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Tendencias de la Educación Superior en América Latina y el Caribe

Capítulo 1: CONTEXTO GLOBAL Y REGIONAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE


1. Universidad, sociedad y conocimiento
Para explicar el papel que juegan las instituciones de educación superior en el mundo actual, es necesario entender el concepto de
“sociedad del conocimiento”. Este implica la reorganización del conjunto de las esferas de la vida política, social y económica, por la
intermediación de la producción y la transferencia de nuevos conocimientos y tecnologías. Se trata de vivir en sociedades que
enfrentan cotidianamente la inseguridad y la inestabilidad social, económica y ambiental sobre todo como consecuencia del avance
del conocimiento, de la ciencia y de la innovación tecnológica.
La región de A.L. y el Caribe se encuentra determinada por su ubicación de exclusión en la división internacional de los
conocimientos, de la innovación tecnológica y de la revolución de la ciencia. Las instituciones educativas de la región se limitan a la
transferencia de conocimientos, más que a la innovación y creatividad.
Existen distintos tipos de sociedades del conocimiento: las de tipo “nominal” y de tipo “desequilibrado” o “contradictorio”, cuyos
potenciales no se relacionan con el mejoramiento del bienestar de su población; frente a otro tipo de sociedad del conocimiento
“inteligente”, en la cual los beneficios del desarrollo del conocimiento se orientan al beneficio de la mayoría de su población.
En los 80 se inició un largo periodo de contracción económica de carácter general, conocido como el de las “décadas perdidas” de
A.L. y el Caribe, que se prolongó hasta el fin del siglo XX. Disminuyó la inversión en educación superior. En contraparte se
multiplicaron los programas de educación a distancia, virtuales o en línea (provenientes de EEUU, Canadá, etc.) sin ninguna
regulación. Pero estos no generaron efectos en la calidad de vida de la región.
Para la década de los noventa, se volvió a vivir un nuevo crecimiento de la educación superior (El número de instituciones
universitarias pasó de 75 en 1950 a más de 1.500 actualmente, las que en su mayoría son privadas. El número de estudiantes pasó de
276.000 en 1950 a casi 12 millones en la actualidad. Actualmente más del 50% de la matrícula universitaria de América Latina
concurre a universidades privadas, a diferencia de la década del 80 en que la universidad latinoamericana era predominantemente
estatal). Con esto la región entró de lleno al modelo de masificación de este nivel educativo. Sin embargo los recursos con los que
contaba la universidad no eran ni adecuados ni suficientes (La inversión pública por alumno de educación superior, en dólares por
año, fue de 1,469 en 1980 y de 1,325 en 1990. Mientras que el promedio por alumno en los países de la OCDE (1995) es de 7,940
dólares por año). Para principios de los 90, la relación entre la investigación académica y la industria, se mantenía organizada desde
la perspectiva tradicional, o sea funcionando como mundos separados.
Durante los primero años del siglo XXI, del total de instituciones de educación superior de América Latina y el Caribe (8.756), existían
1.917 universidades de carácter privado, y 1.023 de carácter público, así como poco más de 5.800 institutos de enseñanza superior.
En términos de la distribución del número de estudiantes por áreas de conocimiento y carreras, se mantiene una fuerte tendencia a
la concentración en ciencias sociales, empresariales y jurídicas. En términos de las publicaciones científicas, A. L. y el Caribe cubre
tan solo el 2,6% del total de las publicaciones a nivel mundial. La retracción de la inversión pública en educación superior no fue
compensada por la inversión privada.
La formación meramente disciplinaria y profesionalizante ya no es suficiente para construir una capacidad social adecuada de
aprendizajes significativos modernos. Solo la redefinición de la curricula de forma integral, podrá generar estas nuevas capacidades
de pensamiento y praxis dirigidas a la producción de un conocimiento pertinente y adecuado a nuestra realidad.
3. Perspectivas del debate en la educación superior
Ya entrado el siglo XXI, la agenda de las universidades públicas empezó a cambiar de forma significativa.
Sin embargo se ha dado una expansión de las empresas de transnacionalización y de mercantilización del servicio educativo
respectivo. De forma paralela a la ocurrencia de esas mutaciones, la cooperación regional en la educación superior se ha
intensificado notablemente (movilidad universitaria, equivalencias de títulos y grados, programas conjuntos en diferentes ámbitos y
niveles, uso extensivo de nuevas tecnologías, programas de títulos compartidos, establecimiento de redes y de programas de trabajo
multilaterales). Se busca trabajar en pro de una cooperación interinstitucional de carácter horizontal, como elemento fundamental
para el diseño de políticas que deben buscar explícitamente la internacionalización de sus programas y alcanzar más altos niveles de
valoración de los estudios. Sin embargo el desarrollo de grandes proyectos de investigación sigue siendo muy limitado para la
región.
La mayoría de la población joven y adulta tiene un bajo nivel de aprendizaje audiovisual, puede leer pero no comprender lo que lee y
mucho menos adentrarse en lecturas avanzadas y hacer uso de un lenguaje codificado como el usado en medios electrónicos.
En A.L. hay una mayor concentración de estudiantes en el área de las Ciencias Sociales. Es por ello que la relación de los perfiles de
egreso ha sido de una debilidad manifiesta entre la producción de conocimientos y las demandas de las organizaciones y el
desarrollo económico. Esto determinó el flujo y constancias de elaboración de los artículos científicos, de las patentes y de la
contribución de la región en el desarrollo global de la ciencia y la tecnología. Además de que se trata de una de las regiones que
genera mayor flujo de cerebros fugados sin retorno a nivel mundial.
La concentración de la actividad científica y tecnológica de la región se ubica, sobre todo, en las grandes universidades públicas, las
macrouniversidades. Existe un escaso interés del sector productivo para desarrollar una capacidad endógena en ciencia y tecnología.
Y junto con esto, una falta de claridad en las estrategias de desarrollo científico, tecnológico y de educación superior, sumada una
falta de inversión estatal en estos ámbitos.
Las elaboraciones alternativas para alcanzar mejores niveles de desarrollo en la producción de conocimiento deben contemplar la
transformación de las instituciones de educación superior. El desarrollo de una capacidad propia de producción y transferencia de
conocimientos debe ser el objetivo central de las nuevas formas de cooperación. Los actores locales son los principales responsables
del diseño y formulación de las propuestas. El cambio debe producirse desde la cooperación y la integración regional. En términos
de políticas en la educación superior, significa un modelo de cambio que favorece el intercambio de experiencias, la articulación de
sus funciones, las interrelaciones y no la competitividad. Se trata de un cambio de modelo pedagógico y organizacional que
comprende que la acción educativa se sostiene en la unidad de lo diferente y en el reconocimiento de la diversidad. Sobre todo esta
concepción alternativa supone pensar la calidad educativa no desde los productos y los fines, sino desde las condiciones reales del
desarrollo general común, y desde el valor social de los conocimientos que se producen y distribuyen, y que se vinculan con las
prioridades nacionales y regionales. Una institución que se organiza para producir y transferir conocimientos a la sociedad debe ser,
por tanto, compleja, dinámica y diferenciada.
4. Conclusiones
Habrá que destacar que el impacto del nuevo patrón social, tecnológico y productivo global ha propiciado la emergencia de redes,
estructuras de cooperación y nuevos marcos de integración a nivel regional e interinstitucional que presentan, en tendencia, la
posibilidad de construir un escenario alternativo al de la competitividad institucionalizada y a la lógica del modelo de mercado. Lo
anterior hace referencia a la posibilidad de constituir un escenario de nueva reforma universitaria que apunta a una mayor
cooperación horizontal entre instituciones y sectores. Este escenario buscaría impulsar un modelo alternativo de universidad,
caracterizado como de producción y transferencia del valor social de los conocimientos y de pertinencia de las tareas académicas de
la universidad, el cual se sostiene en la transformación de las estructuras en redes y en la cooperación horizontal que da prioridad a
los proyectos conjuntos (o interinstitucionales), a la más amplia movilidad ocupacional del personal académico y de los estudiantes,
a la homologación de cursos y títulos, a la coparticipación de recursos y a una orientación educativa social solidaria.
Hasta ahora, las funciones de producción y transmisión de conocimientos habían sido los ejes estructurales del desarrollo de las
instituciones de educación superior. Actualmente se debe pensar en desplegar una nueva función: la de la transferencia de
conocimientos hacia la sociedad. Una efectiva transferencia de conocimientos depende de la formación y desarrollo de habilidades y
aprendizajes específicos para adaptar el conocimiento producido y transmitido para su uso social y económico. El papel que juega, o
debe jugar, la universidad se concentra, entonces, en la definición de prioridades en la producción y transferencia del conocimiento
como bien público, como un bien social. Esto tiene que ver con la investigación estratégica. La investigación estratégica responde a
intereses de corto, mediano y largo plazo, es básica, aplicada o experimental, pero depende del establecimiento de prioridades
nacionales, sociales o específicas. La investigación estratégica presupone, por lo tanto, la definición explícita de problemas a
atender, de solución fundamental para el desarrollo del país o la región, y el bienestar de las mayorías de la población, sobre todo de
las más pobres.
El eje de la calidad del proceso educativo, entonces, se ubica en la utilidad social de los conocimientos producidos y distribuidos
por la institución universitaria. Esto supone la idea de una universidad de innovación con pertinencia social.

CALIDAD, PERTINENCIA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA UNIVERSIDAD LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA


Como premisa fundamental del texto, la educación es un bien público, un derecho de todos y un deber del Estado. La educación no
es un bien negociable, aunque pueda ser impartida por actores privados. El aseguramiento de la calidad de educación no puede
convertirse en un rubro de comercio y es imprescindible que sea un instrumento de profundización de los valores democráticos, el
fortalecimiento de la soberanía nacional y la identidad nacional.
La Calidad se vincula a la Pertinencia, la equidad, la relevancia social, la diversidad cultural y a los contextos específicos en el que se
desarrollaría. Es decir que la calidad no es un concepto aislado sino que adquiere significado en tanto es vinculado a finalidades
sociales.
Tradicionalmente el término Calidad está asociado a “algo excepcional, elitista, de clase superior, equivalente a la excelencia”.
El concepto de Calidad en la educación superior existe como un “término de referencia de carácter comparativo en el cual algo
puede ser mejor o peor que otro, dentro de un conjunto de elementos homologables, o en comparación con cierto patrón de
referencia (real o utópico) previamente determinado” (CINDA2). Es decir, que sólo se puede considerar que una institución es mejor
que otra cuando son homologas en sus FINES, CONCORDANTES EN SU MISION Y SE ENCUENTRAN EN UN CONTEXTO SIMILAR.
Es necesario distinguir entre las concepciones de calidad que tienen sus raíces en ámbitos empresariales de los que tienen raíces en
ámbitos educacionales, sin embargo, las concepciones empresariales se han transferido a amplios sectores de la educación. Con la
creciente atribución de valor económico a la educación, hay un gran auge de apropiación de la lógica empresarial en la formulación
del concepto y en la evaluación de calidad de la educación. Por lo cual suelen asociarse a ella conceptos de eficiencia,
productividad, costo-beneficio, rentabilidad, adecuación a la industria y al mundo del trabajo, y sus traducciones en expresiones
medibles. Sin embargo la educación es un fenómeno social aun más complejo y no todos sus atributos son cuantificables.
Calidad y cantidad son entidades coesenciales que se constituyen mutuamente. La educación debe ser comprendida a través de un
entramado complejo de perspectivas, metodologías, instrumentos y herramientas epistémicas que combinen ambas entidades.
Argumentos elitistas sostienen que la calidad en educación sólo es posible para pocos. Otras perspectivas consideran la educación
como un bien público y como un proceso apuntado a la disminución de desigualdades y elevación de la justicia social; desde estas
perspectivas se puede decir que un sistema educativo no es de calidad si hay un sector de la sociedad que queda excluido su acceso.
Se pueden vislumbrar dos paradigmas de calidad en pugna: uno de ellos concibe a la calidad como algo objetivo, universal y
medible, identificados con términos y esquemas económicos; y otros que consideran que también es relevante las dimensiones
cualitativas: las realidades políticas y sociales de las instituciones y los sistemas educativos.
En los países pobres y en vías de desarrollo de nuestra región, los temas de pertinencia, relevancia social y equidad de la educación
superior se mantienen en la agenta política y universitaria, pero enfrentan enormes resistencias por parte de las fuerzas
identificadas con la globalización y con la instrumentación económica de la educación superior.
La calidad requiere también de que la educación superior este caracterizada por su dimensión internacional. Para lograr y mantener
la calidad, es necesaria la selección esmerada del personal y el perfeccionamiento constante, la promoción de los planes de estudios
adecuados, programas que faciliten la movilidad y el uso de las nuevas tecnologías, sin perder de vista la referencia a lo social y el
bien común
A su vez no puede considerarse una educación superior de calidad sin una fuerte articulación con los subsistemas escolares previos y
sin una estrecha conexión con las estructuras de ciencia y tecnología.
La educación superior está estrechamente asociada a ideas y expectativas de desarrollo desde múltiples sentidos: económico, social,
cultural, científico, etc. Según la ideología hegemónica actual, la educación superior de calidad es aquella que genera DESARROLLO,
dicho concepto está asociado al crecimiento económico y al progreso de la base de producción de riquezas materiales. Desde esta
perspectiva, cumplir con criterios de calidad sería ajustarse al mercado. Pero debemos ir más allá de esta concepción economicista.
La responsabilidad social de la educación debe ser radicalmente distinta a la responsabilidad social de las empresas, esta última está
vinculada con a prácticas destinadas al aumento del lucro, por lo cual estas prácticas son incapaces de solucionar problemas de
exclusión social. Más allá del concepto empresarial, la responsabilidad social exige que la educación superior se reconstruya
internamente teniendo en consideración la realidad sociocultural de la cual participa. De este modo “responsabilidad social”
significa producir conocimientos, formar profesionales y hacer cultura en y para la realidad en la cual la institución educativa se
inserta. Una educación superior pertinente y socialmente responsable debe contribuir para el conocimiento y la solución, en su
ámbito y de acuerdo con sus posibilidades, de problemas y necesidades de la sociedad. La educación superior de calidad debe
potenciar todas las posibilidades y oportunidades de expansión de equidad social. La formación integral de los individuos se
correlaciona con el desarrollo humano social. La universidad es una institución que debe tener como referente la sociedad, y no el
mercado.
Otro aspecto importante a considerar es la Evaluación. La evaluación de la calidad educativa es una actividad reciente en América
Latina. En educación superior la evaluación muchas veces está asociada a la acreditación. Evaluación y acreditación son conceptos
distintos, pero están altamente correlacionados. En algunos casos, la evaluación contiene a la acreditación, pero en otros la
acreditación traspasa la evaluación. La evaluación se utiliza para hablar de los procesos de análisis, estudio y discusión respecto al
merito y valor de sistemas, instituciones y programas, con objetivos de mejora. En cambio el foco central de la acreditación es la
garantía de la calidad, es decir, asegurar a la sociedad que una institución o un programa cumplen los requisitos mínimos de calidad
previamente establecidos por organismos y agencias estatales o privados acreditados por el Estado, de ámbito nacional o
internacional. Es importante destacar que todas las prácticas de evaluación y/o acreditación traen de modo implícito o explicito un
concepto de calidad, por lo tanto no son prácticas neutrales.

Alumnos: Geraldine Vidal Gomez y Leandro S. Fornés

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