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JUSTICIA E IGUALDAD EN AMÉRICA LATINA

El término “igualdad” en nuestra región de América Latina, es indisociable del


término “justicia”. Donde la desigualdad es estructural, ya que obedece a causas históricas
y sistémicas dependientes de un modo de producción y de gestión que prescinde de las
identidades, las perspectivas y los intereses colectivos.
“Igualdad” es indisociable de “justicia” sobre todo porque el tratamiento abstracto
de las políticas públicas, diseñado para dar cuenta de sujetos ideales en modelos de
“equilibrio”, no hacen sino reproducir y profundizar aquella desigualdad de fondo.
Por ende, las políticas de igualdad no pueden sostenerse bajo los preceptos o
características de la “equidad”, siempre a la búsqueda de excepciones en función de las
menores capacidades de sus destinatarios/as; ni sobre la lógica de la “equiparación”, que
sólo supone una variable desnivelada en la aplicación de los principios generales; sino que
deben construirse desde la lógica del establecimiento de tales principios, como acciones
afirmativas de realización.
La justicia no es analítica. No es algo que está, sino que se procura. No es un ser que
es, sino un ser que se hace, que se está haciendo; no es algo que somos, sino algo que
hacemos.
Asistimos,sin embargo, a una ola de pensamiento por default, de construcciones
conceptuales desarraigadas, impersonales y asépticas, de fácil exposición y rápida
conformidad (sobre todo teniendo en cuenta los medios y los formatos por los cuales se
lleva adelante, cada vez más similares al mero espectáculo, y donde apenas se tiene tiempo
para formular alguna consigna, ya que no una línea de argumentación más o menos compleja),
donde se prestan asentimientos genéricos descomprometidos y se anula todo tipo de
participación o de compromiso.
Tal pensamiento por default, que intenta secuestrar los ámbitos públicos de debate en
sesiones diarias de ráfagas temáticas tangenciales, que intenta secuestrar incluso los ámbitos
académicos, sustituyendo las “ciencias políticas” por el management, la sociología por el
marketing, la antropología por la “customización”, la psicología por la “programación
neurolingüística”, la economía por el “merchandising” y el derecho por la “compliance”, reduce,
mimimiza, simplifica y rebaja la mentada “acción comunicativa”, aherrojándola en discursos
autovalidantes, de afirmaciones tautológicas, sin asumir o cohonestar los precedentes, ni prever o
responsabilizarse por las consecuencias, y que por ende, sólo permiten la continuidad acrítica del
status quosubyacente.
Las políticas de igualdad en América Latina son consecuencia de las luchas de sus pueblos
y sus cuerpos por hacer oír sus voces (no ya sólo sus necesidades o intereses, sino sus voces, en
cuanto partícipes de la cosa pública). Se trata de luchas inmediatas y urgentes, que actúan desde
lejos, desde abajo1 y desde afuera2:
Desde lejos en el tiempo y el espacio, provenientes de una historia de luchas y de
resistencias, y allegados de los márgenes; desde abajo en el reconocimiento económico y político,
pronunciados desde el silencio y la desconsideración; y desde afuera en larecepción y laconfianza,
sumando desde los esfuerzos de toda solidaridad organizada.
La igualdad en América Latina es indisociable de justicia, ya que es indisociable de
identidad. Se trata precisamente del derecho a ser, a surgir, a abrirse paso. A empujar un
horizonte vislumbrable.
Se trata por ende, ineludiblemente, de una igualdad que debe reclamarse no ya desde la
aplicación de políticas, ni desde las alternativas del diseño de estas políticas, sino antes aún, desde
el modo de abordaje de la realidad para el diagnóstico sobre el cual formular dichas políticas. De

1
“Pero sobre la base de ese tipo de análisis, se desarrolla una conciencia social más profunda. Existe en
efecto una sociedad civil “de abajo”, la cual es expresión de los grupos sociales desfavorecidos u oprimidos,
que poco a poco experimentan y descubren las causas de su situación. Es esta sociedad civil la que está en la
base de las resistencias que se organizan hoy y que poco a poco se globalizan. Es ella quien reivindica un
espacio público organizado al servicio del conjunto de los seres humanos y no de una minoría. Es quien
quiere transformar en ciudadanos a quienes han sido reducidos a ser solo productores o consumidores, a
aquellos que se debaten en la angustia de las economías informales, a los que forman la “masa inútil” para
el mercado globalizado.” (FrancoisHOUTART: “Deslegitimar el capitalismo, Reconstruir la esperanza”, Ruth
Casa Editorial, y Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Panamá – Buenos Aires, 2009, pag. 145/6)
2
“En este orden, los indios son la nada del Estado, constituyen su externalidad más fundamental; mientras
que los niños deben esperar la herencia y el crecimiento biológico para acceder a sus derechos, y las
mujeres, que también están excluidas de los derechos ciudadanos, pueden influir en el curso de las
estrategias matrimoniales para preservar y ampliar el patrimonio familiar que garantice la ciudadanía. Los
indios, hombres y mujeres, se presentan de entrada como la exterioridad más profunda e irreductible del
Estado. De hecho, el Estado republicano nace a cabalgadura en contra de la indiada, y todo su armazón
argumental no hace más que repetir, mediante disposiciones administrativas, este imperativo social de unas
clases pudientes que no tienen en común más que la misión de atrincherarse en el Estado en contra de los
indios.” (Álvaro GARCÍA LINERA: “La Democracia Plebeya”, Ed. Siglo XXi – Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales, Buenos Aires, 2015, pag. 177)
allí la necesidad de una ruptura epistemológica3, de una mirada constitutivamente crítica del
presente, desde la afirmación de una dignidad consciente de su mandato.
La construcción de paradigmas de la convivencia en nuestro continente sociocultural es
indisociable de la construcción de los lenguajes del poder. La justicia conmutativa es en nuestro
caso ínsita e inscripta en la justicia distributiva.
Tanto ha sido el marco del desconocimiento y del desprecio en América Latina, que no hay
modo de llevar a cabo políticas tendientes a disminuir los niveles de desigualdad si no es a través
de una concreta militancia que cuestione las perspectivas desde las que se examinan las variables
sociales y económicas.
En efecto, se intenta desde el denominado “pensamiento por default” la imposición del
Individualismo metodológico como ventana “neutral” para el análisis de situaciones, procesos,
perspectivas y prospectivas, en el que se asume como categorías naturales la propiedad absoluta
(en los términos del Código Civil Francés de 1804), las constricciones de la economía de la escasez,
de la calculadora poblacional malthusiana, la exclusiva atención a los intereses egoístas, la lógica
de la competencia de suma cero, y la búsqueda de la “excelencia” de procesos, personas y
productos, como parámetros de un “sentido común” con amplia resonancia mediática y
académica, presentados paradójicamente en combo como novedades de nuestra
contemporaneidad, se ha instituido un modo de saber, conocer e interpretar que constituye toda
una enciclopedia de la agnotología. Desde esa base temática y de presupuestos irrevisables,
resulta imposible encontrar respuestas fuera de las que ya se hubieran dado o que se deriven en
medulosas e inextricables explicaciones a cargo de especialistas de la resignación.
Como hombres y mujeres del corriente, nosotros, ciudadanos y ciudadanas electores de
una clase media más o menos instruida, nos encontramos detenidos o perplejos entre el Escila de
la pseudociencia, que a la manera de un credo universal predica y promueve nuestra

3
“Entiendo por epistemología del Sur el reclamo de nuevos procesos de producción y de valoración de
conocimientos válidos, científicos y no científicos, y de nuevas relaciones entre diferentes tipos de
conocimiento, a partir de las prácticas de las clases y grupos sociales que han sufrido de manera sistemática
las injustas desigualdades y las discriminaciones causadas por el capitalismo y por el colonialismo. El Sur
global no es entonces un concepto geográfico, aun cuando la gran mayoría de estas poblaciones viven en
países del hemisferio Sur. Es más bien una metáfora del sufrimiento humano causado por el capitalismo y el
colonialismo a nivel global y de la resistencia para superarlo o minimizarlo. Es por eso un Sur anticapitalista,
anticolonial y anti-imperialista. Es un Sur que existe también en el Norte global, en la forma de poblaciones
excluidas, silenciadas y marginadas como son los inmigrantes sin papeles, los desempleados, las minorías
étnicas o religiosas, las victimas de sexismo, la homofobia y el racismo.” (Boaventura DA SOUSA SANTOS,
“Epistemología del Sur”, en “Utopía y Praxis Latinoamericana, Año 16 N° 54 (2011), Universidad del Zulia,
Maracaibo, Venezuela, 2011 pag. 35.
“autosuperación” preparándonos para un pronto e inminente “liderazgo”, y el Caribdis de las
ciencias abstractas, abstraídas y abstrayentes de la informática y de la economía, cuyas
elucubraciones nos son ininteligibles, aunque sus consecuencias las vivamos a diario en nuestra
experiencia habitual; por lo que el único modo de hallar una salida será ponernos a caminar4.
Y caminar como el más sensato, directo, radical y sencillo modo de encontrarnos5.
Luego, el pensamiento será en acto. Y podrá construirse en colectivo6, desde el
reconocimiento mutuo de las carencias, más que de las distinciones; de las vulnerabilidades más
que de las elusiones; de nuestra compartida mortalidad más que de las pretendidas, fugaces
eternidades de los artefactos, incapaces de recuerdo y de memoria.
Entonces el habla será en acto. Y podremos dirigirnos a cada uno por su nombre, historia y
dignidad, más que por su imagen, sus honores y recursos. Y la propiedad será un verbo más que
un sustantivo; y el poder un modo de escucharse.
Entonces lo político será personal y lo personal será político.
Entonces el cuerpo, el cuerpo sin yo, el cuerpo como materia sensible y constante, a través
de siglos, de trabajos y de geografías, será la unidad de acción, de contacto y reflexión.
Y lo real será en acto con el otro y en el otro.
Por lo que la igualdad real, devendrá asimismo un acto
reflejo.

4
“Ningún humano puede ser humano en soledad. Y ningún humano puede ser humano sin actuar
conjuntamente con otros y en condiciones de igualdad. A mí me gustaría añadir que la exigencia de igualdad
no se plantea únicamente por medio de la palabra o la expresión escrita, sino que también se formula, y de
manera muy precisa, cuando los cuerpos aparecen juntos o, mejor dicho, cuando con sus propios actos
crean el espacio de la aparición” (Judith BUTLER: “Cuerpos aliados y lucha política – Hacia una teoría
performativa de la asamblea”, Ed. Paidós Básica, Buenos Aires, 2017, pag. 92).
5
En este sentido, el ciudadano no es un sujeto con derechos, aunque necesite de ellos para verificar su
ciudadanía: ante todo es un sujeto que se asume como un sujeto con derechos políticos, que son
correspondidos por la normatividad estatal, es decir, es un sujeto en estado de autoconciencia de ciertas
facultades políticas. El acto de producir el derecho, de reconocerse activamente en él, es lo decisivo de su
cualidad ciudadana, pues en el fondo no hay ciudadano al margen de la práctica de la ciudadanía, esto es, de
la voluntad de intervenir en los asuntos que lo vinculan a los demás conciudadanos. Estamos hablando
entonces de la ciudadanía como responsabilidad política ejercida, como forma de intersubjetivación política
(Álvaro GARCÍA LINERA: “La Democracia Plebeya”, Ed. Siglo XXI – Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales, Buenos Aires, 2015, pag. 174)
6
“Una tercera posibilidad es que las prácticas políticas plebeyas, comunales y obreras salgan del cerco en
que se hallan y se expandan de manera autónoma a todo el espacio público. Con todo, esto requeriría la
superación de las estafas liberales, pero también de las autoconstricciones políticas de la época del
capitalismo de Estado. Sería entonces una ampliación de la democracia, a partir de un arranque de iniciativa
social que reinventaría el significado de ciudadanía como acto de responsabilidad permanente de cada
persona en el destino de las demás” (Álvaro GARCÍA LINERA: “La Democracia Plebeya”, Ed. Siglo XXI –
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, 2015, pag. 193).

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