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 1.

RESPUESTA DE LA FE AL MAL, LA INJUSTICIA, EL PECADO Y LA


MUERTE
 Jesús Manuel Herreros Recio Doctor en Teología Moral y profesor del
IES “Jorge Manrique” de Palencia
 1. Misterio de Dios, misterio del dolor
 1.1 Dios y el dolor
 1.2 El sufrimiento de Jesús en la Cruz
 2. El interrogante de JOB, el interrogante de Auschwitz (André Neher)
2.1 El absurdo
 2.2 El eclipse de Dios
 2.3 La realidad del mal
 2.4 La apuesta por la esperanza
 2.5 Apostar por la vida 3. El problema del mal
 3.1 La experiencia del mal
 3.2 Discurso Teológico Sobre “el mal”
 3.3 El mal en la Sagrada Escritura
 3.4 Algunos problemas sistemáticos sobre el mal
 3.5 El reto del mal moral: la libertad
 3.6 La existencia del mal contra la existencia y bondad de Dios -
Vulnerabilidad y dolor de Dios. El Dios que sufre - Cruz y resurrección.
Cristo: Víctima y vencedor - Significado moral de la Cruz y de la
Resurrección. Misterio de la muerte, Misterio Pascual
 4. El mal, el Pecado y la conversión
 4.1 Respuesta de la fe al mal y a la muerte - El mal contra Dios - ¿El mal
inevitable? Datos de la experiencia leídos desde la fe - Finitud y libertad
- Respuesta Cristiana al Mal
 4.2 El pecado como categoría moral negativa. El mal moral - ¿Qué es el
pecado? - Reformulación de la gravedad/levedad del pecado en la
teología moral
 4.3 La conversión como categoría bíblico-teológica • Teología narrativa:
“El buen Samaritano” • Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente

Introducción: - Dificultad y amplitud del tema. ¡Qué difícil! - No


demasiados planteamientos filosóficos ni psicologistas. Los necesarios.
Estos días pasados y ayer, sobre todo, se hizo mucha referencia
antropológica. Hoy una lectura desde la teología moral - Me fijo en varios
autores que irán siendo mencionados y sobre todo en un curso seguido
en Roma con el profesor alemán Bruno Hibber titulado precisamente: “Il
problema del male”. - Analizaremos el “mal”; el sufrimiento del Inocente y
la injusticia para comprender mejor las categorías de pecado y de
muerte en claves teológicas. - Tres realidades irán dando color al
discurso: a) el interrogante de JOB, b) la muerte injusta del Crucificado
como siervo sufriente; c) el exterminio nazi de seis millones de judíos en
la segunda Guerra mundial; paradigmas todos ellos del verdadero
sufrimiento humano. - Todo ello bañado por la liturgia del pasado
domingo que me ha hecho reflexionar y rezar estas dos semanas sobre
el título y contenido de esta conferencia que voy a tratar de comenzar. El
problema del mal El término “mal” es una abstracción y conviene más
bien hablar del sufrimiento humano, pues no hay realidades materiales
malas. Ni la materia, ni las plantas, ni los animales sufren en sentido
estricto. Si hay un terremoto y desaparece una montaña, es un hecho
geológico, y nada más. Si desaparece una especie vegetal, puede
afectar al equilibrio ecológico, pero nada más; de hecho han
desaparecido en el curso de los siglos el 90% de las especies que han
existido. Si los animales se comen entre sí de un modo salvaje, es lo
normal para su supervivencia. El problema se da en el ser humano que
sufre con un nivel de consciencia distinto, diríamos, espiritual. Sufre con
la muerte que vendrá, se angustia por mil motivos, el desamor le hiere,
los asesinatos le conmocionan, o el canibalismo, por poner un ejemplo,
le estremece. El problema del sufrimiento, más que el del mal, es un
problema humano y no parece que la mente humana encuentre
demasiadas soluciones. La revelación puede iluminar una respuesta
válida del por qué (la causa) del sufrimiento, y más aún, puede dar
explicación del para qué (la finalidad) del dolor. Entra por el pecado
original y se agrava por los pecados personales y sociales de los seres
humanos. Al crear al hombre, Dios le da tres tipos de dones: integridad,
inmortalidad y vida superior a la natura (vida sobrenatural de hijos de
Dios). La revelación nos dice que, tras el pecado de origen, de un lado
desparece el don de la 2

 3. inmortalidad y por otro, la vida sobrenatural y la integridad natural


quedan heridas, aunque no suprimidas. Así, la persona humana histórica
es un ser sufriente. El deseo de felicidad hace más fuerte el contraste
con la existencia del dolor. No hay manera de escapar de él, si no viene
de una manera, aparece de otra. Pero antes de entrar en el dolor
humano hay una cuestión previa: el mal. A primera vista parece poco
problema, pues nadie puede decir –aunque se ha dicho- que haya
realidades intrínsecamente malas. Más bien se puede decir que el mal
es "privación de bien debido"; no se trata de que exista una realidad
esencialmente mala, sino que le falta algo para que sea buena. La
enfermedad es falta de salud, la muerte es falta de vida, etc. Si se da el
no-ser, tiene que existir el Ser con Mayúsculas. Pero existencialmente el
mal es otra cosa porque el dolor duele, y ahí se puede decir que es un
misterio. Misterio en el cual vamos a adentrarnos, con mucha cautela, en
esta exposición de esta tarde. Sin saber algo de sufrimiento no se puede
saber lo que es el mal. Es verdad que el mal es un problema teórico de
no fácil solución, pero el sufrimiento real es otra cosa; si a éste, que es
inevitable para todos los seres humanos se haga lo que se haga, le
añadimos la muerte, más inevitable aún, el problema adquiere, como
pueden imaginarse, tintes todavía más dramáticos. El problema primero
es por qué sufro, el segundo para qué sufro y si tiene algún sentido el
sufrir. En esta segunda pregunta y no en la primera está, posiblemente,
la solución del problema del mal común a todos los seres humanos. El
hecho del sufrimiento indudablemente constituye el desafío individual
más grande a la fe cristiana. Es incuestionablemente que no hay un
obstáculo mayor a la fe que el de la realidad del mal y del sufrimiento en
el mundo. Por cierto, aun para el cristiano creyente, no hay una prueba
mayor de la fe que ésta - que el Dios que lo ama le permita sufrir y a
veces de forma tan intolerable. Y la desilusión se ve intensificada en
nuestro tiempo cuando las expectativas irreales de salud y de
prosperidad son alimentadas por las enseñanzas de maestros cristianos.
¿Por qué permite el buen Dios que sus criaturas, y aun sus hijos e hijas,
sufran tanto? Primeramente, es importante distinguir dos tipos de mal: el
mal moral y el mal natural. El mal moral es el resultado de las acciones
de criaturas libres. El asesinato, la violación y el robo son ejemplos de
esto. El mal natural es el resultado de procesos naturales tales como
terremotos e inundaciones. Por supuesto, a veces ambos tipos se
encuentran entremezclados, como cuando una inundación da como
resultado la pérdida de vidas humanas debido a una mala planificación o
a la construcción defectuosa de edificios. Es importante también
identificar otros aspectos del problema del mal y del sufrimiento.
Primero, está el aspecto filosófico o apologético. Este es el problema del
mal enfocado desde el punto de vista del escéptico que desafía la
posibilidad o 3
 4. la probabilidad de que exista un Dios que permita tal sufrimiento. Al
enfrentarnos a este desafío apologético debemos utilizar las
herramientas de la razón y la evidencia para "dar razón de la esperanza
que hay en nosotros."(1 Pedro 3:15) En segundo lugar, está el aspecto
religioso o emocional del problema del mal. Este es el problema del mal
enfocado desde la perspectiva del creyente cuya fe en Dios está siendo
aquilatada severamente mediante una prueba. ¿Cómo podemos amar y
adorar a Dios cuando Él permite que suframos en estas formas? Al
enfrentarnos a este desafío religioso/moral, debemos apelar a la verdad
revelada por Dios en la Escritura y trasmitida por el Magisterio de la
Iglesia (Fotos del descendimiento y fotos de cristos crucificados) 1.
Misterio de Dios, misterio del dolor Misterio - Tanto la realidad de Dios
como la del dolor no es algo escondido que deba silenciarse o
permanecer escondido. Se debe hablar de ello. - Tanto Dios como el
dolor están presentes en la realidad de todas y cada una de las
personas. Necesitan ser dichos y comunicados, no pueden guardarse
para sí como algo privado. Relación Dolor y gratuidad - El sentido del
sufrimiento no es entendido por los que hacen discursos o teorías sobre
el dolor. - La mente humana tiende a racionalizar el porqué del
sufrimiento: a) es consecuencia o pago por haber hecho algo malo; b)
Él, su familia o su grupo social está pagando la culpa de algo malo de
hoy o del pasado; c) Le ha entrado un demonio desde fuera y le
atormenta. - En clave de gratuidad, la gente sencilla posee mayor
capacidad para comprender el misterio. La gente de corazón sencillo no
se identifica con el ignorante; los sencillos son aquellos que, no teniendo
capacidad para comprender, necesitan ser ayudados por otros. Cuando
uno adquiere conciencia de esta situación, se convierte en el preferido
del Dios amor. Hablar del dolor. Sólo podemos hablar de ello si existe
una: - Experiencia personal hecha silencio y contemplación - Mística.
Capacidad de trascender. Serenidad y contemplación - Racionalización.
Palabra. Se puede hacer un discurso racional. La mente exige y pide
explicaciones, pero sólo después de haber pasado por la experiencia y
la mística. 4
 5. 1.1 Dios y el dolor Existen diversas situaciones límite que van
destruyendo al ser humano: a) la pérdida de la conciencia o del sentido
de la realidad; b) el envejecimiento y la muerte y c) el sufrimiento y el
dolor (tanto físico como psíquico). Ante éste último, el mal toma dos
líneas: - mal como culpa (sentimiento psicológico interno) o castigo (algo
jurídico). La persona es activa y el mal es sentido en el interior desde la
RESPONSABILIDAD (línea agustiniana) - mal como desgracia o
acontecimiento que procede de fuera y en el que la persona no
interviene para nada. CASUALIDAD (en línea con el sufrimiento de
personajes bíblicos como la casta Susana, Job o el buen Samaritano)
Del primero (culpa, pecado o pena), hablaremos al final de la charla.
Ahora nos fijaremos en este último mal (la desgracia o el sufrimiento),
con la pregunta sobre el sentido del sufrimiento o límite humano cuando
no existe explicación o el implicado es inocente. Del sufrimiento del
inocente emerge el grito: ¿Dios mío… dónde estás? ¿por qué me has
abandonado? ¿por qué esta desgracia? Son las preguntas más
hondamente creyentes de aquel que se siente indigente ante Dios. En
esta perspectiva, el SILENCIO de Dios se hace más insoportable para
los que creen que para los que no creen ya que aquellos no son
capaces de encontrar respuesta. El creyente, como vamos a ver en esta
charla, sólo puede encontrar sentido al dolor inocente en la
vulnerabilidad del Cristo CRUCIFICADO. En el centro del mundo, en el
lugar y en el corazón del dolor es desde donde debemos anunciar al
crucificado y donde encuentran respuesta todos los que sufren o son
vejados injustamente; los pobres y los despreciados de la tierra. 1.2 El
sufrimiento de Jesús ¿Cómo vemos a Jesús en la Cruz?: Miradlo…. (….)
a merced del hombre, entregado a los sacerdotes, entregado a los
romanos, a merced de la actuación humana, de la conciencia y de la
responsabilidad de los hombres. ¿Cómo vemos a Jesús en Belén?: a
merced de María y de José, entregado a la voluntad de los hombres. No
es Dios el que tiene que evitar el dolor del hombre en la historia, sino
que es el hombre el que tiene que evitar el dolor de Dios. Por tanto,
estamos en una visión bipolar de Dios. Una imagen de Dios «en
tensión». El Dios todopoderoso, convertido en impotente. El Dios eterno,
hecho hombre mortal; el Dios infinito, llorando, necesitando que le
cuiden, afectado por el sufrimiento y el dolor. Dios, al encarnarse, ha
asumido nuestra historia y, desde entonces, nuestra historia es su vida.
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 6. Jesús puede decir a Pablo en el camino de Damasco: «Saulo, Saulo,
¿por qué me persigues?» (Hech 9,4); o en el evangelio de Mateo, al
describir el juicio final, puede decir: «todo lo que hicisteis a uno de estos
pequeños a mí me lo hicisteis» (cf. Mt 25, 40). Todos conocemos el
poema de A. Machado titulado «La Saeta» y que comienza por una
saeta popular que dice: «¿Quién me presta una escalera, para subir al
madero, para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?» Luego sigue el
poema: «¡Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos, siempre con
sangre en las manos, siempre por desenclavar! ¡Cantar del pueblo
andaluz, que todas las primaveras anda pidiendo escaleras, para subir a
la cruz! ¡Cantar de la tierra mía, que echa flores al Jesús de la agonía y
es la fe de mis mayores! ¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡No puedo cantar, ni
quiero, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar!». 2. El
interrogante de JOB, el interrogante de Auschwitz (André Neher)
(Reflexión realizada por el judío Ander Neher ante la espantosa matanza
de seis millones de judíos por los nazis en la segunda guerra mundial).
“Los malvados dijeron entre sí: Tendamos una trampa al justo, porque
nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras
violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en los
que fuimos formados. Vemos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le
pasa en su muerte. Si el justo es Hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará
de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la
tortura para conocer su temple y su valor. Condenémoslo a una muerte
ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él”. (Sb 2, 12.17-20). 6
 7. André Neher (1914-1988) fue un erudito judío y filósofo, estudió en el
Liceo de Fustel Coulange en Estrasburgo. Se convirtió en profesor en el
Colegio Erckmann- Chatrian en Sarrebourg, luego en el Liceo Kléber en
Estrasburgo. Durante II guerra mundial, vivió en Brive-la-Gaillarde.
Después de la guerra, se convirtió en profesor en la Universidad de
Estrasburgo, antes de mudarse con su esposa, Renee Neher-Bernheim,
a Jerusalén, Israel. Su obra maestra es L'exil de la parole. Du silence au
silence biblique d'Auschwitz (ed. Seuil, 1970), en el silencio de la Biblia,
y el silencio de Dios después de la Shoah (holocausto) y las tragedias
gran mundo. Neher piensa que en el silencio a través de la Biblia se
puede encontrar la revelación divina: mediante el silencio es posible la
libertad humana. Su idea de puente colgante aplicada al ser humano
"inseguridad ontológica y el dolor" causado por la libertad, es un "factor
de incertidumbre radical". Por esta razón, piensa este autor, estamos
obligados a concentrar nuestra atención no en las ideas de redención o
salvación, sino en el "estar aquí en nuestra vida ". El Holocausto (del
griego ὁλόκαυστον (holókauston): holos, "todo" y kaustos, "quemadas"),
también conocido como Shoah (hebreo: ha'shoah latinizado; ‫השואה‬,
churben latinizado o hurban [1] ) es el término general ‫חורבן‬, : yiddish
utilizado para describir el genocidio de aproximadamente seis millones
de Judios europeos durante la Segunda Guerra Mundial, un progr ama
sistemático de Estado patrocinado por el exterminio de la Alemania nazi,
en virtud de Adolf Hitler, sus aliados y colaboradores. Algunos
estudiosos sostienen que la definición del Holocausto debe incluir
también los asesinatos sistemáticos de millones de personas de otros
grupos, incluidos los polacos de nacimiento, el romaní, la población civil
soviética, los prisioneros de guerra soviéticos, las personas con
discapacidad, los homosexuales, los Testigos de Jehová, y otros
adversarios políticos y religiosos. Según esta definición, el número total
de víctimas del Holocausto sería de entre 11 millones y 17 millones de
personas. La persecución y el genocidio se llevó a cabo en etapas. La
legislación que permitió la eliminación de Judíos de la sociedad civil fue
promulgada antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Los
campos de concentración fueron establecidos con anterioridad a la
Guerra en el que los reclusos eran utilizados como mano de obra
esclava hasta que morían de agotamiento o enfermedad. Cu ando el
Tercer Reich conquista un nuevo territorio en el este de Europa, 7
 8. escuadrones especializados asesinaron Judíos y opositores políticos
en fusilamientos masivos. Judíos y gitanos fueron confinados en guetos
hacinados, antes de ser transportados por tren de carga a los campos
de exterminio donde, si sobrevivían el viaje, la mayoría de ellos fueron
asesinados en cámaras de gas. Cada brazo de la Alemania nazi estuvo
involucrado en la logística de los asesinatos en masa, convirtiendo el
país alemán, en lo que un estudioso del Holocausto ha llamado "un
Estado genocida". Mucha literatura y muchas películas se han realizado
sobre este tema. No me voy a entretener. VALKYRIE 2008 (Estados
Unidos) Director: Bryan Singer Artistas: Tom Cruise, Kenneth Branagh,
Tom Wilkinson Vamos a seguir la reflexión de Neher que comienza
diciendo: La insistencia de esta identificación del destino del pueblo
judío, perseguido por los cristianos o musulmanes, con la experiencia de
Job, o con los sufrimientos del Siervo (Is 53) o con el sacrificio de
Abraham (Gn 22)es ya antigua y se aprecia ya durante toda la edad
Media. Ante el extermino Nazi, el sacrificio de Isaac no servía de
comparación; el brazo de Abraham fue detenido en el último momento,
mientras que en las cámaras de gas entraron más de un millón de niños
judíos. En cuanto al siervo doliente de Isaías, se vincula demasiado al
milenario debate judeo-cristiano que le identifica con la Pasión de Jesús.
Job vio morir a sus hijos e hijas y aunque tuvo otros, no recuperaría
jamás a los primeros. A través de su historia, muchos pensadores judíos
que huyeron del genocidio han podido leer la experiencia de su pueblo.
Ante el eterno problema de Job sobre el sentido – o carencia de sentido-
de la tragedia vivida, se nos hace a todos un nudo en la garganta. Y
explica las diversas lectura que podemos hacer de este hecho en cinco
tiempos: El absurdo El eclipse de Dios La realidad del mal La apuesta
por la esperanza Apostar por la vida 8
 9. 2.1 El absurdo El primer razonamiento ante Auschwitz tiene que
concluir forzosamente en el absurdo, en la imposibilidad de encontrar
explicación. Su lógica aboca al suicidio. Muchos testigos supervivientes
han recurrido al suicidio porque las víctimas eligieron la vida hasta el
último aliento. ¿No será esta la solución que Job pensó que le ofrecía su
mujer: “Bendice o maldice a Dios y muérete”? Job 2,9. Sin llegar a ello,
muchos judíos siguiendo la filosofía existencialista del absurdo (T.
Adorno, R. Rubenstein; E. Wiesel) anuncian que, después de Auschwitz,
ya no es posible ninguna forma de arte, ninguna poesía, ninguna
afirmación creadora. Después de Auschwitz es imprescindible aceptar el
hecho desnudo de la muerte de Dios. Si después de ver el espectáculo
del ahorcamiento de un niño, la angustiosa voz de un hombre que se
preguntaba: ¡Pero bueno…! ¿Dónde está Dios? Y después de morir oye
una voz por dentro que le responde: “Ahí lo tienes; está colgado aquí en
esta horca”, el grito desgarrador del ¿por qué? No puede tener más
respuesta que el absurdo. 2.2 El eclipse de Dios En el lado contrario de
esta posición nihilista del absurdo y sin negar lo trágico del genocidio,
encontramos en M. Buber una postura más optimista del drama judío.
En Job se alternan largos y dolorosos silencios de Dios con una palabra
que conmueve patéticamente al hombre. La situación de Auschwitz es
un eclipse de Dios. Como todo eclipse es pasajero. El diálogo no se
rompe. La noche cayó sobre el mundo y le cortó su comunicación con
Dios. Más tarde volverá la luz en todo su esplendor y Dios volverá a
entrar en relación con el ser humano roto y desamparado. Tras la caída
del primer templo, los profetas Jeremías y Ezequiel fueron testigos de
catástrofes, de ruinas, de acumulación de huesos, habían sido víctimas
de su propia aniquilación, pero habían previsto y predicho el retorno y la
resurrección. Los que se libraron del genocido nazi deben tomarse en
serio esta LUZ que surge proféticamente tras las tinieblas del eclipse de
Dios. 9
 10. 2.3 La realidad del mal Entre la opción de la desesperación y la de
un optimismo demasiado ingenuo, algunos místicos judíos buscan un
tercer camino. Solamente después de haber entrado, al igual que los
pensadores del absurdo en las oscuras y subterráneas galerías del Mal,
se puede vislumbrar una salida. Estos místicos ven en Job al ser
humano desgarrado, zarandeado entre la rebeldía y la sumisión. Dos
actitudes religiosas aparentemente contradictorias: “Dios me lo dio, Dios
me lo quitó; bendito sea su Nombre” Job 1,21; o lo contrario: “La tierra
está puesta en manos del Maligno; está velado todo rostro justiciero.
¿Quién si no Dios lo hace?” Job 9,24. Estos místicos se niegan a entrar
en esta dialéctica bien y mal y se atreven a descubrir la fuente de la
paradoja humana en la paradoja divina. Si el héroe humano del libro de
Job está desgarrado, Dios también aparece en él como un ser
desgarrado: tan pronto se esconde tras la máscara de Satán y actúa
como un demonio ciego, como se revela en el papel de Juez justo y
Padre preocupado por sus criaturas. La mística judía saca esta audacia
de su peculiar concepción de la creación: ésta no es un acto inicial a
partir del cual todo sigue desarrollándose, sino que constituye un
verdadero drama. La creación sólo puede hacerse a costa de un
repliegue de Dios sobre sí mismo que provoca un vacío en el cual se
infiltraron confusamente luces y tinieblas; sobreabundancias de bien y
excrecencias parasitarias de mal. A partir de entonces, el mal no nace
con la falta de Adán, sino con la voluntad creadora de Dios. Dios no es
original, sino radical. La judía M. Susman descubre gráficamente esta
concepción en el drama de Auschwitz como Job en su estercolero.
Según esta autora, la cooperación de Dios y del hombre es
indispensable para el avance mesiánico de la historia. En este avance
hay algunas cosas que sólo Dios puede hacer, mientras que otras tienen
que ser realizadas por el hombre. La mayor parte exigen colaboración
de ambos. Cuando uno de los dos abdica, es preciso que el otro cargue
con la doble tarea. En 10
 11. determinadas situaciones históricas límite se produce un vacío. Dios
se retira en su silencio y el hombre en su cobardía. Entonces se infiltra
en este vacío la fuerza primitiva del mal, el Satanás del libro de Job,
encarnado en el siglo XX por el nazismo, cuya voluntad destructora en
algunos años ocupó todo el escenario de la historia al ser capaz de
planificar el exterminio de los judíos y de sus valores. Job, entregado a
Satán, abandonado por sus amigos, conoce con toda su crudeza su total
desamparo. A. Arendt extiende la culpabilidad no solamente a Dios
(¿Por qué se retiró?) sino a todos los hombres, incluidos los judíos ¿por
qué se dejaron matar? No hubo complicidad victimas y verdugos?. Es
quizá una interpretación muy dura y quizá vista desde la distancia de los
campos de concentración y muy al margen de la experiencia vivida. La
interpretación de M. Susman es bien distinta: el acto de repliegue divino
es como un desafío lanzado por Dios a su interlocutor en la Alianza para
que el hombre acepte mantenerse en pie ante la ausencia de Dios en la
dura realidad de su poder como cooperador en la historia. “Estamos ante
las espesas murallas de una prisión - escribe- sólo nos llega un hilillo de
luz que da fe de la proximidad de la Redención”. Este hilo de luz tiene un
nombre y se llama libertad. Libre albedrío del ser humano que ningún
animal posee;“tensión hacia la libertad absoluta que le coloca por
encima de la naturaleza creada y de sus leyes, aunque por su ser físico,
les esté sometido sin poder escapar de ellas. El gran desafío divino era
que la libertad viniera a ser la ley física del hombre. En la creación, la ley
del hombre es la ley del ser libre. Pero la reserva de libertad que el
hombre constituye puede desbordarse, romper las barreras, amenazar
con el aniquilamiento; arrancársela a Dios con un gesto brutal u
ofrecérsela para su redención en una primavera absolutamente nueva.
Dios toma sobre sí el riesgo no pequeño de confiar al ser humano, y sólo
a él, las llaves de la opción terrible, cuando le interpela mediante el
desafío del genocidio. El encuentro del ser humano con Satán es 11
 12. entonces un encuentro con Dios. Encuentro intolerable y mortal En
este barrido absurdo, ¿tendrán los inocentes fuerza para reconocer que
es Dios quien maneja la escoba? Este es el gran tema que se debate en
este silencio-desafío en el que Dios se pone disfraz del demonio.
Antaño, Jeremías se atrevió a identificar a Nabucodonosor como “siervo
de Dios”, la generación de Auschwitz se atreverá a reconocer en el
exterminio una agresión divina? Esta agresión reconoce la absoluta
inocencia de Job, al igual que la del pueblo judío. Si se le asociara algo
de culpabilidad humana, aunque no fuera más que un átomo, ya no
habría más que una parodia criminal de la acción divina; estaríamos
ante la negación misma de la divinidad. Desde lo más profundo de su
inocencia, Job es llamado a hacer uso de su libertad, de esa arma
formidable mediante la cual es capaz de aceptar o rechazar a Dios bajo
el disfraz de Satán. El mismo texto nos pone ante Job en su momento
álgido de sufrimiento Job 13,15. Es un grito cuya interpretación puede
inclinar la balanza hacia el absurdo o la insignificación. Según cómo sea
ese grito puede significar: “ Yo espero en él aunque me mate” o “Si él
me mata, yo desespero de él. Esta es la encrucijada de la libertad
humana. Si Job –y con el pueblo judío- se decide por la esperanza, brota
un segundo génesis, un mundo nuevo que lleva los gérmenes de una
esperanza convertida en realidad. M. Sussman invita a tomar esta
decisión positiva. 2.4 La apuesta por la esperanza Si en la Biblia, en la
raíz de la condición humana se encuentra la noción de libertad, en la
raíz de la vocación humana germina la noción de esperanza. La libertad
es la rampa de lanzamiento de la esperanza, y ésta ha brotado también
del caos y de las tinieblas del exterminio. Esta apuesta por la esperanza
brilla en pensadores judíos tan diferentes como E. Fleg y E. Bloch. Es la
palabra de Job “Sé que mi redentor está vivo” Job 19,25. Esta apuesta
se ilumina todavía mejor con K. Wolfskehl que encuentra en la
perspectiva de Job significado para su vida, su destino y su obra. 12
 13. En su obra, Job y los cuatro espejos, desarrolla las cuatro caras de
una misma aventura, una metamorfosis a través de la cual se permite
llegar al Mesías. Esta metamorfosis pasa por las lágrimas que son como
el vino recio del alma. Cuatro transformaciones a través de cuatro
personajes bíblicos: - Job-Israel: identificación con el pueblo judío. Su
misterio es el del sufrimiento, cuya vocación trágica asume con
serenidad. - Job-Sansón: Este personaje, ciego, encadenado, arrastrado
por los filisteos al templo en el que se celebra la fiesta de Dagón.
Sansón escogió la muerte, pero el precio del suicidio es el clamor
bíblico: “¡que yo muera con todos los filisteos! Sansón da su vida porque
es consciente de que, al darla, destruye una parcela del mal. Martirio
cuyo rescate quiere ser el crepúsculo de los falsos dioses. - Job- Nabi:
significa profeta. Aquí se descubre la noción de eclipse de Dios; la
alternancia del silencio con la palabra. Ante el rostro escondido de Dios,
Job, impotente vela su propia faz en la espera del juicio. - Job-Mesías.
Este mesianismo reside en la persona misma de Job, en su interpelación
a la segunda persona: “¿Quién si no tú? Job –eres Tú. – El Mesías, eres
Tú. ¿Quién pues? – El – Tú.” Aquí se encuentra el milagro del comienzo:
el Tú reencuentra su lugar, descubre su identidad con el “El”, ratifica la
alianza por la que inseparablemente Presencia y Ausencia, Eternidad e
intemporalidad, Existencia y sacrificio, reconcilian lo irreconciliable. 2.5
Apostar por la vida ¿Por qué seis millones de judíos fueron a la matanza
como víctimas sin intentar más que resistencia individuales e ineficaces?
Vamos a tratar de responder a esta pregunta desde la sociología, la
psicología o la filosofía. 13
 14. - El acontecimiento del genocidio nazi, que no tiene precedentes en
la historia, era imposible de prever hasta la ejecución de todas sus
fases. - La técnica de noche y niebla fue empleada por los nazis con
mucha perfección de tal modo que la mayoría de los judíos no sabían
que al final de los trenes no les esperaban campos de trabajo o reservas
sino cámaras de gas y hornos crematorios. - La confianza en el hombre
estaba tan profundamente arraigada en las conciencias judías que,
hasta el último momento, los judíos mantuvieron la esperanza de que los
nazis serían incapaces de traspasar ciertos límites; que había un
contrato social que imponía sus reglas a la más cruel de las guerras. -
La convicción de la victoria de los aliados, alimentada por la vieja
creencia judía en el carácter efímero de las encarnaciones del mal.
Podía venir en el último instante el mensajero a detener el brazo de
Abraham y anunciar que Hitler había caído. Desbordada la dimensión
socio-psicológica, penetramos en el campo metafísico en esta apuesta
del pueblo judío por la Vida. Decir primero que la resignación de las
víctimas del exterminio se vio entrecortada por llamaradas de rebelión.
Se intentaron procesos contra Dios ante el tribunal de la conciencia judía
y humana. En la mayoría de los casos, los rabinos sentenciaron la
condena de Dios. El pueblo se sentía traicionado por su aliado y sacaba
sus consecuencias. El judío posee un doble llamada que resulta
paradójica; el Hashem, llamada a mantenerse listo para morir y el
Hahayyim, cuya llamada es a estar listo para vivir, aunque el esfuerzo
sea más duro, más peligroso y prolongado que el rápido deslizamiento
hacia el suicidio. Paradoja o profundidad a la respuesta desde la
categoría de 14
 15. Alianza. Cuando uno de los aliados se retira, el otro tiene que
redoblar sus esfuerzos por mantenerla. Vivir una vida judía, bajo
cualquier forma y a cualquier precio, tal era la respuesta al eclipse de
Dios. Los resignados tienen la misma resignación que Job. Este rechaza
la oferta seductora del suicidio, propuesta por su mujer y que de golpe,
eutanásicamente pondría fin a sus sufrimientos. Por un Hahayyim,
deliberadamente elegido, Job prolonga hasta límites extremos su vida en
el estercolero, reclamando también él que un tribunal juzgue a Dios para
establecer que Él es el culpable, mientras que él proclama a gritos que
es inocente Job 13,3. Esta heroica apuesta por la vida puede parecer
absurda, sin la esencia del movimiento que la anima. Ante la cámara de
gas, la víctima puede perder la apuesta y morir. También puede ser
salvada en el último momento y volver a empezar y sobrevivir. Entonces
se le puede echar la culpa a Dios en cuanto aliado del mal, de la muerte
y del asesinato. Pero esta afirmación no resuelve el problema radical. Es
entonces cuando se hace necesario desbrozar nuevos caminos. Es
evidente: creer o no creer en Dios es un problema que no tiene sentido
en el trasfondo de esta apuesta por la vida. Lo esencial es creer o no
creer en la significación de la vida. Para los que lograron escapar, esta
Vida ha sido dada bajo una forma concreta, hacia cuya realización han
tendido los esfuerzos de quienes se libraron de los Campos de la
Muerte. Ellos han puesto toda su capacidad de esperanza desde el
fondo del abismo de la desesperación del que salían. Esta cristalización
de la vida devuelta al Job del siglo XX es, después de la experiencia del
exterminio, la resurrección del estado de Israel. Los primeros hijos de
Job murieron, pero le nacieron oros hijos. El vínculo teológico que
relaciona nacimiento y muerte más allá de algo cronológico o político
lleva a los supervivientes a dar una significación, un contenido y una
finalidad a su supervivencia. Todo judío sabe que, desde Jacob, el
“Desconocido” le 15
 16. acecha en cada encrucijada de su existencia y que no hay más
remedio que aceptar el combate con El hasta que se produzca un nuevo
amanecer (Gn 32, 26-33). PARA PROFUNDIZAR…. GUTIÉRREZ,
Gustavo, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Una reflexión
sobre el libro de Job, Sígueme, Salamanca 1986. «El libro de Job ha
hecho un camino lineal de avance y al mismo tiempo un movimiento
circular de profundización alrededor de la cuestión inicial ¿es posible
creer en Dios gratuitamente? En este intento el poeta enfrenta la
doctrina de la retribución temporal que no da cuenta ni de su experiencia
ni de la de tantos otros. Busca, en consecuencia un correcto hablar de
Dios a partir de la situación humana más tensa y espinosa: el sufrimiento
del inocente». P 169 «Sólo sabiendo callar y comprometerse con el
sufrimiento de los pobres, se podrá hablar desde su esperanza. Sólo
tomando en serio el dolor de la humanidad, el sufrimiento del inocente y
viviendo bajo la luz pascual el misterio de la cruz en medio de esa
realidad, será posible evitar que nuestra teología sea un discurso vacío
(Job 16,3). Nos mereceremos, entonces, de parte de los pobres de hoy
el reproche que Job lanzaba a la cara de sus amigos: “todos son unos
consoladores inoportunos” (Job 16,2)», 186 «De la mano del Señor, Job
ha aprendido que al lenguaje profético para hablar de Dios, es necesario
añadir el lenguaje de la contemplación y la veneración. El punto de
partida para ambos, más que una doctrina es una presencia (Sal 73, 23-
24.26). Una presencia que guía en medio de la oscuridad y el dolor, una
mano que inspira confianza. No todas las incógnitas están despejadas,
pero el camino está trazado». 167-168 3. El problema del mal 3.1 LA
EXPERIENCIA DEL MAL Existe una complejidad paradójica del mal en
la cultura actual. Se me antoja imposible una definición. Vamos a ver las
dimensiones clásicas que ya contemplaba Sto. Tomás y que contiene: –
MAL FÍSICO: Compete a la constitución del mundo y de la naturaleza
humana (catástrofes naturales y limitaciones de las posibilidades físicas
del ser humano). –MAL METAFÍSICO: Hace referencia a la
contingencia, relatividad y limitación de la naturaleza humana y sus
consecuencias: insatisfacción, angustia y desesperación –MAL MORAL:
Causado libre y conscientemente por parte del hombre: dialéctica del
mal. Contradicciones y conflictos. –MAL SOCIAL Y ESTRUCTURAL:
Los mecanismos que funcionan según leyes intrínsecas en el ámbito
social: injusticias, opresiones, daños colaterales. En la cultura actual la
descripción del mal se da a partir de sus efectos. Es imposible alcanzar
el núcleo del mal. Hagamos una aproximación: 16
 17. •“Id quod nocet” (San Agustín). Lo que es nocivo y destruye • Lo que
induce angustia, sin sentido, descomposición y muerte (E. Fromm) •
Debemos aceptar una definición amplia para respetar la complejidad del
problema (no una exclusiva descripción científica). • Es un problema
teológico: ¿Si Dios ha creado un mundo bueno, por qué existe una
fuerza tan destructiva? 3.2 DISCURSO TEOLÓGICO SOBRE “EL MAL”
• La teología propone una forma de salida del mal. Dios nos salva del
drama personal y existencial. • Da respuesta no sólo al mal físico;
incluye además lo que es culpa y pecado de la existencia individual,
incluso aquello que se encuentra en la estructura social y global como
cadena de mecanismos malignos. • En cuanto visible y real, el mal
supera al hombre y le hace vulnerable; El mal no se elude: a) ni con la
emancipación del hombre =ateismo; b) ni con algún tipo de maquillaje
(disfraz); c) ni con su silenciamiento. • Se necesita del misterio de Dios
(encarnación, cruz y resurrección) para darle respuesta. La teología
debe dar razón de la esperanza (1 Pe 3,15). 3.3 EL MAL EN LA
SAGRADA ESCRITURA ANTIGUO TESTAMENTO a) “Luz y tinieblas” •
Bien y mal presentes en el origen del mundo. Se elaboran los
presupuestos a partir de símbolos: Luz (realidad buena) y Tinieblas
(realidad mala de muerte) Gn 1. • Se distingue de otras interpretaciones
religiosas: - del caos universal del mito acádico del Enuma Elis (el mal
estructura lo real y es intrínseco a la creación. Luchas entre las distintas
divinidades y nacimiento del hombre producto de ellas). - de la visión
maniquea: el mundo malo no puede tener su origen en Dios sino de su
contrario: Satanás. • La interpretación bíblica es distinta: toda la realidad
aunque sea opuesta y complementaria es puesta bajo la acción
creadora de Dios. La luz aparece como buena. De la tiniebla no dice
nada en negativo, simplemente se afirma su existencia. b) “Dios origen
del mal” 17
 18. • Origen del mal en Dios (1Sam 16,14ss; 10, 10ss; 1 Re 12,24; Gn
32, 23-32; Ex 4,24-26) • Dios envía el mal al hombre o a Israel para
tratar de ver la acción salvífica divina. Lugar teológico-bíblico del
endurecimiento Ex 7-13; Is 6-1-9. Es un alejarse de Dios. • El mal sería
un medio pedagógico salvífico para garantizar la absoluta soberanía de
Dios sobre un pueblo tentado hacia otras divinidades. (Dios da desgracia
pero ésta no es el fin; juzga pero la desgracia no tiene nunca la última
palabra ni trae consigo la ruina total). c) “El mal y la libertad” • El origen
estaría en la misma libertad humana. El ser humano es seducido por la
figura misteriosa y oscura de la serpiente que viene a él de fuera y lo
tienta (La serpiente ha salido de la mano de Dios, pero no se sabe ni de
dónde viene ni lo que hace, simplemente está ahí). • Dos episodios
prueban el origen del mal en la acción libre del hombre: –Dios da al
hombre un mandamiento (Gn 2, 16-17) “ el hombre debe responder de
sus propias acciones”. –Después de que lo ha trasgredido, es juzgado
por Dios (Gn 3, 8-13). “El hombre es responsable de sus acciones”. • El
mandamiento crea el espacio de libertad y lo actualiza en el ejercicio de
su responsabilidad. (ni la serpiente es interrogada, ni después del mal el
hombre pierde su libertad aunque quede debilitada). • El conocimiento
del “Bien y Mal” es totalidad, es conocer el último misterio de la realidad.
El hombre busca o tienta convertirse en Dios y abandonar la simplicidad
de la obediencia. En síntesis El mal viene a ser un estímulo que viene de
fuera y se va convirtiendo en algo estructural. Es una dimensión
inexplicable del hombre que está ahí (la libertad sí es ontológica; el mal
jamás puede definir al hombre; es algo contingente y consecuencia de
su decisión). Presupone elementos que están más allá de la misma
esfera humana (ni víctima, ni verdugo). El origen único de todo es Dios
que crea al ser humano libre. Sólo un ser libre puede transgredir la
alianza. El mal no puede ser un principio originario sino una
consecuencia de su libertad. DOS ESQUEMAS EXPLICATIVOS DEL
MAL EN EL A. T 18
 19. A) PRIMER ESQUEMA DE RACIONALIZACIÓN DEL MAL (Siglo IX
a. C. Relato yavista del Génesis. También desarrollado en el NT). El mal
se radica en la libertad del hombre. Toda acción lleva consigo una
consecuencia. Toda acción mala lleva consigo un castigo o un mal.
(Pensamiento mágico y automático). – En la mentalidad bíblica se
demuestra más la visión colectiva (personalidad corporativa) en
contraposición con la nuestra más individual. “mala conducta del pueblo
de Israel” (Is 1,4). – La visión colectiva conecta el mal con el tiempo. (las
consecuencias de acciones anteriores –propias o de otros (familiares o
reyes) repercuten en el presente (Ex 20,5; LV 26,39) La responsabilidad
individual llega más tarde y es más próxima a nuestra mentalidad (Ez
18,20; 33, 10-20). • Críticas a este esquema acción-consecuencia La
experiencia concreta contradice este principio ya que acciones buenas
pueden traer consecuencias malas y acciones malas consecuencias
buenas (el ejemplo más significativo lo encontramos en el libro de Job).
Existe un distinto plano entre Dios y el hombre: * Reconocerse criatura,
no existe explicación sin fe en Dios creador (estar seguro en manos de
un Dios bueno en medio del sufrimiento). * El más allá de la oscuridad
supone abandonar explicaciones racionales y permanecer adherido
íntimamente a Dios. B) SEGUNDO ESQUEMA DE RACIONALIZACIÓN
(Siglo III a. de C. y utilizado también en el NT) El origen del mal no está
ni en el hombre ni en Dios sino en un tercer elemento: ángeles y
espíritus malos o demonios. El mal comienza con estos ángeles. Gn 6,1-
2. Diluvio. Interpretaciones míticas de uniones de dioses con hombres
como origen del mal. Esquema muy presente en la literatura apócrifa
(libro de 1 Henoc 6,3) Nace así toda la demonología derivada (Gn 6,4).
En el apócrifo de Adán y Eva se describe cómo Dios crea al hombre y
pide a los ángeles que lo honren, Miguel y los buenos obedecen,
Satanás, que por envidia al hombre siente perder su gloria, desobedece.
Desde entonces se empeña en inducir a Adán a desobedecer a Dios. (la
escenografía apócrifa no es palabra revelada pero está presente en el
fondo cultural donde se mueven los escritores del NT). NUEVO
TESTAMENTO 19
 20. No existen explicaciones racionales ni confrontaciones cósmicas que
presupongan dualismos. Aunque existan reflejos de estas
interpretaciones, Jesús en la superación del mal, va más allá de lo
humano y requiere la intervención de Dios. • El mal más en clave
soteriológica (futuro de salvación) que en línea protológica (pasado de
perdición). – Jamás se desarrolla una teoría sobre el mal físico. Es
consciente de ello pero no ofrece racionalidad alguna (Jesús incluso
rechaza el esquema de su tiempo: mal-culpa Lc 13,1-5; la torre de
Siloé). – En los relatos de curaciones no explica el mal (origen y
mecanismos) sólo deja ver el ser y la misión del que cura. (Jn 9,1-3
ciego de nacimiento). Jesús se manifiesta más potente que el mal
(episodio de las tentaciones). – Autobasilea. Superioridad sobre el mal y
sobre el maligno (Mc 3,23-27; Satanás dividido?). Es la imagen del
diablo superado por Jesús quien de forma fuerte y soberana pone fin a
su reino. Marcos •Mc 10,17: “nadie es bueno sino Dios”. No al dualismo
bueno y malo. Sólo Dios es bueno La sede del mal está no en la materia
sino en el corazón del hombre (en su interior). •Mc 3, 1-6: Curación del
hombre de la mano atrofiada: ¿es lícito en sábado hacer el mal o el
bien? Interior/exterior. El mal está en la mala intención de los fariseos y
su hostilidad contra el bien. Se perfila la Cruz como lugar de victoria
sobre el mal. •Mc 3, 20-30: Tentaciones. Satanás es el adversario del
hijo de Dios. Jesús es el segundo Adán, más fuerte que todas las
potencias del mal (poder y señorío de Dios). Negarle es ir contra el
Espíritu Santo. No habla del origen del mal. Éste es visto en clave
soteriológica que ve en Jesús al Mesías. Mateo •Mt 13, 24-30: Parábola
de la cizaña: Satanás no va directamente contra Jesús sino contra su
obra = Reino (división, dispersión, destrucción). En clave eclesiológica.
•Mt 7,15-23: lobos disfrazados de ovejas: se pasa del bueno sólo Dios y
los hombres malos, a otra visión donde lo bueno es la verdadera
comunidad y malo los falsos profetas de iniquidades. •Mt 5, 17: La obra
de Jesús manifiesta un Dios bueno y misericordioso. Así también debe
ser la comunidad (paciencia y misericordia aunque presente mal y bien)
que no es el Reino (el bien identificado sin contradicciones). •Mt 18,23-
35: siervo malo. Presenta un aspecto más ético. Pecado, ausencia de
ley. La ley es Cristo (en su persona y en su mensaje). La Iglesia se
convierte en vía de salvación. 20
 21. Lucas •Lc 6,17b: óptica extraeclesial. Las realidades materiales se
alejan de Jesús y de su mensaje (8,14; 12, 16,21; 12, 22-34; 15;13;
16;19). Se necesita la conversión. Penitencia para llegar al Reino
(aspecto humano activo en la percepción de la salvación). Acento ético
individual. •Lc 4, 6: la tentación de la riqueza. Satanás, de un modo
terrible obstaculiza el proceso de conversión. Aparecen los lugares
teológicos Tinieblas/Luz; el paso a través de Jesús mediante la
conversión del corazón. •Si la conversión es un apartarse del mundo y
de Satanás ¿puede derivar en una huída del mundo hacia una integridad
espiritual o una comunidad cerrada en sí misma? Es un riesgo. La
conversión exige un alejarse para poderse acercar de forma nueva.
Conversión en la solidaridad por el bien de todos y de la comunidad.
Sistematización paulina: Todos los hombres han pecado Rom 3,23; el
poder tiránico del mal arrastra al hombre; por el bautismo se da un
cambio ontológico: por éste, hemos sido injertados en la muerte y
resurrección de Jesucristo; la potencia que actúa es Cristo en su
misterio pascual. Principios neotestamentarios “El mal aparece como un
fondo oscuro necesario para comprender la obra de salvación de Jesús
que supera todas las potencias oscuras haciéndolas más luminosas” 1.
El mal entra en la constitución concreta del mundo. El mal anida en el
corazón de cada criatura humana. 2. Las potencias del mal son una
realidad que superan lo meramente humano y tientan a Jesús y a cada
humano hacia el mal. 3. No existe un esquema que resuelva el problema
del mal. Se habla de él de forma “pluri-dimensional” y se deja entrever
como misterio. 4. Respuesta soteriológica: Dios quiere el bien tanto para
el ser humano como para la creación. Se ve en ya en Cristo y se verá
plenamente al final de los tiempos. 5. Jesús demuestra ser más fuerte
que el mal. Con su muerte y resurrección ha demostrado su victoria total
sobre el mal. 6. El ser humano se redime del mal si se separa del
mundo, de Satanás y del propio yo y se convierte a Cristo en su
dinámica pascual con una vida en coherencia. 3.4 ALGUNOS
ASPECTOS SISTEMÁTICOS SOBRE EL MAL - El problema del mal es
algo fundamental en el ser humano. 21
 22. - El mensaje bíblico supera el mal, pero en la práctica de la vida
concreta es más difícil. Contraste fuerte con la experiencia - Existen
también concepciones nihilistas y pesimistas sobre el mal (en filosofía,
en otras religiones, en la misma Biblia). - Existe en el ser humano una
precomprensión de otro mundo mejor. Posibilidad de otra realidad que le
trasciende. - El mal nos lleva a otras preguntas sobre su origen, su
relación con Dios y sobre su sentido. Afirmaciones fundamentales: Tesis
1 “El mal no es simplemente ausencia de bien” Tesis 2 “El mal no es
simplemente una parte constitutiva del mundo en evolución” Tesis 3 “El
mal no puede ser visto exclusivamente como parte de la libertad” Tesis 4
“El mal no debe ser visto sólo como instrumento pedagógico para
conducir al hombre a su maduración”. Tesis 5 “El mal no puede ser visto
como un elemento que conduce a la vida eterna” Tesis 6 “El mal no es
algo que Dios simplemente permita sin tener nada que ver con ello” 3.5
EL RETO DEL MAL MORAL: LA LIBERTAD La libertad significa que el
hombre está afiliado a sí mismo y la facultad de poder elegir y de decidir
justamente entre el bien y el mal. (significa ser sujeto, no objeto). ¿Por
qué si Dios ha dado la libertad, no la ha dotado de más fuerza y
robustez? La libertad falible da más omnipotencia a Dios. Éste ha
arriesgado al crear al hombre como Dios. Hoy el “mal moral” y la
“libertad” han entrado en conflicto. • Globalización y banalización del mal
El mal es visto como algo potencialmente negativo. –Globalización: ente
exterior y por encima del ser humano con poderes invisibles y
exterminantes (economía, política...). –Banalización: el mal se esconde y
difumina detrás de las estructuras. Se hace anónimo y se pierde
sensibilidad hacia él. • Libertad en cuestión, frente a la moral – Existen
modernos mecanismos de fuga que hacen huir al individuo y esconderse
de su responsabilidad. Mencionaremos por ejemplo dos: 22
 23. Instintivo: el ser humano es víctima del mal. El progreso puede
liberarlo (Psicoanálisis, K. Lorenz, neodarwinismo y la biogenética).
Ambientalista: el ambiente y la educación son los causantes del mal
(Marx, Skinner y el funcionalismo). • El hombre no posee la libertad en
estado puro (no es libre – animales- pero tampoco exclusivamente
programado - ordenadores). • Experiencia natural: capaz de conocer un
límite, luego supone algo que va más allá del propio límite “buscador
incansable capaz de soñar más allá de la propia libertad. • Por
consiguiente, es libre: (imagen de un nadador cabeza libre y cuerpo
sumergido) - No es un objeto obtuso, instintivo o totalmente
condicionado. - Posee responsabilidad en sus acciones. - Está abierto a
un horizonte infinito. Para establecer la verdadera relación entre libertad
y moral. Ir al génesis – La S. E. habla del: “hombre creado a imagen de
Dios” Gn 1,27. – La intencionalidad del mandamiento “comerás de todos
los árboles menos de uno” (Gn 2) genera un espacio único y original de
libertad. – Transgredir el mandamiento en función de la libertad funda la
acción mala, ya que sin la decisión de cometer el mal, no se hubiera
actualizado la libertad. • Idealismo alemán: Tesis (bien); Antítesis (mal);
Síntesis (avance de la historia). • Escuela psicológica: Jung. Simbiosis
necesaria en el interior del hombre. Abrazar lo positivo (consciente) y
reconocer lo negativo (inconsciente). Comprensión dialéctica y bipolar.
Necesidad de transgredir para descubrir dimensiones oscuras. •
Alberoni: Bien y mal producto de una decisión arbitraria sobre elecciones
positivas. Una es buena y la otra mala, el hombre lo delimita. • E. Bloch:
el conocimiento del bien y del mal funda la dignidad del hombre, le
convierte en un ser de conocimiento y de libertad auténtica.
Afirmaciones: 23
 24. • La opción y decisión por el mal no suponen el aumento de la
libertad del hombre sino la disminución de su posibilidad de realización
de sí y alienación del único fundamento que puede dar al hombre vida
en plenitud. • El mal no es el contraste polar sino la antivalencia
psicológica o metafísica del bien en cuanto parte de la realización del ser
finito. El mal es la contraparte del bien y visto en sí mismo es totalmente
superfluo. • Conclusiones desde la perspectiva cristiana: – La libertad no
es fruto del mal sino Don de Dios – Dios crea al hombre libre para que
pueda decir sí libremente a la oferta divina de autocomunicación. – En
su libertad relacional existe la posibilidad de decir no a la relación. – Aun
así, todo lo que fue creado por Dios era “muy bueno”. 3.6 LA
EXISTENCIA DEL MAL CONTRA LA EXISTENCIA Y BONDAD DE
DIOS La omnipotencia de Dios es la potencia de su amor que quiere al
ser humano libre. Sólo la libertad hace al hombre capaz de responder
responsablemente a la llamada de Dios. Toda potencia finita es
dependiente. Sólo la omnipotencia es independiente. En cuanto que la
persona está sujeta a la muerte, su potencia finita se vuelve
dependiente. Pero la omnipotencia de Dios se une a la bondad pues,
una libertad equivocada, vuelta de espaldas a Dios u oponiéndose a las
intenciones del creador, no deriva, necesariamente, en que Dios quiera
la muerte. El ser humano posee la capacidad de recapacitar y de ser
consciente de su realidad y decidir en su completa libertad. Esto, como
bien sabemos, comporta un gran riesgo. Aquí está la grandeza y
debilidad del ser humano. Así el mal moral deriva de la libertad del
hombre. La acción mala no contradice la omnipotencia y bondad de Dios
sino que da una seriedad terrible al modo que tiene Dios de entender la
responsabilidad. - Vulnerabilidad y dolor de Dios. Un Dios que sufre •
Quien mira a la cruz con los ojos de la fe reconoce que Dios no resuelve
el problema del mal con una teoría. Él mismo es la primera y auténtica
víctima del mal. • El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios
se empeña en un diálogo con el creador. Rota la alianza en su intención
creadora, Dios se empeña en reemprender el diálogo – En el AT con
varias gestas divinas de Dios a favor de su pueblo 24
 25. – Stos. Padres. Con los estigmas del crucificado por causa del
pecado y del mal del mundo – Dios, en Cristo entra en la búsqueda
plena del amor infatigable. – El diálogo misterioso Dios/hombre se
instaura en la libertad humana. La respuesta de Dios es su presencia en
la vulnerabilidad por el amor que tiene a su voluntad creadora. Su
voluntad plena de amor le hace ser la primera y auténtica victima del
mal. – Mt 27, 41; “No puede salvarse a sí mismo” expresa la verdad de
Dios. • El dolor de Dios ¿Puede estar presente en Dios, como tal, el
dolor y el sufrimiento? En la encarnación y en la cruz, como veíamos al
principio, es evidente. Problemática a la hora de hablar del dolor de
Dios: – La filosofía griega se preguntaba ¿puede Dios sufrir? – Los
Santos Padres. Dios sufre absolutamente pero de forma voluntaria. Se
demuestra así su fuerza y su grandeza. – En la Escolástica: ¿sufre sólo
el hijo o toda la trinidad? ¿sufre sólo la parte humana y no la divina de su
unión? – Mirada a la Escritura: a) elementos para una teología del dolor
(ejemplos en libro de Lm, Job) b) Dios afectado por todo lo que afecta a
la criatura humana (ira, amor, Jesús sufriente y que llora y que
abandonado muere …) Es un sufrimiento incomprensible para nosotros.
Dios en su libre vulnerabilidad manifestada en Cristo, está afectado
como ninguno del mal no sólo en su naturaleza humana sino en lo más
íntimo de su divinidad. Se revela a la vez que su esencia, la
monstruosidad del mismo mal. Artículo 'El Dios que sufre " del teólogo
holandés T.J. van Bavel, que analiza el pensamiento sobre el sufrimiento
de Dios en J. Moltmann, J. Kamp, U. Hedinger y D. Sólle. BOLETÍN
"STAUROS" TEOLOGÍA DE LA CRUZ 1979 T. J. VAN BAVEL: EL DIOS
QUE SUFRE (Tradujo: Pablo García) I.- EL DIOS CRUCIFICADO (J.
MOLTMANN) Si es verdad que todo libro que suscita muchas cuestiones
es bueno, tendremos que decir que la obra de Moltmann "Der
gekreuzigte Gott” (El Dios Crucificado) (2) es una obra buena. Difícil será
encontrar un libro que suscite tantos sentimientos contrapuestos y tantas
cuestiones. Ocho años después de la aparición de su “Theologie der
Hoffnung” (Teología de la Esperanza), el teólogo de la esperanza trató
de esbozar una teología de la cruz. La relación entre resurrección y cruz,
esperanza y sufrimiento no es ciertamente nueva en la teología cristiana.
El mismo Moltmann formula esta relación de una manera muy
penetrante: "La esperanza encarnada de la fe cristiana debe procurar,
sobre todo, que sus símbolos no se empleen como ídolos y fetiches para
huir del sufrimiento y rechazar la cruz”. Toda esperanza cristiana que
pretenda olvidar la cruz no será sino un cristianismo burgués. 25
 26. La tesis de Moltmann va en dos direcciones principales. La primera
es ésta: ¿Hemos considerado de manera suficientemente radical la cruz
de Cristo, escandalosa e incomprensible, como el punto central del
cristianismo? ¿No comienza esta auténtica revolución en la cruz? La
segunda sigue inmediatamente. Si la cruz de Jesús es en verdad la cruz
del Hijo, ¿no deberá formar parte del ser mismo de Dios? Si el acceso al
Dios trinitario está en la cruz, ¿no tendrá ésta consecuencias en nuestra
concepción de Dios? II.- MORIR PARA VIVIR (J. KAMP) Un año antes
del "Der gekreuzigte Gott” de Moltmann, publicó J. Kamp su obra
"Souffrance de Dieu, vie du Monde" (4), en el que empleó ya la
expresión de "el Dios crucificado". Para Kamp uno de los grandes
méritos de Hegel es haber tratado de colocar de nuevo el misterio del
mal en forma de sufrimiento y de muerte en el corazón mismo del
misterio de Dios. Desde entonces no puede darse ya una reflexión sobre
el misterio de Dios sin una consideración del misterio del mal. La tesis
más importante de Kamp es que hemos estado buscando demasiado
nuestras raíces religiosas en la redención y no suficientemente en la
creación. Esta es la razón por la que la creación y el sufrimiento, Dios y
el mundo se encuentran separados el uno del otro. III.- DIOS COMO
RECHAZO DEL SUFRIMIENTO (U. HEDINGER) Con su libro "Wider die
Versöhnung Gottes mit dem Elend” (6), U. Hedinger toma una dirección
totalmente distinta de la de Moltmann y de Kamp. Su tesis puede
resumirse así: "No justifiquéis el dolor; combatidlo". Todo intento de
conciliación de Dios con nuestros males y tinieblas, ya provengan del
teísmo, del ateísmo o de la dialéctica, lleva a una justificación del
sufrimiento. El teísmo parte del principio del Dios "Padre Todopoderoso".
La gloria de su poder mantiene al sufrimiento a una distancia infinita de
di. El teísmo concilia así a Dios y al sufrimiento. El ateísmo cristiano
parte del principio de que Jesús crucificado ocupa el lugar de Dios. De
este modo Dios conoce también la miseria de la impotencia. El ateísmo
concilia de este modo a Dios con el sufrimiento. La teología dialéctica de
la muerte y de la vida, de la impotencia y de la victoria de Dios es
también una neutralización de nuestro problema del sufrimiento y de la
muerte. La severidad de nuestro sufrimiento personal no puede
escamotearse con un proceso dialéctico que sofoque la esperanza del
amor. Hedinger protesta enérgicamente contra toda justificación
teológica del dolor. El reino de Dios es un reino de felicidad. Pero, ¿qué
es lo que hacemos nosotros? Sospechamos continuamente de la
felicidad. Por eso Hedinger protesta contra lo que él denomina
"religiosidad de la cruz". No se puede conectar de ningún modo el
sufrimiento y el mal con el acto divino de la creación. De hecho, creación
es otro nombre para “l’avenir". La creación es alabanza de Dios,
expresión escatológica de la alegría perenne de todos los seres. Por eso
no coincide con nuestra existencia terrena torturada por el sufrimiento.
Sería un destronamiento radical de la verdadera escatología.
Escatología y creación se entrelazan porque la creación es lucha: lucha
de Dios y del hombre contra los poderes de la no creación y de la
destrucción. El hombre es también llamado a "co-crear". Pecado es
precisamente no creación, esto es, intensificación culpable del caos, de
la violencia, de la necesidad del fracaso en el mundo. Amor, por otra
parte, es creación. Sólo en la plenitud del amor que todo lo hace bien
llegará a resolverse la inexplicable necesidad del abandonado y del
oprimido. Esta necesidad no se resolverá solamente recordando el
abandono del crucificado. IV.- HUMANIZACIÓN DEL SUFRIMIENTO
POR EL AMOR (D. SÖLLE) El libro de D. Sölle que lleva por título
"Leiden" (7) (Sufrimiento) merece un lugar en este contexto no
solamente porque ofrece una visión sobre el sufrimiento, sino también
porque emite un juicio tanto sobre Moltmann como sobre Hedinger. Para
Sölle el sufrimiento en sí mismo no tiene sentido, lo que no quiere decir
que no se le pueda dar sentido. Sölle hace una aguda distinción entre el
sufrimiento que podemos evitar y el sufrimiento ante el que somos
impotentes, el que no tiene sentido y el que podría tenerlo. El sentido del
sufrimiento extremo, sin embargo, se nos escapa totalmente. Ante él no
podemos sino callar, ya que hace enmudecer tanto al que lo
experimenta como al que lo comparte con amor. En efecto sería
necesario un Dios (teísta) todopoderoso y bueno para poner fin al
sufrimiento forzado y no aceptado del niño inocente. Sölle observa muy
bien, sin embargo, que aún este Dios no sería respuesta suficiente a las
cuestiones surgidas de tan horrible sufrimiento. Tampoco lo es el que
nosotros, los supervivientes, carguemos con la responsabilidad de la
muerte del niño inocente y atormentado, movilizando nuestras fuerzas
para impedir que mueran todavía más niños. V.- REFLEXIONES Y
CUESTIONES Las cuatro obras que acabamos de analizar ofrecen un
tema amplio de reflexión. Son muy ricas y complicadas, y se las podría
calificar también de superficiales. Pero entendamos bien: esta
superficialidad aparente proviene de la oscuridad fundamental que rodea
las últimas cuestiones relativas a Dios y al sufrimiento. Todos sabemos
que las afirmaciones sobre Dios y la criatura (crucificada) inmovilizan
fácilmente en tres supuestos que no se han podido verificar. En estos
cuatro autores hay una crítica del teísmo antiguo. Tampoco 26
 27. quiere continuar nadie presentando a un Dios "apático". A partir de
este Dios vivo, en movimiento, los cuatro afirman que el cristiano está
llamado a una lucha social contra el sufrimiento. - Cruz y resurrección.
Cristo: Víctima y vencedor La hora de Jesús: En la “Cruz y resurrección”
encontramos: Revelación de la gloria de Dios Revelación de la
monstruosidad del mal Revelación de la esencia de Dios como amor La
hora de Jesús (víctima) La existencia como ser radical para los otros
encuentra su cumplimiento en la muerte. (Jn 15,13) La gloria de Dios:
“Hora en la que el hijo del hombre glorifica a Dios y es glorificado por él.
Se produce la revelación plena de la gloria de Dios” (Jn 13,31).
Monstruosidad del mal “El pecado es el rechazo de Dios, imperio de las
tinieblas” (Lc 22,53). Solo quien ama sin interés alguno (Ecce homo,
hombre donado) se convierte en enemigo para las fuerzas del mal. El
mal atraviesa a Dios mismo en la desolación y la muerte. Dios vulnerado
por el mal. La cruz no es una anécdota, Los estigmas no se borrarán con
la resurrección y permanecerán para siempre. Esencia del Dios en el
amor La cruz es la autodefinición jamás superable del amor. Pero no se
puede pensar en la cruz sin la resurrección (Existe entre ellas una
unidad indisoluble). Dios [Padre e Hijo], revela su esencia como amor, y
al confrontarse con el mal se transforma en la víctima primera y
auténtica del mal (solidaridad de parte de Dios con todos aquellos
encadenados por el mal). Cristo muere por culpa del mal del hombre
pero también por culpa de Dios. “Dios no perdonó a su hijo…” Sólo el
amor originario y radical del Padre Dios puede vencer el abismo del mal.
“La hora” de Jesús (victoria de la esencia de Dios sobre el mal) “Dios
siendo omnipotencia del amor puede permitirse la impotencia en el
amor, puede entrar en el vivir y en el morir sin sucumbir en ellos, redime,
mediante su muerte, la nuestra” para ello es necesaria la potencia de
Dios. – Nos encontramos con dos tradiciones unidas teológicamente por
Juan en el momento en que se presentaban los corderos sin defectos en
el templo: • La más antigua S. XII a.c. “no se le quebrantará ningún
hueso” Ex 12, 46 Dios INVULNERABLE • La más nueva S. V a. c.
“Mirarán al que atravesaron” Zc 12,10 27
 28. Dios VULNERABLE • Nueva relación entre la muerte y la vida –
Quien quiera vencer al mal tiene que vencer a la propia muerte (como el
mal mayor). – El amor de Dios se demuestra más potente que todas las
potencias del mal, más fuerte que la misma muerte. • 1 Cor 15, 54 “la
muerte ha sido vencida por la esencia divina”. • Rm 5, 14 “No podemos
vencer a la muerte desde nuestra historia, se necesita un principio nuevo
y una nueva libertad”. - Significado moral de la Cruz y de la resurrección
* La tarea de Dios no anula la tarea del hombre (son dos niveles
distintos). • Sin limitarse la autorrealización humana, la liberación es para
la libertad. • La gracia y el amor de Cristo son la condición de posibilidad
de acción moral del hombre: Libertad y responsabilidad que exige, no
una liberación del mal exclusivamente desde el hombre y a cualquier
medio: – Ni con ideologías que absolutizan (clase- partido-estado). – Ni
confiando sólo en los propios recursos humanos: En vez de generar
historia de libertad, la ideología trae consigo víctimas y verdugos
(marxismo). O distorsiona las relaciones humanas, dividiendo (Hnos.
Karamazov). O tomado como batalla defensiva contra factores internos y
externos que hacen desesperar al hombre (Mito de Sísifo, filosofía
exitencialista). La lucha contra el mal eliminable • Admitiendo una
instancia superior y renunciando a querer ser Dios, se evita el caer en el
absurdo o en la desesperación respecto al mal (ateísmo). • Desde este
presupuesto de la fe, la lucha contra el mal tiene sentido y la libertad del
cristiano se hace verdaderamente libre en Cristo que vence al mal en su
mismo núcleo: “liberados por puro don necesitamos de la libertad para
poder liberar”: – Bajo el sol de la libertad y la justicia de Dios retomar la
lucha contra el mal (Gal 5,13). – Más allá del campo individual. El mal
estructural de nuestro tiempo nos hace sentir a la vez víctimas y
verdugos. Sin angustias se puede luchar para que cada hombre pueda
conservar, al menos su verdadero rostro humano. • Retomar la lucha de
modo no violento. • El triunfo del amor en la cruz hace que pasemos de
ser víctimas a vencedores. 28
 29. –La Cruz y Resurrección nos debe empeñar en la liberación del aquí
y ahora, no en el más allá. Ni masoquismo, ni fuga. Cualquier situación
de dolor puede ser camino de salvación y posibilidad para la gracia.
Profundicemos, si cabe un poco más en este misterio de Muerte y Vida.
De la mano de José Joaquín Alemany Briz s.j. MISTERIO DE LA
MUERTE, MISTERIO PASCUAL. Esta ponencia fue redactada para el
Congreso Internacional de Teología “Mysterium Redemptionis”: Do
sacrificio de Cristo à dimensäo sacrificial da existencia cristà, celebrado
del 9 al 12 de Mayo de 2001 en Fátima. Portugal. Publicada por el
servicio de Publicaciones de la Universidad Comillas de Madrid. Cuenta
la alemana Dorothee Sölle, teóloga protestante de la liberación feminista
que en una ocasión recibió a un equipo de la televisión holandesa para
hacerle una entrevista. El tema que habían convenido no tenía en
principio nada de teológico: Se trataba de la marcha de los asuntos de
Vietnam en aquellos momentos. Pero, como no se habla impunemente
con un teólogo, al cabo de poco tiempo la conversación, introduciéndose
connaturalmente en el área de lo religioso, dejó el terreno de lo objetivo
y ajeno para tomar un giro más personal, cosa más bien
desacostumbrada en Alemania y desde luego no prevista en aquella
ocasión. “Yo – continúa la señora Sölle -, algo irritada por el modo un
tanto espontáneo en que se iba desarrollando la entrevista, expuse la
idea, acariciada largo tiempo, de que sólo se puede ‘creer’ cuando ya se
ha muerto alguna vez. A lo que el entrevistador respondió: ‘¿cómo es
eso?.¿ya lo ha experimentado usted?’. Me detuve un instante y luego
añadí: ‘Sí, con motivo de mi separación matrimonial”1. “Sólo se puede
‘creer’ cuando ya se ha muerto alguna vez”. No rebajemos el peso de la
palabra “creer”, atribuyéndola significados reductivos o solamente
análogos, por el hecho de que D.Sölle la escribe entre comillas. Por el
contrario, la utilización de tal recurso ortográfico es más bien un modo
de subrayar la profunda seriedad y el pleno contenido que asigna al
término. Pero antes de indagar algo más sobre este punto,
detengámonos un momento en la sorpresa del entrevistador, que
probablemente hemos compartido, y que parece un eco, referido esta
vez al otro extremo de la vida, de la pregunta de Nicodemo a Jesús.
“¿podrá uno volver a nacer después de haber nacido?” era la perpleja
cuestión del fariseo (Jn.3,4). “¿Cómo es posible morir antes de haber
muerto?” fue el interrogante no menos asombrado del periodista
holandés. Jesús le aclaró al primero que hay muchas formas de
nacimiento; a nosotros nos interesa retener ahora que hay modos de
muerte en vida no menos radicales, no menos decisivos en sus
consecuencias, que la muerte definitiva. Pero dejemos que sea la propia
señora Sollë quien nos lo explique. Ella relata cómo aquella separación
matrimonial le supuso la muerte bajo la forma de total destrucción de su
primer proyecto vital, de su expectativas, planes, deseos y esperanzas
más queridos y acariciados. Los sentimientos 1 .Sölle, D. Viaje de ida.
Experiencia religiosa y experiencia humana. Ed. Sal Térrea. Santander.
1977.pág. 33-34. 29
 30. de una posible culpabilidad acerca de algún fallo irreparable en la
relación no hacían sino acrecentar una desesperación para la que no
pensaba haber más salida que el suicidio, pensamiento con el que luchó
durante tres años. Y ahora, en sus propias palabras: “En un talante
semejante, durante un viaje a través de Bélgica entré una vez en una de
esas iglesias góticas. La expresión ‘orar’ me parece ahora falsa: toda yo
era un grito. Grité pidiendo ayuda, y esa ayuda sólo podía imaginármela
de dos maneras: o que mi marido volviese a mí o que yo muriese,
finalizando para siempre este morir constante. En esa iglesia, absorta yo
en mi clamor, me vino a la mente una palabra de la Biblia:’Que te basta
mi gracia’.(...). No sabía en verdad qué podía significar la palabra
teológica ‘gracia’, cuando toda la realidad de mi vida nada tenía que ver
con ella. Pero ‘Dios’ me ‘había dicho’ precisamente esa frase. Salí de la
iglesia y desde aquel momento ya no volví a pedir que mi marido
volviese a mí ( todavía seguí por mucho tiempo pidiendo el poder morir).
Comencé a aceptar con la dimensión de una cabeza de alfiler que mi
marido siguiese otro camino, su propio camino. Me sentía acabada y
Dios había hecho añicos mi primer proyecto. Él no me había consolado
como un psicólogo que me explicase que eso era previsible, no me
propuso los atemperantes que suelen ser corrientes en la sociedad: me
tiró rostro por tierra. No se trataba ni siquiera de la muerte que no
deseaba; tampoco era, por supuesto, la vida. Era otra clase de muerte”2.
Creo que ahora estamos en situación de comprender el alcance y la
seria realidad de los dos términos fundamentales que juegan en esta
experiencia, y de captar la profunda verdad de la relación que les une.
Ella nos pone de manifiesto que hay una muerte muy real anterior a la
muerte fisiológica, que puede ser válidamente designada como tal
porque, excepto la continuidad en las funciones vitales del organismo,
posee todos los otros rasgos propios de la muerte fisiológica: La
suspensión radical de proyectos y planes, el corte brusco de las
dinámicas que orientaban la vida, la anulación de los vínculos más
importantes y nutricios de la relación interhumana, la carencia de sentido
como respuesta a todo lo que en la persona clamaba por la vida. Queda
sólo un débil síntoma de que la persona continúa viva y es que su
corazón sigue bombeando sangre al ritmo sostenido de sus sístoles y
diástoles; si le hicieran un encefalograma, su cerebro mostraría las
agudas curvas de una plena actividad. Pero, porque ya ha muerto en
todos los demás aspectos que decisivamente configuran una vida, la
persona desea morir ya por fin del todo: anhela que el suicidio o una
muerte venida de lo alto completen de una vez la obra de aniquilación ya
avanzada en todos los demás terrenos de su existencia. Pero he aquí
que en ese abismo de la experiencia de muerte resuena una Palabra y,
de forma sorprendente e inesperada y venciendo todas las resistencias
que se le oponen, ella se hace un espacio. Poco a poco este espacio,
minúsculo al principio, se puebla de sentido, alienta una esperanza,
hace germinar la construcción de una nueva vida. Nueva, porque los
impulsos que la animan ya no proceden del empuje y la iniciativa del
sujeto; nueva, porque el centro de gravedad se ha desplazado desde los
planes y proyectos del sujeto a los planes y proyectos que Otro, aquél
que ha pronunciado la Palabra que da lugar a la nueva vida, tiene sobre
él; nueva porque permite abrirse, seguramente no sin incomodidad y
perplejidad, a esa llamada sustentadora de una existencia cambiada. No
nos costará aceptar que el discurso de la fe tiene aquí su lugar, que es
coherente emplearlo para referirse a la apertura a tales posibilidades no
previstas, a la fuerza que guía este salto desde la muerte a la vida. “Sólo
se puede creer cuando ya se ha muerto alguna vez”. No está muy
alejada esta afirmación de la que hace el conocido teólogo benedictino
S. Moore en un contexto en el que el subsuelo narrativo queda ya sólo
intuido bajo las formas especulativas: “Si yo no soy ahora como 2 Sölle.
O.c.pág.36-37. 30
 31. un muerto, no hay Dios”3. Es cierto, D. Bonhoeffer no ha alertado
contra aquellos cristianos que, habiéndose visto forzados por la
evolución secularizante de un mundo mayor de edad a ceder terreno en
todos los otros sectores de la existencia se declaran satisfechos cuando
comprueban que Dios ocupa todavía un puesto como respuesta a las
cuestiones últimas de ésta, y entre ellas a la muerte4. Debemos
escuchar con respeto y seriedad su demanda de que Dios sea
reconocido en el centro de la vida, y no sólo en sus límites, y darle la
razón en sus denuncias de las maniobras “religiosas” de un cierto
“metodismo clerical”. Pero he aquí que la persona humana hace también
la experiencia de los límites, y que ésta, en muchas ocasiones, se
muestra como un lugar privilegiado de hallazgo de sentido y de
emergencia de la fe. ¿No estamos ya en realidad con esto situándonos
en la perspectiva sobre la que nos invita a reflexionar el tema de esta
conferencia? Misterio de la muerte, misterio pascual: tránsito (phase,
Pascua) de la muerte a la vida; de la anulación del sentido al amanecer
de una esperanza. Un paso que no niega ni suprime la brutal realidad de
la muerte, no la esclarece, embellece o disimula, lo mismo que la
palabra de la gracia no alteró en absoluto la dura realidad de los trabajos
y penalidades de que se quejaba Pablo. Quizá sea preciso aceptar las
muchas formas posibles de muerte que salen al encuentro del hombre
con su misterio como condición de que el misterio pascual le ofrezca luz
para afrontarlas. Crucificado por nosotros Joxe Lizarralde cp. "PADECIÓ
BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO” La sobriedad del credo. La
confesión de la pasión y muerte de Jesús hace referencia al destino
originario del hombre como ser finito, contingente y limitado. Así pues,
esta profesión de fe expresa como ninguna otra que Jesús de Nazaret
fue un ser humano como nosotros, un hombre cabal e integro. Llama la
atención, en el enunciado del credo, el énfasis con que se destaca este
aspecto, refiriéndose a la muerte desde cuatro perspectivas: "padeció,
fue crucificado, muerto y sepultado". Por otra parte, llama también la
atención la sobriedad y la rudeza de esta confesión que se limita a
indicar el hecho, sin añadir ninguna interpretación. Con todo, cabe
reconocer en ese enunciado el esfuerzo de la Iglesia primitiva par
atribuir a la muerte de Jesús una significación básica para el anuncio de
la salvación. El silencio de Dios. Dios calla en la muerte de Jesús. Ese
silencio es el mejor signo del respeto a la libertad humana (deja que los
hombres maten) y es, al mismo tiempo, un espacio abierto para la
entrega del Hijo. Jesús murió, no porque Dios no se percatara de ello o
no hubiera escuchado su oración ante la muerte, sino porque amó al
hombre en la historia de su libertad. La libertad humana respetada por
Dios se cobró el precio en la muerte de Jesús, y Dios amó a su Hijo
hasta el límite del riesgo que implica la libertad. 3 . Moore,S. Dios es un
nuevo lenguaje. Salamanca. Sígueme 1982. “La muerte como límite del
deseo: un concepto clave para la soteriología”, Concilium 176, 368-.379.
pág.126. 4 .Bonhoeffer. D. Resistencia y sumisión. Cartas y apuntes
desde el cautiverio. Ed. Sígueme. Salamanca 1983. pág.218; 228. 31
 32. La muerte de Jesús es, por otra parte, la culminación de la
encarnación del Hijo de Dios. Jesús no jugó a ser hombre, sino que fue
hermano y solidario nuestro hasta la muerte. Ser privado de la muerte
hubiera sido una encarnación aparente. Finalmente, la muerte de Jesús
sólo se entiende cabalmente a la luz de la resurrección. Después de la
resurrección de Jesús, esa muerte tuvo que ser integrada en el designio
salvifico de Dios. Esto quiere decir que tenemos que corregir la imagen
que tenemos de Dios a la luz de la muerte y resurrección de Jesús,
como lo tuvieron que hacer los primeros cristianos. En la cruz del
Calvario el cristiano descubre que Dios ama infinitamente a Jesús y que
ama también hasta las últimas consecuencias (hasta entregar a su Hijo
a la muerte) al hombre. La liturgia de la Iglesia ha condensado este
misterio en frases vigorosas, como éstas del Pregón Pascual. "¡Qué
asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable
ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de
Cristo¡ Feliz culpa que mereció tal Redentor!" . En la muerte de Jesús,
Dios no estaba pasivo, sino que estaba ofreciendo gratuitamente la
esperanza de la nueva vida a los pecadores. Porque la muerte de Jesús
es la oferta gratuita de la gracia, es la misericordia creadora de un
hombre nuevo. En Jesús muerto y resucitado Dios ha invertido la
situación de la humanidad. (2) J. MOLTMANN, Der gekreuzigte Gott.
Das Kreuz Christi als Grund und Kritik christlicher Theologie, München
1972. Se traduce al castellano bajo el título "El Dios crucificado ", E.
Sígueme Salamanca 1975. (3) H. KUNG hace una llamada de atención
contra el énfasis exagerado de esta identidad: Die Religionen als Frage
an die Theologie des Kreuzes, en: Evangelische Theologie 33 (1973),
401-423. (4) J. KAMP, Sbufrance de Dieu, vie du monde, Tournai 1971.
(5) La semejanza con la concepción de creación en el induísmo es
sorprendente. La esencia divina no puede permanecer sin darse a sí
misma y, por lo mismo, nada de la esencia divina subsiste. El precio de
una verdadera creación es la muerte. El mundo no es sino el Dios
sacrificado. Como quiera que sea, este sacrificio devuelve a Dios su
propia esencia. (R. Pannikar, La faute originante ou l’immolatión
créatrice, en: Le mythe de la peine, París 196 7, 74). (6) U. HEDINGER,
Wider die Versöhnung Gottes mit dem Elend. Eine Kritik des christlichen
Theismus und A -theismus, Zürich 19 72. (7) D. SOLLE, Leiden (Themen
der Theologie), Stuttgart 1973. Traducción española: Sufrimiento, Ed.
Sígueme-Salamanca 1978. 4. El mal, el pecado y la conversión Segunda
4.1 Respuesta de la fe al mal y a la muerte Parte A) EL MAL CONTRA
DIOS El mal es un problema y un escándalo para todo hombre. Pero el
problema y el escándalo resultan si cabe todavía mayores en el hombre
religioso, pues tanto la universalidad como sobre todo la irracionalidad
del mal cuestionan directamente a Dios. Posiblemente un mundo sin
Dios y con mal resulta menos absurdo que un mundo con Dios y con
mal. El mal comienza por cuestionar la utilidad de la idea de Dios. A la
vista del mal la pregunta que espontáneamente surge no es la de quién
es Dios en sí mismo, sino la de quién es Dios para mí. ¿Es un Dios que
me puede salvar? Y sobre todo, ¿de qué 32
 33. modo se manifiesta en mi vida su eficacia salvífica? ¿De qué modo
se manifiesta en la historia de los seres humanos? “La muerte de Dios,
escribió Heidegger, no tiene nada que ver con la afirmación de un
ateísmo vulgar. En realidad significa que el mundo suprasensible,
particularmente el mundo del Dios cristiano, ha perdido toda fuerza
operativa en la historia. Si no fuera así, ¿habría sido posible la primera
guerra mundial? Y sobre todo, si no fuera así, ¿cómo hubiera sido
siquiera posible la segunda guerra mundial?”. Fue precisamente esta
falta de operatividad de lo divino ante las crueldades de las guerras en
las que estaban enfrascadas las naciones cristianas la que condujo a
Hugo Grotius a esta conclusión: “la ley de Dios tolera y justifica todos
estos males que sufrimos”, pero existen leyes naturales “no escritas” que
guardan todo su valor “incluso si pensamos que Dios no existe” (en latín:
esti Deus non daretur). El derecho natural, la ley de la razón, los
derechos humanos resultan más fuertes que muchas apelaciones a lo
divino, sobre todo cuando los dioses no están de parte del hombre. 5
Pero el mal, más que su utilidad, termina cuestionando la idea misma de
Dios . Si el mal es irracional y sin sentido, inevitablemente tiene que
entrar en contradicción con la afirmación de la existencia de un Dios
referente de sentido y racionalidad para la vida humana. ¿Será por esto
que la Biblia está convencida de que el mal no pertenece al plan de
Dios? En el relato de la creación Dios aparece como el que todo lo hace
“muy bien” (Gén 1,31). Crea un cosmos ordenado, racional y bello. El
Nuevo Testamento afirma que Dios crea por medio del Logos, lo que
significa que lo que Dios hace tiene su lógica, su sentido, su razón de
ser. Gracias al Verbo, escribe San Atanasio, en el “Sermón contra los
gentiles” nn 40-43, el universo se constituye en un todo armonioso. Y,
sin embargo, también constata la Biblia que desde el comienzo de la
creación aparece lo ilógico que cuestiona la lógica de Dios, lo imprevisto
que rompe sus previsiones, lo que está fuera de todo plan y, por tanto,
de toda razón. La Biblia califica esta aparición de lo irracional de
demoníaca. Su propósito es el de seducir (Gén 3,13), que literalmente
significa conducir fuera (se ducere), apartarme de mi mismo. Lo
demoníaco me desorienta, me aparta de mi destino, hace que me
pierda. Con razón es calificado de “padre de la mentira” (Jn 8,44). El mal
plantea un problema sobreañadido al hombre religioso porque le obliga a
armonizar dos datos aparentemente contradictorios: a) uno impuesto por
la experiencia (la realidad universal del mal), y b) otro impuesto por su fe
(la onmipresencia benevolente de Dios), pero sobre todo –nótese bien –
por una fe traducida culturalmente en una idea de Dios, 5 De un Dios
monoteísta, ya que el maniqueísmo al poner al lado de un Principio
bueno, uno malo, soluciona el problema convirtiendo a Dios en causa
directa del mal. 33
 34. que en las tradiciones religiosas y filosóficas occidentales es
calificado de omnipotente y bueno. Apoyándose en la fuerza empírica
del mal, resulta posible negar a Dios (una idea de Dios), no sólo por in-
verificable, sino por ser verificablemente incompatible con el mal: donde
hay mal no hay bondad, luego se diría que no puede haber Dios.
Añádase a esto la constatación, ya muy antigua, de que las religiones
fomentan o, al menos, justifican el mal. El argumento podría, pues,
retorcerse y expresarse así: muchas veces donde hay mal Dios aparece
como su causa (y un Dios así no puede ser bueno). Basta recordar a
Jefté entregando a su hija a la muerte para cumplir la promesa
inhumana de sacrificar a la primera persona que encontrase tras haber
obtenido la victoria sobre sus enemigos (Jue 11,34- 40). O a Lucrecio,
que recordando a Ifigenia sacrificada por su padre, a fin de obtener de
los dioses un viento favorable para los barcos que transportan sus
tropas, exclama: “De tal cúmulo de males la religión es la instigadora”. Y
tras recordar martirios, guerras de religión, inquisición y muchas más
cosas atribuibles al cristianismo, el “premio nobel” José Saramago en su
libro “El evangelio según Jesucristo” de 1992 pone en boca del diablo
esta afirmación: “Hay que ser Dios para complacerse en tanta sangre”.
Ante la evidencia del mal y el uso que la religión hace de Dios, resulta
hasta lógico negar a Dios. Cierto que: “la eliminación de Dios tampoco
explica el sufrimiento ni mitiga el dolor”, afirma J. Molmann en su libro
Trinidad y Reino de Dios. Pero parecería al menos que tal negación
implica tener una elevada idea de Dios. Ser ateo a la vista del mal es
una manera de recordar al creyente que un Dios digno de crédito no es
un Dios cualquiera. Pero es sobre todo plantear el problema de Dios no
al nivel de su existencia, sino al nivel de su naturaleza, de la idea que de
él nos hacemos. El creyente, lo mismo que el no creyente, es consciente
del mal. Pero, a diferencia del no creyente, como su convicción de que
Dios existe es más fuerte que todas las evidencias, se siente obligado a
justificar a Dios ante el mal. Surge así la teodicea6 como el intento de
conciliar la existencia de Dios y la del mal, y hacerlo comprensible para
la razón. Se trata de justificar a Dios ante el estigma del mal. Ahora bien,
la idea de Dios que se defiende y justifica, ¿es mejor o quizás distinta de
la que se forja el no creyente? Sorprendentemente se trata en ambos
casos de una idea muy similar, que confrontada con la experiencia del
mal, lleva a unos a la negación de Dios y a otros a su defensa. Esto sólo
puede significar que todas las ideas humanas de Dios son vulnerables,
precarias y, lo que es más, in- verificables, lo que significa que no se
pueden confirmar ni refutar. 6 Def. 1“Ciencia de Dios en cuanto se
puede alcanzar por las luces de la razón. Se llama también teología
racional o natural”. Def. 2 “Ciencia que trata de Dios y de sus atributos y
perfecciones a la luz de los principios de la razón, independientemente
de las verdades reveladas”. 34
 35. Llegamos así a esta conclusión: no es que el mal nos obligue a
justificar una determinada idea de Dios. Lo que hace la experiencia del
mal es obligarnos a corregir muchas ideas filosófico-teológicas sobre
Dios no suficientemente criticadas o reflexionadas, pues según y cómo
se vivencie el mal así resultan las imágenes sobre la divinidad y sobre el
sentido de la vida humana. La experiencia del mal nos obliga también a
realizar una seria hermenéutica de algunas imágenes bíblicas sobre
Dios, condicionadas culturalmente y aceptadas de modo acrítico.
Finalmente, y en positivo, la experiencia del mal nos invita a descubrir
aspectos olvidados de Dios y a sensibilizarnos ante ellos. Y, sobre todo,
a fijar nuestra mirada en Jesús de Nazaret, para ver la imagen de Dios
que en él se refleja y que su vida fundamenta. ¿EL MAL INEVITABLE?
DATOS DE LA EXPERIENCIA LEÍDOS DESDE LA FE FINITUD Y
LIBERTAD El mal se presenta como una realidad que nos sobrepasa.
De ahí la tentación de recurrir a Dios como realidad englobante y última
para encontrar una explicación. Pero esta apelación a Dios, lejos de
explicar el mal, termina cuestionando a Dios. Más aún, una vez que Dios
está pretendidamente justificado o una vez que hemos cambiado la idea
de Dios, no sólo el se humano sigue sufriendo, sino que las preguntas
no acaban de resolverse o, en todo caso, siguen desembocando en el
misterio de Dios. De ahí la importancia de buscar un camino que, antes
de implicar a Dios, busque una explicación a partir del hecho mismo del
mal; un camino que busque en los datos de nuestra experiencia una
posible explicación del mal, tal como en principio hacemos ante
cualquier otro dato con el que nos encontramos. Antes que a Dios hay
que interrogar a la realidad. En primera instancia, las cosas deben
explicarse por sus causas naturales. Si nos dedicamos a buscar
causantes, culpables o adversarios fuera de lo mundano, corremos el
riesgo de no percibir la realidad tal como se da y el acontecimiento tal
como se presenta. Hay dos datos de la experiencia que pudieran
explicar el mal: la finitud y la libertad humana. Leídos y asumidos desde
la fe cristiana nos ayudan además a enfrentarnos con más fuerza, contra
el mal. La finitud Que el mundo y el ser humano son finitos,
contingentes, me parece una evidencia. Y que es necesario asumir la
realidad tal como es o, al menos, tener en cuenta cómo es, para poder
desenvolverse en ella y, si fuera preciso, enfrentarse con ella, me parece
un principio de conducta fundamental. La finitud no es mala “El defecto
de ser criatura no es un mal de la criatura” (Tomás de Aquino, Suma de
Teología, I, 48, 5, ad 1). Al contrario, ser criatura es nuestra realidad,
nuestro modo de ser bueno, nuestra posibilidad de ser. Pero es limitada,
falible. Y lo 35
 36. falible, como ya advertía Tomás de Aquino, alguna vez falla. Lo finito
no es malo, pero es la posibilidad del mal: “el bien, - decía el Aquinate-
por que es creado, puede fallar de algún modo”. La naturaleza humana
es frágil. Este tema, presente ya en el relato del Génesis, se encuentra a
lo largo de toda la tradición y explica la posibilidad de la tentación
(tanteo) y de la caída. San Agustín, comentando la caída original, dice
que Eva pecó por debilidad y Adán por afecto (La Ciudad de Dios, XIV,
11, 2). Sto. Tomás explica que el hombre no puede estar siempre alerta
y que todos nos adormecemos alguna vez (Suma de Teología, I-II, 77,
1). El teólogo Andrés Torres Queiruga viene insistiendo, desde sus
primeras y reiteradas reflexiones sobre el tema, en que la raíz del mal
está en la finitud. Resulta, pues, imposible pensar un mundo sin mal.
Toda realidad finita marca al mismo tiempo el límite de lo que esa
realidad no es: ser hombre significa no ser mujer, y ser circular implica
necesariamente no-ser cuadrado. La limitación, además, aparece como
la raíz última del choque y del conflicto: lo que yo poseo no puede
tenerlo otro. Ya Tomás de Aquino hacía notar que la perfección del
fuego causa la corrupción del aire y del agua. Torres Queiruga pone
otros ejemplos: “no 7 se hace una tortilla sin romper los huevos” o
“nunca llueve a gusto de todos” . Aparece así claro que el mal es un
problema de la criatura y no del Creador. En todo caso, el problema para
el Creador sería el de si merece la pena crear un mundo que
necesariamente será finito y en el que el mal será, por tanto, inevitable.
El dilema para Dios no es el que contrapone su omnipotencia y su
bondad, sino la opción de “crear o no crear” un mundo cuya finitud le
obliga a dar cabida al mal. Y la pregunta que el hombre debería
plantearse entonces es: ¿qué es preferible, “no- ser” o “ser finito”?,
¿merece la pena el mundo y la vida, a pesar del mal que conllevan
consigo inevitablemente? Este punto de partida explicativo del mal ha
sido contestado: ¿no puede haber contingencia sin mal? Una cosa es
constatar que el mal existe y otra establecer una conexión necesaria
entre finitud y mal, afirmando además que es inevitable. Un teólogo
católico y un pensador agnóstico, ajenos a esta discusión, aportan un
motivo dogmático y otro filosófico susceptibles de clarificar y profundizar
lo que aquí está en cuestión. Eduardo Schillebeeckx en su famoso libro
“Cristo y los cristianos“ escribe: “La finitud no implica de por sí
sufrimiento y muerte. Si así fuera, la fe en una vida superior y
supraterrena (que no deja de ser una vida de seres finitos) sería una
contradicción intrínseca. Las criaturas nunca serán Dios”. Por su parte,
Enrique Tierno Galván en su libro ¿Qué es ser agnóstico? proclama: “yo
vivo perfectamente en la finitud y no necesito más”. 7[37] A. TORRES
QUEIRUGA, como ya he indicado, tiene mucho y bueno escrito sobre el
tema. Me limito a dar dos títulos recientes: El mal inevitable: Iglesia Viva
175 (1995) 37-69; Mal y omnipotencia: del fantasma abstracto al
compromiso del amor: Razón y Fe 236 (1997) 399-421. 36
 37. ¿La contingencia conlleva necesariamente el mal? Schillebeeckx nos
recuerda que hay una situación de la contingencia en la que el mal, el
llanto y el dolor habrán desaparecido para siempre. Pero este recuerdo
presupone la fe y es todavía objeto de esperanza, no es un dato
objetivable y experimentable en la situación actual en la que vivimos la
finitud. Posiblemente, pensar en un mundo sin mal no es algo ilógico.
Pero, de hecho, “lo experimentable” es que, en nuestra situación actual,
la finito no puede ser perfecto y, de un modo u otro, está abocado al
sufrimiento y a la muerte. La experiencia del mal y la insatisfacción de la
finitud por una parte y, por otra, la convicción cristiana de que el mal y el
sufrimiento no son necesarios y de que, incluso algún día, serán
eliminados, nos permite plantear la pregunta: ¿no podría Dios haber
adelantado la perfección y habernos ahorrado el camino del sufrimiento
inherente a la condición humana? Adelantamos un principio de
respuesta desde la libertad. El hombre no sólo es naturaleza (finita). Es
también historia. De modo que el madurar es consustancial al hombre.
Hay cosas que requieren su tiempo. “Lo que es posible al final no
siempre lo es al principio: la madre, por mucho cariño que ponga, no
puede dar carne al niño de pecho. Cuando se piensa en toda su
radicalidad que la persona es lo que ella se hace, lo que llega a ser en el
lento y libre madurar de su propia historia, se intuye la imposibilidad de
que pueda ser creada ya hecha: un hombre o una mujer, creados
adultos de repente, constituidos de golpe en la claridad de la conciencia,
no serían ellos mismos, sino algo fantasmal, auténticos ‘aparecidos’ sin
consistencia, incluso, para sí mismos. Serían una contradicción”. Importa
insistir, pues en que lo finito no es malo, pero en la situación mundana
actual a la que estamos abocados, es la posibilidad del mal. Pero no
sólo eso: lo finito termina siempre en una situación no deseada por el
hombre y, en este sentido, mala: la muerte. Éste es el drama de todo lo
real, sobre todo de lo humano. Al ser el único ser sobre la tierra
consciente de su situación mortal, el hombre protesta y se rebela ante la
muerte. ¿Hay ahí un signo de trascendencia y una posibilidad de
trascendencia? La rebelión ante la muerte revela nuestro deseo de vivir,
del mismo modo que la rebelión ante el mal revela nuestra adhesión al
bien. Esto nos lleva a pensar que en la experiencia del mal, del
sufrimiento y de la contingencia hay una vertiente que abre a
dimensiones nuevas: - el sufrimiento de los seres vivientes manifiesta su
anhelo de vivir; - la rebelión contra el sufrimiento injusto manifiesta el
amor a la justicia; - la sensación de que algo nos falta y la inconformidad
con la realidad fáctica nos abre a la nostalgia por lo “totalmente Otro”. 37
 38. ¿Es quizás el mal una especie de clamor que apela a la existencia
de un Dios? Ahí queda la pregunta… Pero profundicemos, brevemente,
en la otra vertiente: la Libertad La libertad Que la libertad pertenece a la
esencia de lo humano me parece otro dato que ninguno de Vd. se atreva
a discutir. El ser humano no es sólo un ser vivo, o sea, un ser con
capacidad inmanente de construirse a sí mismo desde el punto de vista
biológico (a partir de elementos exteriores a él), sino un ser con
estructuras que va más allá de sus propiedades minerales, destacando
la capacidad de constituirse a sí mismo como él mismo desee
constituirse (a partir también de elementos recibidos de fuera y que él
integra a su libre albedrío). La libertad, antropológicamente hablando, es
constitutiva del ser humano y, teológicamente, pertenece a la imagen de
Dios. Bajo ambas perspectivas va mucho más allá de la mera capacidad
de elección. Implica la capacidad de realizarse, de hacerse a sí mismo:
ser humano es hacerse humano. Una persona creada perfecta o
acabada, no sólo no sería libre (no habría dispuesto de sí mismo), sino
que sería un “aparecido” a sí misma, algo fantasmagórico. El ser
humano, como dice Tomás de Aquino, es “providencia de sí mismo”.
Precisamente porque el ser humano no es simplemente algo dado, sino
algo que hay que asumir, hace a cada uno responsable de su destino.
En cierto modo, la vida humana es un regalo exigente y doloroso, un
regalo que no hace regalos. De ahí que haya podido hablarse del miedo
a la libertad, que es miedo a la responsabilidad y deseo de que todo nos
venga dado desde la cuna. Pero el hombre no es un producto fabricado,
terminado. Es el que se define después de haber nacido. Tomar en serio
esta capacidad que tiene el ser humano de realizarse a sí mismo,
supone también considerar la capacidad de frustrar la propia vida, de
esquivar el destino, de querer condicionar o negar el destino de los
demás. Supone la capacidad del mal en definitiva. La libertad del
hombre es tal que implica la posibilidad de destruir la creación y de
destruirse a sí mismo. Sólo suprimiendo la libertad podríamos evitar el
mal uso de la libertad. Pero entonces ya no estaríamos ante un ser
humano, sino ante un robot, ante un autómata. Sin duda, la libertad está
condicionada. Es una libertad limitada. Esta limitación de la libertad se
encuentra gráficamente expresada en Gén 3: hay una “serpiente” que
nos precede, el ser humano se encuentra con el mal, no lo inicia del
todo, en cierto modo también es víctima del mal. Pero no por eso la
libertad es menos real. Estando condicionada, no está predeterminada
por nada, ni siquiera por ella misma: El escritor y teólogo J. Alfaro en su
libro publicado en Salamanca 1988: “De la cuestión del hombre a la
cuestión de Dios” afirma: “el acto libre tiene su carácter distintivo y
exclusivo en que no está predeterminado por ninguna realidad anterior a
él; es decir, ni por los procesos de la naturaleza, ni por las 38
 39. circunstancias históricas que lo condicionan, ni por los motivos que
lo justifican, ni por la misma libertad de que provienen, ni por los actos
libres que lo preceden: es algo nuevo y discontinuo respecto a todas las
condiciones que lo hacen posible”. El creyente interpreta que su libertad
y autonomía proceden de Dios. Pero tomadas en serio implican la
retirada, la trascendencia y el silencio de Dios. Esta retirada no quiere
decir indiferencia. Es la forma en que Dios se hace presente sin destruir
la libertad humana. El hombre está en sus propias manos. No está solo
ni desorientado (su conciencia es un guía seguro y siempre presente),
pero está en sus manos y bajo su responsabilidad. Dios respeta su obra
y la respeta hasta el final. De ahí que parezca que no responde ante los
gritos de los hombres, ni siquiera ante el grito del Crucificado (Mc 15,34).
No hay intervenciones directas e inmediatas de Dios: los ángeles no
intervienen para imponer orden ante el desorden provocado por los
hombres (Mt 26,53). Dios no interviene porque la libertad del hombre es
real, incluso cuando atenta contra el mismo Dios. Un Dios que no
interviene en la historia ni siquiera para salvar a Jesús, un Dios que
respeta la autonomía de los agentes históricos, es un Dios con el que no
es posible una relación utilitarista, propia de las divinidades milagreras.
Pero, y esto es muy importante, ante un Dios así, no todo está
predeterminado: el hombre puede y debe cambiar la realidad y el curso
de los acontecimientos cuando éstos atentan contra su dignidad. Los
problemas humanos hay que resolverlos históricamente. Ante el mal, el
hombre no puede remitirle la tarea a Dios. Dios nos inspira y nos
sostiene, pero somos nosotros quienes debemos combatir el mal. El que
el hombre deba hacerse a sí mismo y el respeto de Dios por su obra,
nos permite afirmar que Dios no es todavía omnipotente en el mundo, ya
que no todo le está sometido. El mal es lo que todavía se resiste a Dios,
lo que hace que Dios no sea todavía “todo en todo” (1 Co 15,28), la
realidad que todo lo determina. En este sentido, la creación no está
todavía acabada y por eso, “gime” (Rm 8,22), esperando una
consumación definitiva. Pero este in-acabamiento de la creación no
manifiesta la imperfección de lo creado o la incapacidad del Artífice
divino, sino la dignidad de la obra y, sobre todo, la dignidad del ser
humano, así como la necesidad y obligación de luchar contra el mal.
RESPUESTA CRISTIANA AL MAL Explicado el mal por la finitud y la
libertad, el mal sigue presente. De ahí la importancia de buscar una
respuesta ante el mal. El hombre es finito y limitado, esa es su realidad y
no hay otra. Pero, ¿cuál es la actitud que tomamos ante la finitud? ¿Con
qué talante nos enfrentamos ante lo inevitable? ¿Explotamos todas las
posibilidades de lo finito al servicio del bien? La vida impone sus
limitaciones, pero también abre posibilidades. Este hombre limitado, es,
también, libre: ¿qué 39
 40. hacemos con nuestra libertad? La libertad sólo es auténtica cuando
se fundamenta en la verdad (Jn 8,32), y por tanto, se pone al servicio del
bien y del amor mutuo. Con todo, la finitud y la libertad no explican ni
legitiman todo el mal existente. No cabe duda de que en nuestro mundo
hay un exceso de sufrimiento inmerecido, demasiado absurdo para
poder racionalizarlo. El mal y el sufrimiento son el punto oscuro de la
historia y uno de los mayores desafíos que se le plantean a la fe en
Dios. Es posible que desde Dios haya una justificación, pero nosotros no
somos Dios y concebimos su poder y su bondad a partir de nuestros
esquemas humanos. Por eso hemos presentado el mal desde el
comienzo de esta ponencia como el misterio por excelencia. La fe
cristiana ofrece alguna orientación para enfrentarse al mal. La primera
puede valer para cualquier persona: resistencia frente al mal y toma de
partido a favor del bien. La segunda sólo es susceptible de ser
comprendida desde la fe: en la cruz de Cristo. Expliquemos una poco
más estas posturas: 1) El mal y el dolor resultan, en ocasiones, un
misterio que ninguna explicación teórica puede desvelar ni paliar. Pero si
el mal no es susceptible de explicaciones, no significa que podamos
quedarnos pasivos ante él; al contrario es posible y necesaria una praxis
de resistencia frente al mal y de toma de partido en favor del bien. Éste
es el único comportamiento digno del hombre frente al mal. Jesús, como
hemos visto el la parte bíblica, no estaba de acuerdo con el sufrimiento.
Se turbó ante su propio sufrimiento (Lc 22,44) y se conmovía ante el mal
que azotaba a los demás. Uno de los mejores resúmenes de su vida lo
ofrece el libro de los Hechos: “pasó haciendo el bien y curando a todos
los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (10,38). Su praxis
es una praxis de resistencia, empeñada en dirigir la historia hacia el
bien. En esta praxis Jesús comprometió su vida, pues su toma de
partido en favor de los pobres y necesitados le condujo a la muerte. Esto
significa que, en su seguimiento, se debe negar al mal todo derecho,
empleando todas las fuerzas en combatirlo, tomando partido por el bien.
El Occidente cristiano se ha mostrado muy preocupado por la
culpabilidad. Nuestro sistema judicial y nuestra moral, sin olvidar
nuestras películas y novelas policíacas, se han regido por la búsqueda
del culpable. Jesús no busca culpables ante el mal, entre otras cosas
porque con eso no se resuelve el verdadero problema y hasta se corre el
riesgo de situarse así al margen del problema. Jesús se preocupa de las
víctimas. El que responde verdaderamente del mal, por ejemplo en la
parábola del Buen samaritano, no es el culpable de la paliza, ni siquiera
los que pasan de largo, sino el que se acerca al herido y venda sus
heridas. Más aún, para Jesús lo de menos es si uno es culpable o
inocente. ¡Lo importante es que sufre! En este sentido, el tema del mal,
visto a la luz del mensaje de Jesús, nos conduce a lo más radical del
evangelio: responder al mal con el bien, 40
 41. no devolver mal por mal (Rm 12,17-21), amar al enemigo (Mt 5,44),
o sea, al que no se lo merece porque nos daña o perjudica. Se trata de
un amor que va más allá de la justicia (de la búsqueda de culpables),
aunque no ignore las exigencias de la justicia. La justicia sola podría
terminar en la búsqueda de una “justa venganza”. Sin embargo, el amor
es mucho más que una simple corrección del mal: es aventura positiva y
creadora, que se acerca al otro y le acoge como tal otro, más allá de su
miseria y de su enfermedad, buscando el encuentro y ofreciendo el
perdón, si fuera necesario. “En el Evangelio, decía Pablo VI,
encontramos los cánones de una Paz, que podríamos llamar
renunciataria”. El mal, cuando sólo grita venganza, se alimenta a sí
mismo. Cuando grita compasión (Mt 20,34) rompe el círculo infernal que
8 reproduce el mal y lo para . Quién así actúa entra en una dimensión
teologal: se encuentra con Dios. 2) El creyente puede ir todavía más
lejos en esta reflexión sobre el mal, aunque esta consideración sólo es
susceptible de ser comprendida desde la fe. En la cruz de Cristo, Dios
aparece implicado en el mal y solidario con todo el que sufre
injustamente. Pero esta cruz desemboca en la Resurrección. Ahí se
esconde el sentido definitivo de la historia: Dios quiere dar un futuro a lo
que no tiene futuro. El mal y el dolor no tienen futuro. Sólo el amor, la
verdad y el bien tienen futuro. Esto es lo que Dios manifiesta en la
resurrección del Crucificado. La cruz de Cristo es el resultado de su vida,
de su compromiso en favor del bien y en contra del mal. La resurrección
resulta creíble como manifestación de a dónde conduce el combate por
la justicia y la verdad. Por otro lado, la persistencia del mal contradice
todo triunfalismo. Este persistencia nos invita a la lucha contra el mal en
el seguimiento de Cristo. Como ya indicó el Vaticano II en Gaudium et
Spes, n.39 “La espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más
bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra” Sólo si Dios
existe, a pesar de las muchas preguntas que siguen pendientes y que
pueden repetirse eternamente sin encontrar respuesta (¿por qué si Dios
puede superar definitivamente el mal no lo ha hecho ya, y ha ahorrado a
la humanidad tanto sufrimiento sin sentido?); solamente si Dios existe, el
hombre puede mirar al sufrimiento con esperanza. Ahora bien, el Dios
de Jesús, que nos abre a la esperanza, impide toda pasividad ante el
dolor y el mal, pues nos llama a luchar contra él. Sólo en esta lucha y en
la 8 Sin negar la complejidad de los problemas políticos, pienso que las
leyes de amnistía colaboran más en el advenimiento de la paz que los
tribunales de justicia. El perdón es la virtud de los fuertes. En todo caso,
la justicia no debe moverse por motivos de venganza, sino por
misericordia. Quizás una buena síntesis, que habría que traducir
prácticamente, sería: la caridad con justicia y la justicia con caridad. 41
 42. actitud a favor del bien se mantiene abierta la esperanza. Platón en
“El Fedón” califica a esta esperanza en la inmortalidad de “bello riesgo”.
Si ella movilizase nuestras energías para luchar en este mundo contra el
mal, incluso si todo quedase en esta lucha, sería una esperanza
ciertamente digna del ser humano. José A. GARCÍA sj* Agradecemos al
actual director de la Rev. Sal Terrae, Enrique Sanz Gimenez-Rico y al
autor su autorización. El original en Rev. Sal Terrae. Nº.1026 (1999)
.Tomo 87/8 pág.s. 655-665 “Así pues, ante el mal del mundo estamos
llamados en primer lugar y "en nombre de Dios", no a la pasividad sino a
la implicación: a combatirlo más aún y antes que a explicarlo; a
descalificarlo como irracional y no darlo nunca como normal o inevitable;
a dar prioridad absoluta a sus víctimas, incluso sobre la búsqueda de los
culpables; a reconocer finalmente nuestra propia fragilidad y
condescendencia con él. ¿Nos libraremos con ello del escándalo que
supone en todo momento el mysterium iniquitatis? No lo creo. Tal vez lo
único a lo que podamos aspirar es a que en esa implicación nuestra
contra el mal nos sintamos compañeros del que, en nombre de Dios,
vino a librar al mundo de sus poderes. Es decir, formando parte activa
del mysterium salvationis. Seguramente, eso es lo decisivo y suficiente.
4.2 El pecado como categoría moral negativa. El mal moral Esencia del
acto humano bueno 2.doc Algunas aclaraciones previas: (La Sabiduría
Religiosa frente al Mal. José Gómez Caffarena s.j.) El sentido “físico”
(con su relación con el deseo) es lo primero cuando hablamos de “bien y
mal”. Sin quitar relevancia a la noción de “mal moral” Por ejemplo: “Has
hecho mal los deberes”. Es importante percibir esta sutil diferencia.
“Mala moralmente” es una actuación de un humano; actuación que,
según el enfoque inicial, puede ser “buena o mala” (físicamente) para él;
y así la vera él ante todo, cuando le da un significado moral que lo
completa: “Como no pones cuidado, has hecho mal los deberes”. Hay
que contar, pues, con una incómoda homonimía de las nociones de
“bien y mal” (físico/moral). Cabe preguntarse si no hubiera sido todo más
claro eligiendo vocablos diversos para conceptos diversos como lo hace
el idioma alemán mucho más preciso. Incluso lingüísticamente es
documentable en las tradiciones griega y latina la anterioridad del
sentido físico tanto en la noción de “bien” como en la de “mal”. Para
entender la derivación hasta la homonimia “fisico/moral”, quizá lo mejor
es suponer que intervino una metonimia: que llevó a llamar “bueno”
aquello que causa “bien” (facilita la realización de deseos) y “malo”
aquello que causa “mal” (origina frustraciones). Esto es tan claro que
son prácticamente sinónimos “benéfico” y “moralmente bueno” ,
“maléfico” y “moralmente malo”. Estas observaciones lingüísticas
cuadran con la ya antes aludida paradoja constitutiva de la acepción
“moral” de “malo”: que, teniendo como referencia a otro humano (a quien
se hace el más propio “mal”), califica a un sujeto humano que busca un
“bien” para sí. La clave de esta paradoja, que aclara también por qué se
acude al calificativo “moral”, está en que el actuante es consciente de
que su actuación causa “mal” a otro humano y lo asume. Y lo
decisivamente diferente respecto a lo “físico” es que él mismo se hace
“malo” por asumirlo. Por supuesto, es paralela la derivación que conduce
de la noción “física” a la “moral” de “bien/bueno”. Y es menester
subrayar que, tanto en “bueno” como en “malo”, el acceso al ámbito
propiamente moral supone un salto: desde lo objetivo al sujeto y a una
específica valoración del mismo. Son muchos los debates abiertos sobre
su “fundamentación”; pero no es necesario entrar en ellos. De un modo
u otro, se impone la conciencia humana que hace esa valoración. 42
 43. - ¿QUÉ ES EL PECADO? «La realización ética del cristiano puede
ser positiva o negativa de modo que el pecado pertenece al campo de
las categorías morales» «Hablamos de desviación de la conciencia
moral en cuanto que las actuaciones se desvían de las cualidades que
debe tener en su ejercicio: rectitud (sinceridad consigo mismo); verdad
(búsqueda de los valores objetivos) y certeza (seguridad interna en la
decisión)» El pecado como categoría moral negativa Algo vivencial
Realidad teórica Expresión cultural Expresión religiosa - ¿Algo negativo
o pesimista? Interpretación negativa de la naturaleza humana. Riesgo:
perder el sentido del pecado - ¿Algo necesario en el cambio o en la
variación? Interpretación dialéctica Riesgos: considerarlo como algo
bueno en el crecimiento personal perdiendo el sentido del culpa.
Conceptualización del pecado como realidad moral: - Expresión de
culpabilidad (mancha- sentimiento, trasgresión- autonomía, culpa - algo
interior) - Significado de la culpabilidad: a) psicológico (bloqueo de la
persona a nivel individual); b) jurídico (culpabilidad valorada por los
efectos sociales), c) ético: libertad y culpabilidad// Obligación y
culpabilidad; d) filosófico (origen y posibilidad del pecado); e) religioso:
es una acción que se proyecta por fuera del sujeto en sus relaciones
para con los otros y con los demás que se inserta en la comprensión de
toda la realidad (sentido positivo de lo real; sentido del hombre y de la
historia; sentido trascendente de la realidad). Conceptualización
teológico-moral cristiana: a) definición negativa: no es un falso
encuadramiento del ser libre en el orden universal (error evolutivo), ni la
imperfección de un ser libre (somos por naturaleza malos), ni algo que
pueda por sí mismo reparar el ser humano (confianza en las propias
fuerzas), ni una mera trasgresión de una fría ley suprema. b) en el
lenguaje bíblico: pérdida de la salvación y de Dios; oposición a la
voluntad de Dios manifestada en la ley, lesión a la justicia de Dios,
oscurecimiento interior (mentira y tinieblas). c) en el lenguaje teológico:
desde el principio de la esperanza: 43
 44. - es una realidad dentro de la categoría teológica de «salvación»
(como su sombra). - que se inserta dentro de una realidad que se va
haciendo (historia de salvación/condenación). - algo que debe
comprenderse en la dinámica de un «pueblo en marcha» Dios/seres
humanos/cosas - en sentido escatológico: la salvación es un «promesa»
realizada en Cristo pero todavía no de forma definitiva. -
REFORMULACIÓN DE LA GRAVEDAD/LEVEDAD DEL PECADO El
nivel de gravedad de pecado es un tema delicado que se plantea hoy en
medio de un malestar ante una doctrina tradicional (formulación precisa:
división, clasificación, número y especie) y nuevas y exageradas
tendencias que desdibujan la objetividad del pecado (formulación no
absoluta sino relativa a la persona y a sus condicionamientos
intencionales o motivacionales). - ¿qué nos dice la historia? * Biblia: la
escritura no contempla los pecados mortales o veniales como tales pero
sí deja ver una gradación, un más y un menos en algunos casos. * La
práctica penitencial va introduciendo precisiones en la apreciación . Siglo
III al VII (apostasía, adulterio y homicidio); siglos VII-XII listas de pecado
graves y pequeños; siglo XIII-XX noción de pecado mortal. * La reflexión
teológica: SS.PP. hablan de pecados mortíferos y cotidianos; Siglo XIII
se distingue pecado mortal y venial y se distinguen en función del objeto
y por razón del sujeto (imperfección del acto). * Magisterio de la Iglesia.
Se resume en el Catecismo de la Iglesia católica nn. 1854-1864. Existen
otros muchos documentos de la historia DH 107.103. 410.464; 899.917;
1020 donde pueden profundizar en esta y sobre todo En la Exhortación
apostólica postsinodal «Reconciliatio et paenitentia» n.31 de Juan Pablo
II al episcopado al clero ya los fieles sobre la reconciliación y la
penitencia en la misión de la Iglesia en 1984 (os la aconsejo con
intensidad). - nuevas orientaciones en la moral actual (distinguimos
algunas) * Vuelta a la terminología clásica de la moral casuística muy
ligada al sacramento de la penitencia y que vuelve a estar presente en
muchos grupos de Iglesia y en no pocas predicaciones. (miedo subjetivo
a la condenación y objetivización de los pecados por parte del
penitente). * Dentro de la órbita de la «opción fundamental» que da más
importancia a los factores personales o subjetivos en la concepción del
pecado. Un pecado será mortal cuando afecta al centro mismo de la
persona (Fuchs, Häring, Rahner...). 44
 45. * Explicación basada en la distinción entre pecado grave y pecado
mortal. Proponen una división tripartita: mortales (corrompen
profundamente la estructura espiritual); los graves (los que se confiesan
con frecuencia en alguna materia reiterativa grave y en condiciones
especiales) y los veniales (faltas diarias y cotidianas que pertenecen a la
estructura de la persona y que son perdonados en la en los tiempos
litúrgicos propios y sobre todo en la Eucaristía). * Dentro de la hipótesis
de la «opción final». Hay en el pecado grados de seriedad y de
gravedad. Se admite una mayor gravedad de los pecados tanto por su
razón objetiva como por la subjetiva. Se habla de pecados graves (los
que matan y destruyen todo) y leves (los perdonables). En el acto de la
muerte el hombre dispone de su existencia. Se habla de pecado para la
muerte; toda la vida un endurecimiento respecto a Dios. La hipótesis de
la opción final habla de que en el momento de la muerte el hombre por sí
mismo y en su libertad es capaz de disponer sobre sí mismo como
totalidad una vez para siempre. - Síntesis entre el orden objetivo y el
subjetivo - Pecado grave/leve - Pecado mortal/venial Es necesario
repensar bien cualquier clasificación del pecado bien según la materia,
bien según el pleno conocimiento o deliberado consentimiento. Y hacerlo
siempre en función de lo que aporten las ciencias humanas y en
fidelidad a nuestra tradición magisterial y estudios de teología moral. Es
preciso advertir que en cuestiones de conciencia, la praxis pastoral
aconseja siempre delicadeza con las personas y mucha prudencia en los
juicios de valor. 4.3 La conversión como categoría bíblico-teológica La
conversión es la activación constante de la libertad y la fidelidad
creadoras en Cristo. Esta categoría teológica posee mucho significado
en la teología moral fundamental ya que la invade en todos sus
recovecos de una manera dinámica. La Biblia habla de pecado y de
conversión de forma clara, no con una palabra determinante sino desde
la experiencia de pecado y conversión en imágenes o parábolas de la
vida diaria. En ambos testamentos se ve claramente que no existe ley
alguna que desenmascare el pecado; sólo la justicia de Dios y su
misericordia salvadora revelada en Jesucristo, rasgan la máscara del
pecado y lo revelan. El mal, según la Escritura, no puede ser ni la
primera ni la última palabra. La conversión es posible porque Cristo por
el bautismo nos ha liberado de la esclavitud del pecado y nos ha dado
una vida nueva. La predicación de Jesús como acontecimiento que
viene de Dios, llama siempre al Reino de Dios con una invitación a
escuchar la Palabra y a ponerla en práctica. La conversión procede de
un diálogo en el que la intervención de Dios es 45
 46. de capital importancia (encarnación) y la respuesta del hombre no se
puede dejar esperar aunque sea secundaria (conversión). En esta
dinámica palabra y respuesta en el que hemos encuadrado toda la moral
nos lleva a indicar dos categorías bíblicas para comprender la
conversión: a) la comprensión de la llamada «metanoia» desde el
anuncio de la buena nueva; es decir la vuelta a la casa del Padre o el
anuncio de que el Reino ha llegado a vosotros; b) a partir del concepto
«amartia», es decir el abandono de la antigua vida de pecado (no tanto
la acción pecaminosa particular cuanto el estado de pecado). Se habla
también en la Biblia del concepto de injusticia (adikia) como
endurecimiento del corazón, impiedad (asebeia) como el negarse a
honrar a Dios y oscuridad (stokos) como error, engaño de sí mismo o
mentira. Una articulación teológica de la conversión sería la siguiente: 1.
Desde el inmenso amor que Dios tiene a los hombres. E. Se explicita el
amor del Dios y de Cristo por el hombre, El amor del hombre por Dios y
el amor del prójimo. 2. Desde el conocimiento del misterio en el
encuentro del hombre con Dios, éste toma autoconciencia de sí mismo y
se siente llamado al crecimiento de Cristo. Insertados en la plenitud del
misterio de Cristo, se genera una nueva realidad donde el creyente entra
en la esfera de la bendición de Cristo muerto y resucitado. 3. El
conocimiento del misterio de Cristo lleva a la vez al
desenmascaramiento del pecado que domina a todo hombre. El pecado
no tanto como acto (Jn1,29) sino como un estado, una situación de
desgracia manifestada en una voluntad colectiva y rebelde. 4. La
conversión es la vía necesaria para poder ser parte integrante y viva del
Reino de Dios. Es una invitación urgente que afecta primero a la
intimidad del corazón humano y después a renovar la faz de la tierra
mediante la observación de la ley de la caridad como plenitud histórica
de todas las realizaciones de la familia humana. Es una tensión hacia la
caridad que se va realizando en la historia mediante elecciones y actos
concretos que hacen verdad el amor. 5. La conversión tiene mucho que
ver con los sacramentos. Cristo muerto y resucitado opera por medio de
los sacramentos de la Iglesia. El bautismo es el sacramento primero y
fundamental de la vuelta al Padre, luego el de la penitencia como
segundo signo eficaz de conversión. La verdadera conversión se debe
concretar en un auténtico amor a la cruz de Cristo, en una acción
litúrgico-sacramental intensa y a una actividad que tienda a hacer
realidad el Reino de Dios. 46
 47. Finalmente, San Ignacio de Loyola en su libro «el Peregrino», indica
cuatro pasos de su itinerario personal que sirven para el discernimiento
moral y que podemos identificar con la categoría conversión. Con ellos
terminamos este apartado. 1. Del ideal de caballero andante al
seguimiento del discípulo Dios mueve y atrae la voluntad humana de tal
manera que no cabe duda sobre qué elegir. Pone por ejemplo a San
Pablo o Mateo. Cambia la vida de modo radical. De ser Señor a ser
siervo, de caballero a discípulo. 2. De la expresión exterior a la
profundización interior No sólo se queda en una moción exterior, hay
que fundamentarla y asegurarla en el interior, a fuego lento. Importancia
de la renuncia, de la abnegación, el sacrificio, la superación de la
vanidad. Se abandona la vida pública y social y se centra en el
crecimiento interior. 3. Del amor impulsivo y ciego, a la finura del
discernimiento Es un tiempo tranquilo (el alma no está agitada por varios
espíritus sino que están tranquilas sus potencias naturales y se siente
libre y sosegado. Se supera la ignorancia o la pasión ciega. Cuando
existe este tiempo de forma serena, se dará una posible calidad en los
discernimientos futuros. Es saber estar, saber dejar las cosas que
reposen. 4. De una espiritualidad de alejamiento a la contemplación en
el retorno El hombre de mundo se transforma en un hombre de Dios con
el deseo profundo de transformar el mundo según el modelo de Dios. Su
ideal es el del contemplativo en la acción porque busca el rostro de Dios
y su voluntad en medio de la vida, no al margen de ella. Contemplación
de Dios sin salir del mundo, sin evasiones ni huidas. Puede resumirse en
tres tiempos o tres niveles de comprensión de la existencia humana que
nacen siempre de la acción del Espíritu Santo en la persona9. 9 Tony
MIFSUD, Moral del Discernimiento, tomo I, San Pablo, Santiago de
Chile, 19945, 350ss. 47
 48. PRIMER TIEMPO SEGUNDO TIEMPO TERCER TIEMPO Gracias
actuales Consolación sin causa Consolación con causa Razón iluminada
por la fe; Luz que viene de lo alto Luz que surge en el medio por las
acción moral Iluminación por el E.S. experiencias gozosas o tristes La
luz surge desde abajo Dios obra inmediatamente, por una Dios revela su
voluntad por actuación irreversible, intercambio de los movimientos Se
actúa por el análisis tranquilo de sin deliberaciones interiores (mociones
de la gracia) los motivos de la decisión Instante divino (en el centro, en
el Se exige criterios objetivos y Es necesaria la prudencia corazón de la
persona) subjetivo unidos sobrenatural ordinaria Actuación de potencias
afectiva Experiencia más racional, tranquila Experiencia imprevista,
repentina, Proceso lento; se debe verificar las Dios habla por los signos
naturales espontánea mudanzas Certeza, seguridad absoluta (es un
Seguridad mediata; pueden surgir La seguridad se basa en el raciocinio
impulso de la gracia) ilusiones (hay agitación en los (tiempo sereno)
espíritus) Es lo más corto Es necesario un tiempo más Se basa sobre el
raciocinio Es evidencia prolongado para la verificación iluminado por la
fe Hay consejos prácticos para Hay abundancia de consejos No hay
consejos ni método de cómo discernir los espíritus. prácticos y de
método, porque es hacerlo porque es un don gratuito No hay método
porque es una actividad, trabajo humano. de Dios. observancia, apertura
dócil, actitud Las gracias palpables son menos de observar. frecuentes
DONES DEL VIRTUDES VIRTUDES ESPÍRITU SANTO TEOLOGALES
MORALES 48
 49. A MODO DE CONCLUSIÓN… PERSPECTIVAS DE TEOLOGÍA
NARRATIVA Séame permitido acabar estas reflexiones sobre el mal con
un intento de lectura libre de la inagotable parábola del “Buen
Samaritano” (Lc 10,30-37). En ella encontramos un lugar teológico por
excelencia, una síntesis de la actitud de Jesús ante el mal y el
sufrimiento injusto. Un doctor de la ley preguntó a Jesús qué debía hacer
para obtener la vida eterna. “¿Qué está escrito en la ley?”, respondió
Jesús. Y el doctor recitó como respuesta dos textos del Antiguo
Testamento: Dt 6,5 y Lv 19,18. Jesús aprobó la respuesta y el doctor se
dio cuenta de que había hecho el ridículo preguntando lo que ya sabía.
Por eso, “queriendo justificarse”, dijo a Jesús: “y ¿quién es mi prójimo?”.
Jesús le responde que el prójimo no es alguien con quién uno se
encuentra, no es un lugar social. Prójimo es el que con su acción
amorosa se acerca al desvalido. Un hombre se hace prójimo de otro
cuando advierte su menester, quiere ayudarle y de hecho le ayuda, en la
medida de todas (es importante este: todas) sus posibilidades. Así
procede como si él mismo fuese Cristo. Sabido es que la exégesis
patrística y la iconografía medieval no dudaban en ver al mismo Cristo
en el samaritano de la parábola. En la parábola del juicio final, en la que
también aparece mucha gente necesitada, se nos invita a actuar como si
el otro fuese Cristo, se nos descubre el secreto escondido en el prójimo:
“cuánto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo
hicisteis” (Mt 25,40). No dice: yo estaba contento porque cumplíais mi
voluntad; dice: “a mí me lo hicisteis”. Este es el secreto: Dios mismo se
identifica con el prójimo; allí está Dios y allí se le encuentra. La parábola
del buen samaritano da un paso más. En ella se enseña al cristiano a
proceder como si él mismo fuese Cristo; más aún, a identificarse con
Cristo, a convertirse en Cristo para el otro: “si guardáis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Jn 15,10), o
sea, seréis respecto a mí lo que yo respecto de mi Padre. “Para que el
amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos” (Jn 17,26). Si
en la parábola del juicio final se descubre que en el otro necesitado está
Cristo, en la del samaritano se descubre como ser Cristo para el otro
necesitado. El samaritano actúa en un mundo de bandidos, un mundo
en el que hay quien práctica la injusticia, y quien hace el mal
voluntariamente a los demás. Un mundo en el que abunda el mal
provocado por los hombres. Un mundo en el que hay también heridos,
hay víctimas, gente maltratada injustamente, gente que sufre las
consecuencias del mal y no puede librarse de ellas sin ayuda de otros.
49
 50. En este mundo mucha gente, prácticamente todos, se topan con los
heridos, casi se diría que los tienen bajo la ventana de su casa, es decir
en todos los puntos de la tierra desde ese acontecimiento que es la
conquista de la ubicuidad gracias a la televisión. Muchos pasan de largo.
Quizás no sean indiferentes al dolor o a la injusticia y se pregunten
seriamente quién puede ser el culpable de tanto horror y de tanta
catástrofe. Incluso hacen más: denuncian al culpable y se dedican, ellos
mismos o por medio de otros, a la persecución de los culpables (el
sacerdote y el levita de la parábola serían los tipos ideales para
dedicarse a esta persecución; de hecho a lo largo de la historia lo han
hecho muchas veces, equivocándose también muchas veces de
culpables, pero esto ya tiene menos importancia. Con perseguir a los
reales o supuestos culpables se creen en paz con su conciencia). Pero
los que pasan de largo (y eso es muy importante), no están dispuestos a
perder su seguridad. El samaritano sí. Pues para auxiliar al herido debe
bajar de su cabalgadura. Cosa peligrosa. Aquello pudiera ser una
trampa. Cabe pensar que estamos ante un supuesto herido que tiene
unos compinches al acecho. O, quizás, que el herido es real, pero los
bandoleros todavía no se han ido. Si uno no baja del caballo tiene más
posibilidades de huir en caso de peligro. El samaritano no denuncia
ningún crimen, y eso que es bien consciente del mal; ni siquiera
pregunta por los culpables. Mucho menos pregunta si el herido ha sido
un imprudente o si no ha seguido las sabias indicaciones de los guardias
de seguridad que prescriben evitar caminos peligrosos o, en caso de
aventurarse por ellos, recomiendan ir bien preparados para la defensa.
Tampoco implica a Dios en la situación, ofreciendo a la persona
maltrecha bellos consuelos sobre el amor de Dios a los pobres, sino que
se convierte él en Dios para el otro. El samaritano se preocupa
inmediatamente del inocente que sufre un mal inmerecido. Actúa así
como el verdadero responsable contra el mal. En este drama entre
varios, que es toda trama maliciosa, hay un actor distinto del culpable,
de la víctima o del policía: el que ofrece su ayuda. ¿De qué manera
ofrece su ayuda? En primer lugar, sin pedir explicaciones. Luego (al
contrario de lo que hacen el sacerdote y el levita que tienen sus
preocupaciones, sus horarios, sus cargos, y tienen que hacerse cargo
del cargo) se manifiesta dispuesto a cambiar su ritmo de vida, sus
planes. Parece como si, ante la necesidad del otro, el samaritano no
estuviera ocupado. Así puede mostrarse disponible y tener todo el
tiempo para el otro. Finalmente, no sólo auxilia, sino que hace cosas
insensatas: carga al herido sobre la cabalgadura, lo lleva a una posada,
vuelve al día siguiente, paga el alojamiento y se compromete a pagar los
gastos que se originen. Según el criterio convencional “se pasó de
bueno”. El samaritano va más allá de lo que puede pedir cualquier ley.
Manifiesta la sobreabundancia del amor, la generosidad sin límites de la
persona evangélica. El samaritano misericordioso representa la
conciencia de la humanidad: la ley puede 50
 51. obligar a un padre a dar el pan a sus hijos; ninguna ley puede
obligarle a dar el pan del amor. El buen samaritano, al tiempo que
aprueba las actitudes de tantos voluntarios y voluntarias que dedican su
tiempo, su saber y hasta su vida, a salvar vidas, nos recuerda la
importancia de ir más allá aún, de amar al menesteroso por sí mismo, 10
no por piedad o por virtud . Los seres humanos son todos hermanos y el
amor, más allá de todo paternalismo, busca la reciprocidad, la igualdad,
el encuentro. En actitudes como estas, los creyentes descubren a Cristo
que sigue vivo entre nosotros y vislumbran la luz pascual: “Porque él, en
su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el
mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que
sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del
consuelo y el vino de la esperanza. Por este don de tu gracia, incluso
cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la
luz pascual 11 en tu Hijo, muerto y resucitado” . Villamuriel de Cerrato a
24 de septiembre de 2009 10 En principio, la mirada del médico como tal
médico o la del militante como tal militante pudiera detenerse en el
sufrimiento y estar demasiado ocupada llenando la boca que tiene
hambre para escuchar la boca que habla. 11 Liturgia de la Eucaristía:
Prefacio común, VIII. 51

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