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TIPOS DE CRISIS
Reinhart y Rogoff identifican seis tipos de crisis, a saber:
Crisis inflacionaria: Cuando la tasa de incremento en el nivel general de precios
traspasa cierto umbral complicando los procesos económicos;
Crisis cambiaria: Cuando se desploma el valor de la moneda de un país, (a
menudo a pesar de las “garantías” del gobierno en el sentido de que bajo ninguna
circunstancia permitirá que tal cosa suceda);
Crisis bancaria: Cuando buena parte del sector bancario deja de ser solvente
como resultado de cuantiosas pérdidas en la inversión, pánicos bancarios o ambas
cosas;
Crisis de deuda soberana interna: Cuando un gobierno incumple en el pago de
su deuda con acreedores domésticos o se enfrenta a reprogramaciones
importantes;
Crisis de deuda soberana externa: Definido de igual modo que la crisis anterior,
pero en el caso de deuda contraída con acreedores extranjeros.
Crisis bursátil: Cuando se produce una caída estrepitosa en los valores de los
activos.
DATACIÓN DE LAS CRISIS Y CONSTRUCCIÓN DEL ITF
Reinhart y Rogoff proponen diferentes modos de “datar” las crisis que azotan a un país.
Adoptan umbrales cuantitativos para algunas de ellas, como la inflacionaria, la asociada
con el derrumbe o la degradación monetaria y las rupturas de las burbujas del precio de
los activos. Elijen en cambio acontecimientos para datar los otros tipos de crisis: bancaria
y de deuda (tanto interna como externa). Un resumen de los umbrales y los
acontecimientos utilizados para identificar en qué momento un país ha sido azotado por
un episodio crítico, según el criterio de los autores propuestos, se puede hallar en la tabla
siguiente:
3.5
Número medio de crisis por país y año (de 0 a 5)
3.0
2.5
2.0
1.5
1.0
0.5
0.0
1820 1840 1860 1880 1900 1920 1940 1960 1980 2000
De acuerdo a los resultados expuestos, se advierte que los episodios más críticos para
Argentina ocurrieron en 1951, 1980-1990, 1992 y 2001-2002. En todos estos casos, de
acuerdo a los umbrales especificados, se acumularon cuatro o más crisis.
CRISIS INFLACIONARIA
Desde 1975 comenzó en Argentina la etapa de alta inflación. El punto de partida, asume
Rapoport, puede considerarse el “Rodrigazo”. Bajo el Proceso, se optó por un fuerte
recorte del gasto de gobierno y una drástica disminución en los salarios, logrando bajar
momentáneamente la inflación pero a tasas anuales no menores al 150% en promedio.
Toda la década comprendida entre 1975 y 1985 se mantuvo por encima del umbral
definido traspasado el cual se considera a la crisis inflacionaria, grave.
CRISIS CAMBIARIA
Gráfico 3: Variación anual del Tipo de Cambio Oficial frente al dólar estadounidense
La década del 80, al igual que cuando es evaluada desde otros puntos de vista, fue
desastrosa. La pérdida de reservas/BM estuvo presente año tras año e importantes
devaluaciones se sucedieron en los años 81-85 y 87-89. Una década entera de presiones
y crisis cambiarias, motivada en los primeros años, según Trapé, por un saldo comercial
y de cuenta corriente negativo, en virtud del atraso cambiario (como resultado de “La
Tablita”) y del proceso de endeudamiento. El compromiso del gobierno de realizar las
devaluaciones como habían sido prometidas, lo llevó a una cuantiosa pérdida de reservas.
CRISIS BANCARIA
La eliminación del control de cambios y del encaje remunerado y una política fiscal que
igualaba el gasto a la recaudación crearon una posibilidad de estabilización monetaria.
Pero ésta no se concretaría hasta 1991. La aguda inestabilidad de la velocidad de
circulación, que fue la característica central de la hiperinflación, obligó a la adopción de
la caja de conversión (“convertibilidad”), que comenzaría a regir en abril de ese año.
Ávila (p. 14). El mismo expresa: “Se sabía que la convertibilidad iba a ser, a la larga,
incompatible con la tradicional función de prestamista de última instancia del BCRA,
pero no había opción, salvo una reforma radical del sistema bancario que el país no se
había planteado todavía”. Los primeros años de la “convertibilidad” fueron
macroeconómicamente tranquilos, también desde el punto de vista bancario. La
inestabilidad llegaría recién con el Efecto Tequila. México devaluó en forma caótica su
moneda en diciembre de 1994 y a partir de entonces la mayoría de los países emergentes
fue objeto de sospecha. Argentina era demasiado parecida a México: “Tenía un régimen
de tipo de cambio fijo y exhibía un déficit en cuenta corriente próximo a 4% del PBI.
Nada importaban las grandes privatizaciones ni la caja de conversión; sólo importaban el
parecido y que cinco años antes el país había caído en una hiperinflación”.
Ávila (p. 16), resume en pocos renglones el episodio bancario:
Según Piffano et al. (2009, p. 126): “La década del ochenta encontró al sistema de
previsión social argentino sumido en una profunda crisis estructural la que se manifestó
en déficit permanentes, dependencia de fondos estatales, caída en los beneficios
jubilatorios y creciente incumplimiento de obligaciones contraídas, lo cual trajo aparejado
problemas judiciales y una creciente tensión social”. Con el cambio de gobierno, a partir
de mediados de 1989, se recurre a instrumentos más drásticos para salvar las dificultades
en las que estaba inmersa la economía argentina. De esta manera, se aprueba
inmediatamente en el Parlamento, la Ley Nº 23.696 de Emergencia Económica, en la que
se establece el cese de juicios contra el Estado (especialmente en la esfera previsional).
Como explican Müller y Benassi (2013), a partir del año 1974, como producto del
reciclaje de los petrodólares tras el shock petrolero de 1973 y la recesión en los países
desarrollados, se genera un incremento inusitado de liquidez que pone a disposición de
los países periféricos una amplia masa de capitales, a tasas de interés muy reducidas.
“Como es sabido, éste es el punto de partida de un explosivo ciclo de endeudamiento en
buena parte de los países periféricos” (p. 15). Esta nueva fase del endeudamiento
argentino muestra un vertiginoso crecimiento del pasivo externo, con origen en la
escalada de la tasa de interés internacional desde 1979 y la caída de los términos de
intercambio. A esto concurre el endeudamiento que propicia la gestión económica de
Martínez de Hoz. A partir de 1982, se procede además a la estatización de parte de la
deuda privada, a través de un mecanismo de seguros de cambio, en un contexto de
inflación elevada. “Se produce así el tránsito por la “década perdida” de 1980,
caracterizada por una doble restricción, fiscal y externa, producida por el accionar
simultáneo de la disparada de la tasa de interés internacional y de la estatización de la
deuda privada” (p.15). Según describe Trapé (2005), en 1988 Argentina dejó de pagar los
intereses de su deuda externa, lo cual implicaba, de hecho, una moratoria. La década del
’80 prácticamente completa muestra presiones ante el pago de la deuda e incumplimientos
en los compromisos asumidos, según el detalle de Reinhart y Rogoff (2011). “Es por
entonces que la deuda externa se convierte en una suerte de protagonista central del
desenvolvimiento económico del país” (Müller y Benassi, p.15).
Plan Bonex
Igual que el Gobierno de Alfonsín, Menem apeló a encajes bancarios altos animado por dos
motivos: la necesidad de financiar el déficit fiscal, que era preocupante aunque equivalía a la
mitad del registrado en comienzos de la etapa democrática (14,5% del PBI); y como herramienta
de política monetaria restrictiva, para evitar la expansión de dinero. Esto significó que, por
ejemplo, de cada 1000 australes depositados en cuentas bancarias aproximadamente un
80/85% no pudiera ser prestado por las entidades. En verdad con este mecanismo el Estado se
convirtió en el principal (y compulsivo) tomador de préstamos. Los encajes eran remunerados,
de modo que el Banco Central les pagaba a los bancos por tener congelado un porcentaje tan
alto de los depósitos. El país estaba fuera de los mercados internacionales con motivo de la
moratoria dispuesta en abril de 1988 por Alfonsín, y por la gran cantidad de bonos emitidos a
tasas altas tenía también agotada su capacidad de tomar deuda interna. Así transcurrió la
segunda mitad de 1989. Hacia diciembre, el clima de incertidumbre y desconfianza se
acentuaron. Los argumentos de quienes sostenían que en realidad Argentina no lograba salir del
fenomenal descalabro cambiario, fiscal y de precios por los desaciertos del anterior Gobierno
parecían desvanecerse.
El Ministro Rapanelli era funcional a un modelo económico típicamente liberal, estaban vigentes
las leyes de Emergencia y Privatizaciones, la relación entre Carlos Menem y George H.W. Bush
(padre) pasaba de ser protocolar a una obsecuente amistad y se anunciaba el fin de la moratoria
de abril de 1988, reanudando los pagos a los acreedores externos. Pese a todo, no retornaba la
confianza a los mercados. Basta mencionar como ejemplo a la devaluación de la moneda que
parecía no tener techo: el año 1989 había comenzado con un dólar cotizando entre 20 y 25
australes (recordemos que en 1985 un austral equivalía a U$S 0,80), llegó a los 400/500 australes
en oportunidad del cambio de Gobierno y trepó hasta los 1950 australes en diciembre. El total
anual de la depreciación de la moneda fue 8000% aproximadamente.
Un plan que por un lado limitara el retiro de depósitos bancarios a plazo y por el otro concentrara
en un solo título a la inmensa variedad de bonos en australes que habían sido emitidos en los
últimos años. El bono pensado para esos fines fue el Bonex (Bonos Externos) que existía desde
la década del 70, siempre en dólares y siempre honrado por el Estado, algo que lo hacía gozar
de reputación en el mercado. Los depósitos bancarios, casi en su totalidad constituidos a tan
sólo siete días (lo que revela el excesivo cortoplacismo con que se manejaban los inversores)
serían devueltos en efectivo hasta la cifra de un millón de australes y el resto en Bonex. El monto
involucrado en la operación rondó los U$S 3.000 millones. El plan despertó muchas críticas,
principalmente porque se veía afectado el derecho de propiedad al impedírsele a los ahorristas
retirar en dinero el capital más los intereses de sus ahorros depositados en una entidad
financiera. A partir de que -ya emitidos los Bonex- los ahorristas comenzaron a recibirlos, la
inmensa mayoría (gente de clase media) salió a venderlos. Sabido es que en estos casos existe
un valor nominal (expresado en la lámina del bono) y un valor real (el que efectivamente tiene
si su tenedor lo vende en el mercado). Hacia abril de 1990, el valor real de los Bonex era de entre
25/30% de su valor nominal. Esos ahorristas prefirieron desprenderse de los Bonex con la ilusión
de al menos rescatar una cuarta parte de sus ahorros, perdiendo las tres cuartas partes
restantes. Una minoría, con alta capacidad económica pudo esperar; sea porque también habían
cobrado en Bonex o porque compraron a bajísimo precio los Bonex vendidos con desesperación
por los ahorristas de menores ingresos. Esta minoría no sólo pudo sino que supo esperar pues
suelen manejar información que no está al alcance de quienes desconocen los vaivenes del
mercado. En el último trimestre de 1990, lo que antes cotizaba un 25/30% promedio, ahora se
situaba entre 70 y 80%. Esto significa: una rentabilidad en dólares de aproximadamente 200%.
Algo que en un país estable lleva décadas, aquí se conseguía en tan sólo 6 meses.
Lo que quiso evitarse con el Plan Bonex -sin éxito y con un altísimo costo- fue el empeoramiento
de una situación que ya era caótica. En primer lugar, como se señaló antes, más del 80% de los
depósitos estaba inmovilizado bajo la figura del encaje. Por consiguiente: ese dinero no estaba
disponible en los tesoros de los bancos o del mismo Banco Central por si eventualmente debían
ser devueltos. En segundo lugar, liberar al mercado una cantidad tan importante de australes
en un contexto de fuerte inestabilidad, causaría el efecto de una mega devaluación, que podía
colocar al país a las puertas de una nueva hiperinflación.
Año PBI Var. PBI per Inflación Exporta Import Desemp Saldo de la
(millones Anual Cápita (Promedio) ciones aciones leo Balanza
de (dólares) Comercial
dólares)*
1991 204.094 10,6% 6.258 171,7% 11.978 8.275 6,5% 3.703
1992 223.701 9,6% 6.786 24,9% 12.235 14.872 7,0% -2.637
1993 236.505 5,7% 7.099 10,6% 13.118 16.784 9,6% -3.666
1994 250.308 5,8% 7.434 4,2% 15.839 21.59 11,5% -5.751
1995 243.186 -2,8% 7.147 3,4% 20.963 20.122 17,5% 0.841
1996 256.626 5,5% 7.462 0,2% 23.811 23.762 17,2% 0.049
1997 277.441 8,1% 7.983 0,5% 26.431 30.45 14,9% -4.019
1998 288.123 3,8% 8.203 0,9% 26.434 31.377 12,9% -4.943
1999 278.369 -3,4% 7.841 -1,1% 23.308 25.508 14,2% -2.2
2000 276.173 -0,8% 7.508 -0,2% 26.341 25.28 15,0% 1.061
2001 263.997 -4,4% 7.105 -1,1% 26.542 20.319 17,3% 6.223
Referencias Bibliográficas