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Estudio de caso

A fin de cuentas, ¿quién manda aquí?


Recién casado, Ricardo abandonó su empleo para abrir una tienda de materiales
deportivos en una calle de mucho movimiento en un barrio comercial de la capital.
La empresa creció rápidamente. En pocos años, Ricardo abrió filiales de la tienda y
compró una pequeña fábrica para producir sus propios uniformes deportivos. La
fábrica se convirtió en un negocio muy lucrativo, porque Ricardo se volvió proveedor
de otras tiendas independientes, de cadenas de tiendas de material deportivo y de
diversos equipos. Cerca de 10 años después de haber comenzado, Ricardo
abandonó el comercio para dedicarse por completo a la industria.
La administración de los negocios absorbía todo su tiempo y Ricardo tuvo que
sacrificar sus estudios, interrumpiéndolos en el primer año de Economía. Sin
embargo, sus dos hijos, Sergio y Alberto, fueron educados desde pequeños para
asumir las riendas de la empresa.
Cuando eran adolescentes, su padre los involucró en los negocios. Ambos se
formaron en la administración y Ricardo se las arregló para que tuvieran prácticas
en el exterior.
Alrededor de 25 años después de haber empezado, Ricardo era el propietario de
un gran negocio de uniformes deportivos, que ahora tenía un nuevo tipo de clientes:
otros fabricantes de materiales deportivos, que le compraban para vender con su
propia marca.
Diversos proveedores competían por los mismos clientes. Sergio y Alberto
administraban la empresa, ahora estabilizada. Se dedicaban en especial a las
actividades de marketing y finanzas; Ricardo se concentraba en las decisiones de
producción y elección de productos, además de los contactos con los clientes
grandes y tradicionales. No obstante, ya no era necesario que dedicara tanto tiempo
como antes.
Todo funcionaba relativamente bien para Ricardo y sus competidores antes de la
era de la globalización. Cuando llegaron las grandes empresas multinacionales de
material deportivo, la competencia se volvió extremadamente exasperante. Al
contar con un gran poder adquisitivo, proveedores de bajo costo y agresivas ofertas
de patrocinios para los equipos deportivos, y al estar en extremo preocupadas por
la competitividad, esas firmas comenzaron a moldear el mercado de acuerdo con
sus intereses. Ese movimiento coincidió con la evolución de la tecnología en las
fibras para telares, que la empresa de Ricardo compraba a los proveedores
multinacionales.
Ricardo se vio obligado a hacer grandes innovaciones en su parque industrial a fin
de seguir el ritmo de la tecnología y los nuevos patrones creados por la apertura del
mercado.
Al exigir grandes inversiones, esas innovaciones lo obligaron a buscar un
financiamiento, lo que dejó a la empresa en una situación financiera muy delicada.
A finales de la década de 1990, gran parte de los ingresos estaban comprometidos
con el pago de los intereses.
La crisis económica y el fortalecimiento del dólar contribuyeron a que la situación
fuera todavía más difícil en el mercado interno, aunque había facilitado la
exportación que la empresa hacía a pequeña escala.
Durante los últimos cinco años, las relaciones entre Ricardo y sus dos hijos se
volvieron tensas, para desaliento de Alice, la madre y del resto de la familia. Al ver
cómo se deteriora la empresa, Sergio y Alberto pretenden que su padre abandone
los negocios y que deje la empresa en sus manos, alegando que estudiaron y se
prepararon profesionalmente para administrarla y que la época del padre ya pasó.
Ricardo ha tenido serios conflictos con sus hijos por este motivo. Tras muchas
discusiones, Alberto, el hijo mayor, lo convenció de explorar otros mercados;
desarrolló nuevos productos y se convirtió en proveedor de otros tipos de clientes,
que venden ropa de marca en los centros comerciales. Ese mercado parece tener
un gran potencial. El éxito animó a Alberto, que ahora cree tener un argumento
fuerte para discutir con su padre. Para evitar que el conflicto se agrave, Ricardo
estuvo de acuerdo en encargarse del abastecimiento de materias primas y de la
producción. Sin embargo, no logra dejar de ocuparse del desarrollo de productos,
ventas, finanzas y administración general de la empresa que los dos hijos se
disputan con él. Hace poco tuvieron una seria discusión debido a la propuesta que
los hijos hicieron de contratar a un consultor de administración.
Con frecuencia, Ricardo se pregunta:
—A fin de cuentas, ¿quién debe mandar aquí? ¿Yo, que creé este negocio gracias
al cual mis hijos nacieron y crecieron, o ellos? Ellos alegan que estudiaron
administración y están más preparados que yo para resolver los problemas de la
empresa. Incluso dicen que mi experiencia ya no vale nada hoy en día. No quiero
agravar el conflicto, pero tampoco quiero abandonar la compañía por completo. ¿Y
qué es eso de traer a un consultor? ¿Qué puede saber ese tipo, si nunca se ha
involucrado en los negocios?
Preguntas
1. ¿Cuáles son las causas principales del conflicto entre Ricardo y sus hijos?
No hay un organigrama de la organización y por ello nadie sabe quien debe tomar
las riendas. Hay desorden comforme a la toma de desiciones.
2. ¿Quién debe “mandar” en la empresa?
Debe mandar el padre pero teniendo en cuenta las opiniones de los hijos talves
hacer un concenso y que todos tengan votación pero el padre debe tener el voto
final ya que el creo la empresa y tiene mucha mayor experiencia que sus hijos.
3. ¿Cuál es el peso relativo de la experiencia y de la educación formal en el
proceso de administrar la empresa?
Ambas son de gran importancia, mas la experiencia te prepara contra diversos
aspectos que los libros muchas veces no toman en cuenta o situaciones que no
esperan que sucedan.
4. ¿Considera usted que es necesario un consultor? ¿Qué papel tendría?
¿Cómo convencería usted a Ricardo de la necesidad de un consultor?
Si, debido a que a pesar de que sus hijos estudiaran les faltan parámetros para
dirigir la empresa de manera correcta. El consultor seria un guía para que se
establezca orden y mejor comunicación en la resolución de problemas.
5. ¿Cuáles son las consecuencias previsibles de que Ricardo continúe
administrando la empresa?
Si no toma en cuenta las opiniones de los hijos lo mas probable es que su
competencia lo haga quebrar debido a que no puede competirles y no busca
nuevos mercados.
6. ¿Cuáles son las consecuencias previsibles de que los hijos se queden con
la empresa?
Si los hijos asumen la empresa pueden cambiar de mercado, y no quebrar mas
me parece que no cuentan con la experiencia necesaria para poder hacer ese
salto de mercado sin su padre.
7. ¿Cuáles son las consecuencias previsibles de que no haya un acuerdo
entre las dos partes?
Quebrar debido a que no se lleva a nada la empresa, no se producen mas
ganancias ni hay un objetivo establecido el cual perseguir y esto los lleva a la
banca rota.
8. ¿Conoce usted casos semejantes a éste?
No.
9. En caso afirmativo, ¿cuál fue el desenlace?

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