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En los debates andaluces los protagonistas estaban fueran del plató.

Ninguno de los
candidatos oficiales tienen entidad propia y lo único que ofrecen es más de lo mismo, una
continuación del “socialfolclorismo” que el PSOE ha ido imponiendo durante su hegemonía
de décadas, un panzón de clichés del terruño, bienestar de mercadillo y servidumbre
voluntaria a través la ideologización que sus comisarios políticos han implantado en el
sistema educativo y los medios de comunicación.

Por ello, VOX se erigió, sin estar, en el gran protagonista. A Susana Díaz le interesa, claro
está, dividir el electorado de centro derecha que tan plácidamente pensaban repartirse
Moreno Bonilla y Juan Marín para seguir siendo los consejeros de la dirigente socialista en
la cómoda oposición. En ese sentido, fue brutal el puyazo que le metió la presidenta de la
Junta al candidato de Ciudadanos cuando le recordó que ha estado tres años “a su vera”,
con una relación de vasallaje que ha encrespado y avergonzado a las bases de
Ciudadanos, un partido fundado sobre la base de la regeneración y el cambio de paradigma
político pero que en Andalucía se ha visto transformado, de la mano de Marín y su “clan de
la Manzanilla” (¡su mano derecha es su concuñado!), en un partido desideologizado y
burdamente tecnócrata, una versión light y descafeinada del propio PSOE.

La emergencia de VOX no se explica como un avance de la extrema derecha sino, como


debió haber hecho Ciudadanos, por promover un cambio de paradigma al modelo político
unidimensional que se ha convertido en un dogma debido a sus flagrantes ineficacias y la
claudicación de sus defensores ante el otro gran paradigma de nuestros días, el golpismo
xenófobo catalanista. El voto a VOX va a ser transversal, de conservadores cultos a
liberales indignados pasando por socialistas con vergüenza, porque se basa
fundamentalmente, más allá de medidas que sí cabe calificar como excesivamente
conservadoras (como la propuesta de prohibir partidos independentistas no golpistas), en el
cuestionamiento de las ineficiencias del Estado de las Autonomías, convertidas en un
centrifugado de los derechos de todos los españoles a favor de los sectores más
privilegiados de las autonomías más insolidarias; en responder a las tensiones entre la
necesaria entrada de inmigrantes y la no menos perentoria consolidación del Estado de
Bienestar, amenazada esta última por aquella si no se racionaliza el sistema de contribución
y su alcance; en desafiar la izquierdización cultural del país a través de la manipulación del
lenguaje, imponiendo la lengua de trapo “no sexista”, y la “ideología de género”, la última
mutación de la lucha de clases marxista, convertida en lucha de géneros que preconiza el
“machete al machote”, la discriminación legal en contra de los hombres y el mantenimiento
vía subvenciones de una potente red de comisarios “feministas” en el sistema judicial y
educativo.

La entrada de VOX en los Parlamentos, empezando por el de Andalucía, puede hacer


despertar a Ciudadanos y al PP, que votaron a favor de la infame y liberticida “Ley de
Igualdad” del PSOE andaluz, de su abducción por el marxismo cultural imperante, para
armarse intelectualmente y no solo resistir sino lanzarse a la reconquista de los valores del
individualismo ilustrado, la libertad política y la igualdad en derechos que la combinación de
la izquierda socialista, el nacionalismo xenófobo y el feminismo radical está conculcando
cada vez más.

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