Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Título
Copyright
Cita
Presentación
Los conseguidores
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Sobre el autor
Consigue lo que te
propongas
.......
.......
Rolando Latorre
www.rolandolatorre.com
Copyright – Octubre 2015
Rolando Latorre
–Henry Ford
Presentación
Vivimos tiempos líquidos. Y eso
es así especialmente en el mundo
laboral.
Allí donde antes había empleos
fijos de por vida, y empresas y
administraciones que los
proporcionaban, ahora existe un
entorno líquido que impide que los
trabajos puedan ser a largo plazo.
Las empresas se enfrentan a
mercados hipercompetitivos y
globalizados, donde cada vez es más
difícil aguantar estructuras fijas de
trabajadores. Sobre todo los que
viven en sociedades denominadas
avanzadas, que requieren un alto
salario y buenas coberturas.
Ante este escenario necesitamos:
1. Tener claros los conceptos.
2. Abandonar la comodidad
física y mental. Abrazar el
cambio. El cambio constante es
lo único que no va a cambiar.
3. Empezar a divertirnos.
4. Formarnos en nuevas
habilidades.
Pero la habilidad más útil que
puedes desarrollar hoy en día no
difiere en nada de lo que le ha sido
útil a los hombres del pasado. A los
que antes que nosotros aportaron
valor e hicieron que sus sociedades
avanzaran. Se trata de la capacidad
de conseguir aquello que te
propongas.
Lo grande de este viaje es que va
a ayudarte a reflexionar sobre tí.
Sobre qué quieres. Sobre quién
eres. Sobre quién quieres ser. Sobre
qué vas a aportar. Sobre qué harás
para ser un ejemplo para tus hijos.
Espero que me acompañes en las
siguientes páginas de este libro y el
viaje te haga reflexionar acerca de
cómo te enfrentas al nuevo
escenario laboral. Analiza si tienes
las herramientas que se necesitan
para sobrevivir en la Nueva
Economía. Haz un sincero examen
de conciencia, y si por el camino te
puedo enseñar algunas técnicas para
sobrevivir e incluso prosperar, no
sólo como profesional, sino como
persona, el periplo habrá merecido
la pena. Pongámonos en marcha.
Los conseguidores
Te seré brutalmente sincero: he
fracasado. Muchas veces. He
empezado cosas que nunca terminé.
Estudios, artículos, proyectos,
empresas, contactos. He planeado
cosas en mi mente en multitud de
ocasiones y después las he
abandonado. Sin razón aparente.
Bueno, sí. Por dejadez. Por pereza.
Por aburrimiento. Porque me
pareció mejor matar las horas
divagando con los amigos, tomando
café o mirando la tele.
Cualquier cosa que uno emprende
requiere esfuerzo. Una planificación,
y lo más importante, determinación
a prueba de desencantos. Buf. Duro.
Tan duro que mil veces he tirado la
toalla, y he preferido decir “más
tarde”.
Después de iniciar mil caminos y
no finalizar ninguno, finalmente hace
algún tiempo vi la luz. Este libro
habla del proceso de ver esa luz y
sustituir el “más tarde” por el
“ahora mismo”.
A lo largo de los años me he
fijado en la gente que consigue lo
que se propone y siempre me
pregunté:
¿Qué les diferencia del resto?
¿Son más listos?¿Tienen más
contactos?¿Son más simpáticos?
¿Tienen más dinero?¿Tienen más
carreras?¿Saben más idiomas?
La respuesta a cada una de estas
preguntas es no, no, no, no y no.
¿Cuál es el secreto entonces? ¿Qué
tienen los “conseguidores” que no
tiene el resto?
En primer lugar definiré a los
“conseguidores”: Son aquellas
personas que han elegido su destino,
un destino forjado en base a lograr
pequeños avances diarios en la
dirección correcta. Son gente que
han tenido claro dónde querían ir.
Ellos. No sus padres, ni sus
profesores, ni sus novios, ni el
sistema. Son personas que, para mí,
han alcanzado el éxito. Ojo, igual no
son ricos ni famosos, pero viven la
vida que desean vivir. ¿Qué
porcentaje de la población vive la
vida que desea vivir? No lo sé. Pero
son una minoría.
Ahora retomaré la pregunta: ¿Qué
tienen los “conseguidores” que no
tienen los demás? Pues bien, tomad
nota porque este es el secreto: Los
“conseguidores” ante todo tienen la
capacidad de aceptar su
responsabilidad en todo al 100%,
tienen mucha disciplina y manejan
unas técnicas muy concretas de las
que voy a hablar en este libro.
Espero que entre todo lo que leas
en estas páginas encuentres algo que
te pueda ayudar a ser tú también
parte de la gente que consigue lo
que se propone. Por muy imponente
que pueda parecer la tarea en un
principio.
La actitud que adoptan los
conseguidores es zen. Una actitud
zen es aquella que debes adoptar
cuando te enfrentas a una tarea
mastodóntica. Imagina que tienes
delante de ti una montaña de troncos
de árbol que llega al cielo.
Prácticamente tapa las nubes. Te
han encomendado la tarea de
transformar todos esos troncos en
pequeños trozos de madera de
apenas 30 centímetros que se
puedan echar en la pequeña
chimenea de una casa. La tarea es
abrumadora y sólo cuentas con una
modesta hacha.
El truco no está en imaginarte el
tiempo que vas a tardar, las
dificultades que encontrarás o las
llagas que te van a salir en las
manos. El truco está en centrarte en
el primer tronco. Olvida todo lo
demás. Céntrate en el ahora. En la
unidad de trabajo más pequeña con
la que te enfrentes. El primer tronco.
No pienses en que te quedan miles
de troncos. Eso ahora no importa.
Importa el que vas a transformar
ahora.
La Gran Muralla China mide más
de 21.000 km de largo. Un trabajo
demasiado grande para cualquier
hombre o comunidad de hombres.
Para construirla no empezaron en un
extremo para acabar en el extremo
opuesto. Hubiera sido demasiado
desmoralizador pensar que delante
de uno quedaban tantos kilómetros
hasta alcanzar el objetivo final. La
estrategia fue dividir la tarea en
tramos pequeños de muralla, y
poner a dos grupos de hombres a
trabajar en la construcción de dicho
tramo desde cada extremo, para
avanzar y acabar encontrándose en
el medio. Como cuando se cava un
túnel y se empieza simultáneamente
desde ambos lados de la montaña.
De esa manera la moral se mantiene
alta, y el objetivo se siente cercano.
Adoptar una actitud zen es sólo
una de las muchas estrategias de la
gente que consigue aquello que se
propone.
El objeto de este libro será
acompañarte para que a partir de
ahora puedas adoptar una actitud
zen en todo aquello que emprendas.
Eso, junto a la disciplina y la
perseverancia diarias harán de ti un
superhéroe. Un ser imparable. Un
conseguidor. Alguien que vive como
quiere vivir, sin que nada ni nadie se
lo impida.
Capítulo 1
La Nueva Economía.
Nuevas reglas.
La Nueva Economía está
expulsando de sus puestos a los que
hasta ahora hacían el trabajo. Ahora
el trabajo lo ejecutan programas
informáticos y chips de silicio. Y las
tareas que tienen que ser ejecutadas
por personas de carne y hueso se
externalizan. Por supuesto todos los
bienes manufacturados ya vienen de
lejanos países orientales. Y en el
sector servicios pronto será lo
mismo. No sé si has oído hablar de
los “Asistentes Virtuales”. Son
programadores y administrativos
indios que, gracias a Internet,
pueden trabajar en sustitución de un
españolito mientras aquí es de
noche, por una muy razonable tarifa
de 4 a 6 euros la hora. Y hablan
inglés perfecto, o español si hace
falta. Otro ejemplo son los
telecentros, habitaciones llenas de
operadores telefónicos que operan
desde Marruecos o Ecuador para
grandes compañías telefónicas de
aquí.
Estas dos tendencias, la
tecnología y la deslocalización,
hacen que las empresas sean igual
de productivas que antes pero sin
empleados. Con plantillas mínimas.
Sin comités de empresa ni liberados
sindicales.
Ya no se busca a los que “hacen”.
Ahora se valora a los que
“consiguen”. No es lo mismo hacer
que conseguir. Cualquiera puede
hacer. Para que alguien haga, sólo
hace falta darle el manual de
instrucciones. “Sigue el manual,
después del procedimiento uno, haz
el dos. Si acontece equis, tú debes
seleccionar zeta”.
Conseguir es mucho más difícil.
Conseguir requiere pensar en
cómo podemos añadir valor. Ofrecer
algo que le sea de utilidad a los
demás.
Si trabajas en una planta química
y eres operador de planta, tu trabajo
consiste en controlar desde una
cómoda butaca si sucede una
reacción química en un tanque,
viendo una serie de indicadores y
luces y apretando palancas y
botones.
Si tu trabajo es ése, o parecido a
ése, ya te puedes ir despidiendo.
Porque ese puesto añade poco
valor. Tiene más lógica que lo haga
un empleado turco o vietnamita. O
que lo haga un robot.
Si eres taxista y empiezas a ver
cómo cada vez más gente utiliza
servicios como Uber o Blablacar,
maneras más imaginativas y baratas
de desplazar a la gente, puedes
llegar a intuir que tu modelo de
negocio, concebido con unas tarifas
fijas establecidas por una asociación
profesional o por un sindicato, está
empezando a estar maduro.
De la misma manera que las
empresas hoteleras van a a tener que
reinventar su modelo cuando cada
vez más gente va de vacaciones a
casa de alguien que anuncia un
apartamento, o una habitación en
sitios como Airbnb.
Los cines en EEUU están
cambiando su modo de funcionar y
sus precios, porque allí existe un
servicio de tarifa plana de alquiler
de estrenos por internet. Se llama
Netflix. En España la gente ya no va
al cine, y sólo desde que se han
puesto en marcha iniciativas como
el Día del Cine, con entradas a 2,90
euros la industria está viendo por
dónde tiene que tirar.
Las discográficas y las librerías
ya hace tiempo que cambiaron, a
raíz de la aparición de plataformas
como Spotify y Amazon. Las
editoriales cada vez editan menos
libros y cada vez hay más
publicaciones autoeditadas, como
este libro que tienes entre las
manos.
Las redacciones de los periódicos
tradicionales hace años que
languidecen en números rojos, y se
mantienen a base de becarios que
trabajan gratis o reporteros
mileuristas. Los ciudadanos ya no
están dispuestos a pagar por un
diario. ¿Para qué? Si tienes gratis
toda la información en internet. De
calidad y sin límites.
¿Cuál es la tendencia que
subyace tras todos estos cambios?
Las reglas han cambiado. Fíjate que
el denominador común es que los
productos y servicios son cada vez
más baratos, la productividad de las
empresas no deja de crecer, y las
plantillas no dejan de mengüar.
Sube el PIB y se mantiene la tasa
de paro. Los economistas se rascan
la cabeza, pero no es tan difícil de
entender.
En aeropuertos, estaciones del
AVE, hoteles y cines cada vez es
más normal ver cómo todo el
proceso de check-in se hace
automático, sin el concurso de
ningún empleado. Con códigos en el
móvil, o números de referencia.
Pronto los paquetes postales los
entregarán drones, y el autobús que
te acerca al centro de la ciudad lo
conducirá una máquina. Adiós
conductor de bus. Adiós al cartel
que dice “Prohibido hablar con el
conductor”.
Nos podemos quejar. Podemos
echarle la culpa a “los mercados”, a
las políticas neoliberales, o a
Obama. Pero eso no va a cambiar
las cosas. La tendencia es esta, y lo
es en todo el mundo.
Tú, que lees estas líneas, puedes
estar pensando “bueno, pero yo
estoy bien colocado. Esto no va
conmigo, o a mí no me echarán”.
Pero sabes que, en el fondo, tu
puesto pende de un hilo, de una
decisión que se tome a miles de
kilómetros de aquí, por un jefe con
ganas de marcarse la medalla del
ahorro de costes que supondría que
tú ya no tuvieras trabajo.
Y aunque estés “bien colocado”.
¿Y tus hijos? Ya puedes ir
preparándolos para el nuevo
escenario, porque está aquí para
quedarse. Se necesitarán, como
mínimo, los consejos que te voy a
dar en este libro, porque no pienses
que nada de lo que aprendan en el
colegio les va a servir el día de
mañana. En el colegio y en las
universidades no preparan para el
S.XXI. Todavía funcionan con
sistemas que fueron concebidos
para la enseñanza del S.XIX y
preparan a los estudiantes como si
todavía estuviéramos a mitad del
S.XX.
En la Nueva Economía del S.XXI
no hace falta matricularse en la
universidad. Tenemos Wikipedia.
Tenemos Khan Academy. Tenemos
Coursera. Skillshare y Udemy. No
hace falta memorizar datos. Lo
tienes todo en la punta de los dedos.
Bendito San Google.
No necesitamos más títulos, ni
más años metidos en aulas
memorizando datos o haciendo
trabajos a base de cortar y pegar
datos que cualquier niño puede
encontrar en internet.
Lo que se necesita es la
capacidad de concebir una idea, un
proyecto, una meta, y llevarla a
cabo. Cueste lo que cueste.
Empezar y acabar una tarea de
principio a fin. De la nada al todo.
Sobre todo acabar. Finalizar los
proyectos. Todo el mundo sirve para
empezar algo. Son pocos los que lo
acaban.
Una vez hayas acabado una tarea
o proyecto, podrás evaluar los
resultados. Ojo, porque acabar no
significa que los resultados sean
óptimos. Ni tan siquiera buenos.
Acabar es simplemente parte del
proceso.
Acabar algo nos va a permitir
evaluar qué ha ido bien, qué ha ido
mal, qué has aprendido, qué vas a
repetir la próxima vez, qué errores
nunca más vas a cometer.
Thomas A. Edison consiguió la
bombilla incandescente después de
acabar mil experimentos que no
funcionaron. En cada uno de ellos
aprendía algo. Con ese aprendizaje
volvía a empezar y volvía a acabar.
Sin los novecientos noventa y nueve
primeros experimentos fallidos
nunca hubiera llegado al
experimento final en el que
consiguió con éxito convertir la
electricidad en una luz que
cambiaría el mundo.
La capacidad de perseverancia, la
creatividad y el talento natural de
Edison está sólo al alcance de los
genios. Pero sí podemos fijarnos en
que, en el extremo opuesto, cada día
nos topamos con muchos que ni
siquiera tienen la capacidad de
esfuerzo suficiente como para
empezar y acabar proyectos que,
objetivamente considerados,
podemos calificar de normales.
Yo, sin ir más lejos, ha habido
momentos en que me he sentido
incapaz de terminar multitud de
cosas. Sólo después de pensar
detenidamente en por qué dejaba las
cosas de lado a medio hacer, llegué
a la conclusión de que se trata de
dominar dos aspectos: la voluntad
(lo fácil), y la ejecución (lo difícil).
En este libro voy a atacar ambos
flancos, con la esperanza de que
descubras vías más eficaces de
derribar los muros que se hayan ante
ti, y que te impiden conseguir
aquello que te propongas.
Capítulo 2
Tú eres el único
responsable.
Tal como te he dicho al principio
de este libro, existe un tipo de
personas que, independientemente
de cuál sea el entorno, de si estamos
o no en crisis, o de si el paro sube o
baja, consiguen aquello que se
proponen y llevan adelante sus
proyectos.
La primera característica de estas
personas es que hacen un exhaustivo
y racional análisis de sus vidas.
Dónde están, qué son, y en qué se
quieren convertir.
Como consecuencia de dicho
análisis los “conseguidores” en
primer lugar, establecen objetivos.
Luego establecen los pasos
necesarios para alcanzarlos y en
última instancia ejecutan dichos
pasos de principio a fin, sin
distraerse hasta alcanzar su meta.
Repasaremos cada una de estas
habilidades y te daré las claves para
que empieces a hacerlo tú de la
misma manera. Enfocado en los
resultados.
Pero primero quiero hacer
hincapié en un rasgo característico
de todas las personas que logran
conseguir sus metas. Este rasgo, que
actúa como premisa para que
obtengan sus logros, es el hecho de
que este tipo de personas aceptan
que ellos son los únicos
responsables de sus resultados, de
sus logros, y también de sus
fracasos.
Porque, conseguir hacer algunas
cosas, implica también fracasar en
muchas otras.
La responsabilidad es tuya
Todo empieza cuando te das
cuenta de que eres responsable
al 100% de tus resultados.
Aunque no controles
necesariamente todas las
variables que influyen en ellos.
La responsabilidad de
nuestras vidas es algo que
siempre va con nosotros,
aunque mucha gente no le
preste la más mínima atención.
Puedes renunciar a ejercer el
control sobre tu vida, pero
nunca puedes delegar la
responsabilidad. La
responsabilidad siempre será
tuya. Tuya exclusivamente. No
de tus padres, ni de tu jefe, ni
de tu marido, ni de la sociedad,
ni de Dios, ni de nadie. Puedes
culpar a quien desees pero el
resultado lo sufrirás siempre tú.
Ser responsable significa ser
consciente de que si los
resultados que obtienes no son
los que deseas, el único que
puede cambiar para obtener
unos resultados distintos eres
TÚ. Porque los demás
elementos no van a cambiar. Y
mirar hacia cualquier otro lado
buscando excusas fuera de ti
mismo es algo que sabes que
no te va a ayudar con tus
objetivos.
Las circunstancias son las
que son. El escenario político
es el que es. La Economía es la
que es. Las ofertas de trabajo
son las que son. Es verdad que
las cosas pueden mejorar…pero
¡también pueden ir a peor!
¿Qué sentido tiene que te
sientes a esperar que el entorno
mejore? Ninguno. Céntrate en
ti. Ahí está la clave. Ahí es
donde tienes que trabajar.
Igual estás pensando en dejar
tu trabajo porque no te
satisface, o porque ves que
corres peligro. Igual estás a
gusto con lo que haces, pero
eres consciente que la Nueva
Economía puede acabar de un
plumazo con tu actual status
quo laboral. Igual acabas de
finalizar tus estudios y no sabes
qué vas a hacer ahora. O llevas
meses en el paro pensando que
nunca encontrarás un trabajo
como el que tenías hasta hace
poco tiempo.
¿Estás preparado para
valerte por ti mismo?
En cualquier caso la
conclusión a la que llegarás es
que debes aprender a ser una
persona independiente con los
recursos suficientes para
superar cualquier situación.
Debes aprender a ser alguien
que no se escuda en pretextos
ni tras excusas a las primeras
de cambio, ni le echa las culpas
a los demás.
Cuando tus hijos vean
(aunque no lo noten
conscientemente, quedará en su
subconsciente) que eres una
persona que no echa balones
fuera ni culpa a nadie de sus
resultados, ellos también
aprenderán, a la larga, a generar
sus propios recursos ante las
adversidades que la vida les
depare.
Aceptar la responsabilidad
de tu vida implica:
No quejarte.
Ejercer el control sobre tu
día a día: anota ideas,
reflexiona, establece pequeñas
metas, registra tus mejoras. El
factor sin duda más importante
que debes controlar es TU
TIEMPO.
No aceptar lo que digan o
hagan los demás, sin más, sino
someterlo todo siempre a tu
propio criterio.
Ejecutar. Después de
analizar, reflexionar y
establecer un Plan de Mejora:
pasa a la acción. Ten la
disciplina suficiente para no
distraerte.
Los pensamientos
Los pensamientos son el origen
de todo. Antes de que algo se
convierta en realidad, ese algo ha
debido ser pensado por alguien. La
construcción mental precede a la
construcción real. Por tanto, aquello
que desees conseguir debe, en
primer lugar, lograrse en tu mente.
La mente tiene una extraña
manera de trabajar. Todo lo que
ocupe tu mente se cumplirá. Tanto
si es positivo como si es negativo.
Es como en los dibujos animados, o
en las series para niños. En iCarly
[aclaración para los que no tienen
hijos entre los 3 y los 10 años de
edad: iCarly es un programa infantil
de la cadena Disney Channel], en
iCarly, decía, hay un capítulo en el
que Spencer, hermano de la
protagonista de la serie, empieza a
salir con la madre de Gibby, una
mujer rubia, muy guapa. Pero un día
Spencer, mientras la está besando
con los ojos cerrados, piensa en
Gibby. Gibby es un chico regordete,
mofletudo, con pecas y el pelo
encrespado. En ese momento
Spencer se siente incómodo, abre
los ojos, y…en efecto: ¡la cara de la
chica se ha convertido en la cara de
Gibby!. ¡Argg!. A partir de ese
momento ya no puede besar a su
nueva novia sin que se le aparezca
la cara de Gibby cada vez.
Tu mente manda. Igual que le
sucede a Spencer, la realidad (tu
realidad) depende de cómo tu mente
modula tus percepciones.
Si piensas a menudo: “Si me
echan del trabajo, ¿dónde voy yo
ahora con 50 años? Si no tengo
formación”, estás recitando una
afirmación que a fuerza de ocupar tu
mente se va a convertir en realidad.
No tendrás donde ir sin la formación
que dices que te falta.
Si piensas: “Si no tengo el
Máster de [pon aquí lo que
quieras], no me cogerán” tu mente
está proponiéndote una excusa:
gástate el dinero en un Máster, y
posterga la realidad acuciante de
que necesitas un trabajo YA. El
mejor Máster es el de intentar algo
que deseas de corazón y encontrar
tus propios medios para
conseguirlo.
Fíjate que los pensamientos no
pueden tenerse si no es mediante el
lenguaje. Necesariamente
necesitamos palabras para pensar en
conceptos. Y la elección de esas
palabras y frases que van a ocupar
tu mente, condicionarán tu visión de
la realidad.
Imagínate que le tienes que
explicar cómo es el sabor de una
naranja a alguien que nunca la ha
probado. Por muy bien que lo
describas, nunca vas a acercarte
siquiera a lo que es la experiencia
directa de saborear una naranja. Y
en el momento que elijas una sola
palabra, el que te escucha ya va a
estar condicionado por ella. Por
tanto, sé consciente del poder que
tiene cómo te formules verbalmente
tus propios pensamientos.
Yo tengo una hija de 6 años a la
que le gusta la fiesta y la jarana.
Supongo que como a todas las niñas
de 6 años que todavía no tienen
problemas más allá de qué habrá
para comer hoy, o si esta tarde
sacamos las bicis o no. Un día se
me ocurrió decir enfrente de unos
amigos que la niña “es un poco
payasita”. Sé que ella oyó ese
comentario. A partir de ese día se ha
encargado muy bien de que ese
pensamiento que yo convertí en
lenguaje se convierta en realidad.
¿Cómo? Actuando de verdad como
un pequeño payaso en miniatura. El
lenguaje ha condicionado su
pensamiento, y su pensamiento ha
condicionado la realidad. Por tanto,
los que tengáis hijos, no dejéis de
expresarles que son buenos, que son
prudentes, que son inteligentes y
que son autosuficientes, si es que
queréis que vuestros hijos sean así.
Pero volviendo a ti… Te sugiero
que empieces a pararte cada vez
que escuches cómo tu mente genera
pensamientos que no ayudan en
absoluto a que consigas tus metas.
Niega la mayor. Cambia
pensamientos negativos por su
reverso en positivo: “No tendré
problemas si me echan. Hay pocos
tíos con tanta experiencia como
yo”, o “Los conocimientos/la
experiencia/la actitud que yo tengo
vale más de lo que cuesta sacarse
un Máster”. Exprésalo verbalmente.
No pienses tampoco que las
reglas no se pueden torcer. Si en una
solicitud de trabajo solicitan a
alguien con un Máster, o alguien con
experiencia en tal sector, ten por
seguro que eso son líneas que
alguien ha trazado para filtrar la
cantidad de gente a la que
entrevistar. Pero si tu deseo por ese
puesto es tan grande, muéstralo. No
es necesario que mientas al respecto
(ver más adelante lo que te tengo
que decir respecto a la Integridad)
pero debes encontrar la manera en
que tu candidatura aparezca como
atractiva para tus potenciales
empleadores. Eso compensará que
no tengas el Máster o la experiencia
que piden. Puede que no funcione (o
sí), pero que a veces las cosas no
salgan no significa que no haya que
intentarlo. Siempre hay que
intentarlo.
Aceptando la responsabilidad de
crear tu propia realidad, aceptas el
poder de cambiarla. Puedes
conscientemente poner más energía
en pensar en cosas que realmente
deseas. Algunos de esos
pensamientos negativos aún pueden
aparecerse en tu mente, pero los
puedes acallar con sus reversos
positivos, como hemos visto antes.
Puedes pensar que no eres mayor
para un trabajo, sino que tienes
mucha más experiencia que la
media. Verás que, en la medida que
tus pensamientos y expectativas son
positivos, tu realidad y tus
resultados mejorarán. Es casi
mágico. Es el poder del optimismo.
Te transformará en otra persona, y
los demás lo notarán.
¿Qué pasa si te niegas a aceptar
la responsabilidad de lo que te
sucede? ¿Qué pasa si te repites a tí
mismo “Algo externo a mí me está
causando todo este malestar, todo
este dolor”, “todo lo que me sucede
es culpa de…”? En ese caso ¿qué
poder tendrás de cambiar tu
realidad? Ninguno. Si focalizas tu
mente en lo malo que te está
sucediendo, y no en lo bueno que
puede venir, estás abriendo los ojos
y viendo la cara fofa de Gibby.
Podrías estar besando a la chica
guapa, y ¡estás con cara de asco!
¿Cómo puedes aprender a parar
de pensar en lo que no quieres?
Acepta la responsabilidad de atraer
tus pensamientos.
Si le das vueltas a lo que tienes,
“jo, qué mala suerte la mía, jo qué
difícil lo tengo, si es que no sirvo,
si es que tenía que haber hecho tal
o cual cosa hace nosecuánto
tiempo”. No te darás cuenta y
estarás en un bucle. Estarás como
un hamster, dando vueltas a la noria
en tu pequeña jaula.
Si tu mente la llenas con lo que
no quieres, estarás en el Infierno. Si
llenas tu mente de lo que deseas,
estarás en el Paraíso.
Por tanto, tu primer ejercicio debe
ser dejar de pensar en lo que te
ocurre, en tu mala suerte, o en el
mal trance por el que estés pasando.
Si escoges hacer caso omiso de esta
primera premisa (que tus
pensamientos condicionan tu
destino), entonces sé consciente de
que nadie, absolutamente nadie, va a
poder hacer nada por ti.
Simplemente sé consciente de los
resultados que dicha actitud te
seguirán generando, para que
aprendas que la situación no puede
cambiar. Si continúas haciendo lo
mismo, es lógico que sigas
obteniendo los mismos resultados.
Al menos ahora lo sabrás. Si quieres
continuar sufriendo, no merece la
pena que sigas leyendo este libro.
Te diré un secreto: nadie puede
hacerte avanzar en tu desarrollo
personal, el motor que hará que
consigas aquello que te propongas.
Sólo tú. Cualquiera que sea el
bache en el que te encuentres.
Aunque estés en la cuneta. En el
arroyo más inmundo de tu vida.
Sólo tú eres responsable de que te
levantes otra vez y salgas adelante.
Voy a suponer que en tu caso,
deseas seguir adelante y ayudarte a
ti mismo a mejorar tu situación. Lo
primero es dedicarte
conscientemente al ejercicio de
pensar en positivo. Siempre en
positivo. Mira hacia delante. No
mires atrás. Lo pasado, pasado está
y no se puede cambiar. Lo mínimo a
lo que debes aspirar a partir de
ahora es a que el futuro sea mejor
que el pasado. Y no tengo ninguna
duda de que eso va a ser así, por
una sencilla razón: a partir de ahora
cualquier experiencia va a ser un
aprendizaje. Las malas experiencias
no existen. No existe el fracaso.
Sólo existe la experiencia de probar
las cosas y aprender de los
resultados que obtengas. Si los
resultados en primera instancia no
son óptimos: ¡ya está! Sólo debes
descartar esa manera de actuar y
repetir. Así hasta que las cosas
salgan bien.
En ciencia, esto se llama “ensayo
y error”, y bien sabemos todos que
la ciencia está llena de cientos de
miles de errores antes de encontrar
“las respuestas”. El conjunto de
todo el conocimiento de la
Humanidad descansa en gente
equivocándose. Por cada 100
cagadas alguien tuvo un pequeño
éxito. ¿Qué digo? Por cada 1000
cagadas. Como Edison.
Las acciones
Después de dominar tus
pensamientos, asumiendo que tienes
la capacidad de moldearlos y
conseguir crear en tu mente ideas,
proyectos y planes motivadores y
positivos, deberás centrarte en la
segunda fase: la ejecución, la
acción, la puesta en práctica de lo
pensado, el ponerse manos a la
obra.
Esto es más importante -si cabe-
que la fase de la imaginación,
puesto que si no pasamos de ahí,
estaremos peor incluso que si no
hubiésemos pensado nada en primer
lugar. Sin la acción que debe seguir,
nacerá en nosotros el paralizante
sentimiento de la frustración.
Henry Ford lo manifestó de la
siguiente manera: “Vision without
execution is just hallucination”. Si
no pasas a la acción, simplemente
estarás alucinando.
Pasar a la acción es algo tan
sencillo y a la vez tan complicado
que requiere de un elevado grado de
autoconocimiento. El conocimiento
que tengamos de nosotros mismos
puede ayudarnos a desarrollar las
técnicas que nos empujen al único
secreto que se esconde detrás de los
que consiguen aquello que se
proponen: la perserverancia, y la
capacidad de no abandonar hasta
finalizar. Pase lo que pase.
Empezar modestamente
Además de la perseverancia,
sobre la que después hablaremos, es
crucial siempre, siempre empezar
modestamente. Es infinitamente más
importante la constancia que la
vehemencia propia de los inicios de
cualquier proyecto.
Es más, seguramente empezar con
grandes dosis de entusiasmo e
impulsividad sea hasta
contraproducente. En mi experiencia
es mejor dosificarse, y empezar
cualquier proyecto con pequeños
pasos, sabiendo que debemos
apostar por el “largo plazo”, que es
lo que realmente marca la diferencia
entre “los conseguidores” y los
mediocres. No es el talento, ni los
estudios, ni la capacidad innata. Se
trata únicamente de la capacidad de
no cejar en el empeño.
Empezar modestamente es como
darle martillazos a un clavo. Los
primeros golpes deben ser
delicados, suaves, ligeros, sin la
carga en esfuerzo y tiempo de lo
que vendrá después. Pero deben ir
bien dirigidos y dar en el corazón
mismo del clavo para que éste
perfore la superfície de manera
correcta y duradera.
¿Cuántas veces cuánta gente
habrá decidido un día que debían
ponerse en forma, y al día siguiente
se han machacado 2 horas en el
gimnasio, para acabar con unas
agujetas de órdago y la incapacidad
de mantener el esfuerzo hasta –casi
sin darse cuenta- abandonar su
proyecto inicial de cuidarse?
Hay que empezar modestamente,
dedicando el tiempo y esfuerzo
mínimo necesario, pero con una
determinación a prueba de bombas,
que te asegure que cada día, sin
excepción, le dedicarás parte de tus
recursos al objetivo que te hayas
marcado.
Decir no a lo demás
Nuestra atención es limitada.
Multitud de estímulos reclaman
nuestra atención hoy en día.
Mensajes, llamadas, redes sociales,
invitaciones. Debemos ser
cuidadosos con cuáles de esos
estímulos distraemos nuestra
atención.
Gran parte del secreto está en
dejar las medias tintas, en
comprometerte realmente con tus
objetivos y empezar a declinar otras
posibilidades.
Entre las cosas inevitables que
debemos atender hallamos en primer
lugar nuestras necesidades
fisiológicas y biológicas (comer,
ducharnos, vestirnos, ir a la
peluquería, etc..), además la
mayoría debemos destinar recursos
a la tarea de generar ingresos para
pagar las facturas del mes. Luego
hay compromisos familiares,
reuniones de amigos, invitaciones a
actos sociales, recados domésticos,
y tareas de mantenimiento, etc.
Si te tomas en serio tus objetivos
debes obsesionarte con ellos, cosa
que implicará trazar una linea roja
en algún momento, para que las
“trivialidades” del día a día dejen de
interferir en el tiempo que vas a
dedicarle a tus objetivos.
Piensa claramente qué cosas no
merecen tu atención, o qué cosas
puedes delegar en otros, para
conseguir “liberar horas”. El tiempo
necesario para centrarte en tus
objetivos. Di NO a lo accesorio,
para dar un gran SÍ a lo importante.
A lo que tú decidas que es
importante.
No te distraigas
En mi propia experiencia te
puedo decir que un aspecto crucial
para conseguir acabar lo que te
propongas consiste en ser consciente
en todo momento de que necesitas
“no salirte del camino”. Enfocarte
en aquello que tienes que hacer, y
olvidar el resto del mundo, siquiera
por unas horas, días, o semanas.
Hasta conseguir llegar al final.
Hoy en día la sociedad
audiovisual en la que vivimos nos
proporciona distracciones múltiples.
Mi generación creció con la TV
como distracción por antonomasia.
Lo más fácil para que pasaran las
horas sin conseguir llegar a nada era
repantingarte en el sofá a ver las
pocas cadenas que por entonces
había.
Hoy en día, la amenaza como
distracción que constituía la TV, se
ha visto aumentado de manera
realmente peligrosa con el
advenimiento y generalización del
acceso a Internet y los smartphones.
Internet es una herramienta
maravillosa. Lo tienes todo en la
punta de los dedos. Si te apetece
ver a Taylor Swift en concierto,
ahora mismo podrías dejar de leer
estas líneas, pinchar en Youtube,
poner "Taylor Swift in concert" y ya
está, a disfrutar. Además después de
ver una magnífica interpretación de
esta nueva musa de adolescentes y
no tan adolescentes, te vas a liar y
vas a estar media hora más viendo
vídeos de aficionados que se graban
a sí mismos haciendo versiones
caseras de cualquier canción de
Taylor. Algunos tienen gracia, lo sé.
Pero te pido que por un segundo
pienses en la cantidad de tiempo
que has perdido cada vez que caes
en esta “rueda”.
Si tan solo dedicas 15 minutos al
día a este tipo de navegación sin
sentido, o a echar una miradita
rápida a lo que tus amigos han
publicado en Facebook estás
perdiendo la friolera de casi 8 días
al año en este tipo de actividad que
no te aporta nada.
Imagina que tienes 8 días por
delante para dedicárselos a un
proyecto que realmente lleves
pensando en completar desde hace
tiempo. Es demasiado tiempo como
para que no te detengas un momento
a evaluar la conveniencia de entrar
en la “rueda” cada día.
Es verdad que casi todos
utilizamos Internet cuando tenemos
la más mínima duda acerca de
cualquier cosa. Yo cada día entro en
Wikipedia, y cuando dudo acerca de
una palabra, me falta tiempo para
entrar en la web de la Real
Academia Española. También miro
fotos y leo blogs. Reconozco que
todavía no soy capaz de asumir la
cantidad de información y
distracciones que nos brinda la Red.
Y la inmediatez con la que nos lo
da. Es sencillamente brutal.
A veces confieso que he pensado
que estaría bien sufrir una larga
enfermedad que me tuviera postrado
en cama las 24 horas del día, porque
así podría dedicarme todo el día a
picotear de esas frutas prohibidas
que me brinda el navegador. Todo el
día viendo videos interesantes,
divertidos, educativos, o leyendo
textos sugerentes o enviando y
recibiendo emails de amigos, o
mirando las redes sociales, haciendo
nuevos amigos.
Todo el día subido en la “rueda":
email, facebook, videos, blogs,
wikipedia, google, noticias, gmail,
linkedin, google plus. Abriendo
ventanas. Nueva ventana. Nueva
ventana. Rodando y rodando sin
parar, como en un tiovivo digital.
Pero... ¿qué te aporta todo eso?
¿a dónde pretendes llegar? La
“rueda” te absorbe, te succiona
como un agujero negro, y te lleva a
la nada, al vacío, a otra dimensión
donde no se avanza en linea recta,
donde no hay objetivos.
Para evitar que caigas en los
peligros de la “rueda" puedes seguir
las siguientes técnicas:
No abras el email nada más
sentarte delante del ordenador.
No enciendas el ordenador
nada más sentarte en la silla.
Antes de nada escribe en un
papel las 3 cosas que deseas
acabar (iba a poner hacer, pero
he puesto acabar) ese día o esa
mañana. No pongas más de 3
cosas, ¡ pero termínalas !
No busques cada vez que se
te venga algo a la cabeza.
Anótalo en un papel y olvídate.
Ya lo buscarás cuando toque.
Si tu mente calenturienta te
hace recordar durante la
mañana que te gustaría saber
dónde nació Taylor Swift, no lo
hagas en ese momento.
Escríbelo en un post-it o en un
trozo de papel, o mejor en una
libretita pequeña, y métetelo en
el bolsillo.
Sólo consulta el email 2
veces al día. Esto es duro. Muy
duro. Es como dejar de fumar.
Al principio es durísimo. Luego
vas viendo los frutos y te
conviertes en un buen usuario
del email.
No abras un ordenador ni
utilices la tableta a partir de las
7 de la tarde. Además tanta
pantalla no es bueno para
conciliar el sueño.
Ten objetivos. Toda
búsqueda que no ayude a
acercarnos a nuestros objetivos
hay que rechazarla.
Bórrate del facebook.
Pregúntate qué te aporta. Yo no
me he borrado, pero trato de
entrar lo menos posible.
Nunca, nunca, abras el
facebook (si has decidido no
borrarte) o cualquier
distracción, pensando "venga,
sólo 3 minutos, veo las
novedades y cierro". Eso nunca
sucede. Hay que tenerlo claro.
Bórrate del twitter. O si
todavía no estás, ya ni te
registres.
Si todavía no tienes tu
voluntad plenamente
domesticada, concédete
diariamente una pequeña
ventana de tiempo para hacer
una mini-rueda. Un premio por
haber estado enfocado durante
todo el día. Mejor hacerlo antes
de ir a comer o antes de la
cena, o previo a algun
compromiso que nos vaya a
obligar a levantarnos y apagar
el ordenador, así, al cabo de un
rato, lo tendremos que dejar sí
o sí.
Vuelve al papel. Escribe tus
ideas en una libreta de bolsillo.
Deja de utilizar aplicaciones
para esto del
tipo Evernote o Wunderlist, son
herramientas magníficas, pero
favorecen la exposición a la
“rueda".
Evita -siempre que sea
posible- leer artículos en la
pantalla del ordenador. Lee
libros en formato papel, o
utiliza un Kindle.
Da paseos durante el día.
Eso te mantendrá alejado del
ordenador y te asegurará unos
minutos de exposición a la luz
solar. Que nos dé la luz del sol
es primordial para obtener
vitamina D, lo cual garantiza un
estado de ánimo más calmado y
un cerebro más alerta.
No hagas "multitasking".
Aunque todo esté preparado
para hacernos creer que la
manera moderna de hacer las
cosas es saltando de una a otra
constantemente, no lo hagas. No
abras otra ventana. Te dices a tí
mismo "mientras se carga esto,
voy a ir mirando el email", "así
voy aprovechando", "mientras
se imprime ese informe miro un
momento en google dónde ir el
fin de semana". Ese es el
camino más rápido a tirar la
mañana por la borda. Lo sé por
experiencia.
Capítulo 3
Las herramientas.
Lo primero que debes establecer
es aquello que quieres conseguir.
Hazlo en forma de frase o
parágrafo, a modo de descripción, y
siempre por escrito. Recopila y
conserva tus objetivos en algún
fichero o lugar común donde los
puedas revisitar con frecuencia. Yo,
particularmente, los guardo en
Dropbox. Así los puedo consultar o
revisar incluso desde el móvil.
Da igual que hablemos de metas
profesionales o personales. Lo
importante es que tomes conciencia
y concretes cuáles son esas metas.
Si no estás demasiado seguro de
si merece la pena incluir un
determinado proyecto entre tu lista
de objetivos, entonces es que
necesitas madurarlo más. No lo
anotes. Escribe sólo aquello para lo
que estés dispuesto a
comprometerte al 100%. No nos
vale un 50% o un 70%.
Ten en cuenta que aquello que
escojas como objetivo depende
enteramente de ti, y debe
satisfacerte a ti exclusivamente.
Que los demás quieran meter
cucharada en lo que deberías o no
hacer es irrelevante. Haz un
cuidadoso examen de conciencia
personal, y pon en esa lista lo que te
acerque más a la persona que TÚ
quieras ser. A la larga será la opción
que te garantice mayor nivel de
felicidad y autoestima.
Una vez tienes esa meta clara en
tu mente, bien escrita y visible en
algún lugar fácil de revisitar,
deberás esmerarte en seguir los
hábitos y estrategias necesarios para
llegar al objetivo.
No es complicado. Pero
precisamente, al no ser complicado
hacer lo necesario, tampoco es
complicado dejar de hacerlo. Eso es
lo que hay detrás de los millones de
personas que no consiguen lo que se
proponen. Tenlo en cuenta.
Manténte alerta. Cada día cuenta.
No debe haber día sin avance. No
puedo dejar de enfatizar esta frase:
“No puede haber día sin avance”.
Los grandes cambios empiezan
con pequeños pasos. Son tan
pequeños esos pasos diarios que
hay que dar, que es fácil engañarnos
a nosotros mismos diciendo “uff,
hoy no se me ocurre nada”, “uff, hoy
me encuentro algo cansado”, “uff,
hoy tengo reunión familiar, no podré
avanzar en mi proyecto”, “uff, con
lo calentito que se está en la cama,
no sé si voy a poder madrugar”. En
el momento que uno de estos
pensamientos te asalte, fíjalo en tu
mente durante 5 segundos como si
lo tuvieras delante escrito a lápiz en
una cuartilla, y luego con una goma
MILAN imaginaria bórralo.
Sustitúyelo por una frase escrita que
sea: “No debe haber día sin
avance”.
Para conseguir lo que te
propongas deberás seguir una
estrategia basada en los siguientes
puntos:
1. Establecer el objetivo.
2. Establecer los pasos.
3. Establecer los hábitos.
4. Hacer un seguimiento de los
resultados.
Veamos estos pasos en detalle:
Establecer el objetivo
Los antiguos filósofos ya sabían
que antes de que algo sea en la
realidad, debe serlo en potencia.
Que algo sea en potencia significa
que alguien lo tiene que haber
pensado, alguien debe haber
imaginado cómo será aquello que
algún día será, pero que todavía no
es.
Por tanto, lo primero es imaginar
qué es lo que quieres.
Debes imaginarlo vívidamente.
Yo te aconsejo que, en un momento
en que estés solo, te tomes 10
minutos para cerrar los ojos e
imaginar cómo será el sentimiento
de conseguir alcanzar una meta.
Por ejemplo acabar una maratón,
aprobar un examen, montar una
empresa, aprender un idioma,
aprender a tocar un instrumento,
firmar un contrato con algún nuevo
cliente, construir una casa de
madera, sembrar un pequeño huerto
del que proveerte durante el verano,
o lo que sea.
Después de haber imaginado en
detalle cómo será el haber
conseguido tu objetivo, y de ser
capaz de describirlo de manera
concreta en una frase o parágrafo, es
crucial que te constestes la pregunta
de POR QUÉ deseas alcanzar esa
meta.
¿Se trata de un proyecto
encuadrado en una manera de vivir
que deseas como propia? ¿Se trata
de demostrar algo a alguien? ¿Se
trata de demostrarte algo a ti
mismo? ¿Se trata de subir un nivel
en conseguir un modo de vida
acorde con tu personalidad? Lo
ideal será que ese objetivo te
acerque a la persona que te has
imaginado a 10 años vista.
Ten en cuenta que si, a la larga, el
POR QUÉ no es lo suficientemente
atrayente y motivador, si no está
alineado con la persona que quieres
llegar a ser, una vez te pongas a ello
los obstáculos que surjan te
parecerán insalvables, y será más
duro evitar el desánimo y
eventualmente el abandono.
Al principio no, porque todos los
principios son ilusionantes y
motivadores. La novedad puede con
todo. Pero después de que la
novedad se diluya, y debas
perseverar en el esfuerzo diario,
llegará invariablemente el momento
de bajón en que deberás apoyarte en
algo, primero en el hábito (ahora
hablaremos de esto), pero sobre
todo deberás tener muy presente qué
deseas conseguir con el proyecto en
el que te has embarcado.
Es vital, por tanto, empezar
escribiendo:
1. El objetivo
2. El por qué del objetivo
Tómate el tiempo que necesites
para decidir cuáles van a ser tus
objetivos.
Los objetivos que te marques son
sagrados y magníficos. Deben llegar
a ser una obsesión para ti, porque
sólo lo que nos obsesiona es capaz
de reclamar nuestra atención y
motivación hasta extraer de nosotros
el esfuerzo necesario para finalizar
el trabajo.
Ante tus objetivos sagrados todo
lo demás debe apartarse del camino.
Lo demás es pequeño e irrelevante.
Debes asumir que quizás
decepciones a alguien por algún
asunto nimio e insignificante, pero
que ese precio bien vale alcanzar
aquello grande y magnífico que te
hayas propuesto. Aquello de lo que
realmente te sentirás orgulloso.
Muchas veces tener claros tus
objetivos (aquello a lo que te vas a
comprometer en un 100%) hará que
también veas claro qué asuntos
debes ignorar, aquello que no debes
atender ni tan sólo al 1%.
Debes empezar a considerar
delegar las trivialidades, aquello
que no esté en tu lista final: quizás
en tu caso signifique que alguien te
haga la declaración de la renta, o
que te monten el armario que
compraste desmontado, o que te
arreglen la moto en el taller en vez
de perder horas y esfuerzo
personal,o que te pinten la casa, etc.
A no ser que por la razón que sea
(para avanzar en tus objetivos) tenga
sentido que tú hagas ese tipo de
tarea.
Tipos de objetivos
Ya hemos hablado del objetivo a
10 años vista. Más que un objetivo,
es una imagen que tienes de ti
mismo, hacia la que vas a dirigirte
con paso firme. Esa imagen puede
cambiar y evolucionar con el
tiempo, pero el mero hecho de
tenerla siempre presente va a
ayudarte a no desviarte demasiado
del rumbo.
Para que esa imagen se traduzca
en realidad yo particularmente
manejo objetivos anuales, que
establezco a principios de año. Se
podrían establecer objetivos a 5
años o trianuales, pero a mí me
cuesta particularmente centrarme en
estos plazos. Para mí es más
sencillo establecer sencillamente
objetivos anuales. Si algun proyecto
en concreto me puede llevar más de
1 año, simplemente planifico qué
parte del proyecto tengo intención
de completar en los siguientes 12
meses. El año que viene ya me
preocuparé del resto.
Objetivos mensuales
Una vez establecidos los
objetivos anuales (en dos
categorías: profesionales y
personales), lo que hago yo es
evaluar cada mes el progreso
realizado.
Normalmente me ayudo de una
aplicación de calendario, donde un
día cada mes me programo una
reunión conmigo mismo denominada
“Evaluación de objetivos anuales”.
Para mí es importante realizar esa
evaluación por escrito. Dedico unos
minutos a escribir el progreso
realizado en el mes, y establezco
qué avance debería alcanzar en el
mes siguiente. De esa manera me
fuerzo a hacer una autoevaluación
exhaustiva y sistemática.
No creas que esos pequeños
exámenes personales que me pongo
son siempre satisfactorios. Muchas
veces me encuentro decepcionado
conmigo mismo ante el poco avance
que he logrado. Pero lo bueno de
este ejercicio es que me fuerza a
volver a imaginar cómo sería
alcanzar el objetivo, por qué lo
estoy persiguiendo, y a retomar con
fuerza los hábitos necesarios para
seguir avanzando.
Si hay algún objetivo en el que no
he hecho ningún avance significativo
en unos meses, es que quizás ese
objetivo no está llamando mi
atención lo suficiente, y necesita
caerse de la lista, por lo menos
momentáneamente.
Objetivos diarios
Además de los objetivos
mensuales yo trabajo con tareas
diarias que son necesarias.
Normalmente no escribo más de 3,
ya que en mi experiencia intentar
conseguir más de 3 cosas en un día
suele ser fuente de frustración y de
dispersión.
Podría establecer objetivos
semanales, pero en mi caso, si
simplemente aspiro a conseguir
acabar 3 cosas cada día, el objetivo
semanal lo considero cumplido.
Normalmente escribo esas 3
cosas que debo completar a primera
hora del día, y me fuerzo a atacarlas
inmediatamente, antes de plantearme
hacer nada más. Antes, solía
demorar las tareas pensando que
tendría tiempo a lo largo del día,
mientras hacía cosas más
“atractivas” o “relajantes”,
especialmente si ese día tenía la
agenda más o menos despejada,
pero por experiencia te puedo decir
que si haces eso te expones a
encontrarte con urgencias
profesionales, imprevistos
personales, o reuniones o consultas
sobrevenidas que darán al traste con
el tiempo que te resta del día y no te
dejarán completar tus 3 objetivos
diarios.
Por tanto, escribe 3 cosas que
debas completar durante el día y
ponte las orejeras, no atiendas nada
más hasta que logres completarlas.
Con un poco de suerte cuando
acabes todavía te quedarán horas en
el día. Entonces ya atacarás esas
otras tareas “de segunda”, las que
no marcan la diferencia. Sí, se tienen
que hacer igual, pero no determinan
tu nivel de logro.
¿Cómo establecer objetivos?
En primer lugar, no tengas en
cuenta el tiempo. El tiempo pasará
siempre, no es un coste de
oportunidad como el dinero. El
dinero se puede ahorrar. Si no lo
gastas hoy, y lo mantienes en tu
bolsillo, lo podrás gastar más tarde.
Pero el tiempo, pasa. Hagas lo que
hagas. No se puede “ahorrar”
tiempo. Esta hora que dedicas a leer
este libro pasa y ya no volverá. Sólo
vale el momento presente y tú
escoges a qué lo dedicas. El pasado
no vuelve y el futuro, cuando llega
es en forma de momento presente.
Enfócate en lo que tienes que hacer
hoy, y al fijar un objetivo no te
obsesiones con una fecha de
cumplimiento. El mero hecho de
enfocarte en algo (el objetivo) HOY
debe significar que tu vida ya está
experimentando una evolución
positiva, aunque todavía no hayas
alcanzado el objetivo.
¿Cuál es el propósito de marcarte
objetivos?
Tener objetivos te permite
enfocarte mejor hoy. Escoger
aquello que te mantendrá en el
camino que tú has escogido.
Clarifica qué debes hacer y qué
debes dejar de hacer. Ayuda a
priorizar.
Desde este punto de vista
establecer objetivos futuros, debe
ya influir en tu rendimiento presente.
Debe aportarte más confianza y
seguridad hoy.
Llevar un Diario
Algunos autores recomiendan
establecer un “scoreboard” para
hacer el seguimiento de los
objetivos marcados. Un scoreboard
es sencillamente un documento con
3 columnas. En la primera se
establece la descripción de aquello
que queremos conseguir, de la
manera más objetiva y concreta
posible. En la segunda columna
establecemos cuándo
consideraremos cumplido ese
objetivo. En la tercera columna
escribiremos en qué punto nos
encontramos y qué nos falta todavía
para finalizar.
A mí particularmente no me atrae
la idea del scoreboard o cuadrícula
para seguir el avance con un
proyecto. La manera en que yo
prefiero revisar mis objetivos es la
siguiente: En una libreta escribo el
objetivo de manera concreta y
objetiva, dejando varias páginas en
blanco siguiendo al enunciado del
mismo. Cada 30 días dedico unos
minutos a añadir unas lineas para
evaluar qué avances he realizado y
qué me planteo para el mes
siguiente. El esquema sería:
1. Descripción del objetivo.
2. Evaluación de control - mes
1
3. Evaluación de control - mes
2
4. Evaluación de control – mes
3
5. … y así hasta el final.
Lo que escribo cada mes
acostumbra a acuparme unos pocos
párrafos. Intento plasmar cómo me
he sentido, mi nivel de motivación,
si me he encontrado alguna
dificultad, si he podido o no cumplir
el hábito necesario para avanzar,
también si ha habido alguna
incidencia, etc. Trato de escribir
algo que me sirva de referencia al
mes siguiente, y en meses
posteriores, algo que me ayude a ir
superando etapas.
Y tengo que decir que a medida
que vas avanzando, es motivador
revisar las primeras entradas de un
Diario como éste, escritas unos
meses atrás, cuando ya estás más
avanzado en tu proyecto. Es
entonces cuando te das cuenta de lo
que has trabajado y del progreso
conseguido, y eso te da ánimo para
encarar el trabajo que todavía falta
hacer para alcanzar lo que te hayas
propuesto.
Meta-hábitos
Los meta-hábitos son hábitos que
nos recuerdan y ayudan a seguir
practicando los hábitos que nos
acercan a la persona que queremos
llegar a ser.
Como ya he dicho, los hábitos
son duros. Cuesta respetarlos.
Intenta no comer azúcar durante una
semana. Intenta salir a correr cada
día. Intenta escribir 500 palabras
cada mañana. Intenta llamar a 5
potencionales clientes cada día.
Ufff. Cuesta.
Por eso es necesario establecer
estrategias para evitar el abandono
prematuro de un hábito. Son los
meta-hábitos.
Se trata de pensar en los posibles
tropiezos e incidencias que pueden
surgir durante la práctica de un
hábito, y prediseñar respuestas que
nos ayuden a no abandonar.
Tener unos meta-hábitos
preparados es reconocer que nuestra
fuerza de voluntad puede venirse
abajo en un momento dado.
Los meta-hábitos son aplicables a
cualquier hábito que estemos
intentando adoptar, y algunos son:
1. Elimina tentaciones.
Estudia qué puede llevarte a
incumplir tu hábito y evita
encontrarte en esa situación. Si
no quieres picar entre horas, no
debes tener en la despensa de
casa bollería o patatas fritas. Si
quieres llevar a cabo una sesión
de trabajo personal focalizado
pon tu smartphone en modo
Avión. Si quieres mantener el
presupuesto que te has marcado
para el mes, ves a comprar con
una lista al súper.
3. Establece recompensas.
Esto puede ayudarte a
mantenerte en tu hábito.
Concédete una pequeña
celebración cuando consigas
algo. Sal a cenar con tu pareja
si acabas el proyecto laboral
que tienes entre manos. O
encarga sushi si logras salir a
correr cada día durante una
semana. O vete fuera de fin de
semana si apruebas finalmente
ese examen para el que deberás
esforzarte durante meses.
¿Inicias o Respondes?
A lo largo del día, si analizas
todas las pequeñas tareas que
realizas, verás que cada una de ellas
puede ser fruto de una acción que
inicias tú, o bien de la reacción a
algún estímulo que te viene de
fuera.
En el ejemplo más básico, tú
puedes decidir llamar a alguien o
bien puedes contestar el teléfono
cuando alguien te llama. Aunque
llames tú a alguien, si esa llamada
responde al hecho de que tu
interlocutor te pidió que le llamaras
antes, también estarías respondiendo
y no iniciando la acción.
Otro ejemplo básico sería cuando
te encuentras con algún conocido
por la calle. Puedes hacerle una
señal a modo de saludo y continuar,
o bien pueden suceder dos cosas: él
o ella se detiene e inicia contigo una
conversación, en cuyo caso tú
estarías respondiendo, o bien eres tú
quien inicias la conversación al
verle.
De la misma manera, con tus
amigos, tú puedes sugerir una
excursión para el fin de semana (tú
inicias) o puedes esperar a que
alguien lo proponga y responder a
dicha propuesta, ya sea afirmativa o
negativamente (tú respondes).
Pues bien, está demostrado que la
gente que consigue lo que se
propone, la gente que desea ejercer
una influencia sobre su futuro, son
gente que constantemente busca
iniciar las acciones.
Es fácil, y seguramente más
satisfactorio en el corto plazo, estar
constantemente respondiendo a las
demandas de los demás, y
seguramente no podríamos vivir
ignorando totalmente dichas
demandas, a no ser que quisiéramos
ser seres totalmente asociales, pero
hay que tener claro que si quieres
conseguir cosas, debes priorizar el
iniciar tú mismo las acciones.
Una buena analogía podría ser la
siguiente: puedes escoger dedicar
tus esfuerzos a empujar una rueda
que ha construido otro, o puedes
dedicar parte de tu tiempo a
construir tú mismo una rueda que
sea TU rueda y tratar de que los
demás encuentren la motivación
necesaria para empujarla.
Sólo el hecho de ser consciente
de si estamos iniciando una acción o
respondiendo a un estímulo de otra
persona, ya te ayudará a analizar
hacia dónde diriges tus pasos, y
puede que te ayude a tomar mejores
decisiones a partir de ahora.
Está demostrado que gozan de un
más alto nivel de autoconfianza y
satisfacción por los logros
conseguidos, aquellas personas que
inician, que los que continuamente
responden.
Capítulo 4.
Perseverancia.
La perseverancia nace de la
autodisciplina diaria en forma de
acción destinada a obtener un fin,
sabiendo que durante un largo
período de tiempo no vamos a
obtener el resultado deseado.
Veamos un ejemplo: La diferencia
entre un youtuber con decenas de
miles de visitas y otro que no sigue
nadie no es el estilo, ni el guión, ni
la calidad de imagen, ni su simpatía
delante de la cámara, o lo que diga
en sus videos. Bueno, lo es. Pero
hay otra cosa primero. La diferencia
entre un youtuber con tráfico y otro
cuyos videos no ve nadie es que el
primero ha estado 2 años
produciendo videos diariamente y
colgándolos en la red cuando nadie
le seguía, hasta que poco a poco ha
logrado obtener, uno a uno, los
primeros 1000 seguidores. Ha
invertido las horas necesarias,
semana tras semana, mes tras mes,
durante más de 2 años, sin tener la
motivación que dan los comentarios
y el feedback que obtienen de su
parroquia los ya consagrados.
Por tanto, la perseverancia
consiste en una acción continuada y
focalizada (siempre en la misma
dirección) en la que no se consiguen
todavía (al inicio) los resultados
deseados, pero que es el peaje que
hay que pagar para alcanzar los
objetivos que te has marcado.
Casi nadie negará el poder de la
perseverancia. Es fácil de captar
simplemente en el mero acto de ver
a un bailarín profesional, a un atleta
olímpico, o a un skater que hace lo
que quiere encima de su monopatín.
Detrás de todas esas expresiones de
excelencia está el concepto de
perseverancia. Miles de intentos,
miles de caídas, miles de pruebas
fallidas, miles de horas de
entrenamiento.
Malcolm Gladwell y otros
autores consideran que lo mínimo
que hay que practicar (perseverar)
para ser un maestro en cualquier
disciplina son 10.000 horas.
Gladwell lo explica en su libro
“Outliers” analizando el caso
concreto de chicos que tocan el
violín. De un grupo de violinistas
que habían empezado a ensayar a
una misma edad determinó que los
que destacaron lo hicieron porque a
partir de la edad de unos 8 o 10
años empezaron a ensayar por
encima de la media, de tal manera
que acumularon unas 10.000 horas
de ensayo, mientras que la media de
otros violinistas no llegaban ni a la
mitad de esas horas de práctica.
Gladwell también estima en su
libro que los Beatles debieron tocar
juntos unas 10.000 horas antes de
hacerse mundialmente famosos,
cosa que les fue posible al ser
contratados en garitos de Hamburgo
donde tocaban cada día de la
semana durante sesiones de más de
8 horas.
Ni tú ni yo queremos convertirnos
en maestros mundialmente famosos
de ningún campo, pero sí nos
ayudaría conocer cuáles son los
elementos que sostienen esa
autodisciplina llamada
perseverancia. Son la acción
continuada y de la acción
focalizada.
La acción continuada.
La acción continuada sucede sea
cual sea el estado de ánimo de
quien la ejerce. El atleta no se
plantea si hoy tiene menos ganas
que ayer de entrenar, si se siente
más perezoso, si no ha dormido
bien, o si le duele un poco la
cabeza. El atleta respeta de manera
religiosa su plan de entrenamiento, y
si su motivación o su físico no están
al 100% él sabe que está enfocado
en un objetivo superior, no
enmarcado en el fin de ese día, sino
en el distante futuro, y que su mejor
aliado es el trabajo y la
perseverancia.
El adjetivo continuada no es
baladí. Significa que hay que
echarle horas. Sin caer en el tópico
de Einstein, que “esperaba a la
inspiración trabajando”, sí hay que
recalcar que, en especial en
proyectos que requieren de
creatividad y de esfuerzos
espontáneos, es fundamental –al
principio y siempre- bloquear el
tiempo necesario para avanzar.
Pongamos como ejemplo la
redacción de este libro: no siempre
he tenido el mismo nivel de
inspiración, no siempre he sabido
qué empezar a escribir y/o cómo
expresar determinada idea. Cuando
empecé a escribir tampoco tenía
clara la estructura del libro, ni su
extensión, ni su maquetación o cómo
sería la portada. Lo que sí tenía
claro es que para escribirlo y lograr
ponerlo en tus manos y en la de
otros lectores necesitaba
comprometer una serie de horas.
Eso ha implicado que a veces me he
puesto delante del ordenador sin
tener ni idea qué iba a escribir, o
qué paso iba a ser el siguiente, pero
ello no ha significado que dejara de
ponerme delante del ordenador,
apagara el móvil y le dedicara
diariamente los minutos/horas
necesarios hasta vislumbrar la
dirección hacia la cual avanzar.
Para conseguir aquello que te
propongas tienes que “fichar”. Es
fundamental retener la idea de que
para conseguir finalizar cualquier
cosa hay que bloquear tiempo
diariamente para no hacer nada más
que “el proyecto”. Es
imprescindible comprometer ese
tiempo obligatorio para empujar la
rueda y avanzar, aunque no sepas
cuál es el siguiente paso.
Simplemente fuérzate a exprimir tus
neuronas para encontrar el camino.
Sucederá que a veces llegues a
callejones sin salida, a encrucijadas
de donde no acertarás a ver nada
que sea provechoso. Lo bueno es
que ya lo tendrás previsto. Es parte
del proceso. A veces hay que tejer
varios puntos antes de darte cuenta
de que no lo estás haciendo bien.
No temas destejer el trabajo hecho,
retroceder algunos pasos para
reanudar la tarea habiendo
descartado un camino. Estás en el
mismo punto que en algún momento
anterior, pero estás más cerca del
final de tu proyecto.
El protocolo que te exigirá
cualquier fin que te marques será el
siguiente:
1º Poner las horas: es un tema
puramente de agenda. Hay que
bloquear el tiempo que estimes
necesario para dedicárselo a la tarea
que tienes por delante. Aunque no
produzcas nada, especialmente al
principio, debes invertir el tiempo.
2º Llenar las horas de contenido:
ten en cuenta que el contenido irá
mejorando a medida que llevas más
horas acumuladas de trabajo. Por
tanto, no te desanimes si al principio
no tienes la práctica, la soltura, la
creatividad o la agilidad esperada.
Es normal que te cueste al principio.
3º No desfallecer: Esta es la
medida de los “conseguidores”.
¿Quieres unirte a ellos? No dejes
morir tus metas. Sé consciente
además que los inicios siempre son
lo más duro. Si tienes algun hijo
pequeño verás que al aprender a ir
en bicibleta, el mayor esfuerzo de
habilidad, fuerza y equilibrio lo
debe hacer al dar la primera
pedalada. Esa es la medida de su
aprendizaje. En cuanto saben
empezar a pedalear mantenerse
encima de la bicicleta es algo
relativamente fácil.
4º Aceptar que el resultado no
será el deseado: Acepta el resultado
tal cual te haya salido. Ya habrá
ocasión de mejorar. He visto mucha
gente muy buena que se bloquean al
pensar que su trabajo o sus
resultados no son lo suficientemente
buenos. Dicho de otra manera, en
los inicios no seas un p…
perfeccionista. La mejoría sólo se
alcanza con la repetición.
“Repetition is the mother of skill”,
dice Tony Robbins. No tienes
permiso para autocriticarte. Todavía
no. Tienes permiso para aceptar que
tu trabajo será mejorable. Continúa
con tus hábitos y la repetición te
llevará a los resultados.
5º Repetir desde el 2º punto.
La acción focalizada
Es fácil postponer la hora de
ponerte a practicar los hábitos si el
único que te va a evaluar eres tú
mismo. Siempre hay cosas en el
corto plazo más gratificantes que
dedicar esfuerzo a un objetivo que
nadie te está exigiendo antes de
determinada fecha. Pero debes
evitar las procrastinación.
La presión te la debes imponer tú
mismo. Para mí esa presión se
traduce en que la primera tarea del
día que debo ejecutar, sin atender a
nada más, es el objetivo que me
haya marcado para ese día. Es tan
crucial seguir este principio que te
debes imaginar que el día no va a
llegar a su fin. Va a estallar una
bomba nuclear y luego no tendrás
tiempo de cumplir con tu cometido
hoy. Y como es vital que cada día
tenga su avance, debes ponerte a
trabajar antes de cualquier otra
consideración. Dedícale el tiempo
necesario a cumplir tu compromiso
sin que nada ni nadie pase por
delante.
Por otra parte, es también de
máxima importancia que aquellos
momentos que dediques al
“proyecto” sean de máxima
concentración. De atención
totalmente focalizada en lo que
estás haciendo. Por supuesto debes
eliminar cualquier estímulo exterior,
tan común estos días, que venga de
otras fuentes que reclaman tu
tiempo.
La principal distracción hoy en
día es el móvil, y mucha gente no se
separa de él ni siquiera unos pocos
minutos al día. Duermen con él en la
mesilla, y muchas veces es la última
pantalla a la que echan un vistazo
antes de dormirse y la primera que
consultan nada más despertarse.
Debes analizar si tu relación con
el móvil es una en que tú controlas
la tecnología o si es una en que la
tecnología te controla a ti. ¿Pierdes
el tiempo sistemáticamente
consultando las redes sociales o
consultando si tienes mensajes o el
tiempo que hará durante la semana?
Deja de hacerlo. La vida se te está
yendo por un sumidero.
Si quieres realmente
comprometerte y dedicar
diariamente tiempo de calidad a un
proyecto, no te queda más remedio
que “distanciarte” de cosas como el
móvil, los mensajes, las redes
sociales o twitter.
¿Cómo favorecer la
concentración?
Volviendo a los meta-hábitos, yo
te recomendaría que encontraras el
momento del día (si es posible) en
que no tuvieras distracciones
físicas. El momento en que no estés
cansado, ni tengas sueño, ni hambre.
Que estés fresco. Y que tu mente
esté en pleno rendimiento.
Existen estudios que afirman que
el nivel de máxima productividad de
nuestro organismo se produce 2
horas después de habernos
levantado. Yo, particularmente, no
puedo dedicar esa franja de tiempo
a mis objetivos personales (sí a los
profesionales) y por tanto, les
dedico las primeras horas de la
mañana, inmediatamente después de
levantarme. Por la tarde sé que no
soy productivo. Además de tener
compromisos familiares.
Puede haber gente que sea más
productiva por la noche, cuando
todo el mundo ya se ha acostado y
ellos, con sus biorritmos distintos a
los míos y su mente despejada,
pueda avanzar de manera
concentrada. Pero no es lo habitual.
Seguro que sabes qué franja del día
es aquella en la que te sientes más
energético y productivo. Aprovecha
ese espacio de tiempo y dedícalo a
avanzar en tus objetivos. No
desperdicies tu cima de
productividad.
La fórmula para una acción
focalizada la tienes en estas tres
frases:
Evita la procrastinación
Huye de la distracción
Busca la concentración
Actitud zen
Cuando hay ilusión y motivación
por acometer un proyecto,
normalmente al inicio del mismo, es
fácil dedicar el tiempo que se
necesite. Pero cuando una tarea
necesariamente va a llevarte muchas
horas, muchos días, incluso meses o
años, indefectiblemente la
motivación flaqueará.
En los momentos bajos me gusta
adoptar una “actitud zen”.
La actitud zen es aquella que
experimenta el leñador que tiene
ante sí una montaña de troncos que
debe transportar en una carretilla. La
montaña de troncos llega al cielo y
la tarea se le antoja interminable. El
leñador ya lleva muchas horas
trabajando, pero al levantar la vista
todavía no ve el progreso realizado,
ya que el montón de troncos no
parece haber disminuido. La tarea
sigue siendo imponente.
En ese instante, la actitud zen te
dice que no debes pensar en ese
proyecto o tarea como un todo que
tiene principio y final. Olvida el
proyecto como entidad. Céntrate en
lo que debes hacer “en el
momento”. Céntrate en el próximo
tronco. Acepta que lo único que
buscas es moverte en la dirección
adecuada, mantener el movimiento.
No pienses en si la meta está muy
lejana o si hace mucho que llevas
trabajando en eso. Simplemente
ejecuta. Aunque sea con la lentitud
de un caracol. Si logras un pequeño
avance, un microavance, ya habrá
merecido la pena ese momento, ese
minuto, esa hora, ese día.
Olvida que tienes que recorrer 42
kms, céntrate en la próxima zancada.
Una vez hayas completado ese
micromovimiento, ese tronco, o esa
zancada, con “actitud zen”
enfréntate al reto de realizar otro
micromovimiento. Sin prisa. Otro
avance en la dirección correcta, sin
importar cuán lejos esté la luz al
otro lado del túnel.
Si eres capaz de ser zen en esos
momentos de bajón, tarde o
temprano volverá la “inspiración”,
las ganas, la motivación, y habrás
evitado dejar abandonado un
proyecto, una tarea, que ya tuviste
claro al comprometerte con ella, que
merecía la pena.
Capítulo 5.
Sistematízate.
Conseguir lo que uno se propone
no tiene nada que ver ni con la
inteligencia, ni con la preparación, ni
con la suerte o la riqueza. Tiene que
ver con la actitud, pero más
importante todavía, tiene que ver
con seguir un procedimiento.
Cuando la motivación y la actitud
desfallecen, lo que nunca te va a
traicionar es el protocolo. El manual
de instrucciones. Como si fueras un
robot. En caso de duda, siempre te
repetirás a ti mismo: “Es sencillo,
sólo hay que seguir el
procedimiento”.
¿Qué es un procedimiento? Es la
manera de afrontar un proyecto o un
hábito, sabiendo que como ser
humano que eres, lo normal es que
te canses, te desmotives, o
simplemente encuentres alternativas
más divertidas, placenteras y
reconfortantes que apelen a tu deseo
de satisfacción en el corto plazo. El
problema es que esa diversión, ese
placer y ese confort duran tan sólo
unos instantes, mientras que
alcanzar tu objetivo o completar el
proyecto que te has marcado, es una
satisfacción infinitamente más
duradera.
En este punto debo definir
perfectamente dos conceptos
básicos:
Sistema: Es una concatenación de
eventos de la realidad, que se
suceden de manera recurrente y
repetitiva y que se compone de
subsistemas, pequeñas unidades de
eventos que se suceden de manera
ordenada y armoniosa. Una vez
observamos uno de estos sistemas,
estaremos en condiciones de
domesticarlo a nuestro favor,
diseñando su correspondiente
procedimiento. Un ejemplo de
sistema sería el tráfico de vehículos
en las calles de una ciudad.
Procedimiento: Es la secuencia
de pasos que se establecen (por
escrito) para garantizar la obtención
de un resultado cuando una tarea
debe realizarse recurrentemente en
el tiempo. Un ejemplo sería el
procedimiento que debemos seguir
para conducir un vehículo. En este
caso, dicho procedimiento no lo
utilizamos en su forma escrita,
porque gracias a un período de
formación intenso (autoescuela) y a
la práctica diaria, lo tenemos tan
interiorizado, que lo seguimos sin
necesidad de llevarlo por escrito
con nosotros. Pero lo normal es que
cualquier procedimiento tenga, en su
forma inicial, una forma escrita.
Si te paras a observar
detenidamente, existen multitud de
sistemas a tu alrededor que ya están
procedimentalizados, gracias a lo
cual el 99% de las cosas funcionan
correctamente. Algunos ejemplos:
Las clases del colegio que
reciben nuestros hijos.
La programación y horarios
de la TV.
La recogida periódica de
basuras en nuestras ciudades y
pueblos.
La ITV que debemos pasar
cada 2 años.
El mantenimiento de la
caldera de casa.
Los horarios de trabajo.
Los horarios del transporte
público.
Los servicios y productos
que ofrecen las empresas.
El funcionamiento de las
aerolíneas.
Las telecomunicaciones y la
tecnología: son
protocolos.
En realidad, la propia Naturaleza
no son más que sistemas. El clima y
el campo siguen ciclos siempre
iguales. El agricultor se adapta a ese
sistema, siguiendo un
procedimiento: cuándo sembrar,
cómo sembrar, cada cuánto regar,
cómo abonar la tierra, cuándo
cosechar, cómo almacenar lo
cosechado, etc.
La manera en que los
“conseguidores” se aseguran de
acometer de manera recurrente y
con éxito los pasos necesarios para
alcanzar sus metas es adoptando
procedimientos.
Si quieres estar en forma
necesitas explorar un procedimiento
para hacer ejercicio. Si quieres
aprobar un examen necesitas tener
un procedimiento para estudiar. Si
quieres montar una empresa,
necesitas un procedimiento. Igual
que si quieres aprender a cocinar
(hasta las recetas no son más que
procedimientos), o grabar un disco,
o completar el camino de Santiago,
o escalar el Kilimanjaro.
Si te pones a ejecutar sin un
procedimiento puedes encontrarte en
un bucle de tiempo y esfuerzo sin
llegar a conseguir el más mínimo
avance. Serás como el neumático
embarrado de un camión demasiado
pesado tratando de avanzar en el
fango, que aunque gire y gire cada
vez con más fuerza, no deja de
hundirse en el mismo agujero.
Establecer un procedimiento es
pensar por adelantado en todos los
pasos que hay que completar y en la
manera en que los deberás atacar.
Cuando hablo de procedimiento,
verás que utilizo también como
sinónimos las palabras protocolo o
método.
Un procedimiento o método te
ayudará en tu capacidad de
enfocarte y avanzar. Esta capacidad
cada día es menos habitual en
nuestra sociedad de la
hiperestimulación audiovisual, pero
es necesaria si deseas conseguir
logros a largo plazo.
El seguimiento de un protocolo
más la perseverancia no dirige a
otro sitio más que a un resultado:
Protocolo + Perseverancia =
Resultado
P+P=R
2P = R
El resultado será o no
satisfactorio, pero es imprescindible
recorrer este camino para lograr
avances. Si el resultado es lo que
buscabas entonces ya está, pero oh!
si el resultado no es satisfactorio, si
después de un primer esfuerzo no
estás donde querías estar, entonces
deberás recurrir a la parte más fría y
robótica de tu personalidad, y sin
volcar ningún tipo de emocionalidad
a la situación, evaluar qué ha
pasado, y volver a intentarlo
aplicando las modificaciones que
consideres oportunas.
No te voy a repetir la ya aburrida
analogía de Thomas A. Edison y los
cientos o miles de intentos
(fracasos) que experimentó antes de
lograr que diera luz a la primera
bombilla incasdencente. La cuestión
es mentalizarte de que esos
“fracasos” son parte del proceso.
No te deprimas. No te desmoralices,
porque cada intento fallido te acerca
más y más al “éxito” final.
Y míralo así: el éxito es resultado
del buen juicio, que a su vez es
resultado de la experiencia, que a su
vez es resultado de las
equivocaciones. Por tanto, para
alcanzar aquello que deseas ¡tienes
que equivocarte!
Debes interiorizarlo y
simplemente tratar de minimizar
esas equivocaciones. ¿Cómo?
Aprendiendo lo máximo de cada una
de ellas, e intentando que no se
repitan.
Seguir el procedimiento
La manera más segura que
conozco de garantizar el mínimo de
equivocaciones, y simultáneamente
ayudarte a mantener el enfoque es
seguir un procedimiento.
Podemos establecer
procedimientos personales para
todo. Yo, personalmente, los
encuentro útiles cuando deseo
“ponerme en modo piloto
automático”, y los utilizo para
muchos hábitos cotidianos.
Estos son los requisitos de un
buen procedimiento personal:
Debe constar por escrito. Lo
ideal es que se halle en un
repositorio central de fácil
acceso. Yo utilizo para esto
herramientas como Dropbox o
Evernote.
Debe poderse consultar en
cualquier momento. Gracias a
los smartphones esto no es
difícil.
Debe poder modificarse
cuando encontremos una razón
de peso. Los procedimientos no
son leyes.
Debes seguirlos al pie de la
letra, sin saltarte ningún paso.
Si encuentras que
sistemáticamente empiezas a
saltarte un paso, significa que
ese paso es prescindible y no
debe formar parte del
procedimiento.
Debe ser sucinto y
mantenerse al mínimo. Un
procedimiento no es un
compendio con grandes
explicaciones. Es un manual de
instrucciones mínimo de los
pasos que debes seguir en una
determinada tarea.
Puede constar de pasos
cronológicamente ordenados, o
bien puede ser un conjunto de
reglas a modo de guía de estilo
sobre cómo realizar
determinada tarea.
Lo bonito de los procedimientos
es que, si es posible, más adelante
podrán ser delegados en otras
personas, para que sean ellas las
que hagan el trabajo por tí.
Algunos ejemplos de
procedimientos que todos
podríamos encontrar útiles son:
1. El mantenimiento de nuestro
vehículo.
2. La manera de abastecer la
despensa, normalmente yendo a
comprar al supermercado, o a la
tienda del barrio.
3. El mantenimiento de nuestros
seguros (hogar, vehículo, salud,
etc…).
4. La disciplina de ahorrar.
5. El mantenimiento de nuestra
forma física.
6. El hábito recurrente de la
lectura.
7. La preparación de cualquier
viaje.
8. La manera en que
compramos nuestra ropa.
9. La planificación semanal de
menús para las comidas de
casa.
10. La manera en que
elaboramos un presupuesto
mensual de gasto familiar.
11. Etc.
1. Dejar el despertador/móvil
en una mesa distante de la cama
(preferiblemente en una
habituación contigua), con
alarma repetitiva cada 5
minutos.
2. Dejar siempre un batín al
lado de la cama y ponérselo
encima del pijama antes de dar
los 5 pasos necesarios para
alcanzar el despertador. Razón:
mantener la temperatura
corporal a un nivel parecido al
que tenía entre las sábanas.
3. Una vez apagado el
despertador, la tentación será
grande para volver sobre los
pasos andados e introducirse,
de nuevo, en la cama. Por tanto,
es esencial que en el cerebro
aparezca un motivador mayor,
que ayude respecto a ese
primer impulso.
4. Dejarás sobre la mesa, al
lado del depertador, p.ej. el
libro que tienes que estudiar.
Para que sirva de recordatorio
de para qué estás realizando el
esfuerzo de madrugar. Quizás
puedes dejar ahí una foto de
algo relacionado con lo que
quieres conseguir madrugando:
como una foto de unos
corredores acabando la
maratón, o como un diploma
similar al que obtendrás al
acabar los estudios en los que
estás enfrascado.
Persigue la virtud.
Ahora ya tenemos la base. Te la
resumo en los siguientes puntos:
1. Tú eres el único
responsable. No busques
excusas fuera de ti.
2. Tu responsabilidad empieza
con tus pensamientos.
3. Aférrate a tus pensamientos
positivos, y descarta los
negativos.
4. Decide tus objetivos, en
función de la persona que
quieres llegar a ser.
5. Pasa a la acción: Establece
unos hábitos y persevera en su
práctica. Sistematízate.
6. Prioriza tus objetivos y tus
hábitos sobre todo lo demás.
Si sigues este camino de mejora
personal puedes lograr el objetivo
último de este libro: conseguir
acabar cualquier proyecto que te
propongas.
Pero si el qué es importante, igual
de importante es el cómo. Lo que
debes hacer es conducirte con total
integridad y honestidad hacia ti
mismo.
Esta parte es difícil, porque la
sociedad que nos rodea nos empuja
a ser el “más listo” de la clase. A
aprovecharnos de cualquier
situación para sacar tajada personal.
Aunque sea a costa de los demás.
Puede ser que sea en la cola del
pan, en el aparcamiento público, o a
la hora de hacer la declaración de la
renta.
La mayoría de gente, hoy, busca
el atajo para colarle un gol a la
sociedad, pagar menos, no pagar,
adelantarse, o dejarle a otro sin algo,
para obtenerlo ellos.
Si te fijas, cada día encontrarás
este tipo de actitud en determinada
gente, que tienen una “habilidad”
especial para distinguirse de los
demás y sentarse en primera fila sin
que les corresponda, o quedarse el
último número que se reparte, sin
que, por justicia, les corresponda.
Pero lo peor es cuando
trasladamos este tipo de
comportamiento a cosas más serias,
como el trabajo o los hijos.
Ante esto debemos entrenar a
nuestra voluntad para rechazar toda
aquella situación que alguien desde
fuera pudiera juzgar como injusta.
No pretendas ser más listo que
nadie. Sé humilde, y asume que
todos son más listos que tú.
Los grandes hombres de la
Historia se han caracterizado por la
búsqueda de la Verdad, que no es
más que evitar el engaño y la
injusticia hacia los demás. Ser
íntegro y renunciar a aprovecharte
de cualquier situación, aunque se
presente ante ti, sin tú desearlo.
De hecho, los grandes hombres de
la Historia, como Mandela o
Gandhi, ni siquiera buscaron su
propio protagonismo. Simplemente
fueron alzados por sus compañeros
de lucha como el ejemplo a seguir,
por su total desinterés a beneficiarse
personalmente de la lucha.
No hace falta ser Gandhi o
Mandela, porque ni tú ni yo somos
superhombres. Somos gente normal.
Pero si quieres profundizar en tu
autodesarrollo y conseguir lo que te
propongas es necesario partir del
auto-respeto que sólo procede de
haber actuado de manera justa
siempre que haya estado en nuestra
mano.
A mí me ayuda pensar en la
siguiente definición de Integridad,
cuando me enfrento a una situación
comprometida: la Integridad es
actuar como debes aunque nadie
esté mirando.
Esto no significa que
ocasionalmente nos equivoquemos.
Precisamente por lo que acabo de
decir. No somos héroes. Pero si
cada vez que nos enfrentamos a una
disyuntiva ante la cual podemos ser
más justos y ecuánimes en nuestras
acciones, lo hacemos tan siquiera un
poco mejor, estaremos en el camino
correcto que nos llevará, tarde o
temprano, a donde nos propongamos
llegar.
La importancia de esta idea
radica en que no hay mejor
estrategia para intentar ser feliz, que
evitar los remordimientos de
conciencia. Debemos de ser capaces
de dormir a pierna suelta, sin pensar
en que –dada la opción- nos
comportamos de manera injusta o
egoísta.
Como ejercicio concreto respecto
a esto, te propongo que escribas en
un papel tu particular Constitución
Personal. Aquellos valores y normas
por las cuales te vas a regir. El
haberte tomado unos minutos para
poner por escrito este código puede
que te ayude a actuar de la manera
correcta, cuando la disyuntiva se
presente.
Un ejemplo de Constitución
Personal
Una vez escribí esta Constitución
Personal como ejercicio de
autoconocimiento. Es un documento
personal e instrasferible, pero hoy lo
voy a compartir contigo. De vez en
cuando la releo a fin de no
desviarme de la vida que me
gustaría llevar. Tiene 22 artículos,
que son los que siguen:
Artículo 1. Me llamo Rolando
Latorre. Nací en Barcelona en 1971,
hijo de mi padre y de mi madre.
Tengo dos hijas. Esto no se puede
cambiar. Todo lo demás está sujeto
a cambios.
Artículo 2. Soy optimista. Intento
ver los aspectos positivos de todas
las cosas, aunque sean
adversidades.
Artículo 3. No intento cambiar a
los demás. Reconozco que no tengo
energía para hacerlo, y además no
creo en ello, de igual manera que no
me gusta que me intenten cambiar a
mí.
Artículo 4. Creo en la
responsabilidad individual.
Artículo 5. No me quejo. Si
algún aspecto de mi vida no me
gusta o me incomoda, pienso
honestamente qué puedo hacer yo
(sin cambiar a los demás) para
solventar/evitar esa situación.
Artículo 6. Nunca hago cosas
que no me apetece hacer, salvo por
algún motivo de fuerza mayor.
Artículo 7. No aguanto a
personas que no me aportan nada,
más allá de los meros intercambios
cotidianos.
Artículo 8. Hago un esfuerzo por
relacionarme con personas que
tengan visiones positivas del mundo.
Artículo 9. No tomo decisiones
importantes en momentos de
intensidad emocional.
Artículo 10. Ante una decisión
escojo, de entre las posibles
alternativas hoy, aquella que vaya a
acercarme más a donde quiero estar
dentro de un año.
Artículo 11. Confío en los
sistemas para gobernar mi vida.
Reconozco que soy más productivo-
feliz cuando sigo un procedimiento.
Artículo 12. Cada día doy pasos
encaminados a mejorar en los
siguientes aspectos: salud (dieta y
ejercicio), mente (tener ideas y
anotarlas), y relaciones.
Artículo 13. Dejo tiempo para
desarrollar la espiritualidad.
Artículo 14. Intento ser puntual,
porque respeto el tiempo de los
demás.
Artículo 15. Intento de una
manera sincera no criticar ni dañar a
los demás. No obstante, no puedo
controlar la reacción de otras
personas a acciones que
principalmente me afectan a mí, y
por tanto no me preocupo por ello.
Artículo 16. Si es necesario digo
NO. Reconozco que saber decir NO
a tiempo puede ahorrar tiempo y
disgustos, a pesar de que muy
ocasionalmente deje una
oportunidad por el camino.
Afortunadamente, surgen nuevas
oportunidades cada día.
Artículo 17. No creo en las
noticias. Intento no estar
condicionado por “la actualidad”.
Hace años que absorbo información.
Es hora de empezar a emitir.
Artículo 18. Soy crítico-
escéptico. Ante una teoría que se
me pueda plantear o una
recomendación que me puedan
hacer, intento poner los medios para
probarla por mí mismo, para sacar
mis propias conclusiones.
Artículo 19. Soy minimalista.
Intento no acumular. Intento
desprenderme de posesiones
materiales y compromisos, salvo los
que me lleven a un mayor desarrollo
personal. Desprenderme de cosas es
otorgarle libertad a mi mente.
Artículo 20. Intento ayudar a los
que piden ayuda honesta y
sinceramente. Ayudar a alguien que
tiene los recursos necesarios para
ayudarse a sí mismo es hacerle un
flaco favor. Es fomentar la
dependencia. Este artículo es
especialmente aplicable a los
miembros de mi familia.
Artículo 21. Intento no pedir
ayuda a nadie nunca. No siempre lo
consigo.
Artículo 22. Doy gracias a la
Naturaleza por estar aquí hoy y
poder escribir esta Constitución
Personal.
---
No te fijes mucho en los artículos
concretos de este documento que te
acabo de transcribir, pero sí tómate
unos minutos para escribir tu
particular Constitución Personal, y
mientras la escribas no dejes de
pensar que los valores supremos en
los que te debes apoyar son la
Verdad y la Justicia, tal como tú las
concibas.
Luego, vuelve ocasionalmente a
releer tu Constitución Personal, e
intenta identificar cuándo no estás
actuando de acuerdo a lo que un día
escribiste. Poco a poco
desarrollarás el Juicio necesario
para no desviarte de tu propio
código de conducta. Con ello
ganarás en confianza, autorespeto, y
verás que las elecciones que debas
tomar ante las disyuntivas que se te
presenten, como se le presentan a
cualquier ser humano, se volverán
más fáciles de tomar.
Capítulo 9.
La renuncia consciente.
Una vez has desarrollado una
práctica cotidiana de perseguir tu
propio destino, alineando tus
acciones para (más tarde o más
temprano) alcanzar los objetivos que
te hayas marcado. Una vez estés en
la tarea de “conseguir lo que te
propongas”, te darás cuenta de que
muchas veces hace falta renunciar a
cosas. Rendirte a la evidencia de
que no siempre podemos ver
cumplido todo lo que hayamos
escrito en nuestra “lista de los
deseos”.
Es por ello fundamental
desarrollar o trabajar en la
adquisición de otra habilidad: la
renuncia consciente.
Yo antes tenía unas listas
enormes de cosas que quería
conseguir realizar en el día. Y una
lista enorme de cosas que quería
conseguir antes de cumplir los 40. Y
una lista enorme de libros que leer
cada mes. Y una lista enorme de
gente a la que no defraudar,
haciendo lo que me habían dicho o
lo que yo había entendido que debía
hacer para no decepcionarles.
Con la madurez llega la renuncia
consciente y el minimalismo. La
certeza de que no vas a poder
conseguir todo lo que te propongas.
Simplemente porque nuestro tiempo
es limitado y nuestros recursos
finitos.
En ese momento te das cuenta
que elegir significa renunciar. Que
hay que abandonar ideas y
proyectos por el camino, igual que
indefectiblemente hemos
abandonado amistades o relaciones,
a medida que pasamos de la edad
infantil a la adolescente, y luego a la
edad adulta. O a medida que
cambiamos de escuela o de trabajo.
Debes hacer un análisis
cuidadoso de qué es lo irrenunciable
en tu vida, centrarte en eso e ir a por
todas para conseguirlo, siguiendo el
dictado de tu voluntad y siendo
consciente de que seguramente te
equivoques, o te tropieces en el
proceso de alcanzarlo. De la misma
manera, al perseguir lo irrenunciable
te darás cuenta que ya estás
plenamente preparado para aceptar
que todo lo demás, y en ocasiones
puede ser mucho, pase al estatus de
“renunciable”.
Capítulo 10.
Emprende tu camino.
Estamos llegando al final del
libro y espero haberte ayudado a
encontrar inspiración sobre qué
estrategias seguir para conseguir lo
que te propongas.
Seguramente no te enseño nada si
te lo resumo en dos palabras:
trabajo y persistencia.
Lo que he tratado de transmitirte
es que, además de las múltiples
horas que hay que echarle a
cualquier objetivo que te marques
(eso no te lo ahorrará ningún libro
que leas), existen estrategias que
harán más eficiente cada minuto que
le dediques a tus sueños.
Pero no me gustaría acabar sin
remarcar algo que considero
importante. Algo que bien saben los
“conseguidores”. Cuando alcanzar
tus metas implique relacionarte con
otras personas (trabajadores,
colaboradores, colegas, gente a la
que necesites motivar, convencer o
ganar para tu causa) siempre será
necesario que primero les aportes
algo. Deberás primero darles, y sólo
después, y no siempre, recibir de
ellos.
Si quieres, en realidad esta teoría
es aplicable a todo objetivo,
involucre o no a otras personas.
Primero deberás demostrarle al
mundo lo que tú tienes que aportar
de valor, que en el caso más básico
será tu trabajo: deberás
arremangarte, currar y ofrecer el
fruto de tu trabajo, antes de recibir
nada a cambio. Sabiendo que habrá
ocasiones en que no habrá nada que
recibir.
Invierte en ti mismo
Espero que las herramientas que
has visto en este libro te ayuden a
mejorar como persona y como
profesional.
Tómatelo como un primer paso
en un camino que debe durar toda la
vida.
Conseguir lo que te propongas es
la habilidad más preciada que
puedes conseguir y podrás
desarrollarla en su total plenitud en
la medida que vayas ejercitando el
músculo de la planificación y la
perseverancia.
Para mejorar en estos aspectos es
buena práctica que no dejes de
invertir en ti mismo. Un primer paso
ha sido leer este libro. Y te lo
agradezco. Pero debes seguir
avanzando. Igual que ahorras para
cambiarte de coche cada ciertos
años, debes ahorrar (no en dinero,
sino en conocimiento) para invertir
en tu persona.
Considera a partir de ahora todas
estas maneras de invertir en ti
mismo:
***
.
Rolando Latorre ha superado la
barrera de los 40, tiene dos hijas, y
cuando le apetece escribe en su
blog, titulado <En busca del
equilibrio> sobre temas tan variados
como desarrollo personal,
educación, minimalismo,
alimentación o economía. No dejes
de hacerle saber qué te ha parecido
este libro visitando su página
www.rolandolatorre.com , o mejor
todavía dejando una opinión en la
página de Amazon de este libro.