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Los elementos principales de la celebración de la Pascua judía se encuentran en los siguientes textos bíblicos: Ex

12:1-8; Dt 16; Lv 23:5-8; Nm 28:16-25.


San Pablo considera la muerte de Jesús en cruz en clave pascual: «Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado»
(1Cor 5:7). Lo mismo hace San Juan Evangelista al aplicar a Cristo la frase referida al Cordero Pascual: «no se le
quebrará hueso alguno» (Éxodo 12:46) en Juan 19:36.

 La Pasión. En el relato de la institución de la eucaristía, Jesús anuncia su propia muerte violenta: habla de
«mi cuerpo, que será entregado», «el cáliz de mi sangre, que será derramada». 5
 Servicialidad mutua. De acuerdo con el relato del evangelista Juan, antes de la cena Jesús lavó los pies a
sus discípulos y mandó a todos ellos que siguieran ese ejemplo de servicialidad (Juan 13:1-20), amándose
como él los amó (Juan 15:12).
Eucaristía como sacrificio[editar]
La Iglesia católica cree que en cada eucaristía se hace presente («se re-presenta») el sacrificio que Cristo hizo
en la cruz de una vez para siempre, se perpetúa su recuerdo a través de los siglos y se aplica su fruto. 6 Y que el
sacrificio de la cruz y el sacrificio de la eucaristía son un único sacrificio, ya que tanto en uno como en otro, Cristo
es el sacerdote que ofrece el sacrificio y la víctima que es ofrecida. Se diferencian solo en la forma en que se
ofrece el sacrificio. En la cruz Cristo lo ofreció en forma cruenta, y por sí mismo, y en la Misa en forma incruenta y
por ministerio de los sacerdotes.7
En los Padres de la Iglesia[editar]
La Didajé, el escrito más importante de los Padres apostólicos, hace la siguiente advertencia: «Reuníos el día del
Señor y romped el pan y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro
sacrificio (thusía) sea puro».8
San Ignacio de Antioquía (f. hacia 107) indica el carácter sacrificial de la eucaristía tratando, en un mismo texto,
de la eucaristía y el altar; y el altar como sitio donde se ofrece el sacrificio (thusiastérion): «Tened, pues, buen
cuidado de no celebrar más que una sola eucaristía, porque una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo, y
uno solo el cáliz para la reunión de su sangre, y uno solo el altar, y de la misma manera hay un solo obispo con
los presbíteros y diáconos».9
San Justino Mártir (f. hacia 165) considera como figura de la eucaristía aquel sacrificio de flor de harina que
tenían que ofrecer los que sanaban de la lepra. El sacrificio puro profetizado por Malaquías, que es ofrecido en
todo lugar, no es otro —según el santo— que «el pan y el cáliz de la eucaristía».10
San Ireneo de Lyon (f. hacia el 202) enseña que la carne y la sangre de Cristo son «el nuevo sacrificio de la
Nueva Alianza», «que la Iglesia recibió de los apóstoles y que ofrece a Dios en todo el mundo». Lo considera
como el cumplimiento de la profecía de Malaquías.11
Tertuliano (f. después de 220) designa la participación en la solemnidad eucarística como «estar junto al altar de
Dios», y la comunión como «participar en el sacrificio».12
San Cipriano (f. 258) enseña que Cristo, como sacerdote según el orden de Melquisedec, «ofreció a Dios Padre
un sacrificio, y por cierto el mismo que había ofrecido Melquisedec, esto es, consistente en pan y vino, es decir,
que ofreció su cuerpo y su sangre».13 «El sacerdote, que imita lo que Cristo realizó, hace verdaderamente las
veces de Cristo, y entonces ofrece en la iglesia a Dios un verdadero y perfecto sacrificio si empieza a ofrecer de
la misma manera que vio que Cristo lo había ofrecido».14
San Ambrosio (f. 397) enseña que en el sacrificio de la misa Cristo es al mismo tiempo ofrenda y sacerdote:
«Aunque ahora no se ve a Cristo sacrificarse, sin embargo, Él se sacrifica en la tierra siempre que se ofrenda el
cuerpo de Cristo; más aún, es manifiesto que Él ofrece incluso un sacrificio en nosotros, pues su palabra es la
que santifica el sacrificio que es ofrecido».15
En la Edad Media[editar]
Pedro Lombardo afirma en el libro de Sentencias: «lo que es ofrecido y consagrado por el sacerdote se llama
sacrificio y oblación porque es memoria y representación del verdadero sacrificio y de la santa inmolación hecha
en el altar de la cruz. Una sola vez murió Cristo y en ella se inmoló a sí mismo; pero es inmolado cada día en el
sacramento, porque en el sacramento se cumple la memoria de cuanto ha sido realizado una sola vez».16

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