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Sara Mata
Zulma Palermo
compiladoras
Rosario, 2011
Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta: siglos XVIII–XXI / compilado por
Sara Emilia Mata y Zulma Palermo. - 1a ed. – Rosario:
Prohistoria Ediciones, 2011.
208 p.; 23x16 cm. - (Actas / María Paula Polimene y Carolina Piazzi; 18)
ISBN 978-987-1304-99-8
1. Estudios Culturales. I. Mata, Sara Emilia, comp. II. Palermo, Zulma, comp.
CDD 306
colección Actas – 18
Composición y diseño: Georgina Guissani
Edición: Prohistoria Ediciones
Ilustración de Tapa: ***
Diseño de Tapa: ***
Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por reconocidos
especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales.
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de portada, en
cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa autorización del editor.
Este libro se terminó de imprimir en ART - Talleres Gráficos, Rosario, en el mes de *** de 2011.
Tirada: *** ejemplares.
Impreso en la Argentina
ISBN 978-987-1304-99-8
ÍNDICE
ITINERARIO
Sara Emilia Mata- Zulma Palermo .............................................................................. 9
Itinerarios de un cuerpo.
Los segundos funerales de Güemes en el proceso de construcción de memorias
Gabriela Caretta e Isabel Zacca ................................................................................. 71
Memoria e Historia.
Representaciones del pasado en Salta, fines del siglo XIX
y principios del siglo XX
Telma Chaile y Mercedes Quiñonez ......................................................................... 93
EPÍLOGO
Sara Emilia Mata y Zulma Palermo ........................................................................ 197
ITINERARIO
Sara Mata
Zulma Palermo
N
o resulta sencillo abordar los procesos históricos y sus manifestaciones cul-
turales conjugando diferentes problemáticas a lo largo de más de dos siglos,
en un espacio periférico a los centros de poder político y administrativo. Los
artículos reunidos en esta compilación constituyen el resultado de este esfuerzo gene-
rado en el Proyecto “Construcción de identidades y sus representaciones discursivas.
(Salta, siglos XVIII–XXI)”,1 propuesto con la finalidad de hacer visible la controver-
tida cuestión de las identidades sociales y políticas gestadas a fines de la colonia y en
el proceso de independencia y construcción de los estados nacionales, en Salta, dentro
del contexto de América Latina.
Este interés común vinculó a los investigadores que integraron el Proyecto quie-
nes, desde diferentes perspectivas teóricas y disciplinares, se propusieron estudiar las
dinámicas de identificación social y política y las representaciones sociodiscursivas
que las hicieron posibles, buscando desentrañar las estrategias que consolidaron nú-
cleos duros de la cultura, dando lugar a la concreción de prácticas sociales (religiosas,
rituales, políticas, genéricas, literarias, mediáticas, entre otras) que colaboraron en la
formación de las subjetividades.
Esta preocupación radicó fundamentalmente en la posibilidad de construir for-
mas de un conocimiento otro desde donde concretar el recorrido por la compleja trama
de relaciones y de interacciones tejidas en la colonia, y particularmente a fines de
dicho periodo, así como por los procesos económicos y políticos que caracterizan el
tránsito de la sociedad colonial a la republicana.
Para concretarlo el camino se sustentó en una perspectiva decolonial, es decir,
en una crítica a la colonialidad que, como “colonización interior”, predomina desde
las instancias posteriores a la independencia decimonónica, con la persistencia de
un imaginario moldeado desde el periodo colonial. El paso de éste a la formación de
una sociedad “republicana” giraría, por lo tanto, alrededor de fuertes contradicciones,
cuando no de interdicciones, legibles en los discursos de hasta más de un siglo des-
pués.
Los artículos cuya lectura hoy ofrecemos en esta compilación se concretan desde
diferentes instancias analíticas; en ellos será posible apreciar las formas con las que
cada investigador abordó la problemática común buscando dar cuenta de las instan-
cias mediante las que se definen las identidades y las representaciones sociales mar-
cadas por el poder emergente del proceso de conquista y colonización española y, por
ende, por una profunda asimetría social y económica.
Las prácticas culturales construyen normativas sociales que generan resistencias
y consensos. Serán esas resistencias las que permitirán comprender las manifestacio-
nes políticas y la participación activa que tendrán en la guerra por la independencia
los sectores subalternos que encontrarán en ella no solo la ocasión de reclamar por
derechos largamente negados, sino también la posibilidad de alcanzar espacios de po-
der y una identidad política y social que les permitiese superar las diferencias étnicas
y culturales que los marginaban socialmente.
Así, Sara Mata, Marcelo Marchionni, Gabriela Caretta e Isabel Zacca abordan
procesos de interacción social en las primeras décadas del siglo XIX, que incluyen
tanto una dimensión cultural como política y social. A través de ellos es posible apre-
ciar la centralidad de las luchas por la independencia política de España y los esfuer-
zos de construcción de poder presentes en las décadas postindependientes, en cuya
dinámica se pusieron en funcionamiento prácticas sociales y discursivas generadoras
de identidades políticas y representaciones sociales, en las cuales la memoria colecti-
va y las imágenes por ella consolidadas se extendieron hacia el presente dando forma
al perfil identitario local.
Por su parte, Telma Chaile y Mercedes Quiñonez nos introducen en la construc-
ción de representaciones del pasado local a fines del siglo XIX y comienzos del siglo
XX a través de las memorias familiares de la elite salteña y las tradiciones religiosas,
las cuales revelan operaciones intelectuales de recuperación del pasado que hicieron
posible un relato canónico legitimador del poder político y religioso. Quienes a fines
del siglo XIX se dedicaron a escribir sobre la historia de la provincia formaron parte
de la elite intelectual y política que gobernó la misma. Los primeros historiadores
locales reconstruyeron así una imagen de los grupos sociales del pasado que retroali-
mentaron su posición social presente.
En esta misma línea se proponen los estudios de Zulma Palermo, Silvia Castillo,
Graciela Balestrino, Marcela Sosa e Irene López, que analizan distintas instancias de
las formaciones identitarias del espacio estudiado, según quedan textualizadas en el
ensayo, la narrativa, la dramaturgia y el folklore. Los textos analizados, producidos
desde comienzos del siglo XX, tienen en común representaciones que remiten a acon-
tecimientos y sujetos sociales relevantes que, desde la instancia de la independencia,
fueron dando forma y consolidando un imaginario social de larga duración y perdu-
rabilidad.
En el escenario asumido por el ensayo que retoma la construcción colonial de
subjetividades sometidas a un criterio clasificatorio de base racial, y sostenido en las
diferencias que genera la oposición superioridad vs. inferioridad, según esquematiza
la escritura de Bernardo Frías en la lectura de Zulma Palermo, actúan las formaciones
narrativas del nativismo, en los análisis de Silvia Castillo, que prolongan tales forma-
Itinerario 11
E
Introducción
l proceso de construcción del nuevo orden político tras la ruptura que signi-
ficaron la revolución y guerra de la independencia en Hispanoamérica, atrajo
la atención de los historiadores desde las últimas décadas. Se renueva, de esta
manera, el interés que había animado a los historiadores de fines del siglo XIX por
desentrañar el derrotero de la gestación de los estados nacionales, aunque con preocu-
paciones y miradas diferentes. Mientras aquellos intentaron construir los primeros re-
latos nacionales que dieran cuenta de los orígenes y la genealogía de la conformación
del estado –triunfante a partir sobre todo de 1880– partiendo de la idea de la preexis-
tencia de una nación argentina configurada desde los tiempos coloniales, en nuestro
tiempo, la historiografía se cuestiona sobre la naturaleza y características que tuvo el
1 Palabras del escrito presentado por el representante de San Carlos, Dr. D. Manuel Ignacio del Portal, a
la Junta Provincial de Salta. Archivo y Biblioteca Históricos de Salta, Salta (en adelante ABHS), Acta
de la Junta Permanente (en adelante AJPte) 10 de mayo de 1826, Carpeta 253, f. 39.
14 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
proceso en sí, desechando la mirada teleológica que presupone una marcha inexorable
hacia la cristalización del estado y de una identidad nacional argentina.
El presupuesto de partida en los estudios recientes es considerar a la primera
mitad del siglo XIX como un periodo cargado de matices –según los diferentes espa-
cios y momentos– en el proceso histórico que van configurando particulares formas
de organización política y de construcción de nuevas sociabilidades y prácticas. De
esta manera, son varias las cuestiones centrales que orientaron y siguen orientando
las investigaciones de la llamada nueva historia política, que podríamos englobar a
grosso modo dentro de dos grandes áreas de análisis: los discursos y las prácticas
políticas. En el primer grupo podemos incluir temas tales como el lenguaje y el vo-
cabulario político, la producción, circulación y significación de conceptos, discursos,
construcción de legitimidad política a través del lenguaje, etc.; mientras que en el
segundo encontramos desarrollos historiográficos sobre los procesos electorales, el
funcionamiento de las instituciones, el análisis de los grupos sociales que participan
en política, entre otros.2
Uno de los problemas centrales abordados por la historiografía argentina es el
de la construcción de los estados provinciales iniciado en 1820 con la disolución del
poder central residente en Buenos Aires. Podemos visualizar que a partir de ese mo-
mento asistimos casi simultáneamente a un proceso de instauración de nuevas unida-
des territoriales y políticas –las provincias– que se organizaron sobre la base de las
jurisdicciones de las ciudades coloniales.3 Las elites que se sucedieron en el poder
durante los años de la década de 1820, desde el punto de vista institucional, fueron
delineando la organización provincial con la sanción de reglamentos y constituciones,
conformaron los poderes del estado sobre moldes republicanos –legislaturas, poderes
ejecutivos, instancias de administración de justicia– desplegaron regímenes electora-
les, reorganizaron la Hacienda y el sistema rentístico heredado.
2 Uno de los iniciadores de una profunda revisión de la historia política en Hispanoamérica fue sin
duda François-Xavier Guerra, seguido por Antonio Annino. En el caso de la Argentina, podemos citar
a historiadores que trabajaron fundamentalmente Buenos Aires y el Río de la Plata, entre los que se
destaca la figura de José Carlos Chiaramonte, y de quienes continuaron a grandes rasgos las líneas de
sus investigaciones, como es el caso de Marcela Ternavasio, Noemí Goldman, Hilda Sabato y otros
nucleados en el Instituto Ravignani. Fuera de este núcleo es preciso citar los importantes aportes de
investigadores y grupos que vienen trabajando cuestiones de historia política para el siglo XIX, que
sin duda contribuyen a una visión más complejizada y enriquecida sobre este periodo al permitir un
análisis comparativo. Así podemos destacar los trabajos de Cristina López, Gabriela Tío Vallejo e Irene
García de Saltor en Tucumán; Silvia Romano en Córdoba; Beatriz Bragoni en Mendoza, entre otros.
En el caso de Salta, son valiosos los aportes de Sara Mata sobre el periodo tardocolonial y los últimos
trabajos referidos a la insurrección en Salta en el contexto andino en las primeras décadas del siglo
XIX.
3 Este proceso de fragmentación territorial y política no fue privativo del Río de la Plata, sino que
atraviesa el mundo hispanoamericano tras la independencia. Para ejemplificar cfr. ANNINO, Antonio
“Soberanías en lucha”, en ANNINO, Antonio; GUERRA, François-Xavier y CASTRO LEIVA, David
De los Imperios a las Naciones. Iberoamérica, Iber-caja, Zaragoza, 1994.
La formación de la provincia de Salta 15
9 Esta distinción entre Pueblo/s y pueblo, es crucial para entender la diferencia fundamental de los prin-
cipales proyectos políticos enfrentados en la primera mitad del siglo XIX en Hispanoamérica. El pri-
mero remite a la tradición política española de raíces pactista, que define al Pueblo como la comunidad
de los vecinos con presencia en el Cabildo, es una concepción comunitaria, estamental, y que supone
que la soberanía reside en el cuerpo capitular una vez recibida originalmente de Dios. En el segundo,
el pueblo es el resultado del pacto de asociación entre individuos iguales –los ciudadanos.
10 A la firma del armisticio asisten representantes de los Cabildos de Salta y Jujuy, además del enviado de
Olañeta, jefe del ejército realista. ABHS, Biblioteca Zambrano, Carpeta 17, núm. 1057, ff. 3-6.
18 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
11 De hecho los sectores dominantes tras la muerte de Güemes –la denominada Patria Nueva– desde el
nuevo poder legislativo, organizado por el reglamento constitucional, intentaron controlar y neutralizar
las fuerzas militares heredadas de la época de Güemes, las cuales sin duda conservaron bastante poder
durante todo el periodo aquí estudiado. Cfr. MARCHIONNI, Marcelo “¿Gauchos o ciudadanos? Las
elecciones como restauradoras del orden social perdido. Salta, 1821-1825”, en Actas de las X Jornadas
Interescuelas/Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2005, CD Rom;
“La redefinición de los espacios políticos en el proceso revolucionario. Salta en las primeras décadas
del siglo XIX”, en MATA DE LÓPEZ, Sara y ARECES, Nidia –coordinadoras– Historia Regional.
Estudios de casos y reflexiones teóricas, CEPIHA, Universidad Nacional de Salta, Salta, 2005.
12 Cabe aclarar que se trabajó con la colección de actas de las Juntas Provincial y Permanente existente
en el AHBS. Para algunos años contamos con los borradores y libros, para otros, sólo con borradores.
En todos los casos se trata de actas elaboradas por el secretario de la Junta quien no realiza una trans-
cripción taquigráfica de las exposiciones, sino que va sintetizando los aportes de cada diputado en las
discusiones. Por ello, el análisis de los discursos políticos y los términos en este caso, deben realizarse
teniendo en cuenta estas consideraciones. Sobre el funcionamiento de estas juntas realizamos un aporte
en MARCHIONNI, Marcelo “¿Soberanía única o fragmentada? Las Juntas legislativas en Salta y el
problema de la representación en la década de 1820”, en II Jornadas Internacionales de Enseñanza de
la Historia y XI Jornadas de Investigación y Docencia de la Escuela de Historia, Facultad de Huma-
nidades, Universidad Nacional de Salta, Salta, 2010.
13 La persistencia de la denominación curato y la base eminentemente eclesiástica de la cultura política y
la organización de las elecciones fue una constante en la política de estos años. Sobre la presencia de
los sacerdotes en las instancias legislativas y de su rol político, véase CARETTA, Gabriela y MAR-
CHIONNI, Marcelo “Entre la ciudadanía y la feligresía. Una cuestión de poder en Salta a principios
del siglo XIX”, en Andes, núm. 11, CEPIHA, Universidad Nacional de Salta, Salta, 2000.
La formación de la provincia de Salta 19
diferentes momentos, pues no se hizo durante estos años el ansiado censo sobre el que
se establecería la proporción de representantes en relación con el número de habitan-
tes. En cambio, para los curatos/departamentos se mantuvo una representación fija de
un diputado por cada uno.
Sin embargo, aunque esta representación fue fija en número, lo que sí cambió a
lo largo de este periodo fue el número de departamentos que se hicieron acreedores
de lograr su presencia en la instancia legislativa de la Provincia. La incorporación de
nuevos territorios que se iban separando de otros ya existentes, evidencia las transfor-
maciones socioeconómicas y demográficas que se fueron produciendo, además de los
avatares de la guerra –con la consiguiente liberación de territorios– y de los vaivenes
propios de la política local encabezada por los grupos que estuvieron interesados en
promover la emergencia de nuevas representaciones en el seno de la Junta.
Las primeras elecciones, realizadas en 1821, para integrar la representación pro-
vincial se hicieron en la proporción de representación territorial bajo lo dispuesto en
el Reglamento provisional de 1817,14 es decir, un total de veintidós diputados: ocho
por Salta, cuatro por Jujuy, dos por Orán y uno por cada curato rural de Salta y Jujuy.
A partir de 1823 se aplicó un reglamento electoral sancionado por la Junta Provincial
que establecía un mecanismo de elección directa de representantes por las ciudades y
curatos rurales, correspondiendo a Salta cinco diputados, a Jujuy tres, a Orán y Tarija
dos cada una, y uno por cada curato rural.15 Este reglamento, que presentaba varias
similitudes con el reglamento electoral de la provincia de Buenos Aires sancionado en
1821, permitió ampliar la participación de la representación de la campaña en la Junta.
A partir de la promulgación del reglamento de elecciones y de su puesta en vi-
gor hacia fines de 1823, se realizaron sucesivas elecciones en las ciudades y curatos
para cubrir las numerosas y frecuentes vacancias en la representación originadas en
renuncias. El número de curatos –devenidos luego en departamentos– fue variando
con la incorporación de algunos nuevos, como así también, con la anexión efectiva de
Tarija y su jurisdicción tras la finalización de la guerra contra las tropas realistas en
el Alto Perú,16 y de los departamentos correspondientes a Atacama.17 Así, en 1826 se
realizaron elecciones de representantes en las ciudades de Salta, Jujuy, Orán y Tarija,
18 Se agregan los departamentos Molinos y Guachipas. ABHS, AJProv, 12 de febrero de 1835, Carpeta
499, ff. 10 y ss.
La formación de la provincia de Salta 21
19 En este sentido la llamada historia conceptual ha aportado importantes estudios que son de consulta ne-
cesaria para cualquier abordaje que se realice de los discursos y del lenguaje político. Por ejemplo, en
el periodo revolucionario y durante la primera mitad del siglo XIX algunos términos resultan centrales,
como patria, nación, pueblo, representación, independencia, etc. Cfr. GOLDMAN, Noemí –editora–
Lenguaje y revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850, Prometeo, Buenos
Aires, 2008.
22 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
20 ABHS, Biblioteca Zambrano, Carpeta 17, núm. 1057, ff. 3-6. El resaltado es nuestro.
21 ABHS, AJProv, 21 de agosto de 1821, Copiador 338, f. 19v.
La formación de la provincia de Salta 23
des con sus jurisdicciones. La exclusión de Orán en estas negociaciones, aún cuando
a priori debería ser considerada como una de las partes, podría explicarse por el poco
peso que tuvo en la toma de decisiones, y en su dependencia acentuada con respecto
a Salta;22 por su parte, Tarija aún se encuentra bajo el poder del ejército realista y por
lo tanto, como veremos, no está integrada efectivamente al nuevo espacio provincial.
Como primera aproximación a la cuestión conceptual que nos permita visualizar
los sentidos y alcances de estos términos, presentes en la documentación a lo largo
del periodo considerado, nos detendremos a exponer las diferentes acepciones dadas
por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) a lo largo del siglo XVIII y
comienzos del siglo XIX.23 A partir de allí expondremos de qué manera aparecen estos
términos en referencia a nuestro caso.
Los núcleos del asentamiento español en América fueron los centros urbanos,
dispuestos a lo largo del espacio conquistado como cabeceras de sus respectivas ju-
risdicciones, organizadores de las actividades productivas y eslabones de los circuitos
comerciales que recorrieron el continente. Estos centros urbanos, en su mayoría en
sus inicios pobres caseríos, recibieron diferentes nombres según los status jurídicos
diferenciados.
Las ciudades en su acepción reconocen tres dimensiones: la del asentamiento
físico, la población incluida en este espacio material, y las instituciones y leyes que la
gobiernan. De esta manera, en 1729 aparece definida la “ciudad” como la “población
de gentes congregadas a vivir en un lugar, sujetas a unas leyes, y a un gobierno, go-
zando de ciertos privilegios y exenciones, que los Reyes se han servido de concederlas
según sus servicios. “Materialmente significa los muros, torres y demás edificios de
que se compone. […] Significa también el Ayuntamiento, o Cabildo, y los Diputados,
o Procuradores de Cortes, que en virtud de los poderes que les otorgan, tienen la re-
presentación y voz de la Ciudad que los envía”.
Hacia 1780 el Diccionario de la RAE simplifica estas definiciones manteniendo
en su esencia las tres dimensiones presentes en el registro de 1729, aunque incorpo-
rando la noción de jerarquía respecto a las villas, ya que define a la ciudad como la
“población comúnmente grande que goza de mayores preeminencias de las villas.
Algunas son cabezas de reino, y otras tienen este título por privilegio”. También,
continúa, “llámase […] así el conjunto de calles, casas y edificios que componen la
ciudad”. Estos sentidos se mantendrán durante el periodo que nos interesa aquí, y es-
tán presentes en los diccionarios a lo largo de la primera mitad del siglo XIX.
22 Una cuestión que aparece reiteradamente es la carencia de un número suficiente de vecinos; inclusive
se pide eximición para cubrir todos los cargos de Cabildo, “vista la escasez de vecinos […] para que
pueda tener Cabildo y elegir los seis miembros”. ABHS, Actas de elecciones de Diputados a la Junta
Provincial, Carpeta de Gobierno, Año 1821.
23 Se consultaron los diccionarios en línea de la Real Academia Española de los años 1739, 1780, 1783,
1791, 1802, 1817, 1822, 1832, 1837 y 1843, mediante el acceso de la página http://www.buscon.rae.es.
24 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
24 Cfr. CHIARAMONTE, José Carlos Nación y estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos
de la independencia, Sudamericana, Buenos Aires, 2004; GUERRA, François Xavier Modernidad e
independencias, FCE, México, 1992.
26 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
imponer más allá de la ciudad de Salta, las obligaciones fiscales bajo un criterio de
uniformidad que sería el deseable.
Es ilustrativa una imagen presente en un acta de la Junta de 1825 que permite
ver la percepción que se tiene del territorio provincial. Se discute entonces el cobro de
arbitrios en diferentes puntos de la Provincia, en especial los del tráfico, extracciones
e introducciones de mercancías. Con un criterio realista de la situación, la Comisión
de Hacienda plantea la limitación de su cobro “sólo a esta Ciudad, no siendo posi-
ble se verifique fuera de ella por ser la Provincia a todo rumbo un campo abierto
absolutamente”.27 Vemos presentes la falta de unidad territorial y jurídica, una autori-
dad que no puede aplicarse fuera de la jurisdicción de esta Ciudad, Salta, y la necesi-
dad de diferenciación en la legislación.
Esto último se advierte cuando la Junta trabaja sobre el arduo asunto de la deuda
pública de la Provincia y sobre los términos de consolidación de la misma que debían
fijarse para cada una de las jurisdicciones. El Poder Ejecutivo reclama la prórroga del
término de reconocimiento de la deuda pública que venció en marzo de 1825, teniendo
en cuenta las presentaciones hechas en Salta y en los partidos de la Puna. La comisión
de Hacienda presenta un proyecto de prórroga diferenciando a los partidos de la Puna,
territorios de Tarija y Salta, Jujuy y Orán. Entonces, se discute largamente sobre dos
cuestiones: los fraudes que provocan las prórrogas, la oportunidad de prórrogas dife-
renciadas según distancias o situación política –Tarija acaba de ser liberada– o bien la
legalidad de una medida que no es uniforme a toda la Provincia. Así, se plantean dos
términos diferenciados basados en la distancia, y teniendo en cuenta que los bandos y
decretos muchas veces se desconocen fuera de los términos de las ciudades de Salta
y Jujuy. El proyecto presentado propone que “al territorio de Salta, Jujuy y Orán se
concede prórroga por cuatro meses”, mientras que “a los Partidos de Humahuaca,
San Andrés, Santa Victoria, los de la Puna, y territorio de Tarija se conceden seis
meses para el mismo reconocimiento desde que en ellos se haga igual publicación”.28
El diputado Zorrilla plantea que se debe abrir el término “con respecto a Tarija, a
cuyo territorio no han comprendido las Leyes de la Provincia, mientras ha estado bajo
la dominación enemiga”. Sin embargo, no está de acuerdo en general con el proyecto
por no ser conforme al carácter de igualdad “con que debe expedirse una Ley general
extensiva a todos los puntos de la Provincia”.29 Esta ley diferenciada según los terri-
torios y partidos, traería confusión y fraudes,
“...por cuanto sabiéndose que los Provincianos residentes en varios
puntos de la comprensión de Orán y Jujuy limítrofes con los Parti-
dos de San Andrés, Santa Victoria y los de la Puna han acostumbra-
do tener su respectiva hacienda unas veces en aquellos y otros en es-
27 ABHS, AJPte, 1 de junio de 1825, Carpeta 316, fs. 63v. El resaltado es nuestro.
28 ABHS, AJPte, 13 de abril de 1825, Carpeta 316, f. 15v. El resaltado es nuestro.
29 ABHS, AJPte, 13 de abril de 1825, Carpeta 316, f. 16. El resaltado es nuestro.
28 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
tos, según mejor les convenía para salvarla o conservarla, sería muy
difícil al Gobierno pronunciarse en los casos en que se le presentase
accionistas que comprendidos en un término como territorianos de
Jujuy u Orán alegasen estar también comprendidos en el otro, en
razón de las exacciones que en aquellos otros puntos les hubiesen
sido hechas. Opinó por consiguiente que debía ser uno solo el térmi-
no para toda la Provincia y necesariamente aquel que se considere
bastante para el Departamento de ella que esté a mayor distancia”.30
Las alegaciones a favor de la unidad y uniformidad fiscal de la Provincia se repiten
en actas sucesivas y se agudizan al producirse entre los meses de julio y setiembre
de 1826 la incorporación de la representación de Tarija a la Junta Provincial de Sal-
ta. En especial, debemos resaltar la del comerciante tarijeño José Pablo de Hevia y
Vaca, quien aun cuando defienda los intereses de su sector, resulta un referente que
aboga por la unidad territorial, política y fiscal de la Provincia. En efecto, realiza una
presentación solicitando la revisión de los impuestos cobrados a los productos que se
dirigen a Tarija, en el marco de un discurso en pos de la unidad de la Provincia y de la
uniformización tarifaria para favorecer al comercio.
Su proyecto recogido en las actas claramente comienza diciendo: “Siendo el De-
partamento de Tarija una parte integral de la Provincia de Salta, no es arreglado a la
unión de comprovincianos que a los de aquel territorio se cobre en la ciudad de Jujuy
un real por yegua o caballo […]”; para luego continuar alegando que:
“...siendo tan gravoso, gravite sobre las mismas partes que constitu-
yen la Provincia de Salta […]. Los de Tarija no extraen los animales
fuera de la Provincia, los conducen a su nativo País para su propio
uso, de manera que exigiéndose tales derechos por vía de extracción,
no son, ni deben ser comprendidos los tarijeños. Nuestra República
necesita de tropas de caballería, y las monturas de Tarija son más
fuertes que otras, tal que por sola esta consideración los de mi País
deben ser eximidos de cualesquiera derechos impuestos al tráfico de
animales. Eximir a los tarijeños de la referida pensión contribuirá
completa y enérgicamente a vincularlos más a formar perpetuamen-
te una sola Provincia, fuerte y respetable. Guardándose recíproca-
mente igualdad de derechos, conocerán prácticamente que Salta los
trata como a hermanos, y así en los sucesivo no habrán motivos para
solicitar la separación de Provincias”.31
Aquí vemos de qué manera queda planteado el problema de las denominaciones para
hacer referencia a la cuestión territorial. Tarija aparece, como en actas anteriores,
30 ABHS, AJPte, 13 de abril de 1825, Carpeta 316, ff. 16-16v. El resaltado es nuestro.
31 ABHS, AJProv, 31 de julio de 1826, Carpeta 276, f. 49. El resaltado es nuestro.
La formación de la provincia de Salta 29
preciso aunar esfuerzos por reconcentrar la autoridad y redefinir los vínculos entre las
partes que integran la Provincia.
Dice el diputado Portal en los fundamentos del proyecto:
“Los Partidos más subalternos amenazan, que sabrán aprovecharse
en su caso de tan perniciosas como repetidas lecciones. Para con-
tener esta fuerza centrífuga, arreglar los principios subversivos, y
conciliar el orden público con las pretensiones particulares, era de
desearse que el Poder Legislativo fije las aptitudes respectivas para
organizar una Provincia, una Ciudad, una Villa; así sabría cada uno
en su clase el rango a que es llamado, sin imponerlo a la suerte de
animosas disputas”.42
Continúa luego refiriendo a las condiciones materiales que tiene San Carlos y que
ameritan su elevación al rango de Ciudad o Villa, como ser “su localidad ventajosa,
las ricas producciones de su suelo afortunado, su número de población, los progresos
de sus vecinos en la civilización, y otras consideraciones”.43
En el artículo 1 del proyecto presentado, se afirma que se erige “el Partido de San
Carlos en Villa dependiente del Departamento de la Provincia”,44 con lo cual obser-
vamos un desplazamiento del término departamento, en este caso como equivalente
a Provincia, y luego como sinónimo de jurisdicción de la ciudad, lo cual podemos
encontrar en alusiones posteriores. Por ejemplo, este es el sentido en el que aparece el
término cuando se discuten en 1826 las dotaciones de sueldos de los jueces de primera
elección instalados tanto en el “departamento de Salta”, como los jueces existentes en
los “Departamentos de Jujuy y Tarija”.45
El planteo de en qué medida se extienden los pagos a los jueces fuera de los
de Salta, nuevamente presenta la cuestión de la permanencia de las diferenciaciones
entre las jurisdicciones, y que pondrían en evidencia diferencias que podrían resultar
nocivas. En las actas en las cuales se exponen los argumentos sobre este tema aparece
por primera vez la referencia a Salta como capital de la Provincia, y portadora de una
política en pos de fortalecer esta posición. El diputado Ormaechea sostiene al respecto
que deben extenderse los sueldos a todos los jueces, además de los de la ciudad de
Salta, pues si no se lo hace, esta dotación “presentaría el aspecto de un capitalismo
y promovería en todos los otros Pueblos un celo funesto al orden y prosperidad de la
Provincia”.46 En actas posteriores se verá cómo paulatinamente se va generalizando
el uso del término capital para referir a Salta, lo cual modifica lo usual hasta este mo-
mento ya que la ciudad aparecía casi exclusivamente referida como esta Ciudad, este
Pueblo, o simplemente, Salta.
La compleja conformación territorial y jurisdiccional de la Provincia, se ve re-
flejada en los conceptos utilizados para designar los diferentes territorios, los cuales,
como vemos en este apartado, oscilan y se resignifican permanentemente. Para ejem-
plificar esto y reforzar aún más la evidencia en este sentido, constatamos hacia 1827
la aparición de un nuevo término, nunca antes utilizado, para hacer referencia a dos
departamentos de la Provincia, que cuentan con representación en la Junta. Se trata
del cantón de Campo Santo y el de Anta.47
Resulta llamativo el uso del término, y su aplicación sólo en estos dos departa-
mentos de la Provincia, lo cual puede relacionarse con la intención de establecer una
diferencia con respecto al resto. Si consultamos la definición que el Diccionario de
la Real Academia Española asigna al vocablo “cantón”, encontramos que en 1729 es
definido como “extremo, ángulo exterior esquina de alguna figura que sea redonda,
como de calle, casa, castillo, etc.” aplicado esencialmente a la heráldica.48
Hacia 1817 se incorpora el sentido territorial, al establecer que cantón es “lo
mismo que esquina; País, región”, significados que permanecieron sin cambios a lo
largo del siglo XIX. Entonces, podemos inferir que el uso que los representantes de
Anta y Campo Santo hacen del término, estaría relacionado con la posición geográfica
de ambos departamentos, pues se encuentran situados en las fronteras, en las esquinas,
extremos o ángulos respecto a las ciudades principales, en este caso, de Salta, la capi-
tal. Precisamente se está discutiendo en esas sesiones la reestructuración de los fuertes
y de las fuerzas defensivas desplegadas a lo largo de las líneas de frontera de las cuales
estos cantones forman parte, y que requieren de medidas particulares de parte de la
Junta.
49 Bernardo Frías es, sin duda, uno de los mentores del rescate historiográfico de Güemes y la exaltación
del papel de Salta en la emancipación. Baste con leerse el título de su monumental obra para poder
apreciar de qué manera este autor equipara en la epopeya de la guerra a Güemes y Salta. A partir de su
obra, sus continuadores realizaron un ingente esfuerzo por equiparar a Güemes con San Martín y Bolí-
var, como artífices de la emancipación americana. Cfr. FRÍAS, Bernardo Historia del General Güemes
y de la provincia de Salta, o sea de la Independencia Argentina, Ediciones De Palma, Buenos Aires,
1971-1973, 6 vol.
36 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
50 La cuestión de Tarija ha sido abordada por una abundante bibliografía, preocupada mayormente por
aportar al análisis del proceso político que culminó con la separación respecto a las Provincias Uni-
das y la incorporación a Bolivia. Nos encontramos en estos momentos explorando el problema de la
integración de Tarija desde el punto de vista de la conformación del espacio político provincial. Al
respecto, un avance en MARCHIONNI, Marcelo “El problema de la construcción de un nuevo orden
estatal provincial. Salta y Tarija en la década de 1820”, en AYROLO, Valentina –coordinadora– Actas
de las IV Jornadas de Trabajo y Discusión sobre el siglo XIX Las Provincias en la Nación, Grupo de
Investigación “Problemas y Debates del siglo XIX”, CEHiS/FH-UNMDP, cbediciones, 2011.
51 ABHS, AJPte, 14 de junio de 1825, Carpeta 316, ff. 72-72v. El resaltado es nuestro.
52 ABHS, AJPte, 14 de junio de 1825, Carpeta 316, f. 74v. El resaltado es nuestro.
La formación de la provincia de Salta 37
A modo de conclusión
Los sucesivos gobiernos provinciales de la década de 1820 –cualquiera sea su signo
faccioso en cuanto a la política interna–59 sostuvieron ideas unitarias, convencidos de
que sólo un gobierno bajo el régimen de unidad podría sacar adelante a las provincias,
empobrecidas y débiles tras la guerra. Para la elite provincial, la reasunción de la so-
beranía y la organización del estado provincial constituían un accidente producto de
las circunstancias, y un mal no deseado que debía superarse con la constitución de una
nación que fundiera en sí las pretensiones soberanas de las provincias. La incorpora-
ción paulatina del gentilicio argentino, da cuenta de cómo se vislumbra una entidad
que supera a las provincias y cuya organización es perentoria.
Así, argentino es utilizado para referir al congreso reunido en Buenos Aires, a
las provincias argentinas, en alusión a las comprendidas en el antiguo Virreinato, al
estado argentino, o sea, el estado nacional, en proceso de organización por este con-
greso, o a la República Argentina, la entidad política emergente de la asociación de
las provincias.
Mientras tanto, en la Provincia dificultosamente se integraban diversas jerarquías
jurisdiccionales; se incorporaron territorios tras la guerra que reclamaban estatus di-
ZULMA PALERMO
L
a finalidad de estas páginas se orienta a colaborar en la construcción de los
procesos de las formaciones identitarias locales (Salta en el Noroeste Argenti-
no), desde una perspectiva que entiende el colonialismo europeo ejercido sobre
este lugar del mundo como una forma de violencia no sólo económica y política sino
también simbólica y epistémica, de fuerte incidencia en la formación del imaginario.
Para ello propongo una lectura de algunos de los textos de fundación de la historio-
grafía local más recurridos como fuentes documentales, buscando poner en evidencia
de qué manera los criollos ilustrados perpetuaron la colonialidad después de un siglo
de producida la independencia jurídica.
Para ello, en una primera instancia, sintetizo el planteo epistemológico desde el
que efectúo la aproximación crítica para luego generar el análisis de los textos selec-
cionados buscando en ellos la formación de las representaciones por el discurso. Con
ello procuro colaborar en la comprensión de las subjetividades locales, las que ya en-
cuentran rasgos particulares en el momento mismo del tránsito de la colonización a la
independencia en la definición de lo regional, tal como se evalúa y convalida durante
el siglo XIX y principios del siglo XX.
También resulta importante señalar que esta lectura crítica se contextualiza en
esta primera década del siglo XXI, tiempo en el que la globalización1 afecta todos los
órdenes de la vida social y ante la que los estudios locales pueden ofrecer alternativas
que faciliten el des-prendimiento de los modelos homogeneizantes de esta nueva for-
ma de universalismo.
La discusión en el campo que aquí nos interesa se relocaliza en la tensión entre
culturas locales y designio global. No obstante, este nuevo ropaje rápidamente incor-
porado al discurso social por la fuerza penetradora de los medios masivos –eficaces
multiplicadores del discurso político de la ideología del internacional capitalismo–
requiere de una atenta intervención crítica por los estudiosos de la cultura a los efectos
de exponer los vínculos entre las estrategias de este nuevo poder y las condiciones
desde las que propone categorías tan seductoras como multiculturalismo, hibrida-
1 La globalización no es neutra sino que se funda en los mimos vicios de los modelos discriminatorios
del pasado potenciándolos y multiplicándolos; dado su alcance, genera niveles de exclusión nunca
antes sospechados.
42 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
ción o nuevas etnicidades, entre otras. Es decir, de exponer las complicidades entre
el capital, el mercado, los medios y la producción cultural de las sociedades que se
encuentran fuera del circuito de decisión del poder global.2 Se trata de hacer visibles
las relaciones actuales entre el poder global y las emergencias locales que reproducen
–con las estructuras de conocimiento que ejecutan y transfieren– un ya inveterado
sistema de sujeciones, revisando las instancias históricas en las que se gestaron.
Concebimos, por lo tanto, el lugar desde una perspectiva distinta de aquellas que
proponen una desterritorialización procedente de los proyectos economicistas de la
globalización, a la vez que tomamos explícita distancia de las que –como respuesta
a la presión del internacionalismo del capital– se transforman en fundamentalismos.3
Por el contrario, creemos necesario dar valor a lo local no en el sentido de los re-
gionalismos tradicionalistas persecutores de una esencia originaria de las identida-
des, sino de la reconfiguración de los procesos por los cuales, en la cultura local, las
subjetividades se han construido a través de narrativas dependientes de procesos de
colonialidad específicos.
Es esta cartografía la que nos impele a señalar las relaciones entre lo que llama-
mos localización de la cultura y su relación con las subjetividades4 para intentar luego
la compleja tarea de colaborar –desde uno de los lugares que participan en la forma-
ción de la nación incipiente– en el encuentro de la plenitud “que la historia insiste, una
y otra vez, en aplazar”.5
Para ello es necesario ubicar en el centro de la atención crítica las formas de pro-
ducción y circulación de las formaciones microculturales, las que producen saberes
por la auto-observación social de las construcciones del sí mismo en el tiempo: no
sólo de las formas solapadas de existencia de las culturas ancestrales subyacentes a
las formaciones hasta la actualidad, sino también las de aquellas localizadas y parti-
cularizadas como consecuencia de los acontecimientos decisivos de la historia. Así, la
dislocación de las identidades territoriales y la nueva concentración del poder político
2 Es actualizar las complicidades entre la letra, la lengua y el territorio que en la colonia dominara el
mundo conquistado, tal como lo demuestra la reciente crítica colonial. MIGNOLO, Walter “La coloni-
zación del lenguaje y de la memoria: complicidad de la letra, el libro y la historia”, en ZAVALA, Iris
–coordinadora– Discursos sobre la “invención” de América, Rodopi, Ámsterdam, 1998, pp. 183-220.
3 Adherimos al posicionamiento de Arturo Escobar quien –después de recorrer las posiciones teóricas
de las disciplinas sociales al respecto, expresa: “Sugiero pensar en términos de glocalidades que cuali-
tativamente reorganizan y recrean el espacio […] Para que esta posibilidad sea completamente visible
[…] es necesario desplazarse al terreno de la cultura [pues] las políticas culturales de los movimientos
sociales sugieren maneras de reconectar el espacio y el lugar que no se rinden a las narrativas estanda-
rizadas del capital y la modernidad” (“La cultura habita lugares: reflexiones sobre el globalismo y las
estrategias subalternas de localización”, en ESCOBAR, Arturo Más allá del tercer Mundo. Globaliza-
ción y Diferencia, Universidad del Cauca, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Bogotá,
2005, p. 187).
4 Al utilizar subjetividades en lugar de identidades, entiendo que se contribuye a desencializar la noción.
5 En palabras de CORNEJO POLAR, Antonio Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad so-
cio-cultural en las literaturas andinas, Horizonte, Lima, 1994, p. 18.
Consolidación del imaginario local 43
por las elites criollas en el siglo XIX, que nos ocupan y que resultan consolidadas por
el poder de la escritura de la historia durante los tiempos del primer centenario.
Perseguiremos, entonces, las configuraciones del imaginario social6 salteño
después de un siglo de la “primera independencia”, a través de la lectura de textos
ensayísticos de quien fuera el primer historiador local, Bernardo Frías (1866-1930),
fuente inexcusable de consulta para la historia oficial hasta nuestros días. Los textos
de Frías que analizamos son una parte de su producción integrada por fragmentos
seleccionados de la Historia del General Güemes y de la Provincia de Salta o sea de
la Independencia Argentina (HG) –publicada en tomos sucesivos entre 1901 y 1950
post mortem, y en forma completa en 1971– y de relatos incluidos en las Tradiciones
Históricas (TH) del mismo autor, cuya publicación se inicia en 1923. Se trata de 17
tradiciones distribuidas en alrededor de 10 volúmenes, la mayoría de ellos editados
en Buenos Aires por la Junta de Historia y Numismática Americana y la Academia
Nacional de la Historia. Los dos últimos volúmenes, que comprenden las siete últimas
tradiciones, vieron la luz post mortem y por iniciativa de la Fundación Michel Torino,7
con el título de Nuevas Tradiciones Históricas (NTH).
Dichos textos –escritos en la transición entre dos siglos– informan acerca de la
persistencia de configuraciones propias de las formaciones sociales precedentes, a la
vez que se adecuan a las peticiones de la nueva estructura política. Nos referimos a la
progresiva consolidación de un sujeto cultural que, durante el transcurso de los siglos
anteriores, se ha ido descentrando, atravesado por vacilaciones identitarias caracte-
rizadoras tanto del dominador (blanco/masculino) como del dominado (indio/feme-
nino) y que se textualizan como oposiciones irreductibles, contradicción y contraste
radicales en permanente tensión, como rasgos de la cultura colonial.8
Muchos de esos rasgos se encuentran rearticulados después de la independencia
para hacerse compatibles con las nuevas formas de relación social. Por lo tanto, cuan-
do hablamos de cultura colonial no hacemos referencia sólo a los tiempos previos a la
emancipación política sino a un tipo de sujeto constreñido por un patrón de poder se-
gún el cual las culturas dependientes se encuentran “impedidas de objetivar de modo
autónomo sus propias imágenes, símbolos y experiencias subjetivas […] sin la que
ninguna experiencia cultural puede desarrollarse”.9
6 Entendemos por imaginario social el conjunto de representaciones (valores, símbolos, conductas, há-
bitos, creencias, etc.) que los teóricos de la nación elaboran sobre el pasado, presente y futuro que
homogenizan a la sociedad, generando estructuras de larga duración.
7 1. Del Milagro; 2. San Bernardo; 3. El camino del Perú; 4. El Gral. Oribe; 5. La sociedad colonial; 6.
El Coronel Moldes; 7. El Gral. Rudesindo Alvarado; 8. Gurruchaga; 9. La familia afortunada; 10. Salta
vieja; 11. Menudencias antiguas; 12. Costumbres domésticas; 13. La negra Braulia; 14. Domingo siete;
15. La Tejada; 16. Las ceremonias de la muerte; 17. Como se casaban los abuelos.
8 Los resultados de la investigación sobre la instancia colonial o de formación, se encuentran publicados
en Sociocriticism, XIII, 1-2, coordinado por PALERMO, Zulma Hacia una historiografía literaria en
el noroeste argentino, 1998.
9 QUIJANO, Aníbal “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina”, en CASTRO-
44 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
Representaciones de la diferencia
La voluntad autorial explica –en “El por qué de esta obra” (TH) con la que se inaugura
la Primera Serie o Tradición– el sentido que orientó la escritura: incorporar a la me-
moria social los acontecimientos pequeños y los aspectos legendarios que no tenían
cabida en la historia formal de Güemes y de Salta. Si bien pareciera que la mayor parte
de información que en las Tradiciones se despliega es el resultado de la experiencia
directa y de la información documental, las formas del discurso orientan también a
reconocer la apropiación de la memoria oral. Prevalece la opción historiográfica, des-
de la titulación, al calificar a estas tradiciones como históricas sin aludir a su posible
condición de legendarias. Su significación en este orden, sin embargo, es decisiva,
ya que la memoria social retiene hasta el presente el sentido y la orientación de los
relatos propuestos por Bernardo Frías no sólo por su circulación (las generaciones
más recientes ya no la conservan) sino por su legitimación monumental. En efecto,
las leyendas de San Bernardo y la central del Señor y la Virgen del Milagro, que se
encuentran inscriptas en sus respectivas iglesias, y los relatos de los guías de turismo
están tomadas de allí casi sin variaciones.
La retórica propia de la preceptiva romántica y las imágenes construidas por el
discurso de los proscriptos que caracteriza la escritura de las TH también es propia de
la Historia del General Güemes en cuyo primer tomo se analiza la organización social
sobre la base de la afirmación positivista de que la división en clases rígidamente
establecidas en el siglo XIX (gente decente, cholos, plebe) responde a una “ley de la
naturaleza”. El estudio va de lo general a lo particular: la caracterización jerárquica y
racial refiere a la América para luego señalar las particularidades locales.
En el texto quedan totalmente fundidas las nociones de clase (casta) y de raza en
una clasificación que, por momentos, se atiene al orden productivo y, por otros, sea al
color de la piel o a la procedencia del grupo. La organización social de las provincias,
y en particular de Salta, se diseña atendiendo al principio de la diferencia por un lado,
con Europa y España; por otro con las metrópolis americanas y de la distancia que
marca la separación inconmensurable entre los “señores” (cuyos nombres van prece-
didos por “Don”, como estrategia simbólica de clase aunque despojado de su signifi-
cación de nobleza) y los otros. A esta estrategia se suman otras –como se expone en
los textos: la vestimenta, el tipo de actividades, las formas de subsistencia, las carac-
terísticas y localización de las viviendas, la tenencia o no de personas de “servicio”.12
En la mirada del autor, Salta fue el lugar elegido por la inmigración española
noble y aristocrática, particularmente de origen vasco (significativamente superior a
otras procedencias españolas), dada su importancia comercial (TH: 99). La valoración
del ámbito local es constante: “Es una verdad histórica que la sociedad de Salta fue
lujo y ornamento de la civilización del antiguo virreinato” (TH: 99) o “La historia
social de Salta es la de su genio y de sus triunfos” (TH: 101). Tal organización queda
estructurada estamentariamente ya sea con criterio “científico” (HG) o a través de
analogías, como se especifica en TH: “las mulas se dividían, como los hombres, según
su oficio y beneficio; siéndolas de carga o de silla” (TH 3: VII).
12 Ver CASTRO-GÓMEZ, Santiago La hybris del Punto Cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva
Granada, Editorial de la Universidad Javeriana, Instituto Pensar, Bogotá, 2005, pp. 81-89.
46 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
La gente decente
Reemplaza en América a la “nobleza” europea; formada ésta por la aristocracia gu-
bernativa y opresora que, si bien “es elemento propio y necesario de toda sociedad
humana”, al ser depositaria de la fuerza militar y política, esclaviza y subordina. Espa-
ña se aparta del modelo europeo por su historia de luchas populares; más aún lo hace
América cuya gente decente constituye el “círculo honorable de perfección social,
fuente de inspiración e imitación de inferiores” (raza que se impone sobre las otras).
Es una aristocracia sin prerrogativas, la clase más “acabadamente perfecta” de las que
han existido por el legado hispánico gracias a su capacidad para la organización social
a través de la educación familiar patricia en lo privado y de los cabildos en lo público
(ambas perdidas con la independencia).
Es importante la diferencia entre los “españoles viejos y los españoles america-
nos: como eran de Europa y los otros de América, esto es: aquellos de la metrópoli que
mandaban, éstos de las colonias que obedecían –se dieron en considerarse una especie
superior”. Buen uso del lenguaje (todos el francés y algunos el latín), costumbres,
comidas, maneras, contrataban sus matrimonios sin los galanteos propios del vulgo.
El americano español (su hijo) aprendía sólo el honor y la honra dejando de lado sus
defectos; de este modo “el americano español, diremos así para no confundirlo con el
indio, americano por sus cuatro costados, era un jinete de avería […] habilidad que
pasmaría a los jefes españoles que los contemplaron y admiraron durante la guerra de
la independencia” (TH 3: XIII).
La gente decente (y más propiamente los “españoles americanos”) se constituye
en la “nata y flor de la civilidad argentina y de América del Sud pues es un pedazo de
la España aristocrática trasladada a América” (TH: 99). Es calificada como:
• culta: exquisita, esplendor, gracia, talento;
• aristocrática: maneras distinguidas, grandeza de espíritu, trato suave, digno, de
viril animación y femenina delicadeza;
• opulenta: hombres y mujeres habituados a la abundancia, “inclinados a los nai-
pes, vicio elegante y funesto, propio de los señores ricos”;
• ilustrada: ilustración literaria de corte clásico; aguda e irónica; abundancia de
bibliotecas privadas en romance y latín con especial preponderancia de libros
religiosos e históricos.
En las iglesias se llevaba registro civil separado para esta clase a la que se dis-
pensaba honores en libros distintos de los de la plebe. También la distribución urbana
estaba dividida según estos criterios: “La ciudad no pasaba de diez cuadras en su tiro
más largo, y sin embargo, se dividía la muy pretenciosa en cuatro barrios: el central,
que rodeaba la plaza, sin comprender más de tres manzanas en su fondo, era anónimo.
No así los otros sus vecinos [cuyas nomenclaturas] seguían la ley del declive” (NTH:
32). En la ironía discursiva se refracta el lugar de enunciación como opinión autorial.
En lo relativo a la forma de producción económica, los señores obtienen sus ga-
nancias de dos actividades vinculadas al tráfico de mulas: una que podríamos llamar
nómade y la otra sedentaria. De ambas se informa en dos capítulos de la Segunda
Tradición: “Los maridos andariegos” (II) y “Los maridos sedentarios” (III) según los
que, como lo señalan las titulaciones, la finalidad se orienta en destacar positivamente
las maneras en que ambas actividades dan lugar a dos formas distintas de organiza-
ción familiar. Los primeros constituyen el sector de los muleros, americanos unos y
españoles otros, dedicados al arreo hacia Lima; “viajaban con él para controlarlo cada
año con largas estancias en aquella ciudad […] cabeza visible de todo este inmenso
animal salvaje llamado América del Sur”. Ella “constituía la envidia de las mujeres
[…] formaba la aspiración de la juventud masculina, la fortuna de los hombres y el
recuerdo que hacía saltar a los labios la sonrisa de los viejos” (TH 3: I). Tal actitud
admirativa formaba parte de una construcción idealizada pues en Salta “ni se conocían
(tales riquezas) con tanta abundante cantidad; ni era tanto el esplendor de sus fiestas
propias como aquel de la Lima de los cuentos” (TH 3: I). Los “sedentarios”, por su
parte, se dedicaban a las “invernadas” de los mismos animales y, si bien esta actividad
los mantenía fuera de la ciudad por largos meses (de ahí el origen de los gauchos,
según se verá) sólo viajaban al Perù alguna vez pues eran fuertemente atraídos por las
versiones de sus magnificencias: “…era el Perù no sólo el país del oro, mas también
el foco de la civilización, el centro de la actividad y un pedazo del cielo caído en este
mundo, cuajado de todos los goces y placeres humanos” (TH 3: I) “Vale un Perú”.
Los cholos
Constituyen la clase “intermediaria”, superior a la plebe española y formada por los
hijos ilícitos de gente decente y mujeres de “segundo pelo” o de plebe hispánica. El
cholo tiene su equivalente en el “compadrito” rioplatense. Las cholas santiagueñas,
“hermosas y blancas entre la plebe cobriza que llenaba el país desde el Plata hasta
el Titicaca, y los rostros repelentes de aquellos vecinos y colindantes con el Chaco,
como Santiago lo era, y Santa Fe y aquel costado de Salta” (TH 3: XX).
La plebe
Agrupa a los “menesterosos” en tres tipos:
48 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
b) Rural: “mestizo” de blanco y cobriza (india) resultante de la soledad del patrón ru-
ral, “no son sólo los mejores jinetes sino los más diestros que hay sobre la tierra” (TH:
82). A pesar de la opinión reiterada de la necesaria pureza de sangre, la existencia de
los mestizos queda justificada por la soledad de los blancos en el inmenso territorio, o
a la necesidad del patrón de permanecer en la estancia y lejos de su familia por largos
períodos de tiempo: “una situación tan excepcional fue causa también de que se con-
virtiera en fuente de ilegítimas procreaciones” (TH 3: 7).
Se distingue de entre ellos el “gaucho” por su fisonomía (predominan los rasgos
de la raza blanca) y por sus “caballerescas virtudes, ¡Tantas gotas corrían de sangre
hidalga por sus venas!” (HG: 108); “criado siempre bajo las máximas salvadoras del
orden, de la obediencia y del trabajo” (HG: 107), diferenciado sustancialmente del
“campesino del norte, el vago afecto a la vida errante” (HG: 107). Músico y cantor,
“llenas tenía las horas de su vida de leyendas supersticiosas” (HG: 108).13 El nivel
de idealización es necesario para permitir luego el acceso al heroísmo que reclama la
gesta güemesiana; por otro lado, vale la distancia que se explicita entre lo que el autor
practica como tradiciones cargadas en la narración de anécdotas y valores religiosos,
y el curso de un recorrido legendario supersticioso, propio del lado ignorante de la
plebe.
Los indígenas
Antigua raza cobriza americana, sujeta al régimen saludable del trabajo –de la agricul-
tura especialmente– y del gobierno religioso y político. Es asimilado a la estructura de
clases europea: los descendientes de los incas que mantenían en general su jerarquía
y los que entran en la categoría de “bárbaros” marginales del imperio. El texto (HG)
expone una importante crítica al “sistema feudal” impuesto por los españoles en los
valles calchaquíes (HG: 85).
Los indios bárbaros, habitaban el Gran Chaco “llanura inmensa, boscosa y salva-
je […] país cálido, ardiente, abrasado del sol, cuna de langostas y sabandijas […] Re-
beldes a toda civilización, desleales a todos juramento; sucios y vagamundos; rudos y
crueles hasta la ferocidad […] Sus mujeres con sus formas dadas al viento, y teniendo
sus hijos como las bestias sus crías” (TH 2: 1).
Desde la opinión autorial estas diferencias tienden a desaparecer reemplazadas
por los excesos democratizadores: “la opinión pública del pueblo soberano estaba
desde la coronilla a los talones, toda ella equivocada, cosa que ocurre siempre que ese
elemento torpe, ciego y rengo, sin alas y sin agallas para dar con la verdad perdida, y
a quien se le ha confiado por una absurda interpretación de la democracia, la potestad
soberana para hacer, enmendar y derribar gobiernos” (TH 1: XXVIII).
Valor patrimonial de la fe
Los textos en su conjunto giran alrededor de dos figuras emblemáticas fundamentales:
los santos y los héroes, aún cuando los primeros sólo pueden diseñarse desde la creen-
cia –no pocas veces ironizada o al menos puesta en duda– y los segundos perfilados,
según se veía, desde el recorte sesgado por la pertenencia ideológica y, fundamental-
mente, de pertenencia familiar y social de la voz autorial.
Las Tradiciones se organizan sobre esos dos ejes, de modo tal que cada relato
incluye a veces más de una leyenda vinculada a acontecimientos religiosos (dentro de
la tradición de San Bernardo se encuentra la de la Virgen de la Candelaria; dentro de la
del Camino del Perú la del Señor de Sumalao) o incorpora acontecimientos históricos
propios de los “relatos graves”, como la fundación de la ciudad o las luchas indepen-
dentistas junto a la tradición que se relata.15
Las narraciones religiosas, a su vez, acomodan sus valoraciones a las necesida-
des argumentativas de la voz autorial. Así, las figuras de los santos quedan asimiladas
a los seres humanos en sus bajezas y/o sus traiciones: en la TH 1 el reemplazo de los
patronos fundacionales (San Felipe y Santiago) por el Señor y la Virgen del Milagro
se explica así:
“El fundador de la ciudad la había puesto, en efecto, bajo la guarda
de San Felipe y Santiago; mas este par de viejos judíos, parece que
por el pero mismo de la vejez o de sus episcopales vestiduras, impro-
pias de una ciudad guerrera, perdieron el valor, o perdieron la fineza
de corresponder a tamaña honra, con un servicio tamaño igualmente,
cual el que pudieron prestarle en el caso de los terremotos. Y así les
fue a los muy flemáticos. Bien merecido tuvieron su castigo que con-
sistió en la tácita destitución que les impuso el público de su cargo
de patronos urbanos…”.
Del mismo modo se establece la diferencia entre la Virgen del Milagro, venerada por
las “grandes godas”, y la “revolucionaria” Señora de las Mercedes:
“Hubo pues una Virgen patriota y una Virgen realista […] Recordó
[…] que la Virgen del Milagro había sido la patrona de su causa, la
realista, y lo más propio le pareció, para perpetuar la causa contraria
a la independencia argentina, el dedicar una parte de los dineros con
que la perra Patria la surtía, para ofrecerle una ofrenda purificadora
de su paso…” (XIX).
15 Esta circulación es propia del imaginario local durante todo el siglo XX, en gran medida retroalimenta-
do por las configuraciones discursivas tal como lo demostramos en nuestro estudio sobre la formación
de la imagen de Güemes por la escritura literaria. PALERMO, Zulma “Juana Manuela Gorriti: escritura
y legado patrimonial”, en ROYO, Amelia –coordinadora– Juana Manuela, mucho papel, Ed. del Roble-
dal, Salta, 1999, pp. 111-150.
Consolidación del imaginario local 51
16 En la actualidad esta práctica es sustituida por la del pañuelo: los fieles solicitan se toque a las imágenes
con un pañuelo que queda, así, bendecido y con dones curativos.
17 Se volverá sobre esto más adelante.
18 CASTRO-GÓMEZ, Santiago La hybris del Punto Cero…, cit., p. 142.
19 Ver también capítulo– XV “La fe añeja”.
52 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
Modernidad Tradición
A manera de síntesis
La construcción de la subjetividad local entramada en esta escritura prolonga –en sus
dimensiones más sustantivas– la memoria colonial; es decir, consolida la colonialidad
del poder, del saber y del ser que, en gran medida, encuentra nuevas formas de valida-
ción durante la primera mitad del siglo XX, tal como acontece en las configuraciones
de que dan cuenta otros cuerpos textuales hasta nuestros días. Tales prácticas ponen
en evidencia su capacidad para modelar subjetividades por los integrantes de una elite
letrada quienes, aún dentro de las contradicciones que generan en ellos las grandes
rupturas que imponen los tiempos, no se limitan a reproducir pasivamente un orden
impuesto desde fuera sino que legitiman un “orden natural” de la sociedad a la que
Consolidación del imaginario local 55
E
l proceso revolucionario iniciado en Buenos Aires en 1810 y la guerra que tuvo
lugar luego en territorio salto-jujeño son temas frecuentemente estudiados por
la historiografía local. Es preciso, no obstante, señalar que la mayor parte de
esta literatura se ha centrado en la figura de Martín Miguel de Güemes y el accionar de
las milicias rurales cuya participación ha sido atribuida al liderazgo ejercido por Güe-
mes. Las interpretaciones en torno a esta movilización rural, devenida rápidamente en
insurrección, han generalizado y simplificado su sentido atribuyéndola a la capacidad
de movilizar de los jefes revolucionarios, a un repentino sentimiento de amor a la
patria o a la eclosión de odio hacia los “blanquillos”. 3
Este proceso histórico tan complejo debe, sin embargo, contextualizarse en la
crisis de las monarquías europeas de fines del siglo XVIII, y en particular de la es-
pañola, pero fundamentalmente debe inscribirse, en el caso de la jurisdicción de la
ciudad de Salta, en el espacio sur andino para recuperar la especificidad y diversidad
de situaciones y contextos que permitan visualizar los conflictos, las tensiones y las
prácticas sociales y políticas de una sociedad enfrentada a una crisis política inédita.
Será preciso entonces identificar en la sociedad finicolonial la conflictividad presente
en torno a los recursos, a la autoridad y a las competencias políticas y militares para
1 Este artículo recupera resultados de la investigación desarrollada en el marco del PICTO 36715 y del
PIP Conicet 6073 y publicados en diferentes revistas y libros.
2 “Oficio de Güemes al Teniente Gobernador de Jujuy” Salta, 21 de diciembre de 1815 en GUEMES,
Luis Güemes documentado, Plus Ultra, Buenos Aires, 1980, Tomo 3, p. 106.
3 FRÍAS, Bernardo Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta o sea de la Inde-
pendencia Argentina, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1972, VI Tomos; CORNEJO, Atilio Historia
de Güemes, Industria Gráfica CODEX, Salta, 1983; COLMENARES, Luis Oscar Martín Güemes. El
héroe mártir, Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1999.
58 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
4 En agosto de 1814 luego de la recuperación de la ciudad de Salta de manos de los realistas, el Direc-
torio dispone la división de la Intendencia de Salta del Tucumán, creando las provincias de Salta y de
Tucumán. Quedan en la jurisdicción de la provincia de Salta, las ciudades de Jujuy, Oran y Tarija.
5 MATA de LÓPEZ, Sara “Crédito mercantil. Salta a fines del siglo XVIII”, en Anuario de Estudios
Americanos, LIII, 2, Sevilla, 1996, pp. 147-171; “Los comerciantes de Salta a fines del Siglo XVIII”, en
Anuario, núm. 16, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional de Rosario, Rosario,
1994, pp. 189-214.
Movilización rural y guerra de independencia 59
nes en las estancias del valle, atraídos por las posibilidades que brindaba una actividad
ganadera en expansión, consecuencia de la creciente demanda de ganado mular y
vacuno desde el Alto Perú y el Perú.6
El comercio mular posibilitó a aquellos sectores rurales empleados en la arriería,
cuyos salarios se saldaban con una proporción de plata sellada, contar con recursos
suficientes para adquirir una parcela de tierra. A la presión ejercida por una creciente
población rural sobre la tierra y el ganado se sumó así la demanda de pequeñas par-
celas de tierras y la emergencia de un campesinado propietario. Frente a este sector
que lograba disponer de efectivo para pretender la adquisición de pequeñas parcelas
de tierra, se encontraban muchas otras familias en calidad de arrenderos y agregados
o simplemente “intrusos” en las tierras. En contraposición a esta tendencia creciente
de pequeños productores propietarios o no de tierras, la mayor demanda de ganado
mular verificable en las últimas décadas del siglo XVIII favoreció un proceso de con-
centración de tierras en el valle de Lerma o de ampliación de las estancias limitando
así las posibilidades de adquisición de pequeñas propiedades.7
Al conflicto en torno a la tierra se sumó en la última década colonial la imple-
mentación de las Milicias Regladas en 1803, que generaron en el valle de Lerma
fuertes controversias que no deben ser soslayadas. Los funcionarios borbónicos y los
sectores de la elite que no accedieron a los cargos militares no tardaron en compren-
der la importancia que las mismas tenían para el control social de la población y en
particular de la rural. Observaron también que la autoridad y el respeto hacia institu-
ciones tales como el Cabildo se resquebrajaban y que amparados por el fuero militar
los milicianos desconocían cualquier otra autoridad que no fuere la de sus superiores
militares.8
La existencia de estas tensiones sociales no generó, sin embargo, violencia colec-
tiva. Las disputas se dirimieron en los estrados judiciales y el desafío a las autoridades
coloniales se manifestó solapadamente en la ocupación de tierras sin autorización de
los patrones. Las denuncias contra los “intrusos”, acusados por otra parte de cometer
robos y atropellos en el ámbito rural, fueron frecuentes y dieron lugar a la disposición,
en los Autos de Gobierno, de contar con papeletas de conchabo para evitar el rigor de
la ley.9
6 MATA de LÓPEZ, Sara “Mano de obra rural en la jurisdicción de Salta a fines del siglo XVIII”, en
TERUEL, Ana –compiladora– Población y trabajo en el noroeste Argentino. Siglos XVIII y XIX, Uni-
dad de Investigación en Historia Regional, Universidad Nacional de Jujuy, 1995, pp. 11-24.
7 MATA de LÓPEZ, Sara Tierra y poder en Salta. El noroeste argentino en vísperas de la independencia,
Colección Nuestra América, Diputación de Sevilla, España. 2000.
8 MATA de LÓPEZ, Sara “Tierra en armas. Salta en la Revolución”, en MATA de LÓPEZ, Sara –compi-
ladora– Persistencias y cambios: Salta y el Noroeste Argentino. 1770-1840, Prohistoria, Rosario, 1999,
pp. 157-160.
9 Archivo General de la Nación, Buenos Aires (en adelante, AGN), Sala 9, 39-5-6, expediente 8: “Auto
de Bueno Gobierno del Gobernador Intendente de Salta, don Rafael de la Luz, Salta 9 de diciembre de
1806” y “Suplemento al Auto de Buen Gobierno, Salta 2 de enero de 1807”.
60 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
10 El Batallón Fixo fue instalado en Salta, en el marco de una creciente militarización, luego del levanta-
miento pan andino de Tupac Amaru en 1780.
11 MATA de LÓPEZ, Sara “Guerra, militarización y poder. Ejército y milicia en Salta y Jujuy. 1810-
1816”, en Anuario IEHS, núm. 24, 2009, pp. 279-298.
12 MATA de LÓPEZ, Sara “Tierra en armas…”, cit., pp. 166-167.
13 “…quejas, lamentos, frialdad, total indiferencia y diré más odio mortal, que estoy por asegurar que
preferirían a Goyeneche cuando no fuese más que por variar de situación y ver si mejoraban. Créame
Ud. el ejército no está en país amigo […] se nos trata como a verdaderos enemigos”, carta de Manuel
Belgrano citada en MITRE, Bartolomé Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Edicio-
nes Anaconda, Buenos Aires, 1950, p. 219.
Movilización rural y guerra de independencia 61
14 Archivo General de Indias, Sevilla (en adelante, AGI), Diversos, Ramo 1, núm. 1, “Causa criminal
seguida de oficio contra el Reo Mariano Díaz acusado por caudillo de insurgentes y de haber cometido
los asesinatos, robos y saqueos que constan de esta sumaria”.
62 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
Salta ya que para impedir la pacífica estadía del enemigo era suficiente “una partida
de cincuenta hombres” armados con las carabinas y fusiles existentes en esa división.
Recomendaba además que esos cincuenta hombres fuesen “partidarios y soldados
hijos de estas inmediaciones” a quienes habrían de sumarse, cuando fuera preciso,
el paisanaje. Consideraba que: “Con cien lanzas de las que hay en los almacenes del
ejército, podría armarse el paisanaje. Este podrá traer noticias diarias de Salta, como
que los paisanos entran y salen francamente, e impedir la recolección de caballos y
ganado”.15
Con la finalidad de concretar este plan San Martín nombró Comandante de
Avanzada del Ejército Auxiliar al teniente coronel Martín Miguel de Güemes quien
estableció su cuartel en las Conchas, sobre el río Pasaje en la frontera sureste de la
jurisdicción de Salta, próximo a Tucumán.16 En Guachipas, paraje al sur del valle de
Lerma designó al capitán Apolinario Saravia17 con la finalidad de organizar milicias
destinadas a hostigar a los realistas. Ambos recibieron el mandato de reunir a los
milicianos y convocar al paisanaje cuando fuere necesario y posible para desarrollar
guerra de guerrillas, con la finalidad de interferir las comunicaciones de los realistas,
evitar su aprovisionamiento y restarles posibilidades de avanzar hacia Tucumán.
Esta estrategia sería exitosa ya que frente a la necesidad de proveerse de víveres y
de ganados, especialmente mulas y caballos, partidas realistas se internaron en el valle
de Lerma en búsqueda de provisiones confiscando ganados tanto de las estancias como
de los pequeños y medianos productores quienes vivieron indignados el saqueo al que
eran sometidos. Alentados y organizados por los milicianos que operaban al mando
de Apolinario Saravia en las serranías de Guachipas, muchos de ellos resistieron la
requisa y en no pocas ocasiones, asaltaron las partidas realistas con la finalidad de
recuperar su ganado. Los oficios e informes militares dan cuenta de manera constante
acerca de la participación de voluntarios en las milicias que hostigaban a los realistas.18
Poco después, Martín Miguel de Güemes con las milicias que había logrado reunir y
organizar ayudado por algunos estancieros de la frontera del Rosario, acosó a las
fuerzas realistas en las proximidades de la ciudad de Salta y estableció sobre ella
un férreo cerco que dificultó el aprovisionamiento no solo del ejército sino también
de la población que residía en al ciudad. En julio de 1814, un destacado vecino de
Salta, Pedro Pablo Arias Velásquez en una carta dirigida al exiliado obispo Videla del
Pino comentaba que en la ciudad “las gentes que quedaron asta aora están saliendo
o fugando con mil riesgos y trabajos por la suma miseria que el sitio de nuestros
gauchos tiene a aquel pueblo sin dejarles dentrar nada en víveres…”.19
Si bien el hostigamiento a las fuerzas realistas y el cerco impuesto por el campe-
sinado ya incorporado voluntariamente en las milicias rurales no fue tan solo obra de
la población rural del valle de Lerma ya que desde la Frontera del Rosario se sumaron
las milicias reunidas por Martín Miguel de Güemes, fueron los paisanos del valle de
Lerma quienes adquirieron en esta resistencia mayor protagonismo. Estos paisanos
voluntarios comenzaron a ser identificados como “gauchos”, denominación que ad-
quirió así una clara connotación militar.20 Expulsados los realistas, y después de la
experiencia adquirida permanecieron movilizados en el marco de las desavenencias
entre el ejército de Rondeau y el gobernador Güemes. Habrá de ser la crisis de 1815
una de las razones por las cuales la insurrección se sostuvo articulándose en el proyec-
to político de Martín Miguel de Güemes. Gracias al ascendente militar logrado en la
resistencia a la ocupación realista de 1814 y al triunfo logrado en Puesto del Marqués
en abril de 1815 Güemes logró, a su regreso a Salta y luego de pasar por Jujuy y tomar
de su maestranza 600 fusiles, hacerse designar Gobernador de la Provincia de Salta.
Aprovechó así el vacío de poder que experimentaba el Directorio en Buenos Aires
y la partida del Gobernador de Salta incorporado al Ejército de Rondeau en marcha
hacia el Alto Perú. Al dejar la ciudad, Hilarión de la Quintana, había depositado en el
Cabildo funciones propias del Gobernador.
Desde el Gobierno y desafiando las órdenes del Directorio y del jefe del Ejército
del Norte se dedicó a organizar cuerpos de Línea, entre ellos los Infernales y sobre
todo las milicias cívicas de gauchos en la campaña de Salta, Jujuy y Orán.21 Para
concretarlo se enfrentó duramente con el Cabildo de Jujuy, que además se negaba a
reconocer su designación. En el centro de la disputa se encontraba el otorgamiento
del fuero militar a los milicianos. Tanto el Cabildo de Salta como el de Jujuy insistían
en negar los beneficios del fuero a los gauchos cuando no se encontraran en acción.
Resulta interesante observar que los cuerpos militares contaban con un total de
551 soldados, mientras que los 15 escuadrones gauchos sumaban 4.888 milicianos.
Es decir, que el peso de la resistencia a los realistas recaía indudablemente en las
Milicias de la Provincia.24 Pero más significativo aún es comprobar que de esos 4.888
hombres 2.090 correspondían a los escuadrones del valle de Lerma, es decir, el 44%
de los gauchos correspondían a los partidos de Chicoana, Guachipas y Rosario de
los Cerrillos donde, a fines del período colonial, se concentraba la mayor parte de la
población rural del valle en calidad de pequeños propietarios, arrenderos y agregados
y donde también la tensión en torno a la tierra era intensa. También allí, a fines de la
colonia, se radicó población indígena tributaria procedente del Alto Perú para quienes
la abolición del tributo dispuesta por el gobierno revolucionario, a partir de 1812,
pudo impulsar a sumarse a la defensa del mismo ingresando a las milicias.
Si en abril de 1815 Güemes se presentó en Puesto del Marqués comandando una
división de 1000 hombres, de los cuales 500 pertenecían a las milicias gauchas del
valle de Lerma,25 es indudable que éstas sumaron muchos voluntarios a sus filas en el
transcurso de 1815, cuando decididamente capitalizó la insurrección incorporándola
en los Escuadrones Gauchos de las Milicias Provinciales. A pesar de no contar con
cifras confiables en relación con la población de Salta y su jurisdicción es factible
arriesgar que 2090 gauchos representaría prácticamente a todos los hombres en con-
dición de tomar las armas. La movilización era, de este modo, masiva.26
A mediados de 1816 Manuel Belgrano, nuevamente General del Ejército Auxi-
liar del Perú, aceptó con serias reservas la guerra de montaña como única alternativa
posible para enfrentar a los realistas en los territorios del ex-virreinato del Río de
la Plata.27 De esta manera, la insurrección salteña, organizada ya en las estructuras
militares dadas por su Gobernador pasaron a formar parte de la guerra que libraban
28 PÉREZ de ARÉVALO, Lilia Fanny “El fuero Gaucho”, en Revista de Historia del Derecho, núm. 6,
Buenos Aires, 1979.
29 Archivo y Biblioteca Históricos de Salta, Salta (en adelante, ABHS), Mensaje del Cabildo de Salta a
los ciudadanos, 24 de mayo de 1821, Fondo Documental Dr. Bernardo Frías, Carpeta 10, Documento
148.
30 AGN, Gobierno de Salta 1814-1818, Sala X. 5.7.4.
31 PÉREZ de ARÉVALO, Lilia Fanny “El fuero Gaucho”, cit., pp. 65-67.
Movilización rural y guerra de independencia 67
que el levantamiento fue alentado por los jefes de las milicias rurales e inscripto en
la guerra de guerrillas dispuesta por el ejército de San Martín para Salta. Es preciso,
a nuestro criterio, reflexionar acerca de las expectativas tanto sociales como políticas
que otorgaron sentido y coherencia a su accionar social y a las relaciones de poder
establecidas con la elite dirigente. En este sentido, la exploración acerca de sus ideas
sobre el buen gobierno basado en la legitimidad de las autoridades a las cuales debían
obediencia (patrones de las estancias, cabildantes, funcionarios de la corona, jefes de
las milicias) y de los derechos que les asistían en su relación con ellos, resulta central
en el análisis de los conflictos sociales, incluidos aquellos derivados de un proceso
económico. Probablemente, el fuero militar constituya junto con los reclamos por tie-
rras, exención de aranceles religiosos y pagos de arriendos y prestaciones de servicios
personales por el acceso a una parcela de tierra, los principales alicientes para sumarse
a las milicias o presentarse como voluntarios en la lucha contra los realistas. También,
y como lo señalaran ya otros historiadores (y sobre lo cual sobran ejemplos), con la
revolución se abrieron nuevas posibilidades de ascenso social para las denominadas
castas, especialmente a través del Ejército y las milicias.34 Finalmente, y ante la esca-
sez de recursos, el botín como recompensa pudo haber sido también un aliciente en el
sostén de la movilización rural.
Sin embargo, y sin desconocer todas estas razones de interés personal, es proba-
ble que también existieran otras motivaciones de índole colectiva en la participación
voluntaria de los paisanos que adquirirá perfiles más relevantes luego de expulsados
los realistas. Resulta interesante que una de las primeras reivindicaciones sociales
conseguidas por los gauchos consistiera en el no pago de los arriendos por las tierras
que ocupaban y el dejar de prestar servicios personales a los patrones, todas ellas
obtenidas después del apoyo brindado a Güemes frente a Rondeau en 1816. Consi-
deramos sugerente pensar que no fue Güemes quien dispuso que los arrenderos no
abonaran sus arriendos ni prestaran servicios con la finalidad de ganar su adhesión,
sino que fueron estos quienes negociaron su lealtad a cambio de estas concesiones las
cuales, por otra parte, es probable que para esos momentos ya estuvieran disfrutando.
Igualmente interesante es considerar que la extensión del goce de fuero a las milicias
gauchas, aún cuando no se encontraran movilizadas, que el Gobernador defendiera in-
tensamente ante los Cabildos de Salta y Jujuy fuera el resultado de las negociaciones
implícitas con los jefes locales de esas milicias para lograr su adhesión.
Pensarlo en estos términos sugiere un cuestionamiento a los derechos de propie-
dad de la tierra, traducido como merecida recompensa por los servicios prestados a
la “patria”. Es probable que observaran como realmente razonable disponer de tierras
para el sostén de sus familias, como también que era justo que esa tierra la disfrutaran
ellos que luchaban contra un gobierno despótico y por una “justísima causa”. Pero si
34 HALPERIN DONGHI, Tulio Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la Argentina
criolla, Siglo XXI, Buenos Aires, 1972.
Movilización rural y guerra de independencia 69
bien el sentido de patria para estos paisanos o gauchos fue probablemente adquiriendo
en el transcurso de la guerra un sentido político, dejando de ser tan solo “el amor al
lugar donde se ha nacido”, es evidente que no la percibirían tal como la planteaban las
elites revolucionarias. Si así hubiera sido, no habrían sido renuentes a seguir al Ejer-
cito Auxiliar al Alto Perú. El retorno inmediato a sus hogares y tareas rurales apenas
concluía el hostigamiento a los realistas en cada una de las reiteradas invasiones que
tuvieron lugar entre 1816 y 1821, dan cuenta del sentido limitado territorialmente que
tenía para ellos la “patria”.
Es importante también preguntarse acerca de la relevancia que, en estos movi-
mientos sociales, tuvieron los imaginarios andinos de retorno del Inca al poder, la
manifiesta violencia hacia los españoles y criollos identificados como los opresores
y el sentimiento de pertenencia a una “patria” de la cual era posible esperar el reco-
nocimiento de derechos en relación con el acceso a recursos (por ejemplo, la tierra),
el goce de fueros y privilegios o la abolición de impuestos o gabelas considerados
injustos. Es decir, aspiraciones sociales y políticas que poco tenían que ver con las
declaraciones políticas de la elite revolucionaria y mucho menos con los postulados
liberales de la época.
El proceso revolucionario no solo ofreció oportunidades individuales a sujetos
de diversa extracción social sino que favoreció el planteo de reivindicaciones colec-
tivas de los sectores subalternos que llevaron adelante sin enunciarlo, pero sí de ma-
nera directa, un proyecto político. En el caso específico de la insurgencia rural en el
valle de Lerma, se insinuó una reforma agraria ya que dejaron de pagar arriendos, de
prestar servicios personales y de conchabarse como peones y ocuparon tierras en las
principales propiedades rurales del valle. Los esclavos que integraban los escuadrones
gauchos, muchos de ellos incorporados voluntariamente sin autorización de sus amos,
abrigaban por su parte otras aspiraciones y la principal de ellas era la libertad, ya que
tal como expresaba uno de ellos en una carta dirigida a Martín Miguel de Güemes,
no era posible que un gaucho fuera esclavo cuando luchaba por la libertad de todos
sus hermanos.35 En la medida en que patria y libertad se presentaban para ellos es-
trechamente unidas e interdependientes, ya que no era posible la patria sin la libertad,
es probable que la patria por la que luchaban fuera concebida como un orden social
más justo. La prolongación de la guerra, y la permanente invocación a la libertad de
la patria, contribuyó de esta manera a configurar un proyecto político que respondía a
sus expectativas sociales y económicas.36
Los gauchos fueron adquiriendo conciencia del poder que le otorgaban las ar-
mas para enfrentar las invasiones realistas que tuvieron lugar reiteradamente entre
35 MATA de LÓPEZ, Sara “Negros y esclavos en la guerra por la independencia. Salta 1810-1821”, en
MALLO, Silvia y TELESCA, Ignacio Negros de la Patria. Los afrodescendientes en las luchas por la
independencia en el antiguo Virreinato del Río de la Plata, Editorial SB, Colección Paradigma Indi-
cial, Buenos Aires, 2010.
36 MATA de LÓPEZ, Sara “Paisanaje, insurrección…”, cit., pp. 61-82.
70 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
1817 y 1821. Eran los paisanos armados que defendían a la “patria” contra el tirano
español. Bajo la denominación de “gaucho” se borraron otras formas identitarias. Los
arrenderos, peones, agregados o simplemente hombres procedentes de diferentes ju-
risdicciones regionales, fueran ellos españoles pobres, negros, afromestizos, mestizos
o indios, se identificaron progresivamente con la denominación de gauchos ocultando
diferencias étnicas, sociales y ocupacionales.37
Los “gauchos” fueron presentados por Martín Miguel de Güemes como “los bra-
vos defensores de la patria”38 y la elite en el Cabildo de Salta tampoco habría de poner
en duda su valentía caracterizándolos como “guapos, animosos y valientes”.39 Esos
hombres armados, infundían un comprensible temor, y a medida que se prolongaba
la guerra con los realistas y aumentaba la presión económica sobre los propietarios el
discurso sobre los “valientes gauchos” comenzaba a expresar desconfianza y rencor.40
Con la muerte de Martín Miguel de Güemes en junio de 1821 y la firma de un
armisticio entre las fuerzas realistas comandadas por Antonio de Olañeta y los miem-
bros de la elite opositores a Güemes, se iniciará en la provincia de Salta un proceso de
extrema conflictividad en el cual sus principales protagonistas serán precisamente los
gauchos, quienes continuarán movilizados enfrentando a la elite de Salta que aspiraba
retornar al antiguo orden, reduciendo el número de milicianos, limitando el goce del
fuero militar y fundamentalmente restableciendo el pago de los arriendos y de las
cargas sacramentales y expulsando a los intrusos y vagos que se hallaban instalados
en las tierras sin autorización.
GABRIELA CARETTA
ISABEL ZACCA
U
Introducción
no de los íconos de la construcción de la salteñidad como discurso identitario
homogeneizante de una sociedad culturalmente heterogénea es la figura de
Martín Güemes. La historia de esta construcción es compleja, nunca lineal
y muestra diferentes derivas, horizontes, opciones que se eligieron y otras que se
descartaron, construyendo una memoria colectiva, entendida como la condición de
posibilidad de las memorias individuales y de la identidad del grupo.2
Historizar la memoria colectiva no es tarea sencilla. Marc Bloch, preocupado
por los mecanismos concretos que autorizan la memoria colectiva, las modalidades
necesarias de la transmisión del pasado, la relación de los individuos con el grupo y
las consecuencias prácticas y políticas de la existencia de las memorias colectivas,
cuestionaba a Maurice Halbwachs el haber puesto la mirada en la memoria como
producto y no como proceso. Le Goff ha mostrado cómo las posibilidades de este
estudio están dadas en el cruce disciplinar entre antropología, sociología, historia y
filosofía e implica afrontar los problemas del tiempo y la historia.3 En este sentido, los
1 Agradecemos especialmente los comentarios y sugerencias de Jaime Peire y Carlos Hernán Sosa.
2 Cfr. LAVABRE, Marie-Claire “Maurice Halbwachs y la sociología de la memoria”, en PEROTIN-
DUMON, Anne –director– Historizar el pasado vivo en América Latina [en línea] http://etica.uahurta-
do.cl/historizarelpasadovivo/es_contenido.php, 2007 [consulta: 10 de junio de 2009]. Versión impresa
“Maurice Halbwachs et la sociologie de la mémoire”, en Raison Présente, 128, octubre de 1998, pp.
47-56.
3 Cfr. LAVABRE, Marie-Claire “Maurice Halbwachs…” cit.; LE GOFF, Jacques “Memoria”, en El or-
72 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
ritos mortuorios con fines políticos han jugado un papel destacado. Avner Ben-Amos
sostiene que en los funerales organizados por un estado debemos atender, más que a
su condición de rito de pasaje, a su conformación como categoría de las ceremonias
del poder, que constituyen una parte integral de cualquier régimen político y forman
parte de la versión del pasado que busca instituirse como memoria oficial.4
De entre estos esquivos procesos de construcción de memorias colectivas hemos
optado por centrar la mirada en los entierros y funerales, reconociendo en estos ri-
tuales la instancia en la que el hecho biológico del deceso se transforma en un hecho
social.5 En aquellas sociedades que desarrollaron un culto a los muertos, éste se puso
en relación con los procesos de consolidación de la comunidad, de construcción de
identidades, de estratificación social y también de legitimación del poder. En este sen-
tido, los ritos mortuorios con fines políticos han jugado un papel destacado.6
En el proceso de construcción de la heroicidad de Güemes, uno de los hitos cons-
titutivos es el de su muerte, por las circunstancias de haber sido herido por una bala
“realista”, enterrado en una capilla rural y trasladado posteriormente a la ciudad, para
que sus restos descansen postreramente en la Catedral de Salta. Andrea Villagrán ha
mostrado cómo el proceso de heroización de Güemes y su construcción de representa-
ciones operan como “condiciones de posibilidad que habilitan y a la vez condicionan
lo que puede ser dicho, mostrado, construido desde y sobre la historia”.7 Asimismo
este proceso fue un horizonte de conformación identitaria local, en tanto fue utilizado
por los grupos que se hicieron del poder en Salta a lo largo de su historia, fundados en
la perennidad de la gloria que legara el héroe de la guerra de independencia.
Este largo itinerario del cuerpo se inicia con la muerte misma de Güemes (1821)
para concluir con la fundación del Panteón de las Glorias del Norte (1918), instancia
de construcción del héroe que se pone en relación con los procesos históricos de cons-
trucción del poder. En este trabajo nos detendremos en los primeros pasos de esta
trayectoria, la puesta en escena del traslado y entierro de los restos de Martín Miguel
de Güemes de la capilla del Chamical –donde habían sido enterrados tras su muerte el
17 de junio de 1821– al interior de la entonces catedral de la ciudad de Salta en 1822.8
Abordar el estudio del traslado de los restos del militar y gobernador de una ca-
pilla del campo a la catedral de la ciudad –que incluyó la exhumación de los restos, su
traslado hasta la ciudad, procesión por las calles, velatorio y entierro en lugar conside-
rado sagrado, con orden de asistencia y retirada de milicias, invitación a la población
en general, con presencia de las autoridades de la provincia– implica considerar a los
actores, las acciones y los lugares de una puesta en escena que constituye un esfuerzo
de construcción de memoria colectiva con, y en toda, su dimensión política.
Para Maurice Halbwachs, lo social resultará una dimensión de análisis ineludible
en los estudios acerca de la memoria. Su planteo puede resumirse en tres proposicio-
nes articuladas: el pasado no se conserva, se reconstruye a partir del presente; la me-
moria del pasado sólo es posible por obra de los marcos sociales de referencia con que
cuentan los sujetos; y, como el individuo aislado es una ficción, la memoria individual
sólo tiene realidad en cuanto participa de la memoria colectiva. El autor advierte que
percepciones del presente y del pasado van a la par, que el testimonio no explica la
realidad pasada sino la verdad del presente tal como la sociedad lo construye y que
ningún acontecimiento, aunque se lo califique retrospectivamente de fundador, está
en condiciones de unir en una representación común varias conciencias colectivas
distintas.9
8 Con la creación del obispado de Salta, en 1806, la Catedral ocupará el templo de los expulsos jesuitas,
ya que la iglesia matriz era más pequeña y amenazaba ruina. En la segunda mitad del siglo XIX, se
construirá un nuevo edificio en los terrenos de la matriz. Se consagrará allí la nueva catedral del obis-
pado de Salta, en 1878.
9 Cfr. LAVABRE, Marie-Claire “Maurice Halbwachs...”, cit.
Itinerario de un cuerpo
Fuente: Elaborada sobre un plano de la ciudad de 1807 compuesto por Larramendi (AGN, Sala
IX, 30.8.2 INT, Leg. 63, Expte. 9).
* AAS, Parroquia San Juan Bautista de La Merced, Libro de Entierros, Cuadernillo 1821-1826,
ff. 8-8v.
** AAS, Caja Panteón de las Glorias del Norte, s/d.
*** AAS, Caja Panteón de las Glorias del Norte, Decreto de Manuel Carlés, 19 de septiembre
de 1918.
Itinerarios de un cuerpo 75
Trabajar con memorias colectivas implica también intentar reconocer las diferentes
memorias de las facciones políticas en lucha. Memorias de grupos sociales contra-
puestos que se disparan en la política del gobernador Gorriti, de construcción de una
memoria colectiva a la que rápidamente se responderá desde la escritura con un dis-
curso cruzado, que intenta imponer otra memoria colectiva, legitimadora de otras fac-
ciones. Memoria escénica y memoria narrativa10 enfrentadas, esfuerzos por recordar
las glorias del “Señor Coronel Mayor General en Xefe y Gobernador”11 en su lucha
por la libertad y, su opuesto, obra escrita para no olvidar los excesos del “tirano”.12 Se
trata de la dimensión mnemónica de la lucha por el poder en la que los sujetos reacti-
van sus recuerdos y se apela al pasado como forma de legitimación o deslegitimación
de las acciones del presente histórico.
Estas memorias en lucha encuentran una primera instancia de resolución en
quien, desde los recuerdos socializados en su infancia y juventud, construye uno de
los primeros textos que será utilizado como palabra de referencia, siempre presente,
en las otras postas del itinerario: las páginas literarias de Juana Manuela Gorriti.
10 Jan Assmann sostiene que en lo que hace a la estructura de sentido de la memoria se puede hacer una
distinción entre memoria escénica, organizada visualmente, cercana del recuerdo espontáneo y que
alcanza estratos de la personalidad más hondos, más alejados de la conciencia; y la memoria narrativa,
organizada lingüísticamente, que tiende a organizarse con sentido y coherencia. Cfr. ASSMANN, Jan
Religión y memoria…, cit.
11 Archivo Arzobispal de Salta (AAS) Parroquia San Juan Bautista de La Merced, Libro de Entierros,
Cuadernillo 1821-1826, ff. 8-8v.
12 El Correo de las Provincias, núm. 2, Buenos Aires, 1 de diciembre de 1822, [13], en Biblioteca de
Mayo, Tomo X, Periodismo. El Correo de las Provincias, El Nacional, Hemerografía, Buenos Aires,
Senado de la Nación, 1960, p. 9097.
13 Cfr. HALPERIN DONGHI, Tulio Revolución y Guerra. Formación de una elite dirigente en la Argen-
tina criolla, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005.
76 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
14 Sara Mata y Marcelo Marchionni han abordado en extenso y lo siguen haciendo, el estudio sobre
este periodo en sus dimensiones política, social y económica. En este sentido véase MATA, Sara “La
guerra de independencia en Salta y la emergencia de nuevas relaciones de poder”, en Andes, núm. 13,
CEPIHA-UNSa, Salta, 2002; Los gauchos de Güemes, Sudamericana, Buenos Aires, 2008; “El poder
de la autoimagen”, en CHIBAN, Alicia El archivo de la Independencia y la Ficción Contemporánea,
UNSa-Consejo de Investigación, Salta, 2004, pp. 307-337 y otros; MARCHIONNI, Marcelo “La rede-
finición de los espacios políticos en el proceso revolucionario. Salta en las primeras décadas del siglo
XIX”, en MATA, Sara y ARECES, Nidia Historia Regional. Estudios de casos y reflexiones teóricas,
EDUNSa, Salta, 2006.
15 En un estudio sobre los lugares de entierro tras la ruptura independentista observamos que los registros
de entierro entre 1810 y 1822 son bastante escuetos en cuanto a la información que brindan, incluso
hay años en los que esos registros no quedan asentados en el libro parroquial. Cfr. CARETTA, Gabriela
y ZACCA, Isabel “Deambulando entre las…”, cit.
16 AAS, Parroquia San Juan Bautista de La Merced, Libro de Entierros, Cuadernillo 1821-1826, ff. 8-8v.
El destacado es nuestro.
17 Según relata la tradición fue el mismo maestro Fernández, cura amigo del general Güemes, quien lo
había asistido en su muerte. La ausencia de registro, que en general aparece para todos los oficios de la
capilla, puede asociarse, en esta oportunidad, a la violencia y al miedo que imperan; imposibilidad de
poner en palabras escritas, necesidad de mantener en silencio.
Itinerarios de un cuerpo 77
27 Según Bernardo Frías, sobre el nuevo cajón colocaron el uniforme y la espada del general muerto.
FRÍAS, Bernardo Historia del General Güemes…, cit., p. 272.
28 Archivo Güemes, Oficio dirigido al teniente gobernador de Jujuy, 6 de noviembre de 1822, citado por
Frías, Bernardo Historia del General Güemes…, cit., p. 272.
29 Unos meses antes de la muerte de Güemes el gobernador eclesiástico Figueroa, residiendo en Tucu-
mán, había condenado el régimen político señalando que “se engaña el jefe que calcula perpetuarse
en el mando desquiciando autoridades superiores, fomentando facciones, inspirando terror, desem-
bosalando (sic) la fiera multitud” y había prohibido la entrada a las iglesias “a estos forajidos, ebrios,
mal hechores e impíos […]. La guerra que Güemes hizo a esta inocente ciudad fue injusta, ilegal,
temeraria, absurda, tiránica, contra el derecho Divino y de gentes…”. ABHS, Copiador 338, Acta de la
Junta Provincial 9 de agosto de 1821. AAS, Vicaría Capitular, Carpeta 246, Carta de censura contra los
partidarios de Güemes que saquearon la ciudad, Tucumán, mayo de 1821.
30 En estos casos las sociedades se preocupan de pautar los tiempos y/o los procedimientos para asegu-
rarse que los huesos se encuentren libres del estado de putrefacción propio de la carne, para realizar la
exhumación y nuevo velorio con su correspondiente segundo entierro. Cfr. BELTING, Hans “Imagen
y…”, cit.; GINZBURG, Carlo “Representaçao. A palabra…”; cit.
80 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
provincial con motivo del proyecto de creación del panteón de la ciudad en 1825, afir-
man que “un cuerpo no queda en esqueleto seco y no pierde los últimos restos de sus
partes blandas, sino después de una larga época que generalmente pasa de siete años.
Es probable que aquí se efectúe con más prontitud esta descomposición”.31 Y es que
para el paradigma miasmático –dominante hasta fines del siglo XIX– la presencia de
un cuerpo en putrefacción “es un aviso suficiente que sus emanaciones encierran un
principio de destrucción que amenaza nuestra existencia”.32
Insistir sobre la condición de osamenta descarnada del cuerpo de Güemes en su
traslado y segundo funeral, cuando suponemos –de acuerdo al informe de los médicos
Redhead y Castellanos– que debió estar en proceso de descomposición, es parte de
la construcción de una metáfora tranquilizadora en la que el muerto ha perdido su ca-
rácter peligroso. No es ya el cuerpo que “emite un gas cuyo influjo peligroso es bien
conocido”,33 y por analogía tampoco el líder que con su influencia mantenía, según
sus enemigos, “el sistema feudal inventado por [el mismo]; pues tiene la provincia di-
vidida en distritos militares, cada uno a cargo de un gefe (sic), que por la mayor parte
han sido desertores o malechores (sic), y que respectivamente son tan absolutos en su
feudo, como un pequeño soberano”.34
Carlo Ginzburg sostiene, siguiendo a Robert Hertz, que los segundos funerales
son una instancia tranquilizadora del trauma de la muerte que deviene del pasaje del
cuerpo putrefacto (objeto inestable y amenazador por excelencia) al esqueleto. Los
huesos no son ya, por tanto, el cuerpo del muerto, mucho menos el del vivo, son un
otro, una representación que marca la presencia de una ausencia, pero más aún, que
construye una nueva presencia con su agencia. Esta representación será cargada de
sentidos por los diferentes elementos que construyen este ritual de traslado de los
huesos a los que nos hemos referido. 35
Otra cuestión significativa en la construcción de esta representación es que el
volver a ver el cuerpo en el interior de una caja nueva lo inviste de realidad, se trata de
esa posibilidad del reconocimiento que, como dirá Ricoeur, es lo que permite que el
recuerdo se constituya como tal, alejándose de la fantasía, experiencia que “se presen-
ta bajo la forma de un juicio declarativo tal como: ¡Sí, es ella, es él! No, no se trata de
31 ABHS, Fondo de Gobierno, Caja 62, Carpeta 3, agosto de 1825, f. 2v. Agradecemos a Marcelo Mar-
chionni el habernos facilitado una copia digital de este documento.
32 ABHS, Fondo de Gobierno, Caja 62, Carpeta 3, agosto de 1825, f. 2.
33 ABHS, Fondo de Gobierno, Caja 62, Carpeta 3, agosto de 1825, f. 2v.
34 El Correo de las Provincias, 15 de diciembre de 1822, núm. 3, Buenos Aires, [28], en Biblioteca de…,
cit., p. 9098.
35 Según Ginzburg, los ritos en torno a los dobles de cera o a los huesos, constituyen instancias de consa-
gración divina del emperador – en la Roma de los antoninos– o de perennidad de la función monárqui-
ca –entre los reyes franceses e ingleses del cuatrocento y del quinientos; continuidades en la crisis de
la muerte, permanencias en medio de la ruptura, que legitiman –en última instancia– la sucesión. Cfr.
GINZBURG, Carlo “Representaçao. A palabra…”, cit.
Itinerarios de un cuerpo 81
Memorias en pugna
Bernardo Frías expresa que los odios entre las facciones que apoyaban y las que se
oponían a Güemes habían perdurado durante toda la vida de aquellas generaciones y
que incluso él los había alcanzado a conocer. En un pie de imprenta de su libro His-
toria de Güemes relata que con motivo del traslado de los restos a la nueva catedral
en 1918, una de las personas sobrevivientes de aquella época, refiriéndose a la pompa
con que se recordaba y construía la memoria del general, le dijo: “Tantos honores, ¡y
quién sabe de qué indio serán esos huesos!”. “Pero qué ¿no aseguran todos que son
los del general Güemes?, le preguntamos. “¡Oh, no! Si ni supieron donde lo habían
enterrado”.39 Enfrentamientos entre facciones que se proyectan en la tensión entre
presencia/ausencia, voz/silencio.
Esta tensión entre recuerdos y olvidos, construidos socialmente, es la que se pone
en juego cuando Gorriti decide el traslado de los restos a la ciudad, con el objetivo
declarado de conseguir la reconciliación social y, el no confeso pero por todos recono-
cido, de legitimar su lugar de poder. Se trata de analizar las condiciones de posibilidad
42 El Correo de las Provincias, 23 de enero de 1823, núm. 6, Buenos Aires, [80-81], en Biblioteca de…,
cit., p. 9154.
43 El Correo de las Provincias, 23 de enero de 1823, núm. 6, Buenos Aires, [79], en Biblioteca de…, cit.,
pp. 9152-9153.
44 Fortunato Lemoine había nacido en Charcas a fines del siglo XVIII. El 25 de mayo de 1809 suscribe
junto a su padre, su tío, José Bernardo de Monteagudo y Juan Antonio Alvárez de Arenales, entre otros,
la “Proclama de la ciudad de La Plata a los valerosos habitantes de la ciudad de La Paz”. El mariscal
Vicente Nieto lo confinó a Salta junto a su padre Joaquín y a Bernardo de Monteagudo. Incorporado a
las fuerzas que combatían a los realistas estuvo nuevamente en el Alto Perú. Fue agrimensor y desem-
peñó esa función en el Río de la Plata hasta su muerte en 1829. Entre 1822 y 1823 fue redactor y editor
del Correo de las Provincias. Cfr. Biblioteca de…, cit., p. 9054.
45 El Correo de las Provincias, 1 de enero de 1823, núm. 4, Buenos Aires, [46], en Biblioteca de…, cit.,
p. 9115.
84 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
46 El Correo de las Provincias, 1 de enero de 1823, núm. 4, Buenos Aires, [46], en Biblioteca de…, cit.,
p. 9115.
47 “Caperuza: especie de bonete que remata en punta hacia atrás”, en REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
(RAE) Diccionario de la lengua castellana por la RAE, 6ª edición, Imprenta Nacional, Madrid, 1822,
p. 1572. Reproducción digital a partir del ejemplar de la Biblioteca de la RAE [en línea] http://www.
buscon.rae.es/ntlle.
48 El Correo de las Provincias, 1 de enero de 1823, núm. 4, Buenos Aires, [46], en Biblioteca de…, cit.,
p. 9116.
49 RAE Diccionario de la…, cit., p. 1581.
50 El Correo de las Provincias, 1 de enero de 1823, núm. 4, Buenos Aires, [46], en Biblioteca de…, cit.,
p. 9116.
Itinerarios de un cuerpo 85
51 CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Man-
cha (1615), edición del Instituto Cervantes, dirigida por Francisco Rico, Crítica, España, 1998 [en
línea] http://www.cvc.cervantes.es/obref/quijote/edicion/parte2/cap36/ y /cap38/
52 “Zancarrón: El hueso del pie desnudo y sin carne. Por extensión se dice de cualquier hueso grande, o
seco, o sin carne. Por semejanza se llama al flaco, viejo, feo y desaseado. (met) Se aplica al profesor
de ciencias que no sabe bien, ó de algún arte que entiende poco. Zancarrón de Mahoma: llaman por
irrisión (burla, desprecio) los huesos de este falso profeta, que van a visitar los Moros a la Mezquita”.
RAE Diccionario de la…, cit., p. 8861.
53 El Correo de las Provincias, 1 de enero de 1823, núm. 4, Buenos Aires, [46], en Biblioteca de…, cit.,
p. 9115.
86 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
hemos visto una carta que sólo dice esto; pero a nosotros no nos
escriben en el correo pasado ni en este, lo que atribuimos a que han
sido interceptadas, porque Gorriti ha dispuesto que los correos sean
conducidos por partidas de tropa”.54
Estamos frente a un texto, con sus opacidades, en el que se da cuenta a través del
enfrentamiento que se produce en el transcurso de la ceremonia, de esas memorias en
pugna a las que hacemos referencia y que parecen mantenerse hasta entrado el siglo
XX. Otras noticias no han llegado hasta nosotros, sea porque en Salta no había im-
prenta, sea porque, como insidiosamente afirma Lemoine, Gorriti impedía la difusión
de cartas en las que se escribiera lo que sucedía. Poco podemos aportar al respecto,
en este sentido sólo es posible afrontar el análisis de aquellos textos constructores de
memoria, como el de Juana Manuela Gorriti, que tienen algo que decir y que callar.
54 El Correo de las Provincias, 23 de enero de 1823, núm. 6, Buenos Aires, [79], en Biblioteca de…, cit.,
p. 9152.
55 Nos referimos a la misiva que dirigiera al general Dionisio de Puch. GORRITI, Juana Manuela “Sue-
ños y realidades”, en Obras completas, Tomo IV, Fundación del Banco del Noroeste Coop. Ltda. Salta,
Salta, 1995, p. 257.
56 GORRITI, Juana Manuela “Carmen Puch”, en Obras Completas, Tomo IV, cit., p. 270.
Itinerarios de un cuerpo 87
57 DOSSE, François El arte de la biografía: entre historia y ficción, Universidad Iberoamérica, México
DF, 2007, p. 32.
58 Cfr. RICOEUR, Paul La memoria, la historia, el olvido, FCE, Buenos Aires, 2008, pp. 110-113.
59 Correspondencia en la que la escritora sostiene que “para juzgar de la magnitud de un astro, basta
conocer una de sus faces”. Cfr. GORRITI, Juana Manuela Obras completas, Tomo III, Fundación del
Banco del Noroeste Coop. Ltda. Salta, Salta, 1994, pp. 97-99.
60 Los que se refieren más extensamente son: GORRITI, Juana Manuela “La tierra natal”, en Obras com-
pletas, Tomo III, cit., pp. 11-94; “Martín de Güemes”, en Obras Completas, Tomo III, cit., pp. 106-109;
“Carmen Puch”, en Obras Completas, Tomo IV, cit., pp. 264- 272.
61 Sólo en dos oportunidades escribe sobre estos funerales: en el capítulo “Carmen Puch”, que redactó
en 1858, cuando residía en Lima, y que luego se incluyó en Sueños y realidades, publicado en 1865 en
88 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
Buenos Aires. El segundo es “Martín de Güemes”, uno de los capítulos de Perfiles, de este escrito te-
nemos sólo la fecha de edición de la obra compilada en 1890. Las referencias textuales fueron tomadas
de GORRITI, Juana Manuela “Martín de Güemes”, cit.; “Carmen Puch”, cit.
62 En el de 1858 se incluye un episodio en el que soldados venidos desde Humahuaca y de Río del Valle,
rinden honores al muerto, muestran su adhesión a la convocatoria del gobernador Gorriti y se llevan un
mandato del gobernador. GORRITI, Juana Manuela “Carmen Puch”, cit., p. 271.
63 GORRITI, Juana Manuela “Carmen Puch”, cit., p. 271; “Martín de …”, cit., p. 108
64 GORRITI, Juana Manuela “Martín de Güemes”, cit., p. 108
Itinerarios de un cuerpo 89
A modo de colofón
Emprender estudios en torno a la muerte y los muertos, implica considerar el proble-
ma de la construcción de la memoria, no tanto como producto acabado, sino más bien
como proceso complejo y conflictivo, como instancia de lucha por la memoria del
poder, que es, en última instancia, por el poder de la memoria, con sus consecuencias
prácticas y políticas. Esta problemática general se densifica en los funerales de per-
sonajes que reúnen la posibilidad de ser íconos identitarios y que se llevan acabo por
decisión de los gobiernos.
Desde esta perspectiva, iniciamos el estudio de la conflictiva construcción del
panteón de los héroes –que se dará a lo largo del siglo XIX– con el primer traslado de
los restos de Martín Miguel de Güemes a la ciudad de Salta en 1822. Estos funerales,
al igual que los de Dorrego o Belgrano, organizados por y para los nacientes estados
provinciales y nacional se constituyen en una parte esencial de la cultura política –que
incluye las prácticas discursivas y simbólicas– que se ensaya y se instala a lo largo
del siglo XIX en el Río de la Plata y que contribuye, en un proceso conflictivo, a la
construcción de una memoria colectiva que intenta dar legitimidad al régimen político
e identidad al conjunto social.68
La ritualidad del traslado de los huesos del controvertido gobernador Güemes a
la ciudad, en lo que podemos considerar un funeral de estado, tiene la particularidad
de ser un segundo entierro: representación por antonomasia de una ausencia que se
hace presente y se pone en relación directa con una pretendida perdurabilidad del po-
der que legitima las acciones de los grupos del presente histórico en que se produce el
traslado. Rendir culto a los huesos/cenizas de Güemes, es actualizarlo en su poder, es
hacerlo presente en esa ausencia, pero controlado y resignificado desde los atributos
militares que lo rodean en los funerales. En este contexto, el gobernador Gorriti se
constituye, en quien otorga el derecho a la sepultura, que es –en definitiva– derecho a
una muerte oficial y pública a diferencia de la ocurrida en el Chamical.
Reconocemos en este acontecimiento extraordinario la oportunidad de abordar el
esfuerzo de construcción de una memoria colectiva y sus condiciones de im/posibili-
dad. Éstas no se deben sólo al armisticio con las fuerzas realistas y al poder del nuevo
gobernador Gorriti, sino también a los recuerdos personales y grupales que esta puesta
en escena actualiza y a las experiencias que construye. Es dable pensar, entonces, que
la presencia de memorias –cimentadas en el proceso de socialización en las familias,
grupos o facciones y que suelen durar una o dos generaciones– conformaron el marco
de recepción y decodificación de estos segundos funerales.
En la escritura de Fortunato Lemoine en el Correo de las Provincias, a partir de
las cartas que recibe de Salta –atravesadas por su experiencia del tiempo transcurrido
en esta ciudad y de sus amistades involucradas en el proceso local– junto al relato
histórico condenatorio del sistema Güemes escrito por un vecino de Salta, podemos
observar algunos rasgos de una de esas memorias comunicativas en lucha, a la vez que
reconocer un esfuerzo por construir una memoria histórica alternativa a la escénica
de los funerales: tiranía, banalidad, poder y farsa son los atributos que revisten tanto a
Güemes como a Gorriti desde estas páginas del periódico.
De esta manera, la ritualidad de los funerales, sus escrituras, las noticias del
Correo de las Provincias y los relatos de Juana Manuela, construyen nuevas tumbas:
en el doble sentido que le asigna Michel de Certeau: recordar a alguien desaparecido
68 El silencio de los archivos locales sobre la muerte y sus primeros funerales que suponemos se produje-
ron por los expurgos y la administración de la memoria oficial de los grupos de poder –que atraviesa no
sólo estas instancias fúnebres, sino también buena parte de su accionar– han puesto en valor el hallazgo
de indicios en periódicos de la época y los escritos emblemáticos de Juana Manuela Gorriti.
Itinerarios de un cuerpo 91
TELMA CHAILE
MERCEDES QUIÑONEZ
S
ostiene Paul Ricoeur que el problema de la representación del pasado se en-
cuentra ya establecido en el plano de la memoria antes que en la historia.1 En
virtud de ello nos interesa pensar la dinámica de las representaciones del pasado
en Salta, a partir de la recuperación de la memoria y la construcción de tradiciones. El
propósito es abordarlas desde devenires históricos específicos, mediante relatos de de-
terminados hechos y procesos vinculados a la historia política y religiosa local, recu-
perados entre las postrimerías del siglo XIX y principios del siglo XX. Para ello es ne-
cesario considerar su inscripción en los contextos sociales en los cuales se generaron
para dar cuenta –como propone Sergio Visacovsky en alusión a las narrativas sobre
el pasado– de sus formas de producción y usos por agentes en situaciones concretas.2
La recuperación y selección de determinados acontecimientos dio lugar a una
importante producción escrita que terminará consolidando visiones canonizadas de
la historia local, las cuales resultan de vital importancia en la constitución de una
identidad salteña. Quienes escribieron en el periodo de entresiglos, miembros de los
sectores de la elite local profundamente vinculados con el poder político y religioso,
llevaron adelante esta tarea de recuperación y generaron espacios válidos de interpre-
tación histórica, en un campo aún no definido sobre la base de criterios profesionales,
contribuyendo así a moldear imágenes del pasado de Salta. En este proceso, la noción
3 CHARTIER, Roger El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural, Gedisa, Barcelo-
na, 2002, pp. I-VI.
4 CHARTIER, Roger El mundo como representación…, cit., pp. 57-58; “Poderes y límites de la repre-
sentación. Marin, el discurso y la imagen”, en Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marin,
Manantial, Buenos Aires, 1996, pp. 77-78.
5 GAYOL, Sandra y MADERO, Marta –editoras– Formas de historia cultural, Prometeo, Buenos Aires,
2007, p. 23.
6 SIRACUSANO, Gabriela El poder de los colores. De lo material a lo simbólico en las prácticas cul-
turales andinas. Siglos XVI-XVIII, FCE, Buenos Aires, 2005, p. 17.
7 SIRACUSANO, Gabriela El poder de los colores…, cit., p. 23.
8 CHARTIER, Roger El mundo como representación…, cit., p. IV.
Memoria e Historia 95
9 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Diccionario de la lengua castellana, 1889, p. 650 [en línea] http://
www.buscon.rae.es [consulta: 24 de marzo de 2011].
10 RICOEUR, Paul “Historia y memoria”, cit., pp. 4-5. El autor cita además la visión de Aristóteles, “la
memoria es tiempo”, hay un antes y un después de la cosa evocada.
11 Josefina Cuesta Bustillo sostiene que en 1960, con motivo de celebrarse el Primer Congreso Inter-
nacional de Ciencias Históricas, el tema de la memoria colectiva permanecía casi desconocido para
la historiografía. Recién desde la década de 1980 se produce una expansión de los estudios referidos
a la memoria y también se extiende su uso en los medios de comunicación y en el lenguaje común.
CUESTA BUSTILLO, Josefina –editora– “Memoria e historia. Un estado de la cuestión”, en Memoria
e Historia, Marcial Pons, Madrid, 1998, pp. 203-208.
96 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
12 La revista History Workshop parte del supuesto que la historia debe ser construida por sus propios
protagonistas. Para ello, realizan talleres de historia donde los protagonistas cuentan, explican e inter-
pretan la historia, mientras que los historiadores profesionales ponen su saber al servicio de las clases
oprimidas, aportándoles herramientas, metodologías y brindándoles un “canal de expresión”. AGUI-
RRE ROJAS, Carlos Antonio Pensamiento historiográfico e historiografía del Siglo XX, Prohistoria,
Rosario, 2000.
13 Las tradiciones inventadas implican “un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas acep-
tadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores
o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad
con el pasado”. HOBSBAWM, Eric “Introducción”, en HOBSBAWM, Eric y RANGER, Terence –edi-
tores– La invención de la tradición, Crítica, Barcelona, 2000, p. 8.
14 MENJÍVAR OCHOA, Mauricio “Los estudios sobre la memoria y los usos del pasado: perspectivas
teóricas y metodológicas”, en Cuaderno de Ciencias Sociales, núm. 135, FLACSO, Costa Rica, p. 12.
15 VISACOVSKY, Sergio “Cuando las sociedades…”, cit., p. 55. Un ejemplo de esta afirmación puede
consultarse en VALENSI, Lucette “Autores de la memoria, guardianes del recuerdo, medios nemotéc-
nicos. Cómo perdura el recuerdo de los grandes acontecimientos”, en CUESTA BUSTILLO, Josefina
Memoria e Historia, cit., pp. 57-68.
16 CUESTA BUSTILLO, Josefina Historia del presente, Eudema, Madrid, 1993, p. 43.
17 Se reconoce en Maurice Halbwachs al creador del concepto “memoria colectiva”, aparecido en 1925
en su libro Los marcos sociales de la memoria. Respecto a la necesaria diferenciación de los términos
memoria colectiva y memoria social, Gerard Namer sostiene que la memoria colectiva es precisamente
la memoria de grupo y memoria social como memoria en y de la sociedad, independiente y sin el so-
porte de ningún grupo. “Su diferencia radica en que aquella corresponde a toda la sociedad, en general,
Memoria e Historia 97
y se define por un carácter genérico, difuso, casi inaprehensible, mientras que por memoria colectiva
se entiende la correspondiente a un grupo determinado”. CUESTA BUSTILLO, Josefina “Historia y
memoria”, en Historia del presente, cit., p. 43.
18 Precisamente Paul Ricoeur al plantear el tema del sujeto de la memoria –es decir ¿quién recuerda?–
discute la noción de memoria colectiva y las pretensiones hegemónicas de la sociología frente a la
historia y sostiene que la memoria puede anclarse en distintos sujetos, yo, ellos, nosotros. RICOEUR,
Paul “Historia y memoria”, cit., pp. 6-7.
19 De acuerdo con Peter Bachrach “las elites son los grupos que tienen capacidad de poder y autoridad y
que, en consecuencia, pueden influir significativamente en los valores de la sociedad en que se mue-
ven”. BARACH, Peter Critica de la Teoría de la Democracia, Amorrortu, Buenos Aires, 1973, pp.
109-125.
20 “Los grupos dominantes se autoperciben como naturalmente superiores, y tal condición hace de ellos
los naturalmente elegidos para las artes del gobierno”. ÁLVAREZ LEGUIZAMÓN, Sonia “Introduc-
ción”, en Poder y Salteñidad. Saberes, políticas y representaciones sociales, CEPIHA, Editorial Mi-
lord, Salta, 2010, p. 13.
21 Al respecto Gerard Namer identifica dos conceptos relacionados: tradición y solidaridad. “La tradición
es […] la determinación, la necesidad que el pasado de los muertos ejerce sobre el presente de los
vivos. La solidaridad es […] una relación donde los vivos reconocen en su vínculo con el pasado, una
memoria del hecho y del valor moral de ese pasado”. NAMER, Gerard “Postfacio”, en HALBWACHS,
Maurice Los marcos sociales de la memoria, Antrophos, Barcelona, 2004, p. 349.
98 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
también preguntarse por aquello que no se recuerda, ya que como sostiene Jacques Le
Goff: “…apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupacio-
nes de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las
sociedades históricas. Los olvidos, los silencios de la historia son reveladores de estos
mecanismos de manipulación de la memoria colectiva”.22
Entre los “trabajos” que realiza la memoria se distinguen entre otros precisa-
mente el recuerdo, el silencio y el olvido. Estos dos últimos también sostienen en el
presente distintos proyectos o identidades, “elimina el pasado en aras de un presente o
de un futuro que se pretende construir, o en aras de la unificación e identidad del grupo
portador del recuerdo”.23 Por supuesto, los recuerdos son evocados desde el presente,
de acuerdo a preguntas e intereses actuales, y, para el periodo de finales del siglo XIX
y comienzos de uno nuevo, quien asume el rol de historiador es en muchos casos el
encargado de convocar el recuerdo de otros para la realización de su trabajo. Esto es
muy importante en nuestro análisis ya que en el caso de Bernardo Frías, Julián Tos-
cano y Eusebio Lardizábal, algunas de las fuentes con las que trabajan tienen precisa-
mente esa dimensión evocadora, pues acuden al recuerdo de aquellos que participaron
en los eventos que reconstruyen del pasado salteño, mediante la comunicación oral y
la elaboración de cuestionarios. Si bien los tres recurren a las tradiciones, es particu-
larmente Frías quien utiliza para su argumentación lo que él denomina las tradiciones
de las distintas familias de elite salteña, ya que son éstas quienes guardan de manera
particular y privada documentos escritos y tradiciones orales del accionar familiar en
el pasado. Es importante señalar esto ya que buena parte de la historiografía poste-
rior se asienta sobre estas propuestas. El recuerdo es una reconstrucción del pasado
con datos tomados del presente y la memoria se asienta entonces sobre el recuerdo.24
Podemos pensar aquí, acudiendo a Ricoeur, en la inscripción de esos recuerdos en la
escritura de Frías, oscilando entre los archivos privados y públicos. De hecho, esto no
habrá de resolverse del todo para la operación historiográfica ni siquiera en los inicios
del siglo XXI, ya que aún en la actualidad algunas familias de elite conservan priva-
damente documentación importante para el trabajo del historiador. Así, miembros de
estas familias son los propios voceros de la elite o bien son historiadores extranjeros
quienes acceden a estos documentos, que el historiador común no puede consultar ni
ejercer la crítica historiográfica.25
Por su parte, el recuerdo tiene una contracara formada por el silencio y el olvido,
que es necesario diferenciar. “El silencio puede oscilar entre la barrera de la oculta-
ción y la de lo indecible y, en algunos casos, tropieza con la incapacidad de comuni-
car, tan traumática es la experiencia del recuerdo”.26 En tanto el olvido puede contener
también una voluntad de esconder, de eliminar de la comunicación hechos y procesos
que las memorias individuales aún recuerdan. En los relatos que retomamos no hay
silencio en relación con experiencias traumáticas sino solamente ocultación, no siem-
pre consciente ni voluntaria, de determinados hechos del pasado que no acuerdan con
el proyecto que la elite sostiene en el presente.
Justamente por estas razones cobra importancia el análisis de distintas narrati-
vas en su contexto de producción y el uso otorgado por los propios actores, en tanto
explican también los recuerdos y los olvidos, en un campo intelectual que a fines de
la centuria decimonónica comienza a ajustarse a reglas y principios profesionales.27
Los contextos sociales de producción de estas narrativas no constituyen simplemente
una referencia o trasfondo histórico, sino que constituyen el punto de partida para el
proceso de interpretación.
De la memoria a la Historia
Ya los primeros estudiosos de la memoria sostienen la necesaria diferenciación entre
memoria e historia. Maurice Halbawchs afirma que mientras la memoria confirmaría
las similitudes entre el pasado y el presente, enfatizando su continuidad, la historia
remarca las diferencias entre ambos y enfatiza el cambio. La Historia reconstruye el
pasado desde una distancia crítica y desprovista de compromiso emocional.28 Pero
no todos lo autores marcan estas distancias. Según Sergio Visacovsky precisamente a
fines del siglo XX los límites entre memoria e historia se tornaron difíciles de precisar
y señala que –según David Lowenthal– son distinguibles en tanto actitudes hacia el
de su sector de pertenencia […] su mirada se corresponde con un posicionamiento social particular, con
el del grupo al que legitiman”. ÁLVAREZ LEGUIZAMÓN, Sonia Poder y Salteñidad…, cit., p. 13.
26 CUESTA BUSTILLO, Josefina Memoria e Historia, cit., p. 207. Distintos autores que trabajan sobre
hechos y procesos traumáticos del siglo XX, en algunos casos incluso a partir del recuerdo de sobrevi-
vientes, señalan al silencio como mecanismo de defensa contra esas experiencias traumáticas.
27 VISACOVSKY, Sergio “Cuando las sociedades…”, cit., pp. 63-64.
28 MENJÍVAR OCHOA, Mauricio “Los estudios sobre…”, cit., p. 19. El problema de la continuidad o
no con el pasado también fue abordado por Eric Hobsbawm a partir del concepto de tradición. Mien-
tras las tradiciones inventadas, en tanto prácticas, implican continuidad con el pasado –repeticiones
invariables y fijas– aunque dicha continuidad puede ser en gran parte ficticia. La costumbre en cambio
tiene la doble función, en las llamadas sociedades tradicionales, de motor y engranaje y no descarta la
innovación y el cambio. HOBSBAWM, Eric La invención de la tradición, cit., p. 8. Por su parte, David
Cannadine, en la misma compilación, sostiene que en periodos de grandes cambios, conflictos o cri-
sis, las tradiciones, y específicamente los rituales vinculados, pueden ser deliberadamente inalterados
para dar impresión de continuidad. CANNADINE, David “Contexto, representación y significado del
ritual: la monarquía británica y la invención de la tradición, c. 1820-1977”, en HOBSBAWM, Eric La
invención de la tradición, cit., p. 111.
100 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
conocimiento. Para Pierre Norá “la memoria está abierta a la dialéctica del recuerdo
y del olvido, siendo ante todo un fenómeno actual al servicio del presente, la historia
por el contrario, es la reconstrucción problemática e incompleta de lo que ya no es, es
decir una representación del pasado”.29
Es por ello que resulta de gran importancia advertir el pasaje entre la memo-
ria, como recuerdos y olvidos, a narraciones que adquieren el carácter de históricas,
de acuerdo a las reglas del campo historiográfico. Josefina Cuesta Bustillo remarca
precisamente que la historia es entendida como un saber científico, exhaustivo en el
control de los testimonios, en tanto la memoria, como memoria de hechos pasados,
adquiere el carácter de testimonio y se encuentra íntimamente vinculada a la identi-
dad colectiva.30 Así, la memoria se constituye en objeto de estudio de la historia y en
fuente histórica.31 La historia incluye a la memoria colectiva, sin destruirla,32 y a la
vez revierte sobre ella.
Así, mientras la memoria como recuerdo de hechos pasados puede pervivir en
distintos sujetos colectivos es necesario fijarla a distintos emblemas, monumentos
o conmemoraciones que convoquen precisamente esos recuerdos seleccionados, la
memoria necesita lugares materiales donde asirse.33 Pero la forma más eficaz de fijar
los recuerdos y de convertir la memoria en relatos históricos es a través de la elabora-
ción de narraciones: “El pasado se funda en la experiencia de realidades acontecidas,
transformadas en recuerdos personales y colectivos; como, por diferentes razones, es-
tos recuerdos pueden perderse, es decir, olvidarse, es imprescindibles fijarlos a través
de expresiones orales y escritas de carácter público”.34 Este paso, entendido por Paul
Ricoeur como trayecto de la fase documental a la fase escrituraria, es el que permite
establecer una determinada representación del pasado, realizado en un momento y
un contexto determinado y por un grupo determinado. De esta manera, el término
representación designa la “relación de la memoria con el pasado bajo las especies de
la imagen-recuerdo en un extremo […] y en el otro […] la relación de la historia con
el pasado, o sea, la intencionalidad misma del discurso histórico”.35
Tenemos entonces que estos relatos precisan y limitan la memoria y consoli-
dan una determinada representación del pasado, ocultando el proceso de selección
y manipulación llevado a cabo por sus autores: “Pero leídos en los libros, enseñados
y aprendidos en las escuelas, los acontecimientos pasados son elegidos, cotejados y
clasificados siguiendo necesidades y reglas que no eran las de los grupos de hombres
que han conservado largo tiempo su depósito vivo”.36 Así, este paso al relato escrito
implica una posición de poder, la de fijar para el futuro la memoria colectiva de los
grupos, seleccionando los hechos que se recuerdan y los que se olvidan, u ocultan.
39 El primer tomo de la obra aparece en 1902, publicado en Salta por el Establecimiento Tipográfico El
Cívico, el tomo II se edita en 1907 y el último tomo publicado en vida de su autor data del año 1911.
La obra completa –en total seis tomos– recién aparece en 1971.
40 Archivo del Arzobispado de Salta (en adelante, AAS), Carp. Monseñor Toscano, Expte. para recibir la
tonsura a órdenes menores, 1866.
41 CUTOLO, Vicente Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930), Tomo 7, pp. 382-383.
42 Revista Quincenal, Literaria y Social Güemes, números 1, 24, 25, 26, Salta, 1907, 1908.
Memoria e Historia 103
43 HALPERIN DONGHI, Tulio “La historiografía: treinta años en busca de un rumbo”, en FERRARI,
Gustavo y GALLO, Ezequiel –compiladores– La Argentina del ochenta al Centenario, Sudamericana,
Buenos Aires, 1980.
44 PRADO, Gustavo “Las condiciones de existencia de la historiografía decimonónica argentina”, en
AAVV Estudios de Historiografía argentina, Tomo II, Biblos, Buenos Aires, 1999, p. 45.
45 La historiografía europea asiste a lo largo del siglo XIX también a un proceso de profesionalización
e institucionalización, conformando escuelas historiográficas nacionales cuyos intereses se organizan
en razón del propio pasado histórico y el presente de los sectores dominantes. La aparición de revistas
históricas especializadas, la organización de archivos históricos nacionales, la creación de sociedades
históricas da cuenta de este proceso, cuyos principios metodológicos tienen una importante influen-
cia en las historiografías latinoamericanas. Abordan estos procesos, entre otros: DOSSE, François La
historia. Conceptos y escrituras, Nueva Visión, Buenos Aires, 2003; FONTANA, Joseph La historia
de los hombres, Crítica, Barcelona, 2001; IGGERS, Georg La ciencia histórica en el siglo XX. Las ten-
dencias actuales, Idea Universitaria, España, 1998; “Comentarios sobre la historiografía alemana”, en
Revista Escuela de Historia, núm. 3, UNSa, Salta, 2004; MACRY, Paolo La sociedad contemporánea.
Una introducción histórica, Ariel, Barcelona, 1997.
104 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
46 LEONI, María Silvia “La historiografía correntina en la primera mitad del siglo XX. Una historia
provincial en el contexto historiográfico argentino”, en IX Jornadas Interescuelas y Departamentos de
Historia, UNC, Córdoba, 2003.
47 EUJANIÁN, Alejandro “Polémicas por la historia. El surgimiento de la crítica en la historiografía
argentina, 1864-1882”, en Entrepasados, núm. 16, Buenos Aires, 1999, p. 9.
48 BUCHBINDER, Pablo “Vínculos privados, instituciones públicas y reglas profesionales en los oríge-
nes de la historiografía argentina”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Emilio
Ravignani, Vol. 13, Buenos Aires, 1996, p. 60.
49 Estas obras van a ser catalogadas por Rómulo Carbia como “crónicas regionales” a las cuales otor-
ga en general escasa relevancia historiográfica. Por su parte, Armando Bazán caracteriza esta etapa
como fundacional de la historiografía regional argentina, destacando autores como Bernardo Frías
junto a Joaquín Carrillo, Paul Groussac y Nicanor Larrain. CARBIA, Rómulo Historia crítica de la
historiografía argentina, Coni, Buenos Aires, 2ª ed., 1940; BAZÁN, Armando Raúl “La historiografía
regional argentina”, en Revista de Historia de América, núm. 96, Instituto Panamericano de Geografía
e Historia, Caracas, 1983. También consultar: FIGUEROA, Eulalia “Aportes para el estudio de la
historiografía de Salta”, en Primeras Jornadas de Historia de Salta, Salta, 1984; y BAZÁN, Armando
Raúl “El Noroeste”, en La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico
en la Argentina (1893-1938), Tomo II, Buenos Aires, 1996.
50 El tema del surgimiento de las historias provinciales y la revalorización del aporte de cada una ellas en
la “historia nacional” fue consistentemente abordado por distintos historiadores, rescatando la espe-
cificidad de cada una de ellas y el conflicto que genera la recuperación de algunas figuras o gestas del
pasado. Solamente como referencia véanse los análisis de BUCHBINDER, Pablo “La nación desde las
provincias: las historiografías regionales argentinas entre dos centenarios”; Quiñonez, María Gabriela
“Manuel Florencio Mantilla y la historiografía decimonónica argentina. Un análisis de las relaciones
entre vida política y actividad intelectual en Corrientes a fines del siglo XIX”, IX Jornadas Interescue-
las y Departamentos de Historia, UNC, Córdoba, 2003; Quiñonez, María Gabriela “Las historiografías
provinciales en los orígenes del revisionismo: Corrientes y Entre Ríos”, inédito; MICHELETTI, María
Gabriela “Entre la memoria local y el relato nacional, en revistas santafesinas de entresiglos (Argen-
tina, fines s. XIX- principios s. XX)”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2009 [en línea] http://www.
nuevomundo.revues.org. Para el caso correntino, particularmente diferente del salteño, véase: LEONI,
Memoria e Historia 105
manera, se generan distintas miradas del pasado, construyéndose una historia nacional
desde distintos espacios geográficos, políticos y sociales, en la convicción de que no
solamente se definen propuestas historiográficas sino también proyectos políticos.
Sin duda, tanto Julián Toscano como Bernardo Frías constituyen referentes in-
eludibles de este momento historiográfico para la provincia de Salta. Aquí se observa
claramente la yuxtaposición de campos intelectuales no diferenciados y la estrecha
vinculación de estos primeros historiadores con la política. Estos intelectuales forman
parte de los gobiernos –tanto civil como eclesiástico– de las redes familiares de poder,
de los hábitos y normas propios de un sector de la sociedad que se siente dueño del
proceso histórico y construye imágenes del pasado destinadas a perdurar por largo
tiempo.
Una de las construcciones más fuertes del periodo contribuye a rescatar y reva-
lorizar la figura del general Güemes en la gesta de la independencia. Pero no es Frías
el pionero. La polémica entre Bartolomé Mitre y Dalmacio Vélez Sarfield es una de
las primeras en repensar la actuación de los pueblos del norte en las luchas por la
independencia, revalorizando la figura de Martín Miguel de Güemes.51 Vélez Sarfield
inicia la polémica de forma anónima en el diario El Nacional y pretende poner en
tela de juicio la interpretación mitrista de los procesos revolucionarios contados en
la Historia de Belgrano. Una de las críticas gira precisamente en torno a la figura del
salteño, el cual –según su opinión– no debe ser catalogado como caudillo sino paran-
gonado con Bolívar o San Martín. Bartolomé Mitre descalifica las criticas de Vélez
Sarfield y afirma que éste pretende reemplazar héroes reales –Manuel Belgrano– por
héroes hipotéticos y realzar “una personalidad aislada, exagera en la figura de Güe-
mes, su rol histórico y su importancia en la revolución, al punto de indignarse de que
algunos se hayan atrevido a llamarle caudillo”.52 En cambio Mitre, citando al general
Paz como principio de autoridad, describe a Martín Miguel de Güemes como “orador
gangoso […] demagogo excitando a los pobres a la rebelión contra la clase más culta
de la sociedad […] relajado en sus costumbres y sin sobriedad, y caudillo idolatrado
por lo gauchos.” Además afirma que sin el carácter de caudillo Güemes sería solo una
pálida fisonomía militar.53
María Silvia y Quiñonez, María Gabriela “Combates por la memoria. La elite dirigente correntina y
la invención de una tradición sanmartiniana”, en Anuario de Estudios Americanos, Tomo LVIII-1,
Sevilla, 2001. Quiñonez, María Gabriela “Representaciones del pasado y producción historiográfica en
Corrientes: entre la exaltación de las peculiaridades y la reivindicación de su vocación nacional, 1880-
1930”, inédito. LEONI, María Silvia “El aporte de Hernán Gómez a la Historia y la historiografía del
Nordeste”, en Folia Histórica del Nordeste, núm. 12, Resistencia.
51 La polémica se produce en 1864, mientras Bartolomé Mitre es Presidente de la Nación, en tanto Vélez
Sarsfield había sido su Ministro de Hacienda.
52 MITRE, Bartolomé Estudios Históricos sobre la revolución de Mayo: Belgrano y Güemes, Buenos
Aires, 1864, p. 277.
53 MITRE, Bartolomé Estudios Históricos sobre…, cit., p. 313.
106 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
la provincia le brinda además lustre institucional. Igual que Vélez Sarfield, Bernardo
Frías coloca a Güemes en pie de igualdad con el general San Martín, “esa gran revolu-
ción de Mayo sólo produjo dos genios en la guerra para salvarse y cubrirse de laureles:
San Martín y Güemes”.57
Frías además acerca el mundo intelectual provincial al rioplatense y realiza un
esfuerzo por insertar esta mirada local del pasado argentino en la visión nacional que
se construye a partir de las obras de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López. No es una
obra que confronta, por el contrario, revaloriza el aporte salteño y otorga proyección
nacional al héroe salteño. Dice Atilio Cornejo:
“La historia argentina vista desde Salta, con ojos argentinos, es la
que escribió el doctor Frías. Es, a la vez, la historia de Salta, lo
que significa la historia de la Nación, pues Salta tuvo siempre su
pensamiento en ella y en su Constitución, cuyos Congresos y Asam-
bleas Constituyentes presidieron sus hijos: Boedo en 1816, Castro en
1826, Zuviría en 1853 […] En estos ocho tomos , tres […] se ocupan
de la figura y de la actuación singular, tan corta, como brillante, del
general Güemes, que más que héroe de Salta, es héroe de la Nación,
pues fue un soldado de la Revolución de 1810, un jefe y un general
argentino, que ganó sus galones, uno a uno, acordados por el go-
bierno nacional, y último, recibido del más grande de los argentinos,
el general San Martín, con quien combina el plan continental glorio-
so que, si bien la muerte de aquel lo truncó, dejó al menos trazado,
con su espada ensangrentada y con las lanzas de sus valientes gau-
chos, el límite norte de la patria”.58
Esta operación historiográfica rinde sus frutos.59 Los primeros tomos de la Historia de
Güemes son calurosamente acogidos por el ambiente intelectual de la época, tanto de
Salta como de Buenos Aires, y el propio Mitre, cuando recibe en 1903 –casi cuarenta
años después de la polémica con Vélez Sarfield– el primer tomo de la obra, contesta a
Bernardo Frías en los siguientes términos: “…ha correspondido usted a las esperanzas
públicas, condensando en los primeros capítulos de su libro, los antecedentes histó-
ricos de la heroica provincia teatro de las hazañas del héroe que llenará los capítulos
60 Carta del 4 de febrero de 1903, transcripta en CORNEJO, Atilio “El Doctor Bernardo Frías”, en
FRÍAS, Bernardo Historia del General…, cit., pp. XXX y XXXI.
61 El término caudillo va a ser analizado con posterioridad por autores como Atilio Cornejo, desentrañan-
do las distintas acepciones del término y considerando útil finalmente la de líder, dirigente o guía.
62 El propio Atilio Cornejo, con el cual comparte este sitial de honor, reconoce que Bernardo Frías “fue,
indudablemente, el número uno de los historiadores de Salta, sin desmerecer por ello a los que le pre-
cedieron, a sus contemporáneos, o a los que le sucedieron: Mariano Zorreguieta, Juan Martín Legui-
zamón, Arturo L. Dávalos, Manuel Solá (h), Julián Toscano, Ricardo Solá, Francisco Centeno, Miguel
Otero, Dámaso Uriburu y tantos otros […] y, ¿por qué no decirlo?, sin exageración, hasta el presente”.
CORNEJO, Atilio “El Doctor Bernardo Frías”, en FRÍAS, Bernardo Historia del General…, cit., pp.
XXVI y XXVII.
63 Un trabajo reciente retoma la figura de Bernardo Frías, a partir de su obra Tradiciones Históricas,
y analiza entre otros aspectos los límites confusos, cuasi inexistentes, entre su accionar político, su
vocación de historiador y su propio lugar de enunciación como referente, o vocero, de la elite local.
VILLAGRÁN, Andrea y VÁZQUEZ, Estela “Ensayando una/otra lectura de relatos históricos. Salta,
principios del siglo XX”, en Andes, núm. 21, CEPIHA, Salta, 2010.
64 El primer tomo recibe apoyo oficial a través de una ley provincial que le otorga la suma de dos mil
pesos como “recompensa de la Provincia, requerida por las exijencias (sic) del merecimiento y del
estímulo, por su obra titulada Historia del General D. Martín Güemes y de la provincia de Salta”. Otra
ley autoriza al Poder Ejecutivo para adquirir doscientos ejemplares de la obra. Ley 656 del 18 de julio
de 1903 y Ley 658 del 25 de julio de 1903, Registro Oficial de la Provincia de Salta, Libro 13, Archivo
y Biblioteca Históricos de Salta, pp. 247 y 257. El resaltado es nuestro.
65 CORNEJO, Atilio “El Doctor Bernardo Frías”, en FRÍAS, Bernardo Historia del General…, cit., pp.
XXXI-XXXIV.
Memoria e Historia 109
66 “Las dos únicas grandes erogaciones del periodo constituyen una panorámica de los grupos dirigentes
salteños. Una es el pago a Bernardo Frías por su obra histórica sobre el General Martín Miguel de
Güemes, y la otra corresponde a los festejos de la conmemoración del Centenario de la Batalla de Salta
durante el gobierno de Robustiano Patrón Costas (1913-1916)”. JUSTINIANO, María Fernanda y
TEJERINA, María Elina “La relación Estado-región a través de los presupuestos provinciales. El caso
de Salta durante el boom agroexportador”, en XVIII Jornadas de Historia Económica, Mendoza, 2002.
67 PALERMO, Zulma “Discursos de fundación y representaciones sociales. Dos transiciones seculares”,
mimeo.
68 WILLIAMS, Raymond “Tradiciones, instituciones y formaciones”, en Marxismo y literatura, Barce-
lona, Península, 1980, p. 138.
69 WILLIAMS, Raymond “Tradiciones…”, cit., p. 138. Desde la sociología de la religión Danièle Her-
vie-Léger entiende a la tradición como el “conjunto de representaciones, imágenes, saberes teóricos y
prácticos, comportamientos, actitudes, etcétera que un grupo o una sociedad acepta en nombre de la
continuidad necesaria entre el pasado y el presente”. HERVIEU–LÉGER, Danièle La religión, hilo de
la memoria, Herder, Barcelona, 2005, p. 145. Por su parte, para Eric Hobsbawm la invención de tradi-
ciones es “esencialmente un proceso de formalización y ritualización, caracterizado por la referencia al
pasado, aunque solo sea para imponer la repetición”. HOBSBAWM, Eric La invención de la tradición,
cit., p. 10.
110 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
70 DI STÉFANO, Roberto “De la teología a la historia: un siglo de lecturas retrospectivas del catolicismo
argentino”, en Prohistoria, núm. 6, Rosario, 2002, p. 175.
71 A mediados de la década de 1920 Rómulo Carbia englobaba esta producción bajo la denominación de
crónica religiosa. CARBIA, Rómulo Historia de la Historiografía…, cit., pp. 223-224.
72 ORELLANA, Bernardino Fr. Ramillete Histórico de los milagros de la Virgen del Valle. Extractados
de la Información Jurídica de 1764 y dispuestos en orden de lectura piadosa para espiritual solaz y
expansión de los devotos de esta Santa Imagen, Imprenta Pablo E. Coni e Hijos, Buenos Aires, 1887;
SOPRANO, Pascual Pbro. La Virgen del Valle y la conquista del antiguo Tucumán. Buenos Aires,
Imprenta del Courriere de La Plata, 1889; LAFONE Y QUEVEDO, Samuel Historia de la Virgen del
Valle. Parte I: Desde la invención de la Sagrada Imagen hasta la Información de 1764, Catamarca,
1897; ZORREGUIETA, Mariano Tradición Histórica del Señor y Virgen del Milagro que se veneran
en la Iglesia Catedral de Salta. Escrita con motivo del tercer centenario de la venida a Salta de dichas
imágenes, Imprenta La Velocidad, Salta, 1892.
73 CHIERICOTTI, Olga “El apostolado católico en la Provincia de Salta”, en Estudio socio-económico,
Tomo III, UNSa, CIUNSa, Salta, 1984, pp. 396-401.
74 TOSCANO, Julián Historia de las Imágenes del Señor del Milagro y de N. Señora la Virgen del Mi-
lagro que se veneran en la Catedral de Salta, Imprenta, litografía y encuadernación de Jacobo Peuser,
Buenos Aires, 1901, p. XI.
Memoria e Historia 111
Zorreguieta75: Tradición Histórica del Señor y Virgen del Milagro que se veneran en
la Iglesia Catedral de Salta. Escrita con motivo del tercer centenario de la venida a
Salta de dichas imágenes (1892). Posteriormente, los preparativos para la coronación
de ambas efigies, gestionadas por el obispo Linares ante el Sumo Pontífice en Roma,
dieron lugar a la publicación de la Historia de las Imágenes del presbítero Toscano.
La tendencia por la normatización de los relatos devocionales prosiguió luego con la
devoción de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, tarea que desarrollaron los
padres Eusebio Lardizábal y el mismo Julián Toscano. Ya el historiador Néstor Auza
señaló el rol que tuvo el episcopado en el desarrollo de la historia de la Iglesia para
destacar su participación en la formación de la sociedad argentina, si bien lo hace
para unos pocos años después. Este autor destaca especialmente la labor del obispo
de Entre Ríos, Abel Bazán y Bustos (1910-1927) en la promoción de la enseñanza
de la historia de la Iglesia en la Argentina en las escuelas católicas y la escritura del
primer de manual para llevarla a cabo.76 El movimiento para impulsar el estudio de
temas vinculados a la Iglesia se fue fortaleciendo, en los años previos y posteriores al
Centenario, con la aparición de trabajos vinculados a la acción eficaz del clero en el
movimiento revolucionario de 1810. Esta multiplicación de estudios y publicaciones
se consolidó institucionalmente con la creación de la Junta de Historia Eclesiástica
Argentina en 1942 y la edición de Archivum para la divulgación de artículos y escritos
de historiadores católicos.77
Resulta de particular interés entender a las producciones narrativas realizada por
eclesiásticos en el obispado de Salta desde la perspectiva de los propios dirigentes de
la diócesis que las estaban promoviendo. Así, al prologar la Historia de las Imágenes,
Padilla la rescataba entre los “trabajos de importancia que honran las letras argenti-
nas” y señalaba que “merece ser leída con interés, no sólo por las personas sencillas
y piadosas, sino también por los doctos y eruditos. Las primeras encontrarán motivos
para afianzar y acrecentar su devoción; los segundos, un caudal de datos preciosos
que se relacionan con nuestra historia civil y religiosa de casi tres centurias”.78 Se
trataba “de la palabra oficial de un portavoz autorizado”,79 el vicario general y deán
que relataba hechos vinculados a la historia del obispado. Esta significación atribui-
da al conocimiento y difusión de la historia a partir de acontecimientos religiosos y
75 Nació en Salta en 1830. Fue escribano de gobierno, interventor en la Administración de Correos, in-
tendente y senador. En 1872 el gobierno de la provincia ordenó la publicación de Apuntes históricos de
la provincia de Salta en la época del coloniaje, primer trabajo sobre temas históricos que se imprimió
en el espacio provincial, si bien consiste sobre todo en una recopilación de documentos brevemente
comentados. FIGUEROA, Eulalia “Aportes…”, cit., pp. 249-252.
76 AUZA, Néstor “La historiografía en Argentina y su relación con la historia de la Iglesia”, en Teología,
núm. XXIII, 1986, pp. 60-62.
77 DI STEFANO, Roberto “De la teología…”, cit, pp. 176-182.
78 TOSCANO, Julián Historia de las Imágenes…, cit., p. XIV. El resaltado es nuestro.
79 BOURDIEU, Pierre ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Akal, Madrid,
1985, p. 69.
112 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
80 DI STEFANO, Roberto y ZANATTA, Loris Historia de la Iglesia Argentina. Desde la conquista hasta
fines del siglo XX, Grijalbo-Mondadori, Buenos Aires, 2000, pp. 313-317. Estos autores sostienen que
desde la administración nacional se promovía en el plano eclesiástico, la centralización operada en el
plano político, así como la afirmación de Buenos Aires sobre las provincias, en este caso a través de la
elevación a arquidiócesis y la subordinación de los otros obispados en calidad de sufragáneos.
81 CHAILE, Telma “Promesas y gracias en cartas de devotos de la Virgen del Valle de Catamarca en el
Noroeste Argentino. Fines del siglo XIX-principios del XX”, en Boletín Americanista, 2011, en prensa.
82 TOSCANO, Julián El primitivo Obispado del Tucumán y la Iglesia de Salta, Imprenta Biedma e Hijo,
Buenos Aires, 1906, p. 243.
83 MALLIMACI, Fortunato “Las paradojas y las múltiples modernidades en Argentina”, en MALLIMA-
CI, Fortunato –compilador– Modernidad, religión y memoria, Colihue Universidad, Buenos Aires,
2008, p. 86.
84 TOSCANO, Julián, El primitivo Obispado…, cit., p. 6.
Memoria e Historia 113
historias que daban cuenta de los inicios y la consolidación de las devociones religio-
sas locales. La clericalización89 de esas historias de devociones marianas y crísticas
de origen colonial implicó la elaboración de narrativas en un marco de interpretación
delimitado y controlado por los propios sacerdotes. Este proceso fue afianzando un
corpus de tradiciones religiosas referente a imágenes localmente consagradas como
las imágenes del Cristo y de la Virgen del Milagro y la Virgen de la Candelaria de la
Viña. A su vez, el proceso evidenció un desplazamiento desde la recuperación hacia
la elaboración de tradiciones en una dinámica de imposición enunciativa sobre varias
versiones que circulaban socialmente acerca de lo que se conocía de los trayectos de
estas advocaciones destinatarias del fervor religioso de algunos feligreses.
89 Tomamos el concepto de clericalización de Claudio Lomnitz, quien lo plantea en relación con la muer-
te de los indígenas en México durante la primera época posterior a la conquista a partir de la puesta en
práctica de dispositivos de control por parte de los eclesiásticos. Entre ellos considera al despliegue de
la persuasión para la aceptación de las creencias de la Iglesia, el poder para disponer de los cadáveres
de los indígenas y sus rituales funerarios y la elaboración de narrativas usadas en la explicación de
situaciones de crisis. LOMNITZ, Claudio La idea de la muerte en México, FCE, México, 2006, pp.
184-186.
Memoria e Historia 115
90 CORNEJO, Atilio “Nota Preliminar”, en FRÍAS, Bernardo Historia del General…, cit., p. IX.
91 FRÍAS, Bernardo Historia del General…, cit., pp. 10-12.
92 FRÍAS, Bernardo “Tradiciones Históricas”, cit., pp. 5-44.
93 CARO FIGUEROA, Gregorio “Bernardo Frías, memoria familiar e historia local”, 2006 [en línea]
http://www.iruya.com [consulta: 4 de enero de 2010].
116 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
a figurar también entre los que asestaban así, el primer golpe para quebrar las cadenas
que reataban la patria a extranjera servidumbre”.94 Es así que Salta aparece en el relato
de Frías como el bastión que se levanta en defensa de la patria y resalta también el
accionar de las familias que decididamente acompañan esta causa.
Y respecto a los partidarios del rey expresa: “…el rey de España no contó en Sal-
ta sino con escasísimos partidarios argentinos, como los Isasmendi, los Costas y los
futuros coroneles don Saturnino y don Pedro Antonio Castro, entre la gente visible”.95
Los realistas se circunscriben para Frías a los españoles avecindados en Salta y casa-
dos también con españoles y el odio envenenado hacia la patria y las crueldades hacia
los patriotas los distinguen como enemigos y sospechosos. Así, en un episodio resca-
tado por Bernardo Frías y analizado por Halperin Donghi, se describe una anécdota de
la época revolucionaria en la que las damas salteñas llegan a asirse de los cabellos y
una de ellas, Manuela Arias, hace azotar a otra dama por goda. Al respecto, Halperin
Donghi sostiene:
“Sin duda, Frías no aprueba la brutal iniciativa de doña Manuela,
pero es característico que este autor, tan reticente para revelar las fa-
llas políticas de la elite salteña, no oculte el nombre de la demasiado
fervorosa dama patriota y sí en cambio el de la que fue víctima de sus
fervores: todavía a principios del siglo XX las faltas de la primera
parecen menos graves que la heterodoxia política de la segunda”.96
Así, el trabajo del olvido –tanto como el recuerdo– contribuye a la construcción de
una imagen social de la elite salteña que reivindica su accionar en la gesta emanci-
padora y se apropia de la figura del general Güemes, a quien convierte en su héroe
máximo. Por ello, la memoria de las familias realistas se desdibuja, se suprime y se
reinscribe en otras memorias. Un claro ejemplo de esta operación historiográfica lo
encontramos en la familia Costas. Una de las principales defensoras de la causa del
Rey subsume su memoria, e incluso su propio apellido, en la memoria de la familia
Patrón Costas.97
El desempeño de la familia Costas como realistas es reconocido, como vimos, ya
por Bernardo Frías, el cual nombra específicamente dos familias: Costas e Isasmendi,
entre los escasísimos partidarios de la causa del Rey en Salta. Sin embargo, los sec-
tores realistas en Salta son numerosos e incluyen a familias principales de la elite lo-
cal. Incluso el tajante convencimiento que los sostenedores más intransigentes de los
98 Así también, las figuras claves en la conservación de las memorias familiares son las mujeres, en tanto
guardianas no sólo de los recuerdos sino también de los archivos familiares. Quiñonez, María Merce-
des Familia y Poder. Los Patrón Costas y la conformación de la elite salteña (Mediados del siglo XVIII
a principios del siglo XX), Tesis Doctoral, Universidad Nacional de La Plata, 2010.
99 FRÍAS, Bernardo Historia del General…, cit., p. 484. El resaltado es nuestro.
100 Este silenciamiento opaca incluso la trayectoria familiar a fines del periodo colonial, su desarrollo
comercial y el desempeño de diversos cargos públicos, la compra de importantes propiedades, las
vinculaciones con distintas familias de la elite local de largo arraigo, es decir, su importancia en la
sociedad local tardo colonial. Quiñonez, María Mercedes Familia y Poder…, cit.
118 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
101 La tradición sobre la heroica actuación de Calixto Ruiz Gauna, desarrollada a partir de la orden del
gobernador Isasmendi de encarcelar a los cabildantes, es recogida por numerosos estudiosos del pe-
riodo. Armando Bazán expresa: “Desde su prisión, los cabildantes resolvieron hace llegar sus quejas
a la Junta de Buenos Aires y comisionaron para ello al coronel Calixto Ruiz Gauna, quien realizó la
proeza de recorrer en ocho días las trescientas leguas que separan a Salta de Buenos Aires. Después
de un descanso de 24 horas el prodigioso jinete regresó con los despachos de gobernador intendente
a favor del Dr. Feliciano Chiclana, auditor de guerra del Ejército Auxiliar del Perú, que se hallaba en
marcha al Norte. No bien llegó a Salta el nuevo mandatario ordenó la libertad de los capitulares quie-
nes se reunieron para recibirlo el 23 de agosto. Así dejó el mando Nicolás Severo Isasmendi, último
gobernador del Rey”. BAZÁN, Armando Historia del Noroeste Argentino, Plus Ultra, Buenos Aires,
1986, p. 98. Actualmente, la página web de la Cámara de Diputados de la provincia de Salta tiene en su
sitial de héroes al coronel Calixto Ruiz Gauna y dice: “La historia y la libertad de nuestra patria, se ha
visto ennoblecida por la acción de este hombre ilustre. Su figura fuerte, serena, triunfal, arriesgada, te-
meraria, a veces sobrenatural, es la que debe perdurar en la memoria de todos los argentinos que aman
la lealtad, el ejemplo de hombre incorruptible, por sobre las sombras de la injusticia y la corrupción”.
Artículo firmado por el Prof. Belisario Luis ROMANO GÜEMES [en línea] http://www.camdipsalta.
gov.ar/senda/sitial1.htm [consulta: 12 de marzo de 2006].
102 PLATT, Tristan “Historias unidas, memorias escindidas. Las empresas mineras de los hermanos Ortiz y
Memoria e Historia 119
la construcción de las elites nacionales. Salta y Potosí, 1800-1880”, en Andes, núm. 7, CEPIHA, Salta,
1995/1996, p. 140.
103 SWEENEY, Ernest y DOMÍNGUEZ BENAVIDES, Alejandro Robustiano Patrón Costas. Una leyen-
da argentina, Emecé, Buenos Aires, 1998, p. 37.
120 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
no sólo era el recuerdo y el testimonio de algo pasado, sucedido hace mucho tiempo,
sino que también podía contribuir a apuntalar prácticas religiosas y creencias, por lo
que su recopilación y conservación resultaba un acto de memoria y de institución.
En principio podemos considerar que la significación de la tradición era resca-
tada por estos agentes eclesiásticos basándose en su condición de “noticia de cosa
antigua que viene de padres a hijos, y se comunica por relación sucesiva de unos a
otros”.107 La tradición se comunicaba entonces a través de los recuerdos de la memoria
familiar relativos a ciertos acontecimientos que por su situación extraordinaria habían
alcanzado una condición de proeza digna de reconocerse, como lo era el relato de la
actuación de Calixto Ruiz Gauna. Ahora bien, aún cuando las tradiciones entendidas
como noticias tenían un origen generacional, anudado a una dimensión de recuerdo
familiar, llegaban a adquirir un espesor temporal que traspasaba a más de una gene-
ración. En el caso de la información levantada por el sacerdote Eusebio Lardizábal
acerca de la historia de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña y el ataque que
sufrió su imagen por parte de indígenas del Chaco, “ninguno de los declarantes había
presenciado o tenido participación directa en los sucesos de referencia, los datos que
aportaban provenían de lo que conocían por transmisión oral, y por lo tanto repro-
ducidos y transformados durante más de un siglo y medio”.108 Era precisamente ese
espesor temporal lo que caracterizaba a esos relatos reunidos bajo la denominación
de tradiciones religiosas y que hacía necesaria su recolección. Toscano entiende a una
“tradición constante” como aquella “transmitida de generación en generación y de
siglo en siglo”. Las tradiciones son “noticias […] conocidas, patentes y averiguadas
desde un tiempo inmemorial, por pública voz y fama”.109 El sacerdote consideraba
que esa densidad histórica, que era temporal pero además socialmente generalizada,
contribuía a afianzar creencias vinculadas a las imágenes religiosas renombradas lo-
calmente, como era el caso de los patrones, la Virgen y el Cristo del Milagro.110 De
allí la necesidad de conocer sus antecedentes y garantizarles sustento histórico. El
camino recorrido por el sacerdote iba desde el relato de la tradición al relato histórico,
a través del recurso a la memoria como acto de recordar y a la documentación como
la unidad de medida del conocimiento histórico en términos de Ricoeur. Esto permitía
ordenarlas, sistematizarlas y así asegurar su pervivencia. Toscano y Linares compar-
tieron la preocupación por metodizar algunas tradiciones religiosas existentes y reunir
los antecedentes acerca de las imágenes a las cuales refieren para facilitar el cono-
cimiento histórico de los motivos que las sustentan y acercarlas “al público piadoso
en una forma clara y sencilla en sus conceptos, en la hilación de los sucesos que se
ción…, cit., Comunicación de E. Lardizábal, Cura Rector, Canónigo Reg. Lat., Salta, 9 de abril de
1905.
107 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Diccionario…, cit., p. 973.
108 CHAILE, Telma Los cultos…, cit.
109 TOSCANO, Julián Historia de las Imágenes…, cit., pp. 23, 31.
110 TOSCANO, Julián Historia de las Imágenes…, cit., p. 23.
122 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
que merecen ser conservadas precisamente porque “tienden a purificar las costum-
bres [con] su influencia moralizadora”. En tanto el vicario también identificaba esas
costumbres que debían ser modificadas y purificadas en “la propensión natural de
nuestros indígenas a servirse de todo, aún de lo más santo […] en ciertos actos de
culto externo para convertirlos en abusos, con la intemperancia de sus costumbres
gentílicas bajo pretexto de religión”.120 Esas costumbres que eran trasmitidas por el
indígena “como herencia á los suyos”, se observaban en las fiestas religiosas, conver-
tidas “en reuniones profanas: en nuestra campaña todavía se celebran los misachicos,
costumbre que trae su origen desde los tiempos de la conquista, la celebración de la
fiesta profana después de la fiesta religiosa en el templo, en casa del dueño del santo,
para terminarla con toda clase de excesos. Es uno de los tantos medios inventados
para entregarse á momentos de expansión con un pretexto de religión”.121De aquí se
desprende que no toda tradición relatada o practicada, aún cuando transitaba a través
del recuerdo de unos y de la práctica de otros, debía ser conservada.
Es importante no perder de vista los contextos en los cuales estas tradiciones pa-
saron a ser volcadas en narraciones ordenadas mediante la búsqueda de documentos o
la indagación oral. Esos momentos en los que se acude a ellas corresponden a fechas
conmemorativas que marcan hitos en la historia de las devociones. En el caso de las
imágenes del Milagro, la celebración del tercer centenario del arribo a Salta de la ima-
gen del Cristo y del segundo centenario de la manifestación de la Virgen en beneficio
de la salvación de la ciudad durante el terremoto de 1692, ameritaron la impresión del
texto de Mariano Zorreguieta en 1892. El recuerdo de estos centenarios se sostenían
en que explicaban el origen del Cristo y el fundamento de la festividad a partir de la
intercesión mariana ante su Hijo para salvar la ciudad. Por eso era imperioso: “Que el
centenario sea un acto de poderoso empuje para mantener siempre el esplendor anti-
guo, á la vez que viva y ardiente la devoción, como magnífica muestra de la fé y de la
piedad católica heredada de nuestros padres”.122 A la vez, la celebración coincidió con
el nombramiento como obispo del vicario capitular Pablo Padilla.123 Así, las fechas
resultaban doblemente memorables, por lo que el escrito homenajeaba conjuntamente
a las imágenes del Milagro y a un obispo muy esperado, ya que la silla episcopal salte-
ña llevaba diez años de vacancia. Luego, con la Historia de las Imágenes de Toscano,
elaborada para acompañar la coronación de ambas efigies por parte de Linares y por
facultad delegada del pontífice León XIII, se cerraba el circuito de fechas memorables
en relación con la devoción del Milagro. Mientras que el caso de la tradición de la
Viña se orientaba más bien a asegurar la permanencia del fervor religioso hacia una
“imagen secular que se veneró cerca de dos siglos” y en circunstancias en las que se
Palabras finales
A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, tanto en Salta como en otras provin-
cias, asistimos a un proceso de construcción de representaciones del pasado desti-
nadas a perdurar largo tiempo, en dos ámbitos centrales de la vida social que crean,
inventan o fortalecen sentimientos de identidad y pertenencia. Así, la revalorización
de figuras heroicas –a partir del trabajo con archivos públicos o privados y tradiciones
orales y la administración de las memorias familiares– se complementa con los proce-
sos de conservación y construcción de tradiciones vinculadas con ciertas devociones
religiosas, contribuyendo ambas a establecer imágenes del pasado salteño que opera-
ron y operan activamente hasta el presente.
Los encargados de esta tarea fueron miembros de la elite local, vinculados y
partícipes del poder político y religioso, y desde esos espacios de poder forjaron na-
rrativas que cimentaron a su vez la conformación de un ámbito cada vez más espe-
cializado, pero también más restrictivo, de producción histórica. Así, la historia y la
utilización del pasado no es un tema menor en las redes de poder. Las imágenes del
pasado que se rescatan y recrean en este periodo sirven para consolidar o legitimar
lugares en el presente y contribuyen a la definición de identidades sociales. De esta
manera, las operaciones de la memoria –rescate de los recuerdos, silencios, olvidos–
juegan un rol central para poder elaborar estas narrativas, ya que es necesario anclar
la memoria en las prácticas y, fundamentalmente, en la palabra escrita.
Vemos entonces que no es posible separar las producciones escritas que aparecen
en estas décadas de entresiglos, de sus autores y de su posición relacional en el mun-
do social y político salteño. Además, esas producciones se inscriben en un momento
particular en los que cada conjunto social –reconocibles en las provincias del inte-
rior– elabora estas narrativas rescatando y revalorizando el aporte particular en una
gesta que identifica y aúna todas las voces. Este momento historiográfico constituye
entonces una etapa clave para el análisis, tal como lo realiza Eric Hobsbawm para el
periodo de invención en serie de tradiciones en Europa, en tanto estas imágenes expre-
san nuevas formas de identidad y estructuran las relaciones sociales.
SILVIA CASTILLO
L
a necesidad de configurar una identidad representativa de la unidad nacional
ha puesto en evidencia los diferentes conflictos que genera una progresiva su-
cesión de exclusiones. Este proceso se textualiza a través de contradicciones
radicales en permanente tensión que articulan inmensas redes de pertenencia y legiti-
midad vinculadas a estructuras políticas hegemónicas.
En el caso local, el proyecto de formación de la identidad nacional se enfrentó a
una situación de extrema pluralidad dada por su particular localización marginal: del
imperio incaico, del Virreinato del Perú y de la República Argentina. En consecuencia
Salta, más próxima cultural y geográficamente a las formaciones andinas altoperua-
nas, se debatía entre la necesidad de asumir sus diferencias o aceptar las propuestas
identitarias de las clases dirigentes que se “forjaban en una atmósfera en que los mo-
delos de éxito y refinamiento venían de España y todos querían ser más españoles que
los españoles”.1 Claro está que la europeización cultural se convirtió en una aspiración
compartida por todos desde los inicios de la colonización, y era utilizada, ya desde
ese momento, de diferentes maneras según la posición ocupada por los agentes en el
espacio social.2
Es, en este sentido, que interesa indagar en textos literarios tomados como expo-
nentes de un fenómeno de singular complejidad: la definición de un espacio y la cons-
trucción de una identidad como estrategia de auto-identificación modelada, muchas
veces, en función de intereses específicos. El anhelo de reducir la distancia que existe
entre las fronteras de la nación y su centro, entraña la conciencia de su diferencia y su
marginalidad. A partir de esta búsqueda de equilibrio entre dos realidades profunda-
mente diferentes, se pueden entrever los conflictos solapados que posibilitan imaginar
una comunidad integrada y estable sustentada en las formaciones hegemónicas. Esta
propuesta se orienta, entonces, a revisar la conformación de la Literatura Nacional
1 SHUNWAY, Nicolás La invención de la Argentina, Emecé editores, Buenos Aires, 1995, p. 21.
2 QUIJANO, Aníbal “Colonialidad y modernidad-racionalidad”, en BONILLA, Heraclio –editor– Los
conquistados. 1492 y la población indígena de las Américas, Tercer Mundo/Flacso/Libri Mundi, San-
tafé de Bogotá, 1992, pp. 438-439 citado por CASTRO GÓMEZ, Santiago La hibrys del punto cero:
ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada (1750-1816), Editorial Pontificia Universidad Jave-
riana, Bogotá, 2005 p. 90.
126 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
3 Patricio Noboa Viñán realiza un importante rastreo sobre la noción Matriz colonial que le permite afir-
mar que existe y opera como un “patrón de poder”, “organizado y establecido sobre la idea de raza la
misma que dio lugar a la definición de nuevas identidades, tanto a colonizados como a colonizadores,
como un factor de clasificación social y de relaciones históricamente necesarias y permanentes para
justificar las diversas formas de explotación y de control del trabajo y las relaciones de género”. Ade-
más, este patrón se imbrica con la colonialidad del poder y el saber lo que asegura el control del cono-
cimiento. NOBOA VIÑAN, Patricio “La matriz colonial, los movimientos sociales y los silencios de la
modernidad”, en WALSH, Catherine –editora– Pensamiento crítico y matriz (de)colonial: reflexiones
latinoamericanas, Universidad Andina Simón Bolívar/Abya-yala, Quito, 2005, p. 76.
4 MIGNOLO, Walter Desobediencia epistémica. Retórica de la modernidad, lógica de la colonialidad y
gramática de la descolonialidad, Ediciones del signo, Buenos Aires, 2010, p. 12.
5 MIGNOLO, Walter “La colonización del lenguaje y de la memoria: complicidades e la letra, el libro
y la historia”, en ZAVALA, Iris –coordinadora– Discursos sobre la “invención” de América, G.A,
Amsterdam-Atlanta, 1992, p. 150
Nación y regionalismo en la narrativa salteña 127
6 Las tesis doctorales de Alejandra Cebrelli y Elena Altuna analizan casos en los que se demuestra esta
relación asimétrica en el uso de la palabra.
7 Cfr. MIGNOLO, Walter “La lengua, la letra, el territorio (o la crisis de los estudios literarios colonia-
les)”, en Dispositio, Vol. XI, núm. 28-29, p. 228.
8 PACHECO, Diego “Relación de las Provincias del Tucumán”, en BERBERIAN, Eduardo Crónicas del
Tucumán Siglo XVI. Revista de Antropología e Historia Comechingonia, Córdoba, pp. 219-220.
9 Luis Lumbreras emplea este término para referirse a “la relación desigual entre dos pueblos: el domi-
nante y el dominado. Cada uno con su propia racionalidad y su patrimonio propio. Se trata de imponer
el uno sobre el otro”. LUMBRERA, Luis “Consideraciones preliminares para la crítica de la razón
colonial”, en AA VV Los Andes el camino del retorno, FLACSO, Quito, 1990, p. 57.
10 Aníbal Quijano afirma que Europa impuso “su dominio colonial sobre todas las regiones y poblaciones
del planeta, incorporándolas al sistema-mundo […] eso implicó un proceso de re-identificación histó-
rica, pues desde Europa les fueron atribuidas nuevas identidades geoculturales. […] De este modo, un
gran número de pueblos, cada uno con su propia historia, lenguaje, descubrimientos y productos cul-
turales, quedaban reunidos en una sola identidad: indios. QUIJANO, Aníbal “Colonialidad del poder,
eurocentrismo y América Latina”, en LANDER, Edgardo –compilador– La colonialidad del saber:
eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, CLACSO, Buenos Aires, 2000, pp.
209-221.
128 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
horizonte de representación pues, como sostiene Edmond Cros, “el sujeto […] trans-
cribe las particularidades de su inserción socio económica y socio cultural así como
la evolución de los valores que marcan su horizonte cultural”.11 Georges Balandier al
respecto afirma que:
“La situación colonial se presenta como poseyendo un carácter esen-
cialmente inauténtico: busca constantemente legitimarse mediante
un conjunto de seudo-justificaciones […] –el color, la dependencia
político-económica, las casi inexistentes realizaciones sociales, la
falta de contacto entre los indígenas y la ‘casta dominante’– se apo-
ya sobre una serie de racionalizaciones, a saber: la superioridad de la
raza blanca, la incapacidad de los indígenas para gobernarse correc-
tamente, el despotismo de los jefes tradicionales…”.12
Estos argumentos se generan a partir de una razón colonial13 que promueve los meca-
nismos de su propia legitimación y reproducción incluso a través de textos que plas-
man una conciencia diferencial y buscan abrir el camino a la autonomía americana.
Es dentro de la compleja gama de matices propia del orden colonial que se marca el
comienzo de la larga gestación de macroprocesos socioculturales del continente, mu-
chos de los cuales aun hoy tienen vigencia, tendientes a conformar una subjetividad
diferencial.
Desde esta perspectiva, el naciente discurso americanista ofrece la posibilidad de
observar los procedimientos de construcción del patriotismo criollo, en tanto que ex-
presa la necesidad de un grupo de autoidentificarse y ser reconocido por la metrópoli
a la que, paradójicamente, rechazan y anhelan. En este momento la construcción de la
identidad está estrechamente relacionada con la cuestión territorial, pues cobra gran
importancia el lugar de nacimiento.
El término patria en el discurso americanista define el lugar en el que se nace.
Como sostiene Luis Monguió “En el castellano de los siglos XVI y XVII patria fue
usada […] no sólo para designar el pueblo o ciudad de nacimiento sino toda la pro-
vincia, país o reino en que se había nacido…”.14 En relación con esta definición se
11 CROS, Edmond El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis, Corregidor, Buenos Aires, p. 14.
12 BALANDIER, Georges “La situación colonial: approche théorique”, en Cahiers Internationaux de
Sociologie, Vol. 9, París, 1951, p. 44.
13 Tomo este concepto de la producción de Aníbal Quijano y Walter Mignolo, entre otros, para referir
al conocimiento elaborado desde una perspectiva “eurocéntrica”. Para Quijano eurocentrismo es “el
nombre de una perspectiva de conocimiento cuya elaboración sistemática comenzó en Europa Occi-
dental antes de mediados del siglo XVII […] Su constitución ocurrió asociada a la específica secula-
rización burguesa del pensamiento europeo y a la experiencia y las necesidades del patrón mundial
de poder capitalista, colonial/moderno, eurocentrado, establecido a partir de América”. QUIJANO,
Aníbal “Colonialidad del poder…”, cit., p. 218. La razón colonial, así constituida, hace referencia a una
racionalidad o perspectiva de conocimiento específica que se hace hegemónica colonizando, imponién-
dose, a otras formas de conocer, previas o diferentes, tanto en Europa como en el resto del mundo.
14 MONGUIÓ, Luis “Palabras e ideas: ‘Patria’ y ‘Nación’ en el virreinato del Perú”, en Revista Iberoame-
Nación y regionalismo en la narrativa salteña 129
puede afirmar que patria es el lugar al que se siente pertenecer, en el que se marca
una historicidad y hacia el cual se siente afecto.15 Así, por ejemplo, en Memorial de
las historias del nuevo mundo Pirú,16 texto de Buenaventura Salinas y Córdoba,17 se
construye la figura de madre acentuando así el carácter “afectivo que en cualquiera
de sus acepciones conlleva patria al examen de la historia peruana…”:18 “No vale la
presunción, que hablo como apasionado hijo, por el amor de la patria, a causa de que
los que menos le deben al Pirú, son los nacidos de su propio vientre”.19
En el ámbito de la patria se manifiesta la figura del hijo en relación con el proceso
de autodefinición de una identidad que empieza a diferenciarse de los españoles de la
península. Estas diferencias son expuestas por Buenaventura Salinas para anularlas,
por lo menos, en el discurso. En el Memorial de las historias del nuevo mundo Pirú
se pregunta “¿Son por ventura los nacidos en el Pirú labrados de diferente masa, y
sangre, que los de España?20 Para responder esta pregunta se revisan los principales
argumentos que esgrimen los peninsulares contra los “nacidos en estas tierras” llegan-
do a la conclusión de que:
“…quien nace en ella [Perú] no tiene que envidiar méritos, pues sus
padres, y abuelos se los dejaron. No tiene que admirar ingenios, que
los suyos son admirados, y envidiados; ni busque maravillas en el
mundo, pues cuanto en él se reparte, lo tiene epilogado con venta-
jas…”.21
Se advierte que, en este enunciado, el reconocerse diferente de los españoles penin-
sulares pero con los mismos derechos identifica como miembro de la patria sólo al
grupo de los españoles americanos, marcando así distancias con otros habitantes de
ricana, p. 452.
15 Arturo Escobar advierte que el “lugar” es importante en la vida de las personas si se entiende como
experiencia de una locación con alguna medida de anclaje (inestable, sin embargo), con un sentido de
fronteras (permeables, sin embargo) y de conexión con la vida cotidiana, aun si su identidad es cons-
truida, atravesada por el poder, y nunca fija. Enfocar esta “lugarización” permitiría observar la continua
vitalidad del lugar y de la producción del lugar para la cultura, la naturaleza y la economía. ESCOBAR,
Arturo Más allá del tercer mundo: Globalización y diferencia, Instituto Colombiano de Antropología
e Historia, Bogotá, 2005.
16 SALINAS Y CÓRDOVA, Buenaventura de Memorial de las Historias del Nuevo Mvndo Pirv, Intro-
ducción de Luis Valcárcel, estudio de Warren L. Cook, Universidad Mayor de San Marcos Lima, 1957
[1630].
17 En los escritos de este cronista de la segunda década del siglo XVII se manifiesta la identificación de
los españoles nacidos en los Andes con un mundo “nuevo”, diferente del peninsular. Esta diferencia no
implica una inferioridad, sino una exaltación de las bondades y bellezas de la “patria”. Cfr. BURGA,
Manuel “La región andina: integración, desintegración. ¿Historia hacia adentro o historia hacia afue-
ra?”, en AA VV Los Andes: el camino del retorno, FLACSO, Quito, 1990, p. 142.
18 MONGUIÓ, Luis “Palabras e ideas…”, cit., p. 461.
19 SALINAS Y CÓRDOVA, Buenaventura de Memorial de las…, cit., p. 86.
20 SALINAS Y CÓRDOVA, Buenaventura de Memorial de las…, cit., p. 87.
21 SALINAS Y CÓRDOVA, Buenaventura de Memorial de las…, cit., p. 91. El resaltado me pertenece.
130 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
22 Walter Mignolo explica este fenómeno a partir del concepto de “doble conciencia” elaborado por el
sociólogo W. E.B Du Bois. Con este término da cuenta del dilema de subjetividades formadas en la
diferencia colonial; así la conciencia criolla, como conciencia racial, constituiría un caso representativo
pues, “se forjó internamente en la diferencia con la población afro-americana y amerindia [...] esta
transformación recibió el nombre de colonialismo interno”. MIGNOLO, Walter “La colonialidad a lo
largo y a lo ancho: el hemisferio occidental en el horizonte colonial de la modernidad”, en LANDER,
Edgardo –compilador– La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales Perspectivas la-
tinoamericanas, CLACSO, Buenos Aires, 2000, pp. 68- 69.
23 CASTRO GÓMEZ, Santiago La hibrys del punto…, cit., p. 16.
24 SALINAS Y CÓRDOVA, Buenaventura de Memorial de las… cit., p. 289.
25 SALINAS Y CÓRDOVA, Buenaventura de Memorial de las… cit., p. 287.
26 CASTRO GÓMEZ, Santiago La hibrys del punto…, cit., pp. 57-59.
27 CASTRO GÓMEZ, Santiago La hibrys del punto…, cit., p. 64.
Nación y regionalismo en la narrativa salteña 131
Estado-nación
A comienzos del siglo XIX una serie de estados independientes reemplazaron a la
organización imperial española. Estos estados políticos modernos surgen como re-
sultado de un largo proceso de auto-identificación, diferenciación y separación que
consolidó la conformación colonial de América. Uno de los rasgos que distingue,
entonces, la descolonización de este territorio es el “colonialismo interno” ejercido
por los líderes de la construcción nacional.29 La conciencia criolla blanca, tal como la
describe Walter Mignolo, se definió en términos geopolíticos con respecto a Europa,
pero en términos “raciales” se definió en relación con la población criolla negra y a la
indígena. En consecuencia, se puede afirmar que:
“…la negación de Europa no fue, ni en la América hispánica ni en
la anglo-sajona, la negación de “europeidad” puesto que en ambos
casos, y en todo el impulso de la conciencia criolla blanca, se trataba
de ser americanos sin dejar de ser europeos; y de ser americanos pero
distintos a los amerindios y a la población afro-americana”.30
Es la misma razón colonial, que se inició en el siglo XVI y que fue practicada por los
colonizadores hispánicos en primer término para ser transferida, desde la emancipa-
ción, a los gobernantes criollos y luego, a través de diversos procedimientos, consti-
tuirse en la razón que pone en funcionamiento la casi totalidad de los actos del colec-
tivo social, que actúa a partir de ella aún sin tener plena conciencia.
Desde la perspectiva criolla blanca se buscó la homogeneidad que la formación
del Estado-nación requería; para ello, había que disolver, o por lo menos ocultar, la
heterogeneidad. Este proceso de nacionalización implicaba:
“…una cierta democracia, dado que cada proceso conocido de nacio-
nalización societal en los tiempos modernos ha ocurrido solamente
a través de una relativa (o sea, dentro de los límites del capitalismo)
pero importante y real democratización del control del trabajo, de
los recursos productivos y del control de la generación y gestión de
Literatura nacional
La nación no es el mero resultado de la conjunción de un territorio y de una lengua,
es también el producto y la producción de una “comunidad imaginada” –en el sentido
que Benedict Anderson dio a la expresión– que actúa a nivel ideológico y afectivo so-
37 CLAVERO, Bartolomé Derecho indígena y cultura constitucional en América, Siglo XXI, México,
1994, pp. 21-22 (citado en LANDER, Edgardo “Ciencias sociales…” cit., p. 17).
38 GRÜNER, Eduardo “Sobre el estado-bifurcación y otras perplejidades dialogantes”, en BUTLER,
Judith y CHAKRAVORTY SPIVAK, Gayatri ¿Quién le canta al Estado- Nación? Lenguaje, política,
pertenencia, Paidós, Buenos Aires, 2009.
39 PALERMO, Zulma “Reinvenciones nacionales y emancipaciones emergentes: rediseñando la Litera-
tura Nacional”, Conferencia plenaria en XV Congreso Nacional de Literatura Argentina 1810-2010,
Córdoba, 1 al 3 de julio de 2009.
40 ADORNO citado por GRÜNER, Eduardo “Sobre el estado-bifurcación…”, p. 34.
134 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
bre aquellos individuos que se sienten parte de ella. En este proceso la escritura juega
un papel decisivo ya que produce los relatos que irán dando forma a las identidades
nacionales. En el caso argentino parte del sueño Sarmientino que:
“Se inscribe en una doble imaginación –como puesta en escena de la
imagen de lo real: la descripción de un espacio geocultural que aún
sin conocerlo lo desborda y lo satura, y la utopía (en la forma de un
programa) de aniquilar y hacer desaparecer dicho espacio”.41
En consecuencia, el sueño escrito por Sarmiento en su Facundo es una pesadilla que, a
la vez que le impide ejercer la civilización dentro del espacio de lo real, es un proyecto
utópico que pretende borrar la barbarie de la conciencia cultural americana. Por lo tan-
to, es posible afirmar que el proyecto ideológico de la Civilización se escribía desde
una ficción, desde “una práctica política y social que debía orientarse a la aniquilación
de la experiencia real de América”.42
En este mismo sentido –profundizándolo– actuó el discurso literario, pues es una
acción a nivel real y simbólico que contribuye a producir una realidad a la vez que
expresa un imaginario social, un deseo y una identidad. La función de la literatura,
como la de la lengua, es, pues, en el periodo de la emancipación, una función de legiti-
mación de las naciones recientes, de afirmación de la autonomía frente al otro bárbaro
o extranjero.43 Este es el momento en el que la mirada retrospectiva se orientó a la
construcción de historias nacionales, a la reinvención de los rasgos identitarios que
posibilitaran a los ciudadanos reconocerse como pertenecientes a un país moderno. Se
trata de deslindar de la herencia hispánica ciertos rasgos culturales para relocalizar-
los dentro de los nuevos límites geopolíticos y fundar, de este modo, las diferencias
nacionales. Tal esfuerzo se sostuvo en el reconocimiento tácito de la existencia de
memorias culturales, de ciertas particularidades locales resultantes de experiencias
coloniales disímiles.
La historia de la literatura informaba sobre la historia nacional porque no podía
quedarse al margen de la sociedad y, sobre todo, quedar fuera de la ideología domi-
nante. Desde esa perspectiva, la literatura aparecía marcada por el debate ideológico
de la lucha de clases imperante en el momento. Desde esa lucha se interpretaba y valo-
raba a los escritores precedentes y contemporáneos y su escritura, entendida ya como
una institución social.44 En un movimiento de adecuación al modelo propuesto por la
45 MIGNOLO, Walter “La colonización del…”, cit., p. 241. En este artículo Mignolo advierte además que
“una de las funciones principales de la formación del canon (literario o no) es asegurar la estabilidad y
la adaptabilidad de una determinada comunidad de creyentes. Por lo tanto, la comunidad se sitúa a si
misma en relación con una tradición, se adapta al presente y se proyecta hacia el ‘futuro’”.
46 CORNEJO POLAR, Antonio “Apéndice La literatura peruana: totalidad contradictoria”, en La forma-
ción de la tradición literaria en el Perú, Centro de Estudios y publicaciones, Lima, 1989, p. 179.
47 Cfr. RAMA, Ángel La ciudad letrada, Arca, Montevideo, 1984.
48 PALERMO, Zulma “Reinvenciones nacionales…”, cit., p. 4.
136 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
Regionalismos
La Nación fundada a partir de la dicotomía civilización/barbarie, sostenida en la cul-
tura del progreso, se radicó en la ciudad habitable y civilizada. Por el contrario, el
interior de la ciudad puerto se constituyó en el espacio a transformar, la barbarie en
tránsito a la civilización o en términos más actuales en vías de desarrollo. El diseño
territorial, que se plasma en un mapa convencional de proporciones geográficas, da
cuenta también de esta diferencia al establecer una centralidad y, a partir de ella, dis-
poner un espacio para lo otro, lo extraño al territorio elaborado como nacional. Para
dar cuenta de lo que no es foráneo, pero tampoco argentino, es que se elabora y se
impone la idea de lo “regional”.50
Sin embargo, el interior jugaba un papel importante para el anhelado progreso.
Por ello, las reconfiguraciones regionales apuntaban a consolidar la nación homogé-
nea al naturalizar las relaciones asimétricas en diversos planos –económico, social,
cultural, político, subjetivo– entre identidades surgidas a partir de un patrón de poder
organizado sobre una idea de raza que estaba destinado, ante todo, a la preservación
de ese nuevo fundamento de clasificación social.
Así, en el orden de la producción económica, la región significaba “más riqueza
del suelo” más división del trabajo, para garantizar el lugar –siempre subalterno– de la
Nación en la economía del mundo. En cuanto a lo social, en este primer momento, en
ese espacio que no es propio ni ajeno el factor racial juega un papel central: el negro,
el indio y el mestizo constituían una condición desencadenante del caos social y la
desintegración cultural, eran la herencia de la colonia y dificultaban la constitución
del nuevo estado, a la vez que impedían el “orden” para el “progreso”, necesarios para
entrar en la “modernidad” eurocéntrica.51
En consecuencia, era necesario avanzar sobre la heterogeneidad que encerraba
el diseño territorial de la Nación. En este proceso de colonialismo interno colabora-
ron diversas líneas del denominado regionalismo. A partir del momento fundacional
se pueden reconocer, por lo menos, dos formas de manifestación de ese proyecto: el
nativista y el auténtico. Ambos tienen a la Nación como referente indisociable de
la integración a ella de las parcialidades; para el primero, la Nación es el punto de
49 CORNEJO POLAR, Antonio Escribir en el aire, Editorial Horizonte, Lima, 1994, p. 142.
50 IGHINA, Domingo Espacios geoculturales. Diseños de nación en los discursos literarios del cono sur
1880-1930, Alción editora, Córdoba, 2000, p. 19.
51 HEREDIA, Pablo El suelo…, cit., p. 36.
Nación y regionalismo en la narrativa salteña 137
El nativismo centra el contenido temático que rige los otros aspectos, la organi-
zación estructural y los recursos léxicos y gramatológicos de su producción literaria,
en el paisaje, las faenas rurales y las costumbres. Puesto que este regionalismo se
desarrolla como una reacción en contra de,
“… el ascenso social de las capas medias, el radicalismo, la con-
centración inmigratoria en Buenos Aires y el crecimiento del pro-
letariado urbano, las primeras luchas sindicales, la llegada, a decir
de Joaquín V. González, de ‘los vicios sociales’ que fermentan en
Europa”.56
Esta línea del regionalismo no se articulará sobre la denuncia tal como ocurriera con
otras narrativas latinoamericanas, sino que negará la situación de explotación y su-
mersión del interior y exaltará las esencias intransferibles del alma nativa.57 De ahí
que J. V. González y Martiniano Leguizamón plantearan una visión idealizada de la
relación del hombre y su tierra.58 Para Ford esta línea, claramente deshistorizadora,
“interpretará, interesadamente, aspectos míticos, folclóricos o cotidianos de la cultura
popular rural”.59 Es así como, en ese momento, la producción letrada toma elementos
de la memoria oral para reformularlos de acuerdo a las normas institucionalizadas. La
integración estética de las culturas subalternas o periféricas involucra un cierto vacia-
miento cultural de los seres humanos y las comunidades que las producen y represen-
tan. Se establece así, claramente una escisión entre la producción literaria, el referente
y el lector. Se puede afirmar, entonces, que esta forma de regionalismo buscó diluir al
otro para incorporarlo a su propia historia como un antepasado remoto que lo legitima.
El regionalismo en Salta
Es en el planteo de estas problemáticas que interesa pensar en tres novelas publicadas
en Salta entre 1932 y 1941, se trata de En Tierras de Magú Pelá,60 Miñur en Sumalao61
y Destino.62 En estas producciones, claramente regionalistas, podemos observar como
cada uno de los autores legitima su lugar de narrador de la región desde su conoci-
miento de la tierra, sus costumbres. Gauffín, Torres López y Rodríguez Pérez parten
56 FORD, Aníbal Desde la orilla de la ciencia. Ensayos sobre identidad, cultura y territorio, Punto sur,
Buenos Aires, 1987, p. 225.
57 FORD, Aníbal Desde la orilla…, cit., p. 226.
58 Según Eduardo Romano “celebrar el “alma” servía de coartada para no reparar demasiado en el cuerpo
de los virtuales portadores de dicha cultura autóctona, bastante maltrechos ya por la miseria que pro-
dujeran las luchas civiles, el centralismo porteño y sus propias oligarquías provinciales”. ROMANO,
Eduardo “La parábola narrativa regionalista”, en VIDELA de RIVERO, Gloria y CASTELLINO, Ma-
ría Elena –editora– Literatura de las regiones argentinas, UNCuyo, Mendoza, 2004, p. 166.
59 FORD, Aníbal Desde la orilla…, cit., p. 226.
60 GAUFFIN, Federico En tierras de Magú Pelá, La Crujía, Buenos Aires, 2009.
61 TORRES LÓPEZ, Ciro Miñur en Sumalao (Escenas regionales de costumbres, del Norte argentino),
Ed. La Raza, Tucumán, 1941.
62 RODRIGUEZ PÉREZ, Ernesto Destino, Librería San Martín, Salta, 1941.
Nación y regionalismo en la narrativa salteña 139
desde sus vivencias para producir sus novelas.63 El uso de la autobiografía justifica,
entonces, el tomar la palabra, a la vez que acentúa la construcción de la genealogía de
una clase que busca instalar una identidad nacional homogénea y hegemónica. Es el
caso de Ciro Torres López en Miñur en Sumalao, novela donde se narra las aventuras
de un carrerista en las ferias de Sumalao, quien afirma:
“Lejos de mi tierra y de mi gente, los añoraba de entraña, y para
aproximarlos a mi cariño, quise evocarlos ante ti, en toda su rude-
za, su lenguaje, su temple y su donosura; con sus paisajes, sus cos-
tumbres, sus cabalgaduras, sus cantos, sus mastines y sus ensueños;
con sus montañas, su tradición y la ingenua gracia de su querer y su
existir”.
Así, desde el inicio del texto, se marca la legitimidad de la apropiación de la palabra
por parte de quien se presenta asumiendo un carácter paternalista y desinteresado. De
esta forma el yo enunciador se señala como dueño de un conjunto de recursos que le
posibilitan apropiarse y reproducir el discurso del otro para esconder la naturaleza
impositiva de sus prácticas culturales. Como sugiere Palermo: “…es la familia la
que, ejerciendo su poder desde la primacía de sus virtudes, tiene por derecho ‘natural
la facultad del mando y de la conducción de los destinos de la nueva sociedad. Es la
clase destinada a llevar a la práctica los gestos revolucionarios porque puede […]
extenderlos al indio […] y al negro”.64
Desde este rescate interesado de aspectos míticos, folklóricos o cotidianos de
la cultura rural popular, las novelas abordadas elaboran una imagen del gaucho y del
indio que los ubica como un antepasado remoto del hombre blanco europeo. Desde
una fuerte influencia del positivismo, la narrativa regionalista reforzará la existencia
de primitivismos, es decir de hombres menos evolucionados, cuya racionalidad es
inferior a la del blanco.
En En tierras de Magú Pela se describe la condiciones de vida de un puestero
acentuando lo que el narrador percibe como “promiscuo”, “precario”, “falto de higie-
ne”:
“En la única habitación del puesto se amontonaba la familia en pro-
miscuidad con los perros. […] En el interior del rancho guardaban
multitud de cosas: colgados del techo, el sombrero alón y las botas
nuevas del puestero; lazos y lonjas de uso diverso; cuajos de sal que
63 Cfr. SYLVESTER, Santiago “Federico Gauffín, vida y ficción”, en En tierras de Magú Pelá, La Cru-
jía, Buenos Aires, 2009; “Salta, los poblados, más allá de Iruya” [en línea] http://www.lanueva.com/
edicion_impresa/nota/24/05/2009/95o149/nota_papel.pdf; CARO FIGUEROA, Gregorio “Don Ciro
Torres López, hombre en transición”, en Revista Escuela de Historia, núm. 4, enero/diciembre de
2005.
64 PALERMO, Zulma “Juana Manuela Gorriti: Escritura y legado patrimonial”, en ROYO, Amelia –com-
piladora– Juanamanuela, mucho papel, Ediciones Del Robledal, Salta, 1999.
140 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
69 ADORNO, Rolena “La construcción cultural de la alteridad: El sujeto colonial y el discurso caballe-
resco”, en I simposio de filología iberoamericana, Facultad de Filología Universidad de Sevilla, 1990,
p. 170.
70 “progreso”, “ilustración” y “moral” son las funciones que la Literatura ejercitaba, en la sociedad nacio-
nal.
71 Citado por ROMANO, Eduardo “Origen, Trayectoria y Crisis de la Narrativa Regionalista Argen-
tina” en INTI. Revista de Literatura Hispánica Argentina, Fin de Siglo, núm. 52-53, 2000-2001, p.
431.
72 CROS, Edmond El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis, Corregidor, Buenos Aires, 1997, p. 51.
73 TORRES LÓPEZ, Ciro Miñur en Sumalao…, cit. p. 92.
74 TORRES LÓPEZ, Ciro Miñur en Sumalao…, cit. p. 29.
142 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
75 TORRES LÓPEZ, Ciro Miñur en Sumalao…, cit., p. 17. Los destacados me pertenecen.
76 GAUFFIN, Federico En tierras de Magú Pelá…, cit., p. 124.
77 RODRÍGUEZ PÉREZ, Ernesto Destino…, cit., pp. 26-27.
78 Cfr. WRIGHT, Pablo “El Desierto del Chaco. Geografías de la alteridad y el estado”, en TERUEL,
Ana y JEREZ, Omar –editores– Pasado y Presente de un Mundo Postergado. Trece Estudios de Antro-
pología, Arqueología e Historia del Chaco y Pedemonte andino, Universidad Nacional de Jujuy, San
Salvador de Jujuy, 1998, pp. 35-56.
Nación y regionalismo en la narrativa salteña 143
que condenó a los conocimientos producidos en ellas a ser tan “sólo el pasado” de la
ciencia moderna.81
Desafíos de la región
Pensar en nuestros días el estado de situación de los estudios sobre la producción
cultural de una región, cuando las condiciones mundiales y locales han variado con-
siderablemente, lleva a reflexionar por lo menos sobre dos aspectos. En primer lugar,
respecto a la ampliación del objeto de estudio al incorporar tipos textuales menos
canónicos tales como el testimonio, la crónica periodística, las revistas culturales y
literarias en los que se busca información que posibilite tanto la construcción de cate-
gorías como la caracterización de estéticas. En segundo lugar, pensar las producciones
regionales en relación con los diseños globales.82
Desde esta perspectiva aparece como prioritario relevar y señalar las asimetrías
que la hegemonía globalizadora intenta subsumir –borrar– ocultando las profundas
diferencias que cada localización geográfica y social imprime a sus textualidades las
que son “activamente discordantes”.83 Esto implica necesariamente poner el conoci-
miento de los “expertos” al servicio de la reproducción social al señalar y convalidar
el fragmentarismo propio de la cultura que es siempre heterogénea.
Es prioritario, entonces, para ampliar y consolidar las perspectivas desde las que
pretendemos indagar la producción literaria local, analizar y examinar el espacio des-
de el que se toman las palabras como hecho de heterogeneidades y transformaciones.
Es decir, reflexionar acerca de cómo estas prácticas discursivas, aunque sea incons-
cientemente, intervienen en el proceso de “naturalización” de las actuales relaciones
asimétricas de poder, tanto económicas como intelectuales, ocultando la violencia de
la imposición colonial. Alcanzar esta meta implicaría obviamente, también, auscul-
tarnos nosotros mismos como sujetos heterogéneos productores de conocimientos.
En otras palabras, se trata de colaborar con el desprendimiento epistémico que
comienza en la descolonización del conocimiento para poder correrse del pensamien-
to único que postula la modernidad occidental e instalarse en una epistemología fron-
teriza que plantee alternativas a la modernidad posibilitando, de esta manera, la emer-
gencia de nuestra heterogeneidad constitutiva. Es a partir de todas estas fisuras en el
orden impuesto que algo distinto comienza a producirse.
L
Palabras previas
as producciones de músicos como Gustavo “Cuchi” Leguizamón y José Juan
Botelli, junto a la de poetas como Manuel J. Castilla, José Ríos o Jaime Dá-
valos, son referentes indiscutibles de la cultura de Salta y exponentes de una
construcción identitaria peculiar. La misma, desarrollada en el transcurso de las dé-
cadas comprendidas entre 1940-1970, aún hoy tiene vigencia en tanto define el “ser
salteño” como diferencial en el conjunto nacional y a Salta como “tierra de músicos
y poetas del folklore”.
El presente trabajo se ha realizado en el marco de una investigación más extensa
formulada desde el interés por distinguir y comprender el rol que tales producciones
culturales han tenido en la formación de representaciones identitarias e imaginarios
sociales en Salta durante el siglo XX, en especial durante el periodo que abarcan las
mismas aproximadamente desde mediados de la década de 1940. El objeto de estudio,
un corpus de letras de canciones del folklore compuestas por Leguizamón y Botelli,
permitió desarrollar un análisis orientado a distinguir las construcciones identitarias
manifestadas en ellas y considerar cuáles han sido los procesos que dieron lugar a la
emergencia de estas propuestas estéticas y a su convalidación como representantes de
esa construcción identitaria peculiar.
Consideramos importante atender a la canción popular ya que ella, en tanto pro-
ducción simbólica y conjunto de prácticas culturales, involucra procesos de compo-
sición-producción, interpretación, difusión y consumo que no podemos obviar en el
análisis sobre la formación de los imaginarios y la construcción de identidades. En ese
sentido, la pregunta fundamental que nos guia es qué pueden informar estas cancio-
nes –en sus circunstancias de producción pero también en sus formas de circulación y
recepción– sobre los procesos identitarios. De acuerdo a ello el análisis se orientó en
el orden de las representaciones discursivas que colaboran en la formación de las sub-
jetividades, en la definición de la “cultura criolla” y en la invención de la “tradición
gauchesca”. Dentro de esa problemática general, en este trabajo nos interesa analizar
las formas en las que algunas letras de canciones retoman, reelaboran y resignifican
momentos claves de la historia local y nacional, como las luchas de la independencia
146 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
1 A modo de referencia se pueden citar otras canciones del folklore moderno que textualizan el periodo
de guerras de la independencia y el posterior de las luchas entre unitarios y federales, tales como “La
poncho colorado” de Hilda Herrera y Nella Castro, “Juana Azurduy” de la serie “Mujeres argentinas”
de Ariel Ramírez y Félix Luna, y el album Viva Güemes de Hernán Figueroa Reyes.
2 Kaliman y Chein definen discursos identitarios como aquellos que “hacen referencia a las autoads-
cripciones subjetivas a grupos, e incluyen desde extensos tratados producidos por intelectuales que se
erigen en voceros del grupo hasta las frases aisladas emitidas por cualquier miembro de ese grupo”.
Cfr. KALIMAN, Ricardo y CHEIN, Diego Identidad. Propuestas conceptuales en el marco de una
sociología de la cultura, IHPA-CIUNT, Proyecto “Identidad y Reproducción cultural en los Andes
centromeridionales”, Tucumán, 2006, p. 51.
3 KALIMAN, Ricardo Alhajita es tu canto. El capital simbólico de Atahualpa Yupanqui, Universidad
Nacional de Tucumán, Proyecto “Identidad y reproducción cultural en los Andes”, Tucumán, 2003, p.
53.
Historia e identidad 147
cómo reciben lo que reciben, qué es lo que realizan y producen con ello y, en particu-
lar, cómo toma forma en las canciones.
De esta manera, no abordamos el corpus desde una concepción del folklore como
expresión de una única y “auténtica” identidad nacional sino, tal como sostiene R.
Kaliman en el enunciado antes citado, como un campo en el que se entrecruzan di-
versas identidades y formas de concebir lo nacional. Entre los discursos identitarios
que sostienen a estas producciones, nos interesa destacar la “salteñidad” en las di-
versas formas en que se manifiesta: en el culto a la figura de Güemes y su gesta; en
la construcción de un “nosotros” en oposición al otro colectivo, los “porteños”; en la
emergencia de un discurso del localismo –que no adscribe ni al proyecto federal ni al
unitario– y de la memoria de la elite en la zamba “La Felipe Varela”; en la presencia
del discurso identitario de la hispanidad en la “Trova de la Macacha”.
El corpus se organiza en dos momentos de producción: uno a mediados de la
década de 1950 y el otro a principios de los años 1980. En el primero se retoma
la confrontación entre unitarios y federales; en el segundo, en cambio, las primeras
luchas armadas contra los españoles luego de la Revolución de Mayo enfatizando el
enfrentamiento entre un “nosotros”, los salteños, y un “otro”, los porteños.
6 Cfr. GRAVANO, Ariel “El boom del folklore”, en El silencio y la porfía, Corregidor, Buenos Aires,
1985, pp. 116-146.
7 Cfr. Díaz, Claudio Variaciones sobre el ser nacional. Una aproximación sociodiscursiva al folklore
argentino, Ediciones Recoveco, Córdoba, 2009.
Historia e identidad 149
8 En 1967 Jorge Cafrune realiza la gira “De a caballo por mi Patria”, en homenaje al Chacho Peñaloza.
9 Hay una versión posterior de Alfredo Zitarrosa.
10 En 1960 “Chacarera del Chacho” y en 1963 “La unitaria”.
150 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
“Dicen en Huaca
que se aparece ensangrentado
en el camino de lealtad.
Quienes le han muerto
nunca entendieron que su presencia
en el gauchaje era inmortal”.
Esta última estrofa es la más significativa. El uso del impersonal “dicen que” es una
marca del rumor popular y de la construcción del mito, a la vez que señala al menos un
matiz de distancia entre el enunciador y lo que se enuncia –el yo se diluye en el imper-
sonal y anónimo “dicen que”– marcando una diferencia frente a las afirmaciones con-
tundentes que se formulan en las anteriores estrofas. Por otra parte, los últimos versos
ofician a modo de respuesta o refutación a la célebre frase de Sarmiento –“Bárbaros,
las ideas no se matan”– en tanto la canción concluye afirmando la inmortalidad de
Chacho entre el gauchaje, es decir, la pervivencia en la memoria cultural de los líderes
y los mitos, como también de las ideas y proyectos que los han impulsado. Con ello
se invierte la díada civilización/ barbarie en la lucha entre unitarios y federales; en la
canción los bárbaros son “quienes lo han muerto”, es decir, los unitarios.
Esta estrofa presenta además una gran similitud con una de las coplas del cancio-
nero popular de tradición oral. En Cantares históricos argentinos, Olga Latour de Bo-
tas registra, entre otras, esta copla popular que circuló luego de la muerte de Chacho:
Como puede observarse, también esta copla sugiere la idea de la inmortalidad del líder
y de su proyecto. La construcción discursiva del héroe en la canción de Leguizamón
se realiza incorporando los tópicos expresados en las coplas orales y en biografías o
ensayos sobre el Chacho, entre ellos los de Eduardo Gutiérrez y José Hernández.12 De
esta manera, la canción reproduce la interpretación del federalismo como proyecto
político de base popular y con perfil provinciano.
En contrapunto con esta chacarera, “La unitaria” retoma el otro proyecto de or-
ganización nacional, el unitario y la figura de Juan Lavalle. Pero en ella no hay ala-
11 Cfr. LATOUR DE BOTAS, Olga Cantares históricos argentinos, Ediciones del Sol, Buenos Aires,
2004, p. 100.
12 Veáse por ejemplo El Chacho de Eduardo Gutiérrrez y Vida del Chacho de José Hernández. En esa
línea de reivindicación del caudillo en 1965 León Benarós escribirá Vida y muerte de un caudillo, obra
que será interpretada por Jorge Cafrune.
Historia e identidad 151
13 Es importante tener en cuenta, aunque excede a los propósitos de este artículo, la portada de la partitura
editada por Lagos en la “Colección Canción Estampa” con pintura de Richard Pautasso. La figura del
unitario ofrece indudables asociaciones con el unitario representado por Enrique Breccia en la versión
historieta de “El matadero” de La Argentina en pedazos.
14 Grabada por Los Fronterizos en 1959.
15 Véase “Sobre la zamba Felipe Varela” [en línea] http://www.elortiba.org/Varela.html [consulta: 6 de
octubre de 2010], donde se menciona una versión de Fermín Chávez que refuta la zamba de Botelli y
Ríos y en la que aparecen los versos citados.
16 ROSA, José María “El coronel Felipe Varela y el Paraguay”, “Lanzas contra fusiles” y ROSA, Eduardo
“El Quijote de los Andes” [en línea] http://www.elortiba.org/Varela.html [consulta: 6 de octubre de
152 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
de la zamba. Por su parte, Félix Luna junto a Ariel Ramírez componen otra zamba,
titulada “Cuando Varela viene”. Como puede observarse, todo ello da cuenta de una
fuerte polemización no sólo en el campo del folklore. En palabras del compositor,17 la
letra de esta zamba recoge los recuerdos de los antepasados que vivieron la invasión
del caudillo el 10 de octubre de 1867 y que, relatados oralmente, forman parte de una
memoria colectiva. Tal como veremos más adelante, al igual que en el “Estilo de la
mala memoria”, el relato oral que rememora momentos históricos no forma parte de
la historia escrita, de los documentos, o de los hechos relevantes tomados por la his-
toriografía nacional. La zamba tuvo, por ello, diversas recepciones. Como recuerda el
mismo Botelli, en su momento los revisionistas lo criticaron puesto que la letra de esta
zamba muestra a Varela como invasor y “bandido”, en tanto el movimiento revisionis-
ta postula a los caudillos federales como héroes. La zamba en sí no menciona ni a uni-
tarios ni federales, simplemente da cuenta de cómo el paso de Varela por Salta afectó
la cotidianidad de un delimitado sector perdurando en la memoria cultural a través del
relato oral de los mayores. Es decir, cómo afectó concretamente la vida cotidiana de
un grupo de habitantes, desconocedores o no de las propuestas federales o bien a los
que poco importaba en todo caso la consecución del proyecto político ideológico que
Felipe Varela, en particular, o el federalismo en general, representaban.
La polémica con los historiadores revisionistas a raíz de la zamba “La Felipe
Varela” es significativa en tanto a través de ella se afirma un lugar de enunciación. En
“Salta, el 10 de octubre y Felipe Varela”, José Juan Botelli expresa:
“No tenemos por qué los salteños en un 10 de Octubre, reverenciar
otra memoria que la de esos defensores, caídos en 1867 en defensa
de la ciudad de Salta y su honra. Hoy parecemos avergonzados de
esa recordación. Hasta hace sólo sesenta años, miren ustedes cual-
quier diario salteño del 40 o del 45 y hallarán hasta fotografías; hasta
las escuelas iban al cementerio a rendir el mínimo homenaje de re-
cordación. Qué nos importa Felipe Varela, por más argentino que se
haya sentido en sus andanzas poco claras, máxime cuando no nos
dejó un solo recuerdo constructivo o siquiera grato. […] Aquí no
tenemos razones para venerar a Felipe Varela, mal que les disguste a
sus simpatizantes…”.18
El establecimiento de diferencias entre “ser salteño” y “ser argentino” expresa una
idea “separatista” que se manifiesta constantemente en otros discursos y prácticas en
Salta. Por otra parte, también se destacan cambios entre pasado y presente en torno a
la interpretación y valoración de este suceso. Mientras que en el pasado evocado se
evidencia el ejercicio de una memoria a través de actos destinados a mantenerla viva
2010].
17 Entrevista realizada en abril de 2009.
18 En Botelli, José Juan La sal de Salta, Gráfica Logos, Salta, 2007, p. 29.
Historia e identidad 153
19 C. Díaz define al paradigma clásico como “el conjunto de supuestos, convicciones y acuerdos que,
formados entre los años ’30 y ’40, son compartidos hacia los ’50 por los agentes sociales que integran
el campo del folklore […] Esos supuestos compartidos son los que permiten la distinción clara de las
producciones que forman parte del campo, es decir, son ‘folklore’, de aquellas que no lo son”. Díaz,
Claudio Variaciones sobre el…, cit., p. 117. Entre los rasgos y normas a partir de las cuales se juzga la
“legitimidad” cumplen un rol primordial el nacionalismo cultural en sus variantes y transformaciones
desde el Centenario, incluyendo al peronismo, y la “voluntad nacionalizadora” manifiesta tanto en los
artistas pioneros como en los folklorólogos, entre otros muchos factores que Díaz señala. Un exámen
más detallado, que excede a estas páginas, permitiría observar y evaluar la posición de cada uno de los
productores acá involucrados en tanto, más allá de algunas coincidencias, éstos no pueden identificarse
plenamente en el paradigma clásico, G. Leguizamón mucho menos que C. Perdiguero.
20 Cfr. GRAVANO, Ariel El silencio…, cit., pp. 183-185; DÍAZ, Claudio Variaciones…, cit., pp. 252-253.
Gravano habla de “crisis” y de elementos “retardatarios” y “negativos” en el folklore durante esos años
y de una menor difusión de la música popular y del folklore no sólo por la censura sino también porque
el Estado –paradójicamente– decide dejar en manos de empresas privadas multinacionales el aparato
de difusión de música. Díaz, por su parte, considera que se produce una doble fractura en el campo:
154 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
por un lado, por el exilio y la separación de los artistas con las organizaciones populares; por otro, por
la imposibilidad de acceder a los mecanismos de difusión y consagración. Así también considera que
existen “zonas de coincidencia entre los rasgos estéticos y políticos del paradigma clásico y los del
discurso autoritario de censura” (p. 247).
21 Otro estilo compuesto por Leguizamón es el “Estilo de los oficios” con letra de Walter Adet.
22 Cfr. Gómez García y RODRÍGUEZ, Victoria Música latinoamericana y caribeña, Pueblo y Edu-
cación, La Habana, 1995, pp. 257-258.
Historia e identidad 155
llo que vuelve a Salta “sentido por el desaire que le hicieron los porteños” es Martín
Miguel de Güemes.
La canción, como todo texto artístico, explota esta ambigüedad y sólo ofrece
algunos datos que posibilitan la reconstrucción de los silencios, ausencias y desplaza-
mientos de sentido. Se hace necesario, por lo tanto, realizar una reconstrucción doble:
por un lado, de la situación o historia enunciada y, por otro, del momento y lugar de
enunciación, es decir, sus condiciones de producción.
Al respecto se pueden señalar al menos dos situaciones fundamentales: la dicta-
dura militar y la inminente guerra de Malvinas con la emergencia del sentimiento na-
cionalista y “patriótico” que la misma provoca. Pero sobre todo nos interesa destacar
el lugar primordial que la figura de Güemes y la gesta güemesiana representan para el
discurso identitario de la salteñidad.23
Como mostró Zulma Palermo, se trata de un proceso de construcción de la me-
moria local en el que la figura de Güemes nuclea un sentimiento de pertenencia e iden-
tificación con la “Patria chica” –Salta– equidistante de las construcciones nacionales
que queda diseñado en la escritura de Juana Manuela Gorriti a fines del siglo XIX.24
Ante la ausencia de retratos de la persona Güemes, pervive en cambio la imagen le-
gada por la escritura literaria que, de esta manera, funda y da forma a un imaginario.
Junto a esta escritura, en ese proceso de construcción de la memoria juega un rol
fundamental el discurso historiográfico que, también a fines del siglo XIX, retoma la
figura y gesta del caudillo para ofrecer la versión local de la historia de la Independen-
cia Argentina, confrontando la versión oficial de la hitoriografía mitrista.
Un indicio más de que en Salta la figura de Güemes fue revalorizada recién a
fines del siglo XIX y principios del siglo XX por los sectores de elite que se apropian
de la gesta guemesiana y construyen su valor simbólico, es que el cancionero popular
de Salta –recopilado por Juan Alfonso Carrizo– no registra ningún cantar en torno a
la figura de Güemes o que remita a sus hazañas. En otros cancioneros, en cambio, hay
ejemplos abundantes de coplas y cantos destinados a destacar las hazañas y virtudes
de Facundo Quiroga, Chacho Peñaloza, Felipe Varela o Manuel Dorrego. Si los canta-
res anónimos y populares no registran las hazañas del caudillo, en cambio, es la elite
la que construye la heroización de su figura y la reproduce a través de diversos discur-
sos y prácticas. Simultáneamente, en ese movimiento produce una equiparación entre
la historia de Salta y la del sector dirigente que se autodenomina “gente decente”.
23 En la instancia final de redacción del presente artículo salió publicado un trabajo que recorre el proceso
de heroización de Güemes y su valor para el discurso identitario de la salteñidad. Ver VILLAGRÁN,
Andrea “‘El héroe gaucho’, Historia y representaciones sociales en el proceso de construcción del
héroe Güemes”, en ÁLVAREZ LEGUIZAMÓN, Sonia –compilador– Poder y salteñidad. Saberes,
políticas y representaciones sociales, CEPIHA, Salta, 2010.
24 PALERMO, Zulma “Juana Manuela Gorriti: escritura y legado patrimonial”, en ROYO, Amelia –coor-
dinadora– Juanamanuela, mucho papel, Ediciones del Robledal, Salta, 1999, pp. 111-150.
156 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
25 MATA de LÓPEZ, Sara “Guerra, militarización y poder. Ejércitos y milicias en Salta y Jujuy. 1810-
1816”, en Anuario IEHS, núm. 24, Tandil, 2009, p. 284.
Historia e identidad 157
26 Esta explicación y sus ecos aún resuenan, por ejemplo, en los debates sobre si debe considerarse a Güe-
mes como héroe nacional –a la altura del valor simbólico que detentan San Martín o Belgrano– sobre el
feriado que rememora su fallecimiento que es sólo provincial, sobre el conocimiento de su figura más
allá de Salta.
27 Véase, por ejemplo, Cornejo, Atilio Historia de Güemes, Agrupación Tradicionalista “Gauchos de
Güemes”, Salta, 1983 [1945]; Fernández, María Cristina “Batalla de Suipacha” [en línea] http://
www.camdipsalta.gov.ar/INFSALTA/indeguemes2.htm [consulta: 18 de junio de 2010]; Güemes,
Luis Güemes documentado, Tomo 1, Plus Ultra, Buenos Aires, 1979.
158 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
vo y por la inacción de los altos jefes al mando del Ejército se perdieron las provincias
alto peruanas de Cochabamba y Tarija, entre otras. Lo interesante es advertir también
las fuentes a las que se recurre para construir y fundamentar estas interpretaciones: se
trata siempre de los testimonios de contemporáneos, del decir de aquellos que parti-
ciparon de la batalla y que se fue transmitiendo a las generaciones posteriores; even-
tualmente, estos testimonios orales se refuerzan académicamente con los escritos de
historiadores bolivianos. Desde allí se confronta abiertamente con la historia nacional
escrita por Bartolomé Mitre. Se infiere así la emergencia de tensiones, por un lado,
con los documentos oficiales y, por otro, con una forma de relatar la historia.
De esta manera, la composición musical da cuenta de la actualización de una
memoria que, sin haber quedado registrada en los documentos oficiales, opera como
una “verdad” que ha sido negada y que, por este motivo, ocasiona toda una serie
de desencuentros entre Buenos Aires y el interior del país. Se configuran dos voces:
por un lado, la del documento oficial redactado en el Río de la Plata, en el que no se
menciona la valiosa actuación de Güemes en esta batalla; por otro, la voz del relato no
oficial que opera con valor de una “verdad” que ha sido negada y ocultada. Frente a
una “verdad”, que es la del combate, el fuego, la sangre y los testimonios de quienes
la vivieron, la otra “verdad”, la del documento, la que queda registrada en letras de
molde. Las dos voces antes mencionadas se corresponden a su vez con dos tipos de
escritura: por un lado, la escritura de las lanzas, por otro, la escritura del documento
oficial que actúa como borradura de la primera. Podríamos incluso inferir que se esta-
blece así un contrapunto entre lo real y la construcción de lo real en el documento. Se
señala así no sólo que esa construcción es discursiva, sino sobre todo que la versión
oficial intencionalmente manipula, oculta y opaca los hechos.
El estribillo refuerza esta contraposición de dos discursos evaluados por la escri-
tura en términos de “buena”/ “mala” memoria: por un lado, aquella que recuerda la
escritura de las lanzas, voces y cuerpos en la batalla; por otro, aquella que se evalúa
como “mala memoria” y es la que recupera el documento oficial:
La cuarta estrofa enfatiza esta idea de la “mala memoria” que provoca el “asombro
de los salteños” porque “lo que escribieron sus lanzas lo borraron los porteños”. Ya
que el documento oficial nada dice, la canción apela a la voz de los otros actores, en
este caso, a los vencidos: “pregúntenle a los godos lo que sucedió en Suipacha”. Es
significativo que el colectivo “porteños” se configure en el texto como el principal
grupo opositor: son ellos los que provocan el “desaire”, son también los que ignoran,
en fin, son los que se perciben como “enemigos”, en este caso de una “verdad”. En
Historia e identidad 159
28 Esto no significa que efectivamente lo sea; ni siquiera que tenga una correspondencia absoluta con
hechos concretos y materiales de la realidad. Lo que intento demostrar a través de este análisis son los
sentidos que el texto construye a través del lenguaje y su adhesión a versiones y presupuestos también
sostenidos por la historiografía local a través de Bernardo Frías, Atilio Cornejo y Figueroa Güemes,
entre otros.
160 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
luchas guiadas por objetivos políticos e ideológicos concretos. Sería ésta otra apropia-
ción, otra definición del capital simbólico en disputa; es decir, una incorporación al-
ternativa que, de todos modos, es siempre selectiva y realizada desde un presente. Lo
mismo puede decirse respecto a la actualización de las disputas entre unitarios y fede-
rales, o a la reivindicación de figuras como las de Chacho Peñaloza y Felipe Varela.
A modo de conclusiones
Las canciones analizadas dan cuenta, en todos los casos, de una mirada hacia el pasa-
do que implica tomas de posición de los sujetos que enuncian –dónde, cómo, cuándo
lo hace– y de las selecciones que realizan. Así, la reconstrucción de ciertos sucesos
que se consideran significativos o paradigmáticos se realiza siempre desde un presen-
te, desde un posicionamiento político-ideológico que simultáneamente se funde con
situaciones y problemáticas contemporáneas a su momento de producción.
Estas construcciones discursivas retoman momentos significativos de la historia
–local y nacional– desde una enunciación situada a mediados del siglo XX, y en ese
movimiento generan transformaciones o desplazamientos que simultáneamente infor-
man del momento histórico y político de su momento de producción, no sólo sobre
opciones estéticas sino también ideológicas y políticas –del productor o, en general,
de los discursos que la canción incorpora, ya sea reproduciendo valores conservadores
o bien cuestionando o propiciando otras formas de mirar y de construir nuevas repre-
sentaciones de lo local.
Los dos cortes cronológicos en que se organizó el corpus permiten observar sig-
nificativas diferencias tanto en la mirada hacia el pasado como también en las trans-
formaciones acaecidas en el campo del folklore. Así, mientras a fines de los años 1950
y principios de los 1960, en un contexto de pugnas discursivas políticas e ideológicas
el héroe retratado es Chacho Peñaloza, a inicios de los años 1980, en cambio, en otras
condiciones de producción y recepción, resurgen con fuerza los íconos más conser-
vadores de la salteñidad vinculados a los discursos del hispanismo y de la oligarquía
local.
En las letras las oposiciones entre nosotros/otros, nosotros/ellos, propio/ajeno,
pertenencia/extranjería, en su reiteración van dando cuenta de la construcción de un
territorio y de un sentimiento de pertenencia que toma forma en los discursos. Las
canciones analizadas no responden a una idea homogénea de lo nacional; por el con-
trario, el “Estilo de la mala memoria” enfatiza la pugna y diferencia entre “porteños”
y “salteños”, una rivalidad que el texto de la canción sitúa en los momentos “funda-
cionales” de la Patria. La confrontación entre Buenos Aires y el interior del país, en
este caso Salta, se manifiesta como una pugna entre proyectos políticos diferentes y
entre dos formas distintas de construir el relato de la historia local. En la “batalla”
por los signos y el control por la memoria se enfrentan, por un lado, los designios e
intereses porteños y, por otro, los intereses y necesidades locales; un contrapunto en-
tre la versión oficial de los hechos que se redacta en Buenos Aires, y la versión local
que perdura a través de relatos que las canciones retoman y actualizan. Sin embargo,
como señaláramos antes, es importante destacar que tanto “La Felipe Varela” como
el “Estilo de la mala memoria” estarían respondiendo a una memoria oral construida
por las familias de elite.
Así también, en el “Estilo de la mala memoria” y “La trova de la Macacha” se
textualiza una compleja tensión entre la identificación con el espacio andino y el pro-
Historia e identidad 163
yecto nacional construido desde Buenos Aires, por un lado y, por otro, el sentimiento
de pertenencia con la cultura hispánica (sobre todo a través del legado musical dado
por la copla y la “trova”). Esto a su vez se complementa con la afirmación de perte-
nencia a un espacio y una cultura propias que en muchos casos se distancia de lo que
se ha construido como “lo nacional”,29 como se observa claramente en “Estilo de la
mala memoria” y con mayor virulencia en “La Felipe Varela”.
El espacio y las subjetividades locales se delimitan a través de ese sentimiento de
diferencia y de pertenencia que se manifiesta en la enfatización de ciertos caracteres,
tradiciones, leyendas, formas de ser, hablar y cantar. La exaltación de dicha diferencia
es lo que se dio en llamar la “salteñidad”. De esta manera, el análisis permitió distin-
guir los discursos que contribuyen a la construcción de la salteñidad convalidando la
legitimidad de los grupos dominantes y la forma en que las representaciones discursi-
vas colaboran en la definición de una “tradición gauchesca”, tan cara a los discursos
identitarios locales.
29 Aunque tal vez esta interpretación sea un poco audaz, creemos leer en esta canción la emergencia de
una idea separatista que luego se expresó con fuerza en el primer gobierno democrático en Salta, cuyo
gobernador –peronista– fue Roberto Romero. Esta idea se sustentaba sobre la posibilidad o necesidad
de autonomía de Salta respecto al conjunto nacional.
Entre dos Centenarios:
construcción de identidades
y representaciones sociales en el teatro salteño
GRACIELA BALESTRINO
MARCELA SOSA
N
os proponemos analizar identidades políticas y representaciones sociales en
el teatro de Salta1 –que es el que se hace en dicho espacio sociocultural– en el
periodo comprendido entre los dos Centenarios (ca. 1910-2010), es decir, que
el concepto teatro de Salta abarca la práctica que se inicia generalmente en la escritura
y termina en la representación, por lo cual, aunque trabajaremos mayoritariamente
con textos dramáticos producidos en el microespacio salteño, incluimos también una
puesta en escena de un dramaturgo de trascendencia nacional.2 El proceso de dichas
representaciones, con sus cambios y permanencias, se relevará a través de la indaga-
ción de imágenes de la identidad cultural y de la memoria colectiva, inscriptas en un
discurso cultural específico como es el teatro.
Otra cuestión que se advierte es la problemática que suscita la doble temporalidad
de nuestro objeto de estudio. El tiempo de la ficción que abarca el corpus selecciona-
do es mucho más amplio que el lapso entre los Centenarios, pues focaliza de manera
singular puntos de inflexión o instancias clave en la conformación de construcciones
identitarias en el arco temporal que se extiende desde la colonia hasta el presente. Esto
se verá más claramente en el siguiente esquema que subsume ambos ejes temporales
en los textos que consideramos nucleares para los objetivos antes enunciados:
1 El presente trabajo, si bien se nutre en parte de la sostenida investigación de las autoras –que dio como
fruto la escritura de la primera historia del teatro de Salta (siglos XX y XXI) hasta este momento– y de
numerosos artículos sobre textos dramáticos o espectaculares de la escena salteña, es el resultado de
una nueva mirada sobre dicho objeto de estudio desde la perspectiva de las representaciones sociales e
identitarias que surgen del PICTO UNSa N° 36715/08-09.
2 Esta excepción se justifica por dos razones: el teatro no es sólo texto dramático, por lo cual en el texto
espectacular también se inscriben significaciones y representaciones identitarias; además, por la re-
levancia de la puesta en escena local de Barcelona, 1922 del reconocido dramaturgo Alejandro Finzi
(Buenos Aires, 1951), realizada por el director y teórico teatral salteño José Luis Valenzuela.
166 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
Tiempo histórico
Año* Texto Autor o Director
ficcional
El campamento de los
Colonia 1953 C. Matorras Cornejo
cobardes
Guerras de
1926 La tierra en armas J. C. Dávalos-Serrano
Independencia
ca.1955 Eso que se llama Patria C. Matorras Cornejo
Primer Centenario 1914 El limbo J. Castellanos
El Peronismo 1953 Tan sólo el monte lo sabe C. Matorras Cornejo
1941 Ña Eloisa, la curandera C. Xamena Lomba
1950 Pacha-Mama A. R. Sirolli
Dictadura 1976 Esteco F. Mateo
Democracia 1985 Barcelona, 1922 J. L. Valenzuela
1990 El espión J. Ahuerma-D.Sorich
2002 En un azul de frío R. Monti
2004 Queso de cabra C. Müller
∗ Año: Generalmente remite a la fecha de escritura y/o publicación del texto dramático; en otros
casos, consignamos fecha de estreno, como se aclarará en los respectivos apartados.
Del cuadro anterior se infiere, además, que la mayoría de los textos plantean una re-
elaboración ficcional posterior al tiempo que aquellos referencializan. Por tanto, en el
trabajo se hará evidente la fricción entre la temporalidad de la historia efectivamente
acaecida y la de la historia que recrea la ficción teatral,3 lo que además implica atender
a la reconstrucción contrastiva de los contextos en contacto (el histórico y el de pro-
ducción escritural) y de las representaciones sociales respectivas. Este roce discursivo
entre las temporalidades mencionadas producirá saltos y discontinuidades en la línea
cronológica, como se aprecia al yuxtaponer las dos primeras columnas del cuadro, que
deben ser confrontadas por el lector/espectador.
Finalmente, la exposición del tema, por su complejidad temporal, necesariamen-
te nos obligaba a elegir uno de estos criterios: el año de escritura o puesta en escena,
o el tiempo de la ficción. Hemos privilegiado este último porque reordenar ese zigzag
temporal implica visualizar los cambios en las construcciones identitarias y represen-
taciones sociales objeto de nuestro estudio, que se producen en periodos significativos
de la historia argentina, que se exponen según este ordenamiento:
3 Los casos en que se produce una sincronía entre el horizonte de escritura y el tiempo de la ficción son:
El limbo; Ña Eloisa, la curandera; Pacha-Mama; Tan sólo el monte lo sabe, El espión –drama que ma-
nifiesta una oscilación temporal que se explicitará en el apartado correspondiente– y Queso de cabra.
Entre dos Centenarios 167
4 Este apartado del artículo reescribe la ponencia de BALESTRINO, Graciela “Memoria histórica, orali-
dad y escritura en El campamento de los cobardes de Carlos Matorras Cornejo”, en IX Jornadas Regio-
nales de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales, UNJu, 2008 y publicada en Cuadernos de
Humanidades, núm. 19, Universidad Nacional de Salta, 2009, pp. 111-121. También retoma y profun-
diza algunos planteos de BALESTRINO, Graciela “Una visión contrahegemónica de la conquista del
Gran Chaco”, en BALESTRINO, Graciela y SOSA, Marcela –selección y estudios críticos– 40 años
de teatro salteño (1936-1976). Antología, Inteatro, Colección Historia Teatral, Buenos Aires, 2008, pp.
205-209.
5 Matorras Cornejo (1908-1961) descendía de Jerónimo de Matorras, gobernador del Tucumán, y su
familia era terrateniente en Anta. Como abogado se desempeña en distintos cargos jerárquicos, entre
ellos Juez de Primera Instancia en lo Civil. A partir de 1943 renuncia y se dedica a la escritura en forma
casi absoluta (ARIAS, Leonor; PARRA, Mabel y SAICHA, Susana Carlos Matorras Cornejo. Una
escritura en los márgenes, UNSa, Salta, 2000).
6 A partir de aquí lo mencionaremos con la sigla ECC. Utilizamos la edición crítica y anotada –hasta
ahora la única– que figura en BALESTRINO, Graciela y SOSA, Marcela 40 años de teatro salteño…,
cit., pp. 213-251.
168 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
Chaco Gualamba7 –poco antes de la instauración del Virreinato del Río de la Plata–
durante la expedición que comandó Jerónimo Matorras, gobernador del Tucumán y
tatarabuelo del dramaturgo. La firma del tratado de paz era el requisito necesario para
el cese de las incursiones bélicas de los aborígenes y para el enlace de la provincia del
Tucumán con Asunción.
Esta puesta en discurso teatral de la pacificación de los mocovíes –que en reali-
dad implicó aceptar la sumisión a la corona española– pone en cuestión la identidad
del colonizador y la del colonizado aborigen, basándose en documentos letrados y en
relatos de tradición oral imbricados en prácticas culturales de la etnia mocoví. Por
consiguiente, ECC es un acto de recuperación de la memoria histórica al presentar la
expedición para firmar un tratado de paz con el pueblo mocoví de un modo diferente
al de la historia oficial.
En un breve prefacio el dramaturgo declara la base histórica del conflicto dra-
mático a partir del cual él inventa la trama sentimental: “las tiendas del Campamento
de los Cobardes se alzaron un día a orillas del río Bermejo, en épocas en que los
mocovíes acostumbraban aún celebrar su tradicional Fiesta del Tigre”.8 Seguidamente
menciona sus fuentes documentales,9 pero cabe aclarar que el Diario de la expedición
fue escrito por Blas Joaquín de Brizuela, uno de los maestres de campo que participa-
ron en la empresa, aunque su nombre no figura en la portada del texto editado en 1837
por Pedro de Ángelis.
El discurso logístico-militar del Diario10 menciona leguas recorridas y nombres
de parajes desde el Fuerte del Valle hasta la Laguna de Lacangayé, donde se produce
el encuentro con Paikín, el gran caporal de los mocovíes. La monotonía discursiva se
quiebra con breves referencias a deserciones y motines hasta que se detalla el inciden-
te que dará el título a ECC.11
7 Pedro Lozano, en su Descripción corográfica del Gran Chaco Gualamba (1733), así denominó al
extenso territorio sudamericano que se extiende, desde el nacimiento de los ríos Otuquis y Parapití, en
Bolivia, por el norte, y el río Salado, por el sur, en Argentina. En la República Argentina la región cha-
queña abarca las provincias del Chaco y Formosa, norte de Santa Fe, nordeste de Santiago del Estero
y este de Salta.
8 Matorras hace coincidir la expedición con la fiesta del tigre o pim-pim porque no le interesa destacar la
expedición en sí misma sino el conflicto cultural.
9 El Diario de la expedición hecha en 1774 a los países del Gran Chaco por don Jerónimo Matorras,
Gobernador del Tucumán –editado por Pedro de Ángelis– y el Diario del viaje del Padre Lapa al Gran
Chaco Gualamba, de donde toma “casi textualmente” la descripción de los indios mocovíes.
10 Todas las citas del texto, que identificaremos como Diario, corresponden a ÁNGELIS, Pedro de “Dis-
curso preliminar al Diario de Matorras”, en Colección de obras y documentos, Plus Ultra, Buenos
Aires, 1972, pp. 241-258.
11 “El 10 [se quedó] el señor canónigo con su carretilla, con los dos tenientes coroneles del Tucumán y
150 hombres, que por su cobardía y mala voluntad nos habían servido de bastante molestia y estorbo.
Dejámosle […] lo [...] necesario de víveres y municiones por más de tres meses [pero] quedaron siem-
pre llenos de temores, porque sólo aspiraban sus deseos a regresar a la provincia. […] El 12, a eso de
las tres […] salimos […] a toque de caja, dándole el nombre de Acampamento de los cobardes (pp.
272-273, cursivas del autor).
Entre dos Centenarios 169
La última parte del Diario es una relación de los ríos Grande y Bermejo, que in-
corpora lo extraño: una víbora de dos cabezas, “ampalabas de disforme grandeza, ara-
ñas de desmedido tamaño, escuerzos disformes y avispas de mucha bravura” (ECC:
296). Este bestiario se completa con la referencia a dos exóticas naciones aborígenes,
una con seres “pelados enteramente” y la otra con “enanos cuya estatura no pasaba de
tres cuarta” (ECC: 296), que reproduce el imaginario europeo sobre los aborígenes,
cuya supuesta anomalía subvierte el orden del mundo civilizado.
En ECC el Gobernador del Tucumán sólo actúa en el primer acto y nos entera-
mos de la firma del acuerdo por el relato conciso y perentorio de un mensajero indio
para evitar la muerte inminente del Capitán desertor, prisionero de Lachirikín. Los
personajes se aglutinan en dos pares antagónicos, máscaras de los sujetos colectivos
enfrentados: el Capitán/Lachirikín y fray Antonio/el Payé. Esta configuración se com-
pleta con Francisca de Paula y Acevedo, mediadores entre aquellos. Francisca, que
Matorras convierte en hermana de Lachirikín, apela al amor para la superación de las
barreras lingüísticas y culturales entre indígenas y conquistadores; acepta el bautismo
–acción urdida por el Capitán para ocultar su falta disciplinaria de haber introduci-
do subrepticiamente a la joven india en el campamento militar– sin comprender el
sentido religioso y político de su conversión. Rechazada por su comunidad y por los
blancos, se arroja a las aguas del Bermejo. Acevedo es el lenguaraz, el traductor que
establece puentes lingüísticos de entendimiento entre unos y otros.
Excepto el Payé, único personaje del drama que no está basado en figuras concre-
tas del Diario, los restantes son arquetipos del colonizado y del colonizador español.
Jerónimo Matorras se convierte en el Gobernador y fray Antonio Lapa, cura doctri-
nero de la reducción de Macapillo, en Fray Antonio y confiere entidad dramática al
cacique Lachirikín. La breve mención a los soldados disconformes con la dura trave-
sía por la selva bordeando un río interminable se convierte en el núcleo de la trama
sentimental. El Capitán, a causa de la pasión amorosa que siente por Francisca, es
castigado y debe quedarse con los levantiscos en el campamento, que sufre el ataque
de los mocovíes.
ECC muestra textualizaciones de prácticas sociales y sujetos culturales12 enfren-
tados. El español ve al aborigen como un salvaje que debe dominarse con la fuerza
de las armas y como un infiel que se debe evangelizar y domesticar en las denomina-
das reducciones. La conducta falaz del colonizador se evidencia en el ocultamiento
de móviles de exclusión del indio con señuelos o en la incongruencia entre palabra
y acción, pero a veces los dispositivos de eliminación o aniquilamiento del Otro se
expresan sin eufemismos.13
12 Véase, al respecto, CROS, Edmond “El sujeto cultural colonial. La no representabilidad del Otro”, en
El sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis, Corregidor, Buenos Aires, pp. 49-65.
13 Ante la pregunta del Teniente coronel a un joven Cabo, acerca de cómo actuaría con Francisca, éste le
responde: “Pues, muy sencillo. La llamaría y le diría: si eres del monte, vuelve al monte; si eres india,
vuelve con los indios; si Paikín te ha engendrado, vuelve con Paikín. Te agradecemos tu aviso, pero
170 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
ahora vuelve con los tuyos. Y, para consolarla, le daría un collar de vidrios multicolores, de esos que
les gustan tanto” (II, 6, 238).
14 Este rasgo también es visible en el cuadro que el sobrino del gobernador Matorras encargó al pintor
Tomás Cabrera y que sin duda el dramaturgo debía conocer. Remitimos al exhaustivo análisis de Lo-
tufo, Margarita “Por la gracia de Dios. Una mirada divergente sobre la obra pictórica. El encuentro
del gobernador Matorras con el cacique Paykín”, en Gutiérrez, Rafael; LOTUFO, Margarita y
VERGARA, Santos Abordajes y perspectivas, Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta, Salta,
2003, pp. 133-185. Para la relación del citado cuadro en ECC, véase BALESTRINO, Graciela “La
lucha del tigre y del toro: El campamento de los cobardes de Carlos Matorras y sus relaciones intertex-
tuales e interdiscursivas”, en PELLETTIERI, Osvaldo –editor– Huellas escénicas, Galerna/Fundación
Roberto Arlt, Buenos Aires, 2007, pp. 251-259.
15 Matorras era exponente de la elite salteña pero se podrían aducir otros ejemplos que contradicen la
citada mirada prejuiciosa. Así, llama la atención que el título de la pieza dramática de Carlos Matorras
refiera la falta de valor militar de soldados que luchan por debida obediencia al rey Carlos III y no
incluya el nombre de su tatarabuelo, tan notorio en el título del Diario.
Entre dos Centenarios 171
toro es la parte culminante del pim-pim, durante la celebración del arete (la verdade-
ra fiesta o el verdadero tiempo) para agradecer los frutos de la madre-tierra. Desde
una perspectiva antropológica se interpreta el combate –en el que siempre vence el
tigre– como un enfrentamiento entre el aborigen (el tigre), y el conquistador español
(el toro).16 Cuando el tigre (Payé) está a punto de sacrificar al toro (el Capitán), Fray
Antonio lo mata. Además de ser una trágica ironía que quien predicaba el amor y la
caridad cometa un acto criminal, la inversión del relato mítico condensa el desmonta-
je del relato oficial de la colonización que en forma prismática se teatraliza en ECC.
Lachirikín, traspasado de dolor por la muerte de su hermana, estruja el poncho y mira
con infinito odio a Fray Antonio y al Capitán. Arrancándose de un tirón el crucifijo,
dice al misionero: “devuelve a tu jefe este dios y este poncho, que han traído la desgra-
cia a los mocovíes y dile que Lachirikín sólo quiere su libertad” (III, 5: 250). La pues-
ta en discurso de la pacificación de los mocovíes cifra el axis del drama, cuyo gesto de
recuperación de la memoria histórica conlleva el roce discursivo entre la letra y la voz.
16 Véase VERGARA, Santos “El pim-pim o la supervivencia de una expresión teatral aborigen en el
trópico salteño”, en GUTIÉRREZ, Rafael; LOTUFO, Margarita y VERGARA, Santos Abordajes y
perspectivas, cit., pp. 186-251.
17 Este apartado es una reescritura de SOSA, Marcela “La tierra en armas de Dávalos-Serrano (o las
armas del teatro)”, en Andes, núm. 14, CEPHIA, 2003, pp. 231-246.
18 BOURDIEU, Pierre “El campo literario. Prerrequisitos críticos y principios de método”, en Criterios,
núm. 25-28, La Habana, enero 1989-diciembre 1990, pp. 20-42.
172 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
19 En 1950, Teatro Vocacional Salta representa La tierra en armas dentro de los actos programados por
el gobierno en homenaje a San Martín. La próxima noticia que tendremos de la pieza será en 1971, a
través del filme de Leopoldo Torre Nilsson, “Güemes o la Tierra en Armas”.
20 DÁVALOS, Juan Carlos y SERRANO, Ramón La tierra en armas, Ediciones Argentinas Cóndor,
Buenos Aires, 1935. A partir de ahora todas las citas se harán por dicha edición y se reconocerá el texto
con la sigla LTA.
21 Mozejko toma como eje de análisis la figura de San Martín, mediada por la pluma de Mitre, para es-
tablecer los mecanismos de construcción de los héroes de la independencia americana: “Los procesos
de independencia de los países de América son presentados […] como epopeyas. La historia se cons-
Entre dos Centenarios 173
truye mediante discursos que respetan las normas de un género, en el que los héroes, […] aparecen
como figuras que defienden valores colectivos […] Además, los héroes nacionales se configuran en
un espacio en el que, a partir de la oposición privado vs. público, se proscribe lo primero –los héroes
renuncian a su vida privada– y se privilegia lo segundo”. MOZEJKO, Danuta Teresa “Las definiciones
de lo nacional como modelos de inclusión/exclusión: la figura heroica de San Martín”, en MOREAU,
Pierina –editora– Actas de las Terceras Jornadas de Literatura Comparada, Vol. II, AALC, 1998, pp.
889-897.
22 MOZEJKO, Danuta Teresa “Las definiciones de…”, cit., p. 890.
23 Como dice D. Mozejko, citando a Mitre, “eran los verdaderos hijos de la tierra colonizada y constituían
el nervio social […] “los únicos animados de un sentimiento de patriotismo innato, que desenvuelto se
convertiría en elemento de revolución y de organización espontánea, y después en principio de cohe-
sión nacional”. “Las definiciones de…”, cit., p. 891.
24 “GÜEMES: -¿Razón de raza? Yo también por ella/no mezquiné la vida, cuando al lado/de Liniers,
tomé parte en la defensa/de Buenos Aires, donde el pueblo criollo/sintió al chocar con tropas de In-
glaterra/que le brotaban garras y tenía/sangre caliente en las robustas venas./Vieja sangre cansada, de
leones/que al remozarse en las indianas hembras/con vigor inmortal echa a la vida/las almas libres de
una raza nueva!” (406). Cursivas nuestras.
25 Este ítem reescribe el artículo de SOSA, Marcela “Nuevos ‘palimpsestos’: construcciones identitarias
en Eso que se llama Patria, de Carlos Matorras Cornejo”, en Cuadernos de Humanidades, núm. 19,
2009, pp. 123-134.
26 El texto, con el resto de su producción dramática édita e inédita, se incluye en el archivo de Matorras
174 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
tarse esta última fecha, sería muy ostensible el roce discursivo del horizonte de escri-
tura con el tiempo ficcional referencializado.
El hecho de que el texto esté ambientado en la época de Güemes y de las luchas
por la Independencia indica claramente su adecuación para examinar el surgimiento
y circulación de ideologemas (patria, tierra, libertad), así como de nuevas prácticas
sociales discursivizadas, que entrarán en conflicto con el status quo colonial. Escribir
sobre la problemática identidad en las guerras de Independencia implica reenviar al
lector/espectador de 1950 hacia sus propias creencias y revisar su posicionamiento
ideológico. No hay que olvidar que los gobiernos de Perón rigen el escenario político
de la Argentina durante la etapa en que Matorras produce casi toda su escritura.
Aunque el posicionamiento político del dramaturgo no aparece explicitado en
ninguno de sus textos ni hay referencias de militancia alguna,27 su traslado a Buenos
Aires a fines de 1955 –cuando es nombrado Subprocurador de la Justicia Nacional del
Trabajo– nos permite inferir su rotundo rechazo a la política e ideología peronistas.
La cercanía de EP al tiempo de mayor convulsión en la historia política argentina, la
revolución de 1955, es innegable.
Nuestra hipótesis es que la intensa conflictividad social que sacudió la Argentina
durante y al término de los dos primeros gobiernos peronistas se discursiviza en el
teatro histórico de Matorras, quien halla en el distanciamiento epocal la posibilidad
de objetivar las escisiones y contradicciones identitarias colectivas en las que se ve
involucrada su subjetividad.
El núcleo histórico dramatizado es el momento en que el gobernador Mar-
tínez de Hoz prepara una expedición contra las fuerzas patriotas. Güemes y sus
capitanes están iniciando una eficaz acción guerrillera en el noroeste argenti-
no pero la acción se focaliza en la labor de las “bomberas”, mujeres de todos los
rangos sociales que le aportaban datos importantes arriesgándose a sanciones pe-
nosas e, inclusive, a perder la vida, o sea, en la microhistoria construida por quie-
nes –desde lugares secundarios– hicieron posible una gesta de caracteres heroicos
y predominantemente masculinos. Macacha, Amalia, Juana Moro, Juana Robles
–estas últimas sólo mencionadas– resaltan por encima del General (a quien no se ve en
ningún momento), del Capitán (del cual no se sabe el nombre), de Máximo (quien es
presentado la mayor parte del texto como un traidor) y hasta de Julián y los gauchos.
Su entidad femenina es, indiscutiblemente, lo que puede asimilarlas a la idea de patria
que se construye a nivel discursivo.
Casi todos los personajes se enfrentarán entre sí, aun dentro de las familias, por
esa “idea” de patria que se está gestando, llena de vacilaciones y contradicciones:
Amalia y Julián, Pablo y Máximo, Juana Moro y sus parientes realistas, se opondrán
por su adscripción a uno y otro bando. El carácter inicial de esta representación se
evidencia en los constantes debates que se entablan en el texto; los sujetos de esa “co-
munidad imaginada”28 discuten, (se) preguntan, hipotetizan, plantean… Es paradig-
mática la conversación entre el oficial de los Infernales y Amalia, quien protesta por
los sacrificios que exige la patria, construcción identitaria de carácter inestable.29 Ese
“algo desconocido” es una idea que aún no ha cuajado, que apenas está formándose en
el imaginario social, también expresada en el parlamento del Capitán, cuyo amor por
la patria está en sus entrañas, en su sangre. Inclusive la nostalgia amorosa de Maca-
cha y el Capitán viene a reforzar los semas del vocablo patria, al (con)fundirse ambas
declaraciones en una sola.30 Esta segunda representación, imbricada con la primera,
homologa patria y tierra. 31
Durante las guerras de Independencia la lucha por el espacio es política; es el
momento en que se reconfiguran los ejes político-discursivos de la legitimación del
dominio de los espacios y se instauran nuevas oposiciones semánticas vinculadas con
ellos: propio/extranjero, libre/cautivo, nosotros/otros. Un diálogo entre una dama sal-
teña y un oficial realista refracta el conjunto de creencias y prejuicios, de una y otra
parte, que operaban en el seno de la sociedad colonial cuando, como de un magma,
estaban aislándose los elementos de una construcción identitaria en estado embriona-
rio.32 Aquí nuevamente aparecen los semas de libertad y tierra asociados con la idea
de patria. Pero también, un componente distinto que es la adscripción a la geografía
americana. Montaldo sostiene que en el siglo XIX había una imaginación espacial
que buscaba constituir el territorio y fijarlo “en la escritura para desentrañarle sentidos
vinculados a la organización nacional, cultural y política: la naturaleza y la cultura,
la civilización y la barbarie, impresas sobre el cuerpo borroso, esquivo o ausente de
28 ANDERSON, Benedict Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacio-
nalismo, FCE, México, 1993.
29 “OFICIAL: -Pero si eso es la patria, Amalia. Su rancho, estos campos, esos cerros... Hay que conser-
varlos libres para que los podamos disfrutar.
AMALIA: -Si ya los disfrutábamos antes de que tengan ese nombre. Antes de que suenen los cañones;
antes de que mi marido tuviese que dejarme sola.” (I, 1) [Cursivas nuestras]
30 “CAPITÁN: -Y yo, a la patria la llevo en mis entrañas. […] La huelo en el aire, me moja en los ríos y la
veo en los cerros. […] La siento correr por mis venas y latir junto a mi corazón. […] Mi cuerpo se nutre
con la sangre de mi patria, y no puedo vivir si ella me falta. (Confidencial). Perdona si te importuné con
mis reclamos de amor” (II, 6).
31 Afirma G. Montaldo que “el espacio y el territorio están en la base de toda reflexión sobre lo nacional
y la identidad se define, en un nivel sustancial, como el vínculo con la tierra”. MONTALDO, Graciela
Ficciones culturales y fábulas de identidad en América Latina, Beatriz Viterbo, Rosario, 1999, pp. 17-
18.
32 “Oficial: -Si me trasladan de aquí, tienes que venir conmigo. Debemos casarnos lo antes posible.
Salteña: -Te dije que no, y lo sigo diciendo. No me casaré hasta que mi tierra sea libre. No quiero que
mis hijos nazcan en la esclavitud.
Oficial: -Pero, si son hijos míos, no serán nunca esclavos. ¡Soy español!
Salteña: -¡Español! ¿Te parece bonito? A mí no. Soy americana, y mi padre me enseñó que eso es lo
verdadero. Pronto tendremos un lugar en el mundo” (III, 7). Cursivas nuestras.
176 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
la patria”.33 Se hacía una “cartografía proyectiva”; lo que hace Matorras es una “car-
tografía retrospectiva”, una delimitación por el lenguaje de las fronteras identitarias.
El ideologema patria se convierte en el pivote de una acción dramática donde el
protagonismo es asumido por mujeres. Quizás porque, al identificar mujer y patria,
se puede hacer un culto de ella. Dicho ideologema evoca amor sublimado y lealtad y
exige el sacrificio de sus creyentes a cualquier precio, inclusive el de la propia honra
(valor muy caro en una sociedad que conserva elementos de la ideología hispánica).
Por eso, el motivo del espionaje es la contracara de la épica gauchesca liderada por
Güemes: una acción aparentemente baja e indigna cuyo ejemplo paradigmático es
Máximo (nombre que delata su verdadera índole).
La contienda que se escenifica no es bélica sino verbal, en una pugna individual
y colectiva por decir la Patria. Poder ponerle un nombre, acotar sus fronteras, es si-
tuarse en un lugar, alinearse en un grupo, establecer una pertenencia y una identidad.
La autoconciencia de los patriotas salteños exhibe una gradación ejemplarizadora:
desde la esclava Juana Robles hasta la dama, transitando por los gauchos “brutos” del
monte o la simple Amalia, que pasa de su egoísmo doméstico a una acción heroica
que le cuesta la vida, todos aparecen subyugados por un objetivo común o “ficción
orientadora”34 que los cohesiona y borra sus diferencias sociales, raciales y culturales.
otros, alegóricos (las sombras del “limbo”, los nirvanoides y su dios Nirván, Apolyon,
Gualicho, la Viuda, la Innombrada…) y otros no pertenecen a ninguna de estas cate-
gorías pues son históricos, pero sólo son nombrados, aunque cobra cierta corporeidad
la Sombra de Alem (673).
La Etapa preliminar comienza en “los lindes de la vida”, en un mundo polar,
poblado por “vagarosos númenes”, donde reina el dios Nirván. En la Etapa II se pasa
de ese plano abstracto a una localización humana y geográfica. El Dr. Aryano, político
procedente de la capital, llega a una población perdida en la campaña bonaerense a re-
poner sus fuerzas quebrantadas (522). Aryano galopa a campo traviesa pero su caballo
muere y se sumerge en una zona intermedia entre el mundo real y el invisible (529). El
protagonista presiente que está en los umbrales del arcano pero aún no está limbado,
porque posee ideales y voluntad: el conflicto dramático consistirá en resistir y luchar
contra los Nirvanoides quienes desean llevarlo al Limbo. Además del auxilio espiri-
tual de la Innombrada (novia fallecida), contará con dos aliados: Gualicho y Apolyon.
Aryano es aletargado en una bruma y transportado al Limbo por los Nirvanoi-
des. Allí, asiste al desfile de una multitud de figuras fantasmales, entre las que están
Obligado, Guido, el propio Castellanos y Lugones (658). Contempla los espectros
de políticos coetáneos embotados por “el veneno moral del retoricismo”: Agustín de
Vedia, Carlos O. Bunge, José Nicolás Matienzo… (663). Entre los suicidas (671-672),
Aryano encuentra a la Sombra de Alem, con quien habla.
EL, que parecía escenificar contenidos metafísicos y éticos, plantea la construc-
ción del ser nacional, de la identidad argentina. El dramaturgo sitúa la acción en la
pampa en vez de localizarla tal vez en algún pueblito del noroeste, porque le interesa
marcar su naturaleza imaginaria, “símbolo de la raza y el ambiente patrio” (606). El
limbo, además de ser el espacio donde se juegan mayormente las acciones dramáticas,
constituye la representación matriz del texto, un entre que establece una bimembra-
ción entre cielo y tierra, dualidad que se reitera en todos los planos discursivos (por
ejemplo, a nivel de personajes: Aryano/Repórter, Gualicho/Nirvanoides).
Por otra parte, el limbo es la patria, ideologema que circulaba en el imagina-
rio sociocultural del Centenario y que nuclea las convicciones particulares del dra-
maturgo al respecto. A esa imagen límbica de patria –habitada por seres informes y
desprovistos de fervor patriótico– se opone la gesta de Mayo, momento histórico de
su constitución (541). Las “jornadas épicas” refieren a la construcción histórica de la
patria por la acción de los hombres; el “Sol de Mayo”, a las ideas de libertad y he-
roísmo. Aryano habla de “creyentes de la patria, un religioso/culto de inmenso amor
le profesaron” (553), manifestando que la patria se construye por la creencia y ésta
asume el valor de una religión, concordando con el estudio de Gabriel di Meglio43
tanto con el Cordero cristiano como con el carnero mitológico del vellocino de oro.
43 DI MEGLIO, Gabriel “Patria”, en GOLDMAN, Noemí –editora– Lenguaje y revolución. Conceptos
políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850, Prometeo, Buenos Aires, 2008, pp. 115-130.
Entre dos Centenarios 179
sobre la evolución del concepto de patria en la primera mitad del siglo XIX: aunque
polisémico, mantuvo siempre contenidos emotivos y evocativos de una deidad laica.
Como la patria se construye por la acción humana, es natural que el dramaturgo
apele al ideologema de los héroes que dieron su vida por su causa pero, curiosamente,
no se remonta al Mayo evocado sino que remite a la historia argentina del pasado in-
mediato. La figura emblemática de éste es Leandro Alem, quien se dirige a Argentina
con un posesivo enfático.44
La operación simbólica propone una vuelta de la argentinidad a sus raíces revo-
lucionarias: hay que refundar la patria. De allí deriva la funcionalidad del fresco de la
vida contemporánea política, social y literaria rioplatense –también hay uruguayos–
que ofrece EL. Simultáneamente, Alem es filiado con los prohombres de Mayo en una
relación genealógica directa. El enunciador –y quienes se embanderan en esta causa–
pertenecen a ese mismo linaje y conforman la “estirpe luzbélica”, citada varias veces
como imagen del héroe civilizador, dando lugar al otro ideologema básico del texto,
el del político/intelectual (“mezcla extraña de tribuno, luchador, profeta y bardo”,
519). Castellanos construye una autoimagen donde es posible reconocer la función
ideológica y social que atribuye traslaticiamente al grupo nacionalista del Centenario.
El ideologema patria va acompañado por un término de larga data en el imagi-
nario de nuestra sociedad: la pampa, metonimia de Argentina, y también escenario
paradigmático de la antinomia civilización/barbarie. La presencia omnímoda de este
par es rastreable en todo el texto45 y se corrobora por el espectro de Sarmiento (685-
686). Dicha antinomia se corporiza en la figura de Gualicho, quien se autodefine46
mostrando chambergo, talero, tiradores y facón. El modelo conceptual sarmientino es
recuperado en EL y uno de sus pares –el de la barbarie representada por el gaucho–
aparece positivamente refuncionalizado: su condición de liberador de Aryano, cuando
éste está a punto de sucumbir ante los Nirvanoides (691), es suficientemente ilustra-
tiva del rescate de lo telúrico, unido a los avances de la civilización (simbolizada por
la polinave salvadora de Gualicho), para la reconstrucción identitaria nacional. En
definitiva, el texto puede leerse como una resemantización dramatizada y superadora
de la dicotomía civilización/barbarie acorde con las necesidades sociohistóricas de
una reconfiguración identitaria desde las perspectivas del campo político-intelectual
del nacionalismo cultural de la época. Si en el Facundo la naturaleza americana y los
caracteres engendrados por ésta son la representación de la distancia radical frente a
la imagen de la “civilización” europea y el eje central en la operación de territoriali-
44 “¡Oh, mi patria; oh, República Argentina!/[…] Internamente el colonial desmayo/su viejo influjo sobre
ti recobra;/¡no ha terminado aún la grande obra/de tu inmortal Revolución de Mayo!” (673).
45 Hay menciones recurrentes a la civilización moderna con sus símbolos tecnológicos más notorios: el
avión, el automóvil, el tren, por oposición a mentalidades y prácticas del habitante de la pampa (por
ejemplo, la Viuda).
46 “En mí se ha producido un cambio igual al de la raza criolla que se civiliza por fuera. Lo mismo que la
gran mayoría de los nativos, yo evoluciono externamente, pero por dentro está el gaucho” (680).
180 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
zación que permite definir “el cuerpo de la patria”,47 en EL pampa y personajes serán
la representación alegórica más exacta de un proyecto nacional frustrado o, peor aún,
la resolución de la antigua dicotomía en un limbo inaceptable.
Ña Eloisa, la curandera
La referencia biográfica a Carlos Xamena Lomba,51 autor de Ña Eloisa, la curandera,52
será sucinta aunque inexcusable, porque retrata paradigmáticamente las relaciones
que se entretejían en la década de 1940 entre campo de poder y campo intelectual/
artístico. Como aclara el subtítulo, ÑEC es una “comedia de ambiente norteño” en un
acto. Dicha ambientación permite establecer conexiones con textos anteriores como
Pacha-Mama de Sirolli, que también transcurre en los Valles Calchaquíes. A partir
de la similitud espacial, hay semejanzas en la configuración étnica de personajes,
costumbres, vestimenta, vivienda, lenguaje. Desde ese punto de vista, podemos ubi-
car primariamente el texto de Xamena dentro del teatro nativista, si bien el conflicto
dramático está lejos de ser amoroso.
Pero las afinidades comienzan a desdibujarse a partir del mismo rótulo de “co-
media” colocado por el dramaturgo. Algunos de los rasgos canónicos de la misma
están presentes: el tono humorístico de la pieza, el desenlace feliz, el rango social de
los personajes. Inclusive, la extensión de la pieza en un acto recuerda el género chico
criollo. De sus componentes (el propósito humorístico, la brevedad, el conflicto sen-
timental, la jerga de los inmigrantes, la inclusión de canciones y tangos),53 la pieza de
Valles Calchaquíes, donde paralelamente realizó tareas arqueológicas. En 1931 publicó Pacha-Mama,
colección de relatos ambientados en el espacio geocultural vallista, que reescribió años después como
drama. En 1935 se integró a FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), cuyo
ideario difundió con otros forjistas, entre ellos Arturo Jauretche y Juan y Raúl Scalabrini Ortiz. Ocupó
diversos cargos políticos en sucesivos gobiernos e intervenciones de la provincia de Salta.
50 Al respecto véase MOGLIANI, Laura “Concepción de la obra dramática del nativismo”, en PELLE-
TTIERI, Osvaldo –director– Historia del teatro argentino en Buenos Aires, Vol. II, Galerna, Buenos
Aires, 2002, pp. 175-182.
51 Xamena es vicegobernador durante el gobierno de Oscar H. Costas, en 1950, y gobernador, cuando
éste presenta su renuncia, en 1951. Entre 1940 y 1950 se produce la actividad teatral de Xamena, quien
también actúa y dirige al resto de los actores del Cuadro Filodramático José Manuel Estrada. Escribe
diversas comedias, hoy perdidas (Un trencito para papá, Regalitos navideños, entre otras), que son
siempre representadas en el Salón de Actos de San Alfonso.
52 Ña Eloisa, la curandera (Comedia de ambiente norteño en un acto) fue representada por el Cuadro
Filodramático José Manuel Estrada en 1941, en el Salón Parroquial de la Iglesia San Alfonso. Conje-
turamos que la comedia fue redactada definitivamente un año después de su estreno por la fecha, 1942,
consignada en la portada del manuscrito, que nos fue facilitado por los herederos del autor. A partir de
ahora todas las citas se harán por la edición del texto en BALESTRINO, Graciela y SOSA, Marcela
–editoras– 40 años de teatro salteño, cit., que se reconocerá con la sigla ÑEC.
53 Véase ORDAZ, Luis Historia del teatro argentino. Desde sus orígenes hasta la actualidad, Instituto
182 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
Pacha-Mama
El estreno de Pacha-Mama en 1935,56 en el Teatro San Martín de Buenos Aires, no
pasó inadvertido. El periodismo consideró que sus mayores logros residían en la pin-
tura de un ambiente auténticamente nativo, en la caracterización de los personajes
y en el vigor de algunas escenas. Sirolli la hizo imprimir al año siguiente con una
profusa introducción, quizá previendo puestas futuras. Quince años después volvió
a reponerse en Buenos Aires con un elenco y director salteños, pero para el público
local PM era un texto dramático y espectacular nuevo.
Wayar Tedín impulsó en 1950 el rescate de dramas histórico-nativistas de déca-
55 Véase SOSA, Marcela “La crisis del teatro salteño (1940-1957)”, en PELLETTIERI, Osvaldo –editor–
Teatro, memoria y ficción, Galerna/INT, Buenos Aires, 2005, pp. 299-306. Hasta 1943, Salta se había
visto implicada en un movimiento pendular entre conservadores y radicales: los primeros, acusados de
llegar al poder mediante fraude electoral; los segundos, divididos por profundas escisiones internas.
56 Todas las citas del texto, que en adelante se menciona con la sigla PM, se hacen de BALESTRINO y
SOSA, 40 años de teatro salteño…, cit., pp. 18-71.
184 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
57 En 1950 Sirolli era Subsecretario de Hacienda de la Provincia. Por su parte, Arturo Wayar Tedín, yerno
de Sirolli, le estrenó la mayoría de sus piezas teatrales.
58 El Tribuno, 30 de enero de 1950. Cursivas nuestras. En la instancia nacional del certamen Wayar Tedín
obtuvo el premio “Puesta en escena” y Blanca Carretero, el correspondiente al rubro “Actriz”, que le
valió su incorporación al elenco del Teatro Cervantes.
59 El culto a Pachamama, actualmente vigente, pertenece al fondo común de los pueblos aborígenes
andinos. Esta divinidad desde la cumbre de los cerros envía las lluvias, fertiliza las plantas y cuida los
animales. Se le rinde devoción en las apachetas, altares de piedra a la vera de los caminos.
60 Véase KUSCH, Rodolfo El pensamiento indígena y popular en América, ICA, Buenos Aires, 1973
para el campo nocional del estar; CHIBÁN, Alicia “Área literaria”, en Estudio socio-económico y
cultural de Salta, Tomo II, Áreas lingüística y literaria, UNSa/Consejo de Investigación, Salta, 1982,
Entre dos Centenarios 185
El sentido de religación del hombre vallisto con la realidad profunda de la tierra que
en forma tan ostensible intentaba mostrar PM en su faz escrita y espectacular, no fue
percibido por la crítica de Buenos Aires, en ocasión de su estreno, pero sí fue evidente
que, en su reestreno en Salta, el jurado y el público consideraron que las representa-
ciones identitarias del texto contribuían a la preservación del ser nacional.
b) El odio de Zenón por los matacos, que se explica por el secreto que oculta el naci-
miento de Amelia, se amalgama con su adhesión servil al patrón, ante el avance de los
gringos que talan el monte interesados por la extracción de petróleo.
c) El problema de la identidad sexual de Amelia, quien, por un lado, desearía ser
varón para llevar la tropilla a través de las picadas del monte y, por otro, muestra ac-
titudes tipificadas como femeninas, homologable con la entidad andrógina de Magre
del Monte.
d) La situación terminal de Pancho, arrinconado en su huete al borde de la selva pese a
ser hijo de un cacique. Después de la muerte de su mujer apuñala a Zenón y emprende
una huida que, sabe, lo conducirá a la muerte.
Todas estas cuestiones conforman conflictos no declamados, como sucedía en
PM. De tal forma, si el patrón de estancia no tiene papeles que acrediten sus derechos
territoriales, Zenón y Tomasa tampoco pueden probar que sean los padres legítimos
de Amelia. Este personaje aglutina todas las aristas del drama porque es consciente
de su identidad difractada. Finalmente, cuando descubre que es hija de Zenón pero su
verdadera madre es la mujer de Pancho, asume con firmeza su identidad india y elige
quedarse en el monte.64
Una lectura ideológica de TSM no puede soslayar su fuerte intertextualidad con
Los gauchos de Juan Carlos Dávalos.65 Una confrontación de las características y
acciones de la figura mítica en ambos textos permite sostener que Matorras ha rese-
mantizado el mito, añadiéndole una nueva significación. Mientras que en Dávalos la
deidad se identifica con la naturaleza y su preservación, Matorras –si bien mantiene
este núcleo primigenio– amplía los sentidos del relato mítico: al considerar el par
hombre/naturaleza como una ecuación, concentra la función reparadora y vigilante de
Magre del Monte en el ámbito humano.
En TSM Pancho sintetiza un sujeto cultural “perseguido, aislado, humillado”,
por ello su huete se emplaza en el borde de un territorio inexpugnable. Además, se
frustra su callado deseo de ejercer una función paterna ante Amelia y su posibilidad de
tener descendencia, por la muerte de su mujer. Magre del Monte, en su última apari-
ción, le ofrece un morir digno, una especie de regreso al útero materno, a la tierra con
la que el aborigen se con-funde. La huella del talón de Pancho es la marca silenciosa
e indeleble del indígena, antes de perderse para siempre en la senda iluminada entre
la maraña.
En síntesis, en el texto interactúan miradas enfrentadas acerca del indio, el crio-
llo, el terrateniente y los gringos capitalistas. La imagen final de Amelia y Máximo
cuando proyectan refugiarse en la hoyada de Magre del Monte anticipa para ellos
también un desenlace inexorable.
64 “Éste es mi ambiente y no lo puedo cambiar. Aura sé que soy india […] Me quedaré aquí, en estos
campos que jueron de mi gente” (III, segundo cuadro, escena 2).
65 DÁVALOS, Juan Carlos Los gauchos, Editorial La Facultad, Buenos Aires, 1928.
Entre dos Centenarios 187
66 Este ítem retoma aproximaciones previas en SOSA, Marcela “Cauces discursivos de la memoria cul-
tural: historia, leyenda y ficcionalización dramática en Esteco de Francisco Mateo”, en Cuadernos
FHYCS, núm. 33, UNJu, 2008, pp. 105-115; “Piedra sobre piedra”: componentes discursivos en Este-
co”, en BALESTRINO, Graciela y SOSA, Marcela –editoras– 40 años de teatro salteño (1936-1976).
Antología, Inteatro, Buenos Aires, 2008, pp. 253-255.
67 Francisco Feliciano Mateo (1934-2009) nació en Salta. Perteneció al Grupo Estudio Phersu dirigido
por Perla Chacón, antes de trasladarse a Buenos Aires, donde continuó con su actividad teatral durante
30 años. El GAT (Grupo Argentino de Teatro) presentó en el Teatro Margarita Xirgu su obra, El Mocho.
Esteco fue escrita y premiada con una Mención por la Sociedad Argentina de Escritores en 1976. Pu-
blicó Cardozo (Poema bárbaro), Cuentos en negro y escarlata, Cuentos del viejo Horqueta. Fue editor
de la Revista Informes de Salta, la nuestra hasta su muerte.
68 Esteco efectivamente existió y fue destruida por un terremoto, aunque sin el cuadro apocalíptico del
relato hebreo. Para más datos véase el paratexto que incorpora Mateo a su obra (en BALESTRINO,
Graciela y SOSA, Marcela –editoras– 40 años de teatro salteño…, cit., p. 259), donde proporciona
información sobre la ciudad histórica y su “versión libre” de la leyenda.
69 Véase CARRIZO, Juan Alfonso Cancionero popular de Salta, Universidad Nacional de Tucumán,
Tucumán, 1933, pp. 32-33.
70 A partir de ahora todas las citas se harán por la edición del texto en BALESTRINO, Graciela y SOSA,
Marcela –editoras– 40 años de teatro salteño cit., pp. 257-300, realizada a partir del original inédito
facilitado por su autor.
188 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
71 El propio personaje así se lo hace saber al horrorizado P. Anselmo: “MARÍA: Alfonso, yo soy María
Soledad. Soy Esteco. Yo, la terca dueña de mi propia vida; yo, quien gobierna tu corazón…” (297).
72 El Ciego/Ángel Vociferante la describe así: “Ciego: -Ay de ti, ciudad hipócrita, ciudad de avaros e
incrédulos, de comerciantes codiciosos y mujeres libertinas. […] Que tiemble la tierra desde su entraña
de esqueletos cocidos […] Que derribe las casas pretenciosas y sus cimbas de tejas coloradas. Que
amase un barro nuevo, barro para cocer tinajas de una vendimia temprana de horrores, para contener la
Entre dos Centenarios 189
Barcelona, 1922
Barcelona, 1922 del dramaturgo argentino Alejandro Finzi fue estrenada por José
Luis Valenzuela –entonces director del Teatro Universitario de Salta– en diciembre de
1986 y repuesta a mediados de 1987. El referente inmediato del texto de Finzi remite
a la crisis político-social que culmina en 1923 con el golpe del general Miguel Primo
de Rivera y, específicamente, a la violencia generada por el terrorismo de estado en
Barcelona, en la segunda década del siglo XX. Sin embargo, si se tiene en cuenta la
fecha de escritura del texto (1985), el referente implícito es la dictadura argentina del
Proceso recientemente terminado por la reinstauración democrática de 1983, con la
presidencia de Raúl Alfonsín.
Una pareja de campesinos (Casimira y Luis) de una de las zonas más pobres
de España, desea emigrar a Argentina y Juan, un joven cesanteado de una fábrica
de Madrid tras una feroz huelga, quiere ir a Burdeos. Los tres se encuentran en el
departamento de policía en la ciudad de Barcelona, en 1922. El Policía acusa a Juan
de realizar actos de sabotaje e intenta reclutarlo para ir a Marruecos. Juan intenta huir
pero es detenido por varios hombres que lo golpean brutamente y se lo llevan.
Por otro lado, Casimira no sabe si Luis –cuando intenta convencerla de la emi-
gración– se refiere a la Córdoba española o a la argentina y en la evocación de Luis,
el Ebro se parece extrañamente al Río de la Plata. Barcelona, 1922 manifiesta que dos
ciudades distintas pueden ser una sola, que los nombres lejanos consiguen fundirse,
que los tiempos históricos se encuentran. Una vez que el espectador tiende los puen-
tes de la memoria, las analogías se multiplican. Cada uno de los espejos devuelve la
imagen tristemente familiar del abuso de poder y del sojuzgamiento por el terrorismo
de estado.
sangre de los pedigüeños de bendiciones, de los que hacen manar monedas de plata de las espaldas de
los indios y cortejan a la lujuria con sonrojos de rufianes…” (282).
190 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
73 Nació en Salta en 1949. Es licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de Córdoba y ejerce
su profesión. Ha publicado los poemarios Territorio libre (1974, Primer Premio de la Dirección Pro-
vincial de Cultura de Salta) y El ángel que faltaba (1986, Premio Fundación Banco del Noroeste). Sus
novelas: Alias cara de Caballo (1984) y La República Cooperativa del Tucumán (1989) fueron adapta-
das y llevadas al teatro. Su inclinación hacia el arte dramático se confirma al publicar El espión (1990,
Premio Regional Municipalidad de Salta). También es autor de La metáfora de Munzur al Manzur
(1993) y de Lluvia amarilla y perros in the night (novela, 1995).
74 AHUERMA SALAZAR, Juan y SORICH, David Antonio El espión, Grafiker, Salta, 1990. Todas las
citas se harán por dicha edición.
Entre dos Centenarios 191
En un azul de frío75
El título de En un azul de frío76 de Rafael Monti –al remitir a la letra del tango de
Enrique Santos Discépolo, “Cafetín de Buenos Aires”– aporta el primer indicio para
construir la significación textual: connota un clima de soledad y nostalgia, de pérdida
irreparable, que anticipa la derrota de los protagonistas.
Martín, un periodista, y Coco, “un ex combatiente de Malvinas, algo trastornado
pero con momentos lúcidos” viven juntos en la casa del primero. Alba llega a ésta a
pedir trabajo como empleada. Coco está autointernado, como hace siempre cuando se
siente fuera de control. Coco confunde a Alba con Laura (mujer de Martín desapareci-
da durante la dictadura) pero luego se enamora de ella. Mientras, Alba y Martín se van
conociendo más profundamente. Alba resuelve irse lejos porque está esperando un
hijo de Martín. Hay un enfrentamiento entre Coco y Martín por ella. Al oír un disparo,
Martín cree que Coco se ha suicidado pero éste aparece, dispuesto a internarse para
siempre. Martín se queda solo.
En un azul de frío77 es un drama social que puede incluirse dentro de la estética
del realismo reflexivo: la historia individual se engarza con la colectiva de manera
inextricable para explicar el destino de tres personajes fracasados, complejos, opues-
tos y complementarios a la vez. Coco es el inadaptado (el loco), pero con suficiente
lucidez como para internarse cuando así lo considera necesario y con suficiente coraje
como para arriesgarse a amar; Alba, proveniente de una historia de maltratos y abor-
tos, desea “probar suerte”, frase que esconde el incipiente embarazo que significa una
apuesta a la vida; Martín, el intelectual, es, paradójicamente, quien sólo se plantea la
posibilidad de vegetar.
El personaje de Coco se asocia con otro “loco” de la literatura, don Quijote,
quien recobra la lucidez en el lecho de muerte. La muerte simbólica de Coco es su
enajenación. La locura de Coco es la reacción defensiva ante una realidad demasiado
dolorosa: la pregunta por Laura, más que un síntoma de su desquicio, es el constante
recordatorio del pasado, la certificación de lo irreparablemente perdido.78
75 Este ítem reescribe el artículo de SOSA, Marcela “Teatro y sociedad: En un azul de frío de Rafael
Monti”, en BRAVO, Sergio y CARAMELLA, Rosanna –coordinadores– Actas del I Congreso Inter-
nacional “La cultura de la cultura en el Mercosur”, Vol. II, Secretaría de Cultura, Salta, 2004, pp.
1093-1102.
76 En un azul de frío fue premiado en el “Certamen Nacional de Dramaturgia-Ciclo de Teatro Leído y/o
Semimontado-Argentores 2002” y estrenado en Buenos Aires el 27 de agosto de 2002, con dirección
de Susana Torres Molina.
77 MONTI, Rafael En un azul de frío, en Caja de resonancia y búsqueda de la propia escritura, Inteatro,
Buenos Aires, 2004, pp. 61-77. A partir de ahora, todas las citas se harán por dicha edición.
78 La clave la proporciona el texto mismo; un poco antes, Martín explica a Alba cómo se conocieron él
y Coco: “La noche que llegó Coco con un pedido del mercado, me preguntó por qué estaba llorando y
sin pedir permiso se quedó […] hasta ahora. Se instaló en mi vida con toda su pena a cuestas. Aceptar
un dolor ajeno era menos doloroso que ocuparme de mi propio dolor. Los primeros días yo no paraba
de hablar de Laura ni él de contarme el desembarco del dos de abril. Por eso no se olvida y la nombra
como si estuviera acá…” (73).
Entre dos Centenarios 193
79 “MARTÍN: […] ¡Acá hubo desaparecidos, mierda! […] Y nos afanaron hasta el colchón, con y sin
democracia. Gracias que nos dejaron las cacerolas para poder salir a la calle. ¿Sabés las guerras que
hubo en el mundo, los campos de concentración, las guerras civiles, las guerras de religión? […] Y
nosotros nos tenemos que hacer cargo de por vida de la aventura de un borracho que quiso jugar a los
soldaditos…”(66).
194 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
80 Carlos Müller (1954) nació en Buenos Aires y reside en Salta desde 1974. Ha publicado novelas,
cuentos y poemas, algunos premiados en el orden provincial, regional y nacional. En lo que respecta al
teatro, Fragmentos del discurso doloroso obtuvo el Tercer Premio en el Concurso Regional de Teatro
“Bernardo Canal Feijóo”, DRAMAT, INT, Tucumán, 2006, y Queso de cabra consiguió Segundo Ac-
césit en el Premio Hermanos Machado de Teatro convocado por el Ayuntamiento de Sevilla en 2004.
Este logro hasta ahora no ha incentivado la concretización espectacular del drama, pese a las gestiones
de su autor. Todas las citas de Queso de cabra (en adelante, QC) provienen de una copia del original
proporcionada por el autor.
81 Voz de origen quechua (que proviene de kellotica, arbusto de flores amarillas), denomina un paraje
próximo a Nazareno, localidad situada en el departamento Santa Victoria.
Entre dos Centenarios 195
produce entre los dos niveles de ficción de QC y que se plantean con tanta transparen-
cia. Parece una ironía trágica que el grupo teatral no sea consciente de que reproduce
los conflictos y niveles de violencia que muestra la pieza que desean llevar a escena.
En síntesis, la travesía histórica de construcción de identidades y representacio-
nes sociales en el teatro salteño entre los dos Centenarios, aquí expuesta, es signifi-
cativa por el hecho de que los textos de ficción son espacios altamente productivos
para la lectura de tales constructos. A lo largo del capítulo se ha puesto el acento en
puntos de inflexión de la historia argentina y en conceptos nucleares (ideologemas
como patria, región, nación, provincia, ciudad, campo, metrópoli), condensadores de
representaciones identitarias que son el cemento cultural de una comunidad.
Se ha indagado también las construcciones identitarias de los sujetos culturales
ficcionalizados (aborigen, gaucho, coya, colonizador, foráneo/forastero) y las estrate-
gias discursivas que dan cuenta de las transformaciones de los imaginarios sociocul-
turales y estéticos en la región.
Sorprende la enorme capacidad que ofrece el cuerpo textual de ejercitar una lec-
tura en red como las filiaciones que se establecieron entre Pacha-Mama y Tan sólo
el monte lo sabe. Asimismo, los finales de casi todos los textos contienen imágenes
semejantes, sugerentes y simbólicas, a pesar de que, seguramente, cada autor desco-
nocía la existencia de la mayor parte de las obras restantes. Por citar un solo caso,
las imágenes de caída se reiteran en el cierre de varios dramas (Pacha-Mama, Tan
sólo el monte lo sabe, Esteco) según la estética e ideología de los dramaturgos. En
conclusión, creemos haber demostrado que el teatro de Salta –por su heterogeneidad,
espacios de conflictos e ideologías– es una práctica y un discurso que refractan vívi-
damente la polifonía de imaginarios sociales entre los dos Centenarios.
EPÍLOGO
Sara Mata
Zulma Palermo
E
l recorrido que nos propusimos realizar culmina con la reunión de estos textos
cuya vinculación radica en la certidumbre de que las estructuras de someti-
miento y sujeción coloniales persisten más allá incluso de sus propios confines
y que es necesario explicitarlas respondiendo a aquello que Edward Said ha llamado
en el contexto de Cultura e Imperialismo, la “resistencia cultural descolonizante”.1
Así ha sido posible leer cómo cada investigador –atendiendo a sus particulares objetos
de estudio– puso en funcionamiento instancias analíticas que hicieron visibles las for-
mas por las que se consolidó en el tiempo una estructura de poder de larga duración.
Por ello es que en conjunto, y a pesar de la diversidad de materiales estudiados, los
distintos instrumentos utilizados con esa finalidad y los diferentes cortes temporales,
se buscó generar procesos de descolonización epistémica entendiendo que para ello
es imprescindible reactivar las formas por las que el poder colonial ejerció su control
y su dominio no sólo en las relaciones físicas, económicas y políticas sino también en
las formas de conocer.
Ese concepto creemos ilustra, desde este conjunto de estudios, un fenómeno ge-
neralizado en los espacios latinoamericanos y, al mismo tiempo, con particularidades
propias de las localizaciones específicas cual es el caso que aquí nos moviliza.
En estos tiempos de renovadas estrategias de colonialidad –la globalización de
la economía, de los mercados y de las formas de conocimiento– es dable advertir que
esta realidad, sometida antes a antiguos imperios, se encuentra ahora en una instancia
que reclama de los estudios locales de la sociedad y la cultura un posicionamiento que
colabore en la concreción del des-prendimiento de los modelos heredados para dar
lugar a su puesta en valor en el concierto de la nación y del mundo, y a abrir para ellas
instancias de glocalización.
A estas certidumbres iniciales vinculantes se unen otras cuestiones no menos sig-
nificativas en el orden de los materiales y métodos utilizados y la extensión temporal
de los estudios concretados. De los documentos a los relatos de ficción y a las letras
de la canción popular parecería haber distancias insalvables; sin embargo, es ineludi-
ble advertir que esos materiales son producciones discursivas que construyen senti-
dos, los que en nuestro caso fueron buscando en ellos diversas formas de definición
identitaria. Al mismo tiempo, es una opinión generalmente aceptada que conocemos
desde el presente, desde un aquí y un ahora que incorpora saberes y “tecnologías” que
no pueden relegarse y que es desde esa mirada del presente que estamos llamados a
reconstruir el pasado. Un pasado no lineal sino hecho de abruptas rupturas, de mo-
mentos de condensación de valores (o disvalores), de invenciones y de olvidos. De
allí esta otra convicción que se fue anudando en el transcurso de las investigaciones
y que fue dando un sentido otro a las búsquedas individuales: que nuestras operacio-
nes –dentro de sus necesarias diferencias– se abrían en común al des-velamiento de
las construcciones discursivas de la identidad local. Porque –y es otra convicción hoy
generalizada–– no analizamos hechos (es imposible reconstruir lo real del pasado)
sino los discursos producidos sobre los hechos y el lugar de enunciación de los sujetos
que los generaron.
Lo que hemos puesto en juego, en consecuencia, es una práctica transdiscursi-
va –por fuera de las particularidades disciplinarias– ejercida sobre objetos textuales,
buscando construir un conocimiento de la sociedad local que diera cuenta de las estra-
tegias por las cuales se fue dando un particular sentido de pertenencia, generando es-
tructuras de poder alrededor de algunas construcciones/invenciones del sí mismo que
llevó a su institucionalización y, de allí, a su “naturalización”. Dicho de otro modo, la
reconstrucción de los procesos de producción identitaria como resultado del análisis
de las formas por las que el discurso social o los discursos sociales que construyen
poder desde el saber se encuentran inscriptos en los distintos textos estudiados.
Es en este proceso discursivo, en la transición entre los siglos que van de la in-
dependencia política a su primer centenario y en sus proyecciones al siglo XX, que se
ponen en evidencia los conflictos y contradicciones que caracterizan la construcción
de las autorepresentaciones locales. El conjunto de las investigaciones ha permiti-
do re-construir de qué manera el sujeto social desde el momento independentista se
encuentra con dificultades para conformar una entidad definida institucionalmente,
cuando el territorio no era nada más que un conjunto de núcleos poblacionales rela-
cionados por la guerra, sin un gobierno institucionalizado y sin normativa legitima-
dora.2 Por ello el orden político territorial se define sobre la base de la ciudad colonial
preexistente, colonialidad que va más allá del trazado de este orden para cubrir todas
las instancias de la vida social en sus distintas dimensiones, en tanto colonialidad del
poder, del conocer y del ser3 desde donde se configuran las autorepresentaciones.
Se trataba –como concluye M. Marchionni– del conjunto de,
“…los hijos de Salta, los hijos de Jujuy, los hijos de Tarija, los pro-
vincianos, territorianos, salteños, oranistas [que] lentamente se van
definiendo en función de la cuna, del suelo que los vio nacer. Pero
4 CASTRO-GÓMEZ, Santiago La hybris del punto cero: ciencia, raza e ilustración en la Nueva Grana-
da (1750-1816), Universidad Javeriana, Bogotá, 2010.
5 CASTRO-GÓMEZ, Santiago La hybris del…, cit., p. 77.
6 En particular, la exploración ofrecida por Zulma Palermo.
7 FRÍAS, Bernardo Historia del General Martín Miguel de Güemes y de la Provincia de Salta, o sea de
la Independencia Argentina, 6 tomos, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1971-1978.
8 La fuerte incidencia de esta construcción identitaria tiene una relevancia decisiva, ya que los estudios
que aquí se reúnen convergen en distintas formas de asunción de esa figura y de su rol.
200 Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta
9 “Manifiesto que da a los que quieran forma juicio de los últimos acontecimientos de la Provincia de
Salta su Gobernador que fue el ciudadano José Antonino Fernández Cornejo, Salta, febrero 4 de 1822”,
AGN, Sala VII, Colección Ernesto Celesia, Doc. 2480.
10 De acuerdo con la investigación realizada por Sara E. Mata.
Epílogo 201
Otro tanto ocurre en el ámbito de las creencias, especialmente con los cultos
marianos, que jugaron un rol determinante en la construcción identitaria desde el mo-
mento en que se produce una inversión del sentido de la religiosidad popular, antes
desvalorizada como “propia del vulgo” en la escritura de Frías. Así, a fines del siglo
XIX, las autoridades eclesiásticas se esforzarán por producir un relato en el cual las
devociones marianas colaboran en la definición de las “pertenencias locales” precisa-
mente en el momento en que se consolida el estado nacional, poniendo en evidencia
la estrecha relación entre el poder eclesiástico y el poder político. La sistematización
de los relatos, en ocasiones con notorias diferencias, puso de manifiesto la imposición
clerical preocupada por construir una narrativa canónica e identitaria en torno a la
religiosidad local.13
Esta variable consolida un campo de representaciones que amalgama la imagen
de Salta como un espacio de fuerte raigambre colonial y de preservación de la fe, cen-
tro de peregrinación y de culto utilizados en nuestros días en la oferta de la industria
turística al mercado global. En amalgama con ella, la identificación de la “salteñidad”
con la figura de lo “gaucho” y la generación de nuevas representaciones que reponen
un pasado arqueológico inexistente hasta fines del siglo XX.14
La construcción de la representación del sujeto social en todas estas analíticas
consolida la colonialidad del poder, del saber y del ser que, en gran medida, encuentra
nuevas formas de validación durante la primera mitad del siglo XX, tal como acontece
en las configuraciones de que dan cuenta otros cuerpos textuales hasta nuestros días.
Tales prácticas ponen en evidencia su capacidad para modelar subjetividades por los
integrantes de una elite letrada quienes, aun dentro de las contradicciones que gene-
ran en ellos las grandes rupturas que imponen los tiempos, no se limitan a reproducir
pasivamente un orden impuesto desde fuera sino que legitiman un “orden natural” de
la sociedad a la que pertenecen.
De este modo, gran parte de la historiografía regional del siglo XX tributaria
de la iniciada por Bernardo Frías, el cancionero popular y la literatura contribuyeron
eficazmente a consolidar una identidad local centrada en representaciones sociales
con una fuerte impronta discriminatoria hacia la población originaria y reivindicatoria
de los valores y lugares de poder de quienes se proclamaban, ficticia o realmente,
herederos de la elite colonial de matriz hispana. La lucha por la independencia fue sin
duda uno de los momentos claves resignificados en el proceso constitutivo de la iden-
tidad local junto a los cultos religiosos más arraigados desde épocas coloniales cuyos
rituales –dinámicos en el tiempo– han contribuido a instituir fechas y festividades
como hitos de esa identidad. El gaucho, Martín Miguel de Güemes, las festividades
13 Como una de las formas de “invención” de la memoria por el aparato historiográfico que proponen
Telma Chaile y Mercedes Quiñonez.
14 En el culto al Señor y la Virgen del Milagro nacido a fines del siglo XVII y en la nueva presencia de
la “Virgen del Cerro”, de muy reciente data; los desfiles de fortines junto con la caracterización de los
Infernales en el protocolo oficial y la oferta museológica con espacios como el Museo de Alta Montaña.
Epílogo 203
del Señor y de la Virgen del Milagro forman parte así de una historia hegemónica de
fuerte incidencia en el presente.
La institución literaria, por su parte, respondiendo a los requerimientos canóni-
cos tanto estéticos como políticos, cumple un rol fundamental. Así la función de la
narrativa nativista consolida y valida las prácticas propias de la colonialidad en un
momento en el que se busca consolidar un proyecto de nación y las maneras en que
esta periferia provincial y fronteriza responde a ese proyecto tensionada entre su vieja
pertenencia al tronco altoperuano y la exigencia de consolidar la unidad nacional a
partir de la generación de nuevas fronteras políticas.15 Estas tensiones y reconfigu-
raciones dan lugar a la afirmación de los conceptos fundantes de la idea de “patria”,
“nación”, “región”, también en otras expresiones literarias de esas primeras décadas
del siglo XX cual es la escritura dramática, cuyo efecto representacional genera una
significativa función pedagógica. La indagación efectuada en este tipo de producción
extendida a lo largo de dicho siglo, permite seguir las transformaciones que, durante
su transcurso, se proyectan como identificatorias de la salteñidad.
Ello hace que, al incursionar en los intersticios de las formaciones sociales leídas
desde este inicio del siglo XXI se releve un proceso en el que se ponen en discurso
las auto-representaciones de un sujeto social que se mira y se muestra sostenido en
los valores de la memoria colonial y que, al mismo tiempo, buscando incorporarse al
mundo global, se reinventa y se resignifica validando tanto en las prácticas discursivas
como en las acciones políticas la presencia de las formaciones culturales que fueran
consideradas “bárbaras” y “propias del vulgo”.16
Al terminar este recorrido no es posible proponer conclusiones. Quedan abier-
tos muchos interrogantes en tanto las transformaciones detectadas, impulsadas por
políticas de Estado, pueden ser nada más que nuevas estrategias de manipulación del
poder que no dan lugar a cambios estructurales sino solamente a la versión visible de
los hechos.
Dejamos estas páginas a la consideración de los lectores con la expectativa de
que contribuyan en la concreción del des-prendimiento de los modelos heredados para
dar lugar a la puesta en valor de las memorias silenciadas en el concierto de la nación
y del mundo y a abrir para las sociedades locales instancias de glocalización.
Mujer. Representación simbólica y crítica cultural; Las culturas cuentan, los objetos
dicen; Colonialidad del poder: discursos y representaciones. En esta colección de
Ediciones del Signo ha coordinado dos volúmenes: Arte y estética en la encrucijada
descolonial y Pensamiento argentino y opción decolonial.