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II Jornadas Internacionales de Filosofía y Ciencias Sociales.

I Coloquio Nacional de Arte, Estética y Política.


De la crítica a la transformación:
Rebelión y resistencia a 50 años de los movimientos sociales del ‘68

Eje: Actualidad de la relación entre crítica y transformación social

La tensión entre lo institucional y lo emergente en los nudos críticos de las


maternidades: gestación y parto desde un pensar situado, crítico y feminista

Autoras:
Prof. María Eva Belza. DNI 31.638.703. 114. Docente. E-mail: evibelza@gmail.com
Dra. Maria Eugenia Hermida. DNI 28916214. FCSyTS UNMDP.
mariaeugeniahermida@yahoo.com.ar

Presentación

Estas Jornadas nos convocan a recuperar un legado: el de la crítica y la


transformación, a propósito de conmemorar los cincuenta años del mayo francés, que se
erige como condensación de un clima de época en el que diversas experiencias de rebelión
y resistencia se materializaran en distintas partes del globo. En aquellas calles parisinas
obrerxs y estudiantes se dieron cita haciendo estallar una serie de postulados hasta ese
momento naturalizados, respecto de mandatos culturales diversos, pero también sociales,
económicos y políticos. Los sujetos de la rebelión y la resistencia tomaron las calles, el
espacio de lo público, y fue en esa experiencia de lucha en la que coagularon formas de ver
y estar que devinieron en subjetividades colectivas politizadas, es decir, movimientos
sociales. Estas genealogías de lucha, hunden sus raíces en un sinfín de experiencias de
resistencias previas, y nos alcanzan en este presente donde la agenda es otra, pero donde las
subjetividades rebeldes (De Sousa Santos, 2003) siguen materializando sus estrategias y sus
sueños.

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En este presente convulsionado, un movimiento que no puede pasar desapercibido,
es el de mujeres. Pluriverso, desafiante a toda teoría de la organización (de lo) social,
incomprensible desde las miradas lineales a las que el eurocentrismo nos tiene
acostumbradxs, el movimiento de mujeres y de la disidencia sexual, viene configurándose
como una de las fuerzas sociales y políticas de mayor peso. La denuncia de los feminicidios
a partir del movimiento Ni una menos, y la Campaña por el aborto legal, seguro y gratuito,
son dos de los hitos nacionales y de repercusión internacional que en los últimos dos años
vieron crecer de forma exponencial la potencia de movilización, organización y
transformación de ese colectivo. Colectivo que ya venía in crescendo en la historia reciente
a partir de los Encuentros Nacionales de Mujeres, las luchas por las leyes de identidad
sexual y matrimonio igualitario. Incluso podríamos trazar una larga genealogía de la
potencia insurgente de las mujeres de Nuestramérica y de nuestra patria, y recuperar los
kilombos, las montoneras, la lucha pasada y presente de las mujeres originarias, la lucha de
las mujeres de la independencia como Juana Azurduy, las luchas de las sufragistas desde
principio de siglo XX y la consagración con Eva Perón del voto femenino, la emblemática
construcción de Madres y Abuelas de Plaza de mayo por la defensa de la vida y los
derechos humanos, etc.
Volviendo entonces a este momento de auge de la presencia del movimiento de
mujeres, nos queremos detener en una dimensión del devenir mujer, una dimensión que
aunque no se materialice en el cuerpo de todas, actúa sin embargo como marcador social e
identitario, como organizador de las cualidades y actividades esperables del mundo
“femenino”. Una dimensión de las mujeres que desde los mandatos de la propia civilización
judeocristiana cuyos imaginarios siguen operando hoy día, nos ubica en un lugar
determinado de las tareas de producción y reproducción social, una dimensión que ha sido
y es mandato, mandato que hoy queremos revisitar, deconstruir, desarmar, para
eventualmente reconfigurar, como posibilidad, como deseo, desde la potencia de vida que
habita en nosotras. Nos referimos a la maternidad, y a una maternidad muy particular
aunque hegemónica hace 500 años, la maternidad moderna colonial patriarcal que asumió
el “parirás con dolor” y lo selló con otro conjunto de discursos y dispositivos de
apropiación del cuerpo de las mujeres por la matriz de poder colonial (Quijano, 2011). Una
maternidad impuesta, sufrida, desacoplada de la vida común, confinada al hogar de la

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familia nuclear, una maternidad solitaria y que se escinde ontológicamente del “ganarás el
pan con el sudor de tu frente” que delimita el mundo masculino, el mundo del trabajo
también sufriente.
Sobre las maternidades podríamos abordar un sinfín de dimensiones. Por nuestra
parte en este trabajo, nos proponemos tejer una trama sentipensante acerca de los procesos
de gestación y parto, reconociendo sus marcas en nuestros cuerpos y en la revisión de
nuestras propias y disímiles experiencias: siendo una de nosotras atendida en el sistema
formal de salud (cobertura parcial de obra social en institución privada) y otra con parto
domiciliario y acompañamiento de partera y doula (de contratación privada). Esta
propuesta surge de diálogos informales, resignificados a la luz de nuestro rol como
trabajadoras de las ideas y cobra fuerza al calor de un momento histórico para el
movimiento feminista a nivel mundial, y en nuestro país en particular, en donde las
nociones de cuerpo, deseo y libertad adquieren nuevas dimensiones y requieren ser
pensadas y vividas desde la profundidad que implica una mirada crítica y la voluntad de
transformar la realidad. Dentro de la caja de herramientas conceptual que utilizaremos se
encuentran las nociones de empoderamiento, reconocimiento del propio cuerpo, poder,
biopoder, saber (Foucault), sistema de salud (Menendez), así como las reflexiones de los
feminismos situados (Hill Collins, Platero, Haraway, Segato), para problematizar el cruce
entre cultura dominante y emocionalidad latente intentando construir un pensar desde las
pistas que emergen cada vez que las mujeres nos encontramos a escucharnos, a
reconocernos, a llorarnos, a celebrarnos.

I- ¿Por qué reparar en la maternidad desde la gestación?

Constituida y significada como mandato, la maternidad (o mejor, la posibilidad de la


misma) se expresa como experiencia somática. En la polución de significantes que
performatizan nuestras subjetividades, la experiencia somática irrumpe. Los vocablos, las
respuestas, las explicaciones, las teorías, las deconstrucciones y las contradicciones, el Gran
Otro que es el lenguaje, se configurarán como dique en ese intento siempre incompleto,
siempre con resto, de significar y ordenar una experiencia inconmensurable como es la de
gestar, parir y cuidar al nacidx.

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Frente al gesto moderno cartesiano de “pienso luego existo”, una resignificación del
gesto lacaniano “donde pienso no soy”, nos permite encontrar en la maternidad una
oportunidad única para la escucha del cuerpo y del deseo.
Queremos decir que la experiencia de los cuerpos gestantes es tanto un proceso
somático atravesado por el discurso, como un discurso que se corporiza condicionando
nuestro registro de lo materno y, por tanto, nuestras posibilidades. Y en ese devenir, parte
de la oportunidad de tramitar experiencias otras de maternidad, se juega precisamente en
desarmar ciertos acoples entre esas vivencias somáticas y esos significantes que las
capturan, para transitar la gesta y el parto en otra clave, donde la libertad y el deseo tengan
mayores posibilidades de circulación.
Así, pensar la maternidad desde la gestación, implica sostener en primer término
que es el deseo materno el que humaniza al embrión concebido, el que aloja en la
materialidad física del cuerpo, y también en la materialidad discursiva del proceso gestante,
a esx otrx por venir. Incluso podemos decir que la maternidad como proceso, inicia con la
búsqueda misma de la gesta o bien en ese proceso complejo y -en muchos casos
contradictorio- de “decidir tener un hijx”. Por eso para nosotras, un embarazo no deseado
no desata un proceso de maternidad. Porque no subsumimos la idea de maternidad a la idea
biológica de concepción.
Con la gesta, toda una serie de movimientos, de decires, de silencios, de
reorganizaciones de espacio y de tiempo, de resignificación de vínculos, se desata. Las
mujeres constituidas madres en el proceso de gesta devenimos otras, transitamos procesos
de transformación, de duelo de nuestras formas previas de ser y estar, nos vamos
preparando para parir la cría, para morir y parirnos a nosotras mismas porque ya no
seremos nunca más lo que éramos.
La tensión individuo/sociedad, lo innato/lo adquirido, es constitutiva de los debates
centrales de las ciencias sociales desde su surgimiento. Al respecto, consideramos que
visitar la maternidad es un oportunidad para resignificar estos cruces. Si diagramáramos el
campo de lo discursivo y el campo de la experiencia corporal como dos vectores que se
cruzan, será en esa intersección donde encontraremos el nudo crítico y las preguntas que de
él derivan: ¿la maternidad es mandato o deseo? ¿es cuerpo o discurso? Justamente, desde
los enfoques que nos inspiran vinculados a los feminismos situados, el pensamiento binario

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y las falsas aporías son siempre parte del problema y nunca de la solución. En esta
experiencia compleja que es la maternidad, sin ánimo de ordenar nada, nos sumergimos.

II- La maternidad como proceso histórico, biográfico y epistemológico

Queremos remarcar el hecho de que no hubiera sido posible este proceso de


problematización si nuestros cuerpos no hubieran estado inscriptos en esta particular trama
histórica. Es decir, que fueron las lecturas que hicimos, lecturas ávidas y sin docentes,
lecturas desordenadas de nuestras hermanas feministas que son autoras pero antes
intelectuales-activistas (Hill Collins, 2000), lecturas que nos llevaron a las marchas en las
que participamos, y marchas que nos llevaron a escribir o a leer otras prosas insurgentes,
las que nos movieron a parir estas preguntas y conjeturas. Junto con las lecturas, las
escuchas que experimentamos de nuestros propios cuerpos gestantes y los de muchas
amigas y compañeras que también son producto y productoras de este momento histórico.
Y, a la par, la desafiante tarea de escucha y recupero de nuestras experiencias como hijas y
niñas, y la desnaturalización de esos procesos que fueron íntimos pero fueron políticos
porque estuvieron atravesados por los límites de lo decible y lo pensable (Angenot, 2010)
en el momento en que nuestras madres hicieron lo que pudieron con nosotras y nuestra
generación. Son procesos dolorosos, liberadores, movilizantes, totalmente ajenos a lo que la
razón moderna colonial patriarcal significa como “proceso de investigación” lo que nos
permitió construir estos saberes.
Deseamos reivindicar la forma cómo los construimos. Porque las mujeres
trabajadoras de las ideas y afectadas por la denominada “conciencia de género” no
queremos solo ocuparnos de la sub-área “estudios de género” tal como está consignada en
el sistema científico argentino, en una sub-pestaña dentro del área “sociología” en el CVar o
en el SIGEVA. Queremos apostar a una forma otra de construir conocimiento, una
epistemología feminista situada (Hill Collins; 2000) que denuncie los escandalosos sesgos
distorsionantes que la ciencia moderna tiene y que ponen en jaque su pretendida validez
universal. La apuesta de Chakcrabarty (2007) de provincializar europa; la denuncia de
Castro Gomez de la llamada hybris del punto cero, han reparado en el gesto colonizador de
la ciencia moderna al querer erigir un particular (el pensamiento europeo) como universal

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válido en todo contexto y momento histórico. Frente a este gesto, recuperamos la noción de
Haraway (1995) de un conocimiento situado. En nuestro momento histórico, en nuestro
territorio, en nuestro cuerpo que es nuestro tiempo y lugar primeros. Cuerpo no individuo.
Cuerpo historia, cuerpo sororidad, cuerpo como vector que une latidos ancestrales y sueños
futuros, cuerpo que permite lazo, red, estar siendo (Kusch, 1976) con otras, con otros, con
otrxs. Cuerpo que puede dar vida de mil maneras, siendo una la de la maternidad.
Así, registramos la experiencia de la maternidad desde una particular trama histórica
que nos ha permitido determinados movimientos y preguntas, desde una vivencia subjetiva
que busca enlazar sentires, experiencias físicas, sueños y temores, desde un transitar la
maternidad como un espacio-tiempo de privilegio epistémico para la construcción de
saberes que nos permitan otras relaciones, en tanto y en cuanto, nos dejamos afectar por
esta historia desde un cuerpo que se permita el autoconocimiento, la emergencia y la
revisión crítica de lo instituido. El gesto es el de bucear en sentidos y pistas de las escenas
del registro experiencial que aporten al colectivo feminista en la compleja y desafiante meta
de hallar otros caminos para vivir una experiencia de maternidad emancipada y placentera,
que aporte a ese otro mundo posible.

III- Gestación y parto: la colonización de la experiencia materna por parte del


modelo médico hegemónico.

El modelo médico hegemónico (Menéndez, 1995) ha objetualizado el cuerpo y ha


clasificado las experiencia somáticas y subjetivas en catálogos de enfermedades
potenciales, prevenibles, curables, tratables, o cronificables, colonizando la vida cotidiana.
Experiencias de la vida que no revisten necesariamente carácter de enfermedad han sido
clasificadas como tales pasando de ese modo a ser objeto de medicalización, es decir
forman parte del campo de intervención y dominio del campo médico o psi según sea el
caso. Podemos hacer el ejercicio de leer los trastornos consignados en el DSM V y su lista
de “indicadores” para diagnosticarlos. Veremos que todxs los que vivimos en sociedades
neoliberales como la nuestra, nos encontraremos reflejados en una multiplicidad de estos
síntomas: insomnio, hipersomnio, llanto, ansiedad, comer poco, comer mucho… Sin
embargo nada se dice sobre los factores que nos enferman. Antes bien se proponen

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compuestos químicos para subsanar un malestar cuya explicación es política y sociogénica
como bien supo determinar Fanon (1973).

En un gesto que replica esta impronta, experiencias vitales como son la gestación
y el parto, que no son enfermedades, son tratadas como tales. La mujer embarazada o
parturienta deviene paciente. Aquí entra entonces en juego nuestro propio registro
experiencial y las difíciles decisiones a la que la maternidad consciente nos enfrenta.

Aportando una crítica que tienda a construir otra forma de un acceso a la salud no
subalternizante, nos interesa marcar brevemente una genealogía de cómo llegamos hasta
aquí y cómo podemos pensar otra cartografía.

Los fundamentos y lógicas de las operatorias medicalizantes han sido bien


analizadas desde la biopolítica de Foucault (2007). El poder que en la razón soberana se
ejercía bajo la metáfora del poder de dar muerte, en la razón disciplinadora se estructura a
partir del poder de dar vida. Así el biopder se desarrolla a partir de un control de las
poblaciones (biopolítica) y de los cuerpos (anatomopolítica). Pero lo que queremos rescatar
aquí es la dimensión en términos de construcción de subjetividades que acompaña y brinda
condiciones de posibilidad a semejante empresa. Es decir son los propios cuerpos
subjetivados por la sociedad disciplinadora y normalizadora los que asumimos la necesidad
de ser revisados, controlados, prevenidos. Devenimos pacientes. Devenimos población que
reclama seguridad y control, que reclama evitar riesgos.

Esta microfísica del poder ubica a las mujeres gestantes en el lugar de reclamar
todos los “cuidados” posibles. Así, prácticas que antes no se realizaban o solo se hacían en
casos muy específicos, hoy son parte del “protocolo”, como por ejemplo la traslucencia
nucal1, que es un estudio que se realiza entre las semanas 10 a 14 para determinar la
probabilidad de que el feto tenga determinadas enfermedades genéticas, que por otra parte
no son tratables. Lo que deja la pregunta respecto de qué sentido tiene la realización de esta
práctica.

Es un tipo de ecografía que mide la cantidad de líquido pseudolinfático en la zona de la nuca, entre
los tejidos blandos y la piel. El espesor de esta zona no debe superar los 3 milímetros de espesor. Si el valor es
superior, podría ser un indicador de que el feto tenga una anomalía cromosómica.

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Aquí queremos introducir una primera reflexión respecto de los procesos de “toma de
decisión” materna durante el embarazo, la gestación y el parto. Una primera cuestión es que
los mismos son siempre tutelados. Es decir, las mujeres tenemos muy pocas
herramientas para poder llevar adelante un proceso de decisión real. En muchos casos
nos falta información, los tiempos son totalmente acotados, los planteos que se nos hacen
están sesgados, se nos infantiliza reduciendo la complejidad de lo que se nos plantea, somos
tratadas en muchas ocasiones con condescendencia, se nos oculta información “que pueda
afectarnos”, se tergiversa la noción de cuidado. No es casual que falte información: fue
necesario desmantelar la red de saberes populares y femeninos, vinculados a la salud
ginecológica, embarazos y partos, para instituir este modelo médico hegemónico. El trabajo
de desnaturalizar este estado de las cosas, la necesidad de empoderarse, de tejer una trama
soberana durante la gestación, no resulta entonces nada fácil. Son múltiples y notables las
preguntas y los vacíos frente a los que nos hemos encontrado, los saberes (aún)
desconocidos y la información sesgada que muchas veces portamos como “verdades”.

Un cuerpo gestante atraviesa un proceso de transformación que trae consigo límites y


potencialidades. Esto implica que determinadas tareas o ritmos en su realización se
modifican o al menos, reclaman ser modificados. No siempre el entorno (familiar, afectivo,
laboral, institucional) de la mujer gestante comprende o acompaña este proceso. En
ocasiones se cae en extremos de anular discursiva o materialmente nuestras posibilidades
(no podés hacer esto porque estás embarazada) sosteniendo estas indicaciones, sugerencias
u órdenes en máximas del sentido común que no siempre tienen una raigambre cierta. A la
par se nos exige seguir cumpliendo un sinfín de tareas hasta pocos días previos al parto. Se
sacraliza en ocasiones nuestro cuerpo, cuando de lo que se trata es de humanizarlo. Se nos
pune si nuestro cuerpo está activo porque “exponemos al bebé”. Aquí no hay recetas, cada
mujer es diferente, y diferente también es el curso de su embarazo que bien puede requerir
por cuestiones de salud concretas determinados recaudos, pero creemos que el gesto
paternalizante e infantilizante difícilmente nos ayude.

Nos encontramos frente a la necesidad de revisar la noción de cuidados en el embarazo.


Es importante ejercer una crítica lúcida y afectada para ver qué de los cuidados nos
empodera, nos llena de afecto y vitalidad, nos permite un devenir saludable y feliz, y qué

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nos oprime, nos culpabiliza, nos aísla, nos dificulta ir construyendo un vínculo con nuestra
cría y con nosotras mismas. En esa línea, reflexionando sobre nuestras experiencias
creemos que tanto los mandatos de “embarazo activo” que nos obligan a estar divinas y
presentes en todos los frentes, como los mandatos de “cuídate en el embarazo” que nos
confinan a un sofá, no nos ayudan a una maternidad plena. Aquí la clave está para nosotras
en tres cuestiones.

IV-La escucha del cuerpo, los derechos, las relaciones: tres claves para
descolonizar la gesta y el parto.

Descolonizar no es deshacerse de una vez por todas de la interseccionalidad de


opresiones (Platero, 2012) que nos subalternizan. Es un proceso de des-inscripción de las
tramas alienantes, un movimiento de (des)sujeción, de búsqueda. Colonialidad y
descolonialidad son concomitantes, son poder y resistencia. De esta forma, pensar una
maternidad deseante, no impuesta, celebrada, reflexiva, implica para nosotras detectar esos
nudos críticos donde la colonialidad patriarcal más nos ha cercenado, para buscar formas de
desatarlos. Queremos vivir una maternidad que se aleje del mandato sacrificial y se
configure desde una experiencia corporal y consciente, que se sabe parte de un proceso
elegido, personal pero no solitario, donde habrán grandes esfuerzos y también intensas
alegrías. En este camino, hemos objetivado tres claves desde donde se podría para nosotras
comenzar a desarmar esos nudos críticos que nos dificultan una experiencia más plena de la
maternidad.

Primero, entendemos que para un transitar no subalternizante de la gesta y el parto,


es central la escucha del propio cuerpo, que nos da pistas muy concretas, respecto de cuánto
y cómo hacer, y que es singular y particular en cada una. Esto sin detrimento del acceso al
derecho a controles médicos que nos permitan cuidarnos a nosotras mismas de la mejor
manera. Por ejemplo, la presión arterial en el embarazo y la diabetes gestacional
difícilmente se detecten sin un control médico. Pero la sobremedicalización de este proceso
y la imposición de medidas de control/prevención de nuestro cuerpo (no hagas, no te

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preocupes, no vayas, quédate quieta, hacelo así, mejor asá…) disciplinan nuestra
experiencia y nos dificultan conectar con nuestro embarazo (Odent, 1990). Y es que,
justamente, los múltiples procesos de desinformación y colonización nos dejan carentes de
información y confianza en el propio registro a la hora de tomar decisiones como gestantes.

También nos parece importante resignificar y desnaturalizar esta idea de escucha del
cuerpo. Como ya anticipamos, la desinformación es requisito para la colonización, y este
resignificar implica un (des) aprendizaje. Supone una conexión con nuestras sensaciones,
intuiciones, malestares y deseos que es difícil en los tiempos que corren. Y en ese camino,
resulta esclarecedor hallar lecturas que brinden información alternativa con sustento
científico, lecturas que nos permitan habilitar la posibilidad de parir con placer y de
recuperar la potencia de nuestros úteros (Rodrigáñez Bustos, 2007).

Las subjetividades en la gubernamentalidad neoliberal se configuran profundizando


la escisión cuerpo mente que capitalismo eurocéntrico patriarcal impuso. El cuerpo ha sido
mercantilizado, y la idea de “mente” ontologizada y confundida con el racionalismo
instrumental que ya los teóricos de la Escuela de Frankfurt señalaran. En este contexto, el
desafío es el de una escucha activa, que conecte el registro de nuestros sentidos, saberes y
sentimientos. Y que, empapada de nuestra intimidad, se abra al encuentro sentipensante de
otras experiencias. En nuestros procesos, fue fundamental compartir nuestras dudas y
sentimientos con amigas y compañeras, desde un lugar de respeto y paridad. Esas otredades
no estaban ahí para juzgar ni para consentir. Estaban y están ahí sin “para”, convocadas por
el deseo de “ser con”. Cuando una amiga nos escucha desde este estar signado por la
sororidad, permite que nosotras mismas nos escuchemos. Es una práctica de libertad; allí,
algo se desata. Y a la vez, permite el tránsito por zonas que nos asustan, nuestros miedos,
nuestros dolores, nuestro temor de no estar haciéndolo bien. Podemos atravesar todo eso
porque a nuestro lado hay una mano, una voz. Cuando hablamos de empoderamiento en la
maternidad no pensamos en las super-mamás de los anuncios publicitarios que cumplen con
todos los mandatos que la sociedad impone sacándose un diez en cada una de las áreas
(ama de casa con la casa impecable, profesional líder en la empresa, madre abnegada y
sonriente, esposa comprensiva, mujer escultural, deseable y disponible para el macho, etc.).
Pensamos la maternidad como experiencia colectiva de empoderamiento femenino. Como

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oportunidad de conexión con esa ginergía2 de la que las feministas de ayer nos hablaban.
Como posibilidad de (re) conocernos, de sanarnos, de abrirnos hacia la alteridad de una
manera única como es la de parir a un/a otrx, de reconocer lo que obtura nuestro deseo y
nuestro poder, de dar vida, ni más ni menos.

Por último, en esta primera clave para un tránsito otro por la maternidad, vinculado
a la escucha, no podemos dejar de evocar la figura del cuidado de sí que propone Foucault
(1994), que se desmarca del gesto introspectivo del conócete a ti mismo, y que se estructura
como un conjunto de prácticas que nos permite construir una relación con nosotras mismas
y con nuestro entorno atravesada por aires de libertad.

El segundo elemento que queremos subrayar como central para una gesta y parto
libres, es el acceso al derecho a la salud. Aquí queremos marcar una posición, un matiz si se
quiere, respecto de la posición crítica a la que los planteos de la biopolítica y de la crítica de
la modernidad colonial nos conduce. Nos vimos –y nos vemos- interpeladas por registros
discursivos que muchas veces generan estas falsas dicotomías a las que nos referíamos
como antelación. Y queremos prestar especial atención a una de estas tensiones que es la
que se configura con relación a la idea de salud y los discursos críticos que sobre ella se
enuncian, como el vinculado al modelo médico hegemónico. Así que, adhiriendo en un todo
a la necesidad urgente de reconceptualizar el campo de la salud, y descolonizar el modelo
médico, queremos clarificar nuestra posición en estos debates. Por un lado, revindicamos la
salud como derecho y por tanto la necesidad de la presencia del Estado y de dispositivos
que la garanticen. Por otra parte, creemos firmemente en una crítica radical a la mirada
hegemónica que ubica a la mujer gestante y maternante como paciente. Nuestra posición
revindica aquellas banderas del Mayo Francés que a la vez que cuestionaban el carácter
opresor de las instituciones modernas y burguesas, ofrecían pistas para reinventarlas.
Vamos a intentar clarificar nuestra mirada.

Término ya utilizado por el feminismo cultural, refiere a la energía extraída por una mujer de lo
profundo de su inconsciente personal y que es utilizada para fines específicamente femeninos, según sus
propias prioridades. Es energía no tomada del varón, ni sustraída indebidamente de él, ni aceptada como
alimento o regalo de su buena voluntad. Sería el término ginergía, utilizado por primera vez por Emily
Culpepper en 1975, el que quizá expresaría mejor la universalidad del concepto. El resultado de este
descubrimiento sería una total reconstrucción de la realidad y la articulación de un nuevo sistema de valores y
una nueva ética distanciada del nefasto ‘Poder sobre’. (Gamba, 2009: 161)

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Es cierto para nosotras que la modernidad disciplina. Y la salud es uno de los
campos del saber-poder que con más claridad y eficiencia ha subalternizado los cuerpos en
términos de clase, raza y género. Pero entendemos esta modernidad como un espacio de
contradicción. Las instituciones de salud no son solo Aparatos ideológicos del estado
(Althusser, 1988), no son solo dispositivos para el control de los cuerpos y las poblaciones.
Hay ahí una dimensión emancipatoria latiendo. Si miramos por ejemplo el sistema de salud
de EEUU vemos cómo un sujeto enfermo pobre o simplemente trabajador, con un seguro
de salud básico, se encuentra ante obstáculos prácticamente infranqueables para acceder de
manera gratuita a determinadas prestaciones. En nuestro país tenemos una tradición
sanitarista que ha bregado por prestaciones gratuitas y de calidad. Nuestra posición está
plagada de tensiones en distintos frentes. Y esta queremos explicitarla y enfatizarla porque
vemos con temor que una crítica exacerbada a los alcances normalizadores de las
instituciones de salud puede ser cooptada por el discurso neoliberal para avanzar en el
desmantelamiento de lo público, en la erradicación de derechos. Creemos que es mejor que
exista una unidad sanitaria en un barrio a que no exista. De hecho creemos que es necesario
mucho mas presupuesto para salud y consideramos que la reducción del Ministerio
Nacional de Salud a Secretaría significa un claro recorte del Estado en detrimento del
pueblo. Creemos que es mejor que haya obstetras, enfermeras, trabajadoras sociales en las
salitas, y haciendo trabajo comunitario. Lo que sí queremos discutir es cuál es su
formación, sus incumbencias, sus estrategias de acompañamiento a las maternidades, sus
aportes y el lugar que le otorgan/asignan a la mujer gestante y viceversa. Queremos discutir
política pública en salud, en el marco de ampliarla no de achicarla, pero rediscutiendo sus
objetivos y sus formas de construcción. Si logramos problematizar los nudos
disciplinadores con que el saber médico se maneja a la hora de intervenir el cuerpo de las
mujeres gestantes, parturientas o puérperas, podremos no eliminar un enemigo, sino sumar
un aliadx, para que lxs profesionales de la salud sean compañerxs de lucha en el camino de
maternidades emancipadas.

En este sentido, la posibilidad de elegir dónde y cómo parir lejos está de ser una
consigna que “suena bien”. No exageramos si decimos que resulta un privilegio la
posibilidad de que quepa la pregunta, la posibilidad de simplemente hacernos la pregunta.
Un privilegio de clase; y esto no tiene que ver –al menos no solamente- con la posibilidad

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de pagar el precio de un parto domiciliario o la atención personalizada en clínica privada.
Es sabido que el posicionamiento de clase no se limita al poder adquisitivo e incluye, entre
otras cosas, el hecho de poder pensarse (o no) a una misma en clave de derechos, en
términos de libertades. Pensarse capaz de elegir, capaz de saber cómo parir y capaz de
concebir una cría que sabe nacer. Justamente, uno de los terrenos donde el movimiento
feminista de nuestro país pudo poner la lupa y hasta aportar a una legislación que frene
violencias de género y amplíe libertades de todas fue en el tema de la llamada “violencia
obstétrica”3. Prácticas naturalizadas, algunas sutiles, otras grotescas, prácticas establecidas
como “habituales” en clínicas y hospitales -incluso cuando ya internacionalmente están en
desuso y desaconsejadas-, prácticas que muchas veces violentan a la gestante o parturienta,
a la cría y a esas primeras horas del contacto madre-hijx, momentos primarios sustanciales
para el sistema inmunológico y para el bienestar psíquico y biológico de la/el recién nacidx.

El tercer punto en el que queremos detenernos, es el de la reconfiguración de las


relaciones sociales en los procesos de gestación y parto. Aquí la pregunta es cómo nuestro
núcleo de afectos puede acompañarnos. Más aun, la pregunta es quiénes componen ese
núcleo. Así, una primera reflexión es la necesidad de revisar los mandatos sociales respecto
de quién debe acompañarnos, y qué significar acompañar. Nuestros otrxs significativxs,
serán distintos en cada caso. Creemos que es un saldo muy positivo de las luchas del
feminismo y la disidencia sexual, el ir legitimando la idea de que las familias son diversas.
Si bien siempre lo fueron, la lucha que transitamos hoy es por visibilizar esta cuestión, por
des- subalternizar los modelos no hegemónicos de familia, y reivindicar el derecho a elegir
la forma cómo queremos construir nuestros lazos, vivir nuestro deseo, y construir nuestros
hogares. En este marco, la maternidad y la paternidad no son entendidas por nosotras como
funciones biológicas, sino como construcciones sociales, compuestas por diversas
expectativas sociales, tareas designadas, roles asignados. Nos parece importante una suerte
de vigilancia epistemológica constante que nos permita no fosilizar estos dispositivos que
son la maternidad y la paternidad, saberlos pluriversos, capaces de adquirir distintas
improntas, estilos. Y, a su vez, reconocerlos compartibles. Queremos decir con esto que la
idea de que “madre hay una sola” es una construcción social propia del capitalismo
3

Nos referimos a la Ley de Parto Respetado (Ley Nacional N° 25.929)

13
moderno colonial patriarcal. En esto tanto el marxismo como el giro descolonial y los
feminismos han dicho mucho. Hay otras experiencias sociales donde el conjunto de
sentidos que nuestra civilización asocia con la maternidad, no son atribuidos a la mujer que
procrea.

Aquí nos remitimos por ejemplo al trabajo de Segato (2013) y su observación sobre
el llamado mundo aldea o mundo pre-intrusión, donde el maternaje era llevado adelante por
el círculo de mujeres de la comunidad. Las tareas eran repartidas, compartidas,
complementadas. La autora enfatiza en la denuncia del gesto patriarcal de la modernidad
colonial que nos confinó al hogar nuclear cortando lazos comunitarios, que nos dejan
expuestas a la violencia doméstica, al abandono, a la soledad no elegida, a los malos tratos,
a la sobrecarga de tareas, etc.

Creemos sin embargo que no todo está perdido. Que las mujeres constantemente
ideamos e implementamos prácticas emergentes para contrastar estas tendencias que
individualizan y alienan. Que muchos varones se dan la posibilidad de cuestionarse o de ser
cuestionados, de deconstruirse y ablandarse con el cuidado de las crías, con los cuidados
compartidos. Y esto, nuevamente, son movimientos concomitantes, no lineales, oscilantes
entre lo instituído y lo instituyentes, entre el poder establecido y la creación de resistencias.
En ese marco vemos cómo artesanalmente podemos construir acuerdos con nuestras
familias y amigxs para un acompañamiento que nos sume y no nos reste. Cuestionar
algunas distribuciones tradicionales de tareas. No precisamos flores y muñequitos en la
clínica, ni enojos o reproches por elegir parir fuera de una institución médica. Tampoco que
vengan a minutos del mismísimo parto a sacarse selfies con nosotras y nuestras crías para
subirlas al Facebook o viralizar por wassap. Al menos en nuestro registro, necesitamos una
distribución otra de las tareas de reproducción de la vida cotidiana, y un espacio para la
escucha de lo hasta ahora indecible: tengo miedo, estoy triste, no sé qué me pasa, estoy
infinitamente cansada; un cúmulo de sensaciones y sentimientos que atravesamos con culpa
y en soledad por estar interdictos frente al mandato de que hay una sola forma de
experimentar la reciente maternidad: “es lo mejor que me pasó en la vida”. A estas
estrategias micropolíticas, de construcción de un andamiaje afectivo que nos permita el
tránsito por el embarazo y el parto, queremos sumar la necesidad de pensar dispositivos,

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políticas públicas específicas que colaboren con estas estrategias, pero también una suerte
de transversalización de esta mirada no disciplinada sobre qué es la familia, y qué debe
hacer cada quien frente a la llegada de un bebé, que ayude a lxs profesionales e
instituciones a ser aliados de las mujeres en sus procesos de construcción de un nido
habitable, en el sentido pleno del término, como espacio-tiempo del buen vivir.

Como un parto, un cierre que abre: enlazando sentidos.

En estas líneas nos propusimos revisitar algunos de los nudos críticos de la


maternidad en este contexto neoliberal que es expresión de la matriz de poder colonial,
capitalista y patriarcal. Hemos partido de la noción de “maternidad” como mandato y
también como deseo. En esa tensión, identificamos al cuerpo, al soma, como matriz
palpable y palpitante, pujante, y a la posibilidad de significarlo y revisitarlo a través del
análisis como necesidad imperiosa de mamíferas con psiquismo y capacidad de
simbolización. En este cruce que mencionamos y graficamos como dos vectores, hemos
identificado la necesidad de desarmar falsos acoples que muchas veces nos han pasado
desapercibidos, intentando echar luz y bordear las sombras de la tarea de alojar y dar a luz.

La dimensión de la maternidad como proceso históricamente situado, personalmente


biográfico y epistemológicamente interrogado, ha sido central para la presente elaboración.
La perspectiva de género y el marco teórico y político feminista, en este sentido, es lo que
nos ha posibilitado reconocernos como parte de una sociedad que atraviesa fuertes cambios,
olas desordenadas, movimientos sutiles y abruptos, de cara a la construcción de una vida
colectiva plena. Allí, la necesidad de poner en cuestión las prácticas médicas hegemónicas,
la colonización de subjetividades y su inscripción microfísica en nuestras propias biografías
como mujeres de carne y hueso, fue clave. Cuestionar el estado de las cosas implica el
gesto comprometido de autocuestionarse. El afuera y el adentro, como en la simbiosis de
una mujer gestante con su cría, se desdibuja, los límites son permeables y dialógicos.
Cambiar el mundo conlleva la necesidad de mutar una misma, de volver las veces que sea
necesario sobre los propios pasos, sumergiéndonos en las dudas, aunque muchas preguntas
queden sin respuesta y atraigan nuevos interrogantes. Para desatar –o intentar al menos-
esos nudos críticos de la colonialidad patriarcal que pesan sobre la maternidad, hemos

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sistematizado los que para nosotras han constituído pilares claves y solidarios con nuestras
necesidades: la escucha del propio cuerpo, el marco de derechos y las relaciones
socioafectivas en las que nos inscribimos.

Las reflexiones aquí condensadas partieron entonces del registro de micromomentos


sensibles, interpelados por la reflexión conjunta, imbricada con diversas herramientas
teóricas, para generar dos movimientos. Por un lado, reencontrarnos desde una mirada no
punitiva, sin juicio, reparadora, con nuestro estar-siendo madres, con nuestras crías, con
nuestros deseos y reflexiones, para que, en un segundo movimiento, emanen enraizadas
nociones que puedan aportar a la crítica y a la transformación. En este sentido, la práctica
del encuentro entre nosotras para la construcción de esta narrativa que implicó revisitar
nuestras maternidades, ha sido sumamente sanadora, y nos ha empoderado, permitiendo
performativamente recrearnos. Sabemos algo más acerca de nosotras. Sabemos también
algo más acerca de los dispositivos que nos exceden y a la vez nos habitan a la hora de
maternar. Comprendemos mejor nuestras vivencias en torno a este inconmensurable que
constituye la compleja tarea de alojar y maternar a un ser nuevo y, por tanto, sagrado en su
ser-pregunta. Pregunta que late, pregunta que está-siendo. Tenemos otro acervo de
conocimientos sentipensados para poner en juego en el camino de seguir maternando.
Esperamos poder enlazar esta trama con otras, para aportar a la crítica, al encuentro, a la
transformación de la vida de las mujeres, las niñeces, las familias, desde una noción de
maternidad que no cierre y clausure deseos, sino que abra y permita circular afectos,
proyectos y buen vivir.

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