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Durante la década de los ´90 Argentina experimentó un cambio en las políticas educativas,
especialmente en cuanto a la propiedad de las instituciones de educación superior. Gracias a
diversas leyes, se permitió que la administración privada ingresara a competir con las
universidades estatales, reconociendo que su valor estaba en la entrega de una enseñanza de
mayor valor, mucho más actualizada y adaptada a la realidad, proponiendo un futuro ventajoso
para todos quienes estudiaban en esos Centros de Estudios. A causa de estos cambios y
visualizando una oportunidad, en 1998 el Grupo Educativo norteamericano Winds Academic
compró la Universidad Estatal de San Lorenzo de Buenos Aires, en ese tiempo con 6 facultades que
comprendían las áreas del conocimiento vinculadas a la ingeniería, comunicaciones, negocios y
arquitectura.
Los 2.500 docentes, 240 administrativos y más de 75.000 alumnos vieron, en primera instancia, la
amenaza de que la formación académica y futuro profesional estaban amenazados por el
“negocio” de la educación.
Los primeros cambios ocurridos en la orgánica de la Universidad fueron imperceptibles para todos
los estamentos. La nueva administración mantuvo la estructura de Facultades, las cuales siguieron
a cargo de un Vicerrector Académico. A estas jefaturas se les solicitó implementar un nuevo
modelo formativo, distinto al tradicional, que se basa en la enseñanza-aprendizaje por
competencias laborales. Esto implicó una nueva forma de implementar la “cátedra” y por tanto se
abrió un frente de desconfianza entre los profesores, quienes llevaban más de 15 años en la
institución.
En cuanto a los estudiantes, vivieron los cambios con una percepción positiva puesto que el nuevo
modelo permitió la intervención de profesionales en las salas de clases, a través de charlas y
workshops y las salidas a terreno comenzaron a ser mucho más frecuentes. Los estudiantes al
notar el cambio en la forma de enseñanza y vieron como ello mejoraba la calidad y pertinencia de
su aprendizaje, pues le encontraban mucho sentido al nuevo modelo. Comenzó a surgir la
necesidad de tener una unidad que gestionara y coordinara las actividades vinculadas a las
asignaturas de cada carrera. Las vicerrectorías deberán hacerse cargo de esta problemática, a
través de la creación de nuevos departamentos a cargo de personas que nunca han realizado estas
labores y por tanto pudieran estar disconformes e inseguras de lo que se les exigirá.