\, EURCJl'A \' f.I. Mll1'110 llE llf;llL\MAR •
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( Figura 1O. El Greco.• Vitta )' plnuo de 'bledo (Museo Casa del Greco, Toledo) .

.:
( gó hasta 1594, aunque fue en gran medida un absentista también y
pasó la mayor parte de su tiempo en la corte 31 •
({ La pureza religiosa de Espaila se iba a ver amenazada no sólo por
( los protestantes, cuyas herejías se infiltraban en la Península por me-
dio de literatura subversiva, sino también por las actividades.de los
(
moriscos y presuntos judaizantes. La subyugación de los moriscos
f rebeldes de Granada en 1570 había sido seguida por su dispersión
( por toda Castil.la, una medida que sólo sirvió para exacerbar el
problema al extender al no'rte el supuesto contagio de creencias y
( prácticas islámicas y ci-ear en ciudades castellanas como Toledo
t nuevas bolsas de un grupo étnico en gran parte sin asimilar. Unos
( cuarenta años después, en 1609-1611, el gobierno de F~Ifpe III
adoptó una solución radical frente a la enconada cuestión morisca
( y ordenó la expulsión de Espai1a de toda la minoría, aproximac;la-
( mcn tc unas 300.000 personas32 •
Una vez erraclic<tda la amcna7..a interna del protestantismo, la man-

'
(
(
..•
l..
cha de <~udaizar» había pasado a enc~bezar la lista de prioridades de
la Inquisición. Los judíos practicantes habían sido echados de Espa-

({ :ll Richard L. Kaga11, «The Tolcd~ o~EI Greco .. , in El Green o/Toledo [El Greco de
1bledn], cap. l, pp. 54-56.
( 32
Rcrnarcl Vinccn1 r Antonio Oomínguez Ortiz, Historia dr. los moriscos. Vida y
Figura 9. El C~rcco, Mftl'lirin de sn11 M<1uricio (Monasterio de El Escorial,
trngedin de una min11n'n, ~ladrid, Rc\'ista ele.Occidente, 1978.
l l\farlricl).

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E1. l\limm:KRÁNEO DE El GRECO: El. F.NCUEN'lltO DE CMUl.-\UONES l
Es1•AÑA, EUltlll'A \' l'.I. MllNl..IU UE Ul.11(.~lt
.... ~
)
ti.a en 1492, pero muchos se habían convertido al cristianismo tanto
antes como en el momento de la expulsión. A diferencia de los mo- ~
riscos, que normalmente tenían oficios humildes, muchos de los des- )
cendientes de esos judíos, los llamados «Conversos» o <<Cristianos \. )
nuevos», ocupaban importantes cargos tanto en la Iglesia como en
el estado. En el Toledo del siglo XVI se podían encontrar conversos )
en la floreciente comunidad mercantil, en el capítulo catedralicio y }
en el ayuntamiento de la ciudad 55 • Pero en 1547, contra la fuerte
oposición del deán Diego de Castilla, el cardenal y arzobispo Silíceo }
impuso en el cabildo de la catedral un estatuto de «limpieza de ~an­ )
gre .. , el cual excluía de cargos y beneficios eclesiásticos a cualquiera
con rastro de ascendenciajudía en las últimas cuatro generaciones. )
(
En 1566 Ja corona ordenó un estatuto parecido para el ayuntamien- )
to de Toledo~... ~
Aunque muchos descendientes de losjudeoconversos lograron )
~
ocultar sus orígenes familiares mediante la utilización de genealogías )
...
falsificadas, cambios de apellidos y sobornos abundantes, la extensión
)
de los estatutos de limpieza en la Castilla de Felipe II hizo crecer las
tensiones en una sociedad donde las autoridades estaban preocupa- }
das obsesivamente por la pureza y la conservación de la fe católica.
Con un clima religioso caracterizado por la represión, el dogmatis-
J
mo creciente y la insistencia en la conformidad, la erudición huma., )
nista se encontró bajo presión, las opiniones heterodoxas pasaron }
a la clandesrinidad y la ener.gía espiritual altamente emoLiva, como
la de sanca Teresa (ella misma de ascendenciajudía), no sólo fue
}
canalizada hacia la devoción privada y pública, los actos de caridad )
y la reforma religiosa, sino que también encontró una salida en la
)
renovación de la literatura mística que iba a ser una de las glorias de.
la época. · )
No hay pruebas de que El Greco en persona tuviera algún contac- )
to con estas corrientes místkas o se viera afectado por su influencia,
pero la ciudad en que se había instalado ocupaba el centro de la ~
\ )
33 Linda Martz, .. converso Families in Fifteenth- and Sixteenth-Century Toledo: 1 ( }
The Siguificancc of Lineage .. , Sefarad, 48 (1988), pp. 117-196. Véase también su A
Network of Converw Families i1! Early Modem Toledo: Assimilaling a Minority, An n Arbor
(Michigan), UniversicyofMichigan Press, 200S. ¡ 4 -)
t
3-1 Albert A. Sicroff, Les Controv"fes des slal'IJts de ..pm~té de stmg» m EspaJPlt dtt XVe
atl ,,'(VJ/e siecle, París, Didier, 1960 [Los estatutos de limpia.a dt san¡,'Tt. Controvmitu enlrt
¡ J
lus siglo.~ XV.Y XI'//, trad. Mauro Armii'\o, Madrid, Taurus, 1985], c<tps. 3 y 4; véase tam- ~ j
bién Liuda Martz, .. Pure Blood Statutes in Sixteenth-Century Toledo: Implementa-
(
.
Fibrura 11. El Grt•Co, El e>.1)(1/io t/t' Cristo (Upton Honse, W~rwickshire) .
tion as Opposed to Adoption .. , Sejaracl, 54 (1994), pp. 83-107. 1 J
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( ) E.wAJi:A. E111<01•A Y f.I. ML'NDo m: u1:rR1\MAR
Et ti.IEnlTF.RRÁNEo llE E1. Giu:co: El. ENCUl::N'IRo nE c1,·1u1.Ac:10N1::s
{ Contrarreforma espailola. En un momento en que la corte se había
nando su estudio y poco a poco desarrolló un círculo de admirado-
f trasladado a Madrid, Toledo, con una población de unos 60.000
res y clientes con criterio que sabían apreciar su genio artístico y
habitantes, estaba fuertemente dominada por la jerarquía eclesiás-
f, tica, aunque conservaba una sólida base artesanal, compu~sta sobre estaban dispuestos a pagar por pinturas que desafiaban los gustos
convencionaJes=17•
f todo por trabajadores de la seda y otros productos textiles. El censo
Tales clientes y admiradores incluían a algunos de los miembros
( de 1591 registraba 739 cléÍ-igos seculares y 1.942 miembros de órde-
nes religiosas, de los cuales 1.399 eran mujeres 35 • Sólo la catedral, más cultos e inteligentes de la élite toledana, no sólo clérigos sino
( con cuarenta canónigos, tenía un personal de casi seiscientos cm- también mercaderes, abogados y profesores de la universidad y cole-
pleados36. La Iglesia estaba omnipresente en Toledo y los miembros gio de Santa Catalina. Toledo podía alardear de varios eruditos emi-
{, nentes, dedicados a los estudios históricos, filológicos y ~Iásicos, y
de la élite laica de la ciudad, que estaban orgullosos de su herencia
( romana e imperial y tenían gran voluntad de mode~nizar y embelle- había especial entusiasmo en aquel momento por recopilaryeditar
( cer sus edificios públicos, no mostraban menor interés en fundar y tcxLos griegos, en particular Jos relacionados con los concilios de la
r
decorar sus iglesias, capillas conventos, que habían de contribuir Iglesia primitiva, un tema de vivo interés en una ciudad cuya iglesia
{ disfrutaba de la primacía religiosa en España y que iba a ser la sede de
a ganarles un lugar en el cielo y a perpetuar su memoria sobre la
( tierra. un sínodo provincial reformador en 1582. En tiempos de El Greco
vivían en Toledo un cierto número de griegns, algunos dé los cuales
( Como artista extranjero itinerante en busca de empleo, El Greco,
pues, había escogido bien su ciudad, a pesar de haberlo hecho más encontraron empleo a tiempo parcial en la transcripción de estos
{1 por casualidad que por haberlo planeado. Por encima dc todo, To- textos. Entre ellos figuraba un compatriota cretense, Antonio Calosi-
( ledo prometía patronazgo, tanto clerical como de la ~lite culta ele nás, a quien habían traído a este propósito desde el Concilio de Tren-
10 dos de Jos ciudadanos más distinguidos de Toledo, Jos hermanos
la ciudad. Los patronos, en acto o en potencia, querían naturalmen-
{ Antonio y Diego de Covarrubias, ambos consejeros realesss. Antonio
te retablos para sus iglesias y capillas, cuadros religiosos para la de-
( voción privada y. además, unos cuantos de ellos deseaban que se de Covarrubias, que más tarde sería nombrado canónigo de la cate-
pintasen sus retratos. Sin embargo, aunque la religión lo impregna- dral y maestrescuela (rector universitario), llegaría a ser el amigo más
( allegado conocido de El Greco 39 (fig. 12).
ba todo en el Toledo de finales del siglo XVI y decidió el carácter y la
( dirección de la producción artística de El Greco, la naturaleza y el Fue entre tales gen tes (eruditos, coleccionistas y en tendidos) don-
alcance de su propia dedicación religiosa son difíciles de determi- de este orgulloso extranjero paree'! haberse encontrado más a gusto.
(
nar. La demanda de retablos y obras de devoción significaba que El punto de vista intelectual de El Greco sobre el arte le hacía sentir
( afinidad hacia tal compañía, que por su parte admiraba el virtuosis-
había muchas posibilidades para un artista talentoso y acomodaticio,
( si bien El Greco, como ya había indicad,o su carrera italiana e iba a mo del pintor. A medida que cnntaban sus alabanzas, la fama de El
confirmar la espai1ola, era el menos complaciente de los hombres. Greco comenzó a extenderse. Esto a su vez le trajo nuevos encargos,
t Con unos puntos de vista sobre las artes plásticas poco convencio.;. pero el dinero nunca fue suficiente para costear el estilo de vida
{ nales e impetuosamente expresados y una opinión exaltada sobr~ opulento al que creía tener derecho y que incluía músicos pagados
la vocación artística y su propio valor personal, apenas tardaba en para entretenerle durante las comidas"'º· El consumo ostentoso, con
(
entablar litigios y enemistarse con sus patronos. A pesar de ello;· todo, no era en modo alguno insólito en la Espai1a de Felipe II y Fe-
{ recibió los suficientes encargos ele retablos para mantener fundo- lipe III. No sólo individuos sino Lodo el país vivía por encima de sus
( medios. A pesar de ello, al •.nenos durante la vida de El Greco, Toledo

{ --- 7
35 Marrz, Li ncl:t, l'ovrrty a nd H~ifan• hl Habsburg S/min: Tlie E."<11111/1/e o/ Toledo, Cam- :i l<agan, •El Greco r su entorno .. ; vfase también Marías, Grero [El Gm:oJ, cap. 5.
:ia Andrés, Hek11istns, pp. 32 y 36.

'
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({
bridge, Cambridge, University Prcss. 1983. pp. 98-99.
:\G Richard L. Kagan ... El Greco y su entorno humano en Toledo•, en El Gm:o;
Obm.r llUU'.stms, l\fadrid, Amigo.o; del l\luseo del Prado, 2003, pp. 99-115. ·:
:t!I Marías, Gmo [,'!'/Greco], pp. 16í>-Hi8; véase también Kagan, .. The Toledo of El
Grccu .. {"El Toledo d\! El Greco .. J, p. 64.
.io Marías, Grtco {El Grrr.oJ, p. 178.

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EsPAÑA, EUROPA y t'J. MUNllU DE u1:rRAAWl El. Mt:urn::1UlÁNl::O llE El. GKEl:U: El. ENCUENTKO lit: Cl\'ILIZ..\CIUNt:.'i

.papas y reyes, la ciudad del Tctjo tenía sus compensaciones. Sus viajes l
le habían llevado al mismo corazón de la España contrarreformisla, __,
a un país y a una ciudad con la energía espiritual y los recursos mate-
tiales necesarios para proporcionarle un ambiente donde encontrara t
cierto grado de aceptación y el suficiente trabajo para poder ganarse )
la vida. Por encima de todo, le ofrecía las oportunidades y los estímu-
~
los para resolver con suprema originalidad los problemas artísLicos
surgidos del encuentro personal de un pintor formado dentro de la t
tradición griega con el arte y los artistas del occidente lacino: en }
Toledo, como en Roma, los mundos de la erudición clásica y la espi-
}
riLualidad de la Contrarreforma se encontraban y relacionaban; en
Toledo, como en Venecia y su Can día natal, la cristiandad se tenía que )
enfrentar a h.\ presencia en potencia vivificante de tradiciones y vesti- )
gios rivales, tanto judíos como musulmanes. Aquí, en la ciudad irnpe-
rial ele Toledo, al concluir su largo vi<tje a través de los mundos calei- )
doscópicos del Mediternineo del siglo xvr, el mundo personal y único )
de El Greco encontró un lugar donde por fin encajaba.
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Figura 12. El Greco, .Ant07!ÍO de l'ovarrubias (Museo del Louvre, París). J
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siguió siendo una ciudad próspera. Tan sólo dos o tres décadas des('; )
pués de su muerte en 1614 comenzó a disminuir-su población~.~.:· '
decaer su industria"'· . · at : \ J
Toledo puede no haber sido el destino final que El Greco tenía en·
mente cuando dejó Cªn_día para su tnwesía a poniente en 1567, pero:\'.
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como premio de consolación al no lograr situarse en las .cortes ~ j
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.. , Kagan, "The loled.o ofEl Greco .. [.. EJ Toledo de El Greco»], p. 40.
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CAPÍTULO XIII
(
( LA SOCIEDAD CORTESANA EN lA EUROPA DEL SIGLO XVII:
MADRID, BRUSELAS, LONDRES
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t «Las cortes me dan horror», escribía Pedro Pablo Rubens en marzo
( ele 1636 a su amigo el francés Peiresc1• Era un tema del que podía hablar
con bastante autoridad. Había conocido la corte del duqúe de Mantua
( en los primeros años del siglo; la corte espailola, primero en Vallado-
( lid en 1603 y después en Madrid en 1628-1629; la de Luis XIII de
Francia en 1622, cuando trabajó para la reina madre María de Médi-
(· cis; la de Carlos 1 de Inglaterra en 1629-1630, y, sobre todo, la corte
( bruselense de sus venerados soberanos los archiduques Alberto e Isabel
Clara Eugenia, que le nombraron pintor de cámara en 1609. Le gustase
{
o no, la vida cortesana afectó profundamente a su carrera. Otro tanto
( puede decirse de sus dos contemporáneos más jóvenes, ambos nacidos
( en 1599, Anton van Dyck, que a lo largo de un decenio probó una serie
de cortes antes de ;ifincarse en Londres, como Princi/1alPainterin Ordi-
( nm)' de Carlos I, en 1632:?, y Diego Velázquez, que de los sesenta y un
( ;i1ios que duró su ,·ida pasó treinta y siete en la corte de Espai1a, sin otras
interrupciones que los viajes a Italia que en 1629-1630y1648-1651 le
4[
llevaron a la corte pontificia}' a las de varios príncipes italianos.
( El ce horror» de Rubens a las cortes era sin duda profundo y sincero,
( o al menos lo fue en determinados momentos de su dilatada can-era.
Pero era también típico de un discurso convencional en Europa, del
{ cual es buen ejemplo el 1Wenosprecio de corte y alabanza de aldea (1539)
t de Antonio de Gucvara. Ese discurso trazaba un contraste acusado
entre la ambición. las intrigas y la corrupción que caracterizaban la
(
( 1 Rubens a Nicolas-Claude Fab1i de Peiresc, 16 de mar.1.0 de 1636, en Ruth Saun-
( ders Magurn (ed.), Tlu· lJ.tter.s of l'eter l'a11l Ruben.s, Cambridge (Massachusetts), Har-
,·ard Uni\'ersity Press, l !15.e;, p. 402.
{ 2 ~·Jichael Leve)', P11inting al Com·t, Londres, Weidenfeld and Nicolson, 1971,
p.126.

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vida cort~sana y la supuesta sellcillez e inocencia de una vida trm~q~i,. )
corte era un centro educativo y cultural, que atraía como un imán
la en la provincia. En teoría, esa dicotomía entre. la corte y la pro\'lncia
tanto a losjóv~1~es de familia noble deseosos de pulir sus modales y - ·-i
escindía la sociedad europea en la edad moderna; en la práctica, la
llamar la atenc1on del soberano como a poetas, dramaturgos y artistas :-.
línea divisoria era borrosa. Los cortesanos y la alta nobleza alternaban a la caza de encargos y patronazgo. )
,..
sus días entre la provincia y la corte, y los mdnarcas se retiraban de
tanto en tanto a sus residencias campestres para entregarse a la caza
En todas esas vertientes la corte era asimismo un centro especta- ' )
cular de consumo ostentoso, que daba empleo a una población urba-
y otras ocupaciones rústicas como desahogo del sofocante ceremonial
na ~e artesanos, comerciantes y criados formada a su alrededor para ' )
cortesano. Entre tanto, el pueblo llano seguía con avidez lo que acon-
s~tisfacer las necesidades de la élite y sus dependientes. De las tres )
tecía en la capital mediante los avisos, gacetas y relaciones de sucesos
cn.tdades cortesanas que eran Madrid, Bruselas )' Londres, las dos )
que proliferaron en el siglo xv11 europeo, a sabiendas de ~ue estar
pnmeras eran en gran medida producto de la propia corte. Cuando
lejos de la cort~ no significaba librarse de las consecue~1ci.as de los )
Feljpe II escogió Madrid para sede pemrnnente de su gobierno en 1561,
grandes cambios que se prodt~eran en las vidas de los prmcipes y sus "·
era una modesta vi11a de tan sólo 10.000 habitantes situada en el cen- )
servidores. Por encima de todo, los lazos de seda del patronazgo y el
tro de la meseta castellana. Al acabar el siglo xv1 su población ascendía \.
clientelismo ligaban la corte con el país en una malla de lealtad, amis- .,,. )
ya a 90.000 almas. Ese número se redujo a unas 70.000 con d traslado \.
. tad y obligaciones recíprocas. . ..
ele la corte a Valladolid en 1601, pero tras su regreso en 1606 no tardó }
Por más que sus costumbres y su moral pudieran ser criticadas y ~.
en recuperarse y ya en 1630 rondaba las 130.000, valor en el que se
censuradas desde fuera, la corte era inevitablemente el centro de la ( )
man.tuvo hasta bien entrado el siglo xvm5 • Antes que Madrid había
vida política, social y cultural en las sociedades monárquicas de Ja Eu-
surgido Bruselas, que pasó a ser la capital de hecho cuando en 1531 )
ropa del siglo XVII. Era, en primer lugar, el hogar del soberano, cuyos
María de Hungría, gobernadora de los Países Bajos para Carlos V, )
servidores domésticos formaban el núcleo de la sociedad áulica. En 1623
trasladó ~llí su residencia desde Malinas6• Cuando los archiduques,
el número total de los cargos y servidumbre de palacio que recogían )
en su cahdad de soberanos de los Países Bajos del Sur, establecieron
los libros de la corte españofa era de aproximadamente 1. 700 3 • El
su corte en Bruselas en 1599, la ciuclad permanecía todavía a la som- )
personal doméstico de la corte de Carlos 1 de Inglaterra·~umaba más. -...
bra de Amberes, la patria de Rubens. Pero tan pronto como se apaci-
de 1.800 empleados•. Y la corte, además de sede. del mo~arc~l, er~ )
gu~ron l~o~ trastornos del fin de siglo y se reanimaron la economía y ...
también centro de su gobierno. Eso quería decir que la so.c1.edad
la vida civica, Br~1~clas ~trajo un volumen de gentes cada vez mayor, ( )
cortesana se extendía más allá de la casa real para abarcar a los miem-
hasta una pobJac1on estimada de 50.000 habitantes en 1615 (casi tan-
bros de los consejos, los secretarios reales y un sinfin de funcionados tos como los de Amberes) y 78.000 en 1709 7• \. )
que casi siempre realizaban su actividad dentro de los muros de pala-
l.. }
cio: el Alcázar en Madrid, \Vhitehall en Londres y el Coudenberg en
Bruselas (figs.13, 14y15).Ensusaledañoshayquecontaralosinnu-: ~ S~br~ el crecimiento de Madrid, véanse José Ignacio Fortea Pérez, bmig;11 es ele \, j
merables solicitantes que acudían a la corte en bus~a de cargos, P?~ ~' tlivemd~tl. El mi.milo urbano tm lfl corona de Castilla (siglos XVI-XVII/), Santander, Univer-
s1d;~d de Cantabria, ! 997, pp. 155-156; Alfredo Alvar Ezquerra, El nacimimto de una " J
nares 0 pensiones, y andaban dando vu~ltas por los t~as~llos de palac10 mpllal eu~pell. M~dnd tmlre 1561y1606, Madrid, Ayumamiento de Madrid y Turner,
con la esperanza de conseguir audiencia! rec?nó~muento..~por lo. ~989; Dav1.d ~- R1~1grose, Madritl ami llie Spanish Ecomn1ty, 1560-1850, Berkeley/Los
1...

general ~rdío- de sus servicios reales o 1magm~~os ..Por ultnn~, l~ Ai~geles ~ C.ahl~rnm) ~ l,.on.clrcs, U niversity of California Press, l 983 [Madrid y la ern1to- ~ }
111m espan_o~a, 1:J60-18:JO. Cmdad, torte y país en el Antiguo l'légime11, trncl. Alfonso Crespo
Ara1~a y Angel Bahamonue, Madrid, Alianza, 1985]. ( j
~~ase •Thc Court of the Spanish Habsburgs: A ¡>eculiar lnstituúon?.. , en SJmill and
11

p.55.
Ghislaint:: de Boom, Marie tic f/011grii:, Bruselas, La Renaissunce du Livrc, 1~5ti
' \ _,
its World, 1'00-l"loo, NewHaven (Connecúcnt) yLon~, 1989, PP: 144-145 [.L;, corte
Cifr.L~ tomadas
7

de los Habsburg... • les· ¿una institución pecuhar?•, en Es/'ª"ª y stt mundo (1'0~
....s espano · · Puj~l,
· Mad n'd , .-r. 2007 , p. 182] .•· ·· ,
l . . . I l d '
ele Henuan Van der Wee (ecl.}, The Rise and Dedi11e ur Uro 1
' . . 'J ª" 11-
' mines m ta'! au . l1ie Low Cou.ntnes, Lovama, Leuven Universicy Prcss, 1988, p. !! 17.
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1700). trad. Ange1 Rivero Rodríguez y Xavier Gil .1 aums,
Amberes tema casi 54.000 hab1tan1cs en 1612; véase J. A. Van Houue «Éconop ·
4 G. E. Aylm~r. Tlding's Servmits: 'J'lie Civil Seroice of Chark~ 1, 1625-1642, Londres.• ••• J> ll ·1•· • 1Hee1 j
soc1ete aux •tys- as a epoque de Rubens•., en «Colloque Rubcns .. , /Jul"!liu de /'histitut
Routledge 8c KeQan Paul, 1961, p. 27. : flisturique Bt:lge de Romc, 48-19 ( 1978-1 H79), p. 1Y7.
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L\ SOCIHl,\ll CIJIHF.'iANA F.l\' ¡,\ EUROl'A llf.I. SIGLO XVII: MAllRJll, BRUSF.US, LoNDRl'.S
( F.srAÑ/\, F.llROl'A \' t:I. MUNIJll llE Ul;fRAMAA

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( Figura 13. Wenceslau~ Hollar, \.'üta <kl palnr.in dr. lW1itr.hall dr..sde In otm mj/la
dr.l Trímrsi.f (Museo Británico, Londres).
{
:.
( Figura 15. ¿\nónimo, El palacio de Coudmhtrg (Museo del Prado, Mad1id).

(
reinado de Carlos 1 era costumbre de muchos miembros de la peque-
( 11a nobleza rural pasar el invierno en la capital. Allí se edificaron
( hermosas mansiones, al tiempo que la periferia crecía a gran veloci-
dad para dar acomodo al creciente aflujo de inmigrantes estacionales
( o permanentes, y lct nobleza grande y pequeila se aficionaba a los
(' parques yjardines de placer, ele modo que Hycle Park, que bajojaco-
( bo 1 todavía se usaba para cazar, fue transformado en lugar de paseo
para coches durante el reinado de su hijo9 • La misma época vio cómo
( Madrid se embellecía como capital, mientras los grandes aristócratas
( se hacían construir espaciosas quintas ajardinadas en las salidas hacia
el este y los mundanos acudían en masa al Prado de Sanjerónimo
( Figura 14. Atrilmido a Félix Castelo, Vista del 1\/cóza,. de MarM<l
(!\fosco Municipal, Madrid).
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para tomar el aire por las tardes.
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;.¡ .. -.~
Las ciudades cortesanas podrían diferir en tamafio y carácter,
·>
pero las cortes en sí mostraban marcadas semejanzas. Conocer una
t Por población, sin embargo, Londres constituía una clase aparte,
era en ciertos ;1spectos conocerlas todas, pues necesariamente las
con unos 200.000 habitantes en 1600 y la asombrosa cifra de 400.000
( cortes de la Europa moderna compartían un conjunto de caracteres
en 165Qll. Por ser ciudad portuaria tenía una pttjante vida comer<;lal
( y urbana propia, y dependía menos que Bruselas y Madrid de la pre- esenciales. Todas ellas giraban alrededor de las personas del monar-
( sencia de la corte y del gobierno. Pero éstos acrecentaban gra1~~e­ ca y de la real familia, y dependían para su buen funcionamiento de
mente su atractivo como centro de diversiones y consumo. Ya bajé{~l un conjunto de usos convenidos que con el tiempo cristalizaron en
t
i (P·',
( ---E. A. Wriglcy, ..¡\Simple Modcl of London's lmportance in Changing English 9 F. J. Fisher, Londm1 nnd tlie E11glish Economy, JJ00-1700, Londres, Hambledon

i~
8
t1 Socicty and Economy, Hl50-1750 .. , Pa.d n11d Prfsmt., 37 (1967), pp. 44-70. ·· ·:.,\~ Prcss, 1990, cap. 6. · ·:¡

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Esl'AÑA, EUKOl'A Y tiL MUNUO lJE Ul.l'RMIAR )
un código más omenos rígido de normas.de etiqueta y protocole;>,. Felipe II confirió la soberariía de Jos Países Bajos espalioles a su hija ~
La regÚlaridad y la repetición eran la esencia de la vida pala~iega, fsabel Clara Eugenia y al archiduque Alberto, su esposo, se organizó \.. ·--t
fundamento.de un decoro que se consideraba i,mprescindible para
la
1:co_ne de ambos en Bruselas de ::i~uerdo con la tradición borgofiona. ·~ J)
salvaguardar majestad. En una carta a Mateo Vázquez, secrequ:i9 Era, no ~bs~nte, una tradición de Borgoña modificada y coloreada (
de Felipe 11, el duque de.Alba comentaba cefo aprobación el mand.a- p~r med10 siglo ele usos espafioles, ya que Jos dos habían vivido Jos "" )
to del monarca de que se consignara por escritq «lo que toca al ord~n, anos de su form~ción en Mad~id y marcha.ron a Bruselas acompai1a- '
)
de su casa y ceremonias della [... ] y asimismo Ia5 ceremonias tocante.~ dos por Ja mayorrn de sus servidores y funcionarios espafioles's.

a la persona real». «Por cierto, señor-escribía el duque- me p~~-: Todo hace suponer, pues, que al pasar de una corte a otra Rubens ~
ce todo elfo cosa muy necesaria que se teng~ entendido y en es.~~~to~ se e.ncontraría enseguida como en casa. En todas había unos funcio- ~
porque parece muy bien en las casas de príncip~s observar sierri_Pr~ 1~anos de P?lacio muy semejantes, con los mismos o muy parecidos
unas costumbres,_qu.e la antigüedad de ellas hace gran sómbra en l~ )
UtuJos Yobligaciones, un ceremonial con muchas prácticas idénticas
casa, y no se puede conservar esto sino teniéndolo por escrito» io. U?.~ ....
)' hasLa una distribución del palacio muy simila1~ por haberse ido re- )
vez codificadas, las reglas de la etiqueta cortesana no eran fáciles de moeleJando sus espacios para proporcionar marco adecuado a las \..
cambiar. · .. · · ·' .. )
exigencias protocoJarias del sistema cortesano d~ los Borgoña-Habs- \.
La semejanza ·era aún mayor porque los usos domésticos y e 1cere- bm·go. Los rasgos fundamentales ele ese sistema se pueden deducir )
monial de mucha5 de las cortes de Europa en la edad modema pro~ can.to ele Jos registros del personal de casa como de las ordenanzas y <...
)
cedían de un mismo ~rigen, la corte ducal de Borgoña en el siglo xv. «~n~uetas» qu~ se emitían periódicamente para esclarecer los proce-
En Inglaterra, Enrique VII llevó adelante las innovaciones introduci- dmuen tos en vigor o modificar1os 1". El objetivo primordial de esas )
das en el ceremonial palaciego por su predecesor del siglo xv Eduar- o~·elenanzas, como de los procedimientos y dispositivos que estable- )
do IV «a la manera de Borgo11a» 11 • En 1548 el emperador Carlos V ctan, e1:a proteger la dignidad y la seguridad de un soberano a quien
)
impuso el ceremonial borgo11ón en la casa del príncipe Felipe, here- ., se consideraba lug~1rteniente de Dios en la tierra. En consecuencia se
dero del trono de Castilla, y desde ese mamen to la corte espailola, urien raban a aislar al monarca, y ese afün se llevó hasta el extremo en )
aunque conservó ·algunas fuertes tradiciones castellanas, se ajustó en Esp<ti1a, donde Felipe 11 asentó una tradición de realeza semioculta
lo esencial al modelo borgoñón'~. Análogamente, cuando en lp99 )
que p_crpetuarían sus sucesores en el siglo xvn. Para llegar al sancta-
sannonun del mo_narca, al .«aposento», había que atravesar antes una ' )

ID British Library, Additional ms. ~8.361, fols. 11-12, duque de Alba a M~uco Vá7:-
quez, 15 de noviem~re de 1579. .
11 A. G. Dickens, The Courts of EmvjJI': J>olitics, Patronage and Ro:i•all)' 1400-1800,
Londres, Thames and Hudson 1977, p. 148. )
·
"'
c:1cia I~ .~ihl_i~~1~fia ~·cdc111e ~obre la cuhura cortesana de la edad modern;1, inspira-
d~~ ~n g1 .a.n pa1 te poi la ob1.11 fundamental, aunque con clcfoctos, ele Norben Elias JJie
'
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LA SOCIEUAIJ CORI L'ANA EN LA EURtJI'.\ OEL SIGl.O XVII: MAORID, BRUSEl.\S, LoNDRES

( sucesión de estancias: el gran salón o sala, la saleta, la antecámara-Y.J{~:J~ tuniclades- 16, y no sólo era el que entregaba fa. llave de la cámara del
( antecamarilla 15 • El acceso a cada una de ellas estaba reguladcl p<;>~.. :j· rey a los gentilhombres de la casa y ayudas de cámara, sino que con-
( normas estrictas en función del rango y del cargo, y el monarca viv~~ ~. .. servaba en el bolrillo una llave doble que abría todos los aposentos de
resguardado del mundo por una pantalla de funcionarios de cartp,1 t palacio 17. No hubo ninguna puerta cerrada para Velázquez en el.
{ cada uno de los cuales tenía en palacio una misión cuidadosam~n~~ . . : ' Alcázar de Madrid.
( definida. · ', ·~,'~'.r~.~ ":,::'.~ Pero había muchí~imas puertas que franquear. El Alcázar,. el
Los tres funcionarios ele mayor rango en las cortes de Madr~º-r<-'..': Coudenberg y el palacio de WhitehaU eran auténticas conejeras, am-
{ Bruselas y Londres eran el mayordomo mayor o lord High Ste:ua~~, ·:~~ pliadas y modificadas a lo largo del tiempo según variaban las necesi-
( responsable de la alimentación y el alojamiento del soberano;.el ca~ ~:· dades. Felipe II, una vez que decidic?'hacer de Madrid la capital de su
marero mayor, o Grand Clramherlain, cargo que en Espafia desapar~cj<? .{ monarquía, introdttjo importantes alteraciones estructurales en el.
~ cuando sus obligaciones de atender al servicio personal del moná~~~ );. Alcázar para dotarlo de los aposentos privad~s y las grandes estancias
( pasaron al sumiller ele corps, ha5ta que el conde-duque de Olivares·lQ ~;. de aparato que requería el nuevo ceremonial borgoñón1 8 • De todos
( resucitó en su persona en 1636; y el caballerizo mayor, o 1Vla.ster:<1f!he modos, siguió siendo un edificio incómodo. ·La combinación de resi-
Horse, que se ocupaba de las caballerizas del soberano y sus traslados .. dencia real y oficinas del gobierno ocasionaba continuos trastornos,
( A ellos se sumaba el capellán mayor, responsable global ele los cultos' y una de las razones que movieron al duque de Lerma a trasladar la
( que se celebraban en la capilla real y de los mt"1sicos adscritos a Ja corte a Valladolid en 1601 fue el deseo de separar lo uno de lo otro
misma. La organización de la casa del rey se repetía en la de la r~ina, · para que el rey viviera más retirado 19. Cuando el experimento de
( y en la del heredero del trono cuando al cumplir la edad reglamen-. Valladolid fracasó y la corte volvió a Madrid, los arquitectos reales
( taria pasaba a disponer de casa propia. /1¡,ó Francisco de Mora yJuan Gómez de Mora acometieron nuevas refor-
Cada uno de los tres grandes oficiales de la casa real tenía a sus mas, y se reconstruyó la fachada meridional para darle un aspecto más.
(
órdenes una extensa plantilla de subordinados. Los puestos más CD-'.. imponente y a la vez disponer de un nuevo conjunto de estandas de
( diciados eran los que situaban a sus ocupantes en comacto más estre:- aparato. Pero no había remodelación capaz de transformar el viejo
( cho con el soberano. Por consiguiente, entre la nobleza había u,ná alc<ízar en un palacio consonante con los gustos y las necesidades más ..
competencia especialmente rei1ida por los puestos de mayordomc;> modernos, y únicamente con la decisión, en la década de 1630, de

'
(
(
(doce en la corte espaiiola en 1623), gentilhombre de la casa (die;.
ciocho en sen·icio activo y otros veinticinco que habían ocupado el
puesto y conservaban derechos de entrada) y gentilhombre de la boca
edificar el nuevo palacio yjardines de recreo del Buen Retiro, en la
linde 01iental de '1adrid, se dio en cierta medida cumplimiento a esas
exigencias20 •
(cuarenta y siete), que servían a la meáa real. El símbolo supremo 9~

'
acceso a la real persona era la llave de oro, y el primer retrato que
16
( pintó Vclázquez del conde-duque de Olivares (fig. 16), en 1624, mu~~ Véasejonathan Brown, Vcláu¡uez: Pai11terond Courtier, New Haven (Connecti-
tra llamativamente la llm·e que le había sido confiada en su condid~'...;
cut) y Londres, Yale University Press, 1986 [ Velá.zqruz, pintory cortesano, trad. Fernando
Vill;wcrde L."lnda, Madrid, Alianza, 2000], p. 190.
( de sumiller de corps. Pero había otro funcionario que, si bien de 17 Rodríguez Villa, Etiquetas de la casa de/ usma, p. 36.
rango inferior, disfrutaba de un control singular sobre las llaves, y era
18
Rodríguez Salgado, ccThe Court of Ph1lip lh, pp. 212-213; Véronique Gerard,
t ~" rn:tt.illo a palacio. El Alcázar d1 Madrid en el siglo XVI, trad. Juan del Agua, Bilbao,
el aposentador de palacio, el puesto para el que Vclázquez sería.d,t,;-; Xara1t, 1984.
t signado en 1652. Como aposentador, debía atender a la limpieza y la 19
Véase Antonio Fcros, Ki11gship and Fav:uritism in the Spain o/ Philip 01, 1598-
t decoración i111crior rlcl palacio -tarea ésta que, según la ejerció Ve'- 162 J, Cambridge, Cambridge University Press, 2000 [El dttque de Lenna. Rtalt1.1J
lc:\zqucz, llcv;1ba apart:jado un C1111plio abanico de obligaciones y opo.1~ )' /Jri1•om:.n en In Etpa;in ele Feli/1t 1/1, trad. del autor, Madrid, Marcial Pons, 2002),

'
.,,,;. pp. 87-90.
2
. ,::<1 " Jonathan Brow.n yjohn R Elliott, A Palacefora King: Tite Btten Retiro and t/11
( ··~t Cnurt of Pliili/1 ~~Ne~., l-1:\\'en (Connecticut) y Londres, Yale Univcrsity Press, 1980;
1
~ Ludwig Pfandl, .. Philipp 11 und clie Einfühnmg des burgundischcn Hofzcrc- e~) n. rcv. }' a1!1phad~ 200~ [Un P°.':1cio para ~l rey. El Buen &#ro y la corte ~e Felipe N, trad.
t monicll~ in Spanicn•., /li.~1m·i.\dw.f.f1tllrl111d1, 58 ( 1938), pp. 1-33'. . \ 1ccnte Lleo y Mana Lt11.o;a Balseiro; Madnd, Tau rus, 2003]. ·
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En Bruselas, el archiduque Alberto e1i1prendió unaremodelación J
extensa de la residencia del gobernador en el Couclenberg.· antes ~
incluso de que él y su esposa hicieran su entrada oficial en la ciudad )
en 1599 21 .También en este caso se trataba de adaptar un edificio an-
tiguo a las exigencias del ceremonial cortesano español de la época. l
No sin serias dificultades se abrió en la primera planta un conjunto )
de salas de aparato con acceso cuidadosamente controlado seg(m
criterios de jerarquía, mientras la infanta Isabel, como convenía a su )
rango de soberana consorte, se instalaba en idéntico número de es- )
tancias pero un piso más afriba. En las dos primeras décadas del siglo
}
el architect generael de los archiduques, Wenzel Coerbergher, estuvo
constantemente atareado en obras de embellecimiento y moderni- )
zación de la residencia. Las mejoras formaban parte de un vasto }
programa de reconstrucción y renovación de las viejas residencias
imperiales, pabellones de caza yjardines que los archiduques aco- }
, metieron para afirmar su carácter de soberanos independientes de )
un estado, los Países Bajos del Sur, dotado de identidad y coherencia
propias. )
El palacio de vVhitehall, una confusa amalgama de construcciones )
de Ja época Tudor, no se prestaba mejor que el Alcázar y el Couden-
)
berg a ser modernizado con éxito. Pero, en 1619, un incendio des-
truyó la antigua sala de banquetes.Jacobo l. con los ojos puestos en )
un posible enlace espaliol de su hUo y heredero Carlos, príncipe de
Gales, y en la necesidad de contar con un salón de ceremonias don- J
de celebrar esa y otras solemnidades de estado, ordenó a su arqui- }
tecLO mayor, el Surveyor of the King's Worlu Inigo Janes, sustituir la )
vieja fabrica por otra de nueva planta. En menos de tres afias se levan-
tó la hermosa Banqueting House, primer gran edificio que se com- J
pletaba en Jnglaterra con arreglo a los cánones italianos de Palla- }
dio:!2. EsLilísLicamenLe se alzaba en un espléndido aislamiento,
)
contrastando a más no poder con los vecinos edificios Tuclor; pero
· es muy posible quejones lo concibiera como la primera fase de un }
magno proyecto, el ele un nuevo Whitehall que fuera digno elejaco- j)
bo 1 y su excelsa visión ele la divina majestad de la realeza. Construir
j
~1 Sobre la reconstrucción del Coudenberg, véase I{rhu.a Dc.Jonge tJI al., .. nuild-
__,
ing Pulic)' ancl Urbanisation cluring thc Reign uf the Archdukes: Thc Cuurt and its j
Architt:Cts», en Thumas y Dut:rluu (ecls.), 1llberl tmd Jsabella, pp. 191-~ 19.
i 2 Para un estudio dt: h1 cunscrncción de la Banqueting House y su prngr;u11;\ \ j
decorativo, véase Per Palme, Triumph o/Peace: A Study o/tlit Wliitehall Banqueting Huwe,
Eigura 16. Velázquez, El conch-duque de Olivam
(Museu de Arte de Sao Paulo). Estocolmo, Almqvist & Wikscll, 1956. 4 j
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L.\ SOCIEIMO 1 OKTt:SANA t:N I-' Et:RorA DEL SIGLO )l.Vll: MAORJO, BRUSF.l.AS, loNDRES •
( E.'t'.\ÑA, EuRorA Y u. ML•1111m nr. l•t:rRAMAR

( ese nuevo Whitehall sería el sueilo largamente acariciado por su hijo El retorno ele la paz también hizo posible que los estados de Eu-
Carlos I, que le sucedió en el trono en 1625.- Nunca hubo dinero ropa occidental redttjeran sus gastos militares, liberando así fondos
(
suficiente para ponerlo en marcha, pero todavía en 1647, estando yá para otras ocupaciones menos agresivas. Las dos prime~ décadas
{ el rey cautivo del Parlamento, se le podía ver cavilando sobre' los del siglo, en España como en Inglaterra, fueron tiempos de derroche
{ planos de su grandioso palacio futuro, que había de duplicar las di.i cortesano. Se emplearon entonces sumas enormes en banquetes,
mensiones de El Escorial 23 • ., ,,'/. mascaradas y otras fiestas mi.entras los cortesanos competían en el
( Todos esos proyectos de actualizar y hermosear viejos palacios y htjo de su indumentaria yjoyas y en la ostentación de sus mesas. El
( erigir otros nuevos eran una expresión visible de las grandes noveda- portugués Tomé Pinheiro da Veiga, que visitaba la corte española en
des, políticas, sociales y culturales, con las que Europa se adentró-en Valladolid, describe con asombro los suntuosos festines que daba la
( alla nobleza: «En su lugar tienen muchas cocinas de algunos señores
el siglo XVII. Los últimos af'ios de la centuria anterior y los primeros
( de ésta se caracterizaron en Europa por una paulatina restauración de suma grandezél, y es que en todo tiempo se halla en eUas todo cuan-
{ la paz al cabo de varios decenios de guerras: paz entre Francia y Espa- to se desea, y allcí van también a vender de fuera las cosas extraordi-
ña en 1598, entre Espai'ia e Inglaterra en 1604, y una tregua de doce narias, como )1>s pollos, salmón, vaca, uvas y frutas fuera de tiempo
{ a1ios entre Espa1ia y la naciente rep(1blica de las Provincias Unidas en. [ ... ] yde estas cocinas hay más de 150 en ValladoJid. Y todo es nece-
( 1609. Uno de los resultados importantes de la pacificación fue el au- sario para gas1.ar las inmensas rentas que tienen y para.creer que
mento de los viajes y del comercio entre los estados. Durante el largo gastan 200.001) cruzados, y aun se empeñan, como todos hacen,
{ pues están debiendo muchos millones, como el ele Medina Sidonia
periodo de enfrentamiento anglo-espailol que llenó la segunda mitad
( del siglo XVI, los contactos directos entre Espaiia e Inglaterra fueron con 300.000 cruzados de renta y el de Osuna con 150.000 y todos los
escasos, y cada país dependía del espionaje y las noticias de segullda demás que tienen poco menos, que parece que es necesario para
(
mano para su conocimiento del otro. Con la llegada de la paz en 1604, gastarlos Ja invención ele los reyes de Egipto en fabricar Pirámides
{ sin embargo, se reanudaron Jos intercambios comerciales y las rela! en arena•• 25 •
( ciones cliplom~iLicas. En 1605 llegó a Espaiia una ingente e1~bajada Hasta cierto punto esa oleada de derroche a comienzos del xvu
inglesa, presidida por el conde de Nottingham )'formada por quinien- pudo surgir no sólo de la disponibilidad de capital y crédito, sino
(· también de un clima psicológico de euforia producido por la coi~ci­
tas personas entre 'nobles, caballeros y séquito, para asistir a Ja ratifi!
( cación del reciente tratado de paz por Felipe III. Se les dio un magní• dencia de la paz y el cambio de soberano. En 1597, previendo la muer-
fico rccibimien to en Valladolid, con una sucesión de festejos en Jos Le del achacoso Felipe 11, el duque de Feria escribía proféticamente:
(
que no se escatimó ning(m esfuerzo para impresionarles con la rique- «Faltando él, estamos en otro proscenio, como dicen, y todas las per-
( za y el esplendor ele la corte espai1ota. Aunque España no tendría sonas de la comedia han de ser diferentes» 26 • Cuando al año siguien-
··•
{ nunca el atractivo de I1alia para los viajeros británicos del XVII, la erh: te murió, los maquinistas cambiaron el decorado y hombres nuevos
bajada de Nottingham abrió una nueva fase en las relaciones angló- ocuparon el centro del escenario. Llegaba un rey joven, Felipe III, y
( espai1olas, dando pao;o a contactos más estrechos entre los dos países todo hacía esperar una corte n1ás animada que la de los últimos años
l y sus cortes respectivas; esos contactos habrían de culminar en el via- del monarca difünto. También en Inglaterra la muerte de Isabel en 1603
je de Carlos, el príncipe de Gales, de incógnito a Madrid, en 1623; y su sustitución por un vai·ón ,Jacobo VI de Escocia, con esposa e hijos
t para soliciLar Ja mano de Ja infanta María24 • '·· 1 pequeli.os, significó un cambio radifal en la atmósfera de la corte.
{ Nuevos reyes quería decir nue,·os ministros y privados, y nuevas espe-
( 23 Sharpe, Tht! Pe.rsnnnl Rule o/ Charlrs /, pp. 212-213; Roy Strong, B,.itmmia 11irmi-

( />hans: Inigojonr.s, R1ú1ens, and Wliite/1allPalm:e, Londres, Thames and Hudson, 1980;
25
y véase más arriba, pp. 61-62. ·: Tomé Pinheiro da Veiga, Fnstiginia. Vida cotidiana en la Co,.te de Valladolid, trad.
{ 2" Sobre la emb;tjada de Nouingham y los viajeros ingleses en Espai'ta, véasejohn Narciso AJonso Cortés. Valladolid, Ámbito, 1989, pp. 204-205.
26
Stoye, E11glisli 1i·avellm AlnvnrL, 1604-1667, edn. rev., New Haven (Connecticut) y Lon- Archive of the Archbishopric ofWestminster, Ms. E2, fol. 15, duque de Feria a
{ dres, Yale University Pres.~. 1989, cap. 10. · ' · ·,.,, :-~ "l ••.
Thomas Fitzherbcrt. 2H de febrero ele 1597
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ranzas ~xpectativas. De modo parecido, en los Paí~es Bajos españp-· . ; :~·
y dos por liberar la corte de la horda ele parásitbs y detener la despo- )
les la llegada de los archiduques Alberto e Isabel"abrió nuevos hqri.1:~ .·. ~: blación del campo ordenando a los nobles y otras personas de calidad
zontes, entre otras razones porque verdaderamente tenían que alza1i~·. ~ ~:: ---}
el regreso a sus tierras. En palabras de la Junta de Reformación
un país nuevo sobre las ruinas del anterior. · ·· !t>b ::.-; 1'
de 1619, celos que deben salir son los grandes y se11ores y los cavalleros }
Las noblezas de España, Gran Bretaña y'los Países Bajos, toda8{·.): · y gente desta calidad, y un número grande que hay de viudas muy }
quisieron sacar prov~cho del cambio de régimen. De un lado al otro ricas y muy poderosas, y otras que no lo so·n tanto y se han venido a la
del continente había familias de rancio linaje cargadas de deudas qµe Corte sin causa lexítima o la buscan afectada, y muchas personas }
miraban la corona para el pago de sus descubiertos y la restauracióq eclesiásticas, que teniendo obligación de residir en sus beneficios se )
de sus fortunas, y emprendedores nobles de provincias no menos vienen a ella»:.~.·
ansiosos de obtener su parte en el botín. De ahí que la corte se con-.· . Aunque la decisión de los nobles de establecerse en la vecindad
)
virtiera en escenario de una nueva ronda de luchas encarnizadas entre. de la corte fuera motivo de grave preocupación en los gobiernos, )
las facciones nobiliarias por ganarse la voluntad del monarca, con vista desde los municipios capitalinos significaba un aumento sus-
importantes consecuencias para el carácter de la vid~ cortesana. Para. )
tancial del poder adquisitivo con consecuencias que podían ser be-
estar cerca de la sede del poder, cada día eran más numerosos los. neficiosas para la vitalidad de la sociede:ld urbana. En el primer tercio }
nobles que juzgaban necesario conseguir acomodo temporal o perc del siglo XVll, por ejemplo, las rentas agregadas de los nobles resi-
manente en las proximidades de la corte. Un resultado muy patent~/ .,
}
dentes en l\fadrid ascendían a 3,5 millones de ducados, co11 un pro-
fue el trasvase cie aristóc~tas a las capitales, donde alquilaban o edi¡ ..:•~ medio de 33.000 ducados por cabeza, aunque en la práctica el repar- )
ficaban mansiones y fgaban su residencia durante casi todo el aiioo. ·. :)~ to era muy desigual, desde los 10.000 ducados o menos en que )
parte de él. La convergencia de la alta nobleza y la nobleza menor. ' consistía la renta· de algunos hasta los 340.000 del duque de Lerma.
sobre la corte fue un proceso acelerado, y en Espaiia el regreso de·l~ Con mucho dinero también en manos de los banqueros de la coro- )
corte a Madrid en 1606 marcó el comienzo de lo que se ha descrito na, de los alto,s funcionarios reales y de la Iglesia y las órdenes reli- }
como «Una irreversible cmtesanización de la alta nobleza», convirtiéri-. giosas, había fondos considerables que aplicar a la construcción de
dose el aflujo en avalancha en la década de 1630 al tiempo que lo~ )
casas y palacios, a la fundación y dotación de iglesias y con ven tos y al
problemas económicos del estamento noble se multiplicaban. En.el. embellecimiento de las ciudades. La nueva Plaza Mayor de.Jrnm Gó- )
último tercio del siglo eran ya más de dos centenares los nobles id~ mez de Mora, levantada entre 1617 y 1619, daba testimonio ele aque-
título residentes en Madrid27 • · • ._,;.
}
lla nueva afluencia en una villa que había pasado a ser la capital de
Los gobiernos de Felipe III yJacobo l vieron con consternación·ei una monarqt\ía mundial, con acceso privilegiado a la placa de las J
crecimiento vertiginoso de sus capitales,' y trataron en vano de poner. Indias:i11 • )
coto a un proceso que amenazaba con graves desajustes sociales~y Como se1'ialaba Pinheiro da Veiga, sin embargo, cuanto rrn1s gasea~
planteaba serios problemas tan to de abastecimiento como de or:den ha la nobleza en consumo ostentoso más se entrampaba. Su endeu- 'J
público. El Privy Councilo Consejo Real inglés se ~efería en 1613 a:lo_s· damienco creciente la espoleaba a buscar maneras de saquear las arcas }
cdnconvenientes que no se pueden evitar de la <;recicla multitud de · reales, pero al mismo tiempo podía hacerla depender del favor del
gentes (... ] que acuden aquí atraídas de todas l~s pánes del. reino»-,. Y: '.}
monarca. Los archiduques Alberto e Isabel en particular demostraron
dictó prÓclamas cqntra la ·constr~tcció~ de. edifi_<;:ios nuevos o h~ pa~: ~
tición de los antiguos2a. El Consejo de Casulla h1z? esfuerzos reitera-
j
:!!J Ángel Gunz;ilez Palencia, Lajimta de Rejim1wcirhi ( 1618-1625), Valhu.lolid, Ar-
chivo Histórico Espaiiol, 1~32, pp. 22-2.3. _ . . . . { L_j
:lo Sohre los ingresos aristocrfüicos, véase López Carcfa (ecl.), /:.'/ i111pact¡1 de la corte,
27 José Miguel López García (ecl.), El im/mclo tle l" corlee" C<tslilltt. Mmfritly m le~ri· p. 20li . .Sobre los pruycctus urbanísLicos en d Madrid ele Felipe 111, véase.Jestas Esc.:ú- j
luri~ e11 la é/JOt:" moderna, Madrid, Siglo XXI, 1998,, pp. 2~4-~05. · • ·. · · ~-··'~ bar, Tite Plm.tl Mayarmtd ll1t: Slta/1iugof1Jmvq1U! Marfrirl, Cambiidge, Cambridge Univer-
211
Percz Zagorin, :I'lie Courl tmd llie Co-unlry: 111e Begmnmg of llie Engltsh Ret11Jlutum_; sity Press, 20m\ l Lti Plrarl Mayor y los origmes del Mmlrid bam1co, trad. Merccdt·s Polledu, j
Londres, Rot11lcdge &: Kegan Paul, 1969, p. 136. : ·· ,,¡, San SebasLj¡ín, Nerca, 2007].
j
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( E.w.\:;;.\, F.t 1torA \º F.I.
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mucha habilidad para obtener vent~jas políticas de esa dependenda pues. como escribió Rubens desde Valladolid en 1603. «no le falta
( potencial. La soberanía que Felipe Il les había otorgado comprendía conocimiento de las cosas bellas» 33 •
. ,,.._....
{ derechos de patronazgo nada desdefiables, entre ellos la potestad de El poder de Lerma y su riqueza le situaban en una clase aparte
distribuir honores y títulos y de conceder la orden del Toisón, y los como constructor y coleccionista, pero no estaba solo ni mucho me-
( archiduques utilizaron esos poderes para sttjetar a la antigua nobleza nos. En las cortes de Madrid, Londres y Bruselas, la vida cultural ad-
{ de los Países Bajos del Sur en su corte~u.Jacobo VI y 1, que llegó'a quirió a comienzos del xvn un fuerte sesgo competitivo, al rivalizar
Londres seguido de una hueste hambrienta de nobles y caballeros nobles y dignatarios como mecenas· y consumidores de cultura. Al
( escoceses á\~dos de títulos y posiciones en la corte inglesa. maniobró volver en 1615 ele celebrar las bodas reales franco-españolas en la
f con cierto éxito entre las facciones rivales, a la vez que distinguía con frontera de Espai1a con Francia, el duque de Sessa entró en Madrid
favor especial a uno o dos personajes: primero a Robert Carr, a quien
( flanqueado por un séquito espléndido y con Lope de Vega a su lado,
hizo conde de Somcrsct, y después a George Villiers, un apuesto cor- mientras que el joven y ambicioso conde de Olivares, dispuesto a no
f tesano destinado a ocupa1: altos cargos del estado y escalar la cima de ser menos, lo hacía acompai1~do no de uno, sino de dos poetas 34 •
( la aristocracia como dmp1e de Buckingham. Buckingham a su vez pasó También el patronazgo llevaba a menudo ap~rejado un alto grado de
a ser cauce del favor real, con poderes de patronazgo cada vez mayores~ exigencia, fundado en una m~jor información de los entendidos. Lo
( En España, con el trono asediado por los grandes y la nobleza titulada, que decimos vale especialmente para la Inglaterrajacobea, donde el .
( Felipe III concedió su privanza, y con ella poderes extraordinarios de
conocimiento de las últimas novedades del arte y Ja arquitectura iba
gobierno, a Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, marqués de Deniéf,
( retrasado con respecto a la Europa continental. En ese país fue un
y duque de Lerma desde 1599. ·· · noble acaudalado, el conde de Arundel, quien tomó la batuta. En.1613
( La elevación de Lerma a una posición e.le preeminencia extraordi-
hizo una larga gira por el continente en unión de Inigojones. Sus
{ naria en la corte y en el gobierno, seguida pocos ai1os después por la
viajes le llevaron a Amberes y Bruselas, donde trabó una amistad du-
de Buckingham en Inglaterra, marcó el comienzo de una tendencia
( radera con Rubens, y de allí a Alemania y el norte de Italia, de donde
de enorme significación para la vida cortesana del siglo XVII, el auge
volvió con un amor perdurable p J r la escuela veneciana de p~ntura.
( del valido 32 • Lerma, ejerciendo con el consentimiento de Felipe UI La gira continental reforzó su posición de árbitro del gusto en fa cor-
unos poderes que tradicionalmente habían formado parte de la pre: te inglesa y le capacitó para erigirse en consejero de una nueva ge.ne-
(
rrogativa real, entre ellos los de patronazgo, dominó una corte en la ración ele coleccionistas, ent1·e ellos el príncipe de Gales y el duque
( que el monarca parecía haber quedado relegado a las sombras.: D'e de Buckinghall"3!·.
( paso restauró la fortuna ele su familia, la casa de Sandoval, tendió una
extensa red de clicn tes y dependientes para afianzar su posición• tan':.
( to en la corte como en el país, y adquirió ingentes rentas que le per.; 33
Magurn (ed.), Letters o/ Peterl'attl Rub1ms1 p. 33 (24 de mayo de 1603). Sobre
~ mitieron hacer prodigiosos dispendios. Mientras gastaba 'a manos. Lerma como mccem1s, véansejonathan Brown, Kings and Com1oi.fsturs: Colltcting Art
llenas en hospitalidad yentretenimientos cortesanos, se construyó o in Scventemtli-Centm)' Eum¡1e, New Haven {Connecticut) y Londres, Yale University
( re modeló palacios en Valladolid, en Madrid y en su sede ducaf de Press, 1995 [El '1iimfn de In pintura. Snbre rl cokccionismo corUsa110 en el .figlo Xl'll, trad.
María Luisa Balseiro, Madrid, Nerea, 1995]. pp. l 11-Ü4, y Sarah Schroth, .,.A New
( Lerma. También reunió una colección impresionante de pinturas~ Style ofGrancleur: Poli tics and Patronage at the Court of Philip IJJ .. , en Sarah Schroth
{
. :•:1t• r Ronni Baer (eds.), El Greco to Velau¡un.: Art Duringtlie Reign o/Pl1ilip!ll, Boston (Mas-
sachusetts), Museum of Fine Arts, 2008, ppt 77-120. Sobre la carrera política de
Lcrma, véase Patrick \ Villiams, Tlie G11~nt Fat1ouritr: Tlie Dulce o/l.n711a mid tlie Court and
t 31 Véilsejonarhan br<tcl, Cnnjlicts of Empirr.s: Spai11, lite Low Cormtms'and 1/ie'.~trug­
Govmunmt nf Pliili/J 1/1o.fSpnfo,1598-1621, Manchester, Manchester University Press,
glr Jor H'in-/tl S11Jm~m,,9·, 15S5-l 713, Londres, Hambledon Press, 1997, cap. 1'(•}'hé .·; ,,,
~ Court of _:'lbert and ls.abr.lla, 1598-1621»). . . · · . ·::.:: · '_\:~1
2006, y, sobre su ma11ipulación de los sistemas de patronazgo y clientela, véase Feros,
King.rlii/1 mid Fn.vmitis111 [El duque de LemiaJ.
32
Veasej. H. Elhotl)'L. \\1. B. Brockhss (eds.), UicWorldoftheFtnmttnte,·New. ,..?i/; 3
( Havc11 (Connecticut) y Londres, Vale Univcrsity Prcss, 1999[El1111mdo·rJe'íos vnlidoJ/ '~~
" Luis Astrana Marín (ed.), E/Jistnlario co111/Jleto de don Francisco de Quevedo Vilkgas,
Madrid, Instituto Editorial Reus, 1946, carta 10 (21 de nO\iembre ele 1615).
{ trad. Jesús Alborés y Eva Rodríguez Halfflcr, Madrid, Taurus, 1999]; véase también. ;;~ 35
más arriba, p. 11 O. •_.. i .. ,: m.:Z: ;~ David Howarth. Lord Anmdel and his Circle, New Haven (Connecticut) y Lon-
dres, Vale University Press, 1985, pp. 33-36.
( .::.~.-~ ;:¡1!
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ESl'ANA, J::URUl'A Y t::l. MUNDO DE Ut;fRAt.IAR


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1

l.o\ :;oc1E1>An c1J1fft::.>;,\NA EN t.A Eu1<u1•A 111::1. s1rn.o xvu: M.AJJRm, H11.ust::L\.'S, LoNuKJo:s

}
Las ~ctividades de Arundel apun_tan a un elemento que fue-coi Países Bajos espailoles se amo~tiguó. Pero Ja década de 1620 iba a )
mún a las cortes dejacobo 1 y Felipe III. En ambas el liderazgo cul:- presenciar cambios importantes en las cortes de Madrid y Londres, ~
tural no brotó de la corona, sino de un puilado de personajes acau- que las acercarían al tipo de política cultural que había seguido la de
dalados: en Madrid, sobre todo Lerma, y en Londres, Roben Carr Bruselas bajo el gobierno de los archiduques. La muerte de Felipe III )
(uno de los primeros coleccionistas británi~os de pintura italianap~, precedió en unos meses a la del archiduque Alberto yJacobo I murió )
Arundel y Buckingham. No nos cons~a que ni Felipe III nijacobo1I cuatro ai1os después, en 1625. Los herederos de ambos monarcas iban
tuvieran ni quisieran tener una política real de fomento de las artes;
}
a manifestar un vivo interés y gusto por las artes, interés estimulado
y si algo de semejante iniciativa real se puede encontrar en la corte por la competencia y la emulación. El joven Felipe IV ya antes había )
inglesa es en_ el príncipe Enrique, el hijo primogénito <lejacobo~ demostrado discernimiento para la música y el teatro, y no tardó en )
malogrado en 1612'7• · .. i desarrollar un ojo crítico para la pintura. En ei" conde de Olivares
Durante esas dos primeras décadas del siglo X\11, sólo.en Bruselas tenía, además, un favorito y primer ministro resuelto a hacer a su jo- )
se encuentra la figura del soberano en el cenu·o de la vida cultural. ven se11or el monarca supremo de Europa en las artes de la paz como )
En parte ello refleja el interés apasionado del archiduque Alberto por en las de la guerra. A diferencia ele su padre, Felipe IV iba a ser un rey
las artes visuales, pe.ro también su empeño y el de su ·esposa en pro.- refinado y elegante en el centro de una corte deslumbrante, un «Rey )
yectar el esple-ndor de la corte archiducal como un símbolo de la. r~:­ Planeta» que arrojaría sus rayos sobre Europa y cuyo brillo reflejarían )
generación de los Países Bajos del Sur. Por medio del ceremonial de y diseminarían un sinfín ele luminarias menoressu.
susjoyeusesEntréesen las diferentes ciudades del país, ele su patronaz.-
l, )
Las ambiciones culturales de Felipe se agudizaron con la visita a
go de artistas locales como Rubens,Jan Brueghel el Viejo y Pieter Madrid en 1623 ele Carlos, el príncipe de Gales, que Je llevaba cinco )
Snayers, de la renovación de sus palacios y de la construcción de lá a11os y cuya elegancia, refinamiento y apreciación docta ele las artes }
iglesia de Scherpenheuvel como centro de devoción mariana, sen~ debieron inducirle a darse cuenta de que atín tenía mucho que apren-
ron conscienteniente los cimientos de una sociedad cortesana conr derº. Pero si el afán de Felipe por hacerse entendido en pintura cre- }
trarreformista que se alzaría en fuerte contraste con la advenediza · ció con la presencia del príncipe de Gales, también a Carlos le impre-
república holandesa creada por los rebeldes calvinistas en las Provi.ru-
J
sionó profundamente la rica pinacoteca de los Austrias y, a su regreso
cias del Norte'8. Su recompensa sería un espléndido florecimiento a Londres, con regalos de Felipe que incluían dos grandes tizianos y )
cultural, sostenido no sólo por el patronazgo de la corte sino también un importante veronés, puso en marcha en todo el continente una ~ }
· por el de los municipios y las élites cívicas, la Iglesia y las órdenes re:- búsqueda de obras maestras que añadir a su colección. También le
ligiosas, los jesuitas en particular. .1 causó honda huella el formalismo de la vida cortesana espafiola. La ~ )
El archiduque Alberto falleció en 1621, pocos meses después de corte de su padre en Londres andaba por desgracia escasa de Ja dig- \, )
que expirase la Tregua de los Doce Años y se reanudaran las ho~tili­ nidad y el decoro que había visto en Madiid, y al subir al trono en 1625 \. }
dades entre España: y las Provincias Unidas. Con el retorno dtfl~ tomó medidas para subsanarlo. Poco después, el embajador venecia-
guerra y la viudez ~e Isabel, que adoptá.como indumenta1ia el ·¡~~tj~ no comunicaba que «el rey observa una regla de gran decoro. Los no- )
to de las clarisas, el papel de la corte en la vigorosa vida cultural de.los bles no entran en sus aposentos en confusión como hasta ahora, sino
.i\1¿ ' 1
-- . . .~1"( . '- j
so V.!aae A. R. Braunm\iller, .. Robert Carr, Earl of Somen1et, as Cullector 1md P.a... · ;;ij 511 Sobre hui pulíticm1 cultunilc:s de: Ollvurc:s y la creaci<Sn del .. Rey Phtnet&tu, vérn1e
tron», en Linda Levy Peck (ed.), Tlt11 M1mtal World ofthe]acobean Court, Cambridg.cl, /f~ Brown y Elliott, A Pa/ace f01· a KiHg l Uti jwlacio pllm el re.y], en particular d cap. 2; v¿ase ~. j
Cambridge UniversityPress, 1991, cap.13. · · -•·:! ,~· también m&\s abajo, pp. 33fi-337.

'
40

'
s1 Véase RoyStrong, Henry, PtiuauJWalesandEngland's LortReuaissance, Londre.9', {* Sobre el impacto C!1lt11ml .clc h1 visita del prínciµe.dc Galt"s a M••drid en 162:\,
Thames & Hudson, 1986. . .,, .. ,,\ ·~ véase .Jona1han Brown y.JoJm Elliou (ecls.), .Tite Sll/e of tite <;e111ury: J:lrli.slit· Rellllions
38 Sobre diferentes manifestaciones de la actividad cultural de los archiduques, /Jetwem S/min mul Grecll lJtiiain, 1604-16.55, New Haven (Connecticm) y Londres, • j
~éanse los ensayos recogidos en Thomas y Duerloo, Albert et lsabella. Sobre Scheipe'n.:.. Vale Univcrsity Press, 2002 [La lllmu111:da"dt:l siglo. Relaciones artísticas e1ttre Es/uuia y
• j
heuvel, véas~ la obra magníficamente ilustrada de.Luc Du.t-rl?o y Marc Wingen~, Gm11 Brr.twi11, 1604-165.5, trad. María Luisa Balseiro, Maclricl, Museo Nacion<tl del
Scherpe11Jieuve/. J-/etjeruz.alem van de Lage Lauden, Lovama, DaVJdsfonds, 2002. ·1 :o Prado, 200::!).
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( EsrAÑA, EUROPA ,. F.l. MUNDO DE Ul.TRAAIAR
LA SOCIEDAD 1 ORTF.'M\NA EN 1.A El "ROrA DEI. SIGLO XVII: MADRID. BRUSELAS, l.oNDRES

{ que cada categoría tiene determinado su lug<;tr» 41 • Al redactar nueváS


( nom1as de procedimiento para la casa real, Carlos podía alegar com9
( precedente e] orden y el decoro que habían caracterizado la corte d:e
Isabel, pero en el formalismo y la rigidez de su ceremonial, su corte
( tendría también afinidades evidentes con la de Felipe IV. · · ·,.: 11 ·
( Las afinidades, sin e'mbargo, iban más allá de las normas de etique:.
ta. Aunque Carlos J se mantuvo resueltame11te anglicano en su creen-

'
(
cia personal, su esposa Enriqueta María era francesa}' católica, y cul~
turalmcnte su corte compartía muchos gustos con las de la Europ'a
contrarreformista. Había en la cultura europea de la época un cos;.
~
mopolitismo que trascendía las fronteras nacionales, e incluso hasta
{ cierto punto las divisiones religiosas. Al tiempo que la Europa de la
{ década de 1620 se hundía nuevamente en la guerra, las líneas de·co"
municación entre las diferentes cortes permanecían abicrlas.·I:os
(
diplomáticos, muy conscientes de las aficiones estéticas de sus reales
{ sefiores, les mantenían al tanto no sólo de Jos sucesos políticos, sfoo
( también ele la actualidad cultural de las cortes de sus rivales. ccEJ mar-
qués de Leganés -escribía Arthur Hopton, el agente inglés en Ma._ Figura J7. Rubens, Alcgmin de la Paz (National Gallery, Londres).
( drid, en un despacho característico de 1631-está enfermo con una
{ calentura peligrosa, lo cual para el servicio de Su Majestad sólo in'i:- Inglaterra y el continente, practicando simultáneamente la compra-
porta en cuan to que posee buenos cuadros y estatuas, que en caso de venta de arte y la diplomacia infom1al en cortes a las que sus conoci-
(
desgracia podrían ser procurados, si Su Majestad así lo ordcnare~, 42. mientos de expertos les franqueaban la entrada 44 • Pero en aquel mun-
f ~os embajadores de Carlos I y Felipe IV hubieron de ·actuar com'o do cosmopolita donde el arte y Ja diplomacia se daban la mano hay
{ agentes oficiosos para la compra de importantes obras de arte qhe una figura qm! descueJla sobre todas las demás, la de Pedro Pablo
salían al mercado, compitiendo cou diplomáticos rivales por pinturas Rubens. Entre 1628 y 1630 Ruhens vinculó a través de su persona las
{ y esculturas que realzasen las colecciones reales y aristocráticas de sus cortes de BruscJas, Madrid y Londres, mientras se esforzaba en sentar
{ respectivos países. Ya fuera como objetos de regalo o de adquisición las bases diplom<iticas de un tratado que pusiera fin a cinco años de
( refüda, en ]as décadas de 1620 y 1630 las obras de arte fueron moneda hostilidades entre f nglaterra y Espaiia. La coincidencia de gustos ar-
normal de cambio y concurrencia entre las cortes de Europa"~: , '·?·'.• tís1.ico~ entre ~elipe IV y Carlos I convertía al fiel servidor de Isabel,
( La competencia dio nuevo relieve al papel de entendidos e inte'r- que era a la vez el m;is famoso artista vivo de Europa, en un mediador
{ mediarios -como BaJthazar Gerbier, de origen hugonote, que·fue ideal para poner en paz a las naciones enfrentadas.
asesor artístico del duque de Buckingham- que iban y venían enfre Estando justamente en Londres, pintó Rubens para Carlos I su
l gran alegoría de la paz y la guerra (fig. 17). También aprovechó la
{ 41 Citado en Sharpe, 17ie Pr.rsonal Rttle of Chm·le.d, p. 21 O. ···· "·· ocasión para terminar su magnífico pnograma decorativo destinado
42
( British Library, Egenon Ms. 1820, fol. 62. Hopton a lord Dorchester,·111 de a celebrar fos triunfos y Ja apoteosis dejacobo 1 en el techo de la Ban-
septiembre de 1631. ·i '<':'•• 1
(· 43 Sobre el colcccionismo real y aristocrático en esta época, véase en particular queting House de WhitehalJ. L1S telas recibieron los últimos toques
J. Brown, Kings a11d Con11oiururs [El triunfo de la pintum]. Sobre la diplomacia y la en~
( trega de regalos, \•éanse Eli7.aheth Cropper (ed.), TI.e Diplomncy of¡\ rt: A rtütic C"ntion
a11d Politics in Seir.mto ltaZl, Villa Spellman Colloquia vol. 7, Milán, Nuova Alfa, 2000,"y 44
( Brown, Kings nnd Cmmnisseim [ Ei tritm.Jo de la pilltllra], pp. 24-29; Roger Locky·
José Luis Colomer (ed.), A,·,:,. y di/1lomacia de la mon01·quía hispánica en el sixln XVTI, Ma:.. er, IJ11dtingl1am: Th~ Lifl' and Pnlitirnl Cr¡;m. of G1mrge Villim, Fír:fl Drtke ofBuckfogham,
( drid, Fernando Vilhwerde y Centro de Estudios Europa Hispánica, 2003. ;.. '! 15Y2·1628, Londres. Longman, 1981, pp. 214-215 ..

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~
en el verano de 1634, por las misrilas fe~has en que VelázqueZ:y..~1)'. _:J. de Amberes las grandes decoraciones de la entrada ceremonial en la
equipo de otros artistas s_e afanaban en la realización. de un ~sq.~+,~J. :. ·'? ~
ciudad del sucesor de Isabel, el cardenal-infante, el 17 de abiil de 1635,
decorativo co~parable para Madrid: una serie de cuadros de batall~~: · . ·-:~ . y a continuadón Felipe IV le encargó una serie de pinturas para su ~
y retratos ecuestre~ de la familia re~ para el equivalente·madn};~~-· : ,·;¡L pabellón de caza, la Torre de la Parada, que le tendrían atareado )
de la Banqueting House, el gran espado ceremonial del Saló~'.d · ~.: hasta el fin de sus días'19 • Pero quiso evitar la corte y vivió aferrado a su
Reinos en el palacio· del Buen Retiro. Las pinturas de RubeQ~,<~~~ · )
recién hallada libertad hasta su muerte en ma>'º ele 1640.
embargo, no se enviar.on a Londres hasta octubre de 1635, y étr~. ~~ El desengaño final de Rubens se produjo en un momento en que )
só acompañarlas p~ supervisar su instalación 45 • ·:·:\:Q~ la vida cortesana, tanto en Londres como en Madrid, caía víctima de )
Por más q1:1e le halagase recibir encargos de un monar_ca,tari:.~~ su propia artificialidad. La mascarada cortesana era escapista por na-
gente como Carlos 1, las restricciones que normalmente se irnpoqían .;i turaleza, y muchas de las piezas representadas ante Carlos 1y su corte )
a los pintores de cámara nunca se aplicaron a Rubens, y"-ent9?~~J : '.J carecían de la ligazón con el mundo real que había dacio tanta vitali- )
menos que nunca. Su contrato original con los archiduques Alb~.r~Q '. .:·;·"" gad al teatro jacobeo50 • En la mascarada, actores y público por igual se
e Isabel le dejaba en libertad para viVir y. trabajar en Amberes ~! eñ..,lr -· veían transportados a un reino mitológico en el que el orden sustituía )
gar de atarle a la corte de Bruselas ; y gran parte de su activfd'-<:1~~" ": ·~
46
al caos y bastaba una varita mágica para restaurar la calmas•. Carlos )
iba destinada a la corte sino a la Iglesia y miembros de la élite cí~f ~. :'.: ;:;~ veía en aquellas transfo1maciones una alegoría de su propio y benéfi- }
Sus experiencias como diplomático en Madrid y Londres no hidei·!io~ .. ·:: ~­ co gobierno, que había convertido un país atribulado en una Arcadia
sino reforzar su creciente aversión a las cortes, y durante su estaneia ·. :·~ regia. Anton van D)'ck, a su vez el perfecto cortesano por su cleleice en }
en el primero, sin. duda, tuvo parte en disponer las cosas para que · el buen vestir, la buena música y la buena vida5:!, era el artista ideal para )
Velázquez pudiera escapar por algím tiempo de la reclusión cortesa- . .";: un reino arcádico. A lo largo de la década de 1630, un torrente de
na y ampliar sus horizontes visitando los grandes centros artístico~Aé :'·: :~ retratos deslumbrantes mo.stró a sus pobladores -el rey y su familia, )
Italia.Artistas como Orazio Gentileschi, que llegó a Londres en 1626:il :.\ .:_ sus cortesanos y sus nobles- como la quintaesencia de la elegancia en }
y su propio discípulo Anton van Dyck, que en 1632 pasó a ser pintor ·~ ·~ un mundo intemporal de refinamiento cortesano (fig. 18). Pero cuan-
de cámara de Carlos 1, podían quizá admitir y hasta desear aquella~:~ -i do Van Dyck murió, en diciembre de 1641, ~a Arcadia desaparecía ya
}
forma de servidumbre, pero a esas alturas de su carrera Rubens ~star :~'. a ojos vistas. En Escocia, en IrJanda y en Inglaterra la rebelión había )
ba más deseoso· que nunca de emanciparse. En diciembre de 1633.la ;:.'-: " disipado brutalmente el áureo resplandor del mito. )
muerte de la infanta Isa~el ~on~pió su laz.o ~~oci~·nal más fuert···e ··~º. n. ..•
la corte bruselense. Al ano s1gmente escnb10 a Pell'esc que, hab1end~-i~:
;i También en Madrid el nuevo palacio del Buen Retiro, con sus pa-
tios, sus jardines placenteros y, al final de la década,. su Coliseo, dio )
estado cclejos de mi casa por espacio de nueve meses, y obligado U.:estat~ marco a festejos cortesanos y comedias alegóricas que nada teúían en }
presente continuamente en la corte», había tomado la dedsiÓnide .~j común con las dolorosas realidades del mundo exte1ior (véase fig. 23)5:t.
)
«obligarme a cortar este nudo dorado de la ambición para recobf'\X:·l
mi libertad» .. 8 • La libertad resultaría s·er menor de lo que hubie.~. · ·· )
deseado, ya que tuvo que organizar a toda prisa para los magistra:dps'. 49
John Rupert Mart.in, TJie DecorationsJor the Pompa lntroitus Ferclinmuli, Londres y )
• ; 1 • lllil_ Nueva York, Phaidon Press, 1972, y Svetlana Alpers, 'J'l1e Decoratio7l of the Totre de la

'
Parada, Londres y Nueva York, Phaidon Press, 1971.
-:;-Christopher White Pettr Pattl Rubeus: Man ami Artist, New Haven (Co~WJi 50
Grahm~ Parry, Tl1e GoldenAgeRestor'd: Tlie CultureoftlieStuart Court 1603-1642,
cut) y Londres, Vale Univ:rsity Press, 1987, p. 255. Los pagos por La rend~ rlt.IB
y los otros cuadros de batallas se escalonan entre el verano <le 1634 y el v<;ni~~ clq :l.
Manchester, .Manchester University Press, 1981, p. 203.
.
51
: Sharpc, Tlie Personal Rule of C/iarles 1, p. 183; véase también Kevin Sharpe, Criti·
·J
(véase Brown y Elliou, A PalaceJora King, p. 279 [Un palacio para el n:y, p. 29fj, IL :JJ .~ cism a11JI. Co111/J/it11ent: Tlle Polilics oj Literature in the England of Charles/, Cambridge, ~-J
4 6 Christopher Brown, ccRubens and the Archdukes», en Thomas y DuerJ~~ • Cambridge University Press, 1987, cap. 5 (•The CaroJine Court Masque .. ).
52
,_,
(eds.), Albert and /SQbella, p. 121. . . · ;~ . A. K. Wheelock, S. Barnes yJ. S. Held (eds.), Anthony tJcin Dyr.lc, Washington
47 Gabriele Fln1,Jdi (ed.), Oraz.io Gentileschi at tlie Court oj Clmrles /,Londres~•. (D.C:.), Natiunal Callery of Art, 1990, pp. 12-J 3; y sobre los años del pintor en h1 corte r)
tional Gallery, 1999. . . .,.,_.,,. "'~ .. inglcs;i, véase d ensayo de Oliver Millar, •Van Dyck in London .. , c:n ese cat¡\logo.
48 Magum (ed.), The Lttters of}',,ter l'a11l /lttbe11s, p. 392 ( 18 de d1c1embrc.dc\1634~.- :.:i Véast· Brown y Ellioll, ...\ Pl1ú1rr.Jora Ki11g[Ut1 palacfo /mm t•I rry]. cap. 7. j
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( 1::-;rAÑA, EUKOI'.\ Y El. MUNllO l>E UURA.MAR

f El espectáculo cortesano de Calderón de la Barca El mayorpzcanto, amor,


( escenificado en 1635 en una isla en mitad del estanque grande con
acompafiamiento de brillantes tramoyas del escenógrafo florentino
( Cosimo Lotti, narraba la historia de Ulises cautivo de los hechizos de
{ Circe. No era dificil leer entre líneas la historia de un monarca cautivo
de su valido cuando debería haber estado acaudillando a sus ejércitos54 •
{ Mientras Felipe IV hizo lo que Olivares esperaba ele él, y creó en torno
( a sí una corte esplendorosa capaz de. atraer a una deslumbrante nómi-
{ na de talen tos -Lope de Vega, Quevedo, Calderón, Velázquez~, esa
corte, como la de Carlos I, vivió en su particular mundo enc~tado. Las
{ sublevaciones de Catalm1a y Portugal en 1640 fueron un brusco des-
{ pertar. Tres ailos después, el conde-duque de Olivares, el que fuera
diseiiador y director escénico de la corte del «Rey Planeta», se vio rele-
(
vado de sus obligaciones al cabo de veintidós años de poder.
( Es propio de las cortes exaltar la majestad de la realeza, y las de
{ Espaila e Inglaterra cayeron víctimas de su propia retórica abultada.
Para muchos de sus súbditos, la corte de Carlos, con sus gustos conti-
( nentales, clasicistas y papistas, era la manifestación visible de realeza
( absoluta que amenazaba destruir el protestantismo y subvertir las li-
bertades inglesas tradicionales. El rey, sumergido en una marea cre-
{
ciente de descontento, no supo comprender los agravios de su pueblo.
({ En 1649, todavía sin entender, salió al cadalso por la ventana de aque-
1( lla misma Banqueting House que había sido pensada para p·roclamar
el advenimiento de_ una monarquía más excelsa y majestuosa.
{ A diferencia de Carlos I, Felipe IV consiguió con la defenestradón
{ de Olivares detener el avance de la desafección y recuperar la iniciati~
{ política. En Espaiia, lo mismo que en Inglaterra, el estilo de vida y el
despilfarro de la corte habían llegado a ser motivo importante de irri-
( tación populai; y tanto antes como después de su caída el conde-duque
{ tuvo que refutar los cargos que ciesde todas las direcciones se le lanza-
ban por el dispendio de grandes sumas en la construcción y ornamen-
l tación del Retiro5n. En un gesto simbólico tras la caída de su ministro,
( el rey mandó fundir los doce magníficos leones de plata que adornaban
t
{ 54
VéanseJ. H. Elliott, .. staying in Power: The Count-Duke of Olivares•, en_Elliott
y Brockliss (eds.): Tlze Worlcl oftlr.e Favnurite [•Conservar el poder: el conde-duque de
(( Olivares .. , en El m.undo de los vnlido.f], cap. 8, y Margaret R. Greer, Tlie Play o/Poruer:
M)'tltological Court Dramas o/Pedro Caldrróri de la Barr:a, Princeton (Nueva jersey), Prin,
t ceton University Press. 1991, pp. 87-94.
l Figura 18. Van D}'ck. l.mrlJnlm Stunrt j f.ord Br.rnartl Stunrt · .,.~ . r-·:~, r. 5 Véase Brown y Elliott, A PnlaCI' Jora King, pp. 242-248 [Un palacio para el rey,
(National Gallcry, Londres).
.. ; ,·/ r· ... pp. 243-248]
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Esl'AÑA, EUKOl'A \' EL MUNl.>U DE Ut;l'KAMA!t l.\ SOCIEl>AD COIUl::SANA EN 1.A EUKOl'A DEI. SIGLO XVII: M.AJ>RID, llKUSEl.AS, LúNURJ::S

El espectáculo conesano de Calderón de la Barca El mayor encanto, amor,


escenificado en 1635 en una isfa en niitad del estanque grande con
acompm1amiento de brilJantes tramoyas del escenó'grafo florentino
Cosimo Lotti, narraba la historia de Ulises cautivo de los hechizos de
Circe. No era dificil leer entre líneas la historia de un monarca cautivo
de su valido cuando debería haber estado acaudillando a sus ejércitos5".
Mientras Felipe IV hizo lo que Olivares esperaba de él, y creó en tomo
a sí una corte esplendorosa capaz de atraer a una deslumbrante nómi-
na de talentos -Lo pe de Vega, Quevedo, Calderón, Velázquez-, esa
corte, como la de Carlos I, vivió en su particular mundo enc~ntado~ Las
sublevaciones de Cataluña y Portugal en 1640 fueron un brusco des-
pertar. Tres a11os después, el conde-duque de Olivares, el que fuera
diseñador y director escénico de la corte del «Rey Planeta», se vio rele-
vado de sus obligaciones al cabo de veintidós años de poder.
Es propio de las cortes exaltar la majestad de la realeza, y las de
Espail.a e Inglaterra cayeron víctimas de su propia retórica abultada.
Para muchos de sus súbditos, la corte de Carlos, con sus gustos conti-
nentales, clasicistas y papistas, era la manifestación visible de realeza
absoluca que amenazaba destruir el protestantismo y subvertir las li-
bertades inglesas tradicionales. El rey, sumergido en una marea cre-
ciente de descontento, no supo comprender los agTavios de su pueblo.
En 1649, todavía sin entender, salió al cadalso por la ventana de aque-
lla misma Banqueting House que había sido pensada para proclamar
el advenimiento de una monarquía más excelsa majestuosa. y
A diferencia de Carlos 1, Felipe IV consiguió con la defenestración
de Olivares detener el avance de la desafección y recuperar la iniciativa
política. En Espaf1a, lo mismo que en Inglaterra, el estilo de vida y el
despilfarro de la corte habían llegado a ser motivo importante de irri-
tación popular, y tanto antes como después de su caída el conde-duque
tuvo que refutar los cargos que desde todas las direcciones se le lanza-
ban por el dispendio de grandes sumas en la construcción y· ornamen-
tación del Retiro~ 5 • En un gesto simbólico tras la caída de su ministro,
el rey mandó fundir los doce magníficos leones de plata que adornaban

5'1 Véanse J. H. Elliou, .. scaying in Power: The Count-Duke of Olivares•., en Elliott

y Brockliss (eds.), The H·orld of the Favourite ( .. conservar d poder: el conde-duque de


Olivares ... en El m1111do de los validos], cap. 8, y Margaret R. Creer, 1'11e Play of Portier:
Mytlwlogical Court Dmmns ofPedro Calderón de la Barca, Princeton (Nueva Jersey), Prin-
ce1on University Press, 1991, pp. 87-94. ·
55 Véase Brown y Elliott, A Palace Jora Kiug, pp. 242-248 [Un palacio para el rey,
Figura 18. Van Dyck, Lcmljolm Stuart y lord Br.rnard Stuarl
(National Gallery, Londres). ":1, pp. 243-248) .
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l.\ sor.n 11.111c:i111n.\,\NA ~-N ,,, EttRcll'A llEI. s1c:1.o X\"11: MArnun, llRusu.As, l.0N11RF}i
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E..WAÑA, EllROl'A y t:I. ~fllNDO LIE l•l.TRAMJ\11

lf el Salón de Reinos 51i. Pero aunque Felipe ptetendió cambiar de· estilo de Franciar.·1• Ningün pintor ha sido más cortesano que Velázquez, en el
( de gobierno para aplacar el descontento político, apenas hizo nad~ sentido de una vida atada, mucho más que las de Rubens y Van Dyck,
por cambiar de estilo de vida. La muerte de su esposa en 1644 y la de al servicio de un soberano y a los rituales de palacio. Rubens, incluso
( su hijo y heredero Baltasar Carlos en 1646 lógicamente dejaron ~n cuando la corte archiducal puso sobre él mayores demandas, conservó
{ suspenso las fiestas cortesanas, pero con la llegada de la nueva reina cierto grado de libertad personal por vivir y trab.:tjar en Amberes, donde
( Mariana d_e Austria en 1649 la corte volvió a vivir. Los Avi.sosde]eróni~ su casa, con su maravillosa colección de pinturas y antigüedades, le
mo de Barrion uevo en la década de 1650 y a principios de la de' 1660; pennitía escapar a un mundo privado1i0. La ptimera obligación que tenía
( retratan una corte en la que penuria y francachela iban de la mano. Van Dyck en Londres era servir a Carlos I, que le imponía fuertes cargas;
( Las críticas del derroche cortesano de Felipe no amainaron, ni los pero aún más que de trah<tjos r .!,SÍOS vivió saturado de encargos privados,
gastos tampoco. En Londres el lord tesorero de Carlos I, sir Richard con un continuo desfile de mÍembros de la alta y la baja nobleza que
f Weston, había querido reducir los dispendios, pero se vio atado de desde la coi te y la provincia acudían a su estudio de Blackfriars en soli-
{ pies y manos por el principesco desprecio con que Carlos miraba la: citud de retrato" que transformasen su imagen de sí mismos.
economía57 • Hay en la Europa moderna una tensión constante e_ntre Hasta cierto punto, las diferentes experiencias vitales de Rubens y
{
la magnificencia que se espera del príncipe y la moderación que tam- Van Dyck, por un lado, y Velázquez, por otro, reflejan diferencias entre
( bién se le exige, tensión que captó bien Alonso Núñez de.Castro al las cortes que les dieron trabajo. La de los archiduques, a.pesar de ser
( escribir, en su Libro histórico político. Sólo Madrid es corte. «Vimos con~e~ una corte a la española, la describía el cardenal Bentivoglio como
nado el exceso en los aparatos regios; vimos también cuán preciso es. <<más amabJ.~ y libre» que su homóloga de Espaiia, y Rubens aprovechó
{ para el respecto algün exterior culto que distingct los reyes de los.de~ esa libertad para aceptar otr.os encargos ademe:is de los directamente
( más hombres,,!iH, . . . ·.. ·! vinculados a Ja corte de Bruselas"'. La corte inglesa, a pesar de haber
{ Felipe IV, siempre consciente, al igual que Cctrlos I, de la impor..: adquirido el formalismo espailol bajo Carlos I, siguió teniendo menos
tanda de la majestad y el decoro, se sacudió las críticas y creó para sí de corte centralizada que de agrupación de casas nobiliarias en torno
( un entorno cortesano que reflejase sus personales sensibilidades es- a la casa del rey. y los grandes 1~obles mantenían una existencia muy
{ téticas y su idea del esplendor y la dignidad que convenían a uq rey independiente. organizando festejos y repartiendo patronazgo a su
de Espaila. Para lograr el entorno so1iado, en sus últimos años se libre albedrfo 1i2 • En el aspecto financiero al menos, Van Dyck se bene-
{
apoyó cada vez más en el hombre al que había nombrado pintor de fició sin problemas de la mezcla de patronazgo real, aristocrático y
{ cámara en 1623, y que con el paso del tiempo había venido a ser una: provinciano, aunque física}' psicológicamente el agobio acabase con
{ presencia ftja en su mundo. Fue Velázqucz quien renovó el amuebla~ él. De las tres cortes, la de Felipe IV fue la más parecida a una jaula de
miento del Alcázar y El Escorial en la década de 1650, quien conti-· ·}1·· .· oro, lan lo para los que servían al rey como para él mismo. No habría
{ nuamcnte refinó y recolocó Ja colección real de pinturas en q:msul; :~ ~ sido Juga: para Rubens, con .m cch::>rror a las cortes» y su sed ~e inde-
t ta con el rey, y quien tuvo eJ deber, en su condición de aposentador ,.:. · pcndencm. Pen 1 Ja carrera de Velazquez, que esluvo toda su vida mc-
mayor de palacio, de disponer todo lo necesario para el viaje oficial Lido en la jaula de oro, demuestra que también la consu·icción, no sólo
{
de los reyes a la frontera franco-espaliola en 1660, cuando le queda~ la libertad, puede crear condiciones en las que florezca el genio.
( han pocos meses de vida. Fue también él quien supervisó la decora- ¡j
ción de los aposentos españoles en el pabellón ele la isla ele los Faisa- ..
{ ;?;· Véase' Hrown. \H1hr¡1m..: Paiu/t•r rmtl Co~rlir.r [ \ Hth'lt"a.. /1i1110,.y cor/esa110], caps. 8
[•!'
nes en el que Felipe presentó a su hUa ante su prometido, Luis ?'IV Méis abajo, p. :~r1 y fig. ~o.
~·~J.
(. flo Véase Jefi'rey M. Muller, Rubeus: The A,.litl ns Colwr.tnr, Princeton (Nueva jersey),
Princeton Uniwrsit,· Prcss, 1989.
{ 56 /bid., p. 2-tfi. •il Citado ¡l'.>r Dicclerik Lauop· cu Thomas y Ducrlou (cds.), Albert et /sabr.lla,

{ Akxan<ler, C/11,,-ks l's /,ord 11't!n.wrer: Sir Riclinrd li~.ston, Enrl
5 7 Michael \'iln ClcétvC p.107.
12
o/ Pnrtlmul. 15ii-/6J5, Londres, Macmilhm, 1975, p. 158. ; Malcolm S111111~ ... Thc Politkal Failurc of Stuart Cuh11ral Patronage", en Guy
t 1
511 Alonso Nlí11ez de Casi ro, Ubro /1.iftórico político. Sólo M(l(frid l'.S r.orl.e, 3. erln::.-Ma-
clrid, lli75, p. 194. · · • ,. ; 1.:· •: ~
Fitch Lytle y Stephc11 Orgc:I, Pr1trrmflge in tlie Rmniuanrt!, Princclon (Nuevajerscy),
1981, p. 176.
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CAPÍTULO XIV . l
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~~ .; APARIENCIA Y REÁLIDAD EN LA ESPAÑA DE VELÁZQUEZ }
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«Realidad y apariencia.. Las cosas no pasan por lo que son, sino
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por lo que parecen; son raros los que 111iran por dentro, y mu-
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1 •I chos los que se pagan de lo aparente [ ... ] ... )
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( Bal tasar· Gracián, Oráculo manual y arle de prudencia, 1647) 1 )
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La Espa11a donde en
1599 nació Diego Rodríguez de Silva Velázquez )
era un país en que las apariencias mostraban sei1ales cada vez más
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.. ominosas de discordancia con la realidad. El vic;jo rey Felipe H había
)
.. , :l muerto el mio anterior, después de un reinado de cuarenta y dos éu'los . )
... : . ~ Como monarca más poderoso de Europa, había dejado al joven }
") Felipe III un exhausto reino de Castilla, una enorme carga de deudas
y la precaiia misión de conservar su herencia dinástica in Lacta y librar )
.. i: ·~ a la cristiandad del avance de la herejía. Con todo, no se escatimaron }
'() gastos a la hora de celebrar las exequias del difunto rey de una mane-
ra digna del soberano de un imperio global, conocido oficialmente
}
' 1;
•l como «monarquía espailola». Sevilla, la ciudad natal de Velázquez, )
.. i llegó a superar su propia reputación de ostentación suntuosa al levan- }
,.J tar en su catedral un descomunal catafalco donde se representaban
.. ':t'\ con emblemas.las virtudes del fallecido monarca, se describían sus )
.. :4¡ logros y se proclamaba la extensión de sus dominios mundiales. La )
¡1"1•1 multitud contemplaba sobrecogida el impresionante monumento.
,¡ ·l¿. «Voto a Dios que me espanta esta grandeza», escribió Miguel de Cer- )
vantes en un famoso soneto. No obstante, no escapó a sus contempo- }
ráneos la ironía que se escondía detrás de su exagerada reacción ante
)
esta soberbia afirmación de la gloria perpetua del rey 2 •
J
1 Balrasar Gracián, El Héme. Oniculo manual y lll'le de /mulenda, ed. Antonio Bernac
J
Vistarini y Abraham Madroiial Dunin, Madrid, Castalia, 2003, p. 216 ( Onículo; aforis- j
mo 99). · ·
2 Francisco Gerónimo Collado, Dest:ripción del túmulo y relación de las exequias que )
/iir.o lc1 ciudt1d de Sevilla m la muerte del rey don Felipe Segundo, ed. Francisco ele B. Palo- j

,
mo, Sevill&t, Socied&ld ele fübliófilos Andaluces, 1869; Melveena McKeuclrick, Cervan-
tes, Boston (.Massachusetrs) yLondres, Little, Brown and Company, 1980 [Cervantes, }
pról. Alonso Zamora Vicente, trad. Elena ele Gr.tu, Barcelona, Sal\'al, Jn8i'il. ll. lRll.
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,t:
( ¡;_-;rAÑA, EURI >rA \' t:I. MIJNllO llf. Ul:l"RAMAR
AJ•AJUF.NCIA \" RJ-Al.IOAO EN LA EsPAÑA UE VF.1.A7.<.¿l•EZ
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Sevilla, sin lugar a dudas, podía permitirse el gasto del catafalco. de Felipe III en los Paíse~ Bajos, donde el formidable ejército espa-
( Como punto de recepción ele las remesas anuales de plata proceden- ñol de Flandes se vio empantanado en una guerra enormemente
( tes de las minac; de Nueva Espar'la y Perú, era una de las ciudades más costosa, y por lo visto imposible de ganar, para terminar con la revuel-
ricas del hemisferio occidental. Aun así, Cervantes no era el único en ta. El gobierno de Madrid trató de distraer la atención de las humilla-
f advertir la disparidad entre la grandilocuencia de la proclama que ciones de una tregua firmada con herejes y rebeldes ordenando el
( realizaba este efímero monumento y las realidades del mundo que ha- mismo día la expulsión de España de su población de unos 300.000
( bía fuera de las puen~1s ele la catedral. Un memorialista que escribía moriscos. Veláz'luez, un niiio en 161 O, debió de ver la línea desorde-
.
(
duranle el cambio dt:'siglo hacía comentarios significativos sobre las
conlraeliccioncs internas de la Espaiia de su época: «Nunca Lantos
vasallos uvo ricos como ahora ay, y nunca tanta pobreza entre ellos,
nada de unos 18.000 moriscos que hacían camino para embarcarse
en SeviJla hacia los puertos del norte de Áfricar.. En 1627, diecisiete
afias más tarde, Felipe IV, h!jo y sucesor de Felipe III, eligió este acto
ni jamás Rey tan poderoso ni de tantas rentas y Reynos: ni le ha avido supremo de piedad regia como tema para un concurso entre los pin-
{
hasta aquí que aya entrado él reynar que hallase tan disminuydos r tores de la corte. El certamen fue ganado por Velázquez con una
{ empei1ados los estados)). Atribuía tal situación al hecho de que la pintura hoy perdida, Ja E."<jmlsión de los moriscos, que mostraba a Fe-
( lluvia de plata americana impedía ver a sus compatriotas la verdad lipe 111 con am1aclurase11alando con su bastón un grupo de hombres,
fundamental de que la fuente de la auténtica riqueza era el traba· nnueres y niños llorando, con la figura de Espaii.a mayestática y ma-
{ jo duro y las inversiones productivas. ccYansí -proseguía-el no aver trona) sentada a la derecha del monarcar..
t dinero, oro ni plata, en Espaiia es por averlo, y el no ser rica es·por
Un acto que podía interpretarse como un ~jemplo de la dedica-
( serlo». Engaitada con tales ilusiones, Espafia se había convcrtidd ción de España a la causa de la religión pura o como una solución
en ccttna repl'tblica de hombres encantados que viven fuera de orden necesaria ante un problema étnico inextricable, constituía también
{ natural» 3 • · • : '
una afirmación en la política ~e gestos. Las cuestiones de honor y
( Fue en esta Espaiia, y en Sevilla, la más rica (y pobre) de sus ciuda- reputación dominaban la vida cte España, así como de todas las socie-
des, donde eljoven Diego Velázquez, nieto de inmigrantes portugue.;. dades europeas. durante este periodo. «De los modos de conservar la
{.
ses de Oporto e hijo del notario mayor del juzgado de testamentos reputación>> era el tema ele una sección de La razón de estado (1587)
( del cabildo eclesiástico\ emprendió su carrera artística y alcanzó· la de Giovanni Botcro7 , y los ministros de FeJipe 111, como representan-
{ madurez. Era una Espall.a donde los nuevos ministros de un nuevo tes del mayor monarca del mundo, tenían una aguda conciencia acer-
monarca se esforzaban por conservar un oneroso legado; A pesar·de ca ele la importancia de mantener la.reputación de su rey. La necesi-
( que la plata de las Indias todavía llegaba a Sevilla en grandes cantida! dad de ello e1 a todavía mayor en una época en que el podelio militar
l des, las finanzas de la corona no estaban en condiciones de manténer
de España parecía flaquear y ios aprietos financieros dictaban como
.: los compromisos exteriores y militares exorbitantemente costosós
contraídos por Felipe 11. A regañadientes, el nuevo régimen, encabe-
mínimo un cese temporal de las hostilidades. Lerma y sus colegas
milizaron toda su habilidad para garantizar que la paz resultante pa-
@: zado por el duque de Lerma; el valido de Felipe UI, comenzó-una
reciera responder a sus propios términos, una jJax liispanir.a. Los di-
retirada escalonada. Se puso fin a dieciséis años de guerra abierta con
'
~
la Inglaterra ele Isabel 1 por medio de un tratado, firmado en 1604,
con su sucesor Jacobo 1 y VI. Cinco aiios después, el gobierno de
plomáticos espailoles, ayudados por el dinero español, trabajaban
con destreza ~·devoción para asegurar que la reputación de su rey y

~ Madrid acordó una tregua de doce af1os con los súbditos rebeldes
,•11·i1t:t·.,·; 5
({ --- ..,,~ •~m
Bernard Vincen1 y Antonio Domínguez Ortiz, Historia de los moriscos. Vida y tra-
gedin de una minmia, Madricl, Revista de Occidente, 1978, p. 190.
( 3 Martín González <le Cdlorigo, Mr.morial rle la /1olítir.n necesaria y 1ítil re.(tmfraclón a 6
Srevcn N. Orso, Phili/1 IV nnd tite Dec01'lltio11 o/ tlie Alcázar o/ Madrid, Princeton
la rep1iblica de füpmin, Valla'clolícl, 1600, fT. 29 y 25v. Véase létm bién más arriha·, pp'.190 (Nuevajersey), Prince1on University Press, 1986, pp. 52-55.
~ y 192-3. .. ··· .• l!i-.•·•;', .om 7
Giovanni Botero. The Rea.mn of State, trad. inglesa de l.n Ragio11 di Stato a cargo
4
Luis Méncle7. Rodríguez, .. La familia de Velázque7.. Una falsa hidalguía•~ en l~
( de P.J. y D. P. Waler. Londres, Routledge & Kegan Paul, 1956, libro 11, p. 11 [véase
láu¡ur.z.y Sr.villa. E\lurlio.f, Sevilla, Aldca!';l, 1999, pp. 33-49. ··· .; ,. ' · ~·t más arriba, cap. 2, p. 7:~. n. 48 para traducciones al castt"llano].
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EsPAÑA, EURUl'A \'EL MUNDO m: u1:ntAMAk
Al'ARJt:NCIA \' Rt:Al.lllAI) EN l.A ESPAÑA llt: Vt:l.kf.QLIEZ
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señor se mantuviera en laS cortes de los príncipes europeos}' que Ja ·e chedumbres de pueblo llano andaban en procesión a través de las
preeminencia internacional cie Espa11a se reconociera tan maquinaJ: calles para honrar a un santo local o celebrar algú~ significado acon- }
mente en tiempo de paz como de guerra8• . .1.: ... tecimiento del calendario litúrgico, como la fiesta del .Corpus Chris- -}
Hacia 1618 volverían a acumularse nubes de tormenta y Europa ti. En estas graneles procesiones, iinágenes preciosamente talladas
quedaría al borde de una nueva conflagraHón internacional: la Guer )
y pintadas de Cristo, la Virgen y los santos, realizadas en los nume-
rra de los Treinta Años. Aunque el interludio de paz dio un cierto rosos talleres de Sevilla, eran llevadas en alto o transportadas en los )
respiro y permitió a la corte y la aristocracia entregarse al consumo pasos. Los sevillanos eran fervientes devotos del culto ma1~iano y,
ostentoso con prodigaJidad, Madrid dependía fuertemente de artifi":' cuando la doctrina de la Inmaculada Concepción fue puesta en tela
t
cios y trucos diplomáticos para mantener la imagen de un poderío de juicio por un predicador dominico en 1613, la ciudad se levantó
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español abrumador. Como advertían los observadores contempotá~ 3'1 en furia ante esta mancha al honor de la Virgen. Se cantaron infini- )
neos más perspicaces, esta imagen no concordaba con las realidages tas misas y se predicaron innumerables sermones en apoyo de la
sociales y económicas de fondo, las cuales no se mostraba dispuesto
}
controvertida doctrina. La pintura de la Inmaculada de Velázquez
a afrontar el gobierno despilfarrador y corrupto de Lerma. La imagi~ (fig. 19) fue una de las muchas imágenes creadas durante una cam- )
nería y la retórica no podían sustituir a· la reformau. ,, i :; pal1a que hizo andar a la greña a las órdenes religiosas y afiadió to- )
Sin embargo, la imaginería y la retórica eran esenciales para la ser. davía más dificultades a las siempre complicadas relaciones de Es-
ciedad española del barroco, así como lo eran para la Europa de princi- paüa con el papacloll. }
pios del siglo XVII en su totalidad. Se trataba de una época de teatro e No sería sorprendente que Velázquez, como aprendiz en el udler }
ilusión, y en ninguna parce lo era más que en la Sevilla de Vehizquez, de uno de los principales artistas de la ciudad, Francisco Pacheco, se
En los años iniciales del nueyo siglo la ciudad era la capita!. te&Hral de )
viera profundamente influido por el teatro que.veía a todo su alrede-
España. Hacia 1600 presumía de contar con cuatro teatros p\tblicos, dor. La desc1ipción de su perdida Expulsión de los moriscos la hace pa- }
y el Coliseo, un nuevo teatro municipal, abrió sus puertas al públ~co recer la estampa de una escena de una pieza teatral. Hay también una }
en 1607 10• En Sevilla, adem~l.s, el teatro no estaba reducido a los cualidad teatral en su Cristo después de la flagelación contemplado por el
corrales de comedias. La ciudad proporcionaba un espectacularte:- alma cristiana (fig. 20) y en algunos de sus retratos, como el de Pablo }
lón de fondo para et teatro de la calle que constituía un acompmia: ~ ~1 de Valladolid (fig. 21), solo y de pie como en un escenario vacío 12• )
miento continuo de la vida municipal. Los autos sacramentales, des-: Habfa mucho más en Sevilla además del teatro que daba forma y
cendientes de los autos y misterios medievales, se representaban.en
}
color a gran parte de la vida pública. Como gran centro portuario, era
lugares públicos ante grandes multitudes, y el clero, los dignatarios el punto de encuentro de varios mundos diferentes: las Indias-que )
municipales, los miembros de las cofradías religiosas y nutridas mur según el dicho popular habían empedrado de oro las calles de la ciu- )
;;,o• dad-, el asediado reducto septentrional español de Flandes -cuyos
.': ii ,.,,. mercaderes formaban una importante comunidad extranjera en la }
B H. R. Trevor-Roper, .. spain and Europe 1598-1621», en The Nerv Camblidge ~oa-
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la guerra de los trrinta años, 1640-16-18/49, trad. Víctor Pozanco Villalba, Barcel~p..~ }
RamónSopena, 1974], cap. 9. . , ..
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11
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j
1989, cap. 11 ( uSelf-Perception ancl l?ecline in Early Seventeemh-Century sp·ainw L. Strauon-Pruitt (ecl.), Tite Ca111l11idge Cmnpa11ion to Ve/1íz1¡ua, Cambridge, Cambridge }
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5 ción Universitaria Espafiola, 1989]. j
tecto e ingeniero, Sevilla, Excma. Dipuwción Provincial, l~.77. pp. 46-47; Francisco J. 11! P<im el desarrollo de este argumento, véase Miguel Mor.in Turina, .. Velázc1ue7.,
Cornejo, Pintura y.ltt1tro en la Sevilla clel Siglo de Oro. La .. sacm Moua,.quía,., Sevilla, Funf> la pimurn y d teatro cid Siglo de Oro .. , Bob!ti11 del.Museo delPmclo, XIX, ntím. 37 (2001 ), j
dación El Monte, 20o5, pp. 23-25. · ~""' pp. 47-71.
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Figura 20. Velázquez, Cristo despurs de In flagelación contemplado por el alma cristiana
( \ {National Gallcry, Londres). · ·

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li miembros del clero y las clases profesionales, estaba expues~ a las
{ numerosas influencias que llegaban desde el extranjero a Sevilla. La
~
( Casa de Pilatos, la residencia familiar de los duques de Alcalá, alber-
lf gaba una famosa colección de antigüedades romanas, y el tercer du-
{
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que, don Fernando EnríquezAfán de Ribera, mantuvo las tradiciones
t humanistas de sus predecesores, de manera que reunió una magnífi-
(( 1¡ ca bibliote:a y llegó a ser un distinguido mecenas 14•
~ ,, El maestro ck Velázquez, Pacheco, a quien el duque encargó la de-
Figura 19. Vclázqm.·1., !.a /n11wrulnd11 C.m1rr.pcióu (Nalional Gallery, Londres). coración de su estudio en la Casa de Pilatos, encabezaba una de las
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varias academias o grupos informales que florecían en la ciudad a
formista-r con la cual Sevilla mantenía estrechos lazos- 1:1. Así_ pues, principios del siglo xvn. Poetas~ erqditos, artistas y literatos se reunían
t lt en la casa de Pacheco o de otras figuras eminentes de la ciudad para
una élite de la ciudad relativamente culta y acaudalada, compuesta
~ ,, por miembros de la nobleza local, canónigos de la catedral y otros ···.·'•!··
t • .....\.· ,...... 14 Sobre Jos duques de Alcalá r la tradición clásica en Sevilla, véanse especial-

{ ~ l:l Sohrc la capital hispalense en aquella época, véase Antonio Domíngucz Orli;r.; .... menlc Vicente: Llcó Cañal, Nueva Rnma. Mitología y liumanimlo m el renacimiento s&i-
t ,, l.n Sn.1il/n drl siglo Xl'll, :lª <·dn., Sevillfl, Univcrsirhul de Scvilht, 1984, y, para una visión
-~ llnno, Sc\'illa, Diputación Provincial, 1979, yJonathan Brown y Richard L. Kagan.
.. Thc Dnkc of Akaltí: His CollectÍflll ancl its Evolution .. , 1\J·t Bulletin, 69 {1989).
sucinta,.John H. Elliott, "Thc Sc\·ille ofVelázquez .. , en l:·úíu¡uez in Sr.vi/Ir, Edimhurgoi
I~
pp. 231-2!>5.
( National (~allcry oí Scotland, 1996, pp. 1!l-21. ""
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Al'AKlf.NCIA \' IU:AJ.IU:\O EN l.\ 1-:sl'AÑA OE \lt:J.ALo.!Ut-:t:
Esl'AÑA, EUKlWA \'El. MUNl>O l>~ Ul.TRAMAR )
debaLir cuestiones de la teoría del arte y la literatura o relativas a las }
antigüedades y dedicarse a los conceptos que tanto deleitaban a
'·~·
•,.;
}
... :: los ambientes cultos de la época. Aquí, además de aprender las técni-
:_,¡ cas artísticas necesarias para obtener el permiso para ejercer como )
pintor, Velázquezfue introducido a un mundo de ideas que determi- )
narían su obra como artista para el resto de su vida. Era un mundo
que, aunque imbuido de erudición clásica, también era sensible a los
.,
últimos avances en la ciencia y en las matemáticas y mostraba un par- )
ticular interés por la óptica y las leyes de la perspectiva. Es significati-
)
vo que en la biblioteca personal de Velázquez hubiera un abundante
número de textos científicos 15 • )
La vitalidad artística y literaria de Sevilla durante la mocedad de )
Velázquez creaba un ambiente prometedor para el desarrollo de un
joven artista dotado de talento e inteligencia. Sin embargo, a medida
)
que Velázquez se establecía como pintor a título propio, al casarse )
coi1 la hija de su maestro, Juana Pacheco, y establecer una creciente
)
reputación para sí mismo en Sevilla, topó con los límites que impo-
nían tanto la n_aturaleza de su profesión como un entorno que en )
último término no podía darle todo lo que necesitaba si tenía que )
desarrollar su genio al máximo. A pesar de todos sus rasgos cosmo-
;:
,·_~
politas, Sevilla seguía siendo en el fondo una ciudad provinciana. Era )
en la corte de Madrid donde se desarrollaba la verdadera acción. )
Además, en la España de Velázquez los artistas eran considerados
)
todavía como meros artesanos y su estatus social, como profesionales
de lo que era visco como un arte puramente mecánico, no era alto. El )
~"',
suegro de Velázquez se ftjó como misión dignificar y ennoblecer su )
ocupación: ¿acaso no había alcanzado Apeles la aprobaci.ón exaltada
de Alejandro Mag1rn, o no había nombrado·caballero a Tiziano el )
emperador Carlos V? 1ti Sólo en la corte del rey podía un gran artista )
ganar la fama y las recompensas que merecía y asegurar para su pro-
)
fesión la elevación de estatus de la que durante tanto tiempo había
sido acreedora. »
)
15
Sobre la arnelemia ele Pacheco y los intc:rt:st:s culcurnks ele hl élite de la ciudad,
véanse:Jona1han Brown, lmages ami Ideas in Ser11mtee11tlz-Cent11ry Sprmi.\ll Painting, Prin- J
ceton (Nuc:vajt'rsey), Princeton University Prcss, 1~J78 í l11uig1:nes e id1:as ell la /1i11tum j
espaiiola del siglo .'<l'll, trad. Vicente Lleó Cmial, Madrid, Alia11ze1, H>SI], p~lrlc J; Vice11-
te Lleó Cai'lal, «The Cuhivated Elite ofVelázquez's ScviJJe.., en Vel<íz.1¡w-z. in Sevil/e, pp. j
23-27; Pedro Ruiz l'~n.·1., /Je la /Jinlttm y .las letrm. La bibliolem de \lelázt¡uez, Sevilla, Con-
sejería ele: Cultur<t de la.Jun1a de Andalucía, 1999. j

,
16 Fra11cisco Pacheco, Elartedelapintura (1649), ed. llonavcn1ura Bassegoda i
·,. .. .... ,. • - : •.·. ·.·i¡(' }
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Figura 21. Veláiquez, El bufón Pablo de Vallrulolitl (Museo del Pr;lclo, Madrid); ·'i":I i· ;j
Hugas, Madrid, C.íwdra, 1990, pp. 146-1'!7.

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Esl'AÑA. Eu1<01•A v El. MllNUo nE u1:rRJU1AR
1 Al'Alllt.NC:J,\ Y lll Al.IOAD EN l.A f_WAÑA DF. \'FIJUQl'F.7.

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" j Un Velázquez que aspiraba a mayores oportunidades que las_ ofre- de sus amigos en la corle, y es de suponer que con la enérgica apro-
\ cidas por Se\~lla tuvo la suerte de que sus esperanzas de una carrera en bación de Olivares, fue designado pintor del rey al año siguiente. Fue
{ la corte coincidieran con un espectacular cambio de régimen en Ma- el principio de una carrera cortesana en la que, además de ser el ar-
"\
drid. El duque de Lerma cayó del poder en 1618 y sus sucesor(!s se tista predilecto del monarca, también iría ascendiendo peldaños en
(
debatían en vano ante una creciente oleada de peticiones de refonna el escalafón de oficios palatinos, comenzando en 1627 c·on el de tyier.
f cuando Felipe III inesperadamente murió el 31 de marzo de 1621 a la de la cámara reaJl9.
(( edad de 42 arios. Su hijo y sucesor, el ahora rey Felipe IV, que contaba Tales nombramientos palaciegos (ayuda de guardarropa en 1636,
dieciséis años, adoptó medidas inmediatamente para apartar 4el poder ayuda de cámara en 1643) no sólo proporcionaban a Velázquez unos
( a los ministros de su padre: Como principal ministro escogió a un útiles ingresos suplementarios al estipendio que recibía como pintor
( consejero y diplomático experimentado, don Baltasar de Zúñiga, pero del rey, sino que le daban un Jugar seguro en la casa real, con todo lo
~
todo el mundo sabía que entre bastidores el poder era manejado·por que ello significaba de cara al acceso a la persona del monarca y todos
( 1
) el sobrino de éste, el ambicioso conde de Olivares, que había ganado el los beneficios adicionales que podía implicar tal proximidad. Sin em-
( ·, favor de Felipe en 1615, cuando aún era heredero al u·ono. Poco más bargo, aungue ello le hacía miembro de un gmpo selecto de unos 350
( de un ario después de la subida al trono de Felipe IV, Baltasar de Zúfü.,. servidores reales principales en una corte que contaba con alrededor
ga había muerto y Olivares maniobró para hacerse cargo de las palan- de 1. 700 oficiales y miembros de personal de la casa real 20 , también
( cas del poder, C')UC controlaría durante dos décadas consecutivas. · · acarreaba deberes que ocupaban mucho tiempo y resultaban cada
{. Aunque nacido en Roma, donde su padre había sido embajador vez más onerosos, y además Je ataba a la rutina de la vida de palacio.
espailol, el conde de Olivares (o «conde-duque», como llegó a ser co- Con la excepción de sus dos ,·isitas a Italia, en 1629-1631y1649-1650,
(· nocido después de ser ascendido al ducado en 1625) se enorgullecía de y aquellos pe1ioclos en que el rey escapaba al campo con los miembros
('1 ser un ce hijo de Sevilla» y había vivido en esta ciudad enu·e 1607 y 1615, de su séquito para entregarse a la caza o hacía un viaje a otro lugar,
a11o en el que consiguió un puesto en la casa del heredero al t.rono 17 ~ En
.. {' esos arios sc\'illanos Olivares fue un renombrado, y extravagante, pro-
Velázquez pasaría la mayor parte del resto de su existencia dentro, o
(; en los alrededores, del Alcázar de Madrid.
tector ele poetas y eruditos y se sabe que hizo pint.:'lr su retrato a Frands- Con la tóma del poder por Olivares y sus parientes y otras personas
( co Pacheco 1R. Ac;í pues, Velázquez bien pudo en sus días de aprendizaje a su cargo, ~;e podía decir que la misma Sevilla había llegado a Ma,drid.
( haber llegado a tener trato con el hombre que dominaría la escena L1 tradición hispalense de fausto y mecenazgo aportó una nueva vita-
política espariola durante la primera mitad del reinado de Felipe IV. lidad a una.corte en cuyo centro figuraba ahora unjoven rey todavía
f Era natural gue, cuando Olivares tomó el poder en la corle en 1621, sin formar, pero que ya poseía un gusto por el teatro y la música y
( sus amigos y conocidos hispalenses,junto cmruna multitud de aspiran- pronto <lcmostraría que había heredado el exigente ojo de los Habs-
tes, acudieran en tropel a la capital con la esperanza de recibir cargos burgo para las arres plásticas 21 • Olivares, que en 1621contaba34at1os,
~ y favores de un hombre al que consideraban uno de los suyos. Veláz-
t{ 1
quez era sólo uno eritre los muchos sevillanos ambiciosos que empren.:.
( dió el camino hacia Madrid durante los allos iniciales del nuevo reina- 19
Feliciano Barrios, «Diego Vetázquez: sus oficios palatinos•. en Carmen Iglesias
do y, aunque su primera visita en 1622 no tuvo éxito, gracias al ap~yo (<.>d.), Vélázquez en ú1 mrte di' Frli/Jt !l~ Madrid, Fundación Santander Central Hispano,
( 2003, pp. 61-80.
20
( J. H. Elliou, Sp1ti11 m1d ils Wnrltl. pp. 144-145 (cap. 7, ..The CourtoftheSpanish
17 Sobre la vida y c:arrera política de Olivares, \léase J. H. Elliott, Tite Cmmt-Dukr. nf Habsburgs: A Peculiar Instiluli<m .. ) {&pmirz y su 1111111dtJ, cap. 7, «La corte de los Habs-
{ burgo espa11oles, ¿una instituci<Jn sin~ular? .. ) J, y véase más arriba, pp. 333-335, sobre
Olivam: T/1e.Statl'smm1 in nn Agr.<?f Dt~cline., New Haven (Connecticut) y Londres, Yale la estructura de la corte espailola en un contexto comparndo.
Uni\lersit.y Prcss, 1986 [El rnnd~dru¡ue de Olivnrt>J: el político 1m una época de decadmCia; 21
t trad. Teófilo ele Lozo)';t; Barcelona, Crítica, 1990). ·· .
Sobre la conexión sevillana}' el desarrollo ele la vicia cortesana bajo Felipe IV,
véasejonatha1. Brown yJohn H. Elliott, A Palau.for a Kiug: Tlit Br1e11 &tiro m1d t/1~
( IR Duque ele Benvick y de Alha, Discu.rso.f IR.idos ante la &al Ar.ndemia di! BcUns Artes
Co11rt ofPliili/J iV, New Havcn (Connccticut) y Londres, Yale University Prcss, 1980;
<lt! San Fl'mmuln m 11'1 1't!rrf1rifm /niblir.a df'l Excmo. Sr. Duqul' ele Br.m1ir.k y dP Alba, Madrid, edn. re\'.)' ampliada 2ÍI03 [Un /Jalado /Jam el rey: el Buen Retiro y In corledeFelipeiv, ll'ad.
(' Sucesores de Riv<1<leneyrd, 1924, pp. 23-24. ' · 1l
11

Vicente Lleó y María I .uisa Balsciro, Madrid, ·r,,urus, 2003}.
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había depositado grandes.ambiciones en un señor real que tenía la en segundo lugar en el mundo de las artes. Tenía que ser la estrella
mitad de su propia edad. El rey de España era el mayor monarca sol;: re · cemral de la corte más btillante y cultivada de Europa, el «Rey Planeta»,
}
la tierra y Felipe debía ser instruido para cumplir con el exaltado papel c?mo le llegó a llamar su coree de poetas y dramaturgos. En lacosmolo- }
al que había.sido llamado por Dios. Durante la década de 1620 Oliva- gia comemporánea, el cuarto planeta en lajerarquía celeste era el sol.
t
res inició a un joven al principio indolente hedonista en las tareas de )
O.livares y el rey resultaron afortunados en que la primera mitad
gobierno y le preparó un extenso programa de lecturas para que am~ del siglo_ xvn fuese un periodo de brillante creatividad para las artes }
pliase su conocimiento de la historia y el mundo en que vivía. A prin- e.n Espan_a, .pero usaron su mecenazgo para asegurarse de que.la acti- )
cipios de la década de 1630, Felipe había reunido una biblioteca·pri~ VJdad arusaca se concentrara en la corte, aunque Luis de Góngora, a
vada imprésionante por su amplitud y diversidad en sus aposentos )
quien Velázquez pintaría mientras aím buscaba promoción en Ma-
palaciegos, donde cada día pasaba dos horas leyendo después de ce.,. drid, acabaría por regresar a Córdoba como un hombre desengaña- }
nar, y se puso a traducir él mismo al español los libros VIII y IX de la do (fig. 22). Otros, sin embargo, tuvieron más éxito: Jos dos mayores
Historia de Italia de Francesco Guicciardini22 •
}
dramaturgos ele la época, Lope de Vega y Calderón de la Barca escri-
Un rey verdaderamente culto era fun~amental para las aspiraciones bieron una obra tras otra para las representaciones cortesanas: el in- )
de Olivares para España y su soberano. El y sus partidarios habían lle- genio. mordaz de F~ai~cisco de Quevedo se puso al servicio, at~nque )
gado al poder con un programa concebido para restaurar la fortaleza y con d1ficultad, del regimen ele Olivares; el escritor andaluz Luis Vélez
la reputación de España después de lo que conside~ban como los f :-a.,. )
de Guevara, nombrado ttjier de cámara del rey en 1625, deleitó a la
casos y humillacione.s de los af1os de Lenna. «Pienso verdaderamente corte con piezas que crearon una moda de obras que dependían para )
--escribía Olivares en 1625, recordando el ascenso al trono del rey en su efecto de la utilización de complicadas tramoyas; por úlcimo, des-
1621-que puedo decir a V. Majd. con verdad que la reputación dtf )
collante entre todos los demás artistas de la corte, Velázquez creó una
España y el gobierno de ella corría al paso que los émulos de su grande.,. serie de imágenes inolvidables del rey y la familia real. j
za pudieran escoger, sin haber ningún hombre cuerdo ni experimen.:. Velázquez, como integrante de un grupo muy unido de cortesanos, )
tado que estuviese en otra opinión» 23 • La rivalidad entre los príncipes oficiales palaciegos y subordinados del conde-duque de Olivares, pa-
de la Europa del siglo XVII no se limitaba al campo de bacalla. La inespe- rece haberse encontrado muy a sus anchas en este ambiente de la cor-
}
rada visita a Madrid en 1623 de Carlos, príncipe de Gales, en una ten ta.,. te. Su selección como artista predilecto del rey le abrió puertas que de J
tiva de alcanzar la mano de la hermana del rey, la infama María, hizo otro moc!o le hubie~·~n estado cerradas y le dio algo del prestigio que )
que Felipe se encontrara cara a cara con un príncipe cinco aiios n;iá.;. tanto ansiaba. Tamb1en le proporcionó Ja oportunidad de estudiar con
yor que él, cuya cultura y refinamiento había puesto en evidencia sús tranquilidad las obras de Tiziano y otros maestros venecianos bien re- )
propias insuficiencias24. Un rey de España no·podía permitirse quedru; presentados en la colección real y examinarlos en Ja experta compañía }
' ·. .,,1d de Pedro Pablo Rubens cuando el gran pintor flamenco visitó Ja corte
en 1628-162925 • Con una mente agudizada por los debates en la acade-
)
22 Brown y Elliou, A Palace Jora King, pp. 41-42 [Un palado para el rey, pp. 41 ~~·):
Los fondos de la biblioteca privada del rey son identificados}' discutidos por Fe_man.: mia de Pacheco, Velázqúez podía disfrutar y sacar provecho ele )as )
do Bouza Álvarez, El libro y el cetro. La bibliuteca de Felipe IV en la Torre A/lfl del Alcazar de alusiones cultas e imágenes conceptistas de Calderón 0 Quevedo, 0
Madrid, Salamanca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2005. . · l·~~:.f.~
del erudito bibliocecmio de Olivares Francisco de Rioja, que había sido
J
2!1 Mem<triales y Cflrlas del conde-duque de Olivares, ed.John H. Elliolt yJost! F. de\la
Peña, Madrid, Alfagtmra, 2 vols., 1978-1981, 1, doc. VII, p. 149. . • . ,· ,• uno de los testigos en la boda del artista en Sevilla en 1618:w. Vehizquez )
:!4 Sobre la visita del príncipe de Gales y sus co~s~cuenc~as, veanse J~m~iliflll
j
Brown yJohn Elliau (eds.). TheSale uftlie Cent~ry: Ar,trstic Relations betw~en s11am,an~
25
Great Britain, 16()4.1655, New Haven (Conne•~llcut) y Londres, Vale Umverstty P.ress, Véase Alexancler Vergara, Rubens and liis Spanish Palmns Cambridge= Gl j
2002 [La lllmoneda del siglo. &liiciones tlrlísticas entre España y C~~n B1~taña, 160~1655'. bticlge Univcrsiry Pn•ss, H>9~J. ' • ' 11l·
Madrid, Museo Nat:ional del Prado, 2002), y Glyn Redworth, ·1 'h~ Princt and tli~ In/a:',· :lo. Lfa Schwarrz, .. \'d;ízquez and Two Poc:ts ofthe Baroque: Luis de Cóngora nncl j
ta: Tht Cultural Politics o/the Spanis/, Mt.ttcli, New Haven (Connecucut). Yal~ U mvers~ty Franc1sc.:o .de Quevedo .. , en_ Tite Crmibriclge Comptmio11 lo Velázquez, cap. 8. Para Rioja
Press, 2003 (El Prí11cipe y la lnfantá. Una boda real frustrada, trad. Óscar Recio, M.a~r.i~, como tcsugo de la boch1, vease Ménclez Rodríguez, ccLa familia efe Vd<izquez,. • )
Taurus, 2004). Tanlbién más arriba, pp. 61 y 345-346 · "1 •->• 1 \!cltizqua y Sn1il/11. Jo..Struiio.\, p. 42. • en
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.¡ At•,\RffNCIA r RI Al.IDAn EN JA Esr,\Ñ,\ DF. VF.IÁZQUEZ
f E.\l'AÑ.\, EUROl'A \'u. MllNllO l>f. ULl'RAMAR

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( ., Figura 23. Atribuido !Jusepc Leonardo, Vista del Palacio del Buen R.etiro en 1636-1637
(Palado Real del Pardo, Madrid).
(
(
En 1638muchas de las actividades y entretenimientos de la corte
( ) se trar;lada1 on del Alcázar al Buen Retiro (fig. 23). Este palacio, inau-
( gurado oficialmente a finales de 1633, dominaba magníficosjardi-
ncs, Jagos y fuentes y estaba concebido para manifestar la brillantez
l de la vicia en la corte del Rey Plctncta214 • Con estan<'.ias decoradas con
( muebles preciosos y paredes cubiertas de pinturas apresuradamen-
te reunida~ o encargadas por todo el continente por agentes y virre-
(
yes espario]es, e) Buen Retiro también adquiriría al final de la déca-

''
(
da un teatro propio, llamad.-~ el Coliseo, como el de la Sevilla del
conde-duqúe.
Cuando !l nuevo palacio todavía se estaba levantando, fue critica-
do por el dispendio que suponía; quizá en parte como reacción a tales
( acusacione!\, su gran sala central, el Salón de Reinos, se destinó a
actos oficiaJ·~s solemnes además de a diversiones cortesanas y la pues-
l la en escena de piezas teatrales. Sus funciones ceremoniales se refor- ·
t Figura 22. Ve1ázqucz, Lui.'i de Górigora {Museum of Fine Arr.s, Boston) .. : ; ; ! ': • .. (,!
za ron con u l proyecto iconográfico concebido para su decoración y
( ' 1 ..!) completado en 1635 (fig. 24). Éste consistía en tres conjuntos de
pinturas que celebraban las victoria~ganadas por los generales de Fe-
( incluso llegó a hacer una aparición como condesa de Santiestehan;
con una línea de diálogo, en una pieza burlesca interpretada por los lipe IV y proclamaban las glorias de la dinastía y su continuida_d his-
t cortesanos el martes de Carnaval ele 1638, en la que se represe1itahá tórica. Al mismo tiempo, aunque más indirectamente, pregonaban
'.?
{ el mundo al revés y Olivares en persona hacía el papel ele por~er~?.7: los éxitos del régimen de Oliyares. Velázquez, sin duda, debió de estar
, ~.

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... :.,.; -·r ~ ~
28 Sobre la construcción del Bur11 Retiro y las actividades que tuvieron lugar en
Cl 'li Hannah E. Bcrg1mm, .. A Courl Entertainment of Hi38 .. , HisfJtmir.'Reui'-fit,'42
él, véar;e Brown y Ellioll, A Pa/1m:forf Kiug[U11 /mlacio ¡mm td"JJ'.
C197-t), pp. 67-81. · · ·~···,· ..
Cl ~·i'!_.
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EsPAÑA, EUROl'A \' t:I. MUNUO Dt: u1:rRAMAR }
rU'ARIENClA \' KEAl.ll>AO 1-:N L\ fusl'AÑA DI-: \'t:t.ÁZQllEZ
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esperanzas en 1621. Desde el principio, la tentativa de Olivares de
}
,~ ... restaurar la posición de su patria en el mundo involucró a la monar-
quía en una sucesión de guerras que pusieron en peligro la~ posibili- )
dades de éxito de las reformas internas: Ja tregua con los holandeses )
expiró en 1621 y no fue renovada; Madrid se sintió moralmente obli-
)
gado a acudir en ayuda de los Habsburgo austriacos en su combate
contra la herejía y la subversión en las etapas iniciales de la Guerra de }
los TreintaA.i1os; Inglaterra y España se volvieron a encontrar en gue- )
rra en 1625 tras el fracaso humillante de Carlos, príncipe de Gales, y
)
J
}
)
)
)
Figura 24. Reconstrucción vinual dd interior del Salón de Reinos.
.· ··:¡,f )
estrechamente implicado en el desarrollo del programa y la selecciÓ,~ ~; )
de artistas y él mismo fue responsable de seis de los cuadros que ado~.; ~.
)
naban las paredes: la represen ración de una de las victorias más fam~
'#;

. ~1
sas del reinado, la rendición de Breda en 1625 a Ambtosio Spínola;· )
comandante del ejétdto de Flandes, y los retratos ecuestres de Feli~ ~ }
pe III y Felipe IV y sus respectivas reinas, junto con el del joven prín~
cipe Baltasar Carlos, heredero al trono y esperanza de la dina~tí~ )
(fig. 25) 29 • "..i: }
El duque de Módena quedó muy impresionado por las mara~naJ
del Bu~n Retire cuando se alojó allí en su visita a Espa11a en 1638~~
)
pero ya para entonces la vacuidad de mu.chas de las victorias repr:~i )
sentadas en el Salón de Reinos había quedado cruelmente al desóif )
bierto y, con ella, los defectos y fracasos de un régimen cuyo adveni-:
miento había sido recibido a lo largo y ancho de España con tan¡altas ~\,,. )
. • " .lt;
i"'~uu. ~ )
/,l,·i.4~
29 Además de Bro\yn y Elliott, A Palace Jora King [Un palacio ¡mra el ,nry], v.~*s_~c¡I.
)
cat&\logo de la ~~posición celebrada ~n el Museo del P~d~ en 2005, Pain~~u~~.fº~J'Jf.. j
Plantt Kfog: Philip N ªJid tht Bum Rel1rv Palace, ed. Andres Ubeda ele los Cobos, it1)n-..
dres, Paul Holberton, ~005 [El palaciu del Rtry Planeta: Felipe ll' y el B wm Retiro, Madrid,l j
Museo Nacional del Pr~do, 2005]. · .. · ...~1"
so Sakador Salort l>ons, Velázquez en Jtalill, Madrid, Fundación de Apoyo a la H~ }
toria del Arte Hispánico, 2002, cap. 4. · ,,:,, .l!l
Figura 25. Vc·l;izc¡ucz, El /J1i11ci/1e Baltasar Cnrlo.f a caballo (Musco del Prado, Madrid l J
j
y
f
(
)
( ) Esr·AÑA, EtrROl'A v u. t.IUNl>O OF. m:rRAMAR
Al'AIOENCIA V llF.AUl>AO EN 1.A Esl'AÑA DE Vf.1.ÁZQUEZ
{
~
su regreso a Londres sin su prete1idida novia española; por último;
Las g~t~des esperanzas con gue se recibió el anuncio del rey sobre

'
(
(
las tensiones en aumento entre la España de Olivares y la Francia del
cardenaí Richelieu culminaron en 1635 con una guerra abierta entre
los dos países.
Aunque el gobierno cspafiol aún podía echar mano de amplios
s~ resoluc1on de hacerse cargo en persona de las tareas de gobierno se
VIeron defraudadas demasiado pronto. Aunque pasaba largas horas
en su d.espa~h? Y procuraba evitar la impresión de dar preem.inencia a
( ~ualqmer ~m1stro, gran parte de los asuntos se deslizaron p~ulatina e
recursos y España obtuvo algunas victorias impresionantes, la guerra
unpercepttblemente hacia las manos del sobrin~ del cond -d
( continuada sometió a graneles y cada vez mayores tensiones a la eco- l L · d H . e uque,
e on ms e aro, cuya discreción sumada a un carácter suave y afable
nomía castellana y a la frágil estructura constitucional de la mon.a1~.:.
(
quía hispánica. El mismo Buen Retiro se convirtió en un símbolo ele
( los fracasos de Olivares y su gobierno: el dinero que se había hecho
( pagar bmtalmente al contribuyente castellano estaba siendo d~1:i:o,-: '.-..'
chado en frivolidades y extravagantes espectáculos cortesanos;:e~·~ey J.
( estaba en el retiro, cuando, como Luis XIII de Francia, debería ·es~r
({ al frente de sus ejércitos en el campo de batalla. Por encima de todo,'
había un abismo cada vez más amplio entre retórica y realidad: pp1~
( una parte, estaba la retórica del régimen, expresada visualmente en~
( el Salón de Reinos y verbalmente en las apologías escritas de en~argo:
( por los propagandistas de la corte; por otra parte, estaban las crueles.~
realidades de la vida en un país donde los especuladores de la guerra
'{
y los oficiales reales se enriquecían pingüemente con sus g~nand~
{ ilícitas, mientras que la masa de la población, tambaleante· bajo la
( carga de un sistema impositivo injusto, se veía reducida a la miseria y
el hambrc 31 • • · : . . :1
{ La crisis estalló en 1640 al levantarse en rebelión contra el gobi·e~~
~ no de Madrid primero Catalufta y después Portugal. Cuando el ejér~
cito real, que al principio se concentró en Catalmia, se mostró incapaz
( de sojuzgar" los rebeldes, Olivares tuvo sus días contados en el pqder.:
.,¡

( En enero de 1643 Felipe IV, que durante tanto tiempo había sid~
dominado por la imperiosa personalidad del conde-dugue, le diq
t permiso para retirarse y anunció que en el futuro gobernaría por sí
( mismo. Dejando atrás simbólicamente las delicias del Buen Retiro, el
( rey se unió a su ejército en el frente catalán y fue en la ciudad arag~
nesa de Fraga donde le retrató Velázquez en 1644 (fig. 26), yesti.do
(
con el traje con que pasó revista a sus tropas en Berbegal~2 • ·: · ·.,- ... ~:t,}
~
·.- .. ;
{ 31 Sobre la retórica de la imagen, véase Elliou, Spniri mul iLf World [Es/1a"ña sri y
{ mu11dn], cap. 8, .. rowcr ancl Propaganda in thc Spain of Philip JV,. [«Poder y prop~~
ganda en la r~paf1a de Felipe IV.. ]. . . ·.~~
( :i2 Jonathan Brown, l~lñz.q11n.: l'ninlrr nnd Courtirr, Ncw Haven (Connccticut)J'
Londr<'s, Vale Univl'l-sity Pn~s.o;, 19Rll í l'r.lñi.q11r.., /1int,,r;i; mrlr.smw, trad. Fernando Villa-
{ vcrclc Lmula. Maclrid, Alian7.a, 2000], p. 173. · · · •••·:~' Figu~a 26. Velázq11~z. Fe/i¡1e N, 't:" de &jJañfl (retrato de Fraga)
(Fnck Collection, Nueva York). ·
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EsPAÑA, EtlKUl'A \' t:I. MUNOO m: Ul:l'RML\k
Al'ARJt:~ctA v KtAl.llMn t:N 1_.o. F.st•AÑA nf. VEU.7.1.!Uf./.
}
. asegurq su supervivencia c~mo poder en la sombra hasta su muerte )
enfermizo, Carlos. Sería el último vástago del segundo matrimonio
en 166P3• La prioridad absoluta de I-iaro y sus colegas mini.steriales }
de Felipe IVy, con su propia vida pendiente c~e un hilo, sucedería a
fue un acuerdo general de paz, pero resultó penosamente difícil.de su padre en el trono español.
alcanzar. Aunque Madrid consiguió negociar un tratado con la Repú- J
Mientras tanto, el propio Felipe IV, agotado por la larga sucesión
blica Holandesa en 1648, la guerra con Frfocia iba a continuar, con \ })
de desastres públicos y ptivados, que atribuía a sus propios pecados y
suerte carpbiante, durante Ónce años más. )
a los de su pueblo, envejecía a ojos vistas. En 1653 escribía a una dama
Por algún tiempo, ciertamente, pareció que la monarquía hispá-
en quien confiaba que no le enviaba su retrato «porque ha nueve alias ')
nica estaba al borde de la desintegración. La década de 1640 fue de-
que no se ha hecho ninguno, y no me inclino a pasar por la flema de
sastrosa en particular. No s.ólo ·se alzaron en revuelta Cataluña y ~e>r; }
Velázquez, así por ella como por no verme envejeciendo»!S-1. A pesar de
tugal, sino que tam~ién estallaron rebeliones e·n Sicilia y Nápoles)EI )
ello, el artista parece haber pintado por estas fechas el retrato en bus-
rey, además, sufrió grandes desgracias personales. La reina, Isabei d~
to del avejentado moirnrca, que llegaría a simbolizar gráficamente al }
Barbón, murió en 1644 y dos años más tarde· el príncipe Baltasat
rey en sus últimos años (fig. 29). Los contemporáneos debieron de ver
Carlos falleció en Zaragoza, adonde había acompañado a su pa~re )
en este retrato la majestad de su soberano, mientras que las generacio-
para la camp~a cie verano contr~ los catal~nes. Aunque sobrevi~~
nes poste1iores han visto en su lugar los sufrimientos y flaquezas del )
una hija del matrimonio del rey, María Teresa, la muerte de su único
hombre. Velá"zc1uez vio ambos. El rey, de hecho, mantuvo una sereni-
hijo legítimo a})ría e~ paso a una crisis dinástica de incalculables pto- )
dad imbuida de decoro y estoicismo frente a la adversidad y Ja derrota.
porciones. Después.del fallecimiento de la reina, Felipe dejó ciar~
Cuando el mariscal de Gramont llegó a Madrid en 1658 para preparar )
que no tenía ningún deseo de volver a casarse, pero la necesidad d~
el acuerdo de paz entre Francia y España que llevaría un ario después )
un nuev~ heredero varón le obligó a aceptar lo inevitable. Eligió coiJ.i?
al Tratado de los Pirineos, informó que Felipe «te11la [ ... ] un aire ele
segunda mujer a sujoven sobrina, Mariana de Austria, la novia en·.u~: )
grandeza y majestad que no he visto en ninguna otra parte»"5 •
principiodestl~·ada·~ Baltasar Carlos. La nueva reina, que ape~~~
contaba quince ~ños, llegó .a Espalla desde Viena en 1649.: '.· \~
Había que guardar las apariencias a toda costa, y así se hizo en la 1)
Después ~e áños de luto, la llegada de una nueva y joven r~i~i.
produjo una vuelta a ta vida en una corte lúgubre. Se volvieron a rilori;
y
tar otra vez .fiestas representaciones en el Buen Retiro -lo· qu'°é
ceremonia de la Isla de los Faisanes en el río Bidasoa que separaba
Francia y Espaiia cuando, el 6 de junio de 1660, quedó sellada la Paz
de los Pirineos al entregar Felipe IV la mano de su hija, la infanta
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provocó una nueva ronda de críticas en la opinión pública-. ap~r~
cieron nuevos retoños reales y, aunque demasiado a menudo la ~.U:e~:­
te no tardaba en llevárselos, Velázquez tuvo tiempo de pintar sus'.re;
María Teresa, a Luis XIV (fig. 30). La puesta en escena ele la ceremo-
nia recayó en Velázquez en su calidad de aposentador mayor de pala-
cio, un cargo para el que había siclo nombrado en 1652 y que conlle-
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vaba no sólo los deberes rutinarios que entrafiaba asegurar que se
tratos~ '()no de lós supervivientes, la infanta Margarita, propordon6
un tema encantador para el artista (fig. 27), pero el tan anhelado
el príncipe Felipe Próspero (fig. 28), resultó ser un nifio de sal§:q
deli'cada, como insinúa Velázquez, y murió antes de cumplir los ct.lcljf.d
'1fü9j mantuvieran limpios los aposentos del rey y hubiera alojamiento dis-
ponible para él y su séquito en sus viajes, sino también los preparativos
para Jos acontecimientos solemnes. Este importante nombramiento
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era un reconocimiento" tan to del aprecio del rey hacia su artista como \. ( j
años. Ginco días después, el 6 de noviembre de 1661, nació otrq;.!I • ~·J
de la estrecha relación que se había desarrollado entre ambos hom-
bres. Velázquez, que ahora contaba casi sesenta años, había colmado \ (J
-- . ·~ ... :.;'.L.~
La segunda mitad del reinado de Felipe IV, mucho menos estudiada .Citj~1~
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realmente las esperanzas de su suegro de llegar a ser para su rey lo \ (j
primera, es tratada por-Robcrt Stradling, Phiüp IV antl th4 Govem7M11t ofSp51_in, :!§,ltil ~ (j
1665, Cambridge, Carnbrldge UniversityPress, 1988 [FelipeIVy elgobierfio.dcsfp~: .. -- i
ll-1 Joaquín Pérez Villanueva, Felipe IVy Luisa Enriquez. Ma~rique de Lam, condesa tle
1621-1665, trad. Carlós.Laguna, Madrid, Cátedra, 1989], parte 111. La t~sis f:ioff~'
de Alistair Malcolm, '-Don Luis de Haro and the Political Elite of the Spanish Monar-
Paredes tle Nava. Un e/1istolario inédito, Salamanca, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, e rj
1986, cana XLIV, 8 de julio de 1653.
chy in the Mid-Seventeenth Century• (Oxford, 1999), todavía inédita, es una impor- 3 • (j
s Mh11oin:s t/11 Maréc/w/ de Grammit, en A. Petitot y L.:J.-N. Monmcrqué, Collntio11
tante investigación sC>bre Ja carrera política de Haro y su estilo de gobierno. . rles Mémuirr.s ndatijs ri l'Mstoire de Frunce, 57, París, Foucault, 1827, p. 51.
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·~ que había sirio Apeles para Al~jandro l\fagno. Con tocio, ta11 s<)lo que se remontaba a Eneas Silvia. Se emprendieron las acostumbradas
@I en 1658 llcgó por fin a estar a un paso del estatus social al que duran- indagaciones sobre su lin~je y no produjeron los resultados deseados.
( te tanto tiempo había aspirado, cuando fue propuesto por el rey para Con un golpe humillante para su reputación, su candidatura fue recha-
el hcibito de caballero de la orden de Santiago. zada por la razón de que su nobleza h~bía quedad9' sin demostrar.
{ Incluso entonces distaba mucho ele resultar cierto que su ambición Existen claros indicios de que Velázquez pudo haber falsificado.
~ se haría realidad. Había una fuerte oposición en el Consejo de Órdenes la identidad de su
abuela materna al solicitar la admisión' en la orden
al nombramiento de un simple artista para tal dignidad. Vclázquez ar- }'de que los testigos que dieron fe de la nobleza de sus antepasados
(
gumentó, de modo poco convincente, quejamás había recibido dinero portugueses mintieron. Su abuelo malerno resultó ,ser un 'sastre
{ por sus pinturas y que era de noble ascendencia, ele una línea ele Sil\ras especializado en la confección ele calzones y mercadé.r en paños y
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{ Figura 27. Vehizc¡11ez, l.A i11.ft111la Alm-gmila m azul (Ku11sthistorischcs M11~eum1Vi<~na)'. Figura 28. Vcl;zqucz, Rl /n'i11r.i/Je Fe!i/Jt! Prós/Jem (Kunsthisrorisches Museurn, Viena).

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Figura 29. Velázquez, Felipe N (National Callery, Londres).,;_ .~ ;. t'¡~ '.
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Figura 30. Charles Le Bnm y Adam Frans van der Meulen,
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.. ""·>!r~:__ Entreuista de Felipe IV)' Lttis XIV en la Isla de lm Fniw111es,
. . ,~ ,·~t¡ el 7 de junio de 1660 (colección privada, Londres). .,, )
sedas, que uti~izó sus ganancias para entrar en el lucrativ~ ~ert~go
inmobiliario sevillano. También es probable que por el lado. pat~~1 Tal ascendencia significaba un obstáculo tem1inante para la admisión
\ )
su familia se dedicara originalmente al comercio y pare~.e.com'o,iJ en una orden de la nobleza. Velázquez, como tan tos otros en la Espa- ~ )
nimo posible que, como en el caso de tantos inmigrantes po;~.tu~~~~ iia de su época, no era lo que parecía o pretendía ser. Sin embargo,
que se establecieron en Sevilla, corriera sangre judía por s1:is·veri~11 G j
--- .. ·A
36 Kevin Jngrmn, ·Diego Velázquez's Sccret History•, Boletín del Mweu tlf'l Prado,
átl orígenesjuclios. Rafael C1)mez, .cLa paremda ele Velázquez .. , LabomtoriotleArte. Rrui.t-
ta del De/J<lrtamento de Histmia del Arte (Universidad de Sevilla), ntím. 15 (2002), pp.
383-388, argumenta en cambio a favor de un&1 posible extracción morisca. Véase tam-
.
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}
Xv11, mím. 35 ( 1999), pp. 69-85, basado en nueva información <le archivo y que apunta bién l\féndcz Rodríguez, .. La familia ele Velázquez ... • J
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F~w,\ÑA. F.t1Ro1•A Y u. MUNll<> m: u1.ntAMAR

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como tan a menudo solía suceder, se guardaron las apariencias y se
( salvó la .reputación. Gracias a una dispensa papal especial concedida
'· a petición personal del monarca, Velázquez fue admitido finalme11te
ÍNDICE ANALÍTICO
(
en la orden el 29 de noviembre de 1659, menos de un afio antes de su
~ muerte 37 •
4: Se trató de una historia típica de su sociedad y cie su époc;-i. No
obslante, en esta ocasión se dio la circunstancia de que el aspirante a
f la respetabilidad y el ascenso social era además un artista supremo. El
( artista aspiraba al reconocimiento, para sí mismo, para su familia y
{1 para la profesión que representaba, y trató de ascender en la estima-
ción pública. El (mico camino hacia ese reconocimiento pasaba por
{ palacio y, al aceptar las obligaciones que entraf1aban los honores,
( Velázquez pagó el precio necesario. Sin embargo, aunque el palacio absentismo re;;il, 102, 108: banqueros, 174
le impuso límites, también le abrió posibilidades como creador de las y colonias, 2·10, 241
e: que jamás hubiera disfrutado si hubiera permanecido en Sevilla. Gra- en monarquías compues1..-1s, 37,
camt•ralismo, 147
unific<lción, 134,-135
{ cias al apoyo constante de un monarca capaz de reconocer a primera 38.51 algonquinos. l'éaseindios
( vista a un gran artista, se le presentaron todas las oportunidades para Acosla,.José de. 181, 201, 259-261 algonquinos
sobresalir. Aclams,John, 280 Almagro, Diego de, 174
(
Por el tiempo en ciue Velázquez se trasladaba a Madrid, un paisano Adams,.John Quincy, 297 AJmirantazgo, 194
{ de Sevilla, Rodrigo Fernández de la Ribera, escribió una obra satírica A<lén, 15P. AJsacia, 136
{ titulada Los antr.ojos de mejorvisln, que permitían a quien los llevaba ver f/('(/11~ prinri/mlitrr (forma ele unión Ambcres, 236, 329, 343, 348, 349,
la realidad por debajo de las aparicncias~R. En la Espafia de Vclázquez entre es1ado~). 34, 35, 42-4:>, 47, :~5:~
t muchas cosas, como Gracián obse1va en el Oráculo, e.-ari consideradas 52, !l<I América:
4[ no ce por lo que son, sino ·por lo que parecen». Tanto en el plano per- africanos. Wasecsclavos, africanos áreas de la española y la
sonal como en el nacional, se hacían esfuerzos enormes y a veces alta- agricuhura, en las colonias
{ británica, 291, 292
mente exitosos para salvar las apariencias ante la importuna intrusión b1foinkas, 22:>. 226 asentamiento en, 20, 21, 67, 68,
( de la realidad. No en vano se trataba de la época de las complicadas Atamos de Barricnt.os, Baltas:1r, 44 158, 159
( comedias de tramoya, como las que deslumbraban a la corte del Rey Alba, Fernando Al\'arez de Toledo, conquistas españolas, 158-162
Planela con sus sofisticados artilugios y sus brillantes efectos. Y, como tercer du<¡uc ele, 58, 332
( como diferente a Europa, 255-
Graci<in a11adía, eran muchos los que quedaban satisfechos con las Alberto e ?sabel. an:hiclm¡ues. 327, 275
~ apariencias, pero <<raros los que miran por dentro». Diego ele Veláz- 333,337,340,341,344,345. enfermedades europeas en, 172,
( quez fue uno ele esos raros. l'énse lm11bién Isabel Clara 173.216,217
Eugenia, infanta · historia natural~ 257-260, 273,
(¡ (archiduquesa) 274
~, Alcalá, don Fernando Enríqucz opiniones sobre sus habitantes,
(, Afán de Ribera, Lcrccr duque de, 256-258, 260, 261, 265, 266
361 .
:\iJ<1imC' ele Salazar y Acha, .. Vclázquez, Cahallcro de Santiago .. , en Iglesias (ecl.), como prolonga~iónde Europa;
~ la rm'ft: dr. Frli/1r ll~ pp. 9fi-l 2fi.
\lrltiz.'(llt'Z tm ·· ,: · Akázar. Wnse l\fa<lrid . 255, 256, 258, 259.
111
Rodrigo Fcrminclcz di' Rihcr<i, l.m tlllff'ojm d1• mrjnn1i{ff1. fü m.escí,, tlrl mmuln, ccl.
ti :
Víctor Infantes ele Mi~11cl. Madricl, Lcgasa, Hl7~; Lleó Caiial, .. The Cuhh·atccl Elite,;,
alemanes en Hungría, 53 l'éau.JP. también América española;
Alemanhi:
( rn Vr/tÍ:.'fllr: in Sn1illr, j1. '!.i. · ·' indios

t
l
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'}

América central, 218:


Esl'AÑA, EUKOl'A \' t:L MUNUU Dt: Ut:J"RAMAK

Andalucía, alteraciones urbanas mortalidad entre los europeos,


ÍNlllC:t: ANALÍTICO
'
}
}

Balbuena, Bernardo de, 247, 267


debilidad de los gobiernos en, 114, 123-125 173. )
Baltasar Carlos, príncipe, 125, 352,
centrales, 295 andalusí. \léase musulmanes \léanse también Coa; India 370,371,374 _}
América espa~ola: Anderson, Benedict, 244 asentamiento, l 63-169: bancos, propuestas espailolas de,
como civilización urbana, 293 Antillas: 159: y compat1ías mercantiles, 176, }
191
y concepto de patria, 246-251, británicas, 277, 281, 282 177 }
Barcelona, 237, 246
292-294 apaches. Véase indios apaches comunidades inglesas, 67, 68, barroco. VéasecuÍtura barroca )
y Constitucióri (1812), 253, 288- aposentador mayor, 334, 352, 375 213,216,219 Barrionuevo,Jerónimo de (Avisos),
290, 294 Aragón, corona de, 3-4, 36, 38, 39, !
l y conquista, 159, 204, 205 352 )
1
contrato constitucional con la 42, 43, 239: mocldo espaf10l, 221, 112, 226.
1 Béarn, unidn con Franda, 32, 44 )
corona,240,274 Nueva Planta (1709-1716), 50, ij Véase también colonización Beda el Venerable, 201, 208
y corona de Castilla, 34 51,251 1 •..\.ston, Trevor (Crisis en Europa )
1
Bc:dford, conde de:, 46
escructura institucional, 240-243, Unión de Armas ( 1625), 65 1560-1600), 87, 88 Béjar, duque de, 120 )
247, 293-295 Aragón, reino ele: 1 Amnción, fundación ele, 211 Benedict, Philip, J.:15, 146 )
evangelización española de, 201, alteraciones ( 1591), '13 Atahualpa, imperio de, 169, 215 Bengala, control po1: la Compaiiía
223 conspiración del duque dt: Hijar, ·I Augier, René de, 104 )
de las Indias Orientales británica,
fragmentación en estados 123 Augsburgo, luteranos en, 145 177, 178 \. )
independientes, 291, 292 Justicia Mayor, 239 11 Austria. Véanse monarquía Benigno, Francesco (füpejos de la
guerras civiles, 295 Aranda, conde de, 291 Habsburgo; Sacro Imperio ... }
revolución), 87
ingresos, caída de, 198, 282 araucanos. Véase indios araucanos ... Romano; Viena }
legislación para proteger a los arbitristas, 173, 190, 1-93, 198
1
J a uscro-h tíngara. VéaJe monarquía
Bentivoglio, cardenal, 353
Berenson, Bcmarcl, 56 )
indios, 226, 227 Arcadia, concepto ele, 349 a ustro-h tíngara Berkeley, obispo Georgc, 18'!
Leyes Nuevas (1542), 221, archiduques. \:'eanseAlberto; Isabd a u ros sacramentales, 358 Bethel, Slingsby, 75 )
240 Clara Eugenia . ayumamiemos constitucionales, BeverJey, Roben ( Hútury mu/ Presn11 )
límites, 24 7, 292, 293 Arcos (virrey de Nápoles), duque· ... 296
Sta/e o/Virginia), 209
movimientos de cle,238 Azores, colonización de las, 154 }
Bloch, .Marc, 22
independencia288, 290, 291 Argentina, 292 azteca. \léase imperio nzt~ca Boclin,Je~m (Metlwdus tulfacilnn )
opinión sobre América como artes: . ·;u,. aztecas, fü.l, 70 historiarwn cognitiu11em), 264
diferente, 255-275 · cosmopolitismo, 346, 347, 363: · · }
Bohemia, .J7, 49, 144:
rebeliones en, 218 gasto en ellas, 139 · ~ •IJ.b Bac-011, sir Fraucis: J
r~vuelta (lfiJS-lti:!O), ·15
Recopilación de las leyes de Indias pau·onazgo cultural o mecenazgo;·· sobre los argumentos a favor de Bolívar, Simón: )
(1680), 235 322, 342-3•16, 364-369. . ·.:·."' la guerra comra Espaiia, 73 «Carta ele Jamaica .. , :!75
representación en las Cortes d~ Véanse también culmra cortt:sana; . ·_:~ sobre la inch1me1uaria espa{1ola, )
proyecto ele la Gran Colombia,
CácÍiz, 253, 288-290 pintura ·, 1; 1 60 291,294,298 ~
j
republicanismo, 253 Arundel, conde de, 343, 344 ;~J.1.o ~lb sobre la unión ele Inglaterra y Bolivia, 292 }
AsAs~i·a~.e~~~;~:1ce ( The_Go·ld·en ;;.\.;qll-.
·::~~ ',:~·: '.·:~. ~.?_· :·
ruptura con España, 252, 253. Escocia, 35, 39, ·J6, 48, 64, 65 Borgoi1a, 32:
Véanse también imperio; México; •
1 . Bacon, Nathaniel, rebelión ( 1675- ceremonial corces~mo, 332, 333,
j
Perú 1 1676), 228 335 j
Ana de Austria, como reina regente expediciones portuguesasr. •.A.i..l~b;·
:· ~'.
.i/i,'á B~ja Austria, expulsión de los
Orden del Toisón dt: Oro, 39,
de Francia, 125-
-
espanolas, 175 •• 1(1~1.J~
'ti:/i:l!
{'.·!:~~ judíos, 1'17 j
1 ,
342
...-~·
.·~·~~:t·.·.. j
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f ~ EM•,\N.\, EuR•WA Y f.I. MUNr>O 1w u1.m.\~t,\R
fNDIC:E ANAJ.ITJr:O

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f Borja,Carlosde,182 ejpailola, 38, 75, 121, 128, 235, Cárdenas.juan de (Problemas y Castilla:
Bo~ja, san Francisco de, 182, 265 251,253 secrelo.r maravillosos de la.$ Jtzdias), bancarrota real, 123
Borough, Stephcn (Compailía de francesa, 127, 128 268,269 cortes, 126-129, 238
( Burghley, lord, 59, 61 Cardona, duque y duquesa de, 231 y efecto de la ausencia de
Moscovia), fiG
( ~ Botero, Giovanni, 21, 44, 66, 191 Burke, Eclmund, 287 Carey, sir George, 72 revolución, 105, 113-132

( ~ De/111 rngim1 di Jlnlo, 73, 35 7 Caribe, actividades corsarias, 67


Carlcill, Christopher, 204
Junta de Reformación (1619),

(( 1 Relnzioni uni11erJfl.li, 264


Borbón. Vhw~monarquía Borbón
caballerizo mayor, 334
caballo, utilización del, 169-1 71 Carlos 1, rey dr. Inglaterra, 338:
341
nobleza en, 119, 121, 122, 340-
( t Braganza (proclC1mado rey ele Cabral, Pedro Álvarcs, ,;~je a la como coleccionista de arte y 342

~ Portugal), duque de, 52 India (1500), 1!>7 merenas, 62, 65, 343-349: y la revuelta catalana, 118
(( C<lcliz, Cortes ele ( 1812), 2!l3, 288- corte de. ~27, 128, :~31, 338, 346, revuelta comunera (1521), 181,
Brasil:
( .( coloniZ<tei<.'m portuguesa, 17(} 290, 298 351,353 239
( l fucr1.a expcdicio1mrht castellano- \.alancha, Antonio ele, 269 rJccución, 104, 132 tradición constitucionalista, 122,

( ·~ portup;ues<1(lfl25),65,142 ·Calderón de la Barca, Pedro, 108,


351. 367
y Escocia, '15-47, 118
Espaiia, viaje a (1623). 59. 61,
128,238,239
unión con Aragón, 36
independencia ( 18~2), 277
( l Brauclel, Fenrnncl, 31, 102: Calosi11ás, Antonio, 323 343,345.~66,371 \'isión de misión imperial, 187,
El lWrdiú>n'fi11r.n y rl mundo camarero mayor, 334 gobierno personal, fin del, 115- 316, 317.
( l 11U?diterrrínrn en Úl f./>m:n de Fdif>e rnmcr11lismo alemé\n, 147 117 Wanse también Aragón; Espaú~
( //, 18,56,88 C:ampanella, Tommaso, 44, 66: y la Guerra ( :ivil inglesa, Castilla, don Diego de (deán de la
{ t Bn~da. rcndic-ión de ( 1f)25), 370 /)r. monarchi<t hi.'i/J(lnim, 74 condiciones pre,·ias, 118 catedral de Toledo), 315, 317, 321

(; l Brown,.Jonatlrnn, 2!">
Brucghel el Vic:jo.Jan, 344
Campillo y Cosío,.José del, (N11r.T10
súlmlla de gobiemo económiro /1am
Carlos 11, rey ele Espa1ia, 49, 74,
144,3i5
Castilla, Luis de, 314
Catalmia, 34, 36, 38, 47:
!
f bnüería, 149 ¡\ mérim ), 81 , 251 i
l
Carlos II Estuardo, rey ele Diputació, 239
( Bruselas, 32D, 330: Campomanes, conde de, 82, 83 Inglaterra y Escocia, 49 e idea de la patria, 95, 243-24 7
1
corte de Jos archiduques Alberto Canacléi, 162, 220, 277, 283 Carlos III, rey de Espai1a, 82, 251, 278 relaciones con la monarquía
( e Isabel, 327, 329, 330, ~32. Canarias, conquista ele las, 154 Carlos V, emperador, 57, 165, 332: cspaliola, 237, 238
1
t 333 Candía (la actual Iráklion en
Creta), 304, 305
1
imperio de, 30-32, 38, 39
Carlos Luis, Elector Palatino, 137,
revuelta (1640), 92, 95, 96, 104,
114, 118, 374.
palacio Couclcn herg. 328, 331,
t 335,337 Ca1i.izares-Esguerra,Jorgc, 269 147 Wa.sP. /ambién Gran Compañía
t Buckingham, Georgc \'illiers, capellán 111ayor, 334 r • ~ !
1 Carolina del Sur, colonia de, 76, catalana
í
216,2~5
( duque de, 60, 342-~·M, 346
Bu~n Retiro, 25, 11 O, 335, 349, ~fül,
capitales:
efecto de su crecimiento en el
1f. Carranza, Bartolomé ele (arzobispo
caudilJos, surgimiento de, 293, 294
Caxa de Lemela, Miguel, 193
t
t
372, 374:
Salón ele Reinos, 141, 348, 352,
orden público, 340
en la-; monarquías compuestas, 37
i
J
de Toledo), 31 i
Casas, fra}' Bartolomé de las, 205, ,
Cecil, sir Robert, 59, 69
Cerclaña, región pirenaica de, 49
369,370,372 población, 328, 329, 331 224, 227, 261: ceremonial. Véase cultura cortesana
t Buffon, conde de ( Hisloirr 1wturtdú!, riqueza, 341. Apologética histo1ia sumaria, 201 Cervantes, Miguel de:
l générale Pl /1m·tiwlihr.). 273, 274 Véanse también Bruselas; cultura· !! Brevísima relnrión de la d.estntición Don Quijote, 60
~ Bulwer,john, 20i cortesélna; Londres; Madrid r de las India,\, 58, 6 7 sobre Sevilla, 355, 356
Burckhardt,.Jacob, 91 capitalismo, debate historiogrcificó' Casey,James, 2':14 Ceura, 158
(
burocracia, :~8. 39, l ·18: sobre el, 88, 89, 98 ; ·1 ' castas, 24~>, 271 Chaunu, Pierre, 179
(

'
l
f
/
EsPAÑA, EURO!':\ V El. MUNDO DE ULTRAMAR
ÍNOICF. ANAIÍ1'1CO

chichimecas. Véase indios métodos ele asentamiento y


Compai1ía de his Indias Orientales, Crashaw, WiJliam, 214
chichimecas expansión, 163-169, 217-222. británica, 176-178
Child, sirJosiah, 76, 77, 82, 83 Véase también sociedad colonial criollos, 266, 267, 270 n.40
Compailía de las Indias Oaiemales, e identidad, 266-270, 272, 273,
A New Discourse o/Trade, 82 «colonias», uso del término, 82, 251 holandesa (VOC), 176 275
Chile, 214, 260, 297: colon'ización, 153-1 78: Compailía ele: Moscovia, 66
indios araucanos, 171, 214, 219 costes, 251, 252 y relaciones con Espafia, 248,
Compaiiía de Virginia, 68, 163, 249, 252, 272-275, 279.
chinos, armas de fuego de los; 170 distinción entre comercio y 165,222
Chipre, 309, 312 conquista, 82, 153, 15-! Véanse también mestizos; patria
comunicadó11 a larga distancia, Créquy, mariscal de, 139
ciencia, crecimiento de la, 148, 149 y evangelización, 159, 201, 203- 233
Ciilq-Mars, conspiración, 116 206, 221-225, 262, 263 Creta, 303-305, 308, 309, 312:
conquista)' asentamiento, 159, 203 pincura de iconos, 306, 307
civilidad, como condición previa impacto demográfico: Consejo ele Indias, 74, 75
para la evangelización, 206, 207, sobre la metrópoli, 70, 172, cristiandad y Europa, 2 J, I ~7. l :18
l.onslancinopla, caída de (1453), cristianismo:
224,225 173, 216 303,304
Clavijero, Francisco Javier (Historia sobre los pueblos indígenas, y evangelización, 159, 201, 204,
Contrarreforma, 144, 309-311, 317, 205, 222-225, 262-264
antigua de México), 2,74 76,83, 172, 173 321, 325:
Clemente X, papa, 248 financiación, 174, 175 principio de la humanidad de
y patronazgo cultural o
clientela, sistema de, 111, 231 del interior de Norteamérica· por todos los pueblos, 257, 258.
mecenazgo, 344, 346. Vifanse también Iglesia cacólica
clima, teoría del efecto sobre el Estados Unidos, 285-287 \léanse lambii:u Iglesia católica romana; protestantismo
temperamento, 264-270. métodos, G7, 71 romana; Inquisición Cromwdl, Oliver:
Véase también meteorología «ten-eno intermedio», y contrato en el mundo hisp1inico, y Escocia, 4 7
Clovio, Giulio; pintor, 309 desarrollo del, ~20, 221 lcoría dd, 128, 238, 239, 274 WestemDesign (1655), 59, 74
Cochabamba (Perú), rebelión colonos: conversos, 321. Wase también judíos Cuba, 277, 282, 2Y9
mestiza ( 1730), 238 cartas de, 180, 209, 272. corsarios, 67, 308 culmra barroca, 108, 145, 195
códigos legales: Véase también asentamiento; cone. Véase cultura cortesana
para América, 221, 226, 227, 240, criollos culc11ra corcesa11a, 39, •W, 108, l ·l~.
Cortes de C<icliz (1810), 253, 288- 143, 327-353:
241 Colón, Cristóbal, 158, 159. 184, 2H0, 298
artificiosidad, 349, 351, 352
Recopilación de las leyes de 212,239,256,257,264 corres de Castilla, 126-129, 238. banquetes, 339
Indias (1680), 235 color de la piel, actitud ante, 212, Véase también instituciones cifras relativas a la corte, 328, 32H
Siete Partidas, 239 257,258,263,264 represen ta ti vas cosmopolitismo, 346, 34 7
Coen,Jean Pieterszoon, 176 comercio: Cortés, Hcmán: críticas, 352
Coerbergher, Wenzel (arquitecto), e imperio, 82, 153 Cartas de relación, 206, 256 discurso contemporáneo sobre
337 en la.península Ibérica, 157 ... ; conquista de México (1510~
. .: ella,327,328
Cokayne, George, 175 rivalidades, 148, 176, 177 . · · .. • 1521), 153, 159, 160, 172,239,
Coke: sirJohn, 65 valor de, 76, 77. ..
. ' . ,.~ ·:· 246,256
espa11ola, 61, 144, 328, 332-334,
339,340
Coke, Roger, 76 Véase también compañías plantaciones de azúcar,167 francesa, 141-1-14, 327
Colombia. Véase Nueva Granada mercantiles Cortés, Martín (Breve compendio de funcionarios palaciegos, 334,
colonias: compañías mercantiles y ... \ la esfera y del arte de navegar), 66 335,365
administración española, 161 asentamientos, 163, 176-178 : Covarrubias, Antonio de, 323, 324' imperial, 39, 144, 145
efecto de las reformas Compañía de la Bahía ele · · · ..,,:;) Covarrnbias, Diego de, 323
Massachusetts, 165 . , •e::;·, inglesa, 61, 327, 331, 337-339,
borbónicas sobre ellas, 279 Crashmv, Richard, 60 352,353
~
f
( 'I j
~1
E.wAri:A. E1rR1.>l'A v t:I. MUNllU m: ut.rRAMAR ÍNlllCt: ANAl.ÍTIC:O

(
)'patronazgo cul1ural o Donne,john, 20 n., 60
l lfatronos españoles, 3:!2, 323 Escocia:
{ "\ mecenazgo, 342-346 Doran tes ele Carranza, fülltasar en Roma, 309-312 aspiraciones en ultramar, 42
( pintores cortesanos, 347-3·19, ( Su.mmia relación de la!i r.osas de la ¡ en Toledo, 314 y Carlos 11 Estuardo, 50
.\ !
352,353 Nuevafü/m1in), 272 ¡ en Venecia, 305-31 O revuelta contra Carlos I, 46, 47
t: similitudes entre las cortes, 331- drama: " Vist"-.V jJ/rmo dr Toledo, :H 9 unión con Inglaterra, 33, 35, 44,
{ 334 e ilusión, 349, 351, 3!18, 359 1 Elias, Norbert, 142 50-52, 64, 279, 280
1
virreinal, 2<11, 242 jacobeo,58,349 élile~: Escorial, El, 61, 62, 313-315, 352
(
vuelta a la paz, efecto de, 338, 339 patronazgo cultural o criollas, 284-250, 252, 279, 280, Espa1ia:
( mecenazgo, 365, 369 296 comparación con la colonización
( Davenant, Charles, 7·1 religioso (autos sacramentales), 1
j
espaiioh1s, su opinión del poder británica, 80-84, 201-229
Davies, sirjohn, 69 358 f cspailol. 195-197 comparación con Francia, 115,
( \ \
decadencia moral y riqueza, 189, provinciales, 38, ~9. 52, 243 116, 125-129
{ 198-200 Eburne, Richard (¡\ Plain Pathwa~y yv;ilidos.110, 116, 120-123. y concepto de Hispania, 39
1
( Defoe, Daniel (A Plan of the Englülz to Plantnlions), 70 ( Véa.fe también nobleza conciencia de decadencia, 72-75

{
Commerce), 77 economía: '
1
1
Elliott,J. H.: y consejos d~ estado, 37, 194, 241
degeneración, 265-267: comerc'io y colonias, 77, 82, 282 [ La Eum/m dividida, 97 Constitución (1812), 288-290,'
{ miedo a ella, 212, 213, 229, 270 costes de guerra, 51 , 94, 95 l.n rebelión de ln.'i r.n.tnla11es, 94-96, 294
derecho internacional, 133 n.1 depresión del siglo xvii, 46, 89, J02 Cortes de Cádiz {1810), 28S.:290,
(
derechos: 94 «R:volución y continuidad», 94, 298
{ individuales, 296 finanzas de la corona espa1iola, 97, 10!1 costes
( de propiedad y conc::cplos de las 198,352,356 l~'l 11irjo y d nuevo mundn, 256 ele la defensa imperial, 198, 278
tierras conquistadas, 166-168 plata y precios, 189, 190, 356 emig:·ación, 83, 204: de guerra, 115, 278
(
provinciales, 48 relaciones entre Gran Breta11a y espaliolél, 180, 181, 23íi decadencia económica, 80, 192,
~ para los pueblos indígenas, 226- Norteamérica, 282, 283. enfermedades: 193
( 228, 296 en las repúblicas americanas, 297 factor en las conquistas, 172, 173, desilusión con el imperio, 187-196
tierras indias, 166-168, 203, 204, Eden, Richard {traducción del 216, 2J 7. excepcionalismo, 20-22
( 296 Brcue compendio de la e~fera .'V tlel arte Véase /.amhié.n viruela y expansión en ultramar, 158-162
( Descartes, René. Véa.femecanicismo de navegar), 66, 67 Enrique, príncipe de Gales (m. y expulsión de los moriscos, 69, ·
« cartesiano
descubrimiento, viajes de, 153, 154
Edicto de Nantes, revocación
(lfi85), 136, 147
1612), 3H
Enrique VII, rey ele Inglaterra, 332
319,357
fascinación inglesa con, 59, 61
{ diablo en América, el, 224, 263 t:;jércitos, control del estado sobre Enriquela .l\laría, reina, 346 guerra
( disimulación, 108, 109 ellos, 140. Vi!asc lambir.n guerra escepticismo, crecimiento del, 148 contra Estados Unidos (1898),
diversidad, aceptación ele: El Greco {Doménikos esclavitud: 299
(
en la Monarquía hispánica, 34- Theotokópoulos), 303-325: natural, 2hl , contra Francia, 136, 372, 375

'
(
{,
36, 43, 44, 235, 236
en el Nuevo Mundo, 258, 259,
261,262
Adomr.i<ín del Sanlísimn Nnmbrr. d1•
Jesú.'i, 314, 315
Antonio de Covamtbia!i, 324
prohibida por las Leyes Nuevas
{1542). 221
esclavos:
contra Inglaterra {1588-1604),
57,338,356
contra Inglaterra (1625-1630) .•
Dobb, tvlaurice, 88 El ex/Jolio de C1isto, 315, 320 africanos. 158, 164, 168, 218, 225 73, 371.

'
(
(
Don Quijote {traducido por Thomas
Shelton), 60
en Madrid,·313, 314
1\tlartirio ti.e sn.n Mauricin, 314, 318
indios americanos como, 22i,
225
Véanse también Castilla;
Monarquía española

'lO(l
t_
1/
(
EsPAÑA, EUROrA Y EL MUNUU DE ULntA.\IAJt
ÍNl>ICl:: ANA1.h1CO

hegemonía de (entre las décadas del britinico, 278-281, 283 Guerra ele Independencia de favoritos. Véasevalidos
de 1550y1650). 64, 72, 78, del español, 50, 51, 251, 252, Estados Unidos, 280, 293, 294 federalismo, 32, 286, 287
316,317,357 279. intervencionismo en Federico Guillermo, Gran Elector
e impacto del imperio, 179-200 véase también Nueva Planea
imperio americano, pérdida de,
,
en Europa, 29-54
Hispanoaméiica, 299 de Prusia-Brandeburgo, 147
tratado comercial con Gran Felipe 11, rey de Espaiia, 313:
277,281,288,290,292,297, e intervención extranjera, riesgo Bretaña ( 1794), 282, 283 y las alterac~ones de Aragón
298 de,41,51 estados-nación, 20: (1591), 43
e imperio otomano, 308, 309, medios de integración, 36-39 e identidad colectiva, 31, 33 bancarrota (1597), 190
312 políticas de unificación, •13-l7, y Paz de Westfalia, 133-136 cultura cortesana, 333, 339
incentivos para conquistar y 64,65 sistema europeo de, 29, 30, 51, 298 y el desafío protestante, 57, 237,
coloni2.ar, 160, 161, 180 y principio acque p1int:ipalitet~ 34- }'surgimiento del nacionalismo, 312,317
influencia cultural, 59-62, 144, 36, 47, 52, 2:~4 53 e Inglaterra, 57
310 y rebeliones, 50, 51 Europa: e Islam, 312
misión imperi~l, 186, 187 secesiones, 51, 52 concepto de, 29 y Lepanto, 311, 312
política de colonización, 69, 80- viabilidad a largo plazo, 38, -lO, cliversiclacl en, '10, 84 y .Madrid como capital, 240, 31-1,
83, 164-169 52. y cristiandad, 21, 137, 138 329
posesiones europeas, pérdida de, Véase también monarquía y equilihdo ele poder, 149, 150 muerte ( 1598), 339, 355
80,81,233 estados: expansión en ultramar, 15,1, 157, yelpapado,310,311
potencia militar, 71, 72 debate sobre las fuences de 158. Véase también colonización y rebelión morisca en Granada,
programa de regeneración poder, 66 monarquías compuestas, 29-54 309
moral, 198, 199 y dinámica de cambio, 84, 85 Paz de Westfalia y efecto sobre la Felipe III, rey de Espaii.a, 80, 121,
reorganización borbónica y fom1as de unión con nuevas identidad colectiva, 137 338,339,345,355:
(Nueva Planea; 1707-1716), 50, adquisiciones, 33-37 sistema de escaclos competitivo, y el duque de Lerma, 342, 343, 356
251 y fuerza militar, 139, 1'10, 233 ·18 expulsión de los moriscos, 69,
relaciones con Inglaterra, 55-85 organización racional, 148 y la "teoría de la crisis general» ~19,357
y reputación, 196, 357 «superestados,,, 31 (década de 1640), 87-112 muerte (1621), 36·1
revolución liberal (1820), ~91 estados bálticos, hostilidades, 136 Extre111adura, 155, 236 Felipe l\T., rey de España, 80, 120,
Unión de Armas, 65 Estados Unidos de América: 372,373,375,378,379:
y unión de estados Artículos de la Confederación Faisanes (1660), encuentro de la biblioteca privada, 366
constituyentes,34,39,50,51 (1777),285 isla de los. \léase Paz de los y carencia de heredero varón,
español (lengua), 59, 60 Convención Constitucional .. ; Pirineos (1659) 374,375
Española, La, 159,212,264,265 (1787), 285 Famagusta, asedio turco ele, 309 y cacalanes, 232
españole~ en Roma, 310, 311 Declaración de la Independencia: familia. \léase redes familiares y gobierno persorial, 111, 120-122
.. estado compuesto» (monarquía): (1776), 284, 288 Fanshaw, sir Richard (misión a patronazgo cultural o
comparación con los estados- establecimienLo de la repúblicé\ Esparia y Portugal), 74 mecenazgo, 270, 351, 352, 364-
nación, 51 federal, 284-288, 294 Farnesio, cardenal Alejandro 366
concepto de, 31-47, 102, 103 e imperio, 286, 287, 299 . >· , (patrono de El Greco), 309-312, reformas, 199
confonnidad en él, 51, 52 y la guerra (1812), 287 1 •1. • 31-1 ritual cortesano, 61, 144, 353.
contigüidad, 32·31, 51 guerra contra España (1898),·n faLalismo, en el Consejo de Estado Véanse también Olivares, conde-
crisis en el siglo ~Vm 299 espariol, 196 duque de; «Rey Planeta»
f
(.

(l
(
E~•·AÑ,\, l~lllUll'A \'El. MUNl>O Uf. u1:rRAMAR

Felipe Próspero, príncipe, 374, 377 aspiraciones en las Américas, globo terrárpteo, imagen del, 182,
ÍNUICE ANALÍTIO J

pérdida del imperio americano.


{ ~ Feria, segundo duque de, 339 161,162 183 2i7, 280-282
(' t Fernándcz de Oviedo, Gonzalo,
167, 257, 259, 260:
burocracia, 12i, 128
comparación con Espaila, 115,
Goa, ponugueses en, 169
Gómara, Francisco López de, 167,
poderes de los gobiernos
coloniales, 227, 228
( 1 t ffütoria general y natural de las 125-128 204, 263: reconstmcción del imperio, 283,
( f Indias, 183 y la Fronda, 94, 114, 115, 125, 129 sobre Ja conquista ele l\léxico, 67 284

( { Fcrnándcz de Ribera, Rodrigo (Los


a11te<dos de mejor vista), 380
guerra con Espalla (H>35-1659),
136, 141,372,375
fli.'itoria gmeml de las buUas, 258
Gómez de i\fora,Juan, 335, 341.
Revolución Gloriosa y acuerdo
protestante (1688-1689), 50, 279.
(: f Fernando II el Católico, rey ele minoría de Luis XIV, 125 Véase también Mora, Frnncisco de Véanse también Escocia;
( 1. Aragón: moneda, estabilidad de la, 117 Gonclomar. conde ele (embajador 1nglaterra; Irlanda
y conquista ele Navarra, 34 nobleza, 121. espaiiol t~n Inglaterra). 56-58, 78- Gran Compañía catalana, 154
{

•'
y expansión en ultramar, 161, Véase también Revolución 80 Granada, rebelión morisca (1568-
185,208 Francesa Góngora, Luis de, 367, 368: 1570), 309, 319
( t ideas sobre el matrimonio Francisco l, rey de Francia, 162 Soledades. 194 Gray, Robert (A Good Speed to
interracial, 208. Franklin, Benjamin, 280 González de Cellorigo, .f\lartín, 195: Virginia), 166, 203
{
t
(
'
f
Véase también Isabel 1 la Católica,
reina de Castilla
Fernando II, emperador, 45
Frederickson, George, 225
Fronda, la, 94, 114, 125, 129
fronteras:
sobre la 11aturaleza de la riqueza,
192
«Memorial de la política
Grecia, Gran CÓmpañía catalana
en, 154
Greene, Giles, 104
Greene,Jack P., 96
Fernando 111, emperador, 1 !4 1
y conceplo <le patria, 24 7, 248, necesaria ... '" HJO
{' Fernando VII, rey de Espatia: 292-294 Gracián, Baltasar (Oráculo), 143, Groenlandia, 154
(· abdicación forzada ( 1808), 288 creación de, 21 'l 355,380 Guadalupe, Virgen de, 248
restauración de (1814), 290 de exclusión y de inclusión, Gramont, mariscal de, 3i5 guerra:
( \ Filipinas, 277, 282, W~) 215 Gran Brcta1"ta: cambios, 79, 80
{ \ ( filosofía. Véase sistemas filosóficos y colonización espariola, 201-229 con troles sobre la manera de
( ~ financiación de la coloniznción gé1celas. Véase pel'i6dicos y consejos de estado, 37, 74, 75 llevarla a cabo, 149, 150

~
(cstatalyprh•acla), 174, 175 García, Gregorio, 2fi2, ~fü) y costes ck la clefensa imperial, 278 costes, 51, 95, 99, 115, 138, 278
t fiscalidacl real, 115, 127, 242, 243 01igm de los indios dr.l Nueoo y guerra ( 1812) contra Estados efecto del acuerdo de Westfalia
( fisiología de los indios, 265 Mundo, 268 Unidos, 287 sobre, 136, 137
Flandes, 49, 233. García de Castro, Lope e indios, 202, 213, 214, 216-221 efectos sociales de, 139, 140
(
\léase también Países B<uos (gobernador de Perü), 266 y mauimonio inlenacial con tratados españoles sobre, 72
~ españoles Garcilaso ele la Vega, el Inca, 183, poblaciones nati\'as, 209-211, Guerra Civil española (1936-1939),
.: florentinos, banqueros, 174
Florio,John (traduclor de.Jacqucs
248:
Hütorin grwwl del PerlÍ, 199
213
monar<ruía de Carlos l.
18, 103
Guerra Civil inglesa (1642-1649),
( Cartier sobre sus vi<~jcs al Gasea, Pedro de la, 236 descrédito, 131, 132 92,94, 102, 103, 114:
( Canadá), 205 Génova, 192 y monarquía parlamentaria, ~79, condiciones previas para su
( Forster, Robert, 96 genoveses, 157, 174, 191, 192 280 estallido, 115, 117, 118
Fouquet, Nicholas, 141, 142 Gentileschi, Orazio, 348 nar·iralcnt ele la unit1n. 39, 103, factores religiosos, 118
( frailes. l'éaseórdenes religiosas Gcrhi, Antoncllo. 273 279,WO ( ;uerra de Independencia
{ Francia, 32, 48, 49, 139: Gerbier, Balthasar, 346 órdenes del consejo (década de estadounidense (1775-1783),
ac;cntamientosen la India, 177, 178 Gilbert, sir Humphrey, ó7, 163 1780),282 281, 293:
~
<i
(.
_,)
\)
l
. }

EsPAÑA, EUROPA Y l::L MUNDO oi,: ULTRAMAR ÍNDICt-: ANAÜfll:O


}

comparada con las guerras de Hemández, Barcolomé, 262


l
europea,137 imperio otomano, 233:
emancipación Herwarth, Barthélemy, 139 nacional, 32, 33, 40, 245. expansión, 157 J
hispanoamericanas, 2~3, 294 Hexter,Jack, 93 Véase también patria y Lepanto, derrota en, 311, 312 ·_}
.uerra de los Siete Años ( 1756- Hill, Christopher, 88 Iglesia católica romana: como moddo, 84 }
1763), 274, 278 Hirschmanli, Alben (Exit, Voice and y cultura barroca, 145, 146 y el mundo mediterráneo, 303,
.uerra de los Treinta Años (1618- Loyalty) , 181 e idemidad nacional, 41 304 l
1648), 99, 108, 133, 135, 358, 371: Hispania, 39 Iglesia y corona en América, 241, sitio de Viena (1683), 137
intensidad del conflicto, 137, 138
uerra de Sucesión española
(1701-1713/1714),49,81,136
hispanistas, 19
historia natural americana, 258-
26G, 273, 274
296.
l'éanse también Contrarreforma;
Inquisición
y Venecia, 308, 309, 311, 312
incas. Véase imperio inca
India:
'
)
}
0uerra del Rey Felipe (1675-1676), historiografía: Ilustración, 135, 273, 284: y aimas europeas, Hi9, 170 }
218,227 escuela de los Anuales, 88, 91, 102 pre-Ilustración, 149 Compañía de las Indias
uerra entre Estados Unidos y espa11ola, J 8, 19 imaginería e ilusión, 358, 359 Orientales, 177, 178 }
México (1846-1848), 229 historia del arte, 25 imperialismo como codicia, 187- conquistas portuguesas en, 155, )
uerraPequot (1636-1637), 218, 227 historia comparada, 22, 100, 1011 190 157,169,170
marxista, 88 ·
)
.aerras napoleónicas, 283, 286 impeiio: imp~rio británico en, 282, 284
uevara, fray Antonio de: . narrativa, 102 adquisición, 42, 153-178 <eindianos», 180 )
El villano delDanubio, 188 revisionista, 102 áreas de los imperios amelicanos Indias. Véase América española )
Menosprecio de corte y alabanza de tendencias contemporáneas, 19, español y británico, 291, 292 indios algonquinos
aldea, 327 105-108, 277, 278 ascenso y caída, 72, 73, 277-279, (Norteamérica), 220 )
uicciardini, Francesco, 33: teoría de la crisis general 283,284,287,288,291,292, indios americanos: )
Histmia de Italia, 366 (década de 1640), 87-116 298,299 aculturación a la guerra europea,
)
uillermo el Taciturno, 237 Hobsbawm, Eric, 87-94, 98, 106 y concepto de expansión en 171, 219
uzmán, familia, 122 Hohenzollern. Véase monarquía Occicleme, 184 colaboración con los }
uzmán, Pedro de, 190 Hohenzollern deba Le sobre su valor, 73, 76, 187- conquistadores, 172 · }
honor. Véase reputación 196 color de la piel, 212, 257, 258,
absburgo. Véase monarquía Hopton, sir Arthur, 348 espaüol. Véanse América 263,264 )
Habsburgo Huarte de Sanjuan,Juan (Exa111eu española; Monarquía española comparados con los antiguos )
aklúyt, Richard (eljoven), 66, de ingenios) 1 267, 268 ideología inglesa cid, 77, 82 britanos, 20 l, 208
)
204, 205: hugonotes, 146, 147 como misión sagrada, 186 187,
1 concaccos culturales con, 219-225
Discourse of Western Planting, 71 Humboldt, Alexandcr von, 278 197,222 derechos legales, 227, 228, 296 )
y expansión en ultramar, 67, 68, Hume, David ( OJNatio-'llal Imperio, Sacro Romano. Véase diversidad entre ellos, 261, 262
191
.un burgo, ~elebración de la Paz
de Westfalia, 135
Characters), 203, 228
Hungría:
y Austria, 37, 53
Sacro Imperio Romano
impelio azteca:
naturaleza, 172,215
evangelización, 159, 201, 205,
222-225, 262-264
como inferiores, 206, 227, 261,
'
j
j
amilton, Earlj., 179 reconquistada a los turcos, 49 conquista espa1iola 169-171 263
aro, don Luis de, 122, 123, 125, imperio inca:
1

-interés etnográfico español por,


J
126, 131, 141,373,374 iconos p!;>rtátiles, 30.5, 306, 307 legado, 250 224,261,262 j
émery (banquero), Particelli identidad conquista espaiiola, 160, 170, como mano de obra, 71, 157, j
d',127 criolla, 272, 273 171,215 160,164,168,218,225
j
j
)
E."rAN.\, E11Rnl'A v r.1. MUNOO oF. IJl.1'RAMAR ÍNl>ICE ANAJ.ITIC".0

opiniones españolas sobre, 201, y relaciones exteriores Véase tambiénAJberto e Isabel. juntas:
257,261,262 con España, 55-85 archiduques como expresión de
la voluntad
relaciones inglesas con, 70, 71, con las Provincias Unidas, 73 Islam, guerra santa contra el, 156, popular, 288
202, 205, 213, 215-221, 228. como «sociedad de conquista>•, 308,309,312 como órganos de gobierno, 121,
\/éase lm11bién matrimonio 162 Islandia, 154 122
mixto (interracial) unión con Escocia, 33, 35, 44, 64, Israel,Jonathan, 99
tratamiento espariol de, 58, 59, 202, 279, 280. Italia: I<almar, Uni<ln de, 32, 51
217, 218, 221, 222 Virase. también Gran Bretaria mercaderes, 15 7 !<amen, Henry (El siglo de hierro),
indios apaches (Norteamérica), Inocencio X, papa, 134 posesiones espa1iolas, 38, 233, 91
219 Inquisición, 58, 2~~(). 316, =n 7. 319 241, 245 Kilkenny, Estatutos de (1366), 210,
indios araucanos (Chile), lil, 214, instituciones representativas: y Sevilla, 359, 360. 211
220 asambleas coloniales, 280, 283, l'éame también f\rilán; Nílpoles; Knox, Henry, 202, 203, 228
indios chichimecas (México), l i L 28-1,294,295 Sicilia Koenigsberger, H. G., 32, 96, 97,
174,214 conservnción en estados Iwrbide, Agustín de, 292 102, 105
indios iroqueses (Norteamérica), subordinados, 35 Kossmann, E. H., 94, 98
171, 220 poderes ele, 125-130. .Jacobo VI y I, 33, 345:
indios pcquot (Norteamérica), 171 Véanse tm1úJién cortes de Castilla; y patronazgo, 342 La Fontaine, (Fábulas), 188
inestabilidad: parlamento; Parlemcnt de París y unión anglo-escocesa, 44, 45 La Popeliniere, Lancelot Voisin,
inherente a sociedades. 97 Irlanda, 32: vida cortesana, :137, 339 señorde, 155,158,178
en nuevas repúblicas, 297 UnionAr:t (1801), 216 l
1
Jamestown, fundación de, 67, 6R, L.'ldurie, Emmanuel Le Roy, 26
infomrnción: catolicismo, 41 i 163,205 Lane, Ralph, 163
'1
y comunicación, 233 levantamiento patriota, 283 Japón, adquisición ele annas Laslett, Peter, 90, 91
difusión de, 104, 137, 328 y matrimonio mixto, 210, 211 europeas, 170 lealtad, 231-253:
Inglaterra: como modelo para la 1 .Jcfferson, Thomas, 273, 286, 287 en Castilla, 123, 124, 131
yEspmia colonización americana, l 62, i
1
Jerónimo, san, 184 a la comunidad, 38-40, 231
emulación del imperio 163,205,206 .Jerusalén, reconstrucción del a la corona española, 232, 233,
1
espaiiol, fifi-69, 204, 205 ocupación y subyugación, 37, 50, 1
t
lemplo ele Salomón, 62, 63 237,238,298
fascinación con, 58-65 53,69, 70 1
jesuitas, 222, 310 redes, 328
ideas negathas de, 58, 75-79 opiniones inglesas de, 162, 163 1 Jorge Jll, rey de Inglaterra, 281, y monarquías compuestas, 38,
opinión sobre el estado
compuesto espariol, 64, 65
parlamento, 280, 283
iroqueses. Véase indios iroqueses
lr
1
287
judíos:
39, 109,233
y validos, 11 O, 111
guerras Isabel 1, reina de Inglaterra, 59, 60, ! conversos, 32 l. ~i78 Leganés, marqués de, 139, 346
i
contra Esparia (1!'188-1604).
57,356
163,339
Isabel 1 la Católica, reina ele
i! discriminación contra, 137
legislación contra, 14 7 f
lengua:
en las Américas, 222, 261
¡
contra Espai'ta (1625-1630), 73 Castilla, 212, 264 ~ readmisi6B, 1'17 de los criollos, 272
1
identidad nacional, 41 Isabel de Borbón, reina de Esparia, 1 Juan de Ausfria, don, 309, 311, 312 León Pinelo, Antonio, 269
1
eirlanda,32,33,37,50,69,70, 374 1· .Johnson, Robert (Noua B1ilarmia), Leopoldo I, emperador, 49, 53,
162, 163,283 Isabel Clara Eugenia, infanta . 1· 70,83,205,207 144:
primeras colonias americanas, (archiduquesa). 333, 344, 347- Jones, Inigo, G2 n.20, 337, 343 y expulsión de los judíos, 147
67, 68, 162-165 349. 1 José 11, emperador, 53 y fin de los validos, 111, 141
j
¡
1
¡
)
l
l

312,313,314,316
F.sPAÑA, EUROPA Y u. MllNllO

Lepanto, balalla de (1571), 311,


m: Ul.TRAt.IAR

Loui, Cosimo, 351


Lublin, Unión de (1569), 40
t>.fanning, Brian, 92
Mantua, coree cid duque de, 327
ÍNIJICE ANAl.hºICO

Matienzo,Juan de, 18(), 187, 207:


Gobierno del Perú, 18 7
'
)
l
Lerma, Francisco Gómez de Lublinskaya, A. D. (Frenclt t\fanud I, rey de Portugal, 161 matrimonio mixto (interracial): ~
Sandoval y Rojas, duque de, 80, Absolutism), 98 Manuel Filiberto, duque de Saboy<i, actitud espai1ola, 208-210, 221
)
341-344, 356-358: Luis XIII, /.ey de Francia, 32, 44, 36 y cohabitación, 208, ~10-212
y corte de Valladolid, 335 327, 372: .Maquiavdo, Nicolás (El príncipe), y miedo a h1 dege11eración, 212, )
caída del poder, 364 muerte (1643), 117, 125 33,35 213 )
letrados, jerarquía de, 121, 128, Luis XIV, rey de Francia, 48, 49, Maravall,José Antonio (La cultura opiniones británicas, 209-211.
235 352,353,375,379: del Barroco) , l 08 \léase también mestizos )
ley natural, influencia, 91 corte, 141-144 l\fargarita, infanta, 374, 376 mayordomo mayor, 334 }
Leyenda Negra, 58 y fin de los validos, 111, 141, 1-12 l\faría, infanta, 58, 338, 366 Mazarino, cardenal, 121, 125, 131,
)
Leyes Nuevas (1542), 221, 240. minoría de edad, 125 l\faría I Tuclor, reina de Inglaterra, 141, 142
Véase también códigos legales poder, 131, 132 57, 78: mecanicismo cartesiano, 148 )
liberalismo, 288-291, 299 revocación del Edicto de Nan Les matrimonio con Felipe Il, rey de mecenazgo. Véasepatro1iazgo )
Liga Santa (1571), 309, 311, 314, (1685), 136 Espaila,66 Médicis, 1\-laría de. Véase María
315 Luisiana, compra de {1803), 286 Maria ele Hungría, gobernadora de de Méclids )
.. limpieza de sangre», estatutos de, lus Paises Bajos, 329 Medina-Sidonia, duqut: de, 339: )
321 Madeira, colonizadón de, 154 María ele Médicis, reina madre y conspiración ( 16.J: 1) , 118
rcgenLe, 327
)
Lipsio,Justo, 21, 45, 189, 196 Madison,James, 285, 286 Medinaceli, duque de, 119
Lisón y Biedma, Mateo de, 128 Madrid: .María Teresa, infanta y reina de Mediterráneo. l'éasemundo )
literatura, 108, 109:' Alcázar, 328, 330, 335, 337, 352, Francia, 352, 37'1, 375, 379 mediterráneo )
traducciones del español, 58-69, 365,369 Mariana de Austria, reina de mejoramiento, doctrina del, 167
66,67 Buen Retiro, 25, 110, 141, 335, Espaiia,352,374 Mena, Andrés de, 120, 121 )
Locke,John, 76, 82, 255 - 348,349,369,370,372,374 l\fariana,Jua11 de, 190, 192, 238: mentalités, historia de las, 102, 106 )
Londres: comparado con París, 119 Historia gmeral ele t.Spaiia, 191 mercaderes, 157, 194, 236, 290
}
Banqueting House, 337, 347, corte real, establecimientu .Marillac, tvlichd ele (canciller de Mercado, To1mis ele, 18~
348,351 pennanente de Ja, 240, 241, Francia), 46 mercantil. Véanse comercio; )
población, 330 314,327,329,335,340 Manínt""z de Mata, Francisco, 192 compai1ías mercantiles )
riqueza, 79 orden público, 118, 119 .M~inir dt' Anglería, Pedro Merriman, R. B. (Six
Whitehall, 62, 328, 330, 335, 337, Plaza Mayor, 34 J (Dt!t:adas), 67, 204 Conte111/mrtmeu1ts Revolutions), 8Y, )
338 población, 329 l\larx, Karl, 91 103, 104 )
López, padre Luis, 265 Prado de Sanjerónimo, 331 marxismo, 88-91 mestizos,209, 221, 226, 263, 271.
L.ópez de yelasco,Juan, 212, 263: Magreb: Massach useus: Véase tambiéu matrimonio mixto J
Geografía y descripción universal de intentos de conquista en, 157, 158 r~bdión de Shay, 294 (interracial) )
las Indias, 266 intereses otomanos en, 308, 309 relaciones emre ingleses e meteorología, 107 j
López Madera, Gregorio, 232 Maíno,Juan Bautista (La . indios, 209. Metz, propiedad de pinturas, 145
López Medel, Tomás (De los tres recuperación de Bahía, pintura), . \léase también Compañía de la mexkas, opiniones sobre los, 206, j
elementos), 259, 263 141,142 Bahía de Massachusetts 250 j
Lorenzana, Francisco Antonio Malta, asedio turc~ de, 309 matenuí.ticas, 148, 363 México (Nueva Espaiia), 261:
j
(arzobispo de M~~dco), 275 Malvezzi, Virgilio, 121 Mathcr, Cotton, 270 cifras de la población
j
j
1) /
(

( '

(
E.•wA~A. Et 1Rol'A \' 1::1. MUNl>O ot: u1:rKAMAR Í NOIC:I:'. ANALÍTICO
(
indígena, 173, 216 abdicaciones forzadas ( 1808), Mosco\.ia. \ í?aseCon1pallía de Newport, capitán Christopher,
(.
conquista, 67, 153, 172 288,293,295 Moscovia 165
(, desarrollo de la patria, 2,17 monarquía espai1ola: MoLolinía, fray Torihio, 224 Newton, Isaac (Principia), 149
(l frailes españoles en, 223 concepto orgánico de, 237-240 Mousnier, Roland, 87, 94. 96, 101: nobleza:
frontera septentrional, 21 ~1, 219 con.sc111ación de, 196-198 Los siglos S\7)' XVII, 91 endeudamiento, 339, 341
(,
imperio de Moctczuma, 160, 165 diversidad, aceptación de la, 34- mujeres, como colonos, 208 y 11uevos ricos, 139
( 1
independencia (1821 ), 291, 296 36, 43, 44, 235 mundo mediterráneo, 303-325 y patronazgo cultural o
( indios chichimecas, 171, 174, 214 lealtad a la corona, 231-233, 237, musulmanes: mecenazgo, 343, 344, 353
mestizaje cultural, 211 238,298 influencia andalusí en España, 210 redes, 111, 122, 342, 343
( 1
virreinato de Nueva Espa11a, 180 supervivencia, 237 mcxica er¡uiparados a moros, relaciones con la monarquía,
( t yacimientos de plata, 71, 160, 161 tensiones interiores, 42, '43, 45, 206,257 119-123,139, 143,242,243
México (ciudad), 2·17, 250 50,51 Mu 1, Vicente (¡.;{ /ninci/1r. m la guerra traslado a las ciudades, 329-331,
( ' Middleton, Thomas (A Game al monarquía Habsburgo: y en la /mz), 232 340, 341.
( 1
ChesJ), 58 y derechos provinciales, 48 Vénse también élites
( ' Milán, 38, 197 como estado compuesto, 32, 35, nacionalismo, 53, 290: Nonnandía, disidencia en, 117
( 1 Mínguez Cornelles, Víctor, 241 251,252 orígenes, 244, 293 Norteamérica:
Minsheu,John (libros para Monarquía hispánica. Véase y pat1iotismo hispanoamericano, asambleas coloniales, 280
(
aprender espailol), 60 monarquía española 247-250, 253 colonos, 270
( misiones cristianas, 221-224 monarquía Hohenzollern: religioso, ·H cifras de la pobl~ción indígena,
( misúcismo, 321 Prusia-Brandeburgo, 32 Napoleón: 172, 173, 216, 217.
Moctezuma, 215: monarquía universal, 31: y Ja invasi1)11 de Espaila, 298 VéasP. también Canadá; Estados
( ¡
imperio mexica, 160, 165 y España, 66, 71, 74, 233, 316 y el nuevo imperio, 277 Unidos; indios; Virginia
( 1 Módcna, duque de, 370 y Francia, 74 y la península Ibérica, 288 Nou.ingham, Charles Howard,
Molucas, 176 Moneada, Sancho de, 193, 195: Nápole~. reino de, 34 y n.15, 233: conde ele, 60, 338
( ' monarquía: Restauración política de faj1min., 195 élites pro\'inciales, 38, 243 Nueva España, virreinato de. Véase
( ' y absentismo real, 37, 38, 51, 102, moneda, importancia de su revuelta ( 1647-1648), 38 n.23, México
l ' 108,240,241 estabilidad, 114, 117 104, 123,243,374 Nueva Granada, 297:
( 1
acceso a la soberanía, 333 Montesclaros,Juan Mendoza y naturaleza rebelión de los comuneros
carácter sagrado de, 107, 108, 235 Luna, tercer marqués ele, 236 concepto aristotélico de, 261, (1781), 250, 278
<.. 1 en la Europa moderna, 35, 36, Montesquieu, barón de, 273, 284 267,269 Nueva Inglaterra, colonos
l' 107, 143,233,234 Moole, Lloyd, 100 y Leo ría del ·clima, 264-270 puritanos, 213
imaginería, 108, 242. Véase Mora, Francisco de (arquitecto), 335. Navarra, 34, 234, 251 Nueva Planta, decretos de ( 1709-
<.. 1
también ce Rey Planeta». Véasetmubi.énGómezde Mora,Jua11 na\'egación: 1716)' 50, 251
(.._
Véanse también cultura cortesana; moriscos, expulsión ele la península instrucción cspaiiola para Núiiez ele Castro, Alonso (Sólo
l' estado compuesto; validos Ibéric~69,319,321,357 marineros, 66. · Mad1id e.s corte), 352
monarquía austro-húngara, 30 moros. \léase musulmanes Véase también potencia naval
l' monarquía Borbón en Espaila, 50, l\forton, conde de, 65 Navigalirm At"ls (leyes de oligarquía, consolidación de Ja, 243
l' 190, 298: Monon, Thomas, 206: navegación inglesas), 81 Olivares, Gaspar de Guzmán,
l' y cambio en la naturaleza del asentamiento ele Ma-re Mount, Newhurgh, conspiración de conde-duque de, 24, 25, 141,
estado, 252, 273-275, 279, 296 213 (1783)' 29-l 142, 196, 197, 336, 351, 364-372:
l'
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l::sPAÑA, EUROPA\' eL MUNUO IJI:: UL:l'RAMAR ÍNUICE ANAJ.iTICO

ío de la Plata, 297
ioja, Francisco de, 367
The Causes o/ tlw Englisli Civil ~Va-1~
102,103
riqueza, 355, 356, 360
ceatro, 358
Steensgaard, Nids, 98, 99
Stone, Lawrence, 87, 90, 96, 105
'
)

queza:. TheFall o/ the British Monardút.'S , Shelburne, lurd, 291 Strachey, Willhun, 212 J
y consumo ostentoso, 180, 323, 1637-1642, 103 Shdton, Thomas (traducción de Strafford, conde de, 116 )
329,339,341,358 '
Rusia, expansión, 31 Don Quijote), 60 Strayer,Joseph, 29
)
y decadencia moral, 188, 199 Sicilia, reino ele, 34, 38, 233: Suárez de Figueroa, Cristóbal (El
naturaleza de, 157, 192, 356 Saavedra Fajardo, Diego, 48 revuelta en Palermo (l 647), 123, Jmssagt~ro), HM J
y nuevos ricos, beneficios de la Sacro Impe1io Ro111ano, 32, 65, 135: 374 Solimán 1elMagnífico,308 )
guei:ra para, 139 constitución, 1~13 revuelta (1674-1678), 49 Suecia, secesión respecto de
y pobreza, 189, 190 cultura cortesana, 39, 144. Polonia, 51
)
Sidne)', Algernon, 74, 75
oanoke, asentamiento en la isla Véanse también Alemania; Siclney, sir Henry (LordDeputy de Suiza, Confederación, 133, 244 )
de,68 Bohemia; Hungría Irlanda), 69 Symonds, William, 213 )
Jlfe,John (matrimonio con Sagrado, Niccoló (embajador Sigí"tenza )' Góngora, Carlos de, 350 Szatmár. Véase Paz de Szaunár
Pocahontas), 209 veneciano en Madrid), 114 Silíceo, cardenal-arzobispo, 321
)
)ma, 310, 311: Sahagún, Bernarclino de, 224, 266 simbolismo, 183, 334: tabaco, 164, 167 )
Academia ele San Lucas, 312 Sajonia, 137 en Nueva España, 241, 242, 2•18 Tawney, R. H., 90
)
clásica (imperial) Salamanca, Escuela de: sistemas filost)ficos, 149 teatro, 108, 358, 359.
concepto de translatio imperii, teorías monetarias, 189 Smith, Adam, 153-156, 283 \léase también drama )
184 escolásticos neotomistas, 239 Smith, capit~injohn, 68: Lecnología militar: )
como modelo, 69, 84, 245, 246 Salazar, fray juan de, 195: .-ld11ertüemeut jor the Unexperiencecl adquisición por pueblos
)
paralelos del imperio, 188-190, Política española, 187 Plmiters uf New Englancl, 21 7 iuc.lígcnas, 170, 171, 219
196,199,207 Salinas y Córdova, fray Snayt'rs, Pcter, 344 superioridad de los europeos, )
Palacio Farnesio, 310 Buenaventura ele, 247, 269 sqbt"ranía popular, concepto 158, 169,219 )
->mano, Ruggiero (Coyunturas Salustio, 188 revolucionario de la, 285, 288, Tdemann, Georg Philipp, 135
)
apuestas), 106 Sandoval, casa de, 342 296 Tenochtitlán (capital azteca), 169,
·mántico, movimiento: Savile, sir Henry, '14, 6'1 sociedad colonial: 172,250 )
y concepto de nacionalidad, 53, Scherpenheuvel ( Brcibau te), desarrollo ele, 219-222, 247-250, Terranova, 67 )
245,293 basílica, 344 256, 271-273 Theotokópoulos, Georgios (padre
de El Greco), 304
)
>sa de Lima (Isabel Flores de Schoffer, lvo, 98 divisiones sociales dentro de ella,
Oliva), santa, 248 Scott,Jonathan, 104: 296 Theotokópoulos, Manoussos )
1bens, Pedro Pablo, 343, 344, 367: s
England Troubles, 92 Solórzano Pereira,Juan de, 3'!: (hermano ele El Greco), 304, 312 )
Megoria d~ la Paz, 347 Segismundo III, rey ele Polonia, 51 l'olítica imlirma, 234, 265, 266 Thompson, l. A. A., 2•15
Selim 11, sultán otomano, 308, 309 Somerset, Roben Carr, conde de, tiempo, medición del, 148 )
en Amberes, 329, 347-349
y cultura cortesana, 327, 333, Sessa, duque de, 343 342,3-14 tierra: J
347-349, 353 Sevilla, 360, 361, 363: Spínola, Ambrosio, 370 apropiación europea de, 156,
Casa de Contratación, 66 157
J
en Londres, 347, 348 StampAct [Ley del Timbre]. crisis
en Madrid, 347, 348 Casa de Pilatos, 361. ele ( 1765), 280 y derecho sobre los tcnitorios )
11dyard, sir Benjamin, 71 catafalco de Felipe JI, 355, 35ey Stanhope, Alexander (embajador conquistados, 164-168, 204, 205 )
lihs, Friedrich, 134 · influencia sobre la cultura británico en España), 80 y doctrina del «mejoramiento»,
, ¡;7
)
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E.'\l'.\Ñ1\, i':\IKOl'A Y f.I. MIJNllO ll~; Ul.TRAMAK ÍNDICE ANAl.ÍTIC :e 1

t
Pliego, Sebastián, 180 Powhalan, «emperador», 165, 209, Reco/1ilficiún d.e las le) es tlt: Indias
1
Revolución Francesa, 277, 288
(
Plumb,J. H., 101 215 (1680), 2:J5 revoluciones:
( población: presidios, 221 redes Lun iliares, 111, 236 y ausencia de revolución, 105,
l ele las capitales, 329, 330 privados. Véa.sevalidos Reforma, 41, 101 113-132
cifras relativas a las Américas, propiedad. Véase derechos ele religión: condiciones previas, 96, 97, 114
(
172, 173,202,203,215,216 propiedad cambios en el siglo xvi, 41, 57 conexiones transnacionales~ 103,
f rural de Castilla, 124 prntestanLismo: y cullura, 344, 346 104
divisiones europeas, ·lO, 50, 51 y contrarrevoluciones, 95, 139

'
sobrepoblación como razón de la como amenaza a España, 57, 58,
expansión en ultramar, 155, 156 312,1WJ e idenlidacl, 41 y exigencias de la oposición, 130
(
subpoblación como fuenlc de la y arte, 145 y Paz clt' Wcsúalia, 134-137 e instrumentos rle represión,
t debilidad española, 73, 19 J y evangelización, 222, 223 y políticas coloniales. 83 123,124
t pobreza en Esparia, 190, 355, ~~56 e idenLidad nacional, 41, 57 y uniformidad, 44-46, 317, 319, e intervención extranjera, 104,
Pocahontas, matrimonio con.John Provincias Unidas. Vf.asc Re¡níblica ~~21 t :~2~. 105
~ Rolfe, 20~ Holandesa Véanse también cristianismo; de mediados del siglo XVII
( poder coerciLivo, 233: provincias vascas, 238, 251 órdenes religiosas; (debate sobre la «crisis
( y unión de estados, 37, 52, 53 Puentc,Juan ele la, 267 protestantismo; Iglesia católica general»)
politesse, ideal de, 112, 14:\ Pucrlo Rico, 277, 282, 299 roma11a base económica, 89, 93, 98, 99,
(
Polonia, secesión sueca de, 51 Pt~jades,.Jcroni, 231, 245 Renacimiento, 304. 30Ci 106
t Polonia y Lituania, estado puritanismo: Rcnaudot. Théophrastc ( Gazette), características culturales, 101
{ compuesto contiguo, 32, '14 y cv<lngelización, 222, 223 l37 conexiones transnacionales
pop u lar. Véase participación instjmos segregacionistas, 21 :3, ~~3 República Holandesa (Provincias contemporáneas, 103, 104
(
popular; soberanía popular Unidas). 133, 244 estado como factor, 95
( Porshnev, Boris, 89 Quevedo, Francisco de. 351, 367: y el debate de la «crisis general''• explicaciones corte-país, 91-96
( Portia, príncipe Fcrdinand, L--11 /,a fa/m1in de.fmdida, 199 98,99 inestabilidad inherente a
Portugal: i\!lmrn Bruto, 195 guerra rnn F~"pmia, 65. 73, 374, 379 sociedades, 96, 97
f expansión {"11 ullramar. 1:18, 161, Quiroga, G<ispar de (Inquisidor e Inglat<"rra, 73, 74 orígenes sociales, 89
~ 162, 173 General), 317 polencia naval. 79, 1i6 perspectiva comparada, 98, 99,
imperio en la India, 155, 157, prosperidad económica, 73, Pl-7
~ 105,106
169, 170 Rabb, Theoclore K., 91: tregua de los doce años (1609), perspectiva más larga para, 101
({
independencia (1640), 47. 51, Stn.tggle Jor Stability in Early iWoderri 356. en el siglo XVI, 97, 98
~ 52, 118,233,351 Eum/1e, 87, 100, 102, 111 Véase también Países B<tjos tipología, 96, 100, 105, 114
rcpubhcanismo, 109, 2·l4:
~ y ocupación de las islas atlánticas, racismo científico, 269 «Rey Planeta», Felipe IV como, 145,
154, 156 Rákóczi, rebelión de (1703-1711), en la América británica, 285-~88, 345,351,369,380
~ revuelta, 46, 52, 114, 372, 374 49 294 Ribadcneyra, Pedro de, 57
~ unión con Castilla (1580), 37, 43, Raleigh,sirWalter, 72, 163, 211: en la América espa11ola, 253, 292, Richclieu, cardenal, 24, 46
t 44,64,316 History o/ tlie Worltl, 68 296.297 Europe (drama), 137
potencia naval, 7:l, 168, 169: razón, discurso ele la, 148, 149 repuLación: muerte (1642), 117, 131, 132
(
española, 66 realeza. Véase monarquía con c:onservadón. 196 poderde,110,116,131,132
t holandesa, 79, 176 Reconquista, 154, 157, 159, 160, con honor, 357 y revueltas en Catalutia y
(( inglesa, 74, 79, 283 210,308 y Velázquez, 363 Portugal, 105

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y consumo ostentoso, 180, 323, ,
1637-1642, 103 Shdwn, Tl10mas (traducción de Strafford, conde de, 116 )
329,339,341,358 Rusia, expansión, 31 Don Quijote), 60 Strayer,Joseph, 29
y decadencia moral, 188, 199 Suárez de Figueroa, Cristóbal (El
)
Sicilia, reino ele, 34, 38, 233:
naturaleza de, 157, 192, 356 Saavedra Fajardo, Diego, 48 revuelta en Palermo (1647). 123, jmssagt!IV) , 194 )
y nuevos ricos, beneficios de la Sacro Imperio Romano, 32, 65, l35: 374 Solimán I el Ivlagnífico, 308 )
guei:ra para, 139 constitución, 1~·~3 revuelta (1674-1678), 49 Suecia, secesión respecto de
y pobreza, 189, 190 cultura cortesana, 39, 144. Siclney, Algernon, 74, 75 Polonia, 51 )
oanoke, asentamiento en la isla Véanse también.Alemania; Siclney, sir Henry (L<>rdDeputy de Suiza, Confederación, 133, 244 )
de,68 Bohemia; Hungría Irlanda), 69 Symonds, William, 213 )
Jlfe,John (matrimonio con Sagrado, Niccoló (embajador Sigüenza y Góngora, Carlos de, 350 Szatmár. Véase Paz de Szatnuir
Pocahontas), 209 veneciano en Madrid), 114 Silíceo, cardenal-arzobispo, 321
)
Jma, 310, 311: Sahagún, Bemarclino de, 224, 266 simbolismo, 183, 334: tabaco, 164, 167 )
Academia ele San Lucas, 312 Sajonia, 137 en Nueva España, 241, 242, 248 Tawney, R. H., 90
)
clásica (imperial) Salamanca, Escuela de: sistemas filosóficos, 149 teatro, 108, 358, 359.
concepto de translatio imperii, Leorías monetarias, 189 Smith, Adam, 153-156, 283 Véase también drama )
184 escolásticos ne(ILomistas, 239 Smith, capitánjohn, 68: tecnología militar: )
como modelo, 69, 84, 245, 246 Salazar, fray Juan de, 195: ,\c/vertisement for the Unexperieucetl adquisición por pueblos
}
paralelos del imperio, 188-190, Política española, 187 Plan/ers uf New Englancl, 2 l 7 in<lígcnas, 170, 171, 219
196,199~207 Salinas y Córdova, fray S11a)'ers, Peter, 344 superioridad de los europeos, )
Palacio Farnesio, 310 Buenaventura ele, 247, 269 sqberanía popular, concepto 158, 169,219 )
.mtano, Ruggiero (Coyunturas Salustio, 188 n:volucionario de la, 285, 288, Telemann, Georg Philipp, 135
)
<>/Ju.estas) , 106 Sandoval, casa de, 342 296 Tenochtith1n (capital azteca), 169,
•mántico, movimiento: Savile, sir Henry, 44, 6¿1 soc.:iedad colonial: 172,250 )
y concepto de nacionalidad, 53, Scherpenheuvel ( Br.iban te), desarrollo ele, 219·222, 247-250, Terranova, 67 )
245,293 basílica, 344 256, 271-~73 Theotokópoulos, Georgios (padre
>sa de Lima (Isabel Flores de Schoffer, lvo, 98 divisiones sociales dentro de ella, de El Greco), 304 J
Oliva), sama, 248 Scou,Jonathan, 104: 296 Theotokópoulos, Manoussos )
1bens, Pedro Pablo, 343, 344, 367: England 's Trouhles, 92 Solórzano Percira,Juan de, 3'!: (hermano de El Greco), 304, 312 )
1\legoria d~ la Paz, 347 Segismundo 111, rey de Polonia, 51 Política iuclirmtt, 234, 265, 266 Thompson, l. A. A., 245
Selim 11, sultán otomano, 308, 309 tiempo, medición del, 148
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en Amberes, 329, 347-349 Sumerset, Robert Carr, conde de,
y cultura cortesana, 327, 333, Sessa, duque de, 343 3<12, 344 tierra: j
347-~49, 3~3
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en Madrid, 347, 348
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ele (1765), 280
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y derecho sobre los tcnitorios
conquistados, 164-168, 204, 205
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( yermo, 217 Ulster, Planmci6n del, 69 w1;le111/Jlrulo /Jor el alma cristirma, Elogio della di.ssimulazione, 108
principios de propiedad en el unión: 35~1. 361 Ln rivolta antispagnola a Napoli, 96
f El coude-duque de O/it1ares, 3~6 Virginia:
derecho romano, 166 beneficios, 52
( formas para Jos territorios recién Luis rle (;óngom, 368 actitud hacia Jos indios, 163; 164,
uso, 162-167, 203, 204, 217
( Tintoreuo, 307 conquistados, 33-37 Exjml5ión de los mmiscos, 357, 359 213-216, 225, 227
( Tiziano {Tiziano Vcccllio). 307, perpetuación de, 42-46, 53, 54 Felipe flZ 372, 373, 378, 379 asentamiento, 68, 164, 213, 214
313, 363: Unión de Armas (1625), 65 La in/aula Marp;mita, ~J74, 376 esfuerzos misioneros, 222
( Felipe JJ, de~pué.'i de la virtnrin de Uruguay. 292 I .a lmnamlada Crmre/1ció11, 359, 360 Gran Masacre (1622), 68, 213,
( Lepanto, ofrece al cielo al Utrecht (1713), Tratadode,80 Inoccncio X (retrato <le\ 134 214,218
( Jnincipe don Femando. 3) ~ Uztá1iz. Gcrónimo de (Teórica y como oficial de la cone, 334, 355, Jamestown, fundación de, 67, 68,
Toisón de Oro, orden dC'I, ~~~l. :~'-12 /mklim dt! mmr.rc:io )' 11uirina), 80, 8 J %!">, ~'(j 7 ) ti::\, 205
( TolC'do: y la orclc·n ele Santiago, 376 masacre {1644), 218
( convento de Santo Doming-o el Valencia, 34, 36, 123, 245 come: piutor de la corte, 348, nn~jeres inmigrantes, 211, 212.
Antiguo,~~ J () validos, 110, 111, 116, 138: 3M.1, 375-380 Vhist• también eompañía de
(
y El Greco, 314-317, 319, ~~21-325 decadcnda de los, 120, 121, 141 Hl Jninci/11' Bnltasar Carlos, 371 Virginia
( Toledo, don Francisco de, 2~5 patronazgo cultural o HI fllinci/w Feli/Jt! Prós/Jf'ro, 374, 377 viruela, 172, 216
( Toledo, don Pedro de, 196 mecenazgo, 141, 142, 342, 3,13, rcndkic'>n de Brcda (1625), 370 Vitoria, Francisco de, 204
( tolerancia, 45, 137 Véanse también Olivares; Richelicu reputación, 377, 380 Voltaire (ElsiglodeLuis XIV), 133,
Torre de la Parada (pahellt>n de Valladolid, la corte en, 327, 329, en Sevilla. 355, 356, 360, 361, 363 134
~> caza),349 335, 339: Vélez de Gucvara, Luis, 367
t translatio im/Jerii, concepto de, 184 viaje entre Inglaterra y. 60, 61, 338 Venecia, :'05-308: Wallen.c;tcin, Albrecht von, 140
( Tratado de Utrccht ( 1713). \!f.flst! Valle ele Ja Cerda, Luis e imperio olomano, 303, 305- WashingLon, Georgc, 28G, 294
Utrccht (171:~). Tra1adodc (proponenLe de un sistema 310, 3l2 Walerhousc, Edward (Compañía
( Tratado de Versalles ( 1919). lléa.w bancario), 191 y la Liga Sanca. 309 de Virginia), 68
( Versalles ( 1919), Trata do de Van Dyck, Anton, 327, 348, 349, Venezuela. 163, 288 Wellcslcy, Richard (gobernador
Trevor-Roper, Hugh, 87, 90: 353: Vera Cruz, Alonso ele la, ~62 general de Bengala), 178
(
y debate sobre «la crisis general•., Lordjo/in Sluarl y lord Benuud Vera Cruz (\!c:racru1.), Villa Rica de, Wc.lscr, familia (banqueros
( 92,93 Stuart, 350 246 alemanes), 163

't
(
y decadencia de la pequetia
nobleza terrateniente inglesa,
92
Vargas Machuca, Bernardo de
(Milicia J' descri/Jción de las Indias),
183. 185
Verhoeve11. Abraham (Nieu.we
1~jdinghl'll), 13 7
Vcrsalles (1919), Tratado de, 30
Westun, sir Richard, 352
Westfalia (1648), Paz de, 133-136
White, Richard, 220
ensayos, 17, 18 vasco. Véase provincias vascas Viena: Whitchall (reconstrucción del
( y Espa11a, 55-57 Vázquc1., ~·Jateo, 332 y expulsión de losjudíos, 147 palacio), 62, 328, 330, 335, 337,
( ce Religión, Reforma)' cambio Vega Carpio, Lope de, 195, 34~~. influencia cultura) de, 145 338
social .. , 84. 8!l, J ·16 351, 367 sitio ttm o ele Viena (J 683), 137 Winthrop,John, 217
t Túpac Amaru II: Velázquez, Diego de Silva y, 144, Villalpaudo,.Juan Baulista Worton, sir Henry (TheEstaleof
( y rebelión en Perú ( 1789-1 781), 32i, 348, 351: (reco11strucción del Templo de Cluislm1dom), 72
{ 218, 250 El bujon Pablo de Valú1dolid, 359, Salomón), 62, 63 Wyatt, sir Francis (gobernador de
Turgot, Anne Robertjacqucs, 285 362 Villamediana, conde de. 78 Virginia), 69, 214
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-EsPAÑA, EUROPA\' Ei. ~IUNDO ~E ULTRAMAR (~
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. Zagorin, ~erez (Reuueltas y
;nofo~ia, 192 reÚoluciones en la. Edad l\tlod~rmt) , <l.
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· ltes, Frances; 31 Zárate, Agustín de (relato de la
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·rmo ( wilderness), idea de conquista de Perú), 67 1 20~1 · ',}
Norteaméric~_como, 167, 217 Zúñiga, don Balmsar de: 1961 198, tJ
· .tcatán,' 2~1: · 364 (.)
conquista de, 215 Zlu1iga1 familia, 122
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dinastía borbónica en 1700 y el subsiguiente rechazo de los catalanes, vincias de la corona de Aragón. No obs~~nte, incluso aquí las medidas
aragoneses y valencianos a aceptar su legitimidad para crear una si- de unificación, que incluían la eliminación de viejas instituciones y la ('
tuación en la que la abolición de los arreglos constitucionales tradi- abolición de barreras aduaneras, no lo abarcaban todo. Los catalanes, @'
cionales de la corona de Aragón pudi.era volver a ser conte~1plada . !~· pese a su destacado papel en la rebelión, conservaron su legislación
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-.;:·: ~ civil y la mayor parte de la penal, mientras que el uso obligatorio de
seriamente por Madrid. .1 ·.

En Escocia Carlos II recurrió a las bien probadas técnicas de patro- ·l·; la lengua casteJJana se limitó al mundo de los actos administrativos y la f'
nazgo, tan ·efi~azm.ente empleadas por su abuelo Jacobo VI y 1, pero correspondencia oficial62.
(
no podía ava~~r más lejos6 '. Como en España, el C<?.nflicto dimístico A pesar de talc~s supervivencias, y en parte a causa de ellas, durante
iba a propo.rcionar e'n Gran Bretaña el catalizador para nuevos pasos los dos siglos siguientes habría una tendencia acelerada en Europa a f'
hacia la unific_ación. La necesidad de proteger la R~volución Glorio- la creación de estados-nación unitarios. La monarquía compuesta, en ('
sa y el acuerd~ protestante de 1688-1689, y la conti.nua preocu~~ción cambio, parecía débil y anodina. Sus debilidades eran obvias y de
por la segurid~d nacional en tiempo de guerra, mientras la umon d~ hecho se han enfatizado mucho en estudios recientes: los inevitables \, f'
las coronas segwa incompleta, se combinar~n para crear las condi- resentimientos por el absentismo real, el reparto de cargos y la exclu- f
ciones en qué podía volver a debatirse en serio una base más sólida sión de los mercados inte1iores y coloniales, las dificultades que aca-
" (
para la unión'aílglo-escocesa. Irlanda, en su condición de reino re- rreaba asegurar una distribución equitativa de los costes de la guerra
conquistado asarigreyfuego, se quedó como un asunto diferente. y la defensa, el problema de la diversidad religiosa en reinos que de- (
. Dadas las enormes diferencias en su equilibrio de fuerzas interno bían lealtad a un solo monarca, y el peligro de intervención extranje- (
y su situación: lnternadonal, no es sorprend_ente que las tres m.onar- ra cuando se acumulaban los agraviosª"·
quí~ compuestas ~e Europa (la austriaca, la espruiola yla b1fainica) Aun con todas estas debilidades, las monarquías compuestas de los f
se reorganízaran de formas muy difer.entes. Aun así, esta reordena- siglos XVI y XVII mostraron una notable capacidad de resistencia y su- (
ción ,general, que ocunió entre 1707 y 1716, sirvió en todos los ca.sos pervivencia. Llama la atención que, durante el periodo que transcu-
{
para vincular más
estrechamente entre sí a las p~rtes componentes. rrió entre la disolución de la Unión de Ka.lmar escandinava en 1523
La solución ·austriaca de 1711 fue realizar un pacto con los húngaros, y el establecimiento de la unión anglo-escocesa de 1707, sólo tuvieran (
la Paz de Szaunár, i>or la cual se garantizaban la continuación de la éxito tres secesiones de monarquías compuestas: la de las provincias
septentrionales de los Países Bajos respecto de España, la de Suecia
{
diversidad rel.igiosa y la supervivencia de la constitución magiar a
cambio de que reconocieran la sucesión hereditaria por la línea mas- respecto de Polonia, con la renuncia de la lealtad a Segismundo III (
ctilina de los Habsburgo. Quedaba así abierto el camino pa1'a la Mo- en 1599, y la de Portugal respecto de España en 1640. {
.narquía Dual de 1867. En 1707 también Íos ingleses había~ llegado a . ¿Cómo se mantuvieron durante tanto tiempo uniones tan artificia-
·un· acuerdo por el éual los ·escoceses, como los magiares, conservaban les en su origen y tan poco trabadas en su articulación? La contigüi- l
sus propias leyes e identidad religiosa~ S~n emb~go, con e~ ins~lito, dad, como afirmaban los contemporáneos, era evidentemente de {
establecimiento de una unión parlamentaria y con sus medidas para ayuda, pero resultó insuficiente para mantener a Portugal dentro de la
fomentar la unificación económica, la unión anglo-escocesa iba mu1 /. monarquía hispánica. La «Conformidad», sin duda, también contri- l
cho más lejos que la Paz de Szatmár en la creación de ~n estado c?~e- ,:J! buía, pero se trata de un término vago y ambiguo: ¿acaso tenía Escocia l.
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sivo y unitario. . · · . · : ·· ·K li { (.
La solución más integracionista de las tres fue fa adopta.da p9r \·' r. "'T.--.
~.· • 62 Sobre los decretos de Nueva Planta en Aragón y Valencia, véase Henry Kamen, ·

.
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Madrid. Su victoria sobre los rebeldes de Aragón, Valencia y Ca.caluña:. \'- '. t T,~u Waro/Succasion in Spai11, 1700-1715, Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1969 [La 'l
le había dado carta bÍanca, y los decretos de Nueva Planta de 170~- -> ;¿ guma de Sucesión en España (1700-1715), trad. Enrique de Obregón, Barcelona, Grijal- ~
1716 suprimieron para siempre los regímenes distintivos de las pr<t ~ -:.':. bo; 1974], caps. 12-13; sobre los de Cataluña, véasejoan Mercader i Riba, Felip Vi
. .
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¡ ~\· r¡;ptalunya, Barcelona, Edicions 62, 1985 (2! edn) .
~· ~.,; 65. Véase Conrad Russell, ·The British problem and che English Civil War.. , His-
'-
Trevor-Roper, :union of Britain .. [ .. 1...a Unión de Gran Bretaña•]. P· 466. ; tory, 72 (1986), pp. 395-415 . 4~
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